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Pocas veces en la historia se conmovió el mundo como la ocasión de la Guerra Civil española de 1936-1939. Buena muestra de ello es la atención que por entonces se prestó a los episodios ibéricos, tanto en la prensa europea como en las Américas, y por igual desde las derechas como de la izquierda. Nunca un conflicto dejó una estela semejante de narraciones histórica y expresión literaria. Ello se debió a una serie de razones que podemos sintetizar sobre la situación imperante en la Europa de 1936. En ese verano de 1936, la situación era extremadamente tensa. La Alemania nazi se rearmaba rápidamente para imponer sus condiciones por la fuerza, como un Adolf Hitler omnipotente tras la eliminación sistemática de su oposición marxista e incluso liberal. En ese sentido, la remilitarización de Renania en la primavera de 1936, además de constituir una grave infracción del tratado Versalles (de 1920), marco el comienzo de las nuevas reivindicaciones territoriales alemanas. Las, ambiciones de Mussolini no eran menos evidentes. A sus conquistas en Abisinia, tolerada por la Sociedad de Naciones (SDN), se unían su creciente vinculación al III Reich y sus intentos de expansión imperial, a costa de los territorios africanos de Francia, especialmente Túnez y Argelia. En un contexto en el que ideológicamente el fascismo, al suprimir todas las libertades, se había convertido en el arquetipo del máximo peligro para las instituciones democráticas de los países occidentales y en la amenaza para las izquierdas de todo el mundo, que veían cómo por doquier florecían regímenes fascistas o parafascistas, claramente inspirados en el modelo italiano. En Francia, la tensión social potenciaba la fuerza de los partidos de la izquierda. Resultado de varios años de declive económico que se había iniciado con la Gran Depresión de 1929. Así las cosas, solo un mes después de que España los socialistas, comunistas y otros grupos políticos afines lograran el triunfo electoral en una alianz análoga a la del otro lado de los Pirineos. El cambio en la orientación política de Alemania y de Francia hizo más difíciles la relaciones intraeuropeas, tan diferentes de cuando en la década de 1920 el binomio francogermano poincaré- stressman marcaba la pauta e la política europea y de la SDN. De otra parte, la URSS ya se había erigido en gran potencia, reconocida prácticamente por todos los grandes países, siendo suya toda la orientación de las activisades de la Komintern, que en su VI Congreso 1935 preconizo la táctica del Frente Popular, a modo de vía democrática para la ocupación del poder por las fuerzas de la izquierda. El cuadro de tensiones europeas se agudizaba además por los complejos pactos militares de la llamada Entende Cordiale, integrada por Francia y el Reino Unido, con Polonia y Checoslovaquia. El Gobierno británico, en su continua tolerancia de las infracciones del Tratado de Versalles, pretendió mantener un equilibrio en el que Londres siguiese conservando su predominio. Aspiraciones difíciles de conseguir en razón de las actitudes aislacionistas de la mayor. Con el referido trasfondo internacional europeo, se produjo el alzamiento militar en España; un país con diferentes matices ideológicos por el contexto Europeo, que de inmediato mostraron sus diferentes actitudes en pro de uno u otro bando. En esa dirección la Alemania Nazi, en la expectativas de sus ambiciones expansionistas, no tenían ningún interés en que un país con la significación estratégica de España- llave del Mediterráneo en caso de contar con una potencia militar- cayese en la órbita social comunista. Además, al III Reich no le interesaba una República española frente populista, que en un eventual conflicto europeo pudiera permitir a Francia el rápido paso de sus tropas y suministros coloniales por la Península. Por otro lado, la preparación de los planes militares hitlerianos exigían asegurarse una serie de suministros estratégicos, una motivación importante para intervenir en la península Ibérica. No era extraño, pues, que Hitler viese con buenos ojos una rebelión militar contra una Republica que él estimaba decadente y potencialmente hostil para sus designios. El caso de Italia era todavía más claro, pues en gran medida la conspiración monárquico- militar de había fraguado en las frecuentes visitas de directivos españoles de derechas a Roma, donde Mussolini y su adjunto el general Italo Balbo (<< héroe>> italiano de la reciente conquista de Abisnia para el pretencioso Imperio italiano en África), mostraban a la luz del sol su simpatía por los partidarios de instaurar en España una monarquía autoritaria. Alemania e Italia apostaron abiertamente, desde el primer momento, en