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El Secuestro Del Espacio Publico

Este documento discute las diferentes perspectivas sobre el espacio público y cómo ha cambiado a través del tiempo. Algunos autores argumentan que el espacio público está desapareciendo debido a la privatización y el aumento de la segregación y el miedo. Otros sostienen que el espacio público necesita redefinirse, no desaparecer, y pueden surgir "terceros espacios". También analiza cómo los centros comerciales simulan un espacio público controlado y cómo los espacios públicos externos siguen siendo
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El Secuestro Del Espacio Publico

Este documento discute las diferentes perspectivas sobre el espacio público y cómo ha cambiado a través del tiempo. Algunos autores argumentan que el espacio público está desapareciendo debido a la privatización y el aumento de la segregación y el miedo. Otros sostienen que el espacio público necesita redefinirse, no desaparecer, y pueden surgir "terceros espacios". También analiza cómo los centros comerciales simulan un espacio público controlado y cómo los espacios públicos externos siguen siendo
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El secuestro del espacio pblico

Astrid Petzold Rodrguez

La ciudad integra y margina. Y educa para la ciudadana


y tambin para la exclusin (Borja, 2009:211).
En los ltimos dos siglos, el espacio pblico ha alcanzado un mayor protagonismo en la vida
urbana. En las ltimas dcadas, se comienza a abordar la proyeccin del espacio pblico de
manera distinta a la anterior, por los fenmenos de "reurbanizacin" y privatizacin de las
ciudades, en paralelo al crecimiento continuo y no planificado de la ciudad. Asimismo, el aumento
de la violencia, la inseguridad, la desigualdad social y cultural, y el creciente temor al otro, llevan a
una redefinicin de los escenarios de la vida pblica.
Algunos autores (Jacobs 1961; Sennett 1975, 1977, 1991 y 1997; Sassen 2001; Sorkin 2004;
Davis, 1992) han abordado el anlisis del espacio pblico desde una visin apocalptica,
proclamando el fin del espacio pblico y su rendicin ante el espacio mall y similares ofertas
privadas; otros autores ms optimistas (Borja, 1998, 2000, 2003, 2009, Borja y Mux, 2000;
Ramrez, 2003, 2009; Ziccardi, 2009; Carrin, 2007), hablan de la necesidad de una redefinicin,
de una re-conceptualizacin del espacio pblico, y otros (Soja 1996 y Crawford 2001), del
surgimiento de un tercer espacio.
Lo anterior evidencia por un lado, que definir el espacio pblico resulta una tarea compleja, puesto
que el mismo se redefine constantemente y se construye desde distintas perspectivas (social,
poltica, cultural, espacial, urbana, antropolgica, entre otras). Y por el otro, manifiesta la
importancia que ha ido adquiriendo en el mbito acadmico, cultural, social y poltico el estudio del
espacio pblico y el papel de ste dentro de la construccin de la ciudad y la ciudadana.
Se inicia entonces esta reflexin sobre el espacio pblico como mbito de estudio con autores
como Teresa Caldeira (2000), Mike Davis (1992) y Richard Sennett (1977), quienes contrastan la
ciudad actual con un pasado mtico en el cual las caractersticas propias del espacio pblico
multiplicidad de usos y encuentro social- no slo se desarrollaban, sino adems estaban en
constante expansin (Salcedo, 2002:6). Sin embargo, hasta qu punto se puede afirmar que el
espacio pblico, como escenario del encuentro social, existi realmente alguna vez. No ser que
se anhela un espacio pblico que nunca ha existido. Por el contrario, desde su inicio, el espacio
pblico fue concebido como espacio para separar, no unir: se persigui una proximidad fsica pero
con distanciamiento social.
Por otra parte, Nstor Garca Canclini (2001:4-5) desde una mirada antropolgica, sostiene que
en muchas ciudades africanas, asiticas y latinoamericanas es evidente que la debilidad
reguladora no aumenta la libertad sino la inseguridad y la injusticia. La condicin posmoderna

suele significar en estos pases la exasperacin de las contradicciones de la modernidad: la


