[go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu
Interpretaciones Karla K. Kral y Florentina Preciado Cortés | Coordinadoras Florentina Preciado Cortés Doctora en educación por la Universidad de Guadalajara. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (nivel I), integrante del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) y de la Red de Estudios de Género del Pacífico Mexicano. Actualmente es profesora-investigadora de tiempo completo en la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Colima. Sus líneas de investigación son educación y género, cultura y educación. Desde múltiples miradas disciplinarias, así como a través de la aplicación de diversas metodologías, el conjunto de los trabajos que ofrece este libro nos muestra algunas rupturas en la construcción social de género en Colima. La obra aporta un análisis temático sobre las revistas feministas en inglés y en español con el propósito de exponer una retrospectiva de temáticas y problemas estudiados en los últimos tres años, así como una prospectiva que se podría desarrollar en la Universidad de Colima. Interpretaciones feministas y multidisciplinarias de género Karla K. Kral Doctora en antropología sociocultural por la University of Kansas. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (nivel I) y de la Society for Applied Anthropology (SFAA). Actualmente es profesorainvestigadora en la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Colima, donde realiza y asesora trabajos sobre género, migración, educación e inclusión. Sus líneas de investigación son educación y cultura, educación y género. feministas y multidisciplinarias de género Karla K. Kral Florentina Preciado Cortés Coordinadoras Cuando emprendimos la organización del contenido de este libro decidimos que el título más adecuado era Interpretaciones feministas y multidisciplinarias de género, en primer lugar por los diferentes enfoques disciplinares representados; en segundo, para resaltar la teoría feminista que, posiblemente, no siempre está explícitamente reconocida en los estudios de género, no obstante es el origen y sustento de ello. A casi dos décadas de la aparición del feminismo académico en la Universidad de Colima, es interesante notar cómo la semilla ha germinado de manera maravillosa porque, aunque de manera tradicional las mujeres han participado en el campo educativo, recientemente es que empieza a documentase su presencia tanto en la matrícula como en el campo docente, administrativo o de investigación. Es sorprendente, pero hace diez años era casi imposible saber cuántas mujeres participaban como docentes o qué porcentaje del alumnado eran mujeres; simplemente las mujeres no existían porque no aparecían ni se les nombraba. Imagen de portada Diseño de Miriam del Toro, estudiante de la licenciatura en pedagogía de la Universidad de Colima Índice Presentación............................................................................................ 9 Florentina Preciado Cortés y Karla K. Kral Prólogo ...................................................................................................17 Sara G. Martínez Covarrubias Vida universitaria Capítulo I El sexismo ambivalente en estudiantes de Enfermería de la Universidad de Colima.....................................21 Nancy Elizabeth Molina Rodríguez y Ma. de los Ángeles Molina Morán Capítulo II Evaluación académica: condiciones, posibilidades y desempeño de las mujeres.............................................................35 Adriana Lorenzano Santoyo y Florentina Preciado Cortés Vida cotidiana Capítulo III Mujeres solas: imaginarios sociales y continuum ..............................63 Ana Josefina Cuevas Hernández Capítulo IV La figura materna en las criaturas de la Casa Hogar San José, de Colima ...........................................................................95 Norma Orozco Camacho (U) Capítulo V Mujeres, violencia y espiritualidad: proceso de intervención psicológica ............................................... 117 Evelyn I. Rodríguez Morrill, María de la Luz Alcalá Acevedo, Edwin George Mayoral Sánchez y Rosa Aileén Vázquez Camarena Capítulo VI Estudiantes transnacionales en Colima: trayectorias escolares desde una perspectiva de género ....................................153 Ma. Isabel Reta Rojas y Karla K. Kral Vida política Capítulo VII Educación no-formal e identidades feministas de las mujeres en el grupo de autoconciencia del Colectivo Feminista de Colima (1979-1983) ..............................187 Ma. Guadalupe Herrera Guerrero, Karla K. Kral y Ma. Elena García Rivera Capítulo VIII Mujeres en los partidos políticos: ¿dignidad vulnerada? ................ 213 Catalina Suárez Dávila, Vianey Amezcua Barajas y Marisa Mesina Polanco Vida literaria Capítulo IX Tres perspectivas literarias sobre la mujer: Rosario Castellanos, Beatriz Espejo y Beatriz Escalante .................243 Jesús Leticia Mendoza Pérez Capítulo X Mujer, identidad y escritura en dos poetas colimenses del siglo XX .......................................................................................269 Gloria Vergara Mendoza y Ada Aurora Sánchez Peña Reflexiones finales Capítulo XI Retrospectiva y prospectiva: aportaciones y líneas de investigación con perspectiva de género ...................................293 Karla K. Kral y Florentina Preciado Cortés Sobre las autoras ..................................................................................335 Interpretaciones feministas y multidisciplinarias de género enfoque académico UNIVERSIDAD DE COLIMA Mtro. José Eduardo Hernández Nava, Rector Mtro. Christian Torres-Ortiz Zermeño, Secretario General Licda. Ma. Guadalupe Carrillo Cárdenas, Coordinadora General de Comunicación Social Mtra. Gloria Guillermina Araiza Torres, Directora General de Publicaciones Interpretaciones feministas y multidisciplinarias de género Karla K. Kral Florentina Preciado Cortés Coordinadoras © UNIVERSIDAD DE COLIMA, 2014 Avenida Universidad 333 C.P. 28040, Colima, Colima, México Dirección General de Publicaciones Teléfonos: (312) 31 61081 y 31 61000, ext. 35004 Correo electrónico: publicac@ucol.mx http://www.ucol.mx ISBN: 978-607-8356-16-4 Derechos reservados conforme a la ley Impreso en México / Printed in Mexico Proceso editorial certificado con normas ISO desde 2005 Dictaminación y edición registradas en el Sistema Editorial Electrónico PRED Registro: LI-026-12 Recibido: Agosto de 2012 Publicado: Julio de 2014 Libro realizado con recursos PIFI 2012. CAPÍTULO III Mujeres solas: imaginarios sociales y continuum Ana Josefina Cuevas Hernández E l presente artículo discute la compleja realidad y posición que ocupan las mujeres, de distintas categorías sociales y culturales, que no tienen una pareja, tales como viudas, separadas, divorciadas y madres solteras, tras la ruptura o la muerte de éste. La discusión se enfoca a entender cómo se autoperciben estos objetos de distintas edades y clases sociales, que viven en ciudades medias de los estados de Jalisco y Colima. El propósito es comprender cómo la muerte o ruptura con la pareja produce procesos de estigma y valoración social diferenciados ante la ausencia de la pareja. La discusión se divide en tres secciones: la primera discute los criterios metodológicos que guiaron el trabajo de campo; la segunda los presupuestos teóricos y conceptuales que condujeron la interpretación de los datos empíricos; la tercera, analiza los datos empíricos por categoría sociocultural y considera la edad y la clase social en la autopercepción de las entrevistadas como mujeres solas en la construcción del continuum social. Consideraciones metodológicas El objetivo de la presente discusión1 es entender la auto-percepción de mujeres viudas, separadas, divorciadas y madres solteras sobre su posición —el grupo social al que pertenecen—, tras la muerte de su pareja o la ruptura del lazo conyugal. La discusión se plantea a partir de datos generados con 24 entrevistas semiestruc1 La investigación de la cual se deriva este capítulo se titula La construcción de la identidad femenina: un estudio comparativo, realizada de abril de 2008 a marzo de 2009, con financiamiento del Fondo Ramón Álvarez Buylla de Aldana (FRABA), de la Universidad de Colima. El número de proyecto es 536/08. 63 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ turadas a mujeres de clase social baja, media y media alta de ciudades medias —de acuerdo a criterios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2010) de la zona limítrofe de Jalisco y Colima— quienes mantuvieron, cuidaron y fueron responsables de la socialización de sus hijos e hijas. Un criterio importante para la selección de las entrevistadas fue el haber tenido pareja y haber procreado hijos con ella así como el que, al momento de la entrevista, la relación conyugal hubiera terminado. Esto me permitió analizar el cambio en la representación e imagen que estas mujeres tienen acerca de la familia ideal, la transición de una familia nuclear a una monoparental, los probables procesos de rechazo social y acoso sexual que enfrentaron tras la muerte de su pareja o ruptura con ella, el nacimiento o crecimiento de hijo o hija sin un padre presente y la valoración social, desde su percepción, referente al caso de muerte o ruptura. Se realizaron un total de 24 entrevistas en ciudades medias de los estados de Jalisco y Colima: seis para cada una de las categorías elegidas: viudas, separadas, madres solteras y divorciadas; 15 de éstas fueron realizadas en las ciudades de Colima, Manzanillo y Tecomán, en el estado de Colima, y nueve en Ciudad Guzmán y Guadalajara, en Jalisco. En Guadalajara se entrevistaron tres mujeres pero, tras observar la dinámica socioeconómica de la misma, el efecto del tamaño de la ciudad en el estigma, posibilidades de empleo, creación de nuevas redes sociales, e ingresos más altos que en el resto de las ciudades, quedó fuera debido a que ello imprimió una dinámica distinta al resto de las familias y mujeres entrevistadas. No obstante, los datos de estas entrevistas fueron utilizados en el análisis. La tabla 1 muestra el perfil sociodemográfico de las mujeres entrevistadas. 