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AA - Vv. Boca de Sapo 15

Revista Boca de Sapo N° 15
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© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
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Revista de arte, literatura y pensamiento

Reseas 2010-2013
Anna Rossell, Fabin Sobern, Jimena Nspolo, Karina Wainschenker,
Julieta Lerman, Rosana Koch, Natalia Gels, J.S. de Montfort,
Walter Romero, Laura Cabezas, Rosa Chalkho, Ana Ojeda,
Marcos Seifert, Ramiro Segura, Felipe Benegas Lynch, Silvana Lpez,
Pablo Manzano, Mauro Peverelli, Marcelo Damiani, Julieta Tonello,
Christian Mart-Menzel, Marta Aponte Alsina, Leticia Moneta,
Marcos Herrera, Rosana Guardal, Ignacio Bosero, Diego Niemetz,
Laura Mombello, Nicols Hochman, Sandra Gasparini, Matas Scafati,
Gisela Heffes, Nicols A. Chiavarino, Marisa do Brito Barrote,
Diego Bentivegna, Adriana Mancini, Carlos Maslaton.

Tercera poca | ao XIV | N15 | Mayo 2013

15 BOCADESAPO

15
Tercera poca | ao XIV | N15 | Mayo 2013

AUTORES, ARTISTAS Y PENSADORES RESEADOS

Arthur Schnitzler - John Banville - dn von Horvth - Marc Aug - Richard Ford
Stella Manaut - Mariano Caligaris - Mauro Molina - Tamara Kamenszain
Virginia Woolf - AlejandroZambra - Bernhard Schlink - Mara Zambrano
Susana Cella - Sylvia Molloy - Martin Mosebach - Luiz Ruffato - Hermann Ungar
Pierre Bergounioux - Alberto Vanasco - Shirli Gilbert - Esteban Bertola - Valent Puig
Roberto Bazlen - Alicia Genovese - Ernesto Mallo - Lionel Shriver - Lynne Ramsay
Marie Darrieussecq - Jos Manuel Luca Megas - Beln Iannuzzi
Louis Ferdinand Cline - Anne Huffschmitd - Valeria Durn - Paul Virilio - Bob Dylan
Julian Maclaren Ross - Roberto Ferro - Josefina Licitra - Muriel Spark - Luisa Valenzuela
Guillaume Apollinaire - Lzaro Covadlo - Natalia Gels - John Berger
Pierre Bergounioux - Juan Martnez Moro - Patricio Pron - Friedrich Christian Delius
Hctor Libertella - Marcelo Cohen - Clarice Lispector - Emmanuel Carrerre
Karina Androvich - Daniel Jorge Fernndez - Peter Handke - Gloria Lenardn
Marta Ortiz - Juan Manuel Mora Fandos - Sjn - Diego Fischerman - Julian Barnes
Jorge Consiglio - Juan Jos Mendoza - Friedrich Drrenmatt - Jos Fraguas
Salvador Sanz - Cristina Feijo - Juan Villoro - Herbert Read - Jorge Carrin
Leonard Cohen - Jimena Nspolo - Rafael Rubio - Fritz Breithaupt - Matas Capelli
Friedrich Torberg - Marcelo Damiani - Banana Yoshimoto - Damin Tabarovsky
Csar Aira - Armona Somers - Osvaldo Bossi - William L. Shirer - Luis Sagasti
Cristina Jarillot Rodal - Martn De Ambrosio - Pablo Pineau - Fernando Spiner
Maximiliano Crespi - Hebe Uhart - Walter Mario Delrio - Mara Martoccia
Mara Negroni - Kader Abdolah - Javier Gom Lanzn - Odilon Redon - Pablo Larran
Ral Eguizbal - Carlos Dmaso Martnez - Martin Seel - Marcela Aguilar
Julin Rodrguez - Jin Joo Chun - Marie Vaudescal - Alejandra Karageorgiu
Sibylle Lewitscharoff - Carlos Schilling - Cristina Iglesia - Fabin Zylberman
Mara Rosa Lojo - Luciano Lamberti - Graciela Montaldo - Juan Martini - Sergio Olgun
Pablo Katchadjian - Marisa Gonzlez de Oleaga - Ernesto Bohoslavsky
Marcos Rosenzvaig - Rodolfo Palacios - Marcel Beyer - Ricardo Piglia - Max Gurian
Mariano Garca - Leila Guerriero - Pascal Quignard - Manuel Puig - Albert Llad
Daniel Llamas - Juan Rodolfo Wilcock - Sonia Budassi - Antonio Oviedo - Martn Kohan
Ivonne Bordelois - Boris Vian - Rebecca Miller - Fabin Casas - Mara Teresa Andruetto
Cecilia Romana - Sergio Bianchi - Facundo Ruiz - Irene Sola - Pola Oloixarac
Anala Hounie - Amos Tutuola - Marcos Herrera - Ricardo H. Herrera - Federico Levn

STAFF

DIRECTORA
Jimena Nspolo

SECRETARIO DE REDACCIN
Felipe Benegas Lynch

CONSEJO DE DIRECCIN
Diego Bentivegna - Emanuele Coccia
Claudia Feld - Gisela Heffes - Walter Romero

JEFE DE ARTE
Jorge Snchez

DISEO Y DIAGRAMACIN
Mariana Sissia

ILUSTRADORES
Paula Adamo - Vctor Hugo Asselbon
Santiago Iturralde - Florencia Scafati
Salvador Sanz

E-mail: redaccion@bocadesapo.com.ar
suscripcion@bocadesapo.com.ar
prensa@bocadesapo.com.ar
Editor responsable: Jimena Nspolo
Direccin de envos postales:
El tema musical que acompaa el flash-book de este nmero especial de BOCADESAPO es Jattendrai: arre-

Casilla de correo N60, Pedro Lagrave 451,

glos e interpretacin de Leo Scafati.

(1629) Pilar, Pcia. de Buenos Aires

Derechos reservados - Prohibida la reproduccin total o parcial de cada nmero, en cualquier medio, sin la cita
bibliogrfica correspondiente y/o la autorizacin de la editora. La direccin no se responsabiliza de las opiniones
vertidas en los artculos firmados. Los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte
impreso como en digital. BOCADESAPO no retribuye pecuniariamente las colaboraciones.

TE: (0230) 4454-0064 / (011) 15 5319 5136


ISSN 1514-8351
Impresa en Ciudad Autnoma
de Buenos Aires, Argentina.

www.bocadesapo.com.ar

EDITORIAL

esde marzo de 2010 hasta enero de 2013 se publicaron en la


agenda y en el blog de reseas de la Revista BOCADESAPO los textos que componen este volumen. Lo que empez como mircoles
de resea se fue enriqueciendo con otras variantes como crtica de cine,
crtica de teatro, crtica musical, crnica, opinin, entrevista,
ensayo-ficcin. El factor comn, ms all de las etiquetas que se usaron
para clasificar los textos, es el espritu de colaboracin. El blog de reseas
se convirti en un espacio para compartir miradas, que aun hoy conservan
su mpetu crtico y su actualidad. Por eso nos pareci importante que no
se perdiera ese material colectivo en las solapas de la web: era necesario
reunir todos los trabajos en un mismo plano. Los nombres de los colaboradores salen de la nube de etiquetas y pasan a marcar la sucesin diversa de
lecturas a travs de estos tres aos.
El oficio del lector, El desconcierto del presente, El ejercicio de
leer son slo algunos de los ttulos que sirven para ilustrar lo que se ha elaborado durante este tiempo. Quien remonte estas pginas se encontrar
con textos que revelan la lectura paciente y crtica de un vasto abanico de
autores, algunos consagrados, otros emergentes; algunos publicados por
grandes editoriales, otros por pequeos sellos independientes. Los gneros frecuentados varan: poesa, novela, ensayo, literatura infantil, msica,
teatro. Es una constante la reflexin acerca de una gran variedad de fenmenos culturales, que inspiraron columnas de opinin, declogos, textculos y hasta tiras de Humor crnico.
Optamos por ordenar el material cronolgicamente de adelante hacia
atrs. Los recorridos, sin embargo, son mltiples e impredecibles.
Nunca se sabe hacia adnde pueden conducir los emprendimientos
colectivos. Estas pginas son la prueba de que una buena idea, sumada
a la creatividad y a la generosidad de quienes creyeron en ella, puede dar
buenos resultados. Desde los mircoles de resea hasta el nmero 14 de
la revista, el blog ha sido un excelente contrapunto para cada ejemplar de
Boca de Sapo. Este nmero especial es el merecido homenaje al trabajo
de todos los colaboradores. Expresamos aqu nuestra gratitud para todos
ellos con la certeza de que su aporte nos deja un cuadro elocuente de la
cultura de nuestro tiempo.

JUEVES, 10 DE ENERO DE 2013

| BOCADESAPO | RESEAS

Arthur Schnitzler, exponente de la literatura vanguardista, por


Anna Rossell

Doctor Graesler. Mdico de balneario, de Arthur Schnitzler. Traduccin de Mara Esperanza Romero. Barcelona, Marbot Ediciones, 2012, 152 pgs.

ienvenida sea la traduccin al espaol de este relato, nunca publicado antes en Espaa, de Arthur
Schnitzler, un viens vanguardista y rompedor de
los moldes y tabes de su tiempo, de quien s se conoce en
nuestro pas la obra narrativa ms destacada, si bien no su
obra teatral con excepcin de La ronda (Der Reigen) y Anatol-, que, sin embargo, no ha perdido actualidad.
Arthur Schnitzler (Viena 1862-Viena 1931), mdico y
escritor interesado desde joven en la psicologa, conoci y
mantuvo correspondencia con Freud y supo reflejar este
inters en su obra, lo cual habra de provocar escndalo
y reportarle problemas con la censura, el estamento militar y la justicia (Liebelei, Professor Bernhardi, Der Reigen, Leutnant Gustl). Su desenfadada presentacin del deseo, la
seduccin, el poder o el adulterio chocaban con las convenciones morales de su tiempo que en buena parte siguen vigentes an. Recurdese la pelcula Eyes Wide Shut,
de Stanley Kubrick, que hace pocos aos dio a conocer
al gran pblico la novela corta de Schnitzler Relato soado.
Su obra es valiente y rompedora no slo en los temas sino
tambin en lo formal El teniente Gustl (1900) fue el primer
relato en lengua alemana escrita en forma de monlogo
interior, seguira en este mismo registro La seorita Elsa
(1924). La prohibicin de representar sus obras teatrales
estuvo vigente hasta 1982.
Probablemente porque conoca mejor sus ambientes y
su psicologa, la mayora de sus personajes tienen que ver
con su propia vida; sus protagonistas son a menudo oficiales del ejrcito, mdicos o artistas y ste es de nuevo el
caso de Doctor Graesler. Mdico de balneario. En consonancia
con su inters por la ciencia freudiana, Schnitzler dedica
muchas de sus narraciones a individuos como el ttulo
anuncia- y al estudio de su idiosincrasia. El subttulo, M-

dico de balneario, avanza un prototipo profesional de connotaciones negativas, que entra en conflicto con la convencin social de fin de siglo: el supuesto refinamiento de
los pacientes y de la atmsfera de los baos termales.
Porque este mdico soltero de cuarenta y ocho aos, que
ejerce su profesin a caballo entre balnearios de Tenerife
y Berln, se nos presenta como un individuo inseguro, egocntrico y superficial que anda por la vida con el nico
objetivo inmediato de satisfacer su necesidad de compaa femenina, sin importarle nada ms que la apariencia
fsica y sin ser siquiera un Don Juan. Su debilidad de carcter y su egosmo se manifiestan en todos los niveles: la
ausencia de verdadera vocacin mdica en la reticencia
que manifiesta de asistir a la nica paciente realmente enferma que se le presenta, la nula relacin que ha tenido
con su hermana, con quien ha convivido muchos aos antes del suicidio de sta; la incapacidad de adquirir responsabilidad o compromiso tambin en lo personal, lo cual le
lleva a cambiar constantemente de pareja sin pestaear ni
sufrir la ms mnima agitacin emocional. La mediocridad esencial de Emil Graesler queda ms subrayada an
por el carcter del personaje que el autor viens le inventa
como contrapunto: Sabine, una joven mujer resuelta, de
notorio intelecto y segura de s misma, que contrasta fuertemente con el maduro doctor.
El relato ha sido llevado al cine en varias ocasiones;
las ms recientes A Confirmed Bachelor, por Herbert Wise,
en 1973, en Gran Bretaa (BBC), con Sheila Brennan,
Rebecca Saire y Robert Stephens, y en 1991, en Italia,
Mio caro dottor Grsler, por Roberto Faenza, con Keith Carradine, Kristin Scott Thomas, Sarah-Jane Fenton y Miranda Richardson.

MIRCOLES, 2 DE ENERO DE 2013

Obsesivo (y no plido) fuego, por Fabin Sobern


Antigua luz, de John Banville. Traduccin de Dami Alou. Alfaguara, 2012,304 pgs.

ntigua luz es una novela inolvidable, uno de esos libros que merecen ser ledos una y otra vez. Apoyado menos en la trama que en el desarrollo inagotable de los personajes, despliega un uso del lenguaje que
deja pasmado a los lectores desprevenidos. El propio Banville, en una entrevista del ao 2008, asegura que l no

es un novelista sino un poeta que escribe prosa. Aunque los juicios de los autores sobre s mismos suelen ser
mera charlatanera egotista, en el caso de Banville, este
juicio, esta afirmacin exagerada, puede ser considerada
una aproximacin acertada al modo de composicin de
sus novelas.

| BOCADESAPO | RESEAS
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Vacilante, el actor Alex contratado para su primer


papel en el cine cuenta con obsesin nabokoviana los encuentros amorosos con la seora Gray. Uno de los problemas es que la excitante seora Gray no slo tiene la edad
de su madre sino que es la madre de su mejor amigo. Este
hecho, escandaloso para los tiempos de la historia, es an
ms sombro y siniestro, ya que es narrado sin culpa, sin
una sombra de remordimiento. Alex disfruta, a la manera
nietzscheana, de lo que cuenta.
La novela, entonces, no se centra en el carcter tico
de la traicin, sino que, acertadamente, propone un personaje narrador que se regodea en el lado idealista y evanescente del amor.
Los vericuetos de la trama, las idas y vueltas de los personajes, los escarceos de la memoria, dependen menos de
una estructura slida que de las recurrentes y secuenciales
espirales que arma la mente de Alex. Banville se vale del
narrador en primera persona que dispone y oculta los
recuerdos para organizar los episodios. Se podra decir
que compone un rompecabezas sentimental y arbitrario
siguiendo los caprichos de la memoria. Y al decir memoria, el lector debe pensar en el olvido como su exergo necesario.
A pesar del bello azar que domina la mente de Alex la
historia no se reduce a la mera evocacin de los benficos
fantasmas del pasado. A la par que cuenta su versin del
pretrito, narra una serie de escenas que tienen que ver
con el presente. Mientras evoca su antiguo affaire tan
antiguo como la lejana y grcil luz de la casa del amor
cuenta la relacin con su esposa, con el director de cine
Toby Taggart, con la inefable y suicida actriz Dawn Devonport, con la temible y pcara Billie, con el curioso personaje real llamado Fedrigo Sorrn. Astuto actor y curioso

especialista en los meandros del amor adolescente, vive la


angustia por su hija Cass muerta en Portovenere.
La novela oscila, prudente, cautivadora y verosmil,
entre el pasado, las conjeturas sobre el pasado, el presente
y las interpretaciones del presente. De hecho, el sorpresivo
giro que reordena el sentido de los hechos hacia el final de
la novela, no podra haber ocurrido si Banvilleno hubiese
usado el recurso del narrador dubitativo o vacilante. El
propio Alex confiesa al comienzo de la novela: Madame
memoria es una gran y sutil fingidora.
Ahora bien, el relato podra ser la narracin trivial de
escenas erticas o pornogrficas. Banville lo convierte en
la narracin detallada y obsesiva de un breve amor que
fracasa. En Antigua luz importa menos la serie de certeros
episodios que la forma brillante del recuerdo. Si bien es
cierto que Banville se demora en repetir oportunamente
al modo de Alfred Hitchcock en El hombre que saba demasiado el hecho que va a demoler el amor, lo crucial es el
mtodo de narracin, el escorzo narrativo, la mirada indirecta y reflexiva, el anlisis que disfruta de las palabras, las
evocaciones proustianas y sus usos.
Hay cierta arrogancia en la prosa de Banville. Hay
cierto dominio profesional, cierta correccin llevada al
paroxismo. Pero el lector lo agradece. La desmesura controlada de la prosa es una virtud.
Es difcil ser discpulo de Nabokov. Y Banville lo es.
Pero no es un mero epgono. Es un nabokoviano que va
ms all de su maestro. Cuenta su historia con el placer
inobjetable de los narradores que saben que detrs de una
prosa brillante, sensorial y minuciosa, est la poesa: ese
regusto por la lengua que logran los poetas desde su extrao y atribulado corazn.
MIRCOLES, 12 DE DICIEMBRE DE 2012

Desenmascarar la conciencia, por Anna Rossell


El eterno pequeoburgus. Novela edificante en tres partes, de dn von Horvth.Trad. de Isabel Garca Adanes. Barcelona, Marbot Ediciones, 2012, 218 pgs.

n acierto la publicacin de esta novela de dn


von Horvth (Fiume hoy Rijeka, 1901/Pars,
1938), autor austrohngaro de expresin alemana. Sobre todo porque es la pieza que le faltaba al lector para disponer al completo de lo que naci como una
triloga, de la que El eterno pequeoburgus, que vio la luz en
1930, es el primer volumen el sello Espasa haba publicado en 2001 y 2002 los otros dos: Juventud sin Dios y Un
hijo de nuestro tiempo-. Horvth, que se dio a conocer en los
aos veinte del siglo pasado como prolfico dramaturgo,
dej slo cuatro novelas, escritas en los ltimos aos de su
vida, y nos leg con ellas en clave de ficcin un documento

del ascenso del nacionalsocialismo al poder.


Horvth nunca se afili a ningn partido poltico, pero
simpatizaba con la izquierda y supo reconocer como pocos los sntomas sociales que propiciaron el caldo de cultivo en el que iba fraguando el nazismo. l, que haba
cursado en Munich estudios en psicologa, literatura, teatro y arte, supo captar la psicologa de la desclasada clase
media emergente, que con su actitud hara posible el proyecto de Hitler. La obra de Horvth, en su conjunto, es
una afilada crtica poltico-social de su tiempo a travs de
un amplsimo abanico de representantes de la pequea
burguesa. Sus personajes son individuos alienados, casi

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siempre pobres diablos sin conciencia ellos y seres indefensos ellas, atrapados bajo la opresora mano patriarcal
a la que no consiguen sustraerse y a la que a menudo hacen el juego. Horvth, que conoca la obra Die Angestellten Los asalariados-, del socilogo Siegfried Kracauer, se
propuso retratar a travs de sus protagonistas con ojo experto y aguda observacin psicolgica una sociedad en la
que poda medrar y medr cualquier poltica. A este fin
adapt un subgnero teatral ya existente, especialmente
til a su intencin, el Volksstck pieza de tendencia trivial
con protagonistas de raigambre popular, que l subvirti, poniendo en boca de sus figuras lo que denomin el
Bildungsjargon, una jerga pseudocultivada para desenmascarar la verdadera conciencia de los personajes. Nada de
esto se echa en falta en El eterno pequeoburgus. Ya el ttulo
es programtico en su intencin caracterizadora de un
prototipo y el subttulo, Novela edificante en tres partes, anuncia el registro irnicamente punzante y caricaturesco. Las
que en principio estaban concebidas como tres historias
independientes la del seor Kobler, la de la seorita Pollinger y la del seor Reithofer se nos presentan unidas
en una para ofrecer al lector un espectro matizado de caracteres y subrayar el ademn generalizador. Se pierden
en la traduccin como bien seala Isabel Garca en la

introduccin las connotaciones que sugiere el sociolecto


en que Horvth haca hablar a sus personajes elemento
tambin esencial del Volksstck- y la que contiene la palabra alemana Spieer del ttulo original Der ewige Spieer,
que alude a una actitud ms que a una clase social y que
en espaol pudiera recoger mejor el trmino filisteo, pero
la novela sigue conservando su fuerza y su voluntad de
cida delacin. Horvth construye su crnica, que transcurre en 1929, principalmente sobre estos tres caracteres: el bobo y egosta Kobler, vendedor de coches usados,
estafador nato y arribista, que viaja a la exposicin universal de Barcelona a la caza de alguna millonaria que
lo mantenga, su amiga Pollinger, modista, que siguiendo
su consejo se vuelve prctica y se hace prostituta, y el seor Reithofer, quien en un arranque de filantropa la devuelve a la vida honrada consiguindole por amiguismo
un trabajo de costurera. La novela est escrita en un registro extremadamente hilarante de denuncia, los personajes, de trazo caricaturesco, son con todo a buen seguro
ms realistas de lo que a primera vista pudieran parecer.
Del teatro del autor, que en Espaa lleg a algunos escenarios en los ochenta, se han traducido Historias de los bosques de Viena. El divorcio de Fgaro (Ctedra, 2008), en espaol, y, en cataln, Amor, fe, esperana (Arola, 2007).

MIRCOLES, 5 DE DICIEMBRE DE 2012

Pensar en futuro, por Jimena Nspolo


Futuro, de Marc Aug. Trad. Rodrigo Molina-Zavala. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2012, 160 pgs.
La vida en doble. Etnologa, viaje, escritura, de Marc Aug. Trad. Heber Ostroviesky.Buenos Aires, Paids, 2012, 167 pgs.

a vida en doble no es una autobiografa intelectual dice


el etnlogo francs creador del hit del no lugar y
la hipermodernidad, como soplando lo que la negatividad instala pero podra serlo. Ha excluido asegura todo lo que refiere a su vida privada pero sin embargo, Aug logra arrastrarnos a lo largo de las pginas con
el mpetu de una subjetividad que encuentra claro anclaje
en ese yo autobiogrfico que ya se pierde contando la temprana influencia que su to, oficial de marina y hroe de la
Segunda Guerra Mundial, ejerci en su infancia, ya revive
sus escaramuzas entre rabes y pied-noirs durante su servicio
militar obligatorio en Argelia o reflexiona en cmo aquella
experiencia de patrullar una ciudad catica que bregaba
por dejar de ser colonia marc su vida intelectual futura:
La disciplina militar es antes que nada una cuestin de
lenguaje; es lo que le da fuerza; estructura un universo que
en la vida corriente tiene lmites claros, pero que en los perodos de accin, que son su razn de ser y su fin ltimo,
ofrece a cada uno de los que forman parte de l la comodidad inmediata del sentido absoluto.
Marc Aug curs estudios literarios y luego se inici en

la antropologa con un trabajo de campo que desmenuzaba las diferentes formas de poder pergueadas a travs
del linaje en la sociedad alladian, en Costa de Marfil; entre
1985 y 1995 dirigi LEcole des Autes tudes en Sciences
Sociales (EHESS) y la Office de la Recherche Scientifique et Technique Outre-Mer (ORSTOM) mientras realizaba ms investigaciones en frica. Sabe, por tanto, que
el hombre es ante todo un animal simblico que para vivir
necesita ordenar el universo a travs de las jerarquizaciones que la ritualidad y el lenguaje ofrecen. Por eso Futuro,
este ensayo breve y vital, a la vez que denuncia la falsa
transparencia, el efmero eterno presente y el dficit ritual del mundo contemporneo, intenta ser fiel a sus
propios postulados y esbozar un camino posible, porque
para Aug pertenecer al propio tiempo supone la capacidad de poder sobrevivirlo: Ser contemporneo es poner
el acento sobre aquello que en el presente esboza algo de
porvenir. Pensar el futuro, dice el autor de Un ethnologue
dans le mtro (1986), es una necesidad inherente del hombre, es una construccin que el ser humano realiza desde
que vive en la cultura y que slo es posible en comunidad

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a travs de una puesta en intriga del tiempo.


El proyecto intelectual de Marc Aug est atravesado
desde sus comienzos por una fuerte conexin entre etnologa, viaje y escritura. Por ms que declare que Jacques
Le Goff y Jean-Pierre Vernant fueron sus intelectuales
faro, su concepcin del tiempo como dilatacin e intriga
supone un conocimiento profundo del estructuralismo y
las teoras narratolgicas. A su vez, la fascinacin ejercida por Lvi-Strauss, en especial por Tristes trpicos, se patentiza en su consideracin del etnlogo en tanto sujeto
que vive urgido por la necesidad de salir de s mismo. Se
trata de una necesidad dice en La vida en doble que puede
adoptar distintas facetas, y la escritura en general y no
solamente la escritura etnogrfica, es una de ellas. Todo
escritor lleva una vida duplicada que nos recuerda el tipo de
existencia y de influencia que siempre y en todo lugar se
le ha atribuido, ms all del nombre que se le diera, a los
espritus fuertes considerados capaces de agredir, desestabilizar o influenciar a sus semejantes. En ambos casos
se trata de una etnologa de encuentros que impulsa al sujeto
a viajar al interior de s mismo para encontrar al otro: un
etnlogo que se desprende de su yo ntimo para ocupar un
lugar que no es el del otro, sino un espacio intermedio en
el que se encuentra con uno o con varios informantes

que por decisin propia se acercaron a l. Todos se han


desplazado, han salido de s para estar fuera de lugar
porque sus posiciones relativizan la nocin de lugar y la
distancia de la evidencia ordinaria que marca la norma.
Ser, por tanto, itinerante es darse la oportunidad de hacer
pausas en lugares que quiz puedan ser efmeros, lugares
de paso; significa tambin no descuidar el regreso, el recorrido circular mediante el cual volvemos a nosotros mismos al reconocer la pertenencia. Los verdaderos lugares
dice Aug estn en nosotros. La necesidad de escribir
se parece a esa necesidad de regresar en la que se experimenta al mismo tiempo el recuerdo y la espera, la tentacin del pasado y la urgencia del porvenir.
Futuro y La vida en doble parecen haber nacido de un
mismo impulso que es a la vez evocacin, ajuste de cuentas con el presente y una apuesta a futuro que se singulariza en la nocin de imagen: imgenes que se multiplican en miles de pantallas e invitan a la despersonalizacin
planetaria de la comunicacin y que es preciso denunciar,
imgenes que regresan del pasado y se instalan en la percepcin del presente, imgenes que son recuerdos pero
tambin esquirlas de lo que no sucedi y que por tanto
contienen an la promesa de un maana.

DOMINGO, 25 DE NOVIEMBRE DE 2012

Richard Ford en el desierto, por Fabin Sobern


Flores en las grietas. Autobiografa y literatura, de Richard Ford. Barcelona, Anagrama, 2012, 224 pgs.

na noche, Raymond Carver y Richard Ford se


encuentran y leen juntos un cuento de Chejov
bajo la terca luz amarillenta. Richard le da su
meditada opinin sobre el cuento y despus se va a su casa
y anota, sigiloso y sereno, unos versos simples y contundentes. A la madrugaba, con la nimia claridad del alba,
Carver lo llama por telfono y le cuenta que ha escrito
un cuento sobre el mtico dramaturgo ruso. Ese cuento se
llama Tres rosas amarillas.
Richard Ford recupera esa experiencia y narra en Flores en las grietas cmo se inici la amistad entre l y Carver.
Este texto atpico es una leccin narrativa. Muchos de los
que imitan a Carver deberan leerlo. Ford no solo toma
la leccin de narracin lenta, minuciosa y parca de Carver sino que procesa esa herencia y logra un relato intimidante y evocativo. Es una extraa crnica autobiogrfica
y es un claro homenaje que retrata una pasin. Es un disparo que entrega el fuego de una mirada precisa sobre los
cuentos de Carver.
El relato de Ford da en la tecla. No es una mera meloda: es una elega, una leccin de humildad y una bsqueda nostlgica y misteriosa para recuperar al amigo
muerto en los mnimos detalles. Tal como dice de Chejov,

el relato de Ford es sutil: muestra en los recovecos minsculos y suculentos el sentido o el sinsentido de la vida.
Ford ha jugado al golf, ha vivido en un hotel, ha golpeado a mucha gente en la cara y se dedica a la caza. Flores en las grietas muestra las huellas de esa vocacin atpica
y deportiva.
Sobre el golf ha escrito una crnica-relato con un
suspenso demorado y contenido, al mejor estilo Carver.
Ford narra su iniciacin como aburrido jugador de golf.
Uno de los empleados en el hotel del abuelo era el negro
Chester Mathews. Este hombre alto y gordo lo llev a un
campo de golf que estaba en el lmite de un bosque. Ms
all de la extraa cancha, haba un hospital psiquitrico.
Cada tanto, los internos se paseaban como fantasmas en
el permetro. Cuando Ford estaba ensayando un golpe estratgico, uno de los fantasmas del hospital empez a gritar. El grito no era un mero alarido sino una burla. El
paciente deca que era la primera vez que vea a un maestro negro con un discpulo blanco. Ford cuenta la escena
sin estridencias. El relato aspira a la sutil denuncia social.
Pero no hay nada en el relato que lo diga. Al contrario, el
relato fluye y todo parece indicar que el objetivo es evocar
slo una sombra de la nostalgia.

| BOCADESAPO | RESEAS
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A la par de su vocacin deportiva, Ford recuerda el


inicio de su actividad como lector. En La lectura, narra
una escena de iniciacin. En el ao 69, l se dio cuenta de
que, a pesar del arduo recorrido por las aulas universitarias, no saba leer. Con cierto temor al fracaso, se acerc
una noche crucial a la oficina de Howard Babb, un yanqui corpulento, al final de los cuarenta, con acento de
Maine. Babb era un profesor inteligente y abierto que, a
diferencia de los expertos profesores universitarios, era un
hbil lector. Ford narra minuciosamente la inolvidable noche con Howard Babb y cuenta cmo ste le dio las claves
para leer en profundidad un cuento de Sherwood Anderson. La crnica evocativa es un ensayo autobiogrfico. El
encanto del texto radica en el modo sinuoso y melanclico
de narrar como si fuera el episodio de una novela.
Una de las perlas del libro es El hotel. All, recuerda
el viejo y hermoso hotel de su abuelo y cuenta que l vivi
all. Cunto ha influido la vida anormal del hotel en su
escritura? El hotel se llamaba Marion y no era pequeo,
dice Ford. Little Rock era una ciudad descolorida y baja
sobre un ro lento y el hotel su lugar ms moderno y lujoso. En la crnica aparecen los personajes del hotel: Harry Truman y Jack Dempsey y coquetas seoras del Delta.
Los vendedores alquilaban habitaciones donde podan
mostrar sus mercancas. Los suicidas, habitaciones individuales. Era evidente que se trataba de una vida rara,

con un sentido diferente de la privacidad. Los clientes tenan su propia excentricidad y todos eran adultos. Ford
tena once aos y un padre enfermo que viajaba mucho.
Como si fuera una confesin que aclara el sentido de la
escritura, Ford anota: ahora s que la vida normal es la
que se puede explicar en una frase. La que no requiere
preguntas.
Ford es un gran novelista, un narrador prodigioso y
elocuente. Ha publicado una triloga que ya forma parte
de la historia. En Flores en las grietas ha cultivado el relato
de vida, la crnica que entrecruza la memoria, la ficcin,
el hbil recorte autobiogrfico y el olvido. S, el olvido. l
no slo escribe lo que su memoria inventa sino aquello
que le quita al olvido.
Los mejores momentos del libro son aquellos en los
que narra escenas de iniciacin, de convivencia, de lectura. Esos relatos prodigiosos y encantadores navegan y
oscilan entre el recuerdo y la construccin narrativa, entre la invencin y la pericia sinuosa y melanclica para armar el pasado. Sus recuerdos como deportista frustrado,
como boxeador impulsivo e irracional, como un nio que
observa la decadencia iridiscente y rampante de un pueblo pequeo forman parte de una autobiografa ejemplar.
Flores en las grietas es una leccin de cmo narrar por otros
medios con el oficio del novelista experto.

MIRCOLES, 5 DE DICIEMBRE DE 2012

Entre la novela y la historia, por Anna Rossell


Enamorada de un cura comunista. Desde Alfonso XIII al exilio mexicano, pasando por la URSS y los Nios de la Guerra, de Stella Manaut.
Valencia, Carena Editors,2012, 214 pgs.

iempre es un gozo contar con una obra de la que podemos decir que contribuye a mantener viva nuestra memoria histrica, pues los acontecimientos
traumticos de una sociedad exigen un proceso de duelo
y de digestin que raras veces se hace como se debiera,
precisamente cuando las partes implicadas o sus descendientes directos viven an y remover el pasado supone
para ellas enfrentarse a sentimientos de dolor o de culpa.
Sin embargo enfrentarse a los hechos, conocerlos y, sobre
todo, reconocerlos es un ejercicio conveniente de catarsis
para los antiguos frentes, una necesidad que hace posible
el anlisis de los errores que condujeron a aquellas situaciones crticas y con ello hace tambin posible evitar caer
de nuevo en ellos, hace posible la reconciliacin, al tiempo
que lega a las generaciones jvenes el conocimiento ms
sereno y objetivo de los hechos.
Por este motivo cumple dar la bienvenida a un libro
como el que hoy tengo el gusto de presentarles, la novela

que Stella Manaut ha construido basada en hechos y personajes reales, como ella dice un reconocimiento hacia
aquellas mujeres luchadoras que, en una etapa tan difcil
de la historia de Espaa como es la de los primeros aos
del siglo XX, fueron capaces de defender sus derechos, estudiar y amar en libertad.
Enamorada de un cura comunista. Desde Alfonso XIII al exilio
mexicano, pasando por la URSS y los Nios de la Guerra, como
reza el ttulo, recoge la historia de Espaa desde principios
del siglo XX, aquellos aos en que empez a forjarse la
Espaa actual. El ttulo y, sobre todo, el subttulo anuncian
ya los momentos en los que la autora hace hincapi. As la
novela nos ofrece una amplia panormica de la convulsa
historia espaola ms reciente: con mirada retrospectiva
hacia la Primera Repblica, la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda Repblica, el golpe franquista, la Guerra Civil, el envo de nios de familias republicanas a la
Unin Sovitica, el exilio de los vencidos, el regreso

| BOCADESAPO | RESEAS
7

Como la propia autora nos informa en el eplogo, la


mayor parte de los personajes de la novela son reales
llevan su propio nombre y apellido y lo son tambin en
lo esencial los hechos narrados. Stella Manaut los conoce
bien, a unos y a otros. Porque Manaut glosa en la novela
el devenir de una mujer de su familia, una ta suya, por la
que la narradora profesa claramente una profunda admiracin. Con empata evidente y el conocimiento que su ta
y su propia madre le dejaron de los acontecimientos Stella
Manaut construye un edificio ficticio en el que har encajar la realidad histrica: Josefina Roca que as se llama la
protagonista, interna en un geritrico de un pueblo cataln que sabe su ltima morada, es consciente de que ha
vivido cuanto hubiera de vivir y de que lo ha hecho intensamente. A su avanzada edad y en la soledad de su internamiento en hogar de ancianos lo nico que la aferra an
a la vida son sus recuerdos, los sucesos que la marcaron y
la sostienen, acontecimientos de unos tiempos difciles y
convulsos que reclamaban de sus protagonistas mucho
ms an si eran mujeres un posicionamiento claro y exigan definicin y madurez. As Josefina deja de ser una
nica mujer para pasar a ser un prototipo determinado de
mujer de su tiempo: aquella a la que toc abrir el camino
en la lucha de la mujer por sus derechos, unos derechos de
los que ella saba que conllevaban deberes y responsabilidades y que nunca los rehuy. Por lo mismo esta novela
no es nicamente un homenaje a una excepcional mujer,
sino a todas las mujeres que, como ella y con ella, asumieron en Espaa la ardua tarea de abordar su vida como
ciudadanas de pleno derecho cuando la historia les ofreci
un resquicio para intentarlo.
El armazn de la novela parte de esta situacin en el
geritrico y de la soledad de Josefina Roca que la lleva a
rememorar su vida. La motivacin para ello se la brinda
la idea de escribir sus recuerdos en una libreta de notas
que ms tarde alguien pueda encontrar y publicar. ste es
el marco ficticio de la narracin.
As la novela est escrita teniendo en cuenta a un supuesto futuro lector, al que Josefina se dirige de vez en
cuando; todo ello condiciona y marca el estilo narrativo,
que alterna diferentes registros: la descripcin de los sucesos histricos con carcter de crnica objetiva con el relato de la vida personal de la protagonista en los momentos histricos concretos y con los comentarios y reflexiones
que Josefina aporta desde la actualidad de su escritura,
que la autora marca con letra cursiva para distinguir los
dos tiempos: el pasado y el presente, y en los que se invoca
y se involucra directamente al lector.
La autora opta con decisin por mantener estos registros bien separados probablemente porque su intencin
es tambin documental y quiere darle a su obra el sello
inconfundible de documento: la novela no est escrita en
un nico registro en que los hechos histricos pudieran

desprenderse indirectamente de la vida de los personajes, sino que Manaut decide describir, aparte, primero el
marco histrico, como tal, antes de pasar a continuacin
a glosar cada momento concreto de la vida de la protagonista, como si necesitara de este marco aclaratorio para
que se comprendan en toda su profunda dimensin los retazos vitales de los personajes que el lector habr de situar
mejor despus, como si no quisiera perder nunca de vista
la importancia que las situaciones socio-polticas tienen
para la cotidianidad de los individuos, en su devenir y en
su destino. Ello se hace patente a travs de lo que se desprende de los ttulos de los captulos, que rezan, por ejemplo: Breve resumen de la Revolucin Rusa. Primera parte, al que
siguen los ttulos Mi vida en la URSS, Breve resumen de la Revolucin Rusa. Segunda parte y, a continuacin, Por fin llega
el permiso para viajar! Me voy a la Casa n 5. Llego a
Pars. Y as sucesivamente.
Esta voluntad de cronista, la de escribir un documento
histrico dirigido tanto a quienes lo protagonizaron
como a las generaciones futuras a las que la autora desea
dejar un legado queda subrayada tambin por el hecho
de que Stella Manaut escribe un eplogo en el que nos
aclara el cmo y el por qu de la novela y cuyos epgrafes
evidencian esta intencin. Estos epgrafes son: La verdad,
solo la verdad y nada ms que la verdad. Devenir de los principales personajes. Familia de Manaut en Mxico y Hablemos, ahora
de los dems personajes reales. A esto la autora aade alguna
bibliografa una pgina de la que ella ha echado mano
para documentarse. Sin embargo se echan en falta obras
de historia espaola de todas las etapas de que trata la novela, que Manaut a buen seguro ha utilizado como fuente.
Y es de debido cumplimiento su inclusin en una futura
segunda edicin, pues conviene por razones de rigor de la
publicacin por una parte y de utilidad al lector, por otra,
ya que quien lea esta novela de Stella Manaut habr de
interesarse no slo por la literatura, sino por la historia de
la Espaa de este perodo. El libro capta al lector por los
dos aspectos: el literario y el histrico y suscita avidez de
saber ms de esta etapa, de la que lamentablemente poco
se ensea en nuestras escuelas y que es un deber rescatar
del olvido.

| BOCADESAPO | CRTICA TEATRAL

MIRCOLES, 7 DE NOVIEMBRE DE 2012

Mujeres en escena, por Karina Wainschenker


Sobre Baja Costuray Muecas Rotas
(las fichas tcnicas de las obras y sus prximas funciones pueden visualizarse en sus sitios web).

urante el Festival ESCENA, realizado entre el 13


y el 27 de octubre en 22 teatros de Buenos Aires,
y organizado por el colectivo de salas que lleva
el mismo nombre, se presentaron ms de cien obras. Entre esta abultada oferta, encontramos un inters comn
en las problemticas de la mujer, el cual se observa en las
muchas piezas que pusieron cuerpos femeninos sobre las
tablas; e incluso, como evento especial, se realiz el ciclo Mujeres autoras-directoras con la consigna Produccin en contextos de encierro, el cual consisti en un
panel integrado, entre otros, por Olga Guzmn (autora
del libro Esta vez decido yo y presa en el penal de Ezeiza) y
Agnes O. (una mujer cuya familia intern en instituciones
ligadas al Opus Dei para alejarla de su lesbianismo y adicciones). La mujer puerca, Nias clidas yLuz azul son algunas
de las piezas que tomaron a la mujer como protagonista,
aunque, en esta oportunidad, sern Baja Costura y Muecas
Rotas las que recibirn el foco de atencin por sus rasgos
en comn. La dramaturgia de la primera de ellas es de Soledad Galarce y su direccin qued a cargo de Mariano
Caligaris, mientras que Muecas Rotas cuenta con dramaturgia y direccin de Mauro Molina, sobre textos de Patricia Surez -del estreno de ambas, dista ya ms de un ao.
En Baja Costura nos encontramos con Delfina y Catalina, dos mujeres que se dedican al diseo textil y cuyos
productos son confeccionados en un taller clandestino,
espacio en el que ocurre la trama y con el cual, al decidir coser ellas mismas las prendas por un imprevisto legal,
terminarn por familiarizarse al ponerse en la piel de las
trabajadoras. Muecas Rotas, por su parte, nos presenta la
historia de Tabita y Margot, dos vctimas de la trata de
blancas que narran sus historias personales entre la ilusin
de libertad y la amenaza de un fatal destino. Ya desde estas breves sinopsis encontramos que ambas abordan problemticas de gnero vinculadas al ejercicio de poder sobre el cuerpo femenino.
Baja Costura coloca sobre tablas a dos mujeres del
mundo del high fashion, a los cuales observamos vctimas
de las exigencias de la moda sobre el cuerpo, y de los cuales nos permitimos rer por un trabajo actoral que toma al
estereotipo para hiperbolizarlo y llevarlo al clich. Luego,
estos mismos cuerpos sern los representantes escnicos
de las vctimas del trabajo esclavo en la industria textil,
logrando as una condensacin que provoca un fuerte
contraste, poniendo de manifiesto la coexistencia de estos dos mundos, entendiendo que no son antagnicos sino
las dos expresiones de una problemtica que pertenece al

mismo universo. El contraste que se observa en Muecas


Rotas es logrado a travs de las referencias al mundo del
tango. Margot, nombre que ella misma elige para s, remite a aquel tango en el que un hombre sufre por ver a su
Margarita transformada en una prostituta, desde el da
que un magnate cajetilla la afil. Pero la nostalgia del
mundo del tango, como el melodrama de un hombre que
zanganea entre la mujer-madre y la mujer-prostituta, se
revierte para mostrarnos el mito desde otro puerto. Ser
la misma Margot quin encarne los dos modelos, siendo
una prostituta que cae engaada en la red al intentar darle
un futuro mejor a sus hijos; quien tambin expresa toda su
desgracia al cantar que guarda escondida una esperanza
humilde, que es toda la fortuna de mi corazn, versos
del tango Volver, que se resignifican al ponerse en la voz de
una vctima de la trata, expresando la tragedia de la mujer
cuyo cuerpo es comercializado y convertido en producto a
ser adquirido por el hombre.
Las obras tienen en comn la construccin del vnculo
de los personajes con el entorno que las oprime. Baja Costura pone enescena un montn de elementos que comprenderemos a medida que avance la obra, como -por
ejemplo- un colchn, que adquiere significadocuando
seafirma que en el taller se trabaja, se come, se duerme,
se vive; no se sale porque se pierde el tiempo. Tambin
se hace referencia a la luz del da, aquella a la que no se
tiene acceso por falta de ventanas y que impide a las vctimas del trabajo esclavo tener nocin del paso del tiempo.
En Muecas Rotas la escena metaforiza a una caja de msica, en la que estas dos muequitas pasan su tiempo entre
cliente y cliente. El encierro se siente por la constante referencia al afuera y el anhelo de libertad. La referencia a la
luz del da tambin aparece, por medio de Rusita, un personaje extra escnico al que recuerdan las protagonistas y
cuya historia retumba. Se trata de una compaera, una
quinceaera a la cual secuestraron a la salida del colegio,
que iba a todas partes con su mueca cual si fuera Vasilisa
en el bosque. Un mes dur, porque su familia la busc
y se public su fotografa. La fatalidad de su destino es sugerida por Margot, quien encontr su mueca destruida
bajo su cama y quien recuerda que Rusita slo vea la luz
del afuera en unpequeo espacio delpasillo que la llevaba de la habitacin en la que la tenan encerrada hacia
aquella en la que atenda a los clientes. La espacialidad, en
ambos casos, se construye en relacin a un afuera vedado,
al deseo explcito de salir del lugar en que se encuentran,
y a la imposibilidad de hacerlo sino a travs de la muerte.

| BOCADESAPO | RESEAS
9

Estos espacios de opresin sirven de marco a las problemticas abordadas por las obras y hechas carne escnica a
travs de los cuerpos de las actrices; mientras que en Baja
Costuraesos cuerposviven entallados en las prendas de alta
moda y sufren el polvillo del ambiente de un trabajo de
largas jornadas y la mala alimentacin, en Muecas Rotas
son comercializados hastaeldesgaste, comoel personaje
de Tabita, que expresa en su tos y escualidez la enfermedade insanaproducida por la explotacin sexual.
Tanto Baja Costura como Muecas Rotas han utilizado, de
manera sutil en trminos de significacin dramtica, recursos fsicos y coreogrficos para las transiciones entre los distintos cuadros escnicos que las componen; recursos que,
economizando en otras cuestiones, como escenografa y
vestuario, y siendo su uso profundizado, seran capaces de
poner de relieve al cuerpo, el verdadero protagonista de estas obras y vctima de las problemticas que se denuncian
-discurso teatral mediante. Por otra parte, los cuerpos de las
actrices distan de aquellos a los que representan, no tienen
las marcas de la explotacin que llevan a escena. Sin embargo, estas se construyen en nuestro imaginario como espectadores, de una manera cruda y conmovedora producto
de la presencia fsica de un cuerpo que narra violencia.
En ambas piezas se pone de manifiesto tambin la
mercantilizacin del cuerpo, tesis que se expresa en la
referencia al valor monetario que opera sobre el mismo.
En Baja Costura, el cuerpo de la vctima de los cnones
de la moda se refuerza a travs de la puesta en pantalla

-en formato videoclip- de los costos de operaciones estticas, como una rinoplastia o la colocacin de implantes,
montados con fotografas de los personajes. En la misma
pantalla, veremos avisos de pedido de mano de obra para
los talleres de costura y el testimonio explcito de los honorarios por hora que cobran las empleadas de estos talleres, que contrastan por tres ceros a la derecha con los
mencionados anteriormente. En Muecas Rotas, el precio
del cuerpo vara segn la procedencia, el color de la piel,
o bien el comportamiento que haga olvidar al cliente de la
transaccin comercial; y ser este valor el que determine
la distancia a la realizacin del sueo de libertad.
Sobre el final, interpelan al espectador a travs de lo
emotivo: en Baja Costura con monlogos que narran los casos de los incendios en los talleres de costura de la Triangle
Company en 1911 en Nueva York y en un taller clandestino en el 2006 en el Bajo Flores, y con material audiovisual extrado de periodismo de investigacin; en Muecas
Rotas con ese desenlace trgico que lleva la mencionada
reversin de los arquetipos del tango a su lmite.
Por todo lo mencionado, puede afirmarse que el mayor inters de estas obras no radica en su accin dramtica o narrativa, la cual pierde absoluta prioridad, sino por
en poner en escena a estas mujeres privadas de poder sobre sus propios cuerpos, privadas de espacio, privadas de
tiempo; a travs de cuadros vivos en los que estas problemticas de gnero se hacen cuerpo, y no dudan al apuntar
a estreir las vsceras del pblico.
VIERNES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2012

La novela de la vida, por Julieta Lerman


La novela de la poesa. Poesa reunida, de Tamara Kamenszain. Edicin al cuidado de Violeta Kesselman. Prlogo de Enrique Foffani.
Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2012, 408 pginas.

os aos despus de haber arriesgado la idea de


escribir una novela, como dicen los ltimos versos del libro El eco de mi madre, de 2010, (y hasta
me parece que a lo mejor/quin te dice/ maana
empiezo una novela), Tamara Kamenszain se dio cuenta
de que ya la haba escrito. Y ahora, bajo el ttulo La novela
de la poesa, rene los ocho libros publicados entre 1973 y
2010, de los cuales la mayora hace rato no circula por
las libreras, ms un puado de poemas inditos escritos
entre 1971 y 1974 y, por ltimo, un nuevo poemario que
le da nombre a todo el conjunto, o viceversa, titulado del
mismo modo, La novela de la poesa.
Como seala Enrique Foffani en el agudo prlogo que
acompaa la edicin, este Libro con mayscula se acerca
ms a una Novela que a una Biblia donde, sobre todo
en el caso del primer libro De este lado del Mediterrneo, de
1973, las escenas bblicas forman parte de lo novelesco.
All, la voz que conduce las prosas remonta la historia fa-

miliar hasta los antepasados, inmigrantes judos venidos


de Polonia, de Besarabia, y los mezcla con su presente,
los actualiza en su mirada que los lleva puestos. Quiz
este primer libro de Kamenszain constituya una especie
de demarcacin del territorio de la enunciacin, un plantar bandera que explicita quin habla o, ms bien, desde
dnde habla la que habla, qu historia lleva puesta la que
mira en su mirar. Los textos despliegan, as, una especie
de construccin o deconstruccin de una mirada en particular, porque, como deca un poeta muy citado por Kamenszain, Paul Celan, se escribe siempre bajo el ngulo
de incidencia de la propia existencia. En el ngulo de
De este lado del Mediterrneo, se cruza la lnea de la Historia
(que trae consigo todo el peso de la tradicin y religin
juda, una cantidad de fbulas, etc.), y la lnea de las historias con minscula. Dos historias que en verdad son una
sola porque cada una es protagonista de la otra. El pasado
es, aqu, presente: la historia habita en todos y cada uno

| BOCADESAPO | RESEAS
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de los elementos y, en ese sentido, est contundentemente


viva. Ese pan est grabado en una enorme historia familiar () el pan que yo aoro porque aunque no lo com
lo recuerdo.
Muchas veces se ha sealado que una de las particularidades de Kamenszain es que combina o alterna entre
la escritura de poemas y la escritura ensaystica, y alguna
vez ella coment que no hay un tipo de escritura que haya
inaugurado o precedido a la otra sino que en el origen estn las dos, como que empezaron juntas, alternndose. Quiz a la luz de esta combinacin pueda leerse
su obra, no slo como una alternancia entre dos gneros
distintos sino, ms bien, fusionados. Porque a menudo el
lmite de dnde empieza uno y dnde termina el otro es
borroso: su escritura ensaystica suele ser bastante potica
y, a la inversa, en las lneas ajustadas de un poema solemos encontrar yuxtapuestas las puntas de los hilos de una
trama lingstica que condensa mltiples niveles de sentido. Una trama que se abre a diversas lecturas posibles
y pide ser desplegada, llena de mundo, como dice un
verso de Csar Vallejo.
Un buen ejemplo de ese dilogo ntimo o esa especie de convivencia entre los dos tipos de escritura es uno
de los poemas inditos del perodo 71-74 titulado, precisamente, Lo que empieza donde termina. El poema
describe el proceso de escritura y de armado de un libro
alrededor de la metfora del trabajo de la modista cuya
maestra consiste en invisibilizar su labor. Dice el poema:
Para armar un libro hay que hacer/ como las modistas que cosen/ siempre del lado de adentro/ y cuando
dan vuelta la tela esas costuras/ que ellas trabajaron confiadas/ desaparecen para dejar ver/ un aceptable/ lado
de afuera. Esta misma idea aparece en un ensayo titulado Bordado y costura del texto, donde Kamenszain
arriesga una teora acerca de la escritura en relacin con
lo femenino, con la madre, con las tareas domsticas:
Coser, bordar, cocinar, limpiar, cuntas maneras metafricas de decir escribir. Las mujeres, dice, son especialistas
en ver los detalles, cualidad propia de cierto tipo de escritor. Son ellas las que ven el polvo escondido detrs de
los objetos y las que se detienen en l. En esa lenta prctica de ir descubriendo lo que otros no ven, perfeccionan
su oficio. Este parece ser el criterio a la hora de elegir
los afectos literarios que estn siempre por detrs o por
delante de lo que Kamenszain escribe. All estn Celan,
Vallejo, Lezama Lima, Delmira Agustini, Viel Temperley,
Osvaldo Lamborghini, Enrique Lihn, entre tantos otros.
No se trata de un amor pasivo sino que parecera ser lo
que pone en marcha la escritura.
El lado invisible, el entramado silencioso de las cosas
tiene, tambin, una historia que es la que parece hablar
por la boca de esta poesa que, como seala Foffani, aunque trabaje con episodios autobiogrficos, est lejos de lo

confesional. Poesa episdica del yo la llama el crtico,


aclarando de nuevo que, en todo caso, est ms cerca de la
novela que de otra cosa, porque la verdad de la experiencia no se corresponde necesariamente con la experiencia
verdadera sino que se construye a travs de la fabulacin.
Si la poesa busca una verdad, o busca tratarse con ella,
esa verdad es una novela, parece venir a decir el ttulo que
rene estas obras. Porque, dnde empieza lo ficcional y
dnde termina lo no ficcional? Como los actores, que tienen que adentrarse en la piel de sus personajes para hablar desde ah, la voz del poeta se adentra en la piel de
las vivencias recordadas, imaginadas, fabuladas, y las hace
hablar. Aunque haya verbos en pasado, dijo por ah Tamara Kamenszain, la poesa siempre habla en presente:
tacho haba una vez escribo ahora o nunca/ ya tengo un
nombre lo actualizo in memoriam. El aqu y ahora del
poema es uno de los recursos principales de los que se vale
la poesa para crear verdades, es decir, dar actualidad a lo
que cuenta. Algo de esto se puede leer en el poema de la
famosa torsin en femenino del trmino sujeto tan en
boga en los aos en que se public La casa grande (1986), si
pensamos que soar es tambin otro modo de decir escribir: Se interna sigilosa la sujeta/ en su revs, y una ficcin fabrica/ cuando se suea.
Novela, poesa, ensayo: distintas lneas se funden en el
ngulo que cobija los poemas del ltimo y novsimo poemario, La novela de la poesa. Lneas y tonos distintos que se
anudan en torno a una pregunta sobre la muerte. Foffani
dice que podra llamarse El libro de la pregunta, parafraseando el ttulo del libro del poeta judo Edmond Jabs,
El libro de las preguntas. Pero enredada a la pregunta sobre
la muerte, o ms bien, a las preguntas sobre cmo hablar
de la muerte (Ya habl de la muerte?, Eso es hablar
de la muerte?), aparece una pregunta sobre la poesa, en
torno a la cual parece sugerirse que innovar en el modo
de hablar de la muerte es el nudo central de la innovacin
potica. Porque avanzar con la palabra sobre el terreno de
lo indecible, de lo impensable, donde se encuentra siempre el tema de la muerte dice Kamenszain en un ensayo
sobre Pizarnik constituye una de las principales apuestas
del gnero potico. Cmo hablar, entonces, de un tema
que, pasada tanta agua debajo del puente, se ha convertido en un lugar comn, en moneda corriente: Pero Cadver lleno de mundo me consta/ es un verso que ya no impresiona/ porque ahora el cadver es lo que hay.
Cmo hablar de la muerte despus de todos los poetas que componen la familia ensanchada de Tamara
Kamenszain, como la llama Foffani? Pero es una familia muerta, de la cual Kamenszain es la sobreviviente que
pregunta cmo hablar de la muerte hoy. Qu significa,
qu implica actualizar esa pregunta? De qu hablamos?
Unos versos responden: un estribillo despreocupado nos
avanza el milenio/ ahora Alejandra dira debajo/ no es-

| BOCADESAPO | RESEAS

toy yo debajo/ no estoy yo/ y est bien que as sea/ ()/


una pica de lo que no/ hay/ muerto el suicidio a nadie se
le ocurrira resucitar/ eso ya fue ya fue ya fue. Se trata,
entonces, de una pregunta sobre la poca, ms que de una
pregunta sobre la esencia de la muerte, porque despus de
todos los poetas malditos, eso ya fue. Paradjicamente,
una de las respuestas que parece lanzar este poemario a

la pregunta sobre cmo hablar de la muerte es: con vida.


Una pica de lo que no hay equivale a afirmar otro estribillo del que un verso se hace eco, es lo que hay es lo
que hay. Porque segn nos dice el ltimo poema, escribir
poesa es una prueba de vida, contar el cuento, es dar y
recibir una promesa/ de supervivencia.
MARTES, 2 DE OCTUBRE DE 2012

Como el agua fresca, por Rosana Koch


Freshwater. Una comedia y textos breves sobre teatro, de Virginia Woolf. Seleccin, traducciny versin teatral de Mara Emilia Franchignoni.

11

Buenos Aires, El cuenco del plata, 2012, 133 pgs.

ice Henri Bergson que lo cmico, para producir


todo su efecto, exige como una anestesia momentnea al corazn porque se dirige a la inteligencia pura y le pide silencio a la sentimentalidad. Seguramente Freshwater, comedia teatral de tres actos escrita
por Virginia Woolf con la nica finalidad de divertir a su
crculo de amigos y familiares, haya anestesiado por momentos la emocin de esa sociedad de inteligencias puras para dar lugar a la risa, que nunca es nica sino que
materializa el eco polifnico de un grupo social.Los 80 espectadores de esta representacin teatral, reunidos a las
nueve y media de la noche del viernes 8 de enero de 1935
en el estudio de Vanessa Bell, hermana de Virginia, reconocieron en conjunto que la violacin a la regla allfue
una transgresin autorizada y cmplice, cuyo frutofue
la carcajada ante los dilogos embriagados de absurdo
yelavance de la obra hacia una feroz crtica de las rgidas
concepciones victorianas. Esta edicin de Freshwater es una
versin de Mara Emilia Franchignoni la adaptacin intenta nivelar aquellos efectos cmicos intraducibles a otro
idioma y el humor privado entre el grupo de las dos versiones escritas por Woolf: una en 1923 y la ltima en 1935,
retomada para ser representada en el cumpleaos nmero
diecisis de su sobrina Anglica.
Es una desopilante stira representada por Julia Margaret Cameron, ta abuela de Virginia y fotgrafa, su esposo filsofo y jurista Charles Hay Cameron, el pintor
simbolista George Frederick Watts y el poeta romntico
Tennyson, ambos amigos reales de los Cameron. El personaje que imprime movimiento a la obra es Ellen Terry,
joven esposa del pintor Watts (30 aos mayor que ella),
quien despus de haber servido a su marido como musa
esclava decide abandonar el sofisticado mundo del arte
por amor y libertad personal. La accin central se ubica
en Dmbola Lodge, casa de los Cameron en Freshwater.
Como una antesala del teatro del absurdo el propio Eugne Ionesco represent la obra en 1983 cada personaje
vive una situacin aislada e individual: mientras Julia M.
Cameron reflexiona sobre el arte de la fotografa, Tenny-

son recita pasajes de Maud y Watts intenta retratar lo ms


fielmente posible el dedo de Mammon, sus discursos no
logran descentrarse de s mismos y reflejan la incomunicacin y la solemnidad del discurso del arte en una trama
que no se dirige hacia ningn objetivo definido salvo la
carcajada.
La eleccin de los personajes femeninos centrales (tanto
de la obra de teatro como de los ensayos sobre teatro que se
adjuntan en esta edicin) no escapan de la bsqueda personal de Virginia por aquellas mujeres que intentan conquistar un espacio de independencia en la creacin artstica:
Julia Margaret Cameron era una mujer de extremos, excntrica y extravagante, centro de reunin de intelectuales
y artistas, adems de la ms destacada retratista fotogrfica
de la cultura inglesa de la poca. Virginia siempre sinti
una fascinacin por las mujeres pertenecientes a la rama
materna y fueron ellas (con sus ancdotas y sus aires aristocrticos) las que le ensearon que los carriles de la vida podan desviarse del destino domstico de la mujer paracrear
un espacio en la esfera del arte.
Con la misma mirada, en el ensayo Ellen Terry, Woolf
indaga en la propia autobiografa de la reconocida actriz de
teatro, los bocetos sueltos, contradictorios e incompletos de
su vida: Cul de todas estas mujeres es entonces la verdadera Ellen Terry? Cmo unir todos los bocetos dispersos?
Es ella madre, esposa, cocinera, erudita o actriz? Cada rol
parece el indicado, hasta que ella lo descarta y desempea
otro () El teatro no poda contenerla, tampoco el cuarto
de los nios. Finalmente Virginia le encuentra una respuesta a lo que la actriz no poda reprimir y deba obedecer: su Naturaleza que es esencia, causa y origen.
Los Textos breves sobre teatro concluyen con una erudita intervencin, en clave potica y desde el detenimiento y la cercana con el lector, de la versin Noche de Reyes en el Old Vic, el
territorio salvaje pero inconmensurable de una obra isabelina (Sobre una pieza isabelina) y el silencio intraducible por
distante y original de la literatura griega (Por no saber griego).
La escritura de Virginia Woolf est lejos de ser moldeada definitivamente, porque desde los mrgenes de los

cnones impuestos, Freshwater y textos breves sobre teatro interpela y desarticula ese territorio para desbordar los lmites

y permitir reconstruir otra pieza ms, la teatral y humorstica, en la construccin polidrica de su obra.

| BOCADESAPO | RESEAS

MIRCOLES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2012

12

El ejercicio de leer, por Natalia Gels


No leer, de AlejandroZambra. Buenos Aires, EditorialExcursiones, 2012, 150 pginas.

l poeta fracasado (Parecen nios asustados, adolescentes ya muy viejos para suicidarse), la eficacia de la lectura en voz alta, el lugar del crtico de
acidez prefabricada, la impostura de leer, la alegra de no
leer lo que no genera el goce de ser ledo. Cuando dej
la crtica literaria semanal, sent muchas veces el placer de
no leer algunos libros, escribe Alejandro Zambra en el
prlogo de este libro publicado por la flamante Editorial
Excursiones. Explica el ttulo, da cuenta de esa actividad
que le llev a producir textos cortos pero efectivos en los
que desgranaba las novedades literarias, e introduce, adems, una idea de la crtica como oficio terrenal: una especie de lectura en overol. Estos artculos salieron durante
los ltimos aos en peridicos y revistas chilenos y argentinos. Aqu, reunidos en una seleccin que termina por
conformar un mapeo de las distintas geografas a las que
lleva la accin de leer y sus ejecutores, Zambra, lector que
escribe, tal es su lugar en este libro, realiza un trabajo casi
etnogrfico, una especie de lectura tridimensional de ese
mundo a veces histrico, las ms de las veces apasionante,
que es la literatura.
Cada entrada podra ser una tesis, pero aqu va directo
al grano y se presenta contundente y clara: cada semana,
el Zambra lector tena algo para decir y lo haca corto y al
pie, su manera de mostrar, al igual que su literatura, que la
extensin y las largas peroratas no son indispensables para
desarrollar ideas. Lo breve, en Zambra, no es enemigo de
la idea. Lo breve no es sinnimo de liviandad. Entonces,
en textos que a veces tienen la intimidad de las memorias,
el escritor habla de la escritura y la infancia, de la letra
como artefacto, las clases de caligrafa como una doma al
exabrupto personal; las lecturas desinfectadas que se imponen en la secundaria; la escritura de los hijos de grandes escritores; las anotaciones de otros en libros usados;
los libros fotocopiados, anillados, esos libros pirata que saciaban su voracidad por la lectura en aos de estudiante;
el afn por comprar ediciones preciosas, por complicar
cada viaje con el pesaje de sus ejemplares encontrados en
cada destino: el papel ante el digital como su batalla y su
clich (No se me escapa que esta crnica es vieja, impdica y muy burguesa, se sincera o se ataja el autor). La
lectura, sus lecturas, como experiencias personales que, a
su vez, se vuelven universales. En cierto punto, No leer se
hace fuerte por el lugar de identificacin que, intencional

o no, logra producir Zambra en el lector.


Por sus pginas, adems, desfilan escritores contemporneos, puestos a interactuar con los clsicos. Los autores,
sus obras, se vuelven tteres y el autor de Bonsai funciona
como titiritero. Entonces, en un mismo texto, pone a dialogar a Richard Ford y a Albert Cohen; a Pter Esterhzy
con Hctor Libertella.
En una primera parte, Zambra deja en evidencia su
destreza como narrador. No se trata slo de una mirada
aguda, de una lectura a contrapelo, de oficiar de director
de orquesta entre libro y libro, entre las palabras inauguradas por los autores. Se trata, tambin, de seducir. Nada
tiene sentido sin esa seduccin que apuntala un buen
texto, porque es ah donde el triunfo es completo: cuando
eso que se lee produce el goce de haber sido transitado, no
el padecimiento de palabras clonadas o sin sabor. Cada
vez que abre una entrada, el escritor escribe una historia,
logra una especie de relato que acompaa de alguna manera a su crtica de cada semana. Algo en ese movimiento
recuerda las contratapas de Juan Forn en Pgina/12: se
trata de lectores voraces que a su vez ofician de escritores
y que no reniegan de la tirana del espacio que ofrece un
peridico. Narran sus lecturas, releen lo que otros narran,
cuentan que leyeron y la vida de los otros, de esos escritores que generan el placer/displacer del que hablamos
al leer.
En la segunda parte del libro, Zambra abandona el
texto breve y se inclina al ensayo. Roberto Bolao, Cesare
Pavese, Nicanor Parra, a ellos, Zambra los desgrana, los
inspecciona. En ellos, se queda largas temporadas, quiz
porque el poeta no se decide a partir. Y a ellos les dedica
sus mayores cuidados.
La tercera parte es ms introspectiva. El autor mira
a su obra, reflexiona sobre el acto de escribir: critica al
boom, a los cool hunter literarios, desacraliza la escritura
(Al escribir Bonsi o La vida privada de los rboles no saba
muy bien qu quera representar. Tal vez nada.). Habla
de no escribir. Pone el broche en esa cuerda que mantuvo tensa, la de la autoconciencia: Zambra no quiere ser
pillado en su juego. Por eso, ante la duda, se expone. Se
declara culpable de los crmenes que denuncia. Un lector
que no lee. Un escritor que no escribe. Un autor que foguea su propia impostura. No leer es el juego. Y no leer
para Zambra es imposible.

MARTES, 18 DE SEPTIEMBRE DE 2012

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La razn personal, ltima instancia de la moralidad, por Anna


Rossell

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Mentiras de verano, de Bernhard Schlink. Trad. Txaro Santero. Barcelona, Anagrama, 2012, 258 pgs.

espus de la famossima novela El lector, que catapult a Bernhard Schlink a la fama traducida
a 39 lenguas, fue el primer libro alemn que encabez los ms vendidos en la lista del New York Times,
cualquier nueva publicacin del autor es esperada con impaciencia y hasta acogida con exagerada generosidad. Es
difcil superar o incluso igualar el logradsimo equilibrio
entre la acertada seleccin de ingredientes que reuna El
lector: polmico por excelencia, sobre todo en su pas, por
poner el tema del nacionalsocialismo una vez ms en la
palestra bajo una ptica osada y renovada, el arte de saberlo prolongar plantendolo en su vertiente filosfica
universal, una buena dosis de suspense en el desarrollo y
la habilidad para suscitar una porcin de mrbido inters
a travs de la relacin sentimental entre sus protagonistas,
un joven alumno de instituto y una mujer madura. Mentiras de verano, publicado en Alemania en 2010, que desde
abril cuenta ya con la segunda edicin en Espaa, no ha
sido concebido con la ambicin de la novela, ni tan siquiera con la algo ms modesta de la serie del inspector
Selb del mismo autor, de la que el lector hispanohablante
puede gozar tambin en lengua espaola. El acertado ttulo parece querer no llevar a nadie a engao, anuncia
la intencin de una serie de textos sin desmesuradas pretensiones, de fcil lectura y temtica desenfadada, ideal
como entretenimiento de verano. Y cumple con este objetivo esta coleccin de siete cuentos, que, con todo, sigue
teniendo el sello filosfico que caracteriza todos los escritos de su autor, que tampoco ahora renuncia a plantearse
preguntas y a confrontar a sus lectores con la complejidad
del comportamiento humano.
Bernhard Schlink (1944, Grodornberg Alemania),
parece querer compensar en la ficcin literaria el espinoso
realismo de la prctica de su profesin de juez, pues todas
sus obras giran en torno a la dicotoma ley versus justicia

como dos planos diferentes condenados a no coincidir. Y


si bien el autor pretende plantear el tema de modo imparcial y lanzar al aire la pregunta sin arriesgar una respuesta, se insina claramente la tesis de que la injusticia
es inherente a cualquier sentencia. As tanto en la serie
policaca de Selb como en El lector la ley se nos presenta
como un instrumento inapropiado para administrar justicia y en este ltimo se hace evidente que la moralidad y
la legalidad siguen caminos propios y trabajan con materiales distintos. A Schlink le interesa estudiar esta temtica, que a menudo le hace plantearse la moralidad de
la verdad y la mentira. Ya El lector parta de una mentira
en el desarrollo de la trama. En Mentiras de verano Schlink
explora las consecuencias de la mentira (o de silenciar la
verdad) en la vida de los protagonistas de sus siete historias
algunas algo forzadas y en sus relaciones. En este caso
el autor alemn sale airoso en su intencin de no juzgar a
sus personajes, la voz narradora se abstiene de cualquier
opinin, ni siquiera insinuada, y se limita a su papel de
observador imparcial que transmite los hechos tal y como
supuestamente sucedieron. Tampoco existe en lo narrado
un intento de introspeccin psicolgica, si hay que arriesgar alguna tesis, quiz entonces la de que todos los seres
humanos nos servimos en la vida de la mentira, ms o menos consciente tambin del autoengao, para compensar nuestra debilidad y encontrar el propio equilibrio en
situaciones de otro modo insuperables o superables slo
con dolor y dificultad. Ante la imparcialidad del narrador
cada historia una breve incursin en la vida cotidiana de
individuos corrientes lleva al lector a plantearse por s
mismo el por qu de la mentira, incluida la propia; a cada
lector le corresponder en cada caso la respuesta. Vistas
las Mentiras de verano como una parte del conjunto de su
obra, dirase que el autor subraya la motivacin personal
como nico y autntico referente moral.
MIRCOLES, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Razones para vivir la vida, por J.S. de Montfort


Confesiones y Guas, de Mara Zambrano. Edicin, introduccin y notas de Pedro Chacn. Ilustraciones de Miguel ngel Moreno Gmez.
Editorial Entelequia, Madrid, 2011, 166 pginas.

na de las preocupaciones fundamentales de la filsofa espaola Mara Zambrano (1904-1991)


en su exilio por causa de la guerra civil y que
se prolong durante 45 aos, y que la llev a peregrinar

desde Mxico y Puerto Rico hasta La Habana, pasando


por Pars o Roma, es la de cmo reparar el abismo infranqueable entre razn y vida. En Confesiones y Guas, Zambrano nos ofrece dos modos literarios (o formas del pensa-

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14

miento) con los que perseguir una forma del pensamiento


distinto del filosfico, incapaz en su opinin de transformar el conocimiento puro en conocimiento activo. La
primera de esas formas es la Confesin que, como gnero
literario, es propio y exclusivo de la cultura occidental y
aparece en momentos decisivos, en esos momentos, nos
dice Zambrano, en que parece estar en quiebre la cultura (como hoy mismo, cuando el hombre ha perdido la
intimidad consigo mismo). La Confesin es palabra, viva
voz y a diferencia de la novela, que crea otro tiempo (el
tiempo del mito), y de la novela autobiogrfica, en la que
el sujeto revela una cierta complacencia sobre s mismo, es
el lenguaje del sujeto en cuanto tal.
La Confesin surge de una desesperacin que antes
fue queja, en aquel sujeto en estado de confusin y dispersin y es salida de s en huida. Y ello porque el sujeto
se siente humillado, por sentirse en abandono, fuera de
un orden y la Confesin le ofrece una esperanza: la sensacin de unidad que no posee la fragmentariedad de la
vida humana.
La Confesin, que se suele producir por una evidencia, se nos ofrece as como salvacin a la prdida de la realidad que hemos sufrido por causa del post-racionalismo,
pues segn Zambrano, nos pone en situacin de recibir a
la vida y de alguna manera, recobrar algn paraso perdido. Por ello, es necesariamente contraria a la bsqueda
romntica y postromntica (y en la que se dira que todava nos encontramos hoy) de los parasos artificiales y
que supone una nostalgia terrible de una vida donde la
realidad responda exactamente al deseo. Y las Confesiones no son solo tiles para quien las escribe, sino tambin
para quien las lee, pues segn Zambrano, obligan al lector a verificarlas, le obligan a leer dentro de s mismo
(y tal condicin ejecutiva es su nica exigencia para ser
considerada Confesin). El exceso de conciencia de los surrealistas revelara, segn Zambrano, su mtodo y hara

del surrealismo la forma confesional de nuestros das. Una


forma confesional, sin embargo, ms valiosa por su mtodo que por sus logros.
La segunda de las formas de pensamiento de las que
nos habla Zambrano es la Gua y que, a diferencia de la
confesin, est polarizada al que lee, y en ella se da cuenta
de una situacin vital de la que se quiere hacer salir a alguien. De lo que andara ms cerca, formalmente, sera de
un tratado filosfico, pero dirigido a aquel que no sabe filosofa y es incapaz de hacerla. As, tendra la Gua la pretensin de sistematizar las experiencias de la vida, en una
suerte de mtodo, servido en base a una idea que sirva de
inspiracin. Puesto que vivir bien no es solamente cuestin moral sino de esttica.
El volumen consta de cinco textos, de los cuales solamente uno es indito (el que lleva por ttulo La Gua);
texto que se tratara quiz, nos dice Pedro Chacn, compilador del volumen, de un ensayo preparatorio para su
proyectado libro pero nunca escrito sobre las Guas espaolas. En l, Zambrano viene a decir que el Quijote
sera la Gua mxima de la intrincada vida espaola y
nuestro mayor libro de moral y aun de metafsica. De
los otros dos textos restantes, uno lleva por ttulo Una
forma de pensamiento: la Gua y no sera ms que una
suerte de hbrido o resumen de los dos primeros textos (los
ms largos), una sobre la Confesin y otro sobre la Gua
(a los que nos hemos referido antes), cerrndose el volumen con un artculo dedicado al mstico espaol Miguel
de Molinos y motivado por la aparicin en 1974 de la
Gua Espiritual, en edicin de Jos ngel Valente.
El volumen trae adems unas bellas (y sobrias) ilustraciones de Miguel ngel Moreno Gmez que sirven como
separadores de los diferentes textos, dndole al volumen
ese toque vivaz y humano potico que demandaba
Zambrano para su filosofa.

JUEVES, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Coreografas complejas: la veloz multifocalidad del presente


por Walter Romero
Escenario mvil. Cuestiones de representacin,por Susana Cella (ed.). Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofa y Letras,
Universidad de Buenos Aires, 2012.

caso el realismo sea una de las constantes de la historia literaria; sus aplicaciones son transnacionales, transculturales, transhistricas. El problema
central de la mmesis y sus derivas (y avatares) son parte
constitutiva de la literatura en trminos de arte de representacin, del orden de lo que est representado, o de aquello
que -en un determinado marco- es presencia y mostracin
de ese recorte que asume la imitacin de la vida.

Las cuestiones de representacin, entendidas en sentido amplio, son un tembladeral no ajeno a una contemporaneidad que no logra reponerse de una posmodernidad
ya deslucida o muy deshilachada; sobre todo en tiempos en
que todo arte de representacin aguarda a sus nuevos gures, sus nuevas tendencias, a una nueva y viral denominacin, que, obligadamente ser lo sabemos e intuimos-
tambin de muy vasto, de muy amplio espectro.

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Acaso slo Reinaldo Laddaga ha tentado en nuestro


medio, entre conceptos tan variados como emergencia, volatibilidad, contemporaneidad y representacin cauterizar un poco
el sentir de una poca, a modo de torniquete hermenetico que aborde un presente lbil, difuso y complejo.
Las figuras se mueven con rapidez insospechada, el corrimiento y las tensiones se multiplican, los desdoblamientos
en los que el artista queda preso de su obra (la presenta
por s mismo, la representa, es parte de ella y, a su vez, la
vuelve ms que nunca un objeto), son el constructo o el
gesto de los tiempos que, ms que correr, vuelan. Coreografas todas que intentan capturar una verdad una realidad escurridiza, cuyos procedimientos constructivos
se mueven en agrupamientos (o apareamientos) insospechados, en una multifocalidad de complejo estatuto.
El volumen, editado por la Facultad de Filosofa y Letras, que compila acertadamente la doctora y directora de
investigacin Susana Cella, no viene a reponer otra cosa
que ese estado de la cuestin en un amplio abanico de modalidades de representacin (autores y obras) cuyo escenario mvil intenta, del mismo modo en que una buena
fotografa, la captura de un momento que, en su conjunto,
es y ser irrepetible.
Este libro es una muy buena serie de vietas de la
forma en que, sin prisa pero sin pausa, la literatura, de
manera casi recidiva cada tanto, y ms pronto que tarde
(y mucho ms cerca de nosotros que la imagen que ilustra la tapa, donde una madame decimonnica contempla
un fuera de campo, aunque regalndonos, a su vez, un
reflejo de la otra cara de su rostro) vuelve, una y otra
vez, sobre la cuestin del realismo, de las condiciones de
representacin y sus muchos conflictos, o malentendidos.
El resultado es vario porque variada es la suma de trabajos que aborda, pero la introduccin gua en su reco-

rrido algunos trabajos que bien podramos entender en


una liminaridad que completa el tema: lo sabemos, el
engarce hace ms preciosa la joya.
Puestos en la molesta e incmoda tarea de elegir algunos estudios ms destacados de esta compilacin, diremos
que preferimos aquellos trabajos que parecen ir un poco
ms all, emprendiendo un abordaje ms decididamente
terico, que siempre se agradece, y, que parece responder
mejor al horizonte de lectura que este trabajo construye.
As, el trabajo contrastivo entre Molloy y Semprn
que emprende Guadalupe Maradei implica una idea de
la forma en que la memoria se representa, la interesante
lectura de Gorki que elabora Omar Lobos nos da a conocer las diferencias notables entre shazkas y bilinas de
noble tradicin, y, el estudio benjaminiano de Martha Fernndez Arce anuda la memoria al problema interminable
de la mimesis; sin dejar de sealar lecturas, tambin de
interesante recorrido, en la voz de Leonardo Candiano,
Roxana Ybaes, Diego Alonso, respectivamente dedicados al realismo de los 60, a las configuraciones de la palabra potica, y, en una celebrada deriva, a la potica de
Tarkovski y su realismo: otra vez esa maldita palabra.
Mencin aparte merecen dos trabajos: por un lado, el
del riguroso Eugenio Lpez Arriazu que enlaza una concepcin del realismo la Henry James con tcnicas de notoria aplicacin en el maestro norteamericano, y, por otro,
el estudio de Ruth Alazraki, donde el realismo y sus reflejos estn abordados en trminos de apresar, de alguna
manera, lo que Barthes sostena respecto de cul era en
definitiva la funcin crucial de la literatura: es decir, cmo
hace la literatura para institucionalizar una subjetividad,
en este caso, referida al arrinconado pero grandioso Enrique Wernicke, y sus acuticas e inolvidables metforas.
VIERNES, 31 DE AGOSTO DE 2012

La mirada indiscreta, por Laura Cabezas


Poses de fin de siglo. Desbordes del gnero en la modernidad, de Sylvia Molloy. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012, 304 pgs.

n Qu es la crtica? Un ensayo sobre la virtud de


Foucault, Judith Butler sostiene, siguiendo al filsofo francs, que el crtico o crtica no slo necesita
aislar e identificar el nexo peculiar entre el saber y el poder que permite que surja el campo de cosas inteligibles,
sino que tambin debe seguirle la pista a la manera en que
ese campo encuentra su punto de ruptura, sus momentos
de discontinuidad, los lugares en los que no logra constituir la inteligibilidad que representa. En Poses de fin de siglo.
Desbordes del gnero en la modernidad, Sylvia Molloy relee escenas emblemticas de la construccin de la nacin en el
entrecruce secular (XIX-XX) detectando pequeos desvos que desestabilizan la normatividad que rige el deber

ser socio-sexual, recordndonos as que la definicin de


la norma no precede sino que sucede a esas diferencias.
Con una mirada curiosa, incisiva y vouyerstica, Molloy
nos entrega un recorrido otro por los cuerpos y las sexualidades que se exhiben, ocultan o travisten en el modernismo latinoamericano, a la vez que nos ofrece un ejemplo paradigmtico de cmo hacer crtica desde el gnero,
volviendo poltico lo mnimo, lo que an no tiene nombre,
lo que est en proceso de clasificacin.
Ya publicados en diversos medios a lo largo de los aos
noventa, los artculos que componen el libro encuentran
en el conjunto la posibilidad de entablar un dilogo entre ellos (cmara de ecos textuales) y de afianzar una m-

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quina de lectura que se detiene en la figura de la pose para


pensarla como una fuerza desestabilizadora que deviene
gesto poltico. En efecto, en tanto asociada al derroche y al
amaneramiento signados por lo no masculino, la pose finisecular configura para Molloy un concepto que problematiza el gnero, su formulacin y deslinde, subvirtiendo
clasificaciones, cuestionando modelos reproductivos, proponiendo nuevos modos de identificacin basados en el
reconocimiento de un deseo ms que en pactos culturales. En este sentido, invita a desactivar cualquier pretensin unvoca de lo identitario, proponiendo lo paradjico
como fundamento corrosivo: la pose dice que se es algo,
pero decir que se es ese algo es posar, o sea, no serlo, explica la autora. As, desestabilizando la dupla ser/parecer, la
pose plantea una fuga constante de los binarismos tranquilizadores que organizan el mundo occidental e instaura lo monstruoso, aquello que produce atraccin y rechazo al mismo tiempo, un sentimiento que experimentan
tanto Mart como Daro frente a la visibilidad excntrica
de Oscar Wilde. El cuerpo en el modernismo latinoamericano es objeto de deseo pero tambin de perversin.
Que la pose implique necesariamente la imposibilidad de definicin la convierte en una de las obsesiones
del discurso psiquitrico que Molloy rastrea siguiendo los
estudios de Jos Ingenieros sobre la simulacin. Simular
conlleva no slo el poder de la no determinacin, sino
tambin la configuracin de una prctica basada en la copia y la reproduccin que el perito mdico debe investigar para distinguir la verdad de la falsedad, lo original
de la falsificacin. Pero lo interesante de la propuesta radica en el pasaje hacia la literatura, cuando leemos que el
mismo Ingenieros tambin posa, se exhibe como literato,
y, al mismo tiempo, se enmascara detrs de diversos seudnimos. Porque la literatura se ubica al lado del cuerpo,
ambos son percibidos como fuerzas irresistibles que cuestionan los lmites de lo social, la ciencia, el gnero, lo plausible de reglamentacin. Del otro lado, el Ariel de Rod,
un libro creador de comunidad que propone conductas
y una hermandad entre varones, en el que lo corporal es
borrado y sustituido por frisos, mrmoles y monumentos.
No obstante, Molloy no se detiene ante el fro trazado y
va hacia lo no dicho, buscando las grietas en la piedra ro-

doniana. Y las encuentra, en sus cuadernos personales, en


los que se vislumbra una escritura otra, donde reaparece
ese resto material, corpreo, arcano, dejado de lado por la
construccin de una personalidad cultural que se deseaba
asexuada y etrea.
Dos lazos comunitarios se exploran en Poses de fin de
siglo: una dada por la adhesividad masculina celebrada por
Walt Whitman, la otra trazada a travs de la ternura entre
mujeres. En la primera se construye una genealoga y un
linaje de varones que Mart coloca del lado de lo natural
americano, dejando su prdida asociada a una visin degradada de lo femenino. Sin embargo, nuevamente el ojo
crtico de Molloy se detiene en un desplazamiento menor,
la mencin a Safo, que trae lo espiritual y casto junto con
la sensualidad; pero tambin trae la reiteracin de una estrategia, la afirmacin de la negacin, que desbarata su
paradigma masculino heterosexista, aun cuando insista en
la potencia ertica y poltica de la virilidad heterosexual.
La comunidad femenina, leda desde la relacin que
Teresa de la Parra mantuvo con la antroploga cubana
Lydia Cabrera, tambin se nos presenta atravesada por
lo no dicho y por la aseveracin negativa. Leyendo los vacos y las lagunas que se dejaban en la biografa de Parra, Molloy intenta reflexionar sobre la incomodidad que
plantea el lesbianismo en la crtica latinoamericana. Para
hacerlo, recurre a las autobiografas falsas de la escritora
venezolana donde encuentra alteridades femeninas que
funcionan como reversos de Parra, permitiendo as una
autodefinicin por contraste. Ya en su correspondencia, la
superioridad de la ternura por sobre el amor fsico sinnimo de una heterosexualidad obligatoria que reglamenta
los cuerpos ser propuesto por Molloy como un modo de
crear lazos afectivos entre las mujeres y como una estrategia de resistencia grupal contra una modernidad cuya
taxonoma genrica y sexual no las incluye.
Rigurosa y coloquial al mismo tiempo, la pluma de
Sylvia Molloy transita textos, archivos, cuerpos, sexualidades, en busca de aquello no percibido, no visto o reprimido, habilitando as la posibilidad de repensar no slo
las relaciones entre gnero, cultura y nacin, sino tambin
nuestra propia labor como crticos.

MIRCOLES, 22 DE AGOSTO DE 2012

Vender la piel del oso antes de cazarlo, por Anna Rossell


El prncipe de la niebla, de Martin Mosebach. Trad. de Jos Anbal Campos, Acantilado, Barcelona, 2012, 357 pgs.

omando como punto de partida un hecho histrico de la Alemania Guillermina y ubicando la


accin en los ltimos aos del siglo XIX, Martin
Mosebach (1951, Frankfurt del Meno, Alemania) pergea

una fbula que es a la vez un retrato de poca y de todos


los tiempos, en tanto que saca a la palestra actuaciones
universales del comportamiento humano. ste es el mayor
mrito de una novela que airea los entresijos de la menta-

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lidad y la actuacin del prototipo del estafador moderno,


tan real en los aos de aquel cambio de siglo como en
la actualidad. El prncipe de la niebla, sobrenombre del protagonista Theodor Lerner, muestra los mecanismos ms
clsicos de hacer negocio a base de la especulacin. Condensando en su nombre la esencia de su personaje lerner significa en alemn aprendiz- Mosebach construye en
el dueto de los principales protagonistas la seora Hanhaus y Theodor Lerner- una relacin maestra-alumno de
la estafa. Ella, una mujer frvola de oscuro pasado, vividora a la caza y captura de cualquier negocio imaginable,
consigue captar para sus fines al pupilo Lerner, un periodista ocasional cuya ingenuidad y ambicin maneja a su
placer. As es como ambos se embarcarn en la aventura
de hacerse con la propiedad de la Isla del Oso, un arrecife situado al norte de Noruega, con la expectativa de
hacer all negocio con el carbn y con lo que se pueda.
Este objetivo sirve a Mosebach para sacar a la luz el funcionamiento de la actuacin especulativa, que vende la
piel del oso antes de cazarlo (nunca mejor dicho) y se sirve
de los medios que sean necesarios utilizando a este fin la
imagen de exotismo y el espritu de aventura fomentado
por las revistas y diarios de la poca colonial: con la excusa encubridora de un rescate humanitario uno consigue
la financiacin de su viaje, aprovechando la laguna legal
se apropia de una isla desconocida que supuestamente se
encuentra en el camino, se inventa riquezas del subsuelo y
una empresa explotadora para la que sabe atraer algunos
capitales, mueve polticos a travs de sobornos y relaciones y as sucesivamente. Los trazos bsicos de la conducta

de los personajes estn diseados con realismo y tambin


est lograda la connivencia de la prensa en la creacin
de los tpicos que alimentan un imaginario de lo extico,
que es capaz de igualar el Shara con el Polo Norte. Ello
queda bien retratado con claro nimo crtico y humor sutil en una escena de circo en que una mujer de color culmina un espectculo de nieve con osos polares incluidos.
Sin embargo la novela muestra algunas carencias que, si
bien en algunos casos pueden ser entendidas como una
virtud al logrado servicio de la economa narrativa, en
otros impide entender situaciones y relaciones entre los
actores de la historia, lo cual repercute en la coherencia y
la credibilidad y puede poner en entredicho la concesin
al autor del Premio Georg Bchner 2007. Las razones del
jurado, que adujo esplendor estilstico, son difcilmente
comprobables en la traduccin y hay en la crtica alemana
quien opina lo contrario para Sigrid Lffler, en una entrevista en la emisora Deutschlandradio el 5 de octubre del
mismo ao, su lxico es afectado, ampuloso y anticuado-.
La historia se lee como un caso de tantos de suprema actualidad en el marco de la imperante Nueva Economa
neoliberal, y la novela podra ser calificada como aguda
crtica social si no fuera porque acaba con el encarcelamiento de alguno de los actores y el fracaso estrepitoso de
la estafa, lo cual no casa con la expectativa que el autor ha
ido creando, ni con la realidad.
De Mosebach, autor prolfico, que cultiva casi todos
los gneros, se han publicado, adems, en Espaa, en el
sello El Tercer Nombre, El temblor (2008) y La luna y la nia
(2009).
MARTES, 14 DE AGOSTO DE 2012

Un cruel caleidoscopio de la ciudad, por Fabin Sobern


Ellos eran muchos caballos, de Luiz Ruffato. Trad. Mario Cmara. Buenos Aires, Eterna cadencia, 2010, 160 pgs.

mo narrar el ritmo turbio, heterogneo y


nervioso de una metrpolis? De qu manera
escribir el febril movimiento de los cuerpos,
las pasiones, los grupos sociales? Estas preguntas surgen
de la prosa precisa que dispara la novela de Luiz Ruffato.
El autor, hbil observador y diestro artesano verbal, construye una pelcula parlante y enloquecida de una ciudad
en ebullicin. Ruffato narra sesenta y ocho historias mnimas que incluyen robos, amores encontrados y abandonados, rezos, recetas de restaurante, ancianos perdidos y
olvidados, seores de la alta sociedad, putas, intendentes,
ladrones y sexpatas. A pesar de hacer foco en la compleja
y diversa realidad social de una ciudad como San Pablo
(con sus marcadas y terribles diferencias sociales), Ruffato
no se olvida de que el arte del escritor es un arte, ante
todo, verbal. La novela est plagada de innovaciones sin-

tcticas y verbales. Incluye relatos separados que cambian


de narrador y de ritmo, explosiones lingsticas, catlogos
que imitan los catlogos reales, cartas manuscritas, escuetas y melanclicas declaraciones, confesiones triviales, tpicas escenas de una burguesa decadente y pretenciosa.
Ellos eran muchos caballos se inicia con las indicaciones
precisas de da, ciudad y temperaturas. Esos anuncios triviales ayudan a armar el ro cruel, el mapa simultaneo
de historias que bucean solas y aisladas. Los datos iniciales marcan un principio de estabilidad. El resto de la novela es un pulpo descontrolado, un monstruo deforme que
avanza, imparable, solo, y que nadie puede detener. Los
personajes se fugan y se pierden en una ciudad que los alberga, los atrae y los expulsa.
Ruffato explora el mar del lenguaje con una buena
dosis de experimentacin y de ruptura sintctica. La tra-

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duccin realizada por Mario Cmara logra transmitir


esas rupturas de la sintaxis. Hay captulos ntegros escritos con la disposicin espacial de un poema (la historia
de Cerebro, por ejemplo) y eso exige en el traductor una
habilidad para mantener el ritmo del poema, ritmo por
cierto muy distinto al de la prosa, sobre todo por la disposicinespacial, grfica, que tiene la poesa.
La novela tiene captulos en los que se eliminan los
signos de puntuacin y eso le exige al lector rearmar el
sentido con la unin aparentemente azarosa de la secuencia de palabras. Esa secuencia sin signos de puntuacin genera un fluido verbal potente que, a veces, descolocan al lector y que, al mismo tiempo, le dan una libertad
de interpretacin. Esos fragmentos dscolos y esenciales se
combinan con captulos completos que tienen autonoma
narrativa, episodios que se pueden leer como cuentos, o
relatos autnomos.

Ellos eran los muchos caballos es un caleidoscopio verbal, narrativo, una especie de filme afiebrado y embravecido que
arma un mapa desenfadado de un da brutal en la ciudad
de San Pablo, una cartografa esbozada con cierto cinismo.
Una luz cruda y hermosa baa los sucesos y las horas
y nos recuerda que una metrpolis no es solo el recorrido
infinito por una ilusin sino tambin el escenario triste y
desolado en el que se desarrolla, annima, la heterognea
y desgraciada vida de millones de caballos.
Si Ruffato se lo hubiera propuesto, la novela podra seguir, inagotable, y podra tener ms captulos. La realidad
de una ciudad es vasta e interminable y la novela nos da
una aproximacin terrible, milimtrica, de esa vastedad,
infatigable. El arsenal verbal de Ruffato es una lupa que
agranda y enfoca, aunque sea por un instante, las historias heterclitas que siempre se pierden en el olvido de la
Historia.

