Mongin - La Experiencia Pública
Mongin - La Experiencia Pública
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0livier lVlong¡n
condición
urbana
La ciudad a la hora
de la mundialización
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Espacios del Saber
(Ultimos títulos Publicados) Olivier Mongin
29. S. Zi¿"U, Las metástasis del goce
30. L Lewkowícz, Sucesos argentinos
3 1. R. Forster, Crítica Y sosPecba
32. D. OubiRa,J. L. Godard: El pmsamiento del cine
33 . F. Monjeau, La inamciín ntusical
34. P. Virno, El recuerdo del presente
35. A. Negri y otros, Diólogo sobre la globalización, la ntultitud y la
experiencia argmtina
36. M.Jay, CamPos de fuerza
37. S. Amin, Más allá del capitalivno senil
38. P. Virno, Palabras con Palabras
39. A. Negri,/oá: la fuerza del esclaao
La condiciín arbana
40. I. Lewkowicz, Pensar sin E¡tado
41. M.-Hardt, Gilles Deleuze. [Jn aprendizajertluófi'co .
42. S. Zizek, Violencia en actl. Conferencias en Buenos Aires La ciudad a la hora
+3. M. Plotkin y F. Neiburg, Inteleauales y ilcPertls. Lt con¡irución
del conocirniento social en la Argentina de la mundialización
4+. P. Riceur, Sobre la traducción
45. E. §rüner, La Cosa política o el acecho de lo Real
46. S. ZiZek, El títere I el enano taducción de Alcira Bixio
47. E. Carrió y D. Mafña (comps.), Búsquedas de §entido para ana'
nueaa política
48. P. Furbank, Un placer inconfesable
+g. D. Wechsler eY. Arnar (comps.), La memoria cornpartid'a'
España y Argentina en la consttacciín de un imaginario cuhural
50. G: Gaicía, El psicoanálisis y los debates cultarales
5 1. A. Giunta y L. Malosetti Costa, Arte de posguerra. Jorge Roruero
Brest y la reztista Wr Y Estirnar
52. L. A¡fuch (comp.), Pensar este tietxpl
53. T. Negri y G. Cocco, GlobAL
54. H. nhábha yJ. T. Mitchell (eds.), Edward Said: Continaando
la coruaersación
55. J. Copje c, El sexo y la eutanasia de la razón. Ensayos sobre el
y la diferencia
a.nxor
56. W. Bóngeri y T. Olbrich (comps-), Literatura, cubara,
enferruedad
57. J. Butler, Vida Precaria
PAIDÓS
58. O. Mongin, La condiciín urbana
59. M. Carman, Las traurpas de la ru'hura Buenos Aires - Barcelona - México \¡P
60. E. Morin, Breae bistoria de la barbarie en Occidente
Título original: La condition urbaine
@ Éditions du Seuil, 2oo5 Indice
Mong¡n, Olivier
La cond¡ción urbana : la ciudad a la hora de la mund¡alizac¡ón -
1a ed. - Buenos Aires : Paidós, 2006.
400 p. ;21x13 cm" (Espacios del Sabe0
Queda hecl.ro el depósito que previene b ley 11.723 2. La, EXPERTENCTA coRpoRAr, o cóMo "coBRA FC)R r[r\"
Impreso en la Argentinr. Printed in Argentine LA CIUDAD 45
Cuerpos múltiples (Claudel) 45
Impreso en Gráfica MPS, Santiago del Estero 3J8,
Antagonismos de París y Londres. 45
Lrnús, en sepdembre de 200ó.
Nueva York o el arte del intervalo 48
La ciudad, un ambiente en tensión (La Nantes
Tirada: 2.500 ejernpleres
de Julien Gracq) 52
4. L,c ExpERTENCLA por-ÍTrcA o LA i?Es puBLrcA 99 ,l Lo URBANO GENERATTzADo y srN LíMrrES. VaRrrrcto¡ves
La polis, teatro dei verbo y de la acción gloriosa........ 100 193
La aparición de la ciudad europea y la emancipación La paradoja de lo urbano generalizado 193
comunal 105 Un espacio ilimitado que permite realizar
La república cívica del Renacimiento: la prácticas limitadrrs y seg;rnentadas t93
reivindicación de la igualdad y la culrura del La ciudad genérica y la apología del caos
conflicto.................... 109 (Rem Koolhaas)..... 196
La doble polarización del Estado y de la red............. 115 La erade las ciudad"' ;;;;;;;.......... 204
Relacionar un afuera y un adentro: la ciudad La multiplicación de las megaciudades 20+
refugio 118 Europa al margen.... 206
Ciudades informes y caóticas ...... 209
5:, URn,,TNISMo, CIRCULACIÓN Y PREDoMINIO DE LOS FLUJOS 127 La indiferencia generalizada (Karachi y Calcuta)...... 209
Una dinárnica de privatización y de separación........... t27 Autodestrucción y desechos (Los A.ngeies y
