Iglesia y Masoneria
Iglesia y Masoneria
Alberto Bárcena
IGLESIA Y MASONERÍA. LAS DOS CIUDADES
Alberto Bárcena
ÍNDICE
PRÓLOGO
2
Capítulo VII: MASONERÍA TRIUNFANTE
Masónica república española. La condena de Pío XI
El poder global. Los avisos de Benedicto XVI
La batalla por la vida. Humanae vitae; Evangelium vitae
Las últimas condenas. Juan Pablo II y Doctrina de la Fe
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE SIGLAS
BB: B’nai B’rith
BC: Bohemian Club
BG: Bilderberggroup, Bilderbergconferentie, o Club Bilderberg
CFR: Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores)
G.A.D.U.: Gran Arquitecto del Universo
GLUI: Gran Logia Unida de Inglaterra
GOF: Gran Oriente de Francia
NOM: Nuevo Orden Mundial
REAA: Rito Escocés Antiguo y Aceptado
RIIA: Royal Institute of International Affairs
RT: Round Table (Tabla Redonda)
SF: Fabian Society (Sociedad Fabiana).
3
PRÓLOGO
Comprendí la necesidad de escribir este libro a raíz de impartir mi primer seminario sobre
Masonería en la Universitas Senioribus CEU 1 a principios de 2011. 2 Respondía a la propuesta
de su directora, recogiendo la petición de varios alumnos míos que habían reparado en el hecho
de que su profesor, con cierta frecuencia, explicaba la Historia Contemporánea introduciendo la
clave masónica. Había interés por su parte y también bastante confusión. No era extraño; el
tema parece muy complejo al abordarlo, aunque estudiándolo puede simplificarse bastante; la
confusión ha sido creada por los masones deliberadamente: ya la observancia del secreto fue
siempre un obstáculo para penetrar sus designios, rituales y creencias, pero además, también
desde el principio, tuvo la secta interés en fomentar el desconcierto de los católicos haciéndoles
creer que la incompatibilidad con la Iglesia estaba superada; carecía de justificación.
Dentro de la Universidad aquel seminario tuvo tal seguimiento que dos años más tarde la nueva
directora me propuso repetirlo, volviendo a hacerlo en 2013 3 y también en 2015. 4 Yo entregaba
a los alumnos matriculados una documentación que sirvió de base a muchas de las preguntas
que realizaban al terminar cada sesión. Era una recopilación de textos donde figuraban citas de
expertos y extractos —o documentos completos— de algunas de las condenas pontificias. La
misma documentación que fui ampliando en años sucesivos, y puse a disposición de mis
alumnos de las diferentes facultades de la Universidad CEU San Pablo. Comprobé que nada era
tan clarificador como los documentos de los papas.
Los romanos pontífices se han pronunciado a lo largo del tiempo sobre la Masonería con
inusual insistencia, demostrando conocerla en profundidad. León XIII, el padre de la doctrina
social de la Iglesia, en su encíclica Humanum genus, de 1884, recuerda que varios de sus
antecesores habían condenado a la secta, mencionando expresamente a Clemente XII,
Benedicto XIV, Pío VII, León XII, Pío VIII, Gregorio XVI y Pío IX, quienes «por cierto
repetidas veces, hablaron en el mismo sentido». 5 Y lo hacían siempre por la misma razón:
tenían que confirmar las letras de los anteriores porque una y otra vez, tenazmente, el rumor del
levantamiento de la condena volvía a extenderse interesadamente.
Comentaremos algunos de estos textos que se fueron publicando entre 1738 y 1884. ¡Siglo y
medio de condenas clarísimas, de una contundencia impresionante! Ninguna de ellas hizo
distingos en cuanto a ramas y Obediencias masónicas: todas eran lo mismo; empezaban y
terminaban en el mismo punto: la lucha contra la Iglesia Católica; y no solo contra la institución
sino también contra todo lo que representa y custodia. No han faltado masones —incluyendo
algunos que practican una imposible doble pertenencia a la Iglesia y a la secta tan
reiteradamente condenada—, que han querido interpretar ese cúmulo de pronunciamientos
como resultado de una lucha “política” entre el Papado y el Estado italiano, levantado a costa
de los Estados Pontificios, en un proceso de unificación que contó con la constante presencia
masónica en el bando asaltante. Algo por tanto, según ellos, ya superado, al ponerse fin a la
llamada «cuestión romana» en el siglo XX. Nada más incierto. Las primeras condenas surgen
mucho antes de que nadie hubiera pensado siquiera en la unificación italiana —un siglo antes—
y, además, continuaron produciéndose después: el ciclo se cierra, por ahora, con la declaración
Quaesitum est, 6 de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, de 1983, que lleva la
1
Universidad de mayores del CEU, con sede en la madrileña calle Tutor (campus de Argüelles).
2
La influencia masónica en la Edad Contemporánea, enero de 2011
3
Masonería, poder político e ingeniería social, febrero de 2013
4
Con el mismo título que el anterior
5
Carta Encíclica, Humanum genus, 4
6
Declaración sobre las Asociaciones Masónicas Quaesitum est, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la
Fe, de 26 de noviembre de 1983.
4
firma de su cardenal prefecto, Joseph Ratzinger, convertido en bestia negra de la Masonería de
manera nada casual.
Había desmentido el rumor, ampliamente propagado por enésima vez, de que la pertenencia a la
Masonería ya no resultaba imposible para un católico: «...los fieles que se inscriban en
asociaciones masónicas están en pecado grave y no pueden recibir la Santa Comunión...», 7
concluía diciendo aquella declaración; no era interpretable. Además, como veremos, el mismo
cardenal publicaba un año más tarde un artículo sobre la cuestión, en L'Osservatore Romano,
que tampoco dejaba lugar a dudas: «...la Congregación ha considerado su deber el dar a conocer
el pensamiento auténtico de la Iglesia para poner en guardia a los católicos.. ,». 8 Comentaremos
el editorial del entonces futuro papa en su lugar, pero valgan estas dos frases como exponente
del categórico tono empleado.
No; no se trataba de una política más o menos acertada de la Santa Sede; tampoco de una fobia
papal que se hubiera ido transmitiendo de generación en generación. Estas condenas pontificias
contienen argumentos teológicos y filosóficos de tal importancia que no pueden ser desdeñadas
a priori. Salvando los diferentes estilos de cada época, se reconoce detrás de ellas el riguroso
análisis de los pontífices y sus colaboradores a la hora de redactarlas. Un trabajo fundamentado,
como el resto de la doctrina de la Iglesia, en la fe, la razón y las ciencias auxiliares. Me
propongo en esta obra dar a conocer lo principal de tales argumentaciones contrarias a la
Masonería; como también encuadrarlas en la historia de estos tres últimos siglos, marcados por
una muy reconocible influencia masónica. No solamente en los acontecimientos históricos sino
también en la evolución del pensamiento occidental. Con grave deterioro de le fe desde luego,
pero también de la razón; los dos pilares que levantaron y mantuvieron la civilización a la que
aun pertenecemos.
Una civilización tambaleante hoy en día a causa, precisamente, de ese deterioro gravísimo de
sus cimientos. No tendría que haber sido así. «No hay, pues, motivo de competitividad alguna
entre la razón y la fe: una está dentro de la otra, y cada una tiene su propio espacio de
realización». 9 Sin un agente externo, enemigo del verdadero progreso humano, no se
comprende este suicidio colectivo, inducido desde el poder.
Termino con un apunte reciente: días antes de escribir este prólogo pronuncié una conferencia
en la iglesia de San Martín de Tours, de Madrid, 10 con el mismo título que puse luego a este
libro. Poco antes, el padre Pedro, organizador del acto, me pidió la máxima claridad dado que
asistirían otros sacerdotes y no todos tenían muy claro cuál era la postura oficial de la Iglesia
tras la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico; aunque viniese acompañado de la
citada Declaración de Doctrina de la Fe. ¿Cómo puede ignorarlo un sacerdote católico? Otros, y
más preeminentes, sencillamente prefieren mirar hacia otro lado.
Tal es el caso reciente del cardenal Ravasi 11 que en febrero de 2016 publicaba un artículo a
favor del diálogo entre la Iglesia y la Masonería. 12 Además encontraba —y eso era lo peor—
puntos de unión entre una y otra; con la argumentación más endeble, por no calificarla de
manipuladora. No es posible que quien preside un Consejo pontificio desconozca toda la
trayectoria, el presente y el pasado, de esta lucha entre las «dos ciudades» que vamos a seguir
en estas páginas. Pero sobre todo es extraño que no sepa, o pretenda no saber, cuál es el
trasfondo espiritual del pensamiento masónico: sus creencias y sus dogmas; lo que significan u
7
Ibíd.
8
“Reflexiones un año después de la Declaración de la Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la
Masonería”, L 'Osservatore Romano, 20 de febrero de 1985.
9
San Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, 17.
10
Junio de 2016
11
Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura
12
Ravasi, Gianfranco, “Cari fratelli massoni”, Il Solé 24 Ore, (La Chiesa & La Loggia), 14 de febrero de 2016, p.
29.
5
ocultan sus rituales. Actualmente más que en 2011, cuando impartí aquel primer seminario
sobre la Masonería, considero urgente darla a conocer. Ante su campaña de «normalización», la
confusión ha aumentado muy deprisa y, una vez más, está siendo utilizada por los de siempre y
sus aliados. De la manera más interesada.
6
I
ORÍGENES Y PRECEDENTES
Para entender la Masonería debemos pensar ante todo en Lutero: el significado profundo de la
mal llamada Reforma protestante, que fue realmente una ruptura en toda regla. Una reacción
violenta contra la Iglesia que significó la fractura, profundamente traumática, de la Cristiandad.
Las tesis de Martín Lutero sostenían que solamente la Scriptura era digna de veneración. El
resto del depósito sagrado de la Iglesia era rechazable: desde la Tradición hasta la obra de los
Santos Padres y Doctores; desde las declaraciones dogmáticas hasta el magisterio; y, sobre
todo, el Primado de Pedro. Aquella rebelión nació entreverada de intereses políticos y seguiría
estándolo en los siglos siguientes. Aparte de las visibles guerras de religión, hubo una lucha
soterrada por el control del continente, —y enseguida también del resto del mundo—
orquestada por los seguidores de la Reforma contra los dos supremos poderes de la Cristiandad:
el Imperio y el Papado. Es un hecho incuestionable; y se utilizaron, además de los ejércitos,
todas las armas; desde la diplomacia hasta la piratería, pasando por las alianzas internacionales
—inclusive con el Islam y la católica Francia— y las sectas secretas. Principalmente la
Masonería que fue la que cuajó después de anteriores intentos.
En el caso de Inglaterra el control de la religión por parte de la Corona fue el detonante de un
cisma que degeneró en herejía, y dio lugar a la más larga, constante y encarnizada de las
persecuciones sufridas por el Catolicismo en tiempos modernos; una de las más desconocidas
también. Se mantenía en pleno vigor cuando la peculiar historia nacional acabó enfrentando al
rey con el Parlamento en las primeras revoluciones políticas de la Edad Moderna; ya durante el
siglo XVII. El último de los Estuardo allí reinantes, Jacobo II, —biznieto de la «reina mártir»
de Escocia— fue expulsado en 1689, entre otras razones por su designio, no declarado
abiertamente, de volver al Catolicismo. Ese fue el motivo de que el resto de la dinastía, salvo
sus dos hijas protestantes, fuera excluida del trono a perpetuidad, dando paso, tras el reinado de
Guillermo de Orange, a una nueva línea nada sospechosa de proclividad hacia la Iglesia
Católica: los Hannover; que con distintas denominaciones familiares, reinan hasta la actualidad.
El nacimiento de la Masonería está íntimamente relacionado con ellos. El primero 13 había
llegado al trono inglés en 1714, solamente tres años antes de la fundación de la secta que nos
ocupa. Y esta será enseguida el mejor ariete, por oculto, de su política exterior y la de sus
descendientes; dirigida a consolidar su hegemonía sobre el debilitamiento de sus competidores;
encamados sobre todo en las dos ramas de la Casa de Austria: la española —primogénita— y la
alemana.
Al margen de leyendas fantasiosas, creadas y alimentadas por la propia Masonería, esta no es
tan antigua ni de orígenes tan gloriosos como pretenden sus adeptos: nació el 24 de junio de
1717 en una taberna londinense, llamada de La Oca y el Grillo, 14 situada junto a la catedral de
San Pablo, entonces en construcción. Era el resultado de la unión de cuatro logias o sociedades
secretas operativas contra los Estuardo, que dieron origen a la Gran Logia de Londres, más
tarde Gran Logia de Inglaterra; el origen de todas las Obediencias masónicas; un frondoso
árbol, lleno de ramas —con matices muy diferenciadores en ciertos casos—, que nos llevan
siempre al mismo origen. Su capacidad de adaptación solo fue comparable a la decisiva
13
Jorge I, luterano de origen, nieto del Príncipe del Palatinado y biznieto de Jacobo I de Inglaterra de quien traía su
derecho.
14
Ver Vicente Alejandro Guillamón, Los masones en el gobierno de España, p. 30.
7
influencia ejercida en los países donde fue instalándose; y al poder que llegaría a alcanzar sobre
ellos en ciertos momentos. Sin olvidar jamás sus fines constitutivos, alentados por el hecho de
profesar ideas religiosas contrarias realmente al Cristianismo, como reconocerá no solo la
Iglesia Católica, sino también la Ortodoxa griega, 15 y bastantes de las reformadas;
presbiterianas 16 y metodistas particularmente. 17 Inclusive la anglicana; en último lugar, eso sí.
No entraré en el estudio de sus rituales y grados, denominaciones y lenguajes, asunto que
excede con mucho el propósito de este libro. Baste decir que fue constituida por muy pocas
personas; principalmente clérigos protestantes de diferentes confesiones, que tenían en común
el designio de cerrar el paso a un posible regreso de los Estuardo, sirviendo, además, los
intereses de la nueva dinastía y de la nación británica, y socavando en lo posible a las
monarquías católicas del Continente, sus rivales tradicionales. El carácter de secta secreta con
el que quedaba organizada facilitaría su labor tanto en Inglaterra como —sobre todo— en el
exterior. Los Hannover reconocieron inmediatamente en ella el útil instrumento que llegaría a
ser muy pronto y la apoyaron constantemente a través del tiempo.
La cuestión se complicaba al pasar al Continente, algo que ocurrió, por cierto, de forma
inmediata. ¿Cómo convertir a franceses, italianos o alemanes en colaboradores de una potencia
extranjera, con la que, además, los conflictos resultaban permanentes? Sencillamente,
ofreciéndoles algo más: conexiones políticas a nivel internacional; posibilidades para muchos
de promoción social, profesional o académica; prestigio, poder, y, sobre todo para algunos, un
conocimiento superior que, supuestamente, iluminaba a quienes se introducían en sus logias.18
Estos masones continentales se convertían, quizá sin plena consciencia muchas veces, en un
peligro para sus Estados y, en el caso de los católicos para la propia Iglesia a la que pertenecían.
Así lo dijeron, como veremos muy pronto, los papas autores de las primeras condenas contra la
secta. El racionalismo radical y escéptico de la Ilustración, el prurito filosófico, las aspiraciones
15
El 12 de octubre de 1933, el Episcopado de la Iglesia Ortodoxa griega emitió el siguiente comunicado: «La
Francmasonería no puede de manera alguna ser compatible con el Cristianismo porque es una organización
secreta, que actúa y enseña en el misterio y en el secreto y deifica al racionalismo. [...] Es necesario urgir a todos
los que sin la debida reflexión y examen de lo que es la Francmasonería hayan ingresado en ella, que corten toda
conexión (con ella) porque solo el Cristianismo es la religión que enseña la verdad absoluta y colma las
necesidades religiosas y morales del hombre. Unánimemente y con una sola voz los obispos de la Iglesia de Grecia
han aprobado lo que acaba de decirse y declaramos que todos los hijos fieles de la Iglesia deben apartarse de la
Francmasonería [...]». Declaración de la Asamblea de los Obispos de la Iglesia de Grecia, firmada por su
presidente, el arzobispo Crisóstomo de Atenas, en Walton Hannah, Darkness visible. A Christian Appraisal of
Freemasonry, Ed. Baronius Press, London, 2008, pp. 75-76
16
La Iglesia Presbiteriana de Escocia condenó la Masonería en 1757, lo mismo que la de Irlanda y la presbiteriana
ortodoxa de América. «La condena de los luteranos de Norteamérica ha sido especialmente dura. El dios de la
Masonería no es el Padre de Jesucristo. Los juramentos a que obligan los rituales son frívolos y blasfemos. No se
tiene en cuenta la salvación por la fe en Cristo. Los rituales se oponen a la fe cristiana y prescinden de ella. La
Iglesia luterana cree que el culto de un dios que no es el cristiano degenera en idolatría. En el mismo sentido se
manifiestan otras iglesias protestantes, hasta el punto que Hannah puede trazar una conclusión clara: “Ninguna
iglesia cristiana que haya estudiado seriamente las enseñanzas religiosas y las implicaciones de la Francmasonería
ha dejado de condenarla”». Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 107. Ver Walton Hannah, Darkness
visible..., p. 76-81.
17
«Los Metodistas Ingleses aprobaron una resolución sobre la Masonería [...] en la Conferencia de Bradford de
1927, que contenía la siguiente cláusula: “La Masonería en sus rituales y lenguaje es de naturaleza puramente
teística [...] La fe distintiva del Cristianismo no puede encontrar expresión en sus fórmulas, y el mensaje cristiano
de salvación, a través de la fe en Cristo, como base de la evangelización foránea o doméstica es totalmente
incompatible con las reivindicaciones que frecuentemente han adelantado los masones”». Minutas de la
Conferencia Metodista de 1927, en Walton Hannah, Darkness visible..., p. 77.
18
De Loge (francés) o Lodge (inglés). Lugar o casa de las tenidas masónicas [reuniones periódicas o
extraordinarias para celebrar los trabajos masónicos]. En ellas se encuentra el templo, el atrio, los pasos perdidos,
la sala para los ágapes. Gran Logia, en la Masonería regular, designa el conjunto de los masones de una provincia,
de un «Valle» e incluso de todo el mundo. En la irregular suele usarse «Gran Oriente» en vez de logia. Ver Manuel
Guerra, La trama masónica, pp. 102-103.
8
intelectuales que imperaban en las élites del Continente, convirtieron a los philosophes en
excelentes compañeros de viaje y vivero de la secta. Así, Voltaire, enemigo declarado del
Cristianismo, sumo sacerdote de aquel movimiento intelectual, ingresó en la logia parisina de
Las Nueve Hermanas. El amigo del prototipo de déspota ilustrado, Federico el Grande de
Prusia, quizá no imaginara que aquella secta jugaría un papel decisivo en los inicios de un
movimiento que barrería casi todos los tronos europeos a través de varios ciclos
revolucionarios. Sin embargo, el destino de la misma secta en su lugar de origen quedaba
vinculado al de la Corona, infiltrándose en la Iglesia anglicana cada vez de manera más
intrincada; de ella recibió también un respaldo fundamental hasta mediados del siglo XX.
Entonces, la Masonería quedó cuestionada en Inglaterra gracias a la publicación de dos libros:
primero apareció Darkness Visible, del clérigo anglicano, converso luego al Catolicismo,
Walton Hannah, 19 publicado en 1952, que revelaba la «palabra prohibida», y analizaba los
rituales masónicos; y treinta años después, en 1983, The Brotherhood, 20 escrito por un discípulo
de Hannah, Stephen Knight, que continuaba las investigaciones de su maestro. Demostraba el
primero y confirmaba el segundo que la Masonería era incompatible con el Cristianismo de
cualquier confesión; incluyendo naturalmente la Iglesia fundada por Enrique VIII. Desde 1952
esto era ya evidente; lo fue más todavía a partir de 1984; y será reconocido en 1986, cuando el
Sínodo de los Obispos se pronuncie, mediante un documento oficial, 21 denunciando el
gnosticismo masónico; el encubierto paganismo de sus ritos; la blasfemia contenida en su
gnosis. Pero no adelantemos acontecimientos; estamos en los orígenes.
Baste, por ahora decir que no faltaron reacciones en contra, defendiendo la sacralidad del
secreto masónico y atacando a Hannah: en 1952, el mismo año de la publicación de su libro,
aparecía otro cuyo autor, oculto tras el seudónimo «Vindex», era un clérigo anglicano y masón
cuyo propósito era evidente ya en el título: Luz Invisible: la respuesta de la Masonería a la
Oscuridad Visible. Dicha respuesta llegaba cargada de resentimiento y descalificaciones contra
su oponente al que dedicaba el siguiente párrafo: «Carente de honor y de decencia, pero con
diabólica astucia, La Oscuridad Visible es un libro siniestro y dañino. Hace públicos secretos
solemnes y sagrados tras haberlos descubierto de forma deshonesta. Es como arrancar la ropa a
una madre y dejarla desnuda y expuesta ante la mofa de la muchedumbre». 22 «Vindex»
inconscientemente delataba a la Masonería creyendo defenderla, porque no negaba que lo
descubierto por Hannah fuera cierto aunque lo encontrase digno de «mofa»; por más que
arremetiera contra él llamándole «cobarde» —lo que no era en absoluto—, era el propio
«Vindex» quien se ponía en evidencia; claro que también es cierto que no daba su nombre.
La Masonería nacía secreta pero también fuertemente jerarquizada en grados de iniciación,
sometidos en última instancia a la autoridad de un gran maestro, elegido en la festividad de San
Juan Bautista —o de Verano— perteneciente con frecuencia a la familia real inglesa,
incluyendo al Príncipe de Gales, que lo fue entre 1792 y 1812. Uno de aquellos iniciales
regidores, George Payne, encargó la creación del primer reglamento masónico a un clérigo
presbiteriano, James Anderson, que redactó, con un grupo de asesores, las Constituciones que
llevan su nombre, en 1723. 23 Están dedicadas al anterior gran maestro, duque de Montagu, y
supuestamente recogen información contenida en los «viejos archivos», compilada y
encuadrada en la Historia gracias al gran esfuerzo —de imaginación, cabría añadir— realizado
por Anderson. Así lo afirmaba el autor de la dedicatoria, el pastor anglicano de origen hugonote
19
Walton Hannah. Darkness visible. A Christian appraisal of freemasonry, Baronius Press Ltd, London. United
Kingdom. www.baronius-press.com, 2008 (17 Impression). Lamentablemente, nunca ha sido traducido al español
20
The Brotherhood: The Explosive Expose ofthe Secret World ofthe Freemasons, Grafton Books, London, 1984
21
Freemasonry and Christianity, editado por la Church House en 1987
22
«Vindex», Luz Invisible..., en José Antonio Ullate, El secreto masónico desvelado, p. 41
23
Su nombre originario era Las Constituciones de los Francmasones, llamadas luego de Anderson por su autor
principal
9
Jean Théophile Désaguliers, gran maestro adjunto de la Logia de Londres, que también
colaboró en la creación de la leyenda masónica. Según esa versión, la propia de la actual
Masonería, esos conocimientos ocultos provienen de la anterior; una Masonería medieval u
operativa que se remontaría a los gremios de albañiles de donde procede la palabra masón
(magori) o francmasón. Esta última denominación no añade nada a la anterior, sino que viene a
subrayar la libertad de aquellos “ancestros”, constructores y albañiles, libres o «francos» por la
licencia de que gozaban para moverse dentro de uno o más reinos.
En cualquier caso, de las antiguas fraternidades y sus escritos, aquellos clérigos ingleses
borraron todo rastro de Cristianismo, utilizando leyendas anteriores de origen medieval como el
Manuscrito Cooke, conservado en el Museo Británico, de las que eliminaron toda mención a
Jesucristo. «Después del establecimiento de la Gran Logia, las Constituciones de Anderson en
1723 excluyen completa y enteramente toda alusión o referencia a Cristo y a su Iglesia... La
intención clara de los trabajos masónicos era suministrar un sistema simbólico y alegórico para
la formación del carácter y la moralidad que se basaba en modelos paganos que no puedan
chocar y puedan constituir la base de la creencia en cualquier religión de prestigio». 24 Así
explicaba el primer paso de su evolución anticristiana el «primer analista crítico de la
Masonería», como le llamó Ricardo de la Cierva, Walton Hannah. Partiendo de ahí puede
empezarse a explicar en qué consiste la religión masónica, supuestamente inexistente según la
Masonería. Algo que el iniciado irá descubriendo en su larga ascensión de la pirámide, aunque
desde el principio se le vayan inculcando las creencias de la «hermandad»: toda logia tiene dos
Vigilantes, el Primero y el Segundo, sometidos a la autoridad de un Venerable Maestro;
superados esos primeros grados, los «azules», podrá traspasar el «Arco Real», y con la mirada
más clara, o más confusa, según se mire, enfrentarse a los 30, 86 u 89 que le aguardan, según el
ritual observado en su Obediencia; el Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), el de Misraím —
Egipto en hebreo—, o el de Memphis u Oriental; por citar solamente tres. En uno de ellos, el 29
del REAA, se dice al candidato: «Creed firmemente que lo aprendido hasta hoy es nada en
comparación con los secretos que se os revelarán si sois Electo y si no os hacéis indigno». 25 Y
debe tenerse en cuenta que en ese grado el iniciado ya se ha encontrado, cara a cara, con una
representación luciferina: Baphomet.
Una amalgama de todas ellas —con alguna más que requiere tratamiento separado— constituye
lo que bien puede llamarse «religión masónica»; un popurrí de elementos compatibles entre sí,
de los que ninguno lo es, en cambio, con la fe de la Iglesia Católica. Ni, realmente, con el resto
de confesiones cristianas —o monoteístas en general— por más que algunas se adaptaron como
pudieron o hicieran la vista gorda ante las prácticas de la secta, a veces durante siglos. El ser
una religión polifacética es lo que hizo que resultara tan disolvente: cada grupo o individuo,
cada Obediencia masónica, puede fijarse preferentemente en el aspecto que más le convenga o
le atraiga. Podría parecer algo muy cómodo, abierto, interpretable... Una religión a la carta para
quien se aproxime a ella por vez primera. Pero no lo es; por el contrario, resulta sumamente
exigente e intolerante, aunque se haya presentado siempre como el paradigma del respeto por
las creencias ajenas. No es esa la realidad; la “corrección política” es un invento masónico: el
amordazar al adversario afectando respetarle mientras se le exige el máximo respeto. Esta es
una de las claves del secreto masónico, un secreto tan celosamente guardado como veremos
enseguida.
24
Walton Hannah, Darkness Visible..., p. 60, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 67
25
Manuel Guerra, Masonería, religión y política, p. 53
10
Las Constituciones de Anderson son un texto sumamente revelador, donde se contienen las
obligaciones fundamentales del masón, los landmarks, que caracterizan a la llamada Masonería
regular, precisamente por respetarlos. Aparecía ya entre ellas la obligación de guardar el secreto
masónico asumiendo el candidato, en el grado primero de su iniciación, el de aprendiz, los más
graves castigos si llegara a violarlo:
Además prometo solemnemente que no escribiré estos secretos, ni los dictaré, esculpiré,
marcaré o dibujaré de ningún modo. Tampoco incitaré a otros a hacerlo ni toleraré que
otros lo hagan, si está en mi mano evitarlo, sobre cualquier cosa móvil o inamovible
bajo la bóveda del Cielo, dondequiera que una letra, carácter o dibujo o la más mínima
traza de letra, carácter o dibujo se pueda leer o comprender [...] para que nuestras artes
secretas y misterios ocultos no sean inadecuadamente conocidos por culpa de mi
imprudencia.
Juro solemnemente observar todos estos puntos sin subterfugio, equívoco o restricción
mental alguna bajo una pena no menor —si violase alguno de ellos— que mi cabeza sea
cortada, mi lengua arrancada de raíz y enterrada en la arena del mar sobre la línea de la
marea baja, o a la distancia de un cable desde la playa, donde la marea regularmente
fluye y refluye dos veces en 24 horas. 26
No olvidemos el juramento y el secreto que volveremos a encontrar como una de las múltiples
causas de las condenas pontificias. 27
En este primer reglamento se establece que el masón no podrá ser un «estúpido ateo», sino
profesar «lo común a todas las religiones»: «Nosotros (los masones) pertenecemos a la religión
universal [...] la religión en la cual están de acuerdo todos los hombres» 28 dicen las
Constituciones de Anderson, partiendo, además, de la creencia en el Gran Arquitecto del
Universo, (G.A.D.U.) el Ser Supremo de los deístas, tan alejado del Dios de la Revelación; un
creador del mundo, nebuloso, lejano, no providente, al que se adora aunque no se le reza. En el
mejor de los casos, sería el Dios de los filósofos socráticos, al que llegaron los griegos del siglo
V a.C. Volveremos sobre esta divinidad más adelante, porque analizaremos ahora lo que
significaba ese «común a todas las religiones»: Quedaba ya establecido un claro sincretismo
religioso que será el origen del relativismo masónico, el venenoso legado de la secta al
pensamiento europeo, convertido con el tiempo en verdadero dogma; pensamiento único;
origen de un totalitarismo excluyente de todo el que se adhiera a la Verdad. San Juan Pablo II lo
denunció lúcidamente:
Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la
actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que cuantos están
convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto
de vista democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea
variable según los distintos equilibrios políticos.29
Es el mismo papa que hablaba de una verdadera «dictadura del relativismo», cada vez más
evidente, que imposibilita al católico a adecuarse a una realidad legal impuesta, frecuentemente,
en total contradicción con la ley natural. Mucho antes, algunos de sus antecesores hablaban de
26
Ver Manuel Guerra, Masonería, religión y política, pp. 58-60
27
El masón arrepentido Serge Abad-Gallardo, publicó en su libro Por qué dejé de ser masón, la siguiente fórmula
de juramento, practicada actualmente en su logia: «—Yo, hermano (o hermana) juro y prometo solemnemente, en
presencia de esta respetable asamblea, no revelar jamás a ningún profano ni tampoco a ningún aprendiz los
secretos correspondientes al grado de compañero. Juro estudiar y practicar las enseñanzas que acaban de serme
dadas y renuevo mi promesa de amar a mis hermanas y hermanos y de socorrerles en la necesidad. Y si cometo
perjurio, que me sea arrancado el corazón para que no se hable de mí entre los masones». La cursiva es nuestra
28
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 137
29
San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus annus, 46 (1991).
11
los peligros del relativismo impuesto por la secta como otra causa de su condena. Lo que fue
amenaza se ha convertido en una realidad. Era previsible: ya en 1948, el primer presidente de la
UNESCO, Julen Huxley, escribía: «Nada hay irrevocable ni eterno en ética». 30 La influencia
masónica en Naciones Unidas y sus agencias ha sido determinante desde el principio, aunque se
hiciera más evidente con el paso del tiempo.
El nuevo totalitarismo relativista se afianza progresivamente y puede ir a peor: Hillary Clinton
decía recientemente: «Los códigos profundamente enraizados, las creencias religiosas y las
fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos
para redefinir los dogmas religiosos tradicionales». 31 Es decir, que es partidaria de un control
absoluto de la religión por parte del Estado, llegando incluso a la «redefinición» de los dogmas;
no se trataría solamente de un nuevo brote del regalismo dieciochesco, 32 sino de establecer lo
que los creyentes debemos creer o no.
Ese relativismo, que se presentaba revestido de tolerancia y respeto a todos las creencias,
muestra ya sus afilados colmillos; la Masonería, que sigue presentándose como la madre de
todas las conquistas democráticas, niega ya abiertamente los derechos humanos; los de
pensamiento y expresión desde luego, pero también los de la familia, y el más sagrado de todos:
el de la vida. No es casualidad que la misma señora Clinton sea partidaria de la financiación
pública de Planned Parenthood, la mayor central abortista de los Estados Unidos, fabuloso
negocio de los Rockefeller, familia que constituye un pilar de todas las organizaciones pantalla
de la Masonería. Tampoco es casual que la repetida señora y su marido, el masón Bill Clinton,
fueran beneficiarios en su día de las becas Cecil Rhodes, que llevan el nombre del
multimillonario masón fundador de la «Tabla Redonda», una de las organizaciones —
pantalla— de más solera que impulsan proyectos masónicos. 33 A otra de esas organizaciones, el
CFR, (Council on Foreing Relations), pertenece el mismo expresidente americano.
El sincretismo masónico originario se ha interpretado en ocasiones como una fórmula de
compromiso adquirida al pertenecer los fundadores de la Masonería a diferentes confesiones
reformadas, pero lo cierto es que la cuestión va mucho más lejos: las Constituciones de
Anderson están impregnadas de la peor de todas las herejías; la más perversa. Porque no parte
del error de un heresiarca, más o menos extraviado y soberbio, sino que se basa en una mentira
elaborada conscientemente: la gnosis; una creencia inducida en un supuesto conocimiento
salvífico que sus «maestros» van suministrando al iniciado hasta convertirle en su propio
redentor; elevándolo sobre los demás —«profanos» llama a la Masonería a los no iniciados en
sus misterios— convirtiéndolo en un ser “perfecto”, independiente de ningún Dios; la «piedra
cúbica», empleando otro término masónico, al final de ese proceso iniciático que, grado a
grado, lo va puliendo.
La gnosis cristiana surgió en el siglo I, como una rebelión contra Yahvé, contra su obra y su
ley, en una comunidad herética de Samaría. Su dios era el Ser Supremo, desconocido, que no
había creado el mundo, llegando a sostener que la salvación consistía en llegar a ese Ser a
través de ritos y fórmulas mágicas. Incluso llegaron a propagar entre los suyos algo tan
contrario al Evangelio como que Jesucristo habría revelado un doble mensaje: el que contiene
el Nuevo Testamento, para la mayoría, y otro más elevado y auténtico para un grupo de
elegidos que lo habrían ido transmitiendo en secreto a sus propios escogidos. Lo mismo que
sostiene toda gnosis, incluyendo la masónica: siempre, desde su origen, ha sido ese uno de sus
principales señuelos; el mismo que emplea también hoy su heredera directa, Nueva Era, surgida
en los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX.
30
Julen Huxley, UNESCO; su objetivo y filosofía, 1948.
31
Conferencia de Hillary Clinton sobre feminismo en el Lincoln Center de Nueva York en abril de 2015
32
Pretensión de controlar a la Iglesia desde el Estado, pero sin entrar en materia de fe o doctrina.
33
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 344
12
Los gnósticos del siglo I redactaron un falso evangelio, el de Tomás, 34 lo mismo que la
Masonería, en su momento fundacional, escribía su propia constitución, con una misma
finalidad: fundamentar una creencia, totalmente contraria a la Verdad revelada, que les confería
—y confiere— una autoridad inapelable ante sus seguidores. Porque, aparte de establecer las
normas fundamentales a observar por el masón, las Constituciones de Anderson —que ni
mencionan a Cristo— trazan una supuesta historia de la Masonería que lleva sus orígenes hasta
Adán (porque más atrás no pudieron ir), descendiendo, en cuanto a la transmisión de sus
conocimientos ocultos, a través de distintos personajes del Antiguo Testamento: Noé, Mizraim
—«el Arte Real 35 fue llevado a Egipto por Mizraim, el segundo hijo de Cam»— o Moisés, que,
además, habría adquirido los secretos del Reino de los Faraones, convirtiendo al suyo en un
pueblo de «perfectos masones», —«Moisés se convirtió en el Maestro General Masón y orientó
a los israelitas en una logia regular y General»; «y les otorgó sabias obligaciones»— hasta
llegar al gran protagonista de este cuento: Hirán Abif. Este aparece realmente en el Libro de los
Reyes 36 como un broncista que el rey de Tiro (“Gran Maestro de la Gran Logia de Tiro”
naturalmente) envía a Salomón (“Gran Maestro de la Gran Logia de Jerusalén”, ¡cómo no!),
pero Anderson le eleva a la categoría de arquitecto constructor del templo, asesinado por la
envidia suscitada por su “saber oculto”. Los conspiradores (del grado 2o de la Masonería, según
la leyenda) trataron de arrebatarle los secretos de la Maestría (grado 3o) pero, fiel a su
juramento, como buen masón, resistió. Referente y personaje clave en la Masonería que sigue
honrándole, tomando de su figura toda una serie de símbolos, como el ataúd situado en el
centro de las logias para ciertos rituales, o las hojas de acacia por el árbol que señalaba su
oculto enterramiento.
Es el supuesto Maestro supremo de la Masonería. Una de las claves principales de su leyenda
gnóstica; la gran oferta que la secta realiza a quienes se inician en ella buscando la propia
superación, la que habrá de situarles en un nivel inimaginable para el profano, sea de la religión
que sea. Y sea cual sea la formación cultural que haya obtenido; incluyendo la excelencia
académica. En tal caso, habría recorrido al menos una pequeña parte del camino; aunque la
sólida formación puede ser también un obstáculo a la hora de dar los primeros pasos en una
logia. Nada, según los falsos maestros, es comparable a la gnosis. No importa que ese
pretendido conocimiento liberador proceda de un texto tan delirante como las Constituciones
que acabamos de comentar; una tergiversación de la Biblia imposible de asumir no ya desde la
fe cristiana o judía sino desde el simple análisis de cualquier mente racional, dotada de algún
espíritu crítico. La desfachatada creación de James Anderson y sus asesores, una obra tan
claramente manipuladora como toda gnosis, que mezcla mentira y verdad para hacerse más
creíble, ha sido asumida como dogma por miles de personas a lo largo del tiempo sin la menor
vacilación. No puede ser liberador un conocimiento procedente de la manipulación de las
grandes verdades. Por el contrario, se ve con toda claridad que es el primer paso de un lavado
de cerebro del que resulta costoso, si posible, llegarse a liberar. La técnica utilizada por toda
secta desde siempre.
Así lo denunció San Juan Pablo II:
34
Ver Robert M. Grant, “Gnosticismo, Marción, Orígenes”, en Arnold Toynbee (dir), Historia de las
Civilizaciones, tomo 4 (“El crisol del Cristianismo”), pp. 472 y ss.
35
Trabajo masónico
36
1 Re 7, 15-22
13
son solamente humanas. La gnosis no ha desparecido nunca del ámbito del Cristianismo
sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes filosóficas,
más a menudo como modalidades religiosas o para-religiosas, con una decidida, aunque
a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente cristiano. 37
[...] «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a
los sabios y entendidos y se las revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido
mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». 38
No vino el Hijo a hablar a los sabios sino a la «gente sencilla»; no a grupos de iniciados,
depositarios de “trascendentales claves ocultas”. Hablando de la Masonería, decía el cardenal
Ratzinger: «Solo Jesucristo es Maestro de la Verdad». 39 Contra su magisterio, levantan la
cabeza, con soberbia luciferina, las sectas; empleando el lenguaje de los papas del siglo XIX.
La gnosis masónica es antropocéntrica; exalta al hombre como clave de todos los misterios,
haciéndole creerse autosuficiente, portador de fuerzas y capacidades que no había soñado
siquiera en su vida de «profano»; redentor de sí mismo; objeto en última instancia de adoración.
Debe añadirse el componente mágico, fundamental en esa evolución: «Hay otros masones que
hablan de una iluminación [...] que tendría lugar durante el ritual iniciático. En esta categoría se
incluyen los que afirman que el iniciado recibe un conocimiento intelectual, y quienes se
refieren a un no menos impreciso “conocimiento simbólico”, o el despertar de “poderes
psíquicos latentes”. Los seguidores de estas tesis se colocan explícitamente en la tradición
mágico-gnóstica. El ritual produce un cambio objetivo en la inteligencia del masón». 40 Es eso
precisamente lo que constataron los obispos alemanes, durante sus reuniones con representantes
de la Grandes Logias, en la segunda mitad de los setenta: «En los rituales que se han examinado
sobre los tres primeros grados masónicos se ha observado en palabras y símbolos un carácter de
cuño sacramental. Dan la impresión de que por su medio se efectúa una auténtica
transformación del hombre». 41 Baste por ahora, pero volveremos a hablar de la declaración de
la Conferencia Episcopal alemana al tratar sobre la Masonería en el siglo XX.
El masón arrepentido Serge Abad-Gallardo 42 escribió un libro sumamente interesante 43 al
abandonar la secta tras su conversión religiosa, relacionada con un viaje al santuario de
Lourdes, y toda una década de acercamiento a la Iglesia; con plena conciencia de que tendría
que afrontar represalias de sus antiguos hermanos de Derecho Humano. El autor del prólogo,
padre Michel, Abad de Sainte-Marie de Lagrasse, explica de manera magistral:
37
San Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, capítulo 14, en Ricardo de la Cierva, Las puertas del
infierno, p. 35.
38
Mt 11,25-27
39
Joseph Ratzinger, Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe (Benedicto XVI), “Reflexiones un año después de
la Declaración de la Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la Masonería”, L 'Osservatore
Romano, 20 de febrero de 1985
40
José Antonio Ullate, o., c., p. 177.
41
Conclusiones del dictamen de la Conferencia Episcopal Alemana, de 28 de abril de 1980.
42
Arquitecto francés, de padres españoles, que perteneció a una de las principales Obediencias de Francia,
Derecho Humano, donde permaneció durante veinte años, abandonándola cuando estaba a punto de convertirse en
maestro grado 14.
43
Por qué dejé de ser masón, publicado en su versión española por Libros Libres en 2015. Título original: J’ai
frappé á la porte du Temple. Parcours d’un franc-maqon en crise spirituelle, Ed. Pierre Téqui.
14
Nos ha expuesto [el autor] el secreto, la revelación que daría un sentido a su vida. Se le
propone la vía de la iniciación y del simbolismo masónico ¿Pero qué hay al final de ese
camino? Nada sino él mismo. El secreto masónico está ahí. «Tienes en ti mismo la
respuesta, tú eres la respuesta». El hombre debe ser su propio Dios para sí mismo. No
necesita de nadie. Por su propia razón, por la experiencia simbólica, experimenta la
divinidad de su ser. Estamos ante una vía embriagadora que puede producir la ilusión de
la omnipotencia. El mundo profano es observado con un cierto desprecio por los
masones que son «los que saben», los que comprenden. El espíritu esclarecido, iniciado,
se cree convertido en maestro [...] El misterio de la persona, de su capacidad de amar, de
su necesidad de ser amada, es extraño a esta gnosis. 44
El que fuera presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, lo explicó, desde
su experiencia personal, con palabras muy parecidas:
Parecía describir un proceso iniciático aunque no lo reconociera; como si tal camino hacia «el
vértice claro del mundo» acaso lo hubiera realizado en solitario. Tampoco reconoció nunca
haber ingresado en la Masonería; al contrario. Aunque no desmentía la pertenencia a la misma
de su propio abuelo paterno, Juan Rodríguez Lozano, 46 el militar republicano ejecutado durante
la guerra civil española. Pero, fuese o no masón, su gobierno fue puramente masónico; dirigido
a la ejecución de una ingeniería social anticristiana que parecía ejecutar al dictado del Gran
Oriente de Francia, más concretamente del Libro Blanco de la Laicidad publicado por tal
organismo. Según Manuel Guerra, en su gobierno, en 2006, «al menos nueve de sus ministros
eran masones, incluyendo al propio presidente (grado 33 en una logia encubierta de
Centroeuropa), la Vicepresidenta Fernández de la Vega y los responsables de Justicia y
Exteriores». 47 Aparte de eso, no faltaron masones que le señalaron como uno de sus
«hermanos». En el artículo “La Masonería y sus misterios” publicado en el diario neoyorkino
La Prensa, el Venerable Maestro Responsable de la Logia Simbólica La Fraternidad n° 387 del
valle de Nueva York, Ortiz Burbano de Lara, afirmaba que Zapatero era masón y «alababa su
contribución a “los grandes cambios sociopolíticos” ocurridos en España». 48 En cualquier caso,
es evidente que aplicó a la sociedad española un tratamiento de choque, aparentemente
irreversible, para imponer la “laicidad” más radical; la cobertura de su eterna lucha contra el
Catolicismo; el viejo designio masónico. Todo culmina —o empieza—, al parecer, con la
adoración del hombre; la invitación de la serpiente a Eva en el Paraíso: «seréis como dioses,
conocedores de todo, del bien y del mal». 49
Pero el camino no se detiene ahí, en ese reconocido antropocentrismo; va más allá. Abad-
Gallardo lo ha explicado así:
Sus misterios [los de la Masonería] se pierden a veces en las fronteras del espiritismo y
44
Padre Michel, Abad de Sainte-Marie de Lagrasse, en Serge Abad-Gallardo, Por qué dejé de ser masón,
«Prólogo», pp. 11 y 12.
45
José Luis Rodríguez Zapatero a Suso (Xesús Miguel) de Toro en Madera de Zapatero. Retrato de un presidente,
p. 205
46
Nombre simbólico Rousseau. Perteneció a la logia leonesa Emilio Menéndez Pallarás n° 15, de la Obediencia de
la Gran Logia del Noroeste de España. Era aprendiz grado Io en 1933.
47
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 418
48
Ibíd.
49
Gn, 3, 5-6
15
de las misas negras como lo recordaba en 2011 el padre George Morand (muerto en
2014), antiguo exorcista de la diócesis de París. 50
El padre Morand no era el único exorcista que conocía la conexión entre Masonería y
satanismo: el propio Abad-Gallardo me escribió pidiéndome documentación sobre los rituales
masónicos con connotaciones satánicas; le habían invitado a dar una conferencia en un
seminario polaco sobre ese tema, que no conocía en profundidad; aunque había practicado el
Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), recordemos que no había pasado del grado 14; de
haber llegado al 29 no tendría que preguntármelo por lo que muy pronto veremos. Cuando le
conocí, en Madrid, en mayo de 2015, directamente le pregunté en qué grado había tomado
conciencia, si es que lo hizo, de que se practicara algún culto a Lucifer en su obediencia, y sin
pensarlo dos veces me contestó: «En el 1o. Cuando pregunté por qué se hacía me contestaron:
“es algo simbólico y solo una vez al año”». Se quedó a medio camino en su iniciación; nunca
llegó a ser la «piedra cúbica»; por eso buscaba información antes de ir Polonia para instruir a
los futuros exorcistas. Pero aun así, sin darse cuenta, sabía mucho más que yo de la cuestión;
como no tardaría en descubrir: a punto de terminar este libro, me comunica la publicación
inminente de otro suyo, el segundo sobre el tema, cuyo título vale por un tratado: Je serváis
Lucifer sans le savoir (“Servía a Lucifer sin saberlo ”). 51 Hace ya tiempo que sirve a la Verdad:
después de su visita a Polonia ha dado conferencias sobre el mismo tema en Italia, cerca de
Módena; próximamente irá a Roma; en Reims habló para los exorcistas... Le deseo, como él a
mí, que «Santa María le proteja».
Luciferismo
Cuesta creerlo, pero en la Masonería se adora a Lucifer. Antes o después; de una manera más o
menos consciente; como “símbolo” o realidad personal; con mayor o menor implicación. Los
papas lo denunciaron de manera más o menos expresa a lo largo de los siglos XVIII y XIX.
Uno de los más claros en este punto fue Pío VIII 52 que al hablar de la Masonería dijo
textualmente:
Secta satánica que tiene por única ley la mentira, por su dios al demonio, y por culto y
religión lo que hay de más vergonzoso y depravado sobre la faz de la tierra. 53
Cuesta creerlo, pero es así. Uno de los mayores expertos en Masonería de España, Manuel
Guerra 54 refiriéndose a la conexión entre la secta, Lucifer y el luciferismo, dice: «Cuando oía
hablar de su relación, durante bastante tiempo no la acepté. Me ha hecho cambiar de opinión la
información verdaderamente fiable, facilitada por masones sobre varios grados del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, así como libros de Grandes Maestres y fundadores de las Ordenes
50
http://fr.aleteia.org/2015/05/05/les-revelations-fracassantes-dun-ancien-grand-maitre-franc-macon/?
51
Ed. Pierre Tequi, 2016
52
Francisco Castiglioni, (Cingoli 1761-Roma 1830); elevado a la cátedra de San Pedro el 31 de marzo de 1829,
murió el 30 de noviembre de 1830. Fue sepultado en San Pedro.
53
Pío VIII, Carta Encíclica Traditi humilitati nostrae, 1829. Publicada en el inicio de su pontificado, lamentando
el avance del indiferentismo religioso y del laicismo, e invitando a los obispos a vigilar a las sociedades secretas y
la difusión de libros nocivos para la educación de los jóvenes
54
Doctor en Teología Patrística y en Filología Clásica, Consultor del Secretariado de la Comisión Episcopal de
Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, profesor emérito de la Facultad de Teología
del Norte de España de España, que presidió; miembro de la Real Academia de Doctores de España. Sus
publicaciones sobra Masonería serán de las más citadas en este libro
16
que abordan esta cuestión». 55 Proporciona un ejemplo concreto: «M. Hernández, masón (grado
14) en la Masonería mixta (hombres/mujeres) internacional, Derecho Humano [la de Abad-
Gallardo] reconoce, en carta privada, que “la Francmasonería solo tiene relación con el
luciferismo en el Grado Maestro 3o, en su leyenda, jamás con el satanismo”. Lo mismo
reconoce también Juan Carlos Daza, iniciado en 1987 en la logia vallisoletana Hermes-
Amistad, maestro masón y miembro del Gran Consejo Simbólico de la Gran Logia Simbólica
Española [...] La Obediencia Oriente Luciferino, fundada recientemente en Murcia (España) por
masones del Derecho Humano, pone de relieve la dimensión luciferina de la Masonería. No la
disimula ni en el nombre». 56
Interesante matiz el aquí introducido: el culto a Lucifer es admitido por algunos masones, pero
a la vez tratan de distinguir entre Satanás (el culto a este, en principio, nunca se admite) y
Lucifer, pero dicha diferenciación no resiste un estudio medianamente riguroso. Son la misma
criatura; aunque a Lucifer lo disfracen con atributos propios y positivos, lo que hacen es buscar
en el demonio lo que pueda convertir su culto en atractivo para sus adoradores. Aunque en esas
disquisiciones frecuentemente se traicionen y caigan en contradicción.
Lo luciferino ha estado presente en la Masonería desde el principio: ya en la leyenda de Hirán
Abif, el gran maestro y referente de su gnosis, este recibió el conocimiento directamente de
Tubalcaín que le revela ser él —el propio Hirán— el «último descendiente de Caín, último
príncipe de la sangre de la línea del Angel de la Luz (“Lucifer’-Portador de la Luz)»; 57 Hirán
descendía del demonio.
De modo que al final de la cadena, de todo ese proceso iniciático, el masón llegará a poseer la
luz luciferina; de ahí procede ese conocimiento oculto y celosamente preservado y transmitido,
según la Masonería; desde Adán hasta que en el siglo XVIII, aquellos respetables clérigos
ingleses lo rescataron para transmitirlo a las nuevas generaciones de la hermandad masónica.
No debería monseñor Ravasi haber invocado a James Anderson como punto de unión con el
Catolicismo, tal como lo hizo en su lamentable artículo donde dice: «Una de las primeras y
fundamentales “constituciones” masónicas fue redactada por el pastor presbiteriano James
Anderson, muerto en 1739. En ella, entre otras cosas, se afirmaba que un adepto “no será nunca
un ateo 58 estúpido ni un libertino irreligioso”». 59 Y no solamente por ser el autor de una
descomunal mentira. También porque ese texto contenía una propuesta abiertamente contraria
no ya al Catolicismo sino a toda fe revelada; un camino iluminado por «El Portador de la Luz».
Según Ravasi, tenemos los católicos en común con los masones, entre otras cosas, el ser
«creyentes», y que el autor de su primer reglamento fuera un clérigo cristiano. Huelgan
comentarios, pero me permito solo uno: parece estar en sintonía con la pretensión masónica de
que la Iglesia, ante el tercer centenario de la Masonería, «se abra al diálogo» y... anule la
Declaración de 1983, la última de las condenas pontificias, como ha solicitado al papa
Francisco el masón Jean-Claude Féraud-Gargantini, el 8 de marzo de 2016. Sería la victoria
final de la secta; la puerta abierta a la mayor confusión de los católicos; «humo de Satanás».
Como sigue diciendo Manuel Guerra, en las sectas Satanás y Lucifer «son seres diferentes»,
pero, en tal caso, cuando los masones hablan de Lucifer, ¿a quién se refieren? Generalmente lo
representan como Baphomet, “dios andrógino”, o sea, el dios masculino (falo erecto), femenino
(pechos) y teriomórfico o animal (cabeza y cuernos de chivo) [que] según la tradición masónica
55
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 165
56
Ibíd.,pp. 165, 166
57
Ibíd., p. 166. La cursiva es nuestra
58
Desde el siglo XIX el ateísmo es compatible con la pertenencia a la Masonería; con las logias que dependen del
Gran Oriente de Francia concretamente; luego en ese punto, las Constituciones de Anderson no se aplican ya en
todas las Obediencias
59
Gianfranco Ravasi, “Cari fratelli massoni”, Il Solé 24 Ore, (La Chiesa & La Loggia), 14-2-2016, p. 29
17
habría sido venerado en secreto por los templarios medievales [.. .]». 60 Es decir, su imagen es la
de un ser “humano”, al menos en su torso (aunque tenga ambos sexos) y brazos, con cabeza y
patas de macho cabrío y cuernos bien desarrollados. En otras palabras, una de las
representaciones más frecuentes del demonio en la cultura occidental.
Y esa divinidad es la que preside ciertos rituales masónicos. En la iniciación en el grado 29 del
Rito Escocés Antiguo y Aceptado (uno de los mayoritarios) se le rinden honores: «“El
Baphomet, dios andrógino, penetra en el templo [de la logia] llevado por el Vigilante Primero y
por el Segundo”, o sea por las dos máximas autoridades después del Venerable Maestro. “Es
paseado en forma circular por la logia siguiendo las agujas del reloj”. A su paso se rinde
veneración (genuflexión de la pierna izquierda, etc.)». 61 Sigue contando el experto que
Baphomet queda situado en el centro de la logia mirando hacia Oriente y hasta allí es
conducido el candidato con los ojos vendados. Cuando está frente a él, se le quita la venda. De
modo que en este momento de su recorrido iniciático el masón se encuentra cara a cara con esta
representación del «Portador de la Luz», para continuar el ritual: es ahora cuando debe escoger
entre la cruz cristiana, «símbolo de muerte y destrucción» y la de «la Luz y la Vida», en forma
de X, asociada a Baphomet, dios de la Luz. «La elección se manifiesta “pisando la cruz
[cristiana] con el pie izquierdo y con el derecho en este orden”. [...] A continuación, el
candidato recita la fórmula del juramento “con los brazos en forma de X sobre el pecho, el
derecho sobre el izquierdo”». 62 ¿Serán conscientes todos los que pasan a este grado de que se
están consagrando al demonio? Puede que no.
El ritual es muy similar en la iniciación en el grado Caballero Masón VI de la Orden
Illuminati: 63
Se coloca [el candidato] de pie, tras el altar que está «cubierto con el paño negro, velas rojas
encima e incienso encendidos, el mallete, la cruz». Con los brazos hacia el cielo en forma de V,
exclama: «A la gloria del Gran Arquitecto del Universo, Baphomet, de los Superiores
Desconocidos y de la Orden Illuminati... » El ritual sigue exponiendo la ceremonia. «Baje las
manos... Coja la cruz, tírela al suelo delante del altar, cruce los brazos (el derecho sobre el
izquierdo) en el pecho en forma de X con el mallete 64 en la mano derecha y exclame: ¡Que esta
cruz, como símbolo de la muerte y de la destrucción, desaparezca del mundo! ¡Que la luz de
Baphomet la suplante! ¡Gloria a ti, Dios verdadero, Baphomet, el dios de la luz y de la
iniciación...! Esta ceremonia se repite con las mismas palabras y gestos al comenzar la
iniciación en el grado Iluminado Dirigente IX». 65
Respecto al primero de los rituales, debo añadir aquí una experiencia personal: sinceramente,
con toda la credibilidad que tenían los expertos que lo habían publicado, debo decir que
albergaba mis dudas sobre que pudiera ser realmente como queda descrito; al menos en el
presente, pareciéndome algo más bien obsoleto que podría haberse practicado en otros tiempos.
Salí de dudas en marzo de 2014, cuando uno de mis alumnos de la Senioribus me propuso dar
una conferencia sobre Masonería para una organización cultural a la que pertenecía; el Foro de
Madrid. Tercer Milenio. Accedí, y al llegar a la sede del Club Financiero, en el Centro Colón,
que acogía a los organizadores, se me acercó un señor que se presentó como jefe de una gran
Obediencia masónica, advirtiéndome que no le gustaba aquella convocatoria, pero que esperaba
60
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 155
61
Ibíd.,p. 167
62
Ibíd., p. 155. «Las palabras entrecomilladas están tomadas del ritual del grado 29, usado en Nueva York». Ibíd.
63
Organización de origen masónico
64
«Mazo o martillo de madera en forma de T (Tau griega) o de doble cabeza de 22 cm de largo. Es atributo y
símbolo de autoridad del V. M. [Venerable Maestro] y de los dos Vigilantes [los que hay en cada logia]. [...] Sus
golpes rituales van marcando el desarrollo de las tenidas», Manuel Guerra, La trama masónica, p. 387.
65
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 155.
18
pudiéramos hablar más adelante. Era Tomás (o Tom) Sarobe, Gran Maestro de la Gran Logia
de España; 66 algo así como el soberano de los masones españoles; aunque ya no lo era; 67 lo
había sido, ciertamente, a la muerte del histórico Luis Salat, 68 en 1996. Nadie me había avisado
de su asistencia; estaba claro que, sin yo saberlo, se había organizado un debate más que una
conferencia, como resultó en realidad.
Al acabar mi exposición se le dio la palabra a Sarobe que me contradijo en algunos puntos,
reivindicando la democracia como legado masónico; asumía naturalmente la autoría de la
Revolución Francesa, y dijo que si los reyes compartieron mesa con sus vasallos fue gracias a la
Masonería también. Liberté, égalité, fraternité... Pero hubo una sorpresa: al llegar el tumo de
preguntas, una señora, que había asistido a uno de mis seminarios —realmente lo había
organizado porque era la directora de la Senioribus, María García-Carrillo— me pidió que
leyera un ritual de iniciación que di a conocer entonces a los asistentes. Comprendí que se
trataba del correspondiente al grado 29 del REAA, único que recordaba haber leído en aquel
seminario. Así lo hice, y al acabar mi lectura nadie me miraba; todos los asistentes, unas setenta
personas, incluyendo a mi mujer que compartió mesa con el Gran Maestro, estaban pendientes
de Sarobe, quien para general sorpresa guardó un silencio absoluto, con expresión indefinible;
como petrificado. Pasaron los segundos hasta que comprendimos que aquel silencio sería
permanente; no habría ninguna respuesta por parte del hombre que estaba allí en representación
de la Masonería. Luego era cierto; conocía perfectamente el ritual; no podía desmentir que se
practicara. Debo decir que, al parecer, Tom Sarobe había tratado de imponer el rito de York
sobre el escocés pero indudablemente estaba familiarizado con él; no podía negarlo. De hecho,
su hombre de confianza, Alberto Martínez-Lacaci, 69 controlaba los altos grados del REAA.
Seguramente, cuando coincidimos Sarobe no esperaba que en aquel foro alguien leyera en su
presencia el tremendo rito del grado 29. Solo así se explica su reacción; tan clarificadora para
los asistentes.
Hablando de experiencias personales: meses más tarde, el nieto de un grado 33, a quien su
abuelo quería iniciar en la Masonería, me dio una peculiar versión del Génesis, tal como él la
había recibido: «Lucifer fue quien llevó la sabiduría al hombre en el Paraíso y Dios los expulsó
a los dos; Lucifer es nuestro aliado». Por la misma época, otro joven que, después de ver en
Internet una de mis conferencias sobre Masonería, había venido a verme para comentar su
próxima iniciación masónica, me escribió para decirme que finalmente, en vez de seguir
adelante con su proyecto, había vuelto a la Iglesia. Cuando estuvo en mi despacho, añadió,
acababa de tatuarse el símbolo de los Illuminati —Masonería luciferina— como preparación,
daba a entender, para su ingreso en la logia elegida. Por último, hace solamente unos meses,
ante mi sorpresa, en público, un tercer joven me interrumpió para pedirme respeto a Lucifer
aunque solo fuera por todas la personas que le adoran. Le pregunté si conocía la Masonería, y
me respondió sonriente: «No tanto como usted quizá, pero sí».
Esa petición me recordó el asunto de la misa satánica autorizada por la presidenta de la
Universidad de Harvard en mayo de 2014: El Club de Estudios, organizador del sacrilegio,
sostenía que «el satanismo es una religión válida [...] los satanistas son individuos que veneran
66
Hijo de padres republicanos, se había iniciado en la Masonería en Inglaterra en los años 70. «Tomás Sarobe,
gran maestro de la Gran Logia de España, fue también elegido gran maestro del Grande Oriente Español [...] el
Grande Oriente había salvado las formas y mantenía su nombre y su personalidad jurídica pero se integraba de
hecho en la Gran Logia de España». Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 505
67
«Fue “radiado” o expulsado en mayo de 2001, tras ser sometido a un juicio masónico por comportamientos
impropios. Entonces la GLUI [Gran Logia Unida de Inglaterra] le retiró su reconocimiento que, al parecer, ya le ha
devuelto». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 75. Ver “Eleccions a la masonería en un clima de gran
crispado”, El Triangle, n° 579, de 15 de abril de 2002, p. 8.
68
Gran Maestro de la Gran Logia de España entre 1982 (recién legalizada en España la Masonería) y 1996
69
Alberto Martínez-Lacaci y Martínez-Cossío, Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33, (que rige al
Rito Escocés) y Gran Maestro adjunto de Tomás Sarobe en la Gran Logia y el Grande Oriente Español.
19
un ente ajeno a ellos». El grupo Templo Satánico convocaba a una misa negra el día 12 de
mayo a las 8:30 en las instalaciones del Harvard Extensión Cultural Studies Club. Se indicó
que usarían una hostia consagrada, aunque más tarde, ante el revuelo originado, anunciaron que
la Eucaristía no formaría parte del evento. La Oficina de Comunicación de Harvard manifestó «
[...] apoyamos los derechos de nuestros estudiantes y su facultad de expresarse y dialogar
libremente». La diócesis de Boston se opuso, con el cardenal O’ Malley 70 a la cabeza; la Liga
Católica se movilizó e inició una recogida de firmas; hubo también campañas de oración en
varios estados e intervinieron algunos rectores y profesores; entre ellos el doctor William
Fahey, del St. Thomas More College, a quien conocí meses después en un congreso
internacional celebrado en el Valle de los Caídos. 71 Su argumento para frenar la blasfemia
había sido irreprochable: el ejercicio de los «derechos» de aquellos «creyentes» satanistas
entraba en conflicto abierto con los de millones de norteamericanos que se sentían gravemente
heridos por el ataque a sus propias creencias. No otra cosa podía significar la exaltación del
Maligno.
Hasta que finalmente, a última hora, la presidenta [rectora] de Harvard retiró la autorización.
Pero, aun así, era la mayor conquista que el sincretismo relativista masónico había logrado
hasta entonces: una misa negra en el símbolo de la excelencia académica norteamericana. Por la
misma época, el mismo Templo Satánico, con sede en Nueva York, proponía levantar un
monumento al diablo frente al Capitolio de Oklahoma. Acompañado de dos niños que,
apelando a la igualdad de derechos y la no discriminación, contemplaban arrobados al demonio;
la figura central, con cabeza de cabra, cuernos y alas, era la imagen más convencional de
Baphomet, a falta solamente de algún atributo sexual. Además, Templo Satánico ha conseguido
una gran victoria complementaria: el monumento a los Diez Mandamientos que se encontraba
emplazado allí mismo, desde 2012, ha sido desmontado por orden de la Corte Suprema de
Oklahoma. No había lugar para Dios y Satanás frente al Capitolio; y este último prevalecía en
apariencia.
No fue de extrañar que en agosto de 2016, en el mismo sitio, volvieran a la carga los satanistas
con la organización de otra misa negra en un local público, autorizada esta vez por el
Ayuntamiento de Oklahoma; eligieron, provocativamente, el día de la Asunción, pero la
asistencia fue bastante escasa. El jefe del grupo satánico organizador del acto blasfemo atribuyó
su fracaso a la movilización de los cristianos de varias confesiones que rezaron juntos en una
marcha de oración y reparación. Así están las cosas: la oración colectiva de los cristianos, su
visibilidad, neutraliza a los adoradores del demonio; incluso cuando niegan adorarle, como
hizo, de manera incongruente, el jefe de su Templo. Dios, del mal saca el bien; las obras buenas
buscan la luz. La Verdadera. Pero el relativismo avanza, “discretamente”, a favor de la otra; la
de Baphomet: no hace mucho este culto al Mal a la luz del día, autorizado por los gobiernos,
académicos o municipales, hubiera sido impensable.
Lo mismo que la ceremonia de inauguración del túnel de San Gotardo, en Suiza, el más grande
del mundo, celebrada en junio de 2016, dos meses antes de lo de Oklahoma, con asistencia de
la canciller Angela Merkel, el presidente francés, Hollande, —abanderado del laicismo
masónico— y el primer ministro italiano, Matteo Renzi. Una tenebrosa ceremonia en la que un
ser en el que podía reconocerse a Baphomet dirigía a una humanidad alienada, entregada al
sexo, sin capacidad de reaccionar ni siquiera ante la muerte; con gran disfrute de la diabólica
figura que se movía por el escenario alardeando de una libertad que solamente él gozaba.
Ninguno de los asistentes, que sepamos, mostró su desagrado por el montaje del director
alemán Volker Hesse, autor de la inquietante puesta en escena. Para entender la
«normalización» de la presencia demoníaca en el espacio público, y ante los máximos
70
Cardenal Sean Patrick O’ Malley, arzobispo de Boston
71
«El Monacato Benedictino y la Cristianización de Europa. Evan- gelización y Fundamento», celebrado en julio
de 2014
20
dirigentes europeos, la aceptación generalizada del dogma relativista parece insuficiente; tiene
que haber algo más. Quizás acertaba Ricardo de la Cierva al decir que «En nuestra época el
satanismo, más o menos abierto, es la palanca principal utilizada por la Masonería para
enfrentarse a la concepción cristiana y católica». 72
Benedicto XVI se refirió en varias ocasiones a Señor del Mundo, la obra de Robert H.
Benson, 73 como un libro profético de lo que estaba por llegar; o más bien, empezando: la
venida del Anticristo a un mundo bien preparado para recibirle gracias al relativismo; el
secularismo a ultranza; el rechazo violento de la fe revelada; hasta llegar, en nombre de la
tolerancia, a la persecución —cruenta— de los cristianos. Todo ello ambientado en la Europa
más culta y desarrollada. Manuel Guerra decía al hablar de esta obra: «Uno de los grandes
pensadores del siglo XX, Augusto del Noce, detecta un grave peligro y una “tesis masónica
esencial” precisamente en el humanitarismo de corte meramente filantrópico, así como en la
separación de la ética y de la política respecto de la religión». 74 Y lo denunciaba el filósofo
italiano un año antes de su muerte, en 1988, precisamente al comentar la novela de Benson. 75
En 2015, el papa Francisco también recomendaba viva e insistentemente su lectura, hablando
del designio mundialista como «colonización ideológica», y lo que consideraba su principal
instrumento; la ideología de género. 76 Designio e instrumento de clara inspiración masónica,
cuyas claves, según el papa, se encuentran en Señor del Mundo.
En “Señora del Mundo” en cierta medida iba camino de convertirse Hillary Clinton cuando
apareció una noticia relacionada con ella realmente sorprendente; llegaba a su fin 2016, un año
importante en cuanto a la “normalización” del demonio en la vida pública, cuando se informaba
al mundo entero de que la candidata demócrata a la presidencia americana «posiblemente» era
satanista; y dicha información venía de su país: el madrileño periódico El Mundo titulaba:
«Hillary, acusada de adorar a Satanás por un email de WikiLeaks». 77 Según el corresponsal en
Washington, Pablo Pardo, #SpiritCooking era el trending topic número uno en Twitter en
Estados Unidos. Y eso significaba que «el jefe de campaña de Hillary Clinton [John Podesta] y
posiblemente, la propia candidata, son adoradores de Satanás». «Aunque, —seguía diciendo—
paradójicamente, una secta satánica estadounidense ha negado que Clinton esté entre sus
filas». 78 Y es que la cosa venía de atrás; por eso se producía el desmentido de los satanistas;
bueno, de una secta en concreto...
Curiosamente no llegó ningún otro; ni Clinton ni Podesta se sintieron obligados a hacerlo.
Acaso no les molestase en absoluto que se les relacionara con «el portador de la luz» a quien en
un sentido teológico no tienen tan lejos: decía Juan Pablo II que detrás del aborto encontramos
la «lógica del maligno» 79 y Hillary estaba siendo financiada generosamente por la gran
industria abortista “y traficante de órganos de los niños asesinados” Planned Parenthood, con
quien comparte objetivos a la hora de blindar el aborto como «derecho humano universal»; lo
que ya defendía su marido en los años 90. «La lógica del maligno»... Y desde esa óptica, resulta
totalmente lógico que la señora Clinton, declarada enemiga del Catolicismo, proyectara
«redefinir» los dogmas religiosos como proclamó en abril de 2015. Decididamente, el culto
satánico “o la tolerancia con el mismo” ha debido consolidarse de manera impensable hace
solamente unos años cuando un candidato a la presidencia de los Estados Unidos ni se molesta
72
Ricardo de la Cierva, Masonería, satanismo y exorcismo, p. 226
73
Robert Hugh Benson, Señor del Mundo, Ed. San Román, 2011.
74
Manuel Guerra, Masonería..., p. 177.
75
Augusto del Noce, “El señor del Mundo”, en 30 Giorni nella Chiesa, enero de 1988, pp. 66-69.
76
Lo hizo en rueda de prensa en el avión que le llevaba de vuelta a Roma desde Manila en enero de 2015. «Les
recomiendo que lo lean, — dijo— y leyéndolo entenderán a qué me refiero con la colonización ideológica». Ver
Religión en Libertad, 20 enero de 2015.
77
El Mundo, “Estados Unidos. Elecciones presidenciales”, 5/11/2016. www.elmundo.es/intemacional
78
Ibíd.
79
San Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, 8
21
en aclarar este punto; personalmente o a través de alguien de su equipo. ¡Cuán útil ha resultado
a las sectas el asentamiento del dogma relativista! ¡Cuán peligroso a la hora de defender la
libertad y los derechos fundamentales de la persona! El de la vida en primer lugar, pero no él
solamente.
Sobre dicha ideología Francisco I se ha pronunciado con la misma visión que sus antecesores:
Otro desafío surge de diversas formas de una ideología genéricamente llamada gender,
que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer. Esta presenta una
sociedad sin diferencias de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta
ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una
identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad
biológica entre hombre y mujer. 80
Lo que representa, sin duda, el mayor «desafío» del proyecto mundialista: la conquista de una
sociedad sin familias, incapaz por lo tanto de resistir ese último envite; la premisa fundamental
para «colonizar» —como dice el Santo Padre— al género humano.
El G.A.D.U. y Lucifer
Detengámonos ahora en la figura del Gran Arquitecto del Universo: el dios de los masones,
que, por su propia indefinición, puede ser interpretado como cualquier divinidad, «Lo común a
todas las religiones». La propia Masonería lo ha explicado así:
Es el dios del sincretismo en el que todos caben; puede ser considerado incluso como una
simple fórmula. Una publicación masónica, la Rivista della Massoneria, sostenía, en agosto de
1874, que «puede adaptarse a todos los gustos, incluso a los de un ateo». En 1909, la misma
publicación concretaba:
Se reprocha a la Masonería que la fórmula del Gran Arquitecto del Universo sea
ambigua y absurda, pero constituye la afirmación más justa y abierta de miras del
inmenso principio de la existencia, y puede perfectamente representar al Dios de
Mazzini, lo mismo que al Satanás de Giosué Carducci. Es Dios en cuánto fuente del
amor, no del odio; es Satanás en cuanto genio del bien, no del mal. 82
Según el ex Gran Maestro de la Gran Logia Simbólica de España, Javier Otaola, «El Gran
Arquitecto del Universo, símbolo masónico, no es un concepto teológico, sino una imagen, y
por tanto no se identifica ni con un Dios abstracto, ni con un Dios concreto, sino que es solo un
símbolo». 83 El escritor José Antonio Ullate, que vengo citando, ha estudiado detenidamente la
80
Francisco I, Exhortación Apostólica Amoris laetitia, 56
81
Guido Laj, Gran Maestro del Gran Oriente de Italia, en José Antonio Ullate o. c., p. 59
82
Rivista della Massoneria, de 1909, en José Antonio Ullate o. c., p. 61.
83
Alfa y Omega de 26 de abril de 2001, en Manuel Guerra, La trama masónica, p. 135
22
delgada línea que puede separar al G.A.D.U. de Lucifer desde la óptica masónica. Ese
Carducci, 84 de la cita anterior, es el poeta masón que dedicó todo un himno a Satanás,
publicado por Ullate, del que extractamos:
El himno tuvo una gran repercusión por tratarse de la obra de uno de los principales poetas de
la época, pero causó, como es lógico, un gran desasosiego en algunos espíritus. Incluso el
masón Quirico Filopanti mostró su desagrado por aquella composición tan expresamente
satánica. Pero quedó tranquilizado cuando su autor respondió: «Yo amo y creo». 86 Con la
complacencia del Gran Maestro Lenzi que medió en aquel asunto, aunque Carducci todavía no
había entrado en la Masonería, en la que después sería muy activo, llegando a fundar una
logia. 87 Filopanti quedó tranquilizado con tan breve explicación en un claro ejercicio de
relativismo masónico. Satanás, al parecer, quedaba convertido en símbolo de la rebelión contra
el poder constituido; defensor de la libertad individual. Aunque nada podría resultar más
paradójico: ¿«el acusador»; «el disgregador»; «el enemigo del hombre», convertido en su
defensor? Para verlo así es necesario haber rechazado previamente toda la Revelación divina;
de principio a fin; sublevarse, como el ángel caído contra Dios. José Antonio Ullate concluye
zanjando, por su parte, la cuestión:
Relativismos, simbolismos y matices aparte, queda claro que en la Masonería, de manera más o
menos expresa, se adora a Lucifer. En ocasiones, muy claramente. Solo es necesario conocer
algunos rituales o hablar con masones de altos grados, para darse cuenta. La orientación
luciferina suele ser más evidente aun en las sectas de origen masónico, como la Orden de la
Rosacruz de Oro; la OTO (Ordo Templi Orientis), o los «Illuminati» de Baviera.
Esta última, merece algún comentario: fundada por el alemán Adam Weishaupt, 89 profesor de
Derecho Canónico —lo que se ha utilizado recientemente para limpiar su imagen diabólica,
como si el haber impartido esa disciplina le hiciera incuestionable— de la Universidad de
Ingolstadt, en 1776, como una secta independiente hasta 1780, cuando los Illuminati
pretendieron, sin éxito, unificar a toda la Masonería europea bajo su dirección. Cuatro años más
tarde se dispersaron por la Alemania protestante al quedar prohibidas en Baviera las sociedades
secretas por decreto del Duque. Una rama, con apoyo masónico, pasó a Francia y otra llegó
hasta América, donde, junto a fuertes rechazos, encontró el apoyo de Thomas Jefferson, que en
1800 llegó a calificar a Weishaupt de «entusiasta filántropo». 90 En 1785 se constituyó en Nueva
84
Giosué Carducci (1835-1907), uno de los mayores poetas italianos de la segunda mitad del siglo XIX; autor de
Odas bárbaras, buscaba una vuelta al paganismo clásico; recibió el premio Nobel de Literatura en 1906.
85
Giosué Carducci, en José Antonio Ullate, o. c., pp. 65 y 66.
86
Ibíd.
87
Se inició en la Masonería en 1866 y fundó la logia Felsinea.
88
José Antonio Ullate, o. c., p. 67.
