Ecúmene Revista de Ciencias Sociales
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Directores
Ezequiel Fabricio Barolin - Universidad Autónoma de Querétaro, México
Orfilia Damiano Obando - Universidad Autónoma de Querétaro, México
Comité Científico
Dr. Adriana Terven - Escuela Nacional de Antropología e Historia - Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social - Universidad Autónoma de
Querétaro - México
Dr. Alejandra Navarro Smith -Instituto de Estudios Superiores de Occidente - México
Dr. Alejandro Rabinovich -Universidad Nacional de La Pampa - Argentina
Dr. Antonio Arvizu - Universidad Autónoma de Querétaro - México
Dr. Armando Preciado -Universidad de Guanajuato - México
Dra. Cristina Viano - Universidad Nacional de Rosario - Argentina
Dra. Fausta Gantús -Instituto Mora - México
Dr. Felíx Martínez - Universidad del Tolima - Colombia
Dr. José Elías Palti - Universidad Nacional de Quilmes - Argentina
Dra. Marcela Ternavasio - Universidad Nacional de Rosario - Argentina
Dra. María Elisa Servín - Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de
Antropología e Historia -México
Dr. José Manuel Buenrostro Alba - Universidad de Quintana Roo -México
Lic. Maximiliano Barreto - Universidad Nacional de Rosario - Argentina
Colaboradores Editoriales
Lic. Cristopher Sotelo Rodríguez
Universidad Autónoma del Estado de Morelos / Universidad Autónoma de Querétaro – México
Lic. Ezequiel Fabricio Barolín
Universidad Nacional de Rosario – Argentina /Universidad Autónoma de Querétaro, México
Mtra. Lidia González Malagón
Universidad Nacional Autónoma de México - México
Mtra. Orfilia Damiano Obando
Universidad de Tolima - Colombia / Universidad Autónoma de México - México
Mtro. Marco Peralta Peralta
El Colegio de México / Universidad Autónoma del Estado de México – México
Diseño de portada
Lic. Juan Sebastian Bello Saenz
Año 1. No. 1
FEBRERO | AGOSTO 2020
Editor Responsable ante ISSN
Ezequiel Fabricio Barolín
Calle 16 de Septiembre 57
76000 – Santiago de Querétaro, Qro - México
Sitio Web: https://revistaecumene.org/
Correo Electrónico: revistaecumenecs@gmail.com
ISSN (en trámite)
Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
Los artículos y toda la información suministrada en ellos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no
reflejan necesariamente la opinión de los miembros de la revista.
PRESENTACION
Cuando un pequeño grupo de estudiantes del posgrado de la Maestría en
Estudios Históricos (MEH) de la Facultad de Filosofía (FFI) de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), se nos acercó para comentarnos sobre
la inquietud de crear una revista académica, nuestra respuesta inmediata
fue de apoyo institucional y aliento. No porque no existan espacios similares en la Facultad, como es el caso de Enchiridion, sino por las características que el proyecto reunía. Dichas particularidades pueden agruparse en
dos: las primeras son las referidas a las peculiaridades del origen del proyecto, con su nacimiento; las segundas se vinculan con los objetivos y alcances de la publicación.
En lo tocante al surgimiento de Ecúmene como idea, se destaca la iniciativa netamente estudiantil, pero también la composición del cuerpo de estudiantes que pusieron al proyecto “en sus hombros”: alumnos que ya contaban con base de formación académica y experiencia en desarrollos editoriales semejantes, cursantes de posgrado de la Facultad y con la clara intención de crear un espacio colectivo como modo de “devolver” o “retribuir”
a la Universidad parte de “lo recibido” durante el periodo de estudio. Dejar
una especie de “legado” y manifestar también así una actitud de agradecimiento e identidad con la institución.
En lo referido a lo intrínseco en sí, sobresale la connotación de open access
que propone Ecúmene, insistiendo en que el conocimiento es un derecho
universal y pertenece a todos y a todas. Asimismo, se plantea como un espacio de apertura y de calidad científica en el cual convergen profesionales
de trayectoria y reconocimiento (como lo evidencia su comité científico) con
alumnos, especialmente de posgrados, que recién se encuentran iniciando
el maravilloso camino de la investigación. Así, la apertura, la calidad académica, la ética editorial y la gratuidad son fundamento y praxis del proyecto.