Genealogías del urbanismo (FranEoise Choay) 129 las chabolas) 215
Alberti, Haussmann, Cerdi 130 Urbicidios: presiones desde afuera y desde
Llrbanismo y utopía: de Tomás Moro a los adentro................. 217
Congresos Internacionales de Arquitecrura Moderna 13 3
10 Oliaier Mongin 11
54. Ibíd.
vocar una pérdida de interioridad. Pero ouo parisiense,Jules -
Ilomains, imagina una expeliencia urbana que favorezca una
70 Oliaier Mongin Lt (.\'periencia pública 71
creciente solidaridad y apuesta a las "potencias" de la ciudad ¡,.r1;rlrras: "Tiopezando con las palabras como con
los ado-
para lograrla. La experiencia urbana tiene una dimensión ,¡rrines/ topándose a veces con versos soñados por largo
pública, no porque haya lugares que se definan, se estigmati- r,,'rupo." La práctica del transeúnte es la tnarcha, pero ésta es
Y- cen o se distingan como públicos, sino porque la ciudad crea ,rr'r experiencia al ras del suelo que exige lentitud y pacien-
las condiciones de una experiencia pública. Así como la for- , ,.,, qr. desconfía del ojo que quiere captar desde una dis-
ma de la ciudad se corresponde con una tensión entre dos ,.,,'.,ia o una aitura excesivas. Al andar, no vemos mucho,
términos opuestos (el centro y la periferia, el adentro y el ¡,,'r'.1 cambiamos incesantemente de perspectiva,
como un
afuera, lo interior y lo exterior), la inscripción en un espacio I'rrtor cubista que renuncia a la perspectiva clásica. "En
público exige encontrar un ritrno, el mejor ritmo concebibie- r rr:urto al simple peatón", escribe Gérard de Nerval, "cuyo
entre lo privado y Io público, entre lo interior y lo exterior, ¡unto de vista no se eleva mucho más de un metro y medio
entre la interioridad y la exterioridad. ,1,'l suelo, tiene dificultad para percatarse de la armonía
1i('neral pues con su mirada sólo puede aislar tal o cual sector
,1,'la deioración."2 Es difícil abarcar la armonía general por-
Expowsnsp EN PúBLrco ,¡rrc, al no poder siruarse a distancia, no es posible objetivar
,ll rnundo tircundante y sólo queda aYanzar) retroceder y
El transeúnte, la mujer y lo extraño , l.'srnultiplicar las perspectivas. Para aprehender globalmen-
ra a París con una mujer extendida, ',con los cabellos que I Iiléfices a propósito de París: "IJna gran ciudad es como una
espuman muy por lo bajo sobre la almohada de sus riberas,,. t iénaga, con sus colores, sus reflejos, sus frescuras y sus
Exacerbando la atracción erótica de la ciudad, André pieyne lodos, sus borbotones, sus maleficios y su vida latente. IJna
de Mandiargues, "construye en Sous la lame una ciudad ima- r iudad es una muje¡ con sus deseos y sus repulsiones, sus
ginaria a la que sólo se puede llegar recorriendo un largo ,rrrebatos, sus renunciamientos y sus pudores, sobre todo sus
camino de pruebas, transitando un mapa de la Ternu.", ,-i- ¡rudores. Para penetrar en el corazón de una ciudad, para
1os,a
y peligrosa".10 La ciudad imaginaria es aquí la metáfora ( ilptar sus secretos más sutiles, hay que actuar con la más
de la incursión corporai en el seno de la ciudaá. Ciudad irna- infinita ternura y también con una paciencia por momenros
ginada y ciudad real, ambas tienen que ver con Io imaginario. ,lesesperante. Hay que rozarla sin ser solapado, acariciarla
La experiencia de la caminata que desemboca en el sin segundas intenciones y hacerlo durante siglos."12
encuentro inesperado está simbolizada hoy por Ia arquitec-.
tura del "pasaje". Aunque esta arquite.n r, ,ro prr.." fasci-
nar a Julien. Gracq cuando éste evoca el pasaje pommeraye //./ spleen del flineur: entre la soleclad y ln mt,rltitud
de Nantes,ll el pasaje ocupa un lugar de honor en el filme áe (Baudelaire y Edgar Allan Poe)
Jacques Demy filmado en Nanres, (Jne chambre en uille
(1980). Intervalo, no lugar, símbolo del espacio que queda A distancia tanto de lo privado como de lo público, tal es
entre dos lugares, el pasaje no se reduc" , .r.r, "mldiaiión,, Ia postura -incierta, indeterminada, inquieta- del flinear, el
:"*: 19 privado y lo público, enrre la avenida bulevar y el
domicilio, entre el comercio y la muchedumbre qr" se ,Áel-
caminante ocioso, un personaje diferente del peatón. Así
como el espacio público e impersonal penetra en el espacio
ca a las calles. Sitio de intercambio de funcione, y a. rirrnos, privado, como lo testimonia, por ejemplo, Ia casa japonesa en
el pasaje presenta un componente erótico, nos hace prrr o, Icis filmes de Ozu,1l el espacio público nunca está completa-
mejor dicho, nos hace desliza¡ de lo privado a lo priblico. Si rnente separado de lo privado. La oposición radical entre lo
bien pone en relación una cosa con otra, no se presenta como privado y lo público es insostenible, pues no es una sinración
una "mediación" entre la gran ciudad y el espacio privado, es en la que pueda vivirse; uno y otro ámbiro están jugando y
un marcador de discontinuidad y no de conrinuidad. Consri- tendiéndose celadas incesantemente. Por ello decimos que ei
tuye, pues, un lugar que hace posible la experiencia urbana que vaga por la ciudad es indeciso: alavez banal e insólita, la
por excelencia: poner en relación, inter-viniendo a doble dis- cxperiencia corriente del flAneur coincide con la del pasean-
tancia de lo privado y de lo público, la mayor soledad con el te sin rumbo que teme a la vez a la soledad y a la muche-
infierno de la muitirud. Es un lugar que remite a la doble rlnmbre, a la intimidady al gentío.
experiencia del roce y del pudor, una experiencia ,,secreta,,
que lleva "sigios" como lo muestra Jacques yonne t en Rue des
l2.Jacques Yonnet, Rue des MaléJices. Cbronique sect'ite d\une aille,Phé-
bus, colec. "Libretto", París,2004, pág. 13. La primera edición de esta
obra se titulaba Enchantent.ents rur Paris, Denodl, París, 1954.
10. Jean Roudaut, Les Villes imaginaires dans la littérature jlanEaise, op. 11. Véase cle Augustin Berque, I,a Maítrtse de ll uille. Urbanité francai-
Ltl. se, urbanité nippotrue, Editions de l'Ec<.¡le des Flautes Etudes en Sciences
11. Julien Gracq, La Forme d'une uille, op. cit., píg. 94. Sociales, París, 1994.
7
76 77
Oliaier Mongin La experiencia Ptíblica
Salirse de uno mismo. Salir de casa. Pero, ¿para encon- dad inseparabie del modo de relación que hace o no posible
trarse con quién? ¿Para experimentar qué? "Les Foules" .r" ,ngrr. Cuando no hay nadie, tenemos que- ser varios,
[Las multitudes], uno de los Pequeñzt plenxas en prosa de .,randó hay demasiada gente, hay que estar solo, pero en
todos los .nsos hay movimiento, marcha, flánerie' No hay
I
Baudelaire, aclara esta relación indecisa entre 1o privado y
1o público que caracteriza al personaje delflkneur. En efec- que encerrarse en uno mismo ni masificarse en medio de la
to, éste trata de buscar un lugar entre la soiedad y la multi- Áultirud' de ahí proviene el imperativo urbano del movi-
tud, entre el repliegue solitario y la muchedumbre. "Multi- miento. Forma, puesta en escena y movimiento se cmzan y
tud, soledad: términos iguales e intercambiables para el se refuerzan recíprocamente.
poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, Pero -y ésta ei la segunda característi ca de la lli'nerie-,la a\
\9
tampoco sabe estar solo en medio de una multitud afanosa. salida de uno mismo pasa por un deseo de modificar la pro-
El poeta goza de ese incomparable privilegio de ser a su pia apariencia bajo máscaras para ocupar el lugar de otros'
;'El po",,
manera él mismo y otro. Como esas almas errantes que bus- -escribe también Baudelaire en "Les Foules"-
can un cuerpo, entra como quier-e en los personajes de gori d,, ese incomparable privilegio de ser a su manera él
todos."14 "Saber poblar la propia soiedad, saber estar solo *ir*o y otro. Como esas altnas errantes que buscan un cuer-
en medio de Ia multitud": Baudelaire rechaza la oposición po, entra como qurere en los personajes de todos' t-"] El
natural de lo privado y lo público, por ello brsca perma- p"r"rr,," solitario y pensativo alcanza una singular embria-
'go",
nentemente un equilibrio o un ter-cer término. La búsque- ,1" esta comunión universal. Aquel 9|e se une fácil-
da de ese equilibrio ocupa tanto al Jlánettr de Baudelaire [,.r-,t. a la muchedumbre obtiene deleites febriles de los que
como al vagabundo (badaud) de De Nerval, "El amigo que estará eternamente desposeído el egoísta, cerrado como un
encontré es uno de esos badaudes arraigados que Dickens cofre y el perezoso, ,.rábr¡ado como un molusco'"1ó Esta es
llamaría cockneys, ploductos muy comunes de nuestra civili- La rarón p-ot la cual suele percibirse el espacio público :oTu
zación y de la capital. El lector lo habrá advertido yeinte ün teatrr^y la causa de quá la rcatralizacón pública pueda dar
veces, es nuestro amigo, pero él no nos reconocerá. Pasea lugar a una comedia de apariencias en la que las-máscaras se
en un sueño como los dioses de la Ilíada se paseaban a veces inlercambian hasta el infinito, como lo muestra la sociología
por una nube, pero en este caso ocurre lo contrario: uno lo de ia Escuela de Chicago de comienzos del siglo )C(' Hay
ve pero él no nos ve."is Estar solo en medio del gentío; eso una intensificación del vínculo inversamente proporcional al
significa que uno busca algo, que busca a alguien afuera y número que es el sinónimo de la muchedumbre' Frente a la
que vemos a alguien que no nos ve. El ritmo de la marcha *rsr, hry que volver a ser un sujeto, frente a la soledad, hay
inventa un equilibrio inestable con los demás cuerpos que qr" fot-ri cuerpo con los demás. "No todos tienen el don
pueblan la ciudad. Para Baudelaire,laJlánerie es una activi- d. to*nt un baño de multirud i gozar del gentío es un arte y
sólo aquel al que un hada le haya insuflado en la cuna el gus-
,o por: el travestismo y la máscara, el aborrecimiento del
domicilio y la pasión por los viajes puede obtener, a expensas
14. Charles Baudelaire, Petits Poimes en prose, París, Gallimard, "Poé-
sie", 1998, pág. 45. Bd. cast.: Pequeños poeruas en prosa) Barcelona, Bosch,
te7 5.)
15. Gérard de Nerval, Paris, op. cit., pág.93. 16. Charles Baudelaire, Petis Poimes en pr'o¡e, op. cit', pág' 45
F
78 Oliuier Mongin La experiencia príblica 79
del género humano, un festín de vitaiidad."17 Con la expe-
riencia de la flánerie, el cuerpo de la ciudad suma una expe- ¿Qup ExrERroRrzACróN?
riencia corporal inseparable del spleen: de la melancolía, del
Para Baudelaire, el espacio público no es un lugar llama-
tedio de Ia vida. do y conocido por sus particularidades topográficas, adonde
Pero, ¿por qué estos dos títulos, El spleen de París y los uno puede ir para beneficiarse con las virtudes de la vida
Per1tteños poemas e?x prosa? El spleen está asociado a la idea de
pública. La salida de uno mismo hacia el público se presen-
que en la ciudad ya nadie está definitivamente "en su lugar".
ta, paradójicamente, como una aÍrrenaza'. Ia voluntad de sus-
Vemos a quienes no nos ven; otros a quienes no ,"*or, nos
traerse a la soledad, la que encuentra el campesino que va a
ven. La emancipación de lo privado, la exposición en el exte-
la ciudad, la que caractetiza al extranjero y al inmigrante.
rior, desemboca en una experiencia en la que las máscaras se
Salir de la soledad, salir del interior de uno mismo, no ofre-
disputan el anonimato y la impersonalidad que son el patri-
ce ninguna garantia de obtener la felicidad pública. El espa-
monio inicial del espacio público. Mientras Gracq asocia la cio público es incierto y el sujeto que se aventura en él está
ciudad con la experiencia de la adquisición de libertad, con la
indeciso; por ello se oculta detrás de máscaras. Para Baude-
voluntad de liberarse , el JlLnear recuerda que también hay laire, el fláneur que recorre las calles puede perderse en el
que entrar en ella, inscribirse en el mundo público y exhibir
gentío, fundirse en la masa o chocarse con la parte noctur'-
máscaras para hacerse reconocer sin que ello implique ser
na de la vida pública, esa parte en la que la muchedumbre
reconocido. En un contexto en el que lo rural llega hasta la
puede resultar fascinante -como sucede en Berlín, sinfonía de
ciudad, la contmedia dell'arte vincula ciertos tipos de persona-
rtnd gran ciudad de Carl Mayer-re en la que el hombre de la
jes con las diferentes ciudades.ls En Los gemelos aenecianos de
rnultirud puede tener, como en el cuento de Poe, el rostro
Goldoni, las máscaras ocukan una rivalidad profunda entre
del criminal.2o Pero eI Jlñ.neur, fascinado como está por los
los habitantes de la ciudad y los del campo. En tanto que
escaparates, los signos y los paseos, también puede consumir
Pourceaugnac, despreciado por los burgueses rodeados de
las mercancías expuestas en las galerías comerciales y en los
médicos y de jueces, termina por renunciar a su conquista de
bulevares. Por último , eI fláneur puede unirse al gentío con
Ia ciudad y a su conquista de la mujer, que pasa por el dine-
la esperanza de cambiar el espacio público, tal es la hipóte-
ro, los agitadores de Goldoni descubren el teatro de la ciu-
sis utópica o revolucionaria a la que pusieron fin primero las
dad, como lo hace El carupesino adaenedizo de Marivaux.
masacres de junio de 184821 y luego el fracaso de la Comu-
conciliar la técnica y la belleza, pero también la organización rrrientos observados: el delfláneur, personaje femenino, inse-
urbana y la seguridad, el cmce de los bulevares y de las ave- ¡rarable de la multimd, y el del burgués, el hombre del inte-
nidas con el propósito explícito de controlar a las masas y lior que capitaliza la mercancía. "El pasaje es un conjuro, por
asentar el poder urbano.28 Haussmann anunciaba esta duali- y para el peatón, de una evolución que lo retira de la ciudad.
dad cuando proclamaba: "Soy un artista demoledor."
