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Estados Unidos: El Sueño Inacabado, La Larga Marcha de Los Afroamericanos

Este documento describe la situación actual de los afroamericanos en Estados Unidos y cómo el sueño de Martin Luther King Jr. de una nación libre de racismo todavía no se ha cumplido. A pesar de las victorias legales de los derechos civiles en la década de 1960, las políticas gubernamentales desde la década de 1980 han empeorado las condiciones económicas y sociales de los afroamericanos. El documento argumenta que estas políticas constituyen un genocidio contra la población negra de Estados Unidos.

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Estados Unidos: El Sueño Inacabado, La Larga Marcha de Los Afroamericanos

Este documento describe la situación actual de los afroamericanos en Estados Unidos y cómo el sueño de Martin Luther King Jr. de una nación libre de racismo todavía no se ha cumplido. A pesar de las victorias legales de los derechos civiles en la década de 1960, las políticas gubernamentales desde la década de 1980 han empeorado las condiciones económicas y sociales de los afroamericanos. El documento argumenta que estas políticas constituyen un genocidio contra la población negra de Estados Unidos.

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16.

Estados Unidos: el sueño inacabado, la larga


marcha de los afroamericanos.
Robert Pac

¿Qué ha sido del sueño del que Martín Luther King hablaba en 1963, en Washington,
ante 250.000 personas negras y blancas entremezcladas? El sueño de una América
multicolor a1 fin desembarazada del racismo, de la pobreza y de la explotación. Hoy, 35
años más tarde, su sueño no ha sido todavía realizado, y los afroamericanos se
encuentran en una situación todavía peor que en 1963, peor que antes de la aprobación
de 1a Ley sobre los Derechos Cívicos arrancada en 1964.

Las luchas de los afroamericanos por 1a recuperación de sus derechos cívicos duraron
más de 40 años para concluir con una victoria, al menos en los textos, hacia 1970,
gracias a la acción, desgraciadamente muy a menudo desordenada de Malcom X, de
Martín Luther King, de los Panteras Negras, de los juristas del NAACP, de los liberales
blancos y negros, y de los radicales del Partido Demócrata.

Tras los asesinatos de Malcom X en 1965 y de Martin Luther King en 1968, sobre los
cuales planea la sombra del FBI, una represión despiadada ha aniquilado casi por
completo la revuelta de los años setenta de los afroamericanos y de otras minorías. Fue
una verdadera guerra secreta contra 1a disidencia interna conducida por el FBI y 1a
CIA, en el marco del Programa COINTELPRO (Counter Intelligence Program), una
ofensiva disimulada pero masiva contra las organizaciones y grupos de izquierda, el
Partido Comunista, los movimientos pacifistas, los negros, los estudiantes, y otras
fuerzas democráticas. Este programa tenía como objetivo "desenmascarar, desmembrar,
desestabilizar, desacreditar o neutralizar", matándolos sí era necesario, a los dirigentes,
los miembros o los simpatizantes de estos grupos. La aplicación de este plan, dirigido
por el director del FBI, Hoover, que declaró que los Panteras Negras eran "la mayor
amenaza que pesaba sobre 1a seguridad nacional", se saldó, entre septiembre de 1968 y
diciembre de 1969, con el asesinato por la policía de catorce dirigentes de los Panteras y
el encarcelamiento de cientos de militantes, algunos de los cuales todavía están en
prisión, amenazados con acabar allí sus días.

Aunque abandonado oficialmente desde hace 20 años, este programa continúa


aplicándose, como lo prueban las persecuciones que se prosiguen todavía hoy en día
contra Leonard Peltier, el dirigente indio de la American Indian Movement, condenado
a cadena perpetua en 1976, y contra Mumia Abu Jamal, periodista negro, antiguo
portavoz de los Panteras Negras en Filadelfia, condenado a muerte en 1982, víctimas
tanto uno como otro de un montaje del FBI y de un proceso jalonado de numerosas
irregularidades.

En la actualidad, no existen grandes organizaciones negras estructuradas a escala


nacional, no hay dirigentes carismáticos, ni potentes movimientos de masas.
Una victoria puesta nuevamente en tela de juicio

Desde los años setenta el beneficio de una legislación duramente conseguida, destinada
oficialmente a poner término a la exclusión racial, ha quedado anulada por una
estrategia gubernamental de cerco físico y de enclavamiento económico que acarrea una
verdadera decadencia de la vida social en los guetos.

Esta estrategia, inaugurada en 1980 por Ronald Reagan, y proseguida por sus sucesores
Bush y Clinton, ha reducido significativamente los presupuestos de ayuda social, de
educación, de salud, de construcción de viviendas y de renovación urbana. Los
afroamericanos han pagado masivamente los costes de este desmantelamiento. Un 35%
de las familias negras se sitúan hoy por debajo del umbral de pobreza (contra el 6% de
las familias blancas). Como medía, los ingresos de una familia negra representan el 58%
de los de una familia blanca, ¡cifra inferior a 1a de 1967!

La tasa oficial de paro entre los afroamericanos se estableció en dos veces la tasa medía
nacional, cuyo modo de cálculo está puesto en entredicho (¡5'5%!). En realidad, la tasa
de los negros debe situarse alrededor del 25%. Para los jóvenes negros entre 16 y 19
años, esta tasa se eleva al 57%. ¡En 1967, era del 26'5%! En 1a actualidad, en Harlem,
el 75% de los jóvenes está sin empleo. Acentuando todavía más 1a guerra contra los
pobres, Reagan redujo a la mitad 1a duración de las prestaciones de desempleo, a 13
semanas en lugar de 26. La esperanza de vida para un hombre negro es de 69 años,
contra 76 para un blanco. La tasa de mortalidad infantil entre los negros es de 16'5 por
cada mil contra 8'1 entre los blancos.
Afroamericanos pobres en Nueva York

Los más desposeídos, cientos de miles de familias, se ven privados poco a poco de las
ayudas sociales sin las cuales —como los subsidios de welfare o los food stamps
creados por Kennedy en 1961 y que todavía subsisten—no pueden sobrevivir. De este
modo, se estima que 12 millones de niños en los Estados Unidos no consumen la
cantidad mínima de calorías necesarias. Al privar al Gobierno federal de los fondos
necesarios, la administración Reagan-Bush ha retirado a la autoridad central la gestión
del welfare. Así, es extraordinario constatar como hoy día en los Estados Unidos, la
salud, las jubilaciones, las guarderías, la educación, la renovación de los centros
urbanos y la vivienda social son negocios privados en manos de los trusts (Corporate
welfare).

Finalmente, hemos asistido en el curso de los últimos años a una ofensiva puramente
racista. Así, los negros, súper explotados desde siempre, que han constituido un
subproletariado sobre el que se cimentó la riqueza de las finanzas blancas, son hoy
designados como la causa de las dificultades de América. Los raquíticos subsidios que
algunos perciben para sobrevivir son expuestos como primas a la pereza, que se deleitan
presentándola como congénita entre los negros. El gobierno se apoya en esta
propaganda racista para justificar los programas tendentes a eliminar poco a poco las
conquistas de los derechos cívicos. Es así como prácticamente han terminado con el
busing y con la integración escolar, o con la acción afirmativa, que estaba destinada a
asegurar la igualdad de oportunidades en la educación y en el empleo a las víctimas de
las discriminaciones de ayer y de hoy.

Una política de genocidio


"Cada año nuestra economía produce más y más productos y servicios con menos y
menos hombres. Los tra-bajos pesados y los no especializados –aquéllos que nadie
queńa, gracias a los cuales se toleraba a los negros en América, la clase de trabajos que
siempre han efectuado los niggers– están desapareciendo rápidamente. Incluso en el
Sur, por ejemplo en el Mississippi, más del 95% del algodón es recogido por máquinas.
En la actualidad, el trabajo negro ya no es rentable, ni por 10 mismo solicitado, la
economía americana ya no 10 necesita". Así se expresaba el actor y activista Ossie
Davis en el prefacio de We charge genocide en 1970. Los nuevos trabajos
convenientemente remunerados son poco accesibles a los afroamericanos pues, en su
conjunto, disponen de un bajo nivel de estudios y de titulación.

Numerosos sociólogos y militantes negros ven en la política gubernamental hacía los


afroamericanos una voluntad genocida de mantener en un nivel aceptable
financieramente el total de población negra, eliminando lo que los dirigentes
americanos denominan un "excedente de población".

El ejemplo de estos últimos decenios demuestra que esta solución de un genocidio


limitado ha sido aceptada y puesta en práctica. Las armas de este genocidio, además de
la miseria, el hambre, la fragmentación de las familias y el paro, son el confinamiento
social (los guetos) y 1a introducción en las comunidades negras de 1a droga y del sida;
más 1a eliminación de una gran parte de la población negra por medio del sistema
judicial y penitenciario americano.

Los guetos: un apartheid a la americana

La cuestión negra en los Estados Unidos es el resultado de una política secular de


exclusión, bajo aspectos económicos, culturales, ideológicos, sociales y políticos. La
estrategia actual de aislamiento de los afroamericanos sólo podía traducirse en un
apartheid a la americana. Ni hablar, evidentemente, de meter a los negros en townships
rodeados de alambradas como en África del Sur en tiempos del apartheid. Pero sin
embargo estos township existen en el centro mismo de las grandes ciudades de los
Estados Unidos: son los downtowns, los guetos, que pueden ser cercados y rastrillados
en unas pocas horas por la policía y el ejército. Los guetos son abandonados en adelante
a los afroamericanos por los ricos y por los pequeñoburgueses blancos, que pueden así
dormir a pierna suelta en sus bellas casas de campo de las periferias vigiladas y
autodefendidas.
Imágenes de un gueto de Nueva York (Izda.) y de un gueto de Los Angeles
(Dcha.)

