Interpretaciones
Karla K. Kral y Florentina Preciado Cortés | Coordinadoras
Florentina Preciado Cortés
Doctora en educación por la Universidad de Guadalajara. Forma parte del
Sistema Nacional de Investigadores
(nivel I), integrante del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE)
y de la Red de Estudios de Género del
Pacífico Mexicano. Actualmente es profesora-investigadora de tiempo completo en la Facultad de Pedagogía de la
Universidad de Colima. Sus líneas de
investigación son educación y género,
cultura y educación.
Desde múltiples miradas disciplinarias, así como a
través de la aplicación de diversas metodologías, el
conjunto de los trabajos que ofrece este libro nos
muestra algunas rupturas en la construcción social
de género en Colima. La obra aporta un análisis
temático sobre las revistas feministas en inglés y en
español con el propósito de exponer una retrospectiva de temáticas y problemas estudiados en
los últimos tres años, así como una prospectiva que
se podría desarrollar en la Universidad de Colima.
Interpretaciones feministas y multidisciplinarias de género
Karla K. Kral
Doctora en antropología sociocultural
por la University of Kansas. Forma parte
del Sistema Nacional de Investigadores
(nivel I) y de la Society for Applied Anthropology (SFAA). Actualmente es profesorainvestigadora en la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Colima, donde
realiza y asesora trabajos sobre género,
migración, educación e inclusión. Sus
líneas de investigación son educación y
cultura, educación y género.
feministas
y multidisciplinarias de género
Karla K. Kral
Florentina Preciado Cortés
Coordinadoras
Cuando emprendimos la organización
del contenido de este libro decidimos
que el título más adecuado era Interpretaciones feministas y multidisciplinarias de género, en primer lugar por los
diferentes enfoques disciplinares representados; en segundo, para resaltar
la teoría feminista que, posiblemente, no
siempre está explícitamente reconocida
en los estudios de género, no obstante
es el origen y sustento de ello.
A casi dos décadas de la aparición
del feminismo académico en la Universidad de Colima, es interesante notar
cómo la semilla ha germinado de manera maravillosa porque, aunque de manera tradicional las mujeres han participado en el campo educativo, recientemente es que empieza a documentase
su presencia tanto en la matrícula como
en el campo docente, administrativo o
de investigación. Es sorprendente, pero
hace diez años era casi imposible saber
cuántas mujeres participaban como docentes o qué porcentaje del alumnado
eran mujeres; simplemente las mujeres
no existían porque no aparecían ni se les
nombraba.
Imagen de portada
Diseño de Miriam del Toro,
estudiante de la licenciatura en pedagogía
de la Universidad de Colima
Índice
Presentación............................................................................................ 9
Florentina Preciado Cortés y Karla K. Kral
Prólogo ...................................................................................................17
Sara G. Martínez Covarrubias
Vida universitaria
Capítulo I
El sexismo ambivalente en estudiantes
de Enfermería de la Universidad de Colima.....................................21
Nancy Elizabeth Molina Rodríguez y
Ma. de los Ángeles Molina Morán
Capítulo II
Evaluación académica: condiciones, posibilidades
y desempeño de las mujeres.............................................................35
Adriana Lorenzano Santoyo y Florentina Preciado Cortés
Vida cotidiana
Capítulo III
Mujeres solas: imaginarios sociales y continuum ..............................63
Ana Josefina Cuevas Hernández
Capítulo IV
La figura materna en las criaturas de la Casa Hogar
San José, de Colima ...........................................................................95
Norma Orozco Camacho (U)
Capítulo V
Mujeres, violencia y espiritualidad:
proceso de intervención psicológica ............................................... 117
Evelyn I. Rodríguez Morrill, María de la Luz Alcalá Acevedo,
Edwin George Mayoral Sánchez
y Rosa Aileén Vázquez Camarena
Capítulo VI
Estudiantes transnacionales en Colima: trayectorias
escolares desde una perspectiva de género ....................................153
Ma. Isabel Reta Rojas y Karla K. Kral
Vida política
Capítulo VII
Educación no-formal e identidades feministas
de las mujeres en el grupo de autoconciencia
del Colectivo Feminista de Colima (1979-1983) ..............................187
Ma. Guadalupe Herrera Guerrero, Karla K. Kral
y Ma. Elena García Rivera
Capítulo VIII
Mujeres en los partidos políticos: ¿dignidad vulnerada? ................ 213
Catalina Suárez Dávila, Vianey Amezcua Barajas
y Marisa Mesina Polanco
Vida literaria
Capítulo IX
Tres perspectivas literarias sobre la mujer:
Rosario Castellanos, Beatriz Espejo y Beatriz Escalante .................243
Jesús Leticia Mendoza Pérez
Capítulo X
Mujer, identidad y escritura en dos poetas colimenses
del siglo XX .......................................................................................269
Gloria Vergara Mendoza y Ada Aurora Sánchez Peña
Reflexiones finales
Capítulo XI
Retrospectiva y prospectiva: aportaciones y líneas
de investigación con perspectiva de género ...................................293
Karla K. Kral y Florentina Preciado Cortés
Sobre las autoras ..................................................................................335
Interpretaciones
feministas
y multidisciplinarias de género
enfoque académico
UNIVERSIDAD DE COLIMA
Mtro. José Eduardo Hernández Nava, Rector
Mtro. Christian Torres-Ortiz Zermeño, Secretario General
Licda. Ma. Guadalupe Carrillo Cárdenas, Coordinadora General de Comunicación Social
Mtra. Gloria Guillermina Araiza Torres, Directora General de Publicaciones
Interpretaciones
feministas
y multidisciplinarias de género
Karla K. Kral
Florentina Preciado Cortés
Coordinadoras
© UNIVERSIDAD DE COLIMA, 2014
Avenida Universidad 333
C.P. 28040, Colima, Colima, México
Dirección General de Publicaciones
Teléfonos: (312) 31 61081 y 31 61000, ext. 35004
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ISBN: 978-607-8356-16-4
Derechos reservados conforme a la ley
Impreso en México / Printed in Mexico
Proceso editorial certificado con normas ISO desde 2005
Dictaminación y edición registradas en el Sistema Editorial Electrónico PRED
Registro: LI-026-12
Recibido: Agosto de 2012
Publicado: Julio de 2014
Libro realizado con recursos PIFI 2012.
CAPÍTULO III
Mujeres solas:
imaginarios sociales y continuum
Ana Josefina Cuevas Hernández
E
l presente artículo discute la compleja realidad y posición que
ocupan las mujeres, de distintas categorías sociales y culturales, que no tienen una pareja, tales como viudas, separadas, divorciadas y madres solteras, tras la ruptura o la muerte de éste. La discusión se enfoca a entender cómo se autoperciben estos objetos de
distintas edades y clases sociales, que viven en ciudades medias de
los estados de Jalisco y Colima. El propósito es comprender cómo
la muerte o ruptura con la pareja produce procesos de estigma y
valoración social diferenciados ante la ausencia de la pareja. La
discusión se divide en tres secciones: la primera discute los criterios metodológicos que guiaron el trabajo de campo; la segunda los
presupuestos teóricos y conceptuales que condujeron la interpretación de los datos empíricos; la tercera, analiza los datos empíricos por categoría sociocultural y considera la edad y la clase social
en la autopercepción de las entrevistadas como mujeres solas en la
construcción del continuum social.
Consideraciones metodológicas
El objetivo de la presente discusión1 es entender la auto-percepción de mujeres viudas, separadas, divorciadas y madres solteras
sobre su posición —el grupo social al que pertenecen—, tras la
muerte de su pareja o la ruptura del lazo conyugal. La discusión se
plantea a partir de datos generados con 24 entrevistas semiestruc1
La investigación de la cual se deriva este capítulo se titula La construcción de la identidad femenina: un estudio comparativo, realizada de abril de 2008 a marzo de 2009,
con financiamiento del Fondo Ramón Álvarez Buylla de Aldana (FRABA), de la Universidad de Colima. El número de proyecto es 536/08.
63
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
turadas a mujeres de clase social baja, media y media alta de ciudades medias —de acuerdo a criterios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2010) de la zona limítrofe de Jalisco y
Colima— quienes mantuvieron, cuidaron y fueron responsables de
la socialización de sus hijos e hijas.
Un criterio importante para la selección de las entrevistadas fue el haber tenido pareja y haber procreado hijos con ella así
como el que, al momento de la entrevista, la relación conyugal hubiera terminado. Esto me permitió analizar el cambio en la representación e imagen que estas mujeres tienen acerca de la familia
ideal, la transición de una familia nuclear a una monoparental, los
probables procesos de rechazo social y acoso sexual que enfrentaron tras la muerte de su pareja o ruptura con ella, el nacimiento o
crecimiento de hijo o hija sin un padre presente y la valoración social, desde su percepción, referente al caso de muerte o ruptura.
Se realizaron un total de 24 entrevistas en ciudades medias
de los estados de Jalisco y Colima: seis para cada una de las categorías elegidas: viudas, separadas, madres solteras y divorciadas; 15
de éstas fueron realizadas en las ciudades de Colima, Manzanillo
y Tecomán, en el estado de Colima, y nueve en Ciudad Guzmán y
Guadalajara, en Jalisco. En Guadalajara se entrevistaron tres mujeres pero, tras observar la dinámica socioeconómica de la misma, el
efecto del tamaño de la ciudad en el estigma, posibilidades de empleo, creación de nuevas redes sociales, e ingresos más altos que
en el resto de las ciudades, quedó fuera debido a que ello imprimió
una dinámica distinta al resto de las familias y mujeres entrevistadas. No obstante, los datos de estas entrevistas fueron utilizados en
el análisis. La tabla 1 muestra el perfil sociodemográfico de las mujeres entrevistadas.