'lhl vez sea un último intento
de mantener la ciudad en una
Los pasajes, inseparables de la industria textil y del uso del cscala individual. En esre senrido, el pasaje sería lisa y llana-
hierro cuya maleabilidad precipita la generalización del rrrente el lugar delflñneur, su punro de coincidencia.,,l2 para
vidrio,2e representaban el apogeo de la sociedad industrial y cl.fláneur,la masa, lejos de cor-responder al peso del número,
consagraban la era de la moda expuesta en sus escaparates. tiende a confundirse con el mercado y con las seducciones
No obstante, los otros dos estilos parisienses amenazan esta r¡tre lo caracterizan . "Fl lláneur está considerado un explora-
arquitectura que rodea la calle, para "acortar" el desliza- rlr¡l' del mercado. En esta calidad, es al mismo tiempo un
miento, el pasaje de lo interior a 1o exterior. investigador de la gente. La muchedumbre hace nacei en el
L_os pasajes son, como las numerosas exposiciones de la hombre que se abandona a ella una suerte de embriaguez que
época (primero nacionales y luego universales), "centros de :lparece acompañada por ilusiones muy particulares, de modo
peregrinaje de la mercancía fetiche"3o Si "la moda se burla de tal que, al ver pasar a otro arrastrado por Ia muldrud, esa sen-
la muerte", Benjamin, fascinado por la "condición interme- srrción lo lleva a jactarse de haberlo clasificado y reconocido
diaria" de la mercancía que vacila entre "lo vivo y lo muer- cn todos los repliegues de su alma sólo por su aspecto exte-
to",31 rrrrrda su carácter femenino. De ahí los comporta- rior."ll Evocando las "fisiologías socialei,, deBalzac, Benja-
rnin destaca las apetencias que :uene el Jláneur por el merca-
tlo, Io cual lo diferencia del caminante devtrado por la
28. Haussmann, como Le Corbusier, ha sido objeto de representacio- rnultirud. Aquei es un personaje "fascinado a la distáncia,,,
nes caricaturescas. Sobre un enfoque riguroso del urbanismo haussman- cuya actitud vacila constantemente enrre el repliegue crítico,
niano, véanse La Modernité auant Hanssmann. Forntes de l'espace tjrbain i
cl escepticismo y el entusiasmo, la excitación. Como el pasa-
Paris 1801-18f3, textos compilados por Karen Bowie, París, Editions
je, se mantiene en Ia posición de "intermediario,,, p"r*^r,.c"
Roche, 2000; de Franqois Loyer (comp.), Au.tour de l'Opéra. Naissance de la
aille moderne, Délegation i la action urbaine de la ülle de Paris, 1995; de "en el umbral" de la gran ciudad y de la clase burguesa que
Franqois Loyer, Paris, XIXe siicle, L'immeztble et la rae, Vanves, Hazan, tlesde entonces la habita. Observa, pero no compra, se mez-
1987 ; de Jean des Cars y Pierre Pinory Paris Haussruann, Paüllon de l'ar- cla con el genuo pero sigue siendo un fláneur: un caminante
senal, París, Editions Picard, 1991.
29. Yéase de Bertrand Lemaire, L'Architemtre fur. fer, Champ Vallon,
Seyssel, 1986. El autor insiste en la tipología de la arquitectura metálica,
una tipología que comprende los puentes metálicos, los puentes suspendi- tulos: Luis Felipe o lo interior, Baudelaire o las calles de parís, Haussmann
dos, los invernáculos, las estaciones de trenes, los mercados, las iglesias, las o las barricadas.
galerías, Ios quioscos, los edículos, las grancles tiendas, los edificios indus- J2. Bernard Cornment, "Partitions et liaisons...,,, artículo citaclo.
triales, las exposiciones universales, los ventanaies y puertas de viclrio y las 3 3. Walter Benjamin, Paris, capiole du XIXe siicle, parís, Le Cerf, I9g9,
salas cubiertas. págs. 32-33. De la proliferante bibliografía dedicada hoy a Walter Benja-
30. Guy Petitdemange, "Avant le monumental, les passages...", artícu- rnin, rescatamos los trabajos de Guy Petitdemange yJean Lacoste, L,Au_
lo citado, págs. 85-103. rl et la Rupture. Walter Benjamin, París, Maurice Nadeau, 2003 y de pie_
31. Ibíd. La presentación de 1939 incluye, entre otros, estos tres capí- rle Missac, Passage de Walter Benjamin, París, Seuil, 1987.
81 Oliaier fuIongin Lt (.Íperielzcia púltlicn B5
ocioso, un desarraigado, un extraño. Este paseante, que se rr'( ilcr en el grotesco o de terminar en esa ronda de cuerpos
considera un excluido, se aproxima pues al mundo ambiguo r ,f c parejas cuya representación es el vodevil.16 Mientras la
de la bohemia, de los artistas y de ios conspiradores. Tomán- , ,;r'isión afecta paralelamente Ia representación mítica de
dose, si llega el caso, por un dandy,la "el Jlinenr anticipa la l'rrr-ís, una ciudad que osciia entre el día yla noche, el capita-
moderna marginalidad social ". lr';rrro y el espú"inr revolucionario, la opulencia ylapobreza,sT
"Fascinado a la clistanci a" , el Jlíittear se distingue dei habi- , l haussmannismo consigue reunir las calles de París y las
tante del interior, del burgués que se apodera de las mercan- ',, nrlas de un jarclín en Le N6ue, las dos traciiciones opuestas
cías a fin de domesticar "lo exterior y sus sueños en el inte- ,lt' la Francia cartesiana y de la Francia revolucionaria. Lo
rior". Para que el interior burgués pudiera nacer, en aquella , rral equivale a instaiar Versalles, es decir, el lugar del pode¡
época el burgués debía mirar los escapalates, comprar los , rr París, la ciudad de la anarquía.38
objetos afuera y llevarlos a su casa, a su espacio estrictamen- No obstante, la ciudad continúa siendo un laberinto para I
te privado, con el propósito de asegurarse su perennidad, de ,,t¡uel que se aventura en ella sin adoptar la actitud del bur-
inmortalizar su existencia en sus muebles y decorados. El rlrrés que lleva lo exterior a lo interior. O bien se pierde uno
lazo se cierra: la participación en el espacio público tiene ,'n la soledad de la habitación o del apartamento, se da la
como único destino el consumo. El paso de 1o privado a lo ,.¡beza contra cuatro muros, o bien se sumefge en la masa de
público se resuelve en un retorno a lo privado. El burgués l.r rnultitud y deambula por el laberir-rto de la ciudad. Para
retorna a su lnterlor ac
1o ha I)oe, tan semejante a Baudelaire, el gentío es en sí rnismo un
en el exterior. De Caillebotte a Vuillard, las esce- lrrberinto y el hombre de la multitud oculta la figura del cri-
nas de interior habrán de convertirse en temas favoritos de rrrinal.le "La muchedumbre está en el laberinto de la ciudad,
numerosos pintores. La relación de lo interior y lo exterioq
si bien es circular, continúa estando jerarquizada. En el espa-
cio público no ha ocurrido nada y se impone la lógica de la 36. Guy Petitdemange, "Avant le monumental, les passages,,,", artícu-
repetición.15 Con Los cepilladores de parqui de Caillebotte, el Ir.¡citado.