El confinamiento efectuado desde 1972 ha conseguido lo que la esclavitud y la


segregación no habían podido conseguir completamente, la puesta bajo vigilancia, sin
torres de observación ni alambradas, del 97% de los negros americanos.

El gueto está aislado de 1a economía oficial y del resto de la sociedad. A la degradación


del hábitat se añade una fuerte criminalidad, una tasa elevada de mortalidad, estructuras
sociales y de educación deficientes, y un desempleo crónico. Es una microsociedad
aparte, un mundo cerrado provisto de estructuras y de un lenguaje específicos. La
violencia, la dislocación de las familias (el 56'2% de las familias están dirigidas por una
mujer sola), el alcoholismo y la droga conducen a la inercia o a la desesperación que
desembocan en revueltas suicidas.

El confinamiento de los afroamericanos en los guetos entra bajo el ámbito del Artículo
II-C de la Convención Internacional para la Prevención y la Represión del Crimen de
Genocidio, ratificada por los Estados Unidos, que estipula: "En la presente Convención,
el genocidio se entiende como cualquiera de los actos siguientes, cometidos con la
intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, étnico, racial o religioso
como tal. Artículo II-C: Sumisión intencional del grupo en condiciones de existencia
que vayan a acarrear su destrucción física total o parcial".

Casi todas las familias negras del gueto sólo subsisten gracias al welfare, la ayuda
pública, que es un factor esencial en el desmembramiento de las familias negras, al
mismo tiempo que un instrumento de opresión. Con el welfare, "se llega a ser esclavo
de la peor especie, el esclavo que reclama cadenas".

Y el hambre reina a menudo en estos hogares desprotegidos. ¿Cómo vivir con tres
dólares diarios cuando una hamburguesa cuesta dos? No existe cobertura social en los
Estados Unidos. Los presupuestos sociales, ya recortados por la administración Reagan,
han sido todavía disminuidos más por sus sucesores, Bush y Clinton. Harlem, por
ejemplo, es el lugar del mundo con la criminalidad más elevada. La delincuencia se
expande, porque la supervivencia en el gueto es una lucha cotidiana. Se mata seis veces
más que en el resto de Nueva York o de Chicago. Y en la mayor parte de los crímenes,
no se conocerán nunca los móviles ni los autores. Los hombres negros se arriesgan siete
veces más que un blanco a ser víctimas de un crimen. Un hombre negro que viva en
Harlem tiene menos posibilidades de alcanzar los 65 años que un habitante de
Bangladesh. "Según los estudios, usted duerme menos, tiene más posibilidades de ser
obeso y de sufrir de hipertensión. Esto no es debido solamente a la pobreza. Su vida
más corta y penosa es debida en gran medida a las ansiedades causadas por el hecho de
ser negro en América". [109]

A propósito de las revueltas de Los Ángeles en abril de 1992, la editorial del New York
Times del 7 de mayo de 1992 afirma que "los incendios de Los Ángeles iluminan con
una luz cruda y nueva la manera en que América dispara sobre ciertos enclaves. Peor
todavía, América dispara sobre personas: sobre una generación de jóvenes negros".

Respecto a un proyecto de una supuesta reforma de la ayuda social a comienzos de los


años ochenta: "Esto no es una reforma de la ayuda social, esto es un plan para
transformar los guetos en amplios cementerios, puesto que no hay trabajo. El objetivo
de esta legislación es asegurar que capas enteras de las minorías mueran, porque el
decrépito sistema capitalista ya no tiene necesidad de ellas". [110]

La droga

La droga ha sido siempre en las manos del hombre blanco un instrumento de opresión
de las demás razas. El ejemplo más conocido es la importación en China del opio de la
India, que provocó la famosa Guerra del Opio (1839-1842) entre Inglaterra y China,
cuyo gobierno quería prohibir el tráfico de opio. Una vez vencida China, el dominio de
Inglaterra fue facilitado por un régimen corrupto y, sobre todo, por el envenenamiento
organizado de todo un pueblo por medio de la droga.

El envenenamiento, es el término que empleaba Ho Chi Minh (entonces Nguyen Aí


Quoc) en 1925, en su libro clandestino El proceso de la colonización francesa, donde
denunciaba la política francesa en Indochina, que imponía a cada indochino un consumo
importante de alcohol y de opio.

Este método de aniquilación de la voluntad era de uso generalizado entre los


colonizadores. Fue especial-mente utilizado por los conquistadores de América del
Norte contra los amerindios. Fue la famosa agua de fuego, bien conocida por los
amantes de los westerns, que añadida a las masacres y a las enfermedades importadas
por 1a "civilización", precipitó la decadencia de los indios.

El arma de la droga es todavía utilizada en nuestros días contra esos colonizados en el


interior de su metrópoli que son los negros de los Estados Unidos. En el pasado, la
marihuana primero, y luego el opio, morfina, heroína y cocaína fueron toleradas entre
los negros, o cuanto menos, la represión se desarrollaba de forma que no afectara en
modo alguno el nivel general del tráfico.

En nuestros días, Harlem, por ejemplo, posee ocho veces más drogadictos que el resto
de la aglomeración de Nueva York. En 1a actualidad, el 40% de los crímenes tienen
relación con la droga. Los afroamericanos de Harlem han sustituido a la cocaína y 1a
heroína por el crack, ese derivado barato de la cocaína de efectos vio-lentos e
inmediatos.

Esta droga, que actúa sobre el cerebro, produce una euforia seguida de un estado
depresivo, de irritabilidad, de ansiedad y de psicosis paranoica. Siguen luego enfisemas
pulmonares y una sobredosis puede provocar un infarto, un aumento del ritmo cardiaco
y de la presión sanguínea; el toxicómano sufre alucinaciones, tiene la impresión de que
su cuerpo es recorrido por un ejército de insectos. Sufre también anorexia y pérdida de
peso. Finalmente sobreviene la muerte.

Heroína

En los guetos la droga está en todas partes. El rápido aumento del suministro de crack
ha provocado la caída del precio del sobre, de 40 dólares en 1988 a un precio que oscila
entre los 3 y los 10 dólares en la actualidad. Esta baja ha provocado una afluencia de
consumidores de débiles recursos económicos. Además, esta cocaína traficada, que se
consume sin jeringa, aleja el miedo al sida. En el Estado de Nueva York, más de un
tercio de los consumidores de crack son afroamericanos, aunque sólo constituyen el 14'6
de la población total del Estado.

Los afroamericanos representan el 50% de los adeptos a las drogas absorbidas por
inyección intravenosa, estimados en 1'2 millones, de los que aproximadamente 300.000
sufren del sida. En el Estado de Georgia, los afroamericanos de sexo masculino
constituyen 8 de cada 10 (79%) de los casos atribuibles únicamente al uso de drogas por
inyección intravenosa, mientras representan el 43% de todos los casos de sida en
Detroit, en abril de 1987 suman el 76% de todos los casos de sida debidos al uso de
drogas intravenosas.
Los afroamericanos constituyen un porcentaje desproporcionado (27%) de todos los
casos de sida revelados por el Center for Disease Control de Atlanta. Los niños
afroamericanos e hispanos representan aproximada-mente el 80% de todos los niños
afectados por esta enfermedad en los Estados Unidos. Dos tercios de todos los casos de
negros infectados están concentra-dos en Nueva York, Nueva Jersey y Florida. Éstos
tienen tres veces más riesgo de contraer el sida que los blancos. Las miserables
condiciones de vida y también 1a falta de defensas inmunológicas de los negros afecta-
dos por el sida, explican la rápida propagación actual de la tuberculosis en los guetos.

Los bebés-cocaína

Uno de cada cinco niños negros que nacen hoy en el gueto es un drogadicto. Lo es
incluso antes de nacer. Le ocurre durante el embarazo, en el vientre de su madre que se
droga, consumiendo crack lo más frecuentemente. La toxicomanía tiene efectos directos
y múltiples en el embarazo. Un niño de cada diez que nacen en Harlem tiene un peso
inferior a la media. En la maternidad del Gran Hospital de Harlem, de cada 3.000
nacimientos, la tasa de niños de pecho drogadictos es del 15%. Se les llama los bebés-
cocaína. Prematuros en dos meses, pesan 600 gramos menos que los otros niños de su
edad y tienen tres veces más posibilidades de morir en el transcurso de sus primeros
años. En este mismo establecimiento, 1a tasa de abortos naturales es dos veces más
elevada que la media". [111] "El crack daña el feto que se está desarrollando mucho
más que 1a heroína o que las demás drogas duras". [112]

El bebé-cocaína que escapa a 1a mortalidad infantil sufrirá durante toda su corta vida
los efectos directos y múltiples de la toxicomanía sobre el embarazo: epilepsia,
parálisis, malformaciones, retardos motores y mentales, agitación febril, incapacidad
para comunicarse...

