Con este artículo pretendo ratificar a través de las once traducciones lopescas de los Salmos, poemas de signo clasicista que parten de la tradición humanista de las versiones bíblicas, un procedimiento continuo en su obra, consistente en...
moreCon este artículo pretendo ratificar a través de las once traducciones lopescas de los Salmos, poemas de signo clasicista que parten de la tradición humanista de las versiones bíblicas, un procedimiento continuo en su obra, consistente en la imbricación poética de los debates sobre poesía y también de experiencias vitales. Los Salmos se publican en dos momentos muy significativos en la trayectoria poética y biográfica de Lope. En Pastores de Belén (1612) aparecen seis salmos y en La Circe (1624) cuatro, más otro último en la Corona trágica (1627), siendo en cada caso una pequeña muestra de lo que preocupa al autor por esos años. Así pues, en la primera parte del estudio se analizan uno por uno los primeros seis poemas, caracterizando su métrica y su naturaleza, ya sean de arrepentimiento o de alabanza. De hecho toda la obra resulta ser una especie de palinodia frente a la poesía profana de las Rimas, El más interesante de todo el conjunto, dispuesto a partir de unas determinadas coordenadas de ordenación, es el salmo 136, de enorme repercusión en las letras españolas, que se convierte en una especie de recusación de la poesía profana a favor de la divina, de ahí el título del artículo, y que obtendrá ecos en el prólogo del propio libro o de las Rimas sacras. Las cuatro piezas de 1624 conforman una sección aparte del libro misceláneo y como tal tienen un prologuillo propio. Ahí Lope explica las consonancias metaliterarias de las traducciones hechas como una especie de exorcismo frente a los murmuradores y enemigos que lo atenazaban por entonces.