«Vacaciones en la provincia» de Tristan Tzara
En el cielo los pájaros inmóviles
como las manchas que dejan las moscas
los criados hablan delante del establo
y en el sendero florecen las boñigas de las bestias.
Por la calle pasa el señor con su hija
alegría de los mendigos al anochecer
pero tengo en casa un Polichinela con cascabeles
para olvidar mi tristeza cuando me engañas.
Mi alma es un albañil que regresa del trabajo
recuerdo de olor de farmacia limpia
dígame vieja lo que érase una vez
y tú prima avísame cuando cante el cuco.
Tenemos que bajarnos al barranco
que es Dios cuando bosteza
reflejarnos en el lago
con verdes sedas de ranas.
Seamos pobres al regresar
llamemos a la puerta del extranjero
con el pico de los pájaros en la corteza de la primavera
o no vayamos a ninguna parte
blanco luto de la mozuela del vecino.
Antología de la poesía rumana contemporánea
(Editorial Elion, Bucarest, 2000, trad. de Darie Novaceanu)
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Análisis:
En el poema «Vacaciones en la provincia» de Tristan Tzara, nos encontramos frente a
un mosaico de imágenes panorámicas de lo que se puede inferir es la provincia. Así, el
poema empieza con la contemplación: en el primer y segundo verso se hace uso del
símil entre «las manchas que dejan las moscas» y «los pájaros inmóviles» en el cielo.
Este símil no es gratuito, sino que apela a la postal inmóvil de los pájaros con la mancha
que, después de aplastadas, dejan las moscas. Esta referencia a la pintura tendrá sus ecos
en los siguientes versos; pues, como si se tratase de un lienzo, el autor recrea la
cotidianidad del espacio rural. De esta manera, en el tercer verso se complementa la
imagen con los «criados» hablando «delante del establo», lo que no solo da paso a lo
anecdótico de la escena, sino que se adiciona lo escatológico como parte común del
espacio representado.
El poeta continúa dibujando la cotidianidad del campo con la imagen de un
padre con su niña, de la cual se afirma en el verso 6 que es la «alegría de los mendigos
al anochecer». Lo anterior puede sugerir la manera en la cual los mendigos se alegran,
es decir, que la niña, por su sola presencia, los alegra, o, en todo caso, sacia alguna de
sus necesidades. La figura de la niña apela a la inocencia y la caridad, por ello se puede
afirmar que la niña les convide algún alimento o dinero. No obstante, el poema se
moviliza de la estampa rural a la injerencia de un yo poético que habla directamente a
un alocutario no representado. Este cambio es importante, ya que, desde el verso 7 y 8,
veremos el desarrollo de una voz que se cuela en el panorama que acaba de componer.
Es así como el yo poético arremete objetando con la afirmación de tener una
«Polichinela con cascabeles» que usa para olvidar su tristeza cuando lo engañan. La
tristeza por el engaño a la que hace referencia se entiende como una increpación a la
niña, puesto que el uso de la marioneta (la Polichinela) apela a un campo semántico
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referente a la infancia, la inocencia y el juego. Así, el yo poético puede sentirse
engañado por dos agentes: el padre de la niña o los mendigos. En cuanto al primero, se
puede decir que representa la pérdida de una hija, y es esta niña la que se posiciona
como punto de convergencia de la nostalgia del yo poético. Por otra parte, el engaño
que involucra a los mendigos, puede hacer referencia en la indiferencia del contacto con
este yo poético que no recibe los mismos tratos que los otros mendigos.
Lo último se refuerza en la tercera estrofa, donde el yo poético expresa su
cansancio con una metáfora: «Mi alma es un albañil que regresa del trabajo». Aquí, la
fórmula A→B se hace presente, en ella se colige que su alma se siente cansada; sin
embargo, lo importante es por qué se ha escogido la metáfora para simbolizar el
cansancio del alma. El albañil, pues, es el personaje de oficio esforzado que se encarga
de construir diferentes edificaciones; así, la carga semántica relacionada con este oficio
apela a la masculinidad, la fuerza, el esfuerzo y la rudeza. Esto no es casual, ya que en
el verso 10 se muestra en contraste el «recuerdo de olor de farmacia limpia». De este
modo, las paradojas de sentido entre las ideas de la estrofa 3 se acentúan con los versos
11 y 12. En estos versos, el yo poético se dirige a dos alocutarios representados: la vieja
y la prima. La primera es a la que se le cuestiona sobre el pasado, mientras que lo más
intrincado de la estrofa y sus contrastes, recae sobre la prima. En este punto, la prima y
la relación con el espacio rural es incontrastable, puesto que no podemos hablar a
ciencia cierta de la hija de la hermana o el hermano del padre o de la madre del yo
poético, sino que utilizaremos al sema «prima» como un coloquialismo usado
extensivamente en el campo, haciendo referencia a la cercanía con coetáneos, quienes
no necesariamente son parientes. De ahí que el pedido del yo poético hacia la «prima»
en «[…] avísame cuando cante el cuco» adquiere otro significado. Esto debido a que el
cuco es el ave que anida de forma parasitaria en los nidos de otras aves, pero cuya
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construcción y color se asemeja a la propia. Es así como el llamado nostálgico que hace
el yo poético se refuerza con el acto parasitario que trae a colación con la increpación a
la prima. Todo ello puede referir, asimismo, al espacio de contraste y, a la vez,
convergencia que resulta ser la farmacia, dando a entender que en el pueblo todos saben
lo de todos.
A partir de la estrofa 4 y 5, el yo poético vuelve a cambiar la dirección de la voz,
haciendo que esta ya no tenga un alocutario representado, sino que se desconoce a quien
se dirige. Así, en la estrofa 4, se conjuga el retrato de la naturaleza con la inserción de
llamados y apelaciones. Esto lo realiza pasando a través de la metonimia en los versos
13 y 14, donde se equipara la estridencia de un barranco con la hipérbole del bostezo de
«dios». Consecuentemente, apela a otro episodio de la cotidianidad en el espacio rural,
la imagen del acto lúdico del descubrimiento del reflejo en el agua. Estos eventos,
aunque inconexos en cierto sentido, juegan con la experiencia del yo poético en apelar a
sucesos cotidianos en las vacaciones en la provincia: espacio alejado y ajeno a la ciudad
que ciertamente se posiciona como lo exótico y, a la vez, lo nostálgico.
Finalmente, en la quinta estrofa se hace más evidente la movilidad que se insinuaba a lo
largo del poema. El yo poético vuelve a apelar a un alocutario no representado, de
forma que da dos opciones: en la primera sugiere en que «[s]eamos pobres al regresar /
llamemos a la puerta del extranjero / con el pico de los pájaros en la corteza de la
primavera»; aquí podemos afirmar temerariamente que el yo poético, al ver la
frugalidad de la vida en el campo, opta por construir un ideal en torno a la austeridad y,
a la vez, en los versos 22 y 23 habla de apelar a la suerte en otras tierras. El uso de las
imágenes de la naturaleza como «pájaros» y «primavera» hacen que se refuerce la idea
de la profunda afectación que ha tendido el espacio rural sobre el yo poético. La
segunda opción es la que teje mayores luces sobre el sentido del poema: «[…] o no
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vayamos a ninguna parte / blanco luto de la mozuela del vecino». El yo poético, pues,
desea quedarse en la provincia, donde se consolida la nostalgia y su ideal. Sin embargo,
lo que más llama la atención es el posible alocutario representado que parece ser la
confirmación de la supuesta ausencia en la segunda estrofa: la pérdida de la niña o, en
todo caso, la pérdida de la inocencia de la hija que era la alegría de los mendigos.