PABLO, APÓSTOL DE CRISTO
Su Vida y sus Epístolas
Salvador Carrillo Alday
Autor
Freddy José Pérez
Nolberto Mogollón, Pbro.
Profesor
Seminario Diocesano Juan Pablo II
Etapa Configuradora. Año II
San Pablo I
Valledupar
2022
ORÍGENES Y PRIMERA ETAPA DE LA VIDA DE PABLO
Del año 5 d.C. al 33
Presentar la figura de Pablo de Tarso, apóstol de Cristo, es una tarea entusiasmante, dada
la riqueza humana y espiritual del personaje, y, a la vez, sembrada de dificultades por la
escasez de fuentes de información. Las fuentes para la investigación de la vida de Pablo
son dos: sus epístolas (7 auténticas y 6 deutero-paulinas) y el libro de los Hechos de los
Apóstoles, escrito por el evangelista Lucas.
Pablo, israelita, del linaje de Abrahán, hijo de padres “hebreos” y de la tribu de Benjamín,
nació en Tarso, capital de la provincia romana de Cilicia, hacia el año 5 de nuestra era
(Hch 21,39; Flp 3,5); de su ciudadanía romana se dice que la heredó de sus padres. Tarso,
asentada a orillas del navegable río Cidno, estaba en la llanura fértil de Cilicia, rica en
viñas, cereales y lino; era un centro bien conocido de cultura, filosofía y educación.
Circuncidado al octavo día de su nacimiento (Flp 3,5), recibió el nombre hebreo de Saúl,
como el primer rey de Israel, pero, según la costumbre de los judíos de la diáspora,
recibió juntamente un nombre conveniente en griego, Paulos (en latín, Paulus).
Sobre la formación del apóstol hay dos opiniones. La primera afirma que Pablo, desde su
niñez, fue educado en Jerusalén (Hch 22,3); la segunda sostiene que la primera formación
humana la adquirió en Tarso, su ciudad natal. Sus padres judíos le enseñaron la lengua
aramea y, como tenían una buena posición económica, hicieron que su hijo, después de la
educación primaria, frecuentara la famosa universidad de cultura helénica clásica de
Tarso, émula de las de Atenas y de Alejandría. Su formación religiosa, Pablo la recibió
tanto en el seno familiar como en la sinagoga del lugar; posteriormente se traslada a
Jerusalén donde se adhirió al grupo de los fariseos y adquirió de Rabbí Gamaliel I una
seria formación en las divinas Escrituras, en la ley oral y en los métodos exegéticos de los
rabinos, y se hizo celoso defensor de las tradiciones de los padres (Hch 22,3; Gál 1,14).En
cuanto a su estado civil, nunca se habla de una esposa o de hijos, por lo que se deduce que
era célibe; además, 1 Co 7, 7-8 confirma que ese es su estado de vida. Muy claro es que,
desde su conversión a Jesús, Pablo no tenía esposa y que nunca se habla de hijos suyos.
De su celo perseguidor, hay que mencionar que surge en medio de la efervescencia de los
seguidores de Jesús-Mesías que han recibido la efusión del Espíritu, ganándole cada vez
más adeptos y renombre. Pablo, por su parte, tenía la convicción de que la presente etapa
de la salvación estaba regida por la meticulosa observancia de la ley de Moisés; y sólo
más tarde vendría el Mesías y no sería ya necesaria la ley. La cuestión que antagoniza a
Pablo con los seguidores del Camino es si la salvación se obtiene por las observancias de
la ley o por la fe en Jesús-Mesías. Pablo consideraba que los cristianos estaban en un
error, que debía ser corregido frontalmente, y por eso comenzó a perseguirlos. La
persecución a la Iglesia cristiana es atestiguada directamente por el apóstol (Flp 3,5-6; Gál
1,13-14; 1 Co 15,9).
CONVERSIÓN DE PABLO A CRISTO
Año 33 d.C.
Jesús resucitado se apareció a Pablo cuando menos lo sospechaba y ese encuentro,
instantáneo, inaudito, inesperado y trastornante, le hizo dar un giro de ciento ochenta
grados en su vida y en su actitud hacia Jesús y sus discípulos. Pablo fue alcanzado por
Cristo Jesús (Flp 3,12); con lo que se sitúa entre los testigos oculares de Jesús, pero no del
Jesús terrestre, sino del Cristo resucitado; tal acontecimiento le hace un apóstol.
Pablo, escribiendo a los gálatas, dice que él recibió directamente de Dios la revelación de
Jesucristo como su Hijo y, junto con ella, su misión a los gentiles: “Os hago saber,
hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de orden humano, pues yo no lo
recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gál 1, 11).