64 Tabla 1 Perfil sociodemográfico de las entrevistadas Preparatoria Número de hijos 3 50 Abogada defensora Media Licenciatura 1 Viuda 58 Media alta Licenciatura 5 Tecomán Viuda 39 Media Licenciatura 2 5V Guadalajara Viuda 48 Empresaria de la construcción Administradora centro comercial Propietaria de salón de belleza Media Preparatoria 2 6V Tecomán Viuda 64 Empleada doméstica Baja Primaria inconclusa 5 1S Tecomán Separada 33 Vendedora ambulante de servicios funerarios Baja Primaria 4 2S Colima Separada 39 Periodista Baja Licenciatura 1 3S 4S Colima Separada 34 Profesora e investigadora Media Posdoctorado 1 Colima Separada 36 Empleada doméstica Baja Secundaria 4 5S Tecomán Separada 43 6S Guadalajara Separada 1MS Colima Madre soltera Ciudad Estado civil Edad Ocupación 1V Colima 54 2V Colima Viuda Viuda/ Separada 3V Colima 4V Escolaridad Baja Secundaria 3 52 Vendedora ambulante de cosméticos y zapatos por catálogo Vendedora de bienes raíces Media alta Maestría 2 43 Empleada lavandería Baja Primaria 1 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM 65 Cocinera Clase social Baja Entrevista Ciudad Estado civil Edad Ocupación Clase social Escolaridad Número de hijos 2MS Tecomán Madre soltera 48 Empacadora de limón Baja Primaria inconclusa 5 3MS Tecomán 72 Comerciante Media Analfabeta 8 4MS 43 Cocinera Baja Secundaria 1 34 Licenciatura 1 40 Comerciante de repostería Propietaria salón de belleza Media 6MS Ciudad Guzmán Ciudad Guzmán Ciudad Guzmán Madre soltera Madre soltera Madre soltera Madre soltera Media Licenciatura 1 1D Colima Divorciada 39 Comerciante Media Preparatoria 1 2D Manzanillo Divorciada 32 Media alta Licenciatura 1 3D Manzanillo Divorciada 38 Media Preparatoria 2 4D Manzanillo Divorciada 34 Media Preparatoria 1 5D Tecomán Divorciada 45 Baja Secundaria 3 6D Colima Divorciada 46 Administradora de club de golf Propietaria de salón de belleza Vendedora de bienes raíces Comerciante ambulante Vendedora de publicidad Media Preparatoria 1 5MS 66 Fuente: Elaboración propia. ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ Entrevista MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM Los temas abordados en las entrevistas fueron su percepción e imaginarios sociales sobre la jefatura del hogar, la familia y la familia ideal, su vida laboral, el camino hacia la jefatura del hogar, la creación de nuevas redes sociales a partir de la muerte o ruptura con la pareja, la composición del hogar, la composición de la economía del hogar, los cambios en el hogar tras la muerte o ruptura con la pareja, los probables procesos de exclusión social y estigma y la auto-percepción de las mujeres como jefas de familia. Del universo de datos generados por la investigación, en este capítulo recupero las experiencias estigmatizantes que las entrevistadas enfrentaron tras la muerte o ruptura con su pareja. A partir de ello, identifico si hay una suerte de continuum o escala de posiciones para cada categoría social y cultural de las entrevistadas al observar las formas de estigma que nombraron de acuerdo a su condición social o cultural —además de la edad o la clase social como ya discutí en otro momento (Cuevas, 2010)— y la manera en que esto influye en los procesos de rechazo social que enfrentaron, así como la forma en que ellas respondieron a tales situaciones. Con ello busco arrojar luz a la manera en que los distintos grupos sociales, con los que ellas interactuaron, valoraron el nuevo estatus de las entrevistadas y distinguieron, a partir de los imaginarios de las entrevistadas, la valoración social de distintas categorías de mujeres solas. Los hallazgos y datos empíricos generados por la investigación aquí referida, arrojan una amplia información respecto a los mecanismos y prácticas estigmatizantes que enfrentan las mujeres en la transición de una familia nuclear a una monoparental o en su intento por formar una. Hay escasas investigaciones que muestran cómo se ven a sí mismas las jefas de familia y la degradación de la vida social que experimentan tras la ruptura o muerte de la pareja o el nacimiento de los hijos e hijas sin un padre presente. Los trabajos de Martínez (1997), Rodríguez (1997) y Vázquez (1997) abonan hallazgos valiosos al respecto, mas no abordan de manera directa este problema. Lo que este capítulo permite conocer, pues, es la percepción de mujeres solas las cuales se desenvuelven en contextos urbanos medios tradicionales en donde es más difícil pasar desapercibidas. Los datos reflejan la vigente y amplia repro67 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ ducción de una visión patriarcal que afecta, de manera profunda, a las mujeres (con hijos) que por distintos motivos no tienen una pareja. La investigación parte del supuesto que el estigma social que enfrentan estas mujeres es infundado e, incluso, a decir de algunos autores como Jelin (2008, 103), menos frecuente en las sociedades latinoamericanas contemporáneas. No obstante, como los datos empíricos muestran, lejos de ser una situación aislada y clasista —y propia de mujeres con hijos y sin pareja—, es una actitud generalizada dentro de la cual es posible distinguir que a mayor cercanía de la categoría con el modelo familiar nuclear o formalización de la relación —entiéndase matrimonio civil— mayor respeto social recibe. Consideraciones teóricas y conceptuales La discusión del corpus empírico se hizo desde la teoría del estigma, patriarcado, imaginario social y los conceptos mujeres solas y continuum. Desde este marco se observan las posibles relaciones entre los procesos estigmatizantes que las entrevistadas enfrentaron y la posición de cada categoría de mujeres en el imaginario social; este último, construido a partir de la auto-percepción de las informantes. Sobre el estigma y sus modos operandi en la vida cotidiana En un sentido estrictamente sociológico, el problema fundamental de las relaciones entre distintos grupos de una misma sociedad estriba en el lugar que cada uno de ellos ocupa en la estructura social. El lugar está determinado por las relaciones de poder entre ellos, materializadas por el lenguaje, normas, prácticas y códigos determinados en buena medida, por la clase social, el sexo y la edad. ¿Cómo sabe un grupo o individuo cuando alguno de ellos ha transgredido la normalidad y es señalado y estigmatizado por los demás? Goffman (2006, 14) sugiere que ello se da básicamente cuando el grupo al que pertenece identifica algún elemento que lo hace diferente en cualquiera de los tres siguientes niveles: físico (malformación), tribales (políticos, religiosos, sociales, etcétera) 68 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM o psicológicos (delincuentes, drogadictos, criminal, etcétera). Así también, Goffman (2006, 14) sostiene que cuando esto sucede se produce el estigma, entendiéndose como “una clase especial de relación entre atributo y estereotipo”. Quien lo padece es considerado una persona no humana y, partiendo de ese punto de vista, señala diversos tipos de discriminación: Mediante los [estigmas] […] reducimos en la práctica, aunque a menudo sin pensarlo, sus posibilidades de vida. Construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias, como, por ejemplo, la clase social. En nuestro lenguaje cotidiano utilizamos metáforas e imágenes, términos específicamente referidos al estigma, tales como inválido, bastardo y tarado, sin acordarnos, por lo general, de su significado real. El estigmatizado es una persona que puede ser desacreditada y excluida y esto tiene un impacto significativo en su vida social. El proceso de desacreditación lo ejecuta el normal; es decir, el que vive dentro de los códigos que dicta la norma, quien tiene la autoridad para enunciar los atributos del estigmatizado y, además, considera que él mismo no debe comportarse así. Para quien sufre el estigma, individuo que por demás tiene las mismas creencias que una persona normal, cualquier mención que se externe sobre él o ella será entendida como un rechazo, ya que no están dispuestos a establecer contacto con el mismo en igualdad de condiciones. Es por ello que, quien considera que puede ser estigmatizado y excluido socialmente, evita que su condición se conozca y evita también el contacto con los normales, es decir, se autoexcluye. Esto explica por qué las mujeres estudiadas tienden, como estrategia, a autoexcluirse al romper con sus parejas ya que su posición dentro de la sociedad se modifica y adquiere un atributo de anormalidad que puede ser enfatizado en su contacto con los normales. Sin importar la condición por la cual las mujeres entrevistadas no tuvieron pareja, todas hicieron referencia a una vida social muy limitada e incómoda tras el cambio de su estado civil. 