MARTES, 7 DE AGOSTO DE 2012

Mutilacin como esencia natural del ser humano, Anna Rossell


Los mutilados, de Hermann Ungar. Trad. de Ana Mara de la Fuente. Madrid,Siruela, 2012, 158 pgs.

ublicada en Espaa en espaol y cataln por Seix


Barral y Eumo respectivamente en 1989, Los mutilados de Hermann Ungar (1893, Boskovice/
Mhren-1929, Praga) recupera para el lector hispanohablante un tema universal en el espacio y en el tiempo, el
de los bajos instintos del ser humano, el mundo anmico
irracional e incontrolado bajo la apariencia de correccin
moral y compostura del buen ciudadano burgus cumplidor de sus obligaciones ciudadanas. Los mutilados, que
vio la luz en 1923, es la novela ms emblemtica de este
autor checo de expresin alemana y ascendencia juda,
que, como Kafka, sabe trasladar al mundo de la ficcin
los descubrimientos del psicoanlisis a travs de ambientes
y personajes que recuerdan muy de cerca los de su compaero de letras praguense. Como ste, de ascendencia
juda, conocedor del checo y del alemn y formado en
ciencias jurdicas, Ungar se dedic sin embargo al teatro y
a la literatura: algunos ensayos adems de novelas y relatos: Knaben und Mrder, 1920; Die Klasse, 1930; Colberts Reise,
1930 -, de los que se han publicado en nuestro pas los dos
primeros: Chicos y asesinos, La clase, Nens i assassins (en Seix
Barral aqullos y en Eumo el cataln), todos en 1991.
Al igual que sucede con Kafka, la temtica de Ungar
es obsesivamente recurrente, y la novela que nos ocupa
condensa lo ms caracterstico de su obra: el instinto
destructor y autodestructor del ser humano a travs del
sadismo, el masoquismo y la misoginia. Ungar se complace en estudiar los deseos ms inconfesables del alma
humana, en sus deformaciones, lo cual le vali elogios de

Thomas Mann y la reserva de Stefan Zweig, quien consideraba que su obra rozaba el lmite de la depravacin.
En una atmsfera asfixiante, circunscrita estrictamente a
la regulada vida de un personaje mediocre, psicolgicamente enfermo a causa de las vivencias traumticas de su
infancia, el autor crea un mundo cerrado de siete personajes Franz Polzer, Klaus Fanta, Dora Fanta, Franz Fanta,
la viuda Klara Porges, la amiga Kamilla y el enfermero
Sonntag, ms algunos secundarios, a partir del cual expone una curiosa teora sobre la necesidad de revivir nuestros pecados para expiarlos. Si bien la accin transcurre
en Praga, es sintomtica la ausencia de paisajes o entornos abiertos; lo que interesa al autor son las relaciones interpersonales que parecen darse de modo generalizado a
partir del modelo que l presenta. Todo sucede en espacios pequeos y cerrados, habitaciones donde transcurre
la sofocante existencia de los personajes, que no necesitan ms para nutrirse que el alimento que les da vida: su
perversin. El protagonista, Franz Polzer, un empleado de
banca gris y acomplejado por su origen humilde, que no
soporta la ms mnima alteracin de sus hbitos cotidianos sin que por ello peligre su exiguo equilibrio, mantiene
con su nico amigo de la infancia un vnculo de dependencia mutua que constituye el eje de su razn de ser y
de la narracin, alrededor del cual se ir tejiendo la red
de acontecimientos. Sin embargo el lenguaje de Ungar no
se recrea en lo exuberante morboso, al contrario, su estilo
tiende al laconismo sintctico y a la sobriedad adjetiva, su
lxico no es explcito sino calculadamente contenido. Es

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sospechosamente significativa la semejanza que se da en


los nombres de algunos de los personajes Porges / Polzer- y hasta el hecho de que el nico nio Franz Fanta- se
llame igual que el protagonista. Narrada en tercera persona, Ungar consigue transmitir la mezcla confusa de la
mente obcecada del trastornado Polzer entre momento
actual y pasado infantil en un registro que a veces trans-

grede la frontera entre el realismo y lo onrico y que recuerda mucho a Kafka. Reveladoramente metafrico es,
adems del ttulo de la novela, el hecho de que el cnico
amigo de Polzer, Klaus Fanta, sufra de una enfermedad
degenerativa que deriva asimismo en una progresiva amputacin de sus extremidades.
VIERNES, 3 DE AGOSTO DE 2012

(A vueltas) con la novela de la vida, por J.S. de Montfort

19

El ro de las edades, de Pierre Bergounioux. Traduccin de Mara Teresa Gallego Urrutia. Barcelona, Ed. Das Contados, 2012.

l ro de las edades, quinto libro que se publica en espaol en los ltimos dos aos y medio del escritor francs Pierre Bergouniux, rene en un mismo
volumen dos textos: El ro de las edades (2004) y Universos
preferibles (2003), introducidos por un extracto de una entrevista de 1998 que lleva por ttulo No escribe uno lo
que quiere. Tal prembulo sirve para establecer el tema
central de todo el volumen. Aqu, Bergounioux se refiere
a la vieja frmula flaubertiana y que podra resumirse as
-en palabras del propio Bergounioux-: la dominacin de
la burguesa de los negocios, la primaca del puro inters
econmico devala de forma brutal el trabajo de los artistas, que se sienten desclasados, malditos. De ello se colige
el tema de este libro: un intento de exposicin de una idea
del mundo, impermeable, autnoma, que comprometa
nicamente al escritor.
El primero de los relatos, El ro de las edades (24 pgs.),
resulta una suerte de tratado sobre cmo nuestra interioridad se configura gracias a ciertos arcanos del pasado y de
cmo el conocimiento de tal pasado remoto, que sucede
-si es que sucede- con algn hecho relevante y que acontece con el correr del tiempo, nos inserta en la conciencia
el mal del tiempo. O dicho en otras palabras, que nuestra
individualidad personal no es, en el fondo, ms que un
detalle irrelevante para la naturaleza y que las leyes de los
hombres solo sirven -si es que sirven- para agudizar tal
verdad que evidencia la divergencia entre lo ideal y lo
real; o entre el orden de la naturaleza y los propsitos
que conciben las criaturas. Aqu, como siempre en su literatura, Bergounioux se sirve de un recuerdo de infancia
para ensayar una teora general, que tiene tanto ms de
potica que de estatutaria.
El nio Pierre se encuentra con la nada, antes del alba y
yendo un da cualquiera a la escuela, con esa voracidad del
tiempo que borra nuestros rastros y que camina sin ruido
pisndonos los talones. Y esa experiencia de confrontacin con la resurgencia de la era diluviana, esa vuelta de
la realidad genesaca, se materializa en una gran riada que
dur tres o cuatro das, convirtindolo todo en un pai-

saje anfibio. Un hecho tras el cual desaparecen las trazas


materiales de la catstrofe, pero no as su recuerdo; su herida, por as decir, que provoca que se extinga una parte
de nosotros, la primera y, seguramente, la nica.
En el segundo texto, Universos preferibles (59 pgs.), Bergounioux incide con ms precisin en la idea flaubertiana
de la maldicin de la economa y as, el texto la confronta
abiertamente, oponiendo a sta la ociosidad de la ms pura
imaginacin. La idea central, y que sufre cualquiera que
viva en una ciudad (o pueblo, o aldea) pequea y tenga un
mnimo de sensibilidad, es la siguiente: qu se puede hacer
cuando uno no encaja en un lugar determinado y se siente
fuera de sitio. Este es el propio conflicto de Bergounioux, y
que l (en tanto que no puede salir de Brive-la-Gaillarde)
solventa con paciencia, tomando un punto del espacio ligeramente alejado de su pueblo, una casa grande en la curva
de Cressensac, e imaginando de qu modo podra ser su
vida all. Un lugar (la casa), inspirada en el sentido de la
proporcin de las casas de labor, y que le permite la ensoacin arcaica (afuera de la tirana moderna del trabajo).
Un punto equidistante entre un contexto casi inalterado
desde tiempos del Antiguo Rgimen y los ruidos y las informaciones que le llegaban desde la lejana gran ciudad. Y
se planta Bergounioux en ese lugar inestable por la razn
de que la estrechez del lugar y la imposibilidad de encontrar ningn hombre que respondiera a la idea que me haca yo ingenuamente de los hombres le dejan sin modelo
al que poder imitar o enseanza recta que poder seguir, y
queda as felizmente abocado a la escritura mental de fabulaciones. El texto da cuenta de la pugna entre los dos yoes: el
yo del cuerpo, el de la existencia real y aquel otro yo, el
del pensamiento, la existencia imaginada, el universo paralelo. Y aqu se reincide en la idea de que la personalidad se
crea desde fuera-adentro, y el peligro de que los lugareos
te incorpora[sen], sin acuerdo tuyo, al texto que creaban
ellos por su cuenta. En definitiva, una lectura de la vida
en clave imaginativa, con el abandono a la crdula fantasa
con la que se lee una novela. Una prueba de lo difcil que
resulta tener una idea personal y actuar en consecuencia.

JUEVES, 26 DE JULIO DE 2012

Retrato en penumbras de una generacin perdida, por Fabin


Sobern
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Los muchosque no viven, deAlberto Vanasco. La Plata, Mil botellas, 2011, 144 pgs.

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lberto Vanasco naci en Buenos Aires en 1925.


Fue traductor, remisero y profesor de fsica y matemtica. Trabaj en el Poder Judicial y en las
Fuerzas armadas; escribi guiones para cine y televisin.
Miembro de una familia acomodada, viaj por Europa y
Estados Unidos. Public poemas, cuentos, novelas, ensayo
filosfico, teatro y es considerado un precursor de la ciencia ficcin en Argentina. De su obra diversa se destacan
las novelas Sin embargo Juan viva (1947) y Nueva York Nueva
York (1967). Cercano al grupo de los surrealistas, escribi
un ensayo sobre el racionalista Hegel. Muri en Buenos
Aires en 1993.
Los muchos que no viven (novela publicada en 1964 y reeditada recientemente) no es una narracin de aventuras,
ni una novela negra, ni la evocacin depurada y triste de
un tringulo amoroso. Es todo eso y, al mismo tiempo,
mucho ms. Alberto Vanasco elige el pretrito imperfecto para hablar de Emilio y de su grupo de amigos. Ese
tiempo imperfecto le sirve para esbozar el ritmo intelectual de una generacin y de un modo de enfrentarse a la
vida y a las circunstancias. Con una prosa incandescente,
Vanasco habla de s mismo (a travs de Emilio) y traza el
mapa dscolo de su tiempo: expone de manera narrativa
las hiptesis polticas y filosficas de los aos 50 en la ciudad de Buenos Aires. La novela, entonces, es una narracin precisa y potica sobre las vacilaciones de una vida,
sobre el desencanto de un hombre y de su poca.
Antes que peripecias, Vanasco crea atmsferas oscuras, neblinosas y, a partir de esos climas, cuenta las circunstancias irreversibles de su protagonista. Emilio es lcido, vagabundo y mujeriego. A pesar de su bsqueda de
una vida mejor, no encuentra en nadael asidero para su
existencia. Su rutina incluye las reuniones con sus amigos Miguel, Romn, Tolosa y los otros. Dice el narrador:
Ms que hacer cosas, nos dispersbamos en euforias musicales, en borrosas dialcticas de caf. Todos estn a la
deriva. Nadie tiene un oficio fijo. Miguel es una especie
de intelectual que est harto de la vida en su pas. Con
parsimonia, Emilio escucha sus discursos eufricos sobre
la falta de conciencia latinoamericana. En medio de las

infidelidades y los desencuentros amorosos, los jvenes sin


norte, discuten sobre el futuro del pas. En este sentido, Los
muchos que no viven es un relato crtico, un conjunto de ideas
sobre el pasado fracasado y sobre el porvenir incierto.
Pero la novela no se define por la elaboracin de una
trama. Es, antes que nada, un tono, una voz, un flujo de
ideas, de sensaciones, de ritmos ntimos. Dice Emilio:
Todo estaba impregnado por la perseverancia, el vapor
y la decrepitud de la lluvia. Vanasco entrelaza la narracin mnima y justa de episodios con la evocacin afantasmada de una manera de ver el mundo, la de su narrador protagonista. Ese tono es la marca de la novela, un
mantra reflexivo y potico: Yo me echaba hacia atrs en
el asiento y contemplaba la noche a travs del parabrisas
abombado. Miraba las calles hmedas y resplandecientes,
la ciudad arrogante pero dormida, la lluvia que trizaba
los vidrios. Qu hago yo aqu con esta mujer? El auto se
deslizaba silencioso entre otros autos, tambin silenciosos
y suaves, cada uno con su urgencia exacta y sus pasajeros
difusos, guarnecidos por las sombras, en la azulada y confortable penumbra donde parecan urdirse los destinos del
mundo.
En muchas pginas no ocurre nada. Es decir, la trama,
en un sentido cinematogrfico, no avanza. Lo que escucha el lector es la conciencia de Emilio, el flujo melanclico y arrollador de alguien que observa, que atraviesa
el mundo con una pena interminable.Vanasco hace de
Emilio el sntoma de un periodo de desolacin. La novela
traza el arco de una juventud perdida entre la conciencia
del fracaso en el pasado y la inexistente gloria en el futuro.
La novela es un fresco destemplado de un tiempo histrico, y tambin es la taquigrafa desoladora de un estado
de la existencia.
Anota Mario Trejo en el prlogo a la novela, escrito
en 2011: Esta es una novela de los aos cincuenta, sobre
Buenos Aires en los aos cincuenta. Muestra las carencias
de nuestro pas Todo era negacin y dificultad. Los muchos que no viven es un mapa de la abulia de unos desencantados, en una hora precisa, en el tiempo de la frustracin
y el desconcierto.

SBADO, 21 DE JULIO DE 2012

Declogo del Perfecto Manipulador, por Jimena Nspolo


1. mate a ti mismo por sobre todas las cosas.
2. Haz de tu vida un espectculo y de las personas que te
rodean, meros extras de tu farsa, marionetas descarta-

bles de acuerdo a las exigencias de tu sainete.


3. Permite que cualquiera pronuncie tu nombre en vano.
Recuerda que ante todo t quieres ser conocido, admi-

de misterio. Recuerda que sin misterio ests condenado al fracaso.


8. Perfecciona, con el tiempo, tu puntera y tus estrategias de inmunidadevasiva. Un buen manipulador no
necesita ms de una vctima, pero esa vctima debe ser
la adecuada.
9.Procura que alguna persona con talento artstico te ame
y luego se suicide. Esta cumbre trgica le otorgar espesor real a tu vida, desde entonces habr una historiaque
contar y, principalmente,un guardin desu memoria.
10. Procura que alguna persona con talento artstico te
ame y luego suicdate. Esta cumbre trgica le otorgar
espesor real a tu vida, desde entonces habr una historia que contar y, principalmente, unguardin desu
memoria.
LUNES, 16 DE JULIO DE 2012

Msica y resistencia espiritual en el Holocausto, por Rosa Chalkho


La msica en el Holocausto. Una manera de confrontar la vida en los guetos y en los campos nazis, de Shirli Gilbert.
Traduccin de Mara Julia de Ruschi. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010, 384 pgs.

lejandro Kaufman, en el prefacio a la edicin castellana de En torno a los lmites de la representacin.


El nazismo y la solucin final reflexiona acerca de la
escasez de publicaciones sobre los llamados estudios sobre el Holocausto en castellano, como tambin acerca del
retardo en dcadas en la traduccin de obras centrales
como las obras de Raul Hilberg. Esta vacancia evidente
tendra varias razones, una de ellas es la consideracin
que la temtica pertenece a la esfera de inters de lo judo, otra es la consideracin controvertida, sostenida por
Finkelstein (quien fue prontamente traducido y publicado
en Espaa) respecto a una sobreabundancia de narrativas
sobre el tema a las cuales critica como industria del Holocausto; sin olvidar otras razones ms espurias como el
antisemitismo en su faceta revisionista y negacionista. En
cualquier caso, la mayor parte de las investigaciones y publicaciones se quedan del otro lado de los Pirineos para
el mundo editorial espaol, con similares consecuencias
para el hispanoamericano.
Valgan entonces tambin los argumentos de Kaufman
para celebrar como contrapartida la traduccin y publicacin de La msica en el Holocausto en la coleccin sobre msica dirigida por Diego Fischerman de la editorial Eterna
Cadencia.
El libro condensa los resultados de una exhaustiva investigacin sobre la vida musical en los guetos y en los
campos de exterminio, y a partir de este estudio que recopila documentos y reconstruye testimonios nos permite
recomponer los rasgos de humanidad en las ms aterradoras circunstancias y por otro lado, nos insta a pregun-

tarnos acerca del valor, el lugar y la naturaleza misma de


la expresin musical, que como accin simblica y canal
de expresin tuvo existencia en circunstancias que supondramos inimaginables.
Es interesante pensar el contexto en el cual Theodor
Adorno expresa su famosa frase Escribir poesa despus
de Auschwitz es un acto de barbarie ya que la gran conmocin y el shock por un horror inimaginado pareciera
invalidar cualquier acto esttico por brbaro o pueril.
Pero por otro lado, devela una concepcin de lo potico,
cuya ascendencia se entrama en las estticas europeas del
Iluminismo que l mismo critica. De esto se puede desprender que para Adorno la poesa es una secundidad o
un lujo, un segundo escaln que no se debe subir frente a
la muerte de millones. Si la poesa es belleza, su imposibilidad para poetizar el Holocausto es abyecta, el horror no
puede ser estetizado.
Lo que Adorno no tuvo en cuenta es que la poesa ya
exista en el medio del horror, como sublimacin y como
resistencia a la deshumanizacin. Hombres y mujeres despojados de la dignidad bsica por la industria de la muerte
encuentran en versos y cantos furtivos alguna manera de
conservar la condicin de sujetos y de simbolizar como
manera aferrarse a lo humano cuando las condiciones fsicas del sometimiento nazi lo cosifican. Esta facultad de
encontrar resistencia en el canto en ocasiones escondido,
y en otras legitimado en orquestas y coros por las SS como
pantalla, era tambin un privilegio en campos y guetos,
quienes estaban abatidos por la degradacin fsica y moral
no accedan ni siquiera a estos momentos consoladores.

| BOCADESAPO | OPININ

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rado, deseado, vendido, comprado, tasado


4. Eleva un altar a San Maquiavelo y pronnciale cada
noche religiosasjaculatorias antes de acostarte.
5. Si eres actor o actrizintenta por todos los medios que
tus compaeros no se luzcan, asbrillars ms. Si eres
msico, sabotea todas las bandas en las que participes
hasta que te conviertasen solista. Si eres escritor, coloca a tus personajes nombres que los sujetos a manipular decodifiquen fcilmente (su primer nombre con
su segundo apellido, por ejemplo), enva tus mensajes
cifrados y luego hazte el despistado.
6. Pon en accin tu plan Egtico con todas las tecnologas que tu poca te ofrezca. No descuides nunca la
escritura de tu diario ntimo.
7. Urde alrededorde tu profesin o de tu oficio unaura

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Como expresa Gilbert, los relatos y representaciones


predominantes post Holocausto son los de la resistencia,
por un lado con la historizacin de los grupos partisanos,
de los cuales Gilbert recopila canciones imbuidas de sentimiento de nimo y enaltecimiento de la moral en los alrededores de Vilna y en el mismo gueto; y por otro lado,
toda una gama de canciones, conciertos, msicas y representaciones que se engloban bajo la llamada resistencia espiritual, como aquello que a pesar del sufrimiento refuerza la
construccin de la subjetividad, es decir de la humanidad
en un contexto inhumano.
En este sentido, el libro abre el juego a otros relatos posibles y a toda la gama de manifestaciones musicales que
incluyen las canciones que expresan sin rodeos la cruel
realidad, en donde el relato esperanzador convive con el
humor negro, las crisis religiosas, la corrupcin, la niez y
la necesidad de dar en las canciones un testimonio al futuro frente a la inminencia de la muerte.
Tal vez el arte y la msica en el Holocausto ocuparon
la funcin que siempre haban tenido desde la poca de
las cavernas y el ritual: el de la salvacin, la catarsis, y la
simbolizacin como arma de resistencia; un lugar necesario aun en el desfiladero de la muerte en masa. La cuestin de la funcin de la msica haba sido desterrada por
la concepcin burguesa de arte de la Europa moderna,

que se encarg de desritualizarla y de constituirla en abstracta, como fin en s misma. Parafraseando nuevamente
a Adorno, el arte entendido como necesidad ya no es algo
prescindible o accesorio como bien burgus, sino que es la
materia sensible misma de las operaciones vitales de simbolizacin, y que como documenta el libro refuerzan la
condicin de persona aun en la ruta a la muerte.
Sin embargo, estas no fueron las nicas funciones de
la msica, sino que su utilizacin tambin estaba instalada
en el aparato nazi: como teln de ocultamiento de la realidad de los campos, como esparcimiento para los jerarcas
y como acompaamiento de torturas.
En este sentido, la discusin moral sigue abierta, como
lo demuestra el debate suscitado con Daniel Baremboin
y su intencin de interpretar obras de Richard Wagner,
cuya msica est fuertemente asociada al nazismo. Si bien
Gilbert no menciona la ejecucin de msica de Wagner
en los campos, la polmica actual se fundamenta en la
evocacin de esta otra utilizacin de la msica, siniestra
y cuyas marcas dolorosas afloran en este debate moral en
la actualidad.
Como concluye Shirli Gilbert la msica represent la
cara humana en toda su complejidad y el libro la aborda
fuera del estereotipo, revelando la humanidad en el proceso mecanizado de aniquilacin.

MARTES, 10 DE JULIO DE 2012

A pelo sobre el lenguaje, por Ana Ojeda


Convoy, de Esteban Bertola. Buenos Aires, Editores argentinos hnos., 2012, 192 pgs.

Cmo hacer para no terminar el viaje.


Cmo hacer para no llegar nunca. Ni volver.
E. Bertola, Convoy

on el movimiento del tren se mueve mi cerebro y escribe mi mano: en dos palabras, la trama de
este libro. Pero Convoy es mucho ms que su
argumento, es puro lenguaje, lenguaje en estado puro.
Es palabras que se juntan para chocar o continuarse, armando cadenas fnicas libradas de sus significados, que
tambin se trenzan (a la distancia, en otro plano) para organizar una deriva independiente. Convoy es una narracin que fluye a pesar del lenguaje, a contrapelo de l, con
un narrador que, una vez que comienza a cuestionar la
adecuacin de las cristalizaciones lingsticas que nos son
propias, que nos constituyen, no puede evitar la digresin,
caer en: toda asociacin al paso. En ese sendero, descubre para el lector que la vida es la que rima: Llevar un
libro a Salta, donde vive Peralta. Aqu, otra esquirla argumental: excusa y objetivo del viaje que monta al narrador sobre un tren que como el propio lenguaje avanza

lento y meandroso en una deriva plagada de desperfectos


de rutina, desde Retiro a Socompa.
Lo que se puede hacer es algo que no est hecho. La yuxtaposicin como reduccin de la temporalidad a su mnima
expresin organiza las declinaciones de la percepcin del
narrador, que mezcla presente y pasado, paisajes y recuerdos: La imaginacin est desatada por la realidad. Es un
encuentro sangriento. No hay en su deriva tensin argumental ni teleologa posible: todo pasa en la llanura de un
presente desembarazado de futuro. Abundan las informaciones temporales que, sin embargo diez aos despus,
ms adelante, aos despus, no anclan ni ordenan
temporalmente lo sucedido, sino al contrario: contribuyen
a crear la sensacin de que todo ocurre al mismo tiempo
o en un orden que no interesa dilucidar, que es en ltima
instancia irrecuperable.
Una estela de berretera en imgenes. Sobre este fondo
rtmico, Bertola obliga a su lector a no dormirse, no distraerse. Las palabras se encadenan velocsimas, construyendo escuetos pasadizos sin pasamanos, que dejan al lector librado a su capacidad, a su memoria, a su suerte. Van

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a los saltos, de un promontorio al siguiente, giles, etreas. Nosotros corremos tras ellas a los tumbos, siguiendo
sus huellas, recogiendo informaciones, datos, nombres:
encajando las piezas de un rompecabezas mvil e inestable, que se arma durante un momento y luego es nuevamente como un viento que arrasa con todo. En este sentido, Convoy propone una superficie densa, de alto trnsito.
Una primera lectura alcanza tan solo para intuir sombras,
como amagues, de los movimientos tectnicos que arrebolan sus profundidades.
Ah ya miente y mete la cola el lenguaje. Regodendose
en la sonoridad de las palabras, Convoy encarna un lenguaje alejado de la entelequia mtica del espaol neutro
o panhispnico. Propone un trabajo con la oralidad que
resulta en una lengua preada de literaturidad. Es un
lenguaje desceido de su funcin referencial, que existe,
simplemente, en ebullicin. La lectura despierta a la conciencia de s misma como un ejercicio de escucha. Escucha de un narrador crtico para con el lenguaje que utiliza, que es propio y tambin heredado: Se miran lo
que se dice mal, que es muy bien y mucho; pregunta el
guarda primero rompiendo un silencio que no se rompe
y que se revela mayor, un silencio que existe con sonido y
pregunta incluidos. Los sintagmas cristalizados (los lugares comunes) se retoman para pensarlos, trastocarlos en

una reflexin que deja en evidencia la irracionalidad de


lo consuetudinario: Metele la media en la cabeza, le dice
Cecilio a Tocayo. La cabeza en la media, sera ms preciso, pero no. As, el narrador va y vuelve, del plano de
la historia al de su materia (el lenguaje) hasta que ste se
vuelve tambin objeto de la narracin: se narra por asociacin fnica, por sonido. Otra vez: La vida es la que
rima.
Publicado por el joven sello Editores argentinos hnos.,
que tiene en carpeta la redicin de, entre otros, El riseor y
Un amor como pocos, de Lenidas Lamborghini, y Los envolventes, de Milita Molina, el Convoy de Bertola est organizado en tres partes, que articulan estas lneas cruzadas,
desparramadas y juntas, [que] se entremezclan como en
la vida se mezcla todo. Sin ton ni son. Al comienzo, una
introduccin sin ttulo, que es un poco resumen de todo lo
dems que est por venir. Luego, Pajarracos y a su cola
Caravaneras. Dentro de sta apolilla una bitcora: momentos, nada ms. Sin orden, sin jerarqua: pura yuxtaposicin y avance hacia ningn lugar. Porque en realidad
quien viaja est clavado en su silla, libro en mano, un poco
apocalipsicado por la escritura de Bertola que, a fuerza
de literatura, lo deja con un ametrallante jijijij felizoide
como conclusin, en cualquier parte.
JUEVES, 5 DE JULIO DE 2012

Extraa forma de madurez, por J.S. de Montfort


Ratas en el jardn, de Valent Puig. Barcelona, Libros del Asteroide, 2012, 173 pgs.

l escritor y periodista mallorqun Valent Puig


(Palma de Mallorca, 1949) acaba de publicar en
castellano Ratas en el jardn, el volumen de su dietario que se corresponde con el ao 1985 y que sera la continuacin de dos volmenes anteriores (publicados en cataln): Boscendins (1982), cuyas notas se referan a los aos
1970-1979, y Materia obscura (1991), que se ocupaba de los
aos 1980-1984.
El dietario nos presenta a un escritor y periodista de 36
aos, temeroso de haber dejado de ser un jeunne homme, vislumbrando ya la frontera de la cuarentena, un viejo adolescente que confiesa no entender nada, y que teme ir cogiendo peso, quedarse calvo; un hombre que, de repente,
se da cuenta de que ya no es joven, fsicamente joven, y
que se intuye en esa forma sesgada de madurez, la de saber que todas las cosas que te rodean el mundo exterior
son mucho ms importantes que t. Ese final largo de la
juventud en el que, en definitiva, se halla uno frente a un
gran vaco que solo llenan los libros.
El dietario, por tal razn, est atravesado por la creencia de que la literatura siempre conecta con la vida, y

es que sostiene Puig que el escritor si quiere- por oficio


est dotado para dar testimonio de la poca o contra la
poca. Y Puig escribe contra esa poca sin nobleza que le
ha tocado vivir, esos aos ochenta del siglo veinte de falsa
apariencia eclctica, esa farsa relativa donde todo es un
principio de ruina, una insinuacin de cmo extinguirse
que no tiene lmites. Y lo hace desde la sentimentalidad
del animal casero que se abreva en los bares, del afrancesado que defiende el pluralismo crtico y la tolerancia,
y siempre desde las formas particulares de la literatura,
rehuyndole a la filosofa. Se dira, en este sentido, que
comparte el dictum del tambin escritor mallorqun Joan
Bonet (quien cada vez que Puig ha publicado un libro, nos
confiesa, ha sido el lector ms amable y entendedor) y
que dice as: entre el cinismo y la nada, elijo la ternura
y la verdad.
Esa conexin de vida y literatura se concreta en cierta
admiracin por las formas de la bohemia, a la que Puig le
toma la medida en largas noches en los bares y las cocteleras, con su tentacin de impudor, y en las imprevistas noches de amores nmadas en hoteles con mujeres de

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cuerpos de tela, con trama de colores, tacto, orden, como


un tapiz, y los viajes a Barcelona, donde visita con igual
devocin a editores, amigos, whiskeras y habitaciones de
meretrices varias; una Barcelona de sorpresas infantiles,
suspendida en un instante ahistrico.
Puig nos habla de sus gustos, ntimos deseos y predilecciones As, nos cuenta que le hubiera gustado ser pianista,
pero tambin haber sido Mrime, para poder considerarse el amigo joven de Stendhal. Confiesa su preferencia por las personas normales y discretas y su repudia
del amor espectculo. Como lector, est del lado de los
lectores vidos, esos lectores tumultuosos, boquiabiertos
delante de un libro como un nio frente al escaparate de
una pastelera o una gran pecera. En lo que respecta a la
esttica literaria, nos hace partcipes de su conviccin de
que el grandstyle no es un recurso, sino el resultado, la culminacin, una conquista y el convencimiento de que el
gran fracaso del nouveauroman es que la experimentacin
vana pretendi sustituir al gran talento.
Las anotaciones le sirven a Puig para recordar: los
aos sesenta, aos de estudiante en la universidad de Barcelona, por ejemplo, o la memoria de una boda (con M.)
que casi lleg a celebrarse, pero no (y preguntarse cmo

sera todo entonces, ahora, de haberse producido). Pero


tambin se cie a la actualidad del presente de la escritura: al trato con los amigos cotidianos. Nos cuenta, pues,
por ejemplo, la boda del tambin escritor y dietarista mallorqun Jos Carlos LLop, una visita al poeta valenciano
Joan Fuster o nos ilustra con diversos retratos de ambicin
(neo)costumbrista de personajes secundarios mallorquines
(que aparecen innombrados, apenas descritos en sus actos y delirios) y con los que el escritor se encuentra en el
deambular por las calles y los bares de Palma de Mallorca.
Y ello sin desatender los sucesos polticos del momento,
sobre los que Puig reflexiona a tiempo real.
Ratas en el jardn es as una defensa severa, pero juiciosa
y tierna contra la insidia de ese trajn de las ratas entre
la hojarasca, ratas que vienen y van por el huerto y el
pequeo jardn de la casa de verano de Alar, en la que
el escritor pasa solo el verano, buscando olvidarse de la
vanidad y la ambicin, disfrutando del trabajo de la escritura, resistiendo, previnindose as contra la maledicencia
y envidia mallorquinas, simbolizadas por esas ratas promiscuas y ruidosas que se amparan en la profundidad oscura de la noche para malmeter e incordiar.

LUNES, 2 DE JULIO DE 2012

La escritura como profesin, por Rosana Koch


La muerte de la polilla y otros ensayos, de Virginia Woolf. Traduccin de Teresa Arijn. Buenos Aires, La Bestia Equiltera, 2012, 272 pgs.

uenta Virginia Woolf en el ensayo Profesiones para


mujeres que para escribir literatura tuvo que batallar con el ngel de la Casa, mujer-esclava-fantasma cuya sombra intentaba interponerse entre el papel
y su yo, guiar su pluma y arrancar el corazn de su escritura, as es que decidi matar al fantasma y ahora que se
haba deshecho de la falsedad (victoriana), esa joven mujer (la propia Virginia) slo tena que ser ella misma. Ah,
pero qu es ser ella misma? Estos veintisis ensayos,
compilados y corregidos por su esposo Leonard Woolf,
conforman ese intento constante de contestar esa preguntamediante la escritura, ubicando a la literatura en la
centralidad de su vida.
Algunos ensayos encuentran en contextos cotidianos
interrogaciones profundas que enfrentan a las preguntas
ms esenciales, pero siempre desde el detenimiento y la
contemplacin: La muerte de la polilla, escrito en 1942,
a partir de la observacin de una polilla que pareca estar contenta con la vida y se tropieza con la inexorable
inevitabilidad de su muerte, que adems es la vencedora;
en Atardecer sobre Sussex: reflexiones en un automvil el espacio externo la reencuentra con la intensidad de la vida, en
este caso, un amable atardecer le regala instantes de una

abrumadora belleza en el recorrido del paisaje; Merodeo


callejero: una aventura londinense es el paseo de una tarde de
invierno en una calle de Londres y tambin una aventura
que permite la posibilidad de abandonar las lneas rectas
de la personalidad, componer la historia de tantos transentes y penetrar en cada una de esas vidas, lo suficiente
para alimentar la ilusin de que no estamos atados a una
sola mente sino que, por unos breves instantes, podemos
adoptar los cuerpos y las mentes de otros.
La obra de Virginia Woolf ha sido leda desde las particularidades estticas e ideolgicas del grupo Bloomsbury,
desde la teora de gnero que va encadenando la historia
de la mujer que escribe y su debate constante entre su
fuerza creadora y la falta de instrumentos para expresarse
con libertad desde un cuarto propio, y desde las vanguardias literarias por la invencin de su tcnica narrativa donde el lenguaje fluye como el agua y se diluye en
la relacin entre pensamiento y habla para dar lugar al
fluir de la conciencia. Sin embargo, estos ensayos proveenpistas para una autobiografa intelectual de la escritora, porque circulan personalidades literarias fundamentales (Henry James, Shakespeare, Horace Walpole, E. M.
Forster, Shelley, entre otros) y dan muestras de ese capi-

| BOCADESAPO | RESEAS
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tal intelectual adquirido por su vocacin lectora que, con


susensibilidad, habilitala sensacin de estar viviendo la
vida interior de estos escritores en su intento de querer
captar el vuelo de la mente. El ejercicio de la crtica literaria haba sido habitual en la vida de Virginia Woolf
desde que con su esposo, despus del intento de suicidio
en 1913, decidieron emprender la tarea de editores con
Hogarth Press adems de las publicaciones de la autora
en varios peridicos de la poca.
En los ensayos, las cartas, diarios, confesiones, autobiografas son los libros hbridos los que mejor le permiten bucear el mundo de la literatura: Madame de Savign,
esta robusta y frtil escritora, cre su ser en sus cartas
escribiendo trazo a trazo lo que se le vena a la cabeza
como si hablara. El hombre en el portn es Samuel Taylor
Coleridge, pionero de todos los que han intentado revelar los vericuetos, capturar los pliegues ms sutiles del

alma humana. A este ensayo le continaSara Coleridge,


hija de Samuel, en donde se detiene en los puntos suspensivos con que finaliza cada captulo de su autobiografa
intentando descifrar lo indescifrable del alma de aquella
mujer inconclusa. En Henry James, la edicin de Percy
Lubbock de Las cartas de Henry James le brinda los lineamientos interpretativos ms slidos para dar certezas
sobre una figura tan compleja y completa. En Dos anticuarios: Walpole y Cole, se adentra en la correspondencia de
Horace Walpole como con un estetoscopio.
La lectura de estos ensayos posiciona a Virginia Woolf
en una profesional de la escritura por su mirada puntillosa, sagaz y profunda, y permite reconstruir en clave
potica los latidos de una pluma que todava desea escuchar el sonido del silencio en medio de tantas voces enloquecedoras, esas que una maana la condujeron hacia el
Ro Ouse
MARTES, 26 DE JUNIO DE 2012

El oficio de lector, por Fabin Sobern


Informes de lectura. Cartas a Montale, de Roberto Bazlen. Traduccin de Ernesto Montequin. Buenos Aires, La bestia equiltera, 2012, 128 pgs.

u es un lector? Esta pregunta es un arma


veloz y mortal. El libro de Bazlen la dispara
con balas certeras y voraces que dan en el
centro.
De qu modo se lee? Cmo se arma el oficio de lector? Las preguntas asaltan al que entra en los breves y
mltiples relevos de lecturas hechas por Roberto Bazlen.
Bazlen naci en Trieste; una zona lmite, fronteriza, en
la que se cruzaron Svevo y Joyce, y desde la que ley con
displicencia a los autores que armaron el canon en una
poca de expansin de la literatura moderna en Europa.
Desde Trieste, escribi los informes minuciosos para editoriales como Einaudi y Bompiani. Aunque era reconocido por sus amigos, era un desconocido para los lectores.
Bazlen no firmaba la crtica de los domingos ni avalaba
los premios. Era un lector ocioso y annimo, una especie
de Macedonio de la lectura. Desde el margen solitario,
desde ese lugar desplazado, desde un fuera de foco intencional y grcil, ley Bazlen a los autores ignorados y hoy
cannicos de la literatura. Con la soltura y tranquilidad de
un dandy al revs, Bazlen tuvo la linterna inusual, los ojos,
el oficio, para ver, para leer entre lneas las grandes obras
de ese perodo y lanzar, vido, sus dardos de entrenado
cazador, como un recolector de tesoros y de piezas nicas,
difciles, incmodas.
Los informes no son crticas ni sesudos ensayos. Son
informes mnimos, anotaciones punzantes, borradores
certeros. Y tal vez eso es lo que impresiona: la desfachatez,
la sinceridad, la frescura de sus lneas mnimas y frontales.
De Nagel, personaje de la novela Misterios, de Ham-

sum, dice: Es el Gran Desquiciado, dominado por el


inconsciente, diez aos antes de las primeras publicaciones psicoanalticas. De MacLuhan dice que es un
manaco obsesionado por la causalidad pero al final lo
aprueba. Sobre Maurice Blanchot, al principio expone sus
dudas y lo critica. Lo reta. Pero luego vacila y confiesa que
hay un captulo de El espacio literario que lo ha extasiado.
Sostiene que Alfred Jarry pertenece a la literatura francesa
ms viva, esa que se relaciona con el gtico. Se entusiasma
con Ferdydurke, de Gombrowicz, y manifiesta que contiene
una de las historias de amor ms impactantes de la literatura del siglo XX. La novela El mirn, de Robbe-Grillet, le
parece aburrida: no logr atraparme, y no creo que eso
hable mal de m.
Bazlen fue amigo de Eugenio Montale, de Saba, de
Debenedetti y de otros poetas italianos. El volumen compila, tambin, las cartas que le envi a Montale. En las
misivas irnicas se puede leer, adems de las ancdotas personales, los juicios de Bobi sobre ciertas lecturascomunes y sobreotros intelectuales de la poca: Rilke,
Svevo, Joyce.
La particularidad de Bazlen es que no termin novelas
ni dej una obra cerrada o conclusa. Bazlen no hizo otra
cosa que leer. Y sus apreciaciones no pasaron al futuro en
sesudos libros de crtica acadmica sino que perseveran en
cartas y anotaciones desprolijas: hojas ajadas por el viento
de la historia, envueltas en la fugacidad de la vida. Bazlen
supo ver, con lupa lcida y sagaz, la luz titilante de algunos autores. Cmo hizo Bazlen para ver en medio de
las olas turbias de la moda? Cmo eligi los puntos de

mira? Acaso el margen le serva como espacio privilegiado? Cmo desarroll su agudo y extrao oficio de lector? Estas preguntas, aparentemente triviales, son las que
se despliegan, involuntarias, en las pginas cruciales de los
informes de lectura.

En la penltima carta a Montale dice: He limitado al


extremo el nmero de personas que veo he abolido el
alma, la sensibilidad, el disenso cultural europeo, y todos
sus derivados. Se puede imaginar a alguien ms solitario
dedicado exclusivamente a la lectura?

JUEVES, 21 DE JUNIO DE 2012

Peligro, poesa!, por Jimena Nspolo


Leer poesa. Lo leve, lo grave, lo opaco, de Alicia Genovese. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2011, 168 pgs.

mo leer un poema? El captulo IV, que es


el que da nombre al libro Leer poesa. Lo leve,
lo grave, lo opaco, se abre con esa pregunta. La
interrogacin dice Alicia Genovese aparece hoy con recurrencia en talleres y claustros como si la crtica tradicional careciera de instrumentos para abordar la presencia
catica de la poesa contempornea, como si el presente
no alcanzara la comprensin plena de una de las expresiones ms antiguas, primarias e intensas del ser humano.
En tratar de remedar esa falta (de elementos, de astucia,
de herramientas) se cifra la verdadera vala de este ensayo
que, ante todo en sus pginas iniciales confiesa el compromiso emocional que gua la seleccin de su corpus: el
affectus que genera un texto cuando ha logrado conectarnos como lectores en su crculo de deslumbramiento, que
es su crculo mgico.
El libro se organiza en dos partes, la primera (Poesa y Modernidad) rene tres ensayos atravesados por la
tensin entre lo clsico y lo experimental, la tradicin y
la vanguardia, e intenta abordar la especificidad del discurso potico en relacin con otros discursos sociales. La
segunda parte (Leer poesa) aborda distintas obrasy
desglosa algunas nociones que habitualmente se suelen tener en cuenta en la lectura de poemas (el yo potico, la
subjetividad, el imaginario, el tono, la mtrica, etc.). Genovese, autora tambin del poemario Puentes (2000) orquestado como un contrapunto entre imgenes fotogrficas y texto, alerta que leer este tipo de discurso implica
asumir el riesgo de situarse en el mismo movimiento compositivo, entre el non sense, la multiplicidad significante y
el silencio, con la nica gua de aquello que la injerencia
de lo onrico, de lo anmalo o del ruido desfamiliariza de
la experiencia cotidiana. Aunque muchas veces el poema
presente zonas transparentes o de lenguaje directo y comunicable, la composicin potica busca siempre la apertura y el desquicio de la significacin cerrada, busca la
sensualidad y el festivo desparpajo de absorber y a la vez
herir todos los discursos sociales. Este hacer no solo se
constituye a travs de operaciones intelectivas sino que se
sita simultnea y contradictoriamente entre las ideas y
las pulsiones, entre el pensamiento y una fluencia emocio-

nal, segn la definicin de Ezra Pound (p.100). La escritura, entonces, se ubicara entre el logos y la irracionalidad, porque llega a decir ms y/o distinto de aquello que
el poeta se propone en un primer momento escribir. Su
sostn es su deseo y su ceguera. Su pblico: un coro de
fantasmas.
Es notable el esfuerzo que realiza la autora por lograr la mayor apertura diafragmtica y leer en un dilogo
fructfero obrassupuestamente antitticas: en el captulo
V (Poesa y subjetividad) aborda a poetas tan distintos como Alberto Girri, Lenidas Lamborghini y Enrique Molina; en el VII, a Marosa di Giorgio; en el VIII,
a Hugo Padeletti; en el V, a Juanele Ortiz, Juan Gelman
y Olga Orozco. Si bien el libro abre varios frentes de discusin con la esclerosis crtica y la manera estanca de
leer la tradicin, con esas modas de pulsin burstil que
de pronto ubican a ciertos autores en alza y a otros en
baja es de observar tambin que el estilo ameno y cuidado de la prosa evidencia esa pasin lectora sobre la que
intenta teorizar. As, por ejemplo, cuando analiza el trabajo con las tipografas, el espacio, la mezcla de discursos y registros que la poesa de Susana Thnon pone en
escena, trama con su corpus un dilogo fresco que al fin
resulta especular: Filosofa significa violacin de un ser
viviente/ Viene del griego filoso, que corta mucho,/ y
fa, 3 persona del verbo fiar, que quiere decir confiar
(p.51). A travs del disparate etimolgico, la mezcla de lo
alto y lo bajo, lo serio y lo cmico, la parodia del supuesto
saber erudito, la/s poeta/s escenifica/n dentro del texto
un pequeo drama con los crmenes y las absurdidades
que la Razn puede desatar.
De manera no tan solapada, la seleccin delos poetas convocados por Genovese se ancla en la idea de genio, con el soporte conceptual de Giorgio Agamben. En
Profanaciones, Agamben reivindica la idea de genio como
la de ese dios ntimo y propio, ligado al nacimiento y a
la fecundidad, a cuyas exigencias nos rendimos aunque
nos puedan parecer poco razonables y caprichosas. Segn Agamben el genio es el que destruye la pretensin
del Yo de bastarse a s mismo, el Yo cuyo centro es la
conciencia dialoga con el genio en la intimidad de una

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zona de no-conocimiento, y el estilo de un autor sera


esa mueca, esa marca sobre el rostro del Yo. Retomar
aquella idea para ponerla en relacin con la lectura de
poesa implica reconocer como ineludible el sustrato subjetivo con el que se conforma la escritura, a travs de la
interaccin entre contenidos conscientes e inconscientes

dentro de ese proceso.(p.99) As, la autora desnaturaliza


el modus operandi de la crtica estructuralista de las ltimas
dcadas del siglo XX que, privilegiando la sola construccin formal de los textos literarios, obtur la posibilidad
de leer de manera integral la dimensin ms revulsiva y
peligrosa del arte.
MARTES, 19 DE JUNIO DE 2012

Un futuro brillante, por Fabin Sobern (Entrevista a Ernesto


Mallo)
Del 11 al 17 de junio se realiz en Buenos Aires la primera edicin del Festival de Novela Policial Buenos Aires Negra.
Fabin Sobern entrevist a su organizador, Ernesto Mallo, amodo de balance de la experiencia.

-Por qu organizar un encuentro sobre el policial negro?


Todas las grandes ciudades del mundo tienen uno. En
Francia, por ejemplo hay 60 festivales de novela policial
cada ao, Alemania, Inglaterra, Espaa etc., tambin tienen sus festivales. Buenos Aires, a pesar de ser la primera
ciudad del mundo hispanoparlante que publica un relato
policial, careca del suyo. La idea es llenar ese vaco, e incorporar a esta ciudad al circuito negro internacional. Estos festivales son tiles para que el pblico conozca nuevos
autores, se entere en qu andan los ya consagrados.
-Por qu sigue vigente el policial? Por qu conquista tantos lectores?
Creo que la gente necesita comprender qu est pasando con el crimen en general y no puede confiar en lo
que digan al respecto ni los polticos ni los medios ya que
ambos responden a grupos de poder y dicen lo que les
conviene. La novela, al estar liberada de intereses corporativos puede, a travs de la ficcin, contar cosas y revelar
verdades que de otra manera quedan soterradas.
-Cres que el gnero expresa algn sntoma de la sociedad de nuestro tiempo?
Me parece que el gnero es un sntoma de la sociedad
de nuestro tiempo. El relato policial se nutre de lo que sucede a diario en el ancho mundo del hampa.
-Es evidente que el negro ha sido publicado con mucha pericia en los
ltimos aos por escritores que estn fuera de la rbita de USA (suecos, italianos, griegos, etc.). Qu pensas de este fenmeno?
La criminalidad se extiende por todos los pases del
mundo a la velocidad de un Tsunami, detrs vienen los
escritores para relatarlo.
-Cmo ves al policial negro en Argentina?
Estn surgiendo tantos autores, colecciones y editoriales ltimamente que es muy difcil elaborar una respuesta
general. Lo que s puedo decir es que con tal auge vamos
a tener libros buenos, mediocres y malos, pero para que
surja un Chandler o un Hammet tiene que haber muchos

otros escritores menores. Creo que Argentina es un muy


buen caldo de cultivo.
-Cres que se mantiene el prejuicio de la universidad sobre el gnero?
Algunos lo siguen sosteniendo, cada vez menos, de
modo que el tema cada vez tiene menos importancia. Personalmente no le atribuyo ninguna.
- Cmo penss a la mujer como autora del negro? Cres que hay
una diferencia que se traduce en la escritura? Pienso en PD James,
por ejemplo (en el extranjero) y en Claudia Pieiro, por ejemplo (en
Argentina).
S, por supuesto que hay diferencias y muy profundas.
La escritura est directamente relacionada con la sensibilidad y las experiencias del autor y, en tal sentido, las mujeres tienen experiencias que los hombres nunca vamos
a conocer, no importa lo que hagamos y de qu nos disfracemos. La maternidad por ejemplo. Ellas estn incursionando en un gnero que durante muchsimo tiempo
fue territorio casi exclusivamente masculino. P. D James
y Agatha Chirstie fueron excepciones, pero esto est cambiando y enriquecindose con el aporte de las escritoras.
Lo policial que, como dijo Borges, se nutre de la delicada
transgresin de sus leyes, tiene tambin la virtud de incorporar nuevas tendencias, nuevas formas expresivas y estilsticas sin ningn problema, por eso sigue vigente y tiene
una dinmica de enorme agilidad.
-Muchos autores han trabajado la denuncia poltica a travs del negro. Por qu pensas que ocurre esto?
Yo no creo que el policial sea un medio apto para
la denuncia poltica expresa y me parece un error muy
grueso que haya autores que crean que lo es. Ocurre por
oportunismo, quienes desean hacer denuncia poltica ven
en el policial un vehculo popular para expresar su prdica, pero un libro no va a cambiar el mundo. Para hacer
denuncias est la justicia, los medios de comunicacin y
los ensayos o estudios. Una denuncia debe justificarse y
sustentarse con pruebas y debe servir o contribuir a que

una situacin de injusticia sea detenida. La ficcin nunca


puede ser una prueba de nada porque es, precisamente,
ficcin. El policial negro se limita a narrar, a describir el
mal y con eso, ya tiene bastante trabajo.
-Cmo te imagins el futuro del gnero?

Como la criminalidad va siempre delante de la ley y es


muy creativa en cuanto a nuevas formas de delinquir, nuevos delitos y nuevas situaciones, le imagino un futuro brillante dado que todo lo que es malo para la humanidad es
bueno para la literatura. Mientras el crimen est en alza,
el gnero tambin lo estar.

VIERNES, 8 DE JUNIO DE 2012

Tenemos que hablar de, por Natalia Gels

ue sea sanito. Que tenga cinco dedos en cada


mano, cinco dedos en cada pie. Ante la llegada
de un hijo, es difcil que a alguien se le cruce

por la cabeza algo como: Que no sea un asesino. Sin embargo, a veces sucede, a veces el retoo crece
y mata gente. Y qu pasa entonces con la madre, con el
padre? Qu sucede? De eso y de la parte menos cndida
de la relacin madre/hijo habl Lionel Shriver en su libro
Tenemos que hablar de Kevin (Anagrama), en el 2003 y ocho
aos despus, otra mujer, la escocesa Lynne Ramsay (que
dirigi Ratcatcher y Morvern Callar), se anim a llevar al cine
esa historia que logr el respeto de la crtica y que arm
revuelo por mostrar una maternidad que es bien cercana
a los cardos y lejos, muy lejos de los algodones. De ese
modo, no slo logr presentar la genealoga de una masacre desde el punto de vista de la madre del que la perpetra, sino la radiografa de las tensiones e hipocresas que se
esconden tras la institucin familiar y del lugar de la mujer sometida a presiones que no parecen ceder demasiado
con el correr de los aos. Tenemos que hablar de Kevin forma
parte de esas obras que agarran el tab por las astas y lo
ponen, vencedoras, a su servicio.
La historia de la novela de Shriver tuvo sus inconvenientes. Fueron treinta las editoriales que se negaron a publicar ese libro en el que la protagonista, Eva Khatchadourian, deca, por ejemplo: Esto es todo lo que s: que
el 11 de abril de 1983 di a luz a un hijo, y no sent nada.
Se refera, claro, a su hijo adolescente Kevin, el asesino en
esta historia, el que mata a flechazos a nueve personas en
su colegio secundario. Hoy la novela es un clsico, gan
el prestigioso Premio Orange (que se otorga a mujeres escritoras), y la autora es considerada por muchos una de
las mejores novelistas vivas de Norteamrica. Periodista y
escritora, Shriver naci en Carolina del Norte en 1957 y
vivi en varios pases: Londres, Tailandia, Irlanda, Israel,
Kenya. La fama la consigui a los cuarenta aos.
En una nota para el diario ingls The Guardian, Shriver reconoca que tena sus reparos al dejar en manos de
Ramsay la adaptacin de su novela. En realidad, tema
dejarla en manos de cualquier director. Confesaba en ese
artculo que era consciente de que una mala adaptacin

acompaaba al escritor por el resto de su vida. No hay


una adaptacin neutral escribi o le hace bien a la historia, o la empeora. Si alguien se aproxima al film antes que a la novela, la percepcin queda mediada por eso
que de la pelcula se desprende y a decir verdad, en el
campo de las adaptaciones, no suelen ganar los aciertos.
Entre otras cosas, Shriver reconoca temer que su novela
fuera tamizada por la mirada de algn director vido de
taquilla, que eligiera a un rostro alegre y bonito, como
el de Cameron Daz para interpretar a la compleja Eva,
esa mujer que cumple con los deberes maternos a su pesar, que no expresa cario por su hijo, que lo mira con
resignacin, como se mira a un montn de platos sucios
que hay que lavar. Para tranquilidad de Shriver ah estuvo
digna, enorme, la actriz Tilda Swinton. Y tambin, por
supuesto, Ezra Miller con un magnetismo impregnado de
perversidad que le da el tono justo a ese muchacho incomprensible, o incomprendido, a ese joven siniestro al que,
sin embargo, dan ganas de arropar. Ella y su hijo son uno,
por eso a lo largo del film, el cuerpo de Swinton deambula derrotado, como dejado al juicio de ese barrio que
sabe lo que ocurri y la hace responsable. Durante toda
la pelcula, el presente de la protagonista se convierte en
un va crucis mechado con los flashbacks que le corren el
velo a la historia.
Ramsay intenta lograr el tono fro, impvido, que consigue la novela. Pero claro, si Shriver us como recurso el
epistolario unilateral de Eva hacia su ex y padre de su hijo,
una serie de cartas que son casi un acto de contricin, la
pelcula queda sometida a la imagen: es cine, claro, y el espritu de Eva cambia de tono, quiz porque pierde el monlogo, el pensamiento omnipresente en la novela, quiz
porque la visin de Ramsay, la directora, lo impregn
todo con su mirada. Lo cierto es que en el film las razones
son sugeridas, y es trabajo del espectador llenar esos espacios vacos, sin respuesta. El relato ancla en el presente
de Eva, que intenta rehacer su vida en una comunidad
que la conoce, que la repudia, y ella acepta esos castigos
con ascetismo. Los flashbacks que la azotan se encargan
de contar el pasado, el camino que llev a ese estado de
situacin: ella en empleo insignificante, visitas de rutina a

blemas de las sociedades modernos se anim con el tema:


el austraco Michael Haneke dirigi El video de Benny, en
el que un adolescente de clase media-alta lleva su pasin
por los videos caseros de violencia extrema hasta sus ltimas consecuencias y mata a una chica en su propia habitacin, y filma su propio crimen. Los padres de Benny se
enteran de esto antes que la justicia, como ocurre tambin
en La Cena, de Koch. Se trata de historias que plantean
cuestiones delicadas, de las que es imposible salir con una
respuesta airosa: sea como sea, la tica sale manchada en
cada opcin. La pelcula de Haneke ubica en escena un
televisor que deja ver una pelcula norteamericana: es un
testigo de los asesinatos, una mquina que escupe brutalidad en silencio. Al igual que Tenemos que hablar de Kevin, El
video de Benny no intenta suavizar la cuestin, como si ocurre en La Cena, con un giro que quita fuerza a la historia.
De todos modos, las preguntas son las mismas: Cunto
hay de naturaleza? Cunto de lo psicolgico? Cunto
de lo social? La comunicacin, por lo pronto, es clave en
todas ellas. Y Kevin se lo dice a su madre, cuando habla
de su padre. Lo dice as y ante las cmaras: Me habra
sentido muy feliz si hubiramos tenido alguna pelea. Pero
no, l era todo alegra y diversin, perritos calientes y ganchitos de queso. () Cmo se come eso de que tu padre
te quiera y no tenga ni p [pitido] idea de quin eres? A
quin quera mi padre entonces? Sera a algn chico de
alguna serie de la tele. No a m.
A menudo aparecen estas historias en los diarios, pero
por alguna razn la literatura, el cine, la ficcin en su totalidad, generan ms revuelo y logran cierta incomodidad
reflexiva que no se pierde en la vorgine de noticias en la
que a veces se lica la realidad. Estas ficciones narran una
historia en particular, pero esbozan algo ms amplio: la
sociedad en la que se generan. Quiz la pelcula de Ramsay no logra la grandeza de novela en la que se inspira,
pero ambas triunfan en mostrar sin remilgos las zonas ms
oscuras de la sociedad y sus individuos. En ltima instancia, la pelcula es una excelente excusa para buscar la novela, para ver el hueso de esa historia, para comprobar
que s, que tenemos que hablar de Kevin.
MARTES, 5 DE JUNIO DE 2012

nimo y nimas de animales, por Jimena Nspolo


Zoo, de Marie Darrieussecq. Traduccin de Lil Sclavo. Buenos Aires, El cuenco de plata, 2012, 200 pgs.

os editores suelen decir que su forma de intervenir


en la realidad es a travs de los ttulos que publican,
de los autores que impulsan, del dilogo sutil que
trama su catlogo con la tradicin y con su entorno. Por
alguna razn desconocida, la reciente traduccin de Zoo,
de la francesa Marie Darrieussecq (1969), me atrae y me

invita a la reflexin ya desde su arte de tapa, con esa playa


y esos nadadores simpticos que atraviesan el mar a manotazos, que hacen plancha, enlazan sus lenguas, se abren
de gambas o muestran el culo.
En estos cuentos las fminas son las protagonistas. En
estos cuentos las tramas se construyen con sucesos nimios

| BOCADESAPO | OPININ

| BOCADESAPO | RESEAS
29

su hijo en el penal y toda la soledad.


El pasado: Kevin beb llora y no para, el cuerpo de su
madre est cansado hasta la derrota, y ella mujer aora
una vida que se le escap as, como si nada. Eva, con el
nio en el carrito, dando gritos infernales sin parar, se detiene en la calle, junto a un taladro que rompe el asfalto
y lo llena todo de un ruido extremo que en ese momento,
para ella, se vuelve misericordioso porque tapa el bramido
de su hijo. Eva, la misma mujer que hace poco iba de pas
en pas, para escribir en su famosa gua de viajes, con su
pelo largo, suelto, y su libertad a granel, cambia los paales de Kevin. Apenas termina, el nio a propsito, vuelve
a ensuciarlos y la mira desafiante, del mismo modo en el
que la mirar aos ms tarde, cuando ella entre al bao y
lo encuentre masturbndose. En eso se juega la pelcula,
en mostrar las pequeas grietas cotidianas y no tanto
que predicen la masacre. Ramsay dej de lado el modo
epistolar que estructura la novela de Shriver, pero eligi s
las escenas clave y fue fiel a ellas. De todos modos, lo ms
descarnado se mantiene y el drama se transforma por momentos en terror psicolgico.
El punto de vista de los padres ante un hijo asesino
abre un mundo de posibilidades: Qu sucede? Cunta
responsabilidad hay en ese acto? Cundo se convirti en
un asesino? Cmo ocurri y no lo vieron? Las respuestas nunca son polticamente correctas. Sobre esto tambin habla la novela La Cena (editorial Salamandra) del
holands Herman Koch, que pone al narrador ante estas
preguntas cuando su hijo golpea, humilla y mata junto a
uno de sus primos a una homeless que se refugiaba en el
calor de un cajero automtico. Inspirada en hechos reales, ocurridos en Espaa, la novela tiene otros elementos
que complejizan esa trama: los chicos fueron filmados, su
hermano es el candidato ms firme a ganar las elecciones
para primer ministro, pero slo ellos, los padres, saben lo
que la justicia ignora, que fue su pequeo muchacho el
autor de ese crimen que repiten una y otra vez en la televisin. Lo pblico y lo privado se ponen en juego y abren
otras preguntas.
En cine, ya otro director diestro en mostrar los pro-

29

| BOCADESAPO | RESEAS
30

que desequilibran de pronto la cotidianeidad que los (las)


sujetos narradores se obstinan en representar dentro de
ciertos parmetros ofrecidos por la racionalidad y el sentido comn. Generalmente es un detalle pequeo que al
fin derriba toda pretensin realista y estalla la dimensin
fantstica del relato: un mono famlico que es la mascota
dilecta de una anciana pero que adems habla, una mujer que se borda las piernas para ir a una boda u otra que
congela a su marido muerto y que luego decide clonarlo
para no sentirse tan sola. Pequeos detalles que instalan
lo anormal en el centro de la escena de una acomodada
pequeo-burguesa, incapaz a todas luces de esconder su
aburrimiento o su hasto. En el cuento Juergen, yerno
ideal, por ejemplo, la desaparicin del gato de la madre
de la narradora dispara la accin narrativa; a causa de
esa desaparicin la protagonista que se declara artista y
fotgrafa (S muy bien que todas esas personas que fotografo van a morir. Eso hace que mis fotografas luzcan esa
suerte de ptina melanclica, plida y verdosa. Los que
admiran mi fotografa la valoran precisamente por eso
pg.80) y su marido viajan una y otra vez de Londres a
Baviera para asistir a la anciana en ese trance. La aparicin del cuerpo de un gato muerto al costado del camino
plantea en el devenir de la trama otra serie de preguntas:
Qu hacer con el cuerpo del animal? Es posible que un
embalsamador reconstruya el estropicio? Los animales
tienen alma? Hay cementerios para ellos? Dnde? Finalmente, el grupete formado por la madre, la hija y el
yerno lograenterrar al gato con pompa, lpida y sermones; pero hete aqu que al cabo de unos das el animal
aparece vivito y coleando en la casa de la anciana. Se sucede entonces otro viaje de la pareja y la narradora vuelve
disparar sus preguntas: Es posible que su madre est desequilibrada? A qu mascota mima ahora? La tensin narrativa se distiende, la pareja se olvida de la anciana hasta
que un da llama para avisarles que debe retirar los restos
mortales de la tumba del padre de la fotgrafa pues el
lapso de tiempo reglamentario para conservarlo en el panten est por vencer. La madre se queda con la urna en la
casa. Das despus es sorprendida intentando enterrar los
restos cenicientos en la tumba del gato resucitado. La
oscilacin fantstica del relato se instala al final, cuando
la narradora nos muestra a un hombre mayor en el living
de la casa de su madre, un hombre que se parece extraamente a su marido Juergen y que su madre le presenta
como su padre.
Me he detenido en la descripcin de cmo ingresa la
dimensin fantstica en este relato, en esa duda que se
instala en los prrafos finales (Logr la madre resucitar al
padre de las ruinas? O la madre est loca? La hija tambin?), porque este artificio recurrente con que se construyen estos cuentos es el mecanismo que singulariza al relato
fantstico moderno: el escenario tenebroso de la ficcin

gtica desplazay concentra lo ominoso en el corazn de la


subjetividad (en el fantstico de Julio Cortzar, por ejemplo, de tradicin franco-argentina suficientemente comprobada).
En los cuentos La rondadora y Cuando de noche
me siento muy cansada la oscilacin fantstica es utilizada ahora en funcin de la temtica del doble y la creacin artstica; en El vecino o An aqu en la posibilidadde que el narradorsea un fantasma. Navidad entre
nosotros utiliza tambin este artificio pero lo complejiza
un poco ms: las ltimas lneas del relato sugieren que la
narradora no slo ha muerto de nia sino que esos das
pasados en la casa de su infancia, esos das que son la materia adulta y presente del relato, son slo un sueo de su
madre.
Como se recordar Darrieussecq ha tenido la desgraciada dicha de alcanzar con su primera novela, Truismes
(traducida al espaol como Chanchadas por Alfaguara y
Marranadas por Anagrama), rcord de ventas en Francia
y traducciones en ms de treinta idiomas. En la pgina
que oficia de presentacin a este volumen de relatos, titulada POR QU UNA CHANCHA?, dice la autora: Creo
sin temor a equivocarme que, exceptuando cmo ests?,
sta es la pregunta que ms me han formulado desde la
publicacin de Chanchadas en 1996. En realidad no tengo
una respuesta precisa sino meras aproximaciones estadsticas. A menudo comprobamos que a las mujeres se las
trata mucho ms como chanchas que como yeguas, vacas, monas, vboras o tigresas; ms an que como jirafas,
sanguijuelas, babosas o tarntulas; y mucho ms an que
como ciempis, rinoceronte hembra o koala.
Darrieussecq dice consultar estadsticas y no tenemos
por qu no creerle. Segn parece la chancha es el animal
ms popular a la hora de identificar a la mujer con un animal. Marie dice tambin, al final de ese opsculo, que un
relato no es una novela breve. Es una idea cuya escritura
se perfila en los bordes de la novela, en su proceso de escritura, que crece como farsa o como fbula, que nunca
escribe relatos si no es por demanda (de una revista, de un
editor, un museo o un artista) por eso mismo en este volumen apunta, alpie de cada texto, el medio para el que
fue escrito y/o la circunstancia que lo inspir.
S de un chancho que engorda en la Pennsula Ibrica,
en las dehesas de Extremadura y Andaluca, a base de bellotas a fin de que el sabor de su carne recuerde a ese fruto.
Me pregunto si Marie sabr de su existencia

VIERNES, 1 DE JUNIO DE 2012

Un presente maravilloso, por J.S. de Montfort


| BOCADESAPO | RESEAS

Elogio del texto digital, de Jos Manuel Luca Megas. Madrid, Frcola, 2012, 148 pgs.

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logio del texto digital, del catedrtico de Filologa Romnica de la Universidad Complutense de Madrid y experto en Crtica textual y Humanidades
Digitales, Jos Manuel Luca Megas (Ibiza, 1967), se pretende una reflexin al modo del mosaico sobre el nuevo
paradigma en el que nos encontramos inmersos (el paradigma digital o virtual, se entiende) y as servir para (re)
pensar el modo en el que se crean y se difunden los textos
digitales hoy (y los muchos retos que quedan todava pendientes a este respecto).
La propuesta fundamental de Luca en este libro es
doble. Por un lado, hace una cartografa histrica para demostrar cmo nos halla(ra)mos inmersos en una segunda
textualidad y en una tercera oralidad y cmo ambas desembocaran juntas en el paradigma de la virtualidad. Y,
por otra parte, busca persuadirnos de la beneficiosa y
necesaria- implementacin de lo que l llama plataformas de conocimiento y que deberan ser promovidas por
las universidades.
Nos recuerda Luca en el libro cmo la primera textualidadhubo de surgir con el impulso democratizador de
las polis griegas a partir del s. VIII a. de C., y gracias a la
generalizacin de la educacin. A ello contribuy la aparicin de las vocales en el alfabeto griego (que alentaba una
alfabetizacin ms fcil) y la lectura de izquierda a derecha; pero, sobre todo, el clamo, una caa ms gruesa, rgida y hueca que el tallo de junco que utilizaban los egipcios y que permitir escribir sobre el papiro con mayor
facilidad. Esto conlleva(r) que la tecnologa de la escritura pierda su carcter elitista y sirva como monopolio
casi exclusivo para la creacin, conservacin y difusin
del conocimiento que perdurar hasta el siglo XX.
Hasta entonces, el mtodo para la difusin del conocimiento haba sido la oralidad, de naturaleza ms inmediata y ms compleja, debido a la necesidad de la interaccin de la voz, los gestos, y el propio tiempo del lector
(siendo este al tiempo receptor y nuevo agente transmisor). El que slo existiese en la memoria (en la lectura oral)
haca muy complicada, adems, su conservacin. Por eso
finalmente el texto escrito triunfa como mtodo para la
conservacin y difusin del saber.
Sin embargo, en el siglo XX, con el telfono, la radio, el cine o la televisin, aparece una nueva oralidad,
la segunda, caracterizada, igual que la primera y segn
Walter J. Ong, por la mstica de la participacin, la insistencia en el sentido comunitario, la concentracin en el
momento presente y el empleo de frmulas, pero con la
diferencia fundamental de su mbito de influencia (la as

llamada aldea global) y de que no sirve la voz ya para la


construccin del discurso, que suele ser escrito. As, hoy,
superados el paradigma de la oralidad y la textualidad,
hablaramos segn Jos Manuel Luca- de un paradigma
virtual, que sera una suerte de sntesis de ambos y que se
concreta(ra) en el texto digital, de doble naturaleza, pues
implica una codificacin artificial matemtica- que slo
el ordenador es capaz de codificar y descodificar, as como
de una capa de naturaleza humana (informacin lingstica representada con una forma de escritura humanamente legible, basada en una codificacin lgica y en
un registro de signos grficos de manera mecnica).
Respecto a la idea de la plataforma de conocimiento
tiene esta que ver con las bibliotecas digitales de los campos universitarios, y vendra a ser una aplicacin que integra un conjunto de herramientas y de aplicaciones que
se adaptan a las necesidades del usuario para albergar todo
el material necesario para su quehacer cientfico y docente
[] que puede ser ampliado por el usuario, el cual tiene
acceso tanto a la informacin y servicios generales como a
los materiales personales que ha subido, que pueden permanecer privados o hacerse pblicos segn su deseo. Lo
que reside detrs de tal concepto propuesto por Luca es el
hecho de que no nos podemos contentar sencillamente con
la acumulacin de la informacin y el saber en las bibliotecas digitales, sino que se ha de fomentar una arquitectura
de la participacin. Para tal fin, deberan darse cuenta las
universidades de que, como dice Jos Antonio Magn, han
de compaginar el servicio a sus usuarios ms cercanos con
la tica ms alta del pensamiento humanista representada
por el espritu universitario de compromiso hacia ciudadanos que superan [sus] fronteras.
En fin de cuentas, se tratara pues de aadir valor al
texto digital, de ir ms all de la reproduccin digital de textos analgicos (que es en lo que nos hallamos hoy, en esta
fase todava de transicin), de no tener miedo de innovar,
buscando que la informacin est (inter)relacionada, que
se produzca una verdadera universalizacin del saber (partiendo de la idea de la escritura no secuencial del hipervnculo). Pero, por sobre todo, de pensar que el autor no es ya
el guardin soberano del texto, sino que es un paso ms
dentro de todo el proceso y que ahora el usuario, el receptor surgido de la web 2.0, y cuyo principio bsico para
acceder a la informacin es la interactividad, adquiere un
nuevo protagonismo y centralidad. La tecnologa, nos
dice Jos Manuel Luca, ya est aqu. Ahora slo nos queda
no ya inventar el futuro, sino aprovecharnos de todas las potencialidades del presente, sin recelar de la experimentacin.

SBADO, 26 DE MAYO DE 2012

| BOCADESAPO | OPININ

Declogo del Perfecto Provocador, por Jimena Nspolo

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1. Elabrate un disfraz. Pon especial atencin en la construccin de la mscara. Recuerda que una buena mscara debe condensar a simple vista los rasgos que ms
te molestan de tu personalidad.
2. Identifica en la sociedad en la que vives las costumbres
y actitudes en las que tu mscara se solaza gustosa, y
preprate para desnaturalizarlas.
3. Deja que la bestia que te habita respire su hiel destruyendo todo lo que encuentre a su paso.
4. No sientas culpa. Recuerda que el odio es otra forma
de amor y que si dedicas tanto tiempo a la faena es
porque la faena te importa.
5. Manten tu tarea en secreto. Saborea el anonimato.
6. Deja que el terror se expanda como un virus.
7. Permite que la duda sobre tu verdadero Ser se instale

a tu alrededor.
8. Haz que el sujeto civil que an eres emprenda tareas
positivas y reparadoras de la destruccin que t mismo
has generado.
9. Recuerda que tu figura es el oxmoron, que tu arte se
asienta en tu capacidad de sostener en simultneo la
contradiccin sin que sta te destruya (lo Apolneo y
lo Dionisaco, el Bien y el Mal, la Vida y la Muerte).
Surfea tu esquizofrenia, no permitas que la ola te tu
locura te derribe condenndote al suicidio, al manicomio o al silencio.
10. Intenta que todos estos tems se renan en la obra
que tu vida y tu nombre propio encarnen. Recuerda
que si no logras llegar hasta aqu la ordala de tu desesperacin habr sido en vano.

VIERNES, 8 DE JUNIO DE 2012

Entre el verde y el fro, por Natalia Gels


Todos los bosques, de Beln Iannuzzi. Ed. Pnico el pnico, Buenos Aires, 2012, 48 pgs.

n paseo agridulce por la infancia, o por cualquier


tiempo muerto en el que el aire fresco y los das
ardientes se plantan para hacerle de escenario a
esta especie de poesa del camino. A eso juega El origen de
las especies, un libro breve y exquisito en el que la autora,
Beln Iannuzzi, logra pintar un universo al calor de los recuerdos, de a ratos azotado por versos que, sin aviso, aguijonean al lector. Hice un barco de papel/ con un pauelo
descartable/ para invitarte a navegar/ ro arriba/ por el
agita/ de mi pena. Tan bello. Tan simple.
Editado por Pnico el pnico, dividido en dos partes:
Poemas de la ruta y Poemas que le gustan a otros, El
origen de las especies viaja al pasado pero tambin retrata el
presente. Posa la mirada en esos detalles que todos vemos,
pero de los que nada decimos. Pinta una poca. Nadie
escribi/ la novela de mi generacin, / tal vez porque mi
generacin/ ya no tiene novelas,/ tendr nouvelles/ o cuentos/ en antologas que me aburren./ Qu me importa!/
Yo quiero que me llames/ y me invites a salir,/ si es al cine,
mejor., escribe en La voz humana por internet. Amor
2.0. O la caprichosa belleza del desamor de siempre.
Son quince poemas, perlitas que chispean como gotas
de agua fresca contra el sol de la hora de la siesta en cualquier verano.
Ahora Iannuzzi vuelve con Todos los bosques, tambin
editado por Pnico el pnico. Otra vez la potencia de las
imgenes. El lirismo disparado por la mirada. Por el plano

detalle que condensa mundos, pesares, esperanzas: Vos


y yo/ y todos los bosques que fuimos/ antes de ser nosotros/ y las flores del aloe/ que parecen estrellas de da/
sostenidas en la ventana.
Hay una melancola a la intemperie, hay bosques de
invierno, centelleos por doquier, hay una mujer que crece
y no se anima a decirle adis a la nia que fue, hay una
mujer que se obstina por conservarla. Y la nieve, la ciudad, y la juventud asentada, esa que inicia el estado contemplativo. Son poemas simples, que tienen la belleza del
bonsi. Es el suyo, como bien dice Miguel Grinberg en el
prlogo de Todos los bosques, un lenguaje vegetal. La voz
de una generacin que no imposta, que no busca el choque por el hambre del ruido.
Hacia el final, se integra el Diario de Noruega, escrito, justamente, en ese pas helado. Una crnica de viaje
que muestra la vida de unos seres acostumbrados a la
nieve, a la vida bajo cera, a buscar el calor en lo sutilmente
templado. El extraamiento natural de quien mira ese territorio con cierta fascinacin. Es un cierre coherente con
la vibracin del libro en su totalidad: esa sensacin de
viaje, de trnsito constante. Aqu, una vez, hay fro, rboles, nios, y est esa sensacin agridulce de constante despedida. As se cierra un libro que tiene la impronta de una
margarita vagabunda en la ciudad de humo.

VIERNES, 18 DE MAYO DE 2012

Conversaciones con Cline, por Fabin Sobern


| BOCADESAPO | RESEAS

Conversaciones con el profesor Y, de Louis Ferdinand Cline. Buenos Aires,Caja negra, 2011,128 pgs.

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ouis Ferdinand Cline sale, bajo fianza, de la crcel


de Copenhague. Cline es mdico y percibe las eczemas, los dolores invisibles, la pelagra, la ansiedad
que sube como una enredadera y no puede hacer nada.
Con Lucette, su mujer, se instala en un campo blanco, al
borde del helado y spero mar Bltico. Ella es bailarina y
ama, como l, a los animales. Ama al viejo gato Bebert.
Lucette aprovecha el amplio corredor vaco y baila
sola y, a veces, da clase a tmidas seoritas danesas que
no saben quin es ella ni quin es l. Lucette a veces nada
sola, en verano, en el agua balda del mar Bltico. A la
vista no hay nada. Solo una choza rada, llena de alimaas en verano y de tristeza larga, irreparable, en invierno.
Una estufa a carbn ilumina, tenue, los manuscritos y el
corazn que palpita aislado como un paria. Cline y su
mujer pasan hambre y fro. No tienen bao. No lo necesitan. Como un perro, l orina en la tierra blanca, al lado
del agua congelada. En las noches largas como fantasmas
escribe unos borradores. Lejos de las luces de Pars, su
odio se recrudece.
Cline no se amilana. En medio del srdido desierto,
prepara un contraataque para nadie. O sea, para s
mismo. Pasa noches perdido en el fro, mirando el devenir
absurdo de las olas negras en la noche blanca. De vuelta
en Pars, Cline es el peor traidor a la patria. Su escritura,
antes elogiada, ahora es vista como la marca negra de un
furioso y despreciable antisemita.
En ese marco, desde un lugar incmodo, el gran vociferante Cline, redacta una entrevista falsa, un dilogo
irreal pero certero sobre sus aficiones literarias, sobre el

sentido de su estilo. Con el odio guardado en una valija,


Cline prepara su autodefensa, un ataque irnico, mordaz, a sus mltiples detractores. Sin respiro, escribe una
apologa potica. Ese libro es Conversaciones con el profesor Y.
Con los repetidos tics de su estilo, Cline habla, en
clave autoficcional, de sus taras, de sus obsesiones, de sus
virtudes. Y lo hace sin ahorrarse el tono grandilocuente,
megalmano, hiriente y oral. Evita las alusiones polticas.
Solo en una ocasin lo hace y asocia a la poltica con la
ira, con la clera fcil. Sin pudor, repasa y repite sus aficiones, sus descubrimientos, sus aciertos.
Conversaciones con el profesor Y mezcla la impdica autoapologa con la falsa crnica. Propone un dilogo entre
el otro/el mismo Cline y un extrao teniente llamado Y.
Atrapado por la corriente turbia de la voracidad verbal,
Cline se autodenomina el nico inventor del siglo.
Toda la obra de Cline es un enigma. Todas sus pginas plantean un enigma, una serie de preguntas hirientes: De qu modo se unen en un hombre la obra brillante, nica, y el iracundo ataque antisemita? Es posible
separar las aguas de la creacin artstica de la corriente
tumultuosa de las ideas racistas? En qu nudo ciego se
imbrican la vida miserable y la obra ejemplar? Por qu
podemos disfrutar de Viaje al fin de la noche al mismo tiempo
que repudiamos al malicioso aplogo del nazismo?
No podemos no leer a Cline. Leer a Cline es nuestro
imperativo categrico. Si Viaje al fin de la noche es la gran
novela francesa del siglo XX, Conversaciones con el profesor Y
es su complemento esttico.
MARTES, 15 DE MAYO DE 2012

La intimidad, una serie de violencias salteadas, por Marcos


Seifert
En breve crcel, de Sylvia Molloy. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2012, 155 pginas.

os Luis Pardo en La intimidad distingue lo privado de


lo ntimo. Esto ltimo, afirma el autor, remite a un
resto de indeterminacin inapresable desde la duali
dad entre lo pblico y lo privado. Una distancia
que violenta la enunciacin y transforma cualquier bsqueda autobiogrfica en una experiencia de lo ajeno, de
lo extrao. La novela de Molloy, reeditada por FCE con
prlogo de Ricardo Piglia, materializa este hiato en la decisin narrativa que instala una fractura entre la voz que
narra y el sujeto de la accin. La novela, narrada en tercera persona, pero con un enfoque interno, propone una

divisin entre un sujeto que escribe y otro que lo narra


como una manera de poner en evidencia el asedio de ajenidad y extraeza que socava la interrogacin subjetiva.
En el texto de Molloy la inmersin en los recuerdos fragmentarios, las ancdotas amorosas y los relatos de la infancia son parte, a su vez, de un cuestionamiento de los
lmites y alcances de la escritura fraguado en una suerte de
desdoblamiento en la marcha enunciativa que retrocede
y avanza, y mediante ese movimiento da pie a una reflexin sobre lo narrado: Mientras espera escribe; acaso
fuera ms exacto decir que escribe porque espera: lo que

| BOCADESAPO | RESEAS
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anota prepara, apaa ms bien un encuentro, una cita


que acaso no se d. Junto al efecto de cercana con los
hechos, destacado por Piglia en el prlogo a esta edicin,
que parece volver al lector un espa de una escena prohibida, se establece tambin una distancia, una fisura que
es, a la vez, un espejo en el cual se ve a s misma como
otra. La escritura, impulsada por un desgarramiento inquisidor, tacha, borra, inventa, desarma, reconstruye los
encuentros amorosos con Vera y Renata, su espera, sus
celos, su geometra de las pasiones. Al exponer el proceso
de produccin escrituraria, las dificultades y limitaciones
del recuerdo y el registro de lo vivido, la novela no slo
desarticula las convenciones del relato autobiogrfico,
tambin evidencia sus vacos, sus zonas oscuras. La intimidad, afirma Pardo, aparece en el lenguaje como lo que
el lenguaje no puede (sino que quiere) decir. En breve crcel
acecha y seala esta inaccesibilidad de lo ntimo.
En su prlogo, Piglia reconstruye su escena de lectura
de la novela para destacar el modo en que lo atrap la
voz que narraba la historia. Un tono que toma forma en
el vnculo emocional entre el que narra y lo narrado. Esta
articulacin es clave dentro de la novela ya que el forcejeo
narrativo con los recuerdos elusivos se experimenta desde
la voz como una bisagra fundamental entre el cuerpo y la
palabra.

La contraposicin entre phon y logos es referida ya por


Aristteles en la Poltica. Por un lado, la capacidad para
expresar placer y dolor, por otro, la de discernir lo justo
de lo injusto. Se puede pensar cmo en la novela la emocin modula el tono, interviene en el ritmo, pero hay que
advertir que la pasin se vuelve, tambin, un exceso que
hiere y violenta la escritura, le enclava silencios, la mutila.
Su reedicin, como toda reedicin, desplaza la novela y la reubica en un nuevo contexto de lectura. La
aproxima no slo a un corpus que es parte de una tendencia que Alberto Giordano llam el giro autobiogrfico
en la literatura argentina actual, sino tambin a los criterios de lectura y los debates en torno a las escrituras del
yo y a la idea del retorno del autor que dieron lugar a
distintas denominaciones (imaginacin intimista, segn
D. Link) e incluso al cuestionamiento o negacin de este
movimiento (decir yo siempre estuvo de moda, sostiene,
por ejemplo, Mara Moreno). Si de alguna manera el
texto de Molloy se vincula con lo autobiogrfico, lo hace,
ms bien, en el sentido en que el pintor y filsofo Eduardo
de Estal define este gnero: Una matriz de dispersin
del texto literario resultante de la interaccin disgregante
de elementos particularmente inestables como yo, tiempo,
memoria. Aqu se ejecuta el doble salto mortal por el que la primera
persona del verbo Ser deviene la tercera persona del verbo Estar.

MARTES, 8 DE MAYO DE 2012

Sobre la conflictividad constitutiva del espacio urbano, por


Ramiro Segura
Topografas conflictivas: memorias, espacios y ciudades en disputa, de Anne Huffschmitd y Valeria Durn (Editoras). Buenos Aires, Nueva Trilce, 2012, 430 pgs.

esultado de una modalidad de trabajo intelectual


que fomenta el dilogo, el intercambio y el debate entre personas de latitudes diversas, quienes
se inscriben en campos acadmicos y/o profesionales distintos, y que desde sus lugares especficos reflexionan sobre los procesos de las memorias y los olvidos de la historia
reciente de/en tres ciudades (Buenos Aires, Berln y Mxico), el libro Topografas conflictivas renueva la indagacin
sobre un problema clsico: la relacin entre el espacio y
la memoria.
Continuando esta tradicin, los artculos nos recuerdan valga la redundancia que la relacin entre espacio y memoria no es mecnica ni sencilla, tampoco persistente o estable. En efecto, la nocin de topografa supone
desplazarnos del espacio en s hacia los modos de apropiacin, uso y representacin, el espacio como efecto antes
que como sustancia, como relacin antes que como esencia. De esta manera, si bien es indudable que los procesos
histricos (y, en el caso especfico del libro, las violencias)
dejan huellas en el espacio urbano, stas no constituyen

en s mismas memoria, a menos que sean evocadas y ubicadas en un marco que les d sentido. Por evidente que
parezca, entonces, no hay una relacin necesaria mecnica, lineal o esencial entre espacio y memoria.
Analizando procesos y escalas diversas, desde ciudades (como el maravilloso ejercicio comparativo de Estela
Schindel sobre el ro y la memoria en Buenos Aires y Berln, o el artculo de Mnica Lacarrieu sobre la conmemoracin del bicentenario en Buenos Aires), pasando por
el anlisis de lugares de memoria (como los trabajos de
Claudia Feld sobre la ESMA en Buenos Aires, de Julia
Binder sobre el muro de Berln y de Vzquez Mantecn
sobre el Memorial del 68 en Mxico) hasta llegar a las
huellas que ciertos procesos sociales dejan en el espacio
(como el anlisis de Emilio Crenzel sobre el Hospital Posadas) y los usos que actores sociales especficos hacen del
espacio de la ciudad (como la presencia de los militares en
el espacio pblico analizada por Mximo Badar y las territorialidades de los migrantes bolivianos en Buenos Aires abordada por Sergio Caggiano), los artculos muestran

| BOCADESAPO | RESEAS
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que una ciudad, un lugar o una huella son objeto de negociacin y conflicto acerca de sus sentidos y de sus usos.
Adems, varios captulos remarcan que los emprendimientos de memoria se enfrentan tambin a cierta tendencia a la naturalizacin, la rutinizacin y/o la estabilizacin del espacio urbano. La experiencia cotidiana de la
ciudad se organiza muchas veces por medio de un relato
que elude el conflicto y que restituye un sentido no problemtico de la ciudad. Es precisamente contra esta tendencia que se realizan muchas de las intervenciones analizadas en el libro: los escraches y renombramiento de calles
por parte de HIJOS Mxico estudiada por Olga Burkert
y relatada por los miembros de la agrupacin en un texto
colectivo; la irrupcin de Lpez en la vida cotidiana que
tematizan Ana Longoni a partir del activismo artstico
y Hugo Vidal por medio de un ensayo fotogrfico sobre esas irrupciones en distintos espacios y contextos de
la vida cotidiana (el viaje en colectivo, los vinos en el supermercado, el calendario, una publicidad callejera, entre
otros); los movimientos orientados a desmonumentalizar
a Julio A. Roca en distintas ciudades argentinas abordado
por Diana Lenton. Se trata de prcticas de espacio orientadas a fracturar el relato, interrumpir la temporalidad
cclica de lo cotidiano, hacer visible lo naturalizado. En
definitiva, como lo denomina Longoni retomando a Wal-

ter Benjamin, se trata de debilitar la prepotencia de lo


dado a travs del uso y la significacin del espacio.
En sntesis: los artculos muestran que entre espacio
y memoria hay trabajo y conflicto, hay destiempos y articulaciones cambiantes, y hay indiferencias e irrupciones, dependiendo
tanto de los actores involucrados como de los tiempos y
los momentos. As, cada uno de los textos nos permite reflexionar sobre las formas concretas que asume en contextos particulares aquello que Anne Huffschmitd describe
como la conflictividad constitutiva del espacio urbano,
que ms all de su apariencia cotidiana no tiene nada de
estable, cristalizado o perenne.
De esta manera, por las propias cualidades del espacio y la memoria y ms all de los sentidos que los emprendedores de la memoria le otorguen a determinados
espacios, el libro nos muestra que nos encontramos ante
un proceso social y poltico abierto, siempre en riesgo, sin
garantas, en el cual las marcas y lugares de memoria son
intrnsecamente accesibles y apropiables, y consecuentemente polivalentes.
La paradoja, en definitiva, emerge con claridad: necesitamos del espacio para recordar y, a la vez, lo que se
recuerde y lo que se olvide no depender exclusivamente
de lo que inscribamos en el espacio.

VIERNES, 4 DE MAYO DE 2012

Cuestin de ritmo, por J. S. de Montfort


La administracin del miedo, de Paul Virilio. Ed. Barataria / Pasos Perdidos, Barcelona, 2012, pgs.113.

n su ltimo libro publicado en castellano, La administracin del miedo, y que se presenta bajo la forma
de una larga entrevista, ahonda el fenomenlogo
Paul Virilio en su idea de la tirana del tiempo real, cuya
aceleracin ya haban denunciado largo tiempo atrs los
surrealistas; velocidad que, segn el terico crtico francs, se ha convertido en un nuevo culto solar. Contra la
presencia invasiva de la velocidad, Virilio propone una
cultura del empleo del tiempo, un modo de vida distinto
y opuesto [al rgimen de la velocidad que no distingue ya
entre pasado, presente y futuro]. Virilio mira a esta velocidad desde lo viviente, lo vivo (siguiendo a Bergson),
y desde la concepcin del espacio como lugar en y a travs del que experimentamos nuestro propio cuerpo (siguiendo a Husserl).
As, Virilio reflexiona sobre la velocidad pero no como
un fenmeno singular, sino como la relacin entre los fenmenos, como relatividad que ha de entenderse desde
la dromologa (la ciencia del movimiento y la velocidad). Virilio demanda una cronodiversidad, es decir, la libertad
de poder acceder a una variedad de ritmos humanos. Por-

que lo que aqu est denunciando el pensador francs es


que la crisis actual es de tipo antropolgico. La razn es
que estamos tocando los lmites de la instantaneidad, el
lmite de la reflexin y del tiempo propiamente humano. Por
tanto, no queda ms que el reflejo condicionado, lo que
nos vuelve incapaces para pensar el espacio real. Ello conlleva que el arrebato haya sustituido a la reflexin, y la ira
se haya vuelto una suerte de afecto compartido (Virilio lo
llama comunismo de las emociones). Su base se halla en
el infantilismo del miedo, un miedo imaginario que viene
promovido por las bombas informacionales (difundidas
por los mass media) que sincronizan las emociones a nivel
mundial, pues elevan el miedo a la categora de entorno
global, tornndolo csmico (gracias a que abarca nuestra
relacin con lo universal). Ello abre el camino para que
el pnico venga rodeado de un aura mstica, y constituya
nuestro hbitat; o sea, el lugar en el que se desarrollan
nuestros hbitos.
Tal hbitat es un espacio de secesin intransitiva, un
xodo giratorio, uncircuito cerrado, en bucle, un ultramundo fractal (regido por el turbo-capitalismo) y cuyas

| BOCADESAPO | RESEAS
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normas son la ubicuidad y la inmediatez. Un hbitat dominado por la velocidad inmvil de la interactividad que,
paradjicamente, nos fuerza al inmovilismo, nos dice Virilio. En otras palabras, se ha producido una separacin entre nuestra conciencia inmediata y la realidad (algo que ya
dejara dicho Merleau-Ponty). Se tratara, pues, nos urge
Virilio, de recuperar la lnea meldica,
La implicacin ms clara -y evidente- de tal desajuste
se halla(ra) en el lenguaje, en nuestra falta crucial de su
dominio, pues por causa de nuestra desmesura (la recobrada hybris griega) nos gobierna el arrebato que impone
la precipitacin (siguiendo el dictado de la ideologa de la
pura instantaneidad y el futurismo) y nos dejamos vencer
por la ira permanente. Esto nos conduce, segn Virilio, a
ser incapaces de verbalizar nuestra frustracin (y a caer en

la difamacin y el insulto). Y es que no podemos escapar a


la sensacin de que siempre vamos con retraso.
As, por vencer tal (auto)impuesta ubicuidad e instantaneidad, tal masoquismo voluntario, deberamos preguntarnos, como sugiere Virilio, dnde estamos con respecto al ser-en-el mundo en la era de la velocidad lmite.
Para tal propsito, deberamos tomar la iniciativa para
definir las grandes opciones acerca de qu sociedad queremos construir. Pero para ello, como me parece que ya
ha quedado claro, deberamos ponernos de acuerdo para
bailar todos el mismo son, un son humano, claro; o sea,
deberamos ser capaces, sin gritos ni amenazas, ni odios
ni chantajes, de entendernos. Se trata(ra) de reconocer
que nuestra totalidad geofsica est efectivamente accidentada y que (se) nos va la vida en ello.

LUNES, 30 DE ABRIL DE 2012

El desconcierto del presente, por Felipe Benegas Lynch


You think Im over the hill
You think Im past my prime
Let me see what you got
We can have a whoppin good time
Spirit on the water, 2006
Feel like my soul is beginning to expand
Look into my heart and you will sort of understand
You brought me here, now youre trying to run me away
The writing on the wall, come read it, come see what it say
Thunder on the mountain, 2006

l rockabilly, el cowboy y Serrat. se, literalmente,


fue mi entorno en el show de Dylan del viernes en
el Gran Rex. El cowboy a mi izquierda, rockabilly
en la fila de adelante y Serrat a dos filas y un par de butacas a la derecha.
Despus de dos o tres canciones Serrat se par y se
fue con su mujer, no s si a algn vip donde el sonido, extremadamente fuerte, no le lastimara los odos, o simplemente a cenar. Rockabilly mantuvo su peinado y su entusiasmo todo a lo largo del show. El cowboy se levant para
ir al bao pero regres.
Haba algo de gran equvoco en la sala. Mucha gente
que esperaba al suave canta-autor folk que nunca lleg;
que ni siquiera se colg la guitarra acstica. Mucha gente
queriendo fotografiar o filmar el aura de este pequeo demonio musical a travs de los disparos de los lser rojos y
verdes con los que los exaltados guardias del teatro luchaban por evitar que esas imgenes se plasmaran. Hasta le
dispararon a una seora que se par a bailar eufrica con
Like a rolling stone, provocando la ira del hombre que

la acompaaba, que gesticul vehementemente que eso


ya era demasiado, que la cortaran. La mujer sigui bailando sola, tratando de recordar en su mente la cancin,
posiblemente en la versin de los Stones, porque la que
sonaba fraseada por Dylan definitivamente no la habilitaba para el baile tipo Woodstock que estaba realizando.
El cowboy, por otro lado, pareca inmune a los lsers y segua sacando fotos a pesar de que lo acribillaban.
Yo observaba todo esto como parte de un ensueo
mayor a cargo de la msica. Las canciones no eran las
canciones, pues variaban las melodas y hasta los acordes.
Dylan haca las veces de un juglar recitador al que era imposible seguir. Todo eso era la msica, que se despegaba
del pasado, de los discos, de la paz del recuerdo de los
espectadores que no podan hacer coincidir su emocin
prefabricada con lo que vean. Tal vez era eso: que no estamos preparados para ver un show que no satisfaga nuestras expectativas. Queremos ver lo que fuimos a ver, que el
bufn repita su gracia, no que se despache con una nueva
y desconcertante variacin.
Dylan, sin embargo, no haca sino sembrarnos de preguntas: Cmo se puede cantar sin voz? Cmo hacer folk
sin una guitarra acstica? Cmo hacer un solo de guitarra o de teclado como si se estuviera jugando con un instrumento que no se domina? O que apenas se domina en
comparacin con la solidez de los otros msicos? Pareca
un nio jugando a solear, tratando de desconcertar y captar la atencin de su banda. No s si la nuestra.
La estaba pasando bien, con un bailecito aqu y all,
de la guitarrita elctrica al tecladito Korg, pequeos como
l, como si fueran de juguete. La armnica se ajustaba
ms a los criterios de prolijidad y contundencia, pero res-

secreto que hay que esforzarse por escuchar. Y en el desequilibrio del fraseo est la fuga. La libertad para alguien
que no quiere dejar que lo capturen. Que debajo del sombrero confabula para abrirle grietas a la voz.
Me hubiera gustado que el sonido de la sala estuviera
a la altura de esa voz.
Para terminar, un pequeo y elocuente fragmento de
Dylan hablando sobre pintura (ya que de mamarracheos
se trata) en una entrevista del 2011 a cargo de John Elderfield:
You also said that a well-known painter (whose
name I wont mention) had said to you, Nobody
else paints like this. It isnt clear to me whether
that was praise or bafflement, or both. But, from
how you talk about the paintings, I get the strong
impression that you are not interested in the socalled art world, especially with the exclusivity
track of what kind of art is in and what isnt in.
I didnt know what to make of that statement either. Whats in
or not in changes all the time, doesnt it? Some artists are always in
Picasso, Rembrandt, Dickens, Son House, Keith Richards. Theres
nothing the authoritarian order can do about that. If you were never
in, you were never out. People are only out once theyve been in. We
never hear of the ones that are truly out. Theyre so out, theyre in.
Its all relative, isnt it? Ive always been more of a traditionalist
and followed my own starto thine own self be true and all that.
Whats in or not in is mostly media-manipulated for commercial
reasons anyway. You have to believe in what you do and stay dedicated. Its easy to get sucked in to what others think you should do. But
theres a price to pay for that.

