El Levantamiento de Los Pueblos de Aymaraes en 1818
El Levantamiento de Los Pueblos de Aymaraes en 1818
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cuencia, se produjo una crisis de subsistencias que afectó desde Tinta, pasando
por Paruro, hasta Aymaraes.
En el partido de Tinta, hubo una general epidemia los años 1816 y 1817. Las
dificultades se originaron en 1816 cuando las heladas destruyeron las cosechas a
tal punto que al año siguiente no hubo ni semillas para sembrar, que debieron ser
compradas «a precios tan excesivos como 20 a 25 pesos en que se compraron,
precio del que no existe memoria» ', carestía que continuó hasta la siembra de
1818. Debido a ello se rebajó .el canón de las Rinces en 816 y 817. no solamente
de los arrendatarios de Fincas sino también a los censualistas, Comunidades indí-
genas, órdenes religiosas, como el monasterio de Santa Clara y Obras Pías 3.
Todavía en 1819, Andrés Rendón, subdelegado de Paruro, refería la dificultad
de la recaudación del semestre de San Juan en ese partido
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l. Archivo Departamental del Cuzco (en adelante A.D.C.), Intendencia, Real Ha-
cienda, Leg. 221. Información elevada por Don Juan Pablo Mercado Teniente de Drago-
nes del Partido de Tinta, solicitando la rebaja de cánones de las haciendas Talles, Che-
cacuri y Molinos de Combapata.
2. Rinces: rendimiento o producto de las cosas.
3. Ibid., nota 1.
4. A.D.C. Intendencia, Gobierno, Leg. 152. Oficio de Andrés Rendon, Paruro,
03.11.1819.
5. A.D.C. Intendencia, Real Hacienda, Leg. 220. Expediente promovido por Don Pe-
dro Lezama Recaudador de la Unica Contribución de Yndios en el Pueblo de Yaurisque,
Pavtido de Paruro, 1820. En 1820, estaba debiendo 600 pesos cuando apeló a la intendencia
para que la Hacienda dispusiera como pago de su deuda de 500 pesos depositados en la
Caja de Consolidación como principal de una Capellanía laica que pertenecía a su familia
y que poseía en la fecha doña Ana Venabente. El a cambio proponía reconocer la deuda
sobre su hacienda de Sayhuacalla donde se hallaban impuestos 500 pesos de la misma
Capellanía. El fiscal Ampuero dictaminó que ello no era posible porque no había orden real
que permitiera la redención de los principales consolidados, ni las Cajas públicas estaban
en condiciones para poder afrontarlo, ni se podía conceder la absolución de la deuda,
puesto que la falla de tributarios no superaba la mitad de los matriculados y no podía
considerarse grave. El recaudador debía pagar los 600 pesos pudiendo disponer de las
tierras vacías por muerte de los tributarios, bien fuera arrendándolas, bien labrándolas
directamente. Pio Tristán aceptó el dictamen y decretó el 20 de enero de 1820 no haber
lugar a la solicitud de don Pedro Lezama.
6. A.D.C. Intendencia, Real Hacienda, Leg. 219. Expediente formado contra el Dr. Don
Blas Navarro Apoderado Fiscal sobre que haga de nuevo o costee que otro haga la Ma-
tricula en forma legal.
recaudadores de Chalhuanca, Chuquinga, Pairaca y Mutca recalcaron, en una de-
manda para que se les exonerara de sus deudas, que no había resistencia al pago
del tributo sino que se hacía imposible su recaudación por las epidemias, sequía
y escasez de granos que habían afectado a la región. Leandro Prada, subdelegado
interino en estos años, informaba a la Intendencia que era cierta .la escasez de co-
midas que expresaban en dos años^), los recaudadores antedichos '. Haría aquí refe-
rencia a problemas agrícolas de malas cosechas durante 1815 y 1816, iniciándose
en este partido la penuria ya un año antes que en las otras provincias cuzqueñas.
La implantación de la Unica Contribución. - En la etapa posterior al fracasado
movimiento iniciado en el Cuzco en 1814 coincidieron dos aspectos de la fiscali-
dad colonial que vinieron a crispar los ánimos ya poco predispuestos de los secto-
res indígenas. Se reimplantó el tributo personal indígena, bajo la nueva denomina-
ción de la Unica Contribución, y se impuso una nueva tasa para costear los
crecientes gastos de la defensa colonial. Veamos como ambas medidas fueron
recibidas por las comunidades sur andinas.
En el caso del tributo y tras su abolición por las Cortes de Cádiz, se produje-
ron una serie considerable de dificultades al reintroducirse primero por iniciativa
del virrey Abascal, en 1813, y posteriormente de forma definitiva, bajo la nueva
denominación de Unica Contribución, al derogarse la Constitución.
Sostengo que en las provincias controladas por la revolución cuzqueña de
1814 se siguió recaudando el impuesto personal. Tal afirmación no puede genera-
lizarse para la totalidad del territorio rebelde; puesto que en Huancavélica no se
había recaudado, ni tampoco tuvo lugar en las provincias de Andahuaylas y Ayma-
raes. En ambos partidos la pacificación comportó la reintroducción del tributo
indígena, y el cobro de los semestres anteriores no recaudados desde el decreto
de Abascal. La reacción indígena evidenció un general descontento y oposición a
reanudar el pago del impuesto y mucho más a abonar los atrasos que les exigía la
Real Hacienda.
Desde 1814 la actitud en la zona sur-central era decididamente contraria a
aceptar la reimplantación del tributo. Perplejos por la actitud de la Corona, que
contravenía una concesión al poco de otorgarla, los comuneros de Cascabamba,
partido de Andahuaylas, remitieron una denuncia al virrey, contra Diego Martínez,
cacique-recaudador de la doctrina, por cobrar los reales tributos del siguiente
tenor:
[[Aora un año poco mas o menos bino el perdón para siempre por su Sacra
Magestad Y m i Soberano Señor Don Fernando VI1... estamos ylosos y
dudosos todos en esta Doctrina me bea a estos pobres Ynfelisis tributa-
rios para pagar o estar )perdonado. Y asi que en la primera orden perdono
ya no puede repetir su M a g e s t a d ~
7. A.D.C. Intendencia. Real Hacienda, Leg. 218. Petición de Don Manuel Alata, Don
Manuel Haycho, Don Santiago Mallma y Don Ermenegildo Ystara, Alcaldes recaudadores
de Chalhuanca, Chupinga, Pairaca y Mutca, en el Partido de Aymaraes, elevada por Lean-
dro Prada a Mariano Ricafort, 22.06.1816.
8. Archivo General de la Nación, Perú [en adelante A.G.N.P.), Derecho Indígena,
Leg. 37 C 747 1814. Autos promovidos por don Patricio Quipe. cobrador de tributos de la
provincia de Andahuaylas, en nombre de la Comunidad del Pueblo de Cascabamba, contra
el Cacique de la Doctrina, por los agravios y abusos que cometía en la cobranza de los
tributos.