69 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ Las entrevistas muestran tendencias claras sobre la manera en que opera el estigma: es transclasista y no hay diferencias por edad ni por estado civil, aunque sí diferencias en la intensidad del mismo de acuerdo a la categoría civil o cultural y tipos de estigmatizadores. No obstante, todas las mujeres estudiadas sufrieron exclusión social en mayor o menor medida a partir de la muerte o ruptura con su pareja y el nacimiento de los hijos en el caso de las madres solteras. En todos los casos, la/el estigmatizador fue una persona normal —en términos goffnianos—, cercanas a sus círculos sociales (familiares y amigos cercanos y, en menor medida, de colegas de trabajo) que calificaron abierta o indirectamente como negativa la ausencia de la pareja y el llevar a cabo una vida social activa. Para la mayor parte de las entrevistadas, el estigma se convirtió en parte de su vida cotidiana tras la muerte de su pareja, rompimiento con ella o el nacimiento de un hijo, en el caso de las madres solteras. Esto explica por qué la mayor parte de ellas desearon pasar desapercibidas o vivir en ciudades más grandes, en donde consideraron que las mujeres solas son más toleradas. La estigmatización que sufre la mayor parte de estas mujeres surge de la transición de una familia nuclear a una vida sin pareja. A nivel de estigma, los datos muestran que, en términos concretos, tanto viudas como separadas, divorciadas y madres solteras fueron excluidas por no tener pareja y si bien las viudas fueron moral y socialmente más toleradas, fueron de igual manera rechazadas o evitadas en términos sociales. Asimismo, es un hecho que las separadas, madres solteras y divorciadas percibieron sanciones sociales que fueron de lo sutil a lo frontal al conocerse su condición civil o cultural, lo que habla de la persistencia de una oportuna y vigente cultura patriarcal. Patriarcado y estigma Siguiendo a Walby (1990, 20), por patriarcado entiendo: Un sistema de estructuras y prácticas en las que los hombres dominan, oprimen y explotan a las mujeres… El patriarcado necesita ser conceptualizado en diferentes niveles de abstracción […]. En el nivel más abstracto éste existe como un sistema de relaciones sociales […]. En el nivel menos abstracto el patriarcado 70 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM está compuesto por seis estructuras: el modo patriarcal de producción, relaciones patriarcales de empleo remunerado, relaciones patriarcales con el Estado, violencia masculina, relaciones patriarcales en la sexualidad y relaciones patriarcales en las instituciones culturales.2 El patriarcado permea todas las esferas de la vida privada y pública de la sociedad y le otorga a los hombres la autoridad sobre las mujeres y los hijos. El patriarcado es una condición de vida desde la antigüedad. Tanto en México como en Latinoamérica, se traslada y opera de manera explícita en las distintas constituciones y en las relaciones entre hombres y mujeres a lo largo de la historia. La relación del patriarcado con la valoración social de las mujeres solas es cercana y permite entender cómo y por qué el abandono del papel tradicional de las mujeres como las responsables del cuidado del marido y de los hijos, como Jelin (2008, 119) sostiene, es visto como un peligro y considerado, incluso, una anormalidad. Los trabajos de Salles (2001) y Acosta (2008) a finales del siglo XX y principios del XXI en México y América Latina, muestran que su situación se ha modificado a lo largo del tiempo. No obstante, los imaginarios sociales en torno a ambos están moldeados en relación con lo que llamo una inercia cultural patriarcal al persistir como marco de valoración amplio y vigente para evaluar la conducta e identidad femenina. Como podremos ver en los distintos fragmentos de las entrevistas citadas en este capítulo, el trato que las mujeres —de todas las categorías civiles y culturales —recibieron tras la muerte de su pareja o ruptura con ella, muestra dicha inercia. En las prácticas y discursos estigmatizantes, se cuestionó su autoridad y respetabilidad como mujeres e, incluso, su reconocimiento como familia tras la muerte o ruptura con su pareja. ¿Qué está en juego cuando una mujer pierde a su pareja en una cultura patriarcal? Su calidad y autoridad moral y el control sobre su vida sexual, como esta investigación sugiere. Para las mujeres solas, de todas las categorías estudiadas, la muerte de su pareja o la ruptura con ella se tradujeron en un trato social diferenciado, 2 Traducción propia. 71 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ en cambios profundos respecto a su vida social y en una celosa vigilancia y especulación sobre cómo llevaron su vida personal y familiar lo cual afectó tanto a ellas como a sus hijos. Ésta, quizá, sea la razón por la cual sus discursos estuvieron impregnados de ambigüedades y contradicciones al hablar de su sensación de soledad y auto clasificarse como mujeres solas. No obstante, es necesario entender que el sentido atribuido por las mismas, a la soledad, surgió de la pérdida de las redes sociales efectuadas durante su vida en pareja y de la dificultad para hacer otras nuevas tras la muerte de la pareja o ruptura con ésta. Veamos ahora cómo esta herencia histórica, jurídica y cultural se reproduce en los imaginarios sociales percibidos por ellas y los procesos de estigma que experimentaron tras este evento. Imaginarios sociales La definición de imaginario social aquí utilizada se sustenta en la propuesta de Castoriadis (1975), quien discute que éste se puede entender como la dimensión de los significados discursivos prácticos, simbólicos e imaginarios que le dan forma y especificidad al comportamiento humano mediante el lenguaje. A través de éste, los individuos regulan las relaciones entre ellos mediante el uso de elementos lingüísticos de todo tipo, como pueden ser legales, religiosos, morales, sexuales y políticos, entre otros. Estos elementos no sólo nombran una condición específica, sino que también tienen la función de regular las actitudes humanas. Esta regulación permite transformar las ideas en actitudes, así como mantener un orden social sobre lo que está permitido o no, dentro de cada grupo social. Es decir, mediante el lenguaje se alude a la dimensión simbólica de las actividades y prácticas humanas al interior de los grupos. Esas relaciones se convierten en actividades llenas de simbolismo (sentidos culturales) que traducen las ideas y actitudes dominantes en normas, actitudes y códigos de conducta palpables y materializados. En ese sentido, la representación imaginaria de la mujer se define en función de prácticas concretas (las mujeres hijas o como madres y esposas), símbolos en torno a ella (el hombre como tutor o custodio de las mujeres y la familia) y, por tanto, imaginaria (las mujeres protegidas y cuidadas a través de sus padres, parejas o ambos). 72 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM El concepto familia está ligado de manera íntima a dichos imaginarios. Una mirada a sus definiciones y tratamiento muestran aproximaciones desiguales e irregulares. La mayor parte de éstas —particularmente las que proporcionan las iglesias, las escuelas y el Estado— tienden a definirla como una estructura única y poco cambiante, conformada por ambos padres y sus hijos biológicos. Al concebirla como tal, subestiman y minimizan la relevancia de otras formas de organización familiar que crecen a la par de ese modelo predominante pero no único. En palabras de Segalen (1981, 10; citado por Salles, 2001, 108), el término familia designa, al mismo tiempo, individuos que relaciones. En torno a las primeras, sostiene que las prácticas de convivencia familiar son tanto relaciones fundantes como realidades vividas; en torno a las segundas, discute que como institución puede ser estudiada desde las prácticas viejas cristalizadas que la regulan y que dictan lo que debe ser. Aquí es en donde Salles (2001, 108) sostiene que ambos enfoques se cruzan y dan vida a mitos, leyes, normas y sanciones morales de distinto alcance tanto para las familias como para las mujeres. Las mujeres solas y el continuum En este texto me refiero a las mujeres entrevistadas como madres solas y parto, para tal apreciación, de su auto concepción así como del hecho de que todas ellas fueron madres y no tuvieron pareja.3 El concepto surge de la propia percepción de las entrevistadas como mujeres solas para referirse a su soledad y vulnerabilidad socioeconómica a partir de tres sucesos: el primero de ellos fue la soledad o ausencia emocional que les dejó la muerte de su pareja o la separación de ésta. La ruptura del lazo, ya fuera un hecho fortuito, unilateral o acordado, fue vivido como vulnerabilidad. El segundo elemento fue saberse y verse como las principales —y a menudo únicas— responsables de la crianza, educación y socialización de los hijos. De ahí la importancia de referirme a ellas como madres 3 Por pareja me refiero a una persona con la cual tuvieron una relación sentimental, sexual, o ambas, al momento de la entrevista. Es interesante notar que en tres casos las mujeres tuvieron pareja permanente, pero no la consideraron una relación importante o seria que las hiciera percibirse como emocionalmente completas o acompañadas en el sentido que el concepto refiere. 