Intimidad y relaciones de pareja
Exploraciones de un campo
de investigación
Intimidad y relaciones de pareja
Exploraciones de un campo
de investigación
Ana Josefina Cuevas Hernández
(coordinadora)
Universidad de Guadalajara
Universidad de Colima
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
Juan Pablos Editor
México, 2019
Proyecto apoyado por el Fondo Sectorial de Investigación para la Educación.
Intimidad y relaciones de pareja : exploraciones de un campo de investiga
ción / Ana Josefina Cuevas Hernández, coordinadora. México : Juan Pablos
Editor, 2019
1a. edición
332 p. : ilustraciones ; 14 x 21 cm
ISBN: 9786077115731
T. 1. Relaciones hombre mujer
Parejas
T. 2. Relaciones interpersonales
T. 3.
HQ801 I58
INTIMIDAD Y RELACIONES DE PAREJA.
EXPLORACIONES DE UN CAMPO DE INVESTIGACIÓN
de Ana Josefina Cuevas Hernández, coordinadora
Primera edición, 2019
D.R. © 2019, Universidad de Guadalajara
Avenida Juárez 976, C.P. 44100, Guadalajara, Jalisco
D.R. © 2019, Juan Pablos Editor, S.A.
2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19
Col. del Carmen, Alcaldía de Coyoacán
México 04100, Ciudad de México
<juanpabloseditor@gmail.com>
Diseño de portada: Daniel Domínguez Michael
ISBN: 9786077115731
Impreso en México/Reservados los derechos
Juan Pablos Editor es miembro de la Alianza
de Editoriales Mexicanas Independientes (aemi)
Distribución: TintaRoja <www.tintaroja.com.mx>
Índice
Prólogo
Rosario Esteinou
Introducción
Ana Josefina Cuevas Hernández
La intimidad en las relaciones de pareja:
reflexiones conceptuales a partir
de su multidimensionalidad
Tania Rodríguez Salazar,
Zeyda Rodríguez Morales,
Rocío Enríquez Rosas,
Ana Josefina Cuevas Hernández
Ana Gabriel Castillo Sánchez
Conyugalidad e intimidad en América Latina:
un panorama regional
Ana Josefina Cuevas Hernández
Intimidad y roles de género en las relaciones
de pareja heterosexuales adultas:
una revisión de literatura
Ana Gabriel Castillo Sánchez
9
15
37
95
149
8
ÍNDICE
El cuidado mutuo en las parejas heterosexuales
adultas y adultas mayores contemporáneas:
hacia una caracterización de los debates
Rocío Enríquez Rosas
Sexualidad y relaciones de pareja entre adultos
y adultos mayores en México y América Latina:
explorando la normalidad heterosexual
Zeyda Rodríguez Morales
181
237
Internet en las relaciones de pareja establecidas:
un panorama desde la investigación internacional
Tania Rodríguez Salazar
293
Sección de autoras
331
La intimidad en las relaciones de pareja:
reflexiones conceptuales a partir
de su multidimensionalidad
Tania Rodríguez Salazar, Zeyda Rodríguez Morales,
Rocío Enríquez Rosas, Ana Josefina Cuevas Hernández,
Ana Gabriel Castillo Sánchez
Este capítulo se propone mapear las discusiones teóricas en torno
a la intimidad en las sociedades modernas en aras de establecer las
principales coordenadas históricas, sociales y culturales que la pre
figuran como un objeto de estudio complejo y multidimensional.
Con este fin hemos realizado una amplia revisión bibliográfica so
bre transformaciones, perspectivas, dimensiones y prácticas que
suelen asociarse a la investigación sobre la intimidad, en particular
en el ámbito de la pareja. Esta revisión se realizó de manera colec
tiva con el propósito de crear un marco común de entendimiento
de los fenómenos de la intimidad de pareja para la realización de
un proyecto ambicioso de investigación empírica. En este sentido,
el capítulo pone en relación la discusión general, abstracta, multi
geográfica sobre la intimidad, con un conjunto de dimensiones o
ejes que consideramos primordiales en la investigación sobre inti
midad y pareja: conyugalidad, roles de género, cuidado, sexualidad
y medios digitales. Estas dimensiones serán claves para ponderar
la diversidad de las prácticas íntimas y de los significados que las
configuran, así como valorar la coexistencia de discursos, ideales
y valores contradictorios en torno al género, la sexualidad y la fa
milia.
El capítulo se organiza en cuatro secciones. En la primera expo
nemos las lecturas sociohistóricas sobre la modernidad tardía y la
transformación de la vida íntima, haciendo énfasis en las particu
laridades latinoamericanas. En la segunda dilucidamos algunas ca
racterísticas y retos implicados en las relaciones de pareja en la edad
[37]
38
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
adulta. En la tercera analizamos los conceptos en torno a la intimi
dad, contemplando definiciones, componentes y propiedades, fo
calizando la atención en el ámbito de la pareja. Finalmente, en la
cuarta sección, profundizamos en las formas en que cada una de
las dimensiones señaladas (conyugalidad, roles de género, cuidado,
sexualidad y medios digitales) se inscribe en los estudios sobre inti
midad, destacando las aportaciones teóricas que muestran la rele
vancia de cada una de ellas, su asociación con definiciones, formas
y componentes específicos de la intimidad, así como los desaf íos
que emergen en relación con el género, la generación, la geograf ía,
y las emociones, entre otras variables.
LAS TRANSFORMACIONES DE LA INTIMIDAD
Las transformaciones en la esfera de la intimidad han estado vin
culadas con el periodo de la modernidad tardía, también llamada
segunda modernidad o modernidad radicalizada, que incluye cre
cientes procesos de individualización y desregulación institucional
de la vida personal, los cuales impactan directamente en los ima
ginarios acerca de las relaciones de pareja, el género y la familia
(Giddens, 1993 y 2000). Bajo estas lecturas históricas, son crecien
tes las tensiones entre las idealizaciones románticas acerca de las
parejas concebidas como la unión de dos personas que se entregan
y hacen un proyecto de vida en común, y otras idealizaciones en
las que se concibe a los individuos como agentes guiados por valo
res relacionados con la libertad y la autonomía, cuyos objetivos de
vida incluyen la realización personal en ámbitos como la formación
profesional y el trabajo, y que no necesariamente persiguen la insti
tucionalización de la relación de pareja ni la formación de una fa
milia (Beck y Beck, 2001).
En la sociedad global se observa el surgimiento de nuevos ries
gos y nuevas desigualdades atribuibles a cambios ocurridos en tér
minos demográficos y también al interior de la familia. La estructura
de riesgos que ha emergido es muy distinta a la que caracterizaba a
las sociedades industriales, en las que los empleos y las familias eran
vistos como los pilares fundamentales del bienestar social. La socie
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
39
dad global ha puesto fin a la ilusión del pleno empleo sostenido, que
garantizaba empleos estables y bien remunerados; también ha pues
to en crisis el papel atribuido a las mujeres como responsables de
las labores domésticas y de cuidado (EspingAndersen, 1999).
Se vive de forma cada vez más amplia un empobrecimiento de
las características del trabajo formal y se van generalizando los tra
bajos flexibles, precarios e informales en los que las personas tran
sitan de uno a otro, tanto en sus actividades como en su recorrido
geográfico, fenómeno que se ha denominado multiactividad nóma
da. Tener condiciones laborales como contratos, estabilidad a lo
largo del tiempo, pensiones y jubilaciones, así como acceso a servi
cios médicos, son derechos que tienden a desaparecer. Asimismo,
estos trabajos demandan horarios tan extendidos que se desdibuja
la frontera entre tiempo laboral y tiempo de ocio, así como entre
espacios de trabajo y espacios domésticos (Beck, 1999). Estos fe
nómenos definen condiciones materiales dif íciles para la vida de
la pareja, la realización de proyectos profesionales conjuntos y la
protección de los hijos.
Otro aspecto que cobra relevancia es la intensificación del uso
de tecnologías de la información y la comunicación en la vida coti
diana, que incluyen el desarrollo de múltiples plataformas interac
tivas en el ámbito online, las cuales generan el ensanchamiento
del mundo de lo privado y al mismo tiempo la ampliación de la
esfera de lo público a través de ellas (Sibilia, 2008). Este fenómeno
es especialmente potente en la generación y el mantenimiento de
vínculos íntimos que trascienden las relaciones de pareja, posibili
tando la diversificación de relaciones afectivas y sexuales que ponen
en tensión las expectativas de sus miembros respecto a su conoci
miento y control sobre la vida del otro. Este terreno aparece como
un ámbito no normado donde las parejas reproducen normas de
su vida offline o crean nuevas reglas sobre la marcha, dando lugar
a la existencia de intimidades múltiples o intimidad de varias capas
(Haag, 2013).
Estas transformaciones ocurren en medio de una lógica defini
da por la sociedad de consumo en la que el dinero media entre los
deseos y su satisfacción, y ser ciudadano transita hacia ser consu
40
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
midor, lo cual significa apropiarse de las cosas, comprarlas y ha
cerlas exclusivas, despojarlas de su encanto, destruirlas, agotarlas
hasta su aniquilación total (Bauman, 2007). Esta lógica se ha ex
tendido hasta el espacio de los afectos y la vida sexual, en el que
las llamadas relaciones de bolsillo ahorran a la gente el esfuerzo de
cultivarlas lentamente, optando por un vínculo rápido, sin com
promiso, que no coarta la libertad ni la posibilidad de seguir re
colectando nuevos placeres (Bauman, 2005).
Esta lógica de consumo también se ha extendido para capturar
las relaciones fundadas aun en el imaginario romántico tradicio
nal, mercantilizando numerosos aspectos y prácticas relativas al
romance y la demostración del sentimiento amoroso, así como lo
concerniente a prácticas sexuales; con ello se ha expandido toda
una industria alrededor del cuerpo, objeto de intervención y de
consumo de enorme variedad de servicios y mercancías (Illouz,
2009). La publicidad que acompaña a este mercado está plagada
de imágenes eróticas, hasta el punto de hablar de pornografismo;
hay vida libertina y vida romántica por todas partes, alentadas en
cada película y cada anuncio televisivo. Se habla de un mundo hiper
sexualizado que a su vez no termina de transformar de fondo las
relaciones íntimas (Chaumier, 2006).
En términos culturales es innegable la relevancia del conjunto
de fenómenos amparados en lo que se acuñó como la “revolución
sexual”, que desde los años sesenta inspira la batalla por consoli
dar nuevas idealizaciones y valores. La aparición de los anticon
ceptivos y la influencia innegable del feminismo, que ha dado pie
a la lucha por la igualdad de género y el cuestionamiento de la per
sistencia de la sociedad patriarcal en general, fueron claves en este
proceso. A su vez, este fenómeno ha sido acompañado por la lu
cha que a lo largo de décadas ha ido ganando terreno en aras del
reconocimiento de la diversidad sexogenérica, misma que ha permi
tido que aparezca un espacio de deliberación sobre la identidad que
diferencia entre sexo biológico, género y preferencia sexoafectiva
(Scott, 1996; Butler, 2002).
Algo fundamental que acompaña estos procesos ha sido la pro
gresiva secularización de las sociedades, que ha auspiciado la dis
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
41
minución del papel de la religión y la iglesia, produciendo un con
texto simbólico heterogéneo que ha generado procesos socializa
dores más complejos y ha dado pie a una creciente liberalización
moral. En este nuevo entorno, el ejercicio de la sexualidad funda
da en el placer y no en la reproducción se ha legitimado y conver
tido, a su vez, en un horizonte de expectativa para ambos sexos,
minando cada vez más la lógica de la doble moral que desvaloriza
a las mujeres.
Así, las sociedades occidentales experimentan tendencias ha
cia la configuración de un nuevo orden amoroso y sexual donde el
sentimiento y el placer podrían ir juntos, pero también separados,
cuestión que ha impactado tanto las formas de ser sujetos de de
seo y de afectos individualmente, como en la conformación de las
parejas, volviendo el espacio de la intimidad un terreno de refle
xión, de negociación y de conflicto.
LAS PARTICULARIDADES LATINOAMERICANAS
Las lecturas históricas sobre las transformaciones de la intimidad
asociadas con la modernidad tardía (provenientes sobre todo de
autores europeos) a las que hemos aludido, muestran un gran pano
rama que permite observar tendencias, cambios y retos en práctica
mente todas las sociedades occidentales, pero no pueden adoptarse
de manera acrítica para comprender realidades concretas y comple
jas como las de los países latinoamericanos. Cada uno de los cam
bios que describen tales lecturas no pueden interpretarse como
hechos dados, puntuales, que se han puesto en marcha de manera ho
mogénea a lo largo de las distintas regiones del mundo, sino como
el resultado de fuerzas históricas, globales y locales que diversifican
las temporalidades, la extensión y la profundidad de los impactos
de la modernidad en la vida íntima.1 Esta advertencia es particu
1 Cabe destacar que la versión de Giddens sobre el impacto de la moderni
dad tardía sobre el yo ha sido cuestionada por investigaciones europeas y esta
dounidenses, en las que se destacan la prevalencia de inequidades de género en
las prácticas íntimas y se critica la sobregeneralización, aun con respecto a la inti
midad y la vida personal en el caso de sociedades desarrolladas (Jamieson, 2012).