64
Tabla 1
Perfil sociodemográfico de las entrevistadas
Preparatoria
Número
de hijos
3
50
Abogada defensora
Media
Licenciatura
1
Viuda
58
Media
alta
Licenciatura
5
Tecomán
Viuda
39
Media
Licenciatura
2
5V
Guadalajara
Viuda
48
Empresaria de la
construcción
Administradora
centro comercial
Propietaria de
salón de belleza
Media
Preparatoria
2
6V
Tecomán
Viuda
64
Empleada doméstica
Baja
Primaria
inconclusa
5
1S
Tecomán
Separada
33
Vendedora ambulante
de servicios funerarios
Baja
Primaria
4
2S
Colima
Separada
39
Periodista
Baja
Licenciatura
1
3S
4S
Colima
Separada
34
Profesora e investigadora
Media
Posdoctorado
1
Colima
Separada
36
Empleada doméstica
Baja
Secundaria
4
5S
Tecomán
Separada
43
6S
Guadalajara
Separada
1MS
Colima
Madre
soltera
Ciudad
Estado civil
Edad
Ocupación
1V
Colima
54
2V
Colima
Viuda
Viuda/
Separada
3V
Colima
4V
Escolaridad
Baja
Secundaria
3
52
Vendedora ambulante
de cosméticos y
zapatos por catálogo
Vendedora de
bienes raíces
Media
alta
Maestría
2
43
Empleada lavandería
Baja
Primaria
1
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
65
Cocinera
Clase
social
Baja
Entrevista
Ciudad
Estado civil
Edad
Ocupación
Clase
social
Escolaridad
Número
de hijos
2MS
Tecomán
Madre
soltera
48
Empacadora de limón
Baja
Primaria
inconclusa
5
3MS
Tecomán
72
Comerciante
Media
Analfabeta
8
4MS
43
Cocinera
Baja
Secundaria
1
34
Licenciatura
1
40
Comerciante
de repostería
Propietaria
salón de belleza
Media
6MS
Ciudad
Guzmán
Ciudad
Guzmán
Ciudad
Guzmán
Madre
soltera
Madre
soltera
Madre
soltera
Madre
soltera
Media
Licenciatura
1
1D
Colima
Divorciada
39
Comerciante
Media
Preparatoria
1
2D
Manzanillo
Divorciada
32
Media
alta
Licenciatura
1
3D
Manzanillo
Divorciada
38
Media
Preparatoria
2
4D
Manzanillo
Divorciada
34
Media
Preparatoria
1
5D
Tecomán
Divorciada
45
Baja
Secundaria
3
6D
Colima
Divorciada
46
Administradora
de club de golf
Propietaria de
salón de belleza
Vendedora
de bienes raíces
Comerciante ambulante
Vendedora
de publicidad
Media
Preparatoria
1
5MS
66
Fuente: Elaboración propia.
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
Entrevista
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
Los temas abordados en las entrevistas fueron su percepción
e imaginarios sociales sobre la jefatura del hogar, la familia y la familia ideal, su vida laboral, el camino hacia la jefatura del hogar, la
creación de nuevas redes sociales a partir de la muerte o ruptura
con la pareja, la composición del hogar, la composición de la economía del hogar, los cambios en el hogar tras la muerte o ruptura
con la pareja, los probables procesos de exclusión social y estigma
y la auto-percepción de las mujeres como jefas de familia.
Del universo de datos generados por la investigación, en este
capítulo recupero las experiencias estigmatizantes que las entrevistadas enfrentaron tras la muerte o ruptura con su pareja. A partir de ello, identifico si hay una suerte de continuum o escala de
posiciones para cada categoría social y cultural de las entrevistadas al observar las formas de estigma que nombraron de acuerdo
a su condición social o cultural —además de la edad o la clase social como ya discutí en otro momento (Cuevas, 2010)— y la manera
en que esto influye en los procesos de rechazo social que enfrentaron, así como la forma en que ellas respondieron a tales situaciones. Con ello busco arrojar luz a la manera en que los distintos
grupos sociales, con los que ellas interactuaron, valoraron el nuevo estatus de las entrevistadas y distinguieron, a partir de los imaginarios de las entrevistadas, la valoración social de distintas categorías de mujeres solas.
Los hallazgos y datos empíricos generados por la investigación aquí referida, arrojan una amplia información respecto a los
mecanismos y prácticas estigmatizantes que enfrentan las mujeres
en la transición de una familia nuclear a una monoparental o en su
intento por formar una. Hay escasas investigaciones que muestran
cómo se ven a sí mismas las jefas de familia y la degradación de la
vida social que experimentan tras la ruptura o muerte de la pareja
o el nacimiento de los hijos e hijas sin un padre presente. Los trabajos de Martínez (1997), Rodríguez (1997) y Vázquez (1997) abonan hallazgos valiosos al respecto, mas no abordan de manera directa este problema. Lo que este capítulo permite conocer, pues,
es la percepción de mujeres solas las cuales se desenvuelven en
contextos urbanos medios tradicionales en donde es más difícil pasar desapercibidas. Los datos reflejan la vigente y amplia repro67
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
ducción de una visión patriarcal que afecta, de manera profunda,
a las mujeres (con hijos) que por distintos motivos no tienen una
pareja.
La investigación parte del supuesto que el estigma social que
enfrentan estas mujeres es infundado e, incluso, a decir de algunos autores como Jelin (2008, 103), menos frecuente en las sociedades latinoamericanas contemporáneas. No obstante, como los
datos empíricos muestran, lejos de ser una situación aislada y clasista —y propia de mujeres con hijos y sin pareja—, es una actitud
generalizada dentro de la cual es posible distinguir que a mayor
cercanía de la categoría con el modelo familiar nuclear o formalización de la relación —entiéndase matrimonio civil— mayor respeto social recibe.
Consideraciones teóricas y conceptuales
La discusión del corpus empírico se hizo desde la teoría del estigma, patriarcado, imaginario social y los conceptos mujeres solas y
continuum. Desde este marco se observan las posibles relaciones
entre los procesos estigmatizantes que las entrevistadas enfrentaron y la posición de cada categoría de mujeres en el imaginario social; este último, construido a partir de la auto-percepción de las
informantes.
Sobre el estigma y sus modos operandi en la vida
cotidiana
En un sentido estrictamente sociológico, el problema fundamental de las relaciones entre distintos grupos de una misma sociedad estriba en el lugar que cada uno de ellos ocupa en la estructura social. El lugar está determinado por las relaciones de poder
entre ellos, materializadas por el lenguaje, normas, prácticas y códigos determinados en buena medida, por la clase social, el sexo y
la edad. ¿Cómo sabe un grupo o individuo cuando alguno de ellos
ha transgredido la normalidad y es señalado y estigmatizado por
los demás? Goffman (2006, 14) sugiere que ello se da básicamente cuando el grupo al que pertenece identifica algún elemento que
lo hace diferente en cualquiera de los tres siguientes niveles: físico (malformación), tribales (políticos, religiosos, sociales, etcétera)
68
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
o psicológicos (delincuentes, drogadictos, criminal, etcétera). Así
también, Goffman (2006, 14) sostiene que cuando esto sucede se
produce el estigma, entendiéndose como “una clase especial de relación entre atributo y estereotipo”. Quien lo padece es considerado una persona no humana y, partiendo de ese punto de vista, señala diversos tipos de discriminación:
Mediante los [estigmas] […] reducimos en la
práctica, aunque a menudo sin pensarlo, sus posibilidades de vida. Construimos una teoría del estigma,
una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras
diferencias, como, por ejemplo, la clase social. En
nuestro lenguaje cotidiano utilizamos metáforas e
imágenes, términos específicamente referidos al estigma, tales como inválido, bastardo y tarado, sin acordarnos, por lo general, de su significado real.
El estigmatizado es una persona que puede ser desacreditada
y excluida y esto tiene un impacto significativo en su vida social.
El proceso de desacreditación lo ejecuta el normal; es decir, el que
vive dentro de los códigos que dicta la norma, quien tiene la autoridad para enunciar los atributos del estigmatizado y, además, considera que él mismo no debe comportarse así. Para quien sufre el
estigma, individuo que por demás tiene las mismas creencias que
una persona normal, cualquier mención que se externe sobre él o
ella será entendida como un rechazo, ya que no están dispuestos
a establecer contacto con el mismo en igualdad de condiciones. Es
por ello que, quien considera que puede ser estigmatizado y excluido socialmente, evita que su condición se conozca y evita también
el contacto con los normales, es decir, se autoexcluye. Esto explica por qué las mujeres estudiadas tienden, como estrategia, a autoexcluirse al romper con sus parejas ya que su posición dentro de
la sociedad se modifica y adquiere un atributo de anormalidad que
puede ser enfatizado en su contacto con los normales. Sin importar la condición por la cual las mujeres entrevistadas no tuvieron
pareja, todas hicieron referencia a una vida social muy limitada e
incómoda tras el cambio de su estado civil.
