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Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vilá, historiador del islam, en el centenario de su nacimiento Tribute in memory of Dr. Jacinto Bosch Vilá, historian of Islam, on the centenary of his birth Emilio MOLINA LÓPEZ Camilo ÁLVAREZ DE MORALES María ARCAS CAMPOY Juan MARTOS QUESADA Alfonso CARMONA GONZÁLEZ José María ALFAYA GONZÁLEZ Javier AGUIRRE SÁDABA Bernabé LÓPEZ GARCÍA Para citar este artículo: Emilio MOLINA LÓPEZ, Camilo ÁLVAREZ DE MORALES, María ARCAS CAMPOY, Juan MARTOS QUESADA, Alfonso CARMONA GONZÁLEZ, José María ALFAYA GONZÁLEZ, Javier AGUIRRE SÁDABA, Bernabé LÓPEZ GARCÍA (2022): “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vilá, historiador del islam, en el centenario de su nacimiento” en Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos, 33, pp. 279-298. El 14 de abril de 2022 se cumplió el centenario del nacimiento del catedrático de Historia del Islam de la Universidad de Granada, Jacinto Bosch Vilá. Un grupo de discípulos quiso recordarlo en un acto de homenaje que tuvo lugar en el Aula García Lorca de la Facultad de Letras de la Universidad de Granada el 31 de mayo de 2022. Nacido en Figueras el 14 de abril de 1922, fue discípulo en la Universidad de Barcelona del profesor Millás Vallicrosa, docente en la Universidad de Zaragoza desde 1947 a 1957 y en la Complutense hasta 1959 y primer catedrático de Historia del Islam en la Universidad de Granada entre 1959 y la fecha de su muerte, el 18 de noviembre de 1985. REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 De su producción historiográfica destacó el profesor Emilio Molina en un “In memoriam” publicado en la revista Sharq al Andalus, sus estudios sobre el elemento humano norteafricano en la Historia de la España musulmana, sobre las taifas en la Andalucía islámica o los dedicados a la Historia del Derecho y de las instituciones islámicas, con obras que han marcado las investigaciones en la materia, pero entre su legado quedó también destacada su capacidad de magisterio, creando una escuela en lo que él denominó la Cátedra-Seminario de Historia del Islam con la que intentó lograr una autonomía administrativa que le permitió crear, con esfuerzo personal y la colaboración de sus discípulos, dos revistas académicas, los Cuadernos de Historia del Islam y Andalucía Islámica. Textos y Estudios. El homenaje de sus discípulos, que realizaron bajo su dirección memorias de licenciatura o tesis doctorales, ha pretendido evocar y recordar su figura haciendo valer lo que significó su magisterio para la consolidación de una línea de trabajo académica que hoy, casi medio siglo después de su muerte, ha logrado consolidarse en la Universidad española, rindiendo a la Universidad de Granada un puesto de excelencia en los estudios árabes e islámicos en nuestro país. Se publican a continuación las intervenciones leídas en el acto de la Universidad de Granada, que moderó la profesora Bárbara Boloix Gallardo, sumando así la REIM al homenaje a esta figura del arabismo español. El profesor Bosch Vilá, en el centro de la foto, en Córdoba en 1962, junto a los arabistas (de izquierda a derecha) Joaquina Eguaras, Elías Terés Sádaba, Luis Seco de Lucena, Darío Cabanelas, Emilio García Gómez, Fernando de la Granja y Juan Vernet. 280 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” La trayectoria del profesor Jacinto Bosch Vilá Emilio Molina López Catedrático jubilado de Historia del Islam Universidad de Granada Hace ya casi cuatro décadas manifesté y dejé por escrito que evocar el nombre del profesor Bosch Vilá, o D. Jacinto, como habitualmente lo llamábamos,– entonces y todavía después de casi cuarenta años- me produce una extraña sensación de orfandad, porque no es fácil evitar que se deslice hacia la mente, con honda y profunda reflexión, todos los recuerdos que tengo de su figura. D. Jacinto fue siempre un ejemplo de humanidad y de saber, un caudal inagotable de ideas, un amigo sincero, un hombre que supo cosechar, con todo merecimiento, los más profundos y perpetuos cariños y recelos, por su inusual respeto, integridad, generosidad y comprensión hasta límites insospechados; en suma, un “maestro”. Y esto lo digo con algunos títulos más que el de estar vinculado a su persona por discipulaje, por disciplinaje universitario, por afinidad científica o por colaboración docente. Lo digo sobre todo por estar conducido por unos fuertes lazos de afecto, fruto de una sincera amistad. Soy consciente de que otros, sin estas ataduras afectivas, podrían afinar mucho mejor el perfil personal y científico del aquí homenajeado, pero es que casi veinte años de relación ininterrumpida dieron para mucho. Fue un hombre, además, con un perseverante afán de superación, tanto en el campo de la docencia como en el de la investigación, con una autocrítica exigente y minuciosa, pero sobre todo, con una total dedicación y entrega a la formación de sus discípulos -32 memorias de licenciaturas y 15 tesis doctorales lo avalan-, a costa de mil sacrificios y desvelos, hasta ir cediendo con inusual generosidad el material más valioso reservado para su propia investigación. Los que le conocíamos bien sabemos que en muchos momentos en épocas difíciles y complejas del ámbito universitario que nos retrotraían a etapas de grandes mutaciones políticas e ideológicas, fueron difíciles para él, como hombre sensible aunque de apariencia dura y fría, pero como ya he dicho, era un hombre dotado de un enorme caudal de ternura, nobleza y exquisita delicadeza, que en no pocas ocasiones chocaron con algunas actitudes que él juzgaba con el más genuino estilo universitario. Este fue uno de los rasgos que más lo definieron y fue también el que más problemas le acarreó, pese a que entendió el lenguaje del corazón como pocos supieron interpretarlo. Trayectoria universitaria Comenzó sus estudios en la Universidad de Barcelona, en la especialidad de Filología Semítica. En 1947 fue encargado de cátedra de Lengua Árabe en Zaragoza pasando a Profesor adjunto de Lengua y Literatura Árabes. En 1957 se trasladó a Madrid en la que fue una etapa difícil de su carrera. En 1959 obtuvo en brillante oposición la Cátedra de Historia del Islam de la Universidad de Granada, única dotada con esta denominación en toda la geografía española, cátedra que desempeñó hasta su muerte en 1985. REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 281 Entre los proyectos y logros en su nuevo destino destacan la creación de los Cuadernos de Historia del Islam en 1966 y unos años más tarde, en 1980, de la revista Andalucía Islámica. Textos y Estudios, así como la transformación de la Cátedra en Departamento de Historia del Islam y la dotación de una Adjuntía, a la que me presenté y obtuve la plana en 1983. A raíz de la reforma universitaria en 1985 en la que se crearon las “áreas de conocimiento”, peligraron todos los esfuerzos que había desarrollado en la disciplina de Historia del Islam, pues quedaba excluida de la nueva