VIERNES, 13 DE ABRIL DE 2012

Las fascinantes crnicas de un dandy sombro, por Fabin Sobern


Noches en Fitzrovia, de Julian Maclaren Ross. Buenos Aires, La bestia equiltera, 2011, 248 pgs.

roe secreto de la literatura inglesa del siglo


XX, Julian Maclaren Ross ha publicado novelas
como Veneno de tarntula, cuentos como Tostadas de
jabn y fragmentos autobiogrficos que lo ubican entre los
prosistas destacados de su generacin. Nacido en 1912 y
muerto en 1964, ha sido considerado el subterrneo antecesor ingls de esa generacin norteamericana que la
crtica denomin beatniks y que l, burlonamente, llam
vagabundos.
Noches en Fitzrovia rene una serie de relatos que evocan, sutilmente, los aos de su niez, juventud y madurez. Estas notas dibujan, bajo la rara mezcla del recorte
biogrfico y de la evocacin decididamente ficcional, una

vida que parece existir para ser escrita. Maclaren Ross no


escatima a la hora de narrar los estragos de la droga y el
alcohol sino que hace de ese pasado la materia amarga
para sus lcidos relatos autobiogrficos. En este sentido, se
podra decir que la crnica cede el paso a la ficcin y que
la ficcin hace lo propio con el relato crnico. Sea cual sea
el procedimiento, ningn relato autobiogrfico desmerece
el nombre de literatura.
En Monsieur Flix, narra el feliz y melanclico descubrimiento de los tteres de la mano de un amargo y grun titiritero. Maclaren evoca el trnsito del inters por
los cines y los bordes en una pequea ciudad francesa a la
fascinacin que le provoca el espectculo de los muecos

| BOCADESAPO | CRTICA MUSICAL

| BOCADESAPO | RESEAS
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taba al desconcierto.
Eso: un desconcierto. Mucha gente de la platea, muy
seria, pareca a punto de irse. El volumen segua subiendo.
El set acstico segua sin aparecer.
Mientras escribo escucho Modern times, de 2006, y entiendo las letras. En el teatro no se entenda nada: ni palabras ni melodas. Pero no importaba: todo se funda en un
fraseo. Dylan era un fraseo desconcertante sobre el contundente ritmo que la banda, en trance, se esforzaba por
mantener. Un ritmo sobre el ritmo. Contra el ritmo. Algo
que apenas llega. Que se va.
La banda, de hecho, hubiera sonado mucho mejor sin l.
Pero, qu es mejor? Lo que hace Dylan con sus
irrupciones es mantener a su banda en vilo, evitar que caigan en la comodidad de repetir una frmula consagrada.
Por eso no se rodea de coristas ni acepta que alguien doble su cascada y agnica voz. Le escapa al virtuosismo.
Lo suyo es empequeecer, murmurar. No se quiere colgar del espejismo de su pasado. Quiere que uno lo mire
ahora, que escuche atentamente lo que dice hoy. Por eso
mamarrachea sobre sus mejores logros (vease si no la para
nada inocente versin de It aint me, babeteniendo
en cuenta que una banda con tres guitarras que funcionan
a la perfeccin no necesita una cuarta guitarra que desafine en primer plano). Quiere traernos al presente porque
parte de la premisa de que si est ah parado es porque
tiene algo para decir. Basta con asomarse a Modern times (el
ttulo del disco ya es un claro indicio de cmo escucharlo:
no es el pasado) para confirmar que es cierto.
Ha cambiado. Porque todo cambia. Y ser fiel al cambio es lo que lo mantiene vivo. He ah la genialidad de este
duende musical que desafa y desafina todas las reglas con
su juego: l dice las cosas de un modo singular. Como un

37

| BOCADESAPO | RESEAS
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inertes y parlanchines. Un da, dentro de la cabina despojada y pobre de Flix, ste le ensea los rudimentos del
arte del titiritero. Despus, en Pars, Maclaren recordar,
con Flix ya muerto y frente a otros artistas populares, ese
gesto inmaculado que no puede borrase de su memoria.
Maclaren no reniega de los procedimientos de la ficcin. Aunque el lector percibe que est leyendo el rompecabezas de una vida, siente que el autor es un hbil mago
que organiza las piezas con un arte inusual. El autor ingls habla de los otros para hablar de s mismo y recuerda
ancdotas ntimas para referirse a los otros: sus padres,
sus amigos y una anciana que ocupaba el trono en una
taberna de Fitzrovia.
Reunin con un editor no solo muestra de una manera indirecta el mundo difcil y cerrado de los editores
sino que, adems, incluye el recuerdo dentro del recuerdo.
En la conversacin con el editor, ste recuerda cmo conoci a Faulkner en EEUU. Cuenta que Faulkner le dijo
que en Santuario se narraba la infancia de Popeye, uno de
los personajes de la novela. El editor, absorto, haba ledo
la novela y no haba encontrado dicha referencia. Faulkner, altivo y tranquilo, reley el manuscrito y se dio cuenta
de que se haba olvidado de escribir ese pasaje. Sin remordimientos, escribi el fragmento. Como la novela ya
estaba en la imprenta, para solucionar el inconveniente el
editor decidi incluir el pasaje al final de la novela. De ese
modo, Santuario adquiere, para los ignorantes lectores, la
forma de una curiosa innovacin.
No es menos atrapante el relato denominado Viaje
al pas de Greene. Maclaren, admirador del autor de El
cnsul honorario, lo visita en la mansin de Clapham Common antes de la guerra. Maclaren tena veintisis aos y
se dedicaba a vender aspiradoras. Cuando se present a la
ama de llaves, sta le dijo que ese da no compraran artculos domsticos. Es decir, lo confunde con un vendedor.
Ya en la conversacin con Greene, Maclaren le cuenta
que vende aspiradoras. El elegante Greene, con una jarra
de cerveza en la mano, le dice que seguro lo hace para co-

nocer mejor el ambiente para despus escribir. Maclaren,


alelado, le confiesa que no es as, que lo hace porque de
otra forma no podra sobrevivir. El humor es un recurso
que aparece de manera continua en las crnicas-relatos.
El vecino estrella polar es un largo retrato de su trabajo junto al poeta y narrador gals Dylan Thomas. Maclaren lo admiraba y alumbra, en esta inolvidable crnica,
las horas que compartieron en una empresa cinematogrfica que produca documentales. DylanThomas y Maclaren se dedican a escribir un guin sin conocer el asunto
del que trata y proyectan otro que suponen ser la pieza
cumbre del gnero que nunca ser terminado. A travs
de la lgica de la escena, Maclaren descubre el mundo desolado y pobre del cine en un pas que sufre el impacto de
la guerra y que deja sin trabajo a miles de personas.
En una taberna, con la cara roja por el whisky, Thomas se queja de que Maclaren use saco blanco y bastn.
Le pide que abandone esa maldita pose de dandy y que
luzca ms srdido. Maclaren le confiesa que no los usa por
mera impostacin sino porque ha estado en la crcel. El
poeta, sorprendido, le pide disculpas y, a partir de ese da,
entablan una extraa amistad.
Maclaren fue un dandy oscuro, sombro y lcido, el
personaje que OrsonWelles hubiera querido dirigir. Un
escritor que supo reescribir la materia srdida de su vida y
convertirla en joyas que se leen como relatos precisos y rtmicos. Con avidez esttica y cierto desencanto, escribe su
autobiografa bajo la forma del cuento corto, de la crnica
difusa y encantadora, del recuerdo perdido y encontrado,
de la ancdota breve e inolvidable. Sus relatos autobiogrficos son menos la memoria protocolar de un consagrado
que los fragmentos desenfadados de la autobiografa ficcional de un dandy atpico. Valindose del uso prolfico
del dilogo, del adjetivo preciso, de la referencia histrica,
de la ancdota sencilla y trivial, Maclaren escribe un pasado que ya no le pertenece pero que sabe reconstruir con
el arte de una prosa fascinante.

VIERNES, 30 DE MARZO DE 2012

La escancin como dispositivo proliferante, por Silvana Lpez


El otro Joyce, de Roberto Ferro. Lans, Coleccin La orilla parda - Liber Editores, 2011, 269 pgs.

as ficciones narran una experiencia, narran un


viaje o narran un crimen. En la de Jorge Cceres,
el narrador-protagonista de El otro Joyce, se entrelazan todos esos posibles relatos; cada uno es el punto de
partida de otras bifurcaciones o el repliegue dilatorio del
porvenir o el parcelamiento de la temporalidad de un devenir fingido.
La novela transcurre entre Buenos Aires y la Toscana,

en un perodo posterior a la era menemista. El protagonista busca por encargo un ejemplar del Finnegans Wake
de James Joyce con notas manuscritas de Borges pero encuentra otro original, My testimony de William Joyce, un
activista poltico y locutor de radio, hijo de un rico comerciante irlands, condenado a muerte por traidor al gobierno britnico durante la Segunda Guerra Mundial. Simultneamente, Cceres es contratado por un prestigioso

| BOCADESAPO | RESEAS
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estudio de abogados para seguir a un importante empresario, Marcos Almeida, dueo de un holding de dudoso
estado financiero, hasta Florencia, con el objetivo de tomarle una serie de fotografas que prueben su infidelidad.
Debido al trascurso de las circunstancias y siguiendo,
entre otras, las indicaciones de Dick Tracy, Cceres se
convierte en un detective aficionado en el entramado de
una compleja red de configuraciones genricas en la que
el policial es la excusa para la narracin o la trama que
permite el encuentro, perturbador, entre el relato y el metarrelato, el uso pardico de la escritura y los textos, la
crtica y la teora literaria junto a las obsesiones y formas
de la autobiografa. Con un ojo estrbico, que le permite
abarcar la totalidad de la escena, el personaje, un consumado perdedor devenido buscador de libros y personas
para poder subsistir, construye un artificio que da cuenta
de una biblioteca en la que no faltan ni los laberintos ni los
espejos que duplican las apariencias.
Como todo hombre de esa biblioteca, Cceres va en
busca de un libro y encuentra otro. Es perseguidor y perseguido. Lo involucran en una farsa y arma otra. Mientras
se viste y se desviste, escribe y es escrito; encuentra, traduce y narra acerca de un traidor, diferente a Kilpatrick,
el otro irlands, y el mismo es un traidor, un impostor, un
contrabandista, que llena su relato de alusiones y desplazamientos convirtiendo el texto en una biblioteca interminable. Somos todos agentes dobles, ha afirmado Paolo
Fabbri y as se comportan tanto Jorge Cceres como Ro-

berto Ferro, a su vez, creadores de dobles, autoras apcrifas y heternimas, que juegan, todos juntos, a la verdad
verdadera o a la falsa verdad en las maquinaciones de la
conspiracin, el engao, el secreto y las traiciones.
Las alusiones a la literatura de Jorge L. Borges, las figuraciones de Juan Carlos Onetti, las maniobras de Rodolfo Walsh, la potica de James Joyce, entre otros intertextos, y las reflexiones sobre el gnero policial, la pica,
la traduccin, la distincin entre original y copia, por una
parte, la captura de una calle portea o un pasaje florentino as como la demora en la letra al narrar un estado de
nimo, una postura, una presencia, por otra, se tensan en
la novela en una ertica de la escritura plasmada en palabras minuciosamente elegidas para dar cuenta de las sinuosidades y vacilaciones del relato y/o cmo la escritura
convierte las vicisitudes de la vida de los personajes en una
trama de mltiples encastres aparentes.
Aferrado a una lgica inefable, El otro Joyce se inscribe
en el desvo, en el contra-bando, contra-la unidad de sentido y el confort de regocijarse en lo unvoco. Desestabilizar, escandir, parcelar, cada uno de las instancias narrativas y al mismo tiempo, novelizar y tematizar los motivos y
procedimientos constructivos, se convierten en la interestancia en la que se trama el texto. De ese modo, Roberto
Ferro o Erbreo R. Frot o Miguel Vieytes o Jorge Cceres,
a veces tambin, Adelma Badoglio, mortifican el policial
encriptndolo en una retrica del secreto que lo hace estallar en una multiplicidad de galeras hexagonales.
LUNES, 26 DE MARZO DE 2012

El ejercicio de mirar, el desafo de nombrar, por Natalia Gels


Los otros, de Josefina Licitra. Buenos Aires, Debate, 2011, 140 pginas.

ay dos barrios pobres enfrentados. Y hay un riachuelo hediondo. No cualquier riachuelo: El


Riachuelo, que se filtra entre los habitantes de
esos dos barrios como susurrante, como si fuera l el encargado de narrar sus pasadas derrotas, sus futuras desgracias. Pero, claro, esta historia de oposiciones no tendr un nudo de amor que dirima las diferencias. Aqu
hay odios, odios por los descuidos de un Estado que hace
tiempo se olvid de ellos, odios al vecino, generados por
el miedo, odios por el paisaje que entrega la maana: un
muro que divide ambos barrios, basura desgranada que
avanza por los rincones, animales moribundos y el olor
casi corpreo de la miseria. Esta es la historia de dos barrios enfrentados: Villa Giardino, por un lado, el territorio
de los tanos; Acuba, por el otro, el territorio ganado al
basural en el que se ubicaron los otros, los negros. Esta
es la historia de sus diferencias, de pobres contra pobres
en el conurbano bonaerense, y es la historia, a su vez, de

aos y aos de polticas de abandono.


Estoy podrida del periodismo Critas, escriba Josefina Licitra, autora de Los Otros, hace un tiempo.
Lo afirmaba luego de que su libro saliera, luego de las
repercusiones, de las lecturas y relecturas, y lo deca pensando en la especial atencin que haba tenido uno de los
pasajes del libro que deca as: Soy una mujer de clase
media haciendo un libro sobre pobres, las cosas como
son, y era su manera de sincerar una situacin que, de
otro modo, quitara fuerza a la integridad del relato. Porque, en principio, leer Los Otros es un modo de acercarse
a una situacin de pobreza extrema, desde una comodidad impdica (la del que lee) frente a las situaciones que
se narran. Y la que se acerca a ese territorio es una periodista que tampoco tiene que ver con ese mundo que en
los ltimos aos ha sido abordado hasta el descaro por
periodistas que asoman sus pies, muestran la miseria y se
van. No es el caso de ella: No slo porque se incluye en

| BOCADESAPO | RESEAS
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el relato y abre la discusin a estas cuestiones. Tambin,


porque llega a conocer a los protagonistas, porque habla
con poderosos, porque se sincera ante sus propias flaquezas. En ese mismo artculo, Licitra explicaba el porqu de
soy una mujer de clase media haciendo un libro sobre
pobres. Deca: ante la posibilidad de sentir lstima, prefer sentir rechazo. Ante el lagrimn con rimel importado,
prefer la incomodidad de una frase que me interpelara y
me obligara a buscar respuestas. Ante en sntesis- la propuesta progre de sentar un pobre a mi mesa, prefer decir
no gracias y sentarme a comer sola. Cmo narrar la
pobreza? Cmo describir la miseria si no se es parte de
ella? Licitra da una pista: con sinceridad.
Entonces Los Otros es eso: un libro slido, que acierta en
el rigor periodstico y tambin en la grandeza literaria. Literatura de la buena para abordar eso que llamamos realidad.
Otra de las necesidades -y por lo general, las faltas- de
relatos de este tipo, son las indicaciones claras de cadenas
de responsabilidades polticas a lo largo de la historia que

llevan a que, finalmente, la mano de uno de los integrantes de un barrio dispare, o no, contra el cuerpo desnudo
de un integrante del otro. Porque la violencia entre pobres
es muchas veces una historia de ausencias varias. La historia de olvidos polticos es, tantas veces, la que prepara el
gatillo. Esa desidia sistemtica es nombrada, interpelada,
es casi un olor ms que apesta en los mrgenes de ese Riachuelo omnipresente.
Y, por su puesto, una historia como sta no sera igual
si no estuviera narrada como lo est: magnfica, atrapante,
con un sinfn de descripciones precisas, impregnadas de la
desesperanza del entorno, con un lirismo amargo, a tono
con los dilogos, con la trama que visten; con un final que
vuelve sobre la idea que recorre todo el libro: que a veces
hay un lmite, que, inteligente, Licitra reconoce y seala:
el momento justo en el que, ante tanta realidad, las palabras se apagan.

VIERNES, 16 DE MARZO DE 2012

Un curioso club, por Fabin Sobern


La intromisin, de Muriel Spark. Buenos Aires, La Bestia Equiltera, 2011, 251 pgs.

ada impedir que recomiende la novela La intromisin, de Muriel Spark. Ni el calor, ni los lectores
desganados, ni la abulia de la industria editorial.
Cuando se lee a una autora que ha escrito una novela magistral, llena de humor y de inteligencia, lo nico que cabe
es recomendarla.
La voz de la narradora cuenta la historia en primera
persona y lo hace con una naturalidad que produce una
comunicacin rpida y verosmil. La prosa se ajusta al
tono confidencial y el lector siente que est leyendo los
secretos de alguien desconocido que, sin embargo, con el
correr de las pginas se convierte en una voz amigable
y veraz. Fleur, la narradora, se queja, analiza, padece, y
ofrece sus apreciaciones sobre la realidad y la ficcin con
la misma inteligencia (en todos los casos).
La novela narra la difcil vida de Fleur, una curiosa escritora en ciernes que no tiene trabajo y que lo encuentra
como secretaria de un delirante club de aspirantes a autobigrafos. Los miembros selectos del grupo no tienen habilidades literarias y Fleur debe ocuparse de mejorar sus
borradores mediocres. El lder y creador del club es Sir
Quentin, un atildado caballero venido a menos amante
de los ttulos nobiliarios y defensor del espritu mstico.
Con el paso de los das, Fleur se entera de que sir Quentin
tiene propsitos menos inocuos con los miembros del club.
Su pasin por la autobiografa y por la idea de un club selecto que deja documentos de nobles ciudadanos para la

posteridad tiene componentes no santos. Por contrariar el


proyecto secreto de sir Quentin, Fleur se ve envuelta en
sus redes paranoicas y msticas. Sir Quentin tiene como
aliados a la fea sirviente de la casa, la seorita Tims, quien
est enamorada de l, y a los pobres aspirantes a autobigrafos. Pero ni sir Quentin ni la seorita Tims saben que
Fleur se ha hecho amiga de la anciana madre de Quentin,
Edwina, quien le ayudar no slo a descubrir los prfidos
fines del lder del club sino tambin a recuperar el manuscrito perdido de su primera novela.
Mientras la trama fluye y crece como un ro, la voz
de Fleur se las arregla para introducirla discusin sobre las relaciones entre literatura y vida, o entre ficcin
y realidad. Y precisamente es el modo de incorporar esa
discusin lo que le da un tono peculiar a la novela. Muriel
Spark introduce este problemay lo resignifica convirtindolo en un elemento de la trama.
Una de las gemas que ms brillan en el espacio de la
novela es el personaje de la anciana Edwina. Ella, al igual
que los personajes secundarios, no sern olvidados. La
tierna y pcara anciana le ayuda a Fleur a descubrir el
sentido de los hechos y de la vida.
Hay en la voz de la narradora cierto tono de melancola feliz que atraviesa toda la obra. Pero este tono est
particularmente logrado cuando Fleur habla de la escritura de su primera novela. Estas apreciaciones, lejos de
aburrir con sesudas reflexiones literarias, lo que hacen es

| BOCADESAPO | RESEAS

describir sin ambages y con humor la tensin entre autor


y editor de una manera original. Con sobriedad y sentido
de la irona, Spark aborda cuestiones que estn en el centro de los debates literarios y dibuja enredos con pericia y
encanto.
La construccin de la trama es precisa y calculada.
Adems de crear personajes inolvidables, Spark es una ar-

tista al dibujar el perfil indirecto y breve de los personajes


secundarios. Y el sutil sentido del humor palpita en las pginas como un corazn agitado y vital.
Celebro la reedicin que hizo La bestia equiltera de esta
novela de Muriel Spark. Los que ya la han ledo, pueden hacerlo de nuevo. Para los que no se han acercado a
Spark, esta es una excelente oportunidad.
MIRCOLES, 7 DE MARZO DE 2012

El humor como credo, Rosana Koch

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Cuidado con el tigre, de Luisa Valenzuela. Buenos Aires, Editorial Seix Barral, 2011, 210 pgs.
ABC de las Microfbulas, textos de Luisa Valenzuela, ilustrados por Lorenzo Amengual. Buenos Aires, Ediciones La Vaca, 2011.

uidado con el tigre y ABC de las Microfbulas son las


dos obras que Luisa Valenzuela ha presentado a
fines de diciembre de 2011. Cuidado con el tigre
es una novela escrita en los aos 60, engavetada durante
largos aos para que recin ahora salga a la luz. Este
eslabn perdido devela un plan de escritura coherente
con todos los temas que recorre su obra, especialmente se
cuela ese imperativo de cuestionar la autoridad opresiva
y comenzar a reflexionar sobre el poder que posteriormente Valenzuela explorar hasta las chispas. La novela
recrea una pseudo organizacin que intenta lograr organizarse en su propio poder y se disuelve en ese intento,
al estilo de una farsa. El asesinato del Che Guevara, los
ecos de una revolucin, las primeras agrupaciones guerrilleras, la figura poltica de Ongana son el escenario donde
los personajes, a veces de manera caricaturesca, se aglutinan en la organuta en busca del desesperado intento de
que la realidad se adecue a sus sueos, para fracasar hasta
el ridculo como los volantes polticos que no llegan a
destino porque terminan desparramndose en plena carretera a causa de unas vacas.
El argumento pone en primera escena un tringulo
amoroso, sin embargo el amor desaparece para reducirse
a una mera y digitalizada lucha por el poder: poder que
se cubre con contrastantes mscaras, pero que la autora
logra finalmente deconstruir con un tono pardico y humorstico: de la revolucin poltica se pasa a la revolucin
sexual entre las recmaras privadas de los tres personajes
principales de la historia, el tigre Alfredo Navoni, y su cotejo a las dos hermanas, Emanuela, la capitana, y Amelia. La interaccin de estos tres personajes revela el oscuro
secreto del poder, aquel que afirma que la mejor arma
para dominar al otro es el sexo: ()porque a Navoni la
posibilidad de amar a las dos hermanas, o al menos de
dejar que se pelearan por l, no le resultaba nada desagradable; y Emanuela sospechaba que quera tenerlo
para s y tragrselo en cuerpo y alma y hacer con l lo que

no poda hacer con el pas, es decir manejarlo. Amelia en


cambio era ms sutil, y por ende ms perversa, porque
cuando l se dorma despus de hacer el amor se levantaba sigilosamente para lavarle las medias (). Y a la maana siguiente le preparaba el desayuno como le gustaba
a l y lo mimaba y poco a poco lo iba encerrando en una
domesticidad pegajosa como una telaraa.
ABC de las Microfbulas es un Abecedario Ilustrado
que se presenta como un libro de artista con una tirada
nica de 300 ejemplares numerados y firmados por los
autores, adems de que consta de 28 lminas de bordes
dorados. En la Macromoraleja, especie de prlogo, Valenzuela comienza a barajar esta aventura: Toda fbula es
un mundo, acotado en este caso por exigencias de la minificcin pero ampliado hasta el paroxismo (para usar un
trmino lewiscarrolliano) gracias a los geniales dibujos de
Lorenzo (Lolo) Amengual, que trascienden el concepto de
mera ilustracin y nos guan por inesperados caminos de
comprensin, sorpresa y juego que requieren su propio
tiempo de lectura.
A cada letra corresponde el nombre de un animal, as
la A es la Astuta Aracn, araa por antonomasia, al atardecer ara las almohadas de ambiciosos andariegos y talos
con autosegregadas amarras afinadas para asegurarlos.
As las alondras, al aterrizar al alba, aguardan la aparicin
del astro ardiente anidando en las ansias ambulatorias de
aquellos alocados audaces que al andar de ac para all
amenazan las reas de acceso a las alucinaciones. Moraleja: Al llegar la noche entregate noms al sueo. Si sos un
vagabundo de lcida vigilia pods caer en la red. Cada
risuea moraleja poco tiene que ver con una intencionalidad didctica, adems de que cada microfbula concluye
con un glosario a modo de invitacin para ensanchar los
lmites de nuestra lengua. El juego contina con la M de
Mim, majestuosa mariposa monarca, la J de Jacinta, jirafa de Jaipur, la C de Claudio, caballo coscojero, la de
ata, la and aosa de uoa y tantos otros del bestiario fabuloso.

Ambas obras estn atravesadas por el humor, porque


es la herramienta que le concede a la escritora la cosquilla necesaria para desviarse a un movimiento de libertad.
En Cuidado con el tigre hay un humor con el cual sonremos debido a la contradiccin entre los personajes de la
organuta, y en las Microfbulas el humor es la estrategia
para poder liberar al lenguaje del cors de su estructura
y jugar experimentando con sus mltiples posibilidades. Y

porque la propia Luisa Valenzuela ha sentenciado: Si tuviera que escribir mi credo, empezara por el humor: creo
en el sentido del humor a ultranza, creo en el humor negro, acrrimo, creo en el absurdo, en el grotesco, en todo
lo que nos permita movernos ms all de nuestro limitado
pensamiento, ms all de las censuras propias y ajenas,
que pueden ser letales.

VIERNES, 2 DE MARZO DE 2012

Haciendas, por Jimena Nspolo


Sobre Cuadernos LIRICO. Revista de la red interuniversitaria de estudio de las literaturas contemporneas del Ro de la Plata en Francia. Juan Jos Saer: archivo, memoria y crtica.Actasdel Coloquio internacional, Maison de lArgentine, Cit Universitaire,4 y 5 de junio de 2010. Nro.6, Nueva poca, diciembre
2011. Director de la publicacin: Julio Premat.

jorik estaba demasiado preocupado para disfrutar


de aquel da en familia y con amigos que su mujer haba cuidadosamente dispuesto ese domingo
de otoo. La carne de belceb de horneada casera se le
antojaba dura, de pellejo cansino, y las hortalizas cocidas
al agua de manera sencilla a fin de mantener los sabores
puros se le deshacan en la boca sin dejar rastro alguno
de placer. Las mujeres lidiaban con los nios, trataban de
que terminaran de comer antes de que la urgencia del
juego los arrebatara de la mesa de tamao pequeo, improvisada para la ocasin junto al ventanal desde el cual
se observaban las nubes y el impetuoso paisaje desrtico.
Los adultos, tres hombres de edad madura acodadosen
la grande (la gran mesa oval que coronaba el centro del
comedor), mantenan un dilogo acalorado, mientras la
pareja de ancianos que se encontraba sentada en la orilla
oriental del recinto atenda embelesada. Djorik, sustrado
de la escena, observaba el hacer de las cuatro mujeres ante
la mesa de los nios y el ventanal y el desierto, sin llegar a
participar en la escucha de la discusin que ahora mantenan los hombres. Toda la semana haba sufrido esa presin en las sienes, ese dolor sordo y constante cuyo origen
no llegaba a identificar y que por tanto persista como un
ro de movimiento continuo y descompuesto, extendindose ya haca sus piernas cansadas, ya hacia sus manos
nerviosas o hacia su pecho y all instalaba su agua dura,
tal como si fuera una mariposa negra que batiera frentica sus alas, desesperada por salir de su carne. Entonces
Djorik se encerraba en los viejos galpones y all pasaba las
tardes, ordenando el caos que por aos la produccin de
su prole haba generado. Su tarea, su misin se deca
era administrar los restos. Ordenarlos. Realizar el certero
mapa de las provisiones de su granja en ruinas. Segn su
clculo, as abandonada e improductiva como estaba, con
todas las reses carneadas y congeladas, con suerte y racionalidad poda darle de comer a l y a su familia durante

toda su vida. Djorik era el ltimo eslabn de una estirpe


que haba ejercido la ganadera de un modo artesanal,
contando las cabezas de ganado como si fueran las cuentas de un rosario sagrado. Y como ltimo eslabn tambin
haba sido testigo en su juventud de los primeros incendios
espontneos que, por aquel entonces, haban comenzado
a diezmar la corteza terrestre liquidando en poco tiempo
esa forma de produccin crnica. En qu ao haba sido
aquello? Se preguntaba ahora, mientras observaba cmo
Georgiano daba un puetazo sobre la mesa y luego levantaba hacia Miquel un dedo acusador, con ira contenida.
Cundo se haba desatado la debacle? Si mal no recordaba, cuando su padre decidi pasar a cuchillo todas las
reses y colocar grandes refrigeradores aislantes en los galpones que otrora haban sido de engorde y ordee, tena
apenas unos aos ms de los que l contaba ahora. Haba
tomado una medida drstica, nica, y gracias a ella no se
haba fundido como muchos productores de la zona. Una
res muerta y congelada deca siempre cuando algn vecino le peda consejo es una res vendible. Y as lo fue. Sin
plazo de vencimiento, gracias al nuevo sistema biorefrigerante, su padre venda las reses a cuentagotas cuando el
bolsillo lo apremiaba.
Ahora Miquel le contestaba a Georgiano con gestos
descompuestos, a todas vistas encendido, al punto que su
mujer, Geraldine, colocada tras las espaldas del hombre,
le peda mesura a su marido con muecas silenciosas y gestos abnegados, como llamando a la paz y al orden. Los
nios ya se haban retirado de la sala y las dems mujeres terminaban de levantar los ltimos trastos. Delgadisa
pas junto a Djorik con una pila de platos en la mano, y le
ofreci una sonrisa cmplice a su esposo mientras le deca
a Martinia:
Y qu tal el nuevo cultivo de gerontes? Se los ve muy
cmodos, muy felices, verdad?
Ah son divinos! Y tan cariosos! ambas muje-

recto al Polo Club, una banca en el Senado o va libre al


crdito bancario.
Miquel era un hombre prctico, y como tal encontraba siempre el modo exacto de expresar los conflictos.
El cultivo de gerontes hoy mova el mundo. Haba gerontes de ciento veinte a ciento cincuenta aos sin descendencia y con fortuna al cuidado exclusivo de las CiudadesEstado, para las cuales significaban una responsabilidad
y un gasto excesivos as que les pona un precio y los vendan sin mayor prembulo. Los gerontes, con su babeante
docilidad y con su Historia, eran las llaves del Sistema.
Para abrir una puerta, ocupar una plaza pblica, subir
un escaln en la pirmide social, haba que hacerse con
uno. Jote Andreu, que era un hombre extremadamente
culto y reservado, asinti a todos los dichos de Miquel y
los socios volvieron a la arena de la disputa justo cuando
Djorik absorba la ltima pitada de hierba de su pipa y
una somnolencia acogedora de pronto lo envolva. Qu
poco le importaba aquello. Qu afuera que estaba del Sistema con su administracin certera de la ruina. En unos
minutos ms seguramente su mujer vendra a buscarlo y,
con el pretexto de que lo vea cansado, le anunciara a
todos que mejor se volvan a casa temprano, que mejor
no se andaban de noche por la carretera con tanto pirata
suelto por ah. En su casa, seguramente, comentaran los
pormenores de la jornada y se reiran juntos. Djorik tena una preocupacin, un malestar que ahora por suerte
haba olvidado. Quiz maana lo recordara, o quiz no.
Su padre haba tenido la dignidad de encontrar sin miedo
una buena muerte. Estaba seguro que, siguiendo sus pasos, su final sera tambin feliz.
VIERNES, 24 DE FEBRERO DE 2012

Los enemigos de la poesa, por J. S. de Montfort


El poeta asesinado, de Guillaume Apollinaire. Barcelona, Barataria, 2012.

as dos lneas maestras de la nouvelle El poeta asesinado del escritor francs Guillaume Apollinaire
(1880-1918) podran ser la fatal admonicin que
brinda su peripecia (el aniquilamiento de la sensibilidad
potica) y la disparatada sinrazn de su fluir discursivo (el
lenguaje que conspira contra su arbitraria lgica interna;
lo que Breton llama su liricismo). En El poeta asesinado, Apollinaire se vale de una praxis destructiva basada en el sinsentido del absurdo y que sirve como desacato de las normas de la vida y de la naturaleza (entendida sta como
espejo en el que el artista se ha de mirar para desentraar
los secretos del mundo) y que se nos presenta con diversos
disfraces (drama, novela buclica y pastoril, relato fantstico, relato naturalista, etc.) que se subvierten de manera
provocadora en 18 cantos.

En su lectura contempornea, ms all de la hiprbole fantasiosa, la exageracin y el disparate (al estilo predadasta), El poeta asesinado mantiene su fuerza en la carga
alegrica y que el poeta nos presenta al modo de la metfora continuada. Su leitmotiv podra ser el siguiente: frente
al arte est su apariencia, de la que los hombres no recelan
y que los rebaja de donde el arte los haba elevado. Apollinaire hace de tal apariencia la naturaleza de la denuncia
de su arte, encontrando en ella un canto a la mezquindad
destructora del mal.
Para ello, Apollinaire nos cuenta la historia del poeta
Croniamantal, un poeta que queda hurfano y es entregado para su educacin a un holands llamado Janssen,
que ejerce de maestro y le instruye en las diversas lenguas
y en la poesa y las ciencias. En su juventud Croniaman-

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| BOCADESAPO | RESEAS
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res se dieron vuelta a mirar a la pareja de ancianos que se


haca arrumacos. Estoy tan feliz con esta nueva adquisicin de la familia... Esta semana ocupamos su lugar en el
Cocot, por primera vez asistimos al espectculo del circo
central en un palco de lujo. Qu decirte? Fue como tocar el cielo con las manos!
Djorik se acomod en el silln azul que lo cobijaba
desde haca media hora. Prendi su pipa de granito siberiano con hierbas aromticas, ideales para la digestin de
carne magra, e intent prestar atencin a la discusin de
la que Jote Andreu, el marido de Martinia, ahora oficiaba
de rbitro, parapetado tras su rostro de expresin adusta.
Si la conversacin segua el curso previsto, era posible que
sus amigos lo interpelaran a l en busca de una opinin
que dirimiera el conflicto, as que al menos deba enterarse de qu estaban hablando.
Seores, les pido que mantengamos la cordialidad,
el que ustedes sean amigos y socios en los negocios no es
excusa para que ofendan con sus comentarios groseros y
confianzudos a los nuevos integrantes de mi familia intervino Jote Andreu, de pie junto a losancianos que seguan sonriendo tomados de las manos sin manifestar incomodidad alguna.
Desde ya, desde ya van mis disculpas. Contest
Miquel con celeridad. Es que si vamos a compartir con
Georgiano un cultivo de gerontes, al menos debemos ponernos de acuerdo del rubro a cubrir. Claro que lo ms saludable sera que cada cual tuviera el suyo, pero ya ves
La economa de nuestra pequea empresa no nos permite
lujos, o compartimos el cultivo, o nada. As que lo mejor
es que tengamos claro si queremos conseguir un pase di-

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tal se enamora de Mariette y siente la tristeza trgica del


amor (pues el deseo queda enclaustrado en una imposible
memoria platnica: en el recuerdo). Al llegar a la mayora de edad, su tutor muere y Croniamantal se va a Pars
a entregarse apaciblemente a su inclinacin por la literatura. All, un pintor trasunto de Picasso y a quien se menciona como el pjaro de Benn le vaticina que Tristusa
Bailarineta (a quien Croniamantal no conoce) habr de
ser su mujer (su musa). En un retorno a la naturaleza (en el
bosque de Meudon) y en el que Apollinaire hace converger diversos tiempos del relato (al modo cubista, igual que
en su poema Zona, con el centro del eje narrativo oculto),
Croniamantal se encuentra con la voz hipntica de Tristusa Bailarineta que le canta y le enamora y, al tiempo, encuentra a su doble y quien habr de ser su rival sexual:
el falpoeta` Paponat. Tristusa se hace amante de Croniamantal y se vuelve hermosa gracias a los versos que este le
compone, pero pronto le abandona por su rival Paponat,
en tanto que Croniamantal se vuelve clebre.
La trama (y el drama) se disparan cuando Tristusa
y Paponat huyen y Croniamantal se dedica a perseguirlos por Europa, guiado por el hechizo de Tristusa. Ahora
los premios de poesa se han extendido tanto (haba ms
de ocho mil) que aparecen los detractores. Y el ms furibundo es Horace Tograth que publica el artculo Le laurier (el laurel), donde habla de ese viejo signo de gloria de
la poesa, gloria que dice Tograth ya han perdido sus portavoces (los poetas), convertidos en holgazanes irredentos

y, as, ya no tienen razn de ser y han de ser exterminados.


Los poetas son, en opinin de Tograth, una raza privilegiada que consume la humanidad. As, se dictan edictos
para apresar a los poetas del mundo y para matarlos, y se
conspira contra la misma palabra potica. Croniamantal
se convierte en un mrtir, en el ms grande de los poetas
vivos, quien dice haber visto a Dios cara a cara, mientras
Paponat reniega de la poesa y Tristusa (la poesa divina
que cura mi alma, en palabras del propio Croniamantal) le clava la punta de su paraguas en el ojo a Croniamantal. Finalmente, el pjaro de Benn (el alter ego de Picasso) le construye a Croniamantal una profunda estatua
de nada, como la poesa y como la gloria, en un hueco
donde no queda sino su fantasma.
Las construcciones alegricas son relevantes al permitir que cada poca las (re)interprete. As, podemos ver hoy
la prdida de la sensibilidad esttica de la que habla El
poeta asesinado en trminos (post)humanistas y sentir que lo
que amenaza al arte hoy es, en palabras de Roberto Juarroz, la incapacidad del escritor para construir una escritura que resista / la intemperie total, una representacin vlida para esa nada (post)picassiana, ese desencanto
ftil del mundo contemporneo en el que el arte ya se ha
vuelto (post)autnomo y ha ido un paso ms all de la autonoma que le demandaba Apollinaire. En suma, la continuacin todava no satisfecha del todo de la promesa de
liberacin de las vanguardias histricas y que el postmodernismo trivializ con su pirotecnia.

VIERNES, 17 DE FEBRERO DE 2012

Virtudes y callejones, por Jimena Nspolo


Callejn sin salida, de Lzaro Covadlo. Barcelona, Coleccin Bichos, Sigueleyendo, 2011.

fectivamente la Bestia tiene el pelo hirsuto, dimensiones antropomtricas desproporcionadas, un aspecto general de chanfaina en pena y, para colmo
de males, un tufo que hiede. Su madre se lo adverta siempre: Ests llevando tu vida a un callejn sin salida, pero
no hubo caso. Quin sabe si por no escucharla, o por escucharla demasiado, no slo termin en el callejn, sino
tambin condenado a ver el espectculo del afuera en un
curioso espejo con propiedades de telepantalla. Aquel extrao adminculo forma parte de los artilugios mgicos
que el Hada Puta le entregpara compensar las privaciones causadas por su maleficio; gracias al espejo, la Bestia
puede presenciar ntimos detalles en la vida cotidiana del
mundo circundante para luego entregarse a las delicias
de Onn acometido por un ambivalente sentimiento de
placer y congoja.
El remake de La Bella y la Bestia realizado por Lzaro
Covadlo explota la popularidad lograda por la versin

ms difundida de la historia la de Walt Disney Pictures


(1990), rescata personajes presentes en versiones menos
conocidas del relato las de Gianfrancesco Straparola
(1550), Gabrielle-Suzanne Barbot deVilleneuve (1740)y
Jeanne Marie Leprince de Beaumont (1756) y, con frescura y extrema pericia, centra la tensin narrativa en el
conflicto porno-ertico que liga a los sujetos. En este sentido, su narracin demuestra cmo las temticas fundamentales de la subjetividad psicoanalizada pueden ser
explicitadas hoy en una suerte de folklore naf: el deseo incestuoso entre Bella y su padre, la envidia histrica de las
hermanas, el Edipo ejemplar de la Bestia y la fatal transferencia que realiza haciael Hada Puta es el esqueleto
universal que este clsico infantil para adultos segn se
presenta en la tapa del volumen actualiza en su flagrante
carnalidad.
Pero diseccionemos una frase hecha de mrketing editorial que bien podra cuadrarle al autor, y que en esta

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bonita y accesible edicin digital que nos ofrece Sigueleyendo no consta: [Covadlo] Es el secreto mejor guardado
de la literatura argentina. Bien: Qu relacin existe entre potica y secreto? La Literatura se construye a
base de precintos y secretos? Quin y por qu guarda lo
guardado? Lo no-secreto pertenece al orden de la literatura? A qu orden pertenece lo literario-no-secreto?
Estamos hablando de los discursos que legitiman lo
literario, y en ese complejo campo de fuerzas lo secreto, el pudor o la virtud son significaciones que
aun en sus antpodas van de la mano. Y la mencin no
es fortuita, porque la Bella que nos ofrece Covadlo es una
verdadera Justine sadiana, digna de todos los infortunios

de la virtud que sufre por no entrar en la rosca orgistica y burstil de su poca (tematizada en la lascivia de la
Bestia y en la burbuja de especulaciones inmobilidarias
quesu fortuna habilita).
Casualmente, el ensayista Reinaldo Laddaga intitul un opsculo reciente dedicado al creador de Mickey
Mouse:Los infortunios de la virtud: sobre Walt Disney
(en Tres vidas ejemplares, 2008). Pero mientras que all, slo
las contundentes tres pginas finales del texto nos salvan
de la extraa sensacin de haber ledo un resumen novelado del memorial de la empresa, la narracinde Covadlo
explora el tenue lmite que separa lo infantil de lo obsceno y, sin estridencias, gana la partida.
VIERNES, 10 DE FEBRERO DE 2012

La incomodidad de los hechos, por Felipe Benegas Lynch


Antonio Di Benedetto Periodista: una historia que pone en tela de juicio el rol de la profesin, de Natalia Gels. Buenos Aires, Capital Intelectual, 2011, 192 pg.

ntonio Di Benedetto periodista es una rigurosa semblanza del autor que lo muestra en su faceta menos
visible, pero no por eso menos importante. Como
todo gran escritor, en torno a su vida se han tejido mitos y
ambigedades. Gelos realiza un exhaustivo relevamiento
de diversas fuentes, puntualmente detalladas y contrastadas en cada caso, que permite echar luz sobre los hechos ms importantes de la vida personal y profesional del
mendocino, siempre poniendo el foco en la profesin que
Di Benedetto ejerci de modo remarcable.
El balance entre lo personal y lo profesional es atinado
para mostrar al hombre detrs del periodista. Porque para
ahondar en las luces y sombras de la profesin, es necesario observar cmo viv quien dedic su esfuerzo y puso
en riesgo su integridad fsica y la de su familia para llevar
adelante dignamente la direccin de uno de los diarios
ms importantes de Mendoza (si bien su cargo era nominalmente subdirector, era director de hecho).
De all, de la redaccin del diario, se lo llevaron los
militares que lo secuestraron en 1976 y marcaron el comienzo de un periplo absurdo que habra de marcar su
vida para siempre.
Gels hace honor al Di Benedetto periodista al presentar estos aspectos tan oscuros de su biografa con rigor
periodstico y objetividad. Los hechos abundan en el libro,
siempre bien respaldados por un obsesivo corpus de citas
que permite discernir mito de verdad.
Esto deja en evidencia ciertas miserias del Di Benedetto hombre, especialmente en relacin a su tormentosa
relacin con las mujeres. Como que el amigo al que el
autor deca haber dirigido las cartas en las que esconda
los cuentos que escribi durante su cautiverio era en verdad una amiga, Adelma Petroni, que verdaderamente

movi cielo y tierra para que lo liberaran y para la cual l


no mostr mayor gratitud, al menos pblicamente.
El perfil del hombre se complementa con el del riguroso periodista, cuya tica a la hora de manejar la informacin salv vidas y le cost el trance ms difcil de su
existencia.
Qu hace una empresa periodstica cuando capturan
a su director? Qu hacen los otros medios? Qu pasa
con la familia de ese director? Y con l si es que alguna
vez lo liberan?
El caso Di Benedetto abre todas estas consideraciones
y ms: nos da la posibilidad de hacer un recorrido por la
historia nacional reciente y, en estos tiempos de revisionismo histrico y periodismo militante, nos permite reconsiderar el rol de los medios de comunicacin y pensar
una tica del periodismo ms all de los intereses sectoriales.
Recorremos as escenas mticas del mundo de la cultura argentina, como el famoso almuerzo de Borges y Sbato (quien intercedi por Di Benedetto, entre otros) con
Videla y el heroico protagonismo del Buenos Aires Herald de
Robert Cox en esos oscuros aos.
Como indica el subttulo, la de Di Benedetto es una
historia que pone en tela de juicio el rol de la profesin.
Ms all de las opiniones y los juicios de valor, hay hechos,
y esos hechos muestran a un Di Benedetto que efectivamente dignific el oficio periodstico porque se rigi por
una tica que no le permiti callar o esconder lo que pasaba, volvindose de este modo blanco para el terrorismo
de estado. En palabras de Gels: Di Benedetto quiz no
comprendi o no se conform con saber que, en pocas
nefastas, para quienes buscan el silencio o la mentira, los
que manejan y difunden la informacin son ante todo sos-

pechosos porque tienen en su poder el arma ms poderosa: la palabra.


El volumen se cierra con un apndice que aporta
nueve notas periodsticas que nos permiten apreciar la
prosa del mendocino. Otro aporte digno de mencionar es
la transcripcin de la carta que escribi el autor el ltimo

ao de su vida tratando de que le otorgaran su merecida


jubilacin que no obtuvo y explicando por qu en el
ao 1976 se haban suspendido por causa mayor absolutamente insuperable sus aportes. El documento, de tinte
kafkiano, es ilustrativo de las miserias a las que se vio sometido el gran periodista y autor.

VIERNES, 3 DE FEBRERO DE 2012

La epopeya del aprendiz de lenguas, por Pablo Manzano

ace tiempo mi mujer me regal un libro que ella


haba ledo cinco veces y que se convirti en una
de mis novelas favoritas, escrita por John Irving
y titulada La epopeya del bebedor de agua, con cuyo protagonista, Fred Bogus Trumper, realic mi primer viaje premonitorio a la ciudad donde ahora resido.

Einfach zu lesen
He recibido la revista del FP. Por qu me la envan?
No deducen por mi apellido que soy un Auslnder? Durante las primeras pginas compruebo que no me pierdo
en la sintaxis, lo cual me alegra el da y me anima a seguir
leyendo. Los liberales azules s que estn indignados, no
como esos veraneantes de Plaza Catalua y la Puerta del
Sol. Motivos no les faltan. Saba usted que en un colegio
primario viens los nios tienen que disfrazarse de mujer?
Y la idea ha sido de una profesora hngara! Peor an es
que los soldados austriacos fueran agasajados por el gobierno socialista con una comida al final del Ramadn, y
qu les sirvieron? Cuscs, Kebabs y Humus! Por si fuera
poco los ciclistas podrn circular libremente por cualquier
calle de la ciudad, slo porque ellos son los buenos y los
conductores de coche los malos. La revista es fcil de leer,
y eso se agradece cuando ests aprendiendo una lengua
incmoda a los cuarenta. Si algo necesito son textos sencillos. Si algo se le da bien a la extrema derecha de cualquier pas es explicar las cosas de la manera ms clara y
sencilla posible.
Es wird schon kommen
No es lo mismo leer que escuchar. Hace tiempo traduje a OHenry (del ingls, claro), y recuerdo que un personaje suyo, en alusin a una lengua ajena y remota, hablaba de palabras que suenan como dados en un cubilete.
Recin llegado a esta ciudad yo no era capaz de asimilar
ni un microfonema, as que me concentraba en la msica
de esos dados. Or a los austriacos es como or a mejicanos hablando alemn. En una conversacin empaada
uno aprende a hacerse el idiota, a adivinar, a rerse de lo
que cree entender. Mi mujer (entonces mi novia) me vea

apenado: ya va a venir, entender lleva su tiempo. Ella


habla espaol pero es nativa, conoce su pas. Me sugiri
que, si todava no me senta seguro al hablar, me comportara como un angloparlante descarado que no est dispuesto a hacer concesiones: en el banco, en las tiendas, en
la AMS, en el tranva era mejor que hablara ingls. As
la gente ser mucho ms freundlich. A los amigos y conocidos vieneses no quera obligarlos a cambiar de lengua,
as que slo poda escoger entre dos papeles: el autista o el
indgena. No se puede ser un autista cuando uno siempre
quiere impresionar a todo el mundo, as que me lanc a
hablar (al principio como un indio). Al poco tiempo empezaron a dolerme todos los nervios, huesos y msculos de
la cara; todo deriv en una pesadilla bucal y tuvieron que
extraerme tres muelas. No es una hiprbole, es la consecuencia directa de intentar hablar esta lengua.
Um ein Haar
A veces cuesta reconocer a un Schwarzkappler de paisano. Por eso existe una web adonde la gente enva advertencias desde el iPhone, indicando en qu estacin o medio de transporte han sido vistos y describiendo su aspecto
en un lenguaje telegrfico y comprensible. U6 Spitelau.
Hace 20 minutos. Seora gorda, hombre bajito y calvo.
Parecen un do cmico. Cuando uno detecta a un sospechoso, se pregunta: es un Schwarzkappler o slo un austrodemente retratado por Deix? Hoy me pillaron desprevenido en el tranva. Record el consejo de mi mujer, pero
descubr que desde que he empezado a estudiar la lengua
mi ingls ha desaparecido (se ha escondido). Lo busqu
por todos los rincones de mi cerebro, sin xito, y quiz fue
eso lo que me salv. El Schwarzkappler tuvo que resignarse
a que la comunicacin con el autista hispano que tena
delante era imposible, y que por tanto no podra multarlo.
Se march gruendo. Algo llegu a entender de sus gruidos, algo de que la prxima vez setenta euros.
Ohne Zweifel, bin ich verzweifelt
Al principio elaborar una frase correctamente puede
llevar el mismo tiempo que escribir una novela en la propia lengua (Erres un exagerrado, dira mi mujer), y

Liebe auf den ersten Fick


El dentista se qued con tres muelas y una parte de
mis ahorros, y me prescribi un tratamiento de raz para
salvar una cuarta muela. Los nmeros en alemn suelen
resistirse al odo, pero las cifras se dejan leer en cualquier
idioma. Kostenvoranschlag: 1.200 . Si no quera seguir desembolsando necesitaba mi propia e-card (tarjeta sanitaria), que para un ciudadano comunitario como yo es muy
fcil de obtener. Slo tena que conseguir un trabajo: en
alemn. (Lo juro, el vocabulario de todos los empleados
sonrientes de Viena que trabajan en atencin al pblico
se reduce a tres frases cantarinas: Bitte schn, Danke schn,
Schnen Tag. De m, sin embargo, esperaban algo ms.). As
que finalmente me cas para que mi mujer pudiera compartir conmigo su seguro mdico pblico y convertirme
en Amo de Casa (los ttulos en Austria son importantes:
ella es Diplom-Ingenieur y yo Hausmann, y as figura en
nuestro buzn). Lo nuestro siempre ha sido amor y bla
bla bla, pero cuando el juez del Standesamt hizo sonar sus
dados en el cubilete para m, me pareci escuchar: Herr
Manzano, acepta a esta mujer y a esta e-card hasta que
la muerte los separe?.
Die Familie
Lo que habla mi cuado Franz no es Deutsch, sino Umgangssprache (dialecto). A m se me da bien leer y escribir,
as que a menudo chateo con l por Facebook, a ver si
consigo familiarizarme con su manera de expresarse. Pero
Franz escribe como habla. Waunst des lesn kaunst deafst di a
echta weana nenan. Traducido al alemn: Wenn du das lesen
kannst, darfst du dich einen echten Wiener nennen. Y al castellano: Si eres capaz de leer esto, puedes considerarte un
autntico viens. A Franz lo veo una vez al ao en un
pueblo de Steiermark, en la casa de mi suegra, para celebrar la Navidad con mucha nieve y toda la familia. A mi
suegra la adoro, y ella me adora: ventajas de una comu-

nicacin limitada. En la ltima Navidad, a la medianoche, todos fuimos a recoger nuestros regalos. Mi generosa
suegra haba colgado en el rbol varios billetes de cien
euros, uno para cada miembro de la familia, y los billetes estaban enrollados como canutos. Recuerdo la escena
posterior: todos reunidos alrededor de la mesa, expectantes, cada cual sosteniendo un billete enrollado. Mientras
mi suegra abra una caja de metal (luego supe que adentro
slo haba galletas), me mir con una sonrisa y me dijo:
Ich habe mich immer sehr auf Weihnachten gefreut. Yo entend:
Para Navidad siempre pillo de la mejor, de la que tomaba Freud.
Gebildet und eingebildet
El curso est subvencionado por la AMS (algo as
como el IMEM). Mis compaeros son de Irn, Mozambique, China, Serbia, Afganistn y otros pases poco atractivos. Algunos son refugiados y ninguno tiene estudios superiores. Mientras que yo llevo ocho meses en Austria,
todos ellos residen en el pas desde hace diez aos o ms.
Si la AMS todava los enva a hacer cursos de alemn es
porque as no cuentan como parados sino como gente en
formacin. Si bien hablan y entienden la lengua sin problema, en voz alta leen como dislxicos (algunos tuvieron
que empezar por el alfabeto latino) y la gramtica todava
les resulta inasible, por lo que acuden a m, que aunque
empiezo a dominar la gramtica sigo hablando como un
indio y entiendo ms bien poco.
Hemos tenido suerte con Daniela, la profesora, que es
muy paciente y prepara unas clases estupendas. Dentro de
lo posible, ya se sabe. El abanico temtico de cualquier libro o curso de idioma es siempre deprimente. Pablo, t
practicas deportes de riesgo? Daniela se dirige a m en
un alemn pausado y funcional. Natrlich, tres hora por
da, en esta clase. Risas, pero de gracioso nada. Sigo convencido de que uno puede desencajarse la mandbula con
el trabalenguas constante que es este idioma. Dich, mich,
sich, ich. La semana pasada Daniela estaba de vacaciones
y la sustituy el Profe Ilustrado, que no preparaba las clases ni quera trabajar: reparta quince fotocopias de ejercicios por alumno y luego se sentaba a leer obras literarias selectas de mil pginas con letras doradas en lomo y
cubierta. A veces yo le planteaba alguna duda, slo para
que levantara el culo de la silla y se acercara a la pizarra.
En medio de una explicacin, como si tal cosa, le dej
caer que yo era traductor. Pero cmo, usted ha ido a la
universidad? Picaste, Profe Ilustrado. Y qu es lo que
traduce? Normalmente traduzco narrativa comercial,
pero le respond: Literatur, Hochliteratur. Aus dem Englischen
ins Spanisch. Para el Profe Ilustrado el resto de los alumnos se volvieron invisibles. Se sent a mi lado y empez:
oh, Faulkner, oh, Joyce. Excitadsimo, me pregunt. Y
qu lee usted? Porque usted lee, verdad? Der Mann ohne

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cuando finalmente se consigue la sensacin de incertidumbre literaria es la misma: me ha quedado bien, me


ha quedado mal, dnde la he pifiado? Con los diccionarios online o digitales las palabras poco familiares acuden
a la mente en un pestaeo, y si se trata de una mente agotada (adulta) la abandonan con la misma rapidez: memoria de pez. La incorporacin de elementos lingsticos extraos se adquiere mediante cursos intensivos. Es la nica
manera de desarrollar las cuatro destrezas: escribir, leer,
hablar, comprender. Porque se trata de destrezas y no de
inteligencia. Algunos monos poseen la destreza para saltar
de un rbol a otro, y otros para hablar y comprender los
idiomas (sprachbegabt). Pero los cursos, ya se sabe: un gran
negocio. Y la burocracia del este, ya se sabe: una larga espera. Pas ocho meses estudiando en casa por mi cuenta
hasta que por fin consegu un curso subvencionado.

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| BOCADESAPO | CRNICA
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Eingeschaften, lo leo a todas horas. Oh, Musil, oh, Heimito von Doderer. Le nombr a Bernhard, pero el Profe
Ilustrado lo consideraba un escritor menor. Y dgame,
Herr Manzano, usted fuma? Asent. Pues yo fumo en
pipa, dijo l. Oh, en pipa. Establecimos una complicidad
pedante que exclua al resto de la clase. El ltimo da le
pregunt: Perdone, profesor, qu significa die Malerei?
Afin las cuerdas vocales y empez: Tiziano, Bruegel,
Delacroix, Rembrandt, Manet, Monet, Czanne, Gauguin Se hizo la hora y nos marchamos todos a casa. No
s qu ha sido del Profe Ilustrado, tal vez sigue all sentado
enumerando pintores. Wahrscheinlich.
Die Nachbarin
En el edificio de la calle Dreihackengasse donde vivo,
hace tiempo vivieron Marie Hilfreich y Olga Treuer.
Hay una placa en la puerta: Deportiert nach Auschwitz am
23.1.1943. Habr vivido alguna de ellas en este mismo
piso, quizs en el de abajo? Qu ms da, lo cierto es que
ahora en el piso de abajo vive una vecina treintaera que
ha llamado a mi puerta varias veces. Uno ya no puede seguir escondindose debajo de la mesa cada vez que suena
el telfono o llaman a la puerta: para aprender una lengua hay que estudiarla, pero tambin practicarla. En cualquier caso la vecina, que es de Linz, advierte mis dificultades de comprensin y me habla en ingls, un idioma
que traduzco a diario pero que sigo sin encontrar. No es
lo mismo traducir que producir, y el ingls que ahora produzco tiende a llevar el verbo al final. As que le respondo
a la vecina en alemn. Un alemn quizs algo lento (der,
die oder das? DAT oder AKK?), pero correctsimo: gracias, Daniela.
La primera vez la vecina se quej porque segn ella
aporreo el piano. Claro, estamos en Viena. Antes de venir
yo haba pensado: all slo hay pianistas buenos, seguro
que necesitan alguno malo. Pues no. La segunda vez se
quej porque segn ella piso demasiado fuerte al caminar por la sala. Claro, estamos en Viena, debera andar
de puntillas como una bailarina clsica. La vecina vino
por tercera vez (aqu el lector piensa: sa anda buscando
algo, y el autor subraya que es un hombre casado, y que
la vecina no est para nada buena). Dijo que lo de anoche
ya era demasiado, inaceptable. Lo de anoche? S, esos
gritos de sexo, fue escandaloso! Du irrst dich. Das waren
wir nicht (Te equivocas, no fuimos nosotros). La vecina:
Come on, I dont believe you. Me esforc, pero no pude convencerla de que mi mujer y yo a esa hora slo dormamos.
Ella segua increpndome, y mi proceso de pensamiento
era demasiado lento para defenderme (mejor as, porque llegu a pensar: vinieron a por Marie, vinieron a por
Olga, por qu no vienen a por ti?). Pero aquella presin,
quin iba a decirlo, finalmente sac lo mejor de m. Una
forma simple y una compuesta en la misma frase. Konjunk-

tiv II Prsens + Konjunktiv II Prteritum. Daniela estara orgullosa. La frase fue espetada a continuacin de: Ya te he
dicho que no fuimos nosotros! Sin titubeos y levantando
la voz: Ich wnschte, wir htten es getan! Traduccin: Ojal
hubiramos sido nosotros! Justo antes de cerrarle a mi vecina la puerta en la cara.
Deutsch muss verbessert werden
La vecina no regres. Pero despus de su ltima visita
yo descubr que ya me senta seguro al hablar. Ahora soy
capaz de formulaciones gramaticales cada vez ms complejas. Las nebenstze son pan comido. Escribo frases ms
largas que las de Bernhard, sin cometer un solo error. Podra incluso discutir con Wittgenstein, siempre y cuando
mi mujer est presente. Esto no puede ser dice ella.
Descolocas a la gente. Y es que el problema sigue siendo
mi odo. Las conversaciones con amigos y conocidos vieneses transcurren as: ellos me hablan en alemn (glot, tschun, kriag, net, juasch, trot, oachka, owa, echt: dados en
un cubilete, oder?), mi mujer traduce al castellano, y yo les
respondo en un alemn fluido y florido. Conversamos sobre la lengua que ellos hablan, y yo les explico que me
gusta pero que sin duda es una lengua incmoda en la que
hay mucho por modificar o eliminar. Les explico mi proyecto lingstico para mejorar el alemn, para que no sea
un atentado contra la salud de los aprendices del idioma.
Entonces se acerca una camarera y me pregunta algo (si
quiero otra cerveza, por ejemplo), y me quedo mirndola
con cara de idiota, y luego miro a mi mujer: qu ha dicho? Esto no puede ser, dice mi mujer, que me pide
coherencia, es decir, que vuelva a hablar como un indio.
Ni hablar! No puedes pedirle eso a un escritor! S que es
extrao lo que me ocurre, pero creo que eso tambin me
ha ocurrido siempre en mi propia lengua. No es tan raro
despus de todo. Selenme a uno, a una sola persona,
que no hable ms de lo que escucha.

LUNES, 30 DE ENERO DE 2012

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ntre 1974 y 1978 John Berger escribe Puerca tierra,


la primera parte de la triloga titulada De sus fatigas.
Este grupo de relatos y poemas, donde se explora
el desarrollo evolutivo del campesinado europeo del siglo
XX (y que la editorial alfaguara reedita con traduccin
de Pilar Vzquez), traza el mapa de una dramtica transformacin en los sectores rurales del viejo continente. El
avance de la industrializacin y del mundo de los servicios
comienza a modificar el orden de las necesidades de una
sociedad que, lentamente, ingresa en un contexto cultural
que ya aparece claramente estigmatizado por las marcas
imborrables que le imprimen las dos grandes guerras y
sus respectivos exterminios. Sin una directa alusin a ello,
salvo en breves episodios, las historias se suceden en la
descripcin, sobre todo, de las relaciones que mantienen
las actividades rurales (muchas de ellas en crisis de desaparicin) con un tipo de desarrollo social y cultural que
atraviesa siglos de historia europea. En ese desarrollo, en
las actividades y costumbres que trae aparejada la vida
campesina, con sus connotaciones positivas y negativas, el
autor encuentra las claves de una identidad que las nuevas
dinmicas del progreso, que slo contemplan los aspectos
econmicos, amenazan con erosionar.
Las historias son en su mayora breves y simples; sus
personajes, casi todos mujeres y hombres mayores, que
simbolizan de alguna manera el otoo de una cultura en
retirada, aparecen involucrados en las problemticas cotidianas de la vida rural, desde la escasez del agua por
problemas en las tuberas que vierten el deshielo en los
hogares montaeses, pasando por los aparentes caprichos
de no aceptar la ayuda de un tractor que remplaza al viejo
caballo y as simplificar y cualificar el trabajo, hasta una

vaca que atraviesa campos y rompe cercos en la bsqueda


ciega de un toro que debe servirla, todas ellas, tambin
la entraable Las tres vidas de Lucie Carbol que es la
historia ms larga y con la que se cierra esta primera parte
de la triloga, hacen foco en el paso del tiempo, pero no
en aquello que la cronologa inexorablemente borra, hace
desaparecer, sino, por el contrario, en aquellas sutiles claves que determinada forma de vida, determinada cultura
mantienen vigentes, perpetan: En las montaas el pasado nunca se queda atrs; siempre est al lado de uno.
Bajas al anochecer desde el bosque, y un perro se pone a
ladrar en un casero. Hace un siglo, en el mismo lugar, a la
misma hora, un perro se puso a ladrar al or a un hombre
que bajaba por el bosque, y el intervalo entre los dos momentos no es ms que una pausa en los ladridos.
El concepto que sobrevuela la obra completa, ms all
de las singularidades y riquezas que se exhiben en cada
una de las piezas por separado, es el de la resistencia que
ofrecen la totalidad de los personajes, a los argumentos
con que se propone el avance de lo tcnico, de lo tecnolgico, y de los que deviene un contexto cultural al que
se avizora adverso; pero no existe, en dicha resistencia,
un caprichoso conservadurismo de los actos, ni la pobreza
de una actitud y unos recursos con los cuales enfrentar
lo nuevo, sino, por el contrario, lo que el autor consigue
hacer emerger de la atmosfera lograda a travs de las caracterizaciones y los sucesos: una sutil destreza para intuir
que all, detrs del resplandor con que se ofrecen los supuestos progresos de la vida moderna, se esconde la imposibilidad de un desarrollo de lo humano tal como la vida
y la cultura del trabajo hasta entonces lo haban proporcionado.
DOMINGO, 15 DE ENERO DE 2012

Recuerdos del presente, por J.S. de Montfort


Un poco de azul en el paisaje, de Pierre Bergounioux. Barcelona, Minscula, 2011, 92 pginas.

n poco de azul en el paisaje es el cuarto libro del


escritor francs Pierre Bergounioux (Brive-laGaillarde, 1949) que se ha publicado en castellano en los ltimos dos aos. En este caso nos encontramos ante la reunin en una miscelnea de textos breves
(ocho relatos en torno a la docena de pginas cada uno de
ellos). La agrupacin feliz de los textos no procede tanto
de sus temas, los cuales es cierto que concuerdan con el
resto de la produccin del francs (la infancia, el abandono de las zonas agrarias francesas y as sus sociedades,
el exilio como forma de construir la individualidad, los

libros, etc.) como de la pulsin que los arrastra, y que se


asemeja bastante a la del dietarista. As los textos son menos metonmicos, ms de memorialista. Esto es perceptible en la concrecin de los datos referidos a la infancia
del autor (presentados de manera menos elusiva que en
otros textos) y en la negativa a la (auto)ficcin en favor
del recuerdo ms o menos literal y fidedigno, la ambigua
nostalgia, el monlogo en voz alta. Tambin coadyuva a
la sensacin de conjunto el espacio que comparten todos
los textos y que se corresponde con aquel de la niez de
Bergounioux, un mundo que mostraba una forma irre-

| BOCADESAPO | OPININ

| BOCADESAPO | RESEAS

Una pausa en los ladridos, por Mauro Peverelli

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| BOCADESAPO | RESEAS
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gular, muy estrecha, digitada: La Corrze, en el Lemosn.


Y un leit-motiv, (algo ambivalente, habra que decir), el de
que hay un privilegio del origen, un sortilegio, tambin,
y que en el caso de Bergounioux le hizo el alma estrecha
y sometida, obligndole a la renuncia y a la desesperanza; al estatismo, pues. Spase que lo dicho no niega
que Bergounioux no recurra a la mezcla de voces como
estrategia discursiva (primera persona del singular entreverada con la primera del plural) en un intento de conformar una memoria colectiva y que sirva as para vincular
su historia personal con la de esa necrpolis que es el universo agrario cerrado, milenario, el lugar claramente
circunscrito en [el] que el azar nos haba situado.
La clave est en el movimiento, lo que Bergounioux
llama hambre de piedras (y que es lo que le impele a
volver al Lemosn, despus de dcadas viviendo en Pars):
el vrtigo de la mirada que, de nio, desposea al paisaje
de su mutismo (su crcel impune) ahora, haciendo presente el futuro, es poseda por el paisaje (futuro que aqu se
entiende como un modo particular del pasado, en cuanto
que es un retorno al origen de la naturaleza salvaje: un (re)
examinar las suposiciones, expectativas y temores de la infancia). La vida vivida as doblemente: primero con la biografa y, ms tarde (ahora), a travs de la literatura. Bergounioux, de este modo, dispone las palabras escritas en
la superficie de las cosas [] debajo del polvo, del musgo,
de las telas de araa. Y as, recorre apaciblemente los
captulos de su vida. Digamos que, con ello, hace novela
no de su vida, sino de lo que de su vida se incrust en el
paisaje del Lemosn, en esa sustancia extensa, tangible
que es la tierra madre. Los libros, dice Bergounioux, sugieren sin jams certificar, pero el lenguaje inmediato,
mudo, irrecusable de las cosas confirma lo que uno (pre)
siente en el papel del libro: el retorno del origen. En
este libro se produce justo ese mgico momento en el que
lo pensado y lo escrito hallan constatacin de que se ha
producido la interiorizacin del exterior y sus extravagancias y, as, se nos muestra el paisaje de La Corrze
como espejo del alma de Bergounioux. Con ello, de una
lado se demuestra que lo sensible es inteligible y que
la esencia y el fenmeno se confunden y, de otro lado,
que la realidad es doble. Est compuesta de las cosas y

de la idea que de ellas nos hacemos. En definitiva, que


ver es saber. Y que la capacidad de imaginar y de pensar logran emanciparnos de esa parte de nosotros mismos
reclusa por el peso de la realidad inopinable de nuestro
pasado (que acaba siendo nuestro futuro).
El azul del paisaje del ttulo se corresponde con el ltimo
relato y se refiere especficamente al personaje de ste, un
segundn, de figura conmovedora, un arquetipo que
Bergounioux conoci en las novelas tardas de Faulkner,
pero que tiene su correlato real en un individuo del pueblo de la infancia de Bergounioux. Se trata de un habitante predestinado a la vida intermedia, que lleva una
existencia incierta y poco visible. Y el azul es el de su
ciclomotor antediluviano, pero tambin el de la caja de
frutas que lleva sujeta en la parte trasera de ste y que ha
pintado del mismo azul exacto. E igualmente el azul del
cielo inmenso con sus fastos del aire libre, mentado en
diferentes ocasiones durante el libro y que sirve de remedio para las tristezas de la vida y es nuestra morada en la
creacin. Tal azul servira de nexo y elemento simblico
de todos los textos, significando la triste mediana de la
sociedad agraria, la crcel sentimental de un paisaje con
un aire gastado, que se repliega asfixiante y se cierra sobre
s mismo y esa caja de frutas que para Bergounioux fue la
esperanza de los libros. La inmensidad de un azul que (re)
juvenece el alma medio-citadina ya de Bergounioux, dejando que el tiempo, igual que en su infancia, ya no sea
medible ni se cuente, permitiendo que las cosas vayan solas y que as, hagan temblar el suelo de la existencia, demostrando cmo la vida, la verdadera, empieza despus
de haber satisfecho las reclamaciones de la necesidad.
Por ltimo, ha de saber el lector que los textos aqu
contenidos producen resonancias con otros textos del autor; es el caso, por ejemplo, de La voz del bosque, donde
reverberan los ecos de Una habitacin en Holanda (Minscula, 2011), o acaso en El traction, una aventura motorizada a los 16 aos que podra ser rplica o continuacin de Puntos Cardinales (incluido en La Huella, Das
Contados, 2010). No obstante, todos los textos contenidos
en Un poco de azul en el paisaje son autosuficientes, salvajemente orgnicos y vivos, igual que el paisaje que (re)tratan.

JUEVES, 5 DE ENERO DE 2012

La imaginacin maniatada, por J. S. de Montfort


Crtica de la razn plstica: Mtodo y materialidad en el arte moderno y contemporneo, de Juan Martnez Moro. Gijn, Editorial Trea, 2011.

a dicotoma de la que parte Juan Martnez Moro


(Santander, 1960), en su libro Crtica de la razn plstica, es la que nace como consecuencia de la aparicin de la razn ilustrada y la secularizacin de la cultura y

su oposicin a la clsica intuicin plstica e imaginativa


del artista. Desde la expresin de lo mucho en lo uno, y as
la razn del principio de razn suficiente de Leibniz y el
dualismo cartesiano del res cogitans, pasando por la lgica

| BOCADESAPO | RESEAS
51

newtoniana y, con ello, el triunfo del mtodo analtico. A


ello se contrapondra lo contingente, el sensualismo de la
experiencia emprica de Locke o las ideas de bello y lo
sublime de Burkey que tomara Kant para formular sus
consideraciones morales, pero tambin el sturm and drang
alemn como reaccin anti-ilustrada, por ejemplo. As, lo
que plantea Martnez Moro en este libro (de manera menos proposicional que descriptiva) es la existencia histrica de estilos contrapuestos, unos basados en esquemas
ms normativos (y racionales) y otros que prefieren la expresin plstica; oposicin que podramos resumir en la
recurrente dicotoma clasicismo/romanticismo.
En el siglo XX la confrontacin se produce fundamentalmente en los aos sesenta entre la defensa de la materialidad de la obra que hara Clement Greenberg contra
la tesis de Arthur Danto de que la idea se ha de anteponer a cualquier justificacin material. Lo ineludible es
que mucho antes se haba producido ya una ruptura epistemolgica con las primeras vanguardias, especialmente
debido a la obra duchampiana, entendida como un proceso genealgico de pensamiento. Ello significar que el
arte vira paulatinamente hacia el factor discursivo y racional, quedando a un lado la representacin y, tal como
preconizara Giulio Carlo Argan, el arte mudar a un estilo de informativo. Hay, no obstante, algunos puntos en
los que razn y plstica se encuentran, como con La Bauhaus (donde culminan las ideas de mesura y contencin
expresadas a comienzos de siglo XX por Adolf Loos), por
ejemplo. Y otros en lo que podramos decir que domina
la plstica, con la angustia existencial expresionista, el surrealismo o el Art Brut de Dubuffet. La tendencia general,
de todos modos, es la de que el arte incorpora a su praxis motivos de otras disciplinas (especialmente de la filosofa, la antropologa, la sociologa y la poltica) convirtindose en un arte de la lgica y el artista en un bricoleur cuyo
nuevo paradigma ser el collage, regido por la entropa esttica, donde la realidad entrar en el cuadro y as la materia permuta(r) a material. La naturaleza fenomnica
dejar paso a la retrica citacionista (iniciada por Manet)
y, sobre todo, a una implicacin personal de tipo etnol-

gico (a travs del mtodo inductivo, pero sin rigor propedutico) que se propone la investigacin de alternativas
semnticas, preferentemente de corte poltico o social. O
sea, una exaltacin del Homo sapiens sapiens en detrimento
del Homo faber.
Una de las fallas de este proceder, en opinin de Martnez Moro es que tales procesos no le sirven nunca al artista para refutar su punto de partida, sino para ratificar
su tesis. Ello supone la primaca del catlogo, implica la
redundancia conceptual y, en la gran mayora de los casos, fuerza a que la estrategia parta de una planificacin
anticipatoria al dirigirse de manera preferencial hacia
los asuntos de la actualidad del momento. En resumidas
cuentas, implica que se reconozca el carcter intelectual
del artista y as la vigencia de la razn instrumental. Con
ello, nos dice Martnez Moro, el arte contemporneo hace
uso de la razn pragmtica, y as del marketing y la autopromocin y se deja dominar por la praxis productiva
capitalista de la novedad. Ello implica que sea un arte sin
emocin, un diletantismo (auto)referente cuyo centro ya
no es el individuo sino los motivos de la masa; lo que Virilio llama aptheia, mera informacin, una retrica de
impasibilidad cientfica, dotada de un cinismo que, en
opinin de Sloterdijk, sigue a las ideologas naf y a su
ilustracin. Y aqu viene la crtica central de Martnez
Moro, pues que la cultura se levanta hoy sobre una masa
informativa que copa la realidad visual cotidiana y provoca que la clave de interpretacin de dicha realidad pase
por emplear la misma casustica utilizada por los medios
de comunicacin. Martnez Moro, con una prosa que
funciona al modo del oleaje, dejando tras de s rastros que
se van recuperando en los captulos sucesivos, nos expone
sus exigencias: que el arte contemporneo se abra hacia
posiciones plsticas, favoreciendo la (re)semantizacin,
para que afronte el realismo verista e ideogramtico de la
imagen informativa que ha sustituido invencin por inflacin. Sera este el nico modo de confrontar esta poca
nuestra que es (parafraseando a Walter Benjamin) la de la
obra de arte de reproduccin.

VIERNES, 30 DE DICIEMBRE DE 2011

Vivir afuera, por Marcos Seifert


El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, de Patricio Pron. Buenos Aires, Mondadori, 2011, 218 pginas.

l cuento Los hurfanos que integra el libro de


relatos El magnfico vuelo de la noche de Patricio Pron
(publicado en el 2002) narra la historia de una mujer nacida durante la Campaa del Desierto que comienza
a dar a luz hijos que hablan distintas lenguas de regiones
y tiempos diversos. Ya aparecen aqu dos caractersticas

que surcan de par en par su posterior libro de relatos El


mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan: el desarraigo,
una experiencia de orfandad radical y cierta proliferacin
y condensacin de referencias culturales distantes entre s.
Si bien la idea de desajuste entre idioma y territorio, entre
lengua y origen familiar es fundamental, Pron explora y

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exhibe distintos modos de ser extranjero. Formas de estar afuera. El desamparo asociado con cierta lgica alephiana que concentra imgenes y lugares persiste en un
cuento como Los viajes donde un anciano doctor Maak
divaga e inventa sobre un mapa paisajes inexactos, una
geografa falaz que maravilla a la sirvienta que lo atiende.
El personaje que posterga constantemente sus desplazamientos reales ofrece representaciones que, a fin de cuentas, se vuelven un viaje en tanto presentan un desplazamiento ficcional, una circulacin disparatada de imgenes
sin asidero.
Los de Pron son relatos de un provocador. Patricio
Pron nacido en Rosario, periodista free lance, premiado
como narrador y doctorado en Alemania, se ha autoasignado el rol de la provocacin. Su primer embate se nos
manifiesta en el ttulo del libro el cual se desprende de uno
de los relatos que lo integran. Este escritor argentino que
sita sus relatos en Alemania e involucra en ellos la cultura
y la reciente historia alemana titula su libro con una frase
que constituye un ejercicio de imaginacin excluyente. Un
enunciado, que compromete lo esttico pero tambin lo
moral, insina un recorte que es base de toda operacin
poltica que expulsa o busca, en el caso ms extremo, liquidar al otro. Pensemos, entonces, en las resonancias de
esa frase en un contexto que busca revisar su pasado nazi
y notaremos las implicancias del gesto de Pron.
Otra de sus acometidas apunta hacia el lado de ac:
el uso de un espaol despojado de toda marca rioplatense.
De alguna manera, su ejercicio de apropiacin de otra
lengua, si bien nos recuerda a los desplazamientos de Rodolfo Wilcock y Hctor Bianciotti, es ms sutil, pero no
por eso deja de ser provocador. Su lengua, que nos remite al espaol plano autotraducido del Puig de Maldicin
eterna a quien lee estas pginas, es una lengua robada del espaol neutral de las traducciones, una lengua aptrida. Pron
cuestiona las relaciones entre lengua y propiedad y busca

eliminar toda naturalidad y familiaridad que engendra la


cercana. Lo logra.
Varios cuentos, adems de situarse en Alemania, proponen el cruce entre la revisin del pasado histrico alemn e historias de destinos familiares o individuales (Dos
hurfanos, Una de las ltimas cosas que me dijo mi padre). Temtica que desprende su escritura de una posible
filiacin con la tradicin nacional y la vincula ms con la
tradicin literaria alemana de posguerra. Tampoco est
ausente una conciencia crtica de la Alemania contempornea y su relacin con los extranjeros (Abejas). Sin
embargo, existen lazos que tensionan algunos de sus textos con la imaginacin literaria local. Una referencia ms
relevante que el juego cortazariano de un cuento en que
una pareja visita ciudades por separado y trata de que el
azar los rena es el dilogo que establece en Contribucin breve a un diccionario biogrfico del expresionismo
con el Pierre Menard de Borges. Su exploracin real en
las vidas de los expresionistas alemanes colocando en el
centro una biografa ficticia de un escritor que se propone
escribir el Fausto de Goethe palabra por palabra da lugar
a nuevas torsiones de la relacin entre ficcin y realidad.
Su sucesin de biografas reescribe y desva, tambin, otro
texto: La literatura nazi en Amrica de Roberto Bolao.
Sus personajes, en su mayora extranjeros, desarraigados y solitarios (con trayectorias cargadas de desplazamientos como la del autor), examinan sus catstrofes ntimas y se tropiezan con microhistorias o ancdotas que
resignifican o enrarecen sus situaciones. Pero, tambin,
suelen interponerse con los reveses de la incomunicacin,
las barreras culturales que dificultan el trato con los dems. (El corte)
Si bien estn situados en el contexto alemn, los relatos de Pron se internan con precisin en una cotidianeidad que est ms all (o ms ac) de las determinaciones
nacionales, pero que, sin embargo, acusa en sus rincones
ms privados el impacto de lo histrico y lo poltico.

MARTES, 27 DE DICIEMBRE DE 2011

La maestra de la sencillez, por Anna Rossell


Retrato de la madre de joven, de Friedrich Christian Delius. Traduccin de Lidia lvarez Grifoll.Barcelona, Sajaln Editores, 2011, 109 pgs.

omo es habitual en este autor alemn galardonado con el prestigioso premio Georg Bchner
2011, tambin en esta novela Friedrich Christian Delius (Roma, 1943) aborda un tema de la historia
de su pas. Ubicada temporalmente en 1943 y geogrficamente en Roma, Delius nos introduce, de la mano de
una discreta voz conductora, en los pensamientos de una
mujer de veintin aos, eje de la narracin.
A partir de una sencilla idea el paseo a pie de apenas

una hora desde su casa hasta la iglesia evanglica de la Via


Sicilia, a donde se dirige para asistir a un concierto, el autor nos permite acompaar a su protagonista. Contada en
estilo indirecto libre lo cual permite a un tiempo empata
y cierta distancia, Delius consigue un relato magistral en
el que retrata a un cierto prototipo de ciudadano alemn
Margarethe, cuya infancia lleva el sello nacionalsocialista,
a la vez que da cuenta del ambiente social y poltico en
Alemania y en Roma y del transcurso de la guerra.

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Los pensamientos de Margarethe nacida en una pequea ciudad luterana, educada por una familia tradicional en esta religin y casada con un pastor evanglico, que
ahora sirve en el norte de frica fluyen casi sin interrupcin de principio a fin. Slo los momentos de descanso,
a los que la obliga su avanzado estado de gestacin, permiten un alto en el camino. Ello se refleja con originalidad en la estructura de la novela, pues Delius construye el
flujo narrativo a base de cortos prrafos separados que
pretenden transmitir las pausas fsicas y emocionales de
su herona sin que ello detenga sus reflexiones, que discurren encadenndose, contenidas slo por la mesurada
intervencin de la voz narradora, articuladas con comas y
un nico punto al final de la novela.
Siguiendo los pasos de Wolfgang Koeppen, que tambin eligi Roma como escenario de alguna de sus novelas,
Delius se confirma como un maestro de la asociacin: con
extraordinario acierto y sin perder de vista la ascendencia
de la protagonista, una humilde muchacha de pocos estudios. El hilo narrativo va tejiendo su entramado asociativo
a partir de los monumentos romanos del trayecto, que el
pensamiento de la herona relaciona con otros de su contexto histrico-cultural, o incitado por carteles publicitarios o la visin de militares alemanes. Predispuesta por la
aoranza de su marido reclamado a filas a pesar de su
lesin en una pierna precisamente cuando ambos iban a
iniciar en la capital italiana su vida en comn, la joven esposa se entrega a sus recuerdos y reflexiones. Arropada en
el aislamiento que le proporciona la casa de las Diaconisas Alemanas de Kaiserswerth, donde vive, Margarethe se

siente insegura y sola en las calles de una ciudad en la que


todo le resulta ajeno y hostil. De su discurrir emerge una
mentalidad sencilla pero sensible, que en su sincera religiosidad evoluciona desde el adiestramiento de los lemas
inculcados por su educacin nazi en la Liga de Muchachas Alemanas hasta encontrar su genuino lugar, acorde
con su verdadero sentir. A ello contribuyen las contradicciones que la futura madre percibe entre las enseanzas
de la Biblia y las consignas nacionalsocialistas magnfico
el trabajo asociativo del autor al citar salmos y divisas, en
las que se desenmascara la sutil manipulacin ideolgicolingstica del Fhrer, as como el recuerdo de las lcidas
opiniones de su amiga Ilse, que sirve de contrapunto al
personaje. La evolucin en el sentir y el pensar de Margarethe culmina en las ltimas pginas, que Delius especialmente afecto al arte y a la msica construye como
apotesico catrtico final sin faltar a la verosimilitud: en el
propicio ambiente de la iglesia evanglica, que la envuelve
en el manto familiar de su religiosidad e impulsada por el
cuarteto de cuerda en do menor de Haydn y de la Cantata
56 de Bach, la protagonista da rienda suelta a su emocin.
En una pormenorizada y extensa descripcin el poder de
la msica conjura el miedo a la guerra y desencadena un
pulso entre la muerte y la vida, que culmina en un vehemente clamor de todos los generales de todos los frentes,
cristianos, paganos, judos, comunistas por la paz.
El mismo sello editorial public el pasado ao, del
mismo autor, otra pequea joya: El paseo de Rostock a Siracusa.
MARTES, 20 DE DICIEMBRE DE 2011

El azar de la digresin, por Marcelo Damiani


A la santidad del jugador de juegos de azar, de Hctor Libertella. Buenos Aires, Mansalva, 2011, 92 pgs.

la santidad del jugador de juegos de azar de Hctor Libertella es una bella apuesta sacro-ldica. Esa dedicatoria elevada a la categora de ttulo ya parece aludir a un cierto lugar que la ficcin ha ido perdiendo poco
a poco. Frente al empobrecimiento de la produccin literaria, como sostiene Julio Premat, y a la transformacin
del libro y la figura misma del escritor en mera mercanca,
es quiz el escritor de culto uno de los pocos que an hoy
mantiene viva la esperanza de que sea dicha esa palabra
sagrada, que quiz le atribuira algn sentido al mundo,
y renovado valor a nuestro empobrecido lenguaje. Pero
esta sacralidad est fuertemente cuestionada por el tono
juguetn que atraviesa el libro. As, Libertella lleva adelante su propuesta por medio de un doble juego de seduccin (ldica) y postergacin (infinita) del sentido final,
como ese perverso tipo de jugador que no busca ganar,
sino mantener un extrao (y acaso aristotlico) equilibrio.

Tambin hay, como siempre en Libertella, una necesidad


de proyectar la falta fundamental sobre la que se cimenta
todo lo real. El libro tiene un captulo fantasma, Gngora. Nada de lo humano, slo presente en el ndice, y
que funciona como una suerte de agujero negro que por
momentos amenaza con tragarse el libro entero, como
si se tratara de una versin literaria del famoso truco de
magia (aunque en este caso, por cierto, no habra ningn
truco): El acto de desaparicin (nada por ac, nada por
all). El nico acto que todos, tarde o temprano, estamos
obligados a representar.
En este sentido, Desimone. Fobia y placer, es un
texto emblemtico. All, con ecos borgeanos y alusiones
casi hermticas a cierto lder poltico nacional (Vandor?),
Libertella construye en pocas pginas la historia del lobo
Desimone, jefe de gobierno, dueo de la poltica italiana, que ha elegido vivir en una celda y que cuando

muere de muerte natural en Roma, en 1955, y abren su


celda, claro, l ya se ha ido. El gesto de Desimone (elegir
su propia reclusin, desaparecer), como bien sugiere Martn Arias, parece deslizarse del hermetismo a la histeria,
porque el encierro, antes que nada, es la sustraccin del
cuerpo al goce del otro.

A la santidad, por ltimo, es tambin una suerte de


homenaje a Historia universal de la infamia de Borges, pero
curiosamente ideada (o mejor, dictada) por Macedonio
Fernndez, y acaso transcripta por un amanuense distrado, decidido a arrojarse a los encantadores brazos de
la digresin.

MARTES, 13 DE DICIEMBRE DE 2011

Lo que da sentido al mundo, por Julieta Tonello


Balada, de Marcelo Cohen. Buenos Aires, Alfaguara, 2011, 136 pginas.

sta es una historia de deseo y sacrificio. Ya


empieza se anuncia desde la primera lnea
de lanovela. Sin duda, estas palabras iniciales anticipan acertadamente el ncleo temtico de la obra:
Balada es, en efecto, una historia de deseo y sacrificio. Pero
es, asimismo, mucho ms. Se erige tantoen una reflexin
sobre la ambicin desmedida del hombre y sus consecuencias, como en una travesa hacia un mundo fantstico y en
el relato de una bsqueda espiritual.
En una lnea que se acerca a la ciencia ficcin, aunque no se cia a ella de manera exclusiva, la novela relata
el reencuentro de Suano Botilecue, psicoanalista, y Lerena Dost, su ex paciente, quienes en el pasado sostuvieron una relacin amorosa con final nefasto. Luego de dos
aos de separacin, durante los cuales la vida de Suano
fue desmoronndose sin pausa en todos sus aspectos, Lerena aparece en su vida para instarle a que la acompae
en una especie de misin espiritual. La ayuda solicitada se
encuentra ligada a la aparicin de una misteriosa mujer,
Dona Murava, responsable de que Lerena gane una fortuna en la lotera y, a quien, en consecuencia, sta desea
hallar para recompensar con dinero: Lerena piensa que
el mundo se ha descoyuntado, y ella con el mundo, y que
no va a componerse hasta que ella haga una ofrenda a la
rectitud. Suano, quien en principio se niega a acompaarla, termina por embarcarse en una aventura que los
conducir al encuentro de los ms descabellados personajes. La bsqueda de Dona Murava, una antigua cantante
que se ha transformado en lder de una secta, ser demorada de manera sistemtica por una serie de situaciones
desafortunadas, y es justamente en esa bsqueda frustrada
en la que se halla el material ms rico de la historia.
Cohen ubica a los protagonistas en el paisaje del Delta
Panormico, espacio que, cabe destacar, fue elegido por
el escritor para emplazar sus textos durante los ltimos
diez aos de su carrera literaria. Quien aborde la novela
se sentir transportado a un universo poseedor de un vocabulario propio, cargado de neologismos, en donde rigen
reglas muy distintas a las del mundo real. Parece como
si el autor, a travs de las particulares caractersticas del

cosmos construido, intentara deliberadamente reforzar la


idea de que se trata de un mundo ficcional, pincelado por
su escritura.
Uno de los rasgos destacables de la obra es la eleccin
de la voz del narrador, representada por un nosotros,
por momentos difuso, que corresponde a los habitantes
de los alrededores de la fonda Deluxin, un espacio marginal donde desempea su trabajo el personaje masculino:
Entonces ella nos ve, se dira que realmente por primera
vez. Y en cuanto nos ha visto bien entiende de qu se trata
en este patio.
Otra de las particularidades de la novela est constituida por la irrupcin en el texto de versos sueltos tomados de diversas fuentes, como as tambin, en este mismo
sentido, la mezcla de voces en otros idiomas que pueblan
las pginas. Mltiples onomatopeyas y argumentos de
canciones completan el espectro que ofrece como resultado un texto de absoluta libertad formal.
Hay humor en la novela, pero no el tipo de humor
que arranca carcajadas en el lector, sino, en cambio, una
irona sutil y refinada que matiza el dramatismo de ciertas
situaciones, y que requiere de una lectura atenta.
Ms all de la agilidad de la odisea narrada y de la
acabada construccin de los personajes que aparecen a lo
largo de la obra, se llega a la ltima pgina con la sensacin de que un hilo conductor invisible atraviesa el texto.
Un anochecer se le ocurre, como si en otras pocas no lo
hubiera sabido, que lo nico que da sentido al mundo es
el amor se relata en el corazn de la historia, y en esta reflexin sobrevuela la idea que parece ser el sentido ltimo
de la novela. Idea que se refuerza por el final elegido por
Cohen, un desenlace abierto que insina la posibilidad de
una continuidad amorosa entre los protagonistas y que
permite, a su vez, que la lectura de Balada se transforme
en una aventura interpretativa libre.

MIRCOLES, 7 DE DICIEMBRE DE 2011

Ese silencio que grita, por Rosana Koch


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Cerca del corazn salvaje, de Clarice Lispector. Buenos Aires, El cuenco del plata, 2011, 206 pgs.

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on la relectura, la obra de Clarice Lispector recorre senderos cada vez ms amplios. Su escritura
rompi en su momento con cierto realismo regionalista imperante e inaugur para las letras brasileas una
narrativa innovadora y experimental, que lasitaen un
lugar privilegiado.
Cerca del corazn salvaje es la primera novela de la escritora. Publicada en 1943, en sus pginas se proyectan los
temas que resultarn la piedra angular de su obra posterior. Esta novela fue escrita con anotaciones sueltas realizadas por Clarice desde los trece a los dieciocho aos.
Para la recopilacin de dichas notas, se recluy en una
pensin y, en soledad, pudo concluir el diario de vida de
Joana. En una entrevista fechada en 1974, afirma que escribi con mucha angustia y que ese libro dur lo que
un embarazo: nueve meses puesto que la tcnica del registro del instante se esfumaba por la lejana del tiempo y
la imposibilidad de recogerlo. Del epgrafe del libro, una
frase de la novela de James Joyce, A Portrait of the Artist as
a Young Man (Retrato del artista adolescente), Clarice decide el
ttulo de la obra. A finales de 1973 (despus de haber sido
rechazada por la primera editorial) aparecen mil ejemplares de Perto do corao selvagem. Para dicha publicacin Clarice no pagara nada, pero tampoco recibira dinero si
la novela se venda. Al mes, recibe un premio y una novedosa acogida por los crticos, quienes mencionan una
especial sensibilidad y fuerza creadora como tambin una
marcada influencia de James Joyce y Virginia Woolf, por
el monlogo interior en donde el lenguaje le fluye sin ordenacin lgica. A partir de aqu comienza el estallido
de Clarice segn Hlne Cixous, en La risa de la medusa,
porque se adentra estremecindose en el incomprensible espesor tembloroso del mundo, con el odo finsimo,
alerta para captar incluso el ruido de las estrellas, incluso
el mnimo roce de los tomos, incluso el silencio entre dos
latidos del corazn. Viga del mundo. El terreno de su
escritura lo ilustra con Kafka, Rilke, Rimbaud, Heidegger
porque donde respiran los autores de estas obras exigentes, Clarice Lispector avanza.
La novela se divide en dos partes que alternan el pasado y el presente en la construccin de Joana, la protagonista, como un diario de fragmentos de su vida donde
el discurrir de su existencia, que indaga su propio ser, se
funde con la voz de la narradora y la propia Clarice Lispector. La narracin es un torrente hacia el interior del
personaje, repleto slo de instantes, pinceladas y sensaciones que la conectan con la realidad, mediante el fluir de la
conciencia, y que comienza en la infancia (en su dimen-

sin trgica) porque la infancia para ella es un estado


de inocencia al que aspira todo su ser, un estado de comunin con la vida (), algo que se sita ms en el futuro
que en el pasado, o mejor, fuera del tiempo, en la propia
eternidad, hasta la madurez. En esa infancia pierde a su
madre muy tempranamente, vive con el padre y debe resignarse, luego, a su muerte; se instala con su ta, quien la
cree maldita y la enva rpidamente a un internado; en la
plenitud de la adolescencia se enamora de un profesor y
se casa con Otvio hasta que finalmente se va, de viaje,
para encontrar una historia que no tiene porque, como
dice Joana: Nunca tendr una directriz () Resbalo de
una verdad a otra, siempre olvidada de la primera, siempre insatisfecha, extinguiendo su existencia en su propia
pequeez y entendiendo que slo regresar a la infancia
de la mano de la muerte. La narracin (como una autntica autobiografa por la lucha continua entre Clarice Lispector, su narradora y el personaje mismo) se construye
desde el silencio de las palabras, porque el intento de explicar la existencia de lo que se resiste a ser dicho, tendr
como nico desenlace la renuncia, el vaco y al fin, el propio silencio donde se sita lo indecible. Con Joana, no hay
una necesidad de contar una historia o los acontecimientos de su vida, la ficcin del personaje siempre se pierde:
Por destino tengo que ir a buscar y por destino vengo con
las manos vacas. Pero vuelvo con lo indecible que slo me
ser dado a travs del fracaso de mi lenguaje, y la nica
posibilidad de existir a partir de la escritura, intentando
mirar el lenguaje desde afuera: Me siento dispersa en el
aire, pensando dentro de los seres, viviendo en las cosas,
ms all de m. Joana (Clarice) se pierde en la incomprensin porque este personaje estalla en la certeza de su
imposibilidad que es lo nico que le permite vivir. Saber
que est viva y que basta con callar para ver, debajo de
todas las realidades, la nica irreductible: la de la existencia. Clarice y Joana estn ah, en ese silencio que grita y
en ese misterio que es ms perfecto.

VIERNES, 2 DE DICIEMBRE DE 2011

Las tormentas privadas, por Natalia Gels


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De vidas ajenas, de Emmanuel Carrerre. Barcelona, Anagrama, 2011, 260 pg.