Desde la Facultad de Filosofía felicitamos y auguramos un excelente ciclo a
este proyecto e invitamos a todos los miembros de esta gran familia que es
la Universidad, a participar mediante la lectura, la difusión y la colaboración directa de artículos, ensayos, entrevistas y reseñas.
Como Facultad estamos conscientes de la pertinencia de la difusión y generación del conocimiento como el medio para generar el cambio.
¡Bienvenida Ecúmene!
Dra. Ma. Margarita Espinosa Blas
Dir. Facultad de Filosofía -UAQ
Dra. Beatriz Utrilla Sarmiento
Jefa de Posgrado - UAQ
EDITORIAL
Revista Ecúmene de Ciencias Sociales (RECS) es una revista gratuita, digital y autogestiva, dirigida, administrada y editada por alumnos y graduados de diversos posgrados mexicanos, con el apoyo institucional de la Facultad de Filosofía (FFI) de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).
Se publica en español, en formato digital y con una periodicidad semestral
(julio y enero), se edita en la ciudad de Querétaro, México.
Nuestro objetivo consiste en aportar a la difusión del conocimiento y al acceso abierto de la producción académica de grandes profesionales, así como también de aquellos que recién se inician en el proceso investigativo,
abrir las puertas hacia un espacio de construcción comunitaria en donde
todos y todas podamos tener la posibilidad, sin disminuir la calidad, de ser
publicados y conocidos en relación a nuestros proyectos de investigación.
La palara ECÚMENE es de origen griego y refiere a la “parte de la tierra habitada por el hombre” es decir, aquella que es conocida por una cultura en
particular. De esta manera, Revista ECÚMENE es una invitación a compartir lo que se conoce como resultado de la investigación de los distintos
campos de estudios dentro de las ciencias sociales, apelando en lo posible
a la interdisciplinariedad, la difusión del conocimiento y a la democratización del mismo.
Por cuestiones administrativas independientes de nosotros, y en el contexto de la pandemia generada por el COVID-19, no pudimos obtener el ISSN
correspondiente. No obstante, los tramites se encuentran iniciados y esperamos que una vez superada la coyuntura negativa, podamos avanzar en
la profesionalización de la publicación.
Este primer número cuenta con dos secciones básicas: la “Sección de Artículos por Invitación” y la “Sección de Convocatoria Abierta” en la que se
incluyen artículos de temática libre y de coyuntura, entrevistas, ensayos y
reseñas. Las contribuciones han sido primeramente aprobadas por el
equipo editorial, y luego de un arduo proceso de mejoramiento de las mismas, que incluyó el arbitraje por pares a ciegas, se han publicado en su
versión final.
Agradecemos el apoyo brindado por la FFI de la UAQ, especialmente a la
Dra. Margarita Espinosa Blas, directora de la misma y a la Dra. Beatriz
Utrilla Sarmiento, jefa de Posgrado. También a todos y cada uno de los
evaluadores y autores que han sido publicados en este número y a aquéllos, cuyos artículos no han sido aprobados, a los cuales les dejamos las
puertas abiertas para que una vez aplicadas las sugerencias de los evaluadores, vuelvan a presentar sus aportes. A todos, muchas gracias.
Equipo Editorial
SUMARIO
Artículos por invitación
Ricardo Forte Veronese pp. 8-49
La política exterior norteamericana hacia América Latina en el debate historiográfico del siglo XX: una reinterpretación
U.S. foreign policy towards Latin America in the historiographic debate of the 20th century: a reinterpretation
Orfilia Damiano Obando pp. 50-92
Trece días: Representaciones satíricas de la Crisis de los Misiles en la caricatura política del periódico El Tiempo
Thirteen Days: Satiric Representations of the Missile Crisis in the
Political Caricature of the newspaper El Tiempo
Pedro Espinoza Meléndez pp. 93-124
Aura, el historiador y la bruja. Un diálogo de regímenes de historicidad
Aura, the historian and the witch. A dialogue of regimes of historicity
Artículos Convocatoria Ordinaria
Marco Antonio Peralta Peralta pp. 125-163
La formación de una imagen del indígena en el México posrevolucionario
(1916-1930)
The making of the Mexican post-revolutionary indigenous image
(1916-1930)
Tonatiuh Morgan Hernández pp. 164-204
El discurso político del espacio turístico de La Paz, B.C.S.