su apoyo al bando sublevado e iniciaron un inmediato y nutrido proceso de suministro de material de guerra, armas, municiones, combustibles, y asesoramiento militar que otorgó una supremacía indiscutible a bando rebelde en las primeras semanas de la guerra. Tanto Hitler como Mussolini vieron en la victoria de los sublevados una gran oportunidad para conseguir asegurarse un nuevo aliado político, con una buena posición geoestratégica, a espaldas de Francia y en el arco Mediterráneo, para su política expansionista. (Libro: La segunda República y la Guerra Civil. Félix Luengo y Mikel Aizpuru, alianza editorial. Madrid 2013). La actitud de Francia, inicialmente inclinada a ayudar a la << fraternal República española>>, se vio debilitada por dos factores esenciales: de un lado la endeblez de su Frente Popular, abrumado por el parlamentarismo; y de otro la presión británica, que moderó los primeros impulsos del apoyo galo a la democracia española, salvando así la Entende (pacto, acuerdo, especialmente entre estados o gobiernos) cordial como instrumento de reserva para contingencias más graves y más directas de ambos países. Cabe recordar que el Reino Unido lo gobernaba entonces un gabinete conservador, presidido por Neville Chamberlain, quien se empeñaba en apaciguar a Alemania y en mantener buenas relaciones con Italia, siempre en busca de mantener la paz. Dentro de ese panorama, solo la Unión Soviética sería la veladora de la República española; con la cooperación de los partidos y organizaciones del comunismo internacional, que nutrían las filas de las brigadas internacionales. El ascenso de Franco, aunque no irresistible contó con la gran ayuda de varias muertes fortuitas, que supusieron la retirada de sus rivales más serios, bien fuera por accidente o por ejecución republicana. Pero la mayor ventaja de Franco al comienzo de la guerra fue su control del Ejército de África, vinculado al hecho de que fue su iniciativa personal la que más contribuyó al impulsar la acción de Hitler y Mussolini en favor de los militares sublevados. El dia del golpe militar, la prensa británica se había referido a él como el hermano menos famoso del aviador Ramón Franco. Apenas una semana después tanto Londres como Roma ya llamaban a los insurrectos Franco´s forces e i franchisti. Franco contaba con ventajas considerables ya que cuando ocurrió la sublevación, estableció su propi oficina de prensa, lo que dice mucho de su ambición y confianza en sí mismo. Desde el 25 de agosto de 1936 el Gabinete de prensa pasó a llamarse Oficina de Prensa y Propaganda, encargada exclusivamente de los servicios de información y propaganda. Era una propaganda centrada en los hechos bélicos, cuya labor fundamental era censurar indiscreciones que podían poner en peligro el éxito de las operaciones. Todavía no se tenía, pues un planteamiento político- ideológico articulado. (Libro la construcción del mito de franco. Laura Zenobi. Ediciones Catedra 2011. Pagina 101-102). Debido a su victoriosa campaña en el sur, a franco le concedieron el mando supremo político y militar de las fuerzas sublevadas. Sirviéndose de compañeros generales que tenían conexiones con los monárquicos y la Falange, logro convencer a ambos grupos de que él favorecería sus objetivos. El hecho de que Franco no se identificara con una organización política concreta lo avalaba igualmente ante la derecha civil y militar. Solo uno de sus compañeros conspiradores, el general Miguel Cabanellas, se opuso a su nombramiento en la reunión de la junta militar en Salamanca el 21 de septiembre de 1936. Cabanellas, presidente simbólico de la junta y africanista que en otro tiempo había sido jefe superior de Franco, declaro proféticamente que si e le entregara España, pensaría que le pertenecía, y si se le otorgaba el poder absoluto, nunca renunciaría a él. Aunque Franco no tenía afiliación política concreta aparte de un monarquismo mal definido que compartía con la mayoría de la oficialidad-, desde el comienzo resultó patente que sus objetivos en la guerra eran políticos, su estrategia militar estuvo configurado desde el inicio por su misión de << salvar a España>>, o más bien de preservar un orden social y político determinado dentro del espacio geográfico de España. A Franco no le cabía duda de que su uso del terror contra la población civil estaba justificado. Abrió a las ciudades y pueblos al bombardeo aéreo masivo. España fue el primer país europeo que sufrió esta lacra de la guerra moderna. Los bombardeos se lograron gracia a los fascistas alemanes e italianos que respaldaban a Franco, pero era impensable sin su aprobación explícita. Después de Madrid y Durango vino el ataque a Guernica, la sede simbólica del nacionalismo vasco. El pueblo, que carecía