73 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ solas. El tercer elemento fue la pérdida o reducción de sus redes sociales y la necesidad de crear nuevas debido al rechazo social, así como al poco tiempo libre que le deja su trabajo y la crianza de los hijos. Al momento de hacer el análisis fue evidente que por encima de su soledad, como mujeres, estuvo su condición de madres solas por la ausencia de apoyos sociales y legales tanto para las mujeres unidas legalmente a su pareja como para aquéllas que con éstos cohabitaron y procrearon hijos. De esta manera, a lo largo del capítulo se usan ambos conceptos casi de manera indistinta para enfatizar su condición como tales. Finalmente, por continuum me refiero, como sugerí al inicio de esta discusión, a la posición inicial, media o final que ocupan las entrevistadas dentro de un grupo social ocurrido en momentos específicos de su vida. El continuum es construido mediante la identificación de la intensidad de las prácticas o discursos estigmatizantes que enfrentaron las mujeres viudas, separadas, madres solteras y divorciadas tras la muerte de su pareja o ruptura con ella, lo cual produce un cambio en su posición y valoración social como personas. Sin duda alguna, hay un umbral en la escala social del grupo al que pertenecen y el ejercicio es ver cómo son excluidas y marcadas al morir su pareja o separarse de ella. En otro momento discutí (Cuevas, 2010) que las mujeres solas eran más propensas a ser estigmatizadas y acosadas sexualmente cuando son mujeres solas, que cuando están con su pareja. Esto, como he sostenido a lo largo del documento, es un indicador claro de una persistente cultura patriarcal que las vulnera. No obstante, es necesario distinguir, como me han hecho notar en distintos momentos y foros, que hay diferencias en la posición y valoración social de cada una de las categorías de mujeres estudiadas. Si bien todas ellas son mayormente rechazadas al perder a su pareja, no todas gozan de la misma empatía y apoyo social. Estos cambios son los que analizaré para entender en qué posición de esa escala se encuentran y cómo y por qué se origina esto. El continuum del estigma Al respecto, Goffman (2006, 154) puntualiza cómo los individuos que sufren una repentina estigmatización —de normal a estigmatizada, léase de tener pareja a no tenerla— pueden sobrevivir psi74 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM cológicamente al cambio de condición. Sostiene que lo hacen por medio del entrenamiento en la vida cotidiana, al enfrentar situaciones que les recuerdan su atributo de anormalidad mediante el reconocimiento de ésta; lo cual, como se verá, es doloroso. Sin importar la condición civil y cultural de las mujeres estudiadas, todas ellas enfrentaron un atributo de anormalidad social; en este caso, cultural, por la muerte de la pareja o la ruptura con ella, lo cual las colocó en una situación social desventajosa. Todas ellas, en función de la categoría en la que se ubicaron, su clase social y su edad, enfrentaron y resistieron discursos y prácticas estigmatizantes de distintas personas, principalmente de mujeres y familiares cercanos. Las prácticas y discursos estigmatizantes, que experimentaron las entrevistadas, buscaron —tal vez de manera inconsciente, como Goffman afirma— la legitimación de las familias nucleares —promovidas por los distintos discursos como la familia ideal y aspiración universal— con la intención de mantener el orden social y vigente. Ya sea que fuera un proceso consciente o no por parte de las entrevistadas, la subordinación y vigilancia a la que fueron sujetas tras ingresar a la categoría mujeres solas, refleja valores patriarcales ampliamente extendidos en su grupo social y en la sociedad en general. Dentro de esa lógica las mujeres solas más respetadas fueron las viudas, seguidas por las separadas, las madres solteras y las divorciadas. De lo anterior destaca que, a mayor cercanía con la familia nuclear, mejor fue su posición dentro del continuum, aunque estuvo lejos de ser la misma del que gozaron durante su vida de pareja. Veamos cómo construí dicho continuum, cómo operó el estigma y quiénes fueron los estigmatizadores en cada una de las categorías estudiadas. Las viudas Al observar los procesos estigmatizantes que enfrentaron las madres viudas por clase social, vínculo con la pareja4 y edad, no en4 Los criterios de selección de las viudas consideraron que tuvieran hijos con la pareja al momento de su muerte, ya fuera vínculo legal o consensual. De los seis casos, cinco estuvieron casadas por el medio legal y uno en unión libre. 75 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ contré diferencias significativas en ellos. En estricto sentido, el mismo estigma enfrentaron las viudas jóvenes, de edad media, adultas o adultas mayores, que las pobres, de clase media y ricas que de clase baja, media o media alta.5 En todos los casos el estigma buscó marcar la transición social de una vida normal en pareja a una vida anormal como madre sola tras la muerte de ésta. Ello muestra, como veremos en los siguientes fragmentos que la ausencia de la pareja fue leída por los normales —de quienes siempre proviene el estigma— como peligro social, sobre todo cuando las viudas tuvieron vida social y comprendieron que su conducta social, moral y sexual debía ser recatada. Para otras, la muerte6 de su pareja implicó un desconocimiento de la identidad individual al ser asociada con su estado civil más que como amiga, vecina, colega o mujeres mismas. La muerte de la pareja significó la pérdida de respeto social y la entrada de dinámicas y valoraciones patriarcales. Veamos las siguientes citas: Cuando tú estás casada o que tienes tu matrimonio, pareja o lo que sea, yo veo [que] la gente no se mete contigo y nada más queda una persona sola y todo mundo se siente con derechos de opinar sobre tu vida… Entonces es una marginación, y… se siente uno muy observado por toda la gente y en lugar de ayudarte… la gente te golpea (58 años, viuda, propietaria de constructora, 5 hijos, Colima, licenciatura, clase media alta). Casi no salgo, no soy dada de estar afuera y siempre del trabajo a la casa y me meto y pues estoy bien porque al cabo estoy adentro [en mi casa]. Quizá porque no me conocían [los vecinos], entonces no sabían cómo [había muerto mi esposo] pero sabían que era viuda entonces [me decían] “es la viuda”. Y dije, 5 6 La edad de las mujeres viudas se ubicó entre los 39 y 64 años. Las causas de muerte influyen en el imaginario social de las viudas dentro de sus círculos sociales y familiares. En tres de seis casos, sus parejas murieron de distintos tipos de cáncer e infarto al corazón. En dos casos más, por accidente –un ahogado y un choque en la carretera–; y en el último caso, en un asesinato al defender la propiedad en donde trabajaba como velador. La causa de la muerte de la pareja juega un papel importante en la valoración de su rol como esposa y mujer y, en la viudez, pueden ser factores de apoyo o rechazo social en función de cómo valoren esas redes, su comportamiento. 76 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM no, no; soy Alma. Se me hace algo tan, quizá un dolor tan grande [que te digan así] pero me di cuenta que es más el dolor de haberlo perdido [a mi esposo] que a un simple nombre, un simple algo…, una simple palabra. Ya no significa nada para mí [que me digan viuda] (39 años, viuda, contadora, 2 hijos, Tecomán, licenciatura, clase media). Yo tengo un compadre que se acaba de morir hace poquito que se llamaba Rafael Alcaraz; él, donde quiera que me veía se paraba [y me decía] “¡Comadrita!, ¿cómo estás?”, pero aquí que hubiera venido (a saludarme) no, no sé. Una vez me dijo él que [no venía] porque le daba no sé qué venir y [que] no estuviera su compadre. Entonces, no sé si será cierto o mentira [lo que dijo]. Yo siempre dije [cuando esto pasaba] “bueno, pues ya”. Yo pienso que todo es… pues, material, ¿no? Bueno, pues ya, total ya se acabó [la relación]; se murió el ahijado y se murió el compadrazgo... (54 años, viuda, cocinera, 4 hijas, Colima, bachillerato, clase baja). En las citas anteriores se observa que el estigma es transclasista y transetario. Asimismo, es posible sostener que dañaron tanto las emociones como el sentido de pertenencia social de las entrevistadas. Una de las principales consecuencias del estigma entre las mujeres de esta categoría fue el debilitamiento de su vida social, la autoexclusión como medida de protección social, así como un mayor cuidado en su comportamiento social, en particular, en convivencias o actividades en donde hubo hombres. En lo relativo a los estigmatizadores, se encontraron diferencias significativas por género, vínculo y clase social. En la mayor parte de los casos fueron las mujeres quienes agredieron a las viudas y, en una menor medida, los hombres y colegas de trabajo; y ambos buscaron —quizá al verse amenazados y de manera inconsciente— controlar su comportamiento social y sexual. En cuanto a la clase social, se observa que las viudas de clase media fueron vigiladas muy de cerca por su familia. Veamos dos ejemplos: Eran segundos porque eran parientes, era hermana de mi abuela; ella me invitó a irme a vivir con ellos; entonces al tiempo, obviamente yo estaba bien 77 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ jovencita, yo tenía un novio que era Donato […]. Yo tenía 19 años, 20 años más o menos; obviamente mi vida continuaba pero mi tío, esposo de mi tía, que era especial, dijo “ya no se va poder quedar, y que ya se vaya, y que [ella es] mal ejemplo para las muchachas (mis hijas) y bla, bla, bla”, ¿no? (48 años, viuda, propietaria de salón de belleza, 2 hijos, Guadalajara, preparatoria, clase media). Yo callada, guardando silencio porque otra vez eso de que eres casada, de que eres independiente, de que ya avanzaste una etapa, mucho territorio, ya avanzaste en cuanto a tus papás o con tu familia, en que te respeten cosas que tú ya decidiste por ti misma y que son diferentes al ritmo familiar, a las reglas familiares, ya las avanzaste y al rato que tienes que regresarte otra vez. O sea, dije […] “¿Y esto de qué se trata?” […]. Automáticamente [en] la mente de tus papás desaparece el marido y entran los papás. Y ¡sobres!, ya están encima vigilándote: “¿a dónde vas?, ¿cuándo vas? […]. Había que reportarme, todo (50 años, viuda, abogada, 1 hijo, Colima, licenciatura, clase media). De lo anterior se puede argumentar que las viudas entrevistadas, sin importar su edad, escolaridad y el tipo de ciudad donde residen, fueron vigiladas, cuidadas