Seminario 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica
Clase 2: “Saber, verdad, opinión”
Lacan va continuar revisando los conceptos freudianos, principalmente el yo en la teoría de
Freud. Así es que dice: “no es ésta una noción que se identifique con el yo de la teoría clásica
tradicional, aunque la prolongue; sino que, teniendo en cuenta lo que añade, el yo cobra en la
perspectiva freudiana un valor funcional muy distinto.” Asimismo dice: “les he hecho entrever
que no se teoriza al yo desde hace mucho tiempo”. Porque “en época de Sócrates, el yo no
sólo era entendido de manera diferente a la actual, sino que además no cumplía la misma
función”.
Insiste con el descubrimiento freudiano y dice: “al respecto el psicoanálisis tiene el valor de
revolución copernicana. Toda la relación del hombre consigo mismo cambia de perspectiva
con este descubrimiento, y de esto se trata la práctica”. Por esta razón, Lacan siempre va a
rechazar los intento de fusionar el psicoanálisis a la psicología general: “la idea de un
desarrollo unilineal, preestablecido, con etapas que se presentan cada una a su turno
conforme a una tipicidad determinada, es pura y simplemente el abandono, el escamoteo, el
camuflaje, la denegación, incluso la represión, de la contribución esencial del análisis”.
Para Lacan hay quienes son partidarios de tal tendencia que lleva hacia un discurso coherente.
Hay quienes dicen que los conceptos analíticos no tienen ningún valor, no corresponden a la
realidad. Pero en este sentido es categórico: “si el psicoanálisis no es los conceptos en lo que
se formula y se transmite, no es psicoanálisis, es otra cosa, pero entonces hay que decirlo”.
Luego Lacan va a tomar el diálogo platónico del Menón, en una presentación que hace Koyré.
Allí dice que hubo, de parte de este último, una incitación algo abusiva de comparar la
experiencia analítica con la conducción del diálogo con Menón.
Ahora, en lo que respecta a la verdad, Lacan va a presentar cuál es la meta del Menón. “El
Menón muestra cómo se hace salir la verdad de la boca del esclavo, y que cualquiera está en
posesión de las formas eternas”. Se trata de una relación con las formas eternas. “Su despertar
en el sujeto explica el paso de la ignorancia al conocimiento. Dicho de otro modo, no se puede
conocer nada, salvo porque ya se lo conoce”. Pero Lacan va a decir que esta no es la meta del
Menón.
“La meta y la paradoja del Menón es mostrarnos que la episteme, el saber ligado por la
coherencia formal, no abarca todo el campo de la experiencia humana, y en particular que no
hay episteme de aquello que realiza la perfección, la areté de esta experiencia”. “Lo que se
destaca de este diálogo no es simplemente que Menón no sabe lo que dice, sino que no sabe
lo que dice a propósito de la virtud”.
“Lo que Sócrates pone de relieve es que no hay episteme de la virtud, y precisamente, de esa
virtud esencial para los antiguos que es la política”. Para Lacan Temístocles, Pericles, son
practicantes excelentes, no son demagogos, actúan en el grado más elevado de la acción, el
gobierno político, en función de una ortodoxia que como dirá, sólo se define por lo siguiente:
“lo verdadero que hay en ella no es aprehensible por un saber ligado”. El verdadero sentido de
la ortodoxia es la opinión verdadera.
“Nuestra episteme ha hecho tanto progresos que está claramente constituida de un modo
muy diferente a la de Sócrates”. Sin embargo, Lacan dice que “ sería errado no ver que, aún
basada en la forma de la ciencia experimental, la episteme moderna, como en tiempos de
Sócrates, sigue siendo fundamentalmente una cierta coherencia del discurso. En todo caso “se
trata de saber qué quiere decir esa coherencia, qué especie de ligazón supone”. Con esto
Lacan va a adelantando cómo esto se relaciona con el ego.
Por qué Lacan trae el Menón a su argumentación entonces. “Queriendo dar a Menón un
ejemplo de la forma en que se constituye el discurso de la ciencia, mostrando que no hay
necesidad de saber tanto, que no debe imaginarse que la cosa está en el discurso de los
sofistas, Sócrates dice: tomo esta vida humana que está aquí, el esclavo, y verán que lo sabe
todo; basta con despertarlo”. El desafío consiste en la verdad que está en juego: cómo duplicar
la superficie del cuadrado.