La revelación que Dios le dio a Pablo acerca de Jesús le hizo comprender que Jesús era
“el Hijo de Dios, el Señor y el Mesías”. Revelación profunda y fundamental, que está en
la base de “su Evangelio” (Hch 9,20-22; 1 Co 8,6; Rm 1,1-4).
POCO TIEMPO EN ARABIA, TRES AÑOS EN DAMASCO Y DOS SEMANAS EN
JERUSALÉN
Del año 33 al 37
Pablo, bajo la impresión de su encuentro con Cristo y la misión recibida, sin acudir a
consejos humanos, ni subir a Jerusalén para entrevistarse con los apóstoles, se marchó a
Arabia a su primera misión evangelizadora, obedeciendo a la palabra recibida en el
momento de su primera visión: “Anunciar a Jesús entre los gentiles” (Gál 1,16-17); tal
misión, por la situación política del rey Herodes Antipas y Aretas IV, terminó siendo un
fracaso, al punto de ser expulsado del país.
Después de su corto viaje de evangelización a Arabia, Pablo regresó a Damasco, donde
permaneció tres años, desde el 34 al 37 (Gál 1,18); allí se dedicó a profundizar en el
cristianismo; a predicar a los paganos la noticia del Señor Jesús como el Hijo de Dios y el
Mesías, y a aprender un oficio manual (fabricar tiendas) que le permitiera ser
económicamente independiente para poder dedicarse a la predicación sin resultar oneroso
para las comunidades que evangelizaría.
Para el otoño del año 37, tras una huida apresurada de Damasco, Pablo escribe a los
Gálatas acerca de este momento de su vida: “De allí a tres años, subí a Jerusalén para
conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía… Y en lo que os escribo, Dios
me es testigo de que no miento” (Gál 1,18.20). Su objetivo era preciso: conocer
directamente de un testigo autorizado desde la primera hora cómo fue Jesús, cuáles fueron
sus enseñanzas, qué obras realizó, por qué murió crucificado, cómo lo reconocieron
resucitado. Comprendió que Jesús fue, por una parte, obediente y fiel, diciendo siempre
“sí” a la voluntad de su Padre; y, por otra, abierto a los demás, mediante la indulgencia, el
perdón, la entrega de su persona y, sobre todo, el amor. Pero un problema crucial le
inquietaba sobremanera: si Jesús fue el Mesías, entonces ¿por qué murió? Y Pablo llegó a
esta conclusión: si Jesús fue el Mesías y murió, fue porque él quiso morir. Ésa fue su
elección personal, y quiso morir por todos nosotros y por nuestros pecados, según la tesis
de la primera predicación (1 Tes 5,9; 1 Co 15,3). Pero ¿por qué debía morir con la muerte
ignominiosa de la cruz? ¿Por qué fue un Mesías crucificado? Y la respuesta del apóstol
fue la misma. Porque él quiso morir y morir en la cruz por amor: “Me amó y se entregó a
sí mismo por mí” (Gál 2,20).
PABLO, EN LA IGLESIA DE ANTIOQUÍA
Año 40
A la muerte de Esteban, se originó una dispersión de discípulos (Hch 8,1) que anunciaban
la Palabra, pero solamente a los judíos. Así sucedió en Antioquía; aunque es preciso
resaltar que si había predicación a los gentiles, pero un tanto diferente, pues, mientras que
a los judíos se les predicaba que Jesús era “el Mesías”, a los otros se les anunciaba que
Jesús era “el Señor” (título que se le daba al emperador, con poderío casi divino). Ante el
florecimiento de la Iglesia de Antioquía, desde la Iglesia Madre de Jerusalén decidieron
enviar un delegado, Bernabé de Chipre que como Esteban era “un hombre bueno y lleno
del Espíritu Santo y de fe”. Una vez instalado en Antioquía, Bernabé partió para Tarso en
busca de Saulo (Hch 11,25-26). Habiéndolo encontrado, lo trajo a Antioquía, donde
permanecieron ambos un año enseñando a una multitud considerable. Fue hacia el año 40.
Pablo tenía unos 35 años de edad y gozaba de todo su vigor.
PRIMER VIAJE APOSTÓLICO: BERNABÉ Y PABLO (Hch 13,1–14,28)
De la primavera del año 41 a abril del 46
La idea de llevar el Evangelio a tierras nuevas debió de surgir en la comunidad de
Antioquía. A la luz del Espíritu, los cristianos sintieron que esa Iglesia tenía una tarea
misionera y evangelizadora que realizar en el mundo greco-romano. Bernabé era
probablemente el dirigente principal de ésta Iglesia, en su calidad de delegado de la
Iglesia de Jerusalén. En medio de una celebración eucarística, Bernabé y Saulo reciben su
vocación de misioneros como carisma del Espíritu Santo; un don sobrenatural, gratuito y
permanente que segrega a una persona para confiarle una obra que debe llevar a cabo. En
tal elección Bernabé pasa primero que Saulo debido a que ha sido enviado a Antioquía
por la Iglesia de Jerusalén, él es el jefe de la misión (cf. Hch 4,36; 9,27; 11,22-30).