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sta es la historia de gente que dice s, y que se lo repite cada da para enfrentarlo. Un matrimonio al
que se le muere una hija, unas hijas a las que se les
muere una madre. El autor, Emmanuel Carrerre, lo dice:
fue testigo de los miedos ms grandes y para hacer algo
con ellos, los escribi. Una especie de conjuro en forma
de novela. De vidas ajenas es un libro de tormentas feroces.
Si el inicio tiene lugar en Sri Lanka, en donde hace unos
aos un maremoto destruy todo lo que se le interpuso,
con un zarpazo de agua, barro y viento, lo que le sigue
es la descripcin de otro tipo de tsunami, el que enfrenta
a las personas con la muerte cercana, con la enfermedad,
con la inminencia de un final a corto plazo.
El libro se despliega como un puado de muecas rusas: primero cuenta el tsunami, que cambia lo que hasta
entonces eran unas vacaciones ms. Lo hace con descripciones precisas, descarnadas. Luego muestra los modos de
sobrevivirlo. Hay un matrimonio joven, cercano, al que
se le muere su hija que es apenas una nia. Carrerre narra todo desde una distancia asptica que funciona justamente por esa lejana. Y mientras su propia mujer ayuda,
corre, pregunta, trata de colaborar con las vctimas, l navega en sentimientos encontrados: siente que debera hacer algo, siente que no quiere involucrarse, aunque sabe
que eso es imposible. Y si elegir para un relato las citas
adecuadas es una ardua tarea, Carrerre es diestro en estas artes. Para describir su actitud recurre a una de El pez
escorpin, del suizo Nicols Bouvier (Ed. Altair S.A., 2011):
Aquella maana habra querido que una mano extraa
me cerrase los prpados. Como estaba solo, los cerr
yo mismo. El escritor lea ese libro en esas vacaciones.
No avanza en esa direccin, pero entorna la puerta a un
enigma: cmo funcionan, cmo nos hablan los libros que
nos acompaan en diferentes momentos y que a veces se
vuelven orculos involuntarios de nuestros das?
El autor y su esposa vuelven a Francia. Al poco tiempo,
Juliette, la hermana de su mujer, muere de un cncer al
que intent combatir sin xito. Esto lleva a Carrerre a
hablar con un amigo de la muerta, un juez cojo que enfrent la misma enfermedad. Habla con l para reconstruirla a Juliette, que tambin era jueza, para homenajearla. Habla tambin en el viudo, con sus hijas. Y cuenta
cmo era su trabajo en el juzgado, por lo que describe
el sistema de endeudamiento al que se someten las clases
medias para saciar sus ansias de consumo que terminan,
por lo general, en una deuda que los lleva a la corte. En
esa instancia, el libro es tambin un tratado sobre el de-

recho de consumo. Una historia dentro de otra, una idea


lleva a la otra.
Es interesante y se agradece el lugar en el que se ubica
el autor. l es testigo directo. Nada ms. Nada menos. l
lo sabe y no busca, no cae, en la conmiseracin. Prefiere
hablar con los protagonistas, escucharlos, reconstruir su
historia, abordar esas vidas que, ms all de los lazos afectivos, son vidas ajenas. Lo que logra es una arqueologa
humana, las distintas maneras con las que diferentes personas lidian con la muerte. De alguna manera, recuerda
a El ao del pensamiento mgico (Global Rhythm, 2006), de la
norteamericana Joan Didion. All, la autora realiza una
autopsia de su duelo: se muri su marido, su hija est en
coma y ella excava con frialdad quirrgica en su interior
para escribir, para describirse. Algo de eso sucede aqu.
Carrre elige una mirada similar. Y aunque sea de modo
indirecto, tambin se cuenta a s mismo.
En catlogos que se multiplican hasta la locura las historias autoreferenciales sobre la muerte, sobre su cercana,
sobre los modos de atravesarla, se acumulan. Se destacan
las que eligen esquivar los golpes bajos, la sensiblera. Para
roer el hueso no sirven los algodones. Se necesitan armas
fras, bien filosas. Son sas las que producen el corte ms
certero. Estos, los grandes temas, la enfermedad, las catstrofes, la agona, Carrre las cuenta escena por escena.
As construye diferentes versiones de eso que hay que
atravesar: el otro da. El otro da, cuando el viudo se prepara para darles el desayuno solo a sus nias. Cuando los
padres de la nia muerta se obligan a cenar. El otro da,
cuando algunos otros se deciden a escribir Por qu leemos estas historias? Por qu son tan fascinantes? Quiz
porque los temas universales son muy pocos, y lo magistral es saber domar el punto de vista. Quiz porque este
tipo de libros son tambin para el lector una especie de
conjuro.

MARTES, 29 DE NOVIEMBRE DE 2011

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Como el humo del t, obra teatral escrita por Karina Androvich y Daniel Jorge Fernndez.

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En Querida Elena, Pi y Margall 1124, Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

aniel Fernndez y Karina Androvich han logrado


una obra de gran consistencia dramtica y muy
buena ejecucin. El tema de la obra, extrao y
desafiante, parte de una experiencia mstica que pone en
crisis a la protagonista y a todo su entorno.
Jess, el mismsimo Jess, es quien, segn nos cuenta
ngela, la ha visitado, ms de una vez, y a quien espera
en un estado de crnica insatisfaccin. Claro que esa insatisfaccin por no poder alcanzar la fusin con lo divino
deja en evidencia otra insatisfaccin mucho ms cotidiana
y natural: la que vivimos como sociedad de consumo. ngela, a quien no le falta nada, de repente le falta todo. Ya
no le importan ni su marido, ni sus hijos, ni su amiga, ni su
casa en el country, ni su cuatro por cuatro, ni sus plasmas,
ni sus plantas. Menos que menos el qu dirn. Ella espera,
simplemente, a Jess.
Tampoco le importa que la llamen santa (ms bien le
molesta) ni que la gente peregrine hacia su casa en busca
de respuestas o tratando de apoderarse de los bienes que
ella desecha en su afn de volverse digna y deseable para
aquel que la visit.
La obra es un camino de austeridad. Los silencios van
creciendo, las miradas se vuelven profundas. Lentamente
cada gesto empieza a significar mucho ms. Androvich de
a poco va asumiendo ese silencio y la obra gana en intensidad y se impregna de un sutil lirismo.
Los avatares de una mujer de nuestro tiempo se ven reflejados en la crisis de este personaje que revela los lmites
de lo humano: la fragilidad psquica y emocional de quien
se ha medido con una vara que no le corresponde.

Ella quiere ms. No le basta con ese aroma que todo


lo ha impregnado.
La sala de Querida Elena se va transformando en
un retiro medieval. Apenas unas sillas, unas tazas y una
puerta. Ser santa es una cuestin de austeridad.
Como el humo del t evoca un despojamiento que se ha
perdido y que el espectador recupera de a ratos en el vertiginoso abismo del unipersonal.
El texto es slido y se aprovechan al mximo los pocos
elementos que pueblan la escena. El tema, apto para moralejas, simplificaciones y delirios, es abordado con inteligencia y lucidez.
Quedan an dos presentaciones antes de fin de ao.
Esperemos que el ao prximo se abra la posibilidad de
que ms espectadores vivan esta intensa y valiosa experiencia teatral.
Telfono: 4361-5040
Viernes 21:00 hs (hasta el 16/12/2011)
Acta: Karina Androvich
Diseo de vestuario: Daniela Torta
Diseo de escenografa: Eduardo Spindola
Diseo de luces: Brenda Bianco
Fotografa: Gustavo Schneider
Diseo grfico: Felipe Fernndez Lorea
Asistencia de direccin: Beln Cabrera
Pre-produccin: Candelaria Sesn
Direccin: Daniel Jorge Fernndez

MIRCOLES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2011

Las lgrimas de Handke, por Christian Mart-Menzel


Cuida de no manchar tu lenguaje
con el habla de las ideologas.
Consejos a un joven escritor, de Danilo Ki

n ocasiones el compromiso del escritor con los


tiempos que le han tocado vivir puede resultar
muy saludable. Si ste es honesto puede llegar a
iluminar esas sombras de duda que muchas veces se ciernen sobre nuestras sociedades, demostrando que la gran
literatura es compatible con una actitud ciudadana crtica
con los abusos e injusticias del poder. Me vienen a la me-

moria los casos de Ivan Turgueniev, Albert Camus o, actualmente, Javier Maras: son grandsimos escritores comprometidos con su sociedad. Sin embargo, bajar desde la
torre de marfil a la realidad puede resultar peligroso,
pues la falta de honestidad conduce al escritor hacia un
terreno pantanoso peligroso y proceloso.
En los pases de expresin alemana la figura del escritor comprometido disfruta de larga tradicin. Peter Handke es uno de esos excelentes escritores, que desde los aos
noventa se ha propuesto denunciar la desinformacin y la
postura hipcrita o como mnimo ignorante de los me-

| BOCADESAPO | CRTICA TEATRAL

Cavilaciones de una santa, por Felipe Benegas Lynch

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| BOCADESAPO | OPININ
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dios de comunicacin y las potencias occidentales frente


a las guerras que finiquitaron la Yugoslavia moderna. En
Espaa se acaba de publicar, en traduccin y con prlogo
de Cecilia Dreymueller, su libro Preguntando entre lgrimas
(editorial Alento). Es la nica traduccin de sus apuntes
sobre sus viajes a Yugoslavia/Serbia y en torno al Tribunal de la Haya que ha visto la luz en todo el mundo, porque como l mismo denuncia, a raz del programa potico por el que se gua su obra, los principales medios de
comunicacin occidentales, as como los polticos y buena
parte de sus lectores, le han dado la espalda.
Handke se pregunta entre lgrimas por qu no hay justicia
para el pueblo serbio. En mi opinin, y an cuando es
muy loable su compromiso con la poblacin de esta repblica ex yugoslava, el compromiso requiere, como ya he
apuntado, de honestidad, y prcticamente todo lo que ha
escrito Handke sobre la guerra en los Balcanes y sus consecuencias peca de hipocresa o como mnimo ignorancia y roza
la frivolidad. Llama la atencin, por ejemplo, que siendo
un buen conocedor de la historia de la antigua Yugoslavia,
Handke acuda a muchos de los mitos esgrimidos, aunque
l afirme lo contrario, por buena parte de los medios de
comunicacin y gobiernos occidentales. El vaco de poder
que se produjo en Yugoslavia con la muerte del mariscal
Tito (1980) provoc que a las disporas serbia y croata
se les presentara la oportunidad de pasar factura por las
cuentas pendientes de la Segunda Guerra Mundial y que
en el interior del pas el Partido Comunista de Yugoslavia
necesitara reinventarse para sobrevivir (la opcin nacionalista fue la ms sencilla). Acusar, tal como hace Handke, a las potencias occidentales de apoyar con logstica y
armas a las diferentes agrupaciones nacionalistas ilegales
(que ya disponan de sus fuentes para ello), suena a primitiva y manida teora de la conspiracin, a atribuir al exterior las propias culpas, por otra parte algo muy propio de
los nacionalismos identitarios y de inspiracin romntica.
Me pregunto por qu en sus frecuentes viajes a Yugoslavia durante los aos ochenta, como intelectual de
prestigio que era, Handke no llam la atencin de la comunidad internacional de lo que se estaba gestando en
Belgrado: el recorte de la autonoma de Kosovo (ms adelante tambin de Vojvodina), la octava sesin del Comit
Central del Partido Comunista de Serbia de 1987, que
Slobodan Miloevi utiliz como trampoln en su campaa por hacerse con el poder de toda Yugoslavia, los despidos masivos de periodistas independientes de la radiotelevisin y de los principales diarios serbios a finales de
los ochenta y principios de los noventa... Ese incremento
de la violencia verbal (Zlatko Dizdarevi afirm en una
visita a Barcelona, que si en su momento se hubiera juzgado a todos los irresponsables que incitaron a la violencia
con sus palabras la guerra no habra sido posible) no fue
producto de la presin de los medios internacionales y las

cancilleras occidentales, tal como l denuncia, pues stos


apenas saban poner en el mapa Yugoslavia y cul era su
realidad. Handke hace suya una verdad defendida a
principios de los aos noventa por casi toda la izquierda
europea y muchos medios de comunicacin de que Yugoslavia se desintegr por voluntad de las potencias imperialistas y que Slobodan Miloevi slo quiso salvarla del
nacionalismo croata de inspiracin filofascista y del integrismo islmico de los bosnios musulmanes!
En su estupendo y estremecedor libro 1941, el ao
que retorna Slavko Goldstein, historiador croata, y como l
mismo afirma, en su condicin de judo poco sospechoso
de ser un nacionalcatlico croata, recuerda la advertencia que le hizo en octubre de 1988, participando como editor en la Feria del Libro de Belgrado, el coronel general en

la reserva Pavle Jaki , serbio


de la Krajina croata, al que
conoca desde 1944, cuando Jaki diriga el Ejrcito de Liberacin Nacional en Croacia: Slavko, t eres para m un
croata que trabaja para los eslovenos y eso es lo peor que
podras ser. Pero tambin eres judo y fuiste un buen pequeo partisano, por ello te hablo como a un amigo: diles
a tus croatas y eslovenos que los serbios los hemos liberado
dos veces durante este siglo, pero que si tenemos que volver
a hacerlo una tercera vez nunca ms nadie tendr que ocuparse de ello. Me entiendes? Handke nos exhorta a no demonizar a Slobodan Miloevi y a su mujer Mira Markovi ,
pues los otros seores de la guerra, como los denomin Predrag Matvejevi , Franjo Tudjman y Alija Izetbegovi , son
igual de responsables. Ciertamente fueron la otra cara de
la misma moneda: el primero, antiguo partisano, el general
ms joven del Ejrcito Popular Yugoslavo, presidente en los
aos cincuenta del club de ftbol belgradiense Partizan, cre
su partido nacionalista (HDZ) en 1989, cuando vio la oportunidad de convertirse en el fundador de la nueva Croacia
y para ello no tuvo reparos en utilizar cualquier ideologa
que sirviera a sus propsitos. El segundo, que durante el
gobierno de Tito estuvo en prisin por defender sus tesis islamistas y por actividades anticomunistas, fund su partido
(SDA) en 1990 y, entre sus muchos pecados, est el de no
reaccionar cuando el Ejrcito Popular Yugoslavo cruzaba
Bosnia para hacer la guerra en Eslavonia y Croacia. Todos
ellos fueron responsables, pero como en el caso de la Alemania nazi, hubo uno (que no dud pactar con Tudjman
para repartirse Bosnia) que incendi la mecha del polvorn,
y es para ese, y para el pueblo serbio, que lo apoy mayoritariamente desde finales de los aos ochenta, para quien
pide justicia Handke.
Danilo Ki ya adverta en su Leccin de anatoma (1978)
del peligro de caer en la mediocridad y la banalidad en la
creacin literaria. Asignndose el papel de poeta heroico
(como ha afirmado Juan Villoro), Handke recurre siempre
en su programa potico a las etnias, los pueblos, las religiones... As, por ejemplo, nos relata su asistencia a los servi-

econmicamente y de conducir el pas hacia la guerra.


Handke parece olvidar adems que uno de los principales instigadores del conflicto armado durante los aos
ochenta, y que tras la guerra an segua gobernando,
enriquecido a costa de su pueblo y recibido por todos
los gobiernos del mundo, fue el principal responsable de
los bombardeos de su Yugoslavia en 1999. No fue acaso
A.H. el mximo y ltimo responsable de los salvajes bombardeos de las ciudades alemanas y de la expulsin de ms
de catorce millones de Auslandsdeutsche del Este de Europa
en los aos cuarenta del pasado siglo?
Una cosa es defender la Yugoslavia comunista (que no
olvidemos era una dictadura, pero que ciertamente de alguna manera integraba a diferentes culturas y religiones)
y otra muy diferente defender al siniestro funcionario de
banca, aficionado al whisky y a las pastillas, que quiso convencer al mundo de que eso era lo que l quera preservar a toda costa, una Yugoslavia hermanada, y no su gran
trozo de pastel. Una cosa es criticar las intervenciones sin
razn de EE.UU. y de la OTAN en todo el mundo (est
claro que el bombardeo en 1999 de Belgrado y Kosovo estaba fuera de lugar y que pagaron justos por pecadores) y
otra muy diferente es hablar de una conjura internacional
para finiquitar el proyecto yugoslavo. En sus tesis Handke utiliza el mismo lenguaje identitario que han venido
utilizando y utilizan los nacionalistas balcnicos, los funcionarios de la UE que viajaron a los Balcanes a crear la
Suiza de los cantones balcnica, los enviados de EE.UU. y
buena parte de los medios de comunicacin. Si desde los
aos ochenta se hubiera hablado de ciudadanos en lugar
de etnias y religiones se habra marcado una clara frontera
entre el discurso nacionalista ms agresivo y los derechos
de todos los ex yugoslavos, que sufrieron directa e indirectamente (y siguen sufriendo) las consecuencias de sus lderes pirmanos y de la estulta diplomacia internacional.
En su ejercicio de relativismo moral Handke recurre en
muchos casos a la irona, pero no a esa irona mordaz y negra de su paisano Thomas Bernhard, sino a la irona del
que se cree garante de la verdad, inamovible, cnica en algn momento, unida adems a un burdo sentimentalismo,
que le hacen caer en la misma ingenuidad y simplicidad que
los mandos militares holandeses que brindaban con aguardiente con Karadi y Mladi en Bosnia. Y Cecilia Dreymueller (que segn me informa ella misma nunca estuvo
en la ex Yugoslavia, al contrario de Isabel Nez, que para
escribir su mitificador libro Si un rbol cae s que se recorri
toda la ex Yugoslavia) quiere transmitirnos las lgrimas de
Handke ante la injusticia que comete el mundo por intentar buscar la verdad, hasta el punto de visitar a Miloevi en
La Haya y asistir a su entierro para mirar, escuchar, percibir y para estar al lado del pueblo serbio. Y yo me pregunto, a qu pueblo serbio representaba Miloevi ? Bien
hara Peter Handke en volver a su torre de marfil.

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| BOCADESAPO | RESEAS
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cios religiosos ortodoxos (tras la guerra en todas las repblicas ex yugoslavas el fervor religioso subi como la espuma,
ahora ya se va atenuando) y sus viajes por toda Serbia y la
Repblica Serbia de Bosnia (gobernada an por otro pirmano nacionalista como Milorad Dodik). En su narcisismo
llega a sorprendernos por la banalidad de ciertos paisajes (y
no por sus burdas provocaciones cuando llega a comparar
el sufrimiento de los serbios con el del pueblo judo, de lo
que se retract, o cuando ironiza sobre la existencia de las
mezquitas bosnias), como si el solo hecho de estar inmerso
en la vida cotidiana justificara cualquier atrocidad. En la
pgina 57 de la edicin espaola se lee: En esta curva de
la carretera experimento de nuevo, como en ocasiones anteriores, una sensacin de llegada, como ocurre a menudo
en los viajes con lugares que, sin ser propiamente la meta,
se hallan prximos a ella. Sin embargo, hoy, y pese a la
tranquilidad imperante, algo se inmiscua en los sembrados, pastos y viedos, algo que, segn Robert Walser, permanece escondido incluso en el ms bello y pacfico de los
paisajes, una suerte de diablillo, si bien el diminutivo no cabe
en este caso, para esto de aqu no cabe ninguna expresin.
Se trata de algo imposible de captar, invisible, indescriptible, y as y todo malvado, algo que te deja sin habla, y que se
desprende de la guerra, del estado de guerra, ms all de
sus objetivos, de sus escenarios reales.
Por qu, adems, Handke no viaj por otras repblicas de la ex Yugoslavia? Podra haber intercambiado
opiniones con, entre otros muchos, Tomica B., de Zagreb,
excelente poeta y escritor, que se alist en el HVO croata y
luch durante cuatro aos para defender la libertad (no la
que representaba Tudjman, sino la de su propia familia y
amigos, muchos de los cuales perdi en la guerra); o con el
novelista Nenad V., de Sarajevo, que en lugar de emigrar
a Belgrado quiso quedarse en su ciudad natal y defenderla
de la agresin fascista que parta desde las montaas que
rodean la ciudad (Bogdan Bogdanovi , antiguo alcalde de
Belgrado, ya apunt que se trataba de una guerra de lo
rural contra lo urbano); o con el msico Orhan M., de
Mostar, que se alist en la Armija bosnia con slo catorce
aos y despus rechaz la pensin que le ofreca el gobierno, pues no considera que matar sea algo de encomio.
O, como mnimo, podra haberse ledo, en lugar del Memorndum de la Academia de las Ciencias Serbia, la literatura de los disidentes serbios: la correspondencia entre
Mirko Kova y Filip David de 1992 a 1995, El burdel de los
guerreros de Ivan olovi o el revelador ensayo de Radomir
Konstantinovi Filosofa de la provincia, que disecciona el nazismo serbio en los Balcanes.
Si bien es cierto que en los ltimos aos en Serbia
vuelve a repuntar la poblacin que se declara yugoslava y que prefiere no elegir una nacionalidad especfica,
Miloevi pasar a la historia por bloquear toda posibilidad de reformas federales en una Yugoslavia agotada

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LUNES, 21 DE NOVIEMBRE DE 2011

Pariente del mar, por Marta Aponte Alsina


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El ro en catorce cuentos. Seleccin de Gloria Lenardn y Marta Ortiz. Rosario, Editorial Fundacin Ross, 2010, 167 pginas.

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n ro insondable inspira pavor. El pavor debe ser


la madre de la palabra, canto y ensalmo. La madre.
El misterioso Paran es madre de una literatura: corrientes de tinta espejean en la esplndida monotona
del poema de Juan Laurentino Ortiz; voces alucinadas
deslumbran en Ro de las congojas, la estremecedora novela
de Libertad Demitrpulos. La escritura del Paran deriva ahora hacia estos catorce relatos de otros tantos narradores, habitantes de las ciudades fluviales. Trascendido
el lenguaje hiperblico de lo real maravilloso, narran de
otra manera las iluminaciones del agua y sus estaciones de
paso. Actis, Callero, Catela, Convertini, Crochet, Gorodischer, Kozameh, Lagunas, Morn, Ortiz, Pfeiffer, Riestra, Solomonoff y Vignoli la msica de estos apellidos,
la extraeza que provoca su aproximacin cartografan
el ro en sus islas, barrancas, luces, olores, remolinos, pueblos, suciedades, marismas, camalotes, crmenes, memorias, cruces.
La civilizacin es barbarie; la naturaleza es cultura; el

agua dulce es salada. Si el Mississippi arborescente se cifra


en el old man del spiritual, en Twain y en Faulkner, el
sinuoso Paran (ser cierto que su nombre significa pariente del mar?) encarna en el cuerpo femenino de la protagonista asesina lujuriosa de Anglica Gorosdischer.
En algn emblema imperial el Paran fue uno los cuatro ros que nacen en el paraso: el ro mestizo de la fuente
de Bernini. Los mitos fluviales figuran entre los relatos
ms antiguos. Se han usado para pulir las armas de los
imperios y, en el clamor a los dioses de la fertilidad y de la
muerte, para conjurar la fragilidad del ser.
En todo caso, el ro se concibe como cuerpo. La
personificacin del Paran recorre estos escritos, incluso
de manera oblicua, como en la crnica de Jorge Riestra,
donde las aguas se miniaturizan en torno a una taza de
t. El cuento de Marta Ortiz irnico homenaje a la lectura, transformadora de la sordidez prostibularia en episodio elegante contrasta con el duro relato rulfiano de
Carlos Morn. La dignidad que an conserva la literatura
aflora en estos cuentos habitados por un ro feroz.

JUEVES, 17 DE NOVIEMBRE DE 2011

Voz a ti debida, por J. S. de Montfort


Tan bella, tan cerca [Escritos sobre esttica y vida cotidiana], de Juan Manuel Mora Fandos. Sevilla, Ed. Isla de Siltol, 2011, 160 pgs.

l escritor, crtico y traductor Jos Manuel Mora


Fandos (Torrent, Valencia, 1968) nos presenta en
su ltimo libro Tan bella, tan cerca (Isla de Siltol,
2011) unos apuntes sutilmente digresivos y de apariencia
inconexa, cuyo subttulo es el de Escritos sobre esttica y
vida cotidiana.
El volumen, de una presentacin pulcrsima y hermosa, envidiable, est dividido en seis partes: Una bella
inquietud cotidiana, Co-ser y cantar, Espacios y paisajes, Circular, Mirar con el otro (WinslowHomer) y
Sobre nuestra identidad narrativa (preparando unas clases subversivas).
En opinin de Enrique Garca-Miquez (autor del
prlogo) este libro guarda un aire de familia con el diario Otra Belleza, de Adam Zagajewski. Sin embargo, Tan
bella, tan cerca no es precisamente un diario, a pesar de su
paciente escritura (o anotacin) de diez aos; anotaciones, empero, que han sido refinadas en su forma y contenido y libradas as de la cualidad bruta del impetuoso
diario. Viene esto a cuento de lo que Garca-Miquez de-

nomina como falta de hilo (argumental) y que, en nuestra opinin, se debe a la naturaleza ms intuitiva que racional del volumen, intrnseca a su escritura-definida sta
(en ocasiones) al modo del hiprbaton y que goza de una
suerte de lamento digresivo. En otras palabras, los seis
apartes de los que consta el libro tienen la apariencia de
ser estructuras cerradas y (auto)suficientes, desconectadas
las unas de las otras, formando una suerte de dilogo inconcluso, fingiendo no ser ms que una incumplible promesa.
Tal ilusin, sin embargo, resulta de la (re)afirmacin
de la variedad como condicin antropolgica (pues no
hay nosotros, dice Mora Fandos, sin esa radical variedad). Adems, se rompe al final del libro, la ilusin, demostrando que el buen arte es la paradoja de un lujo
imprescindible y es all donde se produce la chispa de
fuego que ilumina y hace arder todo el carbn de letras
que hemos venido trajinando en las pginas precedentes.
Tratar de explicar esto.
El libro finge una estructura que deambula en cap-

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tulos motivados por una exploracin personal [sobre] la


belleza en la vida cotidiana, un supuesto lugar residual
que, nos dice Mora Fandos, quedara representado en
su invisibilidad. Y es esa misma invisibilidad en la que
Mora Fandos dice moverse y la que quiere retratar, la de
el mundo de las personas que perseveran, con mayor o
menor dificultad, en sus afanes de felicidad en medio de
las aparentes grisuras de la vida cotidiana.
Esa esttica de la cotidianidad viene expresada de diferentes formas, pero fundamentalmente en dos registros
o modos de escritura, a los que hay que aadir la kfrasis
de un cuadro de Homer. Estos son: el de la escena o el retrato de diferentes personajes (sin ser trados necesariamente
por virtud de algn elemento relacional con el escritor) y
el del (pseudo)ensayo que sucede por medio de un razonamiento lgico. Tal positivismo es, por momentos algo
endeble, sobre todo en mi opinin al querer guarecerse
en el paraguas filolgico (y en un abuso de la cita literaria como razn no solo explicativa, sino justificativa). Ello
tiene su razn de ser, por supuesto, y es aquella idea eliotiana, expresada en los Cuatro Cuartetos, la de que el gnero
humano / no soporta demasiada realidad.
Ambos registros buscan, no obstante, una misma cosa:
la de evidenciar que slo se puede ser autnticamente uno
mismo con el otro, y que ello se produce a travs de lo
que Mora Fandos denomina el canto (el nico modo
de co-nectary co-ser con el otro). Tal canto tendra tres

etapas: el silencio (cuando omos de otro modo, incluso


comenzamos a or de verdad), la afinacin (la finura del
corazn, que va hacia algn fin sirvindose de la gramtica, donde no hay sino lo uno y lo mltiple) y la expresin, el canto mismo (y que aqu habra que equiparar
a la comunicacin a travs de la escritura).
En cierto sentido, es este un libro reaccionario, pues
anda en contra del simulacro y lo virtual, renegando del
post-humanismo, en favor de la eternidad y el fraseo del
jazz y los cnones de belleza clsica. Su leit-motiv podra
ser el siguiente: contra los ruidos de la rutina, contra la
intimidacin, se ha de levantar el canto personal. Tan bella, tan cerca es as una declaracin contra el solipsismo alienante, un texto, por ello, arrebatadoramente humano y
asistido por cierto sentido espiritual trascendente. Un
texto singular, que mira con los pies, intuyendo y dando
vueltas, caminando y buscando ngulos nuevos: merenderos desde donde contemplar y, si es posible, merendar
all mismo.
As, Tan bella, tan cerca nos conduce a una misteriosa
presencia personal (la de Mora Fandos en el texto; presencia potenciada precisamente por su ausencia), consiguiendo algo maravilloso y de una hermosura extravagante y que es la final conversin de quien escucha en
afinador del que habla. Es decir, una experiencia de lectura que se experimenta igual que una lenta y algo divagante, como ha de ser declaracin de amor.
DOMINGO, 13 DE NOVIEMBRE DE 2011

Regresin romntica a un pasado mtico, por Anna Rossell


Maravillas del crepsculo, de Sjn. Trad. Enrique Bernrdez. Madrid, Nrdica Libros, 2011, 213 pgs.

aravillas del crepsculo, del polifactico escritor islands Sjn, cuyo nombre completo es Sigurjn Birgir Sigurosson (Reikiavik, 1962), es una
historia fabulosa en el sentido ms original de ambos trminos, pues se inspira en una biografa real de una poca
en que la ignorancia y el miedo eran acicate de fbulas
y leyendas, de seres mgicos y mticos, de supersticin y
brujera. En esta novela, publicada en su versin original
Rkkurbsnir en 2008, Sjn recrea el ambiente de la Islandia de la primera mitad del siglo XVII, a partir de la vida
de Jn Guomundsson, que en su libro adopta el nombre
de Jnas Palmason, un personaje fustico, estudioso naturalista, tambin llamado El Erudito. El libro nos retrotrae
al mundo fro y hostil en el que vive el protagonista en su
aislamiento, el destierro al que le ha condenado el alto
tribunal, que juzga como brujera sus conocimientos de
la medicina. En la isla en la que vive con su esposa y sus
hijos sin otro contacto humano, el confinado se entrega
a sus pensamientos, al trabajo de compilar en un libro su

erudicin naturalista cientfico-imaginaria y a la talla de


imgenes. Tal diseo del personaje y de su situacin determina la tcnica de registros narrativos del texto, que no
siguen la ortodoxia lineal y alternan la prosa potica en
ocasiones de tinte onrico, alucinatorio y mtico, con el
lenguaje lapidario y estrictamente descriptivo de las entradas de un diccionario enciclopdico, que el autor distingue con letra cursiva. Con estos ingredientes Sjn consigue descripciones bellsimas de la naturaleza que dan fe
de su madera potica ha publicado ms poemarios que
novelas, as como de su adscripcin a la orientacin surrealista del grupo potico Medusa, que fund en 1980.
El lenguaje que evoca en su anacronismo la poca en la
que se ubica la accin y que la traduccin trata de respetar
arduamente, adopta en la novela un papel privilegiado,
hasta el punto de que, como informa el traductor en una
nota al final, documenta incluso las palabras de una lengua piyin vasco-islandesa que us en esa poca y que conocemos por fuentes manuscritas islandesas de entonces.

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La novela, que se estructura en cuatro captulos narrados en primera persona, precedidos y seguidos de una
Obertura y una Coda o repeticin respectivamente,
lleva intercalado un parntesis, Piedra en el rin, en
tercera persona: el tiempo que transcurre a partir del momento en que Jnas Palmason logra salir de la isla con la
esperanza de conseguir una revisin de su juicio y el levantamiento de su castigo, y que se cierra con la frustracin de aquella y el regreso a su destierro de partida.
Con todo, la desgraciada vida de Palmason, inmersa
en la atmsfera de una Islandia que se debate entre el catolicismo y la reforma luterana, entre el oscurantismo y la
ilustracin, no transmite en absoluto un rechazo de aquel
tiempo pasado, como parecen anunciar las ltimas palabras de Lucifer en la escena del cielo de la Obertura:
[] yo no inclin la rodilla ante aquel nuevo animalito

del padre, por eso fui expulsado del cielo. Pero a ti, ser humano, te regal al despedirme mi visin de ti. Al contrario, la novela rezuma aoranza romntica de un tiempo
pasado en que el ser humano viva en consonancia ms
armnica con la naturaleza, a pesar (o quiz precisamente
por ello) de las creencias fantsticas que promueve lo desconocido. No es casual la cita de Los discpulos de Sais, de
Novalis, que resumen la utopa romntica de la desaparicin de los lmites entre los seres vivos y las cosas para
constituir el todo absoluto de la creacin en comunin con
Dios, una utopa en la que se extienden los pensamientos
alucinados de Jnas Palmason en sus ltimos das solitarios en la isla: Ora las estrellas parecanle hombres,/ ora
los hombres parecanle estrellas;/ las piedras, animales;/
y las nubes, plantas.

MARTES, 8 DE NOVIEMBRE DE 2011

La pregunta con respuesta, por Rosa Chalkho


Despus de la msica. El siglo XX y ms all, de Diego Fischerman. Buenos Aires, Editorial Eterna Cadencia, 2011.

ay algo evidente respecto de toda la msica acadmica (y aqu, con cualquier palabra que intentemos tendremos problemas en su enunciacin) del siglo XX: su distancia con el gran pblico, y
tambin con gran parte del pblico melmano.
Las explicaciones para este fenmeno han sido muchas: la tirana de las discogrficas atentas a las demandas del mercado, el conservadurismo de programadores
y curadores de salas de concierto y de canales de difusin
entre otras razones.
Una de las lecturas que el campo de la msica contempornea hizo sobre el divorcio entre el nuevo mundo
musical y el pblico es la de atribuir el problema a la falta
de difusin, como efecto culpable de mantener velado el
nuevo orden sonoro; en parte por intereses conspirativos y
en gran parte, por simple facilismo econmico.
El discurso integrado, parafraseando a Umberto Eco, se
dedicara a inculpar la falla al propio campo de los compositores cuya intrincadas dificultades compositivas o excntricos experimentos los habran alejado de los pblicos
para construir una msica para msicos. La primeridad
del huevo o la gallina no es el punto, y tampoco las concepciones maniqueas al respecto. Si el pblico melmano
de la llamada msica clsica es minoritario respecto al
aluvin auditivo del musak, la msica popular y la msica
envasada, todo indica que la audicin de las poticas sonoras del siglo XX se contrae a una minora de minoras.
El libro Despus de la msica (y despus de un siglo de
rupturas) acorta estas distancias y ofrece un panorama

descriptivo y reflexivo a la vez, cuyo resultado inmediato


es el de abrir el apetito sonoro de desconocedores curiosos, nuevos y viejos oyentes; y por supuesto msicos, que
encontrarn adems un valioso anlisis de los contextos
histricos para ubicar los nombres consagrados.
El libro comienza inteligentemente con el relato de
una ancdota, una pregunta aparentemente pueril que
una seora de barrio se atreve a formular ingenuamente a
Luigi Nono en una conferencia en Buenos Aires en 1985:
yo querra saber qu es la msica contempornea....
Contrariamente a lo que se supona, a Nono es la nica
pregunta que le interesa contestar. Fischerman no cuenta
la respuesta, pero intuicin mediante, podramos adivinar
que no fue una respuesta determinista, llana y aliviadora.
Porque seguramente lo ms interesante es la pregunta en
s y el abanico de deliberaciones y disquisiciones que ella
permite, y que de manera no reduccionista se responden
en el libro.
Las preguntas sin respuesta (o al menos sin respuesta
taxativa) son una caracterstica de la indeterminacin crtica del siglo XX, del escepticismo de la dialctica negativa frankfurtiana y sin duda de la herencia de la filosofa
decontructivista, y hasta tienen su correlato musical en la
metafrica obra de Charles Ives La pregunta sin respuesta,
donde el interrogante est representado por una meloda
difana y abierta, que se repite insistentemente cuando la
respuesta, que no la conforma, se va quedando sin argumentos cada vez ms nerviosa, informe y gritona.
La escisin entre la esttica musical y las prcticas mu-

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sicales masivas, o entre la composicin y el pblico no es


una novedad del siglo XX, Agustn de Hiponia, ms conocido como San Agustn, enuncia hacia fines del siglo
IV en su tratado De musica, de fuerte extraccin platnico
pitagrica, que la msica est scientia bene modulandi, que
significa la ciencia del bien medir.
Para los tericos de la Edad Media, la msica pertenece al campo de la ciencia, y su objeto de estudio son
las relaciones numricas entre las notas (intervalos). Su sonido es una consecuencia colateral de la cual hay que tomar recaudos, sobre todo por el poder sensual y emotivo
que conlleva; y que adems, puede ir de lo divino a lo demonaco en un parpadeo. La belleza est en la perfeccin
del nmero y no especialmente en el sonido, y menos aun
en el acto pedestre de la ejecucin musical.
Cualquier intento en la actualidad de asimilar este orden epistmico tan distante debe atravesar todo un bagaje histrico contrario, ya que el orden de la msica que
hemos heredado es el de la expresin de las sensaciones,
estados de nimo y sentimientos cuya versin ms acabada cristaliza en el siglo XIX, Romanticismo y Postromanticismo. Como lo expresa Fischerman en el ltimo captulo Posdata, el gran pblico coincide en que la msica
tiene por significado la expresin de los sentimientos; en
cambio, la msica del siglo XX puede a grandes rasgos
medirse por sus intentos de sacudirse las referencialidades y sentidos extra-musicales para slo organizar poticamente con sonidos.
Pero, sin ninguna pretensin de vuelta al pasado ni deseo de conexin medieval mediante, ni el serialismo inte-

gral ms fundamentalista ha llegado a asimilarse a la escisin irreconciliable que la Edad Media construye entre
teora esttica y prctica musical. El placer es meramente
intelectivo, y como consecuencia del flujo de correlaciones numricas y de medidas temporales. Aunque, cualquier similitud con el artculo del compositor del serialismo integral Milton Babbitt Who cares if you listen? (A
quin le importa si escuchas?) ser coincidencia?
El libro interconecta los eventos del siglo XX en una
suerte de rbol genealgico de los antepasados y parentescos; enhebra orgenes, progenies y ascendencias, peleas familiares e inesperadas reconciliaciones por lo que, en trminos bourdianos, sera el bien en disputa: la definicin
legtima de la Msica y porqu no, de su alter ego la no
msica. Paul Virilio enuncia que todas las imgenes son
consanguneas, y tranquilamente nos permitimos aplicar
la idea de la consanguinidad a las msicas del siglo XX.
En este sentido, Fischerman hilvana el derrotero musical
del siglo en sus herencias proclamadas y evidentes, y tambin en aquellas recnditas, bajo la lupa de un adn familiar reconstruido por los discursos estticos.
La reedicin del libro luego de 13 aos habla de la
vigencia de la pregunta, y tambin de un pblico general que sigue sin comprender (cabra preguntarse qu es
comprender la msica), y de un campo de compositores que no explica. En este sentido Despus de la msica es
un nexo necesario, escrito en un lenguaje al alcance de
cualquier lector no avezado en tecnicismos musicales y al
mismo tiempo sin traicionar la especificidad que requerira un msico.
VIERNES, 4 DE NOVIEMBRE DE 2011

Metforas de la vida, por Leticia Moneta


Pulso, de Julian Barnes. Barcelona, Anagrama, 2011, 264 pginas.

l ltimo libro publicado del ingls Julian Barnes


est escoltado por la muerte. Precedido por el
largo ensayo Nada que temer, y seguido en enero del
2012 por la novela La sensacin de un final, Pulso marca el
regreso de Barnes a las libreras tras la repentina muerte
de su mujer y agente literaria, Pat Kavanagh. Porque parece que la muerte nunca est satisfecha: fagocita todo, se
infiltra incluso en los catorce cuentos que componen Pulso
para dejarse ver abiertamente al final del volumen.
Se trata de una coleccin de cuentos, publicados en su
mayora previamente, pero con un delicado trabajo artesanal que tiende puentes entre uno y otro para darle una
consistencia slida al total. En este libro Barnes vuelve a
su tema favorito: el amor, las relaciones humanas, la vida
y la muerte. Claro que, tratndose de un escritor muy ingls, el humor y el clima interfieren siempre. Y tambin lo

hace la sobriedad que impide que una coleccin de cuentos sobre temas tan trillados como el amor y la muerte sea
un repertorio de lugares comunes.
Pulso se divide en dos partes. La primera rene nueve
cuentos, cuatro de los cuales se titulan En lo de Phil y
Joanna ms un subttulo (60/40, Marmalade,
Look, No Hands y One in Five), y se intercalan con
los otros cinco. Los cuatro relatos secuenciados ponen en
escena una pequea representacin de El banquete de Platn: se trata de un nmero indefinido de amigos adultos
de clase media que conversan sobre todo luego de haber
comido y bebido opparamente, pero que, inesperadamente, evitan hablar del amor.
Los otros cinco relatos toman cada uno una actividad
recreativa (la natacin, la escritura, el trekking, la jardinera, el turismo ornitolgico) con las que los personajes se

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evaden de o se encuentran en el mundo. En el fondo, lo


que sopesa cada uno de estos cinco relatos es el porcentaje
de hipocresa que acecha, como un cncer, a cada pareja:
lo dicho, lo no dicho, lo que se hace y lo que se querra
hacer.
El primero de los cuentos, Viento del este, lidia con
la hipocresa en un pas; otro relato, Durmiendo con
John Updike, con la hipocresa entre dos amigas que
comparten su carrera de escritoras como han compartido
esposos y amantes; el quinto relato, Mundo de jardineros, seala la falta de sinceridad en un matrimonio en
crisis; otro, Infringir, presenta a una pareja joven y reciente atrapada por la hipocresa de no poder decir lo que
quieren decir; el ltimo de los cuentos de la primera parte,
Lneas de matrimonio, apunta a la hipocresa de una
persona para consigo misma.
La segunda parte, que consta de cinco cuentos, est
organizada en torno a los cinco sentidos. Tres de los relatos estn situados en el pasado. Uno trata sobre un retratista sordo y mudo, uno sobre una pianista ciega y otro
sobre Garibaldi, uno de los ltimos hroes romnticos
de la historia europea. Los otros dos parecen buscar una
explicacin a qu es lo que hace que el amor funcione,
que dos personas se enamoren: Complicidad, referido
al gusto, se entromete con el comienzo de una relacin, y
Pulso, quizs el relato ms fuerte de la coleccin, es una

narracin sobre una pareja que se arma y desarma y otra


que no se desarma incluso con la muerte: el final muestra
al padre del narrador acercndole a su mujer, que est en
coma y prxima a la muerte, hierbas aromticas esperando que [los olores] le dieran placer y le recordaran el
mundo y los placeres que ella haba sentido.
Lo que parece preguntarse Barnes a lo largo de Pulso
es cul es la relacin entre la falta y la presencia. La falta
de uno de los sentidos aumenta la percepcin de los otros?
La falta del ser amado evidencia el amor? El sexo es una
metfora del amor? O el amor es una metfora del sexo?
Qu es una metfora? Qu es, en ltima instancia, lo
que no est?
La coleccin parece estar tendida entre esos dos polos: el estar y el no estar, o la vida y la muerte. La muerte
es aquello que va aplastando los sentidos de a uno. La
vida es la carrera de los sentidos por percibir, por latir, por
hacer algo que proporcione placer. El protagonista del ltimo cuento, aquel que da nombre al libro, se evade del
dolor por la enfermedad de su madre y por la inminente
soledad de su padre saliendo a correr. Usa un monitor cardaco y chequea su pulso. Hay un solo pulso: el pulso del
corazn, el pulso de la sangre. El juego est en encontrar
aquellas cosas que hacen que el pulso corra, que nos separan de la muerte. Ya sea el amor, la amistad, el trekking
o la escritura.

MIRCOLES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2011

Sobre las pequeas intenciones, por Fabin Sobern


Pequeas intenciones, de Jorge Consiglio. Buenos Aires, Edhasa, 2011, 192 pgs.

a novela trabaja, sin nfasis, la narracin de la vida


montona y cotidiana de un seor que vive en un
pueblo pequeo. Su vida se resume en tres actividades: cuidar a su hermano deficiente, lidiar con un sobrino que le reclama una propiedad y sortear los avatares
de un amor extrao y superficial. El protagonista cuenta
los pormenores de su aficin y ciertos problemas cientficos; es muy interesante cmo ese narrador protagonista
cuenta sus entusiasmos mnimos. La ingenuidad en su relacin con la ciencia lo define a la perfeccin. El contraste
acertado entre el candor del personaje y las dimensiones
de los problemas que debe sortear dan un perfil justo de l
y de los otros personajes, ya que l es el narrador. Por ese
contraste, la novela adquiere un tono muy sugerente. Al
narrar los hechos desde una mirada desenfocada, Pequeas
intenciones atesora potencia narrativa.
De las tres novelas publicadas por Jorge Consiglio,
creo que esta es la que ms se juega en narrar la cotidianeidad. Por otro lado, creo que no deja de ser un riesgo
usar un narrador en primera persona durante toda la no-

vela. Y creo que Consiglio pasa la prueba y logra darle


a ese narrador un ritmo y una contundencia cruciales.
No resulta fcil mantener la atencin del lector con una
voz en primera persona. Al mismo tiempo, ese recurso le
otorga a la novela un atractivo especial. El narrador, vacilante, comunica sus juicios, sus desavenencias, sus alegras
y su indiferencia frente al mundo de manera directa, con
el peso enrarecido de la subjetividad. Las pequeas intenciones del narrador estn teidas por la curiosa mirada
indiferente, a veces, o por la breve ira y la extraa acomodacin a las desgracias. Esa subjetividad est en sintona
con el tono general de la novela.
La prosa, exquisita, tiene un ritmo que surge del cruce
de la lengua oral y del lenguaje refinado, minucioso, adjetivado. La prosa de la novela combina la tensin y la
brusquedad de la lengua cotidiana y la levedad y el encantamiento de la poesa. Los personajes son memorables: el protagonista vive sus avatares cotidianos con parsimonia estoica, el hermano deficiente es retratado con
precisin, el sobrino ambicioso y cruel, yla hermana au-

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sente, narrados todos con pinceladas justas y oportunas y;


en la parte final del libro, los hombres rudos y elementales
que el protagonista cruza en Salta son logradamente dibujados. Me detengo en dos secuencias: los das que pasa
con Mara Ester, la mujer que conoce en el hospital y con
la que despus sale (se podra decir que esa relacin est
atravesada menos por el amor que por la extraeza). La
otra secuencia es la que resulta de la relacin que el protagonista mantiene con un anciano en el hospital (durante
un trabajo ocasional como electricista, se produce un in-

cendio y el anciano de la casa queda internado), l lo visita


y dialogan como dos filsofos de barrio. Se podra decir
que la relacin que mantienen es una amistad?
Con el transcurso de los hechos, el protagonista debe
viajar a Salta. El viaje es una aventura de consolidacin:
se profundiza su desencantamiento. En la escena final,
cuando l gira la cabeza y ve que Quispe, su eventual visita, est dormido, la desilusin y el peso de la prdida absoluta de sentido se cierne sobre l y sobre el lector.
SBADO, 29 DE OCTUBRE DE 2011

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El escritor argentino y la tradicin en el siglo 21, por Laura


Cabezas

Escrituras past_ Tradiciones y futurismos del siglo 21, de Juan Jos Mendoza.Baha Blanca, 17 grises editora, 2011, 108 pginas.

n las lneas que inauguran Escrituras past_ Tradiciones y futurismos del siglo 21, Juan Jos Mendoza,
como una suerte de dj-autoral que escoge, mezcla
y combina diversos momentos de la literatura argentina
para producir una nueva lectura sobre la tradicin, escribe: Las pginas de este libro pueden leerse como una
teora sobre la literatura software: la literatura como un
loop, un scanner Pero tambin como una novela en la que
los conceptos son sus personajes. Es que de igual modo
que las textualidades que le sirven de corpus literario, el
libro de Mendoza se ubica en un umbral terico-narrativo
donde ficcin y crtica se (con)funden. Justamente, ser
esta eleccin por una escritura post-autnoma la que dote
las pginas de Escrituras past de un clima mixturado entre
la rigurosidad acadmica y el relato experiencial biogrfico; logrando, de esta forma, una lectura dinmica, entretenida e interesante sobre la literatura argentina de los
ltimos aos, sus posibles centros pero tambin sus potenciales bordes.
Sin lugar a dudas, uno de los rasgos distintivos del libro es la utilizacin de un lxico proveniente del mundo
tecnolgico reciente que nutre al texto en su totalidad,
desde sus ttulos (que anan escrituras con past, loop,
spam, samplers, etc.) hasta la bibliografa final que se presenta bajo la frmula On/off . Pero, qu aportan a la
crtica literaria argentina estas nomenclaturas tecno? Nos
encontramos frente a un cambio de paradigma crtico o
son designaciones extravagantes y modernas para lecturas
ya conocidas?
Past, apcope de paste y de pastiche, es la figura que
organiza la lectura de Mendoza en su inters filolgico
por las reapropiaciones, las reescrituras y las filiaciones
entre los textos, es decir, por las voces que vuelven y resuenan a lo largo de la literatura universal. Sin embargo,
lo past como mquina creativa no slo mira hacia el pasado sino que tiene un ojo detenido en el futuro que habi-

lita la incorporacin de lo nuevo en dilogo con la tradicin. Bajo la estela benjaminiana del Angelus Novus que
avanza con la mirada puesta hacia atrs-, se arma una
serie que comenzando en los aos setenta se despliega
hasta la contemporaneidad de las literaturas novoseculares. As, ms que discontinuidad, lo que se nos presenta es
la formacin de una suerte de canon de la narrativa argentina contempornea que encuentra fundamento en el
aparato critificcional Literal y en los escritos de Manuel
Puig y Ricardo Piglia, principalmente. En ellos leer y reescribir disean la figura de lo past que funciona en consonancia con una prctica de apropiacin que puede convocar, parodiar o negar la filiacin con la tradicin literaria.
Amparado en la autoridad citada de Piglia y Graciela
Speranza, la voz de Mendoza no logra imponerse con una
lectura propia de la literatura argentina sino que ms bien
recae en la aceptacin y repeticin de lo ya estatuido por
esta lnea crtica. No hay cuestionamiento, slo aceptacin y tibias reformulaciones: lo past, o el pastiche, la copia, el desvo, el plagio y dems implicancias, termina perdiendo su potencia crtica para diluirse en la reafirmacin
de una tradicin hegemnica que ya sent un origen para
la literatura argentina y erigi sus prceres desde el campo
de la narrativa.
Por el contrario, en la segunda parte del libro, titulada
El giro tecnolgico, es donde mejor se trasluce la labor
de Juan Mendoza como crtico. Ah se arriesga a pensar el
lugar de lo letrado en la era digital, examinando no slo
las estrategias de recontextualizacin de la cultura humanista en la web, a travs de los proyectos de digitalizaciones, de los ciber-paseos, de las Bibliotecas Virtuales, etc.,
sino tambin armando una serie con relatos contemporneos que asimilan temas, modos del relato y discursividades procedentes de lo tecnolgico: La ansiedad de Daniel
Link, Keres Coger? = Guan Tu Fak de Alejandro Lpez, Las
teoras salvajes de Pola Oloixarac, Las aventuras de Barbaverde

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y El juego de los mundos de Csar Aira, entre otros. No obstante, si bien se lanza un planteo interesante sobre los nuevos modos de representacin que estos textos proponen al
tomar a las pantallas y a las tecnologas como referentes,
la idea no se desarrolla quedando tan slo enunciada.
Diferente es el caso de los captulos dedicados a las
escrituras loop, scanners, spam y samplers donde Mendoza se
concentra en cada caso en un autor determinado: Pablo
Katchadjian, Ezequiel Alemin, Charly.Gr., Agustn Fernndez Mallo y Eloy Fernndez Porta, respectivamente; a
quienes los ana una prctica en comn, la intervencin
y el apropiacionismo de la cultura letrada o audio-visual. Por caminos diferentes, cada uno establece un dilogo especfico con las tradiciones el tributo y/o la desacralizacin para forjar su propio proyecto esttico. As,
el ojo crtico de Mendoza recorre diferentes textos argentinos y espaoles recientes (Qu hacer de Katchadjian, El
tratado contra el mtodo de Paul Feyerabend de Alemin, Peronismo spam de Charly.Gr., todos de 2010, o Nocilla Dream

de Mallo de 2006) relevando las operaciones de lectura y


escritura que los caracterizan: la reescritura, el materialismo de la lectura, la escritura automtica, la parodia
y pastiche, la cita y el plagio. El panorama que nos traza la
ltima parte del libro muestra entonces cmo el presente
literario aparece interesado por indagar en las potencialidades de la experimentacin formal y por cuestionar cualquier tipo de limitacin esttica que impida ensanchar las
fronteras de la poesa y la narrativa contemporneas.
Con un estilo imbricado y miscelneo, Escrituras past
brinda una estimulante reflexin sobre el campo literario y artstico de los ltimos aos. Frente a un escenario
borroso y difuso por su cercana, Mendoza torna visibles
aquellas experiencias literarias y artsticas que transforman los horizontes de lectura al jugar con las formas, la
tradicin y los lmites de la cultura letrada. En este comienzo novosecular las pginas del libro de Juan Mendoza invitan a pensar sobre las nuevas posibilidades estticas que trae el reciente encuentro entre arte y tecnologa.

MIRCOLES, 26 DE OCTUBRE DE 2011

Filosofa en clave de novela negra, por Anna Rossell


La promesa, de Friedrich Drrenmatt. Trad. del alemn de Artur Quintana. Viena Edicions, Barcelona, 2011, 176 pgs.

uienes conozcan a Friedrich Drrenmatt (Konolfingen, 1921-Neuchtel, 1990 Suiza-) saben que
La promesa no es su nica novela policaca. El dra
maturgo y narrador suizo cultiv el gnero
como una herramienta idnea para plasmar su concepcin del mundo y de la realidad, as como tambin su obra
teatral se acerca de algn modo a este registro. Sus novelas
negras y sus obras dramticas renen muchas caractersticas comunes que las hacen fcilmente intercambiables:
los crmenes, el suspense, los inspectores de polica, el clmax, el elemento sorpresa, la casualidad, lo irracional, las
magnficas sentencias contundentes que cierran captulos
o escenas como preludio enigmtico de alguna clave, el
giro inesperado no son tpicos nicamente de sus novelas sino tambin de su dramaturgia. Sin embargo se llevarn a engao quienes se acerquen al autor buscando
a un genuino representante del gnero policaco. Porque
Drrenmatt rompe a conciencia las reglas que tradicionalmente lo definen. l mismo lo anuncia en el subttulo
de la versin original de la obra que nos ocupa: das Versprechen. Requiem auf den Kriminalroman La promesa. Requiem
para la novela policaca-, que escribi en 1958 desarrollando
el guin que haba escrito para la pelcula Es geschah am
hellichten Tag Sucedi a plena luz del da-, del que no haba
quedado satisfecho.
En La promesa el lector encontrar todos los ingredientes de la obra drrenmattiana: personajes, arquitectura y

accin sirven al autor para construir su universo y su filosofa, su concepcin del ser humano y su visin pesimista sobre la evolucin del mundo. Buen conocedor de
la teora del teatro pico de Brecht, discpulo y detractor
del autor alemn al mismo tiempo, Drrenmatt utiliza el
V-Effekt efecto de distanciamiento del materialismo dialctico brechtiano para demostrar precisamente todo lo
contrario de lo que pretenda su maestro. Con razn la
historia del teatro de expresin alemana contrapone las
dramaturgias de ambos autores. Si Brecht marxista convencido se sirve del efecto de distanciamiento, utilizando
el extraamiento y la sorpresa, para subrayar la dialctica en que puede basarse cualquier accin, sugiriendo as
que el ser humano rige su propio destino y el del mundo,
Drrenmatt echa por tierra esta visin positiva para afirmar todo lo contrario: que como en la teora del caos
cualquier imprevisto, una causa banal, la casualidad o la
locura de una mente determinan en realidad los acontecimientos, lo cual nos aboca a la catstrofe segura. Lo grotesco y el sarcasmo son sus aliados favoritos, y el marco
en el que sita la accin es casi siempre su Suiza natal,
fcilmente reconocible aun con topnimos ficticios, que
le ofrece la magnfica oportunidad de desquitarse con su
pas, de naturaleza y sociedad supuestamente idlicas, y
presentar en l el microcosmos asfixiante y amenazador
en que retrata el mundo entero. Contrariamente a Brecht,
el autor suizo no es el pintor de lo deseable virtual sino de

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67

lo que es real, y est destinado a romper moldes que no se


atengan estrictamente a ello.
As, ya al principio de la novela se nos invita a reflexionar sobre el gnero negro a travs de la conversacin
que sostiene el narrador un escritor de novelas policacas con el jubilado jefe de polica del cantn de Zric, el
doctor H, trasunto del autor, que polemiza con aqul poniendo en tela de juicio el estilo clsico de escribirlas. La
crtica del polica contiene algunas de las claves esenciales:
[] si haig de dir la veritat no en faig gaire cas, de les novelles de
detectius [] amb aquestes histries de lladres i serenos encara hi
ha un altre engany. []. Lacci hi s perfectament lgica, tot hi
passa com en una partida descacs: vet aqu el criminal, la vctima,
el cmplice i el qui se naprofita; noms cal que el detectiu conegui les
regles del joc, repeteixi la partida, i ja t localitzat el criminal i ha
collaborat al triomf de la justcia. Aquesta ficci em posa frentic.
Amb lgica noms es pot copsar la veritat en part. [] hi ha tants
factors de pertorbaci que ens fan trampes en el joc, que ben sovint
noms la pura sort i latzar fan decidir les coses a favor nostre. ([]
si he de serle sincero no hago mucho caso de las novelas de detectives
[] en estas historias de ladrones y serenos hay an otro engao.
[]. La accin es absolutamente lgica, todo sucede como en una
partida de ajedrez: he aqu el criminal, la vctima, el cmplice y quien
se aprovecha; slo es necesario que el detective conozca las reglas del
juego, repita la partida, y ya tiene localizado el criminal y ha colaborado en el triunfo de la justicia. Esta ficcin me pone frentico. Con

lgica slo se puede captar la verdad en parte. [] hay tantos factores de perturbacin que nos ponen trampas en el juego, que muy a
menudo slo la pura suerte y el azar ponen las cosas a favor nuestro.).
Y nuestra novela responde en todos sus detalles a la
teora del jefe de polica.
Pero no por anunciada la sorpresa dejan de ser sorprendentes los acontecimientos, Drrenmatt domina el
arte de esparcir pistas aqu y all, cuyo verdadero significado no se desvela hasta el final, obligndonos a volver entonces la mirada hacia atrs para hilvanarlas. El principio
se entiende slo con el fin de la historia, forman el marco
en que se encuadra.
Verdaderamente la novela no es una novela policaca
cualquiera, su concepcin da fe de la formacin de su autor como telogo, filsofo y cientfico. No se trata simplemente de resolver con maa y astucia un asesinato, sino
mucho ms de lanzar a la palestra pblica un tema de
reflexin mucho ms profundo, existencial. Por ello el autor desplaz el acento, que en el guin cinematogrfico
inicial recaa sobre el crimen, a la persona del comisario
que lo investiga, a su modo de actuar, al proceso y al resultado de su actuacin. Un procedimiento genuinamente
brechtiano. Para llegar a la conclusin contraria. Adems
de esta versin catalana, disponemos de la espaola de
Xandru Fernndez (Ed. Navona, 2008).

DOMINGO, 23 DE OCTUBRE DE 2011

Arroz con monstruos, por Walter Romero


Seora grande, de Jos Fraguas. Buenos Aires, Casa Nova Editores, 2011, 108 pgs.

nimales, tejidos, iglesias, jardines (y estatuas de


jardn): son formas todas en lo autotlico de sus
intenciones de una realidad que se resiste a ser
embalsamada por los regmenes de la literatura, para perdurar, por el contrario nuevas y frescas en lo anodino
del gesto, en el cuadro que no llega a cristalizar ningn
folklore. Seora grande es una antologa de cuentos indefinibles, de un realismo indirecto o no eufrico que no apela a
ninguna representacin con molde, a ningn efecto de
realidad: El mundo, como lo conocemos, no es, en verdad, ni supernumerario ni en mosaico, sino, ms bien,
infinitamente sencillo; los textos verdaderos son slo aquellos
que no est sobrecodificados; la ms actual de las operaciones literarias consistira en destonalizar el tono y su mensaje; para contar una historia no es necesario ninguna historia segunda, paralela o en filigrana que doble la accin
principal. Es ste el modo en que su autor, Jos Fraguas,
elige para revelar, con parsimoniosa constatacin, la verdad que, sin ambages, postula: una literatura sin atributos es posible.

La forma en que hace germinar estas historias tiene


algo de arborescente (mientras tanto, los rboles seguan creciendo vigorosos) pero sin copa o remate, casi como si cada
una de estas historias fueran ramas infinitas que, como
el lenguaje, tienden slo a la proliferacin, no importa hacia dnde o hasta dnde.
Como en una imposible espiral plana, el texto crece y
se imbrica a modo de realidades sumadas, que se van agregando, como si se tratase de una operacin que le suma realidad a la realidad, para dejarnos atnitos o acaso improcedentes,
sin avalar ni esperar ningn avance narrativo, ningn cierre o clausura de estos relatos: una literatura de superficie,
sin relieves, con una ingenuidad que asombra: desde la guerra total que le presenta a cualquier peripecia, desde los ttulos blancos (Manuela, Susana, rbol, Zoo) o desde las dos ilustraciones de Santiago Erausquin, que abren y cierran el bello
volumen, donde un personaje siempre muy curioso, orejn,
y de ojos enormes se parapeta detrs de una Seora, a quien
nunca le vemos la cara, y que bien podra ser la realidad en
su mismidad toda, en su contundente y decapitada presencia.

El marco de esta serie de secuencias narrativas se desprende de los epgrafes de Marosa Di Giorgio y de Hebe
Uhart que son el incipit ceremonial del libro: una suerte
de gtico acaso costumbrista que anidara en toda realidad, y que campea en todos los textos. Ya no arroz con
leche, sino arroz con monstruos, dir la cita que Fraguas
extrae de la poeta (y sibila) uruguaya: es decir, realidad
que desprende sin quererlo sus enrevesadas y pasmosas quimeras no siempre aladas, casi nunca con garras, ms

bien quietas o hierticas, deformes como si de una realidad fija se tratase, de un punto de inmovilidad que no se
atreve a activar ni el ms mnimo de los desplazamientos:
Acaso, junto a Jacques Rancire, agregaramos: Ninguna
singularidad heroica recubre lo que la banalidad misma contiene de
potencia potica escondida () Es necesario que la vida supuestamente muda sea dotada de una palabra propia, que no se expresa
por las vas del discurso articulado y la retrica sino que se encuentra
inscripta sobre el cuerpo mismo de las cosas.

JUEVES, 20 DE OCTUBRE DE 2011

ngela!, por Jimena Nspolo


Angela della Morte, de Salvador Sanz. Buenos Aires, Ovni Press, 2011, 96 pgs.

l hecho de que sus vctimas, en su minuto postrero,


acometan el previsible clamor de la sorpresa no
hace ms que confirmar aquello que el personaje y
acaso el lector desde la primera vieta ya sabe: ngela fue
entrenada para matar y en eso de des-almarse y encarnar
su nombre no hay quien la supere. Y es que esta mujer no
fue instruida por cualquiera; en los laboratorios del doctor
Sibelius (la mente ms brillante del siglo 21) ngela aprendi no slo a familiarizarse con la muerte, sino a
hacerla propia, a convertirla en simulacro de experiencia y
realidad con el estricto objetivo de llegar a ser nmadas de
la carne,espritus en el mundo de la materia. Con cada
muerte que encarna, y que efectivamente sufre a travs de
un complejo dispositivo tecnolgico, ella libera su conciencia y con sta la posibilidad de habitar [poseer] otros cuerpos [des-almados] que le permiten llevar a cabo nuevas misiones kamikazes. ngela puede cambiar de sexo, de edad,
de rostro y de saberes, para ella los cuerpos son como trajes
que viste segn el imperio de la necesidad y de la moda
pero que no vacila en destruir cuando el minuto aciago se
acerca y el golpe de gracia debe ser dado.
En la contratapa del libro, junto al dibujo en grana de
una mujer conectada hacia las alturas por una maciza correa y en cuyo casco ostenta la muerte a caballo, leemos las
siguientes palabras del doctor Sibelius, vertidas en alguna
parte de Sudamrica, a su iracunda tropa: Si estas criaturas
que llamamos muertes, se alimentan de nuestra alma ni bien
abandonamos nuestro cuerpo Entonces, no hay ms all
para el hombre? No existe la trascendencia del alma? Estamos condenados a ser ganado de estos seres, al trmino de
nuestra vida terrenal? Entonces, a partir de hoy estamos en
guerra con la muerte, y mientras no encontremos un antdoto contra ella, tenemos que permanecer en el mundo material, el tiempo que sea necesario. Todos ustedes harn un
voto de sigilo. Volveremos a una poca oscura, donde el conocimiento no ser revelado a nadie. Nosotros seremos
los dueos de los misterios.

La nueva novela grfica de Salvador Sanz (1975), Angela


della Morte, es casi un thriller filosfico.Con un texto ajustado, una imagen precisa y una estructura de episodios autoconclusivos (debida a su previa publicacin en las revistas
Fierro y Bastin), la trama se presenta ante todo como una
mordaz crtica a la moral de las corporaciones y a cierta obsesin por la belleza artificial de los cuerpos. As, la novela
se abre con una cita de Ren Descartes (Es evidente que
yo, mi alma, por la cual soy lo que soy, es completa y verdaderamente distinta de mi cuerpo, y puede ser o existir sin
l.) para dibujar un hipottico futuro en el que la ciencia
permita hacer del platonismo una realidad, y de sta una
usina de conspiracin terrorista de escala internacional.
Con todo, la verdadera tensin que articula la trama, a partir de un sutil juego de elipsis que obliga a volver una y otra
vez sobre las pginas precedentes buscando la informacin
que se nos retacea o esconde, con el devenir de la historia
se vuelve cada vez ms patente: Quines son los buenos y
quines son los malos de estecuento? El doctor Sibelius?
El Gobierno Fluo? Y quin o quines los financian?
Asimismo, esa vuelta de tuerca que desplaza el tema filosfico al conflicto tico entre el bien y el mal se da a partir de la segunda parte con la entrada de otro personaje,
que sufri el mismo entrenamiento en los laboratorios de
Sibelius y que luego se vendi al Gobierno Fluo, que conoce ntimamente a ngela y que acaso por todo ello sabe
cmo destruirla: Casi puedo ver su expresin al encontrar su tumba profanada. Sabe quin lo hizo. Lo conozco
enojado: vendr por nosotros se dice ngela mientras
huye desesperadamente de una presencia tan real como
fantasmtica, luego de haber realizado exitosamente la
misin de eliminartodos los cuerpos desalmados que el
El Perezoso sola habitar: Cmo ganarle una carrera
a la muerte? A donde vayas te alcanzar.
En este sentido, quiz las pginas ms originales del
cmic sean aquellas que grafican laterrible lucha fsica y
espiritual que se desata en el cuerpo de la mujer cuando

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ste se convierte en reservorio no slo de su alma, sino


tambin de la de su actual enemigo y ex amante. Por otro
lado, si bien la cuarta parte (Liberar a la bestia) trae
a la escena de la vieta elementos argumentalmente ajenos en las pginas anteriores (el cambio de escenario
de paisaje ciudadano a base aeroespacial, la novedosa
presencia del mono astronauta y de la misma ngela en
la luna, etc.), es de observar que es absolutamente coherente al entramado externo e interno de la obra: Constituye una sutil referencia al cierre de la novela grfica
Desfigurado (Exabrupto, 2007), en que la bsqueda de dios
desencadenabaun encuentro con el demonio, y donde lo
ltimo que observbamos era Pink Floyd mediante el
lado oscuro de la luna. A su vez, el alejamiento espacial
y la soledad le permiten al autor extremar de un modo radical la experiencia del Mal al que somete a su personaje:

luego de que el Gobierno Fluo invade la base, ngela cae


en un lodazal que a todas vistas parece ser mierda, una
mano poderosa, gigante, fra y mecnica tal y como SalvadorSanz, intuyo, imagina al inexorable destino, la levanta o la hunde? Uno, tres, cuatro cuadros plagados
de negro. Hay moscas. Muchas moscas. Est sola. Ella se
obstina en mantener los ojos abiertos mientras asiste al abyecto y monstruoso espectculo de su vida. La pgina final
reza: Debe ser la persona ms hija de puta que existe.
No obstante, por alguna razn desconocida,el autorno
slo mantiene a su personaje vivo sino que ya ha anunciado
la inminente publicacin de los prximos episodios de la serie.

MARTES, 18 DE OCTUBRE DE 2011

Una navaja en la cartera, por Marcos Herrera


Los puntos ciegos de Emilia, de Cristina Feijo. Buenos Aires, Tusquets, 2011, 264 pgs.

milia es un personaje egosta que accede, luego de


una infancia nmade y bohemia con su madre, a
una vida de clase media tradicional. Emilia pasa
de un mundo inseguro a uno confortable. Al menos es
lo que ella cree hasta que se desata la tragedia o las tragedias y todo empieza a tambalear. Tambin podramos
decir que la protagonista cambia una pesadilla por otra.
Sus ambiciones personales la llevan de un mundo (el de su
madre) a otro (el de su marido y la familia corporativa de
su marido). En este recorrido Emilia califica y clasifica lo
que ella cree que est bien y lo que ella cree que est mal
como un juez hipersensible y desesperado. Emilia se equivoca en sus anlisis y conjeturas pero es una equivocacin
coherente, continua y sin fisuras que va construyendo un
mundo en donde ella es el centro y la vctima.
Cristina Feijo desarrolla en Los puntos ciegos de Emilia
una voz sufriente. Una de las caractersticas de la novela
es el tono de temor continuo de la voz protagonista. Para
Emilia la vida es una carrera de obstculos y amenazas. Y
aqu se me ocurre recordar la frase de Brecht que dice que
un fascista es un burgus asustado. Y un burgus asustado
(o sea un fascista) es capaz de matar cuando siente amenazado su status quo.
Hay dos escenas que ponen de manifiesto claramente
cual es la apreciacin que Emilia tiene sobre las clases populares, sobre lo que en el imaginario de clase media se
conoce como los negros. Una es la marcha de los familiares de las vctimas de Croman, en donde los cuerpos de los manifestantes asquean a Emilia. La otra es la
del viaje en colectivo en donde Emilia teme ser violada
por el chofer y saca una navaja para prevenir un ataque

que nunca ocurre. La destreza narrativa de Feijo hace


que esta escena aparentemente inverosmil no lo parezca.
Digo inverosmil porque Emilia es una seora sensible,
profesora de piano, que practica Tai Chi Chuan, preocupada por las formalidades y protocolos familiares Y
lleva una navaja en la cartera! Me parece que en esta escena est la clave del personaje y de la novela porque condensa la violencia que puede generar el miedo.
Con una prosa veloz, virtuosa y precisa, de narradora experimentada, Cristina Feijo cre un relato que
no puede dejar de leerse. Como Puig, utiliza tcnicas del
melodrama y del folletn. Pero a diferencia de Puig, que
utiliza una multiplicidad de voces, trabajando con el estereotipo, Feijo ahonda en los matices paranoicos de su
protagonista en una escalada que termina, por supuesto,
con una violacin y asesinato, en una tradicin bien reconocible dentro de la literatura argentina que va desde El
matadero de Echeverra hasta Cabecita negra de Germn Rozenmacher. O sea: los cuerpos violentados son el campo
de batalla de la lucha de clases.
As, en Los puntos ciegos de Emilia, Cristina Feijo ficcionaliza la poltica desplazndola del centro de la historia,
pero haciendo que cumpla la funcin de andamiaje del
texto. Desde este punto de vista, la novela se puede leer
como una parodia de la as llamada literatura femenina.
Emilia ve cmo el prncipe se transforma en sapo y las
conductas cotidianas en hipocresa. Finalmente, el golpe
de gracia con el que el lector descubre la sutileza satrica
que late en la novela est en el sueo final de la protagonista, en el que un lujoso vagn de tren nazi es saqueado
por rastafaris.

VIERNES, 14 DE OCTUBRE DE 2011

El temblor del hijo, por Felipe Benegas Lynch


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Materia dispuesta, de Juan Villoro. Buenos Aires, Interzona, 2011, 280 pginas.

70

nterzona public este ao por primera vez en Argentina la segunda novela de Juan Villoro, Materia
dispuesta, que viene a sumarse a Llamadas de msterdam, Los culpables, Filosofa de vida y 8.8 El miedo en el espejo,
publicados por la misma editorial.
La creciente presencia del mexicano en nuestro
medio literario y cultural es algo para celebrar.
Me introduje a su obra a travs del cuento El mal
fotgrafo, que encontr casualmente en el sitiohttp://
www.letraslibres.com/y a partir del cual me
mantuve atento para leer ms de aquel sobrio y efectivo
cuentista que haba descubierto. Luego le algunos de
sus ensayos crticos (sobre Rulfo, sobre Saer), descubr
su lado futbolero, otros cuentos y finalmente las novelas.
Materia dispuesta, junto con la crnica intempestiva
Mi padre, el cartagins, publicada en la revista Orsai,
son los ms recientes rastros de Villoro que han llegado
a mis manos. Ambos textos confirman mi inters por su
escritura y revelan la coherencia de una obra que sigue
creciendo bajo distintas formas y medios.
El padre, como ya se perfilaba en El mal fotgrafo
y se confirma con la reciente crnica, es uno de sus temas predilectos. All Villoro se pregunta: Hasta dnde
podemos recuperar una memoria ajena? Es posible entender lo que un padre ha sido sin nosotros? Ser hijo
significa descender, alterar el tiempo, crear un desarreglo, un desajuste que exige pedagoga, autoridad, transmisin de conocimientos. Podemos entendernos como
contemporneos de nuestros padres, ser intempestivos a
su lado?
Villoro alude a lo contemporneo en dilogo con el texto
de Agamben Qu es lo contemporneo? (el artculo
est disponible en el nmero 10 de BOCADESAPO),
que plantea que los mejores testigos de una poca son
aquellos que adquieren distancia para entender lo actual en una desconexin y en un desfase. Lo suyo es
una pregunta porque no debe haber forma de inmersin
en una poca ms radical que la de ser hijo. Sin duda es
difcil ser contemporneos de nuestros padres; el tema
del padre, sin embargo, excede el inters biogrfico, autobiogrfico o de cronista, es un motor de escritura que
parte de lo ms ntimo y se convierte en una herramienta
de indagacin.
En la misma crnica dice: Escribir significa desorganizar sistemticamente una serie, el alfabeto. Del mismo
modo, evocar significa desorganizar sistemticamente el
tiempo. Hasta dnde debemos hacerlo?
Villoro busca en los recuerdos los hilos de sus histo-

rias. En el territorio inestable de lo anecdtico, la molesta realidad complementaria que se derrumba en escombros.
Porque, de alguna manera, todo se derrumba: lo
vivido y lo imaginado, y entre las pilas de materia dispuesta para el relato buscamos la huella de aquello que
sea definitivamente real.
Esto es lo que sucede en Materia dispuesta.
La escritura de Villoro somete a temblor a todas las
realidades parciales y se arroja como una piedrita al pozo
de lo definitivo, de donde vendr, si no una respuesta, al
menos una resonancia que nos sita en un plano vasto
pero certero.
La bsqueda del padre y de la infancia son vertientes
fuertes en la novela. El padre es el que puede irse, el que
se ha ido, el que ha muerto, el que morir. La infancia es
esa identidad profunda que se ha perdido. Y todo conduce al tema de la identidad, a ser ms verdadero detrs
de las mscaras de lenguaje que se atraviesan a medida
que crecemos. Hay un desfasaje de las representaciones
con la realidad.
El personaje se pregunta: poda ser el mundo tan
distinto a sus promesas? En ese sentido el padre es una
promesa que se va desmoronando. (Por qu nunca le
dijo a su padre que de nio confunda a los temblores
con sus pasos?) Del mismo modo el sexo, la religin,
la justicia, el deporte: todo se presenta como una versin equvoca, hollywoodense, que poco a poco se revela
falaz. Pues siempre hay un relato que va ms all de
la palabra. Escribir es buscar la identidad en los lenguajes, atravesarlos y buscar sus lmites. El narrador de
Materia Dispuesta (Mauricio Guardiola) se debate entre la
primera y la tercera persona, saltando sobre el abismo
que significa pasar de la identidad de nio a la de adulto.
Qu permanece en ese salto? Quin es yo? Quin
es l?: Busqu algo que decir pero Mauricio se me call. Me detest en l. No tenamos voces. La vida me iba
a brindar un tono en el que ya no era posible decir ms
mejor ni demasiado bueno pero en ese momento ni yo
ni Mauricio tuvimos boca, algo se separaba y el to me
peda, nos peda, seguir ah, ayudarlo, as fuera con un
regao. Sonre canalla, como anunciando un duro escarnio; l aguard, desafiante, pero no hubo voz. Yo quera
seguir ah, recuperarme, decir las blandas tonteras que
susurraba al odo de mi madre y la hacan feliz, y luego
repetira en otros odos como una imitacin del que ya
no era, como quien pide asilo en el tiempo, volver atrs,
ser el que confi tanto en la hierba y mir el techo como

| BOCADESAPO | RESEAS

si siempre fuera a estar ah, regresar a esa zona rota, mejor: rompida. Mi lengua pesaba, como algo que se degolla, se forza, se torce. Un simple insulto bastara para que
el to sonriera. Quise que lo dijramos. Algo. Lo que saldra. El to aguardaba lo que fuera, la voz destemplada,
el arranque gutural. Yo quera quedarme. Pero la garganta de Mauricio tragaba silencio, rompida. Asquerosa.

Definitivamente rompida.
El alfabeto se descompone como la identidad: en la
transgresin se deja or el sonido del desgarro de crecer,
de ver que el padre mtico se vuelve vulnerable y cae, tan
real como la muerte, donde otras realidades empiezan a
florecer.

MARTES, 11 DE OCTUBRE DE 2011

La importancia del artista, por J. S. de Montfort

71

Al infierno con la cultura, de Herbert Read. Introduccin de Michael Paraskos. Traduccin de Magal Martnez Solimn.
Ed. Ctedra, Madrid, 2011, 303 pgs.

l infierno con la cultura de Herbert Read (1893-1968),


uno de los principales crticos y tericos del modernismo del siglo XX, es un libro publicado originariamente en 1963, cinco aos antes de la muerte de
su autor y que por diversas razones ha quedado desde
entonces- un tanto en el olvido. En el prlogo fechado en
2002, Michael Paraskos, de la universidad de Hull, seala
el revanchismo y la envidia por parte de los historiadores,
pero tambin el creciente predominio de la crtica marxista a partir de los 70s como razones para tal silenciamiento.
El libro de Read se compone de 14 ensayos de aliento
platnico y que versan sobre diferentes temas, siendo la
concepcin de lo cultural, el valor del artista o la democracia, algunos de ellos; pero, sobre todo, una crtica severa al marxismo los cruza en su totalidad. En menor medida se ocupa Read de asuntos tales como la pornografa,
la contribucin del arte a la paz o el xito econmico y
social del artista.
Lo que a m ms interesa del volumen y lo que me
parece todava vlido para nosotros, ms all de los alegatos contra ideologas lejanas (no slo se ocupa el autor
de criticar el comunismo sino tambin el fascismo), es la
funcin que Herbert Read asigna al arte, la de surtir
un efecto moral como accin y no como persuasin (p.
300). Tal efecto tendra un carcter universal y solidario,
adems, pues segn Eric Gill cualquier ser humano es
un artista en potencia (p. 208). En el propio acto de la
creacin, segn opinin de Read, encontrara el hombre
su felicidad, una sensacin de eudemonismo o bienestar (p. 296). Claro que no se olvida del valor diferente de
la obra de arte, y as, asegura igualmente Read que slo
unos pocos podremos llegar a ser grandes artistas (p.
209); diferencia Read entre el talento que todo el mundo
posee y la genialidad, una alteracin no representativa.
Tal diferencia hace que el genio est menos sujeto a la
influencia del Zeitgeist. Con ello, sera ste capaz de conjugar bien las contradicciones de su poca, nos dice el

crtico ingls, y generar esa tensin que las equilibrara.


Para ello aboga Read por una educacin artstica,
que no solo inculque conocimientos intelectuales (p.
180), sino que consigne valor a una educacin instintiva que desarrolle los impulsos creativos y apreciativos (p. 139) del individuo y que sea, al tiempo, una
suerte de educacin de la sensibilidad.
Siendo la ideal una sociedad en la que todos son potencialmente artistas, Read propone como alternativa al liderazgo de los poderosos y a la intromisin del Estado la
responsabilidad colectiva (p. 130), gracias a la cual se
instaurara una nueva cultura que tiene que venir desde
abajo (p. 144), fomentada por el impulso autoexpresivo,
del deseo individual de distinguirse creativamente. Los
hombres as, se realizaran en la comunidad, y no a pesar de ella. La falla de la democracia, para Read, se basa
justo en esto: en que no alcanza un modelo integral de
sociedad (p. 115) por culpa de la dependencia de los lderes. Segn Read (haciendo eco a Shelley), slo el arte
puede ser quien lidere una sociedad libre y crtica, puesto
que la moral es un sentimiento grupal [] de cohesin
(p. 119) y es el artista quien hace que el grupo sea consciente de su unidad (p. 43).
Para la consecucin de tal fin, Read propone una
sociedad natural, regida por una economa que ya no
sea competitiva, una sociedad no poltica, sino gremial
y descentralizada, no regida por la ambicin personal.
Una sociedad que garantice la mxima utilizacin de
[la] riqueza inherente (p. 101) procedente del talento individual, pero con fines colectivos (p. 103), en la que el
Estado participe como mero rbitro.
Hemos de fijarnos, dice Read, en la cultura de antes de los romanos, pues fueron estos quienes la convirtieron en un bien de consumo, y es que el capitalismo
se ha servido de la cultura (especialmente del diseo)
como subterfugio no solo para incrementar sus mrgenes, sino para tratar de dar salida a los excedentes de su
produccin, embelleciendo los objetos. Debemos con-

| BOCADESAPO | ENSAYO-FICCIN
72

fiar, pues, en una cultura al estilo de los griegos, nos dice


Read, una cultura que no s de por aadidura, sino que
sea el estilo de vida en s mismo (p. 52) y as hemos de
simplificar la vida (p. 131).
Hay algo candoroso en la propuesta de Read, desde
luego, y mucho de soflama y de afirmaciones seversimas
que no quedan siempre satisfactoriamente desarrolladas
en el texto, pero aun as, no es menos legtimo y pertinaz
(y una necesidad contempornea) su fe en la virtud social
del arte, su confianza en el futuro; su idea de que el arte

es un ndice de vitalidad social (p. 35). Ms all de las


falencias de su discurso (y es que algunos ensayos se contradicen con otros), deberamos quedarnos con ese dictum
suyo (y que yo aplaudo y secundo) de que la vida sin arte
sera una existencia carente de gracia y embrutecedora
(p. 73), y es por tal entusiasmo veraz que merece la pena
leer el libro, hoy.

SBADO, 8 DE OCTUBRE DE 2011

Juegos rabiosos, por Jimena Nspolo


Sobre El juguete rabioso. Fanzine de fake, remake y ensayo ficcin. Nro.1, Barcelona, marzo de 2011. Ideado y dirigido por Jorge Carrin.

i vamos a vaciar las palabras hagmoslo bien dijo


paz borges laberinto dijo te amo y luego no no fue
as despus vino la rana ren yel corazn hacedor
en la tapa el contrato de cincuenta pero antes ellahaba
dicho shhhlo difcil es ser trapecista si no pregntenle al
del pico de paloma al monstruo de cara de mandioca la
otra es crepitar como quien no quiere la cosa ysacar versos flacos copiarse hasta los puntos y las comas pero las
citas hay que paginarlas si no guardate tus versos en el
culo la hermanita fuera de campo no era monja haca faKiu con el anular pero anillo no tena para detenerse en
los semforos le peda permiso a su padre hay que tener
carro andar en bicicleta no sirve segu tu camino dijo escribi una novela y luego que s que no que caiga un chaparrn todos girando alrededor de su paraguas pero no
llova nunca ni una gota verdadera la enemiga de s la
enfermedad es un cncer de huevo o lepraen las alcantarillas lo otro que lo cantenlos eunucos a llorar a la iglesia
dar pena a las madres piedad a las piernas macetonas de
la virgen de los deseos jiji-jojo ponte tiradores si se te cae
consegute muletas para vivir tena que mostrar su bombachita y el chorongo plantado frente a la pantalla alfa
skypeemos deca yo soy poeta y vos mi mona chita y el
enano pelado en las alforjas tengo a messi entre las piernas gema la Malinche que quera ser alemana dale nena
arreglate el pelito para salir en la historieta ay querida a
vos te chifla el coo ahora se estila reciclar la basura no te
enteraste? lo dems tirselo a los perros o hacte actriz de
variet para pagar la olla callen al dj sonso por favor ya no
lo soporto que carajo puso? no que no escucho qu dijo
el peruano que buenos aires era quque no le haba dado
un bautismo del tamao de sus versos? que el renacuajo
de la infancia se fuera adnde? ah malaaaaya comte esta
chamusquina del forro de mi raqueta ninja s s lo que escuchaste ya voy para la sextina Pimpinela soportndote

monito las pelotas a m se me respeta dijo Gatica y encima


stos en orga ramillete 666 como las hormigas ni para copiarse sirven mir que darse corte de fsico experimental
con la bota del rey Juan Carlos en la cabeza hay que ser
palurdo si vamos a vaciar empecemos por la a y vayamos
a la zeta si no prend la tele y la novela de las tres o hacte
la paja de Bataille junto al cadver de tu madre todo patas
para arriba pero pero sabs? en el cuarto siempre colgaba
el pster de Paris Hilton ay nene cuando seas mayorcito
quiz no no a m dme un cortado y una pistolita de tulula
el virgin rolex que se lo quede Bigotes con alguien tiene
que hablar cuando hace sus necesidades y lo dems pero
si no hace nada apenas lava los platos por eso por eso lee y
lee y siempre entiende lo mismo esa es la enfermedad si le
mand limpio en la jeta la duquesa toma el t a las cinco
y l se come los mocos o inventa nuevo perfil en facebook
te monta un show con los muertos de la temporada que ni
te cuento a mi dme dos si ni siquiera puede darse vuelta
como media sucia pero sabe de cada da levantar un acta
o viaja a la china y luego la novia se pone a orar para que
no la olvide y todos descifrando el fraile el guardin en el
centeno ana karenina pulgarcito y los cuatro fantsticos
qudese con el vuelto como leopardo al sol la momia un
jeroglfico y luego otro y otro y siempre la misma historieta es que no tienen a otro comiquero? ac hay miles
con el relojito de la especie en el bolsillo lo dems es papel mojado probrecita cenicienta su prncipe era un sapo
su estudio una calabaza no obstante as chofer disculpe
chofer yo me bajo ac mucho rere mistake y dada pero a
este paso no llego nunca el aburrimiento me mata no no
es lo mismo un gato monts que te monts a un gato no
te cuelgues de mis tetas argentinas porque as tal y como
estamos s s en esta parada cuando quieras mi casa es tu
casa gracias es ley la enemiga de m el t lo toma a las 5 y
ahora? no te leer esquizo

JUEVES, 6 DE OCTUBRE DE 2011

Algo parecido a un destino, por Mauro Peverelli


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Hermosos perdedores, de Leonard Cohen. Traduccin de Laura Wittner. Buenos Aires, Edhasa, 2010, 251 pgs.

73

n el curso de una investigacin histrica sobre el


pasado indgena del Canad, y con el inters del
narrador claramente focalizado en Catherine Tekaktwitha, una joven iroquesa que en el siglo XVII los
jesuitas convierten al cristianismo y que luego es beatificada, el autor ir estableciendo los argumentos basales
de una historia donde se conjugan el esfuerzo por reedificar las estructuras de aquel mundo slo en apariencia
extinguido con la exposicin de un presente sentimental,
donde se amalgaman la soledad de su vida cotidiana y la
nostalgia de un ayer en el que resplandecen las tensiones
de un tringulo pasional tringulo que lo involucra a
l, su esposa Edith, muerta hace aos, y F., un amigo de
la infancia, tambin fallecido, que ser quien, en definitiva, manejar los hilos de aquella compleja relacin en el
plano sexual y en la implicancia que esto tiene en cuanto a
los reparos morales, y las tensiones entre prejuicio y cierta
liberacin culposa de una sexualidad que la poca (segunda mitad del siglo veinte) haba puesto en discusin.
En la exaltacin de un erotismo desbocado, al que F.
instiga sin miramientos a lo largo de todos sus recuerdos,
la tensin se libra en cmo los lmites que el protagonista
se plantea no se conviertan en reparos de prejuicios ni de
excesos.
En esta lnea, algunas reflexiones aparecen despojadas del prisma con que el humor social visualiza ciertos
aspectos de una convivencia que a veces resulta ser ms
compleja que la simple sujecin a un sistema de cdigos
que todos deben respetar; para ello acude, entre otros, al
ejemplo de la permanente voracidad consumista en la cultura capitalista, enfocada en el segmento del mercado
adolescente femenino, que est siempre apelando a instintos sexuales tan humanos como inconfesables, y donde
coexisten el fogoneo del deseo y su represin en un mismo
dispositivo: Y quin es ese que se arrastra entre los arbustos? Su
profesor de qumica () porque es la goma espuma de su auto donde
ella se recuesta, soadora () Muchas y largas noches me han enseado que el profesor de qumica no es simplemente un ladino. Ama
a la juventud sinceramente. La publicidad corteja a las cosas lindas.
Nadie quiere convertir la vida en un infierno. En la ms agresiva de
las ventas existe un sediento colibr desgarrado de amor.
La trama tambin retoma permanentemente la investigacin sobre aquel pasado donde Catherine Tekakwitha
transita y sufre las consecuencias de su conversin, y con
ella todas las dificultades de la penetracin y la conquista
a que los europeos sometieron a los pueblos originarios
americanos, dejando entrever, en todas aquellas descripciones, la trascendencia de un sistema de jerarquas que

persiste de tiempos inmemoriales, donde culturas ms


poderosas ejercen el sometimiento y el dominio (optimizando sus metodologas segn transcurren los siglos) a
otras ms indefensas.
En lo que respecta a la estructura, el texto est compuesto de una diversidad de recursos y de formatos discursivos sumamente heterogneos, pero el autor (no hay
que olvidar que Cohen es un poeta y un msico internacionalmente reconocido, y que esta novela fue publicada
originalmente en 1966) se las arregla para que en ningn
momento prevalezca la disonancia; el relato, entonces, se
mantiene en un nico tono al que se podra asociar con
un adagio a la vez lrico y dulcemente quejoso. Dicha diversidad de discursos contempla soliloquios, cartas, catlogos, notas al pie; se destacan, por ejemplo, un manual
de conversaciones que Catherine Tekakwitha utiliza para
avanzar en su conversin religiosa. Tambin explica una
cancin, pero no su letra ni la moral de su discurso fnico
sino que relata la respiracin, el pulso de la conjuncin
rtmica y bocal en un experimento tan original como as
tambin de una abrumadora lucidez.
Los puntos sobresalientes de la novela aparecen en el
desasosiego que le provoca al investigador encontrar que
Catherine Tekakwitha es presa de la misma intemperie a
la que terminan expuestos quienes (como l, como casi
todos los seres) no logran poseer el arbitrio de los recursos necesarios para forjarse algo parecido a un destino, y
tambin en algunas descripciones del erotismo que surge
de sus encuentros sexuales con Edith, en las que logra una
agudsima diseccin de los instantes que se encaminan hacia la consumacin o el desencuentro a la hora de despertar las zonas ergenas: Sus labios no eran gruesos pero s muy
suaves, sus besos eran flojos, como inespecficos, como si su boca no
pudiera elegir donde quedarse. Se deslizaba sobre mi cuerpo como una
patinadora principiante. Yo siempre tena la esperanza de que se afirmara en algn punto perfecto y anidara en mi xtasis, pero segua de
largo despus de posarse por muy poco tiempo () Qudate, qudate,
quera gritarle en el aire denso del segundo subsuelo; vuelve, vuelve,
no vez hacia donde seala toda mi piel?
Prevalece, por sobre otras, al finalizar la lectura, la
sensacin de que son en definitiva las pasiones las que motorizan a las sociedades, las que trascienden los tiempos,
las pocas, y las que se terminan proponiendo, al fin de
cuentas, como el ciego sostn de una cultura que en los
momentos ms crticosacude a ese reservorio, ncleo distintivo de lo verdaderamente humano.

LUNES, 3 DE OCTUBRE DE 2011

La tentacin artefactual, por Walter Romero


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El pozo y las ruinas, de Jimena Nspolo. Barcelona, Los libros del lince, 2011, 262 pgs.

74

imena Nspolo intenta aprehender en su novela-collage El pozo y las ruinas esa zona de magmtica y ominosa atraccin que llamamos punto ciego. Sus modos

de narrar parecen multiplicarse en una qute que
siempre, en principio, ilusoria, en este caso, da frutos de
gran espectacularidad, colocando al texto en una actualidad no ya del orden caduco del (pos)modernismo, sino en la
brecha de las artes del presente: a la manera en que los regmenes (post)modernos de la literatura revisan sus estatutos
de representacin frente a la forma en que hoy pensamos
o seguimos leyendo? eso que, desde 1800 aproximadamente, llamamos literatura: Hay una sola historia que cada
uno de nosotros puede contar, y si la cuenta bien, o cree que la cont
bien, o que no podr contarla mejor, para qu insistir en la literatura?
Esta novela rastrea, casi agonsticamente, modos de doblegar la nostalgia an vigente sobre las ltimas formas
de narrar: en una transicin epocal, de la cual el texto da
cuenta, acerca de cmo representar assemblage narrativo
mediante este drama que, desde el hoy, se impone. Este
gesto y esta interpelacin de Nspolo, multiplicada acaso
en muchas voces impostadas o atomizadas, omnipresentes o retaceadas, asordinadas o brutales como un grito
y dispositivos varios, se hacen cargo tanto de la angustia,
como de la tenacidad, con que se emprende la narracin
de una historia que se intuye inenarrable, o acaso titnica.
Ni falsamente experimental ni instalada en una
vanguardia snob, este texto de quiebre postula lo que
de modo augural el siempre moderno Robbe-Grillet
planteaba en la bisagra milenarista de 2000, bajo la
forma aggiornada del self-voiding fiction y su entramado de
equvocos y tergiversaciones en sus pliegues, despliegues
y autodespliegues para e hipertextuales, que hacen del
malentendido la nica razn de ser narrativa: En ciertos
momentos la narracin tomaba fuerza, vigor, pero luego, con la
progresin del hambre, la escritura se iba tambin debilitando hasta
automatizarse en seas elementales, otorgando a la aventura su revs
de absurdidad.
Cada ardid (narratolgico) de esta novela parece gritar
esas inadecuaciones (o su condicin de incertidumbre),
para no dejar de ser nunca otra cosa sino la mostracin
de ese escollo, de esa (auto)disconformidad: diarios dentro de diarios, las fotografas y sus negativos, mensajes mviles de celular, narraciones en una primera persona fulminante, adustos informes periodsticos, diagramas, notas
a pie de pgina, entrevistas como piezas teatrales o filosficas y sus consecuentes didascalias, fechas de distintas
y alternas temporalidades del presente, relatos de viajes,

el uso anodino o fetichista de las imgenes, la stira menopea sobre el campo literario argentino, fotos con firma de
autor, los anexos y sus addendas, los epgrafes poticos, las
notaciones y anotaciones difusas o recidivas, alteraciones
tipogrficas y otras (muchas) incrustaciones varias: el odio, el
orden que antes era exacto, ahora no encuentra sitio, lo que antes era
uno, dos o cero, la que era mi mujer o mi familia, ahora es silencio,
ropaje, mscara, locura, botella vaca
La novela ya no es ms el gnero omnvoro, sino la gran
charada de compleja dilucidacin, que ofrece, a modo de
fragante mostracin, sus propios fracasos, al querer discernir las huellas de una realidad que escrita con paisajes
de Nazca, Oruro o de la cada vez ms peripattica Mendoza
(de Di Benedetto) nos habla, sin ms y, con gran rigor,
de la gran muesca humeante de la historia reciente
argentina, sa que no acabar nunca de cerrar, y hay que
narrar una y otra vez, en una reprise infinita: en un recuerdo que se empecina en volver hacia delante.
Su protagonista, el apocopado Seg (ismundo), no es
otro que un viajero (descentrado) en el hoy del Bicentenario,
cuya profesin de fotgrafo, intenta absorber, desde su humilde trinchera de revelado, aquello que, en el encierro
calderoniano en que muchos argentinos vivieron o fueron
confinados, no se pudo o no se quiso saber, y recin ahora
aflora. Eso que Nspolo da en llamar vida o las realidades
reversibles de la literatura (o acaso, sencillamente y una vez
ms, vida y literatura) es el gran teatro del mundo, bien
de este lado del mapa sudamericano: orogrfico y confuso,
multitasking y engaoso o pleno de los relieves (estratigrafas del pasado) que, en su novelesca traslacin, la autora
ausculta con vigor, pero con asumida decepcin final: la
realidad no es tanto un nico pozo sino muchos sumi o
chupaderos y, ms que ruinas, su historia es el relato de
una vasta despacializacin que vuelve mdulo todo territorio textual, haciendo de esta novela un objeto casi artefactual: el qu es el pozo, el cmo es la diversificada, sagaz y heterclita ruina que Nspolo construy, acaso con el mismo
poder con que algunos pueblos alemanes, en el perodo
diegtico del romanticismo, no slo le brindaban pleitesa
a sus verdaderas ruinas, sino tambin se abocaban, con
denuedo, a fabricar y luego a venerar ruinas que inventaban ex profeso all donde no las haba, volviendo verdadero, lo falso y lo ficticio.