69
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
Las entrevistas muestran tendencias claras sobre la manera
en que opera el estigma: es transclasista y no hay diferencias por
edad ni por estado civil, aunque sí diferencias en la intensidad del
mismo de acuerdo a la categoría civil o cultural y tipos de estigmatizadores. No obstante, todas las mujeres estudiadas sufrieron exclusión social en mayor o menor medida a partir de la muerte o
ruptura con su pareja y el nacimiento de los hijos en el caso de las
madres solteras. En todos los casos, la/el estigmatizador fue una
persona normal —en términos goffnianos—, cercanas a sus círculos sociales (familiares y amigos cercanos y, en menor medida, de
colegas de trabajo) que calificaron abierta o indirectamente como
negativa la ausencia de la pareja y el llevar a cabo una vida social
activa. Para la mayor parte de las entrevistadas, el estigma se convirtió en parte de su vida cotidiana tras la muerte de su pareja,
rompimiento con ella o el nacimiento de un hijo, en el caso de las
madres solteras. Esto explica por qué la mayor parte de ellas desearon pasar desapercibidas o vivir en ciudades más grandes, en donde consideraron que las mujeres solas son más toleradas.
La estigmatización que sufre la mayor parte de estas mujeres
surge de la transición de una familia nuclear a una vida sin pareja.
A nivel de estigma, los datos muestran que, en términos concretos,
tanto viudas como separadas, divorciadas y madres solteras fueron
excluidas por no tener pareja y si bien las viudas fueron moral y socialmente más toleradas, fueron de igual manera rechazadas o evitadas en términos sociales. Asimismo, es un hecho que las separadas, madres solteras y divorciadas percibieron sanciones sociales
que fueron de lo sutil a lo frontal al conocerse su condición civil o
cultural, lo que habla de la persistencia de una oportuna y vigente cultura patriarcal.
Patriarcado y estigma
Siguiendo a Walby (1990, 20), por patriarcado entiendo:
Un sistema de estructuras y prácticas en las que
los hombres dominan, oprimen y explotan a las mujeres… El patriarcado necesita ser conceptualizado en
diferentes niveles de abstracción […]. En el nivel más
abstracto éste existe como un sistema de relaciones sociales […]. En el nivel menos abstracto el patriarcado
70
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
está compuesto por seis estructuras: el modo patriarcal de producción, relaciones patriarcales de empleo
remunerado, relaciones patriarcales con el Estado,
violencia masculina, relaciones patriarcales en la sexualidad y relaciones patriarcales en las instituciones
culturales.2
El patriarcado permea todas las esferas de la vida privada y
pública de la sociedad y le otorga a los hombres la autoridad sobre las mujeres y los hijos. El patriarcado es una condición de vida
desde la antigüedad. Tanto en México como en Latinoamérica, se
traslada y opera de manera explícita en las distintas constituciones
y en las relaciones entre hombres y mujeres a lo largo de la historia. La relación del patriarcado con la valoración social de las mujeres solas es cercana y permite entender cómo y por qué el abandono del papel tradicional de las mujeres como las responsables
del cuidado del marido y de los hijos, como Jelin (2008, 119) sostiene, es visto como un peligro y considerado, incluso, una anormalidad. Los trabajos de Salles (2001) y Acosta (2008) a finales del siglo XX y principios del XXI en México y América Latina, muestran
que su situación se ha modificado a lo largo del tiempo. No obstante, los imaginarios sociales en torno a ambos están moldeados en
relación con lo que llamo una inercia cultural patriarcal al persistir
como marco de valoración amplio y vigente para evaluar la conducta e identidad femenina.
Como podremos ver en los distintos fragmentos de las entrevistas citadas en este capítulo, el trato que las mujeres —de todas
las categorías civiles y culturales —recibieron tras la muerte de su
pareja o ruptura con ella, muestra dicha inercia. En las prácticas y
discursos estigmatizantes, se cuestionó su autoridad y respetabilidad como mujeres e, incluso, su reconocimiento como familia tras
la muerte o ruptura con su pareja.
¿Qué está en juego cuando una mujer pierde a su pareja en
una cultura patriarcal? Su calidad y autoridad moral y el control sobre su vida sexual, como esta investigación sugiere. Para las mujeres solas, de todas las categorías estudiadas, la muerte de su pareja
o la ruptura con ella se tradujeron en un trato social diferenciado,
2
Traducción propia.
71
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
en cambios profundos respecto a su vida social y en una celosa vigilancia y especulación sobre cómo llevaron su vida personal y familiar lo cual afectó tanto a ellas como a sus hijos. Ésta, quizá, sea
la razón por la cual sus discursos estuvieron impregnados de ambigüedades y contradicciones al hablar de su sensación de soledad y
auto clasificarse como mujeres solas. No obstante, es necesario entender que el sentido atribuido por las mismas, a la soledad, surgió de la pérdida de las redes sociales efectuadas durante su vida
en pareja y de la dificultad para hacer otras nuevas tras la muerte
de la pareja o ruptura con ésta. Veamos ahora cómo esta herencia
histórica, jurídica y cultural se reproduce en los imaginarios sociales percibidos por ellas y los procesos de estigma que experimentaron tras este evento.
Imaginarios sociales
La definición de imaginario social aquí utilizada se sustenta en la
propuesta de Castoriadis (1975), quien discute que éste se puede
entender como la dimensión de los significados discursivos prácticos, simbólicos e imaginarios que le dan forma y especificidad al
comportamiento humano mediante el lenguaje. A través de éste,
los individuos regulan las relaciones entre ellos mediante el uso de
elementos lingüísticos de todo tipo, como pueden ser legales, religiosos, morales, sexuales y políticos, entre otros. Estos elementos
no sólo nombran una condición específica, sino que también tienen la función de regular las actitudes humanas. Esta regulación
permite transformar las ideas en actitudes, así como mantener un
orden social sobre lo que está permitido o no, dentro de cada grupo social. Es decir, mediante el lenguaje se alude a la dimensión
simbólica de las actividades y prácticas humanas al interior de los
grupos. Esas relaciones se convierten en actividades llenas de simbolismo (sentidos culturales) que traducen las ideas y actitudes dominantes en normas, actitudes y códigos de conducta palpables y
materializados. En ese sentido, la representación imaginaria de la
mujer se define en función de prácticas concretas (las mujeres hijas o como madres y esposas), símbolos en torno a ella (el hombre
como tutor o custodio de las mujeres y la familia) y, por tanto, imaginaria (las mujeres protegidas y cuidadas a través de sus padres,
parejas o ambos).
72
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
El concepto familia está ligado de manera íntima a dichos
imaginarios. Una mirada a sus definiciones y tratamiento muestran aproximaciones desiguales e irregulares. La mayor parte de
éstas —particularmente las que proporcionan las iglesias, las escuelas y el Estado— tienden a definirla como una estructura única
y poco cambiante, conformada por ambos padres y sus hijos biológicos. Al concebirla como tal, subestiman y minimizan la relevancia de otras formas de organización familiar que crecen a la par
de ese modelo predominante pero no único. En palabras de Segalen (1981, 10; citado por Salles, 2001, 108), el término familia designa, al mismo tiempo, individuos que relaciones. En torno a las
primeras, sostiene que las prácticas de convivencia familiar son
tanto relaciones fundantes como realidades vividas; en torno a las
segundas, discute que como institución puede ser estudiada desde las prácticas viejas cristalizadas que la regulan y que dictan lo
que debe ser. Aquí es en donde Salles (2001, 108) sostiene que ambos enfoques se cruzan y dan vida a mitos, leyes, normas y sanciones morales de distinto alcance tanto para las familias como para
las mujeres.
Las mujeres solas y el continuum
En este texto me refiero a las mujeres entrevistadas como madres
solas y parto, para tal apreciación, de su auto concepción así como
del hecho de que todas ellas fueron madres y no tuvieron pareja.3 El concepto surge de la propia percepción de las entrevistadas
como mujeres solas para referirse a su soledad y vulnerabilidad socioeconómica a partir de tres sucesos: el primero de ellos fue la soledad o ausencia emocional que les dejó la muerte de su pareja o la
separación de ésta. La ruptura del lazo, ya fuera un hecho fortuito,
unilateral o acordado, fue vivido como vulnerabilidad. El segundo
elemento fue saberse y verse como las principales —y a menudo
únicas— responsables de la crianza, educación y socialización de
los hijos. De ahí la importancia de referirme a ellas como madres
3
Por pareja me refiero a una persona con la cual tuvieron una relación sentimental,
sexual, o ambas, al momento de la entrevista. Es interesante notar que en tres casos
las mujeres tuvieron pareja permanente, pero no la consideraron una relación importante o seria que las hiciera percibirse como emocionalmente completas o acompañadas en el sentido que el concepto refiere.
73
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
solas. El tercer elemento fue la pérdida o reducción de sus redes sociales y la necesidad de crear nuevas debido al rechazo social, así
como al poco tiempo libre que le deja su trabajo y la crianza de los
hijos. Al momento de hacer el análisis fue evidente que por encima de su soledad, como mujeres, estuvo su condición de madres
solas por la ausencia de apoyos sociales y legales tanto para las mujeres unidas legalmente a su pareja como para aquéllas que con éstos cohabitaron y procrearon hijos. De esta manera, a lo largo del
capítulo se usan ambos conceptos casi de manera indistinta para
enfatizar su condición como tales.