reestructuración. Ante ese contratiempo libró su última batalla hasta lograr que fueran incluidas en el área de Filología Árabes las disciplinas que impartía, consiguiendo que se impusiera como nueva denominación del área la de “Estudios Árabes e Islámicos”, que contaría con una larga vida hasta la actualidad. Desempeñó diversos cargos académicos: fue Vicedecano en la Facultad de Filosofía y Letras, Decano en funciones, Vicerrector de Ordenación Académica de la Universidad de Granada, así como Vicedirector y Director de la Escuela de Estudios Árabes hasta 1983 en que le sucedió un discípulo suyo, Camilo Álvarez de Morales. Por el prestigio alcanzado a lo largo de toda su carrera, fue siempre un invitado permanente de los Centros Científicos nacionales y extranjeros más prestigiosos, en Ravello, Coímbra, Lisboa, Aix-en-Provence, Bucarest, París, Cagliari, El Cairo, Teherán, México y otros muchos. Por todo ello se vio laureado con nuevos títulos y premios. Fue miembro de honor del Instituto de Estudios Califales de Córdoba, Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, miembro del Comité permanente de la UEAI (Union Européenne des Arabisants et Islamisants), miembro de la Comisión de Expertos para temas árabes de la UNESCO, Premio Francisco Codera, entre otros. De su producción científica hay que mencionar casi un centenar de títulos (libros y artículos), más otro centenar de artículos publicados en prensa sobre diferentes aspectos de la Historia del Islam, que jalonan su brillante trayectoria. Dos etapas bien diferenciadas hay en su producción científica: la primera, en su punto de partida en Zaragoza, donde arranca el tronco de su actividad, la columna vertebral. La segunda, la granadina, será la más rica, variada y madura.En la primera alternó lo histórico, lo político, lo socio-cultural, lo geográfico-administrativo, lo económiconumismático y lo jurídico-institucional. La componen una treintena de títulos, entre ellos las valiosas monografías sobre los BanuRazin, Albarracín musulmán y los Almorávides. Con este sólido e intenso bagaje llegó a Granada en 1959, en donde alimentó, desarrolló y promocionó nuevas ramas. He aquí las más significadas: La división geográfica y político-administrativa de Al Andalus. Aparte de sus valiosas contribuciones, propició, a tenor de nuevas ediciones o reediciones de viejos textos, sensiblemente mejorados, una intensa actividad investigadora entre sus más directos 282 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” colaboradores, resultando más de 15 memorias de licenciatura y tesis doctorales sobre las obras de Al-Udri Ibn Said, al-Bakri, Yaqut, Ibn al-Sabbat, al-Zuhri, al-Maqqari, estudiadas por Mª Carmen Jiménez, Javier Aguirre, María Arcas, Manuel Sánchez, Emilio de Santiago, José Antonio Rodríguez, Caridad Ruíz de Almodóvar, Gamal Abd al-Karim, Emilio Molina, etc. Otro de los proyectos más acariciados fue a lo largo de toda su carrera el tema de las Taifas, en la historia andalusí del siglo XI. En este sentido nos ha dejado páginas muy brillantes de cómo había que abordar su estudio. Otra de las grandes líneas de investigación fue siempre el elemento humano, el beréber norteafricano sobre todo, desde los más variados ángulos: el étnico-antropológico, el lingüístico, el geográfico, el toponímico y el jurídico-institucional, por áreas, por distritos, incluso procurando acercarse a las realidades anímicas, es decir, al “alma beréber”; después de casi 25 años reflexionando sobre el tema nos dejó una de las más preciadas piezas de su largo transitar sobre el elemento humano: “Arabización y berberización”, un análisis magistral sobre el estado de la cuestión. Por paradójico que resulte, de todas las líneas de investigación desarrolladas, fue la Historia del Derecho y de las Instituciones islámicas la que más motivó y la que menos contribuciones aportó, pero como a ninguna otra abrió el camino a discípulos y colaboradores para cubrir esta importante faceta. Aparte de aquel estudio de su etapa aragonesa sobre “los documentos árabes y hebraicos de Aragón y Navarra”, ni un título más en su amplia producción científica sobre la materia; pero por su naturaleza, su carácter y contenido (contratos de compraventa, permuta, particiones, tasaciones, testamentos o expedientes posesorios), le permitió acreditarse como un auténtico especialista y predijo lo mucho que habría que abundar en Derecho e Instituciones, y comparar con lo que en aquellos momentos se estaba elaborando en el ámbito granadino por Seco de Lucena y previamente había desarrollado a nivel docente el malogrado Salvador Vila. Es por ello que este fue uno de sus grandes proyectos, los cuales alentó, tanto a nivel docente como investigador, de cuantos se acercaron a él con la intención de recabar su dirección. Ahí queda como testimonio los estudios sobre muftíes, o en edición y estudios de las obras de jurisprudencia de Ibn Abi Zamanin, el Kitab Mufid al-hukkan de Ibn Hisam al Qurtubi, además de los formularios notariales de Ibn Salmun o el Muqnií de Ibn Mugit, elaborados por María Arcas, Javier Aguirre, Alfonso Carmona, Maribel Calero, Pedro Cano o Hadi Ridda Ahbás, entre otros. Y entre sus líneas de investigación no debe olvidarse la de la Granada Islámica. Esa Granada que apareció en sus inicios sensiblemente oscura y cargada de sombras y a la que no dedicó ni una sola línea de su personal investigación hasta veinte años más tarde desde su incorporación a la Cátedra en 1959. ¿Por qué? Jamás se lo pregunté ni él lo justificó, ni tampoco fueron bien explicadas las incomprensiones mutuas o velados recelos entre él y sus nuevos colegas granadinos. Lo cierto es que tras veinte años de silencio halló su más sincera reconciliación de la mano de Ibn al-Jatib. REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 283 Por muchas razones, algunas muy profundas, Bosch Vilá siempre mostró una clara inclinación, una extraña debilidad, por el tema astral, un aspecto que será una constante en su pensamiento y quehacer islámicos. Hoy por hoy, por desgracia, no me es posible descubrir el secreto de esta inclinación ni las razones que le movieron a elegir a Ibn alJatib como modelo y ejemplo de hombre marcado por “los números y las estrellas”. Podría decirse que de repente quedó impresionado por su gran personalidad, pero no resulta fácil justificarlo en un profesional con cuarenta años de oficio y por tanto no era una novedad para él. Sea lo que fuere, lo cierto es que, si no impresionado por conocido, sí al menos subyugado por su insólita e inaudita personalidad, por su extraña y curiosa conjunción de elementos astrales, por su variada y trágica trayectoria vital. Como bien subraya ese su magnífico ensayo biográfico Ibn al-Jatib y Granada, cuya lectura siempre he recomendado, del polígrafo granadino puede decirse de todo menos que era una persona vulgar y corriente. Como ya he tenido ocasión de subrayar en otro lugar, uno de los aspectos más atrayentes de la personalidad del Profesor Bosch Vilá fue su