y estigmatizadas de manera muy celosa por sus familias. Las viudas respondieron a esto alejándose de la familia tanto como pudieron, pero esto no siempre fue posible. En el caso de las viudas de clase media alta, su independencia económica, mayor edad respecto al resto de las viudas entrevistadas y una educación familiar más liberal, relajaron los controles sociales y sexuales hacia ellas. En su defecto, el estigma enfrentado por las viudas de clase baja provino más de amigos cercanos y vecinos que de la propia familia. El estigma buscó, al igual que con las viudas de clases más altas, controlar su comportamiento sexual y social como lo sugiere la siguiente cita: Ya después [de que se muere el esposo] lo ven a uno como que hay […] un cambió entre… hasta aun de las mismas amistades. Porque ¡óyeme! tá uno platicando y hasta le cuidan la mirada porque ya piensan [que] uno… No pueden, como le digo, no puede uno 78 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM platicar con nadie porque ya él, como es señora, sola y viuda pues a lo mejor su…, desconfían de uno (64 años, viuda, empleada doméstica, 5 hijos, Tecomán, primaria inconclusa, clase baja). A partir de lo encontrado se puede sostener que la pérdida de la pareja es vista, por hombres y mujeres, como una amenaza para el orden social y, con ello, la familia nuclear y el matrimonio, espacios en donde la primera está mejor custodiada dentro del pensamiento patriarcal. Veamos ahora qué tipo de estigma y quiénes estigmatizaron a las mujeres separadas. Las separadas Las mujeres separadas, a diferencia de las viudas, enfrentaron mayor estigma. En ellas se distinguieron dos tipos de comportamiento: las que omitieron su estado civil para evitar el rechazo social y las que lo dijeron al no sentirse avergonzadas de él y, por ello, enfrentaron mayor estigma. Esto es muy significativo si consideramos que las viudas no tuvieron necesidad de ocultar o evitar mencionar su estado civil. No obstante, como vimos en la sección anterior, ellas también perdieron estatus social tras la muerte de su pareja y, a menudo, su identidad individual sufrió cambios profundos al ser asociadas como viudas más que como mujeres o madres. Esto sugiere que si bien las mujeres solas en general son propensas a sufrir estigma, su estado civil o cultural implica valoraciones sociales diferenciadas. Veamos el siguiente fragmento que ilustra este argumento: En lugares en donde yo detecto que la sociedad es muy tradicional […]; por ejemplo, cuando yo llegué a vivir a Jiquilpan con Diego, todas las mujeres [decían]: “¡Ay, mucho gusto!, ¿y este niño, es suyo?” [Yo respondía] sí, [y preguntaban]: “¿y su marido?” […] Entonces mi respuesta era, sin titubear: “está en Morelia, allá trabaja. […] “¿Y viene?”, [a lo cual yo les decía] “sí”. O sea, ¿por qué (mentí)?, porque yo sabía que es más fácil como darles por su lado que ponerme a darles una explicación: “es que fíjese usted que yo estoy separada…” (34 años, separada, profesora e investigadora, un hijo, Colima, posdoctorado, clase media). 79 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ No concluí nunca el ciclo del divorcio porque cuando me di cuenta que el papel era el que me detenía para hacer mi vida y que él ya había hecho su vida, entonces dije: “No, pues no”. Me presento como madre soltera. No sé, si es una cuestión de trabajo, me presento como licenciada (39 años, separada, periodista, un hijo, Colima, licenciatura, clase baja). ¿Por qué ocultaron su separación algunas mujeres? ¿Por qué es más conveniente presentarse como madre soltera? ¿En qué contextos es desventajoso dar a conocer que están separadas? ¿Qué nos dice esto del patriarcado? Las mujeres viudas, a diferencia de las separadas,7 fueron socialmente valoradas por darle a su pareja el apoyo y cuidado durante la enfermedad o accidente. Las separadas, en cambio, enfrentaron los comentarios, opiniones y preguntas de amigos y familiares sobre el por qué de la separación. Esto, a menudo, llevó al distanciamiento y pérdida de amigos y familiares y, en no pocos casos, a que ellos tomaran partido por alguna de las dos partes. Este hecho, común en la ruptura o distanciamiento en casi cualquier pareja, arroja luz sobre la valoración social del papel de hombres y mujeres en la forma en que pierden su pareja. Asimismo, el rompimiento fue visto por las partes más conservadoras como rompimiento del orden social; en particular, un peligro para los matrimonios desde la perspectiva de las mujeres, y la oportunidad de un encuentro sexual para los hombres. La siguiente cita es un ejemplo de esta situación: Criticada sí, de hecho mi esposo, mi exesposo… ¡ya ni sé cómo llamarle!, es lo que le importaba [al separarnos]: “es que la gente qué va a decir…”. Y sí, de repente eres el… la comidilla de la… del pueblo, ¿edá?, cuando se enteran; pero igual a mí no me interesa. Yo digo que soy separada, a los hombres les da gusto, a las mujeres no [risas]. Sí, es cierto, sí, la verdad, ¿no? Lo que pasa es que las mujeres de repente piensan: “¡me va a quitar a mi marido!” o “¡está sola, el marido se va a fijar en ella!”. Entonces, se van por ese lado, la que ver[dad] sí, así es (33 años, separada, co7 De las seis mujeres entrevistadas en esta categoría, cinco se unieron de manera legal y una vivió en una relación consensual por 17 años. Sus edades oscilaron entre los 33 y 52 años. 80 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM merciante de servicios funerarios, 4 hijos, Tecomán, primaria, clase baja). De la cita anterior destacan dos aspectos: el primero es la influencia que tiene el tamaño del lugar donde residen las entrevistadas en los procesos de estigma y control social; y el segundo, el hecho de que la mujer no ocultó su estado civil. Sobre el primero, sobresale que la percepción de las entrevistadas de todas las categorías fue que, a menor tamaño de la ciudad de residencia menor la posibilidad de pasar desapercibida. Como discutí en otro momento (Cuevas, 2010), la dimensión de la localidad otorga ventajas y desventajas a las mujeres solas que fueron estudiadas. En ciudades medias es muy difícil pasar desapercibida; en particular, cuando las entrevistadas se quedaron en las ciudades a las que emigraron con sus parejas, lo cual se asoció a procesos más agudos de estigma. Si revisamos el imaginario social mexicano8 de las viudas para las religiones y el Estado mismo, podemos ver que son altamente valoradas —aunque inferiores a las mujeres casadas— y percibidas como desprotegidas y débiles, pero merecedoras de apoyo moral, social e institucional. No obstante, dicha valoración no se extiende por igual a todas las mujeres sin pareja, en particular a las separadas, madres solteras y divorciadas. El camino hacia una vida sola es clave en la valoración que se tiene de ellas, así como su posición dentro del continuum. Si bien las mujeres tienen, y en algunas codificaciones estatales que aquellas que cohabitaron con su pareja, igualdad jurídica con su pareja cuando están legalmente unidas, los marcos jurídicos actuales son inoperantes tras la separación o el divorcio.9 Tras la viudez o la separación entran en juego inercias socioculturales, jurídicas e históricas10 en la valoración de la posición de la mu8 9 10 Es muy importante notar que el apoyo de las iglesias, Estado y diversas instituciones a distintas categorías de mujeres solas en América Latina difiere de manera notable, como he encontrado. El caso mexicano parece el más conservador y moralista y el que restringe, tanto apoyos como reconocimiento como familias y sujetos, en mayor medida. Principalmente por la irresponsabilidad económica y la dificultad de operar los marcos jurídicos actuales que protegen tanto a familias legalmente constituidas como a las de cohabitación tras la ruptura del lazo. Ancladas en códigos civiles derivadas del derecho romano y napoleónico, en donde la mujer no tenía igualdad jurídica y era custodiada por su padre cuando es soltera 81 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ jer al romper con su pareja. Esto se debe a que por siglos el respeto que recibieron y la posición social que adquirieron provinieron de su padre cuando era soltera y de su esposo cuando estaba casada. Esta inercia cultural arroja una importante luz al efecto negativo que ésta tiene en las mujeres solas al tratarlas como hijas de familia y, técnicamente, como menores de edad y mujeres peligrosas para otros matrimonios, además de tentación para los hombres. En cuanto a quiénes fueron los estigmatizadores se encontró que, como sucedió con las viudas, sus congéneres —principalmente las casadas— fueron quienes más las rechazaron. No obstante, los hombres —en particular los padres y los hermanos— también ejercieron un control dominante sobre su cuerpo y su sexualidad. Sin importar quién las estigmatizó más o la intensidad del estigma, todos trataron de evitar que “les quitara el marido” o “que pensaran que les quería quitar el marido”; o, en su defecto, que disminuyeran su vida social para no ser vistas como una amenaza para otros matrimonios. En este sentido, el mayor control se dio hacia las separadas más jóvenes. Esto marcó otra diferencia significativa entre ellas y las viudas entrevistadas, grupo en el que la edad no encontré mayor rechazo social. Un último aspecto que vale la pena comentar es que las separadas que ocultaron su estado civil tuvieron altos niveles de escolaridad y pertenecieron a clases medias y medias altas. Ellas tuvieron una vida social más equilibrada y satisfactoria gracias a ello y a un entendimiento muy claro de su nueva situación social. En los dos casos detectados, su escolaridad les abrió las puertas a una vida social más incluyente, así como a la estabilidad económica. Es decir, las personas con las que se relacionaron se beneficiaron de su conocimiento y redes sociales. Veamos dos ejemplos: Yo tenía una vecina, también la gente del pueblo que se sentían los de la élite. Por ejemplo, la vecina de en frente [de mi casa] eran directores de escuela ella y su marido. En cuanto supieron que yo estaba en la UNAM y que no sé qué, fueron a llevarme unos chocolates […]. Me invitaban a todas sus fiestas, priy por su pareja cuando está casada; es decir, era la eterna menor de edad, como lo establece Rousseau en 1804, en el código napoleónico. 