Finalmente, por continuum me refiero, como sugerí al inicio
de esta discusión, a la posición inicial, media o final que ocupan
las entrevistadas dentro de un grupo social ocurrido en momentos específicos de su vida. El continuum es construido mediante la
identificación de la intensidad de las prácticas o discursos estigmatizantes que enfrentaron las mujeres viudas, separadas, madres
solteras y divorciadas tras la muerte de su pareja o ruptura con
ella, lo cual produce un cambio en su posición y valoración social
como personas. Sin duda alguna, hay un umbral en la escala social
del grupo al que pertenecen y el ejercicio es ver cómo son excluidas y marcadas al morir su pareja o separarse de ella.
En otro momento discutí (Cuevas, 2010) que las mujeres solas eran más propensas a ser estigmatizadas y acosadas sexualmente cuando son mujeres solas, que cuando están con su pareja. Esto,
como he sostenido a lo largo del documento, es un indicador claro de una persistente cultura patriarcal que las vulnera. No obstante, es necesario distinguir, como me han hecho notar en distintos
momentos y foros, que hay diferencias en la posición y valoración
social de cada una de las categorías de mujeres estudiadas. Si bien
todas ellas son mayormente rechazadas al perder a su pareja, no
todas gozan de la misma empatía y apoyo social. Estos cambios son
los que analizaré para entender en qué posición de esa escala se
encuentran y cómo y por qué se origina esto.
El continuum del estigma
Al respecto, Goffman (2006, 154) puntualiza cómo los individuos
que sufren una repentina estigmatización —de normal a estigmatizada, léase de tener pareja a no tenerla— pueden sobrevivir psi74
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
cológicamente al cambio de condición. Sostiene que lo hacen por
medio del entrenamiento en la vida cotidiana, al enfrentar situaciones que les recuerdan su atributo de anormalidad mediante el
reconocimiento de ésta; lo cual, como se verá, es doloroso. Sin importar la condición civil y cultural de las mujeres estudiadas, todas ellas enfrentaron un atributo de anormalidad social; en este
caso, cultural, por la muerte de la pareja o la ruptura con ella, lo
cual las colocó en una situación social desventajosa. Todas ellas,
en función de la categoría en la que se ubicaron, su clase social y
su edad, enfrentaron y resistieron discursos y prácticas estigmatizantes de distintas personas, principalmente de mujeres y familiares cercanos.
Las prácticas y discursos estigmatizantes, que experimentaron las entrevistadas, buscaron —tal vez de manera inconsciente,
como Goffman afirma— la legitimación de las familias nucleares
—promovidas por los distintos discursos como la familia ideal y aspiración universal— con la intención de mantener el orden social
y vigente. Ya sea que fuera un proceso consciente o no por parte
de las entrevistadas, la subordinación y vigilancia a la que fueron
sujetas tras ingresar a la categoría mujeres solas, refleja valores patriarcales ampliamente extendidos en su grupo social y en la sociedad en general.
Dentro de esa lógica las mujeres solas más respetadas fueron
las viudas, seguidas por las separadas, las madres solteras y las divorciadas. De lo anterior destaca que, a mayor cercanía con la familia nuclear, mejor fue su posición dentro del continuum, aunque
estuvo lejos de ser la misma del que gozaron durante su vida de pareja. Veamos cómo construí dicho continuum, cómo operó el estigma y quiénes fueron los estigmatizadores en cada una de las categorías estudiadas.
Las viudas
Al observar los procesos estigmatizantes que enfrentaron las madres viudas por clase social, vínculo con la pareja4 y edad, no en4
Los criterios de selección de las viudas consideraron que tuvieran hijos con la pareja al momento de su muerte, ya fuera vínculo legal o consensual. De los seis casos,
cinco estuvieron casadas por el medio legal y uno en unión libre.
75
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
contré diferencias significativas en ellos. En estricto sentido, el
mismo estigma enfrentaron las viudas jóvenes, de edad media,
adultas o adultas mayores, que las pobres, de clase media y ricas
que de clase baja, media o media alta.5 En todos los casos el estigma buscó marcar la transición social de una vida normal en pareja a una vida anormal como madre sola tras la muerte de ésta. Ello
muestra, como veremos en los siguientes fragmentos que la ausencia de la pareja fue leída por los normales —de quienes siempre proviene el estigma— como peligro social, sobre todo cuando
las viudas tuvieron vida social y comprendieron que su conducta
social, moral y sexual debía ser recatada. Para otras, la muerte6 de
su pareja implicó un desconocimiento de la identidad individual al
ser asociada con su estado civil más que como amiga, vecina, colega o mujeres mismas. La muerte de la pareja significó la pérdida
de respeto social y la entrada de dinámicas y valoraciones patriarcales. Veamos las siguientes citas:
Cuando tú estás casada o que tienes tu matrimonio, pareja o lo que sea, yo veo [que] la gente no
se mete contigo y nada más queda una persona sola
y todo mundo se siente con derechos de opinar sobre
tu vida… Entonces es una marginación, y… se siente uno muy observado por toda la gente y en lugar de
ayudarte… la gente te golpea (58 años, viuda, propietaria de constructora, 5 hijos, Colima, licenciatura, clase media alta).
Casi no salgo, no soy dada de estar afuera y
siempre del trabajo a la casa y me meto y pues estoy
bien porque al cabo estoy adentro [en mi casa]. Quizá
porque no me conocían [los vecinos], entonces no sabían cómo [había muerto mi esposo] pero sabían que
era viuda entonces [me decían] “es la viuda”. Y dije,
5
6
La edad de las mujeres viudas se ubicó entre los 39 y 64 años.
Las causas de muerte influyen en el imaginario social de las viudas dentro de sus
círculos sociales y familiares. En tres de seis casos, sus parejas murieron de distintos tipos de cáncer e infarto al corazón. En dos casos más, por accidente –un ahogado y un choque en la carretera–; y en el último caso, en un asesinato al defender la
propiedad en donde trabajaba como velador. La causa de la muerte de la pareja juega un papel importante en la valoración de su rol como esposa y mujer y, en la viudez, pueden ser factores de apoyo o rechazo social en función de cómo valoren esas
redes, su comportamiento.
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MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
no, no; soy Alma. Se me hace algo tan, quizá un dolor tan grande [que te digan así] pero me di cuenta que
es más el dolor de haberlo perdido [a mi esposo] que a
un simple nombre, un simple algo…, una simple palabra. Ya no significa nada para mí [que me digan viuda]
(39 años, viuda, contadora, 2 hijos, Tecomán, licenciatura, clase media).
Yo tengo un compadre que se acaba de morir
hace poquito que se llamaba Rafael Alcaraz; él, donde quiera que me veía se paraba [y me decía] “¡Comadrita!, ¿cómo estás?”, pero aquí que hubiera venido (a
saludarme) no, no sé. Una vez me dijo él que [no venía] porque le daba no sé qué venir y [que] no estuviera su compadre. Entonces, no sé si será cierto o mentira [lo que dijo]. Yo siempre dije [cuando esto pasaba]
“bueno, pues ya”. Yo pienso que todo es… pues, material, ¿no? Bueno, pues ya, total ya se acabó [la relación]; se murió el ahijado y se murió el compadrazgo...
(54 años, viuda, cocinera, 4 hijas, Colima, bachillerato, clase baja).
En las citas anteriores se observa que el estigma es transclasista y transetario. Asimismo, es posible sostener que dañaron tanto las emociones como el sentido de pertenencia social de las entrevistadas. Una de las principales consecuencias del estigma entre
las mujeres de esta categoría fue el debilitamiento de su vida social, la autoexclusión como medida de protección social, así como
un mayor cuidado en su comportamiento social, en particular, en
convivencias o actividades en donde hubo hombres.
En lo relativo a los estigmatizadores, se encontraron diferencias significativas por género, vínculo y clase social. En la mayor
parte de los casos fueron las mujeres quienes agredieron a las viudas y, en una menor medida, los hombres y colegas de trabajo; y
ambos buscaron —quizá al verse amenazados y de manera inconsciente— controlar su comportamiento social y sexual. En cuanto a
la clase social, se observa que las viudas de clase media fueron vigiladas muy de cerca por su familia. Veamos dos ejemplos:
Eran segundos porque eran parientes, era hermana de mi abuela; ella me invitó a irme a vivir con
ellos; entonces al tiempo, obviamente yo estaba bien
77
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
jovencita, yo tenía un novio que era Donato […]. Yo
tenía 19 años, 20 años más o menos; obviamente mi
vida continuaba pero mi tío, esposo de mi tía, que era
especial, dijo “ya no se va poder quedar, y que ya se
vaya, y que [ella es] mal ejemplo para las muchachas
(mis hijas) y bla, bla, bla”, ¿no? (48 años, viuda, propietaria de salón de belleza, 2 hijos, Guadalajara, preparatoria, clase media).