Ahora bien, por más que el esclavo posea en sí todas las ciencias bajo la forma de lo que
acumuló en su vida anterior, de todos modos comienza por equivocarse. Sócrates le muestra,
sobre la figura en la arena, que esto no es así. Es Sócrates quién lo acompaña en la solución
(raíz cuadrada 2).
Esta demostración, que según Lacan es el paso de lo imaginario a lo simbólico, la efectúa el
amo. “El esclavo, con toda su reminiscencia y su intuición inteligente ve la buena forma, a
partir del momento en que ésta le es señalada. Pero aquí palpamos el clivaje entre el plano de
lo imaginario, o de lo intuitivo, donde funciona la reminiscencia, es decir, la forma eterna que
también podemos llamar intuiciones a priori; y la función simbólica, que de ningún modo le es
homogénea y cuya introducción en la realidad constituye un forzamiento”.
“Hay un momento en que raíz cuadrada de 2 aparece en la historia de la geometría. Antes se
giraba a su alrededor. Egipcios e hindúes la entrevieron, hallaron un modo de utilizarla. Lo
mismo Sócrates, que ahí sobre la arena hace un truco y produce algo equivalente. Pero la
autonomía de esta fórmula no se manifiesta en modo alguno en el diálogo. Cuando aparece
engendra todo un desarrollo matemático donde el esclavo ya no tiene nada que hacer”.
“A partir del momento en que una parte del mundo simbólico emerge, ella crea, en efecto, su
propio pasado. Pero no de la misma forma que a nivel intuitivo. Justamente en la confusión de
ambos planos estriba el error; el error de creer que lo que la ciencia constituye mediante la
intervención de la función simbólica estaba allí desde siempre, que está dado”.
“Este error existe en todo saber, en la medida en que éste es tan sólo una cristalización de la
actividad simbólica, y que una vez constituido, lo olvida”. Por eso Lacan con cierta ironía dice
“en todo saber hay, una vez constituido, una dimensión de error, la de olvidar la función
creadora de la verdad en su forma naciente”. De manera que los analistas no pueden olvidar
esto porque son ellos los que trabajan en la dimensión de esa verdad en estado naciente.
Por qué va a decir esto. Porque “ lo que descubrimos en análisis está a nivel de la orthodoxa.
Todo lo que se opera en el campo de la acción analítica es anterior a la constitución del saber,
lo cual no impide que operando en este campo hayamos constituido un saber, que incluso
mostró ser excepcionalmente eficaz; cosa muy natural, pues toda ciencia surge de la utilización
del lenguaje que es anterior a su constitución (de la ciencia), y la acción analítica se
desenvuelve en esta utilización del lenguaje”.
Siguiendo la paradoja, y acentuando la ironía, Lacan dice que “ cuanto más sabemos, mayores
son los riesgos. Todo lo que les enseñan, de modo más o menos predigerido, en los
pretendidos institutos de psicoanálisis, todo eso es muy útil, sobre todo para los que no son
analistas”.
Del mismo modo, sería estúpido que un psicoanalista los descuidara sistemáticamente, pero es
preciso que sepa que no es ésa la dimensión en la que opera. El psicoanálisis debe formarse,
moldearse en un dominio diferente de aquel en que se sedimenta, en que se deposita el saber
que poco a poco se va formando en su experiencia”.
“Las palabras fundadoras que envuelven al sujeto, son todo aquello que lo ha constituido, sus
padres, sus vecinos, toda la estructura de la comunidad, que lo han constituido no sólo como
símbolo sino en su ser. Son leyes de nomenclatura las que determinan y canalizan las alianzas
a partir de las cuales los seres humanos realizan sus actividades”.
De este modo, “a la orthodoxa que Sócrates deja a sus espaldas, pero por la que se siente
enteramente envuelto, la ponemos (Lacan) otra vez en el centro. El análisis es eso”.
Lacan trae que los grandes políticos de la antigüedad de algún modo fueron grandes
psicoanalistas. “Ellos encontraron en su registro lo que la opinión verdadera quiere decir. Están
en el corazón de ese concreto de la historia donde se entabla un diálogo, mientras que
ninguna especie de verdad es allí observable bajo la forma de un saber generalizado y siempre
verdadero. Responder lo debido a un acontecimiento en tanto significativo, en tanto que es
función de un intercambio simbólico entre los seres humanos, es hacer la buena
interpretación. Y hacer la buena interpretación en el momento debido es ser buen
psicoanalista”.