JUEVES, 29 DE SEPTIEMBRE DE 2011

La sopa del dolor, por Jimena Nspolo


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Caudal, de Rafael Rubio. Santiago de Chile, Editorial Pfeifer, 2010.

75

ay una escena recurrente en la obra del poeta


chileno Rafael Rubio (1975); una escena que en
esta lujosa antologa que rene treinta y tres poemas pertenecientesa los libros Arbolando (1998), Madrugador Tardo (2000) y Luz rabiosa (2007), ms un indito escrito
a mano alzada y reproducido como tal en la pgina final
(Queja), se hace particularmente evidente. Se trata de
una escena familiar condensada en los siguientes versos:
Mam, cuchillo, plato Tenedor!
(se convocan unnimes). Las una
de la tarde blasfema: el comedor.
Afuera, la terrible calma hambruna.
Abajo, entre las patas de la mesa
la hermana busca la migaja: hurfana
la espalda refunfua? de tristeza
(Recndita) la madre sorbe el plato
sin levantar los ojos
rabia? rabia!
Y esta mosca que zumba sin recato
entre el vapor feroz que se encarama?
Esta escena que remite a un Almuerzo familiar,
como el ttulo del poema indica, vuelve una y otra y vez
para dibujar el abanico de padecimientos de un sujeto potico autodefinido en su orfandad en metforas, onomatopeyas y sincdoques: A la sopa me asomo (improvisado/
espejo) para verme. Y slo veo/ la cara de mi padre que
me mira/ desde el abismo funeral del plato (de Plato)
O: La mesa mira sillas irreales./ Se est quedando sola y
aburrida (de La mesa). O: Qu profunda la sed que
se te enrosca/ como una mala madre. Y qu rotunda/ la
piedra que te habita (de Segunda elega).
Cualquier relacin con la historia personal del autores forzada y no. En el prlogo que acompaa este volumen, Floridor Prez nos informa que Rubio pertenece
a una familia de poetas inaugurada en los aos 50 por el
abuelo Alberto y continuada en los 80 por el padre Armando, muerto tempranamente. Genealoga de sangre y
genealoga de tinta se confunden, as, en esta obra para
tramar una poderosa voz elegaca vuelta sobre el mundo
temblando de ira, pero extremadamente autoconciente
de la tradicin de la que surge y a la que vuelve con un
lenguaje no aprendido slo en casa, sino tambin en
una heredad mayor. Se trata de una voz en la que se
puede encontrar tanto el cordn de afectos y desafectos
que subsume a toda la poesa chilena como adems, por
ejemplo, al descerrajado Csar Vallejo, segn se observa

con claridad en este Primer pual de Luz rabiosa: Pst


padre. Pst hermana. Pst mamita./ Qu les pasa que nadie me responde?/ Ya pues, qu les pasa.
Pocos poetas hoy pueden hacer gala del dominio tcnico que Rafael Rubio esgrime al punto de atreverse con
el verso ymbico, el soneto, las sextinas, explotar las similicadencias o construir un verdadero manual de instrucciones sobre El arte de la elega con una potencia fundacional verdaderamente inaudita:
() No es
imprescindible que el mundo se entere
de tu ruina pringosa, pero si
el poema lo requiere as, confisalo
pero que sea solo una vez:
de tu dolor da cuenta tu silencio.
Arrasars con todo lo que obstruya
la lectura fluida del poema,
entenders, al cabo, que el silencio
es la onomatopeya de la muerte,
has de darle lugar en la elega. As
evitars la asfixia del lector.
Has de expulsar los ripios, con un ltigo:
no entrarn en el templo de tu padre
fariseos ni ciegos mercaderes
de la palabrera.
Barrers
con todo lo que no contribuya
al despliegue lujoso de la retrica
y lo dems entrgalo a los perros.
Entenders por fin que una elega
es cosa de vida o muerte.
(El arte de la elega)
Los versos de Rafael Rubio se desenvuelven con una
musicalidad intensa, acompasada, que mima el sonido de
los cascos de un caballo al galopar en el desierto de un arte
asumido como asuncin mstica. No por azar el poema
manuscrito con que se cierra el libro ostenta estos versos
finales: Dale muerte al caballo, si eres gallo./ Y que despus del rayo, zumbe el trueno. Pero en ese mientras
tanto que es la vida, estos versos encuentran su fuerza
en un sujeto potico capaz de relincharse, nacerse,
hacerse puerta, vivir azotado por una enfermedad llamada madre, ser la desesperacin de las estatuas, subir para abajo, ser cascajo, ser carajo, relmpago
desierto, mal viga de mi huerto (de Autorretrato,
Resurreccin, Sextina primera, Misa).

Es tambin una poesa sabia, vital, que al barato lloriqueo de los pobres de espritu (Si hablas de tu padre ser con rencor/ y no con el barato lloriqueo/ de los
pobres de espritu. De El arte de la elega) le planta el
grito cimarrn de un Zarathustra ms hambriento que el
hambre, que se niega a tomar la cuchara blasfema, retorcida de ira en los manteles, a sentarse en la funesta cabecera ante el chirrido atroz de los cuchillos (de Escena
familiar), que se sabe herido de muerte y de furia, pero
an inevitablemente vivo:

No tenemos pavor, pero sabemos


que en toda palabra palpita la voz de un demonio
a la hora en que la noche anda rondando los signos.
() Tenemos hambre, es cierto, pero hambre de hambre
(no venimos a entregar el azufre ni el oro
en fin, los oropeles de la mendicidad).
Yo escribo porque tengo una llaga que me mira
una herida parecida a tu cara
pero s que tu sangre es mi sangre
y mi furia es tu furia.
(de Misa).

MARTES, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Narratividad y empata, por J. S. de Montfort


Culturas de la empata, de Fritz Breithaupt. Traduccin de Alejandra Obermeier. Katz Editores, Madrid/Buenos Aires, 2011, 287 pginas.

ritz Breithaupt (1967, Meersburg, Alemania), fiel


a la mixtura de sus actividades profesionales como
profesor adjunto de Ciencias Cognitivas y de Literatura Comparada en la Universidad de Indiana (USA),
nos ofrece en su libro Culturas de la Empata una suerte de
teora hbrida entre la narratologa y la neurociencia para
explicar el modo en el que el ser humano es capaz de hacer uso de la capacidad emptica, como instrumento
central para generar la moral (p. 267). El libro est dividido en cuatro partes, siendo las tres primeras una suerte
de recopilatorio de lo investigado por las ciencias cognitivas hasta el momento, punteado por las acotaciones de
Breithaupt.
As, se nos habla en primer lugar de la produccin de la
no similitud, pues es gracias a sta que la similitud puede
ser canalizada y regulada (p. 32). Aplicado a la literatura,
y tomando como ejemplo el Iluminismo del siglo XVIII,
propone Breithaupt que la empata se bloquea a travs del
Yo, puesto que el Yo, surgido gracias a la construccin de
la individualidad, privatiza al individuo, lo priva de la
capacidad de comprender al otro (p. 81). Esto provocara
que la narrativa hubiese desarrollado dos estrategias: la
produccin activa de similitud (privilegiar aquellos plots
que provocan situaciones extremas en las que todos sentiran o actuaran igual p. 82) y la instrumentalizacin de
un Yo singular para conseguir la atencin del lector, y as
el inters por la no-similitud del personaje.
Para que se d la empata segn la Theory of Mind
son necesarios unos presupuestos, nos dice Breithaupt en
la segunda parte del libro: que lo observado constituya un
hecho nico, que ocurra en una situacin claramente determinada y que exista la presin sobre el individuo para
que ste tome una decisin. La reaccin del observado,
adems, debe ser predecible imaginariamente. Lo importante del caso, nos dice Breithaupt, es que el observador

sea capaz de narrativizar la escena mediante un proceso


sencillo, gracias al cual ser capaz de comprender las
emociones, el pensamiento y los planes del otro.
El tercer bloque del libro se centra en el poder y en
cmo este influye en la empata. Breithaupt lo analiza al
respecto del sndrome de Estocolmo y encuentra que en
tal caso la empata no sera un fin en s mismo, sino un
instrumento concreto para mantener en pie la comunicacin (p. 124), y salvar la vida, claro. A travs de la teora del chisme de Dunbar, Breithaupt indaga en los usos
sociales de la empata, viendo que hay una necesidad social para mantener el propio status (p. 134). As, segn
Anna Freud, se reprimira la propia perspectiva, se reconocera la del otro como nica y uno acabara vindose a
s mismo con los ojos del otro. Con ello, se consigue invisibilizar el inters propio en un modo mimtico, y el Smismo se transporta a una identidad social (p. 138). La
empata cumplira funciones estratgicas en espera de un
beneficio que, comnmente, se suele aplazar en el tiempo.
En la ltima seccin nos habla Breithaupt de la empata narrativa propiamente dicha, asumiendo que la capacidad de filtrar, limitar y bloquear la empata es un mrito de la cultura (p. 151). Para ello, el ser humano hara
uso de dos mecanismos simbiticos: la toma de partido, que
est unida a una situacin de conflicto en particular y se
opone a la identificacin que es total e independiente de
la situacin, y la narracin, pues segn el autor tomamos las
decisiones que pueden relatarse mejor. Este pensamiento
narrativo diferenciara a los seres humanos del resto de
primates, constituyendo una forma (involuntaria) de la
conciencia humana (p. 184) y sera, adems, su modo de
auto-legitimarse. Al permitirnos pensar que las cosas podran o podrn ser de un modo diferente, el pensamiento
narrativo nos prepara para el futuro y tal alteridad sustenta la empata.

| BOCADESAPO | RESEAS
77

Breithaupt basa su acercamiento en ciertas tesis clsicas de Aristteles y referidas a la tragedia griega, pero que,
aplicadas a la narrativa actual, resultan problemticas. Es
el mismo inconveniente que tiene su no por ello menos
interesante anlisis del funcionamiento de la empata en
la narrativa realista del siglo XIX, comentando las novelas
La Regenta (Clarn), y Effi Briest (Theodor Fontane). Segn
el esquema de la toma de partido de Breithaupt, el lector
cuando no se le permite la identificacin ni tampoco la empata (por tratarse de un personaje esquivo o con una identidad difusa) o bien inventa para el personaje alternativas
que no existen o bien procede a travs de lo que Wolfgang
Iser llama espacio vaco y posibilita que el desconoci-

miento [del personaje] oper[e] como identidad (p. 251).


En resumen, Culturas de la empata es un libro que se sustenta en una idea feliz y original, la de la empata narrativa como sistema de toma de partido, para la cual busca
Breithaupt unas mnimas bases cientficas y una prehistoria y la cual demuestra a travs de dos ejemplos fructferos,
pero de hace ms de un siglo. Siendo que se presupone
un conocimiento cientfico, proveniente en parte de las
ciencias cognitivas, no es difcil argumentar decenas de
ejemplos empricos de la narrativa del siglo XX (sobre
todo la postmoderna) que pondran en serios apuros la
validez universal de la hiptesis de Breithaupt.
MARTES, 13 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Los dos lados de la trampa, por Felipe Benegas Lynch


Trampa de luz, de Matas Capelli. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2011, 96 pginas.

na trampa de luz es un espejismo: uno cree estar


afuera, deseando entrar, y de repente est adentro,
sin poder salir. La atraccin es irresistible, natural.
As se ven los bichitos que pululan sobre una lmpara incandescente en la portada de la novela de Matas Capelli.
As va su personaje, sin poder salir de la engaosa luz de
ciertos vnculos que lo arrastran a un encierro destructor.
Porque de pronto la atraccin deviene laberinto y la
Ariadna que deba guiarnos hacia la salida se aleja embarazada de otro. En la clausura del laberinto todo se empieza a
descomponer. Para colmo, la idiosincrasia nacional suma al
calor una huelga de recolectores y la podredumbre es general:
Hay bolsas destripadas pero algunas permanecen intactas,
infladas y con gotas de humedad que se condensan contra el
lado interno del plstico, aire y sudor de millares de gusanitos
llevando adelante incansables el proceso de descomposicin.
No vienen de afuera, sino de la propia materia.
La novela es breve y nos conduce a travs de la intensidad de un da, atpicamente caluroso para agosto (la
sensacin trmica ya bordea los treinta y cinco grados),
un da que es casi un descenso infernal (ese veinticuatro de agosto la ciudad es un infierno) y que nos llevar
junto al abatido personaje desde la maana en que su ex
(Ariadna) decidi pasar a devolverle la plata de las vacaciones (y, de paso, comunicarle que est embarazada de
otro), al amanecer del da siguiente, que lo encontrar
dentro de un Chevette tan deteriorado como sus vnculos
familiares, donde la luz destella, quizs, como un arco iris
lejano, como una grieta de salida en el laberinto, o como
una trampa ms de la luz, quin sabe.
La pregunta para los que no somos insectos y podemos formularla es: de qu lado nos situamos frente a los
ncleos de atraccin que nos depara la vida? Por qu ir

detrs de aquella mujer? A qu crculo social integrarse?


Ser empresario o profesor de gimnasia? Cul es el lmite
cuando se trata de dinero?
El personaje se debate entre sus dos linajes en una ciudad que no ha dejado de ser el mapa de la desigualdad
norte/sur. Al norte, la parte de su familia paterna que todava juega a la aristocracia (Una zona de alcurnia anacrnica en la que arboledas ocultan como bosques pequeos castillos); al sur, l, que habita el departamento de
su abuela materna, quien despotricaba contra ellos, los
del norte, desde esa zona de riachos y puentes donde los
intendentes gobiernan sus barrios como feudos en los que
todo se decide de un modo oscuro y desigual.
l cruza las fronteras, atrado por errticas guas femeninas que nos remiten tambin a cierta aristocracia literaria (Ariadna, Nadia, Albertina). De uno y otro lado roba:
tapas de alcantarillas, teteras de plata, fondos fiduciarios.
Parece haber aceptado que eso de que el que roba al
ladrn... Pero no hay consuelo en esa frase. Los dolores siguen y la liberacin podra encontrarse solo desde el
centro de ese encierro, del revoloteo en torno a la luz del
dinero, del afecto, de la contencin. Una vez adentro, se
puede salir. Esa es la gracia del descenso, de tocar fondo.
De otro modo uno se estrella una y otra vez en el umbral.
Capelli logra arrastrarnos detrs de los pasos de su personaje. Su novela es, de alguna manera, un relato inicitico: para el personaje, para el escritor y para el lector, que
agradece el sutil ejercicio de la trampa bien entretejida.
Desde la oscuridad del descenso, cuando la luz ya se
ha revelado como trampa y engao, podemos vislumbrar
otra luz: la silueta tenue de un arcoiris, que es el opuesto
de la trampa, un destello de intemperie que nos abre la
posibilidad de un da ms, un paso afuera del engao.

JUEVES, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Una profeca literaria sobre el genocidio judo, por Anna Rossell


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Ma es la venganza, de Friedrich Torberg. Traduccin de Lidia lvarez Grifoll. Sajaln Editores, Barcelona, 2011, 114 pgs.

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scrita y publicada por primera vez en 1943 en su


exilio norteamericano, esta novela breve de Friedrich Torberg (Viena 1908Viena 1979) escritor,
periodista (comentarista deportivo y crtico teatral) constituye, junto a Der Schler Gerber hat absolviert El estudiante
Gerber ha aprobado, publicada en 1930 en Viena, uno de
los mejores textos de su autor. La novela tiene la prerrogativa de ser pionera en su tiempo en enfrentarse al tema del
genocidio nazi, adelantndose a los hechos histricos de
los planes de exterminio, y sigue perteneciendo a la minora de las que no tratan slo de la actuacin inhumana de
los nazis y del tormento fsico de los judos, sino tambin
de un dilema moral.
Ma es la venganza, que se publica ahora en Espaa junto
con el relato El regreso del Golem, es un pequeo tesoro literario, pues sabe condensar en sesenta y seis pginas el perodo
ms negro de la historia europea del siglo XX a travs de
la biografa de un judo y de sus terribles vivencias en un
campo de concentracin. La novela es una pieza maestra
de la narrativa breve, pues maneja con precisin la concisin significativa; raras veces tan pocas palabras glosan
tanto: el dolor, la tortura psicolgica y fsica, los planes nazis
del exterminio de los judos, los mtodos de los torturadores, la reflexin sobre la venganza, la culpa, el exilio
A partir de la reiterada coincidencia de dos personajes en un muelle de Nueva Jersey en 1940 y de la conversacin que entablan, Torberg construye el marco de
los hechos que narra el protagonista judo a su interlocutor casual, quien a su vez nos los transmite. Rehuyendo
todo sentimentalismo, el autor describe con un lenguaje
lacnico, lcido y conciso el sufrimiento de los internos
del barracn de los judos de un campo de concentracin
considerado no tan malo, a partir del momento en que
destinan all al sdico jefe del grupo de las SS Hermann
Wagenseil como nuevo comandante. El ncleo temtico
de la novela lo constituye, como anuncia el ttulo, el tema
de la venganza, una discusin a la que se entregan los judos del campo y en la que un futuro rabino defiende la
de Dios como nica legtima, remitiendo a las palabras
divinas de la Biblia. Original y magistral es la estructura,
que coloca el clmax al final, dando un golpe de efecto
extraordinariamente sorprendente, que contiene la clave
interpretativa y parece desvelar la posicin del propio autor hacia la cuestin medular que plantea. El texto da fe
del humanismo de Torberg, cercano al de Stefan Zweig.
La edicin que comentamos ha seguido el ejemplo de
la alemana de 1968, que public la novela con el relato
El regreso del Golem. La edicin conjunta resulta adecuada

y justificada, no slo porque el relato abunda en la misma


temtica, sino porque constituye un complemento de la
novela, tanto informativo de los hechos histricos como
de la propuesta que hace el autor respecto de la reflexin
sobre la venganza. A lo largo de cuarenta y cinco pginas
y tomando como punto de partida la leyenda del Golem,
el autor viens da cuenta de cmo funcion el plan del
jefe del Reich de las SS de reunir en Praga todo lo que
evidenciara la actividad infecta, infame y peligrosa para
la humanidad de los judos, y que permitiera demostrar
que tenan que ser exterminados []. El llamado Programa de Ilustracin, que consista en diseccionar cientficamente todo el material reunido para darle categora
de documento tras un estudio que condujera a las conclusiones deseadas que justificaran el exterminio, lleva a
convivir y a trabajar conjuntamente a un grupo de nazis y
judos. Tambin el relato resulta muy informativo al abordar un aspecto poco comn en la literatura llamada del
holocausto. Para quienes no estn muy familiarizados con
ella ser novedosa la diferenciacin que hacan los nazis al
conjeturar sobre su colaboracin: Algunos lo haran voluntariamente y con conocimiento de causa []; algunos
lo haran voluntariamente y sin conocimiento de causa
[]; algunos lo haran por obtener ventajas personales; y
a algunos probablemente habra que doblegarlos, o bien
con promesas o bien con amenazas. Todo un abanico del
refinamiento de los mtodos nacionalsocialistas plasmados en la estrecha convivencia entre verdugos y vctimas,
una matizada diferenciacin de actitudes entre la complicidad y la autodefensa de estas ltimas.
Friedrich Torberg, cuyas obras fueron prohibidas en
1933 con la ascensin de los nazis al poder, por su ascendencia judeoalemana, se vio obligado a emigrar primero
a Suiza, en 1938 y despus a los Estados Unidos gracias
al visado que le procur el club P.E.N., que lo protegi
especialmente como autor alemn anti-nazi. De su exilio
americano regres a Viena en 1951. Ya antes de la guerra, en Praga y en Viena, Torberg frecuent los cafs y
las tertulias de los intelectuales de su tiempo, los mismos
a los que acudan Hermann Broch, Robert Musil y Franz
Werfel. Fue amigo de Egon Edwin Kisch, Alfred Polgar y
Joseph Roth. Conoci a Andr Malraux, Bertrand Russell
y Ernst Toller. En el exilio frecuent el crculo de emigrantes de Hollywood que acogi a Lion Feuchtwanger, Thomas Mann y tambin a Bertolt Brecht, a pesar del anticomunismo que caracterizaba al autor viens.
Ma es la venganza es la primera obra suya que se publica en Espaa.

SBADO, 3 DE SEPTIEMBRE DE 2011

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Una reunin de lectores en la Librera Argentina, por Silvana


Lpez

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El efecto Libertella, Marcelo Damiani (comp.). Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2010, 224 pgs.

a H con la que comienza el Prlogo de El efecto


Libertella torna los sentidos indecibles. Podr ser,
entre otras, la H de Hctor Cudemo, el protagonista de sus ficciones, o de Hctor Libertella, ambos nacidos en Baha Blanca, el 24 de agosto de 1945, o la H
de la firma del escritor rubricada por el artista plstico
Eduardo Stupa. Una H que dirime el rastro, la huella, de
un fantasma, de un lugar que no est ah y de una potica
diluida en una multitud de formas que se confunden en distintas redes botnicas que, como lectores de Libertella, tratamos de
localizar, de identificar, de ontologizar, aunque siempre
se fuguen sin dejarse aprehender pero cuyas persistencias
hacen visible los espacios y las obsesiones libertellianas
como si su escritura insistiera, sin cesar, en el trazo de un
centro sin lugar y en desplazamiento.
El efecto Libertella rene un conjunto de artculos, compilados por Marcelo Damiani, que asedian tanto la potica libertelliana como las figuras del Libertella amigo - escritor/lector - post-hombre. El texto exhibe, de ese modo,
mltiples abordajes de legibilidad de un estilo singular de
concebir la literatura y de una obra que dialoga, como
seala Ral Antelo, con lo informe. Los diferentes artculos, en una tensin entre el lenguaje de la crtica y la
literatura y las formas de la amistad, dan cuenta de una
tica del escritor que supone, en ese sentido, una potica:
literatura y vida constituyen la cifra de Hctor Libertella. As, Csar Aira se da cuenta de que con l muere el
ltimo escritor de la vieja raza, de los que preferan la
miseria a concederle a la respetabilidad un solo minuto
de su vida. Esa perspectiva se entrelaza con la lectura de
Ariadna Castellarnau en la que filia a Libertella con Macedonio Fernndez, escritores cuyo linaje tiene por sea
de identidad la autodisolucin.
Libertella practica tanto la diversin en lo oscuro,
en la hermesis verbal, en un querer llegar casi al silencio
Ricardo Strafacce como el deleite de desquiciar las palabras mediante los procedimientos de re read, re petition,
re read, re petition petition, que utiliza Jeremy Munday en su
traduccin al ingls de Nnive. Una escritura agonstica que aprende a desfasarse y ser experta en el destiempo Martn Kohan, la negatividad de la negatividad Damin Tabarovsky; una especie de oblicuidad
en el gesto escriturario que vuelve vieja la parodia y tarada a la vanguardia, procedimientos que constituyen el
nico modo de toda revuelta crtica autntica Laura
Estrin. La literatura de Libertella se traza en los restos, en las ruinas Maximiliano Crespi, en las huellas

de la letra, la patografa Martn Arias o enfermedad de la letra, de la letra-Herona. Su potica se constituye en complejos entramados genricos que perturban
las tipologas y las preceptivas tradicionales Alan Pauls
produciendo un singular efecto de lectura Ariel Idez.
Pedazos, trozos, sonidos, trinos, que transmigran de texto
en texto diseando una potica cuya potencia y flujo narrativo est constantemente entrelazndose en un magma
escriturario que se abre a posibilidades de sentido incalculables. En esa direccin, la transmigracin y (re)aparicin de los distintos nudos narrativos tienen algo de desaparecido en la aparicin misma como reaparicin de lo
desaparecido. Ese efecto espectral tambin se lee en los
procedimientos de des-originacin de la enunciacin y en
los indicios autobiogrficos que exhiben los textos. De all
que el gesto ms autntico de Libertella sea el de compartir la firma con Eduardo Stupa; ante esto, como lectores
de literatura, escribe Tamara Kamenszain, estamos irremediablemente perdidos.
Es posible afirmar que al escribir de otro modo se comienza a leer de otro modo. Los protocolos de lectura
que se enuncian, se dicen y se des-dicen, afirman y desafirman, vacilan y/o suspenden en los distintos ensayos
de El efecto Libertella apuntan a ocupar el vaco de esa H,
el trazo de un entramado indiscernible de lectura y escritura de una masa literaria, que Marcelo Damiani, con
lucidez, inscribe en el comienzo del texto. De ese modo,
los escritores construyen un volumen que abre distintas
lneas de lectura de la potica libertelliana, sin pretensin
de agotarla, tomando el riesgo de ir rumbo al impensable cero
o siguiendo el destello de lo que Libertella escribe en una
carta: Mira, Lorenzo, es un salto sin red abajo un viaje slo de
ida.

MARTES, 30 DE AGOSTO DE 2011

Un sutil aleteo por la muerte, por Natalia Gels


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Recuerdos de un callejn sin salida, de Banana Yoshimoto. Traduccin deGabriel lvarez Martnez. Buenos Aires, Tusquets, 2011, 216 pginas.

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or qu ahora se me da por escribir cosas


tristes, que tanto me cuestan?, se pregunta
Banana Yoshimoto en el eplogo de Recuerdos de un callejn sin salida. La autora de Kitchen (1987), novela
que escribi cuando tena 23 aos, presenta ahora cinco
relatos impregnados todos de una tristeza pulcra, de un
aleteo melanclico que motoriza la accin. En estas historias, la escritora japonesa teje mundos que, distantes entre
s, se encuentran en la figura de sus protagonistas: mujeres
jvenes, independientes, preocupadas por el sentido de la
vida. Y es quizs ah, en la manera explcita en la que se lo
cuestionan, que los relatos de Yoshimoto se debilitan. Ms
all de esa introspeccin a veces un tanto almidonada, al
leer estos cuentos queda claro que esta mujer es una narradora efectiva. Sus historias, en las que a veces gana la
amargura, a veces, una felicidad templada, transcurren
con agilidad. Son cuentos narrados con destreza.
En La casa de los fantasmas, Yoshimoto cuenta una
historia de amor entre dos jvenes. No es una historia pasional, es, por el contrario, algo que se cuece a fuego lento,
a travs de aos y de distintos cambios en el cielo. Son
Secchan e Iwakura, un chico y una chica hijos de dueos
de restaurantes, que se debaten entre seguir o no con el
designio familiar. Eso los une en una relacin que en principio es anodina, y luego adquiere intensidad, que crece a
partir de encuentros en la casa del chico, en un viejo edificio habitado por fantasmas. En Mamaa!, Masuoka,
que trabaja en una editorial, se intoxica con alguna comida y, cerca de la muerte, repasa su infancia y, por supuesto, su lugar en el mundo. La luz que hay dentro de
las personas, por su parte, es la historia de una Mitsuyo,
una joven escritora que recuerda su amistad con Makoto,

un nio rico obviamente, triste hijo de un pastelero. La


suya fue una amistad infantil en la que la tragedia quiebra su ritmo taciturno y muestra cmo los caminos que
se desbarrancan, lo inevitable sucede y, muchas veces, se
presiente. La felicidad de Tomo-Chan muestra cmo
Tomo-Chan, la chica en cuestin, intenta ser feliz, conocer el amor, casi con obstinacin, si se examinan las cartas que le han tocado a lo largo de su vida: una violacin,
la separacin de sus padres, la muerte de su madre. Pese
a todo ello, la muchacha se alimenta de una ilusin, de
vuelo bajo, pero ilusin al fin. Por ltimo, en Recuerdo
de un callejn sin salida, Mimi-chan, otra chica triste del
mundo Yoshimoto, se refugia en Niyishama, un joven de
esos que no conocen de ataduras, que se mueven libres
por el mundo, un joven de esos que ella lo sabe nunca
pertenecern a nadie ms que a s mismos. Esta es una
historia de desengaos, de dolores de antao, de amarguras presentes
En este callejn estn presentes la buena comida, la infancia, por lo general, una infancia traumtica, de padres
separados; un puado de muchachos difanos y de mujeres que asumen el punto de vista en el relato, mujeres que
en cierto punto no se conforman con lo que tienen, que se
conmueven por la candidez de los otros, a veces con una
sensibilidad que empalaga, a veces con lograda sutileza.
Se dice que esta autora tiene el mrito de representar la nueva generacin de mujeres japonesas. Yoshimoto
dice que estos cinco cuentos autobiogrficos son su manera de exorcizar los malos pensamientos, antes de la llegada de su primer hijo. Su particular manera de barrer la
muerte, de ahuyentarla. Y lo hace de una manera afable,
casi con un soplido.

SBADO, 20 DE AGOSTO DE 2011

Certificacin de lo invisible, por J.S. de Montfort


Una belleza vulgar, de Damin Tabarovsky. Barcelona, Caballo de Troya, 2011, 125 pgs.

a ltima novela del escritor argentino Damin Tabarovsky (1967), Una belleza vulgar, se propone, en
su plano ms superficial, como la historia nfima
de una hojita quese desengancha del pasado, es decir, del
futuro [pg. 11], o sea, de la rama de un rbol en la calle
Thames de Buenos Aires, y as se abre una deriva, en la
que el nico argumento sera el propio deambular errtico de la hojita.
Esto es, en efecto, la parte visible (o ms visible) de

la novela y, por ello, la menos importante. Porque lo que


provoca, justamente, es que la mirada del escritor se fije
en los aledaos y nos vaya descubriendo as, a la manera
cartogrfica, los edificios y las gentes de la calle Thames.
Este segundo plano estructural le sirve a Tabarovsky
para realizar dictmenes de tipo sociolgico, o si se quiere
de la moral econmica y, por sobre todo, laboral a
cuenta de las gentes de la calle Thames, oponiendo bien
comn a la tica privada. Con ello, adems, se evita el en-

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81

gorro de libros anteriores suyos como Autobiografa mdica


(2008) de tener que supeditar la narracin a la tirana de
un personaje y, por ende, a la rigurosidad verosmil de un
argumento. Y aqu yace, segn creo, la mayor novedad del
libro y su mejor valor, puesto que pierde preponderancia
el sustrato social del marketing y la esttica de la publicidad de sus anteriores libros y gana la indagacin filosfica
de tipo ms bien ensaystico, con una voluntad de querer abrazarlo todo y que se pretende abolicin de todo
poder [117]. Esto se concreta en un ir desplegando una
proposicin y, de inmediato, refutndola con su formulacin contraria.
No es que sea tampoco una novela de tesis, Una belleza
vulgar, sino que su ensayo funciona al modo de la prueba
y el error, tal que un ir construyendo el discurso mientras tanto [68] se observa ociosamente la banalidad de
la decoracin del paisaje. Esto se justifica en el aserto de
Tabarovsky de que el conocimiento nunca puede pasar
la frontera de la facticidad [58] y, en su otro extremo, en
el hecho de que lo oculto se manifiesta bajo el modo de
la muerte [110].
Diremos que en cuanto al estilo, el libro juega a elucubrar la posibilidad de trabajar narrativamente sin punto
de vista, o mejor dicho, desde un punto de vista mvil
[52], lo que implica un paso del orden al caos, y que se
abre con la mencionada hojita que rompe el orden (la sintaxis) del rbol, en un intento de dar un principio al arte
[118], y que acaba revelndose como un arte de lo banal.
Dicho de otro modo: regresa Tabarovsky a los postulados
de la Esttica, desoyendo el fin del arte de Danto, e indaga
no en qu es el arte, sino cundo hay arte [111].Tabarovsky, finalmente, encuentra el arte en la precariedad de
las ruinas de una existencia destinada al olvido [124], all

donde no se oculta metfora alguna [123], en un narrar una y otra vez el banal relato de que el relato es banal,
hasta que la repeticin se vuelve una forma de la novedad
y la novedad una forma de lo sublime [120].
Por ello, Una belleza vulgar es necesariamente un libro
alegrico sobre la mirada, la mirada del adis, la mirada
[del escritor] que congela [pg. 123] porque es consciente de que nadie ve lo que pasa [116] y as al escritor
no le queda ms remedio que fijarse no en lo que pudo
ser y no fue, sino lo que nunca fue [112] y dar cuenta
en consecuencia de un futuro en ruinas, jugando con las
paradojas que se oponen a la doxa [102].
Su modo de proceder entonces es a travs de la afirmacin que no afirma nada, la proposicin que no propone nada, la descripcin que no describe nada [102],
en un grito silencioso contra el abuso actual de la teora;
de ah que sea necesario sealar el antecedente para la
construccin del relato de un cuento breve perfilado al
estilo postimpresionista de la escritora bloomsburyana Virginia Woolf, llamado Kew Gardens (1921). Igual que en el
relato de la escritora inglesa, Tabarovsky descubre la fascinacin por detenerse, quedarse quieto treinta segundos.
Pero treinta segundos en serio. Sin pensar [91]. Es en
ese impasse donde surge Una belleza vulgar, en la suspensin de toda condicin de posibilidad [86] y all triunfa lo
real: la materialidad de las cosas [48], auspiciada por un
viento alegrico que al mismo tiempo que mueve la hojita
sin atributos [119] en el vaco, sacude el pensamiento
confundido del escritor, un viento que es una dialctica
sin sntesis (un materialismo sin dialctica) [] algo que
no encaja, definible pero indescriptible [21]. As, igual
esta novela, que sirve para encontrar paradojas all
donde no se ven, introducirlas all donde no estn [120].
MARTES, 16 DE AGOSTO DE 2011

De absurdo en absurdo: la tica del escritor, por Felipe


Benegas Lynch
El mrmol, de Csar Aira. Buenos Aires, La Bestia Equiltera, 2011, 152 pgs.

C uando saltamos al vaco qued demostrado

que el supermercado era un medio, no un fin.


Su realidad era indiscutible, pero no se agotaba
en s misma.

na vez ms la novelita airiana se encarga de morderle los tobillos a la Novela. Se trata de ser novedoso, original, de desarrollar un estilo particular
e identificable dentro del supermercado genrico donde
todo tiende a la uniformidad, a la clasificacin tranquilizadora y necesaria para la mercantilizacin.
El mrmol es la bsqueda de un relato a partir de una

imagen, de una sensacin. El narrador verifica la permanencia de sus partes ntimas sentado desnudo sobre una
placa de mrmol, pero no recuerda en qu circunstancias
fue que lo hizo. La evocacin de esa historia es la novela,
que se estructura a partir del despliegue y la recoleccin,
como si de un soneto se tratara, de una serie de gadgets
provindenciales que marcarn el devenir de la historia
hasta arribar a la escena inicial, que no es otra cosa que
el final.
Estos gadgets son: pilas, un ojo de goma, una tabla
de protenas, una hebilla dorada, una cucharita lupa, un
anillo de plstico dorado y una cmara fotogrfica del ta-

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mao de un dado. As avanza, de absurdo en absurdo,


entregndose a la velocidad de la aventura. Porque todo
vale en el afn folletinesco de contar: esa es la forma de
diluir el mrmol (la Novela con mayscula), de poder contar desde la simplicidad del propio cuerpo, desde el placer
de pronunciar una palabra, mrmol, y dejar que en la
porosidad del verbo trabaje la imaginacin.
Hay una imagen que inicia el viaje y es la que ordena
la proliferacin que vendr. Pero uno no acumula imgenes porque s, por hobby, hay una tica y una responsabilidad frente a ese torbellino que todo lo arrastra, hay consecuencias para considerar: Quin poda asegurarme
que Jonathan habra salido indemne de la fragmentacin
de las imgenes? O debera decir: de la irresponsabilidad
de las imgenes. La superficialidad de las imgenes. Las
imgenes sin funcin, juguetonas, saltarinas, cubistas, abstractas... Eso las haca aptas como vehculo a travs de la
identidad de los mundos, pero nada garantizaba su aptitud, ms bien todo lo contrario, para reconfigurar un
organismo que funcionara (...) Mi responsabilidad ante el
mundo se traslad, sin reducirse a este chico chino que el
destino haba puesto en mi camino.
As Aira crea mundos: desde lo general, lo banal, lo que
nos rodea ms inmediatamente, pero siempre ejerciendo
su derecho a desmitificar, a decodificar aquello que parece
inalterable. De este modo va procesando estereotipos, gneros, refranes, metforas, medios de comunicacin, conciencia de clase. Nunca deja de buscar el doblez de la

palabra en los vaivenes de lo figurado y lo literal.


En este caso el mrmol (el de los monumentos, de Carrara, de los bustos de grandes escritores, de las lpidas) es
diluido hasta ser proto-mrmol, la forma ms pequea del
cambio en un supermercado chino y al mismo tiempo un
experimento extraterrestre digno de la ms disparatada
ciencia ficcin.
Sin embargo el narrador, que se declara devoto de Mi
planta de naranja lima, aborrece la ciencia ficcin y hace todo
lo posible por no caer bajo la impostura de ese gnero.
Concientemente tuerce la trama, a pesar de que invoca extraterrestres, para evitar a la susodicha ficcin popular.
Como un aliengena Aira descifra y desarticula los cdigos culturales para introducir el virus de lo nuevo, de lo
pequeo, de lo enloquecedor que genera escritura siempre, como sea, desde el aburrimiento, la resignacin o la
inspiracin, siempre esgrimiendo la lucidez del que delira
y que en cualquier momento dir algo esclarecedor.
Como si una estatua cobrara vida.
Como si un carrito de supermercado se dispusiera a
hablar.
La novelita airiana viene a resucitar lo que se ha petrificado en el mrmol de la Novela. El mrmol es la lpida
de la muerte, aquello contra lo que se rebela la vida (la
escritura) en su afn por subsistir. De ah la lucha por lo
inclasificable, por lo infinitamente particular, por encontrar una diferencia en lo idntico que nos reintroduzca
en el reino del tiempo donde la nostalgia es una realidad.

JUEVES, 11 DE AGOSTO DE 2011

Tan rara y visceral como encontrar mandrgora, Rosana


Guardal
Slo los elefantes encuentran mandrgora, de Armona Somers. Buenos Aires, Cuenco de Plata, 2010, 336 pginas.

or qu leer una novela que desde su ttulo nos


advierte que nos quedaremos afuera? Por qu
sumergirse en la narrativa de una escritora que
el reconocido ngel Rama calific como rara? Estos
son algunos de los interrogantes que genera Slo los elefantes encuentran mandrgora.
Armona Somers (1914-1994), pedagoga y escritora,
se hace lugar en las letras uruguayas en 1950 con la publicacin de La mujer desnuda. Breve e intensa novela de corte
fantstico que irrumpe en un escenario literario signado
por el realismo social y que desconcierta a la crtica literaria, la cualjuzga esta escritura ertica como poco habitual para venir de una mujer.
En 1986, se publica una novela que Somers deseaba
que fuera pstuma y que se llamara Las mscaras de la mandrgora, pero que termin siendo editada en Buenos Aires
como Slo los elefantes encuentran mandrgora. Ese mismo ao,

aparece Viaje al corazn del da, una historia de amor con


tonos dramticos sin caer en lo cursi, cuidadamente potica y tan oscura como luminosa. Estas novelas son clave si
se busca indagar el arte narrativo de la autora.
Slo los elefantes encuentran mandrgora cuenta desde una
perspectiva por momentos autobiogrfica las vicisitudes de
Sembrando Flores, una mujer que se encuentra internada
en un sanatorio porque padece Quilotrax, mal poco frecuente que se presenta con mayor asiduidad en hombres
que en mujeres y que se define como el pasaje de linfa proveniente del conducto torcico a la cavidad pleural. A lo
largo de la novela, esta patologa se debate entre el diagnstico mdico ortodoxo y una interpretacin ms compleja
que atiende a la comunin del cuerpo con la mente. Esta
discusin se profundiza en el estado de semi-conciencia que
sufre la protagonista, en el que los lmites entre lo real, lo
recordado y lo imaginario son poco claros.

| BOCADESAPO | RESEAS
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Al igual que en La mujer desnuda, el cuerpo femenino


es el espacio que habilita la ficcionalizacin. Sembrando
Flores es sometida a distintas prcticas mdicas que la invaden y manipulan queriendo fragmentarla. Por lo que, a
medida que avanza la novela, el sujeto parece ir perdiendo
nitidez. Sin embargo, ese cuerpo acechado, utiliza diferentes estrategias para no convertirse en un objeto de estudio. Por un lado, se sujeta a la lectura de un folletn que
su madre le lea a una mujer adinerada, a sus recuerdos
de infancia y a la imaginacin. Por el otro, el empleo de
diferentes nombres a lo largo de la novela: Sembrando
Flores, Irigoitia Cosenza, o Fiorella, o Sembrando Flores
de Mdicis, evidencia un sujeto que se sabe a s mismo
en constante construccin. Por lo que, ya sea mediante la
lectura, la imaginacin o el uso de los mltiples nombres
propios que toma a lo largo de la novela, el gesto es siempre el mismo, resistir.
Como si fuese una de esas colchas de colores que las
abuelas tejen con variadas lanas, la novela se va configurando en el entramado de los diferentes textos y gneros,
que abordan desde la literatura latinoamericana y europea, hasta gneros no acadmicos (comolos diarios ntimos, las cartas, los relatos orales y de espionaje). La abun-

dancia de textos e historias que se encuentran en la novela


dificulta una lectura ociosa que, lejos de contradecir a la
crtica literaria, acenta una escritura oscura que organiza su discurso mediante asociaciones libres.
Armona Somers construye con maestra un laberinto
narrativo que conjuga erotismo, perversidad, filosofa, historias personales y polticas. Laberinto que slo puede ser
abordado por aquellos lectores que no dejan de interrogarse. Puede un sustantivo propio determinar la identidad? Es el cuerpo, un mapa? Lejos de dar respuestas, la
autora deja planteado el escenario para que podamos elaborar nuestras propias preguntas. Slo los elefantes encuentran
mandrgora se presenta como un desafo literario, incluso
para el lector ms culto.
Ser tarea del lector indagar por qu los elefantes,
smbolos universales de fuerza fsica y espiritual, a diferencia de los hombres, son capaces de encontrar, de ver
la mandrgora. Esta planta, que tiene una raz muy parecida a la figura de un hombre y que adems, encierra
una sabidura oculta, es para Sembrando Flores la cura
posible a su enfermedad. Despus de todo, la mandrgora tiene todo lo que uno quiere y hasta sabe lo que va
a suceder.
LUNES, 8 DE AGOSTO DE 2011

La irresolucin de Descartes, J. S. de Montfort


Una habitacin en Holanda, de Pierre Bergounioux. Barcelona. Minscula, 2011, 91 pgs.
La huella, de Pierre Bergounioux. Barcelona. Das Contados, 2010, 71 pgs.

a obra del francs Pierre Bergounioux, al igual que


cuatro siglos antes la de Ren Descartes, se fundamenta en ese vrtigo de tratar de pensar las cosas
desde el principio, para redibujar el mundo y, con ello, materializar en palabras ese juicio sereno de Hume. Porque
lo que importa, para ambos, no es lo que se dice. Es lo que se
hace. Y es en este hacer de la escritura donde Bergounioux
(Brive-la-Gaillarde, 1949) ha encontrado su entendimiento,
su razn, en un estilo que mezcla la disquisicin filosfica,
la autobiografa y la narracin de la poesa de las cosas (de
la naturaleza, en fin). Una obra caudalosa (ms de veinte
volmenes), aunque de libros breves a excepcin de sus
diarios que, por fin, llega al pblico espaol.
Tres son las novedades que se nos ofrecen en la actualidad: Una habitacin en Holanda y La huella, ambas recientes
(publicadas en Francia en 2009 y 2007, respectivamente),
y compartiendo tema comn: Descartes, el filsofo irresoluto. A estas dos hay que aadirles el libro B-17G (Alfabia,
2011). En breve, adems, la editorial Das contados publicar Carnet de notes.Journal 1980-1990. Nos concentraremos en los dos primeros, los que se refieren a Descartes.
En Una habitacin en Holanda, Bergounioux se demora en

ese punto de la historia en que nace la racionalidad contempornea, tambin la novela moderna y el capitalismo
en suma, todo lo que hoy parece desmoronarse. El libro es
un recuento de las largas y dolorosas dudas que se le imponen a Descartes, alejado de las distracciones mundanas,
en un exilio holands en el que encuentra la austeridad de
la paz relativa, la comodidad de la vida material y la virtud
de la frialdad del clima que le permite establecer la separacin heurstica entre cuerpo y mente. As, Bergounioux
traza ese lugar memorable (los Pases Bajos) que condicionar el alumbramiento de sus Meditaciones, un compendio
filosfico formulado a la medida de un realismo indirecto
cuya base, como hoy bien sabemos (y sufrimos) sera la racionalidad recelosa. La incertidumbre esencial sera pues
de Descartes, de Bergounioux, y as tambin la del hombre
de hoy, que desconfa de los sentidos y de la memoria. El libro, as, mezcla el ensayo con la narracin, utilizando una
tercera persona distanciada que permite la aparicin de la
fructfera especulacin metafsica a la que el propio lector,
sin darse cuenta, colabora activamente.
Si Una habitacin en Holanda vendra a ser la evolucin
de la oratoria del discurso cartesiano que finalmente debe

materializarse en el exilio holands, La huella significara la constatacin emprica (personal, ntima) del propio
exilio de Bergounioux, esta vez en una habitacin de la
memoria, en Brive, su ciudad natal. Con ello, adems, se
permite una leve refutacin de la segunda meditacin de
Descartes, al decir que las cosas slo se nos revelan en su
pureza en la lejana, y que el exilio est en el principio
del conocimiento y cualquier conocimiento es un exilio.
A este propsito, el texto se afana en una constante dislocacin de las atribuciones semnticas que torna el discurso deliberadamente ambiguo y, por ello, riqusimo,

evidenciando que slo en la lejana (tanto fsica como del


significado) podemos verdaderamente saber quines somos nosotros mismos.
Debera saber el lector que la importancia de ambos
textos reside en el hecho de que no son sino sendos tratados acerca de cmo debemos vivir. Y que, por ello, estn llenos de ese estilo sublime (pero no difcil, aunque demandante) lleno de elipsis, omisiones y silencios del esteta
Bergounioux, que hace suya la mxima de Hegel de que
slo hay inters donde hay contradiccin.

VIERNES, 5 DE AGOSTO DE 2011

La belleza entre las manos, por Ignacio Bosero


Adoro, de Osvaldo Bossi. Buenos Aires, Bajo La Luna, 2009, 80 pgs.

svaldo Bossi naci en Buenos Aires en 1963 y


tiene una obra que comprende desde finales de
los aos 80 la publicacin de varios libros de
poesa; por ejemplo, Del coyote al correcaminos (1988), Tres
(1997), Fiel a una sombra (2001), Esto no puede seguir as (2010)
y la reciente antologa personal Casa de viento (2011), de la
editorial Nudista. Por su parte, Adoro es una novela breve
forma narrativa con la cual este autor ya ha trabajado
previamente en La mdium y Lo ms espeso del monte, pero
que en ningn momento logra perder, por as decirlo, los
lazos con la poesa. Pero, sin embargo, ms que en cada
palabra, la tensin de Adoro se encuentra en la intensidad
de la mirada; y es desde ese lugar que el sentido (el acto)
de ver se refunda para contar la historia. En esta novela
todo comienza con el encuentro entre Ovi que es el
narrador en primera persona y Cristian, un muchacho
de veinticuatro aos que trabaja de taxi-boy en una de
las plazas de estacin de trenes de Buenos Aires. De esa
primera cita, que mantienen en una habitacin de hotel,
Ovi queda deslumbrado por la belleza del muchacho, la
cual ir siendo compuesta por su delicada mirada sobre
su cuerpo como un retrato. La atraccin es mutua; por
eso,pese a la diferencia de edad, las necesidades dismiles que los rene al principio y la sensibilidad puesta en
juego por cada uno, los sucesivos encuentros inauguran
paulatinamente una relacin que desborda los lmites del
tiempo previsto por los cuerpos mercantilizados, llevndolos hacia la correspondencia amorosa de alguna manera inesperada, pero que por intermedio de algunos gestos consigue insinuarse. Siempre es de noche. Siempre
estamos en el mismo cuarto de hotel. La historia, en realidad, no avanza, o si lo hace es de manera imperceptible,
como si girara en crculos. O como si tomara impulso y se
agarrara de un hecho remoto y fortuito para seguir. Debe
ser por lo forzado del asunto. En lugar de encontrarnos

y separarnos como suele ocurrir en estos casos, seguimos vindonos una vez por semana. Y en ocasiones, dos.
El resto del tiempo no sabemos nada, o casi nada, el uno
del otro. Incluso, en poco tiempo, el deseo ha madurado
lo suficiente como para que el autor acuda a una elevada
voz potica que pueda revelar la adoracin de Ovi hacia
Cristian y abarcarlos en su ntima pureza. No puede creer
que exista tanta belleza, tanta magnificencia all, a su lado ()
Cada partecita de su cuerpo, el movimiento de sus pestaas, o el bombeo de su respiracin, lo conmueven. Finalmente, han labrado
una relacin que excede los apuros del mundo exterior
durante las noches que comparten en cuartos de hotel. El
brazo protector que cada uno se tiende Ovi con su dulzura y Cris con la picarda mundana que lo envuelve se
erige como un puente que los protege de una tormenta
inmediata, en una ciudad que desplaza a la desesperanza,
el deseo de comunicacin de los afectos ms humanos. Por
eso Ovi rememora involuntariamente (perdido en la distencin del cuerpo del otro tendido a su lado en la cama)
paisajes de su infancia como ecos que le brotan y sobrevienen. Aqu dentro nada es lo que es. El tiempo, mgicamente, se rompe o se detiene, o retrocede en forma
vertiginosa. Me olvido, por ejemplo, que estamos en un
hotel de citas. Me olvido que se trata de un alquiler de dos
horas, habitacin y chico incluido. Por momentos, tengo
la sensacin de estar flotando como Douglas y Tony en
El tnel del tiempo, mi serie de televisin favorita. Es de
noche; tengo nueve o diez aos, pero no por un rato sino
por toda la eternidad.
Pero tambin, a medida que su amor crece, se reabre
entre ellos una grieta de incertidumbre en el tiempo presente, por el riesgo que implica fundirse y tener que separarse para seguir inevitablemente con sus vidas. En este
caso es Ovi el que sufre el desapego a Cristian por su debilidad hacia l y su fragilidad propia como una pequea

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muerte; una especie de absurdo que no puede comprender del todo por qu lo invade. Miro a mi alrededor. Toda
separacin es como una pequea muerte, pienso. An as,
no consigo entenderlo. Un sudor fro me sube por el espinazo y termina por empaparme la frente. En la caja del pecho, las palpitaciones se aceleran. Escucho los golpes, cada
vez ms intensos, buscando una salida o pidiendo ayuda.
Pero no prevalece aqu el dolor ni el desamor, sino la
conquista de la creacin de un vnculo que se vuelve sa-

grado cuando puede celebrarse como un privilegio la riqueza de poseerlo; porque el valor no est puesto en la
consumacin del deseo para su consecuente (y liviana)
evaporacin en goce o lamento. Sucede lo contrario con
esta novela: Bossi ha invertido con sutileza el tiempo, y los
cuerpos que aparecan indistintos deambulando por las
calles los ha unido en la dignidad ms frrea que tiene el
hecho de pasar por la existencia: el amor.
DOMINGO, 31 DE JULIO DE 2011

Periodismo a pie de calle. Crnica de la posguerra alemana,


por Anna Rossell
Regreso a Berln. 1945-1947, de William L. Shirer. Traduccin de Francisco-Javier Calzada. Barcelona, Debate, 2010, 443 pginas.

xcelente este libro que acaba de publicar la editorial Debate sobre uno de los perodos ms candentes de la historia reciente a gran escala, el momento en que la Segunda Guerra Mundial lleg a su fin
y cristaliz un reparto de poderes que ha determinado el
devenir del mundo hasta finales de los aos ochenta del
pasado siglo. No poda ser de otro modo siendo su autor
uno de los grandes del periodismo, de aqul que, con fundados conocimientos y gran capacidad para la observacin poltica, se hace a pie de calle y transmite la historia
en el mismo momento en que se fragua. Shirer fue corresponsal en Pars para el diario Chicago Tribune de 1925
a 1933. Desplazado en Berln de 1934 a 1940, trabaj all
para la agencia de noticias Universal News Service hasta
1937, ao en que empez a colaborar con la Columbia
Broadcasting Berlin (CBS). Fue entonces cuando escribi
su famoso Diario de Berln -editado tambin por Debate en
2008-, crnica de los verdaderos sucesos de aquellos das,
que la censura nazi no le permita publicar y que l registr para burlarla.
Regreso a Berln es la continuacin de aquel Diario. El
autor, que haba dejado la capital alemana en otoo de
1940, antes de que los nazis pudieran detenerlo acusado
de espionaje, regresa ahora a la ciudad para seguir dando
cuenta de aquellos acontecimientos cuando la situacin
ya ha cambiado radicalmente y la derrota alemana es un
hecho. El libro arranca aun en los EEUU, en julio de 1944
y concluye en la primavera de 1947. La lectura es una
ventana abierta a aquellos trascendentales sucesos, contados desde una inmediatez, que no recogen los libros de
historia. Como en todas las obras de Shirer, tambin en
sta, en cada una de las pginas se tiene la impresin de
ser un espectador privilegiado de unos aos decisivos a los
que l sabe trasladarnos como si de nuestra misma actualidad se tratara, vivida de primera mano y en directo. As
asistimos a las repercusiones mediticas del lanzamiento

de la bomba de Hiroshima, a las conferencias de Yalta y


Potsdam, an desde los EEUU. Despus, ya en Europa,
somos testigos oculares de la destruccin, revivimos la recuperacin de los ltimos das de la resistencia nazi en
el bnker en el que Hitler y sus incondicionales pusieron
fin a sus vidas y participamos del sentimiento del derrotado pueblo alemn, la ausencia de la conciencia de culpa
del ciudadano medio y su percepcin de la poltica de las
fuerzas de ocupacin aliadas. Y, ms destacable an, participamos verdadera primicia en los primeros juicios de
Nuremberg, presenciamos las reacciones de los acusados
en las vistas: nerviosa inquietud, arrogancia, indiferencia, fingida locura y sospechosa prdida de memoria
Uno a uno, sentados en el banquillo, vemos a Gring, Rudolf Hess,Joachim von Ribbentrop, Alfred Rosenberg,
Wilhelm Frick, Walther Funk, Karl Doenitz nombrado
por el Fhrer su sucesor, Erich Raeder, Baldur von Schirach, Fritz Sauckel, Alfred Jodl, Franz von Pappen, Arthur
Seyss-Inquart, Albert Speer y Hans Fritzsche.
Uno de los grandes mritos del libro es la intercalacin
de los documentos originales nazis, calificados de alto secreto, que los aliados norteamericanos incautaron, algunos de los cuales Shirer reproduce literalmente e intercala
con sus inteligentes comentarios. Ello nos permite introducirnos en los repliegues de la historia, las verdaderas razones que llevaron a la Alemania nazi a posponer la ocupacin de Polonia, las intenciones secretas de los nazis en
cada uno de los momentos de la guerra, las motivaciones
reales que llevaron a Espaa a no intervenir en la Segunda
Guerra Mundial del lado de los alemanes, las importantes diferencias de generales del Estado Mayor alemn con
respecto de las decisiones de Hitler o detalles de las conjuras infructuosas del almirante Canaris y del general de divisin Edwin Lahousen contra el Fher. Verdaderamente,
un libro indispensable.

MARTES, 26 DE JULIO DE 2011

El jardn de los presentes, por Felipe Benegas Lynch


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Bellas Artes, de Luis Sagasti. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2011, 112 pgs.

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mo lograr en la palabra, que es sucesin, repeticin, el instante, la primera vez? El asombro es silencio y abismo, espacio de algo que
se abre adentro nuestro, como un universo que vuelve a
nacer cada vez que nuestra boca cae, que nos asomamos
al borde del lenguaje. Por estos rumbos se embarca Luis
Sagasti en Bellas Artes. Y digo se embarca porque el texto
recorre, surca, desenmaraa una trama de la que se sabe
parte. El mundo es un ovillo de lana, comienza. Y lo
misterioso de esa madeja es que nunca sabremos si estamos dentro o fuera, si tejemos o si somos tejidos. O tal vez
son ambas cosas a la vez: puntos, lneas, espirales; pero
tambin espacios, abismo.
Desde los helados astros hasta los inabarcables mares
de la web, Sagasti va cortando hilos aqu y all, atando y
desatando nombres, historias; va tejiendo vuelta y vuelta,
para que en una de sas se asome uno a la primera vez,
con la boca abierta y el lenguaje tropezando en un instante
que se abre como un portal: Si, como quieren muchos,
las palabras reflejan el mundo, avanzar por esas grietas es
aventurarse, como Alicia, a un mundo que estuvo delante
de las narices todo el tiempo. Por eso el arte magistral de
muchos escritores es encontrar el reverso de la palabra
aun escribindola bien, algo as como dejar la puerta entreabierta. Tal vez se logre colocando al lado la palabra indicada. Como si una fuera la cerradura y la otra la llave.
Habla de los escritores como si de otro ovillo se tratara, de aquellos cazadores de haikus que muy de vez
en cuando aparecen, y se consuela: Por eso debemos
conformarnos con los relatos sobre estas lucirnagas o algunos bichitos de luz que no alcanzaron a encenderse del
todo. Pero el relato tambin puede ser haiku o cancin,
y, en efecto, las hebras que Sagasti cuidadosamente enlaza
de pronto se encienden y nuestros ojos quieren ver.
El haiku, la msica de las esferas, el Tao, chamanes,
santos: son puntos recurrentes en el texto que evocan las
fronteras de la palabra. Como la experiencia de aque-

llos que han vivido al lmite: de lo humano, de lo decible.


Pero como el hombre tambin es lenguaje, lo saba Basho
antes que tantos, debera encontrarse en el haiku la llave
que abra la jaula. Como el principio de la vacuna: trabajar con aquello que se quiera combatir.
Cmo abrir esa jaula? Quines la han abierto?
Quines la podrn abrir?
Las lucirnagas aparecen a lo largo del libro, lo abren
y lo cierran (as se titulan el captulo uno y el ocho) y marcan el rumbo: Deberamos buscar entre los hombres nicamente a las lucirnagas; el resto son solo animales cuya
escarcha se refleja en los cielos.
Sagasti se acerca de este modo a la luz intermitente de
ciertos nombres e historias: Beyus, Vonnegut, Saint-Exupry, Basho, Wittgenstein, Glenn Miller, Sun Ra, Kubrick.
Pero por sobre todos, en el frente, coloca a una luminaria
muy particular: Luis Alberto Spinetta, a quien pertenece
ese fragmento de la cancin El anillo del Capitn Beto
que hace las veces de epgrafe.
No es casual. El libro se abre y se cierra con referencias al gnero cancin: al principio se la muestra (Ah va
el Capitn Beto por el espacio, / la foto de Carlitos sobre
el comando / y un bandern de River Plate / y la triste
estampita de un santo.), al final se la nombra (Y comenzar por primera vez la misma cancin).
Por primera vez / la misma: en esa contradiccin se
juega la potencia de la palabra en su devenir musical, la
grieta hacia el instante. Como el brillo de las lucirnagas,
de todo lo que esa melodiosa palabra evoca, la cancin
nos remite al reino donde los hilos de la palabra se cortan
y se anudan a un ms all indefinible pero no por eso menos real. Spinetta como cazador de haikus.
Las Bellas Artes se configuran as como una sucesin
de instantes, como un jardn de los presentes (as se llama el
disco de Invisible donde est incluida la cancin de Spinetta) donde se encienden, de vez en cuando, esas pequeas luces que nos orientan.

VIERNES, 22 DE JULIO DE 2011

Las vanguardias bajo el microscopio, por Anna Rossell


Manifiesto y Vanguardia. Los manifiestos del futurismo italiano, Dad y el surrealismo. Cristina Jarillot Rodal, Universidad del Pas Vasco.
Servicio Editorial, Bilbao, 2010, 417 pgs.

pabullante, casi abrumadora, la lectura del nmero diecisis de la coleccin Filologa y Lingstica que publica el Servicio Editorial de la Univer-

sidad del Pas Vasco, cuyo propsito es hacer asequibles


a los especialistas slidos trabajos de tesis doctoral con
las correspondientes adaptaciones que su publicacin re-

| BOCADESAPO | RESEAS
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quiere-, as como otras investigaciones prestigiosas a lo


largo de la historia en estos dos mbitos de conocimiento.
Manifiesto y Vanguardia. Los manifiestos del futurismo italiano,
Dad y el surrealismo no es, como pudiera parecer, un ensayo dirigido a un pblico general de eruditos interesados
en el tema, sino un trabajo de investigacin filolgica en
toda regla, que estudia los rasgos formales especficos de
los manifiestos de las vanguardias ms representativas del
siglo XX con el fin de comprobar si son susceptibles de ser
definidos o no como gnero literario y marcar sus lmites
con otras formas literarias afines.
Un trabajo de tesis conduce a quien lo lleva a cabo al
grado de doctor, que da constancia de su capacidad investigadora. Y desde luego no cabe duda de que su autora
cumple con creces con esta cualidad: el planteamiento, la
estructura, la ejecucin del trabajo, la riqueza de la documentacin manejada en francs, alemn, italiano, ingls
y espaol-, la matizada y contrastada argumentacin, sensiblemente sostenida por las justas citas necesarias y con
referencia constante a la bibliografa especializada a pie
de pgina, son sobrada prueba de ello. Cristina Jarillot
(1970, Chambry Francia-), licenciada en Filologa Germnica en la especialidad de alemn y profesora de este
rea de conocimiento en la Universidad del Pas Vasco, es
una investigadora de calado. Tras un breve captulo preliminar, en el que la autora plantea y justifica convenientemente el criterio aplicado en la seleccin de los textos,
Jarillot ofrece una extensa Introduccin histrica de las vanguardias objeto de su estudio (pgs. 19-134), en la que da
cuenta de su evolucin, ideario y objetivos, para explayarse a continuacin, en el segundo captulo, en El manifiesto como gnero literario, que transporta el peso de la tesis y
centra la atencin principal del libro (pgs. 135-370). La
investigadora somete a los manifiestos de las tres vanguardias a un anlisis extremamente pormenorizado, a partir de los parmetros que le proporciona Wolfgang Raible (Was sind Gattungen? Eine Antwort aus semiotischer

und textlinguistischer Sicht, en Poetica, vol. 12, 1980) y


que reduce a cuatro: la situacin de la comunicacin, la disposicin textual, la relacin con la realidad y el tipo de discurso, que a
su vez se subdividen en subcriterios, sobre todo el primero.
Pero esta observacin tan sensiblemente minuciosa de los
textos, que en la tarea investigadora puede ser una virtud
y que viene dada por la naturaleza cientfica del estudio,
conduce irremediablemente a la repeticin, que lastra la
lectura e impide al lector la necesaria y deseada panormica. La autora parece ser consciente de ello cuando, en
un intento de sintetizar para proporcionar una visin de
conjunto, antepone brevemente al anlisis desglosado de
cada una de las vanguardias, las conclusiones a las que ha
llegado: los rasgos comunes a las tres vanguardias, lo cual
redunda otra vez en la repeticin.
En la misma lnea de alta especializacin y de informacin precisa y detallada, el libro ofrece una impagable
cronologa el captulo 4, que no slo contiene los datos
relativos a la publicacin de los manifiestos propiamente
dichos (realzados tipogrficamente con negrita), sino tambin los actos relacionados (sesiones literarias, giras de
conferencias, exposiciones artsticas) y, finalmente, una
desgranada bibliografa en las cinco lenguas mencionadas
que ha de ser de gran utilidad tanto a los ms exigentes especialistas como a eruditos en general. En coherencia con
la pulcritud de toda la investigacin, la bibliografa distingue entre Literatura primaria Manifiestos y otros documentos,
Fuentes consultadas y Literatura secundaria.
En el momento de sacar sus conclusiones finales Jarillot escribe este [] trabajo no es ms que un eslabn en
el proceso de recuperacin del gnero. Esperamos con
impaciencia lo que estas palabras parecen contener entre
lneas: el anuncio de la publicacin de un verdadero ensayo sobre el tema, que la autora domina en profundidad,
que traduzca a un registro ms asequible al gran pblico
los inestimables conocimientos de que su libro da prueba
ostensible.
MARTES, 19 DE JULIO DE 2011

Erudicin al alcance de los nios, por Jimena Nspolo


La medicina no fue siempre as, de Martn De Ambrosio Ileana Lotersztain. Ilustraciones de Javier Basile. Buenos Aires, Iamiqu, 2011, 40 pgs.
La escuela no fue siempre as, de Pablo Pineau Carla Baredes. Ilustraciones de Javier Basile. Buenos Aires, Iamiqu, 2009, 40 pgs.

os rasgos singulares convierten a la coleccin


Las cosas no fueron siempre as (editorial Iamiqu) en un gran atractivo para los nios lectores
y no tanto: la mostracinde la dimensin temporal de
la cultura entendida como toda prctica humana y la presentacinsinttica de cierto saber loco o poco conocido
en el ambiente escolar. Que a lo largo de la lectura los textos se revelen como un compos inarticulado de pastillitas

con fechas distintas, o que se presenten a sujetos histricos


como desopilantes protagonistas de una Historia rocambolesca, lejos de ser un vicio de los volmeneses -en cambio- el mayor meritoque ostentan. Por su parte, el ilustrador y diagramador Javier Basile amalgama estticamente,
con sus vietas y collages de colores intensos, estas miscelneas textuales que anan informacin y divertimento.
Veamos, por ejemplo, la seccin intitulada La muerte

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negra del libro La medicina no fue siempre as, de Ileana


Lotersztain y Martn De Ambrosio. Es interesante, primero, observar en detalle la ilustracin que ocupa estas
dos pginas destinadas a la peste bubnica: con un color
de fondo que va del celeste al naranja, logrado a partir de
la edicin digital que simula el ya artesanal aergrafo, la
imagen central muestra a la Muerte guadaa incluida
montando un dragn dorado que escupe fuego o, en su
defecto, tiritas de papel confeti y que capitaneando una
legin de bestezuelas menores (un esqueleto con cuernos,
un murcilago que porta jeta de pajarraco, una vbora con
fauces de cocodrilo, un corazn humano cubierto de poncho calchaqu, un hgado con pies de enano, una lagartija
sin cabeza, etc.) se abalanza sobre infantiloides figuras humanas y un paisaje brbaro de ciudadela en ruinas. As,
en dilogo con esta imagen chocarrera, la masa textual se
organiza en cuatro bloques que ofrecen informacin puntual sobre aquella enfermedad que naci en Asia y se propag en el siglo XIV en toda Europa y que puso a la especie humana al borde de la extincin ya que en escasos
aos murieron cerca de veinticinco millones de personas.
No obstante, quiz para quitar dramatismo a la historia
fctica o para subrayar an ms el anclaje epocal de todo
saber humano, a la derecha de este dueto de pginas se
consignan claramente los consejos dados por el Colegio
de Medicina de Pars, en 1347, para prevenir la peste negra: 1) Encender el fuego con ramas de laurel. 2) Evitar
las comidas hmedas. 3) Permanecer en casa durante la
noche, para evitar el roco. 4) No moverse demasiado. 5)
No cocinar con agua de lluvia. 6) No usar aceite de oliva.
7) No baarse. 8) No enojarse ni emborracharse.
Decir que estos libros hubieran sido el deleite de Borges cae de suyo. Menos trillado, en cambio, es imaginarnos otro lugar y otro tiempo en que el gran ttem intocado
de nuestra literatura, entregado con felicidad y audacia al
juego de la oca que este volumen trae en sus pginas finales, cayera sin clculo en la cuadrcula 27 que reza:
Quieren operarte para extraerte la piedra de la locura. Te
escondes en la Escuela Mdica Salernitana.
En esta misma lnea, el volumen La escuela no fue siempre
as, de Pablo Pineau y Carla Baredes, rastrea los distintos
modos en que a lo largo de los siglos la humanidad transmiti el conocimiento a las generaciones ms jvenes. As,
recorriendo estas pginas los pequeos lectores se enteran
que en la India slo podan acceder a la educacin los
nios pertenecientes a las castas superiores, que los alumnos que asistan a la casa de instruccin de los antiguos
egipcios deban copiar en papiros y recitar de memoria
las lecciones que les impartan sus maestros, o que la Revolucin Francesa y la Revolucin Industrial impusieron
con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad el basamento ideolgico para que la educacin para todos fuera

una realidad.
La seccin Popurr escolar, por otro lado, es un
buen ejemplo de cmo estos volmenes dosifican la informacin de un modo que simula ser fortuito y que slo la
ingenuidad de quien anhele la reposicin paternalista de
un sentido total podra juzgarlo de lquido, con el preciso objetivo de desestabilizar los resabios conservadores
que an anidan en la escuela argentina y convertirlos
en trminos de Vigotsky en conocimiento socialmente
significativo. Veamos qu tipo de informacin reponen
estos fragmentos y que el lector inteligente saque sus propias conclusiones o se lleve la tarea a casa: 1) Un fragmento de la Declaracin de los Derechos del Nio, sancionada
por las Naciones Unidas en 1959. 2) Informacin sobre el
significado del nombre de la Escuela Palatina, fundada por
el emperador Carlomagno para la enseanza de un solo
alumno. 3) Constatacin del hecho de que Agnus Young,
el guitarrista de la banda AC/DC, haga sus presentaciones vestido con uniforme habiendo abandonado tempranamente la escuela. 4) Constatacin del hecho de que el
modelo de educacin en internados representado en la
saga Harry Potter, propio del siglo XIX, ya a mediados del
XX estaba en decadencia. 5) Sealamiento de la curiosa
coincidencia de la expresin espaola y la inglesa apple
polisher para denominar a aquellos alumnos interesados
en agradar mansamente a su maestra, llevndole una manzana.
Hartos de borgeanas ennumeraciones, dejamos para
otra oportunidad el anlisis del jugoso apartado Tres latigazos y dos palmadas referente al uso de castigos fsicos
en las instituciones educativas; apuntando slo de estas
pginas el dato de que en la civilizada Inglaterra recin se
prohben definitivamente en el ao 1999.
Para finalizar, veamos qu tipo de sorpresa le depara
el azar en su cuadrcula nmero 27 a nuestro hipottico
Jorge Luis, en el juego de la oca que este volumen tambin
trae en susfoliosfinales: Te vuelcas encima el tintero.
Pierdes un turno limpindote.

LUNES, 11 DE JULIO DE 2011

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Aballay, el hombre sin miedo, de Fernando Spiner(2010)

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Direccin: Fernando Spiner. Guin: Fernando Spiner- Javier Diment- Santiago Hadida, basado en el cuento Aballay, de Antonio Di Benedetto.
Intrpretes: Pablo Cedrn , Claudio Rissi, Nazareno Casero, Gabriel Goity. 105 minutos.

ballay, de Antonio Di Benedetto, es un cuento que


tiene cierta fama dentro de la obra del autor. Podra conjeturarse que ese reconocimiento se debe
a que el texto en cuestin condensa muchas de las caractersticas principales de su escritura (oraciones despojadas
de ornamento, la opcin por la elipsis, la ancdota llevada
a su mnima expresin) o quizs a que en la narracin de
esa parbola de violencia y arrepentimiento que es Aballay los lectores hayan podido identificar muchos lazos
tendidos hacia sus propias y parablicas vidas.
En cambio, la pelcula Aballay, el hombre sin miedo de Fernando Spiner es otra cosa.
Sera vano repetir, como cada vez que se adapta una
obra de la literatura para el cine, la mecnica tediosa de
la comparacin. Sera vanidoso, marcar las diferencias y
las similitudes. En esos juegos alguien siempre pierde, alguien siempre se ofende. En la delicada dialctica de contraste entre la obra original que ha servido de inspiracin
y la nueva obra, muchas veces no queda ms relacin
que el ttulo y eso es difcil de remontar. Es mejor en este
caso, a nuestro juicio, pensar el camino que media desde
el cuento a la pelcula o en los trminos de una amistosa
conversacin o en los de una carrera evolutiva en donde
la especie que no se adapta, muere.
Entonces, la primera y urgente cuestin que subyace es:
Cmo hacer de Aballay, de esa literatura edificada sobre
silencios y omisiones, una pelcula que no aburra, que no
se parezca a esos largos y cerebrales films del realismo ruso
de la etapa bolchevique que una primera lectura del cuento
podra sugerir? La respuesta que ha encontrado Spiner es
la del desplazamiento de la perspectiva. El argumento del
gaucho culpgeno que intenta el ascetismo y que es asesinado finalmente por el retoo de su vctima, es reemplazado aqu por una configuracin absolutamente diferente:
la pelcula trata sobre un nio que ha presenciado cmo
ultimaban a su padre. A raz de esa traumtica experiencia,
crece enfermo de venganza y no descansa hasta que muchos aos despus la ejecuta prolijamente.
Con esa simple maniobra no solamente se resignifica
la historia, sino que el director campea el peligro que supone la navegacin cercana a la zona del cine de Sergi
Eisenstein y se aproxima al deseable mundo del Quentin
Tarantino de Kill Bill (y a travs de l, a la tradicin japonesa del sendero-de-la-venganza de Lady Snowblood).
A partir de all la pelcula avanza de modo seguro sobre la frmula establecida. En su camino, Julin, el nuevo

hroe, conocer el amor de Juana, quien tambin est literalmente marcada por los mismos villanos a los cuales l
persigue. El recurso a algunas tcnicas del western como
el tiroteo en La malaria y las efusiones grotescas de sangre refuerzan las opciones estticas antes mencionadas y
crean una maravillosa sensacin de extraeza en la que se
superponen los motivos de un cine de accin poco practicado en nuestro pas con los temas locales generalmente
tratados en un tono costumbrista y rancio.
Las actuaciones son destacables y sobre ellas descansa
la efectividad de un film que necesita de estereotipos: malos que se perciban como muy malos (Rissi) y hombres
buenos que llegan a destilar pureza (Cedrn en su largo
peregrinaje fsico y espiritual). Se precisan tambin algunos msticos y crdulos pasendose por los parajes del noroeste del pas para crear una atmsfera de milagro y de
redencin. A este respecto, las presencias de Fontova y
de Goity significan aportes inestimables. Y ya que hablamos del espacio, hay que decir que el cambio de la rida
precordillera mendocina donde el cuento originalmente
transcurre por los valles tucumanos donde han ambientado la pelcula es tambin un acierto visual.
Subyace, como otro punto para remarcar en esa discusin entre el cuento y la pelcula, la cuestin del origen
del protagonista. En el texto de Di Benedetto los personajes son todos iguales, pares, desde el punto de vista social. En la pelcula, Julin es un porteo, un lindito, que
se interna en la barbarie provinciana de La malaria para
reparar el dao que se le ha causado. Es igual pero distinto: mata a sangre fra, como sus oponentes, pero se viste
como El principito, no como un gaucho.
Di Benedetto-Spiner han propuesto transgresiones.
En el caso del primero se trata de la quimrica idea de
un posible camino hacia la santidad, adaptado al mundo
gauchesco donde no hay columnas pero s caballos. Spiner, por su parte, ha intentado la adaptacin de una historia y de unos gneros poco comunes en la Argentina.
Cada uno a su modo es un estilita encaramado sobre una
columna: agobiados por la mortificacin y la soledad dialogan entre s, pero, en definitiva, el resultado es el de dos
realidades paralelas que no llegan jams a tocarse.
Aballay es un cuento que cualquier lector de Di Benedetto conoce y aprecia. Aballay, el hombre sin miedo es una
pelcula que poco tiene que ver con aquel, pero que por
algunos mecanismos termina siendo un cuento que nos
sabemos todos.

| BOCADESAPO | CRTICA DE CINE

Un cuento que nos sepamos todos, por Diego Niemetz

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LUNES, 4 DE JULIO DE 2011

La conspiracin impensable, por Marcelo Damiani


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La conspiracin de las formas, de Maximiliano Crespi. La Plata, UniPe: Universidad Pedaggica, 2011, 210 pgs.

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esde su mismo ttulo, La conspiracin de las formas,


Maximiliano Crespi nos lanza a una aventura reflexiva que linda con lo impensable. Cmo es
posible que las formas, esas supuestas cualidades, conspiren? Y por qu, contra qu, quin o quines osan conspirar? Ser contra nosotros o contra ese imperio del contenido y la materia con la que parecen estar hechos no
tanto nuestros sueos y pesadillas, sino ms bien nuestra
existencia? Aunque no son stas las nicas preguntas que
suscitan el libro, una de cuyas caractersticas principales es
la de ser, en ms de un sentido, muchos libros. O muchos
textos ledos con el espritu fugitivo y festivo de cierto devenir-histrico. nica forma, si esto es permisible, de evadir (aunque sea momentneamente) los controles del sistema (a los que parece aludir Badiou en la cita que abre
el libro).
La primera parte, Pliegues: La conspiracin de las
formas, est dividida en cuatro secciones, y bsicamente
consta del anlisis de las revistas Letra y Lnea, Literal y Sitio. El rescate de Francis Picabia con su idea
del arte como mbito del error sienta precedente sobre la
mirada estrbica (o mejor: estroboscpica) desde la que se
propone leer el jeroglfico literario. El espritu de Libertella, invocado por una cita ms que pertinente (al aunar lo
ntimo con la resistencia), parece completar y recorrer las
relaciones entre las diversas operaciones y propuestas de
lecturas que encarnan las tres publicaciones. El ensayo sobre Literal, junto con el tambin excelente libro de Ariel
Idez, Literal: La vanguardia intrigante, sumados a la reciente
edicin facsimilar de la revista por la Biblioteca Nacional,
forman un trptico fundamental para comprender el verdadero alcance del proyecto literaliano, hasta hace poco,
casi secreto, y francamente marginal (es decir, en trminos
libertellianos, bien central).
La segunda parte de La conspiracin, La deriva, la
sin-razn, el sueo, est constituida por cuatro estudios
en los que, en las acertadas palabras de Maximiliano Lagarrigue, se abordan y examinan el proceso de descomposicin del imaginario en RolandBarthes, la compleja
relacin entre literatura y sin-razn en la reflexin terica de Michel Foucault y el tema del sueo en la obra
de Roger Callois. La delgada lnea que atraviesa los textos parece tener la forma de la vieja pregunta sartreana:
Qu es la literatura? Pero la inflexin (o la deriva) con
que Crespi aborda tamaa cuestin est tan alejada de
los postulados existencialistas como de la mirada obedientemente sociolgica que en la actualidad quiere explicar
la literatura con categoras arcaicas y sumarla as a sus fi-

las ya domesticadas. Quiz incluso haya, en el fondo, una


cuestin neo-post-retro-estructural, si el neologismo es tolerable, en los planteos (por-venir) del libro, pero slo estn ah como pretexto o provocacin. Se puede hablar de
un lugar, y eventualmente, de una funcin, del jeroglfico
literario? Ser esa utopa una suerte de punto ciego sobre
el que giran enloquecidos los discursos de la razn? Tal
vez ac est la clave de lo que Ral Antelo ha llamado, lcidamente, la emergencia de la ficcin terica.
En este sentido no slo queda claro que para Crespi no
hay diferencia entre teora y ficcin, sino tambin que el
libro encuentra su punto de apoyo en las intensas reflexiones que le dedica al carcter ontolgico de su objeto de estudio. As, el jeroglfico (literario) habla de la insuficiencia del lenguaje naturalizado (sobre el que se normativiza
el orden representacional). Es por ello que su presencia
amenaza con suspender el totalitarismo del lenguaje naturalizado en que se sella el maridaje de servilismo y poder.
De esta forma, frente a la existencia perturbadora del jeroglfico (o de alguna de sus variantes como el hermetismo
o la histeria), el rgimen de verdad slo atina a enviarlo al
reducto de lo artstico (o lo patolgico), para salvaguardar
su totalitarismo comunicacional. El resto, parece decir, es
literatura (y silencio).
El jeroglfico, como el hermetismo, como la histeria
(no slo entendida etimolgicamente), es una fulguracin
secreta, una suerte de sujeto (sentido) que se encierra sobre s mismo, y desde su encierro, paradjicamente, cumple un destino pblico. Este gesto, la sustraccin del
cuerpo al goce del otro, es un gesto histrico. Pero adems
tambin pone en evidencia una especie de vampirismo del
lector como si determinados textos nos hicieran perder
sangre, frente a la figura opuesta del lector que busca un
estilo, una forma, y que segn Barthes es l mismo un vampiro (que en este caso se encontrara con una red conspirativa). Sin embargo, anota Martn Arias, la verdadera
figura hermtico-histrica tal vez sea la momia. En el interior de la pirmide, su morada, la momia permanece
rodeada de jeroglficos (hasta la parte interna de su celdacajn est totalmente cubierta de escritura). Pero ella no
lee, no puede leer, y aunque luego de la lectura en voz alta
de un papiro con frmulas resucitadoras, para seguir con
el mito, la momia salga de la pirmide, sigue permaneciendo hermtica, ya que nadie puede quitarle las vendas.
Lacan, en un pasaje famoso de Funcin y campo, habla de los jeroglficos de la histeria, blasones de la fobia,
laberintos de la Zwangsneurose.... As, el destino pblico
de la momia viene dado por la pirmide, es decir, por el

| BOCADESAPO | RESEAS
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monumento. Nada nos impide pensar que la celda del


(sin)-sentido y del sueo pueda ser una pirmide (incluso
invertida). Con eso ambas se aseguran una perfecta intimidad hermtica y un no menos perfecto destino pblico
de monumento histrico, es decir, un destello jeroglfico.
Maximiliano Crespi, continuando con esa lnea de
pensadores literarios que viene de Roland Barthes y pasa
por Nicols Rosa, Hctor Libertella, Ral Antelo y Da-

niel Link, entre otros, en este libro se atreve a repensar, a


contrapelo de la poca obsecuente y abyectamente realista que nos ha tocado vivir, la literatura como manifestacin paradjica de lo residual, de lo incierto, de lo desconocido, de lo impensable, y sobre todo, de lo imposible,
como nicas formas de resistencia frente a la vacuidad infinita de los discursos que nos gobiernan.
LUNES, 27 DE JUNIO DE 2011

Natural o extravagante, por Natalia Gels


Viajera crnica, deHebe Uhart. Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2011, 319 pgs.

oy medio turista, medio notera y medio perro de la calle, as se define Hebe Uhart en un pasaje de
su crnica sobre Montevideo, en un texto que
se impregna de una mirada tan Uhart, una mirada impvida y, al mismo tiempo, una mirada de nia asombrada
pero lejana a toda ingenuidad. As como quien camina
porque s, sin los ajustes del tiempo, la escritora se deja llevar por un trayecto antojadizo. Recorre pueblos, ciudades
pequeas y capitales latinoamericanas. Y tambin viaja
por Italia. Se despliega entonces un desfile universal: bares mustios con parroquianos enquistados en la barra, alguna librera, algn localucho. Se trata de una veintena de
viajes que la llevan de aqu para all, al centro manso de
pueblitos olvidados, o, por ejemplo, al alma de ese monstruo ardiente que es Ro de Janeiro. Es que Viajera crnica
es como formar fila detrs de Uhart para dejarse llevar
por su voz, por sus descripciones, por su voraz obsesin
por analizar las palabras y los caprichos de quienes las
usan, a travs de carteles, de dichos populares, de apodos.
En el registro de esos viajes, hay constantes: el anlisis
sociohistrico, la crnica de la palabra y sus distintos usos,
la descripcin de paisajes lejanos a toda postal que pueda
encontrarse en una estacin de servicio. Su estudio de historias y teoras sociolgicas locales es tambin una forma
de viaje: en cada lugar, Uhart busca libros de autores autctonos y reconstruye historia y sociologa de cada geografa. Guerras, enfrentamientos, rebeldas. No slo eso.
Tambin, como se busca al ms viejo de la tribu porque
detenta la sabidura, as va ella preguntando por el ms
viejo del pueblo, porque sabe que all tiene la explicacin
ms simple de la historia de un lugar.
La crnica de la palabra es contundente: recolecta dichos, posa la vista en los carteles, en los nombres de bares, en las formas cotidianas del habla, en los peridicos
locales. La gua de oro de Uhart es el libro de refranes de
cada lugar. Con ella construye una geografa vivaz de la
gramtica y sus variantes.
Y las palabras son importantes porque en este libro,

por sobre todo, son palabras que estn vivas. Quiz porque, sobre todo, estas crnicas son sobre personas y sus
modos de funcionar y fusionarse en el mundo que habitan. Por eso, Uhart va a Crdoba y describe el mtico humor cordobs, la convivencia del guaran con el castellano
en Formosa, o estudia a los cariocas que para afrontar la
fuerza de ese mar, de esos cerros, de esa belleza, para afirmarse, hablan en tono rotundo, indubitable, nombrar es
inaugurar. Nombrar es inaugurar. Nombrar es, en cierto
sentido, nombrarnos.
Medio turista, va a hacia lugares obligatorios en cualquier gua bsica de turismo de manual: Rosario, El Bolsn, Montevideo, Quito. Pero, claro, con eso pinta un paisaje nuevo, baado todo por su impronta sin que ella se
ubique en protagonista estrella. Medio notera: Usa entrevistas, describe, consulta archivo, recurre a fuentes documentales, a fuentes personales, y brinda datos, informacin, Uhart hace periodismo bien hecho. Medio perro de la
calle: sobre todo, perro cimarrn que se pasea por las calles
de los pueblos, sin buscar otra cosa que la sorpresa por lo
que espera a la vuelta de la esquina. Porque esta mujer
hace del porque s un destino y entonces va a Tapalqu
porque alguien le dijo que sa era tierra de refranes, viaja
a Santa Rosa, un pueblito uruguayo, slo porque cumpli
ciento veinte aos y tiene tres mil quinientos habitantes.
Sabe cmo moverse. Y se pone de manifiesto su pulso ambidiestro: lo urbano y lo rural, aunque, ella misma lo confiesa, en este segundo mbito es en el que se siente ms
cmoda: Los pueblos chicos son abarcables, me parecen
literarios y adems van con mi personalidad. La descripcin de lugares y situaciones es un deleite. Por ejemplo,
cuando hace una simple y efectiva pintura de un hotel
montevideano: El ascensor del hotel que me lleva al primer piso, a la recepcin, es un aparato slido hecho para
durar. Ms que jaula parece un navo que se estaciona con
un corto quejido. Hace seis aos que no voy a Montevideo y ese hotel est exactamente igual, con sus paredes en
amarillo suave, gris perla y rojo oscuro de unas alfombras

que han vivido lo suyo.


Todo es natural desde la mirada de Uhart. A la vez,
todo es extravagante. Un juego de dualidades que permite
disfrutar de los lugares ms inesperados y de los detalles
que ms hablan, esos que pasan inadvertidos para quien

busca la grandilocuencia, pero no para alguien como


ella, experta en trabajar en el gesto pequeo, en el hablar
quedo, y construir con eso tensin, intriga, literatura en
este caso en forma de crnica viajera.

VIERNES, 10 DE JUNIO DE 2011

Memorias dolientes y largos peregrinajes, por Laura Mombello


Memorias de expropiacin. Sometimiento e incorporacin indgena en la Patagonia 1872-1943, de Walter Mario Delrio. Buenos Aires,
Universidad Nacional de Quilmes, [2005] 2010, 310 pgs.

espus de la campaa del desierto las familias


mapuche y tehuelche sobrevivientes comenzaron
un camino tortuoso hacia una tierra que se les
negaba sistemticamente. Corridos una y otra vez, por las
armas y por la ley, buscaron reconstituirse sobre la base
de un espacio al que propios y ajenos reconocieran como
originario. Los logros en este campo son siempre provisorios y se encuentran sujetos a las nuevas avanzadas de
los poderes pblicos y privados sobre los territorios de los
pueblos indgenas.
Sobre la historia de este peregrinaje, sobre las memorias traumticas de la conquista del desierto y sus consecuencias transita, minucioso y comprometido, el anlisis
del autor.
Si las memorias recuperan trozos de vidas atravesadas
por la lucha por la tierra y la supervivencia, la historia
ilumina la trama compleja en la que se enhebra, a contrapelo, la relacin del Estado con los Pueblos Originarios en Patagonia. Para dar cuenta de la complejidad de
este proceso, el autor propone abordar el perodo en que
se lleva adelante el sometimiento y la incorporacin de
los mapuche y tehuelche al estado-nacin argentino y a
la economa poltica capitalista desde fines del siglo XIX
hasta mediados del siglo XX.
Reconstruir estos procesos requiere de una fina pericia
para abrevar en fuentes de naturaleza diversa. La visita
selectiva a los archivos y a los relatos orales habilita un
tipo de argumentacin que permite poner en relacin los
problemas territoriales del presente con las expropiaciones acaecidas en el pasado. Los hilos que recorren los documentos parecen anudar una sucesin de atropellos, incomprensiones y genocidios que emergen, como reclamos
y proclamas de autoafirmacin, en las narraciones actuales de los actores. Narrativas que rompen con la lgica del
exterminio y el silencio impuesto, e inauguran una etapa
de autoreconocimiento, autoafirmacin identitaria, e instalacin en el espacio pblico de un relato alternativo sobre la historia de Norpatagonia a la que este trabajo hace
tambin su aporte.
El registro de los acontecimientos, por cierto, no es

lineal aunque sea cronolgico. Por el contrario, desandando los claroscuros de la escritura de documentos que
dicen y se desdicen sobre los derechos de la nacin y, eventualmente de los otros, logra inmiscuirse en las lgicas
y los intereses que sostuvieron histricamente las polticas
de incorporacin subalterna de la poblacin indgena. El
Estado, en sus distintos niveles, oper sistemticamente
como agente disciplinador de este sector de la poblacin,
al que juzg desde el inicio como menos calificado que el
resto.
Estas polticas se expresaron de distintas maneras a lo
largo de la historia y se aplicaron en diferentes niveles. Detenerse a desgranar las especificidades de cada contexto y
de cada una de las escalas -nacional, regional, provincial
y local- en que efectivamente se desplegaron las prcticas
de incorporacin y subalternidad, no es un detalle menor. Por el contrario, es precisamente este recorrido el que
abre la posibilidad de establecer las relaciones e identificar
las rupturas entre el pasado y el presente, entre lo nacional
y lo local, entre los sectores dominantes y los subalternos.
La expropiacin y el sometimiento son prcticas que,
como muestra este trabajo, no pueden pensarse ms que
en indisoluble par. El origen de estas prcticas devenidas
poltica de estado puede ser datado ms o menos con precisin. Sus consecuencias, sin embargo, no parecen tener
fecha de vencimiento. Es por este motivo que la preocupacin del autor no pasa tanto por lograr una recuperacin
romntica de las voces negadas por la historia oficial, sino
ms bien trata, con xito, de des-cubrir los dispositivos y
el mecanismo que hicieron (y hacen) posible la puesta en
acto de este tipo de polticas.
Un conjunto de cuestiones atraviesan este trabajo que
apela a la historia como modo de conjurar el presente e
imaginar un futuro radicalmente distinto. Entre ellas se
pregunta por el lugar del Estado, por las formas de las resistencias, por los sistemas de alianza entre el Estado y las
elites, por las solidaridades entres los sobrevivientes, por
las dificultades de construir solidaridades en contextos trgicos, por la necesidad de dar cuenta de las tragedias an
no dichas. Sin embargo, parte desde un lugar singular, casi

| BOCADESAPO | RESEAS
93

personal, de una pregunta simple hecha por otro que no


pudo (o no quiso) apartar de s. El problema que quiere
comprender, anclado en la memoria y en la historia, est
formulado a partir de una actualidad que no da seales de
intentar reparaciones histricas o reconocimientos efectivos de los derechos de los pueblos originarios sobre sus
territorios. Por esta razn, la pregunta del otro se transforma en problema del autor:
Las expropiaciones continan en el presente. Ante

las amenazas de un nuevo desalojo, la poblacin de Vuelta


del Ro () se preguntaba: De qu manera estas tierras
no son nuestras? Es en su memoria, en la historia y en los
conocimientos de sus antepasados donde ella encontraba
su respuesta (15).
El autor se hace cargo de la interpelacin que sus interlocutores le disparan a quemarropa y nos invita a involucrarnos con esta historia de los otros que, lo sepamos o
no, nos constituye tan hondamente.
VIERNES, 3 DE JUNIO DE 2011

Desde la mirada ajena, por Rosana Koch


Desalmadas, de Mara Martoccia. Buenos Aires, La Bestia Equiltera, 2010, 217 pgs.

ujeres desalmadas, voces femeninas que transcurren acompasadamente en un protagonismo


equilibrado en la falta de conciencia como decisin propia, dotadas de una crueldad que desemboca
en el espejo de las miserias compartidas: Sos una desalmada, pero igual tens razn asiente Luisita, una anciana de facciones mucho ms delicadas que Marta y sin
las enormes pecas color caf. Aunque no s cmo vamos
a hacer para trasladarla, apenas la muevo, grita como una
condenada () A veces le pongo la almohada encima.
Despus de Caravana (cuentos escritos por la autora durante sus viajes por diferentes culturas), Mara Martoccia
elige las sierras cordobesas que son el escenario concreto
donde la descripcin detallada de la tierra tiene una significancia inusual. Sin embargo, el rigor formal de la narracin, de intensidad potica constante, impide encasillar a
la obra en un costumbrismo realista.
Desde la semntica de la significacin, donde las metforas contribuyen a la conformacin de los conceptos
ms abstractos, el ttulo de la novela (Desalmadas) tiene mucho que ver con el esquema centro/periferia: parasntesis indisoluble entre subjetividad/objetividad o ubicacin en los
mrgenesal presentar a los personajes a travs de sucorteza,en las afueras del meollo, del corazn. As se presenta
este peregrinaje de personajes pincelados con una precisin incisiva de registros diversos que fluyen en el ritmo
constante de la prosa; son estos registros los que demarcan
la situacin perifrica de una ubicacin salvaje: () se
afirma en la tierra incapaz de producir otra cosa que no
sean cactus y malezas o Le hubiera tocado otro destino
de haber nacido en un lugar con ms posibilidades.
Centro y periferia, metaforizados en los dilogos de mujeres del campo y la ciudad, convergen en el viaje, palabra que
va ms all de considerarse como puro desplazamiento,
sino como una experiencia que cruza la frontera y borra
simultneamente la comparacin entre interior y exterior.
Este punto de contacto es convertido por la autora en un

espacio existencial en donde se construye, en una mezcla de


historias que finalmente se encuentran, el mundo ficcional de esta novela: la esperanza de una madre para que su
hija recupere la cordura perdida (Qu s yo El doctor Etcheverry sabr por qu lo hizo, pero yo te hubiera
llevado al mar. A un lugar con ms vida. Ms animado.
No puedo pensar que una suicida se recupere aqu);
la ilusin de dos hermanas de cobrar las tierras de su otra
hermana moribunda para vivir ms holgadas econmicamente (El abogado dijo que no hay otra forma de cobrar
el dinero Hay que viajar a ese pueblo de morondanga
y agilizar los trmites de la venta del terrenoElla tiene
que firmar. Qu quers hacer? Ya no nos queda un peso.
Total a Quinina no le debe faltar mucho Da lo mismo
que se muera en un micro que mirando el techo con las
uas pintadas de rojo.); una joven codiciosa que guarda
para s un asesinato para heredar lo que no le es propio
(En la escritura dir Rosario Ceballos, y con eso basta y
sobra para que la tierra sea ma); una vieja curandera del
lugar (Ya saba que la muerte de Vctor Corona te traera por aqu Qu te cres? No te ibas a salvar de consultarme, por ms comisario que seas).
En ese espacio existencial se presenta la vozde Melina,
la loca, quien ntimamente se percibe como la menos
extranjera de este viaje ficcional: La nica posesin es
caminar hacia la nada, Yo no quiero escribir, detrs de
las palabras est el miedo ms grande del mundo. Junto
aesas voces femeninas, se integran las delos hombres,
presos de un determinismo geogrfico trgico, propio a
esas tierras secas de destino: el remisero Ordez, el Cabra, el comisario Julio, Sergio.
Mara Martoccia en esta novela logra atrapar al lector
con una voz sigilosa y trasladarlo a un mundo donde la
literatura permite muchas vidas.

