Di Masso, A., Berroeta, H. y Vidal, T. (2017).
El espacio público en conflicto: coordenadas
conceptuales y tensiones ideológicas.
Introducción
Los discursos y prácticas actuales sobre lo urbano incluyen un elevado grado de consenso en torno a
la idea de que el espacio público es un componente clave de la vida social en la ciudad. Por
supuesto, el sentido ideológico que adquiere “el espacio público” varía enormemente, dependiendo
siempre del efecto concreto que implican y producen sus acciones y discursos asociados sobre una
red socialmente organizada de relaciones de hegemonía, materializadas en usos, formas y
regulaciones específicas del espacio urbano. Así, en paralelo al consenso en torno a su relevancia
social, el significado político del espacio público se refracta en sentidos muy dispares si se atiende al
impacto que tienen sus discursos y prácticas sobre las condiciones geográficas del orden social.
Marcos discursivos sobre el espacio público
Proponemos aquí tres grandes perspectivas o tendencias discursivas que se sitúan en la base de las
políticas de representación del espacio público. Por políticas de representación entenderemos una
forma culturalmente estabilizada de construir y regular el significado de un objeto particular. Las
políticas de representación implican la movilización simbólica y material de mecanismos y fuerzas
sociales articulados en torno al poder de nombrar dicho objeto, de definir los contornos normativos
de su significado y de legitimar las acciones materiales realizadas en su nombre.
Primera perspectiva: la tesis optimista
Está perspectiva recoge una serie de aproximaciones que parten de una paradoja y de una crítica a
otros enfoques sobre el espacio público. En cuanto a la paradoja, se considera que existe
actualmente una desaparición progresiva de formas tradicionales de vida pública en paralelo a un
sorprendente resurgimiento del espacio público. El argumento principal de esta perspectiva es que,
si bien el espacio público padece del acoso de los vectores de privatización y mercantilización de la
vida pública, está no ha desaparecido, sino que ha variado en cuanto a sus formas, localizaciones y
funciones. Si se asume que el espacio público debe albergar y fomentar el desarrollo de la vida
pública, en la medida en que la vida pública cumple funciones diferentes, los espacios públicos
deben adaptarse a estas nuevas funciones.
Las nuevas formas, localizaciones y funciones de la vida pública vendrían a ser, por ejemplo, los
periódicos, Internet, la radio, las representaciones teatrales en la calle, etc. Estas formas
dominantes de vida pública son distintas de las tradicionales porque estas últimas se orientaban
exclusivamente a proporcionar oportunidades de descanso a las personas tras jornadas laborales
agotadoras, entre otras cosas. La vida pública de hoy cumpliría otras funciones más ligadas a la
elección, muchas veces individual, de espacios públicos para experimentar placer sensorial, hacer
ejercicio, entretenerse, consumir, etc. Naturalmente, funciones clásicas de la vida pública en el
espacio público también se mantendrán.
La crítica central que formula la tesis optimista se relaciona con la extendida preocupación actual
por una supuesta pérdida dramática de espacio público. La narrativa de la pérdida contemporánea
de espacio público está basada en una visión idealizada y romanizada del espacio público del
pasado, como si este en una época hubiera representado el epítome del intercambio social directo,
verbal, cálido, cara a cara, caracterizado por la mezcla armónica y pacífica en la diversidad y por una
actividad política bullente y permanente. Este ideal normativo, según está tesis, no habría existido
jamás.
Curiosamente, no obstante, la perspectiva optimista sobre el espacio público muestra una faceta
pesimista, en ocasiones incluso catastrofista. Está faceta viene representada por los discursos del
riesgo, la prevención y la punición ante un supuesto alarmante de la inseguridad y de los
comportamientos indecentes, inmorales, en calles y otros espacios públicos de la ciudad. El espacio
público, así, es retratado como un territorio en permanente riesgo debido a algunos grupos o
colectivos sociales cuyo uso “impropio” del espacio atenta contra un postulado “bien común”.
Segunda perspectiva: la tesis terminal
Está proclama un inminente fin del espacio público en las ciudades contemporáneas. Se sostiene
sobre ese pasado idealizado y romantizado criticado por la tesis optimista. Está defunción se
produciría por el predominio cultural de la intimidad y la privacidad en las relaciones sociales,
llevando a los individuos a concebir el dominio público como carente de sentido.