"Los bebés-cocaína corren el riesgo de ser víctimas de la muerte súbita quince veces
más que los demás niños. Pero para ellos la muerte es quizás la mejor opción. Para
muchos de los bebés-cocaína que sobreviven, la primera experiencia de su vida es 1a
agonía causada por 1a falta de cocaína. Sufren horriblemente. Son tan sensibles que no
se les puede manipular ni alimentar normalmente. Mueven sin cesar sus miembros,
buscando un alivio. Ni siquiera los más endurecidos médicos especialistas pueden
soportar los aullidos insoportables de estos bebés. "Nunca en mi carrera médica he visto
un sufrimiento como el causado por la cocaína", declaró el director de 1a maternidad del
Hospital General del Distrito de Columbia al Wall Street Journal". [113]

El genocidio

La droga se ha extendido como una epidemia en los guetos negros americanos. ¿Esta
banalización es fruto del azar? A esta pregunta planteada a tres miembros del Consejo
de la Ciudad de Detroit, tristemente célebre por sus guetos, se obtuvieron las siguientes
respuestas: "Es una industria capitalista y un medio de acción sicológica". "La droga es
en primer lugar una fuente de ingresos. Pero ha sido introducida en la comunidad negra
para luchar contra el movimiento a favor de los Derechos Cívicos. Es una nueva forma
de esclavitud, como lo fue el siglo pasado el alcohol entre los indios. Es necesario
constatar que, sí bien también hace estragos entre los blancos, entre ellos permanece
más controlada". Tras haber evocado las causas sociales de la toxicomanía. Un tercer
electo local añade: "Pero no se puede olvidar que la droga permite mantener tranquilo al
pueblo". [114]

Palabras de Leonard McNeil, del American Friends Service Committee, obtenidas luego
de una conferencia sobre el crack en el Distrito Tenderloin de San Francisco, el 27 de
abril de 1990 y referidas por Recovering Issue el 18 de junio de 1990: "Pero el crack,
sumado a la corta esperanza de vida entre los hombres negros, 1a elevada tasa de
mortalidad infantil, el desproporcionado porcentaje de negros encarcelados o muertos
por 1a policía, los homeless, los desempleados, 1a vida en medio de desechos tóxicos, el
sida y la falta de estructuras de salud, muestran la evidencia de una ofensiva deliberada
contra las minorías".

En el curso de la misma conferencia, Daniel Sheehan, del Christic Institute, desarrolló


la teoría de que ha sido intencionalmente creado por el Gobierno de los Estados Unidos
un mercado para el crack, para asegurarse beneficios controlando la fabricación y la
importación de las drogas. Estos beneficios son utilizados para financiar operaciones
ilegales como el suministro de armas a los contras (de Nicaragua). "El hecho de que los
afroamericanos se hayan convertido en el objetivo de la guerra contra la droga y de ser
condenados esencial-mente por este problema, forma parte de una estrategia destinada a
culpabilizar a las víctimas, dice Sheehan, con el fin de alejar las sospechas sobre los
verdaderos culpables: los proveedores y los miembros del gobierno que intentan
disgregar, y puede que hasta destruir, las comunidades minoritarias". "Estoy espantado.
Vamos a comprometer el porvenir de toda una generación de personas que no podrán
encontrar su lugar en la sociedad y llegar a ser miembros productivos", dice el doctor
Sterling Williams, director del departamento de obstetricia en el Harlem Hospital. [115]

El Gobierno federal estima que en el año 2000, podría haber de uno a cuatro millones de
niños expuestos al crack en los Estados Unidos. Y que al menos 100.000 vivirían en los
cinco barrios de Nueva York.[116] Un artículo aparecido el 21 de abril de 1990 en el
Oakland Tribune muestra sin ambigüedad que la guerra contra 1a droga se ha
convertido en una guerra contra la comunidad afroamericana. [117]
Guerra del gobierno estadounidense contra la comunidad afroamericana

En agosto de 1996, el periódico californiano San Jose Mercury News publicó una
resonante investigación efectuada por el reportero del diario, Gary Webb, acusando a la
CIA de estar en el origen, durante los años ochenta, de la introducción del crack, la
cocaína del pobre, en los guetos negros de las ciudades americanas. Titulado Oscura
alianza, y rápidamente difundido en el sitio web del diario, la investigación acusaba a
traficantes de droga nicaragüenses de haber introducido en el mercado, en Los Angeles,
grandes cantidades de crack para financiar, en connivencia con 1a CIA, la resistencia de
los contras al régimen sandinista. La misma provocó una emoción considerable en la
comunidad negra que ocasionó la apertura de una investigación interna de la CIA.

Esta reacción de la CIA tuvo un resultado inmediato absolutamente previsible. La


dirección del San José Mercury News lanzó una contrainvestigación, al término de la
cual el diario admitió haber acusado a la CIA sin pruebas. Y Jerry Ceppos, el
responsable de la redacción, escribía: "Aunque algunos traficantes de droga hayan
efectivamente mantenido vínculos con jefes contras pagados por la CIA, y aunque
Webb piense que las relaciones con la CIA eran muy estrechas, yo no creo que
tengamos la prueba de que los altos cargos de la CIA hayan estado al corriente de estas
relaciones".

A pesar de esta voltereta (¿espontánea?) del San José Mercury News, se ve claro que,
como piensan numerosos sociólogos y militantes afroamericanos, el comercio de crack,
de la cocaína y de la heroína, así como el SIDA, son otros tantos elementos de una
conspiración secreta e inconfesable por parte del gobierno y de la CIA para exterminar a
una gran parte de la población negra.

Brutalidades policiales

La muerte por policías de Miami de Arthur McDuffy, un agente de seguros negro


culpable de haberse saltado un semáforo en rojo con su moto en 1979; la paliza a
Rodney King, otro negro, en Los Angeles, filmada por un videoaficionado en marzo de
1991; el innoble martirio infligido a un residente haitiano, golpeado y sodomizado con
un mango de ventosa en los locales de la comisaría del 70 distrito en Brooklyn, que
desencadenaron escándalos e incluso revueltas en los dos primeros casos, no son sino la
parte visible del iceberg.

Esto ocurre en un país en que la opinión general considera que el hecho de ser de origen
africano es ya en sí un crimen, donde la comunidad negra en su con-junto es
considerada como predispuesta al crimen, y el sistema de justicia criminal se dedica no
a reducir la criminalidad sino a detener y condenar a un número cada vez mayor de
"criminales".

El periódico Philadelphie Inquirer investigó sobre las brutalidades policiales durante


los interrogatorios: "Una técnica consistía en colocar sobre la cabeza del sospechoso
una guía telefónica y martillearle a continuación con un objeto duro. Pero en otras
ocasiones, los agentes golpeaban a los sospechosos con tubos de plomo, cachiporras,
anillos de hierro, esposas, sillas y patas de mesa. A veces, se obligaba a otros
sospechosos a mirar las brutalidades a través de los espejos sin azogue y los agentes les
decían que sufrirían la misma suerte si no colaboraban con la policía".

El asesinato es usado muy frecuentemente y generalmente sin que medie provocación.


El asesinato es justificado de manera frecuente pretendiendo que los policías han sido
atacados por la víctima previamente, y que han disparado en legítima defensa. A un
periodista del diario francés Le Matin, le declaró un agente de policía del sector 28 de
Harlem: "Cuando se mata a alguien, el dossier es clasificado directamente". [118]

Desde 1968 hasta hoy, el sistema judicial ha sido utilizado sistemáticamente para
justificar los asesina-tos cometidos por las fuerzas de la ley y el orden contra los
miembros de las minorías. Recordemos solamente algunos ejemplos: más de treinta
militantes del partido de los Panteras Negras han sido asesinados por la policía o por
individuos que han actuado instigados por ella, como se ha probado posteriormente.
Todos estos asesinatos, que necesitaban una coartada legal, fueron clasificados como
"homicidio justificado" (incluido el asesinato de Fred Hampton, que resultó muerto de
un balazo en la cabeza disparado a bocajarro mientras dormía).

Los numerosos estudiantes negros muertos en el curso de manifestaciones, como en


Orangebourg State, en Carolina del Sur en 1968 (tres estudiantes muertos), en Jackson
State, en Mississippi en 1970 (dos estudiantes muertos) y en la Southern University de
Louisiana en 1972 (dos estudiantes muertos). Uno no se puede equivocar sobre los
objetivos del programa gubernamental cuando se examinan las armas dirigidas contra
los guetos que son suministradas a los distintos departamentos de policía del país.

El revólver P.38 ha sido reemplazado en numerosos sectores por el Magnum P.357


superpotente. Estos revólveres son capaces de atravesar el bloque del motor de un
automóvil. Esto significa que la utilización de este arma en una zona urbana puede
ocasionar fácilmente numerosas víctimas, a1 poder un solo proyectil atravesar el cuerpo
de varias personas en fila. "Los agentes de policía de 1a ciudad de Nueva York
comenzaron este otoño a cambiar sus revólveres de calibre P.38 por pistolas
semiautomáticas de calibre 9. Esta decisión manifiesta un cambio de posición del
departamento, que hasta ahora había rechazado utilizar armas más potentes y más
rápidas". [119]

El equipamiento estándar de muchos vehículos patrulla comporta un fusil antimotines


calibre 12 que puede disparar 10 mismo balas dum-dum que postas (cada cartucho
contiene una carga de nueve plomos del grosor de un proyectil de calibre P.32). [120]
Estos fusiles son llamados antimotines porque su cañón de 45 centímetros les permite
cubrir un largo ángulo de tiro, matando o hiriendo indiferentemente. Con tales armas, y
en el contexto represivo del sistema político americano, no es sorprendente que cada
año sean abatidas por la policía más de 600 personas, hombres, mujeres y niños de 10 a
81 años. Entre el 45 y el 55% de las personas muertas por 1a policía son
afroamericanos. En Chicago y en Filadelfia, más del 70% de las personas abatidas por
1a policía son negros.

La justicia y las prisiones

"Éstos son vuestros inventos, tío: las cadenas y los palos. Vosotros los habéis inventado
hace cuatrocientos años y los seguís utilizando hasta el día de hoy. Vosotros los habéis
inventado. Pero sólo representan una fracción de vuestra barbarie, tío. Vosotros habéis
utilizado el árbol y la soga para ahorcar al negro. Vosotros habéis utilizado el cuchillo
para castrarlo mientras luchaba con la cuerda para encontrar su hálito. Vosotros habéis
utilizado el fuego para que se retorciera todavía más, porque el ahorcamiento y la
castración no eran diversiones suficientes para vosotros. Después, habéis utilizado otra
cosa —otro de vuestros inventos—, esa cosa que llamáis la ley. Ésta estaba escrita por
vosotros y para vosotros y los de vuestra ralea, y cualquier hombre que no sea de
vuestra ralea debía transgredirla tarde o temprano". [121]

Fruto de una larga historia, el racismo americano no se albergó solamente en el espíritu


de los blancos, está institucionalizado en todos los engranajes de la sociedad americana.
Y especialmente en el sistema de justicia criminal. El signo más evidente de este
racismo es la composición racial de este sistema. En un país en el que el 20% de los
ciudadanos son de origen no europeo, el sistema de justicia criminal está compuesto en
un 95% por gentes de origen europeo.