El documento llegó a Lima en septiembre de 1814, cuando el partido había
sido ocupado por la columna de Hurtado de Mendoza sin ofrecer ninguna resisten-
cia. Cabe suponer que la cuestión del tributo estuvo en el origen de la amplia
adhesión indígena al Santafecino, al que apoyaron en su posterior marcha sobre
Huamanga.
De la incredulidad inicial por la reimplantación del tributo, se pasó a la acción
y al levantamiento contra la Corona, cuando fue evidente su autoría. Vencidos por
las armas, se encontraron que debían pagarlo, sin que se les exonerara de los
años que se negaron a ello. En Aymaraes y otras provincias cuzqueñas ello vino
a Sumarse a una coyuntura de malos años agrícolas, que elevarían la tensión en
una zona que había optado ya por la acción y el levantamiento.
Don Manuel Alata, don Manuel Haycho, don Santiago Mallma y don Ermenegil-
do Ystara, Alcaldes recaudadores de la contribución de indios al Soberano en los
pueblos de Chalhuanca, Chuquinga, Pairaca y Mutca, del partido de Aymaraes, soli-
citaban, en 1816, el perdón de los semestres atrasados que no se habían recaudado
en su momento. En su memorial hacían una breve exposición los avatares de la
contribución indígena en el partido. Abolido el impuesto, no se había recaudado
ni aún después de su reimplantación, ni tras el levantamiento de 1814:
9. A.D.C. Intendencia, Real Hacienda, Leg. 218. Petición de Don Manuel Alata, Don
Manuel Haycho. Don Santiago Mallma y Don Ermenegildo Ystara, Alcaldes recaudadores de
Chalhuanca, Chupinga, Pairaca y Mutca, en el Partido de Aymaraes, elevado por Leandro
Prada a Mariano Ricafort, 22.6.1816. .Causa es y principio de este mal el código abolidos.
10. A.D.C. Real Audiencia, Asuntos Administrativos, Leg. 172. El 17.12.1812 juró su
cargo Don Sebastián González.
11. A.D.C. Intendencia, Real Hacienda. Leg. 219. Expediente formado contra el Dr. Don
Blas Navarro Apoderado Fiscal sobre que haga de nuevo o costee que otro haga la Matrí-
cula en forma legal. Se comprobó que se matricularon indebidamente 400 tributarios por
los que se ordenó que se efectuara una nueva revisita.
los tercios desde el de Navidad de 1813, hasta Navidad de 1815, motivado en
opinión del Justicia Mayor, Leandro Prada, a causa de la Constitución y de los
Ynsurgentes.
En febrero de 1818, Hacienda tasaba en 8.079 pesos la deuda por tributos
atrasados del partido de Aymaraes. Se ordenó a Leandro Prada que realizara su
cobro en cuyo defecto se procedería contra los fiadores de González 12.
Cabe suponer que si en plena rebelión se realizó una matrícula de tributarios,
era porque la desaparición de ese impuesto era una medida radical que estaba
lejos de los supuestos del sector dirigente central cuzqueño. Pudiera ser que en lo
fiscal hubiera existido una continuidad administrativa entre ambas etapas, a lo que
se sumaría la exigencia de la Hacienda colonial para ingresr todos los impuestos
b atrasados, que por cualquier motivo no hubieran sido recaudados desde 1813-4.
L Desconocemos, sin embargo, los motivos por los que el subdelegado González
L
llevó a cabo la matrícula de contribuyentes indígenas pero no recaudó el tributo.
En noviembre de 1816, los recaudadores don Francisco Guachaca y don Dio-
nisio Cahuana de los pueblos de Oropesa y Tortora, del mismo partido de Aymaraes,
renunciaron sin éxito a sus puestos porque, según ellos, era imposible obtener el
monto total del impuesto personal debido a la mala revisita realizada en 1814, y
por la crisis de subsistencias que afectaba al partido 13.
Aún en 1818, el subdelegado Paliza, que substituyó a Leandro Prada, tuvo di-
ficultades en completar la recaudación del semestre de San Juan:
12. A.D.C. Intendencia, Real Hacienda, Leg. 220. Expediente promovido por Don Pedro
Lezama Recaudador de la Unica Contribución de Yndios en el Pueblo de Yaurisque, Parti-
do de Paruro, 1820.
13. Ibid., nota 8. La intendencia consideró que: ano ha lugar a que se les conceda
la rebelación en atención a que están descubiertos a los enteros que tienen a sus cargos..
14. A.D.C. Intendencia, Gobierno, Leg. 152. Causa contra los implicados en el levan-
tamiento de Aymaraes, 1818. Informe del fiscal Múgica, 06.10.1819.
Varios vecinos de Andahuaylas, partido colindante al de Aymaraes aunque de-
pendiente de la intendencia de Huamanga, protestaron por la sobrecarga que ello
representaba en partidos donde la carencia de numerario era endémica, conside-
rando que esa nueva exacción les estaba llevando a la ruina. Valoraban los caudales
extraídos del partido en 18 meses en .largos de 70.000 pesos de tributos atrasados,
tercios corrientes, incluso diez mil, y no sabemos quantos cientos más de Do-
n a t i v o ~15.~
Asimismo en Huanta se produjeron serias dificultades en la recaudación de
la contribución personal en los meses de enero y febrero de 1818 16.
Un informe de Andrés Bornas, vicario de Lampa, sobre las causas que, a su
entender, motivaron los pasquines que circularon en 1818 en varios pueblos de
Puna, como Azángaro, Chupa y Huancané, hacía incapié en la recaudación obligada
a los indígenas de esa intendencia de un donativo de 4 reales. Entonces a las pér-
didas por haber sido territorio de las principales luchas entre 1814-15 se les sumó
el nuevo impuesto.
Ello no era óbice para que en un análisis muy realista narrara que en Ayaviri,
sólo c~losAlcaldes y algunos Principales contestaron, que contribuirían con la con-
tribución los que buenamente pudierann, a lo cual apostillaba .ya ve V. S. que ésta
no es promesa formal. le.
El vicario Bornás reconocía por tanto que los indios no habían aceptado de
bueri grado la reimplantación del tributo, y venía a afirmar que las autoridades
comunales encargadas de la recaudación, fueran alcaldes o caciques, habían sido
dirigentes en la rebelión y podían volver a serlo y por tanto recomendaba que:
Por todo ello hacía notar el temor de que la excesiva presión fiscal sobre la
población indígena desembocara en un nuevo levantamiento, como ya había suce-
dido por esa causa en el partido de Aymaraes.
Las levas para sostener e l ejército Altoperuano: - A lo dicho hasta aquí cabe
añadir, como ya se ha apuntado, que una de las causas de constante malestar entre
los indígenas del centro y sur andino fue aquella motivada por las continuas levas
ejecutadas para sostener el ejército realista en el Alto Perú a partir de 1811. Se
produjeron actos de resistencia comunal y deserciones continuadas ya desde las
primeras medidas decretadas por el virrey Abascal cuando, para frenar el levanta-
miento de Cáceres en la intendencia de La Paz, ordenó organizar tropas indígenas
al mando de los caciques de Chincheros y Azángaro, Pumacahua y Manuel Choque-
huanca, que colaboraron en esa campaña.
