[go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu
Intimidad y relaciones de pareja Exploraciones de un campo de investigación Intimidad y relaciones de pareja Exploraciones de un campo de investigación Ana Josefina Cuevas Hernández (coordinadora) Universidad de Guadalajara Universidad de Colima Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología Juan Pablos Editor México, 2019 Proyecto apoyado por el Fondo Sectorial de Investigación para la Educación. Intimidad y relaciones de pareja : exploraciones de un campo de investiga­ ción / Ana Josefina Cuevas Hernández, coordinadora. ­ ­ México : Juan Pablos Editor, 2019 1a. edición 332 p. : ilustraciones ; 14 x 21 cm ISBN: 978­607­711­573­1 T. 1. Relaciones hombre ­ mujer Parejas T. 2. Relaciones interpersonales T. 3. HQ801 I58 INTIMIDAD Y RELACIONES DE PAREJA. EXPLORACIONES DE UN CAMPO DE INVESTIGACIÓN de Ana Josefina Cuevas Hernández, coordinadora Primera edición, 2019 D.R. © 2019, Universidad de Guadalajara Avenida Juárez 976, C.P. 44100, Guadalajara, Jalisco D.R. © 2019, Juan Pablos Editor, S.A. 2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19 Col. del Carmen, Alcaldía de Coyoacán México 04100, Ciudad de México <juanpabloseditor@gmail.com> Diseño de portada: Daniel Domínguez Michael ISBN: 978­607­711­573­1 Impreso en México/Reservados los derechos Juan Pablos Editor es miembro de la Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes (aemi) Distribución: TintaRoja <www.tintaroja.com.mx> Índice Prólogo Rosario Esteinou Introducción Ana Josefina Cuevas Hernández La intimidad en las relaciones de pareja: reflexiones conceptuales a partir de su multidimensionalidad Tania Rodríguez Salazar, Zeyda Rodríguez Morales, Rocío Enríquez Rosas, Ana Josefina Cuevas Hernández Ana Gabriel Castillo Sánchez Conyugalidad e intimidad en América Latina: un panorama regional Ana Josefina Cuevas Hernández Intimidad y roles de género en las relaciones de pareja heterosexuales adultas: una revisión de literatura Ana Gabriel Castillo Sánchez 9 15 37 95 149 8 ÍNDICE El cuidado mutuo en las parejas heterosexuales adultas y adultas mayores contemporáneas: hacia una caracterización de los debates Rocío Enríquez Rosas Sexualidad y relaciones de pareja entre adultos y adultos mayores en México y América Latina: explorando la normalidad heterosexual Zeyda Rodríguez Morales 181 237 Internet en las relaciones de pareja establecidas: un panorama desde la investigación internacional Tania Rodríguez Salazar 293 Sección de autoras 331 La intimidad en las relaciones de pareja: reflexiones conceptuales a partir de su multidimensionalidad Tania Rodríguez Salazar, Zeyda Rodríguez Morales, Rocío Enríquez Rosas, Ana Josefina Cuevas Hernández, Ana Gabriel Castillo Sánchez Este capítulo se propone mapear las discusiones teóricas en torno a la intimidad en las sociedades modernas en aras de establecer las principales coordenadas históricas, sociales y culturales que la pre­ figuran como un objeto de estudio complejo y multidimensional. Con este fin hemos realizado una amplia revisión bibliográfica so­ bre transformaciones, perspectivas, dimensiones y prácticas que suelen asociarse a la investigación sobre la intimidad, en particular en el ámbito de la pareja. Esta revisión se realizó de manera colec­ tiva con el propósito de crear un marco común de entendimiento de los fenómenos de la intimidad de pareja para la realización de un proyecto ambicioso de investigación empírica. En este sentido, el capítulo pone en relación la discusión general, abstracta, multi­ geográfica sobre la intimidad, con un conjunto de dimensiones o ejes que consideramos primordiales en la investigación sobre inti­ midad y pareja: conyugalidad, roles de género, cuidado, sexualidad y medios digitales. Estas dimensiones serán claves para ponderar la diversidad de las prácticas íntimas y de los significados que las configuran, así como valorar la coexistencia de discursos, ideales y valores contradictorios en torno al género, la sexualidad y la fa­ milia. El capítulo se organiza en cuatro secciones. En la primera expo­ nemos las lecturas sociohistóricas sobre la modernidad tardía y la transformación de la vida íntima, haciendo énfasis en las particu­ laridades latinoamericanas. En la segunda dilucidamos algunas ca­ racterísticas y retos implicados en las relaciones de pareja en la edad [37] 38 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO adulta. En la tercera analizamos los conceptos en torno a la intimi­ dad, contemplando definiciones, componentes y propiedades, fo­ calizando la atención en el ámbito de la pareja. Finalmente, en la cuarta sección, profundizamos en las formas en que cada una de las dimensiones señaladas (conyugalidad, roles de género, cuidado, sexualidad y medios digitales) se inscribe en los estudios sobre inti­ midad, destacando las aportaciones teóricas que muestran la rele­ vancia de cada una de ellas, su asociación con definiciones, formas y componentes específicos de la intimidad, así como los desaf íos que emergen en relación con el género, la generación, la geograf ía, y las emociones, entre otras variables. LAS TRANSFORMACIONES DE LA INTIMIDAD Las transformaciones en la esfera de la intimidad han estado vin­ culadas con el periodo de la modernidad tardía, también llamada segunda modernidad o modernidad radicalizada, que incluye cre­ cientes procesos de individualización y desregulación institucional de la vida personal, los cuales impactan directamente en los ima­ ginarios acerca de las relaciones de pareja, el género y la familia (Giddens, 1993 y 2000). Bajo estas lecturas históricas, son crecien­ tes las tensiones entre las idealizaciones románticas acerca de las parejas concebidas como la unión de dos personas que se entregan y hacen un proyecto de vida en común, y otras idealizaciones en las que se concibe a los individuos como agentes guiados por valo­ res relacionados con la libertad y la autonomía, cuyos objetivos de vida incluyen la realización personal en ámbitos como la formación profesional y el trabajo, y que no necesariamente persiguen la insti­ tucionalización de la relación de pareja ni la formación de una fa­ milia (Beck y Beck, 2001). En la sociedad global se observa el surgimiento de nuevos ries­ gos y nuevas desigualdades atribuibles a cambios ocurridos en tér­ minos demográficos y también al interior de la familia. La estructura de riesgos que ha emergido es muy distinta a la que caracterizaba a las sociedades industriales, en las que los empleos y las familias eran vistos como los pilares fundamentales del bienestar social. La socie­ LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 39 dad global ha puesto fin a la ilusión del pleno empleo sostenido, que garantizaba empleos estables y bien remunerados; también ha pues­ to en crisis el papel atribuido a las mujeres como responsables de las labores domésticas y de cuidado (Esping­Andersen, 1999). Se vive de forma cada vez más amplia un empobrecimiento de las características del trabajo formal y se van generalizando los tra­ bajos flexibles, precarios e informales en los que las personas tran­ sitan de uno a otro, tanto en sus actividades como en su recorrido geográfico, fenómeno que se ha denominado multiactividad nóma­ da. Tener condiciones laborales como contratos, estabilidad a lo largo del tiempo, pensiones y jubilaciones, así como acceso a servi­ cios médicos, son derechos que tienden a desaparecer. Asimismo, estos trabajos demandan horarios tan extendidos que se desdibuja la frontera entre tiempo laboral y tiempo de ocio, así como entre espacios de trabajo y espacios domésticos (Beck, 1999). Estos fe­ nómenos definen condiciones materiales dif íciles para la vida de la pareja, la realización de proyectos profesionales conjuntos y la protección de los hijos. Otro aspecto que cobra relevancia es la intensificación del uso de tecnologías de la información y la comunicación en la vida coti­ diana, que incluyen el desarrollo de múltiples plataformas interac­ tivas en el ámbito online, las cuales generan el ensanchamiento del mundo de lo privado y al mismo tiempo la ampliación de la esfera de lo público a través de ellas (Sibilia, 2008). Este fenómeno es especialmente potente en la generación y el mantenimiento de vínculos íntimos que trascienden las relaciones de pareja, posibili­ tando la diversificación de relaciones afectivas y sexuales que ponen en tensión las expectativas de sus miembros respecto a su conoci­ miento y control sobre la vida del otro. Este terreno aparece como un ámbito no normado donde las parejas reproducen normas de su vida offline o crean nuevas reglas sobre la marcha, dando lugar a la existencia de intimidades múltiples o intimidad de varias capas (Haag, 2013). Estas transformaciones ocurren en medio de una lógica defini­ da por la sociedad de consumo en la que el dinero media entre los deseos y su satisfacción, y ser ciudadano transita hacia ser consu­ 40 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO midor, lo cual significa apropiarse de las cosas, comprarlas y ha­ cerlas exclusivas, despojarlas de su encanto, destruirlas, agotarlas hasta su aniquilación total (Bauman, 2007). Esta lógica se ha ex­ tendido hasta el espacio de los afectos y la vida sexual, en el que las llamadas relaciones de bolsillo ahorran a la gente el esfuerzo de cultivarlas lentamente, optando por un vínculo rápido, sin com­ promiso, que no coarta la libertad ni la posibilidad de seguir re­ colectando nuevos placeres (Bauman, 2005). Esta lógica de consumo también se ha extendido para capturar las relaciones fundadas aun en el imaginario romántico tradicio­ nal, mercantilizando numerosos aspectos y prácticas relativas al romance y la demostración del sentimiento amoroso, así como lo concerniente a prácticas sexuales; con ello se ha expandido toda una industria alrededor del cuerpo, objeto de intervención y de consumo de enorme variedad de servicios y mercancías (Illouz, 2009). La publicidad que acompaña a este mercado está plagada de imágenes eróticas, hasta el punto de hablar de pornografismo; hay vida libertina y vida romántica por todas partes, alentadas en cada película y cada anuncio televisivo. Se habla de un mundo hiper­ sexualizado que a su vez no termina de transformar de fondo las relaciones íntimas (Chaumier, 2006). En términos culturales es innegable la relevancia del conjunto de fenómenos amparados en lo que se acuñó como la “revolución sexual”, que desde los años sesenta inspira la batalla por consoli­ dar nuevas idealizaciones y valores. La aparición de los anticon­ ceptivos y la influencia innegable del feminismo, que ha dado pie a la lucha por la igualdad de género y el cuestionamiento de la per­ sistencia de la sociedad patriarcal en general, fueron claves en este proceso. A su vez, este fenómeno ha sido acompañado por la lu­ cha que a lo largo de décadas ha ido ganando terreno en aras del reconocimiento de la diversidad sexogenérica, misma que ha permi­ tido que aparezca un espacio de deliberación sobre la identidad que diferencia entre sexo biológico, género y preferencia sexoafectiva (Scott, 1996; Butler, 2002). Algo fundamental que acompaña estos procesos ha sido la pro­ gresiva secularización de las sociedades, que ha auspiciado la dis­ LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 41 minución del papel de la religión y la iglesia, produciendo un con­ texto simbólico heterogéneo que ha generado procesos socializa­ dores más complejos y ha dado pie a una creciente liberalización moral. En este nuevo entorno, el ejercicio de la sexualidad funda­ da en el placer y no en la reproducción se ha legitimado y conver­ tido, a su vez, en un horizonte de expectativa para ambos sexos, minando cada vez más la lógica de la doble moral que desvaloriza a las mujeres. Así, las sociedades occidentales experimentan tendencias ha­ cia la configuración de un nuevo orden amoroso y sexual donde el sentimiento y el placer podrían ir juntos, pero también separados, cuestión que ha impactado tanto las formas de ser sujetos de de­ seo y de afectos individualmente, como en la conformación de las parejas, volviendo el espacio de la intimidad un terreno de refle­ xión, de negociación y de conflicto. LAS PARTICULARIDADES LATINOAMERICANAS Las lecturas históricas sobre las transformaciones de la intimidad asociadas con la modernidad tardía (provenientes sobre todo de autores europeos) a las que hemos aludido, muestran un gran pano­ rama que permite observar tendencias, cambios y retos en práctica­ mente todas las sociedades occidentales, pero no pueden adoptarse de manera acrítica para comprender realidades concretas y comple­ jas como las de los países latinoamericanos. Cada uno de los cam­ bios que describen tales lecturas no pueden interpretarse como hechos dados, puntuales, que se han puesto en marcha de manera ho­ mogénea a lo largo de las distintas regiones del mundo, sino como el resultado de fuerzas históricas, globales y locales que diversifican las temporalidades, la extensión y la profundidad de los impactos de la modernidad en la vida íntima.1 Esta advertencia es particu­ 1 Cabe destacar que la versión de Giddens sobre el impacto de la moderni­ dad tardía sobre el yo ha sido cuestionada por investigaciones europeas y esta­ dounidenses, en las que se destacan la prevalencia de inequidades de género en las prácticas íntimas y se critica la sobregeneralización, aun con respecto a la inti­ midad y la vida personal en el caso de sociedades desarrolladas (Jamieson, 2012). 42 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO larmente importante cuando se investigan contextos latinoameri­ canos, como atinadamente lo han destacado autores de esta región. En los estudios latinoamericanos sobre la esfera íntima se desta­ can críticas a los planteamientos europeos respecto a los procesos de individualización y transformación de la intimidad. Núñez y Zazueta (2012) cuestionan la aplicabilidad de una narrativa única en sociedades tan diversas, multiculturales y subdesarrolladas como las latinoamericanas y el uso del carácter no tradicional para enten­ der las nuevas formas de relacionarse en pareja. En convergencia, Mindek (2018) cuestiona el carácter lineal, general y universal de las visiones europeas para explicar los cambios que se gestan en las parejas y en las familias. De manera particular, Tenorio (2012) seña­ la que en las sociedades mexicanas y latinoamericanas no se puede partir —para el entendimiento de la transformación de la intimi­ dad— de la consideración de una existencia real de igualdad entre mujeres y hombres, ni tampoco se pueden explicar como proble­ mas individuales lo que se debe a la estructura social (por ejemplo, la inequidad y la violencia de género en las parejas). En un sentido similar, otros autores puntualizan que las transformaciones en la intimidad de las parejas y las familias han sido parciales (Guevara, 2005), no han impactado de manera homogénea en todos los sec­ tores de la población, específicamente en los más pobres y de ám­ bitos rurales e indígenas (Rojas, 2016; Mindek, 2018), y por ello aún no han significado una ruptura total con el sistema patriarcal (Rojas, 2016). Por esta razón, desde América Latina se arguye que estos planteamientos deben tomarse como modelos, guías heurís­ ticas o referencias (Tenorio, 2010; Zazueta y Sandoval, 2013) para caracterizar los cambios ocurridos en el tiempo y las influencias globales que la modernidad ha generado en las sociedades y que sólo pueden conocerse a través de la investigación empírica. En el caso de México, Guevara (2005) observa que [...] los cambios en la esfera de la intimidad ocurridos en nuestro país son resultado de una modernidad a medias que por una parte promueve la reducción de las tasas de fecundidad, mientras por la otra coloca estas medidas en los estrechos márgenes de la fami­ LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 43 lia; que reconoce el derecho de los individuos a formar uniones