MARTES, 24 DE MAYO DE 2011

Afueramente adentro, por Walter Romero


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Cantar la nada, de Mara Negroni. Buenos Aires, Bajo la Luna, 2011, 75 pgs.

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ntre el comienzo del comienzo que es de fbula


(rase una vez un jardn) y los finales que liquidan el suspenso a fuerza de refusilo; entre lo ferico de los inicios Valery deca que el primer verso es
dictado por Dios y las ltimas rimas, entre Dios y los
finales, prefiero ese espacio un poco solidificado y simuladamente recndito, suerte de pie del poema, donde los
buenos poetas eligen medir la furia en la textura del
acero; es, en esas emanaciones poticas siempre un
poco hurfanas de las exgesis, que prefieren las albas del
canto donde se vuelve definitivo en este ltimo libro de
Mara Negroni este arte tremendamente furtivo donde,
como sealaba Beckett, nunca se sabe si la puerta est
exiguamente abierta o imperceptiblemente entornada.
Su tema es el canto y la nada, pero ms bien se trata
del nada, ese espacio entre cantar para nadie y nada que
cantar que se acerca sin ms a una lrica de amor: no
amar, no tener a quin cantarle es del orden del nada. Una
nada que no es metafsica sino amorosa y que en su estallido atraviesa lo cotidiano (anoche tom pastillas, nadie
lav los platos) y el desgarro que puede volverse el ni ente:
el lugar donde la poesa es el museo para esconder lo que
no ha sido o encarnar, de un modo ms criollo, el niente
menos que la batalla del lenguaje entabla para extraer alguna gema de las miserias del da. Es en ese trnsito entre
las grandes preguntas y la cama vaca del amor que se fue,
que la lengua de Mara Negroni se vuelve, a la primera de
cambio, la voz que chapotea en el lunfardo, en la tanguedad, en lo argentino: lujo procaz de una lengua bacana que
se deja interferir por el arrabal, mezcla rara de Chrtien de
Troyes y el malevaje.
Leo alguno de sus finales: yo avanzo en el libro/ que
no escribo// soy yo la fundo un cielo/ de fase en fase//
alguna vez tal vez/ ser la que habr sido. No suenan
a las moralejas que suelen traer las fbulas, pero por ah
anda la cosa; se trata ms bien de una tradicin que impacta en este poemario, donde los finales y el niente, se
vuelven lenvoi los envos de Maria; envos a quin? y
que detienen el tiempo en esa espera que es lo pleno de
la ausencia, en ese ltimo aliento de voz que cada poema
propone: esa corta stanza o estrofa final, pegada a los otros
versos o sueltita como una isla perdida.
Puesto a pensar, me dejo ir, y Cantar la nada me invita,
en su viaje y en su obsesin por el canto esa astucia de
sirenas: a la tornada trovadoresca; a la finida o al fin y
cabo de la lrica de Castilla; a los cierres de las cantigas
de amor o al congedo o al commiato italiano: esos tres versos
noms (o a estos pareados de cimbronazo de Mara), que,

estratgicamente dispuestos, suelen o bien: 1) dirigirse


desembozadamente a un destinatario real o imaginario y
que, en muchos casos, es un indirizzo un agenciamiento
allamante del poeta o al suo mecenate o ad un amico; o 2) suelen
volver especular ese instante en que el autor saluda con
una mano grande a la poesa misma volvindola destinataria de todo el poema; o, en cambio, 3) y sta es la versin ms recurrente en el canto de Mara suelen desatar,
a modo de relmpago, las ganas de entregarle al lector, a
modo de enigma, un sentido inesperado, que nos obligar
a leer de nuevo el poema, una y otra vez interpretado, y
vuelto a empezar, en una circularidad maqunica sin fallas pero con desgarraduras: Centrifugo del tiempo y del
discurso, centrfugo del yo y del nosotros que lee, centrfugo de lo real y de la materia potica vuelta canto, que se
anuda a la nada y la abraza, desesperada y mortalmente,
como amante perdida y reencontrada: empieza como espiral de nada/ con esa precisin (...) pero algo se va/ sin
hacer ruido/ y vuelve a empezar/ por otro lado.
Es en el Canzoniere del Petrarca, en la canzone 126
(Chiare, fresche, dolci acque) donde, hacia el final, el
poeta reasume su voz para dirigirse a la cancin misma, dicindole en el ltimo invio: Se tu avessi ornamenti, quanthai
voglia,/ poresti arditamente/ uscir del bosco, e gir in fra la gente
(Cancin, si tu fueses tan bella y ornada como quisieras,/
podras, y ms que osadamente,/ salir del bosque e irte
entre la gente.)
De ese uscir del bosque buclico y retrico del Petrarca,
Mara Negroni nos convoca desde el borde del poema a
la permanencia en el Jardn de las Delicias: el tiempo ser
ese intervalo circular que se extiende entre el primer y el
ltimo poema, que no gratuitamente nos propone, no ya
salir del bosque (e irse con la gente), sino permanecer. No sin
sorpresa, en un poema cuyo ttulo es Domingo, leemos,
como si Mara rescribiese a Petrarca: entrar en la geometra del bosque/ como a un desorden sabio/ y all elegir/
una y otra vez/ cuando el sendero se bifurca/ ser aquello/
que fuimos al comienzo.
Si la condicin de posibilidad de toda poesa es escamotear como slo el lenguaje sabe hacerlo la verdad de sus
propios dispositivos y esos mecanismos en este poema pueden adoptar ya desde los ttulos la matemtica nocturna
de lo infinitesimal, lo irrisorio, lo no cuantificable o lo exactamente medido (ah estn los Diecisiete cilindros, las
37 muchachas, los 0,0016 kilmetros de palabras, las
ancdotas en 7 letras): Cantar la nada debera leerse ms
que nada en el zigzag que se tiende entre la potica atmica de los ttulos, el diseo al sesgo del poema y sus finales.

| BOCADESAPO | RESEAS
95

Slo yendo y viniendo en ese trazado nico, como


quien delimita un teatro de operaciones, podremos leer
las lneas tendidas por el serpenteo de la forma y del sentido en la alternancia de sus vrtices, los puntos donde
concurren los planos del discurso, las mudas donde la lengua derrapa. Este libro puesto a cantar; entre un gentil
retaceo y la iluminacin de la casa de lo escrito se lee
no slo en un ir y venir constante, sino tambin a la caza
de lo alterno y lo angular: sus escondidas entrantes y salientes;
no solo bajo la tensin del movimiento de un pndulo que
va y viene, sino tambin en esa febril quietud del durante
del poema y sus disparados enlaces.
De sus ltimos versos a modo de isla, en los suburbios del poema, reconocemos el tembladeral; ah donde,
como en una ltima batalla, el ttulo que habamos ledo
al comenzar en oblicua tensin, y recuperamos ahora al
terminar cada poesa le vuelve a ofrendar, a las palabras
y a nosotros, una ltima treta: ellas, preparando con arrojo
de acrbatas su canto del cisne, y nosotros, prendidos y
anonadados por el zigzag y por la espera, devenidos afueramente adentro la materia misma del poema: lo extimio.
Mara es la artesana impar de poticos cdices miniados, de picas de la maravilla y del debate: ah estn Islan-

dia, los viajes de rsula y la noche, la anunciacin de una


voz aterrada en los convulsionados 70, los mobiliaros,
los museos y los gabinetes todos esos boudoirs que ella atesora, donde la palabra se emperifolla con el tuteo sagaz
que lo monstruoso le tiende a la realidad.
Los dones de la antilectura han comenzado a derramarse; el vaivn es la frmula para intentar vencer las
celebratorias resistencias hermenuticas que, a modo de
plstica y literaria instalacin, han comenzado a poblar esta
obra madura. Y slo en la madurez, o en la precocidad
rimbauldiana, la nada misma se deja, o se hace ver.
En Mara, la poesa se ha vuelto la elegaca interrupcin
donde lo potico se abraza al desliz: en el madrimiento, el apenasmente, algn cundo, amanza, csa quiso decir, la doleinza, las
nominanzas, las niezas, el mo punto oscuro, la bailacin: Toda
esa otra, y acaso ms verdadera realidad textual, del querer
decir o el tartajeo de la lengua que puntualmente llega: las
afasias que suelen ocurrirles a los poetas para mostrarnos
en qu consiste volver a aprender a hablar, en qu consiste darle voz a ese confuso y voraz animal que hiberna
en el poema.

MARTES, 17 DE MAYO DE 2011

El gran pez, por Mauro Peverelli


La casa de la mezquita, de Kader Abdolah. Traduccin de Marta Arguil Bernal. Barcelona, Editorial Salamandra, 2010, 382 pginas.

n la tranquila ciudad de Seneyn reside la familia de Aga Yan, un variado y heterogneo grupo
de personas cuyas costumbres y tradiciones, tanto
religiosas como culturales, son arrastradas desde el comienzo de los tiempos. All, las distintas generaciones de
los imanes, de una lnea por lo general moderada, han
sido testigos del lento curso de la historia espiritual y poltica de su ciudad y su pas, han sido la gua religiosa de
una poblacin semiurbana y tranquila, apegada a algunas
actividades rurales, al comercio, a la confeccin de alfombras y a la alfarera. A Aga Yan le toca gobernar el destino de la casa, un destino que parece predeterminado por
lahistoria y las costumbres, pero, a mediados de la dcada
del setenta, con la radicalizacin religiosa que se levanta
en contra de la penetracin norteamericana avalada por
el sha, y que da paso al sangriento rgimen de los ayatols, la secular tranquilidad de la casa de la mezquita comienza a perturbarse de forma irreversible.
Hasta ese momento la casa funcionaba en una armona y un equilibrio muy bien cuidados por Aga Yan, que
haba heredado de su padre y de su abuelo el instinto de
entender el devenir poltico y religioso de la comunidad de
Seneyn. Adems de Aga Yan y su familia, habitan la casa

las abuelas, dos ancianas que viven all desde tiempos inmemoriales y que se ocupan de las cuestiones domsticasy
de todas las necesidades del imn Alsaberi, que vivejunto
asu esposa y sus hijos; tambin residen en la casa Muecn
y su hijo Shabal. Muecn es un alfarero, ciego de nacimiento, que vende sus vasijas a un comerciante del zoco,
el mercado persa en el que tiene su negocio de alfombras
Aga Yan. Todos ellos, y algunos otros que entran y salen
de la viviendaa medida que va transcurriendo la historia,
conforman una gran familia de riqueza heterognea que
vive en una laboriosa armona, exquisitamente retratada
por el narrador.
Pero de a poco Aga Yan comienza a perder el control
de la casa: el viejo imn Alsaberi ha muerto hace aos y
lo han sucedido otros con los que l ya no puede ejercer
toda su influencia; la esposa del imn organiza a un grupo
de mujeres religiosas y fanticas que apoyan la inminente
sublevacin de los ayatols; las dos abuelas emprenden su
viaje a La Meca y ya no regresan nunca; Shabal, el hijo
de Muecn, se traslada a seguir sus estudios en Tehern y
se suma a la resistencia de la izquierda universitaria. A su
vez, el deterioro de la figura del sha, que reciba el apoyo
de los Estados Unidos por sostener sus compaas en la

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explotacin petrolera del pas, va acompaando el surgimiento de un nacionalismo religioso que tiene como figura central la del ayatol Jomeini, exiliado hace ms de
una dcada en Irak. Esta fuerte radicalizacin religiosa,
que parece expandirse rpidamente en la sociedad entera,
y a la que en un principio Aga Yan mira con simpata
porque se opone visiblemente a la penetracin cultural
americana, enseguida comienza a dejar de lado la poltica moderada de la mezquita de Seneyn, a su imn y a
su conductor. La poltica, la vida religiosa, entonces, comienzan a tomar un rumbo muy distinto del que histricamente llevaba la casa.
En otro plano de significacin, y ms all de las directas
alusiones al devenir sociopoltico del pas, el relato intenta
posicionarse como un foco alegrico donde se lee que la
casa representa el lugar de la tradicin, de un islamismo
moderado en el que se aprecia la policroma de una cultura rica y milenaria. La penetracin incesante del occidente capitalista va forzando posturas religiosas de un fanatismo crudo, que termina por obturar el despliegue del
inmenso abanico de posibilidades que era capaz de ofrecer
una cultura tan singular y maravillosa como la persa.
En el interior de esa travesa narrativa las historias se
suceden y abonan la inmensa metfora con que se persiguen las claves de un destino: Para hacer honor a la tradicin,
Muecn tom la palabra y cont la historia de Yanus.
El profeta Yanus, decepcionado, abandon su casa para no volver

jams. Sus discpulos se quedaron sorprendidos y apenados. Yanus


lleg hasta el mar, vio unos pasajeros embarcando en un navo y decidi unirse a ellos. El barco naveg tres das y tres noches, y al cuarto
da todo se sumi en la oscuridad; de pronto, un pez enorme emergi
del agua y le impidi el paso. Los pasajeros no saban qu hacer y el
pez no se marchaba. Un hombre curtido, que haba navegado mucho, dijo:
-Uno de los presentes ha cometido un pecado. Tenemos que entregrselo al pez o de lo contrario no nos dejar marchar.
-El pez viene por m; podis arrojarme al agua y seguir vuestro
viaje -les advirti Yanus.
-Te conocemos comentaron algunos pasajeros-. Eres un hombre
justo, no es posible que hayas cometido ningn sacrilegio. Tambin
conocemos a tu padre, que fue un hombre piadoso. No, no puedes ser
la persona que busca el pez.
Yanus, que estaba seguro de que el pez haba ido por l, les contest:
-Es algo entre mi Dios y yo. Por esa razn el pez est aqu.
Y entonces se encaram a la borda y salt al agua. El pez se lo
trag de un solo bocado y desapareci bajo el agua.
En la sutil descripcin de aquellas costumbres, el relato se asemeja a las estticas de tono parablico como
la de los suras del Corn, o de libros maravillosos como El
lenguaje de los pjaros de Farid Uddin Attar, en los que toda
alegora apunta a un esencialismo donde el verdadero cometido de cualquier bsqueda es el de develar los misterios que se ocultan en el sinuoso camino que nos conduce
hacia el interior de nosotros mismos.

MARTES, 10 DE MAYO DE 2011

Civilizacin & Barbarie, J. S. de Montfort


Ingenuidad aprendida, de Javier Gom Lanzn. Galaxia Gutenberg, 2011, 174 pgs.

l filsofo y director de la madrilea Fundacin


Juan March, Javier Gom Lanzn (Bilbao, 1965),
se sirve de su ltimo libro Ingenuidad aprendida para
realizar un ejercicio urgente de autoconciencia. En l,
examina su quehacer filosfico y, con ello, se otorga tambin el intervalo necesario antes de la finalizacin de su
aclamada tetraloga acerca de la Ejemplaridad.
Se trata de un libro perentorio, vindonoslas as con
un autntico grito de guerra que ha de ser ledo consecuentemente con el corazn inflamado. Un libro ni siquiera imprescindible, sino vital, que se quiere antdoto
contra la anomia y la burocracia, el pluralismo y el relativismo moral que oprime al hombre contemporneo,
aquejado de una maravillosa libertad expandida que ha
derrocado las tradicionales opresiones polticas, ideolgicas, sociales y econmicas, pero que, irnicamente, por
fuerza de su inmensidad, lo mantiene paralizado, aferrado
al dogma de la intocabilidad de su vida privada, sin saber

cmo instrumentalizar de una manera til su tan deplorada libertad.


El volumen consta de 3 textos inditos de un total de
7, escritos entre los aos 2009 y 2010 (4 conferencias, dos
prlogos uno a la tica a Nicomaco de Aristteles y un
segundo a un libro de ensayos de Ortega y Gasset ms
un ensayo publicado en la obra colectiva Vivir para pensar.
Homenaje a Manuel Cruz).
Gom, dueo de una prosa limpia (deudora de la
elegancia orteguiana), que fluye inusualmente lcida sin
atropellarse con citas o abstrusos razonamientos, nos expone en sus textos de una manera centelleante su idea
de lo ingenuo, trada de ese canto a la exterioridad del
mundo, objetivo, sereno, armonioso [p. 10] de Schiller
y que se opone a la visin modernista del genio, cuyo ego
expandido todava hoy domina la contemporaneidad y le
impide al hombre la tan deseada emancipacin.
Su filosofa mundana invita a ahondar en los asuntos

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humanos, abandonando la misantropa, tan propia del filsofo ensimismado, nos dice Gom. Porque, adems, todos
los hombres desarrollan una actividad filosfica de interpretacin del mundo [pg 23] y as, esta actividad filosfica para ser actual y vlida debera mutar democrticamente en una funcin humana universal [] siempre all
donde se halle el hombre [pg 24], por la incontestable
razn de que lo que a todos ocurre es por fuerza universal.
Gom abandona as la epistemologa y a ello contrapone la tica. O dicho de otro modo: su filosofa mundana se opone a lo que Michael Sandel ha llamado filosofa pblica. No existe distincin cabal, dice Gom, entre
lo pblico y lo privado, en el sentido de que la vida privada fomenta conductas que se proyectan pblicamente
en comportamientos. stos son ahora mayormente comportamientos incvicos, lo cual es insostenible, nos dice
Gom, nuestra civilizacin no puede edificarse exclusivamente sobre una vida privada en permanente estado de
liberacin [p. 155].Y es que no son igualmente estimables todas las formas de vida privada, idnticas en valor y
altura moral [p. 158].
Necesitamos entonces un ideal civilizatorio que nos
solvente esa tensin no resuelta entre el colectivismo estatal y el subjetivismo . No se trata de volver al estado jerrquico pre-moderno ni tampoco de renunciar a la vida
privada, ni permitir que en ella interceda el Estado. No,
no es eso. El debate se halla en el hecho de que del adolescente estadio privado de lo esttico pasemos al estadio
adulto de lo pblico, que la decisin personal de elegir la

virtud se generalice a travs de la costumbre y la persuasin (o sea, el Ejemplo), no de la ley. Una sntesis del neorepublicanismo y su concepto de virtud y del comunitarismo, que nos invita a practicar las costumbres cvicas, es
lo que propone Gom frente a esta incertidumbre fatal y
cuasi-apocalptica en la que nos encontramos.
La ejemplaridad, nos alerta Gom, habr de ser el centro de la necesaria socializacin del individuo, que no parece querer abandonar la irresponsabilidad de su estado de
infante o adolescente, a pesar de que se tengan cuarenta
aos (o cincuenta, o sesenta, tanto da). Porque vivir en sociedad no es lo mismo que vivir socializado. Tenemos una
responsabilidad sobre la vida privada y sobre el efecto, brbaro o civilizatorio que produce en nuestro crculo de influencia [p. 167], nos recuerda Gom, y ese compromiso
debera consistir en una ejercitacin responsable, social,
cvica y virtuosa de esa esfera de la libertad ampliada [pg
33] que con tantas penurias hemos conseguido.
Necesitamos, pues, que la espontaneidad originaria del ser humano sirva no para su satisfaccin eglatra
sino para sacarnos de la precariedad en la que nos hallamos, saliendo as de su actual anegacin y ayudando a
la construccin de unas reglas ticas comunes y vlidas
para todos [p. 153]. A este propsito, nos dice Gom,
contribuir el arte creando una nueva sentimentalidad
y tambin la filosofa que suministrar veracidad a un reformado lenguaje natural y comn [pg 34].
Que as sea, pues.
MARTES, 3 DE MAYO DE 2011

La araa, el ojo, la fiebre,, por Jimena Nspolo


Una historia incomprensible y otros relatos, de Odilon Redon. Traducido y prologado por Mercedes Roff. Buenos Aires, Bajo la Luna, 2010, 155 pgs.

n el universo visual de Odilon Redon las esferas


son agobiantes. Pesan como globos aerostticos
oscuros y temibles sobre el mundo; tienen ojos,
tienen patas, tienen pelos, y estn unidos al resto de los
mortales por un finsimo hilo de plata que los mantiene
an en los lmites observables dentro de la obra. Una de
sus creaciones a partir de Las flores del mal, de Baudelaire,
fechada en 1890, nos muestra por ejemplo una flor con
las proporciones de un girasol, al que en vez de ptalos le
han crecido alambres y en el centro de ese inexpugnable
vaco grandes concavidades negras observan con impavidez la nada.
El de Redon es un universo desolado, intenso, que
salta a golpe de carbn entre el humor y el horror ms
humano. Los escritos literarios, tan poco conocidos hasta
el momento, no son ajenos a su obra grfica. Actan ms
bien como directrices, o evidencia textual de su modo de

concebir el acto creador como el trabajo ms noble, ms


delicado, que puede realizar un hombre, una tarea acaso
titnica que asume slo aquel que puede enfrentar el rostro de la verdad de s mismo, que es aquel que la obra
ofrece.
Conocido por sus interpretaciones grficas sobre
las obras de Baudelaire, Poe, Flaubert y Picard, Odilon
Redon (1840-1916) adems de escultor, pintor y grabadista, y de ser una de las figuras ms representativas del
simbolismo europeo, dej a su muerte textos literarios celosamente guardados por su archivista y bigrafo Andr
Mellerio. Hacia el final de su vida, Mellerio procede a reunir todos los escritos de Redon (desde esbozos de cuentos,
poemas, prosas breves, cartas y confesiones de artista);
ese material actualmente se encuentra enel Instituto de
Arte de Chicago y an espera salir a la luz. El volumen
Una historia incomprensible y otros relatos, traducido y prolo-

| BOCADESAPO | CRTICA DE CINE


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gado por Mercedes Roff, es pues la primera traduccin


espaola que se realiza de este autor. De la lectura en conjunto del volumen, ms que la recurrencia de motivos, se
observa la preponderancia de ciertos temas ligados a la
percepcin extraada de lo real (en Noche de fiebre,
Una estancia en el pas vasco), las memorias de una infancia y juventud sufridas (l suea, Ronda de amor,
El grito), hilvanados todos por una insistente reflexin
sobre la creacin. En este sentido, quiz el relato ms
singular sea El Fakir que narra la estada de un artista
pobre en Pars; all, elementos presentes en otros relatos se
vuelven a manifestar pero claramente dispuestos a modo
de sagaz crtica a las premisas darwiniano-positivistas de
su poca y, a la vez, directa increpacin a aquellos artistas
que como el virtuoso de este cuento practican un arte
centrado en s mismos y en el crculo de amateurs que
los rodean. En palabras de Mercedes Roff, el tema subyacente [de este cuento] es el mismo que seguir preocupando a Redon toda su vida, es decir, la inautenticidad y
las pretensiones de una burguesa culta y su reaccionario
egocentrismo; una burguesa que hallara un apoyo en las
teoras de Darwin, al sostener el triunfo, en el seno de la
sociedad, de los ms hbiles y no como Redon habra
querido de aquellos moral y espiritualmente ms nobles.
Pero ese agobio que sufre el espectador al observar su
obra grfica, se distiende al sopesarla cuota de fino humor que tambin la recorre. La araa que sonre, un

dibujo de 1881, ostenta esa tensin, entre la hilaridad y el


espanto, presente en sus trabajos. En lo narrativo, El
relato de Marta la loca es, desde esa perspectiva, ejemplar. All, el onirismo deja ingresar el paisaje y el color, y
con ello cierta frescura impresionista de la que Redon haba renegado en sus principios (y que volver a iluminar
su segunda poca). Estamos, ahora, en 1842 y una fragata
que parte de Francia hacia Pondichry (la colonia francesa en el Ocano ndico) naufraga.La protagonistadespierta entonces en una isla quese le antoja ednicahasta
quecomprueba queun enorme simio la cela, la vigilay
al menor de sus movimientos lanza un grito ronco y extrao;en la playa encuentra, luego, los restos del naufragio y con ellos la certeza de que est sola en su inmensa
libertad: Qu irnico contraste producan las cosas: especialmente un espejo en el que yo misma me reflejaba,
como si Dios, dejndome la conciencia en estas tierras de
exilio, hubiese tambin querido procurarme la imagen de
mi propio rostro, que ningn otro ser en el mundo volvera a ver. El monstruo que me cuidaba fue sacndome una
a una, todas las cosas, con una vivacidad sorprendente,
hacindolas girar en todos los sentidos, tratando de morder aquella que le pareca la ms inesperada, o la ms brillante. (113)
Con el teln de fondo del pensamiento colonialista de
su poca, el cuento de Odilon Redon constata y pone en
jaque, a travs de un simple espejo, la distancia que media
entre el mundo civilizado y el mundo primitivo.

VIERNES, 15 DE ABRIL DE 2011

Las vueltas de lo siniestro, por Natalia Gels


Post Mortem (2010) (15/4 en Bafici). Chile. Director: Pablo Larran. Guin: Pablo Larran.
Protagonistas: Marcelo Alonso, Alfredo Castro y Amparo Noguera.98 minutos

a nueva obra del chileno Pablo Larran parece ser


un engranaje ms, una extensin de Tony Manero, su anterior produccin cinematogrfica.
Una vez ms el actor Alfredo Castro pone el cuerpo y
compone un personaje oscuro, que se mueve en el contexto de la dictadura chilena.
En Tony Manero, Ral Peralta, obsesionado con Fiebre de
Sbado por la Noche, slo tiene un objetivo, ser como el personaje que interpreta John Travolta. No quiere parecerse. No
quiere interpretar el papel. Quiere ser l. Para lograrlo, mata
a todo aquel que se interponga en el camino. Peralta se mueve
en un Chile en el que la dictadura ya est instalada y el terrorismo de estado aparece como teln de fondo, como una sombra cotidiana. En ese film destacaban la originalidad y una
densidad sin tregua de los personajes y de la historia.
Algo de lo siniestro de Tony Manero se filtra en estePost

Mortem, donde Mario Cornejo, un opaco y solitario asistente de la morgue, se enamora de una rancia bailarina de
cabaret. No est la rabia de su antecesora. O s, pero est
contenida, escondida en la espalda encorvada del protagonista. Cornejo intenta conquistar su cario -o al menos, su mirada-, y esa agria historia de amor se desarrolla
en los primeros das de instaurado el golpe militar que
derroc a Salvador Allende, cuando los cuerpos muertos
por la represin se acumulan con el correr de las horas.
Inspirada en la historia real de Mario Cornejo, encargado de registrar los detalles de las autopsias en un hospital y
testigo de la que le hicieron al mismsimo Allende, la pelcula
con el tono sombro y descarnado de Larran muestra cmo
revisitar ciertos temas ya transitados como el la dictadura
puede ser una experiencia interesante si se lo hace con otra
mirada, sin caer en una solemnidad de cartn.

DOMINGO, 10 DE ABRIL DE 2011

Circularidad de la Nada, por Jos Sabater de Montfort


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El estado del malestar: capitalismo tecnolgico y poder sentimental de Ral Eguizbal. Ed. Pennsula, Barcelona, 2011.

99

l catedrtico de publicidad de la Universidad


Complutense de Madrid Ral Eguizbal sondea
en su ltimo libro El estado del malestar: capitalismo
tecnolgico y poder sentimental una versin contempornea
necesariamente difusa y lbil de las clsicas Mythologies
(1957) de Roland Barthes. Y no slo en sus contenidos
(central es el anlisis del mito, a este respecto; o ms bien
la nostalgia del mito [pg. 62]), sino tambin en sus formas, e incluso en su jerga publicitaria y algo ramplona
por momentos.
El libro se compone de 26 artculos (12 cuartillas de extensin media tiene cada uno) con pretensiones de ensayo,
pero que quedan las ms de las veces opacados por la indignacin del publicista. En este sentido hay que mencionar que el libro en bastantes tramos parece pretender ms
la divulgacin de las emociones de supino cabreo del propio autor (en un intento salvaje por influir en el nimo del
lector), que transmitir ideas desarrolladas a fuerza de hiptesis que devengasen en tesis voluntariosas para el dilogo.
Las secciones se asimilan al artculo de peridico sobre
el que gravita una idea central que se mezcla con apreciaciones de diversa gradacin (al modo de la termomix,
pues adems- las mismas ideas metamorfoseadas aparecen por doquier), cerrndose finalmente con sentencias de
falsa apariencia apodctica.
As, El estado del malestar indaga en ese poder seductor
[] envuelto en una nube de benevolencia [pg. 19] que
Eguizbal nombra como Poder Sentimental, y contra el
que no parece haber posibilidad de rebelin (lo que quiz
justifique el cabreo del publicista). Un poder caduco, ste,
y con los jefes del cotarro desaparecido(s) en su ausencia
perpetua [pg. 31], incapaces de sortear la Gran Crisis,
mirando todava hacia atrs, con nostalgia, mientras aqu
y ahora el maana se ha instalado en el hoy [pg. 84].
Jefes de estado que son como bufones de corte [pg. 97]
y, tal vez, de ah su inmoralidad.
En este escenario en el que la tecnologa lo domina
todo, siendo, en suma, Internet lo real y convertido todo
lo dems en sombras [pg. 81], la capacidad de accin
del ciudadano se reduce a pequeos movimientos estratgicos [pg. 91], puesto que no slo ha entrado en quiebra la economa, sino la cultura e incluso el propio ser
humano. En opinin de Eguizbal, no quedan ms asideros que la confianza, una confianza ciega e incierta (y
bastante naf) en que todo mejorar.
El problema de que no haya ms recursos reside en la tecnologizacin del capital, nos dice Eguizbal, y, en general, de
todos los aspectos de la vida; la quiebra de la cultura y su je-

rarqua ha trado como corolario que las prcticas artsticas,


polticas y econmicas se hayan reducido al trasvase de informacin; funciones fticas en su mayora que slo pretenden
mantener la produccin incesante de mensajes planos.
Por definicin, es imposible analizar la inmediatez
que ha cedido el valor a la forma. La gran lacra pues de
este momento histrico es ese efecto pantalla [pg. 138]
con el que se nos presenta la realidad, una realidad donde
todo cabe y todo es indistinguible y se halla igualmente
depreciado. Porque para que haya calidad, dice Eguizbal, los contenidos en la red han de pagarse. Nos habla
as Eguizbal del fatalismo de la pantalla, que no slo
aturde, tambin ciega la inteligencia [pg.136] y ello a
resultas de la afectividad fcil que transmite.
Una poca de lo alfavisual [pg.131] sera la nuestra, materialidad de la pantalla lo llama Eguizbal, un
gran ocano en el que los ciudadanos ceden alegremente
su individualidad, despersonalizndose en el subconsciente colectivo de la cultura popular, en esa apariencia
falsaria de progreso que en realidad no viene sino a ratificar una variedad ilusoria que no son sino las mltiples
posibilidades de la Nada.
Sobre el libro campea una gran sensacin de djvu,
pues Eguizbal plantea una suerte de sintomatologa ms
o menos esperpntica de la realidad histrica actual (que
ya ms o menos todos nos sabemos de memoria), pero a la
hora de ir ese pequeo pasito ms all que se le debe exigir a todo ensayista que pretenda analizar la realidad, nos
da como respuesta que la autntica subversin sera la
renuncia total al consumo tecnolgico [pg 79].
Hombre, para decir eso tal vez podramos haberlo dejado en un panfleto.

LUNES, 4 DE ABRIL DE 2011

Las orillas sin ro, por Nicols Hochman


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El otro tiempo, de Carlos Dmaso Martnez. Ediciones del Copista, Crdoba, 2010.

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ace unos aos le La lentitud, de Milan Kundera.


No recuerdo mucho de la trama, pero s que no
me gust demasiado. Pese a eso, con los aos se
me fue afianzando una idea sobre el libro, que a esta altura ya no estoy tan seguro de que haya sido lo que realmente le. En esas pginas Kundera articula un relato que
quiebra con la narracin clsica y tradicional de autornarrador-personaje. Lo que hace (o lo que con los aos
me fui imaginando que haca) es narrar dos historias en
paralelo. En una, a modo convencional, explica las vivencias de un personaje en tercera persona, con esa posicin
un poco omnisciente de la que es imposible despegarse a
un autor. En la otra, cuenta en primera persona una ancdota de hace unos aos, cuando l viaj a no s qu castillo con su seora. Lo interesante aparece cuando en el relato se filtra una anomala, cuando surge un personaje que
se llama Milan Kundera, que queda a mitad de camino
de la ficcin y la ancdota real. Un Milan Kundera que
le resulta extrao al autor, que le molesta, que le genera
una incomodidad porque claramente es l, pero no; claramente lleva su identidad, pero a sus eruditos ojos en un
imbcil y le desarticula el relato. El recurso no es nuevo,
y tanto Unamuno como Pirandello podran dar sus testimonios. Pero s es interesante ver cmo Kundera da una
vuelta de tuerca con su novela.
Con El otro tiempo ocurre algo similar. Carlos Dmaso
Martnez fabrica a un escritor que fabrica a un personaje
que se le inmiscuye en su propia cotidianeidad y en cierto
aspecto lo transforma, como presupongo transformar a
su vez a ese Hacedor que es el autor, nunca inmune a
las acciones de los homnculos en que se transforman sus
personajes. La historia transcurre en dos tiempos, que a
su vez se fragmentan en tantos pedazos como el discurso
posmoderno. Del lado de ac, un tipo que escribe y habla
de las miserias de su vida diaria, de sus conversaciones con
un amigo a la distancia, del devenir sexual con su mujer,
de las noticias que salen por la tele, del libro que de a poco
va escribiendo. Del lado de all, la cosa se complica.
El otro relato est ambientado en un Ro de la Plata sin
agua, completamente seco. Por su antiguo cauce deambulan algunos hombres descentrados, probablemente a comienzos del siglo XIX. Comerciantes, futuros patriotas,
indios travestidos, gauchos y extranjeros se mezclan en el
paisaje enrarecido por lo que no est (La falta es falta en
su lugar, deca Lacan). Pero Dmaso va ms all. Si el relato comienza perfilndose como una narracin realista,
histrica aunque en un contexto atpico, rpidamente se
vuelve inverosmil, exacerbando las imposibilidades hasta

transformarlas en una historia imposible, en un meta-relato donde la ilusin de la realidad cede ante la prepotencia de la ficcin.
A los indios y los gauchos se les aparecen soldados alemanes de la Segunda Guerra que buscan dinamitar un
submarino. Las ideas de la conquista se entremezclan con
perspectivas de finales del siglo XIX, con los vuelos de la
muerte y la sombra de los desaparecidos durante la dictadura. Y Pern, y los peronistas, y la manifestacin del 17
de octubre y su reclusin en Martn Garca, y su entierro y
el secuestro de sus manos a fines de los 80. Sus personajes
(los de Dmaso, los de tipo que escribe esa novela), son humanos y demasiado humanos; estn calientes, perdidos,
expectantes y angustiados por tanta incertidumbre de andar por la nada donde debera estar el ro. Son testigos
de la influencia del autor, que acta como un demiurgo
invisible que pone obstculos e incentivos en su camino,
que los obliga a tomar decisiones cuando podran estar
tranquilos en sus casas, gozando de ese da a da cotidiano,
rutinario, que forma parte de la realidad del que escribe.
En El ro sin orillas, Juan Jos Saer arma una especie de
ensayo, una narracin muy extraa en la que el personaje
principal es ese pedazo de agua que une y separa a Uruguay y Argentina, el Ro de la Plata. La metfora lleva a
pensar un poco en una idea de absoluto, de algo inabarcable, que todo lo comprende. Es muy poco probable que
Dmaso Martnez no pensara en todo ello cuando escriba El otro tiempo, que es como decir el otro lado, el reverso del ro sin orillas que, en su novela, se transforma en
las orillas sin ro, en la totalidad imposible, invertida. Y
si no hay riesgo, para qu escribir?, se pregunta Saer en
la frase que Dmaso elige para abrir su propio libro. Otra
posible pregunta sera volver a plantearla, invertida: Y si
no hay riesgo, cmo no escribir?

SBADO, 19 DE MARZO DE 2011

La alquimista de lo leve, por Natalia Gels


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Relatos reunidos, de Hebe Uhart. Alfaguara, Buenos Aires, 2010, 512 pgs.

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ena que haber alguna vbora muerta. Es un detalle nfimo, una mera ancdota, pero tena que
estar en ese mundo Uhart, entre tantas palabras
nobles, entre tanta historia cotidiana, pequea y grande a
la vez. Si hablaba de una maestra y de una escuela, una
vbora tena que haber, porque s, porque es lo que pasa,
porque quin que haya ido a un colegio de pueblo no
tuvo alguna vez una historia de culebras y julepeados?
Despus, por supuesto, est el campo, y el cansancio, y
la vida que pasa con parsimonia y silbido bajo. En ese
mundo de Uhart de Relatos reunidos, el misterio de la vida
puede esconderse en un posa-pava. Y ella que sabe de lo
que habla, que naci en un Moreno casi rural y fue maestra y directora y que, claro que s, ense filosofa, capta el
momento, y hace de la sutileza una historia. Y lo hace sin
pose y crea, como quien no quiere la cosa, un mundo menos oscuro pero an as tan profundo como el de Faulkner.
Uhart bien podra ser el viento sur y fresco de la versin
faulkneriana. Sin tormentos, pero con el ojo en el lugar
preciso para contar los pesares en tierras donde la vida se
dirime en una intimidad compartida.
Es claro por qu a Conti le gustaba la obra de Uhart y
deca, por ejemplo, de simpleza en simpleza uno penetra
en hondura y laberintos donde slo se pude avanzar si se
participa de la magia de ese nuevo mundo... En ambos
hay pueblo, calle de tierra, como si en sus relatos el sonido

sordo de las chicharras se prolongara hasta cada punto final. Uno no lo nota mientras lee. O s, pero no le presta
atencin. Hasta que para. Entonces, es cuando eso que
sonaba sordo y constante se hace ms fuerte.
Sus cuentos son pequeos mundos habitados por Leonores que no abrazan sus sueos, que se conforman con
lo que la vida les da (Leonor); o directoras de escuela
rurales que se enojan con las inspectoras (Impresiones
de una directora de escuela) que qu se creen con venir
a juzgar; o gente que se muere sin dar ningn trabajo
(Mudanzas). La parentela hecha literatura, la tensin dramtica escondida en un grano de arroz, con eso parece
tejer su mundo literario en una veintena de cuentos y tres
novelas cortas (Camilo asciende, Memorias de un pigmeo y Mudanzas) escritos por esa dama que ha dicho, provocadora,
que escribe sin pasin.
Su voz femenina cuenta impvida historias que a veces brotan de la infancia. Una infancia lejana a pompas y
algodones. Su escritura no siente lstima. Mira al mundo
extraada y aprende, voraz, de tonos, de gestos. Y sus criaturas se preguntan: Y eso qu mierda es?; dicen: verdolaga, se quejan: hace mucho calor. Nada de grandilocuencia. Tampoco, de provocacin porque s. Que para
qu forzar el drama, si se, en el mundo de Uhart, leve,
imperceptible, siempre est.
SBADO, 5 DE MARZO DE 2011

La escritura de la existencia, por Rosana Koch


Lazos de familia,de Clarice Lispector. Buenos Aires, El cuenco del plata, 2010, 141 pgs.
Un soplo de vida, de Clarice Lispector. Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 2010, 198 pgs.

larice Lispector es considerada una de las escritoras ms importantes de las letras brasileas del siglo XX. Fallecida en 1977, su obra literaria conforma una totalidad definida por un intento constante de
liberacin del encierro de la existencia.Dostextos bien
diferenciadoslogran a su vez sintetizar los tpicos ms relevantes de esta escriturapuesto que tambin se sitan en
dos momentos diferentes de la vida de la autora: Lazos de
familia y Un soplo de vida.
Lazos de familia es un libro de trece cuentos publicado
en 1960. El ttulo mismo devela por s mismo la integracin de las narraciones en una estructuraque parece enlazar aquello que en realidad se desea esconder y, al mismo
tiempo, aquello de lo que se desea escapar: en la profun-

didad de la vida cotidiana, convencional y familiar de los


personajes de los cuentos, se desliza y emerge un plano de
la existencia que comienza a percibirse hasta llegar al estallido y romper con las acciones habituales y mundanas.
Es en este momento cuando los personajes se reconstruyen a partir de una revelacin o epifana y a partir de
all ninguno podr salirse de esa introspeccin que, en un
constante monlogo interior, estalla tanto en intensidad
como en violencia y locura. Esta extraeza que irrumpe
y asedia no deja de tener una intensidad inusitada y sagrada que aparece a travs del gesto de un pensamiento,
una sensacin corporal, una mmica incomprensible, un
silencio permanente que es seal, una construccin que
es ruina en el fracaso de permanecer, ser en el ahogo de
la existencia, pero que siempre se traduce como un x-

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tasis palpitante de la nusea. En Ana, por ejemplo, protagonista del cuento Amor, su vida se ve trastocada por
un instante: la observacin de un ciego que masca chicle.
A partir de all ingresa a un mbito sagrado en el que el
xtasis de la nusea es el paso hacia otra existencia que
ha sido anestesiada, pero que siempre estuvo latente y que
culminar en el compromiso de la libertad de elegir en el
encierro tedioso de su propia existencia: Y, si haba atravesado el amor y su infierno, se peinaba ahora frente al
espejo, por un instante sin ningn mundo en el corazn.
Antes de acostarse, como si apagase una vela, sopl la pequea llama del da.
Un soplo de vida es la novela pstuma de Clarice Lispector. Va acompaada de una aclaracin: Pulsaciones. Qu es una pulsacin si no el intento imperceptible
y rtmico de permanecer y seguir latiendo ante la inevitabilidad de la muerte. Casi al comienzo de la novela se
puede leer: Escribo como si fuera a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida (). Permanecer
por medio de la escritura Yo escribo para hacer existir
y para existirme. Desde nio busco el soplo de la palabra que da vida a los susurros y abandonar los lmites
del tiempo para perderse en el instante eterno que es presente, es movimiento puro y acto creativo producto de
la soledad: Autor: Habl, ngela, habl aunque no tenga
sentido, habl para que no me muera del todo. Sin una
trama, o sin una sucesin temporal de eventos, nada converge porque entre el Autor y su creacin, ngela Pralini,
ni siquiera hay dilogo, es decir que la estructura de la
novela en parlamentos entre el Autor y su interlocutora,
ngela, es smbolo de la imposibilidad de comunicarse
con los otros y no lograr construir con el Otro la elaboracin del propio Yo. En el espejo de la otredad para forjar la constitucin de la propia subjetividad, estos personajes fracasan en una dualidad imprecisa: ngela es mi
intento de ser dos. Lamentablemente, sin embargo, no-

sotros, por fuerza de las circunstancias, nos parecemos, y


ella tambin escribe porque slo conozco algo del acto de
escribir. (Aunque no escribo: hablo). El Autor/escritora
insiste en que despus de una vida de escritura, necesita
recomenzar y por eso no hay voluntad de estilo, porque la
intencin es reconstituirse en las ruinas: Lo que est escrito
aqu, mo o de ngela, son restos de una demolicin del
alma, son cortes laterales de una realidad que se me escapa continuamente. Estos fragmentos de libros quieren
decir que trabajo en ruinas. Y es desde all que el pensamiento se desprende, puesto que logra el distanciamiento:
Soy el atrs del pensamiento. Lo primitivo es la materia
prima y la razn, el impedimento.
Leer a Clarice Lispector es una experiencia, principalmente. Verdadera, pero que nunca roza lo real: ese es el
lmite imposible que delimita a la escritora. Sin embargo,
es en esa bsqueda nauseabunda (tanto fsica como filosfica) de escribir lo indecible la que le permite indagar en
el gesto, la percepcin, la mmica, el silencio y el extraamiento del instante. All se instala introspectivamente para
detenerse y vislumbrar con mirada misteriosa, lenta, hasta
mstica, el destello epifnico que culminar en la mudez,
el silencio o la agona, la melancola (segn Julia Kristeva):
apenas un balbuceo que sabe que dejar a la escritora-narrador-personaje (y a los lectores) en la mudez, con las manos vacas de divinidad (porque en lo divino est lo real) y
en una extraeza absoluta que vislumbra.
Me da miedo escribir. Es tan peligroso. El que lo intent lo
sabe. Peligro de revolver en lo que est oculto () Soy un escritor
que le tiene miedo a la trampa de las palabras: las palabras que digo
esconden otras cules? Quiz las diga. Escribir es una piedra lanzada en el pozo hondo.
Leer a Clarice Lispector es intraducible porque el entendimiento se olvida de que existe un sentido de las cosas.
Todo esto slo es un intento.

DOMINGO, 27 DE FEBRERO DE 2011

Por la totalidad perceptiva del arte (o la decadente nostalgia del


remake), J. S. de Montfort
Esttica del aparecer, de Martin Seel. Madrid, Katz, 2011, 310 pgs.

ebemos alegrarnos de la llegada a las libreras


de Esttica del aparecer del experto en el campo
de la esttica y profesor de la Universidad de
Frankfurt, Martin Seel, al mismo tiempo que se hace necesario proferir un grito de alerta ante el hecho de que nos
hayamos demorado diez aos en tener una edicin en castellano de este libro (y que ello se haya producido gracias
a la arbitrariedad de un subsidio del Instituto Goethe).
En primer lugar, debe saber el lector que el libro se

propone una sistematizacin ampliada del artculo de


Martin Seel titulado Art as appearance: two comments
on Arthur C. Dantos After the End of Art, publicado
en 1998 en el volumen 37 de la revista History and
Theory, donde refutaba el esencialismo que Danto adscriba a la obra de arte.
El intento de Seel tiene, en este libro, partida doble:
sistematizar su teora de la aparicin (que supera las constricciones clsicas de la esttica del ser y la esttica de la

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apariencia) y (re)asociar a la filosofa del arte con la esttica, alianza perdida durante la segunda mitad del siglo
XX y defendida principalmente por Arthur C. Danto, ese
situar el arte ms all de su aparicin sensible. En otras
palabras: la conceptualizacin del arte que se funda exclusivamente en la mera teora. Tesis que, por cierto, Tom
Wolfe evoca de manera bien divertida en su libro recientemente reeditado La palabra pintada (Anagrama, 2010). En
la segunda parte del libro Seel propone 12 tesis sobre la
imagen que ofreceran la aplicacin de su teora a ciertos
aspectos contemporneos.
La clave que hibridara (y superara) la oposicin clsica entre esttica del ser y la de la apariencia sera, segn
Seel, el modo diferente en el que se aprehende la aparicin de los objetos. La apariencia (que servira de gua) ha
de considerarse como los modos de la aparicin esttica y
su fuerza se fundamenta en el presente de lo que aparece
(esttica del ser), que se extiende ms all del presente y
de la realidad (su ser-as que se perpeta en la presencia
de su aparecer).
Sobre los estados de la percepcin, Seel distinguir
entre el estado del simple aparecer (percepcin contemplativa), la aparicin atmosfrica (percepcin esttica),y la
aparicin artstica (percepcin de la obra de arte como
una presentacin en medio del aparecer).
La realidad del hecho artstico, segn Seel, no sera pues
un despiece deleuziano de conceptos en bsqueda de significados ocultos, sino ms bien el resultado de una totalidad
perceptiva, en la que se despliega una constelacin de apariciones que significaran de un modo especial, debido a una
organizacin precisa e individual de sus elementos constitutivos particulares. Es decir, que las obras de arte son
creaciones de un aparecer capaces de articular (p. 148).
Por ello, no se trata de determinar la realidad del objeto (y conferirle unas cualidades esenciales como quera
Danto), cuanto de atender a la indeterminabilidad del
juego -kantiano- de sus apariciones, a su juego performa-

tivo. Ahora bien, ello exige del espectador una exploracin interpretativa, imaginativa e incluso reflexiva de los
objetos artsticos. Intencin y voluntad, en suma. Implicacin.
Pero vemoslo ms claro con un ejemplo (p. 179): la
obra Whosafraid of Red, Yellow and Blue IV (1969-70) de Barnett Newman puede ser considerada -al mismo tiempo- en
las tres dimensiones propuestas por Seel. Como aparicin
visual no es ms que el simple aparecer de una superficie
multicolor, como aparicin atmosfrica resulta ser un cuadro que podra experimentarse como una acentuacin
fuerte, poderosa y algo solemne del espacio donde est
instalado. En su aparicin artstica nos mostrara la interaccin de los colores como una dramatizacin de las
posibilidades fundamentales de la pintura y la existencia
misma y as el cuadro representara la destruccin sublime de un orden de sentido composicional y cultural.
En resumen, dependiendo de cmo dejemos actuar al
lienzo sobre nosotros, tendremos las diferentes gradaciones del aparecer.
La importancia capital que se desprende de las gradaciones de la aparicin es por cuanto que Martin Seel reintegra las vanguardias artsticas adentro de una corriente
ms larga que tendra su punto de origen en la caverna
platnica.
Esta precisin no es balad puesto que nos sirve para,
desde un sistema hegeliano, entender las manifestaciones actuales del mundo del arte que se refieren a la desaparicin del individuo, la identidad en construccin o la
fragmentacin del discurso artstico. Manifestaciones que,
dese el art-core hasta la recuperacin actual del remake,
se caracterizan por la presentacin de presentes particulares en evanescencia. Que dichas manifestaciones se juzguen a s mismas posthistricas y postautnomas no hace
ms que ratificar la evocacin artstica de la ausencia y el
vaco: esto es, su decadente nostalgia humanista.

JUEVES, 24 DE FEBRERO DE 2011

De crnicas y domadas, por Natalia Gels


Domadores de historias. Conversaciones con grandes cronistas de Amrica Latina, por Marcela Aguilar (editora). Ril Editores, Chile, 2010, 342 pgs.

ay historias mansas, que se dejan domar fcilmente, que andan a trote amable, que se narran
solas. Hay otras, ms maeras, a las que es necesario apretarles la rienda para que sigan el pulso y respeten la marcha que se les ordena. Estos periodistas reunidos
en Domadores de historias son jinetes expertos y saben identificar cada una de las historias que les toca contar. Tienen
claro cundo agarrar el rebenque y cundo aflojar la soga.
Con Marcela Aguilar como editora, las crnicas y

las entrevistas aqu reunidas representan una interesante


oportunidad de ver cmo eso que leemos en revistas se cocina puertas adentro de diferente manera, segn el autor
que golpee el teclado. Aguilar es directora de la Escuela de
Periodismo de la Universidad Finis Terrae, de Chile. Entre el aula y la calle, este libro sirve como reflexin y como
antesala: nada de lo que se aprende en las escuelas sirve
per se a la hora de encarar y concretar una buena crnica.
Nada, salvo una buena reserva de lecturas. Para lograr un

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buen artculo es necesaria una feliz confluencia de oficio,


talento y -algo indispensable- mucha pasin. Al menos eso
queda claro al llegar a las ltimas pginas.
Catorce cronistas que hablan de sus modos de trabajar, pero que se reservan el secreto ltimo, el toque de gracia, se que no se transmite con palabras porque reside en
el sello personal que se construye con la prctica. Cmo
se escribe crnica? En qu momento? Hay una escritura
periodstica femenina y otra masculina? Hasta qu punto
es necesaria la primera persona? Son varias las preguntas
y dismiles las respuestas que se ponen en juego a lo largo
de las charlas.
Sergio Gonzlez Rodrguez habla de convertir la
prensa en literatura, y as lo hace con su crnica Mujeres de table-dance. Alberto Fuguet polemiza: Hoy el
periodismo es ms bien femenino, universitario, conciliado con la vida familar. Daniel Titinger describe a los
cronistas latinoamericanos como amantes de la tecnologa y ajenos a la poltica. Cristian Alarcn pinta al oficio
como una especie de redencin, de entrega: Vivo y escribo para otros. Cada vez siento ms placer de dar, dice.
Juan Villoro, hbil, define: El desafo es que ese trozo de
realidad parezca completo.
Son discusiones vlidas, parte de eso que no se ve en
las pginas de las revistas o de los diarios: reflexiones. Pero

tambin est lo otro: lo que sale publicado, lo que los coloca como titulares en ese dream team de la crnica latina.
Son textos como El rastro en los huesos, de Leila Guerriero; Cita a ciegas con la muerte, de Alberto Salcedo
Ramos; Polizn de siete mares, de Josefina Licitra. Catorce crnicas que muestran por qu son ellos los entrevistados y catorce maneras de narrar a esa Amrica Latina
que los congrega. Historias con sangre, sexo, ternura y dolor. Amor y muerte. Historias que tienen lo indispensable,
esos grandes temas infinitos.
Hace unos meses, Daniel Riera, otro gran cronista de
estos lados, dijo en una entrevista que se opona al bananeo que ejercan algunos periodistas desde una posicin
supuestamente ilustrada. Hablaba as de quienes se paran
en el banquillo para mirar al otro (al entrevistado) con
su pretendido ojo incisivo viciado de un ego pico. La de
Riera era una manera de pararse, una bandera contra el
periodismo vanidoso y a favor de una tica periodstica.
Un detalle que no aparece en el libro pero que suma para
abrir otra discusin. La crnica como bandera. Porque en
pocas en las que, lo plantea Francisco Mouat, el periodismo pierde humanidad, lo que lo salva, es justamente,
eso: ese relato noble -cuando est bien hecho- que vence
al tiempo y al olvido.

MARTES, 15 DE FEBRERO DE 2011

Piezas breves, piezas de resistencia, por J.S. de Montfort


Trptico & Santos que yo te pinte, de Julin Rodrguez. Madrid, Errata Naturae, 2010, 48 y 64 pginas.

a obra del escritor espaol Julin Rodrguez (Cceres, 1968) comprenda hasta el momento dos vertientes bien diferenciadas. De un lado la parte estrictamente ficcional formada por las novelas Lo improbable
(2001), Ninguna necesidad (2006, Premio Ojo Crtico de Narrativa) y La Sombra y la Penumbra (2002). Del otro lado, est
la parte autobiogrfica que l engloba bajo el ttulo Piezas de resistencia, y que se compone de Unas vacaciones en
la miseria de los dems (2004) y Cultivos (2008). Todas ellas
publicadas por la editorial Random House Mondadori.
En 2010 inici un nuevo ciclo que lleva por nombre
Piezas Breves, textos mnimos que se han venido escribiendo y (re)escribiendo durante los ltimos diez aos y
que ahora la editorial Errata Naturae nos presenta en su
forma definitiva con los ttulos de Trptico (compuesto por
tres relatos ligados) y Santos que yo te pinte (un nico relato).
Ambas narraciones toman la forma de la autoficcin, entendida sta como aquel mtodo que procede incrustando
detalles poticos en lo biogrfico, permutando lo personal
no tanto por lo imaginativo como por lo soado, lo ambicionado y lo deseado. Y, con ello, vendra este nuevo ciclo

a representar una posible- simbiosis de los dos anteriores:


el biogrfico y el puramente ficcional.
Tomando las ideas de Ludovico Dolce, diramos que
Julin Rodrguez cuenta en estos textos con una voz que
pinta, tanteando los trazos, con unas cerdas gruesas y severas, casi primitivas. De aqu la calificacin ambigua de
Trptico, que viene de las artes visuales, pero que se adapta
con facilidad a la literatura;y que podra significar un
puente intermedio entre el troquelado de la poesa visual y
el monlogo teatral. O en otras palabras: Duras y Brecht.
Los trpticos (en las Bellas Artes) se componen de una
pieza central aqu con dos personajes enfrentados (l y
ella) y con los ecos de uno y otro a ambos lados, cerrando
la posibilidad de huida, replicando o sufriendo los oleajes
del naufragio. Las partes de la izquierda y de la derecha (el
primer y el tercer relato que componen Trptico) son variaciones menores del tema central: la fiesta de inauguracin
del piso de la pareja al comienzo (Rojo y gris) y la soledad del abandono (La luz y las polillas) al final del libro.
Ambos retazos o trnsitos nos son contados por la voz de
la amada. El punto central (La librera, el segundo re-

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105

lato) recoge la historia de amor de los dos personajes (la


amada, el amante), dibujada con el esquema de dos voces,
de manera diacrnica. Y con el intercambio simblico de
una biblioteca como signo de apropiacin del discurso.
La narracin en Trptico se articula con la sinuosidad
de la anadiplosis (la repeticin de un tema que sirve de testigo continuador de la carrera), complementndose las voces como en escenas cinematogrficas de picado/contrapicado. Con ello, la historia central viene adietada con el
lazo de las dos historias menores adyacentes, en una perfecta circularidad anafrica. Donde Trptico sera algo as
como las escenas (vlidas) del amor, Santos que yo te pinte
es su rplica, configurando las voces (posibles) del amor.
En Santos que yo te pinte se intenta dar cuenta de la vida
pura que crean las palabras, ms necesaria que una verdadera. Una especie de soliloquio en el que, igual que
en la obra del italiano Buffalino, la voz se va prostituyendo
en tanto que ensaya una armona de timbre, tono y meloda a base de variantes del mismo discurso. Asistimos
as a la creacin de un coro de voces en directo. En secuencias no simultneas, pero tampoco especficamente lineales. Lo que da como resultado una escritura sensorial que
no se cie a ningn cronotopo (a pesar de que el receptor

a quien se dirige la enunciacin sea el hermano del protagonista), sino que est al servicio de la multiplicidad del
contenido lxico de los enunciados (la anfibologa). Diramos que la historia (aunque deberamos hablar ms apropiadamente de contenidos) de Santos es la de una memoria que va deshilachndose, ejercicios elegacos que
vienen como resultado de esos deberes queunonopuededejarenelolvido (sic). Un mundo inventado en cuya digesis participa activamente el lector, rellenando los mltiples silencios, aadiendo su propia voz al coro formado
por la dispersin de una voz nica que puebla el relato.
La importancia de las obras reseadas radica en que
justamente sus alardes tcnicos permiten que la obra fluya
sin filtros y que la emocin apasionada llegue en lnea
recta desde cada una de las palabras del escritor al corazn del lector. Cosa nada frecuente en la narrativa contempornea y que, por ello, debera ser recibida con el
alborozo y la excitacin lectora que merecen.
En ellas, Julin Rodrguez, dialoga con su obra anterior, una obra necesaria y felizmente imperfecta (por ser
autntica), como impreciso pero radicalmente nuevo
viene siendo el lenguaje que la sustenta.
JUEVES, 10 DE FEBRERO DE 2011

Para una literatura no principesca, por Jimena Nspolo


El sueo de la reina anchoa, de Jin Joo Chun. Ilustrado por Yang Hye-won. Buenos Aires, Unaluna, 2010. Traduccin de Jeannine Emery.
Princesas, dragones y otras ensaladas, de Marie Vaudescal. Ilustraciones de Magali Le Huche. Buenos Aires, AH Ppala, 2010. Traduccin de Mariano Garca.
La princesa y el titiritero, de Alejandra Karageorgiu. Pilar, Editorial Kyen, 2009.

o fascinante de la llamada literatura infantil si


por credo aceptramos que existe es que evidencia
los mecanismos de identificacin, mediacin y compensacin simblica sobre los que se asienta, de manera
mucho ms sutil, la literatura a secas. Ejemplarmente,
el relato infantil exterioriza esa tensin entre el deber, el placer y la norma que atraviesa todo texto literario; si bien naci delimpulso romntico, recolector del acervo folclrico
de los pueblos, supo (re)inventar su existencia junto a aquellas masas lectoras que la modernidad, y sus diversas prcticas disciplinares (escolares, familiares, judiciales, etc.), traa.
Veamos, por ejemplo, el libro El sueo de la reina anchoa,
de Jin Joo Chun. El texto est basado en un cuento tradicional coreano que relata una historia tan sencilla como
sugerente: hay una reina anchoa que suea, hay un mensajero encargado de traer al pez gobio famoso en interpretar
sueos, hay una interpretacin fascinante que es funcional
a los sueos megalmanos de la reina, pero en medio de
la sarasa interpretativa irrumpe el pez plano, injustamente
olvidado, que en vez de grandeza le anuncia que tal sueo
augura su futura muerte. Entonces la reina anchoa enfu-

rece y lo abofetea, y con ese acto define cada uno de los rasgos de los peces que la secundan: los ojos del pez plano se
desplazan hacia los lados mientras que los del gobio saltan
hacia afuera sorprendidos, el bagre se re tanto que su boca
se estira como un tajo y por temor a que le pase lo mismo,
el pez mora de manteca frunce la propia y as queda.
Hacia el final del libro, el adaptador suma un par de
apartados: Las criaturas marinas y Una gua para padres. Mientras que en el primero traza lneas de reflexin
sobre los rasgos de las criaturas marinas (es decir: evidencia
el saber que el volumen estara ofreciendo); el segundo
no tiene ms razn evidente que la de suponer una doble
minusvala: del apartado explicativo se infiere no slo que
el nio es incapaz de comprender solo el relato que es rico
en matices sino que los padres que lo acompaan en la
lectura tambin lo son. Al encorsetar las mltiples aristas de
reflexin que la versin tradicional del relato ofrece, el texto
bellamente ilustrado con las acuarelas de Yang Hye-won
apuesta de lleno a satisfacer una necesidad que el mercado
de hoy supone (cmo ser padres hoy) y evidencia a su vez
los valores culturales que la sociedad coreana privilegia. El

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106

modo en que el autor teledirige la moraleja, invocando ante


todo la necesidad de que el pequeo controle y domine sus
emociones aun cuando se encuentre frente a una injusticia,
fricciona con el ideario de la educacin occidental, extraando incluso los recursos pedaggicos a los que tan comnmente recurren los cultores del gnero.
Pero apuntemos otro detalle significativo de este volumen y de tantos otros relatos tradicionales: la tendencia
a erigir en protagonistas de la historia a los seres ms pequeos, desvalidos o monstruosos del ecosistema societario. En este caso la reina es una anchoa, pero ya sabemos que un guisante puede hacer milagros, que Pulgarcito
meda incluso menos que una pulgada, que todo prncipe
primero ha de ser sapo, y que si bien exista el mayorazgo
era el menor de los hermanos/as quien siempre se llevaba
el botn. El relato folclrico-maravilloso (ya sean los cuentos recolectados por los hermanos Grimm o por el cuyano
Juan Draghi Lucero) suele manifestar en un solo movimiento el modo en que una sociedad compensa simblicamente sus fisuras y, a su vez, los bordes sinuosos del sueo
de futuro que entrega como testigo a su descendencia.
As, frente a la rigidez azul que curiosamente an existe en
algunas sociedades con regmenes monrquicos, las historias
de princesas con la apertura feliz al mundode las plebeyas se presentan como la contra caraedificante del relato
tremebundoque hoy ofrece la historiografa de Gnero.
Sobre ese bagaje cultural, bastante explotado en los l-

timos aos, es que deben leerse los libros de la francesa


Marie Vaudescal y de la argentina Alejandra Karageorgiu.
Ya desde las cuidadas ilustraciones de Magali Le Huche, Princesas, dragones y otras ensaladas deja claro que el
mundo principesco de Vaudescal se posiciona en las antpodas de la esttica barbie: a lo largo de sus pginas asistimos a las peripecias cotidianas de una princesita dspota
adicta a los caramelos de jengibre, mimada por sus padres
hasta la soberana tontera, que un da escoltada por una
dama de compaa ytres asistentes abandona el palacio
en busca del dragn que deba raptarla. Frente al happy end
de la pareja modlica del cuento clsico, esta princesa de
rasgos flidos y cabellos blandos, opta por vivir en las landas, a la intemperie, acompaada por un pequeo gnomo.
En la misma lnea pero complejizando an ms la
apuesta, la princesa de Alejandra Karageorgiu no slo
abandona definitivamente el castillo en busca de espacios abiertos sino que incluso cambia roles con un titiritero que fatiga los caminos, trocando su cama y privilegios
monrquicos por el control del carromato y los hilos de
los muecos. La princesa y el titiritero, escrito e ilustrado por
la autora (que adems forma parte de la cooperativa pilarense que ha editado el libro), logra con trazos sobrios y
seguros, consu feminidad acorazada, contar una historia
que condense ese imposible que el relato folclrico-infantil
tienta: un cuento que siendo siempre el mismo, sea siempre nuevo.

MIRCOLES, 2 DE FEBRERO DE 2011

Victoria, por Ignacio Bosero

l descubrimiento de Victoria ha sido para m


una gran satisfaccin; el hermoso puente que une
Rosario (Santa Fe) y Victoria (Entre Ros) parece
unir, adems, dos mundos distintos dos tiempos distintos en menos de dos horas de viaje. De un lado, la gran
ciudad, Rosario, que inquieta contempla su ro futuro; del
otro lado, Victoria, la ciudad chica (o mediana) con el esplendor casi intacto de su antigedad, la naturaleza exuberante que la abraza y el ro el aroma hmedo del ro.
Esta unin, este comercio actual, sin embargo produce
exhibe sus contaminaciones, sus residuos. Por eso las
uniones, al mismo tiempo pueden ser tambin tensiones,
donde las aguas solidarias pueden enturbiarse. El CasinoHotel Victoria, emplazado en una colina mirando al ro,
parece exhibir gigante, modernsimo, intempestivo un
signo elocuente del desborde y del juego de los lmites entre estas dos ciudades (tambin signo del flujo del capital,
de sus movimientos, de sus transplantes de diversin). Y
esta convivencia la de despertarse Victoria con su casino
y con otra fluidez con Rosario es una muestra tambin

de que la imaginacin de las gentes es casi siempre encantada de maneras diferentes por las mezclas (no apareciendo todas estas novedades como la cruel imposicin
del vicio, la maldad, el capitalismo salvaje, sino tantas veces como parasos deseados). Sin embargo, esta contaminacin, por as llamarla, me parece ajena a la ciudad de
Victoria; algo as como la llegada del forastero que vende
su magia pudiendo engaar al lugareo porque sabe que
al otro da l se har humo, se ir. De ese modo vende su
exotismo slo para satisfacerse un buen rato, la circunstancia conveniente. Y, como el lujo del casino, todo ese cotilln
a muchos embelesa: sobre todo a aquellos que me repiten
que Victoria huele a viejo (y que sospecho no deben ser
los jugadores empedernidos, ya perdidos). Pero poco me
importan, entrada la noche en esta ciudad, todos estos pensamientos que de algn modo son mos. Porque ahora en
Victoria en su aire, en sus calles empinadas, en sus barrios,
en su horizonte callado de ro se va desprendiendo un paisaje nico en la visin que mis ojos retienen: lo que sobrevuela en el ambiente es un olor suave y clido infundido

| BOCADESAPO | RESEAS

por las luces amarillentas de las farolas que, lentamente,


se prenden en hilera. Y todo a lo mejor todo lo que no

107

imagin de este lugar siento entonces que proviene de un


sueo tibio y que es un regalo de algn corazn cndido.
JUEVES, 27 DE ENERO DE 2011

Mantener a raya a los muertos, por Mauro Peverelli


Apostoloff, de Sibylle Lewitscharoff. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2010, 338 pginas. Traduccin de Claudia Baricco.

n un viaje por Bulgaria, que comenz siendo parte


de un cortejo fnebre algo extravagante para repatriar los restos de su padre y de otros compatriotas
exiliados, y que parti desde Alemania y atraves varios
pases, dos hermanas son guiadas por un chofer blgaro,
allegado a la familia, que se ofrece a hacerles conocer las
bondades de aquel pas y de su historia. Despus de terminados el cortejo y las ceremonias, y desde el asiento trasero de un automvil pequeo, la hermana menor, que
es quien cuenta la historia, empezar con una especie de
raid narrativo en el que se ir destacando una mirada de
permanente hostilidad con todo cuanto se va presentando
en su camino: los parientes, los fallidos paisajes blgaros,
la relacin con su hermana y con su madre. Hay, entonces, en todo cuanto se enfrenta la voz narradora, una primera hostilidad que a la vez le sirve para forzar los lmites
de los objetos y las circunstancias a describir. Detrs de
esta primera mirada, generalmente arbitraria, casi como
la de un nio caprichoso, emergen las posibilidades de
una exposicin cuya riqueza va empujando aquella voz
a estamentos mucho ms honestos, y donde la verdad es
siempre un compuesto hecho de incertezas y de incertidumbre. Por momentos, y siempre con una engaosa malicia, la narradora se ir involucrando con sus acompaantes, en una minuciosa competencia por la potestad de
los puntos de vista, sobre todo en las apreciaciones sobre
la patria de su padre. As, despus de haber transitado el
enojo, el fastidio por un pasado blgaro que, a la vez que
rechaza comprende que es tambin constitutivo de su persona, la voz de la narradora se hace cargo de aquella identidad y ofrece, gracias a la exacta distancia de observacin que le permite esta enemistad con su pasado y el de
su padre, una excepcional exactitud sobre algunos aspectos de la idiosincrasia blgara: Recordamos la tendencia blgara a creer en los rumores en sistemas de apuestas infalibles, dietas milagrosas, conspiraciones, OVNIS,
el abracadabra de la astrologa y a divulgar este tipo de
cosas sealando con el dedito y levantando las cejas. O:
El secreto y la conspiracin, la enfermedad de los blgaros! Regalo de los padres de rumorosas cabezas, regalo de
las parloteantes madres de voces agudas a sus hijos, desde
los siglos. () La parentela de Sofa volvi a proveernos
siempre, una y otra vez, de pruebas frescas de esta enfermedad. Lo que ms excitaba a esos cerebros que vivan

al acecho de conspiraciones era el tema de la muerte de


nuestro padre.
Como todo relato anclado en gran medida en la Europa del siglo veinte, el teln de fondo no evade nunca una
visin de la historia de este continente en la que sobresalen
el nazismo, la posguerra y las divisiones y los efectos producidos en Bulgaria por su reciente pertenencia al campo
socialista. Como casi todos los pases que han sufrido guerras, ocupaciones, traiciones polticas, prdida de territorio,
la Bulgaria del presente emerge, en el relato, como un pueblo que niega su pasado reciente: Los ltimos setenta aos
parecen no resultar muy adecuados para adornos de fantasa. Bulgaria tal como es casi no existe en la cabeza de los
blgaros. Slo sus cuerpos estn atrapados dentro de ella.
El padre de las hermanas se suicida en su consultorio
cuando ellas son apenas unas nias, y el esfuerzo de la narradora est puesto en hacer notar que ese hecho, ese episodio trgico es el que detona, hacindose carne en las particularidades del carcter y la personalidad de cada una
de ellas, una forma de apreciacin del mundo; la de ella
es esta hostilidad, esta capacidad para valerse de un odio
acotado que le brindar, a lo largo de la vida, una distancia y una perspectiva con las cuales ponerse a salvo de la
capacidad del pasado de herir a las personas: Los muertos
esperan que llegue su hora, vienen en persona y no slo en
el negro pantano de la noche. Pero yo mantengo fros los
nimos. Como sea he logrado vivir ms que nuestro padre
y una vida ms agradable que la de nuestra madre. No,
pienso, no es con el amor que se puede mantener a raya a
los muertos, sino slo cultivando un sano odio.

JUEVES, 13 DE ENERO DE 2011

Ms vasos, ms sed y ms botellas, por Marcelo Damiani


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Confesiones impersonales, de Carlos Schilling. Alcin, Crdoba, 2010.

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onfesiones impersonales es el tercer libro de poesa de


Carlos Schilling, y si por una de esas cuestiones
de la vida no llegara a escribir otro, su destino de
poeta ya estara cumplido de manera brillante. Es que
desde Mudo (2001), premiado en Espaa, pasando por las
bellas sextinas de Formas de ver el mar (2006), y sin olvidar su
gran novela Mujeres que nunca me amaron (2007), el autor nacido en Sunchales viene realizando un trabajo nico con
la lengua.
Walter Pater, maestro de Oscar Wilde y de Gerard
Manley Hopkings (poeta jesuita admirado por Schilling),
sostena que todas las artes tienden a la msica, y que no
hay aspiracin mayor. No conozco otro autor que persiga esta idea con tanto xito como Schilling. Su poesa es
siempre (y antes que nada) msica. Si cada noche vuelven las estrellas / y vuelve el viento y vuelven a fundirse /
los amantes y el mar en mi memoria, / si hay ms vasos,
ms sed y ms botellas / y brindar equivale a despedirse, /
es el fin el principio de otra historia? Msica vana, msica porque s, podramos agregar, parafraseando a Nal
Roxlo.

Esta fuerte apuesta arroja al poeta en una zona de indagacin potencial que recorre todos sus libros, en donde
las palabras son extremadas, tensadas como cuerdas a
punto de romperse, para que sea imposible decidir entre
el sonido y el sentido. Coherentemente, el tema en la obra
de Schilling es ese mundo de posibilidades al que slo se
puede acceder a travs de la poesa o la ficcin.
El pintor renacentista alemn Hans Baldung Grn,
discpulo de Durero, inmortaliz la figura de una muerte
cadavrica que enarbola un reloj de arena sobre la cabeza
de una doncella, mientras un caballero se atreve a interponer su brazo para que las arenas del tiempo no se derramen sobre el cuerpo desnudo de su compaera. Carlos
Schilling, en este libro, refrenda esa lucha del caballero,
aunque ahora convertido en poeta, que sigue tratando de
vencer a la muerte, pero no ya por medio de la fuerza
fsica, sino con la msica vana de las palabras; el lector,
agradecido.

DOMINGO, 9 DE ENERO DE 2011

El campo, el ro, la ciudad, por Sandra Gasparini


Corrientes, de Cristina Iglesia. Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora, 2010, 124 pgs.

simple vista Corrientes se presenta como un volumen de relatos que se dejan leer de manera
autnoma. Y de hecho esta prctica de lectura
puede realizarse sin inconvenientes. Pero hay tambin un
lazo casi invisible que construye el ritmo de una nouvelle
extraa, en la que no hay unidad de tiempo, ni de espacio
ni de personajes, en la que el registro de desnuda lucidez
a veces cercano al de la narrativa de posguerra de Pavese
funciona cohesionando fragmentos de una misma trama.
Corrientes es el primer libro de ficcin de Cristina Iglesia, que ha dedicado buena parte de su trayectoria intelectual al ensayo (La violencia del azar, 2003), la docencia universitaria y la crtica literaria sobre literatura argentina.
En l se conjugan fragmentos autobiogrficos anclados
en la infancia y adolescencia de la autora en la provincia
de Corrientes, donde vivi hasta poco ms de los veinte
aos, con otros ya situados en un tiempo inmediatamente
posterior, el de la militancia poltica en la convulsionada
dcada de 1970 en Buenos Aires y sus alrededores. Historias hiperblicas y cargadas de poesa se van enredando

a partir de esas matrices del yo, en las que los puntos de


mira que ensaya la voz narradora logran sutiles cambios
de perspectiva, pequeas teoras del espacio. El aparente
vaco del campo y de la casa paterna es llenado con una
profusa actividad mental que tanto puede consistir en la
lectura de placer o el estudio de una joven universitaria
como en la planificacin de un viaje de iniciacin sexual.
El tiempo de la adolescencia aparece ralentado, moroso o
bien presuroso cuando se huye del control de los padres,
con sistemas planetarios bien definidos y codificados.
Un hallazgo en ese sentido es Del lado de ac, relato que clausura un episodio narrado por Rodolfo Walsh
en La isla de los resucitados (clebre crnica publicada
en 1966) donde la quinceaera que los recibe a l y al fotgrafo Pablo Alonso en la casa del Dr. Iglesia vuelve sobre la escritura periodstica, sobre el recuerdo y narra su
revs.
Los bordes de lo real se exploran en Ventana al cielo
y los tiempos femeninos se desbordan en la desmesura de
La balsa, relato en el que el carcter pico del viaje en

punto final a la deriva narrativa en la casa de campo: las


marcas de las ausencias quedan como un rastro en el camino cuando ese gran ausente que no regresa persiste en
la memoria de la narradora, que ya no hallar sus huellas
materiales en el sendero de llegada a su casa. Relato de
una gran belleza potica, No siempre descubre precisamente la ltima ausencia, la del ser amado, que supera
todas las otras prdidas posibles, hasta la de la amenaza de
la prdida de identidad de la tierra natal: la gran amenaza blanca, de nombres extranjeros, que terminar por
apropiarse de todas las tierras, hacia el norte y hacia el
sur del estero.
En este punto, la maestra de Iglesia para hablar de la
regin sin parecer regional tiene vnculos fuertes con la
narrativa de Saer, sobre quien ha escrito. Pero el plus de
esta propuesta es la construccin de una mirada absolutamente cruzada por el gnero sexual. Se trata de la perspectiva de una militante, una estudiante universitaria, una
hija adolescente, una mujer que cuenta y se cuenta. Y por
eso, entre otras cosas, hay que celebrar el ingreso de Cristina Iglesia al mundo de las narradoras.

MARTES, 4 DE ENERO DE 2011

Otros textculos, por Ana Ojeda


Comunicacin

Instrumentos de aire

Era un colectivo en hora pico.


Era una multitud encochetada pugnando por avanzar
a fuerza de bocinazo limpio.
Era un joven en flor con un telfono en la mano.
Era un susurro de amor, sensualidad hecha palabra,
incitacin y galanteo que caan en la oreja de una delicada
muchacha apostada a centmetros de l, los pies entre los
suyos, los ojos en su boca, mezcolanza de brazos y mochilas, bolsos, sacos y camperas.
Era una declaracin interminable, preada de algaraba y promesas, fantasas y mimos a la oreja y el corazn.
Era el amor y su suave delirio incontrolable, su prosa
encendida de emociones.
Era ella, que temblaba la oreja en su boca, el corazn
al galope, navegando las emociones agolpadas en su garganta.
Fue Humberto I y Entre Ros, y l bajndose el telfono todava en la oreja, el amor salindole a borbotones
de los labios.
Fue un verlo alejarse forcejeando entre la multitud y
un ella sintindose un poco ms sola ahora que conoca
esa dulzura, esa vibrante emocin.

Escuchar una chacarera y pensar en polvo. Nubes de


tierra que se levantan festivas tras el paso de una carreta
en algn lejano camino del norte. Retumbe de piso, maderas que se zarandean, se dislocan, vibran bajo el peso
del viril zapateo masculino. Sonido vuelto corriente de un
aire que enlaza cinturas, caderas, muslos y brazos, que los
mueve de izquierda a derecha, que pone chasquidos en los
dedos. Que inyecta talones con la imperativa necesidad
del golpe, que nos convierte en instrumentos de aire: una
bocanada basta para alumbrar una verdadera orquesta,
ensamble de sonidos que ya no podr detenerse, ritmo
que aborda y domina, que seorea, comanda, maneja,
subyuga. Deseo de saberse la letra por qu, siempre, lo
nico que queda es el estribillo?, de entonarla, desgarrarla, de lograr una voz aguardentosa a la altura de ese
taln que golpetea en un rapto de xtasis rtmico.
Puede ser tambin un malambo, una saya, una zamba
o un takirari. El resultado es el mismo: aire que entra, sale
convertido en mil ruiditos, dejando en el cuerpo un xtasis que viene de tiempos sin memoria y purifica, renueva,
revolea por los aires la necesidad de una razn.

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109

vapor linda con el fantstico. La seora, con el que


puede formar una serie, es casi quiroguiano, porque los
detalles absurdos de un realismo casi objetivista se tocan
con los extremos de lo irracional y de lo inquietante.
Lo clandestino, lo prohibido y las zonas parecen conformar otra serie donde, como corrientes que vienen y
van, se cruzan dos novelas de aprendizaje: la de la militancia y la de la literatura, entramadas en lo autobiogrfico
con admirable sutileza y en dosis homeopticas. Ese tono
asctico y moderado que predomina en todo el libro no
llega a romperse con el humor en Color local, donde se
cuentan los orgenes de la mala fama de un pueblo correntino en el cual tres guainos, trajeados como gauchos, se
atreven a desafiar a un forastero advirtindole somos putos. Precisamente la confianza en ese tono es uno de los
logros del volumen.
Otro de los temas que Iglesia elige para hilvanar ese
atado de sentimientos, sensaciones y percepciones que se
entretejen en Corrientes es la ausencia. En El ausente se
cuenta la construccin de una carencia, la del abuelo que
las nias no conocieron y que su abuela ensea a llorar.
La espera de lo que ya no llegar, por otra parte, pone un

109

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Dostoievski

110

Enquistada en un enorme coral con ms de 15.000.000


de individuos, cada da me topo con cientos de mis congneres, pequeas clulas idiotoides que circulan encerradas en su burbuja de msica privada, sus conversaciones
portables, sus videojuegos ltima generacin. Las veo, admiro o rechazo; hago cambios potenciales en su manera
de caminar o su forma de vestir. Imagino cmo sern de
adelante si avanzo detrs de ellas, qu tonada modular
sus preguntas si estn calladas, cmo ser una cara de sorpresa, si se encuentran arrumbadas junto a la parada de
un colectivo. Infligirles transformaciones imaginarias me
divierte, y me convierte en una ms, moviendo mis piecitos apurada, perdindome en lo tupido del carnaval, encerrada en mi burbuja insonora de imaginacin prepotente.

Mala Strana
En su conocido opsculo Ante la ley (traduccin libre de
su ttulo original, Langeweile gegen den Wand, cuya primera
traduccin al ingls fue como nadie desconoce Saturday

night fever), Franz Kafka expuso con notable economa de


recursos su idea de que la ley no nace como el resto de
nosotros naturalmente. Vale decir, que su poder surge del
que le otorgamos, de manera voluntaria y sin ms coercin que su supuesta presencia, siempre en un lejano ms
all. Sin historia, sin principio ni fin, las disposiciones que
nos rigen nacen siendo y as permanecen.
Esto, al menos, es lo que sucede en el percudido ncleo
duro de Occidente. Aqu en el Sur, en cambio, todo es relativo y tambin la ley. Cruzars por la lnea peatonal sostiene
la regla y no hay porteo que le otorgue voluntariamente
nada, ms bien al contrario: el placer de cruzar por la mitad de la calle, zigzagueando con indolencia entre todo
tipo de caos de escape, es principalsimo a la hora de salir a pasear por la ciudad. Respetars la luz roja es otra muy
milenaria y muy poco respetada.
Si en lugar de deambular torturado por las calles de
Praga, Franz lo hubiese hecho por las de Boedo, San Cristbal o Almagro, disfrutando de nuestros clidos vientos
primaverales, nuestro bochornoso verano y nuestros olvidables inviernos, la literatura universal hubiese sin duda
perdido una gran obra.

MARTES, 28 DE DICIEMBRE DE 2010

Msica en tensin, por Matas Scafati


Tensa calma, de Fabin Zylberman Septeto. ProduccinGillespi-Zylberman, Buenos Aires,2010.

na buena noticia para los amantes de la msica


y el jazz: Tensa calma, el nuevo disco de Fabin
Zylberman Septeto, ha salido a la luz. El ya consagrado saxofonista y compositor argentino nos presenta
ahora un ambicioso proyecto musical. El septeto formado
por msicos de trayectoria (como el trompetista Claudio
Rossi, los saxofonistas Victor Skorkupski y Pablo Pesci,lvaro Torres en piano, Federico Arbia en bajo y Walter
Rinavera en batera) es una lograda conjuncin donde todos son imprescindibles para alcanzar el esplendor que
exige cada tema. El lbum nos incita a sumergirnos en
un mundo sin fronteras donde el lenguaje universal del
jazz sugiere la trama de una historia que comienza con
su inquietante nombre: Tensa calma.A pesar de no ser la
misma formacin que en el primer lbum, Lugar y Momento ( PAI records, 2007), los temas tienen rasgos propios del compositor-arreglador que los hermanancon los
de aquel. Un jazz que desafa las clasificaciones ortodoxas
pero en el que se advierten las huellas del jazz tradicional con reminiscencias de Big Band (como en la versin
del tema de los Beatles When Im sixty four), entreve-

rndose con variadas influencias, desde Rollins hasta Coltrane, pero con un acento y sonido que le pertenecen y le
dan su identidad. En este disco Zylberman nos demuestra
su versatilidad como multiinstrumentista, lucindose en el
saxo tenor como baladista (por ejemplo en En el fondo)
y como flautista (en De otro modo), as como en el saxo
soprano (en el solo de Un poco loco). La participacin
de Claudio Rossi en trompeta y flugel, presente desde la
formacin original, contribuye con su sonido brillante y
portentosoa que en cada tema suenesu marca de agua.
Merecen tambin destacarse los solos de batera, de Walter Rinavera (Un poco loco), y de bajo elctrico, de Federico Arbia (Moon River). Finalmente, los temas Mr.
Elucubraciones, as como tambin El Hipotlamo,
ambos compuestos por el propio Zylberman, sobresalen
y emocionan por su expresivolirismo. Este lbum, junto
con el disco que lo precede, son estaciones obligadas para
quienes se animen a viajar en el tren del jazz argentino.

JUEVES, 23 DE DICIEMBRE DE 2010

El rbol de la vida, por Rosana Koch


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rbol de familia, de Mara Rosa Lojo. Buenos Aires, Sudamericana, 2010, 284 pgs.

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rbol de familia rene una seriede historias organizadas en dos ramas principales que nos remiten a
un pasado de exilio, inserto a finales del siglo XIX
y continuado con la guerra civil espaola. Retomando palabras de Ivonne Bordelois, as como la obra de Borges
no se explica sin su ceguera o la de Kafka sin su padre,
no es posible pensar la obra literaria de Mara Rosa Lojo
sin el exilio que, a pesar de incluirse en una experiencia de
prdida y de suspensin en el espacio indeterminado, es la
piedra angular en la que el orculo vaticina su destino de
poesa: Habra otra Rosa de su sangre que el mar separara sin remedio de las costas gallegas. Otra que vivira sin
verlo, una desconocida, hija de sus padres, pero sobre todo
del xodo, que llevara puesto su nombre de bautizo como
quien porta una lejana joya de familia, o mejor an, un
amuleto contra el olvido. Otra Rosa, la nieta de la suya,
que no iba a conocer a esa nia tampoco. Otra, la separada, la distante, que nacera en un pas llamado exilio.
La novela o autobiografa ficcional (as lo confirma
el pacto autobiogrfico) comienza con una copla popular colombiana: Soy gajo de rbol cado/ que no s
dnde cay/ Dnde estarn mis races?/ De qu rbol
soy rama yo? A partir de estas palabras se inaugura una
aventura regresiva que se va destejiendo progresivamente
desde la propia memoria individual, el trayecto de vida
de la autora: palabras tpicas de su tierra, romances que
se colorean de meloda, coplas y cantares que se entremezclan con su poesa narrativa, olores, sabores y sonidos y el eco, an ardiente, de historias imprecisas. Aqu
la memoria es la usina de historias familiares ramificadas y
es tambin un estado, puesto que las historias se van continuando unas con otras y es la primera persona de la narradora que, como tendiendo un hilo, las une y actualiza
en el presente y les quita, as, esa distancia a veces tan lejana como inmvil.
Este rbol-metfora de familia se ramifica en dos espacios, Espaa y Argentina, y en dos ramas fundantes: La
paterna, Terra pai gallega y primordial, en cuyo corredor circula su bisabuelo don Benito (armador de dornas de Porto do Son que una noche de tormenta desafi al
diablo); su bisabuela Maruxa, la hechizada (cuyas piernas perdan todo tino y control); doa Rosa, su abuela
(atrapada en el trasmallo de dos generaciones, pescada
para siempre, a pesar de su voluntad de sirena libre);
Rafaelio, el bgamo; y especialmente, su padre, Antn,
el rojo, arraigado a un profundo y emotivo espacio mtico, nostlgico y reencontrado en el corredor del tiempo
(Pero mi padre, tambin, plant un castao. Era su rbol

fundador, despus de todo, un verdadero rbol madre:


rbol de la vida, rbol del mundo, eje csmico capaz de
abastecer las necesidades de toda una familia, y por extensin, de la especie humana. En sus hojas rejuveneca,
cada primavera, la esperanza del reencuentro). Por otro
lado est la rama materna, Lengua Madre, castellana,
cuya herencia dej un grito suspendido en la denuncia
de infinitas preguntas que jams tendrn respuesta. Por
all transitan su to Adolfo (el artista de variet), doa
Julia, su abuela, don Francisco Calatrava, pintor sobretodo, quien qued retratado en un relicario que, como un
palimpsesto, dibuja un rostro que evoca otra imagen para
los ojos de doa Ana, madre de la narradora, una imagen
que siempre le confirmara el falso territorio de esa vida
excedente y equivocada.
En la simultaneidad de la lectura, entonces, parece reconstituirse y reconciliarse al mismo tiempo un yo perteneciente a la exterioridad, donde la escritura se circunscribe
en tpicos bien reconocibles en la ficcin de la escritora,
y un yo propio de la interioridad, donde el escribir hacia atrs es intentar encontrar en ese arcn de recuerdos
las propias huellas de la primera persona gramatical que,
aunque se inscriba como sujeto en un no-lugar, representa
la identidad, logrando la conjuncin entre el espacio pblico y el espacio privado. Un espacio pblico o social representado, por tanto, en este texto por: el afn de superacin
de la herencia del exilio, una imagen femenina que contina rescribindose en el encierro de una Historia/ historia que la expulsa de su propio deseo con la simultnea
tendencia de querer borrar ciertas antinomias impuestas,
una ubicacin consciente en la periferia para desmantelar
los lmites de la centralidad y encaminarse a la comunin
con la alteridad, y la constante y singular fusin de la poesa en la narracin para entramar una esttica literaria
personal. Y un mbito privado donde por primera vez se recompone, quiz de modo inconsciente, la frontera indmita de su propia ficcin y verdad. Es la perfecta sntesis
entre la elaboracin del pensamiento y lo ntimo del sentimiento lo que nos regala Mara Rosa Lojo en esta novela.
Una bsqueda etimolgica que invita a mecernos en las
aguas de nuestra propia identidad. Es, especialmente, un
acto creativo, pero con un gesto perpetuo de generosidad
y humanidad.

VIERNES, 17 DE DICIEMBRE DE 2010

Los invisibles, por Natalia Gels


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El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti. Editorial Tamarisco, Buenos Aires, 2010, 108 pgs.

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espiramos palabras. Muchas veces, palabras ya


usadas, masticadas, ya maltrechas. Repetimos
palabras. Las naturalizamos. Nos naturalizamos.
El asesino de chanchos, el libro de relatos de Luciano Lamberti, ha sido cubierto de halagos, un montn de palabras
elogiosas que pueden jugarle tanto a favor como en contra. La crtica de ese pueblo chico que es el mundillo de los
suplementos culturales nacionales ha coincidido en decir
que se trata, el suyo, de uno de los mejores libros de relatos de los ltimos tiempos. Eso lo salva. Eso lo condena.
Juega a favor. Uno posa el ojo. Al abrir la linda edicin, tan rosada como la piel de chancho que el ttulo sugiere o la subjetividad supone, seremos carneados: las
cartas fueron echadas. Se logr la atencin. Se captur la
mirada. Luego queda el camino de la verdad el que slo
se descubre con la lectura.
Juega en contra. La promesa de mejor relato de los
ltimos tiempos puede ser una piedra atada al pie en mar
abierto. Puede ser ms peso del que se necesite. Porque sobrecarga las expectativas. Lo mejor entonces es tratar de
obviar, si es que eso es posible, todas las lecturas que rodean al libro y, sin ms, leerlo. En ese ejercicio, lo que surgen son un puado de historias contadas con buen ritmo,
escenarios bien marcados y el retrato de unos seres que
rondan los treinta aos, perdidos en el correr de las horas
y que tratan de engancharse en una vida que va ms rpido de lo que pueden afrontar. En el libro de Lamberti
aparecen tambin personajes de una intelectualidad a media marcha; cierto neo hippismo que, en ltima instancia,
slo se preocupa por un buen sexo y algo de sueo.
Los de Lamberti son personajes construidos a travs
de los objetos. Su universo parece un bazar de pueblo, en
el que aparecen una caja de fsforos, un poster de Guns
and Roses, un mate, unas calzas ajustadas. Objetos que
describen personajes, que pintan ambientes, que usurpan
la escena. En principio, eso podra asfixiar al relato, tal es
su presencia en el texto, sin embargo, los cuentos escapan
con xito de esa potencial trampa. Visual en su escritura,

el autor muestra un territorio cotidiano, desordenado,


algo que no es siquiera marginal, escenas tan habituales
que se nos vuelven invisibles y que l nombra.
El asesino de chanchos, El arquero, Agua Viva,
Febrero, El cazador, los galgos, la liebre, Monocigtico, La tortuga, Una casa llena de insectos y Una
visita al Seor: Nueve cuentos que de a ratos recuerdan
al universo de John Cheever, en donde se desparrama la
tristeza y lo nico que moviliza es la necesidad de llegar al
da siguiente; tambin se filtra por ah la sombra de Raymond Carver, aunque la tensin juega de otro modo, con
otro registro. La supuesta calma chicha. El realismo trash.
Son historias de sujetos medios que no habitan siquiera
los bordes. Un joven sigue de cerca la nota periodstica de
un asesino de chanchos mientras pasa los das en la casa
de Mara, especie de parador para viajantes crnicos; un
muchacho que comparte mujer con su hermanastro; Marcos, un treintaero que vuelve a la camita de una plaza en
la casa de sus padres luego de una separacin; un albail
que adopta un perro y deposita en l su falta de afecto y
sus frustraciones
Otra cuestin que se presenta en el libro de Lamberti es la de un interior urbano, una urbe que duerme la
siesta, una manera de escribir en y desde ese territorio que
nunca se acaba llamado el interior. Aqu es Crdoba;
pero podra ser cualquier ciudad de provincia, donde la
violencia de lo aglomerado se camufla en un latido perezoso. En este libro de cuentos hay una mirada, un Interior,
una manera de abrir el juego.
El escritor ha reconocido varias veces que ciertas reiteraciones son parte de ese punto ciego que acompaa a
todo autor, que funciona como trade mark inconsciente. Los
relatos de El asesino de chanchos son parejos, mantienen la
tensin y a veces, explotan, pintan un universo con sello
de autor y retratan una poca, la de una Argentina desganada, con la furia contenida, que todava no logra hacer
pie, pero tampoco besa la lona.