89
Iniciado en la logia muniquesa Zur Behusamkeit, (“A la Prudencia”), en febrero de 1777.
90
Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 97
23
York la Logia Colombia de la Orden de los Illuminati, de la que procede la Gran Logia
Rockefeller, 91 que perpetúa el designio de su fundador; un mundialismo en el sentido que
Weishaupt propugnaba:
Es preciso establecer un régimen de dominación universal, una forma de gobierno que se
extienda por todo el planeta. Es preciso conjuntar una legión de hombres infatigables en torno a
las potencias de la Tierra, para que extiendan por todas partes su labor siguiendo el plan de la
Orden. 92
A saber, la desaparición de las soberanías nacionales a favor del proyecto Illuminati; un Nuevo
Orden Mundial en el más profundo sentido del término: la transformación del paradigma
humano, destruyendo cualquier resto de la herencia cristiana, desde un poder monocrático.
La Gran Logia Rockefeller, apoyo fundamental de las organizaciones pantalla de la Masonería,
es «una orden secreta del iluminismo, de signo luciferino, con sede central en Nueva York [...]
muy cerca del Rockefeller Center con la figura del mítico Prometeo en el suelo en actitud de
rebeldía un tanto orgiástica contra Zeus, el dios supremo del panteón griego, y símbolo de la
irreligiosidad en cualquier época. En lo alto del rascacielos Tishman, de 116 metros de altura,
figuraba el 666 de brillante color rojo de día, iluminado de noche. Este número fue retirado en
1992, pero el edificio es ahora el “666 Quinta Avenida”. Su rito pretende otorgar una luz
superior a la masónica». 93 La de Lucifer, huelga decirlo.
Pero si este es diferente de Satanás, como la Masonería pretende, cabe preguntarse qué pintaba
el número de la Bestia en ese rascacielos. Y también el por qué dicha Gran Logia solo admite a
masones que hayan alcanzado los grados superiores en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado; es
decir a los que ya han adorado a Baphomet. Aparte de exigirles una relevancia especial en el
mundo de la política, las finanzas o la cultura. 94 El proyecto de Weishaupt, el fundador de esa
orden luciferina, se va logrando de esta manera. Su núcleo interno «está formado por los
luciferianos, que adoran a Baphomet (Lucifer) como único Dios verdadero, aunque al final lo
suplante el individuo, el iniciado»; 95 la culminación del proceso iniciático al que se referían
Rodríguez Zapatero y el ex masón Abad-Gallardo: la adoración del hombre; «el hombre como
único dios y dueño de sí mismo, de su medio y de su destino». 96 Lucifer ha sido su compañero
de viaje; quien finalmente lo sube al pedestal donde debe ser adorado; el pecado original; nada
nuevo. Por otra parte, aunque se haya cuestionado, los Illuminati pertenecen a la Masonería.
Incuestionablemente: se estructuran en 13 grados; seis de ellos son los principales del REAA.
Puede matizarse que están enmarcados en la Masonería irregular, al no asumir los landmarks de
la regular, pero pertenecen a la misma secta condenada una y otra vez por la Iglesia, en todas
sus ramificaciones. Y tal condena, llegando a este punto, no puede extrañamos.
No exageraba Pío VIII cuando, como vimos, condenaba a la Masonería llamándola «Secta
satánica que tiene [...] como Dios al demonio». 97 Ni hablaba en sentido figurado; tan solo
expresaba una realidad. Frecuentemente oculta, disfrazada o agazapada detrás de los más
vistosos ropajes, incluso para una buena parte de los que militan en las filas masónicas, pero
realidad al cabo.
Terminaré este apartado citando a uno de los mayores expertos españoles en esta cuestión:
Ricardo de la Cierva. 98 En el último libro que dedicó a la Masonería habló con más claridad
91
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 296
92
Ibíd., p. 297
93
Ibíd., pp. 289 y 290
94
Para la Gran Logia Rockefeller, ver el Diccionario Enciclopédico de las Sectas, de Manuel Guerra, Ed.
Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), p. 816 (4a edición).
95
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 89.
96
Ibíd
97
Pío VIII, Carta Encíclica Traditi humilitati nostrae, 1829
98
Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015), catedrático de Historia en las Universidades de Granada y Alcalá de
Henares; diputado a Cortes por Murcia y senador por la misma región; ministro de Cultura en 1980, con Adolfo
24
que nunca:
Ciertos autores masónicos elogian a Lucifer. Esto no termina con tal afirmación. Se
extiende al campo simbólico también. Es importante subrayar que no todos los masones
rinden culto a Lucifer, solamente el cinco por ciento que hay en la cumbre de la
Masonería. Mucha gente todavía no ha entendido la importancia de estudiar este asunto
hasta su conclusión lógica. [...] la Masonería superior deliberadamente miente a la
Masonería de segunda clase para que sean desviados. La explicación que se da al 95 por
ciento de todos los masones es falsa [...] por supuesto que ese cinco por ciento de
masones superiores llama a Jesucristo Dios inferior y nunca le mencionan en sus
enseñanzas. [...] Ellos rinden culto a Lucifer llamándole portador de la Luz. Lucifer y
Satanás son desde el punto de vista bíblico el mismo individuo.99
En sus últimos años de vida, de la Cierva iba a lo esencial: los misterios más recónditos de la
Masonería; lo que había insinuado antes lo decía en esta última obra abiertamente. Pero siguen
quedando algunas preguntas sin respuesta. Como el porcentaje real de masones «superiores»
que engaña al resto. Creo que superan con creces ese cinco por ciento. Y en relación con ellos,
los engañados, ¿hasta qué punto lo son o quieren serlo? Todo lo que hemos visto hasta aquí
bastaría para preguntarse, en caso de rechazar el culto satánico, cómo pueden aceptar someterse
a esas prácticas y rituales.
Cuando le conocí, en el Club Financiero, Tom Sarobe estaba acompañado por otro masón que
se declaraba católico practicante; es más, tomó la palabra solamente para decir que el día
anterior le habían impuesto la ceniza con la que se inicia la Cuaresma. Causó general sorpresa,
comprensiblemente, aunque no explicó qué significado tenía para él esa práctica cristiana. Pero
tales actitudes, aunque a priori incomprensibles, pueden explicarse desde la imposición del
dogma relativista al que me he venido refiriendo en este capítulo; la gran conquista masónica.
Meses más tarde, el mismo Foro de Madrid, cuyo presidente, al menos en privado, se reconocía
católico, organizaba un coloquio similar en el que tenía la palabra la Masonería y me invitaba a
asistir nuevamente. Como si aquel primero no hubiera resultado suficientemente esclarecedor.
Curiosamente, Sarobe, en esta ocasión empezaba anunciando que más que hablar de lo que era,
hablaría de lo que no era la Masonería... Aunque no asistí, parecía estar respondiéndome, pero
ya por el modo de introducir el tema se podía comprender cuán poco clarificadora sería su
exposición.
Confusión y relativismo, dos victorias masónicas, largamente trabajadas, están ya muy
presentes en la sociedad española. Tanto como en el resto de Occidente.
Suárez; uno de los mayores expertos en Masonería de España; autor de varias obras indispensables sobre el tema,
que citaré frecuentemente.
99
Ricardo de la Cierva, Masonería, Satanismo y Exorcismo, pp. 82- 84. El autor recomendaba en relación con este
asunto dos páginas web:
http://www.theforbiddenknowledge, y http:bibleprobe.coRicam/free-masonry
25
Protestantismo; un episodio más del enfrentamiento entre las «dos ciudades». Me refiero a la
hermandad de los Rosacruz, secta secreta que maquinaba contra la Iglesia, buscando su
destrucción definitiva. Así como la imposición de un nuevo orden mundial, sin rastros de
Catolicismo, aunque tampoco estaba claro cuál sería el destino de las iglesias reformadas, a más
largo plazo, después del triunfo de su proyecto. Porque la hermandad tenía un componente
esotérico ocultista que pesaba de manera definitiva en sus proyectos. Estamos ya en
condiciones de apreciar el paralelismo con la Masonería que nacería justamente un siglo más
tarde.
José Antonio Ullate, en su citado libro sobre el secreto masónico, ha seguido la línea
que une a ambas sectas. A principios del siglo XVII, Praga, una de las capitales de los
católicos Habsburgo, se había convertido en un centro de estudios esotéricos, gracias a
la tolerancia del emperador Rodolfo II, un atípico personaje de la casa de Austria,
aficionado a la alquimia y a la astrología; es decir, sospechoso, como mínimo, de
heterodoxia; siendo así que encamaba, por su Corona, el espíritu de resistencia de los
católicos de su Imperio frente al avance del Protestantismo. En cambio, su primo y
sucesor, Femando II, estaba dispuesto a asumir el liderazgo católico desde el primer
momento. Tanto como lo estuvo su tío abuelo, Carlos V, que se enfrentó a los inicios de
la ruptura. En Bohemia, los rebeldes protestantes ofrecieron el trono a un vasallo de los
Habsburgo, el Príncipe Elector del Palatinado, Federico V, protestante, y casado con
Isabel Estuardo, hija de Jacobo I de Inglaterra. 100 En los Estados del Príncipe Palatino
confluían entonces un Calvinismo estricto con movimientos cabalístico-ocultistas
(ciencias ocultas, numerología, cábala...), entusiastas seguidores de la Reforma desde
los tiempos de Lutero; un ambiente similar al de Praga durante el reinado de Rodolfo II.
Pensaban estos sectores que Federico V sería el instrumento ideal para una «refundación
universal», objetivo de aquellos movimientos ocultistas que se unieron en la Hermandad
de los Rosacruz.
Dicha organización nacía con su propia leyenda recién creada: la de un supuesto Christian
Rosenkreuz, nacido, según la hermandad, a finales del siglo XIV, «filósofo, matemático, y
constructor de instrumentos», que «sintió deseos ardientes de realizar una reforma y buscó
quien le ayudara». Este personaje sería el equivalente al Hirán Abif de la Masonería, aunque su
leyenda resulte menos elaborada que las Constituciones de Anderson. La de los Rosacruz se dio
a conocer mediante tres manifiestos. El primero de ellos, la Fama Fraternitatis, aparecido en
1614, llamaba a una «reforma universal y general de todo el ancho mundo». 101 Sostenía que
recientemente la tumba del mítico personaje, el gran científico del siglo XIV, había sido
descubierta «milagrosamente» —como en el caso de Hirán Abif— siendo ese hallazgo la señal
del principio de «esa reforma general, tanto de las cosas divinas como de las humanas». 102 El
manifiesto mezclaba doctrina calvinista con la cábala, 103 que contiene, aunque hay quien
pretende negarlo, elementos gnósticos. ¡Absolutamente gnósticos! Nos encontramos ya con la
gnosis, presente también en los orígenes de la Masonería, porque la cábala sostiene que
«cuando Dios dio la ley a Moisés también hizo una segunda revelación del significado secreto
de tal Ley. Se decía que esta tradición esotérica había sido transmitida oralmente a través de los
tiempos por los iniciados [...]», según Francés E. Yates, erudita inglesa, «probablemente la
100
De ella traían su derecho al trono inglés los Hannover
101
José Antonio Ullate, o. c., p. 145
102
Ibíd
103
«Tradición esotérica del judaísmo. La cábala está emparentada con las doctrinas gnósticas y con el hermetismo,
y en general no está mal vista dentro del judaísmo»; José Antonio Ullate, o. c., p. 153.
26
académica que más ha estudiado este asunto». 104
Algo muy parecido a lo que sostenía la gnosis cristiana en relación con Cristo, y ese mensaje
oculto que contenía el falso evangelio de Tomás. La cábala es gnosis en un sentido profundo:
pretende desvelar el misterio de la Creación prescindiendo de Dios, que existe pero no es
creador: el mundo procedería de un ser primordial por vía de progresivas emanaciones, a través
de los Sefirot, emanaciones intermedias. Todo lo que existe está ordenado de acuerdo con el
alfabeto hebreo, «lengua sagrada usada por Dios para dirigirse a los hombres»; los cabalistas
crearon un complejo método de valoración numérica de cada palabra del alfabeto sagrado; esto
es, numerología. 105 Y los rosacruz lo hicieron suyo junto a otras ciencias ocultas.
Como haría después la Masonería: aunque oficialmente cristianos, se alejaban del Cristianismo
hasta posiciones irreconciliables, opuestas a la fe más allá de la herejía. La cábala es algo que
tienen en común las dos sectas, y por eso mismo ambas son panteístas; porque ninguna de las
dos cree en la Creación sino que hicieron suya la doctrina cabalística de la Emanación. El
panteísmo 106 ha estado presente en la Masonería desde el primer momento, así lo manifestaba
León XIII en Humanum genus, cuando; hablando del concepto de Dios en los masones, dice:
«sienten de El perversamente, como suelen los panteístas». 107 De ahí su fuerte presencia en la
sociedad occidental, de manera nada velada en algunos documentos de Naciones Unidas, como
La Carta de la Tierra, que también veremos en este libro.
Aquel primer manifiesto rosacruz tuvo una gran difusión y despertó un notable interés hacia la
nueva hermandad. Un año después, en 1615, aparecía un segundo manifiesto, continuación del
primero: la Confessio Fraternitatis, que comenzaba con una advertencia:
Del mismo modo como ahora llamamos Anticristo al Papa de Roma con toda libertad y
sin daño alguno, lo que hasta ahora se consideraba pecado mortal y hombres de todo el
mundo fueron ajusticiados por hacerlo, así también sabemos con certeza que llegará el
día en que lo que ahora conservamos secreto lo declararemos abierta y libremente. 108
Anunciaban un nuevo código moral, ajeno a la ley natural, en el que el pecado sería abolido; un
Nuevo Orden Mundial, que no sería solamente político sino también espiritual. Igual que más
tarde preconizaría el ideal masónico. El movimiento político y religioso que se fraguaba en el
Palatinado, inicio de una futura extensión universal del Protestantismo, tenía raíces gnósticas y
ocultistas. El mundo, según los rosacruz, debería quedar en el «mismo estado que lo encontró
Adán».
Por fin, en 1616 aparecía el tercero y último de los manifiestos rosacruz: Las bodas químicas de
Christian Rosenkreuz, redactado por un pastor luterano, Juan Valentín Andreas, seguidor de la
cábala y las ciencias ocultas. Un clérigo protestante. Otro, James Anderson, sería el autor, un
siglo más tarde del primer reglamento masónico. Un punto más de unión entre ambas sectas.
Todo el pensamiento rosacruz está influenciado por el hermetismo inglés, 109 heredero directo
del veneciano, vinculado al estudio de la cábala cristiana, tan gnóstica como la originaria; la
judía. 110
Como en el caso de la Masonería, en su hermana mayor —la hermandad que nos ocupa—,
104
José Antonio Ullate, o. c., p. 138. En la bibliografía, el autor incluye dos obras de Francés Yates: El iluminismo
Rosacruz. México D.F. Fondo de Cultura Económica, 1981, y La Filosofía Oculta de la Epoca Isabelina. México
D. F. Fondo de Cultura Económica, 2001
105
Ibíd.
106
Según el diccionario de la Real Academia Española, «Sistema de los que creen que la totalidad del universo es
el único Dios»; suele manifestarse en la adoración de la Tierra; de la Naturaleza
107
León XIII, Carta Encíclica Humanum genus, 14
108
José Antonio Ullate, o. c., p. 145.
109
Filosofía «oculta» unida al cultivo de la magia; un movimiento iniciado ya en el siglo XVI.
110
José Antonio Ullate, o. c., pp. 142 a 146.
27
encontramos las corrientes gnósticas, esotéricas, mágicas o luciferinas; todas ellas conectadas, y
llegando por múltiples vías. Esa influencia ocultista y gnóstica es la clave de las dos sectas y
también de todas las órdenes nacidas de ellas. En cuanto a los objetivos de los rosacruz,
aparentemente se trataba “solo” de combatir el poder de los Habsburgo y de la Iglesia, como en
el siglo anterior lo hicieran ya los súbditos rebeldes de Carlos V, pero el asunto iba mucho más
lejos. Le preocupaba a la nueva hermandad el impulso que la Contrarreforma estaba dando al
Catolicismo, y por eso consideraban a la Compañía de Jesús como el mayor de los peligros; una
vez más, la misma visión que la Masonería: los jesuitas como el enemigo a batir en un primer
asalto para abalanzarse luego sobre el Papado. Después podría al fin desarrollarse la reforma
profunda de «todo el ancho mundo»; una transformación moral con la abolición del pecado
como concepto. Gracias a la combinación del Protestantismo, la tradición esotérica y la magia
científica. Todo ello, supuestamente, al servicio del género humano.
Pero todo el proyecto se vino, momentáneamente, abajo con la derrota del Príncipe Palatino,
que perdió sus Estados y hubo de refugiarse en Holanda ante el avance de las armas católicas;
señaladamente de los tercios españoles venidos desde Flandes para socorrer al emperador. La
alianza entre las dos ramas de la Casa de Austria trajo una victoria total del Catolicismo en
aquel primer período de la que se llamaría Guerra de los Treinta Años porque esa fue su
duración. Las aspiraciones de los rosacruz fueron cortadas en seco; su reforma universal tendría
que esperar tiempos mejores.
El rosacruzismo pasó a Inglaterra con Samuel Hartlib, que llegó huyendo de la Prusia polaca.
Con emigrados alemanes y bohemios fundó en Chichester una escuela hermética sincrética,
origen de un grupo que habría de influir en la fundación de la Royal Society en 1660. 111 No
resulta difícil rastrear la influencia rosacruz en círculos académicos ingleses y a través de ellos
en la Masonería, pero por razones de brevedad, terminaremos viendo solamente los puntos
principales de la leyenda rosacruz: un «núcleo secreto» alimentaba todas las religiones y
circulaba ocultamente hasta que la hermandad lo sacó a la superficie. Los rosacruz pretendían
traer su sabiduría del Antiguo Egipto; ya en el siglo XIV a. C., supuestamente, los primeros
rosacruzianos se reunieron en la Gran Pirámide donde fueron iniciados en los grandes
misterios. 112 Es evidente la influencia que esta leyenda habría de ejercer en las Constituciones
de Anderson: la pretensión de una gnosis procedente de la Antigüedad más venerable; el
sincretismo religioso como la clave de una profunda reforma general de la humanidad; el
rechazo de la Revelación. Todo ello estaba ya en los tres manifiestos que acabamos de
comentar. Inspirado claramente por «el padre de la mentira». Solamente sorprende la
desfachatez, tanto en el caso de la Masonería como en el de los rosacruz, con la que se
presentaron ante el mundo; la osadía de sus fantasiosas propuestas y la impostura de sus
remotos orígenes, coetáneos de las primeras civilizaciones.
En 1704, trece años antes de la fundación de la Masonería, ya existía la Orden de la Rosacruz
de Oro, con un proceso de iniciación escalonado en nueve grados. Masonería y rosacruzismo se
influyeron mutuamente sobre todo durante el siglo XVIII al extenderse por Alemania la joven
secta nacida en Inglaterra hasta llegar a absorber en la práctica a la vieja y decadente
hermandad formada y fracasada en el siglo anterior. 113
Aunque la Masonería honra a su predecesora de varias maneras: en algunos de sus grados se la
menciona expresamente. Era mucho lo que compartieron; la Masonería logró llegar donde no lo
hicieron los rosacruz; consiguió tenazmente imponer las creencias compartidas; socavó el poder
de la Iglesia a lo largo de trescientos años; en lo temporal y en lo espiritual; colaboró muy
eficazmente en el desmoronamiento de los tronos católicos; ha ido cambiando el paradigma
humano más allá de lo imaginable para los hombres que asistieron a su nacimiento. Y sigue
111
Ibíd, p. 148.
112
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 50
113
Ibíd.
28
presente y activa en nuestros días, tocando ya con los dedos esa reforma del «ancho mundo»
hasta sus últimas consecuencias. Podría parecer que se apresta a recoger los frutos del árbol
sembrado por sus hermanos mayores, los rosacruz, a principios del siglo XVII. Mucho de lo
que pretendían, más de la mitad del programa, ya se ha logrado. Pero no todo: misteriosamente,
sus designios se quiebran cuando menos lo esperan. Siguen en lucha las dos ciudades; no podía
ser de otra forma.
29
II
No habían pasado más que veintiún años desde el nacimiento de la Masonería cuando con
bastante conocimiento de causa la Iglesia condenaba a la nueva secta. La primera de dichas
condenas se debe a Clemente XII, 114 que mediante la bula In eminenti, de 1738, prohíbe a los
católicos ingresar en la secta. Hablaba el papa de una sociedad entonces en pleno auge,
trasplantada desde Inglaterra poco antes —la primera logia francesa se había abierto en París en
1725—, que crecía en el Continente y parecía imparable: « [...] haciendo nuevos progresos cada
día, ciertas sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos llamados
vulgarmente de francmasones o bajo otra denominación». 115 Reconocía ya en la Masonería una
diversidad de denominaciones, que, con distintas apariencias, abarcaban a una serie de sectas
que formaban una misma realidad. Y les atribuía una acción criminal sin paliativos: «Pero
como tal es la naturaleza del crimen, que se descubre a sí mismo, da gritos que lo manifiestan y
lo denuncian; de ahí, que las sociedades y conventículos susodichos han dado origen a tan
fundadas sospechas que el alistarse en estas sociedades es para las personas honradas y
prudentes contaminarse con el sello de la perversión y la maldad». 116 Crimen, perversión y
maldad son conceptos vinculados a la Masonería en las condenas pontificias a partir de la
primera hasta que el lenguaje de las mismas se modere en el siglo XX; aunque no por ello
resulten menos claras estas últimas.
Antes de seguir adelante, conviene contextualizar el momento de la publicación de esta bula: a
partir de 1715, Europa vive un periodo de transformaciones radicales en diferentes aspectos:
comenzaba el movimiento cultural que se conocería como Ilustración, y se proclamaba bien
pronto incompatible con la fe revelada; Francia, a pesar de seguir dictando las modas en la
cultura europea, perdía la hegemonía continental a favor de Inglaterra —la gran beneficiaría del
tratado de Utrech—, que se aprestaba a controlar las vías de navegación y el comercio
internacional, socavando los imperios europeos mediante la creación del suyo; que iría
creciendo en perjuicio de los existentes.
Empezaba a considerarse de buen tono todo lo que viniera de Inglaterra; su influencia en el
pensamiento ilustrado fue decisiva: de allí venía el deísmo, la creencia en el Ser Supremo que
acabaría por imponerse en la cofradía de los philosophes; la Masonería sería clave en este
proceso. Su conocimiento secreto la hacía atractiva para muchos espíritus selectos y curiosos;
su racionalismo radical aparente y su concepto del Gran Arquitecto del Universo, parecía
adecuarse al escepticismo ilustrado que se “liberaba” por entonces de la educación religiosa.
Aquel ambiente descreído, fatuo y hedonista que se imponía en las élites cultas, incluyendo a
las católicas, sería ideal para la extensión de la secta.
Pero, prescindiendo de esos espejismos de libertad individual y elevación del hombre a través
del conocimiento —o de la gnosis—, Clemente XII, señalaba «los grandes males que
ordinariamente resultan de esta clase de asociaciones o conventículos, no solamente para la
tranquilidad de los Estados temporales, sino también para la salud de las almas». 117
114
Lorenzo Corsini, (Florencia 1652-Roma 1740); elegido el 12 de julio de 1730, murió a los 88 años el 6 de
febrero de 1740
115
Clemente XII, Bula In eminenti, 1738
116
Ibíd.
117
Ibíd.
30
Aparecían ya los dos argumentos fundamentales contra la secta: el peligro que representaba
para la seguridad de los Estados y, sobre todo, para la salvación de las almas. Y denunciaba el
mismo documento algo que volverá a aparecer en los siguientes: el engaño empleado por la
secta para lograr prosélitos. Debía velar el papa, en el cumplimiento de su deber, «para que esta
clase de hombres, lo mismo que los ladrones no asalten la casa y como los zorros no trabajen en
demoler la viña, no perviertan el corazón de los sencillos, y no los traspasen en el secreto de sus
dardos envenenados», 118 para cerrar el camino a «las iniquidades [...] que se cometerían
impunemente», avisando, como lo harán sus sucesores, de la impunidad en la que suelen quedar
los crímenes de la secta. Por todo ello se pronunciaba:
No podían los fieles entrar en dichas sociedades ni colaborar con ellas de ninguna manera según
esta constitución «valedera para siempre», bajo pena de excomunión ipso facto. Pero, a pesar
de esta detallada declaración solemne del sumo pontífice, no tardaron las sociedades
condenadas en hacer correr el rumor de que su condena estaba superada. Solo esperaron hasta
la muerte de Clemente XII. De manera que su sucesor, Benedicto XIV, 120 se vio obligado a
confirmarla mediante la Constitución Apostólica Próvidas, de 1751. En ella, el pontífice
recordaba:
El papa Clemente XII, de feliz memoria, nuestro predecesor, en sus letras apostólicas
[...] que comienzan con las palabras In eminenti, ha condenado y proscrito a perpetuidad
ciertas sociedades, asambleas, reuniones, asociaciones, conventículos, o agregaciones
vulgarmente llamadas de Liberi Muratori, Masones o de cualquier otro modo [...]
Prohibió a todos y cada uno de los fieles de Jesucristo, bajo pena de excomunión, de la
que nadie podría ser absuelto, a no ser por el Romano Pontífice en ese momento
reinante y en el artículo de la muerte, tuviesen la audacia o la presunción de entrar en
esa suerte de sociedades, o de propagarlas... [Incluye a continuación el texto íntegro de
la bula In eminenti]. 121
118
Ibíd.
119
Ibíd.
120
Próspero Lambertini (Bolonia 1675-Roma 1758); elegido papa el 17 de agosto de 1740, murió, a la edad de 83
años, el 3 de mayo de 1758, siendo sepultado en el Vaticano.
121
Benedicto XIV, Constitución Apostólica Próvidas, 1751.
31
Luego explicaba la razón que le obliga a publicar esta segunda condena: «Mas como no han
faltado personas, según nos han informado, que no han temido afirmar y extender entre las
gentes del pueblo que la dicha pena de excomunión lanzada por nuestro Predecesor ya no tiene
efecto ninguno porque la constitución que acaba de ser reproducida no había sido confirmada
por Nos, como si las Constituciones Apostólicas dadas por un papa tuviesen necesidad de ser
mantenidas, de la confirmación expresa del Pontífice su sucesor»; «Nos queremos y decretamos
tenga fuerza para siempre». 122
Contra toda costumbre, el papa tenía que respaldar un pronunciamiento anterior, además tan
solemne y razonado como In eminenti, a causa del rumor que ya entonces los masones habían
propagado, como seguirían haciéndolo después, de que la condena estaba obsoleta. Pero
Benedicto XIV no se limitó a confirmar lo establecido por Clemente XII: «Otro motivo
poderoso [de la condena] consiste en el pacto secreto e impenetrable del secreto, por donde se
oculta todo lo que se hace en esta especie de conventículos [...] Las cosas honestas aman
siempre la luz del día, y los crímenes se esconden en la oscuridad». 123 También añade «el
juramento con el cual se obligan [los masones] a guardar inviolablemente el secreto, como si
fuese permitido a cualquiera oponer promesa o juramento para dispensarse del deber de
confesarlo todo cuando fuese interrogado por el poder legítimo, al inquirir si en esta suerte de
conventículos no se fragua nada contra el Estado o las leyes de la religión o de la cosa
pública». 124
El secreto, el juramento —el tremendo juramento que vimos en las Constituciones de
Anderson—, el peligro, en suma, que tales asociaciones representaban para el Estado y las
almas. Lo mismo que decía Clemente XII pero con más argumentos; en los años transcurridos
desde la publicación de In eminenti parece que la Iglesia había ido conociendo más a fondo el
funcionamiento de la secta. Por eso, confirmada la excomunión, advertía de cara al futuro «Que
no sea permitido a ningún hombre infringir o contrariar con temeraria audacia este texto de
nuestra confirmación, renovación, aprobación, comisión, invocación, requisición, decreto y
voluntad. Mas si alguno fuese bastante presuntuoso para alentar contra ellas, sepa que
incurrirá en la indignación de Dios Todopoderoso y de los bienaventurados apóstoles Pedro y
Pablo»125
Tampoco esta vez se hacía ninguna diferencia entre aquellos «conventículos»; la condena era la
misma para todos; excomunión que solo podría ser levantada por el romano pontífice. La
Masonería en 1751 se percibía como una amenaza todavía mayor que la vislumbrada por
Clemente XII, y por eso Benedicto XIV recordaba en esta constitución que ya su predecesor
aconsejaba a los «obispos, prelados superiores, y otros ordinarios que no olviden invocar para
su sujeción, si es necesario, el auxilio del brazo secular». 126 Llamaba a los gobernantes para que
colaborasen en la tarea común de frenar la acción masónica.
Y dos príncipes católicos lo acataron inmediatamente: 127 el 2 de julio de ese mismo año,
Femando VI de España firmaba un decreto contra la secta masónica, 128 —aunque entonces en
sus reinos la presencia de la Masonería era casi imperceptible, entre otras cosas, a causa de la
presencia del Santo Oficio— mientras que su hermano Carlos de Nápoles (futuro Carlos III de
122
Ibíd
123
Ibíd
124
Ibíd
125
Ibíd. La cursiva es nuestra
126
Ibíd
127
Luis XV se había adelantado proscribiendo en Francia la Masonería ya en 1737; un año antes de la primera
condena pontificia. Con poca efectividad, hay que decirlo, a juzgar por la expansión que tuvo en su reinado
128
Realmente era una reiteración porque ya en el reinado de su padre había quedado prohibida en España: el 11 de
octubre de 1738 el Santo Oficio ordenó que la Bula In Eminenti, publicada unos meses antes, se leyera y fijara en
todas las «Iglesias Metropolitanas, Catedrales y Colegiales, y en los lugares de Cabeza de Partido» para su
ejecución y cumplimiento. Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 82
32
España) prohibía la secta en sus Estados, mediante otro decreto donde calificaba a la
Masonería:
Y a pesar de que por todo lo cual esta sociedad esté rigurosamente prohibida y nuestros
queridos súbditos estén acostumbrados a no ligarse en Cuerpo, Colegio, Asociación
alguna, ni siquiera las dedicadas a obras de piedad, sin nuestra real aprobación, sin
embargo semejante conventículo extranjero, atentando a esta nuestra mayor regalía, ha
penetrado insidiosamente incluso en nuestros dominios. Por tal razón, y para remediar
un mal tan dañoso y grave de una sociedad demasiado sospechosa por la profundidad
del secreto, por la vigilantísima custodia de sus asambleas, por el sacrílego abuso del
juramento, por la misteriosa característica con que sus miembros se reconocen entre sí y
por la licencia de la crápula, fuentes todas de perniciosas consecuencias, la prohibimos
absolutamente en nuestros dominios.129
El texto es de una contundencia no menor que la empleada por el papa en su condena; estaba
inspirada claramente en sus argumentos, aunque el rey se fije más en los peligros que la
presencia de la secta entrañaba para el Estado. Y estamos hablando de personajes nada
sospechosos de ser contrarios a la Ilustración: Benedicto XIV mantuvo correspondencia nada
menos que con Voltaire, que llegó a dedicarle la tragedia Mahomet, mientras que Horacio
Walpole, que le admiraba, le describía como «un sacerdote sin insolencias o intereses, un
príncipe sin favoritos, un papa sin sobrinos». 130 En el momento de incluirse en el Índice de
Libros Prohibidos, El Espíritu de las Leyes, contra la opinión general de la Curia romana, que
se impuso, Benedicto XIV «personalmente se inclinó a favor del escritor». 131 A su vez, Carlos
III ha pasado a la Historia como prototipo de monarca ilustrado; el rey reformista; el amigo de
los «golillas» —burgueses encumbrados a lo más alto del poder por el apoyo regio—; el
debelador de los jesuitas...
No eran precisamente lo que más tarde se llamaría “reaccionarios” o “integristas”. Porque el
oponerse a la Masonería no guarda relación con profesar un conservadurismo ultramontano;
argumento frecuentemente utilizado por los autores pro masónicos, como el propio cardenal
Ravasi en su comentado artículo; depende realmente de la ciudad que se quiera defender. Y
tanto el papa como el rey, por ilustrados que fuesen, indudablemente, querían afianzar la de
Dios. Otra cosa es que uno de ellos, el soberano español, no supiera siempre como hacerlo.
129
José Antonio Ferrer Benimeli, La Masonería española en el siglo XVIII, Madrid, Siglo XXI Editores, 1974,
cap. IV, en Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo VII, (“Llegada y apogeo de los Borbones”), p.
161
130
Roberto Monge, Dos mil años de papas, p. 496
131
Robert Shackleton, “La Ilustración”, en Alfred Cobban (dir.), Historia de las Civilizaciones, tomo 9, (“El Siglo
XVIII”), p. 344
33
partir del pecado». 132 Es innegable que la mayor parte de los philosophes eran contrarios a la
Revelación; solo hay que conocer someramente la obra de autores como La Mettrie, Holbach o
Voltaire para comprenderlo. Uno de los colaboradores de la Enciclopedia, Dumarsais, escribía:
«El verdadero filósofo es el hombre que se ha liberado a sí mismo de los prejuicios impuestos
por la educación religiosa, que reconoce que la religión no es más que una pasión humana
nacida de la admiración, del temor o de la esperanza». 133 El espíritu enciclopedista, marcado
por el deísmo inglés, era contrario, en su conjunto, a toda fe revelada. Uno de sus primeros
autores, Toland, ha dejado escrito:
34
entre ambos masones, reconciliados con la fe a última hora, es evidente. Uno no hubiera
existido sin el otro; al menos sin la generación de «hermanos» ilustrados que hizo posible la de
los republicanos españoles, con gran perjuicio para las almas de muchos; pero a la vez con
tantos mártires como enviaron al Cielo; y desde allí defienden a la Iglesia.
Pero en cualquier caso, especulaciones aparte, el daño estaba hecho: suprimiendo el
Cristianismo, los philosophes eliminaron la ley natural. Rousseau había afirmado: «Puesto que
la naturaleza no produce ningún derecho, quedan pues las convenciones como base de toda
autoridad legítima», 138 y «La voluntad general es siempre recta», 139 a lo que León XIII
respondería en el siguiente siglo: «la naturaleza de la libertad humana, [...] incluye la
necesidad de obedecer a una razón suprema y eterna, que no es otra que la autoridad de
Dios». 140 Actualmente, es obvio que impera la teoría rousseauniana, tan adecuada para
justificar cualquier atropello en nombre de un pueblo al que no se consulta en cuestiones
vitales; un pueblo, además, ya muy trabajado desde hace generaciones por el poder masónico
para que no presentara resistencia a sus designios.
La Masonería estaba plenamente consolidada en Francia a mediados del siglo XVIII: si bien al
principio la conexión británica era evidente hasta en las denominaciones, «en 1756 se impuso la
“Gran Logia de Francia”, que se transformó en “Gran Oriente de Francia” en 1773 con el duque
de Orleans como primer gran Maestro hasta 1793 que fue guillotinado». 141 Con la constitución
del Gran Oriente se abría la puerta a la Masonería «irregular», que dejaba de aceptar la totalidad
de los landmarks originarios; se iniciaba una Masonería revolucionaria que no dejaría de
radicalizarse con el paso del tiempo. Para complicar más la cuestión, en 1785, al ser suprimida
en Baviera su orden, llegaban a Francia los primeros Illuminati; justo a tiempo para el cambio
de era. La fragmentación de la Masonería estaba en marcha e iría a más, generando diferentes
rituales, y polémicas internas que acabarían originando nuevas ramas, progresivamente más
irregulares y revolucionarias. Aunque las clases dirigentes francesas no percibieran el peligro
que encerraba aquella eclosión masónica.
La propia María Antonieta tenía una visión muy superficial y equivocada de la secta: «Creo que
os afligís demasiado con la Masonería en Francia. Está muy lejos de tener aquí la importancia
que tiene en otras partes de Europa [...] no es más que una sociedad de beneficencia y de placer;
se come mucho, lo que hace decir al rey que las gentes que cantan y que beben no conspiran.
[...]», 142 escribía a una de sus hermanas, gobernadora de Flandes, en 1781; no tenía, por tanto,
la menor idea de lo que ocurría realmente en las logias; de sus planes y su filosofía. Solo
demasiado tarde vería el trasfondo de la acción masónica: ya en plena revolución, en 1791,
escribirá: «Los clubs y las sociedades secretas gobiernan a Francia de un extremo a otro; las
gentes honradas y los descontentos aunque estén en gran número huyen de su país y se ocultan,
porque no son los más fuertes y no tienen quien los relacione entre sí». 143 En aquellos
sus labios, besándolo amorosamente por tres veces y exclamando cada vez: ¡Jesús, piedad y misericordia! Este
hombre tenía fe. Su primera educación cristiana no había sido inútil [...]». El 3 de noviembre, por último, le
administró la extremaunción. Ver Gabriel Verd, S.J., “La conversión de Azaña”, en Razón y Fe, 1986.
www.caminocatólico.org. El relato de la conversión del Presidente de la República Manuel Azaña: “¡Jesús, piedad
y misericordia!”
138
Contrato Social, Libro I, Cap. IV
139
Ibíd, Libro II, Cap. IV.
140
León XIII, Carta Encíclica Libertas praestantissimum, 8
141
Manuel Guerra, Masonería..., p. 33
142
José Menéndez-Manjón y Frank G. Rubio, La Masonería: cara o cruz. ¿Conspiradores o benefactores?, Ed.
Altera, 2010, p. 77, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 305.
143
Carta de María Antonieta al conde de Mercy-Argenteau, citada por Stefan Zweig, en María Antonieta, p. 265.
Mercy-Argenteau, embajador del Sacro Imperio Romano Germánico, mantuvo una larga correspondencia con la
emperatriz María Teresa y su hija María Antonieta, publicada en París en 1874 (“Marie-Antoinette.
Correspondance secrete entre Marie-Therese et le Comte de Mercy-Argenteau”, Librairie de Firmin Didot,
Fréres, Fils et Cié, Imprimeurs de L'Institut, Rué Jacob, 56, París, 1874) con introducción de Alfred D’Amet,
35
momentos, cuando ya los reyes planeaban su fuga, comprendía que una minoría, en el secreto
de las logias, se había apoderado de la nación. El ser hija del masón Francisco de Lorena144
tampoco la ayudaría a captar la amenaza que representaba la secta, aunque una de sus
hermanas, la de Flandes, sí que la veía y la avisaba. Su madre, la católica María Teresa, a pesar
de su extremo regalismo, había apoyado, contracorriente, a la Compañía de Jesús en el inicio de
la tormenta que se abatió sobre la orden. 145 Y sin embargo, la bula In eminenti, no se publicó en
Austria a causa de la pertenencia del emperador a la Masonería; pero a su muerte su viuda la
prohibió; aunque sin llegar a publicar las bulas condenatorias, sin embargo. En la Viena
ilustrada la confusión era grande en este sentido. Durante los reinados de sus hijos José II y
Leopoldo II la secta creció en Austria hasta llegar a contar con sesenta y una logias
dependientes de la Gran Logia de Austria fundada en 1784; y la austríaca fue de las más
peligrosas: de orientación rosacruz e Illuminati. De la secta de Weishaupt, a punto de ser
proscrita en Baviera, tomaron las logias austríacas el ritual de la Estricta Observancia; un
Illuminati, Ignaz Edler von Bom, era el Gran Maestro; modelo de Mozart para el Sarastro de La
Flauta Mágica, 146 obra sublime de propaganda masónica y gnóstica; la ópera que pudo ser
causa de su muerte al haber desvelado secretos masónicos; siendo así que estaba obligado a
guardarlos como masón que era, iniciado en 1784. 147 Era la época del «josefismo», la política
de José II, abiertamente anticlerical, en la línea de la Masonería austríaca, de inspiración tan
particularmente anticatólica como podía esperarse dadas las influencias recibidas; de impronta
luciferina.
Todo cambió en 1792, con la llegada al trono de Francisco II —último emperador del Sacro
Imperio, y 1° de Austria— que frenaría la expansión masónica radicalmente: la Gran Logia de
Austria se vio obligada a «abatir columnas», suspendiendo su actividad. El nieto de María
Teresa se enfrentó a la revolución más decididamente que sus tíos; seguramente a causa del
precedente de sus otros tíos, los de Francia, que en aquellos momentos se preparaban ya para el
patíbulo. Era el momento de hacer balance de todo un siglo, y prepararse para el próximo
tomando nota de los errores cometidos. Lo que no impedirá al emperador, llegado el momento,
entregar la mano de una de sus hijas al heredero de la Revolución, el titular de un nuevo
imperio —masónico pero dispuesto a pactar en la cuestión religiosa mientras no afectara a sus
intereses— que amenazaba a toda Europa: Napoleón Bonaparte. A su caída, precisamente en
Viena, se tratará de restaurar lo que quedaba de la tradición europea; hasta donde fuera posible
porque ya era tarde; el Antiguo Régimen había muerto; y de aquella tradición, el elemento
religioso iría borrándose a golpe de piquetas liberales aun sin lograr arrancar la raíz del
Cristianismo; la batalla se planteaba en otros términos. Los papas avisaron a tiempo pero
muchos católicos no quisieron oírles.
La conexión entre Masonería e Ilustración se percibe muy especialmente en la gran obra
dirigida por los masones Diderot y D’Alambert, La Enciclopedia, condenada por Clemente
XIII; 148 el mismo papa que condenó el deísmo, 149 y defendió a los jesuitas perseguidos. Manuel
36
Guerra ha publicado un dato tomado de la revista masónica Hirám Abif, que respalda esa
conexión: la Enciclopedia, en sus orígenes, según su autor, el masón Alfredo Montoya,
respondía a un proyecto masónico:
37
«filantropía», «intelectualidad» e «ideas liberales»; las eternamente esgrimidas por la
Masonería al hacer su propio panegírico; las que atraerían a las logias a muchos de aquellos
personajes que coincidían en los salones literarios. Y, sin embargo, el propio autor, tan
admirador de aquella época que ve en ella «los primeros signos apreciables de difusión de los
ideales de humanidad», 154 no por ello deja de reconocer que, entre los frutos no deseados de la
Ilustración, «alguien podría añadir un embrión de totalitarismo». 155 No se equivoca: todos los
totalitarismos tienen su origen en aquel movimiento. No tendría por qué haber sido así: los
ideales de la Ilustración, en general, eran elevados: fomento de la riqueza, difusión de la
cultura, progreso científico...
Pero, todo ello venía mezclado de algo demoledor, omnipresente aunque camuflado bajo las
ideas más atractivas; envuelto en el refinamiento exquisito, insuperable en lo exterior, que las
élites europeas alcanzaban en aquellos momentos: el rechazo de Dios. Y por tanto de la ley
natural; ese es precisamente el puente que conduce a todos los sistemas totalitarios: la negación
de un auténtico liberalismo, si por tal cosa entendemos un sistema que garantice las libertades
individuales, las que responden a los derechos inmutables del hombre y están por encima de
todo consenso. Volviendo a Rousseau, fue también él quien dijo: «La vida no es tan solo una
merced de la Naturaleza, sino un don condicional del Estado». 156 Obviamente, el legado de las
Luces incluía un embrión de totalitarismo; sí.
Como apunta Cobban, la Ilustración acabó en un gran fracaso; una ocasión perdida de avanzar
en el progreso humano sin dilapidar el mejor legado europeo. Juan Pablo II dijo de aquella
revolución cultural, origen de las sociopolíticas posteriores:
Y algunas de sus consecuencias se vieron muy pronto: a partir de 1789. El XIX sería un siglo
de convulsiones sobre todo porque el régimen liberal vino acompañado de persecución
religiosa. Algo que se venía preparando durante el anterior, porque en el seno de las naciones
católicas se había producido una escisión espiritual; las guerras de religión, a partir de entonces,
tendrían lugar en el suelo común de los bandos enfrentados, el de dichas naciones; destacando
el caso de España, antaño baluarte adelantado del Catolicismo, que no había sufrido en su
territorio nada parecido. La Masonería, que fue creciendo durante toda esa etapa, tuvo gran
parte de la responsabilidad.
En el mismo año de su elección, 1775, Pío VI 158 volvía a condenar, sin mencionarla, a la secta
mediante una encíclica, 159 que denunciaba a los «“maestros mendacísimos”, enemigos fanáticos
de la Iglesia, dirigentes de “sectas secretas de perdición”, “que con sus creencias erróneas
penetran en los estrados de las academias, en las casas de los notables, en las Cortes de los
reyes y lo que es todavía más horrible, se introducen en el santuario”. Esos maestros estaban
prácticamente en su totalidad afiliados a las logias; y el papa doliente alude con toda claridad a
la infiltración masónica dentro de la Iglesia católica». 160 Así resume Ricardo de la Cierva el
154
Ibíd., p. 467
155
Ibíd
156
Contrato Social, Libro II, Cap. V
157
San Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, 48.
158
Juan Ángel Braschi (Cesena 1717-Valence-sur-Rhóne 1799); elegido el 15 de febrero de 1775, muerto, en su
prisión francesa, el 29 de agosto de 1799. Sus restos fueron trasladados a Roma en 1802, siendo sepultado en San
Pedro, en un monumento levantado por Canova
159
Pío VI, Carta Encíclica Inescrutabile divinae sapientiae, 1775
160
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 112
38
texto de la nueva condena pontificia; más preocupante que las anteriores por aludir, ya
directamente, a la infiltración que empezaba a padecer la propia Iglesia. No hay que extrañarse
de ello a la vista de lo que escribían por entonces algunos abates colaboradores de la
Enciclopedia pero era ese el ataque más peligroso: el enemigo empezaba a entrar en la
ciudadela. Catorce años más tarde, ese mismo papa tendría que hacer frente a un episodio
capital de la lucha con ese adversario: la Revolución Francesa.
La primera alarma que se dio en España vino de un jesuita: el padre Rábago, confesor de
Femando VI, a quien venía aconsejando desde hacía tiempo, que prohibiera la secta en sus
Estados. Expuso sus temores, además, en un memorial dirigido al rey, que Menéndez Pelayo 161
resumió en sus principales ideas:
Ni exageraba ni utilizaba otros argumentos que los del papa en su reciente condena, la segunda,
contra la secta. Según Menéndez Pelayo, este memorial, basado en Próvidas, fue lo que decidió
a Femando VI a firmar, en Aranjuez, el 2 de julio de 1751, tres meses después de la publicación
de la constitución pontificia, el decreto contra la Masonería, «encargando especial vigilancia a
los capitanes generales, gobernadores de plazas, jefes militares e intendentes del Ejército y de la
Armada». 163
Por entonces, sigue diciendo el historiador, el único español que parece haber tenido noticia de
las tramas masónicas era el franciscano fray José Torrubia, cronista general de su Orden, que
suponía eran ciento veintinueve las logias «derramadas por Europa, pero de España dice
expresamente que había pocas, y que el mayor peligro estaba en nuestras colonias [...]»;
«Comoquiera, el padre Torrubia juzgó conveniente difundir, a manera de antídoto, un libro
rotulado Centinela contra francamasones. Discursos sobre su origen, instituto, secreto y
juramento. Descúbrese la cifra con que se escriben y las acciones, señas y palabras con que se
conocen. Para impugnarlos transcribe literalmente, traducida por él del italiano al castellano,
161
En adelante citaré La historia de España (Ciudadela, 2007), selección de textos escogidos de la ingente
producción de Marcelino Menéndez Pelayo, realizada en su día por Jorge Vigón y Suerodíaz (1893-1978).
162
Marcelino Menéndez Pelayo, La historia de España, pp. 201 - 202
163
Ibíd., p. 202.
39
una pastoral de monseñor Justiniani, obispo de Vintimilla». 164 Pero la Orden que figuraba en la
vanguardia de la lucha antimasónica era la del confesor real.
Al igual que en su día los rosacruz, la Masonería, desde su nacimiento, contemplaba a los
jesuitas como el primer escollo que debían sortear para conseguir sus fines; la Compañía seguía
siendo entonces el gran baluarte del Papado a nivel universal; entre otras razones por su nivel
científico que convertía sus centros de enseñanza en ejemplos de excelencia y modernidad. 165
Solo ella podía dar la batalla a la Ilustración anticristiana con sus mismas armas: ilustración.
Además, su obediencia al cuarto voto era tan firme como en los tiempos de su fundación; los
jesuitas seguían siendo el «Ejército del papa». La cuestión se complicaba por la extensión de su
presencia en América, el continente en el que Inglaterra buscaba expandirse, utilizando en
ocasiones las posesiones portuguesas como base de operaciones.
Y en el reinado de Femando VI el asunto candente era ese: el rey —pacifista a ultranza—
buscaba mantener la paz con Inglaterra como una prioridad; con la desaprobación de su
hermano y heredero, Carlos de Nápoles, que veía como aquel pacifismo sería utilizado por el
gobierno de Londres para acercarse al golfo de Méjico, ocupando las Floridas en el momento
oportuno. Con ese fin, Inglaterra apoyaba la consolidación de la recién creada colonia
portuguesa del Sacramento, junto a la desembocadura del Río de la Plata, que amenazaba un
enclave vital para España. Este fue el origen del Tratado de Límites, firmado entre Madrid y
Lisboa, con el fin de realizar un peligroso intercambio: el Sacramento a cambio del territorio
del Ibicuy que recibiría Portugal.
Y era precisamente allí donde se encontraban las «reducciones» del Paraguay, el ejemplar
proyecto misionero de los jesuitas que sería desmantelado a causa de la transacción. Dos
grandes ministros se enfrentaban en la Corte de España: el marqués de la Ensenada; autor en
buena medida de la recuperación del poderío naval español; amigo de los jesuitas y enemigo de
Inglaterra, cuyo juego percibía claramente. Frente a él, José de Carvajal, totalmente opuesto a
su política; amigo del embajador inglés en Madrid, Benjamín Keene, que fue quien, al final,
decidió la partida: sometió al padre Rábago a espionaje constante, logrando hacerse con cartas
comprometedoras del jesuita: quedaba probado que el confesor real apoyaba a Ensenada,
decidido ya a iniciar preparativos bélicos contra Inglaterra y suspender el Tratado de Límites
con Portugal, a espaldas del rey; aunque contara con el beneplácito de su hermano y heredero,
Carlos de Nápoles. El jesuita fue expulsado de la Corte, y casi al tiempo, Ensenada es detenido
y desterrado también. Victoria completa de Inglaterra; derrota de la Compañía de Jesús que
perderá inexorablemente sus reducciones del Paraguay.
Benjamín Keene escribe entonces: «Cuando pienso que hemos escapado a los que tienen en su
poder la bolsa y la conciencia de Su Majestad Católica [Rábago y Ensenada], que no solo
hemos salido de sus manos, sino que hemos hecho entrar en la administración de los negocios a
las mismas personas que yo mismo habría escogido». Poco después, puede añadir: «Ya no se
construirán [en España] más barcos». 166 Eso significaba, sobre todo para él, la caída de
Ensenada. Pero ante el éxito del partido británico, los jesuitas se sienten apercibidos y lo
interpretan como una gran victoria masónica. Porque, poco antes, en 1753, el papa —seguía
siendo Benedicto XIV, el autor de Próvidas— había firmado con España un concordato
sumamente favorable para la Católica Majestad, lo que se interpretó como un respaldo de la
Santa Sede a la campaña antimasónica que lideraba, desde Madrid, el confesor de Femando VI.
Primera derrota de la Compañía ante la Masonería; primer paso hacia su mina. No solo en
América sino a nivel universal.
164
Ibíd
165
Tal era el caso de la Universidad de Viena o los Estudios Reales de Madrid, fundados en el siglo XVII, que
contaba con veintiséis cátedras que atraían a profesores de toda Europa. Ver Ricardo de la Cierva, Historia
General de España, tomo VII, p. 146.
166
Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo VII, p. 124
40
Los jesuitas estaban condenados de antemano, sin poder imaginar siquiera qué fuerzas les
amenazaban. Su destrucción fue preparada por los gobiernos de tres naciones católicas:
Portugal, Francia, y la propia España, cuna de su fundador. Y fue el gran éxito de tres ministros
ilustrados: Pombal, Choiseul y Manuel de Roda. El primero logró su expulsión del imperio
portugués en 1759, acusándoles del atentado sufrido por José I, con el supuesto fin de crear en
América un «imperio jesuítico»; Choiseul no se esforzó demasiado: otro atentado regio, en este
caso contra Luis XV, fue el pretexto para expulsarles de Francia en 1764. ¡De pronto los hijos
de San Ignacio pasaban de ser los confesores reales a convertirse en regicidas de la manera más
sorprendente!
El tumo llegó a los españoles en 1766: a falta de atentado regio, que no se dio, los enemigos de
la Compañía utilizaron un motín dirigido no contra el rey, sino contra sus ministros reformistas
y extranjeros; el llamado de Esquilache, por el ministro que Carlos III había traído de Italia. 167
El motivo del levantamiento popular fue, en principio, el cambio obligado en la indumentaria
de los madrileños y habitantes de los reales sitios, pero las causas profundas eran mucho más
complejas: fue una reacción contra la política reformista del rey, ejecutada por sus ministros
ilustrados, italianos algunos de ellos.
Era la ocasión perfecta para presentar a los jesuitas como amenaza de la Corona. Una junta
extraordinaria nombrada al efecto, dictaminó que era urgente expulsarlos de España también,
como supuestos responsables del motín; al frente de la misma, figuraba un enemigo declarado
de la Orden, Manuel de Roda, secretario de Gracia y Justicia, ilustrado radical y notoriamente
«impío», que eligió cuidadosamente a sus miembros de manera que se pronunciaran como él
quería, y así, al amanecer del 1 de abril de 1767, gentes armadas rodearon las casas de los
jesuitas para efectuar la expulsión.
Pero no era bastante: Pombal retomó la dirección de la campaña para, concertando a las
Coronas implicadas, lograr la disolución de la Compañía. Se llegó al extremo de falsificar una
carta del general de los jesuitas, padre Ricci, difamando a Carlos III, para convencerle de la
necesidad de llevar adelante esta medida. Muy en contra de la voluntad del papa, Clemente
XIII, 168 que salió en defensa de los perseguidos y resistió hasta su muerte las mayores
presiones, incluyendo la ocupación de los Estados Pontificios de Aviñón, por parte de Francia,
y Benevento por Nápoles.
El nuevo papa, 169 tuvo que sufrir presiones aún mayores, llegando a las amenazas de muerte,
hasta que, en agosto de 1773, le arrancaron el ansiado decreto de disolución; la bula Dominus
ac Redemptor, redactado en papel de la embajada de España; al frente de la misma se
encontraba un brillante funcionario murciano, José Moñino, enviado allí con ese cometido, que
obtendría como recompensa el condado de Floridablanca. Las consecuencias para España, en lo
cultural, fueron desastrosas, como para el resto de Europa, y más aún se notaría la medida en
América, donde la gran labor jesuítica quedaba truncada; pero el mal mayor lo sufrió la Iglesia.
Para eso se había hecho todo. Basta leer lo que Manuel de Roda, el principal artífice de la
operación, escribió a uno de sus colaboradores, el ministro francés, duque de Choiseul:
167
Leopoldo de Gregorio, siciliano de orígenes humildes, ennoblecido, con el marquesado de Esquilache, por
Carlos III a quien sirvió siendo rey de Napóles, antes de heredar el trono español.
168
Carlos Rezzonico, (Venecia 1693-Roma 1769); elegido papa el 6 de julio de 1758, muerto el 2 de febrero de
1769, de un ataque cardíaco, en plena lucha de las Cortes católicas contra la Compañía de Jesús, a la que Clemente
XIII defendió hasta el final. Fue enterrado en San Pedro del Vaticano. A él se debe la institución de la fiesta del
Sagrado Corazón y la declaración de patrona de España, en su misterio de la Inmaculada Concepción, de la Virgen
María, un siglo antes de la proclamación de ese dogma.
169
Clemente XIV, Juan Vicente Ganganelli (San Arcángel de Roma- ña 1705-Roma 1774); elegido en un cónclave
marcado por las presiones políticas de los enemigos de los jesuitas. Era su candidato porque su personalidad
prometía un papa dúctil a los designios de quienes buscaban la disolución de la Compañía. Murió en 1774 y fue
sepultado en San Pedro del Vaticano.
41
La operación nada ha dejado que desear: hemos muerto al hijo, ya no nos queda más
que hacer otro tanto con la madre, nuestra Santa Iglesia Romana. 170
Por más que fuera contra la cultura, era un gran éxito de la Ilustración radical, la de los impíos y
masones cuyo objetivo, como reconocían algunos, era «matar a la Iglesia». Voltaire, exultante,
saludaba al conde de Aranda, ejecutor material de la medida en España, como «Hércules
Vencedor de la Hidra», 171 entre el regocijo universal de ilustrados y masones; incluso de los
reyes que habían colaborado en la campaña sin imaginar el desastre que significaría para sus
propias dinastías. El muy piadoso Carlos III, que tanto apoyó la proclamación del dogma de la
Inmaculada Concepción, no llegó a atisbar los perniciosos efectos que el éxito de los «impíos»
tendría para la Iglesia. Debe añadirse que la mayor parte del clero español, tampoco: ciego por
completo en este asunto, apoyó la disolución por inquina hacia los jesuitas.
Queda dicho que la Masonería blasona de haber sido principal protagonista de aquel
trascendental suceso, en cuanto que logró imponer el ideario masónico de «libertad, igualdad,
fraternidad», pero hay que matizar esa afirmación. En primer lugar, la influencia de la secta es
innegable, en buena medida debido a la escisión ocurrida en Francia poco antes: el nacimiento
de una Masonería irregular, revolucionaria, gobernada desde el Gran Oriente que se separa de
sus orígenes ingleses. Aunque ya antes, en el Continente, también la regular era una amenaza
para «la tranquilidad de los Estados» como afirmaban las primeras condenas pontificias.
La influencia mayor de la Masonería en la Revolución, de todos modos, se percibe en la
cuestión religiosa; el determinado empeño de acabar con el Cristianismo, ya reconocible en el
pensamiento ilustrado. 172 No solamente por lo que la Iglesia tenía de pilar del Antiguo Régimen
sino también por ser lo que era: institución fundada por Cristo; custodia de un depósito sagrado
incompatible con el farragoso conjunto de creencias masónicas que vimos en el capítulo
anterior. No es fácil, como acabamos de ver, deslindar los campos entre Masonería e Ilustración
radical «impía», pero para no perdernos seguiremos aquí solamente la participación de
personajes masones en todo el proceso revolucionario. Ya antes de que comenzase, los
«cuadernos de quejas» que cada estamento enviaba a Versalles de cara a la reunión de los
Estados Generales, fueron en buena medida redactados en las logias o inspirados por ellas.
En las vísperas revolucionarias, aparecía como jefe de la oposición liberal al régimen, el primo
del rey, primer príncipe de la sangre; el primero en el orden sucesorio detrás de los hijos de
Luis XVI: el duque de Orleans. Que no casualmente era entonces el Gran Maestro del Gran
Oriente de Francia y tuvo todo el apoyo del mismo. Un hombre de inmensa fortuna y
considerable frivolidad cuya residencia parisina, el Palais-Royal, se convirtió en el centro de la
conspiración; la primera de todas; la que cerró la puerta a las reformas del rey: la Revuelta de
los Notables. En 1788, Felipe de Orleans llegó a oponerse en el parlamento de París al propio
Luis XVI, lo que le valió ser desterrado a sus estados de Villers-Cotterets una temporada.
Desde entonces su popularidad fue en aumento; le vitoreaban las muchedumbres que tomaron
la Bastilla; era un símbolo del nuevo régimen que se presagiaba. Su figura permanece unida a
170
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 215
171
Según Ricardo de la Cierva, Aranda ha sido reivindicado insistentemente por la Masonería sin que hayan
llegado a encontrarse pruebas concluyentes de su pertenencia a la misma. Sin embrago el ex masón Mariano
Tirado Rojas, en su obra La Masonería en España, daba muchos datos al respecto, haciéndole responsable de la
creación de un primer Gran Oriente Español
172
Ver Alberto Bárcena, “La Revolución Francesa”, en Javier Paredes (dir.), Historia Universal Contemporánea,
p. 110, “La destrucción del Cristianismo”.
42
las primeras etapas revolucionarias: se le atribuye la primera revuelta sangrienta ocurrida en
París, el 28 de abril de 1789, en el faubourg Saint-Antoine, 173 atizada —y retribuida— por sus
agentes; señaladamente Choderlos de Lacios. 174 Con un balance de 200 muertos y 300
heridos. 175
El duque explicó su sospechosa presencia en el lugar de los hechos con el argumento de que se
dirigía a las carreras de caballos de Vincennes, que no fue convincente, aunque nunca se llegara
a probar su culpabilidad. Pero su residencia seguía siendo el epicentro de la naciente
revolución: en el Palais-Royal, a la sombra de Orleans, el masón Camille Desmoulins, adepto
al iluminismo, arengaba a los asaltantes de la Bastilla; asalto que fue decidido en la logia
parisina Amis. 176 El corazón del defensor de la fortaleza, Launay, fue ofrecido ese mismo día,
envuelto en un ramillete de claveles, 177 a otro masón: el alcalde revolucionario de París, Bailly,
perteneciente, como Desmoulins, a la logia de Las Nueve Hermanas, 178 a la que pertenecieran
en su día, como vimos, Voltaire, Benjamín Franklin y tantos otros masones famosos. Era el
mismo alcalde que horas antes reclutaba a los primeros miembros de la Guardia Nacional,
primer ejército de la Revolución, cuyo mando se entregaba a otro distinguido masón, el «héroe
de dos mundos»; Lafayette. 179
Meses más tarde, en octubre, los agentes de Orleans intervienen también en la marcha llamada
de «las mujeres» que sacó de Versalles para siempre a la familia real. Aunque se presentara así
entonces, es sabido que dicha acción no tuvo nada de espontánea: muchas de las “mujeres” eran
hombres disfrazados; arrastraban un cañón, y les acompañaba la Guardia Nacional. Es
incuestionable la participación de Choderlos de Lacios, pero detrás estaba su amo, aunque se
pretenda aún hoy que no del todo enterado de lo que se tramaba.
Al llegar a Versalles, cuando ya los reyes viajaban prisioneros hacia París, las gentes al
reconocerle gritaban «Viva el Rey Orleans», 180 provocando su complacida sonrisa. A pesar de
lo trágico del momento, porque abriendo «la marcha fúnebre de la Monarquía francesa», la
muchedumbre enarbolaba las cabezas de dos guardias de corps que la noche antes habían
salvado a María Antonieta dentro del palacio. Más tarde, este primer líder revolucionario
llegará a adoptar el nombre de Felipe Igualdad y votará la muerte de su primo Luis XVI para
vergüenza de su Casa; su propio hijo, el duque de Chartres, futuro rey de los Franceses, 181 le
había aconsejado no mezclarse en el proceso. Pero su voto fue bien claro: «Únicamente
preocupado por mi deber, convencido de que todos aquellos que han atentado, o atentarán
contra la soberanía del pueblo, merecen la muerte, voto por la muerte». 182 Y decisivo: por un
solo voto Luis XVI fue ejecutado en la guillotina.
Nada de esto salvó a Orleans del patíbulo; ni tampoco su maestrazgo del Gran Oriente; era un
príncipe de la sangre del rey, por más que renegara de sus orígenes, y en la época del Terror
nadie estaba seguro. El número de masones muertos durante la Revolución fue, por eso, muy
elevado. No podía ser de otro modo en un período que terminaba con la ejecución del propio
Robespierre. Sin embargo, el principal consejero político de Orleans, Sieyés, sacerdote y
173
Iniciada con el saqueo e incendio de la fábrica de papeles pintados Réveillon por obreros en paro que fueron
reprimidos por las guardias francesas
174
Militar y secretario del duque. Famoso por su novela Les liaisons dangereuses
175
Ver Claude Dufresne, Les Orléans, p. 247
176
Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 303 y 304
177
Jean Duché, Historia de la Humanidad, tomo III, p. 762
178
Manuel Guerra, Masonería..., p. 299
179
Perteneciente, él también, a la logia de Las Nueve Hermanas. Fue Lafayette quien apadrinó la entrada en la
Masonería de Francisco Sebastián Miranda, artífice de la independencia de los virreinatos españoles, a quien
conoció durante la guerra de Independencia Americana
180
Claude Dufresne, o. c., p. 257.
181
Luis Felipe de Orleans, llegado al trono a consecuencia de una revolución liberal, la de 1830.
182
Claude Dufresne o. c., p. 287
43
masón, irá pasando de una etapa a otra sin problemas: iniciado en una logia de Lyon, la ciudad
donde era canónigo, Emmanuel J. Sieyés redactó el programa que el duque asumió al
presentarse a diputado en los Estados Generales, 183 sobrevivió al Terror y llegó a formar, con
Napoleón, parte del triunvirato que gobernó Francia con el nombre de Consulado, en 1799.
También era masón el conde de Mirabeau, símbolo revolucionario, que todavía en Versalles,
cuando el rey trataba de disolver la autoproclamada Asamblea, exclamó: «Estamos aquí por la
voluntad del pueblo, no saldremos de aquí sino por la fuerza de las bayonetas». 184 Fue él
precisamente quien introdujo en Francia a los Illuminati recién expulsados de Baviera. El
mismo pertenecía a una sociedad iluminista, el Comité Secreto de los Amigos Reunidos. Puede
no ser coincidencia que en 1786 se reunieran en Francfort varias logias iluministas para orientar
la ya muy cercana Revolución: «Fue en esta ciudad donde se acordó la muerte de Luis XVI y la
creación de la Guardia Nacional republicana, y se dieran las correspondientes órdenes a las
logias militares francesas para que evitaran no obstaculizar el proceso revolucionario». 185
Desde luego el proyecto estaba en la línea mundialista de Weishaupt; el designio mantenido a
través del tiempo de todas las Obediencias iluministas. Es interesante la conexión de los
Illuminati en Francia con algunas logias, más o menos regulares, ya consolidadas: Masonería e
iluminismo estuvieron vinculados desde sus orígenes; nunca han dejado de estarlo.
Masones iluministas, y de Las Nueve Hermanas, fueron Marat, iniciado en Londres, y
Danton, 186 responsable este último de uno de los episodios más sangrientos de aquellos años de
violencia; el aviso del «Terror»: «las matanzas de septiembre». Efectivamente, el 2 de
septiembre de 1792, el ciudadano Danton, ministro de Justicia, aprueba, si es que no planea, el
asesinato de los miles de presos, —hombres, mujeres y niños— que se amontonaban en las
cárceles de París, como sospechosos de ser enemigos de la Revolución; tras interrogarles, o
celebrar simulacros de juicio, se les va poniendo en libertad o se les comunica su traslado a otra
prisión... para darles muerte en plena calle. De ese modo podrán presentarse las matanzas como
algo incontrolable, producto de una supuesta “justicia popular”. Cuatro días más tarde habían
sido asesinadas, despedazadas en ocasiones, unas 1.300 personas, entre ellas treinta y tres
niños 187 y cientos de sacerdotes, incluyendo al arzobispo de Arlés, Du Lan, a quien los
verdugos buscaban con especial interés. 188 Significaba una gran contradicción que alguien
iniciado en la adoración del hombre, como Danton, mostrara tal desprecio por la vida humana,
pero no fue el único que exhibiera la misma actitud. Por no hablar de su libérrima interpretación
de la Declaración de los Derechos Humanos, realizada tres años antes.
Una de las víctimas de septiembre fue la desdichada princesa de Lamballe, 189 que había
regresado de la emigración para reunirse con los reyes en su desgracia; sacada de la prisión de
La Forcé, y despedazada por las turbas, su cabeza fue llevada al Temple, para que la viera
María Antonieta, y de allí al Palais-Royal para mostrársela al duque de Orleans que era su
cuñado. 190 Fue él precisamente quien la había iniciado en la Masonería, donde la nombraron
Gran Maestra de «todas las logias escocesas de Francia», 191 cuando tal cosa parecía solamente
183
Manuel Guerra, Masonería..., p. 304
184
Jean Duché, o. c., p. 759
185
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 296
186
Manuel Guerra, Masonería..., pp. 299-300
187
Detenidos en el correccional de Bicétre
188
Ver Jean de Viguerie, Cristianismo y Revolución, pp. 146 y ss.
189
«María Teresa de Saboya-Carignano, viuda de Luis de Borbón-Penthiévre, príncipe de Lamballe. Dama y
amiga de María Antonieta, superintendente de su Casa, regresó de la emigración para acompañarla en las Tullerías;
apresada, junto con la familia real tras el asalto al palacio, el 10 de agosto de 1792, acompañó a la familia real
hasta la torre del Temple, siendo trasladada días más tarde a la prisión de la Forcé. Fue asesinada y descuartizada
el 3 de septiembre [...]». Alberto Bárcena, La guerra de la Vendée...,p. 132n
190
Ver Claude Dufresne, o. c., p. 272
191
María Antonieta se lo comunicó, sin darle mayor importancia, a su hermana, la gobernadora de los Países
44
una experiencia apasionante y transgresora propia de espíritus libres que no tenían en cuenta las
condenas pontificias. Ni el duque ni la princesa podían imaginar, en plena douceur de vivre, 192
que sería un masón el responsable del atroz final de la dama.
Ordo ab chao (el orden nace del caos), es un aforismo y principio masónico, presente en el
ritual del grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. La misma idea encontramos en
Disolve et coagula (“disuelve y coagula”, es decir; recomponer después de disolver) la «palabra
de orden» que circula dentro de las logias bien relacionadas del grado 33 del mismo rito
(REAA). 193 Es este un concepto fundamental para entender los «trabajos masónicos», sobre
todo en cuanto a su proyección social a largo plazo. Aplicado a la época que analizamos aquí,
era imprescindible, para los jefes de la Revolución, disolver el Cristianismo; llegar al caos para
establecer un nuevo sistema de creencias: el suyo; una imposición imprescindible para asentar
el nuevo paradigma.
He publicado anteriormente que uno de los objetivos revolucionarios era la destrucción del
Cristianismo, 194 pero añadiré que era uno de los prioritarios. Recién secuestrado, y traslado de
Versalles a París el «Rey Cristianísimo», en octubre de 1789, comenzaron a promulgarse
decretos conducentes al desmantelamiento de la Iglesia: el 2 de noviembre, la nacionalización
de todos los bienes eclesiásticos; y el 13 de febrero de 1790 la prohibición de los votos
solemnes. Se suprimían las Ordenes religiosas, sirviendo en ocasiones sus casas como sede de
los clubs revolucionarios; tal fue el caso de los jacobinos, instalados en el convento de San
Jaime, o de los cordeliers, llamados así por el cordón de San Francisco: habían ocupado el
refectorio de los franciscanos. Y las comunidades fueron exclaustradas, sin la menor
indemnización. Lo que Menéndez Pelayo, hablando de la España decimonónica, llamaría «el
inmenso latrocinio»; el cometido con el mismo fin que la Asamblea francesa.
Se creaba un modelo de actuación que se reproducirá en los regímenes liberales de toda Europa
en el siguiente siglo. Regímenes herederos de la Revolución, en los que el componente
masónico, lejos de reducirse, fue más notorio. De ese modo, la Iglesia quedaba desarticulada,
incapaz de realizar las tareas educativas y asistenciales que venía desarrollando
tradicionalmente. Poco importaba el gran vacío creado de golpe en ambos campos; más
adelante se trataría de reparar, aunque los daños se prolongaron durante generaciones. El propio
Napoleón pudo constatarlo. Era el comienzo de la gran operación de ingeniería anticristiana que
volveremos a encontrar, a partir de este momento, periódicamente; el gran designio masónico
nunca abandonado; ya establecido en gran medida. Estos fueron sus orígenes.
Por fin, el 12 de julio de 1790, se votaba en la Asamblea la Constitución Civil del Clero:
párrocos y obispos quedaban desvinculados del papa; serían elegidos en departamentos
electorales como cualquier autoridad local; se convertían en funcionarios, obedientes solamente
al Estado y tenían que prestar el juramento de acatamiento a las medidas revolucionarias contra
la Iglesia: fue el cisma. Los sacerdotes quedaban divididos entre juramentados —que se
plegaban a las exigencias de la Asamblea— y refractarios, que se negaban a acatar una ley
Bajos, en febrero de 1781. Ver José Menéndez-Manjón y Frank G. Rubio, La Masonería: cara o cruz.
¿Conspiradores o benefactores?, Ed. Altera, 2010, p. 77, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 305
192
“La dulzura de vivir”: Concepto utilizado por Talleyrand evocando los tiempos anteriores a la Revolución; algo,
desaparecido para siempre, que nadie podría ya conocer: «Quien no vivió antes de 1789 no conoció la dulzura de
vivir».
193
Ver Manuel Guerra, Masonería, religión y política, p. 384
194
Alberto Bárcena, “La Revolución Francesa”, en Javier Paredes (dir.), Historia Universal Contemporánea, p.
124
45
condenada por el papa, que les separaba de él: Pío VI, después de largas deliberaciones y
consultas, fue muy claro en su pronunciamiento, publicado en abril de 1791. Luis XVI,
profundamente católico, empezó de inmediato a planear su fuga para frenar la Revolución,
mientras en muchas regiones francesas comenzaban las tensiones al aplicarse la nueva ley. El
obispo de Angers felicitaba a sus sacerdotes por la firmeza demostrada ante el atropello:
«Tenemos un señor más grande al que servir que la Asamblea nacional y es él quien nos impide
de la manera más absoluta hacer el juramento que se nos exige». 195
La llegada de los juramentados a las parroquias que los refractarios tenían que abandonar,
desterrados, provocó las primeras reacciones populares que anunciaban lo que pronto estallaría;
una guerra civil, seguida de un genocidio republicano del que traté en mi libro anterior. 196 Una
obra basada en la gran aportación del historiador Reynald Secher, La Vendée-Vengé. Le
génocide franco-français, 197 que no deja lugar a dudas: aquella guerra encubrió un verdadero
genocidio; esas eran las órdenes del Comité de Salud Pública; arrasar la Vendée, exterminar a
la población. De ello se jactaba un oficial masón, el general Westerman, enviado a la región con
ese cometido:
Ya no hay Vendée. Ha muerto bajo nuestro sable libre, con sus mujeres y sus niños.
Acabo de enterrarlos en la marisma de Savenay. He aplastado a los niños bajo los
cascos de mis caballos, masacrando a las mujeres que ya no alumbrarán más bandidos.
No tengo un prisionero que reprocharme. He exterminado todo... Los caminos están
sembrados de cadáveres. Hay tantos que en algunos puntos forman pirámides. 198
195
Reynald Secher, La Vendée-Vengé..., p. 79
196
La Guerra de la Vendée. Una cruzada en la Revolución, Ed. San Román, 2016
197
Ed. PUF, 1986.
198
René Sédillot, Le coüt de la Revolution Frangaise, p. 24
199
Jean de Viguerie, o. c., p. 191
200
Reynald Secher, o. c., p. 71
46
gobierno que «hubiera asegurado mi tranquilidad y el libre ejercicio de la religión que profeso».
Pero los amos de la Francia republicana no se lo permitirían de ningún modo. Les quemaron
casas y campos, les masacraron; incluso a «los niños de pecho». Ante aquella operación de
exterminio abandonaron sus tierras en un éxodo masivo, cruzando el Loira, huyendo de una
represión inimaginable, que se ha ocultado cuidadosamente, pero siguieron combatiendo.
Familias enteras. Hasta que los aplastaron.