En mayo de 1817, Pío Tristán, presidente de la Audiencia del Cuzco, ante la
desbandada general que las levas estaban ocasionando en las intendencias del
Cuzco y Huamanga, comunicaba al virrey que
ala sola noticia de la venida del Señor Coronel Don Rafael Maroto comi-
cion a rehacer el Cuerpo de Talavera de su mando, ha causado una grande
emigración de los !Pueblos, y en esta ciudad, cuya soledad causa asombro
a todos los que la ven. ".
19. Ibid. Y añadía: =nos exponemos a una vocería o Alvoroto General: exemplo de
esto lo tenemos reciente en el acahécimiento del Partido de Aymaraes ... Y si he de hablar
a V.S. con ingenuidad este fracaso lo originaron la Cevicia de dicho Juez, su comercio
ilegal, y el agregado de los quatro reales.. El mismo temor a que se reprodujeran los su-
cesos de Aymaraes fue esgrimido por el subdelegado de Calca para reprimir a los indios
de Chincheros que se oponían a aceptar el alcalde designado por la autoridad del partido
en contra del que la comunidad había elegido. En: A.D.C. Real Audiencia, Causas Crimi-
nales, Leg. 146. Capítulos contra el Subdelegado de Calca y el recaudador Don Pedro Ugar-
t e por exacciones contra los indios de Chincheros, Lares, etc. 1820.
20. A.G.N.P. Superior Gobierno, Correspondencia al Virrey, Leg. 13, núm. 254. De Pio
Tristán al Virrey del Perú, Cuzco, mayo 26 de 1817. Respuesta del Virrey de 09.06.1817.
21. B.N.L. Manuscritos Virreynato, D463. lndice de los Oficios que pasa al Exce-
lentísimo Señor Virrey el Gobernador Intendente de Huamanga desde el 16.05.1816, núme-
ro 242, s.f. =Escandalosa deserción que se ha advertido en las partidas de reclutas que
extrajo el Regimiento de Talavera*.
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Manuel Quimper era por entonces intendente de Huamanga, cargo que se le
había concedido después de ser depuesto en la provincia de Puno al reprobársele
su actuación durante el levantamiento de 1814. Allí había adoptado una actitud beli-
gerante y dura entre 1811-14 para frenar las deserciones en las tropas de Natura-
les comandadas por Pumacahua y Choquehuanca. En Huamanga, quizás porque se
había convencido de la inutilidad de la fuerza, optó por pedir al virrey la misma
medida que había solicitado el presidente de la Audiencia del Cuzco, Pío Tristán,
es decir, la suspensión de las levas. Las fugas ocasionaban, en su opinión, insegu-
ridad en los partidos, pérdida en las recaudaciones de tributos y no se conseguía
de todos modos el número de soldados nscesarios. Por todo ello concluía que
seria mejor .se suprima la remesa de ellos al Ejercito y que los tenga la Provincia
por contribuyentes en el pago personal acordado en la Junta de Corporaciones
del 22 C o r r t e ~22.~ Referencia al nuevo impuesto establecido para incrementar los
ingresos de las exhaustas arcas de la Hacienda.
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22. B.N.L. Manuscritos Virreynato. D 463. lndice de los Oficios que pasa al Excelen-
tisimo Setíor Virrey el Gobernador lntendente de Huamanga desde el 16.05.1816, núm. 167,
núm. 191. Providencia de Recluta de 400 hombres por orden de Quimper.
23. A.D.C. Real Audiencia, Causas Criminales, Leg. 143. Expediente de la sentencia
de rnuerte pronunciada por el Gobernador lntendente de la Provincia de Puno. confirmada
por esta Real Audiencia contra Bernardino Tapia y socios por el crimen de alta traición.
Reservado. 1818. Existe copia de la sentencia definitiva en A.D.C. Real Audiencia, Asuntos
Adiriinlstrativos, Leg. 171. En este expediente se menciona que los Autos fueron devuel-
tos a Puno.
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La sola mención del número de condenados revela que el asunto tuvo cierta
importancia. El fiscal Mariano Ojeda y Venero, en un largo informe solicitó que
no se aplicara la pena capital a Tapia, por considerarlo «loco rematado, bien que
maligno.. Había hecho propaganda de estar en contacto con lldefonso Muñecas y
Joseph María Gálvez; que Carlos V era el Rey de la Patria, y Fernando VI1 era hijo
natural de Murat y había muerto al saber que Carlos V había resucitado; suponía
vivos a los Angulos, Pumacahua, Muñecas; se basaba para sus teorías en dos
libros: Tratado de Paz entre España y l a Francia de 7 d e noviembre de 1659 y en
las Fábulas d e Sarnaniego, dando a éstas el título de Real Seminario Patriótico.
En conjunto se trató- de una campaña propagandística protagonizada por un
tinterillo de pueblo, que soñaba con la victoria de la Patria, y con un considerable
consentimiento por parte de los comuneros. Era compadre de uno de los acusados
y había enseñado a leer a los nietos de dos de ellos, les hablaba de que estaba en
contacto con los rebeldes porteños; en ocasiones llegó a conceder salvoconduc-
tos para el caso que éstos llegaran a Puno y a organizar un viaje a su encuentro
para unírseles en su lucha. Bernardino Tapia aparece caracterizado como un diri-
gente típico de la etapa finicolonial, un mestizo serrano, con cierta instrucción y
poca fortuna personal, que debía ganarse su sustento de dar clases a sectores
indígenas, con una cierta visión romántica de la Patria, que se conectaba y se
acrecentaba con determinados mitos andinos 24.
Las pocas referencias que sobre los sucesos disponemos parecen evidenciar
un hondo malestar ante las continuas levas por cuanto se prolongaban desde 1811.
La zona había sido escenario, en mayor o menor medida, de choques desde ese
año con un punto álgido durante el levantamiento de 1814-5, lo que debió ocasio-
nar importantes pérdidas agrícolas y ganaderas, no sólo por efecto de las mismas
batallas, sino por el mero sostenimiento de las tropas. Demostración de este
planteamiento sería la declaración de uno de los indios que fijó un pasquín por
orden de Tapia, y que dijo que no sabía leer, pero que lo había pegado porque
creía <<queera favorable a todos, e impediría la recluta de gente..