Yo callada, guardando silencio porque otra vez
eso de que eres casada, de que eres independiente,
de que ya avanzaste una etapa, mucho territorio, ya
avanzaste en cuanto a tus papás o con tu familia, en
que te respeten cosas que tú ya decidiste por ti misma
y que son diferentes al ritmo familiar, a las reglas familiares, ya las avanzaste y al rato que tienes que regresarte otra vez. O sea, dije […] “¿Y esto de qué se trata?” […]. Automáticamente [en] la mente de tus papás
desaparece el marido y entran los papás. Y ¡sobres!,
ya están encima vigilándote: “¿a dónde vas?, ¿cuándo vas? […]. Había que reportarme, todo (50 años, viuda, abogada, 1 hijo, Colima, licenciatura, clase media).
De lo anterior se puede argumentar que las viudas entrevistadas, sin importar su edad, escolaridad y el tipo de ciudad donde residen, fueron vigiladas, cuidadas y estigmatizadas de manera
muy celosa por sus familias. Las viudas respondieron a esto alejándose de la familia tanto como pudieron, pero esto no siempre
fue posible. En el caso de las viudas de clase media alta, su independencia económica, mayor edad respecto al resto de las viudas
entrevistadas y una educación familiar más liberal, relajaron los
controles sociales y sexuales hacia ellas. En su defecto, el estigma
enfrentado por las viudas de clase baja provino más de amigos cercanos y vecinos que de la propia familia. El estigma buscó, al igual
que con las viudas de clases más altas, controlar su comportamiento sexual y social como lo sugiere la siguiente cita:
Ya después [de que se muere el esposo] lo ven
a uno como que hay […] un cambió entre… hasta aun
de las mismas amistades. Porque ¡óyeme! tá uno platicando y hasta le cuidan la mirada porque ya piensan
[que] uno… No pueden, como le digo, no puede uno
78
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
platicar con nadie porque ya él, como es señora, sola
y viuda pues a lo mejor su…, desconfían de uno (64
años, viuda, empleada doméstica, 5 hijos, Tecomán,
primaria inconclusa, clase baja).
A partir de lo encontrado se puede sostener que la pérdida
de la pareja es vista, por hombres y mujeres, como una amenaza
para el orden social y, con ello, la familia nuclear y el matrimonio, espacios en donde la primera está mejor custodiada dentro del
pensamiento patriarcal. Veamos ahora qué tipo de estigma y quiénes estigmatizaron a las mujeres separadas.
Las separadas
Las mujeres separadas, a diferencia de las viudas, enfrentaron mayor estigma. En ellas se distinguieron dos tipos de comportamiento: las que omitieron su estado civil para evitar el rechazo social
y las que lo dijeron al no sentirse avergonzadas de él y, por ello,
enfrentaron mayor estigma. Esto es muy significativo si consideramos que las viudas no tuvieron necesidad de ocultar o evitar
mencionar su estado civil. No obstante, como vimos en la sección
anterior, ellas también perdieron estatus social tras la muerte de su
pareja y, a menudo, su identidad individual sufrió cambios profundos al ser asociadas como viudas más que como mujeres o madres.
Esto sugiere que si bien las mujeres solas en general son propensas a sufrir estigma, su estado civil o cultural implica valoraciones
sociales diferenciadas. Veamos el siguiente fragmento que ilustra
este argumento:
En lugares en donde yo detecto que la sociedad
es muy tradicional […]; por ejemplo, cuando yo llegué a vivir a Jiquilpan con Diego, todas las mujeres
[decían]: “¡Ay, mucho gusto!, ¿y este niño, es suyo?”
[Yo respondía] sí, [y preguntaban]: “¿y su marido?” […]
Entonces mi respuesta era, sin titubear: “está en Morelia, allá trabaja. […] “¿Y viene?”, [a lo cual yo les decía] “sí”. O sea, ¿por qué (mentí)?, porque yo sabía que
es más fácil como darles por su lado que ponerme a
darles una explicación: “es que fíjese usted que yo estoy separada…” (34 años, separada, profesora e investigadora, un hijo, Colima, posdoctorado, clase media).
79
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
No concluí nunca el ciclo del divorcio porque
cuando me di cuenta que el papel era el que me detenía para hacer mi vida y que él ya había hecho su vida,
entonces dije: “No, pues no”. Me presento como madre
soltera. No sé, si es una cuestión de trabajo, me presento como licenciada (39 años, separada, periodista,
un hijo, Colima, licenciatura, clase baja).
¿Por qué ocultaron su separación algunas mujeres? ¿Por qué
es más conveniente presentarse como madre soltera? ¿En qué contextos es desventajoso dar a conocer que están separadas? ¿Qué
nos dice esto del patriarcado? Las mujeres viudas, a diferencia de
las separadas,7 fueron socialmente valoradas por darle a su pareja
el apoyo y cuidado durante la enfermedad o accidente. Las separadas, en cambio, enfrentaron los comentarios, opiniones y preguntas de amigos y familiares sobre el por qué de la separación. Esto,
a menudo, llevó al distanciamiento y pérdida de amigos y familiares y, en no pocos casos, a que ellos tomaran partido por alguna de
las dos partes. Este hecho, común en la ruptura o distanciamiento en casi cualquier pareja, arroja luz sobre la valoración social del
papel de hombres y mujeres en la forma en que pierden su pareja. Asimismo, el rompimiento fue visto por las partes más conservadoras como rompimiento del orden social; en particular, un peligro para los matrimonios desde la perspectiva de las mujeres, y la
oportunidad de un encuentro sexual para los hombres. La siguiente cita es un ejemplo de esta situación:
Criticada sí, de hecho mi esposo, mi exesposo…
¡ya ni sé cómo llamarle!, es lo que le importaba [al
separarnos]: “es que la gente qué va a decir…”. Y sí,
de repente eres el… la comidilla de la… del pueblo,
¿edá?, cuando se enteran; pero igual a mí no me interesa. Yo digo que soy separada, a los hombres les da
gusto, a las mujeres no [risas]. Sí, es cierto, sí, la verdad, ¿no? Lo que pasa es que las mujeres de repente
piensan: “¡me va a quitar a mi marido!” o “¡está sola, el
marido se va a fijar en ella!”. Entonces, se van por ese
lado, la que ver[dad] sí, así es (33 años, separada, co7
De las seis mujeres entrevistadas en esta categoría, cinco se unieron de manera legal y una vivió en una relación consensual por 17 años. Sus edades oscilaron entre
los 33 y 52 años.
80
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
merciante de servicios funerarios, 4 hijos, Tecomán,
primaria, clase baja).
De la cita anterior destacan dos aspectos: el primero es la influencia que tiene el tamaño del lugar donde residen las entrevistadas en los procesos de estigma y control social; y el segundo, el
hecho de que la mujer no ocultó su estado civil. Sobre el primero,
sobresale que la percepción de las entrevistadas de todas las categorías fue que, a menor tamaño de la ciudad de residencia menor
la posibilidad de pasar desapercibida. Como discutí en otro momento (Cuevas, 2010), la dimensión de la localidad otorga ventajas
y desventajas a las mujeres solas que fueron estudiadas. En ciudades medias es muy difícil pasar desapercibida; en particular, cuando las entrevistadas se quedaron en las ciudades a las que emigraron con sus parejas, lo cual se asoció a procesos más agudos de
estigma.
Si revisamos el imaginario social mexicano8 de las viudas
para las religiones y el Estado mismo, podemos ver que son altamente valoradas —aunque inferiores a las mujeres casadas— y percibidas como desprotegidas y débiles, pero merecedoras de apoyo
moral, social e institucional. No obstante, dicha valoración no se
extiende por igual a todas las mujeres sin pareja, en particular a las
separadas, madres solteras y divorciadas. El camino hacia una vida
sola es clave en la valoración que se tiene de ellas, así como su posición dentro del continuum.
Si bien las mujeres tienen, y en algunas codificaciones estatales que aquellas que cohabitaron con su pareja, igualdad jurídica
con su pareja cuando están legalmente unidas, los marcos jurídicos actuales son inoperantes tras la separación o el divorcio.9 Tras
la viudez o la separación entran en juego inercias socioculturales, jurídicas e históricas10 en la valoración de la posición de la mu8
9
10
Es muy importante notar que el apoyo de las iglesias, Estado y diversas instituciones a distintas categorías de mujeres solas en América Latina difiere de manera notable, como he encontrado. El caso mexicano parece el más conservador y moralista y el que restringe, tanto apoyos como reconocimiento como familias y sujetos, en
mayor medida.
Principalmente por la irresponsabilidad económica y la dificultad de operar los marcos jurídicos actuales que protegen tanto a familias legalmente constituidas como a
las de cohabitación tras la ruptura del lazo.
Ancladas en códigos civiles derivadas del derecho romano y napoleónico, en donde
la mujer no tenía igualdad jurídica y era custodiada por su padre cuando es soltera
81
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
jer al romper con su pareja. Esto se debe a que por siglos el respeto que recibieron y la posición social que adquirieron provinieron
de su padre cuando era soltera y de su esposo cuando estaba casada. Esta inercia cultural arroja una importante luz al efecto negativo que ésta tiene en las mujeres solas al tratarlas como hijas de
familia y, técnicamente, como menores de edad y mujeres peligrosas para otros matrimonios, además de tentación para los hombres.
En cuanto a quiénes fueron los estigmatizadores se encontró
que, como sucedió con las viudas, sus congéneres —principalmente las casadas— fueron quienes más las rechazaron. No obstante,
los hombres —en particular los padres y los hermanos— también
ejercieron un control dominante sobre su cuerpo y su sexualidad.
