Cédula de Extranjería (2014)
Cédula de Extranjería (2014)
DE EXTRANJERÍA
                             Amigos a lo lejos:
                          esto no es una carta,
                     sino un pedazo de mi isla.
                                 FAYAD JAMÍS
                                        Dedicatoria
Dedicar un libro con discurso es ostentoso (ya lo hicieron Gastón, Ángel y Borges*), no
hacerlo cuando se tiene ganas es pecar de ostentación por labilidad, o “poquita cosa”, para
decirlo en el más llano de los castellanos. En el extranjero, los extranjeros no son criaturas
lábiles, son seres nerviosos.
       Nervios de acero necesitan los extranjeros en el extranjero. Nervios para entreabrir
los ojos y dejarlos vagar por cada nueva mañana de otro. Nervios para que cada nueva
mañana de otro no se convierta en la eterna geografía sin fecha sacrificando puntos
cardinales como si fueran reses desahuciadas. Nervios para tocar la puerta, escribir la carta,
levantar el teléfono. Nervios para hojear el periódico y descubrirse rodeado de noticias
ajenas. Nervios para mirarse en el espejo y no reconocerse en el espejo. Nervios para
burlarse de sí mismo cuando se mira en el espejo y un desconocido lo saluda con la mueca
del cuervo, o le guiña el ojo cerrado en señal de saña, burla o conmiseración... Nervios para
calmar los nervios necesitan los extranjeros, en el extranjero.
       Un día, camino a casa, alguien me preguntó si pensaba volver. ¿Volver? ¿Adónde?
Con Eliot ensayé una respuesta: “Inútil la pregunta. Difícil sepas cuándo vuelves. Hallarás
tanto que aprender”. Letras baldías, al menos para mí, pues en quince años de ausencia no
he aprendido sino a cansarme de mí mismo cada vez que me distraigo ante los cambios del
semáforo y alguien me pregunta si pienso volver... ¿Volver? En el extranjero, los
extranjeros nunca saben cuándo van a volver. Saben a qué horas respiran los amigos, dónde
se cuelgan las mil fotografías, por qué se parecen los calendarios a los aguaceros, cuánto
asustan las cuentas por pagar y hasta quién empuja la sombra cuando huyen de los
asaltantes nocturnos, pero nunca cuándo van a volver... ¿Adónde?
       En el extranjero, los extranjeros construyen su propio Malecón con los residuos de
los malecones de otros. Allí se sientan a contemplar las noches construidas con los aromas
de sus antiguas noches sin dueño. Y allí empiezan a contarse el cuento del viaje. El viaje —
el gran cuento del viaje—, convertido él mismo en frágil talismán que nunca termina de
descifrarle al extranjero el misterioso cuento del viaje. En el extranjero, los extranjeros
beben leche y alcohol y con los dos venenos se emborrachan para que el leve aturdimiento
les impida escuchar el final del cuento del viaje.
       En el extranjero, los extranjeros escriben libros que nadie va a leer. Los sudan, los
sangran, los caminan, y hasta puede que los escriban “en una especie de lengua extranjera”,
pero no son hermosos los libros que escriben los extranjeros en el extranjero porque el
lenguaje de la belleza se les oculta tras las máscaras de la página en blanco para no
condescender a los crímenes de lesa veleidad que suelen cometer los extranjeros, en el
extranjero.
      Dedicar un libro con discurso es ostentoso (ya lo hicieron Gastón, Ángel y Borges),
no hacerlo cuando se tiene ganas es pecar de ostentación por ostentación. Entonces:
                                                               Ésta es la nostalgia:
                                                                    vivir en la onda
                                                     y no tener patria en el tiempo.
                                                             RAINER MARÍA RILKE
                      I
       PATRIA EN EL TIEMPO
                    Patria
s.f. Lugar, ciudad o país en que se ha nacido
y a la que se pertenece por distintos vínculos.
        Patriota, patriotero, apátrida.
            PEQUEÑO LAROUSSE
No pierde tiempo
el tiempo...
                   La sombra
en la pared, pasando,
en la pared, pasando.