de defensas antiaéreas, fue aniquilado el 26 de abril de 1937 en tres horas de bombardeo de saturación realizado por la Legión Cóndor alemana y la Aviazione Legionaria italiana. El blanco estratégico clave del ataque no era militar, sino moral. Con Guernica e pretendía matar el afán de resistencia vasco, lo que se logró en un sentido importante. Alrededor de 15.000 niños fueron evacuados para liberarlos del bombardeo. Se les envió a diversos destinos, Gran Bretaña, que mantenía lazos históricos y comerciales con el País Vasco; 5.000 niños fueron a Bélgica y otros 3.000 a la Unión Soviética, México también fue uno de los países latinoamericano en dar refugio a los niño de la guerra, los 442 niños y niñas, entre cinco y catorce años, conocidos como << los de Morelia>>, fueron los primeros exiliados españoles que llegaron a México a petición del presidente Cárdenas. Su mujer, Amalia Solórzano, presidio el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, que se ocupó de su traslado e instalación en Morelia, en el Estado de Michoacán. ( libro: el exilio español 1936- 1978. Julio Martin Casas, Pedro Carvajal Urquijo. Editorial Planeta. Página 48 ). Para los observadores de otros países, lo que sigue resultando particularmente insólito en el caso de las incursiones aéreas es que ocurrían en una guerra civil: Franco estaba bombardeando a sus << propios>> compatriotas. Pero esta no era por supuesto, la percepción del Generalísimo; el suyo era un objetivo superior: la purificación de España La mayoría de los grandes centros de población en territorio republicano fueron bombardeados. Barcelona, que contaba con escasa defensa aérea, sufriría incursiones sucesivas entre enero y mayo de 1938. Pero aunque dichas incursiones aéreas causaban un gran pánico y dejaban muchos sufrimientos y destrucción a su paso, provocaban sentimiento de odio y resentimiento más que de miedo. Para los observadores de otros países, lo que sigue resultando particularmente insólito en el caso de las incursiones aéreas es que ocurrían en una guerra civil: Franco estaba bombardeando a sus <<propios>> compatriotas. Pero no era esta la percepción del Generalísimo, el suyo era un objetivo superior: la purificación de España. Su logro no exigía solo una guerra colonial contra los jornaleros insubordinados del sur profundo, pues las ciudades industriales también se consideraban una importante fuente de contaminación moral. En otras palabras, la salud de la << nación>> requería la eliminación del proletariado industrial. A pesar de la violencia espectacular de los bombardeos aéreos masivos, en el verano de 1937 hubo un cambio de marcha marcado en la estrategia militar de Franco. Tras la guerra de columnas que avanzaban con rapidez en los primeros meses, llego entonces la guerra de desgaste. Entendió que la guerra tenía que ser larga y rigurosa, y procuró que así fuera, porque de otro modo no se conseguiría su objetivo fundamental, postra a enemigo político. Así pues se convirtió en una guerra para controlar a la población y no solo al territorio. Para conseguir este objetivo específico, Franco estaba dispuesto a tolerar grandes bajas entre sus propias tropas que otra estrategia militar habría evitado. Franco estaba convencido de que el ejército poseía el derecho absoluto de imponer su voluntad a la sociedad y que la organización militar era el mejor medio de estructurar dicha sociedad. Al igual que muchos de los jefes y oficiales que habían participado en la rebelión, suscribía plenamente la idea del pelotón de soldados << salvando la civilización>>. El << estado campamental>> inicial tenía que evolucionar para que la suya se convirtiera en la victoria política duradera que pretendía. El cerebro que había detrás de la creación de un estado y partido único franquista era Ramón Serrano Suñer, brillante abogado y antiguo militante de las cuasi fascista Juventudes de Acción Católica, la organización juvenil del partido católico de masas, CEDA. También era amigo de toda la vida de José Antonio Primo de Rivera, el jefe de la falange ejecutado por el gobierno republicano en noviembre de 1936. Serrano Suñer tenía una importante ventaja más: era cuñado del Generalísimo. Serrano Suñer, arquitecto del nuevo estado franquista que se iba a convertir de inmediato en la figura más poderosa de la España insurgente después de Franco, estuvo a punto de ser víctima de un asesinato extrajudicial en la zona republicana, y sus dos hermanos perdieron la vida de ese mismo modo. Había por lo tanto razones personales que reforzaban su hostilidad hacia la democracia republicana. La indudable capacidad intelectual de Serrano Suñer lo acreditaba ante Franco, pero no menos su falta de base de poder personal, que suponía que nunca