Lejos de allí, en Lyon, otro jefe revolucionario, perteneciente a la Masonería, Fouché, 201
sometió a la ciudad a una represión similar, ganándose el sobrenombre del «ametrallador de
Lyon»; mataba a los prisioneros a cañonazos para rematarlos luego a sable. Pero no se limitó
solamente a practicar el terror contra la rebelión. Celebró allí una fiesta sacrílega:
[...] a las ocho de la mañana se arrancan de las iglesias las últimas insignias religiosas;
los crucifijos caen de los altares; se les despoja de paños y casullas. Se organiza después
una procesión imponente por toda la ciudad hacia la plaza de Terraux [...] una horda
estrepitosa arrastra en triunfo, entre danzas salvajes, cálices, custodias e imágenes de
santos; detrás trota un burro, al que han puesto artísticamente sobre las orejas una mitra
cardenalicia y que lleva atado al rabo un crucifijo y una Biblia. ¡Así se arrastra el
Evangelio, para risa de la chusma alborotada, colgado de la cola de un pobre asno, por
el lodo de la calle! 202
201
Sobre su pertenencia a la Masonería ver J. C. Castillón, Amos del mundo..., p. 143. en Manuel Guerra,
Masonería..., p. 306
202
Stefan Zweig, Fouché, el genio tenebroso, p. 52, en Alberto Bárcena, La guerra de la Vendée..., p. 28
203
Jean de Viguerie, o. c., p. 191.
204
Ibíd., p. 192
205
Ibíd., p. 193
47
empezarse a “ordenar”.
Lo primero que podía apreciarse en aquel momento era un culto panteísta: el nuevo calendario
estaba dedicado a «la naturaleza»; los meses se referían a ella: brumario, por las brumas de
noviembre, nivoso por las nieves de enero; termidor, por los calores de julio; pradial y floreal,
por el esplendor de la primavera en los campos... Las fiestas tenían la misma inspiración: a la
uva, al azafrán, al castaño, la zanahoria o el caballo. Así se reemplazaba el viejo santoral. El día
de Todos los Santos se convertía en el de la escorzonera, pero, más significativamente, el de
Navidad era el del perro... Los oradores que descristianizaban al pueblo decían cosas tales
como: « ¿No es el universo un templo?»: «El pueblo ha dicho basta de sacerdotes, basta de
otros dioses que no sean los de la Naturaleza»; «Que la Naturaleza [...] reciba aquí nuestro
homenaje. Ella lo es todo para nosotros, nosotros sin ella no somos nada... ofrezcamos
sacrificios a la Naturaleza, a la libertad, ése es nuestro único culto»; «El hombre es hijo de la
Naturaleza [...] La libertad es también hija de la Naturaleza». 206 Este era el mensaje de los
discursos «decadarios» que venían a sustituir a las desaparecidas homilías de los domingos.
Porque en vez del domingo se imponía el decadi; los meses en lugar de en cuatro semanas, se
dividieron en tres décadas para convertir así al domingo en día laborable y en festivo el último
día la década, al que llamaron decadi; la violación del mismo daría lugar al arresto del infractor;
como en una interpretación farisaica del sábado, se condenaba al infractor. Y estas
celebraciones decadarias tenían lugar en los «templos de la Razón», las iglesias convertidas en
templos del nuevo culto. La diosa Razón ya había sido entronizada en la catedral de París;
representada por una bailarina que, llevada en procesión sobre unas andas, pisaba un crucifijo.
Pero nada tuvo tanto relieve como la fiesta del Ser Supremo, oficiada por Robespierre —nieto
de masón y masón él mismo seguramente—, 207 el 20 de pradial del año II (8 de junio de 1794,
que casualmente era la fiesta de Pentecostés). El dictador republicano presidió la procesión
iniciada en el palacio de las Tullerías, frente al cual podían verse las imágenes de las nuevas
divinidades. Allí, antes de iniciarse la procesión hasta el altar del Ser Supremo, levantado en el
Campo de Marte, «”el Incorruptible” prende fuego a la estatua de cartón que representa al
Ateísmo y que oculta una imagen de escayola de la Sabiduría. Se consume el Ateísmo y surge
la Sabiduría tiznada de hollín». 208 Los representantes de la nación cumplían ese landmark de las
Constituciones de Anderson; no eran «estúpidos ateos», sino que abiertamente señalaban el
camino de la gnosis: el conocimiento “redentor”, cerrando el círculo de las creencias
masónicas. Por una vez fuera de las logias, a plena luz del día, la enseñanza «simbólica» se
ofrecía al pueblo. Hablando de aquella ceremonia, en mi libro sobre la Vendée, escribía:
Era el triunfo del deísmo, un nuevo brote de la viejísima herejía gnóstica que adora a un
dios nebuloso, y superior, opuesto por completo al de la Sagrada Escritura. Un
maniqueísmo, en definitiva, que anunciaba al “portador de la luz”, ese Lucifer en quien
la Masonería iluminista se niega a reconocer a Satanás. Era la entronización del hombre
“redentor de sí mismo” gracias a su propia sabiduría, y a la diosa Razón. 209
Las Luces trajeron aquellos fuegos fatuos de la vieja herejía transformada, pero durante un
tiempo su victoria pudo parecer definitiva: cuatro años más tarde, los ejércitos del Directorio,
comandados por el general Berthier, ocupaban Roma, proclamaban la República Romana —un
satélite de la Francia revolucionaria, como el resto de las que llamaron “repúblicas
206
Ibíd., p. 198
207
«Al menos así le reconoce el Convertí du Grand Orient, 1924, p. 406, en A. G. Michel, Mondialisme
maçonnique, Trident, París 2007. [p.] 50 cuando dice “Por encima del patriotismo nacional, decía nuestro
Hermano Robespierre, hay uno que le es superior, el de toda la humanidad”». Manuel Guerra, Masonería..., p. 305
208
Jean de Viguerie, o. c., p. 207
209
Alberto Bárcena, La guerra de la Vendée..., p. 126.
48
hermanas”— y se hicieron con la persona del papa. Pío VI era una presa apetecida; había
condenado la Masonería, la Constitución Civil del Clero y la propia ideología revolucionaria —
esto último mediante la Bula Auctorem fidei— pero sobre todo, aquel incómodo anciano era el
Vicario de Cristo; la piedra angular del edificio que debía ser destruido. Obligado al exilio, se
refugió en la Toscana, pero en 1799 fue hecho prisionero y llevado, con 82 años de edad, a
Francia. Allí, en la ciudad de Valence (Delfinado) enfermó y murió poco después; el 29 de
agosto de ese mismo año. La Iglesia quedaba descabezada e imposibilitada, además, de celebrar
un cónclave en su sede para elegir nuevo papa. Parecía una victoria definitiva; sí, pero la lucha
entre las dos ciudades habría de proseguir.
Recapitulando, hemos seguido el rastro de algunos destacados masones en aquellos sucesos: el
duque de Orleans, primera cabeza visible del proceso; el abate Sieyés, su consejero político; el
publicista Desmoulins que arengaba a los asaltantes de la Bastilla; el conde de Mirabeau,
diputado, como Sieyés, en los Estados Generales e introductor de los Illuminati; el marqués de
Lafayette que mandaba la Guardia Nacional; jacobinos y girondinos; Danton, Marat, Fouché,
Westerman, y el propio Robespierre... por no hablar más que de los que quedan aquí señalados.
No fue un papel irrelevante el de la Masonería en aquel suceso que señalaba el principio de la
Historia Contemporánea; un período en el que la secta estaría presente, con más o menos
intensidad, según lugares y etapas; pero desde el principio hasta el fin.
49
III
Los inicios de aquel siglo están marcados —en Francia y resto de Europa— por la figura de
Napoleón y su Imperio, frecuentemente estudiado como una síntesis del Antiguo y del Nuevo
Régimen. Realmente, tiene mucho más de este último que del otro, del que solo toma las
formas externas, una parte de su simbología y una supuesta legitimidad histórica que le vendría
a su titular del hecho de asumir toda la Historia de Francia, «desde Clodoveo hasta el Comité de
Salud Pública», según propia declaración. En el plano religioso, ciertamente, Napoleón procede
a la restauración de la Iglesia y firma un concordato con el papa sucesor del que se enfrentó a la
Revolución y murió prisionero en la Francia del Directorio; pero con ese nuevo pontífice el
emperador mantendrá una relación ambivalente; tratando de manejarle en beneficio propio
siempre que le fue posible. Planeaba convertir París en la nueva sede de la Iglesia no solo por el
prestigio que ese traslado otorgaría a la capital del Imperio, sino también por el control que le
concedería sobre el Papado.
Se ha discutido sobre la pertenencia de Napoleón a la Masonería sin que se haya llegado a
probar, pero es un hecho que la secta no le era extraña y que la utilizó a conciencia. Tanto en
Francia como en los países de su órbita. Su padre, el oscuro abogado corso, y sus cuatro
hermanos fueron masones; 210 así como su cuñado Joaquín Murat, el carnicero de Madrid. 211
Napoleón logró de ese modo controlar a la secta por una parte, y por otra, convertirla en
instrumento de control sobre sus ejércitos y su policía; un control añadido al visible y oficial;
evidente en aquel régimen autoritario y peculiar que fue el suyo. Durante el Imperio, el Gran
Oriente de Francia pasó de unas 300 logias en 1804 a 1.229 en 1814; lo que da una idea del
impulso recibido desde el Trono. 212 Para cubrir todo el espectro social contaba con su primera
mujer, Josefina: iniciada en la Masonería, como tantas salonniéres, antes de la Revolución,
presidió la Logia Imperial de Adopción de los Francos Caballeros de Estrasburgo, convertida
después en Gran Maestra de la Masonería femenina, reconstruyó las «logias de Adopción» —
femeninas dependientes de las masculinas del Gran Oriente, ya que la Masonería regular no
admitía mujeres— durante el Imperio. 213
El sucesor de Pío VI llegaba al solio pontificio el mismo año en que Napoleón se convertía en
cónsul. Fue elegido en un cónclave extraordinario, en Venecia, bajo la protección del último
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Francisco II, que pronto se convertiría en el
primero del Imperio de Austria. La sede de Pedro estuvo vacante desde agosto de 1799 hasta
marzo de 1800, cuando fue elegido el cardenal de Imola, Luis Chiaramonti, que tomó el
nombre de su antecesor, y como él condenó también a las sectas secretas, particularmente la de
los carbonarios, vinculada por supuesto a la Masonería y muy activa en la Italia de su época y
en otros países.
210
José, Rey de España, Gran Maestro del Gran Oriente francés y posteriormente del español; Luis, Rey de
Holanda y Venerable Maestro; Jerónimo, Rey de Westfalia y Gran Maestro de su Gran Oriente; y Luciano,
Príncipe de Cannino y miembro del Gran Oriente Francés. Ver Manuel Guerra, Masonería..., p. 305. Ver también
César Vidal, La Masonería..., pp. 61-63
211
Así llamado por haber ordenado las cargas sobre el pueblo madrileño el 2 de mayo de 1808, y la posterior
represión del día 3
212
Manuel Guerra, Masonería..., p. 305
213
Ver Yolanda Alba, Masonas. Historia de la Masonería femenina, Ed. Almuzara, p. 53.
50
Pío VII, en Ecclesiam a Jesu, 214 denunciaba que se presentaban «“bajo el disfraz de corderos,
pero no son sino lobos rapaces”. Después atribuye a las sectas secretas los turbiones de la
Revolución y denuncia las parodias de los sacramentos y la liturgia cristiana en algunas
iniciaciones de estas sectas». 215 Argumentos que volverán a aparecer en las siguientes condenas
pontificias, más elaboradas cada vez, aunque, como acabamos de ver, esta condena no va a la
zaga de las anteriores en cuanto a contundencia. Y tampoco se puede tachar a Pío VII de papa
retrógrado: siendo cardenal, había declarado, en una homilía de gran repercusión, la
compatibilidad entre el Evangelio y el régimen republicano, lo que en plena época
revolucionaria era ir muy lejos. Fue luego, además, un papa reformista, pero si condenaba la
Masonería tan explícitamente —«lobos rapaces»— era porque, al igual que sus antecesores,
reconocía claramente la diferencia entre las dos ciudades enfrentadas desde los orígenes de
linaje humano. Y cuando publicó Ecclesiam a Jesu tenía a sus espaldas una larga experiencia
del mundo: a pesar de haber asistido a su coronación en París, la armonía entre Napoleón y el
papa no fue duradera: en 1808 las tropas francesas, herederas de las del Directorio, volvieron a
invadir los Estados Pontificios, suprimiéndolos, y Pío VII, también en esto como su antecesor,
fue llevado prisionero a Francia; Roma, en 1809, se convertía en segunda capital del Imperio y
los Estados del papa pasaban a ser un nuevo departamento francés; el del Tíber. Otra vez
parecía que el Papado era parte del pasado de la Cristiandad; y era el heredero/beneficiario de la
Revolución, cubierto de armiños, quien aparentemente le daba el golpe de gracia. Durante cinco
años, con el papa confinado en Fontainebleau, la Iglesia volvía a estar descabezada. No
regresaría a su sede hasta la caída del Imperio napoleónico.
El mismo año en que desaparecían nuevamente los Estados Pontificios, además, era invadido el
viejo solar de la Monarquía Hispánica, por los mismos ejércitos. Comenzaba una guerra que los
españoles interpretaron como cruzada desde el primer momento, empezando por la propia
Iglesia española que la predicaba.
Mientras, el rey intruso creaba una Masonería estatal directamente dependiente de su persona.
José Bonaparte había sido Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, encumbrado hasta esa
jefatura, en 1804, por su propio hermano. Ostentará en España el mismo cargo con idénticos
fines a partir de 1808. Creó para ello el Supremo Consejo de Grado 33 del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, activo hasta 1813, cuando “Pepe Botella” tuvo que abandonar España
definitivamente. Siempre supo, hay que reconocerlo, que el final de su reinado sería desastroso,
como lo avisaba a su hermano: «Vuestra gloria se desvanecerá en España»; «Nadie ha dicho a
Vuestra Majestad toda la verdad. Lo cierto es que no hay un español que se declare en mi
favor». Aunque actualmente algunos españoles lamenten que la dinastía de los Bonaparte,
combatida por sus mayores durante seis años —a sangre y fuego, en una guerra total, y heroica
como pocas—, no arraigara en España; a fuer de liberales, es de suponer.
También es cierto que José I exageraba; algunos españoles sí que se declaraban por él, y buena
parte de ellos se afiliaban a las logias que «levantaban columnas» 216 entonces. En Madrid se
crearon algunas como Beneficencia de Josefina, Napoleón el Grande, Filadelfos, o Estrella de
Napoleón. 217 Gobernadas todas ellas desde la misma sede de la Monarquía que unas décadas
antes condenara a la secta tajantemente. Se iniciaban, sobre todo, militares y funcionarios;
franceses algunos, afrancesados otros. La hermandad masónica, dirigida ahora desde el trono,
cumplía sus objetivos. En Madrid como en París.
Y siguiendo el modelo revolucionario francés, la monarquía ilegítima y masónica iniciaba la
persecución religiosa: quedaban prohibidas las ordenaciones sacerdotales; se recuperaba el
proyecto desamortizador de los bienes eclesiásticos que ya diseñara Godoy, pero ampliándolo;
214
De 13 de septiembre de 1821
215
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 112.
216
Iniciaban sus trabajos, según la jerga masónica
217
Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 103
51
y se suprimían, por decreto de 18 de agosto de 1809, las Ordenes religiosas de varones, que
fueron objeto de exclaustración. Con ello, por primera vez en la historia, los españoles
contemplaban el espectáculo de miles de frailes, arrancados súbitamente de sus conventos,
buscando cobijo. 218 Recordemos estas medidas porque todas ellas se reproducirán en España
cada vez que la Masonería, a través de los partidos nacidos del liberalismo, alcance el poder.
Era lo mismo que los franceses contemplaron a partir del otoño de 1789.
En 1811 se había creado otro Supremo Consejo del Grado 33, «con patentes expedidas desde
Charleston» de mucha mayor duración: «Es el que, con altibajos, escisiones y exilios ha
subsistido hasta nuestros días». 219 Será con el tiempo un organismo esencial para conocer el
desarrollo histórico de la Masonería española, por lo que volveremos a encontrarlo en este
libro. A él pertenecieron militares y políticos masones de gran influencia en la historia de
España; como el constituyente Martínez de la Rosa, el desamortizador Mendizábal, los
generales Riego, Espartero y Prim, o los presidentes Castelar y Pórtela Valladares. El éxito del
Consejo patentado desde Charleston fue, como puede verse, mucho mayor que el conseguido
por el dependiente de París. Y sin duda, el más revolucionario, en el sentido de clandestino y
conspirativo, era este. Por eso ha durado doscientos años, aunque en la práctica llegase a
desaparecer con la victoria de Franco en la guerra civil.
Volviendo a los inicios del siglo XIX, puede decirse que la Masonería, de la noche a la mañana,
había florecido en España. ¡Dos Supremos Consejos del Grado 33 en los años de Bonaparte!
Pero mientras tanto, la España que resistía al invasor, con el interesado apoyo británico, se
reunía en Cádiz para redactar una constitución. Por tanto, en su trasfondo más íntimo, aceptaba
el modelo político iniciado con la Revolución Francesa: la primera de las constituciones
españolas, no debe olvidarse, es la de Bayona, redactada por mandato de Napoleón para uso de
su hermano en el reino que acababa de adjudicarle.
Aparte de la Constitución de 1812, modelo de otras europeas durante los ciclos revolucionarios
del siglo XIX, las Cortes de Cádiz promulgaron una serie de decretos que forman el corpus de
la revolución política que tuvo lugar en el reducto gaditano, controlado por un sector jacobino.
Aquellas Cortes fueron el equivalente, en muchos aspectos, a la Asamblea Constituyente
autoproclamada en Ver- salles en 1789. Salvando las distancias entre un parlamento y otro,
nadie puede cuestionar la trayectoria liberal de la versión española.
Y sin embargo, entre esos decretos suyos aparece uno sorprendente: el que condena y prohíbe
la Masonería en España. «Un decreto dejando fuera de la ley a la orden del triángulo en todo el
territorio español y en los de Ultramar y Filipinas 220 por constituir un peligro para la religión y
para la monarquía “por ser uno de los más graves males que afligían a la Iglesia y a los
Estados”». 221
Los padres de la Constitución de Cádiz, por la que tantos liberales se sublevarían durante el
primer tercio del siglo XIX, condenaban la Masonería con los argumentos tradicionalmente
empleados por papas y reyes en el siglo anterior. Lo más curioso es que aquellas Cortes no
carecieron del componente masónico; masones fueron personajes de la talla de Martínez de la
Rosa, Agustín Argüelles, 222 José María Calatrava, el sacerdote Muñoz Torrero o el poeta
Quintana. ¿Cómo entender esta contradicción? Forma parte de los misterios de la Masonería.
Seguramente, aquellos diputados iniciados en las logias adoptaron una actitud posibilista,
218
Ver Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo VIII, p. 152.
219
Manuel Guerra, Masonería..., p. 35.
220
En todas las independencias, las americanas y la filipina, intervino la Masonería a lo largo de los siglos XVIII y
XIX: la de Filipinas se decretó en dos tenidas, celebradas en 1890 y 1891, de la logia madrileña Ibérica n° 7 a las
que asistió el masón José Rizal, promotor principal de la independencia de Filipinas. De ahí que el monumento que
se le erigió en la madrileña avenida de Filipinas sea completamente masónico.
221
José Antonio Vaca de Osma, La Masonería y el poder, p. 180, en Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 111
222
Gran Maestre del Gran Oriente de España al reorganizarse la Masonería en 1820. Constituyó un Supremo
Consejo del que formaron parte el conde de Toreno y Martínez de la Rosa.
52
aceptando un texto confesionalmente católico. De su adhesión a «la fe verdadera» no quedaba
la menor duda sobre el papel; otra cosa es lo que pensaran, pero no tenían entonces fuerza
suficiente para oponerse a esos párrafos que establecían «la nación española profesa la religión
católica, apostólica, romana, única verdadera con exclusión de cualquier otra». Pero es que no
podía ser de otro modo en aquella España, que combatía en aquellos momentos por el trono y el
altar. Exactamente como lo hicieran los vandeanos veinte años antes. Para aquellos masones
españoles de 1812, se trataba al menos de una constitución liberal y escrita; el principio de una
verdadera revolución política que, antes o después, junto con los decretos que también
aprobaron, abriría el camino a grandes cambios sociales, y, desde luego espirituales; era la
desaparición del Antiguo Régimen. Optaron por el pragmatismo; no cabe otra explicación.
Porque llegado el momento veremos hasta qué punto utilizaron el concepto de libertad en
beneficio del ideario, nada tolerante, de sus logias.
Por otra parte, se hacían grandes progresos en aquellas Cortes desde la óptica masónica: en
Cádiz se suprimió el tribunal del Santo Oficio, que aunque ya decaído, tenía entre sus
cometidos la represión de la Masonería; se proyectaba también, como hiciera por la misma
época el bando enemigo —franceses y afrancesados—, retomar el proyecto desamortizador de
la Ilustración; merecía la pena continuar por la senda constitucional. De todas formas, en aquel
congreso se notaba el disgusto de bastantes diputados en relación con el tratamiento que se daba
en la constitución a la cuestión religiosa. Decía al respecto Menéndez Pelayo: «A muchos
descontentó tan terminante declaración de unidad religiosa, pero la votaron, aunque otra cosa
tenían dentro del alma». 223
La Masonería siempre ha sabido ser pragmática llegado el caso.
Y reconocer los tiempos. Así se entiende que a la caída de Napoleón, la francesa se apresurase a
demostrar su adhesión a Luis XVIII, el Borbón que venía, supuestamente, a retomar la Historia
donde su guillotinado hermano la dejó: una monarquía hasta cierto punto constitucional, con
Carta Otorgada, pero presidida desde el trono por la dinastía histórica: «En un alarde de
oportunismo [la Masonería] llegó a organizar una manifestación masónica. En ella los masones
portaban el busto del rey [Luis XVIII], Más aún, la Gran Logia dispuso que la fiesta del
Solsticio de Invierno o de San Juan Evangelista se dedique a la celebración de la restauración
de los Borbones». 224 Esos mismos Borbones en cuya caída la secta estuvo tan implicada; que
llegaban además a poner fin a una etapa abierta por la Revolución y llegada a su plenitud con el
Imperio recién desaparecido; un período de apogeo masónico a nivel internacional. Esa
manifestación era bien reveladora del oportunismo de sus organizadores: simplemente querían
asegurarse un lugar confortable en la Francia de la Restauración. Sus proyectos quedaban
dentro de una estrategia permanentemente oculta tras las llaves del secreto y la obediencia.
A su regreso del cautiverio francés, Pío VII restauró la Compañía de Jesús con los últimos
jesuitas supervivientes al desastre de su Orden y al tiempo. 225 Era la época de la Restauración y
parecía, aparte de justo, necesario recuperar aquel instituto perdido antes incluso de la
Revolución. Femando VII, vuelto de Francia también él, se apresuró a refundar la Compañía en
España. Con ello volvían a convertirse los hijos de San Ignacio en punto de mira de la
Masonería, hasta bien entrado el siglo XX, como podremos ver en más de un capítulo de este
libro.
223
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 247
224
Manuel Guerra, Masonería..., p. 306
225
Mediante la Bula Sollicitudo, de 7 de agosto de 1814; ya antes, había restaurado la Compañía en el Reino de
Nápoles, el 30 de julio de 1804, con el Breve Per alias
53
Siguiendo con las condenas pontificias contra la secta, después de Pío VII, volvió a condenarla
León XII, 226 en su bula Quo graviora, donde recordaba los anatemas pronunciados por sus
antecesores a partir de Clemente XII, añadiendo su propia condena:
Poneos en guardia contra las seducciones y los discursos lisonjeros que se emplean para
haceros entrar en estas sociedades. Convenceos de que nadie puede enrolarse en ellas
sin cometer un pecado gravísimo [...] Aunque no hay costumbre de exhibir lo que hay
más digno de censura a la vista de los que no han llegado a los grados eminentes, es, sin
embargo manifiesto que la fuerza de estas sociedades, tan peligrosas para la Religión, se
aumenta con el número de los que ingresan. 227
Advierte aquí el pontífice sobre el «gravísimo pecado» que significa la iniciación masónica;
pone en guardia contra las «seducciones» empleadas por los sectarios para atraer adeptos, —
«haceos sordos a quienes os tientan para el ingreso en los grados inferiores asegurando que
nada hay en ellos contrario a la religión»— y añade una advertencia sobre lo que solo se
descubrirá en los superiores. Prevenía también sobre el riesgo que asume el iniciado al aceptar
graves castigos en caso de llegar a romper el juramento. No hay como acudir a las
Constituciones de Anderson para comprobar la exactitud de esta afirmación, pero debe
subrayarse que están presentes la mayoría de argumentos empleados en condenas anteriores.
Los que seguiremos encontrando.
Siguiendo un orden cronológico, viene a continuación la ya mencionada Traditi humilitati
nostrae, de Pío VIII, que calificaba a la Masonería de «secta satánica [...] que tiene por su dios
al demonio», publicada en 1829. En 1832 Gregorio XVI publica la encíclica Miran vos, donde
describe los graves daños morales causados ya a la sociedad europea por la «negra conspiración
de los malvados», llegando a dibujar el panorama más amenazador: «pudiéramos decir que esta
es la hora del poder de las tinieblas [...] Sí; la tierra está en duelo y perece, inficionada por la
corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el derecho, han roto
la alianza eterna», denunciando el ataque violento que sufría ya la Iglesia: «Se impugna la
autoridad divina de la Iglesia, y conculcados sus derechos, se la somete a razones terrenas, y
con suma injusticia, la hacen objeto del odio de los pueblos reduciéndola a torpe
servidumbre». 228 El tono había cambiado; ya no denunciaban los papas, como en el siglo
anterior, a una secta peligrosa solamente; constataban los efectos visibles de la acción
masónica: la transformación del ancho mundo en lo terrenal y en lo espiritual.
Añadía un dato; algo que también aparecía en anteriores documentos pontificios, pero no tan
claramente: el mundo académico: «universidades y escuelas» se habían unido a la «guerra a la
religión católica». Aunque comparando aquellos tiempos con los actuales, podrían parecer
exageradas estas afirmaciones, no cabe duda de que se vivía ya entonces la primera etapa del
claro proyecto de descristianización que alcanzaría después las cotas que podemos apreciar. Ese
tono ya se mantendría en las siguientes condenas durante lo que quedaba de siglo.
En 1846 aparece otra encíclica similar a la anterior, Qui pluribus, de Pío IX, 229 un papa crucial
en la historia de la Iglesia. Así se expresaba, en el inicio de su pontificado:
226
Aníbal Sermattei de la Genga (Ancona 1760-Roma 1829); fue nuncio apostólico en París, colaborando en la
redacción del concordato firmado con Napoleón; elegido papa el 28 de septiembre de 1823, murió el 10 de febrero
de 1829, siendo sepultado en San Pedro
227
León XII, Bula Quo graviora, 13 de marzo de 1825.
228
Gregorio XVI, Carta Encíclica Mirari vos, 2.
229
Juan María Mastai Ferretti (Senigallia 1792-Roma 1878); elegido papa el 16 de junio de 1846, protagonizó el
pontificado más largo de la historia después del de San Pedro: casi treinta y dos años. En ese tiempo, Roma y los
Estados Pontificios fueron incorporados al reino de Italia. Murió en 1878, siendo enterrado en San Pedro, de donde
sus restos fueron trasladados a la iglesia de San Lorenzo Extramuros. Fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de
septiembre de 2000.
54
Nos horroriza y nos duele en el alma considerar los monstruosos errores y los artificios
varios que inventan para dañar; las insidias y maquinaciones con que estos enemigos de
la luz, estos artífices de la mentira se empeñan en apagar toda piedad, justicia y
honestidad; en corromper las costumbres; en conculcar los derechos divinos y humanos,
en perturbar la religión católica y la sociedad civil, hasta si pudieran arrancarlos de
raíz. 230
Explicando más adelante a quién se refiere: «Tales son las sectas clandestinas salidas de las
tinieblas para ruina y destrucción de la Iglesia y el Estado, condenadas por Nuestros
antecesores, los Romanos Pontífices, con repetidos anatemas en sus letras apostólicas, las
cuales Nos, con toda potestad, confirmamos y mandamos que se observen con toda
diligencia». 231 En este punto, a la hora de reiterar expresamente las condenas anteriores,
realmente las confirma; recordando que están en pleno vigor. Y justo aquí, recupera también la
idea fundamental siempre presente, desde Clemente XII: el poder de las tinieblas contra la
Iglesia y el Estado; eso son las «sectas clandestinas». Más claramente aún: se trataba de
descubrir «los escondrijos de los impíos y vencer en ellos al mismo diablo a quien sirven». 232
Las dos ciudades volvían a aparecer.
Por si no hubiera quedado suficientemente claro en Qui pluribus a qué clase de sectas se refería,
años más tarde, lamentando que los avisos que hiciera en relación con la Masonería no habían
sido escuchados, decía:
Revalidaba las condenas de sus antecesores por segunda vez. Pío IX se convertirá en objetivo
prioritario de los masones: pretenderán presentarle como masón arrepentido; descalificarle por
el medio que sea, y finalmente intentaron arrojar sus restos al Tíber cuando eran trasladados
desde el Vaticano hasta la basílica de San Lorenzo. Ni muerto le perdonarán la firmeza de sus
posicionamientos; su defensa del Papado ante el asalto que nuevamente parecía definitivo. Se
recrudecía la lucha: a mediados de siglo, todos los papas de aquella centuria habían condenado
la Masonería.
230
Beato Pío IX, Carta Encíclica Qui pluribus, 3
231
Ibíd, 9
232
Ibíd, 11
233
Alocución del 25 de septiembre de 1865
55
Estado fallidos; detrás se escondía el designio de cambiar el alma de la sociedad española.
Habían nacido las dos Españas; se enfrentaban realmente las dos Europas. Nadie lo ha descrito
como Menéndez Pelayo: « [...] en 1814 el común peligro y el fanatismo sectario congregaron a
los liberales en las logias de rito escocés, y bien puede decirse que apenas uno dejó de afiliarse
a ellas, y que toda tentativa para derrocar al Gobierno de Femando VII fue dirigida o promovida
o pagada por ellas». 234 El partido liberal y los que fueran naciendo de él serán el gran vehículo
de la Masonería, tanto en España como en el resto de Europa. Las escisiones políticas del
tronco común procedían de las logias.
La gran ocasión se presentó en 1819 cuando el gobierno español preparaba una expedición
militar a América con el fin de sofocar los movimientos independentistas surgidos en los
virreinatos. «Un motín militar, vergonzoso e incalificable [...] vino a dar el triunfo a los
revolucionarios. La logia de Cádiz, poderosamente secundada por el oro de los insurrectos
americanos y aún de los ingleses y de los judíos gibraltareños, relajó la disciplina en el ejército
destinado a América, introduciendo una sociedad en cada regimiento». 235 Masones fueron,
efectivamente, todos los protagonistas del golpe: los militares Riego 236 y Quiroga, al frente de
la sublevación, y, entre bastidores, Juan Alvarez Mendizábal; el autor del manifiesto que se
leyó el 1 de enero de 1820, inicio de la insurrección. Mendizábal, que realmente se llamaba
Méndez, 237 era un judío gaditano, entregado a los intereses británicos, que perteneció, como
vimos, al Supremo Consejo de Grado 33. Irá adquiriendo mayor protagonismo político a la
muerte de Femando VII, y será uno de los mayores enemigos de la Iglesia en aquellos años;
uno de sus mayores debeladores.
La sublevación de Las Cabezas de San Juan tuvo dos efectos inmediatos: América se pierde
para España, como estaba previsto por los golpistas y sus colaboradores, tras una historia
común de tres siglos; y en la Península se establece el régimen liberal. El 7 de marzo Femando
VII, amedrentado como Luis XVI, claudica y acepta la Constitución de 1812, a la vez que
suprime la Inquisición; esta vez definitivamente. Comenzaba el Trienio Liberal que bien podría
llamarse masónico: al frente del Gobierno, el masón Argüelles, que presidiera las Cortes de
Cádiz, y como prioridad de los nuevos gobernantes, una reedición de las medidas iniciadas por
José Bonaparte. Naturalmente, lo primero que hicieron fue ir a por los jesuitas; el 14 de agosto
de 1820 se decretaba su expulsión; ya la segunda. El 1 de octubre se suprimían todos los
monasterios de España, salvo ocho que, como El Escorial, se preservaban por razones histórico-
artísticas. Se cerraron doscientos noventa, mientras que, a la vez, se reducía el número de
conventos. Según dos curiosos baremos: el número de frailes que formaran la comunidad, y la
población que tuviese el lugar. 238 1.701 conventos quedaban clausurados y sus frailes
exclaustrados. Los conventos que permanecieran abiertos, la mitad de los que había en España
hasta ese momento, dejaban de depender de sus Ordenes y pasaban a estar bajo la autoridad del
obispo del lugar.
El Estado se apoderaba de los bienes de los conventos desamortizados, siguiendo directrices de
las Cortes de Cádiz. Además, quedaban prohibidas nuevas fundaciones; el primer zarpazo iba
contra el clero regular; como en la Francia revolucionaria. Aparte de esto, el Gobierno español
rompía relaciones con la Santa Sede y expulsaba al nuncio en 1823. Ocho obispos fueron
234
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 259
235
Ibíd., p. 261
236
Rafael del Riego conoció una fulgurante promoción con el éxito del pronunciamiento: de teniente coronel
pasaba a ser general y se convertía, de paso, en el Gran Maestro del Gran Oriente Nacional, en 1821 y 1822.
237
«Don Juan Alvarez Méndez, que cambió su apellido (de origen judío) por el de Mendizábal, maquinó el
alzamiento de Riego en 1820 y fue el artífice del proceso desamortizador que privó a la Iglesia española de sus
bienes y le causó unos daños y unas pérdidas incalculables, no solamente en el aspecto material». Ricardo de la
Cierva, La Masonería invisible..., p. 42
238
No podría existir un convento en poblaciones de menos de 450 habitantes, lo que afectó a dos de los
monasterios históricos en principio protegidos: Poblet y Montserrat.
56
desterrados, 239 inaugurando una práctica de los gobiernos masónicos que llegaría hasta la II
República.
Peor suerte aguardaba al de Vich, el franciscano fray Ramón Strauch Vidal, asesinado el 16 de
abril de 1823 cerca de Molins de Rei, cuando era conducido a Tarragona para ser juzgado por el
Tribunal Supremo de Guerra, como sospechoso de realista. La orden de matarlo venía de
Rotten, lugarteniente del general Mina, miembro de la Masonería, 240 que no trató de evitar las
matanzas. Junto al obispo fueron asesinados veinticinco manresanos, entre ellos varios
sacerdotes. Algunos españoles empezaban a matar curas; el tono sangriento de las
persecuciones contra la Iglesia será frecuente a partir de aquel momento; durante el resto del
siglo, para alcanzar su culmen en el XX.
El Trienio acabó en guerra civil porque surgieron partidas realistas que defendían lo mismo que
en 1808: el Trono y el Altar. Y la situación en España era similar a la de la Francia
revolucionaria; con un rey humillado en palacio y prisionero de su propio gobierno, que llegó a
declararlo incapaz, mientras comenzaba el desmantela- miento de la Iglesia; contemplada por
los liberales como el principal enemigo a batir. Fue el primer fogonazo de poder masónico en
España; más visible incluso que el gobierno de Pepe Botella, cuando la guerra desviaba la
atención de las medidas administrativas. A partir de 1820 se desataba en España una
persecución religiosa; encubierta también por la revolución política. El experto en Masonería
española del siglo XIX, Mariano Tirado Rojas, resume así la represión anticatólica llevada a
cabo durante el Trienio:
1820 fue el inicio del primer ciclo de revoluciones liberales, o burguesas, que recorrieron
Europa, abortado por la intervención de las potencias reunidas en el Congreso de Verona,
convocado en aplicación de uno de los principios del de Viena; el de «intervención»; una
revolución en Europa era una revolución europea, y debía ser atajada. De ahí el envío a España
de los Cien Mil Hijos de San Luis; los franceses, para sorpresa de los liberales, fueron recibidos
entonces como libertadores, incluso en la heroica Zaragoza. Venían a rescatar al mismo rey que
Napoleón había secuestrado; aquel «deseado» de los españoles de 1808; ya bastante
desmitificado por sus súbditos, pero la misma encamación de la Corona que defendieron
entonces. En Madrid se le había cantado el trágala, su palacio había sido allanado como las
Tullerías en 1791; y su guardia había sido derrotada, cuando se sublevó a favor suyo, por la
milicia nacional, remedo de la guardia comandada por Lafayette, creada con la misma
finalidad: poner en pie un ejército de voluntarios para la revolución. Todo eso, y el ataque a la
Iglesia principalmente, venían a frenar los soldados del duque de Angulema; por eso eran
aclamados. 1823 fue la demostración de que el proyecto masónico no era la causa del pueblo
español.
Eran ciclos realmente; esas revoluciones no se daban aisladamente en un lugar; la red secreta de
las logias de todo el Continente funcionaba como correa de transmisión de todos aquellos
procesos. El segundo fue el de 1830 que derribó en Francia, ya para siempre, a la dinastía
borbónica. El nuevo rey de los franceses salido de las barricadas; el llamado «rey burgués»,
239
Los de Orihuela, Tarragona, Oviedo, Menorca, Barcelona, Tarazona, Pamplona y Valencia
240
Tanto Espoz y Mina como su sobrino, “Mina el Mozo”, pertenecieron a la secta
241
Mariano Tirado Rojas, La Masonería en España, tomo II, p. 108
57
Luis Felipe de Orleans, era hijo del regicida Felipe Igualdad, el guillotinado duque y jefe
masónico. Su hijo, que lograba la vieja ambición de su Casa, alcanzar el trono, contó con el
apoyo de la Masonería y tuvo ministros masones, aunque otra rama de la secta, ya abiertamente
republicana, logrará expulsarle en 1848.
El ciclo de 1830 no llegó a España, pero tres años más tarde, a la muerte de Femando VII, se
iniciaba, encubierta detrás de la primera guerra carlista, una verdadera revolución liberal.
Contando con la debilidad de la Reina Gobernadora, dispuesta a mantener el trono de su hija
casi a cualquier precio, la Masonería volvió a entrar en acción. Pero no ya desde la
clandestinidad, como en el reinado anterior, sino instalada en las más altas esferas del poder: lo
que había iniciado durante el Trienio podría consumarse ahora, cuando volvían al gobierno los
doceañistas, padres de la constitución de Cádiz.
En 1834 estaba en el poder Martínez de la Rosa, cuando tuvo lugar uno de los grandes crímenes
impunes de la Masonería: la matanza de frailes de Madrid, ocurrida el 17 de julio. Ocho horas
de regocijada carnicería ocurrida en el centro de Madrid a la vista de una horrorizada población.
Con el pretexto de que los curas habían envenado las fuentes, responsabilizándoles del brote de
cólera que sufría la capital, grupos de asesinos asaltaron varios conventos dando muerte en
plena calle a sus moradores. En primer lugar, para no perder la costumbre, asesinaron a
dieciséis jesuitas en las calles de Toledo, Barrionuevo, de los Estudios y plaza de San Millán,242
«cuyos cuerpos acribillados de heridas, fueron arrastrados luego con horrenda algazara, y
mutilados con mil refinamientos de exquisita crueldad, hirviendo a poco rato los sesos de
alguno en las tabernas de la calle de la Concepción Jerónima». 243
Los mismos criminales se dirigieron luego a los conventos de dominicos, mercedarios y
franciscanos, donde mataron con ensañamiento, en vivos y cadáveres, a todos los frailes que no
lograron escapar. 244 Exclama Menéndez Pelayo —él, una vez más; cronista de la acción
masónica en España—: « ¡Ocho horas de matanza regular y ordenada, por un puñado de
hombres, casi los mismos en cuatro conventos distintos! ¿Qué hacía entre tanto el capitán
general? ¿En qué pensaba el Gobierno?». 245 Pues dicho señor, el capitán general, San Martín,
se había limitado a observar, recorriendo a caballo las calles escenario de la barbarie. Y en
cuanto al Gobierno, la respuesta a este “misterio” la dio el propio Martínez de la Rosa en
«apunte autógrafo [...] entregado por él a don Pedro J. Pidal, que se imprimió para incorporarlo
al conocido libro del profesor Vicente de la Fuente». 246 Lo recogió así Menéndez Pelayo:
Nadie sabe a punto fijo, o nadie quiere confesar, cuál era la organización de las logias en 1834,
pero en la conciencia de todos está, y Martínez de la Rosa lo declaró solemnemente antes de
morir, que la matanza de frailes fue preparada y organizada por ellas. 247
Y el testimonio es autorizado: Martínez de la Rosa, como vimos, perteneció al Supremo
Consejo del Grado 33; sabía lo que decía. Otra cosa es la responsabilidad que le cabe en
aquellos sucesos como jefe del Gobierno que era aquel día sangriento. Siendo como eran
masones los organizadores de las matanzas, según él reconoció, ¿no pudo evitarlas o al menos
castigar a los culpables —que no fueron investigados— después? Es la misma pregunta que
volveremos a hacemos al hablar de otros crímenes impunes, de autoría masónica, cometidos
más adelante con otros gobernantes de la secta en el poder. Aunque también es verdad que, al
242
Entre ellos el padre Artigas, único arabista de España en aquellos momentos
243
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 287
244
Entre los franciscanos asesinados ese día en San Francisco el Grande estaba el padre Benito Carrera, confesor
de sor Patrocinio, la famosa «monja de las llagas» que vivía entonces en el convento del Caballero de Gracia de
Madrid. La biógrafa de la religiosa, Sor María Isabel de Jesús, ni menciona, sin embargo, las matanzas, que
lógicamente debieron impresionar profundamente a la comunidad
245
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 289
246
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 451
247
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 286. Ver del mismo autor, Historia de los Heterodoxos Españoles, libro
VIII, capítulo I.
58
parecer, Martínez de la Rosa no atendía las peticiones de sus «hermanos» a plena satisfacción
de la Masonería, dentro de cual un sector conspiraba ya contra él. Pero sabía lo que se estaba
fraguando; ahí está su culpa.
Las de 1834 fueron las primeras pero no las últimas matanzas de frailes: se reprodujeron un año
más tarde con igual violencia en Barcelona. Aunque el entonces jefe de Gobierno no hubiera
terminado admitiendo quiénes fueron los autores de las de 1834, era evidente que también
«aquello se organizó en las logias»: el gran experto en la Masonería española del XIX, Mariano
Tirado Rojas, autor de una obra fundamental —ya citada previamente—, sobre el tema, 248
escribía en aquel mismo siglo que no podía atribuirse el suceso a otras sociedades secretas, que,
aparte de todo, eran filiales de la misma secta. Y también él, como masón arrepentido que era,
sabía muy bien lo que decía: 249
Masones eran los Isabelinos [que no fueron ni secta sino un bando político masónico,
opuesto a la regencia de María Cristina, cuyos jefes pertenecían al Grande Oriente],
masones los que dirigían los trabajos de las venías carbonarias, masones los Iluminados,
y masones los Ministros, los Capitanes Generales de las provincias y los jefes políticos
y delegados de estos en las capitales y pueblos donde fueron asesinados los frailes, y
saqueados y aún incendiados sus conventos.
Esto explica el método y la tranquilidad con que llevaron a cabo los sicarios de las
logias su horrible trama contra las Ordenes religiosas; esto explica cómo en Madrid duró
la matanza de los religiosos desde poco antes del medio día, que comenzó por el
Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, hasta las once de la noche del día 17 de
Julio, que terminó con el degüello de los frailes establecidos en el convento de San
Francisco el Grande. 250
Subrayando también, como apuntaba Menéndez Pelayo, que no puede hablarse de «conmoción
popular»: «lo prueba el hecho de que los conventos no fueron asaltados simultáneamente, sino
por tumo, y como si solo fueran unos mismos sicarios los encargados de llevar a cabo tan
execrable obra». 251 Al asesinato, sumaron el robo, reuniendo cuantioso botín; no solamente lo
que sacaron de conventos e iglesias sino también «los fondos depositados en la Comisaría de
los Santos Lugares, de donde se llevaron medio millón de reales». 252
También entonces, durante la primera guerra carlista, sin perder nunca el rumbo, la Masonería
en el poder, volvió a la carga con la desamortización: en 1836, Mendizábal decretaba, 253 desde
el ministerio de Hacienda, la conversión de los bienes eclesiásticos en nacionales para su venta
posterior. En principio solo los del clero regular, según el modelo de la Revolución Francesa.
Se trataba de «crear una copiosa familia de propietarios cuyos goces y existencia se apoye en el
triunfo completo de nuestras instituciones actuales», 254 como sí se logró en Francia, que no en
España: una red de intereses que asegurara el apoyo al régimen liberal: el cuerpo electoral,
gracias al sufragio censitario, se identificaría con los nuevos propietarios. Aunque la
desamortización no logró este objetivo, ni tampoco enjugó la deuda pública que le servía de
principal pretexto.
248
La Masonería en España, Madrid, 1892; editada por la imprenta de Enrique Maroto y hermano (calle de
Pelayo, n° 34); reeditada en 2005 por la editorial MAXTOR de Valladolid; I.S.B.N. 84-9761-199-3
249
La suya, dividida en tres volúmenes, es una obra imprescindible para el estudio de la Masonería en la España
del siglo XIX. Tirado Rojas, habla de personajes y acontecimientos que conoció de cerca; lo mismo que la
estructura de las logias y sus ritos
250
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 126
251
Ibíd.,p. 127
252
Ibíd,p. 128
253
Decreto de 19 de febrero de 1836
254
Ibíd.
59
Un mes después se publicó otro decreto 255 suprimiendo las Órdenes religiosas y sus
dependencias. Otra vez las comunidades serían exclaustradas. En todo, siempre que hubo
ocasión, el modelo francés de la Asamblea; el seguido por José Bonaparte y luego por los
hombres del Trienio Liberal. ¡Cuánta tenacidad! ¡Qué claridad de miras! Desprovista de
medios, la Iglesia quedaba anulada; solo había que buscar un motivo para expoliarla.
En 1836, en España se cerraron 1.904 conventos —200 más que en el Trienio—, y 24.000
religiosos varones fueron puestos en la calle sin la menor indemnización; arrojados a la miseria,
entregados a su suerte sin previo aviso. La noche anterior a la matanza de frailes de Madrid, se
oía junto a la casa de los jesuitas de la calle de Toledo, que sería asaltada al siguiente día, una
copla:
Muera Cristo, / viva Luzbel, / muera don Carlos, / viva Isabel 256
Los propios liberales, vitoreando a una niña de tres años, descubrían cuál era su bando. En los
períodos revolucionarios, la Masonería perdía la prudencia y destapaba parte de su secreto. No
era la primera ni sería la última vez.
La imagen que ofrece el reinado Isabel II de España (1833- 1868) desde la perspectiva actual es
mala cuando no pésima; sus escándalos amorosos, frecuentemente exagerados, han sido fuente
inagotable de descrédito; aunque alguno de sus detractores hoy en día pondría a una mujer que
observara su conducta como ejemplo de «espíritu libre» e independiente, transgresora de la
moral imperante. Como reina constitucional tampoco se la considera modélica ya que intervino
en política; olvidan los que la atacan por ahí que sus propios ministros la forzaron a hacerlo;
empezando por el masón, Salustiano Olózaga, miembro del partido progresista, que le arrancó
la firma de un decreto de disolución de Cortes cuando ella tenía catorce años de edad. La
leyenda convirtió aquel encuentro en violación que el ministro habría cometido —en sentido
físico— contra la desvalida adolescente.
No sería la última vez que fue utilizada por algunos de sus gobernantes demostrando, en
ocasiones, hacia la Constitución vigente mucho mayor desprecio que la soberana. ¿De dónde
procede entonces su mala prensa? La respuesta es religiosa. La lucha entre las dos ciudades
tenía entonces en España uno de sus más visibles campos de batalla, y la reina decidió, contra
sus propios intereses, influir lo que estuviera en su mano a favor de la Iglesia. Así de claro se lo
hace ver al propio papa cuando le pide consejo sobre la actitud que debe tomar ante el
reconocimiento del Reino de Italia, levantado a costa de los Estados pontificios; una gran
victoria de la Masonería que estuvo profundamente implicada en todo el proceso de la
unificación: «Mi deseo de poner el peso de la Corona en la balanza del Catolicismo contra las
impiedades revolucionarias, es perfecto y sin vacilaciones». 257 Ahí está la clave del asunto:
cuando la Masonería ocupaba el poder sabía de antemano que sus designios serían estorbados,
hasta donde le fuera posible, por la reina. Bien pronto la secta había tratado de atraerla a través
de su tío y suegro, el Infante masón don Francisco de Paula. El rechazo regio de tales
propuestas, trajo el atentado de 1847:
60
muerte, sentencia que, por influencias masónicas, favorecidas por la generosidad que
entonces demostró doña Isabel, fue conmutada por la pena de cuatro años de destierro,
reducidos después a un mes solamente. 258
Cinco años más tarde sufrirá otro atentado, dentro de palacio, relacionado también con la
Masonería: el cura Merino, según Tirado Rojas, actuó al servicio de masones o carbonarios,
«esto de los carbonarios es una socorrida muletilla de los masones, cuando tratan de eludir la
responsabilidad de los crímenes que perpetran. Sin contar que los carbonarios, como los
comuneros y como el Tiro Nacional [...] son ramas de un mismo tronco y todas ellas proceden
de la Masonería»; «Es evidente que este silencio del cura Merino obedeció a uno de esos
terribles juramentos que se prestan en ciertos grados de la secta, y de los que sabe el que los
presta que [...] su quebrantamiento será, en la mayoría de los casos, inútil, pues la organización
de las Tras-Logias encargadas de vigilar a los miembros de las logias es tal, que suele ocurrir el
caso [...] de que, pensando el masón arrepentido de ejecutar la comisión que se le ha confiado,
revelar a un agente de la autoridad el secreto de que es depositario, se encuentra con que sus
revelaciones tienen por oyente a uno de los miembros de la secta que se propone delatar». 259 Lo
dicho por Tirado en cuanto a la filiación masónica del cura regicida lo confirmó por la misma
época otro masón de altos grados, el escritor y periodista Nicolás Díaz y Pérez, en su obra La
Francmasonería española. 260 No hay motivo, por tanto, para ponerlo en duda.
De esa permanente tensión entre Corona y Masonería procede el mito de la legendaria «Corte
de los milagros», la camarilla de clérigos que supuestamente tenía en sus manos la voluntad de
aquella señora, que con todas sus debilidades, pretendió siempre la defensa del Catolicismo e
hizo de ello cuestión principal a sabiendas de que se jugaba, en esa lucha, como mínimo, el
trono, que perdió. Pero poco antes de eso, cuando ya la avisaban de los preparativos de la
revolución que iba a destronarla, había recibido una de las mayores alegrías de su vida: la Rosa
de Oro, que el papa le concedió como premio a su infatigable apoyo a la Iglesia en tan difíciles
circunstancias. Respondió emocionada: «En este momento acabo de recibir la Rosa de Oro..., y
aun profundamente conmovida envío a V.S. la expresión de mi gratitud. Solo puedo decir a
V.S. que la honra que me dispensa a mí, al rey y a toda mi familia, la recibo también para esta
católica Nación». 261 A pesar de todo, fue una reina católica. Y como tal la reconocieron los
amigos y los enemigos del Catolicismo. Sorprende su resistencia a la Masonería «pues masones
fueron sus más encopetados maestros, masones los que la rodearon desde sus primeros años, y
masones la mayor parte de los ministros que tuvo durante su reinado». Tirado Rojas, sin
exagerar, lo atribuía a «un especial favor de Dios». 262 ¡Qué distinta sería su fama si hubiera
transigido! ¡Qué diferente la historia de su reinado!
Los personajes principales de aquella su inexistente «camarilla» religiosa, inventada por la
Masonería, fueron San Antonio María Claret 263 y la famosa «monja de las llagas»; sor
Patrocinio. El asalto se centró en ellos, y más concretamente, si cabe, en la religiosa. En su caso
el ataque había empezado mucho antes de que conociese a la reina, y no tenía nada que ver con
la supuesta influencia política que le achacaron. Isabel II era una niña de cinco años cuando
Salustiano Olózaga, el mismo que le arrancaría años más tarde la disolución de unas Cortes a la
reina, comenzaba su persecución contra la monja.
En esta novelesca historia se mezcla lo político con lo religioso y lo personal: el poderoso,
258
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 140
259
Ibíd.,pp. 144-145
260
Nicolás Díaz y Pérez, Ensayo histórico-crítico de la Orden de los Francmasones en España desde su origen
hasta nuestros días (La Franc-Masonería española), Ed. Ricardo Fe, Madrid, 1894, p. 470
261
Carmen Llorca, o. c., p. 221.
262
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 140
263
Beatificado por Pío XI en 1934, fue canonizado por Pío XII el 7 de mayo de 1950
61
joven y ambicioso masón 264 había sido pretendiente de María de los Dolores Quiroga, —
nombre en el siglo de la monja— cuando esta era una adolescente de gran belleza con vocación
religiosa, y no renunciaba a vencer sus resistencias. Pero aparte de eso, la monja se había
convertido en algo muy peligroso para los designios de la secta a la que el político debía secreta
obediencia: una mística, estigmatizada que tenía apariciones. ¡En el Madrid de la primera
guerra carlista; de la rampante revolución liberal; de la matanza de frailes! Sin que ella
abandonara la más estricta clausura, su convento del Caballero de Gracia era, por obra de sus
carismas, centro de creciente devoción popular. 265 Difícilmente podríamos establecer qué pesó
más en el ánimo de Olózaga, pero lo cierto es que, como dirigente del partido progresista, jefe
de la Milicia Nacional y gobernador civil de Madrid, organizó la detención y el secuestro de sor
Patrocinio, que fue depositada durante meses en una casa de mala reputación, encarcelada
después, y, por último desterrada.
Todo ello lo cuenta pormenorizadamente la que fuera su secretaria muchos años más tarde; la
concepcionista franciscana sor María Isabel de Jesús en La vida admirable, que reeditada por
Homo Legens, anoté hace años. 266 En esas notas contaba quién era Olózaga; el gobernador que
amenazó al Gobierno con su dimisión «si no quedaban suprimidas las Ordenes religiosas de
cuya seguridad, decía, no estaba dispuesto a hacerse responsable». 267 El mismo que habló de
los «obstáculos tradicionales» para referirse a la reina y a la Iglesia; el que resulta indefendible,
como persona, ante cualquiera que conozca la clase de persecución que dirigió contra la
monja. 268 Durante su detención, aparte de los golpes, recibidos 269 incluso del juez que instruía
su sumario, se vio sometida a otras presiones: fue llevada a tenidas masónicas para debilitar su
ánimo y lograr que declarase ser ella misma la autora de sus llagas. Porque esa parecía ser la
causa de tales violencias; la supuesta impostura en cuanto a los estigmas:
Le hicieron, varias veces, asistir a las juntas masónicas que tenían, con el pérfido fin de
martirizar su corazón y su alma, mostrándole sus propósitos de maldad. Decía nuestra venerada
madre al hablar de estos, que eran tales que si Dios no lo hubiese impedido no hubiese quedado
ni sacerdote, ni religioso, ni nada que tuviese carácter de religión. 270
No tenemos espacio en esta obra para contar, ni resumidamente, la historia de aquella
persecución masónica jalonada de destierros de la monja y atentados contra su vida, siempre
con el mismo argumento: formar parte una «camarilla secreta, que manejaba a su antojo todos
los negocios del Gobierno». 271 Los perseguidores de la tal «camarilla» llevaron la difamación
hasta límites inconcebibles: hicieron amantes a San Antonio María Claret y a sor Patrocinio;
con bastante éxito entre los lectores de La Iberia, órgano oficioso de progresismo. 272 Así lo
refleja el testimonio del presbítero, «algo tocado de liberalismo», Bernabé Blázquez que había
creído la infamia de aquellos amores sacrílegos: «hasta que Dios hizo que leyese que la noche
en que yo, a las diez de la misma, me estaba confesando con el Sr. Claret en una modesta celda
264
Olózaga había participado en la reorganización de la Masonería realizada a la muerte de Femando VII, siendo
nombrado Vocal del Supremo Consejo. Luego pasaría al Oriente Hespérico reformado, una escisión del Oriente de
España, en el que entraron los progresistas opuestos a Espartero, liderados por el mismo Olózaga. Ver Mariano
Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 136
265
Ver Javier Paredes, Las llagas de la monja. Sor Patrocinio en el convento del Caballero de Gracia,
Introducción de Eudaldo Forment
266
Sor María Isabel de Jesús, La vida admirable, Homo Legens, 2008
267
Ibíd., p. 151
268
Hay que decir en su descargo que treinta y cinco años más tarde, siendo embajador de España en Francia, puso
a salvo a sor Patrocinio y a sus monjas, sacándolas de París en plena revolución de la Comuna
269
En casa de Manuela Peirote, donde estuvo ilegalmente retenida, uno de sus guardianes le asestó un culatazo en
el pecho que le provocó un vómito de sangre.
270
Sor María Isabel de Jesús, La vida admirable, p. 157.
271
Ibíd.,p. 575
272
La facción más revolucionaria del liberalismo, eficaz instrumento de la Masonería
62
[...] dijeron que él la había pasado con la monja... ¡Pobres detractores! ¡Dios los perdone!». 273
Siguieron difamándoles incluso después de la caída del trono: algún artista se rebajó aceptando
el encargo de realizar unas viñetas pornográficas 274 en las que la reina, sor Patrocinio y el padre
Claret, con otros personajes, tomaban parte en repulsivas orgías. ¡Dios los perdone!
Esa continua difamación fue denunciada por Isabel II en la declaración destinada al proceso de
beatificación de la monja, señalando a la Masonería como directa responsable:
Los revolucionarios de los dos últimos tercios del siglo diez y nueve, la distinguieron
con su odio. [...] llegando (¡Dios les perdone!) hasta acusarla de complicidad en el
horrendo atentado de regicidio que contra mi persona Real cometió un infeliz sacerdote.
Pero ni esta calumnia inaudita, ni las demás que fraguaron contra ella las logias
masónicas, alteraban su paz interior [...] Contra ella se ha dicho todo lo malo que decirse
puede; pero todo fue urdido por los emisarios del maldito Satanás, que así como a los
primitivos cristianos echaban los gentiles la culpa de cuantas desgracias ocurrían, así
también los masones, si se encendía en España la guerra civil, si caía un ministerio, si se
atentaba contra mi Real persona, si se daba algún puesto a algún personaje, enseguida
gritaban, por medio de la prensa impía: «Son cosas de la monja sor Patrocinio». 275
Para entonces, sor Patrocinio había fundado muchos conventos, en España y Francia, pero
aquel del Caballero de Gracia, donde tuvieron lugar sus primeras experiencias místicas, había
sido desamortizado y poco después demolido. ¡Que no quedara ni rastro de lo que allí ocurrió!
Particularmente de las apariciones de la Virgen del Olvido. Su imagen, a pesar de todo, se
venera en el Oratorio contiguo al solar del destruido convento; el que lleva el mismo nombre
que se le daba popularmente a la comunidad concepcionista de la «monja de las llagas»; el
Caballero de Gracia. La Masonería en este caso, aunque lo pareciera durante más de un siglo,
no lograría plenamente su propósito: el proceso de beatificación de la «monja de las llagas»
sigue abierto. Y en honor de la Virgen del Olvido se celebran cultos en Madrid el último sábado
de cada mes en la sede actual de la comunidad de sor Patrocinio; calle de Blasco de Garay. 276
El peso de la Corona entró en juego varias veces; siempre que se tocaba la cuestión religiosa. Y
en 1854 estaba a punto de tocarse. En julio de ese año volvía de su retiro londinense uno de los
masones más destacados del siglo XX español; Baldomero Espartero, perteneciente al Supremo
Consejo del Grado 33, y como buen masón, liberal radical —es decir progresista— y tan
servidor de los intereses británicos como el propio Mendizábal. Su regreso era el resultado de
uno de los múltiples pronunciamientos militares de la época; la Vicalvarada, que unió a las dos
grandes ramas del liberalismo español: moderados y progresistas. Carlos Marx opinaba que no
era casual que Espartero recibiera en Londres 277 la propuesta de gobernar nuevamente en
España justo cuando más interesaba a Inglaterra la colonización del mercado español
273
Sor María Isabel de Jesús, La vida admirable, p. 577
274
Publicadas con el significativo nombre de Los Borbones en pelota. Se atribuyen a los hermanos Becquer,
Valeriano y Gustavo Adolfo, aunque podrían tener otro autor. Son 89 escenas pintadas a la acuarela, con textos
alusivos. Junto a los reyes, sor Patrocinio y San Antonio María Claret, aparecen personajes como el general
Serrano, tomando parte en orgías repelentes donde no se evita ni el bestialismo. En alguna de las viñetas, aparecen
solos sor Patrocinio y San Antonio María Claret
275
«Declaración de S. M. la Reina Doña Isabel II de España sobre la vida, virtudes y milagros de la sierva de
Dios sor María de los Dolores y Patrocinio, abadesa y fundadora»; en Sor María Isabel de Jesús, o. c., Apéndice
V, p. 635.
276
También en otros lugares de España; siempre organizados por las monjas de su Orden; muy particularmente en
Guadalajara, donde se encuentran la imagen original de la Virgen del Olvido, y los restos de sor Patrocinio, que
murió allí; en el convento de las concepcionistas franciscanas, donde pasó sus últimos años «la monja de las
llagas»; al regresar del último exilio.
277
La embajada inglesa en Madrid y el encargado de negocios norteamericano apoyaron la revolución.
63
reimplantando el libre comercio que ya en su día Espartero había impulsado privilegiando los
productos ingleses con grave perjuicio de los nacionales. La incipiente industria española, sobre
todo la catalana, se hundió. Y eso, en buena parte, le costó la pérdida del poder.
Durante el nuevo bienio progresista servirá los planes del Supremo Consejo al que pertenecía
poniendo en marcha una segunda desamortización; la de Madoz. 278 Esta vez, el objetivo eran
los bienes de los ayuntamientos, que se arruinaron, pero también lo que la primera, la de
Mendizábal (del mismo Supremo Consejo masónico al que pertenecía Espartero), había dejado
a la Iglesia. En 1855 no se respetó ni el patrimonio de las instituciones benéficas; la mayoría de
patronato eclesiástico.
Meses más tarde, Espartero se enfrenta a una crisis de Gobierno: su ministro de la Gobernación,
Escosura, exige el cese del general O'Donnell, ministro de la Guerra, a causa de la supuesta
protección que dispensaba al clero de Valladolid, responsable, también supuestamente, de la
conflictividad social que se vivía en el campo castellano. Espartero se inhibe y traslada la
solución de la crisis a la misma reina; que ella decida..., pero cuando lo hace, respaldando a
O'Donnell, Espartero se va en compañía de su ministro progresista, Escosura. Así respetaba la
decisión de la reina a quien él mismo había involucrado en la peliaguda cuestión.
La siguiente crisis, que fue inmediata, también tenía que ver con la Iglesia: cuando Isabel II
trataba de cancelar esta segunda desamortización, 279 y a causa de ello precisamente, cayó el
Gobierno, al dimitir el ministro de Hacienda; y de paso también O'Donnell que lo presidía. Son
ejemplos de crisis isabelinas donde se dan elementos recurrentes: la lucha partidista o
personalista, y la resistencia de la Corona ante las medidas contra la Iglesia. ¡Qué decir de la
inconsecuencia de Espartero! ¿Quería una reina constitucional? ¿Aceptaba su arbitraje? No,
desde luego. Aunque supuestamente su modelo ideal fuese la reina Victoria, los liberales
españoles —los que no se escoraban ya hacia el republicanismo, claro— estaban muy poco
dispuestos a aceptar el papel moderador de la Corona, incluso si lo invocaban ellos mismos.
Muchas de las culpas de los Gobiernos isabelinos recayeron, a la larga, sobre el trono.
Todo el reinado fue un pulso entre la reina y la Masonería que se reorganizaba precisamente
entonces, después de su fracaso a la hora de extender a España la última de las revoluciones
liberales europeas; la de 1848. Había sido frenada por el general Narváez, máxima figura del
moderantismo, pero la secta no renunciaba a sus conquistas ni tampoco dejaba de proyectar un
paso adelante, como fue la Vicalvarada, cuyos efectos acabamos de ver —principalmente una
segunda desamortización—. Entre una y otra, la «revolución», como sistema masónico «vegetó
en las sociedades secretas hasta el 54, dando por únicas muestras de sí pronunciamientos
frustrados y conatos de regicidio. La Masonería se había organizado con nuevos estatutos en
1843, de concierto con los Grandes Orientes de Francia y de Inglaterra. El Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, de 33 grados, seguía siendo el único en España sin perjuicio de admitir a
los visitadores extranjeros de otros ritos. Se dividió el territorio de España en cuatro
departamentos, regidos por logias metropolitanas. [...] Los departamentos se subdividieron en
distritos, que tomaron nombres pomposos de la antigua geografía española». 280
Esta cita de Menéndez Pelayo resulta útil para comprender la extensión de la secta durante
aquel reinado; hasta configurar una contra-iglesia que, copiando el milenario sistema
eclesiástico de diócesis y parroquias, abarcaba en una red todo el territorio nacional. Con sus
propias jerarquías: también «hubo caballeros kadosh, 281 príncipes del Real Secreto, tesoreros,
278
Por el ministro de Hacienda, Pascual Madoz
279
La primera había sido ya asumida, como hecho consumado, por Pío IX al firmar el concordato de 1851, durante
el gobierno de Bravo Murillo
280
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 297
281
Título perteneciente a cierto grado masónico; el 30 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado; «Palabra hebrea,
pasada a través del inglés: Kadosh o del francés: Kadosch, que significa “consagrado, sagrado, santo”». Manuel
Guerra, Masonería..., p. 420
64
cancilleres y demás farándula». 282 Farándula; sí, pero peligrosa; entreverada en las estructuras
de poder y sus clientelas; con sus luchas internas, a veces a muerte. España era un ejemplo de lo
dicho por los papas en sus condenas contra la Masonería: la tranquilidad había desaparecido del
Estado; la reina se apoyaba cada vez más en los moderados entre los cuales la presencia
masónica era ya irrelevante, tratando de marginar al partido de la Masonería; el progresista. Las
luchas políticas de la época se deben, en buena parte a esa pugna entre políticos masones y sus
contrarios, defensores de la Iglesia en sintonía con la política de la reina. En esa pugna se
encuentran muchas claves de aquella inestabilidad permanente. Pero la situación todavía podía
empeorar bastante. Y lo hizo.
El detonante fue una nueva revolución masónica: la de 1868. La mayoría de los conspiradores
eran masones o lo fueron después, empezando por su cabeza visible; el general Prim, 283 y uno
de sus principales organizadores, Manuel Ruiz Zorrilla, 284 diputado y conspirador en el reinado
de Isabel II, que pasó a ser ministro de Fomento tras la revolución, y viajó a Italia para
comunicar su elección, como rey de España, a Amadeo de Saboya. 285 También lo fue
Sagasta, 286 que con el tiempo llegaría a ser uno de los pilares de la Restauración, siendo a la vez
Gran Maestre del Gran Oriente, sin jamás violar el secreto masónico; hasta verse interpelado en
las Cortes, reconociendo ante los diputados su pertenencia a la secta en noviembre de 1894.
Aunque dijo haberla dejado al ver «que los papas insistían en su condenación»; 287 provocando
con ello en la Cámara «aplausos y grandes risas». 288 No era para menos conociendo su
trayectoria.
La llamaron La Gloriosa, como si viniese a regenerar el panorama político español. Y su grito
de guerra fue España con honra, tan discutible en cuanto a los medios empleados y los fines que
esperaba conseguir. El gran financiador de aquel contubernio fue el duque de Montpensier, 289
cuñado de la reina destronada que, como buen Orleans, aspiraba a ocupar su lugar. Así lo
reconoció mucho después la infanta Eulalia, hija de Isabel II y nuera del duque: su suegro había
gastado una fortuna en destronar a su madre. Antonio de Orleans contaba con el apoyo de la
Masonería francesa y de los masones españoles de esa Obediencia.
También entró en la conspiración el general Serrano, otro masón, 290 a quien Isabel II había
282
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c., p. 297
283
«Con motivo del fallecimiento del general Prim, la Gran Logia del Gran Oriente de España despacharía una
carta circular firmada por el Gran Maestre Ruiz Zorrilla [...] en la que manifestaba el “profundo sentimiento” con
que habían visto “la muerte del Ilustre Hermano el Soberano Gran Inspector General Juan Prim y Prats”, habiendo
decidido que en todas las logias de su Obediencia se celebraran honras masónicas en su memoria». José Antonio
Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 24
284
«Manuel Ruiz Zorrilla, simbólico Cavour I, fue Gran Maestre del Gran Oriente de España del 14 de septiembre
de 1870 al 1 de enero de 1874». José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 61
285
«Ruiz Zorrilla, siendo ya Gran Maestre del Gran Oriente de España, fue presidente de la Comisión que marchó
a Italia para comunicar al duque de Aosta, en Florencia, su elección como rey de España. José Antonio Ferrer
Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 35
286
Nombre simbólico Paz, grado 33; Gran Comendador y Gran Maestre del Gran Oriente de España entre 1877 y
1881. Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 105.
287
El 14 de noviembre de 1894, fue interpelado en las Cortes por Vázquez de Mella sobre su pertenencia a la
Masonería, que reconoció, aunque dijo que al ver la insistencia de los papas en sus condenas, él como católico, «se
había separado de la secta». Así consta en el Diario de Sesiones. Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de
gobierno masones..., p. 161.
288
Ibíd.
289
Hijo de Luis Felipe de Orleans, nieto del regicida Felipe Igualdad, estaba casado con la infanta Luisa Fernanda,
hermana de Isabel II.
290
Tanto Serrano como Sagasta y Prim formaron parte del Supremo Consejo de la Masonería española,
65
hecho duque de la Torre; igual que a Prim le concediera el condado de Reus y el marquesado de
los Castillejos. La reina a la que habían jurado lealtad como oficiales suyos que eran; la misma
a la que entonces expulsaban por una serie de intereses personales. ¡Discutible concepto de
gloria el de aquellos hombres! Realmente, querían poder; más poder que el que ya habían
ostentado. Desde la ansiada jefatura del Gobierno, nunca lograda en el caso de Prim, hasta la
misma Corona, que buscaba Montpensier. Aparte de las reformas religiosas que también, unos
más que otros, querían por encima de las políticas.
A favor de Serrano, hay que decir que, al menos se negó a escupir y pisar el crucifijo como le
proponían en su rito de iniciación de Caballero Kadosh:
Los miembros del Areópago, quisieron llevar las cosas hasta el fin; más al presentar al
general Serrano el Crucifijo para que lo escupiera y pisoteara, según acostumbraban a
verificarlo en sus recepciones secretas los Templarios, el Duque de la Torre se negó a
ello resueltamente, y declaró que si era necesario perdería la vida antes de prestarse a
semejante profanación. [...] Tratándose de un masón oscuro, el problema no ofrecía
dificultad; con suprimirle, si era preciso, o con intimidarle hasta el punto de asegurarse
su silencio, el asunto estaba terminado. Pero suprimir a todo un Regente del reino
ofrecía no pocas dificultades, y en cuanto a intimidarle, la cosa no parecía tampoco
fácil, pues una vez fuera del local de la logia, le sobraban al general Serrano elementos
para pulverizar a sus intimidadores.
Y aquí de la astucia de la secta.
Se convino después de maduras reflexiones, en hacer creer al Duque de la Torre que lo
del Crucifijo era solamente una prueba para aquilatar su valor y serenidad, y después de
felicitarle por ambas cualidades, conferirle el grado 30, suprimiendo las demás
formalidades como así se verificó. 291
Al mes de haber triunfado la revolución, en octubre de 1868, el Supremo Consejo del Grado 33
hacía llegar al nuevo gobierno una serie de peticiones bien características: entre otras, la
supresión de las Ordenes religiosas; la imposición de la escuela laica; la secularización de los
cementerios, y el matrimonio civil, base de la “reforma de la familia”. Todo un proyecto de
ingeniería social, empezando por la supresión de la enseñanza religiosa, y la desaparición, lo
mismo que en 1820, o 1836, del clero regular. Si aún sobrevivía fue porque la España católica
había reaccionado: todo el patrimonio de las Ordenes en 1868 procedía naturalmente de
recientes donaciones de los fieles.
También en 1868, volvieron las exclaustraciones: a las concepcionistas de El Escorial,
fundación de sor Patrocinio, les dieron unas horas para desalojar su convento. A su fundadora,
el propio arzobispo de Toledo 292 le ordenaba poco antes que «para evitar males mayores y
salvar su vida, saliera del convento enseguida y tomara el tren para Francia». 293 No eran
aprensiones del primado: logró cruzar la frontera por muy poco, como dijo su secretaria:
«Cuando el Gobierno español revolucionario tuvo noticia de la fuga de mi madre Patrocinio,
telegrafió a la frontera, ordenando su detención, la cual no tuvo lugar, porque quiso Dios que no
llegara el parte hasta minutos después de haber penetrado en Francia los ilustres fugitivos». 294
En enero de 1869 escribía el cardenal de Toledo al obispo de Bayona:
reorganizado tras el triunfo de La Gloriosa, cuando volvieron a España los masones emigrados. Ver Mariano
Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 172
291
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, pp. 155-156
292
Era el franciscano fray Cirilo de la Alameda, constante protector de sor Patrocinio
293
Sor María Isabel de Jesús, o. c., p. 364
294
Ibíd., p. 366
66
Entre las muchísimas calamidades que han traído a la Iglesia los actuales sucesos de
España, no han sido los más pequeños, los crueles, fieros, bárbaros e inhumanos
decretos que contra los institutos religiosos de uno y otro sexo, han visto ya la luz.
Algunas religiosas han sido arrojadas de sus conventos violentamente, otras han sido
agregadas o reunidas a otras comunidades, y otras, temiéndose mayores males, han
buscado su seguridad fuera de España. 295
La Gloriosa fue un eslabón en la cadena revolucionaria que surca el siglo, en España, hasta
1875. Y, como siempre, se dirigía contra la Iglesia principalmente. Por las razones de siempre,
también.
Hacemos aquí un breve apunte de los grandes temas que iremos viendo en próximos capítulos,
aunque algunos de los fines de la Masonería ya los conocíamos; eran viejos objetivos de la
secta. Llegados al poder masones tan destacados, con la mal llamada Gloriosa, el Supremo
Consejo del Grado 33 reclamaba a los suyos la puesta en marcha de un proyecto con tres líneas
principales: Reforma de la familia; control de la enseñanza, y envite a la Iglesia, previo a su
desmantelamiento definitivo. Como medidas concretas, en una demostración de obediencia
masónica, Ruiz Zorrilla, en enero de 1869, decretó que todas las bibliotecas y colecciones
artísticas de catedrales, iglesias, monasterios y órdenes militares pasaran a poder del Estado, a
la vez que suprimía de las Universidades las Facultades de Teología. 296 No se trataba solamente
de anular a la Iglesia sino también de borrar la «ciencia que trata de Dios y de sus atributos y
perfecciones». 297 Siempre, realmente, se ha tratado de lo mismo; la lucha es contra Dios, no
solo contra sus ministros y consagrados.
Respondiendo a otra de las peticiones del Supremo Consejo, se suprimían varias diócesis; 298 y,
una vez más, los jesuitas eran expulsados. Una de las peticiones que no fueron atendidas, quizá
por falta de tiempo, fue la que había presentado en último lugar el órgano rector de la
Masonería; la octava: «Abolición del celibato eclesiástico»; 299 una cuestión interna de la Iglesia
en la que el Estado no tenía nada que decir. ¡Ese era el elevado concepto de la libertad que
tenían aquellos liberales cuando se trataba del clero! Lo que se venía repitiendo desde 1789.