permanente meditación sobre el “sentido” de la Historia; aspecto que también extendió a otros campos, como el Islam contemporáneo o sobre el controvertido tema del Orientalismo español y europeo contemporáneo y que él intentó sintetizar en el Orientalismo humanista, tema al que no dio la espalda, como muy bien puede darnos buena cuenta el profesor Bernabé López García. Y finalmente, yo subrayaría como un hilo conductor de su ADN de principio a fin en toda su producción, la permanente reflexión sobre el concepto de Historia del Islam. Sembró a lo largo de toda su vida profesional permanente ideas y reflexiones sobre el acontecer islámico. La Historia del Islam –decía- no puede entenderse sólo como historia ideológica, historia social, económica o histórico-política, es necesario, sin ángulos ni aristas, aplicar métodos y principios de psicología positiva, genética, social, cultural, tal vez la psicopatología, la biología, la antropología social, en aras de alcanzar una visión más humanizante, más afectiva y más profunda del ‘sujeto histórico islámico, en suma del Homo islamicus. Por extrañas que parezcan, éstas u otras imágenes como la de espiral quedaron para siempre en negro sobre blanco: “La Historia es una espiral infinita, el hombre es por sí mismo Historia, es un ser en esta Historia que como las estrellas, nacen, viven y resplandecen, y se apagan y se mueren” 284 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” El profesor Bosch Vilá (a la derecha de la foto) en la Escuela de Estudios Árabes de Granada haci 1977 junto con algunos arabistas como José María Fórneas, Concepción Castillo, Darío Cabanelas y Camilo Álvarez de Morales. D. Jacinto Camilo Álvarez de Morales Director de la Escuela de Estudios Árabes de Granada (1983-2013) Como algunos de quienes participamos hoy en este encuentro, conocí a D. Jacinto Bosch Vilá en otoño de 1967, al comenzar el tercer curso de la carrera, coincidente con el primero de los tres de especialidad de Filología Semítica. REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 285 De los catedráticos que tendríamos en aquellos años ya conocíamos a dos, a D. Luis Seco de Lucena y al P. Cabanelas. D. Jacinto era el gran desconocido. Fueron hombres con unas personalidades muy definidas y todos distintos entre sí, incluso en sus procedencias geográficas y hasta en lo físico.El catedrático de Historia del Islam, don Jacinto Bosch Vilá, era catalán, de Figueras. Con un aspecto físico formidable, alto y corpulento, con voz sonora, muy cuidadoso de las formas sociales, verlo y hablar con él una sola vez bastaba para hacer su figura identificable y singular a partir de ese momento. Fue el que más desarrolló la faceta del magisterio. Yendo más allá de las explicaciones teóricas, sus clases tuvieron un aspecto práctico, de consulta continua de obras y documentos manuscritos, los primeros que manejamos. Eran unas clases vivas, llenas de diálogo, porque don Jacinto nos animaba a comentar y discutir el contenido de los textos que teníamos en nuestras manos. Al hablar de historia no quería que aceptáramos nada a ciegas sino que buscáramos explicaciones, nuevas a ser posible, siempre dentro de cauces lógicos, sin dejarnos llevar por la fantasía pero dando libertad para que nuestras ideas propias trabajaran. De alguna manera, era algo que se ajustaba a su personalidad, llena de dudas, inquietudes e insatisfacciones, inconformista y siempre buscando autorrealizaciones. Necesitamos algún tiempo para conocerlo y para aceptarlo, porque la relación asidua con él no era fácil; luego, bastaba con buscar un acercamiento para encontrarse con una persona de enorme corazón, pero había que buscarlo y, después, convivir con sus altibajos, teniendo siempre presente que, llegados a un punto difícil, era suficiente con pedir u ofrecer una explicación para que, de inmediato, todo se resolviera. Aquel camino lo anduvimos todos y todos nos sentimos satisfechos. Yo fui alumno de D. Jacinto, como todos los que estamos en esta mesa, pero mi peculiaridad respecto a ellos es que fui acaso el único que no hizo ni la tesina ni la tesis doctoral con él, sino con el P. Cabanelas y sobre un tema, la Medicina Árabe, totalmente alejado del de todos los demás. Luego, a partir de 1972, cuando me incorporé como profesor a su cátedra, me ocupé, por supuesto, de temas históricos y a mi cargo estuvieron las asignaturas de Historia del Islam: Oriente musulmán; Derecho e instituciones islámicas; Islam Moderno. Al mismo tiempo comencé a publicar trabajos de tema histórico, incentivado por D. Jacinto, trabajos alternados con los de medicina . El camino que recorrí con él tuvo unos comienzos anodinos, casi fríos, en los dos primeros años. Pudo influir mi contacto con D. Luis Seco de Lucena, que me facilitaba bibliografía personal para trabajos de Historia de Granada e incluso me permitía usar algunas llaves de su despacho de la Escuela, de lo que D. Jacinto fue testigo, o mi inclinación académica hacia el P. Cabanelas, con el que ya proyectaba yo hacer la tesina y la tesis, a diferencia del resto de mis compañeros. D. Jacinto necesitaba sentirse querido y preferido y acusaba una especie de rechazo, casi celos, por quien buscaba otros caminos. A partir de quinto curso algo cambió y pudimos llegar a una relación sino efusiva, al menos normal. Transcurridos dos años, entré a formar parte del profesorado de su cátedra y allí estuve siete más. Luego, centrado yo definitivamente en la Escuela 286 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” de Estudios Árabes, aquel proceso desembocó en una relación absolutamente firme y entrañable. No puedo olvidar, entre otras muchas cosas, que cuando opositaba yo a la plaza de la Escuela, D. Jacinto averiguó, no sé como, el teléfono del hotel de Madrid en que me alojaba y me llamaba para darme ánimos. La Escuela de Estudios Árabes Mi convivencia con D. Jacinto tuvo una singularidad respecto a los demás y la marcaron los años en los que coincidimos ambos en la Escuela de Estudios Árabes. Desligados de dependencias oficiales y profesionales, nos buscamos uno al otro para compartir opiniones, vivencias, en lo que lo personal era lo predominante. En la Escuela coincidíamos tres tardes por semana. Casi cada una de ellas comenzaba con una llamada de don Jacinto a mi puerta, pedía permiso para entrar, para sentarse, comenzaba elogiando el ambiente de paz de aquel lugar, luego pedía varias veces perdón por interrumpirme, para abrirse luego y comentar situaciones académicas, familiares o personales y desahogar tensiones. Al final, después de volver a pedir perdón por haberme interrumpido, no era infrecuente que quisiera darme un abrazo de agradecimiento por haberlo oído y compartido sus preocupaciones. Él sabía que aunque yo no era grande físicamente como él, ni tenía un carácter vehemente como el suyo, compartía muchos de sus sentimientos y podía entenderlo y ser entendido perfectamente por él. La Escuela, además, pudo ser para D. Jacinto el sitio tranquilo en el