consensuales, pero en el marco de fuertes asimetrías de género; que ha creado una estructura jurídica que permite el divorcio, pero en una comunidad que lo desaprueba, además de que distribuye desigualmente los costos materiales y simbólicos de las rupturas conyugales; una modernidad que ha legitimado el uso de anticon­ ceptivos, pero no modificó sustancialmente los imaginarios de la maternidad (p. 874). En este sentido, la sociedad mexicana incorpora nuevas prácti­ cas, manteniendo vigente un sistema de valores tradicional y con­ servador que preserva y refuerza los desbalances en las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Las particularidades de la región latinoamericana, como la per­ sistencia de códigos culturales patriarcales y religiosos, las diversi­ dades étnicas y socioculturales, las fuertes desigualdades sociales, entre otros aspectos, nos advierten que esos cambios asociados a la modernidad pueden estar ocurriendo en los países latinoame­ ricanos con diferentes ritmos, impactos diferenciados en los diver­ sos grupos sociales, y de formas fragmentadas, contradictorias o ambiguas, en las que coexisten nuevas prácticas con valores del pasado, o viceversa, nuevos valores que no desencadenan prácti­ cas acordes. En convergencia, Rhim, Sharim, Barrientos, Araya y Larraín abogan por un panorama que permita entender que “[…] la inclusión de los discursos de la modernidad tardía en Améri­ ca Latina ocurriría de modo fragmentario y afectaría mayormente a algunos ámbitos de la vida, mientras que en otros persistirían prácticas más tradicionales” (2017:3). LAS RELACIONES DE PAREJA EN LA ADULTEZ En las sociedades occidentales, tener una pareja establecida, como tendencia demográfica, suele ser una experiencia de adultos y adul­ tos mayores. En la edad adulta, las personas suelen vivir casadas o unidas, y en este ciclo ocurre la mayoría de los divorcios o sepa­ 44 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO raciones. En general se trata de un ciclo o más en la vida en que las ocupaciones y responsabilidades dejan poco tiempo libre, en el que las amistades se reconfiguran alrededor de la pareja, la pater­ nidad y la maternidad, así como se es más proclive a sufrir cambios fisiológicos y psicológicos (por ejemplo, la aparición de enferme­ dades, cambios hormonales, alteraciones en los patrones del sueño o en el estado de ánimo). Como todos los ciclos de vida, la edad adulta está sujeta a significados que configuran ideales, expecta­ tivas o prohibiciones. Hagestad y Datan señalan: Cada sociedad tiene un sistema de expectativas sociales con res­ pecto al comportamiento adecuado a cada edad, y estas expecta­ tivas se interiorizan a medida que el individuo crece y envejece, pasando de un estatus de edad al siguiente. Hay un momento en el cual se espera que trabaje, que se case, una época para criar a sus hijos, un tiempo para jubilarse, incluso un tiempo para enfermar y morir (1973:115). Esto ocurre aun en las sociedades contemporáneas caracteri­ zadas por pluralismos socioculturales y por visiones más abiertas a formas diversas de organizar la vida personal. En general, vivir en pareja tiene costos y beneficios. Si bien la intimidad de pareja en la vida adulta se asocia con la estabilidad y con un estilo de vida rutinario, también es cierto que se trata de un ámbito muy heterogéneo y dinámico. Una parte de esta heteroge­ neidad proviene del surgimiento de nuevas formas conyugales que abren el espectro de las relaciones de pareja. Las variaciones con­ yugales se manifiestan tanto en las relaciones de pareja tradiciona­ les o típicas que expresan diversidad y cambios, como en las parejas alternativas que orientan su vida bajo nuevos arreglos y estánda­ res. Las relaciones conyugales, matrimonios o uniones libres, asen­ tadas en los principios de la monogamia o de la exclusividad sexual y emocional entre la pareja, expresan diversidad y cambios a lo largo de su historia. Frank y DeLamater (2010) señalan que las rela­ ciones de pareja suelen fincarse en una gran diversidad de com­ portamientos transgresivos. Estos comportamientos actualmente LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 45 involucran mediaciones tecnológicas que crean nuevas condicio­ nes para su realización, ocultamiento o descubrimiento. Para es­ tos autores, hay formas de intimidad instituidas bajo el “privilegio cultural” de la monogamia y la heterosexualidad, aunque escon­ den múltiples realidades que en ciertos grados implican relaciones no­monógamas. Bozón (2006), por su parte, desde el contexto eu­ ropeo, ha observado que las relaciones extraconyugales se desa­ prueban menos cuando la duración de la pareja aumenta y que la norma de fidelidad no opera como un principio absoluto, sino como una norma situacional que actualmente tiene más importancia en las parejas que inician que en las parejas estables. Chaumier (2006), desde el contexto francés, plantea que el divorcio y la viudez son impulsores de nuevas formas de conyugalidad que se distancian de las convencionales. En general, en los contextos europeo, estadounidense y mexi­ cano se arguye que, a pesar de que la norma entre las parejas es la fidelidad, lo normal es la infidelidad.2 Ante este escenario, se han construido esquemas que nos permiten visualizar la amplia gama de posibilidades que las parejas adoptan en su experiencia con­ yugal.3 Pamela Haag, desde el contexto estadounidense, contem­ pla diversas formas. Por ejemplo, existe una zona que se despliega entre la infidelidad abierta y la monogamia pura, y dentro de ésta una gran proporción de parejas eligen el “ojos que no ven, cora­ zón que no siente”. Tales arreglos reciben el nombre de “acuerdos 2 En palabras de Adam Phillips, “si la infidelidad constituye un problema tan grande es porque damos por sentada la monogamia, porque la tratamos como la norma. Tal vez deberíamos considerar que la norma es la infidelidad, y aceptarla con calma, sin agobio. Y así podríamos reflexionar sobre la monoga­ mia” (1998:2). 3 De hecho, consideran que la exploración de lo extraconyugal o la presen­ cia de un tercero en la pareja, constituye una herramienta metodológica adecuada para ahondar en la vida íntima. “La relación con el tercero es una herramienta de investigación y comprensión del funcionamiento de la pareja. Así pues, nuestro interés por el trío no es resultado de una curiosidad perversa o de algu­ na rareza, sino de la idea de que nos revela los mecanismos de la pareja (en positivo y negativo) y de que en la apertura hacia un tercero se manifiestan tendencias más generales” (Chaumier, 2006:45). 46 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO de adulterio” o “tolerancia del adulterio”, mientras que se denomi­ na “adulterio ambiguo” cuando la pareja sabe del adulterio de su pareja pero finge no saberlo, pues no es capaz de aprobarla y lo tolera en silencio (2013:265­267). Estos tratos implican a su vez la definición de límites que la mayoría de las veces son implícitos, y en ocasiones explícitos. Son límites o reglas sobre tiempos que se dedican a la otra relación, tipos de personas que pueden ser tolera­ das, actividades que se realizan con la otra persona, si se restringe al ámbito virtual o incluye prácticas sexuales, si son heterosexua­ les u homosexuales. En estas posibilidades, la tecnología ha tenido un papel impor­ tante al permitir la ampliación de lo privado. Haag plantea la posi­ bilidad de intimidades múltiples, y afirma: “La metáfora de intimidad podría estar desplazándose del círculo exclusivo y cerrado del anillo de boda a la web, con más conexiones y vínculos remotos y múltiples” (2013:288). Esto también ha permitido la feminización del adulterio, posibilitando que las mujeres establezcan relaciones extraconyugales sin pagar el precio de la estigmatización y la con­ dena moral pública. Otra opción de arreglo conyugal para Haag son los “matrimonios abiertos” o poliamorosos. Éstos constituyen la opción más vanguardista, pues Tiene cierta audacia al extender los límites de lo posible dentro de una forma convencional. Socava los paradigmas más fuertes del matrimonio romántico, sus axiomas de que sólo hay una intimi­ dad a la vez, de que el amor romántico no es plural y que los celos imposibilitan intimidades múltiples (Haag, 2013:296). Otra opción son los “matrimonios posrománticos”, éstos son to­ lerantes a las aventuras, al sexo extramatrimonial, valoran el com­ pañerismo, la amistad, la ayuda mutua, la complementariedad, y no es relevante para la pareja la ausencia de pasión; para ellos, el sexo es secundario y esto no atenta contra el éxito de la pareja como tal. Estas parejas emprenden proyectos como tener hijos y acumular y administrar bienes. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 47 Desde el contexto francés, Serge Chaumier propone dos con­ ceptos para denominar sendos tipos de parejas: las llamadas “fi­ sionales”, en las que sus miembros conservan su individualidad y autonomía, y las “fusionales”, propias del amor romántico, que se repliegan sobre sí mismas. “Entre estas dos tensiones hay una serie de términos medios posibles que se encuentran en el amor contem­ poráneo. Estos cambios tienen consecuencias claras en la vida con­ yugal, los sentimientos, la sexualidad y el erotismo” (2006:19). En las parejas fisionales hay un proceso de desromantización y se abre un hueco a los terceros. En las fusionales, la extraconyugalidad se condena y se excluye como posibilidad real. Para este autor, la presencia del tercero es muy variable y admite muchos grados y matices. Hay presencia de terceros virtuales (voyeurismo) o rea­ les (el intercambio de parejas). Para Chaumier, la caducidad de la norma de la monogamia se expresa en la variedad de formas de poligamia que son comunes, entre las que distingue: la poligamia sucesiva: bodas y divorcios sucesivos a lo largo del tiempo; la poli­ gamia secuencial: alternar a los compañeros, siendo éstos las mis­ mas personas; la poligamia simple: conjuga relaciones en un mismo tiempo; relación de delegación: aventuras con un tercero de uno de los miembros de la pareja, con el conocimiento del otro. Siguiendo los planteamientos de Francesco Alberoni,4 Chaumier afirma que la fase del enamoramiento pasa y la institucionaliza­ ción del amor implica su desaparición, lo mata. Cuando se pasa del estado naciente a otra fase, se entumece el amor y la pareja decide tener hijos. Así, el amor experimenta un empuje y enriquecimien­ to (2006:214). En el caso de la sociedad mexicana, el mosaico de posibilidades de arreglos de pareja es igual o más amplio que en Francia y Estados Unidos, pues la tendencia a la individualización y la igualdad de género cobran relevancia, pero persiste la influencia de la religión católica, que va de la mano de una moral sexual de tipo conserva­ dor. Lydia Cacho elabora un listado de todos los arreglos que caben 4 En su obra Enamoramiento y amor (1987). 48 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO en lo que llama “el amor posmoderno” y las fórmulas de relaciones amorosas que se organizan hoy, las cuales son: • Matrimonios tradicionales de hombre y mujer, casados por la ley y probablemente por alguna iglesia. Tienen hijos. • Relaciones entre solteros; cada uno vive en su casa, pero hay un compromiso de pareja monogámica. • Monogamias sucesivas de mediano plazo como matrimonio (firmado o no). • Familias uniparentales en pareja, con diferente hogar cada una, pero comprometidos a la monogamia. • Parejas gays o lésbicas con hijos, monogámicas, con reglas tradicionales. • Parejas gays o lésbicas sin hijos y con acuerdos de convivencia más fluidos. • Parejas con convivencia con amor sin sexo […]. • Parejas nodales abiertas, no monogámicas, pero que se pro­ fesan amor, cuidados y afectos comprometidos. • Matrimonios abiertos “poliamor”, o swingers, […] y los acuerdos de amor se revisan constantemente. • Matrimonios convencionales con permisividad sobreenten­ dida del adulterio masculino, siempre y cuando no haya aban­ dono familiar. • Amistades con privilegios sexuales, que hacen pactos y los revisan constantemente. • Parejas que se niegan a la definición (bisexual, heterosexual, homosexual) y cuyos miembros han tenido relaciones conyu­ gales, eróticas y sexuales con hombres y mujeres. • Parejas monogámicas románticas de mujeres de mayor edad con hombres más jóvenes. • Parejas monogámicas románticas de hombres mayores con mujeres más jóvenes. • Trieja: relación conyugal poliamorosa con acuerdos claros en los que hay dos hombres y una mujer, o dos mujeres y un hom­ bre. Comparten todo, el sexo, los gastos, la vida cotidiana, la maternidad y la paternidad (2014:366­367). LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 49 Como hemos podido observar, las relaciones de pareja contem­ poráneas admiten una variedad enorme de matices, como los que señalan los autores citados, y todas ellas son producto de las formas en que los individuos enfrentan y resuelven de diversas maneras, los dilemas y retos cotidianos para mantenerse juntas. No obstan­ te, es importante destacar que esta diversidad de configuraciones de pareja puede ser más amplia, aun en los límites de las parejas he­ terosexuales. Las tipologías propuestas por los autores citados, en este sentido, no son exhaustivas y pueden combinarse entre sí. REFLEXIONES CONCEPTUALES EN TORNO A LA INTIMIDAD La intimidad ha sido objeto de indagación de todas las disciplinas de las ciencias humanas y sociales desde mediados del siglo XX. Como concepto, la intimidad está ligada a múltiples contextos teó­ ricos y empíricos de la literatura sobre pareja, amistad, sexualidad y familia, y se ha empleado para entender los efectos de la moderni­ dad en la relación entre el yo y los otros y entre lo público y lo priva­ do. En esta sección centramos la atención en la discusión teórica y abstracta del concepto de intimidad, con el fin de esclarecer defi­ niciones y propiedades que la caracterizan en el ámbito de la pare­ ja. Este marco general servirá para situar cinco dimensiones claves de la intimidad de pareja, como veremos más adelante. Diversos autores (Béjar, 1987; Arfuch, 2005; Zelizer, 2009; Si­ bilia, 2009, Giddens, 1998; Bauman, 2005; Beck y Beck­Gersheim, 2001) señalan que los orígenes de la puesta en relieve de la intimi­ dad pueden localizarse al menos dos siglos atrás como resultado de la transformación de nuestra concepción del tiempo y el espa­ cio, y la separación de lo público y lo privado, siendo este último donde se nutre la intimidad y se satisfacen las necesidades vitales: el amor, la amistad, la sexualidad, el afecto, el cuidado, la comuni­ cación, la familia, etc.5 La subjetividad, la conciencia del yo, la cre­ 5 En la sociedad íntima, señala Béjar (1987:74), el universo privado es el referente vital y el yo adquiere supremacía, de modo que: “Los sentimientos son 50 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO ciente importancia de las emociones, el surgimiento de nuevos imperativos morales anclados en criterios de bienestar y éxito subje­ tivo, el derecho a la privacidad, entre otras cosas, serían el resultado de este proceso histórico asociado a la emergencia del individualis­ mo moderno. En este sentido, el concepto de intimidad ha sido clave para com­ prender transformaciones sociales contemporáneas, así como para explorar prácticas específicas en relaciones de pareja, familiares y de amigos. La intimidad supone el desarrollo de una subjetividad que fortalece la conciencia del yo. Este desarrollo ha sido estimula­ do de diversas formas, entre ellas con la emergencia de espacios de soledad e introspección (Martí, 1983), la destradicionalización y el carácter reflexivo de la vida moderna (Giddens, 1991), las tensio­ nes entre autonomía y dependencia, entre sobrevivir solo y de­ pender de otros (Béjar, 1987), y la escritura autobiográfica —en viejos y nuevos géneros—, que permite la exteriorización de lo íntimo (Arfuch, 2005). Si bien la esfera de la intimidad remite a lo subjetivo, a lo que concierne al yo y su conciencia, es importante resaltar que se trata de un ámbito interpersonal más que personal, y surge como resultado de fuerzas y procesos sociales que no dependen de los individuos. En este sentido, conviene citar las siguientes defini­ ciones que destacan este carácter socioestructural. Para Guevara (2005:861­862), la intimidad es la “esfera de la vida social donde se desarrollan vínculos personales de muy diferente tipo […] Se trata de relaciones entre individuos, pero construidas, delimitadas y reforzadas por las instituciones, por toda la estructura social y por un orden de género que impone límites y ofrece oportunida­ des diferenciales a hombres o mujeres”. En consonancia, Cruz comprende la intimidad como “[…] una dimensión de la vida so­ cial y personal que ubica al individuo en una intersección entre más importantes que las acciones; el ámbito emocional se sobrepone al social. Así, una vez desprovista la esfera pública de significación sustantiva, el referente vital es el universo privado. Las nociones actuales de bienestar y de éxito se en­ tienden más en relación con los logros de la vida afectiva que en el ámbito pro­ fesional”. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 51 las condiciones estructurales, su interacción cotidiana con otros sujetos y su subjetividad. La intimidad es una experiencia en que convergen el mundo personal subjetivo y el mundo interperso­ nal­social” (2011:186). Cuando se revisan las diversas acepciones del concepto de inti­ midad, encontramos que se trata de una noción o término cargado de ambigüedades y que, en principio, se usa, para referir tipos de relaciones (Simmel, 1986a; 1986b; Giddens, 1991, 1998), situaciones o estados (Schütz, 1974a, 1974b), así como espacios o esferas simbó­ licamente configurados.6 En todas estas apelaciones se establece que la connotación de íntimo se alcanza en las interacciones —y sus respectivas distinciones— con otros y a través de la significa­ ción compartida. En el marco de la sociología, podemos observar que George Simmel destacó la intimidad como un tópico relacio­ nal que permite distinguir tipos de relaciones sociales. El carácter íntimo de los lazos sociales es un aspecto de diferenciación en las relaciones con otros, situación que también ocurre en los grupos. Se unen entre sí y se diferencian de otros a partir de contenidos que se comparten sólo entre sus miembros o de experiencias mar­ cadas por un sentido de excepcionalidad (de algo que solo ocurre con alguien y no con el resto). Para Simmel (1986a), la intimidad es propia de las asociaciones de dos, en las que la relación se convier­ te en un tercero que se interpone entre los dos participantes. La intimidad se forja con relaciones en las que el vínculo que los une se ha individualizado: “El carácter ‘intimo’ de una relación me pa­ 6 Cuando se discurre sobre la intimidad son comunes las metáforas geográ­ ficas que sitúan la intimidad como una esfera o espacio de la vida privada. En este sentido, el concepto apela a una cualidad organizada espacialmente que confi­ gura normas de comportamiento y emocionales. Norbert Elias (1998:357) propo­ ne que el espacio privado “es una expresión metafórica que se refiere a fin de cuentas a un proceso social no planeado de la creciente o, según el caso, también decreciente privatización que está relacionada con los cambios en el canon so­ cial del comportamiento y sentimiento”. En este sentido, los espacios se vuelven privados a partir de emociones como el pudor y la vergüenza, y los espacios en el hogar que simbolizan los avances civilizatorios son el baño y la alcoba, lugares en los que comúnmente ocurre la desnudez (Elías, interpretado por Sabido y García, 2015). 52 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO rece fundado en la inclinación individual a considerar cada cual lo que le distingue de otros, la cualidad individual, es el núcleo, valor y fundamento principal de su existencia” (Simmel, 1986a:96). Esta individualización del vínculo se presenta en las relaciones diádicas, en grados de confianza amplios para crear y mantener secretos, para instaurar rituales de interacción, para enfrentar la corporalidad pro­ pia y del otro con menos vergüenza o asco, enfrentar las vulnerabili­ dades del otro y las propias con mayor condescendencia, así como crear recuerdos compartidos, apoyarse afectivamente, crear lengua­ jes privados, entre otros aspectos. No obstante, es importante des­ tacar que las relaciones íntimas, implican también un “no­saber [y suponen] reservas, discreción y mutuo disimulo” (Sabido, 2015:220). De acuerdo con Schütz, en nuestras relaciones “con” y “hacia” los otros, la interpretación del significado subjetivo propio o ajeno, depende de los “grados de intimidad o anonimia” (1974a:33). Para este autor, […] el término “intimidad” designa solamente el grado de cono­ cimiento seguro que tenemos de otra persona o de una relación social, un grupo, una pauta cultural o una cosa. En lo que respec­ ta a una persona, el conocimiento íntimo nos permite interpretar qué quiere expresar y prever sus acciones y reacciones. En la for­ ma más elevada de intimidad conocemos, como dice Kipling, el “alma desnuda” del Otro (Schütz, 1974b:114). Esta definición no se circunscribe a las relaciones diádicas, sino que contempla otros aspectos. De acuerdo con la interpretación de Henriksson (2014), la propuesta de Schütz destaca que la inti­ midad es situacional en tanto que se experimenta en la proximidad de otro, cuando se habita el mismo espacio y tiempo y con un mis­ mo focus intencional. En este sentido, la intimidad se alcanza o se pierde en situaciones o momentos específicos. Se trata de un esta­ do que se puede alcanzar incluso con la mirada que nos une a otro y logra producir “extraordinarios momentos de intimidad” (Urry, citado por Sabido, 2017:390) o cuando revelamos a un extraño, LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 53 en el marco de una relación pasajera o a distancia, aspectos que ocultamos ante los cercanos. En este sentido, el estado íntimo es de duración variable, pudiendo encontrarse en situaciones muy di­ versas y en relaciones pasajeras. De aquí que el carácter íntimo de algo se alcance también de manera imaginaria y que las personas puedan pensar o sentir que sus relaciones son más íntimas de lo que realmente son, y de esa manera, configurar sentidos de continuidad y coherencia en sus re­ laciones (Henriksson, 2014). La intimidad de una relación, en este sentido, no es definitiva ni absoluta, ni depende del tipo de relacio­ nes que se establezcan. Esta apreciación converge con la adverten­ cia de Schütz (1974b) sobre la “pérdida de intimidad”, que apunta al deterioro en el grado de conocimiento seguro que se tiene de la otra persona o de una relación social, convirtiendo las experien­ cias vividas en recuerdos que alimentan la añoranza del pasado tal y como se recuerda, de modo que, al reencontrarse, se activa el deseo de reestablecer el vínculo como si la relación hubiese queda­ do en pausa. No obstante, para Simmel no es suficiente compartir un “contenido íntimo” para dar intimidad a la relación (1986b:97). La intimidad también se circunscribe en espacios configura­ dos simbólicamente. Los espacios de lo íntimo son múltiples. Uno de los más reconocidos como territorio de lo íntimo es el yo, otros son el hogar, la alcoba, el baño, como lugares en los que tienen lu­ gar prácticas íntimas (como desnudarse) o en el que se desarrollan relaciones íntimas como las familiares y de pareja. Sin embargo, la cualidad de espacios íntimos no es intrínseca a las demarcacio­ nes f ísicas, sino más bien a los usos y significados que se les atri­ buyen. Como plantean Sabido y García (2015:45), a propósito de una discusión del concepto de amor en Norbert Elias, “no son los espacios los que dictan la privacidad en sí misma, sino el tipo de relaciones el que determina el sentido privado del espacio”. Desde la sociología, la intimidad puede enmarcase en perspec­ tivas relacionales, situacionales o espaciales. Más allá de sus dife­ rencias, en estas acepciones la intimidad está hecha de prácticas cotidianas que configuran lazos y escenarios de la vida cotidiana. Las prácticas intimas, de acuerdo con Jamieson (2012:135) son aque­ 54 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO llas “que habilitan, generan y sostienen un sentido subjetivo de cer­ canía y de estar en sintonía con otro”. Entre las prácticas íntimas que alcanzan mayor reconocimiento son la autorrevelación, y el acto de compartir de manera recíproca pensamientos y emociones profundas (Miguel, 2018), así como las prácticas de manifestarse afectos con el cuerpo y vivir juntos (Jamieson, 2012), y las de orga­ nizar la economía del hogar, los afectos y los cuidados (Zelizer, 2009), entre otras. Todos estos aspectos que actualmente se desarrollan también a partir de interacciones mediadas tecnológicamente. La economía no es una esfera ajena a la intimidad, o, dicho de otra manera, los escenarios íntimos no se definen por la ausencia de actividades económicas. Zelizer (2009) ha destacado cómo los la­ zos y los escenarios íntimos involucran actividades económicas que se acompañan de significados que definen las clases de bienes, ser­ vicios o afectos que es legítimo —o no— intercambiar en los di­ ferentes tipos de relaciones sociales. Desde esta perspectiva, las relaciones interpersonales se constituyen y negocian al establecer distinciones “entre los derechos, las obligaciones, las transacciones y los significados pertenecientes a los distintos lazos”. De igual ma­ nera, los lazos sociales son diferenciados y delimitados con “nom­ bres, símbolos, prácticas y medios de intercambio” y están marcados por “las actividades económicas de producción, consumo, distri­ bución y transferencias de bienes” (p. 56). En este sentido, los lazos íntimos, como los de los cónyuges, no se fincan sólo en el amor “sino con aportes concretos al bienestar común” (p. 57). En prácticamente todos los escenarios sociales se pueden es­ tablecer lazos íntimos como impersonales, de corta o de larga du­ ración. No obstante, los escenarios íntimos tienen características que los distinguen de los impersonales. En los íntimos, escribe Zelizer (2009:311), se crean “comunidades de destino” en dos as­ pectos: 1) “[…] los participantes toman decisiones y asumen com­ promisos que presuponen la continuidad del acceso a recursos compartidos y a garantías recíprocas” y 2) “[…] por sus mismas interacciones, están transformando recursos compartidos y garan­ tías recíprocas, degradando o mejorando el bien colectivo, como por ejemplo una casa familiar; creando o destruyendo medios de LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 55 coordinación interna, como por ejemplo, el presupuesto domés­ tico; aumentando o reduciendo la confianza”. Esta forma de comprender la intimidad es importante no por el simple hecho de destacar que las relaciones íntimas involucran actividades económicas, sino sobre todo porque apuesta a diluci­ dar esta compleja relación en aras de cuestionar combinaciones coercitivas y en pro de lograr combinaciones más justas (Zelizer, 2009:318). LOS COMPONENTES Y PROPIEDADES DE LA INTIMIDAD Enseguida abordamos la intimidad a partir de su composición, des­ tacando componentes, cualidades o propiedades que la literatura sobre el tema ha señalado. Pretendemos generar una visión de la in­ timidad (principalmente desde el ámbito de la pareja) que contem­ ple los aspectos más significativos para alcanzar una descripción e interpretación del fenómeno favorable para su indagación empí­ rica. Cabe aclarar que no intentamos abordar o reseñar las teorías de la intimidad por sí mismas, sino más bien articular un panora­ ma de definición y caracterización de aquellos referentes que evo­ ca la noción para orientar la investigación empírica. La intimidad se configura a través del lenguaje y la comunicación. Zelizer (2009), Arfuch (2005) y Giddens (1998) coinciden en que un aspecto importante de la intimidad es la comunicación. A través de actos de comunicación (nombrar, significar, distinguir, narrar, etc.) se construyen vínculos con otros, así como se crean expecta­ tivas de interacción e intercambio (Zelizer, 2009). De acuerdo con Arfuch (2005), a partir del lenguaje se generan sentidos sobre lo de­ cible/indecible establecidos dialógicamente y manifiestos en los nuevos géneros de lo biográfico. La construcción de narrativas sobre lo privado marca fronteras con lo público, de modo que lo público se desdobla en lo social y lo político, en lo privado, en lo domésti­ co y en lo íntimo. La intimidad se construye y se comparte, en este sentido, de modos narrativos. Por otra parte, para Giddens (2000) la intimidad se manifiesta en tres ámbitos en los que ocurre la co­ 56 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO municación emocional: la relación amorosa y sexual, la relación entre padres e hijos, y las relaciones de amistad. Esta comunica­ ción emocional es “la forma de establecer el vínculo, y también el motivo principal de su continuación” (Giddens, 2000:72). En el caso de las parejas, la comunicación emocional como fuente de inti­ midad fue una idea novedosa, pues el matrimonio nunca se había basado en la intimidad entendida así; Giddens afirma: “[…] por supuesto, esto era importante para un buen matrimonio, pero no su fundamento” (2000:72). La intimidad contempla cercanía f ísica, aunque puede ocurrir sin la misma. Jamieson propone una definición general: “[…] las relaciones íntimas son un tipo de relaciones personales que son experimentadas subjetivamente y que pueden ser socialmente reconocidas como cercanas”. Esta cercanía puede ser emocional, cognitiva o f ísica (2012:133). No obstante, para esta autora, la cer­ canía f ísica es fundamental, si bien aclara que la intimidad corpo­ ral no tiene que ser sexual y el contacto sexual o corporal puede ocurrir sin intimidad. En esta dimensión de cercanía física, las prác­ ticas corporales de encuentro como tocarse, abrazarse, besarse, te­ ner sexo, mirarse a los ojos, entre muchas otras, son aspectos claves de la intimidad de pareja en su dimensión f ísica o corporal. Se tra­ ta de prácticas más o menos exclusivas que sólo se realizan con un número relativamente pequeño de personas. Para Jamieson, la co­ presencia es un componente de la intimidad más importante que la revelación mutua. En su opinión, si bien “las relaciones a distan­ cia pueden ser relaciones íntimas significativas, la copresencia es un componente más integral de algunas de las maneras en que las personas generan intimidad […], por ejemplo, pasando tiempo jun­ tos, proveyendo actos prácticos de cuidado y de demostración f í­ sica de afecto” (2013:18). Sin embargo, a través de las mediaciones tecnológicas se configuran otras formas de presencia, de expresión afectiva, e incluso de estimulación corporal. La intimidad digital, como se verá más adelante, a pesar de la ausencia de corporalidad y las fronteras espaciales o temporales, se alcanza de maneras crea­ tivas y con el uso de diversos recursos tecnológicos, textuales, vi­ suales o auditivos. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 57 Otros atributos de la intimidad es que es recíproca e involucra relaciones con terceros. En este sentido, remite a procesos de inte­ racción que implican no sólo la expresión de un yo, sino también la respuesta de otro (Reis, 1998). En convergencia, Marar (2012) ar­ gumenta que la intimidad surge de las dinámicas entre las personas a partir de trayectorias comunes y de la imaginación. La intimidad siempre es relacional, implica por lo menos a dos personas, por­ que no hay manera de estar íntimamente relacionado con alguien unilateralmente. El amor que no es correspondido puede existir, pero no la intimidad no solicitada o no correspondida. La intimi­ dad, por otra parte, se vive con la influencia de otras relaciones so­ ciales. De acuerdo con Zelizer (2009), las relaciones íntimas pocas veces involucran sólo a dos personas, ya que “las terceras partes suelen llegar a tener una fuerte incidencia en la intimidad de una pareja y a menudo cumplen con la función de canalizar, inhibir, alterar o incluso iniciar las transacciones y los medios que utiliza una pareja” (p. 122). La intimidad es práctica, cambiante y se negocia en tanto su configuración depende de las acciones de los participantes de la relación, no está dada automáticamente por el tipo de vínculo ni por la corresidencia. Ésta se negocia de manera cotidiana en los es­ pacios de vida en común. Para Giddens (1998:91), “Los límites cla­ ros dentro de una relación son evidentemente importantes para el amor confluente y el refuerzo de la intimidad”. Idealmente, en los espacios íntimos se definen limitaciones personales en aras de en­ contrar un equilibrio entre la apertura, vulnerabilidad y confianza. Este equilibrio presupone también un equilibrio de poder. Como lo plantean Rihm et al. (2017:4), la intimidad implica dinamismo y cambio permanente para enfrentar las tensiones entre lo relacional y lo personal, entre la dependencia y la autonomía, que hacen emer­ ger “momentos de quiebre y reparación”. La intimidad adquiere distintas formas y también su negociación. Zelizer (2009) argumen­ ta que cuando la relación se modifica, la intimidad también lo hace porque cambian las condiciones del intercambio. Asimismo, a lo largo de los lazos íntimos se puede transformar el “acceso a recur­ sos compartidos” como las “garantías de reciprocidad” que los fun­ damentan. 58 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO Justamente por su carácter dinámico, la intimidad admite con­ tradicciones, dilemas y ambigüedades. En la era contemporánea, las relaciones de pareja enfrentan diversas paradojas en el ámbito de la intimidad; se anhela el amor de pareja, pero a la vez la libertad y la autonomía (Beck y Beck­Gernsheim, 2001); se continúan va­ lorando los ideales amorosos románticos, pero cada vez se cues­ tionan más y coexisten con nuevos valores (Rodríguez, 2006); se anhela la confianza como el gran cemento de las uniones, pero es dif ícil alcanzarla en un contexto de socialidad cada vez más am­ plia y diversa gracias a los medios digitales (Rodríguez, 2017). La intimidad de la pareja se acompaña de una variedad de emo­ ciones que revelan ideales y valores asentados socioculturalmente en torno a la vida en pareja (sexualidad, cuidados, convivencia, cer­ canía, duración de la unión, fidelidad, etc.). Las emociones pue­ den involucrar amor, cariño, solidaridad o armonía, pero también incertidumbres, dudas, odio, desamor, decepción. Tan es así, que las violencias de género más atroces ocurren con frecuencia en el ámbito de la intimidad. En este sentido, la intimidad puede ser opre­ siva, estricta y cerrada (especialmente para las mujeres en contextos de desigualdades de género), aunque también puede ser negociada entre personas iguales e implicar “la democratización del domi­ nio interpersonal” (Giddens, 1998:12). El amor y la confianza son dos emociones sobresalientes en los escenarios íntimos. En éstos la intimidad está fuertemente ligada al amor y, en el caso de las parejas, al sexo. Sternberg (2000:20) ar­ gumenta que la intimidad (uno de los tres componentes en su teoría sobre el amor, además de la pasión y el compromiso) es una conse­ cuencia de relacionarse de manera intensa, recurrente y diversa con otros. La intimidad es el componente del amor que favorece las re­ laciones a largo plazo, que crea hábitos en las relaciones y conlleva implicaciones psicofisiológicas, además de estar asociado con la estabilidad. La confianza también es un aspecto clave. Este componente se enmarca en el tipo de intimidad informacional que distingue Zelizer (2009). Una forma de alcanzar intimidad en las relaciones, inclui­ das las de pareja, es justamente compartir información sobre accio­ LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 59 nes, creencias o emociones propias que no suelen compartirse con todos y que uno tiene derecho de no compartir con nadie (Fried, 1968:212). En este sentido, la intimidad corresponde al ámbito de lo privado, de lo que es confidencial, secreto, o de lo que casi no se divulga o no se hace público. Las prácticas íntimas, en esta dimen­ sión, tienen que ver con el control de la información personal, con decisiones sobre qué revelar y qué ocultar en situaciones específicas. Generalmente, la intimidad en la pareja se alcanza a través de una historia conjunta en la que se han obtenido altos niveles de con­ fianza, zonas de familiaridad y confort. En consecuencia, no es un atributo fijo, estático, sino más bien dinámico: la intimidad aumenta o disminuye, se enriquece o empobrece conforme al desarrollo de la relación y el balance que se haga de la misma. Las características que hemos identificado en la revisión de la literatura sobre intimi­ dad nos permiten observar que se trata de un ámbito heterogéneo, cambiante, cargado de significados socioculturales, algunos asu­ midos en actitud natural y otros de manera reflexiva, y mediado por relaciones económicas, que también son significadas. Conclui­ mos que para la investigación empírica de la intimidad es necesario estar abiertos a los significados tácitos, pero también a los reflexi­ vos, así como atender las prácticas íntimas en su enorme diver­ sidad, aun en el espacio delimitado de las relaciones de pareja. DIMENSIONES CLAVES DE LA INTIMIDAD: CONYUGALIDAD, ROLES DE GÉNERO, CUIDADO, SEXUALIDAD Y MEDIOS DIGITALES La intimidad de pareja es multidimensional y, como tal, puede ob­ servarse desde alguna de sus múltiples aristas, privilegiando algu­ nos temas en detrimento de otros, aunque en el marco de visiones integradoras que reconozcan la enorme diversidad de significados y prácticas que la configuran en la vida cotidiana. Esta sección se propone justificar cinco dimensiones para la indagación empíri­ ca de la intimidad de la pareja que, si bien están estrechamente relacionadas entre sí, permiten una perspectiva distinta desde dón­ 60 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO de analizar las prácticas de intimidad en la pareja y establecen un foco de atención distinto. Estas dimensiones son: la conyugalidad, los roles de género, el cuidado mutuo, la sexualidad y los medios digitales. La conyugalidad El estudio de la conyugalidad nos acerca a las esferas y decisiones más íntimas del ser humano: la elección de la pareja, el número de hijos que se decide tener, la edad adecuada para unirse, los porqués de las uniones y las rupturas, el significado de la/s pareja/s y los porqués de los cambios en todos estos comportamientos propios y con los otros. Es justo el nexo entre conyugalidad e intimidad lo que interesa rescatar en esta discusión. Los estudios sobre ella muestran que el campo de producción simbólica científica (Bourdieu, 1996 [1987]) está profundamente influido por la moral cristiana occiden­ tal del matrimonio en la comprensión tanto de la intimidad como de la conyugalidad. La conyugalidad hace referencia a los arreglos que la pareja es­ tablece para vivir juntos en cualquiera de sus formas, separados o compartiendo un mismo techo, con miras a una relación temporal o permanente, y a través de un vínculo formal o informal. Esta con­ ceptualización está fincada en tres aspectos: la voluntad de for­ mar una pareja o iniciar una relación, la convivencia como pareja con o sin techo común y el tipo de vínculo por medio del cual se unen. El concepto abarca la formación de parejas, independiente­ mente de los motivos para unirse, la duración, si hay o no corresi­ dencia, o del tipo de vínculo que mantienen. Por supuesto, ponderar, distinguir y analizar dichos elementos es crucial para concebir la conyugalidad como un fenómeno dinámico y cambiante que crea vínculos de distinta duración y calidad entre los sujetos que la con­ forman. Esta definición es más amplia y flexible que las definiciones dominantes provenientes de la demograf ía. Estudiar la conyugali­ dad implica, pues, el reconocimiento de sus múltiples arreglos, su complejidad, su dinamismo y, por consecuencia, sus cambios. Todo esto en el marco de los cambios que produce la modernidad en los LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 61 sujetos y que contribuyen a la transformación de sus relaciones y la propia subjetividad. La concepción moderna de la conyugalidad tiene a la intimidad como fundamento: la comunicación, la confianza, la construcción de vínculos sólidos, el intercambio de cuidados y atención de todo tipo de necesidades. De acuerdo con esta lógica, sobre todo des­ de la psicología, la presencia de estos elementos redundaría en una relación conyugal sólida y duradera, y su ausencia, en la disolu­ ción de la unión. La conyugalidad, de acuerdo con Salles y De la Paz (2000), es en donde “el erotismo y la vida sexual se encuentran in­ disolublemente vinculados (aunque no se reduzcan a ella). Bajo la modalidad de amor romántico, el inicio de la vida conyugal se liga a procesos socioculturales complejos que han existido desde tiem­ pos remotos” (p. 164). Es justo en la conyugalidad y en el espacio privado en donde se ve con toda claridad la paradoja de la modernidad: la relación y cer­ canía con la otra o el otro vuelve dependiente y vulnera, ata y limita la libertad y el individualismo, los valores y derechos más preciados dentro de ésta. Las relaciones contemporáneas parten del enten­ dido de su incierta duración, de la expectativa de una intimidad profunda —al menos como horizonte de sentido— y de la alta po­ sibilidad de la disolución de la relación por el miedo a perder la libertad. Giddens (1998) y varios estudios de la intimidad en Améri­ ca Latina (Nehring, 2009, 2011; Esteinou, 2017; Catasus, 2013; Rojas y García, 2004) afirman que esto no es privativo de los hombres, sino que también las mujeres conviven con ese temor en su anhelo de establecer relaciones más democráticas e igualitarias. No obs­ tante, Rojas (2011), Núñez (2007) y Núñez y Zazueta (2012) encuen­ tran evidencias de los efectos en los varones y el peso de los ideales del amor romántico y la intimidad en sus relaciones de pareja. El desarrollo de la concepción moderna de la intimidad y con­ yugalidad va de la mano de la resignificación del amor romántico y el surgimiento de distintos tipos de amor, como el confluente y el puro que propone Giddens, como fronteras de sentido y com­ portamiento de la conyugalidad contemporánea. El amor —bajo cualquiera de sus formas— tiene una enorme incidencia en la for­ 62 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO mación de parejas, en la elección del cónyuge y en la perdurabilidad de la unión. Cuando los nexos entre estos tres elementos cambian en el nivel macrosocial, surgen discrepancias entre los ideales de la conyugalidad y las prácticas conyugales. En suma, como Salles y De la Paz (2000) afirmaron, “los tiempos de la vida en pareja se alar­ gan o se acortan en función de la agudización, mayor o menor, de las discrepancias (conyugales)” (p. 168). La conyugalidad en su composición y sentido clásico está com­ puesta por vínculos que producen intimidad (emocional f ísica, etc.) a partir de la corresidencia y socialización como pareja. En los arreglos de cohabitantes sin residencia común o formas alter­ nas de organización de la pareja, vivir bajo el mismo techo no es un requisito, pero sí la socialización e intimidad física, emocional, sexual, psicológica, etcétera. Los roles de género en las relaciones de pareja Los roles de género son una dimensión clave para comprender las relaciones de pareja y la intimidad. Esta última es uno de los espa­ cios privilegiados en el que se despliegan los roles de género, mismos que “se configura(n) con el conjunto de normas y prescripciones que dicta la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino o masculino” (Lamas, 2002:36). En este espacio íntimo, las parejas eje­ cutan, viven, significan y resignifican su lugar como mujeres y hom­ bres, pues es innegable que la influencia de la modernidad tardía en conjunto con la tendencia a la igualdad de género imprimen cada vez más cambios —en la manera de relacionarse erótica y afectivamente, de comunicarse, así como en la gestión y práctica de lo que se espera realicen mujeres y hombres al interior y fuera de sus familias y en sus relaciones de pareja— que suponen desaf íos, replanteamientos y negociaciones importantes para las personas emparejadas. Asimismo, Guevara señala que el estudio de la intimidad es de suma importancia, puesto que ha adquirido enorme relevancia para la explicación de las sociedades modernas, “ya que la esfera perso­ nal, la vida privada y las relaciones afectivas dicen mucho sobre el LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 63 funcionamiento de las sociedades” (2005:864). Para Guevara, la intimidad forma parte de la vida personal y social que surge con la modernidad, cuyos cambios no son eventos fortuitos del azar, ni de voluntades individuales, “sino producto del conjunto de relacio­ nes sociales que tuvieron lugar en sociedades específicas” (2005:868). La autora afirma que la reflexión sobre la intimidad: Requiere considerar el género como un referente central de análisis, pues esta historia encarnada en los cuerpos tiene como primer eje de articulación social la diferencia sexual. Es decir, el nuevo orden social que emerge con la modernidad sintetiza en los caracteres masculino y femenino el conjunto de prácticas personales e insti­ tucionales con las que se configura la esfera de la intimidad en esta fase de la historia. El hecho mismo que los procesos de individua­ ción se hayan concretado en los hombres mucho antes que en las mujeres y que ellas hayan debido librar arduas batallas para ser re­ conocidas en su carácter de individuo, dice mucho sobre las condi­ ciones que dieron lugar a nuevas identidades y formas de relación en esta esfera de la vida social (Guevara, 2005:868). En este tenor, Esteinou (2009) afirma que los cuestionamientos a las familias nucleares del siglo XX —en particular las que tenían que ver con el ocultamiento de las desigualdades entre los géneros y las generaciones—, generaron una evolución conceptual que dio origen a nuevos conceptos y revitalizó otros, especialmente el con­ cepto de género. De manera que “la lucha por relaciones de género más igualitarias era ahora considerada como ‘moderna’ y como uno de los rasgos que debía fundar las relaciones de pareja” (Esteinou, 2009:66). Por otra parte, la incorporación cada vez mayor de las mu­ jeres al trabajo extradoméstico remunerado significó un espacio de liberación y al mismo tiempo contribuyó a la creación de la expec­ tativa en donde las mujeres y los hombres no sólo compartirían las responsabilidades económicas, sino también las domésticas y de cuidado, lo que establecería lógicas de relación más igualitarias. Todo ello implicó un replanteamiento tanto de la manera en que las relaciones familiares y la intimidad se construían, como de lo que era considerado tradicional o moderno en la familia nuclear. 