Los protagonistas de La Gloriosa no tardaron en enfrentarse por las personas que debían ocupar
el trono: Prim consiguió traer a España un rey de ascendencia masónica, que pudo iniciarse en
la Masonería en España 300 —no está claro que fuera masón como se creía; su padre, Víctor
Manuel II, sí lo fue—, de la Casa de Saboya, además, beneficiaría reciente del despojo de los
Estados del papa. Serrano, sin embargo, apoyaba a Montpensier en sus pretensiones. El
resultado fue un crimen entre «hermanos»; el asesinato de Prim, en la madrileña calle del
Turco, parece claramente urdido por ellos; el Orleans frustrado en su ambición, y su agente, el
general duque de la Torre, que alcanzaba la jefatura del Estado —provisional, pero jefatura al
fin— gracias a la revolución. 301 Le encargarían la ejecución del magnicidio a otro masón, el
295
Ibíd, p. 372
296
Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 54
297
Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, vigésima edición, 1984
298
Era la séptima petición: reducción de las iglesias y catedrales de España, hasta alcanzar un número determinado
299
Ver Mariano Tirado Rojas, o. c, tomo II, p. 173
300
Pérez Galdós afirma que no había pisado «las cámaras, logias o talleres», antes de su llegada, pero como ha
publicado Ferrer Benimeli, las dos Obediencias españolas, el Soberano Gran Consejo General Ibérico, y el Gran
Oriente Nacional de España, le reconocieron, en sus boletines oficiales, como «hermano» a su muerte, en 1890. El
primero se honraba de «contarle entre los buenos Masones», mientras que el segundo suplicaba a «todas las
Logias, Capítulos y Cámaras celebren una tenida fúnebre en honor de tan Ilustre y Caballeroso Hermano». Aunque
podría tratarse de una de las apropiaciones de personajes históricos frecuentemente realizadas por la Masonería. Lo
que no parece, en este caso, probable. Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 32-33
301
Volvería a alcanzarla más adelante, presidiendo la llamada «República ducal».
67
diputado republicano José Paúl y Angulo, 302 que aunque ya no lo era en absoluto, había sido
amigo de Prim. Entre las piezas principales del engranaje estaban el secretario de Montpensier,
Felipe Solís Campuzano, y el jefe de la escolta de Serrano, José María Pastor, como han
publicado los estudiosos del sumario. Otro crimen impune de la Masonería, cuya víctima, en
este caso, era también masón; aunque no pueda calificarse de « crimen masónico» como sí lo
fue el del norteamericano capitán Morgan que veremos más adelante...
A Prim se le celebró, según Pérez Galdós, un funeral masónico de cuerpo presente, lo que
motivaría una purificación posterior de la iglesia de Nuestra Señora de Atocha. Porque se
habría celebrado allí, en sagrado, sin el menor reparo; algo que Ferrer Benimeli considera
simplemente novelesco; licencia literaria. Aunque no explica bien por qué; ni parece probable
que Galdós se entregara, sin base, a tales fantasías por mayor que estuviera cuando lo escribió.
Pero el caso es que Amadeo de Saboya se quedó solo; muerto Prim, las logias se
desentendieron de él por mucho que procediera de tan masónica familia; incluso aunque fuese
él mismo masón. Había otros intereses en juego, defendidos por otros masones; los mismos, sin
duda, que estaban detrás de la muerte de su valedor. Y sobre el magnicidio echaron tierra hasta
lograr la definitiva impunidad de sus autores. Un sumario de 18.000 folios, instruido por trece
jueces y varios fiscales, durante diez años, y lleno de pruebas incriminatorias, 303 quedó en nada.
No hubo juicio, ni culpables, ni castigos. Con razón, diez años más tarde, hablando de crímenes
masónicos, decía León XIII: «el asesino burla muy a menudo las pesquisas de la policía y el
castigo de la justicia». 304
Tuvo que llegar el siglo XX para que se tratara de esclarecer la verdad, pero entre todo lo que
se ha publicado surgen contradicciones, y se aprecian, en alguna de las versiones, evidentes
inexactitudes; y además de la lectura de dichas publicaciones se desprende que quedan muchos
puntos oscuros; algunos de los cuales ya no podrán aclararse; tal ha sido el deterioro, al parecer
intencionado, de piezas fundamentales del “perdido” y recuperado sumario. Aunque todavía se
puede avanzar más en esa dirección, a pesar de haberse recurrido ya a la medicina forense,
abriendo nuevas hipótesis, cada vez más inquietantes. Y han aparecido nuevas contradicciones,
con universidades de por medio... 305 Aunque se ha avanzado, no será fácil cerrar el asunto de
manera satisfactoria.
Ya mucho antes, en 1892, Tirado Rojas había revelado la clave masónica del crimen, pero dio
una versión diferente de las barajadas después. Aunque no las excluye porque quedan lagunas,
también en la suya, que podrían explicarse combinándola con las otras: según él, «La muerte
del General Prim fue acordada por El Tiro Nacional en la sesión celebrada durante la noche del
16 de noviembre de 1870, horas después de haber sido elegido para el Trono de España don
Amadeo de Saboya». 306 Y conviene saber que El Tiro Nacional era una sociedad secreta «que
tenía por objeto aparente la unión de los trabajadores para lograr la emancipación del llamado
cuarto estado por medio del planteamiento de ideas socialistas; pero que en realidad no era otra
302
Se exilió en América, donde ejerció el periodismo, llegando a fundar en Buenos Aires su propio periódico; La
España moderna. Odiaba a Prim por no haber cumplido la promesa de traer la República a España. Y también por
no haberle pagado el dinero que, según él, le debía por el flete del barco que le trajo desde Inglaterra en septiembre
de 1868. El conde de Reus se negó a satisfacer esa suma «por entender que no se trataba de un servicio personal y
sí de un sacrificio hecho por la causa de la revolución. No obstante esto, el general Prim estuvo en más de una
ocasión dispuesto a facilitar a Paul la suma que le pedía, pero no en concepto de devolución, sino a condición de
que abandonase sus planes revolucionarios [a favor de la república] y se adhiriese a la causa de la Monarquía
democrática. Paul se negó y fundó el periódico titulado El Combate, rabiosamente demagogo, desde el cual no
cesó de injuriar al general Prim y a cuantos habían votado la candidatura de D. Amadeo de Saboya para el Trono
de España». Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo III, p. 187.
303
Uno de los fiscales, Joaquín Vellando, se atrevió a proponer, sin éxito, el procesamiento de Montpensier. Se
hallaron, incluso, los pagarés de los asesinos
304
León XIII, Humanum genus, 8
305
La Universidad Camilo José Cela, donde se creó una Comisión Prim, y la Complutense
306
Mariano Tirado Rojas, o. c, tomo III, p. 188
68
cosa que una de esas asociaciones secretas auxiliares de la Masonería, cuando esta quiere eludir
la responsabilidad de los crímenes que prepara». 307 Tirado afirma que Ruiz Zorrilla conocía los
planes de Paúl y Angulo, que fue quien lanzó la propuesta del asesinato, y le advirtió que el
Gobierno estaba sobre la pista de sus proyectos, amenazándole con hacerle sentir todo el rigor
de la ley si llegaba a realizarlos.
Proyectos que, sin embargo, habían sido aprobados por todos los jefes de distrito de El Tiro
Nacional en la referida reunión del 16 de noviembre. Fuera cual fuese el grado de connivencia
del Gobierno, el autor material del crimen fue convenientemente cubierto después de
cometerlo: «Paúl, después de haber estado oculto dos días en una casa de la calle de la Abada,
pudo salir para el extranjero, gracias al influjo del signo masónico, que de tantos riesgos libra a
los afiliados a la secta». 308 Los instigadores, seguramente, murieron cuando les llegó su hora,
cubiertos de honores. Porque ¿quién fundó El Tiro Nacional? ¿Quién pagó -a precio de oro- y
encubrió a los sicarios? ¿Quién logró que el sumario se fuera alargando para que no se
celebrara juicio? ¿Quién, por último, consiguió que se archivara sin mayores consecuencias?
Aparte de las cuentas definitivamente pendientes con la justicia humana de aquellos personajes,
es una meditación que los dos extranjeros impuestos como reyes a la nación española en el
siglo XIX fueran masones o tuvieran el respaldo decisivo de las logias. A pesar de su notoria
influencia, durante el reinado de Isabel II la Masonería estuvo oficialmente proscrita, pero es
evidente que después de su caída se iniciaba un período de apoteosis del poder masónico en
España, ya nada encubierto, que duraría todo el sexenio siguiente. Alcanzando su cénit con la I
República; un triunfo —cargado de futuro en cuanto a la educación laicista—, de la alianza
entre Masonería y krausismo; 309 la filosofía de un masón visionario, Karl Krause, 310 que soñaba
con un estado mundial regido por una religión masónica reformada.
307
Ibíd., p. 185
308
Ibíd., p. 188
309
Escuela de pensamiento desarrollada en España a partir de la obra del filósofo alemán Karl Christian Krause
(1781-1832). Buscaba la imposición de un secularismo de impronta panteísta a través, sobre todo, del control de la
educación. Existía, por tanto, una identidad evidente de planteamientos y objetivos entre el krausismo español y la
Masonería, reflejada en su logro principal: la Institución Libre de Enseñanza, un proyecto masónico laicista del
masón Giner de los Ríos. Uno de los más destacados representantes del krausismo durante el Sexenio fue el
presidente de la I República Nicolás Salmerón, uno de los fundadores, también, de la Institución Libre de
Enseñanza, que «nacía como centro de enseñanza secundaria —el Instituto Escuela— y con vocación de
universidad libre y laica [...] La inspiración de todo este movimiento era masónica y su desarrollo institucional fue
laico con el expreso designio a presentarse como una alternativa a la actividad docente de la Iglesia. Una
alternativa que bien pronto, hasta hoy, empezó a manifestarse en forma de sorda y eficaz hostilidad». Ricardo de la
Cierva, La Masonería invisible..., 465.
310
Iniciado en la Masonería en 1804, pretendió reformarla consiguiendo solamente ser expulsado. Su idea era
lograr una Federación de la Humanidad que tendría una sola Iglesia, cuya liturgia se inspiraba en la iniciación
masónica. Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 462-463
69
Fue también una guerra entre masones: combatieron en ambos bandos. En el revolucionario
ocuparon los primeros puestos: masón reconocido fue Washington, que reclutó en las logias a
casi la mitad de sus oficiales. Como masón fue también Benjamín Franklin, la cara visible de la
nueva nación en Europa; iniciado, como vimos en la logia parisina de Las Nueve Hermanas.
También hemos visto, como aun en el siglo XVIII se consolidaba en Nueva York una logia de
los Illuminati de la que procede la Rockefeller, uno de los grandes centros de poder mundial en
el XX. La unión entre el REAA y el iluminismo fue evidente a partir de uno de los personajes
más destacados de la Masonería americana: Albert Pike (1809-1891). Abogado, militar —
general confederado en la Guerra de Secesión—, masón «mundialista» y responsable máximo
de los Illuminati a partir de 1859, Pike ha sido durante más de un siglo la personalidad más
prestigiosa de la Masonería americana. Recientemente, se ha revisado esa admiración a causa
de su vinculación al Ku-Klux-Klan, pero resulta imposible no hablar de él en una obra como
esta. Pike ha sido uno de los autores masónicos más obviamente luciferinos. En su famosa obra
Morals and Dogma, comentando el grado 19, define así a Lucifer:
«Lucifer es, pues, el portador de la Luz, Principio del Bien, el “Hijo de la Mañana o de la
Aurora” (“cita de Isaías. Una vez más el predominio del Antiguo Testamento en la
Masonería”), que ahuyenta o ciega a la oscuridad (sensualidad, egoísmo) y al mismo tiempo “el
espíritu de las tinieblas”». 312 Teniendo en cuenta que Albert Pike logra redefinir
definitivamente el REAA, que llegó a ser mayoritario, puede decirse que todas las tendencias
masónicas estaban presentes en América a finales del siglo XIX.
Ricardo de la Cierva denunciaba la falsedad del mito de una Masonería norteamericana
“buena”, colaboradora del poderío de su patria, y bien considerada en general por su papel
histórico y su filantropía. Ni está tan reconocida que no carezca de fuertes críticas dentro de
casa, ni resulta tan positiva su influencia para esa gran nación. Siempre ha mantenido, en sus
procedimientos y fines, los rasgos de origen masónico; los de cualquier Obediencia: secreto,
opacidad, control encubierto sobre los poderes del Estado: el secuestro de la democracia al que
se refería, hablando de las sectas secretas, John Kennedy en su discurso televisado a la
Asociación Americana de Editoriales Periodísticas, en el Waldorf Astoria de Nueva York el 27
de abril de 1961: 313
No era una vaga impresión personal del presidente; reflejaba una preocupación que respondía a
una realidad: el juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Félix Frankfurter, 315 llegó a
decir: «El auténtico gobernante en Washington es invisible y ejerce ese poder detrás del
escenario». 316
311
Albert Pike, Morals and Dogma, p. 321, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 193
312
Manuel Guerra, Masonería..., p. 193
313
Era ya presidente de los Estados Unidos, uno de los que no han pertenecido a la Masonería; por cierto
314
www.alanwattsentientsentinel.eu
315
Jurista judío, «incorporado al equipo del entonces secretario de Marina, Franklin Delano Roosevelt, en 1917».
Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 605. Fue juez del Tribunal Supremo entre 1939 y 1962
316
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 350
70
Pero el discurso de Kennedy no era tan novedoso en un sentido: ya antes la Masonería había
sido seriamente cuestionada en Norteamérica al máximo nivel. En el siglo XIX, John Quincy
Adams, sexto Presidente de los Estados Unidos,317 «uno de los políticos más antimasónicos de
la Historia», 318 expresó hacia la secta una repulsa absoluta en una serie de cartas publicadas en
el libro Letters on the Masonic Institution, de 1847. Su rechazo a la Masonería se había
confirmado a causa de un auténtico «crimen masónico», entendiendo por tal cosa la ejecución
de un masón decretada por la propia secta: la “desaparición”, en 1826, del capitán William
Morgan, masón iniciado en el Arco Real —grado 4o—, que se atrevió a publicar los rituales
masónicos en un periódico de Batavia (Nueva York). Un masón, el agente judicial Nicholas
Cheseboro, 319 logró de otro «hermano», juez de paz, una orden de detención contra Morgan con
varios pretextos. El propio Cheseboro, con dos masones de su logia, le sacó de la cárcel el 12 de
septiembre para subirle en un carruaje que supuestamente le habría llevado hasta la frontera
canadiense donde le habrían dado muerte. Fue imposible esclarecer los hechos a pesar de que
resultaron implicadas en las investigaciones hasta sesenta y nueve personas. Lo único cierto es
que Morgan no fue visto nunca más. 320 Pero la repercusión del crimen tuvo nivel nacional, y en
1830, el ex Presidente Adams encabezaba un proyecto de partido político antimasónico con un
manifiesto titulado Llamada al pueblo de los Estados Unidos, 321 describiendo con detalle la
«ejecución masónica» de Morgan; un llamamiento a los norteamericanos que le llevó a la
Cámara de Representantes por Massachussets ese mismo año. Logró entonces, aunque el
partido contra la Masonería fue un fracaso, una cierta ralentización de la actividad masónica en
Estados Unidos; por supuesto transitoria, como constataría John F. Kennedy un siglo más tarde.
En la América española, la influencia norteamericana resultó importante a la hora de proclamar
la independencia de los virreinatos. No solamente por el ejemplo sino por las ayudas que a
través de las logias llegarían a los independentistas criollos. En este episodio la importancia de
la Masonería fue indiscutible y el personaje más destacado, el verdadero padre de las nuevas
naciones americanas, fue Sebastián Francisco Miranda. Guarda un paralelismo en varios
aspectos con Simón Bolívar, aunque no comparta su gloria: ambos fueron criollos venezolanos,
militares, y sobre todo masones, porque esa conexión es la clave de todo el proceso
independentista.
Miranda fue el cerebro e iniciador de lo que más tarde lograrían los libertadores: llegó a capitán
en el ejército español, combatiendo a los ingleses en la guerra de la Independencia americana a
las órdenes de Washington. Allí conoció a Lafayette que apadrinó su entrada en la Masonería;
tomó parte en la Revolución Francesa, concretamente en la batalla de Valmy, lo que motivó que
su nombre figure en el Arco del Triunfo de París; se entrevistó en Londres con el primer
ministro Pitt, enemigo mortal de España, y allí consiguió el respaldo de la Masonería británica,
fundando su propia logia, —ya con vistas a la independencia de la América española— la Gran
317
Hijo del segundo presidente de los Estados Unidos (John Adams), John Quincy Adams fue Presidente entre
1825 y 1829; fundador del Partido Antimasónico
318
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 405
319
Maestro de la logia de Batavia
320
Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 404-407
321
«En 1826 William Morgan, vuestro conciudadano, fue secuestrado con violencia ilegal por miembros exaltados
de la fraternidad masónica, transportado secretamente a través del país -más de cien millas- a una fortaleza de los
Estados Unidos, luego, a cargo de francmasones que habían preparado ese lugar para recibirle, encarcelado varios
días y noches, contra sus esfuerzos desesperados para escapar y tras sufrir insultos inhumanos y el más cruel de los
abusos, le asesinaron secretamente. Antes de su captura se celebraron numerosas reuniones de masones en logias y
otros lugares que tenían por objeto procurar los medios más seguros para lograr sus ilegales objetivos contra él. A
estas reuniones asistieron, y dieron su aprobación a los planes, varios centenares de los más respetados e
inteligentes hermanos masones. Entre ellos se contaban legisladores, jueces, sheriffs, clérigos, generales, médicos
y abogados. Todos ellos procedieron de acuerdo con los que consideraban sus deberes masónicos.» Del manifiesto
Llamada al pueblo de los Estados Unidos, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 410. Ver también
100megsfree2.com/masonry.cit, p. 3.
71
Reunión Americana, cuya fundación se atribuyó a San Martín. Entre sus miembros, los tres
“libertadores” principales: Bolívar, San Martín y O'Higgins.
El mismo Miranda fundó también en Cádiz otra logia: Caballeros racionales n° 7 a la que
pertenecieron Belgrano y Andrés Bello. Su proyecto era lograr un imperio que llegara desde el
Misisipi hasta la Patagonia; con un rey llamado el «inca»; primer atisbo de indigenismo en la
Masonería americana; el intento de borrar todo rastro de Cristianismo invocando unas supuestas
raíces precolombinas, siendo así que aquellos libertadores fueron todos ellos criollos que se
apropiaban de una falsa legitimidad indígena.
Por eso O'Higgins funda, también en Cádiz, la Sociedad de Lautaro, en homenaje al caudillo
araucano que luchó contra los conquistadores españoles. 322 Luego, San Martín, con
asentimiento de Miranda, funda la Lautaro de Buenos Aires. Con el mismo nombre enseguida
florecen sociedades secretas en Chile y Perú. Se ha negado el carácter masónico —por parte de
Ferrer Benimeli—, de las mismas, pero es innegable: eran logias de cinco grados iniciáticos.
Así lo reconoció el Gran Maestro del Gran Oriente Federal Argentino, Fabián Onsari: «La
iniciación en los misterios de la Masonería se exigía a todos los afiliados a la Logia
Lautaro». 323
Una vez en el poder, Bolívar, que se había iniciado en la Masonería en 1805, la prohibió
mediante decreto de 1828: «porque es una sociedad secreta que sirve especialmente para
preparar los trastornos políticos turbando la tranquilidad pública [...] que oculta todas sus
actividades con el velo del misterio». 324 ¡Dos de los argumentos de las condenas pontificias; el
secreto y el peligro que la secta representaba para los Estados! Esgrimidos, esta vez, por alguien
que había pertenecido a ella. Conocía los riesgos que entrañaba.
La Masonería se sitúa a menudo, aunque pretenda lo contrario, por encima del patriotismo de
sus adeptos. Es lo que Menéndez Pelayo llamó «la vergonzosa aquiescencia de los
conspiradores españoles»: «Alguno, como el sobrino de Mina, llegó a tomar las armas por los
americanos en 1816, y murió peleando contra su patria». 325 El propio coronel Quiroga, 326
conspirador junto a Riego en 1820, en Las Cabezas de San Juan, escribió: « [los de] América
meridional se juntaron a nosotros para defender nuestra causa y recibíamos de ellos poderosos
auxilios», 327 confirmando la denuncia realizada después por Menéndez Pelayo cuando hablaba
del «oro de los insurrectos», colaboradores de Riego en su golpe de Estado. En esta cuestión
nos ilumina Tirado Rojas, hablando de los afrancesados aunque viene al caso también aquí,
porque podría arrojar alguna luz sobre la colaboración de ciertos criollos con las logias inglesas
y americanas en el proceso de independencia:
Quien dice español dice católico, y por eso era indispensable a la realización de los
siniestros planes de las logias que nuestro pueblo dejara de ser español para que dejase
de ser católico.
[...] La Masonería, además, lo dicen sus Estatutos y Constituciones, desea que
desaparezcan todas las fronteras, desde el punto y hora en que declara que «los masones
de cualquier país, sea cual fuere la creencia religiosa y el culto que profesen, son
miembros de una gran familia, como es una la especie a que pertenecen, el globo que
habitan y la naturaleza que contemplan». 328
322
Personaje central de La Araucana de Alonso de Ercilla
323
Fabián Onsari, San Martín, la logia Lautaro y la FrancMasonería, en Manuel Guerra, La trama masónica, p.
332
324
Vicente Alejandro Guillamón, o. c, p. 75
325
Marcelino Menéndez Pelayo, o. c, p. 266
326
Promocionó, como Riego, a teniente general, como premio a su participación en el pronunciamiento
327
Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 75
328
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo II, p. 8.
72
El mundialismo masónico no era ninguna revelación, aunque su reconocimiento por parte de
alguien que había pertenecido a la Masonería, confirma lo que ya sabemos. En cuanto a su
apreciación sobre el designio masónico de acabar con lo específicamente hispánico, tampoco es
desdeñable su teoría. En el caso de la independencia de los virreinatos americanos,
indiscutiblemente millones de españoles dejaron de serlo, pasando a ser súbditos, muy a
menudo, de gobiernos masónicos. Para algunos masones de un lado y otro del Atlántico, el
desvío hacia la soberanía española podía estar motivado tanto por las ideas liberales como por
su rechazo a la fe revelada, aprendido en las logias. Esta puede muy bien ser la causa de que
algunos oficiales españoles nacidos en América renegaran de su propia identidad española,
mientras que otros nacidos en España decidieran ponerse de parte de los independentistas.
Aparte de cambios de bando, la Masonería estuvo presente en la independencia de la «América
meridional» tanto como en la del Norte: en Méjico uno de los primeros insurgentes, Vicente
Guerrero (1783-1831), 329 pertenecía también a la secta. Afiliado a las logias yorkinas, llegó a
ser su Gran Maestro en 1825, y presidente constitucional de la República en 1829. En ningún
país, de los nacidos sobre los viejos virreinatos, la impronta masónica quedó tan clara como en
este: la Revolución mejicana no hizo sino consolidar esa influencia, que en las décadas
siguientes daría lugar a una de las mayores persecuciones religiosas de la historia
contemporánea; al extremo de terminar en una guerra civil bastante desconocida: la Cristera.
Pío XI330 denunciaba aquella persecución en 1926, con toda la solemnidad de una encíclica:
Todo había empezado cuando un masón, el presidente de la República, general Plutarco Elias
Calles, dispuso en 1925 la creación de una iglesia nacional mejicana, desvinculada por
completo de la Santa Sede, según el modelo —siempre el mismo— de la Revolución Francesa
cuando impuso la Constitución Civil del Clero. Dicha iglesia nacional anticatólica fue
patrocinada por la Masonería del Rito Occidental Mexicano, que presenta a la Iglesia Católica
como aniquiladora de los indígenas. Los adeptos de esta Obediencia «tienen la obligación de
votar al masónico PRI, “Partido Revolucionario Institucional” que ha gobernado Méjico desde
el año 1929 hasta el 2000. Han sido masones casi todos sus presidentes, sobre todo a partir de
Benito Juárez (mediados del siglo XIX), al menos veintisiete». 332
En los años veinte del pasado siglo, como en la Francia revolucionaria, los católicos mejicanos
se enfrentaban a una persecución dirigida desde el poder. Y, como los franceses de entonces, se
enfrentaron a él con todas sus consecuencias. En un primer momento se opusieron al registro de
los templos; luego vinieron la clausura de las escuelas y la detención de sacerdotes y religiosos;
pero la tensión se recrudeció cuando empezaron las ejecuciones. Comenzaba la Guerra Cristera,
como un levantamiento popular contra el Gobierno, que habría de durar tres años.
Calles era un ingeniero social, como tantos otros gobernantes masónicos: años más tarde
329
El Estado mejicano de Guerrero se llama así por él
330
Ambrosio Damián Aquiles Ratti (Desio 1857-Roma 1939), elegido papa el 2 de febrero de 1922; condenó todos
los sistemas totalitarios del siglo XX, comunismo, fascismo y nacionalsocialismo, mediante las correspondientes
encíclicas, y también la política anticatólica de la II República española en Dilectissima Nobis. Murió el 10 de
febrero de 1939, siendo enterrado en las Grutas Vaticanas.
331
Pío XI, Carta Encíclica Iniquis Afflictisque, 18-XI-1926.
332
Manuel Guerra, Masonería..., p. 141. Ver Xavier Casinos, Quien es quien masónico. Masones hasta en la luna,
Ed. Martínez Roca, 2003, pp. 77-82. Ver también Wenceslao Vargas Márquez, La Masonería en la presidencia de
México, Ed. Xalapa, 2010
73
proclamaba: «es la Revolución la que tiene el deber imprescindible de apoderarse de las
conciencias, de desterrar los prejuicios y de formar la nueva alma nacional». 333 Eso significaba
que no daría un paso atrás, como ya había demostrado entre 1926 y 1929 cuando se enfrentaron
las tropas del Gobierno contra un ejército improvisado de campesinos que les plantaban cara al
grito de «Viva Cristo Rey». Fueron muchos los mejicanos testigos de la fe hasta la entrega de
sus vidas en aquellas circunstancias: los llamados «Mártires Guadalupanos». San Juan Pablo II
beatificó a dos, en 1988 y 1998; el mismo papa canonizó a 24 en el 2000; otros 13 fueron
beatificados por Benedicto XVI en 2005.
Mención especial, entre ellos, merece el Beato José Sánchez del Río,334 el niño cristero
torturado y ejecutado por oficiales del Gobierno el 10 de febrero de 1928. En el tormento,
cuando trataban de hacerle apostatar, respondía vitoreando a Cristo Rey; el empeño de sus
verdugos en lograr su apostasía se mantuvo hasta el momento de su muerte: cuando con los pies
desollados a navaja le hicieron caminar hasta el lugar de la ejecución, el cementerio de
Sahuayo, Michoacán, aun le ofrecían el perdón a cambio de que apostatara: «Si gritas “Muera
Cristo Rey te perdonamos la vida”», lo que prueba hasta qué punto aquella fue una guerra de
religión, y aquellos cristeros, verdaderos mártires. José Sánchez de Río fue dejando un rastro de
sangre, llorando y rezando a la vez, pero, a sus catorce años de edad, eligió morir; y murió
gritando «Viva Cristo Rey», el grito de los cristeros; esas fueron sus últimas palabras. La carta
que escribió horas antes de su muerte terminaba diciendo «Cristo vive, Cristo reina, Cristo
impera y Santa María de Guadalupe». El 22 de enero de 2016, reconocido por el papa
Francisco el milagro que cerraba el proceso, se fijaba la ceremonia de canonización para el 16
de octubre, fiesta de Santa Margarita María de Alacoque, la vidente del Sagrado Corazón; su
cuerpo, enterrado sin ataúd en la zanja que le enseñaron antes de matarle, descansa hoy en la
cripta de los mártires de la iglesia del Sagrado Corazón de Sahuayo. La suya es una historia
corta pero llena de señales de sobrenaturalidad: cuando, con trece años, se unió a los cristeros
había dicho a su madre como principal argumento de esa decisión: «Mamá, nunca ha sido tan
fácil ganarse el cielo como ahora». A uno de los verdugos, Rafael Gil Martínez, “El
Zamorano”, el mismo que —después de haber sido apuñalado y colgado de un árbol—, le
remató de un tiro en la sien, logró transmitirle fatigosamente un mensaje para sus padres: «Que
viva Cristo Rey, y que en el cielo nos veremos». Los asesinos del nuevo santo cristero parecían
moverse dirigidos por una fuerza preternatural, mientras José Sánchez del Río recibía la gracia
de los mártires.
Un año más tarde, el 27 de julio de 1929, el sucesor de Calles en la presidencia de la República,
Emilio Portes Gil, masón también él, explicaba a los dirigentes de la Masonería mejicana: «
Venerables hermanos: mientras el clero fue rebelde a las instituciones y leyes de la República,
estuve en el deber de combatirlo como se hiciese necesario [...] La lucha (con el clero) no se
inicia, la lucha es eterna. La lucha se inició hace veinte siglos». 335 Desde el nacimiento de
Cristo quería decir, obviamente. Las dos ciudades, vistas desde la óptica masónica. La
Masonería identificaba este combate con tanta clarividencia como la Iglesia, aunque estuvieran
en bandos adversos. Portes Gil, —que en 1934 publicó una obra titulada La lucha entre el
poder civil y el clero— terminaba ese discurso con el reconocimiento más sincero que un jefe
de Estado haya realizado de su vinculación masónica; es más identificaba Estado y Masonería
orgullosamente: «En Méjico, el Estado y la Masonería en los últimos años han sido una misma
cosa: dos entidades que marchan aparejadas, porque los hombres que en los últimos años han
333
Plutarco Elias Calles, “Grito de Guadalajara”, de 1935.
334
Nacido el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán; muerto en el mismo lugar el 10 de febrero de 1928.
Declarado beato por el Cardenal José Saraiva Martins en Guadalajara el 20 de noviembre de 2005
335
Discurso del Presidente de la República de Méjico Emilio Portes Gil el 27 de julio de 1929 ante los líderes de la
Masonería mejicana tras la firma de los Arreglos que pusieron fin a la guerra cristera. Ver Manuel Guerra, La
trama masónica, p. 333. La cursiva es nuestra
74
estado en el poder han sabido siempre solidarizarse con los principios revolucionarios de la
Masonería». 336 La secta celebraba como propia la victoria sobre los cristeros; Emilio Portes Gil
ya estaba en el poder cuando el martirio de José Sánchez del Río; los verdugos fueron sus
agentes, pero aquel combate en verdad lo había ganado el adolescente cuyos restos se veneran
en Michoacán.
Termino este apartado con un ejemplo: «“¡Yo muero, pero Dios no muere! ¡Viva Cristo Rey!”,
fueron las últimas palabras pronunciadas por el presidente de Ecuador Gabriel García Moreno
mientras subía la escalinata del palacio del Gobierno en Quito. Cayó asesinado de 14
machetazos por el masón Faustino Lemos Rayo. Los masones estaban enfurecidos por su
fomento de las escuelas parroquiales, por sus reformas cristiano-conservadoras y por haber
consagrado Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús». 337 Esto último quizá fue lo más grave; el
motivo de más peso para terminar con su vida. La consagración de un país al Sagrado Corazón
puede tener consecuencias insospechadas para quien la realice: García Moreno fue asesinado en
1875; cuarenta y cuatro años más tarde, en España, Alfonso XIII se enfrentó a una violenta
campaña de prensa por hacer lo mismo. Antes, en medio, y después de estas fechas, otros
gobernantes se han abstenido de realizar tales consagraciones por las complicaciones que
pudiera acarrearles. Les faltó confianza en las promesas del Sagrado Corazón a Santa Margarita
María: «No temas nada; Yo reinaré a pesar de mis enemigos». Los del alma les ofuscaron; la
lucha entre las dos ciudades es sobre todo espiritual.
336
Ibíd
337
Manuel Guerra, Masonería..., p. 325
75
IV
En 1848 tiene lugar la última de las revoluciones liberales; a partir de ahí puede decirse que el
nuevo régimen se encuentra afianzado en toda la Europa occidental, y empieza a abrirse
camino, con grandes conquistas, en la del centro. Fue liberal —último ciclo revolucionario al
que se le puede dar ese nombre—, pero tuvo otros componentes ideológicos: por primera vez
aparece el socialismo como protagonista de un fundamental cambio político; además el
nacionalismo, que ya emergía antes, se hace más presente y logrará grandes triunfos muy
pronto. Todo empezó en París, en febrero de aquel año: los burgueses que iniciaron la
revolución, con gran presencia masónica como en anteriores ciclos, conscientes de su debilidad,
acudieron a los socialistas, que con sus organizaciones obreras podían movilizar grandes masas
capaces de tomar la calle como lo habían sido, igualmente dirigidas por la burguesía, en 1789.
Con gran rapidez, lograron poner en fuga a Luis Felipe, el único Orleans que ha reinado nunca;
la Masonería, que colaboró decisivamente para sentarle en el trono en 1830, prestó la misma
necesaria colaboración dieciocho años más tarde para expulsarle. Se proclamó la Segunda
República, en un principio con ribetes socialistas, como precio a pagar por el concurso
imprescindible de las organizaciones obreras; en el mes de junio se recrudeció la revolución,
llegando a convertirse en una carnicería en plena capital; murió en las barricadas el arzobispo
de París, 338 y cayó el Gobierno de Lamartine, pero la salida volvería a ser una consolidación de
la hegemonía burguesa con la ayuda del Ejército. También como en 1799. El general
Cavaignac, que logró la consolidación de esta nueva república en un sentido liberal, era masón,
y tenía todo el apoyo del Gran Oriente, que llegó a hacer un comunicado a su favor.
Recién proclamado el nuevo régimen, en el invierno de 1848, tenía lugar un acontecimiento
histórico: por primera vez un socialista llegaba al Gobierno: se llamaba Louis Blanc. Hijo de un
funcionario de José Bonaparte, había nacido en Madrid en 1811; era periodista, escritor e
historiador. Y también, masón: se había iniciado en Londres, alcanzando el grado 33, y era
Orador en su logia. 339 Dentro de la Masonería pertenecía a la Orden de Menfis, y estaba
relacionado con la Logia de los Filadelfos, una secta calificada, con razón, por Ricardo de la
Cierva de «Masonería subterránea», de la que hablaremos al tratar de la Primera Internacional.
Pero lo que importa ahora es destacar el caso concreto de Blanc: la Masonería —cierto sector
de la misma— dejaba de ser compañera de viaje del liberalismo para llegar al poder de la mano
también de su enemigo declarado, el socialismo. No será la última adaptación al medio político
de la secta.
Aparte del hito histórico que representaba su llegada al poder, Louis Blanc es una figura
interesante también por su Histoire de la Revolution française, donde destapaba una parte del
secreto masónico: «La Revolución preparada por los filósofos [...], continuada por la política,
no se llevará a cabo sino por el socialismo»; «debe comenzar por la teología». 340 Partía del
planteamiento marxista: la francesa cumplió su función, pero otra revolución estaba pendiente;
la del proletariado. Aunque no se habrían cumplido los últimos objetivos hasta lograr el cambio
338
Denis Auguste Affre. El 26 de junio acudió al Faubourg Saint-An- toine, donde se enfrentaban las tropas del
Gobierno con los insurrectos, tratando de mediar entre unos y otros, pero, reiniciado el combate, monseñor Affre
murió, al parecer, a causa de una bala perdida. Fue homenajeado por la Asamblea Nacional y sus funerales
congregaron a cerca de 200.000 personas.
339
Ver Manuel Guerra, Masonería..., p. 300n
340
Ibíd., p. 300
76
religioso. Ese ha sido, y sigue siendo el papel que la Masonería se atribuye desde 1789. En
1848 seguía pensando igual; como los jefes de la Asamblea, de la Convención o del Directorio;
los que se empeñaron en el desmantelamiento de la Iglesia.
La de 1848 fue una revolución europea, propagada muy rápidamente por las logias. Como
vimos España no la padeció gracias al freno impuesto por Narváez, 341 pero llegó incluso hasta
Viena donde el emperador Fernando I se vio obligado a abdicar en su sobrino Francisco José,
que logró reconducir la situación; pero el veterano Mettemich, principal artífice de la
Restauración, desaparecía para siempre. Su sistema había sido desbordado hacía tiempo.
La revolución llegó con fuerza a Italia; empezaba a preparase la unificación, encubridora de
varios procesos revolucionarios, apoyados o dirigidos por la Masonería. Uno de sus principales
vehículos fue la Joven Italia, movimiento político y revolucionario al tiempo, liderado por
Giuseppe Mazzini (1805-1872), que conseguirá crear una red de logias al servicio de la causa
en todo el país. Porque Mazzini, por supuesto, era masón: grado 33 en la Masonería italiana,
alcanzado en la Universidad de Génova donde estudió leyes; había sido también carbonario,
logrando una total incorporación de esa secta afín a la causa. De hecho se confundía con la
Masonería en varios aspectos y la doble pertenencia no era rara, como ocurría en su propio
caso. Aquella trama, extendida por toda la península había entrado, naturalmente, en los
Estados Pontificios. Estaban gobernados entonces por Pío IX que dos años antes había
condenado la Masonería, como vimos, coincidiendo con el comienzo de su pontificado.
Lo había iniciado, por otra parte, con una serie de medidas de corte liberal como la redacción de
una constitución y el nombramiento de un Gobierno presidido por un laico, pero para Mazzini y
sus seguidores eso no significaba nada: solo se conformarían con la desaparición del Estado del
papa. No solamente porque lo considerasen esencial para culminar la unificación italiana, sino,
sobre todo, para conseguir debilitar la autoridad pontificia, en espera de la desaparición
definitiva del Papado también en su dimensión espiritual; al menos para muchos de ellos este
era un fin prioritario.
La revolución alcanzó Roma y la Joven Italia sentenció a muerte al primer ministro de Pío IX,
el conde Pelegrino Rossi. 342 No solo por el cargo que ostentaba sino también por haber sido
carbonario antes; un “traidor” a la secta por tanto. Avisado del atentado que se tramaba contra
él a la entrada del Parlamento, donde acudiría para inaugurar sus sesiones, solamente dijo: «Yo
defiendo la causa del papa que es la de Dios. Debo ir y quiero ir». 343 No tenía escapatoria: el
presidente de la Cámara, Sturbinetti, perteneciente a la Joven Italia, había ordenado retirar los
soldados de guardia en la entrada, alegando que su presencia violaba los fueros de la
institución. De modo que el asesino pudo actuar sin el menor riesgo. Antes de bajar de su
carruaje, Rossi, insistía: « ¡Mi causa es la de Dios!
¡Hoy enterraremos la revolución!», 344 blandiendo los apuntes de su discurso. Pocos minutos
después, se desplomaba en el atrio con el cuello atravesado por un estilete, el arma utilizada por
los sicarios de la Joven Italia para firmar sus crímenes.
Era el 15 de noviembre de 1848; al día siguiente la revolución se apodera de Roma; Pío IX se
encierra en el Quirinal con 70 suizos y algunos gendarmes, los únicos que permanecían fieles,
dispuestos a defenderle inútilmente: «Asaltan el Quirinal; las balas penetran hasta el aposento
donde se halla el Papa con algunos embajadores [...]
341
También él, según Ricardo de la Cierva, se había iniciado en la Masonería, pero en sus etapas de gobierno
mostrará hacia la Iglesia una actitud muy distinta a la de los progresistas, como Espartero, Mendizábal, y Olózaga,
principales protagonistas de la Desamortización; la más conocida de las medidas persecutorias que aquellos
gobiernos pusieron en marcha, y los moderados, como Narváez, trataron de paliar
342
Realmente los carbonarios le habían condenado antes; pero la sentencia había quedado en suspenso
343
Ver Hugo Wast (seudónimo de Gustavo Martínez Zuviría), Don Bosco y su tiempo, p. 162.
344
Ibíd.,p. 165
77
Una bala mata a monseñor Palma, secretario de Letras latinas»; 345 se le impone al pontífice un
Gobierno formado por los principales colaboradores de Mazzini; un gobierno a la medida de la
Masonería.
«Señores —dice el papa a los embajadores despidiéndolos—, que el mundo sepa lo que acabáis
de ver; he prohibido que en los decretos de este Ministerio se empleen las fórmulas comunes;
no quiero que se abuse de mi nombre, pues yo no tengo parte en el Gobierno; más que un rey
soy un prisionero... ». 346 Logró escapar, disfrazado con una sotana negra, en un carruaje de la
embajada de Francia. Y en Roma Mazzini, victorioso, proclamaba la República. Esta vez no era
por obra de los soldados del Directorio o de Napoleón; eran italianos los que terminaban con el
poder temporal de los papas; las ideas de la Revolución se habían extendido por Europa; la
eficacia de las logias quedaba probada.
En 1849, Pío IX, refugiado en el reino de Nápoles, vuelve a condenar a «esas abominables
sectas de perdición»; «fatalmente destructoras de la salvación de las almas». 347 Un viejo
argumento de los documentos pontificios que volvía a aparecer: el peligro que representa la
acción masónica para la salvación eterna; el más grave, en definitiva, de todos. Gracias a la
intervención militar de Francia y España, 348 el papa pudo volver a Roma y restaurar su
autoridad en 1850; aunque la lucha no había terminado. Cuatro años más tarde, volvía a hablar
de la Masonería con los acentos de siempre: fue una ocasión especial; el día antes había
proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen, y se dirigía a una asamblea de
cardenales y obispos reunidos con ese motivo. Estas fueron sus palabras:
Nos vemos obligados siempre a lamentar la existencia de una raza impía de incrédulos
que querrían exterminar el culto religioso, si esto fuera posible [...] los afiliados a las
sectas secretas que, vinculados entre sí por un pacto criminal, no descuidan ningún
medio para trastornar la Iglesia y el Estado mediante la violación de todos sus derechos.
Sobre ellos recaen las palabras del Divino Redentor: «Sois hijos del Demonio y queréis
hacer las obras de vuestro padre».. . 349
Como hicieran sus antecesores y haría todavía alguno de los que le sucedieron, denunciaba la
filiación diabólica de la Masonería y demás sectas secretas. Volvería a hacerlo en 1873,
llamando a la Masonería «sinagoga de Satán». 350 Buen conocedor de la misma, no hablaba en
sentido figurado; eran demasiadas referencias, y demasiado explícitas, al Príncipe de las
Tinieblas. En 1863 denunciaba el sincretismo masónico en otra de sus encíclicas, 351 y un año
más tarde, en 1864, confirmaba, además, todas sus anteriores condenas en el Syllabus, 352 donde
anatemizaba la «absoluta autonomía de la razón, el naturalismo religioso, el indiferentismo, el
materialismo, y la defensa del divorcio». 353 Los amargos frutos de la secta masónica: rechazo
de la ley natural, relativismo, desprecio de la Revelación, ataque a la familia...
Rechazaba también, en la última proposición del documento, «el pretendido deber del romano
pontífice de reconciliarse con el progreso y la “civilización moderna” [que] hizo rasgarse las
vestiduras a los críticos liberales y enardeció el entusiasmo de los católicos tradicionales». 354 Al
condenar el liberalismo estaba condenando el sistema político que había propiciado el
345
Ibíd.,p. 166
346
Ibíd, p. 167
347
Alocución Quibus quantisque, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 115.
348
Isabel II envió a Gaeta un ejército expedicionario al mando del general Fernández de Córdoba.
349
Alocución del 9 de diciembre de 1854, en José Antonio Ullate, o. c, p. 196
350
Beato Pío IX, Carta Encíclica Etsi multa, de 1873; Ibíd., p. 197
351
Beato Pío IX, Carta Encíclica Quanto conficiamur moerore, de 1863; Ibíd., 196
352
Documento anexo a la Carta Encíclica Quanta cura, de 8 de diciembre de 1864
353
José Orlandis, Historia de la Iglesia. Iniciación teológica, p. 157
354
Ibíd
78
desmoronamiento de la sociedad cristiana, poniendo fin al proceso abierto durante la
Ilustración. Eran los nuevos dogmas de lo que aún no se llamaba «corrección política», los
disolventes principios filosóficos de la Masonería, encubridores de sus verdaderas creencias
religiosas, lo que Pío IX estaba condenando. Coincidía toda la denuncia contenida en el
Syllabus con las que pueden encontrarse en cualquiera de las condenas pontificias contra la
secta.
Paradójicamente, la guerra franco-prusiana significó el final de los Estados Pontificios: al verse
obligado Napoleón III a retirar la guarnición militar que mantenía en Roma, 355 garante de la
independencia papal, las tropas italianas se lanzaron al asalto; el 20 de septiembre de 1870
atacaron la Porta Pía, y el papa dio orden de no presentar resistencia. Quedaba reducido al
Vaticano, mientras Víctor Manuel II tomaba posesión de la ciudad y se instalaba en el palacio
pontificio del Quirinal. ¡Un Bonaparte, sobrino de Napoleón y José, había sido el último
defensor temporal del Papado! El defensor también de la idea de una Italia confederada
«presidida por el pontífice». 356
Napoleón III, vástago de tan masónica familia, mantuvo a la Masonería francesa bien sujeta,
pero “tolerada” —y presidida por un príncipe de su familia, 357 según el esquema británico—,
exceptuando a la clandestina de la que hablaremos a continuación. Sin embargo, por más que
pesaran en su ánimo otras razones de estrategia internacional, fue el último soporte del
milenario Estado del papa, que su tío Napoleón había llegado a suprimir en 1808.
1870 significaba el triunfo definitivo de la triada masónica que llevó a cabo la unidad italiana:
Mazzini, Cavour 358 y Garibaldi. 359 Un rey masón ocupaba ahora la vieja capital de los papas;
las dinastías históricas, —salvo la saboyana, naturalmente, beneficiaría de la operación—,
apoyos seculares del Catolicismo habían sido barridas, una tras otra, de la península. Durante la
unificación italiana, el combate entre las dos ciudades tuvo momentos de visibilidad cegadora;
el asalto al Quirinal, en 1848 fue uno de ellos; en 1870, el combate de Porta Pía, fue otro.
La Masonería y la Internacional
355
Más disuasoria que otra cosa; una advertencia visible a los pia- monteses de que Francia intervendría en caso de
ataque. Cuando se lanzaron al asalto, el Segundo Imperio acababa de desplomarse a causa de la victoria prusiana y
Napoleón III era solamente un prisionero de guerra
356
Ver José Luis Comellas, Historia breve del mundo contemporáneo, p. 134.
357
Luciano Murat, convertido en Gran Maestro después del golpe de estadp de 1851. El mismo cargo que ostentó
José Bonaparte antes de convertirse en rey de España
358
Ministro de Víctor Manuel II, uno de los principales artífices de la unidad italiana, que no llegó a ver
completada. Murió en 1861, después de una discutida conversión
359
Gran Maestro del Gran Oriente italiano, elegido en Florencia en mayo de 1864, y declarado «el primer masón
de Italia».
360
Vicente Joaquín Pecci (Carpineto Romano 1810-Roma 1903); elegido papa el 20 de febrero de 1878, murió el
20 de julio de 1903, siendo enterrado en la basílica de San Juan de Letrán; autor de la Encíclica Humanum genus,
la más argumentada y extensa de las condenas pontificias contra la Masonería, de 1884; considerado padre de la
doctrina social de la Iglesia por su encíclica Rerum novarum, de 1891
79
poca influencia en la administración del Estado. En el otro, la multitud desamparada y
débil, con el alma lacerada y dispuesta en todo momento al alboroto. 361
Era lógico que la natural tendencia asociativa del hombre se concretara en la búsqueda de
organizaciones que pudieran defender a los obreros de la inmisericorde explotación que venían
soportando desde hacía generaciones. Sencillamente, porque el liberalismo careció, durante
décadas, del menor sentido social. La Masonería pasará de un sistema ideológico al contrario
sin mayores dificultades. Aunque no por ello dejará de formar parte de la trama político-social
dominante. Se fue consolidando una cierta bicefalia a partir de entonces: encontraremos
masones a los dos lados de la raya; tanto en los partidos obreros como en los burgueses; los que
seguían apoyando a la clase dirigente asentada en la primera mitad del siglo. Aunque pueda
parecerlo, el comportamiento de unos y otros no resultó tan contradictorio; en ciertas cuestiones
coincidían bastante: sobre todo, las referentes al proyecto inicial de aplicar una ingeniería social
anticristiana. Variaban, desde luego, la intensidad, la velocidad y las “maneras” de aplicarlo,
pero era el mismo. Por encima de los enfrentamientos en cuanto al sistema económico y
político que debía prevalecer; que unos defendían y otros atacaban.
Excepción hecha del caso de Louis Blanc, la mayor parte de masones vistos hasta aquí eran de
ideología ilustrada liberal, y pertenecían a la burguesía, más o menos alta, o a la nobleza, pero
en el siglo XIX la extracción social de los integrantes de las logias, de algunas al menos, fue
cambiando, a la vez que se establecían nuevas organizaciones masónicas al servicio de
ideologías políticas nuevas también; pero permanecerán sus Obediencias, ritos, sistemas, y
creencias, y, por tanto, su enemiga secular contra la Iglesia. Seguiré en este apartado el estudio
que del tema realizó Ricardo de la Cierva, siguiendo a su vez el trabajo dirigido por Milorad M.
Drachkovitch, y publicado en 1966, 362 y sobre todo, el ensayo de Boris Nicolaevsky, Las
sociedades secretas y la Primera Internacional, 363 Empezamos hablando de uno de los
acontecimientos principales de todo el siglo XIX: la fundación de la Asociación Internacional
de Trabajadores (la Primera Internacional), que tuvo lugar en Londres en septiembre de 1864.
Las conexiones masónicas, en relación con lo visto anteriormente, resultan obvias: estuvo
representada la Joven Italia de Mazzini y uno de sus protagonistas, Carlos Marx, que presidía la
comisión alemana, había escrito el Manifiesto Comunista para publicarse, como ocurrió, en la
Revolución de 1848. A este último se le reconocía como jefe de la Liga de los Comunistas, que
se diferenciaba de la tendencia representada por los seguidores de Proudhon, y otras formas de
anarquismo. La Internacional pretendía precisamente volver a 1848, tomar aquella revolución
como punto de partida, para convertirla en proletaria; lo que imaginaron sus delegados que
podría haber ocurrido antes de que los burgueses convocantes lograran reconducirla.
A raíz del 48 había surgido, como dije, una Masonería de menor nivel social. Fue esta nueva
Masonería, si así puede llamarse, la que intervino decisivamente en la Primera Internacional.
Fue de gran ayuda que, a partir de 1865, el Gran Oriente de Francia se abriera a la discusión
política y empezara a admitir elementos claramente revolucionarios —en el sentido proletario,
se entiende— partiendo de la base de que la Masonería francesa tenía en su haber un largo
recorrido revolucionario, como ya hemos visto. Se dio una influencia mutua porque varios
jóvenes revolucionarios entraron en la Internacional procedentes de las logias. Este fue el caso
del yerno de Marx, Paul Lafargue, masón antes que comunista.
Existía entonces en Francia, además de la “oficial”, férreamente controlada por Napoleón III,
una Masonería clandestina, subterránea, que tuvo una intervención decisiva en la Primera
Internacional. Se crearon en Inglaterra logias de masones franceses clandestinos que huían del
361
León XIII, Carta Encíclica Rerum novarum, 33
362
Hoover Institution Publications, Stanford Univ. y Oxford univ. Press, 1966, en Ricardo de la Cierva, La
Masonería invisible..., pp. 524 y ss
363
Ibíd., p. 525
80
control policial de su país, y formaron una organización masónica propia llamada Logia de los
Filadelfos, que pronto pasó a pertenecer a la Orden de Menfis, de 96 grados —¡el triple que el
rito escocés!—, presidida por un Gran Hierofante, a la que perteneció Louis Blanc, como
vimos. Colaboraba esta orden con un sector de la Masonería inglesa dedicada a la propaganda
anticristiana. Lo que da una idea de cuáles eran sus inquietudes espirituales.
La Logia de los Filadelfos fue el origen de otras diez logias, relacionadas con el grupo
masónico de La Commune que pudo ser el origen de la Comuna de París, la revolución
violentísima que se apoderó de la capital después de la caída de Napoleón III. Los filadelfos
crearon en 1855 una plataforma revolucionaria llamada ya entonces Asociación Internacional
que propició una «erupción de terrorismo político-social que se ampara en los movimientos
masónico-conspiratorios». 364
Volviendo a enlazar con el apartado anterior, la unificación italiana, y la Revolución del 48,
debemos destacar que los filadelfos apoyaron el movimiento revolucionario de Mazzini y
Garibaldi: ambos personajes, junto con Louis Blanc, eran miembros en 1859 de una logia de
esa obediencia; para Mazzini era ya su tercera secta. A pesar de los cambios ideológicos, por
encima de ellos, alentándolos, la Masonería seguía funcionando como una multinacional
europea revolucionaria. Pocos ejemplos tan claros como el de la Internacional.
Tratamiento aparte merece el anarquismo, el más masónico, en el fondo, de aquellos
movimientos; a ninguno le cuadraba mejor el aforismo Ordo ab chao. Destruirlo todo para
empezar de nuevo. Su principal representante histórico, el exiliado ruso Mijaíl Bakunin,
buscaba la desaparición de todas las instituciones existentes: el ejército, la judicatura, la policía,
y naturalmente la Iglesia. El Estado, con todo lo que le configura, tenía que ser destruido. Igual
que debía suprimirse la propiedad privada. En sus escritos habla de conseguir la
«pandestrucción»; «la destrucción total universal»; 365 estaba hablando de la «reforma general
de todo el ancho mundo» de los rosa- cruz; Ordo ab chao...
Bakunin recibía una antigua herencia de ideología destructiva que interpretó a su manera;
radicalmente; sin las sutilezas que envuelven el mensaje de las logias: había recibido el apoyo
de Mazzini y Garibaldi, ingresando en la Masonería italiana en 1862; dependía concretamente
del Gran Oriente de Italia ya antes de que se reuniera la Primera Internacional.
Hasta entonces se había considerado discípulo de Marx, pero no tardarían en enfrentarse; eran
demasiado diferentes el aristócrata ruso visionario y utópico y el judío alemán de origen
burgués que acabaría controlando la Internacional, de manera incontestable, a partir del
congreso celebrado en Bruselas en 1868. Contra el autoritarismo de Marx, Bakunin crea una
escisión en Suiza en 1872; le siguen los delegados de España e Italia con algunos también de
Bélgica y Francia, pero ya antes de su muerte, ocurrida en 1876, el anarquismo empezaba a
desintegrarse, en medio de graves acusaciones de corrupción contra su jefe. Pero sus seguidores
mantuvieron la tradición de la «propaganda por el hecho»: el terrorismo dirigido contra
personalidades destacadas como políticos y reyes.
Así cayeron, asesinados por anarquistas en los siguientes años, el zar Alejandro II de Rusia; los
presidentes del Gobierno español, Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato; la emperatriz Isabel
de Austria o el rey Humberto de Italia, entre otros. Pero a pesar de su trágica eficacia, la
organización de Bakunin solo sobrevivió, realmente, en Italia y España, sin que la trama
masónica dejara de funcionar en su desarrollo: el anarquismo sindicalista y revolucionario llegó
a España con el italiano Fanelli, amigo de Mazzini y Garibaldi, en 1864, pero creció a partir de
La Gloriosa. Su principal representante fue el masón Anselmo Lorenzo, autor de El
Proletariado militante. Memorias de un Intemacionalista, 366 y colaborador en la Escuela
364
364 Ibíd
365
Mijaíl Bakunin, Obras completas, I-V, Barcelona 1924-1929, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 315.
Reeditadas (cinco volúmenes) en 1977 por Ediciones La Piqueta, Madrid.
366
Ed. Solidaridad Obrera, vol. 1, 1901, vol. 2, 1923 (Ia edición).
81
Moderna de Barcelona, de Ferrer Guardia y Mateo Morral, dos masones anarquistas de los que
hablaremos en el siguiente apartado. La obra más importante de Anselmo fue la creación de la
CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), la gran central sindical anarquista española,
fundada en 1910, y que llegó a ser la que contaba con más afiliados en 1936; cerca de un
millón. Además de su fundador fueron masones buena parte de sus directivos y muchos de los
anarquistas intelectuales dedicados a la formación y adoctrinamiento de los trabajadores.
Anarquistas radicalizados crearon en Valencia la FAI (Federación Anarquista Ibérica) en 1927.
Fueran las que fuesen las siglas, el anarquismo pasó por la historia de España dejando un
reguero de sangre y desolación completamente inútiles: colaboró eficazmente en el deterioro de
la situación política durante el reinado de Alfonso XIII; su constante acción terrorista llegó a ser
uno de los más acuciantes problemas de los Gobiernos de la época; causa decisiva de la
dictadura de Primo de Rivera que se fijaba como objetivo prioritario acabar con ese cáncer
social; «el balance cruento de su enfrentamiento [de la CNT] al llamado Sindicato Libre, solo
en Barcelona y en los años 1917-1921, asciende a 230 muertos y 618 heridos; 367 700 atentados
en ocho meses de 1923, entre ellos el asesinato de Juan Soldevila Romero, cardenal arzobispo
de Zaragoza». 368
El mismo anarquismo constituyó luego uno de los mayores factores de desestabilización de la
Segunda República, a pesar del desmesurado componente masónico de la misma. Fue aquel un
momento en el que pudo apreciarse como nunca la divergencia entre las dos Masonerías; la
burguesa y la proletaria, aunque sus fines no fueran ni mucho menos opuestos en más de un
sentido: tenemos que volver a la cuestión religiosa; una de las que lograban alcanzar un
consenso entre ambas: los masones radicales, socialistas y republicanos buscaban la destrucción
de la Iglesia con tanto ahínco como los padres de la Revolución Francesa que pertenecieron a la
secta; igual que buena parte de los protagonistas del resto de revoluciones decimonónicas.
Pero los anarquistas no entraron en el Pacto de San Sebastián, de 1930, que trajo la República;
seguían considerándose enemigos irreconciliables del «sistema», aunque fuese ya republicano;
muy distinto al anterior. Seguían teniendo presente el objetivo de los rosacruz y de Bakunin.
Pero al estallar la guerra civil vieron muy claramente cuál era su bando; el mismo que habían
combatido hasta la víspera. Y en ese bando colaboraron muy activamente en el exterminio del
clero: cerca de 7.000 sacerdotes y religiosos eliminados en tres años. 369 Frecuentemente, con el
mismo ensañamiento que el empleado por los sicarios de las matanzas de frailes del siglo
anterior o de la Revolución Francesa.
Manuel Tirado Rojas publicaba en 1892, los rituales de iniciación de los grados del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado. En el 32 el aspirante recibía las siguientes explicaciones:
367
Miguel Sastre Sarma, La esclavitud moderna. Martirologio social. Relación detallada de los atentados y
huelgas desde junio de 1909 hasta junio de 1921, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 316.
368
Manuel Guerra, Masonería..., p. 316n
369
Ver Ángel David Martín Rubio, La cruz, el perdón y la gloria, Ed. Ciudadela, 2007
370
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, p. 163.
82
Tirado Rojas añade una interpretación acertada del apocalíptico texto masónico: «Faltan
todavía dos concentraciones anunciadas por dos cañonazos o catástrofes, y estas
concentraciones no pueden ser otras que el triunfo del socialismo primero, y del anarquismo
después [.. ,]». 371 Con ello se habría logrado el triunfo masónico que Tirado asocia con el del
judaísmo; «el Santo Imperio», establecido tras la conquista de Jerusalén. Pero en cualquier
caso, parece claro que la explicación que se da al iniciado del grado 32 profetiza dos
revoluciones pendientes. Y Tirado escribe en 1892, cuando faltaban veinticinco años para la
Revolución Rusa, y medio siglo para que naciera el Estado de Israel... En ese grado 32 se había
iniciado el anarquista Francisco Ferrer Guardia, autor del frustrado regicidio que veremos en el
siguiente apartado. El atentado que protagonizó tendía a desencadenar una de esas
revoluciones; al menos a prepararla. No dejaría de influirle, para cometerlo, la explicación
profética recibida en su logia.
Fue un atentado completamente masónico; sus dos autores Francisco Ferrer Guardia y Mateo
Morral pertenecían a la Masonería, y el encubridor, José Nakens, también. 372 El primero fue,
indudablemente, el cómplice y colaborador necesario; el segundo el cerebro y ejecutor material.
Y el resultado, veintitrés muertos y sesenta heridos ensangrentando la calle Mayor de Madrid el
día de la boda de los reyes; 31 de mayo de 1906.
Ferrer Guardia había mantenido estrecho contacto con uno de los principales protagonistas de
La Gloriosa, el que fuera Gran Maestro del Gran Oriente español, Manuel Ruiz Zorrilla. Se
encontraron en París donde el antiguo ministro de Amadeo de Saboya se había exiliado poco
después de la Restauración, y el otro llegaba huyendo de las consecuencias que pudiera
acarrearle el haber participado en la intentona golpista republicana del general Villacampa, en
septiembre de 1886. Ferrer Guardia se convirtió en secretario y colaborador del ex ministro en
la dirección de la primera Asociación Militar Republicana, fundada por el mismo Ruiz Zorrilla,
y regresó a España con una fortuna de 750.000 francos heredada de una alumna a la que daba
clases de español. Con ese dinero crea la Escuela Moderna de Barcelona en 1901, que cuatro
años más tarde tenía ya cuarenta sucursales en la provincia. Lo que enseñaba Ferrer era una
doctrina masónica en su versión anarquista, que, por tanto, defendía el terrorismo como
instrumento para lograr la nueva sociedad “ideal”.
Había ingresado en la Masonería en 1883, a la edad de 25 años, alcanzando, como sabemos, el
grado 32; 373 perteneció a la logia barcelonesa Verdad y su nombre simbólico fue Zen. 374 Era un
fiel discípulo de Bakunin y de Anselmo Lorenzo, «hermanos» suyos, además, en cuanto a su
pertenencia masónica. Y de ellos heredaba la convicción de que la «propaganda por el hecho»,
es decir la comisión de atentados sangrientos, cuanto más visibles mejor, resultaba necesaria
para acceder a ese mundo nuevo que la secta imaginaba desde hacía más de dos siglos; tres si
contamos el precedente alemán de los rosacruz. La ocasión propicia se presentó al anunciarse la
boda del rey de España, que congregaría en Madrid a representantes de todas las casas reales de
aquella Europa todavía mayoritariamente monárquica.
El plan fue sencillo; asombrosamente fácil de ejecutar, demasiado incluso: Ferrer decidió
secundar y encubrir, con todos los recursos a su alcance, a un colaborador suyo, que parecía
371
Ibíd.,pp. 163-164
372
Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 552. Ver también Manuel Guerra, Masonería..., pp. 316-
317.
373
Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 316-317. Ver también Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible...,
pp. 552-554
374
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 245.
83
idóneo: Mateo Morral; anarquista y masón, como él; bibliotecario y traductor de la Escuela
Moderna, y empleado en su editorial, dirigida también por el propio Ferrer. Su empleado
deseaba atentar contra Alfonso XIII; le faltaban los medios que su jefe podía facilitarle; lo que
no dudó en hacer en cuanto estuvo al tanto del proyecto. Así pudo trasladarse a Madrid con
antelación suficiente para buscar un lugar adecuado donde cometer el atentado, y arrojar una
bomba sobre la carroza de los novios. 375 Increíblemente, logró su cometido, salvo que los reyes
resultaron milagrosamente ilesos.
Después de arrojar el artefacto, salió a la calle, cubierta de cadáveres y heridos —unos ciento
treinta en total—, y en medio del caos, llegó andando hasta la redacción de El Motín pidiendo
protección a su director, José Nakens, que no solo se la brindó sino que lo contó en una carta a
su colega el director de La Correspondencia de España, señor Romeo, confesándolo todo:
después de tomar una cerveza en Cuatro Caminos, había llevado a Morral a casa de un
amigo, 376 en el Puente de Ventas, que lo escondió. Reconocía, además, haber obrado de igual
manera con el anarquista Angiolillo, el asesino de Cánovas. Empezaba su carta pidiendo a
Romeo que la publicara; cosa que este hizo, de modo que todo Madrid conocía inmediatamente
los detalles de los encubrimientos que convertían a Nakens en cómplice de dos magnicidios;
uno de ellos, el más reciente, en grado de tentativa, con los resultados que sabemos. 377 La
conexión entre «hermanos», aún sin haberse visto ellos antes, como era el caso de Morral y
Nakens, funcionaba; lo asombroso era la desfachatez del periodista, que justificaba su acción:
«El crimen político no infama. La delación de ese acto, sí». 378
Tan inexplicable osadía parece indicar que Nakens, con su carta, trataba de ponerse a salvo,
antes que descargar su conciencia, pero todavía más increíble resultó el juicio originado por el
atentado: las conclusiones del fiscal, que también se publicaron entonces, 379 no dejaban lugar a
dudas:
1a Resulta del sumario que identificados por sus ideas anarquistas los procesados
Francisco Ferrer Guardia y el difunto Mateo Morral se reunieron, impulsados ambos por
un mismo pensamiento, para la realización de fines altamente criminales, determinados
por aquellos contra el orden social y protegiéndose mutuamente, con tal motivo, al
amparo de una amistad íntima, el primero auxilió con toda clase de recursos materiales
al Morral, que habiendo abandonado la casa de sus padres, en Sabadell, lo recomendó al
dueño de una casa de huéspedes en Barcelona, llevándoselo después a una habitación
que le destinó en el piso tercero número 56 de la calle Bailén de dicha ciudad, en cuya
casa tenía el Ferrer establecida una escuela libertaria, titulada Escuela Moderna, la que
creó no para difundir la enseñanza e ilustración, sino para introducir, como él mismo
afirma en algunos documentos obrantes en el sumario, “ideas de demolición en los
cerebros y destruir la sociedad actual desde sus fundamentos y sin pretender hacer
buenos obreros, buenos empleados y buenos comerciantes”[...] habiendo indicado
Morral a Ferrer que estaba dedicado a hacer la revolución social, iniciándola en
375
Antes pensó, al parecer, hacerla estallar en los Jerónimos.
376
Un ex sargento llamado Bernardo Mata, conectado con Ferrer por su participación en el fallido
pronunciamiento de Villacampa
377
Mateo Morral, con ropa nueva comprada por la mujer de Mata, su encubridor, llegó hasta Torrejón de Ardoz
donde sacó un billete para Barcelona, pero reconocido en la venta de los Jaraíces, carretera de Ajalvir, fue detenido
por un guardia jurado al que asesinó cuando trataba de entregarlo a la Guardia Civil. Perseguido por un grupo de
campesinos, se suicidó muy cerca de allí. Al menos esa fue la versión oficial aunque no han faltado
interpretaciones muy distintas. Según recientes investigaciones forenses, la versión del suicidio es insostenible; lo
que plantearía la posibilidad de que Morral hubiera sido silenciado. Como en el caso de la muerte de Prim,
tampoco se ha llegado a una versión concluyente.
378
Ver Marino Gómez Santos, La Reina Victoria Eugenia de cerca, p. 171
379
Aparecieron en la prensa madrileña el 3 de octubre
84
Barcelona, a que se activara la propaganda con actos muy ostensibles en el terreno de la
violencia, siendo muy capaz para ello por su carácter exaltado, lo que tampoco ignoraba
Ferrer, confirió aquél el propósito de atentar contra la vida de Su Majestad el Rey, por
medio de un explosivo, el día en que se celebrara el matrimonio, y dando de ello
conocimiento a Ferrer, que no tomó parte directa en la ejecución, coadyuvó a la misma
física y moralmente por los medios que se dejan indicados, y además de protegerle y
proporcionarle albergue en las casas antes mencionadas, le facilitó los medios y recursos
de que carecía para adquirir los materiales y explosivos que le sirvieron de instrumento
con que realizar el crimen, auxiliándole también para que saliera de Barcelona con
dirección a esta corte y se hospedara en el hotel Iberia, en donde él se había hospedado
con anterioridad.
Por último, le puso en comunicación con José Nakens, a cuyo efecto le dio las
oportunas instrucciones para que pudiera dirigirse en su busca a la administración del
periódico “El Motín” [...]
3a En los calificados delitos ha tenido la calificación de cómplice el procesado Francisco
Ferrer, por haber cooperado a su ejecución por actos anteriores y la de encubridores [...]
los otros seis procesados [...]
5a La pena en que ha incurrido el procesado Francisco Ferrer [...] es la de dieciséis años,
cinco meses y diez días de reclusión temporal [...] 380
Los hechos quedaban calificados como «dos delitos frustrados de lesa majestad [...] con ocasión
de los que se originaron 23 asesinatos [...] 38 delitos graves [...] y 23 de lesiones manos graves
[...] tres de daños [...] y 12 faltas incidentales de lesiones leves»; todo ello, según el Código
penal entonces vigente. 381 Entre las víctimas, «veinte personas que se quedaron ciegas, como
consecuencia de la explosión». 382
El crimen está lleno de puntos oscuros que indican que la trama pudo ser mayor de lo que
parece; por ejemplo el que tanto el rey como su madre tuvieran en su poder una fotografía de
Morral antes de la boda. Así lo reveló la reina Victoria Eugenia a Marino Gómez Santos 383 más
de medio siglo más tarde:
El nerviosismo del rey es muy explicable, porque había recibido ya un anónimo con la
fotografía de Morral, diciendo que iban a tratar de evitar que esa boda tuviera lugar, o
matándome a mí o matándole a él [...] La reina Cristina también recibió el mismo anónimo [...]
Entonces, antes de salir de Palacio, el rey le dijo a su madre: “Proteja, proteja a mi novia”. La
reina le contestó: “Te lo prometo”. 384
Esa foto, además, no había llegado a los reyes por la policía sino acompañada de un anónimo.
¿Quién, con acceso a los aposentos privados de los reyes, se la había hecho llegar?
Increíblemente también, el asesino disponía de un balcón sobre el recorrido de la comitiva
regia; llevaba diez días allí instalado sin que nadie le investigara. A pesar de que se sabía que
un atentado contra Alfonso XIII era inminente. Tantos eran los indicios que la policía española
había recibido refuerzos, para la ocasión, de la francesa, la inglesa y la alemana. Y sin embargo,
Morral pudo hacer lo que hizo con toda comodidad: la carroza de los reyes se detuvo debajo de
su balcón a causa de la aglomeración de carruajes que abrían la marcha; el presidente del
Gobierno, Segismundo Moret, que, por cierto, llegó tarde a recoger a la novia porque «se había
380
Marino Gómez Santos, o. c., pp. 173 y ss
381
Ibíd., pp. 176 y 177
382
Ibíd., p. 138
383
Escritor español que entrevistó a la Reina en Lausana y en Roma, para realizar una biografía de la viuda de
Alfonso XIII: La Reina Victoria Eugenia de cerca
384
Ibíd, p. 122
85
dormido», también era masón. 385 ¿No sabía nada de los movimientos de Morral como debería
por su cargo? ¿Aquel balcón de la calle Mayor, el único que permanecía vacío y cerrado en
todo el edificio, no levantó sospechas? Pero el mayor interrogante; el que no tiene respuesta
posible, es cómo pudo Ferrer librarse de la condena solicitada por el fiscal, que consideraba
probada su culpabilidad: dieciséis años y cinco meses de cárcel que nunca cumplió:
El proceso contra Morral, Francisco Ferrer y José Nakens empezó a sufrir sospechosas
demoras en medio de ocultas y crecientes presiones. En los debates parlamentarios
sobre el regicidio quedó demostrada la culpabilidad de Ferrer y de Nakens. [...] La
sentencia absolvía increíblemente a Ferrer pese a reconocer su culpabilidad en los
considerandos [...] Un diputado radical, muy próximo a la Masonería, reconocía que el
desenlace del proceso por el atentado se debió a «presiones de todos conocidas».
Presiones de la Masonería que no permitía el castigo de un indudable crimen
masónico. 386
385
Grado 33; estuvo ligado a dos logias: Comuneros de Castilla y Progreso, siendo Orador de esta última, que en
1890 dependía del Gran Oriente Español. Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp.
181-182
386
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 554.
387
Miguel Maura, Así cayó Alfonso XIII, p. 21
86
merecimiento para la Orden [la Masonería], como asimismo lo ha contraído también el
Ilustre y Poderoso hermano D. Segismundo Moret, grado 33, que con vos debe
compartir la gloria [...]
1o Que habéis sabido cumplir dignamente como Masón, con los deberes que os imponen
vuestros juramentos al ingresar en la Orden.
2o Consignar en acta vuestro nombre como digno miembro de la Masonería española,
juntamente con el de nuestro querido hermano Moret.
3o Nombraros miembros honorarios del cuadro.
4° Tributaros una Triple batería. (Batería: rito masónico que consiste en golpear con las
manos según un ritmo que difiere en cada grado. Es practicado sobre todo en el Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, y en el Rito Escocés Rectificado.)
5o Nombrar un triángulo de su seno que pase a felicitaros, y hacer entrega de esta
Plancha (Plancha significa todo trabajo escrito, bien se trate de un discurso o
conferencia, de correspondencia, etc.), extendiéndose para el Hermano Moret los
mismos acuerdos. 388
Masonería y comunismo
Según lo publicado por Tirado Rojas, en la iniciación del grado 33 el candidato recibe una
enseñanza, en cuanto a los fines disolventes de la Masonería, donde se aprecia la afinidad con
el comunismo:
»Los tres infames asesinos de nuestro Gran Maestro son: la Ley, la Propiedad y la
Religión.
»La Ley, porque no está en armonía perfecta con los derechos del hombre aislado y los
deberes del hombre que vive en sociedad, derechos que todos adquieren en toda su
integridad, deberes que no son más que la consecuencia inmediata de la facultad natural
que cada uno de nosotros debería tener de gozar de todos sus derechos sin que nadie
pueda impedirlo.
»La Propiedad, porque la tierra no es de nadie y sus productos pertenecen a todos, en la
medida, para cada uno, de las verdaderas necesidades de su bienestar.
388
La España Masónica, n° de 31, de octubre de 1886, sección “Comunicaciones masónicas”, en José Antonio
Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 176 y ss.
87
»La Religión, porque las religiones no son más que las filosofías de hombres de talento
que los pueblos han adoptado bajo condición expresa de que vengan a constituir un
aumento de bienestar para ellos.
»Ni la Ley, ni la Propiedad, ni la Religión pueden, pues, imponerse al hombre; y como
le aniquilan privándole de sus más preciosos derechos, son asesinos, contra quienes
hemos jurado ejercer la más ruidosa venganza, enemigos a quienes hemos jurado una
guerra a todo trance y sin cuartel.
»De estos tres infames enemigos, la Religión deberá ser el objeto constante de nuestros
mortales ataques, porque un pueblo jamás ha sobrevivido a su religión, y matando a la
Religión, tendremos a nuestra disposición la Ley y la Propiedad, y podremos regenerar
la sociedad estableciendo, sobre los cadáveres de aquellos asesinos, la Religión, la Ley
y la Propiedad masónicas. 389
En el siglo XIX se pensaba que las primeras fases de la revolución se darían en países
industrializados; como centro de la Internacional superadora de las patrias —el proyecto de
Marx era tan mesiánico y mundialista como el ideario liberal o el masónico— se pensó en
Alemania; pero la revolución triunfó en Rusia. Allí, en 1917, gracias a la dramática situación
causada por la Primera Guerra Mundial, fue posible desencadenarla en tres etapas: entre febrero
y octubre el país vivió aceleradamente el proceso político experimentado en el resto de Europa
durante el siglo anterior; pero dando dos pasos más hacia lo que pudo haber sido la dictadura
del proletariado.
Primero, una revolución liberal presidida por el masón príncipe Luov; luego la socialista, bajo
el liderazgo de otro masón, Kérenski; y por último, ya en octubre, la que implantó la dictadura
del partido comunista para los próximos setenta años. En todas las fases intervino la Masonería.
Las logias de toda Europa apoyaron el proyecto que pondría fin a la Santa Rusia, logrando que
Moscú —la «Tercera Roma»— se convirtiera en la capital de algo diametralmente opuesto a lo
que había sido hasta entonces la inmensa nación euroasiática. ¡Magno proyecto de ingeniería
social anticristiana!