que podía, o al menos lo intentaba, escapar a la presión cada vez mayor a que la evolución universitaria lo iba sometiendo. No abandonaba, de ninguna manera, sus preocupaciones o sus trabajos, eso hubiera sido impensable, pero sí podía y quería encontrar un silencio y aislamiento que le era tan grato.Y cuando hubo ocasión, no dejó de asistir a las celebraciones que pudieran reunirnos en la Escuela, fiestas navideñas, cumpleaños, algún nombramiento. Creo que la última ocasión fue con motivo de sus bodas de plata con la Escuela, en mayo de 1984. Allí se mostró risueño, se permitió bromas, mostró su calor humano, que fue su gran distintivo e hizo público su deseo cada vez más sentido de terminar su vida activa trabajando en la Escuela, incluso antes de jubilarse. Fue él como Director en Funciones, quien presidió el Claustro Científico que me dio posesión de Director, que lo sustituía, en un acto entrañable que abrió diciendo: “Hay días que merecen estar escritos con letras de oro”. A partir de ese momento insistió en que yo ocupara su despacho de la Escuela, el mayor y mejor situado, frente a la Torre de Comares, a lo que siempre me negué diciéndole que mientras él quisiera subir a la Escuela aquel sería siempre su despacho. Tras su muerte, me trasladé a él y allí he estado hasta mi jubilación. En la pared, frente a mi mesa, coloqué una fotografía suya, la misma que hoy figura en este Homenaje. Yo quise mucho a don Jacinto y me sentí querido por él. Cuando abrió las Jornadas del XIII Congreso de la UEAI, en mayo de 1984 en Málaga, se refirió a “alguien muy querido REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 287 y, hoy, por circunstancias, en un puesto significativo y de responsabilidad”. Él mismo me aclaró luego que se trataba de mí y de mi cargo de director de la Escuela. La última vez que estuvimos juntos fue dando un paseo delante de su casa, por la Avenida de Cervantes, en vísperas de ser internado en una clínica por una enfermedad del aparato digestivo. Le dije que había ido a buscarlo por que me apetecía verlo, me sonrió, me pidió permiso para cogerse de mi brazo y después de un breve rato nos despedimos. D. Jacinto, de lejos, muy alto, muy flaco entonces, con la nariz aguileña y el bigote, recordaba a De Gaulle. Así lo vi por última vez. Pocos días después, estando Emilio y yo en el despacho del Presidente de la Diputación de Almería, nos enteramos de que acababa de morir. Don Jacinto fue, por encima de sus peculiaridades, un hombre honesto, trabajador, comprensivo y generoso, y, en medio de sus oscilaciones, siempre un hombre bueno. He llorado mucho su pérdida. Como en otra ocasión dije: “cierro mi evocación, nunca mi recuerdo, de D. Jacinto Bosch Vilá, mi amigo” Evocación epistolar de don Jacinto Bosch Vilá María Arcas Campoy Catedrática jubilada de Estudios Árabes e Islámicos Universidad de La Laguna Estimado D. Jacinto: Me dirijo a usted de forma directa, viva, porque siento que es la mejor manera de rememorar su impronta docente y personal, siempre presente en el recuerdo de quienes hoy le dedicamos este homenaje. Somos un grupo de discípulos suyos que cursaron las asignaturas impartidas por usted a lo largo de su actividad docente, como catedrático de Historia del Islam en la Universidad de Granada. Yo fui alumna suya durante los tres cursos de la especialidad de Semíticas, desde 1967-1970, en la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la calle Puentezuelas. Fueron años inolvidables los vividos junto a mis compañeros de curso a los que me unen vínculos de amistad y cariño, persistentes hasta el presente. También durante esos años me relacioné con otros discípulos suyos de cursos anteriores y posteriores, formando entre todos un grupo que, con el paso de los años, se fue ampliando con nuevas generaciones. Todos nos sentimos vinculados por haber sido alumnos directos suyos, por las memorias de licenciatura o tesis doctorales realizadas bajo su dirección, por las líneas de trabajo generadas por su magisterio, por sus publicaciones, por su gran esfuerzo para crear Cuadernos de Historia del Islam y Andalucía Islámica. Textos y Estudios, entre otros motivos. Sí, fui alumna suya. De eso hace ya mucho tiempo, pero los recuerdos de aquellos años vienen a mi mente con facilidad. ¿Cómo no recordar sus clases de “Historia del Islam en 288 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” Oriente”, en primero de la especialidad, o de “Historia del Islam en Occidente”, en el segundo curso? Recuerdo, entre otras muchas vivencias, su llegada a clase cargado de libros para hablar directamente de ellos, los fragmentos de textos de fuentes árabes que nos entregaba para analizar y comentar, los exámenes de “evocaciones históricas” de un gran número de palabras que debíamos definir y desarrollar y su interés manifiesto por las asignaturas que impartía. Además, guardo un grato recuerdo de Doña Carmen Martínez Loscos, su mujer, como profesora sustituta durante su estancia en Méjico, en los comienzos de aquel curso 1967-1968. Recuerdo sus clases de “Derecho e Instituciones Islámicas” en el tercer año de la especialidad, ya en el quinto y último año de la licenciatura, de sus explicaciones y de los textos de fuentes jurídicas que debíamos comentar. Fue una asignatura que me abrió nuevos horizontes en el mundo del arabismo. Recuerdo que, al terminar mi etapa de alumna, inicié mis primeros pasos en la investigación bajo su dirección con la “tesina” y años más tarde, con mayor profundidad, con tesis doctoral. Me trasmitió un útil método de trabajo: hacer fichas de la bibliografía consultada y también de la información y datos recabados sobre el tema de la investigación en curso. Usted me enseñó a documentar los trabajos en fuentes directas y a utilizar con rigor la bibliografía consultada. Recuerdo su dimensión humana, su trato personal, su carácter tan especial, tan sensible como vulnerable, su espíritu conservador y a la vez renovador, sus discrepancias por opiniones contrarias a las suyas, pero siempre dispuesto a manifestar su inquietud por si “nos había molestado”… Y recuerdo, en fin, su relación personal conmigo, más cercana con el paso del tiempo: su interés por mis trabajos, mi vida profesional y familiar. Una relación de afecto mutuo que pervive en el recuerdo y de la que hoy deseo dejar constancia. Con afecto, su antigua alumna y siempre discípula María Arcas Campoy Los “Banu Bosch Vilá” Juan Martos Quesada Profesor Titular jubilado de Estudios Árabes e Islámicos Universidad Complutense de Madrid Es curioso que, entre los arabistas españoles, se haya acuñado el término de los “Banu Bosch Vilá”, a remedo de los Banu Codera, para referirse a los alumnos de D. Jacinto que tuvimos una mayor proximidad a su persona, ya sea por la realización de nuestras tesis REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 289 o por el interés en las materias que impartía, porque, echando la vista atrás, me doy cuenta de que D. Jacinto no tuvo mucha suerte con sus alumnos: más