64 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO Respecto a la intimidad y su cruce con los roles de género, tam­ bién resaltan definiciones en las que se hace patente la necesidad de evidenciar las asimetrías de género entre mujeres y hombres, de manera que “si la intimidad se concibe como una relación social que está determinada por el género, en la intimidad también se es­ tablece una relación de poder” (Cruz, 2011:189­190). Estas relacio­ nes de poder se aprecian en la esfera de lo íntimo, de las parejas y de las familias al considerar que es en este espacio donde se gestan, validan y alientan estas relaciones, como pueden ser la desigual dis­ tribución del trabajo doméstico y de cuidado entre mujeres y hom­ bres, que genera la múltiple jornada laboral para ellas (vivencia del techo y fronteras de cristal para las mujeres), así como la experimen­ tación de distintos tipos de violencia en casos más asimétricos y poco equitativos. Por ello, Cruz arguye: “la intimidad de los sujetos está determinada por la cultura de género, al mismo tiempo que las experiencias o las formas que adopta la intimidad refuerzan el gé­ nero” (2011:189­190). Asimismo, a pesar de la importancia que reviste la pareja y la puesta en práctica de los roles de género para la construcción de la intimidad, la pareja puede no estar siempre vinculada a la inti­ midad, ya que para Sharim, Araya, Carmona y Riquelme (2011), la pareja puede verse incluso como una amenaza para los proyectos individuales de cada uno de sus miembros. Paradoja que las auto­ ras nombran a partir del concepto de monólogo colectivo, el cual sirve para entender el proceso ambivalente de las significaciones que entraña la esfera íntima, así como esa encrucijada entre consi­ derar al otro u otra como importante, pero al mismo tiempo como una amenaza. De este modo, en esta conceptualización de la intimidad se ob­ servan los efectos que la individualización, la globalización e incluso la lógica capitalista neoliberal del mercado internacional produ­ cen en las maneras de concebir y significar las relaciones de pare­ ja, en las que se alientan modelos de libertad y éxito individual, y en donde parece no haber lugar para la construcción de vínculos íntimos que supongan dependencia de la pareja que al menos no estén acompañados de temores, angustias y emociones ambivalen­ LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 65 tes en torno a la vida en emparejamiento y, por tanto, se traduzcan en nuevos replanteamientos de los roles de género en las parejas y en expresiones diversas de vivir y significar la intimidad. Sin embargo, aquí se arguye que los roles de género son un com­ ponente importante de la intimidad de pareja, dado que constituyen uno de los escenarios primordiales para el despliegue de sus impli­ caciones, sus ejecuciones y sus transformaciones; lo íntimo a su vez se experimenta como escenario fundador de significados sociales (Medina, 2002). Estos significados sociales relacionados con los ro­ les de género hacen que la intimidad se constituya en una constante negociación. Al respecto, Zelizer (2012) sugiere analizar y acercarse a la inti­ midad desde las negociaciones interpersonales cotidianas; propone considerar la dimensión económica de la intimidad al señalar que ambos aspectos se encuentran ineludiblemente vinculados, a pesar de los esfuerzos de las personas por no mezclar afectos y emociones con transacciones monetarias. La negociación de la intimidad per­ mite comprender, como lo menciona Zelizer (2012), lo complejo que es para las leyes establecer arreglos justos y adecuados cuando las relaciones que se establecen entre personas vinculadas íntima­ mente, —ya sean miembros de una pareja, familiares, amigos/as cercanos/as, médico/a­paciente, cliente/a­abogado/a, jefe/a­sub­ alterno/a— fallan y los problemas íntimos se convierten en litigios judiciales. Otros aspectos de la vida diaria implican reflexionar có­ mo establecer pensiones alimenticias para los hijos e hijas y ex pa­ rejas tras la ruptura de la relación conyugal; cómo calcular el pago del cuidado de niños/as, enfermos/as, personas discapacitadas y adultas mayores que se provee de manera gratuita e informal por parte de las familias —en gran medida por parte de las mujeres—; y cómo vencer los temores a la pérdida del valor esencial de los cuidados si éstos se pagan. Esto, evidentemente, hace pensar cómo analizar, por ejemplo, que una hija desee recibir un pago por cui­ dar a su padre adulto mayor y realizar el trabajo doméstico, y es­ pecular sobre la reacción que esto tendrá en la misma persona cuidada y el resto de los miembros de la familia que no participan en su cuidado. Como se observa, Zelizer coloca el foco de atención 66 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO en estos aspectos de la vida íntima diaria y en los debates que en­ traña conciliar el manejo del dinero en esta esfera. Cabe señalar además que en la comprensión de la intimidad y su intersección con los roles de género también se abordan de ma­ nera relevante aspectos como los conflictos, las negociaciones, la comunicación, la confianza y la satisfacción que las parejas expe­ rimentan. En cuanto a los conflictos que se presentan de diversas maneras y cotidianamente en las parejas, éstos se analizan de ma­ nera frecuente en los estudios, ya que los roles de género tanto en su permanencia como en su replanteamiento y su dinamismo mantie­ nen un peso importante al momento de distribuir el trabajo do­ méstico y de cuidado en las parejas, área que “resulta ser la más resistente a la transformación dirigida a la equidad” (Alarcón, 2012: 67) y por ello es una de las que más procesos de negociación im­ plica. Ya sea que se pague por el trabajo doméstico y de cuidado —cuando existen los recursos económicos— o se distribuya —equi­ tativa o inequitativamente— entre los miembros de las parejas y las familias que conforman, este trabajo sigue implicando desaf íos importantes para las familias, la sociedad y el Estado. Asimismo, la comunicación y la confianza se constituyen como elementos importantes que se gestan en la intimidad y que contribu­ yen a la generación de la satisfacción de pareja, sexual y emocional, debido a la relevancia que ésta tiene cada vez más en las relacio­ nes de pareja, que incluso —cuando esto es posible— su presencia o no puede llevar a la ruptura de la relación. Es decir, la satisfacción toma un papel preponderante en las personas emparejadas y es ca­ da vez más importante la vivencia de relaciones erótico­afectivas satisfactorias y equitativas, coincidentes con el amor confluente (Giddens, 1998), el cual “implica profundas transformaciones en los roles de género en tanto que se fundamente en la igualdad de hombres y mujeres, en la importancia de sus propios e individua­ les proyectos de vida y de autorrealización, así como con su liber­ tad de elección y decisión” (Núñez y Zazueta, 2012:359). Por lo tanto, se considera importante mencionar que los roles de género en las parejas constituyen retos importantes para mujeres y hombres, ya que suponen un ámbito dinámico para la generación LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 67 de transformaciones graduales en las formas de concebir y expe­ rimentar la intimidad y la igualdad. Transformaciones que están inmersas en relaciones sociales y de pareja complejas y que de­ penden de variables diversas como el género, la edad, el estrato socioeconómico, la escolaridad, el tipo de unión, la presencia de descendencia, la influencia o no de ideas paritarias, la ocupación, el lugar de residencia, entre otros más para su concreción. Por ello, los roles de género y la intimidad se configuran en un escenario fértil para procesos de cambio tendientes a la igualdad entre hom­ bres y mujeres. El cuidado mutuo en la pareja La intimidad está vinculada a las relaciones de cuidado, así como a las relaciones económicas que ocurren cotidianamente en el ámbi­ to de las parejas y de las familias (Zelizer, 2009). El cuidado refiere a una necesidad humana y también a un derecho universal (Franco, 2015; Fraga, 2018). El cuidado en tanto responsabilidad social, de­ manda respuestas por parte de los distintos agentes del bienestar como son las comunidades, las familias, las empresas y las institu­ ciones del Estado (Franco, 2015). El cuidado tiene que ver con las acciones de ayuda que se despliegan hacia otra persona, en este caso la pareja, que presenta algún tipo de dependencia para favorecer su desarrollo y su bienestar en el acontecer de la vida diaria: el cui­ dado supone asumir el cargo de otro, lo cual implica “su cuidado material —lo que implica un ‘trabajo’—, su cuidado económico —lo que implica un ‘costo económico’— y su cuidado psicológi­ co —lo que implica un ‘vínculo afectivo, emotivo, sentimental’—”. (Batthyány et al. 2013:151). En el caso específico del cuidado en per­ sonas mayores —y que sea éste proporcionado por la pareja u otros cuidadores formales o informales—, se pretende conservar las capa­ cidades de la persona y favorecer su autonomía e independencia en lo posible. El trabajo de cuidados puede realizarse en el ámbito de las relaciones de pareja y familiares o bien fuera de este ámbito. Cuando se lleva a cabo en la familia adquiere la noción de obliga­ toriedad, así como una connotación emocional y moral; en cam­ 68 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO bio, cuando el cuidado se desarrolla fuera del ámbito familiar, es considerado un servicio. El cuidado es, sin lugar a dudas, un traba­ jo realizado principalmente por las mujeres tanto en el espacio de lo doméstico como de lo extradoméstico. Por lo tanto, “el cuidado es entendido como trabajo y relación interpersonal, pero también co­ mo responsabilidad socialmente construida que se inscribe en con­ textos sociales y económicos particulares” (Batthyány, 2015:10). Este señalamiento al cuidado como una práctica realizada principalmen­ te por las mujeres ha sido mostrado ampliamente por Lewis (1992), así como las implicaciones sociales que conlleva. La concepción de Robles (2005) sobre el cuidado pone especial énfasis en la presencia de una dependencia: “el cuidado es una prác­ tica social que se genera a partir de la presencia de una condición de dependencia, sin que importe su causa, y su finalidad es que el individuo dependiente pueda sobrevivir o prosperar biológica y socialmente al satisfacer, por medio del cuidado, sus necesidades” (p. 51). La autora, al igual que Tronto (1993) y Aguilar y Toledo (2019), advierte sobre la invisibilidad y desvalorización de la prác­ tica de cuidado, ya que tiene su origen y desarrollo especialmente en la esfera de las relaciones familiares y la ejercen principalmen­ te las mujeres. Para Zelizer (2009), en concordancia con Batthyány (2015), el cuidado se centra en relaciones de apoyo que buscan favorecer el bienestar del otro. No obstante, la autora advierte sobre las for­ mas múltiples y complejas en que las relaciones de cuidado y las actividades económicas en el hogar implican negociaciones con­ tinuas en un ambiente de cooperación y también de posibles ten­ siones y conflictos. Franco (2015), desde un enfoque sociológico, señala tres cate­ gorías analíticas sobre las concepciones del cuidado: la primera tie­ ne que ver con el cuidado en clave de trabajo, el cuidado en clave de emociones y el cuidado en clave de políticas. Además, se interro­ ga sobre la falta de reconocimiento de los cuidados como una di­ mensión intangible del bienestar, y por qué no se visibilizan en las cuentas nacionales a pesar de que son prioritarios para la repro­ ducción social y la sostenibilidad de la vida. Fraga (2018) se suma a LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 69 la relevancia de incorporar la categoría de organización social del cuidado para considerar aspectos, prácticas y actores dentro de la familia y también en las otras dimensiones de la vida social de la pro­ curación del bienestar que implican al Estado, a las empresas, a las comunidades y a las organizaciones. De esta manera, la autora considera necesario el estudio del cuidado como un proceso social ampliado que requiere un análisis desde los niveles micro, meso y macrosocial. Para Zelizer (2009), las relaciones de cuidado pueden estar pre­ sentes en vínculos con niveles de intimidad y confianza diferen­ ciados. Por otro lado, las relaciones de cuidado presentan distintas modalidades que tienen que ver con la duración, el tipo de trans­ ferencias que circulan y la extensión. En el caso del cuidado en la pareja, estas formas adquieren contenidos específicos, tomando en cuenta aspectos socioculturales y económicos. Con respecto a la dimensión ética del cuidado, la argumenta­ ción de Gilligan resulta central: Así como durante siglos hemos escuchado las voces de hombres y las teorías del desarrollo que su experiencia posee, así hemos lle­ gado a notar más recientemente no sólo el silencio de las mujeres sino la dificultad de oír lo que dicen cuando hablan; y sin embargo, en la voz diferente de las mujeres se encuentra la verdad de una ética de atención y cuidado, el nexo entre relación y responsabi­ lidad. El no ver la diferente realidad de las vidas de las mujeres y oír las diferencias de sus voces se basa, en parte en la suposición de que hay un solo modo de experiencia e interpretación social (1985:281). Al respecto, Tronto (1987) señala que el sujeto necesita experi­ mentar el ser cuidado por otros y cuidar a otros para desarrollar un sentido moral del cuidado. Además, desde la perspectiva ética del cuidado, se requiere especificar las instituciones sociales y políti­ cas que forman parte del contexto de los actores morales. El cuida­ do, para Tronto (1993), no es exclusivo de los seres humanos, no es diádico o individualista. El cuidado debe analizarse en contextos 70 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO sociohistóricos y culturales específicos. Existen cuatro etapas del cuidado que deben considerarse y que tienen que ver con preocu­ parse por el otro, el cuidar del otro, el dar cuidados y, por último, el recibir cuidados. Además, es necesario caracterizar el buen cuida­ do a partir de la dimensión cultural y los recursos económicos y sociales con los que se cuenta, en conexión con un ejercicio que implica reflexividad. Para Tronto (1993), al igual que para Zelizer (2009), Vara (2006) y Rico (2011), el cuidado se concibe tradicionalmente como una tarea que corresponde a la esfera de lo privado y que debe ser garan­ tizado por los miembros que conforman las unidades familiares, especialmente las mujeres. Los planteamientos actuales interro­ gan estas concepciones sobre el cuidado y colocan al mismo en el núcleo de la corresponsabilidad social para la procuración del bie­ nestar desde el marco de los derechos humanos. Por último, para Batthyány (2015): El debate en torno a cómo incorporar la complejidad del cuidado en una lógica de derechos se relaciona con la igualdad de oportuni­ dades, de trato y de trayectorias en el marco de un contexto de am­ pliación de los derechos de las personas que conduce a un nuevo concepto de la ciudadanía (Batthyány, 2015:11). Esta perspectiva demanda al Estado su responsabilidad como protector de riesgos, lo cual permite poner en práctica políticas so­ ciales de nueva generación que impliquen “una nueva concepción de la relación entre individuo, familia y Estado basada en la respon­ sabilidad social del cuidado de las personas” (p. 11). Batthyány destaca que “El derecho al cuidado, a su vez, debe ser considerado en el sentido de un derecho universal de toda la ciudadanía, des­ de la doble circunstancia de personas que precisan cuidados y que cuidan, es decir, desde el derecho a dar y a recibir cuidados” (p. 11). Desde esta perspectiva, compartir las tareas de cuidado del otro rebasa el ámbito de la relación de pareja y familiar y se convierte en un asunto social y colectivo que nos implica a todos como humanidad. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 71 La sexualidad y su relación con lo amoroso Llama la atención que desde el sentido común la palabra “intimi­ dad” se asocie de manera automática con la sexualidad.7 Las expre­ siones “relacionarse en la intimidad”, se “conocen íntimamente” o “llegaron a intimar” se usan cotidianamente para decir, de manera discreta, que dos personas mantuvieron relaciones sexuales.8 Sin embargo, en la literatura académica sobre estos conceptos hay con­ senso en torno a la idea de considerar que la intimidad es mucho más amplia que la sexualidad, pues de hecho se postula como una de sus posibles expresiones y en caso de que las relaciones entre dos personas se limiten a los encuentros sexuales, éstos son concebi­ dos como una falsa intimidad, un desvío de la misma, un engaño. Diversos autores abordan el concepto de intimidad justamente a partir del debate entre estas dos posturas: la primera comprende por intimidad el acercamiento corporal entre dos personas que se atraen sexualmente y que llegan a la consumación del deseo median­ te la práctica sexual; la segunda se vincula con la comunicación profunda entre dos personas que se aman. Un autor clásico en la reflexión sobre la experiencia amorosa es Erich Fromm. En su célebre libro El arte de amar, publicado en 1959, el autor hace una crítica abierta a la intimidad entendida en el sen­ tido de contacto sexual y se decanta por entenderla en su forma de vínculo amoroso profundo. Su crítica al sentido de la intimidad 7 Entendemos la sexualidad no como el cuerpo de los seres humanos deter­ minado por la morfología y la fisiología, sino como la forma en que se organiza socialmente lo que éstos hacen con sus cuerpos. La sexualidad es producto de fuerzas sociales y adopta, según la sociedad y el tiempo de que se trate, formas y relaciones diversas. Como afirma Weeks, la sexualidad “es un resultado de dis­ tintas prácticas sociales que dan significado a las actividades humanas, de defi­ niciones sociales y autodefiniciones, de luchas entre quienes tienen el poder para definir y reglamentar contra quienes se resisten. La sexualidad no es un hecho dado, es un producto de negociación, lucha y acción humana” (Weeks, 1998:30). 8 El sentido común lidia de alguna forma con el concepto de ciudadanía íntima propuesto por Plummer, para quien los relatos cotidianos, de sentido común, re­ velan cómo la gente enfrenta dilemas éticos en sus prácticas cotidianas a través de “grounded everyday moralities” (Plummer, 2001:11). 72 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO como sexualidad es al mismo tiempo una crítica a la fase del ena­ moramiento inicial marcada por la excitación y la novedad. Para Fromm, la necesidad del otro proviene de nuestra concien­ cia de la brevedad de la vida, de la soledad, de lo que él llama sepa­ ratidad. Ésta constituye una fuente de angustia y por eso deseamos superarla. De ahí proviene el deseo de unirse al otro. Sin embargo, una forma falaz de intentarlo es tener la experiencia sexual en sí misma, pues afirma: “el acto sexual sin amor nunca elimina el abis­ mo que existe entre dos seres humanos, excepto en forma momen­ tánea” (Fromm, 2005:27). Es interesante señalar que Bauman (2005), un autor muy po­ pular en esta época y muy posterior a Fromm, coincide con él en su idea de que las relaciones sexuales sin amor no tienen futuro ni logran vincular verdaderamente a los seres humanos. La crítica de Fromm a la intimidad como sexualidad se basa en su juicio sobre la afirmación que comienza a circular en su época —gracias a la influencia del pensamiento de Freud—, de que el componente de satisfacción sexual se encuentra en la base de las relaciones amorosas satisfactorias, “Se partía del principio de que el amor es el hijo del placer sexual, y que dos personas se amarán si aprenden a satisfacerse recíprocamente en el aspecto sexual” (Fromm, 2005:113). En su opinión, la base del amor no es esto sino la comunicación, y afirma: “el amor es sólo posible cuando dos per­ sonas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias… el amor es un desaf ío constante no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos” (Fromm, 2005:129­130). Una aproximación distinta, pero coincidente, es la que plan­ tea Zelizer (2009). Para ella las relaciones íntimas implican: Conocimientos específicos que una persona posee y de atenciones particulares que sólo una persona brinda, conocimientos y aten­ ciones que no son abiertamente accesibles a otras personas… [Y agrega] Las relaciones sociales íntimas así definidas dependen de diferentes grados de confianza (Zelizer, 2009:38). Una perspectiva semejante es la de Robert Sternberg (2000). Para él, los componentes de una relación amorosa son tres: la intimidad, LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 73 la pasión y la decisión o el compromiso. El primer concepto, la inti­ midad, “es el resultado de intensas, frecuentes y diversas intercone­ xiones entre las personas. Así pues, la pareja que vive en intimidad se caracteriza por fuertes vínculos y frecuentes interacciones de dis­ tintas clases” (Sternberg, 2000:20). Agrega que este componente se desarrolla muy lentamente y es difícil de lograr, pero una vez conse­ guido, se traduce en potenciar el bienestar de quien uno ama, sentir­ se feliz en su compañía, tenerlo en alta consideración y valoración, comprenderlo, compartirle todo, dar y recibir apoyo emocional y comunicarse profundamente (Sternberg, 2000:19­20). La satis­ facción sexual no forma parte de la intimidad sino que es compo­ nente de la pasión. Desde la perspectiva de estos autores vemos con claridad que el mero contacto sexual no constituye una relación íntima, dado que no implicaba necesariamente el conocimiento del otro, atencio­ nes y confianza. De este modo, y en contraposición a la afirmación del sentido común mencionada al inicio, la sexualidad no es sinó­ nimo de intimidad; no obstante, podría llegar a serlo, siempre y cuando las personas que tienen contacto sexual posean asimismo conocimiento mutuo, atenciones recíprocas y confianza. Lamas (2017) coincide con esta idea. En su trabajo sobre trabajadoras se­ xuales confirma que el intercambio de sexo por dinero no consti­ tuye un acto íntimo para ellas y tampoco involucra sus emociones ni sus sentimientos. No obstante, ellas pueden desempeñar un tra­ bajo emocional (siguiendo el concepto de Hochschild)9 en el que fingen una cercanía íntima de diverso grado con sus clientes, que se traduce en cuidados y una cierta actitud para hacerlos sentir es­ peciales, que trae como consecuencia una mejor paga y la preferen­ cia por sus servicios (Lamas, 2017:19). Para Giddens (2000), la intimidad se manifiesta en la relación amorosa y sexual, la relación entre padres e hijos y las relaciones 9 Este concepto se refiere al proceso activo en el que el sujeto visualiza lo que siente y lo compara con lo que desearía sentir en dos sentidos, como una evo­ cación deseada a futuro o como una supresión de algo que desea dejar de sentir (Hochschild, 1979). 74 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO de amistad. Para hablar de ellas elabora el concepto de relación pura, la cual debe el adjetivo al no estar anclada en determinacio­ nes sociales de tipo económico o político, o étnico, sino sólo a la voluntad de establecerlas, a la existencia del lazo afectivo.10 Defi­ ne este concepto así: Me refiero a una relación basada en la comunicación emocional, en la que las recompensas derivadas de la misma son la base primor­ dial para que la misma continúe […] Depende de procesos de confianza activa —abrirse al otro—. Mostrarse es la condición bá­ sica de la intimidad (Giddens, 2000:74). Como vemos, en la revisión sobre el concepto de intimidad pre­ valece un enfoque comunicativo sobre el de implicación sexual, sin embargo, es posible que una razón de que se le asocie comúnmen­ te con la sexualidad se encuentre en las concepciones contemporá­ neas sobre lo amoroso. Las formas en que se concibe el amor actualmente tienen en común un fuerte cuestionamiento al amor romántico,11 y una de sus principales razones es la poca relevancia que éste otorga al pla­ cer sexual, sobre todo para las mujeres, postulando un tipo de se­ xualidad reproductiva como lo deseable, en aras de la fundación de las familias y la circunscripción del rol femenino al ámbito de lo doméstico. Algunos de los conceptos sobre el amor que desde la sociología se proponen son el de amor confluente, del mismo Giddens (1998); el de amor posromántico, de Beck y Beck (2001), o el de matrimo­ nio extraconyugal, de Bejin (1987). Los tres tienen en común que vinculan estrechamente la satisfacción sexual con la comunicación 10 Una crítica muy importante respecto al término de relación pura es la que ha realizado Jamieson (1999), quien argumenta que dicho concepto es del todo abs­ tracto y no toma en cuenta el trabajo empírico en las relaciones de pareja, donde la igualdad entre sus miembros es ilusoria. 11 Giddens (1998) ubica el surgimiento del llamado amor romántico a fines del siglo XVIII, el cual se consolida a lo largo del siglo XIX y perdura a todo lo largo del siglo XX, mostrando múltiples resquebrajaduras hacia el fin del siglo. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 75 profunda entre la pareja. En ellos el placer es un valor y un bien al que tienen derecho tanto hombres como mujeres, y la sexualidad adquiere una connotación distinta a la reproductiva, denominán­ dose recreativa12 o plástica,13 refiriéndose a prácticas que los indi­ viduos despliegan con un fin lúdico, ya sea en conjunción con lo amoroso o sólo por puro y llano placer. La emergencia de estos conceptos nuevos sobre el amor respon­ de a una serie de transformaciones en la vida privada de las per­ sonas que en mayor o menor medida experimentan los siguientes fenómenos: tienden a plantearse vivir en pareja como una elec­ ción y no como una obligación; no necesariamente esa unión pasa por el matrimonio civil o religioso; deciden, con apoyo de los mé­ todos anticonceptivos, la llegada de los hijos y el número de éstos; no consideran que su unión deba ser para siempre; su identidad genérica puede no ser la definida por su naturaleza biológica; los ámbitos de la familia, la identidad, la pareja, la monogamia, el deseo, el placer sexual y la organización doméstica, no son terri­ torios inmutables ni obligatorios; aunque, por supuesto, esto no implica que no se encuentren regulados moral y socialmente. En este contexto, la experiencia de vivir un apasionamiento in­ tenso se ha convertido en un imperativo para la conformación y perdurabilidad de las parejas y un parámetro de la calidad de su re­ lación. Una muestra de esta visión es la del psiquiatra y terapeuta Manrique (1996), cuya obra ha sido ampliamente difundida, quien afirma que la intimidad amorosa que incluye lo sexual es la más completa y dif ícil de lograr. Esta perspectiva se ha potenciado gracias al predominio de una amplia cultura difundida por los medios de comunicación masiva en la que se glorifica el deseo sexual, la pasión como un valor y la di­ 12 Castells denomina sexualidad recreativa a aquella orientada al goce sexual, a la experimentación, a la transgresión, la cual es además fundamentalmente individualista (Castells, 1999:264). 13 Giddens denomina sexualidad plástica a aquella que aparece “separada de su integración ancestral con la reproducción, el parentesco y las generaciones” (Giddens, 1998:35). 76 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO versidad de experiencias en este ámbito.14 De esta misma opinión es la autora mexicana Lydia Cacho, quien afirma que “este discurso posmoderno de la sexualidad como ingrediente vital e indispensa­ ble de la relación amorosa genera una gran ansiedad social, un sen­ timiento de inadecuación para quienes compran ese argumento simplificador” (2014:363). Este fenómeno ha colocado a las parejas retos que se antojan inalcanzables, sobre todo en aquellas que se sostienen a lo largo del tiempo, entre adultos y adultos mayores, cuyas motivaciones para permanecer juntos son mucho más amplias y complejas que el deseo y la satisfacción sexual. En este aspecto, estaríamos ante un concepto de sentido común sobre la intimidad en el que el cuerpo y el placer ocupan una posición central, mientras que la comuni­ cación de la pareja ocuparía una posición marginal. De acuerdo con Haag (2013) y Chaumier (2006), se considera fundamental que las sociedades contemporáneas enfrenten el reto de debatir sobre las instituciones de la monogamia, la heterosexua­ lidad y las diversas formas de vida en pareja. Se trata de poner sobre la mesa los retos que las parejas enfrentan, aspirando a construir modelos de relación amorosa alternativos al romanticismo, cuyos valores más preciados son ahora lastres que es necesario abandonar. La monogamia, la fidelidad, el ideal del amor eterno y la necesaria asociación del amor y la pasión sexual, entran en total contradic­ ción con las tendencias individualistas y las aspiraciones de reali­ zación personal que circulan hoy para ambos géneros, así como con la realidad de las parejas que han pasado muchos años jun­ tas.15 Sin embargo, es común que éstas sigan asumiendo frente a los demás que su vida conyugal sigue siendo apasionada y que el sexo es un componente real de su vinculación. Parecería que no cumplir con el mandato de vida sexual activa fuera algo vergon­ 14 El éxito del best-seller Cincuenta sombras de Grey, de la autora británica E.L. James, puede interpretarse como una expresión de este fenómeno. 15 Muy en consonancia con los planteamientos de Ulrich Beck y Elizabeth Beck (2001) en torno al amor posromántico, donde el proyecto de pareja que intenta fusionarse entra en contradicción con las aspiraciones de realización profesional de cada uno. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 77 zante que es necesario ocultar. Una razón de esto es que el mismo romanticismo ha enseñado que la pasión y el enamoramiento de­ ben durar y, si se desmoronan, las parejas deben cultivarlo y reac­ tivarlo. Los medios digitales y las nuevas formas de intimidad Los medios sociodigitales son espacios en los que se realizan, negocian y juzgan prácticas íntimas. Para Morse y Milne, la intimi­ dad ha estado siempre mediada por el lenguaje, los recursos y los gestos (citados por Hjorth, 2009:5). Las formas de intimidad poten­ ciadas por las mediaciones tecnológicas “constituyen modulaciones de intimidad a través de espacios f ísicos y posiciones electrónicas, diferentes modos de presencia y ausencia, tanto pública como pri­ vada” (Lasén y Hjorth, 2017:131). En estos medios se configura un “yo conectado” que se relaciona con otros en diversos grados de in­ timidad. Como lo plantean Lasén y Hjorth (2017:129), “La accesibi­ lidad, visibilidad y transparencia son características de la intimidad y de las relaciones íntimas: ser visible, accesible y transparente para nuestros íntimos son modos de crear confianza y reconocimiento para estabilizar la cercanía”. Los espacios digitales son facilitadores de los tres tipos de inti­ midad que distingue Zelizer (2009): física (a pesar, incluso, de la au­ sencia de corporalidad), emocional e informacional. Las cualidades de la socialidad online instituyen mercados románticos más amplios y libres, formas de comunicación discretas, permanentes, inmedia­ tas, formas de emocionalidad más desinhibidas, excitantes, que se inscriben en textos, imágenes y sonidos. Los afectos, de acuerdo con Hinton y Hjorth (2013:139), son “el cemento” que une a las per­ sonas en las plataformas de socialidad en internet. Lo íntimo se asocia con lo “personal” y la “cercanía”, pero se trata de un espacio construido socioculturalmente, cargado de expectati­ vas y obligaciones que restringen lo decible y lo actuable en dicho ámbito. En internet se trasladan las tensiones contemporáneas de la vida íntima offline y surgen nuevos escenarios de continuidad, ruptura y cambio. Las diversas formas de intimidad y comunicación 78 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO se expresan tanto en las interacciones presenciales como en las me­ diadas por tecnologías. La introducción del concepto de intimidad en los contextos di­ gitales comenzó con discusiones sobre lo público y lo privado en las interacciones mediadas. En general, tales interacciones han sido reconocidas como emocionales, personales e íntimas. Chambers (2013) plantea que los medios sociales, en sus procesos de constante actualización del yo, permiten la expresión personal, pero también facilitan la negociación de diferentes clases de relaciones. Las prácticas online de intimidad ponen en duda que el desarro­ llo de la intimidad involucre privacidad. Baym (2010) reconoció dos fuerzas que moldean cómo las personas se comunican a tra­ vés de los medios sociales: 1) las plataformas de los medios sociales que tienen características particulares y políticas que permiten cier­ tas clases de interacciones y 2) las prácticas reales, en los que las personas se apropian en forma diferente de estas plataformas y negocian diversos tipos de relaciones personales. De acuerdo con Miguel (2018), la intimidad en las relaciones en línea se desarrolla a través de la autorrevelación y la autorrepresentación. Como parte de las interacciones, las personas tienen que explicitar su orienta­ ción sexual o su estatus relacional, establecen relaciones personales, se involucran en prácticas de citas online, entre otros aspectos. Según Berlant (1998) como consecuencia del giro afectivo en la vida social, se puede observar la emergencia de una “intimidad pú­ blica” a través de la cual aspectos de la vida íntima se representan y expresan en espacios públicos. En los medios sociales, algunas par­ tes de la vida íntima se vuelven objeto de miradas públicas o semi­ públicas. Los usuarios de redes sociales, con una participación cada vez más amplia de prácticamente todos los grupos de edad, en casi cualquier parte del mundo, exhiben en grados diversos dentro de las redes sociales de las que participan “parte del reino de la intimidad: diálogos amorosos, referencias eróticas, conversaciones cotidianas, chismes, fotos familiares, estados anímicos y comunicación del ma­ lestar f ísico o psicológico”, aunque bajo nuevas definiciones de lo íntimo, lo privado y lo público (Winocur, 2013:12). Esto obliga a las parejas a negociar sobre su presencia en las plataformas de internet, LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 79 así como a establecer límites entre lo personal y lo colectivo (Casado y Lasén, 2014). Mateus (2010) considera que la naturaleza de la intimidad se transforma en el proceso de convertirse en pública, destruyendo la secrecía. La exposición de lo íntimo no es enteramente pública en realidad, siempre hay algo que se reserva para los círculos más cer­ canos. La revelación de lo íntimo no es absoluta sino relativa. Los medios sociodigitales facilitan que salgan a la luz algunos aspec­ tos de la vida íntima, pero otros se reservan para sí mismos o para los más cercanos, que serían los que cierran la historia y hacen más comprensible lo que ahí se comunica. Asimismo, internet es una puerta abierta a saberes alternativos frente a casi cualquier cuestión, incluidas las relaciones sexogenéri­ cas, el amor romántico, la heterosexualidad y la monogamia. Según Winocur (2009), buscar por internet tiende a complementar, reem­ plazar, cuestionar los saberes autorizados. Como lo plantea Botton (2012:76), la sociedad contemporánea, de la mano de las tecnolo­ gías, abre posibilidades para articular cualquier clase de deseos de amor y sexo, posibilita que las personas se reconozcan, interactúen y se involucren en prácticas especiales, exóticas o diversas; sin embar­ go, por lo general, esto continúa realizándose de modos encubiertos, incurriendo con frecuencia en mentiras, creando conflictos en otros y sufriendo frustración o culpa. En este sentido, se puede afirmar que los espacios de internet son tanto una fuente de conocimiento para comprender otras formas de organización de la pareja —para encontrarlas, reconocerlas, justificarlas y respaldarlas—, como un espacio concreto para acceder a formas de vida en pareja no hete­ rosexuales o no monógamas. Frank y DeLamater (2010), por su parte, señalan en su investiga­ ción sobre la deconstrucción de la monogamia que internet juega un rol importante para el desarrollo de sitios globales y locales donde las personas poliamorosas pueden encontrarse y hablar. Para Helsper y Whitty (2010), internet se ha convertido en una marca importante de definición y negociación de las relaciones íntimas. En un sentido similar, Ruspini (2013), en su discusión sobre las familias diversas, ha señalado cómo las tecnologías de la web 2.0 afectan la difusión 80 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO de ideas y recursos de comunidades autoconstruidas (grupos de so­ porte) en torno a la identidad de género o a formas familiares no hegemónicas, más allá de los lugares geográficos que habitan, con lo que adquieren mayor visibilidad. Los medios sociodigitales fortalecen la intimidad en la pareja. La pareja, bajo un imaginario romántico, supone una relación en la que ambos pueden expresarse de una manera abierta, llana, sin más­ caras, mostrando virtudes y errores, carente de secretos, en la que las emociones se experimentan y se expresan con menor autocen­ sura. Matsuda (2005) señala que internet, y en especial las redes sociales, han favorecido el desarrollo de “comunidades íntimas de tiempo completo” en los que los miembros se comunican de manera permanente a través de plataformas de internet y de dispositivos móviles. En esta lógica, Haythornthwaite y Wellman (citados por Rau, Gao y Ding, 2008:2761) señalan que entre más íntima es una relación, hay mayor necesidad de interactuar entre sí y, para lograr­ lo, las personas están adoptando y expandiendo los usos de los me­ dios. En este sentido es que podemos afirmar que los entornos online se están volviendo espacios para reafirmar las relaciones in­ terpersonales: estar relacionados en la red es crucial para alcanzar intimidad y confianza. Asimismo, estar conectados nos hace sentir más seguros y me­ nos solos (Winocur, 2009). En este aspecto, la “presencia conecta­ da” (Licoppe, 2004) fortalece las relaciones íntimas, aunque también puede contribuir a relaciones de dependencia con los vínculos pri­ marios, limitando la generación de competencias sociales para in­ teractuar en contextos nuevos y reproduciendo roles tradicionales (Geser, 2006). En los entornos digitales los afectos o las emociones adquieren las propiedades de ser almacenadas, gestionadas, visualizadas, comparadas, compartidas, entre otras opciones (Lasén, 2014). Es decir, operan como inscripciones digitales que materializan lo que es ef ímero y volátil, incrementando las posibilidades para la reflexi­ vidad y el monitoreo. En este sentido, “conllevan el potencial para disonancias, controversias y mezclas de sentimientos, que pueden desestabilizar situaciones, normas, expectativas, comportamientos LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 81 o percepciones”. La intimidad suele ser ambivalente y asociarse “con fantasías tácitas, reglas tácitas y obligaciones tácitas que per­ manecen aproblemáticas” hasta que se convierten en “objeto de críticas y emociones fuertes” y se enfrentan “las ambivalencias y las injusticias de tales elementos tácitos” (Lasén y Hjorth, 2017:128). En este sentido, “las inscripciones digitales incrementan las opor­ tunidades para materializar y ayudan a verbalizar estos aspectos tácitos y ambivalencias, ayudando a problematizar la intimidad, sus expectativas y sus normas” (Lasén y Hjorth, 2017:129). Asimismo, “están cargadas de potencial afectivo, incrementan la habilidad de afectar y ser afectado” (Lasén y Hjorth, 2017:128). Lo que se inscri­ be digitalmente implica tanto “aspectos ordinarios” de las interac­ ciones que eran “efímeros y volátiles” (por ejemplo, “conversaciones, caminatas, gestos, impresiones y sentimientos”) y que se diluían en la memoria, como […] rutinas, hábitos, disciplinas, patrones comunes o relaciones íntimas, que usualmente se vivían de modos no reflexivos, ahora están inscritos digitalmente como, haciéndose visibles, replicables, medibles, incrementando la posibilidad de ser sujeto de reflexivi­ dad, de interpretación personal o colectivas, o estar al alcance del escrutinio de terceras partes (Lasén y Hjorth, 2017:126). Esto ocurre cuando lo oral se traduce en intercambios escritos en el e-mail, chats o aplicaciones de mensajes; lo que se intercam­ bia puede ser leído, releído, reinterpretado o compartido con otros. También cuando lo oral deviene en lo visual, con el uso de selfis y fotos mixtas con texto que forman parte de conversaciones. La posibilidad de que las inscripciones digitales sean mostradas, se repliquen o compartan, facilita “formas de intimidad —pública y móvil— y también son un reto en la negociación de territorios personales y privados en las relaciones íntimas, tales como la fami­ lia y la pareja” (Lasén y Hjorth, 2017:131). Las imágenes digitales, como los selfis o autorretratos, son también inscripciones digita­ les que merecen destacarse. Según Lasén y Hjorth (2017:129): 82 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO […] los teléfonos con cámara, las plataformas web y las apps móvi­ les como Snapchat o Instagram producen y guardan inscripciones de nuestros cuerpos, al mismo tiempo que contribuyen a moldear, inscribir, los cuerpos de aquellos que posan, capturan, modifican, curan, muestran o comparten estas fotograf ías —por medio de habilidades, gestos, sentimientos y percepciones aprendidas y ad­ quiridas en la realización de tales prácticas fotográficas. Las inscripciones digitales y el compartir objetos, espacios, sen­ timientos o situaciones de la vida cotidiana es una de las maneras de alcanzar la “intimidad de tiempo completo” (Matsuda, 2005). De manera similar, Crawford (2009) supone que la intimidad en la dis­ tancia se mantiene al compartir las banalidades de la vida cotidiana, abordando asuntos (p.ej. el trayecto, la comida del día) que para otros serían detalles insignificantes. De esta manera, se invita a for­ mar parte de estas experiencias a las personas cercanas y se alcanza un entretenimiento mutuo. Con los teléfonos móviles “la intimidad viaja contigo” y los pequeños detalles que se comparten brindan “un sentido del ritmo y el flujo de la vida de otro”. Este tipo de conte­ nidos que circulan en los medios sociales favorecen los vínculos en las relaciones íntimas. Por otra parte, ha surgido en éstas lo que Miguel (2018) denomina el “imperativo de compartir”, la exigencia de compartir con otros significativos aquello que se vive en tiem­ po real como una manera de expresar afectos y cercanía, aun en la distancia. REFLEXIONES FINALES El concepto de intimidad, como hemos podido ver, se usa tanto para enmarcar una esfera de la vida privada configurada por espa­ cios, físicos o metafóricos, como para referir una clase de relaciones, comúnmente diádicas, caracterizadas por su intensidad emocio­ nal, por niveles profundos de conocimiento del otro y expectativas de reciprocidad. Sin embargo, el concepto de intimidad también aplica para un conjunto de situaciones e interacciones más allá de LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 83 las relaciones instituidas en las que, por ejemplo, se comparten secretos o se crea un sentimiento de experiencia única o excep­ cional con otro. Nuestra definición de intimidad asume que se trata de una no­ ción que denota tanto espacios como relaciones y situaciones que están atravesadas por fuertes tensiones derivadas de estructuras sociales, culturales, económicas o políticas. Las tensiones de lo ín­ timo ocurren entre la revelación y la secrecía, las proximidades y las distancias corporales o emocionales, la autonomía y la depen­ dencia, el amor y el desamor, la fidelidad y la infidelidad, la armonía y el conflicto, lo tácito y lo explícito, la confianza y la desconfianza, así como lo real y lo imaginario. Dichas tensiones son claves para comprender la intimidad en las relaciones de pareja, así como para caracterizar otras formas de intimidad que se alcanzan a través de situaciones o estados ajenos a las mismas. La intimidad relacio­ nal, comúnmente bajo relaciones diádicas, destaca grados de con­ fianza, de preservación de lo íntimo como ajeno a la mirada pública, de comunicación y conocimiento profundo del otro, al mismo tiempo que alberga los riesgos de la pérdida de la independencia o individualidad. Pero también implica relaciones intrínsecamen­ te relacionadas con el conflicto, como advierte Simmel: “personas que tienen muchas cosas en común se hacen frecuentemente más daño y mayores injusticias que los extraños” por lo que “[…] las de­ savenencias entre personas íntimas pueden tener consecuencias más trágicas que entre extraños” (Simmel, citado por Sabido, 2015:225), como ocurre en los casos de crímenes pasionales.16 La intimidad, en sus acepciones relacional, situacional o espacial, se puede indagar de maneras precisas y localizadas en narrativas y prácticas sobre la conyugalidad, los roles de género, los cuidados interpersonales, la sexualidad y la interacción a través de medios di­ gitales. En estas dimensiones concretas será posible atender las 16 Jimeno —recuperando a Simmel— pudo señalar que en las relaciones íntimas el constante roce con el otro obliga a la represión de los sentimientos hostiles, de modo que el conflicto irrumpe como efecto de la acumulación de dichos sentimientos (citada por Sabido, 2015:226). 84 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO complejidades de la vida en pareja, bajo las múltiples tensiones que la atraviesan y que reflejan permanencias y cambios en las estruc­ turas sociales, culturales, políticas y económicas, de carácter glo­ bal o local. Finalmente, después de las reflexiones conceptuales presentadas aquí sobre cinco dimensiones claves de la intimidad, queda por descubrir, en el terreno de la indagación empírica, cómo personas concretas significan la intimidad y las relaciones de pareja desde sus diferencias de género, edad, clase, nivel educativo y sus trayec­ torias sentimentales y sexuales. Lo que expusimos proporcionará herramientas para acceder a los fenómenos múltiples, diversos, complejos y contradictorios que ocurren en las esferas y relaciones íntimas. BIBLIOGRAFÍA Aguilar, M. y M. Toledo (2019), “Cuidado no remunerado y enve­ jecimiento: un análisis sobre los arreglos domésticos y la reproducción social en Tlaxcala”, en Tla-Melaua, vol. 12, núm. 46, pp. 171­189. Alarcón, I. (2012), “Conciliación de la vida familiar y laboral en parejas heterosexuales con intenciones de equidad de la Ciudad de México”, en Revista de Estudios de Género. La Ventana, vol. 4, núm. 35, pp. 58­92, disponible en <http://www. redalyc.org/articulo.oa?id=88424573004>. Alberoni, F. (1987), Enamoramiento y amor, México, Gedisa. Arfuch, L. (comp.) (2005), “Cronotopías de la intimidad”, en Pensar este tiempo. Espacios, afectos y pertenencias, Buenos Aires, Paidós. Batthyány, K. (2015), Las políticas y el cuidado en América Latina: una mirada a las experiencias regionales, Santiago de Chile, CEPAL, disponible en <https://repositorio.cepal.org/bitstream/ handle/11362/37726/S1500041_es.pdf?sequence=1&is Allowed=y>. Batthyány, K.; N. Genta y V. Perrotta (2013), “Una mirada de gé­ nero a las representaciones sociales del cuidado de las per­ LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 85 sonas mayores”, en Revista Latinoamericana de Población, vol. 7, núm. 13, pp. 149­172. Bauman, Z. (2005), Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, México, FCE. Bauman, Z. (2007), Vida de consumo, México, FCE. Baym, N. (2010), Personal Connections in the Digital Age, Cam­ bridge, Polity Press. Beck, U. (1999), Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización, Barcelona, Paidós. Beck, U. y E. Beck­Gernsheim (2001), El normal caos del amor. Las nuevas formas de relación amorosa, Barcelona, Paidós. Béjar, H. (1987), “Autonomía y dependencia: la tensión de la inti­ midad”, en Reis, núm. 37, pp. 69­90. Bejin, A. (1987), “El matrimonio extraconyugal de hoy”, en P. Ariés et al., Sexualidades occidentales, México, Paidós, pp. 215­228. Berlant, L. (1998), “Intimacy. A special Issue”, en Critical Inquiry, vol. 24, núm. 2, pp. 281­288. Botton, A. (2012), How to Think more about Sex, Nueva York, Picador. Bourdieu, P. (1996 [1987]), Cosas dichas, Barcelona, Gedisa. Bozón, M. (2006), “La nueva normatividad de la sexualidad en la época contemporánea (La nouvelle normativité de la sexuali­ té à l’époque contemporaine)”, en J. Barrientos, Construyendo una agenda temática en sexualidad, Antofagasta, Ediciones Universidad Católica del Norte, pp. 12­29. Butler, J. (2002), Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, Buenos Aires, Paidós. Cacho, L. (2014), Sexo y amor en tiempos de crisis, México, Grijalbo. Casado, E. y A. Lasén (2014), “What is Disturbing and why not to Disturb. On Mobile Phones, Gender, and Privacy within Heterosexual Intimacy”, en Mobile Media & Communication, vol. 2, núm. 3, pp. 249­264. Castells, M. (1999), La era de la información, tomo 2: “El poder de la identidad”, México, Siglo XXI. Catasus, S. (2013), “La nupcialidad en el Caribe desde una pers­ pectiva de género. Estudio de casos”, en Revista Brasileira do Caribe, vol. 14, núm. 27, pp. 209­226, disponible en <https:// www.redalyc.org/articulo.oa?id=159130118010>. 