No pierde tiempo
por qué las llamas que ayer fueron madera, hoy saltan
Asfalto bautismal:
dará contigo.
ni ciudades ni pisadas,
el tiempo...
La sombra
en la pared, pasando,
                  en la pared, pasando.
                                                 2
Tendríamos ya una edad misericordiosa, cuando mi madre nos habló por primera vez de los
Por entonces mi hermano seleccionaba caracoles en los patios y los hacía detonar
contra las rocas para evocar el torvo soliloquio de los antepasados. Luego recogía los
—Del viaje —dijo todo mi hermano, mientras fijaba su vista en las maletas y
dibujaba un barco de vapor en el doble filo de la misma navaja con que al día siguiente
—La puerta —dijo toda mi madre, mientras doblaba las últimas camisas y revivía la
MISERICORDIA
Busco a tientas la mano para tomar la piedra tomo a tientas la piedra para picar la nube pico
a tientas la nube para beber del cielo bebo a tientas del cielo para pensar con Dios pienso
con Dios y a tientas pienso que Dios se embriaga en el horario equivocado: Ronda
Sacrificial.
MISERICORDIA
permanecen abiertas las puertas del Bar Barie y las piernas de esa
hay para cerrarlas: las piernas, las puertas. Ya son las 12: hora de
a las ocho patas de una desconsolada araña común 3... Cedo mi turno
el poco afán.
MISERICORDIA
(cerrado // abierto)
1
 Nómina del equipo de billar (Bestiarium):
?
  Scolopendra morsitans
2
  Trepinoductus viperinus
3
  Tergenaria domestica
4
  Hipocampus diabulus
5
  Hospes (Extranjero)
6
  Lamprys limpipennes
Camino, deambulo, aprendo a deambular. “Esta ciudad no es mía.
los dédalos sombríos de una isla sin Isla un viernes sin Viernes
sobre este malicioso abril troyano en que nada sucede salvo yo.
Pregunto a los umbrales por el cartero que prometió llegar con una
carteles para asegurarme de que aún transito por las calles del siglo
MISERICORDIA
picar la nube pico a tientas la nube para beber del cielo bebo a tientas del cielo para pensar
con Dios pienso con Dios y a tientas pienso que Dios se embriaga en el horario equivocado.
MISERICORDIA
¡HOSPES, HOSTIS!
El Extranjero sabe que las piedras que pisa no son suyas. Ni las bocas que besa, ni los vinos
que bebe, ni los papeles en que escribe, ni los portarretratos que siempre lo vigilan. Ni
siquiera son suyas —bien sabe el Extranjero— las noches que se inventan estrellas para
cumplir con el encargo de una Isla que suplica a la luz de la luna inventada.
¡HOSPES, HOSTIS!
Afirma el Extranjero que una partícula de azufre desleída en una copa de miel, será su
fórmula para recuperar sus memorias del barro y del estío. Presiente —augura el Extranjero
— que dos copas por noche serán la puerta al puente que siempre lo ha llevado de regreso a
casa. La casa del Extranjero se parece a un río. Sube, baja, trepida, se agota, serpentea.
Siempre encuentra un recodo en donde acomodarse sobre el mejor otero para medir cuántas
¡HOSPES, HOSTIS!
El mar, el mar, el mar... Traza el Extranjero una línea victoriosa entre la línea del horizonte
y él. Supone que está a salvo del mar sólo porque se mira en el espejo, y no ve lágrimas.
                                               5
Estudias tu libreto.
Estudias tu libreto.
              6
y el despertar de un Sueño,
Teatro. Los autos se aglomeran en círculo mientras los flashes enceguecen al autor de los
autógrafos. Actúa aun por fuera del proscenio. Y lo hace bien, y las planas aún vacías de los
periódicos de pasado mañana ya hablan de la escena del crimen y del mejor actor... Una
enamoró de aquella golondrina. Aquella golondrina es una alucinación del elefante, pero la
jirafa no entiende de espejismos y guarda su pobre cuello herido en la abisal arena donde
algarabía.
señor Presidente ahuyenta a las palomas. Su mano sobre el pecho imita el gesto de los
dedos cruzados tras la espalda. Gesticula, tartamudea, miente. Se aferra a la tribuna. Habla
de los tiempos de la patria como si hablara de circos y teatros... A lo lejos retumban los
asta y otro viento sin voz intentando disimular la pulcritud del cielo.
que a propósito confunden los sabores del arte de volar. Del arte
¿Un número?
siempre un número?