"En el caso más frecuente, el negro sospechoso de haber cometido un crimen es


arrestado por un policía blanco, presentado a un juez blanco, a un fiscal blanco y a un
jurado blanco, en un tribunal cuyos debates son registrados por escríbanos blancos. El
lugar habitual del negro en este sistema judicial en manos de los blancos es el banquillo
de los acusados. Esta situación le convence de que la justicia es un instrumento de
opresión en manos de los blancos y que esta situación no puede sino influenciar 1a
acción de la justicia. Y sólo pueden resultar discriminaciones en la acusación y en las
condenas. E incluso cuando los blancos que actúan en el sistema judicial no tienen
prejuicios innatos, las barreras culturales y de clase que se levantan entre ellos y los
acusados colocan invariablemente a estos últimos en una situación desventajosa". [122]

Consecuencia de esta justicia racista, es que cerca de 1a mitad (48%) de las 1.630.940
personas que pueblan las penitenciarías, las prisiones del Estado y las municipales, son
negros afroamericanos, mientras que no representan más que el 12% de 1a población.
Existe la misma proporción de negros entre los 3.350 condenados a muerte que están
actualmente en el corredor de la muerte. Se encarcela mucho más a los negros en los
Estados Unidos que en África del Sur en tiempos del apartheid: 3.109 cada 100.000
contra 729 en África del Sur. [123]

Un estudio de esta situación muestra que no existe relación entre el porcentaje de


delincuencia de los negros (incluso si es elevada) y las tasas de encarcelamiento, como
no la hay con la proporción de negros que viven en un Estado. En un plano general, se
descubre que la duplicación de los índices de encarcelamiento constatados desde hace
cinco años en los Estados Unidos no guarda ninguna relación con la criminalidad, que
no ha aumentado en las mismas proporciones (habría incluso disminuido desde hace dos
años según los informes triunfalistas del Departamento de Justicia).

En 1996, la tasa de encarcelamientos de negros era de 800 cada 100.000 habitantes


contra 114 para los blancos, lo que significa que un negro es siete veces más susceptible
de ir a prisión que un blanco. En Illinois, por ejemplo, lo es diez veces más.

Es igualmente edificante comparar el porcentaje de encarcelamiento en el ámbito


mundial. Según las últimas cifras disponibles, se constata que en los Estados Unidos, el
porcentaje de encarcelamiento de los blancos es similar al registrado en la mayor parte
de los países europeos occidentales. Pero, increíblemente, los negros en los Estados
Unidos van más a menudo a la cárcel que los de África del Sur en tiempos del
apartheid. En realidad, el porcentaje de encarcelamiento de los negros en los Estados
Unidos es el más elevado del mundo.

La policía detiene siete veces más a menudo a los negros y once veces más a menudo a
las negras. Los acusa respectivamente siete y doce veces más a menudo. Los hace
condenar ocho y catorce veces más a menudo. Obtiene condenas de privación de
libertad ocho y dieciocho veces más a menudo. Y les condena a prisión diez y catorce
veces más a menudo que a los blancos y a las blancas. Un afroamericano es interpelado
mientras un blanco no 10 sería en las mismas circunstancias; se pide al negro una fianza
que se sabe bien que no podrá pagar. Se encuentra entonces en prisión, alejado de los
suyos, sin medios para pagarse un abogado; no puede preparar su defensa y está
obligado a aceptar un abogado de oficio que ni siquiera tiene tiempo para estudiar su
dossier, suponiendo que tenga intención de hacerlo. En el caso más frecuente, es
presentado a un juez blanco, un fiscal blanco y a un jurado blanco, y va a parar a
prisión. La justicia racista le condenará a una muy larga pena por un delito real o
inventado, por el que muchos blancos habrían sido absueltos o condenados a una pena
de cárcel mucho más liviana.

Un estudio gubernamental de 1979 revelaba que un negro de cada cinco iría a la cárcel
en el curso de su vida. Esto se ha agravado después y, hoy, esta proporción está próxima
a uno de cada cuatro. El número total de afroamericanos en los Estados Unidos que han
ido a la cárcel es de cerca de tres millones, casi la población de Chicago.
En febrero de 1990, un estudio llevado a cabo por el Sentencing Projet, una asociación
de abogados de Washington D.C. demostró que la delincuencia negra, aliada al racismo
del sistema judicial americano, tenía como consecuencia que un joven negro entre 20 y
29 años sobre cuatro estaba entre rejas, en libertad bajo palabra o en libertad vigilada.
Este estudio concluía que una generación entera de negros corría el riesgo de ser
excluida para siempre de la vida activa. Una generación sacrificada. ¿Cómo no ver en
esta política de segregación de la sociedad de los afroamericanos un aspecto de la
aplicación del genocidio limitado?

Más de la mitad de las muertes de prisioneros en los estados del nordeste de los Estados
Unidos en 1991 eran causados por el sida, según la Oficina de Estadísticas Judiciales.
En el ámbito nacional, el 28% de los 1.863 presos muertos en prisión eran víctimas del
sida. En Nueva Jersey, el 69% de las muertes de detenidos estaban ligadas al sida, así
como el 66% en Nueva York, el 44% en Florida, el 33% en Maryland y el 30% en
Carolina del Norte y en Massachusetts.[124]

El Center for Disease Control and Prevention de Atlanta, en Georgia, índica que los
casos de sida están aumentando en las prisiones americanas. 5.279 presos estaban
afectados de sida en 1994, es decir, 5'2 casos por cada 1.000 presos, casi seis veces el
porcentaje de la población general adulta, que es de 0'9 por 1.000. [125]

El Crimen Bill

El 19 de noviembre de 1993, el Senado adoptó un importante proyecto de ley relativo a


la criminalidad que proponía, entre otras cosas, extender la aplicación de la pena de
muerte a más de 60 nuevos crímenes. Citemos especialmente la muerte de funcionarios
federales, e1 genocidio, el sabotaje que conlleve el descarrilamiento de trenes, el
asesinato de ciudadanos americanos en el extranjero, y los asesinatos cometidos con un
arma de fuego transportada fuera de los límites de un Estado.

"Este Crimen Bill, que comprende igualmente una disposición llamada Three stricks
and you're out ("tres golpes y estás eliminado", una regla del béisbol) y miles de
millones de dólares para las prisiones y la administración penitenciaria, es tan
draconiano que ni Reagan ni Bush habrían podido adoptarlo. En su esencia, el proyecto
es un programa de empleo público que moviliza para los trabajadores blancos más de
30.000 millones de dólares. Vemos aquí un programa social sin parangón que refleja
claramente la evolución socio-política y económica de los Estados Unidos". [126]

En el curso del debate sobre este proyecto, los senadores se han pronunciado por 52
votos a favor contra 41 por el aplazamiento del examen de una enmienda presentada,
dirigida a prohibir la ejecución de menores delincuentes. Por 314 votos contra 111, 1a
Cámara de representantes ha pisado los talones a las posiciones del Senado sobre la
pena capital.

Béisbol y justicia
En marzo de 1995, Jerry D. Williams, de 25 años, con dos hijos, californiano y negro,
robó un pedazo de pizza llamada pepperoni a unos chiquillos en un fast food de
Redondo Beach y fue condenado por ello a 25 años de prisión, en aplicación de la ley
Three strikes, firmada por el presidente Clinton en 1994.

Inspirada en una regla del juego de béisbol, Three strikes and you're out, esta ley
estipula que los reincidentes condenados en dos ocasiones, son merecedores, después de
una tercera comparecencia ante un juez, a una condena que va de 25 años de prisión
hasta cadena perpetua, sin posibilidad de liberación bajo palabra. Éste es el caso de
Williams.

Un pedazo de pizza vale 25 años de cárcel, 10 mismo que un atraco, que una violación,
que un asesinato. Como ponía de relieve un periodista de L'Humanité: "El béisbol
determina la jurisprudencia americana, se puede temer que en los próximos años los
condenados sean simple y llanamente echados a los leones del circo".

Condiciones carcelarias

A pesar de los discursos de los responsables del sistema carcelario de los Estados
Unidos, que se vanaglorian de 1a humanidad de las prisiones americanas, los presos y
sus visitas afirman que las brutalidades en las prisiones no han desaparecido nunca e
incluso que han adquirido una nueva forma, a menudo disimulada.

Es esta divergencia de opiniones la que condujo a1 Prisoners Rights Union de


Sacramento (California) a realizar el Prison Discipline Study en 1989, un sondeo
efectuado dirigiéndose a los propios presos. El resultado de este estudio fue el objeto del
informe titulado The Myth of Humane Imprisonment.

Izda.: prisión de Nashville, Tennesee; Dcha.: prisión de Buckingham County, Virginia.

Más del 70% de los presos que respondieron a este sondeo declararon que las
brutalidades severas, físicas y sicológicas, eran moneda corriente en las prisiones de
máxima seguridad de los Estados Unidos. Confinamiento en aislamiento, supresión de
los privilegios y brutalidades físicas eran las prácticas habituales en 1a mayor parte de
las prisiones de alta seguridad. "Los abusos físicos tienen un comienzo y un final,
mientras que los abusos psicológicos abarcan la totalidad del tiempo. Incluso los más
endurecidos están afectados por cada pequeño detalle de estos abusos: un guiño, un
nuevo horario de actividades, un cambio de alimentación, una carta enviada con retraso,
una visita rechazada, una observación sobre el contenido del correo. Detalles que
pueden tener múltiples razones y provocar serias medidas disciplinarias."

