ENTRADA: PICADA SURTIDA, PANES SABORIZADOS A GUSTO Y BEBIDA 1. “¡Ojalá Dios nos envíe también ahora su Palabra y ablande con ella nuestro corazón! Que sople con fuerza su espíritu y nos haga inteligibles sus palabras: que sean para...
moreENTRADA: PICADA SURTIDA, PANES SABORIZADOS A GUSTO Y BEBIDA
1. “¡Ojalá Dios nos envíe también ahora su Palabra y ablande con ella nuestro corazón! Que sople con fuerza su espíritu y nos haga inteligibles sus palabras: que sean para nosotros más preciosas que el oro fino, más dulces que la miel de un panal que destila” .
2. “Todas las palabras van cargadas de sublimes misterios y cada una destila su celestial dulzura para quien las desmenuza atentamente, sabiendo sacar miel de las piedras y aceite de la durísima roca del pedernal” .
3. “Guarda así la Palabra de Dios… Métela en las entrañas de tu alma; que la asimilen tus afectos y tus costumbres. Come a gusto, y tu alma saboreará manjares sustanciosos…Si guardas así la Palabra de Dios, ella te guardará a ti sin duda alguna. El Hijo vendrá…” .
4. “Donde esté la Palabra del Señor no faltará el pan que conforta el corazón…El hombre vive en la palabra que pronuncia Dios por su boca; el hombre vive en Cristo, y Cristo en él. Allí nace, allí se muestra” .
5. “… ¿vas a poner todo tu afán únicamente en atender a las necesidades de los sentidos, cuando todo puedes encontrarlo en la Palabra de Dios? Esa palabra es como el maná que tiene mil sabores y el más agradable aroma…” .
6. “…he aquí los siete panes con que nos alimentamos. El primero es la Palabra de Dios, en la cual, como él mismo lo afirma, esta la vida del hombre…el segundo, la obediencia… el tercero, la santa meditación, de la que se dice: la reflexión te protegerá…” .
7. “Nosotros nos alimentamos ahora con estos panes y rumiamos en gozosa meditación esa inefable esperanza. Ya llegará el momento en que nuestro manjar no será la esperanza, sino la realidad y su cumplimiento y cada pan se convertirá en una espuerta de panes” .
8. “La palabra divina es un agua de sabiduría que salva, apaga la sed, y además lava... cuece también los pensamientos más crudos de la carne, cuando se ponen al fuego del Espíritu Santo. Los convierte en sentimientos espirituales y en manjar del corazón…” .
9. “…cuando rumiamos con avidez de espíritu sus mensajes y los juicios de su boca, meditando su ley día y noche, demos por cierto que está presente el esposo y nos habla, para que, seducidos por su palabra, no nos cansemos de nuestros esfuerzos” .
10. “Porque son dulces para la gracia, fecundas para los sentidos y profundas por sus misterios… uno se esos manjares selectos por su triple virtud: exquisitos para saborearlos, sólidos para alimentarnos, eficaces para curarnos” .
PRIMER PLATO: AGRIDULCE Y CALIENTE
“¡Con qué devoción y humildad y con qué atención debemos acoger los pensamientos que llevan a la salvación! Como lo que son: palabras de la bondad de Dios… Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen ¿Queréis saber qué felices son? Cuando la voz divina comienza a resonar en los oídos de su alma, la turba, la aterra y la juzga. Pero inmediatamente, si no se cierra el oído, la llena de vida, la ablanda, calienta, ilumina y purifica. Y finalmente, se convierte en nuestro alimento, arma defensiva y medicina, en nuestra fortaleza y descanso, en nuestra resurrección y plenitud total. No te asombres de que la palabra de Dios facilita ahora todo lo que se refiere a la justificación: mañana será el manantial de nuestra glorificación.
Pero el pecador la escucha y se retuercen sus entrañas: ante esa voz tiembla el alma carnal. Esta palabra viva y eficaz descubre y condena lo más secreto del corazón, y escudriña los pensamientos y sentimientos. Por eso, aunque estés muerto en el pecado, si escuchas la voz del Hijo de Dios, vivirás. Pues la palabra que pronuncia es espíritu y vida. Si tienes endurecido el corazón, recuerda aquello de la Escritura: El enviará su palabra y lo derretirá. A la voz de mi amado, mi alma se derritió. Si eres tibio y temes ser vomitado, no te alejes de la palabra de Dios y ella te inflamará, porque es una palabra de fuego. Y si lloras en la oscuridad de la ignorancia, escucha atentamente qué te dice el Señor: la palabra del Señor será lámpara para tus pasos y luz en tu sendero.
Y es muy posible que te haga sufrir mucho, al ver con toda claridad hasta tus más mínimos pecados. Pero el Padre te santificará en la verdad –eso es su palabra- y merecerás escuchar con los apóstoles: Vosotros ya estáis limpios por el mensaje que os he comunicado. Cuando te hayas lavado las manos en la inocencia fíjate en la mesa que te he preparado, para que no vivas sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios; y con la fuerza de ese alimento corras por el camino de sus mandatos.