82 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM meras comuniones y, por supuesto, cada que se podía que si les prestaba algún material, que si les prestaba algo. En algún momento que tuvieron que hacer unos trámites de la SEP y no sé qué de la Universidad Michoacana, me pidieron que si los podía acompañar y sí los acompañé y les presenté gente (34 años, separada, profesora e investigadora, un hijo, Colima, posdoctorado, clase media). […] En mi trabajo me ves con puros hombres, les digo yo ahorita, si me dices, pero es en negocios. Pero a mí no me importa, como te digo, yo sé que ando en negocios. Y sí, me vas a ver en restaurant pero con puros hombres porque lo que yo hago [vender bienes raíces] va muy relacionado con ingenieros, arquitectos y es puro hombre; somos raras las mujeres que andamos en eso (52 años, separada, vendedora de bienes raíces, dos hijos, Guadalajara, maestría, clase media alta). ¿Hubiera sido igual su vida social y laboral si ellas, al igual que las otras mujeres separadas, no hubieran ocultado su estado civil?, es muy probable. En el primer caso, por la prevalencia de una cultura tradicional y la reducida extensión de la ciudad en que residen; y en el segundo, por las ventajas que le dio precisamente el tamaño de la ciudad donde residen y sus relaciones sociales; esto muestra que dicho factor, la escolaridad, la clase social y la inteligencia de las mujeres inciden directamente en cómo enfrentan y evitan el estigma. Veamos ahora a las madres solteras, quienes ocuparon la tercera posición en una escala que va de la mayor a la menor posición en el continuum. Las madres solteras Las madres solteras, al igual que las viudas y las separadas, enfrentaron el estigma y rechazo social al no tener una pareja. No obstante, a diferencia de las dos categorías anteriores, el estigma y rechazo provino, en gran medida, de sus familias y, en menor grado, de sus amigos y conocidos. Al observar cómo operó el estigma y su posible relación con la edad y clase social, no se encontraron diferencias relevantes. Las entrevistadas enfrentaron la dura reacción y rechazo de sus familias —en particular la de sus padres y 83 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ hermanos varones— como mecanismo de castigo al ejercer su sexualidad y concebir un hijo sin tener una pareja, sin un matrimonio o, incluso, una pareja reconocida por ellos. Los fragmentos de las distintas entrevistas realizadas a ellas muestran que la maternidad representó para la familia un hecho vergonzoso que castigaron con rechazo, indiferencia y abandono emocional. Veamos algunos ejemplos: A mí me dio entre miedo y felicidad en el momento en el que fui a hacerme el ése… ¿cómo se llama?, el estudio [para saber si] estás embarazada... ¡el ultrasonido! […], [en donde el médico me dijo]: “estás embarazada, tienes dos meses”. ¡Ay! En ese momento ni lloré con él, yo nomás cerré (mi boca), me exalté y me salí. ¿Sabes lo único que pensé?, ¡en mi madre! ¡Qué iba a decir mi mamá! En ese momento yo le hablé a mi mamá: “¿Cómo estás?”, [me dijo]: “Bien […], ¡ay!, ¿qué tienes, cómo estás tú?” [Le contesté]: “bien, pero te tengo que…” Yo antes de decirle [que estaba embarazada le empecé a decir]: ¿me perdonas, me perdonas, me perdonas lo que te voy a decir? ¡Perdóname mamita! Yo, yo llorando. ¡Mamá es que estoy embarazada!”, [y me dijo]: “¡Ay, qué bueno!” […] (46 años, madre soltera, vendedora de publicidad, un hijo, Guadalajara, preparatoria, clase media).11 Si porque el papá de mi hijo estaba casado; entonces, de antemano no me iba a casar. Y … me quedo esos días con ellos [con mis papás], fue en octubre. Me quedo con ellos unos días y… ya cuando me voy a Guadalajara [a mi casa] mi mamá tenía en noviembre, le tocaba en su casa recibir a la virgen de Guadalupe. Y le tocaba allí el rosario y entonces siempre nos llamaba [a mis hermanos] para que todos estar allí [en su casa en Ciudad Guzmán] ese día en la casa. Enton11 El inicial gozo de su madre se transformó en abandono emocional debido a la presión del resto de sus hermanas y hermanos. Su familia la dejó de visitar y hablarle para saludarla. La relación familiar se restableció, aunque no volvió a ser la misma, al recibir su madre una llamada de una compañera de trabajo de la entrevistada para decirles que estaba anémica y requería atención médica. Su madre y una de sus hermanas la ayudaron con dinero y ropa para el niño de manera regular hasta la muerte de ambas, en diferentes momentos, cuando el niño tenía cuatro años de edad. 84 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM ces fuera lunes o fuera martes, todos llegábamos a la casa para acompañar a mis papás a recibir a la virgen. Y me hablan a mí, mi mamá [y me dice]: “¿Sabes qué? Te voy a pedir de favor de que no vengas tú (a recibir a la Virgen)”; entonces, allí fue como que la primera que [me dijeron]: “¡no tenemos ganas de verte! ¡Y ahorita no nos sentimos bien con ganas, para verte y no vengas!” O sea, el primer rechazo que si, también fuerte, de no vengas a la casa (40 años, madre soltera, propietaria de salón de belleza, un hijo, Ciudad Guzmán, licenciatura, clase media). No, no le quería decir porque dije: “me va a preguntar que de quién es” […]. ¡Ay no!, se me hacía como pues difícil, […] Y, y me empinaba mi leche fría [risas] y ya me iba a trabajar... Y yo pienso que ahí ha de haber dicho mi mamá: “Pues esto no es de [desayunar] los frijoles, es de algo más”. Y ya esperaba que yo le dijera. Pero cuando fui a lo de los análisis, como dormíamos en el mismo cuarto, vio que puse el frasco para análisis arriba del ropero y me dijo: “¿A dónde vas a ir?”. Le dije: “al Seguro”. [Volvió a preguntar]: “¿a qué?” [contesté]: “a hacerme unos análisis”. Y ha de haber dicho mi mamá: “¡Ah, a mí no me haces tonta! […] [risa]. Y hasta como a los dos días que llegué yo de trabajar en la noche estaba [mi mamá] en la puerta; había una revista afuera de la casa. Le dije: “¿qué tienes?” [dijo]: “¡nada!”. Y yo le dije: “¿qué tiene?, ta’ enojada”. Y me dice: “¿te salieron positivos o negativos?”. Y yo: “¿mande? —con voz de miedo—”. Yo sentí que la sangre se me fue hasta los talones y ya le dije. Y me hizo la pregunta que yo temía, que de quién era… Y, y decía [mi mamá]: “¡—Ora lo difícil es decirle a tu hermano!”. Aunque era el más chico, pero como que era medio corajudo, y yo: “¡chin! A ver si no me va…”. Mi mamá temía que él me fuera a golpear, pero tuvimos que hablarle a una hermana de [risa] mi mamá para que platicara con mi hermano. Y ya duró unos días sin hablarme porque yo estaba embarazada; ya cuando nació mi hija, ya cambió todo entre él y yo (43 años, madre soltera, cocinera, un hijo, Ciudad Guzmán, secundaria, clase baja). 85 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ De acuerdo con Foucault (2011), el siglo XVII sirvió de escenario para los cambios que se darían en torno a la concepción de lo que es el sexo y la sexualidad como resultado del conservadurismo de las sociedades burguesas durante la época victoriana. El autor sostiene que el resultado de ello fue el desarrollo de una serie de ideas y regulaciones en torno a la práctica de la sexualidad de las personas. De este modo el sexo se colocó en el terreno exclusivo del matrimonio como una vía legítima para la reproducción controlada y correcta de la especie humana. Las prácticas sexuales, por tanto, se vigilaban, regulaban y delimitaban dentro de un entramado de relaciones de poder. La segunda referida ilustra el sentido del estigma familiar hacia las madres solteras; es decir, limitar su sexualidad al matrimonio; al no tenerlo, el rechazo a su condición es profundo. Los fragmentos de las entrevistas anteriores muestran que, sin importar la edad de las entrevistadas, ellas tendieron a someterse a la autoridad materna, paterna —representada por el padre o los hermanos varones, sin importar su edad y posición en la familia— o ambas.12 12 Las edades de las madres solteras oscilaron entre los 34 y 72 años y, en todos los casos, fueron independientes económicamente al momento del embarazo, ayudaron a mantener a la familia o la mantuvieron, además de vivir en su propia casa, excepto en un caso. Las madres solteras tendieron a quedar temporalmente tras el nacimiento de sus hijos bajo la autoridad de padres y hermanos y rompieron con dicha subordinación al establecerse en su propia casa para ganar independencia y autoridad frente a ellos. En el caso de una MS de clase media, que vivió con sus padres antes y después del nacimiento de su hijo, ella enfrentó las presiones de dos hermanos varones, uno mayor y otro menor que ella, quienes protestaron por el llanto del niño. Ante sus protestas, su madre les dijo que se cambiaran de cuarto si no estaban de acuerdo. En el caso de una MS de clase baja, el lote y cuarto en donde vivió fue herencia de su madre como agradecimiento por haberla cuidado hasta su muerte. En un tercer caso, la MS de clase baja dejó la casa materna al año de nacida su hija y tras la muerte de su pareja decidió mudarse a una casa de interés social que compró debido a presiones de