La metáfora del parque temático es la que mejor describe la concepción del espacio público
contemporáneo sostenida por esta tesis. Así, plantean que el urbanismo actual está basado en la
creación de espacios públicos con tres características principales:
1) no tienen un lugar asociado a ellos, es decir, no son biográfica y socialmente significativos, ni
poseen una identidad sustantiva enraizada en referentes culturales locales.
2) Simulan las viejas formas del espacio público, pero son meros sucedáneos de este.
3) Se organizan y funcionan desde la obsesión por la seguridad y el control.
Así, los nuevos espacios públicos serían copias artificiales de espacios públicos genuinos, sin ningún
sentido de la geografía y de la historia, controladas mediante personal y cámaras de vigilancia para
asegurar que las personas no deseadas no puedan entrar.
El discurso de esta perspectiva perfila un diagnóstico terminal, apoyado implícitamente en la idea de
que de algún modo el espacio público realmente estaba vivo en algún momento del pasado. Sin
embargo, este retrato apocalíptico del presente por contraste con un tiempo pretérito indefinido es
criticable en la medida en que infravalora las múltiples formas de resistencia social que buscan
subvertir el aniquilamiento del espacio público, y por lo tanto ignora los componentes estructurales
del conflicto social que sostienen el orden socio-espacial dominante en la ciudad.
Tercera perspectiva: la tesis conflictivista
Plantea que el espacio público no ha muerto, simplemente porque nunca ha existido como tal.
Defiende de forma radical que el espacio público siempre ha estado fundamentado en alguna forma
de exclusión (esclavos, mujeres, niños, etc). La exclusión, y más concretamente, las luchas de los
sectores excluidos por ser incluidos y aceptados como públicos legítimos, son condiciones
estructurales del espacio público.
De acuerdo con esta perspectiva, el derecho a la ciudad se fundamenta en la paradójica distribución
desigual de un derecho naturalizado a excluir. Así, el espacio urbano solo es público cuando los
sectores sociales más desfavorecidos, percibidos por la imaginación dominante como social y
espacialmente excluibles, se apropian del territorio urbano, lo ocupan y lo toman haciendo visibles y
reconocibles sus reivindicaciones y necesidades, o cuando emergen usos espaciales espontáneos e
imprevisibles, no mediados por el Estado ni el mercado.
En este proceso de conquista y libre apropiación del espacio público -proceso que convierte el
espacio público en un lugar auténticamente público-, el espacio no solo es repensado
simbólicamente, sino que es producido materialmente: deja de ser un escenario para la visibilización
de la exclusión, la desigualdad, la resistencia política y la imprevisibilidad urbana, para convertirse
en un medio y en un producto materiales de esas reivindicaciones y manifestaciones del derecho a la
ciudad. Ello tiene lugar mediante ocupaciones de espacios vacíos que pasan a ser autogestionados,
barricadas en las calles, grafitis, uso del espacio público para dormir; trabajo sexual como elección
profesional o practica de supervivencia, plantación espontanea de huertos urbanos, etc.
Así, desde está perspectiva, el conflicto y la contestación son motores fundamentales de la vida
pública en el espacio público. Este último se concibe como el territorio natural para la expresión y
materialización del derecho a la ciudad: el derecho a apropiarse libremente del espacio público para
visibilizar y revertir una situación de necesidad o de privación, para desplegar una opción política
antagonista o para practicar una manera institucionalmente no reglada o no capturada por el capital
de recrear vínculos de socialidad, a través de estrategias no mediadas y fuera de la lógica dominante
del valor de cambio.
- En el plano territorial, es el derecho a tener lugar, es decir, a caber físicamente en el espacio
público; a no ser desplazado, instigado a ocultarse, confinado al espacio privado.
- En el plano social, es el derecho a tener un lugar en el espacio público, es decir, a ser aceptado y
reconocido positivamente como un habitante legítimo de la esfera pública entre otros.
- En el plano político, es el derecho a hacerse un lugar en el espacio público, es decir, a crear las
condiciones materiales y relacionales para producir un cambio de signo emancipatorio en la esfera
pública.