¿Y yo una orilla?
                         Número
         s.m. Concepto matemático que expresa
   la relación existente entre la cantidad y la unidad.
Símbolo o expresión con que se representa este concepto.
                Cantidad indeterminada.
                 PEQUEÑO LAROUSSE
LUIS DE GÓNGORA
“No sé quién somos yo”, confieso. Caminar en voz alta —dicen— es la única forma de no
reventar contra ese Muro. Caminar en voz alta y ensimismarse en nada. Caminar en voz
alta y tropezar y caer y demandar del tropiezo y la caída una combinación propiciatoria.
Caminar en voz alta —dicen— y repetir en cada esquina un número: el Número. Y confieso
291294
El Extranjero sabe que no saber es a veces un signo. Hay que volverlo a contemplar para
presbicia cuentan. Y cuenta el ojo tuerto del alba que a veces ve, que a veces no, pero que
siempre auxilia y entre ver y no ver ordena la ciudad y recompone el mundo. Desde un
291294
291294 + 291294
Con la cabeza gacha cruza frente al mendigo. La levanta para saludar al doctor. “Buenos
días, doctor”, dice. “Malos días, mendigo”, dice, y regresa a su cuarto de hotel con la
en la indolente circunspección de la puerta cancel. ¿Una estrella fugaz, la luz que pasa?
¿Un globo aerostático, un meteorito, un avión, un reno, un misil, un alma en pena? Bebe.
291294 - 291294
291294 x 291294
291294 : 291294
Bien sabe el Extranjero que el exceso de alcohol es perjudicial para la salud, pero más sabe
que el exceso de salud es perjudicial para el corazón. Y bebe. Con el penúltimo sorbo de
mía”, dice. Sobre la gran carpa de cemento y neón, el Extranjero escupe su rabia de hombre
lealtad el color de la arcilla, la rosa, el campanario, algún que otro crepúsculo, y la fe ciega
¿291294 = 291294?
restas, cábalas y trigonometrías, pero insiste en averiguar “quién somos yo”. Nadie quizás,
como aquel griego, o Alguien como éste que ahora se desbarata como un pétalo ante la
291294
Cédula de Extranjería:
                                         el Número.
                 2
Ya estaban rotos
            por el viento.
                                               3
                        ¿Cuántas eternidades
                             son un día?
instante del futuro glacial. Mil años son. Más números. Más
tablero de sus pechos benditos. Historia patria mía del alma. Alma,
niña, mujer. Remoto soy, extraño soy, intruso soy entre sus manos
                            ¿Cuántos días
                          son la eternidad?
                                             5
                                        Anábasis*
Lees a Saint-John Perse. De la pequeña lámpara de queroseno brota una menuda sombra
más o menos salvaje. La miras de reojo porque sospechas que es sombra vengativa. Te
llama por tu nombre y gira hacia la izquierda para mostrarte el verdadero rostro del horror:
tu rostro. Tiemblas ante el espejo y te hundes en la página para escapar del estropicio: la
turbamulta de los cánticos contra la suspicacia del candil. El miedo, ¿ves?, el miedo: su
golosa expansión sobre los bordes de tu velo vencido. Raspas la roca con la punta de la
lengua y lanzas el bronco salivazo contra el sillón en que murió tu padre en el verano
sangriento de 1492 ¡Puaf! Hoy te revelas contra nada. La Nada que ayer se alió contigo
pronto habrá de aliarse con la jungla para mañana revelarse contra ti. La suerte echada. El
ademán siniestro de una pluma desapareciendo sigilosamente entre tifones. Marchas hacia
lo oscuro como una gacela enceguecida por los olores que emanan de los ojos del tigre. No
te decides por ninguna de las cuatro caras de la cruz. Porque no hay cruz, no hay caras; si
acaso caridad, usura, lisonja hipócrita. Entre la maldición y el abanico, eliges la pradera.