de la mitad le salimos rojos y, además, rojos militantes, de los que muchos acabaríamos, en aquella época del movimiento estudiantil, visitando comisarías o residiendo una temporada en la cárcel; a él precisamente, que era un hombre del Régimen, que tendía a identificar el apocalipsis histórico con el apocalipsis que vivía España en aquellos años, que sufría con lo que nos pasaba porque no podía evitar una peculiar relación paterno-filial con nosotros, sus alumnos de una minoritaria especialidad en el área de las letras. Este acto de recuerdo-homenaje a un viejo profesor por sus alumnos, la mayoría ya profesionales jubilados, aprovechando el centenario de su nacimiento, no es nada habitual en la universidad española, y mucho menos en este siglo XXI, en donde lo inmediato, lo actual y la novedad historiográfica, acaban relegando y marginando a los antiguos maestros, a los que ya casi nadie lee o consulta. Pienso en los grandes arabistas decimonónicos o de principios del siglo XX, por ejemplo, y la ingente labor de investigación que llevaron a cabo, y cómo ahora son unos perfectos desconocidos por los actuales estudiantes de nuestra especialidad; bibliografía antigua, con aire de suficiencia, es lo que te dicen cuando le propones algo que no esté escrito en inglés o editado hace unos años. Traigo a colación esta reflexión porque una de las cosas que nos transmitió D. Jacinto Bosch -no sé si consciente o inconscientemente- fue, precisamente, ese respeto a los maestros, a consultar casi de forma obligada lo que habían escrito sobre lo que estábamos trabajando y a leer con atención sus apreciaciones antes de tirarnos a la feroz crítica, que era los que nos pedía el cuerpo. Claro que D. Jacinto tenía sus referentes favoritos y sus intelectuales insufribles, como todos nosotros, pero nunca caía en la tentación de hacer críticas en clase o de menospreciarlos en público. Y, en paralelo a esta consideración, hay otra apreciación en la que coincidimos todos los que lo tratamos; me refiero a la inestimable atención académica que nos dedicaba a todos los que estudiábamos con él. Aún recuerdo todas las tardes que, una vez a la semana, me obligaba a rendir cuentas en su despacho de lo que había trabajado durante ese tiempo en mi tesina o mi tesis, repasando y revisando página por página, término por término traducido; hoy eso es irremediablemente impensable en los catedráticos de hoy, en donde el agobio burocrático y la competitividad académica del profesorado relegan al máximo labores, como la atenta revisión y seguimiento de trabajos de Grado, másteres o tesis, no todo lo cuantificables que deberían ser por la ANECA. También me gustaría visualizar o comentar algo que siempre me llamó la atención en D. Jacinto; me refiero a su encendida y enconada defensa de la necesidad presencial y académica de su área de estudio -de la historia del islam, de la historia de al-Andalusen la universidad española. Sospecho que recelaba un tanto de la visión que daban los medievalistas, entre otras cosas, por las limitaciones a la hora de manejar y consultar las fuentes escritas en árabe. No tuvo que ser fácil para él sufrir el tránsito de transformación de su Departamento, de su cátedra de “Historia del Islam”, allá por los 290 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” años ochenta, en un Departamento de espectro más amplio, el Departamento de “Estudios Árabes e Islámicos”. Aunque la ideologización de la Historia era una tentación con laque siempre tenía que luchar, era consciente de que había que abrir nuevos campos de investigación que ampliaran los datos que completaran las historia de al-Andalus, en aquellos años basada y dependiente casi exclusivamente en la treintena de fuentes árabes históricas conocidas y editadas; fue consecuente con ello y nos fue guiando a nosotros, a sus alumnos, al estudio del derecho islámico, del género biográfico o a la edición y traducción de fuentes, por citar solo algunos ejemplos; en fin, como afirma en un artículo el profesor Emilio Molina, esta actitud de orientación académica y un centenar de trabajos científicos, avalan, más que de sobra, la valía profesoral de D. Jacinto Bosch. No es este un homenaje académico a su persona; estos ya tuvieron su momento en 1985, por la universidad de Cádiz (Número dedicado a: D. Jacinto Bosch Vilá. Estudios de historia y de arqueología medievales, V-VI (1985-1986), y en 1991 por la universidad de Granada (Homenaje al Prof. Jacinto Bosch Vilá, 2 volúmenes, Granada, 1991); este evento es un reconocimiento, un tanto sentimental, pero honesto y pertinente, a un profesor que, de alguna manera, nos ayudó a acercarnos, a descubrir y a estudiar la historia de un mundo tan fascinante, interesante e importante como es el mundo árabe e islámico. Un gesto de don Jacinto que cambió mi vida Alfonso Carmona González Catedrático jubilado de Estudios Árabes e Islámicos Universidad de Murcia Recuerdo a don Jacinto aquel día, cuando yo le presentaba unos folios con información sobre mis investigaciones tendentes a poder redactar una tesis doctoral sobre las causas del subdesarrollo económico y social en el Norte de África. ¿Cómo se me habría podido ocurrir semejante tema, dadas mis circunstancias académicas y mi preparación científica al respecto? ¡Qué osadía! Durante años reuní fichas con información bibliográfica sobre esa materia. Pero aquello no sólo no iba bien: no iba. Yo tenía la certeza de malgastar el tiempo; de perderlo irremediablemente. Y me desanimaba; lo que me llevaba a trabajar cada vez menos en aquello, y alejaba la posibilidad de ser un día doctor y de poder acceder a las ventajas académicas y sociales del grado. De todos modos, de vez en cuando me trasladaba desde Murcia (mi residencia) a Granada, y le llevaba a don Jacinto algunos folios. Les echaba un vistazo y me decía que siguiera adelante. Hasta que un día, aquel día que recuerdo tan bien, se quedó en silencio mirándome, y por fin me dijo que él no me podía ayudar en aquello. No dio más explicaciones; pero era evidente que él pensaba que, si yo pretendía elaborar una tesis de esas características, nunca sería doctor. Creí leerle el pensamiento y le pregunté: REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 291 - Y ¿qué puedo hacer, don Jacinto? Siguió mirándome y, sin decir nada, abrió un cajón y sacó unos rollos de microfilm. Me entregó uno, y me lanzó: - Examine este material y, si se compromete a hacer una tesis sobre este manuscrito, sólo le pido que sea discreto y que no pregone que dispone de este códice del Sacromonte. Hay personas en Madrid a quienes les gustaría tenerlo. Aquél era un manuscrito de Derecho islámico (fiqh), una materia en la que, habida cuenta de la denominación de su cátedra, él podría sentirse libre para asignar temas de tesis y para conseguirles a sus doctorandos el material más idóneo, estuviese donde estuviese. Pero don Jacinto era así, y parecía percibir enemigos a su alrededor. Por supuesto que, un par de años después, yo pude acabar