37. Jean-Pierre Artur Bernarcl, Les Deux Paris. Essai rur les rípresenta-
cuerpo del obrero se agacha desde entonces sobr-e el piso de tions de Paris d¡ns ln setonde m.oitié rlu dix-ncuuiintt slárle, Seyssel, Charnp
los apartamentos burgueses. En lugal del "escalofrío cósmi- Vallon, 2 00 1 . Jean Pierre A¡thur Bernard pubiicó asimismo una selección
co" salvadol que Benjamin percibe en \4ctor Flugo, en el rle textos dedicaclos a París: Le Goút de Paris, I. Le mytbe, II. L'espace , lil.
spleen battdelairiano hay un "terror desnudo", el sentimiento [,e tem.ps, París, Mercure de France, 200,1-
de una catástrofe que se hunde en la melancolía. El senti- 38. Conro lo sugiere Giovanni Macchia en su bello libro Paris en nti-
rtes,París, Flamarion, 1988. [E,d. cast.: La¡ ruhtas de Prís,Brcelona, Ver-
miento de una escisión entle uno y uno mismo, entre uno y
sal, 1990.] En el prefacio, Italo Calvino escribe: "El mito de París es el
el oüo, entre uno y el mundo, irá creciendo con el riesgo de cxactamente opuesto al mito cle la .<ciudad idealn, porque la ciudad icleal,
la capital de la razón, clel orclen y de la beileza era Versalles, absoluta-
lnente cartesiana y geométrica y París representaba la antítesis, 1o contra-
34. Franqoise Coblence, Le Dand.ysm.e, obligation d'incertintde, París, rio: un enorme organismo en novimiento, bello por estar vivo, animado
PtrF, 1988. cn su devenir por una vida subterránea plena de sornbras y profunda",
15. Véase de Olivier Mongin, "Feydeau á la folie ou 1'art de la mésen- pá9.7 .
tente", LE)O/ textes, Théátre de la Coiline, París, Éditions de l'Arche, 3 9. Jacques Yonnet taml¡ién siente esta clirnensión de Ia muchedumbre
2003. negra y fantasmal en Rue de¡ Mnléfices: "No pertenece a París, no conoce
rr
en el último de los laberintos, ei más impenetrable [...]. Gra- La ciudad sometida a la potencia de la solidaridad
cias a ella, se imprimen en la imagen de la ciudad ciertos ras-
ffales Romain)
gos ctónicos, hasta ahora desconocidos."40 Pues bien, en el
laberinto uno puede perderse, correr ei riesgo de convertir- Entre el aburguesamiento y la fascinación inquiera res-
se en víctima del criminal que allí se esconde. Ei laberinto
lrecto de la muchedumbre criminal, elJláneur dapoco crédi- \
puede desembocar en los "bulevares del crimen", esa parte t<¡ a la solidaridad. Sólo la perspectiva reyolucionaria hace
I
nocturna de la ciudad que amenaza al ciudadano y que apa- creer provisoriamente en una solidaridad que crece y en ios
recerá bien expresada en el cine del siglo )O(.41 Uno debe rcagrupamientos activos. Pero otros escritores, el adepto a la
"poblar su soledad" y "preservar su individualidad en la mul- escuela unanimista Jules Romains, por ejemplo, la eyocan.
titucl" para no sucumbir a una fatal pérdida de referencias. (lonocido por la saga titulada Los horubres de buena uohrntad,
Pero elJlá'nenr disfruta de la libertad urbana, la que pasa por
-fules Romains publica en 1911 un opúsculo denominado Las
la movilidad y el anonimato; inventa ritmos singulares entre potencias de París en el cual asocia la idea de potencia (noción
un ámbito privado asfixiante, por ser demasiado solitario o t¡ue remite al deseo, al conatus de Spinoza), que aplica al espa-
abulguesado, y una muchedumbre peligrosa que pronto se cio urbano, con la de intensificación del vínculo colectivo.42
melve oprimente y laberíntica. Entre la masa y 1a soledad, el "En potencia" y r,,uelto hacia el exterio¡ el habitante de la
espacio público es un no lugar lleno de inceltidumbres. Pero ciudad debe distanciarse alavez del anonimato de la multi-
ello no implica que no haya que correr el riesgo de exponer- nrd y de la reunión revolucionaria. Polarizándose sobre la
se a é1, de exteriorizarsey participar de é1. potencia dei tiempo y clel espacio, Jules Romains no se inte-
resa por la forma de París, como Io hace Gracq en el caso de
Nantes, sino que se preocupa por indagar las condiciones
que hacen posible en su seno la realización de las potenciali-
clades, las agmpaciones y las solidaridades. Thmbién en este
su ciudad quien no haya üüdo Ia experiencia de sus fantasmas. Llenarse sentido, manteniendo distancia de la soledad y de la fusión,
de claroscuro, ser uno con la sombra indecisa e insípida de ios ángeles
muertos, integrarse a la multitud sudorosa que jadea, que rezuma, a ias
mismas horas, en los subterráneos, en las estaciones de1 ferrocarril, en los 42. Yéase también de Julcs Romains La tida untínim.e (1908). lnspira-
cines o en las iglesias; ser el hermano silencioso tanto dei caminante soli- rla por la psicología de las masas de Gustave Le Bon y la sociología de
tario, del soñador de soledad sornbría, como del iluminado, del mendi- Durkheim, la docuina unanimista, inseparable clel simultaneísmo en el
cante y hasta del borracho: esto exige un aprendizaje largo y difícil, un plano estético, sostiene que los individuos alcanzan su realización en la
conocirniento de Ia gente y de los lugares que sólo pueden conferir años dimensión colectiva de la cual la vida moclerna es el lugar priülegiado a
de paciente observación", op. cit., pág. 13. causa de la armonización que permite lograr. "Ur-r ser vasto y elemental",
¿10. Walter Benjamin, Paris, capitale du XIX siicle, op. cit., pág. 463.
lfirmaJ. Romains en 1908, "cuyo cuerpo estaba formado por la calle, los
41. Véase la secuencia de la segunda parte de esta obra que trata cle las coches, los transeúntes y cuyo ritmo dominaba o tapaba los ritmos de las
representaciones de 1a ciudad monstruosa y caótica (pág. 209 y ss.). A par- conciencias individuaies". Pero ese optirnismo no se concretó ni en el pla-
tir del fin de la guerra, ei cine japonés retrata el laberinto urbano y e1 no de la historia ni en el plano de la evr¡lución de 1o urbano. SobreJules
modo del crimen, véanse los filmes negros realizados por Akira Kurosawa llomains, véase de Marcel Ronc:iyolo, "Apprentissage de la ville, appren-
(Perro rabioso, 1949; Los canalkts daernten en paz, 1960; El cielo 1 el infierno, tissage de la vie. Jules Romains et la ville", en Lectures de ailles. Fonnes et
1963 y Dode.r Ka-den, 1969). rcmps, Marsella, Editions Parenthéses, 2002, págs. lll 348.