El socialista autoritario Kérenski, Gran Maestro del Gran Oriente Ruso y Secretario del
Supremo Consejo masónico ruso, formó un Gobierno en el que, salvo uno, eran masones todos
los ministros. Fue el que proclamó formalmente la república, mientras la familia imperial
aguardaba ya su exterminio en prisión. 390 En varios aspectos se reproducía el modelo francés.
Contra ese Gobierno se levantó la tercera y última de las revoluciones; la comunista. Pero
tampoco en esa última fase dejó de estar presente, y de forma decisiva, la Masonería.
«No ha existido movimiento proletario ni movimiento comunista que no haya operado a favor
de los intereses del dinero en la dirección indicada por el dinero y durante el tiempo permitido
por el dinero y sin que los más idealistas entre sus líderes lo hayan sospechado jamás». 391 Esta
cita de Spengler traía Ricardo de la Cierva, en una de sus obras, al hablar de Masonería y
comunismo. Y era oportuna.
La secta colaboró desde frentes distintos a la victoria comunista y a la consolidación de la
Unión Soviética. Un grupo masónico importante a la hora de consolidarla fue el formado por
banqueros americanos e ingleses, a menudo de origen judío, pero la Masonería intervino
también por otros motivos, ajenos por completo a cuestiones de interés económico: para
entender algunos de los principales acontecimientos del siglo XX es conveniente referirse a la
figura, no muy conocida, de un masón norteamericano, el coronel (honorífico) Edward Mandell
House (Houston, Texas, 1858- Nueva York 1938) asesor principal, mano derecha realmente,
389
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, pp. 169 -170
390
En agosto de 1917 fueron trasladados a Siberia, primeramente a Tobolsk, y luego a Ekaterinenburgo donde
serán asesinados en julio de 1918, por orden del soviet de los Urales.
391
Oswald Spengler, La decadencia de Occidente, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 596.
88
del presidente Wilson. Pertenecía a una rama de la Masonería irregular e iluminista, la Master
of Wisdom (Maestro de Sabiduría), «afín a los Iluminados de Baviera», 392 que le marcó
profundamente: como todas las logias u órdenes masónicas procedentes de los Illuminati, tenía
entre sus metas la consecución de un poder mundial; algo que, en realidad, ya estaba presente
en la Masonería, como en los rosacruz, desde sus orígenes, pero que en los herederos
espirituales de Adam Weishaupt se acentúa hasta constituir unos de sus rasgos definitorios.
A esos viejos proyectos que ya conocemos: Disolve et coagula, «disolver para coagular»;
«destruir para construir»; Ordo ab chao, consagrará buena parte de sus trabajos desde una
posición preeminente. En su día quienes conocieron la Casa Blanca por dentro le consideraban
el presidente en la sombra de los Estados Unidos. House era hijo de un representante de la
banca británica ante el Gobierno confederado durante la guerra de Secesión; conoció a fondo el
funcionamiento de las principales instituciones bancarias americanas y utilizó ese conocimiento
para poner en marcha grandes proyectos económicos y políticos; como fueron la creación de la
Reserva Federal; la financiación de la revolución comunista en Rusia; y, finalmente, el trazado
de las líneas generales de la reordenación europea —y mundial— al acabar la Gran Guerra.
Merece la pena detenerse en el estudio de esas conexiones financieras, masónicas y políticas, en
los inicios del siglo XX; conocer la gran banca americana de su tiempo. En primer lugar, debe
tenerse en cuenta que el presidente Wilson fue elegido en 1912 con el apoyo de esa banca, que
también favoreció su reelección en 1916. En esa campaña prometía no entrar en guerra, pero
House ya había pactado lo contrario con el gobierno inglés por su vinculación con J.R Morgan,
los Rockefeller, los Warburg y los Schiff, banqueros que habían prestado a Inglaterra ingentes
cantidades de dinero que no estaban dispuestos a perder; así que la Gran Banca desplegó sus
medios para hacer una campaña belicista.
Conviene hablar de estas familias antes de entrar en materia: 393 los Warburg, (Paul y Félix),
judíos alemanes, se establecieron en Estados Unidos en 1902, dejando en Frankfurt, al frente de
la banca familiar, a uno de sus hermanos, Max. Paul se casó con Nina Loeb, hija de Solomon
Loeb, socio del banco internacional más poderoso de América, Kuhn, Loeb y Cía, y su hermano
Félix con Frieda Schiff, hija de Jacob, de la misma banca. Los Schiff eran socios de los
Rosthchild desde sus comunes orígenes alemanes; interesante alianza desde las perspectivas
masónica y financiera.
Tanto los Warburg como los Schiff habían entrado en Skull and Bones, 394 consiguiendo así
importantes contactos. Paul Warburg contó con el apoyo del senador Nelson Aldrich, suegro
del poderoso masón John Rockefeller, pero sobre todo tuvo el respaldo de House. Fue él quien
organizó la reunión secreta en la isla de Jekyl (Georgia) donde se pactó la creación de la
Reserva Federal, aprobada legalmente en 1913. Wilson designó a Paul Warburg como directivo
del nuevo organismo cuyo primer presidente fue Benjamín Strong, de J.P. Morgan.
Presentados los principales protagonistas, veamos su participación en la fase comunista de la
Revolución Rusa: como es sabido, Lenin viajó a través de Europa en un famoso vagón sellado
que lo trasladaba a Rusia para incorporase a la revolución con 6.000.000 de dólares. Ambas
cosas, el vagón y el dinero, le fueron proporcionadas por Max Warburg que había llegado a un
acuerdo con el Estado Mayor Alemán, empleando como mediador a un banquero socialista;
392
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 350.
393
Para todo este apartado ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 596 y ss
394
Sociedad secreta, fundada en 1832 en la universidad de Yale, con grados de iniciación, juramento y secreto,
aunque no puede afirmarse, según Manuel Guerra, que sea realmente una organización masónica a pesar de sus
tétricos rituales «se parecen bastante al de varios grados del masónico REAA (el 3° y el 9o), al grado 3o de la Gran
Logia Rockefeller, así como a distintos grados de la Orden Illuminati, y de su orden interna: los Luciferianos de
Zion. Tal vez no sean sino residuos de vertientes lúdicas del estudiantado de tiempos pasados [...] El rito de
iniciación dura varias horas, casi toda la noche». Manuel Guerra, Masonería..., p. 285. Skull and Bones, en
cualquier caso, es de orientación iluminista y comparte los designios mundialistas de las organizaciones pantalla de
la Masonería, como el CFR, que recluta adeptos entre sus filas.
89
Alexander Helphand.
A su vez, Trotski zarpaba de Nueva York el 27 de marzo de 1917 acompañado de 275
revolucionarios, y una buena cantidad de dinero también. Las autoridades canadienses le
retuvieron en Halifax, pero solo cinco días porque su gobierno recibió presiones de Wilson a
través del propio House y también, curiosamente, del mismo Gobierno inglés. Trotski pudo
seguir viaje con pasaporte americano; su decisivo papel en los acontecimientos de Rusia, de no
ser por esta inapreciable ayuda, acaso nunca hubiera podido representarlo.
La actuación de Max Warburg, por graves que fueran sus consecuencias para el futuro de la
humanidad, puede comprenderse por el afán de crearle al enemigo ruso problemas en su propio
suelo que le apartaran del frente, pero es menos comprensible el interés americano —si es que
puede identificarse el de House con el de su pueblo—, en asestar ese golpe mortal a una nación
aliada de Inglaterra hasta ese momento. Además, con la retirada de los frentes de guerra
anunciada por Lenin, esos miles de soldados alemanes bloqueados hasta entonces en el oriental,
podrían emplearse en matar a los americanos que llegaban en auxilio de los aliados. Paul
Warburg tuvo que abandonar su puesto en la Reserva Federal al conocerse su parentesco con
Max, que tan importante servicio acababa de brindar a la causa revolucionaria, pero lo que no
se supo entonces es que el suegro de su otro hermano, Félix, ayudaba a Trotski generosamente.
Hablamos de Jacob Schiff que, como revelaría su nieto John en 1949, 395 siguió financiándole
después, llegando a entregarle 20.000.000 de dólares. Claro que, entre 1918 y 1922, en plena
hambruna, los bolcheviques entregaron a la Kuhn Loeb, a través del propio Schiff, 600.000.000
de rublos.
No solo la gran banca americana; también Lord Milner, Primer Vigilante de la Gran Logia de
Inglaterra, así como Lord Rosthchild apoyaron la Revolución Rusa a través de la Tabla
Redonda, 396 fundada por el primero de ellos. «Como compensación estaba el petróleo del
Cáucaso. En el período de gestación (años 1909-1917) en sus primeros pasos contó también
con el apoyo y la acción subversiva de los judíos masones de la B'nai B'rith 397 y de las 40 logias
del Gran Oriente de los pueblos de Rusia, que eran tanto o más políticos que masónicos». 398
La Masonería, por tanto, ayudó al triunfo de la revolución comunista, desde dentro y desde
fuera de Rusia. En el caso de los banqueros, podría explicarse por un prurito mercantil que les
llevara a tratar de conseguir una presencia en la nación emergente por muy contraria que
pareciese a sus intereses en lo político. En cuanto a la supuesta lucha por las libertades que la
Masonería defiende como propia a lo largo de la historia, no cabía engañarse: el comunismo
traía, en principio una dictadura; la del proletariado. Nunca llegó tal cosa, estableciéndose en
cambio la del partido comunista, en realidad. Lo que nadie esperaba, en cualquier caso, era una
conquista de libertades a ningún nivel. Se trataba de conseguir, seguramente, la bicefalia: la
presencia en los dos mundos que se enfrentarían en adelante. Pero en el caso de House había
algo distinto: aspiraba a implantar un sistema socialista «como lo había soñado Carlos Marx».
Así lo dice en su libro, de política ficción, Philip Dru: Administrator 399 El todopoderoso House,
socio y aliado de los grandes banqueros americanos veía como modélica la sociedad «soñada»
por Marx. Teniendo en cuenta, ante todo, su pertenencia al iluminismo podría entenderse como
una transición hacia el mundo nuevo nacido del caos.
Contra el marxismo la Iglesia se pronunció reiteradas veces a partir del siglo XIX. León XIII
decía que era rechazable «esa fantasía del socialismo de reducir a común la propiedad privada,
pues daña a esos mismos a quienes se pretende socorrer, repugna a los derechos naturales de los
395
New York Journal-American, 3 de febrero de 1949, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 599.
396
Organización pantalla de la Masonería
397
Obediencia masónica integrada exclusivamente por judíos.
398
Manuel Guerra, Masonería..., p. 379
399
Edward Mandell House, Philip Dru: Administrator. A story of tomorrow 1920-1935, New York, B.W.
HUEBSCH, 1912
90
individuos y perturba las funciones del Estado y la tranquilidad común». 400 Pío XI, a su vez,
condenaba el materialismo ateo inherente a esa ideología —«Es por su naturaleza totalmente
antirreligioso y considera la religión como “el opio del pueblo”»—, 401 y su hostilidad hacia la
familia: «convierte naturalmente el matrimonio y la familia en una institución meramente civil
y convencional, nacida de un determinado sistema económico; niega la existencia de un vínculo
matrimonial de naturaleza jurídico-moral». 402 Para concluir calificándolo como «un sistema
lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la revelación divina; un sistema subversivo
del orden social, porque destruye las bases fundamentales de este; un sistema desconocedor del
verdadero origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin del Estado; un sistema,
finalmente, que niega los derechos, la dignidad y libertad de la persona humana». 403
Podría estar hablando de la Masonería: la negación del Dios revelado por la secta había llegado
al rechazo de cualquier idea de Dios en Marx; el “opio del pueblo”; nihilismo absoluto; el
rechazo de la familia que luego llamarían «tradicional» estaba ya presente en la Masonería que
venía desacralizándola desde hacía mucho tiempo, empezando por el matrimonio; y el rechazo
al concepto cristiano de persona ya lo había manifestado la secta mucho antes que el
comunismo; eran compañeros de viaje; heredero, en muchos aspectos, uno de la otra; dos
estadios diferentes de la evolución de una misma idea disolvente, enraizada en el siglo XVIII.
Pero una cosa era la Revolución y otra distinta consolidar la dictadura comunista: si hasta 1917
el comunismo se valió de la Masonería, en cuanto Lenin alcanzó el poder la suprimió. En la
Rusia zarista estaba prohibida pero no tan perseguida que no pudiera existir una estructura
masónica clandestina; hemos visto cómo el masón Kérenski pudo formar un Gobierno
masónico en la segunda fase revolucionaria. Pero el control leninista del Estado y la sociedad
soviéticos no dejaba tanto margen de acción. Estaba la Checa, empezaban ya las purgas;
«internas» y de «masas». Pasó en Rusia entonces algo parecido a lo ocurrido en la América de
Simón Bolívar: el “libertador” que había pertenecido a la secta, ya en el poder la suprimió por
su peligrosidad. Lenin también hizo una condena formal. Fue en el tercer congreso de la
Comintem, y recordaba en varios aspectos a todas las condenas anteriores; pero añadiendo
ahora un matiz coyuntural: estorbaba la secta al establecimiento del poder proletario, y además
se la consideraba una religión; razón de más para que no existiera en la nación del “opio del
pueblo”:
Por sus estatutos, su administración y la manera como son escogidos sus miembros, la
Masonería no representa otra cosa que un proceso de infiltración de la pequeña
burguesía en todas las capas sociales... La solidaridad, principio básico de la Masonería
constituye un serio obstáculo para la acción proletaria y la libertad reivindicada por la
Masonería, es una libertad de concepción burguesa opuesta a la de la dictadura del
proletariado... La Masonería, por sus ritos, nos recuerda las costumbres religiosas y se
sabe que toda religión sojuzga al pueblo... La Masonería representa una fuerza social y
por lo secreto de sus sesiones y la discreción absoluta de sus miembros, es una especie
de Estado dentro del Estado. 404
400
León XIII, Carta Encíclica Rerum novarum, 11
401
Pío XI, Carta Encíclica Divini Redemptoris, 22.
402
Ibíd, 11.
403
Ibíd, 14
404
Resolución sobre la Masonería del tercer congreso de la Comintem, celebrado entre el 22 de junio y el 12 de
julio de 1921, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 539.
91
Oriente (1971-1973). Después de la II Guerra Mundial, abandonó el comunismo y regresó al
socialismo de su juventud. En 1956 fundó el masónico “Círculo Fraternal de Estudios y de
Acción Socialista” para unificar la formación y la acción de masones socialistas dentro y fuera
de la logia. El y el Gran Maestro de la Gran Logia (Pierre Simón) con los miembros de estas
dos Obediencias masónicas en Francia intervinieron activamente en los bastidores de la
revolución, también en las barricadas callejeras, del 68». 405 La reseña sobre Fred Zeller, tomada
de Manuel Guerra, es de una gran densidad: enlazamos a Trotski, a través de una sola persona,
con el Mayo francés, y con el Gran Maestro Pierre Simón, asesor de la ministra Veil, que
legalizó en Francia el aborto: Masonería, socialismo y comunismo, siempre unidos por el
proyecto común de ingeniería social anticristiana. León XIII lo denunciaba en su encíclica
Humanum genus:
[...] sueltas con la mayor licencia las pasiones populares, sin otro freno que el castigo,
ha de seguirse necesariamente el trastorno y la ruina de todas las cosas. Y aun
precisamente esta ruina y trastorno, es lo que a conciencia maquinan y expresamente
proclaman unidas las masas de comunistas y socialistas, a cuyos designios no podrá
decirse ajena la secta de los masones, pues favorece en gran manera sus planes y
conviene con ellas en los principales dogmas. 406
405
Manuel Guerra, Masonería… p. 309n
406
León XIII, Carta Encíclica Humanum genus, 24
92
V
A la caída de Napoleón III París vivió una nueva revolución; violentísima: la Comuna. El
balance fue de unos 15.000 muertos; entre ellos el arzobispo de París, que fue asesinado. 407 El
palacio de las Tullerías, asaltado en 1792 y en 1848, ardió en 1870, desapareciendo del
conjunto del Louvre definitivamente. La Masonería jugó, como en las anteriores revoluciones,
un destacado papel, aunque también tuvo sus bajas. Siguieron varios meses de anarquía,
resuelta, una vez más, por el ejército, y se consolidó la III República.
En sus primeros años fue un régimen conservador, bajo la presidencia de Mc-Mahon, que
parecía derivar hacia una nueva restauración de la monarquía; algo que habría visto con buenos
ojos el propio presidente. Pero terminaron imponiéndose los republicanos de toda la vida,
herederos ideológicos de los jacobinos de la Gran Revolución; era el inicio de la llamada
«República republicana». Unos años más tarde, podía hablarse ya de un control masónico
absoluto. El presidente de la Asamblea Nacional en 1879 era León Gambetta, que llegaría a ser
jefe de Gobierno, y ministro de Asuntos Exteriores. Iniciado en la logia La Reforma de
Marsella en 1869, 408 estuvo vinculado a partir de entonces al Gran Oriente, sin desmentir su
filiación masónica ni en su actuación ni en sus declaraciones; «El clericalismo, ¡ese es el
enemigo!» fue su grito de guerra. 409 «En 1879 se prohibiría por ley que los sacerdotes formasen
parte de consejos de administración e instituciones de beneficencia, suprimiéndose los
capellanes militares en 1880». 410
El principal objetivo masónico era, sobre todo, la enseñanza: la Masonería consiguió entonces
establecer un sistema estatal, no solamente laico o aséptico en materia religiosa sino beligerante
frente a la Iglesia. El momento llegó en 1882 con Jules Ferry en el Ministerio de Instrucción
Pública. Ferry, que llegó a referirse al suyo como «Ministerio de las almas», era también
masón; se había iniciado en la logia Clemente Amistad de París en 1875, 411 y consideraba vital
la imposición de la escuela laica; idea masónica, compartida por los republicanos franceses en
su conjunto. Contaban con el apoyo de la «Liga de la Enseñanza», creada en 1866 con ese
único fin. Liga esta tan masónica que hasta llegó a celebrar un congreso en locales del Gran
Oriente Francés.
Ferry, desde su Ministerio, logró sacar adelante dos decretos contra la Iglesia, el 29 de marzo de
1880: «el primero disolvía la Compañía de Jesús, dándola tres meses para dispersarse; el
segundo otorga otros tres meses a las demás congregaciones bajo amenaza de disolución, para
solicitar ser autorizadas. Ya presidente del Gobierno desde 23 de septiembre de 1880, entre el
16 de octubre y el 9 de noviembre de 1880 se hace cerrar a 261 conventos y se expulsa a cerca
de 6.000 religiosos». 412
Pero la ley decisiva fue la de 28 de marzo de 1882, que otorgaba carta de naturaleza al nuevo
sistema; la religiosa sería remplazada por una enseñanza “diferente”, tendente a formar en
407
Monseñor Darboy, arzobispo de París; detenido y encarcelado por orden de la Comuna, fue fusilado el 24 de
mayo de 1871.
408
Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 90.
409
José Orlandis, o. c., p. 163
410
Antonio Martín Puerta, “Antecedentes históricos de Educación para la Ciudadanía”, APORTES 75, XXVI
(1/2011), p. 26
411
Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 90.
412
Antonio Martín Puerta, o. c., p. 26
93
valores a los jóvenes franceses; una «instrucción moral y cívica»; el Estado usurpaba el papel
de los padres; y prohibía entrar en las aulas a los religiosos, que tampoco podrían ya dirigir,
inspeccionar o vigilar «las escuelas primarias públicas y privadas».
La imposición de la laicidad produjo, entre otros efectos negativos, una fractura social: «las
leyes laicas eran profundamente anticlericales y ahondaron la brecha que separaba a las dos
Francias: el partido de los maestros y el partido de los curas». 413 Los católicos franceses,
monárquicos en su mayoría, se negaron a partir de entonces a participar en la vida pública,
retirándose a un “exilio interior”, al no identificarse con el sistema republicano ni mucho menos
con sus políticas en materia religiosa. León XIII, considerando que ese alejamiento solo podría
ser perjudicial, animaba a los católicos en sentido contrario, proclamando por entonces la
disposición de la Iglesia a colaborar con cualquier sistema, incluyendo el republicano. 414 Era la
llamada política del «Ralliement», anunciada por el cardenal Lavigerie. Profundo conocedor de
la Masonería, el papa pensaba que no se le podía abandonar todo el campo, renunciando a la
libertad de enseñanza, tan atacada en la «Hija mayor de la Iglesia». No por eso fueron menos
contundentes sus condenas de la secta masónica, como veremos; pero se negaba a identificar al
Estado francés con los masones que ocupaban entonces, mayoritariamente, el poder. Debía
recuperarse el terreno perdido, defendiendo los derechos de la Iglesia y de las familias. Tenía
sobre Francia una visión histórica que le llevó a decir:
413
Juan C. Gay Armenteros, “Las grandes potencias europeas en el último tercio del siglo XIX”, en Javier Paredes
(dir.), Historia Universal Contemporánea, capt. 12, p. 447.
414
León XIII, Carta Encíclica Inmortali Dei (1 de noviembre de 1885).
415
León XIII, citado por San Pío X en Vehementer Nos, III.
416
Antonio Martín Puerta, o. c, p. 29
94
las iglesias y del Estado” lanzaron el manifiesto: “¡No toquen la ley 1905!” [...]»417
En 1906, el sucesor de León XIII, San Pío X, 418 respondía con una encíclica que condenaba la
ley; Vehementer Nos. Hablaba a los obispos franceses en primer lugar, levantando acta del
largo ataque sufrido por la Iglesia por parte de las autoridades republicanas:
417
Manuel Guerra, Masonería..., p. 177
418
José Melchor Sarto (Riese 1835-Roma 1914); elegido papa el 4 de agosto de 1903, murió el 20 de agosto de
1914, siendo enterrado en las grutas vaticanas. Beatificado en 1951, y canonizado en 1954 por Pío XII
419
San Pío X, Carta Encíclica Vehementer Nos, I.
420
Ibíd., II
421
Ibíd., III
95
métodos masónicos eran algo más sutiles; el control estatal superaba al que tenían los
gobernantes del Antiguo Régimen sobre sus gobernados; y las conquistas masónicas en el
mundo del pensamiento habían sido fulgurantes. 1905 significaba una victoria de la Masonería
infinitamente mayor que las representadas por la Constitución Civil del Clero y demás leyes
contra la Iglesia, aprobadas por la Asamblea. Era una conquista mucho más duradera que la que
aparentemente lograron los hombres de la Convención con su era republicana y su culto al Ser
Supremo. Porque permaneció. Revestida de tolerancia, igualdad y filantropía; pero, por eso
mismo, duradera bajo su camuflaje “democrático” de persecución religiosa de perfil bajo;
supuestamente igualitario. La Masonería había aprendido la lección: lo que podían acarrear
determinados excesos, demasiado llamativos, cuando un pueblo no está preparado para el gran
cambio.
La recuperación del Catolicismo francés durante el medio siglo anterior prácticamente quedaba
anulada. De nada había servido la generosidad de miles de fieles que, a golpe de donaciones,
lograron que la Iglesia pudiera recuperar, en parte, sus funciones. También esto lo denunciaba
San Pío X:
Los recursos que la generosidad de los católicos ha ido acumulando para sostenimiento
de las escuelas cristianas y de las diferentes obras de beneficencia religiosa, son
transferidos a establecimientos laicos, en los que normalmente es inútil buscar el menor
vestigio de religión; con lo cual no solo se desconocen los derechos de la Iglesia, sino
también la voluntad formal y expresa de los donantes y testadores. 422
Esta [la ley de Separación] será gravemente dañosa no solo para la Iglesia, sino también
para vuestra nación. Porque es indudable que debilitará poderosamente la unión y la
concordia de los espíritus, sin la cual es imposible que pueda prosperar o vivir una
nación; unión cuya incólume conservación, sobre todo en la actual situación de Europa,
deben buscar todos los buenos franceses que aman a su patria. 423
¡Frutos amargos de la secta! De ellos había hablado años antes el antecesor de San Pío X, León
XIII; el mismo papa que presenció el inicio del laicismo «oficial» en Francia, tratando de
establecer una colaboración con la República que esta rechazó en 1885. Casi a la vez que tendía
la mano a los franceses en Inmortali Dei, el año anterior, el padre de la Doctrina Social de la
Iglesia, había analizado los verdaderos objetivos masónicos, disimulados por la propia secta
detrás de una supuesta búsqueda de la libertad del hombre; las consecuencias de la acción
masónica en la sociedad de su tiempo; los daños ya causados por la misma, y la amenaza que
representaba para las almas; en el presente y en el futuro; en cualquier latitud. Por eso
comenzaba hablando del género humano; el linaje de Adán.
Humanum genus
422
Ibíd.
423
Ibíd.
96
tratar. Su autor, León XIII, lo fue también de un largo magisterio de gran trascendencia, pero de
la Masonería se ocupó especialmente en varios documentos; no solo en la mencionada
encíclica, que puede considerarse histórica. Diez años después de Humanum genus, en la
exhortación apostólica Praeclara gratulationis, todavía seguía diciendo:
Muy grande es el daño que a la unidad religiosa viene de la secta de la Masonería, cuya
ftinesta fuerza hace ya tiempo que pesa sobre las naciones, singularmente las católicas.
Gozando de la perturbación de los tiempos, audaz por el crecer de su poderío y por el
éxito de sus intentos, se empeña por todos los medios en confirmar y ensanchar aún más
su propio dominio. Ya de los escondrijos y las celadas salió a plena luz; y como
desafiando a Dios mismo, se ha asentado en esta misma Roma, capital del Catolicismo.
Y lo que es peor, doquier que pone su pensamiento, se introduce por todas las clases e
instituciones sociales, atenta solamente a dominarlas y señorearlas. Gravísimo daño en
verdad: clara es la malicia de sus principios, y la perversidad de sus intentos. 424
Con el pretexto de reivindicar los derechos del hombre y restaurar la civil coexistencia, ataca
enemistosamente al Catolicismo; rechaza la revelación; los deberes religiosos; trata con todo
vilipendio los sacramentos y todas las cosas sagradas, que califica de supersticiones; cuanto al
matrimonio, a la familia, a la educación de la juventud, a toda institución privada o pública
cuida bien de arrancarles su impronta cristiana, y borra del corazón de los pueblos toda
reverencia a la autoridad humana y a la divina. Proclama el culto de la naturaleza, y que
solamente por los principios de esta se ha de regular la verdad, la honestidad, la justicia. Así es
como, con toda certeza, el hombre viene como devuelto de nuevo a las costumbres del vivir
pagano, más corrompido todavía por el refinamiento de los placeres. 425
Que Dios, en su bondad, confunda propósitos tan nefarios, mas vea seriamente el pueblo
cristiano y comprenda que hay que sacudir, ya de una vez, para siempre yugo tan
indigno como el de la secta; cuiden, sobre todo, de sacudirlo con más empeño los que
más se resienten de su opresión, esto es los pueblos de Italia y Francia. Los medios y
maneras con que mejor pueden hacerlo, ya Nos mismo lo indicamos. Ni es incierta la
victoria, si se confía en Aquel que es guía y dijo: Yo he vencido al mundo. 426
Dos años antes, ocho después de Humanum genus, también había insistido: en Custodi di quella
424
León XIII, Exhortación Apostólica Praeclara gratulationis, 20 de junio de 1894.
425
Ibíd.
426
Ibíd
97
Fede; toda una encíclica, una más, dedicada a la secta masónica. En ella decía: «[...]
recordemos que el Cristianismo y la Masonería son esencialmente inconciliables; por tanto
inscribirse en una de ellas equivale a separase de la otra». 427 Esta frase será citada mucho más
tarde, en 1985, por el cardenal Ratzinger al argumentar a favor de la última de las condenas
pontificias; la firmada por él, junto con Juan Pablo II, en noviembre de 1983: en el artículo
publicado entonces hablaba tanto de Custodi como de Humanum genus; «Para León XIII esas
ideas y concepciones se reconducían a un naturalismo racionalista inspirado por sus planes y su
actividad contra la Iglesia». 428 El artículo del futuro papa recuperaba el magisterio de su
antecesor, actualizando sus argumentos. Veamos ya la gran encíclica que da nombre a este
apartado:
En primer lugar, debe destacarse la fuerza de su introducción:
El humano linaje, después de que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor
desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó dividido en
dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente por la verdad y la
virtud; y el otro, por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad.
El uno es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo, a la
cual quien quisiere estar adherido de corazón y según conviene para la salvación,
necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo con todo su entendimiento y toda su
voluntad; el otro es el reino de Satanás, bajo cuyo imperio y potestad se encuentran
todos los que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros
padres, rehúsan obedecer a la ley divina y eterna, y obran sin cesar o como si Dios no
existiera o positivamente contra Dios. Agudamente conoció y describió Agustín estos
dos reinos a modo de dos ciudades contrarias en sus leyes y deseos, compendiando con
sutil brevedad la causa eficiente de una y otra en estas palabras: «Dos amores edificaron
dos ciudades: el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el
amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial». 429
Advierte de lo que va a tratar: la lucha entre el bien y el mal; entre Cristo y el diablo. Está en el
Evangelio: la «bandera discutida», de la profecía de Simeón. O con El o contra Él; no hay tierra
de nadie. Las dos ciudades de San Agustín. 430 Para más claridad decía: «En el decurso de los
siglos, las dos ciudades han luchado con armas tan distintas como los métodos [...] En nuestros
días, todos los que favorecen la peor parte parecen conspirar a una y pelear con la mayor
vehemencia, bajo la guía y auxilio de la sociedad que llaman de los Masones [,..]». 431
Este lenguaje épico ha resultado y resulta de la mayor eficacia. Lo he comprobado: un chico
que se planteaba, por presiones familiares, entrar en la secta, después de estudiar esta encíclica,
me preguntaba si no podría utilizar la Masonería para lo que pudiera convenirle aunque él
«sabía quién era»; estaba seguro de sí mismo y de su fe. Dudaba porque temía que «le pidieran
cosas». Zanjé la cuestión diciéndole: «Pero sobre todo estará usted en el bando del demonio». A
lo que, muy serio, respondió: « ¡Ya!; las dos ciudades... ». La imagen inicial, el título de una de
las cumbres de la Patrística, se le había quedado grabada. No tardó en comprobar la exactitud
de mis palabras por su cuenta, y finalmente no dio ese paso: una victoria póstuma de León XIII,
que le alertó.
Continuaba Humanum genus, la labor de las anteriores condenas, denunciando lo más grave de
427
León XIII, Carta Encíclica Custodi di quella Fede, 8 de diciembre de 1892.
428
Joseph Ratzinger, “Reflexiones un año después de la Declaración de la Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de
la fe cristiana y la Masonería”, L 'Osservatore Romano, 20 de febrero de 1985.
429
León XIII, Carta Encíclica Humanum genus, 20 de abril de 1884,1
430
De civ. Dei. 14, 17.
431
Humanum genus, 2
98
la acción masónica: « [...] el propósito de despojar, si pudiesen, enteramente a los pueblos
cristianos de los beneficios conquistados por Jesucristo, nuestro Salvador». 432 La salvación de
las almas, el argumento reiterado desde el siglo XVIII; el más grave de todos. Solo deseable por
quienes sirven al demonio. Después de mencionar las condenas de Clemente XII, Benedicto
XIV, Pío VII, León XII, Pío VIII, Gregorio XVI y Pío IX, invoca el otro motivo presente en
todas las condenas anteriores:
[...] puesta en claro la naturaleza e intento de la secta por indicios manifiestos, por
procesos instruidos, por la publicación de sus leyes, ritos y revistas, allegándose a ello
muchas veces las declaraciones mismas de los cómplices, esta Sede Apostólica
denunció y proclamó que la secta masónica, constituida contra todo derecho y
conveniencia, era no menos perniciosa al Estado que a la religión cristiana, y
amenazando con las más graves penas que la Iglesia puede emplear contra los
delincuentes, prohibió terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad. 433
La amenaza para los Estados, y las penas más graves que la Iglesia impone, aparecen en este
mismo párrafo que denuncia una actividad «delictiva»; la de los sectarios. Y a continuación
pasa a ocuparse,' «a ejemplo de sus predecesores», de la sociedad masónica; de su doctrina,
planes y actuación; «manera de pensar y de obrar», para que llegue a conocerse «su maliciosa
naturaleza, y pueda evitarse el contagio de peste tan funesta». 434 Vuelve a denunciar el secreto,
pero con repercusiones mucho más graves; más detalladas y explícitas que en todo lo visto
anteriormente: «[...] cuando se ha juzgado que algunos han traicionado el secreto o han
desobedecido las órdenes, no es raro darles muerte con tal audacia y destreza, que el asesino
burla muy a menudo las pesquisas de la policía y el castigo de la justicia». Hemos visto ya en
esta obra unos cuantos ejemplos que confirman la veracidad de estas palabras; tanto en cuanto a
la ejecución interna de «justicia masónica», como en lo referente a otros crímenes que quedaron
impunes; asombrosamente impunes, cabría decir. Lo que constituye una de las pruebas de peso
del poder alcanzado por la Masonería ya entonces en las instituciones; esa infiltración a la que
se refería el mismo León XIII en Praeclara gratulationis, unos años después.
En adelante, Humanum genus pasa a denunciar la ingeniería social anticristiana. Tenaz,
infatigable, polifacética ingeniería, practicada por los masones en la posición que se encuentren,
calando, insensiblemente, en la sociedad; imponiendo un pensamiento único:
Y los frutos de la secta masónica son, además de dañosos, muy amargos. Porque de los
certísimos indicios antes mencionados resulta claro el último y principal de sus intentos,
a saber: destruir hasta los fundamentos todo el orden religioso y civil establecido por el
Cristianismo y levantar a su manera otro nuevo con fundamentos y leyes sacadas de la
entraña del naturalismo [...]
Y, como en verdad, es oficio propio de la Iglesia católica, y que a ella solo pertenece, el
guardar enteramente y defender en su incorrupta pureza el depósito de las doctrinas
reveladas por Dios, la autoridad del magisterio y los demás medios sobrenaturales para
la salvación, de aquí el haberse vuelto contra ella toda la saña y el ahínco todo de estos
enemigos. 435
Como ya hiciera Benedicto XIV, denuncia aquí León XIII dos de las primeras causas que
convierten a la Iglesia en objetivo masónico prioritario: la custodia de la fe revelada junto con
432
Ibíd.
433
Ibíd., 5.
434
Ibíd., 7.
435
Ibíd., 9 y 11.
99
el magisterio que la convierte, por el mero hecho de ejercerlo en cada época valorando las
realidades sociales, en el último baluarte a conquistar para quienes impulsan una dictadura
ideológica. Instrumento eficaz para imponer ese pensamiento único ha sido históricamente
lograr el debilitamiento —cuando no sea posible la desaparición— del clero. Gradualmente o
de golpe, según las circunstancias. En estas páginas hemos visto ejemplos de ambas cosas. Y a
ello se refería también León XIII, en esta encíclica: «Vemos [...] al clero oprimido con leyes
excepcionales y graves, para que cada día vaya disminuyendo en número y le falten las cosas
más necesarias; los restos de los bienes de la Iglesia sujetos a todo género de trabas y
gravámenes y enteramente puestos al arbitrio del Estado; las Ordenes religiosas suprimidas y
dispersas». 436 Era el balance exacto de una época, pero todavía le quedaba mucho que decir:
abordaba el concepto masónico de Dios, y el rechazo de la secta hacia la ley natural:
De hecho la secta concede a los suyos libertad absoluta de defender que Dios existe o
que no existe; y con la misma facilidad se recibe a los que resueltamente defienden la
negativa como a los que opinan que existe Dios, pero sienten de Él perversamente,
como suelen los panteístas; lo cual no es otra cosa que acabar con la verdadera noción
de la naturaleza divina, conservando de ella no se sabe que absurdas apariencias. [...]
Destruidos estos principios, que son como la base del orden natural, importantísimo
para la conducta racional y práctica de la vida, fácilmente aparece cuáles han de ser las
costumbres públicas y privadas. [...]
Hablamos de las obligaciones que se deducen de la probidad natural. Un Dios creador
del mundo y su próvido gobernador, una ley eterna que manda conservar el orden
natural y veda el perturbarlo; un fin último del hombre y mucho más excelso que todas
las cosas humanas y más allá de esta morada terrestre; estos son los principios y fuente
de toda honestidad y justicia; y suprimidos estos como suelen hacerlo naturalistas y
masones, falta inmediatamente todo fundamento y defensa a la ciencia de lo justo y lo
injusto. Y, en efecto, la única educación que a los masones agrada, y con la que según
ellos, se ha de educar a la juventud, es la que llaman laica, independiente, libre; es decir,
que excluya toda idea religiosa. 437
Después de hacer un bosquejo del galimatías religioso defendido o profesado por la
Masonería, desenmascaraba la realidad: el rechazo al Dios revelado; a la ley natural. Y
apuntaba la repercusión, en una sociedad así trabajada, de tales actitudes: la
desaparición de la honestidad y la justicia. Destapaba, también, lo que encubría la
educación «laica»; la exclusión de la fe. Y con ello, seguía diciendo «tomaban cuerpo
las opiniones más monstruosas», subiendo «de todo punto la audacia de los
crímenes». 438
En el punto 17, abordaba otro de los temas cruciales: «la vida doméstica»: «El matrimonio es
un mero contrato»; «En el educar a los hijos nada hay que enseñarles como cierto y
determinado en punto de religión; al llegar a la adolescencia, corre a cuenta de cada cual
escoger lo que le guste. Esto mismo piensan los Masones; no solamente lo piensan, sino que se
empeñan, hace ya mucho, en reducirlo a costumbre y práctica»; «se corre a cambiar la
naturaleza del matrimonio en unión inestable y pasajera, que la pasión haga o deshaga a su
antojo». En resumen; el ataque a la familia y a la educación cristiana era ya frontal. Pero
hablando de educación, venía a renglón seguido uno de los párrafos más divulgados y
esclarecedores de toda la encíclica:
436
Ibíd., 12.
437
Ibíd, 14 y 15
438
Ibíd, 15
100
También tiene puesta la mira, con suma conspiración de voluntades, la secta de los
masones en arrebatar para sí la educación de los jóvenes. Ven cuán fácilmente pueden
amoldar a su capricho esta edad tierna y flexible y torcerla hacia donde quieran, y nada
más oportuno para lograr que se forme así una generación de ciudadanos tal cual ellos
se la forjan. Por tanto, en punto de educación y enseñanza de los niños, nada dejan al
magisterio y vigilancia de los ministros de la Iglesia, habiendo llegado ya a conseguir
que en varios lugares toda la educación de los jóvenes esté en manos de laicos, de suerte
que, al formar sus corazones, nada se les diga de los grandes y santísimos deberes que
ligan al hombre con Dios. 439
La situación descrita era ya la de Francia, pero será la misma, antes o después, en cualquier
lugar donde la Masonería consiga tener el poder suficiente para establecerlo: en España el
perfecto modelo masónico será la Institución Libre de Enseñanza, de los masones Julián Sanz
del Río y Giner de los Ríos; vinculada siempre al Grande Oriente Español. A nivel nacional, la
España de la II República, será, desde el punto de vista de la enseñanza, un modelo masónico.
Nada se dejó a la Iglesia; se trataba de conseguir «una generación de ciudadanos tal cual ellos
[los masones] se la forjan». Tan importante era la cuestión, que más adelante León XIII volvía
a tratarla, dedicándole un apartado: «poned en su educación [de la juventud] vuestro principal
cuidado, y nunca, por más que hiciereis, creáis haber hecho bastante en el preservar la
adolescencia de aquellas escuelas y aquellos maestros en los que pueda temerse el aliento
pestilente de las sectas». 440
Antes, había desarrollado la cuestión de los «dogmas masónicos», de los que decía:
Discrepan tanto y tan claramente de la razón, que nada puede ser más perverso. Querer
acabar con la religión y la Iglesia, fundada y conservada perennemente por el mismo
Dios, y resucitar después de dieciocho siglos las costumbres y doctrinas gentilicias, es
necedad insigne y muy audaz impiedad. [...] En tan feroz e insensato propósito parece
reconocerse el mismo implacable odio de Satanás contra Jesucristo.
Así como el otro vehemente empeño de los masones, el de destruir los principales
fundamentos de lo justo y lo honesto, y animar así a los que, a imitación del animal,
quisieran fuera lícito cuanto agrada, no es otra cosa que empujar al género humano
ignominiosa y vergonzosamente a su extrema ruina. 441
Hablaba del dogma asentador de una ética acomodaticia, nacida de acuerdos establecidos al
margen de la ley natural; contra ella realmente: el relativismo originario de la secta que ya se
imponía a los países de tradición cristiana. Y seguiría imponiéndoseles, recurriendo incluso a la
violencia si no funcionaba con la esperada celeridad el proyecto educativo.
Finalizaba la encíclica con un toque de rebato, destinado a despertar conciencias adormecidas
tras largos años de convivencia con los graduales progresos de la Masonería; lo iniciado en la
Francia del siglo XVIII cuajaba en la de la III República con mucho menos ruido. Llamaba a la
necesaria unidad de los cristianos, como volvería a hacerlo, en Praeclara gratulationis, diez
años después, diciendo en otro de los párrafos más resonantes de Humanum genus:
Levántase insolente y orgullosa por sus triunfos la secta de los masones, ni parece poner
ya límites a su pertinacia. Prestánse mutuo auxilio sus sectarios, todos unidos en
nefando contubernio y por comunes ocultos designios, y unos y otros se animan para
todo malvado atrevimiento. Tan fiero asalto pide igual defensa, es a saber, que todos los
439
Ibíd, 17
440
Ibíd, 34
441
Ibíd, 20
101
buenos se unan en amplísima coalición de obras y oraciones. Les pedimos, pues, por un
lado que, estrechando las filas, firmes y a una, resistan contra los ímpetus cada día más
violentos de los sectarios; por otro que levanten a Dios las manos y le supliquen con
grandes gemidos para alcanzar que florezca con nuevo vigor la religión cristiana; que
goce la Iglesia de la necesaria libertad; que vuelvan a la buena senda los descarriados; y
que al fin, abran paso a la verdad los errores y los vicios a la virtud. 442
El último párrafo lo dedicaba a pedir oraciones; a infundir esperanza en los fieles: Dios no
abandonará al género humano, pero era necesaria una «perseverante oración»:
Como intercesora y abogada tengamos a la Virgen María Madre de Dios, para que, pues
ya en su misma Concepción purísima venció a Satanás, sea Ella quien se muestre
poderosa contra las nefandas sectas, en las que claramente se ve revivir la soberbia
contumaz del Demonio junto con una indómita perfidia y simulación. Acudamos
también al Príncipe de los Ángeles buenos, San Miguel, el debelador de los enemigos
infernales; y a San José, esposo de la Virgen Santísima, así como a San Pedro y San
Pablo, apóstoles grandes, sembradores e invictos defensores de la fe cristiana, en cuyo
patrocinio confiamos, así como en la perseverante oración de todos, para que el Señor
acuda oportuno y benigno en socorro del género humano que se encuentra lanzado a
peligros tantos. [.. .] 443
Una idea que brevemente resume todo este documento es la contenida en la exhortación
dirigida a los obispos: «[...] en primer lugar se ha de procurar arrancar a los masones su
máscara para que sean conocidos tales cuales son, que los pueblos aprendan por vuestros
discursos y pastorales [...] las malas artes de semejantes sociedades para halagar y atraer, la
perversidad de sus opiniones y lo criminal de sus hechos»; 444 «arrancarles la máscara... ».
Destapando su estrategia sus planes quedarían truncados.
De la necesidad de arrancarles la máscara a los masones tuvo León XIII una experiencia
personal directa: el gran fraude de Leo Taxil —cuyo nombre verdadero era Marie-Joseph-
Antoine-Gabriel Jogand-Pages—; un masón caracterizado por un odio particular a la Iglesia, de
imaginación desbordante, que llegó a fingir una conversión con el único fin de ridiculizar al
papa; jugando con la credulidad de los católicos a quienes logró convencer de que se había
propuesto destapar facetas aborrecibles de la Masonería que ni siquiera León XIII había podido
imaginar. 445 Para ello publicó elaboradas historias de satanismo masónico relacionado con el
paladismo y su imaginaria Gran Maestra, Sofía Walder; creó además un personaje mítico,
también femenino: la norteamericana Diana Vaughan, hija nada menos que del demonio Vitrú,
iniciada en el paladismo, que logró abandonar a pesar de tan ilustre ascendencia. Fue
publicando su biografía por entregas con gran seguimiento de un público formado tanto por
católicos como por masones; inventó, con la misma intención, un discurso atribuido al gran jefe
masónico Albert Pike, haciendo profesión de fe satanista, que algunos siguen considerando
auténtico actualmente. Incluso, como “ferviente converso”, fundó en 1895 una ficticia «Liga
del Labarum» que pretendía defender a la Iglesia de la Masonería; acudió al congreso
antimasónico de Trento con la fotografía de su gran creación, la señorita Vaughan... Parecía, en
definitiva, el paladín más entregado de la causa católica ante la avalancha masónica de aquellos
tiempos; de modo que logró una audiencia con el agradecido León XIII de tres cuartos de hora
442
Ibíd, 35
443
Ibíd, 36
444
Ibíd., 29
445
Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., 138-153
102
de duración..., para terminar dejándole en ridículo en abril de 1897 cuando ante la Sociedad
Geográfica de París descubrió todo aquel cúmulo de engaños: todo había sido una trama urdida
contra la Iglesia.
Pero verdaderamente el asunto Taxil no está del todo aclarado; pienso que acertaba Ricardo de
la Cierva al decir: «algo pasaba en el mundo satanista cuando Taxil tuvo miedo de que Roma
pudiera destruir completamente a la Masonería y por eso tramó esa conspiración auténtica (...)
para hundir a la Iglesia Católica. Muy poco después va a surgir el satanismo imparable de
nuestra época. Se quiso adelantar Taxil en crear un falso satanismo donde ya había un
satanismo real. De hecho los masones satanistas tienen verdadero terror a que se les identifique.
Y aquí reincido en mi afirmación de que no todos los masones son satánicos pero sí a la
inversa». 446
Ante ese disimulo diabólico que aquel papa conoció tan de cerca, la recomendada oración a San
Miguel, tiene en León XIII una connotación muy personal: después de su «visión diabólica»,
compuso una oración que mandó imprimir y enviar a todos los obispos del mundo. Uno de
ellos, el cardenal Rocca, lo contó así:
León XIII era consciente de estar presenciando, desde la Cátedra de San Pedro, un asalto que
venía de las puertas del infierno con «toda la saña y el ahínco» de los enemigos de la Iglesia, a
cuyo frente, como capitanes de las huestes infernales, identificaba a los masones. De ahí su
lenguaje sin veladuras y la insistencia con la que volvía sobre esta misma cuestión a lo largo de
su pontificado. Para defender a los cristianos de tan «fiero ataque», él mismo escribió la oración
al jefe de las milicias celestiales que el cardenal Rocca llamaba exorcismo, porque lo es:
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; contra las maldades y las insidias del
diablo sé nuestra ayuda. Te lo rogamos suplicantes: ¡que el Señor lo ordene! Y tú,
príncipe de las milicias celestiales, con el poder que te viene de Dios, vuelva a lanzar al
infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para
perdición de las almas.
Se rezó durante muchos años en diócesis y parroquias de todo el mundo, como recomendó
León XIII; frecuentemente al término de la Misa. Pero, insensiblemente, con total discreción,
fue dejando de hacerse en las últimas décadas del siglo XX sin que se haya sabido la causa. En
algunas iglesias, muy pocas por ahora, se ha ido recuperando esa oración que el papa de las
grandes condenas contra la Masonería introdujo en el ritual romano.
Dejamos, páginas atrás, a Francisco Ferrer Guardia, en su pueblo natal, recién llegado de su
446
Ricardo de la Cierva, Masonería, satanismo y exorcismo, pp. 146-147. La cursiva es nuestra.
447
Cardenal Nassali Rocca, carta pastoral para la cuaresma, publicada en Bolonia en 1946, en Gabrielle Amorth,
Habla un exorcista, pp. 37 y ss
103
periplo europeo; el realizado después de esquivar el castigo que debería haber afrontado, en
buena ley, por su participación en el atentado contra los reyes. Pero su trayectoria no había
terminado, aunque le quedaba muy poco tiempo de vida. En una historia de la Masonería debe
recogerse el final de ese recorrido; teniendo en cuanta, además, que la sombra de su figura llega
hasta la actualidad. Y que su memoria es —injustamente— reverenciada por la secta.
Su participación en la Semana Trágica de Barcelona también pudo probarse, pero esta vez la
constatación de sus delitos le costaría la vida: durante la última semana de julio de 1909,
después de graves disturbios en el puerto, estalla la violencia en la capital de Cataluña;
especialmente grave entre los días 25 y 30. Se había formado un comité de huelga con los
republicanos de Alejandro Lerroux, la UGT, y los anarquistas de Solidaridad Obrera, que
decretó la huelga general revolucionaria, supuestamente para protestar por el embarque de
reservistas para la guerra de Marruecos, en la madrugada del 26. Todo organizado,
principalmente, por dos masones: Lerroux y Ferrer Guardia. Aunque la relación del primero
con la secta fue peculiar e intermitente; no lo fue, como es sabido, la del segundo; el «hermano»
Zen, grado 32; de la logia barcelonesa Verdad, iniciado en 1883.
La ciudad, en un clima de terror, quedó incomunicada; sin luz, teléfono, telégrafo, transportes
ni colegios. «Fructificaba espléndidamente en el trance la semilla lanzada a voleo por el
radicalismo de Lerroux y sembrada por Ferrer en el surco de la Escuela Moderna». 448 En casa
de Ferrer se encontró una circular que decía: «Nosotros queremos y necesitamos destruirlo
todo». 449 De nuevo el aforismo masónico Ordo ab chao-, expresado por Ferrer como necesidad.
El 28, declarado el estado de guerra, salieron a la calle las tropas, de caballería y artillería,
formando columnas mixtas con la Guardia Civil, que lograron sofocar la revolución el 1 de
agosto. El balance fue de 105 muertos y 300 heridos.
Un objetivo prioritario fue la Iglesia: en la barriada del Pueblo Nuevo, las turbas asaltaron el
colegio de los maristas. «Ardieron las iglesias de San Pablo, Santa María de Taulat, Nuestra
Señora de la Ayuda, San Pedro de las Puellas, San Cucufate, San Juan Bautista, Santa Madrona
Antigua, las Escuelas Pías de San Antonio y diversas capillas y conventos hasta un total de 62
edificios religiosos». 450 « Se asesina, se satisfacen venganzas personales y, ¿cómo no, viniendo
el golpe de dónde viene?, se queman iglesias, se asesinan sacerdotes, se violan religiosas y
hasta algunos energúmenos bailan por las calles con cadáveres de monjas». 451 De quinientos
detenidos, cinco hombres fueron juzgados en consejo de guerra, condenados a muerte y
ejecutados en Montjuich el 13 de octubre. Entre ellos Ferrer Guardia. Horas antes de iniciarse el
juicio, Gabriel Maura, 452 que estaba en París, fue llamado con urgencia a la embajada de
España, donde el secretario de embajada, marqués de Muni, 453 le comunica:
Acabo de saber, con visos de certidumbre, que la Masonería de aquí [el Gran Oriente
Francés] ha circulado consignas apremiantes a las logias de toda Europa para que
impidan a toda costa la condena de Ferrer o, por lo menos, su ejecución. 454
Fue un primer aviso de la feroz campaña desatada a continuación contra Antonio Maura, con el
lema de «Maura no», cuya clave fue, sobre todo, masónica; de los otros cuatro condenados
nadie volvió a acordarse, ni entonces ni nunca. La agitación contra el Gobierno español recorrió
448
Jesús Pabón, Cambó, vol. I, p. 333, en Ricardo de la Cierva, Historia General de España, tomo IX, p. 182
449
Ibíd
450
Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 171
451
Juan de la Cosa (pseudónimo de Luis Carrero Blanco), España ante el mundo. Proceso de un aislamiento, p.
213
452
Hijo mayor del presidente del Gobierno español
453
Más tarde embajador
454
Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 173
104
Europa, tal como Muni avisara al hijo del ministro cuya cabeza se pedía. En Bruselas se
descubrió una placa conmemorativa de Ferrer, equiparado a los condes de Egmont y de Hom,
mártires de las libertades flamencas; víctimas de la «oscura nación española». En España, se
puso a la cabeza de la campaña José Canalejas, del masónico partido liberal; 455 una grave
irresponsabilidad histórica: con la caída de Maura desaparecía la posibilidad de una
regeneración española; ya no habría revolución desde arriba, y a partir de entonces, de crisis en
crisis, España avanzaba hacia el fracaso final de la Restauración. Años más tarde Alfonso XIII
explicaría a los hijos de Maura que había forzado la dimisión de su padre para salvarle la vida,
que corría serio peligro. Aunque Antonio Maura, hondamente dolido, volvería más tarde al
poder, en 1909 la gran ocasión de poner en marcha su proyecto reformista se había hundido; él
tampoco sería el mismo a partir de entonces.
Empezaba, mientras tanto, desde el mismo momento de su muerte, a forjarse un mito
inconcebible: el de Ferrer Guardia. Transformado de «criminal cobarde», 456 que le llamó
Unamuno, en «ilustre pedagogo», como ha conseguido la Masonería que se le recuerde. La
creación del mito de Ferrer ha sido una empresa masónica de principio a fin: el doctor Luis
Simarro, catedrático de Psicología experimental de la Universidad Central de Madrid, profesor
de la masónica Institución Libre de Enseñanza, y masón, 457 publicó en 1910 —al año de la
muerte de Ferrer— una obra en dos volúmenes: El proceso de Ferrer y la opinión europea, con
la intención de rehabilitar al «hermano», como era de esperar. Esta publicación hizo que un
grupo de Barcelona, afín a Ferrer, le propusiera presidir la Liga de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano. Dicha liga, tan masónica como la francesa de la Enseñanza, pretendía ser una
plataforma que coordinara la acción de políticos, intelectuales, masones y anarquistas para
impulsar en España lo que llamaban laicismo, vistiéndolo de lucha contra la “intolerancia”. 458
También en 1910 se celebró en Barcelona un Congreso Librepensador que rendía homenaje a
Ferrer con gran concurso de masones y librepensadores. Allí se discutieron temas como las
relaciones con el Vaticano y las medidas a tomar para suprimir los símbolos religiosos y las
manifestaciones de culto. Tres años más tarde se constituye la proyectada liga y se establece
desde el principio un contacto permanente con la logia madrileña Ibérica para apoyar la
campaña del doctor Simarro por imponer “la libertad de conciencia”, que incluía la supresión
del catecismo en las escuelas.
Se establecía una actuación a cuatro niveles: prensa, folleto, peticiones al Parlamento, y “acción
judicial”. Esto último «en los casos que se considere oportuno». El primer Comité Nacional
tenía como presidente a Simarro; vicepresidente 1o a Benito Pérez Galdós, 459 y vicepresidente
2o, a Víctor Gallego, Gran Secretario del Supremo Consejo del Gran Oriente Español. La Liga
tendrá una actuación destacada, marcando los objetivos de la Alianza de Izquierdas formada en
1918, entre reformistas, republicanos y socialistas, que incluía la convocatoria de Cortes
constituyentes para establecer un régimen «realmente democrático»; es decir, republicano. En
la II República era ya directamente el Gran Oriente quien organizaba las Juntas Provinciales...
Todo ello, a partir del homenaje a Ferrer en el primer aniversario de su muerte. En aquel
455
Su periódico El Liberal, clamaba: «O el poder o la República», cuestionando al propio rey.
456
Miguel de Unamuno escribió: «Se fusiló con entera justicia al mamarracho de Ferrer, mezcla de tonto, loco y
criminal cobarde, aquel monomaniaco con delirios de grandeza y erostratismo, y se armó una campaña indecente
de mentiras, embustes y calumnias. Todos los anarquistas y anarquizantes se juntaron; se les unieron los snobs y
estuvieron durante meses repitiendo los eternos disparates respecto de la inquisitorial España que es el país más
libre del mundo». Ricardo de la Cierva, Historia General de España, Barcelona, 1980, tomo IX, p. 184.
457
Gran Comendador del Gran Oriente Español desde 1912
458
Así lo afirmaba, en 1998, Luis P. Martín, de la Universidad de Valenciennes, en su artículo “Un instrumento de
democracia: la Liga Española de los Derechos del Hombre (1913-1936)”, publicado en el n° 1 de la revista
Derecho y Libertades del Instituto Bartolomé de las Casas, de la Universidad Carlos III, dedicado a mantener el
“legado laicista” de Ferrer
459
Siempre buscó la Liga la colaboración de intelectuales de gran talla; fueran o no masones
105
congreso Librepensador de 1910 los asistentes mostraron su preocupación por la próximo
celebración de otro congreso, muy distinto al suyo; el eucarístico, que se celebraría el siguiente
año en Madrid; al que calificaron de «preocupante resurgir del clericalismo». Estas eran
algunas de las fuerzas, nada desdeñables, a las que se enfrentaba el joven rey; y el primer
conflicto era inminente: ese congreso eucarístico, que fue el XXI, se celebró; en él se cantó por
primera vez el Himno de Adoradores.
Y tuvo un final inesperado: Alfonso XIII, quiso solemnizar su clausura con una iniciativa
cargada de simbolismo: dispuso que se llevara el Santísimo Sacramento desde los Jerónimos
hasta el Palacio Real, siguiendo el recorrido de los cortejos reales para exponerlo no en la
Capilla, como cabría esperar, sino en el Salón del Trono. Allí mismo se realizó la primera
consagración de España al Sagrado Corazón; ratificada días más tarde en la cripta de la catedral
de la Almudena, que quedó constituida en parroquia y Templo Nacional del Sagrado
Corazón, 460 nuevamente con asistencia de la Familia Real.
Se decidió entonces impulsar la vieja idea, apoyada por el obispo de Madrid-Alcalá, D. José
María Salvador, de construir el Monumento Nacional, cuya localización en el Cerro de los
Ángeles quedó confirmada poco después. 461 Terminada su construcción, el 30 de mayo de 1919
se inauguraba el mismo, en presencia de la Familia Real y de todo el Gobierno, con Antonio
Maura a la cabeza, que volvía a presidirlo. Allí volvió el rey a consagrar España, ya por tercera
vez, al Sagrado Corazón de Jesús. Con nueva fórmula, redactada esta vez por el propio
presidente del Gobierno, y revisada por el jesuita padre Rubio. 462 El propio Alfonso XIII la
leyó: «Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón de Dios Hombre, Redentor del Mundo, Rey de
Reyes y Señor de los que dominan... ». Las reacciones fueron las que cabía esperar por parte de
las fuerzas laicistas:
460
El Cardenal Rouco Varela, siendo Arzobispo de Madrid-Alca- lá, ordenó colocar una placa en el interior del
templo que así lo atestigua. También, por la misma época, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús fue instalada en
el altar mayor.
461
Vicente Lorenzo Sandoval, Director de la Obra Nacional del Cerro de los Ángeles y Rector del Santuario del
Sagrado Corazón de Jesús; Getafe, Cerro de los Ángeles, 15 de junio de 2009; -forosdelavirgen.org-
http://forosdelavirgen.org.
462
San José María Rubio; canonizado por San Juan Pablo II en 2003. Ver Ricardo de la Cierva y José Antonio
Argos, 113.178 caídos por Dios y por España..., pp. 358-359
463
Vicente Lázaro Sandoval; Director de la Obra Nacional del Cerro de los Ángeles y Rector del Santuario del
Sagrado Corazón de Jesús; Geta- fe, Cerro de los Ángeles, 15 de junio de 2009; -forosdelavirgen.org- http://
forosdelavirgen.org. Ver también Ricardo de la Cierva y José Antonio Argos, 113.178 caídos por Dios y por
España..., p. 351
106
armas de Castilla, Aragón, León y Navarra, además de —en escusón— las tres flores de lis de
la Casa de Borbón: eran las armas del propio rey. El acto, aunque sin las resonancias del
celebrado el año anterior, volvió a tener un carácter institucional; otra vez asistieron, junto a la
Familia Real, los miembros del Gobierno junto con su presidente. Era en aquel momento
Eduardo Dato, que sería asesinado un año más tarde; 464 otro atentado anarquista; «propaganda
por el hecho».
El rey se posicionaba claramente frente a la Masonería y su proyecto laicista con plena
conciencia de lo que estaba haciendo: él mismo dijo haberse «jugado la cara por la Iglesia», en
entrevista publicada por Cortés Cavanillas en su libro Confesiones y muerte de Alfonso XIII. 465
Preguntado por el autor acerca de su visita al papa, el monarca exiliado le contestó:
Era lógico [...] que el Pontífice recibiera con el mayor gusto, no al Rey Católico por
título tradicional sino a quien se ha jugado la cara en veinticinco años de reinado por la
fe católica. ¿Qué rey en el mundo ha consagrado su patria al Sagrado Corazón de Jesús,
soslayando el consejo de los “prudentes” y rechazando las amenazas del
anticlericalismo y de la Masonería? 466
Padre, he tenido un gran gusto en cumplir en el Cerro de los Ángeles un deber de rey
católico, pues el enemigo está dentro de la ciudadela. Y le doy una prueba: en este
mismo salón me vi obligado a recibir una delegación de la Francmasonería
internacional. Unos doce señores. He aquí lo que me dijeron... 469
464
Alfa y Omega, n° 763; 8 de diciembre de 2011
465
Julián Cortés Cavanillas, Confesiones y muerte de Alfonso XIII, Colección ABC, 2a edición, Madrid, 1951
466
Julián Cortés Cavanillas, o. c, p. 46
467
El padre Mateo llegó al lugar de las apariciones del Sagrado Corazón, monasterio de Paray-le-Monial, en 1907,
enfermo y agotado, experimentando allí su curación y recibiendo, a la vez, una iluminación que describió así
después: «Yo sentí en mí mismo como una sacudida extraña. Me sentí herido por un golpe de gracia muy violento
e infinitamente dulce. Me levanté completamente curado. Postrado en el Santuario, absorto en la acción de gracias,
comprendí lo que quería de mí Nuestro Señor»; «La idea de la Entronización la he tomado directamente de las
revelaciones de Paray». En el fresco de la capilla de las Apariciones de Paray, junto a los santos relacionados con
las mismas, aparece el padre Mateo por su especial relación cón ellas y la difusión de su mensaje.
468
Mateo Crawley, en su libro Jesús, Rey de Amor, Madrid, 1960, y en declaraciones a la revista Reinado Social
del Sagrado Corazón (Madrid, junio de 1957), recogidas por la revista Iglesia Mundo (n° 170, de diciembre de
1978). Ver también Ricardo de la Cierva y José Antonio Argos, 113.178 caídos por Dios y por España..., pp. 349-
353
469
Ricardo de la Cierva y José Antonio Argos, 113.178 caídos por Dios y por España, p. 353.
470
Ibíd.
107
Gloriosa; las de la Liga de la Enseñanza francesa; las aplicadas en España por la II República;
las que inspiraban a Rodríguez Zapatero; las que obedecen ya la mayoría de gobiernos
occidentales... El proyecto se mantiene idéntico, aunque ahora presente nuevos aspectos; más
visiblemente anticristianos cada vez.
No era nada extraño que lo pidiese aquella delegación, que además pretendía arrancarle al rey
la firma del documento que le traían ya redactado; lo más increíble es que quien presidía
aquella comisión masónica era el mismo Luis Simarro, Gran Comendador del Gran Oriente, y
fundador de la Liga creada para mantener la herencia de Ferrer Guardia; 471 el hombre que quiso
asesinar al mismo a quien hacían aquella proposición. ¡Y todo había empezado con la
publicación de Simarro enalteciendo a Ferrer! ¡Simarro había asistido al homenaje que se rindió
en Bruselas al criminal! ¡La osadía masónica resultaba insultante!
Aquellos supuestos defensores de las libertades democráticas, por otra parte, pretendían que el
rey ignorase la Constitución, entrando en política hasta el fondo, ¿cómo si no lograría introducir
semejantes cambios en la legislación española? Ocurría lo mismo que con su abuela, Isabel II:
querían los masones que hiciera su juego, nada democrático, para expulsarla si no lo hacía. Y la
respuesta del nieto fue la misma que la suya: «poner el peso de la Corona en la balanza del
Catolicismo»; el que pudiera tener a esas alturas. León XIII, padrino de bautismo del rey, había
denunciado en Humanum genus, esa injerencia masónica en el gobierno de los Estados; la
capacidad incluso que tenía la secta de destronar a los reyes:
Terminaba su relato el padre Crawley con el desenlace de la entrevista, que fue, como podía
esperarse, una rotunda negativa del rey: «Esto, ¡jamás! No lo puedo hacer como creyente.
Personalmente soy católico, apostólico y romano. Y como quisieran insistir, los despedí con
una venia». La respuesta del portavoz de la Masonería en aquella audiencia fue una profecía
realizada doce años más tarde: «Lo sentimos, pues Vuestra Majestad acaba de firmar su
abdicación como rey de España y su destierro». 473 Cuando llegó la hora no podía engañarse. Y
no lo hizo: su diagnóstico sobre lo que representaba el advenimiento de la República fue certero
porque tenía información privilegiada; su propia experiencia:
Así lo dijo, en el hotel Savoy de Fontainebleau, el 23 de julio de 1933; justo tres años antes del
estallido de la guerra civil; ¡Claro que fue trágica la experiencia!
Alfonso XIII no persiguió a la Masonería oficialmente ni llegó a pensar en crear un tribunal
especial para reprimirla como haría Franco años más tarde, pero le plantó cara a título personal;
en su calidad de rey católico. Conocía la presencia masónica en la clase política de toda su vida;
471
Ver Jakim Boor (pseudónimo de Francisco Franco), Masonería, “La Ferrerada” (4 de junio de 1950), p. 89.
472
León XIII, Humanum genus, 25
473
Mateo Crawley-Boevey, Jesús Rey de Amor, en Ricardo de la Cierva y José Antonio Argos, 113.178 caídos por
Dios y por España..., p. 353
474
Julián Cortés Cavanillas, o. c., p. 52
108
el niño que nació rey siempre había tenido masones en su entorno; formaron parte de sus
Gobiernos; presidieron algunos; estaban en la trama del poder desde medio siglo antes de que él
viese la luz; habían pasado por varios regímenes, provocando frecuentemente los cambios.
Debió llegar muy pronto a la conclusión de que resultaba imposible erradicarlos. Pero creyó
que podía tenerlos a raya; al menos dentro de ciertos límites, y en cuestiones muy concretas, si
bien tendría que transigir muy frecuentemente en otras.
Como su abuela, a quien la secta también trató de captar, era un rey constitucional; aunque se le
aplicara el verbo “borbonear” cuando intervenía en política, a veces tratando de desencallar
alguna de las múltiples crisis de su reinado. En cuanto a su posición frente a la Masonería no se
puede generalizar; no todos los masones actuaron de la misma manera ni sirvieron siempre con
la misma intensidad los planes masónicos; algunos buscaron la muerte del rey; otros muchos
conspiraron contra él hasta lograr destronarle; y un tercer grupo formó parte de sus gobiernos.
De estos últimos, unos se camuflaron mejor que otros, en cuanto a su condición masónica —
alguno completamente—, aunque todos, sin excepción, obedecieron las estrategias de la secta,
condicionando su lealtad monárquica a las estrategias que esta les marcara. Sobre todo en los
momentos cruciales. La caída de la monarquía era solamente cuestión de tiempo. No puede
comprenderse en profundidad este reinado sin conocer la intervención de los masones en el
poder y contra él.
Dejando a un lado las personas, Alfonso XIII vivió en una prolongada tensión con la
Masonería, o más exactamente, contra los fines de la misma. Cuando despidió a la delegación
masónica en el Palacio Real sabía las implicaciones que aquello tenía; tampoco lo descubrió
entonces; lo sabía desde mucho antes: tuvo más de una propuesta masónica. Como también
sabía, ya en el exilio, que la única posibilidad que tendría de recuperar la corona sería iniciarse
en una logia. Así se lo aconsejaba otro soberano europeo, al que respondió que antes lo echaría
todo por la borda, «incluyendo la Corona y a su propia familia». Si la clave masónica resulta
imprescindible, a menudo, para descifrar la historia, es especialmente interesante para estudiar
el reinado de Alfonso XIII, y su caída. Así como lo que vino a continuación.
En cuanto a la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, para Alfonso XIII, fuera o no
consciente de ello, era una cuestión pendiente. Una cuestión de su dinastía: Luis XIV no llegó a
consagrar a Francia a pesar del mensaje muy preciso que le hizo llegar la vidente del mismo
Sagrado Corazón; santa Margarita María de Alacoque (1647-1690). 475 Luis XV tampoco lo
hizo, y Luis XVI solamente siendo ya prisionero en el Temple formuló el voto de realizar la
consagración. Que un rey tan piadoso no lo hubiera hecho antes parece indicar que era un acto
que ya entonces presentaba ciertas complicaciones. Así lo dijo Alfonso XIII a su biógrafo;
¿quién se había atrevido a hacerlo? Esa gran devoción difundida en su día por la Compañía de
Jesús, ponía a los gobernantes en el punto de mira de las sectas secretas; aunque ya los tuvieran
antes. Era una “provocación” añadida, como se vio por la reacción masónica de 1919.
Y es extraño que así sea: lo sustancial de esas apariciones fue revelar el ardiente amor del
Corazón de Jesús por el hombre. Abad-Gallardo, que dejó la Masonería al encontrarse con
Cristo, interpela a quienes fueron sus «hermanos»: «Con esta obra, os propongo una cuestión
importante. Yo tengo el coraje de dar testimonio. Y vosotros, ¿tendréis el de dejaros amar por
Dios?». 476
475
Debía incluir al Sagrado Corazón en las armas y banderas de Francia, apoyar su culto y consagrarle un templo
nacional. Así se lo transmitió San Claudio de la Colombiére (1641-1682), el jesuíta confesor de Santa Margarita
María de Alacoque.
476
Serge Abad-Gallardo, o. c., p. 138
109
Aunque laicismo 477 y laicidad sean conceptos distintos; 478 se utilizan los dos indistintamente,
sin grandes preocupaciones semánticas, por parte de quienes persiguen un mismo fin: borrar el
Cristianismo de la sociedad. Tal cosa, bajo la cobertura de lograr un mundo supuestamente
libre, nunca dejó de ser objetivo de la Masonería; el brote fuerte de laicismo de la III República
Francesa no fue algo pasajero; ni las políticas de la secta durante todo el siglo XX tuvieron
objetivos más concretos. En España, el paréntesis marcado por el franquismo no impidió que en
cuanto la Masonería volvió a practicar sus «trabajos», recuperase inmediatamente su gran
proyecto, tomando la figura de Ferrer Guardia como referente. El mayor terrorista de la historia
de España convertido en modelo pedagógico y mártir del laicismo. Resulta tan grave como
significativo el hecho de que una fundación lleve su nombre, tomando el testigo de la Liga de
los Derechos del Hombre. 479
Dicha fundación, constituida en diciembre de 1987, mantiene -como la desaparecida liga- una
estrecha vinculación con la Masonería: su presidente, el catedrático de Derecho Tributario de la
Universidad de Barcelona, Joan Francesc Pont, es uno de los pocos masones que reconocen
serlo entre todos los encuadrados en las Obediencias españolas. Adjunto de Asuntos Exteriores
de la Gran Logia Simbólica de España, 480 está tan alineado con el concepto de laicidad del Gran
Oriente de Francia que ha llegado a decir: «La historia de la libertad es la historia de los
herejes y de los heterodoxos». 481 Exactamente lo mismo que sostiene el Libro Blanco del GOF.
Por tanto, en su opinión, la libertad exige la desaparición de lo cristiano de cualquier lugar
visible.
En plena coherencia con ese fundamentalismo masónico, fue Pont quien logró el cierre de la
capilla de su universidad en plena campaña laicista a principios de 2011. Así lo admitió, aunque
a regañadientes, en un programa de televisión en el que yo participaba: 482 preguntado por otro
de los participantes, Luis Losada, sobre la razón de ese cierre, eludió la respuesta, pero ante la
reiteración de la pregunta acabó reconociéndolo; y por fin respondió: lo hizo porque entendía
que «un espacio público no podía estar destinado a una sola confesión religiosa»; el gran
argumento, tan sincretista como intolerante, de la Masonería y sus colaboradores para reducir la
práctica de la religión cristiana a la más estricta intimidad.
Algo similar a lo ocurrido en el Méjico de la Guerra Cristera podría parecerle una buena
solución; al menos de momento. Ese es el concepto de tolerancia de quienes dirigen el proyecto
laicista. Cuando en el Club Financiero le hablé a Tom Sarobe de esta intervención de su
«hermano» Pont, el ex Gran Maestro de la Gran Logia y del Gran Oriente me respondió que el
477
«Desde el punto de vista cristiano “laicismo, laicista” suenan a degradación de “laicidad, laico”. El laicismo, de
origen e impronta masónicos, trata de recluir lo religioso de cualquier religión determinada, también y
especialmente lo cristiano, en el foro íntimo de la conciencia, así como dentro de los templos y en sus “sacristías”
y aledaños». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 114
478
Según la RAE, laicidad significa «principio que establece la separación entre la sociedad civil y religiosa»,
mientras que laicismo es la «independencia del individuo o de la sociedad, y más particularmente del Estado,
respecto de cualquier organización o confesión religiosa». Según la Sagrada Congregación para la Doctrina de la
Fe, «la laicidad, entendida como autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica —nunca
de la esfera moral—, es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia, y pertenece al patrimonio de civilización
alcanzado». Ver Nota doctrinal de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe de 2002, en Juan Claudio
Sanahuja, Poder global y religión universal, p. 120.
479
Naturalmente, sus promotores son negacionistas: niegan la participación de Ferrer en la Semana Trágica; su
condena fue urdida por el Gobierno de acuerdo con los jueces militares..., y en cuanto al atentado contra Alfonso
XIII, lo mismo: la culpabilidad de Ferrer no fue probada; no tuvo nada de extraño que quedara en libertad. La
campaña contra España y su Gobierno estuvo justificada. Ferrer Guardia, por su parte, hacía responsable de su
proceso a la Compañía de Jesús que era la que “mandaba en España”. Se declaró inocente hasta la muerte
480
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 157
481
Conferencia de Joan Francesc Pont Masonería y Mediterráneo: la construcción de un espacio de laicidad. Ver
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 157
482
Con otro enfoque, de Intereconomía TV, 2 de marzo de 2011
110
catedrático barcelonés pertenecía a una Obediencia «marginal», lo que no define exactamente a
la Gran Logia Simbólica de España. «Actualmente es la Obediencia que cuenta con más logias
y triángulos en sus vertientes exclusivamente femenina y mixta. Posee la editorial Tres Puntos.
Una de sus logias, la llamada Miguel Servet (Zaragoza) publica la revista Acacia»; 483 y,
después de la Gran Logia de España, y la Gran Logia Nacional de Cataluña, según la revista
Hiram Abif, es la Obediencia que cuenta con mayor número de «hermanos» en España: la
tercera de las veintitrés existentes. 484 Más que a marginalidad debía referirse Sarobe a su
«irregularidad»: como vimos, un miembro del Gran Consejo Simbólico de la Gran Logia
Simbólica de España, Juan Carlos Daza, es uno de esos pocos masones que han reconocido la
relación existente entre Masonería y luciferismo; uno de los secretos mejor guardados de la
secta hasta la fecha. 485 Pero interesa en este punto sobre todo la relación de Pont con la
fundación Ferrer Guardia, y el papel que esta representa:
483
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 80
484
Ibíd., pp. 70-71
485
Ver Juan Carlos Daza, Diccionario de Francmasonería, Ed. Akal, Madrid, 1997, pp. 228-229.