42
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
larmente importante cuando se investigan contextos latinoameri
canos, como atinadamente lo han destacado autores de esta región.
En los estudios latinoamericanos sobre la esfera íntima se desta
can críticas a los planteamientos europeos respecto a los procesos
de individualización y transformación de la intimidad. Núñez y
Zazueta (2012) cuestionan la aplicabilidad de una narrativa única
en sociedades tan diversas, multiculturales y subdesarrolladas como
las latinoamericanas y el uso del carácter no tradicional para enten
der las nuevas formas de relacionarse en pareja. En convergencia,
Mindek (2018) cuestiona el carácter lineal, general y universal de
las visiones europeas para explicar los cambios que se gestan en las
parejas y en las familias. De manera particular, Tenorio (2012) seña
la que en las sociedades mexicanas y latinoamericanas no se puede
partir —para el entendimiento de la transformación de la intimi
dad— de la consideración de una existencia real de igualdad entre
mujeres y hombres, ni tampoco se pueden explicar como proble
mas individuales lo que se debe a la estructura social (por ejemplo,
la inequidad y la violencia de género en las parejas). En un sentido
similar, otros autores puntualizan que las transformaciones en la
intimidad de las parejas y las familias han sido parciales (Guevara,
2005), no han impactado de manera homogénea en todos los sec
tores de la población, específicamente en los más pobres y de ám
bitos rurales e indígenas (Rojas, 2016; Mindek, 2018), y por ello
aún no han significado una ruptura total con el sistema patriarcal
(Rojas, 2016). Por esta razón, desde América Latina se arguye que
estos planteamientos deben tomarse como modelos, guías heurís
ticas o referencias (Tenorio, 2010; Zazueta y Sandoval, 2013) para
caracterizar los cambios ocurridos en el tiempo y las influencias
globales que la modernidad ha generado en las sociedades y que
sólo pueden conocerse a través de la investigación empírica.
En el caso de México, Guevara (2005) observa que
[...] los cambios en la esfera de la intimidad ocurridos en nuestro
país son resultado de una modernidad a medias que por una parte
promueve la reducción de las tasas de fecundidad, mientras por la
otra coloca estas medidas en los estrechos márgenes de la fami
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
43
lia; que reconoce el derecho de los individuos a formar uniones
consensuales, pero en el marco de fuertes asimetrías de género;
que ha creado una estructura jurídica que permite el divorcio, pero
en una comunidad que lo desaprueba, además de que distribuye
desigualmente los costos materiales y simbólicos de las rupturas
conyugales; una modernidad que ha legitimado el uso de anticon
ceptivos, pero no modificó sustancialmente los imaginarios de la
maternidad (p. 874).
En este sentido, la sociedad mexicana incorpora nuevas prácti
cas, manteniendo vigente un sistema de valores tradicional y con
servador que preserva y refuerza los desbalances en las relaciones
de poder entre hombres y mujeres.
Las particularidades de la región latinoamericana, como la per
sistencia de códigos culturales patriarcales y religiosos, las diversi
dades étnicas y socioculturales, las fuertes desigualdades sociales,
entre otros aspectos, nos advierten que esos cambios asociados a
la modernidad pueden estar ocurriendo en los países latinoame
ricanos con diferentes ritmos, impactos diferenciados en los diver
sos grupos sociales, y de formas fragmentadas, contradictorias o
ambiguas, en las que coexisten nuevas prácticas con valores del
pasado, o viceversa, nuevos valores que no desencadenan prácti
cas acordes. En convergencia, Rhim, Sharim, Barrientos, Araya
y Larraín abogan por un panorama que permita entender que “[…]
la inclusión de los discursos de la modernidad tardía en Améri
ca Latina ocurriría de modo fragmentario y afectaría mayormente
a algunos ámbitos de la vida, mientras que en otros persistirían
prácticas más tradicionales” (2017:3).
LAS RELACIONES DE PAREJA EN LA ADULTEZ
En las sociedades occidentales, tener una pareja establecida, como
tendencia demográfica, suele ser una experiencia de adultos y adul
tos mayores. En la edad adulta, las personas suelen vivir casadas
o unidas, y en este ciclo ocurre la mayoría de los divorcios o sepa
44
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
raciones. En general se trata de un ciclo o más en la vida en que
las ocupaciones y responsabilidades dejan poco tiempo libre, en el
que las amistades se reconfiguran alrededor de la pareja, la pater
nidad y la maternidad, así como se es más proclive a sufrir cambios
fisiológicos y psicológicos (por ejemplo, la aparición de enferme
dades, cambios hormonales, alteraciones en los patrones del sueño
o en el estado de ánimo). Como todos los ciclos de vida, la edad
adulta está sujeta a significados que configuran ideales, expecta
tivas o prohibiciones. Hagestad y Datan señalan:
Cada sociedad tiene un sistema de expectativas sociales con res
pecto al comportamiento adecuado a cada edad, y estas expecta
tivas se interiorizan a medida que el individuo crece y envejece,
pasando de un estatus de edad al siguiente. Hay un momento en el
cual se espera que trabaje, que se case, una época para criar a sus
hijos, un tiempo para jubilarse, incluso un tiempo para enfermar
y morir (1973:115).
Esto ocurre aun en las sociedades contemporáneas caracteri
zadas por pluralismos socioculturales y por visiones más abiertas
a formas diversas de organizar la vida personal.
En general, vivir en pareja tiene costos y beneficios. Si bien la
intimidad de pareja en la vida adulta se asocia con la estabilidad y
con un estilo de vida rutinario, también es cierto que se trata de un
ámbito muy heterogéneo y dinámico. Una parte de esta heteroge
neidad proviene del surgimiento de nuevas formas conyugales que
abren el espectro de las relaciones de pareja. Las variaciones con
yugales se manifiestan tanto en las relaciones de pareja tradiciona
les o típicas que expresan diversidad y cambios, como en las parejas
alternativas que orientan su vida bajo nuevos arreglos y estánda
res. Las relaciones conyugales, matrimonios o uniones libres, asen
tadas en los principios de la monogamia o de la exclusividad sexual
y emocional entre la pareja, expresan diversidad y cambios a lo
largo de su historia. Frank y DeLamater (2010) señalan que las rela
ciones de pareja suelen fincarse en una gran diversidad de com
portamientos transgresivos. Estos comportamientos actualmente
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
45
involucran mediaciones tecnológicas que crean nuevas condicio
nes para su realización, ocultamiento o descubrimiento. Para es
tos autores, hay formas de intimidad instituidas bajo el “privilegio
cultural” de la monogamia y la heterosexualidad, aunque escon
den múltiples realidades que en ciertos grados implican relaciones
nomonógamas. Bozón (2006), por su parte, desde el contexto eu
ropeo, ha observado que las relaciones extraconyugales se desa
prueban menos cuando la duración de la pareja aumenta y que la
norma de fidelidad no opera como un principio absoluto, sino como
una norma situacional que actualmente tiene más importancia en
las parejas que inician que en las parejas estables. Chaumier (2006),
desde el contexto francés, plantea que el divorcio y la viudez son
impulsores de nuevas formas de conyugalidad que se distancian
de las convencionales.
En general, en los contextos europeo, estadounidense y mexi
cano se arguye que, a pesar de que la norma entre las parejas es la
fidelidad, lo normal es la infidelidad.2 Ante este escenario, se han
construido esquemas que nos permiten visualizar la amplia gama
de posibilidades que las parejas adoptan en su experiencia con
yugal.3 Pamela Haag, desde el contexto estadounidense, contem
pla diversas formas. Por ejemplo, existe una zona que se despliega
entre la infidelidad abierta y la monogamia pura, y dentro de ésta
una gran proporción de parejas eligen el “ojos que no ven, cora
zón que no siente”. Tales arreglos reciben el nombre de “acuerdos
2 En palabras de Adam Phillips, “si la infidelidad constituye un problema
tan grande es porque damos por sentada la monogamia, porque la tratamos
como la norma. Tal vez deberíamos considerar que la norma es la infidelidad, y
aceptarla con calma, sin agobio. Y así podríamos reflexionar sobre la monoga
mia” (1998:2).
3 De hecho, consideran que la exploración de lo extraconyugal o la presen
cia de un tercero en la pareja, constituye una herramienta metodológica adecuada
para ahondar en la vida íntima. “La relación con el tercero es una herramienta
de investigación y comprensión del funcionamiento de la pareja. Así pues,
nuestro interés por el trío no es resultado de una curiosidad perversa o de algu
na rareza, sino de la idea de que nos revela los mecanismos de la pareja (en
positivo y negativo) y de que en la apertura hacia un tercero se manifiestan
tendencias más generales” (Chaumier, 2006:45).
46
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
de adulterio” o “tolerancia del adulterio”, mientras que se denomi
na “adulterio ambiguo” cuando la pareja sabe del adulterio de su
pareja pero finge no saberlo, pues no es capaz de aprobarla y lo
tolera en silencio (2013:265267). Estos tratos implican a su vez la
definición de límites que la mayoría de las veces son implícitos, y
en ocasiones explícitos. Son límites o reglas sobre tiempos que se
dedican a la otra relación, tipos de personas que pueden ser tolera
das, actividades que se realizan con la otra persona, si se restringe
al ámbito virtual o incluye prácticas sexuales, si son heterosexua
les u homosexuales.
En estas posibilidades, la tecnología ha tenido un papel impor
tante al permitir la ampliación de lo privado. Haag plantea la posi
bilidad de intimidades múltiples, y afirma: “La metáfora de intimidad
podría estar desplazándose del círculo exclusivo y cerrado del
anillo de boda a la web, con más conexiones y vínculos remotos y
múltiples” (2013:288). Esto también ha permitido la feminización
del adulterio, posibilitando que las mujeres establezcan relaciones
extraconyugales sin pagar el precio de la estigmatización y la con
dena moral pública. Otra opción de arreglo conyugal para Haag
son los “matrimonios abiertos” o poliamorosos. Éstos constituyen
la opción más vanguardista, pues
Tiene cierta audacia al extender los límites de lo posible dentro de
una forma convencional. Socava los paradigmas más fuertes del
matrimonio romántico, sus axiomas de que sólo hay una intimi
dad a la vez, de que el amor romántico no es plural y que los celos
imposibilitan intimidades múltiples (Haag, 2013:296).
Otra opción son los “matrimonios posrománticos”, éstos son to
lerantes a las aventuras, al sexo extramatrimonial, valoran el com
pañerismo, la amistad, la ayuda mutua, la complementariedad, y
no es relevante para la pareja la ausencia de pasión; para ellos, el
sexo es secundario y esto no atenta contra el éxito de la pareja
como tal. Estas parejas emprenden proyectos como tener hijos y
acumular y administrar bienes.
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
47
Desde el contexto francés, Serge Chaumier propone dos con
ceptos para denominar sendos tipos de parejas: las llamadas “fi
sionales”, en las que sus miembros conservan su individualidad y
autonomía, y las “fusionales”, propias del amor romántico, que se
repliegan sobre sí mismas. “Entre estas dos tensiones hay una serie
de términos medios posibles que se encuentran en el amor contem
poráneo. Estos cambios tienen consecuencias claras en la vida con
yugal, los sentimientos, la sexualidad y el erotismo” (2006:19). En
las parejas fisionales hay un proceso de desromantización y se abre
un hueco a los terceros. En las fusionales, la extraconyugalidad se
condena y se excluye como posibilidad real. Para este autor, la
presencia del tercero es muy variable y admite muchos grados y
matices. Hay presencia de terceros virtuales (voyeurismo) o rea
les (el intercambio de parejas). Para Chaumier, la caducidad de la
norma de la monogamia se expresa en la variedad de formas de
poligamia que son comunes, entre las que distingue: la poligamia
sucesiva: bodas y divorcios sucesivos a lo largo del tiempo; la poli
gamia secuencial: alternar a los compañeros, siendo éstos las mis
mas personas; la poligamia simple: conjuga relaciones en un mismo
tiempo; relación de delegación: aventuras con un tercero de uno de
los miembros de la pareja, con el conocimiento del otro.
Siguiendo los planteamientos de Francesco Alberoni,4 Chaumier
afirma que la fase del enamoramiento pasa y la institucionaliza
ción del amor implica su desaparición, lo mata. Cuando se pasa del
estado naciente a otra fase, se entumece el amor y la pareja decide
tener hijos. Así, el amor experimenta un empuje y enriquecimien
to (2006:214).
En el caso de la sociedad mexicana, el mosaico de posibilidades
de arreglos de pareja es igual o más amplio que en Francia y Estados
Unidos, pues la tendencia a la individualización y la igualdad de
género cobran relevancia, pero persiste la influencia de la religión
católica, que va de la mano de una moral sexual de tipo conserva
dor. Lydia Cacho elabora un listado de todos los arreglos que caben
4
En su obra Enamoramiento y amor (1987).
48
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
en lo que llama “el amor posmoderno” y las fórmulas de relaciones
amorosas que se organizan hoy, las cuales son:
• Matrimonios tradicionales de hombre y mujer, casados por
la ley y probablemente por alguna iglesia. Tienen hijos.