mi tesis sobre aquel manuscrito y hacerme un experto en derecho islámico, cosa en la que nunca había pensado. Aquel gesto de abrir un cajón sin decir palabra y entregarme un microfilm cambió mi futuro académico y mi futuro en muchos otros aspectos. Y se lo agradezco a don Jacinto con todo mi corazón. Aquel año José María Alfaya González Aquel año, Filología Semítica se “abarrotó” con un número inusual de estudiantes que habían escogido la minoritaria especialidad, llegando a superar la decena. La Facultad de Letras vivía tiempos de cambio porque buena parte de sus alumnos andaban metidos en el Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Granada, que no se limitaba a reclamar la democratización de la enseñanza universitaria sino la de una sociedad española que ya reventaba las estrechas costuras del franquismo. El caso es que tuvimos el privilegio de recibir una formación de “proximidad” de parte de profesores que mantenían un trato cercano con sus alumnos. Y entre estos profesores, Don Jacinto aportaba una bonhomía especial a su asignatura que era nada menos que la Historia del Islam, impartida en plan “seminario” y con una relación casi paterno filial con alumnos que, como yo, se podían ver metidos en líos, no precisamente académicos, a base de salir a la palestra pública a mostrar que pues vivían, anunciaban algo nuevo. Don Jacinto trataba de comprender la vida de sus alumnos. Y es de agradecer y no olvido la reacción personal de Don Jacinto cuando el Estado de Excepción de 1969 nos detuvo y nos confinó por un tiempo en nuestras ciudades de origen, (expulsándonos policialmente de Granada como al pobre Boabdil), escribiéndome una paternalísima carta llena de buenos consejos para no dejar de estudiar y no perder el año académico. 292 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” Le debo a Don Jacinto el acercamiento a la historia de la presencia española en el Norte de África, lo que tiene su aquel porque con el profesor Bosch se estaba más próximo al Albarracín musulmán que al colonialismo español en Marruecos. Pero Don Jacinto respetaba tus querencias hacia una historia politizada que, por otra parte, formaba parte de tu vida diaria. Que para eso había nacido yo en Ceuta y me había criado entre fanfarrias militares y patriotismo españolista que necesitaba superar. El me enseñó con una moderación llena de seny en su concepción del mundo, a añadir la bibliografía. Nota de adhesión al homenaje Javier Aguirre Sádaba Catedrático jubilado de Estudios Árabes e Islámicos Universidad de Almería Queridos colegas y amigos: también yo quiero hacerme presente, por medio de estas letras, en el acto que hoy celebráis en memoria de Jacinto Bosch Vilá, universitario ejemplar, profesor sobresaliente y excelente persona. A lo largo de algunos años, menos de los que hubiera deseado, tuve muchas ocasiones de apreciar sus virtudes y aprender de su ejemplo para mi labor universitaria: afable, educado, respetuoso, y también exigente aunque entregado en todo momento, con una dedicación total y absoluta a la formación de sus alumnos. Él me distinguió entonces incluyéndome entre sus discípulos, y yo me he honrado siempre al proclamar su magisterio. Jacinto Bosch Vilá: un hombre aparte Bernabé López García Catedrático jubilado de Estudios Árabes e Islámicos Universidad Autónoma de Madrid Lo primero que me viene al recuerdo en este centenario del nacimiento de Jacinto Bosch Vilá (don Jacinto), es su voluntad de ser “hombre aparte”, de lograr autonomía, intelectual y académica, a toda costa. Una buena muestra la dio al lograr que se autonomizara la sección araboislámica de la rama global de Semíticas en Granada, consiguiendo, con pocos o nulos apoyos entre su gremio, que el Ministerio le aprobase un plan de estudios en 1966 que mi promoción inauguró (la de 1966-69, Chavique, Manolo, Cárdenas y yo), escapándose de la férula del hebreo, encarnado en Granada en la figura de David Gonzalo Maeso, con tantos vínculos con el integrismo granadino. El plan de estudios al que me he referido se publicó en el BOE del 9 de noviembre de 1966 (ORDEN de 21 de octubre de 1966 por la que se aprueba el plan de estudios de las Subsecciones Hebraico-Bíblica y Arabo-Islámica de la Sección de Filología Semítica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada) reconocía la libertad del estudiante para escoger a su antojo dos asignaturas por curso: “Los alumnos deberán REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 293 recabar el consejo y la autorización de los Catedráticos de la especialidad que elijan para matricularse de las asignaturas opcionales que estén más de acuerdo con sus propias aficiones, teniendo en cuenta el horario y demás circunstancias.” La “Sección” sugirió algunas asignaturas “opcionales”, entre ellas don Jacinto nos recomendó la de “Historia del Antiguo Oriente” que impartía por entonces Marcelo Vigil Pascual, un catedrático joven recién llegado a Granada y que, para escándalo del rancio claustro de la Facultad, frecuentaba con los alumnos el Bar Natalio en la calle Puentezuelas, poniendo “a la altura de una zapatilla al cuerpo de catedráticos de Universidad” [sic], al decir de Antonio Marín Ocete, viejo rector de la Universidad de Granada. Fue para mí la ocasión de conocer las obras de Gordon Childe con una visión materialista de la Historia. Pero también, alentado por la recomendación de seguir “sus propias aficiones”, y que el BOE consideraba como opcionales además “todas las asignaturas que se cursen en cualquier otra Sección de la Universidad de Granada, tanto si pertenece a la Facultad de Filosofía y Letras como a cualquier otra Facultad”, me matriculé, con el visto bueno de don Jacinto, en la Facultad de Derecho, en la asignatura de “Derecho Constitucional Comparado”, con los profesores Murillo, Cazorla y Ramírez, lo que me permitiría casi 20 años más tarde publicar un libro sobre el Constitucionalismo árabe con Cecilia Fernández Suzor. Fue este plan, recuerdo bien, que oficializaba la “Historia del Islam” y el “Derecho e instituciones islámicas” con tres horas semanales por asignatura, una conquista en solitario de don Jacinto, vista como “cosas de don Jacinto” por los otros dos catedráticos de lo que podríamos llamar el “área”, Luis Seco de Lucena, granadino acérrimo y el padre Darío Cabanelas, prototipo del fraile sabio, resolvedor de problemas sin que nadie se enterase y dispuesto a hacer y dejar hacer como bien pude comprobar durante su decanato, campando por mis respetos en pasillos y paredes de la Facultad como delegado de “información” del sindicato estudiantil. Don Jacinto hacía rancho aparte. En su pequeño cubículo en la entrada de los despachos de profesores en el edificio de la calle Puentezuelas, se empeñó en construir su “Cátedra-Seminario de Historia del Islam” tras oficializar en el Plan de estudios dos asignaturas de tres horas semanales de “Historia del Islam”, una sobre “España”, según el Boletín y que él denominaba del “Occidente musulmán” y otra asignatura sobre “Derecho e Instituciones Islámicas”. No sé, si cuando concibió este plan, recordaba la tradición que quiso implantar en Granada Salvador Vila, pero años después le cupo el honor de rehabilitar su figura en el rectorado de Granada. Logró crear así, con su empeño, tesón y afectos toda una escuela que le reconoció y reconoce aún hoy su “maestría”. Juraría que sus relaciones no eran buenas con sus compañeros de claustro. La cerrada sociedad granadina acogía mal a los “forasteros”. Pero la suerte es que le dejaron hacer. Chavique y yo hicimos banda a parte en nuestra promoción: compartíamos apuntes, apuntes de su asignatura que guardo como oro en paño y confieso que me ayudaron años más tarde a preparar mis clases de Historia del Islam. 