r
B8 Oliaier Mongin l tt crperieTxcia pública B9
la ciudad es el cuerpo que reúne a individuos procedentes de ,, rrnión frente a la barraca, el baiie del 14 de julio, los barcos
horizontes diferentes. Cieorges Perec o Michel Butor inten- I
):rrrr pasear por el Sena) y las "vidas intermitentes" (el recital,
taron luego, pero en otro estado de espírifu, recrear, reescri- ,,n salón literario, la cuadrilla de los obreros del subterráneo,
bir, esos tiempos colectivos. l:rs salerías de l'Odéon, la biblioteca de Ia Sorbona). Romains
Ya sea que describa calles (Laferriére, Soufflot, Royale, rt'llciona sutilmente siruaciones de urbanidad con lugares y
Montmartre o du F{avre), plazas (de l'Europe, de la Ti'inité, nr()mentos, utilizando la dobie materia del espacio y el tiem-
de l'Étoile, la Bastille, des Vosges), ya sea que pinte pasajes o ¡,r. Observando a un grupo de personas que esperan en el
jardines (de Cluny, Parmentier, el parque de Montmartre), .rtrio de la Opera Cómica antes de asistir a un espectáculo
Jules Romains se pregunta una y otra yez en qué medida un
lrrico, exarninando la vida de tai o cuai caile, Jules Romains
( voca rnodos de congregación cuyo carácter es doble, espa-
lugar parisiense ofrece o no la posibilidad de formas de aso-
ciación y de solidaridad. Por ejemplo, en el caso de los pasa- t rrl / temporal: la reunión será más o menos ampiia, se
jes, escribe: "En cada uno de ellos se dan dos deslizamientos t'xtenderá más o menos en el tiempo, será más o menos feiiz,
inversos que se rozal.; el contacto sin rudeza libera un alma , asfixiante, o masiya. El espacio de París se caracteriza por
que se sorprende de tener cierta serenidad y cierta armonía. tcner lugares que permiten reuniones más o menos intensas.
Los pasajes son una forma apacible de Ia muchedumbre. AIIí Scg-ún los lugares y los momentos, los individuos urbanos se
la multirud es más dueña de sí misma, se extiende, se caldea r.eúnen más o menos estrechamente, forman más o menos
al frotarse contra las paredes [...], es una calle que se recoge ¡rarte de un grupo. Mantener juntos cuerpos individuales,
o un interior que siempre se deshace."4l EI pasaje, que reúne cuerpos libres, sin condenarlos a estar demasiado unidos, sin
provisoriamente los ámbitos contrarios de lo privado y lo cr¡ndenarlos a estar demasiado solos, esta doble proposición
público, favorece una experiencia de "pacificación", esa cstá vinculada con la idea cle clue la ciudad permite que los
experiencia que responde a la angustia baudelairiana defen- individuos constituyan una comunidad, que se diferencien
diéndose a la vez de 1o privado demasiado privado y de la r-rnos de oü'os, que enffen en conf]icto sin matarse entre sí,
multitud masificada. Para Jules Romains, un lugar es un clue señalen sus desacuerdos sin que por ello deban sumer-
"cambiador de ritmos": no tiene ninguna importancia que el girse en cuerpo y ahna en unr guerra civil. La ciudad, muy
lugar sea circula¡ oval, rectangular o lineal, pues la forma no pr:onto convertida en sinónimo de dernoclacia, representa un
es aquí más que la condición de un cambio de energías que desafío: mantener juntos en un espacio unificado (gracias a
se traduce en un aumento de lo colectivo o de la individuali- ciertas reglas, a una identidad, a una pertenencia histórica) a
zacíón. Y, cada yez,por una exclecencia de libertad. individuos funcionairnente diferentes, llegados todos de otras
La experiencia de los espacios y de los lugares encuentra partes. La ciudad tiene por misión espaciai hacer concordar
un eco en las reuniones a que da lugar un espectáculo o un acuerdo y desacuerdo, discordia y consenso. Distanciada de
momento festivo; Jules Romains las divide en dos renglones: la sociedad tradicional en la que cada uno per-tenece a un
"las efímeras" (el carrusei, el público en un cinematógrafo,la cuerpo jerarquizado, la ciudad moderna está íntimamente
asociada a los interrogantes sociológicos de fines del siglo
XIX sobre el vínculo social. El ritmo de Ia ciudad participa de
Lln paso igualitario y democrático, pero también cle formas de
43. Jules Romains, Pu.issances cle Paris (1919), París, Gallimard, colec.
"L'Imaginaire", 2000, págs. 27 -28. "solidarismo" que pueden acompañarlo.
90 Oliaier Mongin La experiencia pública 91
La experiencia escénica evocada por Jules Romains se público en el que los indiüduos pueden deslizarse como por J-
caracteriza por una solidaridad mayor o menot que permite una rendija. La ciudad-bambalinas, lugar adonde los indivi- =
la permanencia pública cuando se inscribe en espicioi comu- duos urbanos pueden escabullirse. iQué mejor definición del a
§
nes. Estamos aquí ante una experiencia que densifica al suje- teatro urbano mismol ¡s
to que se expone en público, 1o cual conrrasra con la pérdida ,?.
de interioridad que amerre;za ai hombre "en suspenso,;, *pen-
diente". "Pendiente" de un espacio público que favoreie la El hornbre en suspenso en Chicago:
s relación sin la cual al sujeto no le qued, otrá solución que ut'ta exterioridad carente de interioridad
§l retraerse y retornar a su casa (la del burgués y la del solitario) (fbeodore Dreiser y Saul Bellow)
B-
§ o bien deslizarse en las miríadas de signos que componen el
§:> decorado de la ciudad. El espacio público no es sólo un deco- Describiendo las trayectorias de esos cuerpos atrapados ''
& rado, también es un teatro, un tablado donde los sujeros pue-
as
entre la masa y [a soledad, los poetas y escritores montaron
e den llegar a ser personajes, emanciparse de su ámbito prirr- un escenario en el que los sujetos se exponen de manera anó- (¡
.E do, demasiado privado, personajes que alternar entre sí y se
,§ nima, con lo cual gozar, de esta libertad urbana que no los
_S dirigen unos a otros. Pero, como este espacio público no es obliga a decir a los demás quiénes son. La ciudad es un esce- .¿
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aún un escenario político, se corre el riesgo de perderse mul- nario, permite que los individuos salgan de su interioridad y €-
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tiplicando las identidades hasta el inflnito. Como en el rearro: se exterioricen. La arquitecrura remite a un movimiento de
" Porque el teatro está justamente allí donde todas las noches instirución, en el sentido de una exteriorización de lo inte- xI
se enciende una luz, allí donde el texto, la representación, rior, como lo hace notar Louis Kahn.as "El problema del alo-
saca a la luz un fragmento de la vida y lo sacude de manera
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jamiento es una esfera ambigua; ya lo había dicho Loos, es un §-
tal que pase otra cosa diferente de lo que pasa habirualmen- terreno que corresponde a lo privado. Hay un límite en el -
te, con la esperanza de que las personas puedan pasar a otra que el domicilio ya no corresponde a la arquitecrura. Desde
cosa [...] Se trata pues de lograr que el escenario sea lo más Adolf Loos y Louis Kahn, la función del arquitecto consiste
posible los bastidores: ese lugar donde las cosas y los seres en dar significación a valores colectivos. Está obligado pues a
pueden deslizarse como por una ranura, donde los papeles plantear el problema de la institu ción."46 fuí como la ciudad
aún no fueron elegidos, allí donde los más dotados y los promueve la uita actiaa más que la uita contemplatian, el arqui-
menos dotados pueden aún cambiar sus puestos, formarse, tecto urbanista se preocupa por hacer concebibles las prácti-
forjarse otra üda [...]El objeto del teatro no es aclarar lo que cas urbanas y por favorecer la institución. Esta preocupación
se encuentra detrás de uno, sino volverse hacia el futuro, no por lo exterior corre pareja con una valorización de la inte-
hacia un futuro mayoritario, del que nos hablan sin cesar, el rioridad, y no estamos hablando aquí del espacio interioq de
futuro de los grandes, de los que tienen el pode¡ sino vol-
verse hacia el futuro minoritario, el fururo del extranjero, del
loco, de las mujeres, de los obreros..."4 El teatro: espacio to et Récits de la proaince égptierute. Une etbnographie rud/su.d, Arles, Sind-
bad./Actes Sud, 2003, pág.163.