• Relaciones entre solteros; cada uno vive en su casa, pero hay
un compromiso de pareja monogámica.
• Monogamias sucesivas de mediano plazo como matrimonio
(firmado o no).
• Familias uniparentales en pareja, con diferente hogar cada
una, pero comprometidos a la monogamia.
• Parejas gays o lésbicas con hijos, monogámicas, con reglas
tradicionales.
• Parejas gays o lésbicas sin hijos y con acuerdos de convivencia
más fluidos.
• Parejas con convivencia con amor sin sexo […].
• Parejas nodales abiertas, no monogámicas, pero que se pro
fesan amor, cuidados y afectos comprometidos.
• Matrimonios abiertos “poliamor”, o swingers, […] y los acuerdos
de amor se revisan constantemente.
• Matrimonios convencionales con permisividad sobreenten
dida del adulterio masculino, siempre y cuando no haya aban
dono familiar.
• Amistades con privilegios sexuales, que hacen pactos y los
revisan constantemente.
• Parejas que se niegan a la definición (bisexual, heterosexual,
homosexual) y cuyos miembros han tenido relaciones conyu
gales, eróticas y sexuales con hombres y mujeres.
• Parejas monogámicas románticas de mujeres de mayor edad
con hombres más jóvenes.
• Parejas monogámicas románticas de hombres mayores con
mujeres más jóvenes.
• Trieja: relación conyugal poliamorosa con acuerdos claros en
los que hay dos hombres y una mujer, o dos mujeres y un hom
bre. Comparten todo, el sexo, los gastos, la vida cotidiana, la
maternidad y la paternidad (2014:366367).
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
49
Como hemos podido observar, las relaciones de pareja contem
poráneas admiten una variedad enorme de matices, como los que
señalan los autores citados, y todas ellas son producto de las formas
en que los individuos enfrentan y resuelven de diversas maneras,
los dilemas y retos cotidianos para mantenerse juntas. No obstan
te, es importante destacar que esta diversidad de configuraciones
de pareja puede ser más amplia, aun en los límites de las parejas he
terosexuales. Las tipologías propuestas por los autores citados, en
este sentido, no son exhaustivas y pueden combinarse entre sí.
REFLEXIONES CONCEPTUALES
EN TORNO A LA INTIMIDAD
La intimidad ha sido objeto de indagación de todas las disciplinas
de las ciencias humanas y sociales desde mediados del siglo XX.
Como concepto, la intimidad está ligada a múltiples contextos teó
ricos y empíricos de la literatura sobre pareja, amistad, sexualidad
y familia, y se ha empleado para entender los efectos de la moderni
dad en la relación entre el yo y los otros y entre lo público y lo priva
do. En esta sección centramos la atención en la discusión teórica y
abstracta del concepto de intimidad, con el fin de esclarecer defi
niciones y propiedades que la caracterizan en el ámbito de la pare
ja. Este marco general servirá para situar cinco dimensiones claves
de la intimidad de pareja, como veremos más adelante.
Diversos autores (Béjar, 1987; Arfuch, 2005; Zelizer, 2009; Si
bilia, 2009, Giddens, 1998; Bauman, 2005; Beck y BeckGersheim,
2001) señalan que los orígenes de la puesta en relieve de la intimi
dad pueden localizarse al menos dos siglos atrás como resultado
de la transformación de nuestra concepción del tiempo y el espa
cio, y la separación de lo público y lo privado, siendo este último
donde se nutre la intimidad y se satisfacen las necesidades vitales:
el amor, la amistad, la sexualidad, el afecto, el cuidado, la comuni
cación, la familia, etc.5 La subjetividad, la conciencia del yo, la cre
5
En la sociedad íntima, señala Béjar (1987:74), el universo privado es el
referente vital y el yo adquiere supremacía, de modo que: “Los sentimientos son
50
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
ciente importancia de las emociones, el surgimiento de nuevos
imperativos morales anclados en criterios de bienestar y éxito subje
tivo, el derecho a la privacidad, entre otras cosas, serían el resultado
de este proceso histórico asociado a la emergencia del individualis
mo moderno.
En este sentido, el concepto de intimidad ha sido clave para com
prender transformaciones sociales contemporáneas, así como para
explorar prácticas específicas en relaciones de pareja, familiares y
de amigos. La intimidad supone el desarrollo de una subjetividad
que fortalece la conciencia del yo. Este desarrollo ha sido estimula
do de diversas formas, entre ellas con la emergencia de espacios de
soledad e introspección (Martí, 1983), la destradicionalización y el
carácter reflexivo de la vida moderna (Giddens, 1991), las tensio
nes entre autonomía y dependencia, entre sobrevivir solo y de
pender de otros (Béjar, 1987), y la escritura autobiográfica —en
viejos y nuevos géneros—, que permite la exteriorización de lo
íntimo (Arfuch, 2005).
Si bien la esfera de la intimidad remite a lo subjetivo, a lo que
concierne al yo y su conciencia, es importante resaltar que se
trata de un ámbito interpersonal más que personal, y surge como
resultado de fuerzas y procesos sociales que no dependen de los
individuos. En este sentido, conviene citar las siguientes defini
ciones que destacan este carácter socioestructural. Para Guevara
(2005:861862), la intimidad es la “esfera de la vida social donde
se desarrollan vínculos personales de muy diferente tipo […] Se
trata de relaciones entre individuos, pero construidas, delimitadas
y reforzadas por las instituciones, por toda la estructura social y
por un orden de género que impone límites y ofrece oportunida
des diferenciales a hombres o mujeres”. En consonancia, Cruz
comprende la intimidad como “[…] una dimensión de la vida so
cial y personal que ubica al individuo en una intersección entre
más importantes que las acciones; el ámbito emocional se sobrepone al social.
Así, una vez desprovista la esfera pública de significación sustantiva, el referente
vital es el universo privado. Las nociones actuales de bienestar y de éxito se en
tienden más en relación con los logros de la vida afectiva que en el ámbito pro
fesional”.
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
51
las condiciones estructurales, su interacción cotidiana con otros
sujetos y su subjetividad. La intimidad es una experiencia en que
convergen el mundo personal subjetivo y el mundo interperso
nalsocial” (2011:186).
Cuando se revisan las diversas acepciones del concepto de inti
midad, encontramos que se trata de una noción o término cargado
de ambigüedades y que, en principio, se usa, para referir tipos de
relaciones (Simmel, 1986a; 1986b; Giddens, 1991, 1998), situaciones
o estados (Schütz, 1974a, 1974b), así como espacios o esferas simbó
licamente configurados.6 En todas estas apelaciones se establece
que la connotación de íntimo se alcanza en las interacciones —y
sus respectivas distinciones— con otros y a través de la significa
ción compartida. En el marco de la sociología, podemos observar
que George Simmel destacó la intimidad como un tópico relacio
nal que permite distinguir tipos de relaciones sociales. El carácter
íntimo de los lazos sociales es un aspecto de diferenciación en las
relaciones con otros, situación que también ocurre en los grupos.
Se unen entre sí y se diferencian de otros a partir de contenidos
que se comparten sólo entre sus miembros o de experiencias mar
cadas por un sentido de excepcionalidad (de algo que solo ocurre
con alguien y no con el resto). Para Simmel (1986a), la intimidad es
propia de las asociaciones de dos, en las que la relación se convier
te en un tercero que se interpone entre los dos participantes. La
intimidad se forja con relaciones en las que el vínculo que los une
se ha individualizado: “El carácter ‘intimo’ de una relación me pa
6 Cuando se discurre sobre la intimidad son comunes las metáforas geográ
ficas que sitúan la intimidad como una esfera o espacio de la vida privada. En este
sentido, el concepto apela a una cualidad organizada espacialmente que confi
gura normas de comportamiento y emocionales. Norbert Elias (1998:357) propo
ne que el espacio privado “es una expresión metafórica que se refiere a fin de
cuentas a un proceso social no planeado de la creciente o, según el caso, también
decreciente privatización que está relacionada con los cambios en el canon so
cial del comportamiento y sentimiento”. En este sentido, los espacios se vuelven
privados a partir de emociones como el pudor y la vergüenza, y los espacios en el
hogar que simbolizan los avances civilizatorios son el baño y la alcoba, lugares en
los que comúnmente ocurre la desnudez (Elías, interpretado por Sabido y García,
2015).
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T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
rece fundado en la inclinación individual a considerar cada cual lo
que le distingue de otros, la cualidad individual, es el núcleo, valor
y fundamento principal de su existencia” (Simmel, 1986a:96). Esta
individualización del vínculo se presenta en las relaciones diádicas,
en grados de confianza amplios para crear y mantener secretos, para
instaurar rituales de interacción, para enfrentar la corporalidad pro
pia y del otro con menos vergüenza o asco, enfrentar las vulnerabili
dades del otro y las propias con mayor condescendencia, así como
crear recuerdos compartidos, apoyarse afectivamente, crear lengua
jes privados, entre otros aspectos. No obstante, es importante des
tacar que las relaciones íntimas, implican también un “nosaber [y
suponen] reservas, discreción y mutuo disimulo” (Sabido, 2015:220).
De acuerdo con Schütz, en nuestras relaciones “con” y “hacia” los
otros, la interpretación del significado subjetivo propio o ajeno,
depende de los “grados de intimidad o anonimia” (1974a:33). Para
este autor,
[…] el término “intimidad” designa solamente el grado de cono
cimiento seguro que tenemos de otra persona o de una relación
social, un grupo, una pauta cultural o una cosa. En lo que respec
ta a una persona, el conocimiento íntimo nos permite interpretar
qué quiere expresar y prever sus acciones y reacciones. En la for
ma más elevada de intimidad conocemos, como dice Kipling, el
“alma desnuda” del Otro (Schütz, 1974b:114).
Esta definición no se circunscribe a las relaciones diádicas, sino
que contempla otros aspectos. De acuerdo con la interpretación
de Henriksson (2014), la propuesta de Schütz destaca que la inti
midad es situacional en tanto que se experimenta en la proximidad
de otro, cuando se habita el mismo espacio y tiempo y con un mis
mo focus intencional. En este sentido, la intimidad se alcanza o se
pierde en situaciones o momentos específicos. Se trata de un esta
do que se puede alcanzar incluso con la mirada que nos une a otro
y logra producir “extraordinarios momentos de intimidad” (Urry,
citado por Sabido, 2017:390) o cuando revelamos a un extraño,
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
53
en el marco de una relación pasajera o a distancia, aspectos que
ocultamos ante los cercanos. En este sentido, el estado íntimo es de
duración variable, pudiendo encontrarse en situaciones muy di
versas y en relaciones pasajeras.
De aquí que el carácter íntimo de algo se alcance también de
manera imaginaria y que las personas puedan pensar o sentir que
sus relaciones son más íntimas de lo que realmente son, y de esa
manera, configurar sentidos de continuidad y coherencia en sus re
laciones (Henriksson, 2014). La intimidad de una relación, en este
sentido, no es definitiva ni absoluta, ni depende del tipo de relacio
nes que se establezcan. Esta apreciación converge con la adverten
cia de Schütz (1974b) sobre la “pérdida de intimidad”, que apunta
al deterioro en el grado de conocimiento seguro que se tiene de la
otra persona o de una relación social, convirtiendo las experien
cias vividas en recuerdos que alimentan la añoranza del pasado tal
y como se recuerda, de modo que, al reencontrarse, se activa el
deseo de reestablecer el vínculo como si la relación hubiese queda
do en pausa. No obstante, para Simmel no es suficiente compartir
un “contenido íntimo” para dar intimidad a la relación (1986b:97).
La intimidad también se circunscribe en espacios configura
dos simbólicamente. Los espacios de lo íntimo son múltiples. Uno
de los más reconocidos como territorio de lo íntimo es el yo, otros
son el hogar, la alcoba, el baño, como lugares en los que tienen lu
gar prácticas íntimas (como desnudarse) o en el que se desarrollan
relaciones íntimas como las familiares y de pareja. Sin embargo,
la cualidad de espacios íntimos no es intrínseca a las demarcacio
nes f ísicas, sino más bien a los usos y significados que se les atri
buyen. Como plantean Sabido y García (2015:45), a propósito de
una discusión del concepto de amor en Norbert Elias, “no son los
espacios los que dictan la privacidad en sí misma, sino el tipo de
relaciones el que determina el sentido privado del espacio”.
Desde la sociología, la intimidad puede enmarcase en perspec
tivas relacionales, situacionales o espaciales. Más allá de sus dife
rencias, en estas acepciones la intimidad está hecha de prácticas
cotidianas que configuran lazos y escenarios de la vida cotidiana.
Las prácticas intimas, de acuerdo con Jamieson (2012:135) son aque
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T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
llas “que habilitan, generan y sostienen un sentido subjetivo de cer
canía y de estar en sintonía con otro”. Entre las prácticas íntimas
que alcanzan mayor reconocimiento son la autorrevelación, y el
acto de compartir de manera recíproca pensamientos y emociones
profundas (Miguel, 2018), así como las prácticas de manifestarse
afectos con el cuerpo y vivir juntos (Jamieson, 2012), y las de orga
nizar la economía del hogar, los afectos y los cuidados (Zelizer, 2009),
entre otras. Todos estos aspectos que actualmente se desarrollan
también a partir de interacciones mediadas tecnológicamente.