su hermano sobre la administración de la casa y educación de su hija. En un cuarto caso de una MS de clase media, propietaria de un salón de belleza, ella compartió un departamento con dos hermanos en Guadalajara, quienes decidieron irse como protesta por el embarazo. Ella compró el departamento –que estaba arriba del salón de belleza en donde trabajaba– con los ahorros hechos desde que empezó a trabajar. En el caso de una MS de clase media de Tecomán, la mujer vivió con su padre (era hija fuera de matrimonio) hasta los ocho años, edad en la que abandona el hogar paterno en búsqueda de su madre. Ella la rechaza porque no quería problemas con su pareja por lo cual regresa la casa paterna, en donde era tratada como empleada, y en esa etapa conoce a una amiga de la familia quien la invita a vivir con ella a la ciudad de México y a trabajar como niñera. Tra- 86 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM Otro punto que destaca en el estigma que enfrentaron es que, si bien sus relaciones de pareja fueron estables, como pareja no socializaron con las familias de las entrevistadas. En los seis casos se trató de hombres separados (dos), divorciados (dos) y casados (dos), mientras que las mujeres fueron solteras y sin hijos. En dos de seis casos, las familias de las entrevistadas no supieron de la relación hasta el momento del embarazo debido a que se trataba de un hombre casado —25 años mayor que ella— y un hombre divorciado a quien la familia, de acuerdo con la entrevistada, “no aceptarían”. En este último caso, la entrevistada ocultó a su familia, el estado civil de su pareja “ya que su padre le había dicho siempre que esos hombres no valían la pena”.13 Otro rasgo distintivo de este grupo de entrevistadas es que la ruptura de la relación se produjo (en cinco de seis casos) durante el embarazo; y en el caso restante, a los seis meses de nacido el niño. Dado que eran hombres con familias o relaciones previas, se negaron a mantener a los niños o, simplemente, las abandonaron. Esto, en términos de estigma y rechazo social, significó para ellas el inicio de una vida familiar en una posición social desventajosa, ya que a diferencia de las separadas —quienes fueron estigmatizadas hasta el momento de la ruptura con la pareja— no formaron una familia ni tuvieron una relación de pareja reconocida. Sobre quiénes fueron los estigmatizadores he discutido ya algunas cuestiones de manera indirecta en los párrafos anteriores. El estigma no sólo fue distinto al de las separadas y viudas sino que las redujo, más que ellas, a hijas de familia aun cuando fueron económicamente independientes, tendieron a vivir solas y ayudaron a mantener a la familia o la mantuvieron, condiciones que ni las viu- 13 baja para ella cuatro años y deja el empleo por la sobrecarga de trabajo para mudarse a otra casa como empleada doméstica y poco después como empleada de mostrador. Durante este tiempo conoce a su primera pareja, un hombre casado mayor que ella, con quien tiene un hijo. A la edad de 20 años regresa a Tecomán con la idea de establecerse con su madre pero ella se niega a ayudarla. Sin tener a quién acudir, vive junto con su hijo en la calle, tiempo durante el cual vende fruta y ropa. Durante este periodo recibe apoyo del ayuntamiento de Tecomán para establecerse como comerciante y, aunque estaba prohibido, vivió en el local comercial. Eventualmente logra estabilizar su situación económica con lo cual avanza socialmente, y a la par de ellos tiene siete hijos más con diferentes parejas, la mayor parte de ellas casadas. 34 años, madre soltera, comerciante de repostería, un hijo, Ciudad Guzmán, licenciatura, clase media. 87 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ das ni las separadas tuvieron. Asimismo, he dicho que el estigma provino, en la mayor parte de los casos, de varones pertenecientes a la propia familia, quienes vieron dañado su respeto y hombría. Esto me permite sostener que las madres solteras son más estigmatizadas que las dos categorías de mujeres analizadas hasta el momento. A partir de lo anterior es importante destacar que, si bien la familia fue la que con mayor agudeza y frecuencia estigmatizó a las madres solteras, los conocidos y colegas o jefes también les causaron daño emocional que, en ocasiones, se traduce en daño económico, como lo podemos ver en la siguiente cita: Don Manolo [el dueño de la estación de radio] no me quiso de regreso en el trabajo porque salí mamá soltera… “Pero, ¿por qué no me quiso?” Les preguntaba yo a los del sindicato. “Porque eres mamá soltera”, me decían […]. Cuando él me dijo así por teléfono, que era mamá soltera, le dije yo: “¿sabe qué, don Manuel?, soy mamá soltera ¡y a mucha honra! Y no le digo una majadería porque por respeto, porque yo sí tengo mucha dignidad y porque soy madre!” (46 años, madre soltera, vendedora de publicidad, un hijo, Guadalajara, preparatoria, clase media). La situación de estigma que viven las madres solteras es distinta a la que enfrentan las viudas o separadas, en tanto que estas últimas son apoyadas emocionalmente tras la muerte de la pareja o la ruptura con la misma, mientras que las primeras sufrieron un fuerte rechazo familiar. Las madres solteras, a diferencia de las viudas y separadas, se sintieron más afectadas por el estigma y rechazo familiar y laboral que el social, el cual, si bien las afectó, fue secundario porque, en todos los casos estudiados, su peso y simbolismo fue mayor. Esto sugiere que la familia es un núcleo vital para ellas en etapas críticas de su ciclo de vida. Veamos ahora el proceso de estigmatización enfrentado por las divorciadas y el porqué ocupan el cuarto lugar. Las divorciadas Las divorciadas fueron las mujeres solas que sufrieron mayor estigma al ser éste más violento y directo que el observado en las tres categorías anteriores. Esto provino de las redes sociales desarrolla88 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM das durante su vida de pareja así como posterior al divorcio y, en menor medida, de sus padres. Ellas, a diferencia de las viudas, separadas y madres solteras, perdieron casi por completo las amistades hechas durante su vida de pareja, en particular las mujeres de clase media y media alta, para quienes la vida social fue una actividad central antes de la ruptura. Asimismo, al igual que el resto de las categorías estudiadas, mantuvieron a los amigos más cercanos —quienes fueron un apoyo moral y emocional básico al insertarlos en la vida social normalizada— e hicieron otras nuevas, todas ellas mujeres de su mismo estado civil o casadas cuyos maridos viajaron con frecuencia por motivos de trabajo. Las fuertes críticas y rechazo enfrentado por las divorciadas tras la ruptura, al igual que las separadas, las llevaron a ocultar su estado civil cuando esto fue posible y necesario para evitar ser dañadas psicológica y socialmente. No obstante, la dimensión de su lugar de residencia dificultó la tarea, pues fue casi imposible pasar desapercibida en ciudades medias como Manzanillo, Tecomán, Colima o Ciudad Guzmán, en las cuales hubo, además, una limitada oferta de escuelas, restaurantes, cine o, incluso, iglesias para su clase social. Esto explica por qué la frecuencia con la que asistieron a eventos sociales que demandaron tiempo y dinero disminuyó para las divorciadas, cuestión que aplicó también para las viudas y separadas, quienes dependieron del ingreso de sus maridos y exparejas.14 Tras la ruptura hubo una caída inicial en su nivel de vida y en los tiempos dedicados a la vida social, debido a que se convirtieron en trabajadoras de tiempo completo al quedar como proveedoras únicas o mayoritarias (Cuevas, 2013).15 El estigma enfrentado por las divorciadas fue psicológico y como tal se extendió a sus hijos. Esto marca una gran diferencia en relación con las viudas —quienes no reportaron que sus hijos fueron estigmatizados tras la muerte de su padre e, incluso, fueron compadecidas por tal hecho—, las separadas o las madres solteras quienes, en cierto sentido, fueron percibidas como mujeres burla14 15 Las excepciones fueron: una viuda rica y las madres solteras quienes fueron económicamente independientes al momento de la muerte de su marido y del embarazo, así como del nacimiento de sus hijos. Estudios Sociológicos, No. 92. 89 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ das. Ello sugiere, como discutí antes, que el camino hacia la ruptura del lazo conyugal tiene un efecto diferenciado entre las distintas categorías de mujeres solas estudiadas. Veamos de qué manera afectó a los hijos el estigma del divorcio en las ciudades medias estudiadas: Y ya ahorita, por ejemplo, a mi hija ya la aceptan más en la escuela, en el salón. Sobre todo eso. En el salón como que el primer año del divorcio sí, te digo, hubo mucha…, la segregaban un montón y le decían un montón de cosas y todo, ¿no? Pero ya el segundo año ya así como que ya más tranquilona. Y el tercero, te digo, ahorita ya estoy casi saliendo de todo eso; ya me acostumbré a…, haz de cuenta a manejar a... (34 años, divorciada, vendedora de bienes raíces, un hijo, Manzanillo, preparatoria, clase media). Mi hijo, el más grande, pregunta que si mis papás están divorciados. Y eso le afecta mucho [a] él. Y o sea, ya fue hablar a la escuela y me dicen: “es que no creo que los niños lo hagan por mal, no, no lo hacen por malos, simplemente lo están conociendo”. Y sí le preguntan: “¿Con quién vives?, y ya dice: “con mi mamá”, [y le responden]:“¿y no tienes papá?”. [Él les dice]: “sí tengo, pero él vive en otro lado”. [Y continúan]: “¿están divorciados?”