Incluso si la práctica del confinamiento en aislamiento es considerada como


conveniente y legal por los tribunales y las autoridades carcelarias, es quizás el método
más devastador de abuso psicológico. Aunque los responsables de prisiones sostienen
que la mayor parte de los presos no pasan más que algunos días en confinamiento en
aislamiento, el sondeo dirigido a ellos revela que este castigo es el sufrido más
frecuentemente durante años. Los presos precisan también que el confinamiento en
aislamiento es a menudo arbitrario, especialmente para los reclusos que sufren
desórdenes psiquiátricos.

Muchos presos denunciaron maniobras de intimidación sobre las visitas, comprendidas


amenazas proferidas por los guardianes hacía los miembros de las familias de los
reclusos y el acoso sexual a las mujeres visitantes.

Cerca del 40% de los presos interrogados han visto reclusos que recibían tratamiento
psiquiátrico o medicación contra su voluntad. El 32% informaron sobre incidentes
causados por brutalidades verbales e insultos racistas, el deterioro de ła alimentación,
extorsiones de dinero, cacheos "personales" y amenazas de muerte, incluidas las
perpetradas por guardianes de la prisión del condado de Los Ángeles que eran
miembros del Ku Klux Klan.

El 90% de los presos encuestados confirmaron las brutalidades físicas. El 70% de entre
ellos afirmaron sufrirlas a1 menos una vez por mes. El personal de prisiones se sirve de
sus puños, de sus píes, de cachiporras eléctricas, de gases lacrimógenos, de mangas de
incendio, de sus porras eléctricas, de mangos de escoba, de tubos de caucho y de fusiles
que lanzan balas de madera.

Aproximadamente cien encuestados testimoniaron que habían sido testigos de palizas a


presos esposados. Cuarenta habían visto guardianes dedicarse al body slam (lanzar a un
preso contra el suelo o contra un muro, con la cabeza por delante) con presos esposados
por 1a espalda. Otros treinta habían visto goon squads (un grupo de guardianes dando
una paliza a un preso, esposado casi siempre).

Treinta y cinco mujeres interrogadas testimoniaron haber sido golpeadas, violadas o


atadas desnudas encima de la cama y sometidas a los guardianes. Una de ellas afirmó
que había perdido su último bebé después de que los guardianes hubieran tirado sobre
ella con sus stun guns (pistolas paralizantes).

Otros cincuenta y cinco presos interrogados testimoniaron abusos físicos disimulados.


Los guardianes actuaban para provocar peleas entre los presos colocando reclusos
enemistados en una misma celda o introduciendo enemigos en un mismo lugar común
(los guardianes lo denominan dog fights [combates entre perros o cock fights (peleas de
gallos)]. Igualmente, los presos son golpeados en su celda o transferidos a locales de
seguridad para golpearlos lejos de las miradas de los otros presos. También se han
quejado de ser forzados a cumplir tareas penosas encontrándose enfermos o impedidos.

Sólo el 10% de los detenidos declararon no haber sido testigos de tales brutalidades. Las
principales motivaciones que empujan al personal de prisiones a cometerlas son sus
prejuicios raciales y políticos.

Los prejuicios políticos son los más frecuentes. Se ensañan contra los presos que luchan
contra las injusticias y que animan y ayudan a los otros reclusos a hacer 10 mismo. Los
jailhouse lawyers ("abogados de prisiones") son el objetivo más frecuente del personal
penitenciario. Los abogados de prisiones ayudan a los otros presos, muchos de ellos
analfabetos, a redactar sus denuncias y sus recursos contra las prisiones y las Cortes.
Como el régimen interno es arbitrario, discriminatorio e incoherente en todas las
prisiones, la mayor parte de los presos tienen constantemente conflictos con la
administración y 1a justicia. A causa de ello, los guardianes y los administradores
mantienen habitualmente una política de aislar a los abogados de prisiones. Finalmente,
el 30% designa-ron como objetivo de la administración penitenciaria a los presos
políticos.

El grupo afectado más usual después de los abogados de prisiones es el constituido por
los afroamericanos. Había frecuentes denuncias de "disciplina selectiva basada en
prejuicios raciales". Se denunciaba 1a naturaleza racista del sistema de justicia criminal
que encarcelaba a un número desproporcionado de personas no blancas con condenas
más largas y más severas (como ocurre, por ejemplo, con la pena de muerte).

Después estaban los presos afectados por problemas mentales. Ubicados en un ambiente
inapropiado y sin tratamiento adecuado, los retrasados mentales plantean problemas a
los guardianes, que, habitualmente, no encuentran más solución que la brutalidad.
Odiados por el personal de prisiones, son alojados a menudo a modo de castigo con los
inestables y los perturbados.

El 3 de mayo de 1995, los periodistas, los fotógrafos, las televisiones, eran convocados
por el gobernador republicano de Alabama para asistir al acontecimiento: el regreso de
los forzados, con grilletes, encadenados de a cinco, para trabajar en las cunetas. Un
espectáculo que no se había visto desde hacía treinta años. El jefe de la administración
penitenciaria del Estado, Ron Jones, explicó que esta medida había sido tomada para
economizar personal de guardia y con el fin de convertir la prisión en algo tan
desagradable que los delincuentes no tuvieran ningún deseo de volver a ellas. "Sin
grilletes ni cadenas, necesito un guardián para vigilar a 28 reclusos. Con las cadenas, es
suficiente con uno para 40." Los presos tienen derecho a un mínimo de treinta días de
este régimen especial: doce horas de trabajo diario encadenados, sin radio, sin
televisión, sin visitas, sin cantina. Florida y Arizona tienen previsto seguir el ejemplo de
Alabama.
Este método de volver las prisiones inhumanas se extiende: el sheriff de Phoenix, en
Arizona, ha instalado a los reclusos en un campamento rudimentario, en pleno desierto,
sin la más mínima comodidad. En otros estados, se retira a los presos las salas de
ejercicio físico y la televisión, se abandonan los programas de reinserción o de
tratamiento para los delincuentes sexuales. Los grupos de defensa de los derechos
humanos denuncian esta tendencia nacional denominándolos castigos crueles e
inhumanos, prohibidos por la Constitución.

La pena de muerte

El racismo juega también su papel en la aplicación de la pena de muerte. Es una horrible


lotería, declara Amnistía Internacional en su informe de 1987 sobre la pena de muerte
en los Estados Unidos. Una lotería en la que algunos tienen más "oportunidades" que
otros de "ganar": los pobres, los afroamericanos y los miembros de las demás minorías
étnicas.

En 1a actualidad hay 3.350 condenados a muerte en los Estados Unidos esperando en el


corredor de la muerte, a veces desde hace más de 10 años, y su número aumenta en 250
personas por año. Y el 48% de estos condenados son negros que, recordémoslo, sólo
constituyen el 12% de la población.

Entre 1967 y 1977, no hubo ejecuciones en los Estados Unidos, si bien no se dejaron de
producir condenas a muerte durante ese periodo. En 1972, la Corte Suprema declaró
anticonstitucional y nula la ley vigente sobre la pena de muerte, basándose en el hecho
de que la mayor parte de las leyes aplicadas hasta esa fecha constituían un castigo "cruel
e inhabitual", en violación de las 8ª y 14ª enmiendas de la Constitución de los Estados
Unidos. En 1976, una decisión de la Corte Suprema según la cual la pena de muerte era
constitucional si era pronunciada bajo ciertas condiciones, puso fin a una moratoria que
suspendía las ejecuciones durante 10 años. Posteriormente, 38 estados han revisado sus
leyes en esta materia y restablecido 1a pena de muerte. Al día de hoy, 433 presos han
sido ejecutados desde 1976 hasta fines de 1997; de ellos 38 en 1993, 31 en 1994, 56 en
1995, 45 en 1996 y 74 en 1997. Es decir que el ritmo de ejecuciones se acelera. Y esto
va a tono con la opinión pública, que se adhiere a las teorías de la seguridad.

La pena de muerte en los Estados Unidos es racista, como lo es todo el sistema judicial
americano. En su informe sobre 1a misma en los Estados Unidos aparecido en 1987,
Amnistía Internacional constataba que: "Tal parece que los negros reconocidos
culpables del asesinato de blancos son condenados a la pena de muerte más a menudo
que cualquier otra categoría de personas; por el contrario, los blancos son raras veces
condenados a 1a pena capital por haber matado negros". (Un antiguo miembro del Ku
Klux Klan, Henry Francis Hays, que fue ejecutado el 6 de junio de 1997, es el primer
blanco ejecutado por el asesinato de un negro desde 1944.) Se observa que, como para
las otras condenas, la justicia americana establece un orden de gravedad en el que los
delitos considerados como los más graves son aquéllos en que los agresores son negros
y las víctimas blancas, seguido por los de agresores blancos y víctimas blancas, y,
finalmente, los de agresores blancos y víctimas negras. Esto es lo que constata Amnistía
Internacional en su informe: "Resulta notable que en Florida y en Texas, los negros
culpables de asesinato de blancos arriesgaban respectivamente cinco y seis veces más
ser condenados a muerte que los blancos que habían matado a otros blancos. En Florida,
para los negros responsables del asesinato de blancos el riesgo de ser condenados a
muerte era 40 veces mayor que para los que habían matado negros".
La mayoría de los negros que están en el corredor de la muerte están acusados del
asesinato de un blanco. "Ningún blanco ha sido nunca ejecutado por la violación de una
mujer negra mientras que el 54% de los negros que violaron a mujeres blancas entre
1930 y 1967 fueron ejecutados y el 89% de los hombres ejecutados por violación eran
negros." [127]

Añadamos que en los Estados Unidos, generalmente, la pena de muerte golpea muy
particularmente a los pobres, el 60% de los condenados están desempleados en el
momento de su detención; el 65% no tienen especialidad; el 50% no ha terminado el
primer ciclo de estudios; el 90% son demasiado pobres para pagarse un abogado. En
California, durante un periodo de ocho años, el 42% de los obreros convictos de
asesinato en primer grado fueron condenados a muerte, mientras que para los cuellos
blancos, la proporción era del 5%.