Si un ejército acampa contra ti y la tentación te declara la guerra, toma la espada del espíritu –la palabra de Dios- y triunfarás fácilmente. Si resultas herido –cosa frecuente en las batallas-, enviará su palabra para curarte, y te salvará de la muerte. Y dirás lo mismo que el centurión, cuya fe mereció un gran elogio: Señor, di una sola palabra y mi criado curará. Si vacilas algo, ten confianza y grita: Por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas; y tanto te animará con sus palabras, que comprenderás por experiencia cómo la palabra del Señor hizo el cielo y el aliento de su boca sus ejércitos” .
SEGUNDO PLATO: PAN DE CARNE (DE CORDERO)
“A vosotros, hermanos, deben exponerse otras cosas que a los mundanos, o al menos de distinta manera. A ellos debe ofrecerles leche y no comida, el que en su magisterio quiera atenerse al modelo del Apóstol. Pero también enseña con su ejemplo a presentar alimentos más sólidos para los espirituales, cuando dice: Hablamos no con el lenguaje del saber humano, sino con el que enseña el Espíritu, explicando temas espirituales a los hombres de espíritu. E igualmente: Con los perfectos exponemos un saber escondido, como pienso que ya sois vosotros sin duda. A no ser que os hayáis entregado en vano durante tanto tiempo a la búsqueda de las cosas espirituales, dominando vuestros sentidos y meditando día y noche la ley de Dios. Abrid la boca no para beber la leche, sino para masticar el pan. Salomón nos ofrece un pan magnífico y muy sabroso por cierto: me refiero al libro titulado el Cantar de los cantares. Si os place, pongámoslo sobre la mesa y partámoslo.
Si no me engaño, la gracia de Dios os ha enseñado suficientemente a conocer este mundo y despreciar su vacío mediante la palabra del Libro del Eclesiastés. ¿Y el Libro de los Proverbios? ¿No habéis hallado en él la doctrina necesaria para enmendar e informar vuestra vida y vuestras inclinaciones? Saboreados ya estos dos libros en los que habéis recibido del arca del amigo los panes prestados, acercaos también a tomar este tercer pan, el que mejor sabe.
Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo. Estos dos libros combaten esa doble peste: uno cercena con el escardillo de la disciplina toda tendencia desordenada y todo exceso de la carne. El otro aclara agudamente con la luz de la razón el engañoso brillo de toda gloria mundana, diferenciándolo certeramente del oro de la verdad.
Es decir, entre todos los afanes mundanos y deseos terrenos, opta por temer a Dios y seguir sus mandatos. Y con toda razón. Porque ese temor es el principio de la verdadera sabiduría; y esa fidelidad, su culminación. Al fin, sabido es que la sabiduría auténtica y consumada consiste en apartarse de todo mal y hacer el bien. Además, nadie puede evitar el mal adecuadamente sin el temor de Dios, ni obrar el bien sin observar los mandamientos.
Superados, pues, estos dos vicios con la lectura de ambos libros, nos encontramos ya preparados para asistir a este diálogo sagrado y contemplativo que, por ser fruto de entrambos, sólo puede confiarse a espíritus y oídos muy limpios.
De no ser así, si antes no se ha enderezado la carne con el esfuerzo de la ascesis, sometiéndola al espíritu, ni se ha despreciado la ostentación opresiva del mundo, es indigno que el impuro se entrometa en esta lectura santa. Como la luz invade inútilmente los ojos ciegos o cerrados, así el hombre animalizado no percibe lo que compete al espíritu de Dios. Porque el Santo Espíritu de la disciplina rehúye el engaño de toda vida incontinente y nunca tendrá parte con la vaciedad del mundo, porque es el Espíritu de la verdad. ¿Podrán tener algo en común el saber que baja de lo alto y el saber de este mundo que es necedad a los ojos de Dios, o la tendencia a lo terreno, que significa rebeldía contra Dios? Pienso, por eso, que ya no tendrá motivos para murmurar el amigo que esté de paso entre nosotros, cuando haya tomado este tercer pan.
Mas, ¿quién lo partirá? Está aquí el dueño de la casa: reconoced al Señor en el partir del pan .
POSTRE Y VINO DULCE GRATIS
“Una vez que el alma se ha purificado con la asiduidad en las obras de la justicia, pasa alguna vez desde el servicio y actividad de Marta al ocio y quietud de María; a medida que rumia las Escrituras y medita en la Ley, como preludio feliz de la caridad, degusta con el sentido y paladar del corazón y saborea por un momento el dulce vino de la contemplación, de modo que exclama espontánea con el Profeta: Qué dulce al paladar tu promesa, más que miel en la boca…” .