Después de salir de Antioquía, hicieron un camino de 25 kilómetros hasta llegar al puerto
de Seleucia, donde tomaron una embarcación que les condujo a Chipre; allí se da la
conversión del procónsul Sergio Pablo y la disputa con el falso profeta judío Bar-Jesús
(Elimas); Pablo pasa a ser el primero de la misión. De allí pasaron a Perge, desde donde
Juan regresó a Jerusalén. Pablo y Bernabé van hasta Antioquía de Pisidia, donde Pablo da
su primer testimonio a los judíos: el pueblo judío es el privilegiado de la Salvación; Jesús
Resucitado es la Salvación definitiva; luego, su predicación se dirige a los gentiles. De
Antioquía, Pablo y Bernabé, siguiendo la Vía Sebaste, pasaron a Iconio donde se
practicaban cultos a Hércules, Zeus Mégistos y Cibeles; predicaron con valentía y
conquistaron para la fe a una gran multitud de judíos y de griegos, muchos signos y
prodigios acompañaban la predicación. Tras querer lapidarlos, pasaron a Listra donde
Pablo curó a un atrofiado, por lo que los habitantes quisieron ofrecer sacrificios pensando
que eran Zeus (Bernabé) y Hermes (Pablo); se da un discurso de la predicación a los
gentiles: es preciso abandonar los ídolos y convertirse al Dios vivo, creador de cielos,
tierra, mar y cuanto hay en ellos; lapidación de Pablo a manos de los judíos. Al día
siguiente, partieron hacia Derbe, donde un gran número de discípulos aceptó la fe. A
pesar de la oposición de los judíos, la misión de Pablo y Bernabé, inspirada y dirigida por
el Espíritu, se abrió paso en el mundo de los gentiles.
Pablo y Bernabé volvieron deshaciendo el camino recorrido: Listra, Iconio y Antioquía,
para confortar a los discípulos y exhortarles a perseverar en la fe. A su llegada reunieron a
la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y
cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Y permanecieron no poco tiempo con
los discípulos en Antioquía.
SEGUNDO VIAJE APOSTÓLICO DE PABLO (Hch 15,36–18,22)
Del verano del año 46 al otoño del 51
El segundo viaje misionero es anterior a cuando tuvieron lugar las controversias en
Antioquía y en Jerusalén respecto del problema de la circuncisión de los gentiles
convertidos. Pasado algún tiempo, Pablo invitó a Bernabé a visitar las ciudades por ellos
evangelizadas. Bernabé quería que Juan Marcos los acompañara. Pablo se resistió, pues
Marcos se había separado de ellos en Derbe. Se produjo tal tensión que los dos apóstoles
se separaron, aunque más tarde irán juntos a la Asamblea de Jerusalén (Gál 2,1). Bernabé
y Juan parten para Chipre, mientras que Pablo toma por compañero a Silas y se marchan
encomendados a la gracia de Dios.
Los misioneros recorrieron Siria y Cilicia, afianzando en la fe a las Iglesias ya
evangelizadas: Derbe, Listra (conoce a Timoteo y lo hace circuncidar), Iconio y Antioquía
de Pisidia. Saliendo de Antioquía de Pisidia, los misioneros tomaron el camino hacia el
norte, atravesaron Frigia y llegaron a Galacia, donde había tres ciudades importantes:
Pesinonte, Germa y Ancira (Ankara). Los gálatas formaban un mundo aparte, eran de una
raza diferente. Con propio idioma, eran paganos y no había allí judíos; Pablo les pudo
comunicar directamente el Evangelio de Jesús: la salvación se obtiene por la fe en Jesús,
Cristo crucificado, el Señor, el Hijo de Dios. Sale de Galacia, atraviesa Misia y llega a
Tróada (visión del macedonio que le suplica ayuda), de donde parte para Filipos, la
primera ciudad de Europa que recibió el Evangelio de Jesús; Pablo menciona a tres
mujeres pilares en la evangelización, Lidia, Evodia y Síntique, y a tres varones: Clemente,
Sícigo y Epafrodito; liberación de la pitonisa; prisión de Pablo y Silas y su liberación
(intento de suicidio del carcelero). De Filipos pasa a Tesalónica, donde la mayor parte de
los convertidos es de origen pagano y de clase trabajadora, si no explotada (1 Tes 4,11); la
predicación de Pablo sobre un Jesús-Mesías-rey, a quien dieron muerte, pero que resucitó
(1 Tes 4,14), conquistó la benevolencia de los tesalonicenses, que aceptaron la Buena
Nueva y pensaron en un rey que comprendía la situación de pobreza en que vivían; Pablo
trabajando en su oficio. De allí pasan a Berea, y luego, Pablo y Timoteo van a Atenas
(Pablo regresa a Timoteo a Tesalónica) donde predica (discurso en el Areópago) sin
muchos frutos. Luego parte para Corinto donde se encuentra con el cristiano Áquila y su
mujer Priscila con quienes trabajó elaborando tiendas; predica primero a los judíos, luego
a los gentiles; aparición de Jesús en sueños: “No temas… yo estoy contigo”; escribe las
cartas a los Tesalonicenses. De Corinto, Pablo partió con Áquila y Priscila rumbo a Éfeso,
luego se dirigió a Cesarea Marítima, y de allí subió a Antioquía. Era el mes de septiembre
del año 51.