desaparicin de lo poco que se haba logrado de urbano, el agotamiento de la vida pblica y la
bsqueda privada de alternativas no a un tipo de ciudad sino a la vida urbana entendida como
tumulto "estresante". () Estudios antropolgicos (Caldeira 1996) muestran el peso que tienen
en la construccin de las segregaciones urbanas, junto a las barreras fsicas, los cambios en
hbitos y rituales, las obsesivas conversaciones sobre la inseguridad que tienden a polarizar lo
bueno y lo malo, a establecer distancias y muros simblicos que refuerzan los de carcter
fsico.
Estas contradicciones de la modernidad expresadas en ciudades africanas, asiticas y
latinoamericanas, mencionadas por Garca Canclini, ya se manifestaban, casi una dcada antes,
en las ciudades americanas especialmente en la ciudad de Los ngeles. Esto lo expuso Mike
Davis (1992), en su el libro City of Quartz, en el cual proclama el nacimiento de la geografa del
miedo, asociada al discurso meditico y las polticas pblicas de (in)seguridad ciudadana, que
junto a los procesos de sub-urbanizacin y fragmentacin de barrios han contribuido de forma
importante a la erosin del espacio pblico (apud Llanos y Valencia, 2005:9).
Ahora bien, puede advertirse que quizs no hay un nico entorno fsico que represente el
espacio democrtico. Como la esfera pblica burguesa idealizada por Habermas, los espacios
fsicos a menudo idealizados por los arquitectos el gora, el foro, la piazza- se constituan por
exclusin (Crawford, 2001:17). Y esto es fundamental, para entender que quizs, los cambios que
se asisten en los espacios pblicos de las ciudades, son resultado de un proceso de
recrudecimiento que se inicia con la creacin del espacio pblico, como lugar de la otredad.
Esto se evidencia con la aparicin de los llamados espacios pseudo-pblicos, a los cuales Edward
Soja (1996:56) cuestiona fuertemente al decir que
los espacios pseudo-pblicos aparecen no slo como un inocente cambio en el paisaje urbano,
sino adems como un factor importante en la transformacin de nuestras interacciones
sociales y la tradicin liberal moderna sobre cmo interpretar dicha interaccin. Si la
democracia liberal requiere el reconocimiento del otro como sujeto, entonces la exclusin y la
sobre-regulacin se convierten adems en una amenaza poltica.
As, tambin lo advierte Corts (2010:35) al sealar que el consumo y los lugares donde ste se
lleva a cabo se convierten, () en estructuras que canalizan el comportamiento y la conducta de
masas, que se pueden llegar a considerar en s mismos como elementos fundamentales del
mantenimiento del orden social. En tanto que, el espacio pblico exterior se ha convertido en un
espacio donde impera la anomia y el miedo, los espacios al interior de los centros comerciales,
simulan un exterior controlado y establecen las normas por las cuales se regirn los
comportamientos de las personas al interior de dichos espacios.
No obstante, frente a esta situacin de repliegue a un espacio pseudo-pblico, el espacio pblico
exterior debe fortalecerse como un componente fundamental para la organizacin de la vida
colectiva (integracin, estructura) y la representacin (cultura, poltica) de la sociedad, que
construye su razn de ser en la ciudad (Carrin, 2007:82). De aqu, que el espacio pblico

