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MANUELA COLOR CANELA
                 (Libro ganador al premio A la Orilla del Viento 1993)
Manuela tiene la piel color abeja, color ardilla, color alondra. Todos los días toma y
toma sol, porque le gusta verse color caramelo, color cacao, color canela.
Alguien le dijo que los rayos del sol vuelven a las manuelas color dorado, color
dulce, color dátil. Y como ella lo que más desea es lucir color chinchilla, color
chocolate, color chirimía; toma y toma sol.
Pero hay una nube color sal, color suero, color sacarina, que esta celosa de
Manuela por su color guitarra, color galleta, color garapiñada; y siempre le tapa el
sol.
-¡Quítate de ahí!- le dice Manuela- ¿No ves que quiero tostarme de color miel,
color maní, color mamey?
-pero si ya tienes color esponja, color escoba, color espiga- le contesta la nube-.
En cambio yo todo el día estoy bajo el sol, y sigo con mi color nata, color nevado,
color neblina.
-No hagas berrinche, nube – le dijo Manuela una tarde-. Ya tendrás color faisán,
color flor, color frambuesa.
-¿Cuándo? – preguntó la nube-.No veo que cambie este color vaho, color viento,
color vapor.
-Muy pronto- le contestó Manuela-, cuando RECUERDES QUE ERES AGUA Y
QUE TE NECESITAN SOBRE LA TIERRA. Entonces vas a convertirte en lluvia.
Dejarás ese color iris, color invierno. Color iglú. Lavarás los árboles y los techos.
Abrirás caminos entre las piedras y los surcos. Y aunque no lo creas, nube, lucirás
color zarzamora.
También correrás por los canales, los arroyos y los ríos. Pero donde te detengas
adoptarás color hierba, color hoja, color higo. Una parte de ti seguirá hasta el mar.
Al acercarte cambiarás por color junco, color jade, color jaiba.
-¡Gracias! dijo la nube, y se destapó al sol para ir al encuentro de un nubarrón
solitario que andaba por allí. Un nubarrón color pájaro, color piedra, color piñón.
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Manuela ronroneó como gato al sentir el delicioso calor del sol. Por fin su piel sería
color tronco, color trigo, color tambor.
Pero entonces se oyó un trueno. El sol se escondió y el aire se puso en
movimiento. La tarde refrescó.Manuela tuvo que entrar a la casa y conformarse
con su color raíz, color rama, color rafia.
Se asomó por la ventana de su cuarto. Vio cómo caían, una a una, las gotas de
color lágrima, color lago, color limonada. El agua corría por el jardín. Se alegraban
las flores y las frutas de los árboles. Todo era animación.
Las gotas rodaban y rodaban hasta llegar al huerto. Allí se mezclaban con la tierra.
Muchas se convertían en color barro, color brote, color bosque. Otras seguían
apresuradas hasta entrar por la acequia de riego.
Manuela agitó su mano para despedirlas. Supo que algunas iban a ser color uva,
color umbela, color urraca.
Imagino la felicidad del agua al transformarse en color orégano, color olivo, color
orquídea. Y Manuela ya no se enojó porque tampoco esa tarde iba a tomar el sol.
Al fin que ella tenía la piel color abeja, color ardilla, color alondra; y cualquier otra
tarde podía tomar Sol para obtener un precioso color caramelo, color cacao, color
canela.