Sin importar quién las estigmatizó más o la intensidad del estigma,
todos trataron de evitar que “les quitara el marido” o “que pensaran
que les quería quitar el marido”; o, en su defecto, que disminuyeran su vida social para no ser vistas como una amenaza para otros
matrimonios. En este sentido, el mayor control se dio hacia las separadas más jóvenes. Esto marcó otra diferencia significativa entre
ellas y las viudas entrevistadas, grupo en el que la edad no encontré mayor rechazo social.
Un último aspecto que vale la pena comentar es que las separadas que ocultaron su estado civil tuvieron altos niveles de escolaridad y pertenecieron a clases medias y medias altas. Ellas tuvieron una vida social más equilibrada y satisfactoria gracias a ello y
a un entendimiento muy claro de su nueva situación social. En los
dos casos detectados, su escolaridad les abrió las puertas a una vida
social más incluyente, así como a la estabilidad económica. Es decir, las personas con las que se relacionaron se beneficiaron de su
conocimiento y redes sociales. Veamos dos ejemplos:
Yo tenía una vecina, también la gente del pueblo que se sentían los de la élite. Por ejemplo, la vecina de en frente [de mi casa] eran directores de escuela ella y su marido. En cuanto supieron que yo estaba
en la UNAM y que no sé qué, fueron a llevarme unos
chocolates […]. Me invitaban a todas sus fiestas, priy por su pareja cuando está casada; es decir, era la eterna menor de edad, como lo
establece Rousseau en 1804, en el código napoleónico.
82
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
meras comuniones y, por supuesto, cada que se podía que si les prestaba algún material, que si les prestaba algo. En algún momento que tuvieron que hacer
unos trámites de la SEP y no sé qué de la Universidad
Michoacana, me pidieron que si los podía acompañar
y sí los acompañé y les presenté gente (34 años, separada, profesora e investigadora, un hijo, Colima, posdoctorado, clase media).
[…] En mi trabajo me ves con puros hombres,
les digo yo ahorita, si me dices, pero es en negocios.
Pero a mí no me importa, como te digo, yo sé que
ando en negocios. Y sí, me vas a ver en restaurant
pero con puros hombres porque lo que yo hago [vender bienes raíces] va muy relacionado con ingenieros,
arquitectos y es puro hombre; somos raras las mujeres que andamos en eso (52 años, separada, vendedora de bienes raíces, dos hijos, Guadalajara, maestría,
clase media alta).
¿Hubiera sido igual su vida social y laboral si ellas, al igual
que las otras mujeres separadas, no hubieran ocultado su estado civil?, es muy probable. En el primer caso, por la prevalencia de una
cultura tradicional y la reducida extensión de la ciudad en que residen; y en el segundo, por las ventajas que le dio precisamente el
tamaño de la ciudad donde residen y sus relaciones sociales; esto
muestra que dicho factor, la escolaridad, la clase social y la inteligencia de las mujeres inciden directamente en cómo enfrentan
y evitan el estigma. Veamos ahora a las madres solteras, quienes
ocuparon la tercera posición en una escala que va de la mayor a la
menor posición en el continuum.
Las madres solteras
Las madres solteras, al igual que las viudas y las separadas, enfrentaron el estigma y rechazo social al no tener una pareja. No obstante, a diferencia de las dos categorías anteriores, el estigma y rechazo provino, en gran medida, de sus familias y, en menor grado,
de sus amigos y conocidos. Al observar cómo operó el estigma y
su posible relación con la edad y clase social, no se encontraron
diferencias relevantes. Las entrevistadas enfrentaron la dura reacción y rechazo de sus familias —en particular la de sus padres y
83
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
hermanos varones— como mecanismo de castigo al ejercer su sexualidad y concebir un hijo sin tener una pareja, sin un matrimonio o, incluso, una pareja reconocida por ellos. Los fragmentos de
las distintas entrevistas realizadas a ellas muestran que la maternidad representó para la familia un hecho vergonzoso que castigaron con rechazo, indiferencia y abandono emocional. Veamos algunos ejemplos:
A mí me dio entre miedo y felicidad en el momento en el que fui a hacerme el ése… ¿cómo se llama?, el estudio [para saber si] estás embarazada... ¡el
ultrasonido! […], [en donde el médico me dijo]: “estás
embarazada, tienes dos meses”. ¡Ay! En ese momento ni lloré con él, yo nomás cerré (mi boca), me exalté y me salí. ¿Sabes lo único que pensé?, ¡en mi madre! ¡Qué iba a decir mi mamá! En ese momento yo
le hablé a mi mamá: “¿Cómo estás?”, [me dijo]: “Bien
[…], ¡ay!, ¿qué tienes, cómo estás tú?” [Le contesté]:
“bien, pero te tengo que…” Yo antes de decirle [que
estaba embarazada le empecé a decir]: ¿me perdonas,
me perdonas, me perdonas lo que te voy a decir? ¡Perdóname mamita! Yo, yo llorando. ¡Mamá es que estoy
embarazada!”, [y me dijo]: “¡Ay, qué bueno!” […] (46
años, madre soltera, vendedora de publicidad, un hijo,
Guadalajara, preparatoria, clase media).11
Si porque el papá de mi hijo estaba casado; entonces, de antemano no me iba a casar. Y … me quedo esos días con ellos [con mis papás], fue en octubre.
Me quedo con ellos unos días y… ya cuando me voy
a Guadalajara [a mi casa] mi mamá tenía en noviembre, le tocaba en su casa recibir a la virgen de Guadalupe. Y le tocaba allí el rosario y entonces siempre nos
llamaba [a mis hermanos] para que todos estar allí [en
su casa en Ciudad Guzmán] ese día en la casa. Enton11
El inicial gozo de su madre se transformó en abandono emocional debido a la presión del resto de sus hermanas y hermanos. Su familia la dejó de visitar y hablarle para saludarla. La relación familiar se restableció, aunque no volvió a ser la misma, al recibir su madre una llamada de una compañera de trabajo de la entrevistada para decirles que estaba anémica y requería atención médica. Su madre y una de
sus hermanas la ayudaron con dinero y ropa para el niño de manera regular hasta
la muerte de ambas, en diferentes momentos, cuando el niño tenía cuatro años de
edad.
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MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
ces fuera lunes o fuera martes, todos llegábamos a la
casa para acompañar a mis papás a recibir a la virgen.
Y me hablan a mí, mi mamá [y me dice]: “¿Sabes qué?
Te voy a pedir de favor de que no vengas tú (a recibir
a la Virgen)”; entonces, allí fue como que la primera
que [me dijeron]: “¡no tenemos ganas de verte! ¡Y ahorita no nos sentimos bien con ganas, para verte y no
vengas!” O sea, el primer rechazo que si, también fuerte, de no vengas a la casa (40 años, madre soltera, propietaria de salón de belleza, un hijo, Ciudad Guzmán,
licenciatura, clase media).
No, no le quería decir porque dije: “me va a
preguntar que de quién es” […]. ¡Ay no!, se me hacía
como pues difícil, […] Y, y me empinaba mi leche fría
[risas] y ya me iba a trabajar... Y yo pienso que ahí ha
de haber dicho mi mamá: “Pues esto no es de [desayunar] los frijoles, es de algo más”. Y ya esperaba que
yo le dijera. Pero cuando fui a lo de los análisis, como
dormíamos en el mismo cuarto, vio que puse el frasco para análisis arriba del ropero y me dijo: “¿A dónde vas a ir?”. Le dije: “al Seguro”. [Volvió a preguntar]:
“¿a qué?” [contesté]: “a hacerme unos análisis”. Y ha
de haber dicho mi mamá: “¡Ah, a mí no me haces tonta! […] [risa]. Y hasta como a los dos días que llegué yo
de trabajar en la noche estaba [mi mamá] en la puerta; había una revista afuera de la casa. Le dije: “¿qué
tienes?” [dijo]: “¡nada!”. Y yo le dije: “¿qué tiene?, ta’
enojada”. Y me dice: “¿te salieron positivos o negativos?”. Y yo: “¿mande? —con voz de miedo—”. Yo sentí
que la sangre se me fue hasta los talones y ya le dije. Y
me hizo la pregunta que yo temía, que de quién era…
Y, y decía [mi mamá]: “¡—Ora lo difícil es decirle a tu
hermano!”. Aunque era el más chico, pero como que
era medio corajudo, y yo: “¡chin! A ver si no me va…”.
Mi mamá temía que él me fuera a golpear, pero tuvimos que hablarle a una hermana de [risa] mi mamá
para que platicara con mi hermano. Y ya duró unos
días sin hablarme porque yo estaba embarazada; ya
cuando nació mi hija, ya cambió todo entre él y yo (43
años, madre soltera, cocinera, un hijo, Ciudad Guzmán, secundaria, clase baja).
85
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
De acuerdo con Foucault (2011), el siglo XVII sirvió de escenario para los cambios que se darían en torno a la concepción de
lo que es el sexo y la sexualidad como resultado del conservadurismo de las sociedades burguesas durante la época victoriana. El
autor sostiene que el resultado de ello fue el desarrollo de una serie de ideas y regulaciones en torno a la práctica de la sexualidad
de las personas. De este modo el sexo se colocó en el terreno exclusivo del matrimonio como una vía legítima para la reproducción controlada y correcta de la especie humana. Las prácticas sexuales, por tanto, se vigilaban, regulaban y delimitaban dentro de
un entramado de relaciones de poder. La segunda referida ilustra
el sentido del estigma familiar hacia las madres solteras; es decir,
limitar su sexualidad al matrimonio; al no tenerlo, el rechazo a su
condición es profundo.