La economía no es una esfera ajena a la intimidad, o, dicho de
otra manera, los escenarios íntimos no se definen por la ausencia
de actividades económicas. Zelizer (2009) ha destacado cómo los la
zos y los escenarios íntimos involucran actividades económicas que
se acompañan de significados que definen las clases de bienes, ser
vicios o afectos que es legítimo —o no— intercambiar en los di
ferentes tipos de relaciones sociales. Desde esta perspectiva, las
relaciones interpersonales se constituyen y negocian al establecer
distinciones “entre los derechos, las obligaciones, las transacciones
y los significados pertenecientes a los distintos lazos”. De igual ma
nera, los lazos sociales son diferenciados y delimitados con “nom
bres, símbolos, prácticas y medios de intercambio” y están marcados
por “las actividades económicas de producción, consumo, distri
bución y transferencias de bienes” (p. 56). En este sentido, los lazos
íntimos, como los de los cónyuges, no se fincan sólo en el amor
“sino con aportes concretos al bienestar común” (p. 57).
En prácticamente todos los escenarios sociales se pueden es
tablecer lazos íntimos como impersonales, de corta o de larga du
ración. No obstante, los escenarios íntimos tienen características
que los distinguen de los impersonales. En los íntimos, escribe
Zelizer (2009:311), se crean “comunidades de destino” en dos as
pectos: 1) “[…] los participantes toman decisiones y asumen com
promisos que presuponen la continuidad del acceso a recursos
compartidos y a garantías recíprocas” y 2) “[…] por sus mismas
interacciones, están transformando recursos compartidos y garan
tías recíprocas, degradando o mejorando el bien colectivo, como
por ejemplo una casa familiar; creando o destruyendo medios de
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
55
coordinación interna, como por ejemplo, el presupuesto domés
tico; aumentando o reduciendo la confianza”.
Esta forma de comprender la intimidad es importante no por
el simple hecho de destacar que las relaciones íntimas involucran
actividades económicas, sino sobre todo porque apuesta a diluci
dar esta compleja relación en aras de cuestionar combinaciones
coercitivas y en pro de lograr combinaciones más justas (Zelizer,
2009:318).
LOS COMPONENTES Y PROPIEDADES
DE LA INTIMIDAD
Enseguida abordamos la intimidad a partir de su composición, des
tacando componentes, cualidades o propiedades que la literatura
sobre el tema ha señalado. Pretendemos generar una visión de la in
timidad (principalmente desde el ámbito de la pareja) que contem
ple los aspectos más significativos para alcanzar una descripción e
interpretación del fenómeno favorable para su indagación empí
rica. Cabe aclarar que no intentamos abordar o reseñar las teorías
de la intimidad por sí mismas, sino más bien articular un panora
ma de definición y caracterización de aquellos referentes que evo
ca la noción para orientar la investigación empírica.
La intimidad se configura a través del lenguaje y la comunicación.
Zelizer (2009), Arfuch (2005) y Giddens (1998) coinciden en que
un aspecto importante de la intimidad es la comunicación. A través
de actos de comunicación (nombrar, significar, distinguir, narrar,
etc.) se construyen vínculos con otros, así como se crean expecta
tivas de interacción e intercambio (Zelizer, 2009). De acuerdo con
Arfuch (2005), a partir del lenguaje se generan sentidos sobre lo de
cible/indecible establecidos dialógicamente y manifiestos en los
nuevos géneros de lo biográfico. La construcción de narrativas sobre
lo privado marca fronteras con lo público, de modo que lo público
se desdobla en lo social y lo político, en lo privado, en lo domésti
co y en lo íntimo. La intimidad se construye y se comparte, en este
sentido, de modos narrativos. Por otra parte, para Giddens (2000)
la intimidad se manifiesta en tres ámbitos en los que ocurre la co
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T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
municación emocional: la relación amorosa y sexual, la relación
entre padres e hijos, y las relaciones de amistad. Esta comunica
ción emocional es “la forma de establecer el vínculo, y también el
motivo principal de su continuación” (Giddens, 2000:72). En el caso
de las parejas, la comunicación emocional como fuente de inti
midad fue una idea novedosa, pues el matrimonio nunca se había
basado en la intimidad entendida así; Giddens afirma: “[…] por
supuesto, esto era importante para un buen matrimonio, pero no su
fundamento” (2000:72).
La intimidad contempla cercanía f ísica, aunque puede ocurrir
sin la misma. Jamieson propone una definición general: “[…] las
relaciones íntimas son un tipo de relaciones personales que son
experimentadas subjetivamente y que pueden ser socialmente
reconocidas como cercanas”. Esta cercanía puede ser emocional,
cognitiva o f ísica (2012:133). No obstante, para esta autora, la cer
canía f ísica es fundamental, si bien aclara que la intimidad corpo
ral no tiene que ser sexual y el contacto sexual o corporal puede
ocurrir sin intimidad. En esta dimensión de cercanía física, las prác
ticas corporales de encuentro como tocarse, abrazarse, besarse, te
ner sexo, mirarse a los ojos, entre muchas otras, son aspectos claves
de la intimidad de pareja en su dimensión f ísica o corporal. Se tra
ta de prácticas más o menos exclusivas que sólo se realizan con un
número relativamente pequeño de personas. Para Jamieson, la co
presencia es un componente de la intimidad más importante que
la revelación mutua. En su opinión, si bien “las relaciones a distan
cia pueden ser relaciones íntimas significativas, la copresencia es
un componente más integral de algunas de las maneras en que las
personas generan intimidad […], por ejemplo, pasando tiempo jun
tos, proveyendo actos prácticos de cuidado y de demostración f í
sica de afecto” (2013:18). Sin embargo, a través de las mediaciones
tecnológicas se configuran otras formas de presencia, de expresión
afectiva, e incluso de estimulación corporal. La intimidad digital,
como se verá más adelante, a pesar de la ausencia de corporalidad
y las fronteras espaciales o temporales, se alcanza de maneras crea
tivas y con el uso de diversos recursos tecnológicos, textuales, vi
suales o auditivos.
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
57
Otros atributos de la intimidad es que es recíproca e involucra
relaciones con terceros. En este sentido, remite a procesos de inte
racción que implican no sólo la expresión de un yo, sino también
la respuesta de otro (Reis, 1998). En convergencia, Marar (2012) ar
gumenta que la intimidad surge de las dinámicas entre las personas
a partir de trayectorias comunes y de la imaginación. La intimidad
siempre es relacional, implica por lo menos a dos personas, por
que no hay manera de estar íntimamente relacionado con alguien
unilateralmente. El amor que no es correspondido puede existir,
pero no la intimidad no solicitada o no correspondida. La intimi
dad, por otra parte, se vive con la influencia de otras relaciones so
ciales. De acuerdo con Zelizer (2009), las relaciones íntimas pocas
veces involucran sólo a dos personas, ya que “las terceras partes
suelen llegar a tener una fuerte incidencia en la intimidad de una
pareja y a menudo cumplen con la función de canalizar, inhibir,
alterar o incluso iniciar las transacciones y los medios que utiliza
una pareja” (p. 122).
La intimidad es práctica, cambiante y se negocia en tanto su
configuración depende de las acciones de los participantes de la
relación, no está dada automáticamente por el tipo de vínculo ni
por la corresidencia. Ésta se negocia de manera cotidiana en los es
pacios de vida en común. Para Giddens (1998:91), “Los límites cla
ros dentro de una relación son evidentemente importantes para el
amor confluente y el refuerzo de la intimidad”. Idealmente, en los
espacios íntimos se definen limitaciones personales en aras de en
contrar un equilibrio entre la apertura, vulnerabilidad y confianza.
Este equilibrio presupone también un equilibrio de poder. Como
lo plantean Rihm et al. (2017:4), la intimidad implica dinamismo y
cambio permanente para enfrentar las tensiones entre lo relacional
y lo personal, entre la dependencia y la autonomía, que hacen emer
ger “momentos de quiebre y reparación”. La intimidad adquiere
distintas formas y también su negociación. Zelizer (2009) argumen
ta que cuando la relación se modifica, la intimidad también lo hace
porque cambian las condiciones del intercambio. Asimismo, a lo
largo de los lazos íntimos se puede transformar el “acceso a recur
sos compartidos” como las “garantías de reciprocidad” que los fun
damentan.
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T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
Justamente por su carácter dinámico, la intimidad admite con
tradicciones, dilemas y ambigüedades. En la era contemporánea,
las relaciones de pareja enfrentan diversas paradojas en el ámbito
de la intimidad; se anhela el amor de pareja, pero a la vez la libertad
y la autonomía (Beck y BeckGernsheim, 2001); se continúan va
lorando los ideales amorosos románticos, pero cada vez se cues
tionan más y coexisten con nuevos valores (Rodríguez, 2006); se
anhela la confianza como el gran cemento de las uniones, pero es
dif ícil alcanzarla en un contexto de socialidad cada vez más am
plia y diversa gracias a los medios digitales (Rodríguez, 2017).
La intimidad de la pareja se acompaña de una variedad de emo
ciones que revelan ideales y valores asentados socioculturalmente
en torno a la vida en pareja (sexualidad, cuidados, convivencia, cer
canía, duración de la unión, fidelidad, etc.). Las emociones pue
den involucrar amor, cariño, solidaridad o armonía, pero también
incertidumbres, dudas, odio, desamor, decepción. Tan es así, que
las violencias de género más atroces ocurren con frecuencia en el
ámbito de la intimidad. En este sentido, la intimidad puede ser opre
siva, estricta y cerrada (especialmente para las mujeres en contextos
de desigualdades de género), aunque también puede ser negociada
entre personas iguales e implicar “la democratización del domi
nio interpersonal” (Giddens, 1998:12).
El amor y la confianza son dos emociones sobresalientes en los
escenarios íntimos. En éstos la intimidad está fuertemente ligada
al amor y, en el caso de las parejas, al sexo. Sternberg (2000:20) ar
gumenta que la intimidad (uno de los tres componentes en su teoría
sobre el amor, además de la pasión y el compromiso) es una conse
cuencia de relacionarse de manera intensa, recurrente y diversa con
otros. La intimidad es el componente del amor que favorece las re
laciones a largo plazo, que crea hábitos en las relaciones y conlleva
implicaciones psicofisiológicas, además de estar asociado con la
estabilidad.
La confianza también es un aspecto clave. Este componente se
enmarca en el tipo de intimidad informacional que distingue Zelizer
(2009). Una forma de alcanzar intimidad en las relaciones, inclui
das las de pareja, es justamente compartir información sobre accio
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
59
nes, creencias o emociones propias que no suelen compartirse con
todos y que uno tiene derecho de no compartir con nadie (Fried,
1968:212). En este sentido, la intimidad corresponde al ámbito de
lo privado, de lo que es confidencial, secreto, o de lo que casi no se
divulga o no se hace público. Las prácticas íntimas, en esta dimen
sión, tienen que ver con el control de la información personal, con
decisiones sobre qué revelar y qué ocultar en situaciones específicas.
Generalmente, la intimidad en la pareja se alcanza a través de
una historia conjunta en la que se han obtenido altos niveles de con
fianza, zonas de familiaridad y confort. En consecuencia, no es un
atributo fijo, estático, sino más bien dinámico: la intimidad aumenta
o disminuye, se enriquece o empobrece conforme al desarrollo de
la relación y el balance que se haga de la misma. Las características
que hemos identificado en la revisión de la literatura sobre intimi
dad nos permiten observar que se trata de un ámbito heterogéneo,
cambiante, cargado de significados socioculturales, algunos asu
midos en actitud natural y otros de manera reflexiva, y mediado
por relaciones económicas, que también son significadas. Conclui
mos que para la investigación empírica de la intimidad es necesario
estar abiertos a los significados tácitos, pero también a los reflexi
vos, así como atender las prácticas íntimas en su enorme diver
sidad, aun en el espacio delimitado de las relaciones de pareja.
DIMENSIONES CLAVES DE LA INTIMIDAD:
CONYUGALIDAD, ROLES DE GÉNERO, CUIDADO,
SEXUALIDAD Y MEDIOS DIGITALES
La intimidad de pareja es multidimensional y, como tal, puede ob
servarse desde alguna de sus múltiples aristas, privilegiando algu
nos temas en detrimento de otros, aunque en el marco de visiones
integradoras que reconozcan la enorme diversidad de significados
y prácticas que la configuran en la vida cotidiana. Esta sección se
propone justificar cinco dimensiones para la indagación empíri
ca de la intimidad de la pareja que, si bien están estrechamente
relacionadas entre sí, permiten una perspectiva distinta desde dón
60
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
de analizar las prácticas de intimidad en la pareja y establecen un
foco de atención distinto. Estas dimensiones son: la conyugalidad,
los roles de género, el cuidado mutuo, la sexualidad y los medios
digitales.