LUNES, 6 DE DICIEMBRE DE 2010

Elogio del experimento (trunco), por Jimena Nspolo


Zonas ciegas. Populismos y experimentos culturales en Argentina, de Graciela Montaldo. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2010, 185 pgs.

ensar las problemticas culturales en trminos de


centro/periferia nos condena a un estatismo histrico y circular prximo al que incurre la racio-

nalidad psicoanaltica y su par Ley/transgresin. Son


categoras, ficciones del Logos dira, que se suponen y retroalimentan al infinito, e incluso ms all, y cuya evidente

| BOCADESAPO | RESEAS
113

paradoja es que empujan al pensamiento a una zona pantanosa (ciega?) de la que a lo sumo se puede esperar un
enroqueesto es: que la transgresin se convierta en Ley,
o que la periferia se autocelebre como centro.
Pues bien, llegados a este punto podemos ir por ms.
Y es lo que intenta hacer Graciela Montaldo en este volumen que rene siete ensayos gestados en los ltimos aos.
Su reflexin es amena, sagaz y erudita, e invita creo entender a desquiciar algunos supuestos con los que cierta
tradicin intelectual, europeamente etnocntrica, ha pensado (y piensa) de manera paternalista la modernidad latinoamericana y, ms an, sus nuevos populismos.
Montaldo comienza por problematizar aquellos binarismos que el arte moderno puso en escena, a travs de
una actitud de simultnea distancia e inters: arte y mercado, artistas y pblico, propio y ajeno, esttica y poltica.
Para ello analiza distintas intervenciones culturales (experimentos), de fin del siglo XIX hasta el presente, que han
tenido consecuencias imprevistas o que se han salido
de la lgica de la que preceden, pero que se desarrollan
en lo que llama la escena populista nacional. As, de la
mano de Ernesto Laclau (La razn populista, 2005), la crtica considera al populismo en tanto razn que nombra la lgica de construccin de lo poltico y del pueblo, y
que en el caso argentino, y de otros pases latinoamericanos, estara en las mismas bases de la constitucin del Estado-Nacin. Puntualmente, el primer texto del volumen
(Nacin: una historia de la incultura), aborda la produccin de los ensayistas positivistas de fin-de-sicle para los
cuales fundar la nacin era fundar una industria cultural
y su pblico, por medio de la correlativa sancin de todas
aquellas prcticas consideradas incultas. As, las masas
no son ese sujeto prepoltico al que desprecian los tericos europeos, en Argentina, poco a poco son la poltica
misma puesto que la nacin nace y se teoriza como nacin
populista que, para existir, debe necesariamente sellar una
alianza disciplinar con ellas. Es en este sentido que puede
explicarse la intensa e interdependiente relacin que han
mantenido la cultura y la poltica en los procesos de
modernizacin latinoamericanos, una intensidad que en
palabras de Montaldo re-dirige y desva el conflicto clsico del modernismo europeo (crispado y reordenado con
las vanguardias): el populismo al reorganizar la escena poltica a travs de mediaciones y representaciones que se
renuevan modifica el discurso de los intelectuales y artistas
modernos porque cambia su lugar en la dinmica social.
En esta escena donde esttica y poltica son claramente
parte del juego del engranaje de poder institucional de la
cultura, el populismo viene a impugnar hoy quiz ms
que nunca toda pretensin de autonoma artstica.
En el artculo La escena populista, Montaldo se sumerge en las primeras dcadas del siglo XX, para analizar
El apstol (1917), el primer largometraje de animacin del

mundo (antes que Walt Disney! segn la memoria cinematogrfica argentina), realizado por Quirino Cristriani.
Esta especie de stira poltica sobre el presidente Yrigoyen,
realizada por un inmigrante italiano, muestra cmo esttica, poltica e industria cultural tempranamente, en Argentina, se entrelazan.
Por su parte, La expulsin de la repblica, la desercin
del mundo es quiz el textoms polmico y arriesgado del
volumen. Montaldo polemiza all con las categoras de literatura mundial y repblica mundial de las letras (de
Casanova y Franco Moretti, y sus intervenciones en la New
Left Review), al preguntarse sobre lo que stas categoras
dejan ver y lo que ocultan, corriendo el eje de la reflexin
de la Weltliteratur hacia Las cien obras maestras de la cultura universal aquella serie que el intelectual guatemalteco Enrique
Gmez Carrillo public desde Europa y para todo el mercado hispanoamericano de principios del siglo XX, como
un modo de llevar las grandes cumbres del pensamiento
humano a los nuevos sectores alfabetizados con pretensiones de ascenso social.
Hay, con todo, una tensin irresuelta o, mejor dicho,
ambivalente, a lo largo de los ensayos, y que se manifiesta
claramente en el artculo final del libro; una tensin que
se condensa en cierto deseo de autonomizacin del campo
de la esttica y la asuncin de un protagonismo crtico un
tanto problemtico, en relacin a la batera terica que
maneja (Rancire). Leemos en la pgina final: Sin embargo, la relacin que la esttica mantiene con la poltica
sigue siendo un problema que no es fcil sacar de la discusin pues es una de las zonas ciegas de nuestro presente.
() Por ello mismo, la Argentina sigue siendo una cultura
de la experimentacin que no puede sino moverse en territorios de riesgo, en esas zonas que nos ayudan a percibir aquello que queda fuera del campo de lo visible. En
esta coyuntura, el lugar crtico invocado es el de un ejercicio reflexivo que venga a arrojar luz sobre experimentos
culturales insertados desde el vamos en un fuera de foco:
territorios minados por la inestabilidad de la poltica y
la cultura, la construccin de zonas ciegas, que requieren
de nuevas formas de percepcin para ser visualizadas.
No obstante, los casos abordadosen El pas de la esttica gozan de luz propia (el cine de Lisandro Alonso, La
novela luminosa, de Levrero) y otros, adems, de reflectores
(Estacin Pringles, el proyecto editorial Elosa Cartonera) que contradicen o ponen en jaque tal postulacin:
El pas del desacuerdo, no es otro que el territorio donde
se confrontan la cultura, la poltica y la esttica, y en esa
confrontacin se construyen las zonas ciegas, sin control,
donde los experimentos se radicalizan.
He dicho en el primer acpite racionalidad psiconaltica, y la mencin no es casual. En El inconsciente esttico (2001) el filsofo Jacques Rancire desnaturaliza el modus operandi del psiconlisis freudiano al poner en evidencia

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la racionalidad esttica (inconsciente) sobre el que esa


ficcin se asienta, extremando as la demanda de una nocin de autora fuerte, ya postulada en su libro En los bordes
de lo poltico (1998).La asuncin de un lugar de la crtica

114

autollamada a morigerar una falta o carencia supone una


nocin de autora dbil, que poco tiene que ver con ese
primer desacuerdo del que nacera la poltica y la esttica.

LUNES, 29 DE NOVIEMBRE DE 2010

Textculos, de Ana Ojeda


Rejas
Antes, cuando la ciudad todava era parte del pasado,
las rejas eran a cuadros y su objetivo era sofrenar el suicidio
infantil por exceso de imaginacin. Ahora que el capitalismo nos ama violentamente y sin forro galn de novela
rosa, es potente y chabacano, las rejas son paralelas y totales: se detienen slo al chocar con el balcn del piso de
arriba. Algunos sostienen que su objetivo sigue siendo el
mismo, pero los ms perspicaces intuyen que su uso es muy
otro. Ante la multiplicacin de vidas vacas, las nicas indicadas para alimentar la insaciable maquinaria que transforma tiempo gris en productos coloridos, las rejas operan
una transformacin en la psiquis de los reclusos, que mgicamente pasana sentirse poseedores de algo que es necesario custodiar, proteger con rejas, llaves y trabitas, con la paranoia de pensarse perseguidos, en la mira de malvivientes
que crecen y se multiplican sin lgica ni razn.
El costo de esta maravilla es mnimo. La vista, en adelante parcelada en prolijos rectngulos, de todas formas
era incapaz de competir con la realidad, que se ve por
televisin.
***
Traccin a pedo
No es una bici, tampoco una moto. Es un hbrido simptico y algo grotesco como la ciudad, como nosotros que
circula a pedito limpio por calles del barrio y microcentro.
Es esperanza de llegar antes, de no enganchar embotellamiento, de zigzaguear de lo lindo y hacer caso omiso de semforos y barreras. Es pedalear dos veces y abandonar nalgas y sexo a un vibrfono placentero, picantito, que te pasea
por la ciudad, mirando a peatones y encochetados desde la
altura de una velocidad mdica, pero continua. Es cambiar
el pedalear por el pedorrear y ser feliz.
***
Ciencia botona
Hay ciencias duras y blandas, y tambin ciencias botonas. La gramtica, por ejemplo: No hay poltica en mi
visin del mundo, soy descripcin pura, estoy al margen,
pongo en circulacin sujetos y predicados, complementos
y objetos investidos con los beneficios de quienes observan
sin ser vistos, ventana indiscreta de una lengua acostum-

brada al exhibicionismo.
Jakob y Wilhelm Grimm, en su clsico universal Blancanieves, crearon un espejo capaz de responder a la indagatoria de la banal madrastra con la siguiente formulacin:
Pero Blancanieves, que vive con los enanos del bosque,
es ms bella an. Oh, aposicin! Oh, vanidosa superflua! Y sin embargo responsable, causa directa, motor de
la desgracia que vendr, enmanzanada.
***
Crculos concntricos
Son crculos pulidos. Color piel, su brillo encandila.
Por lo que cuesta el papel, usted podr pasearse con un
sexo en el sobaco, en el bolsillo, el portafolio o la mochila.
Y qu sexo! No uno cualquiera: uno que de tan calvo parece plstico, un sexo gordo, turgente, un sexo prosaico.
Usted lo bebe con los ojos un poco tristes: el que ve en
su casa no es as, imporoso, tersamente impo, descoyuntado. Usted es varn o mujer: para el sexo es lo mismo.
Desde el brillo de las portadas que se multiplican gracias
al oficio de canillitas hacendosos, los crculos impresos con
calidad siglo XXI se pavonean sin vergenza ni medias
tintas. Los hay contorneados de finsimos hilos triangulares o voladoramente sueltos.
El sexo no tiene pudor. Se exhibe, se compra, se vende.
Usted debe pagar para llevar el sexo bajo el brazo, pero
puede comrselo con los ojos gratuitamente. El sexo
puede esperar, pero no acepta la indiferencia: todos tenemos que reaccionar frente a l. Podemos escandalizarnos
o adorarlo, pero en ningn caso se permite una mirada
hueca. Ojos vacos, no! Basta de plida! A rer! A divertirse! El sexo es bueno, es simptico, es alegre. No hay
das grises para el sexo, ni complicaciones. l siempre ser
circular, gordo, turgente y lo estar esperando junto al canillita de la esquina.
Slo la mujer tiene sexo; al varn se le permite la vergenza.

DOMINGO, 21 DE NOVIEMBRE DE 2010

Proyecto Cine, por Fabin Sobern


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Cine, de Juan Martini. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2009.

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Cine, II. Europa 1947, de Juan Martini. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010.

a editorial Eterna Cadencia ha publicado dos entregas de una serie de tres novelas de Juan Martini: Cine y Cine, II. Europa 1947. Cuatro registros
estructuran al primer texto: la historia de Sivori, director
de cine, obsesionado con su nueva pelcula sobre Eva Pern; la historia de Pina, la mujer de enfrente; la historia de
Eva Pern; las historias mltiples, disgregadas, correspondientes al siglo XIX.
La vida de Sivori est condicionada por el proyecto de
pelcula y por una mujer llamada Pina Bosch, que acaba
de mudarse al departamento que est al lado del suyo. Sivori se obsesiona con ella: la observa, la sigue en cada uno
de sus movimientos, la espa. Sivori se convierte en un voyeur. Piensa en la mujer de enfrente y en la pelcula sobre
Eva. Esas son sus actividades centrales. Ahora bien: Sivori no es peronista. Entonces, cmo piensa una pelcula
sobre Eva alguien que no es peronista? Sivori mantiene
conversaciones con Dippy, el productor de sus pelculas
anteriores, quien le plantea que haga una pelcula comercial sobre Eva. Y Sivori se niega, no est de acuerdo con
el perfil que le plantea el productor. La novela pone en escena el debate entre un productor y un director en un pas
como el nuestroen el que no existe, an, una industria con
todas las letras. Dippy, adems de ser el futuro productor de la nueva pelcula, tiene una hija llamada Florencia, que es muy joven (20 aos) y ha intentado suicidarse.
La novela entreteje estas historias mnimas con la historia
de Eva. Qu aspecto de la vida de Eva narra la novela?
Qu fragmento de la vida de Eva quiere contar Sivori en
su pelcula? En contra del perfil comercial que trata de
imponerle Dippy Dillon, Sivori quiere contar una conversacin minscula, en un espacio cerrado, entre la actriz
Rita Molina y Eva Pern. La pelcula se plantea, entonces,
como una pieza de cmara en la que durante dos horas
Eva conversa con la actriz y cantante Rita Molina, rodada
segn proyecta Sivori con planos cerrados, cmara fija,
en un nico escenario. Este planteo es, por supuesto, un
experimento, porque este modo de filmar no tendr apoyo
del productor. Martini entrelaza este proyecto de Sivori
con la narracin, en un paralelo permanente y fluido, de
los primeros aos de Eva al lado de Pern. En este sentido,
la novela de Martini no trabaja con los clichs que ha impuesto la leyenda; las novelas de Martini estn ms cerca
en el uso de la historia del clebre cuento de Walsh que
de la novela Santa Evita, de Toms Eloy Martnez.
En Cine II, Sivori piensa obsesivamente su nueva pelcula sobre Eva; pero lo hace en el marco de los avatares

del dolor y de la tragedia: Florencia, la hija de Dippy, le


cuenta que su padre ha muerto. Al mismo tiempo, Sivori
se entera de que Pina Bosch ha sufrido una descompensacin por el consumo de droga y que se encuentra internada. Qu hara Sivori frente al triste cuadro de Pina
Bosch? Cmo afrontar la muerte de Dippy? Mientras
acompaa a Florencia en su doble tristeza (ella ha intentado suicidarse y su padre ha muerto), Sivori piensa su
nueva pelcula: esta vez quiere filmar el viaje de Eva por
Europa y le pide a Florencia que haga una investigacin
sobre el viaje del Arco Iris.Como en la primera propuesta
de la saga, Martini une diversas historias: los vaivenes de
un amor imposible entre el viejo Sivori y la suicida Florencia, el viaje largo y extenuante de Eva Pern por Europa en 1947, la pasin tortuosa entre Pina Bosh y Carola
Holms, el paseo reflexivo de Sivori por las plazas. Sivori
ahora recorre las calles con la observacin aguda de un
flaneur: mientras se detiene en el comportamiento de los
caminantes despliega una artillera conceptual sobre el
pasado histrico de los monumentos y del pas.
Ahora bien: de qu forma se entrelazan las mltiples
historias en las novelas de Martini? Las historias se mezclan y se unen, por cortes directos, en una narracin continua. Aunque en algunos casos las transiciones son directas y abruptas, el montaje ajustado y preciso, suaviza los
saltos y la lectura fluye. Uno de los hallazgos de la novela
es haber entrelazado las historias en el interior de los captulos, sin alteraciones intiles, sin producir quiebres convencionales en el relato. El narrador unifica las historias
en un continuo narrativo. El flujo continuo de la narracin funciona como un magma heterogneo que corta,
avanza, repite, retrocede, hace pausa. Las novelas conforman un arco polifnico que logra unir en un nico cauce
historias diversas y paralelas. El narrador produce una voz
sinuosa y musical; se trata de un narrador astuto, inteligente, que hace preguntas retricas y que entrelaza la diversidad de propuestas y de registros.
Una de las estrategias para lograr ese mapa heterclito es el uso del presente. La mayor parte de la novela
est escrita en presente; a partir de ese verbo de referencia el relato avanza y retrocede, produce cambios notables
en el tiempo. Las narraciones estn atravesada por el uso
del flash back y del flash forward, es decir, por el avance y el
retroceso en el tiempo de manera alternada. El principal
encanto de las novelas radica en el uso acertado del montaje y en la prosa milimtrica que une las piezas y los personajes de una manera rtmica y musical.

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La primera entrega insina el uso de la nota al pie


como un recurso para generar otro registro narrativo. En
Cine, II, se profundiza ese uso. Martini trabaja con el registro de notas al pie que dialogan y que amplan la informacin del cuerpo principal. En algunos casos, las notas brindan informacin clave que no se encuentra en el
cuerpo. En este sentido, las notas producen una narracin paralela que ampla el espectro del sentido y que le
agrega, a travs de un nuevo montaje, variantes narrativas. Estos relatos paralelos producen un jardn de senderos que se bifurcan.
Las dos novelas introducen personajes reales: los directores de cine Carlos Sorn y Bebe Kamn. De esta manera, Martini propone un cruce entre historia, documento
y ficcin. Como las pelculas que trabajan con la figura del
cameo, las novelas ponen en cuestin las fronteras entre
ficcin y realidad.

Con esta diversidad de estrategias, Juan Martini ha


creado un mundo con personajes que viven una existencia anodina, signada por los escarceos de la pasin y por
la ruina inapelable de la muerte. Dippy, Florencia, Carola
Holms y el propio Sivori viven atravesados por los temblores del deseo y deambulan, en una ciudad cargada de
historia, marcados por el azar y por los proyectos imposibles. En ese sentido, las novelas narran la historia de la pasin, pero no lo hacen recurriendo al clich de la retrica
romntica sino valindose del registro del ensayo, de la
prosa potica, del montaje eisensteniano, de la digresin
ensaystica, de la nota al pie, de la referencia precisa y ordenada del pasado poltico. De manera contundente, el
universo narrativo de Martini es un cine complejo y aleatorio de vidas montonas y fracasadas.

JUEVES, 11 DE NOVIEMBRE DE 2010

Perversiones al alcance de la mano, por Nicols Hochman


Oscura montona sangre, de Sergio Olgun. Buenos Aires, Tusquets, 2010.

scura montona sangre es la historia de un tipo cualquiera, que despus de trabajar toda su vida consigue subir un poco en una escala social que l
percibe con forma de castas, en las que el movimiento hacia arriba es algo excepcional. Un hombre gris que sale de
Zona Sur, y que por esas contingencias de la vida termina
siendo otro hombre gris, dueo de una fbrica, codendose con empresarios y viviendo en Barrio Norte. Un humilde trabajador devenido en (no tan) pequeo burgus
que consolida una familia, que manda a sus hijos a la universidad, que puede comprarse un auto de esos que dan
envidia. Un seor respetable, con mucha gente a cargo,
capaz de enfrentarse a un contador, coimear a media polica o manejar los hilos de un consorcio. Un sujeto independiente que no tiene brechas en su identidad, que sabe
lo que quiere y que por eso va y lo toma. Un individuo que
un da, por esas cosas del destino (o de la eleccin de Dios,
o de un desliz de ese inconsciente imposible de controlar),
comienza a hacer todo lo que no debera estar haciendo.
Qu es lo que no-se-debera-hacer? En una sociedad
posmoderna, en el siglo XXI, en la Argentina de los vivos
y los piolas, la pregunta puede pecar de ingenua o moralista, pero Sergio Olgun se ocupa de demostrarle a sus
lectores que siempre hay lmites para alcanzar. Por ejemplo, que el protagonista comience a ir sistemticamente a
una villa de Pompeya para tener sexo con nenas de doce
aos. Por ejemplo, que en una de esas aventuras termine
matando a un chico que buscaba robarle el estreo. O que
se ocupe de ocultar todas las pruebas. O que siga viviendo

su vida como si nada. O que saque a una de las nenas de la


calle, para instalarle un departamento y soar con dejar a
su familia y comenzar una nueva vida junto a ella. O que
la historia evolucione como lo hace (ya sera desleal por mi
parte seguir adelantando informacin).
Esas son cosas que no-se-deberan-hacer.
Dice Jacques-Alain Miller que nicamente los inocentes tienen sentimientos de culpabilidad. Que los culpables
no. Que la nica preocupacin de los culpables es no ser
sometidos a la justicia. Y eso es lo que ocurre con el protagonista de esta historia, que repentinamente se ve envuelto en un entramado que hace peligrar toda la seguridad que fue adquiriendo con los aos, ya que, como salido
de una pgina de Nabokov, no puede resistirse a una Lolita que hace brotar sus pulsiones ms primitivas, menos
racionales. Un Raskolnikov sudaca y muy moderno, que
sabe que cometi un crimen y que nadie ms lo vio. Y
que precisamente por eso encuentra un punto de ruptura
y no-retorno, que lo lleva a realizar acciones de manera
obsesiva. Un poin de capiton que no es ms que un quiebre
retroactivo, a partir del cual su vida se resignifica, y esa
identidad (idntica a s misma) se fragmenta hasta transformarse y transformarlo en un nuevo sujeto.
Los actos, indefectiblemente, tienen consecuencias, y
no siempre son las que podemos prever en el instante de
matar a una usurera.
La novela est muy bien narrada y posee un ritmo vertiginoso que prcticamente no decae a lo largo de las casi
200 pginas. Probablemente eso explique en parte por

| BOCADESAPO | RESEAS
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qu Tusquets, con un jurado compuesto por Juan Mars,


Almudena Grandes, Jorge Edwards, lmer Mendoza y
Beatriz de Moura, consider que el libro era merecedor
del premio de la editorial (una tirada de varios miles de
ejemplares, curriculum vitae y una dote de veinte mil euros). No es poca cosa. Pero tampoco sorprende, si miramos el prontuario de Sergio Olgun: graduado en Letras
en la UBA, fundador de V de Vian, primer director de El
Amante, periodista desde hace ms de veinte aos, jefe de
redaccin de Lamujerdemivida y responsable de cultura del
diario Crtica de la Argentina, adems de ser autor y editor
de varios libros.

Inquietante y angustiante, Oscura montona sangre cumple sus propsitos: funciona en el marketing del mercado,
entretiene al lector y lo fuerza a un ejercicio reflexivo muy
incmodo. A travs de la identificacin con el personaje
principal, el lector/voyeur est invitado a experimentar
la culpa del que se sabe inocente, pero tambin el deseo
indebido de ser ese otro aunque sea por las pginas que
siguen. Un acierto de Olgun, quien explora algunos recovecos de la condicin humana a travs de una historia
simple, accesible y al alcance de las perversiones de cualquiera de nosotros.
JUEVES, 4 DE NOVIEMBRE DE 2010

El sueo real , por Ignacio Bosero


Qu hacer, de Pablo Katchadjian. Buenos Aires, Bajo La Luna, 2010, 93 pgs.

ablo Katchadjian public poesa dp canta el alma


(2004), El cam del alch (2005) y, en colaboracin con
Marcelo Galindo y Santiago Pintabona, Los albailes (2005) y otros dos libros: El Martn Fierro ordenado alfabticamente (2007) y El Aleph engordado (2009). En medio de
esta trayectoria, hay un libro que alcanza la luz ahora,
en 2010, pero que fue escrito por Katchadjian en el ao
2006: la novela Qu hacer. Es claro que se trata de un proyecto diferente de la obra que vena gestando este autor. Y
cuando digo diferente no me refiero al grado de singularidad que presentan todos sus libros anteriores, sino a la diferencia explcita que marca Qu hacer, en la medida en que
es un cuerpo de escritura de una autonoma radical, que
parece saltar (superar) toda su literatura previa. Pero tambin, como parte y consecuencia de este desplazamiento,
la novela emerge pblicamente y pone en entredicho el
modo de leer la literatura e incluso la cultura contempornea. En este sentido, la novela parece salida en el punto
justo de la inquietud que comienza a generar este escritor
y la exhibicin manifiesta de su trabajo. Por momentos, la
imagen que se me presenta es la de que Katchadjian embols en su cabeza todas las perspectivas tericas del siglo
XX, hizo un bollo, lo tir al piso, se sent a escribir yfabric algo nuevocomo quien de nio destruye sin intenciones de destruir lo que los dems le ofrecen para jugar,
nada ms que por el placer de armar un juego nuevo, propio. Por eso creo que de algn modo Qu hacer surge de un
cansancio pedaggico frente a la acumulacin de imgenes, de respuestas insatisfactorias de nuestra cultura; y que
ste es el sentido que se expulsa, que se diversifica en una
pregunta indcil, cruda, que recorre la novela. Por eso
tambin despunta una voz nueva, excepcional, sin complacencias, clara (sin vueltas), punzante. Sobre todo, una
voz que nos despierta a la indudable evidencia de que s

existe la homogeneidad en el mundo que vivimos. Y esto


porque Qu hacer es, digmoslo con esta palabra, diferente.
La novela est compuesta por cincuenta relatos breves
que, entrelazados, constituyen un sinfn de escenarios y
personajes que se repiten y mutan de acuerdo a los movimientos en tiempo presente de dos personajes: Alberto y el
narrador. Las aventuras, por as llamarlas, de ambos profesores estn siempre motivadas por un riesgo latente y una
tensin entre saber qu hacer y no saber qu hacer ante
la situacin que se les presenta de modo inminente como
a resolver y ante la cual, se supone tienen que decidir
qu harn para intentar fugarse aun sin la aprobacin de
los otros. Porque esta misma inseguridad o inconclusin
o desconfianza que los personajes se plantean en sus acciones habilita una errancia sin sosiego frente a la imposibilidad de la permanencia de las cosas que los rodean y
de ellos mismos. Por ejemplo: En la universidad inglesa
los alumnos me hacen preguntas realmente difciles; yo
voy respondindolas todas. Esto me provoca la sensacin
de saber todo lo que se me puede preguntar, y esa sensacin me produce una alegra enorme que se interrumpe
cuando un alumno de dos metros y medio de altura me
pregunta: qu va a hacer con sus manos cuando ya no
tenga cabeza? Alberto me mira y, parpadeando, me dice:
tu cabeza se est agrandando demasiado. Todos los otros
personajes de la novela alumnos de dos metros y medio o
tres, una vieja, un pobre de espritu, fascistas, chicas lindas
o desnudas, un fracasado, una moza, ochocientos bebedores, un viejo con alas, etc. aparecen mutando y proliferando indistintamente de modo inestable a lo largo
de los escenarios que transita la novela, y que tambin se
repiten (al igual que los personajes). Estos escenarios pueden ser una cantina, un barco, un banco, una juguetera,
una universidad inglesa, un puente, el bao de una dis-

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coteca, una bodega, un patio negro, etc. De algn modo,


la mutacin de los escenarios y personajes y su repeticin
proliferante muestra el plusvalor que adquiere una autoreferencialidad polismica. Pero esta polisemia, al ser
inherente al sistema narrativo que postula el escritor, lo
vuelve autosuficiente. Al pasar esto, ya no se puede hablar
de polisemia tampoco, sino de lo explcito, que tiene como
ltimo ejercicio lmite la censura de la imagen o la desnudez. Por eso, aqu no hay algo sugerido, callado, indecible,
sino que se dice todo lo que se puede decir porque los personajes, Alberto y el narrador, no saben qu es lo conveniente para atravesar cada circunstancia. As, mediante el
juego de forma-fondo, apariencia-realidad, saber-no saber, la referencialidad de los escenarios y personajes cobra
una dimensin atpica. De este modo, por ejemplo, una
universidad inglesa sigue siendo una universidad inglesa por
ms que la clase sea dictada en un baldo con tres alumnos y dos profesores, o que los alumnos sean ochocientos bebedores o viejas. Por otra parte, el movimiento, que
indica el desplazamiento de todos los personajes y de la
novela misma, genera adems que la expectativa del desenlace se disuelva (aunque siempre hay, en cada uno de
los relatos, una resolucin parcial sobre qu hacer). Sin
embargo, esta forma nunca interrumpe la accin: el pensamiento es accin y, a la vez, la accin es pensamiento.
Por eso, la modalidad de llevar adelante la accin valga
la redundancia de los personajes, que Katchadjian pone
en marcha en Qu hacer, es peculiar. Y puede asociarse,
aunque de modo distinto, al estilo narrativo de Antonio
Di Benedetto. Si la forma breve en este ltimo autor per-

mite el avance de la narracin, debido a que la observacin interrogativa interrumpe e instala una subjetividad
extraada con el mundo exterior, y suscita la singularidad y especificidad de una prosa lacnica que conforma
su estilo, Qu hacer propone de alguna manera lo contrario: el corte, la interrupcin, la reflexin estn, son omnipresentes en una unicidad y frenarse implica un modo
de clausurarse. Hay que seguir hacia adelante, atravesar
la experiencia, decir, porque el desenlace debe sobrevenir
cuando quiz podamos responder sobre qu hacer, qu
decidir; mientras tanto no sabemos nada. Al final de la
novela, en el relato 50, hay una respuesta, por as decirlo,
a la pregunta del libro.
El relato 26, creo, es luminoso respecto de la novela:
Alberto me habla del enigma de la situacin anterior, y es claro
que con situacin anterior no se refiere a lo que nos
pas antes. Yo le pregunto, entonces, a qu se refiere, pero
l me dice que no puede saberlo; me dice: no puedo disolver el enigma porque es un enigma; si lo disolviera, dejara de serlo y entonces no podramos pensarlo ms, y a
m me gusta pensarlo. En ese momento tengo la certeza
de que, en realidad, Alberto no puede pensar el enigma
justamente porque el enigma le gusta; entonces, lo que
no le gusta es pensar el enigma, porque pensar el enigma
supone intentar deshacerlo. El enigma es el motor que permite abrir esta pregunta visceral. De alguna manera, el
saber qu hacer es lo primero que resulta dudoso. Habr
que responder, entonces, pero con voz autntica; de otro
modo, no vale.

JUEVES, 28 DE OCTUBRE DE 2010

Utopa vindicada, por Gisela Heffes


El hilo rojo. Palabras y prcticas de la utopa en Amrica latina, de Marisa Gonzlez de Oleaga y Ernesto Bohoslavsky (eds.). Buenos Aires, Paids, 2009, 328 pgs.

cabo de terminar un artculo que analiza la dimensin utpica en la obra de la escritora y activista poltica Flora Tristn. Su caso se asemeja en
muchos aspectos a los diferentes ensayos sobre palabras
y prcticas utpicas que aparecen en El hilo rojo. Porque
ms all de las nociones ms tradicionales y estrictamente
literarias respecto al trmino utopa, es posible extender
este concepto a una praxis social y cultural que, a su vez,
desafa categorizaciones de cierre y clausura. Con esto
me refiero a aquellas discursividades que pronosticaban
el fin de las utopas, anunciando su muerte, y que se regodeaban en un ejercicio tpicamente lapidario. Decir que
la utopa ha muerto no slo es una falacia sino que denota
una profunda ignorancia. Y si, en trminos histricos, el
concepto de utopa ha tenido una importancia determinante en la formacin cultural, social y poltica de Am-

rica latina, esta labor no se ha agotado en el presente sino,


por el contrario, sigue reemergiendo bajo nuevas expresiones comunitarias y solidarias. Es esta continuidad lo
que pone de manifiesto el volumen de ensayos compilado
por Marisa Gonzlez de Oleaga y Ernesto Bohoslavsky.
Una continuidad que podemos retrotraer al mismo ao
en que Toms Moro publicaba su Utopa (1516), ya que
ser por esos mismos aos que el padre dominico Bartolom de las Casas redacta su Memorial de Remedios de Indias,
manuscrito en que elabora una peticin que no es sino
una detallada descripcin de un plan para crear comunidades indgenas, en las que stos puedan trabajar de manera libre. Este programa estructurado consiste en una
suerte de cooperativismo con los cristianos, es decir, comunidades utpicas cristianas. Su descripcin detallada y
su retrica convincente procura crear un modelo alterna-

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tivo para los indgenas que desde el inicio de la conquista


padecan toda clase de tormentos, penurias y explotaciones. Del mismo modo, algunos de los artculos compilados en El hilo rojo dan cuenta de este tipo de cooperativas:
as, nos enteramos de las comunidades menonitas en Sudamrica, de la Sociedad de Hermanos en Paraguay, de la
creacin de una comunidad galesa en la Patagonia argentina, y del proyecto de cooperativa Peretz en Villa Lynch,
provincia de Buenos Aires, entre muchos ms. En este
sentido, es importante subrayar que hay una correspondencia o reciprocidad entre la idea de Amrica, concebida como una utopa, y los proyectos utpicos que, desde
la conquista hasta el presente, diferentes escritores, intelectuales, crticos y religiosos han soado para Amrica,
sobre todo Amrica latina. Ms an, la asociacin entre
Amrica y la consumacin de una utopa es un tema recurrente en textos y crnicas desde las exploraciones ms
tempranas hasta el presente. Con la conquista de Amrica emerge no slo la idea de un vasto territorio vaco,
sino que la experiencia americana estableci un campo de
experimentacin para la aplicacin de ideas extranjeras,
lo que se manifest tanto en el plano terico como en la
organizacin y diseo urbanos. Se trata de la interseccin
entre la emergencia de una nueva realidad geopoltica y
la construccin del ideal utpico tal como se manifiesta en
textos literarios, trabajos intelectuales y proyectos comunitarios que proponen tanto una concepcin racional como
una imagen de una sociedad perfecta e ideal.
Por otra parte, hay que sealar el carcter poltico de
estos textos y cmo, en muchos casos, surgen como proyectos cuyo objetivo principal consiste no slo en poner fin
a una situacin socioeconmica y cultural determinadas,
sino plantear adems tanto una alternativa bajo la forma
de un modelo social y econmico especfico como una
intervencin crtica sobre la realidad inmediata y el contexto en que sta se inscribe. En este sentido, vale la pena
recordar la distincin que lleva a cabo el crtico Lyman
Tower Sargent respecto a lo que denomina las tres caras
del utopismo. Segn Tower Sargent stas tres se componen de: 1) pensamiento utpico, 2) comunidades utpicas
y3) literatura utpica. Como en el caso de Flora Tristn,
es posible definir pensamiento utpico como aquel que
concibe a la utopa ms como una preocupacin por las
fuerzas sociales que por los aspectos literarios. El mismo
Fernando Ansa va a hablar de imaginario subversivo
al referirse a una forma de espritu que se manifiesta en
discursividades de diversa ndole, ms all del formato narrativo y/o ficcional. Y es este mpetu utpico, podemos
sugerir, el que hila justamente la urdimbre o tejido de los
artculos aqu compilados.
El hilo rojo se abre con un anlisis comparativo de dos
fotografas que evocan dos ciudades diferentes, y con esto,
dos momentos histricos determinados. De los piqueteros

en Argentina a un grupo de anarquistas judos oriundos


de Europa del Este, fundadores de una comunidad cooperativa en el Chaco, estas fotografas plantean continuidades pero tambin interrupciones. La intencin de estas
fotografas, como sealan los compiladores, es la de mapear los contornos de esos experimentos comunitarios
de Amrica latina. Es decir, establecer una genealoga
de los imaginarios subversivos que, bajo diversas formas,
han permeado y condicionado parte de la identidad latinoamericana.
Mientras la primera parte del libro explora aquellos proyectos literarios y artsticos imaginados tanto por
los anarquistas como por las vanguardias (es el caso de
la obra de Pierre Quiroule y el estridentismo), las secciones siguientes revelan de manera rigurosa y sistemtica la
presencia de proyectos utpicos mltiples en el territorio
latinoamericano. Se trata de proyectos comunitarios dismiles, como lo demuestran las prcticas religiosas en la
provincia de Rosario, en el artculo de Vernica Lpez
Tessore, la fundacin de comunidades espirituales y pacifistas como sugiere Yaacov Oved en su artculo sobre
la Sociedad de Hermanos en Paraguay, o de experiencias
permanentes y sustentables en el territorio patagnico segn la propuesta de Ernesto Bohoslavsky respecto a la inmigracin galesa.
En esta misma lnea se inscriben los artculos de Marisa Gonzlez de Oleaga sobre las comunidades menonitas en Paraguay y, de manera retrospectiva, el ensayo de
Carlos Illades sobre las utopas sociales La Reunin y La
logia en Amrica del Norte, a mediados del siglo XIX.
Asimismo, hay que mencionar el trabajo de Daniel Baratti y Patricia Candolfi sobre la colonia Guillermo Tell en
Puerto Bertoni, Paraguay, donde el mismo trmino utpico aparece cuestionado.
Muchas veces, al descubrir estas prcticas utpicas
comunitarias nos encontramos con sorpresa que, a pesar
de su fervor inicial, se trata de proyectos que han tristemente concluido. Este final que obedece a razones de diversas ndole revelan su carcter temporario y por lo tanto
irregular. Sin embargo, como bien seala Gonzlez de
Oleaga en su coda final, estos experimentos comunitarios, gestionados en general al margen del Estado y/o
del mercado, funcionan como un modelo para aquellos
sectores sociales que intentan encontrar caminos transitables dentro del panorama sociopoltico y econmico
actual. Lo utpico, entonces, no debe circunscribirse a un
enjuiciamiento o prejuicio respecto a su carcter idealista
que, muchas veces, es utilizado erradamente como sinnimo de ausencia de pragmatismo y que, por lo tanto, ha
perdido su conexin con la realidad. Por el contrario,
siguiendo el modelo del filsofo del humanismo marxista
y del utopismo revolucionario, Ernst Bloch, lo utpico
puede encontrarse a nuestro alrededor, tanto en las cla-

ves de un mundo anterior, perdido, que puede anticipar


el futuro, como en las formaciones estticas que nos iluminan sobre aquello que falta y todava puede devenir o
llegar a ser, aquellas que inspiran esperanza en el pblico
o lectores y proveen del mpetu necesario para un cambio
colectivo e individual.
Si, como ha sealado Kenneth Roemer, una utopa literaria puede definirse como una descripcin detallada de
una comunidad, sociedad o mundo imaginario, una ficcin que incentiva a los lectores a experimentar a travs
de aquella una cultura que representa una alternativa
reglamentaria y normativa respecto a la propia y presente,

la materialidad de estas comunidades revela que esa alternativa es asequible. Sus finales, de este modo, no deben
leerse como una imposibilidad sino como las contingencias permanentes a las que estn sometidas los sujetos sociales que la habitan, moldean e imaginan. De sus experiencias debemos extraer los fundamentos para reevaluar
sus pilares y rehacer o reconstruir, utilizando el trmino
que Ansa ha propuesto en su libro ya clsico La reconstruccin de la utopa, un proyecto de mejoramiento social para
erradicar el prefijo u del trmino tpico y hacer de la
utopa un topos real, una eutopa o lugar feliz.

JUEVES, 21 DE OCTUBRE DE 2010

Tragedias familiares, por Marcelo Damiani


Tragedias familiares, de Marcos Rosenzvaig. Bs. As.,Leviatn, 2010.

ragedias familiares de Marcos Rosenzvaig rene


tres inmersiones del autor en el universo del teatro clsico. Hiplito o la peste del amor se interna en el mito ya explorado por Eurpides y por Racine
para repensar el problema del amor desde una perspectiva contempornea. En Edipo en la cruz el recorrido
es ms amplio, ya que no slo estn implicados Sfocles
y Freud, Deleuze y Foucault, sino tambin un autor menos conocido, Jean-Joseph Goux, autor de un libro muy
interesante que Rosenzvaig conoce o intuye: Edipo filsofo
(1988); all se plantea que Edipo es uno de los primeros
en creer y utilizar la razn como arma y mecanismo de
poder. Por ltimo, en El sacrificio es revisitada la historia bblica de Abraham e Isaac a travs de la mirada
filosfica de Sren Kierkegaard. Evidentemente, como se
puede apreciar a partir de la sola mencin de las obras
que conforman el volumen, Rosenzvaig es uno de los pocos autores argentinos, por no decir casi el nico, decidido
a embarcarse en la difcil empresa de actualizar la tragedia a travs de una perspectiva filosfica tambin contempornea. Tal vez no est de ms sealar que la tragedia
y la filosofa han estado unidas desde sus inicios, pero no
siempre esta unin ha logrado ser representada en trminos actuales.
Un motivo transversal a las tres piezas, como muy
bien anota Mara Gabriela Rebok en el prlogo, es el
imperio violento de la enfermedad. El sustento terico
de este hilo conductor se encuentra en el penltimo libro
publicado por Rosenzvaig: El teatro de la enfermedad (2009).
All hay un recorrido notable, desde la antigedad hasta
nuestros das, guiado un poco por el fantasma de Susan
Sontag, por las metforas y las significaciones de la enfer-

medad en los grandes momentos del teatro. La mayora


de los personajes estn enfermos, enfermos por el destino
(o la existencia), por la pasin (el amor enfermo, acaso la
nueva versin del amor loco) o por la fe (la religin como
enfermedad). Rosenzvaig parece haber captado el ncleo
excesivo, adiposo, de toda enfermedad, y como contrapartida la esencia naturalmente equilibrada de la salud.
A nivel formal las obras incorporan el sentido del humor
y el absurdo, a sabiendas de que hoy en da toda tragedia
tambin tiene su lado ldico.
Por ltimo, Rosenzvaig percibe que la verdadera tragedia de Edipo es el enigma del hombre, alguien que
nunca puede estar seguro de dnde viene, adnde va ni
quin es. En Hiplito se sostiene que el amor es la verdadera condena de esta tierra porque siempre yace escondido en una zarza ardiente de espinas. El sacrificio parece arrojarnos a los brazos de la creencia que Dios es una
proyeccin de nuestros propios deseos frustrados.
Rosenzvaig, con este duro diagnstico vital, se convierte en una suerte de doctor especial que, en trminos
de Deleuze, es un ttulo reservado para los pocos autores
que logran captar el espritu de su poca, ese paciente rebelde que nunca hace caso y que prefiere morir a curarse.
El doctor Rosenzvaig, quiz, tambin est consciente
de esto.

VIERNES, 15 DE OCTUBRE DE 2010

El cortejo canbal, por Natalia Gels


| BOCADESAPO | RESEAS

El ngel Negro. Vida de Carlos Robledo Puch, asesino serial, de Rodolfo Palacios. Buenos Aires, Editorial Aguilar, 2010, 272 pginas.

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ena diecinueve aos y mat a once personas. Vivi ms de la mitad de su vida en prisin y la libertad se le hizo un gusto diluido con los aos,
hasta volverse fantasma, hasta ser su sueo eterno, su pesadilla. En el sur de la pampa seca, en el penal de Sierra
Chica, donde aos atrs los Doce Apstoles jugaron al
ftbol con la cabeza de un muerto, el ngel Negro, Carlos
Eduardo Robledo Puch, pasa sus das y recibe a Rodolfo
Palacios, que intenta armar su perfil, contar su historia,
la de uno de los asesinos que ms marcaron a la sociedad
argentina.
El espritu canbal los sobrevuela a ellos, entrevistador
y entrevistado. Cuando la relacin es periodista/asesino
mltiple, eso no cambia. Se acenta. En El ngel Negro,
Rodolfo Palacios se enfrenta a Carlos Robledo Puch. En el
prlogo, Jorge Lanata habla de un juego de seduccin, un
cortejo que tiene como ltimo objetivo desnudar al otro,
alcanzar su entrega. Sin embargo, el ida y vuelta entre Palacios y Robledo Puch muchas veces se muestra ms como
un cuidadoso baile psictico, en el que cada uno espera
que el otro muestre su punto dbil para atacar, para devorarlo. En definitiva, la seduccin y la caza no se ubican
tan lejos. No son tan extraas. As azota en la memoria
el juego entre asesino y periodista por excelencia, el que
hizo historia: el ida y vuelta entre Truman Capote y Perry
Smith, uno de los dos asesinos de la familia Clutter que le
permitieron al hombrecillo siniestro y genial de la literatura norteamericana apropiarse del trmino non fiction y
escribir A sangre fra.
Ms all de la innegable rigurosidad de la investigacin, lo que resulta interesante en este libro es la posibilidad de presenciar escenas que recuerdan al proceso de
realizacin de A sangre fra y que se describen en la biografa que Gerard Clark hizo sobre Capote. En el detrs de
escena de su obra, el norteamericano enumer situaciones
que tambin aqu, en este juego de a dos entre Puch y Palacios, se suceden con gran similitud: Las cartas del asesino al periodista (cuarenta y cinco envi Robledo Puch
a Palacios, algunas incluso con dibujos dedicados; y eran
variadas y plagadas de dibujos las que enviaba Perry a
su escritor estrella), la perseverancia en negar las muertes
de las que se los acusan, la intencin de gustarle al otro,
la mirada sigilosa, la posibilidad de traicin por parte de
ambas partes, la palabra amistad como promesa o amenaza. La muerte y el poder como dos testigos que, obstinados, respiran en la nuca de los dos que integran este
juego. Consciente de que esa relacin con Puch no podra
ser obviada, que se constituira en un foco de atencin,

Palacios opta por la inclusin de la primera persona. Y la


eleccin funciona.
En El ngel Negro no predomina lo literario, sino que
se pone al servicio de lo periodstico, en un lugar discreto.
Aqu lo que se destaca es la investigacin: el trabajo de
recoleccin de datos, la tenacidad de esas visitas al penal
de Sierra Chica, la bsqueda de personas que hayan sido
parte de su historia, los familiares de las vctimas. Con una
prosa cuidada, sobria, pgina a pgina Palacios muestra a
su Robledo Puch, al que desde una silla incmoda de la
sala de reuniones del servicio penitenciario, decide mostrarse, decide jugar.
Y a lo largo del trabajo no slo se desprenden los distintos climas de poca que acompaan esta historia que
comenz en 1972, con los asesinatos; tambin aparecen
adyacentes los ambientes que circundan a los personajes,
el penal, el pueblo de Sierra Chica, donde ste funciona
como motor de la vida local. Hacia all fue el periodista,
en un trabajo que le llev aos y que busc humanizar
a quien los diarios definan como el monstruo. Al encarar un personaje como Robledo Puch, Palacios tiene
tantas ventajas como dificultades. Por un lado, sabe que
cuenta con un protagonista atractivo. Todos amamos a los
asesinos. Ms si son mltiples. Ms si figura entre los grandes homicidas nacionales, junto a Yiya Murano, junto al
Petiso Orejudo (aunque Puch odie la comparacin). A su
vez, ese lugar de exposicin genera mltiples visitas a lo
largo de su historia, entonces, qu decir? qu agregar?
Pues el periodista se las ingenia, asedia a su presa, incluso
festeja con l su cumpleaos, y arma un perfil. Y lo expone.
Peronista con brotes msticos, socipata, falto de cario, solitario, verdugo, vctima, de a ratos superstar. As
lo muestra. As se muestra en el captulo final, en ese monlogo de Robledo Puch, armado con las cartas que l
le escribi a su bigrafo. Palacios denuncia, adems, las
torturas a las que fue sometido Puch en nombre de una
posible cura, muestra su pasado, su infancia, su frustrado
futuro de pianista. Con oficio y humildad, el autor arma
un texto honesto y claro. Y en el baile canbal consigue
respirarle en la nuca a Robledo Puch, que no confiesa,
pero se desnuda.

LUNES, 4 DE OCTUBRE DE 2010

La infancia en pedazos, por Mauro Peverelli


| BOCADESAPO | RESEAS

Kaltenburg, Marcel Beyer. Buenos Aires, Edhasa, 2010, 281 pgs. Traduccin de Gabriela Adamo.

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n un puado de entrevistas, el ahora anciano Hermann Funk, zologo del instituto de Dresde, le narra a Katerina Fischer, una intrprete que desea
conocer el nombre de algunas aves de dicha ciudad, la
historia de la relacin con su mentor y maestro, el mtico
profesor LudgwigKaltenburg. Los lineamientos fundamentales del relato se inauguran con una descripcin del
bombardeo a la ciudad de Dresde en febrero de 1945. En
ella el narrador descarta poner el foco en los aspectos a
los que podramos llamar belicistas (aviones dejando caer
su carga de explosivos, alguna pretendida defensa con artillera antiarea, etc.), para concentrarse en un tipo de
aproximacin que, aportando una respiracin, un ritmo,
y tambin la contundencia de sensaciones que por sus sutiles ambigedades son ms eficaces que una pretendida
descripcin de lo concreto, estar presente a lo largo de
toda la novela. Esto ocurre debido a que el relato est
narrado en primera persona y los momentos ms logrados, sin duda, son aquellos en que la memoria evoca los
desgarrados aos de la infancia. Hermann Funk queda
hurfano en dicho bombardeo y en la descripcin de
todo ese episodio estar condensada la mecnica narrativa del texto. En ella se apela, entre otras herramientas,
a una aproximacin a los sentidos, pero no de una manera demaggica con el lector, ofrecindole una paleta de
sabores, de aromas y de sonidos fcilmente identificables
extrados de los manuales y prospectos donde algunos
escritores suelen acudir en auxilio de una bastardeada eficacia sino, por el contrario, con la exhumacin de sutiles elementos que terminarn exponiendo el costado de
los instintos que terminan por incomodarnos: De noche,
mientras deambulaba por el parque, algo me golpeo con
fuerza en el hombro (). El sonido fue sordo y slido a la
vez y cuando la cosa cay a tierra, sigui rodando un poco
ms. La encontr, negra, la agarr: algo pegajoso, desmigajado, la superficie spera; puse el cascote delante de mis
ojos, un pedazo de alquitrn, tal vez, nada ms que restos.
Lo acerqu a mi nariz y como un reflejo lo arroj lo ms
lejos que pude. Lo que haba olido era: carne quemada,
o Un crabo que ante la llegada del fuego, del ruido de
los aviones, se vio arrancado de su calma estoica () y
ahora llevaba a cabo movimientos llenos de pnico en el
aire para apagar las llamas que () ya estaban comenzando a devorar sus alas.
A medida que la historia avanza y la voz enfoca su
objeto de evocacin (la vida del profesor Kaltenburg), el
modelo narrativo es el de la escuela tradicional alemana
que va desde Goethe hasta Sebald, pasando por Thomas

Mann y Hermann Hesse, donde la exacta distancia entre narrador y personaje va produciendo un acercamiento
al sujeto que, a la vez que desvela sus aspectos humanos,
tambin alimenta todo aquello que, paulatinamente, lo va
convirtiendo en mito. Kaltenburg vive rodeado de animales. Su tarea de ornitlogo lo mantiene en permanente
observacin del mundo natural; el narrador utilizar con
insistencia los recursos que le brindan ese tipo de acercamientos para ir en busca de analogas con el universo
social. Es imposible desligar las minuciosas descripciones sobre la conducta de algunas aves, como por ejemplo la migracin definitiva de las grajillas de la ciudad de
Dresde, que se produce en un perodo muy corto de aos,
de cmo ciertos esquemas polticos y econmicos empujan tambin a los hombres a desplazarse de una regin
a otra. En lo concerniente a lo poltico el acercamiento
es siempre de una lateralidad que va aportando distintos
puntos de vista sobre determinados temas. Sobre hechos
fundamentales como la muerte de Stalin (que al lector le
llegan a travs de comentarios, de relatos de viejas historias, y por conversaciones odas casi al pasar) va desplegando un abanico de apreciaciones que van desde el alivio
por cierto sentimiento de liberacin en una atmsfera de
control asfixiante, al dolor por la prdida de una figura tan
controversial como paternalista.
En la permanente recurrencia a una memoria siempre
electiva, aplicada en resolver las confusas claves del pasado, es donde el autor se ir encontrando con las mejores
versiones del relato. Como en la Berln de la Infancia de
Walter Benjamin, donde este consigue hacer audibles las
voces y las melodas de una Alemania de preguerra, sus
tensiones, la emergencia de componentes que irn confluyendo hacia el sostn de una lgica que desembocar en la
locura, en la Dresde de Marcel Beyer la posguerra es el relato de los fragmentos aislados, es la infancia en pedazos,
el intento siempre insuficiente de reconstituir los tejidos
filiales, las relaciones humanas que, junto con los cuerpos,
fueron mutilados por dicha locura.

MARTES, 28 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Esa carrera loca, por Jimena Nspolo


| BOCADESAPO | RESEAS

Blanco nocturno, Ricardo Piglia. Barcelona, Anagrama, 2010, 299 pgs. Condominio, Max Gurian. Buenos Aires, El fin de la noche, 2010, 94 pgs.

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l problema para Max Gurian (1975) es el espacio. El espacio es limitado y hay que hacer cabriolas para poder acomodar todos los autos en una
minscula superficie a fin de que a ninguno lo encuentre la
nochesin resguardo esa es la nica certeza de los hermanos Teo y Matas, en el relato Los autos locos, publicado
en el presente volumen. Un motor cruje con la inesperada inyeccin de combustible, las bujas corcovean y en
dos maniobras limpias el auto se acomoda sin rasguo ni
malestar alguno en un espacio ultrarreducido: Hace falta
mucha pericia para ejercitar el arte bobo de estos mellizos que, desde el vientre materno, se saben condenados
a su mutua compaa en una misma zona que los asfixia.
Duermen en los autos, descansan en sillones destartalados
en la vereda, comen lo que hay mientras respiran las excrecencias de las mquinas o las despiden con el fervor
y la elegancia de un guardia suizo a punto de renunciar.
Lejos del pintoresquismo barrial o de un naturalismo de
porro y barricada, los textos de Condominio hacen gala de
una arquitectura ajustada, de un lenguaje distanciado, fro
y conciso que, la ms de las veces, crispa de anormalidad
el relato. En el cuento anteriormente citado, por ejemplo,
las secuencias de la vida de los hermanos en el garage se
intercalan con otras que abundan en las peripecias de una
carrera de velocistas. Veamos el siguiente fragmento: En
el inaudito bullicio de los corredores, todo es posible y todos se aprestan a desbordarse mutuamente. () La inexperiencia general los mancomuna y los confirma en su error:
creen, espontneos, que ganar el mejor. No censuremos
semejante concepcin del mundo; han subsistido hacinados en un medio inhspito al desarrollo intelectual, con
temperaturas tropicales que atontan y adormecen, librados a su suerte, sin cbala alguna. Carecen de tiempo, y
sin tiempo la abstraccin es un abuso de confianza, un suplemento vitamnico penado con rigor. Apenas unos rudimentos de darwinismo y los pobres, con ese bagaje, hacen
lo que pueden. Su idea de individualidad es precaria; nace
con el primer reflujo desconocido y la oleada siguiente les
impone una tosca metodologa de supervivencia: correr
por la vida. As escribe Gurian, quien por edad es parte
de una generacin prolfica en publicaciones y antologas
y, por escritura debera disputarle el podio de representatividad a por ejemplo 76, de Flix Bruzzone, aunque,
en rigor, Condominio sea el primer libro que publique. Hay
morosidad y asfixia helada en su prosa, cierto aire borgeano que le canta al rezago y a la desidia pero que, antes de convertirse en parodia laberntica, avanza como el
protagonista del relato que da nombre al volumen entre

el coleccionismo de la materia inerte y el dibujo en delicadas filminas expuestas en el lugar ms abyecto de la casa.
Pero hablbamos de carrera, y si bien la de Gurian no
sabemos cmo termina, porque siempre hay algn tapado
que reserva sus energas para la recta final, su reflexin nos
confirma que si hay carrera, hay disputa y por tanto: motor
narrativo. Observo, en este sentido, que Blanco nocturno, la
novela de Ricardo Piglia (1940) recientemente publicada,
dispara con reaseguro la accin a partir de la misma estrategia formal. A pocas pginas de comenzado el texto y
presentadas las simpticas [otra vez] mellizas Ada y Sofa,
y su mulato compaero, es la promesa de una carrera de
caballos la que posibilita que el extranjero comience a interactuar con la gente del pueblo y con esto surja el susurro de un relato que finalizar en una muerte anunciada,
y en una imposibilidad. Una carrera de caballos que no
es sino de dos jinetes que representan dos modos de montar (la palabra): una a la inglesa (con silla, fusta, prembulo
y consorte) y otra a lo indio, en patas y a la brava. El que
llega primero como era de esperarse es el gaucho, que
alcanza mayor velocidad gracias a una tcnica elemental y
efectiva; sin embargo es el otro, el rezagado, el que anuda
y posibilita con su sofisticacin el desarrollo de la trama
policial. Si con el correr de las pginas, las mellizas ganan
ms frivolidad que frescura en escenas que las vuelven planas junto a un Emilio Renzi joven y locuaz, la figura del
Chino, el jinete perdedor, progresivamente adquiere el
pathos necesario para que la novela policial se suceda plena
y llegue a buen puerto: mata por amor (a su animal) y poco
importa que luego se suicide sin que sepamos quin lo ha
contratado porque a esas alturas el lector ya se ha enterado
de la empresa imposible de los hermanos Belladona, de su
ingenuidad y de su pasin, de la locura lcida del comisario
Crocce, de la inmutabilidad de una sociedad corrupta, de
la absurdidad en fin de toda carrera La narracin ha
sucedido y el Chino, siendo el real asesino, es el gran inocente puesto que no es ms que un engranaje menor en esa
cadena de corrupciones que acusan y definen la chinidad
no [solo] por sus rasgos orientales, sino por su talla menor
y su condicin servil, subalternay, principalmente,femenina. La chinidad en la novela de Piglia, en tanto certera
carta robada, se asume advirtase como mera nota al pie
que, a fuerza de constancia y obcecacin proliferante, termina desbaratando la ilusin monolgica y patriarcal del
relato. Haba una carrera y tambin claro est sus resultados pero, sucedidas las muertes y tambin su relato intenso a lo largo de ms de doscientas y pico de pginas, ya
la hemos casualmente olvidado.

LUNES, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2010

| BOCADESAPO | OPININ

De falsaciones y falsarios, por Jimena Nspolo

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n el da de la fecha, el director de la revista literaria


Quimera(de Barcelona), Jaime Rodrguez Z. ha
anunciado a travs de un comunicado de prensa
que el nmero de septiembre de la revista: es un experimento editorial propuesto e ntegramente redactado
por el escritor Vicente Luis Mora. Se trata, pues, de un
ejercicio de metafalsificacin en el que el tambin crtico y
terico de la literatura ha realizado una prctica ejemplar:
hacer del discurso una praxis. Mora no solo ha redactado
todos los textos que conforman el dossier sobre falsificacin, sino que ha escrito el poema, guionizado el cmic,
suplantado a los columnistas, inventado a los entrevistados
(y a los entrevistadores), ficcionado con la crtica y creado,
en fin, una pieza periodstica nica en la que se funden las
dimensiones tericas y ldicas, pardicas y crticas, de la
creacin literaria.
Por su parte, en su blog, Vicente Luis Mora explica
que la idea del experimento fue analizar nuestro sistema
literario y sus formas de recepcin y legitimacin y tambin, y al mismo tiempo, como una forma activa de participar en los procesos artsticos con un gesto que va ms
all de la propia escritura. Pormenorizadamente relata
el arduo trabajo de escritura que supuso, para l, dar con
el tono y el estilo de cada uno de los columnistas de las
secciones fijas (Germn Sierra, Germn Tabarovsky, Manuel Vilas, Agustn Fernndez Mallo), quienes voluntariamente se dejaron usurpar por su escritura falsificadora
y fantasma. Segn explica, la idea surgi en octubre de
2009 y: Jaime Rodrguez Z., el actual director, que ha
sido un paciente cmplice de todo este gigantesco engao,
cuyo secreto hemos logrado mantener hasta el final, incluso para colaboradores estrechos de la publicacin.
Debo decir que cualquiera que sea el valor transgresivo que
este nmero supone, hubiera sido imposible si la propia
revista y sus directores no hubieran avalado la operacin,
de modo que Quimera se convierte, gracias a su gesto, en la

nica revista de crtica y tambin de autocrtica de la literatura espaola actual.


Como antecedentes histricos de esta intervencin,
Mora esgrime sus experiencias juveniles y los Folletos literarios de Leopoldo Alas pero, casualmente, olvida un referente ms cercano. En el verano 2007-2008 la revista
argentina Otra parte, dirigida por Graciela Speranza y
Marcelo Cohen, dedicabasu nmero 13, titulado Crtica Ficcin, a reflexionar, terica y prcticamente, sobre el mismo problema. Un tanto ms crtica y plural,
sin hasta el momento bajadas pedaggico-explicativas ni
autopostulaciones eglatras, los participantes de ese nmero escribieron sobre obras y referentes inexistentescon
el mismo rigor ldico y formal que suele caracterizar a la
publicacinpero, en este caso, rozando incluso la ilegibilidad (muchos lectores despistados, an hoy, buscan a las
obras y los autores abordadosentonces). As, por ejemplo,
Silvia Schwarzbck, en Las verdugas analizaba la polmica que la pelcula La historia de Julieta, de una tal Victoria
Siffredo, haba despertado en el mundillo al trabajar dialcticamente sobre las figuras de la vctima y el victimario
en una visceral estetizacin de la violencia, para finalizar:
El problema es para qu se hacen esos juegos en los que
alguien filma una pelcula fascista sin ser fascista, y a qu
jugamos los espectadores cuando los jugamos, si no creemos en ellos. Son artsticos, en lugar de polticos, por el
slo hecho de ser juegos? () Provocar, en la era en que
el pblico est sediento de ser provocado? Por qu esa
operacin no sera, precisamente por ldica, un gesto que
entra en la rbita de la poltica, en la medida en que la directora tambin podra estar fingiendo que no es fascista?
Por qu la directora sera la garanta ltima de verdad en
una obra que no cree en la verdad? Lo perturbador para
nosotros, los espectadores, sera que estuvisemos viendo
algo verdadero creyndolo parte de un juego.

MARTES, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Situarse en la duda, por Rosana Koch


El Maana, de Luisa Valenzuela. Buenos Aires, Seix Barral, 2010, 381 pgs.

a palabra, la mujer, la responsabilidad histrica, escribir As defini Mara Heguiz


la temtica de la obra de Luisa Valenzuela.
Con su voz, su cuerpo y movimiento la narradora interpret, en la presentacin de la nueva novela de la escritora, retazos sueltos que cobraban vida en el preciso
instante de su recreacin: Meses y meses repitindome

la misma pregunta intil: Por qu nos metieron presas? Qu hicimos, qu pensamos, qu dijimos de ms,
qu amenaza encarnamos sin siquiera darnos cuenta? El
pas estaba tranquilo y segn parece sigue bien tranquilo,
como si nada, como si nosotras no hubisemos existido
nunca. Dieciocho escritoras borradas de un plumazo. En
arresto domiciliario. Una verdadera mierda.

| BOCADESAPO | RESEAS
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As comienza la nueva novela de Luisa Valenzuela: un


grupo de escritoras festejaban el lenguaje en un barco llamado El Maana, buceaban en el juego de palabras con
ecos femeninos dionisacos, hasta que un comando militar
desbarata esa idlica utopa para confinar a todas las escritoras a un arresto domiciliario. A partir de ese momento
sonconsideradas terroristas, subversivas, brujas y otros calificativos de la misma ndole dogmtica, pero especialmente fueron silenciadas porque la palabra les fue vedada:
Nos dieron vuelta la pgina. Borrn y cuenta nueva dijeron y fuimos nosotras las borradas.
Por qu?, es la pregunta que permanece latente en
toda la novela. En el fluir de un futuro indefinido o imperfecto,
la protagonista Elisa Algaraaz intentar entender la razn del secuestro, envuelto en el hermtico manto de un
poder que une el presente con el pasado y se recupera
en la memoria para que su actualizacin en la ficcin se
convierta en un acto de resistencia: la alusin a Haroldo
Conti y el silencio que envuelve y niega las desapariciones
de las escritoras manifiestanla presencia de una cicatriz
dolorosa, por momentos adormecida.
Un traductor israel, Omer Katvani, y un hacker informtico, Esteban Clementi, revividores ambos de lenguajes muertos a los cuales pretendan devolverles algn
soplo de vida, intentarn ayudar a liberar a la protagonista, mientras que en esa entrega por romper los lmites
del encierro (durante el arresto y luego, en su residencia
en la villa) las palabras fluyen sin libreto premeditado y
permiten la emergenciainvoluntaria de Juana Azurduy,
manifestacin libre de una herona que lucha contra las
barreras de una novela histrica que sabemos cmo termina y que por eso surge de la nada para entremezclarse
con la voz de la protagonista. En esta mixtura de voces, la
primera persona de Elisa Algaaraz es la que prevalece
desde el inicio y durante toda la novela para ocupar un yo

que se construye a partir de la enunciacin de su palabra,


para reafirmarse progresivamente. La mscara de la lengua supera el argumento, porque la trama es el ruido que
no le interesa a Valenzuela, y desmantela los gneros en
ese proceso de explorar en los contornos imperceptibles.
La novela se construye como una aventuraen la indagacin y una puerta abierta a las mltiples conjeturas para
habilitar al lector el derecho de poder situarse en la duda.
Porque las respuestas no estn en las intenciones de la autora: Escribo contra aquellos que creen tener todas las
respuestas. Espero que cada uno de mis libros sea un semillero de preguntas que genera ms preguntas y por suerte
casi ninguna respuesta. No se sabe ni se sabr el por qu
del arresto, pero es en ese no-saber donde hay algo que
interesa ms. Tal vez estas escritoras hayan logrado decir lo que no poda ser dicho y sus palabras conmocionar
el orden establecido, desencadenando una amenaza que
subvierte el discurso hegemnico. O al revs, en el gesto,
en lo no dicho o posiblemente sugerido, representen una
potencialidad latente y al mismo tiempo peligrosa: Qu
pescaron ustedes en ese avanzar ro arriba tendiendo vastas redes de palabras? Qu secreto entrevieron susceptible de generar tamaa represin, hermana putativa del
miedo?
Luisa Valenzuela defini El Maana como un thriller del
lenguaje, una aventura que como el barco, navega en las
aguas turbulentas del lenguaje. La escritura (un viaje simblico signado por escapar del encierro) es la bsqueda
para lograr salir de las palabras controladas por el otro e
intentar destruir ese pacto discursivo para situarse en ese
no-lugar, desterritorializarse y as, re-constituir una identidad femenina en la construccin de la subjetividad, que
flucta con diferentes mscaras (Elisa, Melisa, Juana),
pero que finalmente reconoce los ecos de su propia voz.

MARTES, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2010

La escritura propia, por Ignacio Bosero


Letra muerta, de Mariano Garca. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009, 253 pgs.

etra muerta comienza con la escritura de una carta


de A, desde un lugar retirado, que se dirige a Edith,
una editora conocida. El pulso de esa primera carta
muestra la construccin de la novela de Mariano Garca,
mediante la utilizacin del gnero epistolar y el biogrfico.
Su lectura proyecta las pasiones de las novelas decimonnicas. Sin embargo, los personajes de esta novela actan
en nuestro siglo XXI el de la posibilidad casi absoluta
de toda comunicacin inmunizados contra los riesgos de
signo romntico. Este recurso sugiere que la espera a una
respuesta puede ser todava ms penosa.

A, entonces, va a escribir la verdadera biografa de


Rolando Safir. Un escritor extrao, que ha muerto hace
poco tiempo en una tragedia. Para llevarla a cabo, A necesita de la imperiosa colaboracin de la editora, Edith.
Esta mujer cuenta con todo el material necesario para reconstruir la biografa del escritor en cuestin (sus libros,
una autobiografa que se le encarg antes de morir, notas,
el diario que llevaba desde los ocho aos). Pero por los indicios que suministran estas cartas, puede advertirse que
esta editora no est del todo dispuesta a brindar colaboracin alguna como editora o amiga; es ms, puede que

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muestre recelo. Al parecer, debido a la inquietud o a la


sospecha que pudiera provocarle auspiciar la edicin de
Rolando Safir, cuando est en boca de todos, en el pinculo de su prestigio. Por lo pronto, A prefiere evitar este
tipo de suposiciones sobre Edith, que slo lo irritaran. Y
se aboca a la tarea de escribir los primeros captulos de
la biografa; impulsada, adems, por un acto de justicia
contra el mercado que hoy ensalza y vende al escritor Rolando Safir. l, su bigrafo, quiere mostrarlo como lo conoci en su intimidad desde la juventud hasta su trgica
muerte; y poder contar, en realidad, la batalla que libr
consigo mismo y de la que, a pesar del xito pstumo, nadie sabe nada.
La biografa, intercalada por las siete cartas de A,
permite la composicin casi total de la vida y los pensamientos de Rolando Safir y el sistema de relaciones que
este escritor mantuvo con el medio intelectual, a travs
de Edith y ngel, su actual bigrafo. De ese modo, Letra muerta, tambin desnuda sus propsitos crticos sobre
el universo literario que encarna el personaje de esta editora. En cierta forma, escribir esta biografa, tiene para
ngel, como necesidad, el desafo frente al pragmatismo
del xito que se encarg de transformar a Rolando en un
escritor reconocido; pero que suprime, sin embargo, el
largo y dramtico proceso que azot su incomunicacin y
su encierro desde su infancia.
Rolando Safir fue un nio sobreprotegido casi sin relacin con el mundo exterior, debido a que su madre, presa
de un delirio tras perder a su primer hijo, decidi no favorecer su socializacin y no lo mand ni al jardn ni al
preescolar. La adolescencia fue incluso ms difcil, teida
del descubrimiento de sus deseos sexuales a travs de los
juegos con su amigo Claudio Zini y la sancin que recay sobre l cuando sus compaeros de colegio descubrieron sus preferencias (los festejos que le prodigaban por

sus ocurrencias pronto fueron retirados). Y Rolando compens y potenci su habitual ostracismo entre libros de
aventura y terror y en el clido bienestar econmico asegurado por su familia. Pero por ese primer dolor, convertido en estigma (que ocult a su familia para evitar males
peores) fue que Rolando comenz a escribir como una
forma de compensar las humillaciones, su primera novela, El placer de los dioses, que luego abandon sin pasar
del primer captulo. La inconclusin no ser eventual en
su obra, sino su condicin esencial.
La doble tragedia de la muerte de sus padres sobrevino
despus; poco antes se haba descubierto que su padre estafaba al banco de Londres para tener un alto nivel de
vida. Al tiempo, mora su madre, Carmen, por una picadura de avispas; y Eduardo, su padre, melanclico, terminaba suicidndose. Rolando que tena 17 aos qued
a cargo de la rgida familia de los Stiller. En esa casa encontr el sosiego en el amor de ngel que perdurar en
su vida, pero tambin el castigo implacable de Petrus, al
descubrirlos juntos. Stiller confin a Rolando, como castigo, a un ao de encierro en el altillo. La desventurada
vida de Rolando en su juventud solitaria, seguir el camino de ilusiones de proteccin tanto en un xito literario
radical o en los brazos forzosos de sus relaciones melodramticas.
La novela tiene un desenlace vertiginoso, cargado por
el dramatismo de las voces que intentan tejer los fragmentos finales que acompaan a la tragedia de Rolando.
Edith y ngel estn implicados directamente y, por cierto,
la cuota de desesperacin aumenta hacia el final: ngel
instala su furiosa sospecha de que las monjas hayan interceptado sus cartas, de que Edith no conteste jams y, sobre
todo, de que se quiera suprimir la verdad, la biografa, su
propio testimonio. Su realidad: su escritura.

MIRCOLES, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Periodismo que respira, por Natalia Gels


Frutos extraos. Crnicas reunidas 2001 2008, de Leila Guerriero. Buenos Aires, 2009. Editorial Aguilar.

ay un periodismo bobo, uno de oficina, uno eglatra. Y hay otro periodismo que es literatura de
la buena, que enriquece, que apunta a algo ms
que a la presentacin de una noticia con la displicencia de
un notario en edad de jubilarse. Leila Guerriero, que ha
sido galardonada con el premio de la Fundacin Nuevo
Periodismo por su trabajo La voz de los huesos, crnica
sobre el grupo de arqueologa forense de Argentina, es sin
dudas una de las plumas ms exquisitas de la no ficcin
nacional. Ella, que escribe desde un lugar femenino, sin
sentimentalismos y sin buscar en lo flico el sentido de

un trabajo poderoso, recorre en estas crnicas reunidas


un mundo variado, plagado de seres con historias tan dismiles como conmovedoras. Jorge Gonzlez, que roz el
cielo de la NBA y se le esfum al instante (El gigante que
quiso ser grande); Romina Tejerina, que vive su encierro
an con aire de nia, aferrada a un cuaderno en el que
cuenta su historia (Sueos de libertad); Jos Alberto Samid embajador de la opulencia en el partido ms pobre
del Conurbano Bonaerense (El rey de la carne). Todas
esas personas son desnudadas por Guerriero, que aplica
en ellos la miel necesaria para atraer al lector en sus mun-

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dos, sin juzgarlos, sin justificarlos.


El artculo galardonado por la Fundacin que preside
Garca Mrquez muestra cmo trabajan esas personas
que, a diario, se encuentran con los huesos de quienes murieron vctimas del terrorismo de Estado, del terror en todas sus formas. La periodista describe el lugar de trabajo,
su cotidianeidad, sus contratiempos. Pero va ms all. Y
desnuda las vidas de esos que, en los ochenta, se animaron
a buscar los huesos de los desaparecidos, a hacer hablar a
eso a primera vista tan callado como un fmur.
En este libro, la autora de Los Suicidas del Fin del Mundo
tambin se interna en la Patagonia; explora el mundo de
nubes y algodones de las vendedoras de Essen y Mary
Kay (El mundo feliz: venta directa); se encuentra con
Yiya Murano (Tres tristes tazas de t); habla con Miguel Tomasn, que es lder de la banda Reynolds y tiene
Sndrome de Down (Rock Down). Todos pasan por el
tamiz de la periodista, que con soltura hace lo que parece
tan fcil y cuesta tanto en el periodismo actual: contar historias y demostrar que todos somos frutos extraos y tenemos grandes pequeas cosas para decir.
Yo soy periodista, pero no s nada de periodismo,
dice. En la tercera parte del libro, Guerriero reflexiona
sobre la profesin. Es casi el final y es un grito de guerra.
Formada en el oficio y no en los claustros universitarios, o
en las aulas confortables de las escuelas de periodismo, el
suyo es un currculum moldeado por el bagaje de quien se

form al calor de las redacciones, acumulando entrevistas,


miradas. Y correcciones. Correcciones. Ms correcciones.
Lejos del esnobismo de quien se declara alumno del Newyorker, ella se reconoce en las antpodas. Y en un abanico
que abarca reflexiones sobre lo ms cotidiano de la profesin hasta aspectos de fondo, sin teorizaciones auto-canbales, expone sus opiniones sobre el uso del grabador
en una entrevista o el lugar del cronista en el sistema de
medios actual.
En la escritura de Guerriero hay, en especial, dos fortalezas. Las descripciones precisas, pulidas hasta la obsesin, vvidas, y los dilogos. Sobre esto ltimo, ella marca
la diferencia entre la frase y su sombra. Le escapa al trabajo del taxidermista, huye de lo embalsamado. As, cada
persona-personaje tiene su propia voz, no la de la autora.
Tampoco la que se levanta como cita directa de los cables;
no la que abunda, anmica, gris y pobrecita ella, en las
pginas de los diarios. Los entrevistados aqu tienen la voz
que brota de lo profundo, la que tiene matices, dolores, vibraciones, la que sale de un cuerpo que la contiene.
Frutos extraos termina con Coda. Y es el movimiento
final. En Msica y Periodismo, Guerriero hace una distincin entre el periodismo y el funcionario de la prosa.
Habla de la relacin entre la escritura y la msica. Escribe y hace la diferencia. Luego camina la calle, y hace
su juego.
MIRCOLES, 18 DE AGOSTO DE 2010

La literatura del detritus y la resucitacin: Quignard,


el jansenista, por Walter Romero
Albucius, de Pascal Quignard. Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2010, 160 pgs. Traducido por Betina Keizman

lbucius, veinte aos despus de su publicacin en su


original francs, constituye quizs la mejor opcin
para ingresar en el minucioso y refinado universo
de este jansenista o neorracionalista de la palabra que
es Pascal Quignard.
De una obra ya profusa y compleja, que ha merecido
en partes iguales el panegrico y el rechazo, Albucius representa en su ensamblado de relatos de vida, cuadros de
costumbres de la Roma Antigua e indagacin en los intersticios de timos y morfemas una ejemplar visitacin a
esta literatura del detalle y del origen; literatura que nace
de la grieta que cada palabra representa, verdadera falla
epistemolgica que nos arroja a un abismo de interpretaciones, sedimentos, y pliegues de sonoridades que vuelve
ilusorio y ficcional la constitucin apenas palpable y por
ende huidiza del trmino.
En algn sentido, Jorge Semprn, uno de los miembros del jurado que le otorg a Quignard el prestigioso

Premio Goncourt en 2002, seal bien al votar en disidencia, que la obra de Quignard parece no habilitar ninguna
va literaria. Algo de camino muerto, algo de territorio
personal y distintivo que nadie ms pisar, se desprende
de estas indagaciones nicas donde la fusin de gneros
ms oportuna que la tcnica del hbrido crea un tablado
ficcional donde airear una erudicin rica en hallazgos y en
peculiaridades que no desechan lo srdido y lo maltrecho
y donde, fundamentalmente, el relato en muchos casos
bajo la forma chusca del cuento droltico o bajo la picante
obscenidad de las fbulas milesias aparece con una contundencia y efectividad, a manera de un nuevo Satiricn, o
con el velo con que se revisten esos sueos que se han
dado en llamar Las Mil y una noches.
Junto con Pierre Michon y sus Vidas minsculas, Quignard emprende siempre desde otro ngulo el propsito
de indagar en vidas antiguas que han quedado sepultadas
por el peso del tiempo, en un conmovedor y racional (en

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partes iguales) dilogo con la Antigedad: En el fondo


de nosotros existe un tiempo pasado que es irresistible.
Su manera es quiz una de las ms excelsas que ha encontrado la literatura contempornea del hexgono para
evocar un mundo perdido, no ya bajo la formas acaso tradicionales de la novela histrica o de las biografas noveladas, sino a travs de una operacin que es resultado de la
exploracin en gneros cortajeados y mezclados, amasijo de restos o detritus de obras perdidas (y encontradas),
en fragmentos o fantasmas de obras, en narraciones
truncas que nos traen a modo de escapularios paganos
verdaderas impresiones del pasado que le dan nueva y
radiante vida al latn, a la Roma dos veces milenaria, y, en
definitiva, a todo un mundo muerto que se vuelve patente
y ms real que la realidad.
Quignard explora el eco de esas lejanas voces verdaderas psicofonas, que nos transportan en el tiempo,
a travs de las vacilaciones y el titubeo de las acepciones,
y, en la sorpresa arcaica que traen los timos como portadores de historias, muchas de ellas, hechas como las palabras de partes de partes, de trozos o fracciones, de verdaderas migajas de un tiempo inaccesible, ahora evocado
por accin de la literatura y del relato.
Un compendio o coleccin de relatos de este autor latino llamado Caius Albucius Silus, que vivi hace dos mil
aos como verdadero agitador de la lengua latina, aparecen o nos son presentados a travs de todo el texto
como cuentos enteramente intervenidos cuyos finales faltantes nos enfrentan con la apora, o cuyas peripecias se
asemejan a la perplejidad. La voz siempre seera y experta del narrador se entromete y comenta, sutura o se
disgrega en soberbios excursus, o bien tijeretea con audacia
corta lo ya cortado- y comenta con la fuerza de quien
sabe cmo agregar ms duda a la duda, ms dislate al de-

lirio: Los relatos son siempre ms verosmiles que el caso


de las vidas que renen y que reconstruyen bajo la forma
de intrigas y de pequeos detalles acordes.
De los 53 relatos casos, exemplas o dilogos que el
texto presenta, muchos de ellos constituyen una escena especularmente genial donde explorar los lmites del metalenguaje y donde reconocer cmo el esfumado de los gneros y el sondeo desprejuiciado en los trminos antiguos
del latn (puer, infans, carus, satura, lanx, sordes, requies,
sententiae, affectus, sidus, obliquus, fabulae, lectio) pueden crear por s solos un relato.
Pascal Quignard (1948) representa, por las variantes
con que concibe la experiencia ficcional, un innovador,
y, un escritor que constata, en su propia escritura, las dificultades que tiene la novela en el nuevo siglo para definir
su campo de accin. Mientras que existen ejemplos que
continan con las lneas novelsticas nacidas en el ya lejano siglo XIX, la escritura de autores como Quignard
postula que el futuro de la literatura depende del grado
de desestabilizacin de los gneros. Su obra se ancla en
sofisticados universos estticos, artsticos o filosficos de
alguna manera, paraliterarios que son el magma del cual
extrae los dispositivos iniciales de su literatura. A modo
de ltimo avatar de su inmersin en las capas de capas
que el lenguaje nos ofrece en cada lexia, Albucius tambin
es un maravilloso pretexto para incrustar historias paralelas que son el paisaje inmejorable para la total fusin: de
esta forma los nombres de Pompeyo, de Csar, de Catn,
como as tambin los monumentos y las calles de Roma
son un correlato de honor que vuelve verosmil lo raro y
lo extrao: Lo falso y los deseos a los que lo falso abre
paso se protegen mejor con algo que fue verdad que con
una simple intriga anacrnica remendada o tirada de los
pelos.

MIRCOLES, 11 DE AGOSTO DE 2010

Etreo palpitar de los corazones, por Natalia Gels


Manuel Puig. Teatro reunido, de Manuel Puig. Editorial Entropa, Buenos Aires, 2009. 238 pginas.

somarse a Teatro reunido es enfrentarse a un Manuel Puig despojado de la intertextualidad pop y


vestido slo de la voz de sus personajes y el drama
que stos acarrean. El beso de la mujer araa, Bajo un manto
de estrellas, Misterio del ramo de rosas, Triste golondrina macho y
Un espa en mi corazn son las cinco obras compiladas por la
editorial Entropa, las que brindan un nuevo camino para
entrar al mundo de este autor.
Podra decirse que este Puig dramaturgo es parido por
el desarraigo. Se gesta a partir de 1973, luego del estreno
de The Buenos Aires Affair. Con sa, su tercera novela, llegaron la censura y las amenazas. Sobrevino el exilio y lo

transit en Mxico, Brasil y Estados Unidos. Fue en esas


nuevas geografas (internas y externas) que el autor de Boquitas Pintadas (1969) incursion en el teatro y la comedia
musical, y produjo una decena de obras que destilan su
impronta en cada frase. Ese flamante dramaturgo mantiene la oralidad y la polifona. Su fanatismo por los radioteatros acenta esa bsqueda por explotar y explorar lo
sonoro. La lengua en estado vivo es el personaje central en
su dramaturgia, multitnica y exponencial.
Si bien su lugar como literato fue revalorizado en los
ltimos aos, el Puig de teatro no logr vencer las resistencias. Alberto Wainer, dramaturgo y asesor literario del

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Teatro Nacional Cervantes, recomend en 1998 la puesta


en escena de Triste golondrina macho (de 1982). Fue difcil
para Wainer transmitir el entusiasmo por esa obra que,
deca en su informe inicial: retrotrae a ese teatro potico,
incluso simblico, de reaccin a los naturalismos iniciales
del XX.
Difcil de ubicar en el escenario que generacionalmente le correspondera formado por Cossa, Rozenmacher, Halac, por un lado, Gambaro, Trejo, por el otro, el
de Puig es un teatro que apuesta por la experimentacin
sin abandonar nunca ese manto kistch con el que cubre
cada palabra que conjura.
Puig dramaturgo no ha terminado an su exilio,
anuncia Jorge Dubatti en el prlogo de Teatro Reunido. Las
tablas nacionales reincidieron en El beso de la mujer araa,
pero quedan por explorar las otras obras, que redundan
en un mundo poblado de mujeres solas, sueos rotos y
esperanzas testarudas: El misterio del ramo de rosas, que presenta una estructura ibseniana, se hace fuerte en el desarrollo de dos personajes, una paciente y su enfermera,
hermanadas por la desdicha y las esperanzas dormidas.
Como comedia musical se incluye Un espa en mi corazn, que cuenta las aventuras de una costurera que se
anima a enfrentar a un grupo de fascistas para salvar al
amor improbable de un muchacho. Inspirada en el encuentro de Puig con la artista Renata Schussheim, la obra

incorpora un collage de la argentinidad cotidiana. Con


ms coordenadas que en sus otras obras, Puig apuntala las
voces, que, indica, deben adquirir matices a lo Virginia
Luque o a lo Mirtha Legrand.
La metateatralidad es otra de sus jugadas preferidas y
el juego de cajas chinas, con personajes que interpretan a
otros personajes, es recurrente: robots camuflados de humanos, personajes que reencarnan, que simulan. En Bajo
un manto de estrellas, Puig apuesta a una intriga obsesiva: un
matrimonio y su hija adoptiva se enfrentan en un universo
psictico en el que una pareja de visitantes vuelve una y
otra vez reinterpretndose en fantasmas del pasado.
En 1982, Puig escribi Triste golondrina macho y con ella
abandon el realismo para presentar una puja siniestra
entre una joven y el fantasma de su hermana muerta. Ambas se disputan la pasin de un recin llegado. Otra vez, el
amor naf con resabios agridulces, como una magia que
llega a despertarse a fuerza de insistencia.
El Puig dramaturgo es el Puig de las novelas, creador
de ese mundo tan particular que se puso de moda hace
unos aos. Es el mismo, pero es diferente. Un cierto pesar sobrevuela su teatro, una tristeza mustia que lo torna
ms grave. Alejado del realismo, este otro Puig nos deja
el drama, pintado desde la mirada de pueblo, desde esa
ptica provinciana que siempre consigue filtrarse en sus
historias.
MIRCOLES, 4 DE AGOSTO DE 2010

La inutilidad de las cosas, por Pablo Manzano


Diccionario prescindible, Albert Llad y Daniel Llamas. Barcelona, 2010.

os datos de la edicin? No, amigos, no se trata


de un libro. Ni siquiera es uno de esos libros
que no quieren parecerse a un libro. Escribi
una vez Laura Fernndez: Se puede jugar al ajedrez
con un tablero de Monopoly? Difcil. Por mucho que se
pretenda adoptar un formato de videojuego, serie o parrilla televisiva un libro siempre ser papel y tinta. Al menos
mientras est impreso. Pero qu pasa si se combina texto,
audio y vdeo. Entonces s, el resultado podra ser literatura multimedia. Y en el caso de esta propuesta lo es. O
como prefieren definirla sus creadores: literatura digital
no digitalizada (?). Ellos son Albert Llad y Daniel Llamas
(un escritor y un animador multimedia, ambos de Barcelona, incipientes treintaeros), y juntos han concebido
este diccionario que asombra por su originalidad y lucidez, inspirado en las gregueras de Ramn Gmez de la
Serna. Contiene 260 palabras con definiciones prescindibles, pero en la mayora de los casos muy imaginativas y
sugerentes. Yacer: Antnimo de nacer. Contiene diez
palabras por letra, nueve de ellas acompaadas de un grfico, una ilustracin o una fotografa, y la restante (siem-

pre en negrita) representada por un vdeo o un interactivo


musicalizado (en ocasiones estridente y perturbador, como
para poner nervioso a un dadasta). Tacn: Plataforma
desde la cual algunas mujeres producen msica. Pero lo
visual no es aqu un simple complemento del texto, sino
una segunda significacin, pues Llad empez por darle
la vuelta a las definiciones del diccionario acadmico con
la idea de que Llamas interpretara estas redefiniciones y
aportara imgenes de produccin y eleccin propia, todo
encaminado hacia una tercera reinterpretacin por parte
del lector-espectador. Real: Que existe, aunque sea en
nuestra imaginacin. Las definiciones, surgidas a veces
de juegos de palabras o de palabras inventadas, se recrean
segn el caso en aspectos grises de la vida (miseria) diaria. Sadismo: Prctica asumida como cotidiana en algunos puestos de trabajo. (Ver Inercia, Kafkiano, Oficina).
O bien, nos recuerdan (el escepticismo con que miramos)
el mundo que hemos construido. Evolucin: Proceso de
decadencia con muy buena pinta y que se sostiene siempre que no se mire hacia atrs. Algunas ahondan en lo
filosfico. Mal: Invento relativamente moderno. Te-

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jer: Movimiento natural de la Historia y otras disciplinas.


Sinnimo de metaliteratura. Otras arrojan luz de manera implacable sobre la pica de nuestra poca. Hroe:
En la segunda parte del siglo XX, Woody Allen. Estn
las que nos hacen rer. Mariposa: Insecto de mierda con
glamour. Y las que nos roban una sonrisa por su agudeza. Egosta: Budista que se cree tan radicalmente especial que puede acabar con su propio Ego. Hay varias
acepciones con un componente potico, aunque resultan
mucho ms cndidas algunas con un marcado tinte poltico (slo algunas). Casi todas entraan un hallazgo o un
acierto. Xenofobia: El odio que algunos ven en el extranjero que encuentran frente al espejo. Casi todas apuestan
por desactivar el sentido comn, redescubriendo nuevos
sentidos. Orga: Promesa eterna de la llegada del Mesas. (Ver imagen de Orga). Cada definicin es fruto de
la Irona: Inteligencia. Lengua propia que se expresa mediante otros idiomas, y de la Inspiracin: Magia que le
llega a todo el mundo, menos a Picaso, cuando no est tra-

bajando. ste es un diccionario que fascina por su aportacin esttico-reflexiva y que puede convertirse en una
fuente de consulta ms que imprescindible. Adems, engancha y genera adiccin (sern esos sonidos minimalistas?). Laico: todo aquel que prefiere opios mejores, ms
fumables, menos txicos, y con menos disfraces y anillos.
Es para aadirlo a la lista de Marcadores y navegar por
l (paladearlo de a poco) siempre que se quiera matar el
tiempo de manera intil y provechosa. Negociar: Matar el ocio. Una forma de ocio gratuita. No hay editorial
de por medio, no hay copyright: slo una versin on line.
Aqu. Un regalo para agradecer y compartir (enva el
link a tus amigos provincianos y presume de enteradillo).
Quien quiera apreciarlo en pantalla grande puede asistir
hasta el 30/10 a la instalacin en el Setba Zona d Art
(Plaza Real, Barcelona). Es el tercer espacio cultural en
que se expone. Llad se propone as encontrar un lugar
para la literatura en las muestras de arte digitales.

MIRCOLES, 28 DE JULIO DE 2010

Un Wilcock desconocido, por Nicols A. Chiavarino


Italienisches Liederbuch. 34 poemas de amor, de Juan Rodolfo Wilcock. Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2010. Edicin bilinge.
Traduccin y texto epilogal a cargo de Guillermo Piro.

a edicin en Argentina del ltimo libro de poemas


de Juan Rodolfo Wilcock permite recuperar un aspecto que hasta ahora haba sido desestimado en
relacin con la produccin en Italia de un autor que practic en esas tierras casi todos los gneros imaginables, ofrecindonos la posibilidad de acercarnos a un Wilcock de
algn modo desconocido. Italienisches Liederbuch, el libro
de canciones italianas que escribe en menos de dos semanas del verano de 1973, est compuesto por 34 poemas que refieren, ante todo, al amor, a un amor que lo
abarca todo, que no deja nada fuera del alcance de su influencia. Pero tambin es un libro de viajes, un recorrido
geogrfico por una Roma particular o inusual, como
afirma Guillermo Piro (quien ya haba traducido algunos
de sus escritos italianos en prosa, como El ingeniero o Hechos
inquietantes) en la entrevista que acompaa esta publicacin: una Roma atravesada por la historia, y cuyas calles
son transformadas por esa persona amada a la que todo,
absolutamente todo, refiere, y a la que todos los poemas
estn dirigidos.
Suele pensarse a Wilcock como un autor escindido entre dos perodos diferentes (recordmoslo: se traslada de
Buenos Aires a Roma en 1957 con el objetivo de escribir
en italiano), un escritor que realiza el pasaje que va desde
una poesa grandilocuente y sublime hacia un entramado

de gneros en los que prolifera el humor unido a lo grotesco y lo monstruoso. Italieniesches Liederbuch es, de toda la
obra italiana de Wilcock, aquella que ms lo liga con su
literatura de juventud, con aquella poesa lrica practicada
por autores de la llamada generacin neorromntica de
la dcada de 1940. Netamente diferente de sus poemarios
anteriores en italiano, Luoghi comune, de 1961 o Tri stati, de
1963, y de los poemas inditos recogidos en Poesie, este libro de canciones recupera de su literatura en lengua espaola una mirada sobre el tiempo (Lees palabras de un
tiempo olvidado), alusiones mitolgicas (en este Olimpo
elegido por ti como morada) y, de modo aun ms llamativo, retoma un forzamiento de la lengua, que si en sus primeros poemas apuntaba hacia una adjetivacin en algn
punto extravagante, aqu se pondr en juego, adems en
el uso de algn neologismo, a travs de formas de negacin del sexo del destinatario, esa figura amada abandonada en un gnero neutro indiscernible.
Sin embargo, tambin es posible leer en estos poemas
algunos rasgos ms propios de su produccin en italiano,
como el costado humorstico a travs del contraste entre
la referencia mtico-religiosa y la razn tecnolgica (El
sexto mensaje apareci en el cielo,/ era un anuncio, me
parece, de la Firestone). Pero es, nuevamente, la importancia de lo geogrfico lo que ms llama la atencin: de-

| BOCADESAPO | RESEAS

jada de lado en sus poemas de los cuarenta, en contraste


con una generacin que deca inspirarse en los territorios
de la Patria (en la recuperacin de una tradicin modernista propia de los Romances del Ro seco de Lugones), los
treinta y cuatro poemas que componen Italienisches Liederbuch exasperan la experiencia de un recorrido que avanza,

que asciende y se hunde por distintos espacios de esa


Roma alejada de los mbitos tursticos, acompaados de
un ritmo que remite a una musicalidad particular, y que
permite pensar en las Lieder de Hugo Wolf, en esas otras
italienisches Liederbuch que Wilcock escuchaba en la radio,
retirado en su casa de Lubriano.
MIRCOLES, 21 DE JULIO DE 2010

La marca del jugador del pueblo, por Natalia Gels

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Apache. En busca de Carlos Tevez, de Sonia Budassi. Tamarisco, Buenos Aires, 2010. 80 pginas.

arlos Tevez es escurridizo. se, a quien la hinchada siente tan cerca, es en realidad un personaje difcil de desentraar. Sonia Budassi se propone una cacera: la de aquel a quien describe como una
mezcla de pony coqueto y hbil, y de veloz caballo perchern. Transforma la falta en fortaleza en su crnica
periodstica y de esa figura esquiva, que slo se hace presente a travs del relato de amigos, de testimonios en entrevistas televisivas y de encuentros fortuitos en las salidas
de hoteles o de los entrenamientos, la autora logra armar
un retrato ya no slo de Tevez, figura popular que a todos
encandila con su mstica de jugador del pueblo. Consigue esbozar, adems, un retrato del detrs de escena del
mundo de la seleccin nacional y teje la intriga a travs de
la bsqueda periodstica de una mujer ella misma en un
mundo donde la testosterona atiborra el ambiente.
No es casual el ttulo del libro. Su guio a En busca de J.
D. Salinger, de Ian Hamilton (Mondadori, 1988), es ineludible. Como en la obra que retrata la vida del obstinado
invisible de la literatura norteamericana, aqu, en Apache,
Budassi se las ingenia para merodear el crculo de Tevez,
que aparece a lo largo de la crnica como un fantasma,
como esa imagen que aparece y se desarma, que se muestra y se desvanece con el viento o con las rdenes de su
representante. El libro es una rfaga en la vida del jugador. Es la persecucin de un ao y la crnica de esos das.
La periodista y escritora bahiense se rene con los miembros de Piolavago, la banda de cumbia y reguetn que l
form junto a sus amigos. Visita su barrio. Presencia entrenamientos. Y observa. El mayor logro de la autora es
la descripcin de ambientes del periodismo deportivo, del
afn por el testimonio exclusivo, de la lucha de cuerpos
que se entabla por ubicar el grabador a milmetros de la
boca de algn jugador con las piernas de oro. Recurre a la
primera persona y convierte la bsqueda en una carrera
contra el tiempo.
La aventura podra continuar, advierte Budassi al
inicio de su libro. Es cierto, no logra completar el retrato
del verdadero Carlos Tevez. Todo lo que asoma es la cara

ms conocida del Apache, pero ella se las ingenia para


cuestionar esa imagen, para alumbrar las costuras ms finas y poner en duda esa supuesta espontaneidad con la
que se etiqueta al muchacho de Fuerte Apache. No habla
la autora de falsedades, pero evidencia las estrategias de
diseo de un personaje que el ms hbil de los guionistas deseara confeccionar. Recupera esas frases reiteradas
hasta el hartazgo en la televisin y en los diarios, revisa las
imgenes que se repiten en fotos y videos, y a cada uno
de esos momentos les aporta su mirada para sacudirles
el polvo de la reproduccin compulsiva. Interroga a las
imgenes y, con obsesin etnogrfica, desnaturaliza cada
detalle para recomponer su propio relato.
Con referencias pop (series de televisin como la britnica Life on Mars o la norteamericana Lost, Youtube, marcas de productos comerciales, modelos de autos, canales
de televisin), logra un collage que brinda vida a la historia, la vuelve fresca, y remite, en ltima instancia, a los comerciales que bombardean durante los partidos de ftbol.
Los elementos tradicionales de toda buena crnica periodstica (descripcin, reconstruccin de escenas, reproduccin de dilogos con recupero de las cadencias de cada
personaje, anlisis contextual, profundizacin) presentes
en Apache. En busca de Carlos Tevez logran que este libro no
sea una estricta investigacin sobre el ftbol pero, que a
la vez, se empape l. Con la insolencia de quien no pertenece a ese mundillo de dinero, gambetas prodigiosas y negociados por doquier, la autora logra un relato que atrapa
an y sobre todo al ms detractor de los suplementos deportivos.

MIRCOLES, 14 DE JULIO DE 2010

Hondonada, por Marcelo Damiani


| BOCADESAPO | RESEAS

Hondonada, de Antonio Oviedo. Alcin, Crdoba, 2009, 173 pgs.

