HISTORIA DE LA ETICA
Muchos estudiantes griegos aprendieron ética al hilo de la mitología. Todos los relatos con que
cuenta la mitología griega son extraordinariamente aptos para la reflexión ética. Algunos no son
precisamente edificantes, pero la mayoría sirven para extraer muy positivas consideraciones morales
aunque sea por contraste. No está claro el crédito que los maestros de ética concedían a esos
cuentos legendarios, pero para el caso es lo mismo: a la vez que alimentaban maravillosamente la
imaginación y las mentes de sus alumnos -pocos pero muy influyentes en el futuro-, servían también
como meditaciones de hondo calado humano. Los dioses podían ser interpretados como la
personificación de los más altos deseos humanos, de tal manera que lo que el hombre deseaba pero
no podía lograr, lo conseguían los dioses. A veces esos mismos dioses favorecían a los pobres y
despreocupados humanos y, en otros casos les entorpecían, cuando no les quitaban completamente
el libre albedrío. En muchas ocasiones pueden verse dioses con sentimientos tan humanos que
delatan por sí mismos quién los ha creado. Pero sirve asimismo para ver con más claridad hasta
donde puede llegar el hombre con su amor o con su odio llevado al extremo.
Unos cuantos mitos servirán de ejemplo para estudiar algunas enseñanzas éticas muy claras:
a) El mito de Narciso:
Narciso era un joven muy bello que enamorado de sí mismo murió de inanición contemplándose
maravillado en las aguas de un estanque. Viéndose en el espejo del agua que reflejaba su belleza
corporal ya no fue capaz de otra cosa que seguir mirándose hasta perder a sus amistades, su familia
y la propia vida.
Tiresias ya había advertido a sus padres que Narciso tendría una larga vida si evitaba contemplarse
a sí mismo. Aunque el joven Narciso enamoró a muchas doncellas asombradas de su belleza, no
les hizo ningún caso. Una de ellas, la ninfa Eco, irresistiblemente enamorada de Narciso y viéndose
rechazada por él corrió la misma suerte, pues se dedicó a vagar por las montañas y, dejando de
comer adelgazó tanto que quedó convertida en una voz capaz de repetir únicamente el final de las
palabras que escuchaba. En el lugar donde murió nació una flor llamada «narciso» que desde
entonces recuerda la belleza del protagonista del mito. El comentario sobre la actualidad de este
mito no puede ser más propio. La abundancia de espejos por todas partes, de salones de belleza,
gimnasios, clínicas de estética corporal etc., prueba la existencia de múltiples Narcisos y Ecos. Y el
final de esas historias actuales también concuerda con lo narrado por el mito. Lamentablemente
existen demasiados enfermos y enfermas de egoísmo en clínicas de rehabilitación. Anorexia y
bulimia son enfermedades muy graves, como también lo es el mirarse a uno mismo hasta perder de
vista a los demás.
b) El mito de Prometeo y Pandora:
Prometeo robó a los dioses las semillas de Helios para que los hombres pudieran alimentarse.
Indignado Zeus por este robo ordenó la creación de Pandora, una mujer adornada de muchas
cualidades. Hefesto le dio forma. Atenea le cedió su ceñidor y la adornó lo que pudo. Las Gracias y
la persuasión le dieron collares, las Horas le pusieron en su cabeza una corona de flores pero
Hermes puso en su pecho mentiras, un carácter voluble y palabras seductoras. Epimeteo, hermano
de Prometeo aceptó a Pandora enamorándose perdidamente de ella a pesar de la advertencia que
le había dado su hermano de no aceptar regalos de los dioses. Pandora llevaba con ella una caja
sin abrir que contenía todos los males y desgracias (vejez, enfermedades, vicios, tristeza, pobreza,
crimen) que hasta entonces no existían en el mundo. En un momento dado Pandora abrió la caja
difundiendo todos los males por el orbe y la cerró justo cuando iba a salir también la esperanza, con
lo que la humanidad se vio sumida en una realidad desgraciada. Como no salió la esperanza la
existencia de todos los hombres se convirtió en un drama.