Los fragmentos de las entrevistas anteriores muestran que,
sin importar la edad de las entrevistadas, ellas tendieron a someterse a la autoridad materna, paterna —representada por el padre
o los hermanos varones, sin importar su edad y posición en la familia— o ambas.12
12
Las edades de las madres solteras oscilaron entre los 34 y 72 años y, en todos los casos, fueron independientes económicamente al momento del embarazo, ayudaron
a mantener a la familia o la mantuvieron, además de vivir en su propia casa, excepto en un caso. Las madres solteras tendieron a quedar temporalmente tras el nacimiento de sus hijos bajo la autoridad de padres y hermanos y rompieron con dicha
subordinación al establecerse en su propia casa para ganar independencia y autoridad frente a ellos. En el caso de una MS de clase media, que vivió con sus padres
antes y después del nacimiento de su hijo, ella enfrentó las presiones de dos hermanos varones, uno mayor y otro menor que ella, quienes protestaron por el llanto del
niño. Ante sus protestas, su madre les dijo que se cambiaran de cuarto si no estaban de acuerdo. En el caso de una MS de clase baja, el lote y cuarto en donde vivió
fue herencia de su madre como agradecimiento por haberla cuidado hasta su muerte. En un tercer caso, la MS de clase baja dejó la casa materna al año de nacida su
hija y tras la muerte de su pareja decidió mudarse a una casa de interés social que
compró debido a presiones de su hermano sobre la administración de la casa y educación de su hija. En un cuarto caso de una MS de clase media, propietaria de un
salón de belleza, ella compartió un departamento con dos hermanos en Guadalajara, quienes decidieron irse como protesta por el embarazo. Ella compró el departamento –que estaba arriba del salón de belleza en donde trabajaba– con los ahorros
hechos desde que empezó a trabajar. En el caso de una MS de clase media de Tecomán, la mujer vivió con su padre (era hija fuera de matrimonio) hasta los ocho años,
edad en la que abandona el hogar paterno en búsqueda de su madre. Ella la rechaza porque no quería problemas con su pareja por lo cual regresa la casa paterna, en
donde era tratada como empleada, y en esa etapa conoce a una amiga de la familia
quien la invita a vivir con ella a la ciudad de México y a trabajar como niñera. Tra-
86
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
Otro punto que destaca en el estigma que enfrentaron es
que, si bien sus relaciones de pareja fueron estables, como pareja
no socializaron con las familias de las entrevistadas. En los seis casos se trató de hombres separados (dos), divorciados (dos) y casados (dos), mientras que las mujeres fueron solteras y sin hijos. En
dos de seis casos, las familias de las entrevistadas no supieron de la
relación hasta el momento del embarazo debido a que se trataba de
un hombre casado —25 años mayor que ella— y un hombre divorciado a quien la familia, de acuerdo con la entrevistada, “no aceptarían”. En este último caso, la entrevistada ocultó a su familia, el estado civil de su pareja “ya que su padre le había dicho siempre que
esos hombres no valían la pena”.13
Otro rasgo distintivo de este grupo de entrevistadas es que
la ruptura de la relación se produjo (en cinco de seis casos) durante el embarazo; y en el caso restante, a los seis meses de nacido el
niño. Dado que eran hombres con familias o relaciones previas, se
negaron a mantener a los niños o, simplemente, las abandonaron.
Esto, en términos de estigma y rechazo social, significó para ellas
el inicio de una vida familiar en una posición social desventajosa,
ya que a diferencia de las separadas —quienes fueron estigmatizadas hasta el momento de la ruptura con la pareja— no formaron
una familia ni tuvieron una relación de pareja reconocida.
Sobre quiénes fueron los estigmatizadores he discutido ya algunas cuestiones de manera indirecta en los párrafos anteriores. El
estigma no sólo fue distinto al de las separadas y viudas sino que
las redujo, más que ellas, a hijas de familia aun cuando fueron económicamente independientes, tendieron a vivir solas y ayudaron a
mantener a la familia o la mantuvieron, condiciones que ni las viu-
13
baja para ella cuatro años y deja el empleo por la sobrecarga de trabajo para mudarse a otra casa como empleada doméstica y poco después como empleada de mostrador. Durante este tiempo conoce a su primera pareja, un hombre casado mayor que
ella, con quien tiene un hijo. A la edad de 20 años regresa a Tecomán con la idea de
establecerse con su madre pero ella se niega a ayudarla. Sin tener a quién acudir,
vive junto con su hijo en la calle, tiempo durante el cual vende fruta y ropa. Durante este periodo recibe apoyo del ayuntamiento de Tecomán para establecerse como
comerciante y, aunque estaba prohibido, vivió en el local comercial. Eventualmente logra estabilizar su situación económica con lo cual avanza socialmente, y a la par
de ellos tiene siete hijos más con diferentes parejas, la mayor parte de ellas casadas.
34 años, madre soltera, comerciante de repostería, un hijo, Ciudad Guzmán, licenciatura, clase media.
87
ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ
das ni las separadas tuvieron. Asimismo, he dicho que el estigma
provino, en la mayor parte de los casos, de varones pertenecientes a la propia familia, quienes vieron dañado su respeto y hombría. Esto me permite sostener que las madres solteras son más estigmatizadas que las dos categorías de mujeres analizadas hasta el
momento.
A partir de lo anterior es importante destacar que, si bien la
familia fue la que con mayor agudeza y frecuencia estigmatizó a
las madres solteras, los conocidos y colegas o jefes también les causaron daño emocional que, en ocasiones, se traduce en daño económico, como lo podemos ver en la siguiente cita:
Don Manolo [el dueño de la estación de radio]
no me quiso de regreso en el trabajo porque salí mamá
soltera… “Pero, ¿por qué no me quiso?” Les preguntaba yo a los del sindicato. “Porque eres mamá soltera”,
me decían […]. Cuando él me dijo así por teléfono, que
era mamá soltera, le dije yo: “¿sabe qué, don Manuel?,
soy mamá soltera ¡y a mucha honra! Y no le digo una
majadería porque por respeto, porque yo sí tengo mucha dignidad y porque soy madre!” (46 años, madre
soltera, vendedora de publicidad, un hijo, Guadalajara, preparatoria, clase media).
La situación de estigma que viven las madres solteras es distinta a la que enfrentan las viudas o separadas, en tanto que estas
últimas son apoyadas emocionalmente tras la muerte de la pareja o la ruptura con la misma, mientras que las primeras sufrieron
un fuerte rechazo familiar. Las madres solteras, a diferencia de las
viudas y separadas, se sintieron más afectadas por el estigma y rechazo familiar y laboral que el social, el cual, si bien las afectó, fue
secundario porque, en todos los casos estudiados, su peso y simbolismo fue mayor. Esto sugiere que la familia es un núcleo vital para
ellas en etapas críticas de su ciclo de vida. Veamos ahora el proceso de estigmatización enfrentado por las divorciadas y el porqué
ocupan el cuarto lugar.
Las divorciadas
Las divorciadas fueron las mujeres solas que sufrieron mayor estigma al ser éste más violento y directo que el observado en las tres
categorías anteriores. Esto provino de las redes sociales desarrolla88
MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
das durante su vida de pareja así como posterior al divorcio y, en
menor medida, de sus padres. Ellas, a diferencia de las viudas, separadas y madres solteras, perdieron casi por completo las amistades hechas durante su vida de pareja, en particular las mujeres de
clase media y media alta, para quienes la vida social fue una actividad central antes de la ruptura. Asimismo, al igual que el resto de
las categorías estudiadas, mantuvieron a los amigos más cercanos
—quienes fueron un apoyo moral y emocional básico al insertarlos
en la vida social normalizada— e hicieron otras nuevas, todas ellas
mujeres de su mismo estado civil o casadas cuyos maridos viajaron
con frecuencia por motivos de trabajo.
Las fuertes críticas y rechazo enfrentado por las divorciadas
tras la ruptura, al igual que las separadas, las llevaron a ocultar su
estado civil cuando esto fue posible y necesario para evitar ser dañadas psicológica y socialmente. No obstante, la dimensión de su
lugar de residencia dificultó la tarea, pues fue casi imposible pasar desapercibida en ciudades medias como Manzanillo, Tecomán,
Colima o Ciudad Guzmán, en las cuales hubo, además, una limitada oferta de escuelas, restaurantes, cine o, incluso, iglesias para su
clase social. Esto explica por qué la frecuencia con la que asistieron a eventos sociales que demandaron tiempo y dinero disminuyó para las divorciadas, cuestión que aplicó también para las viudas y separadas, quienes dependieron del ingreso de sus maridos
y exparejas.14 Tras la ruptura hubo una caída inicial en su nivel de
vida y en los tiempos dedicados a la vida social, debido a que se
convirtieron en trabajadoras de tiempo completo al quedar como
proveedoras únicas o mayoritarias (Cuevas, 2013).15
El estigma enfrentado por las divorciadas fue psicológico y
como tal se extendió a sus hijos. Esto marca una gran diferencia en
relación con las viudas —quienes no reportaron que sus hijos fueron estigmatizados tras la muerte de su padre e, incluso, fueron
compadecidas por tal hecho—, las separadas o las madres solteras
quienes, en cierto sentido, fueron percibidas como mujeres burla14
15
Las excepciones fueron: una viuda rica y las madres solteras quienes fueron económicamente independientes al momento de la muerte de su marido y del embarazo,
así como del nacimiento de sus hijos.