Es necesario saber que la pena capital no tiene ningún poder de disuasión: Canadá
abolió la pena de muerte y el porcentaje de asesinatos ha descendido en ese país; en
Florida y en Texas la han restablecido y el porcentaje de asesinatos no ha cesado de
crecer. Cierto número de sicólogos ha expuesto incluso la teoría de que la pena de
muerte en realidad alienta un comportamiento sicopático en el que una persona busca su
propia muerte en una especie de suicidio autoprogramado.

Algunas decisiones recientes de la Corte Suprema que rechazan los recursos


interpuestos en varios casos de condena a muerte han limitado las posibilidades de
recurrir y, por lo mismo, podrían acelerar aún más las ejecuciones en los Estados
Unidos en el futuro; tanto más que el presidente de la Corte Suprema, el ultra
reaccionario William Rehnquist, nombrado por Ronald Reagan, ha propuesto al
Congreso un texto que generaliza estas decisiones. Incluso ha defendido una
proposición del Comité especial de jueces recomendando que no sea concedido más que
un recurso (habeas corpus) a los condenados a muerte ante las Cortes federales, tras el
rechazo del recurso ante 1a Corte del Estado.

El colmo del horror, es que en caso de error (o error entre comillas), ¡es irreversible! En
noviembre de 1985, 1a Asociación Americana de Derechos Cívicos (ACLU) revelaba
que 25 personas habían sido ejecutadas por error en los Estados Unidos desde
comienzos de siglo por crímenes que no habían cometido o que incluso no habían
existido. Conocemos bien a Sacco y Vanzetti, los Rosenberg o a Willie McGee. ¿Pero
cuántos otros que ignoramos se han encontrado en su caso? No se puede guardar
silencio sobre estas afrentas a los derechos humanoos.

Ejecución de menores
En octubre de 1991, Amnistía Internacional declaraba que los Estados Unidos ejecutaba
más menores que cualquier otro país del mundo, exceptuando a Irak e Irán. Entre 1989
y 1994, únicamente otros cinco países han ejecutado menores que tenían menos de 18
años en el momento de los hechos: Irak, Irán, Nigeria, Pakistán y Arabia Saudita. En el
mismo periodo, ocho menores delincuentes fueron ejecutados en los Estados Unidos,
cinco de ellos en Texas. Esta escandalosa práctica de los Estados Unidos se lleva a cabo
en violación de las normas y tratados internacionales relativos a los derechos humanos.

En efecto, según el artículo 6, apartado 5 del Pacto internacional relativo a los derechos
cívicos y políticos: "Ninguna sentencia de muerte puede ser impuesta por crímenes
cometidos por personas menores de 18 años de edad y no puede ser ejecutada sobre
mujeres embarazadas". Lo mismo que, según el artículo 4, apartado 5 de la Convención
americana sobre derechos humanos: "La pena de muerte no puede ser aplicada a las
personas que, en el momento en que el crimen fue cometido, tenían menos de 18 o más
de 70 años..." El Gobierno americano suscribió estos dos tratados en 1997, pero no los
ha ratificado todavía.

A despecho de estos textos, sólo 9 estados americanos que mantienen la pena de muerte
prohíben su aplicación a personas menores de 18 años. En 17 estados, la legislación
autoriza la condena a muerte a menores de 18 años. Este límite es fijado, ya sea por
textos legislativos relativos a la pena capital, ya por leyes que especifican 1a edad a la
que los menores pueden, al igual que los adultos, ser juzgados por las jurisdicciones
penales. Este límite de edad es de 10 años en Indiana y Vermont, de 12 años en
Montana, de 13 años en Mississippi, de 14 años en Alabama, Idaho, Kentucky,
Missouri, Carolina del Norte y Utah, de 15 años en Arkansas, Louisiana y Virginia, de
16 años en Nevada y de 17 años en Texas, Georgia y Nuevo Hampshire. Otros once
estados no han especificado ningún límite de edad". [128]

Como ocurre con los adultos, la condición racial influye en las condenas a muerte en
numerosos esta-dos. En Texas, ocho menores de los nueve condenados a muerte de que
da constancia Amnistía Internacional en un informe de enero de 1994, eran negros o
hispanos, como lo eran también Curtis Harris y Rubén Cantu, los dos menores
ejecutados en este Estado durante el año 1993.

Como con los negros adultos, estos acusados no están bien representados y son
defendidos, en 1a mayoría de los casos, por abogados de oficio sin experiencia ni
motivación. No hacen valer 1a influencia del ambiente y no mencionan circunstancias
atenuantes, entre las que debiera figurar en primer término justamente su juventud, que
les hace influenciables, tanto para bien como para mal.

En un estudio sobre los jóvenes condenados a la pena capital en los Estados Unidos,
publicado en 1991, Amnistía Internacional constataba que estos últimos provenían, en
su mayor parte, de familias particularmente desfavorecidas. La mayoría de ellos habían
padecido violencias físicas o sexuales graves y tenían una inteligencia inferior a la
media, e incluso sufrían enfermedades mentales o lesiones cerebrales. Finalmente,
muchos de ellos no habían dispuesto de una defensa conveniente durante su proceso.
[129]

"Se ha constatado que, en algunos estados, los meno-res con peticiones de pena de
muerte eran automática-mente juzgados por las jurisdicciones de derecho común en
ausencia de cualquier evaluación individual de la capacidad del acusado para ser
juzgado como un adulto. En otros casos, ocurría que el sistema de justicia de menores
no disponía de establecimientos que pudieran acoger a los condenados a condenas
largas, la que parece, más que 1a madurez del acusado, haber sido la razón principal
para el envío ante una jurisdicción de derecho común". [130]

"En un fallo pronunciado en 1989 que consideraba aceptable la ejecución de menores de


16 y 17 años, la Corte Suprema hizo observar que las normas internacionales no eran
pertinentes respecto a las 'normas morales americanas'. ¿No debiéramos aspirar a elevar
las normas morales americanas al nivel de las reconocidas normas internacionales en
materia de derechos humanos?" [131]

Ejecución de personas que sufren trastornos mentales y retraso mental

En los Estados Unidos, un elevado número de presos que sufren trastornos mentales o
retraso mental están bajo el peso de una condena a muerte y otros muchos han sido
ejecutados. Las garantías internacionales, al igual que un informe presentado por la
comisión presidencial en 1991, plantean la eliminación de la pena de muerte para los
acusados con retrasos mentales. La resolución 1989/64 adoptada por el ECOSOC en
mayo de 1988, y concerniente a la aplicación de garantías para la protección de los
derechos de las personas sancionables con la pena capital recomienda "suprimir la pena
de muerte, tanto en el estadio de condena como en el de ejecución, para los retrasados
mentales o para las personas cuyas capacidades mentales sean extremadamente
limitadas". El comité presidencial sobre el retraso mental subraya particularmente la
necesidad de identificar a los acusados con retraso. "Las personas acusadas que sufren
retraso mental y que no están identificadas como tales están en gran desventaja en la
organización de su defensa... Sus derechos corren el riesgo de estar menos protegidos y
puede darse e1 caso de que disposiciones útiles para su causa no sean tenidas en
consideración. Es poco probable que estas personas sean conscientes de su derecho a
guardar silencio o de rechazar responder a las preguntas concernientes a su
culpabilidad." Amnistía Internacional ha reunido informaciones sobre más de 50 presos
que sufrían problemas mentales graves ejecutados en los Estados Unidos desde 1982.

Aunque, en principio, 1a legislación americana prohíbe la ejecución de los enfermos


mentales, la evaluación de la aptitud mental de un condenado a ser ejecutado es muy
superficial en muchos estados. Sola-mente nueve estados prohíben la aplicación de la
pena de muerte a los retrasados mentales y varios de ellos prevén un cociente intelectual
mucho más bajo que e1 seleccionado en 1992 por la Asociación americana sobre el
retraso mental. Ésta definió el retraso mental como e1 hecho de tener un coeficiente
intelectual por debajo de 70 ó 75 desde antes de los 18 años. Sin embargo, Carolina del
Norte sólo se opone a la ejecución si los acusados tienen un coeficiente inferior a 60.
Arkansas sólo admite el retraso mental con un coeficiente inferior a 65. En junio de
1986, Jerome Bowden, un negro de 33 años, retrasado mental, fue ejecutado en Georgia
por haber matado una mujer blanca durante un robo 10 años antes. Evidentemente había
sido juzgado y condenado por un juez blanco y por un jurado en el que el fiscal había
recusado de oficio a todos los negros. Un psicólogo le sometió en la cárcel a un test de
inteligencia de tres horas. Según los resultados de este test, su coeficiente intelectual era
de 65, cifra demasiado elevada para salvarle de la ejecución siguiendo las reglas de
Georgia. Al día siguiente fue ejecutado por electrocutamiento. Un miembro del Consejo
de indultos habría indicado posteriormente que Jerome Bowden habría sido conducido a
un establecimiento especializado si su coeficiente hubiera sido inferior a 45. De esta
manera Jerome Bowden, que tenía doce años de edad mental y que ni siquiera entendía
lo que significaba una condena, y para quien la muerte, a título punitivo, no
representaba nada, ¡había sido declarado demasiado inteligente para vivir!

Las unidades de control

Situada en el sur del Estado de Illinois, la penitenciaría de Marion se inauguró en 1963


para reemplazar a Alcatraz, que cerró sus puertas ese mismo año. Es la más severa de
las cárceles de seguridad del sistema federal. Fue en Marion donde la Unidad de Control
(Control Unit, CU) comenzó a funcionar en julio de 1972. Sesenta reclusos fueron
encerrados en aislamiento sensorial, y la prisión entera se convirtió en una unidad de
control en 1983.