permanezca como espacio de la protesta, que se conquista en tiempo y espacio; como espacio de
la visibilidad del conflicto y de las reivindicaciones sociales; espacio de la poltica y de las prcticas
ciudadanas. Por esta razn, se puede afirmar en palabras de Ziccardi (2009:198) que el espacio
pblico que se abre con la aplicacin de las polticas sociales es potencialmente poderoso para
inaugurar nuevas prcticas y comportamientos.
Con relacin a lo anterior, otra concepcin del espacio pblico como espacio donde se hace visible
la protesta, es la planteada por Sandra Pinardi (2006:23), y lo denomina espacio de la ceguera,
entendido ste como el acontecimiento mismo del espacio, es el espacio-acontecimiento, el tener
lugar de algo (que no es ni el algo ni el lugar sitio- donde est ubicado). Esta definicin surge a
partir de un acontecimiento cvico de races polticas, como lo fue el paro general ocurrido en
Venezuela entre los meses de diciembre 2002 y enero-febrero de 2003, as como, de las
manifestaciones pblicas que lo acompaaron, donde espacios como la Plaza Altamira en la
ciudad de Caracas y la Plaza La Repblica en la ciudad de Maracaibo, se trasfiguraron en el lugar
de la disidencia poltica del actual gobierno de Venezuela. Este fenmeno, de polarizacin poltica
manifestada en el espacio pblico, produce lecturas sesgadas de los espacios, convirtiendo la
afiliacin poltica en un lmite intangible para la apropiacin y uso de dichos espacios pblicos.
Por otra parte, el espacio pblico tambin puede ser definido como lugar de representacin de la
cultura y construccin de identidad, con base en valores establecidos, muchas veces, globalmente,
pero que son apropiados localmente por ciertos colectivos sociales. Un ejemplo de lo anterior, se
evidenci en la investigacin realizada por el semilogo Jos Enrique Finol (2005), la cual explor
la relacin de los jvenes marabinos y el mall, lo que permiti descubrir que las visitas de los
jvenes al mall, se basan no slo en razones de orden pragmtico seguridad, comodidad,
accesibilidad-, sino tambin en una simbologa basada en el prestigio de la globalizacin cultural
(Finol, 2005:574).
Es interesante observar como en estos espacios pseudo-pblicos, ocurre un proceso de
construccin de identidad, ya que, para mucha gente, la autntica construccin del yo depende
de la adquisicin de mercancas (Crawford, 2004:24). Sin embargo, este proceso de construccin
del yo, mediante la adquisicin de mercancas, trasciende los lmites de los centros comerciales y
se traslada a la adquisicin de mecanismos de seguridad, que se traducen en un smbolo de
exclusividad que al mismo tiempo excluye.
En sntesis, lo expuesto anteriormente, evidencia las manifestaciones fsicas y culturales que
generan exclusin en el espacio urbano, as como, tambin el peso del aspecto simblico como
caracterstica inherente a la percepcin que los usuarios hacen de ste. La apropiacin y uso del
espacio pblico, manifiestan la pluralidad sociocultural as como la heterogeneidad y
conflictividad social implcitas en las formas de apropiacin colectivas de la ciudad (Ramrez,
2003:37).

1. Simbiosis entre lo urbano y la cultura


Cmo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos,
qu contiene o esconde (Calvino, 1998:29).
Las discusiones e investigaciones en torno al espacio pblico, han estado divididas entre .
visiones que enfatizan una suerte de sobredeterminacin del espacio fsico y de la infraestructura
sobre las modalidades de uso y de los usuarios, hasta concepciones ms centradas en
explicaciones culturalistas y subjetivistas (Makowski, 2003:91).
En este sentido, las perspectivas urbano-arquitectnicas centran su inters en la construccin de
un entorno urbano confortable, con valor esttico y donde la naturaleza est presente. Se busca
que el espacio permita tanto la realizacin de actividades que impliquen movimiento (recreativas,
de desplazamiento) como actividades pasivas (contemplacin, descanso). Se le otorga un alto
valor a las caractersticas fsico-espaciales como factores que condiciona las prcticas sociales.
Por otro lado, las perspectivas culturales le confieren a los espacios pblicos elementos de carcter
simblico e imaginario que trascienden su dimensin fsica. Dentro de estas perspectivas, las
modalidades de apropiacin y uso de los espacios pblicos, se relacionan con los habitus ()
socioculturales de grupos e individuos usuarios, con la historia y los significados socialmente
construidos en torno a los lugares pblicos (Makowski, 2003:92).
De esta manera, tanto los factores urbano-arquitectnicos como los elementos de carcter
simblico e imaginario relacionados con la cultura de los colectivos sociales, se constituyen en
determinantes de las prcticas de apropiacin y uso de los espacios pblicos, las cuales, por un
lado, pueden favorecer potencialmente la integracin social y el encuentro, lo que se traduce en el
fortalecimiento de la cohesin social; y por el otro pueden debilitar las relaciones sociales,
disuadiendo y excluyendo a ciertos colectivos sociales de estos espacios pblicos, negando as
las cualidades potenciales que tericamente permiten definir al espacio pblico como espacio de
todos (Ramrez, 2003:45).
Los autores del libro Public Space (Carr, Francis, Rivlin y Stone, 1992), son defensores de la
mixtura de estas dos perspectivas (fsica-espacial y socio-cultural). Proporcionan un abanico de
componentes para repensar y redefinir el espacio pblico, que incluye tanto las caractersticas
fsicas-espaciales del espacio pblico, como los elementos propios de la cultura urbana.
En virtud de lo anterior, surge la necesidad de revalorar el estudio de los espacios pblicos
urbanos, a travs de la comprensin, desde estas dos visiones (fsico-espacial y socio-cultural), y
de las situaciones que surgen de la interrelacin entre el diseo del espacio fsico y las prcticas
de apropiacin y uso de las personas, lo que permitir reformular los modelos de integracin,
disuasin y exclusin al interior de stos, en un tiempo y en un lugar determinado.

