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The Demons Lexicon-Sarah Rees Brennan PDF

Nick y su hermano Alan viven juntos en Exeter. Mientras Nick repara una tubería que gotea en la cocina, Alan cocina la cena. A pesar de las dificultades de su vivienda, los hermanos disfrutan de la relativa tranquilidad que han encontrado en la ciudad, aunque saben que eventualmente tendrán que mudarse otra vez.
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The Demons Lexicon-Sarah Rees Brennan PDF

Nick y su hermano Alan viven juntos en Exeter. Mientras Nick repara una tubería que gotea en la cocina, Alan cocina la cena. A pesar de las dificultades de su vivienda, los hermanos disfrutan de la relativa tranquilidad que han encontrado en la ciudad, aunque saben que eventualmente tendrán que mudarse otra vez.
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“El léxico del demonio está lleno de

maravillas relucientes y truenos


abundantes.”

—Scott Westerfeld.

SARAH REES BRENNAN


The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Agradecimientos
Agradecemos a todas aquellas personas por las cuales con su interés,
colaboración y apoyo condicional se pudo sacar adelante a este
proyecto. También agradecemos a nuestros lectores por su leal
apoyo, esto es por ustedes.

Moderadora
Selune

Staff de Traducción
Moonrose
Aishliin
flochi
Ruthiee
Ladylove
MiakaLoL
Sera
cYeLy DiviNNa
MaKiiTTa
Kuami
Conitaa H
Kiwon
Selune
Kuami
Paovalera
Bautiston
Malu Cullen
eduardop
Lizc07
Emii_Gregori

2
Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Staff de Corrección
masi
Esmeralda38
marzeDoyle
Pimienta
Emii_Gregori

Revisión y Recopilación
masi

Diseño
Masi

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Indice:
Sinopsis 6

Capítulo 1 7

Capítulo 2 18

Capítulo 3 34

Capítulo 4 57

Capítulo 5 76

Capítulo 6 89

Capítulo 7 105

Capítulo 8 125

Capítulo 9 134

Capítulo 10 153

Capítulo 11 177

Capítulo 12 189

Capítulo 13 208

Capítulo 14 222

Capítulo 15 231

Capítulo 16 242

Capítulo 17 254

Sobre la Autora 262

The demon´s lexicon #2 263

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Sinopsis:
Traducipo por Selune
Corregido por masi

Nick y su hermano, Alan, han pasado su vida en la carrera por la


magia. Su padre fue asesinado, y su madre estaba enloqueciendo por
los magos y los demonios que les daban poder. Los magos están a la
caza de la familia Ryves por un encanto que la madre de Nick robó -un
encanto que la mantiene con vida- y lo quieren tanto como para matar
de nuevo.

El peligro se acerca aún más cuando un hermano y una hermana llegan


a la familia Ryves en busca de ayuda. El niño lleva la marca de un
demonio, un signo de muerte que casi nada puede borrar... y cuando
Alan también es marcado por un demonio, Nick está desesperado por
salvarlo. La única manera de hacerlo es matar a uno de los magos de
los que se han estado ocultando durante tanto tiempo.

Atrapados en un juego mortal del gato y el ratón, Nick comienza a


sospechar que su hermano le está diciendo mentira tras mentira sobre
su pasado. Cuando el Círculo de mago se cierra sobre su familia, Nick
descubre el secreto que podría destruir a todos.

Esta es la Enciclopedia del demonio. Voltea la página

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

1.
Cuervos en la cocina.

Traducido por Moonrose

Corregido por masi

E L TUBO DEBAJO DEL FREGADERO GOTEABA OTRA VEZ. NO


HABRÍA sido tan malo, excepto que Nick mantenía su espada favorita debajo
del fregadero.

Él la rescató, limpió el acero, y probó de manera distraída el borde con el pulgar


mientras que el agua fluía en el suelo de la cocina. Una vez que lo había dejado a
un lado, se dio cuenta que las rodillas de sus pantalones estaban empapadas.

Alan trajo a Nick su caja de herramientas.

—¿Te importaría echar una mano? —preguntó Nick sin mucha esperanza.

—No, estoy demasiado ocupado cocinando —dijo Alan—. Tú haces el trabajo


pesado por aquí. Yo soy más del tipo intelectual sensible.

Nick enarcó las cejas.

—Oh, entra en la cocina y hornéame un pastel, mujer.

Él miró en el armario de nuevo. Los tubos hacían un gorgoteo siniestro, y la parte


inferior del armario se convirtió en el sitio de la caída de agua más pequeño del
mundo.

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Puedo ser del tipo intelectual sensible también —dijo al fin—, si la otra opción es
ahogarse en nuestra pileta. Sálvanos a todos de una tumba de agua o cocina tú
propia cena. Depende totalmente de ti.

Fue un argumento convincente. Nick podía cocinar su propia cena, pero en


realidad Alan trabajaba en ser un buen cocinero. Él hacía todo desde cero, y el
sonido de los alimentos chisporroteando al golpear la cacerola y el repentino olor
rico de verduras para freír, puso su argumento a favor de él.

Nick lo miró, lo que era eficaz cuando se trata de todo el mundo, menos su
hermano. Luego tomó el cuchillo de la vaina de la muñeca, poniéndola con
cuidado junto a su espada, se arremangó la camisa y se puso a trabajar.

Aparte de la pileta, esta casa era bastante buena. Era pequeña, del color de la
cartulina que había quedado afuera en la lluvia, y exactamente igual que cualquier
otra casa en pie alineada militarmente en la urbanización. Sin embargo, cada casa
estaba separada de sus vecinos por una distancia decente. No había nadie
quejándose de ruidos extraños en la noche. Eso valía la pena de cualquier cantidad
de fugas.

En general, a Nick le gustaba Exeter. Había una estatua en la calle que le recordaba
a un cuchillo, y él estaba aprendiendo a ubicarse en la ciudad desde ese punto. Era
raro que se quedaran en un solo lugar lo suficiente como para tener familiares
puntos de referencia, pero habían estado aquí dos meses, sin signos de peligro
todavía. Ambos tenían puestos de trabajo, él estaba a punto de conseguir una
escuela, y Alan había tenido tiempo hasta para encontrar un flechazo nuevo.

Estaría triste cuando tuvieran que marcharse.

La tubería dio un chirrido largo metálico, como un robot antiguo a punto de caer a
pedazos, y Nick apretó los dientes y retorció la llave fuertemente. Era demasiado
viejo para ser arreglado adecuadamente, todo lo que podía hacer era tratar de
mantenerlo unido hasta que se convirtiera en el problema del próximo inquilino.

—Algún día vamos a vivir en San Leonardo y alejarnos de todo esto.

—Sí, claro —dijo Alan fácilmente. El chile se cocía a fuego lento y él estaba
inclinado al lado del fregadero, los brazos cruzados sobre su pecho delgado, viendo
trabajar a Nick—. Cuando me toque la lotería. O cuando empecemos a vender tu
cuerpo a mujeres ancianas ricas.

—Si comenzamos vendiendo mi cuerpo a mujeres ancianas ricas —dijo Nick—,


¿puedo dejar la escuela?

—No —respondió Alan con una sonrisa de soslayo, cálida como un secreto en voz
baja—. Un día serás feliz de haber terminado la escuela. Aristóteles dijo que la
educación es amarga, pero sus frutos son dulces.
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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick puso los ojos en blanco.

—Aristóteles me puede morder.

Sobre sus cabezas las tablas del suelo crujieron en un sonido repentino, como ramas
quebrándose.

Nick levantó la vista por reflejo, pero sabía lo que era: era mamá, recorriendo el
suelo en uno de sus malos hechizos. Por el sonido del mismo no estaba más que
empezando, y Alan pasaba todo su tiempo allí con ella.

Alan debía haber notado la mirada de Nick en el techo, porque por alguna estúpida
razón Alan llegó con la evidente intención de agitar el pelo de Nick. Nick lo
rehuyó.

Alan suspiró, a continuación, Nick le oyó alcanzar la radio en su lugar, un pequeño


click, mientras se encendió, y la música fluyó y ahogó el sonido de mamá
moviéndose sin descanso en las habitaciones de arriba. Alan cojeó hacia un
armario y comenzó a moverse alrededor de algo, cantando en voz baja en un
susurro. Nick se metió de nuevo debajo del fregadero y dejó que el dulce sonido
pasara por encima de él, dejó que su mente se relajara mientras sus manos estaban
ocupadas con el trabajo práctico.

La cena olía casi lista. Tal vez su estúpido hermano se sentaría a comer su propia
comida antes de ver a mamá, y tal vez este sería un buen jueves, después de todo.

Sólo hubo un instante de advertencia.

El talismán que Nick llevaba siempre le dolía. Era una irritación constante, un
ancla colgada del cuello que zumbaba y picaba, pero ahora el dolor le traspasaba
como una descarga eléctrica, con el talismán como su fuente. Los huesos de aves en
torno al talismán, tejidas en una red de cristal y malla, pasaron a formar un nuevo
patrón. Se sentía como si el nuevo modelo se estuviera lentamente grabando en su
piel.

—Alan —dijo entre los dientes.

Entonces, la ventana estalló hacia dentro, una ráfaga fuerte de brillantes fragmentos
atrapados en luces fluorescentes. Nick dejó caer la llave y protegió su rostro con el
brazo, dando vuelta y mirando bajo la manga empapada para comprobar que Alan
había alcanzado ya el suelo.

Por la ventana entraron un grupo de cuervos.

Sus enormes alas iridiscentes estaban hacinadas unas contra otras, la cocina de
pronto llena de plumas y profundos gritos roncos de los pájaros. El aire de la

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

habitación parecía ser nada más que el viento provocado por sus golpes de ala, y
parecían hambrientos.

Nick se arrastró por el suelo hasta que pudo coger su espada. La empuñadura
estaba lisa contra sus palmas húmedas, y la sopesó en una mano y extendió la otra
mano para agarrar a Alan por la piel de su cuello y arrastrar a su hermano detrás de
él.

Alan se levantó la camiseta y tomó su pistola de su funda.

—No me protejas. Tú eres mi hermano pequeño, y es vergonzoso.

—Eres un flaco, y demasiado fácil —respondió Nick, mirando a los pájaros con
cuidado. Ellos estaban empezando a establecerse en las superficies de la cocina, las
curvas de sus alas plegadas encorvadas hacia adelante como hombros, al parecer
mirándolos de regreso—. No puedo creer que todavía estés usando esa estúpida
arma.

—Me gusta mi arma —protestó Alan.

—¡No siempre funcionan!

—Bueno —admitió Alan—, es por eso que tengo tres cuchillos ocultos en mí.

Había cuervos entre ellos y la puerta. Nick levantó su espada y la hizo girar,
sintiendo una oleada de alegría feroz cuando el golpe conectó y cortó profundo. Un
cuervo cayó al suelo con su pecho sangrando, y el resto gritaron y se lanzaron sobre
ellos. Nick cayó al suelo de nuevo, rodando hacia la pared con un brazo sobre su
cabeza. Alan estaba a su lado, y Nick imaginó que podía estar más o menos
protegido entre la pared y el cuerpo de Nick.

Se quedaron abajo, jadeando, y Nick trató de pensar a través de la sangre latiendo


en las sienes. Estas aves estaban, obviamente, bajo el control de un demonio, y
tenía que haber un mago para hacer que el demonio hiciera su trabajo.

Los demonios casi nunca poseían animales. Ellos odiaban quedar atrapados en
cuerpos con cerebros tan limitados. Nick se preguntó cuántos cuerpos humanos
ofrecieron los magos a cambio del favor.

—Tú ocúpate del mago —dijo Alan en voz baja—. Me quedo con el demonio.

—Voy a buscar a los dos —dijo Nick a grandes rasgos, y empujó a Alan para dar
énfasis—. Tú te quedas abajo.

Nick se levantó y por un momento sintió como si estuviera en la noche y en una


tormenta, excepto que la tormenta estaba hecha de plumas. Tuvo que lanzar su
brazo izquierdo para golpear lejos a dos cuervos que iban hacia sus ojos. Las garras
de un ave rasgaron dos líneas calientes por su mejilla, y Nick lo golpeó lejos, se
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

olvidó por completo de estrategias, y creo con la espada un círculo brutal a través
de plumas y carne.

Esta vez ninguno de los cuervos gritó. Cuatro más descendieron hacia Nick,
hundiendo sus garras en su brazo de la espada, y tela y piel salió fuera en tiras.
Cuando Nick trató de sacudírselos, arrancó más la piel, y cuando levantó la cara
para poder ver lo que se movía, un pájaro se precipitó hacia abajo, hacia él. Su pico
curvado se dirigía directamente a sus ojos.

Recibió un codazo en la espalda de su idiota hermano, empujándolo hacia un lado.


Recuperó el equilibrio, a continuación giró y cortó dos pájaros más, enviando a los
otros tres en un loco graznido volando hacia el techo.

Para el momento en que Nick se volvió hacia su hermano, Alan ya estaba


avanzando, y Nick vio que tenía al líder en su punto de mira. Se fue al lado de Alan
con su espada en ristre, en caso de que el arma no funcionara.

Los ojos de Alan se entrecerraron detrás de sus anteojos. Apuntó y disparó.

No falló. A esta distancia, el demonio no tenía una oportunidad.

El cuerpo del cuervo bajó, y el demonio que había estado poseyéndolo pasó a través
del techo, su cuerpo un penacho negro insustancial, levantándose como brillante
humo.

Ahora que las aves no estaban tratando de sacar con sus garras los ojos de Nick, era
bastante fácil detectar la ilusión. Él era bueno en la detección de magia. Había
tratado de explicar a Alan una vez que las ilusiones eran más nítidas, más reales
que el mundo real, más real de lo que tenía que ser, pero Alan no había sido capaz
de verlo.

Había un ave ahora que no estaba dando vueltas frenéticamente como las demás,
sino dirigiéndose directamente a la ventana rota.

Nick señaló.

—¡Ahí!

Alan volvió a disparar, y donde había estado un pájaro estaba cayendo un hombre.

A medida que el cuerpo cayó al suelo, la puerta que daba a la sala se abrió y mamá
estaba en la puerta, los encantos de su magia brillando con poder, con el pelo
cayendo como sombras sobre su rostro.

Alan estaba revisando el pulso del hombre, por lo que Nick fue el que la miró y
dijo: —Ya nos ocupamos. No te necesitamos.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Mamá se quedó en el pasillo oscuro, mirándolo con sus ojos claros, y dijo al fin: —
No he venido por ti.

Cerró la puerta, y Nick la oyó subir lentamente por las escaleras.

Los dos miraron alrededor, jadeando un poco, en caso de que hubiera alguna
sorpresa más a continuación.

Pero después de cinco minutos no pasó nada más. Nick dejó caer la punta de la
espada y tocó el suelo.

Se había terminado. Habían terminado con cerca de quince confundidos cuervos,


un mago muerto en su piso de la cocina, y el sonido de los pasos de su madre
desapareciendo.



Mientras que Alan salvaba la cena, Nick se apoyó en el mostrador de la cocina y


trató de mantenerse fuera del camino de las aves. Puede ser que ya no estén bajo la
influencia de un demonio, pero todavía eran los animales con grandes picos de vete
al infierno y garras, y Nick nunca había sido realmente una persona de animales.
Los animales lo podían decir, también. Alan había tenido un gato una vez, y había
tenido que mandarlo lejos después de que mordiera a Nick un par de veces.

No hay que discutir: Esto significa mudarse. Genial. Nick sólo tenía que guardar
las estanterías de Alan de la forma que le gustaba.

Los cortes a lo largo de la mejilla y el brazo ardían. Nick tocó la herida en la mejilla
y trató de juzgar cómo de profunda era.

—No toques eso —dijo Alan, golpeando su mano sin mirarlo—. Va a infectarse. La
cena está hecha, déjame vendarte y luego podemos comer. Vamos a limpiar
después.

Nick vio temblar a Alan. El aire de la noche era frío. Por lo menos algunas de las
aves estaban notando el enorme espacio en la ventana de antes. Algunos ya se
habían ido.

Su mejilla dolía, y se estaba muriendo de hambre. Nick tocó su talismán y frunció


el ceño.

—Salta —dijo Alan, barriendo vidrios rotos fuera del camino con la manga hasta
abajo de la mano—. Gracias a Dios la tapa de la olla había estado sobre su cena.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick puso los ojos en blanco y se deslizó en una posición sentado sobre el
mostrador. Alan bajó el botiquín de primeros auxilios, inclinó la barbilla de Nick, y
comenzó a verter el desinfectante con cuidado en las heridas. Alan siempre
intentaba, demasiado, ser delicado, lo que hacía todo peor. Nick apretó los dientes.

—¿Te hago daño?

—No —dijo Nick—. Eso fueron las aves estúpidas.

—Son muy inteligentes, en realidad —dijo Alan como si tuviera la impresión de


que a Nick no le importaba en absoluto. Él entrecerró los ojos y pellizcó los labios
de la herida, tomándolos juntos. Entonces se puso a trabajar en el brazo de Nick—.
Si las capturas jóvenes, puedes enseñarles a hablar.

—No veo cuál es la gran cosa acerca de esto —dijo Nick—. Puedo hablar.

Alan lo empujó suavemente; al parecer todavía no había asimilado el hecho de que


Nick era dos veces más amplio sobre los hombros de lo que él era, y que Alan
realmente tendría que intentarlo para hacerle daño. —Bueno, yo te atrapé joven
también. De todos modos, creo que un cuervo podría haber sido más fácil.

Hubo un ruido exterior.

Nick puso la mano sobre la boca de Alan, cortando todos esos tontos cariñosos
recuerdos, y se deslizó fuera de la encimera de la cocina. Empujó a un lado a Alan,
se llevó un dedo a los labios, y se inclinó para recoger su espada en un movimiento
rápido.

Luego se dirigió tranquilamente a la puerta de atrás. Alan no lo pudo seguir. Alan


no era muy bueno siendo sigiloso, debido a su pierna, pero Nick miró detrás de él
antes de empujar la puerta con su punta de la espada. Alan había sacado su pistola.

La puerta se abrió del todo, y hubo un movimiento fuerte en la oscuridad. Nick se


lanzó.

—¡No la lastimes! —gritó la voz de un niño, y Nick se detuvo al tiempo que Alan
subió el interruptor y la luz inundó el pequeño jardín.

Nick se detuvo con su espada preparada contra la garganta de una chica.

Ella y su amigo habían estado, obviamente, escondidos debajo de la ventana de la


cocina. Eran buenas las oportunidades de que hubieran visto todo.

Para su crédito, la chica no se echó para atrás de la hoja. Ni siquiera se inmutó. Ella
miraba a Nick, sus grandes ojos negros calmados ante la luz repentina, y Nick se
dio cuenta de cómo todo esto debía parecerle a ella: el marco de la ventana con solo
los bordes dentados de vidrio dejados en ella, los cuervos volando por el aire a su
alrededor, el cadáver en el suelo. El chico con la espada en su garganta.
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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Lo único que hizo fue tragar suavemente contra la hoja y decir: —He oído que éste
era el lugar para venir si había un problema que estuviera... fuera de lo común.

Ella le resultaba familiar.

—Obviamente eso no era cierto —dijo el niño de pie sobre su hombro, dando un
paso nervioso hacia atrás y luego de regreso a ella—. Obviamente este es el sitio
perfecto si usted deseas conseguir ser asesinado por locos. Um… ¡estamos
arrepentidos de haberlos molestado! ¿Hay alguna posibilidad de que sólo podamos
irnos?

Había algo mucho más familiar en su voz, que era ligera, pero flaqueaba en los
puntos cruciales en los que estaba destinado a ser más ligero y especulativo. Estaba
de pie en la sombra de la niña, pero la luz atrapó su pendiente.

Nick reconoció eso antes de reconocer la cara preocupada del niño, el pelo de punta
rubio que la oscuridad había convertido en una corona pálida.

—Espera —dijo Nick.

—¡B--bien! ¿Hay alguna posibilidad de que podamos irnos con una herida en la
piel?

Nick cambió su postura para que pudiera mirar hacia atrás a Alan, y vio a la chica
abrazarse a si misma y al chico agarrar su hombro, los dedos volviéndose blancos.
Alan estaba de pie en la puerta con su arma en la mano.

—Conozco a este tipo —dijo Nick—. Es inofensivo.

—Seguro —preguntó Alan, entrecerrando los ojos detrás de sus anteojos.

—Claro —dijo Nick—. James Crawford. Confía en mí, si él fuera un mago, sería
capaz de defenderse en la escuela. Es inofensivo. Es inútil.

—Él no es… —comenzó la chica furiosamente.

—¡No vamos a discutir con la persona loca cargando la enorme espada! —dijo
James Crawford—. Y ¿dijo usted la escuela? —Él se apartó de la chica para mirar a
Nick apropiadamente.

—Oh, Dios mío, Nick Ryves.

Nick todavía no había bajado su espada. Estaba un poco intrigado por el hecho de
que la chica no se hubiera alejado tampoco. Ella seguía mirándole, aún
determinadamente en calma.

Él la conocía ya. Era la chica rara de la clase superior a la suya, que se tiñó el pelo
de color rosa y siempre llevaba un montón de estrellas de cinco puntas y cristales.

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

En este momento también llevaba aretes gigantes colgantes y una camiseta rosa
violentamente pintada que llevaba las palabras ROMEO Y JULIETA NO
HUBIERAN DURADO.

Él evitaba las personas como ella. Evitaba cualquier persona que tratara de hacerse
notar. Esa había sido una de las primeras lecciones de papá: Trata de actuar como
todo el mundo. Si no te mezclan, los magos los encontraran.

—¿Lo conoces? —ella le preguntó a James.

—Bueno, sí —dijo James—. Él se pasea con un grupo bastante duro en la escuela,


Seb McFarlane y ese grupo, pero ellos fuman detrás del cobertizo de las bicicletas.
Esto es diferente, hubo disparos. Mi vida iba a parpadear delante de mis ojos, pero
decidió esconderse detrás de mis ojos y temblar de terror en su lugar. Creo que
deberíamos irnos.

—No voy a ninguna parte —dijo la muchacha—. ¡Vi a esa ave convertirse en un
hombre! Tú también lo viste, Jamie. Debiste haberlo hecho.

—No sé lo que vi. Podría haber sido una alucinación. Consigues eso de inhalar
pegamento.

—¡Nunca has inhalado pegamento!

—He olido el pegamento —dijo Jamie después de una pausa—. En la clase de arte.

Nick estaba a punto de decir exactamente lo que pensaba de sus balbuceos y


exactamente lo que iba a hacerles si no se iban de una vez por todas y nunca decían
una palabra de lo que habían visto, cuando Alan se trasladó desde la entrada a la
luz.

—¿Mae? —dijo, con voz incrédula, y luego rápidamente.

—¡Nick, pon esa espada abajo! —dijo Mae—. ¿El chico de la tienda de libros?

Nick la miró, inclinando la cabeza, y recordando los discursos nostálgicos de Alan


sobre el tema de la chica de pelo rosa que le gustaba la generación Beat. Sumo dos
y dos y comprendió que toda esta situación era ridícula.

Este era el último enamoramiento de Alan, entonces.

Nick alejó, lentamente, la espada de la garganta de la chica y la bajó hasta que casi
pero no del todo tocaba el suelo, manteniéndose preparado por si acaso. Dejó que
su mirada siguiera la hoja, hacia el suelo y lejos de Mae.

—Lo que quieras —dijo en voz baja.

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Jamie estaba mirando a Alan. —¿Me ayudaste a encontrar Guardián entre el


Centeno hoy y ahora le disparas a la gente?

—Únicamente disparó a una persona —comentó Nick—. Pero la noche es joven.

Alan le miró en tono de reproche, luego se volvió hacia Jamie y sonrió con su
sonrisa lenta.

Se había escondido el arma bajo su camisa abotonada durante el trayecto, junto con
su talismán, y todo rastro del muchacho que disparaba a matar y no se inmutaba, se
había ido.

La sonrisa se extendió un poco a la vez, galante y dulce, persuadiendo a Jamie a


sonreír con él. Jamie mostraba una sonrisa tímida y torcida, antes de que Alan
hubiera terminado.

—Discúlpalo, no tiene modales.

—Me las arreglo con buena apariencia —dijo Nick.

—Sé que todo esto es muy extraño —continuó Alan—, pero vinieron aquí por una
razón, ¿no?

—Vinimos aquí porque algo muy extraño le ha sucedido a Jamie —dijo Mae, con
voz dura—. Yo estaba esperando que alguien nos pudiera dar ayuda real oculta, sin
embargo, no un tipo que trabaja en mi librería y un matón de la escuela más joven
que yo. No esperaba aves que se convirtieran en hombres y armas y collares raros.

—¡No sé qué diablos está pasando!

—Si estás tan decepcionada —dijo Nick—, piérdanse. Estamos ocupados.

La noche estaba cada vez más fría, al igual que la cena de Nick, y tenía que
asomarse a la ventana y llamar al garaje para decirles que iba a renunciar. No le
importaba lo que esta gente quisiera, o lo que estaba pasando con ellos, o por qué
alguien usaría la palabra oculta cuando no tenía que hacerlo.

Él sólo quería irse.

—No, no —dijo Alan a la vez—. Sé que todo esto debe parecer extraño, pero les
podemos ayudar. Queremos ayudarles.

Nick se sintió obligado a corregir este error. —Yo no. Y hemos hablado de esto,
Alan. ¿No crees que tenemos ya suficiente sin necesidad de abrir una tienda de
caridad para las personas que creen que necesitan ayuda… —Dejó que sus labios se
curvaran—… oculta?

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Papá hubiera querido que ayudáramos a la gente —le dijo Alan, y se dirigió a los
demás—. Mira, por favor, entrad, puedo explicarlo todo.

Era una prueba de los poderes de persuasión de Alan que no se rieran en su cara.
Era una prueba de los poderes de Alan lucir no amenazante y que pudiera
manejarse con la puerta abierta en su cocina destruida, con un cadáver en el suelo.
Se alborotó el pelo rojo y se ajustó las gafas de modo ansioso, y tomó un par de
pasos de regreso a la cocina. Dejó que pudieran ver la cojera: Usaba eso, del mismo
modo que usaba todo.

Mae y Jamie se relajaron visiblemente.

Nick se dio por vencido, sacudiendo la cabeza y siguiendo a su hermano al interior.


Mae cuadró los hombros con decisión y cruzó el umbral de su casa. Nick estaba de
pie en la puerta y dio un paso atrás alrededor de un centímetro, por lo que tuvo que
rozarse contra él. Ella parecía irritada e incómoda haciéndolo, y él la sonrió. La vio
vacilar, como si estuviera a punto de dar la vuelta y correr, pero Alan se paró al
lado de ella luciendo honesto y acogedor.

Ella se detuvo, extendió la mano, y golpeó ligeramente el talismán descansado


sobre el pecho de Nick.

—¿Qué es esto? —preguntó, con voz un poco más suave.

—Es un talismán —respondió Alan suavemente—. Te advierte cuando la magia se


utiliza cerca, y te protege de los hechizos más pequeños.

—Te protege —repitió Mae—. ¿Así que estamos hablando de magia negra,
entonces? Del tipo que lastima a la gente—que causa problemas.

Nick se echó a reír, mirando a los vidrios rotos y las plumas negras a su alrededor.

—No hay ningún otro tipo.

—Tengo la sensación de que esto va a ser un infierno de explicación —dijo Mae, y


se dirigió a la cocina y hacia Alan.

Jamie todavía se veía con los muy ojos abiertos y dudoso acerca de lo que estaba
haciendo, pero se precipitó tras ella.

Nick cerró la puerta y se encontró preguntándose que había traído a este par a su
casa. Había que estar desesperado para acudir a ellos.

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

2.
La marca del demonio.

Traducido por Aishliin

Corregido por masi

P OR SUPUESTO
CUERPO.
QUE NICK ESPERABA DESHACERSE

Él siempre lo hacía, desde que Alan no puede transportar los cadáveres del lugar
DEL

con su pierna, pero nunca lo había visto tan irritado. Podría haber tenido primero
su cena, si Alan no hubiera estado tan preocupado por lo que pensaran los
invitados.

Giró el volante con más saña de la que debería, ya que hacer giros bruscos en las
estrechas carreteras de alrededor de Exeter1 no era precisamente recomendable.

Su mal humor puede tener algo que ver con que esos dos monstruos que eran de su
escuela. La gente de su escuela había visto la forma en que él vivía, con la espada y
la pistola, y con los cuervos y demonios. No parece molestar a Alan, pero debería
hacerlo. Había un montón de cosas sobre su vida que deberían molestar a Alan.

Condujo a lo largo del río Exe durante un tiempo, los barrios bajos perdidos por
detrás del coche, las débiles formas de los edificios en la distancia que parecen no
más que sombras de una ciudad más grande que él no podía ver. Esperó hasta que

1
Exeter: Capital del condado de Devon, una de las ciudades más antiguas de Gran Bretaña

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

la carretera estuvo vacía durante 10 minutos, y luego sacó el coche a un lado de


ésta, y salió de él.

Nick despojó al cuerpo de la bota. Con los brazos cruzados, se dio cuenta de que el
hombre había sido alto y se preguntó si debería revisar su sigilo para ver a que
Círculo pertenecía.

Decidió no hacerlo. Cualquiera podía venir mientras lo hacía, y además, no


importaba cual Círculo los había encontrado esta vez. Todos los Círculos iban tras
ellos. Sería otro diferente la próxima vez.

La presencia de sigilos en los cuerpos solo era buena para una sola cosa. Significaba
que el Círculo haría una verificación de los tatuajes y lo recuperarían y la policía no
vendría preguntando a Alan y Nick sobre cuerpos descubiertos y disparos.

De todos modos, generalmente, era una buena idea quitar el cadáver de su


propiedad.

Nick examinó la cara delgada del hombre. También era una buena idea introducir
el cuerpo en un buen chorro de agua tan pronto como fuera posible. De lo contario,
el Círculo podía dar a su compañero caído a los demonios. Un demonio podría
utilizar el cadáver algunos días.

Fue bastante fácil transportar el cuerpo hasta el parapeto, y Nick lo balanceó por un
momento, mirando abajo hacia el río. Las aguas eran negras y estaban en calma
antes de que tirara al hombre hacia ellas, levantando las piernas por el lateral
mientras caía. El cuerpo golpeó salpicando agua, hundiéndose casi completamente
hacia abajo arrastrado por el peso de un abrigo pesado de cuero e innumerables
encantos y talismanes. Nick observó la agitación de una pálida mano en la
superficie, que a causa de ser azotada por la corriente, parecía viva.

Dio media vuelta y volvió a subir al coche. Esperaba que sus huéspedes no
invitados se hubieran ido en el tiempo que tardara en llegar a casa. A Alan no le
debería costar mucho tiempo decirles que había magos en el mundo que podrían
llamar a demonios e introducirlos en las personas. Que había un buen montón de
otras cosas pasando al otro lado del mundo normal, con esos idiotas pretendiendo
que ellos no encajan allí. Ellos probablemente habían escuchado las advertencias
que había hecho Alan y se habían convencido de que necesitaban “ayuda oculta”.

Lo más probable, después de todo, es que cualquier problema que tuviera la pareja
fuera imaginario. Encendió el motor. Este rugió a la vida y él se alejó rápidamente
del lado del río donde el cuerpo se hundía.

Problemas imaginarios. Deben ser agradables.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan



En el momento en que Nick había girado la curva, pasando la estación de St.


David, estaba seguro de que Alan ya estaría finalizando el discurso de siempre. Él
le decía a todos los que venían lo que necesitaban saber para protegerse. Si Alan
hubiera estado menos dispuesto a ayudar a los demás y más preocupado por
protegerse a si mismo, Nick se hubiera sentido mejor.

Nick casi podía escuchar la voz de Alan ahora.

Hay demonios que viven en otro mundo, debía estar diciendo, un mundo paralelo al
nuestro, y tienen hambre. Ellos tienen hambre de los sonidos, las vistas, y de las sensaciones
de nuestro mundo. Ninguno de ellos puede entrar, sin embargo. Ninguno de ellos te puede
tocar a menos que un círculo de magos construya un puente para los demonios. Manteneos a
salvo. Manteneos alejados de los magos. Manteneos alejados de nosotros.

Funcionaba para Nick.

Aparcó el coche, saltó y se colocó al lado de la puerta, de manera que podría


escucharlo todo, con la espada preparada como de costumbre.

La voz de Alan llegó hasta él, a través de la puerta abierta.

—Por lo tanto, ¿Mae es por qué tu cumpleaños es en mayo? Porque ya casi es


mayo...

Nick notó que Alan había cambiado un poco su discurso habitual.

Empujó la puerta, abriéndola completamente y deslizó su espada al final de la


vaina.

Esa pareja había invadido su casa. Él podía asustarlos si quería.

—No es mayo, por el mes —explicó Mae—. Es Mae por Mae West2.

—Como desees —dijo Nick.

Al mismo tiempo, su hermano resplandeció y preguntó:

—¿Eres una aficionado al cine?

El salón estaba iluminado y visible para su cotidianeidad, a diferencia de su cocina


llena de cristales rotos y aves muertas. Alan había hecho, evidentemente, a todos
una taza de té, y él y Mae estaban sentados en los dos sillones grandes,
destartalados. Jamie estaba encaramado en el extremo de su sofá, su té sin tocar,

2
Mae West: una llamativa actriz y dramaturga estadounidense, famosa por su actitud provocativa e
irreverente.

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como si no tuviera confianza. Alan se inclinaba ligeramente hacia Mae, y torció la


cabeza ante el sonido de la voz de Nick y miró hacia la puerta.

Nick observó el destello de reconocimiento en sus ojos marrones. Él no se


sorprendió. Ella era del mismo tipo que ellos: alta, morena, y con un arma letal.

Dejó que su labio se curvara. Ese tipo de comportamiento era tan estúpido, que no
podía soportarlo.

—¿Aún seguís por aquí? —preguntó—. ¿Cuándo es la cena?

—Tenemos un problema serio —le dijo Mae, ahora mirando enojada, más que
agradecida.

Nick entró, sin hacer nada, blandiendo su espada, y se sentó en el otro extremo del
sofá.

—Siento oír eso —dijo—. Y todavía tengo hambre.

—Discúlpale —Alan se puso de pie, mirándolo—. En seguida se pone de mal


humor.

Nick enarcó las cejas.

—Sólo estoy de mal humor cuando no estoy comiendo.

—Entonces... ¿está de mal humor? —repitió Jamie—. De mal humor y... y lleva
una espada gigante. Bueno, eso es maravilloso.

Alan se echó a reír, y Jamie se relajó de nuevo. Alan tenía un don para eso. Los
padres, los jefes, los animales y los niños, todos ellos querían a Alan.

Nick gustaba a las niñas. Él se sentía como una feria.

Nick se dio cuenta de que, dado que Jamie estaba en su clase en la escuela, lo más
probable era que ellos tuvieran la misma edad, pero Nick siempre había lucido y se
sentía más viejo que todos los niños en la escuela, y Jamie era pequeño y con los
ojos muy abiertos: hecho por el cual era la mascota del profesor y el objetivo de sus
compañeros de clase.

Probablemente hubiera sido menos el objetivo si no hubiera insistido en usar


camisas de lavanda y joyas en la escuela.

Nick no culpó a Jamie por estar nervioso a su alrededor. Mucha gente lo estaba, y
además de eso, Seb McFarlane y su grupo estaban siempre molestando Jamie, y
eran técnicamente los amigos de Nick.

Nick pensó que el niño era estúpido por enseñar su cuello cuando él no tenía y no
podía protegerse a sí mismo, pero nunca había puesto un dedo sobre él. Era un

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derroche de energía; Jamie nunca le había hecho nada, y Alan se habría puesto
furioso.

Él entendía la ira, sin embargo, el impulso incansable para atacar a cualquier


persona que formaba parte de ese pequeño grupo de garrapatas, niños aburridos.
Nick siempre gravitó a los niños, a los alborotadores en todas las escuelas. Los
otros niños evitaban a Nick, como si pudieran oler la violencia en él. Esto no
molestaba a Nick, podía oler la debilidad en ellos. Para estos chicos, cada
pensamiento de una señal de peligro, era una demostración de fuerza. Ellos no
tenían miedo de él, y necesitaba un grupo.

Un niño solo, llamaba la atención demasiado.

—Entonces —dijo Jamie, al parecer, ahora con la impresión de que era


bienvenido—. ¿Vivís juntos?

Saltó un poco al ver la expresión en el rostro de Nick, a continuación, se arrellanó


tan abajo del sofá que estaba prácticamente tumbado en el brazo.

—Sí —respondió Nick, con voz de hielo—. Porque es mi hermano.

—Ah —dijo Jamie débilmente.

—No uses ese tono con mi hermano —dijo Mae, inclinando la barbilla—. ¿Cómo
podría saberlo Jamie? Vosotros dos no os parecéis en nada.

Nick apartó la mirada de ella y Jamie, y la dirigió hacia el espejo sobre la chimenea.
Sólo reflejaba la luz contra la pared, la luz del sol bajo un color, dentro del reflejo,
naranja feo. Su agarre sobre la espada era fuerte.

No había necesidad de decírselo. Él lo sabía.

Mae y Jamie no eran muy parecidos, como hermanos, lo eran. Ella estaba en el
lado de las curvas, y Jamie era un miserable flaco. Nick podría haberlo quebrado
como una ramita en la mano. Jamie era rubio, y Nick sospechaba que bajo la Mae
de pelo rosa, había una morena de base, pero ambos tenían los mismos ojos
grandes color café, la misma cara en forma de corazón. Ellos compartían unos
pocos marcadores de parentesco entre sí, las pequeñas señales de sangre
compartida, que Nick habría querido compartir con Alan, y no con ella.

Alan parecía incómodo. Nick se aclaró la garganta, y Jamie saltó de nuevo, como si
el sonido fuera un arma de fuego.

—Alan se parece a papá. Yo me parezco a mamá.

Era tan simple como eso. Taladró a ambos con una mirada de que se atrevieran a
hacer más preguntas u observaciones más personales. Su familia no era de su
incumbencia.
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Ni Mae ni Jamie hablaron. Alan, sin embargo, nunca pudo ser detenido a hablar
por ningún poder de Dios ni Nick.

—Ahora que Nick ha regresado, ¿por qué no nos decís por qué estáis aquí y lo que
piensas que podría estar mal? —dijo, sin dejar de sonreír. Sus ojos aumentaban
detrás de sus gafas cuando sonreía, hasta que no eran más que destellos de azul
intenso.

Era una sonrisa de papá, y Alan producía el mismo efecto que papá siempre había
tenido.

Mae, aparentemente, no era inmune a la sonrisa. Su rostro se suavizó y su espalda


se enderezó cuando ella le devolvió la sonrisa.

—Bueno —dijo ella—. Yo misma soy psíquica, puedes verlo.

Nick resopló.

—Oh, por supuesto que sí.

Mae parecía ofendida.

—Es posible que haya crecido fuera de esto, pero cosas muy extrañas sucedieron a
mi alrededor cuando era más joven. Pequeños objetos utilizados para romperse por
sí mismos, o volar por el aire. Yo no sabía lo que estaba pasando, pero yo
investigado y he buscado a gente que pueda saber algo, y he oído cosas sobre los
magos y los demonios que les dan poder. Y es verdad, ¿no? Ese hombre que tú... ¡se
convirtió en un pájaro! Era un verdadero mago. Todo es real.

Sonó como algunas de las personas del mercado habían estado hablando. Nick
quería que pudieran aprender a mantener la boca cerrada, o al menos aprender a no
tomar ventaja del corazón blando de Alan, y dejar de enviar los casos
problemáticos a su casa.

—Es verdad —dijo Alan—. Pero yo no creo...

Parecía preocupado por la inquietante señorita, por lo que Nick fue a su rescate. Se
inclinó hacia delante, miró a Mae, y dijo: —Déjame aclarar las cosas simplemente
para que lo entiendas. Tú no eres un mago. Eres una idiota. Unas pocas personas
en este mundo nacen con una cierta cantidad de magia, pero no crecen fuera de
ella. O bien aprenden a controlarlo y mantenerlo en secreto para siempre, o tratan
de hacer algo con la magia. Lo que significa que la mayoría de ellos se convierten
magos y llaman a los demonios. Es la forma más segura y más fácil de conseguir
más poder, pero hay también rituales con los muertos, y...

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—Rituales con los muertos —repitió Jamie con una voz débil, aturdido. Nick se
volvió y le miró con frialdad—. Quiero decir —dijo Jamie, y tragó saliva—, ¡Es
interesante y para nada espeluznante! ¡Por favor, adelante!

Nick estaba cansado de esto. Habían sido atacados, iban a mudarse de nuevo, y él
no tenía necesidad de que estas personas fueran testigos de lo desastre que es su
vida. Odiaba el que fueran de su escuela: que Jamie hubiera tratando de leerlo, y
ahora estuviera consiguiendo un vistazo ilícito de su raro mundo. Después se iría a
su casa, seguro y caliente, y se podría pensar que había tenido una aventura.

Se inclinó hacia delante y atrapó de nuevo los ojos Mae, dándole la clase de mirada
que hacía que la mayoría de la gente se inquietara.

—Hay magos, mensajeros y personas que pueden encantar a los demás con la
música, y la gente que puede hacer que los objetos sean mágicos —explicó en voz
baja—. Pero curiosamente, no hay personas que crezcan sin tener poderes mágicos.
Si los hubieras tenido, los sabrías. Pero tú no sabes nada, y nada de esto te
preocupa. Vete a casa y deja de molestarme por ninguna razón.

Mae se inmutó y de inmediato lució furiosa con ella misma.

—¡Tengo una razón!

Nick estaba listo para tomarla de nuevo con ella, cuando Alan se inclinó y tocó su
brazo. Su control sobre su espada era apretado, pero él se quedó en silencio, y Alan
dijo con una voz mucho más amable de lo que Nick podría haber logrado alguna
vez: —¿Cuál es tu razón?

Mae miró al suelo y le dijo: —Te lo dije. Es Jamie.

—Es una locura, es lo que es —dijo Jamie. Nick se volvió hacia él. Jamie no
parecía muy contento de haber captado su atención. Tragó saliva e hizo una
mueca, como si alguien estuviera forzando algo amargo en su garganta, y luego
continuó—. Todo comenzó con estos sueños. Pensé que eran sólo sueños, sueños
extraños, de alguien hermoso, fuera de mi ventana, pidiendo que le dejara entrar.

—Un súcubo —agregó Mae amablemente. Nick enarcó las cejas con la palabra y se
aseguró de que ella lo viera hacerlo. Ella frunció el ceño y continuó—. O un
íncubo, que es la palabra de los hombres, ¿no? He leído acerca de ellos, son los
demonios que vienen en la noche y básicamente tienden su mal camino contigo.

—¿Su mal camino? —repitió Nick—. Vaya, vaya. ¿Qué tipo de libros has estado
leyendo? ¿Y lo sabe tu madre?

Mae lo fulminó con la mirada, y el rostro de Jamie se puso escarlata. Lo mismo


hizo Alan. Al parecer, nunca había oído que hiciera tal cosa, al ser demasiado
simpático.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—¿Qué pasó? —preguntó Alan en voz baja.

Jamie levantó la vista del suelo y encontró algo en los ojos de Alan que le hizo
tensar sus hombros y decir, con voz firme: —Yo le permití entrar. Y luego, por la
mañana, era real. Quiero decir, alguien había estado allí. Había...

—Todo lo que necesitas hacer es responder a la pregunta —interrumpió Nick—.


No necesitamos más detalles.

El enrojecimiento de Mae se intensificó, y Nick sonrió, sintiendo un placer vicioso


a la vez. Esta gente no debería haber venido aquí. La escuela y el hogar no deben
solaparse. Nick estaba destinado a ser normal en la escuela, y éste era su lugar, su
hermano, su casa, incluso su madre loca paseándose arriba. Él no se preocupaba
por sus problemas. Él sólo quería que se fueran.

Él se inclinó para decir algo más.

—Nick —dijo Alan, y Nick cerró la boca a regañadientes. Alan asintió con la
cabeza hacia Jamie para instarlo a continuar.

—Al día siguiente había una marca extraña en mí. Cuando se lo dije a Mae,
empezó a hacer algunas preguntas a la gente.

—Cuando me interesé acerca de la magia, yo empecé a andar con personas que


tienen intereses inusuales —dijo Mae—. No hay mucho de una escena gótica o
Wicca en Exeter, pero yo fui a algunos lugares que conozco y pregunté. Mucha
gente no quería hablar conmigo porque los góticos creen que he sido mordida por
una cría de murciélago, entonces soy un murciélago, y Wiccanos piensan que estoy
jugando.

—La gente cree que eres... un murciélago —dijo Nick lentamente—. Bueno, por
supuesto. Muchas personas piensan que soy un bollo de arándanos.

Ella sonrió con una sonrisa repentina, inesperada, y él casi le devolvió la sonrisa,
pero luego recordó que estaba invadiendo su casa y miró a través de ella hasta que
su sonrisa se desvaneció.

Desafortunadamente, el resto de ella aún estaba allí.

—Esto significa que creen que estoy jugando y no es serio —continuó en un tono
aún más genial—. Algunos de ellos me escucharon, sin embargo, y había un
hombre (un extraño) que me dijo que si yo tenía un problema extraño, debía venir
aquí.

—Considerándole a él —murmuró Nick.

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Estaba furioso. Olvídate de las artes negras, cualquier mago puede encontrarlos
haciendo algunas preguntas abajo, a nivel local, debido a que el mercado Goblin
sentía la necesidad de difundir la palabra.

Dijeron que era su responsabilidad proteger a la gente normal de los magos.

Nick pensó que era su responsabilidad recordar que los magos pueden escuchar en
cualquier lugar, en cualquier momento, y las palabras descuidadas podrían
matarlos a todos.

Nick lanzó a Alan una mirada oscura, pero Alan no lo miraba. Su mirada estaba
fija en Mae.

—¿Fue un íncubo? —exigió Mae. Nick resopló.

Alan dijo: —No hay tal cosa como un íncubo. No exactamente. Sólo hay demonios
y demonios que toman cualquier forma y ofrecen cualquier oferta para obtener lo
que quieren.

Jamie formuló la pregunta. —¿Qué quería?

Nick movió la espada, colocándola horizontalmente en contra de sus rodillas, y


sonrió cuando Mae y Jamie lanzaron miradas sorprendidas al brillo que se
deslizaba a lo largo de la hoja.

—Él quería lo que todos los demonios quieren —dijo Nick en voz baja—. Quería
salir del frío.

—Los demonios viven en otro mundo —explicó Alan—. Todos los escritos que he
podido tener en mis manos cuentan sobre cómo los mundos son diferentes. Hay
leyendas que dicen que los seres humanos estaban hechos de tierra y los demonios
de fuego. Es una metáfora, por supuesto, pero es una buena idea. Ellos están
hechos de materiales totalmente diferentes a nosotros. No hay ninguna descripción
del mundo de los demonios que esté disponible en los libros. Tal vez no se puede
describir, pero al parecer es tan sombrío que los demonios están dispuestos a hacer
cualquier cosa para salir de allí, aunque sea por un corto período de tiempo... y ahí
es donde entran los magos...

Mae se acercó y tomó la mano de Jamie, enlazando sus dedos. Jamie la agarró con
fuerza.

—¿Hay magos detrás de Jamie?

—Oh, claro —dijo Nick—. Detrás de él. O de ti. Los magos no son quisquillosos.
Ambos tenéis carne para lanzarles a los demonios.

—¡No estás ayudando! —exclamó Mae.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick se recostó en el sofá, cruzando las piernas y equilibrando la espada contra una
rodilla. Él le enseñó los dientes.

—Yo estoy ayudando. Estoy diciendo la verdad. Si no te gusta, es tu problema.

—Carne —repitió Jamie, con la voz temblorosa—. ¿Qué significa eso?

—Los demonios sólo pueden entrar en este mundo si son convocados —respondió
Alan—. Los magos los convocan, para poder utilizar el poder de los demonios
como propio. Tú tienes que entender que las personas no siempre tienen mucha
magia en si misma, pero los demonios pueden controlar los elementos. Pueden
crear ilusiones tan reales que se pueden tocar. Y están dispuestos a ceder parte de su
poder a los magos, porque quieren entrar en este mundo. —Miró a Jamie, con los
ojos muy abiertos y serios—. Tiene que ser un mago cercano el que llamó a un
demonio y lo dejó ir de caza con un cuerpo que posee. Y tú debes ser mayor de lo
que aparentas.

—Yo tengo... tengo dieciséis —dijo Jamie—. Cumplí dieciséis años en octubre.
¿Qué importa eso?

Era casi seis meses mayor que Nick, entonces. Nick lo encontró algo divertido, ya
que Jamie le llegaba por el hombro.

Entonces se acordó de su cumpleaños el mes pasado. Alan había hecho una torta y
le dijo que pidiera un deseo, y lo había hecho porque las cosas ridículas, como esa,
hacían a Alan feliz. Había cerrado los ojos y deseó quedarse mucho tiempo, aquí en
Exeter, seguros y sin molestias.

Nick frunció el ceño. Mira lo bien que había funcionado para él.

—Los demonios no van detrás de cualquier persona menor de dieciséis años, si


tienen otra opción —explicó Alan—. No les gusta estar en los cuerpos de los
animales o los niños. Los cerebros no se desarrollan lo suficiente para tener un
control adecuado sobre su magia.

—Los niños no son como animales —dijo Mae, frunciendo el ceño.

—Los demonios no son políticamente correctos —dijo Nick—. Imagínatelo.

Alan se estiró y tocó la parte de atrás de la mano de Jamie. Alan tenía un gran don
tocando a gente.

—No tienes de que preocuparte —dijo—. Si tienes una marca, te llevaremos al


próximo mercado Goblin y la quitaremos. Mae tiene su talismán, y puedo
conseguir uno también. Los demonios se trasladarán a una presa más fácil.

Jamie se pasó de lado en el sofá, como si no estuviera seguro de que manera


moverse. Nick se había familiarizado con ese tipo de reacción. La gente estaba
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molesta siempre al escuchar a alguien como Alan decir casualmente cosas como
"una presa más fácil."

—Siempre pensé que Mae hablando acerca de la magia era una especie de... tonta
—dijo con una mueca de disculpa hacia su hermana—. La primera vez que me
encontré con una marca, ni siquiera se lo dije, pero...

La punta de la espada de Nick golpeó la alfombra en el momento mismo que se


apoderó del brazo de Jamie y tiró de él a sus pies. Jamie se retorció en su agarre,
por un instante sorprendido, y luego se congeló cuando vio la cara de Nick.

—Exactamente, ¿cuántas marcas tienes? —gruñó Nick.

—Deja ir a mi hermano —dijo Mae, que se había puesto de pie en algún momento.

Nick no se molestó en mirarla.

Cogió otro movimiento con el rabillo del ojo, sin embargo, y lo miró. Era Alan,
levantándose con mucha más dificultad que Mae. Alan nunca mostraba su
evidencia de que era cojo, excepto cuando tenía que ponerse de pie. Él tuvo que
utilizarse a si mismo como palanca sobre la silla, y verlo así nunca hacía nada para
mejorar el humor de Nick.

—Nick. Tómatelo con calma. Baja la espada.

—¡Sí! —dijo Jamie, temblando con el brazo atrapado por Nick. Nick podría
romperlo ahora, si él quería.

—Sí, eso es una excelente idea. ¿Por qué no bajas la espada?

Mae se cernía en el codo de Alan, mirando desafiante, pero estaba claro que no
quería hacer nada que pudiera poner en riesgo a su hermano. Alan extendió la
mano y se apoderó de la muñeca de Nick, su agarre suave pero firme.

Nick soltó el brazo de Jamie. Retrocedió un paso, puso su espada con cuidado
sobre la mesa del salón, y se apartó de eso también. Recorrió su brazo por el ancho
de la espada o para mostrar el inmenso vacío en su mano, y luego miró expectante
a Jamie.

—Ahora —dijo—. Muéstrame.

Jamie tragó y miró nerviosamente a su hermana.

—Está bien —le dijo Alan—. Nadie va a hacerte daño.

Hubo una pausa en la que Jamie tuvo cuidado de no mirar a Nick, pero Nick
estaba esperando con los brazos cruzados, la promesa en sus ojos de lo que él haría
si este muchacho había puesto en peligro a su familia.

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Poco a poco, Jamie desabrochó los botones de su camisa, a partir de la parte


inferior. Buscó los botones, con los dedos arrastrando como si estuviera agobiado
por las miradas de todos, y luego se detuvo cuando la camiseta se había
desabrochado a mitad de camino. Su pecho parecía el pecho cualquier niño,
cualquier niño que no comía suficiente ni hacía suficiente ejercicio. Delgado,
pálido, y, a continuación arriba, en la cadera izquierda, justo por encima de sus
pantalones, había...

Nick maldijo.

—Una marca de tercer nivel. Viniste a nosotros con una marca de tercer nivel.

—¿Qué significa eso? —preguntó Jamie con la voz alterada, que era más aguda con
cada palabra—. ¿Qué niveles hay? ¿Qué quieres decir, los niveles, al igual que los
niveles, en un pastel de boda?

Las ventanas de la sala de estar no mostraban nada más que oscuridad, pero ese era
el problema con la noche. Los demonios podría estar en ella antes de tener la
oportunidad de prepararse, y ahora había un niño con una marca de tercer nivel en
la casa de Nick. Él miró a Alan, y Alan parecía muy triste. Alan estaba,
obviamente, tratando de pensar en una manera de decírselo al chico amablemente,
pero con noticias como esta, no importaba cómo se lo dijera.

Además, esto no tenía nada que ver con ellos. Salvo que el muchacho lo hubiera
traído a su casa.

Nick fue a sentarse en la mesa al lado de su espada. Extendió la mano y señaló, con
el dedo trazando en el aire, la marca en la piel de Jamie. La marca roja estaba bien
al principio, pero después de un momento mirándola su visión se vio borrosa, como
si la marca estuviera tratando de salirse de la vista. A pesar de que el corazón de la
herida era rojo, los bordes rasgados de negro eran como sombras negras como la
sangre en la noche. Había dos líneas de corte en la piel de Jamie, y dentro de las
dos líneas, tres marcas de mordeduras irregulares en forma de un triángulo.

Dentro de las líneas y el triángulo, rojo y brillante como una quemadura, había un
ojo abierto, mirando.

—Hay tres niveles —dijo secamente—. El primer nivel es el de las dos barras. Ellas
forman la puerta. Una vez que está hecho, los demonios son conscientes de que hay
un punto débil, y comienzan a reunirse en la puerta entre los mundos. Se puede
realizar un seguimiento, una vez que la primera marca se ha hecho. El segundo
nivel es el triángulo. Tres puntos equilátero y tres pinchazos equilátero y una vez
que se ha hecho significa que alguien tiene que morir.

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Mae bruscamente se cayó ruidosamente. Ella había estado de pie justo detrás de
Jamie, moviéndose protectoramente, y de repente ella no estaba. Había caído de
espaldas en un sillón, con la cara blanca y los dedos agarrando los brazos de la silla.

—¿Morir? —hizo eco Jamie.

—Alguien tiene que morir —repitió Alan—. Tanto tú como un mago: uno de los
magos del Círculo que convocó al demonio. Su sangre podría ser utilizada para
limpiar la segunda marca de distancia.

—Eso no importa —interrumpió Nick—. Porque tú tienes una marca de tercer


nivel. Dentro de la puerta, dentro del triángulo, está el ojo. Ese es el tercer nivel.
Una vez conseguido eso, tienen una solución para ti. Finalmente serán capaces de
romper las barreras de tu mente, gatear dentro de ti, y controlar todo lo que haces.
Los demonios te están viendo ahora y nadie más que tú lo hará.

—Espera —dijo Jamie, con su voz temblando, mientras todo su cuerpo temblaba—
. No puedes decir eso. Pensé que las dos barras eran sólo pequeños cortes. Pensé
que el triángulo de las heridas punzantes eran picaduras de insectos o algo así. Ni
siquiera se lo dije a Mae hasta que apareció la quemadura que se parecía a un ojo.
Yo ni siquiera sabía si deberíamos venir aquí esta noche, y ahora, ¿tú estás diciendo
que es demasiado tarde ya?

Nick se encogió de hombros.

—Sí.

Dejó de señalar y juntó las manos sin apretarlas, juntas, inclinándose hacia delante
con los codos en las rodillas. Jamie estaba allí de pie, con las manos en la camisa
arrugada y medio abierta, colgando vacía y abierta a los costados. Tanto él como su
hermana tenían la mirada en blanco, ciega, como si el universo hubiera sido
reorganizado en frente de sus ojos y la nueva versión doliera mucho para verla
correctamente.

Era la expresión de la cara de Alan lo que inestabilizó a Nick. Era evidente que
estaba sintiendo algo, algo más suave y más de pena, algo que viene naturalmente a
Alan y que probablemente debería venir naturalmente a Nick. Se sentía un tanto
como una pérdida. Los condenados siempre molestaban a Alan.

—Tiene que haber algo —protestó Mae, su voz una mezcla entre la rabia y el
miedo—. Tiene que haber algo que pueda hacer, no puede ser que simplemente nos
digáis que no se puede hacer nada.

—Lo siento —dijo Alan—. Os ayudaría si pudiera.

—¿Por qué el demonio quiere que él... —Mae se contuvo, claramente incapaz de
decir la palabra.

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—El demonio no querrá que muera —respondió Alan—. El demonio quiere


poseerlo, pero una vez que lo hace, el esfuerzo del espíritu humano y el demonio
que luchan por la posesión del mismo cuerpo será demasiado. Se rasgará su cuerpo.
Siempre lo hace: El demonio no puede hacer que dure. Y no abandonarán un
cuerpo.

—En primer lugar va a ser un demonio —dijo Nick—. Luego morirá. No debería
tomar más de un mes.

Jamie parecía estar al borde de la hiperventilación, a juzgar por su respiración. Nick


no lo miró. No había nada que él o Alan pudieran hacer, no importaba cuanto
quisiera ayudar Alan. Les habían dicho que estaba pasando, y era malo. No sabía
lo que se esperaban esos dos.

Era porque estaba mirando a la alfombra cuando lo vio por primera vez.

Arrastrándose por la alfombra roja, gastada y poco utilizada, derramado sobre ella,
habían zarcillos como el vino de pálidos, casi invisibles, en forma de niebla.

—La niebla está dentro —informó Nick bruscamente.

Dos ataques en un día, y un niño que usaba los ojos del demonio en su casa.
Estaban sin duda recibiendo una gran cantidad de atención.

—Fuera de su alcance —ordenó Alan a los demás—. Subid encima de las sillas.
Levantad los pies del suelo.

—Fuera de su alcance −repitió Jamie, trepando en el sofá mientras hablaba,


aferrándose a la espalda. Todavía estaba temblando—. Es la niebla. ¿Tiene la niebla
en general, su alcance en esta casa? ¿Es un ataque de niebla?

Nick cogió su espada y merodeaba alrededor mientras la niebla se extendía por el


suelo. Casi no podía ver, y luego la fluencia lenta capturando el ojo, la oscilación
del aire en los bordes de la habitación, y se dio cuenta de que la habitación estaba
llena de niebla.

Mae se había levantado en una silla, pero ella se retorcía de pie para ver mejor.

—Niebla —dijo—. ¿Es un vampiro?

—No, mujer, no es un vampiro —dijo Nick con desprecio—. Es una ilusión del
más estúpido de los magos estúpidos que piensan que vamos a estar demasiado
distraídos por su primer ataque para notarlo.

Echó un vistazo a la sala de punta a punta, buscando la señal más probable de


movimiento, sosteniendo la espada lista. La fina capa de niebla hizo la alfombra un
poco borrosa ante sus ojos, la veía en todas partes.

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—La niebla es una magia pequeña —explicó Alan—. Por lo general se resuelve en
un animal pequeño que un demonio posee. Es bastante fácil hacer frente a la niebla.

La forma usual de la niebla era una rata. Una vez, sin embargo, Nick se había visto
obligado a tratar de apuñalar a una gran araña. Esperaba que fuera algo grande esta
vez, y él podría usar algo de acción. La noche del jueves había sido arruinada, su
casa había sido invadida, pero podía estar tranquilo al respecto. Todo lo que tenía
que hacer era matar.

Los dos aficionados estaban arriba en las sillas, moviéndose y haciendo ruido.
Alan, que lo conocía mejor, estaba inmóvil y no distrayendo a Nick, ni agitándose
ni hablando en absoluto. Nick estaba acechado todo el perímetro de la habitación.
Encontró el brillo de la niebla y la formación de una forma en el instante antes de
que ocurriera.

Él estaba preparado, pero no esperaba algo tan largo y sinuoso como una serpiente.

No era sólo la niebla y de repente ahí estaba, una negra delgada banda contra la
alfombra, moviéndose más rápido de lo que Nick lo hizo, golpeando más rápido de
lo que Nick hizo. Nick fue sólo un segundo detrás de ella.

Saltó hacia adelante y lanzó la espada con fuerza.

Cortó la serpiente en dos mitades llenas sangre un instante después de que hubiera
hundido sus colmillos en la pierna de Alan.

Por un momento no estaba preocupado en absoluto. Entonces vio la expresión en


la cara de Alan, y se acordó de su hermano diciendo: Mae tiene su talismán, y
puedo conseguir uno también.

Nick no había pensado en ella, ni preguntó donde lo había conseguido Mae. No


había notado la ausencia de la protuberancia debajo de la camisa reveladora de
Alan.

—Tú lo llevas puesto −respiró Nick, volviendo sus ojos hacia Mae.

Se llevó la mano a la garganta, en silencio, por una vez. Ella era tan inteligente
como para permanecer callada. Había sangre golpeando los oídos de Nick. Había
sangre deslizándose por su espada. Alan se arrodilló, con mucha calma, y se enrolló
la pierna del pantalón. Nick vio la marca, vio las dos líneas rojas por encima de su
tobillo, vio la puerta de los demonios en su hermano.

Esto nunca había sucedido antes.

—Nick, cálmate —dijo Alan, su propia voz excesivamente tranquila—. Es sólo una
marca de primer nivel. Nosotros nos encargaremos de ello. Vamos a ir al Mercado
Goblin y que lo retiren.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

A Nick le dolía el brazo por el esfuerzo de no hacer pivotar su espada, no llevarla a


ningún lugar, a nadie. Todo su cuerpo sentía correr la rabia fría, como si la rabia
fuera lo que fluía en sus venas y el frío se hubiera mostrado por la acción.

—¡Cállate! —Él se giró hacia Mae y Jamie—. Salid —sugirió—. O os lastimareis.


Es vuestra elección.

Sus dientes le dolían, él los estaba apretando con mucho fuerza, y Mae y Jamie
estaban lejos de él sobre los muebles. Él tuvo que bajar la espada entonces, ya que
el único objetivo que quedaba era Alan.

Nick respiró hondo y arrojó su espada contra la pared. Golpeó el yeso con el anillo
de acero, y él cerró los ojos ante el sonido.

—Tú le diste tu talismán de distancia —dijo, soltando las palabras. No quería


decirlo, pero tenía que hacerlo, no podía hacer nada más, porque lo que quería
hacer era golpear Alan.

Se calmó, desesperado y silencioso como un animal. Por último, encontró las


palabras, y las arrojó a su hermano.

—No puedo creer que fueras tan estúpido. ¡No de nuevo!

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

3.
La chica escondida

Traducido por flochi, Ruthiee y Ladylove

Corregido por esmeralda38

N ICK RECORDÓ LA PRIMERA VEZ QUE LOS MAGOS LOS HABÍAN


ATRAPADO.

Siempre había sabido que estaban allí, una presencia cazadora como el sonido de
trompetas y perros en la maleza que deben ser para los zorros, pero esta vez era
diferente. Era la diferencia entre saber que ellos estaban ahí y tener a los perros
sobre uno mismo, mandíbulas mordiendo, sin oportunidad de correr.

Nick había tenido ocho años y Alan once. Nada les había parecido serio en ese
entonces. Mamá siempre había sido extraña, nunca había querido a Nick, pero era
trabajo de papá encargarse de mamá, al igual que era el trabajo de Alan ocuparse
de Nick.

Ha pasado mucho movimiento, pero siempre las casas eran así de acogedoras,
lugares con jardines y mucho espacio. Nick nunca se había preocupado de dónde
provenía su siguiente comida, y nunca se preocupó de que alguien pudiera tratar de
matarlos. Nick había conocido a los magos que estaban cazándolos, y papá se
había asegurado que ellos supieran luchar. Era sólo que Nick nunca había creído
realmente que los magos pudieran sobrepasar a su padre.

Papá podía hacer lo que fuera. Podía calmar a mamá en sus ataques nerviosos y
podía tranquilizar a cualquier persona que se hubiera vuelto sospechosa. Se parecía
a Alan excepto en lo grande, una presencia enormemente adulta y confortable que
podría alzar a un niño cansado en cualquier momento que tuvieran que moverse en
la mitad de la noche. Nick recordó esos movimientos de medianoche solamente

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

como momentos cuando se despertaba para encontrar su mejilla reposando contra


el amplio hombro de papá.

—Eres mío —solía decir papá—. Y cuidaré de ti.

En ese entonces, llevar el talismán había sido sólo una precaución, como Alan
sosteniendo su mano cuando cruzaban el camino. Nick odiaba el talismán.

El talismán parecía como un atrapasueños decorado con huesos, tenía cristales en


lugar de perlas y sales y hechizos vertidos sobre el tejido cuando fueron hechos.
Papá solía comprar ambos talismanes en un puesto en el Mercado Goblin, como un
padre normal comprando a sus hijos manzanas de caramelo. Usar un grandísimo
atrapasueños lo tildó a sus ocho años como un estúpido y además era incómodo.

Siempre moviéndose, siempre ardiendo. Dejó una débil cicatriz plateada sobre su
pecho donde usualmente descansaba. Nick ahora entendió lo que eso significaba.
Era parecido a mi madre. No era feliz por eso.

En ese momento era simplemente una molestia. Nick siempre estaba dejándolo en
su mesita de luz o en el fregadero del baño, y Alan siempre estaba encontrándolo y
molestándolo para que lo guardara.

El talismán estaba en el asiento trasero del auto la noche que papá llevó a Nick
directo a la trampa.

Los magos habían llegado primero. Se habían ubicado en círculo alrededor de la


nueva casa familiar que brilló en los tres puntos del triángulo una vez que todos
ellos pasaron el umbral. Los tres puntos equiláteros, como el Triángulo de las
Bermudas. El signo de la muerte.

Papá había bajado cuidadosamente a Nick, mientras todos ellos se miraban entre si
y supieron lo que esto significaba. Romper el círculo significaría la muerte. Fueron
atrapados tan claramente como animales en una trampa, sin oportunidad de correr,
y los magos serían capaces de venir y recogerlos sin una pelea.

Papá no hizo un alboroto en absoluto. Nick había visto, incomprensivamente,


como su padre se deslizó por el suelo y se arrodilló en frente de Alan.

—Te ocuparás de tu madre y de tu hermano. Harás lo que sea necesario. Júralo.

Alan susurró: —Lo juro.

—Ese es mi muchacho —había dicho papá, y besó a Alan una vez, sobre la frente.
Lo tomó por los hombros y lo miró por un momento, y entonces se levantó y corrió
al círculo.

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Su familia se quedó de pie y lo miró quemarse cuando cruzó la línea de los magos,
colapsando sobre sí mismo como un carbón caliente apuñalado por un atizador. No
quedó nada de él después de un momento, más que cenizas y el vacío.

Papá fue el que les dio una oportunidad para correr, pero Alan fue el que consiguió
que salieran. Agarró la mano de mamá y le preguntó a Nick si tenía su talismán.
Nick recordó exactamente como se había sentido en ese momento: vacío de
palabras, apenas capaz de entender la pregunta de Alan. Había sacudido su cabeza,
y Alan se había detenido y entonces se sacó el talismán por encima de su propia
cabeza.

—Ten el mío.

Los magos estaban acechando. Sus demonios estaban listos. El aire se había
espesado con ellos: aves atacando, hielo debajo de sus pies, lenguas de llamas como
látigos saltando de ellos al aire vacío. El fuego pasó justo a través del pelo negro
salvaje de mamá, ella sollozó y se aferró a su talismán en agradecimiento.

El fuego golpeó la pierna de Alan y él gritó; se había inclinado sobre Nick para
llegar al auto, y las lágrimas se habían vertido bajando por sus mejillas mientras le
decía a mamá qué hacer y adónde conducir. Condujeron a Escocia, no pararon ni
para descansar y no fue hasta unos cuantos días después, que Alan decidió que era
seguro ir a un hospital. Para entonces la infección se había establecido y los
músculos estaban dañados.

Nick nunca más se sacó su estúpido talismán de nuevo, no importaba cuán


incómodo fuera.

Eran solamente, Alan y Nick desde entonces. Mamá apenas contaba.

Habían pasado ocho años. Habían corrido desde entonces, apenas capaces de
alimentarse a sí mismos, apenas capaces de escapar cuando ellos los acorralaban.
Habían pasado ocho años y Alan, ese idiota, no había aprendido que nunca debería
apartarse nuevamente de su talismán.



Alan se escapó escaleras arriba hacia mamá en el momento en que Mae y Jamie se
fueron, balbuceando algo acerca de alimentarla, diciendo que él era un completo
cobarde. Nick no pudo seguir a Alan arriba, hacia mamá. Ella habría estado
enojada por días si Nick entraba en su cuarto. Cuando ella tenía sus días malos,

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necesitaba la seguridad de saber que si permanecía en su cuarto, no tendría que


verlo.

Habían tenido algo de tiempo para mudarse, al menos. Los magos habían perdido a
uno de sus miembros y debieron haber gastado mucho poder con esos cuervos y la
niebla, poco tiempo después. Aún así, Nick supo que debería permanecer adentro
esta noche, permanecer cerca en caso de otro ataque.

En vez de eso, salió y se puso a hacer ejercicios. Había practicado largas horas con
la espada, asegurándose de poder moverse como si fuera otra, de alguna manera,
extremidad afilada y además, con el tipo de humor que tenía, casi estaba esperando
que los magos lo atacaran. Que lo intentaran.

El viento nocturno extendió un frío a lo largo de sus brazos desnudos mientras él


amenazaba y fintaba, tratando de apuñalar las sombras a través del corazón. Los
pocos profesores que había tenido le dijeron que todo se trataba de los
movimientos, pero Nick siempre tuvo que imaginar a un oponente: alguien a quien
pudiera herir y que quisiera herir gravemente. Con el fin de practicar realmente,
tuvo que hacer un enemigo más mortal que él, al cual nunca se hubiera enfrentado
fuera del aire. Tenía que ser mejor que alguien que pudiera imaginar.

Especialmente desde que su estúpido hermano, inutilizado aparentemente, estaba


determinado a desperdiciar su vida.

Nick luchó contra el aire y pensó en la noche en que papá murió. Se dirigió de
regreso a casa cuando fueron las cuatro de la mañana, poniéndose la chaqueta
mientras se iba. El material estaba frío y húmedo de descansar sobre el césped,
mojado por el rocío nocturno y pegado a su piel resbaladiza de sudor.

Entró al interior, para encontrar a Alan friendo huevos.

—¿Te acuerdas de la Sra. Gilman, nuestra vecina, a tres casas? —preguntó Alan—.
Solía mirarte practicar la espada con binoculares. Nunca te lo dije. Lo siento.

Nick apoyó la espada en el escurridero con un clic metálico.

—¿Por qué lo hiciste?

—Bueno, pensé que estarías un poco perturbado.

Nick no dijo nada. Miró fijamente a Alan, con la mandíbula tensa, y dejó que el
silencio se alargara desde él hasta su hermano como si fuera una alfombra roja
desenrollándose para que Alan siguiera hablando.

—Mira, ellos necesitaban ayuda y éramos los únicos que podíamos darla —dijo
Alan rápidamente—. Puedo comprar otro talismán de la gente del Mercado,
mañana. Pensé en sólo darle a Mae el mío y reemplazarlo…

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—Deja de mentirme.