TERCER VIAJE APOSTÓLICO DE PABLO (Hch 18,23–21,17)
De abril del año 52 al verano del 56
El conflicto en Antioquía entre Pablo y el grupo de cristianos venidos del judaísmo (Gál
2,11-14), afectó profundamente al apóstol, al punto de separarse de la comunidad y no
volver nunca más. Pablo recorrió una tras otra las regiones de Galacia y de Frigia para
fortalecer a todos los discípulos, y después de atravesar las regiones altas, llegó a Éfeso
(Hch 18,23; 19,1b), acompañado de Timoteo y Tito, donde permaneció casi tres años; una
vez allí buscó a Áquila y Priscila, incansables misioneros dejados por él en su anterior
paso por la ciudad; siete exorcistas judíos, revuelta de los orfebres de la ciudad; arresto
tras un año de misión; escribe las cartas a los Gálatas, Filipenses, Filemón y Colosenses,
en las que Timoteo aparece como coautor; primera carta a los Corintios. Viaje relámpago
a Corinto donde es humillado; retorno a Éfeso, donde escribe otra carta (de lágrimas) a los
Corintios (desconocida). Luego se marcha al norte y llega a Tróada, y luego pasa a
Macedonia y llega a Filipos, donde envía los capítulos 1 – 7 de la Segunda Epístola a los
Corintios tras haberse encontrado con Tito; se marcha de Éfeso – Tesalónica hacia el país
de Iliria, desde allá escribirá los capítulos 10 – 13 de la segunda Epístola a los Corintios
tras el nuevo problema de los “súper-apóstoles”. De Iliria baja por fin a Corinto y desde
allí escribe la Carta a los Romanos, manifestando su deseo de verlos de paso camino de
España. Llegada la primavera del año 56, Pablo dejó Corinto para ir a Jerusalén con una
finalidad concreta: hacer entrega de la colecta recogida durante varios años en Galacia,
Macedonia y Acaya. Una vez terminado este asunto, partirá para España, pasando por
Roma. Realiza el viaje bordeando el Egeo, de Corinto a Filipos, luego a Tróada (celebran
la Eucaristía en el día del sol, muerte y resurrección de Eutico), luego a Mileto, luego a
Pátara donde se embarcaron para Tiro, desembarcaron y bajaron a Cesarea Marítima, y de
allí subieron a Jerusalén (eran los días de la fiesta de Pentecostés).
VIAJE DE CESAREA MARÍTIMA A ROMA (Hch 27,1–28,16)
Del otoño del 59 al verano del 62
Tras su arresto en Jerusalén y el juicio en Cesarea ante el procurador Félix, luego ante
Festo y el rey Agripa, habiendo apelado al Cesar, se da inicio al viaje de la cautividad. De
Cesarea a Sidón, luego a Mira y a Gnido, de ahí se embarcaron hasta Creta y luego
naufragaron, yendo a parar a Malta; de pasaron a Siracusa en Sicilia, luego a Regio en
Italia y luego a Roma.
Pablo recuperó su libertad en la primavera del año 62. Lucas termina su relato sin
decirnos nada sobre lo que hizo el apóstol desde este momento hasta su muerte. Prudencio
(siglo IV) y otros escritores eclesiásticos hablan del martirio de Pablo y lo sitúan un año
después de la muerte de Pedro, todavía bajo el reinado de Nerón. Los historiadores
piensan que su martirio tuvo lugar en el año 67 de la era cristiana.