La conyugalidad
El estudio de la conyugalidad nos acerca a las esferas y decisiones
más íntimas del ser humano: la elección de la pareja, el número de
hijos que se decide tener, la edad adecuada para unirse, los porqués
de las uniones y las rupturas, el significado de la/s pareja/s y los
porqués de los cambios en todos estos comportamientos propios y
con los otros. Es justo el nexo entre conyugalidad e intimidad lo que
interesa rescatar en esta discusión. Los estudios sobre ella muestran
que el campo de producción simbólica científica (Bourdieu, 1996
[1987]) está profundamente influido por la moral cristiana occiden
tal del matrimonio en la comprensión tanto de la intimidad como
de la conyugalidad.
La conyugalidad hace referencia a los arreglos que la pareja es
tablece para vivir juntos en cualquiera de sus formas, separados o
compartiendo un mismo techo, con miras a una relación temporal
o permanente, y a través de un vínculo formal o informal. Esta con
ceptualización está fincada en tres aspectos: la voluntad de for
mar una pareja o iniciar una relación, la convivencia como pareja
con o sin techo común y el tipo de vínculo por medio del cual se
unen. El concepto abarca la formación de parejas, independiente
mente de los motivos para unirse, la duración, si hay o no corresi
dencia, o del tipo de vínculo que mantienen. Por supuesto, ponderar,
distinguir y analizar dichos elementos es crucial para concebir la
conyugalidad como un fenómeno dinámico y cambiante que crea
vínculos de distinta duración y calidad entre los sujetos que la con
forman. Esta definición es más amplia y flexible que las definiciones
dominantes provenientes de la demograf ía. Estudiar la conyugali
dad implica, pues, el reconocimiento de sus múltiples arreglos, su
complejidad, su dinamismo y, por consecuencia, sus cambios. Todo
esto en el marco de los cambios que produce la modernidad en los
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
61
sujetos y que contribuyen a la transformación de sus relaciones y
la propia subjetividad.
La concepción moderna de la conyugalidad tiene a la intimidad
como fundamento: la comunicación, la confianza, la construcción
de vínculos sólidos, el intercambio de cuidados y atención de todo
tipo de necesidades. De acuerdo con esta lógica, sobre todo des
de la psicología, la presencia de estos elementos redundaría en una
relación conyugal sólida y duradera, y su ausencia, en la disolu
ción de la unión. La conyugalidad, de acuerdo con Salles y De la Paz
(2000), es en donde “el erotismo y la vida sexual se encuentran in
disolublemente vinculados (aunque no se reduzcan a ella). Bajo la
modalidad de amor romántico, el inicio de la vida conyugal se liga
a procesos socioculturales complejos que han existido desde tiem
pos remotos” (p. 164).
Es justo en la conyugalidad y en el espacio privado en donde se
ve con toda claridad la paradoja de la modernidad: la relación y cer
canía con la otra o el otro vuelve dependiente y vulnera, ata y limita
la libertad y el individualismo, los valores y derechos más preciados
dentro de ésta. Las relaciones contemporáneas parten del enten
dido de su incierta duración, de la expectativa de una intimidad
profunda —al menos como horizonte de sentido— y de la alta po
sibilidad de la disolución de la relación por el miedo a perder la
libertad. Giddens (1998) y varios estudios de la intimidad en Améri
ca Latina (Nehring, 2009, 2011; Esteinou, 2017; Catasus, 2013; Rojas
y García, 2004) afirman que esto no es privativo de los hombres,
sino que también las mujeres conviven con ese temor en su anhelo
de establecer relaciones más democráticas e igualitarias. No obs
tante, Rojas (2011), Núñez (2007) y Núñez y Zazueta (2012) encuen
tran evidencias de los efectos en los varones y el peso de los ideales
del amor romántico y la intimidad en sus relaciones de pareja.
El desarrollo de la concepción moderna de la intimidad y con
yugalidad va de la mano de la resignificación del amor romántico
y el surgimiento de distintos tipos de amor, como el confluente y
el puro que propone Giddens, como fronteras de sentido y com
portamiento de la conyugalidad contemporánea. El amor —bajo
cualquiera de sus formas— tiene una enorme incidencia en la for
62
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
mación de parejas, en la elección del cónyuge y en la perdurabilidad
de la unión. Cuando los nexos entre estos tres elementos cambian
en el nivel macrosocial, surgen discrepancias entre los ideales de
la conyugalidad y las prácticas conyugales. En suma, como Salles y
De la Paz (2000) afirmaron, “los tiempos de la vida en pareja se alar
gan o se acortan en función de la agudización, mayor o menor, de
las discrepancias (conyugales)” (p. 168).
La conyugalidad en su composición y sentido clásico está com
puesta por vínculos que producen intimidad (emocional f ísica,
etc.) a partir de la corresidencia y socialización como pareja. En
los arreglos de cohabitantes sin residencia común o formas alter
nas de organización de la pareja, vivir bajo el mismo techo no es
un requisito, pero sí la socialización e intimidad física, emocional,
sexual, psicológica, etcétera.
Los roles de género en las relaciones de pareja
Los roles de género son una dimensión clave para comprender las
relaciones de pareja y la intimidad. Esta última es uno de los espa
cios privilegiados en el que se despliegan los roles de género, mismos
que “se configura(n) con el conjunto de normas y prescripciones que
dicta la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino o
masculino” (Lamas, 2002:36). En este espacio íntimo, las parejas eje
cutan, viven, significan y resignifican su lugar como mujeres y hom
bres, pues es innegable que la influencia de la modernidad tardía
en conjunto con la tendencia a la igualdad de género imprimen
cada vez más cambios —en la manera de relacionarse erótica y
afectivamente, de comunicarse, así como en la gestión y práctica
de lo que se espera realicen mujeres y hombres al interior y fuera de
sus familias y en sus relaciones de pareja— que suponen desaf íos,
replanteamientos y negociaciones importantes para las personas
emparejadas.
Asimismo, Guevara señala que el estudio de la intimidad es de
suma importancia, puesto que ha adquirido enorme relevancia para
la explicación de las sociedades modernas, “ya que la esfera perso
nal, la vida privada y las relaciones afectivas dicen mucho sobre el
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
63
funcionamiento de las sociedades” (2005:864). Para Guevara, la
intimidad forma parte de la vida personal y social que surge con
la modernidad, cuyos cambios no son eventos fortuitos del azar, ni
de voluntades individuales, “sino producto del conjunto de relacio
nes sociales que tuvieron lugar en sociedades específicas” (2005:868).
La autora afirma que la reflexión sobre la intimidad:
Requiere considerar el género como un referente central de análisis,
pues esta historia encarnada en los cuerpos tiene como primer eje
de articulación social la diferencia sexual. Es decir, el nuevo orden
social que emerge con la modernidad sintetiza en los caracteres
masculino y femenino el conjunto de prácticas personales e insti
tucionales con las que se configura la esfera de la intimidad en esta
fase de la historia. El hecho mismo que los procesos de individua
ción se hayan concretado en los hombres mucho antes que en las
mujeres y que ellas hayan debido librar arduas batallas para ser re
conocidas en su carácter de individuo, dice mucho sobre las condi
ciones que dieron lugar a nuevas identidades y formas de relación
en esta esfera de la vida social (Guevara, 2005:868).
En este tenor, Esteinou (2009) afirma que los cuestionamientos
a las familias nucleares del siglo XX —en particular las que tenían
que ver con el ocultamiento de las desigualdades entre los géneros
y las generaciones—, generaron una evolución conceptual que dio
origen a nuevos conceptos y revitalizó otros, especialmente el con
cepto de género. De manera que “la lucha por relaciones de género
más igualitarias era ahora considerada como ‘moderna’ y como uno
de los rasgos que debía fundar las relaciones de pareja” (Esteinou,
2009:66). Por otra parte, la incorporación cada vez mayor de las mu
jeres al trabajo extradoméstico remunerado significó un espacio de
liberación y al mismo tiempo contribuyó a la creación de la expec
tativa en donde las mujeres y los hombres no sólo compartirían las
responsabilidades económicas, sino también las domésticas y de
cuidado, lo que establecería lógicas de relación más igualitarias.
Todo ello implicó un replanteamiento tanto de la manera en que las
relaciones familiares y la intimidad se construían, como de lo que
era considerado tradicional o moderno en la familia nuclear.
64
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
Respecto a la intimidad y su cruce con los roles de género, tam
bién resaltan definiciones en las que se hace patente la necesidad
de evidenciar las asimetrías de género entre mujeres y hombres, de
manera que “si la intimidad se concibe como una relación social
que está determinada por el género, en la intimidad también se es
tablece una relación de poder” (Cruz, 2011:189190). Estas relacio
nes de poder se aprecian en la esfera de lo íntimo, de las parejas y
de las familias al considerar que es en este espacio donde se gestan,
validan y alientan estas relaciones, como pueden ser la desigual dis
tribución del trabajo doméstico y de cuidado entre mujeres y hom
bres, que genera la múltiple jornada laboral para ellas (vivencia del
techo y fronteras de cristal para las mujeres), así como la experimen
tación de distintos tipos de violencia en casos más asimétricos y
poco equitativos. Por ello, Cruz arguye: “la intimidad de los sujetos
está determinada por la cultura de género, al mismo tiempo que las
experiencias o las formas que adopta la intimidad refuerzan el gé
nero” (2011:189190).
Asimismo, a pesar de la importancia que reviste la pareja y la
puesta en práctica de los roles de género para la construcción de
la intimidad, la pareja puede no estar siempre vinculada a la inti
midad, ya que para Sharim, Araya, Carmona y Riquelme (2011), la
pareja puede verse incluso como una amenaza para los proyectos
individuales de cada uno de sus miembros. Paradoja que las auto
ras nombran a partir del concepto de monólogo colectivo, el cual
sirve para entender el proceso ambivalente de las significaciones
que entraña la esfera íntima, así como esa encrucijada entre consi
derar al otro u otra como importante, pero al mismo tiempo como
una amenaza.
De este modo, en esta conceptualización de la intimidad se ob
servan los efectos que la individualización, la globalización e incluso
la lógica capitalista neoliberal del mercado internacional produ
cen en las maneras de concebir y significar las relaciones de pare
ja, en las que se alientan modelos de libertad y éxito individual, y
en donde parece no haber lugar para la construcción de vínculos
íntimos que supongan dependencia de la pareja que al menos no
estén acompañados de temores, angustias y emociones ambivalen
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
65
tes en torno a la vida en emparejamiento y, por tanto, se traduzcan
en nuevos replanteamientos de los roles de género en las parejas
y en expresiones diversas de vivir y significar la intimidad.
Sin embargo, aquí se arguye que los roles de género son un com
ponente importante de la intimidad de pareja, dado que constituyen
uno de los escenarios primordiales para el despliegue de sus impli
caciones, sus ejecuciones y sus transformaciones; lo íntimo a su vez
se experimenta como escenario fundador de significados sociales
(Medina, 2002). Estos significados sociales relacionados con los ro
les de género hacen que la intimidad se constituya en una constante
negociación.
Al respecto, Zelizer (2012) sugiere analizar y acercarse a la inti
midad desde las negociaciones interpersonales cotidianas; propone
considerar la dimensión económica de la intimidad al señalar que
ambos aspectos se encuentran ineludiblemente vinculados, a pesar
de los esfuerzos de las personas por no mezclar afectos y emociones
con transacciones monetarias. La negociación de la intimidad per
mite comprender, como lo menciona Zelizer (2012), lo complejo
que es para las leyes establecer arreglos justos y adecuados cuando
las relaciones que se establecen entre personas vinculadas íntima
mente, —ya sean miembros de una pareja, familiares, amigos/as
cercanos/as, médico/apaciente, cliente/aabogado/a, jefe/asub
alterno/a— fallan y los problemas íntimos se convierten en litigios
judiciales. Otros aspectos de la vida diaria implican reflexionar có
mo establecer pensiones alimenticias para los hijos e hijas y ex pa
rejas tras la ruptura de la relación conyugal; cómo calcular el pago
del cuidado de niños/as, enfermos/as, personas discapacitadas y
adultas mayores que se provee de manera gratuita e informal por
parte de las familias —en gran medida por parte de las mujeres—;
y cómo vencer los temores a la pérdida del valor esencial de los
cuidados si éstos se pagan. Esto, evidentemente, hace pensar cómo
analizar, por ejemplo, que una hija desee recibir un pago por cui
dar a su padre adulto mayor y realizar el trabajo doméstico, y es
pecular sobre la reacción que esto tendrá en la misma persona
cuidada y el resto de los miembros de la familia que no participan
en su cuidado. Como se observa, Zelizer coloca el foco de atención
66
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
en estos aspectos de la vida íntima diaria y en los debates que en
traña conciliar el manejo del dinero en esta esfera.