podía desafiar el del Generalísimo. Trabajó junto al hermano y secretario de Franco, Nicolás. En abril de 1937 consiguieron la unificación de la Falange y los Carlitas, cuyas milicias también constituían los dos elementos más numerosos en el nuevo ejército que se estaba formando. La unificación fue un matrimonio a la fuerza cuyo principal beneficio fue Franco. Obtuvo de golpe cuadros administrativos y una base de apoyo político, a la vez que también situaba a sus principales rivales bajo su control directo. Algunos falangistas de la vieja guardia (camisas viejas) que se opusieron a la unificación por motivos ideológicos fueron excluidos de la nueva organización unificada, o Movimiento, pues este fue el nombre que recibió. Pero abundaron las nuevas afiliaciones. Estas << camisas nuevas>> si incorporaron por los puestos de trabajo y las oportunidades de hacer carrera que ofrecía, en un fenómeno similar al que había ocurrido en Italia después de la llegada al poder de Mussolini, cuando se unieron al Partido Fascista grandes cantidades de personas. Contar con esta clientela ayudó a Franco a consolidar su propio poder, diluyendo- cuando no neutralizando por completo- a la aposición de la vieja guardia. Dicha oposición volvería a surgir tras la guerra, al igual que las tensiones entre los varios componentes de la base de poder franquista: la Falange, los monárquicos y los sectores conectados con las redes asociativas de la Iglesia católica. Muchos camisas viejas se alistaron en la División Azul, que Franco envío a combatir con los ejércitos alemanes en el Frente del Este en 1941, librándose así de una fuente potencial de oposición interna. Asimismo, también, habría conflictos después de la guerra entre la Falange y la cúpula militar. Pero la Falange nunca tuvo la fuerza suficiente para plantear un desafío serio porque el siempre precavido Franco se aseguró durante la guerra de que no se formara ninguna unidad militar políticamente homogéneo dentro de su nuevo ejército. Del mismo modo, se bloquearon los intentos efectuados por la Falange después de la guerra para ejercer control a través de secciones específicas del ejército, como la división de paracaidistas, y los generales << políticos>> que participaron en tales intrigas fueron castigados por Franco con severidad. Sin embargo mientras duro la guerra aquellas personas dentro del bando franquista que habían visto defraudadas sus aspiraciones políticas. La victoria de Franco en la guerra civil dio inicio al intento de alcanzar la modernización económica de España sin que esta conllevara la consecuencia de la “modernidad”: la democracia política y cultural pluralista simbolizadas por la Republica. Más de 400.000 españoles buscaron refugios en el exilio. Algunos consiguieron la seguridad relativa de México, Colombia y las Américas, pero otros miles fueron absorbidos por la vorágine europea de guerra y aniquilación. Los soldados civiles republicanos que cruzaron la frontera de Cataluña a Francia en febrero de 1939 fueron detenidos de inmediato por las autoridades hostiles en los << campos>> de internamiento, donde la falta de servicios sanitarios y cobijo causaron estragos entre los internos, ya debilitados por las privaciones de la guerra. Junto a los republicanos españoles quedaron internados los brigadistas internacionales que no pudieron regresar a sus países. Algunos consiguieron escapar. Como refugiados políticos, las opciones de los republicanos y brigadistas eran escuetas y brutales. El Frente Popular había muerto en Francia al igual que en España, y el gobierno de Daladier los contemplaba con sospecha y disgusto. Se realizaron grandes esfuerzos para lograr la repatriación voluntaria de los refugiados españoles, opción que ya había aceptado unos 70.000 en marzo de 1939. De los 60.000 republicanos que abandonaron los campos (permanecieron en ellos más de 100.000), la mayoría fue enviada al noroeste de Francia para fortificar la Línea Maginot. Allí los republicanos de los batallones de trabajo combatieron la invasión alemana en mayo- junio de 1940 y fue en las líneas de retirada donde realizaron sus primeros actos de resistencia en forma de sabotaje contra las fuerzas de ocupación. Algunos republicanos pasaron directamente participar en actividades de resistencia clandestina. Otros se unieron más tarde, al escaparse de los campos donde se lo había vuelto a intentar. Pero esa fuga ya resultaba mucho más difícil en el invierno de 1940, cuando había muchos más republicanos (así como brigadas internacionales) sometidos al duro régimen de los campos de concentración franceses en el norte de África. Otros se encontraban ahora en campos de prisioneros de guerra, donde los nazis recluyeron al principio a los republicanos