El roce de la espátula en la sartén flaqueó. Nick cruzó sus brazos sobre el pecho y
esperó.

—No entiendo lo que quieres dec…

—Fue el chico el que tuvo el problema. Le diste a la chica el talismán. No trates de


fingir que no quisiste darle algo. No finjas que no querías impresionarla con cómo
pueden ser tus atenciones mágicas.

Las puntas de las orejas de Alan se pusieron violentamente rojas.

—Tal vez tengas razón —admitió.

—Tengo razón.

Alan vaciló, entonces tensó sus hombros delgados.

—Quise impresionarla, pero quise ayudarlos también. El talismán la protegerá. Si


quisiera que a ella… le gustara también, ¿qué importa?

Alan parecía cansado en la implacable luz amarilla de la cocina. Debería estar


dormido, no levantado friendo huevos y preocupándose.

—No veo por qué importa si te gusta o no.

Las chicas eran un viejo tema de discusión entre ellos. Alan suspiró y Nick miró
por la ventana, donde las sombras de la noche estaban empalideciendo ligeramente,
preparándose para el amanecer.

—No… sé que estás preocupado —dijo Alan—. No lo estés. ¿Cuántas personas con
marcas de nacimiento hemos visto? ¿Cuántas marcas de nacimiento has removido?
¿Cómo es diferente esto?

Nick volvió su mirada de la ventana a Alan.

—Esto es diferente —dijo—. Esto eres tú.

Alan pareció terriblemente satisfecho por un momento y Nick se dio cuenta que su
hermano había tomado esto como una de las ridículas y ñoñas cosas que Alan solía
decir todo el tiempo. Nick sólo había querido decir lo que dijo: que nunca se había
tratado de su hermano antes.

Afortunadamente, Alan no hizo un alboroto sobre eso. Él podía creer que Nick
había dicho cualquier cosa estúpida que él quisiera entender, siempre y cuando no
hiciera escenas.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Todo lo que dijo fue: —Aquí, tienes tu ceyuno. Luego podemos empezar a
empacar.

—¿Ceyuno? —repitió Nick.

—¡Cena y desayuno! —dijo Alan triunfalmente—. Como brunch.

Nick lo sometió a una larga y crítica mirada.

—Hay algo muy mal contigo —dijo finalmente—. Pensé que deberías saberlo.

Impávido o tal vez sin sorprenderse por las noticias, Alan empezó a lavar los platos.
Empujó la espada de Nick a un lado con los dedos enjabonados para hacerle
espacio a la sartén de freír húmeda.

—¿Dónde te apetece vivir a continuación?

—Londres —dijo Nick, porque pensó que a Alan le gustaría.

Alan pareció complacido, y vio que había estado en lo correcto.

—Londres, entonces. Encontraremos una mejor casa, una con una ventana en la
cocina que no esté toda rota, e iremos a los museos. Entonces cuando llegue mayo
iremos al Mercado Goblin y encontraremos a alguien para bailar…

—Bailaré —dijo Nick.

El reconfortante tintineo y splash del lavavajillas se detuvo. Alan todavía estaba


indeciso.

—No tienes que hacerlo. Alguien más puede hacerlo. Me dijiste que nunca querrías
bailar nuevamente.

Por todo lo que Alan era tan aficionado a hablar, por todo lo que podía dar la lata
sin cesar sobre nada en especial por horas, no parecía entender realmente las
palabras. Nick lo había dicho todo bastante claramente. Él no tenía la intención de
ir al círculo otra vez, nunca tuvo la intención de bailar para los demonios una vez
más. Por lo que a él le concernía, aquellos marcados podían ir a alguien más por
ayuda.

Sólo que esta vez el marcado era Alan, y era diferente.

—Bailaré —repitió. Alan sonrió su avergonzada y emocionada sonrisa, y Nick puso


los ojos en blanco—. Aunque, no voy a ir a ningún museo.



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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Era tarde cuando Nick despertó, la plena luz solar estaba presionando contra las
cortinas restrictivas. Simplemente se despertó cuando lo hizo, debido a un ruido
por debajo que sonó alarmante como alguien tirando cada una de sus ollas y
sartenes.

Nick halló una camisa limpia con la prisa debida, y bajó las escaleras con los
pantalones todavía sin abotonar.

—Dame eso —ordenó.

—Oh, pero joven señor, el doctor dijo que podía volver a cargar cosas pesadas si
tenía verdadero cuidado con mi pobre viejo corazón —dijo Alan con voz ronca.

Nick le quitó por la fuerza la caja del equipo de cocina de los delgados hombros de
su hermano. —Ve a empacar tus libros.

Era un lujo tener tiempo de mudarse de una casa. Cada vez que Alan había dejado
sus libros atrás se ponía melancólico, y cuando se mudaban apresurados siempre
tenían que gastar su primer cheque de pago en platos y mantas en vez de la factura
de la calefacción. A Nick le gustaba la paz del esfuerzo físico, ser útil y no tener que
pensar; le gustaba la influencia de grandes cajas en sus brazos y el sol en la nuca
mientras empujaba la caja final dentro del maletero del coche. El aire se sentía
como si hubiera llovido en algún momento esta mañana, y el cielo revelaba un tono
de azul más claro de lo normal. Nick se volvió hacia la casa, crujiendo su cuello, y
dejó que un pensamiento se formara en su mente: iban a ir a Londres y podrían
tener al menos un par de meses antes que toda la maldita locura los atrapara.

Tan pronto había pensado eso, un estruendo de pies sobre el asfalto detrás de él lo
hizo darse la vuelta, yendo por su cuchillo enfundado en la parte estrecha de su
espalda.

Enmarcado contra el pálido cielo, apresurándose hacia él en una ráfaga de camisas


de franela abiertas y el repiqueteo de cerca de cuatro collares cada uno, vino la
extraña pareja de la noche anterior.

Nick dejó su cuchillo, aunque no sin un momento de renuencia y fijó en ellos una
mirada fría que generalmente era eficaz. No corrieron en la dirección opuesta, pero
Nick apoyó sus antebrazos sobre el techo del auto y mantuvo una mirada ceñuda,
sólo en caso que decidieran reconsiderarlo.

Los ojos de Mae revisaron el auto lleno y la apariencia despeinada de Nick y la


comprensión atravesó su rostro. —¡Están huyendo!

—Eres un genio de la investigación —dijo Nick.

Ella le frunció el ceño, su pequeño rostro distorsionado en una incongruente


expresión de furia. Le golpeaba a Nick lo gracioso que esta chica pequeña y de
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cabello rosado le habría encantado ser alta e imponente y tener una furia que
infundiera miedo en el corazón de las personas.

—¿Qué hay de nosotros? —demandó—. ¡No tenemos a nadie más que nos ayude!

—¿Y? No me interesa.

Mae pareció momentáneamente desconcertada, su justa indignación perdida en la


incertidumbre. Ella miró a Jamie, quien estaba de pie haciendo su imitación (Nick
tenía que conceder que era bueno) de un ciervo herido. Ella extendió una mano
para apretar su hombro.

—Sabes lo que le va a pasar a Jamie —dijo ella en voz baja, raspando en su dolor—
. ¿Simplemente vas a dejarnos?

—¿Por qué no debería? Las personas mueren por todo el mundo, y dudo que ellas
te hagan perder el suelo. ¿Qué hay de especial en ti? ¿Por qué querría ayudarte?
¡Ustedes dos invadieron mi casa y consiguieron que marcaran a mi hermano!

Nick apretó ligeramente los dientes en su labio. Había estado cerca de levantar la
voz. Sus brazos estaban tensos, sus manos apretadas con el anhelo de alcanzar un
cuchillo o una espada y sus entrañas anudadas con el impulse por la acción. A
veces deseaba poder sentir rabia sin sentir la urgencia de matar, pero él nunca lo
tuvo.

Era diferente para Alan. Le había preguntado a su hermano una vez lo que sentía
cuando estaba enojado, ya que Alan nunca quiso matar personas, aunque a veces
tuvo que hacerlo y Alan había parecido desilusionado y lo describió sintiendo la
sensación de indignación y molestia y una cien cosas a la vez que dijo que se
sumaban a la ira.

Alan era demasiado blando. Todo lo que Nick sentía era el deseo violento de
derribar a quien estuviera en su camino.

—Vamos, Mae —dijo Jamie, su voz baja, una conmoción—. Te dije que estaría
demasiado enojado para ayudarnos. Hallaremos otra manera. —Miró a Nick, sus
ojos deslizándose de él a la vista segura del auto—. Lo lamento por tu hermano. No
quisimos que saliera herido.

—No me importa lo que quisieran —señaló Nick.

Estaría al límite hasta que la marca de Alan se hubiera ido. No necesitaba a estas
personas molestándolo también.

Jamie se estiró para tomar la mano de su hermana que descansaba sobre su


hombro, entrelazando sus dedos alrededor de los de él y tratando de usarlos para
llevarla lejos. Retrocedió un paso y luego se detuvo, como un barco chico atrapado

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en el extremo de su amarra. Mae permaneció firme, sus ojos perforando los de


Nick.

—Piérdanse —dijo Nick, pronunciando cada palabra como si ella fuera medio
lerda—. No hay ayuda para ustedes aquí.

Ahí fue cuando Alan llegó al exterior, parpadeando ligeramente en la luz brillante.
Él rápidamente contuvo una sonrisa ante la visión de Mae que hizo a Nick no
sentirse nada bien.

—Hola, Alan —dijo Jamie en una pequeña voz—. ¿Te sientes bien?

—Sí, por supuesto. No hay necesidad de preocuparse por mí, estaré como nuevo en
poco tiempo —le aseguró Alan, su sonrisa decayendo mientras miraba a Jamie. Así
fue como había lucido Alan ante el gatito enfermo que había llevado a casa para
que pudiera crecer grande y fuerte y fuera capaz de morder a Nick.

Jamie le ofreció una pequeña sonrisa como devolviéndole el saludo.

—Lo arreglarás en la… cosa del Mercado Goblin.

Los rostros de Mae y Jamie repentinamente cambiaron, como si una sombra


hubiera caído sobre ellos. Nick se dio la vuelta para ver que esa sombra era, en
realidad, la forma oscura de mamá en el hombro de Alan, moviéndose lentamente
hacia delante hasta que la fría luz tocó su rostro.

Mamá pasó a Alan, su mano prolongándose en su manga por un instante mientras


pasaba. Su bandera negra de cabello ondeaba detrás de ella mientras se iba, como si
quisiera aferrarse a las sombras. Cuando se detuvo en el medio del patio, su cabello
cayó con un pesado susurro como gruesas cortinas alrededor de su rostro. Nick
mantuvo sus ojos en ella para así no tener que mirar a Mae y Jamie. Era siempre lo
mismo, la manera en que los ojos de las personas se movían del rostro de mamá al
de Nick, mientras sus expresiones daban paso al reconocimiento del horror
silencioso.

La madre de Nick tenía un rostro que guardaba todos los secretos salvo uno. Sus
anchos y sesgados pómulos hacían a su mirada parecer como la de un gato y su
ancha boca estaba constantemente moviéndose y siempre formaba una forma
contraria a su expresión. Era alta y su cabello oscuro la hacía parecer incluso más
pálida de lo que en realidad era. Lucía como Mae podría haber querido lucir, si
mamá no pareciera loca. Su boca llena seguía moviéndose con los espasmos de un
tic. Más allá de la protección de los párpados que parecían cerrarse por las pesadas
pestañas, sus ojos eran azul hielo y siempre parecían fijos en alguien que no estaba
allí.

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Excepto por el color de sus ojos, Nick se parecía exactamente a ella. Odiaba
cuando la gente la veía. Nunca podrían ver a Nick nuevamente sin asociarlo con la
locura.

—Nos estamos yendo de nuevo —dijo ella de plano—. No entiendo por qué nos
molestamos. Él nos encontrará.

Nick deseó poder apartar la mirada de ella. Deseó poder dejarla. Deseó que Alan
estuviera de acuerdo en dejarla.

Mamá sonrió soñadoramente, el resto de su rostro congelado e inexpresivo. Ella


dijo: —No es la clase de hombre que fracasa.

Alan rengueó hacia adelante para pararse a un lado suyo, en la césped sin cortar del
patio delantero, y agarró su mano. Nick no entendía como podía soportar tocarla.

—Olivia —dijo Alan, en voz baja—. No. Vamos al auto.

Se volvió y presionó sus dedos contra la curva de su mejilla, mirándolo pero sin
encontrarse del todo con sus ojos.

—Eres un chico dulce —susurró ella—. Eres mi chico dulce, pero lo tienes todo
mal.

Mae aclaró su garganta, tirando ausentemente de uno de sus collares. El


movimiento casi arrastra los ojos de Nick a la maraña de talismanes y cadenas
alrededor del cuello de su madre, pero detuvo su instintiva mirada. Esos dos ya
sabían bastante de su familia. No necesitaban verlo mirando los hechizos de su
madre.

En vez de eso miró a Alan, esperando encontrar estabilidad allí, esperando cordura
y familiaridad.

Vio miedo.

Vio a Alan sacar su arma en el espacio abierto, afuera en su jardín delantero donde
cualquiera podía verlo. Nick no dudó. Sacó su espada y sostuvo esa afilada y
brillante barrera entre su hermano y el resto del mundo y luego miró alrededor para
ver lo que estaba amenazándolos.

Ella estaba viniendo por el camino hacia ellos, sus tacones altos resonando sobre el
cemento. Parecía estar en los cuarenta, con una elegante melena marrón y grandes
aretes que atrapaban el sol, perfectos círculos brillantes con un cuchillo en el centro
de cada uno.

Los cuchillos bailaban con desenfado en sus círculos mientras ella se volvía y les
sonreía.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Hola, chicos. ¿Cómo están hoy?

Nick se dirigió a ella dando grandes zancadas, Alan un paso detrás de él. Él rodó
detrás de la mujer, y un momento después Alan llegó para detenerse en frente de
ella. Ella giró tambaleándose brevemente sobre sus talones, incapaz de mantenerlos
a ambos en su rango de visión y sin estar segura de en quien centrarse.

Nick reclamó su total atención marcando el ritmo como si estuvieran a punto de


bailar. Ella se detuvo, enfrentándolo, entonces bajó la vista para ver que él estaba
sosteniendo cada extremo de su espada y presionando la longitud de la cuchilla
ligeramente contra su estómago. Él la miró fijamente y sonrió un poco.

—Muy bien por verte.

Había tantos tipos de usuarios mágicos en este mundo como hay colores en el
espectro blanco. En un extremo del espectro estaban los magos, y en el otro estaba
el Mercado Goblin.

Hay muchas personas que quisieran más poder del que el Mercado ofrecía y
quienes no tenían el estómago para alimentar sus propios tipos de demonios. Hay
nigromantes y mensajeros, los flautistas y los catadores de almas y otra docena de
ellos y las personas del Mercado que no confiaban en ninguno de ellos.

Mucho menos, confiaban en los mensajeros. Cada mensajero portaba el símbolo de


un cuchillo a través de un círculo. Era un símbolo de los magos. Significaba que el
mensajero estaba relacionado al Círculo de magos y si contrariabas a un mensajero,
contrariabas al Círculo.

El cuchillo más o menos indicaba cómo irían las cosas desde allí.

Los mensajeros estaban estrechamente asociados con los magos. Ellos llevaban
información de ida y vuelta entre los Círculos, y entre los magos y el mundo
exterior, y en retribución eran pagados con magia de demonios. Magia comprada
en sangre.

Por lo que concernía a Nick, eran magos sin coraje.

Sobre el hombro del mensajero vio a Mae y Jamie, pareciendo alarmados por la
repentina aparición de armas y una extraña. Vio a mamá parada junto al auto, su
rostro completamente en blanco.

La mensajera sonrió, con una pequeña y cautelosa sonrisa como un padre


preocupado mirando a su hijo. Se parecía tanto a una madre como la suya propia.
Posiblemente Nick debería contratarla para su siguiente reunión de padres y
maestros.

—Pareces bastante crecido, Nick.

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—Es verdad, estoy entrando en edad adulta —dijo Nick—. Eres una elegante,
sofisticada e incluso muy ligeramente malvada mujer de mundo. ¿Crees que
podríamos hacer que funcione?

Su parecido con una madre terminó ahí cuando su sonrisa se volvió cortante así de
pronto.

—Probablemente no.

Nick ajustó su agarre en la espada, la sostuvo en el preciso punto donde terminaban


sus costillas.

—Lástima.

Alan interrumpió, su rostro grave y su arma en la región lumbar.

—¿Cuál es el mensaje?

—Oh sí —dijo la mensajera—. Eso.

Ella se retorció ligeramente, terminando con la espada de Nick contra su espina y el


arma de Alan contra su estómago. Nick se encontró con los ojos de Alan sobre el
hombro de ella y miraron en busca de alguna señal.

La voz de la mensajera era calmada.

—Black Arthur dice que ahora es el momento. Lo quiere de vuelta.

En el silencio hubo un pequeño y agudo sonido. Alan había liberado el seguro.

Nick sólo pudo ver la nuca de ella, pero la mensajera sonó como si estuviera
sonriendo.

—Puedes dármelo ahora, o Black Arthur puede venir a quitarlo.

Había muy poco en la vida de Nick que se mantuviera lo bastante para ser familiar.
Había habido una estatua en un lugar, un edificio en otro, pero habida cuenta de su
vida entera, la cara de Alan era el único punto conocido y fiable que tenía.

Él nunca había visto a Alan parecerse a esto antes

—Déjame preguntarte esto —dijo Alan, su voz sonaba peligrosa y vacilante a la


vez, como un cuchillo sujetado por una mano temblorosa—. ¿Cuál cree que podría
ser el mejor mensaje para enviar Black Arthur? ¿Tal vez debería dejarle regresar y
decirle que puede venir e intentarlo? Él nos ha estado cazando por años. ¿Qué le
hace pensar que puede atraparnos ahora?

La mujer inclinó su rostro hacia el de Alan, como si se fueran a besar.

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—Él habla en serio ahora —murmuró, sonando como si estuviera a punto de


reírse—. ¿No lo has notado, Alan? Te mandamos una señal.

Alan se volvió perfectamente, terriblemente, pálido.

La marca del demonio. Nick escuchó a su propia voz decir: “Ellos pueden
rastrearte una vez que la primera marca este hecha.”

—Dulce Alan, tan devoto, tan problemático. No vamos a perseguirte después de


que te ciegues ahora. ¿Lo haremos? Adónde quiera que tu pequeña familia vaya,
nos guiarás directo hacia ellos.

Nick podía ver la pistola temblando ahora en la mano de Alan, en apretados


espasmos horrorizados.

—La noche pasada pusimos a un mago en el río —dijo Alan, su voz sonaba baja e
intensa como si estuviera haciendo una promesa—. Tal vez deberíamos mandarte a
acompañarlo.

—Conoces las reglas —susurró la mujer—. No dispares al mensajero.

Nick interrumpió, inclinándose hacia abajo para hablarle en su oído.

—¿Acaso ellos dicen: “No cortes al mensajero por la mitad con tu gran enorme
espada”?

Los ojos de Alan se estrecharon. El retrocedió y dijo: —Déjala ir, Nick.

Nick retrocedió también, pero él no envainó su espada. Él la sostuvo lista, por si


acaso, y el sol bailó a lo largo del acero y lo convirtió en una deslumbrante línea de
luz. Él apenas podía ver en la mensajera con una pequeña sonrisa educada.

—¿Qué le debo decir a Black Arthur? —preguntó ella.

Los labios de Alan estaban pálidos.

—Dile a Black Arthur que no se le ocurra aparecer, haré que se arrepienta de


mandar ese mensaje —dijo—. Ahora vete.

La mensajera miró desde el rostro pálido de Alan hacia la sonrisa oscura de Nick y
se fue. Ella se volteó bruscamente en sus talones, un balance perfecto otra vez y se
alejó. Su paso estaba medido y sin prisa, su cabeza en alto, como si ella estuviera
alejándose de una satisfactoria reunión de junta.

Alan se veía como si estuviera a punto de colapsarse o de matar a alguien.

Los dos extraños en su mundo estaban mirando hacia su rostro pálido y a la pistola
aún en su mano. Nick miró hacia los ojos de Alan, envainó su espada y se dirigió
hacia los intrusos. Jamie retrocedió mientras él se acercaba.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Si nos disculpáis —dijo, su voz estaba al borde de un gruñido—. Acabamos de


tener malas noticias.

Mae no se echó para atrás ni un paso. En otras circunstancias podrían haberlo


impresionado, pero justo ahora todo lo que él quería hacer era conseguir alejar a su
hermano de las curiosas miradas de los extraños y quitarle esa mirada fuera de su
rostro, y su terquedad simplemente lo enfurecía.

—¿Quién es Black Arthur? —preguntó.

—No es asunto tuyo —ladró Nick.

—Sí es mi asunto —chasqueó Mae—. Sonó como si él fuera la persona de la que


huyes, y una vez que te vayas, ¿Quién se quedará para ayudar a Jamie?

Su voz tembló en el nombre de Jamie, y por supuesto hizo que Alan mirara hacia
arriba, que blandengue era. Su rostro aún estaba de un asqueroso color blanco
grisáceo, pero él se veía un poco más como el mismo.

—Mae —dijo él, y su voz era amable otra vez—, te lo dije. No hay nada que
ninguno de nosotros podamos hacer para ayudar a Jamie. Lo siento.

Mae sorprendió a Nick de nuevo. En vez de estallar en una furia alta, su boca
mostró por un momento un terrible temblor, y él pensó que ella iba a llorar.

—Tomaré su lugar —dijo, su voz era áspera—. ¿Puedo hacer eso? ¿Hay alguna
manera?

El segundo sorprendido era Jamie, hablando en un tono de orden.

—¡No te lo permitiré!

—No importa —les dijo Nick—. No hay ninguna manera.

El quería ferozmente estar en el camino, para dejar a Exeter y a todos en el detrás


de ellos.

—Si pudiera ayudarte, lo haría —dijo Alan sin poder hacer nada, como lo había
hecho la noche pasada—. Juro que lo haría.

Los ojos de Mae se estrecharon, recordándole a Nick a una mujer en un puesto,


tratando de hacer una negociación astuta.

—Vas a ir al Mercado Goblin para conseguir ayuda. ¿No podemos ir allí también?

—No —dijo Nick.

Alan dudó.

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—No creo que nadie de allí pueda ayudarlos.

Mae empujó su ventaja.

—Tal vez haya alguien. Tal vez podría haber alguna manera de la que no sepan. Es
una oportunidad, ¿cierto? Por favor, Alan. Déjanos ir.

Hubo un largo momento donde Mae se le quedó mirado hacia Alan, y Nick miró
hacia sus puños apretados.

—Está bien —Alan estuvo de acuerdo a lo último—. Sí. —Y una nota de timidez se
deslizó en su voz de negociador—. Si me das tu número, puedo… te llamaré. Una
vez que descubra dónde estará el Mercado el próximo mes.

Comparado con la marca de demonio y el prematuro movimiento, comparado con


el mensaje del mago, ver a Alan avergonzándose a si mismo sobre otra chica no
debió de haber importado.

Lo hizo. Era tan inútil, ellos se estaban yendo, pero Alan aún podía permanecer
quieto con su loca madre en el patio y su loca vida recogida en su coche, todo ello
en una visión simple.

—Así que estás saliéndote con la tuya —dijo Nick, escuchando a su voz cortar a
través del silencio, como la espada que él había querido utilizar en esa mujer. Él
estaba furioso y quería que alguien pagara, él quería herir a alguien, y Mae estaba
ahí. No era justo, ¿Pero lo era?—. Detestaría decepcionarte —continuó—. ¿Qué
más quieres saber? Oh sí, Black Arthur.

El dibujo el nombre como un misil hacia su madre, parada en medio del jardín con
su cabello negro alrededor de su rostro. Ella no se había movido desde que la
mensajera apareció y su expresión no había cambiado. Ella simplemente había
mirado la cosa completa, miró a Alan, como un fantasma mirando algo que
probablemente no podía preocuparle.

Mientras él la miraba fijamente, su expresión cambió. Su labio se curvó.

—Es una historia romántica, en verdad —dijo él severamente, mirando abajo hacia
ella—. Él era el hombre al que nuestra madre amaba. Ella fue una de sus magas, y
ella alimentó con gente a los demonios bajo sus órdenes. Él la volvió loca, y ella
volvió a los brazos de papá. Ella escapó de Black Arthur teniendo un poderoso
hechizo, y desde entonces cada mago en Inglaterra ha estado cazándonos por ello.

Él agarró un puñado de cadenas alrededor de su cuello y ella volteó su cabeza hacia


abajo. Ellos habían estado así por tanto tiempo como Nick podía recordar. Él no
podía perdonarla por las vidas que ellas habían dirigido a la muerte de su Padre. Él
no podía perdonar la mirada en el rostro de Alan y eso fue su culpa también.

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Él se inclinó hacia delante de su madre y susurró: —Y ahora parece que lo quiere


de vuelta.

Que no hubiera sido un problema, excepto que si alguien quitaba el hechizo, Mamá
moriría.

Nick podría tener estos momentos para pensar que incluso eso no podría ser tan
terrible. Ella había sido una maga, después de todo. Si ella se iba, él y Alan podrían
tener vidas normales. Si alguien en el Mercado Goblin había sabido la verdad
acerca de ella, ellos habrían dicho que merecía la muerte.

Éste no era uno de esos momentos. Si los pensamientos de ella muriendo hacían a
Alan verse así, ella tenía que vivir.

Nick se puso de pie con las cadenas de su madre, pesadas y frías, en sus manos.
Ambos estaban respirando con dificultad.

Cuando Alan habló, el sonó cansado: —El Mercado Goblin será colocado el
primero de Mayo. Les llamaré.

Esto provocó sonidos silenciosos de aceptación. Incluso Mae parecía intimidada


fuertemente en este punto, a pesar de que fue Jamie quien le dio a Alan su número.
Alan se veía un poco cabizbajo pero lo aceptó, y por lo menos después de eso ellos
estaban finalmente deshaciéndose de los intrusos.

Nick se fue a tomar las últimas cajas mientras Jamie aún estaba anotando su
número, y para el momento en el que salió de la casa ellos se fueron. Nick fue
alrededor del coche para que así él y Mamá no tuvieran que encontrarse dentro del
patio entre sí.

Él miró hacia Alan, quien estaba de pie mirando dentro del maletero de su coche,
hacia algo en una de las cajas. Cuando se dio cuenta de Nick estaba mirando, hizo
una sonrisa pequeña y forzada.

—Creo que esto es todo —dijo Alan—. Vamos. ¿Camino a Londres?

Se metieron dentro del coche. Nick le permitió a Alan tener el primer cambio. Él
era mejor conductor, pero sólo tenía dieciséis años y pasaría un año antes para que
fuera en verdad legal para él conducir. Era mejor salir de Exeter, donde algunas
personas sabían eso, antes de que Nick tuviera su turno.

—Bien —dijo Nick mientras Alan le daba una severa mirada sobre lo alto de sus
lentes y Nick puso sus ojos en blanco y se abrochó el cinturón de seguridad—.
Vamos a examinar los eventos de las recientes veinticuatro horas en Exeter.
Cuervos en la cocina, serpientes en la sala, marcas de demonio en ti, magos
mandando estúpidos mensajes, y al final de todo obtienes el teléfono del chico.

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Alan ladeó su cabeza como si él considerara esto y después se rió. Nick inclinó su
frente contra la ventana del coche, el motor ronroneó dulcemente hacia él.

—Vamos a salir de aquí —Alan sugirió.

Después de una hora en el M5, las piernas de Alan comenzaron a doler, y


cambiaron de lugar. Casi nunca había mucha conversación mientras conducían con
Mamá, así que Nick iba con la vista fija al frente y Alan se quedó mirando hacia el
manto de suelo verde, extendiéndose durante kilómetros en ambos lados del
camino. Nick lo miró de reojo unas pocas veces, preguntándose si ese mensaje le
estaba molestando o si la marca de demonio le estaba hiriendo.

—¿Estás bien? —dijo eventualmente.

A Alan le tomó un momento contestar. Cuando se volteó, Nick vio que la mitad de
su cabello ondulado estaba en punta por ser presionado contra la húmeda ventana.

—Sí —dijo. El asombro de Nick fue cortado rápido cuando Alan continuó—.
Estaba pensando acerca de Mae y Jamie. Es sólo que… ambos parecen tan geniales
y nosotros sabemos que es lo que va a suceder. Es terrible, eso es todo. Lo detesto.

Nick le frunció el ceño hacia el camino.

—¿Por qué te importa? Apenas los conoces.

—Les conozco lo suficiente para sentirme triste por ellos —Alan dijo—. Cualquiera
podría. Me refiero a que, ¿No te sientes mal por ellos? ¿Ni un poco?

Él miró hacia Nick con un examinante aire expectante.

Nick no sabía qué decir. Él se sentía molesto con ellos. Si no hubiera sido por ellos,
Alan no hubiera sido marcado. Nick no pensaba que expresar esto fuera bien
recibido, si quiera.

—No siento nada por ellos.

Esa respuesta hizo que Alan se viera tan infeliz que casi hizo que Nick deseara
haberle dicho acerca del enojo. Alan no dijo nada, aunque, él solo se volteó de
vuelta a la ventana, mordiendo su labio.

Nick miró en el espejo retrovisor para checar la distancia que había entre ellos y el
coche de detrás, y cogió el reflejo de los ojos de su madre en él. En el espejo ellos se
veían incluso más fríos de lo usual, como si ella estuviera mirando hacia él desde
debajo del hielo. Sus labios estaban apretados sobre sus dientes, dándole a su
hermoso rostro la apariencia de una calavera que todavía tenía ojos para mirar
fijamente. Ella miró hacia él como si lo odiara, pero ella siempre hacía eso.

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Nick descubrió sus dientes hacia ella en un silencioso gruñido y se volteó lejos del
espejo.

Alan leyó en voz alta las direcciones que Merris Cromwell le había dado mientras
Nick trataba de esquivar la hora punta del tráfico en Londres. A Nick no le gustaba
mucho Merris, pero desde que Alan le había ayudado en su Mercado Goblin el
pasado octubre, ellos nunca habían tenido que encontrar refugio o albergues
mientras ellos buscaban un lugar donde quedarse. Nick no estaba seguro de si ella
tenía contactos dondequiera que fueran o si los problemas simplemente trataban de
escabullirse en la cara de su formidable eficiencia.

Si el Mercado hubiera sido un Círculo de los magos, blasfemó, aunque la idea


podría ser, Merris podría haber sido el líder del Círculo.

Ella tenía contactos, incluso a pesar de que nadie sabía de dónde venía, rica a pesar
de que nadie sabía de dónde había sacado su dinero. Nick pensó que ella podía ser
la única persona en el Mercado escondiendo tantos secretos como sabía.

Nick miró hacia un mapa y tomo un desvió por Westminster para que así Alan
pudiera conseguir un avance de los dudosos placeres que pronto podría disfrutar.
Ellos pasaron la silueta cuadrada con picos de Westminster Abbey, y la piedra de
los santos miraban abajo, hacia ellos, mientras Alan comenzaba a decirse a si
mismo interesantes hechos históricos, porque a Nick no le interesaba. La aguja del
Big Ben y cuando Nick giró el coche en unos canales menos transitados, Alan le dio
un feliz suspiro y empezó a hablar acerca de las exhibiciones de dinosaurios en el
Museo de Historia Natural.

—He cambiado de opinión —dijo Nick—. Los demonios pueden tenerte.

Se alegró de que Alan pareciera tan satisfecho. Nick no había recordado realmente
Londres, y mirando a su alrededor ahora, con edificios antiguos y nuevos
empujándose unos a otros en todo momento y ninguna calle vacía, sentía un
marcado sentido de premonición.

A los demonios les gustaban las ciudades. Las ciudades significaban víctimas, y
Londres estaba lleno de cuerpos para tomar. Nick pensó que podría haber tomado
la decisión equivocada al escoger este lugar, pero era demasiado tarde.

El pueblo de Camden se abría en un ancho camino gris, con una pequeña sala de
cine, por un lado, algunos restaurantes y un edificio gris que decía: “Iglesia
Metodista Americana” en letras metálicas. Una fina llovizna comenzó cuando se
dirigían a una de las callejuelas estrechas y se detuvieron frente a su nuevo hogar.

La parte frontal gris marrón de la casa hizo que pareciera como si hubiera sido
construida a partir de partes de repuestos oxidados. Alguien siempre pone cortinas
de encaje en las ventanas de las casas tristes, y Nick estaba sorprendido de ver las

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cortinas hacían su intento de mejorar en todas las ventanas de este lugar. Había un
enano de jardín de China en la puerta, con una sonrisa desesperada y loca.

—No es tan malo —dijo Alan.

—Nunca me llevarás a lugares más agradables, bebé —dijo Nick, y suavemente


quedó satisfecho por el toque de la risa de Alan, como una campana viva que había
sido tomada por sorpresa cuando fue golpeada.

Cuando salió, abrió la puerta de su madre sin pensar, y ella se estremeció lejos de
él.

—Olivia —la engatusó—. Estamos aquí. Estamos en casa.

—Por ahora —murmuró Nick, fue hacia el maletero y salió con la primera caja de
libros de Alan.

La sopesó en sus brazos y puso la caja en el suelo sólo para recuperar las llaves.
Alguien había puesto descuidadamente un armario oscuro en donde el vestíbulo
debería haber estado, pero la escalera era amplia y, más importante aún, había una
barandilla de madera sólida para que Alan pudiera apoyarse.

Cuando subió la escalera, vio que había tres habitaciones, lo que siempre era una
buena noticia.

Nick se asignó el dormitorio más lejano, lejos al de su madre y cuando entró en las
otras habitaciones, vio que había una estantería construida en la pared de una. Esa
habitación claramente tenía que ser de Alan. Nick puso la caja abajo y palmeó el
cuchillo de su bota para cortar la cinta de embalaje. Empezó a meter los libros en
los estantes. Puede ser que pasaran unos minutos antes de que Alan calmara a
Mamá.

Nick estaba dejando el último libro de la primera fila cuando este cayó. Hubo un
aleteo blanco de las páginas amarillentas de un libro antiguo y, a continuación, en
la alfombra de aspecto cansado, había la foto de una niña.

La niña parecía mayor que Nick, en su adolescencia tardía o veinte años tal vez,
con cabello rubio rizado y una sonrisa brillante. Llevaba una camisa suelta y
corriente, con el tipo estilo retro que tenían las niñas que a menudo le gustaban a
Alan, y se veía como si alguien le hubiera dicho una broma.

Se le ocurrió a Nick que esta imagen era en lo que Alan había estado pensando
cuando estaba de pie mirando el maletero del coche. Tan pronto como estuvo solo
había ido directamente a ella, como si estar cerca de ella, aunque él no la pudiera
ver, fuera su única fuente posible de confort.

Él no había venido por Nick.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Alan era un sentimental suficiente para conservar las imágenes. El par de niñas que
habían sido en realidad sus amigas se habían ganado un lugar de orgullo en su
cartera. Tenía una foto de la escuela de Nick y la imagen de papá y mamá en el día
de su boda enmarcada junto a su cama.

Mantenía un secreto de Nick que era diferente. Había mantenido un solo secreto de
Nick antes: las cartas que solía recoger del buzón a la madrugada. Aumentaron aún
antes de que Nick comenzara a cortarlas y con el tiempo habían dejado de venir.

Nick se preguntó si se trataba de una foto de la niña de las cartas. La recogió y la


miró más de cerca, pero no podía ver nada especial en ella. Las cartas habían sido
de hace más de un año. ¿Por qué Alan todavía mantenía su imagen? Él la volteó y
miró la parte de atrás. “Fotos Tony” impreso allí en gris, pero sobre el negro se
extendía el nombre: "Marie".

Nick oyó los pasos de Alan cojeando por las escaleras, disponiendo de un montón
de tiempo para poner la fotografía de nuevo donde la había encontrado, y cuando
su hermano entró en la habitación, vio buscar a Alan en el estante con alarma.

No había una explicación inocente, entonces.

Alan no se había olvidado de que la imagen estaba en el libro. No había comprado


un libro con una foto ya dentro. Él había escondido deliberadamente a esta chica, a
esta Marie, lejos de él.

Nick recordaba la cara sonriente de la muchacha y frunció el ceño, mirando al


suelo. Se sintió intensamente incómodo. Le pareció mal que esta chica le importara
a Alan, cuando Nick ni siquiera sabía quién era. ¿Qué era tan importante acerca de
ella, que tenía que esconderlo de su propio hermano? Nick planeaba averiguarlo.



Esa noche, Nick dormía en el piso de la cocina en su nuevo hogar. Las baldosas de
corcho se encrespaban en los bordes como las piezas de pan viejo, áspero contra su
estómago cuando su camiseta se subió y él no se había bajado una almohada
porque no quería estar cómodo. Él durmió inquieto, sintiéndose como un perro
guardián que no puede descansar porque tenía que estar alerta de peligros externos.

Pero no fue nada de lo que él estaba esperando.

Estaba en uno de esos lugares oscuros entre el sueño y simplemente haber cerrado
los ojos cuando oyó el sonido de la puerta principal haciendo clic suavemente al
abrirse. Su cuerpo se movió antes de que pensara: cruzó el vestíbulo en dos

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

zancadas rápidas, rápido y suave como un depredador. Siempre era más fácil cazar
que pensar.

Cuando se lanzó hacia Alan, pensó. Recordó golpear el costado izquierdo de Alan.
Se fueron cayendo en la hierba del jardín, y Nick aterrizó agachado junto a su
hermano. Había tenido cuidado de no hacerle daño a la pierna de Alan, ni siquiera
tocarlo, y ahora se sentía tan enojado que deseo haberlo hecho después de todo.

—Tú no sales —gruñó.

Alan estaba de espaldas, mirando al cielo, a la luna llena. Agarró sus gafas e hizo a
los bordes de plata destellar brevemente. —Si me pueden rastrear —comenzó—, no
es seguro…

Nick se rió con dureza.

—¿Cuándo hemos estado vez seguros? —¿Qué tan seguro estás, Alan?, quiso
demandar, por él mismo y con la marca de un demonio?
Tal vez estaría bien; Alan podía cuidar de sí mismo, pero Nick no estaba a punto de
correr ese riesgo. Nick no estaba dispuesto a dejarlo ir.

Nick estaba respirando rápido y su visión era un poco borrosa, volviendo los bordes
de la noche vaga y pálida. Se sentía como si hubiera estado haciendo ejercicio
demasiado duro. Estaba más que enojado con el pensamiento de que Alan podría
dejarlo, tan fácilmente, por cualquier razón en absoluto.

Alan suspiró y se sentó, sacando su pierna sana hasta el pecho y envolviendo un


brazo alrededor de ella.

Nick lo solía mirar desde los días en que mamá gritaba cuando tenía sus ataques, o
cuando un profesor quería hablar sobre la lectura de Nick. Alan se veía cansado y
triste, y la expresión en su cara era demasiado cómoda, como si estuviera
acostumbrado a sentirse de esa manera y no dejara que le afectara demasiado.
Estaba demasiado ocupado preocupándose por lo que otras personas podrían
sentir.

—Nick —dijo suavemente—, no es que me quiera ir. No sería por mucho tiempo.
Sólo hasta el próximo Mercado Goblin, sólo para que tú y Olivia estén a salvo.

Mamá era a la que los magos buscaban, la que había estado siempre después.
Mamá había causado todo esto, y a pesar de todo, era por mamá por quien Alan se
preocupaba.

—Voy a abandonarla —dijo Nick.

La noche parecía muy quieta de repente. Nick se quedó agazapado y vigilante,


esperando a que Alan hiciera cualquier movimiento, dispuesto a esperar que se

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

rindiera, Alan cerró los ojos y tragó saliva, pareciendo tan decepcionado de Nick y
tan espantado. Por su madre.

—Te lo juro —dijo Nick, voz baja, amenazando y prometiendo, lo que significaba
cada palabra—. Si te vas, voy a dejarla. Voy a buscarte. ¿Qué crees que pasaría con
ella si los dos nos vamos?

Nick no mentía. Él había visto a Alan mentir a la gente toda su vida y cada vez que
abría un libro veía que las palabras giraban a través de las páginas, su significado se
escabullía de él. Las palabras fueron lo suficientemente peligrosas sin él diciendo
mentiras.

Cuando él decía algo, él sabía que Alan lo creería.

Alan abrió los ojos y miró a Nick. Sus ojos eran sombríos.

—Muy bien, Nick —susurró—. No voy a irme.

Nick habló con dificultad: —Muy bien.

Cogió la bolsa que Alan llevaba, se puso de pie y se dirigió a la puerta sin echar
otro vistazo a su hermano que seguía sentado en la hierba. Estaba cansado, y él no
quiso pensar más sobre Alan tratando de irse. Cuando dejó caer la bolsa en el
cuarto de Alan, vio que su hermano había dejado una nota en su almohada.

Nick se sentó en la cama de Alan y trató de leerla. Él tenía que concentrarse para
leer, y su mente fue por todo el lugar, los pensamientos salvajes y enredados, y las
palabras se volvieron locas y enredadas también. Parecían nada más que espinas
oscuras que se extendían por el espacio en blanco de la página. Atrapó una
frase, voy a un lugar donde sé que seré bienvenido.

Lo hizo recordar la imagen de esa chica y mirar al otro lado de la habitación. Sólo
había una brecha que se observaba en las estanterías atestadas. Alan había planeado
dejarlo, pero tenía la intención de tomar el libro y la imagen oculta dondequiera
que iba.

Nick se quedó mirando la carta y sintió ese impulso fuerte de que le iba a doler algo
otra vez. Palmeó su cuchillo y la cortó en pedazos, una, dos, hasta tres veces hasta
que las palabras se habían ido y la carta fue nada más que jirones de fragmentos
blancos.

Un ligero ruido hizo que Nick levantara la cabeza. Vio a Alan vacilar en la puerta.
Él no podía leer su cara más de lo que podría leer esas palabras. Se preguntó cuánto
tiempo, Alan había estado allí, viendo a Nick romper su carta de despedida.

Ellos se miraron sin hablar, y en el silencio Nick se preguntó si Alan le había dicho
otra mentira: si había querido ir a por esa chica. Si él quería irse, después de todo.

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Alan se aclaró la garganta.

—Tenías razón. Estaba siendo un estúpido.

—No es broma —dijo Nick rápidamente.

—Me entró el pánico cuando el mensaje llegó —explicó Alan, apoyándose contra
el marco de la puerta—. No pude evitarlo. No quiero ser un peligro para ti, y no sé
qué hacer. Pero si se trata de esto, voy a intentar algo más. Huir no va a resolver
nada. Tengo que pensar en un plan. Tengo que hacer algo para solucionar esto de
una vez por todas.

La voz de Alan reunía determinación mientras hablaba. Si pensó que iba a cambiar
la Mente Negra de Arthur entonces estaba soñando, pero era familiar y
tranquilizador para Nick ver a su hermano listo para planificar la manera de salir de
cada situación. Alan recogió la bolsa que Nick había llevado arriba, y Nick cruzó la
habitación para cogérsela.

—Dame eso. Voy a guardar tus cosas.

—Gracias —dijo Alan, sonriéndole. Extendió la mano y tomó el libro con la


imagen oculta de un bolsillo lateral, sus dedos suaves, de las manos nacidas para la
música, como papá siempre había dicho, dedos largos que tocaron todo ligeramente
con cariño ausente sobre la cubierta.

—Voy a tomar esto. Lo estoy leyendo.

Él cojeó hacia su cama, sin soltar el libro. Nick estaba en calma, metódicamente
poniendo lejos toda la ropa y las armas que Alan había preparado, borrando todo
rastro del hecho de que Alan tenía la intención de irse.

—Lo siento por esto —dijo Alan en voz baja, sorprendiéndolo—. No voy a dejarte
de nuevo.

Nick no sabía qué decir. No sabía de lo que Alan estaba hablando, era ridículo.
Alan no le defraudaría. Nunca lo había hecho ni una sola vez.

—Deja de ser estúpido.

Nick miró a su hermano. Alan parecía serio y un poco triste, de pie junto a la cama
con las piezas de su carta dispersas alrededor de sus pies y los dedos inquietos
siguiendo patrones sobre la portada de ese libro.

—Sí —dijo Alan, y le sonrió con un esfuerzo evidente—. Lo intentaré.

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4.
El mercado goblin.

Traducido por Aishliin y MiakaLoL

Corregido por esmeralda38

—D EJA EL MAL HUMOR


APARCABA EL COCHE.
—DIJO ALAN, MIENTRAS

Nick no estaba de mal humor. Simplemente no sabía por qué Alan ejercía su
considerable inteligencia para lograr tales objetivos estúpidos. Había fabricado
mentiras enormes, que había declarado y había halagado con energía a las señoras
de edad, todo con el fin de conseguir que Nick fuera a la escuela. Cuando Nick no
tenía ningún deseo de ir, porque la escuela era una pérdida de tiempo. Esto
significaba decenas de profesores molestándolo por ser disléxico, y significaba para
Alan trabajo a tiempo completo, cuando Alan quería ir a la universidad. Si Alan
dejara a Nick trabajar a tiempo completo en el garaje, Alan podría ir a la
universidad, Nick nunca cargaría con cualquier lectura más, y todo el mundo sería
feliz.

Sólo que Alan era un idiota rebelde que se negaba a entrar en razón, y que, de
hecho, había obligado a Nick a vestir un uniforme escolar.

Nick no dijo nada. Estaba tratando de arrugar su uniforme mientras estaba sentado
y dirigir la fuerza de su odio hacia él.

—Estás de mal humor —dijo Alan en el vacío del silencio sepulcral de Nick—. No
deberías. Necesitas completar tu educación y además, un hombre de uniforme,
siempre se ve apuesto.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick le dirigió una mirada de cómo sentía él que la palabra “apuesto” se merecía.

Alan frunció el ceño y dijo: —Me gustaría que hubieras desayunado.

Nick miró su nueva escuela, un edificio institucional cuadrado y, básicamente,


aburrida como un ladrillo, de pronto oscurecida por una chica. Ella era rubia
platino y delgada, con una falda de colegiala.

Supuso que había algo que decir sobre el uniforme después de todo.

—Por favor, para, lo haré —dijo Nick y asintió con la cabeza en dirección a la
muchacha—. ¿No crees que ella parezca querer desayunar?

Mientras que Alan la analizaba con una sonrisa y comenzaba una conferencia
sobre cómo hablar a las mujeres con respeto, Nick enganchó su bolsa y salió del
coche. Alan se inclinó sobre el asiento del pasajero.

—Recuerda —gritó—. ¡Se tú mismo y todo el mundo te querrá!

Nick puso los ojos en blanco e hizo un gesto grosero, y Alan puso en marcha el
vehículo riéndose.

Encorvándose hacia su destino escolar, Nick encontró los ojos de la rubia mientras
se deslizaban sobre él, y mantuvo la mirada. Entonces él le guiñó un ojo.

Había chicas suficientes para mantener a Nick entretenido durante casi todo el día.
La última clase fue de informática, y mientras la maestra zumbaba por ahí, Nick
escribió "Fotos de Tony" en el motor de búsqueda.

La suerte estaba con él. Sólo tuvo que desplazarse hacia abajo pasando media
docena de premios Tony, que quería compartir sus fotos de vacaciones con el
mundo, antes de encontrar una tienda en Inglaterra.

Milagrosamente, no era una cadena. El sitio web era pequeño, y tenía un bebé
rechoncho y maníaco que miraba algo, y que le informó que estaba ubicada en
Durham.

Nunca habían vivido antes en Durham, pero el año pasado había vivido en
Sunderland, a trece kilómetros de distancia. El día de después de Navidad, Alan
había desaparecido durante cuatro días, diciendo que había sido llamado a
examinar una tableta de piedra sumeria. Mamá no había salido de su habitación
durante todo el tiempo que Alan estuvo fuera, y ella no habría comido si Nick no
había subido y obligado a los alimentos a pasar por su garganta. Ella gritó durante
todo el tiempo que Nick la estuvo tocando.

Cada vez que Nick hacía un ruido en la casa, se había dado cuenta de que su madre
estaba escuchando por ello, congelada y jadeando, como si fuera un animal cazado.
Alan era el que siempre hablaba, encendía la TV y la radio, trayendo a casa la gente
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rara que eran sus únicos huéspedes. Nick había dejado de encender las luces y
aparatos, ya que no valía la pena la molestia de enviar a mamá a la histeria. La casa
comenzó a parecer aislada del resto del mundo, la oscuridad y el silencio
presionándolo todo hasta que Nick se sentía como si no pudiera salir. Él quería
salir, tenía que comprar alimentos, pero se sentaba en la escalera y esperaba en la
oscuridad.

La luz del invierno había llegado con Alan cuando abrió la puerta. Nick se había
levantado de su lugar en la escalera y le había dicho: —No puedes hacer esto de
nuevo.

Alan palideció y respondió: —No lo haré.

Durante los cuatro días de oscuridad, nunca se le había ocurrido a Nick que Alan
pudiera haber estado mintiendo, o, posiblemente, pudiera haberlos abandonado por
sus propias razones.

Lo que le estaba ocurriendo a él ahora.

Nick bajó hacia la dirección y número de teléfono de las fotos de Tony en Durham,
y luego cerró la ventana.

Al día siguiente Nick, fue a la escuela y encontró su nueva multitud. Había una
gran nave para motos en la parte de atrás de la escuela, que parecía un bloque de
hormigón con una hoja de papel de aluminio en la parte superior. Lo había visto
ayer y sabía que este era su lugar.

Efectivamente, había tres chicos ya, dos de ellos fumando. Uno dejó caer su
cigarrillo en la grava tan pronto como vio a Nick. Él no sería ningún problema.
Nick enarcó las cejas, vio caer los ojos del muchacho avergonzados, y se volvió
hacia el muchacho que había guardado lo que estaba fumando.

—Nick Ryves —dijo—. ¿Te importa si me uno a vosotros?

Tiró las palabras como un desafío. Había descubierto que era la mejor manera de
empezar las cosas, ya que siempre terminaban de esa manera al final.

El muchacho lo miró, con lo que Nick pensaba que era una cantidad inusual de
hostilidad para empezar. Por lo general, Nick tenía un par de semanas para
antagonizar con la gente a ese grado.

—Carr —dijo al fin—. Joe Carr.

Él era el tipo habitual: estaría gruñendo y tratando de hacer tropezar a Nick todo el
tiempo, como un terrier con un Rottweiler en su patio. Sin embargo, al igual que un
terrier, se metería en todo y nunca causaría a Nick ningún problema real.

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Alan le había hecho prometer que no empezaría a fumar. Nick siempre lamentaba
el primer día en las escuelas nuevas, cuando quería poder fumar en vez de hablar.
Detestaba hablar con extraños. Tarde o temprano, él siempre decía algo que
cortaba a alguien, y luego tenía que deslumbrarlos a todos pidiendo perdón.

—Tenéis un bonito lugar aquí —dijo Nick después de un momento—. Amo el


paisaje, especialmente esa chica, Cathy.

—Cassie es mi novia —espetó Joe.

—Vaya —dijo Nick—. Oh, bien.

Los otros dos niños rieron, y Nick sonrió hacia ellos. Había escogido bien el grupo
de nuevo. Cuando era pequeño, había gravitado hacia lo que conocía y trataba de
hacer amistad con personas que eran como Alan, pero sin armas de fuego
escondidas bajo la camisa abotonada. Esas personas hablaban, hacían los deberes,
y, pensándolo bien, tenían un poco de miedo.

Esto era mucho más fácil. Papá lo habría aprobado.

Se sentó en la parte posterior de su clase junto con Lewis, el niño que no había
estado fumando. Todavía estaba pensando en la imagen de la niña de Durham y se
olvidó de hablar en absoluto, lo que fue un error. Los largos silencios hacían que la
gente se inquietara.

Las nuevas escuelas siempre eran un dolor. Podía oír a papá en su cabeza todo el
tiempo en los primeros días, diciéndole que se mezclara, diciéndole que tratara de
ser como todo el mundo. Como si su vida dependiera de ello.

—¿Estás bien? —le preguntó Lewis, poniéndose tan lejos de Nick como pudo.

—Muy bien —le espetó Nick, y luego pensó en papá—. Sólo problemas de chicas,
ya sabes. —Añadió con toda la naturalidad que pudo.

El otro muchacho suspiró, sonando seguro.

—Las chicas siempre resultan ser problemas.

—Sí —respondió Nick distraídamente.

Todavía estaba pensando en esa imagen escondida, oculta en ese viaje posible. No
tenía ningún problema con que Alan jugara con las chicas como Mae, las chicas en
las que no estaban interesados y que iban a quedarse atrás. Una chica podría hacer
que Alan hiciera cosas, como mentir a Nick, y sin embargo, era algo que él no iba a
tolerar. Él tenía que saber lo que estaba pasando.

Él sonrió a Lewis.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—No será un problema por mucho más tiempo.

Todos salieron después, caminando alrededor de una tienda de chips con un par de
chicas. Lamentablemente, ninguna de las chicas era la rubia Cassie.

Nick llegó a su casa después del anochecer, sintiéndose bien con lo del grupo que
había elegido. Pensó otra vez que papá hubiera estado orgulloso.

Encontró a Alan en su pequeño cuarto de estar, en el suelo junto a la mesa del café.
La mesa de café estaba cubierta de papeles, y la cabeza de Alan estaba en sus
manos.

—Alan —dijo Nick, con un gesto para hacerle saber que estaba bien.

Alan levantó la cabeza.

—Hola —dijo, y trató de sonreír—. Yo no… Yo no te oí entrar.

—¿Qué está pasando? —ladró Nick—. ¿Qué está mal contigo? ¿Es qué la marca
estúpida te está haciendo daño?

El sentimiento de contento de un trabajo bien hecho se evaporó. Nick bruscamente


quería golpear algo.

Alan suspiró.

—No.

La respuesta llegó a Nick, inevitable como la marea viene bruscamente. Por


supuesto que todo era culpa de mamá.

—Es el mensajero estúpido y lo que te ha dicho.

—Sólo estoy tratando de planificar un plan —dijo Alan.

Parecía desgastado y raído como una camisa vieja. Nick lo odiaba, y su deseo de
pegarle a algo era mayor. Se acercó a la mesa en su lugar, donde Alan se le quedó
mirando, cansado y más bien pequeño.

Los papeles sobre la mesa tenían símbolos mágicos sobre ellos, dibujos de círculos
de demonios y amuletos de protección. Había papeles cubiertos de escritura a mano
garabateada por Alan, y luego los papeles con una sola línea escrita en ellos, que
obviamente habían sido dejados de lado.

—Me gusta este plan —le dijo Nick, seleccionando uno de los papeles con una sola
línea.

El texto del documento, tenía en grande, casi frenético, una carta del futuro:
Matarlos a todos.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Es un plan encantador, pero no iba a funcionar —dijo Alan, su voz casi
divertida. Él se pasó los dedos por el pelo—. Necesito hablar con Merris. Tengo los
números de cerca de una docena de personas que trabajan para ella, y ninguno de
ellos me va a pasar.

—¿Puede ayudar? —preguntó Nick.

—No sé —dijo Alan con una nota de desolación progresiva—. Dios, eso espero.
Puede ser que tengamos que esperar hasta el Mercado Goblin; la veremos entonces.

Nick asintió con la cabeza, y luego dudó. No podía pensar en una manera de decir
lo que quería, y por un momento estuvo tentado de dejarlo ir, pero él miró a Alan
inclinar la cabeza y lo intentó de todos modos.

—No… —dijo él, y se detuvo—. Debes marcar un demonio sobre ti. Este no es el
momento de pensar en… —El pensó en papá y Mae y la chica de la foto—. No te
preocupes por ninguna otra persona. Si te molesta tanto, voy a hacer algo acerca de
mamá. Voy a encontrar una manera de ayudarla. Cualquier cosa que necesite, lo
haré. Sólo asegúrate de que estás bien. Nadie más importa.

Alan lo miró con ojos oscuros y duros, azules, bajo las sombras.

—Sé que no es buena contigo, pero tú has vivido con ella toda su vida. La idea de
su muerte… —Tragó saliva—. ¿No te importa en absoluto?

Nick se preguntó por qué Alan le miraba con los ojos suplicantes. Nick había dicho
que ayudaría.

—A ti te importa —dijo—. Eso es suficiente. Voy a ayudarla, aunque no me


importa. ¿Qué importa?

Alan miró a sus papeles arrugados.

—Vamos a ir al Mercado Goblin y tendremos todo resuelto —dijo Nick con


fuerza—. Te lo dije. No te preocupes por nada, menos por ti mismo.



En una nueva escuela, los maestros siempre se tomaban un tiempo para trabajar los
problemas de lectura de Nick, y Nick siempre se tomaba un tiempo para repasar a
las chicas. En su casa pasaron todo su tiempo con las armas preparadas a cada
ruido, a la espera de que los magos hicieran lo que habían prometido y vinieran en
pos de Alan. Teniendo en cuenta que él y Alan tuvieron que encontrar nuevos

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puestos de trabajo, también, para la primera semana en Londres, Nick no tuvo


tiempo de hacer nada al respecto de la marca de Alan o de su secreto.

Pensó en ambos, tanto si tenía tiempo o no, y no podía dejar de mirar con
inquietud en el caso de que Alan decidiera largarse. Llegó como un enorme alivio
cuando Alan le informó que el próximo Mercado Goblin se celebraría cerca de
Tiverton en unos días.

—Es el lugar más cercano a Exeter que podrían haber elegido —dijo Alan—.
Podemos recoger a Mae y Jamie en el camino.

Nick puso los ojos en blanco.

—Qué emocionante, ¿por qué no?

Tal vez él encontraría la siguiente faceta oculta de Mae. Frunció el ceño ante la
idea, y a Alan le llamó la atención la expresión.

—No tienes que bailar, ya sabes —dijo.

—Ya te lo dije —respondió Nick, aún con el ceño fruncido—. Quiero hacerlo.

Él se ocuparía de la marca y la amenaza a su madre, y conocería a Marie. Su


hermano estaría a salvo. Todo sería como antes.

Alan se fue a llamar a Jamie.



Quedaron en verse con Mae y Jamie fuera de los Jardines Northernhay en Exeter,
alrededor de la parte trasera de la antigua muralla. Era una noche tranquila y
creciente ya en el momento en que se detuvieron.

Desafortunadamente, los faros del coche fueron lo suficientemente brillantes como


para ver el conjunto de Mae con toda claridad.

—Oh, Dios mío —dijo Nick, y cerró los ojos.

Jamie dio una pequeña risa, nerviosa.

—¿Qué? —exigió Mae—. ¡Alan nos dijo que teníamos que vestir como realmente
somos!

La chica loca llevaba una blusa de seda rosa entallada y una falda larga blanca
hecha de gasa y volantes. Cada centímetro de ella estaba cubierto de metal. Llevaba
tobilleras en cada tobillo, tenía brillantes brazaletes alienados a los largo de ambos

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brazos, y estaba cargada de collares. Le recordaron a Nick los encantos alrededor


del cuello de su madre, una maraña metálica, vinculada a las cadenas por los años.

—Y tú piensas que realmente eres un árbol de Navidad con demasiado oropel. —


Nick sonrió—. Huh.

—Ya basta —dijo Alan, y luego se sonrojó—. Creo que te ves muy bien, Mae.

La repentina sonrisa que Mae le dirigió a Alan fue tan dulce como inesperada. Alan
sonrió sin poder hacer nada nuevo, y Nick pensó sobre este nuevo desarrollo. Por
un lado, si Mae va a empezar a sonreírle, Alan podría hundirse a profundidades
aún mayores de la idiotez. Por otra parte, la chica tenía una bonita sonrisa, Alan
parecía feliz, y pronto estarían en el Mercado Goblin. La marca de Alan podría ser
eliminada, y esa constante irritabilidad podría decir a Nick que algo había ido
terriblemente mal en el mundo.

Estaba empezando a sentirse cautelosamente optimista acerca de este viaje.

Nick se alejó de Exeter a través del estrecho, sacudiéndose en el camino hacia


Tiverton. La boca de Alan se apretaba con cada bache en el camino, y Nick estaba
casi agradecido cuando los turistas en la parte de atrás empezaron a hacer
preguntas.

Jamie tosió.

—Esto puede parecer una pregunta tonta, pero hay, er... ¿duendes, en el Mercado
Goblin?

—No —dijo Nick—. Todos en el mercado son humanos, igual que tú.

—Igual que yo —hizo eco Jamie con escepticismo.

—Bueno —dijo Nick—. Probablemente más inteligentes que tú.

—Es el nombre de un mercado en un poema —explicó Alan—. El poema


menciona una fruta mágica que se vende en un mercado. Tenemos fruta mágica
también, pero simplemente no se vende.

—¿Fruta mágica? ¿Igual que los limones de la brujería? ¿Qué hacéis con ella?

Nick lanzó una mirada fría sobre su hombro a Jamie.

—Ya lo verás.

Jamie dirigió deliberadamente la siguiente pregunta solo a Alan.

—¿Por qué el Mercado Goblin se celebra en Tiverton? Es pequeño.

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Alan extendió las manos sobre el tablero como si fuera un atril, y como si pudiera
crear formas de motivos en el aire si él hacía un gesto con entusiasmo suficiente. Le
hubiera gustado ser un profesor de la universidad o algo por el estilo, pensó, y lo
hubiera sido, si no hubiera sido por su madre.

—Tiverton está en medio de dos toneladas de avado, la ciudad de dos vados. El río
Exe y el río Lowman se reúnen en Tiverton, y eso significa que está protegido de
los ataques. A los cuerpos poseídos no les gusta cruzar chorros de agua.

El Mercado Goblin no se encontraba detenido en el centro de la ciudad, por


supuesto. La gente podía tener algunas preguntas sobre la venta de amuletos y
llamar a los demonios en las calles.

Tendría lugar en las antiguas Colinas de retracción, más allá del punto donde el
Castillo Cranmore estaba de pie.

Nick y Alan habían estado en Tiverton antes, cuando el Mercado Goblin se celebró
allí hacía nueve años. Nick había bailado en las colinas antes. Había sido su
segundo mercado de Goblin, y el pasado de papá.

—Se supone que la suerte de celebrar el Mercado Goblin en un lugar, es tener un


poco de historia asociada a ella —Alan decía feliz—. Es uno de los lemas del
Mercado Goblin: Nuestro mundo, reclamado por nuestra especie. El Castillo
Cranmore fue un castro de la Edad del Hierro, y en 1549 una de las batallas de la
Rebelión del Libro de Oración se libró aquí. Fue una batalla sobre si un niño debía
ser bautizado en la nueva religión o de mayor.

—¿Quién ganó? —preguntó Mae.

—¿Qué importa? —preguntó Nick—. Todas las personas saben que es donde los
huesos fueron encontrados.

Tiverton estaba a la vista en el horizonte oscuro, una masa gris en la noche,


dominada por una iglesia y un castillo que se inclinaban juntos en una comunidad
de ruinas de piedra y la gloria decaía en medio de calles pequeñas y grandes
árboles.

Se detuvieron en un camino de tierra de unos pocos campos lejos del Castillo


Cranmore, que no era más que un montículo, gris en la noche, pero verde bajo el
cielo durante el día, un bulto en el suelo, donde la gente había vivido una vez, y ya
no vivía.

—Esperaba algo un poco más en forma de castillo —dijo Jamie.

—Nada dura para siempre —dijo Nick—. Salvo los demonios, por supuesto.

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—¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres un conversador encantador? —preguntó


Jamie.

—No —respondió Nick honestamente.

—No puedo decirte lo mucho que me sorprende —le dijo Jamie, y Nick le dio una
media sonrisa. Su sangre ya estaba pulsando.

Siempre había la posibilidad de que alguien hubiera dejado escapar la ubicación del
Mercado Goblin.

Todo el mundo llegó al mercado preparado para una pelea. Todo el mundo era
consciente de la posibilidad de que los magos pueden descender sobre ellos en el
mercado nocturno y tratar de eliminarlos a todos con un solo golpe.

El aire que se encadenaba en las noches de mercado era siempre apretado con
excitación nerviosa. El mercado se equilibraba siempre al borde de la destrucción.

Nick miró hacia la noche y dejó que una sonrisa se propagara. Por eso le gustaba.

—¿Dónde está este mercado? —preguntó Mae.

Alan habló antes de que Nick pudiera decirle que callara.

—Está bien —dijo—. Tengo instrucciones. El mercado está a la izquierda del árbol
torcido, fuera del camino trillado, y frente a la luna.

Jamie parpadeó y dijo: —Gracias por aclarar eso, Alan.

Su cara estaba pálida a la luz de la luna, ya que salió a la oscuridad de una


interestatal, campos y árboles de su alrededor se congregaban a ambos lados. Nick
no había mirado a Jamie en particular, excepto para tomar nota con
agradecimiento de que no iba vestido como Mae. Pero ahora que le había mirado,
estaba seguro de que el niño estaba más delgado de lo que había estado hacía un
par de semanas.

Él y su hermana estaban temblando, pero Nick pensó que con Mae era emoción.
Con Jamie, parecía temor.

Por supuesto, Alan se dio cuenta que, se sintió atraído por Jamie como una gallina
al más pequeño pollo en el corral.

—Yo sé el camino —dijo, y ofreció la sonrisa cálida y dulce que la gente siempre
cree que no llevaba seis armas ocultas—. Camina conmigo.

Hizo una pausa y agregó: —Veo que tú no nos deslumbras como Mae.

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—Bueno, pensé… pensé que normalmente luzco como realmente soy. —La sonrisa
de Alan se convirtió en menos tranquilizadora y más auténtica—. Siempre he
pensado lo mismo.

Nick estaba contento de que Alan no sintiera la necesidad de complementar la


camisa y los pantalones vaqueros con un pequeño pendiente, pero en general el
aprobó la decisión de Jamie de lucir mitad normal. Su aprobación debió haber sido
obvia, porque él siguió a Alan encima de la colina, Mae alcanzó su paso y le habló
en un tono combativo.

—Estás vestido —dijo—. Vas todo de negro y ya estás llevando una espada. ¿Cómo
es eso diferente?

—Tengo una razón para vestir de esta manera.

Mae alzó la mirada hacia él, curiosa al instante.

— ¿Y cuál es eso?

—Oh —dijo Nick, bromeando un poco—, ya lo verás.

Sonrió adecuadamente hacia ella, mirando su cara vuelta hacia arriba, con la boca
curva y ojos oscuros en la luz de la luna. Entonces recordó que esta chica estaba
fuera de sus límites. Sacudió la cabeza con impaciencia y alargó su paso por lo que
ella tendría que correr para mantenerse al ritmo.

Las ramas de los árboles sobre nuestras cabezas se enroscaban entre sí como gatos
mirando de reojo hacia abajo desde las sombras, y las hojas eran lo suficientemente
gruesas como para ocultar la luna. El pelo rojo de Alan parecía tan negro como el
de Nick cuando los alcanzó.

Alan rompió en una conversación acerca de la bella poesía de Christina Risotto o


quien sea, de todas las cosas, para dar a Nick una mirada de reproche.

—¿Te dejaste atrás a Mae?

Eso era obvio, por lo que Nick no se molestó en contestarle. Alan se volvió y salió
cojeando de vuelta a Mae. Cuando ella le alcanzó, él le ofreció su brazo.

Nick, a solas con Jamie, sintió que era su deber dejar las cosas claras.

—Me doy cuenta del hecho de que mi hermano habla sobre la poesía es engañoso,
—dijo—. Pero él no es de esa manera, ¿de acuerdo?

Jamie le dirigió una mirada, entonces, redirigió la mirada. Nick siguió su mirada a
Alan agachándose sobre Mae y aparentemente dando la impresión de una cigüeña
coja intentando una danza de apareamiento.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—En realidad —dijo Jamie secamente—. Nunca lo hubiera imaginado.

Nick frunció el ceño.

Siguieron caminando hasta que no quedó ningún camino, sólo la hierba que se
extendían por todos lados hasta que se borraban por la franja oscura de los bosques.
Alan tomó la iniciativa desde el punto en la ruta de acceso, pero era evidente para
todos donde ir. Alguien se las había arreglado para tener vehículos estacionados en
puntos estratégicos a lo largo de los campos. Los techos de automóviles atrapaban
rayos de luna, y todos los lugares donde la luz metálica caía, formando un brillante
trampolín para que ellos siguieran.

Al otro lado del montículo de tierra que la gente sigue llamando Castillo Cranmore
había suficientes árboles para ser contados como la madera. Fluyendo desde el
corazón de la madera, que brilla intensamente entre las hojas y caliente contra los
troncos de los árboles, vieron la luz de las lámparas del Mercado Goblin.

Nick se puso a caminar con Alan, dejando a los otros dos que les siguieran. Él
escuchó una exclamación detrás de él mientras caminaban en el bosque, pero él no
sabía cuál de ellos lo había hecho, ni por qué. Las personas de Kwhyshare
generalmente se toman como al principio del Mercado.

Era imposible ver todos los del mercado Goblin a la vez. Los puestos estaban
colocados en un círculo zigzagueando alrededor de los árboles, brillando a
intervalos como un tesoro secreto. Había una plaza, y luego otra, y antes de que
anduvieran más de unos pocos pasos, había puestos de venta en todos los lados.
Las cortinas brillantes sobre los puestos eran como banderas que estaban volando
para declarar la guerra. Las lámparas, colgadas retorcidas en las ramas, girando el
viento y repartiendo su luz en un puesto y luego en otro.

Por un momento el centro de atención se redujo en un puesto colgado con los


atrapasueños, de tipo real, los huesos, las plumas y el hilo se formaban en los
patrones para silenciar las voces en la cabeza y mantener a los demonios desde tu
cama. Luego se volvió a una mesa llena de palabras, tablillas de arcilla junto con
volúmenes encuadernados de piel de becerro, libros de bolsillo baratos acostados
con pergaminos. Un puesto hizo su propia iluminación, ya que estaba colgada con
lo que la gente llama Mercado de lámparas de hadas. Allí estaban las luces de
luciérnaga para atraer al verdadero amor, y las lámparas de faro que se establecen
en una ventana para llamar a una casa errante.

Nick tomó un momento para analizar las luces y las sombras que se mecían
arrastrándose a su alrededor, los puestos brillantes y los espacios oscuros donde los
bailarines estaban practicando y, a continuación sosegado. No hubo diferencias en
las líneas de los puestos y no faltaban caras conocidas. El Mercado estaba tal como

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había estado el mes pasado, y con suerte este debería ser el mismo el próximo mes
también.

Todos ellos tenían que guardar silencio por miedo a ser descubiertos, por lo que los
tambores estaban apagados y las voces de los propietarios eran como el sonido
claro, bajo de campanas sonando por todos lados.

—¡Ven a comprar! —cantaron con claridad desde cada puesto—. ¡Vamos comprad!

—¿Podemos comprar este tipo de cosas con el dinero común? —preguntó Mae, su
voz sonaba medio asombrada y medio dudosa—. ¿Se supone que debemos comprar
ayuda?

—Puede que seamos la única defensa contra magos y demonios que hay —dijo
Nick—. No hay razón para no obtener una ganancia.

Phyllis de las campanillas contaba como el primero. El mercado estaba en pleno


apogeo y la gente estaba en su mayoría concentrada en negocios, el regateo y la
comparación de compras. La luz iluminó los rostros de los que no estaban
iluminados.

—¿Campanillas? —preguntó Phyllis—. ¿Campanillas para llamar a un amante?


¿Campanillas con la voz de un pájaro atrapado en ellas? ¿Campanillas que cantan
la canción que más deseas escuchar?

—No, gracias —dijo Nick—. Tenemos la MTV.

Ella se asomó entre el metal y el cristal brillando en su mercancía, y su rostro


despejado.

—¡Oh, Nick, eres tú! Alan, mi dulce, ven aquí y besa a una vieja. Estás más alto
cada año.

—Usted consigue ser más joven cada año —dijo Alan, agachándose en medio de
las campanas para besarla.