Pisas la fuente, palpas la brisa. Reclamas un poco de no ser para no ser (no seguir siendo)
las cuencas de los cuervos que ayer bebieron leche. Párpados, sílfides.
ruda penitencia del pasado neurótico. Pronósticos del oráculo, hálitos sin
en las playas del ágora. Porque no hay ágora. Hay niños díscolos siempre
Entonces la neblina.
ejércitos para simular que somos los fáusticos herederos de una congoja
hinojos ante el monstruo del hábito, ese fétido esclavo del déspota del
para las grandes sílabas, las graves tórridas, las agudas pálidas. No se lo
víspera de las noches difíciles, noches difíciles... Son las noches difíciles.
Entonces la neblina.
contra el número.
No más un número. No más la servidumbre del candor. No más otra baraja forcejeando
bocarriba para no ver el entrecejo de quien habrá de convertirla en todo lo que no es. No
más ardides para evadir la última responsabilidad y hacerse cargo por fin de la pulpa,
arpegio, desparpajo, traición monosilábica, hombre solo, en la ciudad cualquiera.
Transpiras a la entrada del camino: no te atreves a llegar, partir. No sales, no entras. Quedas
protege el número. Y la memoria. Memorias son derrotas. Derrotas son tatuajes en la frente
canicular del Extranjero. Dícese del Extranjero que sobreactúa a veces, que manipula, que
                                                Extranjero,
                                        sin audiencia ni testigo,
                              lleva a la oreja del Poniente una concha
                                               sin memoria.
______________
1
  Dícese de la palabra acentuada en la antepenúltima sílaba. Ej: Esdrújula. FAM. Sobresdrújula. Pequeño
Larousse.
2
  Todas las palabras esdrújulas,/ como los sentimientos esdrújulos,/ son naturalmente/ ridículas, Álvaro de
Campos.
*Anábasis (Jenofonte), del griego νάβασις: “Expedición hacia el interior”.
                                                      6
cada esquina...”
______________
Seis años después —después de trece años—, las esquinas siguen siendo más o menos las mismas. Y el
fantasma y el madero y el suburbio en llamas. El Extranjero sigue reptando entre portales, columnas, puentes,
autos, muros, gente, salvo que ahora no le sudan las manos y no se pone galas de extranjero para salir a
caminar: simplemente camina. Cerraron el prostíbulo y en su lugar abrieron un Templo de Oración. Allí todas
las mañanas se arrodilla un hombre con un mapamundi entre las manos y, mientras ora, y llora, raspa con la
uña de su dedo índice nombres de ciudades como si entre sus líneas esperara encontrar, al menos, un
resbaloso, ingrávido, sutil síntoma o señal de Ése a quien llaman Dios.
                                          7
Artemisa Melbourne Caims Papúa Honiara Manao Singapur Jakarta Barcelona Mc Murray
Pinar del Río Berna Guadalquivir Villavicencio Veracruz San Martín Lusaka Arequipa
Cusco Dodoma Salamanca Antofagasta Bagdad Brasilia Mendosino San Francisco Chiapas
Calabozo Tirana Calaveras Abuja Ulan-Bator Rabat Toledo Dinamarca Moscú Oman Santa
York Chipancingo Dodoma Guadalajara Porto Alegre San Juan de Pasto Tulcán.
Chapadinha Frankfurt Manaos Tuluá Montevedro San Antonio Andorra Estambul Praga
Ufa Jacksonville Miami Camerún San Andrés Viena Venecia Buenos Aires Acámbaro Oslo
París Lubango Turín Duitama Dallas Solapur Belgrado Detroit Santa Fe de Bogotá.
                                                      8
______________
El barrio La Concordia hace poco fue pavimentado. Lo cubrieron con lustrosos adoquines e instalaron una
enorme farola de neón sobre la tienda de don Juan. Mataron al muchacho que pedía monedas en la Plaza del
Chorro y cada semana robaba su croissant en la Pastelería San Martín. Se expandieron los bares y sobre sus
barras de hombres solos siguen corriendo whiskys, rones y cervezas. Desde hace una semana no para de
llover, a cántaros. Las amantes de entonces huyeron como corzas heridas cuando se enteraron de que el
Extranjero siempre andaba con una isla en peso doblada en un bolsillo, y en el otro la propiedad de un
número: nunca dinero, nunca sus nombres, nunca sus fotos, en la billetera.