86 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO Chambers, D. (2013), Social Media and Personal Relationships. Online Intimacies and Networked Friendship, Londres, Pal­ grave Macmillan. Chaumier, S. (2006), El nuevo arte de amar, Madrid, Alianza. Crawford, K. (2009), “These Foolish Things: On Intimacy and In­ significance in Mobile Media”, en G. Goggin y L. Hjorth, Mobile Technologies: From Telecommunications to Media, Nueva York, Routledge, pp. 252­265. Cruz, S. (2011), “Sentido y práctica de la intimidad masculina. Una Mirada desde los hombres”, en Sociológica, vol. 26, núm. 73, pp. 183­207, disponible en <https://www.redalyc.org/ar ticulo.oa?id=85920311007>. Elias, N. (1998), “¿’L’Espace privé’, ‘Privatraum’ o ‘espacio privado’?”, en La civilización de los padres y otros ensayos, México, Norma, pp. 349­366. Esping­Andersen, G. (1999), Social Foundations of Postindustrial Economies, Nueva York, Oxford University Press. Esteinou, R. (2009), “Las relaciones de pareja en el México moder­ no”, en Revista Casa del Tiempo, vol. 4, núm. 26­27, pp. 65­75, disponible en <http://www.difusioncultural.uam.mx/casadel tiempo/26_27_iv_dic_ene_2010/casa_del_tiempo_eIV_ num26_27_65_75.pdf>. Esteinou, R. (2017), “Intimidad y amor romántico entre 1900 y 1950 en México: discursos y normas”, en Cuicuilco, núm. 68, pp. 35­57. Fraga, C. (2018), Cuidados y desigualdades en México: una lectura conceptual, México, OXFAM. Franco, S. (2015), “Antecedentes y debates”, en Trabajo de cuidados: debates y conceptualizaciones, Manizales, Universidad de Caldas, pp. 13­40. Frank, K. y J. DeLamater (2010), “Deconstructing Monogamy. Boundaries, Identities and Fluidities across Relationships”, en M. Barker y D. Langdridge (eds.), Understanding NonMonogamies, Nueva York, Routledge, pp. 9­20. Fried, C. (1968), “Privacy: [A moral analysis]”, en F. Schoeman (ed.), Philosophical Dimensions of Privacy: An Anthology, Cambrid­ ge, Cambridge University Press, pp. 203­222. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 87 Fromm, E. (2005), El arte de amar, México, Paidós. Geser, H. (2006), “Is the Cell Phone Undermining the Social Order?”, en Prof. Hans Geser, Zürich, disponible en <http://geser.net/ intcom/t_hgeser28.pdf>. Giddens, A. (1991), Modernidad tardía e identidad del yo, Barce­ lona, Península. Giddens, A. (1993), Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza. Giddens, A. (1998), La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas, Madrid, Cátedra/Teorema. Giddens, A. (2000), Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas, Madrid, Taurus. Gilligan, C. (1985), “Visiones de madurez”, en La moral y la teoría: psicología del desarrollo femenino, México, FCE. Guevara, E. (2005), “Intimidad y modernidad: precisiones con­ ceptuales y su pertinencia para el caso de México”, en Estudios Sociológicos, vol. 23, núm. 69, pp. 857­877, disponible en < https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=61 63961>. Haag, P. (2013), Matrimonio confidencial, Barcelona, Ediciones B. Hagestad, G. y N. Datan (1973), “Perspectivas sociológicas del ci­ clo vital”, en B. Neugarten (ed.), Los significados de la edad, Barcelona, Herder, pp. 107­130. Helsper, E. y M. Whitty (2010), “Netiquette with Married Couples: Agreement about Acceptable Online Behavior and Survei­ llance Between Partners”, en Computers in Human Behavior, núm. 26, pp. 916­926. Henriksson, A. (2014), Organising Intimacy. Exploring Heterosexual Singledoms at Swedish Singles Activities, Dissertation, Karistad University Studies, disponible en <http://www.diva­ portal.org/smash/get/diva2:747469/fulltext01.pdf>. Hinton, S. y L. Hjorth (2013), Understanding Social Media, Londres, Sage. Hjorth, L. (2009), “Imaging Communities. Gendered Mobile Media in the Asia Pacific”, en The Asia-Pacific Journal, vol. 7, núms. 88 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO 3­9, disponible en <http://apjjf.org/­ Larissa­Hjorth/3064/ article.html>. Hochschild, A. (1979), “Emotion Work, feeling Rules and Social Structure”, en The American Journal of Sociology, vol. 85, núm. 3, pp. 551­575. Illouz, E. (2009), El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo, Buenos Aires, Katz. Jamieson, L. (1998), Intimacy: Personal Relationships in Modern Societies, Cambridge, Polity Press. Jamieson, L. (1999), “Intimacy Transformed? A Critical Look at the ‘pure Relationship’”, en Sociology, vol. 33, núm. 3, pp. 477­494, disponible en <https://www.researchgate.net/publication/24 9825593_Intimacy_Transformed_A_Critical_Look_at_ the_Pure_Relationship>. Jamieson, L. (2012), “Intimacy as a Concept: Explaining Social change in the Context of Globalisation or another form of Ethnocentricism?”, en Sociological Research Online, vol. 1, núm. 1, pp. 133­147, disponible en <http://www.theclarion. in/index.php/clarion/article/view/11/11>. Jamieson, L. (2013), “Personal Relationships, Intimacy and the Self in a Mediated and Global Digital Age”, en K. Orton­Johnson y N. Prior (eds.), Digital Sociology, Nueva York, Palgrave Macmillan, pp. 13­33. Lamas, M. (2002), “La antropología feminista y la categoría géne­ ro”, en M. Lamas, Cuerpo: diferencia sexual y género, México, Taurus, pp. 21­47. Lamas, M. (2017), “Trabajo sexual e intimidad”, en Cuicuilco. Revista de Ciencias Antropológicas, núm. 68, pp. 11­34, dispo­ nible en <http://www.scielo.org.mx/pdf/crca/v24n68/2448 ­8488­crca­24­68­11.pdf>. Lasén, A. (2014), “Remediaciones móviles de subjetividades y suje­ ciones en relaciones de pareja”, en Mediaciones tecnológicas. Cuerpos, afectos y subjetividades, Madrid, CIS, pp. 19­35. Lasén, A. y L. Hjorth (2017), “Inscribing Intimacy: Conceptual Frames for Understanding Mobile Media Affect”, en A. Serra­ no (ed.), Between the Public and Private in Mobile Communication, Nueva York, Routledge, pp. 120­136. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 89 Lewis, J. (1992), “Gender and the Development of Welfare Regi mes”, en Journal of European Social Policy, vol. 2, núm. 3, pp. 147­178, disponible en DOI <10.1177/095892879200200301>. Licoppe, C. (2004), “‘Connected’ Presence: The Emergence of a New Repertoire for Managing Social Relationships in Changing Communication Technoscape”, en Environment and Planning D. Society and Space, vol. 22, núm. 1, pp. 135­156. Manrique, R. (1996), Sexo, erotismo y amor. Complejidad y libertad en la relación amorosa, Madrid, Ediciones Libertarias. Marar, Z. (2012), Intimacy, Londres, Routledge. Martí, M. (1983), “Antropología de la intimidad”, en Aula Abierta, vol. 39, pp.115­122. Mateus, S. (2010), “Public Intimacy”, en Sphera Publica: Revista de Ciencias Sociales, núm. 10, pp. 57­70. Matsuda, M. (2005), “Discourses of Keitaiin Japan”, en M. Ito, D. Okabe y M. Matsuda (eds.), Personal, Portable, Pedestrian: Mobile Phones in Japanese Life, Cambridge, MIT Press. Medina, G. (2002), “Deseo y poder. Relaciones de intimidad”, en Nueva Antropología. Revista de Ciencias Sociales, núm. 61, pp. 53­78, disponible en <https://revistas­colaboracion.juri­ dicas.unam.mx/index.php/nueva­antropologia/article/ view/15829/14150>. Miguel, C. (2018), Personal Relationships and Intimacy in the Age of Social Media (eBook), Cham, Suiza, Palgrave Mindek, D. (2018), “Individualización y transformación de la intimi­ dad en el medio rural mexicano. Un estudio de caso enfoca­ do en parejas conyugales”, en Revista Cultura y Representaciones Sociales, vol. 12, núm. 24, pp. 247­272, disponible en <http:// www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid =S2007­81102018000100247>. Nehring, D. (2009), “Cultural Models of Intimate Life in Contem­ porary Urban Mexico: Reading of Self­Help Texts”, en Delaware Review of Latin American Studies, vol. 10, núm. 2, pp. 1­12. Nehring, D. (2011), “Negotiated Familism: Intimate Life and Indivi­ dualization among Young Female Professionals from Mexico 90 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO City”, en Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies, vol. 71, núm. 36, pp. 165­196. Núñez, G. (2007), Masculinidad e intimidad: identidad, sexualidad y Sida, México, UNAM, disponible en <https://books.goo gle.com.mx/books?hl=es&lr=&id=_D6j0SyGpOwC&oi= fnd&pg=PA192&dq=intimidad&ots=XoThQUdj22&sig=G VCWODzDm_T1EQJP1sOEbwllU14#v=onepage&q=inti midad&f=false>. Núñez, G. y E. Zazueta L. (2012), “Modernidades e intimidad: aproximaciones conceptuales para el estudio de las transfor­ maciones de las parejas heterosexuales en México”, en Estudios Sociales, núm. 2, pp. 353­374, disponible en <http://www.re dalyc.org/articulo.oa?id=41724972016>. Phillips, A. (1998), Monogamia, Barcelona, Anagrama. Plummer, K. (2001), “The Square of Intimate Citizenship”, en Citizenship Studies, vol. 5, núm. 6, pp. 237­255, disponible en <https:// kenplummer.com/publications/selected­writings­2/inti mate­citizenship/>. Rau, P.; Q. Gao e Y. Ding (2008), “Relationship between the Level of Intimacy and Lurking in Online Social Network Services”, en Computers in Human Behavior, vol. 24, núm. 6, pp. 2757­ 2770, disponible en <doi.org/10.1016/j.chb.2008.04.001>. Reis, H. (1998), “Gender Differences in Intimacy and Related Behaviors: Context and Process”, en D.L. Canary y K. Dindia (eds.), Sex Differences and Similarities in Communication, Mahwah, Lawrence Erlbaum Associates Publishers, pp. 203­ 231. Rico, N. (2011), El desaf ío de un sistema nacional de cuidados para Uruguay, Santiago de Chile, División de Desarrollo So­ cial, CEPAL-UNICEF-UNFPA, disponible en <https://uruguay. unfpa.org/sites/default/files/pub­pdf/35_file1.pdf>. Rihm, A.; D. Sharim, J. Barrientos, C. Araya y M. Larraín (2017), “Subjetivas de intimidad en pareja: un dilema social contem­ poráneo”, en Psykhe, vol. 26, núm. 2, pp. 1­14, disponible en <https://scielo.conicyt.cl/pdf/psykhe/v26n2/0718­2228­ psykhe­26­02psykhe_26_2_1017.pdf>. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 91 Robles, L. (2005), “La relación, cuidado y envejecimiento: entre la sobrevivencia y la devaluación social”, en Papeles de Población, vol. 11, núm. 45, pp. 49­69. Rodríguez, T. (2017), El amor y la pareja: nuevas rutas en las representaciones y prácticas juveniles, Guadalajara, Universidad de Guadalajara. Rodríguez, Z. (2006), Paradojas del amor romántico. Relaciones amorosas entre jóvenes, México, SEP/Instituto Mexicano de la Juventud. Rojas, O. (2011), “Masculinidad y vida conyugal en México. Cam­ bios y persistencias”, en GénEros, vol. 10, pp. 79­104. Rojas, O. (2016), “Mujeres, hombres y vida familiar en México. Persistencia de la inequidad de género anclada en la desigual­ dad social”, en Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género, vol. 2, núm. 3, pp. 73­101, disponible en <https://dialnet.uni rioja.es/servlet/articulo?codigo=5747339>. Rojas, O. y B. García (2004), “Las uniones conyugales en América Latina: transformaciones en un marco de desigualdad social y de género”, en Serie: Notas de Población, pp. 65­96, disponi­ ble en <https://repositorio.cepal.org/handle/11362/12761>. Ruspini, E. (2013), Diversity in Family Life: Gender, Relationships and Social Change, Bristol, Policy Press. Sabido, O. (2015), “Fragmentos amorosos en el pensamiento de Georg Simmel”, en G. Díaz, Una actitud del espíritu. Interpretaciones en torno a Georg Simmel, Bogotá, Universidad de Antioquia/Universidad Nacional de Colombia, pp. 205­235. Sabido, O. (2017), “Georg Simmel y los sentidos: una sociología relacional de la percepción”, en Revista Mexicana de Sociología, vol. 79, núm. 2, pp. 373­400. Sabido, O. y A. García (2015), “El amor como vínculo social: con Elias y más allá de Elias”, en Sociológica (México), vol. 30, núm. 86, pp. 31­63. Salles, V. y M. de la Paz (2000), Familia, género y pobreza, México, El Colegio de México. Scott, J. (1996), “El género: una categoría útil para el análisis his­ tórico”, en M. Lamas (comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, México, PUEG, pp. 265­302. 92 T. RODRÍGUEZ, Z. RODRÍGUEZ, R.ENRÍQUEZ, A. CUEVAS, A. CASTILLO Schütz, A. (1974a), “Las dimensiones del mundo social”, en Estudios sobre teoría social, Buenos Aires, Amorrortu, pp. 32­69. Schütz, A. (1974b), “La vuelta al hogar”, en Estudios sobre teoría social, Buenos Aires, Amorrortu, pp. 108­119. Sharim, D.; C. Araya, M. Carmona y P. Riquilme (2011), “Relatos de historias de pareja en el Chile actual: la intimidad como un monólogo colectivo”, en Psicología em Estudo, Maringá, vol. 16, núm. 3, pp. 347­358, disponible en DOI <10.1590/ S1413­73722011000300002>. Sibilia, P. (2008), La intimidad como espectáculo, Buenos Aires, FCE. Sibilia, P. (2009), “En busca del aura perdida: espectacularizar la intimidad para ser alguien”, en Psicoperspectivas, vol. 8, núm. 2, pp. 309­329. Simmel, G. (1986a), “La cantidad de los grupos sociales”, en Sociología, I. Estudios sobre las formas de socialización, vol. I, Madrid, Alianza Universidad, pp. 57­146. Simmel, G. (1986b), “El secreto y la sociedad secreta”, en Sociología 1. Estudios sobre las formas de socialización, vol. I, Madrid, Alianza Universidad, pp. 357­424. Sternberg, R. (2000), La experiencia del amor, Buenos Aires, Paidós. Tenorio, N. (2010), “¿Qué tan modernos somos? El amor y la re­ lación de pareja en el México contemporáneo”, en Revista Ciencias, vol. 9, pp. 38­49, disponible en <http://revistas. unam.mx/index.php/cns/article/view/22895/21718>. Tenorio, N. (2012), “Repensando el amor y la sexualidad: una mi­ rada desde la segunda modernidad”, en Sociológica, vol. 27, núm. 76, pp. 7­52, disponible en <http://www.scielo.org. mx/pdf/soc/v27n76/v27n76a1.pdf>. Tronto, J. (1987), “Más allá de las diferencias de género. Hacia una teoría del cuidado”, en Journal of Women in Culture and Society, vol. 12, pp. 1­17, disponible en <http://www.unsam. edu.ar/escuelas/humanidades/centros/cedehu/material/ (13)%20Texto%20Joan%20Tronto.pdf>. Tronto J. (1993), “Care”, en Moral boundaries: A Political Argument for an Ethic of Care, Nueva York, Routledge. LA INTIMIDAD EN LAS RELACIONES DE PAREJA 93 Vara, M. (2006), “Precarización de la existencia y huelga de cuida­ dos”, en M. Vara (coord.), Estudios sobre género y economía, Madrid, Akal, pp. 104­135. Weeks, J. (1998), Sexualidad, Buenos Aires, Paidós. Winocur, R. (2009), Robinson Crusoe ya tiene celular. La conexión como espacio de control de la incertidumbre, México, UAM­ Iztapalapa/Siglo XXI. Winocur, R. (2013), “Etnograf ías multisituadas de la intimidad on­ line y offline”, en Revista de Ciencias Sociales, núm. 23, pp. 7­27. Zazueta, E. y G. Sandoval (2013), “Concepciones de género y con­ flictos de pareja: un estudio con parejas pobres heterosexua­ les en zonas urbanas de Sonora”, en Culturales, vol. 18, pp. 91­118, disponible en <http://www.scielo.org.mx/pdf/cul­ tural/v1n2/v1n2a3.pdf>. Zelizer, V. (2009), La negociación de la intimidad, Buenos Aires, FCE. Zelizer, V. (2012), “Sobre la negociación de la intimidad”, en R. Cordera (ed.), Formas de comprender el presente, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales, pp. 91­104, disponible en <http://norbert.udp.cl/wp­content/uploads/ 2013/11/Lechner_comprender_el_presente.pdf#page=91>.