Cabe señalar además que en la comprensión de la intimidad y
su intersección con los roles de género también se abordan de ma
nera relevante aspectos como los conflictos, las negociaciones, la
comunicación, la confianza y la satisfacción que las parejas expe
rimentan. En cuanto a los conflictos que se presentan de diversas
maneras y cotidianamente en las parejas, éstos se analizan de ma
nera frecuente en los estudios, ya que los roles de género tanto en su
permanencia como en su replanteamiento y su dinamismo mantie
nen un peso importante al momento de distribuir el trabajo do
méstico y de cuidado en las parejas, área que “resulta ser la más
resistente a la transformación dirigida a la equidad” (Alarcón, 2012:
67) y por ello es una de las que más procesos de negociación im
plica. Ya sea que se pague por el trabajo doméstico y de cuidado
—cuando existen los recursos económicos— o se distribuya —equi
tativa o inequitativamente— entre los miembros de las parejas y
las familias que conforman, este trabajo sigue implicando desaf íos
importantes para las familias, la sociedad y el Estado.
Asimismo, la comunicación y la confianza se constituyen como
elementos importantes que se gestan en la intimidad y que contribu
yen a la generación de la satisfacción de pareja, sexual y emocional,
debido a la relevancia que ésta tiene cada vez más en las relacio
nes de pareja, que incluso —cuando esto es posible— su presencia
o no puede llevar a la ruptura de la relación. Es decir, la satisfacción
toma un papel preponderante en las personas emparejadas y es ca
da vez más importante la vivencia de relaciones eróticoafectivas
satisfactorias y equitativas, coincidentes con el amor confluente
(Giddens, 1998), el cual “implica profundas transformaciones en
los roles de género en tanto que se fundamente en la igualdad de
hombres y mujeres, en la importancia de sus propios e individua
les proyectos de vida y de autorrealización, así como con su liber
tad de elección y decisión” (Núñez y Zazueta, 2012:359).
Por lo tanto, se considera importante mencionar que los roles de
género en las parejas constituyen retos importantes para mujeres y
hombres, ya que suponen un ámbito dinámico para la generación
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
67
de transformaciones graduales en las formas de concebir y expe
rimentar la intimidad y la igualdad. Transformaciones que están
inmersas en relaciones sociales y de pareja complejas y que de
penden de variables diversas como el género, la edad, el estrato
socioeconómico, la escolaridad, el tipo de unión, la presencia de
descendencia, la influencia o no de ideas paritarias, la ocupación,
el lugar de residencia, entre otros más para su concreción. Por ello,
los roles de género y la intimidad se configuran en un escenario
fértil para procesos de cambio tendientes a la igualdad entre hom
bres y mujeres.
El cuidado mutuo en la pareja
La intimidad está vinculada a las relaciones de cuidado, así como a
las relaciones económicas que ocurren cotidianamente en el ámbi
to de las parejas y de las familias (Zelizer, 2009). El cuidado refiere
a una necesidad humana y también a un derecho universal (Franco,
2015; Fraga, 2018). El cuidado en tanto responsabilidad social, de
manda respuestas por parte de los distintos agentes del bienestar
como son las comunidades, las familias, las empresas y las institu
ciones del Estado (Franco, 2015). El cuidado tiene que ver con las
acciones de ayuda que se despliegan hacia otra persona, en este caso
la pareja, que presenta algún tipo de dependencia para favorecer
su desarrollo y su bienestar en el acontecer de la vida diaria: el cui
dado supone asumir el cargo de otro, lo cual implica “su cuidado
material —lo que implica un ‘trabajo’—, su cuidado económico
—lo que implica un ‘costo económico’— y su cuidado psicológi
co —lo que implica un ‘vínculo afectivo, emotivo, sentimental’—”.
(Batthyány et al. 2013:151). En el caso específico del cuidado en per
sonas mayores —y que sea éste proporcionado por la pareja u otros
cuidadores formales o informales—, se pretende conservar las capa
cidades de la persona y favorecer su autonomía e independencia en
lo posible. El trabajo de cuidados puede realizarse en el ámbito de
las relaciones de pareja y familiares o bien fuera de este ámbito.
Cuando se lleva a cabo en la familia adquiere la noción de obliga
toriedad, así como una connotación emocional y moral; en cam
68
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
bio, cuando el cuidado se desarrolla fuera del ámbito familiar, es
considerado un servicio. El cuidado es, sin lugar a dudas, un traba
jo realizado principalmente por las mujeres tanto en el espacio de lo
doméstico como de lo extradoméstico. Por lo tanto, “el cuidado es
entendido como trabajo y relación interpersonal, pero también co
mo responsabilidad socialmente construida que se inscribe en con
textos sociales y económicos particulares” (Batthyány, 2015:10). Este
señalamiento al cuidado como una práctica realizada principalmen
te por las mujeres ha sido mostrado ampliamente por Lewis (1992),
así como las implicaciones sociales que conlleva.
La concepción de Robles (2005) sobre el cuidado pone especial
énfasis en la presencia de una dependencia: “el cuidado es una prác
tica social que se genera a partir de la presencia de una condición
de dependencia, sin que importe su causa, y su finalidad es que el
individuo dependiente pueda sobrevivir o prosperar biológica y
socialmente al satisfacer, por medio del cuidado, sus necesidades”
(p. 51). La autora, al igual que Tronto (1993) y Aguilar y Toledo
(2019), advierte sobre la invisibilidad y desvalorización de la prác
tica de cuidado, ya que tiene su origen y desarrollo especialmente
en la esfera de las relaciones familiares y la ejercen principalmen
te las mujeres.
Para Zelizer (2009), en concordancia con Batthyány (2015), el
cuidado se centra en relaciones de apoyo que buscan favorecer
el bienestar del otro. No obstante, la autora advierte sobre las for
mas múltiples y complejas en que las relaciones de cuidado y las
actividades económicas en el hogar implican negociaciones con
tinuas en un ambiente de cooperación y también de posibles ten
siones y conflictos.
Franco (2015), desde un enfoque sociológico, señala tres cate
gorías analíticas sobre las concepciones del cuidado: la primera tie
ne que ver con el cuidado en clave de trabajo, el cuidado en clave
de emociones y el cuidado en clave de políticas. Además, se interro
ga sobre la falta de reconocimiento de los cuidados como una di
mensión intangible del bienestar, y por qué no se visibilizan en las
cuentas nacionales a pesar de que son prioritarios para la repro
ducción social y la sostenibilidad de la vida. Fraga (2018) se suma a
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
69
la relevancia de incorporar la categoría de organización social del
cuidado para considerar aspectos, prácticas y actores dentro de la
familia y también en las otras dimensiones de la vida social de la pro
curación del bienestar que implican al Estado, a las empresas, a
las comunidades y a las organizaciones. De esta manera, la autora
considera necesario el estudio del cuidado como un proceso social
ampliado que requiere un análisis desde los niveles micro, meso y
macrosocial.
Para Zelizer (2009), las relaciones de cuidado pueden estar pre
sentes en vínculos con niveles de intimidad y confianza diferen
ciados. Por otro lado, las relaciones de cuidado presentan distintas
modalidades que tienen que ver con la duración, el tipo de trans
ferencias que circulan y la extensión. En el caso del cuidado en la
pareja, estas formas adquieren contenidos específicos, tomando
en cuenta aspectos socioculturales y económicos.
Con respecto a la dimensión ética del cuidado, la argumenta
ción de Gilligan resulta central:
Así como durante siglos hemos escuchado las voces de hombres y
las teorías del desarrollo que su experiencia posee, así hemos lle
gado a notar más recientemente no sólo el silencio de las mujeres
sino la dificultad de oír lo que dicen cuando hablan; y sin embargo,
en la voz diferente de las mujeres se encuentra la verdad de una
ética de atención y cuidado, el nexo entre relación y responsabi
lidad. El no ver la diferente realidad de las vidas de las mujeres y
oír las diferencias de sus voces se basa, en parte en la suposición
de que hay un solo modo de experiencia e interpretación social
(1985:281).
Al respecto, Tronto (1987) señala que el sujeto necesita experi
mentar el ser cuidado por otros y cuidar a otros para desarrollar un
sentido moral del cuidado. Además, desde la perspectiva ética del
cuidado, se requiere especificar las instituciones sociales y políti
cas que forman parte del contexto de los actores morales. El cuida
do, para Tronto (1993), no es exclusivo de los seres humanos, no es
diádico o individualista. El cuidado debe analizarse en contextos
70
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
sociohistóricos y culturales específicos. Existen cuatro etapas del
cuidado que deben considerarse y que tienen que ver con preocu
parse por el otro, el cuidar del otro, el dar cuidados y, por último, el
recibir cuidados. Además, es necesario caracterizar el buen cuida
do a partir de la dimensión cultural y los recursos económicos y
sociales con los que se cuenta, en conexión con un ejercicio que
implica reflexividad.
Para Tronto (1993), al igual que para Zelizer (2009), Vara (2006)
y Rico (2011), el cuidado se concibe tradicionalmente como una
tarea que corresponde a la esfera de lo privado y que debe ser garan
tizado por los miembros que conforman las unidades familiares,
especialmente las mujeres. Los planteamientos actuales interro
gan estas concepciones sobre el cuidado y colocan al mismo en el
núcleo de la corresponsabilidad social para la procuración del bie
nestar desde el marco de los derechos humanos.
Por último, para Batthyány (2015):
El debate en torno a cómo incorporar la complejidad del cuidado
en una lógica de derechos se relaciona con la igualdad de oportuni
dades, de trato y de trayectorias en el marco de un contexto de am
pliación de los derechos de las personas que conduce a un nuevo
concepto de la ciudadanía (Batthyány, 2015:11).
Esta perspectiva demanda al Estado su responsabilidad como
protector de riesgos, lo cual permite poner en práctica políticas so
ciales de nueva generación que impliquen “una nueva concepción
de la relación entre individuo, familia y Estado basada en la respon
sabilidad social del cuidado de las personas” (p. 11). Batthyány
destaca que “El derecho al cuidado, a su vez, debe ser considerado
en el sentido de un derecho universal de toda la ciudadanía, des
de la doble circunstancia de personas que precisan cuidados y que
cuidan, es decir, desde el derecho a dar y a recibir cuidados” (p. 11).
Desde esta perspectiva, compartir las tareas de cuidado del otro
rebasa el ámbito de la relación de pareja y familiar y se convierte
en un asunto social y colectivo que nos implica a todos como
humanidad.
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
71
La sexualidad y su relación con lo amoroso
Llama la atención que desde el sentido común la palabra “intimi
dad” se asocie de manera automática con la sexualidad.7 Las expre
siones “relacionarse en la intimidad”, se “conocen íntimamente” o
“llegaron a intimar” se usan cotidianamente para decir, de manera
discreta, que dos personas mantuvieron relaciones sexuales.8 Sin
embargo, en la literatura académica sobre estos conceptos hay con
senso en torno a la idea de considerar que la intimidad es mucho
más amplia que la sexualidad, pues de hecho se postula como una
de sus posibles expresiones y en caso de que las relaciones entre dos
personas se limiten a los encuentros sexuales, éstos son concebi
dos como una falsa intimidad, un desvío de la misma, un engaño.
Diversos autores abordan el concepto de intimidad justamente a
partir del debate entre estas dos posturas: la primera comprende
por intimidad el acercamiento corporal entre dos personas que se
atraen sexualmente y que llegan a la consumación del deseo median
te la práctica sexual; la segunda se vincula con la comunicación
profunda entre dos personas que se aman.
Un autor clásico en la reflexión sobre la experiencia amorosa es
Erich Fromm. En su célebre libro El arte de amar, publicado en 1959,
el autor hace una crítica abierta a la intimidad entendida en el sen
tido de contacto sexual y se decanta por entenderla en su forma
de vínculo amoroso profundo. Su crítica al sentido de la intimidad
7 Entendemos la sexualidad no como el cuerpo de los seres humanos deter
minado por la morfología y la fisiología, sino como la forma en que se organiza
socialmente lo que éstos hacen con sus cuerpos. La sexualidad es producto de
fuerzas sociales y adopta, según la sociedad y el tiempo de que se trate, formas
y relaciones diversas. Como afirma Weeks, la sexualidad “es un resultado de dis
tintas prácticas sociales que dan significado a las actividades humanas, de defi
niciones sociales y autodefiniciones, de luchas entre quienes tienen el poder para
definir y reglamentar contra quienes se resisten. La sexualidad no es un hecho
dado, es un producto de negociación, lucha y acción humana” (Weeks, 1998:30).
8 El sentido común lidia de alguna forma con el concepto de ciudadanía íntima
propuesto por Plummer, para quien los relatos cotidianos, de sentido común, re
velan cómo la gente enfrenta dilemas éticos en sus prácticas cotidianas a través
de “grounded everyday moralities” (Plummer, 2001:11).
72
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
como sexualidad es al mismo tiempo una crítica a la fase del ena
moramiento inicial marcada por la excitación y la novedad.
Para Fromm, la necesidad del otro proviene de nuestra concien
cia de la brevedad de la vida, de la soledad, de lo que él llama sepa
ratidad. Ésta constituye una fuente de angustia y por eso deseamos
superarla. De ahí proviene el deseo de unirse al otro. Sin embargo,
una forma falaz de intentarlo es tener la experiencia sexual en sí
misma, pues afirma: “el acto sexual sin amor nunca elimina el abis
mo que existe entre dos seres humanos, excepto en forma momen
tánea” (Fromm, 2005:27).