The polítical discourse of the tourist space of La Paz, BCS.
Paula Alejandra Villamil y Camilo Restrepo Otavo pp. 205-230
Luchas autónomas ecofeministas por la defensa del territorio en América
Latina, Entre 2012-2016. Análisis a partir de dos casos: Copinh (Honduras) y Fuerza de mujeres Wayúu (Colombia)
Autonomous ecofeminist struggles for the defense of the territory in
Latin América, Between 2012 and 2016. Analysis from two cases:
Copinh (Honduras) and Fuerza de Mujeres Wayúu (Colombia)
Ilán Jalif Galek pp. 231-259
La “Gramática de la Lengua Castellana” de Nebrija: la enseñanza de la lengua castellana y su emancipación del latín
Nebrija´s “Gramática de la Lengua Castellana”: teaching the Castilian language and its emancipation of latin
Prett Rentería Tinoco pp. 260-282
Entre physis y nomos: el surgimiento de la idea de democracia en Atenas
clásica
Between Physis and Nomos: the Emergence of the idea of Democracy
in ancient Athens
Adilene Yanin Hernández Sánchez pp.282-305
Los Intereses Alemanes sobre México, La Revista Timón Agente de La Propaganda Nazi 1940
German Interests About Mexico, Timon Magazine Agent Of Propaganda Nazi 1940
Jenny Paola Buendía pp. 306-335
El Río Cauca: los Conflictos Ambientales de un Río Agonizante. El Caso de
Cali 2006 – 2007
The Cauca River: the environmental conflicts of a dying river (2006 –
2007) the case of Cali 2006 – 2007
Ensayos de coyuntura
Lidia González Malagón pp. 336-343
Crimen y castigo en tiempos de COVID-19
Crime and Punishment during the COVID-19 outbreak
Cesar Olaco Morales pp. 344-353
La Inseguridad Alimentaria en Tiempo de Covid-19: Recomendaciones de
Política Pública
Food Insecurity in Covid Time- 19: Public Policy Recommendations
Entrevista
Ramsés Jabín Oviedo Pérez pp. 354-378
El patrimonio documental del Museo Regional de Querétaro. Entrevista
con David Saavedra
Ensayos
Julián Galindo Zuluaga pp. 379-398
Un breve acercamiento a la Gran Depresión en Colombia: ¿percutor de
una temprana industrialización?
A brief approach to the Great Depression in Colombia: striker of an
early industrialization?
Reseñas
SIMON DELGADO, KEVYN. ¡QUERÉTARO EN PIE DE LUCHA! MEMORIAS
DE LAS IZQUIERDAS Y LUCHAS SOCIALES EN QUERÉTARO. QUERÉTARO:
UAQ, 2019, PP. 601
Por Gerardo Baltazar Mosqueda pp. 399-403
GLOCKNER, FRITZ. LOS AÑOS HERIDOS. LA HISTORIA DE LA GUERRILLA
EN MÉXICO 1968-1985. CIUDAD DE MÉXICO: EDITORIAL PLANETA,
2019, PP. 592
Por Kevyn Simon Delgado pp. 404-408
TABOADA, HERNÁN. UN ORIENTALISMO PERIFÉRICO: NUESTRA AMÉRICA
Y EL ISLAM. CIUDAD DE MÉXICO: CIALC-UNAM, 2012, PP. 238
Por Cuitlahuac Alfonso Galaviz Miranda pp. 409-417
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Aura, el historiador y la bruja. Un diálogo de regímenes de
historicidad1
Aura, the historian and the witch. A dialogue of regimes of
historicity
PEDRO ESPINOZA MELÉNDEZ
RESUMEN
Este trabajo plantea algunas reflexiones sobre la escritura de la historia a
partir de la categoría de regímenes de historicidad de Francois Hartog.
Propongo que la coexistencia de dos maneras de experimentar el tiempo y
de relacionarse con la muerte, que dicho autor identificó en varios pasajes
del libro Islas de historia del antropólogo Marshall Sahlins, se encuentra
presente en la novela Aura del escritor mexicano Carlos Fuentes. La
lectura paralela de ambos relatos, así como de un texto histórico que
inspiró la escritura de este último, La Bruja, de Jules Michelet, nos lleva a
problematizar los límites entre el relato histórico y el relato de ficción.