Los dueños de puestos del Mercado Goblin tenían la misma actitud indulgente con
Alan como todos los profesores, dueñas y dueños de tiendas. La naturaleza
humana no cambia, si vendes amuletos de amor o rollos de papel higiénico.

—¿Analgésicos encantados para tu pobre madre? —preguntó Phyllis, que nunca


había visto a mamá—. Garantizado para calmar una mente inquieta. Precio
especial para ti.

—Esta noche no, Phyllis —respondió Alan—. Es el baile de Nick, y tenemos que
comprar un encantamiento hablado. ¿Has visto a Merris?

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—No —dijo Phyllis, con los ojos repentinamente brillantes más brillante que sus
campanillas—. ¿El baile de Nick?

Nick cogió a Alan por el cuello y lo zarandeó. Alan hizo los habituales sonidos
protestando sobre esto, pero Nick se percató de que no trataba de él. Nick se había
olvidado, pero se acordó ahora. Se acordó de cuando tenía siete años y primero su
padre le preguntó sobre bailar, y la manera que todos los había mirado, porque era
tan joven, porque la danza llegó tan fácilmente a él. Debido a que los demonios
llegaban fácilmente a él.

Alan se detuvo en un puesto de venta de talismanes y Nick lo esperó, con los brazos
cruzados sobre el pecho y tratando de ignorar la creciente ola de rumores en torno a
él. La gente que baila en el círculo no eran magos. Sólo tenía que tener la
coordinación suficiente para mantenerse dentro de las líneas de la danza, pero su
baile llamaba a demonios. Parecía magia. Si la gente supiera que la madre de Nick
era maga, si hubieran sabido cómo el talismán de Nick lo lastimaba, ellos habrían
llamado a esto magia.

Alan puso su hombro soportándolo detrás de Nick y no dijo una palabra, que era
cómo a Nick le gustaban las cosas.

—¿Te apetece una espada forjada en un rayo? ¡Obtenga las hojas nacidas de un
verdadero rayo aquí! ¡Viene con un cuchillo encantado gratis!

El brillo de acero afilado con luces de colores señaló a Nick, como una lámpara de
faro. Alan se trasladó con él, de vuelta de Nick, y la apreciación murmuró al ver a
una hermosa espada que Nick había apuntado instintivamente hacia fuera. Carl
había conseguido algunas cosas nuevas magníficas en este mes.

—¿Ustedes tienen armas mágicas traficadas, también? —preguntó Jamie


débilmente.

—Tenemos necesidad de armas —dijo Alan—. Cuestan mucho en el mundo


exterior. Aquí, en el Mercado puedes hacer trueque y poner precio.

Nick deslizó la espada de una funda de cuero liso. Se hizo un leve sonido, un
timbre seductor en el aire, como si estuviera pidiendo a Nick que la llevara a casa.

Parecía caro, sin embargo, y una espada corta era realmente más práctica para
ocultar sus propósitos.

Nick sopesó el puño contra la palma, encajó en su mano, el equilibrio de la hoja era
perfecto. Cuando dio un paso atrás e hizo unos pases con ella, el movimiento se
sentía como natural y dulce como la de sus propios músculos. Él levantó la vista de
su absorción en el metal brillante y se reunió con la mirada alegre de Alan, con ojos
satisfechos.

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—¿Qué te parece?

—No podemos permitírnoslo —dijo Nick. Quería sonar práctico, pero su voz salió
cortante.

—Oh, podría… —Mae comenzó.

—¡No! —espetó Nick.

—No, pero gracias —le dijo Alan, suave pero firme—. Está bien, Nick. He hecho
un poco de traducciones extra este mes y tengo ahorrado dinero. Este es primer
mercado desde tu cumpleaños. ¿Pensaste que no iba a regalarte nada?

—Oh —dijo Nick.

Por eso la espada sentía como si hubiera sido hecha para él. Lo había sido. Alan no
podría utilizar él mismo la espada, el equilibrio estaba completamente negado, pero
él sabía todo sobre el diseño de una buena hoja. Nick pensó en lo letal y hermosa
que era otra vez, y mientras él estaba mirando hacia abajo, sonrió.

—¿Te gusta? —preguntó Carl con una amplia sonrisa. Tiró la vaina a Nick, y Nick
la atrapó distraídamente en su mano libre.

Nick se encogió de hombros.

—No está mal.

—Creo que está bastante bien, si me permite decirlo —se jactó Carl—. Tu hermano
no quería nada que no fuera lo mejor. Ojalá tuviera un hermano.

—Sí —dijo Nick—. Él no está mal tampoco.

—Bueno, he estado pensando que podría utilizar un cuchillo encantado —dijo


Alan, tomando el cuchillo que se incluía gratis con la compra y lo deslizó en el
bolsillo. Extendió la mano para acariciar el hombro de Nick o algo estúpido, y Nick
se alejó, fácilmente, de él, los ojos todavía en la espada.

Caminaron a través del mercado, a través de los turistas, nigromantes con sus
huesos de juguete y los dientes desgastados, y flautistas que tocaban instrumentos
que cantaban con voces humanas. Nick no podía resignarse con la espada nueva en
la vaina, Alan se mantuvo a su lado, si esto había sido todo, habría sido una gran
noche de mercado.

Desafortunadamente, Alan y él no habían llegado solos al mercado.

Detrás de ellos, Mae dijo: —Todas estas cosas, son mágicas, ¿no? Creí que había
dicho que los magos eran los malos. ¿Cuál es la diferencia?

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—La diferencia, mi querida niña —dijo una voz nueva, pero familiar a la
izquierda—, es que utilizamos cosas mágicas, pero ninguno de nosotros tiene
poderes mágicos.

Nick no estaba tan seguro de eso, si no que se trataba de una cuestión de orgullo en
el mercado Goblin. Los magos tendían a ser los que tienen más poder, los
contaminados por él. Mientras que el popular Mercado aguantaba a los visitantes
que podían hacer magia, no se podía admitir a una caída de los recursos naturales y
de su poder.

Hacía mucho tiempo el mercado se había creado para proporcionar ayuda a las
víctimas de los magos. Todos los que nacieron en el popular Mercado afirmaban
que eran descendientes de los que había tropezado con secretos de los magos y
había jurado ayudar a los inocentes e indefensos. Nadie quería admitir que las
personas con más probabilidades de encontrar los secretos de los magos eran
familiares de magos, magos o ellos mismos.

Nick pensó que era tan estúpido negar el hecho de que algunos de los comerciantes
del Mercado tenían magia como lo fue negar el hecho de que lo que comenzó como
el uso de objetos mágicos se había convertido en una compra y venta de objetos
mágicos: que el mercado no se trataba de una cruzada más, sino de ganarse la vida.

Todos fingían que el mundo era diferente de lo que era. Se suponía que Nick no
debería sorprenderse. Después de todo, la mayoría de la gente ni siquiera sabía que
existía la magia. La gente estaba bien siendo ciega.

La voz continuó: —Los magos dan víctimas a los demonios, lo que significa que los
demonios tendrían que darles lo que quieran. La gente del mercado sólo puede
convocar a los demonios en la danza. Nosotros preferiríamos que no los convoquen
a todos, pero estamos desesperados. Los demonios vendrá porque están
desesperados también, tanta hambre de nuestro mundo que cualquier cosa es mejor
que nada, pero van a dar muy poco a cambio. Así que tenemos que estar en contra
de los magos armados con nada más que la información que podemos obtener de
los demonios y unos pocos juguetes mágicos. Estas probabilidades no son
atractivas, por lo que creo que deberíamos empezar a dar a Koulon cuerpos a los
demonios por el bien mayor. Podemos empezar con las personas que piden
preguntas tontas.

Merris Cromwell surgió de lo más recóndito de su puesto oscuro y lleno de gente,


su vestido rozando el suelo mientras se acercaba. Llevaba el talismán como un
broche, cristales y huesos e hilos de seda formando un intrincado dibujo en vidrio
esmeralda, sin otro tipo de joyas.

No era del tipo que dependen de alguien o algo, así que tenía una lámpara roja al
frente de su propio puesto. La luz de color carmesí cayó en su rostro, en la

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mandíbula casi rectangular y el pelo gris con rayas, peinado hacia atrás desde, la
frente con forma de una cúpula de la catedral.

Todo el mundo en el mercado Goblin tenía una especialidad. Phyllis vendía


campanillas, la familia Davies decía la buenaventura, los Morris trabajaban el
metal, y los gemelos silenciosos vendían espadas de todas las formas, todos los
libros y comprimidos que puedas soñar. El puesto de Merris estaba cargado con lo
que parecían ejemplares de cada puesto. Se especializó en ser la mejor.

—Es broma —explicó Alan a Mae—. Merris, estos son Mae y Jamie.

Merris se enderezó un poco.

—Novia de Alan, supongo.

Mae en realidad se ruborizó.

—Er… no.

—Del joven Nicholas, entonces —dijo Merris cansada—. Lo que todos ellos ven en
ti, yo no lo puedo imaginar.

Nick se apoyó en el puesto y la sonrió.

—Usted nunca lo sabrá hasta que lo intente.

Merris le dirigió una mirada sofocada, y Alan noblemente la distrajo.

—Son personas que estamos tratando de ayudar. Merris, Nick va a bailar esta
noche. Necesitamos un encanto hablado.

Ella pensó por un momento y luego se inclinó para producir una tablilla de arcilla
de los montones de su puesto.

—Quiero la traducción para el próximo mes —dijo—. No dejes que lo toque


Nicholas; esto tiene cinco mil años de antigüedad.

Alan lo miró y asintió con la cabeza, y entonces presionó una cáscara reluciente
blanca sobre una cadena en la palma de Alan y cerró los dedos sobre ella. Merris
Cromwell era la única vendedora en el Mercado de Goblin, que nunca aceptó
dinero. Negociaba con favores. Tenía suficiente dinero, aunque nadie sabía dónde
lo consiguió. Su divisa era el poder.

—Alan, ¿qué idioma es eso? —preguntó Mae, mirando a la tableta luciendo


emocionada. No era de extrañar que el pequeño enamoramiento de Alan fuera tan
persistente. Nick no se había dado cuenta que ella era una gran nerd.

—Sumerio —dijo Alan.

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—La más antigua de las lenguas escrita en el mundo, desde la primera civilización
del mundo —Merris explicó condescendiente—. Fue la lengua escrita para
Babilonia también. La mitad de lo que sabemos acerca de la magia viene de los
registros sumerios. No sé lo que enseñan a los niños en la escuela en estos días.

Mae parecía impresionada.

—¿Usted puede leer sumerio?

Nick cree que Merris Cromwell era tan aficionada a Alan que pudo ser aficionada a
algo que no era un artefacto mágico, pero era una mujer de negocios. Parecía muy
aburrido por el intercambio de palabras de amor sumerios y centraba su atención en
Nick.

—¿Cuál de tus demonios prefieres llamar?

—Anzu, y RDQ Kdqudquuo —dijo Nick.

La gente se reía de él, porque él sólo había sido capaz de llamar a dos demonios,
pero fue capaz de llamarlos más rápido que nadie, y nunca había cometido un
error.

—Eh, perdón, pero ¿cómo se llama a un demonio con el baile? —dijo Jamie,
mirando desde Merris de nuevo a su puesto. Parecía mucho menos atrapado en el
glamour de todo esto que Mae, y él sonreía con la sonrisa nerviosa que Nick estaba
llegando a reconocer—. ¿Tienen los demonios Disco Fever?

Él era tan raro. Nick no lo entendía en absoluto.

A Merris Cromwell parecía que nadie había pronunciado las palabras "Disco
Fever" en su presencia antes. Ella no se dignó a responder a Jamie. En cambio,
asintió con la cabeza a las sombras y un hombre que Nick no reconoció la siguió
hacia la plaza. Merris caminó a través del Mercado Goblin, barriendo el resto de
ellos a su paso, hasta llegar al lugar de los bailarines.

No había un lugar donde los puestos terminaban y el mercado no, había un claro
lleno de luz y la música. Había docenas de pequeñas luces en los árboles más
arriba, brillante como las estrellas que de alguna manera tenían enredadas en las
ramas, y bajo las luces de la hierba que parecía de plata y la noche detrás de las
cabezas de los bailarines se parecía a un telón de fondo de terciopelo negro.

Había cerca de seis parejas ya. Las mujeres usaban colores vivos, recortó las faldas
a cabo girando como pétalos vivos como si fueran pensamientos que habían llegado
con vida después del anochecer. Los hombres eran sus sombras deslizándose, todos
de negro, y Nick era consciente de la mirada de Mae hacia él.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick le dio una sonrisa de soslayo y se concentró en los bailarines, en la chica de


cabello oscuro vestida de rojo amapola. Cuando el hombre levantó a las chicas, que
parecía que estaban volando, Las manos de su compañero trataron de traerla de
regreso a la tierra y a él. Ella era rápida en la forma en que un espadachín tenía que
ser rápido y hermoso con ella, un toque de carmín en el aire como un rastro de
sangre en el agua, y la reunión de turistas comenzó a parecerse a los tiburones.

Todas las chicas llevaban coronas de flores de la fiebre. Los pétalos naranjas y rojos
parecían diminutas llamas situadas en el pelo oscuro de la bailarina.

Si un bailarín lanzaba a alguien una flor de la fiebre, era una señal de favor especial.

La multitud que rodeaba a los bailarines crujían y murmuraban cuando la bailarina


de pelo oscuro señaló una flor de su corona. Una lenta sonrisa curvó sus labios
brillantes color cereza. Los bailarines, todos girando en círculos perfectos
sincronizados, sombra y luz, y la chica de rojo sopló sobre las flores en el hueco de
su palma.

Los pétalos estallaron en el aire como una lluvia de mariposas multicolores, que
volaban en el viento. La multitud lanzó un suspiro de decepción y se liberó la
tensión. El baile había cesado.

La chica de rojo se separó de su pareja y se acercó a ellos.

Antes de que nadie más pudiera hablar, Mae, dijo con entusiasmo: —Eso fue
increíble.

Nick se rió con una risa suave, sorprendido. Las chicas no suelen reaccionar al
pecado así. Mae se volvió hacia él con el rostro brillante, con los ojos
deslumbrados, y le dejó verle sonreír.

—Eso fue sólo para los turistas —dijo—. Espera a ver la realidad.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

5.
Bailar un demonio.

Traducción SOS por: Sera y cYeLy DiviNNa

Corregido por marzeDoyle

N ICK NO SONRIÓ A MAE POR MUCHO TIEMPO PORQUE ESTABA


OCUPADO SIENDO BESADO por otra chica.

Sin Davies, la mejor bailarina en el Mercado, lo alcanzó y se apoyó, descansando


sus palmas contra sus hombros, para darle un beso. Se posó suave como una
mariposa, como un pétalo, en el área entre la boca de Nick y su mejilla.

—Estás vestido para bailar —dijo con su voz gutural.

—Se me ocurrió no estar vestido para bailar, pero no creía que a Merris le gustara.

Sin deslizó una mirada sobre Merris, quien no parecía más indignada por Nick de
lo normal, y luego se rió. Sin era la más probable para suceder a Merris como el
líder no oficial del Mercado, y Merris era quien había cuidado de la familia Davies
desde que los magos habían matado a la madre de Sin; Sin haría cualquier cosa por
ella. Merris había estado impresionada cuando Sin había lanzado a Nick una flor
de fiebre en una cálida noche el último verano.

Nick rara vez se preocupaba tanto por las chicas, pero por esta noche había
pensado que quizás podía gustarle ésta.

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Intencionadamente Merris presentó a Mae y a Jamie, y Sin destelló una brillante


sonrisa muy practicada hacia ellos. Se transformó en una sonrisa real mientras Mae
se entusiasmaba sobre su baile, y se convirtió en una sonrisa completamente
diferente, algo secreto y sensible, cuando la hermana pequeña de Sin corrió a
decirle que el bebé estaba en la cama.

—Gracias —dijo Sin, con los dedos entre el pelo rubio de la niña.

La forma en la que estaba con su hermano bebé y su hermana pequeña era una de
las razones por las que Nick se había fijado en ella.

—Ven aquí, cariño —dijo Alan amablemente. Se arrodilló con alguna dificultad en
la hierba, y la niña corrió a sus brazos como todos los niños hacían, instintivamente
viéndolo como un refugio. Le susurró algo, bajo y dulce, y Lydie se rió.

—Gracias —dijo Sin sin mirarlo, su boca una fina línea recta de color rojo.

—De nada, Cynthia —contestó Alan, su voz distante.

Por la forma en la que todos los bailarines actuaban alrededor de Alan era una de
las razones por las que Nick había dejado de bailar y una de las razones por las que
no había pasado ningún tiempo a solas con Sin desde el año pasado. Era casi
razonable, supuso Nick. Los bailarines confiaban solo en su fuerza, sus seguros
pies, para salvarlos de los demonios. Incluso ver a alguien tropezar hacia a un
bailarín, les hacía poner una mueca de dolor; ver a alguien lisiado era como ver su
propia muerte.

Nick entendía todo eso y no le preocupaba. Nadie tenía permitido mirar a su


hermano como ellos hacían. Él miró a Sin, quien lucía muy sorprendida. Luego
apartó la mirada y se encontró con los ojos de Mae.

El rubor emocionado en sus mejillas estaba desapareciendo, y ella estaba


mirándolos con atención. Ella se volvió hacia Merris y dijo, con su voz baja en el
repentino silencio: —¿Me dirás cómo funcionan los verdaderos bailes?

Era una pregunta de turista tan banal que todo el mundo se relajó. Sin se volvió
hacía una pareja de otros bailarines, Alan empezó a murmurar a la niña de nuevo,
y Merris le dio a Mae una mirada aprobatoria. Los favoritos de Merris eran siempre
los que siempre sabían cómo manejar las situaciones para su propia ventaja.

Merris extendió una mano y arrancó una flor de fiebre del brillante cabello de Sin.

—Esas flores crecen en árboles que necesitan magia para alimentarse. Los árboles
dan frutos de fiebre; una vez que los bailarines comen frutos de fiebre, sus
percepciones del mundo están alteradas y sus inhibiciones están disminuidas. En
este estado pueden compartir energía con los demonios. Bailan en círculos mágicos
y realizan exorcismos.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—¿Exorcismos?

Merris elevó una ceja.

—Llamar a los demonios a este mundo es normalmente referido como un


exorcismo.

—Pensé que significaba deshacerse de demonios —dijo Jamie.

—Un exorcismo significa llamar al demonio y ordenar —respondió Merris


Cromwell.

—A veces la gente intenta mandar al demonio que se vaya, pero una vez que un
demonio tiene un cuerpo humano, no se irá sin destruir el cuerpo. Aunque si llamas
a un demonio al círculo y lo sobornas, y puede que haga lo que quieras. Si ofreces
lo suficiente.

Los bailarines estaban ya dibujando las líneas para el tejido. Cada uno había ya
dibujado su propio círculo en el suelo, círculos perfectos establecidos con hechizos
para mantener a los demonios adentro. Los demonios siempre estaban intentando
salir, pero ni siquiera un mago dejaría ir libre a un demonio.

Nick se arrodilló en el suelo, apartando la oferta de un cuchillo ceremonial. Prefería


usar sus propias armas, incluso aunque tuviera que afilarlas después. Cogió su
cuchillo más largo de una funda atada alrededor de sus costillas y empezó a dibujar
su círculo. La hoja penetró profundamente en la tierra e hizo un círculo simétrico
con la facilidad de un largo hábito, sus manos recordando los símbolos y guiando la
hoja sin ningún aporte de su cerebro.

Primero el propio círculo. Luego dibujó las líneas para los paseos entre los mundos,
desplazándose desde el centro como los radios de una rueda. Dibujó dos círculos
entrecruzados para representar los mundos encontrándose. Dibujó líneas rectas a
través de las ellas, las líneas de comunicación pendiendo entre él y el demonio
como cables de teléfono mágicos para que el demonio fuera capaz de entender el
discurso humano y la comunicación silenciosa del demonio fuera traducida a
palabras humanas para Nick. Más tarde tendría que caminar sobre cada línea
perfectamente, en una serie de pasos medidos, o el demonio nunca vendría y el
círculo seguiría en silencio y quieto.

—Un bailarín llama a un demonio a su círculo; pero un bailarín hace mucho más
que eso —dijo Alan en la voz más formal de profesor. Su brazo estaba inmóvil
alrededor de la niña pequeña, pero señaló las líneas de intersección con su mano
libre—. Esta es el tejido. Abre una conexión entre un humano y un demonio, para
que el demonio pueda sentir algo de lo que el humano está sintiendo. Un bailarín
tiene que seguir las líneas del tejido perfectamente, incluso mientras toma frutos de
fiebre para disminuir su control.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Los demonios siempre demandan un precio —dijo Merris Cromwell—. Eso es


por lo que los magos son corruptos. Un mago es alguien que quiere algo por nada,
están dispuestos a dejar que alguien más pague el precio de lo que ellos quieren. Un
bailarín se abre a sí mismo a los demonios. Deja al demonio compartir unos pocos
latidos de su corazón, unas pocas respiraciones de sus pulmones, y Alan tiene
razón, el demonio puede sentir lo que el bailarín siente. El bailarín comparte una
parte de sí mismo con el demonio en el baile, pero tiene que tener cuidado con lo
que dice cuando el demonio viene. Si dice la cosa incorrecta o da un paso
incorrecto, entonces el demonio puede tenerlo todo de él por completo.

Merris Cromwell observó los círculos con un aire ligeramente melancólico. La


historia en el Mercado Goblin era que había sido una famosa bailarina cuando era
una niña.

Jamie parecía extremadamente alarmado. Sus ojos se precipitaron hacia los


bailarines

—Algunos de ellos ya estirándose, la mayoría se encontraban en la tierra dibujando


las líneas del tejido para Nick.

—Alan será el que haga la charla —explicó Nick.

—Eso es para lo que es el hechizo hablado —dijo Alan—. Para que pueda hablar
por Nick. Los demonios te engañan, y los frutos de fiebre te bajan las defensas, así
que…

—Nunca he sido demasiado bueno con las palabras —dijo Nick—. Alan siempre lo
hace.

—Así que el bailarín en el círculo es el que pide favores —dijo Mae en una extraña
y especulativa voz.

—Bueno, siempre hay dos bailarines en dos círculos —dijo Alan, y se puso un poco
rojo.

—Normalmente una chica y un chico bailando lado a lado. A veces son parejas,
porque… los demonios son atraídos a los sentimientos fuertes, y los frutos de fiebre
disminuyen las inhibiciones, y pues…

—Es todo muy El Círculo Mágico de Bailarines Se Ponen Salvajes —interrumpió


Nick, y escondió su cuchillo—. Ya verás.

—Podemos preguntar por Jamie —continuó Alan, luciendo aliviado de estar en un


tema más seguro.

—Voy a librar a Alan de esa maldita marca —corrigió Nick, por lo que todo el
mundo estuvo tranquilo—. Puede que llegue a Jamie después.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Los ojos de Mae tenían una brillante y extraña mirada en ellos. Estaban fijos en
Alan.

—Así que es importante que te preocupes por lo que el demonio tiene que ofrecer
—dijo lentamente—. Eso es por lo que Nick lo está haciendo por ti.

Nick apartó la mirada hacia la oscuridad de la noche y árboles enredados. No


escuchó a Alan contestar. Era posible que Alan asintiera. Era posible que Mae
simplemente siguiera sin esperar una respuesta.

—¿Y no tienes que ser capaz de hacer magia? —Nick pudo mirar a Alan entonces,
y lo vio asentir esta vez.

Ante el asentimiento de Alan, Mae continuó, su voz reuniendo determinación.

—Si es sólo seguir estas líneas, puedo hacerlo. Quiero hacerlo. Quiero bailar.
Puedo pedir a los demonios que ayuden a mi hermano yo misma.

Por supuesto todo esto era sobre ayudar a su hermano, y nada que ver con un
turista deslumbrado.

—No puedes bailar —dijo Nick categóricamente.

—Puedo, —dijo Mae, con la luz de la batalla en sus ojos—. Soy una buena
bailarina.

—No me importa —espetó Nick—. Si das mal un paso, entonces llamar a los
demonios no funcionará, y llamar a los demonios va a funcionar. Esto no se trata
de clubes, cariño. Este es mi baile. Y yo digo que no puedes hacerlo.

Un momento después Nick supo que había cometido un error. A Merris Cromwell
no le gustaba que nadie salvo ella misma asumiera la autoridad. Su cara cambió
mientras miraba hacia abajo a la pequeña y desafiante figura de Mae.

—Si quieres ayudar a tu hermano —dijo, en su fría voz—, eso puede hacer una
gran diferencia. ¿Cuánto quieres ayudarlo? ¿Estás desesperada?

—Mae, no —dijo Jamie.

Mae se encontró con los ojos de Merris.

—Sí.

—Eso está bien —dijo Merris—. Al demonio le gustará eso.

—Haré cualquier cosa…

Merris hizo un sonido ronco y abrupto que casi fue un graznido. Sonaba como un
cuervo pateado.

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—Debes entender, que tienes que ser muy cuidadosa con lo que dices. Nada de
“haré cualquier cosa”. El demonio estará intentando retorcer cualquier palabra para
convertirla en una promesa para que pueda poseerte.

—Prometo que tendré cuidado —dijo Mae sin aliento.

—Bueno —dijo Merris, con cierta cantidad de aprobación—. Si bailas con un


compañero experimentado como Nick, puede que lo haga.

—No va a bailar conmigo —espetó Nick.

—Sé sensato, Nick —le dijo Merris—. Siempre lo haces mejor con un compañero
emocional.

—Eso es verdad —añadió Sin sobre su hombre. Estaba mirando a Mae con alguna
simpatía.

Era cierto. Todo el mundo lo decía porque Nick no tenía muchos sentimientos para
compartir con los demonios. No le importaba a Nick. Él pensó que tenían razón, y
tenía sentido.

¿Por qué debería preocuparse por lo que bailarines extraños eran normalmente
llamados a ayudar? Sus problemas no tenían nada que ver con él. Cuando había
bailado antes, lo había estado haciendo por dinero o favores.

Él abrió su boca para decir que esta vez era diferente porque era Alan, pero todos
estaban mirándolo, y no podía pensar en una forma de decirlo. Cerró la boca.

—Venga, niño —dijo Merris enérgicamente—. Pondremos a prueba tu velocidad y


reflejos. Veamos si serías un bailarín.

Sin alargó la mano y cogió la mano de Mae. Las otras bailarinas se movieron para
formar un grupo revoloteando alrededor de Merris, como abejas acompañando a la
reina, y se alejaron de las luces en un grupo. Todos miraron fríamente hacia Nick
mientras pasaban.

Aparentemente Sin no apreciaba ser observada. Bueno, ¿qué importaba? Ya había


tomado su decisión sobre ella. Papá no hubiera aprobado que se mezclara con la
chica del Mercado Goblin, alguien quien podía suponer la verdad sobre mamá, y
Sin no miraría a Alan de esa forma.

Quizás bailar con Mae no estaría tan mal, pensó de repente. Al menos era decente
para su hermano. Su mirada cayó sobre Jamie, quien lucía decididamente nervioso
por la repentina salida de Mae.

—No importa Merris, ella siempre actúa así a mí alrededor —dijo él. Se imaginó
que las bromas eran el único lenguaje que entendía este chico, y añadió—: Intenta
tan fuertemente esconder su atracción. Su boca decía “No puedo imaginar lo que todos
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

ellos ven en ti”, pero sus ojos decían, “Llévame, semental salvaje”. Ella volverá. No
puede mantenerse alejada.

Jamie sonrió, luciendo un poco sorprendido.

—No tienes permitido ser un semental salvaje hasta que seas más mayor —dijo
Alan, pero atrapó la mirada de Nick y sonrió torcidamente hacia él, viéndose muy
agradecido.

Alan se preocupaba demasiado por la amabilidad. Los bailarines regresaron,


llevando las Fuentes de frutos rojos y dorados para dejarlos alrededor de los
círculos.

Los frutos formaban brillantes círculos alrededor de los círculos bailantes, anillos
dentro de anillos. Las luces del Mercado bailaban sobre los frutos y los hacían
destellar.

Los frutos de fiebre crecían de pequeños árboles cuidadosamente alimentados en las


caravanas de la gente del Mercado. Por un largo tiempo no parecían más que ramas
secas en las pequeñas macetas, arrugadas y muertas, pero cada árbol tenía un día de
florecer como una mariposa. Luego el árbol se adornaba de flores, con sus colores
brillantes como cintas en un maypole3 y bajo los ricos colores crecían los frutos de
fiebre. Eran dorados y escarlatas, como manzanas para ser mordidas pero con una
sola piedra venenosa en el centro, y tenían fuertes olores exóticos de caros
perfumes.

Una vez que alguien probaba los frutos de fiebre, se convertían en su comida
favorita. Nick le dio a Alan su nueva espada para que la sujetara, tomó uno de los
frutos de fiebre, y le dio un mordisco. La piel se rompió al primer toque leve de los
dientes, y el jugo estalló espeso y dulce en su lengua.

—No comas eso —Alan le advirtió a Jamie, deteniéndose con el niño—. Ellos eran
guardados para los bailarines. Los bailes solían ser llamados bacanales hace tiempo,
y nadie mide la cantidad de frutas que deben comer. Después de que el baile se
llevaba a cabo, los bailarines estaban sueltos por el mundo. A veces, mataron a la
gente.

—Creo que he leído sobre eso —dijo Jamie—. Los bailarines, que ellos llamaron
ménades. Las mujeres salvajes.

El jugo de la fruta febril pasaba por la garganta de Nick con una corriente de
espesor mientras comía, como la sangre en sus venas, acelerando todo, haciéndole
sentir mejor acerca de todo.

3
Maypole: tradición escandinava y también británica muy antigua, en el que plantan un poste en la
tierra para celebrar, atan hojas, flores y cintas y bailan alrededor

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Tal vez él bailaría con Mae y le gustaría gustado, tal vez ella fallaría en las pruebas
y había él bailaría con Sin. Una cosa era segura: De cualquier manera, él podría
curar a Alan. Él se rió y Jamie lo observó alarmado por el sonido. Nick sonrió y se
dio cuenta de que no sonreía tanto cuando mostraba los dientes.

Y puso su voz baja.

—No sólo mujeres.

Más bailarines empezaron a reunirse alrededor de la fruta, teniendo un pedazo de


ellas mismas. La risa y el zumbido de una especie de energía comenzó a subir en su
pequeño grupo, y un grupo más grande se reunió para rodearlos. La danza era una
parte más del Mercado, ya que la mayoría de los bailarines danzaban para pagar,
por extraños que necesitaban ayuda o información, pero también era lo más
parecido a la hospitalidad que el Mercado Goblin podía ofrecer. Además, Nick iba
a bailar otra vez. Todos sabían que sería un buen espectáculo.

Una gran parte del tiempo, los bailarines danzaban a través de sus pasos, sin ningún
espectáculo demoniaco, pero ellos nunca fallaban en venir por Nick.

—¿Quién es Anzu? —Jamie preguntó—. Nick dijo que él iba a llamarlo.

—Dos demonios que le han dado sus nombres a Nick para que pueda recurrir a
ellos —respondió Alan.

—Los demonios pueden hacerlo y se muestran como casi todos, pero sobre todo
han preferido formas y maneras de hacer las cosas. Son los únicos a los que Mae
llamaría súcubos e íncubos, que tratan de atraer a los románticos, hay quienes se
muestran usando los rostros y cantando a los muertos, no son los que están a favor
de un animal en particular. Los demonios que Nick llama Anzu, a menudo toman
la forma de aves, y un súcubo llamado Liannan quien, bueno… —Alan miró a
Nick, que le sonrió y agitó una mano para que él continuara—, los demonios no
tienen un muy buen sentido del tiempo —dijo Alan—. Liannan piensa que Nick es
un novio de hace un tiempo.

Ellos estaban empezando a encender antorchas y el canto para preparar el círculo


para la apertura. La luz de las antorchas atrapo el pelo de Alan y lo cambió por el
color de la sangre en la oscuridad con un brillante dorado.

Jamie lo miró atónito.

—¿Un novio? ¡Pensé que los demonios eran malos!

Alan frunció el ceño.

—Bueno, es tema de debate. Algunos de nosotros sostiene que lo son, y por


supuesto Liannan habría estado dispuesta a llevarse el cuerpo y la vida de su novio.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

No se puede confiar en ellos, ni por un segundo, porque están tan desesperados por
entrar en este mundo, pero, algunas personas piensan que no todos sus sentimientos
son simulados para engañarnos. Son muy diferentes a nosotros. Es difícil de decir,
pero algunas personas... —la voz de Alan se suavizó, y admitió—: Creo que
pueden amar.

Nick pensaba que si algún súcubo llegaba alguna vez a Alan, probablemente él
querría salir con ella a cenar y hablar de sus sentimientos antes de que él aceptara
oscuras y demoniacas delicias.

Las antorchas ardían constantemente en los soportes establecidos en los árboles a


su alrededor. Los círculos se hicieron, y los platos de la febril fruta fueron vaciados.
Nick sentía como si estuviera separado de su cuerpo y todavía estaba tratando de
mantenerse estable. La luz lleno su visión como si estuviera viendo bajo el agua.
Chicas y chicos con los dedos pegajosos y la boca pegajosa llenaron su alrededor,
riendo y preguntándole por qué él estaba bailando de nuevo. Alan, el punto fijo en
un mundo dando vueltas, se quedó cerca y respondió por Nick. Estaría haciéndole
preguntas a Nick muy pronto.

Los tambores comenzaron el ritmo de baile, un sonido bajo y sordo que parecía
comenzar en sus huesos. Ellos siempre han tenido que amortiguar la batería en caso
de que alguien los escuche, pero todos los sonidos de la noche eran distintos a los
oídos de Nick, de pronto el sonido de una mujer abriendo las cartas en un puesto, el
sonido de animales pequeños, asustados en la madera.

La luz del pasar de una chica detrás de él. Nick giró y vio a Mae.

—Buenas noticias —anunció Merris Cromwell—. Hemos encontrado unos


bailarines más prometedores.

Nick se echó a reír, y miró con frialdad a Merris.

—Ella cumple todos los requisitos. Ella tiene una buena coordinación, tiene un
fuerte deseo de llamar a los demonios, y no tiene miedo.

—Ella va a tener el miedo suficiente en un minuto —murmuró Nick.

—¿Quieres apostar?

Mae pasó junto a Nick acercándose a la fuente de fruta y se apoderó de una, como
si estuviera recogiendo un guante que alguien había tirado. Cuando dio un
mordisco, el jugo le corría en un arroyo dorado por la barbilla.

Sus ojos se encontraron con Nick, y su mano fue a su cinturón. Se desabrocho su


vieja espada y saco el sable, y lo arrojó a un lado. Él no iba a dar marcha atrás ante
un desafío.

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—Vamos a bailar —dijo.

Cuando Mae cortó el círculo bajo la dirección de Merris, se volvió a Alan, quien le
ofreció la concha. Que brillaba con colores pálidos, azul y violeta y albaricoque
como las luces del Mercado Goblin y luego todo estuvo blanco una vez más. Nick
la besó, puso el encanto hablando alrededor del cuello de Alan, y luego entró en el
círculo de invocación.

El talismán de Nick estalló en un momento de repentino dolor puro. Nick inclinó la


cabeza hacia atrás y absorbió el choque, lo dejó arrastrarse sobre él como el agua, y
escuchó a través de la sensación de dolor y el aumento de la magia en la voz de su
hermano.

—¡Llamo al demonio al que ellos llaman Anzu en Verano! —dijo Alan cuando el
sonido de los tambores llegaba más y más rápido—. ¡Llamo al demonio que ellos
llamaban Djehuty en Egipto! ¡Llamo al demonio que los romanos llamaban el
ladrón en la puerta y el vigilante de noche! Como ellos lo llamaban, yo lo llamo:
¡Llamo a Anzu!

Mae debía haber entrado en el círculo junto a él cuando Nick había entrado en él,
pero Nick no tenía conocimiento de ella ahora. Socios o no, ella bailaba o caía por
su cuenta.

Los tambores subieron y golpearon en sus sienes, y dio un paso a lo largo de las
líneas de comunicación. Las líneas de viaje comenzaron a girar como si realmente
fueran los radios de una rueda, y tuviera que mantenerse al día con ellos. Hubo un
toque frío, y a su lado, una conocida y larga voz seductora y familiar casi
susurrándole, y en su otro oído la llamada de: ¡Ven a comprar! —pinchando en un
cansino recurso para quedarse, una promesa de calor en este mundo. Él la esquivó
cuidadosamente, no yendo demasiado lejos para cumplir con los demonios, se
retorcía y giraba en el centro del sonido y el color y la línea establecida.

Hubo gritos de fina aprobación a su alrededor. Los brazos se acercaron a él.


Algunos eran humanos, y dejo que llegaran hasta él. Presionando las manos
calientes contra su cuerpo, contra su cara, y la febril fruta volvió a pulsar a sus
labios. La mordió y el mundo era brillante a su alrededor, como una escultura de
cristal en el mismo borde de una repisa de la chimenea, capturando la luz antes de
que se apagara. Él puso su cuerpo entre los mundos, echó atrás la cabeza y puso el
esfuerzo en los músculos de los hombros, la fuerza de torsión en sus caderas, puso
su corazón y sus crispadas manos al servicio del demonio, y luego se mantuvo
firme.

Nick siempre había tenido que esperar a su compañero para ponerse al día. Esperó
con el corazón golpeando contra su pecho y la garganta oprimida con cada
respiración, el mundo era un resplandor de la fruta.

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Por un momento todo lo que registró en Mae estaba bien para un principiante. Sus
pasos a lo largo del tejido eran seguros, y ella estaba haciendo los gestos correctos al
ofrecer sus recursos. Entonces vio la caída de la falda contra su pierna, el brillo de
la cadena alrededor de su estómago en la luz del fuego. Vio sus manos deslizarse
como las manos de un amante por su propia garganta mientras inclinaba la cabeza
hacia atrás, y se dio cuenta que podía desearla, después de todo.

Se dio cuenta de que él la quería a ella.

No había tiempo para pensar en eso, ya que en el punto en sus dos círculos inter
seccionales había una luz encendida en frío, las carreras a lo largo de los patrones
tejiéndose, pero cada vez más con más fuerza en el punto donde había empezado.
Hasta que la luz creó una hoguera roja oscura, y en el centro una frialdad de rojos
que formaban una figura.

Anzu estaba tomando la forma de un hombre, aunque sugería a un águila con la


curva de su nariz, un destello y el patrón de plumas de color carmesí en su pelo
dorado. La piel blanca que había elegido para usar, estaba enrojecida por el tenue
resplandor del fuego a su alrededor, y cuando levantó los ojos al rostro de Nick,
estos eran enormes, y claros como el agua.

Nick vio su propio rostro reflejado en sus ojos, ojos negros y pelo negro, una cara
mucho más fría y más sombría que la cara del demonio delante de él. Esa era la
intención de Anzu, por supuesto.

—Nick, ¿no? —preguntó Anzu, pronunciando el nombre de Nick como si fuera


más bien una buena broma—. Bien, bien. Bailaste de nuevo, ¿verdad?

—Nuestra pareja bailó para usted y usted se alimentaba de sus sentimientos. Usted
nos debe algún servicio, Anzu, —dijo Alan.

Anzu se asomó más allá del círculo.

—Ah —dijo, mirando aún más divertido—. Eres Alan, ¿no? El que sabe tanto.
¿Qué servicio necesitas?

Una nueva voz se rompió por el sonido de los tambores y el chisporroteo de las
llamas.

—Quiero salvar a mi hermano —dijo Mae, clara y segura—. Él tiene una marca de
tercer nivel. ¿Cómo puedo hacer eso?

Anzu se echó a reír.

—No se puede —respondió—. Él es nuestro ahora. Es sólo cuestión de tiempo. —


Sus grandes ojos de color cristal viajaron a la cara de Jamie—. Tan joven. —

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

comentó, sonriendo maliciosamente a Mae—. Lo hacemos cuando ellos son


jóvenes.

Se volvió y sonrió a Nick. Nick vio chispas arremolinarse alrededor de la cabeza de


Anzu y emprendió el vuelo en forma de pequeñas aves. Alan vaciló, frente a su
tumba, pero el hermano de Nick sabía que no debía malinterpretar la pausa de un
demonio y salir.

—Tengo una marca de primer nivel —dijo en voz baja—. ¿Puedes quitarla?

—Oh, por supuesto —respondió Anzu—. Lavarla y limpiarla sería un placer. No


puedes dejar a esa pequeña familia tuya. ¿Qué iban a hacer sin ti? Pon la marca en
la llama.

Alan se arrodilló con cierta dificultad sobre la hierba y se arremangó los pantalones
vaqueros. Extendió la pierna en el círculo, asegurándose de que se levantara muy
por encima del patrón del tejido, y la sostuvo en el centro del fuego. El fuego no le
quemaba, pero su sombrío resplandor iluminaba su pierna por lo que la primera
marca se destacó contra su oscura piel, las dos barras formaban una puerta. Las
sombras que les acechaban eran tan profundas que parecía que estaban brotando
con sangre fresca.

—Uhm —dijo Anzu—. Eso es interesante.

La voz de Alan fue cortante.

—Explícate.

—Oh, no es nada —dijo Anzu—. Sólo que tú marca —asintió con la cabeza hacia
Alan—, y la marca del joven fueron hechas por el mismo círculo. El Círculo de
obsidiana. Y ellas fueron realizadas por el mismo demonio.

—¿Qué significa eso? —preguntó Alan.

—Una cosa pequeña —le dijo Anzu—. Esto significa que si estuvieras de acuerdo,
podría transferir una de las marcas del joven hacía ti. Eso significaría que estarían
ambos con una marca de segundo nivel, que aún significa la muerte para alguien. Si
capturas y sacrificas a dos magos del Círculo de obsidiana, ambos vivirían. Es la
única oportunidad que el niño tiene, pero sería un riesgo terrible para que lo
tomaras. —Anzu agitó una mano descuidada, los dedos fusionándose con la llama.
Nick casi podía ver las garras—. Olvídate de que lo he mencionado.

—Espera —dijo Alan.

Nick había besado el encanto de hablar y dado su voz a Alan protegiéndolo cientos
de veces, y nunca había perdido su voz. Era casi apacible, no tenía palabras, que
Alan hablara por los dos, pero ahora Nick tenía algo que decir. Se sentía como si el

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humo se hubiera enredado en el cuello, o la falta de palabras le quemara. Movió la


boca, movió la lengua con un esfuerzo doloroso, y encontró su cuerpo vacío de
palabras cuando más los necesitaba.

Mae dijo algunas palabras. Miró a Alan y le dijo simplemente: —Por favor.

Nick sabía que mientras él estuviera dentro del círculo, Anzu podía sentir un poco
de lo que sentía. A pesar de que Nick no podía hablar, aunque sabía que su propia
cara rara vez era traicionada por mucha emoción, Anzu miró a Nick cuando Mae
habló y Nick estuvo seguro de que Anzu supo todo lo que Nick no podía decir. Por
su parte, Nick pensó que podía sentir un toque de la maliciosa alegría del demonio.

No, Nick pensó, todo su cuerpo con el zumbido de esa palabra. Quería gritar.

No. Alan se aclaró la garganta y dijo: —Muy bien.

Sin dejar de mirar a Nick, sin dejar de sonreír, Anzu acercó una de esas manos con
garras borrosa, y con una garra apuñalo a Alan tres veces lo más profundo que
pudo. Señaló a la segunda marca, la que significaba la muerte, sobre la piel del
hermano de Nick.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

6.
La caza comienza.

Traducido por: MaKiiTTa y MiakaLoL

Corregido por marzeDoyle

T AN PRONTO COMO LA SEÑAL DE LAS LUCES DESAPARECIÓ, EL


DEMONIO SE FUE junto al humo, Nick rompió fuera del círculo en un
solo paso. Para luego estar junto a Alan en otro paso, con un puño cerrado en
la camisa de Alan y uno cerrándose alrededor del hablante de encantos.

Arrancó el encanto violentamente desde el cuello de Alan y tomó una salvaje


satisfacción al ver la primera delgada línea roja por la piel de Alan cuando la
cadena se rompió. El se selló en su esqueleto y sintió como si hubiera mordido su
lengua y la sangre llenara su boca, resbalando por su garganta. Sólo que en vez de
sangre, era su voz.

Ahora que él podía hablar, se encontró que no tenía nada que decir. Estaba hecho.
Nick lanzó a Alan lejos, enviándole a tropezar de nuevo en la ceniza y en patrones
rotos del círculo del demonio. Para Alan era fácil perder el equilibrio.

Si Nick lo hubiera echado hacia atrás con un poco más de fuerza, se habría caído,
Nick podría haberle pateado, cuando hubiera estado en el suelo.

Una multitud de personas se habían reunido para ver el baile, ahora todos estaban
boquiabiertos, como los idiotas que eran. Incluso aquellos idiotas, no eran lo
suficientemente estúpidos como para ponerse en el camino de Nick. Él irrumpió
adelante, y se dispersaron en todas direcciones ante él. Se sumergió en las
profundidades del bosque, lejos del ruido y las luces del mercado Goblin en una

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oscuridad furiosa. Ramas atrapadas en el viento de la noche lo azotaron,


rastrillando su cara. Había una aguda quemadura en la esquina de su ojo y un
rastro de calor por su mejilla. Por supuesto, era sangre.

Nick secó sus ojos y vio la mancha de sangre espeluznantes en su mano roja,
incluso en la oscuridad. Quería que todo rastro de la fruta febril eliminada de su
sistema. El fruto estaba hecho, incluso esta madera oscura muy brillante. Hizo que
el viento y las sombras, susurraran bajo y las espinas al acecho también.

Se dio la vuelta en cada sonido, con ganas de arremeter contra algo, pero nadie fue
tan estúpido como para seguirlo. Se sorprendió cuando escuchó el inconfundible
sonido detrás de él, un sonido que no era de viento o las ramas, sino de un paso, y
se dio cuenta que alguien había sido lo suficientemente estúpido como para
seguirlo, después de todo.

Él se dio la vuelta y no era Alan.

Era Mae, que venía hacia él con los ojos abiertos y el rostro luminoso de emoción.
Al principio Nick pensó que ella estaba feliz. Tenía todas las razones para estar
feliz, después de todo, ya que el tonto hermano de Nick había quitado a su estúpido
hermano del peligro inmediato que corría el mismo.

Entonces se acordó de la fruta febril.

Los ojos de Mae eran un poco demasiado amplios, sus pupilas dilatadas. Nick
recordaba cómo era el mundo después de esa primera experiencia, cómo todo
estaba magnifico y brillante, cada rotura de color en ti, como la luz, y cada
pensamiento como una revelación.

—¿Qué quieres? —Nick exigió.

Los labios de Mae se separaron un poco y temblaron. Ella les lamió, y con ello la
nitidez febril que Nick vio en su boca, donde la lengua se había frotado lejos el
brillo labial. Ella se acercó, alargó su mano, y empujó a Nick contra un árbol. Sus
labios temblaban de nuevo.

—Yo quiero… —dijo Mae, ofreciendo su boca—. Oh, yo quiero...

Levantó la mano libre para empujar la cabeza de Nick hacia abajo, los dedos
anudados en su pelo que Nick recordaba, con una viveza nacida de la fruta febril, la
curva de la danza de caderas de Mae. Él podría quererla. Alan la quería demasiado.
Esto dañaría a Alan, y después del pequeño truco de Alan, a Nick le gustaba la idea
de hacerle daño.

Nick decía que no, pocas veces a una chica, y él nunca lo había hecho en
circunstancias como éstas, con las luces del mercado Goblin vislumbrando como

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un relámpago lejano detrás de ella y su boca temblando a unos centímetros de las


suyas.

Nick la tocó por primera vez.

Él la agarró de los hombros y la empujó lejos. Luego se inclinó hacia delante y le


susurró al oído.

—Tú no quieres a nadie en este momento.

Dejó que sus labios tocaran su oído y cuando se volteó, no parecía enojada, sólo
aturdida y sin comprender. Él la dejó. No quería correr, porque eso habría parecido
como miedo o alguna otra cosa ridícula, por lo que caminó tranquilamente por el
bosque, pasando fácilmente, sabiendo que cuando caminaba rápido, ninguna niña y
ningún idiota paralizado podría atraparlo. Tenía las manos apretadas en puños,
pero no golpeó ningún espino.

Cuando la negra noche fría y el poco amistoso azul del próximo amanecer
apareció, Nick regresó.

El mercado de Goblin se encontraba en proceso de ser guardado. Los restos de los


puestos quedando desolados, sus propietarios almacenando sus productos en cajas,
y los clientes, unos pocos permanecían con inquietud en torno a los restos de la
magia.

Los otros estaban de pie en el centro del claro. Jamie estaba mirando con inquietud
alrededor y lo vio de una vez. Mae estaba apoyada contra Alan, mejilla apoyada
contra su hombro. Cuando Nick se acercó a ellos, ella hizo un esfuerzo decidido
por enredarse a sí misma alrededor de Alan y volvió la cara a la suya. Parecía que,
de hecho, cualquier persona lo haría.

Alan se agachó y le dio un ligero beso suave, pero suficiente para mostrar que ella
no estaba siendo rechazada.

—No, Mae, realmente no puedo. Sería tomar ventaja —estaba diciendo Alan.

La adivina tomó este momento desafortunado para apoyarse sobre su puesto y


arrancar la manga de Nick.

Su bola del cristal, excluida en esperanza desesperada, miró a Nick como si la


mujer tuviera un gran tercer ojo ahuecado entre sus manos. En lo profundo del
cristal, unos puntos luminosos de púas de color verde como un pequeño bosque,
sobre el verde, una serie de azul tornasolado fueron colocados como cintas.

—¿Veo su futuro, joven señor? —gruñó la anciana teatral. Merris Cromwell habría,
fríamente, recomendado una pastilla para la tos.

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El azul estrechamente entrelazado con verdes oscuros. La impresión que Nick


recibió fue la de una sombra cayendo sobre un lago, una silueta que se hizo más
clara, pasando de una sombra a las líneas de un rostro. Era sólo su propio rostro,
sus ojos oscuros reflejados mirando por el del cristal.

Nick cogió el cristal en una mano y lo lanzó con viciosa fuerza al árbol más
cercano. El accidente hizo saltar a Mae y Alan para mirar a su alrededor. Nick
capturo sus movimientos con el rabillo del ojo, pero sobre todo él estaba mirando
los fragmentos brillantes del cristal.

—Creo que he visto lo suficiente —dijo.



Dejaron a Mae y Jamie en casa, Alan dio instrucciones estrictas para Mae a
ponerse en la cama, en donde permanecería. Jamie echó solemnes promesas con la
mano apretada a Mae con el aire de un niñero ansioso.

—Tú no necesitas preocuparte —dijo, apoyándose en la ventana abierta de Alan.

—Y, eh, ¿Alan? —agregó—. Gracias.

Él dio a Alan un rápido beso en la mejilla, y luego desapareció por la puerta con
una dificultosa Mae a rastras. Era más bien una puerta de lujo, bucles y remolinos
forjados en hierro creando una imagen que Nick que no podía distinguir, a través
del intrincado dibujo divisó una casa cubierta de hiedra, grande y blanca, que se
avecinaba en el cielo aún oscuro, como un gran costoso iceberg. Las ventanas de
los pisos superiores arrojaban una luz amarilla en el jardín y la cancha de tenis.
Estos dos lo tenían todo. Podría haber dejado al hermano de Nick solo. Nick se
cruzó de brazos sobre el pecho y dijo fríamente: —Tranquila noche que estás
teniendo.

Alan dijo: —Yo no te hablaré mientras todavía tengas la fruta febril en tu sistema.

No hablar estaba bien para Nick. Echó un vistazo afuera de la ventana, mientras
Alan conducía. Por lo general, los viajes de vuelta por el Mercado Goblin estaban
bien sin importar la hora que fueran. No era como siempre, eran sólo los dos, sin
mamá. Alan tocaba música clásica o del país, y hablaba de la edad en la que estaba,
sobre cualquiera que sea su última locura, de los cómics de época hasta la filosofía.
Todo era sólo insano, pero a él no le importaba la audiencia, y siempre acosaba a
Alan en dejar que condujera Nick la mayor parte del camino a casa.

Esta vez no hubo nada. Nick no se ofreció a conducir de todos modos. Midió
exactamente donde quedaba la mitad del camino y cuando llegó, no dijo nada.
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Dejó que Alan le dijera que condujera. Dejó a Alan cuidar de sí mismo para que
cambiara. Nick miró por encima a Alan y vio su juego de mordazas. Él no iba a
pedir la ayuda de Nick, era demasiado orgulloso para pedir algo que no se le
ofreciera voluntariamente. Nick estaba salvajemente contento. Era la propia culpa
de Alan. Lo dejó sufrir.

Ellos continuaron en el auto en silencio, excepto por los pequeños tirones de aliento
que comenzaban a levantarse sin poder hacer nada en la garganta de Alan. Nick
escuchó cada sonido ahogado de dolor. Alan nunca habría permitido que Nick se
lastimara, no importaba como de enojado con Nick estuviera. Nick lo sabía, pero
esa era la diferencia entre ellos. Nick era un idiota, y Alan era un tonto suicida.

El auto entró en un espeluznante amarillo amanecer, los tóxicos horribles colores


de nubes pálidos, con una enfermiza luz del sol. Había una llovizna fina,
continuaba cayendo la lluvia. Nick miró fijamente fuera en el parabrisas a través de
la ventana y se preguntó si la gente conseguía estar tan enojado como él estaba. Él
había visto a Alan enojado, pero nunca había descubierto en los ojos de Alan
ningún impulso salvaje de sangre. Deseó querer gritarle a Alan o azotarlo contra las
puertas, quería hacer algo más que atacarlo con extrema violencia. Se sentó, con los
puños apretados, demasiado consciente de la nueva espada de su cinturón y el
cuchillo contra la parte baja de la espalda.

Cuando se detuvo fuera de su casa y el ronroneo del motor del coche se acalló,
Alan dejó que su pierna se relajara y exhaló un suspiro de alivio puro. Por un
momento hubo un silencio absoluto. Luego Alan dijo: —Aunque te fuiste, hablé
con Merris. Ella dijo que no sería capaz de ayudarnos con Black Arthur, pero… no
lo sé. He oído historias sobre los experimentos que realiza en su casa. Ella no
quiere hablar de ellos. Lo que necesitamos es una excusa para entrar en la casa de
Merris.

Era justo el estúpido hermano de Nick estando preocupado acerca de mamá


cuando él era el único en peligro. Lo que necesitaba Nick, era sacar las dos marcas
de Alan, y que sería casi imposible.

—Tenemos que matar a un mago —gruñó Nick.

Papá había sido asesinado por los magos. Habían pasado toda su vida huyendo de
los magos, y ahora tenían que buscarlos.

—Hemos matado a magos antes —dijo Alan.

—Cuando vinieron en busca de nosotros —espetó Nick.

—Ellos viven en círculos mágicos. Si tratamos de buscar deliberadamente uno,


vamos a encontrar un nido de ellos. Tienen demonios que tienen magia, y ellos nos
superan en número.

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Esos eran los hechos. Alan los conocía y enloquecía a Nick tener que enumerarlos.
Pero él no sumaba el siguiente hecho; que era que Alan probablemente iba a morir.

—Es una oportunidad —dijo Alan—. Jamie no tenía oportunidad antes. Ahora
nosotros sí.

—¿Por qué habría que esperar que tu murieras por él? —exigió Nick—. ¿Qué haría
yo con mamá si estuvieras muerto?

—No me di cuenta —dijo Alan lentamente, viéndose un poco pálido—, que tu


preocupación era tan diferente.

Nick se quedó mirando el tablero de instrumentos. Alan eligía ahora, de todo el


tiempo, para hablar de tonterías. Nick no estaba de humor para ello.

—Tú no eres noble —informó a Alan después de un momento—. No quieres dar a


nadie la oportunidad. No me mientas. ¡No me digas que no tiene nada que ver con
esa chica!

Antes de que Alan pudiera decirle algo, Nick había abierto de golpe la puerta. Salió
y la cerró de golpe detrás de él. Corrió como no había corrido nunca a través de la
madera en Tiverton, como si estuviera siendo perseguido, abajo de las calles
laterales grises del sur de Londres.

Corrió hacia el nuevo garaje en el que estaba trabajando. Nick encontró consuelo
en las máquinas que estaba trabajando o bien rotas, y si se rompían, podían ser
arregladas o destruidas. Encontró el garaje tan quieto como un cementerio, los
coches en las diversas etapas de reparación como tristes fantasmas metálicos. Nick
pateó una caja de herramientas, enviando martillos y llaves de tuercas, volando
sobre el cemento. Quería volcar un coche, y se sentía seguro de que podía. Estaba
tan enojado que quería matar.

Un automóvil, sujeto en lo más alto, se derrumbó con un estruendo detrás de él.


Nick giró y sacó su espada como una rueda suelta rodando en la pared, y se dio
cuenta por primera vez de que la cerradura de la puerta del garaje se había roto.
Alguien o algo la habían destrozado. Nick, de pronto feliz. A la espera que esto
fuera un ataque, que aquí, por fin, hubiera algo el cual sabía cómo tratar. Se dio la
vuelta en un círculo lento en busca de algún destello de movimiento, del menor
ruido. Otro coche cayó con estrépito atronador tan pronto como estaba de espaldas.

—Te tengo —dijo Nick activando el sonido con su espada ya chispeante a través
del aire. Lo único que vio fue una pizca de fuego saltando bajo el capó del coche.

Era un demonio. Tenía que serlo. El accidente no había sido suficiente para iniciar
un incendio, y además, el talismán de Nick mostraba un cosquilleo, zumbando de
peso duramente contra su pecho. Había un demonio en algún lugar cercano y no se
mostraría, ya que podría matarlo.
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El pensó por un momento que tenía que ir a advertir a Alan para que todos
pudieran comenzar a empacar, pero entonces recordó que ellos estaban
persiguiendo a demonios ahora. Si hubiera magos aquí, tendrían que quedarse y
cazarlos. Realmente debería irse, se dio cuenta. El no tenía necesidad de ser
capturado y culpado de provocar incendios.

—Entonces —dijo a la llama moribunda y a la habitación vacía—.Vendré por ti


más tarde.

No tenía ganas de volver a casa, así que tomó un paseo, y luego regresó al trabajo,
donde todo el mundo se preguntaba quiénes eran los misteriosos vándalos. Nick
asintió a todas las teorías, y luego apareció un capó de coche y se puso a trabajar.
Trabajó sombrío y silencioso, dos turnos, hasta que ya era de noche y alguien le
dijo que saliera y disfrutara lo que quedaba de su noche. Nick se limitó a asentir
una última vez y se fue. Se fue a casa al fin y se metió en la cama sin ver a nadie. El
sueño negro y consumidor, se lo tragó entero.

El despertó tarde, como de costumbre, y bajó las escaleras para encontrar a Alan
jugando con un pedazo de pan tostado. Estaba pálido y desgastado como un viejo
hueso después de sólo una noche con una marca de segundo nivel. Había sombras
violetas debajo de sus ojos y él no levantó la vista de su plato cuando Nick se
acercó. Nick usualmente podía sorprender a cualquiera menos Alan. El se acercó
inclinando los antebrazos en la parte posterior de Alan y su silla y frunció el ceño
en la parte posterior del cuello de Alan.

—No —dijo y vio saltar a Alan con una palabra inesperada, muy cerca, y luego se
relajó—. No hagas algo como esto otra vez —dijo—. ¿De acuerdo?

Alan lo alcanzó detrás de él y agarró el brazo de Nick. Sus dedos delgados sólo la
mitad cerrada alrededor del oleaje de sus músculos, pero aguantó.

—Te prometo que no pondré ninguna marca de demonio en mí por ninguna niña
de pelo rosa o sus hermanos nunca más.

Nick se cernía sobre la silla de Alan, inquieto, pero no exactamente queriendo


separarse. Dijo con voz ronca: —Será mejor que no.

Alan se ofreció a llevarlo a la escuela pero Nick dijo que tomaría el metro. El sabía
que Alan realmente debía estar cansado cuando estuvo de acuerdo. Nick no tenía
intención de ir a la escuela. Sabía lo que tenía que hacer. Anzu le había dado el
nombre de un círculo. El Círculo de obsidiana: Círculo de Arthur Black. El sabía
mucho pero no sabía cuánta energía tenía o dónde encontrarlos. No tenía tiempo
para esperar al próximo Mercado Goblin. Podía dibujar un círculo básico de
convocatoria. Él bailaría otra vez y solo. El necesitaba respuestas. Necesitaba su
otro demonio.

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Necesitaba a Liannan.



En uno de los más sombríos caminos en Camden, había un pequeño aparcamiento


gris detrás de la Iglesia Metodista Americana. Estaba llena de polvo compactado y
años de escombros viejos, y había un contenedor de metal grande allí que estaba
amontonado con un surtido de basura. El lunes por la mañana Nick no pensaba
que fuera a ser perturbado aquí.

Dibujó el círculo de la citación y de la reclusión cuidadosamente con un trozo de


tiza blanca que había robado de una tienda de arte en el camino. Había tomado
unos pocos amuletos de protección del dormitorio de Alan y los puso con cuidado
en los intervalos alrededor del círculo. El círculo tenía que ser seguro. El tomaría
riesgos, pero él no tomaría ese riesgo. Si un demonio alguna vez saliera al mundo,
libre del control de un mago, podría significar el fin del mundo.

Nick tenía la intención de tomar riesgos sólo con sí mismo. No tenía ni fruta febril,
ni tenía pareja de baile y él nunca había hablado directamente con un demonio
antes. Si él se equivocara, el demonio lo tendría. Si no lograba ofrecer algo que ella
quería, Liannan ni siquiera podría llegar.

Estaba apostando a que vendría. Ella siempre le había parecido como si quisiera
llegar a él.

Ella no era una mujer, por supuesto. Esta era sólo una forma que eligió para
engañar a los seres humanos, pero Nick pensó que sería más fácil si pudiera fingir
que era una mujer. El había llamado a chicas antes. No había nada tan fácil si se
camina en un aula, un club, o por la calle. Todo lo que tenía que hacer era enviar
las señales correctas, darle el aspecto deseado, voltear el cuerpo de la manera
correcta y por ningún momento permitirse que por su mente cruzara el
pensamiento de que ella no pudiera estar interesada.

Nick no llevaba su espada, por lo que él colocó sus cuchillos antes de entrar en el
círculo. Fue un detalle. Se estaba rindiendo e invitando al demonio a entrar. No
podía preocuparse por rascar las marcas de tiza que mostraban las líneas de
comunicación, o las líneas que marcaban los límites. Si él se distrajera de la danza,
ella nunca llegaría.

Alejando la realidad de un cielo gris de Londres, pensó en la noche, el sabor de


frutas de la fiebre y el sabor de la boca de una chica. Pensó acerca de estar en un
club nocturno y captar los ojos brillantes de una chica bajo las luces de colores en
movimiento. Pensó en la piel de Mae debajo de los faroles del Mercado Goblin.

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Las palabras fueron, como siempre, la parte más difícil. El tragó saliva y escuchó su
voz saliendo tosca, al mando de una chica en lugar de persuadirla. Eso funcionaba,
a veces.

—¡Hago un llamamiento a Liannan! Hago un llamamiento a la que le encanta el


agua y vivir en el hielo, la que sigue a los hombres invisibles y los conduce a la
locura. Hago un llamamiento a la que enfrenta a los hombres a seguir a través de
una tormenta de invierno a la muerte. Hago un llamamiento a Liannan.

Pensó en practicar con la espada en la oscuridad, su mente se redujo del todo a la


nada excepto el movimiento del acero en la noche. Bailó y recordó la lucha, el
adiestramiento de su cuerpo dolorido, hasta que sólo conocía el deseo de
perfección, la muerte perfecta, el beso perfecto. Echó la cabeza hacia atrás, arqueó
la espalda, y llamó a Liannan a su lado.

Cuando abrió los ojos, no había nada excepto el asfalto, el edificio deteriorado, y
los contornos de la tiza de lo que parecía un juego de niños. Nick esperó un latido
del corazón, desesperado para respirar, y luego vio la construcción de un pálido
fuego en la línea de la tiza.

Era un fuego muy pálido, casi sin color, como si el agua hubiera aprendido a
quemar. Liannan pasó a través de una llama alta del color de una fuente con la
cabeza inclinada, como una diosa surgiendo del mar. El fuego se apoderó del
círculo, rodando suavemente como el mar en marea baja, alrededor de ellos, y ella
se puso delante de Nick y levantó su rostro al suyo.

Su talismán envió una punzada de pura agonía a través de su cuerpo, y lanzó un


rápido suspiro. Ella sonrió. Ella estaba sonriendo. Ella que era una leyenda en las
tierras donde los hombres la siguen en el hielo y la sombra por una sonrisa. Ella
estaba deslumbrante y habría sido aún más hermosa si no hubiera sido tan pálida.
La palidez se extendía sobre ella como un velo, por lo que el color de sus ojos era
imposible de distinguir y refrescar el fuego de su pelo rojo, como si los colores vivos
se hubieran visto en las heladas.

—Ha pasado mucho tiempo —dijo, su voz suena como las campanas en el
Mercado de Goblin.

Nick se cruzó de brazos y la miró. Cuanto menos le hablara, menos posibilidades


tendría él de que ella le engañara. Liannan inclinó la cabeza.

—¿Te gusta esto? —preguntó—. Recuerdo que siempre tenías capricho por las
pelirrojas.

Nick realmente las prefiere rubias, pero eso importaba poco. Ella pensaba que él era
otro hombre, muerto hace siglos y probablemente muerto por su mano. A los
demonios les costaba mantener a los seres humanos a distancia.

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—Está bien —dijo Nick a regañadientes—. Tengo dos preguntas para tí. Sé que no
he bailado con una pareja o comido la fruta. Dime tu precio para responder a ellas.

—Mi precio —dijo Liannan cambiado la voz a un susurro que sonó como una
cascada—. Voy a responder a una pregunta, si te quitas tu talismán.

Cada bailarín siempre llevaba un talismán, ya que un demonio puede marcarte si


estuvieras en un círculo, con la misma facilidad, ya que ellos podrían señalarte, si
no llevabas algún tipo de protección. Sin embargo, si se negaba, ella se iría. Ella
había elegido su forma y era una forma de seducción en lugar de la fuerza. El
podría detenerla si ella intentara marcarle.

Nick asintió con la cabeza y, por primera vez en ocho años, se quitó el talismán y lo
echó a uno de los lados. Perder el talismán debería haberle hecho sentirse
vulnerable, pero no sintió nada, fue un consuelo. Siempre llevaba el talismán y el
pensamiento de lo que había sucedido a Alan sin uno. Lo llevaba, aburrido con el
malestar sin fin del picor, el dolor se duplicó cada vez que un demonio estaba cerca
o los hechizos se hubieran realizado en su presencia. Él estaba libre de dolor del
pasado, y se sentía maravilloso.

Esta nueva libertad le hacía sentirse más seguro en lugar de menos. Él no necesita
ninguna advertencia. Podía hacer frente a los demonios por su cuenta. Miró a
Liannan y sonrió. Una sonrisa se extendió sobre su rostro, en cambio, era una triste
y hermosa sonrisa, con apenas el más leve destello de dientes afilados.

Ella le extendió la mano, sus dedos brillaban como cuchillos. Eran carámbanos4.

—Puedo tocarte ahora —dijo.

Si trataba de luchar contra ella, Nick accidentalmente podría salir del círculo. Dejó
que ella lo tocara. No fue tan malo, ya que se veía como una niña. Podría haber
sido cualquier otra chica, con su delgado cuerpo apretado contra él, sus ojos fijos en
su rostro suplicante. Una mano estaba acurrucada alrededor de su cuello, sus dedos
afilados y fríos.

—Hazme tu pregunta.

—¿Dónde están los del Círculo de Obsidiana?

Ella no le respondió. Eso habría sido demasiado fácil. Nick podía ver el aliento del
demonio, como si fuera un niño soplando las nubes calientes en el aire frío, pero su
aliento contra su mejilla estaba helado.

—El Círculo de Obsidiana —repitió, pensativa—. Ese fue el círculo donde cazaban
en primer lugar. Ese fue el círculo que más te quería.
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Carámbano: Pedazo de hielo más o menos largo y puntiagudo que se va formando al helarse el
agua que gotea.

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—Dime algo que yo no sepa —espetó Nick.

—Muy bien —dijo Liannan, y se rió—. ¿Sabías que fue el círculo el que mató a un
hombre llamado Daniel Ryves?

Nick pensó en sí mismo con ocho años y viendo a su padre caer en las cenizas.

—Este círculo tiene algo que pagar, entonces —dijo—. Me alegro de que me lo
dijeras. Los mataré con mucho gusto. Ahora, ¿dónde están?

—Exeter —dijo Liannan—. Pero no los encontrarás allí. Se irán pronto.

Lo típico de un demonio, dan una respuesta que era completamente cierta y


completamente inútil. Liannan debió haber visto algo de furia en la cara de Nick.
Eso la hizo reír. Había dos filas de dientes afilados como un tiburón. Todos ellos
brillaron cuando ella se echó a reír, y se tambaleó hacia él. Su boca era del color de
las cerezas congeladas.

—¿Qué se siente, siendo humano? —preguntó—. No puedo imaginar lo que debe


ser, de sentir la sangre caliente en las venas y el calor del sol en la cara. ¿Vas a
decirme que me amas?

—Yo no te quiero —dijo Nick—. Yo no te conozco, demonio.

—Me conociste una vez.

—¿Lo hice? —Nick le preguntó—. ¿Cuándo fue eso exactamente? ¿Hace cien años?
¿Más?

—Algo así —murmuró Liannan.

—¿Cómo crees que funcionan los seres humanos?

No tenía pestañas, al igual que reptiles o cualquier otra cosa bajo el agua. Ella sólo
parecía como un ser humano a primera vista, antes de notar que los pequeños
detalles se equivocaban.

—No tengo ni idea —respondió ella y levantó su mano libre para tocar su cara.

El frío quemaba e insensibilizaba el dolor. Ni siquiera sintió un pinchazo cuando


los carámbanos le cortaron, la sangre corría por su mejilla. Ella puso su boca en su
cara, sus labios fríos, pero muy suaves. Cuando ella se echó hacia atrás, su boca
parecía más cálida, y deslizaba la mano por el pecho de Nick. Su camisa se rompió
bajo sus dedos afilados. Se cerró en el cuello, la palma de los dedos de carámbano
era firme. Era como si ella pensara que podría tratar de escapar.

—¿Crees que te tengo miedo? —preguntó Nick.

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—Espero que no —dijo—. Hay algo más que creo que deberías saber. Anzu está
trabajando para el Círculo de Obsidiana.

—Oh, así que no debo confiar en él —dijo Nick—. En el futuro, sólo debería
convocarte a ti.

Liannan asintió con la cabeza.

Nick se rió.

—Los demonios trabajan para cualquier persona que les pueda llamar —dijo—.
¿Crees que yo no lo sé? ¿Crees que no sé que es mejor no confiar en ningún
demonio? No trates de usar tus trucos conmigo. Tengo otra pregunta. Dame tu
precio.

Liannan suspiró como un niño cansado y apoyó la cabeza en su hombro. El sintió


frío su aliento corriendo por la parte de atrás de su cuello, haciéndole temblar cada
vez que hablaba.

—Mi querido —dijo—. Mi querido, mi amado. ¿Qué significan estas palabras?


Supongo que tú lo sabes.

—Lo sé.

Nick cambió su tono a cruel, quería girar las palabras en una ofensa, pero el
demonio le levantó la cara que era tan radiante como la luz del sol en millas de
nieve.

—Quiero un poco de calor de vuelta conmigo —susurró ella, su voz era una brisa
helada—. Seguramente recuerdas un momento en que estuvieras caliente.

—¿Ese es tu precio? —Nick le preguntó, para sellar el trato.

—Ese es mi precio —dijo Liannan—. Un momento de tu vida.

Si él fallaba pagando el precio, ella podría tomar lo que quisiera.