486
ALBA, del 11 al 17 de febrero de 2011, n° 312
487
«Prácticamente todos los directivos de ERC son masones. He aquí algunos nombres: su presidente Carod
Rovira (presidente de ERC), Joan Puigcercós (refundador de ERC con Carod Rovira y Angel Colom), María
Angeles Prats (ex Gran Maestra de la Obediencia masónica Derecho Humano), Marta Riera i Franco (también
Cabeza nacional de la OMRMM [Orden Masónica del Antiguo y Primitivo Rito de Memphis y Misraím] en
España, miembro de la masónica Orden Illuminati, cofundadora del colectivo Els Altres Andalusos y presente en
las listas electorales de ERC), Josep Bargalló (ex conseller primero de la Generalitat de Catalunya, una especie de
primer ministro, hasta que ERC fue excluida del gobierno de Maragall) [...] Varios masones, illuminati y
miembros del Priorato de Sión del Gobierno catalán serían los responsables de su política actual [...] Ahora ocurre
como durante la Segunda República. Los dirigentes de la Esquerra Republicana de entonces eran nacionalistas,
republicanos y, en su mayoría, masones. El primero su presidente Lluis Companys, presidente también de la
Generalitat catalana [...]». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 235.
488
Ver Manuel Guerra, Masonería..., 318
489
Ibíd.
111
faltó cobertura al ambicioso proyecto laicista que tomaba como ejemplo a Francisco Ferrer i
Guardia. Catalanes sobre todo.
El centenario de Ferrer se conmemoró como el del gran prohombre inventado, y exaltado más
allá de una idealización exagerada, que ya se había construido. Resultaba impresionante la
participación de personalidades, socialistas sobre todo, en el evento:
El presidente del comité de ese centenario fue Pasqual Maragall, y entre sus miembros
estaba lo más granado del socialismo español, que conjuga dinero, poder real e
influencia: el ministro de Educación, Angel Gabilondo, la ministra de Cultura, Angeles
González-Sinde; el entonces presidente catalán, José Montilla, además de Joaquín
Nadal, Miguel Iceta y el exvicepresidente del Gobierno, eterno candidato tapado a la
dirección del socialismo español y presidente de Caixa Catalunya, Narcís Serra. 490
490
ALBA, de 11 al 17 de febrero de 2011, n° 312
491
«La Asociación Española Europa Laica, o sea “laicista”, fundada por Víctor Guerra, masón asturiano del Gran
Oriente de Francia, es miembro formal de la Federación Humanista Europea [...] Colabora también con
movimientos franceses afines, sean o no organizaciones pantalla de la Masonería, por ejemplo: Europe et Lai'cité y
Libre Pensée, así como con Alianza contra el Conformismo (Alemania), Unión de Ateos y Agnósticos
Racionalistas (Italia)». Manuel Guerra, La trama masónica, p. 115.
492
César Vidal, La Masonería. Un estado dentro del estado, p. 312
112
Veamos parte de su contenido: empieza en su «Introducción» proclamando la laicidad como
panacea universal; vehículo imprescindible para alcanzar la plena autonomía del individuo; una
regula vitae propia de las sociedades democráticas: «La laicidad es una regla de vida en la
sociedad democrática. Impone que se den a los hombres, sin distinción de clase, origen o
confesión los medios para ser ellos mismos, libres de sus compromisos, responsables de su
desarrollo y dueños de su destino». 493
En el punto I ataca ya a la Iglesia, reflejando su propia visión de la historia:
Historia-especificidad francesa.
La reivindicación laica se ha desarrollado allí donde una iglesia, en este caso la iglesia
católica romana, ha querido imponer un poder totalitario en sentido literal, es decir,
englobando todos los aspectos de la sociedad civil, política y económica, de hecho allí
donde la religión se ha convertido en poder. Frente a ese poder fueron apareciendo
sucesivos intentos de liberación, tanto políticos como espirituales o ambos a la vez. En
la Edad Media, esos movimientos nacieron en el interior de la iglesia católica, y fueron
calificados de heréticos y rápidamente aplastados. Desde los primeros reformadores a
los filósofos del siglo XVIII, la idea fue evolucionando, aunque siempre asociada a un
doble movimiento emancipador:
—El del pensamiento libre para franquearse poco a poco las creencias obligatorias.
—El de una sociedad que reivindicara las libertades políticas.
[...] en Francia, la alianza más que milenaria entre el «Trono y el Altar» hizo inevitable
la protesta religiosa a partir del momento en el que se desarrolló la protesta política. Con
este estado de ánimo, los filósofos del siglo XVIII, animados por el espíritu de las
Luces, llevan a cabo un doble asalto ideológico contra las dos formas del absolutismo,
monárquico y religioso. [,..] 494
Obviamente, para el GOF, todo se reduce a una lucha entre el hombre y la Iglesia Católica; toda
herejía queda justificada; no han existido herejías realmente; fueron todas «intentos de
liberación», aplastados por la Iglesia, centro de todo despotismo. Sobraron los concilios; los
debates teológicos; la labor de los Padres y Doctores de la Iglesia; la definición de los dogmas;
todo el magisterio; todo ello, realmente es rechazable: los herejes tenían razón: los cátaros (que
además eran gnósticos, especialmente cercanos a la religión masónica por tanto), Lutero,
Calvino, Voltaire (que odiaba a la Iglesia y a Cristo), Holbach (que rechazaba la idea de Dios),
los philosophes en su conjunto, todos ellos tenían razón: buscaron “la libertad” frente al
enemigo común; la Iglesia. Lo mismo que sostiene en España el señor Pont.
Desde la rebelión contra el Papado y la Tradición —incluyendo liturgia y sacramentos— hasta
el culto deísta oficializado por Robespierre, la Masonería asume y enaltece todo proceso
político, filosófico o religioso realizado contra la Iglesia. Y admite que la Revolución Francesa
se llevó a cabo contra el Catolicismo. De ahí el carácter de persecución religiosa que tuvo.
El Libro Blanco del GOF, aborda en el punto II la cuestión de los «valores laicos», tendentes a
lograr la “liberación” del hombre desde la infancia de toda posible influencia del pensamiento
cristiano:
493
Ibíd.
494
Ibíd, pp. 313-314
113
económicas, liberación de los modos de vida ante los tabúes, las ideas dominantes y las
reglas dogmáticas.
La laicidad busca liberar al niño y al adulto de todo lo que aliena o pervierte el
pensamiento, especialmente las creencias atávicas, los prejuicios, las ideas
preconcebidas, los dogmas, las ideas opresoras y las presiones del orden cultural,
económico, social, político y religioso [.. .] 495
495
Ibíd., pp. 315-316.
496
San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus annus, 46.
497
Sobre feminismo en abril de 2015
114
proselitismo. 498
En primer lugar hay que decir que la legalización de la blasfemia y del sacrilegio, contemplada
por el GOF como una necesidad, viola gravemente los derechos de millones de personas y es lo
más opuesto a la tolerancia que pretende defender a toda costa. Ese dogma masónico, verdadero
cajón de sastre, debería ser revisado, aclarando dónde está el límite entre lo tolerable y lo que
no lo es. Con el argumento de que eran «creyentes» quienes lo organizaban, la presidenta de
Harvard autorizó una misa negra. ¿Aplicaba una consigna masónica o la influencia ambiental
era tan grande que no vio el grave atropello que autorizaba? Ni siquiera lo más sagrado escapa a
la ingeniería social masónica: ese es un gran triunfo diabólico; el mayor. Y en Harvard pudo
comprobarse hacia dónde se dirige el gran cambio. Allí mismo, en mayo de 2014, comenzaba
ya a brillar, sin nubes que la velaran, la luz de Baphomet.
En cuanto a la absoluta desvinculación entre «nacimiento, vida y muerte» de lo religioso, la
retórica volvía a disfrazar las verdaderas intenciones del GOF: hace mucho que la vida humana
no se considera «únicamente desde la perspectiva de la religión», ni remotamente. Se trataba,
en realidad, de “legitimar” todas las cuestiones relativas a los derechos esenciales del hombre
desde la perspectiva laicista: implantación del aborto/eugenesia como derecho y de la eutanasia
con un mínimo de restricciones; al margen de cualquier consideración ética que pudiera
fundamentarse en la ley natural. Lo cierto es que la nueva moral nacida de la laicidad convierte
al hombre en un ser completamente indefenso frente a un Estado todopoderoso, que concede o
no la vida y da la muerte a sus ciudadanos graciosamente; el totalitarismo cuyo embrión
encontramos ya en la visión rousseauniana de la vida humana; «merced de la naturaleza, don
condicional del Estado». 499
Otra manifestación de ese totalitarismo la encontramos en el Libro Blanco al «proscribir de la
escuela cualquier forma de proselitismo». Por supuesto se refería, sin mencionarla, a la religión.
Aunque en este apartado no apareciese ni siquiera confundida con otros «factores opresivos».
Claro que una vez desaparecida la religión, tomaría su lugar un auténtico proselitismo
combativo y omnipresente: el laicismo masónico, vehículo de transmisión de todos los dogmas
del GOF. ¡Cuántas condenas pontificias hemos visto hablando de la amenaza que gravita sobre
la enseñanza! No exageraban sus autores.
El repaso del Libro Blanco nos lleva a su apartado IV y último:
[...]
—Los progresos de la ciencia deben ser liberados de cualquier influencia de los grupos
de presión, especialmente religiosos. [...]
—La laicización del «estatuto del cuerpo» (amor y sexualidad, muerte, enfermedad) no
está terminada. La libre disposición del propio cuerpo, las modalidades sociales de las
parejas y de las familias, las garantías fundamentales de las libertades en ese marco, los
derechos y la dignidad de los niños, son otros campos de aplicación de una laicidad que
es la última garantía de libertad para las mentes y los cuerpos. 500
Asistimos aquí, como en el resto del documento, a un verdadero «secuestro del lenguaje». 501
Utilizando «palabras talismán», el más demoledor de los mensajes queda disimulado bajo
apariencia de grandes bienes; logros que desearía cualquiera que pueda oírlo o leerlo
incautamente, sin poner filtros. Así tenemos en estos párrafos: «liberados»; «libre disposición»;
498
César Vidal, o. c., pp. 319-320
499
Jean Jacques Rousseau, El Contrato Social, Libro II, Cap. V
500
César Vidal, o. c., pp. 321-322. Ver http://www.godf.org/structu-res.livret.html
501
Ver Alfonso López Quintás, El secuestro del lenguaje, Ed. Asociación para el Progreso de las Ciencias
Humanas, Madrid, 1992 (2a edición).
115
«garantías fundamentales»; «libertades»; «derecho»; «dignidad»; «garantía»; «libertad». En
cambio, lo religioso queda vinculado a un término o «palabra tabú»: «grupos de presión»; lo
contrario a la libertad, representada por los valores laicistas. Así se justifica, en este apartado, la
investigación científica sin límites éticos o morales más allá de lo que se llegue a consensuar
como ético o moral en un momento dado. Así es como se legalizó el «transhumanismo» o
búsqueda de una supuesta mejora de la especie humana; con una clara finalidad utilitaria al
servicio del gran designio masónico de lograr el «hombre nuevo», supuestamente superior,
aunque para lograrlo haya que hibridarle con animales como ya se está haciendo. Claro que
desde esa óptica los embriones humanos no son más que una amalgama de células...
La ideología de género es ya una indiscutible conquista masónica en Occidente, de manera que
en cuanto a «la libre disposición del cuerpo», o las nuevas definiciones de «modalidades
sociales de la vida de las parejas y de las familias», es evidente que el GOF tiene ya poco que
reclamar. Y no solo en Francia, porque en esto, como en todo lo demás, coincide plenamente
con las grandes organizaciones internacionales —Naciones Unidas, la Unión Europea—,
dirigidas por la Masonería, que van implantando los mismos criterios a nivel global. Queda
solamente la cuestión de los «derechos de los niños», que se inscriben en los llamados «nuevos
derechos»; a la «educación, reproducción, y sexualidad de los menores». Ámbitos de los que se
pretende eliminar toda referencia a «los derechos/deberes de los padres». Y esto también tiene
el aval de la ONU.
A veces los apóstoles de la laicidad hablan con menos circunloquios de lo que suelen y dicen
exactamente lo que quieren decir. Como ha hecho en ocasiones el antiguo ministro francés de
Educación, Vincent Peillon 502 al hablar de religión y laicidad: «La laicidad puede considerarse
como la famosa religión de la República buscada después de la Revolución»; 503 «Toda la
operación consiste, con la fe laica, en cambiar la naturaleza misma de la religión, de Dios, de
Cristo, y enterrar definitivamente a la Iglesia Católica. No solamente a la Iglesia Católica, sino
a toda iglesia y a toda ortodoxia». 504
Estas palabras, por sí mismas, valen tanto como un resumen del contenido de este libro. Porque,
en la lucha que mantiene la Masonería contra la Iglesia, lo que busca la primera respecto a la
segunda, es exactamente eso: destruirla y enterrarla; para imponer luego otra religión. «La
pertenencia de Peillon a la Masonería no está establecida a ciencia cierta. De todas formas, la
existencia de postas masónicas de las que disponen los políticos tanto del gobierno como de la
Asamblea Nacional en el seno de las logias no ofrece duda alguna», 505 dice Abad-Gallardo; y
añade: «Peillon, incluso ha “planchado” 506 con ocasión de una “tenida blanca” 507 en el Gran
Templo Groussier, ante un auditorio de miembros del Gran Oriente de Francia, en la sede
parisina de la Obediencia, rué Cadet, el 16 de noviembre de 2012». 508 Es decir, que poco
importa si pertenece o no a la Masonería; es indudable que está en la trama masónica; con plena
identidad de objetivos.
Para terminar con este asunto, hablando de Ferrer Guardia, escribió Ricardo de la Cierva:
502
Ministro de Educación francés entre 2012 y 2014; considera al Catolicismo como una religión opresiva de la
que debe liberarse a la sociedad francesa a través de la «laicidad». Solo así, destruyendo a la Iglesia, se logrará,
según él, la «victoria final de la Revolución»; debe desaparecer «el espacio que esta le dejó».
503
Vincent Peillon, La revolución no ha terminado, Ed. Seuil, 2008, p. 162, en Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 167
504
Vincent Peillon, Una religión para la República: la fe laica de Ferdinand Buisson, Ed. Seuil, p. 277, en Serge
Abad-Gallardo, o. c, p. 167.
505
Serge Abad-Gallardo, o. c, 167
506
De «plancha», documento masónico que se debate y corrige en las logias. Deben encabezarse “A La Gloria Del
Gran Arquitecto Del Universo”. (A.L.G.D.G.A.D.U.).
507
Reunión masónica a la que asiste al menos un profano. «Se llama “abierta” la reunión de masones con profanos
sin precisar la proporción; “cerrada” cuando un conferenciante profano habla a un auditorio exclusivamente de
masones». Ver Manuel Guerra, Masonería..., p. 430.
508
Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 168
116
Me he impuesto la obligación de estudiar a fondo la figura de Francisco Ferrer porque la
izquierda europea y la Masonería se han empeñado en presentarle desde entonces [su
muerte] bajo la imagen de «ilustre pedagogo» cuando en realidad no era —en frase
famosa de Unamuno— más que «tonto, loco y criminal cobarde». Pero su ridícula
leyenda persiste a través de las décadas y hace muy pocos años una Obediencia de la
Masonería española se ha empeñado en erigirle un monumento en Barcelona (no sé si lo
ha conseguido) sin advertir que se trata de una desvergonzada afrenta a la historia. 509
Partía de la base de que la Escuela Moderna no era más que un «centro subversivo», camuflado
de centro de enseñanza. ¿Cuál? La del terror anarquista; sus frutos más visibles fueron las
atrocidades cometidas en Barcelona durante la Semana Trágica. Comparto totalmente la
opinión del historiador pero añado una reflexión: el homenajearle no es solamente una
«desvergonzada afrenta a la verdad», sino algo tan peligrosamente sectario como seguir
utilizando su deformada figura para descristianizar la sociedad española irreversiblemente. La
mentira es siempre diabólica, pero en este caso alcanza un límite difícilmente superable: es el
mundo al revés; una burla satánica.
509
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 552
117
VI
LA EUROPA DE WILSON
El siglo XX comenzaba sin importantes cambios en relación con la situación general del último
tercio del anterior. Grandes cuestiones sociales estaban planteadas y existían puntos de tensión
en Europa, motivados casi siempre por cuestiones de prestigio y expansión de las potencias,
pero nada presagiaba el estallido de una guerra de la trascendencia que tuvo la iniciada en 1914.
Ni siquiera la caída de Napoleón había traído transformaciones de la importancia de las que
vendrían al finalizar la Gran Guerra. La Masonería no fue ajena ni al inicio ni a las
consecuencias de la misma, como iremos viendo.
Ocho años antes de que comenzara el conflicto, como vimos, se había impuesto un laicismo
agresivo en Francia, que motivó, aparte de la comentada encíclica de San Pío X,510 la salida de
miles de religiosos que frecuentemente buscaron asilo en España; lo que provocó la llamada
Ley del Candado, 511 tendente a impedir su establecimiento al sur de los Pirineos; la Masonería
francesa provocó su éxodo, mientras que la española trataba de atajar su expansión. Las
incidencias de la lucha entre Masonería e Iglesia en aquellos años son poco conocidas en
general, pero al papa no le faltó información; de hecho le sobraron elementos de juicio, de todo
tipo, para hacer lo que hizo: el 27 de mayo de 1917 se publicaba el Código de Derecho
Canónico, y contenía una nueva condena pontificia; es importante el dato en sí: en la primera
codificación del Derecho de la Iglesia, la secta merecía una mención concreta, amplia y
categórica, lo que da una idea de la importancia que se seguía concediendo a su acción.
Había muerto, angustiado por la envergadura de la guerra mundial, el impulsor de la gran tarea
codificadora, por lo que su remate y promulgación correspondió a su sucesor, Benedicto XV. 512
De la Masonería se trataba ya en el libro II, sobre las personas, estableciendo lo siguiente:
Los fieles son dignos de alabanza si dan su nombre a las asociaciones erigidas o al menos
recomendadas por la Iglesia, pero deben abstenerse de las asociaciones secretas, condenadas,
sediciosas, o que se esfuerzan en sustraerse a la legítima vigilancia de la Iglesia. 513
La segunda mención aparecía en el libro V, sobre las penas, y era más directa; mencionaba a la
Masonería expresamente:
Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género que
maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren «ipso facto» en
excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica. 514
Ipso facto significa de manera inmediata. En este sentido, la legislación venía a confirmar la
doctrina, ya casi dos veces secular, de la Iglesia: se mantenía la excomunión para quienes
«dieran su nombre» a la secta; es decir a partir de la iniciación, en el grado Io.
510
Vehementer Nos
511
Ley de diciembre de 1910, que prohibía transitoriamente el establecimiento en España de nuevas
congregaciones religiosas. Obra de los liberales españoles, promovida por su jefe, y presidente del Gobierno hasta
poco antes, José Canalejas. El mismo que se puso al frente de la campaña contra Maura, y moriría asesinado por
un anarquista en 1912
512
Giacomo Paolo Giovanni Battista della Chiesa (Génova 1854- Roma 1922); elegido papa el 6 de septiembre de
1914, murió el 22 de enero de 1922, siendo enterrado en las Grutas Vaticanas
513
Código de Derecho Canónico de 1917, libro II, parte tercera, canon 684.
514
Ibíd, libro V, título XIII, canon 2335: «Nomen dantes sectae massonicae aliisve eiusdem generis
associationibus quae contra Ecclesiam vel legitimas civiles potestates machinantur contrahunt ipso facto
excommunicationem Sedi Apostolicae simpliciter reservatum».
118
Y solamente la Santa Sede podía levantarla. El caso de los clérigos también se contemplaba,
separadamente, en el siguiente canon:
1. A los clérigos que han cometido el delito de que se trata en los cánones 2334 y 2335
debe castigárseles, además de con las penas establecidas en los citados cánones, con la
suspensión o privación del mismo beneficio, oficio, dignidad, pensión o cargo que
puedan tener en la Iglesia.
2. Los clérigos y los religiosos que den su nombre a la secta masónica o a otras
asociaciones semejantes, deben además ser denunciados a la Sagrada Congregación del
Santo Oficio. 515
Es decir, que, lógicamente, cardenales, obispos, vicarios, abades, priores y párrocos dejarían de
serlo tan pronto como se conociera su condición masónica. No podía ser de otra forma,
quedando como quedaban excomulgados, al igual que cualquier otro católico; aparte de la
gravedad especial que revestía en su caso el ingreso en «secta que maquina contra la Iglesia»,
en contra de sus propios votos. Además, según el mismo Código, los masones, al estar
excomulgados, no podían contraer matrimonio canónico ni ser enterrados en sagrado. No; no
era menos severa la condena pontificia de 1917 que todas las anteriores. Solo era mucho más
breve: lo que tenía cabida en algunos cánones; pero no menos oficial y solemne que las que
llevamos vistas.
Por otra parte, como destacaba Ricardo de la Cierva, «el Código no establece distinción alguna
entre las diversas Obediencias o clases de Masonería; asume, como León XIII, la tesis de que
toda Masonería pertenece a una unidad fundamental, que se condena en bloque». 516
Efectivamente, el papa de Humanum genus no albergaba dudas al respecto:
Hay varias sectas que, si bien diferentes en nombre, ritos, forma y origen, unidas entre sí
en cierta comunión de propósitos y afinidad entre sus opiniones capitales, concuerdan
de hecho con la secta masónica, especie de centro de donde todas salen y a donde
vuelven. Estas, aunque aparenten no querer en manera alguna ocultarse de las tinieblas,
y tengan sus juntas a vista de todos, y publiquen sus periódicos, con todo, bien miradas,
son un género de sociedades secretas, cuyos usos conservan. 517
No hacía diferencias con otras sectas secretas, como fue la de los carbonarios, que actuaban de
consuno con la Masonería, «centro de donde todas salen y a donde vuelven»;
independientemente de nombres, ritos y origen. El Código, asumía tal equiparación,
claramente, en el canon 2336, cuando, al establecer la obligación de denunciar a los clérigos
masones, los señalaba por haber dado su nombre «a la secta masónica o a otras asociaciones
semejantes».
«El canon 2335 alcanzó un impacto inmediato y demoledor por su misma claridad. Y se
convirtió, cuando se apagaron las conmociones por el nuevo Código, en caballo de batalla para
una nueva estrategia entre los sectores y personalidades de la Masonería y el Cristianismo que
pretendieron terminar los siglos de confrontación e iniciar una etapa de diálogo y respeto
mutuo». 518 Así lo resumía el experto historiador Ricardo de la Cierva, pero, ¿existía respeto
mutuo?, o mejor dicho, ¿estaba la Masonería dispuesta a respetar a la Iglesia? Ya hemos visto
que no; y ya no solo en 1917, sino que la enemiga de la secta hacia el Catolicismo; realmente
hacia el Cristianismo; hacia «toda iglesia, hacia toda ortodoxia», se ha mantenido vivísima,
515
Ibíd., canon 2336
516
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 164
517
León XIII, Carta Encíclica Humanum genus, 8
518
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 164
119
como reconocía sin ambages el laicista ministro Peillon.
La Iglesia volvió a condenar a la Masonería, prohibiendo la doble pertenencia, muchos años
después, en 1983. Y lo hizo a la vez que publicaba el nuevo Código de Derecho Canónico, que
no la mencionaba expresamente. Aunque sí lo hacía, desde luego, de manera genérica:
Quienes se inscriban en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado
con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación debe ser castigado con
entredicho. 519
Si ya antes, desde el siglo XVIII, la Masonería hacía correr el rumor de que las condenas
pontificias estaban superadas, 520 con mayor motivo a partir de entonces viene sosteniendo lo
mismo. Aunque sabe positivamente que no es cierto: cuando coincidí con Joan Francesc Pont
en televisión me dijo exactamente eso: la condena estaba superada a partir del nuevo Código.
Le respondí que no era así; que existía una nueva condena coincidente en el tiempo con su
promulgación, la Quaesitum est. La conocía, aunque no la quería mencionar, porque me
respondió que no podía compararse una «nota» con el Código.
Ha llegado el momento de conocer esa última condena, que desde luego no es una «nota»,
empezando por ahí. Ya me he referido a ella; es la que actualmente la Masonería solicita que se
derogue. ¡Y estamos hablando de una Declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina
de la Fe! Se publicó el 26 de noviembre de 1983; el día anterior al de la promulgación del
nuevo Código, y es tan clara como todos los anteriores pronunciamientos sobre la Masonería:
En otras palabras, un masón no puede comulgar; aunque algunos lo hagan, con la misma
inconsecuencia que la de otros católicos que sin pertenecer a la secta, comulgan,
519
Código de Derecho Canónico de 1983, canon 1374
520
Vimos cómo Benedicto XIV se vio obligado a confirmar en Próvidas la primera de todas las condenas, In
eminenti, de Clemente XII, a causa de que ya en aquella época -1751-, la secta había creado esa confusión
521
Declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe Quaesitum est, de 26 de noviembre de 1983
120
sacrílegamente, en pecado mortal. Victoria del relativismo masónico impuesto socialmente, y
que afecta a una gran cantidad de fieles. ¡Incluso a algunos clérigos!
Por eso la Quaesitum est terminaba prohibiendo a las «autoridades eclesiales locales» derogar
lo «establecido arriba». No se hablaba ya de una excomunión en sentido estricto, que solo
podría levantar la Sede Apostólica, pero los masones, mientras pertenezcan a la Masonería, «no
pueden recibir la Santa Comunión». Manuel Guerra, que además de experto en Masonería es
sacerdote, lo ha explicado con un símil: «Un excomulgado es como un miembro amputado,
separado de la Iglesia; quien está en pecado grave, como un miembro paralítico, muerto,
aunque todavía no amputado»; y añadía «Obsérvese que los documentos pontificios condenan
la Masonería en bloque, sin distinción de Obediencias ni Ritos, o sea, la inconciliabilidad entre
la Iglesia y la Masonería es esencial». 522 Esta es la situación actual por muchos encuentros y
diálogos que se hayan producido entre masones y clérigos; a título personal o como
representantes de la Iglesia.
Los primeros tuvieron lugar en la residencia de los jesuitas de Aquisgrán en 1928 «entre el gran
especialista jesuita sobre la Masonería, padre Hermann Gruber, y tres altos dignatarios
masónicos, a petición de estos; el historiador Eugen Lennhoff, el filósofo Kurt Reichl (los dos
de Viena) y el secretario general de la Gran Logia de Nueva York, Ossian Lang “que por
entonces recorría Europa para reconstruir la Masonería después de la guerra”». 523
Los jesuitas franceses aceptaron la tregua, pero no así «el grupo de jesuitas romanos que
redactaban la Civiltá Católica». Pero allí en Aquisgrán había ocurrido algo decisivo —y
sumamente peligroso— para el futuro de la Iglesia: «La siembra del diálogo entre masones y
católicos [...] provocó un cambio de actitud en algunos medios católicos de influencia y
singularmente en varios grupos de jesuitas progresistas, que depusieron toda actitud combativa
y de confrontación ante la Masonería y fomentaron no solo el diálogo con los masones, que en
principio siempre es beneficioso entre personas civilizadas, sino una aproximación hacia la
Masonería en la que los católicos dieron mucho más que lo que recibieron. Lo que resulta
muchas veces indignante es la ceguera de algunos portavoces católicos del diálogo con la
Masonería mientras cerraban los ojos al recrudecimiento de los ataques de la Masonería contra
la Iglesia católica. [...] Este es un hecho histórico del que no se puede prescindir». 524 Resulta
sorprendente que fueran jesuitas los primeros que cayeran en esa trampa; los miembros de una
Orden perseguida por la secta como ninguna otra; la víctima principal de sus ataques desde el
siglo de las Luces.
Nada sería igual después de 1918; la transformación de las naciones europeas se agudizaría en
el período de entreguerras, y más todavía después de 1945. La Iglesia se vería profundamente
implicada en todo el proceso; como venía sucediendo a lo largo de toda la modernidad, en cada
una de sus crisis; con momentos de prueba especialmente señalados. De algunos hemos hecho
repaso hasta aquí; como el secuestro de dos papas y las persecuciones religiosas de los dos
últimos siglos. Si todavía existe es porque Quien la fundó no la ha abandonado; ni lo hará. Pero
le esperaban todavía otras pruebas. 1917, el año del primer Código de Derecho Canónico, es
una fecha importante en varios sentidos: cuando Benedicto XV publicó ese Código, acababa de
imponerse en Rusia la Revolución comunista; se cumplían dos siglos de la fundación de la
Masonería, y la I Guerra Mundial seguía su curso. De sus consecuencias iremos hablando en
este capítulo. Ese año también, la Virgen, en Fátima, anunciaba nuevos y grandes peligros y
llamaba a la conversión, empezando por la de los cristianos.
522
Manuel Guerra, Masonería.., p. 132
523
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 164
524
Ibíd., 165
121
De Sarajevo a Versalles, la intervención masónica
Tanto en el inicio como en el final de la Guerra estuvo presente la Masonería; sí. Era una gran
ocasión para cambiar la sociedad «amoldándola» a sus fines. Cuatro imperios caerán en
pedazos a consecuencia de la conflagración; y sobre sus escombros podía empezar a construirse
el mundo con el que soñaron Weishaupt o su heredero espiritual Mandell House.
Todo empezó en Austria; una monarquía heredera del Sacro Imperio con todo lo que eso
significó durante un milenio: la Cristiandad. Regida aún por la misma dinastía que desde el
siglo XVI había sostenido a la Iglesia Católica; la Casa de Austria. Además, aparte de acabar
con la gran Monarquía Imperial y Apostólica, el destruirla significaba terminar con el Estado
danubiano que cohesionaba a gran parte de los pueblos del centro de Europa; 525 sin el monarca
que lo era de todo el conjunto podría llevarse a cabo una labor realmente eficaz de
“reconstrucción” a partir del caos. Por su parte los Habsburgo del siglo XX, como los del XIX,
superado el confuso período masónico-ilustrado, seguían teniendo un alto concepto de su
misión histórica; sobre todo de carácter religioso, tal como ellos la veían: la defensa del
Catolicismo. En 1862, la archiduquesa Sofía, madre de Francisco José, en su carta de
despedida, escribía a su hijo:
[...] mi caro Franzi: sobre ti pesa una grave responsabilidad con respecto a tu católico
Imperio, que ante todo debes conservar católico, aunque a la vez cuides paternalmente
de unos cuantos millones de personas de otras creencias. [.. .] 526
A principios del verano de 1914 el heredero del mismo emperador, el archiduque Francisco
Femando, visitaba Bosnia con su mujer, la duquesa de Hohenberg, a fin de estabilizar una zona
de gran presencia eslava, en la que se temía una revuelta apoyada por Rusia. Muchos jóvenes
que querían ser serbios habían pasado a colaborar con la Mano Negra, organización dirigida
desde Belgrado por el jefe de los servicios secretos de Serbia, cuyo nombre en clave era
Coronel Apis, 527 que alentaba las acciones terroristas de sus agentes en Viena. Apis organizó un
grupo de siete jóvenes, de ascendencia serbia, pertenecientes a la Mano Negra, y entrenados en
Belgrado, para atentar contra el heredero del Imperio, el 28 de junio, aprovechando su visita a
Sarajevo.
En la avenida Appel, uno de los terroristas, Cabrinovic, lanzó una granada contra el archiduque
que estalló sobre el segundo coche de la comitiva, causando algunos heridos. Cuando Francisco
Fernando quiso visitarlos después de la recepción en el Ayuntamiento, un segundo terrorista,
Gavrilo Princep, disparó sobre él en la calle donde se lo pusieron a tiro: el chófer se había
equivocado de trayecto y le llevó hasta su asesino. Este no tuvo mayores dificultades para matar
a tiros al archiduque y a su mujer en cuestión de segundos. Como es sabido, este fue el origen
de la Gran Guerra; Serbia se negó a que la policía austríaca interviniera en la investigación del
atentado. Y Austria, convencida de su culpa —acertaba plenamente—, después de un
ultimátum, invadió Serbia.
Nunca se ha dado por hecho la intervención de la Masonería, como tampoco suele hacerse en
525
El emperador de Austria era también Rey Apostólico de Hungría, Rey de Bohemia, de Dalmacia, de Croacia, de
Eslavonia, de Galitzia, de Lodomeria y de Iliria; Rey de Jerusalén; Archiduque de Austria; Gran Duque de
Cracovia; Duque de Lorena, de Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Cernióla y de Bucovina; Gran Príncipe de
Transilvania, Margrave de Moravia, Duque de la Alta y Baja Silesia; Conde de Habsburgo y del Tirol, de
Kyburgo, Gorizia y Gradisca; Príncipe de Trento y de Bressanone; Margrave de la Alta y Baja Lusacia; y en Istria;
Conde de Hohenembs, de Feldkirch, Monfort, Dombim, Bregenz y Sonnenberg, Señor de Trieste y de Cattaro; y
Gran Voivoda del Voivodato de Serbia, aparte de otros títulos honoríficos.
526
Carta de su madre al emperador Francisco José, en Brigitte Hamann, Sissi emperatriz contra su voluntad, p. 186
527
Su verdadero nombre era Dragutin Dimitrijevic. Ya antes había planeado la muerte del rey de Serbia Alejandro
I, asesinado, con su mujer, la reina Draga, en junio de 1903, en el palacio real de Belgrado
122
casos análogos, pero en Sarajevo la trama masónica ciertamente existió: en primer lugar, la
Mano Negra fue una sociedad secreta en muchos aspectos similar a las organizaciones de las
que se valió la Joven Italia en el siglo anterior; además Gavrilo Princep, el instrumento de Apis
para la comisión del magnicidio, era anarquista y masón; 528 como Mateo Morral y Ferrer
Guardia. Y por último, el archiduque era un obstáculo para los planes de la Masonería; tanto de
la europea como de la americana. Él lo supo; y supo también que iba a morir muy pronto, como
hizo saber a sus sobrinos Carlos y Zita. 529 El biógrafo de Otto de Habsburgo, Ramón Pérez-
Maura, publicó un testimonio esclarecedor:
Si pensaba que iba a morir es evidente que no creyó que fuera a ser en Sarajevo, pues no habría
llevado consigo a su mujer; algo que fue, por cierto, extraordinario: siendo el suyo un
matrimonio morganático, ella no tenía ningún papel oficial; fue a Bosnia como una concesión
extraordinaria, contra el protocolo de la Corte. Francisco Femando sabía que iba a ser asesinado
pero no dónde. Por tanto, sus temores no eran —o no solamente— a un atentado nacionalista,
sino a “algo más amplio”.
El biógrafo del último emperador, Michel Dugast Rouillé, da una versión algo distinta, aunque
básicamente coincidente, de aquel anuncio hecho a sus sobrinos por el heredero del trono:
«Después de la cena, Francisco-Femando tomó aparte a Carlos y le dijo: “Estoy convencido de
que voy a ser asesinado. La policía está al corriente”». Cuando Carlos le respondió que podía
confiar en la «competente» policía austríaca, su tío respondió: «Tienes razón, pero hay
asesinatos que no se pueden evitar. Si me matan, querría que te ocuparas de Sofía y de los niños
como albacea testamentario. Después de mi muerte, mi notario te entregará mi testamento»,
añadiendo: «Ni una palabra delante de Sofía; se preocuparía demasiado». 531 Pero, desvelando el
misterio sobre la autoría del inminente asesinato, Dugast aporta un dato importante apuntando
directamente a la Masonería: «En su libro sobre Carlos, Herbert Vivien, historiador inglés,
cuenta que a lo largo del año 1913, Francisco Femando había asegurado al conde Czemin532
que se sabía objeto del odio implacable de los masones que le habían condenado a muerte». 533
Según Dugast, la destrucción de la católica monarquía austro-húngara era un objetivo
reconocido de la Masonería; la guerra había sido vaticinada, y deseada, por la Revue
International des Sociétés Sécrétes, como el medio de conseguir la desaparición del Estado
danubiano; la misma publicación, en su número de 15 de septiembre de 1912, anunciaba la
528
Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 542
529
Princesa Zita de Borbón-Parma, nacida en 1892; hija del Duque de Parma -Roberto- y de su segunda mujer, la
Infanta María Antonia de Portugal. Zita contrajo matrimonio con el heredero de la Corona austríaca, archiduque
Carlos, el 21 de octubre de 1911, en la capilla del castillo de Swarzau.
530
Ramón Pérez-Maura, Del Imperio a la Unión Europea. La huella de Otto de Habsburgo en el siglo XX, p. 36
531
Michel Dugast Rouillé, Carlos de Habsburgo, el último emperador, p. 36
532
Conde Ottokar von Czemin, ministro de Asuntos Exteriores de Austria durante la I Guerra Mundial
533
Michel Dugast, o. c, p. 36.
123
muerte de Francisco Femando, revelando, al parecer, «conclusiones de la Convención masónica
del otoño de 1911». 534 Pérez-Maura también destaca la animosidad masónica hacia los
Habsburgo, definiendo al emperador Carlos como « [...] el sucesor del Sacro Imperio Romano
Germánico, el hombre con el que los masones de toda Europa querían ver caer la detestada
Monarquía católica [.. .]». 535
Manuel Guerra, a su vez, resuma así la Gran Guerra:
534
Ibíd, p. 36
535
Ramón Pérez-Maura, o. c, p. 51.
536
Manuel Guerra, Masonería..., p. 384
537
Michel Dugast, o. c., pp. 60-61
538
Erich Feigl, Zita de Habsbourg. Mémoires d'un empire disparu, p. 167, en Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 37
124
valladares de la Europa católica. En cuanto a la guerra, su postura se conoció enseguida: en su
primer mensaje «A los pueblos de la Monarquía», anunciaba:
Haré todo para desterrar, en el más breve período de tiempo posible, los horrores y los
sacrificios de la guerra y para devolver a mis pueblos las dolorosamente perdidas
bendiciones de la paz. 539
Según Renouvin, citado por Dugast, Wilson abordaba la cuestión con «grandes precauciones»,
consciente de que este paso podía cambiar la actitud del emperador austríaco, dispuesto como
estaba a dejar la alianza germánica para terminar la guerra cuanto antes. Pero lo cierto es que
ese punto 10° era una grave provocación: sin tener en cuenta para nada la soberanía del
Imperio, lanzaba un mensaje a las nacionalidades que lo formaban: podían presentar sus
reclamaciones de autonomía, o incluso de independencia, en la seguridad de que el aliado
americano les apoyaría; era una incitación a que lo hicieran. Así que las potencias de la Entente
escribieron al embajador de Carlos en Berna, príncipe Windisch-Graetz:
Como quiera que los pueblos de la antigua Monarquía Austro- húngara han decidido
disolver el Estado danubiano, las potencias de la Entente se ven impedidas de mantener
más negociaciones con el Gobierno de Su Majestad Imperial y Real. 543
539
Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 37. Texto íntegro en el diario Neue Freie Presse de Viena del 22-23 de noviembre
de 1916; Ibíd., p. 61, n. 18.
540
Manuel Guerra, Masonería..., p. 384.
541
Michel Dugast, o. c, p. 179
542
Ibíd, p. 178
543
Ramón Pérez-Maura, o. c, p. 49.
125
La táctica consistía en fingir que se aceptaban hechos consumados. “Concediendo”, nunca
imponiendo nada a nadie. Lo mismo que harán sistemáticamente los ingenieros sociales del
Nuevo Orden Mundial: “Atender” demandas sociales. Para ello se necesitan algunas minorías,
por pequeñas que sean, que se presten al juego para poder atenderlas. Los aliados de la Entente,
a la hora de acabar con el Imperio, encontraron casi siempre en las logias a los colaboradores
necesarios.
Se trataba entonces de impedir a toda costa la negociación de la paz separada que pedía el
emperador, porque eso podría significar la salvación de Austria-Hungría, y, desde la
perspectiva masónica, lo más conveniente era provocar cuanto antes una revolución de los
súbditos eslavos que disgregaran la Monarquía antes de que pudiera reaccionar. Era entonces o
nunca. Los líderes de la independencia checa tenían un influyente apoyo en el redactor de
política exterior del Times, William Steed, 544 que «logró convencer a House, principal
colaborador de Wilson, del peligro que supondría entablar unas negociaciones separadas con la
Monarquía, pues la revolución de los pueblos eslavos del Imperio aumentaba la posibilidad de
conseguir con mayor rapidez su desaparición». 545 Y como hemos subrayado anteriormente, el
poder de House sobre Wilson era importante, tanto como para condicionar las decisiones
presidenciales; a quien tenían que ganarse los independentistas del Imperio era al coronel
House, 546 que, por otra parte, estaba deseoso de complacerles.
Se crearon comités de las diferentes partes de la Monarquía; se celebraron congresos de
nombres grandilocuentes y engañosos, como el celebrado en Roma en abril de 1918: «Congreso
de los pueblos oprimidos de Austria Hungría». Grupos de italianos, checos, serbios, eslovacos,
polacos y rumanos que, como dice Pérez-Maura, solo se representaban a sí mismos, se
pronunciaron por el desmembramiento, coincidiendo con Wilson y House, y aquello se
presentó al mundo como el «grito de libertad de los pueblos del Danubio». Mientras, en la
capital del Imperio, crecía la agitación republicana, con gran protagonismo de los socialistas.
«Buena parte de la oposición vienesa se caracterizó por orquestar campañas difamatorias contra
los soberanos y en particular de la emperatriz Zita a la que se referían, según conviniese, pero
con igual desdoro, como “la italiana” o “la francesa”. Las descalificaciones tenían larvado un
mensaje anti Monarquía católica, de claras raíces masónicas». 547 Su Catolicismo, en aquellos
momentos, se utilizaba como arma arrojadiza contra los Habsburgo: «Masaryk, el gran
responsable de la destrucción de Austria-Hungría, escribía: “Austria, Estado artificial, está
mantenido por su ejército y por una dinastía antidemocrática, antinacional, clerical,
jesuítica». 548 «Ello provocó la respuesta de los cristianos de Viena, que el 2 de julio de 1918
organizaron una gran manifestación en apoyo de los soberanos y contra las calumnias
difundidas por el enemigo. [...] resulta interesante ver cómo todavía en el verano de 1918
encabezaban manifestaciones en apoyo de la Monarquía el príncipe-arzobispo de Viena,
Cardenal Piffl y el padre Ignaz Seipel, futuro canciller de la República. Cuánto habría de
cambiar su actitud en cuán poco tiempo». 549 Pérez-Maura deja constancia de que ambos
clérigos, en un ejercicio de puro posibilismo, a última hora, se alejaron del emperador. Incluso
ellos... Y no ha sido el único en señalar deserciones clericales de última hora: Dugast
denunciaba algo parecido, en relación con otro representante de la jerarquía eclesiástica:
544
Masón también él, como lo era Benes, Gran Maestre de la Masonería checa.
545
Michel Dugast, o. c., p. 179
546
«Se sabe que el presidente Wilson no hacía nada sin remitirse a un misterioso confidente, el coronel House.
Pero William Steed, que tanto trabajó contra Austria, dice en sus Memorias que el coronel House, por su parte, no
hacía nada sin consultarle, y que él, Steed, no le aconsejaba nada sin haberlo hablado antes con Masaryk y Benes
[los líderes de la independencia checa]. Así tenemos todos los eslabones de la cadena». Michel Dugast, o. c., p.
179n.
547
Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 43
548
Michel Dugast, o. c., p. 192n
549
Ramón Pérez-Maura, o. c., p. 45
126
Paradójicamente, Carlos, fiel defensor de la Santa Sede, no pudo encontrar en ella toda
la ayuda que habría deseado. En especial, Valfre di Bonzo, nuncio en Viena, un
personaje afable y acogedor, no estaba a la altura de su tarea. Y así lo fue [sic] en lo
relativo a los temores que Carlos abrigaba en cuanto a las catastróficas consecuencias
religiosas de una eventual revolución en Austria. Rogó al nuncio que diera a conocer sus
temores al Vaticano, pero el prelado no vio en esta gestión más que unas
preocupaciones políticas. El emperador se entristeció, y así lo manifestó a su confidente:
«El nuncio cree que hablo pro domo, pero nada más falso. En realidad se trata de cosas
mucho más importantes que el mantenimiento de un trono: se trata de la tranquilidad y
seguridad de la Iglesia, así como de la salvación eterna de muchas almas en peligro». 550
Carlos era consciente de la incapacidad del nuncio para hacerse cargo de la situación real,
llegando a decir: « ¡Si monseñor Pacelli estuviera en Viena, juntos conseguiríamos la paz!». 551
Pero el traslado de Pacelli no le fue concedido, aunque es dudoso que ni siquiera él, por mucho
que respaldara a Carlos, hubiese logrado detener el proceso que los enemigos de la Iglesia
habían puesto en marcha. Aunque podría haber paliado sus consecuencias. Frecuentemente, los
hijos de las tinieblas demuestran ser más astutos que los de la Luz, que no siempre identifican
las dos ciudades. Como sucedía en los casos del arzobispo y el nuncio.
Austria sería descuartizada en el tratado de Saint-Germain-en- Laye (10 de septiembre de
1919), dejando la nueva república reducida a la zona de lengua germánica; las naciones de la
monarquía danubiana, debilitadas y convertidas en repúblicas, quedaron abiertas a todas las
tempestades de lo que quedaba de siglo; sufrieron los totalitarismos más salvajes: nazis
primero, comunistas después, asolaron sus tierras y sus gentes. En eso quedó el «Grito de
libertad de los pueblos del Danubio»; Disolve et coagula...
Era el primer paso hacia el Nuevo Orden Mundial; y su proyectado vehículo sería la Sociedad
de Naciones. Que obedeció a un diseño completamente masónico. Ya como proyecto, procedía
de la Masonería, y era varios años anterior al comienzo de la guerra: su nombre no dejaba
margen de error: República Universal; un Estado supranacional tendente, en apariencia, a
mantener la paz mundial. Y la idea surgió en la Conferencia de Paz de la Haya de 1899; cuando
Europa vivía uno de los más largos períodos sin guerras de su historia; ¡casi tres décadas!
Quince años antes del atentado de Sarajevo. No fue el trauma de la guerra lo que motivó la
Sociedad de Naciones, sino que el final de la contienda, en 1918, parecía hacer posible su
puesta en marcha. Por eso, a tal sociedad se la ha llamado «Superestado Masónico». 552 «En
septiembre de 1916 se reunieron unos 150 juristas, políticos y economistas (de ellos varios
masones) para redactar un proyecto de las condiciones de paz en Europa y elaborar la Carta de
la Sociedad de las Naciones. El Gran Oriente y la Gran Logia de Francia remitieron el 6 de
diciembre de 1916 a todas las logias de la Tierra la invitación para participar en la reunión que
“al final de la guerra” (palabras del texto) se iba a celebrar a mediados de enero de 1917 para
dialogar sobre la puesta en marcha de la Sociedad de Naciones». 553 Máximo aval masónico, por
tanto, para el organismo que podía hacer realidad los sueños de Weishaupt. O ser un primer
paso, al menos. Después de disolver la Monarquía de los Austria era más fácil. Parecía
cumplirse, con tres siglos de retraso, el designio de los rosacruz: la destrucción de la Iglesia y
de los Habsburgo para entrar en el mundo que Adán conoció; y a partir de ahí empezar a
550
Michel Dugast, o. c., p. 116
551
Ibíd, p. 117
552
Ver León de Poncins, Société des Nations, super état magonique, en Manuel Guerra, Masonería...p. 382.
«Revela y comenta el texto de un documento masónico conservado en secreto hasta entonces [1936], aunque en él
se aprobó “el envío de las 13 proposiciones a todos los Gobiernos de los Países aliados y neutrales”».
553
Manuel Guerra, Masonería..., p. 382
127
construir.
En la primera fase de su exilio, el beato emperador recibió una propuesta masónica muy
parecida a la recibida por Alfonso XIII en aquella época. También Carlos, como hiciera el
soberano español, lo contó a un sacerdote; el padre Maurus Camot, un benedictino amigo suyo
con el que se reunió en Disentís (Suiza), el 13 de junio de 1921. En el transcurso del almuerzo,
al que también asistió la emperatriz, el depuesto emperador «reveló al padre Maurus que ciertas
personalidades importantes de París y Budapest le habían asegurado que la restauración era
posible en Budapest y luego en Viena mismo, “si consentía en introducir en sus Estados la
escuela laica y el matrimonio civil, a lo que se había negado categóricamente”». 554 «Le habían
propuesto también la introducción del divorcio. Respecto a esto, uno de los hermanos de la
emperatriz Zita fue un día al Seminario francés de Roma, a ver al P. Le Floch y le contó que
poco antes del desmoronamiento del Imperio, su cuñado el emperador Carlos había recibido
unas proposiciones concretas de entrar en la Masonería: “Si aceptaba, le aseguraban la
salvación de su Imperio y la de su familia. La situación era desesperada, pero el emperador
rehusó...”». 555 Así que, también igual que a Alfonso XIII, se lo propusieron al menos dos veces:
podían mantenerle en el trono, y lo que es más difícil, hacer que lo recuperase.
Como se ve, la Masonería, en principio, no era incompatible con las monarquías católicas:
bastaba con que las personas que encarnaban la institución se plegasen a establecer
compromisos con la secta; inclusive si se trataba de sus aborrecidos Habsburgo, o del Rey
Católico en persona. Contando con ellos, los cambios sociales que perseguían podrían llevarse a
cabo más discreta y rápidamente. Eso era lo que contaba. Ni en Viena ni en Madrid encontraron
respuestas favorables; de ahí, las repúblicas que establecieron los mismos que antes se
acercaron a los soberanos.
Su biógrafo, Cyrille Debris, recoge el temor que los masones inspiraban a Zita y a su entorno,
incluso después de haber perdido el trono: en 1920, la emperatriz exiliada en Suiza, sabiéndose
rodeada de espías, pedía oraciones a su confidente la hermana María Hilaria 556 para que el
Señor le «mostrara la verdadera intención de algunas personas de las que dudaba».
Concretamente la de alguien, cercano en aquel momento, sobre cuya integridad había sido
alertada sin que ella hubiera desconfiado de él hasta entonces; y solamente pedía un dato: « ¿Es
francmasón? Pregúntelo también se lo ruego». 557 Por la misma época, —enero de 1921— sus
parientes albergaron sospechas más graves ante el inexplicable error médico del que fue víctima
la emperatriz, con riesgo de su vida: «algunos miembros de la familia imperial o de su entorno
creían que el médico cuyo diagnóstico fue tan errado actuó a instancias de algunos enemigos
de la emperatriz (¿los francmasones?) que deseaban su muerte». 558 Al menos así se deduce por
la carta que su madre, la duquesa de Parma, dirigió a la misma religiosa hablando del asunto,
donde puede leerse «hay quienes piensan otras cosas [sobre el comportamiento del médico]
que es preferible no decir, usted comprenderá de qué se trata». 559 Se preparaba la inminente
restauración en Hungría, y era conocida la implicación de Zita en el proyecto, que contaba
554
Joseph Delabays, La destinée tragique d’un monarque pacifique, en Michel Dugast, o. c., p. 235
555
La Franquerie, Marqués de, “Souvenirs des luttes pour défendre des vérités étemelles”, en Cahiers Charles
Maurras, n° 68,1978, p. 41. Cit. por Michel Dugast, o. c., p. 236.
556
En el siglo, Luisa Catalina Tonnelier, nacida en Alsacia en 1865. Entró en la congregación de Nuestra Señora
de Sion en 1882, conociendo a la emperatriz en el convento de la Orden en Viena, y manteniendo después una
estrecha relación con la familia imperial exiliada desde su convento de Marsella, donde fue destinada tras la
derrota austríaca. La hermana Hilaria tuvo una larga serie de experiencias místicas y revelaciones del Sagrado
Corazón, conocidas por su confesor el padre Lebeau que fue quien la puso en contacto con la corte de Viena. Ver
Cyrille Debris, Zita. Retrato íntimo de una emperatriz, cap. 1.
557
Cyrille Debris, Zita. Retrato íntimo de una emperatriz, Ed. Palabra, p. 61. La cursiva es nuestra
558
Ibíd., p. 82. La cursiva es nuestra
559
Ibíd., p. 79. La cursiva es nuestra
128
también con el apoyo explícito de Benedicto XV, 560 lo que podía justificar los temores de un
atentado contra la emperatriz; los Borbón-Parma, al igual que los Habsburgo, pensaban que su
principal enemigo; el más peligroso por el sigilo y lo extenso de su red, era el procedente de la
acción masónica. Algo que venían experimentado desde las vísperas de Sarajevo y tuvieron
ocasión de comprobar en el desmembramiento del Imperio.
A pesar de todos los avatares históricos que le tocó vivir, el beato emperador vivió y murió
feliz: ni el destierro, ni la pobreza, ni el verse humillado en donde sus enemigos le confinaron,
hicieron excesiva mella en él. Existen varios documentos que dan fe de ello. Pero pocos tan
reveladores como la carta que su viuda, la emperatriz, envió, en 1923, a la hermana María
Hilaria:
Querida hermana:
[...] En 1918, durante la primera comunión del pequeño emperador [Otto de
Habsburgo], nuestra familia entronizó al Sagrado Corazón. Cuando hace un año murió
el emperador, los niños y yo suplicamos al Sagrado Corazón de Jesús que fuera, aún
más si cabe, nuestro cabeza de familia. Usted conoce los caminos por los que nos ha
guiado nuestro «Cabeza de familia». ¿Sabe lo que me dijo el emperador unas semanas
antes de morir, refiriéndose a la frase que alude a un reinado «largo y feliz»? «Largo no
lo fue, ¡pero sí feliz!». «Pero feliz»: esas fueron sus propias palabras para hablar de los
años que van del 16 al 22: años que humanamente, solo le habían traído desgracias,
persecución, la caída de lo más alto, las calumnias más infames y, sobre todo durante
los primeros años, un esfuerzo sobrehumano sin ningún resultado. De Viena a Madeira,
pero feliz, porque esa era la voluntad de Dios. No sé si aquellos que, a ojos humanos,
fueron felices a lo largo de esos años pueden decir lo mismo. Es cierto que las cruces
del Señor a veces fueron una carga muy pesada sobre sus hombros, pero su paz interior
nunca se vio perturbada. Nuestro «Cabeza de familia» velaba por nosotros. 561
En el prólogo del libro que publica esta carta, un nieto de Carlos y Zita, el archiduque Rodolfo
de Austria, explica la clave de esa felicidad: «En el año 2004, el papa Juan Pablo II beatificó a
mi abuelo, el emperador Carlos I de Austria. Curiosamente, para inscribir la fecha en el
calendario litúrgico no eligió la de su marcha al cielo, sino la de su matrimonio, celebrado el 21
de octubre de 1911. Unos años después, en 2009, se abrió en la diócesis de Le Mans el proceso
de beatificación de su esposa, la emperatriz Zita fallecida sesenta y siete años después que su
marido. Según el Derecho canónico, se trata de dos procesos distintos; pero, ante Dios y ante
los hombres, este hombre y esta mujer quedaron unidos por el sacramento del matrimonio en
1911». 562
Así de sencillo; ambos se mantuvieron, en circunstancias adversas, en la ciudad de Dios. Si
Carlos se hubiera prestado al juego masónico, seguramente hubiera sido más feliz desde una
óptica mundana, pero no habría conocido la paz que le acompañó hasta el final; ni la beatitud
de la que goza. Para hacer ese camino contracorriente, Dios puso a su lado a una mujer que
560
«Según relato posterior de la emperatriz, en el otoño de 1921 un asistente muy próximo al pontífice, el padre
Celestino, visitó al rey Carlos [de Hungría] con un mensaje del Santo Padre: “¡Que el rey no vacile en volver a
Hungría!”. Poco después volvió otro hombre de confianza del Vaticano; esta vez por razones de seguridad, la
entrevista fue en Neuchátel. El mensaje: "¡No hay que vacilar más!”. “La obediencia al Santo Padre fue el
argumento decisivo; en cuanto a mí, yo seguí por supuesto al rey en el cumplimiento de esta peligrosa misión ”».
Ramón Pérez-Maura, o. c, p. 82. El autor recoge el testimonio de la emperatriz publicado por Erich Feigl, en
Mémoires d’un Empire dusparu, Criterion histoire, París, 1991, p. 327. Algo que le fue ratificado por el
archiduque Lorenzo de Austria, «la persona responsable dentro de la Familia Imperial de seguir el proceso de
beatificación del emperador Carlos, su abuelo», en el momento en que conversó con el autor
561
Cyrille Debris, o. c., p. 78
562
Ibíd., p. 5; «prólogo».
129
también va camino de los altares. Así lo reconoció San Juan Pablo II, solemnizando
litúrgicamente la fecha de su matrimonio. Quienes más sufrieron, realmente, las consecuencias
de la reforma wilsoniana fueron los habitantes del Imperio desmembrado; y sus descendientes.
Las últimas palabras del beato emperador, muerto a los treinta y cinco años de edad, cuando
esperaba el nacimiento de su octavo hijo, 563 fueron:
«Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío». 564 Y, en su caso, no era solamente una jaculatoria
que repitiese mecánicamente.
Edward Mandell House aprovechó bien su tiempo de estancia en París al término de la Gran
Guerra: aparte de redefinir las fronteras y los sistemas políticos del Viejo Mundo, puso en
marcha un organismo que, discretamente, habría de controlar a partir de entonces la vida
política de los Estados Unidos: el CFR (Council on Foreing Relations), la rama americana de
otra organización creada también entonces, el RIIA (Royal Institute of International Affairs).
Nada más inocuo, incluso benéfico en apariencia, que los fines de estos organismos.
Al CFR pertenecían en 1999 unas 3.400 personas, entre políticos, banqueros, intelectuales y
propietarios de medios de comunicación, autodefinidos como «grupo de debate», que no buscan
otra cosa, según su propia versión oficial, que «incrementar la comprensión del mundo en
Norteamérica y sugerir ideas aplicables a su política exterior». Pero, realmente, siempre ha sido
y sigue siendo una de las más influyentes organizaciones pantalla de la Masonería: la mitad de
sus miembros pertenecen a la «orden», si incluimos a la B’nai B’rith {Hijos de la Alianza),
Masonería creada por y para judíos, en 1843. 565 El CFR cuenta con subvenciones de trust como
Standard Oil of New Jersey, IBM, o ITT, así como de las Fundaciones Ford y Camegie. Pero es
destacable que otra de ellas sea la Rockefeller, si recordamos que House era de orientación tan
iluminista como la Gran Logia que lleva el nombre de esta última.
Al CFR pertenecieron Presidentes masones como Traman, Lyndon B. Johnson (grado 33),
Gerald Ford, Bill Clinton, y George Bush (padre); y otros no masones como Eisenhower,
Kennedy, Nixon y Cárter. Al mismo organismo pertenecieron y pertenecen miembros de las
destacadas familias Rockefeller y Rosthchild; todos ellos —presidentes y banqueros—
masones. 566 Aunque ha habido otros políticos americanos que, perteneciendo al CFR, no
ingresaron en la Masonería; como es el caso de los dos hermanos del Presidente Kennedy.
Parece un peaje que tienen que pagar, más o menos conformes, o sumamente gustosos, quienes
563
Fue la archiduquesa Isabel, nacida el 31 de mayo de 1922 en el palacio de El Pardo; puesto a disposición de la
emperatriz por Alfonso XIII, a la muerte de Carlos, contra los deseos de la Entente que trató de impedirlo. De allí
se trasladó a Lequeitio donde pudo instalarse gracias a la ayuda de benefactores vizcaínos. Vivió allí durante siete
años, hasta su traslado a Bélgica, de donde pasó a Canadá, volviendo a Europa en 1954. Pero el exilio se mantuvo
todavía durante treinta años más.
564
Michel Dugast, o. c., p. 263. La cursiva es nuestra
565
Fundada en Nueva York en 1843 por 12 judíos, -ante el rechazo que experimentaban tanto por parte de la
Masonería como del judaismo, que llegó a calificar como “herejes” a los judíos masones-, «con una estructura
similar a la masónica, con el mismo espíritu de ayuda y fraternidad aunque solo para y entre judíos»; incorporada a
«la Masonería regular norteamericana el 11-9-1874. Ahora cuenta con 1.700 logias, cerradas a los no judíos, y un
gran influjo por el número de sus miembros (600.000), por su nivel humano-social y por la logia (con 1.600
miembros) creada en los años veinte del pasado siglo para judíos interesados en el cine que explica el control judío
del cine, vigente ahora sobre todo en algunas multinacionales (Paramount, Warner, etc.), así como en otros medios
de comunicación social: The Washington Post, The Wall Street Journal, The New York Times, el control de las
principales cadenas televisivas de EE.UU (NBC, CBS y ABC) [...] En 1955 sus logias europeas forman un distrito
independiente con 57 logias en 12 países ya en 1970; en España en 2010 al menos dos (Madrid, Barcelona). Sus
logias en Israel ascienden a 156 en 1963». Manuel Guerra, Masonería.., pp. 160-161.
566
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, y Masonería..., y Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible...
130
aspiren a hacer carrera política en los Estados Unidos. Porque la mayoría de los más altos
cargos de la Administración han pasado por ahí.
No hablamos, por tanto, de una asociación cualquiera, ni puede afirmarse que sea ajena a los
designios masónicos. ¡Gran jugada aquella de House! Organizó, el 19 de mayo de 1919, un
almuerzo de trabajo en París, invitando a los americanos e ingleses que participaban en las
conversaciones de paz de Versalles. «Pero no a todos, sino solamente los pertenecientes a la
Tabla Redonda». 567 Porque House ya disponía de otra organización pantalla de la Masonería,
creada anteriormente, y necesitaba echar mano de ella para lanzar su proyecto. Contaba también
con el apoyo de la gran banca a la que previamente utilizó, y seguía utilizando, para financiar la
Revolución rusa. «“Uno de los primeros motivos —dice Alien— 568 para que la banca
internacional trabajase entre bastidores para fomentar la Primera Guerra Mundial fue la
creación inmediata posterior de un gobierno mundial”. Este fue el objetivo fundamental del
viaje que hizo a Europa, después del armisticio firmado el 11 de noviembre de 1918 el
presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, acompañado por su sombra, el coronel
House. El proyecto mundialista se llamaría Sociedad de Naciones». 569
De modo que no partían de cero: veamos qué organización era esa. La Tabla Redonda, a su vez,
venía de una organización más antigua, la Association of Helpers. Era esta una sociedad secreta
fundada, en 1891, por dos masones: W. T. Steed, que tanto intervino en el desmembramiento de
Austria-Hungría, y Cecil John Rhodes, de cuyas becas —las que llevan su nombre— ya hablé
en relación con la señora Clinton. Rhodes era un multimillonario, enriquecido con el comercio
de diamantes, capaz, por su poder económico y sus actividades políticas, de dar nombre a un
territorio del tamaño de Rodesia; defensor a ultranza del imperialismo británico, que murió en
1902. Su labor, en más de un sentido, fue continuada por Alfred Milner, representante de la
Corona inglesa en Sudáfrica, entre 1897 y 1905, y de su Gobierno en la Entente, durante la I
Guerra Mundial. Además, lord Milner era Primer Vigilante de la Gran Logia Unida de
Inglaterra, lo que le otorgaba una preeminencia masónica a nivel internacional que resultaría
muy útil. Fue él quien, junto con lord Rosthcild, recogió el testigo de Rhodes para cumplir su
gran designio: la creación de la Tabla (o Mesa) Redonda (Round Table) 570 en 1909, sobre la
base de Helpers, la asociación de Rhodes. Milner, por último, aparte de fundarla, dirigió hasta
su muerte, en 1925, la Tabla Redonda.
Nació y, siempre ha sido, sociedad secreta, oligárquica, y al servicio del Imperio británico, en la
tradición de Steed y de Rhodes. Y, por supuesto, fueron masones la mayoría de sus primeros
componentes; como lord Rosthchild y lord Balfour, que, por entonces, se pusieron de acuerdo
para crear el Estado de Israel, sobre las ruinas, ya visibles, del todavía existente Imperio turco;
que sería despedazado por el Tratado de Sevres. Balfour es el autor de la declaración que lleva
su nombre:
567
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 350
568
Ver None Daré Cali it Conspiracy, Gary Alien y Larry Abraham, obra que sigue Ricardo de la Cierva en este
capítulo.
569
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 609
570
Nombre propuesto por Milner en recuerdo de los caballeros del Rey Arturo
571
Declaración Balfour de 2 de noviembre de 1917, publicada en la prensa británica, una semana después, el día 9.
Arthur James Balfour era el secretario del Foreing Office (ministro de Relaciones Exteriores).
131
Una simple carta que el ministro dirigía a su «hermano» Rosthchild, 572 como jefe del sionismo
británico, anunciándole que el Gobierno inglés vería con buenos ojos «la creación de un hogar
[sic] judío en Palestina», para que lo transmitiera a la Federación Sionista de Gran Bretaña e
Irlanda. Rosthchild, a su vez, sería el financiero de la operación, subvencionando los primeros
asentamientos judíos en la zona. La Masonería, también en este caso, disponía de los Estados,
creando uno nuevo en el suelo de otro que aún no había finiquitado; aunque ya estaba en ello. Y
la declaración —o carta— de Balfour quedó incorporada al Tratado de Sevres, firmado el 10 de
agosto de 1920, 573 como una cláusula del mismo. Con esa facilidad disponían del futuro de los
pueblos y los Estados. El de Israel no nació solamente como reparación al pueblo judío por la
enormidad del Holocausto; ni fue creación exclusiva de la ONU; se venía preparando, en las
logias y despachos londinenses, desde antes de que acabara la Gran Guerra.
Poco después, en lo que quedaba del Imperio turco se harían visibles los frutos de la primera
infiltración masónica a gran escala dentro del Islam: iniciada, con el apoyo de los Grandes
Orientes italiano y francés en 1903; financiada por judíos masones de la logia de Tesalónica,
dicha infiltración se produjo a través del movimiento de los Jóvenes Turcos, que llevarían al
poder a Mustafá Kemal Atatürk, padre de una república laicista de pura inspiración masónica.
Esa presencia de la «hermandad» sigue visible: de hecho, solamente Turquía, aparte de Egipto,
en el mundo musulmán, cuenta con su Gran Logia y su Gran Oriente independientes, 574 lo que
explica el apoyo que Turquía recibió, sobre todo al principio, de la Masonería europea y
americana en su intento de incorporarse a la Unión, a través de presidentes y eurodiputados de
distintas Obediencias masónicas. 575
Menos conocida es la influencia masónica en otro proceso histórico que tuvo por escenario el
viejo solar del Imperio Otomano en los años de la I Guerra Mundial: el «genocidio armenio»; el
exterminio de más de un millón de cristianos organizado por la Logia de Tesalónica, especie de
cuartel general de los Jóvenes Turcos; un holocausto cristiano, denunciado por el papa
Francisco, cuyo responsable directo fue Talaat Bey (también llamado Talaat Pashá), Gran
Maestro del Gran Oriente de Turquía y Gran Visir promovido por los Jóvenes Turcos. En el
Archivo del Vaticano se encuentran pruebas concluyentes: los informes de los misioneros
capuchinos en aquella región. 576 El masón Atatürk, iniciado en una logia italiana de Macedonia,
implacable en ese designio, completó dicho genocidio, iniciado en 1915, cuando logró
exterminar en 1922 a otros 150.000 armenios refugiados en Cilicia; era necesario que se
olvidara «incluso el nombre de Armenia».
Volviendo a las organizaciones pantalla, el CFR y la Tabla Redonda, de la que procede, han
mantenido un poder en la sombra, sobre los poderes visibles en Occidente desde su fundación:
grupos de la Tabla Redonda, como la Banca Warburg de Frankfurt, la que financió a Lenin,
financiaron después a Hitler en su ascenso al poder, mientras el CFR conseguía controlar el
572
Lionel Walter Rosthchid, segundo barón del mismo título, «jefe “no oficial” del sionismo británico».
573
Con este tratado se cerraba la serie de los firmados en París al final de la I Guerra Mundial. Suele confundirse
genéricamente, con el de Versalles, de 28 de junio de 1919, firmado exclusivamente entre Alemania y los aliados
de la Entente
574
En 2005, la Gran Logia de Turquía contaba con 200 logias y 12.000 «miembros activos»
575
Ver Manuel Guerra, Masonería.., pp. 170-171
576
Ver el libro del historiador alemán Michael Hesemann, Volkermord an den Armeniem (El Genocidio Armenio),
Ed. Herbirg, 2015. El autor publica una carta del superior de los capuchinos en Ezrurum, el padre Norbert Hofer
dirigida al Vaticano en octubre de 1915, donde dice: «El castigo de la nación armenia (por supuestas revueltas) no
es más que un pretexto utilizado por el gobierno turco masónico para exterminar a todos los elementos cristianos
de este país». Otro capuchino, el padre Michael Liebl, informó al Vaticano también: «No los armenios sino los
cristianos fueron condenados (a muerte) en una reunión secreta de los Jóvenes Turcos hace 5 o 6 años en
Salónica». Las gestiones de Benedicto XV ante el sultán Mehmet V, pidiendo misericordia para los cristianos,
ortodoxos o católicos caldeos, fueron completamente inútiles.
132
Departamento de Estado americano. Nuevamente, la «Masonería invisible», como la llamaba
Ricardo de la Cierva, lograba la bicefalia. Aunque tal situación no será nunca más que un paso
intermedio; un medio para lograr otro fin superior: el poder mundial.
La Sociedad de Naciones fue el proyecto fallido creado al efecto; los mundialistas de las
organizaciones pantalla de la Masonería volverán a intentarlo en una coyuntura no muy distinta:
al terminar la II Guerra Mundial, antes incluso, volvió a proyectarse un organismo garante de la
paz internacional; o eso fue para algunos. Pero los mundialistas contemplaron la ONU como la
culminación del proyecto fracasado en el periodo de entreguerras. «Por lo menos cuarenta y
siete miembros del CFR figuraban en la delegación de los Estados Unidos para la fundación de
las Naciones Unidas en la Conferencia de San Francisco, 1945. Entre ellos los conspiradores
pro-soviéticos Owen Latimore, Harry Dexter White, agente comunista, Alger Hiss, espía
comunista, y personalidades como Nelson Rockefeller [,..]». 577
Los Rockefeller siempre han sido los abanderaros del Nuevo Orden Mundial. Por eso es normal
encontrarlos en las organizaciones pantalla de la Masonería, creadas sucesivamente a partir del
CFR: el Club Bilderberg y la Trilateral. Miembros del CFR fundaron el Bilderberg en 1954, en
Oostebeek (Holanda). De hecho «Gary Alien describe el Club Bilderberg como la prolongación
mundial del CFR. El Bilderberg Group es una especie de sucursal del CFR para el resto del
mundo. Su promotor aparente fue el príncipe Bernardo de Holanda pero su auténtico impulsor y
hombre fuerte ha sido John D. Rockefeller, que es igualmente la personalidad dominante del
CFR. La financiación corre a cargo del grupo Rockefeller, la Casa Rosthchild, la Banca Dillon
Read, la Banca Warburg, la Banca Lehman y dos instituciones muy ligadas al mundialismo: el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial». 578 También intervino en la fundación del
Bilderberg un jesuita austríaco, judío y masón —grado 33 en la Masonería sueca— llamado
Joseph Reitinger, enviado por la Banca de los Estados Unidos a convencer al príncipe Bernardo
de que aceptara la presidencia que ostentó hasta que, en 1975, se vio implicado en el escándalo
de los sobornos de la compañía Lockheed.
La lista de sus sucesores revela la importancia de los contactos del Club: en primer lugar, el
ministro de Exteriores británico, Douglas Home, seguido del que llegaría a ser presidente de la
República Federal Alemana, Walter Scheel, al que sucedió Eric Roll, presidente del grupo
bancario Warburg; y a continuación, en 1989, el ex ministro británico lord Carrington, ex
secretario general de la OTAN y miembro destacado de otras dos organizaciones pantalla: la
Sociedad Fabiana y el RILA. Exponente insuperable, por tanto, del mundialismo. Aunque no es
extraña la pertenencia a dos o más de estas organizaciones. Tal es el caso de David Rockefeller,
Bill Clinton, George Bush, o Henry Kissinger. 579 Entre los miembros de esa Masonería
invisible, este último, durante décadas, ha sido uno de los más activos e influyentes; si no el
más. No solo por su condición de Secretario de Estado con Nixon, sino por su relación con las
organizaciones pantalla.
Se le atribuye, por ejemplo, una responsabilidad, compartida con David Rockefeller, pero
decisiva en cualquier caso, con relación a la crisis del petróleo de 1973; una crisis que afectó a
las economías del mundo entero, y tiene una interpretación más material que política; más
encubierta que “histórica”: aparte de las tensiones existentes —y grandes— en Oriente Medio,
se trataba de salvar la complicada situación de las principales compañías petrolíferas del
planeta; las «siete hermanas», que atravesaban entonces «serios problemas de endeudamiento:
577
Gary Alien, o. c., en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 611
578
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 614
579
«Judío, masón, director de la Fundación Rockefeller a los 33 años de edad, miembro permanente [...] del
Bilderberg group, del Comité director de la Trilateral, del Bohemian Club, destructor del Líbano cristiano, Premio
Nobel de la Paz en 1973, etc. Propuso la fragmentación del Líbano en varios compartimentos político-
confesionales como mejor medio para garantizar la seguridad de Israel y su eslogan [era]: “Si queréis la paz en
Oriente Medio, entregad Líbano a Siria”. [...]» Manuel Guerra, Masonería..., p. 270n
133
habían pedido excesivos créditos y solo podían pagarlos vendiendo muy caros sus stocks de
petróleo».
En la reunión de aquel año, celebrada en el Gran Hotel de Saltsjóbaden (Suecia), se
encontraban entre los invitados los directores de los principales bancos europeos y
norteamericanos —de hecho asistía, entre otros máximos dirigentes de la Banca Internacional,
uno de los puntales del Bilderberg, David Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank—
y, junto a ellos, los máximos directivos de las más fuertes petroleras occidentales, varias de las
«siete hermanas»: «Royal Dutch Shell, altamente participada por la familia real holandesa;
British Petroleum, altamente participada por su graciosa majestad británica; Total S.A.; ENI;
Exxon... Bilderbergos concernidos en sus bolsillos de manera directa, que en pocos minutos
iban a pasar del pánico a la euforia». Lo que se propuso, siguiendo el diseño de Kissinger y
Rockefeller, fue una «subida salvaje en el precio del barril, como respuesta anticipada a una
amenaza imaginaria [...] ninguno de los países de la OPEP había planteado un embargo del
crudo o un aumento del precio. Pero a las petroleras de Estados Unidos, Inglaterra y Holanda
aquel ingenio de Rockefeller y Kissinger, al alimón, les redimía de sus números rojos [...] Antes
de concluir la conferencia, desde la propia centralita telefónica del hotel Saltsjobaden se filtró
como “rumor de buena fuente” que “los países árabes han enloquecido: van a disparar el precio
del petróleo al 300 o al 400 por ciento del valor actual”». 580 ¿Pudo ser más decisiva la
intervención del Club que el interés de los países árabes por castigar a Occidente por su apoyo a
Israel? No sería esta, ni de lejos, la actuación más reprobable que se le atribuye a Kissinger, en
cualquier caso. 581 El periodismo de investigación se ha ocupado en ocasiones de las actividades
del Bilderberg —ciertos autores con especial dedicación— pero todos los expertos en
Masonería también; describiendo sus actividades con el detalle que es posible. Y aceptan que el
Club haya intervenido en asuntos como la guerra de las Malvinas, o la de los Balcanes, el
bombardeo de Chechenia, o el desmembramiento de Yugoslavia. Sí que resulta evidente que se
han dado coincidencias sospechosas: los políticos invitados a la reunión anual suelen
promocionar de manera inmediata, como sucedió con el masón Clinton, convertido en
presidente de los Estados Unidos muy poco después. No resulta extraño: si el CFR controla la
vida política norteamericana desde el final de la I Guerra Mundial, y a su vez esa organización
es la matriz del Bilderberg, a quien controla en buena medida, bien podrían los miembros del
Bilderberg Advissory Commitee —el círculo más cerrado y poderoso del mismo, formado por
miembros del CFR, todos ellos masones— llevar a “su” candidato a la Casa Blanca. Hablamos
de la democracia “hurtada” a la que se refería Kennedy en su discurso del Waldorf Astoria; el
secretismo de las sectas, contrario a la «herencia democrática» de los Estados Unidos; y
también a la europea.