Con este mito se quiere explicar cuál es el enigmático origen del mal
¿Por qué si todos queremos el bien, sin embargo no lo hacemos? ¿por qué tantas veces hacemos
el mal sin quererlo? ¿por qué lo que a unos les perjudica a otros les beneficia? La caja de Pandora
da una respuesta mítica bien diferente del cristianismo, y mucho más negativa.
c) El mito de Las Sirenas:
Las Sirenas son el prototipo de la seducción. Los cantos de sirenas son esas sugerentes llamadas
hacia algo muy atractivo, pero que conlleva la destrucción. Todos los vicios se podrían definir como
cantos de sirenas porque prometen mucho y en realidad no dan nada, exigiendo de paso un
sometimiento incondicional. Ulises, sabiendo que iba a pasar con su nave cerca de la isla de las
Sirenas, y haciendo caso a la advertencia de Tiresias, ordenó a sus marineros que le atasen al mástil
del barco y que no pararan de remar hasta haber sobrepasado la isla. Por si acaso, tanta era la
precaución que se tomó que, reblandeciendo un poco de cera tapó los oídos de los marineros para
que no escucharan la melodiosa voz de las Sirenas. Y es que
Ulises conocía bien la debilidad de los seres humanos que ceden fácilmente a la tentación que
siempre se presenta provocativa engañando fácilmente a todo aquel que, creyéndose valiente no
toma precauciones. Las Sirenas embelesaban a muchos con sus cantos para después devorarlos y,
Ulises, que imprudentemente no se había taponado los oídos, al escuchar a las sirenas que le
anunciaban que ya había llegado a Ítaca dónde le esperaba su esposa
Penélope, gritó a sus marineros para que le soltaran e hizo lo imposible para desatarse, pero no lo
consiguió. Y estos, al no oír nada, franquearon el peligro.
No hacen falta muchos comentarios para deducir que las diferentes seducciones que a lo largo de
la vida asaltan a los hombres, con todo su atractivo, son cantos de sirenas; y todas las precauciones
son pocas si no se quiere terminar devorado por ellas. Pero ¿quién tiene la fortaleza de atarse al
mástil del barco o de taponarse los oídos con cera? ¿quién sabe alejarse con decisión de las
fascinaciones que llevan a la ruina?
d) El Paso del mito al logos.
Para determinar el comienzo de la filosofía, y por tanto de la ética, suele decirse que ésta comienza
cuando la humanidad da el paso del mito al logos.
Lo que esto quiere decir es que unos pocos hombres comenzaron a no conformarse con la mitología
para explicar el por qué de las cosas, y buscaron sus causas naturales. Se debe añadir que filosofía
y ciencia no se distinguen en sus comienzos. Nacen a la vez cuando esos sabios pusieron en duda
esos relatos fantásticos y buscaron respuestas racionales naturales. Si, por ejemplo, se ponía a
llover y a tronar, esto no tendría que atribuirse al enfado de unos dioses, sino a unas causas naturales
que desde entonces se investigan con mayor o menor éxito. Las predicciones meteorológicas fallan
cada vez menos.
Las primeras teorías que esos filósofos aportaron pueden verse hoy como rotundamente falsas y,
sin embargo, ya no eran simplemente mitológicas. Si por ejemplo, Tales de Mileto (639 – 546 a.C.)
afirmó que todas las cosas provenían del agua y a dicho elemento le atribuyó condición de origen
del resto de la naturaleza, en efecto, el filósofo se equivocó, pero su explicación pertenece al ámbito
de la ciencia y de la filosofía y no a la simple mitología. Si sus discípulos rectificaron al maestro y
trataron de exponer el origen del mundo atribuyéndolo a otras causas, asimismo inciertas, también
esas explicaciones se revelaron erróneas, pero no eran tampoco mitológicas sino científicas. No
tuvieron otros medios para observar el mundo que les rodeaba más que sus sentidos y su razón, y
con esos medios, trataron de alcanzar alguna verdad y consiguieron además sembrar la inquietud
de seguir indagando. Los primeros filósofos se ocuparon sobretodo de la naturaleza, y sólo mucho
más tarde de la antropología y consiguientemente de la ética.
El primer autor destacado que se ocupará del hombre, de la ética, y consecuentemente de la política
es Sócrates. Y ese interés por la verdad sobre el hombre y sus respuestas le costará la vida a manos
de sus contemporáneos, los sofistas. Los sofistas eran considerados unos sabios a los ojos de todos.
Enseñaban retórica, el arte de convencer, como instrumento para la política, y así, por las
enseñanzas de Sócrates veían peligrar su posición privilegiada.
Pero Sócrates, una vez iniciado el camino de la razón y de la objetividad no renuncia a buscar la
verdad, el bien y la belleza, no para unos pocos sino para todos. La mitología ha quedado ya como
fabulación literaria magnífica, pero falsa. Mucho mienten los poetas, dirá Aristóteles. Sin embargo,
no deberemos despreciar la mitología. Como hemos podido comprobar, la buena literatura puede
muy bien servir a la ética cuando aborda los temas humanos de siempre. Y la mitología la
consideramos desde hace tiempo, literatura, literatura didáctica y moral en la mayoría de los casos.