—Dime donde el Círculo de Obsidiana se va —dijo Nick—. Y puedes tomarlo.

El demonio asintió y se puso de puntillas para presionar su boca suave y fría. Nick
cerró los ojos y sintió su beso frío y cómo sus dedos como el carámbano rebuscaban
en contra de su piel pensando en un momento en el que había estado tibio. Se
estremeció, luchó contra el pánico y recordó el frío.

Liannan había mencionado a su padre. Tal vez era lo que recordaba Nick del
tiempo justo después de que lo había perdido. Ellos vivían en Escocia entonces, en
el más pequeño y barato piso que Alan había sido capaz de encontrar. Alan,

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lesionado, no podía caminar, no estaba seguro de cómo mamá saldría a trabajar y


su calefacción había sido cortado en el medio del invierno.

A través de las delgadas paredes, Nick escuchaba a Alan llorar todas las noches.
Nick no estaba seguro de si se suponía que debía llorar. Nunca había llorado en su
vida, y particularmente, no quería hacerlo ahora. Él sólo estaba acurrucado en la
cama, su mente sombría marcando todos estos hechos nuevos. Él tenía ocho años,
su padre había muerto, su hermano estaba lisiado y tenía tanto frío.

Estaba acurrucado bajo las mantas, pensando en todo, cuando su hermano


cojeando apiló cuidadosamente sus propias mantas sobre la cama de Nick. Nick
miró en silencio a la cara de Alan, pálido y cansado, marcada con nuevas líneas de
dolor. Sus gafas eran demasiado grandes para él y se inclinaban hacia fuera. Alan le
había sonreído con determinación y se metió en las sábanas, deslizando su brazo
alrededor de Nick. Alan había sido más grande que Nick en ese entonces, lo
suficientemente grande como para que Nick se sintiera un poco protegido de un
mundo que se había vuelto hostil. Y el cuerpo de Alan y las mantas nuevas le
hicieron empezar a calentarse. Alan extendió la mano y alisó el pelo revuelto de
Nick.

—Tú eres mío —dijo en una temblorosa voz joven que se parecía a la de papá—.
Te cuidaré.

Era un recuerdo de calor, después de todo.

Liannan se echó hacia atrás, los labios entreabiertos. Sus ojos brillaban como el
hielo bajo la luna.

—Gracias —dijo.

Entonces ella puso su fría boca de invierno en su oído y le susurró: —No hay
necesidad de ir en busca de ellos. Van a estar en Londres en nueve días. ¿No lo
adivinas? Todo el Círculo está viniendo a por ti.



Nick volvió a casa después de sentirse desgarrado, lacio y troceado. Su boca se


sintió herida por el frío, y él no quería decirle a Alan lo que había aprendido. Alan
le echó un vistazo y cerró los ojos.

—Faltaste a la escuela otra vez —dijo dejando de lado su libro—. ¿Cómo se supone
que voy a llevar todo correctamente si no vas a cooperar?

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—No sé —dijo Nick y se tendió en el sofá con su cabeza cerca de la pierna sana de
Alan. Él miró hacia abajo, preocupado por su cara y la ropa desgarrada.

—Así que, obviamente, has tenido una pelea con algunas de las hienas que están
amenazando las calles de Londres. Y saliste herido.

—Deberías ver a las hienas —dijo Nick y cerró los ojos.

Había ruido arriba. Mamá debía estar sintiéndose particularmente animada hoy.
Nick esperaba que esto no fuera una de las veces que ella comenzaba a gritar y no
se detenía.

—Er… —dijo Alan y Nick escuchó la nota de inquietud en su voz—. Antes te traje
un antiséptico. Y un sándwich. Hay algo que deberías saber.

Antes de que Alan pudiera decirle lo que debía saber, Nick lo supo. Se oyeron
pasos bajando las escaleras y la puerta del salón se abrió para revelar a Mae con
Jamie asomándose nerviosamente por encima del hombro. Nick se levantó en un
solo movimiento, apenas un gruñido de control. Odiaba estar atrapado en
desventaja en cualquier momento. Y mucho menos en un momento en que dos
personas que le habían causado suficientes problemas ya, decidían invadir su casa.

—Ellos llegaron hace aproximadamente media hora —explicó Alan—. Jamie tiene
que estar ahí para matar. No tiene sentido...

Nick no creía que tener extraños en su casa tuviera sentido en absoluto y estaba a
punto de decirlo cuando Mae dio un paso adelante, levantando los ojos marrón
aterciopelado a su cara.

—¿Qué te pasó? —preguntó.

—Ya que preguntas —Nick espetó—, estaba recogiendo algo de información. El


Círculo de Obsidiana viene a por nosotros.

Alan parecía preocupado. El Círculo de Obsidiana había estado en Exeter, había


estado de caza y había llegado lo suficientemente cerca para enviar los cuervos y la
serpiente. Parte de las razones de que la convocatoria de los círculos de magos fuera
tan poderosa era que cada grupo de magos tenía un círculo de invocación de
piedras enormes, de gran alcance. Cada círculo que hacían era un reflejo de uno y si
todo el Círculo de Obsidiana estaba realmente viniendo a Londres, tendrían que
traer sus trozos de Obsidiana con ellos. Nick no podía imaginar cómo el encanto de
su madre podría tener el poder suficiente para justificar arriesgarse en el círculo de
los magos que fueron nombrados después. El Círculo de Obsidiana estaba más
comprometido a la caza de lo que había soñado.

—Ellos vienen con toda su fuerza —añadió Nick—. Nos están cazando. ¿Cómo se
supone que vamos a cazarlos?

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Alan estaba tan pálido como había estado cuando llegó el mensajero, pero parecía
tranquilo y cuando respondió su voz era reflexiva.

—Si Arthur Black está cazándonos, sus magos deberían ser fáciles de encontrar.

—¿Y qué le parará de llegar a mamá mientras que vamos a buscar a su gente?

Nick se había sacrificado para salvar a mamá por Alan, en todo momento. Eso no
era lo que le molestaba. Esto estaba... todo mal. Hace menos de quince días, Alan
había dicho que no importa lo que hubiera que hacer, se lo haría pagar a Arthur
Black y ahora parecía que quería jugar a manos de Arthur Black. Él debería haber
sugerido el envío de mamá por correo. Debería decirle a Nick sus planes. ¡Él
debería dejar de esconderle cosas a Nick!

—Tengo un plan —dijo Alan y no dijo lo que era.

Nick no le preguntó. Empezó y luego se detuvo, se le ocurrió que su hermano en


realidad podría mentir. Siempre había sido un consuelo para él que Alan pudiera
mentir tan bien. Nick no podía hacerlo, el mundo era bastante complicado sin que
compusiera un mundo de palabras que no fueron incluso ciertas. Él siempre había
asumido que Alan le mentiría y ahora la idea de que Alan pudiera mentir. ya
podría estar mintiendo, cuando había preguntado si cursaba la escuela. Se sintió
presa del pánico, sin saber qué decir. Tenía una imagen de las palabras apiladas a
su alrededor, enjaulándole, y sin nadie en quién pudiera confiar.

Se quedó en silencio, sintiéndose como un animal atrapado en la bahía. Mae y


Jamie lo miraban, sus ojos viajaban por encima de su ropa rasgada y manchada de
sangre. Su hermano parecía triste y amable, pero Alan nunca parecía más amable
que cuando estaba mintiendo a alguien.

—¿Podrías hacer lo que te pido por el momento, Nick?

Nick recordó la fotografía oculta, las cartas ocultas y ahora este plan secreto. Pensó
en la Navidad, en la oscuridad y Alan volvía, abriendo la puerta con la luz detrás
de él.

—¿Tengo alguna otra opción? —gruñó.

Alan asintió con la cabeza hacia él y luego dejó su mirada vacía. Las heridas poco
profundas de los carámbanos que Liannan había hecho a la izquierda de los
hombros de Nick picaban y la boca le dolía de frío. De repente se sintió muy
cansado. Había hecho todo lo que podía y no tenía idea de lo que Alan estaba
haciendo. Tendría que llevar a cabo el pequeño plan de Alan, aunque fuera en la
oscuridad. El era su hermano. No tenía a nadie más.

—Por lo tanto, ¿podemos quedarnos? —preguntó Jamie de forma tentativa, como si


se tratara de una visita en lugar de una invasión.

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—Quédate si quieres —Nick gruñó, demasiado cansado para discutir. Él pasó junto
a las escaleras, quitándose la camisa con sangre a su paso y lanzó una advertencia
sobre su hombro—. Sólo asegúrense de mantenerse lejos de mí.

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7.
Los intrusos.

Traducido por kuami

Corregido por Pimienta

N ICK NO ESTABA ACOSTUMBRADO A VIVIR CON NADIE MÁS


QUE CON ALAN.

Mamá apenas contaba, ya que era mejor si nunca volvía a ver a Nick. Él no le
gustaba, aunque Mae y Jamie demostraron ser bastante útiles. Ellos estaban
dispuestos a estudiar minuciosamente los libros de Alan y desplazarse durante
horas, tratando de obtener información sobre el Círculo de Obsidiana. Intentaban
memorizar las pocas imágenes de magos del Círculo de Obsidiana que Alan había
extraído de las descripciones, que había sido capaz de obtener de la gente del
mercado. Ellos aportaban para comprar alimentos, y Jamie honestamente trató de
ayudar en la cocina. Alan ofreció renunciar a su propia habitación para ellos, pero
Nick insistió en que ocuparan la suya. Quería a Alan para mantener la biblioteca.

Compartir la habitación ya le estaba bien a Nick. La segunda marca significaba que


los demonios podían enviar sueños a Alan todas las noches. Nick tenía que mirar y
despertar a Alan, si parecía inquieto.

La nube de Arthur Black y su mensaje se cernía sobre su casa. Venía a por su


madre, y su madre lo sabía.

Hubo pequeños incidentes mágico en toda la casa en estos días, luces


encendiéndose de forma inesperada y ruidos extraños. Alan dijo que significaba que
mamá tenía miedo, pero a Nick no le importaba. Él no tenía necesidad de estos

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recordatorios de su madre maga por todas partes en la casa; la magia se sentía


como otro intruso.

A Alan le gustaban las intrusiones humanas. De ambos tipos.

A Alan le gustaba leer libros con Mae, y le encantaba que ella quisiera aprender el
alfabeto griego. Él creía en ella, Nick podía entender eso, y si no hubiera sido por la
inquietud de Nick sobre lo qué el idiota su hermano podría hacer luego, podría
haber estado muy bien con eso. Pero Alan parecía gustarle tener a Jamie alrededor
también.

Él y Jamie veían la televisión y escuchaban música juntos, y Alan estaba intentando


enseñarle la diferencia entre cocinar las cosas y quemarlas.

Nick no estaba seguro de por qué eso le molestaba, y entonces él se dio cuenta de
que si Alan estaba preparado para recibir extraños en su casa, él debe estar muy
solo.

Nick no tenía ni idea de qué hacer al respecto. Él sólo quería que ellos se
marcharan.

―¿Tus padres no quieren que regreséis? ―preguntó cuando llegó a casa del colegio
a los tres días, arrojando por la bolsa y tirando de la horrible corbata sobre su
cabeza.

Jamie que estaba tratando de cortar y algo que parecía pan francés, dirigió a Nick
una mirada algo aprensiva, como de costumbre.

―Bueno ―dijo con cautela―, ellos no saben que nos hemos ido.

Nick se acercó a la nevera, agarró la leche, y tomó un trago. Alan habría objetado
en serio q que bebiera del cartón, pero Jamie simplemente siguió mirándolo con
recelo, como si pensara que podría tener que esquivarle en cualquier momento.

―¿Cómo lo haces para estar fuera? Si tienes un gemelo malvado, deberías hacerlo
venir ―dijo Nick, apoyándose contra la nevera―. Él podría gustarme.

La cara de Jamie bajó bruscamente en lo que Nick podría decir era una actuación
ensayada, contando una historia que él había tenido que explicar muchas veces y
pretendiendo a él no le importaba. Nick no mentí, pero había aprendido a
reconocer los signos de la mentira en los demás. El mundo estaba lleno de torpes
mentirosos, aficionados que no se daban cuenta de cómo se veían ante otras
personas y trabajaban para perfeccionar la actuación.

Nick siempre podría decirlo, excepto con Alan.

―Nuestros padres están divorciados ―dijo Jamie con falsa ligereza―. Se


separaron hará unos siete años, pero tardaron un tiempo para pedir el divorcio. Los
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dos son… miembros de la sociedad. Tienen mucho dinero y todo estaba enredado.
Fue un divorcio bastante agrio. Ambos querían la mayoría de los activos y menos
tiempo con los niños.

Jamie trató de sonreír. Al parecer, él hacía bromas cuando estaba molesto, igual
que cuando tenía miedo. Nick se limitó a mirarlo, y después de un momento Jamie
empezó a hablar de nuevo.

―Mamá tiene la casa, papá tiene la casa de vacaciones, y ambos tienen la custodia
compartida. Ellos piensan que habían sido estafados. Es bastante fácil llamarles y
decirle que estás pasando más tiempo con el otro. No pueden comprobarlo. Ellos
no se hablan, y de todos modos… se alegran de librarse de nosotros. Incluso si lo
hicieran y ellos averiguaran que nosotros habíamos desaparecido, pensarían que
Mae me llevó a una de esas fiestas delirantes que ella a veces se escabulle. Así que...

Así que esto explica algunas cosas. Explica por qué el demonio había ido por Jamie
en el primer lugar. Los magos no se atrevieron se atreven a dejar fuera a los
demonios a menudo o de forma aleatoria, ya que el secreto era tan importante para
ellos como lo era él para el Mercado. Los demonios tenían que escoger a víctimas
que estuvieran solas e indefensas cuya desaparición no se notara pronto, y los
padres por lo general notaban bastante rápidamente si un niño desaparecía o era
poseído. No estos padres, obviamente.

Explicaba la rebeldía de Mae, creada para castigar a sus padres o conseguir su


atención entonces, y explicaba de qué manera era Jamie, un joven atrapado en el
medio de una guerra doméstica, tratando de no meterse en problemas. Mira lo bien
que había eso le había funcionado a él.

Nick podía entenderlo, pero no estaba seguro de cómo iba a responder a eso.

―Así que los magos sabían que no te podías perder ―dijo.

Eso no parecía estar en lo cierto. Jamie estaba muy blanco.

―Supongo ellos podrían pensar eso ―dijo―. Mamá está muy ocupada, y no creo
que ser una madre soltera fuera el tipo de vida que ella había planeado. Y no creo
que seamos el tipo de niños que ella quería. Ella nunca quiere ser dura.

Cuando mamá estaba con unos sus ataques de histeria, ella a veces pegaba. Alan
había conseguido algún ojo morado de esa manera. Mamá nunca quiso hacerle
daño, pero allí estaba.

―¿Qué es eso? ―Nick le preguntó bruscamente, mirando a la sartén.

―No lo sé ―contestó Jamie, revolviendo la masa sin identificar con aire


desamparado―. Esto estaba destinado a ser una tortilla.

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―Pensé que era la tostada francesa.

―En cierto modo se parece a los cerebros ―comentó Jamie con tristeza.

Ambos consideraron el plato durante un momento, y luego Nick llegó a una


conclusión.

―Muy bien, podemos aprovecharlo. Puedo solucionar este problema. Lleva a la


parrilla un poco de queso.

Jamie entornó los ojos hacia él.

―¿Vas a arreglar esto? ―repitió, y parecía sumamente dudoso.

―Sí ―dijo Nick―. Todo esto y puedo cocinar, también. ¡Sal de mi camino!

Empujó a un lado a Jamie, ligeramente, lo suficiente porque Jamie era tan pequeño
que un áspero empujón de Nick lo podría haber enviado a través de la ventana.
Jamie todavía parecía inseguro, pero se acercó a la nevera y consiguió un poco de
queso en un esfuerzo obvio parecer estar dispuesto.

―¿Te puedo preguntar algo? ―le preguntó.

Nick levantó la vista de las cebollas cortadas.

―En el sentido de que no te detendré con violencia real ―dijo en una voz
defensiva―, sí.

―¿Qué quieren los magos?

―Y ¿por qué me preguntas eso? ―dijo Nick, y observó a Jamie flaquear en su


tono―. Yo no soy un mago.

Se negó a pensar en su madre y la forma como ella era. Él miró a Jamie y se


sorprendió cuando Jamie no miró hacia otro lado.

―¡Yo no lo soy!

―Yo… no pensaba que lo fueras ―dijo Jamie, obviamente mintiendo―. Yo sólo


quería decir… que matar a todos estas personas. ¿Por qué hacen eso? ¿Para qué
podría valer la pena eso?

Estaba claro que él pensaba que Nick tenía algún tipo de visión oscura en la psique
de un mago.

Nick se preguntó por qué no bastaba simplemente con preguntar a su madre si él


sentía tanta curiosidad, pero no le haría daño realmente contestarle.

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―Poder ―dijo―. Como yo lo entiendo, simplemente al usar el poder te hace


querer más. Es una carrera, es adictivo, y no sólo eso. Una vez que tienes suficiente
poder, puedes obtener algo que quieras. Algunos magos son políticos de éxito.
Algunos son actores. Algunos son personas completamente normales, personas
que ves en el banco y la oficina de correos, que sólo pasan a tener la capacidad de
cambiar de forma o controlar el clima. Algunos magos son ricos, algunos son
famosos, algunos son estúpidamente guapos.

Jamie le dio una mirada bastante compleja a Nick.

Nick levantó una ceja.

―Algunos de nosotros logramos ser estúpidamente guapos por nosotros mismos.

―Er… ―dijo Jamie, y se cortó con el rallador de queso.

―He cambiado de opinión ―anunció Nick.

―Puedes ayudar a cocinar de pie en un rincón y no tocar nada. Hágalo con


cuidado.

Él lo dijo sin alterarse. Las tortillas de huevos estaban empezando a parecerse a las
tortillas de huevos, y él esperaba que el tema de los magos estuviera cerrado. La
mayoría de las conversaciones que tenía con la gente de la escuela era mucho peor
que esta.

Jamie estaba callado, jugueteando con un guante de cocina sobre la encimera.

―No te hagas daño a ti mismo con eso ―le aconsejó Nick.

Jamie sonrió.

―Está bien. ―Él siguió estando inquieto mientras Nick fue a la nevera a por un
par de pimientos, y entonces preguntó de repente―. Así ¿dónde está tu padre?

Nick cerró de golpe la puerta de la nevera.

―Él murió.

―¡Oh! ―Ahora Jamie tenía el aspecto de un ciervo encandilado por los faros, que
por alguna razón se sentía muy triste por el coche―. Oh, lo siento mucho.

―¿Por qué? ―chasqueó Nick, abriendo los armarios sólo para poder golpearlos al
cerrarlos y expresar su furia por la gente que no sabe cuando callarse―. No le
conociste. ¿Por qué te importa?

―Umm. ¿Por empatía? ―sugirió Jamie.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick lo miró en silencio. El silencio se extendía sobre Nick mirando a Jamie cada
vez más incómodo y, a continuación un momento antes de los nervios de Jamie
estallaran Mae y Alan entraron en la cocina y le rescataron.

Alan miró de Nick a Jamie con cara alarmada y parecía un poco triste, justo como
si fueran jóvenes y los maestros le hubieran dicho que Nick no se portaba muy bien
con los demás.

Nick fracasó al ver que no podía seguir adelante con la sorpresa.

―Esto es excelente ―dijo Mae, yendo y sentándose junto al escurridor―.


Continúa.

Siempre he soñado con tener hombres guapos preparando amorosamente todas mis
comidas.

―Nick rescató a la tortilla ―confesó Jamie―. Me estaban saliendo mal de alguna


manera.

Mae se echó a reír y tiró de él hacia ella, poniendo sus brazos alrededor de él por la
espalda y dándole un beso a un lado de la cabeza.

―Es gracioso como siempre lo hacen.

Ninguno de los dos era muy malo. Mae era buena en suavizar las situaciones
difíciles, buena para tratar con la gente, y Nick apreció eso, pero él no necesitaba
encontrarse a sí mismo apreciando nada de ella.

Nick hizo tortillas y Jamie hizo bromas, Mae y Alan conversaron, pero Alan
todavía seguía valorando. Todo lo que Nick había aprendido era que los padres de
Mae y Jamie no vendrían al menos para eliminar un problema de su vida.



En la mañana del cuarto día, Jamie inclinó punta de una navaja fuera de su caja de
cereales.

―Creo que estas campañas promocionales realmente se les han ido de las manos
―dijo, con su mano sobre el cartón de leche―. Un reluciente cuchillo gratis con
cada paquete de cereales comprado no es un buen mensaje para enviar a los más
pequeños. Recogió su cuenco, inclinándolo e intentando dejar caer la navaja en la
caja pero sin tocarla realmente. Nick puso sus ojos en blanco, extendió la mano, y
tomó el cuchillo, metiéndolo en la cintura de sus vaqueros. Vio los ojos de Jamie se

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desvía hacia el flash de piel y sin hacer un problema de eso; a muchas personas les
gustaba mirar a Nick.

―Por lo tanto… ¿tienes un sistema? ―Preguntó Jamie.

―¿Qué?

―Bueno, si los cuchillos entran con los copos de maíz, ¿las armas van en el salvado
de pasas de uva? Sólo quería saber si hay algún tipo de sistema para verlo desde
fuera.

A pesar de que un sistema en realidad no era una mala idea, ese tipo de cosas era
un problema. La forma Jamie seguía haciendo chistes incómodos sobre su vida y la
percepción de una perturbadora fascinación por Mae, hacia que Nick se sintiera
como si de repente él fuera un espectáculo de fenómenos en la pantalla para estas
personas.

Mae entró por la puerta en ese momento. Ella retiró el pelo de Jamie de sus ojos
cuando pasó, y entonces le echó una mirada a su cara pálida. Ella se inclinó y besó
su frente antes de que fuera a buscar su muesli.

Siempre estaban haciendo cosas raras como esa, como si pensaran que era normal.
Haciendo sentir incómodo a Nick. Él estaba muy contento de que Alan no hubiera
visto la última rareza. La cara de Alan era extraña cada vez que hacían algo así,
como si alguien le hubiera hecho daño.

Nick frunció el ceño ante Mae cuando ella trató de introducir una cuchara hasta a
su muesli mientras se inclinaba sobre la copia de Alan del Hexenhammer, un viejo
libro alemán sobre las brujas. Nick estaba acostumbrada a tener de vez en cuando a
las chicas encima, pero era extraño para él tener constantemente una chica,
cómodamente alrededor de la casa, sentándose despeinada y acabada de despertar
encima del libro, mostrando la curva de su piel blanca cuando la parte superior de
su pijama cedía con sus movimientos.

Ese tipo de cosa era otro problema.

La voz de Mae le estaba acusando. ―¿Estás mirando mi camiseta?

―Bueno ―dijo Nick―es una nueva experiencia para mí.

―¡Oh! ¿En serio?

―Generalmente las chicas se quitan sus camisetas tan rápido a mí alrededor


―explicó Nick―. Es difícil obtener una buena vista abajo de la camiseta. No es
que realmente me queje, según las circunstancias. Muy bonito, a propósito.

Mae parecía molesta durante un minuto, y entonces una amplia sonrisa se dibujo
en su boca, divertida.
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

―Bueno ―dijo, encogiéndose de hombros―. Yo crecí con ellas.

A Nick le gustó la manera fácil, casual con la que ella coqueteó, cómoda con su
cuerpo y segura sobre su atractivo. Le gustó su sonrisa.

Él apartó la mirada de ambos, frunció el ceño, y comió sus cereales. Unos minutos
más tarde Alan bajó el pelo húmedo, sonriendo como si ellos fueran un grupo de
amigos que habían optado por estar aquí juntos. Él despeinó el rubio y puntiagudo
pelo de Jamie antes de que él se sentara junto a Mae, y Nick entornó los ojos.

Él esperaba que Jamie no estuviera haciéndose a la idea acerca de ser un hermanito


para Alan.

Todos empezaron a hablar de su música favorita, Mae hablaba de la música rock y


Alan estaba hablando de los clásicos, mientras que Jamie dijo unas pocas palabras
de la música country.

Nick no dijo nada. Su música favorita era la música del Mercado Goblin, los
tambores hacían vibrar el aire con el peligro y tratando de atravesar el mundo de los
demonios, y no necesitaba la voz de su padre en la cabeza para recordarle que no
era normal.



Otra cosa a la que Nick no podría acostumbrarse era que Mae y Jamie supieran
sobre su madre.

Nadie conocía a su mamá. Todo el mundo en el Mercado de Goblin, incluso


Merris Cromwell, sólo sabían se su padre. Ellos sabían que él se había presentado
en el Mercado incluso Merris Cromwell, sólo sabía de papá. Ellos sabían que había
aparecido en el mercado queriendo ayudar a una mujer vinculada con los
encantamientos y proteger a su joven familia. Papá había tomado a mamá cuando
ella salió corriendo en la noche perseguida por los monstruos, y luego la tomó
como suya.

Era como una de las historias que Alan leía a Nick a la hora de acostarse, sobre el
caballero perfecto que protegía a su dama. Sólo que la dama era una asesina. Ella
había elegido a Arthur Black, elegido ser un mago, y había escogido matar.

Nick pensó que su padre no debió de haberlo sabido hasta que fue demasiado tarde.

Ahora dos extraños sabían que su madre había llamado los demonios y había
hecho sacrificios para ellos. Ellos se sentaban a su mesa, miraban a Nick y veían la
fría cara de su madre.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Mae había comenzado incluso subir las escaleras para hablar con mamá.

―Es muy amable de tu parte ―dijo Alan, una noche en la cena.

Mae se encogió de hombros.

―Me gusta hacerlo. Olivia explica un montón de historias maravillosas. Mi madre


nunca hecho nada digno de contar de su vida.

A ella le había dado por llamar Olivia a su madre, de la misma manera Había dado
en llamar mamá Olivia, de la misma manera casual que Alan lo hacía, como si
todos fueran amigos.

―¿Tu madre nunca ha alimentado con personas a los demonios? ―dijo Nick―.
Pobre de ti.

Los ojos de Mae se estrecharon.

―Yo sólo dije que Olivia era interesante. No dije que pensara lo que ella hizo era
correcto.

Nick se inclinó sobre la mesa hacia ella.

―Dime ―dijo, bajando la voz y viendo como la forma en que su susurro pequeño
y afilado la atravesaba como el anzuelo que un pez podría tragarse sin pensar―.
¿Encuentra la marca del demonio en tu hermano interesante?

―No.

Nick habló directamente sobre ella: ―Simplemente pensemos, que si no fuera por
la marca, nunca habrías escuchado las historias de mamá o bailado en el Mercado
de Goblin. Te habrías estremeció, por todo eso, ¿no? Piensas que todo es tan
excitante, tan fascinante. Por suerte para ti Jamie está marcado, ¿no es así? ―Bajó
aún más la voz para verla inclinarse hacia él, y entonces, cogió de manera
retorcida. Él le sonrió lentamente y susurró: ―Apuesto a que estás contenta de que
haya sucedido.

La cara de Mae estaba contraída y blanca como un pañuelo apretado en los dedos
de alguien.

―¿Cómo puedes decir algo así? ―dijo ella, su voz tensa con aversión―. Tu
hermano también está marcado. ¿Cómo te hace sentir eso?

Ella lo miró, con ojos acusadores, y Nick vio que Alan y Jamie lo miraban también.
No se molestó en descifrar la expresión de Jamie, él miró a su hermano, y Alan
miró hacia atrás. No parecía enfadado, como Mae. Parecía paciente, y un poco
dolido; parecía como si él estuviera esperando por la respuesta de Nick.

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Entonces todos apartaron la mirada.

Alan miró de su propio vaso a Nick y luego a la jarra de agua. Cuando Nick miró
alrededor de la mesa, se sorprendió por la preocupación repentina de Alan, vio que
todos en la mesa estaban mirando las copas.

Todo el cristal en la mesa llevaba un patrón de tela de araña brillante. Las grietas
cruzadas y entrecruzadas entre sí, reducían las finas líneas que reflejaba la luz. Los
ojos de Nick y Alan se encontraron encima de la montura de sus gafas,
repentinamente bonitas.

Las gafas se rompieron de golpe, sin más ruido que alguien soplando en un diente
de león.

Entonces no había más que fragmentos brillantes y el agua vertiéndose sobre la


mesa.

El plato de Jamie se rompió por la mitad.

¿A qué estaba jugando su madre?

Nick se levantó y golpeó la mesa con el puño.

―Nick, no lo hagas ―dijo Alan―. Te vas a hacer daño. ―Él cubrió su mano
alrededor del puño de Nick y lo levantó de la mesa.

Nick lo miró durante un momento paralizado, frustrado, incapaz de entender lo


que estaba diciendo. Registrándose, y mirando su mano en la Alan, con la piel
intacta. La advertencia de Alan había llegado a tiempo.

―Relájate ―dijo Alan―. Le preguntaste a Liannan. Ella dijo que el Círculo estaba
acercándose, todo el Círculo. Ya sabes cuánto tiempo se necesita para mover los
círculos, convocarlos. Ellos no pueden estar aquí todavía. Es sólo mamá.

Él vio el cambio en la cara de Alan, y se preguntó si su propio rostro lo había


traicionado, mostrando algo de la rabia que le envolvía a través de él. A Alan no le
gustaba verlo, por lo que Nick intentó no mostrarlo con más frecuencia de lo que él
pudiera ayudar.

Entonces reconoció el brillo en los ojos de Alan y comprendió que él había tenido
una idea.

―¿Qué? ―dijo, aumentando la esperanza―. ¿Qué es?

Alan le sonrió.

―Espera un poco. Necesito ir a poner en marcha algo fuera.

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Él dejó su cena en la mesa inundada, y Nick oyó ir arrastrando sus pasos, tan
rápido como podía, hasta las escaleras y fuera de todos para elaborar su nuevo plan.
Nick no estaba de humor para pensar sobre todos los secretos de Alan.

―Puedo limpiar ―ofreció Jamie.

Nick se lo permitió, ahorquillando malhumoradamente el resto de su cena mientras


Jamie limpiaba.

Él no estaba acostumbrado a que las chicas vinieran a su casa para que ellas
pudieran mirarle enfurecidas. Además de los cristales rotos y el agua, Mae lo
miraba fijamente, con los ojos brillantes y furiosos. Jamie se apresuró a mover todo
lo que podía ser utilizado como un proyectil, fuera de su alcance.

Después de otro largo momento mirándole, Mae se levantó. Oyeron pateando su


camino hasta las escaleras como si quisiera triturar todo el polvo de los escalones
debajo de sus talones.

Nick puso sus ojos en blanco.

―¿Cuánto tiempo va a durar así, entonces?

―¡Oh! no te preocupe. Dale… unos diez años, y ella se habrá olvidado de todo esto
―Jamie le dijo, enganchando el plato de Nick―. O podrías disculparte.

Nick frunció el ceño.

―¿Qué?

―Es un concepto bastante simple ―dijo Jamie.

Quizás lo era para Jamie, que movía suavemente y en tono de disculpa por la vida,
como un animal perseguido tratando de no agitar las hojas a su paso. Nick no lo
sentía, y él estaba listo para arrancar la garganta de cualquier cosa que le diera caza.
Ella había invadido su casa, ella podría disculparse.

Por otro lado, Nick no podía hacer frente a ningún tipo de molestia más de la que
estaba tratando con este momento. Tal vez sería más sencillo ir y allanar el camino.

Él dejó a Jamie lavando y subió a la habitación que Mae y Jamie compartían, la


habitación que solía ser suya, y encontró a Mae en la cama que solía ser la suya.

Ella estaba llorando.

Nick estaba consternado.

―Voy a buscar Alan ―dijo, dando un rápido paso hacia atrás.

Tenía la puerta casi cerrada cuando Mae dijo: ―¡No, no lo hagas!

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Con gran renuencia, abrió la puerta de nuevo. Allí estaba, acurrucada en la cama
con sus brazos alrededor de sus rodillas, la cara roja bajo su pelo rosa, arrugada y
de aspecto ridículo.

―Voy a buscar a Jamie ―propuso, y lo que realmente quería decir era, voy a salir
de aquí.

―No ―repitió Mae―. No lo hagas. ―Ella estaba empezando a parecer enfadada


de nuevo; a fin de cuentas, Nick encontró eso consolador. Ella se limpió el rostro
con el dorso de la mano y agregó: ―No quiero que me vean llorar.

―Yo no quiero verte llorar tampoco ―dijo Nick.

Su rostro se suavizó un poco, y se dio cuenta que ella había confundido sus
palabras. Nick se imaginó gastando los próximos cinco minutos explicándole que
en realidad podía llorar todo el tiempo si quería, él simplemente no quería verlo, y
entonces cerró su boca.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―le preguntó Mae, con su voz un poco ronca de tanto
llorar. Ella había limpiado sus mejillas húmedas con la manga y le miró
avergonzado.

Nick eligió cuidadosamente sus palabras.

―Jamie me dijo que debía venir y disculparme.

―¡Oh! ―dijo Mae―. De acuerdo, aceptó las disculpas, supongo. Realmente no es


contigo con quien yo estoy enfadada, supongo. No es verdad que esté enojada, de
todos modos. Estoy… estoy asustado, y que me da rabia, ¿sabes?

―No realmente ―Nick respondió, apoyado en el marco de la puerta―. No


recuerdo nunca haber tenido miedo.

Mae le miró sorprendida.

―El miedo es inútil ―él trató de explicar―. O pasa algo malo o no: Si no lo hace,
has perdido el tiempo asustada, y si lo hace, has perdido el tiempo que podría haber
pasado afilando tus armas.

Mae se lo quedó mirando durante un momento.

―Tienes suerte de que eres guapo ―dijo finalmente―. Porque eres un poco raro.

Nick le sonrió. ―Es una sensación que a mí me funciona.

Era mucho más cómodo coquetear con ella que verla llorar. Él se arriesgó dando
unos pasos en su cuarto y ella no estalló inmediatamente en las lágrimas, por lo que

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él echó una mirada alrededor. Se dio cuenta de que Jamie había hecho su cama, y
Mae había dejado su ropa interior en el suelo.

―Eh ―dijo Mae bruscamente, y él apartó la vista de su ropa interior y levantó una
ceja.

―Yo nunca he tenido miedo ―dijo él, mientras concediéndole algo―. Pero he
estado enfadado, está bien.

―Ah, sí ―dijo Mae―. ¡Venga ya como muy Zen!

Nick sonrió de nuevo, de pie junto a su cama. Ella sonrió y se limpió se limpió por
última vez con ferocidad cualquier lágrimas que todavía persistía en sus mejillas.

Mae respiró hondo y parecía que iba a volver a llorar.

―Es sólo… él todo que tengo. Incluso antes de que se separaran, mamá y papá
pasaba más tiempo en el club de tenis que con nosotros. Solíamos jugar a las
muñecas durante horas cuando éramos pequeños.

―Oh ―dijo Nick―. Bueno, Alan y yo también. Obviamente.

―Obviamente ―se hizo eco Mae, sonriendo.

―Si por las muñecas entiendes, practicar con el cuchillo.

―Quizás puedes entenderlo ―admitió Mae―. Tienes un hermano.

Con cautela por si acaso esto era un complot femenino para hacerle hablar sobre
sus sentimientos, Nick se permitió no obstante relajarse un poco más y dijo:
―Tengo un hermano.

―Él es mi hermano pequeño ―continuó Mae―. Tengo que… debería ser capaz de
protegerle y no pude. No lo hice. Y siempre lo he hecho antes. Él es mi hermano
pequeño ―repitió con insistencia, hablando más al universo que con Nick, y
entonces ella tomó otra respiración profunda―. Supongo que puedes entender eso.
Alan tiene que cuidar de ti.

―Cuando era pequeño ―Nick concedió, y se encogió de hombros.. No necesito


muchos cuidados en estos días.

Él casi sonrió al pensar en ser pequeños, antes de que Alan hubiera sido herido,
cuando él nunca había imaginado que Alan podía ser herido. Alan le había
enseñado a leer y le contaba cuentos antes de dormir e insistía en sostener su mano
cuando ellos cruzaban la calle.

Ahora era diferente. Se miraban el uno al otro. Eran un equipo. O así era como
había sido; Nick no veía cómo guardar secretos cuando se estaba en guardia.

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―¿Qué tiene de malo? ―preguntó Mae.

Él la miró y la vio fruncir el ceño fruncido. Extendió la mano, envolvió un mechón


de pelo de ese tonto color rosa alrededor de su muñeca, y le sonrió lentamente,
dibujando una sonrisa de ella a cambio.

―¿Qué podría estar mal? ―preguntó.

Él sabía a dónde iba esto, y la mirada tranquila en los ojos. Estaba en tierra firme
en medio de su casa con la amenaza de ser invadido, con Alan mintiendo, chicas
llorando, y chicos hablando con él sobre la empatía. Era bueno estar de nuevo
seguro de algo.

―Entonces… ―dijo Mae, desenroscándose de la apretada pelota en la que había


estado metida y estirándose un poco―. No te da miedo.

―No.

―¿Siempre te sientes solo? ―Ella sonrió mientras hablaba, mostrando sus hoyuelos
cuando ella cruzaba la raya.

Se inclinó hacia el hoyuelo, y luego recordó Alan.

Soltó el pelo, y cayó de alrededor de su muñeca.

―No ―dijo, con voz fría―. Tengo a mi hermano.

Mae se quedó perpleja, como si estuviera tratando de averiguar lo que había


inspirado a este cambio de comportamiento más que a punto de llorar de nuevo.

Nick estaba un poco tenso, pero sobre todo él sólo quería salir. Él no quería ver a
las chicas lloran, y no quería tener nada que Alan pudiera ser que deseara para sí
mismo.

―Espera ―dijo Mae cuando él se dirigía hacia la puerta. Él la miró―. Gracias por
venir ―dijo ella―. Pensé… Alan dijo que podrías querer ayuda con tus deberes.

Ella lo miró inquisitivamente, y él se alegró de que ella no estuviera haciendo una


escena. Se supone que debería haber previsto esto. Haría falta algo más que la caza
demonios para hacer que Alan parara de molestar para que el hiciera sus deberes.

Se encogió de hombros y dijo: ―Claro.

Unos minutos más tarde se encontró en la sala de estar y en el suelo, encorvado


sobre la pequeña mesa como un buitre mal humor. Los profesores le habían
asignado un ensayo sobre un estúpido libro sobre una chica idiota, cuyos problemas
eran demasiado pequeños para explicarlos realmente y cuya vida había pasado
hacía mucho tiempo para importar a nadie. Alan normalmente le ayudaba con este

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tipo de cosa; el hecho de que Alan estuviera en alguna parte arriba, haciendo Dios
sabe qué, hacía sentir a Nick aun más molesto por la muchacha del libro.

Nick ya estaba luchando con la vida amorosa de la chica cuando Mae se unió a él.
Ella llegó a la mesa, se sentó con las piernas cruzadas, y tomó el libro entre sus
manos.

―¿Estás teniendo problemas con él?

La respuesta era del todo, pero Nick decidió ser más específico.

―La niña tonta regresa con el hombre que le mintió. Ella nunca será capaz de
confiar en él. ¿Qué se supone que voy a escribir sobre eso?

Mae se recostó pensativa, arqueando su arqueando espalda un poco. ―Tal vez ella
no quiere confiar en él completamente. Tal vez está buscando un elemento de
peligro.

―Quizás ella es una estúpida ―dijo Nick―. En definitiva no me da mucho para


escribir sobre ello.

―Podrías encontrar cosas un poco más especificas si te leyera algunas partes


importantes ―sugirió Mae, y así lo hizo. Su voz era tranquila y dulce.

Ella obviamente, tenía las ideas muy claras acerca de cuáles eran los trozos más
importantes. Ella había hecho ejercicio, después de tres días, a Nick no le gustaba
leer. Ella podría ir despotricando todo el tiempo, pero era inteligente, de la misma
manera Alan era inteligente.

Cuando la luz baja cayó sobre su ridículo pelo de esa manera, se veía de un pálido
color rosado. Ella levantó su mirada del libro para encontrarse con la suya, y las
sombras temblaban en sus ojos oscuros.

―Bien ―dijo Nick―. Gracias.

Mae sonrió lentamente.

―No hay de qué.

Nick nunca había tenido muchas ganas de conocer a una chica, pero allí estaba ella,
en su casa. Parecía como si él estuviera siendo obligado a ello.

Mae se dirigió hacia la puerta y cuando él la miró salir, ella volvió la cabeza para
mirarle.

La luz se apagó, y la curva de su cuello y la melena de repente fueron tragadas por


la oscuridad.

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Su voz estaba aún allí: ―Supongo que esto no es un fallo de la alimentación de


corriente.

Nick no molestó en contestarle. Ambos sabían que era.

Nick tenía una visión nocturna excelente y se aclimató rápidamente a la oscuridad.


Él palmeó el cuchillo en la funda atada alrededor de su brazo y se fue con una
suave pisada hacia Mae. Podía ver su figura con claridad, pero sabía que eso para
ella no era más que negra noche y luego el toque repentino de la mano en la
cintura. Él se aferró a ella con una mano y el cuchillo con la otra.

Ella se quedó quieta. Ni siquiera se había estremecido cuando él la agarró. A Nick


le gustaba su coraje.

―No te muevas ―le dijo―. Si veo algo moverse, lo apuñalaré.

Su voz era un susurro. Él ni siquiera vio el movimiento de sus labios en las


sombras: ―Entiendo.

Esperaron un rato, de pie cerca de la curva de su cadera apretada contra su muslo,


hasta que quedó claro que no se movía nada en el silencio de la noche. La luz
rebosó por un momento; un parpadeo débil atrapado entre las sombras y el brillo, y
entonces inundó la sala. Ahora que ella estaba segura y podía ver, Mae se movió.
Ella puso su mano en su brazo, las yemas de los dedos cinco eran puntos calientes
contra su piel, y él recordó sus labios temblorosos cerca de él en la noche del
Mercado Goblin.

―Tengo que asegurarse de que Alan está bien ―dijo Nick.

―Voy a comprobar a Jamie ―respondió Mae.

Nick envainó el cuchillo, en vez de ver como se iba. Sería mejor si ella y su
hermano se fueran, tan pronto como fuera posible.



El descenso repentino de la oscuridad sólo había hecho trasladarse a Alan para


encender una vela para poder ver el mapa de Inglaterra que él había estirado fuera
en su suelo.

―Si los demonios hubieran atacado al amparo de la oscuridad, ¿estabas planeando


enrollar eso y golpearlos con él? ―preguntó Nick.

―No ―dijo Alan, y agitó su pistola para probarlo. Luego utilizó la pistola para
trazar una línea a lo largo del mapa de Exeter a Londres―. Dime lo que ves.
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―Creo que se llama mapa.

Alan le dio una expresiva mirada por encima de sus gafas.

―El Círculo de Obsidiana viene por nosotros ―dijo con paciencia―. Liannan dijo
que les llevaría nueve días. No hace falta nueve días para venir de Exeter a
Londres, incluso con la Invocación del Círculo. Ellos querrán hacer una parada, y
encontrar un buen lugar para preparar su Círculo, para poder llegar a Londres con
una gama completa de demonios. Querrán estar con las fuerza al máximo. Ellos
llamaran a todos los demonios que tienen.

Nick estaba contento de que Alan no estuviera guardando el plan en secreto. Él


sentía que podía esperar para ver por qué su hermano consideraba claramente que
esta era una buena noticia.

Los ojos de Alan brillaban con el triunfo.

―Así ¿dónde, entre Exeter y Londres, te detendrías para hacer una llamada a los
demonios?

Su arma trazó la ruta entre Londres y Exeter, otra vez, demorándose durante un
momento para dar una pista a Nick. Nick silbó entre dientes.

―Por supuesto ―dijo―. Stonehenge.

Alan llamó a Mae y a Jamie para que oyeran su plan, y una vez Alan había
recuperado un poco, y Mae se sentó en su cama, él pudo explicarlo.

―Los magos tienen las mismas tradiciones que las personas del Mercado Goblin.
Ellos escogerán un lugar al que se le atribuye mucha historia humana para llamar a
sus demonios, y hay una tumba de seis de mil años de antigüedad en el camino.
―Alan se encogió de hombros―. Ellos vendrán, a buscarnos aquí. Y nosotros
podemos sorprenderles allí.

―Les cogeremos con la guardia baja ―dijo Nick―. Atraparemos a dos de ellos y
les traeremos de vuelta aquí.

A continuación, les matamos y utilizaremos su sangre para quitar las marcas.


Ustedes se podrán ir a casa, y podemos pasar a la clandestinidad.

Pensó que el plan sonaba bien, y Jamie parecían estar de acuerdo con él. Mae y
Alan parecían un poco nostálgicos.

―Vas a tener que enseñarme arameo por correo electrónico ―dijo Mae, y Alan la
miró vergonzosamente complacido.

Se puso en marcha un diálogo entusiasta sobre idiomas muertos que a Nick, como
alguien que había faltado a francés, no prestó mucha atención. Él se acaba de dar

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cuenta que esta vez Alan había escogido a alguien con quien tenía mucho en
común. Eso podría ayudarlo.

Él se alegraba, se dijo. Sería de gran ayuda para los dos. Alan podría utilizar una
novia para distraerle de la imagen de esa chica, Marie. Y Nick ni siquiera pensaría
en tocar a Mae si ella era la novia de su hermano.

Mae se movió en la cama, y un libro se cayó de debajo de la almohada de Alan.


Alan movió tan rápido que lo cogió antes de que tocara el suelo y lo apartó fuera de
la vista.

Nick vio mirada cautelosa de Alan hacia él. Todavía estaba tratando de mantener
la imagen en secreto, entonces.

―Nos iremos mañana ―dijo Alan―. Te voy a escribir una nota, acerca de ir al
dentista, Nick, pero todavía puedes ir las clases de la mañana. Así no te saltaras dos
días enteros esta semana.

Normalmente él habría puesto sus ojos en blanco y habría hecho algún comentario
sobre que Alan era demasiado sobreprotector, pero Nick estaba todavía con el ceño
fruncido hacia la almohada. No pasó mucho tiempo para que Alan se volviera a
Mae y empezaran a hablar de América.

Más tarde, Alan sacó el tema de Mae de nuevo. Nick estaba tratando de dormir
cuando Alan llegó después de la ducha con las gafas empañadas y el pelo goteando
sobre los hombros de su camiseta "SOY UN BIBLIOTECARIO, NO UN
BOXEADOR". Tratando de secar el cabello con la toalla y hablar de sus
sentimientos, al mismo tiempo.

―Sé que ella había pasado la fiebre de la fruta y todo, la noche del Mercado Goblin
―dijo―. Pero ella me escogió. Quiero decir, que eso podría significar algo.

Nick miró fijamente el techo y dijo: ―Supongo que sí.

―No sería atrevido o correcto pedirle mientras ella está viviendo y confía en
nosotros para ayudar a su hermano ―Alan siguió, angustiado sobre todo por los
pequeños detalles usuales que sólo le habría preocupado a él―. Después, sin
embargo, pensé pedirle si podría llamarla. Algún día. ¿Qué piensas?

―¿No sé por qué usted siempre haces esto ―le dijo Nick dijo―. ¿Qué sentido
tiene? ¿Quieres casarte, tener bebés y tener que recorrer con ellos por todo el país,
igual que papá tuvo que correr con nosotros?

Parecía más salvaje de lo que él había querido decir. Cuando él mismo apalancado
sobre un codo y le arrojó a su hermano una mirada torva, Alan parecía un poco
pálido.

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―Eso no es lo que quise decir ―le dijo―. Yo no… Aún han de pasar unos años
antes de que empiece a pensar en casarme y esas cosas.

―Pero tú quieres ―le dijo a Nick―. Algún día. Es lo que estás diciendo. ¿Por qué?

Su hermano se estremeció.

―Realmente ¿no entiendo por qué alguien querría una familia?

―¡No tengo ni idea!

Alan apretó los puños alrededor de la tela húmeda de su toalla, mirando como si
quisiera golpear la cara de Nick. Él estaba de color rojo oscuro y chasqueó:
―quiero a alguien que me ame.

―¡Oh Dios mío! ― exclamó Nick, girando violentamente.

Cuando se dio la vuelta otra vez, que no fue durante algún tiempo, él vio a Alan
llegar debajo de su almohada para tocar ese estúpido libro como para asegurarse.
Todas las fotos que Alan miraba, Nick las vio desde la mesita de noche: papá y
mamá en su día de la boda, pareciendo tan jóvenes como lo era Alan ahora, Nick
de pequeño con el ceño fruncido y con el uniforme de una escuela largamente
olvidada. Cuando Nick cerró los ojos, vio la imagen oculta, como si estuviera
alineada junto a las otras.

―Alan ―dijo en voz baja.

―¿Sí?

―¿Tienes miedo?

Alan se echó a reír, una pequeña risa cargada como un desgarro, y dijo: ―Tengo
miedo todo el tiempo.

La respuesta era tan inesperada que Nick abrió sus ojos. Él nunca había pensado en
Alan como si estuviera asustado. Alan siempre tenía un plan, siempre se mantenía
la calma y sabía qué hacer. Él miró a Alan, y la cara de su hermano parecía igual
que siempre, tranquila bajo la suave luz, pero su cara mentía así tan bien como el
resto de él.

Más tarde esa noche, Nick se despertó con el sonido de Alan hablando con los
demonios en su sueño, palabras que Nick no podía distinguir con violentos
lamentos. Él se levantó de la cama tan rápido como si fuera un ataque y agitó a
Alan, más o menos hasta despertarlo. Alan se revolvió, abrió los ojos, y después
retrocedió violentamente apartándose de Nick, con la espalda contra la pared.

―¡Hey! ―dijo Nick―. ¡Oye, soy yo!

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Alan estaba respirando entrecortadamente, nuevas líneas de dolor alrededor de la


boca y el sudor brillaba en su rostro. A la luz de la luna el sudor tenía un brillo de
plata, debajo de él Alan parecía gris. Parecía que había estado luchando, y por
supuesto que lo estaba. Los demonios estaban tratando de poner una tercera marca
en él. Sólo él podía mantenerlos a raya durante tanto tiempo.

Finalmente Alan sonrió, una mala copia de la sonrisa que de la sonrisa se utiliza
para tranquilizar a los niños, toda fatigada.

Se dio la vuelta y me sonrió.

―De acuerdo ―dijo él―. Muy bien, ahora estoy bien. Me gustaría dormir.

Pero cuando Nick se subió a la cama y sentar un rato en silencio, escuchando por si
acaso Alan tenía más sueños, Alan no pudo dormir.

Se oyó un clic, y un círculo de luz amarilla agrupado contra la pared al otro lado de
la cama de Nick.

Cuando él miró atrás, vio delgada figura de Alan, vio la silueta de sus manos. Las
sombras de los dedos de Alan eran como largas cintas negras con la luz amarilla, y
él y sabía lo que su hermano estaba mirando. Como si no pudiera volver a dormir
sin mirarla.

A la mañana siguiente, cuando Alan se levantó para hacer el desayuno, Nick robó
la fotografía.

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8.
La Captura.

Traducido por Conitaa H

Corregido por Pimienta

E SE DÍA, EN LA HORA DEL DESCANSO, NICK NO FUE Y SALIÓ con


su nueva multitud. Salió a los terrenos de la escuela en Londres y, de pie
detrás de un seto de aspecto triste que se había embelesado en mitad de la vida
por la llegada de mayo, hizo una llamada. Se trataba de un periódico local en
Durham, y les pidió que pusieran un anuncio determinado.

―Voy a analizar la imagen y te la enviaré por correo electrónico ―dijo Nick―.


Debajo pon “Si usted sabe algo acerca de Marie, por favor llame”.

Les dio su número y los detalles de la tarjeta de crédito de emergencia que Alan
había insistido en que él debería tener. Entró en la sala de informática, analizó la
fotografía, y la envió, utilizando una dirección de correo electrónico que había
hecho sólo para ese propósito. Nick nunca había tenido que enviar un correo
electrónico antes.

En esta ocasión, él no le echó, al sonriente rostro de la chica rubia, más que un


vistazo precipitado. Había decidido que no le gustaba. Descubriría lo que ella le
había querido decir a Alan, se aseguraría de que todo hubiera terminado, y luego
no tendría que pensar en ella.

Una vez hecho eso, Nick se saltó su última clase y salió a esperar el coche. Este se
detuvo, y Nick se sorprendió enormemente al ver a Mae en el asiento del pasajero.
Se subió en la parte posterior junto a Jamie, sin comentarios, y se fueron. El viaje

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duró poco más de dos horas, aunque Alan insistió en que se detuvieran en un lugar
llamado Andover a comprar sándwiches, en caso de que se perdieran la cena,
mientras estaban en la caza de magos.

Eligieron el aparcamiento junto a la estación de tren en Salisbury como un lugar


discreto para estacionarse.

―Todavía no entiendo por qué vamos a la ciudad ―dijo Jamie―. Si los magos
quieren llamar a los demonios cerca de Stonehenge, ¿no deberíamos ir allí?

―Voy a conducir hasta Stonehenge y echaré un vistazo alrededor ―le dijo Alan―,
pero es más probable que el Círculo se esté quedando en Salisbury. Es mediodía.
No van a querer que los turistas los vean conjurar demonios ―conjeturó. Se hizo
un silencio permanente, pareciendo avergonzado de estar allí―. Emmm, Nick
puede ver ilusiones, por lo que él irá a Salisbury. ¿Quién…?

Ahí estaba la pregunta que colgaba en el auto, como un ambientador vacío. Nick
vio la mano de Mae alcanzar la manija de la puerta.

―Me llevaré a Jamie ―dijo Nick, agarrándolo por el cuello de la camisa y lo


acarreó fuera del auto. Siguió hablando sobre el sorprendido graznido de Jamie―.
Tienes a Mae.

Alan parecía absurdamente encantado, pero se contuvo lo suficiente como para


decir: ―Encontrémonos en la Catedral Salisbury en una hora.

―Bien ―respondió Nick―. ¿Dónde está la Catedral Salisbury?

―Um ―dijo Jamie―, creo que es por ahí.

Nick miró sobre su hombro y vio la catedral, avecinándose contra el cielo y


blandiendo sus torretas en todas las direcciones. La cosa de la punta gris, le recordó
a Nick A la catedral de Exeter. Habían supuesto que los huesos estaban dispersos
en cada pulgada del terreno cerca a la Catedral Exeter. Se preguntó cuántos huesos
fueron enterrados en torno a ésta.

Él asintió con la cabeza a Alan, y el auto despegó justo cuando Jamie se había
animado a decir: ―Me gustaría mucho ir con…

Jamie lucía un tanto desolado tras la desaparición del auto. Entonces sus ojos se
deslizaron con incertidumbre sobre Nick.

Jamie había visto a Nick en la escuela, en casa, y en el Mercado Goblin, lo que


significaba que lo conocía mejor que nadie, excepto Alan.

Sólo ahora se le ocurrió a Nick que estaba bastante seguro de que Jamie estaba
asustado de él, y aquí estaban atados juntos en Salisbury.

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Bueno, él estaba ayudando a salvar la vida de Jamie. Jamie podría aprender a


sobrellevar la situación.

―Vamos ―dijo―. Vamos a ir a ver los pubs5.

Jamie parpadeó.

―¿Cómo?

―A los magos le gustan los pubs ―respondió Nick―. La misma razón por la que
le gustan las ciudades. Les da la oportunidad de mezclarse con la gente y elegir una
víctima. Si alguien está lo suficientemente borracha, podría ser marcado en el bar y
nunca sabría lo que le golpeó.

―Estoy dentro ―dijo Jamie―. A partir de ahora.

Nick hizo un ruido evasivo y comenzó a correr por el camino. Miró por encima de
su hombro para asegurarse de que Jamie estaba detrás de él. Jamie estaba
arrastrándose, infelizmente, a su paso, y otra cosa se le ocurrió a Nick. El niño
había estado delgado, en el comienzo, y ahora su rostro estaba pálido y muy
ojeroso. Había líneas profundas en ambos lados de su boca. El mundo le había
enseñado a Nick un montón de cosas, y una de ellas era el conocimiento demasiado
seguro de como alguien lucía al padecer dolor.

―Los sueños que los demonios te envían ―dijo―, ¿Son malos?

Jamie se sobresaltó.

―No son buenos. Son fríos, lo suficiente para hacer daño de verdad, y hay voces
susurrando todo el tiempo. En el sueño no puedo ver nada, pero cada vez es más
frío, y cada vez las voces se acercan más. ―Se detuvo y miró a Nick de esa ridícula
manera, con los ojos muy abiertos, y Nick lo recordaba balbuceando sobre la
empatía―. Alan es más duro que yo ―añadió Jamie suavemente―. No creo que
permita que los sueños le molesten mucho.

Era cierto que Nick se habría dado cuenta si Alan hubiera adelgazado. Ya que la
mayoría de las veces sólo lo miraba.

―Alan es fuerte ―admitió Nick, y disminuyó su ritmo para que Jamie pudiera
tener alguna esperanza de mantener el ritmo―. No luzcas tan preocupado
―agregó―. No voy a dejar que nada te suceda.

Jamie parecía más sorprendido que tranquilizado.

―¿No lo harás?

5
Pubs: Establecimiento donde se sirven bebidas alcohólicas, no alcohólicas y refrigerios bajo las
premisas del país correspondiente.

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―No, no lo haré. Alan me mataría.

Jamie parpadeó.

―Estoy muy conmovido.

Comenzaron en la taberna, sin imaginación, titulada Taberna Ferrocarril,


procediendo de lugares llamados el Pájaro en Mano y la Vieja Casa de Ale. Los
pubs tenían todos los accesorios habituales: un bar, un camarero y clientes. El
Pájaro en Mano, incluso tenía un cartel que mostraba a una mujer joven
descansando en una mano gigantesca, pero no magos.

Nick nunca había estado en Salisbury. La ciudad parecía principalmente residencial


y cómoda con eso. Él y Jamie caminaron por varias calles, alineadas con viejas
casas rectangulares que daban la impresión de estar cerca de acogedores grupos,
para ir de un pub a otro. Los edificios se volvían más viejos y Nick más enojado al
cruzar un puente y encontrar pequeñas iglesias y tiendas de masajes, y todavía sin
saber nada de los magos.

Incluso se detuvieron en algunos hoteles en su búsqueda de pub en pub. Jamie


miraba muy de cerca las caras de las personas en la calle, en busca de cualquier
parecido con las imágenes de magos que Alan había dibujado de las descripciones
de la gente del mercado, y Nick estaba en constante alerta en vista de algo
demasiado perfecto, demasiado real, lo que apuntaría a una ilusión siendo usada.

Estaban en un pub llamado Chova Piquirroja cuando Nick regresó de su


investigación de todos los rincones del sitio para encontrar a Jamie sentado en el
bar, exactamente donde lo había dejado.

Él no le había dejado alojado entre dos hombres, sin embargo. El primer


pensamiento de Nick fue que eran magos, y alcanzó su más cercano cuchillo antes
de que se le ocurriera que el arete de Jamie probablemente tenía más que ver con
esta situación que con su marca de demonio.

Había sido una búsqueda larga y frustrante ya. Nick estaba deseando por una pelea.

―¿Estos tipos te están molestando? ―preguntó en voz baja a Jamie, y les dio a los
dos hombres su más fría mirada. Uno de ellos dio un paso atrás.

―No, no, no ―dijo Jamie de una vez, mirando frenéticamente en el vacío, como si
Nick hubiera empezado a lanzar cuchillos.

Nick podría lanzar cuchillos muy bien, pero eso era irrelevante.

―Si tú lo dices.

―Sí ―dijo Jamie―. Eso es, de hecho, lo que digo. Así que, oí que hay una feria de
antigüedades en la ciudad. ¡Deberíamos comprobarlo!
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Jamie, quien rara vez tocaba a Nick, estaba tan abrumado por el asunto de la gente
que lo había estado acosando, que cogió a Nick del codo. Nick se negó a moverse
por un momento, permaneciendo inmóvil sin ningún esfuerzo especial, y observó a
los hombres. El tiempo se extendió, abrumado por el creciente temor y la vacilación
de los dos extraños.

Esto relajó a Nick. Él les sonrió, y el otro hombre dio un paso atrás también.
Entonces Nick dejó que Jamie lo sacara del bar.

Se sacudió del restringido agarre de Jamie y se alejó de él tan pronto como


estuvieron afuera.

―Una feria de antigüedades ―repitió, casi divertido.

―A veces me asusto ―dijo Jamie.

―Me he dado cuenta de eso.

Siguieron caminando, y Nick sintió que su breve momento de alegría se desvanecía


con cada paso. Habían completado un circuito alrededor de Salisbury y acabaron
donde habían empezado. No había ni rastro de magia de un extremo de la ciudad
al otro.

Los pensamientos sombríos de Nick fueron interrumpieron por Jamie, sonando


vacilante.

―Eso fue un poco aterrador.

―¿Lo fue? ―Nick le preguntó.

―Oh, cierto ―dijo Jamie―. Mae me lo dijo. Al parecer, no te asustas.

―No ―dijo Nick―, no lo hago. No pierdo mi tiempo con inútiles quejas,


sintiendo miedo o ansiedad, o lo qué demonios sea lo que la gente hace. Ustedes
dos pueden ser tan complicados que están cayendo sobre los nudos que han hechos
de ustedes mismos, pero yo soy muy simple.

Jamie dirigió una mirada tímida hacia él.

―No, no lo eres.

―Bien ―dijo Nick―, soy un hombre internacional del misterio. No te enamores


de mí. Sólo voy a romper tu corazón.

―No te preocupes ―murmuró Jamie.

A Nick casi le gustaba por eso, incluso si él y su hermana hubieran, al parecer,


declarado todos los días como El Día De Hacer Que Nick Hable Sobre Sus
Sentimientos.
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―Estoy… no quiero molestarte ―ofreció Jamie después de un momento―. Sé que


estás haciendo mucho por nosotros…

Nick se sintió obligado a corregirlo.

―No estoy haciendo nada por ustedes ―dijo―. Alan es el que quiere ayudar a la
gente. Ustedes están poniendo en peligro a mi hermano, así que ninguno de los dos
me gusta mucho, pero no es nada personal.

―No estábamos poniendo en peligro a Alan cuando estábamos en la escuela juntos


―dijo Jamie―. Nos evitabas en ese entonces, también.

―Bueno ―dijo Nick―, eso es porque eras extraño.

Estaban justo al lado de la calle y cada vez más cerca con cada paso a la estación de
tren cuando Nick vio otro pub y se dirigió a este con cansancio.

―Lo siento, me estoy tomando un momento para procesarlo ―dijo Jamie detrás
de él―. Nunca he sido llamado raro antes por alguien que convoca demonios.

―Eso es algo que hago ―dijo Nick ausentemente―. No es lo que soy. Tengo que
hacer todo esto, pero algún día Alan y yo no lo haremos nunca más.

Entraron en el bar, que se llamaba la Nueva Posada. Nick supuso que el


acondicionamiento de madera y piedra, por no hablar de las linternas negras con
flecos, era irónico. Merodeaba por el suelo, escaneando esquinas oscuras, con
Jamie pisándole los talones.

Jamie también seguía hablando: ―Mira, eso no es del todo cierto. Quiero decir, no
quiero ofenderte, pero no es solo el que convoques demonios. Ni siquiera es el
hecho de que tengas más cuchillos en este momento de los que un restaurante de
lujo tiene en su cajón de cubiertos. Tú, no sonríes, y miras a través de la gente, y
eres…

―Tranquilo ―dijo Nick.

―Sí, eres muy tranquilo ―concordó Jamie―, y tengo que decir, que me resulta un
poco inquietante.

―Quiero decir ―Nick dijo―, cállate. Creo que veo algo.

En la esquina izquierda del bar había un mago. Estaba a comprando una bolsa de
papas fritas.

Si no hubiera tratado de disfrazarse, Nick lo hubiera pasado por alto. Este hombre
se había echado algunas ilusiones simples en sí mismo, para hacerlo lucir más viejo
y, si Nick eran buen juez, para hacerlo lucir más oscuro, y las líneas de sus arrugas,
demasiado artísticas, y el color negro del cabello, demasiado denso, asaltaron a

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Nick. El mago era como un hombre pintado al óleo, superpuesto a un mundo


dibujado en tiza.

Todos los músculos de Nick se precipitaron al mismo tiempo, antes de que él


hubiera tenido tiempo para pensar en ello. La caza había comenzado.

―¡Al suelo! ―susurró él.

―Voy por delante de ti ―dijo Jamie desde el suelo.

Unas pocas personas miraron súbitamente al chico, Nick lo notó en su visión


periférica. Todavía pocos, con buenos instintos para ver de dónde venía el
verdadero peligro, lo miraron. Él no se preocupaba por ellos. No importaba quién
lo viera sacar el cuchillo, siempre y cuando el mago cayera al suelo.

Él sólo tenía que llevar el mago vivo hacia Alan. La idea le detuvo en seco y dio un
traspié, con sus fáciles movimientos hacia la perdida presa.

Si hubiera venido a matar al mago, el hombre nunca lo hubiera visto. Lo había


hecho antes. Podía moverse lo suficientemente suave, sin duda alguna, ser invisible
durante el tiempo que tenía que serlo. Cuando él vaciló, la cabeza del mago se giró.

Dejó caer las papas fritas en el mostrador y levantó una mano. Todo lo que Nick
vio fue un brillo en el aire, y luego el viento le arrojó arena a los ojos. Nick
parpadeó y el mago se retiró, la puerta de la posada se cerró tras de sí.

El tipo no podía ser muy poderoso si la primera arma en su arsenal era arena.

―¡Jamie! ―espetó Nick― ¿Puedes ver?

―Sí.

Eso era suerte. En este punto, Nick había previsto que la arena del mago había
cegado a ambos.

―¡Entonces síguelo!

―Um ―dijo Jamie, y mientras Nick trataba de ver a través de sus punzantes ojos,
sintió a Jamie apoderarse de su muñeca y tirar de él―. Um ―repitió Jamie, quien
sonaba aún más perdido que antes―. Ya no puedo seguirlo.

―¿Por qué no? ―exigió Nick, justo mientras era capaz de centrarse y ver al mago
levantarse, gracias al viento de demonio, en los tejados inclinados.

―Porque no puedo volar ―contestó Jamie débilmente.

Nick entrecerró los ojos. El mago no se veía como si el viento lo llevara muy lejos.
Estaba corriendo, tropezándose en las tejas del techo, como si sólo tuviera sus
piernas y no más magia para fiarse de su escape.
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Él habló entre dientes: ―Tampoco él puede.

Había un brillante tubo pintado de negro a cada lado de la posada. Nick cogió el
más cercano y lo giró sobre sí mismo, con zapatos deslizantes en la mancha de
pintura, mientras él se detuvo por la fuerza. Le tomó por un instante apoyarse en la
cuneta, y luego puso todo su peso sobre sus brazos y tiró de él mismo hacia el
techo.

El mago se estaba alejando. Nick comenzó a correr. No había dudas ahora, sin
pensar en lo que debería hacer cuando encontrara al hombre, sólo la clara ausencia
de pensamiento y la simplicidad de la feroz persecución. Nick iba a bajarlo. Lo que
ocurriera después no importaba.

El mago era rápido, pero no lo suficientemente. Nick lo hubiera cogido en un


minuto si no hubiera sido por el terreno en el que lo perseguía. Por primera vez él
sabía por qué los techos eran descritos como cubiertos de tejas. Las baldosas
irregulares de color rojo en estos techos eran como las resbalosas piedras irregulares
en una playa llena guijarros. Cada baldosa se deslizaba traicioneramente bajo sus
pies. Cada vez que Nick tenía que girar durante su persecución, se producía un
tintineo de los azulejos que caían.

Al doblar en una esquina, cayó fuertemente sobre sus manos y rodillas. El cielo se
inclinaba fuertemente en su visión, pero se aferró a la azotea, introduciendo su
pierna contra la hilera de pequeñas espigas blancas en el borde. Los azulejos
dejaron una profunda impresión en sus manos, pero después de un momento fue
capaz de saltar y correr de nuevo.

Nick se acercaba, llevando abajo al hombre. El mago miró sobre su hombro por un
instante y Nick vio miedo en sus ojos, vio que él sabía lo que venía. Esto hizo que
Nick quisiera reír, pero sólo corrió, tan rápido que casi se lanzó a sí mismo en el
espacio cuando el techo terminaba.

Miró a su alrededor para ver si el demonio mago había conseguido volar a través de
la calle y vio al hombre virando por un viejo puente que se extendía en la calle para
unirse a la siguiente serie de tejados. Nick sonrió, sintiendo la piel de sus labios de
vuelta a sus dientes, y se lanzó sobre el puente curvado, en su persecución. Un
dorado escudo de armas brilló mientras corría, un león brillante debajo haciéndole
una mueca. Estaba a varios pasos del puente, sobre el techo de al lado y lo
suficientemente cerca como para oír la respiración irregular del mago, desesperada.
Nick sintió el peso del sólido mango de su cuchillo contra la palma de su mano, sin
recordar haberlo alcanzado con su mano. Él entrecerró los ojos, juzgando la
distancia, midiendo cómo de fuerte tenía que lanzar el cuchillo, y recordó de nuevo
que no podía matar a este mago.

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Nick arrojó el cuchillo mientras corría y lo atrapó por la hoja. Frío acero cortando a
través de su mano y él lo ignoró, apuntó y tiró.

La empuñadura del cuchillo capturó fuertemente al mago en la parte posterior de


su cabeza, y él cayó como una piedra arrojada, lanzándose de cabeza. Nick tuvo
que tirarse de cabeza y apoderarse del hombre para evitar que se cayera del techo.

Estaban casi al final de los tejados. No había nada por delante, sino una calle y un
puente, hecho sobre el agua. Abajo, Jamie estaba corriendo. Nick podía oír su voz
asegurando a los transeúntes que se trataba de una escena de persecución, que
estaban ensayando para una película, a través de las osadas azoteas.

Nick se sentó en la terraza, helado, respirando con dureza, y con su corazón


latiendo a un ritmo fuerte y triunfante en su pecho. Lo había hecho. Había cogido a
un mago vivo, y ahora Alan estaría a salvo.

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9.
e="5">Cadenas

Traducido por: Kiwon, Selune, Kuami (SOS) y paovalera (SOS)

Corregido por masi

—A LAN —DIJO NICK—. NO SEAS ESTÚPIDO.

En su vida habría pensado que llegaría a estar tan enfadado. Él había


sido el que cogió al mago. Él lo había acarreado a hombros por las calles de
Salisbury con Jamie pisándole los talones, explicándole a todos los que les
preguntaban que el hombre inconsciente que acarreaba era primo de Jamie, y tenía
convulsiones.

Nick ató al mago fuertemente, sobre todo con las cadenas de bicicleta que robó, y
lo arrojó en el maletero del coche.

Nick había atrapado el mago. Y debería decidir qué hacer con él.

Alan se pasó una mano por el pelo como siempre hacía cuando estaba preocupado,
dejando algunos pelos rizados en sus dedos como si demostrara en el exterior su
agitación interna.

—Estoy tratando de averiguar qué es lo mejor para todos.

—¡No me importa lo que es mejor para todos! —gruñó Nick—. Sólo me interesa lo
mejor para ti.

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Jamie se aplastó contra la pared, e incluso Mae se sobresaltó. Sólo Alan continuó
con aspecto cansado y como si no le afectara nada.

Nick se frustró tanto que deseó, por una vez, que su hermano fuera como todos los
demás, para poder asustarlo lo suficiente como para hacerle hacer lo que él
quisiera.

—A estas alturas El Círculo debe saber que lo tenemos —dijo Alan lentamente—.
Van a estar alerta.

—No había magos alrededor que nos vieran cogerlo. ¿No crees que lo comprobé?
Vamos a matarlo ahora y sacarle la marca —dijo Nick—. Antes de que se den
cuenta de que se ha ido y envíen a alguien a buscarlo.

—No podemos matarlo todavía. Necesitamos dos magos, o no vamos a ser capaces
de sorprender a El Círculo de nuevo. Necesitamos obtener información de éste
antes de matarlo.