Palabras Clave: Regímenes de historicidad; historiografía; literatura;
ficción
ABSTRACT
In this paper I propose some reflections about the writing of history based
on the category of regimes of historicity, formulated by Francois Hartog. I
argue that the coexistence of two different experiences of time and death,
La primera versión de este texto se presentó como trabajo final de un curso sobre literatura e historia
impartido por la profesora Luz Elena Gutiérrez Velasco en 2016 para estudiantes del doctorado en historia de
El Colegio de México. También fue presentado como ponencia en el II Encuentro internacional de
investigación histórico-literaria, que tuvo lugar en mayo de 2018 en la ciudad de La Paz, Baja California.
Agradezco a Luz Elena por sus observaciones, por el diálogo a lo largo del curso y por su constante invitación
a pensar los vasos comunicantes entre ambas disciplinas, así como a Miguel Hernández, por el intercambio
que tuvimos en La Paz alrededor de la categoría de regímenes de historicidad. Agradezco también la
retroalimentación que recibí por medio de los dictámenes anónimos, los cuales dieron forma a esta última
versión.
Licenciado y Maestro en Historia por la Universidad Autónoma de Baja California, Campus Tijuana.
Maestro en Historia por Colegio de México. Técnico académico en el Instituto de Investigaciones Históricas
de la Universidad Autónoma de Baja California, México. Correo electrónico: pespinoza@colmex.mx
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which Hartog identified in the book Islands of History, written by
anthropologist Marshall Sahlins, is also present in Aura, the short novel by
Carlos Fuentes. Intertextual reading of these stories, including a historical
text which inspired the last one, La Sorcière by Jules Michelet, lead us to
problematize the limits between historical and fictional account.
Key words: Regimes of historicity; historiography; literature; fictional
account
Recibido 15 de Junio de 2020 – Aceptado 26 de Julio de 2020
Introducción
De acuerdo con Michel de Certeau, la historia es, además de una
disciplina científica y una práctica de escritura, una suerte de rito
funerario. Su función, en última instancia, es honrar a los muertos para
luego sepultarlos. Al mismo tiempo, reconoce que este ritual y esta tumba
escriturísticas son una peculiaridad de la modernidad occidental. En otros
momentos y en otras culturas, la relación con la muerte es y ha sido
distinta, pues no existe una división tajante entre el tiempo de los vivos, el
presente, y el de los muertos, el pasado.2 Las distintas formas en que se ha
tejido la relación entre pasado y presente han sido objeto de reflexión de
varios autores en las últimas décadas.
3
En este caso me referiré
únicamente a Francois Hartog, quien propuso la categoría de régimen de
historicidad para dar cuenta de la relación y de que un grupo humano
Michel de Certeau, La escritura de la historia. (México: Universidad Iberoamericana, 2010), pp. 15-20.
La reflexión contemporánea sobre las experiencias del tiempo, desde la disciplina histórica, fue inaugurada
por Reinhart Koselleck, especialmente con su libro Futuro pasado: para una semántica de los tiempos
históricos, publicado en 1979 y traducido al español en 1993. Además de Hartog, el tema ha sido abordado
recientemente en trabajos como Breaking up time (2013) de Chris Lorenz, Our Broad Present (2014) de Hans
Urlich Gumbrecht, o History in Times of Unprecedented Change (2019) de Zoltán Boldiszár Simon. Varios
de esos trabajos presentan algunas críticas a la propuesta de Hartog, y algunos de ellos se valen de categorías
alternativas a la de regímenes de historicidad para dar cuenta de las experiencias del tiempo, como es el caso
de Gumbrecht, quien recupera la noción de cronotopo del crítico literario ruso Mijaíl Bajtín, o de Simon,
quien propone el término de sensibilidad histórica.
2
3
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Número. I, Año I, 2020.
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establece con su propio pasado y de la manera en la que las sociedades
experimentan el tiempo histórico.
En su libro Regímenes de historicidad, Hartog analiza diversas
situaciones en las que el régimen de Occidente se transformó, o en las que
se confrontó con otras maneras de experimentar y concebir el tiempo. Una
de las más significativas es la muerte del capitán James Cook,
acontecimiento que recupera del análisis realizado por el antropólogo
Marshall Sahlins en su libro Islas de historia. Ahí, de acuerdo con el
historiador francés, el régimen de historicidad moderno, representado por
el capitán británico James Cook, se vio confrontado con lo que él llama el
régimen heroico, en el cual vivían los pueblos polinesios que habitaban las
islas del Pacífico. Islas de Historia es una recopilación de ensayos
histórico-antropológicos basados en los testimonios de exploradores y
viajeros que visitaron las islas polinesias durante su ocupación británica.