Penitenciaría de Marion

Desde entonces, los presos son encerrados en su celda 23 horas diarias, completamente
aislados de los otros presos, en una celda de 2'40 por 1'80 metros, equipada solamente
con una "cama" de cemento, un lavabo y un espejo de aseo. Comen, duermen y hacen
sus necesidades dentro de esta celda. Padecen brutalidades físicas y sicológicas: palizas,
cacheos anales y otras medidas degradantes. Los presos permanecen a menudo echados,
encadenados a su cama, a veces durante varios días. Las visitas son muy limitadas, lo
mismo que el derecho para recibir cartas o materiales para escribir. La alimentación es
insuficiente, e1 acceso a cuidados médicos mínimo. La penitenciaría es vigilada por
guardianes renombrados por su brutalidad. Los efectos suicidas del aislamiento
sensorial y de algunos de los programas de "modificación del comportamiento" que se
practican son alarmantes. La Unidad de Control de Marion tiene un porcentaje de
suicidios cinco veces superior al nacional.

En 1993, una nueva unidad de control fue abierta en Florence, en Colorado, donde los
pocos contactos humanos de Marion fueron todavía disminuidos. Marion y Florence no
son casos aislados. Las unidades de control se multiplican por todo el país.

En la prisión estatal de Pelican Bay, en California, se abrió la Security Housing Unit


(SHU), en diciembre de 1989. La SHU ha sido concebida para el aislamiento
permanente de los presos. Éstos son encerrados 22 horas y medía por día en su celda de
7'4 metros cuadrados y solo tienen derecho a un periodo de ejercicios de 90 minutos,
solos en un patio de cemento del tamaño de tres celdas, entre muros de 6 metros de
altura y bajo una red metálica. Las puertas de las celdas se manipulan por los guardianes
a distancia y éstos utilizan altavoces para dar las órdenes a los presos. Estos últimos
están siempre encadenados y flanqueados por dos guardianes armados con porras
cuando deben circular fuera de su celda. Aparte del chasquido de una puerta o de la voz
de un altavoz, el SHU es absolutamente silencioso.

California posee una segunda unidad de control, en Folsom Prison, en la que las camas
han sido sustituidas por capas de cemento. En Stateville Prison, en Illinois, los presos
"incontrolables" son aislados en pequeñas celdas sin ventana, con solamente una
pequeña ranura en la puerta para pasar los platos de comida. Otras unidades del mismo
tipo existen en Coxsachie, en el Estado de Nueva York, o en Lebanon, en Ohio, y la
lista se alarga de año en año. Según un estudio realizado en 1990 por la dirección de
Marion, 36 estados han adoptado unidades de control inspiradas en la de Marion.

Los responsables de prisiones vociferan que las unidades de control están destinadas a
presos juzgados demasiado violentos para permanecer en las demás prisiones. Pero un
informe del Congreso de 1983 afirmaba ya entonces que el 80% de los presos de
Marion no justificaban ese nivel de seguridad. En realidad, éstos son enviados a Marion
por otras razones: organizar paros en el trabajo, practicar su religión o entablar
demasiadas actuaciones ante la justicia. Además, muchos prisioneros políticos son
enviados a Marion. El líder del American Indian Movement, Leonard Peltier, y el
miembro del Ejército de Liberación Negro, Sekou Odinga, fueron enviados
directamente del tribunal que los condenó a Marion, lo que desmiente el mito de que los
presos de Marion han sido violentos en otras cárceles. Por otra parte, Ralph Arons,
director de Marion, declaraba en 1975: "El objetivo de la unidad de control de Marion
es dominar los comportamientos revolucionarios en el sistema penitenciario y en 1a
sociedad exterior".

En 1987, Amnistía Internacional publicó un informe condenando la penitenciaría de


Marion en términos extremadamente severos. Este informe concluía que las prácticas de
Marion violaban "los requisitos mínimos de Naciones Unidas en el trato de los presos" y
añadía que sus condiciones carcelarias constituían "un trato cruel, inhumano y
degradante, condenado por la Constitución de los Estados Unidos y por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de la ONU".

Los presos políticos

En 1978, en una entrevista concedida al diario francés Le Matin, Andrew Young,


miembro de la comunidad negra, entonces embajador de los Estados Unidos ante 1a
ONU, declaró: "Hay centenares, puede incluso que miles de presos políticos en las
cárceles americanas". Esta frase le valió ser revocado en el acto por el presidente Carter.

Ciertamente, no deberían existir presos políticos en los Estados Unidos, el país de la


libertad de expresión. Sin embargo, estos cientos, estos miles de hombres y mujeres a
los que Andrew Young hacía alusión, han sido arrestados y encarcelados, algunos
incluso condenados a muerte, a causa de sus ideas políticas o de su lucha por los
derechos cívicos. Han sido víctimas del programa COINTELPRO (Counter Intelligence
Program), aplicado por el FBI entre 1956 y 1971. El FBI inventaba cargos criminales en
su contra, sobre la base de testimonios falsos, de simulación de pruebas, de rechazo de
recursos o de apelaciones. Aunque el programa COINTELPRO no esté en vigor en la
actualidad, los métodos del FBI siguen siendo los mismos. Los militantes se encuentran
aislados, tratados por la prensa y por la justicia como asesinos, drogadictos, violadores...
lo que dificulta los movimientos de solidaridad. La práctica totalidad de estos
prisioneros pertenece a minorías étnicas y el racismo existente vuelve su causa todavía
más difícil de defender. Se encuentran igualmente entre los prisioneros políticos un
cierto número de blancos encarcelados como consecuencia de la ayuda práctica que
aportaron a 1a acción de estas minorías.

Estos prisioneros políticos sufren condiciones de prisión muy duras. La mayor parte de
ellos están encarcelados en unidades de control destinadas a "someter a los cabecillas".
El subapartado anterior está dedicado a estas siniestras prisiones.

Los prisioneros políticos más conocidos han sido el pastor negro Ben Chavis y los Diez
de Wilmington, Johnny Imani Harris, liberado bajo palabra en 1991, después de una
primera condena a muerte y de doce años de prisión, Terrence Johnson, encarcelado en
1978, a la edad de quince años y liberado en 1994 después de dieciséis años de prisión.
Dhoruba Bin Wahad, condenado en 1973 a perpetuidad y que obtuvo un sobreseimiento
en 1990, tras 17 años de prisión, Elmer Gerónimo Pratt, antiguo dirigente de los
Panteras Negras de California, encarcelado desde 1968 y que fue liberado sin fianza el
10 de junio de 1997, ante la presión de un potente movimiento de solidaridad
internacional. Están todavía entre rejas el líder del American Indian Movement,
Leonard Peltier, en prisión desde 1976, David Rice y Ed Poindexter, los dos de los
Panteras Negras, en prisión desde 1971, y Mumia Abu Jamal, antiguo dirigente de los
Panteras Negras y presidente del sindicato de periodistas negros de Filadelfia,
condenado a muerte en 1982 y todavía hoy en el corredor de la muerte. Todos ellos han
sido víctimas de montajes ideados por el FBI.

Elmer Gerónimo Pratt

Tras pasar veintiséis años en prisión, catorce peticiones de puesta en libertad bajo
palabra rechazadas y cuatro recursos infructuosos, Elmer Gerónimo Pratt ha sido
liberado bajo fianza el 10 de junio de 1997, a la espera de un nuevo juicio que se
pretende sea imparcial. Purgaba una pena de prisión a perpetuidad por un asesinato que
todo el mundo sabe que no cometió.

Elmer Gerónimo Pratt

Gerónimo es un prisionero político, el prisionero político más antiguo en la actualidad.


Es el símbolo de la resistencia a la represión y del combate por la liberación del pueblo
negro de los Estados Unidos.

Es un veterano de la guerra de Vietnam, con varías menciones de honor. Desmovilizado


en 1968, se estableció entonces en Los Ángeles, donde comenzó a participar en las
actividades del Partido de los Panteras Negras (BPP). Su acción en el seno del BPP,
donde se convirtió en uno de sus dirigentes en California, hizo de 61 un objetivo
designado por el FBI, en el marco de la operación COINTELPRO. El 8 de diciembre de
1969, 1a sede del BPP en Los Ángeles sufrió un verdadero asalto militar por parte de la
policía. Capturado junto a su mujer y a siete panteras más, Gerónimo fue condenado a
una pena de prisión de uno a cinco años por "posesión ilegal de arma".

Mientras estaba en prisión, fue acusado del robo y asesinato de una mujer blanca
cometido el 8 de diciembre de 1968 en Santa Mónica (California). Declarado culpable
el 28 de julio de 1972, fue condenado a reclusión criminal a perpetuidad. Ha
manifestado siempre su inocencia y afirmado que el asunto había sido en su totalidad un
montaje del FBI en el marco de la operación COINTELPRO, y que el día del asesinato
en cuestión, se encontraba a 600 kilómetros del lugar del crimen, en una concentración
de los Panteras Negras en Oakland. Además, el FBI, que le vigilaba permanentemente,
tenía la prueba en sus ficheros. Sin embargo, cuando Gerónimo pidió, en virtud del
Freedom of Information Act, [132] que el FBI entregara este documento, éste se negó a
hacerlo.

Fue declarado culpable por el testimonio del marido de la víctima. Este último admitió
no haber visto al agresor más que una sola vez, cuatro años antes, y ello sólo durante
unos instantes. Sin embargo, identificó a Gerónimo como el asesino, si bien había
descrito a éste, algunas semanas después del asesinato, como un hombre muy grande y
de piel muy negra, mientras que el acusado es más bien pequeño y su piel es parecida a
la de un indio (de ahí su apodo).