Nick no sabía qué hacer. Alan insistía en actuar como si la vida de Jamie valiera
tanto como la de Alan, y no importaba lo mucho que Nick estuviera en desacuerdo,
él sabía que no tenía poder para cambiar lo que Alan pensaba.

—Alan —dijo al fin—. Juro que atraparé a otro mago. Voy a hacer lo que quieras.
Sólo déjame matar a este ahora, y sacarle su marca. Alan. Por favor.

Cuando Alan le miró fijamente, Nick tuvo que apartar la mirada. Alan conocía a
Nick, y sabía lo que Nick estaba pensando: que iba a intentar coger a otro mago,
pero que podía fallar, y ¿qué importaban las promesas rotas mientras Alan estuviera
a salvo?

—No creo que debáis sacarme mi marca ahora —dijo Alan finalmente—. Creo que
debemos sacarle la marca a Jamie.

—¡Oh, no! —susurró Nick—. No.

Si Alan pensó por un momento en que Nick dejaría libre a Jamie, mientras Alan se
encontraba todavía en peligro, es que estaba soñando. Nick abrió la boca para
decirlo.

Inesperadamente, Jamie habló. Él dijo: —No. —Todo el mundo lo observó y su


boca se estremeció, pero él apretó los labios por un momento y continuó—. Tú no
tendrías una marca de segundo nivel si no fuera por mí. No tendríamos este mago
si no fuera por ti y Nick. No sería justo que… quiero que vayas tú primero.

—Gracias, Jamie —dijo Nick salvajemente—. Por lo menos alguien está diciendo
algo con sentido.

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—Shh —ordenó Mae, hablando por primera vez. Estaba apoyada contra la pared,
estudiando a su prisionero, y entrecerrando los ojos—. Creo que se está
despertando.

Todo el mundo se calló y se quedó mirando al mago, encadenado a una silla en el


centro de la sala, que estaba revolviéndose.

Era muy joven, como lo eran los magos. Nick por lo general sólo veía magos en su
verdadera forma una vez que él o Alan habían logrado matar a uno, pero no creía
que ninguno de los cadáveres hubiera sido tan joven como este. Tendría unos
veinte, pero mamá no podría haber sido mucho mayor cuando se unió al Círculo de
obsidiana. La juventud no los hace menos peligrosos.

Le hacía parecer menos peligroso, no era un espécimen muy amenazador en


cualquier caso. El mago tenía una mata de pelo rubio, desde el cuero cabelludo le
caía sobre sus ojos como los pétalos de un narciso, y debajo de los cabellos color
arena había un rostro estrecho, de mirada inquisitiva. Había algo en su rostro, tal
vez su larga y puntiaguda barbilla, que recordaba vagamente a un zorro. Aparte de
ello, tenía una cara amable, llena de pecas, el rostro de un joven de aquellos en los
que las señoras instantáneamente confiaban.

Abrió sus ojos grises, parpadeó y los miró consternado.

—Oh Señor —dijo el mago—. Ahora estoy en la sopa.

Nick no estaba para nada preocupado por sí mismo o por Alan. Ellos sabían lo que
eran los magos.

En cambio estaba preocupado por Mae y Jamie, y por su reacción al ver cómo los
magos lucían y cómo actuaban. Sólo que no hicieron nada.

—Vamos a matarte —dijo deliberadamente—. No habrá negociación. Quiero


matarte ahora, pero los otros del grupo piensan que podrías tener información que
necesitamos. Así que primero vamos a tener que torturarte.

Agregó esto último de modo que Mae y Jamie pudieran saber lo peor a la vez y
hacer frente, como sea que quisieran hacerlo.

Él no quería tener que hacer frente a la histeria de grupo más tarde.

—Creo que podría ser persuadido para ofrecer alguna información sin ser
torturado, si te da igual —dijo el mago. Tenía una manera rara de hablar, como
simulando simpatía, y con un suave acento irlandés.

Nick no solía encontrar mucha utilidad para su navaja, pero desde el momento en
que dejó el arma abierta marcó la diferencia entre la vida o la muerte. Ahora sentía

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que podía tomarse su tiempo, y apreció el silencioso y frio sonido del cuchillo
abriéndose, y la forma en que la cara del mago palideció cuando lo oyó.

—Habla.

—Mi nombre es Gerald —dijo el mago con prontitud. Una vez más su voz triste les
pidió reír un poco, lo que lo hizo parecer un poco más humano.

Su ojo astuto estudió el ambiente, y los evaluó a todos ellos, haciendo contacto
visual y evaluando sus debilidades. Él ni siquiera miró a Nick, cosa que confirmó lo
que Nick ya sospechaba, era un tipo inteligente. Miró a Alan durante un largo
momento y no hizo nada, miró a Mae y sonrió con valentía, y luego dejó que sus
ojos se posaran en Jamie.

—No nos importa tu nombre, mago —dijo Alan—, no más de lo que te importa a ti
los nombres de aquellos a los que has matado.

Gerald los miró realmente indignado.

—¿Asesino? ¿Es eso todo lo que pensáis que los magos somos?

—No realmente —dijo Nick, jugando con su navaja—. Si lo hiciera, pensaría que
era un mago.

Sabía que debía callarse. Mae y Jamie pasaban la vista desde Nick con su cuchillo
hasta Gerald encadenado en su silla. Él sabía que ellos estaban haciendo
comparaciones.

—Yo nací mago —dijo Gerald—. No se trata de algo que hagas. Está en la sangre.
Uno nace con la llamada hacia la magia, hacia el poder, y un día, no importa lo
que hagas, la magia va a encontrarte.

Miró desde Jamie a Mae mientras hablaba, Mae que amaba el conocimiento tanto
como Alan, encontró suficiente estímulo en su cara para seguir adelante.

—La gente piensa que no podemos hacer mucha magia sin demonios, pero eso no
es cierto. El poder que te hace llamarlos más fácilmente se manifiesta en otras
formas. Cuando yo era niño, cosa raras pasaban a mi alrededor todo el tiempo. El
Círculo de obsidiana me encontró. Nadie nunca me había entendido antes, pero yo
siempre había sido un mago. Uno de mis antepasados gobernó la mitad de su país
con su poder. Los magos ven el mundo de forma diferente.

Todo es gris y plano y frío, nada significa nada, hasta que tienes el demonio en el
círculo y hay algo de control en el mundo finalmente.

—Es bonito que te sientas realizado alimentando a los demonios con gente —dijo
Alan ligeramente. Tomó un cuchillo de su bota y le dio la vuelta en la mano,

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mirando el reflejo de la luz en el filo—. ¿Tienes algo útil que decir, o necesitas algo
de estímulo?

Nick miró a Jamie rápidamente, sorprendido por la dureza de la mirada de Alan.


De voz suave, Gerard se veía mejor cada minuto. Si silenciaban a Gerald ahora, sin
embargo, se verían incluso más brutos.

—No es como vuestro Mercado, es tan puro como las alas de una paloma —dijo
Gerald bruscamente—. ¿Saben tus amigos lo que se necesita para apuntalar el
Mercado? ¡Está financiado por dinero manchado de sangre!

—No sé de qué estás hablando —dijo Nick, aburrido—. Pero sé que no es útil.

—No es siempre una cuestión de alimentar a los demonios con gente, tampoco —
dijo Gerald, todavía mirando Mae—. Algunas personas lo quieren. Algunas
personas nos lo piden.

La voz de Jamie era baja, pero feroz, y e hizo que la atención de Mae, que estaba
sobre el mago, flaqueara por primera vez: —Yo no lo hice.

—Entonces lo siento —dijo Gerald, y parecía sentirlo—. Yo no envié a un demonio


detrás de ti. No haría algo así. Seguramente sabes que hay gente en este mundo que
odia a su vida, que no parecen capaces de vivir, que no parece capaz de hacer nada
más que arrastrarse a través de una sucesión de interminables de circunstancias
desagradables hasta que mueren. Has visto gente así. Tú los conoces. No me digas
que no.

Mae vaciló, y con dudas respondió: —Sí, pero...

—¿ No crees que tal vez a la gente le gusta saber que puede comerciar con las vidas
que no saben cómo usarlas, a cambio de aquello que quieren? Los demonios no
vienen como invasores. Ofrecen a la gente algo que quiere, tanto si se trata de
dinero, o olvido o una noche que les hace sentirse más vivos de lo que nunca han
estado. Y cuando esas personas eligen ese camino, el mundo recibe algo a cambio.
Los demonios han vivido durante siglos, son sabios y poderosos, que pueden dar
mucho de vuelta al mundo...

Ellos pueden darte mucho poder —dijo Alan—. Tu Círculo nos marcó a Jamie y a
mí. Ninguno de nosotros estábamos dispuestos. No creo que ninguna de sus
víctimas estuviera dispuesta a hacerlo si supiera a lo que están aceptando.

Mae se aclaró la garganta.

—¿Así que a veces están de acuerdo?

—A veces lo hacen —confesó Alan.

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—Yo no desato a los demonios que las víctimas no quieren —continuó Gerald,
claramente tratando que su voz sonara lo suficiente convincente para Mae y
Jamie—. Siento que halláis sido marcados. —Su voz tembló—. ¿Realmente vais a
torturarme?

Miró directamente a Jamie, que parecía presa del pánico, como si alguien le
hubiera entregado una mariposa y estuviera esperando con un aire expectante.

—No —dijo, casi salvajemente—. No, yo puedo. Yo no podría.

Volvió la cara lejos de Gerald y miró fijamente a Alan con una mirada de
apelación. Alan cojeó hacia él, y puso una mano sobre el hombro de Jamie. El
gesto podría haber sido más tranquilizador si Alan no hubiera tenido un cuchillo en
la otra mano.

—No te preocupes —dijo Alan—, no tienes que hacerlo. Yo lo puedo hacer.

Parecía tenso mientras lo decía, pero no dudó. Nick estaba seguro de que Alan no
le gustaba la situación, así como también sabía que Alan lo haría si fuera necesario.

Cuando habló Mae, los tomó a todos por sorpresa.

—Si va a ayudar a mi hermano. Si es por Jamie y por ti —dijo, y se tambaleó por


un momento al ver la mirada de gratitud de Alan—, entonces puedo ayudar. Yo
puedo hacerlo también.

Eso sorprendió lo suficiente a Nick para sonreírle. Ella parecía enferma, pero
mantuvo la barbilla altiva y los hombros hacia atrás y le devolvió la mirada a Nick
con ojos firmes. La niña parecía tener un hábito desconcertante de llorar, pero ella
era de acero puro.

—Tú tampoco tienes que hacerlo —dijo Alan—. Puedo manejar esto yo mismo.
Voy a por mis cosas.

Cuando la puerta se cerró detrás él, Nick supo cómo iban a suceder las cosas. Alan
cogería su bolsa de instrumentos y se tomaría unos pocos minutos para él mismo,
para poder lidiar con lo que tenía que hacer, se daría cuenta que no podía lidiar con
ello, pero tendría que hacerlo de todas formas. Estaría blanco y tenso, y más tarde
se encontraría enfermo, pero nunca dudaría.

—Puedo hacerlo —dijo Mae, cuando la puerta se cerró tras Alan. Parecía como si
estuviera tratando de convencerse a sí misma.

Nick tenía que trabajar rápido.

—Sé que ambos podéis hacerlo —dijo. Entonces él se acercó a Gerard, se apoyó
como si le fuera a susurrar un secreto, y habló con una voz perfectamente audible—
. Pero yo quiero hacerlo.
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Gerald se estremeció por lo cerca que Nick estaba, y evitó sus ojos. Estaba casi
retorciéndose en sus cadenas para alejarse de Nick, y por primera vez se le ocurrió a
Nick que podía ser tan mal luchador como parecía.

Si él estaba asustado, todo iba bien. Podía estar atemorizado por decirles lo que
sabía. Alan agradecería poder evitarle dolor innecesario.

Nick se deslizó en el regazo del hombre, acercándose lo más posible de modo que
pudiera asustarlo más, escuchando el miedo en la respiración de Gerald. Lanzó su
navaja al aire y la cogió, cerca de la esquina de los ojos de Gerald, y vio sus
mágicos ojos girar en un intento de mantener el cuchillo a la vista.

Todo lo que Nick tenía era un cuchillo. Tenía que hacerlo rápido, y en bruto, antes
de que Alan regresara.

—¿Crees que no lo haré? —le preguntó, en voz baja al oído del hombre.

No importaba dónde Gerald miraba, él mantenía los ojos resueltamente lejos de la


cara de Nick. Nick pasó la hoja por la mejilla de Gerald y éste se estremeció. Nick
tenía razón. Estaba aterrorizado.

—Estoy seguro de que lo harás —dijo Gerald, con voz temblorosa.

—¿Cuántos de vosotros hay allí?

—¡Doce!

Eso era un buen número para un Círculo de magos. Normalmente había bajas entre
los magos, juegos de poder que diezmaban el Círculo. Black Arthur debía ser un
buen líder si podía mantener tal número de ellos juntos.

—El Círculo está trasladándose a Londres, ¿a dónde van?

Gerald tragó, vacilando. Nick le hizo un corte en el pómulo y el mago emitió un


sonido agudo, de dolor. Nick tenía la intención de demostrar que hablaba en serio,
y el corte fue profundo. La sangre brotaba de la herida y corría por la mejilla de
Gerald. Nick reconoció el suspiro de su espalda como el de Jamie, y cuando oyó el
sonido de alguien corriendo hacia el cuarto de baño y unas arcadas, no se
sorprendió. Alan también odiaba ver a la gente demasiado herida. Si hubieran
crecido de manera diferente, Alan tal vez sería tan escrupuloso como Jamie.

—El centro de Londres —dijo con voz entrecortada Gerald—. No sé dónde


exactamente, lo juro. Creo que nuestro maestro compró una casa cerca de uno de
los grandes parques.

La puerta se abrió de nuevo. Nick se sorprendió un poco de que Jamie estuviera allí
tan rápido.

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—Y Black Arthur sigue siendo vuestro líder.

—Si Arthur está vivo, él sigue siendo el líder —dijo una voz detrás de Nick—. Es el
camino de Arthur.

Nick miró sobre su hombro y vio a su madre. Rara vez bajaba a menos que Alex la
obligara, pero ahí estaba ahora, como si tuviera la sensación de que algo
trascendental estaba sucediendo. Llevaba una camisa y unos pantalones negros, y
se había apartado el pelo de la cara. Parecía casi normal.

Gerald fue capaz de mirarla. Él la miró con la boca abierta, y ella le sonrió, una
sonrisa segura y divertida, parecía que alguien le había pegado la boca de otra
mujer a su cara pálida.

—Sabes quién soy yo, entonces.

—Lady Livia —suspiró Gerald.

Mamá siguió sonriendo.

—Así es lo como solían llamarme. Tú fuiste posterior a mi época, creo.

—Sí. Yo no tuve nada que ver con lo que te hicieron —dijo Gerald, sangrando,
pero manteniendo la calma.

Nick sintió que su labio se curvaba.

—Afirmas que eres inocente de la mayoría de las cosas.

Mamá miró a Nick fugazmente. Su extraña sonrisa no abandonó sus labios, aunque
su ojos se quedaron repentinamente quietos y fríos. Ella hizo un gesto brusco para
que se apartara, como si todavía llamara demonios y tuviera uno en su poder, e,
inmediatamente, apartó la mirada de Nick.

Lo mejor era su humor. Nick cerró su cuchillo ensangrentado y se movió del lado
de Gerald, dirigiéndose hasta el punto más alejado de ella en la habitación. Mamá
se acercó a Gerald, caminando de forma ligera, y se arrodilló a sus pies.

—¿Inocente? —repitió, con su sonrisa luciendo más fija y extraña que nunca.

Ella se bajó la camisa, revelando una extensión de piel muerta de color blanco y,
sobre su corazón, negro contra el blanco suave, el sigilo del Círculo de obsidiana.
Le recordó a Nick al símbolo sobre uno de los pubs de Salisbury, que mostraba a
una mujer con una mano gigante. Dibujado sobre el corazón de mamá había una
mano, representando no a una mujer, sino al mundo. Se sugería una tensión en los
dedos de la mano, como si estuvieran a punto de apretar el mundo y aplastarlo.

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Mamá levantó la mano y le bajó la camisa a Gerald, deformando el algodón. Sobre


su corazón estaba la misma mano, sosteniendo el mismo mundo.

—Nadie que lleve esta marca es inocente —dijo Mamá en voz baja.

Gerald, con la sangre aún corriendo por su rostro, se hundió un poco en su silla.

—No vas a ayudarme, ¿verdad?

—No —dijo mamá—. Yo no te debo nada. ¿Cómo está Arthur?

—No creo que haya cambiado —dijo Gerald—. Él habla de ti, a menudo. Él nunca
quiso hacerte daño. Él te había elegido.

Mamá se echó a reír y saltó sobre sus pies, como si fuera muy joven.

—Yo lo elegí. Ese es problema con querer a alguien que va a cambiar el mundo
para ti. Elegir a un hombre con ese poder sobre el mundo, siendo que todo lo que
realmente quiere es más poder. —Se dio la vuelta y se acercó a Mae, estaba tan
cerca que ella podría haber dejado caer un brazo alrededor de su cintura.

—Es probablemente mejor cambiar el mundo tú mismo —añadió—. Nadie debería


arriesgarse a ser un sacrificio.

Era extraño ver a mamá tan cerca de Mae, como si ella fuera una mujer normal,
con alguien que le gustaba, pero Nick no tenía tiempo de pensar en eso. Alan
estaría de vuelta, pronto.

Abrió su navaja de nuevo y le dirigió a Gerald una mirada significativa.

—¿Qué más quieres saber? —preguntó Gerald cansado.

—¿Cuando planea el Círculo trasladarse a Londres? —exigió Nick.

Gerald vaciló.

Nick avanzó, implacable como la marea. Se inclinó a Gerald y cerró su mano libre
alrededor de la garganta del mago.

—He estado hablando mucho sobre mis sentimientos recientemente —informó a


Gerard en un tono de conversación—. Realmente no siento el miedo. ¿Quieres
saber qué más no siento?

La voz de Gerald era un susurro a través del tornillo de su garganta

—¿Qué?

Nick movió el cuchillo por el algodón de la camiseta de Gerald hasta que la hoja se
apoyó en el estómago de Gerald. El mago se estremeció y cerró los ojos. Si cortabas

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a alguien en el vientre, y podría vivir durante horas. Simplemente no le gustaría


mucho la vida.

Nick se acercó a Gerardo, se rió en su oído, y murmuró: —Piedad.

—Nick —dijo Alan desde la puerta—. ¿Qué estás haciendo?

—Ahorrándote algunos problemas —respondió Nick, y luego le miró por encima


del hombro.

Alan tenía una mano apretada en el marco de la puerta, con los nudillos blancos,
como si sólo su agarre sobre la puerta le retuviera. Parecía como si alguien le
hubiera golpeado en el estómago.

—¡Aléjate de él!

Nick dejó la garganta de Gerald y guardo su navaja en el bolsillo en un solo


movimiento, abandonó al mago y caminó hacia su hermano. Alan se estremeció y
Nick se detuvo.

—¿Cuál es el gran problema? —le preguntó Nick, sin saber qué decir y sin saber que
palabras podrían calmar a Alan—. Yo no… no sé lo que he hecho mal. Te molesta
a ti, a mi no me molesta, pensé que podía hacerlo y que sería… pensé que te haría
feliz.

Alan cerró los ojos y tragó saliva, y algo sobre su cara le recordó a Nick la forma en
que Gerald le miraba mientras bajaba el cuchillo.

—Debería molestarte —dijo Alan en voz baja.

Nick estaba furioso de repente. Estaba harto de todo este asunto. Quería matar a
este hombre, no conversar con él. Quería que Alan parara de decirle lo que debe
hacer y empezar a decirle la verdad, parecía que toda su vida se deslizaba por sus
manos y todo lo que había eran mentiras y las normas que no entendía.

No quería mirar a su hermano. Él no tenía por qué estar aquí.

—Muy bien. Tienes que tratar con esto —dijo entre dientes—. Ustedes tienen la
diversión. Voy a ir a lavarme la sangre de todo esto.

Vio a Alan flaquear en esta ocasión, y luego pasó delante de él por la puerta. Subió
las escaleras con cansancio, quitándose una camiseta que había estado sucia de los
techos de Salisbury antes de que él hubiera derramado sangre de otra persona ene
ella. Estaba tan harto de que Alan tuviera esta marca, tan enfermo de que Mae
estuviera siempre alrededor y siempre a punto de convertirse en un problema entre
él y su hermano. Nick quería todo de vuelta a la normalidad, y a los magos
muertos.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

El agua siseó como un coro de serpientes cuando torció el mando y estableció el


agua corriente. Levantó y bajó la cabeza bajo el rocío.

Estuvo bajo el agua durante un minuto cuando escuchó el disparo.

Nick cogió por su jeans y se dio cuenta de que había tirado sus cuchillos, se debían
haber caído cuando se desnudaba. No había tiempo para volver a por ellos, corrió
escaleras abajo con las manos vacías con la lluvia de silbidos detrás de él.

Había un lobo en la sala de estar.

Era grande y atigrado, con piel gruesa con mechones blancos en los lugares donde
sus pelos se elevaban en punta. Mostraba los dientes que eran agudos y amarillos.
Estaba dando vueltas a la silla de Gerald, y desde lo profundo de su pecho
aumentó un gruñido largo y continuo. Era demasiado grande, sus dientes muy
afilados, y el gruñido amenazador también. Probablemente era un mago que un
demonio le había dado el poder suficiente para hacer una ilusión muy convincente.
Lo suficientemente convincente como para matar.

La voz de Gerald estaba temblando.

—¡Déjame suelto! El Círculo me va a matar antes de dejarme hablar. No me dejes


morir sin luchar. Yo te puedo ayudar. ¡Déjame ir!

Mamá estaba acorralada en una esquina con Mae y Jamie, como si el lobo los
hubiera conducido allí. Alan estaba de pie junto a la silla del mago con su arma
apuntando al lobo. Nick enfiló hacia adelante, recogiendo una cadena descartada
de la pila que había usado en una armadura, hasta Gerald, y vio mover la cabeza de
un lobo una fracción. Fijó sus ojos amarillos sobre Alan y gruñó.

Nick ya había oído un disparo. Alan no falló: Si el lobo no estaba muerto, entonces
era a prueba de balas.

El gruñido del lobo se convirtió en un gruñido tartamudo, feo que sonó como el
motor de un automóvil que muere. Sus patas traseras agrupadas para saltar.

Nick envolvió el final de la cadena alrededor de su puño y se lanzó hacia adelante.


Él trajo la cadena hacia abajo con fuerza contra la parte posterior del lobo y oyó el
grito del animal, a continuación, tiró de la cadena hacia atrás, sobre su cabeza, y
cuando el lobo se volvió hacia él, se zambulló antes de que pudiera saltar a él.
Bajaron juntos, el gruñido del lobo reverberando a través de su cuerpo y su cuerpo
derrumbándose sobre Nick. Sus garras anotaron líneas ardientes bajo el pecho de
Nick, y sus dientes se quebraron a una pulgada de su rostro.

Lanzó su cadena sobre la cabeza de la criatura, capturado el otro extremo y


torciendo las marcas afectadas de la cadena, estrangulándolo fuertemente con las
dos manos. El lobo se atragantó, el peso frío de la cadena lastimaba las manos de

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Nick. Se mantuvo casi agarrando un puñado grande de la piel y el lobo se abalanzó,


tratando de encontrar una manera de respirar, empujando con fuerza contra la
única barrera de la cadena.

El sonido de la pistola de Alan sonó de nuevo, a pesar de que él debía saber a estas
alturas que no iba a funcionar. Nick volvió la cara hacia un lado y sintió el cálido
aliento del lobo en la cara, sintió sus dientes rozarle la mejilla. Tiró de la cadena
apretada con ambas manos y trató de mantener al lobo con el brazo extendido,
mientras que la criatura gruñía y trataba de lanzarse hacia él. Nick sacó al lobo de
encima suya, rodando con él en una pesadilla de garras y tirantes músculos,
tratando de luchar y estrangular a la vez. El lobo torció su cabeza hacia un lado y
hundió sus dientes en la muñeca de Nick.

Nick no tuvo tiempo de gritar. Tiró de la cadena de estrangulación cerrándola, una


banda de hierro alrededor del cuello del lobo. Un grito se ahogó en la garganta del
lobo y la feroz paliza de su cuerpo empezó a parecer menos como un ataque y más
a la desesperación. Seguía tratando de respirar. Dolor lanceaba a través de los
brazos de Nick con el esfuerzo de mantener la cadena cada vez más apretada, los
ojos del lobo se abultaron en la cabeza, y de repente se derrumbó hacia delante
sobre el pecho de Nick.

En lugar de un lobo, una mujer cayó contra Nick, su largo cabello cayendo en la
cara. Empujó el cuerpo de encima suya y se incorporó con dificultad, sus brazos de
repente se sentían débiles, y dejó que la cadena se saliera de sus manos.

Se le ocurrió cuando ya era demasiado tarde que si sólo hubiera tenido su espada, si
hubiera sido capaz de hacerlo sangrar antes de que la matara, podría haber usado
su sangre para pintarla sobre la marca de Alan. Alan habría estado a salvo.

Se incorporó, fatigosamente, sobre sus pies, sorprendido de ver a Jamie y Mae


mirándolo con caras desencajadas. Ellos no estaban acostumbrados a la muerte
todavía. Mamá volvió sus ojos a la distancia cuando la miró. Ella estaba enferma.

Alan agarró su hombro y lo hizo girar alrededor con una mano. Él se veía furioso.

—¿Dónde está? —preguntó, con los ojos ardientes—. ¿Qué has hecho con él?

—¿Qué? —dijo Nick—. ¿De qué estás hablando?

—¡El talismán! —gritó Alan. Él estaba temblando—. ¿Sabes lo que pudo haber
sucedido? ¿Por cuánto tiempo lo has tenido fuera? Dime que te lo acabas de quitar
ahora, Nick. Dime eso.

Por supuesto. Su talismán. Ahora que Alan lo dijo, Nick estaba completamente
consciente de que se había ido. En algún rincón de su mente, había conocido desde
hace algún tiempo que la carga pequeña y constante se había levantado. Su
presencia irritante había sido la ausencia desde entonces.
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Me lo quité para llamar a Liannan —dijo lentamente—. Lo dejé en un sitio de


edificios.

El color desapareció del rostro de Alan, sus venas destacando como líneas azules
golpeando en papel blanco.

—No has llevado tu talismán durante una semana.

—Tú diste tu talismán.

—Yo… —Alan bajó la voz—. ¡No lo tiré! Yo quería que fuera por un par de horas.
¡Una semana, ¡Nick! Cualquier cosa podría haber sucedido. Dios.

Ahora que Nick había matado algo, se sentía mejor. Había hecho algo por fin, algo
útil, y aunque sus brazos dolían y sus heridas picaban se sintió más tranquilo, y
algo de su ira se había quemado a fuego lento en la lucha. Alan estaba preocupado
por él, y no estaba mal tampoco.

—Lo siento —ofreció al fin—. Voy a conseguir uno más tarde.

Alan estaba colgado en su hombro como si Nick casi hubiera andando a pie en el
tráfico y Alan acababa de ser capaz de atraparlo a tiempo. Mientras Nick hablaba,
respiró profundamente una vez, y cerró los ojos. Él se deslizó fuera del alcance de
Alan tan suavemente como pudo y se quedó mirándolo con incertidumbre,
preguntándose qué había hecho mal ahora.

—Tienes suerte de que tu hermano mayor aprenda de sus errores —dijo Alan
finalmente—. Vamos arriba. Tengo algunas piezas de repuesto del mercado Goblin.

Él cojeó hacia la puerta y Nick lo siguió unos pasos y se detuvo. Alan lanzó un
vistazo sobre su hombro que era la orden más silenciosa que la mirada; Nick dio
otro paso hacia adelante sin ni siquiera pensar.

—Espera —dijo—. Podría haber más magos alrededor. No deberíamos dejar a éste
sólo con dos turistas y ella.

Alan parecía ligeramente divertido.

—Sólo vamos arriba.

—Sí, podemos manejar esto —dijo Mae, su voz más tranquila de lo que parecía, y
Nick sentía que la admiración estaba siendo arrastrada fuera de él contra su
voluntad—. Olivia se quedará con nosotros.

Ella le sonrió a Nick, y él mantuvo frío su rostro y expresión por lo que ella
transfirió su sonrisa a Alan. Ella realmente transfirió su sonrisa a Alan, que era lo
importante: Si no hubiera ninguna esperanza para Alan en absoluto, esto habría
sido menos que un dilema.
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Nick les sonrió a los demás y se recostó contra la pared, examinando las marcas de
las garras del lobo. La más profundo se encontraba en el estómago, en un lado de
su ombligo. Nick miró los surcos de color rojo y se alegró distraídamente que el
lobo hubiera estado demasiado ocupado tratando de morder, para que la garra le
abriera. Los intestinos pertenecían en el interior.

La habitación era un desastre. Las cadenas estaban esparcidas por el lugar, la


alfombra estaba torcida como sábanas, después de su pelea con el lobo, y su
prisionero parecía estar a punto de histeria. El otro mago estaba arrugado a los pies
de Gerald.

—Sólo podíamos matarlo ahora —dijo Nick, y vio un temblor lento trabajando su
camino a través del cuerpo de Gerald, sacudiendo desde los hombros a los labios
temblorosos.

Alan miró con impaciencia.

—Podemos matarlo para Jamie.

—No —gruñó Nick.

Alan lo miró durante un largo rato, como si haciendo eso a Nick su único foco de
alguna manera pudiera mantenerlo a salvo, y luego su tensa cara se suavizó.

—Podemos hablar de eso más adelante —dijo en voz baja—. Primero vamos a
subir y bajar ese talismán. Sólo iremos un minuto, y quiero que lo tengas. No te
quiero en ningún peligro.

—Buena suerte con eso. Sólo estrangulé un lobo hasta la muerte hace cinco
minutos —dijo Nick bruscamente. Alan sonrió, y ambos entendieron que Nick
había cedido.

Sólo en una cosa. Había llegado y conseguiría un talismán, si hacía que Alan se
sintiese mejor, pero no se iba a poner a ninguna de estas tonterías sobre que Jamie
va primero. Alan había sacrificado lo suficiente para Jamie ya.

—Vamos —dijo Alan, y Nick se movió para seguirlo.

—Esto es sólo un pensamiento —gritó Jamie detrás de ellos—. Pero mientras estás
ahí arriba, es posible que veas si puedes encontrar una camisa.

Cuando ellos entraron en el cuarto de Alan, Nick no pudo evitar echar una ojeada
intranquila sobre los estantes de Alan. Él no había tenido la oportunidad para poner
la preciosa fotografía de Alan de nuevo todavía en su escondite, y sin embargo tuvo
un momento súbito de aprensión. Si Alan trataba de echar un vistazo a la estúpida
que tanto le gustaba mirar fijamente, él averiguaría lo que Nick había hecho.

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No le importaba si él lo averiguara. Nick tenía un derecho a descubrir la verdad,


pero de alguna manera no le gustaba la idea de cómo Alan lo miraría si él lo
supiera.

Él se volvió deliberadamente lejos de la librería y escogió, encogiéndose de


hombros, una de las viejas camisetas holgadas de Alan, fingiendo que la colgaba
encima de una silla. Él fue a apoyarse contra la pared, mirando por la ventana
donde el sol se ponía, el cielo de un color azul oscuro sobre los techos grises de la
bruma de Londres.

Alan se arrodilló junto a su armario y sacó la caja donde guardaba sus encantos de
protección, a partir de rebuscar a través de ellos, despacio y pensativamente, como
si estuviera rezando las cuentas del rosario. O como si tuviera miedo de mirar hacia
arriba.

—Lo digo en serio acerca de eliminar la marca de Jamie —dijo lentamente.

—No seas estúpido.

—Tú no lo entiendes…

—Sí, no lo entiendo. ¡No entiendo por qué estás siendo tan tonto!

La voz de Nick se levantó en un grito, un sonido duro y plano, como un látigo o un


portazo. Como si hubiera estado gritando a cualquiera, pero Alan sabía que él
había visto el efecto del grito: visto el sonido filtrándose en sus huesos y haciéndole
estremecer, haciéndole ceder.

Era diferente con Alan. Amenazándole no serviría; él no parecía preocuparse de


salvarse. Él tendría que encontrar alguna otra manera de hacer que Alan hiciera lo
que él quería. Nick miraba a su hermano y de repente sintió una calma helada.

Él supo qué amenaza utilizar.

—Aquí está —Alan dijo con voz tranquila, contenta, como si Nick no le hubiera
gritado hace un momento. Se puso de pie con su atención habitual, un destello de
dolor se dibujó en una línea profunda entre las cejas, sonrió y se fue cojeando hacia
Nick.

El talismán estaba colgando de la muñeca izquierda de Alan como un brazalete.


Había una sensación de miedo arrastrándose por el estómago de Nick simplemente
con mirarla, pero cuando Alan hizo una seña, él bajó la cabeza y dejó que su
hermano, deslizara el talismán alrededor de su cuello. Se sentía como un animal
que se remonta en el arnés.

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El talismán quemó donde le tocó la piel. Nick apretó los dientes con el regreso del
dolor sordo y constante y miró a la cara de Alan, que mostraba sencillamente
alivio.

—¿Sabes lo que voy a hacer si no te quitas esa marca? —preguntó. Él no gritó en


esta ocasión. Bajó la voz como si se tratara de una amenaza muy privada y
personal, una suave promesa del dolor.

Alan la reconoció.

—Nick —dijo, sorprendido y un poco suplicando.

Nick tuvo que hacerle entender.

—¿Te preocupas mucho de mamá? Era un mago del Círculo de Obsidiana. Ella
todavía tiene el sigilo. Su sangre vital te salvaría.

Alan tomó un poco de aire, inestable, su delgado pecho subía y bajaba


bruscamente. Él estaba temblando.

—Me gustaría hacerlo —le juró Nick—. Yo la cambiaría por ti. Lo haría en un
santiamén. ¡No voy a dejarte morir!

La boca de Alan se torció con saña.

—¿Por qué no? ¿ Es más útil para ti Olivia, que yo?

Él estaba mirando a Nick en la misma herida, horrorizado por la forma que él tenía
cuando había visto a Nick con el mago. Nick miró hacia otro lado, fuera de la
ventana de nuevo, a donde el sol se estaba hundiendo, con la sombra de sus garras
cerrándose sobre las casas una a una. Luchó con la negra incomprensión: Alan
quería una contestación particular de él, y él no sabía que era.

—Bueno… bueno, eres más útil de lo que ella es —le dijo deteniéndose vacilante.

—¿Cómo puedes…? —comenzó Alan con voz furiosa.

Fue interrumpido por el sonido de Mae gritando. No era un grito de ayuda. Era un
grito de alguien con dolor.

Alan palmeó el cuchillo de la vaina de su muñeca y se la ofreció antes de que Nick,


pudiera decir una palabra. Nick cerró los dedos alrededor de la empuñadura y salió
corriendo, bajando tres escalones a la vez, y salió corriendo a la sala de estar,
abriendo la puerta y corriendo casi directamente contra mamá.

Ella echó un brazo como si Nick fuera la amenaza.

—¡No me toques!

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—¡No quiero tocarte! —gruñó Nick—. ¿Qué pasó?

Mamá no se molestó en responder. Era bastante obvio lo que había sucedido. Su


cuarto había sido destrozado. Alguien había roto la ventana y hecho tiras la
alfombra. Mae yacía en un ángulo extraño en el suelo con sangre por toda la cara,
luchando por levantarse mientras Jamie trataba de empujar hacia abajo. La silla
que había contenido Gerald el mago estaba en su lado, las cadenas que lo habían
ligado eran un camino de plata brillante que apuntaba a la ventana destrozada.

Fuera de la ventana y totalmente fuera de su alcance había un pájaro enorme, de


forma encorvada de alas de color ámbar perfilando con la puesta del sol, un destello
dorado, mientras volaba. Nick se imaginó que sus garras eran bastante enormes, a
juzgar por lo que la criatura le había hecho a la alfombra y la cara de Mae.

—Mae —dijo Nick—. ¿Estas…?

Alan bajó el último tramo de la escalera y estuvo casi al instante al lado de Mae.
Nick se quedó en silencio y fue hacia el botiquín de primeros auxilios, pasando
junto a Alan sin decir una palabra. Alan lo aceptó con una inclinación de cabeza,
murmurando tonterías reconfortantes a Mae mientras él tocaba el corte en la
mejilla cerrándolo cuidadosamente. Mae dejó de luchar para levantarse y se dejó
curar sin decir nada, y Nick la miró tranquilizarse con el nuevo susurro de Alan,
vio sus sonrisas compartidas.

—Estoy muy bien. Gracias —murmuró Mae, bajo y agradecidos, los dedos de
músico de Alan, sostenían ligeramente contra la curva de su mandíbula—. Él se
convirtió en un pájaro bailando como un loco. ¡No me lo podía creer! —Su voz se
volvió frustrada—. No podía detenerle. No pude hacer nada.

—No es culpa tuya —le aseguró Alan.

Estaba en lo cierto. No había nada que pudiera haber hecho. Si Gerald podría
transformarse en un animal, él tenía mucho más poder del que Nick había pensado.
Tenía tanto poder que debía significar que él quería ser capturado.

El había querido llegar hasta aquí.

Ellos habían sido juzgados por tontos. Y eso ni siquiera era la peor parte.
Nick miró a su hermano con una furia creciente, insinuándosele a Mae y actuando
muy interesado.

Dijo: —Tú hiciste esto.

Alan se levantó enseguida. —Vamos a fuera —dijo, en esa calma, y razonable voz.
Nick dio un paso al frente y tomó a Alan por el codo, arrastrándolo a la puerta
delantera y solo deteniéndose cuando su hermano casi se cae en el umbral de la
puerta.

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Estabilizó a Alan con su mano libre y dio un paso atrás. Por un momento su
garganta se sintió presionada.

—Tú hiciste esto —repitió finalmente.

El recordó el rostro de Alan, convirtiéndose en una máscara blanda cuando Nick se


negó a dejarle quitarle la marca a Jamie. Solo nos iremos por un minuto. No quiero que
estés en ningún peligro. El había estado preocupado, y el usó esto para lograr que
Nick hiciera exactamente lo que quería. Una vez que llevó a Nick arriba, lo
mantuvo allí con esa pequeña frase sobre Jamie. El había sabido que Nick pelearía
con él.

El había permitido deliberadamente que el mago se fuera, y ahora estaba


enfrentando a Nick con esa mirada cuidadosa en su rostro, tratando de calmar a
Nick sin soltar nada, esperando a ver qué mentira funcionaria esta vez.

—¿A qué te refieres?

—¡Me refiero a que tu conseguiste que las dos personas capaces de mantener al
mago salieran de la habitación! Tú lo hiciste, y lo hiciste a propósito, porque
querías mantener la marca de demonio que te matará. Sé sobre eso. Solo que no sé
por qué. Quiero saber porque, Alan. Sabré por qué.

Alan miró al rostro de Nick y obviamente vio que las negativas no harían nada
bueno.

—Por lo que dijo ese mensajero —el respondió tranquilamente—. Porque tengo un
plan. ¿Preferirías que no tuviera uno…

Nick agarró a Alan por el cuello de su camiseta y lo empujó contra el marco de la


puerta con una mano.

—¡Preferiría que no consiguieras matarte a ti mismo!

Alan lo miró, pálido y silencioso, y Nick se dio cuenta de cómo esto luciría para el
que los viera. Un chico lisiado, tropezando y obviamente molesto, siendo
molestado por un matón feroz. El se sentía feroz; y el incluso hubiese golpeado a
Alan si eso hacía que se detuviera.

Solo que él conocía a su hermano. El dolor no lo asustaba, y nada haría que se


detuviera.

—Mum no se merece esto —gruñó—. Nada lo vale.

—Algunas cosas sí.

Nick no lo golpeó, por mucho que lo deseó. Soltó la camiseta de su hermano y dio
un paso hacia atrás. El pensó que Alan parecía aliviado.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—No le tomará mucho tiempo a Gerald reportarlo al Círculo de Obsidiana —dijo


Nick—. Ellos vendrán pronto. No podemos estar aquí. ¿Tienes algún plan?
—Miró a su hermano, y Alan le regresó la mirada, adolorido pero aun en calma,
todavía planeando algo.

—Si —dijo Alan—. Te dije que necesitaba ver lo que fuera con lo que Merris
estuviera experimentando. Ella vive en la Isla de Wight. Podemos ir allá. Podemos
escapar de los magos de esa manera.

Luego Nick miró hacia otra parte, posando su mejilla en el marco de acero de la
puerta y mirando hacia la estrecha calle gris, otra calle más entre las muchas calles
en las que ha vivido y que nunca volverá a ver. Alan seguía pensando sobre la
mejor manera de ayudar a mamá, y luego esa sería la mejor manera de ayudar a
Jamie, y todo lo que Nick quería hacer era llevarse a Alan y correr. Si seguían
moviéndose, quizás los magos no tendrían la oportunidad de colocarle la última
marca a Alan. A Nick no le importaba nada más.

Abrió su boca y no pudo encontrar las palabras.

Alan lo sostuvo con la mirada ese momento de silencio.

—Nick —dijo tranquilamente—, voy a ir. No puedes detenerme. Si levantas una


mano para hacerlo te dispararé en una pierna. Voy a ir a donde Merris porque
necesito su ayuda y nada que digas me hará cambiar de opinión. No tienes que
venir conmigo.

—Sí, tengo que hacerlo —gruñó Nick.

Qué cosa más estúpida para que Alan dijera. Ellos nunca habían estado separados
por más tiempo que en esos pocos días en la última navidad; Nick siempre supo
donde estaba Alan y usualmente sabía que él estaba cerca. Así eran las cosas y
como se quedarían. Alan era su hermano, y si le tocaba sobrellevar su pequeño
plan, arriesgándose a sí mismo para salvar a mamá, luego Nick tendría que estar
con él para asegurarse de que estuviera a salvo.

Alan parecía muy molesto como para sonreír pero lo hizo de todas formas, una
pequeña y dulce sonrisa vacilaba en sus ojos.

—Bien.

Asintió ligeramente, como si fueran hombres de negocios llegando a un acuerdo.


Luego se giró y regresó al pasillo, con más cojera de la usual, como si estuviera
cargando algo pesado. Nick lo siguió. Estaba claro que Alan necesitaba ser
observado. Había hablado en serio cuando le dijo a Alan que sacrificaría a mamá si
era necesario.

No importaba que quisiera Alan. Solo importaba el que Alan viviera.

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10.
La Casa de vezentius.

Traducido por Bautiston, flochi y Malu Cullen

Corregido por esmeralda38

E STABAN TODOS EN EL COCHE CINCO MINUTOS MÁS TARDE,


abandonando todo lo que no cabía en el par de mochilas viejas que había en
el maletero. Nick había asegurado su nueva espada favorita en su cinturón y
Alan había deslizado las fotos de su familia y el libro con la imagen oculta en el
interior, en una de las bolsas.

—¿Qué es eso? —preguntó Nick perversamente queriendo ver a Alan mentirle.

—Sólo es algo que estoy leyendo —Alan respondió con una sonrisa irónica,
plausible. Nick de repente recordó a Gerard el mago y se dio vuelta.

Ahora Camden estaba pasando tan rápido, que las calles y las luces se habían
convertido en un río multicolor, intermitente amarillo y naranja sobre una corriente
suave de color gris.

Nick giró el coche al sur, hacia el M3, escuchándose un ruido metálico cuando
pasó a cuarta. Tenía que mirar el coche en algún momento, aunque era poco
probable que tuviera tiempo para la mecánica en un futuro próximo.

Se necesitarían alrededor de dos horas para llegar a Southampton, si tenían suerte


con el tráfico, y entonces podrían tomar el ferry a la Isla de Wight.

Nick seguía pensando en el tráfico cuando Alan dijo en voz baja: —Nick, te
marearás horriblemente.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—No seas ridículo —dijo Nick.

No recordaba haber estado nunca en un barco. Escapar de los magos no deja


mucho tiempo para navegar en alta mar, pero la idea sonaba inverosímil. Nick
nunca se enfermaba, y aunque lo hiciera, no iban a cambiar sus planes a causa de
una cosa tan pequeña como un mareo. No dejaría a Alan ir por su cuenta.

—Tomamos un barco una vez, cuando eras pequeño, y fue… —Alan se mordió el
labio—. Tosiste sangre. Pensé que ibas a morir.

—No lo hice —señaló Nick—. Y si era pequeño, me imagino que he crecido fuera
de eso. —Miró a Alan, cuyo perfil estaba tenso y triste. Si Alan estaba tan preocupado
sobre él, pensó, podría tratar de decirle la verdad de vez en cuando en lugar de perder el
tiempo protegiéndolo de los barcos.

Mae, Jamie y mamá estaban en silencio en el asiento trasero. Después de una hora
a lo largo de la M3 y envueltos en la noche, Nick miró en el espejo y vio que mamá
lo miraba, su mirada era fija y fría.

Alan parecía tan dispuesto a morir para salvarla. Nick no podía entenderlo y no
permitiría que sucediera.



El ferry a Southampton era el segundo de la Terminal, un inmenso edificio blanco y


rojo, más como una casa de lata flotando en el agua que un barco. Parecía que
había una nube alegre pintada en un lado, como si todos fueran en un viaje de un
día a la playa.

Había muy pocos pasajeros en este momento de la noche. Esperaron hasta que
todos los demás estaban a bordo, nadie estaba de humor para tratar con extraños,
Nick menos que nadie. Se subió a bordo él último, detrás incluso de Alan, que pasó
cojeando y se dirigió hacia la barandilla en el lado del trasbordador mientras
sonaba el silbato. Levantó la cara al viento frío y esperó que todo el mundo
entendiera que quería que lo dejaran solo.

El barco se sacudió y se puso en marcha. Nick sintió que su estómago se movía y


un momento de mareo pasó sobre él, un sentimiento desorientado similar al de
levantarse muy rápido y que toda la sangre se va de la cabeza. Deliberadamente no
se fijó en la extensión de las aguas grises, apoyándose en la barandilla y apretando
la mano dura a su alrededor. Apretó el metal con tanta fuerza que los nudillos se
pusieron blancos y los dedos le dolían y se concentró en el dolor. Tener un enfoque
aclaró la cabeza.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Sentía el paso del casco contra las olas en la boca del estómago. Trató de contar las
olas, pero continuaban viniendo, una sucesión de olas golpeando la barca, el mar
entero, en corrientes implacables.

Mae, que estaba al lado izquierdo de mamá se acercó y se paró delante de Nick. Su
rostro vaciló frente a sus ojos, balanceándose como si estuviera bajo el agua.

—¿Estás bien? —preguntó—. Sólo hemos estado moviéndonos por un minuto y el


mar está en calma, pero estás verde. ¿Quieres ir debajo de la cubierta, o... tal vez te
gustaría una orinal?

—No seas estúpida —dijo Nick graznado, y trató de soltar la barandilla. Sus
manos se sentían extrañamente insensibles, como si no le pertenecieran, y luego
cuando el barco crujió sobre otra ola y se tambaleó, casi se fue de rodillas. La
conciencia parecía estar deslizándose a través de la cubierta y lejos de él.

Alan se volvió, como si eso fuera la señal que había estado esperando, y se dirigió
hacia Nick. La forma en que cojeaba no sincronizaba con la forma en que el barco
se balanceaba y por un momento Alan se veía como el único punto de quietud en
un mundo lleno de movimiento sin fin y repugnante. Nick trató de aferrarse.
Pronto Alan podía llegar a él y decirle lo que estaba sucediendo.

El mundo se movía tanto que hubo una confusión sin sentido de color y sonido.
Hubo un momento de dolor pequeño, alguien clavando las uñas en la piel de Nick,
y la voz de alguien, diciendo: —¡Alan, Jamie! Rápido.

El mundo cayó como si el barco se hubiera volcado y los dejó en la oscuridad del
mar. No hubo nada más que oscuridad y confusión durante un largo rato, hasta que
Nick se dio cuenta de que estaba tendido en la cubierta y con arcadas, como si
hubiera estado realmente bajo el agua y tuviera que soltar agua para vivir. No había
el sabor del agua en la boca, sólo la amargura fuerte de la bilis.

La amargura sólo duró un instante, sin embargo. Nick estaba acostumbrado a tener
el control total de su cuerpo, ser fuerte y capaz de utilizar todas sus fuerzas. Era
extraño, pensó en una especie de paso a la deriva, a sentirse tan impotente, tan
desconectado de su cuerpo. Sólo estaba seguro de que había un cuerpo a causa de
un dolor extraño que parecía formar parte de la desconexión y porque hacía tanto
frío.

—Nick —dijo la voz de Alan, convincente y reconfortante a la vez.

Poco a poco, a través de la frialdad, Nick sintió su mano apretada en la de Alan, su


mejilla presionada contra el dril de algodón en bruto que cubría la rodilla de Alan.
Se dio cuenta de su cabeza como la suya, de una forma distinta, porque la mano de
su hermano estaba acariciando su cabello.

—Nick —dijo Alan de nuevo—. Está bien, Nick.


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Estaba bien. Nick pensó en esto y decidió que lo que Alan dijo era cierto. Nunca
había sido impotente antes, no desde que recordaba, pero ahora era él y todo estaba
bien. No solía dejar que la gente lo tocara, pero no podía detenerlo ahora. No tenía
que hablar, no podía moverse, todo lo que podía hacer era estar allí y esperar que su
hermano, encorvado lo protegiera de todo el mundo. La mano de su hermano era
luz en su pelo, su brazo rodeando los hombros de Nick, así como podía, y su voz en
el oído de Nick era un cálido salvavidas relajante en medio del silbido frío de todas
las corrientes en el mar.

—Un momento, Nick. Son sólo veinte minutos hasta que lleguemos allí. Sólo
espera.

Nick trató de hacer lo que Alan quería y se aferró a la mano de su hermano, pero
no podía sentir sus dedos correctamente. Miró, y sin embargo Alan seguía
sosteniendo la mano de Nick, así que quizás eso sería suficiente para hacer a Alan
feliz. Nick vomitó otra vez, demasiado frío y sin sentido.

Apretó la frente contra el interior de la muñeca de su hermano y dejó que la


oscuridad lo ahogara de nuevo.

Cuando estaba tan cerca de la nada, era como estar en un coche que estaba
sacudiéndose en una parada. Su visión era borrosa y miró a su alrededor con
desesperación, como si sacudiendo la cabeza lo suficientemente fuerte pudiera
hacerlo ver, pero luego se dio cuenta de que Alan estaba sosteniendo su mano.

—Alan —murmuró, y la luz anaranjada de un farol fue capturada por las gafas de
Alan. El flash se apagó y Nick vio la cara de Alan inclinado sobre él en las sombras
parpadeantes—. ¿Dónde estamos?

—Estamos en un taxi que va del oeste a la aldea de Carisbrooke Cowes —


respondió Alan en voz baja, como si estuviera hablando palabras sin sentido a un
niño que estaba muy dormido—. Vamos a la casa de Merris. ¿Cómo te sientes?

—Como si mi cuerpo no me perteneciera —dijo Nick.

—Lo siento por llevarte a ese barco.

Nick se apoyó en un codo.

—No es culpa tuya. Me advertiste, no pensé que fuera tan patético para colapsar a
causa de un poco de mareo.

—Eres un idiota —dijo Alan, relajándose lo suficiente para sonreírle—. Pero no


eres patético.

Hubo un destello de movimiento en la esquina de los ojos de Nick. Miró a su


alrededor bruscamente, dejó caer la mano de Alan, y vio a Jamie y Mae sentados

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en los asientos de cuero plegable frente a ellos. Se dio cuenta realmente por primera
vez que estaban en un taxi. Miró más allá del cristal empañado para ver el perfil
cansado del taxista y la caída de pelo negro de mamá en el asiento del pasajero.

—¿Cómo te sientes, Nick? —preguntó Jamie, moviéndose inquieto en su asiento.


Él y Mae se parecían bastante en este momento, mirándolo con los ojos muy
abiertos, asustados. Reconoció con sorpresa el hecho de que ambos parecían
preocupados.

—¿Puedes caminar? —preguntó Mae, más práctica—. Estamos aquí.

Asintió con la cabeza y Mae abrió la puerta del coche. Nick salió, se enderezó, y no
sabía que lo estaba manteniendo. Cuando miró hacia abajo, eran las piernas y los
pies como de costumbre.

Había un alto muro de piedra en frente de ellos y una puerta ornamentada. Las
piedras en la pared brillaban con mica. El hierro de la puerta tenía forma de
árboles, serpientes y mujeres. El propósito de las paredes y la puerta parecía ser la
decoración, pero esto era simplemente una distracción del hecho de que las paredes
eran muy altas y no había picos de aspecto malvado en la puerta. Había un
irregular vidrio brillante en la parte superior de las paredes, casi oculto por las hojas
de los árboles detrás de ellos. Le recordó a Nick a Liannan, con su cortina de pelo y
dientes afilados.

Tuvo que apoyarse en la cabina. No debería haberse puesto de pie tan pronto, trató
de moverse y Alan estaba a su lado. Nick debió ceder, porque estaba al nivel del ojo
con el primer botón de la camisa de Alan.

—Mae, ayúdame —ordenó a Alan, y Mae estaba de repente al lado de Nick.

Nick débilmente aprobó la elección de Alan. Mae era sin duda más capaz de
soportar su peso que Jamie, y en cuanto a mamá, que era más alta y más fuerte que
cualquiera de ellos, no habría tocado a Nick, no importaba quién lo pidiera.
Entonces dejó caer su cabeza hacia adelante, el cuello sintiéndose como un tubo
grueso de espaguetis. No iba a enfermarse de nuevo, sólo quería descansar hasta
recordar cómo trabajaba su propio cuerpo.

—Jamie —dijo Alan, su voz suave para el beneficio de Nick, a pesar de que estaba
hablándole a otra persona—. Ve y pulse el botón el intercomunicador. Di “Mi
nombre es uno”.

—¿Uno? —preguntó Jamie, parpadeando—. ¿Un qué?

—¡Jamie! ¡Nick está a punto de caerse!

—Cierto. Lo siento —dijo Jamie, sacudiendo la cabeza y caminando hacia atrás,


casi golpeándose en el árbol y volviéndose a correr hacia la puerta. Nick escuchó su

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voz, que parecía mucho más lejana de lo que debería ser, diciendo que su nombre
era uno.

La puerta se abrió con rigidez, como si no se abriera a menudo. Más allá había un
jardín con árboles agobiados por su carga a finales de mayo, verde, y una loca
pavimentación que se extendía hasta que se perdía de vista.

Salieron lentamente por el sendero del jardín, la conciencia de Nick de lo que


estaba pasando bajaba y desaparecía a cada paso. El jardín era una maraña salvaje
que había decaído desde hace años; las zarzas formaban patrones de pesadilla de
Nick contra los párpados mientras sus ojos se cerraban. La voz de Alan cortó a
través de su conciencia, diciendo su nombre y Nick abrió los ojos otra vez con un
esfuerzo.

Frente a ellos ahora había una casa blanca grande, elevándose por encima de ellos
como un acantilado de blanco puro. Era tan grande que parecía exigir la
decoración, la decencia de los pilares y balcones, pero aquí, detrás de las puertas no
había tal pretensión. No sólo era el edificio blanco, que se extiende hasta cinco
pisos. Sobre la gran puerta había letras en relieve en oro.

Las palabras nadaron ante los ojos de Nick, relucientes peces que querían escapar y
no formaban un patrón coherente, y luego se calmaron. Nick podía sentir su cuerpo
ahora y se sentía pesado, tan pesado que no podía soportarse.

Las letras de oro se quedaron por un momento, clavadas en contra de la oscuridad,


cuando sus párpados se cerraron y cayó hacia delante.

“LA CASA DE MEZENTIUS”, leyó en las palabras brillantes, y por debajo lo


siguiente: “SU NOMBRE ES LEGION”.



Nick se despertó en la oscuridad con el sonido de gritos.

Acabó, en la oscuridad, extendiendo la mano y encendiendo la lámpara en la mesa


junto a su cama, pero los gritos eran diferentes. Se sentó, notando con alivio que
sus músculos y tendones ahora recordaban que le pertenecían a él y le obedecían.
Se deslizó fuera del abrazo enredado de las sábanas para echarle un vistazo a la
habitación. La habitación tenía un techo alto, y pequeños festones en las esquinas
de dicho techo. Su cama era enorme, con una cabecera de roble tallada.

Los gritos eran débiles. Nick consideró que estaban amortiguados por las gruesas
paredes, en vez de estar alejados.

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La pesada puerta, también de roble pulido, se abrió. Nick extendió la mano por una
espada que no estaba ahí y se alegró de ver a Alan. También lo puso contento ver
que Alan tenía su espada.

Alan sonrió, líneas de expresión aparecieron en las esquinas de sus ojos.

—Veo que te sientes mejor. —Le lanzó a Nick un pequeño montón de ropa, la cual
Nick desdobló y vio que era una remera, limpia y crujiente del tipo que se debería
usar con traje. Estuvo a punto de rechazarla cuando bajó la vista a su remera y vio
que estaba manchada con vómito y sangre. No quiso saber si había tosido sangre.

Simplemente se cambió la remera.

Una vez que así lo hizo, hizo un gesto señalando el cuarto.

—Todo esto es muy elegante.

—Es la casa de Merris Cromwell.

Nick supuso que eso tenía sentido. Todos sabían que Merris tenía dinero, aunque
no sabía que ella tenía tanto.

—¿Dónde se encuentran los otros?

Alan pareció complacido de que él hubiera preguntado.

—Cerca. Mamá está durmiendo, Merris le dio algo para calmarla, pero los otros se
están preguntando cómo estás. Todos hemos sido ubicados en el ala norte, así que
estamos bastante cerca. ¿Quieres ir a verlos?

Nick se encogió de hombros y Alan le enseñó el camino. El ala norte parecía ser en
su mayoría corredores tan amplios que casi calificaban como cuartos, las paredes
lisas y blancas y los pisos de madera oscurecidos por los años y los pulidos.
Encontraron a Mae y Jamie en el cuarto semejante al de Nick, con la misma cama
de aspecto solemne y el techo ribeteado. Jamie estaba sentado con las piernas
cruzadas sobre la cama y Mae estaba paseando en una mullida alfombra blanca que
tenía un parecido a un oso polar decapitado.

—Deberíamos ir a comprobar cómo está —dijo ella mientras Nick abría la puerta.

Jamie asintió con la cabeza en su dirección.

—Creo que probablemente está bien.

Mae miró y no se ruborizó. A Nick le gustaba eso, la manera en que ella no


necesitaba fingir indiferencia o exagerar preocupación. Ella solamente le hizo un
gesto con la cabeza.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

No estaba acostumbrado a las casas grandes como esta. Estaba acostumbrado a las
casas y pisos pequeños y viejos, lugares con unos cuantos cuartos y paredes
delgadas en las que siempre sabía dónde se encontraba Alan. Ahora se encontraba
en un gran espacio bajo techos abovedados, y notaba muchas cosas concernientes a
esta muchacha. La extrañeza de todo esto lo hizo sentir incómodo e irritado. Se
recostó contra la pared y miró deliberadamente a Mae. Después de unos cuantos
momentos ella se alejó de la frialdad de su mirada fija en ella, hacia Alan.

No lo hizo sentir mejor que a Alan. Se sintió inquieto de pronto, y mientras dejaba
de prestar atención a las voces de los otros y deseaba algo que hacer, registró
nuevamente el sonido que lo había despertado. Llegaban a él desde las pesadas
puertas y los sólidos muros, a través de toda la costosa privacidad de esta casa, los
gritos eran débiles pero inconfundibles.

Era una certeza que todos ellos no podían escucharlo. Probablemente debería
decírselo a Alan.

—Alguien está siendo torturado en esta casa.

Alan dio un respingo de culpabilidad y fue claro para Nick que al menos él ya lo
sabía.

—Eso no es completamente cierto —dijo rápidamente.

—¿Torturado? —exclamó Jamie.

Nick se encogió de hombros.

—Así me parece a mí.

—Alan —dijo Mae, en un tono de orden en vez de uno de solicitud—. ¿Dónde


estamos?

Alan parecía derrotado, como si algún destino terrible estuviera precipitándose


sobre ellos, algo tan imposible de razonarlo o escapar de una tormenta derramando
oscuridad por el cielo.

—Esta es la casa de Mezentius —dijo.

—Eso es lo que dice encima de la puerta —acordó Nick—. ¿Quién es Mezentius?

Alan parecía estar teniendo problemas con las palabras.

—Era un rey Etrusco de una legenda —dijo en voz suave—. Hubo personas
viviendo atadas frente a frente con cadáveres y dejados para que se murieran de
hambre.

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—Suena como un anfitrión encantador —dijo Nick—. Pensé que habías dicho que
esta era la casa de Merris Cromwell.

—Merris se encarga de la casa —respondió Alan en voz baja—. Es su trabajo


organizarlo todo aquí dentro, mantener todo… contenido.

—Bueno, ella está haciendo un muy buen trabajo, ¿no? —exclamó Jamie—.
Alguien está siendo torturado en este lugar.

—Esa persona está aquí por propia voluntad —le dijo Alan.

Sus ojos parecían más magullados y tristes con cada palabra arrastrada que salía de
su boca y Nick sintió el impulso de silenciar todas las preguntas que estaban
lastimando a su hermano. Siempre había confiado en Alan sabía mas, confiado en
que Alan tarde o temprano le diría a Nick todo lo que necesitaba saber.

Aunque pensó en esa foto escondida, en él dejando al mago irse. Esas fueron cosas
de las que Alan nunca le había dicho nada. Se preguntó cuál secreto estaba
escondiendo Alan esta vez.

Permaneció en silencio, y dejó que Mae y Jamie lo siguieran presionando por


respuestas.

—¿Conoces a la persona que está gritando?

—¿Por qué vendría alguien a este lugar para ser torturado?

Mae exigió: —¿Puedes enseñarnos que está pasando?

Alan parecía casi de color gris. —Puedo —dijo—. Pero no queréis verlo. Os lo juro,
no lo queréis ver.

Hubo otro movimiento leve de malestar en las entrañas de Nick. Podía callarlos.

Vaciló por un segundo demasiado largo y Mae aprovechó la oportunidad de


compensar su propio pensamiento.

—Déjame decidirlo por mí misma. Quiero verlo.



Alan bajó las escaleras pesadamente, como si estuviera llevando una pesada carga
que no esperaba ser capaz de soltar por algún tiempo. Mae caminaba con paso
firme detrás de él, Jamie se cernía detrás, y Nick se convencía más y más que no le
gustaba este lugar.

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La escalera era amplia, una ruta de mármol reluciente de la especie que las mujeres
recorrían en las estúpidas películas que le gustaban a Alan. Sólo que en vez de
conducir a un salón de baile, terminaba en una sala con los mismos pisos
oscurecidos y varias paredes blancas como la de los corredores del ala norte. Nick
trata de dilucidar por qué este lugar le crispaba tanto los nervios, y entonces lo
comprendió. El ala norte con sus camas de dosel y elaborados techos eran un
disfraz, y esta casa era tanto una fachada como una puerta decorativa exterior.

No era una casa solariega. Este lugar era una institución.

Los gritos se estaban haciendo más cercanos.

Después de un análisis de un momento, Nick decidió que era solamente una


persona gritando. Era una mujer, y sonaba joven, o al menos no anciana. La sala se
abría en más corredores que seguían, y Nick se sorprendió de no haber notado el
aspecto a clínica que los corredores tenían, perfectamente mantenidos, sin pinturas
o viejos radiadores chirriando para prestarle personalidad. Pasaron unas cuantas
puertas sencillas de madera, pero Alan siguió avanzando, y su pequeño grupo lo
siguió silenciosamente.

Todo el mundo podía escuchar los gritos en este momento.

Dieron la vuelta a una esquina en los pasillos serpenteantes y los gritos


repentinamente tenían una localización definida. Provenían de una gran puerta de
metal bajando el corredor, a la izquierda. No había más curvas remanentes en el
corredor y Nick lo vio ensanchándose en la penumbra. Brillando a intervalos en la
penumbra había otras puertas metálicas, blindadas por lo que sobresalían sus
marcos, pareciendo prohibidas y completamente fuera de lugar.

A medida que se acercaron al nivel de la puerta metálica, los gritos se detuvieron.

El grito fue cortado de manera tan abrupta que Nick pensó que la persona que
estaba gritando debía haber muerto. Había una pequeña ventana en la puerta, sin
embargo, el alambre formando diminutos cuadrados dentro de dos placas de vidrio,
y cuando ellos espiaron al interior no vieron cuerpos muertos.

Había dos personas en el cuarto. Había una mujer arrodillada sobre el piso, y un
hombre encadenado a una pared.

La primera reacción de Nick fue de incredulidad. Esta casa podría ser una
institución, pero era claramente civilizada y organizada. Parecía increíble que estos
tranquilos corredores pudieran conducir a las mazmorras.

Entonces, miró al prisionero apropiadamente.

A primera vista era una persona normal. Su rostro estaba surcado de arrugas y su
cuerpo estaba encorvado en sus cadenas, por lo que parecía viejo aunque la

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mayoría de su cabello era marrón. Usaba ropas viejas y una barba cubría la
mayoría de su rostro.

En tanto todos ellos permanecieron mirando, los monótonos ojos negros del
hombre se lanzaron hacia la ventana en la puerta. Su expresión no cambió.

Sus ojos si lo hicieron. Sobresalían de sus cuencas, hinchados hasta que parecieron
sobresalir de sus cuencas y entonces Nick se dio cuenta que no estaban hinchados
en absoluto. Los ojos del hombre parecieron casi ojos normales al principio, pero
ahora las pupilas expandidas como si hubieran vertido tinta en dos platillos y los
hubiera llenado de borde a borde con un brillante negro.

Los óvalos negros que habían sido sus ojos se estaban saliendo de sus cuencas,
mostrando pequeñas piernas, y en el espacio de unos cuantos segundos hubo un
negro escarabajo rechoncho emergiendo de cada cuenca. Se arrastraron bajando
por el rostro del hombre como lágrimas.

Jamie gritó, el sonido estremeciendo en un gemido, y un movimiento por el rabillo


del ojo de Nick le sugirió que él y Mae se estaban aferrando el uno al otro. Al lado
de Nick, podía sentir a Alan temblar.

Nick apenas estaba consciente de que debería estar conmocionado, pero había visto
en su vida muchas cosas peores que esa. Siguió mirando con una calma interesada,
y el rostro del hombre se agudizó como si fuera un perro que hubiera captado una
esencia. Hubo un largo momento en el que Nick estuvo seguro que de alguna
manera el hombre podía verlo.

El hombre le guiñó un ojo, sus párpados arrugados parpadearon sobre el hoyo


crudo de la cuenca de su ojo. Nick dudó por un segundo, y entonces le devolvió el
guiño.

Uno de los negros escarabajos rechonchos alcanzó la barbilla del hombre y se dejó
caer en el cabello de la mujer arrodillada. Ella alzó la vista y sacudió al escarabajo
sobre el suelo con un temblor convulsivo, pero aparte de ese movimiento inicial de
repugnancia automático, no pareció sorprendida. Parecía rondar los veinte, con
pelo castaño y ojos rebosantes. Nick se preguntó que la había hecho gritar.

—Veo que han conocido a Ruth y Thomas —dijo Merris Cromwell, su voz
sonando clara y calma contra las paredes del corredor. Habló como si estuviera
presentando a las personas en una fiesta.

—¿Conocido a Ruth y…? ¿Qué demonios pasa con ese hombre? —demandó Jamie,
su voz inusualmente feroz. Se dirigió hacia Merris, y Nick notó que sus hombros
estaban temblando. Se imaginó por la manera en que Jamie se estaba comportando
que ya sabía lo que estaba mal con el hombre y que se estaba esforzando por no
creer en lo que sabía.

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Merris bajó por el corredor como si no pudiera ver a Jamie, y a último momento
antes de que una coalición fuera inevitable Jamie se hiciera a un lado.

—Déjame ver —dijo ella—. Mudo, sin rastros remanentes de su antigua


personalidad, y con la habilidad de manipular lo que sea del mundo natural,
incluyendo su propio cuerpo. Daré un salto descabellado y diré que él está poseído.

El cuerpo de Jamie se recuperó rápidamente como si hubiera sido golpeado.

—Poseído. —Sacudió la cabeza hacia las otras puertas metálicas, brillando a lo


largo del corredor hasta donde la luz no era suficiente para verlas y las puertas
continuaban dentro de la oscuridad—. ¿Estás diciendo que detrás de cada puerta
hay alguien…?

—A menos que uno de ellos haya muerto desde ayer. —Los grandes ojos de Merris
pasaron a Jamie y miraron sobre todos ellos. Ella obviamente vio algo en uno de
nuestros rostros que la irritó, porque su labio hizo una mueca y a su vez exigió—,
¿Alguno de ustedes se ha detenido a pensar lo que le pasa a un poseído?

Ninguno de ellos tenía una respuesta para darle. Merris esperó por un momento
para que ellos fueran plenamente consientes sobre eso y continuó.

—Una criatura muda y mágicamente poderosa reemplaza a una persona ordinaria


durante la noche. No puedes imaginar que pase inadvertido. Si el poseído tiene una
familia, pronto notan el cambio. Se asustan, y no tienen a nadie que pueda
ayudarlos. Excepto nosotros. —Ella sonrió—. Tenemos estos círculos mágicos
específicamente diseñados para confinar a un demonio que ha adquirido un cuerpo
humano. Tenemos instalaciones de contención. Si las personas vienen a nosotros
con cuentos de amigos o familiares poseídos, no hablamos sobre enfermedades
mentales y no somos incrédulos del poder del demonio. La casa Mezentius es el
único lugar al que estas desesperadas personas pueden acudir, y por supuesto,
obedecemos las leyes de oferta y demanda. Nos pagan bien por nuestra ayuda.

—¡Son personas con problemas! —grita Jamie, limpiándose la boca como si


hubiera comido algo malo y no pudiera quitarse el sabor.

Nick pensó repentinamente en lo que el mago Gerald había dicho, que el Mercado
había sido financiado con dinero manchado con sangre. Esta era la razón por la
que todos obedecían a Merris Cromwell. Este dinero era el que ayudaba a las
personas del Mercado, las ayudaba a encontrar casas y transferir a nuevas escuelas
y trabajos rápidamente.

El dinero que había sido pagado por las familias de las personas que habían sido
poseídas, como Jamie podría serlo. Como Alan podría serlo también. Se preguntó
lo que Sin pensaría de esto.

Merris arqueó sus cejas.


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—Así que hay personas que van a los hospitales, y tienen que pagar. Hay muchos
hospitales. Hay sólo una Casa Mezentius.

Dejando los pensamientos de Alan a un lado, no le sonaba irrazonable a Nick.


Aquellos que lidiaban con magia tenían su propia economía privada y Merris había
trabajado la manera de manipularlos a su propio favor. Sólo había una cosa que no
entendía.

Aclaró su garganta.

—¿Por qué no los matan a todos?

—Los parientes parecen curiosamente reacios a matar al poseído. Particularmente


una vez que les explico que su ser querido se encuentra dentro en alguna parte,
incapaz de recuperar el control de su propio cuerpo. Sus amigos y familiares los
quieren controlados pero no lastimados. Rezan buscando milagros. A veces insisten
en quedarse con ellos, esperando aliviar su propio dolor. —Merris se encogió de
hombros—. Eso tiene un coste extra.

—Los círculos mágicos que mantienen al poseído dentro —dijo Alan con lo que
pareció ser interés científico—. ¿Cómo diferentes son de los círculos de los magos
normales? ¿Puede ordenarle a un demonio que entre en ellos? ¿Puede convocar a
uno?