españoles que capturaban luchando en las filas del ejército francés para la mayoría. Para la mayoría de los refugiados republicanos en Francia, el camino a la resistencia comenzó con los imperativos de sobrevivir en la vida cotidiana. Para ayudarse sobrevivir, crearon redes de solidaridad que con el tiempo se convertirían en redes de resistencia. La precariedad de las vidas refugiado hizo que los republicanos aprendieran por experiencia que a menudo no había líneas divisorias claras entre sobrevivir y resistir. Desde finales de 1942, las repercusiones de la ocupación nazi y, en particular, del trabajo forzado comenzaron a estimular un mayor grado de resistencia en Europa. En consecuencia los maquis republicanos españoles se convirtieron en parte de los movimientos de resistencia rurales y urbanos que se extendieron por Francia. Los españoles que lucharon en los maquis de Francia libraron la misma guerra irregular de sabotaje, propaganda y supervivencia que sus compañeros que se habían quedado en España en las guerrillas que luchaba contra las fuerzas de seguridad de Franco. En el otoño de 1944, se dejó que los combatientes republicanos cruzaran solos la frontera y, como era inevitable, fueron aplastados por las fuerzas de Franco y empujados de nuevo a Francia a un exilio que esta vez sería definitivo. Hitler fue derrotado en 1945, pero franco estaba bien situado para ganar la Segunda Guerra Mundial. Su dictadura sería respetada por las potencias occidentales, cada vez más preocupadas por las divisiones de la Guerra Fría y dispuesta a hacer la vista a gorda a los asesinatos y la represión masiva dentro de España, a cambio de la retirada afirmación de Franco de efectuar una cruzada contra el comunismo. Se mantuvo esta mirada ciega a pesar del hecho de que España había respaldado al Eje durante casi toda la segunda guerra mundial, por mucho que no tuviera condición formal de no beligerante. En efecto, su Valor para Hitler se derivaba precisamente de dicha condición. Franco, quien le rompió relaciones diplomáticas con el Tercer Reich hasta el día de la victoria aliada en Europa el 8 de mayo de 1945, proporcionó a Hitler materia prima estratégica alimentos y mano de obra. También permitido el repostaje y suministro de los submarinos alemanes, proporcionó a Alemania radar, reconocimiento aéreo e instalaciones de espionaje dentro de España y acceso a los servicios de propaganda españoles en América latina. Esta ayuda provenir de una profunda afinidad ideológica entre la España franquista y la Alemania nazi, que se manifiesta que se manifestaba en la gran influencia de la Gestapo en el aparato policial español y el modo como se permitía la prensa falangista publicar un material de propaganda nazi como si fueran noticias. La consecuencia mejor conocida de dicha actividad fue el despacho en 1002 el 41 división azul, dentro de cuyas filas unos 47.000 soldados españoles compartirán con el ejército del tercer Reich en el frente del este. Pura consecuencia menos conocida fue que franco no puso reparos cuando los nazis le proporcionaron de fugas de la condición de prisioneros de guerra a los miles de republicanos españoles que se hallaban en su poder, accediendo de este modo a que fueran enviados de los stalags a los campos de concentración. En los campos de concentración murieron alrededor de 10000 republicanos españoles, lo que supone el mismo número, sino más elevado, de los que murieron combatiendo en la Segunda Guerra Mundial (la última cifra es muy difícil de calcular; las estimaciones, que abarcan tanto a los que luchaban en las filas de los ejércitos regulares, los guerrilleros y otros combatientes irregulares, varían de 6.000 a 10.000 muertos). De todos los campos, fue en Mauthausen donde la mayor parte de los republicanos españoles experimentaron el descenso a los infiernos: 7.200 fueron encarcelados en él, de los cuales 5.000 murieron, la mitad del total de españoles que perecieron en campos nazis. En General, los excluidos fueron los sectores sociales y políticos que se habían identificado con la república y que no pudieron abandonar España: obreros, jornaleros nacionalistas catalanes y vascos, profesionales progresistas y de las clases medias urbanas y mujeres, sectores que habían puesto en tela de juicio el orden establecido cultural, política fue económicamente. Para el régimen de Franco todos ellos eran <<rojos>> y, fet una vez colocados más allá de la nación, no se les otorgó derecho alguno. Decenas de millares fueron ejecutados en asesinatos judiciales perjuicios militares sumar y sumarísimos ( los consejos de Guerra), se convirtieron en una auténtica aberración jurídica, porque los acusados eran quienes habían permanecido fieles a las leyes, y los jueces eran