294 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” Pero también compartimos pequeñas fechorías de las que don Jacinto era el objetivo y yo diría que la víctima. Una víctima que nos permitía todo sin jamás la menor alusión ni reproche. Pues era evidente que los autores de las fechorías no podíamos ser otros que Chavique y yo. Una de ellas fue poner en la boca del retrato de don Leopoldo Eguílaz que presidía el seminario en el que dábamos las clases, un cigarro sujeto con una chincheta por detrás. Así estuvo, sin que nadie lo percibiera, no sé si más de un día, hasta que tuvo que ser precisamente don Jacinto el que descubriera la performance y se limitase a llamar a su timbre para que un bedel viniera a descolgar el cuadro ante nuestro silencio cómplice. Si con Jacinto Bosch nos permitíamos esas licencias ello no impedía el respeto académico que nos imponía y que nos hacía disfrutar con sus clases. Por primera vez manejábamos las fuentes, nos obligaba a leer con esfuerzo artículos de Claude Cahen en Annales, nos impuso un libro de texto que no podía sintetizar mejor la historia de los árabes, el de Bernard Lewis, conocíamos revistas como StudiaIslamica, las publicaciones de la editorial E.J. Brill de Leiden, buscábamos artículos en la Enciclopedia del Islam para ampliar unas clases que nos dictaba con lentitud y claridad. Pero guardaba también en sus archivos que ponía a nuestra disposición, materiales contemporáneos que, aunque no llegáramos en sus clases hasta el Islam actual, nos abrían perspectivas sobre otro arabismo posible. Documentos de la embajada de la RAU, discursos de Nasser, su Filosofía de la revolución me descubrieron un interés por el Islam contemporáneo. Eran años de cuestionamiento del orden establecido y algunos echábamos de menos acercarnos al mundo árabe real. Nos llamaban la atención las clases de árabe moderno que en sustitución de Seco de Lucena, absentista con frecuencia, nos daba Amador Díaz García con ejemplares de Al Ahram. Unas semanas después de la guerra de los seis días tuve la suerte de asistir en Roma a una conferencia del profesor Francesco Gabrieli sobre el conflicto árabe-israelí en un local del Partito Socialista Italiano, comprobando que otro arabismo era posible, interesado por la realidad contemporánea. Y se puede decir “que sufrí una conversión”, que fue también ideológica. Postergué mi vocación-obsesión cinematográfica de entonces, asiduo lector de Film Ideal, pasando el testigo de la dirección del Cine Club Universitario a un colega que se apuntaba a hacer Semíticas, José María Alfaya, junto con una promoción “especial” que fue la de la de 1967-70, predilecta de don Jacinto según cuentan Emilio Molina y Camilo Álvarez en su in memoriam a la muerte del maestro. Y debo reconocer, y algunos de los aquí presentes podrán corroborarlo, que dediqué muchas más horas a la multicopista que al estudio. Mi marcha a la mili, interrumpiendo la carrera, no obstaculizó nuestra relación, como demuestra la carta de don Jacinto que recibí en el Grupo Ligero de Caballería de Jaén, del 1º de julio de 1969, en la que me decía: “Comprendo –así lo creo- su estado anímico y sus impresiones en el medio en que discurre este tiempo de su vida (…) Me ha agradado su expansión en su carta. Lamento no poder hacer yo lo mismo., en estas circunstancias. La comunicación abierta, sean cuales sean los puntos de vista, sin palabras hirientes o actitudes hostiles, creo que es muy necesaria para el desarrollo intelectual y vital”. REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 295 Esta carta revela mucho de su personalidad que él quiso dejar impresa incluso en la edición del Programa de su asignatura de Historia del Islam. En su “Preámbulo”, hablando del desarrollo intelectual y la formación de la personalidad del universitario, decía que esta debía abarcar varios ámbitos, el cognoscitivo, el interpretativo, el creativo, a los que añadía “el afectivo”. Del que decía que interesa a las relaciones humanas, “hombre-hombre, hombre-cosa, hombre-trabajo y que analiza, dirige y corrige los sentimientos y reacciones que en el medio y a lo largo del curso y del trato diario se desarrollan”. Y en una “Advertencia final” se decía: “Se considera imprescindible la frecuente comunicación y diálogo entre todos los que integramos y hacemos posible la realización del curso (alumnos y profesor). Se ruega a los alumnos pasen por el despacho número 1 (ala derecha de la Facultad), para exponer cuestiones relativas al curso o, simplemente, universitarias que les interesen o afecten, todos los días, excepto miércoles y sábados, de 1 a 2”. Siempre su puerta estaba abierta para todos nosotros. Esa cercanía de Don Jacinto me llevó a concebir en plena mili una tesina bajo su dirección. En las notas que conservo de una carta que le envié el 20 de noviembre de 1969, tras confesarle las cábalas que me hacía para identificar un tema factible, logré definir lo que podría ser el tema en el que no podía por menos que incluir “latinajos” marxistizantes como “estructura” o “ideologías”: “Actualmente definiría como Informe sobre estructura e ideologías en el arabismo español del XIX y XX. Consistiría en ver la vinculación existente entre el arabismo español como actitud ideológica –cultural- y la circunstancia histórica de las relaciones hispano-árabes (fenómeno de la colonización) que viven los arabistas y que les marca una determinada conciencia de los problemas relativos al mundo árabe”. Creo que por eso acogió tan bien la idea de mi tesina sobre Julián Ribera, tan cercano a su pensamiento y método de él, y posteriormente mi tesis sobre el arabismo y el colonialismo. Quizás con algunas reticencias, pues no encontraba en mí –al menos en aquel momento- ese lado afectivo hombre-hombre al que he hecho referencia. Así lo mostraba en el informe que sobre mi persona realizó en julio de 1970 para la solicitud de beca de personal investigador que acabé obteniendo: “El solicitante, Licenciado D. BERNABE LOPEZ GARCIA, es conocido por el catedrático informante y director del trabajo a través de su actuación en clase a lo largo de tres cursos académicos. Por consecuencia puedo afirmar, sin lugar a dudas, que considera al solicitante hombre inteligente que no acepta a