Es interesante señalar que Bauman (2005), un autor muy po
pular en esta época y muy posterior a Fromm, coincide con él en
su idea de que las relaciones sexuales sin amor no tienen futuro
ni logran vincular verdaderamente a los seres humanos.
La crítica de Fromm a la intimidad como sexualidad se basa en
su juicio sobre la afirmación que comienza a circular en su época
—gracias a la influencia del pensamiento de Freud—, de que el
componente de satisfacción sexual se encuentra en la base de las
relaciones amorosas satisfactorias, “Se partía del principio de que
el amor es el hijo del placer sexual, y que dos personas se amarán
si aprenden a satisfacerse recíprocamente en el aspecto sexual”
(Fromm, 2005:113). En su opinión, la base del amor no es esto sino
la comunicación, y afirma: “el amor es sólo posible cuando dos per
sonas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias…
el amor es un desaf ío constante no un lugar de reposo, sino un
moverse, crecer, trabajar juntos” (Fromm, 2005:129130).
Una aproximación distinta, pero coincidente, es la que plan
tea Zelizer (2009). Para ella las relaciones íntimas implican:
Conocimientos específicos que una persona posee y de atenciones
particulares que sólo una persona brinda, conocimientos y aten
ciones que no son abiertamente accesibles a otras personas… [Y
agrega] Las relaciones sociales íntimas así definidas dependen de
diferentes grados de confianza (Zelizer, 2009:38).
Una perspectiva semejante es la de Robert Sternberg (2000). Para
él, los componentes de una relación amorosa son tres: la intimidad,
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
73
la pasión y la decisión o el compromiso. El primer concepto, la inti
midad, “es el resultado de intensas, frecuentes y diversas intercone
xiones entre las personas. Así pues, la pareja que vive en intimidad
se caracteriza por fuertes vínculos y frecuentes interacciones de dis
tintas clases” (Sternberg, 2000:20). Agrega que este componente se
desarrolla muy lentamente y es difícil de lograr, pero una vez conse
guido, se traduce en potenciar el bienestar de quien uno ama, sentir
se feliz en su compañía, tenerlo en alta consideración y valoración,
comprenderlo, compartirle todo, dar y recibir apoyo emocional
y comunicarse profundamente (Sternberg, 2000:1920). La satis
facción sexual no forma parte de la intimidad sino que es compo
nente de la pasión.
Desde la perspectiva de estos autores vemos con claridad que
el mero contacto sexual no constituye una relación íntima, dado
que no implicaba necesariamente el conocimiento del otro, atencio
nes y confianza. De este modo, y en contraposición a la afirmación
del sentido común mencionada al inicio, la sexualidad no es sinó
nimo de intimidad; no obstante, podría llegar a serlo, siempre y
cuando las personas que tienen contacto sexual posean asimismo
conocimiento mutuo, atenciones recíprocas y confianza. Lamas
(2017) coincide con esta idea. En su trabajo sobre trabajadoras se
xuales confirma que el intercambio de sexo por dinero no consti
tuye un acto íntimo para ellas y tampoco involucra sus emociones
ni sus sentimientos. No obstante, ellas pueden desempeñar un tra
bajo emocional (siguiendo el concepto de Hochschild)9 en el que
fingen una cercanía íntima de diverso grado con sus clientes, que se
traduce en cuidados y una cierta actitud para hacerlos sentir es
peciales, que trae como consecuencia una mejor paga y la preferen
cia por sus servicios (Lamas, 2017:19).
Para Giddens (2000), la intimidad se manifiesta en la relación
amorosa y sexual, la relación entre padres e hijos y las relaciones
9 Este concepto se refiere al proceso activo en el que el sujeto visualiza lo que
siente y lo compara con lo que desearía sentir en dos sentidos, como una evo
cación deseada a futuro o como una supresión de algo que desea dejar de sentir
(Hochschild, 1979).
74
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
de amistad. Para hablar de ellas elabora el concepto de relación
pura, la cual debe el adjetivo al no estar anclada en determinacio
nes sociales de tipo económico o político, o étnico, sino sólo a la
voluntad de establecerlas, a la existencia del lazo afectivo.10 Defi
ne este concepto así:
Me refiero a una relación basada en la comunicación emocional, en
la que las recompensas derivadas de la misma son la base primor
dial para que la misma continúe […] Depende de procesos de
confianza activa —abrirse al otro—. Mostrarse es la condición bá
sica de la intimidad (Giddens, 2000:74).
Como vemos, en la revisión sobre el concepto de intimidad pre
valece un enfoque comunicativo sobre el de implicación sexual, sin
embargo, es posible que una razón de que se le asocie comúnmen
te con la sexualidad se encuentre en las concepciones contemporá
neas sobre lo amoroso.
Las formas en que se concibe el amor actualmente tienen en
común un fuerte cuestionamiento al amor romántico,11 y una de
sus principales razones es la poca relevancia que éste otorga al pla
cer sexual, sobre todo para las mujeres, postulando un tipo de se
xualidad reproductiva como lo deseable, en aras de la fundación
de las familias y la circunscripción del rol femenino al ámbito de
lo doméstico.
Algunos de los conceptos sobre el amor que desde la sociología
se proponen son el de amor confluente, del mismo Giddens (1998);
el de amor posromántico, de Beck y Beck (2001), o el de matrimo
nio extraconyugal, de Bejin (1987). Los tres tienen en común que
vinculan estrechamente la satisfacción sexual con la comunicación
10
Una crítica muy importante respecto al término de relación pura es la que ha
realizado Jamieson (1999), quien argumenta que dicho concepto es del todo abs
tracto y no toma en cuenta el trabajo empírico en las relaciones de pareja, donde
la igualdad entre sus miembros es ilusoria.
11 Giddens (1998) ubica el surgimiento del llamado amor romántico a fines del
siglo XVIII, el cual se consolida a lo largo del siglo XIX y perdura a todo lo largo
del siglo XX, mostrando múltiples resquebrajaduras hacia el fin del siglo.
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
75
profunda entre la pareja. En ellos el placer es un valor y un bien al
que tienen derecho tanto hombres como mujeres, y la sexualidad
adquiere una connotación distinta a la reproductiva, denominán
dose recreativa12 o plástica,13 refiriéndose a prácticas que los indi
viduos despliegan con un fin lúdico, ya sea en conjunción con lo
amoroso o sólo por puro y llano placer.
La emergencia de estos conceptos nuevos sobre el amor respon
de a una serie de transformaciones en la vida privada de las per
sonas que en mayor o menor medida experimentan los siguientes
fenómenos: tienden a plantearse vivir en pareja como una elec
ción y no como una obligación; no necesariamente esa unión pasa
por el matrimonio civil o religioso; deciden, con apoyo de los mé
todos anticonceptivos, la llegada de los hijos y el número de éstos;
no consideran que su unión deba ser para siempre; su identidad
genérica puede no ser la definida por su naturaleza biológica; los
ámbitos de la familia, la identidad, la pareja, la monogamia, el
deseo, el placer sexual y la organización doméstica, no son terri
torios inmutables ni obligatorios; aunque, por supuesto, esto no
implica que no se encuentren regulados moral y socialmente.
En este contexto, la experiencia de vivir un apasionamiento in
tenso se ha convertido en un imperativo para la conformación y
perdurabilidad de las parejas y un parámetro de la calidad de su re
lación. Una muestra de esta visión es la del psiquiatra y terapeuta
Manrique (1996), cuya obra ha sido ampliamente difundida, quien
afirma que la intimidad amorosa que incluye lo sexual es la más
completa y dif ícil de lograr.
Esta perspectiva se ha potenciado gracias al predominio de una
amplia cultura difundida por los medios de comunicación masiva
en la que se glorifica el deseo sexual, la pasión como un valor y la di
12
Castells denomina sexualidad recreativa a aquella orientada al goce sexual,
a la experimentación, a la transgresión, la cual es además fundamentalmente
individualista (Castells, 1999:264).
13 Giddens denomina sexualidad plástica a aquella que aparece “separada de
su integración ancestral con la reproducción, el parentesco y las generaciones”
(Giddens, 1998:35).
76
T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
versidad de experiencias en este ámbito.14 De esta misma opinión
es la autora mexicana Lydia Cacho, quien afirma que “este discurso
posmoderno de la sexualidad como ingrediente vital e indispensa
ble de la relación amorosa genera una gran ansiedad social, un sen
timiento de inadecuación para quienes compran ese argumento
simplificador” (2014:363).
Este fenómeno ha colocado a las parejas retos que se antojan
inalcanzables, sobre todo en aquellas que se sostienen a lo largo
del tiempo, entre adultos y adultos mayores, cuyas motivaciones
para permanecer juntos son mucho más amplias y complejas que
el deseo y la satisfacción sexual. En este aspecto, estaríamos ante un
concepto de sentido común sobre la intimidad en el que el cuerpo
y el placer ocupan una posición central, mientras que la comuni
cación de la pareja ocuparía una posición marginal.
De acuerdo con Haag (2013) y Chaumier (2006), se considera
fundamental que las sociedades contemporáneas enfrenten el reto
de debatir sobre las instituciones de la monogamia, la heterosexua
lidad y las diversas formas de vida en pareja. Se trata de poner sobre
la mesa los retos que las parejas enfrentan, aspirando a construir
modelos de relación amorosa alternativos al romanticismo, cuyos
valores más preciados son ahora lastres que es necesario abandonar.
La monogamia, la fidelidad, el ideal del amor eterno y la necesaria
asociación del amor y la pasión sexual, entran en total contradic
ción con las tendencias individualistas y las aspiraciones de reali
zación personal que circulan hoy para ambos géneros, así como
con la realidad de las parejas que han pasado muchos años jun
tas.15 Sin embargo, es común que éstas sigan asumiendo frente a
los demás que su vida conyugal sigue siendo apasionada y que el
sexo es un componente real de su vinculación. Parecería que no
cumplir con el mandato de vida sexual activa fuera algo vergon
14
El éxito del best-seller Cincuenta sombras de Grey, de la autora británica
E.L. James, puede interpretarse como una expresión de este fenómeno.
15 Muy en consonancia con los planteamientos de Ulrich Beck y Elizabeth
Beck (2001) en torno al amor posromántico, donde el proyecto de pareja que
intenta fusionarse entra en contradicción con las aspiraciones de realización
profesional de cada uno.
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
77
zante que es necesario ocultar. Una razón de esto es que el mismo
romanticismo ha enseñado que la pasión y el enamoramiento de
ben durar y, si se desmoronan, las parejas deben cultivarlo y reac
tivarlo.
Los medios digitales y las nuevas formas de intimidad
Los medios sociodigitales son espacios en los que se realizan,
negocian y juzgan prácticas íntimas. Para Morse y Milne, la intimi
dad ha estado siempre mediada por el lenguaje, los recursos y los
gestos (citados por Hjorth, 2009:5). Las formas de intimidad poten
ciadas por las mediaciones tecnológicas “constituyen modulaciones
de intimidad a través de espacios f ísicos y posiciones electrónicas,
diferentes modos de presencia y ausencia, tanto pública como pri
vada” (Lasén y Hjorth, 2017:131). En estos medios se configura un
“yo conectado” que se relaciona con otros en diversos grados de in
timidad. Como lo plantean Lasén y Hjorth (2017:129), “La accesibi
lidad, visibilidad y transparencia son características de la intimidad
y de las relaciones íntimas: ser visible, accesible y transparente para
nuestros íntimos son modos de crear confianza y reconocimiento
para estabilizar la cercanía”.
Los espacios digitales son facilitadores de los tres tipos de inti
midad que distingue Zelizer (2009): física (a pesar, incluso, de la au
sencia de corporalidad), emocional e informacional. Las cualidades
de la socialidad online instituyen mercados románticos más amplios
y libres, formas de comunicación discretas, permanentes, inmedia
tas, formas de emocionalidad más desinhibidas, excitantes, que se
inscriben en textos, imágenes y sonidos. Los afectos, de acuerdo
con Hinton y Hjorth (2013:139), son “el cemento” que une a las per
sonas en las plataformas de socialidad en internet.
Lo íntimo se asocia con lo “personal” y la “cercanía”, pero se trata
de un espacio construido socioculturalmente, cargado de expectati
vas y obligaciones que restringen lo decible y lo actuable en dicho
ámbito. En internet se trasladan las tensiones contemporáneas de
la vida íntima offline y surgen nuevos escenarios de continuidad,
ruptura y cambio. Las diversas formas de intimidad y comunicación
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T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
se expresan tanto en las interacciones presenciales como en las me
diadas por tecnologías.
La introducción del concepto de intimidad en los contextos di
gitales comenzó con discusiones sobre lo público y lo privado en
las interacciones mediadas. En general, tales interacciones han sido
reconocidas como emocionales, personales e íntimas. Chambers
(2013) plantea que los medios sociales, en sus procesos de constante
actualización del yo, permiten la expresión personal, pero también
facilitan la negociación de diferentes clases de relaciones.