Hablamos de gobiernos «designados no elegidos». Y no se trata solo de elucubraciones
periodísticas: en la Cámara de Representantes se denunció la verdadera actividad del Bilderberg
como gobierno en la sombra de Europa: fue el 15 de septiembre de 1971, cuando el congresista
John Rarick dijo exactamente: «Bajo pretexto de defender la ayuda a Europa, [el Bilderberg]
imponía a Europa una élite de mando a las órdenes de los negociantes internacionales del
CFR». 582 Estaba definiendo exactamente el pensamiento de los fundadores del Club sobre lo
580
Pilar Urbano, El precio del trono, capítulo 4, “Bilderberg: los señores que mueven los hilos”.
581
Se le ha relacionado con «el asesinato del general René Schneider, el golpe de los coroneles griegos, el
derrocamiento del arzobispo Makarios, la defenestración violenta del presidente Salvador Allende, el atentado
mortal contra el canciller Orlando Letelier, la eliminación del primer ministro Aldo Moro [la viuda de Moro
declaró que su marido había muerto tras ser amenazado “por una figura de alto rango de la política americana”. El
periodista Corrado Guerzoni, amigo de Moro, confirmó ante el juez, en 1982, que se trataba de Henry Kissinger,
“como ya había declarado”]... O su apoyo a las siniestras actividades de la Operación Cóndor por medio de la
CIA». Ibíd., p. 485.
582
Congressional Record USA, 1971, número 133, referencia E9615, en Ricardo de la Cierva, La Masonería
invisible..., p. 615
134
que tenía que ser su “criatura”, aunque se quedaba corto: David Rockefeller, por ejemplo, llegó
a decir: «(Representa) una soberanía supranacional de la élite intelectual y los bancos
mundiales que seguramente es preferible a la autodeterminación nacional practicada en los
siglos pasados». 583 Mientras que Paul Warburg, a mediados de los cincuenta, se expresaba aún
más libremente: «Tendremos un gobierno mundial, guste o no guste; la única pregunta es saber
si será creado a través de conquista o por consentimientos». 584 No son teorías conspirativas sino
las mismas palabras de los protagonistas de la historia.
Es inadmisible la falta de transparencia que las organizaciones pantalla pueden crear para
intervenir en las políticas nacionales e internacionales; en cuestiones que afectan a millones de
personas: alguien perteneciente al CFR; presidente de la Universidad de Columbia y de la
Fundación Camegie, Nicholas Murray Butler, dijo «El mundo se divide en tres categorías de
gentes: un número muy reducido que hacen que los acontecimientos se produzcan; un grupo
más importante que vigila su realización y que observa para que se cumplan, y finalmente una
amplia mayoría que no sabe jamás lo que realmente ha sucedido». 585 Lo más grave es que
exista esa última categoría; una mayoría que no tiene, en realidad, más que una vaga idea de lo
que está viendo, leyendo u oyendo en los informativos. Carente de elementos de juicio fiables,
ni siquiera básicos, sobre la gestión de sus gobernantes. El colmo del cinismo es que los
miembros de estas organizaciones se presenten como defensores del liberalismo democrático.
Percibiendo el peligro inminente, Benedicto XVI denunció la amenaza mundialista, diciendo:
«Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la
globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos que
colaboren recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad, en cuanto
plantea la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar
organizada de modo subsidiario y con división de poderes, tanto para no herir la libertad como
para resultar concretamente eficaz». 586 Una autoridad de tipo «subsidiario». Es decir, no
invasora de la esfera soberana de los Estados; lo dijo muy claramente. Dos veces en el mismo
párrafo de una encíclica.
A pesar de lo cual, fue malinterpretado —o manipulado—, dentro del propio Vaticano: el
Cardenal de Ruanda, Peter K. A. Turk- son, presidente del Consejo pontificio Justicia y Paz, en
octubre de 2011, vino a afirmar lo contrario: « ¡El papa había demandado un gobierno
mundial!» fue el titular que recorrió el mundo. 587 Esta vez, vino un desmentido y se tomaron
medidas tendentes a garantizar la veracidad de las palabras atribuidas al sumo pontífice: se
establecía un control inexistente hasta entonces sobre las declaraciones que los consejos
pontificios realizaran basándose en pronunciamientos papales. Debe conocerse la doctrina de la
Iglesia, opuesta en ocasiones a ciertas publicaciones interesadas en confundir a los católicos.
Importa destacar que la impronta del Bilderberg, como sucede con la Gran Logia Rockefeller
—no debe olvidarse—, es Illuminati; por tanto mundialista y luciferina. De manera, en
ocasiones, muy explícita. Partiendo de esa base, me pregunto, con Manuel Guerra:
Cuando, en la reunión [del Bilderberg] de los días 14-17 de mayo de 2009, los
participantes real o, al menos, oficialmente cristianos, entraban o salían del hotel en
Vouliagmeni, localidad de una de las islas griegas, y veían en el vestíbulo la imagen de
583
Ver Alfonso Carlos Amaritriain, “DOSSIER 50 años del Club Bilderberg. Los amos del mundo”, en Ahora
Información, n° 70, julio-agosto de 2004, p. 21
584
Ibíd, p. 22
585
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 340
586
Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate, 57. La cursiva es nuestra
587
Conferencia de prensa, celebrada el 24 de octubre de 2011, para la presentación de la Nota: “Por una reforma
del sistema financiero y monetario internacional en la perspectiva de una autoridad pública con competencia
universal”.
135
Lucifer, ¿qué experimentaron? Evidentemente la Masonería y aquella imagen no
representan a Lucifer en cuanto sinónimo de Satanás o del Demonio, ni a una figura
tenebrosa, macabra, a veces grotesca [Baphomet], sino al “Portador de la Luz”, o sea, de
la ilustración, de la ciencia, del progreso. En cualquier supuesto, era la representación
del non serviam, de la rebeldía contra Dios (Lucifer) o —como se estaba en Grecia— si
se asimila a Prometeo, contra la divinidad suprema (Zeus) de la mitología griega. ¿Qué
habría pasado si alguien hubiera colocado allí la imagen de Jesucristo, el “Siervo de
Jahvé-Dios”? 588
No volveré sobre la cuestión del camuflaje del Demonio bajo el tan discutible disfraz de
Lucifer: son la misma criatura. Pero sí podría añadir algo que vale como respuesta, aunque sea
solo un ejemplo aislado, a la pregunta que formulaba don Manuel: al menos uno de los
«participantes» en las reuniones del Club, una española, reaccionó ante la visión satánica que
sus anfitriones les ofrecían; a ella y a los demás asistentes: quedó impresionada, y consideró
que debía darlo a conocer: lo hizo entrando en directo en un medio de comunicación; la emisora
católica Radio María; en un programa en el que, precisamente, se debatía si había o no
adoración satánica en el Bilderberg. La señora, que se reconocía católica, zanjó la cuestión: ella
misma, al llegar a la reunión del Club había visto la imagen del Demonio. Explicó también por
qué estaba ella allí; no formaba parte de los habituales; había sido invitada por su cargo
excepcionalmente.
Porque, también debo aclarar que, por supuesto, no todos los invitados son iniciados en logias
más o menos luciferinas, o afines a ellas. La proporción de los que sí han pasado por esos
rituales, disminuye cuanto más nos alejamos del «comité consultivo», la cúspide de la pirámide
bilderberga. Los pertenecientes al tercero de los círculos, el más externo y numeroso, pueden
asistir en muy pocas ocasiones; o solamente en una. Un 30 por cien de los asistentes son
invitados circunstanciales. Reciben la invitación por el cargo que ocupan o el que podrían
ocupar en breve; son peones potenciales de las estrategias del Club. Del que luego posiblemente
no reciban más invitaciones; o incluso lleguen a rechazarlas, aunque la tentación pueda ser
grande...
No agotamos con esto, ni mucho menos, el tema de las organizaciones pantalla: las hay muy
anteriores al Bilderberg, pero posteriores también. La más reciente es la Trilateral. Esta
Comisión, nacida en noviembre de 1972, aspira abiertamente a lograr la mayor concentración
de poder posible a nivel mundial; como siempre, debe entenderse que, como un paso hacia
adelante, que no cierra todavía el proceso. Volvían a ser miembros del CFR quienes la pusieron
en marcha; volvemos a encontramos con la B’nai B’rith, tan presente, además, en el primer
organismo. También participó entonces.
Y ¿cómo no?, la nueva organización contaba con el apoyo manifiesto de David Rockefeller,
padre de la idea, y presidente honorífico de la misma, en 2002, siendo ya octogenario. El
omnipresente Kissinger, pieza clave de la Trilateral también, pronunció en aquella ocasión, una
«sentida laudatio», 589 del hombre con el que había mantenido tan estrecha colaboración a lo
largo de su carrera meteórica. Aunque el ideólogo principal era Zbigniew Brzezinski, judío de
ascendencia polaca, autor de Entre dos eras: el papel de América en la era tecnotrónica, 590 que
«es “como el fundamento ideológico de la Trilateral” a pesar de su error en el pronóstico:
“Debemos buscar la cooperación con los países comunistas mediante una acomodación
primeramente política y luego filosófica”». 591 Fue la lectura de este libro lo que animó a David
Rockefeller a lanzar la Trilateral, que se presentó al Bilderberg en 1971; es decir, que nació con
588
Manuel Guerra, Masonería..., p. 275
589
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible, p. 620
590
Ed. Penguin Books, 1970
591
Manuel Guerra, La trama masónica, pp. 356-357.
136
su beneplácito, como un instrumento más para la implantación del mundialismo. Nada
sorprendente, claro está.
La novedad es que en aquella ocasión se contara con un grupo de japoneses que le daban una
nueva dimensión al viejísimo proyecto. Se constituía como algo provisional, cuya existencia se
prolongó, hasta que, en Kyoto, en 1975, se decidió que fuese indefinida. Se trataba de una
organización privada, compuesta por un grupo de tan solo 300 personas, que, como es habitual
en las organizaciones pantalla, procedían del mundo financiero, la política, y la presidencia de
medios de comunicación; con el fin de promover la colaboración entre esas tres zonas
mundiales; las tres zonas clave, por cierto, para un auténtico control del planeta, tanto a nivel
económico como político. Pero no tardó en manifestarse su conexión masónica: fue al
investigar un gran caso de corrupción; el más notorio en el que la Masonería se haya visto
envuelta durante el último tercio del siglo XX; el concerniente a la italiana Logia P2,
Propaganda Due, 592 una poderosa logia encubierta, —que de hecho había fagocitado al Gran
Oriente de Italia— donde mafia, Masonería, y poder político y económico aparecían
entrelazados: «Según el informe de la Comisión parlamentaria italiana encargada de investigar
lo de la Logia P2 (Relazione della Comissione parlamentare d ’Inquesta sulla Loggia
Massonica P2) la Trilateral es próxima y afín a la Masonería». 593 Aunque no era necesario que
lo señalara esa Comisión; solo con ver quiénes la fundaron y la dirigieron, así como el aval
previo del Bilderberg, esa «afinidad masónica» era evidente. El Parlamento italiano solamente
lo confirmó. El mundialismo de la Trilateral es, además, algo reconocido: el ex ministro de
Exteriores italiano, Gianni de Michelis, presidente del Instituto Aspen, «un apéndice de la
Comisión Trilateral», 594 declaraba en 1990: «El poder ha de ser inevitablemente transferido de
las naciones soberanas a instituciones supranacionales». 595 La misma idea que subyace en todas
las organizaciones arriba mencionadas; expresada a veces con mayor crudeza o pragmatismo,
como en el caso del fabiano de la Universidad de Harvard, profesor John Kennet Galbraigth:
«El socialismo moderno no dependerá de los teóricos o de los políticos, sino de los dirigentes
de las empresas multinacionales». 596
Existe una cadena ininterrumpida desde la Sociedad de Ayudas (Helpers), hasta la Trilateral,
pasando por la Tabla Redonda, el RIIA; su rama americana, el CFR, y el Bilderberg muy
evidente; organizaciones pantalla, todas ellas, de la Masonería que han proporcionado a la secta
una dimensión en el siglo XX nunca antes alcanzada. Son grupos elitistas al máximo nivel en el
que no se exige a nadie, en principio, haberse iniciado en una logia, sino compartir las
estrategias y proyectos ya existentes; proyectos tan antiguos como la Masonería, adaptados a
los cambios históricos.
Esa cadena de organizaciones masónicas, aunque aprovechara asociaciones ya existentes, tiene
un momento de inflexión en 1919, con Mandell House en París, creando el CFR. Era un
momento de grandes cambios: terminado violentamente el eurocentrismo, por ese «suicidio de
Europa» que fue la Gran Guerra, los Estados Unidos sentaban las bases de su hegemonía
mundial gracias a varios factores propicios; pero no puede desdeñarse el papel representado en
592
Logia fundada en 1877 bajo la obediencia del Gran Oriente de Italia; relanzada por Licio Gelli, «enlace de la
Italia fascista con el III Reich», que, años después, gracias al control mediático conseguido, «logró crear una
estructura» que cubría toda Italia, con iniciados procedentes del Ejército, las Fuerzas de Seguridad, la banca, la
industria, la judicatura, la empresa pública, los sindicatos, la diplomacia, el mundo editorial, y la RAI-TV; «un
estado dentro del Estado». La P2 estuvo implicada en el escándalo de la Banca Vaticana, y fue investigada por su
presunto papel en el asesinato de Aldo Moro, y la trama Irán-Contra; el escándalo conocido como Irangate del
presidente Reagan. A causa de ello, el Gran Maestre Giuliano di Bernardo dejó la Gran Logia de Italia para fundar
la Gran Logia Regular de Italia. Ver César Vidal, o. c., pp. 101-102.
593
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 357
594
Ibíd., p. 297
595
Ibíd. Cita de El País, de 4 de abril de 1990
596
Ibíd. Cita de La Vanguardia, de 9 de marzo de 1977
137
el proceso por la Masonería y sus organizaciones afines. Jugarán un papel aún mayor en la
consolidación del mundialismo: en todas ellas se mantenía el espíritu de Weishaupt; los fines,
más antiguos, de la Hermandad Rosacruz.
Aparte de estas organizaciones, en el siglo XIX se fundaron otras, algunas menos conocidas en
España, que también han tenido y mantienen contacto con la Masonería y, desde luego, con sus
organizaciones pantalla: a destacar, en primer lugar, la Sociedad Fabiana, fundada en 1884 «en
un clima burgués (clase media y alta), esotérico, masónico y teosófico», cuya misión era
«consolidarse como una plataforma para la formación de cuadros del futuro Estado
socialista». 597 Así lo anunciaba uno de sus fundadores, el escocés Richard B. Haldane,
secretario de Estado para la Guerra del Gobierno británico en 1905. 598 Todo un personaje en la
Inglaterra de su época, que presenta grandes paralelismos con su contemporáneo americano
Mandell House: su influencia política, su pertenencia a la Masonería y su admiración por la
ideología socialista. No es de extrañar que los fabianos intervinieran en la fundación del partido
Laborista, mantuvieran buena relación con Lenin y Trotski, o apoyaran al Frente Popular
español durante la guerra civil.
La Sociedad Fabiana ha tenido un gran peso en el mundo académico anglosajón; con gran
presencia en las universidades de Oxford, Cambrigde, Harvard, Columbia y Princeton, así
como en medios de comunicación de la importancia del New York Times. También es
interesante destacar que entre los primeros fabianos se encontrasen el periodista masón William
Clarcke, discípulo de Mazzini, y las también masonas Annie Besant, 599 y Alice Bailey;
fundadora esta última de la Escuela Arcana y de Buena Voluntad, tan admirada por la secta
New Age. Besant y Bailey, aparte de pertenecer a la Masonería eran teósofas. Y la Teosofía —
no debe ignorarse— ha tenido una estrecha relación con grandes Obediencias masónicas.
Básicamente, es una creencia gnóstica, de ciertas influencias cabalísticas, afín al budismo;
religión muy valorada por muchos masones que la consideran lo más cercano a un verdadero
sincretismo.
El componente masónico y esotérico fue considerable en el origen de la Sociedad Fabiana, que
por otra parte nunca se ha separado de sus orígenes socialistas. El esoterismo, en su versión
gnóstica, es algo común a otras dos sociedades vinculadas con la Masonería e influyentes en la
política americana: Skull and Bones, y el Bohemian Club-, mucho más críptica esta última que
la primera a la que sirve de pórtico. Fundado en 1872, el BC celebra una reunión anual en un
extenso bosque, «bosque o club de los bohemios», situado a 120 kilómetros al norte de San
Francisco; una muy peculiar reunión:
Los participantes, vestidos de túnicas blancas y con un gorro rojo, al estilo de los
druidas (sacerdotes celtas), celebran un ritual en el que queman un muñeco, símbolo de
sus «preocupaciones». [...] intervienen en representaciones teatrales y en ritos
«paganos», así como en muestras extrañas, a veces espontáneas, de diversión
desinhibida. El símbolo del BC es un búho, capaz de ver en las tinieblas nocturnas,
relacionado con Palas Atenea, diosa de la sabiduría en la mitología griega y con
Moloch, al que los cananeos sacrificaban víctimas humanas, especialmente niños (Lev.
18,21; 20, 2; Jeremías 32, 35). 600
597
Ibíd, p. 349
598
Richard Burdon Haldane (1856-1928), primer vizconde Haldane; secretario para la Guerra en 1905; más tarde
ministro de Justicia, y miembro del partido del Trabajo
599
«Alto cargo de la Masonería mixta [de hombres y mujeres] Derecho Humano, y reorganizadora de la rama
inglesa con el nombre de “Co-Masonería”, de cuyo Gran Consejo fue Gran Maestra». Manuel Guerra, La trama
masónica, p. 349. Annie Besant fue también presidenta de la Sociedad Teosófica entre 1907 y 1933
600
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 348
138
Podría parecer que se trata de un grupo de gente inmadura que se reúne una vez al año para
relajarse haciendo tonterías, pero ¡cuidado! Están divididos en 122 secciones o niveles, con
«capacidad para 2.500 personalidades que, invitadas, acceden de acuerdo con su categoría». 601
Y en la máxima, una vez más, encontramos a David Rockefeller y Henry Kissinger,
acompañados del director de IBM, Thomas Watson. En 2006 a ese nivel todavía no había
llegado George Bush, que compartía sección con W. Clausen del Banco Mundial. 602
Su curiosa celebración anual no debe despistamos: los puestos y cargos de los asistentes; su
estructura escalonada; la pertenencia a la Masonería de los más encumbrados, no parecen datos
irrelevantes. Como tampoco lo es, ni parece casual, la referencia del padre Guerra al dios
cananeo Moloch del que proporciona las citas para comprobar, en el Antiguo Testamento, de
quién está hablando. ¿Por qué no quedarse solamente con Palas Atenea a quien representa el
búho también? ¿Encerraba un mensaje?
Por su parte Skull and Bones, donde acaban llegando algunos «bohemios», ha tenido altibajos
en cuanto a su poder real sobre la Casa Blanca: sufrió un eclipse en los años sesenta a causa de
la presión ejercida por sus hombres para intensificar la intervención americana en Vietnam; lo
que terminó en notoria catástrofe. Pero si pudieron hacerlo fue porque la presidencia de
Kennedy, «marcó un apogeo de la Orden». Sí; incluso John Kennedy, quien denunció
públicamente la corrosiva acción de las sociedades secretas, aceptó directrices de Skull and
Bones, y propició su presencia en los principales cargos de la Administración. Posteriormente,
algunos miembros de la Orden pasaron al bando opuesto, el activismo pacifista, dirigidos por el
presidente de la Fundación Ford, McGeorge Bundy. Pero no sirvió de mucho. Mientras duró el
mandato de Nixon, con Kissinger como hombre fuerte, otra trama de poder, no menos
masónica, gobernaba los Estados Unidos. Skull and Bones tendría que esperar a la llegada de
Bush —padre— a la Casa Blanca, cuando lograría un nuevo apogeo.
Con estas quedan señaladas las principales organizaciones pantalla de la Masonería. Tema
distinto es el de las logias encubiertas de las que, por serlo, resulta más difícil hablar. Pero si
algo no ofrece dudas es el designio mundialista que la secta y sus afines han profesado desde
sus más remotos orígenes: estaba presente en los jefes de la Revolución Francesa y en quienes
la prepararon; volvemos a encontrarlo en los ciclos revolucionarios del siglo XIX y en los
creadores de la Internacional; también en quienes la siguieron. Rebrota en las dos guerras
mundiales y las sociedades internacionales creadas a su fin. En definitiva, en todos los procesos
en los que se hizo presente la acción masónica. No es casualidad: ya en 1892, el masón
arrepentido Mariano Tirado Rojas lo explicaba:
La Masonería [...] lo dicen sus Estatutos y Constituciones, desea que desaparezcan todas
las fronteras, desde el punto y hora en que declara que «los masones de cualquier país,
sea cual fuere la creencia religiosa y el culto que profesen, son miembros de una gran
familia, como es una la especie a que pertenecen, el globo que habitan y la naturaleza
que contemplan».
Y claro está que siendo esta una de las doctrinas fundamentales de la secta masónica,
por fuerza entre sus adeptos se ha de debilitar; y aun atrofiarse por completo, el amor a
la patria y a sus compatriotas, pues para los masones, los que no pertenecen a su gran
familia son profanos, o como quien dice, extraños, que no merecen el aprecio con que
distinguen a sus hermanos, aunque estos pertenezcan a otra nación y aquellos sean
conciudadanos y aún parientes. 603
No todos los masones parecen ser conscientes de ello: Tom Sarobe, con tono despectivo, me
601
Ibíd., p. 347.
602
Ibíd., p. 348
603
Mariano Tirado Rojas, o. c, tomo II, p. 16
139
espetó en el Club Financiero: «¿Usted se cree de verdad que la Masonería aspira a controlar el
mundo?». Le respondí que eso lo decía él porque yo, en aquella ocasión, todavía no había
hablado de mundialismo, pero parecía sinceramente molesto por mi visión del asunto. Es
posible que, a pesar de sus altas dignidades en la Masonería española, todavía esto no lo vea
claro. O no tenga ni idea. Pero la tendencia Rosacruz/Illuminati ha primado siempre en las
organizaciones pantalla de la Masonería. ¿Hasta qué punto las logias encubiertas pueden
imponer estrategias sin que las otras lleguen a comprenderlas? ¿Podría un Gran Maestro de una
Gran Logia quedarse al margen de los últimos designios de su secta? ¿O es que Tom Sarobe
posee el arte del disimulo?
140
VII
MASONERÍA TRIUNFANTE
La II República española fue tan masónica como la primera, terminando ambas en medio de un
caos que amenazaba la misma supervivencia de la nación. La proclamada en 1931 fue obra
enteramente de la Masonería, empezando por la conspiración que la trajo. Porque fue una
verdadera conspiración, aunque ese carácter conspiratorio suela disfrazarse de “movimiento
democrático popular” frente a una monarquía gastada y estigmatizada por el paso de la
dictadura militar. Ciertamente, la conspiración se había iniciado en plena dictadura, pero se
hubiese dado igualmente sin ella; era un episodio más de la larga cadena, iniciada en el siglo
XIX, de conspiraciones masónicas. Alfonso XIII era un niño de meses cuando el general masón
Villacampa intentó proclamar la República; es la intentona de la que hablamos en relación con
Ferrer Guardia; la conexión entre Nakens, Morral y Ferrer pasaba por Villacampa; era
completamente masónica. Y el interés de todos ellos era traer la República, aunque pensaran
cada uno en repúblicas diferentes. Que, en todo caso, serían hostiles al Catolicismo de manera
más o menos “discreta”. O nada en absoluto. Pero todos, como mínimo, “anticlericales”
utilizando su propio lenguaje. Podemos llevar la cadena hasta Prim, Sagasta, o Ruiz Zorrilla,
republicanos convertidos a la monarquía, que antes conspiraron contra ella.
La caída de Alfonso XIII empezó a prepararse, en su recta final, en 1926, cuando se constituye
la Alianza Republicana en una rebotica, la del doctor Giral, catedrático de Química Orgánica,
en el n° 35 de la calle Atocha. Poco después las reuniones se trasladaron a casa de Alejandro
Lerroux; 604 el máximo responsable de la Semana Trágica junto a Ferrer Guardia. El mismo
Lerroux que, años atrás, animaba a sus jóvenes seguidores a «entrar en los conventos y levantar
el velo de las novicias elevándolas a la categoría de madres». En su casa, además de Giral, se
reunían Manuel Azaña, Alvaro de Albornoz, Marcelino Domingo, Ángel Galarza y Femando de
los Ríos, todos masones, excepto Azaña que ingresará en la secta en 1932 605 . Contaban con el
apoyo de las logias y del Partido Republicano Radical de Lerroux, entonces en la
clandestinidad. 606
Se les unieron dos ex monárquicos (no masones), el ex ministro de la Corona, Niceto Alcalá
Zamora y Miguel Maura, hijo del gran líder conservador —que rompió relaciones con su
hermano Gabriel—, y el 7 de agosto de 1930 se reunieron en el masónico Ateneo de Madrid
para organizar la demolición de la Monarquía. Se volvieron a encontrar días más tarde en el
Casino de la Unión Republicana de San Sebastián, con representantes de los partidos
“periféricos”, autonomistas (como Casares Quiroga, de la ORGA gallega), o separatistas
relativamente encubiertos, como Matías Mallol, (de Acción Republicana de Cataluña) y Jaime
Ayguadé (del Estat Cata- lá). De los dieciséis reunidos, al menos nueve eran masones. Como
604
Según Ferrer Benimeli, el propio Lerroux sostenía haber ingresado en la logia Antorcha, aunque le considera un
masón «atípico». Ver José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 209 y ss.
605
Azaña ingresó en la Masonería el 2 de marzo de 1932, siendo ya presidente del Gobierno, y tomó el nombre
simbólico de Plutarco. El Liberal de Madrid dio cuenta de su iniciación el 6 de marzo, y el propio Azaña lo cuenta
en sus Memorias: «En la ceremonia del miércoles, enorme concurrencia. No se cabía en los salones de [la logia de]
la calle del Príncipe. No me importó nada aquello y en los preliminares estuve tentado de marcharme. Había cuatro
ministros, y Barcia, con una cadena de oro; Martínez Barrio, que es un gran jerifalte en la Casa, no asistió; quizá
por los resquemores de estos días». Manuel Azaña, Memorias políticas y de guerra, Ed. Crítica, Barcelona, 1978,
tomo I, p. 342, en JoséÁntonio Ferrer Benimeli, Jefes de Gobierno masones..., p. 197.
606
Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 182.
141
los mencionados Casares Quiroga, Ayguadé y Mallol, o Eduardo Ortega y Gasset, hermano
mayor del filósofo. Socialistas, republicanos “burgueses”, o nacionalistas, tenían en común su
pertenencia a la Masonería. Era el famoso Pacto de San Sebastián.
Acordaron formar un comité encargado de llevar adelante una revolución republicana. Para
ello, contactaron con una trama militar, también masónica, que organizó un golpe de Estado
para el siguiente mes de diciembre. Así vino la fracasada rebelión de Jaca, cuando Fermín
Galán, que también era masón, 607 tomó la ciudad y avanzó sobre Huesca, siendo detenido por el
gobernador militar, general Lasheras, que lo pagó con la vida. Galán, juzgado en consejo de
guerra, y fusilado, se convirtió en el primer “mártir” de aquella república. Todavía, otros dos
militares, el también masón Ramón Franco, 608 hermano de Francisco, y Queipo de Llano, que
se alzará en 1936 junto al último, trataron de salvar el golpe en la base aérea de Cuatro Vientos.
Nuevamente sin éxito; pero conviene recordar que la primera intentona fue militar, como los
golpes masónicos del siglo XIX.
El juicio contra los conspiradores, que salieron libres a pesar de sus graves delitos, se convirtió
en un proceso contra la Corona. Cuando Alfonso XIII, en plena crisis política, encargó a
Sánchez Guerra la formación de Gobierno, a este no se le ocurrió nada mejor que ir a la cárcel
Modelo para ofrecer a los presos del Pacto las carteras ministeriales; que rechazaron sabedores
de que el triunfo estaba próximo: supieron convertir las elecciones municipales de abril de 1931
en un referéndum “moral”, y el día 14 proclamaban la República, sin respetar la voluntad
popular ya que en su conjunto habían ganado las elecciones los concejales monárquicos que
fueron una clara mayoría en toda España, exceptuando las grandes capitales. Ese fue el
argumento esgrimido: el voto del campo, conservador, no valía lo mismo en la práctica; Azaña
no tardaría en calificar a las pequeñas ciudades y pueblos de la España rural de «burgos
podridos». En abril del 31, la conspiración alcanzaba su objetivo y los conspiradores —ahora
sí— se repartían los Ministerios. Era la gran ocasión de, derribada la Monarquía, acabar con la
Iglesia; el ideal masónico expresado entonces (1931) por una publicación masónica:
Ahora se trata de arrancar las raíces de esta Edad Media que posee dos filones muy
fuertes: la Monarquía y el Vaticano. 609
En aquel primer Gobierno, de once ministros, seis, al menos, eran masones: 610 casi todos los del
Pacto. 611 La Masonería proclamaba, con razón, su triunfo absoluto:
La Iglesia no mostró la menor animadversión hacia el nuevo régimen; el propio Lerroux, con
todo su visceral anticlericalismo, siendo el jefe de un partido tan masónico como el Radical, y
masón él mismo, lo reconoció:
142
régimen era impolítico e injusto; por consiguiente, insensato, y lo hubiera sido en
cualquier momento. La guerra civil, que espiritualmente quedó encendida con las
hogueras del 10 de mayo, hubiera podido ponerse sobre las armas inmediatamente. 613
613
Alejandro Lerroux, La pequeña historia de España, 1931-1936, p. 80, en Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p.
191.
614
La urna que los conserva actualmente en la iglesia madrileña del mismo nombre guarda lo que quedó de ellos.
615
Miguel Maura, o. c., p. 338
616
Ibíd
617
Ibíd, p. 339
143
Ateneo. Pero el Gobierno publicó una nota al día siguiente denunciando una supuesta
confabulación de reaccionarios contra la República. El propio Gobierno, que sabía mejor que
nadie lo que había ocurrido el día antes, justificaba así su complicidad.
En la prensa madrileña, Crisol, El Heraldo de Madrid, y El Socialista, se podía leer:
«disparaban contra los obreros desde los conventos convertidos en arsenales». 618 Ya se atizaba
el odio contra el clero con la calumnia absurda y criminal; la misma que, durante la guerra civil,
servirá como pretexto para asesinar a comunidades religiosas enteras. 619
Efectivamente, como estaba visto, al día siguiente se propagaba el incendio por España, desde
Valencia hasta Sevilla. Pero lo peor fue lo de Málaga. Allí, el recién llagado gobernador civil,
José Antonio Jaén, «al alimón» con el militar, general Gómez Caminero, capitaneaba la quema
de todas las iglesias de la ciudad. El ministro de la Gobernación no pudo hablar con su
subordinado en todo el día; absorbido como estaba el señor Jaén en la tarea de arrasar con el
patrimonio religioso malagueño, empezando por una capilla cuyo incendio autorizó, como acto
simbólico de la llegada del nuevo régimen, no pudo ponerse al teléfono porque no estuvo en su
despacho:
Los manifestantes [...] tomando a los peleles jerarquizados en hombros, les condujeron,
entre aclamaciones y vítores, frente a otras iglesias y conventos y uno a uno y siempre
en presencia de las dos autoridades —el Excmo. Sr. Gobernador Civil y el limo.
Gobernador Militar— ardieron los 22 conventos e iglesias de Málaga en aquella
«memorable jornada laica». 620
También en aquella primavera, fueron expulsados de España los obispos de Vitoria (monseñor
Múgica) 621 y Toledo (cardenal Segura), como sospechosos de hostilidad a la República. Ambos
detenidos, con pocas semanas de diferencia, y conducidos sin dilación a la frontera francesa.
¡Sin más trámites administrativos que la orden del “católico” Maura! La imagen del cardenal
primado, saliendo custodiado por la Guardia Civil, tras su detención en la casa de los Padres
Paúles de Guadalajara, resulta todavía hoy impresionante: todo un símbolo del nuevo
régimen. 622 Se redactaba mientras la Constitución republicana; la de 1931; una «Constitución
contra la Iglesia». No tiene nada de extraño que así fuera teniendo en cuenta que en las Cortes
que la aprobaron de 458 diputados, 183 eran masones; un 39,08 %. Dato nada cuestionable -al
alza en todo caso- viniendo como viene del experto Ferrer Benimeli, sumamente prudente a la
hora de atribuir adscripciones a la Masonería. 623 Es aún más significativo que la comisión
parlamentaria que la redactó tuviera un notorio carácter masónico también: de 20 diputados que
la formaron, 9 eran masones. Empezando por su presidente, el socialista Luis Jiménez de
Asúa, 624 y siguiendo por su vicepresidente, el radical Emiliano Iglesias Ambrosio. 625
618
Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c, p. 191
619
Ese fue el “cargo” para eliminar, en 1936, a las Adoratrices de Madrid, refugiadas en un piso de la Costanilla de
los Angeles: según sus captores, habían disparado desde sus ventanas contra el pueblo en armas. Ver Gregorio
Rodríguez, El hábito y la cruz, Ed. Edibesa, 2006
620
Miguel Maura, o. c., p. 347
621
Según Miguel Maura proyectaba una inquietante visita pastoral a Bilbao que podría aprovechar para contactar
con católicos, potenciales conspiradores contra la República
622
El gobierno de la República había solicitado al Vaticano la «remoción» del arzobispo de Toledo por
considerarle enemigo del nuevo régimen. En 1937 el cardenal Segura se convertía en arzobispo de Sevilla
623
Ver José Antonio Ferrer Benimeli, “La Masonería y la Constitución de 1931”, Cuadernos de Investigación
Histórica, Madrid, n° 5, 1980, en César Vidal, Los masones..., p. 367. Ver también Vicente Alejandro Guillamón,
o. c., p. 194.
624
Perteneciente a la Gran Logia Regional del Centro; nombre simbólico Carrara. Ver María Dolores Gómez
Molleda, La Masonería en la crisis española del siglo XX, Madrid: Universitas, 1998, p. 482, en Antonio Martín
Puerta, o. c., p. 31.
625
Ver Vicente Alejandro Guillamón, o. c., p. 195
144
Durante aquel verano del 31, mientras se elaboraba el texto constitucional, los masones de la
comisión se reunían por separado, con independencia del partido al que pertenecieran; se estaba
poniendo en práctica la estrategia de la secta; «los profanos sobraban». Como dice Martín
Puerta, era «la imitación del modelo del país vecino»; 626 de la laicista III República francesa
que ya comentamos; tan masónica como las dos repúblicas españolas. Recordemos a los
masones Ferry y Gambetta, impulsores de las mismas políticas implantadas en la España
republicana. El mismo modelo que siguió la masónica constitución mejicana de 1917. La
misma persecución hacia la Iglesia Católica.
La Constitución de 1931, aparte de suprimir, ya en su artículo 3o, la confesionalidad del Estado,
en el 26 establecía también la supresión de cualquier ayuda económica a lo que denominaba
«Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas», para no mencionar a las católicas,
descubriendo así el juego de sus redactores. ¡Como si en la España de entonces existieran otras!
El Estado, las provincias y los municipios quedaban concernidos expresamente por esta
prohibición de auxiliar de algún modo a la Iglesia; sin resquicios; toda la Administración, en
cualquier territorio español, debía desentenderse, por completo, de la Iglesia y de sus obras.
Con grave quebranto económico también para las diputaciones y ayuntamientos; debe
subrayarse. La misma situación desastrosa creada en la Francia de 1789 por un mismo
fanatismo. Además, dicho artículo 26, daba un plazo máximo de dos años para la extinción del
presupuesto del clero.
A continuación venía una de las disposiciones más relevantes: una nueva expulsión de la
Compañía de Jesús, pero sin mencionarla esta vez. ¡En la misma Constitución! Para cerrar la
puerta a los jesuitas definitivamente. Pero esto también se disimulaba, diciendo:
Esa autoridad que no se nombra era la del papa, por supuesto. El cuarto voto establecido por
San Ignacio para los religiosos de la Compañía era esta vez el alambicado pretexto para
deshacerse de ellos. Y hacerse con su patrimonio de paso: tuvieron que irse 2.987 jesuitas, que
dejaban atrás, sin la menor indemnización, 21 colegios de segunda enseñanza, 162 escuelas de
elemental y profesional —el ICAI entre ellas—, 40 residencias, tres colegios máximos, seis
noviciados, cinco casas de ejercicios, nueve editoriales, dos observatorios astronómicos, y la
leprosería de Fontilles en Alicante. Todo ello procedente de las donaciones recibidas a lo largo
de poco más de un siglo; el transcurrido desde que Femando VII, aprovechando la restauración
de la Orden por Pío VII, los trajo de nuevo a España. Todo quedaba en 1931 en manos de un
patronato estatal presidido por el masón Gerardo Abad Conde. 628
La persecución se iniciaba contra los jesuitas, pero detrás iría todo el clero español; y también
los laicos porque «formulen o no el cuarto voto los profesos, lo digan o no las reglas de las
Ordenes religiosas, conste o no en la profesión de fe de todo creyente, en caso de conflicto o
choque entre la fidelidad a Dios y la fidelidad a los poderosos, siempre estaremos de parte de lo
primero. Desde los tiempos iniciales del Cristianismo ha habido un sinnúmero de mártires que
se han dejado matar porque en sus vidas han puesto a Cristo por delante del César». 629
626
Antonio Martín Puerta, o. c., p. 31
627
Constitución Española de 1931, artículo 26
628
Del Partido Radical de Lerroux; Grado 18; Tesorero, en 1925, de la logia Suevia n°4, de la Gran Logia
Regional del Noroeste de España —la misma a la que perteneció el abuelo de Zapatero—. Ver José Antonio Ferrer
Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 352-353
629
Vicente Alejandro Guillamón, o. c, p. 198
145
Exactamente eso empezaría a ocurrir muy pronto en España. 630
Siguiendo con la Constitución de la II República, el resto de las Ordenes quedaban sometidas a
una ley especial que deberían votar las Cortes, ajustada a las siguientes bases:
1o Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del
Estado.
2o Inscripción de las que deban subsistir, en un registro especial dependiente del Ministerio de
Justicia.
3o Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que,
previa justificación, se destinen a su vivienda o a sus fines privativos.
4o Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza.
5o Sumisión a todas las leyes tributarias del país.
6o Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes en relación
con los fines de la asociación.
El clero regular quedaba prácticamente desarticulado, señalado, además, como peligro en
potencia para el propio Estado; y, sobre todo, incapacitado para ejercer la enseñanza. Que era
uno de los objetivos principales del legislador, como cada vez que la Masonería se ha visto en
posición de legislar. Por si quedaban dudas, por último, el artículo 48 establecía: «La enseñanza
será laica, hará del trabajo el eje de su actividad y se inspirará en ideales de solidaridad».
Apenas podía disimular su cuño masónico: contra fe, esperanza y caridad, filantropía,
fraternidad, «solidaridad». Sin Dios de por medio; naturalmente. Si «las iglesias», o lo que
quedase de “ellas”, mantenían centros educativos, sería sujetas «a inspección del Estado».
Todavía más masónico era lo relativo al Consejo de Instrucción Pública; los decretos y
circulares del Ministerio de Educación Pública y Bellas Artes. El ministro era el masón
Marcelino Domingo, 631 cuando el 6 de mayo de 1931 se publicaba un decreto estableciendo que
«la instrucción religiosa no será obligatoria en las escuelas primarias, ni en ninguno de los
demás Centros dependientes de este Ministerio». En otras palabras, desaparecía la religión de
toda la educación pública. «Pero la interpretación de la norma por Rodolfo Llopis —nombre
simbólico Antenor en la Gran Logia Regional del Centro—, 632 director general de Primera
Enseñanza hasta el 28 de abril de 1933, se efectuaba en los siguientes términos [,..]»: 633
630
Dos años antes del inicio de la guerra civil, durante la revolución de Asturias de 1934, fueron asesinados, entre
otros: los párrocos de Rebollada, Valdecuna, Sama de Langreo, Moreda, Olloniego y Santa María la Real de la
Corte; el ecónomo de San Esteban de Cruces; los novicios pasionistas de Mieres; los seminaristas de Oviedo; el
vicario general de la diócesis, Juan Puertes Ramón; el secretario del obispado, Aurelio Gago; los «Mártires de
Turón»: los sacerdotes de La Salle, San Cirilo Beltrán, San Marciano José, San Victoriano Pío, San Julián Alfredo,
San Benjamín Julián, San Augusto Andrés, San Aniceto Adolfo, y San Jaime Hilario; y el pasionista, de Mieres,
San Inocencio de la Inmaculada, canonizados todos ellos en 1999. Su fiesta se celebra el 9 de octubre, día de su
martirio. También fueron asesinados el superior del convento de los carmelitas de Oviedo, Eufrasio del Niño Jesús;
y los padres paules Tomás Pallares Ibáñez y el hermano coadjutor Salustiano González Crespo. En total, 34
sacerdotes y religiosos. Ardieron, además, 58 edificios de la Iglesia. Todo ello, entre los días 5 y 13 de octubre.
631
De la Gran Logia Regional del Centro; nombre simbólico Uno. Ver María Dolores Gómez Molleda, o. c., p.
480, en Antonio Martín Puerta, o. c., p. 32.
632
Ver María Dolores Gómez Molleda, o. c., p. 482, en Antonio Martín Puerta, o. c., p. 32
633
Antonio Martín Puerta, o. c., p. 32
634
Rodolfo Llopis, La revolución en la escuela: dos años en la Dirección General de Primera Enseñanza, Madrid,
Aguilar, 1933, p. 235, en Antonio Martín Puerta, o. c., p. 32
146
Insistía Llopis, en 1932, «La escuela, por imperativo del artículo 48 de la Constitución, ha de
ser laica. Por tanto, no ostentará signo alguno que implique confesionalidad, quedando
igualmente suprimidas del horario y del programa escolares la enseñanza y las prácticas
confesionales». 635
Altos ideales de conducta, pero sin dogmas ni catequesis; «dirección moral» de los escolares,
eso sí, pero sin fe. En la misma dirección masónica de la Institución Libre de Enseñanza, tan
influyente en aquella época: inculcar en los niños una moral desvinculada de sus raíces
cristianas; la “elevada filosofía filantrópica” de las logias.
Por fin, Pío XI reaccionó ante las agresiones republicanas de todo tipo que sufría la Iglesia en
España, y publicó, el 3 de junio de 1933, una encíclica dirigida a la nación española:
Dilectissima Nobis. Era el equivalente a la que San Pío X dirigió a los franceses 25 años antes,
en 1906: Vehementer Nos. Las circunstancias de ambos países eran muy similares, salvando las
distancias del tiempo y la historia; entre la III República francesa y la II República española. Se
implantaba el mismo laicismo masónico. Sería mucho más visible la persecución religiosa en
España; terminaría en un holocausto católico cuyo martirologio sigue aumentando desde San
Juan Pablo II. Pero en 1933, justo a punto de iniciarse la etapa sangrienta, el papa hablaba de
daños espirituales ya constatables. Comenzaba Pió XI, señalando, como hiciera su antecesor
hablando de Francia, el gran pasado católico de la nación; su legado espiritual; el amor de la
Iglesia hacia hija tan querida:
Siempre Nos fue sumamente cara la noble Nación española por sus insignes méritos
para con la fe católica y la civilización cristiana, por la tradicional y ardentísima
devoción a esta Santa Sede y por sus grandes instituciones y obras de apostolado, pues
ha sido madre fecunda de Santos, de Misioneros y de Fundadores de ínclitas Ordenes
Religiosas, gloria y sostén de la Iglesia de Dios [...] 636
Pasando luego a la denuncia de los males que afligían a la España de aquel momento:
Es pues, bien triste la situación creada a la Iglesia Católica en España. [...] ¿No fue, por
ventura, expresión de un ánimo profundamente hostil a la Religión Católica el haber
disuelto aquellas Ordenes Religiosas que hacen voto de obediencia a una autoridad
diferente de la legítima del Estado? [...] 637
Después de hacer el elogio de los jesuitas, se lamentaba del nuevo expolio del patrimonio de la
Iglesia; un patrimonio entonces ya basado en las donaciones y legados de los fieles, cuya
voluntad quedaba así burlada, despóticamente, por el Estado; beneficiario material de la
arbitraria medida. La misma denuncia que hacía en 1906 San Pío X hablando de los bienes
expoliados a la Iglesia francesa. Ni el gobierno francés ni el español podían presentarlo como
“desamortizaciones”, aunque el latrocinio flagrante de las mismas queda comentado; esas ya se
hicieron en el siglo anterior; el proceder de los gobernantes de 1906 y 1931 no dejaba de ser un
atentado contra los derechos, no solamente de la Iglesia, sino de los laicos, españoles o
franceses, también.
Y ponía luego, el dedo en la llaga: descubría lo que había de más grave detrás de las
legislaciones laicistas:
De todo esto aparece por desgracia demasiado claro el designio con que se dictan tales
disposiciones, que no es otro sino educar a las nuevas generaciones no ya en la
635
Rodolfo Llopis, o. c., p. 237, en Antonio Martín Puerta, o. c., p.
636
Pío XI, Carta Encíclica Dilectissima Nobis, 3 de junio de 1933
637
Ibíd
147
indiferencia religiosa, sino con un espíritu anticristiano, arrancar de las almas de los
jóvenes los tradicionales sentimientos católicos tan profundamente arraigados en el
buen pueblo español y secularizar así toda la enseñanza, inspirada hasta ahora en la
religión y moral cristianas. 638
Terminaba, como Vehementer Nos, con un llamamiento urgente a la unidad de los católicos,
por encima de partidismos, en aquella hora crítica:
Los documentos pontificios suelen adelantarse a los acontecimientos con una clara visión de
futuro, pero en 1933 esa visión no era necesaria para captar «la amenaza de daños tan enormes»
como los que se cernían sobre España. Un año después estallaba la revolución de octubre; no
solo en Asturias sino, como estaba previsto, en otros puntos de la geografía española; en
Cataluña se proclamaba el Estat Catalá. Era ya un segundo intento de romper la unidad de
España; una ruptura del «bien común de la patria y de la religión».
Pío XI había apelado, al dirigirse a los españoles, a su patriotismo, mientras la patria se rompía,
pero todos los partidos masónicos, dirigidos por Azaña e Indalecio Prieto, preparaban ya un
frente común para cerrar el paso a las derechas católicas cuya victoria electoral era inminente.
Ni el marxismo ateo del PSOE, dirigido desde Moscú, ni los partidos del centro y la izquierda
burguesa, pastoreados por la Masonería, lo consentirían.
Las iglesias empezaron a arder en España en 1931, y siguieron ardiendo durante todo el tiempo
que duró la República. Con momentos álgidos, como la revolución socialista de octubre de
1934, y los meses anteriores a la guerra civil, con el gobierno del Frente Popular. 640 A los tres
meses de su llegada al poder, en la primavera trágica de 1936, Gil Robles leía un informe en las
Cortes sobre toda la devastación ocurrida en España en ese período: nuevamente, los edificios
religiosos eran un objetivo prioritario de destrucción. 641 La España oficial, en vísperas de la
guerra civil, era completamente masónica. Ferrer Benimeli, profundo conocedor de la
Masonería española de aquel período, escribe:
148
Gran Maestre de la Gran Logia da posesión a su sucesor, delante del Gran Oriente
Español y en presencia de dos generales masones». 642
642
Vidarte, Juan Simeón, Todos fuimos culpables, Grijalbo, Barcelona, 1978, vol. II, p. 97, en José Antonio Ferrer
Benimeli, Jefes de gobierno masones..., p. 340
643
El general masón Miguel Cabanellas se unió a la conspiración militar en abril de 1936, alzándose en Zaragoza
con el bando nacional, a pesar de haber sido nombrado en enero anterior por el presidente masón Pórtela (nombre
simbólico Voluntad) para garantizar el control republicano de la quinta División. Ver José Antonio Ferrer
Benimeli, Jefes de gobierno masones..., pp. 338-339
644
Luis Suárez, Franco. Los años decisivos 1931-1945, Ed. Ariel, 2011, p. 154
645
Pablo Castellano, Yo sí me acuerdo, Ed. Temas de Hoy, 1994, p. 200
149
con la promulgación de una ley contra la Masonería se enajenaba «la buena voluntad de las
potencias anglosajonas», 646 pero consideraba imprescindible acabar con la secta al acometer la
reconstrucción nacional, y la condenó tan severamente como hicieran Femando VI, Carlos III, y
hasta las Cortes de Cádiz; en línea con todas las condenas pontificias —nunca derogadas— y el
Código de Ley Canónica promulgado veinte años antes. 647 Seguía, también en este punto, la
Doctrina de la Iglesia. 648 Había ganado la guerra pero sabía que no podía cantar victoria frente a
ciertos enemigos: cuando inauguró el monumento a la reconciliación, el Valle de los Caídos,
avisaba una vez más: «Las fuerzas antiespañolas fueron vencidas y destruidas, pero no han
muerto». 649 Y era cierto; estaban vivas, y volvieron: José Luis Rodríguez Zapatero ya estuvo en
condiciones de poner en marcha la «segunda transición», valiéndose de su Ley de Memoria
Histórica, que barriendo toda la historia posterior a 1939, desvirtuándola para deslegitimarla
toda, pretendía enlazar con el Frente Popular estableciendo una Tercera República que, como
las anteriores, presidiera una nueva apoteosis masónica. Mucho camino ya está andado. A partir
de la derrota socialista en 2011, el PSOE se hace fuerte en su laicismo, enarbolándolo como
principal objetivo del partido de cara a su regreso a La Moncloa; mientras el PP le va a la zaga
desmarcándose gradualmente de su electorado católico por razones que veremos más adelante,
pero que se resumen en el triunfo, cada vez más reconocible del mundialismo masónico del que
Zapatero participaba y fue peón obediente; como pocos gobernantes lo habían sido antes. De
ahí su apuesta decidida —y fracasada— por la Constitución europea.
Con el título de Poder global y religión universal, 650 se publicó en 2010 un libro de Juan
Claudio Sanahuja 651 que resulta de gran utilidad para conocer las estrategias tendentes a la
imposición del Nuevo Orden Mundial (NOM). Sanahuja edita una web y distribuye el boletín
Noticias Globales, donde puede hacerse el seguimiento de tales estrategias, cuyo conocimiento,
por superficial que sea, nos lleva a una primera conclusión: el NOM es un proyecto diseñado e
646
Ver Luis Suárez, o. c., p. 154
647
Por ley de 1 de marzo de 1940, se creaba un tribunal especial para la represión de la Masonería y del
comunismo. En el preámbulo se aducía la grave responsabilidad de la Masonería en la decadencia de España; en la
pérdida del Imperio español; en las guerras civiles y en los «numerosos crímenes de Estado». Pero sobre todo se
alegaba su peso en el Gobierno de la República, y en la Guerra Civil. También se señalaba que su acción fue
convergente con el comunismo en la ruina de España. Se contemplaba como delito la pertenencia a la Masonería;
castigado con reclusión menor, que podría ser mayor para los masones de grados superiores, a partir del 18
concretamente; y verse agravado por otras circunstancias. No se establecía pena de muerte, pero los masones
quedaban inhabilitados para los empleos en la Administración pública. Era un atenuante, que podría ser
absolutorio, el haber colaborado con la causa nacional. Los militares masones pasaban a la jurisdicción militar y
los civiles al Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, compuesto por jueces militares y civiles.
Dicho tribunal funcionó durante veinticuatro años, siendo suprimido el 6 de febrero de 1964.
648
Pío XII dijo en 1943 que el régimen español «era una clara muestra de las inagotables posibilidades que en la
doctrina católica, sinceramente practicada, había encerrado la Divina Providencia para la edificación y
reconstrucción de los pueblos»; discurso publicado en la colección Pío XII y los españoles, Roma, 1957, pp. 139 y
ss., en Luis Suárez, o. c., p. 240
649
Ver Alberto Bárcena, Los presos del Valle de los Caídos, Ed. San Román, 2015, p. 256
650
Juan Claudio Sanahuja, Poder global y religión universal, Ed. Vórtice, Buenos Aires, 2010
651
Nacido en Buenos Aires en 1947, fue ordenado sacerdote en 1972, perteneciendo a la prelatura del Opus Dei;
miembro correspondiente de la Pontificia Academia Pro-Vita, Asesor Eclesiástico de la Fundación Nueva
Cristiandad y Viceasesor del Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires, colaborador, además, en distintas
iniciativas del Pontificio Consejo para la Familia. Es autor, entre otros títulos, de El gran desafio: la Cultura de la
Vida contra la Cultura de la Muerte, y El Desarrollo Sustentable. La nueva ética internacional. Desde 1998 edita
su página web y distribuye por correo electrónico el boletín Noticias Globales, que «provee material de
investigación sobre políticas relacionadas con la vida humana y la familia».
150
impulsado por Naciones Unidas. Bien directamente, bien a través de sus agencias, y ONG
colaboradoras. Un proyecto en el que la organización lleva trabajando desde su fundación,
aunque a partir de la década de los noventa del pasado siglo ha intensificado su labor en ese
sentido de manera más visible. Pero no tanto como para avisar a la sociedad internacional de lo
que pretende; sus documentos se mantienen casi siempre dentro de la discreción masónica que
acompaña todo el proyecto desde sus precedentes. Porque si la Sociedad de Naciones fue un
fallido organismo de cuño masónico, creado para ese fin, las Naciones Unidas, que continuaron
sus trabajos, ni eran una creación menos masónica ni han dejado de servir los intereses de la
secta desde su nacimiento.
Ya la primera idea que puso en marcha esta organización surgió del acuerdo de dos masones de
grado 33: el premier británico, Winston Churchill, 652 y el presidente de los Estados Unidos,
Franklin Delano Roosevelt: 653 ya en agosto de 1941, cuando los americanos todavía no habían
entrado en guerra, se reunieron a bordo del Augusta, en la bahía de Argentia, y acordaron los
quince puntos recogidos en la Carta del Atlántico, pero también sentaron las bases de la
organización que debería establecerse para regular el nuevo orden surgido de la II Guerra
Mundial; que señalaría el inicio de una indiscutible hegemonía estadounidense, en el contexto
de la Guerra Fría; un escenario internacional totalmente nuevo que permitía construir un
«hombre nuevo» también: el Ordo ab chao masónico; una gran ocasión que no debía dejarse
pasar.
La Carta de las Naciones Unidas se aprobó en la Conferencia de Potsdam por los tres
vencedores de la guerra allí reunidos. 654 Un documento en el que, lejos de hacerse ninguna
mención a Dios como fuente de legitimidad, se basaban los derechos humanos, exclusivamente,
en la dignidad inherente al hombre per se, sin referencias trascedentes. Todo un triunfo del
laicismo masónico.
Entre abril y junio de 1945 se celebró la Conferencia de San Francisco que aprobó la Carta de
la Organización de las Naciones Unidas. Formando parte de la delegación americana, asistieron
cerca de cincuenta miembros del CFR.655 Esta organización pantalla de la Masonería, creada
por Mandell House veinticinco años antes, formaba, como sabemos, parte fundamental del
entramado político norteamericano; ni podía ni quería dejar de asistir.
Las Naciones Unidas se configuraron, desde el principio, como un gobierno mundial con los
tres poderes del Estado bien diferenciados: el legislativo (la Asamblea General), el ejecutivo
(Consejo de Seguridad), y el judicial (Corte Internacional de La Haya). Podría convertirse, de
hecho, a pesar de su pesada estructura burocrática, en un auténtico gobierno mundial, de darse
una coyuntura favorable. Mientras, podía servir, y lo hace eficazmente, a la consolidación del
NOM, en plena coincidencia con los objetivos finales de las organizaciones pantalla de la
Masonería.
Aparte de la influencia mutua existente entre la ONU y dichas organizaciones pantalla, la
presencia masónica directa y personal dentro del organismo resulta más que notable: el
porcentaje de masones entre sus funcionarios es de un 50%. En 1975, según el masón Pierre
Mariel, ese porcentaje alcanzaba el 66%. 656 Cifras aproximadas que me han sido confirmadas
en 2014 por un militar español que ha sido funcionario de la ONU durante años; porcentajes
que explican la causa de que las Naciones Unidas propicien la imposición, a medio o largo
652
Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 231-232, y 385
653
Masón, y miembro del CFR. Mundialista, por tanto, en el más estricto sentido de la palabra. Ver Ricardo de la
Cierva, La Masonería invisible..., p. 401
654
Ya no estaba Roosevelt, pero el nuevo presidente, Harry S. Traman, también era masón; grado 33 del Rito
Escocés. Y, también como el anterior, miembro del CFR; lo que explica su aversión a la España de Franco donde
sus «hermanos» eran perseguidos mediante un tribunal especial.
655
Ver Manuel Guerra, La trama masónica, p. 350
656
Mariel pertenece al martinismo, orden nacida en Argentina en 1987; escisión de la Orden de Memphis. Ver
Manuel Guerra, Masonería..., p. 386.
151
plazo, pero cuanto antes, de una religión muy reconocible como de orígenes masónicos a poco
que se conozcan las creencias fundamentales de la secta; las que han sido denunciadas por la
Iglesia desde el siglo XVIII hasta el XX. O mejor dicho, dos de tales creencias, concretando
más: sincretismo y panteísmo.
Uno de los instrumentos principales del mundialismo en este sentido ha sido la United Nations
Educational Scientific and Cultural Organization (UNESCO). Agencia de las Naciones Unidas
de origen masónico irrefutable: se constituyó en 1946 sobre los trabajos de una Conferencia de
los Ministros de Educación de las naciones aliadas, de donde surgió a su vez una comisión,
presidida por el helenista británico Gilbert Murray, miembro de la Gran Logia de Inglaterra que
había sido primer presidente de la Sociedad de Naciones, que constituye la UNESCO en
noviembre de 1946, bajo la presidencia de Julen Huxley, cuyo pensamiento ya traje a colación
como ejemplo de relativismo negador categórico de la ley natural. «Nada hay irrevocable ni
eterno en ética», 657 escribió. Pero también dijo, hablando del nuevo organismo, que se basaría
en: «un humanismo mundial que debe ser científico», «desentendido de toda visión exclusiva o
principalmente ultraterrena». 658 No quedaba espacio para la religión. Salvo lo concerniente a
los «dogmas» masónicos. Huxley no se limitaba a ignorar a Dios; lo rechazaba. Y esto ocurría
en 1948, no después; el relativismo de la UNESCO, conviene retener este dato, estaba en sus
propios orígenes; no ha sido el resultado de una deriva posterior.
Nadie parecía darse cuenta o querer hablar de ello, pero bien pronto surgieron en la propia sede
de la ONU, o muy cerca de ella, los templos de la religión del NOM: el primero,
cronológicamente hablando, fue la llamada «Sala de la Meditación» o del «Silencio», costeada
por los responsables de la Logia Rockefeller; los mismos que habían cedido los terrenos para la
construcción de la sede neoyorkina de Naciones Unidas, obteniendo a cambio una considerable
revalorización de los adyacentes, también de su propiedad. La sala en cuestión se inauguró en
1955 con el nombre de «Sala de Meditación de los Laicos Cristianos», pero tan solo dos años
después pasaba a llamarse «Sala del Silencio», así rebautizada por el masón sueco Dag
Hammarskjóld, Secretario General de la ONU, —un jefe de Estado en potencia para los
mundialistas— que llamó a la piedra colocada en su centro «altar de la religión universal». Era
una piedra “cúbica”, como la de las logias, símbolo del masón ya pulido por su proceso
iniciático, que contrasta con la piedra bruta que se sitúa enfrente: una piedra sin desbastar, tal
como salió de la cantera, símbolo del «profano».
No es esta la única referencia masónica del templo neoyorkino; la sala tiene forma de pirámide,
sin ventanas ni claraboyas. Es una evocación de los misterios de Egipto que le serán desvelados
al iniciado; adorador, más o menos consciente, del dios Osiris; en algunos ritos, y ciertos
grados, de forma patente. Trataremos sobre la presencia del dios egipcio en la Masonería en
este mismo apartado, pero conviene recordar que ya el mito rosacruz pretendía que los primeros
de la Hermandad recibieron los misterios de Egipto directamente en la Gran Pirámide. ¡Y todo
esto en pleno Manhattan!
También en Nueva York se encuentra el Templo de la Comprensión, vinculado a la asociación
del mismo nombre, fundados ambos por iniciativa de la masona Eleanor Roosevelt, viuda del
presidente masón, padre en buena medida, de la ONU. Su viuda perteneció a la Logia Unida de
los Teósofos de Nueva York. ¡Curioso personaje esta Primera Dama! Presidenta de la Comisión
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, designada por Traman, y de la Comisión
Presidencial del Estado de la Mujer, masona y teósofa. Por tanto, gnóstica y esotérica. 659 Su
657
Julen Huxley, U.N.E.S.C.O.: its purpose and its philosophie (su objetivo y filosofía), 1948, pp. 5 y 45
658
Ibíd
659
De clara influencia cabalística, la teosofía, fue fundada en Nueva York en 1875, por el coronel y abogado
Henry Steel Olcott y por la masona esotérica, espiritista y ocultista, de origen ucraniano, Helena Blavatsky —
instalada en la India donde fingió varios viajes al Tíbet para entrar en contacto con los «Maestros Secretos», que la
incorporaron, según ella, a su cadena oculta, antes de fundar la Sociedad Teosófica—. Sostiene que la humanidad
152
asociación, convertida en ONG en 1975, aspiraba a «promover la comprensión entre las
religiones mundiales, reconocer la unidad de la familia humana y lograr la formación de una
ONU espiritual». 660 Alcanzar, en definitiva, «lo común a todas las religiones», el mito
sincretista de las Constituciones de Anderson.
Hablando de templos, la señora Roosevelt en 1949 inauguró en París un templo masónico que
llevaba el nombre de su marido: Franklin D. Roosevelt. La feminista Yolanda Alba, premiada
por la UNESCO, ha publicado un extracto de la reseña de aquella inauguración:
También en Europa existe una templo de la religión de NOM; concretamente en París, entre los
edificios de la UNESCO, junto a la plaza de la Tolerancia; el llamado Templo de la Meditación.
Carece, por supuesto, de cualquier símbolo religioso; es tan sincretista como los neoyorkinos,
y, ya en su ubicación, muestra su vínculo con el proyecto sincretista de la ONU. 662
La religión del NOM trata de imponerse con argumentos prácticos: según sus promotores, el
planeta está en peligro a causa de la especie humana; parten de principios malthusianos: los
recursos son limitados; la reproducción humana es tan peligrosa que amenaza no ya solo a la
humanidad sino —algo que se apunta como más preocupante incluso—: a la “Madre Tierra”.
Sin la imposición de una nueva ética, el NOM, que viene a salvamos de nosotros mismos, no
podrá establecerse; o, caso de lograrse totalmente, mantenerse luego. Felizmente para algunos,
esta medida “necesaria” coincide con la vieja creencia masónica panteísta. Deben cambiarse, en
cualquier caso, las conciencias.
«Como decía el cardenal Ratzinger, para el Nuevo Orden Mundial se convierte en una
necesidad destruir el Cristianismo, vaciándolo de su fe en Cristo y en la Iglesia, para convertirlo
en una mera doctrina de ayuda, solidaridad social o beneficencia». 663 Es decir, un Cristianismo
sin dogmas, sin defensa de la verdad, sin adhesión a la Iglesia y a su doctrina; lo que podría
admitirse en algunas logias sin excesivos inconvenientes. Sin destruirlo no será posible
establecer ese «peligroso poder universal de tipo monocrático» 664 sobre el que alertaba
Benedicto XVI, pronunciándose a favor de un gobierno de tipo subsidiario para la
globalización. Algo que ya vimos al hablar de las organizaciones pantalla de la Masonería. La
máscara de ese «peligroso poder» es el panteísmo del que estamos hablando.
está en un proceso de evolución que ha producido o producirá siete razas con siete subrazas cada una, que irán o
han ido emergiendo de la Tierra. Increíblemente, Blavatsky es reconocida como fuente de la Sociedad Teosófica,
la New Age —de la que ella profetizó una gran eclosión—, y de una de las corrientes de la Internacional
Socialista. Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 602-603.
660
Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 391-393.
661
Yolanda Alba, o. c., p. 145
662
Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 391-393
663
Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 37
664
Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate, 57
153
Para esa “defensa del planeta”, los mundialistas de siempre encargaron la redacción de un
documento, que nació vestido de ecologismo: La Carta de la Tierra, promotora de un
neopaganismo panteísta. 665 Fue elaborada para convertirse en paradigma de una «nueva ética
para un mundo nuevo», diseñada por Naciones Unidas; «el decálogo de la Nueva Era», según
sus autores. «Un código universal de conducta» para personas y naciones. «La salvación de la
Tierra» fue acordada en la Cumbre de Río de Janeiro, en 1992. La primera versión de la Carta
se redactó en 1997 en el curso de las reuniones del Consejo de la Tierra bajo la dirección de
Mijail Gorbachov; entregada al Secretario General de la ONU, Kofi Annan e incorporada a las
deliberaciones de la Comisión de Desarrollo Sostenible, realizadas en abril de aquel año.
Entre sus redactores se encontraban el profesor Steven Rockefeller, de la Fundación que lleva
su nombre, Federico Mayor Zaragoza 666 —Director General de la Unesco— y James
Wolfenshom, Presidente del Banco Mundial, que financia el CFR. La conexión entre
Masonería, Naciones Unidas, instituciones internacionales, y la Carta de la Tierra era evidente.
Está impulsada, además, por dos ONG con estatus consultivo en la ONU: La Cruz Verde
Internacional, presidida por el propio Gorbachov, y el Consejo de la Tierra, cuyo presidente,
Maurice Strong, miembro del Foro de Davos, fue Subsecretario General de Naciones Unidas y
Secretario General de las Conferencias de la ONU sobre Medio Ambiente. Por si no fueran
suficientes apoyos, Kofi Annan ordenó que los contenidos de la Carta se incorporasen a las
deliberaciones y documentos de la Cumbre de Johannesburgo de 2002.
Por entonces, ya recibía culto público: escrita en papiro, guardada en el Arca de la
Esperanza, 667 la Carta fue llevada en procesión desde el Centro Interconfesional del Diálogo
(también llamado Templo del Entendimiento Universal) a la sede de Naciones Unidas y
“presidió”, como estaba previsto, la cumbre de Johannesburgo para «iluminar a los
representantes de las naciones». Se trataba de imponer una nueva religión.
Gorbachov no pudo ser más explícito cuando declaró en 1997: «el mecanismo que usaremos
será el reemplazo de los Diez Mandamientos por los principios contenidos en esta Carta o
Constitución de la Tierra». 668 Todo ello, supuestamente, para evitar la superpoblación: «si la
raza humana se sigue reproduciendo producirá daños irreversibles en la biosfera», explicaba
también Gorbachov. Muy oportunamente, surgía por entonces, gracias a la imposición creciente
de la ideología de género, una visión negativa de la maternidad en las agencias de Naciones
Unidas: en 2003, la Directora de la División para el Avance de la Mujer, Carolyn Hannan, 669 la
calificaba de «trabajo, carga o impuesto reproductivo». «A partir de ahí todo lo que sirva para
“liberar a la mujer del trabajo reproductivo”, por ejemplo, el aborto, debe ser admitido social y
jurídicamente». 670
Por eso mismo, la Carta de la Tierra contiene un «mandamiento ecologista»; «adoptar patrones
de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenerativas de la
Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario». 671 Y otro estableciendo la ideología
de género como norma fundamental: «Afirmar la igualdad y equidad de género como
prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el
cuidado de la salud y la oportunidad económica». 672 Como dice Sanahuja, se «busca dar una
base ética a un férreo control mundial».
665
Ver Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable..., pp. 73 y ss
666
Quien, desde 1992 recogía firmas de personalidades mundiales a favor de la Carta
667
Un remedo del Arca de la Alianza, decorada con escenas panteístas
668
Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 44
669
«Sueca, especialista en cuestiones de género, que antiguamente revistaba en la oficina de la Asesora Especial
para cuestiones de género del Secretario General, Ángela King, otra activista del feminismo», Juan Claudio
Sanahuja, El desarrollo sustentable.., p. 184n
670
Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable.., p. 185
671
Ver Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 45
672
Ibid.
154
La Carta de la Tierra, aparte del soterrado, tuvo un explícito apoyo masónico:
Desde su origen, la Iniciativa Carta de la Tierra, al igual que otros proyectos éticos del
nuevo orden, tenía un aire marcadamente masón. Para despejar dudas ingenuas, la
propia Masonería, el 27 de marzo de 2006, reconoció su apoyo a la Carta: el entonces
Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, Sergio
Héctor Nunes, dirigió a sus cofrades la llamada Carta Antártica de la Masonería de
Argentina. En ella, en el epígrafe “La Carta de la Tierra y el Desarrollo Sostenible” se
afirma: “La Carta de la Tierra se encuentra además influenciada por la nueva visión
mundial científica, incluyendo los descubrimientos de la cosmología moderna, la
biología evolutiva, la física y la ecología. Se inspira en la sabiduría de las religiones del
mundo y las tradiciones filosóficas ancestrales. Además, refleja el pensamiento de los
grupos y organizaciones vinculados con la defensa de los derechos humanos, igualdad
de género, la sociedad civil, el desarme y la paz [...] Es por eso que nuestra Orden ha
suscrito el Tratado” [...] 673
Complementando el proyecto panteísta, por la misma época, surgía otra iniciativa tendente a
imponer el sincretismo; necesario para seguir afectando tolerancia en ese proceso de
destrucción del Cristianismo del que hablaba Ratzinger. Nuevamente, con el apoyo, y bajo la
dirección de las Naciones Unidas: concretamente, a través de la UNESCO y del WWF (World
Wide Fund for Nature); y la participación, también en este caso, del Foro de Davos.
En 1993, en el lugar adecuado, el Parlamento de las Religiones del Mundo, Hans Küng, 674 un
teólogo a quien la Santa Sede había prohibido la enseñanza de la teología católica, presentaba el
proyecto Etica Planetaria. Se iniciaba un proceso de imposición de la «nueva ética cósmica,
enunciada al estilo de la Masonería, compuesta de una mezcla de gnosis, expresiones de buenos
deseos y de la vaga y alienante espiritualidad new age. La Etica Planetaria es una buena
respuesta al proyecto de la UNESCO de ética universal de valores relativos. El mismo Küng la
define como “una síntesis superadora de todas las religiones del mundo”». 675 Julen Huxley,
primer presidente de la UNESCO, habría estado totalmente de acuerdo. «Las actitudes morales
fundamentales quedan reducidas a palabras sin contenido claro: paz, justicia, equidad, dignidad,
compasión, tolerancia, solidaridad, diálogo, respeto de la pluralidad, cuando no ambiguas en sí
mismas, como el término creyentes, que abarca a todos los seres humanos que creen en algo o
en alguien. En el lenguaje de la ética global sería sinónimo de una especie de sincretismo
universal». 676 Vuelvo a recordar que, en 2014, por ser creyentes sus organizadores, la
presidenta de Harvard autorizó en su campus una misa negra, en lo que fue un perfecto ejemplo
de la eficacia del «secuestro del lenguaje» y la deliberada ambigüedad empleados por Küng. Un
teólogo tan pragmático que ha sido capaz de crear una ética adaptada a un plan preconcebido:
en el primer capítulo declaraba: “Estos principios parten de la base de que el Nuevo Orden
Mundial no puede subsistir sin una ética planetaria”.
Conclusión: se trata de establecer «unos nuevos principios éticos al servicio del proyecto
político de dominio. La religión al servicio del poder [...] Es el hombre quien construye su
673
Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 55. Ver también Noticias Globales (NG) n° 940, “Argentina:
Masonería y Carta de la Tierra”, 27-11-08, en www.noticiasglobales.org. Vid. Noticias Globales (NG) n° 612,
“Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la Masonería”, 26-11-83, 30-12-03, en
www.noticiasglobales.org.
674
Sacerdote católico suizo; teólogo heterodoxo, opuesto al dogma de la infalibilidad papal, fue profesor de
Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga; desde 1995, es Presidente de la Fundación por una Etica
Mundial
675
Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 55.
676
Ibíd., p. 57
155
código ético, en guerra abierta con Dios: el antiguo proyecto de las logias». 677 Sanahuja se
preguntaba: «Ante este panorama [...] ¿por qué no quedarse con la vieja Masonería, en lugar de
crear algo parecido?, ¿o se trata de la vieja Masonería visible que se maquilla para el siglo
XXI? Michel Schooyans 678 da por sentado que detrás de todos los proyectos de nuevos
paradigmas éticos, se encuentra la Masonería hermética o Masonería oculta». 679
Avanzaba la corrupción de la democracia: los Gobiernos occidentales, aferrados a un
implacable positivismo jurídico, —«No importa si hay niño, lo que importa es que se cumpla la
ley»— irían abrazando, uno tras otro, el relativismo masónico. Lo denunciaba San Juan Pablo
II, en 1993:
677
Ibíd.
678
Sacerdote de la archidiócesis de Malinas; doctor en Filosofía y Teología, profesor de la Universidad Católica de
Lovaina, miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales del Vaticano; autor, entre otros títulos de Nuovo
disordine mondiale: la grande trappola per ridurre il numero dei commensali alia tavola dell 'umanitá, L
’avortement: enjeux politi- ques; La dérive totalitarie du liberalisme, y El imperialismo contraceptivo: sus agentes
y sus victimas.
679
Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable..., p. 125
680
San Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 101
681
Manuel Guerra, Masonería.., p. 62
682
Le Fígaro, 20 de febrero de 1998, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 62
683
Stephen Knight, The Brotherhood..., p. 76, en Manuel Guerra, Masonería..., p. 62
156
Blair) prohibiendo las logias de militares en los cuarteles». 684 ¡Pero se dio! No parece, sin
embargo, que consiguieran grandes logros los laboristas con su campaña por la transparencia en
contra de la Masonería, pero es un dato chocante que la misma se hubiera desarrollado en el
Reino Unido. Donde reside la madre de todas las logias; la que ha marcado el rumbo de la
política británica desde su nacimiento; la tan unida a la Corona y a la Iglesia de Inglaterra. ¿Qué
pasaba entonces? La Iglesia anglicana, después de dos siglos y medio de estrecha unión, había
cambiado su postura hacia la Masonería. ¿Pudo influir ese cambio histórico del Anglicanismo
en el rechazo político a la Masonería en su propio territorio? Lo hiciera o no, ese cambio se
había producido.
En 1986, la cabeza visible del clero anglicano manifestaba su rechazo a la Masonería mediante
un documento oficial, Freemasonry and Christianity, editado por la Church House un año más
tarde, «por orden de un arzobispo de Canterbury que ya no pertenecía a la Masonería». 685 El
Anglican Synod declaraba herética la Masonería y condenaba como pagano el nombre de
Jahbulon; el blasfemo “nombre de Dios”, la llamada «Palabra Perdida» que se revelaba a los
masones iniciados en el Arco Real. 686 «El verdadero nombre de Dios», transmitido
advirtiéndole al iniciado que la violación de ese secreto le traería como castigo «sufrir pérdida
de la vida y arrancárseme la cabeza».
Procede ese nombre de la unión, en pie de igualdad, de Yahve —Jehová, el Dios verdadero del
Antiguo Testamento— con Baal —dios siríaco— y On —de Osiris, el dios egipcio—. Los
obispos anglicanos declaraban blasfema la síntesis que equiparaba a Dios con las divinidades
paganas. «Aun así la Iglesia anglicana no se atrevió a condenar de frente a la Masonería pero
desde el informe de la comisión [redactara de la condena] prácticamente todos los obispos
anglicanos han dejado de ser masones, y muchos anglicanos han abandonado la Masonería». 687
Todo había empezado cuando Walton Hannah, publicó Darkness Visible en 1952, dando a
conocer, tras minucioso estudio, los rituales masónicos, «tal como los practicaba la Gran Logia
de Inglaterra», tan paganos y anticristianos como la misma «palabra perdida», que también
reveló.