                                      9
No. 291294 291294 291294 291294 291294 291294291294 291294 291294 291294
291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294
291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294
291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 No.
No. 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294
291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294
291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294
291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 No.
No. 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294
291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 291294 No.
                                                    10
eso hoy todos nos pusimos las galas de Extranjero para salir a
caminar”.
______________
Para pagar el alquiler tuvo el Extranjero que empeñar el alma, su bicicleta Hard Laramo que le regaló un
amigo, una vieja estatuilla de porcelana maorí, las niñas de los ojos, y no alcanzó el dinero para los
documentos que le exigían en las Oficinas de Inmigración. Lo cual quiere decir que nunca fue tarde para
rendirle cuentas de las derrotas de anoche a la noche de las derrotas de mañana. Cuentan que este poema —
identificado con los números 6, 8 y 10— se rodó de otro libro para caer en éste. Que pertenece a Las derrotas
(Ed. Unión, 2008, 110 págs.) y que lo escribió el Extranjero bajo las calendas caníbales de un noviembre
furioso, y 2002. Que ocho años después —después de quince años—, cuentan, las esquinas siguen siendo más
o menos las mismas... ¿Sí gira el mundo? ¿Esta ciudad no es mía? ¿Cómo se mide la velocidad de un lirio?
                          III
           PRÓFUGO DE SERVICIO
                       Prófugo
            adj. Que se ausenta u oculta
para eludir el servicio militar, la justicia o la cárcel.
     Tránsfuga, escapado, perseguido, huidor.
                 PEQUEÑO LAROUSSE
—¿Nombre?
—Alberto.
—¿Número de Cédula?
—291294.
—¿Profesión?
—Poeta.
—¿Nacionalidad?
—Extranjero.
—Poeta y Extranjero. No, señor. Nadie puede tener por nacionalidad la profesión
que ejerce. Extranjero y Poeta son los primeros síntomas de la misma inmortal enfermedad.
Y nunca más hablamos el funcionario y yo. Se recrudecieron los inviernos, eructaron los
volcanes, se aparearon los topos, ardió la zarza en Rusia, reamaneció en Beijing, la Iglesia
canonizó al Papa, la Fiscalía absolvió a los criminales, se estrellaron contra el fisco los
capitales golondrinas, y creció la hierba en los jardines marchitos del Parque Nacional.
Mira, muchacha:
mugieron las vacas, maullaron los gatos, lloviznó en Miami, tembló la tierra en Cuba, se
estrelló el fisco contra los capitales golondrinas, y se marchitó la hierba que crecía en los
jardines del Parque Nacional... Pero nunca más hablamos el funcionario y yo.
                                             3
ocasión para olvidar que alguien pregunta. Apuro el trago amargo del alma y
mismo antes de que lo haga la heráldica del clérigo. Con afilados mondadientes
me abro camino entre milicias de colmillos blindados para tajar las lenguas
¡zas! tajo en las lenguas ¡zas! y nadie se interpone entre el puñal y la hendidura.
Con la hendidura rasgo las redes del noble pescador para que huya el pez-humo
responde. “No sé quién somos yo”, confieso. Burla burlando, escribo sobre el
hielo la palabra “hielo”, me derrito con ella y con ella me hermano con el mar.
Del mar escribo, y del fuego. Y escribo sobre el fuego la palabra “fuego”, con
ella ardo y sofoco la agonía para aportar trepidaciones al sacrificio de las voces.
pérfido niño vuelva a gritar que ando desnudo. Odio en el odio, lloro en el
caigo. Entonces le apuesto a la paciencia de los que aún andan encariñados con
mis venas e insisten en que continúe corriendo sangre por sus rampas
monstruosas.