Las prácticas online de intimidad ponen en duda que el desarro
llo de la intimidad involucre privacidad. Baym (2010) reconoció
dos fuerzas que moldean cómo las personas se comunican a tra
vés de los medios sociales: 1) las plataformas de los medios sociales
que tienen características particulares y políticas que permiten cier
tas clases de interacciones y 2) las prácticas reales, en los que las
personas se apropian en forma diferente de estas plataformas y
negocian diversos tipos de relaciones personales. De acuerdo con
Miguel (2018), la intimidad en las relaciones en línea se desarrolla
a través de la autorrevelación y la autorrepresentación. Como parte
de las interacciones, las personas tienen que explicitar su orienta
ción sexual o su estatus relacional, establecen relaciones personales,
se involucran en prácticas de citas online, entre otros aspectos.
Según Berlant (1998) como consecuencia del giro afectivo en la
vida social, se puede observar la emergencia de una “intimidad pú
blica” a través de la cual aspectos de la vida íntima se representan y
expresan en espacios públicos. En los medios sociales, algunas par
tes de la vida íntima se vuelven objeto de miradas públicas o semi
públicas. Los usuarios de redes sociales, con una participación cada
vez más amplia de prácticamente todos los grupos de edad, en casi
cualquier parte del mundo, exhiben en grados diversos dentro de las
redes sociales de las que participan “parte del reino de la intimidad:
diálogos amorosos, referencias eróticas, conversaciones cotidianas,
chismes, fotos familiares, estados anímicos y comunicación del ma
lestar f ísico o psicológico”, aunque bajo nuevas definiciones de lo
íntimo, lo privado y lo público (Winocur, 2013:12). Esto obliga a las
parejas a negociar sobre su presencia en las plataformas de internet,
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
79
así como a establecer límites entre lo personal y lo colectivo (Casado
y Lasén, 2014).
Mateus (2010) considera que la naturaleza de la intimidad se
transforma en el proceso de convertirse en pública, destruyendo la
secrecía. La exposición de lo íntimo no es enteramente pública en
realidad, siempre hay algo que se reserva para los círculos más cer
canos. La revelación de lo íntimo no es absoluta sino relativa. Los
medios sociodigitales facilitan que salgan a la luz algunos aspec
tos de la vida íntima, pero otros se reservan para sí mismos o para los
más cercanos, que serían los que cierran la historia y hacen más
comprensible lo que ahí se comunica.
Asimismo, internet es una puerta abierta a saberes alternativos
frente a casi cualquier cuestión, incluidas las relaciones sexogenéri
cas, el amor romántico, la heterosexualidad y la monogamia. Según
Winocur (2009), buscar por internet tiende a complementar, reem
plazar, cuestionar los saberes autorizados. Como lo plantea Botton
(2012:76), la sociedad contemporánea, de la mano de las tecnolo
gías, abre posibilidades para articular cualquier clase de deseos de
amor y sexo, posibilita que las personas se reconozcan, interactúen y
se involucren en prácticas especiales, exóticas o diversas; sin embar
go, por lo general, esto continúa realizándose de modos encubiertos,
incurriendo con frecuencia en mentiras, creando conflictos en otros
y sufriendo frustración o culpa. En este sentido, se puede afirmar
que los espacios de internet son tanto una fuente de conocimiento
para comprender otras formas de organización de la pareja —para
encontrarlas, reconocerlas, justificarlas y respaldarlas—, como un
espacio concreto para acceder a formas de vida en pareja no hete
rosexuales o no monógamas.
Frank y DeLamater (2010), por su parte, señalan en su investiga
ción sobre la deconstrucción de la monogamia que internet juega un
rol importante para el desarrollo de sitios globales y locales donde
las personas poliamorosas pueden encontrarse y hablar. Para Helsper
y Whitty (2010), internet se ha convertido en una marca importante
de definición y negociación de las relaciones íntimas. En un sentido
similar, Ruspini (2013), en su discusión sobre las familias diversas,
ha señalado cómo las tecnologías de la web 2.0 afectan la difusión
80
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de ideas y recursos de comunidades autoconstruidas (grupos de so
porte) en torno a la identidad de género o a formas familiares no
hegemónicas, más allá de los lugares geográficos que habitan, con
lo que adquieren mayor visibilidad.
Los medios sociodigitales fortalecen la intimidad en la pareja.
La pareja, bajo un imaginario romántico, supone una relación en la
que ambos pueden expresarse de una manera abierta, llana, sin más
caras, mostrando virtudes y errores, carente de secretos, en la que
las emociones se experimentan y se expresan con menor autocen
sura. Matsuda (2005) señala que internet, y en especial las redes
sociales, han favorecido el desarrollo de “comunidades íntimas de
tiempo completo” en los que los miembros se comunican de manera
permanente a través de plataformas de internet y de dispositivos
móviles. En esta lógica, Haythornthwaite y Wellman (citados por
Rau, Gao y Ding, 2008:2761) señalan que entre más íntima es una
relación, hay mayor necesidad de interactuar entre sí y, para lograr
lo, las personas están adoptando y expandiendo los usos de los me
dios. En este sentido es que podemos afirmar que los entornos
online se están volviendo espacios para reafirmar las relaciones in
terpersonales: estar relacionados en la red es crucial para alcanzar
intimidad y confianza.
Asimismo, estar conectados nos hace sentir más seguros y me
nos solos (Winocur, 2009). En este aspecto, la “presencia conecta
da” (Licoppe, 2004) fortalece las relaciones íntimas, aunque también
puede contribuir a relaciones de dependencia con los vínculos pri
marios, limitando la generación de competencias sociales para in
teractuar en contextos nuevos y reproduciendo roles tradicionales
(Geser, 2006).
En los entornos digitales los afectos o las emociones adquieren
las propiedades de ser almacenadas, gestionadas, visualizadas,
comparadas, compartidas, entre otras opciones (Lasén, 2014). Es
decir, operan como inscripciones digitales que materializan lo que es
ef ímero y volátil, incrementando las posibilidades para la reflexi
vidad y el monitoreo. En este sentido, “conllevan el potencial para
disonancias, controversias y mezclas de sentimientos, que pueden
desestabilizar situaciones, normas, expectativas, comportamientos
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
81
o percepciones”. La intimidad suele ser ambivalente y asociarse
“con fantasías tácitas, reglas tácitas y obligaciones tácitas que per
manecen aproblemáticas” hasta que se convierten en “objeto de
críticas y emociones fuertes” y se enfrentan “las ambivalencias y
las injusticias de tales elementos tácitos” (Lasén y Hjorth, 2017:128).
En este sentido, “las inscripciones digitales incrementan las opor
tunidades para materializar y ayudan a verbalizar estos aspectos
tácitos y ambivalencias, ayudando a problematizar la intimidad, sus
expectativas y sus normas” (Lasén y Hjorth, 2017:129). Asimismo,
“están cargadas de potencial afectivo, incrementan la habilidad de
afectar y ser afectado” (Lasén y Hjorth, 2017:128). Lo que se inscri
be digitalmente implica tanto “aspectos ordinarios” de las interac
ciones que eran “efímeros y volátiles” (por ejemplo, “conversaciones,
caminatas, gestos, impresiones y sentimientos”) y que se diluían en
la memoria, como
[…] rutinas, hábitos, disciplinas, patrones comunes o relaciones
íntimas, que usualmente se vivían de modos no reflexivos, ahora
están inscritos digitalmente como, haciéndose visibles, replicables,
medibles, incrementando la posibilidad de ser sujeto de reflexivi
dad, de interpretación personal o colectivas, o estar al alcance del
escrutinio de terceras partes (Lasén y Hjorth, 2017:126).
Esto ocurre cuando lo oral se traduce en intercambios escritos
en el e-mail, chats o aplicaciones de mensajes; lo que se intercam
bia puede ser leído, releído, reinterpretado o compartido con otros.
También cuando lo oral deviene en lo visual, con el uso de selfis y
fotos mixtas con texto que forman parte de conversaciones. La
posibilidad de que las inscripciones digitales sean mostradas, se
repliquen o compartan, facilita “formas de intimidad —pública y
móvil— y también son un reto en la negociación de territorios
personales y privados en las relaciones íntimas, tales como la fami
lia y la pareja” (Lasén y Hjorth, 2017:131). Las imágenes digitales,
como los selfis o autorretratos, son también inscripciones digita
les que merecen destacarse. Según Lasén y Hjorth (2017:129):
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T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
[…] los teléfonos con cámara, las plataformas web y las apps móvi
les como Snapchat o Instagram producen y guardan inscripciones
de nuestros cuerpos, al mismo tiempo que contribuyen a moldear,
inscribir, los cuerpos de aquellos que posan, capturan, modifican,
curan, muestran o comparten estas fotograf ías —por medio de
habilidades, gestos, sentimientos y percepciones aprendidas y ad
quiridas en la realización de tales prácticas fotográficas.
Las inscripciones digitales y el compartir objetos, espacios, sen
timientos o situaciones de la vida cotidiana es una de las maneras
de alcanzar la “intimidad de tiempo completo” (Matsuda, 2005). De
manera similar, Crawford (2009) supone que la intimidad en la dis
tancia se mantiene al compartir las banalidades de la vida cotidiana,
abordando asuntos (p.ej. el trayecto, la comida del día) que para
otros serían detalles insignificantes. De esta manera, se invita a for
mar parte de estas experiencias a las personas cercanas y se alcanza
un entretenimiento mutuo. Con los teléfonos móviles “la intimidad
viaja contigo” y los pequeños detalles que se comparten brindan “un
sentido del ritmo y el flujo de la vida de otro”. Este tipo de conte
nidos que circulan en los medios sociales favorecen los vínculos en
las relaciones íntimas. Por otra parte, ha surgido en éstas lo que
Miguel (2018) denomina el “imperativo de compartir”, la exigencia
de compartir con otros significativos aquello que se vive en tiem
po real como una manera de expresar afectos y cercanía, aun en
la distancia.
REFLEXIONES FINALES
El concepto de intimidad, como hemos podido ver, se usa tanto
para enmarcar una esfera de la vida privada configurada por espa
cios, físicos o metafóricos, como para referir una clase de relaciones,
comúnmente diádicas, caracterizadas por su intensidad emocio
nal, por niveles profundos de conocimiento del otro y expectativas
de reciprocidad. Sin embargo, el concepto de intimidad también
aplica para un conjunto de situaciones e interacciones más allá de
LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA
83
las relaciones instituidas en las que, por ejemplo, se comparten
secretos o se crea un sentimiento de experiencia única o excep
cional con otro.
Nuestra definición de intimidad asume que se trata de una no
ción que denota tanto espacios como relaciones y situaciones que
están atravesadas por fuertes tensiones derivadas de estructuras
sociales, culturales, económicas o políticas. Las tensiones de lo ín
timo ocurren entre la revelación y la secrecía, las proximidades y
las distancias corporales o emocionales, la autonomía y la depen
dencia, el amor y el desamor, la fidelidad y la infidelidad, la armonía
y el conflicto, lo tácito y lo explícito, la confianza y la desconfianza,
así como lo real y lo imaginario. Dichas tensiones son claves para
comprender la intimidad en las relaciones de pareja, así como
para caracterizar otras formas de intimidad que se alcanzan a través
de situaciones o estados ajenos a las mismas. La intimidad relacio
nal, comúnmente bajo relaciones diádicas, destaca grados de con
fianza, de preservación de lo íntimo como ajeno a la mirada pública,
de comunicación y conocimiento profundo del otro, al mismo
tiempo que alberga los riesgos de la pérdida de la independencia
o individualidad. Pero también implica relaciones intrínsecamen
te relacionadas con el conflicto, como advierte Simmel: “personas
que tienen muchas cosas en común se hacen frecuentemente más
daño y mayores injusticias que los extraños” por lo que “[…] las de
savenencias entre personas íntimas pueden tener consecuencias más
trágicas que entre extraños” (Simmel, citado por Sabido, 2015:225),
como ocurre en los casos de crímenes pasionales.16
La intimidad, en sus acepciones relacional, situacional o espacial,
se puede indagar de maneras precisas y localizadas en narrativas
y prácticas sobre la conyugalidad, los roles de género, los cuidados
interpersonales, la sexualidad y la interacción a través de medios di
gitales. En estas dimensiones concretas será posible atender las
16 Jimeno —recuperando a Simmel— pudo señalar que en las relaciones
íntimas el constante roce con el otro obliga a la represión de los sentimientos
hostiles, de modo que el conflicto irrumpe como efecto de la acumulación de
dichos sentimientos (citada por Sabido, 2015:226).
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T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO
complejidades de la vida en pareja, bajo las múltiples tensiones que
la atraviesan y que reflejan permanencias y cambios en las estruc
turas sociales, culturales, políticas y económicas, de carácter glo
bal o local.
Finalmente, después de las reflexiones conceptuales presentadas
aquí sobre cinco dimensiones claves de la intimidad, queda por
descubrir, en el terreno de la indagación empírica, cómo personas
concretas significan la intimidad y las relaciones de pareja desde
sus diferencias de género, edad, clase, nivel educativo y sus trayec
torias sentimentales y sexuales. Lo que expusimos proporcionará
herramientas para acceder a los fenómenos múltiples, diversos,
complejos y contradictorios que ocurren en las esferas y relaciones
íntimas.
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