La tesis conflictivista, así, sitúa en el núcleo ontológico del espacio público la dialéctica de
dominacion y contestación, poder y resistencia, orden y transgresión, inclusión y exclusión, entre
públicos y contra-publicos en situación de desigualdad. Está tesis contribuye a normalizar el
conflicto socio-espacial y a visibilizar las políticas naturalizadas de exclusión social que sustentan el
ideal normativo del espacio público.
El espacio público: acotación conceptual
Los espacios públicos son entornos localizados principalmente en la geografía urbana (calles,
plazas, parques, mercados, etc), áreas más o menos naturales (playas, áreas de montañas, espacios
naturales abiertos), es decir, un territorio tangible físicamente delimitado y transitable con el cuerpo;
pero también es posible considerar aquel espacio que prescinde de la geografía, incluyendo de esa
manera entornos virtuales de concurrencia libre y abierta en el dominio público, como Internet o las
redes sociales virtuales.
Así, es un entorno resultante de una serie de ensamblajes emergentes, fugaces e inestables entre
aspectos y propiedades de materialidad variable, incluyendo vacío físico, construcciones
edificatorias, objetos, cuerpos, discursos, afectos, prácticas, normativas, tecnológicas, olores,
sonidos, etc. Es un tipo de lugar materialmemente cambiante y temporalmente progresivo, una
realidad que deviene y se reconfigura permanentemente a medida que se re-articulan sus aspectos y
propiedades concurrentes de manera variable e imprevisible.
El espacio público forma parte de las complejas dinámicas típicamente modernas de la vida pública,
la cual se compone de un tejido de organizaciones, entornos, prácticas y relaciones sociales
fomentados, protegidos, garantizados y regulados desde las premisas ideológicas del interés
colectivo y del bien común, en general, por parte de las instituciones de gobierno de los Estados u
otras formas de organización; por lo tanto, tiene una dimensión intrínsecamente política.
En este sentido, se puede definir al espacio público como cualquier forma geográficamente
localizada (o no, en el caso de los espacios virtuales) de la vida pública, donde se despliegan formas
de convivencia más o menos organizadas o espontáneas y relevantes para el orden social. El espacio
público se presenta habitualmente como una combinación de actividades públicas y privadas. Es
donde las personas realizamos actividades necesarias consideradas inevitables, como ir a la
escuela, a trabajar, esperar el bondi o comprar comida.
Están asociados también a la interacción y el encuentro con otras personas, dando lugar así a
diversas actividades sociales como encontrarse en una esquina, mirar a la gente pasar, etc. Siempre
funcionan bajo un mínimo nivel de diversidad, incertidumbre y cambio, acomodando una variedad de
personas y funciones no equiparables a otros entornos como los privados. Así, la diversidad y la
libertad de acción es uno de sus principales requerimientos y consecuencias. También debe ser un
entorno socialmente sensible o responsivo, democrático y significativo. Que responda a las
necesidades y deseos de la población que va a usar esos espacios.
Democráticos porque deben permitir el ejercicio de los derechos de cualquier persona que vive en la
ciudad y, además, debe permitir establecer lazos significativos con la propia biografía, con otros
grupos sociales, con la comunidad y con la cultura y la sociedad más ampliamente. Están
directamente relacionados con la promoción de bienestar social en la medida que facilitan
experiencias de alivio frente a las rutinas diarias, fortaleciendo los lazos sociales y el sentimiento de
pertenencia. El espacio público, además, a diferencia del espacio comunitario o vecinal, donde
predominan las personas conocidas; en el primero predominan los extraños.
El extraño es la persona completamente desconocida a nivel biográfico, pero de quien podemos
conocer cosas a partir de claves socio-identitarias proporcionadas por la forma de vestir, el tipo de
comportamiento visible, las personas que lo acompañan o el lugar por el que se mueve en la ciudad.
Finalmente, desde el punto de vista de sus funciones, los espacios públicos permiten que el
individuo se articule con la sociedad más ampliamente; que grupos y multitudes se reunan para la
acción colectiva; que los gobiernos proyecten y ejerzan poder simbólico y material; que las personas
se impliquen en procesos de socialización en la vida urbana donde se interiorizan, reproducen,
cuestionan y subvierten los límites del comportamiento inapropiado, junto con sus valores
subyacentes.