La alquimia engendra
palabra que nombra y canta es la misma que se borra y llora. Lugar común en la
vulgar común manera de pretender ser otro. Soy otro, el mismo, y Borges. Tres
buenos para nada. Tres nadas sobreviviendo cada una por su lado a las ruinas y
miserias de todo lo que soy. “No sé quién somos yo”, confieso. Quizás una
pequeña cita con Nadie en el parque del mundo, y nadie va a llegar, y nadie va
a llegar, y Nadie...
La alquimia engendra.
                                                 4
El tártaro no sé.
El tártaro no sé.
Como el relincho de un caballo que relincha en vano, así tú, Extranjero, enemigo y de
nadie, tarántula gris, tarántula, alma pensamental, razón de ser de los que nunca han sido,
eco lastimado de lo que pudo ser, gitano, ajeno, tú, apóstata, advenedizo, ola de más, útero
herido, ingle escarpada, ventisca errátil, correveidile, anacoreta, cenobita, ilegal, tú, difuso
maniquí, alcornoque rosa, arco de violín, hilo de araña, retazo de papel, Babel perdida,
apenas vaho, apenas carne, apenas cáscara (vana sin fruta desgarrada rota), apenas tú,
becario de los viajes, peregrino inmóvil, ave siempre de paso, simulacro del arte de viajar,
otrora tempestad, ahora relincho, así tú, Extranjero, enemigo: ¿Qué te importa vivir en
tierra extraña, o en la patria infeliz en que has nacido, si en cualquier parte has de
encontrarte solo?
su muerte, pero asciende sin prisa el humo del café y una muchacha más
No obstante
sigue buscando
su nombre
en voz baja, sin lágrimas, como lloran los pájaros cuando cantan solos,
como lloran los solos cuando cantan los pájaros y nadie más escucha,
No obstante
sigue buscando
su nombre
la eterna frase para siempre inconclusa, las dos manecillas del avieso
No obstante
sigue buscando
su nombre
que ayer fue carne y hueso y alegría, hoy ya es aire y madera. Ayer
de pan, el humo del café. Una brisa que entra del parque, el año
No obstante
sigue buscando
su nombre
Y cuando seamos el mar, gota de mar; y cuando seamos la luz, rayo de luz;
Y cuando seamos el mar, gota de mar; y cuando seamos la luz, rayo de luz;
Y cuando seamos el mar, gota de mar; y cuando seamos la luz, rayo de luz;
Y cuando seamos el mar, gota de mar; y cuando seamos la luz, rayo de luz;
                 y cuando seamos el hipogrifo y la hidra,
Y cuando seamos el mar, gota de mar; y cuando seamos la luz, rayo de luz;
Y cuando seamos el mar, gota de mar; y cuando seamos la luz, rayo de luz;
¿quién llegará
para decirnos
que fuimos,
alguna vez
y para siempre,
                             el Hombre?
                                            8
                                      Habituarios
I. Llegan cartas de mi madre muerta. Puntuales llegan. Reconozco los pasos del
dirá esta vez mi madre “Querido hijo”. Sí, pero qué me dirá desde su tartamuda letra
ciega, hoy domingo, en que nadie hay para servirme, para decirme “come”, “bebe”,
“sírvete”, y nadie para saciar la sed y mitigar el hambre a las doce y confuso
II. “La cultura física de los sepultureros hace liviano el mundo y soportable el
espectáculo”, dice Huidobro. “¿Oyes clavar el ataúd nocturno?”, dice Huidobro. “Si
no la dejé caer en vida, cómo la voy a dejar caer ahora en muerte”, dice mi
sepultureros.
III. Una vez prometí que iba a enterrar a todos mis amigos. Que yo sería el último y
       sobre la cubierta añil violeta de una edición casera de Los tres mosqueteros, se los
      hice jurar, pues no iba a permitir que con mi muerte ellos sufrieran tanto. Fui tan
enfático en los términos que todos adhirieron mi palabra y votaron por unanimidad
primero, muriéndose.
atinamos a tirar del picaporte para impedirle la salida. El amigo se va. Cruza la línea
hay nada que hacer, salvo cuidar sus pasos mientras llega a la puerta, y parte.