En efecto, en 1817, los indígenas reclutados en la intendencia de Puno engro-
saban el cuerpo de naturales, comandado por Manuel C h o q u e h u a n ~ a ~
que
~ , seguía
combatiendo en el Alto Perú contra las tropas porteñas. El referido informe del
vicario de Lampa daba cuenta con adjetivos muy descriptivos al referirse a la san-
24. A falta de mayores datos un ensayo de interpretación de los hechos pudiera ser
el siguiente. La resurrección de Carlos V sería una versión hispana de mito del Inkarri,
sólo que el resucitado no era el último Inca, sino un rey como Carlos V, que estaba en la
memoria de todos los indígenas puneños porque esa zona había sido encomienda real
suya, y la mayoría de los títulos de sus tierras, y aún los de los antiguos cacicazgos, Ile-
vaban su nombre como Rey otorgante. Fernando VI1 aparecía como un rey impostor, hijo
natural, que había muerto ante la evidencia de la resurrección de Carlos V, figura mucho
más importante. En el mito del Inkarri. la cabeza del último lnca crece bajo tierra, y Ilega-
ría un día en que había de volver a la tierra y gobernar sobre sus súbditos, entonces sería
la hora que'marcaría el fin de las opresiones que padecían desde que los españoles con-
quistaron el Perú. Carlos V asume ese papel, Rey de la Patria, por la que se luchaba des-
de 1814. La aparición de su imagen protectora significaría que la derrota era algo circuns-
tancial y que triunfaría por fin algún día.
25. B.N.L. Manuscritos Virreynato, D 470. Expediente de la recluta que ha mandado
se haga el Coronel Don Manuel de Choquehuanca. Potosí, febrero de 1817.
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gría poblacional que habían supuesto las reiteradas levas, ha formado de nuestra
Provincia un esqueleto, situación que se agravaba por las deserciones eludiendo
el servicio militar,
[[porque los que no han caido en el reclutaje han abandonado sus hogares,
para establecerse en los serros alternando sus chosillas de un Monte en
otron 26.
Como demostraré a continuación el análisis del vicario de Lampa daba en el
blanco al enumerar las causas que confluyeron en los sucesos de Puno hacia 1818
y compararlas con el estallido de Aymaraes. Aquí se formaron cinco Divisiones,
entre su pacificación a mediados de 1815 y junio de 1816, destinadas a sofocar los
levantamientos del altiplano sur andino. Las cuatro primeras habían salido al mando
de Leandro Prada, don José Guillermo Segovia, y el sargento mayor, don José
Domingo de Errasquín. Sobre la quinta hay que destacar que había supuesto el
alistamiento forzoso de 232 soldados, circunstancia que pesó gravemente sobre la
bastante debilitada economía de una provincia ya afectada por una crisis de sub-
sistencias y en unos momentos que se exigía la reintegración de los tributos, no
pagados desde el semestre de Navidad de 181427, cuando la provincia se decidió
por la rebelión contra la Corona. Las levas forzadas fueron uno de los factores
desencadenantes del levantamiento de varios pueblos del partido en 1818, que
estalló en un momento en que se estaba reclutando de nuevo en los Pueblos de
la demarcación, aunándose el hecho que alguno de cuyos dirigentes fueron de-
sertores.
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26. Ibid, nota 17.
27. A.D.C. Intendencia, Real Hacienda, Leg. 218. Petición de Don Manuel Alata, Don
Manuel Haycho, Don Santiago Mallma y Don Ermenegildo Ystara, Alcaldes recaudadores
de Chalhuanca, Chupinga, Pairaca y Mutca en el Partido de Aymaraes. elevada por Leandro
Proda a Mariano Ricafort, 22.6.1816.
28. Anteriormente había ocupado la subdelegación de Condesuyos por nombramiento
del Virrey Abascal de 18 de septiembre de 1811, en: Archivo Departamental de la Libertad.
Compulsas, Leg. 399. Exp. 2164.
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quienes venían a substituir. Las acusaciones más frecuentes que se hicieron contra
ellos fueron:
1. Monopolizar el comercio con repartos forzosos de mercancías, bien efec-
tuados de forma directa, bien por personas interpuestas. Utilizaron la recaudación
tributaria para asegurarse el cobro de los efectos al hacerlo coincidir con los se-
mestres de San Juan y Navidad, y para financiar la compra d e efectos. En todo
caso la abolición legal de los repartos no supuso en absoluto la erradicación de
esa práctica comercial.
2. Exigir cantidades a quienes bien querían acceder a determinados cargos
locales, recaudadores de tributos, alcaldes, regidores, o bien necesitaban algún
documento con su firma.
3. Obligar a las Comunidades a la prestación de servicios personales en su
casa, durante las visitas, o para sus explotaciones, o las de sus aliados y socios.
que estaban ligados desde su misma asunción al cargo. Ello era debido a que
En general actuaron en defensa de los sectores regionales dominantes a los
debían presentar avales que aseguraran a la Hacienda la percepción de los t r i b ~ i -
tos ante cualquier contingencia que hiciera imposible su pago. Si ero ocurría, se
embargaba a los fiadores la deuda contraída, de esa forma la Hacienda se asegu-
cia de los subdelegados a unos determinados sectores económicos a los que
raba el cobro total de la tasa fijada en las matrículas ante cualquier desfalco u
obstáculo en la recaudación. La medida suponía por tanto en realidad la dependen-
pertenecían sus fiadores 29.
A Paliza se le consideraba el responsable de la recaudación del nuevo impues-
to de las levas, pero también -y ello pudo exacerbar la opinión contra él-, de
monopolizar el comercio ganadero del partido. Obligó a que se le entregaran un
número importante de vacas con las que hizo cecinas, pagándolas a un bastante
bajo precio, 3 pesos 6 reales. Extendió tal práctica a gallinas, pollos y otros pro-
ductos pecuarios del partido 30.
29. FISHER, J. R.: Gobierno y Sociedad en e l Perú Colonial: El Régimen de las Inten-
dencias, 1784-1814. P.U.C.P. Lima, 1981, 295 págs. En el caso que analizamos Paliza presentó
las siguientes fianzas para asegurar el pago de "la Unica Contribución. tomín del hospital
y Bienes de Comunidad.: Escrituras de fianza por 2.000 pesos de Bartolomé Alosillo y Ar-
guedas; Domingo Luis Astete; Jacinto Cama; Juan Climaco Corbajal; Manuel Estrada, ha-
cendado de Chinchaipuyo, Partido de Abancay; Diego Guerrero; Ventura Loayza; Francisco
Mendoza; Capitán Juan José de Miuta; Domingo Mollinedo; Manuel Paredes; Mariano Ro-
dríguez. Vicente Vera avaló 1.000 pesos. En conjunto aseguraron 25.000 pesos lla que esta
obligado el Subdelegado provisto del Partido de Aimaraes., en: A.D.C. Intendencia. Real
Hacienda, Leg. 219. Fianzas del Subdelegado don José Paliza, 16.5.1816. Desgraciadamente
el análisis de los fiadores de Paliza supera el marco del presente trabajo. pero sería ilus-
trativo del complejo entramado de intereses entre los funcionarios coloniales y los sectores
criollos regionales, motivados por la propia legislación colonial. No hay ningún estudio que
analice el papel de los sub delegad os;^^ procedencia, actitudes económicas y alianzas que
mantuvieron. Ni tan sólo se ha confeccionado una lista de esos funcionarios, que nos per-
mitiría saber quiénes fueron los jueces territoriales durante el Sistema de Intendencias. El
trabajo de Fisher es excelente por sus referencias al gobierno de esa etapa, pero no hay
en él un estudio de los intereses de los subdelegados y sus alianzas con los distintos sec-
tores económicos peruanos.