En resumen, el espacio público debe ser capaz de albergar funciones sociales tan diversas como el
encuentro social, el aislamiento en la multitud, la relajación, el entretenimiento, la venta y el
consumo (reglados o no reglados), la protesta y la deliberación políticas, la supervivencia y la
expresión artística.
La definición del espacio público como ideal normativo: características principales:
1) Primera característica - Su titularidad pública: se entiende espacio público como aquel espacio
que legal y jurídicamente es propiedad del estado, el cual debe velar por su construcción, su gestión
y su regulación; y que está por fuera de la esfera de la propiedad privada (un cine no es un espacio
público) así también como de los ámbitos de apropiación y gestión directa del espacio urbano por
parte de colectivos particulares al margen del estado (un huerto urbano ocupado).
2) Segunda característica - Su accesibilidad universal: cualquier persona debería poder ser capaz de
entrar en un espacio público sin impedimentos o precauciones de ninguna clase.
3) Tercera característica - Su libertad de uso: una vez garantizada su accesibilidad, uno debe ser
capaz básicamente de hacer lo que quiera, dando por supuesto que las personas comparten el
conocimiento sobre los límites “normales” de esa libertad y se conforman con los mismos.
4) Cuarta característica - Su posibilidad de apropiación espontánea: lo propio de un espacio público
no es solo que cualquier persona pueda acceder al mismo y lo pueda usar libremente, sino que
también pueda tomarlo para sí durante un tiempo e incluso modificarlo materialmente si la situación
lo requiere. Desde perspectiva, deberían ser circunstancias normales usar una plaza para jugar un
partido de fútbol o plantar un huerto comunitario. En definitiva, la apropiación espontánea del
espacio público implica el derecho a hacer un uso para sí de lo público de forma temporal,
implicando la posibilidad de actuar materialmente sobre la forma urbana como obra ciudadana
colectiva y no planificada.
5) Quinta característica - Debe garantizar el ejercicio de la condición ciudadana: lo propio de un
espacio público sería que promoviera prácticas de afirmación y resistencia ciudadana desde una
concepción internamente contestada de lo que significa la “ciudadanía”, siendo está misma
redefinida por la propia práctica material de contestación, y asumiendo el ejercicio conflictivo del
derecho a la ciudad como obra colectiva y objeto de apropiación y transformación materiales para la
emancipación.
El espacio público como ámbito ideológico: problematización y tensiones
La caracterización anterior debe interpretarse como un imperativo ideológico sistemáticamente
desleal a la realidad urbana. Debe considerarse un ideal normativo, una representación
drásticamente abstraída de sus condiciones sociales, materiales e institucionales de producción de
funcionamiento y de regulaciones. Como tal, establece un horizonte teórico al cual aspirar para que
un espacio público pueda ser considerado apropiado, correcto y aceptable.
En la medida en que está representación normativa siempre se pone en circulación en el interior de
una política de representación específica que produce efectos materiales y sociales concretos que,
al afirmar un estándar normativo, automáticamente excluye del campo de lo conveniente, lo
legítimo, lo aceptable o lo pensable otras representaciones posibles. Así, el valor ideológico del
espacio público, como discurso y como práctica urbanística, está delimitado por las lógicas de
violencia simbólica propias de cualquier disputa en el terreno de la significación, disputa siempre
orientada a gobernar el terreno de las interpretaciones posibles de un objeto, y por tanto a
consolidarse como representación hegemónica en un entramado de relaciones de poder y conflicto.
Cabe destacar, sin embargo, que el espacio público en los hechos es más de unos que de otros, y
más para unos que para otros.