En ellos, el autor intenta poner en diálogo a estas disciplinas y sus
respectivos marcos teóricos, uno orientado a la explicación y narración de
los acontecimientos, y otro, a la descripción y análisis de las estructuras
culturales. Para Hartog, ese trabajo contiene un ejemplo de la coexistencia
y la simultaneidad de dos regímenes de historicidad.4
En este texto propongo que Aura, de Carlos Fuentes (1962), cuyo género
puede ubicarse entre el cuento y la novela, relata una situación en la que
coexisten dos regímenes de historicidad. 5 Esta tiene lugar en la relación
Francois Hartog, Regímenes de historicidad. (México: Universidad Iberoamericana, 2003), pp. 28-41; pp.
50-64.
5 La novela fue publicada en 1962, en el mismo año que La muerte de Artemio Cruz. Ambas se cuentan entre
las principales obras de Carlos Fuentes y son consideradas parte del llamado Boom Latinoamericano. La obra
ha sido objeto de múltiples interpretaciones, las cuales han resaltado su dimensión fantástica y simbólica, la
peculiar función del narrador dentro del relato, la complejidad de sus estructuras temporales y el
desdoblamiento de los personajes; no es extraño que se recurra a categorías psicoanalíticas para ello. En este
caso, más que interpretar o reinterpretar los pasajes de Aura, me he detenido aquellos elementos que
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tejida entre Felipe Monteros, historiador, y Consuelo, la dueña de la casa
donde transcurre la mayor parte del relato, y que a lo largo de la trama se
revelará como una bruja. El historiador es contratado para leer los
testimonios de un muerto y construir un relato coherente sobre sus
memorias para que éstas puedan ser publicadas. Su trabajo es
literalmente el de “hacer hablar a los muertos”, siguiendo a De Certeau.
Por el contrario, la señora Consuelo se relaciona con los muertos y con el
pasado de una forma completamente distinta: lo hace presente por medio
de un ritual que le permite evadir a la muerte. En un punto, tanto el
historiador de la novela y el viajero de los ensayos etno-históricos se
enfrentan a una situación análoga, en la que el pasado termina haciéndose
presente en su propia persona. En el caso de Aura, el general Llorente,
esposo difunto de Consuelo se hace presente en el personaje del
historiador. En Islas de historia, una deidad polinesia llamada “Lono” se
haría presente en el Capitán Cook por medio de su ejecución, la cual tuvo
lugar la ocupación de Hawái a finales del siglo XVIII.
Además de ejemplificar la coexistencia de dos regímenes de historicidad,
la lectura paralela de Aura y de Islas de Historia resulta pertinente para
problematizar la relación entre historia y literatura. En este caso, es
posible notar dos diferencias importantes. La primera es de tipo
referencial, tal como llegó a ser planteada por Paul Ricoeur, quien señaló
que, si bien el relato histórico y el relato de ficción poseen estructuras
narrativas similares, este último se encuentra regulado por una práctica
que él denomina inquiry, y nos remite a la investigación realizada con las
fuentes primarias, las cuales imponen límites a lo que el historiador puede
considero pertinentes para ejemplificar la propuesta teórica de Hartog y la función ritual de la disciplina
histórica apuntada por De Certeau.
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Número. I, Año I, 2020.
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imaginar y escribir.6 La segunda tiene que ver con los recursos narrativos
disponibles para cada disciplina. Sahlins aparece en las Islas de Historia
como un narrador omnisciente, que no solo sabe lo que va a pasar, sino
que, además, conoce algo que los propios actantes no saben sobre sí
mismos, el punto de vista etic;7 es la voz de este narrador la que presenta
al régimen de historicidad del Otro. En Aura, por el contrario, la
coexistencia de los regímenes se hace presente por medio del diálogo entre
un historiador, portador del régimen moderno, y Consuelo, una anciana
que encarna la alteridad y la voz del Otro. Ese diálogo es producido por
medio de una ficción, una operación que estaría vetada para un texto
histórico como el de Sahlins. No obstante, se trata de un elemento
recurrente en una de las obras que inspiró la escritura de Aura, La Bruja
(1862) de Jules Michelet.