. Y eso le afecta mucho porque es una situación muy reciente. Digo, a lo mejor después ya no, pero ahorita sí y sí le afecta mucho porque es muy reciente y tal vez los niños no entienden el problema o lo que él está sintiendo, lo que está viviendo. Y sí, la gente te ve como que no eres normal, ¿no? (38 años, divorciada, propietaria de salón de belleza, dos hijos, Manzanillo, preparatoria, clase media). Al inicio de esta discusión postulé que, a mayor cercanía de la familia con el modelo nuclear, mayor podría ser aceptación y respeto social que recibiría dentro del grupo al que pertenece. Al revisar el tipo y frecuencia de estigma que cada categoría de mujer sola enfrentó, se puede ver que las divorciadas y sus hijos, sobre todo en la etapa de la niñez o adolescencia, fueron las que mayor estigma y rechazo experimentaron. 90 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM En cuanto al tipo de agresor, destacan dos procesos. Uno que viene de las redes sociales más cercanas y el segundo de los padres, en particular del papá. En el primer caso fueron los amigos hechos durante la vida de pareja —o conocidos más cercanos a las divorciadas y sus hijos— quienes las agredieron de manera violenta mediante comentarios como “no te juntes con ella”, “ahora tú estás divorciada”, “ya quieres un novio” o, incluso, “nomás anda viendo qué encuentra porque quiere hombre”. Tal rechazo afectó a los hijos quienes, como ya vimos, también fueron el blanco de críticas y burlas. En este sentido, el estigma enfrentado por ellas se extendió al plano económico, al igual que en el caso de una madre soltera. Cinco16 de seis entrevistadas perdieron clientes o tuvieron que cuidar de sobremanera la forma de relacionarse con ellos para evitar más daño moral y económico tras el divorcio. ¿Por qué estigmatizaron los padres a sus hijas? ¿Fue igual en todas las clases sociales? Los datos sugieren que los padres en las familias de clase media y medias altas, católicas y muy conservadoras, rechazaron el divorcio de las hijas y las presionaron para que no lo hicieran. Para ellos el matrimonio era indisoluble. Veamos un caso típico: A pesar de que me han apoyado siempre [mis papás], me apoyaron y el enfrentarlo con la gente le costó mucho trabajo [a mi papá], el decir que su hija era divorciada. ¡Y más cuando me salí [de la casa], porque decía: “¡te vas a hacer una cualquiera, ahora eres una divorciada y con tu departamento, vas a meter a montón de hombres!”. O sea, él se imaginaba lo peor de mí (32 años, divorciada, administradora de club de golf, un hijo, Manzanillo, preparatoria, clase media alta). 16 La edad de las divorciadas osciló entre los 32 y 46 años. En dos casos de divorciadas de clase media y media alta de Manzanillo (vendedora de bienes raíces y propietaria de un salón de belleza unisex, respectivamente), perdieron a clientes habituales lo cual las forzó a buscar nuevos clientes o cambiar la manera en que se dirigían a ellos, en particular a los hombres, para evitar comentarios sobre su relación con ellos. Entre las prácticas más frecuentes estuvieron el evitar verlos directamente a los ojos, hablarles de usted, mantener una distancia física más grande, dirigirse a las mujeres —cuando los varones iban acompañados— y evitar contactos físicos o verbales que pudieran malinterpretarse. 91 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ La resistencia de algunas familias al divorcio de las hijas refleja la preocupación de los padres respecto a quedar de nueva cuenta como tutores y responsables cuando esa responsabilidad se ha transferido a sus parejas. Esto muestra que el supuesto del que partió la presente discusión en cuanto a que las mujeres sin pareja son menos propensas a ser estigmatizadas es incorrecto. Como ya he argumentado, el hecho de que el número de familias dirigidas por mujeres crezca y el hecho mismo de tener igualdad jurídica en el matrimonio no implicaron, tras la ruptura o incluso muerte de su pareja, el mantenimiento de dicha autonomía y respeto social. Este evento las vulneró al extremo de someterlas a prácticas estigmatizantes que las excluyeron en función de su categoría civil y cultural, clase social y edad. Su posición es inferior a la de una mujer casada y está bajo el escrutinio continuo de su comportamiento moral y sexual. En suma, su nueva posición adquiere sentido y lugar en función del dominio que ejercen otros varones y familias normales. Conclusiones La discusión partió del supuesto de que el estigma enfrentado por las mujeres solas, en las sociedades latinoamericanas contemporáneas, fue menor. No obstante, la evidencia encontrada por esta investigación sugiere de manera clara que las mujeres enfrentaron claros procesos de exclusión tras la muerte de su pareja o rompimiento con ella. El crecimiento de hogares dirigidos por mujeres no ha sido sinónimo de una mayor aceptación social, aunque sí de una mayor tolerancia dada su mayor presencia. La valoración social de las mujeres —solteras o con hijos— sigue estrechamente anclada a la posición y respeto que los hombres le otorgan a través del matrimonio o la unión consensual. Asimismo, se pudo ver que la auto percepción de las entrevistadas sugiere que la posición social que tuvieron cuando vivieron con su pareja fue mayor al que experimentaron cuando él murió o se terminó la relación. Esto muestra que la posición y respeto social que las mujeres solas recibieron provino principalmente por tener una pareja y que, tras la muerte de éste, o ruptura del lazo conyugal, su mayor cercanía al modelo familiar nuclear fue clave para ganárselas. 92 MUJERES SOLAS: IMAGINARIOS SOCIALES Y CONTINUUM La persistencia de una cultura patriarcal en donde la familia y el matrimonio son vistos como el núcleo y estado ideal para la mujer, reflejan que su moralidad y sexualidad son el principal foco de preocupación tanto de la familia como de sus redes sociales. Asimismo destaca que los procesos de estigma, a los que se enfrentaron todas ellas, las dañaron emocionalmente y que en ese proceso perdieron a amigos cercanos. No obstante también destaca que, en las cuatro categorías, las mujeres expresaron haber recibido apoyo familiar y amical constante y clave en el proceso de duelo tras la muerte de la pareja o proceso de ruptura. Los amigos les brindaron, además, la posibilidad de insertarse en la vida social de una manera normalizada. La resistencia familiar y social a la nueva posición de las entrevistadas, tras la muerte de su pareja, o ruptura con ésta, refleja la preocupación social —y tal vez inconsciente— del rompimiento del orden social. Al quedar sin pareja surge el cuestionamiento mental de quién quedará como responsable del comportamiento sexual y moral de las mujeres y quién cuidará de ellas. El estigma que enfrentó cada una, si bien aumentó o disminuyó en función de la categoría social, su clase social o incluso edad, mostró que su posición social y moral dentro de su grupo se modificó al no tener pareja. Como se mostró, si bien las leyes les otorgaron igualdad jurídica en el matrimonio o tras una unión consensal esto no implicó que dicha igualdad y autonomía como sujetos con derechos propios se mantuviera y fuera reconocida tras la muerte de su pareja o ruptura del lazo conyugal. Lejos de eso, lo que encontramos fueron procesos y prácticas estigmatizantes que las excluyeron en búsqueda del mantenimiento de prácticas sociales basadas en la inclusión y mayor respeto de matrimonios y familias nucleares. Las mujeres solas que aquí se estudiaron muestran que persiste una cultura patriarcal en donde estar sola, como mujer y madre, devalúa su condición como mujeres y familias. Su condición de sujeto con valor y derechos propios es cuestionada a partir de dicha ausencia. 93 ANA JOSEFINA CUEVAS HERNÁNDEZ Bibliografía Acosta, G. (2008). Cambios legislativos en la formación y disolución de familias: una mirada de contexto. En: Arriagada, I. (coord.), Familia y política pública en América Latina. Una historia de desencuentros (201-210). Chile: Naciones Unidas-UNFPA-CEPAL. Castoriadis, C. (1975). L’Institution Imaginaire de la Société. París: Seuil. Cuevas, A.J. (2010). Jefas de familia sin pareja. Estigma social y auto percepción. Estudios Sociológicos, XXVIII (84), 753-791. Cuevas, A.J. (2013, en prensa). Contexto familiar, formas de socialización y elección de pareja: una aproximación a través de madres solas. Estudios Sociológicos, XXXVI (92). Foucault, M. (2011). Historia de la sexualidad. Vol. 1. La voluntad de saber. México: Siglo Veintiuno Editores. Goffman, E. (2006). Estigma. La identidad deteriorada. España: Amorrortu. Jelin, E. (2008). Las familias latinoamericanas en el marco de las transformaciones globales. En: Arriagada, I. (coord.), Familia y política pública en América Latina. Una historia de desencuentros (93-125). Chile: Naciones Unidas-UNFPA-CEPAL. Martínez, G. (1997). Mujeres ejecutivas. En la búsqueda del equilibrio entre trabajo y familia”. En: González, S. y Muñón, J. (comp.), Familias y mujeres en México (195-238). México: El Colegio de México. Rodríguez, C. (1997). Entre el mito y la experiencia vivida: las jefas de familia. En: González, S. y Muñón, J. (comp.), Familias y mujeres en México (163-194). México: El Colegio de México. Salles, V. (2001). Familias en transformación y códigos por transformar. En: Gomes, C. (comp.), Procesos sociales, población y familia. Alternativas teóricas y empíricas en las investigaciones sobre la vida doméstica (103126). México: Flacso y Porrúa. Vázquez, G. (1997). Mujeres que “respetan su casa”: estatus marital de las mujeres y economía doméstica en una comunidad nahua del sur de Veracruz. En: González, S. y Muñón, J. (comp.), Familias y mujeres en México (163-193). México: El Colegio de México. Walby, S. (1990). Theorizing Patriarchy. Inglaterra: Blackwell. 94