La noción de “público” del ideal normativo neutraliza diferencias objetivadas entre clases sociales,
géneros, orientaciones sexuales, opciones políticas, procedencias nacionales, etnias, religiones o
edades. Es una categoría imaginaria sustentada en una fantasía de igualitarismo que produce tres
efectos ideológicos principales:
1) niega la heterogeneidad y la estructura de desigualdades y conflictos sociales inherentes a la
concepción moderna y fetichizada de lo público
2) asigna unívocamente las características ideales del espacio público a un sector privilegiado de la
población que es identificado imaginariamente con el público entero
3) naturaliza el derecho de los sectores privilegiados a censurar moralmente y a exigir la exclusión del
espacio público de los sectores más desfavorecidos, los cuales son percibidos más como
problemas para el público que como parte del mismo
En definitiva, el ideal normativo del espacio público se basa en una concepción de lo público
fundamentada en los mitos del consenso, la unidad y la armonía como precondiciones y destino de
lo social, mientras que su problematización demanda una epistemología crítica de lo público basada
en el conflicto y en la desigualdad como naturaleza misma de lo social.
Está concepción critica comienza con la contestación, el reconocimiento y la reivindicación de que
muchos actores del espacio público no son aceptados como ciudadanos comunes o como
ciudadanos de ninguna clase pero están ahí, precisamente volviendo público el espacio,
conmocionando las definiciones normativas de lo público, lo cívico y lo ciudadano con su práctica
inexorable del derecho a la ciudad, y padeciendo por ello diariamente el recelo y su rechazo como
infra-públicos sancionables y excluibles.
El conflicto en el espacio público
La caracterización del ideal normativo del espacio público y su crítica desde las contradicciones
estructurales que lo socavan nos lleva a abordar el espacio público como una realidad inestable en
cuyo núcleo ontológico reside el conflicto como manifestación principal.
Las experiencias de contestación y conflicto en el espacio público son constantes y numerosas
porque son, en definitiva, inevitables, y son inevitables porque son inherentes al tejido de relaciones
de diversidad y desigualdad que componen la vida social en la ciudad. El conflicto en el espacio
público permite visibilizar los fundamentos geográficos del control y la exclusión social y advertir,
para luego poder subvertir, las relaciones de dominacion que sostienen el orden socio-espacial en la
ciudad. Es en este sentido que el espacio público es el escenario material para el cambio social y un
termómetro más de la calidad democrática de una sociedad.
Modalidades de conflicto
El espacio público puede ser el objeto de conflictos, el escenario de conflictos o el precipitado de
conflictos.
- Como objeto de conflictos, el espacio público suele alojar disputas en torno a sus formas de uso,
modos de control y derechos de ocupación, incluyendo cuestiones como el tipo de usos o
actividades aceptables e inaceptables, admisibles e inadmisibles, le legitimidad de ciertos públicos
para ocuparlo o discusiones acerca de quién debería estar autorizado a controlarlo, gestionarlo y
tomar decisiones con respecto al mismo, así como bajo qué condiciones hacerlo.
- Como escenario de conflictos, el espacio público funciona como una plataforma, tanto para las
manifestaciones legítimas de disentimiento político, como para el despliegue de acciones de
violencia urbana entre personas o hacía edificios y mobiliario urbano.
- Como precipitado de conflictos previos, el espacio público puede ser un depósito simbólico de
memoria colectiva, condensando significados y valores que expresan luchas pasadas ocurridas en el
espacio y que forman parte de la identidad y del pasado locales.
Lo anterior resulta útil para comprender que el espacio público es un lugar cuyo control y uso
territoriales suelen expresar relaciones sociales conflictivas, convirtiendo el espacio tanto en un
recurso para ejercer poder y ofrecer resistencia, como en una plataforma necesaria para que ese
poder y esa resistencia sean públicamente visibles. Así, el espacio público propiamente público es
siempre el espacio del conflicto, sea este negado o afirmado, latente o patente, contenido o
desbocado, resuelto imaginariamente o visibilizado para trabajar políticamente desde el mismo y
catalizar una transformación.
Colocar el conflicto en el centro del espacio público responde a una cierta forma de conciencia
acerca del conflicto mismo, que permita reconocer, visibilizar y trabajar cuestiones de profundo
calado social, ya que, en definitiva, no es posible “llevarnos bien” en el espacio público sin poner
antes en cuestión desde que subjetividad y posición privilegiadas, en un entramado de relaciones de
hegemonía trazables en el uso y gestión del espacio urbano, se establecen y se regulan social e
institucionalmente las condiciones simbólicas y materiales de la “buena convivencia” urbana.