—No puedo imaginar por qué querríamos hacerlo. Tenemos bastante trabajo que
hacer con los demonios que tenemos. Considero que mantenerlos confinados es la
parte más importante —dijo Merris en tono seco—. Ya que hiciste todo ese camino
para insistir en las respuestas, tengo unos cuantos diagramas que puede mostrarte
con detalle cómo funcionan nuestros círculos.

—Lo apreciaría —dijo Alan.

—Son muy básicos —dijo Merris—. No puedes convocar a un demonio dentro. Ni


siquiera hemos trabajado en una forma de hacer que las líneas de comunicaciones
trabajen para ellos. Casi la única cosa que podemos hacer es mantenerlos
atrapados.

—¿Qué pasaría si un bailarín estuviera envuelto? —preguntó Alan, frunciendo el


ceño—. Hablando académicamente, por supuesto.

Nick se preguntaba si Alan tenía algún tipo de plan para atrapar a los demonios que
los magos enviaban antes de ellos. No sonaba como que fuese a funcionar.

Mae y Jamie aun estaban mirando dentro de la celda con una horrible fascinación,
y después de unos segundos, Mae habló: —¿Nunca sucede ningún milagro? Quiero
decir, si los tienes atrapados, ¿los demonios nunca se van?

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—No, los demonios nunca se van —dijo Merris—. No importa que suceda con
ellos, prefieren nuestro mundo al suyo. Pero las personas siguen esperanzadas,
hasta el final.

Sacudió casualmente la cabeza hacia la ventana en la puerta de metal. Todos


miraban, como si la ventana fuera una televisión y la escena hubiese sido diseñada
para que la vieran, mientras que la chica de pelo castaño, Ruth, se puso de pie con
rigidez. Puso su mano hacia la cara de Thomas, y Thomas no pestañeó,
exactamente. Sus ojos parpadeaban como si tuviera múltiples párpados, como un
gato, cuando sus ojos estaban abiertos, eran ojos normales otra vez. Él miró a la
mujer con su mirada plana y bajo sus ojos un corte se abrió en su mejilla. Ella
gimió y sostuvo su mano hacia su cara, y el miró hacia su brazo. Otra cuchillada se
abrió ahí, como si sus miradas ambulantes fueran cuchillos.

—No te preocupes —le dijo Merris—. El demonio usa toda la magia en la que
puede pensar para hacer que lo dejen salir, pero no la dañará permanentemente. Él
sabe que ella es la única que lo alimentará.

Moviéndose como una mujer vieja, Ruth situó sus manos contra la cara poseída de
Thomas. Ella le acarició brevemente la mejilla y Nick vio sus labios moverse,
pensando en que no podía entender qué era lo que estaba diciendo. A Nick nunca
se le había ocurrido antes de aquello, que las líneas de comunicación no podrían ser
dibujadas para un demonio que posee a un ser humano. El sabía que la gente
poseída no hablaba. Ahora, viendo al cuerpo de la mujer poseída con una blancura
de reptil, se dio cuenta de que el demonio realmente no podía entender.

La mujer se mantuvo hablando, incluso pensando que no tenía sentido. Nick pensó
que ella dejó salir la palabra "amor" mientras hablaba, pero no podía saber si estaba
equivocado.

Mae dijo, tratando de reprimir el temblor en su voz y fallando: —¿Ella es su hija?

—Oh no, querida —dijo Merris distraídamente—. El hombre es joven. Su cuerpo


se rasgó luchando contra el demonio; no se veía así hace una semana. Ella es su
esposa.

El demonio que se parecía a Thomas, sonrió hacia su esposa y luego su lengua se


lanzó y capturó el oscuro escarabajo que había sido una vez su ojo. Hizo un sonido
repugnante y suave entre sus dientes. La mujer se atragantó, y él siguió sonriendo.

—Sólo está tratando de asustarla —dijo Merris, su voz era aun clínica y
desinteresada—. Un demonio tratará de manipular a un humano de cualquier
manera posible. No te preocupes. Ella lo sabe mejor para dejarse engañar.

Ruth puso una mano en su propia boca y comenzó a llorar.

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Nick esperaba que Jamie volteara y saliera como un relámpago, pero fue Alan
quien lo hizo.

Un segundo estaba al lado de Nick quieto y callado como cuando estaba molesto y
se encerraba en sí mismo, pero en control. Al minuto siguiente estaba cojeando lo
más rápido que podía corredor abajo, devuelta en dirección por donde había
venido, lejos de las puertas de metales que escondían a los demonios.

Nick debió dar una mirada hacia Alan; debió haberse asegurado de que él no estaba
molesto. Alan podía manejarse a sí mismo, pero esto era diferente. Alan llevaba
una marca de segundo nivel. Alan estaba pensando en su futuro.

Nick consideró esperar a que Mae se ofreciera a ir tras él. Y le rogaría a Alan,
pensó, pero ella no se ofreció. Nick miró hacia ella y la vio parada cerca de Jamie,
plantada con los pies separados como si fuera a luchar contra alguien, mirando
furiosamente concentrada. Ella no quería dejar a su hermano.

Eso estaba bien para Nick. Él tampoco quería dejar a su hermano.

—No vengan detrás de nosotros —dijo él secamente, giró y se fue tras Alan.

Mae probablemente sería mejor para reconfortar a Alan que él. Jamie
probablemente sería mejor que eso. Nick no tenía ni la menor idea de qué hacer,
pero Alan era su hermano y nadie más pensaría en algo.

Encontró a Alan en el baño, parado sobre el lavabo y mirando como si fuera a


ponerse enfermo. El agua corría y Alan salpicaba su rostro frenéticamente. Miró
hacia arriba y vio a Nick a través del espejo. Nick miró hacia su propio rostro de
piedra en el reflejo y a los casi asustados ojos de Alan.

—Alan —dijo él, con su voz áspera.

Alan cerró sus ojos.

—¿Qué?

Nick avanzó cautelosamente, deseando que fuera tan simple como acercarse a
alguien que fuera a matarlo.

—¿Estás bien?

Él se preguntaba si otras personas siquiera se daban cuanta de cuan estúpidas


sonaban la mitad de las cosas que decías. Alan estaba tembloroso y asustado y
obviamente no estaba bien, pero Nick tenía que preguntar porque eso era lo que
preguntabas, y no importaba cuán estúpido sonaran las palabras usuales, Nick no
tenía palabras propias que ofrecer.

—Estaré bien —dijo Alan, quién decía mentiras.

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Él miró hacia abajo otra vez, hacia la cuenca del lavabo y lejos de su reflejo.
Habían círculos oscuros bajo los ojos de Alan, Nick vio en el frío, la rígida imagen
que el espejo le daba, y unas líneas alrededor de su boca. Estaba mucho más pálido
de lo que había estado hace una semana. Lo hizo pensar en el demonio que había
dejado atrás, en un cuerpo que había sido joven la semana pasada.

—No —dijo él, y se aclaró la garganta—. No necesitas preocuparte. —Tuvo que


arrastrar cada palabra fuera—. Eso no te pasará a ti. No dejaré que suceda.

—No es por eso —dijo Alan, pero sus hombros se relajaron.

Eso debió alentar a Nick a acudir a él, pero una vez que estuvo junto a él solo podía
poner su mano, inútilmente, sobre su hermano. Alan era el único que era bueno en
este tipo de cosas, era siempre él quien te revolvía el cabello o te daba palmaditas en
el hombro. Gestos como ése no venían de Nick naturalmente, nada más que
palabras reconfortantes.

—Claro que no lo es —dijo Nick, tratando de hacer que su voz sonara amable. Se
le quebró y sonó áspera.

Se sentó en el piso con su espalda contra la pared, y después de un rato Alan dio un
suspiro que sonó a cansancio o resignación. Nick inclinó su cabeza mientras la
mano callosa de Alan se asentaba en su cuello, y descansó ahí.

Nick nunca había visto el punto de solo tocar a otra persona, pero si hacía sentir
mejor a Alan, suponía que no era tan malo.

—¿Porqué vinimos aquí? —preguntó él.

—Quería ver a los pacientes poseídos —respondió Alan, en voz baja—. Pero no
quería que tú los vieras. No quería que ninguno de ustedes los viera.

—Está todo bien —dijo Nick, tratando de reconfortarlo—. No me molestaron.

Él miró arriba hacia Alan y Alan no se veía reconfortado. Se veía como si estuviera
exhausto y adolorido.

Nick sintió una aguda punzada de frustración, como cuando era joven y los
profesores le pedían que leyera en voz alta o cuando las chicas esperaban algún tipo
de gesto de parte de él, pero miles de veces peor porque este era su hermano e
importaba.

—Yo te protegeré —dijo él por fin, torpemente. Se sintió estúpido diciendo eso;
Alan ya sabía que él lo haría.

Alan se veía un poco más estable, de todos modos.

—Cuento con eso.

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—Bien —dijo Nick—. Estarás bien. Yo te protegeré. No estés más molesto.

Alan hizo un sonido suave, temblando entre un suspiro y una risa.

—No estoy molesto.

—Tú mentiroso —masculló Nick.

Alan acarició su cabello sólo una vez, y luego alejó su mano.

—Estoy bien ahora —dijo—. De verdad.

Sonó verdadero, sonó como algo que Nick podría creer. Recordó sentirse en paz en
el bote, sólo confiando en Alan y parecía algo que podría hacer otra vez.

El teléfono de Nick sonó. Maldijo y medio se levantó con el fin de pescarlo fuera de
sus jeans y luego miró sin comprender hacia el número que aparecía en la pantalla.

—¿Qué demo...? —Se encogió de hombros y cortó.

—Probablemente una de tus muchas admiradoras —dijo Alan—. Adelante,


contesta. Estoy bien, lo prometo. Estaré afuera en un minuto.

Nick había estado ocupado últimamente. No recordaba haber dado su número a


cualquier chica, pero si Alan quería un momento a solas él se lo daría. Nick
arrastró sus pies, demorándose un instante preguntándose si debería decir algo, y
terminó sólo asintiendo con la cabeza hacia su hermano. Alan sonrió y Nick hizo
una pausa y luego salió por la puerta, contestó el teléfono de buen humor. Fuera la
chica que fuera, pretendería recordarla.

—Hola —dijo el amistosamente.

Hubo una breve pausa, luego una aguda inhalación, y la voz de una mujer.

—Hola —dijo ella—. ¿Es usted la persona que puso una fotografía de Marie en el
papel?

—Sí, ¿Quién es? —Nick habló automáticamente, entonces ella no se había ido
antes, pensó él cuando tuvo la oportunidad de pensar.

—Mi nombre es Natasha Wallsh —dijo la mujer—. Marie era mi hermana.

—¿Ella está muerta? —dijo Nick.

Sintió nada más que satisfacción por el pensamiento. Entonces estaba muerta, esa
chica rubia y sonriente, si estaba muerta no podría reclamarle a su hermano. Tenía
lo que quería. Casi colgó, pero la mujer habló un instante antes de que lo hiciera.

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—Mira —dijo ella, entonces sus las palabras cayeron, tan rápido que se
atropellaban todas juntas—. ¿Es sobre Alan? ¿Él está bien? No lo he visto desde la
Navidad pasada.

La forma en la que habló sobre Alan sonó personal. No importaba que Nick no la
hubiera escuchado antes en su vida, pero no debería haber sido capaz de hablar así
de él.

—Navidad pasada —repitió Nick.

Entonces la media suposición de Nick había resultado ser cierta: Alan se había ido
y lo había dejado por esa chica muerta. Había mentido sobre tener que hacer un
traslado; él había dejado a Nick en esa fría y oscura casa, sintiéndose abandonado
con mamá meciéndose en el piso de arriba. Nick quería saber porqué lo había
hecho. Quería saber exactamente qué había sido esta chica para Alan.

Puso una mano detrás de su cuello, su control era más fuerte y duro que el de Alan,
y había pensado en confiar en su hermano.

—Mira —dijo él abruptamente—. Éste no es un buen momento. Te llamaré luego.

Apagó el teléfono antes de que ella pudiera hablar otra vez. Tomó el peso del
teléfono que se veía pequeño y estúpido en su gran mano. No sabía ni porqué tenía
un teléfono, pensó; nunca quería llamar a nadie.

Él sabía por qué, por supuesto. Alan le había dado el teléfono, y lo había
conservado porque sabía que hacía que Alan se sintiera mejor sabiendo que podía
ponerse en contacto con Nick cada vez que quisiera y comprobar que estuviera a
salvo.

Nick deslizó el teléfono dentro de su bolsillo y tomó una decisión. Iría hacia Alan y
le diría todo. Nick también había estado escondiendo cosas, pero le diría a Alan
que sabía sobre Marie y lo que había hecho para averiguarlo. Alan tenía que
entender que los secretos y las mentiras tenían que parar.

Él no estaba en el baño donde Nick lo había dejado. Nick frunció el ceño y


comenzó a retroceder sus pasos, yendo lentamente de vuelta hacia adelante donde
había dejado a Mae y Jamie. Había bajado solo la mitad del corredor cuando fue
capturado y sostenido por el sonido de la voz de su hermano detrás de una puerta.

—Sabía que estaría enfermo —dijo Alan—. Eso no importa.

Nick estuvo a punto de abrir la puerta, pero se descubrió a si mismo manteniéndose


de pie en el lugar.

—Parece que hay un montón de cosas que no te importan —dijo la voz de Merris
Cromwell.

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Hubo una pequeña pausa, y Alan replicó: —No me arrepiento de nada de lo que he
hecho.

Alan se había empeñado en venir aquí, y Nick se había empeñado en seguirlo. Lo


habría hecho de todas maneras, pero el pensamiento de que Alan había aceptado
eso a sangre fría hizo sentir a Nick un cambio incómodo en el estómago, como si
estuviera aún enfermo. No podía conectar la imagen de su hermano Alan, quién lo
había levantado, empacado su almuerzo para la escuela, y se sentaba en la cama de
Nick como un pequeño búho ferozmente paciente, esperando a que el cayera
dormido—con la desapasionada voz detrás de la puerta.

—Quizás no estás arrepentido, pero la marca lo resentirá —dijo Merris Cromwell,


con su voz baja y fría—. Y si lo sabemos, no dejaremos nunca que vengas entre
nosotros. Nunca serás bienvenido de nuevo.

Alan le había contado a Merris sobre mamá. Nick debió sentir algo sobre eso, pero
no lo hizo. No sintió nada. Estaba parado en el frío eco del corredor, incapaz de
encontrarle sentido a nada.

—¿Piensas que me importa? —demandó Alan—. ¿Puedes ayudarme o no?

—Puedo ayudarte, y me halaga poder hacerlo —dijo Merris glacialmente—. No


vengas por las marcas en busca de ayuda desde ahora. Todo tipo de ayuda podría
volverse en tu contra. Estás tú solo ahora.

Nick oyó a Alan hacer un sonido que reconoció, un suave, y tembloroso suspiro;
herido, pero jalándose a sí mismo.

—Pensé que así sería. Sé lo que tengo que hacer entonces. Gracias.

—No me agradezcas —dijo Merris—. No hagas esto. —Había una nota real de
dolor en su voz repentinamente, como si pensara que conocía a Alan, como si ella
creyera en Alan como Nick lo hacía—. Toma mi consejo, Alan. Nadie necesita
saber sobre esto. Entrégalo a los magos, aléjate.

Era un buen consejo, un consejo de mercado. Nadie del mercado tendría protegido
a un mago, o sería lo suficientemente suicida para desafiar a un Círculo. Nick
deseaba que Alan lo tomara. Si sólo se rindiera con mamá y regalara el encanto,
mamá moriría, pero ella era un mago y merecía morir. Con la amenaza levantada
de un Círculo completo detrás de ellos, podría proteger a Alan. Podrían tener fuera
esa marca.

Pero aparentemente el no conocía mucho más a Alan que Merris.

—Toma mi consejo, Merris —dijo Alan con voz dos veces más fría que la de ella—
. Nunca siquiera me sugieras nada como eso otra vez.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

La voz de Merris fue un siseo bajo: —Fuera de mi casa.

—No —dijo Alan—. Primero quiero que tú nos arregles algún otro lugar para
vivir.

—¿Y por qué haría eso?

—Porque aún tengo contactos en el Mercado —le dijo Alan—. Quizás tú puedas
regar tus historias sobre mí, y alguien te creerá, pero yo soy el dulce, chico
estudioso que a todo el mundo le agrada. Tú eres el misterio. Nadie sabe de dónde
viene el dinero que tú consigues, y no pienso que muchas personas aprueben el que
te aproveches del dinero de las víctimas desvalidas de los magos, y que lo uses para
ganar poder en nuestro Mercado. Puedo hacer que la gente confíe en mí; deberías
saberlo. Incluso tú lo hiciste.

—Créeme, estoy lamentándolo ahora. —La voz de Merris volvió a su tono usual,
frío y de negociación.

—¿Una casa es el precio de tu silencio? Entonces la tendrás. Tú y los tuyos estarán


fuera de mi casa por la mañana. Y es mejor que mantengas tu parte del negocio, o
terminarás muerto.

—Hecho —dijo Alan, en el mismo tono. Luego su voz se suavizó—. Lo siento


pero tengo que hacer esto.

No había ningún indicio de rendición en la voz de Merris.

—No tienes que hacerlo. Deberías rendirte.

—Lo siento —dijo Alan, su voz era amable pero firme—, pero ya lo estoy haciendo
y lo haré mucho peor. No me rendiré. Y si no puedes ayudarme Merris, entonces
sal de mi maldito camino.

Bajo cualquier otra circunstancia, Nick lo habría encontrado gracioso: su hermano


chantajeando a Merris con el Mercado y sin inmutarse. Él lo aprobaría. Solo ahora
comprendía que tan profundamente significaba mamá para Alan.

Mamá y Marie, la chica de la fotografía. Alan no le diría cuáles eran sus planes
para salvar a mamá, y él no le diría que Marie existía. Alan no le diría nada, pero
eso no importaba. Nick podría encontrar la verdad por sus propios medios.

Caminó lejos de la puerta, atrás hacia Mae y Jamie, y mientras caminaba tomó su
teléfono y marcó a la última llamada. La misma voz de la mujer le contestó, sin
aliento y ansias.

—¿Hola?

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—¿Podría ir a verte? —preguntó abruptamente—. Sé donde está Alan. Te diré


todo sobre él. Dame tu dirección.

El chantaje de Alan de hecho había sido un gran éxito, ya que Merris no sólo les
encontraría una casa en Londres, si no que los proveería de vuelta su propio bote, y
le daría a Nick hierbas para hacer que durmiera a través del viaje.

—Tal preocupación por mí —dijo Nick en el muelle. Quería que su voz sonara
amarga, pero simplemente sonó fría—. Estoy conmovido.

Los otros estaban parados en un pequeño grupo, tratando de mantener el calor


estando cerca. No amanecía aún, pero el aire marino golpeaba la cara de Nick
como un montón de bofetadas de manos frías.

Alan sostenía la mano de mamá. Se veía aun adormecida por lo que sea que Merris
le hubiese dado, y estaba de pie inclinada contra Alan, el velo negro de su cabello
capturado por el viento ondulaba, volaba y se posaba sobre ambos. Alan observaba
a Nick, su cara era un rompecabezas honesto y herido.

Nick estaba de pie tan lejos como podía de los otros, sin estar parado en el Mar.

—Hay una cama donde puedes dormir —ofreció Alan, con voz tentativa—. Puedo
sentarme contigo en caso de que necesites ayuda.

—No necesito tu ayuda —dijo Nick cortante. Miró lejos de mamá y Alan, y sus
ojos permanecieron en otro rostro.

La vista y el olor del mar ya estaban haciendo que se sintiera un poco enfermo, eso
y el temor de ser completamente humillado y estar indefenso de nuevo le revolvía el
estómago.

El sonido del viento era como el helado toque de miles de fantasmas furiosos. El
mirar a su familia solo lo hacía sentirse peor.

Mirar a Mae le hacía sentir un poco más firme. Ella tenía su rostro apuntando hacia
arriba para estudiarlo, sus ojos oscuros y determinados y una boca obstinada. La
manera en que se veía era familiar para él por ahora, y mientras mejor la conocía,
mejor se veía. Él sonrió hacia ella, una lenta, y una deliberada sonrisa se curvó en
sus labios como respuesta.

—Mae es mejor enfermera —dijo él arrastrando las palabras.

Incluso sin mirarla, pudo escuchar la sonrisa en su voz.

—Sí, de acuerdo.

Ahí fue cuando el capitán de Merris, Philip, un hombre en primer plano con
cabello recortado y con un traje color carbón vegetal de hombre de negocios y los

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dientes desgastados con una lengua amarilla de un nigromante, les gesticuló que
subieran a bordo. Las hierbas que Merris le había dado a Nick ya lo estaban
haciendo sentir un poco mareado, pero era casi un alivio; su miedo de subir a bordo
y su furia hacia Alan se sentían ambas distantes, envueltas a salvo hasta que
pudiera lidiar con ellas.

Pronto estaría de vuelta en tierra y averiguaría todos los secretos de Alan. Por
ahora solo podía bajar por los escalones para ir a la cama bajo la cubierta, su mano
iba buscando a tientas el pomo de la puerta. El cuarto era circular en el final, la
cama era blanca y plana con manguitos en las esquinas.

Entonces así era como transportaban a los poseídos. Nick fue y se echó hacia atrás
en la cama, agradecido de no tener que soportar más sus pies. Miró hacia el techo
de madera y escuchó a Mae venir y golpear la puerta.

—No necesitas usar las restricciones —Nick le dijo al techo—. Seré bueno.

Mae soltó una carcajada.

—Pero estaba planeando hacer cosas terribles para ti, una vez que estuvieras bajo
mi misericordia.

—Oh —dijo Nick—. En ese caso, adelante.

—No, ahora has estropeado el momento.

—Sí —murmuró Nick—. Lo hago muchas veces.

Muchas chicas habían mirado hacia él, todo ojos brillantes y jadeantes, y luego
todas se habían desilusionado. La mayoría terminaban asustadas. Mae había estado
dando vueltas a su alrededor por más tiempo que cualquiera de esas chicas, y ella
no se asustaba tan fácilmente, pero por supuesto no era así entre ellos.

—Nick —dijo Mae, y dudó.

Era lo suficientemente raro para ella dudar que Nick estuviera intrigado. Se empujó
a sí mismo con los codos y miró hacia ella. Ella tenía su espalda contra la puerta, su
cabello rosado alborotado por el viento y sus mejillas enrojecidas. Lo que podría ser
otro efecto del viento.

—Me preguntaba —continuó Mae—, esa chica en el Mercado. Sin. ¿Estás saliendo
con ella?

—No —dijo Nick. Realmente no tenía mucho más que decir, pero Mae estaba
mirando hacia el suelo, luciendo avergonzada, entonces continuó—. Realmente
nunca he salido con nadie.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nunca le había preocupado tampoco. Una noche o dos con una chica, para que
luego desapareciera y viniera otra: siempre había parecido como la manera correcta
de hacer las cosas.

Nick estaba sorprendido de que ella preguntara; no por la franqueza, porque ese era
su estilo, pero estaba sorprendido por que quisiera saber.

Ya que quiso saber, significaba, él estaba bastante seguro de que eso significaba,
que ella prefería a Nick. Y si realmente lo hacía...

Las cejas de Mae se alzaron. Ella estaba sonriendo un poco.

—Oh, en serio —dijo ella, su voz divertida e incrédula—. Un completo inocente,


¿no es cierto?

—Definitivamente —aseguró Nick, dejando que su voz se tornara suave—. Puedes


tratar de corromperme si gustas.

A Mae se le marcaron los hoyuelos.

—No es divertido si lo preguntas.

—No, no —dijo Nick arrastrando las palabras—. Libérame, tú, monstruo. Tus
malos caminos escandalizan mi alma. Y aun te encuentro extrañamente atractiva.

El barco ronroneó a la vida, tambaleándose fuera del muelle y balanceándose entre


una ola y la siguiente. Nick cerró sus ojos en un breve destello de nauseas.

—Siento que debería advertirte —dijo él después de un momento—. Puedo estar a


punto de enfermarme o perder el conocimiento.

—Uh —dijo Mae—. Sexy.

Curiosamente, era una excelente noticia que se alejara de la puerta, Nick


comenzaba a pensar que estaba pegada a ella. Ella vino y se paró a un lado de la
cama, sacando su ipod fuera de su bolsillo, jugueteando con ello, y desenrollando
los audífonos enroscados alrededor del ello.

—Tal vez lo que necesitas es distracción —comenzó ella.

En un impulso Nick la agarró y la empujó abajo hacia la cama. Mae soltó un


sonido sorprendido, mitad jadeo y mitad risa, el rodó sobre ella y la puso fácilmente
debajo de él, usando su fuerza de la manera en que a las chicas les gustaba.

Él miró abajo hacia ella, inclinándose cerca, sintiendo un escalofrío causado por su
respiración cerca de su oído, y murmuró: —Quizás.

La luz de la mañana transformaba las sábanas de algodón a un dorado candente; el


vio en sus ojos un destello bajo sus repentinamente pesados párpados y sonrió hacia

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ella. Se reafirmó sobre ella, sus brazos soportando su peso, y en un balance de la


nave y un aliento ella levantó sus caderas contra él. Su respiración se volvió un
escalofrío, viajando lentamente a lo largo de la longitud de su cuerpo, y ella levantó
sus manos y recorrió con sus palmas a lo largo del tenso arco de sus brazos.

Él probablemente no debería estar haciendo esto. A Alan le gustaba y podría estar


enojado con Alan ahora pero no estaría enojado para siempre. Alan era su
hermano y él no debería estar haciendo esto, pero Alan lo había dejado enfermar y
Mae lo prefería a él.

Todo era cálido, blanco y dorado y ese absurdo rosado, las curvas de ella y las
arrugadas líneas de las sábanas, todo confuso y mezclado junto, porque él estaba
comenzando a dormirse y perder la consciencia.

Mae lo empujó gentilmente hacia atrás sobre las almohadas, y él la siguió,


lanzando un brazo sobre sus ojos.

—Te odiaría por tener una idea equivocada de mí —dijo él—. Bajo circunstancias
normales, lo juro, hubiese correspondido el sentimiento.

—Estaba a punto de sugerir algo de música de cualquier forma —dijo Mae,


pretendiendo valientemente que no estaba sin aliento, con voz caliente y
temblorosa mientras había estado bajo y contra él, solo hace un momento.

Ella puso uno de los audífonos del ipod en su oído, y el otro presumiblemente en el
suyo, y se acomodó sobre las almohadas. El barco los mecía suavemente atrás y
adelante en una forma que Nick podría encontrar tranquilizante si no lo hiciera
sentir enfermo, luchó por permanecer despierto mientras escuchaba la música que
sonaba débil y lejana, como los bajos del Mercado Goblin.

—Esto es agradable.

—Tal vez podemos ir a escucharlos alguna vez —murmuró Mae.

—Tal vez —dijo Nick

Mae era un peso cálido que lo inclinaba ligeramente hacia su lado de la cama,
posiblemente menos debido a su peso y más a por que él quería estar ahí. La luz del
sol, polvorienta y dorada pintaba rayas doradas antes de que Nick cerrara los ojos,
y los bajos golpeteaban al ritmo de su corazón. Mae tenía un pie metido bajo su
pierna, y mientras finalmente perdía la consciencia sintió su mano liviana
empujando hacia atrás un mechón de su cabello. No tenía sentido, pero como la
música, era algo agradable.

La última cosa que se preguntó era si esto contaba como respuesta a su pregunta.

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11.
Respuestas.

Traducido por eduardop

Corregido por marzeDoyle

L A CALLE DE DURHAM DONDE VIVIA LA


Nick la sintió familiar. Era consciente de que
Durham antes. No reconoció la ciudad, pero
maltratado de la vía, con los vehículos limpios y
HERMANA DE MARIE,
él nunca había estado en
mientras sacaba su coche
brillantes en el borde del
pavimento, se encontró con que él sabía la calle.

Le recordaba a la casa de Mae y Jamie. Las casas que pertenecen a sus amigos de la
escuela o novias cuyos nombres Nick no recuerda ahora. Había tenido claramente
jardines, pintura fresca en las puertas y una sensación general de bienestar sobre
toda la zona. Aquí, junto flores de macizos floreciendo, personas sintiéndose
cómodas, las familias estaban seguras y, sobre todo, los niños estaban protegidos.

Nick sabía que era una ilusión. Estas personas se hacían daño unos a otras, tanto
como todas las familias lo hacían y, si la magia nunca invadió sus vidas, estarían
indefensos.

Tal vez era una ilusión que Alan quería, sin embargo. Este lugar era, sin duda, un
contraste para la casa lamentable que Merris había encontrado para ellos ayer cerca
de su antigua casa para que pudieran cazar cualquier mago que Gerard pudiera
mandar allí. Estaba situado entre un negocio de comida China para llevar y
soportando una rota señal con letras que crepitaban y parpadeaban y una casa en
ruinas, sus ventanas alojaban miradas y ojos blancos como de muertos.

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Alan debe haber querido más que la chica. Debe de haber querido una casa como
esta. Nick miró a la casa de la misma manera que habría evaluado a un enemigo.
Entonces, en vez de atacar, se acercó a la puerta alegremente pintada y sacudió
fuertemente la campana.

Si no hubiera sido por sus ojos ansiosos, Nick no habría pensado que esta era la
mujer adecuada. Natasha Walsh era rubia, delgada de manera atenuada y mucho
más vieja de lo que esperaba que ella fuera.

—Si eres... ¿Quién eres? —preguntó.

Nick dijo secamente: —Nicolas Ryves. —Se sorprendió al ver esta delgada ama de
casa florecer en una tentativa de bienvenida.

—¡Oh! ¡Eres uno de la familia de Daniel! Entra, por favor.

Nick entró en un salón, alfombrado de color marrón con grandes flores rosadas y se
preguntó qué le había dicho Alan a esta mujer de papá.

—Así que… usted dijo que sabía algo sobre Alan —dijo al forastero, retorciéndose
las manos.

—Dijo que lo vio por última vez en Navidad.

Abrió una puerta y lo condujo a un pequeño salón, con accesorios de seda de color
crema y marcos que brillaban intensamente en todas las superficies. Nick se cernía
en el centro de la habitación, sintiéndose como un animal torpe que no se debería
permitir aquí y que en algún en un momento rompería algo.

—Sí —respondió ella—. Él pasó la Navidad aquí con nosotros. Era tan
encantador… que estábamos tan contentos de tenerlo. Jugó con los niños, que lo
amaban. —Ella inclinó la barbilla, casi desafiante, como si afrontara el dolor—.
Todos lo queríamos y luego dejó de responder a mis cartas.

No dejó de contestar sus cartas, pensó Nick. Yo las tiré. Pensó que habían dejado de
preocuparse. Alan había llegado lejos a este lugar. Él lo había dejado. Él hubiera
querido dejarlo.

Nick no sabía ni cómo sentirse acerca de esto. Con el hecho de que a Alan le había
hecho mal. Su mente se seguía espantando violentamente, lejos de la idea y el dolor
indirecto que prometía. Era mejor estar enojado. Odiaba a esta mujer, odiaba a
toda esta familia. Ellos eran débiles y estúpidos y no podían tener a su hermano y
era todo lo que había. Él no necesitaba sentir nada más.

Sintió una punzada traicionera en el pensamiento de Alan con los niños. Alan
amaba a los niños. Recogió una expresión suave, preguntándose si lo vería en su

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

rostro. No es extraño que Marie hubiera sido una tentación, con una casa como
esta.

Natasha giró su rostro suplicante hacia el suyo.

—¿Conoces a Alan?

—Sí —dijo Nick secamente—. Él es mi hermano.

Ella lo miró fijamente durante un largo rato y luego dijo simplemente, como si
alguien debería saber que esto era la verdad: —Alan no tiene un hermano.

La pequeña habitación se sintió fría de repente, congelado en el horrible color


crema y plata, como un pastel de bodas dejado en el congelador. Nick encontró su
voz y resonó muy lejos.

—Puede haberme no mencionado —respondió él, poniendo un muro de piedra en


la negación entre él y la posibilidad de que Alan había mentido acerca de él,
hubiera querido dejar de existir—, pero he sido su hermano toda mi vida.

—¿Quieres decir que eres su hermanastro? —ofreció Natasha Walsh, mirándolo


perpleja.

Que la gente dudara de su relación con Alan no era nada nuevo, pero por encima
de todo lo demás le parecía un insulto que no podía soportar.

—No, su verdadero hermano —gruñó Nick.

Ella frunció el ceño y su expresión le recordaba a una docena de madres que habían
mirado como si quisieran llamar a la policía por haberse atrevido a tocar a sus hijas.

—Si esto es una especie de broma...

—No me estoy riendo. Yo soy su hermano.

—No puedes ser su hermano —replicó la señora Walsh —. Mi hermana Marie sólo
tuvo un hijo. Yo debería haberlo sabido.

Nick la miró en silencio, incapaz de encontrar palabras. Sólo podía ver las
imágenes corriendo juntas en su mente como una presentación de diapositivas. De
la cara de Alan. De la cara de esa niña sonriente en la foto y la cara de loca y fría de
la mujer que siempre había pensado que era y que había conocido siempre como su
madre.

Algo en su rostro hizo que la mujer dejara de fruncir el ceño y recogió una foto para
mostrársela a Nick. Era una de las fotografías en marcos de plata. Estaba papá,
grande y sonriente y llevaba un bigote ridículo. Estaba de pie junto a Marie, que era
pequeña, sonriente y vestía un vestido de novia. Estaban tomados de la mano y

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick se acostumbraba celosamente a escanear a las personas en busca de signos de


parecer familia resaltando a la vista.

Las manos de mi padre eran grandes, sus nudillos grandes y cuadrados, la parte de
atrás espolvoreado con el pelo. La joven Marie tenía las manos más pequeñas, más
femeninas, pero sin lugar a dudas más delgadas y sensibles que las de Alan.

Fue un enorme alivio.

No es de extrañar que ella hubiera estado usando ropa vieja y pasada de moda en la
foto oculta. No es extraño que Alan hubiera mentido. Él no hubiera querido que
Nick subiera que tenían madres diferentes. Hubiera tenido miedo de que Nick se
viera lastimado. Él había estado protegiendo a Nick.

A Nick no le gustaba esto, pero lo entendía. Alan siempre había llamado mamá a
Olivia. Tenía sentido que Alan no tuviera nada que ver con su realidad, no fue
corrompido por su locura en lo más mínimo.

—Sabes a quién te pareces… —dijo la señora Walsh de repente—. Te ves como


Olivia. La primera esposa de Daniel. Ella... —La mujer dudó—. Creo que se
casaron muy jóvenes. Ellos fueron novios en la infancia y la... yo no la conocía
muy bien, pero ella siempre parecía inquieta. Se escapó con otra persona y después
de algunos años, Daniel y Marie se casaron. ¿Es... es algo malo?

—No pasa nada —gruñó —. Todo está bien.

Nick miró la foto en las manos de la señora Walsh y pensó en la foto de la boda que
Alan mantenía junto a su cama. Mamá y papá se veía muy jóvenes en esa foto,
recordó. Se veían más jóvenes que papá en esta foto.

Un pánico violento fragmentó imágenes en la cabeza de Nick por un momento.


Trató de reconstruir todo con esta nueva información hasta que tuviera sentido. Se
sentía como si encajara con sus propias manos fragmentos de un cristal roto, pero él
no le importaba si le doliese a la larga mientras pidiese hacer el mundo en un
patrón que pudiera entender.

Así que mamá y papá se habían casado y separado. Eso no significa nada. Mamá
había vuelto con papá, entonces él la había aceptado porque él la había amado una
vez. Eso explicaba por qué había protegido a un mago. Esto tenía sentido. Eso no
quiere decir que algo en la vida de Nick había cambiado.

—Ella volvió —dijo, tratando de sonar calmado—, Olivia. Ella y mi padre me


habían...

—Marie murió hace quince años —espetó la señora Walsh—. Yo estaba con ella.
Yo estuve con Alan y Daniel todo el tiempo. ¡Debes tener unos diecisiete años! No
sé quién eres pero sé que no eres el hijo de Daniel Ryves.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Se veía molesta y a la vez sospechosa mientras arrojaba esas palabras en su cara,


pero Nick repentinamente dejó de preocuparse. Ella le había dicho todo lo que ya
sabía. No le importa nada. Papá solía llevar un montón de fotos, pero nunca había
visto una foto de cuando Alan era más joven; de cuatro, o de sí mismo cuando era
más joven; de uno. Mamá había vuelto con papá, con Daniel Ryves traumatizado,
con miedo, llevando un amuleto y un bebé.

Se había escapado con otra persona y esa otra persona era Black Arthur.
Alimentando a la gente de demonios, había torturado a la mujer que se supone que
amaba hasta que ella huyera otra vez.

Sé que no eres el hijo de Daniel Ryves

A todos siempre les resultaba difícil creer que él fuera el hermano de Alan, porque
él no era el hermano de Alan. Nunca había tenido un hermano.

—¿Realmente conoces a Alan? —preguntó la señora Walsh, su voz temblaba—.


¿Puedes decirme cómo es él? Daniel y Alan simplemente desaparecieron un día y
siempre me he preguntado qué había pasado con ellos. Y entonces Alan me
encontró. Me llamó y escribió y visitó. Era tan cortés, era tan bueno. No vi a mi
sobrino durante catorce años y regresó paralizado y diciendo que su padre había
muerto y luego desapareció. Sólo quiero saber si él está bien.

Parecía como si ella fuera a llorar. A Alan le habría importado.

Nick miró a esta mujer, la tía de Alan, y se dio cuenta de que aquel desconocido
tenía un mejor derecho sobre Alan que él.

La pequeña sala de estar y su decoración no parecía por más tiempo congelada.


Nick quería destrozarlo todo. Él había sido frío, pero ahora su sangre se sentía
demasiado caliente. Estaba ardiendo, estaba temblando de rabia. La voz de la
horrible mujer cambió.

—¿Estás bien? —preguntó—. ¿Te… te necesitas sentar? ¿Quieres un vaso de agua?

Natasha Walsh se adelantó y Nick agarró su brazo. Ella retrocedió ante la mirada
en su cara. Él siempre había sabido que a veces asustaba a la gente. Es evidente que
se trataba de un talento que había heredado de su padre.

La mujer de pronto respiraba con dificultad, en pequeños jadeos ponderada por el


miedo.

—No me hagas daño.

La odiaba. Ella le había dicho que todo lo que había conocido sobre su vida era una
mentira. Y él la odiaba tanto como odiaba a ese mentiroso de Alan. Alan, que
pertenecía a este lugar, con esta mujer y su familia. Y no con él.

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Nick puso sus labios a su oído y le susurró: —¿Por qué no?

El la sacudió con fuerza, ella dio un delgado y pequeño grito y trató de romper la
distancia. No tuvo posibilidad.

—Déjame ir —suplicó ella.

—¿Por qué? —preguntó Nick, levantando la voz a un grito—. No siento lástima por
ti. No siento nada por ti. ¿Por qué debería... yo?

Él la sacudió de nuevo, los hombros increíblemente delgados y frágiles en las garras


de sus manos. Ella lo miró con ojos aterrados, que eran descoloridas copias de los
ojos azul profundo de Alan y por un momento no pudo soportarlo, no sabía lo que
iba a hacer.

Entonces la foto se deslizó de sus dedos temblorosos y ruidosamente sobre la


alfombra.

Nick miró hacia abajo y vio a papá mirándole.

Soltó a la mujer y salió disparado de ese hogar cálido y confortable, bajo la lluvia.

No había oído cuando empezó a llover, pero ahora las gotas golpeaban contra su
piel y contra el techo del coche. Se puso de pie con los brazos apoyados contra el
techo. La lluvia tiraba una hábil cortina de pelo negro sobre los ojos y se preguntó
por qué no sólo entraba en el coche y conducía. Se le ocurrió que no estaba seguro
de a dónde ir. La casa siempre había sido un concepto incierto, adjunto a ningún
lugar en particular y centrado en alguien que ahora sabía que no le pertenecía.

No había ninguna casa para volver. Apretó la frente contra su antebrazo mojado,
contra el metal resbaladizo del techo del coche y trató de pensar. No podía ser
cierto, no lo era. No habría manera de vivir si era cierto.



Finalmente, se dirigió de vuelta a Londres, porque él no podía quedarse fuera de la


casa y no podía pensar en nada más que hacer. Él no era presa del pánico o se
dirigiría a un refugio como un animal herido. Se sentía extrañamente vacío de
sentimientos o ideas, como si alguien lo hubiera abierto y los hubiera removido.

Simplemente siguió conduciendo.

Alan llamaba a este tipo de lluvia huellas de gatos y esta lluvia parecía marcar el
paso de un ejército de pesadilla de gatos. Nick apenas podía conducir y el gris

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esparcido en el cielo parecía no cambiar, excepto el desteñido gris de una ciudad.


Lo único por lo que realmente notó que estaba en Londres fue cuando el coche
paró en Tower Bridge y se dio cuenta de que la noche había estado formándose
detrás de la lluvia.

Nick salió y se fue a la parte delantera del coche con la intención de revisar el
motor, pero la lluvia martilló todo pensamiento de su mente. Se quedó mirando el
capó del coche, la lluvia que distorsionaba la carretera y los coches que pasaban en
un río de tinta, el flujo roto ocasionalmente por los destellos de metal.

Se dio la vuelta y dejó el coche en medio de los bocinazos indignado de otros


conductores. Él empezó a caminar bajo la lluvia. En cuestión de minutos se sentía
entumecido por el frío, el azotamiento implacable de la lluvia contra su piel a un
ritmo tan personal como sus pasos.

Las torres del puente se alzaban como fortalezas enemigas contra un cielo bizarro
gris, con nubes de lluvia y de telón de fondo la noche. Nick miró hacia ellas y luego
al horizonte de Londres, los edificios de estilo puntiagudo y brillante como
cuchillos. Inclinó la cabeza y caminó a través de la lluvia.

Tenía que caminar por un largo tiempo para llegar a casa. El cielo se había vuelto
aburrido, negro, muerto y sus piernas tenían la sensación de pesadez que
significaba que todos sus músculos dolerían mañana. La lluvia no había dejado de
caer. Cuando se acercaba a un letrero parpadeante de la comida china para llevar,
el semáforo se tornó plata por las gotas de lluvia, Nick se había olvidado de lo que
se sentía estar seco.

Él entró en la casa y se apoyó contra la puerta. La lluvia golpeteaba afuera y se


preguntó si debía salir de nuevo y seguir caminando. Él sabía qué hacer cuando
caminaba.

—¡Nick!

Alzó la vista, más por la luz encienda que por el sonido de su nombre. En la parte
superior de la escalera estaba Mae, retratada por la pálida luz amarilla de una
bombilla desnuda.

—¿Dónde has estado? —preguntó—. Son las tres de la mañana. Alan se está
volviendo loco por la preocupación.

Él se estremeció por el nombre, como un perro pateado y se odió por hacerlo. La


cara de Mae cambió de la pregunta a la sospecha.

—Nick —dijo—. ¿Qué está pasando?

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Él quería gruñirle, ya que no era asunto suyo. Quería que se callara y saliera de su
camino. Quería decirle que nunca le había gustado. Cuando había pensado que le
gustaba, había sido un error.

Él no podía encontrar ninguna palabra, sólo una sensación de vacío donde las
palabras deberían haber estado. Abrió la boca y un sonido extraño salió, como un
el croar de un pájaro, y él se quedó mirándola sin comprender.

Mae bajó corriendo las escaleras y él avanzó. Quería decirle que se detuviera, que
no le hiciera más preguntas, pero él no quería abrir la boca y no encontrar nada allí
de nuevo.

—Estás empapado —dijo Mae. Ella habló con amabilidad y Nick quería que ella se
detuviera. Le recordó a Alan.

Ella le tocó el hombro, pellizcando la tela de su camisa entre dos dedos y


separándolo tela lejos de su piel. Nick sabía que estaba empapado, no tenía
necesidad de que se lo demostrara. Pero fue sólo cuando ella lo tocó que una real
mirada de alarma brilló en su rostro. Se quedó mudo, preguntándose por qué, y ella
le apretó la palma de la mano sobre su hombro.

Contra su mano firme, notó que estaba temblando.

—Voy a buscar... —Mae comenzó y Nick la detuvo.

Era fácil atraparla y sostenerla atrapándola contra la barandilla. Ella era pequeña y
él era fuerte y la acarició con una mano.

Su respiración empezó a volverse un poco más rápido y pudo ver un pulso en la


garganta, incluso a pesar de la luz baja, pero no luchaba. Se quedó inmóvil y
rastrilló los ojos cuidadosamente sobre la cara de Nick. Prácticamente podía ver en
su mente el tictac de posibilidades, tratando de formar un plan, tratando de adivinar
lo que Nick haría a continuación.

Él la besó.

Se movió y la apretó con fuerza contra la barandilla, explorando lo suave, pequeña


y firme que era. Mantuvo el rostro inclinado hacia arriba, con la barbilla en el
hueco de la palma y los dedos contra su mandíbula. Su brazo alrededor de su
cintura tensa, firme como una barra de hierro.

No podía escapar y ella no lo intentó. Después de un momento deslizó el brazo


alrededor de su cuello y le devolvió el beso.

Nick sólo tenía conocimiento de cómo se había sentido miserablemente frío cuando
sintió que la frialdad se instaló como un dolor sordo en los huesos, finalmente
alivio. Agarró la tela seca y cálida de su camiseta en sus puños, lo empujó hasta que

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sintió la piel suave y cálida de su espalda bajo sus manos. Mae movió su boca
contra él y contra los ojos cerrados, mientras la bombilla se balanceaba,
convirtiéndose en un baile de linternas del Mercado Goblin y pensó en la salvaje
satisfacción salvaje de cómo sería el dolor de Alan por esto.

Él y Mae oyeron un sonido, y los pasos de Alan arrastrándose al mismo tiempo.


Ella se retiró y Nick trató de seguir su boca, pero no insistió en el tema cuando ella
volteó la cara, su respiración vacilaba contra su mejilla.

Alan se encontraba en la parte superior de la escalera, con el pelo rizado agitado


por el sueño y su cara amable sorprendida, casi herida. Nick no se había dado
cuenta de lo mucho que él lo odiaba hasta ahora.

—Tú —dijo. La palabra salió espesa, como si estuviera gruñendo a través de una
boca llena de sangre.

Alan había dejado de parecer sorprendido. Sus ojos viajaron a la cara de Nick y
Mae, y comenzó a mirar con enojo. Alan no tenía ni idea ni por un momento de
que a Nick le gustaba Mae. La forma en que lo miró, y la única razón que tenía
Nick para hacerlo era para hacerle daño.

—Perdón por la interrupción —dijo silenciosamente. Era demasiado bueno en la


mentira y guardando secretos para no revelar nada delante de Mae—. ¿Puedo
preguntar dónde has estado?

—¿Dónde he...? —Nick abandonó a Mae y empezó a subir la escalera, lentamente.


Moviéndose como lo hacía cuando estaba al acecho de algo para la matanza—. ¿A
dónde fuiste —le preguntó—, la Navidad pasada?

Alan pareció sorprendido. Por supuesto que lo miró sorprendido. Él había pensado
que sus mentiras no sería descubiertas, él había pensado que Nick nunca
sospecharía. Nick siempre había creído que Alan no le mentiría, que él era la
excepción. Pero ¿por qué Alan haría una excepción con él? Él no era nada de Alan.

Después de un momento, la cara ordinaria y suave de Alan estaba en su lugar, una


máscara que Nick odiaba y quería romper en mil pedazos. Nick siguió avanzando.

Alan dijo cuidadosamente: —¿Qué sabes?

—¡Lo sé todo! —gritó Nick—. Sé que Arthur Black es mi padre. Sé que has estado
mintiéndome toda mi vida. Tú no eres mi hermano.

Alan se mordió el labio.

—No es tan importante —dijo en la mentira, con la suave voz que siempre utilizaba
con personas que podían sospechar—, es como ser adoptado. No significa nada.

—Si no fuera importante, ¿por qué mentiste? ¿Por qué seguir mintiendo?
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Alan miró hacia abajo de la escalera, a Mae, y Nick vio que estaba demasiado
herido para estar tranquilo al respecto.

—¡Porque yo sabía que te ibas a volver loco! —replicó Alan—. Y exactamente no


puedes demostrar que estoy equivocado, ¿verdad?

—Cierra tu boca mentirosa —dijo Nick suavemente—. No es como ser adoptado.


No es por eso que mentiste. Ocultaste el hecho de que tu propia madre existió; ni
siquiera te atreviste a contar la mitad de una mentira y decir que éramos
hermanastros. Intentaste atarme a ti, ya que ese idiota muerto de Daniel fue tan
fuerte como tú podrías. ¡Que tenías miedo a muerte de que llegara a ser un
monstruo!

—No hables de papá así —dijo Alan bruscamente—. Y tú no eres un monstruo.

—¿Por qué no? —preguntó Nick—. Soy mucho mejor matando que tú. Puedo
llamar a los demonios con un trozo de tiza y una palabra. ¿Alguna vez pensaste en
lo que podría significar, Alan? ¿Alguna vez temiste de mí?

Alan se estremeció y Nick vio la verdad escrita en su rostro por primera vez. Había
tenido miedo. Bien.

Nick quería que tuviera miedo ahora.

—Pensaste que yo podría llegar a ser un mago como Arthur Black —dijo Nick
lentamente—. Después de todo, mis padres tienen un gusto por la sangre.

—Yo no —Alan le dijo en una delgada voz—. Nunca pensé que fueras algo
parecido a Arthur Black. Tú no eres su hijo, no te pareces, no murió por ti...

Nick alcanzó a Alan en lo alto de la escalera y rugió bajando la voz.

—No me eches la culpa. ¡No va a funcionar! Deja de pensar que me puedes


manipular de la forma en que manipulas a los demás. Me pone enfermo. ¿Quién
dice que Daniel Ryves murió por mí? ¿Por qué debería haber hecho algo por mí?
Era ella a quien quería. Yo era algo que trajo con ella, yo era algo que pertenecía al
hombre que la alejó de su lado. ¿Qué vio Daniel Ryves cuando me miraba? ¿Crees
que le gustó?

Nick estaba diciendo la verdad. No se sentía culpable y no se sentía triste. No fue


difícil dejar de llamar al otro falso papá y comenzar a llamarlo Daniel. Lo único
que sentía era oscuridad, enroscando la furia, el deseo de herir a alguien y el
conocimiento de que no había nada que lo detuviese. No más.

Vio el paso de la sombra a través de los ojos amables de Alan. Vio, con toda
claridad, la decisión de Alan a mentir de nuevo.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Estoy seguro de que cuando papá te miraba —dijo—, todo lo que veía era a su
hijo.

Nick puso su mano en forma de puño y golpeó a Alan en la cara.

Hubo un grito indignado de Mae, a quien Nick había olvidado por completo. Ella
exclamó: —Nick, no. —Y comenzó a subir por las escaleras cuando la obra ya
estaba hecha.

Ella no tenía esperanza, pero Alan no era un torpe aficionado. Se había sacudido
atrás cuando el puño de Nick impactó y estaba cayendo cuando Nick miró a Mae.
Había un movimiento en los ojos de Nick y era todo la advertencia que él consiguió
antes de que Alan sacara un arma contra él.

El cañón era frío contra la mandíbula de Nick. El agarre de Alan sobre ella era
estable.

—No lo hagas otra vez —dijo Alan, la sangre florecía en la esquina rota de la boca
y corría por la barbilla.

Mae vaciló en la escalera y no se acercó más.

Nick giró su cara hacia el interior del arma y le habló al cañón como si fuera un
micrófono.

—Si se tratara de adopción —se burló de Nick, dejando su boca rozar el acero—,
¿por qué no me dijiste nada acerca de Durham? ¿Por qué no le dices a tu preciosa
tía Natasha acerca de tu familia adoptiva? Podríamos haber ido todos a vivir con tu
verdadera familia en Navidad. Tú, tu nueva madre loca y el hijo de un mago
asesino hacen tres.

—Nick —dijo Alan, e hizo un pequeño sonido de frustración—, tú eres mi


verdadera familia. Era sólo eso… por favor trata de entender. Era sólo que quería
recordar cómo eran las cosas cuando mamá estaba viva y todo estaba bien. Yo sólo
quería estar unos días. ¡Nunca quise arrastrar a mi tía a esta pesadilla conmigo!

—Es una lástima —dijo Nick—. Ella ya está en esto.

La mano de Alan tembló entonces. Por un momento, Nick pensó que se iba a
desmayar, pero él se quedó allí temblando, con su rostro color gris blanquecino de
cenizas. Nick dejó que su boca se torciera hacia arriba de manera que Alan lo viera
sonreír, ver que no le importaba. La mano de Alan se apretó en el arma y por un
momento, Nick pensó que podría utilizarla. Luego la bajó, lentamente, como si
pensara que él podría usarlo también.

—Nick —dijo, su voz vacilando mal y haciéndole sonar muy joven—. Nick, ¿qué
has hecho?

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—Yo no hice nada —dijo Nick—. ¿Crees que me importas lo suficiente como para
hacer algo con ella? No te hagas ilusiones.

—¿La lastimaste, Nick? —preguntó Alan.

Nick mantuvo la sonrisa.

—Tal vez un poco.

Había una puerta entreabierta de pie por el pasillo, una silueta que se trazaba un
poco diferente en la oscuridad de las sombras. Era posible tanto de Jamie como de
su madre. Nick no podía decirlo y no le importaba. Quienquiera que fuese, ellos
respiraban rápidamente, como si tuvieran miedo. Y de pie a mitad del camino por
las escaleras Mae estaba respirando muy rápido también.

Nick no echó un vistazo para ver si se veía asustada. Él no habría visto la sombra
en la puerta abierta si la puerta no hubiera estado directamente detrás de la cabeza
de Alan.

Él siguió mirando a Alan que no era su hermano, que llevaba una pistola colgando
débilmente a su lado. La cara de Alan seguía de ese color terrible, evitando los ojos
de Nick, pero su delgado pecho subía y bajaba bastante uniforme. No parecía
asustado. Pareció desconsolado.

—Escúchame —dijo Nick—, todo va a estar bien. No necesitas quedarte en esta


pesadilla por más tiempo. Tu padre nos recogió a mí y a mi madre. Tú salvaste
nuestras vidas. Te lo pagaré. Conseguiré que la marca desaparezca. Entonces será
aún entre nosotros. Y después no quiero volver a ver tu cara.

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12.
La sangre llama a la sangre.

Traducido por Conitaa H y CyeLy DiviNNa

Corregido por Emii_Gregori

T ODO PARECÍA EXTRAÑAMENTE CLARO PARA NICK EN los días


siguientes a su descubrimiento, y parecía haber perdido la capacidad de dar
significado a las cosas particulares. Miraba a Mae, que parecía incapaz de
mirarlo a los ojos ahora, y él miraba a Alan tratando de comer con un lado de la
boca magullada e hinchada, y no sentir nada en absoluto.

El nunca había sido como Alan, nunca había sido capaz de interesarse en las
personas, nunca se había enamorado, o incluso tenido un amigo de verdad.

Sólo pensaba que era más sensato que Alan. Ahora pensaba que tal vez este
desprendimiento fácil era lo que permitía a su padre ofrecer personas a los
demonios.

Nick se sentó en el sofá, un grumoso bulto marrón cubierto de pelusa que parecía
derramarse con la edad, y pensó en el sacrificio.

La idea de extraños muriendo no le importaba mucho. Él podía hacerlo, pensó. No


había nada que los demonios pudieran darle y que él quisiera, pero si hubiera
habido, él podría haberlo hecho.

Se dio cuenta, de lejos, que esto debería asustarle, pero el miedo, como la pena, era
algo que nunca llegaba. No quería hablar con los demás. Él no quería ni mirarlos.

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Había dormido en el gastado sofá marrón desde que lo descubrió, no era como si
estuviera durmiendo mucho. Pasaba la mayor parte de casi todas las noches en el
jardín, practicando con la espada hasta que se agotaba, manchándose toda piel con
el sudor y con su mente, gracias a Dios, vacía, incluso después de que él no
durmiera bien.

La tercera noche en el sofá, casi había logrado llegar a dormir cuando oyó gritos de
Alan. Nick rodó de forma automática del sofá y se fue a la parte superior de la
escalera antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. La puerta de la habitación
de Alan estaba abierta. Alguien la había alcanzado antes que Nick.

Alan estaba sentado en la cama. Parecía demacrado y agotado, con los ojos muy
oscuros en un rostro que era demasiado blanco, pero Mae estaba sentada con él en
la maraña de sábanas, y le sostenía las manos. Nick no podía ver su rostro, pero
podía ver el de Alan. Más que eso, podía escuchar la voz de Alan, hablando en una
cálida voz baja, sonando preocupado, desesperado y un poco consolado ya.

Mae murmuró algo, sus pocas palabras se perdieron en la inundación de las suyas,
y Alan dejó de hablar por un momento para sonreír. No era una de sus sonrisas
calculadas, era algo impotente y tímida. Agachó la cabeza por un momento y luego
miró de nuevo, con los ojos brillantes de esperanza.

Alan probablemente volvería a Exeter con Mae y Jamie, Nick se dio cuenta.

Había estado pensando que Alan podría volver a Durham, una vez que estuviera
libre, pero por la forma en que miraba a Mae, él querría estar donde ella estuviera.

Mae se inclinó hacia delante, una de las tiras de su top se deslizó por la curva de su
hombro, y le dio un beso a Alan, que aterrizó a un lado de su sonrisa, los labios
rozando el moretón allí como si fuera a hacerlo mejor.

Tal vez ella quería eso, también.

Nick bajó las escaleras, con pasos tan suaves como una sombra que cae,
asegurándose de que nadie lo viera.

Si se hubiera parado a pensar, nunca habría ido donde Alan en primer lugar. Alan
no era nada para él.

Parecía que ni Alan ni Jamie se despertaban gritando cada noche, ahora. El tiempo
se agotaba.



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Nick fue a la escuela porque parecía una buena manera de evitarlos, y pasó un día
vagando por los pasillos en silencio, pensando en cuántas escuelas había
abandonado y había tenido que debatirlo porque Alan lo quería y Daniel Ryves lo
hubiera querido. Había tratado de ser normal, trató de seguir los consejos de su
padre, pero él no era normal y Daniel Ryves no era su padre.

Todo parecía muy inútil ahora.

—Hey —dijo Carr, ese terrier, un poco molesto, pisándole los talones, el último de
una fila de gente que había soportado, que había pretendido que le gustaba—.
¿Dónde has estado, hombre?

Nick le miró durante un buen rato, un frío momento, esperando ver que lo
acobardara. Cuando lo hizo, Nick se apartó, y Carr le agarró el codo de nuevo.

—¡Hey! ¿Qué te pasa?

Nick se dio la vuelta y lo golpeó.

Cayó duramente, agrietando su espalda contra el suelo y deslizándose para golpear


la pared. Nick se puso sobre él y frunció la boca, vio arrastrarse el miedo en el
rostro del otro chico.

—Nada —le susurró—. Siempre he sido así.

Volvió a su casa. Se le había ocurrido que había un mago con quien hablar allí.

Cuando llegó a la puerta, subió las escaleras, y luego subió otro estrecho y crujiente
vuelo a la buhardilla donde estaba mamá. Era tan raro ir a la habitación de su
madre que por un rato, simplemente miró la madera gastada de la puerta. No era
una barrera. No era más que un endeble elemento barato, de madera. Finalmente,
ya que podía venir en forma de sugerir que él estaba en una misión de paz, él llamó
a la puerta.

La voz de su madre, tranquila y satisfecha, gritó: —¡Adelante!

Cuando Nick entró, ella estaba sentada en un taburete, con la espalda recta,
repartiendo tarjetas para sí misma en su cama. Volvió su rostro sonriente a la puerta
y lo vio. Las cartas se deslizaron de sus manos.

Su rostro se cerró como si alguien asegurara todas las puertas y ventanas por lo que
su casa estaría a salvo de los ataques.

Nick se dio cuenta de que siempre pensaba lo peor de ella, durante los ataques de
griterío o las veces que tuvo que ser medicada. Ella siempre estaba en su peor
momento cuando Nick estaba allí.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Ella había sido capaz de mantener un trabajo cuando realmente lo necesitaban, sin
embargo. Ella se llevaba bien con Alan, que no era su hijo más de lo que era el
hermano de Nick, y parecía ser amigable con Mae. Ella no estaba tan loca como él
siempre se había dicho, y si lo estuviera, la culpa era de su padre.

—¿Quieres qué te las recoja?

Nick quiso decir las palabras para ser cortés, pero salieron abruptamente. Bueno,
no servía de nada fingir. Él y su madre habían sido siempre enemigos, y ahora sabía
por qué.

—No —dijo su madre. Nick la miró y recordó la mirada fija en los pálidos ojos del
lobo que había estrangulado, sabiendo que había inteligencia humana detrás de los
ojos del lobo, y también sabiendo que ella lo mataría si pudiera.

Caminó hacia ella, y mamá se revolvió en su taburete, sus movimientos torpes,


como si el pánico la hubiera sacado del control de sus propios miembros, y Nick
descubrió algo más.

Mamá tenía miedo de él. Nunca se le había ocurrido antes, ya que ella no tenía
ninguna razón para tener miedo de él, pero sabía la razón ahora. Se preguntó qué
era lo que Black Arthur le pudo haber hecho, para asustarla tanto, que quince años
más tarde allí estaba, apoyada contra una pared y temblando.

Nick levantó las manos en señal de rendición y no se cercó.

—Quería hablar contigo.

Ella tenía la cara vuelta lejos de él, un mechón de cabello negro se abanicaba a
través de su mejilla.

—No quiero hablar contigo.

—Mira —dijo Nick—. Sé lo de mi padre. Quiero decir, sé que Black Arthur es mi


padre. —Se detuvo, pero ella no respondió al nombre, sino que mantuvo su cara
apartada y respiraba con pequeños jadeos, tomando el aire como si estuvieran a
punto de quitárselo—. ¿Soy como él? —Nick continuó. ¿Me parezco a él en algo?

Mamá hizo un esfuerzo obvio y lo miró. La ventana del ático estaba ajustada al
techo inclinado, y el espacio entre ellos era un cuadrado de luz en motas de polvo
desviado y desencadenado. Sus ojos se encontraron a través de este.

—Sí —contestó mamá—. Te pareces a él.

Era extraño pensar que él se parecía a alguien que nunca había visto. No estaba
acostumbrado a parecerse a nadie más que a ella, estaba acostumbrado a que ella
fuera la peor parte de él.

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—Deja a Alan —dijo Nick—. Él no tiene parte en esto. Quiero que vengas
conmigo.

—Moriré antes de ir a cualquier parte contigo.

No había esperado que su madre hiciera todo más difícil. Él ya no podía odiarla
más, y ciertamente no podía sentir nada más cálido por ella, pero él había pensado
que si la entendía, ella podría entenderlo. Había esperado la lógica, pero no había
ninguna lógica en ella. Black Arthur se había ocupado de ello.

—¿Qué te hizo? —preguntó Nick de repente.

Sus ojos pasaron de hielo a fuego.

—¡No hablo de eso! —escupió ella, y vio la saliva volar de sus labios, reuniéndose
en pequeñas burbujas en las comisuras de su boca—. No pienso en ello. No quiero
recordar nada de lo que sucedió antes.

Ella estaba temblando, sus manos agarrando el aire como si tuviera que conseguir
un asidero en él o se caería. Nick se acercó a ella instintivamente.

Su voz se quebró como el hielo rompiéndose bajo sus pies.

—No me toques.

Nick la miró agarrando sus manos y pensó en las manos de Alan, y la forma en la
que la madre de Alan tenía las manos iguales a las suyas. Las manos de mamá eran
pequeñas, muy delgadas en las muñecas, y Nick las miraba y pensaba en sus
propias manos, las manos grandes con dedos largos, de aspecto brutal hechos para
curvarlas en torno a la empuñadura de una espada o un cuello.

Sabía de quién las había heredado. Se sintió por un instante, como las piezas
ensambladas de un arma que Black Arthur había construido.

Él se alejó de su madre y se fue a la puerta. No debería haber venido.

—No soy él, sabes —dijo él por encima de su hombro.

—Lo sé —dijo mamá—, yo le amaba.



Esa noche, cuando estaba practicando con la espada en el jardín, Mae vino a hablar
con él.

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Alan había estado disfrutando por el jardín esa primera mañana en la casa, cuando
aún eran hermanos. Era pequeña, pero la cerca de madera era alta, ocultándolos de
todo el mundo, y en este lugar escondido había un sauce llorón.

Nick no se preocupaba por los árboles o jardines o cualquier cosa, pero el corte
limpio, el empuje de su espada y el dolor en sus músculos cantaban a través de su
cuerpo como un aliviador pensamiento. Se giró, la oscuridad en rodajas a través de
su garganta y estuvo a punto de decapitar a Mae.

Atrapó el movimiento hacia abajo de su espada y dio un paso atrás. Él no habló.

Mae se escondió bajo una rama del sauce, sus ramas verdes arrastrándose por sus
cabellos. El aire de mayo era cálido, pero tenía algo helado, y ella se apoyó contra
el árbol y se abrazó a sí misma.

Nick frunció los labios y le dio la espalda, ejecutando el siguiente movimiento en


sus ejercicios. Su espada fue pasando a través de los puntos de un adversario
invisible, la garganta, el pecho, el muslo, y luego se volvió y tomó a uno detrás de
él, poniendo el poder de la muñeca tras un golpe sólido. Dejó que lo físico se
apoderara de él, destacando el elemento de acero en la noche convirtiéndolo en su
foco único en el mundo, el esfuerzo sostenía una lenta quemazón a través de los
músculos de su espalda y brazos.

La voz de Mae fue una intrusión no deseada en su mundo inconsciente. Cortó a


través de las sensaciones táctiles del esfuerzo, el cansancio y tiró de él bruscamente.

—¿Cuándo vas a empezar a hablarle a tu hermano otra vez?

Nick giró la empuñadura de la espada entre sus manos, haciendo que la hoja saltara
como un pez. Vio saltar a Mae también, y se preguntó si a Black Arthur le gustaba
ver a la gente retorcerse antes de que los sacrificara.

—Debes estar confundiéndome con otra persona —le dijo a ella—. No tengo un
hermano.

—Tienes un hermano —dijo Mae—. Y estoy preocupada por él.

—¿Ah, sí? —dijo Nick, y se lanzó hacia adelante para cortar el aire por encima de
su cabeza, a su izquierda, a su derecha. Cortó una puerta en el aire para que ella lo
atravesara, jadeando un poco, preguntó—: Si estás tan preocupada por él, ¿por qué
no te vas a consolarlo?

Un hilo de sudor le corría entre los omóplatos, la corriente fría en el aire lo lavaba
por la espalda y le hacía temblar. Vio a Mae notarlo, y la dejó verlo sonreír.

—¿O tal vez prefieres consolarme?

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Mae lo miró en silencio, los ojos oscuros en óvalo palidecían su rostro vuelto hacia
arriba. El sauce estaba echando sombras sobre su piel, como las rayas de la
oscuridad emitidos por un obturador. Sus ojos no eran como las piscinas, pero
había algo temblando bajo su superficie.

Nick envainó su espada y se inclinó unos centímetros. Extendió la mano con la


intención perezosa de tocar su cabello, y ella le agarró la muñeca un instante antes
de que él la tocara.

—Piensas mucho en ti mismo, ¿no?

Nick parpadeó.

—Pensé…

—Crees que me puedes usar como una manera de castigar a Alan —dijo Mae—.
Me di cuenta.

—Esa no sería la única razón —le dijo Nick, apoyándose en el sauce a su lado. La
corteza era áspera contra su piel desnuda.

—Ah, ¿no? —Mae preguntó—. ¿Cuál es la otra razón?

Nick sonrió con una sonrisa que alguien observándolos no habría sido capaz de ver.

Se tocó los labios y se quedó por un momento, privado y prometedor.

—Podría ser divertido.

—No lo creo —dijo Mae.

Ella se apartó de él. Tenía los ojos entrecerrados.

—No soy estúpida —dijo—. Me siento atraída por ti, podría sentirme atraída por
Alan, pero, ¿qué importa? Me he sentido atraída a la gente antes. No estoy
buscando establecerme, y no soy un territorio que se dispute en tu pequeña guerra.
No voy a ser utilizada, y no voy a dejar que cualquiera que sea la crisis que estén
teniendo hiera la oportunidad de mi hermano de vivir.

Nick enarcó las cejas.

—¿La oportunidad de tu hermano? ¿Quién dice que tiene una?

—¡Yo lo digo!

—No estoy interesado en las obras de caridad —le confirmó Nick—. Si quieres
salvar a tu hermano, tendrá que depender de Alan.

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—Confío en Alan —dijo Mae—, pero no dependo de nadie. Si tengo que hacerlo,
puedo matar a un mago por mí misma.

—¿En serio? —Nick arrastró las palabras—. ¿No dejaste ir uno solo el otro día?

—Eso fue estúpido —dijo Mae—. Debería haberlo matado antes de que pudiera
escapar. No voy a ser tan estúpida de nuevo. —La vio apretar los puños—. Y no
tengo miedo.

Los ojos de Nick viajaron por su cara.

—Te creo —dijo, y observó que ella se relajó—. Eres muy valiente —añadió con
sinceridad.

Cuando casi sonrió, él se inclinó de nuevo, y ella dudó, su aliento aproximándose


rápidamente contra sus labios. Ella no se movió.

—Eres muy valiente —Nick susurró en su boca—, pero eso no es suficiente.

Había sido demasiado fácil escamotear un cuchillo y sostenerlo en su garganta


cuando él lo hizo por un beso. Cuando ella tragó, el borde le rozó la piel.

—Te van a sorprender —continuó Nick, mirando a su cara indignada—. Van a usar
la magia, usarán a los demonios. Tú no sabes lo que estás haciendo, y llegarán a ti
antes de que puedas llegar a ellos.

Mae alzó la cabeza hacia atrás por la presión del cuchillo contra su garganta. Él
había estado diciendo la verdad. Ella era valiente. Ella no parecía asustada en
absoluto. Le miró furiosa.

—Lleva un cuchillo a partir de ahora si vas a matar —continuó Nick en una voz
reflexiva, individual. Él sonrió y añadió—: Asegúrate de atraparlo por sorpresa.

Ella lo miró en silencio.

Él sacó el cuchillo de su garganta, a la ligera, sin cortarla, pero asegurándose de que


pudiera sentir la hoja deslizarse contra su piel.

—Una cuchillada a través de la garganta o… —Perdió el punto bajo su cuerpo, la


cuchilla rozó el hueco vulnerable en su garganta sobre el material frágil de su
camiseta—… debajo de las costillas. Ni siquiera lo intentes por entre las costillas.
Los aficionados siempre dan en una costilla, y si lo intentan por el corazón, ellos
siempre dan en el esternón. A través de la garganta o debajo de las costillas para un
golpe mortal. ¿Entiendes eso?

Mae llevó su puño a su estómago, en un punto bajo las costillas.

—Eres un idiota —dijo entre dientes—. ¿Entiendes eso?

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Hizo caso omiso del dolor y sonrió.

—Será mejor que ores para que Alan te proteja a ti y a Jamie —dijo él—. En lo que
a mí respecta, estás por tu cuenta.

Tocó su cuchillo, y la hoja se retiró de su empuñadura con un chasquido suave. Él


la deslizó en el bolsillo de Mae, y luego dio media vuelta y se agachó para recoger
su espada, y desenvainándola, comenzó ejecutar unos cuantos pases más.

En todo caso, su regreso a la rutina enojó más a Mae. Cuando él se volvió hacia
ella, llevando la espada hacia arriba y alrededor en un pase sobre el brazo, ella
estaba temblando de furia.

—Tú eres el que está por su cuenta —dijo ella.

Nick se volvió y esquivó la oscilación de un enemigo imaginario, a cambio, con las


piernas dobladas, preparó los muslos.

—Yo puedo cuidar de mí mismo.

—Vas a ser miserable —le dijo Mae, e irrumpió a la casa.

Él la miró irse, ajustando sus hombros. Antes de que ella abriera la puerta, la vio
tocar su cara y se preguntó si estaba llorando.