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ondonadaes la primera novela de Antonio Oviedo,


autor de una vasta obra de ms de 15 ttulos,
entre los que se pueden hallar poesas, cuentos,
relatos, nouvelles y libros de crtica. Oviedo, como Carlos Schilling, otro poeta que ha practicado el gnero con
maestra nica con su excelente ttulo Mujeres que nunca me
amaron (2007), es quiz uno de los pocos autores cordobeses cuya potica est bien alejada tanto del vacuo barroco
como del seudo minimalismo imperante en la ficcin nacional.
La historia comienza con el mensaje de Mnica, hermana del protagonista narrador, anunciando la aparicin
de un posible comprador para el campo familiar que ambos han heredado. Rpidamente el universo ficcional se
desplaza de la capital de Crdoba a las Altas Cumbres y
sus alrededores, inaugurando un vaivn entre la ciudad y
el campo que es una constante en los textos de Oviedo.
Pero la novela tambin oscila entre situaciones presentes y
pasadas, como si se tratara de una curiosa fluctuacin de
sueo y vigilia, a travs de personajes que parecen suspendidos en el tiempo, como un viejo conocido o amigo de la
familia llamado Slater, cuya presencia trae ecos o retazos
de historias inconclusas de la Revolucin Libertadora y el
clima opresivo del proceso. Poco a poco, sin embargo, la
novela va a ir casi desentendindose de lo que podramos
llamar su trama principal para desviar la apuesta hacia
otros lugares. La narracin, entonces, se abocar a la difcil tarea de aprehender climas, espacios y atmsferas y
a ponerlos en relacin con sensaciones e impresiones que
carecen de un imperativo estatuto nominal. A partir de
este movimiento se podran encontrar algunos puntos de
contacto con La frontera ms secreta (1993) de Carlos Dmaso Martnez, y tambin con ciertas zonas de la obra de
Juan Jos Saer.
As, Hondonada, desde su mismo nombre, juega a pro-

meter una inmersin en esos abismos existenciales que


ya han dado ms de una obra notable por estas tierras.
Esto parece acentuado por el motivo elegido para ilustrar
la tapa, el famoso Hombre que camina bajo la lluvia
(1948) de Alberto Giacometti. La propuesta, sin embargo,
es rpidamente mitigada por un epgrafe del poeta estadounidense John Ashbery: Pero tus ojos proclaman / que
todo es superficie. Los versos provienen de Auto-retrato
en espejo convexo, uno de sus ms largos y clebres poemas, en el que tambin se puede leer: La superficie es lo
que est ah. / El conjunto es estable dentro / de la inestablidad, un globo como el nuestro, que descansa / sobre un
pedestal del vaco, una bola de ping-pong / segura sobre
un surtidor de agua. / Y as como no hay palabras para la
superficie, es decir, / no hay palabras para decir lo que es
realmente, que no es / superficial sino un ncleo visible,
/ as no hay / salida para el problema del pathos contra
la experiencia.
Este fragmento no slo demuestra que una de las particularidades fundamentales de la poesa de Ashbery es su
sintaxis, sino que quiz tambin haya ac un interesante
punto de acceso lateral a la novela de Oviedo. Su tctica
sintctica, para usar una expresin cara a Libertella, es la
que nos permitira leer el pathos de ciertos ritmos y percepciones que tal vez son exquisitamente metaforizados
por esa inquietud de jugador compulsivo que persigue al
protagonista desde el principio o por el viaje final en auto
a travs de la niebla de vuelta a la ciudad, cual flneur que
camina o apuesta a ciegas, acompaado por una mujer
desconocida, siempre al borde del abismo, esquivando los
obstculos inertes que el azar riega a su paso, como si se
estuviera arriesgando para encontrar una nueva experiencia que le permita ordenar el caos que lo rodea, y salir
as, por fin, de la hondonada a la que parece melanclicamente condenado.

MIRCOLES, 14 DE JULIO DE 2010

Deber las promesas, por Ignacio Bosero


Cuentas pendientes, de Martn Kohan. Anagrama, Barcelona, 2010. 177 pgs.

ito Gimnez no quiere ver al Dueo del departamento donde vive, no quiere pensar ni imaginar
que pueda ser l mismo en persona el que se le
presente en medio de la madrugada, para repetirle que
viene a cobrar y sobresaltarlo de la cama. Prefiere evitarlo,
prefiere vivir con ese riesgo sin sosiego a pagarle los cua-

tro meses de alquiler que le debe. Ni siquiera de a puchos


ir salvando esa deuda que acumula con el Dueo. Nada.
Est dispuesto a resistir como sea, el personaje octogenario de Cuentas pendientes, la ltima novela de Martn Kohan,
a elegir pagar.
Gimnez es un jubilado que vive slo en su departa-

| BOCADESAPO | RESEAS
133

mento, pero comparte la convivencia bajo el mismo edificio con Elvira, su seora esposa, y con Mamina (suegra
centenaria que vive en el tercero con su esposa). Gimnez
rechaza esa vida cercana a Elvira. Pero pese a su deseo de
sacrsela de encima, no puede. Y en cambio, est sujeto
a toda una serie de protocolos que su seora esposa le
asigna con esmero, como si fueran de rutina. Gimnez
se queja pero los obedece. Entre ellos est la guardia a
Mamina. Esas guardias son un verdadero calvario para
Gimnez; algo turbio, srdido, ocurre sin su voluntad
cuando queda a solas con Mamina en ese silencio sepulcral y a la vez bochornoso para l cuando contempla a
su suegra: una ereccin (o varias) lo sorprenden. Avergonzado, siente repiquetear la voz ltima y espesa de Doa
Irma en esa habitacin: Ojito, che, con hacerme alguna
cosa. Todo se diluye al regreso de Elvira de la misa, luego
de rezar para que Mamina no se muera, y as poder
seguir cobrando la jugosa pensin por invalidez que recibe.
La ansiedad es uno de los defectos de Gimnez. Y la
combate con una regular visita a la seora Katy, desde
hace ms de veinte aos. Katy, cordial como siempre, lo
atiende en su piecita de la calle Camargo. Pero el tedio lo
persigue hasta ah, hasta con Katy. Su misma ansiedad,
su torpeza por querer descargarse, lo devuelve a la costumbre estril e indulgente de un choque flccido de sus
cuerpos. Abatido, suea con la chiquilina que segn Vilanova le susurra al odo: obra milagros en su pisito de la
avenida Santa Fe. Vilanova, coronel retirado, es un viejo
conocido de Gimnez. Por eso es normal que el ex coronel le propine a l algunas visitas en el barcito de Cabildo
y Arenal. Esas visitas varan, entre la relacin de trabajo
que estrecharon (una changa tendida a Gimnez, en realidad) y la verborragia del coronel al referirse a la juventud
de hoy, que l descarga sobre la pasividad acordada de Gimnez. A Vilanova, en definitiva, Lito Gimnez le debe lo

ms importante que tiene en su vida: su hija Inesita.


Hacia el final, la fantasa que nos inund se deshace
en Cuentas pendientes. Otro personaje inesperado ingresa.
El que ingresa es el narrador, en este caso, el Dueo. Entonces, el efecto hace que retrocedamos hacia el lejano
Tengo para m que Gimnez que daba inicio a la novela. Ese Gimnez conjetural del Dueo ahora est ah,
agazapado, inocente, sin escapatoria ante la presencia
todopoderosa del Dueo que viene a cobrarle con decisin los cuatro meses que le debe. Y Gimnez, temeroso, descubierto, ensaya explicaciones que se caen por
s solas: que es fin de mes, que no tiene un mango, que lo
aguante, que le va a pagar. El Dueo muestra resistencia
y apela a los nmeros. Pero en cuanto se distrae y afloja
un poco esta postura, Gimnez lo disuade. Lo envuelve.
Lo adula con la trampa de la inferioridad. Sabe que el
Dueo es profesor de castellano y novelista y por eso se
las sabe todas. Le dice: Un ser humano como vos, que
sos escritor de novelas, tiene un don maravilloso: el don
de imaginar. Qu te puedo decir yo. Que lo disfrutes!.
Y cuando quiere reaccionar, se enreda ms. Pronto se ve
queriendo explicarle a Gimnez su ltima novela basada
en un dilema terico. Gimnez capitaliza. Le entrega un
noveln de Michael Lychton para que cuando vuelva le
d su opinin calificada.
El Dueo se despide de Gimnez. Es de noche, Comprobar lo que le dijeron el otro da de Luciana (la mujer
que vive con l) que la vieron en un lugar poco indicado
con el fotgrafo Nicols Antnez?
En Cuentas pendientes, Martn Kohan narra el humor
como un sitio filoso, donde puede convivir una violencia
aplastante y una zona librada de probable justicia en esos
personajes entre inocuos y atroces. No hay garantas en
esta novela de fantasmas cotidianos que asustan y sonren
a la vez. Algo definitivo no ocurre nunca: algo no se paga
del todo y desvela una imaginacin depurada.
MIRCOLES, 30 DE JUNIO DE 2010

Palabra de pie, por Jimena Nspolo


Del silencio como porvenir, Ivonne Bordelois. Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2010, 137 pgs.

ace ya unos aos David Vias caracteriz el adn


de cierta inteligentzia argentina con una sentencia
lapidaria: Los que suben al caballo por la izquierda y bajan por la derecha. En las antpodas de ese
modelo, no se me ocurre un ejemplo ms claro que la obra
y la trayectoria de Ivonne Bordelois.
Del silencio como porvenir rene nueve textos ledos en los
ltimos aos en las situaciones ms dispares: una conferencia dictada en la Academia Nacional de Medicina
por ejemplo, las ponencias con las que particip de un

encuentro internacional de narradores orales o de un simposio de antropologa en Tucumn, el texto con el que
abri la Feria del Libro de la Municipalidad de Berazategui en el 2007 o aquel otro con el que intervino, ese
mismo ao, en la Feria Expolenguas en el Palais Rouge. Los
pblicos y las coyunturas cambian, pero la pasin que la
gua es siempre la misma: El lenguaje dice Ivonne es
la instalacin biolgico-anmica que nos define como especie. Palabra de pie llama el guaran, insuperablemente,
al ser humano. Frente a la evidente pobreza (de medios,

| BOCADESAPO | RESEAS
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de imaginacin, de recursos) propiciada por los discursos


hegemnicos, Bordelois cree que la nica institucin verdaderamente democrtica que nos queda es el lenguaje
porque es gratuito, es solidario y nos comunica ms all
de las fronteras generacionales, culturales e ideolgicas.
Pero estos papeles desparejos estn tambin hilvanados por otra reflexin que funciona a modo de esqueleto,
de hueso duro, de credo, se trata de pequeos fragmentos autobiogrficos que interrumpen el anlisis y le aportan autenticidad, espesor. As, cuando Bordelois analiza la
cancin en la infancia como bosquejo de educacin sentimental se detiene en su madre, en la narracin de su
propia niez en Juan Bautista Alberdi, una pequea localidad de la provincia de Buenos Aires; o cuando reflexiona
sobre la relacin conflictiva que mantiene la ciencia y la
literatura, se explaya en el choque que signific en su
vida haber conocido en Pars a fines de los 60 a Alejandra
Pizarnik, justo en el momento en que estaba comenzando
sus estudios lingsticos que la llevaran luego a realizar un
doctorado en el MIT, bajo la tutela de Noam Chomsky.
No creo recordar un libro de Ivonne en que la presencia de Pizarnik no respire de una manera u otra en alguna
de sus pginas; pareciera que toda su produccin desde
Correspondencia Pizarnik (1998), que es en rigor su comienzo
fuera un intento desesperado por reponer y continuar un
dilogo que quedara tempranamente trunco. En el texto
que da nombre al libro, y a propsito de esos versos de
Alejandra que dicen: Si digo agua: beber?/ Si digo pan, comer?/ En esta noche en este mundo/ Extraordinario silencio el de
esta noche, Bordelois reflexiona: Pizarnik retoma [all] un
tema de Hegel, en el sentido de que las palabras no designan las cosas, sino que las remplazan. La noche de las palabras crea ese extraordinario silencio, esa soledad despiadada donde el poeta avanza sin cosas ni certezas en una
conspiracin de invisibilidades, de ausencia total de sen-

tido. Y ms adelante: Un gran poeta se reconoce porque nunca ocupa con su voz el espacio total del poema,
sino que deja siempre lugares silenciosos alrededor de l
y dentro de l; grietas por las cuales el poema escapa y
puede hablarnos con otra voz, acaso con nuestra voz.
Esta obra entonces regida por dos pasiones que son
dira Ivonne una (la pasin por el lenguaje y la pasin
por la amistad) suele batallar en cada ocasin en distintos frentes. En esta oportunidad, adems de catapultar a
los falsos poetas a los que responsabiliza de haber forjado esa minusvlida figura, denostada y ridiculizada en
los medios; ataca abiertamente de la mano de Steiner y
en sintona (aunque ella no lo sepa) con el Todorov de La
literatura en peligro (2008) a los logcratas: esos enanos
que nos rodean hacen mala ciencia sobre problemas cada
vez ms nfimos. As, retirada de su ctedra de lingstica
en la Universidad de Utrecht (Holanda), Bordelois se da el
lujo de criticar no tanto a las virtudes de la especializacin
sino a aquellos esfuerzos denodados de algunos por hacer
de las disciplinas ciudades fortificadas de barreras infranqueables: Pienso que las especializaciones extremas son
a la epistemologa lo mismo que los countries a la sociedad
urbana actual. Es decir, un grupo de individuos privilegiados que se retiran del conjunto de la comunidad, unos
provistos del dinero y otros de cierto saber particular. En
ambos casos, su aislamiento los permea de cierta superioridad (a sus propios ojos).
Recorrido por la pulsin autobiogrfica, este libro es
un balance, un ajuste de cuentas y tambin una apuesta,
porque Bordelois sabe que su modo de leer la/s cultura/s
buceando y creando relaciones originales entre las lenguas
excede ampliamente el quehacer de la etimologa clsica,
de un Joan Corominas por ejemplo. Nueva etimologa,
crtica etimolgica Qu nombre podradrsele a la etimologa de las pasiones?

MIRCOLES, 30 DE JUNIO DE 2010

Restos literarios, por Marcelo Damiani


De la literatura y los restos, Roberto Ferro. Liber Editores, Bs. As. 2009.

e la literatura y los restos de Robert Ferro es una recopilacin de ensayos y artculos escritos por el
autor a lo largo de 15 aos. En ese lapso Ferro
nos ha regalado otros 6 libros que hablan de su solvencia y eclecticismo a la hora de abordar el fenmeno literario. Me estoy refiriendo, concretamente, a Lectura (h)
errada con Jacques Derrida. Escritura y deconstruccin (1995), La
ficcin. Un caso de sonambulismo terico (1998), El lector apcrifo (1998), Sostiene Tabucchi (1999), Lnea de flotacin (2002),
y sobre todo, a Onetti / La fundacin imaginada (2003), un
libro fundamental para la comprensin de los alcances

de la escritura del gran escritor uruguayo, a partir de la


propuesta de leer todos sus libros como si fueran un solo
texto, y luego pensar ese nico texto como una mquina
de multiplicar narraciones. Algo similar ocurre con De
la literatura y los restos, en el que Ferro vuelve a desplegar
su impresionante corpus terico-filosfico para dar cuenta
de los mltiples vericuetos de los autores estudiados (Borges, Cortzar, Macedonio Fernndez, Roa Bastos, Piglia,
Jitrik, Vila-Matas, Tabucchi, etc.). Ferro los trata a todos
con la misma curiosidad y la misma conviccin, nunca
abordndolos para confirmar sus prejuicios tericos o cr-

| BOCADESAPO | RESEAS

ticos, sino para buscar en los textos la cepa literaria madre


entendida como resto. En este sentido, es especialmente
aleccionador el ensayo sobre La caverna de las ideas de
Jos Carlos Somoza. All, remontndose al Platn de la
famosa Carta VII que el texto hace ms que pertinente,
se discute la teora del arte en la que crea el fundador
de la Academia, y concretamente, su idea del lenguaje,
donde se plantea la discusin sobre si hay o no un ms
all del lenguaje en literatura. As, los ensayos de Ferro no
dan por sentado nada, sino que deambulan a la caza de

huellas en esos intersticios molestos para el mercado, la


crtica y la academia, mbitos que parecen concentrados
en refocilarse en sus ya aejas certezas, acaso olvidndose
de que si hay algo que parece caracterizar a la verdadera
literatura (y por ende, a la crtica y tambin a la teora) es
su pulsin de producir sentidos nuevos, en una bsqueda
que tiende asintticamente al infinito. Ferro, en este libro,
se aboca con pasin, pero tambin con solvencia, a esta
difcil tarea.
MIRCOLES, 23 DE JUNIO DE 2010

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La novela como voltereta, por Walter Romero


A tiro limpio, Boris Vian. Tusquets, 2009. 120 pgs.Trad. Juan Manuel Salmern Arjona.

oris Vian puede pensarse como el modelo de autor que escribe no slo a contramano de su poca
en una escritura lanzada a la manera de Stendhal, hacia un futuro que parece no llegar nunca sino
tambin a contrapelo de una tradicin moralizante y tristemente acadmica que ha caracterizado a ciertas zonas
de la literatura francesa del siglo XX. Su literatura que
Bataille caracteriz dentro de la inquietante denominacin de inverosmil burlesco sostiene una profunda vocacin vitalista en todas sus producciones aun las dismiles mofndose de las momias y de las grandezas literarias
de Francia a travs de la celebracin del juego y de una de
las ltimas o primersimas, segn se mire operaciones
de carnavalizacin brutal de registros y gneros. Sus ya
reconocidos disloques nos invitan an hoy a desnaturalizar nuestros modos de leer: cierta prdida de la verdad
y cierto registro de que la literatura y la lectura son siempre entidades provisorias se desprenden de una obra que
se resisti a la canonizacin desde sus inicios, justamente
desde esta primera novela que hoy reseamos.
A tiro limpio (cuyo ttulo original es Trouble dans les andains), traducido por Juan Manuel Salmern Arjona con
destreza y capacidad ldica para el tratamiento de los juegos de palabras tpicos del lenguaje vianesco, es una suerte
de concentrado (o precipitado) de las pulsiones literarias
que atraviesan toda su obra. En una narracin que llamaremos espasmdica o esperpntica, de captulos cortos o cortsimos, con ttulos-gua o ttulos que defraudan
o prometen una accin que nunca llega, Vian se encarga
de parafrasear el tratamiento disruptivo de las intrigas y
las tramas helicoidales del primer Hugo, tan evidentes en
textos como el olvidado Han de Islandia. En este caso, no
sabemos si estamos frente a una novela de aventuras destartaladas o a una novela policial desconchada donde
las figuras de asesino, vctima y detective parecen haberse
enrevesado definitivamente. Sealemos que el alocado y

potico mundo de Vian es siempre una deformacin onrica de la realidad: su parangn con los procedimientos
surrealistas cuyo nihilismo fue tan atacado antes de la
Segunda Guerra es evidente mediante operaciones de
cruce o de trasvase de dos o ms realidades. La fragmentacin usual en sus novelas no es otra cosa que una gran
demostracin narrativa de la la inadecuacin originalsima entre discurso e intriga.
Los tpicos usuales de la contralgica vianesca deudora de Carroll estn presentes ms que de forma embrionaria en esta primera novela, su debut literario: la
vestimenta estrafalaria que recuerda al gran Jarry, el animismo ferico de ciertos objetos, la presencia risuea y, a
la vez, ttrica de ciertos animales humanizados en este
caso el estrambtico Rhizostomus gigantea azurea oceanensis,
la parodia de las clases sociales pudientes o directamente
de una nobleza de pacotilla trivial y aventurera, la
bsqueda quijotesca de un objeto burln o extrao artefacto como el BARBARON BIFIDO entendido como
una suerte de Santo Grial, la irrupcin discursiva de los
dislates que se musculan en una prosa encendida y elctrica casi neonizada, el gusto por una violencia gore que
gusta de los decapitaciones y la sangre, o la explosin
como deus ex machina desacralizador que tanto se parece a
los remates de Copi, la sensacin de lectura que parece
dar idea de leer un fox-trot o escuchar una novela, la
apelacin sin ms a un humor blanco que, en este caso, a
manera de instructivo, recuerda al Cortzar de Historia de
cronopios y de famas, la creacin de un mundo de geografas
inslitas donde las nociones de arriba/abajo o interior/
exterior o territorio/accidente estn fuertemente desnaturalizadas, la idea futurista del panegrico del auto como
celebracin de una kinesis que se vuelve cmic o gag de
cine mudo en este caso a bordo de un Cadillac y, sobre
manera, el uso macarrnico de recursos como el descubrimiento de un manuscrito otra vez el Quijote que logra

hacia la mitad del relato darle a este texto uno ms de sus


inesperados virajes.
Bachelard deca que bajo un ingeniero yace siempre
un alquimista. Tal vez la tarea cientfica de Boris Vian,
ingeniero y trompetista prematuramente desaparecido
(1920-1959), haya sido expurgar todos los obstculos epis-

temolgicos que lo alejaban de una literatura de creacin,


original e imaginativa. Vian saba que su literatura estaba
ms cerca de la ensoacin que de la experiencia: en su
obra, la realidad y la ficcin se funden a manera de ldica
y genial voltereta.

MIRCOLES, 16 DE JUNIO DE 2010

Mujeres que cocinan sombras, por Natalia Gels


Las vidas privadas de Pippa Lee, Rebecca Miller. Barcelona, Anagrama, 2009, 294 pgs.Trad. Cecilia Ceriani.

imple vista, Pippa Lee es crme brle. En sus profundidades, sin embargo, se asemeja ms al fuego
que el soplete emite para derretir la capa de caramelo que cubre el postre recin hecho para las visitas.
En la sala de ese barrio de retiro al que llaman Villa
Arruga, en donde parejas de ancianos acaudalados van
a vivir sus ltimos aos, un grupo de intelectuales neoyorquinos festeja el cumpleaos de Herb Lee, editor estrella del mundillo editorial en Estados Unidos y esposo de
Pippa. En esa especie de reclusin, empieza a cocinarse en
la mujer una revolucin que agita, sobre todo, los escombros de un pasado que enterr al casarse con Herb (varios
aos mayor que ella).
Cuando Rebecca Miller dedica sta, su primera novela, a su padre, a su madre y a D. no est dedicndosela
a un entorno cualquiera. Su padre fue Arthur Miller,
su madre, la prestigiosa fotgrafa Inge Morath, y D. es
Daniel Day Lewis, el laureado actor irlands. No es casual
que las sombras aniden en la obra de Miller como fantasmas. Porque, digmoslo, con tamaa familia, la atencin
est asegurada, pero sobretodo puesta a ver qu hace esa
mujer para descollar entre tantas figuras a su alrededor.
Miller despunta en el arte a travs de la pintura, del cine
y de la literatura. Con films como ngela o la exquisita
Balada de Jack y Rose, prob que sabe lo que hace. Con Velocidad Personal, su primer libro de relatos, consigui meterse
en la lista de los mejores libros del ao del Washington Post
y The Guardian. Qu sera de Miller sin su estirpe? Hay
quienes ponen en duda su xito. Hay quienes lo justifican.
Y ante tal pregunta, adquieren peso dos de los grandes temas de Las vidas privadas A ese juego de sombras que teje
en esta obra, que llev al cine bajo el mismo nombre, se le
une el de la identidad como motor de bsqueda.
De las sombras del pasado habla, entonces, su novela;
de sas que nos forman como sujetos. Cmo nos dejamos
atrs? Cmo nos escondemos, nosotros, los pasados, del
presente que nos aprisiona? Cundo es que dejamos de
ser protagonistas de nuestras propias vidas? sas son las
preguntas que se abren con Las vidas privadas de Pippa Lee.
La protagonista, convertida en una de esas mujeres que

nunca se despeinan, emprende el camino de retorno a lo


que fue, una chica salvaje, abierta a cuanta droga se insertara en su sistema, la tpica chica triste y bella sin ambiciones personales que funciona a la perfeccin, ya mayor,
como mujer de escritor, o de editor, o de cualquier
categora de hombre importante. A partir de esa bsqueda, Miller trata de mostrar las grietas, y construir un
mapa interior de esa mujer y de todas las mujeres que
cambian pasado turbulento por presente sosegado, en la
tranquilidad de una mesa pulcra sin migas en la superficie.
En Estados Unidos, en un mercado editorial dominado por hombres, la de Miller es una firma sobria; sin
embargo, con Velocidad personal y con Las vidas privadas,
Miller ha conseguido hacerse de un nombre propio y generar expectativa ante cada nuevo trabajo. Esta primera
novela tiene puntos altos, de prosa honesta y delicada, en
la primera y la ltima parte, cuando la autora muestra la
vida de esa Pippa enterrada en el apellido de su esposo.
Al (re)construirla, retrata pocas, relaciones, distintos ambientes sociales. Sin dudas la burguesa intelectual es la
descripcin que mejor le sale.
Curiosamente, lo que en la novela pierde fuerza y se
diluye en vivencias un tanto artificiales, en la pantalla cobra poder a travs de escenas que combinan ritmo y planos cortos, y fotografas, que logran s captar el pulso de la
juventud de esa protagonista. En la pantalla, la directora
logra agilidad al entrar en los flashbacks a travs de elementos cotidianos (una torta, un paquete de cigarrillos)
que disparan la memoria de Pippa Lee, interpretada por
Robin Wright Penn.
En ese ejercicio de llevar una obra propia del libro al
cine, Miller presenta logros y flaquezas. Quiz las casi dos
horas en pantalla no alcanzan a mostrar con igual xito
la complejidad de una mujer que vivi una transformacin tan radical. El puente entre una Pippa y la otra se
diluye. Para simplificar esa mutacin, la directora lleva
al extremo el entierro de una por la otra y as mostrar
cmo a veces las personas se olvidan de s mismas, adrede
o no, para cumplir los deseos del otro.

| BOCADESAPO | RESEAS

Herb Lee, el esposo de Pippa, en un momento se siente


eufrico. El hombre asegura haber encontrado la gallina
de los huevos de oro en una novela: Es buena desde
cierto punto de vista describe. Tiene un tono popular,

pero para intelectuales. O, un tinte intelectual para todo


el pblico. En esa categora podra incluirse este libro de
Miller y all calzara, tambin, su pelcula.
MIRCOLES, 9 DE JUNIO DE 2010

Noticias de un fantasma, por Jimena Nspolo


Diario de la rabia. Beatriz Viterbo, Rosario, 2006, 92 pgs.
El lugar que no est ah. Losada, Buenos Aires, 2006, 105 pgs.
Arquitectura del fantasma. Una autobiografa. Santiago Arcos editor, Buenos Aires, 2006, 107 pgs.

137

(Esta resea fue publicada originariamente en la revista Quimera. Barcelona, Nro.292, marzo 2008.)

s ley: de un escritor que hace de la marginalidad


un culto se puede esperar cualquier cosa; la ms
evidente es que las reseas, elogios y comentarios
a su obra lleguen tarde incluso despus de su muerte.
Hctor Libertella es uno de los episodios literarios ms
delirantes, estrambticos y experimentales que ha tenido
la vida cultural argentina en las ltimas dcadas del siglo
XX y como suele suceder de eso se ha enterado apenas
un puado de amigos. El mismo autor, que adquiri con
premura cierta fama dentro del mbito criollo (en 1968,
con apenas 23 aos, gan el Premio Paids con El camino
de Los Hiperbreos; luego, en 1971, el premio Monte vila
con la novela Aventuras de los miticistas; y en 1986, Paseo internacional del perverso se consagr con el Premio
Juan Rulfo), que estuvo exiliado en Mxico durante los
aos 70, que fue amigo de Nstor Snchez, Osvaldo Lamborghini y difusor de la obra del poeta Nstor Perlongher,
que fue editor de profesin y profeta de oficio, alentaba
con ardor la invisibilidad con la premisa siempre a flor de
piel de que el lector-masa torna sospechosa incluso hasta
la propia obra.
En El lugar que no est ah encontramos una sentencia
que grafica ejemplarmente este programa de trabajo: El
tiempo hace un hueco. Y ese hueco le da esqueleto a tu
memoria. Y en los fragmentos autobiogrficos publicados por la editorial Santiago Arcos, esta otra: Contra la
muerte no hay mejor defensa que la propia armadura de
los huesos Los textos de Libertella tienen la concisin
de un hueso blanco recin pulido, slo invaden el vaco
de la hoja cuando saben que van a decir algo que de tan
cierto pueden ofrecerlo como la ms grande de las ficciones para tramar, entre s, un follaje arduo (como El rbol
de Saussure, publicada por Adriana Hidalgo), una arquitectura que mima la temible osamenta de un fantasma. Son
textos que tampoco desdean la imagen; a mitad de la novela El lugar que no est ah por ejemplo irrumpe un mapa
de los cielos, hecho de constelaciones subjetivas y de poe-

sa concreta que recuerda, a su modo, la cartografa que el


artista plstico Eduardo Stupa elabor para la reedicin
de El paseo internacional del perverso; en su autobiografa, asimismo, abundan grficos, tipologas distintas, alguna que
otra foto y, en los tres libros aqu reseados, la imagen recurrente de un caballero andante que bajo la armadura
ostenta solamente un andamiaje de huesos. Libertella dijo
alguna vez que sus personajes favoritos son aquellos que
despliegan toda su vida como la crnica de un instante,
que Don Quijote, por ejemplo, lo hubiera sido si el chico
de seis aos que anidaba en el viejo de ochenta hubiera
podido convivir con l literalmente en el texto. Una
arrogancia, una perogrullada, o quiz una pedantera que
direcciona pasionales lecturas Con todo, esas imgenes
que escanden los textos establecen un dilogo complejo
con la palabra, ya para iluminar nuevos sentidos, ya para
des/ambiguar una sentencia o, simplemente, para ilustrar
un texto y gozar acaso de una de las prcticas ms primitivas y olvidadas hoy del hombre, la pintura. En Arquitectura del fantasma encontramos este aforismo, por ejemplo,
acompaando la imagen de una extraa jeringuilla: El
lector del futuro es un lector sinttico, un hombre pinchndose las venas con una lapicera parker.
Diario de la rabia, tiene, en este sentido un epgrafe cabal: La pintura es libro para los idiotas que no saben leer,
Segundo Concilio Ecumnico de Nicea, 787. Dicha nouvelle narra con gracia y extremo rigor formal las peripecias de Rassam (el Sr. Asma) mientras acompaa la expedicin arqueolgica de Sir Rawlinson en las orillas del
Nnive. Rassam intenta preservar los hallazgos de los palacios Sanherib y Asusbanipal de la expedicin francesa
que excava tambin en esa colina pero, a causa de su enfermedad y de la ingeniosa verba de Sir Rawlinson, se los
entrega apenas por una taza de t de cortisona. Al regresar a su patria el ingls le deja con cinismo estas palabras:
Nosotros nos vamos y repartimos ya, los objetos. Y a usted, Rassam, le dejamos la enseanza. Aprenda: para resucitar y avivarse los pueblos tambin pueden repartir sus
muertos, y hacerlos valer como capital y slo me dejaba
de recuerdo los sarcfagos vacos y unas pocas montaas

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descascaradas. Luego de tamaa expoliacin, Rassam,


ms que furioso, fragua con sus excrementos algunas antiguallas que logra bien vender en el Soho como verdicas.
Dedicado no tan casualmente a Csar Aira, amigo segn
dice en su autobiografa desde hace casi treinta aos, este
relato esconde adems de una denuncia, una advertencia, un programa de intervencin cultural y digmoslo
de una vez una siniestra y adorable venganza.
El lugar que no est ah, por su parte, se articula a primera vista como la crnica de un viaje, el de Fernando
de Magallanes dando la vuelta al mundo, con la particularidad de que quien narra desde Florencia muchos aos
despus rellena los inevitables blancos de la memoria con
el ansioso relato de sus sueos. As, el relato de Antonio
(Pigafetta) vaga a la deriva junto a esa tripulacin fantasmal del barco combinando onirismo y vigilia, hambruna,
deseo y miseria, y envuelve extraamente al lector en un
relato que bien podra ser el de toda la humanidad: Cada
hombre, cada mujer es una estrella, con su carcter y su
movimiento propios. Y porque muchos haban dado sin
quererlo en la madera podrida que era aquella nave, alejados de su rbita y rumbo, tanto sufran ellos como hacan

sufrir al universo todo en su orden.


En su autobiografa Libertella cuenta que fue un lector precoz, que a los cuatro aos ya saba leer y al poco
tiempo recorra de la A a la Z el nico volumen que compona la magra biblioteca de sus padres: un diccionario
espaol de 1917. De all seguramente se explica el regusto
arcaizante que rezuma su prosa. No es casual, en ese sentido, que escribiera siempre a mquina; la literatura era
para l ese ir y venir sobre una huella que nadie eligi,
como el alcohlico o el jugador de juegos de azar, tal vez
el escritor slo escribe por escribir.
Siguiendo los pasos de aquel egocida por antonomasia
que fue Macedonio Fernndez, emprendi la tarea imposible de derrotar la estabilidad de cada uno en su yo.
Slo basta decir que naci el mismo da que Jorge Luis
Borges y que muri a los 61 aos, en el 2006, justo cuando
comenzaba en Buenos Aires la Semana de homenaje a
Antonio Di Benedetto.
Libertella brilla hoy en el panten argentino de Los
Raros con una luz opaca, cristalina Es primitivo y moderno, sencillo y complicado Tengo para m la certeza de
que ese lector del futuro que alguna vez soara, ya lleg.

MIRCOLES, 9 DE JUNIO DE 2010

Un libro visionario pensado para el porvenir, por Marcelo


Damiani
Zettel, de Hctor Libertella. Ed. Letranmada, Buenos Aires, 2009. 76 pgs.

l arte es un fenmeno de tipo ambiental. En


das de mucho calor y alta densidad atmosfrica puede parecer un espejismo. De esta
forma brillante arranca Zettel, el ltimo libro que Hctor
Libertella escribi antes de morir. El texto empez como
una suerte de antologa personal que pas por muchas
versiones (de hecho tal vez la publicada no sea la ltima),
algo muy comn en este autor que hizo de la obsesin por
corregir sus textos (incluso los ya publicados) una parte
fundamental de su inimitable estilo. La bella edicin de
Letranmada (de un verde intenso que recuerda la edicin mejicana del Zettel de Wittgenstein que Libertella
supervis), bajo el cuidado meticuloso de Laura Estrin
(tambin autora del acertado prlogo), est compuesta de
nueve partes o secciones, todas precedidas por un epgrafe
del autor. Son en total 95 fragmentos que quieren huir
del carcter soberbio del aforismo pero tambin del aburrimiento (profundo) de la argumentacin, como reza el
epgrafe que abre el libro, firmado por un tal Winfried
Hassler, pariente terico (ficticio) del futbolista alemn
Thomas Hassler (segn confesin del autor), figura que
ya prestaba otra de sus ideas (adems de su nombre) para
la apertura (y el final) de esa genial instalacin histrica

que es El rbol de Saussure (2000). Este espritu ldico


va a ser un rasgo recurrente en los libros de Libertella,
aunque toda su obra estuvo marcada por cierta etiqueta
hermtica que l mismo se encarg de afirmar con ttulos
como Ensayos o pruebas sobre una red hermtica (1990),
pero tambin de negar con galantera, como si estuviera
parodiando a Tom Castro, ese personaje inverosmil
borgeano al que le gustaba jugar con las tendencias del
pblico; la diferencia es que Libertella siempre tuvo muy
en claro cul era su apuesta y jams la negoci como la
mayora. Su potica, en un sentido, era una arriesgada
apertura a la clausura del lenguaje, suerte de versin conceptual del clebre relato de Kafka: Ante la ley; paralelamente, por otro lado, su escritura se fue haciendo cada
vez ms y ms difana, y al final, como muy bien seal
Ricardo Strafacce, se aproxim asintticamente al silencio, a esa pgina en blanco definitiva, arcaica y perfecta, a
la que quiz tambin aluda Kasimir Malevich con su ya
clsico Cuadrado blanco sobre fondo blanco (1918). Es
que Libertella, suerte de terico de la recepcin literaria,
estaba mucho ms interesado en el carcter concreto del
individuo lector que en la vacua abstraccin de las etiquetas mercantiles y crticas (siempre demasiado dependien-

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tes de las modas intelectuales). Citemos, en todo caso, una


vez ms su sabia locucin del loro: All donde hay un interlocutor, un solo interlocutor, all se constituye un mercado. Seguramente los fragmentos de Zettel encontrarn

muchos interlocutores entre nosotros, pero muchsimos


ms en el futuro, ya que este libro, visionario y nico, est
pensado para el porvenir, como toda autntica literatura
que se precie de tal.
MIRCOLES, 2 DE JUNIO DE 2010

Sueo con nios, por Jimena Nspolo


Rita viaja al cosmos con Mariano, Fabin Casas. Ilustraciones de Santiago Barrionuevo. Buenos Aires, Planta Editora, 2009.
Los sueos del agua, Mara del Carmen Colombo Cristian Turdera. Buenos Aires, Pequeo editor, 2010.
El contador de cuentos, Saki. Ilustraciones de Alba Marina Rivera. Trad. de Vernica Canales y Juan Gabriel Lpez Guix.

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Venezuela/Barcelona, Ediciones Ekar, 2009.

uando un nio se aburre comienza a molestar. Y


un nio molesto puede ser el sujeto ms salvaje
y peligroso de toda la fauna humana. Aparecen
los accidentes domsticos, estallan las rias, las trifulcas.
Unos versos montonos, por ejemplo, como los que recita
una y otra vez la nena del librode Saki, El contador de cuentos, mientras viaja en tren con su ta y sus hermanos hacia
Templecombe, pueden desatar tormentas fabulosas; pero
el aburrimiento tambin puede devenir en tristeza, como
le pasa a Mariano, el personaje del libro de Fabin Casas,
quien convierte el patio de su hogar en planta de despegue
de una nave espacial que funciona a base de sifones. Se
sabe: un nio es un lector nada condescendiente, implacable y abandnico si el relato no le sigue el paso o incluso
va ms all, la atencin y la lectura cae. La imaginacin
de un nio es poderosa. Cuando un nio opera con su
imaginacin en el plano de la realidad, el adulto tiembla.
Surge entonces la necesidad de relato, y en esa necesidad es
donde se observa la doble dimensin arqueolgica, proteica, que lo justifica: es entretenimiento, s, y placer, pero
tambin, fuente primera de aprendizaje a travs del cual
el mundo adulto le otorga al nio (entramado en una radical asimetra de fuerzas) las herramientas elementales
con las cuales sobrevivir y llegar a la adultez. El relato
de Saki tematiza de un modo sutil estas cuestiones: hay
nios molestos, hay un sujetodemasiadosujetado a las
normas que intenta contar un cuento que no slo resulta
ineficaz sino que tambin demuestra con creces sus limitaciones para comprender el universo a-social de la infancia, y hay para nuestro gozo un autor de verdad, que
elabora con estos elementos un relato, efectivo, siniestro,
absolutamente cruel, aplaudido (quiz por todas estas razones) por el pblico de infantes.
La literatura infantil tiene sus colecciones y editoriales, sus asociaciones, sus ilustradores, sus escritores y premios, su mercado. Como si los nios no vivieran en este
mundo sino en una especie de limbo regido por regulaciones ms artificiales que las nuestras, cuando esa extraeza
se convierte en isla es cuando esta literatura menor (la de

Lewis Carroll, Oscar Wilde, Mark Twain o Silvina Ocampo,


por citar slo algunos nombres) deja de ser peligrosay se
convierte en tontera. Afortunadamente no es el caso del
volumen Los sueos del agua, ilustrado por Cristian Turdera
y elaborado a partir de un poema de Mara del Carmen
Colombo que dice as: En los charcos,/ el agua duerme./
Silencio,/ no la despierten!:/ Est cansada de correr./ Las
hojas caen/ de las ramas/ en puntas/ de pie./ Los chicos/
se acercan/ para ver./ En el cristal/ de un charco/ los sueos del agua./ Como peces de espuma/ unas nubes muy
blancas/ navegan lentamente/ ()/ El agua suea con el
agua/ del mar/ con el agua de lluvia suea el agua;/ en el
lecho pequeo de un charco/ el agua mansa suea/ con la
furia del agua. La eleccin de este poema, que bien podra
formar parte de cualquier otro libro de la autora (al igual
que Casas, es lo primero que publica dentro del gnero), es
un hecho a festejar. Primero, porque supone un intento por
desquiciar el corset de la norma escolar que constrie este
tipo de literatura, y segundo, porque con esto, duplica nuestras exigencias como lectores.
Pero si de exigencia hablamos, es preciso decir que de los
tres libros aqu presentados el ms convencional, tanto en el
texto como en la grfica, es Rita viaja al cosmos con Mariano. Es
el ms adulto, el menos arriesgado. Entiendo que el inters del libro reside en que el autor invita a leerlo como una
ficcin del yo: En las pginas finales aparece una seccin
titulada Acerca de m, firmada por Fabin Casas, donde
el escritorofrece datos sobre su infancia que dialogan directamente con el relato e incluso con alguno de los personajes.
As, la mirada adulta que no puede des-asirse de s se trasunta en memoria, relato y, principalmente,nostalgia.
El reino de la infancia ya lo dijo Bataille es el reino
del Mal. Es un reino regido por las leyes oscuras de la
naturaleza y de la Poesa. All todo lmite es incierto, artificioso, y toda fuerza, trgica, cuando no inexorable.
Sakisupo beber, como pocos,de esas aguas. Slo resta
decir que El contador de cuentos (premiado en Bologna) est
ilustrado con frescura y audaciapor Alba Marina Rivera
cuyas ilustraciones palpitan en el doblez deestas lneas.

MIRCOLES, 2 DE JUNIO DE 2010

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Hacia un canon personal, por Marisa do Brito Barrote

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Hacia una literatura sin adjetivos, Mara Teresa Andruetto. Coleccin La ventana indiscreta, Crdoba, Editorial Comunicarte, 2009, 144 pg.

na de las columnas sobre la que se sustenta el


trajn acadmico es aquella que se pregunta por
el canon: Qu autores u obras es imprescindible leer? Cules son aquellos que sostienen la literatura
nacional? Y el canon occidental?
Antes de que la palabra canon tomara el significante
con el que hoy la usamos, los intelectuales que construyeron el Estado se preocuparon por listar aquellos autores
representativos de su literatura nacional, aquellos que reflejaban el ser nacional, y entonces nos encontramos con
las primeras historias de la Literatura Argentina. Hoy en
da, el canon es una lista de mercado: son los 40 ms ledos, son los rankings, son las planillas con los libros elegidos en las licitaciones por los ministerios estatales o los
programas de las ctedras universitarias.
En este libro, Mara Teresa Andruetto nos propone
leer la LIJ (Literatura Infantil y Juvenil) sin los adjetivos
que la constrien en el para nios y jvenes y a partir de los conceptos con los que se lee la literatura para
adultos.
Se abre con un anlisis de la palabra canon y sus diferentes definiciones: caa, vara, norma, regla, modelo,
prototipo, en una operacin que religa todas estas acepciones a la cuestin pedaggica: elegir un canon es discutir acerca de qu se va a ensear, de qu debiera leer una
generacin y fijar un modelo a imitar.
A la vez, critica la falta de toma de riesgos en la construccin editorial de un contracanon que friccione lo establecido actual. Al canon hecho de autores marca registrada, opone uno creado por obras literarias y elegido por
el propio lector. Muy especialmente, promueve la formacin de lectores que tengan la capacidad de discernir cules son las obras de calidad que conformarn su propia
lista de favoritos de la literatura.
La autora adems se hace eco de un reclamo de arbitrio por parte de la academia, que ha devenido en un
deterioro en la oferta de la LIJ: Olvido de la academia.
Inexistencia de la crtica. Nulo riesgo editorial y la escuela
como mercado cautivo. Un reclamo que cae de lleno sobre las personas que trabajamos en la construccin de la
cultura. Aunque apunta que, luego de la debacle del 2001,
esta situacin se viene revirtiendo, ya que surgieron crticos y publicaciones especializadas en LIJ y pequeos sellos editoriales independientes con propuestas de calidad.
Asimismo, analiza los mecanismos por los cuales la LIJ

entr en una vuelta de rueca que la duerme en un sueo


reiterativo. Todo el trabajo recorrido por aquellos autores que rompieron con el canon burgus y aleccionador
de los aos 50, Mara Elena Walsh, Elsa Bornemann y
otros, quienes escribieron textos memorables basados en
el juego y ya no en las lecciones morales, al da de hoy,
se ve horadado por las leyes aleccionadoras del mercado.
Esta entidad que parece abstracta, pero que est hecha de
personas que se dedican a observar el comportamiento
de los compradores, ha descubierto que la principal compradora de LIJ es la escuela. Con lo cual, hoy en da gran
parte de lo que se escribe y vende como LIJ es una literatura en la que reina la educacin en valores: Es una
cinta de Moebius que se alimenta desde la currcula editorial hacia las editoriales y desde las editoriales hacia los
autores.
La tolerancia, la no discriminacin, la convivencia pacfica y otros honrosos valores, convertidos en productos
de venta, han vuelto a girar la rueca de la LIJ 360 y
se ha regresado por la izquierda a los aos 50, a la era
pre Walsh. Hoy se consumen cantidad de libros infantiles plagados de mensajes, libros construidos con la cabeza, al calor del oportunismo, escritos por escritores de
oficio.
No es problemtico el hecho de que la literatura refleje
la conciencia social, sino que en la obra de arte lo esttico
debera subsumir a lo tico para que de algn modo nos
hable, cree ese punctum, esa flecha que deja clavado
un libro en la memoria y nos permite construir un canon
personal.
Este libro, que ha recibido el premio Destacado de
ALIJA 2009 en la categora ensayo, no puede faltar en
la biblioteca de quienes estamos interesados en difundir
y fomentar en los nios el amor por la literatura sin diminutivos.

MIRCOLES, 26 DE MAYO DE 2010

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En el orden de lo compartido, por Diego Bentivegna

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El libro de los celos, Cecilia Romana. Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2009, 88 pgs.

a primera pregunta que plantea El libro de los celos, poemario de Cecilia Romana que obtuvo el
segundo premio del Premio Nacional de las artes
del 2008, es la pregunta acerca de las condiciones de la escritura o, mejor, acerca del surgimiento de lo potico. No
soy Frost, que de una manzana hace un poema, dice uno
de los versos del libro. Para Romana, escribir no es exactamente un modo de observacin de uno mismo, de exploracin interna de un yo (un trabajo, en fin, estrictamente
lrico), ni tampoco un ejercicio de vaciamiento, de espera
y de observacin objetiva del mundo. Por el contrario, escribir parece ser un trabajo de elaboracin de un sujeto,
de transformacin, de constitucin de la palabra en relacin con una experiencia.
Esa experiencia en El libro de los celos, tiene un doble rostro. Es, en principio, la convivencia matrimonial, de
proyeccin de una comunidad amatoria, con sus tensiones
y con sus conflictos, con sus convergencias y desequilibrios
(rogaba por / San Bailn, por la Cascia, por Tours, que
/ no se te escapara la palabra montonero en / casa).
La pregunta por la escritura se configura, en este sentido,
tambin como una pregunta acerca de la posibilidad de
construir algo del orden de lo compartido: la pregunta,
si se quiere, por la comunidad. No por la comunidad de
los ausentes o la comunidad de muerte, la comunidad de
la distancia expresada en los ecos sombros de Tristn e
Isolda que encontramos en la lnea de los pensadores comunitaristas desde Georges Bataille hasta Maurice Blanchot o Jean-Luc Nancy, sino la pregunta por la comunidad
de los presentes, la pregunta por el matrimonio, que supone la presencia corporal del otro. Que supone el amor,
tambin, a un cuerpo.
El poemario es, a la vez, elaboracin de la experiencia
de la distancia. Hay como un aire de enrarecimiento que
campea sobre estos poemas, un aire que se entrama con
la extraeza y con el surgimiento, en algn lugar, de lo
cotidiano y, al mismo tiempo, de lo extrao. Como en un
relato de Silvina Ocampo o en una pelcula de Polanski,
la casa es el lugar en que se vive pero que, en cierto punto,
plantea algn tipo de distancia con respecto al habitar,
algn resto inhabitable (el inquilino anterior tocaba el
piano elctrico. / Instal enchufes por todas partes. La
mayora funciona). La pregunta es ahora: hasta qu
punto este lugar puede ser del todo habitado; hasta qu
punto la escritura de estos poemas no es, precisamente,

la escritura de un hiato entre el lugar cotidiano de la vida


conyugal y el lugar ajeno, en algn punto hostil, de la
vida?
Este hiato se escribe proyectando una forma. El verso
de Cecilia Romana es, en este sentido, un verso cortado,
un verso tensionado por el corte sintctico brusco y por
la distribucin imprevisible de los silencios, como si la
cesura, la distancia de la voz, el vaco en el que el verso
respira, tendiera a desplazarse siempre un poco ms adelante.
La respuesta formal de Romana es una respuesta irreductible a las lneas ms difundidas de la poesa que se
escribe en la Argentina en estos aos. No es la respuesta
fcilmente estridente, la respuesta que desconfa de las posibilidades de la mtrica para pensar en un ritmo absolutamente intuitivo, manifiestamente disforme, como aparece en gran parte de la poesa de los 90 y en sus epgonos.
No es tampoco la respuesta formalista, pura, anquilosada
en un verso medido con escrpulo, que pueda adoptar a
veces los rasgos de la parodia de una tradicin perdida. El
verso de Cecilia Romana es un verso que busca su forma
en la exploracin de un aliento largo, en la exploracin de
una dimensin del decir potico que se apoya en cortes
internos y que discurre en medidas algo ms extensas, en
versos de trece, de catorce y hasta de quince slabas. Es,
pues, un verso de largo aliento, con momentos de hexmetro latino (La ventana de nuestro cuarto da a un patio
interno), el verso elegaco de amor y de recuerdo, de distancia y ausencia.
La poesa de El libro de los celos no es ni lirismo concentrado ni objetivismo encandilado por la fuerza de lo
real inexpresable que destruye los ojos, sino ascesis, conocimiento de s, comunidad.

MIRCOLES, 19 DE MAYO DE 2010

Manual de instrucciones egocidas, por Jimena Nspolo


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Manual Arandela, Sergio Bianchi. Morn, Macedonia ediciones, 2009. 125 pgs.

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Escorzos. Catlogo japons de imgenes a mano alzada, Facundo Ruiz / Irene Sola. Buenos Aires, Huesos de Jibia, 2009. 63 pgs.

rente al desove de palabras innecesarias, cualquier


poeta twittrico sabe hacer jugar a su favor la economa y el silencio. No hace falta contar caracteres para cotejar la potencia o efectividad de versos como
reina sin reina/ tuerto en la luna, o surge una duda/
y se llena de comillas el ambiente, o como una errata/
se desgarra el mundo. Tampoco quiz haga falta empuar el podio para declamar apotegmas de brillo anodino
y sentenciar, por ejemplo, que la literatura est hecha de
frases o que las concepciones de lo literario varan a lo
largo del tiempo
Lo que quiz s haga falta recordar por sobre las modulaciones ms o menos afinadas de escribas y ventrlocuos es la capacidad de la literatura de rescribir cada
poca y con ello, por supuesto, el mundo. En este sentido, el Manual de Sergio Bianchi realiza un interesante relevo monogrfico de cmo en el siglo XX el discurso potico y el de la publicidad han trabajado en una dinmica
de mutua retroalimentacin. En un doble movimiento,
se analiza el modo en que las nuevas tcnicas litogrficas favorecieron el surgimiento del cartelismo moderno
(Chret, Lautrec, etc.) y lo protopublicitario: las estrategias compositivas y los nuevos lenguajes de la vanguardiahicieron del cartel una maquina de anunciar que
serva a propsitos artsticos, comunicativos, o de propaganda. El cambio conceptual que acarre el paso del cartelismo artstico al publicitario implic tambin la atenuacin de su funcin potica en su intento por consolidar su
fuerza persuasiva, desequilibrio que el Pop Art por un
lado y la Poesa Concreta por el otro intentaron contrabalancear a partir del cruce y la puesta en tensin de
la mayor cantidad de cdigos (y ruidos) posibles.
Pero as como las nuevas tecnologas de hoy son tambin
anacrnicamente fieles a esta mltiple servidumbre, hay
propuestaspoticas que del mismo modo se hacen eco

de esa lrica colectiva reivindicada segn Bianchi por


la poesa visiva del Grupo 70, los poemas popcretos de
Augusto de Campos, o la antipoesa de Gomringer.
En una lnea anloga, Escorzos: Catlogo japons de imgenes a mano alzada, un poemario escrito a cuatro manos,
rene en sus pginas solidez compositiva y extrema conciencia de la disolucin de la majestad del Yo, disolucion a
la que apuestan sus autores en tanto proyecto de escritura.
Escribir aqu pareciera que no slo es dilogo y azar,
sino tambin sospecho voluptuosidad en las mltiples
prdidas que a su paso la letra deja. Veamos el siguiente
poema titulado, precisamente, Escribir: teje el azar/
con inteligencia/ annima ella/ l de nombres harto.
Como los versos citados en el primer prrafo, con su respiracin cortada, sus elipsis delirantes, su mirada de fisuras, todos los poemas dejan entrever una herida, el punto
de tronche lamborghiniano que, por decisin o por antojo, se convierte en adherencia y a la vez, singularidad.
Puntualmente, el volumen est organizado en las siguientes secciones: Cuaderno de impresiones I, Estampas,
Cuaderno de impresiones II, Bocetos, Cuaderno de
impresiones III. En Estampas que es, en rigor, el corazn del libro, Facundo Ruiz e Irene Sola renen una
serie de poemas dedicados al Yo. Es interesante detenerse
en las figuras sobre las que los breves poemas trabajan:
el cuerpo, la sombra, la nada, el azar como deseo y para
finalizar, un poema dedicado a Pizarnik en el que el yo/
dupla se hace trada (Pizarnik y yo y Pizarnik) y dice:
voy a escalar un sinnimo/ hasta alcanzar mi nombre.
Reivindicando la tradicin de los mejores egocidios,
las estampas de este catlogo recogen las uas, los pelos,
los restos, las colillas del rey muerto y con esos materiales
espurios y un escenario que exuda orientalismo construyen sus galeras, como si el poema fuera ms que una fuga
de sentidos, un refugio ola fiesta de un encuentro.

MIRCOLES, 19 DE MAYO DE 2010

Teatro de guerra, por Pablo Manzano


Las teoras salvajes, Pola Oloixarac. Editorial Entropa, Buenos Aires, 2010 (3era.ed), 250 pgs. Alpha Decay, Barcelona, 2010 (3era.ed.), 280 pgs.

l despliegue de recursos hiperliterarios en esta novela fue para m una confirmacin ms de: S,
pibe, sos un escritor menor. LTS es uno de esos
libros para ir subrayando con rmel lpiz (no es absurdo
ese remilgo de subrayar con lpiz?, como si alguna vez

fusemos a borrar los trazos). Creo que eso hacen los que
escriben reseas: subrayar y tomar notas. sta es la primera resea que escribo, del mismo modo que la novela
aqu reseada es la primera que publica su autora. La penltima anotacin que realic con lpiz en mi ejemplar

| BOCADESAPO | RESEAS
143

de LTS (al concluir la lectura) dice: su autora es ms lista


que una periodista y sabe tocar todas las teclas. Y luego,
tras ojear los 14.000 links sobre la obra, escrib: ms inteligente que todos los feos instruidos del mundo, Oloixarac
se pone de pie a lo Bambi (1945) y se gana el amor de los
animalitos del bosque literario a la edad en que Jess consigui por fin lo que tanto buscaba. Conclusin: por su arsenal lingstico y su orfebrera estilstica, Pola se anuncia
como la nueva Alan Pauls.
A estas alturas es redundante hablar de lo que habla el
libro y de lo que ocurre a lo largo de sus 250 pginas, pero
por si algn despistado no est al corriente aqu va un
sencillo informe de lectura. El teatro de guerra (una guerra invisible con actores visibles) es la idea central, siempre presente en los ejes narrativos y ensaysticos que se
alternan en la novela. Hay una teora que se remonta a
1917, o mejor dicho a la era del surgimiento del miedo
en los homnidos que viven como presas huyendo de las
bestias. Ese miedo atvico es el origen de la cultura, de la
tcnica, del hombre armado en su pasaje de presa a depredador. El miedo queda grabado en la especie, se transmite y define las relaciones interpersonales y la conducta
de grupo: un escenario de guerra y voluptuosidad. Varias
dcadas ms tarde un catedrtico se acerca a esta teora, y
despus una alumna se acerca a este profesor (ella ha detectado errores graves en sus escritos y prefiere ayudarlo
a resolverlos antes que destrozarlo pblicamente en un
congreso). La alumna se acerca tambin a un ex montonero (si el profe le produce sensaciones en su tringulo
amatorio, el monto se las producir en su tringulo de
amor), para llevar a cabo una especie de experimento
blico-sexual: lo provoca, lo humilla, lo histeriquea y finalmente finge para s misma (y para el lector) que lo va a
matar. Al margen de este tro, tenemos un cuarteto: Pabst
y Kamtchowsky (fechos, inteligentudos, pertenecientes a
la tribu urbana de los que observan y estudian a las tribus urbanas) conocen a Andy y Mara (guapos, golfos y
divertidos), y si bien la confrontacin intelectual entre los
machos es inevitable las parejitas acaban alineadas en un
bando donde prevalece la simbiosis y la creatividad. Primero crean un videojuego de guerra sucia ambientado en

la Argentina de los aos setenta, luego un dispositivo para


reemplazar el mapa de Buenos Aires en Google Earth por
una ciudad mamarracho, un fotomontaje digital inspirado en la yuxtaposicin temporal que niega la Historia
entendida por su relacin causa-efecto. Esto es a grandes
rasgos lo que ocurre en LTS, una novela en la que los hechos estn subordinados al trabajo con la palabra y la elaboracin terica.
Para las almas prejuiciosas, apticas o envidiosas que
an no hayan mostrado inters por la lectura de esta obra,
advierto que se trata de una novela en la que nada desentona. Las curiosidades eruditas, el empacho bibliogrfico
y hermenutico, la sintaxis por momentos rebuscada, los
dilogos en que sus personajes se expresan como si estuvieran leyendo un texto sesudo y crtico sin el menor indicio dubitativo: nada de esto desentona. Ms ejemplos?
Cuando la protagonista llamada Rosa (que en las pginas
finales hace un guio al lector y le deja claro que no debe
ser confundida con una tal Pola) se detiene para hablar de
su hermosura, compara el tono de su piel con el marfil
lrico de Bizancio. El marfil lrico de Bizancio tampoco
desentona. El constante asomo de petulancia en la novela
puede ser entendido en trminos pardicos, como parte
de un espectculo cmico en el que, segn la autora, esa
pedantera se re de s misma. Ja.
La expresin novela inteligente encierra un oxmoron.
Creo que a estas alturas cualquier novela, por muy filosfica que se precie, no es ms que el territorio de la ancdota, el cotilleo, el exhibicionismo. Dicho esto, la pirotecnia esttico-reflexiva, la asociacin de ideas, informacin
y conocimientos (que no se limita en este caso a la mera
evocacin de referencias) convierten a LTS en una propuesta literaria de altura, y no es una cuestin de tacones,
bastante ms lcida que las propuestas formalmente renovadoras en espaol que he tenido ocasin de leer en los
ltimos tiempos.
Primera frase subrayada: el rgimen de acceso a
la empata contempornea se encuentra vinculado al uso
inteligente, glamoroso, de la crueldad.
MIRCOLES, 12 DE MAYO DE 2010

Fracasa de nuevo. Fracasa mejor, por Jimena Nspolo


Sobre la idea del comunismo. Alain Badiou, Toni Negri, Jacques Rancire, Slavoj iek y otros. Anala Hounie (comp.) Paids, Buenos Aires, 2010. 249 pgs.

e qu hablamos cuando hablamos de literatura? De qu, cuando hablamos de filosofa o de pensamiento? Pregunta idiota -si
las hay- pues, como se sabe, no invita ms que al rodeo,
a la interdiccin, a la hecatombe de los axiomas, los sentidos o las perogrulladas en red que hacen de la forma

la bandera del contenido, que confunden medio con fines,


factura con estilo y se venden esplndidas al color de la
temporada. Una pregunta que ciertamente provoca, pero
no tanto como la palabra Comunismo, la cual sospecho hace temblar hasta a las mismsimas orejas del Prncipe Carlos y de su sosas espaol. La interrogacin, enton-

| BOCADESAPO | RESEAS
144

ces, sobre la idea comunista en tanto concepto filosfico,


a partir de una tesis polmica y precisa, a saber: De Platn en adelante, el comunismo es la nica Idea poltica
digna de un filsofo, extrada del libro de BadiouDe
quoi Sarkozy est-il le nom?fue -segn informa Hounie- el
leit motiv del encuentro que se celebr en la universidad londinense de Birkbeck School of Law, en marzo de
2009, encuentro del quesurge esta compilacin de textos.
Pero hablbamos de provocaciones y de balbuceos, y
en este sentido quiero subrayar una cita tres veces mencionada a lo largo de los textos y es sta de Beckett de
su obraRumbo a peor: Intntalo de nuevo. Fracasa de
nuevo. Fracasa mejor. Y la insistencia de por qu es
preciso mantener el nombre Comunismo (un nombre
potente que sirve como la Idea que gua nuestra actividad, tanto como el instrumento que nos permite exponer las catstrofes de las polticas del siglo XX, incluidas
las de la izquierda, se indica en el Prlogo) y el hecho
de que quince de los ms importantes filsofos contemporneos se hayan reunido con este fin en una Europa cada vez ms autista y aburrida de cantarle a sus
murallas, nos indica sin duda la relevancia del gesto.
iek, uno de los organizadores del encuentro (junto a
Badiou y Costas Douzinas), seala en Cmo volver a
empezar desde el principio que la lgica capitalista
de cercar la propiedad comn ha llevado a la humanidad al lmite de la autoaniquilacin y que esta referencia a la ciudadana global y el bien comn es lo que
justifica la resurreccin de la nocin de comunismo. As,
la creciente amenaza de catstrofe ecolgica, la inadecuacin de la nocin de propiedad privada aplicada a
la llamada propiedad intelectual, las implicaciones socioticas de los nuevos desarrollos tecnocientficos (especialmente en el campo de la biotica), las nuevas formas
de aparthheidy marginalidad, sealan la urgencia de delimitar el dominio de lo que Hardt y Negri llaman lo
comn, la sustancia compartida de nuestro ser social,
cuya privatizacin en haras del beneficio del capital pri-

vado debe ser absolutamente resistido. En esta coyuntura


no hay lugar para el silencio seala Terry Eagleton, el
Preferira no hacerlo del Bartleby de Melville, ya no
implica slo dejadez, pesimismo o cobarda, el silencio
o la abstinencia se traduce hoy en inicua complicidad.
La intervencin de Jacques Rancire, autor deEl maestro
ignorante. Cinco lecciones de emancipacin intelectual, hace referencia por su parte a la necesidad de reivindicar el potencial igualitario de la inteligencia comn a fin de que
los sujetos tomen conciencia de su capacidad transformadora. Este ataque a la lgica de la ilustracin capitalista, que distribuye roles, asigna jerarquas e imparte
saberes supone tambin un llamado de atencin sobre
la misma naturaleza del evento y explica -por ejemplopor qu ninguna de las intervenciones trabaja puntualmente sobre el gobierno de lasComunasen los llamados
nuevos populismos latinoamericanos. En esta lnea, y
frente al ambientalismo de barricada de iek, la breve
intervencin de Gianni Vattimo subraya que los modelos violentos y autoritarios deben ser cuanto antes reemplazados por un comunismo dbil que construya el
cambio a travs de una positividad anrquica y realista.
El texto de Wang Hui es sin duda uno de los ms interesantes del volumen puesto que explica la absoluta paradoja de que Comunista sea el nombre del partido que
gobierna la nacin ms populosa y una de las mayores
potencias capitalistas del planeta. Recuerda as que el concepto de neoliberalismo no se utiliza solamente en el contexto de los pases democrticos occidentales, el primer
gran experimento con la formacin de un Estado neoliberal se hizo en Chile luego del golpe militar de Pinochet
Para finalizar ya que las orejas del Prncipe Carlos ahora,
ms que temblar, amenazan con hacer levantar vuelo a
toda laMonarqua quisiera citar las palabras con las
que Raymond Williams finalizaCultura y sociedad 17801950: Tenemos que asegurar los medios de vida y los
medios de comunidad. Pero qu habr de vivirse luego
con esos medios es algo que no podemos saber ni decir.

MIRCOLES, 12 DE MAYO DE 2010

Cuando el ingls es yoruba, por Anna Rossell


El bevedor de vi de palma, de Amos Tutuola.Trad. de Emili Olcina. Laertes, Barcelona, 2009, 127 pgs.

mo hacer una justa crtica literaria sobre


textos creados en y a partir de un mundo
cultural ajeno? Esto se plantea cualquier
crtico del canon occidental ante una novela comoEl bevedor de vi de Palma, del nigeriano Amos Tutuola, que ha
publicado Laertes. Por ello en nuestro contexto el libro
ha suscitado las reacciones ms controvertidas: ha provocado entusiasmo en unos y profundo rechazo en otros.

Tambin el de algunos intelectuales africanos, que, contaminados por valores coloniales, no consiguieron liberarse de la colonizacin cultural otros en cambio, como
Chinua Achebe, Wole Soyinka o Ngugi wa Thiongo, lo
aclaman como uno de los grandes escritores subsaharianos universales-. Y es que el texto de Tutuola no encaja en los esquemas literarios de costumbre en esta parte
del mundo. Es absolutamente original. Desde la inde-

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145

pendencia de los pases africanos en los aos sesenta ha


habido muchos escritores africanos que han publicado
ficcin, pero la mayora lo ha hecho siguiendo modelos literarios occidentales en las lenguas de sus antiguas
metrpolis. No es ste el caso del autor que nos ocupa.
El bevedor de vi de palmatambin publicado en espaol
(Ediciones Jcar, 1974) y en euskera (Pamiela, 1993)- fue
la primera novela de Amos Tutuola (Abeokuta 1920 -Sur
de Nigeria Ibadn 1997) y la primera novela nigeriana
en ingls (1952). Su mayor mrito estriba a mi entender
en que se trata de un texto con voluntad de crear escuela.
No porque lo que all se lea sea nuevo. No lo es para los
yorubas nigerianos. Lo novedoso es ponerlo por escrito y
con renovada creatividad para que lo que se narra se perpete en forma de libro. Con sus compaeros de generacin Cyprian Ekwensi, Timothy Aluko, Gabriel Okara,
y el ms joven Kojo Laing, Amos Tutuola pertenece a
un grupo de escritores que desea sentar los cimientos de
la literatura autctona nigeriana, libre de colonizacin.
La novela, relato o sucesin de cuentos hilvanados difcil
encorsetar el texto en uno de nuestros gneros- describe la
historia de un joven que, a la muerte de su sangrador de
vino de palma, emprende un viaje en su busca al pas de
los muertos. Al poco tiempo de ponerse en camino el protagonista se gana los favores de un rey a cuya hija desposa.
La pareja inicia as un recorrido por mundos fabulosos y
mticos, compartimentos estancos subsiguientes, donde se

encuentra con los seres ms diversos, temibles y bondadosos, que suponen para ellos duras pruebas o instrumentos
de ayuda para superarlas en los parajes ms intrincados y
enigmticos. Sus aventuras constituyen un viaje inicitico
en el que los dos protagonistas aprendern valores morales y cvicos enfrentndose al hambre de una poblacin,
a la sequa generalizada, a los llamados fantasmas de la
maleza, a extraos seres blancos... Una suerte de novela
de formacin con ecos deLas Aventuras de Alicia en el pas de
las maravillas, de Lewis Carroll. Tutuola bebe de las fuentes
ms genuinas de su cultura, utiliza los mitos yorubas de la
literatura oral negroafricana para componer su fabulosa
cadena de historias y lo hace en un ingls incorrecto, simple y naiv, un ingls agramatical, que construye con la intencin de adaptar el yoruba hablado a la lengua inglesa.
Su conciencia descolonizadora aflora en la voluntad de
imponer la mentalidad yoruba a la lengua del colono y
domesticarla, y no al revs. Crea as un ingls pidgin, un
estilo peculiar de frases cortas, oraciones inacabadas, repeticin machacona de estructuras gramaticales simples,
inslitas sustantivaciones y adjetivaciones, que ha sabido
trasladar muy airosamente el traductor Emili Olcina al
cataln. Un libro, en definitiva, que aporta un aire nuevo
a la esttica literaria occidental. Del mismo autor se ha
publicado tambinMi vida en la maleza de los fantasmas(Siruela, 2008).
MIRCOLES, 28 DE ABRIL DE 2010

Pedagoga, narrativa y deporte, por Jimena Nspolo


Segundos afuera, Martn Kohan. Sudamericana, Buenos Aires, 2005. 240 pgs.Museo de la revolucin,Martn Kohan. Mondadori, Buenos Aires. 192 pgs.

(Resea publicada originariamente en la revistaQuimera,


Nro.288, Barcelona, Noviembre 2007).

n los textos de Martn Kohan hay un preocupacin a mi entender central. Recordemos que,
con apenas cuarenta aos, este escritor ha desarrollado hasta el momento una extensa produccin. Ha
publicado seis novelas:La prdida de Laura(1993),El informe(1997),Los cautivos(2000),Dos veces junio(2002),Segundos afuera(2005),Museo de la revolucin(2006); dos libros
de cuentos:Muero contento(1994),Una pena extraordinaria(1998); y tres libros de ensayo:Imgenes de vida, relatos de
muerte(1998),Zona urbana. Ensayos de lectura sobre Walter Benjamin(2004) yNarrar a San Martn(2005). Esa preocupacin
que, con variaciones, se formula a lo largo de sus libros podra quiz resumirse a partir de una lectura atenta deSegundos afuera en la siguiente pregunta: Cmo conciliar
narrativamente los nodos conceptuales pertenecientes a la
alta cultura junto a los grandes fenmenos de identificacin y movilizacin de masas? Subrayemos que lo ma-

sivo, aquello que luego cristaliza significados en el mito,


es de por s para Kohan altamente atractivo ya sea como
problema a razonar en sus ensayos (Eva Pern, San
Martn, el padre de la patria) o como eje temtico a abordar en sus ficciones (ftbol y deportes, la heroicidad, la praxis revolucionaria en una coyuntura poltica dada, etc.).
El hecho de que Kohan comenzara su periplo narrativo
publicando en la coleccin de Novela Histrica de la Editorial Sudamericana durante los aos 90 no es un dato
menor. Si bien, en sus comienzos, abordar dicha preocupacin con los artificios formales que le ofreca el gnero le
permiti desentenderse de la certeza de que ya el Pop Art,
a mitad del siglo XX, haba ensayado algunas respuestas
estticas a esa misma inquietud respuestas que se actualizaron, por ejemplo, muy cabalmente en la obra de Manuel Puig, tambin le imprimi temprana e irrevocablemente a su escritura cierta pedagoga en las formas de la
que hasta el momento Kohan no ha podido desprenderse.
Veamos, por ejemplo, cmo est orquestada su ltima y
quiz junto aDos veces junio ms lograda novela:Museo

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de la revolucin. El narrador protagonista llega a Mxico


comisionado por un editor para hacer algunas gestiones
y contactar a una mujer, Norma Rossi, puesto que ella
tiene en su poder el manuscrito de un guerrillero y quiere
entregrselo. La novela se sucede entonces combinando
estas dos historias, la de Rubn Tesare (el autor del cuaderno en cuestin), un joven estudiante de abogaca de
veintitrs aos que es detenido por un comando militar
en 1975 mientras cumple las instrucciones de su organizacin guerrillera, y la de Marcelo, el joven que llega a
Mxico buscando ese manuscrito que, con el correr de
los das, no lograr obtener puesto que su duea dilata
la entrega y a cambio le ofrece extensas escenas de lectura. Norma Rossi le lee a Marcelo el cuaderno de Rubn
Tesare, y qu contiene el cuaderno?: Sesudas reflexiones sobre la revolucin, sobre Marx, Lenin, Trotsky
Y Marcelo qu hace? Escucha las lecciones del revolucionario en boca de su improvisada maestra que es
por cierto veinte aos mayor que l. El saber cristalizado, normalizado en el cuaderno, se imparte y el
lector el lector modlico de Kohan, claro lo agradece.
Si a partir de Borges, el binomio saber/representacin
entraba ineluctablemente en crisis una crisis que ha
recorrido incluso todo el pensamiento occidental contemporneo, la narrativa de Kohan evade con arrojo
esta conflictiva puesto que el principal pilar sobre el
que se asienta es, en principio, un plus supuesto de saber: la investigacin historiogrfica que supone la elaboracin de un texto que cuadre dentro del gnero novela histrica, la investigacin filosfica en el campo
de las ideas para dar sustento en este caso al escrito
monogrfico de Tesare, o la investigacin cuasipolicial a partir de fuentes grficas en por ejemploSegundos afuera. El saber, en los textos de Kohan, no slo debe
necesariamente existir sino que adems debe necesariamente ser impartido para que la narracin tenga lugar.
En este sentido, resulta esclarecedor observar cmo los
extensos dilogos entre Ledesma y Verani (un periodista
de cultura y otro de la seccin deportes, respectivamente)
ya diseaban enSegundos afueraaquella relacin maestro/
alumno que anteriormente apuntramos enMuseo... Veamos un dilogo cualquiera: Le digo porque usted se embala y me pierde de vista que estamos hablando de un
msico exquisito, de un msico de vanguardia; usted me
hace un menjunje de todo y se piensa que da lo mismo
una sinfona de Mahler que una zamba o una cueca. /
Usted dijo folklore, yo no. / Se lo digo para que usted
entienda, Verani, pero usted no entiende. / Puede ser
que yo no entienda, no se lo voy a negar. Pero usted reconozca que no lo est explicando bien. Uno, Ledesma,
defiende a lo largo de toda la novela la msica de Mahler, de Strauss, los valores de la alta cultura; el otro,
Verani, especie de bruto devenido periodista que se emo-

ciona con las multitudes y el deporte, opone escasos argumentos y escucha paciente las lecciones. El mundo del
deporte es, en este sentido, el polo del opuesto del deber
y la cultura; es lo real en s, lo que acontece y oficia
de escenario y, a la vez, marco feroz. EnDos veces junio,
por ejemplo, el mundial del 78 es el atroz teln de fondo
donde se desarrolla la oscura trama de represin, torturas,
complicidad y muerte que rodea al narrador protagonista.
Pero volviendo aSegundos afuera,en el medio, conciliando
posiciones entre ambos periodistas, irrumpe el narrador
(en la pgina 122): Porque si Ledesma pretenda que el
mundo del cuarto de hotel escapara de la irradiacin invasora de la gran pelea, tena por fuerza que relativizar la hiptesis de la expansin totalitaria que el mismo postulaba.
Para tener razn contra Verani, tena sin embargo que
darle la razn a Verani. No lo dije por conformar a los dos
ni por resultar salomnico. Pero vi asentir a uno y a otro
y supe que los haba convencido a ambos. As, lo real,
el acontecimiento del que da cuenta la prensa grfica,
la gran pelea entre el argentino Firpo y el norteamericano
Dempsey y con ella la gran multitud que la sigue y, por
el otro lado, la extraa muerte de un msico suizo que es
dirigido por la batuta de Strauss en la Buenos Aires de
1923, esas dos realidades consideradas hasta el momento
de manera inconexa, el narrador intenta unirlas, conciliarlas, en la hiptesis que baraja junto a los periodistas
para explicar esa muerte. Pero, cuando la novela ya ha tenido lugar, el testimonio del msico argentino que reemplaz en su momento al suizo vuelve a escindir ineludiblemente las esferas: La narracin gana entonces la partida
y, con ello, el autor se asegura ms variaciones tesoneras
para un mismo artificio. Los puntos ciegos, las historias
no contadas y que se vislumbran entre los intersticios de
lo dicho, adquieren con todo hacia el final del texto
tanto peso como la realidad deportiva que se impone.
Asimismo, debemos sealar que este plus de saber sobre
el que se asientan los textos supone tambin el despliegue de una estrategia de escritura, aquello que comnmente llamamos estilo, caracterizado aqu por la utilizacin de un lenguaje llano, altamente comunicativo, que
apunta ante todo a la naturalidad. As, leemos enLos
cautivos(sic): contar bien es como cagar bien. Ni muy
blando ni muy espeso. Mejor de un tirn que tardando.
Mejor sueltito que con trabajo

Lo que queda, por Mauro Peverelli

MIRCOLES, 21 DE ABRIL DE 2010

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La mitad mejor, Marcos Herrera. Editorial 451, Madrid, 2009.

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orillas de un ro suburbano, y enclavados en un


basural en constante crecimiento, se encuentran
los ranchos de Juan y de Leira. Desde all, desde
esa mancha borrosa y sucia se extienden los hilos sensibles
de una historia inmensamente lcida y desoladora, una
historia atravesada por un puado de putas indias (propiedad de Leira) capturadas en el corazn de una isla selvtica, una organizacin de nios criminales comandada
por un chico apodado Ho Chi Min, un viudo (Juan) que
recoge nios de la calle como si protagonizara el relato
moral de una parbola sucia escrita en un evangelio antiguamente censurado, y un periodista que juega al investigador y que va probando los venenos creyendo encontrar
all sus posibles antdotos. Sobre todos ellos sobrevuela la
sombra de La Foca, figura omnipresente que lidera una
organizacin que articula redes de prostitucin con la distribucin de drogas experimentales. El relato avanza con
el ritmo vertiginoso de una msica veloz y enloquecida
pero de la que igual se distinguen con fidelidad cada una
de sus notas; a su paso la sensacin ms consistente es la
que deja entrever la erosin que el sistema va infligiendo
a la vida social, dejando bien en claro, a su vez, que en
la estructura capitalista las conectividades posibles y fluidas, entre los diferentes estratos sociales, y por encima de
las otras, son la corrupcin, la violencia y el crimen. En
el contexto de una degradacin y una crisis de valores
de las ms agudas de la historia argentina, la novela de

Herrera logra una fuerte filiacin con textos fundamentales comoEl Mataderode Echeverra yLa Refalosade Ascasubi, tanto en la ferocidad de una trama en los hechos
concretos, como en la agudeza con que el autor distingue
el cruce de dos pocas: Se haba dado cuenta que para
sobrevivir haba que funcionar como una organizacin
criminal y no como una clula revolucionaria sentencia el narrador, o: Mulno mir la oficina. Refaccionada
y recin pintada. Todo el edificio haba sufrido una de
esas transformaciones que intentaban reflejar la ideologa dominante. Acrlico, vidrio, aluminio, luces dicroicas,
etctera. Cualquiera, en esos lugares, senta la obligacin
() de portar pensamientos relacionados con la eficacia, la competitividad y la amabilidad marquetinera.
Se trata de una potica que se diferencia enormemente
de las expresiones del realismo en boga, ante todo, por
una meloda que subyace debajo del discurso, desde all se
oyen los sutiles acordes de una voz que tambin se distancia de las sofisticaciones esquemticas del academicismo
y que se acerca (porque es parte), a un mestizaje propio
de las clases vulnerables, un yacimiento al que la cultura
rioplatense le debe muchas de sus mejores expresiones: el
nacimiento del tango, las milongas sureas de almacn,
las voces arltianas y onettianas, los desvalidos y a la vez
potentes trazos de Berni y de Quinquela, el asado hecho
en el piso y las exquisiteces de la mejor comida preparada
con lo que queda.
MIRCOLES, 7 DE ABRIL DE 2010

Llegar tarde, ser viejo en primavera, por Diego Bentivegna


Por la puerta entornada, de Ricardo H. Herrera.Crdoba, Alcin, 2009.

a piedra desgastada, los guijarros en la vera de


un ro escueto de montaa que se pierde lentamente, el crepsculo que se mira desde la sierra
o desde las orillas de Buenos Aires, el follaje, caduco o
persistente, de algunos rboles y plantas (el pacar): esa
percepcin de objetos trabajados por el tiempo es la experiencia sobre la que se escriben los poemas reunidos
enPor la puerta entornada.Como en la produccin anterior
de Ricardo Herrera, las percepciones que desencadenan
la poesa son percepciones de la sequedad, de lo concreto:
en ltima instancia, son cristalizaciones de un paisaje
del que se observa, se fija, detalles especficos. Fugaces.
La poesa de Herrera es, en este sentido, un intento de
preservar en algn lugar esas formas naturales fijas, pero
al mismo tiempo sometidas al desgaste de los elementos

(el paso del agua, el golpe del viento, el crepitar del fuego).
Por un lado, su poesa tiende hacia el suelo, hacia la piedra,
que es la piedra de Traslasierra o la piedra de alguna playa
atlntica, pero es tambin la piedra seca, cos prosciugata,
de LAllegria de Ungaretti o los huesos resecos de la jibia
de Montale, dos de los poetas que Herrera ha traducido
y retraducido en un trabajo minucioso de aproximacin a
la voz del otro y de construccin de una diccin propia.
La poesa de Herrera se obsesiona adems por el enigma
que habita el interior de los objetos, lo entraable de la
palabra: el interior de la piedra de la que puede brotar, tal
vez, agua, o, tal vez, una msica de palabras que remedan
la rtmica latina; el interior del hueso en el que resuena
el eco del vaco que suscita el poema, que lo acerca al
lugar en el que la voz falla, en el que la voz caduca en el

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silencio: Y mi voz / hablando calla ante ese puro lmite /


de la necesidad; la flor, los rboles, / los pjaros, el ritmo
tan solcito / de tu cuerpo que viene hacia mi cuerpo.
Esas experiencias de la dureza y del desgaste, del llenado y
de la oquedad, se manifiestan en la poesa de Herrera en una
labor sobre la escritura: mi escritura / desposa ese tranquilo
encantamiento, / mitiga tu abandono en el silencio (19).
En su taller de escritura, Herrera trabaja la concentracin y la bsqueda. En principio, el trabajo del poeta
consiste en un trabajo sobre el ritmo, en un trabajo sobre las medidas, los acentos y los pliegues. Su poesa se
articula con una tradicin que, lejos de ser desechada,
Herrera estudia en sus textos crticos, reunidos ya en
varios volmenes: una serie de lecturas que evidencian
elecciones que, justamente por su preferencia por lo clsico y por lo mesurado, resultan inquietantes y cuestionadoras de un cierto estado de la poesa, desajustadas
para el panorama potico argentino de los ltimos aos.
Esa crtica entrelaza as una escritura atrozmente contempornea y las poticas que en algn momento se pensa-

ron como constitutivas de la poesa argentina (como las de


Enrique Banchs o Ricardo Molinari). Desde un punto de
vista formal, la poesa de Herrera plantea esa relacin a
partir del trabajo sobre un metro especfico, el endecaslabo, del que se explora a lo largo de todo el poemario intensidades, posibilidades, lugares de estabilidad y de apertura. Es el endecaslabo el metro que est en la base de los
dos movimientos compositivos que, entiendo, atraviesan
todo este poemario de Herrera: la exploracin de formas
mtricas tradicionales, como el soneto, y la bsqueda de
algo del orden de lo elegaco. No se trata, como en muchas de las exploraciones actuales de la poesa argentina
de un uso en cierto punto distanciado y pardico de esas
formas, sino de una escritura que confa en la construccin y exploracin de las once slabas como ejercicio de
filiacin con un pasado que se respeta y ama. Como el
pacar de uno de los poemas del libro, el endecaslabo herreriano se aferra a una singularidad obcecada, desde el
punto de vista temporal.

MIRCOLES, 31 DE MARZO DE 2010

Un laberinto barroco para el grotesco argentino, por Adriana


Mancini
Ceviche,de Federico Levn. Buenos Aires, Editorial Aquilina, 2010, 275 pgs.

on impecable ritmo narrativo y precisa estructura,Ceviche, la ltima novela de Federico Levn,


se desarrolla en torno a las ansias de degustacin
de un robusto personaje -Hctor el Sapo Vizcarra- y un
entrometido narrador, quien apropindose de las notas
culinarias y alguna referencia ntima del diario del personaje organiza una novela desopilante con rastros de policial, tonos de nuevo grotesco argentino y algunas pinceladas gruesas de color ajeno y otras tantas bizarras.
Con mano segura, casi se dira autoritaria, el narrador condiciona la lectura. Define la composicin del texto abismndolo hasta lograr un novedoso laberinto barroco que describe tanto el espacio
de ficcin que construye como el relato que resulta.
La zona del Abasto, otrora barrio del mercado central de comercializacin de hortalizas, es el espacio por
donde circula el personaje en busca de exquisiteces peruanas. Calles, lugares con referencias precisas, apetitosas descripciones de platos tnicos y bebibles marcas de
cervezas dan cuerpo al efecto de verosimilitud del texto
que, paradjicamente, se debilita cuando el recurso se
exaspera. La hiperblica enumeracin de, suponemos,
todas las marcas forneas presentes en el famoso Shopping transforma las galeras del paseo comercial en un
espacio nocturno fantasmal en el que aparece (sin sa-

ber cmo) el protagonista, golpeado y confundido, y


a su vez, pone en escena con saludable compostura
irnica la universalidad globalizacin del espacio:
El Sapo acomoda su peso contra la puerta y piensa. En algunos lugares
del mundo (y estando en el Abasto, dice el Sapo, se est en todos los lugares del mundo), existe un momento alimentario llamadospleen.(15)
Asimismo, la cita marca otro recurso del texto logrado a
partir de la dislocacin de trminos slidamente connotados. El rastro literario de Spleen se desvanece y renace
convertido en un preciso momento ideal para deglutir la
comida elegida: el ceviche. O, tambin, dadas las reiteradas desilusiones en la ingesta de platos aparentemente promisorios, el personaje se rebela contra su adiccin y baraja
la posibilidad de convertirse en artista del hambre (23).
Los jugos digestivos del singular personaje casi un Dongui
domesticado al ritmo de sones propios y ajenos degluten
y transforman en un suculento bolo alimenticio delicias
peruanas de variada ndole junto con referencias a Kafka,
Baudelaire, Da Vinci en un ajetreado arrabal porteo. En
el trnsito, el verosmil realista se tie de parodia; y contribuyen al caso, los acertados nombres de personajes secundarios que aparecen y desaparecen de la escena segn
la mesa servida que el Sapo elija. Peruanos msico-trafi-

fantasmas, Bug Bunny, La ltima cena, etc. se entreveran


con las aspticas fechas que anuncian las notas personales
del Sapo escritas durante un caluroso diciembre de 2007.
El ltimo captulo descalabra el orden de la novela. El narrador da el zarpazo final: se presenta, confiesa sus aventuras literarias, sus jugadas apcrifas y las escenas fraguadas que hicieron posible la factura de este original texto.

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cantes, policas de dudoso rango, torturadores, travestidos,


mujeres pasionales, nios parricidas se esbozan detrs de
creativos apelativos. Sudor de Sombra, Intestino Delgado,
Alejo Frau, el Poio, el indio Mineral son algunos de los
nombres que dan cuenta del recurso y contrastan con otros
que por discretos desentonan. Los ttulos de los captulos
afirman la estrategia. Pez gordo, Acidez, Fritura, Final con

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Editorial 1
RESEAS

Arthur Schnitzler, exponente de la literatura vanguardista, Anna Rossell 2


Obsesivo (y no plido) fuego, Fabin Sobern 2
Desenmascarar la conciencia, Anna Rossell 3
Pensar en futuro, Jimena Nspolo 4
Richard Ford en el desierto, Fabin Sobern 5
Entre la novela y la historia, Anna Rossell 6
Mujeres en escena, Karina Wainschenker 8
La novela de la vida, Julieta Lerman 9
Como el agua fresca, Rosana Koch 11
El ejercicio de leer, Natalia Gels 12
La razn personal, ltima instancia de la moralidad, Anna Rossell 13
Razones para vivir la vida, J.S. de Montfort 13
Coreografas complejas: la veloz multifocalidad del presente, Walter Romero 14
La mirada indiscreta, Laura Cabezas 15
Vender la piel del oso antes de cazarlo, Anna Rossell 16
Un cruel caleidoscopio de la ciudad, Fabin Sobern 17
Mutilacin como esencia natural del ser humano, Anna Rossell 18
(A vueltas) con la novela de la vida, J.S. de Montfort 19
Retrato en penumbras de una generacin perdida, Fabin Sobern 20
Declogo del Perfecto Manipulador, Jimena Nspolo 20
Msica y resistencia espiritual en el Holocausto, Rosa Chalkho 21
A pelo sobre el lenguaje, Ana Ojeda 22
Extraa forma de madurez, J.S. de Montfort 23
La escritura como profesin, Rosana Koch 24
El oficio de lector, Fabin Sobern 25
Peligro, poesa!, Jimena Nspolo 26
Un futuro brillante, Fabin Sobern (Entrevista a Ernesto Mallo) 27
Tenemos que hablar de..., Natalia Gels 28
nimo y nimas de animales, Jimena Nspolo 29
Un presente maravilloso, J.S. de Montfort 31
Declogo del Perfecto Provocador, Jimena Nspolo 32
Entre el verde y el fro, Natalia Gels 32
Conversaciones con Cline, Fabin Sobern 33
La intimidad, una serie de violencias salteadas, Marcos Seifert 33
Sobre la conflictividad constitutiva del espacio urbano, Ramiro Segura 34
Cuestin de ritmo, J. S. de Montfort 35
El desconcierto del presente, Felipe Benegas Lynch 36
Las fascinantes crnicas de un dandy sombro, Fabin Sobern 37
La escancin como dispositivo proliferante, Silvana Lpez 38
El ejercicio de mirar, el desafo de nombrar, Natalia Gels 39
Un curioso club, Fabin Sobern 40
El humor como credo, Rosana Koch 41
Haciendas, Jimena Nspolo 42
Los enemigos de la poesa, J. S. de Montfort 43
Virtudes y callejones, Jimena Nspolo 44
La incomodidad de los hechos, Felipe Benegas Lynch 45
La epopeya del aprendiz de lenguas, Pablo Manzano 46
Una pausa en los ladridos, Mauro Peverelli 49
Recuerdos del presente, J.S. de Montfort 49
La imaginacin maniatada, J. S. de Montfort 50

| BOCADESAPO | NDICE

| BOCADESAPO | DOSSIER CUERPOS

SUMARIO

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| BOCADESAPO | NDICE
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Vivir afuera, Marcos Seifert 51


La maestra de la sencillez, Anna Rossell 52
El azar de la digresin, Marcelo Damiani 53
Lo que da sentido al mundo, Julieta Tonello 54
Ese silencio que grita, Rosana Koch 55
Las tormentas privadas, Natalia Gels 56
Cavilaciones de una santa, Felipe Benegas Lynch 57
Las lgrimas de Handke, Christian Mart-Menzel 57
Pariente del mar, Marta Aponte Alsina 60
Voz a ti debida, J. S. de Montfort 60
Regresin romntica a un pasado mtico, Anna Rossell 61
La pregunta con respuesta, Rosa Chalkho 62
Metforas de la vida, Leticia Moneta 63
Sobre las pequeas intenciones, Fabin Sobern 64
El escritor argentino y la tradicin en el siglo 21, LauraCabezas 65
Filosofa en clave de novela negra, Anna Rossell 66
Arroz con monstruos, Walter Romero 67
ngela!, Jimena Nspolo 68
Una navaja en la cartera, Marcos Herrera 69
El temblor del hijo, Felipe Benegas Lynch 70
La importancia del artista, J. S. de Montfort 71
Juegos rabiosos, Jimena Nspolo 72
Algo parecido a un destino, Mauro Peverelli 73
La tentacin artefactual, Walter Romero 74
La sopa del dolor, Jimena Nspolo 75
Narratividad y empata, J. S. de Montfort 76
Los dos lados de la trampa, Felipe Benegas Lynch 77
Una profeca literaria sobre el genocidio judo, Anna Rossell 78
Una reunin de lectores en la Librera Argentina, Silvana Lpez 79
Un sutil aleteo la muerte, Natalia Gels 80
Certificacin de lo invisible, J.S. de Montfort 80
De absurdo en absurdo: la tica del escritor, Felipe Benegas Lynch 81
Tan rara y visceral como encontrar mandrgora, Rosana Guardal 82
La irresolucin de Descartes, J. S. de Montfort 83
La belleza entre las manos, Ignacio Bosero 84
Periodismo a pie de calle. Crnica de la posguerra alemana, Anna Rossell 85
El jardn de los presentes, Felipe Benegas Lynch 86
Las vanguardias bajo el microscopio, Anna Rossell 86
Erudicin al alcance de los nios, Jimena Nspolo 87
Un cuento que nos sepamos todos, Diego Niemetz 89
La conspiracin impensable, Marcelo Damiani 90
Natural o extravagante, Natalia Gels 91
Memorias dolientes y largos peregrinajes, Laura Mombello 92
Desde la mirada ajena, Rosana Koch 93
Afueramente adentro, Walter Romero 94
El gran pez, Mauro Peverelli 95
Civilizacin & Barbarie, J. S. de Montfort 96
La araa, el ojo, la fiebre, Jimena Nspolo 97
Las vueltas de lo siniestro, Natalia Gels 98
Circularidad de la Nada, Jos Sabater de Montfort 99
Las orillas sin ro, Nicols Hochman 100
La alquimista de lo leve, Natalia Gels 101
La escritura de la existencia, Rosana Koch 101
La totalidad perceptiva del arte
(o la decadente nostalgia del remake), J. S. de Montfort 102

De crnicas y domadas, Natalia Gels 103


Piezas breves, piezas de resistencia, J.S. de Montfort 104
Para una literatura no principesca, Jimena Nspolo 105
Victoria, Ignacio Bosero 106
Mantener a raya a los muertos, Mauro Peverelli 107
Ms vasos, ms sed y ms botellas, Marcelo Damiani 108
El campo, el ro, la ciudad, Sandra Gasparini 108
Otros textculos, Ana Ojeda 109
Msica en tensin, Matas Scafati 110
El rbol de la vida, Rosana Koch 111
Los invisibles, Natalia Gels 112
Elogio del experimento (trunco), Jimena Nspolo 112
Textculos, de Ana Ojeda 114
Proyecto Cine, Fabin Sobern 115
Perversiones al alcance de la mano, Nicols Hochman 116
El sueo real , Ignacio Bosero 117
Utopa vindicada, Gisela Heffes 118
Tragedias familiares, Marcelo Damiani 120
El cortejo canbal, Natalia Gels 121
La infancia en pedazos, Mauro Peverelli 122
Esa carrera loca, Jimena Nspolo 123
De falsaciones y falsarios, Jimena Nspolo 124
Situarse en la duda, Rosana Koch 124
La escritura propia, Ignacio Bosero 125
Periodismo que respira, Natalia Gels 126
La literatura del detritus y la resucitacin: Quignard, el jansenista,
Walter Romero 127
Etreo palpitar de los corazones, Natalia Gels 128
La inutilidad de las cosas, Pablo Manzano 129
Un Wilcock desconocido, Nicols A. Chiavarino 130
La marca del jugador del pueblo, Natalia Gels 131
Hondonada, Marcelo Damiani 132
Deber las promesas, Ignacio Bosero 132
Palabra de pie, Jimena Nspolo 133
Restos literarios, Marcelo Damiani 134
La novela como voltereta, Walter Romero 135
Mujeres que cocinan sombras, Natalia Gels 136
Noticias de un fantasma, Jimena Nspolo 137
Un libro visionario pensado para el porvenir, Marcelo Damiani 138
Sueo con nios, Jimena Nspolo 139
Hacia un canon personal, Marisa do Brito Barrote 140
En el orden de lo compartido, Diego Bentivegna 141
Manual de instrucciones egocidas, Jimena Nspolo 142
Teatro de guerra, Pablo Manzano 142
Fracasa de nuevo. Fracasa mejor, Jimena Nspolo 143
Cuando el ingls es yoruba, Anna Rossell 144
Pedagoga, narrativa y deporte, Jimena Nspolo 145
Lo que queda, Mauro Peverelli 147
Llegar tarde, ser viejo en primavera, Diego Bentivegna 147
Un laberinto barroco para el grotesco argentino, Adriana Mancini 148

HUMOR

Humor crnico, Carlos Maslaton 149

15 BOCADESAPO
ISSN 1514-8351

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