los que habían roto con la legalidad. Además, se aplicaba legislación militar para condenar cuestiones políticas; esto suponía otra anomalía jurídica. Se condenaba por auxilio a la rebelión no solo a los que defendían la legalidad republicana, sino a los que, sin enfrentarse sin enfrentarse a los sublevados, simplemente no apoyaban su causa; es decir, es decir se le deba, la vuelta a la justicia con el objetivo de justificar la sublevación. A cientos de miles más, hombres, mujeres y niños, los encarcelados de los que los historiadores de dominan hoy <<El universo penitenciario>> del franquismo: reformatorios y cárceles, campos de concentración y batallones de trabajo forzado, en los que las fuerzas militares destacadas para organizarlos se referían a sí mismas como << el ejército de ocupación>>. Los recluidos estaban sometidos a un intento sometimiento y brutal de reconfigurar su conciencia y valores. Con este fin, decenas de millares de personas se vieron reprimidas, maltratadas y humillada a diario. Entre las restantes víctimas del orden político social se impuso el franquismo, estaban los niños perdidos, donde decidimos defender a los que, donde decidimos defender a los que, tras ser arrancados de sus Madres encarceladas, se les cambia el nombre para que pudieran ser amado adoptados por fuera familiar afectos al régimen. Varios miles de niños de familias obreros fueron ingresados en hogares de Auxilio Social. En otras instituciones públicas porque las autoridades no consideraron a sus Padres o familiares <<aptos>> para educarlos. La depuración de funcionarios, en especial de profesores universitarios y maestros, supuso que se unieran a las filas de los excluidos un número considerable de profesionales de clase media. La represión cultural se notó en particular en el país vasco y, sobre todo, en Cataluña, donde los movimientos políticos populares ya habían puesto en entredicho el concepto de un estado castellanizado y ultra centralizado. En el conjunto de España, un cuartel de los profesores y maestros perdieron el derecho al ejercer su profesión. Los republicanos también se vieron sometidos al exilio interior y sus hijos fueron excluidos de las universidades. Para los muertos civiles, la guerra continuaría durante la década de 1940 en las variadas el fin de estas formas de represión y discriminación institucionalizada mediante la que se constituyó el régimen. A través de todas las formas de represión, el régimen se dedicó a dividir a los españoles según un esquema de maniqueo de vencedores y vencidos. Franco legítimos un nuevo orden violento o acudiendo a una lectura ultraconservadora del historia de España, lectura que se había puesto en tela de juicio bajo la república. Erigió el mito represivo de una nación española monolítica nacida en el siglo xv con los Reyes Católicos, en el que la jerarquía y la homogeneidad cultural, garantizada por el catolicismo integrista, había generado la grandeza imperial. Aunque dicen había desaparecido, la España metropolitana volvería a ser grande bajo Franco como baluarte contra los pecados de la modernidad simbolizados fue la de Republica. El sistema de justicia civil continuo existiendo y desempeño un papel complementario en la represión. Pero se nombraron jueces militares para sus tribunales y su jurisdicción se recorto mas con la creación de numerosas secciones especiales, cuyos objetivos también era predominantemente represivo. Los más destacados fueron el tribunal especial para la represión de la masonería y el comunismo (1940) y la ley de responsabilidades políticas (1939), cuya aplicación restrospectiva pedía remontarse hasta octubre de 1934 y que compendiaba de un deficiente el ejercicio de derechos y la dinámica vengadora del régimen franquista. La ley permitía que se impusieran multas y expropiaciones a los acusados y sus familias. A los condenados por tribunales de responsabilidades políticas. Pero muchos de los que llegaron ante los últimos fueron sancionados no por lo que habían hecho, sino por actos de omisión; es decir, por no haber apoyado de forma activa la rebelión militar. Entre 1939 y 1945, unas 500000 personas fueron sometidas a los procedimientos de responsabilidades políticas, y ante decenas de miles de sus casos no llegaron nunca recibir sus sentencias- a menudo por sobrecarga administrativa y falta de personal-, los efectos represivo sobre los comparecientes no fueron por ellos menores. Asimismo, las decisiones ilegales franquistas arruinaron vidas de otros modos. De este y otros modos, los religiosos fueron importante agente de disciplina social en España de posguerra reflejando la alianza institucional de la iglesia y el estado fundamental para la legislación política del Franquismo. (BORRADOR).