30. A.D.C. Intendencia. Gobierno, Leg. 152 Causa contra los implicados en el levan-
tamiento de Aymaraes, 1818 Declaraciones de Sebastian Acuña, José Manuel Garay. San-
tiago Malma, caciques-recaudadores de Chiquingua, Chalhuanca y Payraca
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Don Francisco Arestimonio, que sería asesinado junto a Paliza, había estado
ya implicado, en 1810, en un reparto de mulas e hierro en el partido de Aymaraes
llevado a cabo por el subdelegado don Domingo de Urzubialde por intermedio de
curas y recaudadores. El doctor don Justo Ximénez de Sahuaraura, cura de la doc-
trina de Soraya, firmó un documento por el que se obligama en 4.310 pesos 5
reales, como encargado de cobrar la deuda entre los recaudadores de tributos de
su doctrina, don Mariano Sarmiento, don Mariano Mena, don Valentín Fanola y don
Pablo Sánchez. En otros pueblos el reparto se hizo a través de un comunero, por
ejemplo, Jacinto Seron, reservado del ayllu Collana del pueblo de Sañayca, fue
nombrado cacique del pueblo para que se ocupara del reparto y recaudación de las
mulas y del hierro, por un valor aproximado de 1.000 pesos pero de los que sólo
había logrado cobrar 400. La recaudación pueblo por pueblo la realizaba don Fran-
cisco Arestimonio 3'.
He destacado ya la coyuntura crítica que afectaba al partido acrecentada por
el hecho que se estuvieran cobrando las deudas de tributos pertenecientes a los
años de la rebelión, además del aumento decretado de la contribución, las levas,
mitas, a todo lo cual se sumaba el monopolio comercial ejercido por el subdelegado
Paliza. Un aspecto más de la fiscalidad a tener en cuenta en Aymaraes era el hecho
que los indios del partido estaban obligados a cumplir con la mita minera a Huan-
cavelica. En la práctica, a principios del siglo XIX, existían en Aymaraes diversi-
dades locales respecto a las cargas. Las Comunidades de Antabamba, Oropesa y
Totora iban por tandas a trabajar a la real mina. En cambio estaban exentas de la
carga, por estar destinadas al servicio de tambos, las de Sambrana, Caype, Pechir-
gua, Calhuani, Lucuchanga y Cotarma. El resto del partido soportaba la denominada
mita de falquitrera, que suponía liberarse del trabajo a cambio de un monto prefi-
jada de dinero. En total Aymaraes contribuía con 6.305 pesos 3 reales, menos el
4 O/O que se destinaba a los cobradores, tres veces al año en octubre, diciembre
y mayo
En ese contexto estallaron una serie de pequeños alborotos locales, en un
intermedio de los cuales destacó una acción conjunta de varios pueblos que mar-
charon sobre la capital del partido, Chalhuanca, donde sería asesinado el subde-
legado.
En el partido de Andahuaylas, intendencia de Huamanga, en el curso de un
levantamiento dirigido contra el subdelegado Lecuanda se le depuso. Los mismos
rebeldes nombraron para el puesto a Ignacio de Alcázar, confirmado posteriormen-
t e por el intendente del Cuzco 33. NO tengo más noticias sobre los sucesos que de-
sencadenaron este hecho, pero supongo que debió tener relación con el descon-
tento creciente por las nuevas tasas fiscales impuestas en varias intendencias del
centro y sur andino después de 1815. Estos hechos influyeron poderosamente en lo
acaecido en el vecino partido de Aymaraes, puesto que algunos de sus participan-
tes se refugiaron en Toraya, para escapar de la represión; no obstante en los
participantes en la revuelta de Aymaraes actuó sobre todo el convencimiento que
podrían liberarse de sus cargas sin mayores consecuencias. Como declararía uno
de los dirigentes del movimiento de Aymaraes, Clemente Casanga, [[como alla
supieron que habían abentado antes de aquí al Subdelegado quisieron hacer asi lo
lo mismo., siendo, como hemos dicho, fundamental la idea de que con medidas de
fuerza se liberarían de sus problemas, contribuyó mucho a alentarlos a la suya,
persuadidos de que haciendo lo mismo que aquellos se verían libres como ellos
de contribuciones, y de las extorsiones del subdelegado^) 34.
. Un mes antes de la toma de posesión del cargo por Paliza, Leandro Prada, que
ocupaba el puesto interinamente desde la pacificación de la provincia, ordenó
publicar por bando .la orden del cobro de los 4 y 2 reales del donativo o aumento
por la Junta de A r b i t r i o s ~ que
~ , afectaba a los indios. mientras los mestizos estaban
obligados a un donativo mensual que oscilaba entre 12, 8, 6 y 4 pesos según sus
disponibilidades35. Su recaudación fue continuada por Paliza, coincidiendo con
una nueva leva en el partido y una orden de búsqueda de desertores.
La primero protesta violenta en Aymaraes fue, cronológicamente, la protagoni-
zada por los comuneros del anexo de Lucre, en la doctrina de Colcabamba, que se
oponían al pago de los 4 reales. Les secundaron poco después en la acción todo
el pueblo de Colcabamba. Recibieron a hondazos a los comisionados de don
Leandro Prada, Justicia Mayor del partido en ese momento y les obligaron a salir
huyendo.iPara evitar la represión posterior, ellos mismos se alejaron prudencial-
en repetirse tal pedido por los restantes partidos. Según el Estado del partido de Ayma-
raes, formado por Antonio Villalba de fecha 14.05.1786, Cotarosi tenía en 1786, 67 indios
varones y 97 mujeres, en: A.G.I. A. Cuzco. 35. El subdelegado Arzubialde informaba que
en la Matrícula que estaba realizando. en 1806. se contabilizaban 34 indios originarios, más
un alcalde y dos sirvientes de Iglesia.
33. Ibid., nota 30. Informe del defensor de Antonio Casanga.
34. Ibid., nota 30. Declaración de Clemente Casanga.
35. Ibid., nota 30. Circular a los Pueblos Collana del Partido de Aymaraes, Pichigua.
Yanaca, Pocohuanca, Ayaguaya. Pachaconas, Sabayno. Guaguirca, Antabamba, Oropesa. To-
tora, firmada por toda la Comunidad Clemente-Casanga, Toraya, 20.9.1818. .A los Españo-
les nos apensionó el donativo mensual conforme a las facultades a doce, a ocho, a seis, a
quatro y por último a tres pesos; así de las Alcabalas de las situaciones de tierras, y de
los ganados.. Me ha sido imposible hallar la normativa que generó tal aumento impositi-
vo. pero parece ser igual al que he documentado para la intendencia de Huarnanga.
mente de sus hogares, [[desde este hecho dexaron su pueblo y se retiraron a los
cerros inmediatos~~.