45. Sobre Louis Kahn, véase infra, pág. 310-11.
46. Bernard Huet, "Apprendre aux architectes la modestie", Esprlr,
44. Rémi Checcheto, En uie (1997). Fanny Colonna cita esre bello tex- diciembre de 1985.
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Oin * h i,*nürr rnJtvi«idqtr - qx[tvio,rrdqrl
92 Oliuier Mongin [,rt experiencin pública 93
la casa y del apartamento burgueses, sino dei sujeto mismo. Si Dickens es el novelista inglés de la construcción del yo
Dei sujeto que, dotado de una interioridad que se r,rrelca en el ambiente urbano, Theodore Dreise¡ escritor de Chi-
hacia el exterior, puede destr-uirse a {:uerza de exteriorizarse. c21go, es su equivalente norteamericano. Cuando Ia joven
Como lo afirma el escritor de Lisboa: "Pensando, me hice Caroline Meeber, el personaje central de la novel a Sister
eco y abismo. Profundizándome, me multipliqué [...] Por Catriele llega a Chicago, no desembarca en una ciudad más
crearme, me destmí; me exterioricé hasta tal punto dentro de extendida que su pueblo natai. En Chicago, la ciudad en
mí mismo, que en mi interior ya no existo sino exteriormen- construcción acompaña ia constr-ucción de esos "yoes" que se
te. Soy el escenario vivo por donde pasan diversos actores, multiplican de Ia misma manera que los ediflcios, Ias fábricas
representando diversas obras de teatro."47 y las calles. Pelo éstos, más que balizas, que referencias tran-
La apertura al mundo púbiico, la experiencia de la libera- quilizadoras, son proyectores que enceguecen. La teattaliza-
ción urbana tan cara aJulien Gracq, conserva su senddo siem- ción se hace ilimitada, hasta el punto de que el escenario
pre que el mundo interior no desaparezca a favor de una exte- urbano, ése que clebería pelmidrle al individuo identificarse
rioridad que llega a ser una miríada de máscaras y de y liberarse, affrenaza con ceder y desaparecer. La ciudad es
impresiones, una galería de imágenes que progresivamenre ;rmbigua, como en el filme de Murnau (Amattecer, 1927): es a
-mediante nuevas tecnologías y pantallas- va a reencontrar el lavez el lugar de la tentación y de la redención,so del hundi-
camino de lo privado. Pero, ¿cuáles son ias ou as salicias de la miento y cle la emancipaciórr.
ciudad teatro, de esta exposición teatral, de este consumo En la novela de Dreiser-, las materias y los signos de la
desenfrenado de escenarios y de máscaras? Mienras el bur- arquitectut'a son otl-as tantas imágenes frágiles: "La ciudad es
gués haussmanniano regresa a su casa, retorna al espacio pri- un espejismo, un señuelo, luces por todas partes: las candile-
vado después de haber vagado por el exterior para consumir la jas. La ciudacl es un teatro y, ilegada de la campiña, Callie
ciudad, los escritores norteamericanos indagan ia suerte corri- constr-Lrye su idendclad sobre este escenario a partir cle iden-
da por el sujeto que pierde toda interioridad proyectándose tidades que toma plestaclas [. .] Ya no hay geografía social de
hacia el exterior. Entonces ya no queda nada más que los la ciudad en el sentido que ie daBalzac a la expresión; única-
"espejos" de la exterior-idad, lo brillante, ios anuncios, las mente *como en Dickens- hay una trayectoria que atraviesa
publicidades. Como ia ciudad está en ei origen de una exre- diversos mundos, islas etnográficas como las de la cartogra-
riorización de uno mismo que pasa por un teaü-o espacial fía que trazala Escuela de Chicago."sl
donde elyo se manifiesta enmascarado, la identidad ilega a ser La ciudad de Chicago es un Gran Teauo del Yo cuya dra-
ei "punto focal de un repertorio fragmentado de minipapeles, manrrgia oscila entre la tragedia y la comedia. Este teatr-o
antes que el núcleo de una hipotética <<inrerioridadrr".4s empuja naturalmente a Carrie a entrar en el mundo del
49. Theodore Dreiser, Si¡ter Carric (traducido del inglés por A.nne
47. Fernando Pessoa, Lisbonne, op. c)t., pág. 115. Marie Sautraud), París, Joélle Losfeld, 1996.
48. Pierre-Yves Pétillon, "Ohl Chicago..." artículo citado, pág. 14.1. A 50. En Murnau, la figura de la tentación es la de la mujer de la ciuclad
lo largo de toda esta sección me baso en este arrículo. Sobre la relación de (véanse también Chica de ciudtd o El pan. nttestro de cada día,1930), en tan-
Europa con los Estados Unidos, véase también de Pierre-Yves Périllon, to que en Metrópolis (1926) de Fritz Lang la ciudacl encarna ei poder.
L' Etn'op e aux anci ens p nrap ets, P arís, Seui l, 1 98ó. 51. Pierre-Yves Pétillon, "Ohl Chicago...", artículo citac{o, pág. 147.