ciegas, ni siquiera por razones de autoridad o méritos científicos, lo dicho o escrito por otros, sino que pretende comprobarlo o, más bien, discutirlo de acuerdo con sus peculiares ideas, a veces excesiva y temerariamente afirmado en las mismas, sin experiencias o base suficiente, a nuestro juicio. De pensamiento, en algunos aspectos, original desea hacer la ciencia, la historia y comprenderla en cuanto tiene de humano, en sus motivaciones económico-sociales e ideológicas. De 296 “Homenaje de recuerdo de don Jacinto Bosch Vila…” trato frío, en sus relaciones y manifestaciones con relación a la cátedra o a su titular, no movido, al parecer, por razones afectivas, se estima que es hombre que, aceptando una disciplina de trabajo y su continuidad en el mismo, interesado por el tema propuesto, capaz de planificaciones y de esbozos rápidos, puede, a nuestro juicio, realizar una estimable labor investigadora, con la ayuda necesaria”. Obtuve la beca y fui el primer becario de investigación de la Cátedra-Seminario. Pero la obtuve cuando ya desempeñaba el cargo de profesor en un instituto de Madrid, planteándose una incompatibilidad entre ambas actividades. Ante el dilema, a la vez moral, académico, económico y yo diría que, por mi parte, sentimental, acabamos entre Don Jacinto, Don Joaquín Bosque Maurell –que era quien controlaba las becas- y yo mismo, llegando a una solución salomónica, ante el riesgo de perder el Departamento la ayuda a la investigación atribuida, y la imposibilidad de transferir la beca a otro investigador en formación. Se llegó al acuerdo privado de mantener por el año en curso la beca en esa situación irregular y volver a Granada el resto del tiempo de disfrute, aceptando, en palabras de don Jacinto, “una reducción voluntaria y a título personal de la cantidad que perciba (…) [que] pasaría a un fondo expresamente de la cátedra, suministrado por mí y en beneficio exclusivo de aquéllos que, trabajando asiduamente en mi cátedra en la realización de su tesina e iniciándose en la investigación, como V., no perciben la menor gratificación o ayuda y –algunos- tal vez necesiten de ella. Pero, aún sin necesitarla, estimo que tal proposición es justa y que contribuiría a laborar con más estímulo –está sólo el del afecto y el de mi dedicación a todos- en su trabajo y en su formación. Espero que lo comprenda y acepte”. “ La reducción voluntaria, la mitad de mis emolumentos durante aquel año, fueron a parar a una cuenta corriente del Banco de Vizcaya de Granada, a nombre de “Cuadernos de Historia del Islam. Investigación”, que permitió alimentar esta revista, creada por don Jacinto unos años antes y en donde publicó el grueso de sus discípulos. De retorno a Granada don Jacinto me instaló en un despacho de la Escuela de Estudios Árabes, con una ventana directa a la Alhambra y con derecho a una estufa de butano sin la que era imposible redactar una línea. Me dejó en libertad para redactar mi tesis sobre aquel tema de arabismo y colonización, de la que leyó párrafo a párrafo sugiriendo cosas, manifestando a veces su desacuerdo con alguna de mis afirmaciones (“Esto suena a marxismo”) y pidiéndome, en algún caso, como cuando al escribir yo que los estudios árabes no habían modificado su estructura tradicional durante muchas décadas, que añadiera la apostilla literal “pese a algunos intentos, en gran parte frustrados por quienes, dentro del gremio, todo lo han podido”, en alusión-revancha a Emilio García Gómez a quien sin duda poco hubo de gustar su plan de estudios innovador. De mi tesis, leída ante un tribunal que presidió él mismo por ser vicerrector, no debió quedar demasiado orgulloso por miedo a las maledicencias del rector López González que lo amonestó “por tener profesores huelguistas en su departamento”. De ahí sus críticas que no impidieron el cum laude. Pero que concluyeron un año después con la REIM Nº 33 (diciembre 2022) ISSN: 1887-4460 297 rescisión de mi contrato de adjunto interino y mi marcha a la Universidad Sidi Muhammad Ben Abdallah de Fez. Aunque carecía de pasaporte, don Jacinto y Federico Mayor Zaragoza, subsecretario de Educación y Ciencia, hicieron lo posible para mi “puente de plata”. Hubo un tiempo de frialdad en nuestro trato. Con un reencuentro en unas Jornadas de Cultura Árabe organizadas por el Instituto Hispano Árabe de Cultura en 1978, cuando tras su ponencia sobre “El siglo XI en Al-Ándalus” le llamé la atención, cierto que con cierta impertinencia que el arabista catalán y granadino debió notar, sobre la posible trasposición al siglo XI andalusí de personajes, actitudes y acciones que se acababan de vivir en nuestro país o se seguían viviendo en aquel momento. Mi impertinencia pudo estar motivada, pese un extraño sentimiento edípico hacia el que reconocía como mi maestro, por el reproche a su responsabilidad en mi salida de Granada. Pienso que la nota que incluyó al pie de la primera página en la publicación en las actas de su ponencia, fue una alusión a nuestro, tal vez infeliz, reencuentro. En ella advertía que “cualquier semejanza o parecido que alguien quisiera ver con hechos y acontecimientos de nuestro siglo, sería pura ilusión y un craso error, a menos que, como yo y tantos otros que me han precedido, crea que la Historia debe ser magistra vitae”. Pero el episodio no cortó nuestra relación. En mi retorno a la Universidad de Fez en 1980 mantuvimos el contacto epistolar y don Jacinto me hizo algunos encargos –que no logré realizar- de microfilmación de manuscritos, en concreto el Kitab al-iqtibas al-anwar, en la Universidad Qarawiyin. Siempre añadiendo algún comentario, tan de los suyos, como el que me escribió el 26 de agosto de 1982: “Estimado Bernabé: Hoy ha aparecido V. en mis atormentados sueños. Y no sé por qué ni a propósito de qué. Fue una imagen fugaz, pero que no se olvida. ¿Será por no haber correspondido a su amable carta del 3 diciembre 1981 que encuentro hoy en mi revuelta mesa de despacho?”. En alguno de mis escasos viajes a Granada le hice alguna visita. Siempre de reconocimiento. La última que recuerdo fue en agosto de 1985, sabiéndolo ya enfermo, para regalarle un ejemplar dedicado de mi libro sobre las constituciones árabes, agradeciéndole que se lo debía por aquel plan de estudios que él concibió. Tras su muerte, pocos meses después, escribí a su viuda, doña Carmen Martínez Loscos, que había sido su profesora ayudante y sustituta en sus ausencias, una carta de pésame a la que me respondió: “Sus testimonios de afecto, que yo sé era muy grande hacia mi marido, me han conmovido y, dentro de la amargura que siento, me ha servido de consuelo. El recuerdo de tantas personas que le querían y admiraban es el mejor homenaje a su memoria, porque así parece vivo todavía. ¡Tantas veces que se quejaba de incomprensión y qué profunda ha sido su huella! No fue vano su esfuerzo y su entrega, aunque, a veces, lo pareciera. ¡Ojalá que siempre sirva de estímulo a los que tuvo cerca, entre los cuales contaba usted”. Y así ha sido y sigue siendo. 298