Los indios de la estancia de Llinqui se negaron en un principio pacíficamente
al pago de la nueva carga, pasando posteriormente a acciones de mayor contun-
dencia, como marchar sobre el vecino pueblo de Toraya. El subdelegado Paliza. que
en esas fechas ya había tomado posesión, ordenó al cacique-recaudador don Pablo
Sánchez a fines de agosto acelerar en un término de ocho días la contribución de
los 2 y 4 reales. Sánchez envió a Clemente Casanga a la estancia de Llinqui donde
halló gran resistencia viéndose obligado a regresar de vacío. Como consecuencia,
Sánchez ordenó que volviera acompañado por seis soldados y el alcalde, con
instrucciones de apresar a los renuentes al pago. Marcharon de nuevo a su comi-
sión con sólo 2 soldados, porque cuatro se excusaron de i r a tal misión. Llegados
a lai estancia, los comuneros de Llinqui
En efecto, al poco rato salieron armados hacia Toraya, con clarines cajas, y
pitos. A su llegada se les sumaron los comuneros de ese pueblo, y c comenzó la
bulla y el repique de campanasn; de la plaza pasaron a la casa del cacique-recau-
dador y de sus agentes con gran algazara. Ante un posible ataque personal uno de
ellos, Bernardo de la Cruz, huyó, mientras los demás se escondieron para escapar
de las iras de quienes les buscaban. Los comuneros rodearon sus casas y les insul-
taron, pero en cambio ni las apedrearon ni efectuaron acción violenta alguna contra
ellos. A l día siguiente, 5 o 6 de septiembre, regresaron los de Llinqui a su estancia.
Llinqui se hallaba a una jornada de camino de Andahuaylas, y era frecuentada
a rnenudo por el tráfico comercial de leña y carbón a dicho partido, por ello se
supuso que la actitud de estos venía determinada por que habían estado en la
revuelta de Andahuaylas, .que es regular se hubiesen hallado muchos en aquella
revolución^^
El 15 de septiembre se supo en Toraya que el alcalde ordinario Mariano Mena
y el cacique-recaudador Pablo Sánchez estaban reclutando a los mozos del partido,
conduciéndoles luego bien a la cárcel de ese pueblo, bien a la hacienda de Chalco,
propiedad de Mena, para que no huyeran. Supusieron en el pueblo que, en realidad,
Msna y Sánchez estaban deteniendo a los que habían participado en el alboroto
protagonizado por los comuneros de Llinqui. Habían ya detenido a dos mozos cuan-
do, al hacer lo mismo con un tercero, al que Sánchez ató porque ofreciera resis-
tencia, acudieron en su apoyo varios comuneros, logrando liberarlo. De allí se diri-
gieron a la cárcel y soltaron a los otros dos reclutas, trasladaron el cepo a la plaza
y 10 quemaron ante toda la población reunida a toque de tambor y repique de
campanas.
38. Ibid., nota 30. Declaración de Mariano Mena, labrador, 57 años, natural de Capaya.
39. Ibid., nota 20. Declaración de Antonio Casanga: los de Lucre y Colcabamba aun-
que ano concurrieron a la sedición de Chalguanca por no haber tenido noticia de ella, ma-
nifestaron después sentimientos por no haver sido los primeros..
40. Ibid., nota 20. Fanola fue acusado como uno de los principales dirigentes por el
capitán Licenciado Agustín Pío de Erenda, en carta dirigida al Presidente de la Audiencia
del Cuzco, desde Pampamarca el 4.10.1818. Informaba que días antes había acompañado.
Fanola. a los indios de su pueblo ante el Subdelegado =a pretesto de que se defiendan.,
intervino el cura de Chalhuanca Dr. don Ramón de Loayza para apaciguarlos y convencer-
los que era justo el impuesto. Uno de los indios estaba muy insolente y el subdelegado
exigió a Fanola que lo castigara; como éste se desentendiera. el mismo Paliza le propinó
unos 25 azotes. Ante ello meste Fanola los influyó a los de Sañayca quejandose del desayre
que por defenderlos había sufrido (así llaman sus insolencias, é inobediencias) y clamaron
los yndios de morir ellos, ó el Subdelegado*.
217
Iban todos provistos de la más variadas armas, hondas, liwi-liwi, palos, co-
chabambino 41, garrotes, palos, macanas, y piedras. Tomaron [[aguardiente para áni-
mo. y al rayar el alba entraron en Chalhuanca, marchando de <<dosen dos como
reclutas con paso acelerado.. Se dirigieron a la plaza donde se hallaba el Cabildo,
mientras una parte de ellos «se vinieron faldeando e l cerro., para rodearlo. Entonces
iniciaron el ataque, en cuyo transcurso mataron al subdelegado don José de la
Paliza, a su yerno y ahijado José Torrepico, menor de edad y a don Francisco Aris-
timwño, respetando en cambio la vida de las dos hijas de Paliza. A continuación
liberaron a los presos, saquearon el Cabildo y las habitaciones del subdelegado;
se apropiaron de la plata sellada procedente de la recaudación de tributos, con
un total de 7.143 pesos 6 1/2 reales, y de todas las pertenencias de Paliza.
Siguiendo con los acontecimientos, a continuación del asalto y saqueo al ca-
bildo, los indios de las comunidades que participaron en él se reunieron en la
plaza donde intentaron, como se había hecho en Andahuaylas, nombrar un nuevo
subdelegado. Habían escogido para el cargo a ron Guillermo Segoyba, capitán de
infantería de Milicias del partido. Como estuviera ausente ofrecieron el puesto al
alcalde ordinario de Chalhuanca, José Manuel Oré, que lo aceptó; en medio de una
ceremonia, «se sentó en la silla», sacó una bandera blanca de la Conquista y desfila-
ron los cinco pueblos por la plaza con gritos de Viva la Patria. Oré repartió una
botija de aguardiente para celebrarlo .a todos los que estaban formados en la
plaza, en un baso grande diciéndoles que ya eran de un cuerpo todos españoles
como indios.
La fiesta no fue óbice para que este averiguase quién había faltado, razón que
le dieron los mismos principales de cada pueblo. Por último exigió que le devol-
viesen la plata de los tributos, dejándoles en su poder lo que había sido propiedad
del subdelegado. Esta actitud es uno más de los aspectos controvertidos del mo-
vimiiento. Es probable que fuera un reflejo de la voluntad general de dirigir la lucha
contra el mal gobierno, pero que no pretendía convertirse en ningún caso en una
insurrección contra la Corona, al salvaguardar los fondos del tributo.
En el transcurso del proceso judicial la dirigencia del movimiento fue atribui-
da e Antonio y Clemente Casanga, Andrés Merino, preso liberado, Teodoro Cora-
guas, Victorio Caballero, Hermenegildo Abendaño, Mateo y Vicente Guzmán, Pas-
cual Gutiérrez, Valerio Palomino, Prudencio Rosales, y Manuel y Miguel Alejandro,
todos vecinos de Toraya; Valentín Fanola de Sañayca; el alcalde Matías Palomino y
los caciques Julián Torres de Capaya e Hilario Virto de Soraya.