V. Partir, llegar: el mismo tiempo a tiempo compartido. El mismo verbo amable aún
sin conjugar. ¿Y entre el paréntesis?: la Vida, ese extraño festín. Ese engañoso
carnaval de almas en pena a duras penas penando. Almas muertas, cuerpos vivos,
antaño bendito por los dioses, y ahora maldecido... No vivimos la vida: sucedemos
VI. Yo vine al mundo de visita para crear dificultades, como Ángel Escobar (a quien
quise). Y como Novás (a quien quise querer). “Los muertos están muertos”, decía
uno. “Ya no basta la vida, hay que viajar”, decía el otro. Ambos se suicidaron a la
carbón, susurros y alimento. Aguas fluyendo con el agua hacia la gran bahía de los
sueños idos. Cuerdas flojas siempre de viaje, equilibristas de viaje para siempre. Sin
       ¿Cuántas eternidades
             son un día?
Pregunta el Extranjero
a la Tumba.
La Tumba no responde.
la Tumba // el Extranjero.
           ¿Cuántos días
          son la eternidad?
                                               10
Mías, conmigo, contra mí... No de otros regimientos puedo hablar, no de otros frentes.
¿Se te han posado alguna vez en el ruidoso sueño para aligerar la pesadilla? Seguramente
el rostro masacrado del corazón perpetuo. (Digamos que la acción transcurre en una página.
que en una línea un hombre. Digamos que en una línea de esa página. Digamos que en una
decide no escribir, crucificarse por su cuenta y riesgo, solo y sin cruz, en la noche difícil.
no estuvieran conmigo! Pero la madrugada será larga y habrá que continuar vagabundeando
Mis servicios no le sirven a nadie, yo sé. Un prófugo no es más que un niño que se retira
sus campos. Son sus batallas los hastíos y esta ciudad que sabe a musgo y trementina. Que
y madruga los lunes sólo para hacer fila a la entrada de bancos, tiendas, hospitales, fábricas,
prisa, en dirección contraria a donde voy. ¿Y adónde voy? No hacia el rebaño, pero
el alma oscura del cuerpo en cuya noche me está esperando un pubis de mujer. Huyo
pasado el tiempo, y nadie llega para anunciarme que se ha pasado el tiempo. Como letra
mientras apacienta con rústicas maneras su doblefilo de ondas perturbadas. Mas no importa.
cementerios levemente marinos, y nadie podrá quitármelos ahora que por fin soy dueño
habrán de caer ambos cuando descubran los traficantes de lunas llenas que vendo, compro y
                                              *
             Y como yo no presto servicios como soldado sino como prófugo,
                          no puedo hablar de heridas en combate,
                                       sino de huidas.
Mías, conmigo, contra mí... No de otras emboscadas puedo hablar, no de otros proyectiles.
       No de otras farsas puedo vanagloriarme sino de esta gris
camisa gris agujereada por certeros disparos de pintalabios sin candor. No de otros versos
mis tundas, mis cansancios; son mis muchas maneras de repartir rabias a domicilio sin que
Aunque no tiene prisa y se alegra cada vez que corta un ala. Las alas de los hombres son
los más caros trofeos que reposan en las salas del tiempo.
hallado culpable de caminar sobre las aguas sin autorización de los funcionarios de Dios.
También bordeaba el borde, rizaba el rizo y deducía de los otros una mirada cómplice. Pero
solo entre las plagas, los faraones, la primera piedra de la próxima pirámide, y ningún Mar
Y el mundo siguió andando, el corredor corriendo y mis servicios no les sirven a nadie, yo
pudiera leer los labios de aquel tullido que duerme bajo el pedazo de cartón, pero si al
un crepúsculo, pero si al menos una bengala, pero si al menos una mujer... En la ciudad
un hombre botando sangre por la nariz y canturreando “Trota, mundo; trota, mundo; trota,
botando sangre por la oreja y canturreando “Trota, mundo; trota, mundo; trota, mundo”.
       Éste era un hombre, éste era un pez, éste era un tímpano; éste era
un relámpago en su lecho atribulado por las innumerables sombras sin patria y sin tiempo
de los otros botando sangre por la boca y canturreando “Trota, mundo”, mientras el mundo
                                              *
              Y como yo no presto servicios como soldado sino como prófugo,
                            no puedo hablar de condecoraciones,
                                        sino de huidas.