Fue un acto valiente, realizado en medio de grandes presiones, que le valió el exilio
“voluntario” en Canadá y acaso hasta su extraña muerte, en 1966; nunca bien aclarada. Pero
dejó un discípulo, Stephen Knight, autor de otro libro importante sobre la secta, The
Brotherhood, publicado en 1983, con el revelador subtítulo de The secret World of freemasons,
(El mundo secreto de los masones), que continuaba el estudio de los rituales masónicos donde
Hannah los había dejado. Daba a conocer, además, toda una serie de casos de corrupción
policial relacionada con pornografía y Masonería, que levantó un gran escándalo; su libro se
convirtió en un best seller, aunque él también, como Hannah, tuvo una muerte prematura y
poco clara. 688
684
Pepe Rodríguez, La Masonería al descubierto. Del mito a la realidad, 1100-2006, p. 227, en Manuel Guerra,
Masonería..., p. 258
685
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible.., p. 390.
686
El grado 4o, al que se llega después de superar los tres primeros de la «Masonería azul», convertido ya en
Maestro. La «palabra perdida» había “desaparecido” con la muerte de Hiran y la Masonería, supuestamente, la
habría recuperado.
687
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 390
688
«En su libro anterior (Jack the Ripper: The Final Solution - “Jack el Destripador: la solución final”-, G. Harrap,
London, 1976) implica a la Masonería, por la condición masónica de algunos de los cinco asesinos englobados en
la designación “Jack...” y porque asesinaron a las cinco prostitutas del barrio londinense de Whitechapel en 1888
según el ritual masónico (juramento del grado 1o); tuvo un gran éxito de venta. El Destripador les rebanaba el
cuello, degollándolas, y luego les extirpaba los órganos internos (útero, etc.). Knight murió en extrañas
circunstancias a los 33 años de edad, 18 meses después de la publicación de The Brotherhood, donde manifestaba
su intención de completarlo en otro. Según Martin Short, no pocos, también algunos masones, creen que lo
mataron los masones (Inside the Brotherhood: Furter Secret of the Freemasons, London 1989, 16-21)». Manuel
Guerra, Masonería..., p. 198.
157
Pero, “casualmente, la Gran Logia Unida de Inglaterra suprimió las referencias a castigos
corporales en sus ritos, y, aparte de las numerosas deserciones ocurridas en la Masonería
británica, hubo otros cambios, cuya génesis venía de atrás: Felipe de Edimburgo, iniciado en la
«orden» por supuesto, a pesar de resistirse largamente, 689 rechazó el puesto de Gran Maestro de
la Gran Logia de Inglaterra que le estaba reservado, por lo que el duque de Kent, 690 primo de la
reina, se convirtió en jefe supremo de la más regular de todas las Masonerías. Eso ocurría en
1966, cuando los hijos de Isabel II —Gran Protectora de la Gran Logia de Inglaterra— eran
muy jóvenes o niños, pero el actual Príncipe de Gales, a pesar de los muchos requerimientos de
que ha sido objeto, se ha negado sistemáticamente a iniciarse en la discreta «hermandad». Algo
ha cambiado “discretamente” en la Masonería inglesa, la más inmutable, el referente de todas.
Seguramente los libros de Hannah y de Knight tuvieron algo que ver. Unos éxitos póstumos
que a sus autores pudieron costarles muy caro.
Bastó la publicación de los secretos masónicos; el estudio profundo de sus rituales, para
cambiar las actitudes de los dirigentes ingleses; religiosos, políticos y dinásticos. Aunque no se
comprende que hubiesen tardado tanto en descubrir el mensaje que encerraban: en el siglo XIX
con mayor conocimiento de causa que Hannah, el ex masón español Mariano Tirado Rojas
había publicado dichos rituales sin alcanzar, desde luego, la difusión que tuvieron en el XX las
obras de los expertos ingleses; pero el suyo era ya un tratado de obligada consulta para el
estudio de la Masonería desde hace más de cien años. De la iniciación en el grado 33, la
culminación visible del proceso, —exceptuando los grados de iniciación menos conocidos aún
que superan ese número dos veces— «después de haber dicho a los graduandos que los
enemigos de la secta son la Ley, la Propiedad y la Religión, se les refiere una falsa historia de
Cristo, cuyo relato es un conjunto de las más atroces y sacrilegas calumnias que pueda inventar
un poseído de Satanás»:
En esa infame narración se presenta al glorioso Patriarca San José como un brutal
soldado que sedujo a la Santísima Virgen María, cuya virginidad se niega; a Nuestro
Señor Jesucristo se le presenta como hijo natural y después legitimado del Patriarca San
José, y por ese estilo se intenta, aunque en vano, manchar la honra inmaculada de la
Sagrada Familia. 691
La obra del español, como puede verse, no entraba en complejos análisis simbólicos de
crípticos significados esotéricos, pero bastaba y sobraba para deducir qué grado de
compatibilidad existía entre Masonería y Cristianismo. Con torpe y blasfemo sarcasmo, en
nuestros días, un autor masónico comparaba a la Virgen María con un caballito de mar por «lo
curioso de su reproducción», y decía asombrarse por el hecho de que la Iglesia rechazara la
ideología de género mientras proponía como modelo a una «familia tan extraña como la de
Nazaret». No; no ha cambiado la «hermandad», por más que trate de camuflarse. Por lo que
fuera, en Inglaterra empezó a conocerse su verdadera visión del Cristianismo a mediados del
siglo XX; señalando ese descubrimiento lo que parece un punto sin retorno en la historia de la
secta dentro de las islas británicas. Mientras en su propia cuna entraba en decadencia, en otras
latitudes, a nivel mundial, la Masonería alcanzaba, sin embargo, sus mayores éxitos históricos,
a la vez que mantenía su eterna lucha contra la Iglesia Católica. Aparte de esto ¡Qué poco se ha
hablado de ese rechazo anglicano a la Masonería!
689
Pudo ser a causa de la condena de la Iglesia ortodoxa griega contra la Masonería, lo que, en opinión de Ricardo
de la Cierva, debió influirle, como príncipe de Grecia que era. Aunque no fue el primero de su familia en iniciarse
en las logias
690
Se había iniciado en 1964
691
Mariano Tirado Rojas, o. c., tomo I, p. 176
158
La batalla por la vida. Humanae vitae; Evangelium vitae
A mediados del siglo XX se produjo, con gran implicación de la Masonería, una evolución de
la sociedad occidental tan revolucionaria como mortífera: el feminismo radical, con el decisivo
apoyo masónico, estaba en el empeño de convencer a la mujer de una terrible falacia: el niño
que crece en su interior no es otra cosa que un objeto de su propiedad, sobre el que tiene, por
tanto, la libre disposición; un nuevo tipo de esclavitud donde la vida del hijo-cosa está en
manos de su madre. La revolución cultural de los sesenta hizo el resto, estableciendo un
pansexualismo devastador que, desvinculando totalmente sexualidad de reproducción, convertía
el placer sexual en una de las principales finalidades de la vida humana; cuando no en su razón
suprema. 692 Tampoco era ajena la Masonería a esa visión reduccionista del ser humano: ayudó
a crearla, de forma determinante, a través de la escuela de Frankfurt.
Dicha escuela se formó en los años veinte con una pléyade de intelectuales, masones en su
mayoría, de inspiración marxista —Jürgen Habermas, Erich Fromm, Herbert Marcuse, Walter
Benjamín, Frank Borkenau, entre otros— que marcaron el rumbo de aquella evolución
espiritual. Dispersados por el nazismo, pasaron a los Estados Unidos donde fueron
oportunamente utilizados por la Masonería americana y tuvieron una gran influencia en el
mundo académico. Marcuse, sobre todo, desde la Universidad de Berkeley galvanizaba a toda
una generación llamándola a rebelarse contra la sociedad y sus convenciones; su influencia
entre los jóvenes europeos fue también considerable. Como lo fue la de otro filósofo masón de
grado 3o, concretamente de la B’nai B’rith, ya muerto entonces: Sigmund Freud. 693 Todo
quedaba marcado y condicionado por la sexualidad; el mensaje que llegaba a los estudiantes de
la época era que debían romper los tabúes de la sociedad “burguesa”; muy concretamente los
sexuales. Sin ese planteamiento no puede explicarse el 68. Uno de cuyos resultados fue la
legalización del aborto a gran escala.
Era el origen del más duradero, extenso y aceptado de todos los genocidios de la historia. Un
genocidio que ha corrompido a las sociedades occidentales desde sus raíces, como señalaría
Juan Pablo II en Evangelium vitae. Porque se ha establecido una divergencia entre ley y
justicia; una verdadera sima de muy peligrosos alcances. Y se ha llevado a cabo basándose en
una nueva ética «de diseño»; tanto como los textos que Freud «planchaba» en su propia logia
vienesa. La Iglesia, como es lógico, se posicionó radicalmente en contra desde el principio: ya
en uno de los documentos del Concilio Vaticano II se equiparaba aborto a infanticidio,
calificándolos de la misma manera: «el aborto y el infanticidio son crímenes abominables». 694
La lucha en defensa de la vida por parte del Vaticano fue ya incesante y tuvo su momento
álgido en los años de San Juan Pablo II, que hizo de esa defensa el eje de su pontificado.
Asumió el gran desgaste que le acarrearía su postura, contraria al poder político y mediático en
muy alta proporción: no solamente dedicó una encíclica al tema —Evangelium vitae— sino que
acuñó el término de «cultura de la muerte» para referirse a la que se iba adueñando de las
naciones que fueron en sus orígenes parte de la Cristiandad y llevaron el Evangelio a todos los
continentes. Extendían ahora sus errores al resto del mundo: el pensamiento único que iba
imponiéndose estaba marcado por esa siniestra cultura.
692
Ver Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Ed. Ariel, 1964
693
«En el discurso —leído en su nombre— ante la B’nai B’rith de Viena con ocasión de su 75 cumpleaños, Freud
reconoció su pertenencia a la B.B. y, además, que había leído sus trabajos primeramente en las reuniones de su
logia, o sea, sus teorías habían sido “planchas” o textos echados en el “saco de proposiciones”, leídos ante los
hermanos y corregidos antes de su publicación. Agradeció asimismo que los masones, especialmente los de su
logia, le hubieran ayudado cuando sus ideas revolucionarias fueron desacreditadas y combatidas por los médicos-
científicos vieneses». Ver Emmanuel Ratier, Mystéres et secrets du B 'nai B'rith, en Manuel Guerra, Masonería...,
p. 345.
694
Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, 1965.
159
El papa, por último, se enfrentó a las cumbres internacionales, que convocadas para debatir
sobre cuestiones como «población», «familia y mujer», fueron instrumento de los ingenieros
mundialistas para imponer unos criterios opuestos a la ley natural; contrarios a la vida misma y
a la razón. Frente a la Iglesia, y en estrecha colaboración con dichos ingenieros, estuvo —sigue
estando—, la Masonería; la visible y la invisible. En ocasiones, incluso reconociéndolo
abiertamente.
Eso fue lo que ocurrió en el caso de Francia: la legalización del aborto iba en el programa del
masón Giscard d’Estaing, 695 y quien la introdujo fue la ministra Simone Veil, que tenía como
consejero al doctor Pierre Simón, masón de la logia parisina La Nueva Jerusalén, Gran Maestro
de la Gran Logia de Francia, que se reconocía como tal, y se mostraba sumamente orgulloso del
papel representado por la Masonería en todo el proceso. Porque la del aborto contaba ya con un
punto de apoyo: otra ley aprobada gracias al poder masónico; la llamada «ley Neuwirth».
Una vez más, un masón arrepentido, Maurice Caillet, —y van tres incluidos en este libro—
proporciona un testimonio autorizado que desvela interioridades masónicas; relativas a la
legalización de los anticonceptivos y del aborto, en este caso: Caillet, médico ginecólogo,
Venerable Maestro de una logia del Gran Oriente de Francia, miembro de la Orden Rosa Cruz,
y convertido finalmente al Catolicismo en 1987, en su libro Yo fui masón, 696 relata,
valientemente, su propia evolución ideológica y espiritual. Un proceso similar al de Abad-
Gallardo, que le llevó a dejar la secta; incluyendo en su relato la participación que tuvo la
Masonería en la legalización del aborto.
Ya convertido, decía «Fustigué en el opúsculo Hedonismo o Cristianismo (Ed. L’Icóne de
Marie) la deriva de las costumbres de nuestro país, bajo la influencia soterrada de la
Masonería». 697 Pero mucho antes, «En 1967 celebré que la Asamblea Nacional aprobase la
proposición de ley del diputado masón Lucien Neuwirth que autorizaba en Francia la
contracepción artificial, la píldora y el DIU». 698 Era lógico que lo celebrase: en aquella época
esterilizaba hombres y mujeres —a pesar de que la ley francesa lo consideraba «mutilaciones
voluntarias»—, había traído de Estados Unidos sus primeros dispositivos intrauterinos y era
miembro de Planificación Familiar. Empezó a constatar que «la promiscuidad sexual tenía
consecuencias que, para mí, eran imprevisibles: frigidez en las chicas e impotencia en los
chicos [...] así como el recrudecimiento de las enfermedades de transmisión sexual, fuente de
esterilidades dramáticas», pero no lo confesaba a causa de sus «compromisos filosóficos»; es
decir, los vínculos con su logia y sus enseñanzas. «Además continuaba siendo partidario de la
libertad de costumbres [...] Tampoco lo comenté en la organización Planificación Familiar, de
la cual era miembro, ya que temía ser “políticamente incorrecto”». 699
Estaba entonces en plena sintonía con los planes masónicos y cerraba los ojos a la realidad;
siendo ya Venerable Maestro, practicó abortos, pero de manera legal, porque coincidiendo con
su promoción masónica, se derogaba la ley de 1920 que penalizaba tanto a la mujer como al
facultativo que los practicase.
El proyecto de ley sobre el aborto fue elaborado por Simone Veil, encargada del Ministerio de
Sanidad, que tenía como consejero al citado Pierre Simón. Aprobada por el Consejo de
Ministros en noviembre de 1974, la ley Veil fue ratificada en diciembre y promulgada el 17 de
enero de 1975. Venía a completar la ley Neuwirth, de 1967, que legalizaba los anticonceptivos,
y su texto se había «planchado» en La Nueva Jerusalén, la logia de Pierre Simón. 700 Se cerraba,
695
Grado 33 en el Gran Oriente de Francia
696
Maurice Caillet, Yo fui masón, Ed. Libros Libres, 2008
697
Maurice Caillet, o. c., p. 166
698
Ibíd., p. 14
699
Ibíd., p. 34.
700
Con el título “Impacto técnico sobre la moral social”. Además se procuró que el libro de Pierre Simón El
control de los nacimientos. Historia, fisiología y moral, llegase a todos los diputados que formaban parte de la
160
por tanto, un proceso legal en el que la Masonería había intervenido de principio a fin. « ¡Los
diputados y senadores masones de derechas y de izquierdas votaron como un solo hombre!». 701
Otra demostración de que la Masonería está por encima de la política e impone sus criterios,
cuando tiene ocasión, al margen de los partidos, y sin contar demasiado con la opinión de sus
votantes. Tanto la ley Neuwirth como la Veil significaban victorias masónicas y así fueron
celebradas por las logias.
Entre una y otra ley, Pablo VI702 publicaba Humanae vitae, 703 defendiendo la sacralidad de la
vida humana, y la dignidad que debe acompañar a su transmisión. Naturalmente se pronunciaba
sobre el aborto:
[...] debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente como vía lícita
para la regulación de nacimientos la interrupción directa del proceso generador ya
iniciado y sobre todo el aborto directamente querido y provocado aunque sea por
razones terapéuticas. 704
La campaña mediática fue violenta; todos los medios masónicos y afines, naturalmente,
reaccionaron; el papa quedó impresionado por su radicalidad hasta el punto de que puede
considerarse la publicación de Humanae vitae como un antes y un después en su biografía y en
su magisterio; pero no retrocedió. Ni lo harían sus sucesores.
Pierre Simón, el consejero de la ministra Veil, publicó, años más tarde, un libro en el que
supuestamente defendía la vida; ya el título, engañoso, parecía anunciarlo: «La vida ante todo»
(De la vie avant toute chose). 705 Pero ¿qué entendía por «vida» el autor? Puro hedonismo
simplemente, eso queda claro: «Amar verdaderamente la vida, respetarla, implica muchas veces
el deber y la valentía de rechazarla»; «el nacimiento de un niño que sea anormal sin remedio
posible: “dejar morir”, ¿no es preservar la vida?». 706 No cabe mayor manipulación del concepto
de vida humana; para el Gran Maestro no era evidentemente un don en sí misma, sino una
oportunidad que se ofrece al individuo para un goce puramente material o intelectual. Los
discapacitados o enfermos solo pueden estorbarlo. Era una justificación de la eugenesia; ¡algo
que nos retrotraía a Esparta o, como poco, al nacional-socialismo! Pero se vestía de progreso:
sin falsos pudores, Simón interpretaba el significado de la ley del aborto: «La ley Veil es una
gran victoria de la Masonería sobre el pensamiento judeo-cristiano». 707 La declaración venía de
quien representaba al Gran Oriente. ¿Cómo cuestionarla abiertamente desde los medios afines?
Pero lo cierto es que había ido un poco demasiado lejos: la propia Masonería, avergonzada de
su Maestro, retiraba el libro de las librerías. Suelen expresarse los «hermanos» de manera más
discreta. Sostenía el consejero de la ministra del aborto que aborto y eutanasia son un
«derecho»; incluso, en ciertos casos, «un deber». ¡El hombre deificado!, convertido en lo que
no es: dueño de la vida y de la muerte. El lo expresaba con palabras sobrecogedoras, pero era
cierto; ese era el contenido de la ley. Nada más satánico entre todo lo legislado en países
democráticos hasta entonces. El Cardenal Ratzinger se hizo eco del pensamiento de Pierre
Simón, alertando sobre los peligros que entrañaba su filosofía:
161
Maestro de la Gran Logia Masónica de Francia, que preanuncian una medicina
concebida como proyecto de cambio de la vida del hombre: «Si la gran victoria de la
medicina en el pasado fue la de hacer retroceder la muerte, la segunda victoria será la de
cambiar la noción misma de vida (...) La vida humana pierde hoy el carácter absoluto
que tenía en el Génesis o en Aristóteles o Buffon, para ser un concepto que se modela y
desarrolla conforme a las leyes, a las ideas y al conocimiento. La vida es lo que hacen
los vivientes; es la cultura la que la determina»; «Y nosotros somos muy conscientes de
que esta batalla no es solamente técnica, sino más bien filosófica. La vida como
material', este es el principio de nuestra lucha (...) Aquí está justamente la idea-motor:
plantear el principio según el cual la vida es un material, en el sentido ecológico del
término, y que nos corresponde a nosotros administrarla». Ciertamente, cuando uno se
da cuenta de que de este modo todo puede estar a merced del poder y del poder del más
fuerte (...) entonces surge el miedo. Ante una «libertad sin ley» (1 Cor 9,21: anomoi), se
trata de huir refugiándose en una «ley sin libertad». Es la otra oscilación,
diametralmente opuesta al péndulo de una libertad que ha perdido su nexo con la
verdad. 708
«Miedo ante el poder del más fuerte»; «Ante una supuesta libertad sin ley natural». Ratzinger
tenía razón; eso era lo que inspiraban las palabras de Pierre Simón. Su sombra se sigue
proyectando en el presente: con la misma valentía demostrada por Maurice Caillet, en 2015
Serge Abad-Gallardo, conocedor de la Masonería desde dentro, declaraba:
En Francia, desde 2012, muchos ministros son masones. Y los Grandes Maestros del
Gran Oriente, de Derecho [Humano] o de la Gran Logia [todas las potencias masónicas]
quieren cambiar la sociedad. Leyes como el aborto, la eutanasia o el matrimonio del
mismo sexo vienen de ideas masónicas. Un gran maestro de la Gran Logia de Francia,
Pierre Simón, ha confesado que todas estas leyes estaban preparadas en las logias antes
de ser votadas por los diputados. 709
Era evidente; la Masonería no cambia: «La lucha no se inicia, la lucha es eterna. La lucha se
inició hace veinte siglos». 710 Hasta la victoria final...
Pero la libertad, la democracia, y la transparencia informativa, no se veían amenazadas
solamente en Francia, ni la acción masónica se reducía a ese país: el fenómeno era global; las
conquistas supuestamente progresistas tenían su principal plataforma en las Naciones Unidas, y
los eventos organizados por el gran organismo-proyecto de gobierno mundial.
La cumbre de El Cairo, de septiembre de 1994, sobre «Población y desarrollo», se preparó para
debatir, entre otras cuestiones sobre lo que se llamaba, calculadamente, «salud reproductiva»;
«métodos anticonceptivos»; «planificación familiar»; «aborto seguro»..., toda una serie de
iniciativas que, en la práctica tenían un solo objetivo: reducir lo que suele llamarse la
«fertilidad», o sea el número de nacimientos. En principio en los países pobres, pero realmente
en el mundo desarrollado también. Un nuevo ejercicio de secuestro del lenguaje por parte de
sus organizadores: cuando hablaban de «derechos reproductivos», realmente querían decir
implantación de «sistemas contraceptivos a nivel universal»; «desvinculación absoluta entre
reproducción humana y sexualidad», y sobre todo «reducción de la familia»; «redefinición» de
708
Joseph Ratzinger, “La vida en el designio de Dios y en el proyecto del hombre”, en Actas de la novena
conferencia internacional... Dolentium Hominum 28 (año X, n° 1), 1995,11, en Manuel Guerra, Masonería..., p.
349
709
Serge Abad Gallardo, entrevista en Religión en Libertad, Carmelo López-Arias/Aleteia, 28 de abril de 2015
710
Sentencia del presidente mejicano Emilio Portes Gil, ante un congreso masónico, hablando de la entablada en
Méjico con el clero; en clara referencia a las dos ciudades
162
su concepto. Acudían 20.000 delegados de gobiernos, ONG, y medios de comunicación.
Significativamente, el secretario del evento, el doctor Fred Sai, representante de Ghana, era
nada menos que el presidente de Planned Parenthood Federation, la mayor central abortista del
mundo, en la que tenían grandes intereses los sempiternos Rockefeller.
Ya en abril, durante las reuniones de la comisión preparatoria, el propio secretario llegó a
amonestar desde la presidencia a monseñor Diarmuid Martin, delegado de la Santa Sede,
diciendo que «El Vaticano trataba de imponer su concepción de moral sexual en el mundo», 711
lo que fue muy aplaudido por una tribuna llena de activistas a favor del control de natalidad. La
hostilidad hacia la delegación vaticana fue ya una constante. ¿Qué ocurría? Sencillamente, que
con el apoyo del presidente de los Estados Unidos, totalmente involucrado en el asunto, se
trataba de establecer los llamados «nuevos derechos», que no eran aditivos sino excluyentes de
los hasta entonces proclamados. Entre esos nuevos derechos, la delegación norteamericana
trataba de introducir el «aborto sin restricciones», como se le comunicó entonces a la embajada
de Estados Unidos en la Santa Sede, sugiriendo que se guardara silencio al respecto en el «país
anfitrión». 712 Podrá entenderse mejor tal empeño teniendo en cuenta que el presidente era
entonces Bill Clinton, masón y miembro destacado del CFR, como ya sabemos. La Masonería y
sus asociados se aprestaban a poner en marcha una revolución antropológica contra el hombre,
utilizando el entramado de Naciones Unidas, políticos europeos y ONG, que apoyaban a
Clinton para imponer unos «fines imposibles de alcanzar democráticamente en sus respectivos
países». 713
El borrador de El Cairo abordaba el tema de «la familia en sus distintas formas», y el derecho
de los menores a vivir su sexualidad con la guía de las «agencias para la asistencia de la salud
reproductiva», como principales consejeras en materia sexual. El aborto quedaba soterrado bajo
términos como «maternidad segura» o «derecho a la fertilidad». Era el secuestro del lenguaje
llevado al virtuosismo.
Pero en otros párrafos, el texto era más directo: el mismo borrador instaba a los gobiernos «a
utilizar los medios de comunicación, incluidos los seriales de radio y televisión, el teatro
tradicional y otros medios tradicionales de comunicación». Y también a introducir programas
que llegaran a los «hombres en sus puestos de trabajo, sus hogares, allí donde se reunieran para
procrear [sic]»; los adolescentes «deberían ser instruidos en las escuelas y otras organizaciones
juveniles». 714 Nada se dejaba al azar o a la educación de los padres, ya cuestionada. Se dibujaba
una dictadura orwelliana, disfrazada pero asfixiante.
Los cardenales residentes en Estados Unidos y el presidente de la conferencia episcopal
declararon sentirse «ultrajados» por el hecho de que fuera su gobierno el promotor de aquellas
políticas; 715 y el mismo Gobierno, a través del secretario de Estado, respondió afirmando «no
estar en guerra con el Vaticano». Para demostrarlo quizá, el poder masónico internacional,
encamado en el presidente Clinton, visitó al papa. Aunque no desveló los términos de la
entrevista: Clinton dijo escuetamente que «habían hablado de la situación internacional». Pero
Juan Pablo II pasó a la acción: en primer lugar, relacionaba su propio sufrimiento 716 con el de la
Iglesia ante la inminente confrontación de El Cairo; agradecía «el don del sufrimiento» como
«necesario». Su biógrafo resumía así las reflexiones de Juan Pablo II en aquel momento:
711
George Weigel, Biografía de Juan Pablo II..., p. 956.
712
Ibíd., p. 955
713
Ibíd., p. 951
714
Ibíd., p. 957
715
El 29 de mayo entregaron su declaración en la Casa Blanca deplorando «la promoción del aborto, de los
contraceptivos, de la esterilización y la redefinición de la familia», e instando al presidente a cambiar la
«demoledora» agenda estadounidense.
716
El 28 de abril de 1994 sufrió una rotura de fémur que hizo necesario implantarle una cadera artificial. Pero la
operación, realizada en la clínica Gemelli, no fue totalmente exitosa: ya nunca volvería a andar con normalidad.
163
¿Por qué ahora, por qué me ha ocurrido esto durante el Año de la Familia? Porque la
familia está siendo atacada. Y si la familia es atacada, el papa tiene que serlo también,
porque él debe sufrir para que todas las familias del mundo puedan ver que existe un
Evangelio más elevado: el Evangelio del sufrimiento que guiará a las familias del
futuro, a todas las familias del tercer milenio. Tras esta reflexión, Juan Pablo concluyó
que aquel era el testimonio que deseaba transmitir «a todos los poderes mundiales». 717
Esta fue su declaración de guerra; el Vicario de Cristo ofrecía su sufrimiento y, llevado por la
esperanza, llamaba a «los poderes mundiales» a la conversión; Cristo era el Señor de la historia;
contra eso nada podían hacer por victoriosas que pareciesen sus políticas.
Unos días más tarde, el 30 de junio, inició una campaña personal basada simplemente en los
discursos sabatinos del ángelus: doce discursos de diez minutos denunciando los errores de la
próxima conferencia. Defendió, sobre todo, la vida como «el derecho humano básico», el
fundamento de cualquier declaración de derechos; pero habló también del matrimonio
«entendido como unión estable entre un hombre y una mujer que se comprometen a entregar
mutuamente su propio yo y a crear nueva vida»; «un valor originario de creación», cuya
pérdida significaba «un peligro para la humanidad». De la sexualidad dijo, por último, que era
un «lenguaje propio al servicio del amor, y no podía ser vivida solamente desde un plano
instintivo». 718 Con aquellos discursos había cohesionado a una oposición silenciosa y
desarticulada que en todo el planeta asistía estupefacta a los cambios que la ingeniería social
anticristiana iba introduciendo a nivel internacional. Una ingeniería que esperaba que la
conferencia orquestada por sus autores fuera el inicio de una nueva era cada vez más
reconocible. No fue así, y en buena parte se debió a «la decisión del papa de no mantener a la
Iglesia al margen del debate del anteproyecto político»; «El argumento moral resultó ser el más
adecuado para denunciar la imposición de ciertos estilos de vida del Primer Mundo al resto de
la humanidad, a través del derecho internacional y la ayuda extranjera». 719
Las delegaciones del llamado Tercer Mundo no apoyaron la agenda americana, sabedores de
que el principal objetivo de la acción supraestatal eran sus países. Pero, además, en El Cairo
hubo una sorpresa: la muy prestigiosa, internacionalmente reconocida, primera ministra
pakistaní Benazir Bhutto, 720 proclamaba la «santidad de la vida», y denunciaba el anteproyecto
de la conferencia por tratar «de imponer el adulterio, la educación sexual... y el aborto» en la
sesión inaugural, el 5 de septiembre. Se había adelantado a la delegación de la Santa Sede,
despojando de argumentos a sus adversarios, que se preparaban para responder de manera
contundente a los representantes del papa, como único defensor, supuestamente, de una moral
que se trataba de eliminar.
Pero la agenda masónica no debía darse por cancelada; tenían una segunda oportunidad: la
cumbre de Pekín, que se celebraría un año más tarde. El tema central era también idóneo: «la
mujer», y lo coordinaba la Comisión de la Condición Jurídica de la Mujer, de Naciones Unidas.
Esta vez, Clinton no se desgastaría inútilmente; la delegación norteamericana asumiría un perfil
bajo porque podía permitírselo: tomaría el relevo la Unión Europea con algunos países aliados:
Canadá, Barbados, Sudáfrica y Namibia. Y volverían a la carga con los «derechos
reproductivos»; el aborto sin restricciones y algo más: la desaparición de la patria potestad en
cuanto a la educación de los menores; los padres no deberían tener ninguna responsabilidad
reconocida en esa cuestión.
717
George Weigel, o. c., p. 959.
718
Ibíd, p. 961
719
Ibíd, p. 965
720
Del Partido Popular de Pakistán (PPP), de centroizquierda, afiliado a la Internacional Socialista. Asesinada en
diciembre de 2007, supuestamente por Al Qaeda, que lo desmintió. Las sospechas recayeron sobre su opositor, el
presidente Musharraf.
164
Juan Pablo II sabía que debía entrar en liza otra vez: tomó de cara a la confrontación de Pekín,
una medida inteligente: al frente de la delegación de la Santa Sede iría una mujer; la catedrática
de derecho de la Universidad de Harvard, Mary Ann Glendon; una experta en derechos
humanos. Porque, de eso se trataba: San Juan Pablo II sostenía que no era solamente una
cuestión de moralidad; el ataque iba contra esos derechos fundamentales; y el de la vida,
insistió, tenía que ser su plataforma; sin su reconocimiento cualquier declaración era injusta,
indefendible, con fecha de caducidad. Los derechos de la mujer, por otra parte, eran ignorados,
cuando supuestamente se trataba de su «empoderamiento». Del borrador de Pekín la señora
Glen- don dijo con razón: «La visión implícita del progreso de la mujer en el documento se
basaba en un modelo... en que se eliminaban las responsabilidades familiares o se subordinaban
al éxito personal». 721
La víspera de la partida hacia Pekín de su propia delegación, en septiembre de 1995, el papa,
reunido con la señora Glendon y con su portavoz, Joaquín Navarro Valls, analizaba la situación,
que era muy preocupante: dirigiéndose a Navarro, sugirió: «Debemos rezar más. Si algo va mal,
busque refugio en el pueblo». 722
Misterioso mensaje, que, sin embargo, resultó efectivo. La cumbre se desarrolló en medio de la
hostilidad esperada hacia la delegación que representaba a la Iglesia Católica. Los temas,
gravísimos y amenazantes para el futuro de la humanidad, fueron tenazmente desgranados y
defendidos —dieciocho horas diarias de negociación— sin que la prensa informara más que de
los aspectos folklóricos, o diera otra versión que no fuera la oficial, de lo que ocurría en los
debates. La maternidad, el matrimonio y la familia aparecían siempre en el borrador del
documento final como obstáculos para la realización de la mujer, cuando no como «situaciones
propicias para ejercer la violencia y la explotación sexual». 723 Nada más que eso.
Entonces, Glendon y Navarro Valls creyeron interpretar el consejo papal: había que informar al
pueblo de lo que estaba pasando allí; redactaron un brevísimo resumen denunciando las
incongruencias de la cumbre, y lo enviaron por fax a las principales agencias informativas.
Horas más tarde, al publicarse el comunicado, los gobiernos europeos eran interpelados, en sus
respectivos parlamentos, en relación con lo que sus delegaciones estaban defendiendo en Pekín.
«”E1 pueblo” había demostrado tener más sentido moral que aquellos que habían diseñado la
agenda de Pekín». 724 La aprobación de la agenda completa tendría que esperar, aunque el
mundialismo había dado un gran paso; estas conferencias tan cuidadosamente preparadas
siempre lo eran; podría decirse que la intervención de la Santa Sede solo había logrado retrasar
el proceso. Pero era imparable; cuestión de tiempo nada más.
El momento llegó en junio de 2001, cuando los Comités de los tratados de derechos humanos 725
se reunieron en Ginebra. A este «Encuentro de Comités de los Tratados, sobre la aplicación de
los Derechos Humanos a la Salud Reproductiva y Sexual» se le llamó Glen Cove+5. Fueron
invitadas muchas organizaciones abortistas, entre ellas la Federación Internacional de
Planificación Familiar. Era muy revelador de lo que saldría de allí. Vale la pena prestar
atención a la explicación del experto en globalismo, Juan Claudio Sanahuja, sobre lo acordado
en esa ocasión:
721
George Weigel, o. c, p. 1020
722
Ibíd, p. 1021
723
Ibíd
724
Ibíd, p. 1024
725
Comité contra la Tortura; Comité de los Derechos Económicos Sociales y Culturales; Comité contra la
Discriminación Racial; Comité de Derechos Humanos; Comité contra la Discriminación de la Mujer (CE- DAW);
Comité de los Derechos del Niño
165
sexuales y reproductivos —que incluyen el aborto—, especialmente de las y los
adolescentes, erradicando de las legislaciones nacionales toda referencia a los
derechos-deberes de los padres a la educación y a la salud de sus hijos. 726
Por fin, en Ginebra los mundialistas lograban establecerlo: la agenda de El Cairo y Pekín; la
misma de otras cumbres anteriores celebradas en aquella misma década. De momento, no era la
victoria definitiva, porque no podían «erradicar de las legislaciones nacionales» los derechos de
los padres, pero era un paso más; para rematar el proceso tendrán que esperar a la implantación
del NOM que no se logrará plenamente si no es con un gobierno mundial. O al menos, con unos
cuantos; muy pocos. Que podrían establecerse sobre el esquema de la Trilateral.
No podían cambiar las legislaciones nacionales, pero ya habían proporcionado un marco
internacional que podría invocarse como cobertura “moral” por gobernantes o diputados
masónicos.
Tanto como José Luis Rodríguez Zapatero. No invocó el acuerdo del Glen Cove, aunque lo
tenía a mano, cuando introdujo su reforma del aborto. Fue en su segunda legislatura; en julio de
2010. El plazo se ampliaba a 14 semanas de embarazo, más avanzado incluso que el de la ley
Veil, para abortar libremente. Y autorizaba a las menores de edad para abortar sin
consentimiento de los padres. Ya se suspendía, por tanto, la patria potestad en una materia
importante. Lo mismo que pretendía el Gran Oriente de Francia; la transferencia al Estado del
«Róle parental», al menos en ciertos campos... La ley de Zapatero era, además, eugenésica: uno
de los supuestos contemplados era la «enfermedad extremadamente grave» del feto que se ha
ampliado luego en la práctica aplicándolo a enfermos no tan «graves»; incluso a niños con
cualquier minusvalía o deficiencia. Pero lo grave realmente, dentro de la extrema gravedad de
esta ley, es que se contemplara dicho supuesto.
Pero los socialistas españoles en campaña electoral, habían cuidado mucho las formas: hablaron
del «debate social» en tomo al aborto. Otra vez, la técnica de otorgar peticiones aparentemente.
El secuestro del lenguaje era el mismo que utilizan las agencias de Naciones Unidas: el propio
nombre de la ley era un ejemplo: «Salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria
del embarazo». Sus redactores sabían que «aborto» suena mal; viene de aboriri, perecer; mejor
hablar de «salud»; «reproductiva»; «voluntaria», —pro choice—. Saben que se trata de
encubrir la muerte de seres humanos; por mucho que lo oculten “discretamente”. Ya no
solamente la fe y la razón; la ciencia no deja lugar a dudas. La ministra Aido dijo, además, que
se buscaba «una ley que homologara la legislación española a la de algunos países europeos».
Se le podría objetar ¿por qué a la de esos y no a la de otros? ¿Otros que defendieran la vida
acaso? Pero faltaba ya el referente de una instancia superior inmutable.
El PP denunció entonces que «el Comité de Expertos del Ministerio de Igualdad estaba
formado solo por personas “proabortistas”». 727 El partido de Rajoy prometía una reforma; no la
supresión del aborto; eso no. Pero sí una reforma. Sin embargo años más tarde, ya en el poder,
después de ir dando largas, retiró su propio proyecto. El obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig
Pla, explicó perfectamente lo que había sucedido en una carta pastoral que levantó ampollas:
Ha llegado la hora de decir, con voz sosegada pero clara, que el Partido Popular es
liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e
“infectado”, como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el
lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y
privadas) para la promoción de la llamada gobernanza mundial al servicio del
imperialismo neocapitalista, que ha presionado fuerte para que España no sea ejemplo
726
Juan Claudio Sanahuja, El desarrollo sustentable. La nueva ética internacional, p. 184
727
El Mundo, 4/3/2010
166
para Iberoamérica y para Europa de lo que ellos consideran un “retroceso” inadmisible
en materia abortista. 728
Unos meses después insistía: «Nos hemos convertido en siervos de las instituciones
internacionales para la promoción de la llamada gobernanza mundial». 729 Y era eso
exactamente: siervos de la gobernanza mundialista de los Zapatero, Obama, Clinton, Naciones
Unidas, la Unión Europea, y miles de ONG conectadas con ellos; de las organizaciones pantalla
de la Masonería; de la propia secta en una medida importante, a través de una trama masónica,
discretamente injertada en todos los centros de poder. Y, por eso, se imponen sus principios; los
expuestos por el Libro Blanco de la Laicidad del Gran Oriente de Francia; los impuestos, de
manera nada democrática, en la Francia de Neuwirth, Veil y Simón, con leyes que se redactan
directamente en las logias, como denuncia Abad-Gallardo. La retirada de la ley del PP
destapaba todo aquello; y monseñor Reig Pla, como era de esperar, tenía que enfrentarse a una
furibunda campaña de descalificaciones. Las Obediencias y sus asociados reaccionan siempre
con la mayor violencia ante estos temas cruciales; que afectan directamente a los principales
soportes de su ingeniería.
Sí; la gran batalla entre Iglesia y Masonería se está dando actualmente por la defensa o la
destrucción de la vida humana. Al iniciar este apartado, mencionaba la Encíclica Evangelium
vitae, la más importante, a mi entender, del largo, denso, y riquísimo pontificado de San Juan
Pablo II. Quiero cerrar este tema con algunos de sus párrafos:
Reflexión interesante: tan grave como el silencioso genocidio del aborto, es la degradación
moral que conlleva. La sangre de los inocentes, por más que se oculte asépticamente, viene
salpicando a la civilización occidental desde hace ya medio siglo. Las conciencias se han hecho
acomodaticias por pura y prolongada rutina, a base de vivir con ello; varias generaciones no
han conocido otra cosa, y no son capaces de diferenciar legalidad de legitimidad; el relativismo
masónico se ha impuesto, después de siglos de ir empapando el pensamiento occidental; es la
gran victoria de la Masonería sobre el Cristianismo de la que hablaba Pierre Simón refiriéndose
a la ley Veil. Ningún derecho humano se sostiene porque la plataforma ha sido eliminada. Así
lo veía, y decía, San Juan Pablo II. En Evangelium vitae llegaba al fondo de la cuestión:
167
[…]
¿Cómo ha podido llegarse a una situación semejante? 731
Sin reparos, que un papa no puede permitirse, Juan Pablo II calificaba el aborto de delito; delito
convertido en «derecho»; delito con todas las circunstancias agravantes: parentesco,
indefensión, inocencia de la víctima... La respuesta a la pregunta que dejaba en el aire en el
párrafo anterior, se encontraba en la misma encíclica:
En la raíz de cada violencia contra el prójimo se cede a la lógica del maligno, es decir de
aquél que «era homicida desde el principio» (Jn 8,44) como nos recuerda el apóstol
Juan: «Pues este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos
a otros. No como Caín, que siendo del maligno mató a su hermano» (1 Jn 3, 11-12). 732
Es «la lógica del maligno» la que sostiene al aborto; es el mundo al revés de Lucifer; una lógica
que solo puede desmontarse con el amor que Juan predicaba, siguiendo la enseñanza de Aquel
que le amó primero.
La batalla que libraría San Juan Pablo II, se podía entrever mucho antes de que empezara: en
1948 cuando en la Declaración de los Derechos Humanos de Naciones Unidas se omitió
cualquier referencia a una instancia superior como fuente de derechos. Juan XXIII, aunque
valoraba positivamente, como un primer paso, aquella declaración, no dejó de destacar esa
falta: «No se nos oculta que ciertos capítulos de esta Declaración han suscitado algunas
objeciones fundadas». 733 Se refería a la ausencia de la ley natural a lo largo de todo el
documento. Comprendiendo que, desde esa instancia era inútil esperar modificaciones
posteriores en ese sentido, recogió en una encíclica los derechos humanos imperecederos; no
sometidos a consensos o pactos: «a la existencia y a un decoroso nivel de vida; a la verdad y la
cultura; al culto divino; a la intervención en la vida pública; a la seguridad jurídica; los
económicos y familiares... ». 734 Todos ellos derivados de la dignidad del hombre como criatura
de Dios, hecha a su imagen y semejanza. «Cualquier derecho fundamental del hombre deriva su
fuerza moral obligatoria de la ley natural, que le confiere e impone su correlativo deber». 735
La confusión en tomo a la lucha de las dos ciudades no dejaba de estar presente en las
estrategias de la Masonería: en 1950, publicaba L ’Osservatore Romano:
Lo que aparece como una novedad en ese renacimiento masónico es el rumor que
circula en diversas clases sociales de que la Masonería de un determinado rito no se
encuentra ya en oposición con la Iglesia, que incluso se ha llegado a un acuerdo entre la
Masonería y la Iglesia, en virtud del cual los católicos pueden afiliarse tranquilamente a
la secta sin peligro de excomunión y de reprobación. Los jefes de esa propaganda saben
a ciencia cierta que nada ha sido modificado en la legislación de la Iglesia en lo que a la
Masonería respecta, y si continúan haciendo esa propaganda es para aprovecharse de la
candidez de las personas sencillas. Los obispos saben que el canon 684 y especialmente
el canon 2335, que excomulga a los que han dado su nombre a la Masonería sin
731
Ibíd, 11
732
Ibíd, 8
733
San Juan XXIII, Carta Encíclica Pacem in Terris, 144
734
Ver la Carta Encíclica Pacem in Terris, 1963
735
Ibíd, 30
168
distinción de ritos, están en pleno vigor hoy como ayer. Todos los católicos deben
saberlo, y hay que recordárselo para que no caigan en esa trampa y también para que
sepan juzgar como es debido el hecho de que ciertos ingenuos crean poder llamarse
impunemente católicos y masones. Esto, lo repito, tiene validez para todos los ritos
masónicos, aunque algunos de ellos, en circunstancias o eventualidades variables de
personas y de cosas, se declaren no hostiles a la Iglesia. 736
La confusión era mayor que nunca a causa de la infiltración masónica intraeclesial. No era nada
nuevo porque ya en el siglo XIX se había dado: en la España del Trienio Liberal, por poner un
ejemplo, existieron hasta 355 eclesiásticos masones, como revela la lista que el nuncio
apostólico envió a Roma en 1844. 737 Pero en la segunda mitad del siglo XX se descubrieron
casos más graves, dentro del Vaticano; y en sus órganos de gobierno.
Primero se conoció el del arzobispo Annibale Bugnini, prominente personaje de la Curia
vaticana: como secretario de la Congregación para el Culto Divino realizaba una reforma
litúrgica nada acorde con la ortodoxia, 738 traicionando la confianza de Pablo VI, que le
destituyó fulminantemente, en julio de 1975, al conocer su pertenencia a la Masonería gracias
al informe elaborado por un miembro de la Curia. El arzobispo lo negó pero el papa no le dio
crédito, aunque su destitución pudo deberse, principalmente, a la propia reforma que llevaba a
cabo; realmente contraria a la tradición de la Iglesia, y motivo de escándalo para clérigos y
laicos en aquellos momentos. 739 Circulaba la supuesta correspondencia entre el arzobispo y un
Gran Maestre, y se hablaba de documentos extraviados por Bugnini que probaban su filiación
masónica; aunque ya antes de eso algunos cardenales sospechaban que ese vínculo era la clave
de sus reformas. Fuera como fuese, Pablo VI no se limitó a destituirle, sino que además,
mediante constitución apostólica, suprimió la congregación que hasta entonces presidiera el
prelado que, poco después, fue enviado a Teherán, poniendo así fin a su brillante carrera. 740
Roma era un hervidero de comentarios sobre infiltraciones masónicas, y listas de clérigos
masones, cuando murió Pablo VI, hondamente preocupado por el asunto.
En septiembre de 1978, días después de la elección de Juan Pablo I, el periodista Mino
(Carmino) Pecorelli publicaba en L ’Osservatore Político, un artículo titulado “La Gran Logia
Vaticana” que incluía una lista de cardenales, obispos, —Bugnini entre ellos— sacerdotes y
religiosos masones, de dudosa credibilidad; en la que se mezclaban los que realmente
pertenecían a la Masonería con otros nombres nada demostrables. Era, en realidad, una
reedición de otras listas anteriores que habían circulado por Roma, pero la de Pecorelli tuvo un
impacto mucho mayor porque su periódico tenía bastante repercusión entonces. El hecho de
que el periodista, que había pertenecido a la logia secreta P2, abandonándola después, muriera
asesinado a tiros en marzo de 1979 hizo que se barajasen diferentes autorías: mafia o
Masonería, entre otras, pero, en cualquier caso, aumentó su credibilidad. En cuanto a su lista,
jamás fue desmentida por el Vaticano. Y, como poco, en el caso de Bugnini parecía confirmar
los rumores: le atribuía el nombre simbólico de Buan y databa su iniciación en 1963. Aunque
nunca se han publicado pruebas concluyentes; esa es la verdad. Otra cosa es el innegable
desprecio que demostró hacia la liturgia católica el encargado de reformarla.
736
L ’Osservatore Romano, 19 de marzo de 1950, en César Vidal, o. c, pp. 142-143.
737
Entre ellos había un obispo, el de Cartagena-Murcia, monseñor Posada, a quien el propio rey invitó a presentar
su renuncia, aunque fue necesario amenazarle de destierro para que lo hiciera. Ver Vicente Cárcel Ortí, Masones
eclesiásticos españoles durante el Trienio liberal (1820-1823), en Manuel Guerra, Masonería..., p. 148.
738
«Por sus manipulaciones hubo una editio typica del Missale Romanum de 1975 y la editio typica altera (“otra
segunda”) de ese mismo año, que anulaba la anterior». Manuel Guerra, Masonería..., p. 152.
739
Ya Juan XXIII le había apartado de la Cátedra de Liturgia y de la comisión conciliar. Bugnini era partidario de
suprimir el Confíteor y el Ofertorio, y cambiar o suprimir también las oraciones eucarísticas, dejando la Misa en
una ceremonia «de diez o doce minutos» de duración.
740
Ver Manuel Guerra, Masonería..., pp. 151 -152
169
Poco después, en 1981, la investigación parlamentaria sobre la P2 destaparía un asunto todavía
más inquietante: dentro del Vaticano, supuestamente, existía una logia encubierta llamada
Ecclesia, 741 Los generales masones Fulberto Lauro y Franco Picciotti declararon ante la
Comisión Parlamentaria de Investigación que en la logia de Gelli, a la que pertenecían,
«figuraban cardenales y obispos». Años más tarde, otro de los masones de la P2, el escritor Pier
Carpi, confirmó que varios prelados de la «logia vaticana» estaban relacionados con la suya, 742
añadiendo un dato muy concreto: Licio Gelli, el refundador de la P2, en persona, había visitado
en su despacho al cardenal Samoré, 743 prefecto de la Biblioteca y los Archivos Vaticanos, para
ofrecerle el puesto de Venerable Maestro de la logia Ecclesia, en nombre del duque de Kent,
Gran Maestro de la Gran Logia de Inglaterra. 744 Lo que indicaría que Samoré tendría que
haberse iniciado, como mínimo, hasta el grado 3º 745. En cuanto a infiltración eclesiástica, poco
más se podría avanzar sin destruir por completo a la Iglesia o convertirla en un remedo de sí
misma. Pero sucede lo mismo que con Bugnini: tampoco se han publicado pruebas de la
pertenencia de Samoré a ninguna secta secreta, ni vaticana ni externa; por más que la Gran
Logia de Inglaterra le hubiese podido tentar. ¿Hasta qué punto era fiable la información
procedente de la P2? Aunque ¿podían descartarse las afirmaciones de lo generales Lauro y
Picciotti por masones que fueran? ¿Podía ignorarse el detallado relato de Carpi por lo mismo?
Por otra parte, si Bugnini fue destituido, en cambio no se tomó ninguna medida contra Samoré,
lo que pudo deberse sencillamente al hecho de que estaba muerto cuando Pier Carpi publicó su
vinculación con la logia Ecclesia, de la que, de todos modos, ya se tenían noticias desde hacía
veinte años. ¿No había levantado sospechas?
Realmente, Antonio Samoré, aparte de su gran carrera eclesiástica, ha pasado a la Historia,
sobre todo, por su decisiva mediación entre Chile y Argentina para resolver un contencioso
entre ambas naciones, el viejo conflicto del Beagle, en 1978: un paso fronterizo lleva su nombre
y en Santiago de Chile se levantó un monumento a su memoria; murió en Roma en 1983 y fue
enterrado en el monasterio de los carmelitas de Vetralla, cerca de Viterbo. Esto es lo cierto, y
nada más ha vuelto a decirse sobre aquella oscura trama, pero los expertos en Masonería
coinciden en la veracidad de esta historia sin cuestionarla siquiera.
Es gravísima la acusación de pertenencia a la Masonería lanzada sobre los pastores de la
Iglesia; equivale, en el mejor de los casos, a señalarles como sacerdotes que viven en pecado
mortal y por tanto no debe aceptarse sin más su doble pertenencia, infinitamente más culpable
que la de los laicos. Pero, entonces ¿por qué no hubo un desmentido de la Santa Sede en
ninguno de los dos casos a pesar de su notoriedad? Probablemente, a causa de la mezcla entre
mentiras y verdades que había en aquellas famosas listas. Porque tampoco puede rechazarse
que existiera una infiltración dentro del Vaticano. Eso, como hemos visto, estaba denunciado,
con harto dolor, por el propio papa Pío VI desde el siglo XVIII, y era una realidad contrastada
en el XIX. En el XX solo era mucho más visible; y eso también resultaba cierto.
Mientras avanzaba la Masonería dentro de la sede apostólica, Pablo VI se enfrentaba a una
revolución de los jesuitas, de los que un amplio sector tomaba derivas procomunistas y
promasónicas. La situación era grave; pocas veces la nave de la Iglesia se había visto tan
amenazada. Un falso “espíritu conciliar” —constatado por Pablo VI— que se extendía en la
Iglesia, había propiciado que sus principales enemigos históricos se introdujeran hasta los
741
Fundada en 1971, y compuesta de unas cien personas que se reunían en un sótano de la Biblioteca Vaticana.
742
Pier (Piero Amaldo) Carpi, II Venerabili, p. 344, en Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible.., p. 264.
743
Antonio Samoré (1905-1983), arzobispo de Timovo, miembro de la comisión preparatoria del Concilio
Vaticano II en 1959; presidente de la Comisión Pontificia para América Latina en 1967; prefecto de la
Congregación para la Disciplina de Sacramentos en 1968; obispo de Sabina y Poggio Mirteto desde 1974, y desde
ese mismo año, responsable de la Biblioteca y el Archivo Secreto del Vaticano.
744
L’Europeo, 12 de diciembre de 1987.
745
Ver Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., pp. 213-238, 263-264, y Manuel Guerra, Masonería..., p.
151
170
cimientos aprovechando un nuevo brote de «Modernismo» como el condenado por San Pío X a
principios de siglo. Era el mejor caldo de cultivo para la infiltración masónica; un hecho
preocupante y reconocible ya en 1978.
Por ese motivo San Juan Pablo II, plenamente consciente del peligro, apenas llegado a la Sede
de Pedro, decidió clarificar la situación con carácter de urgencia. Y lo primero era, antes de dar
ningún paso, conocer a fondo la realidad masónica del momento. Durante el pontificado de
Pablo VI, que mantuvo una actitud prudente pero abierta y algo ingenua quizá hacia la
Masonería, se notaba un cambio considerable, 746 iniciado a raíz del Concilio; 747 se habían
establecido, por ese motivo, contactos con la secta que urgía concluir; como se hizo bien
pronto: en julio de 1980 L ’Osservatore Romano, publicaba un documento relativo a la
Masonería; un comunicado de la conferencia episcopal alemana que era el resultado de una
experiencia extraordinaria: las reuniones mantenidas a lo largo de seis años entre representantes
de las Grandes Logias —la Gran Logia Unida de Alemania, que contaba con el respaldo de la
Gran Logia de Inglaterra— y los obispos de Alemania, con el beneplácito de la Congregación
para la Doctrina de la Fe. El pronunciamiento final era inequívoco:
Fue un jarro de agua fría para muchos masones y algunos católicos deseosos de pasar página en
relación a las condenas pontificias. Pero seis años de reuniones parecían bastantes para
establecer conclusiones; la apertura por parte de la Iglesia al diálogo con la Masonería se había
producido, aunque no fuera esta la primera ni sería la última vez. No puede presentarse esto
como una novedad, tal como pretende, en nuestros días, monseñor Ravasi. La declaración de
los obispos alemanes, además, contenía afirmaciones rotundas que no dejaban puertas abiertas a
próximos encuentros; a no ser que se considere que la Iglesia debe mantener una vía
permanente de contacto con la secta por si al fin se produjera la transformación. Pero en 1980
746
En 1974 el cardenal Seper, prefecto para Doctrina de la Fe, tras haber consultado a algunas conferencias
episcopales, admitía implícitamente que algunas Obediencias masónicas no «maquinaban contra la Iglesia» por lo
que la excomunión no alcanzaría a sus miembros. Así podía interpretarse, en su opinión, el canon 2335 del Código
de Derecho Canónico de 1917, entonces vigente. Contra la reiterada doctrina de los papas que, sin embargo,
volvería a confirmarse en el pontificado de Juan Pablo II.
747
En España «a causa del profundo cambio experimentado por la Iglesia en el Concilio Vaticano II, la ley
española tuvo que ser derogada y la Masonería dejó de ser delito, [aunque] esta última no modificó su actitud y
siguió viendo en Franco su mortal enemigo —el “gran inquisidor” como a veces le llamaba—, sosteniendo y
estimulando a cuantos le combatían». Luis Suárez, o. c, p. 154.
748
Declaración de la Conferencia Episcopal Alemana sobre la Masonería, publicado en L’Osservatore Romano, el
9 de julio de 1980.
171
quienes se entrevistaron tan largamente con representantes de las grandes logias afirmaban no
encontrar ningún cambio en la Masonería.
El 28 de abril del mismo año, aparte de lo dicho, los obispos alemanes habían aprobado en
Würzburg, un dictamen mucho más amplio que sirvió de base para su Declaración: en primer
lugar concluyeron que la ideología masónica no estaba fijada, aunque algunos de sus elementos
quedaban claros, como «convicciones fundamentales», ante todo el relativismo. Un relativismo,
convertido en dogma, de tal porte que no podía concordar con la fe revelada.
De hecho, los masones, decían los obispos, negaban la posibilidad de un conocimiento objetivo
de la verdad; todas las religiones son tentativas de acercarse concurrentes hacia la inimaginable
verdad sobre Dios; confirmaban también que el Gran Arquitecto del Universo no es un ser
personal, sino de naturaleza deística; la cristiana, para los masones, deriva de una religión
primitiva. Afirmar una verdad equivale a absolutismo.749 Pero quizá la constatación más
llamativa de los prelados alemanes fuera que en los rituales masónicos observaron que palabras
y símbolos tenían un carácter de cuño sacramental. Parecía que mediante ellos se efectuaba una
auténtica transformación del hombre. ¡Claro que la Masonería tenía su propia religión! Con sus
dogmas; y rituales que imprimían carácter. Su mentalidad y convicciones; sus «trabajos» en las
logias se mantenían idénticos. Los masones ciertamente pensaban y piensan que en sus tenidas
reciben una iluminación que inspira sus decisiones:
Es habitual, por ejemplo, en el seno de las logias de Derecho Humano, tener por
incontestable que las conclusiones sobre cuestiones sociales debatidas en el curso de las
tenidas provienen directamente del resultado del enfoque simbólico y esotérico del
trabajo masónico. 750
Esto, entre otras cosas, fue percibido por los obispos que se reunían con los representantes de
las logias. Era evidente que la doble pertenencia a la Iglesia y a la Masonería resultaba
imposible.
Pero una cosa era una declaración de una conferencia episcopal, por mucho que la publicase
L’Osservatore Romano, y otra distinta el Código de Derecho Canónico. Y el nuevo aparecía,
tres años después del dictamen de los obispos alemanes, sin mención expresa a la Masonería.
Ya lo hemos visto al hablar del primer Código, el de 1917, que sí la mencionaba. Tenemos que
añadir a lo dicho algunas consideraciones: ante todo, que si la palabra «Masonería» no estaba
en el texto, sí que se hablaba de ella, al condenar a la «asociación que maquina contra la
Iglesia». 751 Hubo católicos, incluso obispos, que pensaron que la incompatibilidad había
desaparecido, aunque no se entiende muy bien que fuera así. La Masonería seguía maquinando,
y sigue haciéndolo, contra la Iglesia. Solo desde una gran ingenuidad, o desconocimiento del
asunto, podía llegarse a la conclusión de que la doble pertenencia era ya posible. A no ser que
se quisiera interpretar así interesadamente; y no faltaron quienes hicieran esa lectura en los dos
bandos. Pero es cierto también que el desconcierto era muy anterior a la publicación del nuevo
Código; incluso por parte de la jerarquía. 752
Curándose en salud, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó su Declaración
Quaesitum est, última condena oficial de la Iglesia Católica contra la Masonería, de la que
también hemos hablado ya, en relación con el nuevo Código. Sabemos, por tanto, que los
749
En eso se basaba la denuncia de Juan Pablo II al decir que actualmente quien se adhiera a la verdad está bajo
sospecha; no puede considerársele demócrata
750
Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 162
751
Código de Derecho Canónico, de 1983, Canon 1374
752
El obispo auxiliar de París, Monseñor Pezeril, acudió a la sede de la Gran Logia de Francia para pronunciar una
conferencia el 22 de junio de 1971; y en 1974 el cardenal Krol, arzobispo de Filadelfia, se dirigió a Doctrina de la
Fe preguntando si la excomunión de los masones seguía en vigor.
172
interesados en difuminar la incompatibilidad la ignoran o le restan importancia, pero la tiene. Y
mucha. Por eso quieren y solicitan que sea derogada.
Cuando un año después Ratzinger argumente sobre los motivos de esta última declaración
condenatoria, lo hará hablando de principios filosóficos y creencias religiosas, sin entrar a
comentar la permanente lucha que la Masonería ha sostenido contra la Iglesia, aunque dejaba
constancia de ello. Sin embargo la Quaesitum est sí que tiene en cuenta sus obras, ya que como
base de la condena solamente aclara que la Masonería está «incluida» entre las «asociaciones
que maquinan contra la Iglesia». No podía ser de otra forma: esa maquinación está en su propia
esencia. Tras su paso por la secta, Mariano Tirado escribió:
En 1983 la Masonería seguía maquinando contra la Iglesia como venía haciéndolo desde su
fundación. Y la Iglesia no es una institución humana, más o menos respetable, según para quién
—aparte de estar formada por muchos millones de personas diseminados por todo el mundo—
sino que fue fundada por Cristo para la salvación de muchos. Maquinar contra ella, desde una
perspectiva teológica, es hacerlo contra las promesas del Redentor. Por eso, y no por razones
humanas, volvía a ser condenada expresamente la Masonería en la Quaesitum est. Y con pena
muy grave:
Los fieles que se inscriban en asociaciones masónicas están en estado de pecado grave y
no pueden recibir la Santa Comunión. 754
Esta vez, más que una condena, era una constatación; algo que puede aplicarse a quienes estén
en pecado mortal por cualquier otra causa; peligra su salvación. Y, como cualquiera, el masón
tiene abierta, en cualquier momento, la puerta de la reconciliación. Le bastaría el dolor de lo
que hizo, el propósito de enmienda y acudir al confesor. Es decir, que el primer paso a dar es
dejar la Masonería para siempre, superando su relativismo.
Suelo preguntarme, independientemente, qué motivó que no apareciese en el Código nuevo la
palabra Masonería; cómo sus redactores no repararon en que ese «criterio editorial» traería la
confusión que trajo. ¿Por qué Juan Pablo II tuvo que acudir a última hora a Doctrina de la Fe
para subsanarlo? En cualquier caso lo hizo y esta es la situación actual. El párrafo final de la
Quaesitum est era también clarificador: «No está en la competencia de las autoridades
eclesiales locales el impartir un juicio sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas que
implicase una derogación de los que se ha decidido arriba, y esto en línea con la Declaración de
esta Sagrada Congregación promulgada el 17 de febrero de 1981 ». 755 Desde el inicio de su
pontificado, Juan Pablo II recuperaba la línea tradicional —una doctrina de doscientos años—
en cuanto a la condena global de la Masonería, sin excepción de Obediencia alguna. La
confusión creada al respecto en el pontificado anterior tocaba a su fin: las conferencias
episcopales ya no podrían pronunciarse en cuanto a la doble pertenencia de los fieles a ciertas
asociaciones masónicas que supuestamente «no maquinaban contra la Iglesia». 756 Incluso en el
753
Mariano Tirado Rojas, o. c, tomo I, p. 283.
754
Declaración sobre las asociaciones masónicas de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe Quaesitum
est, de 26 de noviembre de 1983
755
Ibíd.
756
En 1967, la Conferencia Episcopal Escandinava había admitido la pertenencia de los fieles a la Masonería con
173
caso de ser cierto que no lo hicieran; existen otros impedimentos de orden espiritual.
Es importante destacar que el prefecto para Doctrina de la Fe en 1983 era el Cardenal
Ratzinger, cuya firma aparece, junto a la del papa, en la Quaesitum est. Un año más tarde
publicaba un extenso artículo que constituye el último gran análisis de las creencias masónicas
publicado hasta la fecha por una autoridad eclesiástica. Lo publicó, sin su firma, como editorial,
en L ’Osservatore Romano el 20 de febrero de 1985, y empezaba anunciando que se trataba de
una exposición sobre las concepciones filosóficas y morales de la Masonería, al hilo de la
Quaesitum est:
Subrayaba el cardenal prefecto dos cosas importantes: no se podía prescindir del magisterio de
la Iglesia, y, además, había una novedad: esta vez, la condena de la Masonería se producía
después de un diálogo, largo y concienzudo, con representantes de la secta. Seguía diciendo que
los cristianos en las logias se apartan de su religión, ya que dentro de ellas pertenecen a una
instancia «más amplia e inalcanzable», que se manifiesta «en la fraternidad masónica», en
virtud del relativismo dogmático, aunque se niegue ese dogmatismo, que resulta
«determinante». Por tanto:
Para un cristiano católico, sin embargo, no es posible vivir su relación con Dios en una
doble modalidad. [...] No puede cultivar relaciones de dos especies con Dios ni expresar
sus vinculaciones con el Creador a través de formas simbólicas de doble especie. [...] un
cristiano católico no puede al mismo tiempo participar en la plena comunión de una
fraternidad cristiana y a la vez mirar a sus hermanos cristianos a partir de la perspectiva
masónica como profanos. 758
174
Venía a decir que el católico no puede ser al tiempo masón de la misma manera en que no
puede tampoco ser budista, sintoísta, musulmán o luterano. Desde un muy malentendido
ecumenismo, no faltarán católicos que afirmen lo contrario; participando, claro está, de una
visión masónico-relativista. Pero el prefecto para Doctrina de la Fe no daba pie a falsas
interpretaciones:
[...] después del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica alienta una colaboración entre
todos los hombres de buena voluntad. Pero asociarse a la Masonería va evidentemente
más allá de esta legítima colaboración y tiene un significado de mucha mayor relevancia
y especificidad. 759
Recuerda esta última idea a la empleada por el arzobispo ortodoxo de Atenas en su condena de
la Masonería: «la Asamblea de los Obispos les llamamos [a los queridos hijos de la Iglesia de
Grecia] a rezar con ella de corazón, en amor cristiano, para que nuestro Señor Jesucristo, que es
el camino, la verdad y la vida, ilumine y devuelva a la verdad a quienes por ignorancia la han
abandonado». 761 Ni el episcopado ortodoxo griego en 1933 ni, medio siglo más tarde los
obispos alemanes, San Juan Pablo II, o Doctrina de la Fe, hacían salvedades respecto a las
diferentes Obediencias masónicas. Lo mismo que en todas las condenas pontificias anteriores,
desde Clemente XII en adelante. La cuestión quedaba suficientemente clara, corrigiendo la
deriva que tomaba el asunto dentro de la Iglesia Católica a mediados del pasado siglo. Como
Manuel Guerra, me pregunto: « ¿Cuántos clérigos católicos, promotores —a cara descubierta o
desde la trastienda— del proceso anterior eran y son masones?». 762
Sea como fuere, en 1985, Ratzinger se convertía, si no lo era ya, en blanco predilecto de las
campañas contra la Iglesia. Algo que iría a más en cuanto llegó al solio pontificio. Lo sabía él
tan bien que en la misa inaugural de su pontificado, el 24 de abril de 2005, dijo: «Rezad por mí,
para que no huya, asustado, delante de los lobos». 763
En efecto, no solo los medios, sino los Gobiernos europeos —Francia, Alemania, la Unión
Europea— y el parlamento de Bélgica se pusieron en su contra. Alguien que conocía las
bambalinas del poder, el político italiano Pierferdinando Casini, 764 se atrevió a declararlo en un
programa de televisión —Telecamere, en Raitre—: «Veo una manita oculta representada por la
759
Ibíd
760
Ibíd
761
Conclusiones de la Asamblea de los obispos de la Iglesia Ortodoxa de Grecia, del 12 de octubre de 1933,
firmada por el Arzobispo Crisóstomo de Atenas, en Walton Hannah, o. c, p. 76.
762
Manuel Guerra, Masonería..., p. 131
763
Ver Paolo Rodari y Andrea Tomielli, En defensa del Papa, p. 13.
764
Presidente de la Cámara en la XIV legislatura; democristiano, líder de UDC, (Unione di Centro)
175
Masonería detrás de estas repetidas críticas al Sumo Pontífice. [...] este proceso de denigración
y deslegitimación [...] es muy preocupante». 765 La campaña permanente contra el papa se
encrespaba entonces a causa de los preservativos, tema especialmente sensible para la
Masonería, como todo lo relacionado con la sexualidad humana, y la transmisión de la vida. 766
Pero siempre en el sentido contrario al de la Iglesia. Otra vez, la sombra de Humanae vitae, y
de Evangelium vitae; la doctrina no variaba, por más que, incluso dentro del clero, algunos la
quisieran dar por superada.
Para colmo, Ratzinger argumentaba a fondo contra el principal de los instrumentos de la
ingeniería masónica; la ideología de género: «Hombre y mujer como realidad de la creación,
como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza»;
«En la actualidad solo existe el hombre en abstracto, que después elige para sí mismo,
autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya»; «En la lucha por la familia está
enjuego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también
la dignidad del hombre». 767 Ya antes, siendo cardenal, hizo un análisis sobre el mismo tema,
sencillamente incontestable:
765
Paolo Rodari y Andrea Tomielli, o. c, p. 168
766
En el vuelo de Roma a Yaundé, el 11 de marzo de 2009, el papa, respondiendo a la pregunta de un periodista,
dijo: «No se puede superar [la propagación del sida en Africa] con la distribución de preservativos, que, por el
contrario aumentan el problema». Ver Paolo Rodari y Andrea Tomielli, o. c, p. 151
767
Benedicto XVI, mensaje a la Curia Romana, 21 -XII-2012
768
Joseph Ratzinger, prólogo al libro de Michel Schooyans, L’Evangile face au desordre mundial, Ed. Fayard,
París, 1997, en Juan Claudio Sanahuja, Poder global..., p. 31
769
«Hoy no podemos negar que existe un deterioro moral entre algunos hombres de la Iglesia. El “carrerismo” y la
tentación de lo mundano tantas veces mencionados por el sucesor de Pedro son males muy reales. Hay quienes
creen que proceden del imaginario del papa. Desgraciadamente, el narcisismo clerical no es solo un tema literario.
La enfermedad es muy profunda. Para dar ese salto, primero debemos restaurar nuestra vida interior. La Iglesia
depende de la pureza de nuestras almas». Robert Sarah (Cardenal), Dios o nada, Ed. Palabra, p. 119.
770
«Donde está Pedro, allí está la Iglesia y allí está también Dios», San Ambrosio de Milán (c. 339-4 de Abril del
397 d. C.).
176
enemigas; y ciegan al hombre —alimentadas por el Malo— para hurtarle su felicidad. Sí;
pienso sinceramente que, hoy por hoy, lo «mejor» sigue estando en Roma a pesar de la
incertidumbre de los tiempos; tan parecidos ya a los entrevistos por Benson.
Muy recientemente, ya con el papa Francisco, se produjo un incidente que probaba la vigencia
del Código de Ley Canónica con el matiz de la Quaesitum est. el cese de un sacerdote católico
masón en Suiza, concretamente en Megéve, diócesis de Annecy, a causa de su propia
obstinación: el padre Pascal Vésin mantuvo un diálogo y una negociación de dos años, entre
2011 y 2013, con su obispo que le hacía ver la imposibilidad de mantener su doble pertenencia.
Finalmente, eligió seguir perteneciendo al Gran Oriente, 771 como él mismo reconoció en una
obra suya. En 2014 se le presentaba en un canal de la televisión francesa, como víctima de la
intolerancia eclesiástica. ¡Su obispo había esperado dos años antes de dar el paso! ¡Dos años de
argumentaciones a pesar de lo indefendible de la postura del párroco! Y Vésin finalmente hizo
su elección, con toda libertad; en contra de sus votos y de su fe originaria. Era lo procedente ya
que anteponía algo incompatible con ellos, por más que la Gran Logia de España expresara, en
un comunicado, su «preocupación» por la «decisión de la Iglesia». En casos como este surge la
pregunta que se formulaba en su libro el antiguo masón Abad-Gallardo:
«¿Cómo pudo Pascal Vésin prestar juramento a las constituciones masónicas, los
reglamentos generales y el conjunto de compromisos de la Masonería, a trabajar a la
gloria del Gran Arquitecto del Universo (de quien hemos visto con toda claridad que no
es Dios) o a la gloria de la Humanidad (más que a la de su salvación), y todo ello
considerando que su fe en la Palabra de Dios no se veía afectada? ¿Cómo pudo conciliar
la fe en la Trinidad con la creencia en el temario masónico; su fe en la Verdad revelada
y objetiva con la creencia en una verdad subjetiva y múltiple; los dogmas católicos con
los de la Masonería? ¿Cómo pudo conservar su fe en los sacramentos de Dios mientras
la Masonería se jacta de una sacralidad de origen humano?»772
Llevo años preguntándome lo mismo en relación con otros católicos que adoptan, sin aparentes
conflictos internos, esa misma dualidad. Y recuerdo la respuesta que el párroco de Mijas,
procesado por «hechos de los que era responsable durante las jornadas revolucionarias de
Málaga», le dio al juez que le preguntaba por los motivos que le llevaron a la Masonería: «Por
curiosidad». 773 ¿Puede ser eso solo lo que ha movido a tantos hijos de la Iglesia a dar ese paso?
Es indefendible. ¿Podría el relativismo imperante explicarlo? ¿La falta de formación o de
información sobre el tema? ¿La frivolidad? ¿Los intereses personales antepuestos a la fe? En
algunos casos al menos suele ser una combinación de todos esos factores. El confusionismo
masónico, desde luego, ha sido sumamente eficaz, pero no creo que eso baste siempre para
entenderlo. El Beato Pablo VI, hablando de la desobediencia de los jesuitas, «de la
descomposición del ejército», dijo: «Verdaderamente hay algo preternatural; inimicus hominis...
et seminavit zizania». 774
Del «enemigo del hombre» habló el mismo papa, en otras ocasiones; fue él quien dijo que, por
alguna rendija, el humo de Satanás había entrado en la Iglesia. Y se ha interpretado que se
771
Ver Frangís Koch, «La luz: el blog franco y masón de L’Express», 26 de abril de 2014, en Serge Abad-
Gallardo, o. c, p. 153
772
Serge Abad-Gallardo, o. c, p. 154
773
El juez era Carlos de la Mora Pajares que lo contó en sus memorias: «Quería preguntarle cómo siendo sacerdote
católico, especialmente cualificado por su condición de párroco, había ingresado en la Masonería sabiendo que
estaba excomulgado “ipso facto” de acuerdo con el artículo 2.335 del Código de Derecho Canónico entonces
vigente. Me limité exclusivamente a esa pregunta y me pareció que su actitud era estúpida o cínica. Me contestó,
simplemente, que por curiosidad, interesándole discutir en la logia temas de teosofía». Carlos de la Mora Pajares,
Vivencias de la República, la Guerra Civil y la Masonería, p. 100
774
Ricardo de la Cierva, La Masonería invisible..., p. 685
177
refería a la infiltración masónica, aunque no puede asegurarse que estuviera pensando en eso, o
solo en eso; tenía varios frentes abiertos. Ahora bien, mucho antes y también después del
Vaticano II, la Masonería introdujo toda la cizaña que le fue posible en la ciudad de Dios;
aunque no puede responsabilizársele de todas las crisis espirituales de la Iglesia en la edad
contemporánea. Por lo mismo que tampoco el demonio es el único responsable. Sin la
colaboración del hombre, el pecado original no se habría producido y toda la historia contenida
en este libro tampoco. Lo único cierto es que venga lo que venga, no hay nada que temer:
Cristo ha vencido al mundo, como nos recordaba León XIII, y además prometió estar con su
Iglesia hasta el fin de los tiempos; y que «las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella». 775
775
Mt XVI, 18.
178
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CONTRAPORTADA
La Masonería nació el 24 de junio de 1717 en una taberna londinense situada junto a la catedral
de San Pablo, entonces en construcción. Era el resultado de la unión de cuatro logias o
sociedades secretas operativas contra los Estuardo, que dieron origen a la Gran Logia de
Londres, más tarde Gran Logia de Inglaterra; un frondoso árbol, lleno de ramas con matices
diferentes en ciertos casos, que nos llevan siempre al mismo origen. No habían pasado más que
veintiún años desde el nacimiento de la Masonería cuando el papa Clemente XII la condenó en
1738. La historia de estos tres siglos, como cuenta Alberto Bárcena, es el de la incompatibilidad
entre la Iglesia Católica y la Masonería, resumida en estas palabras de San Agustín: “Dos
amores edificaron dos ciudades: el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad
terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial”.
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