Nick dio un paso atrás, se giró, y paró un golpe imaginario. Silenciosamente se


felicitó por la forma en que la había puesto lo suficiente enfadada para olvidar todo
acerca de la discusión con el supuesto hermano de Nick.

Se volvió de nuevo. Estos ejercicios con la espada no eran como las peleas reales,
no eran más que una forma de mantenerse listo para el combate real, asegurándose
de que sus reflejos fueran rápidos y el peso de la espada no lo cansara.

Eventualmente se cansó. Se sentía como si la pesadez del acero se hubiera


disparado a través de sus huesos y se hubiera asentado fríamente en la boca de su
estómago.

Estaba agotado, congelado y tuvo que obligarse a no pensar.

A través de la oscuridad, y de los parches irregulares del jardín la ventana de su


cocina brillaba, un cuadrado de luz naranja. Las cortinas estaban abiertas, y a
través del cristal Nick podía escuchar música tenue. Jamie estaba bailando
alrededor como un idiota, y Mae estaba apoyada en la puerta mirando a Jamie, su
rostro suavizado con calma.

Alan fue cocinar algo, y cuando Jamie empujó la cuchara de madera, con la que
había estado cantando como un micrófono, por encima del hombro de Alan, Alan
se dirigió a Jamie, y Nick entrevió una sonrisa de Alan.

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Sobre las cepas de la radio vino un repentino sonido profundo y dulce del canto de
Alan. Mae pareció sorprendida e impresionada, y ella empezó a sonreír también.

Nick podría haber ido, pero él no podía ir y ser uno de ellos.

Se apartó de la gente común riendo en el calor, y se preguntó si los magos sentían


este vacío y frío todo el tiempo. Alzó la espada, en guardia, y se lanzó sobre el
asesinato de las sombras.

El cielo de la mañana fue palideciendo después de la salida del sol en un blanco


indeterminado que sería seguido por el azul, y cuando Nick abrió la puerta, el
interior de la casa se veía gris. Entró en la pequeña cocina con los gastados azulejos
de corcho habituales, y se detuvo en seco al ver a Alan.

—Me preguntaba cuando ibas a entrar —dijo, con voz cansada.

Nick no dijo nada. Se acercó al hervidor de agua y le dio con el dedo, entonces
revolvió los armarios para encontrar el café instantáneo. La puerta de uno de los
armarios colgaba torcida, se dio cuenta, y el suelo de baldosas de corcho se
encrespaba hacia arriba en una de las esquinas de la habitación. Habían vivido en
lugares sombríamente pobres como este desde que papá había muerto, y Nick no
había pensado en ello mucho más allá de ser aliviado de que no tenían hambre o
frío.

Recordó la casa de Natasha Walsh. Alan había nacido en un tipo de vida diferente.

—Quiero hablar contigo —dijo Alan, y Nick giró a su alrededor y lo fulminó con
una fría mirada en el preciso momento en que Jamie caminaba hacia la cocina.

Estaba todavía en pijama, con una mejilla marcada por las líneas de las almohadas,
y por un segundo, todos la miraron, desconcertados. Entonces, parecía tener
controlada la situación, y retrocedió un paso. Sus ojos giraron en todas direcciones,
buscando un escape, que se encendió en la jarra de café y la tetera hirviendo.

—Oh, mira, café —dijo débilmente—. Excelente.

—A ti no te gusta el café, Jamie —dijo Alan.

—Fue una explosión aleatoria por el concepto general de café —dijo Jamie y le dio
a Alan lo que se entendía como una sonrisa tranquilizadora—. ¿Está todo bien?

Jamie y Alan se pusieron terriblemente blancos, como si los demonios se hubieran


llevado a los pálidos fantasmas que vagaban por la casa con sus ojos grandes e
implorantes en sus delgados rostros. Alan parecía más afectado, maltratado y tenso
por el ataque demoníaco que Jamie, pero Nick tenía dudas de a quién había dado
primero. Jamie parecía frágil como una llama en una ráfaga de viento, como un
hilo de luz que estaba a punto de apagarse.

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A pesar de eso, estaba buscando a Alan y a Nick, para protegerlos, como si Jamie
no pudiera hacer nada para proteger a Alan.

—Todo está bien —replicó Alan, pero parecía agradecido.

—¿Sobre qué querías hablarme? —preguntó Nick a Alan, cruzando los brazos sobre
el pecho.

No estaba contento con que Jamie estuviera allí. Siempre habían sido Alan y él en
el pasado. Podría haber sido demasiado familiar, demasiado fácil volver a caer en el
hábito de actuar como si fueran un equipo, pero la presencia de Jamie dejaba en
claro que todo había cambiado.

Alan pertenecía con Jamie a las personas normales, y Nick era uno de los magos.
Ellos no eran de la familia.

—Hay un hechizo —dijo Alan lentamente—. Sólo es un pequeño hechizo. Los


magos lo llaman hechizo de sangre. Significa que la familia siempre te puede
encontrar.

—Explica más —ordenó Nick.

Estaba hablando de la manera en que siempre hablaba a la gente que no conocía


bien y que no le gustaba demasiado, pues cada palabra era el equivalente a arrojar
una piedra. Sabía que Alan lo reconocía.

Alan no mordió el anzuelo. Mantuvo los ojos fijos en el brillo de su mantel de


plástico, y explicó.

—Di el nombre. Di el hechizo. Derrama un poco de sangre, y entonces podrás


seguir su rastro.

—Seguir el rastro de mi sangre —dijo Nick, porque Alan no quería decirlo y Nick
quería que lo escuchase por lo menos—. Para mi padre.

—Sí.

—Tú sabías todo el tiempo que Black Arthur era mi padre —comentó Nick
pensativo—. Podrías haber hecho el hechizo en cualquier momento. ¿Por qué no lo
hiciste?

Alan levantó la vista hacia él entonces.

Sus ojos parecían heridos, pero su cara blanca y magullada contaba toda una
historia de dolor, y un poco más no suponía ninguna diferencia.

—No quería que lo supieras. No quiero volver a saber nada de eso.

199
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Tu preocupación es muy conmovedora —se burló de Nick—. ¿Y arriesgaste tu


estúpida vida porque no podías soportar decirme algo tan horrible? ¡Qué noble!
Solamente que, espera, arriesgaste la estúpida vida de Jamie también. Eso no es
muy noble.

Le dio a Jamie una mirada deliberada, divertido por debajo de sus párpados,
viendo cómo el chico recibía esta noticia.

La cara de Jamie no lo traicionó, pero sus manos temblaban mientras sujetaba una
taza de té.

—Te puse en primer lugar —dijo Alan de forma cansada—. Siempre lo hago. Y no,
no es muy noble del todo.

Nick le lanzó un cuchillo de cocina.

Jamie casi dejó caer su té, y Alan capturó el cuchillo por el mango sin problema
mirando cuidadosamente en el borde dentado. Nick no quería perder uno de sus
cuchillos de caza. El cuchillo de cocina haría que se quedara quieto.

—Muy amable de tu parte —dijo Alan, tomando el cuchillo y metiendo la hoja en


su cinturón —. Pero en realidad, tengo uno de los míos.

Nick reconoció el cuchillo, el punto de maldad agudo y los signos de poder y


protección tallado en la empuñadura de acero. Se acordó de las armas brillantes
bajo la luz del Mercado Goblin, siendo feliz con su presente hermano y oyendo a
Alan decir tan a la ligera que había estado pensando en utilizar un cuchillo
encantado.

Se preguntó cuánto tiempo había estado planeando esto Alan.

—¿Cuánta sangre se necesita? —preguntó.

—Jamie —dijo Alan—. ¿Me podrías traer un platillo?

Jamie dejó la taza, derramando el té en el mostrador de la cocina, y en silencio


tomó un plato del armario de abajo con la puerta torcida. Lo puso en el centro de la
mesa. Nick se acercó a la mesa y tomó la silla frente a Alan. Tenía la mirada fija en
algo que Alan oyó más al principio, pero luego Alan se estremeció, así que Nick
miró directamente hacia él.

Alan parpadeó, mirando agotado y solemne y un poco estúpido, y Nick puso toda
la fría distancia que había estado sintiendo estos últimos días en sus ojos. Hizo la
mirada larga y fría como el invierno.

—Vamos, entonces —dijo en voz baja y extendió su brazo, con el codo sobre la
mesa y la mano medio enroscada en un puño, como si fueran a luchar—. ¿A qué
estás esperando?
200
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Alan mantenía la mirada fija y en blanco por completo ahora.

—Quítate el talismán.

Era tan extraño que Nick se detuvo. Alan siempre había insistido en lo importante
que era para Nick mantener su talismán encima si quería estar a salvo.

Bueno, Nick siempre lo había odiado, y no estaba particularmente interesado en


estar a salvo más. Sacó el talismán y lo puso sobre la mesa como si estuviera
estableciendo su participación en un juego de cartas. Alan lo miró fijamente,
reconociendo y aceptando el juego, y extendió la mano hacia él. Nick no se alejó.

Alan perdía dos dedos a lo largo del brazo de Nick, con un toque de luz y experto.
Las venas azules se destacaban claramente contra la pálida piel blanca, y Alan
rastreó las venas más grandes hasta que optó por una. Nick quería ponerse manos a
la obra. Se alegró cuando Alan le tomó la mano, prefiriendo el cuchillo.

—Di el nombre —ordenó Alan.

—Black Arthur —dijo Nick por lo bajo.

Alan hizo corte rápido y profundo. No había ninguna duda, ni sobraba el dolor
Nick, que le habría costado más dolor. Fue sólo una raja del cuchillo y un
momento de shock.

Una línea apareció en la hoja de la navaja, con cuentas de sangre, y poco a poco la
línea se abrió en los dentados de corte. La sangre goteaba hacia abajo del brazo de
Nick que lo inclinó para que la sangre cayera en el plato, que se llenó gota a gota.
La sangre en la porcelana blanca parecía casi como flores, pero luego Nick apretó el
brazo un poco para crear un flujo constante de sangre, y la flor fue convirtiéndose
en una piscina.

—Yo reclamo el derecho de parentesco —dijo Alan—. Yo reclamo la sangre y el


hueso.

Nick vio a Alan meter el dedo en la sangre y ponérsela en los labios, pero estaba
más preocupado por el repentino revuelo de la sangre aún en sus venas, como si el
hierro estuviera siendo llamado por un imán desde muy lejos.

—Yo reclamo el derecho a seguir —agregó Alan—. Yo te reclamo para mí.

Se quedaron en silencio, luego a la espera de que la sangre fluyera lo suficiente,


pues perdiendo la sangre podrían llamar a otro cuerpo. Nick levantó la vista de la
sangre que serpentea por el brazo y se encontró con los ojos de Alan más cerca de
lo que esperaba.

—No tenías que incluirte en este hechizo. No tenías necesidad de probar la sangre.

201
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Tiene más sentido así —dijo Alan casualmente—. Ahora, ambos podemos
rastrearlo.

El corte en el brazo de Nick comenzaba a palpitar debidamente por la presión que


estaba poniendo en él.

Se quedó mirando a Alan.

—¿Cuántas veces me has mentido? —preguntó con voz suave.

—He perdido la cuenta —respondió Alan, también en voz baja.

El plato estaba lleno de sangre ahora.

Alan se inclinó hacia delante para inspeccionar el corte.

—Eso es suficiente —dijo, y sacó un kit de primeros auxilios de debajo de lasilla.


Estaba desenrollando una venda cuando Nick le arrebató el kit.

—Puedo hacerlo yo mismo.

A medida que envolvía el vendaje, apretaba sin piedad alrededor de su brazo,


comenzando a tener sensación de hormigueo. Era como si en el momento en que
Alan lo había convencido para donar sangre, sus venas se hubieran endurecido y su
sangre hubiera tomado fuerza. Sólo que esta vez no había indicio de que la sangre
se pudiera drenar, y el tirón no sólo era en las venas del brazo, si no que corría por
todas las venas de su cuerpo, como si su sangre se hubiera vuelto y estuviera
rugiendo hacia una extraña tierra.

Estaba en un extremo de una línea. La línea estaba tendida en algún lugar de esa
tierra, conectándolo con su padre.

La voz de Jamie resonó, sonando mal en el tenso silencio, como una nota
discordante en una cuerda tensa.

—¿Funcionó?

Nick asintió con la cabeza lentamente, sin apartar los ojos de Alan.

—Voy a buscar a Mae.

Jamie salió corriendo, y se oyó su precipitada carrera por las escaleras. Alan se
levantó bruscamente.

Debía de haber estado sentado en esa silla durante horas, pues su pierna estaba
rígida. Estaba más cansado de lo que creía. Nick rara vez había visto tropezar Alan.

Tropezó ahora, y habría caído, salvo que Nick se levantó de un salto y lo agarró por
el codo. El peso de Alan golpeó duramente la palma de Nick, y un rayo de dolor se

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disparó por su brazo de Nick. Se dio cuenta de que lo había hecho sin pensar y
atrapó a Alan con su brazo lesionado.

Mantuvo su rostro impasible. Alan se enderezó en el tiempo de una respiración,


pero cuando Nick lo soltó, lo agarró de la muñeca.

—No me dejes —dijo Alan.

Nick inclinó la cabeza para mirarlo desde otro ángulo. No importa la forma en que
lo mirara, Alan todavía estaba resentido.

—Te he hecho daño —dijo lentamente—. ¿Por qué quieres que me quede?

—¡Oh Dios, Nick! —dijo Alan, con la voz quebrada—. ¿No puedes entender eso?

Nick no lo entendía en absoluto. No tenía sentido hasta que recordó lo grande que
era la bondad de Alan. Nick no era su hermano, pero no dejaría que se mantuviera
al margen de la piedad, de la misma manera en que había adoptaría un gato
callejero.

Fijó en Alan su fría mirada, la que hizo a todos retroceder.

—Si me quedo, voy a hacer daño otra vez —prometió.

Alan no retrocedió. Ni siquiera con la mirada.

Al final, fue Nick quien dejó caer los ojos. Su mirada se posó en el talismán, lo
tomó, se lo deslizó por la cabeza de forma casi automática, y luego se sintió furioso
consigo mismo por hacerlo.

Fue hasta la puerta, todavía sin mirar a Alan.

—Pero no voy a quedarme —añadió.

Caminó hacia el vestíbulo, y Mae, desde lo alto de las escaleras, ordenó: —¡No
vayas a ningún sitio!

—¿Perdón? —dijo Nick.

Ella bajó corriendo las escaleras, enrojecida y con un propósito, haciendo sonar sus
joyas mientras iba.

—¿Cuál es la dirección?

—Hicimos un hechizo, no teníamos la Guía Turística de los Magos de Londres —


se burló Nick.

203
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Jamie, de pie detrás de Mae, dijo tentativamente: —Tal vez si lo visualizas,


caminando por todas las etapas posibles del hechizo, podría ayudarte a encontrar
una ubicación.

Nick estaba a punto de gruñirle a Jamie que se callara y dejara de hablar como un
maestro, pero el hechizo tiró de él particularmente fuerte por un instante, un dulce
instante, y cerró los ojos y imaginando todo lo que el hechizo quería que tomara,
pasando por una rico barrio que nunca había visto antes. Un letrero de la calle
colgó en la oscuridad detrás de sus ojos por un momento.

Un poco para su asombro, Nick abrió la boca, y con una voz que no sonaba como
la suya, le dio una dirección de la Av. Royal. Estaba de pie, atónito, cuando Mae
tomó su abrigo.

—Lo digo en serio, Nick —dijo—. No te muevas.

Se fue en un torbellino de abrigo verde y joyas brillantes. Nick escuchó el sonido de


sus zapatos de golpear la acera. Ella iba a alguna parte en una carrera de muerte, y
no podía imaginar que estaba tomando un taxi para ir a ver a los magos malvados.

Nick negó con la cabeza y se fue arriba. Iba a tratar de dormir unas pocas horas en
una cama adecuada para poder estar fresco cuando llegara el momento de matar.



Cuando bajó de nuevo, era mediodía y Mae había regresado. Ella, Jamie, y Alan se
agrupaban alrededor de la mesa de la cocina, hablando en voz alta.

Repartidas en la mesa había un plano de la casa de Black Arthur.

—¿De dónde sacaste esto? —preguntó Alan—. ¿Fuiste al mercado con la gente?

Mae parpadeó.

—Fui a la información de planificación en el distrito de Kensington y Chelsea, y


fingí ser la sobrina de Arthur, y que estaba haciendo un proyecto escolar.

—Oh —dijo Alan—. Sí, supongo que podría funcionar también.

Jamie estaba radiante de orgullo por su hermana. Nick miró a las baldosas de
corcho.

—Pronto ella romperá la gráfica. Conseguirá el método de mamá —dijo Jamie—.


Tengo genes rubios. Evidentemente, yo gano.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Cállate, no soy como mamá —dijo Mae, frunciendo el ceño—. A pesar de hablar
de negocios este plano tiene un precio. —Levantó la barbilla—. Yo voy con
ustedes.

—Tú no vienes —le espetó Nick—. Sólo yo voy a salir herido.

Mae comenzó a enrollar el plano.

—¿Tienes algún plan? —exigió—. ¿Además de ir allí y matar a todos los que veas?

—Sólo tengo planeado matar a dos personas —dijo Nick—. Matar a todos no es
parte del plan. Aunque sería un buen bono.

—Oh, ¿ahora estás planeando matar a dos personas? —preguntó Mae—. Creo que
Jamie y yo fuimos por nuestra cuenta. Así que tuve que hacer mi propio plan. —Lo
miró, y Jamie, asombrosamente suficiente, parecía triste y traicionada. Esto era
ridículo.

—Mi plan era sólo para entrar —confesó Alan. Estaba mirando a Mae con
apreciación.

Nick podía decir que estaba dispuesto a dejarla salirse con la suya.

—Se trata de mi hermano —dijo Mae—. Pensé en el plan. Puede ser que sea capaz
de hacer otra cosa cuando estamos dentro. No quiero estar segura. Quiero la
oportunidad de ser útil. —Miró a su alrededor, y cuando lo hizo, irguió los
hombros, desenrolló el plano de nuevo, y sonrió—. Ese lugar es grande —
continuó—. Somos cuatro, si nos separamos, creo que podríamos cubrirlo más
rápidamente.

—Bien pensado —dijo Alan—. Un grupo de dos es más silencioso que un grupo de
cuatro. Si nos separamos arriba, tendremos mejor oportunidad de capturar y matar
a dos magos antes de que se den cuenta de que estamos allí.

Él y Mae tenían la cabeza gacha sobre el plano, hablando de lo que el Mercado


encantado podría traer a Alan consigo.

Nick estaba tratando de pensar. Debería de haber considerado la obsesión de Alan


por ayudar a Jamie.

Alan nunca iba a dejar que su marca fuera borrada sin quitar también la de Jamie.
Alan estaba en lo cierto acerca de la división llegando arriba también. Tendrían una
mejor oportunidad de sorprender a los magos si iban en parejas. Sólo que Mae y
Jamie no podían ser una pareja. A pesar de la jactancia de Mae, ellas estarían
totalmente indefensas sin Nick y Alan. Y estos dos no eran combatientes. Nick y
Alan eran los que sabían cómo matar.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick mataría a un mago para Jamie primero y lo pondría fuera del camino,
entonces. Toda la casa se llenaría de ellos después. No debería ser demasiado
difícil. Después de eso, Alan no sería capaz de poner más obstáculos en el camino
de Nick.

Podía superar la marca de Alan, y una vez que lo hiciera no importaría realmente
lo que pasara.

—Yo voy con Jamie —dijo Nick en voz alta.



No tenían coche porque Nick lo había abandonado en el Tower Bridge, por lo que
tuvieron que tomar el metro para ir a la caza de los magos. Ninguno de ellos
hablaba mucho. Nick se sujetó cuando el tren se sacudió a través de túneles con un
sonido como de huesos golpeando un tambor, y trató de ignorar la sensación de su
sangre tirando de sus venas como un niño tirando de la manga de su madre para
obtener su atención.

De esta forma, la sangre parecía estar susurrándole. Más rápido. Iba tan rápido como
podían.

Cambiaron de la Central a la línea Piccadilly porque Nick pensaba que estaba en lo


cierto, y Alan no quería discutir con él. Nick perdió el control.

Extraños presionaban alrededor suya, y tenía que tener cuidado para mantener la
espalda contra la pared. Si alguien era empujado contra él y notaba la forma de la
espada, sujeta en una envoltura a lo largo de su columna vertebral, estarían en
problemas.

Sólo quería llegar a los magos. No pensaba en el alivio de por fin terminaba esta
búsqueda incansable, calmando la nueva urgencia en la sangre, y haciendo una
matanza.

Cuando llegaron a la estación de Knightsbridge, su sangre se estremeció como si


todo su cuerpo fuera un miembro que se había dormido y estaba siendo castigado
con alfileres y agujas. Vio a Alan mirar hacia arriba y poner el bolso del regazo a su
hombro.

—Aquí —dijo Alan, y Nick asintió con la cabeza y comenzó a empujar su camino
a través de los pasajeros de después de la hora del almuerzo. Los otros siguieron su
estela.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Una vez en la plataforma, sintió el metal acariciar su cuello y le palmeó la espada


antes de que se diera cuenta que estaba siendo amenazado con la punta del
paraguas de una mujer. La mujer pasó con indiferencia, y Nick sonrió tristemente
tras ella.

Salieron por entrada cerca de Harrods y se quedó mirando a los pesados edificios
de piedra blancos, con sus ventanas rectangulares, dejando pasar a la avalancha de
compradores.

Luego, caminaron por las calles hasta que pasaron las tiendas más grandes y el
movimiento de los hoteles, edificios señoriales blancos con accesorios dorados para
conmemorar el hecho de que no eran hogares.

La sangre de Nick le golpeó en las sienes, instándolo a entrar.

Esto les llevó veinte minutos hasta que filas de hoteles y edificios de oficinas poco a
poco se convirtieron en casas.

Ellos no eran la Casa de Mezentius, escondidos detrás de los profundos jardines de


puertas altas.

A lo largo de estas calles, las casas eran ostentosas. Pasaron casas de más de cinco
pisos de altura, con candelabros en las ventanas y tejados puntiagudos. Algunas
tenían grandes puertas talladas con ventanas circulares por encima de ellas como
coronas.

Ninguna de ellas era la casa que Nick quería, hasta que dobló una esquina a otra
calle al oeste de la calle Knightsbridge y vieron ante sí la fila primera de una fila de
casas. Tenía profundas piedras pulidas que conducían a una puerta blanca, que
tenía un timbre.

Todas las ventanas eran grandes, y las grandes extensiones de vidrio reflejaban la
luz del sol por la mañana, a excepción de una pequeña ventana en la parte superior
del edificio.

No había nada en esta casa que la distinguiera de todas las casas de ricos que la
rodeaban, excepto para el canto de la sangre de Nick.

Esa era la guarida del Círculo de Obsidiana. Esa era la casa del padre de Nick.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

13.
El truco.

Traducción SOS por: cYeLy DiviNNa y Emii_Gregori

Corregido por Pimienta

—B
UEN LUGAR —NICK ARRASTRÓ LAS PALABRAS—. DEBE
DAR MUCHO DINERO alimentar de gente a los demonios.

Subió las escaleras y encontró su pequeño cuchillo. Había aprendido a abrir


cerraduras cuando tenía nueve años. Había sido muy útil en los momentos en que
tenía que correr y, a veces se encontraba sin dinero y sin ningún lugar a donde ir.

Hay una diferencia entre entrar en una casa abandonada en la que podía dormir por
la noche y entrar en una casa llena de magos. Nick había tratado de estar muy
tranquilo. No echo un vistazo detrás de él, sabía que Alan se las había arreglado
para que los demás pasaran casualmente delante de él, para que nadie pudiera ver
lo que estaba haciendo.

Después de un tiempo, el bloqueo susurró un suave sonido y la puerta se abrió.


Alan estaba al lado de Nick con su pistola, pero la sala estaba vacía. Alan tenía un
amuleto de la bolsa y lo enrollo en las guardas de los magos. El amuleto era menor,
con la intención de neutralizar a todas las magias pequeñas, como una alarma para
advertir a los magos de los intrusos.

Con la puerta de la guarida de los magos abierta y las guardas neutralizadas, se dio
la vuelta y se alejó. Se dio la vuelta al lado de la casa. Nick puso su hombro en la
puerta del jardín y se rompió con facilidad.

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Foro Purple Rose
The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Dentro había un jardín con mucha vegetación. Éste no tenía sauce, solo una hierba
alta y las ramas secas, y enmarañadas de los rosales muertos.

—Estos son magos para ti —dijo Jamie, su voz bamboleándose—. Todo el mundo
es atrapado por la convocatoria del demonio. Nadie corta el césped.

Alan se arrodilló con dificultad en la hierba alta por un momento y comenzó a


revolver en su bolso.

Sacó una cuerda con un gancho adjunto. Había sido de Daniel Ryves una vez.

Él pasó a Nick en silencio, y Nick giró la cabeza y tomó el canal de hierro de la


casa, probando primero. Él tiró de la cuerda un par de veces, probó la resistencia
del canal, y luego asintió.

Él podría haber hecho la ascensión sin cuerda, pero puede que ninguno de los otros
pudiera.

Fijando la cuerda, esperaron. Mae y Alan habían planeado esto. Tenían que dar a
los magos tiempo suficiente para notar que la puerta estaba abierta y sus pupilos
caídos. Una vez que se dio la alarma, los magos deberían comenzar a peinar la casa
desde los cimientos. Sería el momento perfecto para entrar por el techo.

No estaban obligados a ser magos solitarios encerrados estudiando o convocados


en los pisos superiores. Con suerte y velocidad, debía ser capaz de sacar a dos fuera.

Se necesitaría mucha suerte, y que el primero de ellos tuviera que arreglárselas para
llegar hasta allí.

Contaron diez minutos antes de que Nick se subiera a la cuerda. Era tan fácil como
había pensado que sería, y una vez que estaba en el techo, Alan adjuntó el arnés a
la cintura y Nick señaló a la cuerda de arriba, doblando a su alrededor los puños y
colocó a Alan a lo largo de la misma. Eso fue demasiado fácil. Alan había crecido
más y estaba más delgado en el último mes, y ahora casi no pesaba nada en
absoluto.

Subió a Jamie y, a continuación, Mae no se puso en el arnés de escalada. Ella dio a


Nick una mirada que decía que todavía estaba enojada por lo de anoche en el
jardín, y comenzó a subir por la misma cuerda. Nick apartó la mirada señalando
sobre un mar de tejados de pizarra gris.

No la vio perder su agarre de la cuerda y caer. Oyó gritar a Alan, miró a su


alrededor bruscamente, y la vio suspendida en el aire, viéndose confusa y
aterrorizada. Vio a Jamie, apoyado en el borde del techo, viéndose aterrorizado
también.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Jamie extendió las manos en el aire como si se tratara de una cuerda invisible, y
cuando sus manos se movían, Mae se tiró hacia arriba, centímetro a centímetro,
hasta que llegó a la cuneta. Ella lo agarró en un movimiento convulsivo y revuelto
en las tejas del techo, y Jamie dejó escapar una respiración profunda y dejó que sus
hombros se relajaran.

Entonces Jamie echó una mirada de profunda aprensión en torno a todos ellos.

—Bien, bien —dijo Nick—. ¿Qué tenemos aquí?

Pensó en Mae cuando se conocieron, hablando de las cosas extrañas que habían
sucedido cuando ella era joven y diciendo que ella misma era psíquica. Pensó en la
facilidad con que Jamie había creído todo lo que le había dicho, y sobre el plato de
Jamie a última hora cuando todos los vasos se rompieron. Se acordó de Gerald y la
forma en que había mirado a Jamie, en como Jamie no había sido cegado por la
arena del mago en la barra en Salisbury, y pensó en el aire tímido que Jamie
siempre llevaba, deliberadamente retrocedía en el fondo, camuflado a propósito.

Pensó en su propia voz de nuevo en Exeter, cuando todo esto acababa de


comenzar, diciendo: Unas pocas personas en este mundo nacen con una cierta
cantidad de magia, pero no crecen fuera de ella. O bien aprenden a controlarla y
mantenerla en secreto para siempre, o tratan de hacer algo con la magia.

Se maldijo por tonto.

—Tú —dijo Mae con voz temblorosa—. Nunca estuviste conmigo en todo. Eras tú.
¿Por qué no me lo dijiste?

—Yo… —dijo Jamie, y se detuvo—. Yo no quería que lo supieras —dijo en voz


baja—. Yo no quería que—te sintieras de manera diferente conmigo. Yo no quería
ser esto.

—Lo siento —dijo Alan en voz baja—. Pero no tenemos tiempo para esto.
Tenemos que movernos.

Mae lucía como si estuviera a punto de morder a Alan, pero se contuvo con un
esfuerzo visible. Se levantó temblando sobre las piernas y se acercó a Jamie,
echándose el pelo hacia atrás como hacia todas las mañanas en el desayuno.

—Muy bien. Hablaremos de esto más adelante, pero, está bien.

—Vamos —dijo Nick, y cuidadosamente, uno por uno, se redujeron deslizándose


por las ventanas del ático en la casa de los magos.

Era un ático muy elegante. Había una alfombra que se veía cara en el suelo, azul
real con oro amarillo, y el techo estaba lleno de curvas y sombras. Todos se

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quedaron mirándose los unos a los otros, jadeando en el silencio, todo un poco
incierto ya que el plan estaba a punto de ponerse en acción.

Mae agarró a Jamie en un abrazo repentino.

—No te preocupes —dijo, sosteniendo sus delgados hombros en un abrazo de


muerte—. No estoy preocupada. Todo va a estar bien.

Jamie le dio unas palmaditas en la espalda, viéndose inestable pero enormemente


aliviado, y dijo: —Está bien.

—Toda esta pérdida de tiempo es muy conmovedora —observó Nick—. ¿Vamos?

Él dio la espalda a Alan sin decir una palabra, la próxima vez que lo viera, Alan
estaría sin marcar y con la libertad de ir y vivir en el mundo en que él había nacido.
Nick no tenía intención de molestarlo otra vez.

Detrás de él, Alan dijo: —Nick. No—si ves a Black Arthur, no hables con él. No
escuches una palabra de lo que dice.

—¿Por qué? —preguntó Nick—. ¿Va a mentirme? Imagina eso.

Torciendo el trabajado cuchillo. Se produjo una pausa significativa antes de que


Alan fuera capaz de decir: —Lo siento.

—¿Por alguna mentira en particular?

Alan se quedó en silencio por un momento y luego dijo: —Ya lo verás.

Nick hizo un sonido de disgusto y sacudió la cabeza bruscamente asintiendo hacia


Jamie. Jamie tragó de nuevo y siguió a Nick mientras se abría camino por las
escaleras.

Él no había dicho mucho mientras que los otros estaban planeando, pero él había
insistido en abandonar el ático, y tener acceso a la azotea, con Alan y Mae. Eso les
daría la mejor oportunidad de salir.



El Círculo de magos debe haber sido propietario de esta casa desde hace algún
tiempo. No había signos de un movimiento apresurado y reciente, y ahora que
estaban en el interior, obviamente era la casa de un mago. El lugar estaba lleno de
encantos que habrían tenido un buen precio en el mercado de Goblin. No eran
símbolos de protección los que estaban cortados en los cristales de algunas
ventanas. Había una lámpara en forma de un atrapa sueños, con plumas y una red

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

tallada en cristal y capturando la luz del pálido mediodía. Nick caminó por debajo
y por los pasillos en voz baja como un gato, mirando de vez en cuando hacia atrás
para asegurarse de que Jamie estaba cerca de él y no iba a causar ningún problema.

Una vez, cuando se dio la vuelta, Jamie no estaba detrás de él, pero si dando pasos
atrás, estudiando algo sobre una mesa.

—¿Qué estás haciendo? —espetó, pero en voz baja.

—¿Qué es esto? —Jamie susurró.

Tomó el pequeño vaso en la mano, dándole la vuelta, y el cristal, que había


mostrado una lluvia de hojas doradas, de pronto se volvió a hojas verdes y la luz
del sol brillante.

—Es un tetraedro de temporada —dijo Nick—. Al igual que un globo de nieve,


pero dependiendo de qué lado se mira, muestra una estación diferente.

—Es hermoso —murmuró Jamie. Se volvió el tetraedro de temporada de nuevo y


se derivó a los copos de blanca nieve.

—Sí, es hermoso —coincidió Nick rotundamente—. Y totalmente digno de ser


asesinado porque estabas demasiado ocupado mirando a los juguetes para
mantener un ojo hacia fuera para los magos. No te quedes atrás. No creas que no te
dejaré morir.

Jamie dejó el tetraedro de temporada a toda prisa, haciendo sonar el vaso contra la
mesa de mármol. Dio un paso hacia atrás, hacia Nick, y metió las manos en los
bolsillos.

—No te preocupes —dijo—. Sé que lo harías.

Nick se sorprendió ligeramente por el tono de Jamie. Mientras caminaban, él miró


a Jamie, cuyo rostro estaba pálido por encima de una sudadera con capucha oscura.
Nick tomó un momento para estar molesto por el destello de su pendiente. Él
nunca se mezclaba en las sombras si tenía que esconderse. Ese pequeño resplandor
podría llamar la atención de alguien.

—No puedo trabajar —Jamie sentía la necesidad de que le informara, porque él era
un idiota que nunca dejaba de hablar. Parecía decidido y hablaba lo
suficientemente bajo, por lo que Nick ni siquiera trató de detenerlo—. Ha estado
bien para mí a veces, pero no puedo decir si eso significa que me gusta. No sé si le
gusta a nadie, no sé si se puede, como cualquier persona. Pensé que al menos tenía
Alan, pero luego tú lo golpeaste.

Jamie estaba furioso con él, Nick se dio cuenta. Él suponía que eso tenía sentido.
Jamie odiaba tanta violencia.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Nunca he pensado en ti lo suficiente como para que no me gustes —dijo Nick—.


Creo que eres inútil.

—Y creo que estás asustado —espetó Jamie—. Así que estamos a mano.

No había ni un sonido, ni siquiera el crujido de una tabla del suelo, pero Nick se
metió el cuchillo en la vaina de la muñeca de todos modos. Se sentía más cómodo
con un cuchillo en la mano.

—Ni siquiera lo estamos. Me estás causando muchos problemas, y yo guardo tu


vida sin sentido.

—No hubieras movido un dedo para ayudarnos si Alan no hubiera insistido. Alan
es el que quiere ayudar a la gente. Tú no quieres ayudar a la gente. No creo que
siquiera veas a la mayoría de las personas como personas. Me recuerdas a
alguien—que yo conocía. —Jamie se mordió el labio—. Era terrible también.

Había una sombra que se movía por el pasillo, pero después de un momento
observando, Nick vio que era un tapiz fijado a la pared sólo por la parte superior.
Estaba revoloteando en la brisa y cubierto con símbolos para atraer la riqueza y el
poder.

—Estás haciendo lo correcto o tratando de hacerlo porque Alan quiere que lo hagas
—Jamie continuó, seguía sonando furioso—. Sin él, yo estoy bastante seguro de
que serías un monstruo.

Nick le mostró los dientes a Jamie.

—Así que soy un monstruo —murmuró—. ¿Tienes miedo?

A continuación les llegó el sonido de pasos que corrían, repentinos y claros. Jamie
saltó y agarró por el brazo a Nick, haciendo un pequeño sonido, asustado. Nick se
volvió y empujó a Jamie contra la pared, una mano sobre su boca.

—Shh —susurró él—. Trata de recordar que hay monstruos aquí. Aparte de mí.

Jamie asintió con la cabeza. Nick podía oír los latidos de su corazón demasiado
rápido como esperaba, demasiado tiempo, otro sonido, una puerta abriéndose
esperaban escuchar una voz.

Nada vino. Después de un momento el soltó a Jamie.

—Lo siento —susurró Jamie—. Sólo quería hablar contigo. Quería decir que creo
que deberías perdonar a Alan. Todos tenemos nuestros secretos.

—Por supuesto que lo haces —Nick se burló, y de nuevo Jamie se mordió el labio.

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Casi quería hablar con Jamie sobre eso. Era obvio que Jamie tenía tanto potencial
de ser un mago como Nick. Por todos los días Nick había sido capaz de pensar en
las imágenes del Black Arthur y los demonios y la muerte.

Era imposible pensar en Jamie en esos términos, sin embargo. Nick podía
preguntar, tal vez, cómo controlar su poder. Si Nick pudiera encontrar alguna
manera de no ser como Black Arthur, Alan estaría contento.

Sólo que sería imposible para Nick ser inofensivo y bien intencionado, ser como
Jamie. Y Alan era un mentiroso.

—No quiero que nadie hable conmigo —gruñó Nick—. ¿Qué diferencia hacen las
palabras? Él no es mi hermano.

—¿Qué importa eso? —Jamie exigió—. ¿No lo entiendes?

—No —gruñó Nick—. Entendí el ser hermanos. Comprendí la palabra, pero ahora
no entiendo nada y ¡cállate y consigue estar detrás de mí!

Jamie se puso blanco y corrió a obedecerle. Nick ahora tenía una visión clara de lo
que había visto hacia ellos por encima del hombro de Jamie. Se enfundó su
cuchillo, llegó detrás de él, y sacó su espada. Luego se quedó esperando.

La voz de Jamie temblaba detrás de él: —¿Eso es un mago?

—Solía serlo —dijo Nick.

Un demonio puede revivir un cadáver. No les gustaba hacerlo. Preferían todas las
sensaciones que se iban con los vivos, y además, la vida se prolongaba más tiempo.

Cuando no había sino un cuerpo muerto disponible, sin embargo, un demonio lo


haría aparecer.

Nick reconoció a éste. Ella era la mujer que había muerto la semana pasada como
un lobo. Ahora sus ojos eran negros y pasaban a líquidos, con el pelo amarillo
enredado, y el olor era peor que la vista de ella.

Detrás de él, Jaime dijo: —No estoy del todo acostumbrado a los muertos vivientes.
¿Está bien si yo grito de terror?

Nick mantuvo sus ojos en el cuerpo. Retrocedió unos pasos, Jamie tuvo la suerte de
tener el sentido común de dar un paso atrás con él, para poder tener una visión
adecuada contra ella. Ella iba arrastrando los pies en lugar de caminar, las manos
cojeaban por los costados a pesar de que su rostro era inteligente y con propósito.
Ella estaba siendo cuidada, porque este cuerpo estaba casi en su límite.

Esto iba a ser casi demasiado fácil.

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Nick sonrió y esperó, cambiando la empuñadura de la espada en sus manos. El


cuerpo avanzaba, arrastrando los pies hacia adelante por la fuerza de voluntad y
cuando ella lo hizo, sus labios descoloridos se contrajeron en una sonrisa de vuelta.

Nick dio un paso atrás de nuevo y señaló con una mano la empuñadura de su
espada.

Ella se abalanzó y él se volvió al mismo tiempo, el golpe conectó con fuerza con el
cuello. El cuerpo tuvo un espasmo, y Nick se colgó y golpeó dos veces más,
degollando el cuello, hasta que la cabeza se desprendió. Se bajó con solemnidad,
dirigiéndose hacia el pasillo. Sus manos con garras en el aire, tratando de llegar a
Nick, y luego callando.

Nick se volvió a Jamie antes de que el cuerpo cayera al suelo.

—No son difíciles de matar —dijo—. Es sólo que a la mayoría de la gente le dan
pánico los muertos.

—Oh, pánico, ¿no? —Jamie preguntó con voz hueca—. No puedo imaginar por
qué.

Nick se arrodilló y se limpió la espada con el tapiz encantado. La sangre era mucho
más fácil de limpiar que las cosas que tienes en tu espada después de matar a los
muertos, y él estaba frotando enérgicamente cuando oyó la voz.

Salió de detrás de la puerta más cercana.

Era la voz de un hombre, y sonaba como si estuviera solo. El plan de Mae había
funcionado. Habían capturado a un mago estudiando.

—Eléboro y la belladona en el nudo de un amante verdadero —dijo, como si


estuviera leyendo un libro en voz alta.

Este era un mago, todo correcto.

—Quítate de delante de mí —ordenó Nick de nuevo.

Era una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar, pero podría ser un truco.
Él envainó la espada y sintió la vaina del cinturón de su cuchillo de lanzamiento.
Un cuchillo de lanzamiento era difícil, él podría tener un solo tiro, y uno desde la
distancia. Por un momento deseó una de las armas de Alan.

La voz continuó, tranquila y familiar. Nick se preguntó desde donde la conocía, a


continuación supuso que podría ser Gerald. Él esperaba que lo fuera. Él quería una
oportunidad para vengarse de Gerald.

—Un niño con lágrimas y una gota de agua corriente mezclada. Todas estas cosas
hacen…

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Nick estrechó la mano plana contra la puerta, y la pesada losa de roble volvió con
facilidad, sus movimientos suaves como la seda. Con el rápido deslizamiento de la
puerta Nick mostró una enorme habitación con un techo abovedado y una amplia
extensión, con un pulido piso de madera.

Alrededor del suelo había una docena de elaborados círculos, como si alguien
hubiera decidido crear diseños en vez de establecer una alfombra. Las líneas de
comunicación y las fronteras entre los mundos cortadas en el piso lucían como
rodajas. Caminar en ese piso sería estar caminando en un campo minado de la
magia.

El centro del campo de minas era una hoguera interior. Las llamas se elevaban de
cada línea dentro del círculo convocado en el centro de la habitación y el arco por
encontrarse cerca del techo era una gran cúpula dorada.

Bajo la cúpula estaba Anzu, viéndose mucho más como un pájaro de lo que había
sido en el mercado de Goblin. Había un par de alas pesadas y oscuras que lo hacían
sentarse encorvado hacia adelante en la llama, y un pico fuerte y curvo en un rostro
humano. Desde el pico de los depredadores hasta el sonido que emitía, sonaba
como si estuviera leyendo un libro de mago.

—Todas estas cosas hacen una trampa —terminó Anzu, el pico extendiéndose en
una imposible sonrisa.

Nick miró fijamente y luego, bajo el silbido del fuego, escuchó un pequeño suspiro
ahogado. Fue entonces cuando se dio cuenta que la trampa estaba detrás de él.

Se dio la vuelta, pero un mago ya había cerrado un brazo alrededor de la garganta


de Jamie y una pistola estaba apretada contra su sien. Estaba de pie justo detrás de
Jamie, y no era más alto, todo lo que Nick podía ver era la parte superior de la
cabeza gris del mago. Nick esperó un momento a que Jamie hiciera algo mágico,
pero luego se dio cuenta de que Jamie había utilizado probablemente toda su magia
para conseguir a Mae en el techo.

Los magos no tienen mucho poder por su cuenta. Por eso utilizan a los demonios.

Jamie estaba indefenso.

Si Nick trataba de tirar el cuchillo hacía el mago, podría golpear a Jamie.

Afortunadamente, esa era otra opción.

De pie junto a Jamie y sonriendo estaba otro mago. Éste era familiar. Este era
Gerald.

Lucía tan agradable y de cara astuta como antes, sus brazos cruzados y sus amplios
ojos. Parecía el blanco perfecto.

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Nick de mala manera quería lanzar el cuchillo, y él lo habría hecho, si el talismán


contra su pecho no se hubiera movido en una inquieta súbita de vida. El talismán
quemó, y de repente el mundo lucía diferente.

La mirada inofensiva de Gerald era otra trampa. La forma en que el talismán de


Nick estaba reaccionando, Gerald ya estaba trabajando un hechizo, creando algo
en el aire y listo para ser descargado. Era obvio que él tenía mucho más poder que
alguien de su edad debería. Suficiente para haber ocultado todo lo de antes.
Suficiente como para dejar claro sin sombra de duda que él había sido capturado a
propósito antes. Suficiente como para no molestarse ocultando nada de eso ahora
mientras el aliento de Jamie llegaba demasiado rápido y Nick agarraba su cuchillo
demasiado apretado y el talismán le advertía sobre el peligro que él no podía evitar.

Nick bajó ligeramente el cuchillo, y el ardor de su talismán se alivió.

Gerald agachó su cabeza y sonrió, para todo el mundo como si él quisiera hacer
amigos.

—¿Debo cortar la garganta del chico? —preguntó el extraño mago, quién resultó ser
una mujer.

Nick tomó nota de su voz fresca y de clase alta. Quería detalles para recordarla.

—No, Laura —ordenó Gerald—. Espera un minuto. Quiero ver algo.

Así que Gerald tenía autoridad así como poder. Interesante.

—¿Nick? —dijo Gerald en un tono cuidadoso, como si le hablara a un animal


doméstico que mostraba signos de convertirse en salvaje—. ¿Quisieras dejar tus
armas?

El mago llamado Laura bufó.

—Debes estar loco. ¿Por qué…?

Nick sonrió lentamente.

—¿Qué? —dijo arrastrando las palabras—. ¿Todas mis armas?

—Sí. Deja todas tus armas —confirmó Gerald, a su manera suave y paciente—. O
cortamos la garganta de Jamie.

A él nunca le había gustado mucho Jamie de todos modos.

Ese fue el primer pensamiento de Nick. Su segundo pensamiento fue que a Alan le
gustaba Jamie, que Jamie le hacía reír, y que allí hubo siempre más hacia el Alan
protector de Jamie que un deseo de impresionar a Mae. Rubio y soleado Jamie era

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probablemente la idea de Alan de un hermano adecuado, uno de verdad, él único


que podría haber tenido si su madre hubiera vivido. Alan querría a Jamie seguro.

Además, Jamie era hermano de Mae. Nick descubrió que no quería pensar en
cómo sería si Mae se enterara de que Nick había dejado morir a su hermano menor.

Nick habría preferido no ver a Jamie morir, considerando la opción, pero no le


habían dado una opción. No era como si los magos dejarían ir a Jamie si Nick
dejaba sus armas. Ellos sólo matarían a Nick también, y entonces él habría
cometido un suicidio muy noble y totalmente inútil.

—No te haremos daño —prometió Gerald.

—¿En serio? ¿Sobre tu honor como magos asesinos?

Laura hizo un ahogado sonido de sorpresa o indignación, pero Gerald mantuvo sus
ojos entrenados en la cara de Nick.

—Black Arthur no te quiere herido. Haz lo que pedimos, y el chico no sufrirá daño
tampoco.

—Gerald, esto es ridículo —dijo Laura bruscamente.

Podría ser cierto, Nick pensó. Aun cuándo Arthur había estado cazándolos por el
hechizo de Mum todo este tiempo, él no quería a Nick muerto. Él era hijo de
Arthur.

Podría utilizar eso.

Era un riesgo, sin embargo. Los magos podrían sólo querer dos cuerpos intactos
para los demonios a poseer. Nick miró abajo al brillo tranquilizador de su cuchillo
y luego sobre Jamie.

Laura el mago tenía un asimiento apretado en Jamie —una mano en su cabello,


tirando de su cabeza hacia atrás para dejar al descubierto su garganta para su
cuchillo. El cuchillo estaba tan cerca de su piel que él ni siquiera podía temblar en
caso de que abriera las venas en el borde. Jamie se mantenía aún quieto, con su
espalda arqueada tensamente como una cuerda de arco y los ojos muy abiertos,
asustados y sin esperanza.

—Muy bien —dijo Nick—. Dejaré mis armas.

Se arrodilló y dejó el cuchillo, luego desenvainó su espada y la puso sobre suelo,


mirando con cautela hacia Gerald mientras lo hacía, dispuesto a arrebatar la espada
de vuelta si hacía cualquier movimiento repentino. Gerald se limitó a sonreír como
un rey muy complacido con el tributo puesto a sus pies.

Él se levantó lentamente, y Gerald murmuró: —Todas las armas, Nick.

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Nick rompió un cuchillo de su funda de la muñeca y lo arrojó. Entonces él metió la


mano en su bolsillo para su navaja, y sacó eso también. Gerald tenía la mirada fija
en él, observando cada movimiento, y Nick lamentó poner cualquiera de sus armas
abajo.

Cualquier cosa habría sido mejor que este lento y forzado desmontaje de las
defensas de Nick bajo de los ojos del enemigo.

Él dejó caer la navaja de su palma abierta. Se aseguró de que cada arma que dejara
caer de él aterrizara fácilmente a una distancia que alcanzara.

Dejó el cuchillo en su bota y el cuchillo sujetado en el interior de su cinturón y


pantalones, en contra de su muslo, donde se encontraban. Lo que Gerald no sabía
podría terminar perjudicándolo a él, si tenían suerte.

—Ahora toma tres pasos hacia atrás —dijo Gerald silenciosamente.

Eso pondría a Nick en el umbral de la habitación donde Anzu esperaba, y a una


distancia segura de las armas. Nick comprobó sobre su hombro y vio que tres pasos
no lo llevarían a ninguna parte cerca de Anzu, esperando en sus llamas a fuego
lento.

Miró de nuevo hacia Gerald y asintió. Dio tres pasos deliberados hacia atrás.

Él inmediatamente sintió la diferencia, una sensación repentina como si las paredes


hubieran cerrado todo a su alrededor. La claustrofobia se apoderó de él, la
sensación presionando en su pecho y apretando sus pulmones así sólo podía
respirar con pantalones bajos y poco profundos. Miró a su alrededor y vio que
había un círculo de aprisionamiento entizado en el suelo a su alrededor.

Nick alzó la vista bruscamente hacia Gerald y vio sus ojos brillando con triunfo.

Él se preguntó cuándo los magos habían aprendido cómo atrapar a un humano en


un círculo de aprisionamiento. Este no era uno de aquellos dónde podrías morir si
cruzabas la línea; este ni siquiera te ofrecía esa opción. Nick podía sentir las
barreras en su lugar. Él se arriesgó de todos modos, trató de dar un paso adelante y
simplemente no podía hacerlo, no más de lo que podía haber caminado a través de
una pared. Este era un genuino círculo de aprisionamiento, y él estaba atrapado en
el interior con tanta seguridad mientras Anzu estaba atrapado dentro del suyo.

Dentro de él, Anzu estaba riendo.

El mago Laura había aflojado su agarre sobre Jamie. Tenía un brazo casualmente
en bucle alrededor de su cuello, y habría parecido un gesto de afecto si no estuviera
aun agarrando el cuchillo. Nick podía verla correctamente, una pequeña mujer de
mediana edad con cara de inteligente. Ella lucía sorprendida de que Nick hubiera
dejado sus armas, aunque no la mitad de lo sorprendido que estaba Jamie.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—¿Cómo sabías que iba a funcionar? —le preguntó a Gerald.

—Lo supuse —respondió Gerald, su voz tan suave como siempre, desmintiendo
aquella mirada dura y triunfante—. Yo fui asignado a observarlos, ¿recuerdas? No
estaba seguro de que funcionaría, pero quería probar mi teoría.

A Nick no le importaba lo que la teoría de Gerald pudiera ser. Él estaba ocupado


llamándose a sí mismo cientos de clases de idiotas para dejar la espada. Se hacía
cada vez más evidente que estaban siendo superados. Los magos tenían trucos para
los que ninguno de ellos estaba preparado. Los magos claramente habían
planificado esto. Nick debió haber dejado que Jamie fuera una víctima y salir de
allí. Jamie no le importaba en absoluto, no en comparación a lo que Nick podría
perder.

Sintió algo más frío y más agudo que pesar, girando en su vientre como si hubiera
tragado una aguja, cuando oyó los pasos bajando las escaleras y por el pasillo hacia
ellos.

Había al menos cuatro personas, y un conjunto de pasos que Nick conocía de


memoria: rápidamente como cualquier paso por con aquel arrastre ligero del pie.
Cuando los magos se acercaron, él vio que uno tenía un cuchillo en la garganta de
Mae, y las manos de Alan estaban atadas. Los magos habían hecho lo mismo como
habían hecho con Nick y Jamie, apuntando al débil y usándolo como palanca. Por
supuesto había funcionado en Alan, pero no debería haber funcionado en Nick.

Alan miró hacia Nick. Sus ojos se agrandaron ligeramente cuando vio el círculo de
aprisionamiento. Su mirada viajó de Nick a Jamie. Nick lo vio juntando lo que
debió haber sucedido y él quería decir que lo sentía, pero entonces, increíblemente,
Alan sonrió.

Sus ojos estaban brillando mientras él preguntaba: —¿Estás bien?

Nick asintió. No era una mentira. Él iba a estar bien. Iba a salir de este círculo y
mataría a todos los magos en esta casa. Miró hacia Alan, y Alan parecía estar bien
también, las muñecas atadas fuertemente pero sin marcar. Después de un momento
miró hacia Mae y vio que ella, a diferencia de Jamie, claramente había luchado. El
cuchillo debió sólo rozarla. Su garganta estaba llena de sangre, pero no sangraba
mucho, y lucía firme en sus pies.

Nick siguió catalogando estos detalles, todo el rato huecamente consciente de que
no podía ver ningún modo de que fueran a sobrevivir a esto.

—Vamos todos dentro y hablaremos, ¿de acuerdo? —dijo Gerald, haciendo un


gesto invitando a la sala de círculos y estrellas de cinco puntas—. Black Arthur
estará aquí pronto.

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Sus ojos se movían de Jamie a Mae a Alan, como si estuviera tomando una
encuesta, y luego volvió a descansar sobre Nick.

Gerald sonrió y agregó: —Él ha estado esperando mucho tiempo para conocerte.

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14.
Black Arthur.

Traducido por Malu Cullen

Corregido por Emii_Gregori

L OS SONIDOS DE LONDRES PROVENÍAN DE UNA VENTANA


abierta. Automóviles ronroneaban mecánicamente calle abajo, y la luz del
atardecer coronaba la punta de los altos edificios de un color dorado. El resto
de la ciudad estaba en sombras, millas de gris uniforme se extendían y era
interrumpido por las brillantes líneas de los ríos.

Bien podría haber sido otro mundo. En esta habitación no había sonido pero se oía
el siseo del fuego en el círculo del demonio y la tranquila y amable voz de Gerald.

El resto del círculo se había filtrado por ahora. Había diez magos en la habitación
con ellos, muchos para pelear. Alan, Jamie y Mae estaban en un pequeño grupo,
vigilado por Laura y otro mago con un cuchillo. Alan se ubicaba discretamente
entre los otros y los cuchillos, avanzando lentamente, tratando de ver a Anzu,
tratando de ver más de la habitación. Los magos retrocedieron mientras él se
movía, lo que significaba que no querían matarlo aún.

Nick no se podía mover del círculo de detención, pero absorbía todo lo que podía.
La habitación tenía paneles y era oscura, toda la luz venía del fuego de Anzu y de
bombillas en candelabros de imitación unidos a las paredes. La habitación era
larga, y parecía más larga aún por causa de los círculos y pentagramas y amuletos
formaban un loco patrón que engañaba al ojo. Las líneas de tiza y las profundas

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sombras estiraban la visión de Nick hasta el piso pareciendo estar a punto de


inclinarlo dentro de otro mundo.

No había ningún lugar dónde esconderse en la habitación. Incluso si Nick pudiera


conseguir salir fuera del círculo, sería inútil. Tenían que esperar hasta que hubiera
menos magos, pero allí parecía no haber posibilidad de que ellos fueran menos
magos a corto plazo. Todos estaban reunidos aquí esperando a Black Arthur, el
líder de todos ellos.

Eso eran malas noticias, por supuesto, y aun Nick podía sentir el canto, el
sentimiento tirante del llamado de la sangre en sus venas. Sus latidos del corazón
golpeteaban hacia los pasos de Black Arthur que se acercaban y, malvado o no,
hechizo o no, no podía ayudarse: El quería ver a su padre.

Entonces miró hacia Alan, quién había probado su sangre y que debería estar
sintiendo las mismas cosas que Nick sentía, y mientras la puerta crujía abierta el vio
a Alan volverse pálido y enfermo de terror.

El deseó a su padre a miles de kilómetros de aquí, mientras Black Arthur entraba en


la habitación.

El hechizo de sangre a la sangre cantaba en las venas de Nick, como si una caldera
en alguna parte llevara a su sangre al punto de ebullición. Por un momento todo lo
que podía escuchar era ese sonido del canto victorioso, y todo lo que podía sentir
era el tirón de la conexión entre él mismo y este hombre, el enlace formado por la
sangre compartida.

Con su objetivo logrado, el hechizo terminó. El enlace se rompió.

En el repentino silencio, Nick se encontró a sí mismo mirando hacia su padre. El


sintió la misma cosa que había sentido desde que descubrió la verdad. Él no sintió
nada.

Debería haber por lo menos algún sentimiento de conexión, pensó Nick, pero en su
lugar se quedó mirando a su padre como si estuviera viendo hacia la página de un
libro, tratando de encontrarle sentido a lo que había visto.

Black Arthur no se parecía a Nick, mientras que Nick había imaginado que sí lo
haría.

Él se parecía mucho a mamá, como si ellos se hubieran elegido el uno al otro


porque querían verse a sí mismos en el rostro del otro y no sólo sus ojos. Él se
parecía lo suficiente a Nick que Nick podía ver las marcas de la sangre compartida
que nunca había sido capaz de encontrar en la cara de Alan.

Estaban claras en la cara de éste extraño.

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Arthur era alto y pálido y tenía cabello negro. Él tenía los amplios hombros de Nick
y sus fuertes manos, pero algo sobre sus músculos parecía muy elegante y
civilizado, como si los hubiera construido para exhibirlos en lugar de ganarlos por
peleas. Llevaba su cabello negro más largo de lo que Nick llevaba el suyo, y a
diferencia del de Nick, era rizado. Las puntas casi tocaban sus hombros, y daba el
efecto de una melena.

Tenía los mismos pómulos planos que Nick y su cruel, y gruesa boca, pero la única
cosa que Nick esperaba, Arthur no lo tenía. Él no tenía los ojos de Nick.

Black Arthur tenía ojos azules incluso más pálidos que los de Mamá. Eran lo
suficientemente pálidos para recordarle a Nick los ojos de ese lobo moribundo, tan
pálidos que incluso el azul parecía como una ilusión, un truco de la luz emitida en
el hielo.

Cuando él habló, no tenía la voz de Nick. El tenía la cálida, fácil voz de un líder,
alguien cómodo en el uso de palabras, y a través de palabras, con la gente.

—¡Bien hecho, Gerald! —dijo él, dándole el debido crédito a su lugarteniente, pero
no miró en dirección a Gerald.

Su cabeza con gran melena negra se echó hacia atrás para ver su premio, y sus
invernales ojos de lobo se fijaron en Nick. Brillaban con orgullo posesivo.

Nick dobló sus brazos cruzándolos sobre su pecho y miró mientras Black Arthur
merodeaba alrededor del círculo de detención, sus ojos recorrían todo detalle del
rostro y cuerpo de Nick como si él fuera un comprador de arte examinando una
pintura.

—Di algo —ordenó Arthur por último—. Cualquier cosa.

—Déjanos ir a mí y a mi hermano —dijo Nick—. O te arrancaré el corazón.

No sabía cómo Arthur iba a reaccionar a eso —si estaría enojado o se reiría de la
amenaza vacía— pero no esperaba que Arthur luciera encantado. Él tenía el
aspecto de un hombre cuyo perro hubiera hecho un maravilloso truco.

Arthur abrió su boca, pero Nick nunca supo que cosa iba a decir él, porque en el
momento después de que habló hubo un golpe en la puerta.

—Entre —dijo Arthur irritado.

—Señor, no estoy seguro… —dijo una voz cercana a la puerta, pero ésta giró
abierta en medio del sonido de protestas.

Mamá estaba parada en la puerta.

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Había un mago detrás de ella, pero era difícil notar nada excepto a mamá. Tenía
sus ojos fijos en Black Arthur y su rostro estaba blanco, blanco como una llama que
ardía tan caliente como una estrella.

Nick maldijo suavemente. Alan se veía salvajemente asustado.

Arthur dijo: —¡Livia! —Y tendió sus manos, y sin un momento de vacilación


mamá caminó hacia él y tomó ambas manos entre las suyas.

Se mantuvo de pie con su cabeza inclinada hacia la de ella, sus cabellos negros se
mezclaron, y parecían como hermano y hermana en los brazos del otro, como
gemelos. Nick vio en ese momento como habían sido cuando estuvieron juntos,
antes de que él naciera: dos magos que no les importaba nada excepto ellos y el uno
al otro, hermoso y brillante y cruel. El rostro de mamá lucía más viejo que el de
Arthur ahora, marcado por líneas de preocupación y dolor, pero no había nada en
su cara que aparentara miedo.

—Arthur —dijo ella, pasando sus dedos a través de su cabello. Nick nunca había
visto a mamá mostrar afecto como ese a nadie.

Arthur sonrió hacia ella.

—Sabía que volverías a mí un día —dijo él—. Lo sabía. —Se detuvo, y cuando
mamá permaneció en silencio, Arthur dijo—: Has vuelto a mí, Livia, ¿no es cierto?

—Sí —dijo Mamá despacio—. Sí, lo hice.

—Me has perdonado —interrumpió Arthur, como un director de escenario a una


actriz que parecía haber olvidado sus líneas.

Mamá miró hacia él por un largo tiempo. —No —dijo ella—. No, no te he
perdonado.

Arthur atrapó sus manos en las suyas otra vez, presionándolas como si mamá
tuviera frío. —Pero lo harás —dijo él con confianza—. Todo está bien ahora. Todo
resultó como te dije que lo haría. Nunca debiste huir, Livia. Debiste saber que no
podías cambiar nada.

—Siempre supe que esto pasaría —dijo mamá—. Solía sentarme sola en miles de
habitaciones diferentes y pensar en cómo sería, estar parada cara—a—cara contigo
otra vez. Y entonces escuché al niño hablar sobre ir a encontrar magos, y supe que
el día finalmente llegaría.

Arthur se echó a reír.

—¿Nunca lo amaste?

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—¿A quién? —mamá preguntó—. ¿Daniel? No, pero fue muy amable conmigo. Se
lo debo. Lo intentó. Ningún hombre lo intentó tan duro como él.

Su mirada se movió por primera vez lejos del rostro de Arthur, viajando de manera
despreocupada desde la pared de paneles al demonio en sus llamas, hasta que
encontró a Alan. Alan estaba de pie con los magos a su alrededor, sus manos
atadas, su rostro con una desnuda súplica. La expresión de mamá no cambió. Nick
no se sorprendió de que mamá no lo mirara.

—El trató de interferir —dijo Arthur—. Falló, y tú siempre serás mía. Perdóname,
Livia. Verás que valdrá la pena. Te daré lo que más quieras.

—Dame sólo una cosa —dijo mamá, sonriendo con sus ojos—. Y te perdonaré.

—Cualquier cosa —le contestó Arthur, Besando su cabeza, atrayéndola contra él.
Se veían como si estuvieran posando para una foto de la pareja perfecta.

Nick dijo en voz alta: —Tengo una pregunta.

Mamá no miró hacia él incluso entonces. Estaba haciendo su truco de pretender no


ser consciente de que Nick estaba en la habitación, pero a pesar de todo, su cuerpo
estaba en tensión con su cercanía. Tenía sus ojos en otra dirección, y él podía ver
cómo ponía su cara en blanco, en caso de que él le hablara.

La mirada de Arthur cayó en Nick y lo absorbió con toda la atención del mundo.

—Por supuesto —dijo él—. Solo tienes que preguntar.

—Vas a… —dijo Nick, sin mirar a Alan—. ¿No vas a tomar su hechizo?

Arthur avanzó para tocar el cuello de mamá, y el enlace metálico se deslizó como
la arena a través de sus dedos, una cadena seguida por otra, como si estuviera
contando perlas de un rosario. Símbolos mágicos brillaron contra sus largas,
poderosas manos, manos que Nick había heredado de él, manos con la fuerza de
matar. Al final solo quedaba un encanto, extendido sobre su palma ahuecada. Era
un simple disco de plata con un símbolo negro tallado en él.

—¿Éste? —inquirió Arthur. La cadena estaba tirante en su mano. Si cerraba sus


dedos a su alrededor y tiraba, se rompería en un instante.

—Supongo —dijo Nick, sin atreverse a mirar hacia Alan—. Ese. ¿No lo quieres?

Arthur levantó la cadena y depositó un beso en el Símbolo, luego dejó caer el


encanto en el pecho de mamá.

—Quiero que ella lo tenga —dijo él suavemente—. Si la mantiene viva.

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Nick avanzó hacia adelante furioso y luego se encontró a si mismo siendo jalado
por los confines del circulo de detención. Fue como ser un perro salvaje contenido
por una cadena, sin posibilidad a volar hacia su garganta. Se sintió volando hacia
su garganta. Hizo un sonido que fue casi un gruñido.

—Si no querías el encanto, ¿por qué estamos siendo cazados por todo el país? —
demandó—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Es a ella? ¿Mataste a Papá porque no pudiste
encontrarte otra novia?

Hubo conmoción alrededor del cuarto. Allí estaba Anzu riendo silenciosamente al
espectáculo de Nick, incapaz de escapar del círculo. Algunos de los magos
retrocedieron cuando Nick se movió, y ahora Alan estaba parado al frente de su
pequeño grupo.

Alan no se movió. La gris, mirada desgastada de su rostro no había cambiado.

—Amo a Livia —dijo Arthur tranquilamente—. Pero tú no eres capaz de


entenderlo, ¿no es cierto?

Se alejó de mamá, dejándola de pie y mirando casi pensativamente fuera de la


ventana. No hizo ningún movimiento para detener su alejamiento, solo levantó sus
manos hacia sus encantos y comenzó a pasar los hilos por sus dedos, contándolos
como si momentos antes, estuviera rezando.

Black Arthur caminó hacia Nick, llegando tan cerca que sus zapatos casi tocaban el
exterior de la prisión de tiza circular de Nick. Estaban cara—a—cara, Nick
solamente un poco más pequeño que Arthur, sus ojos casi al mismo nivel. Nick
sabía que eran Padre e hijo, pero él sentía como si Arthur fuera un espectador en el
zoológico, y él fuera un tigre enjaulado. Arthur miró hacia él con interés amable, y
Nick se tuvo que detener a si mismo de gruñir otra vez.

—No estábamos cazando a Livia —dijo Nick suavemente—. Esto nunca fue sobre
Livia, nunca fue por un encanto. ¿Quién ha estado diciéndote mentiras?

Nick miró a Alan y mantuvo su boca cerrada.

Arthur continuó, su voz suave y fluida, como si con solo palabras, podría avanzar a
través de las barras de la jaula y acariciar al tigre amansado.

—No entiendes las mentiras, obviamente.

—Asumes un montón de cosas sobre mí para alguien que solo me ha conocido hoy.
—dijo Nick fríamente.

Arthur sonrió, una privada y particular sonrisa, como si estuviera a punto de contar
a Nick y solo a Nick una broma.

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—Cazado por todo el país —dijo él, repitiendo las palabras de Nick con el eco de la
inflexión de Nick—. No solo el Círculo de Obsidiana, pero todos los círculos de
magos en Inglaterra están cazando. ¿Sabes lo que quieren?

Su padre estaba cerca pero no lo suficientemente cerca para matarlo, y todos


estaban en peligro. La sensación de estar atrapado era peor que nada. No
importaba lo que viniera, Nick no podía pelear. No podía ni siquiera correr.

—¿Quieres contármelo? —Nick preguntó con una voz áspera—. ¿Mientras soy
joven?

Arthur sonrió otra vez, casi cariñosamente.

—Te quieren a ti —murmuró—. Sólo a ti.

La mente de Nick se apresuró. No sabía cuántos otros magos querían al hijo de


Arthur como influencia. No sabía a qué se refería Black Arthur.

La intensidad de la mirada de Black Arthur hizo a Nick pensar que debía significar
algo.

—Tú no sabes con qué frecuencia mis magos te han estado vigilando —dijo Black
Arthur—. Sé tanto sobre ti, tanto que tú no sabes. Después de todo, pensaste que el
Círculo de Obsidiana causaba todos los pequeños incidentes en tu casa, ¿no es
cierto?

Nick asintió cautelosamente, esperando a que Arthur dejara caer la indirecta.

—El auto que cayó en tu garaje —le recordó Arthur—. Todas esas extrañas cosas
sucediendo en tu casa, vidrios quebrándose y luces apagándose. ¿Por qué haríamos
cualquiera de esas cosas? ¿Ni siquiera se te ocurrió que tu casa se llenó de magia la
semana que no llevabas puesto tu talismán?

Nick recordó las luces apagándose y así pudo estar en la oscuridad con Mae. Se
distanció a sí mismo del recuerdo, sino entonces podría verlo y removerlo, y podría
pensar sobre qué había hecho y qué significaba.

Había estado enojado antes de los cristales rotos. Había estado enojado antes de
que el auto cayera. Había estado enojado, y el mundo había comenzado a caer a su
alrededor. Después de todo, ¿qué importaba? Él ya había sospechado que era un
mago. Ahora sabía por qué Arthur quería encontrarlo, y tal vez por qué los otros
círculos querían llegar a él primero.

—No —dijo Nick—. Nunca se me ocurrió, pero tiene sentido.

—Todos los otros círculos te querían —Arthur murmuró—. Pero tú eres mío. Mi
mayor logro. ¿Quieres saber por qué?

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Sí —dijo Nick—. Me gustaría que me explicaras todo tu malvado complot con
detalles. No olvides la parte donde me cuentas tu única debilidad.

Black Arthur soltó una carcajada.

—No seremos enemigos. Voy a explicarte todo esto a ti, y entonces tú entenderás.
Vamos a ser compañeros, y yo, a diferencia de algunas personas… —Le ahorró un
vistazo desdeñoso a Alan y luego se inclinó hacia adelante, con toda su atención en
Nick—. Nunca te mentiré.

Sus ojos se veían pálidos como el demonio de Liannan y casi hipnóticos. Nick
podía sentir la respiración de Arthur en su rostro.

—Nicholas —dijo Black Arthur—, voy a contarte todo.

—No te molestes —dijo Nick—. Ya lo sé todo. Gracias.

Las palabras de Arthur, su suave y autoritaria voz, parecía indicar a Nick, o por lo
menos ante la perspectiva de ser un heredero de la magia, que valía mucho para él.
Había algo, una sombra sobre él, pensó, alguna pequeña cosa independiente sobre
su acto perfecto, que hizo a Nick dudar de todo lo que sus oídos y ojos le habían
dicho.

Tal vez era el hecho de que aún estaba atrapado en el círculo mágico lo que lo hizo
dudar del afecto de su Papi.

—¿Lo sabes? —Arthur preguntó, y sus glaciales y coloridos ojos fueron hacia
Alan—. ¿Quién te lo contó? ¿Se lo contaste, Alan?

Nick habló alto, para torcer la atención de Black Arthur lejos de Alan.

—¡No importa quién me lo contó! ¡Dime qué es lo que quieres!

Black Arthur sonrió.

—Oh, lo quiero todo —dijo él—. ¿No te das cuenta de cuánto poder tienes? —
continuó él suavemente—. No te das cuenta de lo que eres… ¿de lo que podrías ser?

—Mira —chasqueó Nick—, te lo dije, lo sé todo. Basta de juegos. Sé que Alan no


es mi hermano. Sé de lo que eres capaz, y sé de lo que yo soy capaz. Sé quién soy.
—Respiró hondo—. Sé que tú eres mi padre.

Hubo un largo silencio. Todo el mundo retrocedió en un aliento, y no había nada


en la habitación salvo aire muerto. Nick no pudo mirar a otro lugar excepto el
rostro de Arthur. Black Arthur se veía sorprendido, pero después de un momento
lanzó su cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—¿Eso es lo que sabes? —preguntó—. ¿Y por qué sería importante para ti quién es
el padre?

Nick se le quedó mirando.

—¿Qué?

—¿Por qué te preocuparía quien es el padre del cuerpo? —preguntó Arthur, con sus
ojos brillantes y fijos en el rostro de Nick—. ¿Qué importa? El cuerpo es solo un
títere. No me digas que no lo has sentido.