Pero sin embargo las declaraciones registradas de los inculpados mismos
dejan ver que tenían mucho de acción conjunta. El propio Antonio Casanga testificó
que golpeó el cuerpo del subdelegado, [[por haber visto que hacían lo mismo todos
los que entraban. y Valentín Fanola declaró .que los cabezas eran los Casangas
y Abendaños pero e n común todo e l pueblo de Torayan.
El subrayado es nuestro, y con él queremos destacar nuestra hipótesis de que
se trató de una acción de los comuneros, a la que se sumaron otros sectores
movidos por diversos intereses.
--
41. Liwi-Liwi: Livi literalmente en el documento. Se trata de una boleadora chiquita
utilizada en Huamanga y provincias limítrofes. El cochabambino ase compone de un palo
cort:o embutido en plomo y un surriago largo en la punta*. Decl. don Marcos Riva.
42. Ibid. nota 30.
En la narración anterior he mencionado a uno de los blancos del ataque don
Francisco Arestimonio, cobrador pueblo por pueblo del reparto forzoso de mer-
cancías efectuado por un anterior subdelegado del partido en 1810. Valentín Fanola,
Mariano Mena y Pablo Sánchez eran encargados del reparto y cobro en sus res-
pectivos pueblos 43. Mientras Valentín Fanola fue dirigente del ataque contra el
subdelegado, Mariano Mena fue uno de los blancos de las iras de los sublevados,
y por su parte Pablo Sánchez adoptaría una posición cambiante, de la que he refe-
rido en el ataque y el saqueo que sufrió en su hacienda de Chalco.
Clemente Casanga era un mestizo recaudor, que había tenido que tolerar la
negativa al pago de los 4 reales de la estancia de Llinqui que tenía encomendada.
Aún una semana antes los indios de Llinqui se habían alborotado contra el impues-
to, rebelándose contra la persona de Pablo Sánchez, sobre quien Casanga4 había
orientado la protesta comunal.
Valentín Fanola, recaudador de Sañayca, había acompañado a los indios de ese
pueblo para que se quejaran ante el subdelegado, remitiendo sobre esa autoridad
las protestas comunales. Es probable que Clemente Casanga y Valentín Fanola pre-
firieran asumir el papel de dirigentes, antes que ser los objetivos de las iras
indígenas. Deduciríamos pues que en determinadas circunstancias críticas la diri-
gencia mestiza de ciertos movimientos indígenas se basó en el temor que éstos
se volvieran contra ellos, los agentes de recaudadores locales o provinciales, aun-
que fueran en realidad meramente los últimos eslabones de la escala administra-
tiva colonial. Fanola al ser preguntado por qué no ejerció su autoridad e intentó
controlar la marcha de los comuneros de Sañayca, contestó: no contuvo por tener
miedo.
El alcalde recaudador de Mutca suscribió el memorial a la intendencia solici-
tando el perdón de los semestres atrasados ei? atención a la crítica situación del
partido, sin embargo ello no le fue atendido. No es difícil entender las múltiples
razones que llevaron a esa comunidad a sumarse en pleno, con su recaudador a la
cabeza, al ataque contra el subdelegado.
En el acto realizado en la plaza, y durante el regreso a sus pueblos los comu-
neros cantaron .Viva la Patria.. Tal lema sería entonado en buena parte de los
movimientos posteriores a 1811 en el Bajo Perú. y con él se recalcaba la adhesión
al movimiento independentista 45. En los movimientos con mayoritaria participación
campesina el grito adquirió un sentido más bien difuso -sino cómo interpretar la
devolución de la plata del tributo-, que, a falta de mayores datos, bien podría
haber proclamado un deseo idealista de un nuevo orden, en el que no queda claro
si se luchaba bien por la Patria defendida por los criollos porteños, bien por
aquella por la que luchó el nucleo dirigente cuzqueño de 1814, o bien si se fue
interpretada desde una óptica netamente campesina y entonces se aspiraba a la
219
abolición de las excesivas cargas y desequilibrios para lograr una sociedad campe-
sina más igualitaria.
En Soraya se reunieron en Cabildo los pueblos de Soraya, Toraya, y Capaya
para organizar la estrategia y coordinar las defensa en previsión de que fuera
contra ellos tropa del Cuzco, separándose luego hacia sus respectivos pueblos.
En Toraya, los que habían participado en la acción de Chalhuanca, regresaron
de nuevo al son de clarines y cajas; tuvieron un gran recibimiento, ((desde el Caci-
que don Pablo Sánchez para abajo cada uno con sus cántaros de chicha. 46, desfila-
ron por su plaza, con bandera al frente y repique de campanas. No obstante esto
se tomaron represalias contra quienes no les habían secundado -averiguaron a los
que nofueron con ellos a quienes saquearon y los persiguieron-, continuando por
tanto la persecución iniciada ya en la misma plaza de Chalhuanca, mientras pro-
clarriaban los logros de su acción: habían matado al subdelegado con toda su fa-
milia y por tanto habían conquistado el partido con lo que en adelante ya no existi-
ría juez alguno ni tributo y menos aumentos de impuestos.
Esta última parte de los acontecimientos, en Toraya, al proclamarse libres de
tributos y aumentos trasluce en mayor medida los motivos del levantamiento, pero
sigue gravitando sobre tal declaración el contrasentido de la devolución del im-
porte de los tributos saqueados, al nuevo subdelegado nombrado.
Las anteriores reuniones se repitieron a nivel comunal. La realizada en Toraya
el 18 concluyó en una serie de medidas entre conciliatorias con las autoridades
coloniales y defensivas ante una respuesta represiva por parte de estas. Se decidió:
1. Nombrar una comisión de dos o tres personas que llevara un memorial al
presidente de la Audiencia del Cuzco,
49. Muestra de ellas son: la acción de los de Llinqui contra la recaudación; la queja
de los de Sañayca en la que destacó la actuación de uno de los comuneros, por encima
de la interesada participación de Fanola; y por último la referencia explícita que fueron
los principales de cada comunidad quienes dieron la relación de los ausentes de cada
comunidad, en la plaza de Chalhuanca.
22 1
y Soraya 50. Prada declaró que pretendieron que rindieran las armas del Rey con
gritos de Viva la Patria.
Tres días después, el 30 de septiembre, día de San Jerónimo y fiesta en el
pueblo, don Pablo Trelles, teniente de Milicias, fue a Toraya y junto al c~caciquen
Pablo Sánchez -que de nuevo se pasó al bando vencedor-, les hizo jurar la lealtad
al Rey, apoyado por el ayudante de cura Fray Mariano Díaz que hizo salir en proce-
sión las imágenes de Nuestra Señora de los Dolores y del Rosario y llevando una
bandera blanca con una cruz en medio en señal de paz. Leyeron una proclama del
coronel don Mariano Campero, cuyo contenido lamentablemente no nos ha llegado.