2. Lo construccin de lo pblico en Venezuela


En Venezuela, los procesos de "reurbanizacin" y privatizacin de las ciudades, crecimiento
continuo y no planificado de la ciudad, aumento de la violencia, la inseguridad, la desigualdad
social y cultural, y creciente temor al otro, se advierten claramente, lo que lleva a reflexionar sobre
las bases en la que se fundament la planificacin urbana de las ciudades venezolanas,
principalmente Caracas (5 Mhab) lo que permitir entender cmo se construye lo pblico en esta
ciudad.
Las principales caractersticas demogrficas y fsicas de Venezuela son: poblacin: 29.500.000hab
y superficie: 900.000Km2
2.1. Venezuela: dos modelos de hacer ciudad
El descubrimiento y explotacin del petrleo en los aos veinte, actu como detonante del
crecimiento urbano, y como consecuencia de lo anterior, la fuerte entrada de la modernidad en el
pas, conllev en trminos urbanos:
- a la desaparicin del modelo de ciudad tradicional (la retcula: forma urbana como elemento
bsico de configuracin de la ciudad; clara diferenciacin de los espacio pblico-privados); ruptura
del tejido urbano asociado a los desplazamiento a pie;
- y a un modelo de ciudad que prioriza el automvil mediante la construccin de grandes redes
infraestructuras que buscan la eficiencia de los tiempos de recorridos del parque automotor, y que
se instaur gracias a una cultura de la energa barata (subsidio a la gasolina).

Torres de Parque Central, Caracas.

Las ordenanzas basadas en la aceptacin y utilizacin de los temas urbanos modernos, ideas
que sintetizaban las propuestas tericas del modernismo, sirvieron para organizar y estructurar
toda la propuesta de la ciudad venezolana del siglo XX (Marcano, 1998:91).
Sin embargo, a finales de la tercera dcada del siglo XX, la transformacin urbana del pas
comenz a producirse de forma acelerada y anrquica, lo que lleva a cuestionar los modelos
urbanos asumidos y considerados como ideales para el desarrollo del pas.
Este proceso de urbanizacin acelerado y anrquico, anula, casi por completo, la prctica
planificadora urbana. Segn Bald y Villanueva (1994), para 1990, un 44% de la poblacin
venezolana construa ciudad al margen de toda normativa y leyes, significando esto, en trminos
de superficie ocupada, 90.000has. Actualmente, cerca del 60% de la poblacin urbana vive en
asentamientos irregulares, ocupando aproximadamente 120.000has del territorio venezolano.