Pero el principal testigo de la acusación fue Julius Butler, antiguo miembro del BPP,
que declaró que Gerónimo le había enviado una carta en la que se reconocía culpable
del crimen. Ahora bien, ha sido revelado que Butler era un chivato de FBI, lo que negó
en el momento del juicio. Después de la condena de Gerónimo, fueron reveladas otras
pruebas de las irregularidades cometidas por el FBI en el transcurso del juicio: tres
chivatos fueron introducidos en el equipo encargado de la defensa de Gerónimo y
habían entregado documentos sobre la estrategia y la táctica previstas por ésta, así como
las deposiciones de al menos dos testigos de la defensa. Un testigo ocular del crimen
había identificado a otra persona como posible asesino, y sin embargo este dato no le
fue entregado al abogado de Gerónimo. El FBI y la policía de Los Ángeles habían
trabajado conjuntamente e intercambiado informaciones concernientes a la instrucción,
la detención y el juicio en el asunto Pratt.

La liberación de Gerónimo es una victoria. Su victoria. La de sus abogados y la de todos


los que, en Esta-dos Unidos y por todo el mundo, han hecho campaña a favor de su
liberación. Y también un inmenso estímulo para continuar las luchas por la liberación
de los demás prisioneros políticos de los Estados Unidos.

Leonard Peltier

Leonard Peltier, indio anishinabe-lakota (sioux), es uno de los líderes del American
Indian Movement (AIM) desde 1970. Purga actualmente su vigesimosegundo año de
prisión por un crimen que no cometió, víctima de la colusión entre el FBI y la justicia
americana para neutralizar al American Indian Movement después de la ocupación de
Wounded Knee, en la reserva Sioux de Pine Ridge, en 1973.
Leonard Peltier

Leonard fue condenado a dos penas de prisión de por vida consecutivas por el presunto
asesinato de dos agentes del FBI en esta misma reserva, en Dakota del Sur. Los cargos
por los que fue encarcelado, así como las "pruebas" que acarrearon su ingreso en prisión
fueron fabricadas de arriba abajo por el FBI, que presentó pruebas falsas, informes
balísticos falsificados, y amenazó e intimidó a testigos con el fin de hacerles firmar
falsedades. Sin embargo, hoy es el día en que ninguna corte está en condiciones de
probar su culpabilidad. Por el contrarío, durante sus recursos y apelaciones, se han
reunido numerosos elementos que prueban la mala conducta del FBI. En un teletipo del
31 de octubre de 1975, los expertos en balística del FBI reportaron que ninguna de las
balas encontradas en el lugar del tiroteo podía corresponder al fusil perteneciente a
Leonard Peltier. Esta prueba fue apartada del dossier y no ha vuelto a aparecer, junto a
otros documentos, más que gracias a la Freedom of Information Act. Además, el FBI
utilizó falsas deposiciones para obtener la extradición de Leonard Peltier de Canadá
hacía los Estados Unidos, lo que constituye una grave violación del derecho
internacional y del tratado de extradición existente entre los dos países. A la luz de
nuevos elementos que prueban la actitud condenable y las tácticas inapropiadas
empleadas por la acusación de Leonard Peltier, el fiscal general Lynn Crooks admitió el
9 de noviembre de 1992, ante la octava Corte de apelación de Saint Paul (Minnesota):
"Nosotros no podemos probar quién mató a estos agentes". Sin embargo, esta misma
Corte rechazó, en 1993, acordar la revisión del proceso que habría permitido demostrar
la inocencia de Peltier y probar las malversaciones del FBI y del Gobierno americano en
este asunto.

En marzo de 1996, a pesar de la opinión favorable del fiscal, la Oficina Federal de


Libertad Condicional rechazó una vez más conceder a Leonard una libertad bajo palabra
y le informó de que el Buró decidiría nuevamente sobre su caso... en el 2008. ¡Dentro
de 12 años!

Mumia Abu Jamal

Mumia Abu Jamal se crió en Filadelfia. Fue miembro fundador (con 15 años) del
comité de los Panteras Negras de Filadelfia. Es allí donde debutó en su carrera como
periodista. Escribía en el periódico del partido en calidad de delegado de información
del comité local.

Mumia Abu Jamal

Prosiguió su tarea como periodista en calidad de comentarista en diferentes emisoras de


radio de la ciudad. En el curso de los años setenta, Mumia publicó vigorosas críticas a
1a policía de Filadelfia y a su jefe, Frank Rizzo. Rechazó la versión presentada por
Rizzo sobre el asedio policial de 1985 contra la organización negra MOVE en Powelton
Village, en la que participaron más de 600 agentes armados y se saldó con la muerte de
once miembros de MOVE (seis adultos y cinco niños). Su nítido compromiso a favor de
los pobres y de los discriminados le valió su apodo de The voice of the voiceless (la voz
de los sin voz). Su dedicación infatigable a esta forma de periodismo condujo a su
despido de su empleo en la radio. Para alimentar a su familia, se vio obligado a trabajar
por la noche como taxista.

El 9 de diciembre de 1981, un poco antes de las cuatro de la mañana, cuando circulaba


con su taxi, al ver a un policía golpear a su hermano se detuvo para correr en su auxilio.
Cuando llegaron los policías llamados como refuerzo por el agente Faulkner,
encontraron a éste por tierra, alcanzado por balas en la espalda y en la cara. A algunos
pasos, bañado en su sangre, yacía Mumia Abu Jamal. El revólver P.38 que había
comprado, tras haber sido desvalijado en dos ocasiones, fue encontrado en el lugar de
los hechos.

El policía Faulkner murió, una hora después del tiroteo, en el hospital universitario
donde Mumia debió sufrir una intervención quirúrgica. En efecto, una bala proveniente
del arma de Faulkner le había alcanzado en el pecho y se había alojado cerca de la
columna vertebral. Reclamando su inocencia, Mumia Abu Jamal fue acusado del
asesinato del policía, a pesar del testimonio de cuatro personas que afirmaron haber
visto a un tercer hombre disparar y huir corriendo. Fue citado ante la justicia en 1982.

El asunto fue confiado al juez Sabo, apodado El rey del corredor de la muerte, que
detentaba el récord de condenas a muerte en los Estados Unidos: 31, de ellas 29
inflingidas a negros. Además era miembro del mismo sindicato de policías que
Faulkner: la Fraternidad de la Policía (FOP), lo que ponía en duda su imparcialidad.

El proceso fue el clásico tratándose de un negro. Mumia Abu Jamal se vio privado de
escoger su abogado y de los medíos financieros necesarios para su defensa. Se le
prohibió asegurar él mismo su defensa. Se le impuso un abogado de oficio conocido por
su incompetencia. Todos los jurados negros, salvo uno, fueron excluidos del jurado. La
lista de irregularidades que salpicó este juicio es larga: soborno e intimidación de
testigos; encubrimiento de pruebas favorables para la defensa; politización a ultranza de
la fase penal del proceso con la utilización de dossiers del FBI relativos a sus
actividades en el seno del partido de los Panteras Negras como pruebas definitivas
"justificando la pena de muerte"; negativa a tener en cuenta en apelación las
revelaciones de testigos arrepentidos de haber tenido en cuenta intimidaciones policiales
durante el juicio de 1982 y que afirmaban haber visto ellos también a otro hombre huir
corriendo del lugar del tiroteo. Por último, el mantenimiento en apelación del juez Sabo,
a pesar de encontrarse entonces jubilado.

El 2 de julio de 1982, Mumia Abu Jamal, acusado de homicidio voluntario, fue


condenado a muerte por el juez Sabo. Debía ser ejecutado en agosto de 1995. Gracias a
la presión de un poderoso movimiento de apoyo internacional, Mumia se benefició de
una prórroga en la ejecución, pero el juez Sabo rechazó la apertura de un nuevo juicio
hasta su pase definitivo a jubilación, el 26 de noviembre de 1997.

Dentro de su celda, desde hace 18 años, Mumia no ha cesado nunca de escribir artículos
ni de militar por la justicia y contra el racismo. [133]

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[109] Andrew Hacker en Two Nations, Charles Scribnerś Son. Macmillan Publishing
Company, Nueva York, 1992.

[110] Genocide USA, Workers Vanguard n° 463, 21.10.1988.

[111] L'Humanité, 22.2.1990.

[112] New York Post, 9.5.1990.

[113] International Herald Tribune, 29/30.7.1981.

[114] Citado en L'Humanité, 8.11.1988.

[115] New York Post, 9.5.1990.

[116] New York Post, 8.5.1990.

[117] Peoples Daily World, 3.5.1990.


[118] Le Matin, suplemento 29/30.12.1979.

[119] International Herald Tribune, 23.8.1993.

[120] Center for Research on Criminal Justice, Berkeley, California, The Iron Fist and
the Velvet Glove.

[121] En Parla petite porte, por Ernest 1. Gaines, Liana Levi Editor, 1996.

[122] Lennox Hinds, en Illusion of justice, University of Iowa, 1978.

[123] Sentencing Proyect 1991.

[124] International Herald Tribune, 14.9.1993.

[125] International Herald Tribune, 6/7.4.1996.

[126] Mumia Abu Tamal, en Desde el corredor de la muerte, Txalaparta, 1996.

[127] Amnistía Internacional, Informe sobre la pena de muerte, 1987.

[128] Amnistía Internacional, Informe sobre la pena de muerte, 1987.

[129] Amnistía internacional, Informe sobre la pena de muerte, 1987.

[130] Greenwald Helene B., "Capital Punishment for Minors: An Height Amendment
Analysis", en Journal of Criminal Law and Cńminology, volumen 74, n°74, 1983.

[131] Amnistía Internacional, documento interno, Londres, enero 1994.

[132] La Freedom of Information Act (Ley sobre la Libertad de Información), votada


por el Congreso en 1966 y enmendada en 1974 en una orientación liberal, garantiza a
cada ciudadano americano el derecho de acceso a las fichas y otros datos en poder de las
autoridades que le causarían o le habrían causado ya perjuicio.

[133] Sus obras han sido publicadas en castellano por la Editorial Txalaparta.

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