Clemente Casanga, durante el acto, entregó una escopeta, aprendida a Prada, al
alcalde de Toraya y la mula al yerno de Leandro Prada, Trelles, pero se negó a
entregar el sable y una carabina. Por último se avinieron
50. Ibid., nota 30. La gente de Toraya se apoderó de una escopeta, un fusil, un sa-
ble, 3 mulas, l / ~
carga de aguardiente, 1/2 carga de tostado y pólvora y una talega de pla-
ta. No hubo ni muertos ni heridos en el encuentro, porque, según dijo el propio Leandro
Prada, fue en compañía de su hermano el cura coadjutor de Colcabamba, don Joaquín
Prada, quién se arrodilló a los rebeldes, suplicándoles por sus vidas
51. Ibid., nota 30. Declaración de Clemente Casanga.
52. Ibid., nota 30. Varios encausados declararon: =Que las tropas habían quemado las
estancias y que entraban en Toraya quemando las casas.. .iban quemando los pueblos ...
casi todos los de su pueblo (Toraya) abandonaron sus casas para irse a los cerros, huyendo
de las armas del Rey que se acercaban..
53. B.N.L. Manuscritos Virreynato D 559. Correspondencia de la Intendencia del Cuz-
co con los lntendentes de Huamanga y Huancavelica, años 1815 a 1818. De Pio Tristán a
Manuel Quimper. Cuzco 11.10.1818.
54. PEZUELA: Memoria de Gobierno. Edición y estudio preliminar por RODRIGUEZ,
C. V., y LOHMANN, V. G. Publicaciones de la E.E.H.A./C.S.I.C.. Sevilla, ,1947, pág. 367. uAn-
daguaylas y Aymaraes fueron siempre dos partidos fuertes por su numerosa mestizada y
los más señalados de ambas Provincias (Huamanga y Cuzco) por su disposición a la re-
volución o por tener entre ellos más número de seductores que otros, por lo que era de
necesidad el sofocar inmediatamente aquel fuego revolucionario., pág. 366. A partir de
estas referencias de Pezuela el movimiento de Aymaraes ha sido citado por HAMNETT,
B. R.: Revolucidn y Contrarrevolución en México y e l Perú: liberalismo, realeza y separa-
tismo (1800-18241. MBxico, F.C.E., 1978, 454 págs. En la Biblioteca Nacional de Lima y bajo
a n o s 2.000 hombres rebeldes entre indios y cholos con bastante pérdida
de estos; hizo varios prisioneros y mandó quemar las casas de los princi-
pales autores del levantamiento. 55.
223
En la represión posterior al movimiento de Aymaraes quiero subrayar varios
hechos:
1. González detuvo a quien se lo puso por delante sin demasiados miramien-
tos, como demuestra el hecho que detuviera a Mariano Mena, uno de los alcaldes
que sufrieron el ataque de los comuneros. Este sólo sería liberado después que
intercediera por él un hacendado de la zona.
2. La dureza contra Valentín Fanola y uno de los comuneros de Sañayca,
únicos ajusticiados.
3. El grueso de las penas fueron para gente de Toraya. No fue juzgado ningún
comunero de Mutca y Llinqui, ni sentenciado alguno que fuera de Capaya.
4. Ningún dirigente comunal, que en las declaraciones se dijo acompañaron y
apoyaron el movimiento, fueron condenados. Tampoco lo fue Vicente Guzmán que
Ilegái a autoinculparse.
[[por causa de él se han alzado todos, y él fue el que los hiso levantar a
los Casangas y a todos los demas que se han revulusionado al primer
canto del gallo quando todos estaban durmiendo. 58.
= y estos los más de los españoles que temerosos de las reclutas andan
muy cerca. Pero en Toraya, faltaban muchos, refugiados la mayor parte en
los pueblos de Pampachiri, Larcay, Soras, Coraca y C h i p a n ~61.~
Los reclutas eran detenidos por una pequeña tropa, agrupados y encerrados
en la cárcel, que generalmente se hallaba en el cabildo. Una vez finalizada la ope-
ración la tropa se encargaba de conducirlos, asegurando que no huyeran en el
trayecto. En Pampachiri los reclutas, destruyeron la cárcel y se fugaron 62.
Ese no fue el último aboroto en Aymaraes. El lunes santa de 1819 fueron ata-
cados en Oropesa los encargados por el subdelegado para la cobranza de tributos.
Fueron recibidos con bulla y tiros, dos de ellos fueron asesinados, uno en la plaza
y el otro en la quebrada de Huarhuaray de Totora, pueblo al que se llegaba sólo
cruzando un río. Los demás fueron perseguidos, quitándoseles 8 fusiles. A conti-
nuación se liberó a los reclutas que se hallapan en la cárcel, previa a su remisión al
ejército. Cabe suponer que el movimiento era tanto contra la recaudación de im-
puestos como contra las constantes levas que afectaban a los pueblos de la zona,
que seguían padeciendo las mismas sangrías en hombres y numerario que motiva-
ron el levantamiento de 1818.
Se acusó de dirigentes a Carlos y Antonio Prieto, Mariano Liceros, alias Pareja,
Gervasio Siancas, Mariano Hurtado, Gomes, cacique, q quienes demuestran siempre
su inclinación al partido de los insurgentes.. Estos, al finalizar la acción, huyeron
hacía la costa, donde establecieron contacto con el general Gamarra que se hallaba
entonces en Ica, incorporándose a sus tropas. Esto nos induce a pensar que
quienes participaron en alborotos locales en esta etapa fueron en el futuro la base
de algunas montoneras.
Hacia 1822 estaban de regreso en su pueblo, y a fines de 1823 un vecino los
denunciaba por los sucesos de 1819 y por tener armas en su poder. A la llegada
de la tropa que iba a detenerlos hapían vuelto a huir; se supuso que los hapía
puesto en aviso el secretario del Ayuntamiento de Mamara, Faustino Mariaca,
pariente de los Prietos. Se inició causa en que se pretendió averiguar si la actitud
del cura había sido la correcta durante el alboroto, y contra el alcalde constitucio-
nal. Uno de los testigos. Cristóbal Florida, daba su opinión sobre los motivos de
su elección que viene a reconfirmar nuestra visión de las razones por las que las
Comunidades indígenas escogían dirigentes mestizos:
225
.Que todos los habitantes de Oropesa heran incapaces que no saben leer,
escribir, ni entienden castellano no ha cid0 costumbre entre ellos nom-
brarse unos a otros por cuyo motivo lo elixieron y que su manejo es ver-
daderamente ruin por ser un mestizo borracho y de ningún honor que unas
veces dice una cosa y otras otra. 63.
--
63. A.D.C. Intendencia. Causas Criminales, Leg. 119. Causa contra el Cura y Alcalde
del Pueblo de Oropesa en el Partido de Aymaraes, más otros individuos acusados de per-
turbadores del orden público. en aquel Partida. Año 1824. En honor a la verdad debemos
reproducir la declaración de uno de los testigos, Marcelin Gomes, que decía absolutamen-
te l o contrario: (Apolinario Davalos) -es un rnestiso bruto de malas costumbres entre-
gado a la embriaguez y aun a l robo, que no sabe por que lo eligieron de Alcalde Cons-
titiicional, siendo asi que ni para Ministro de Justicia sirve, pues.no sabe leer. escrivir, ni
entiende una palabra de castellano.