La habitación era toda sombras mientras el sol comenzaba su largo descenso, la


ventana estaba gris. Nick sintió por un instante como si estuviera en el borde y
preparándose para saltar a un mundo mucho más frío y tal vez ya había comenzado
a caer. Miró hacia sus manos en las inclinadas rayas amarillas cubiertas por las
lámparas y vio la línea de tiza del círculo por debajo. Recordó la Casa Mezentius, y
un hombre poseído atrapado en un círculo justo como éste.

—Tú eres un demonio que yo llamé dentro del cuerpo de mi hijo —murmuró Black
Arthur—. Tú nunca has tenido un padre o un hermano. Tú nunca has tenido un
corazón.

Su mirada pasó posesivamente arriba y abajo, y Nick finalmente entendió por qué
Black Arthur lo miraba de la forma en que lo hacía. Él no estaba mirando hacia su
hijo. Él estaba mirando un objeto, uno que él había creado y quería usar.

Nick sabía que significaba para Arthur ahora.

Arthur sonrió de nuevo, lento, brillante, y terriblemente divertido.

—¿Realmente piensas que eres humano?

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

15.
Nada Humano.

Traducido por Ruthiee

Corregido por esmeralda38

—Y
O… ESTÁS MINTIENDO —DIJO NICK—. ESTÁS
MINTIENDO. LOS DEMONIOS NO PUEDEN vivir tanto tiempo
en el mundo. Los cuerpos no resisten.

Había un reloj en algún lugar de esta habitación, cortando el tiempo en pedazos


con un cuchillo afilado. Nick no lo había escuchado antes, no había sido consciente
del tiempo que había pasado hasta ahora. Necesitaba que Arthur hablara
inmediatamente y le dijera que todo era mentira.

—Por supuesto que es verdad —dijo Arthur pensativamente—. Ése era siempre el
problema. Tú le das un cuerpo a un demonio y unas pocas semanas después, está
todo desgastado y estás de vuelta exactamente donde empezaste. Eso me resulta lo
más molesto y entonces, por supuesto, también a los demonios.

Los demonios, pensó Nick, y echó un vistazo hacia Anzu. Anzu ya le estaba mirando
con una sonrisa burlesca y las alas oscuras se perfilaban contra la llama. Él era una
figura siniestra, incluso en esta habitación llena de magia, y Nick se quedó mirando
hacia sus ojos oscuros como la noche y supo que no podía ser verdad.

Luego él se preguntó porqué Anzu tenía ojos negros, cuando los demonios
usualmente tenían ojos que eran claros como el agua. Los demonios sólo tenían los
ojos negros cuando estaban posesionándose de cuerpos humanos. Thomas en la

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Casa de Mezentius, y la mujer muerta en esta casa, ambos tenían ojos oscuros.
Nick sabía que los poseídos tenían ojos oscuros, siempre había sabido eso, y él se
había mirado en el espejo miles de veces y nunca se puso a pensar en ello.

Los ojos de Anzu eran un mensaje.

Nick miró hacia los ojos de su padre, y después miró hacia los de su madre, y no
vio más que azul, azul, azul. Los propios ojos de Nick eran de un interminable y
frío negro.

—El problema con los cuerpos era que las almas siempre estaban ahí peleando. El
alma y el demonio se rasgaban el cuerpo en pedazos, como dos perros peleando por
el mismo hueso —dijo Arthur—. Sabía que tenía que haber alguna forma para
evitar eso. ¿Alguna vez has escuchado la superstición de que el alma de un niño
entra en su cuerpo con su primer aliento?

Nick apartó la mirada de él y descubrió que no podía mirar a Alan. En cambio, él


miró hacia Mae y Jamie, de pie detrás de Alan, y vio que el rostro de Mae mostraba
una expresión de incredulidad horrorizada. Cuando ella se encontró con los ojos de
Nick, se estremeció.

Jamie se veía molesto, pero no sorprendido. Nick recordó que Jamie dijo que Nick
le recordaba a alguien. Por supuesto. El debió haber recordado que Jamie había
mirado antes a la cara de un demonio.

Él desvió sus ojos.

—Los demonios sólo nos otorgan tanto poder porque sólo nosotros podemos
otorgarles mucho tiempo en este mundo —continuó Arthur, como si le contara a su
hijo una historia para dormir—. Sabía que si le podía dar a un demonio una vida, el
poder que recibiría sería inimaginable. Sabía que valía la pena cualquier sacrificio.

Para la madre de Nick, el sacrificio parecía imposible. Ella aún estaba mirando
hacia el suelo y jugando con sus amuletos. Nick estaba sorprendido de ver un
resplandor de poder recorriendo a través de las cadenas.

—Empecé a coleccionar mujeres embarazadas —dijo Arthur tranquilamente—. Me


las había llevado y mantenido aquí, pero no puedes entender cómo de difícil es el
abrir un camino desde el mundo demoniaco dentro del cuerpo de una mujer.
Demasiadas de las mujeres fueron poseídas y murieron. Tuve que inventar un
hechizo para mantenerlas a salvo de la posesión.

Mamá le dio vueltas al amuleto que Arthur había besado alrededor de un dedo y
esta vez Nick vio el símbolo en el disco plateado mientras daba vueltas y atrapaba
la luz. Era el símbolo de un círculo con una línea recta a través de ello, el
significado aclarado. Marcaba a mi madre como territorio prohibido para los
demonios.
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Las mujeres siguieron muriéndose —dijo Arthur—. Abrir sus cuerpos para el
mundo demoniaco les provocaba terribles sueños. Se volvían locas. Se enfermaron.
Ninguna de ellas sobrevivió para dar a luz. Fue entonces cuando Livia se quedó
embarazada y me di cuenta de qué tenía que hacer. Sabía cómo de fuerte era ella.

Nick recordó los días cuando su madre gritaba todo el tiempo, sus ojos estaban fijos
en algo muy lejano, algo que nadie más podía ver. Él conocía cada línea de dolor
en el rostro de su madre, y ahora sabía que lo había causado.

—Al principio Livia no se dio cuenta de que estaba pasando, y cuando lo hizo, ella
estaba… más bien afligida. Pero sabía que no podía detenerme. Sabía lo que estaba
en juego. Continúe, y Livia sobrevivió, y entonces en un largo día de sangre y
locura, tú viniste a este mundo. Fuiste un hermoso bebé —dijo Arthur, y su sonrisa
destelló de nuevo como si todo esto fuera irresistiblemente gracioso—. Tenías ojos
negros vacíos de demonio, y nunca lloraste. Nunca hiciste un sonido.

Era una pajilla para un hombre que se ahogaba. Incluso cuando él la agarrara, sin
aliento y desesperado, él sabía que no podría salvarlo.

—Eso es correcto —dijo Nick—. Los demonios no… ellos no hablan. Yo sí puedo
hablar.

—Lo sé —suspiró Arthur—. No pude creerlo cuando Gerald me lo dijo. Creo que
eso es increíble.

—No es increíble —masculló Nick—. No es verdad. Puedo hablar, así que no es


verdad.

—¿Encuentras las palabras difíciles? —preguntó Arthur—. No puedo te imaginar


nada bueno leyendo y escribiendo, y en cuanto a mentir… las palabras son tan
extrañas para tu tipo. No pueden llegarte fácilmente.

Nick recordó la noche en que él había vuelto de la casa de Natasha para confrontar
a Alan y se había enfrentado a Mae. Él había tratado de hablar y nada había salido
más que un ronco graznido, un sonido que nunca podría haber sido un lenguaje,
que no pertenecía a una garganta humana.

—¿Sabes a que me recordaste? Hay niños en este mundo educados por animales.
Hubo una vez dos niñas educadas por lobos, quienes pensaban que eran lobos.
Ellas aullaban y caminaban a cuatro patas y cuando la gente las capturó, por
mucho tiempo no fueron capaces de hablar. La mente de un bebé es pequeña, una
cosa vacía, y muy influenciable. Tú no pudiste recordar lo que eras; la mente fresca
de un bebé era muy limitada. Y después mientras crecías, la misma mente era lo
suficientemente flexible, suficientemente joven, para entender verdaderamente el
lenguaje humano. Las chicas salvajes podían aullar, pero eso no las hacía lobos. Y

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

tú puedes hablar, pero eso no necesariamente te hace humano. —La voz de Arthur
era casi tierna—. Nada puede hacerte humano.

Nick pensó acerca de los animales. A él nunca le habían gustado. Incluso el gatito
de Alan lo había mordido. Los animales lo habían sabido.

Luego él pensó sobre el bote, y la manera en que se había sentido, tan pronto como
había entrado en él: como si su cuerpo no le perteneciera. Debió de haber
recordado que el agua corriente estaba destinada a mantener el cuerpo a salvo de
los demonios. Debió de haberlo sabido.

—Comprendo que esto es difícil para ti. Es demasiado para comprender todo de
una vez. Sabía que no podrías recordar todo cuando fuiste colocado en la mente de
un niño. Tenía intención de educarte y decirte todo. Quería que fueras consciente
de tu poder. Quise que nosotros tuviéramos el mundo, pero… bueno… —Arthur se
encogió de hombros—… Livia estaba rara, después de tu nacimiento. Estaba tan
callada, pensé que… todos nosotros pensamos que su mente había dejado de
funcionar. Pensamos que ella estaba neutralizada. La dejamos sola contigo, y un
día se fue. Te llevó de donde tú pertenecías, y después el hombre y su hijo trataron
de arrancarte lo que tú eres.

Nick abrió su boca y luego la cerró de golpe. Estaba, repentinamente y


desesperadamente, inseguro de lo que podría suceder si tratara de hablar.

Arthur sonrió.

—Todos ellos fallaron. Ahora estas aquí, y eres mío. Yo te creé. ¿Qué crees que me
debes por eso?

Nick tragó fuertemente. Parecía tener un alambre de púas en su garganta, y pensó


que si hablaba, las palabras podrían salir destrozadas y desgarradas.

Si él no hablaba, Arthur podría ganar. El sólo sería un demonio estando de pie


aprisionado en su círculo, silenciosamente aguardando por su orden mágica. Tenía
que decir algo.

—Nada —dijo Nick, y estaba sorprendido de escuchar su propia voz—. No te debo


nada —continuó, y en verdad escuchó su voz, neutral y fría como un pedazo de
hielo. Él no sonaba humano—. No te debo nada —insistió—. Porque no te creo.

El claxon de un coche chilló afuera en un largo pitido de ayuda que fue


desatendida.

—Eso me recuerda que —dijo Arthur—, ¿esas chicas que pensaban que eran lobos?
Tenían una madre. La gente que encontró la guarida tuvo que matar al lobo antes
de poder llegar a las chicas. Un animal puede que cometa ese tipo de error, ¡Pero

234
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

un humano debería conocer su propia especie! —Él levantó su voz—. ¿No estarías
de acuerdo, Alan?

Alan levantó su cabeza. Lo último de color se había ido de su rostro, dejando un


terrible blanco glacial. Sus ojos estaban oscurecidos con furia, tan oscuros que se
veían casi negros.

—Tráemelo —ordenó Black Arthur, y luego se volteó de nuevo hacia Nick—. Si no


me vas a creer —dijo—, ¿Le creerás a él?

El mago se apoderó del cuchillo para rasgar las cuerdas que ataban las muñecas de
Alan y prácticamente lo aventó en frente de Arthur, con suficiente fuerza ya que
Alan se tambaleó y tuvo que poner su peso en su pierna herida para mantenerse a sí
mismo de pie. Nick vio que sus dientes se hundían en si labio inferior, pero él no
hizo ningún sonido.

—Alan —dijo Arthur en un tono de un afectuoso, anfitrión dando la bienvenida—.


Creo que he superado todo lo que pasó una vez que Livia escapó, pero estaría muy
interesado de obtener el punto de vista de un informante. Continua, no seas tímido.

Alan inclinó su barbilla hacia arriba para encontrarse con los ojos del mago.

—Vete al infierno —dijo él, y escupió en el rostro de Arthur.

Hubo un caos instantáneo. Cada mago excepto Gerald se movió hacia delante y le
hablaron furiosamente. Mae gritó el nombre de Alan, y el mago que la sostenía
empujó el cuchillo apoyándolo en su garganta. Black Arthur levantó un puño con
fuego mágico chisporroteando dentro de él, y Mamá se abalanzó hacia delante y
atrapó su muñeca.

—¡Arthur, no! Es un chico estúpido. Esta solo y desesperado, y se apasionó por


ello. Él no tiene nada más. No lo lastimes.

Arthur bajó su puño, y Nick lentamente aflojó el suyo. Arthur hizo un pequeño
gesto y su rostro volvía a estar limpio y sonriente una vez más. Dio un paso dentro
del espacio de Alan, y Nick miró la amplitud de los hombros de Arthur. Él era
incluso más grande que Nick; podía partir a Alan en dos.

Él era un mago. Podía hacer algo mucho peor que eso.

—Alan —dijo Nick, y en nombre de todas las palabras en el mundos, su voz se


quebró y emergió como un gutural, graznido inhumano. El tragó y forzó a salir—.
Quiero saberlo. Por favor.

La boca de Alan se torció.

—Es verdad —susurró—. Lo siento.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Su voz se quebró, pero no significaba que era inhumano. Significaba que estaba
llorando. El cielo fuera era gris oscuro y Nick supo que una tormenta se avecinaba
con la noche, y ninguna luz se podía filtrar a través de las nubes. La luz de la
lámpara atrapó las lágrimas aferradas en las pestañas de Alan y las vio cayendo de
su rostro amarillento.

Nick estiró el brazo, pero el círculo lo detuvo. Dejó caer su mano; no supo qué
podía hacer, de todas maneras.

Arthur levantó una descuidada mano, llevando un largo y elaboradamente tallado


anillo de plata, y limpió con un pulgar sobre la mejilla de Alan, sacándole de
encima una lágrima. Esa era otra cosa en la que Nick nunca había sido bueno, otra
manera en la que Nick nunca hubiera sido humano. Él no era bueno tocando.

Alan apartó su rostro.

—No me toques —dijo él con voz apagada.

—Tú eras muy joven cuando vino. ¿Puedes decirme que sucedió? —preguntó
Arthur, como si tuviera derecho a preguntar, como si fuera un adulto quien había
venido a salvar a Alan de todo esto—. ¿Puedes decirme cómo aprendió a hablar?

Alan le echó un vistazo a Nick.

—¿Quieres que lo diga?

Nick asintió, y Black Arthur rió.

—Por supuesto que quiere —dijo él—. ¿Qué sabe acerca de la piedad? Te robará
hasta que no tengas nada más. Eso es lo que son los demonios. Eso es lo que ellos
hacen.

Alan apartó su rostro de Arthur otra vez, hacia Nick, pero él no parecía capaz de
mirar hacia Nick y miró hacia el piso.

—Olivia vino hacia nosotros esperando de que alguna manera fuéramos capaces de
hacer algo por el bebé. Sólo que no pudimos, por supuesto. Y cuando ella se dio
cuenta que no había nada que pudiéramos hacer, cuando ella… —Alan sacudió su
cabeza, incapaz de limpiarse las lágrimas con sus manos atadas—. Papa y yo
fuimos a nuestro primer Mercado Goblin. Pensé que era emocionante, llegué a casa
riendo, y…

—¿Y qué, Alan?

La voz de Alan era muy baja.

—Olivia estaba en el baño, con… con el bebé. Ella estaba tratando de ahogarlo.
Sólo que el bebé no se estaba ahogando. El agua estaba hirviendo, y Olivia estaba

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

gritando, sus manos se estaban poniendo llenas de ampollas, y mi padre tenía que
pelear contra ella para obtener el bebé. Ambos estaban gritando, y cuando papá
sacó al bebé, no estaba quemado para nada, y él nunca profirió un sonido. Olivia
no podía dejar de gritar. Papá se tenía que quedar con ella, él tenía que
tranquilizarla. Él tenía que sacar al bebé fuera de su vista. Así que él… él me dio al
bebe. Él dijo que yo tenía que ser el que cuidará de él ahora.

—¿Y qué hiciste después?

—Hice lo mejor que pude —dijo Alan, su voz ronca.

Nick siempre había sabido que Alan prácticamente lo había criado porque papá
necesitaba cuidar de Mamá. Él no lo había imaginado así. No a Alan, pequeño y
atrapado en un mundo loco, mientras un hombre y una mujer luchaban en agua
hirviendo y un bebé demonio era colocado en sus brazos.

Nick tenía una memoria débil lo suficientemente para imaginarse a sí mismo en


una cama pequeña, con Alan apoyado solemnemente fuera de la oscuridad,
cantando algo: galimatías. Palabras humanas. En el recuerdo el pequeño rostro de
Alan se veía preocupado y afectuoso; Nick había visto esa expresión en su rostro
miles de veces y nunca se había preguntado que veía Alan cuando miraba a Nick.

Apartando la mirada de las lágrimas de Alan, Nick finalmente localizó el reloj.


Estaba de pie en las sombras detrás de las Señales de Luces6. Él vio su propio rostro
pálido brillar por un instante en la luz de fuego del vidrio del lente del reloj, su
reflejo se curvó en la forma de una hoz.

Incluso la luz del fuego no podía calentar esos ojos negros. El rostro estaba hecho
como el de un hombre, pero no demostraba ningún sentimiento más que una
máscara, se veía no más humano que un muñeco.

Ellos le habían dado eso a un niño. A Alan.

—¿Así que fuiste tú quien le enseñó a hablar? —preguntó Arthur, con lo que
parecía ser genuina curiosidad—. ¿Cómo hiciste eso?

El rostro de Alan aún estaba apartado del de Arthur, pero le respondió.

—No estoy seguro. Yo sólo… él era mi responsabilidad. Le hablé. Le leí. Lo


llevaba a caminatas y señalaba cosas para él, le dije sus nombres. Él comenzó a
hablar cuando tenía cuatro, y yo estaba tan feliz. Traté… traté de educarlo de la
manera correcta.

—No —dijo Arthur, en el tono paciente de un maestro—. Tú trataste de educarlo


como un humano.
6
Señales de Luces: Un arma.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Alan no respondió esta vez. Él sólo siguió hablando, su voz era seria. Le recordaba
a Nick a la manera en que él solía contar historias para dormir.

—Una vez que él comenzó a hablar, papá comenzó a pensar. Pensó que había
esperanza. Él trató de enseñarle a Nick cosas, trató de decirle cómo comportarse.
La última cosa que él dijo antes de que lo matarás fue que yo debería cuidar de
Nick, y he hecho lo mejor que pude.

Arthur sonó verdaderamente confuso.

—¿Por qué si quiera lo intentaste? ¿En verdad esperabas algo?

—No lo sé —dijo Alan abruptamente—. ¿Cómo podría saberlo? Ese no es el punto.


Él significa algo para mí. Nunca quise que él… —Él hizo un esfuerzo para levantar
sus ojos hacia el rostro de Nick. El esfuerzo no dio resultados, pero las siguientes
palabras de Alan eran directas hacia él—. Nunca quise que supieras nada de esto.

—¿Por qué no? —preguntó Arthur, y él se vio sorprendido otra vez—. ¿Pensaste
que estaría desilusionado? —Él empujó un poco la espalda de Alan, volteó su
cabeza, y sonrió maliciosamente hacia Nick—. ¿Estás desilusionado? ¿Qué sientes?

Nick se quedó mirando a sus fríos ojos, a su hermoso rostro sonriente. Éste no era
el padre de Nick. Él nunca tuvo un padre. Los demonios no tenían padres. Los
demonios no tenían familias. Ellos existían por siempre, sin cambiar, en un paisaje
gris sombrío como la distancia entre Nick y todos los sentimientos en estos últimos
días.

—No mucho —dijo Nick.

Arthur sonrió. Era la sonrisa de un hombre que había adivinado correctamente.

—Tú nunca sentiste mucho, ¿cierto? —inquirió él suavemente—. Tú siempre


pensaste la mitad de las cosas que los humanos eran desconcertantes y estúpidos.
Tú no querías salvar gente como Alan hacía. Tú no querías acercarte a la gente. Tú
ni siquiera entiendes lo que es el amor. ¿Lo entiendes? El amor humano. ¿Sabes qué
es?

—No —dijo Nick tranquilamente.

—¿Sabes algo acerca de ello?

—No —dijo Nick, y tragó—. No lo sé.

La voz de Arthur se convirtió en una voz aún más suave, a pesar de que la suavidad
era muy poco sincera y fácil de ser amable.

—Ahora está todo bien. Eres libre. Nunca más tendrás que fingir ser uno de
nosotros otra vez. Sabes la verdad y conoces tu propio poder. Sabes cómo funciona:

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

A los dieciséis años, el cuerpo puede controlar magia demoniaca. Ya tienes


dieciséis, y mandé un mensajero a encontrarte. Te prometí que no me detendría por
nada para tenerte de vuelta, y aquí estas. Donde siempre debías de estar.

Si Arthur estaba tan preocupado por él, era gracioso que no hubiera puesto sus
mejores esfuerzos hasta que llegó el momento cuando Nick podía ser de utilidad.

Nick pensó en el mensajero diciendo entonces, Black Arthur dice que ahora es el
momento. Él lo quiere de vuelta.

Eso. Nick. El amuleto que mamá había usado había sido solo otra mentira, y la
mirada en el rostro de Alan cuando el mensajero vino no había sido de temor por
mamá. Él no había estado conspirando y mintiendo para escudar a mamá.

Nick se atrevió a mirar hacia Alan, pero el rostro de éste aún estaba apartado.

Black Arthur aun estaba hablando: —Tú tienes lo que ningún otro demonio jamás
ha tenido: un cuerpo propio. Puedes hacer cualquier cosa que quieras.

Nick no estaba seguro de que quisiera cualquier cosa. Él sólo se sintió helado.

—Te di el mundo —dijo Arthur—. Y ahora me puedes dar el mundo… o el


suficiente poder para consumir todos los demás Círculos, para convertirme en el
más poderoso mago en el mundo. Eso es todo lo que quiero, y pienso que es justo,
¿Tú no?

Nick aclaró su garganta.

—¿Por qué debería hacerlo?

—Hicimos un negocio cuando te di este cuerpo, y ahora que he explicado eso


espero que lo conserves. Tú me diste tu palabra.

¿Le había dado su palabra? Él no podía recordar eso, no podía recordar nada de
ello, pero si recordaba la voz de Alan diciéndole que los demonios harían cualquier
cosa para escapar de su mundo.

Él miró hacia el rostro de Black Arthur, a sus ojos de lobo hambriento, y le creyó.
Él había realizado un negocio.

La sangre estaba palpitando en las sienes de Nick. Él miró de nuevo hacia ese
gélido reflejo en la lente del reloj y luego abajo hacia sus grandes manos. Había
estado en lo correcto, pensó, mirando hacia la curva de sus dedos por la luz del fuego
como si pertenecieran a alguien más. Black Arthur le había dado esas manos, ese
rostro, y cada gota de sangre en sus venas. Arthur sólo quería lo que se le debía: lo
que Nick le había prometido.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Él no le había prometido nada a Alan. Black Arthur no tenía derecho a tocar a su


hermano.

—¿Mi palabra? —dijo Nick—. ¿Ahora tengo mis propias palabras? Pensé que Alan
me había dado todas ellas. Tú me preguntaste que sentía. No me siento como con
ganas de darte una cosa.

Arthur se encogió de hombros.

—Supongo que sería mucho el esperar gratitud de un demonio. Me obligas a


recordarte que has entrado dentro de un círculo mágico. Si alguna vez quieres salir,
necesitas cooperar. Ven, ahora. ¿Qué te importa? Puedes darme lo que quiero sin
siquiera intentarlo. Me lo debes, y desearía recogerte, pero no seré tu maestro. Te
dije que esto era una asociación. Yo contribuí con el cuerpo de mi hijo, y ahora tú
contribuirás con el poder, y juntos seremos capaces de hacer cualquier cosa.
Seremos capaces de tener lo que sea.

Nick no quería estar atrapado aquí por el resto de su vida. Él se preguntó


exactamente cuánto podía querer a Arthur, y cómo se suponía que se lo daría. Él se
imaginó que mucha gente sería recortada en el progreso de Arthur hacia el poder y
se preguntó si eso le debería de importar.

El aire de la habitación parecía denso con un pensó de toda esta expectación. Black
Arthur estaba mirándolo. Todos los magos lo estaban mirando. Todos excepto uno.

La voz de mamá rompió el tenso silencio, brillante y ligera, como si fuera a cantar.

—¿Qué hay acerca de mí?

Arthur se veía vagamente aturdido. Nick pensó que tal vez el se había olvidado que
ella estaba ahí.

—Livia —dijo él, volteando su cabeza—. Tú estarás conmigo. Te daré cualquier


cosa.

—Te lo dije —dijo Mamá, sonriendo repentinamente—. Sólo quiero una cosa.

Ella tenía sus manos abrazadas a su pecho, como una niña pequeña escondiendo
un secreto a los ancianos. Nick recordaba que ella había estado jugando con sus
conjuros antes. Él conocía esa pequeña y loca sonrisa. Él no estaba sorprendido
cuando ella abrió sus manos ahuecadas un poco, y todos ellos vieron el brillo
levantándose desde su amuleto. Mamá caminó hacia Arthur con las yemas de los
dedos entretejidos en oro y azul.

—¿Sí? —preguntó Arthur.

Mamá aún estaba sonriendo cuando ella alcanzó a Arthur, y ella dejó que sus
amuletos cayeran brillando contra su pecho. Ella estiró un brazo y enredó sus dedos
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con anillos de fuego a través del cabello de Arthur en el mismo gesto tierno que ella
había usado antes. Arthur estaba sonriéndole de vuelta hacia ella un poco; ella
acunó su rostro en sus manos.

—Arthur —murmuró ella.

—Sí, ¿Mi querida?

—Devuélveme a mi bebé —susurró Mamá.

Ella atrapó la boca de Arthur en un beso. Ella lo estaba sosteniendo de cerca


cuando de pronto ella estalló en llamas.

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16.
Exorcismo.

Traducción SOS por Lizc07 y CyeLy DiviNNa

Corregido por Emii_Gregori

—¡ OLIVIA! —MAE GRITÓ, DEMASIADO TARDE.

La habitación era de repente un confinado espacio con un motín.


Algunos magos se apresuraban a ayudar a sus líderes, arrojando encantamientos de
agua y hechizos de amortiguación al aire. Algunos magos, como Gerald, se movían
discretamente hacia la parte posterior de la habitación.

Cuando Mae se movió, Nick pensó que el cuchillo en su garganta la cortaría, pero
Jamie miró a Mae e hizo un desesperado esfuerzo.

El cuchillo en la garganta de Jamie nunca se movió. El cuchillo sobre la garganta


de Mae salió volando. Mae golpeó con el codo el estómago del hombre y golpeó su
barbilla con la parte superior de la cabeza. Cuando la soltó, ella se arrojó hacia él, y
ambos terminaron estrellándose contra el suelo.

El mago que sostenía a Jamie se movió para ayudarlo y Jamie se puso rápidamente
fuera de su alcance. Ellos se quedaron mirándose con recelo el uno al otro, con los
ojos fijos. El mago se retorció bajo Mae, los dedos buscando su cuchillo, pero Mae
extrajo su propio cuchillo, el cuchillo que Nick le había dado, de su bolsillo y
sostuvo la hoja en su garganta.

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Nick la oyó jadear.

—No te muevas.

Por el rabillo del ojo vio a Alan moverse, alejándose de Mae. Alan estaba
aprovechándose del caos para desarticular una de sus muñecas, haciendo muecas
mientras lo hacía, y deslizando sus ataduras. Colocó su muñeca en su lugar, echó
un vistazo a Mae, a mamá, y finalmente a Nick, y luego corrió hacia la puerta. La
puerta se cerró, y Alan se había ido antes de que Nick pudiera parpadear.

Nick no podía moverse. No podía hacer otra cosa que mirar, y vio como mamá
ardía.

Había un incendio ahora compitiendo con el de Anzu, y este fuego era real. Nick
podía sentir el calor emanar de él, podía oler la ropa, el cabello y la carne
quemándose de mamá. Arthur estaba gritando, tratando de liberarse de su abrazo,
levantando hechizos de protección, y aun así envuelto en llamas.

Nick vio su rostro pálido permanecer intacto en el centro del fuego, mientras que su
cabello negro se convertía en una creciente antorcha. Mamá no levantaba defensas.
Ni siquiera gritaba. Sólo se quemaba, la piel crepitando y poniéndose negra, el
cabello como una hoja de fuego. Nick sabía que estaba viva sólo porque el fuego
aún estaba en marcha, respaldada por más poder de lo que había imaginado que
aún poseía, ardiendo con la rabia y el odio que Mum había estado guardando
durante quince años. La voz de Arthur era un rugido inarticulado, y los hechizos de
agua salían rebotando de ellos. Por un momento, Nick pensó que mamá, en
realidad, iba a tener éxito.

Luego se desplomó sobre el pecho de Arthur, el beso terminó, su cuerpo reducido a


piel y huesos calcinados. Arthur jadeó en busca de aire puro, su ropa y su cabello
colgando en restos ennegrecidos.

Mae gritó: —¡Jamie, ven aquí!

Ella posicionó la punta del cuchillo sobre el pecho del mago, encima del corazón, y
entonces vaciló. Nick recordó lo que le había dicho la noche anterior: A través de la
garganta o por debajo de las costillas para un golpe mortal.

El mago trató de sacarse a Mae de encima, pero ella se enganchó, apretó los
dientes, y deslizó el cuchillo por debajo de las costillas. La sangre corría alrededor
del cuchillo, extendiéndose a través de la camisa del hombre, y Jamie se puso
blanco.

—Mae —dijo—, no...

Mae jadeaba, su respiración saliendo como sollozos. —Jamie —dijo ella, con voz
vacilante—. Ven aquí.

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Jamie se tambaleó hacia delante, y Mae cerró su mano alrededor de la hoja del
cuchillo. Entonces se acercó hasta Jamie, que seguía haciendo esos sonidos entre
respiraciones y sollozos, y levantó su camisa. Dejó una huella sangrienta en la
cadera de su hermano, encima de su marca de demonio. Por un momento la marca
todavía se podía ver, negra bajo la borrosa huella roja, y luego las líneas se
borraron, convirtiéndose en una sombra gris, y la marca se había perdido bajo la
sangre del mago.

Laura la hechicera agarró por el cabello a Mae, levantándola fuertemente y


alejándola del mago caído, y moviendo el cuchillo hacia abajo en un arco vicioso
cuyo objetivo era la garganta de Mae.

—¡No! —ordenó Gerald. Tomó a Jamie suavemente por los hombros y tiró de él
un paso atrás—. No le hagas daño.

—¡Ella acaba de asesinar a Rufus! —exclamó Laura.

—Podría ser útil —dijo Gerald—. Déjala en paz.

Laura viéndose amotinada por un momento, se contentó con presionar la hoja de


su cuchillo con fuerza contra Mae, ya rozando su garganta. Mae se quedó inmóvil,
con los ojos cerrados y su cara alejada de todos ellos, mirando hacia la ventana.

—¿Sabes por qué Gerald quiere reducir sus filas? —preguntó Arthur, su voz áspera
por inhalar humo y tal vez por otra cosa, algo tan extraño y humano como tristeza.

Nick lo miró, lo que significaba mirar hacia su madre. Ella estaba en el suelo ahora,
como basura descartada, y Arthur se acercaba a Nick con los ojos brillando,
furiosos. A medida que él caminaba, su cabello quemado comenzaba a crecer,
retorciéndose como muchas serpientes negras y plateadas. Su camisa estaba
envuelta alrededor de él, los jirones carbonizados retorcidos como amantes.

—Tal vez a él le gusta el aspecto de Mae —dijo Nick arrastrando las palabras.

—No seas ridículo.

Nick enarcó las cejas.

—¿Le gusta el aspecto de Jamie?

—Él piensa que podríamos ser capaces de utilizarlos como moneda de cambio —
espetó Arthur—. Piensa que es posible que los prefieras vivos. Creo que Gerald es
joven, y que está siendo ingenuo. También creo que vas a hacer lo que yo diga sin
más negociaciones. ¡Vendí a mi esposa por esto; vendí a mi hijo, y voy a tener lo
que he pagado! ¿Sabes cuántos demonios darían cualquier cosa por estar en tu
lugar?

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Se oyó un ruido extraño en el momento que Arthur habló. Empezó bajo, y luego
aumento por encima del silbido de la señal de luces, era el sonido sibilante de la risa
de Anzu.

—Oh, sí, cualquier cosa —dijo Anzu—. ¿Quién no querría estar atrapado en una
patética y pequeña mente humana, incapaz de recordar quiénes son? Especialmente
dado que salió tan bien esta vez. ¿Cuántos demonios se ofrecieron a ser colocados
dentro de un mocoso llorón, Arthur? Sólo estaba Hnikarr, y él siempre fue
imprudente y estúpido. Incluso estuvo a punto de no hacerlo. Liannan le aconsejó
no hacerlo desde el principio.

—Liannan —repitió Nick.

Recordó su frío beso y su temblorosa boca. Ella le había dicho que le había
conocido una vez, hace cien años o más.

Le había dicho que no confiara en Anzu.

—No la recuerdas, ¿verdad? —preguntó Anzu, con los labios fruncidos y las alas
formando una curva casi sarcástica sobre su cabeza—. No te acuerdas de mí,
tampoco. Por supuesto, sabíamos que no lo harías, pero Arthur prometió que él
haría que nos recordaras a nosotros y a nuestras reclamaciones. Supongo que se le
olvidó.

—¿Qué reclamaciones?

—¿Crees, Hnikarr —dijo Anzu, con sus ojos negros en los suyos—, que alguna vez
confiaríamos en un mago con uno de los nuestros? Tú, yo y Liannan... teníamos
una alianza. Estuvimos de acuerdo con tu loco plan, sabíamos que serías impotente
siendo un niño en este mundo si los magos te fallaban. Nos prometiste cuerpos, y
nos atamos nosotros mismos a tu servicio. ¡Durante años nos has estado llamando,
tratándonos como esclavos, jugando al humano y no recordando nada! Ahora lo
sabes todo, viejo amigo. ¿Cuándo vas pagar tu deuda?

Siempre había sido tan fácil para Nick llamar a sus demonios.

Anzu había dicho la palabra “amigo”, pero eso no coincidía con la ola de frío al
final de cada palabra que él decía. No miraba a Nick como un amigo.

—No debiste haber marcado a mi hermano —dijo Nick lentamente.

—¿Cómo sé que dirías algo así? —gruñó Anzu—. Eres repugnante. Por supuesto
que lo marqué. Voy a matarlo. Somos demonios. ¡Eso es lo que hacemos! Si no
entiendes eso, hay al menos una cosa que no ha cambiado. Siempre fuiste un
idiota.

—Cállate —ordenó Arthur.

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—Y tú eres un idiota también —dijo Anzu—. ¿Tienes alguna idea de lo que es un


demonio? ¿De verdad crees, qué incluso para escapar, cambiaríamos todo lo que
sabemos, todo lo que hemos aprendido a lo largo de los siglos, para convertirnos en
una criatura rastrera como esa?

Escupió en dirección a Nick, una gran chispa brotando de su pico y farfullando


fuera del borde de su círculo.

—¡Los humanos apenas viven lo suficiente como para saber que van a morir!
Cualquiera de nosotros preferiría seguir viviendo como lo hacemos, tratando de
escapar de un cuerpo en ruinas, que renunciar a lo que somos. Será mejor que
llegues a algún acuerdo con Hnikarr. El resto de nosotros hemos visto todo en lo
que se ha convertido. Nadie tiene nada que ver con tu magnífico negocio.

Nick miró hacia Anzu, sus oscuras alas en su círculo de fuego, y pensó en un
centenar de preguntas que hacerle, sobre el mundo de los demonios, sobre Liannan.
Acerca de lo que había significado para Liannan y lo que había significado para
Anzu.

La cara de Anzu estaba llena de diversión malévola. Le parecía gracioso no


responder a las preguntas de Nick. Además, incluso si Anzu hubiera querido
contestarle, Nick sospechaba que no sería capaz de hacerlo. Él no entendería lo que
Nick querría decir si le preguntaba qué era un demonio.

Nick debía saber lo que era un demonio. Él debía saber lo que era.

—No sabía que ustedes dos se conocían —dijo Arthur lentamente.

—No sabes mucho, mago —se burló Anzu.

—Bueno, si conoces a Hnikarr, puedes aclarar un poco el debate entre Gerald y yo.
Lo has conocido por siglos. ¿Se preocupa por las vidas de estos seres humanos?

Todos miraron a Mae y a Jamie. Mae todavía tenía los ojos cerrados, la sangre
deslizándose por su garganta, y apretando sus manos ensangrentadas. Gerald
estaba susurrando en el oído de Jamie, y se produjo un cambio que vino lento como
el amanecer en el rostro de Jamie. Estaba empezando a verse enojado. Nick los
conocía a los dos, como había conocido a muy pocas personas en su vida. Podía
recordarlos de cientos de formas diferentes, Jamie temeroso en un bar de Salisbury,
Mae apoyándolo frente a la Casa de Mezentius.

Se preguntó si eso importaba.

Anzu resopló.

—¿Por qué habría de hacerlo?

Anzu debía saberlo.


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—Como pensé —dijo Arthur—. La humanidad no es algo que se pueda construir.


—Se volvió hacia Nick—. No eres mi hijo. No eres algo que pueda sentir —
susurró—. Tu propia madre yace aquí muerta. Y no te importa.

Nick miró hacia el suelo cubierto de círculos mágicos hacia donde recordaba que
Mum yacía. Todo lo que podía ver era un montón de ropa quemada y cabello. Ella
había muerto. Él la había odiado porque había pensado que era culpa suya el que
estuvieran siendo perseguidos, y eso había sido una mentira. Ella lo había odiado
por llevar la cara de su hijo, lo que era una mentira también.

Allí estaba el frío pensamiento en la mente de Nick, en algún lugar de la gris


ausencia de sentimientos, que decía que no debía perder tiempo con los seres
humanos. Pero no duró mucho.

—Laura —espetó Arthur—. Gerald. Tráelos a mí.

Laura empujaba a Mae sobre el filo de la navaja a cada paso. Jamie la siguió sin
tener Gerald empujarlo para nada.

Arthur los miró y luego volvió hacia Nick con ojos que habían sido salvajes cada
segundo desde que murió mamá.

—Yo sé lo que eres —dijo—. Un demonio, un ser definido por sus acciones y
deseos. Hice un trato contigo, a sabiendas de lo que eres. Vas a hacer lo que quiero
porque es lo mejor para los dos. No me digas que te importa si estos dos viven o
mueren.

Nick pensó en las palabras de Anzu. Había sonado seguro; sonaba como si supiera
lo que Nick era, lo que los demonios eran. Nick no estaba seguro de nada excepto
por la realidad inevitable de Mum en el suelo.

Tal vez nunca había sentido nada. Tal vez fue sólo que Alan había esperado
siempre que él sintiera algo, y se había convencido a sí mismo que podía.

Él no tuvo la oportunidad de responder a Arthur. Todas las luces se apagaron y se


hundieron en lo que, a excepción de la tenue luz sobrenatural del círculo de Anzu,
ascendió a la oscuridad total.

Alguien gritó, y Black Arthur maldijo. Muy cerca de allí había movimiento en la
oscuridad, sombras agitándose entre sombras, y Nick sabía que Mae y Jamie se
habían deslizado por el suelo. Laura maldijo, y Nick creyó ver un pequeño
movimiento: sus manos agarrando por un instante demasiado tarde a Mae.

Todo el mundo estaba en movimiento. Nadie miraba excepto Nick, así que nadie
más vio la pequeña porción de pálida sombra cuando la puerta se abrió y se cerró.

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La voz de Black Arthur golpeó en la oscuridad como un látigo. —¡Pónganse juntos!


No hay necesidad de entrar en pánico.

Nick echó hacia atrás la cabeza y se echó a reír. Era una risa lenta, y encantadora,
tornándose fría como el mar y colándose a través de toda la habitación. Había
utilizado esa risa antes para hacer temblar y palidecer a las personas.

Ahora sabía que su risa no parecía humana.

—¿Qué? —le espetó Arthur, y luego, mientras la baja risa continuaba, sus nervios
se rompieron y le gritó—: ¿Qué?

Nick se inclinó hacia delante en la oscuridad y le susurró: —No conoces a mi


hermano.

Todavía estaba hablando cuando el primer disparo sonó.



La habitación estaba demasiado oscura, con la noche y con una tormenta de verano
acercándose, como para ver algo.

Había tantos magos y se movían demasiado, y Black Arthur estaba gritando


órdenes y causando aún más confusión. El brillo débil de la señal de luces de Anzu
sólo parecía profundizarse desde las sombras en el fondo de la sala.

Alan había planeado esta emboscada muy bien.

El primer disparo sonó como un hueso agrietándose, y fue seguido por un golpe.
Un hombre gritó, y Nick se echó a reír otra vez. El sonido debía cubrir el sonido los
movimientos de Alan. Además de que asustaba a la gente, y eso podría ayudar.

Vio otra ráfaga de movimiento a su lado y sospechaba fuertemente que Gerald


había colocado a Laura lentamente en el suelo. Él podía decirle a Alan donde
estaban, una vez más lanzando amenazas que tratando con ellas.

—¡Que alguien capture a ese chico! —gritó Black Arthur, y de sus encantos y
amuletos vino una súbita niebla baja, de humo de color. Era roja como las brasas
de un fuego moribundo, coloreando aquí y allá con un cambiante púrpura. La
energía delineaba la forma iluminada de las manos de Arthur en la oscuridad.

Alan volvió a disparar cuando Arthur tiró la bola de luz en lo que Nick pensaba que
era la dirección correcta. Arthur dio un salto a un lado ante el sonido del disparo, y

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la ráfaga de magia voló por los aires al azar. Golpeó sin causar daño contra una de
las paredes de paneles.

Después de un momento la luz de la energía de Arthur se perdió en la oscuridad, y


una vez más la única luz que había era la del círculo de Anzu. Actuando desde lo
que Nick asumió era pura malicia, Anzu había bajado considerablemente sus
llamas, y el opaco resplandor proporcionaba apenas alguna luz a todo. Nick tenía
una excelente visión nocturna. No podía imaginar lo poco que los humanos podían
ver y qué miedo debían de tener.

—Mae y Jamie están abajo —le dejó a Alan saber—. Mátalos a todos.

La habitación era demasiado pequeña, y los magos eran demasiado poderosos.


Tarde o temprano, Alan sería capturado, pero Nick pensaba que no haría ningún
daño dejar que los magos escucharan eso.

Hubo otro grito y una explosión de movimiento frenético. Nick pensó que alguien
había tropezado con un cuerpo.

En la confusión, incluso Nick perdió la pista de donde estaba Alan. Entonces sintió
una perturbación en la trampa que se había cerrado sobre él, una repentina
presencia viviente en las paredes de hielo a su alrededor.

Algo estaba respirando, dónde solo había habido silencio, y el primer pensamiento
que vino a Nick, claro y tranquilo, fue que un ser humano se había desviado en su
círculo y debía matarlo.

—Nick —dijo Alan, en voz baja.

Él estaba de pie, cerca de él susurrando. Nick supuso que era más fácil en la
oscuridad. Alan no había sido aún capaz de mirarlo cuando se fue la luz.

—No te preocupes —continuó Alan, su voz rápida y suave—. Saldré.

Nick escuchó con indiferencia a su propia voz baja, tan humana como un susurro
tranquilizador de una tumba.

—No estoy preocupado.

Podía sentir a Alan temblando en la oscuridad, y por un momento pensó que Alan
simplemente tenía miedo de él. Entonces Alan miró directamente hacia él, y él
sintió la mano de Alan, la que no sostenía el arma, suave en su cabello. Volvió la
cara con el toque y Alan, como si él se inclinara sobre la cama de Nick como
cuando Nick era muy pequeño, apretó un cálido y rápido beso en la mejilla de
Nick.

Luego se fue, y el círculo estuvo de nuevo frío, silencioso, y duró todavía un poco
más.
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

—Alguien vaya a ver lo que ese niño desgraciado ha hecho a la caja de fusibles —
ordenó Arthur—. Voy a tratar con él.

Hubo un movimiento en la oscuridad, y luego una silueta contra la puerta abierta,


ofreciendo un blanco perfecto. El arma de Alan sonó de nuevo, y hubo otro golpe.
—¿Estás seguro de eso? —preguntó Nick, sonriendo en la oscuridad.

—¿Quién era? —exigió Arthur, sonando aún más ofendido que preocupado, como
si Alan hubiera dejado caer una cuchara en un restaurante en lugar de una persona
con una bala—. ¿Fue Charles? ¡Charles!

—No lo molestare llamándolo —aconsejó Nick—. A mi hermano no se le


escapará.

Hubo un lío de magia en el aire, los colores cruzándose como garabatos de lápiz de
color sobre una página en negro. Los magos estaban golpeándose unos a otros.
Hubo más gritos, y con la luz de la magia, como luz derramada por decenas de
fuegos artificiales en el cielo, Nick vio a Mae y Jamie en el suelo, Mae con su brazo
protector sobre la cabeza de Jamie, y Jamie con su brazo alrededor de la cintura
Mae. Justo al lado de Jamie estaba Gerald, aferrándose a los hombros de Jamie.

Contra la oscuridad mágica de colores, Alan y Arthur estaban de pie, mirándose el


uno al otro. La magia fue enrollándose alrededor de los puños de Arthur y los
brazos como cuerdas brillantes, vivas, y Alan tenía su arma apuntada a la cara del
Arthur Black.

Las gafas de Alan reflejaban la luz multicolor. Su voz cortante a través de gritos.

—Quiero que sepas que aprecio esto, Arthur —dijo—. Has hecho que mi plan
funcionara a la perfección.

Arthur estaba muy quieto. Él, ahora, había visto a Alan disparar, no lo trataba a la
ligera como lo había hecho antes, como un niño cuyas lágrimas podía borrar,
mientras se reía de él. Él estaba pensando en cómo hacer caer a Alan abajo sin
correr el riesgo de ser fusilado.

—Oh, sí —se burló—. Estoy seguro de que conseguir a tu precioso hermano


atrapado en un círculo de magos era tu plan desde el principio.

Alan lo miró impasible.

—Bueno, no todo el tiempo. Tenía la esperanza de que alguien en el Mercado


Goblin pudiera ser capaz de atraparlo en un círculo por mí, pero ella se negó a
intentarlo. Así que tuve que hacer esto por mi cuenta. No podía dejar que Nick
supiera nada de eso. Yo quería que él fuera humano durante el tiempo que pudiera.
Tuvimos a los seres humanos en la casa, y yo esperaba que se hiciera amigo de
ellos. Sabía que no dejarías de cazarlo. Sabía que tenía que asegurarme de que

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ningún mago nunca pudiera tocarle de nuevo. Tomé la segunda marca del demonio
porque sabía que me ayudaría a cazar magos. ¿Te lo llevaste? Yo lo traje a tu
maldita casa y a tu maldito círculo. ¡Elegí esto!

Dio un paso más cerca de Black Arthur, que estaba a la espera de que la atención
de Alan vacilara. No era más que un ser humano, a solas con magos acercándose a
él, y Nick no podía entender la mirada ardiente y triunfal de su rostro.

Eso pareció enfurecer a Arthur.

—¿Y por qué hiciste eso?

—Para que yo pudiera hacer esto —Alan respondió con calma, y continuó con una
voz clara—. ¡Hago un llamamiento a quien le di el nombre de Nicholas Ryves!

Sorprendió a los magos lo suficiente como para que la magia fuera apaciguada en
sus manos, y el cuarto cayó una vez más en una relativa oscuridad. Que fue
interrumpida por un crujido de energía y luz de las manos de Black Arthur,
descansando la magia contra la palma de su mano como dos relámpagos.

—¿Qué estás haciendo? —gritó a Alan—. No es un llamado a los demonios o algo


por el estilo. ¡Tienes que recurrir a ellos por sus nombres verdaderos!

—Eres un idiota —respondió gritando Alan—. Has trabajado con los demonios en
tu vida, ¿y todavía no lo has descubierto? ¿Por qué los demonios tienen nombres
verdaderos? Ellos ni siquiera tienen un idioma hablado. No es así como los llamas.
No contestan porque creen que es su verdadero nombre. ¡Responden a la pregunta
porque lo creen! Hago un llamamiento a quien llamaron Hnikarr en el oeste, llamo
al único al que llamo hermano. ¡Hago un llamamiento a Nicholas Ryves!

Alan no era un bailarín. No debería haber funcionado, salvo que Nick ya se


encontraba en un círculo mágico elaborado por los magos, pidiendo que reflejara el
poder del verdadero círculo de obsidiana que habían trasladado desde Exeter a
Londres.

Justo como Alan había planeado.

El círculo de magos estaba limitado, como si las paredes que Nick no podía ver ni
romper estuvieran cerrándose. Era más que eso. Se sentía como si hubiera estado
en una trampa desde el principio, formada por una docena de cadenas de diferente
acero, y sólo se diera cuenta de que estaban allí ahora, cuando cada cadena se
tensó. Lo sujetaban por las muñecas y los tobillos, y además se envolvían alrededor
de su cabeza. Se sintió por un momento como si estuviera en las cadenas de un
títere; la garganta constreñida, como si tuviera una cadena de estrangulación.

Recordó la voz de Merris Cromwell, diciendo: El exorcismo significa nombrar al


demonio y dirigirlo.

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La sensación no era del todo desagradable. Ahora que su poder había sido llamado,
Nick podía sentirlo surgiendo dentro de él. Su cuerpo era emocionante para él,
como una descarga de adrenalina, a lo largo de las líneas en su círculo con la magia
en aumento.

Miró a Alan, y sus ojos se encontraron sobre un mar de señal de luces blancas y
brillantes como la nieve y el movimiento como la luz.

Suave como el crepitar del fuego, Nick dijo: —¿Qué pides?

Dime que los mate a todos, pensó Nick.

Volvió la cabeza al oír la voz de Arthur, ronca y desesperada.

—¿Qué vas a hacer?

Nick giró la cabeza, ya que le dejó perplejo. No creía que Arthur sonara tan
desesperado si simplemente tuviera miedo de sí mismo. Arthur era demasiado
arrogante para eso, por lo que dejó la pregunta: ¿Qué pensaba él que iba a hacer
Alan?

Arthur se movía hacia Alan como un gato de actitud de caza, aparentemente lento
y listo para saltar.

—No me importa lo que pienses de mí —dijo, pesaroso ahora—. Ninguno de


nosotros podría hacer algo como esto. Tú no sabes lo que estas cosas son capaces
de hacer. Se podría condenar al mundo entero.

Había algo que todos sabían acerca de los demonios. Los magos les llaman en
círculos o en los cuerpos, los mantienen atrapados, manteniendo sus poderes
limitados. Ni siquiera un mago puede dejar un demonio en libertad.

El plan de Alan era asegurarse de que ningún mago pudiera tocar a Nick nunca
más.

—¡No hagas esto! —bramó Arthur.

No hagas esto, pensó Nick. Arthur tiene razón. No sé lo que haría. No se puede confiar en
mí.

Como de costumbre, no podía encontrar las palabras para decir lo que quería decir.

Alan había ignorado a Arthur por completo, con la mirada fija en Nick. Parecía
tranquilo y absolutamente determinado.

—Nicholas Ryves —dijo, haciendo un encanto por tercera vez, y luego sonrió—.
Yo te libero.

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Arthur saltó hacia Alan un instante demasiado tarde, tirándolo al suelo, con la
mano sobre la boca de Alan como si pudiera detener las palabras que ya se habían
dicho.

Las paredes del círculo se desplomaron como si hubieran sido siempre demasiado
ligeras y frágiles para sostener alguien, y la magia de Nick se precipitó en una
marea blanca rugiendo por el suelo. La inundación cubrió signos mágicos y los
cuerpos humanos en la cabaña por igual, y Nick se encontraba en el centro de este
poder ilimitado y tiró a Black Arthur hacia el fondo. Black Arthur gritó, y Nick
abrió los brazos y se liberó de su prisión por última vez. Corrió, completamente
libre al fin, por fin, hacia su nuevo mundo.

Dejó el cuerpo detrás de él en el suelo.

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17.
Conocer las palabras.

Traducido por Selune

Corregido por masi

N ICK FUE CORRIENDO POR LA CIUDAD. Terminó por estrechas


callejuelas y anchas calles de Londres, insustancial como el humo,
esquivando a los humanos, que se estremecían y miraban a su alrededor con
ojos asustados a causa de su miedo repentino. Londres en la noche era un patio de
recreo brillante lleno de seres humanos y los juguetes brillantes que habían
construido a su alrededor. Nick podía haberlo arrasado todo.

Se fue volando alrededor de las espirales de altura, agresivamente, de los nuevos


edificios y se dejó caer en picado en el precipicio, repentinamente cayendo hasta las
casas parlamentarias que estaban situadas en líneas de piedra gris. Había un
murmullo de ruidos humanos por todas partes; Nick no estaba acostumbrado para
poder entenderlo.

Se trasladó a un lugar más alto y más lejos de los humanos, al terreno familiar de
Tower Bridge. Había una interrupción de las nubes allí, con la luz del sol poniente
todavía fluyendo en el horizonte. Nick se enroscó como la niebla alrededor de las
torres medievales que se convirtieron en oro de cuento de hadas por el sol poniente,
unidas en lo alto por los arcos azules. Su sombra se extendía sobre el río espumoso,
convirtiéndola en una corriente profunda y constante de oscuridad que serpenteaba
por toda la ciudad.

Era su ciudad ahora.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Nick hizo girar y girar el aire con él, el cielo girando y las nubes alrededor de su
puño y en una masa gris turbia. Él dio una palmada y se hizo eco de un trueno en
los oídos; hizo agujeros oscuros en las nubes y envió un rayo ardiente a través de
ellos. Luz y sonido se estrellaron en el aire a su alrededor, como si estuviera
atrapado en un terrible accidente de coche, y rodara a través de la tormenta y se
echó a reír otra vez.

Las nubes formaban capas y capas de gruesas mantas grises, envolviendo a Nick
cálido y seguro en el cielo abatido. Él podía hacer lo que quisiera. Cada momento
de furia, cada impulso hacia la destrucción que había tenido siempre, ahora podría
tener salida en el mundo.

La tormenta golpeó contra las nubes, sonando hacia afuera con triunfo.

Había aceptado la apuesta y había ganado. Ningún mago tenía un control sobre él
ahora, ni nunca más lo haría. Liannan se había equivocado al recomendar
prudencia. Liannan... ella lo había visto cuando era impotente e ignorante y atado a
aquel cuerpo humano. Ella había tratado de ser amable con él. Ahora podía
encontrarla, hacer algo por ella, y decirle que se acordaba de todo. Recordaba todo.

No recordaba haber pensando en las palabras antes. No recordaba haber pensando


en sí mismo como tener un nombre, antes. Los nombres eran cosas humanas,
importantes porque los seres humanos utilizaban los nombres para darse órdenes.
Un nombre era un collar y una cadena. Nick no tenía nombre.

Nick vio el problema con ese último pensamiento casi de inmediato.

Lo alejó con irritabilidad, se agachó y trató de quemar la compresión con un


relámpago, ardiendo en el cielo de Londres. Crepitaba en el aire por debajo de él y
el trueno rodó por encima de él, un rugido constante, suave, la tormenta le hablaba
sin palabras.

Tenía que deshacerse de todas las palabras. Tenía que dejar de pensar en esto.
Había sido acogido y adoctrinado por esos humanos, pero lo sabía todo y no podía
hacer nada ahora.

Se detuvo y trató de pensar en algo que quisiera hacer. La tormenta no tenía


respuestas para él.

El mundo humano había sido objetivo de los demonios durante mucho tiempo,
Nick no estaba seguro de qué hacer con ello ahora que lo tenía. Los magos fueron
sus maestros, con la promesa de alivio del dolor, siempre y cuando les
correspondiera con obediencia, y todos los demonios soñaban con ser un maestro
en su lugar. Siendo el único con todo el poder, quien podría aterrorizar y gobernar
a los humanos.

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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Los demonios no vieron que había un puesto en el mundo de los humanos, excepto
el puesto de maestro o esclavo. Ahora ya no era un esclavo. Él podría aplastar a la
gente de este mundo, si le daba la gana, pero ¿qué haría entonces? Podría crear un
centenar de tormentas como ésta. Era dueño de esta noche y de todos los que
estaban atrapados en ella.

Estaba oscuro, y un poco frío. Se sentía cansado y frio por todo lo que había
sucedido en la actualidad. Él quería volver a casa con Alan, comer cereales en el
sofá, y dormir en su propia cama.

Eso era lo que los humanos hacían, con todo el mundo expuesto ante ellos cada
día.

Oculto en los cúmulos de nubes de tormenta. Podría prender fuego al río Támesis si
así lo deseaba, reduciéndolo a vapor en el lecho del río.

No podía volver a un ser humano. Volver a ser humano sería como un perro
apaleado escapando de sus cadenas y luego arrastrándose de nuevo a su jaula,
gimiendo a su propietario.

Eso era un tipo humano de comparación, sin embargo. Tenía que dejar de pensar
como un humano. Tenía que dejar de pensar en las palabras. No recordaba haber
aprendido las palabras. En algún momento del pasado remoto había aprendido que
un sonido significaba una idea, un sonido particular significaba una idea en
particular, y el sonido y la idea no podían tratarse por separado e independiente
otra vez. Recordó la forma en que todos se reían de las palabras, a las que las
personas atribuyen tanto poder, como si el sonido y el aire pudiera significar una
idea, o un individuo.

Pensó en el nombre de Alan, y lo que eso significaba.

Parecía que la raíz de la palabra, una vez aprendida, era difícil de olvidar.

Sin embargo, Black Arthur había estado en lo cierto. Nunca había sido humano,
nunca sintió las cosas de una manera humana, nunca había estado completamente
cómodo con un lenguaje hecho de palabras. Nick se preguntaba si las chicas criadas
con los lobos habían estado alguna vez a gusto con los lobos o los seres humanos.
Se preguntó si querían volver con los lobos una vez que fueron rescatadas, y lo que
los lobos habrían hecho si ellas lo hicieran.

Era más fácil el estar con tu propia especie. Nick pensó de hacer un guiño al
hombre poseído en la Casa Mezentius, y cómo Alan debió haber visto eso y se
escapó para esconder su horror y miedo, viendo a su hermano demonio
perteneciendo a los demonios.

Nick había ido tras él. Todo había sido lo correcto.

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Eso había sido antes de que él lo supiera. Pensó en Black Arthur diciéndole, Tú no
eres algo que pueda sentir. Nick sabía, ahora, lo que quería decir. Un demonio no
tenía la capacidad para el afecto.

Alan le había dejado ir. Nick nunca hubiera tomado ese tipo de riesgo con su
propio mundo, con su propia especie. Los seres humanos no eran como ellos, ni
poderosos ni lógicos, ni estériles ni desolados como las interminables extensiones
de espacio en el mundo de los demonios. Pensó en el calor del cuerpo de Mae
contra él, anclándolo mientras cruzaba el agua corriente. Pensó en Liannan y su
boca fría, como ella había querido un momento de calor para conducirle con ella a
su mundo.

Las cosas eran lo que eran. No se podían cambiar. Algo eternamente frío no podía
volverse al revés, girar su rostro lejos de todo lo que era, y deberse, no por mucho
tiempo por algo breve y estúpido, insensato y cálido.

Todo estaba cambiado ahora. Él sabía la verdad. Él sabía lo que él era.

No había forma de volver atrás, nunca.

Dejó que las nubes de tormenta se disolvieran y los vientos se desvaneciesen, y en


la reunión de la calma se le ocurrió que había dejado a Alan en un nido de magos.

Regresó más rápido que el sonido o la luz, voló indiferente a través de una ciudad
que podía haber poseído a un lugar que le importaba, a continuación, entró por el
techo y se cernió sobre el suelo, donde los cuerpos yacían.

Había personas de pie. Alan no era uno de ellos.

Estaba tendido en el suelo, medio cubierto por el cuerpo de Black Arthur. Los ojos
de Black Arthur estaban abiertos y la sangre salía de sus ojos, sus oídos y su nariz.
Estaba muerto. Nick se había enojado, pero seguramente no lo suficientemente
molesto como para herir a Alan. Seguro que él había derribado a Arthur antes de
que el hombre tuviera la oportunidad de tocar a Alan.

Había otros magos en esta sala que todavía estaban vivos, y por lo tanto seguían
siendo una amenaza. Mae y Jamie los enfrentaban mano a mano, indefensos, y los
afrontaban exactamente igual.

Nick estaba a punto de girar sobre los magos cuando se dio cuenta de que ninguno
de ellos estaba, en realidad, atacando. La mayoría de lo que parecía estar
sucediendo es que Gerald estaba de pie cara a cara con otro mago, y que el hombre
estaba hablando en voz alta.

—¡Hay que matarlos a todos! —dijo, y Nick identificó al hombre con su poder.
Sería tan fácil como fijar una mariposa a la pared y verlo morir.

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Gerald le alcanzó en su forma amigable, informal y tomó al hombre por el cuello.

—¿Crees que das las órdenes por aquí ahora, Mark? —volvió a preguntar a la
ligera—. ¿Me estás desafiando?

—No —dijo Mark—. No, por supuesto que no, simplemente supuse…

—No —aconsejó Gerald, y sonrió con su tímida sonrisa en el rostro del anciano—.
Vamos a salir ahora. Vamos a dejar que ellos vivan. ¿Qué tienes que decir al
respecto?

—Yo… nada —dijo Mark

Gerald lo dejó ir y lo giró como un niño, dándole un impulso sólido entre los
omóplatos en la dirección de la puerta. Los otros magos captaron la indirecta y, a
pesar de algunas miradas venenosas emitidas a la espalda de Gerald, todos
empezaron a moverse hacia la salida. Algunos tuvieron que pasar por encima de los
cuerpos en su camino.

Gerald dio un pequeño suspiro de alivio, como si una situación potencialmente


incómoda hubiera sido felizmente resuelta, y se volvió hacia Mae y Jamie con las
manos en los bolsillos.

—Os di vuestras vidas —dijo—. Recordad eso. Yo no doy sin esperar una
devolución. Os estaré observando. —Sus ojos se detuvieron en la curación del corte
que él había hecho a lo largo de la mejilla Mae, algo frío en ellos emergió a la
superficie por un momento. Luego se fue sonriendo de nuevo—. Y volveré a
recogerlo.

—¿Qué, nuestras vidas? —exclamó Jamie, moviéndose delante de Mae.

Gerald se encogió de hombros. —Vamos, Jamie —dijo, mirándolo con lo que


parecía ser una cantidad considerable de diversión—. ¿Crees que iría detrás de uno
de los míos?

Jamie extendió una mano detrás de él y encontró de nuevo la mano Mae. —Yo no
soy uno de los tuyos.

—Seguro que lo eres —Gerald murmuró—. Simplemente no lo sabes todavía. ¿Vas


a sentirte seguro esperando a todos los demás descubrir tu pequeño secreto, viendo
como el miedo de tu hermana crece hacia ti, sabiendo que un demonio está en
libertad ahí? Es posible que sólo te alegres de verme cuando vuelva.

Él asintió con la cabeza a ellos en señal de despedida, volviéndose a seguir a sus


magos al pasillo.

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Se detuvo en la puerta y dejó que su mirada barriese arriba y abajo a Mae, ese brillo
de frialdad volvió a aparecer como un cuchillo escondido, con poco cuidado, por
alguien que no le importaría demasiado si la gente lo viera y tuviera miedo.

—Por supuesto —murmuró—puede que no sea así.

Hizo un guiño a Jamie y cerró la puerta.

Nick no mató a ninguno de ellos. Había bastantes cuerpos yaciendo sobre el suelo,
que Alan viera cuando se despertase. Lo que Nick hizo fue caminar sin rumbo
hacia uno de los cuerpos, yaciendo en el círculo de los magos. Todos los otros
círculos estaban vacíos. Anzu se había ido cuando el hombre que lo había llamado
murió.

No había ningún fuego dejado en el círculo, y no había vida en el cuerpo. El pecho


subía y bajaba, pero los ojos abiertos estaban sin vida.

Eran ojos azules, como los ojos de sus padres muertos. Todos estaban muertos, la
familia mágica de ojos azules. El niño nunca había tenido la oportunidad de vivir.

Nick inspeccionó el cuerpo vacío desapasionadamente. Él lo sabía, podía recordar


la sensación de todos los músculos y tendones. Sabía dónde estaba cada lunar,
sabía todas las líneas de la cara. Era sólo que también sabía que no tenía cabida en
ello, y realmente no lo necesitaba.

Recordó una vez más el momento en el río, y la molesta sensación persistente de


que su cuerpo no le pertenecía. Era cien veces peor ahora cuando trataba de abrirse
paso en el interior. El cuerpo se sentía pesado, como el de los humanos de la tierra
se suponía que estaban hechos, y sintió como si estuviera totalmente equivocado el
tipo de material que se ponía en él. Era como si alguien estuviera tratando de
obtener demasiada agua en una caja de cartón.

Por un momento se sintió como si el cuerpo pudiera estallar, pero entonces pareció
asentarse de nuevo en él, su energía corriendo cómodamente a lo largo de las líneas
del cuerpo, de nuevo, y encontrando una manera de encajar. Entonces era sólo
cuestión de recordar que tenía que mover las extremidades para moverse de nuevo.
Parecía como una manera torpe de hacer las cosas, y él mismo apalancado con
brazos que se sentían como el caucho.

Nick entrecerró los ojos, y el mundo se enfocó.

Jamie estaba de pie junto a la ventana, diciendo: —La tormenta se detuvo. —Era
una pregunta, más o menos de manera individual. Se volvió al oír el sonido de
Nick arrastrándose torpemente de sus pies.

Por lo menos salir del círculo no era un problema ahora.

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—Nick se despertó —dijo Jamie a Mae cuando Nick caminó, más seguro en cada
paso, a través del suelo hacia su hermano. Su cuerpo estaba trabajando muy bien
cuando llegó a Alan, él se puso de rodillas junto a él, y nada había sido tan fácil.

Alan estaba tumbado sobre su costado, y respiraba todavía. Acababa de ser


noqueado cuando Arthur le abordó, se dijo Nick. Él estaba bien, tenía que estarlo.

Lo que Nick hizo fue extender la mano y limpiar el hilo de sangre en la comisura
de la boca de Black Arthur. Luego se inclinó, pasó los dedos con sangre sobre la
pierna de Alan, y vio la marca del demonio desvanecerse.

Nick no tocó a su hermano otra vez. Sólo se quedó a su lado y esperó a que
despertara.

Después de un momento, lanzó una mirada sobre Mae. Ella no se había movido
cuando Jamie le habló sobre la tormenta o sobre Nick. Ella estaba de pie sobre el
cuerpo del hombre que había matado. Nick recordaba ahora que ella lo había
matado y quitado la marca a Jamie. Hizo un esfuerzo por capturar su mirada, y
cuando lo hizo él sonrió.

—Bien hecho —dijo.

Mae parecía enferma. Nick se dio cuenta de que de alguna manera había dicho algo
equivocado, y estaba pensando que Alan hubiera dicho lo correcto cuando vio a
Alan revolverse.

La primera cosa sobre la que los ojos de Alan cayeron cuando los abrió fue Mae, y
de inmediato se incorporó y dijo: —Oh, Mae. Lo siento.

Por alguna razón, parecía ser lo correcto. Mae casi sonrió, y al sonido de la voz de
Alan, Jamie dejó de mirar perdido en sus pensamientos y miró con en cambio a su
hermana. Se acercó a ella de inmediato, la miró ansiosamente, y luego extendió la
mano y envolvió un brazo protector sobre sus hombros.

Ella sonrió adecuadamente entonces, dejando caer un beso en sobre cabeza. Eso
era bueno, Nick pensó, y luego Alan dijo: —¿Dónde está Nick? —y todo el
pensamiento de lo demás se perdió.

Por primera vez desde que había oído la verdad, se volvió y miró a los ojos de su
hermano.

Alan parecía enormemente aliviado al verlo y muerto de miedo. Nick lo miró y


sabía lo que Alan estaba viendo: una serie de ojos blanco negro situados en un
rostro inexpresivo, y no había forma de adivinar lo que estaba pasando detrás de
esos ojos. Alan se había encogido violentamente lejos de él cuando despertó de los
sueños de los demonios. Alan deliberadamente lo había desatado sobre el mundo.

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Cualquier cosa que Nick hiciera ahora, Alan podría pensar que era culpa suya.

Nick decidió que era bueno que no hubiera permitido a Alan despertar y ver el
cuerpo vacío. Él podía estar aquí. Podía hacer mucho con eso.

—Nick —dijo Alan, y sus ojos viajaron de la cara de Nick al cuerpo de su madre,
situada muy cerca de ellos. Alan dio un respingo hacia atrás, como si los ojos le
doliesen. Él estaba temblando un poco—. Nick —dijo de nuevo, y su voz temblaba
un poco—. Nick, habla conmigo.

Nick negó también, pero no de terror o dolor. Él sólo sentía frío, vacío de las
palabras adecuadas. Él sabía cómo hablar, pero no sabía qué decir. Él no podía dar
a Alan lo que no tenía. No podía ser humano, ni siquiera para Alan.

Él mismo recordó la voz de Black Arthur una vez más. Black Arthur había dicho
que un demonio es una criatura definida por sus acciones y sus deseos.

—Yo no te dejaré —dijo Nick, su voz impasible como siempre en sus propios
oídos—. No quiero hacerlo.

—Está bien —susurró Alan. Extendió la mano, como los humanos lo hacían, y
deslizó su brazo por los hombros de Nick—. De acuerdo —dijo de nuevo, y Nick
podía decir por el temblor en su voz que estaba llorando.

Sus lágrimas cayeron cálidas en el pelo de Nick, y deslizó los dedos por el cabello
caliente de Nick para seguirlas. Nick cerró sus ojos de demonio sin lágrimas y se
inclinó hacia el abrazo.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó.

Alan susurró: —Vamos a ir a casa. —Y Nick asintió con la cabeza, abandonó las
palabras por un momento, e inclinó la cabeza cuando Alan le acarició el pelo. Él no
fue hecho humano, pero poco a poco comenzó a sentir como si este cuerpo pudiera
ser suyo de nuevo. Se sentía conectado a la tierra y en casa bajo las manos humanas
y apacibles de su hermano.

Fin
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The Demon´s Lexicon The Demon´s Lexicon #1 Sarah Rees Brennan

Sobre la Autora:
Sarah Rees Brennan nació y se crió en
Irlanda junto al mar, donde sus maestros
valientemente trataron de hacer que su
Irlandés fuera fluido (ella quiere que sepas
que no se le llama gaélico), pero ella optó por
leer libros en su escritorio en las clases. Los
libros que a menudo se encontraban en su
escritorio eran de Jane Austen, Margaret
Mahy, de Anthony Trollope, Robin
McKinley y Diana Wynne Jones, y todavía
los adora hoy en día.

Después de la universidad vivió brevemente


en Nueva York. Ella comenzó a trabajar en
en The demon´s lexicon a la vez que hacia
un master de escritura creativa y trabajaba en
la biblioteca en Surrey, Inglaterra. Desde
entonces ha regresado a Irlanda para escribir
y usarla como una base para futuras aventuras. Su irlandés sigue siendo lamentable,
pero siente que los libros debajo del escritorio valían la pena.

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The demon´s Covenant (The demon´s Lexicon #2)

Mae Crawford siempre pensó de sí misma


que tenía el control, pero en las últimas
semanas su vida ha cambiado. Su hermano
menor, Jamie, de repente tiene poderes
mágicos, y es aún más inestable cuando se
da cuenta de que Gerald, el nuevo líder del
Círculo de obsidiana, está tratando de
convencer a Jamie para que se una a los
magos. Peor aún... Jamie no le ha dicho a
Mae nada de eso. Mae les pide a los
hermanos Nick y Alan que le ayuden a
rescatar a Jamie, pero están en peligro de
Gerald ellos mismos porque quiere robar
los poderes de Nick. Tal vez, ¿Mae podrá
ser capaz de encontrar una manera de
salvar a todo el mundo si se preocupa por
tender una trampa, cuidadosamente
establecida, al mago hambriento de poder?

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