4
94 Oliaier Mongin l,r experiencio pírblica 95
espectáculo y a conyertirse en actriz. No participando ya de rnoderna -lo que Musil llamaba ..1a soledad del hombre en
una dialécdca de 1o interior y lo exterior, perdiendo inierio- rrn océano de cietallesrr."5l La exposición del sujeto consiste
rjd1d, el Yo, la arquitecrura mental que se consüruye a partir :rsí en una exteriorización de sí mismo en la que, al perder
de los signos exreriores de la ciudad, se vacía y ,. ,gtrr.... toda sustancia, toda interioridacl, se ve reflejado en uno u
corriendo el riesgo de quedar- vacanre. Lo que hace ellujeto ()tr:o escenario, en uno u otro de los signos que proyectan las
que se expone no es tanto ir del interior al exterior como luces de ia ciudad. Espejismo y espejos van de la mano. Pero
inventarse en función de lo que toma prestado del exterior hay que distinguir los escenarios urbanos: el Chicago de
en el escenario urbano. De ahí que cada yez seamayor ia fal- I)reiser no es el cle Saul Bellow y el Chicago de ambos se dis-
ta de interioridad que experimenra cuando espera demasia- tingue cle Florencia o de París.
das máscaras del exterior. La ciuclad teatralizad,¡remite a una
imagen mentai que ya no es la de la formación para la liber-
tad celebrada por Gracq. La circullción coruo aalor
El hombre de Chicago, un "fabricante apresurado de sus
impresiones", según Erving Goffman, uno de los sociólogos Ya sea que viviera uno al ritmo de la ciudad haussmannia-
relacionados con ia Escuela de Chicago,52 sorprencle al euio- na, al de Lonclres o al de Chicago, a fines de ese siglo XIX
peo, al que habita "la Europa de viejos parapetos,,, el eur-o- industrial, el orden de los valores se estaba tlastr<¡cando
peo que siempre cree en la vir-tud urbana de sus ciudades. No puesto que los flujos cobraban progresivamente más fuerza
sin contraste con el espíritu europeo, Saul Beliow escribe la que los lugares y los paisajes. Si uno se ¿tiene a esta inter-
continuación del relato de Chicago, inaugurado por Dreise¡ pr-etación de la noción de f1ujo, comprende retrospectiva- l
imaginando a un "hombre en suspenso',, el hombre que, mente clue la ciudad industriai fue el motor histórico de una -§
'§
intenta ser el intérprete de una vida interior vivible, de una inversión de la relación entre los lugares urbanos y los flujos )
ciudad que resulta oprimente y aplastante por esrar consrrui- externos que esos lugares ya no pueden controlar. "L¿r ciu-
da únicamente sobre la exterioridad. ,,Chiiago es, no sólo el dad, deflnida aún por la Enciclopedia en el siglo X\llII como
decorado de la obra de Saul Bellow, su perronaje central, un conjunto finito y ordenado de constr-ucciones, aparece en
"r
un <<oso obeso>> [...] E" Chicago, ei "hombre en suspenso', se primer término como un juego de movimientos, el de las
ha descolgado desde hace tiempo del hilo de su propio rela- personas que fundan el cambio de los valores urbanos. La
to. Ha caído en la vacante de un tiempo amorfo, anónimo, haussmannizaciórt no se limita a crear: distencia o acotarnien-
sin más punro focal que el Medio Oeste donde vive. Ese to sino que además procura, con ei mismo propósito que la
Medio Oeste no es un enclave provincial retrasado: ailí se ha política de las vías férreas, reducir los obstáculos y los
prefigurado, más que en ninguna oüa par-te, la conclición r:oces."54 Con el dominio de los flujos, el roce y el flota-
miento se hacen cadlyez más escasos, al tiempo que se con- lt,
52. Sobre la sociología de la Escuela de Chicago, desracacla en su ori_
gen por las figuras de Robert E. Park, Ernest W. Burgess y Roderick D. 53. Pierre-Yves Pétillon, "Ohl Chicago...", artículo citado, pág. 153.
Mackenzie, vénse L'Énla rte Chicago (textos presenta.ios"por"y.,es Grafme- 54. Guy Burgel, en Georges Duby (comp.), Histoire de la France urbai-
yer e IsaacJoseph), París, Fiammarion, colec. ,,Champs,,, 2004. t'te, to:n;.o 4: La Ville de l'ige indastriel, París, Seuil, 1983, pág. 104.
a 96 Oliaier Mongin
rupturas se hacen más precisas, la circulación llega a ser.el riempo, favorece simultáneamente una transformación radi-
factor decisivo, como lo señala Edmond About en la Guía de .el de los vínculos entre lo privado y lo público. Aun cuando
Paríl tle 18ó7, una obra de espíritu crítico destinada a los circule, cuando salga de su casa, el burgués balzaciano debe
visitantes de la Exposición Universal. En ella se ve la empre- ganar dinero y tiempo, consumir y regresar a su hogar, a un
sa haussmanniana como movida por la voluntad de hacer cir- interior protegido del exterior. Por cierto, el interior no es
cuiar a quienes no tienen tiempo que perder: "IJna vez que rrn espacio cerrado, pero aunque se sale de éi para regresar
se hayan quitado estos escombros, se haya nivelado este luego y el comienzo y el final se confunden en un ciclo en
montículo, se haya tomado un cuarto del terreno para hacer ,roiri*i"nto, lo privado prevalece sobre ia experiencia públi-
amplias calles, el resto se hará más caro de lo que se pagó por ca nrisma. El escenario se interioriza aún antes de que la -
todo: los tr-es cuartos del suelo raso, valdrán más que la tota- revolución tecnológica -y la revolución de las pantallas que
lidad construida. ¿Por qué? Porque las grandes ciudades, en la acompaña- haga entrar más tarde la vida pública al inte-
el estado actual de la civilización, no son otra cosa que aglo- rior de los hogares. Si bien lo social, en el sentido en que lo
meraciones de hombres apresurados; ya sea que uno r.iene a entiende Hannah Arendt, no mata totalmente el espacio
la ciudad para producir, para intercambiar, para disfrutar, ya público, asistimos a un movimiento de privatizació,'- qY'
sea que viene para aparecer, siempre está espoleado por el inodifica pol completo los lugares asignados en la ciudad a Io
tiempo; nadie soporta una demora ni un obstáculo [...] Una privado y a lo público. Lo privado y lo público se entrelazan, '
calle derecha, amplia y fácilmente transitable acerca y, por así io privado no está "privado" de lo público y lo público. no
decirlo, pone en contacto dos puntos que parecían estar a implica olvidar lo privado, pero la relación entre ambos
una legua de distancia."55 FIe allí la "circulación" entroniza- ámtitos se invierte al mismo tiempo que la de los flujos y los
da como valor fundamental,5ó la que más tarde valorizará el lugares. Para comprender esto es necesario no reducir la -
funcionalismo de un Le Corbusier que agrega simbólica- exleriencia públicá por excelencia, a saber, la experiencia
mente a las funciones del trabajo, de habitabilidad y del po1íti.r, solamente al espacio público. En efecto, la política
tiempo libre, la de la circulación. Pero esta influencia de la implica una acción colectiva, mientras que el espacio público
circulación es también monetaria, consagra el dinero como es ia ocasión de la exteriorización de uno mismo.
intercambiador y mediador, prefigura la circulación contem-
poránea, la que ya no tiene límites espaciales, con la aperru-
ra de los mercados financieros que singularizala tercera
mundialización. Como la fuerza de la circulación traduce un