Mías, conmigo, contra mí... No de otros escudos puedo hablar, no de otras diademas.
diplomas por gritar, pues no por regurgitar con bombos y platillos palabras vanas
el Juicio y quien no haya puesto en juego su vida tras cada letra escrita, recibirá las dádivas
y mis servicios no les sirven a nadie, yo sé, y más lo saben quienes se sirven de ellos para
les sirven a nadie: un prófugo no es más que un prófugo. Y un profundo bostezo medio
el oasis supino, y estas torpes maneras de mentir para ocultar entre los crisantemos
Los buenos aguafiestas siempre llegan temprano a todas partes; yo siempre tarde y
de los tiempos sin porqués. (Digamos que la pregunta se escurre en una lágrima. No en
chispa un hombre. Digamos que en una chispa de esa lágrima. Digamos que en una chispa
no fingir, recompensarse por su cuenta y riesgo, solo y sin luz, en la noche difícil. Digamos
y me pregunto “qué estará haciendo mi padre allá en la isla. Seguramente duerme, o sueña,
o se prepara para morir tan solo como lo dejé hace siete años,
acompañado de una soledad que ya lo acompañaba”. Pero mi padre ya está muerto y los
difícil. Bajo a los bajos fondos y me encuentro cara a cara con el submundo teatral. No hay
nada allí que no conozca. No hay nada allí que no hayan visto antes
mis ojos sobre el desorientado pavimento. Las muertes operáticas. Ésas que en las noches
de odio y ruinas por venir. Se presentan en forma de asesino, ángel, héroe, mártir,
es testigo de las burlas con que nos rondan en las noches difíciles las ideas fijas, los
de más en la pradera de los falsos modos. Trompos girando entre las trampas y una sola
       canción sobreviviendo a todas las canciones para seguir agonizando
a solas. Termina mi canción y arranca la agonía. ¿Se acerca el fin del mundo? Es la noche
aprendo a deambular. Por donde a duras penas me desvío para comprar un pan, un huevo,
una bolsa de té, medio periódico, y una vela para alumbrar la cama,
la misma cama donde ahora estoy sentado y me pregunto “qué estará haciendo mi padre
noche difícil. Es la noche difícil. La edad del estornudo. El bulevar del pánico. El uno
de los que siempre han pisoteado el buen sueño de las dificultades nocturnas: noches
—¿Nombre?
—Alberto.
—¿Número de Cédula?
—291294.
—¿Profesión?
—Hombre.
—¿Nacionalidad?
                  —Extranjero.
                               *
  Y porque yo presto servicios como prófugo y no como soldado,
no pude hablarles de armas, heridas en combate y condecoraciones,
                         sino de huidas.
                                                                    Bogotá,
                                                              enero de 2009
                                  ÍNDICE
Dedicatoria
I. Patria en el tiempo
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
II. 291294
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
ALBERTO RODRÍGUEZ TOSCA (La Habana, Cuba 1962). Poeta, ensayista y narrador. Ha publicado
Todas las jaurías del rey (Premio David de Poesía, 1987), Otros poemas (Premio Nacional de la Crítica,
1992), El viaje (Ediciones Catapulta, Colombia, 2003), Escrito sobre el hielo (La Pobreza Irradiante Editorial,
Colombia, 2006). Las derrotas (Ediciones Unión, 2008, Premio Nacional de la Crítica 2009). Sus poemas y
cuentos han aparecido en antologías publicadas en Cuba, España, Argentina, México, Colombia, Venezuela,
Puerto Rico, Austria, Italia y Estados Unidos. Estudió Dirección de Cine, Radio y Televisión en la Facultad
de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana. Llegó a Bogotá en 1994 invitado
al III Encuentro de Poetas Hispanoamericanos organizado por la revista Ulrika. Desde entonces reside en
Colombia. Ha sido escritor y director de programas de radio, profesor universitario y editor general de varias
publicaciones colombianas de periodismo cultural (Suburbia Capital, Urbe, Horas, La Sangrada Escritura).
Dicta Talleres de Creación Literaria.