Estudios Sociológicos, No. 92.
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das. Ello sugiere, como discutí antes, que el camino hacia la ruptura del lazo conyugal tiene un efecto diferenciado entre las distintas categorías de mujeres solas estudiadas. Veamos de qué manera
afectó a los hijos el estigma del divorcio en las ciudades medias estudiadas:
Y ya ahorita, por ejemplo, a mi hija ya la aceptan más en la escuela, en el salón. Sobre todo eso. En
el salón como que el primer año del divorcio sí, te
digo, hubo mucha…, la segregaban un montón y le decían un montón de cosas y todo, ¿no? Pero ya el segundo año ya así como que ya más tranquilona. Y el
tercero, te digo, ahorita ya estoy casi saliendo de todo
eso; ya me acostumbré a…, haz de cuenta a manejar
a... (34 años, divorciada, vendedora de bienes raíces,
un hijo, Manzanillo, preparatoria, clase media).
Mi hijo, el más grande, pregunta que si mis papás están divorciados. Y eso le afecta mucho [a] él. Y
o sea, ya fue hablar a la escuela y me dicen: “es que
no creo que los niños lo hagan por mal, no, no lo hacen por malos, simplemente lo están conociendo”. Y
sí le preguntan: “¿Con quién vives?, y ya dice: “con
mi mamá”, [y le responden]:“¿y no tienes papá?”. [Él
les dice]: “sí tengo, pero él vive en otro lado”. [Y continúan]: “¿están divorciados?”. Y eso le afecta mucho
porque es una situación muy reciente. Digo, a lo mejor después ya no, pero ahorita sí y sí le afecta mucho porque es muy reciente y tal vez los niños no entienden el problema o lo que él está sintiendo, lo que
está viviendo. Y sí, la gente te ve como que no eres
normal, ¿no? (38 años, divorciada, propietaria de salón de belleza, dos hijos, Manzanillo, preparatoria, clase media).
Al inicio de esta discusión postulé que, a mayor cercanía de
la familia con el modelo nuclear, mayor podría ser aceptación y
respeto social que recibiría dentro del grupo al que pertenece. Al
revisar el tipo y frecuencia de estigma que cada categoría de mujer sola enfrentó, se puede ver que las divorciadas y sus hijos, sobre todo en la etapa de la niñez o adolescencia, fueron las que mayor estigma y rechazo experimentaron.
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MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
En cuanto al tipo de agresor, destacan dos procesos. Uno que
viene de las redes sociales más cercanas y el segundo de los padres, en particular del papá. En el primer caso fueron los amigos
hechos durante la vida de pareja —o conocidos más cercanos a las
divorciadas y sus hijos— quienes las agredieron de manera violenta mediante comentarios como “no te juntes con ella”, “ahora tú estás divorciada”, “ya quieres un novio” o, incluso, “nomás anda viendo qué encuentra porque quiere hombre”. Tal rechazo afectó a los
hijos quienes, como ya vimos, también fueron el blanco de críticas
y burlas. En este sentido, el estigma enfrentado por ellas se extendió al plano económico, al igual que en el caso de una madre soltera. Cinco16 de seis entrevistadas perdieron clientes o tuvieron que
cuidar de sobremanera la forma de relacionarse con ellos para evitar más daño moral y económico tras el divorcio.
¿Por qué estigmatizaron los padres a sus hijas? ¿Fue igual en
todas las clases sociales? Los datos sugieren que los padres en las
familias de clase media y medias altas, católicas y muy conservadoras, rechazaron el divorcio de las hijas y las presionaron para
que no lo hicieran. Para ellos el matrimonio era indisoluble. Veamos un caso típico:
A pesar de que me han apoyado siempre [mis
papás], me apoyaron y el enfrentarlo con la gente le
costó mucho trabajo [a mi papá], el decir que su hija
era divorciada. ¡Y más cuando me salí [de la casa], porque decía: “¡te vas a hacer una cualquiera, ahora eres
una divorciada y con tu departamento, vas a meter a
montón de hombres!”. O sea, él se imaginaba lo peor
de mí (32 años, divorciada, administradora de club de
golf, un hijo, Manzanillo, preparatoria, clase media
alta).
16
La edad de las divorciadas osciló entre los 32 y 46 años. En dos casos de divorciadas
de clase media y media alta de Manzanillo (vendedora de bienes raíces y propietaria de un salón de belleza unisex, respectivamente), perdieron a clientes habituales lo cual las forzó a buscar nuevos clientes o cambiar la manera en que se dirigían
a ellos, en particular a los hombres, para evitar comentarios sobre su relación con
ellos. Entre las prácticas más frecuentes estuvieron el evitar verlos directamente a
los ojos, hablarles de usted, mantener una distancia física más grande, dirigirse a las
mujeres —cuando los varones iban acompañados— y evitar contactos físicos o verbales que pudieran malinterpretarse.
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La resistencia de algunas familias al divorcio de las hijas refleja la preocupación de los padres respecto a quedar de nueva
cuenta como tutores y responsables cuando esa responsabilidad se
ha transferido a sus parejas. Esto muestra que el supuesto del que
partió la presente discusión en cuanto a que las mujeres sin pareja son menos propensas a ser estigmatizadas es incorrecto. Como
ya he argumentado, el hecho de que el número de familias dirigidas por mujeres crezca y el hecho mismo de tener igualdad jurídica en el matrimonio no implicaron, tras la ruptura o incluso muerte de su pareja, el mantenimiento de dicha autonomía y respeto
social. Este evento las vulneró al extremo de someterlas a prácticas estigmatizantes que las excluyeron en función de su categoría civil y cultural, clase social y edad. Su posición es inferior a la
de una mujer casada y está bajo el escrutinio continuo de su comportamiento moral y sexual. En suma, su nueva posición adquiere
sentido y lugar en función del dominio que ejercen otros varones
y familias normales.
Conclusiones
La discusión partió del supuesto de que el estigma enfrentado por
las mujeres solas, en las sociedades latinoamericanas contemporáneas, fue menor. No obstante, la evidencia encontrada por esta investigación sugiere de manera clara que las mujeres enfrentaron
claros procesos de exclusión tras la muerte de su pareja o rompimiento con ella. El crecimiento de hogares dirigidos por mujeres
no ha sido sinónimo de una mayor aceptación social, aunque sí de
una mayor tolerancia dada su mayor presencia. La valoración social de las mujeres —solteras o con hijos— sigue estrechamente anclada a la posición y respeto que los hombres le otorgan a través
del matrimonio o la unión consensual. Asimismo, se pudo ver que
la auto percepción de las entrevistadas sugiere que la posición social que tuvieron cuando vivieron con su pareja fue mayor al que
experimentaron cuando él murió o se terminó la relación. Esto
muestra que la posición y respeto social que las mujeres solas recibieron provino principalmente por tener una pareja y que, tras la
muerte de éste, o ruptura del lazo conyugal, su mayor cercanía al
modelo familiar nuclear fue clave para ganárselas.
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MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM
La persistencia de una cultura patriarcal en donde la familia y el matrimonio son vistos como el núcleo y estado ideal para
la mujer, reflejan que su moralidad y sexualidad son el principal
foco de preocupación tanto de la familia como de sus redes sociales. Asimismo destaca que los procesos de estigma, a los que se enfrentaron todas ellas, las dañaron emocionalmente y que en ese
proceso perdieron a amigos cercanos. No obstante también destaca
que, en las cuatro categorías, las mujeres expresaron haber recibido apoyo familiar y amical constante y clave en el proceso de duelo tras la muerte de la pareja o proceso de ruptura. Los amigos les
brindaron, además, la posibilidad de insertarse en la vida social de
una manera normalizada.
La resistencia familiar y social a la nueva posición de las entrevistadas, tras la muerte de su pareja, o ruptura con ésta, refleja
la preocupación social —y tal vez inconsciente— del rompimiento del orden social. Al quedar sin pareja surge el cuestionamiento
mental de quién quedará como responsable del comportamiento
sexual y moral de las mujeres y quién cuidará de ellas. El estigma
que enfrentó cada una, si bien aumentó o disminuyó en función
de la categoría social, su clase social o incluso edad, mostró que
su posición social y moral dentro de su grupo se modificó al no tener pareja. Como se mostró, si bien las leyes les otorgaron igualdad jurídica en el matrimonio o tras una unión consensal esto no
implicó que dicha igualdad y autonomía como sujetos con derechos propios se mantuviera y fuera reconocida tras la muerte de su
pareja o ruptura del lazo conyugal. Lejos de eso, lo que encontramos fueron procesos y prácticas estigmatizantes que las excluyeron en búsqueda del mantenimiento de prácticas sociales basadas
en la inclusión y mayor respeto de matrimonios y familias nucleares. Las mujeres solas que aquí se estudiaron muestran que persiste una cultura patriarcal en donde estar sola, como mujer y madre, devalúa su condición como mujeres y familias. Su condición
de sujeto con valor y derechos propios es cuestionada a partir de
dicha ausencia.
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