Los barrios de Caracas. Fuente: Nicola Rocco. En libro Caracas Cenital,


2004. Fundacin para la cultura urbana.

En este sentido, es necesario comprender que el proceso de urbanizacin


no implica necesariamente la existencia de ciudad () La urbanizacin sin ciudad significa
() la existencia de espacios definidos por flujos, de territorios de lmites imprecisos o
superpuestos y de lugares sin atributos y, por lo tanto, sin capacidad de integracin simblica.
Son zonas en las que casi siempre la presencia del Estado es dbil, la regulacin por la va
del derecho escasa y el acceso a la justicia y a los servicios pblicos urbanos deficiente y
desigual (Hbitat I, Vancouver, 1976).
Todo esto permite sealar que el proceso de urbanizacin, o de las dinmicas internas en la
ciudad, ahora como nunca, superponen a las necesidades sociales o del conjunto, las individuales
o de grupos concretos (Rogers, 2000).

Aunando a lo anterior, desde 1998, la tasa de criminalidad en el pas se ha incrementado en un 67


por ciento, ubicndose ahora en 52 homicidios por cada 100 mil habitantes, para una poblacin
venezolana de 23Mhab (2001). Sin embargo, en Caracas, el nmero de homicidios es de 130 por
cada 100 mil habitantes (Revista Foreign Policy, en espaol, 2008); cifras alarmantes que
evidencian el clima de violencia e inseguridad en el que vive el venezolano, sin considerar, la
inestabilidad poltica y social existente en el pas.
Es importante indicar que Venezuela ha ido cayendo en los puestos: en el 2007 ocupaba el puesto
101, en el 2009 ocup el puesto 120, y en el ao 2011, ocupa el puesto 124, entre los pases con
ms bajo nivel de paz, segn fuentes del ndice Global de la Paz (GPI, sigla en ingls. Proyecto del
Instituto para la Economa y la Paz, Australia).

Mapa ndice Global de la Paz 2011. Instituto para la Economa y la Paz, Australia.

Al mismo tiempo, existe una polarizacin poltica que desde finales del ao 2002 se ha acrecentado
producto del paro general y de las manifestaciones pblicas (marchas y concentraciones en
espacios pblicos, autopistas y calles, tanto de la oposicin como de los partidarios al gobierno),
ocasionando que determinados espacios pblicos de las ciudades venezolanas, se identifiquen con
la disidencia poltica o los adeptos al gobierno, profundizando en la ciudadana sentimientos de
intolerancia hacia el otro y de no pertenencia a dicho espacio pblico.

2.2. Espacios y tiempos en secuestro


Ante este panorama, en Venezuela se asiste a un fenmeno de secuestro de los espacios
pblicos, que terminan por mermar las interacciones sociales e incrementan el sentimiento de
exclusin en el espacio urbano de la ciudad.
Bien lo afirmaba Lefebvre (1978 [1968]:116), al sealar que, la crisis de la ciudad, cuyas
condiciones y modalidades se descubren poco a poco, va pareja a una crisis de las instituciones a
escala de la ciudad, de la jurisdiccin y de la administracin urbanas.
En este sentido, las ciudades venezolanas se encuentran inmersas en una profunda crisis, no slo
urbana, sino social, cultural, econmica y poltica, lo que se manifiesta en el repliegue sobre el
espacio privado, el creciente temor al otro, las desigualdades culturales y sociales, el aumento de
la violencia y la inseguridad, la desigual insercin urbana de los espacios pblicos, una creciente
estratificacin de las interacciones sociales y la polarizacin poltica del pas, que van redefiniendo
el significado de lo pblico y de la vida urbana en las ciudades venezolanas.
En consecuencia, la crisis del espacio pblico no es slo una crisis de la forma urbis, sino que
es al mismo tiempo una crisis de la urbanidad como el arte de vivir juntos mediado por la ciudad, es
decir, como sociabilidad urbana (Giglia, 2003:344).
Es as como, el transente, el desconocido y el extranjero, constituyen ahora amenazas
potenciales en contra de las cuales conviene protegerse individual o colectivamente (Capron y
Zamorano, 2010:6), deviniendo el espacio pblico en un lugar secuestrado de manera diferencial
por distintos grupos en un tiempo y lugar determinado.

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