Este artículo se divide en tres apartados. En el primero resalto,
siguiendo a Hartog, la coexistencia de dos regímenes de historicidad en
algunos pasajes de Islas de Historia, la cual puede observarse por medio
de la ritualidad y de lo que este autor llama un malentendido funcional.
En el segundo llevo este análisis a la novela de Fuentes. Al final apunto
algunas reflexiones sobre estas dos maneras de representar la coexistencia
de distintos regímenes de historicidad, problematizando la distinción entre
textos históricos y textos literarios.
Paul Ricoeur. Historia y Narratividad. (Barcelona: Paidós, 1999), pp. 178-181.
Una distinción propia de la antropología, que a su vez tiene su origen en la lingüística, es la de los puntos de
vista Emic y Etic. El primero de ellos, también llamado punto de vista nativo se refiere a la perspectiva y las
categorías propias de las culturas y los sujetos observados. El segundo remite a la perspectiva propia del
científico social cuyo objetivo último no es solo describir, sino también comprender y explicar las realidades
observadas. Si bien el antropólogo está obligado a moverse entre estas dos formas de observación, el “nativo”
observado suele encontrarse sólo en la primera perspectiva. Una reflexión útil desde la antropología es la de
Clifford Geertz en su ensayo “Desde el punto de vista del nativo”, mientras que el valor de esta distinción
para la investigación histórica ha sido abordado por Carlo Ginzburg. “Qué he aprendido de los antropólogos”.
Clifford Geertz, Conocimiento Local, (Madrid, Paidós, 1994) pp. 73 – 92; Carlo Ginzburg “Qué he aprendido
de los antropólogos”. Alteridades, 2009: pp. 131 – 139.
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Islas de Historia. La muerte del capitán Cook y los regímenes de
historicidad
El 17 de enero de 1779 la tripulación de James Cook fue recibida en las
playas de Kealakeuka con “la bienvenida más generosa que se haya
brindado nunca a ningún viaje europeo de descubrimiento en este
océano”. ¿Lo estaban acaso esperando? Los testimonios de su tripulación,
citados por Sahlins, refieren a 10 mil polinesios, a espléndidos regalos de
“todo lo que se producía en la isla” y a mujeres “ansiosas” por relacionarse
con los visitantes. Un sacerdote vistió de rojo al capitán y ofreció un cerdo
en sacrificio, para luego llevarlo al templo de Hikiau. Durante su camino,
la gente se postraba ante él, pero no le llamaba por su nombre sino por el
de otro personaje: “Lono”. El nombre remitía a una deidad masculina de la
fertilidad que regresaba todos los años a las islas, y simultáneamente, a
un rey de antaño que periódicamente volvía en busca de su “novia
sagrada”. Por medio de un ritual llamado “Makahiki”, que el antropólogo
James Frazer nombró “el dios moribundo”, James Cook se convirtió en
Lono.8
El asesinato del capitán a manos de los polinesios podría ser explicado por
medio de una historia política, ya que fue linchado tras su enfrentamiento
con el rey Kalaniopu’u, a quien tomó preso por creerlo culpable de haber
secuestrado su nave. No obstante, Marshall Sahlins prefiere leerlo en una
clave antropológica. El sacrificio ritual al que el cuerpo de Cook fue
sometido por el rey debería de ser entendido como la continuación del rito
de recibimiento. Para los ingleses se trató del asesinato de su capitán. Para
los polinesios, de un suceso que se repetía todos los años. De acuerdo
Marshall Sahlins. Islas de Historia. La muerte del capitán Cook. Metáfora, antropología e historia.
(Madrid: Gedisa, 1997), pp. 105 - 106.
8
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Sahlins, el asesinato ritual obedecía a la cosmovisión de los pueblos
polinesios, a una visión “heroica” de la historia que se encuentra enlazada
con la acción divina, en la que el orden social y el orden cósmico son una
misma cosa. Este ordenamiento simbólico integraba las acciones de la
comunidad alrededor de las del rey, en tanto representante del orden
cósmico. Los ritos anuales reafirmaban así un orden social y garantizaban
el funcionamiento del universo.9
Como se dijo, Islas de historia contiene varios ensayos cuya finalidad es
el diálogo entre la historia y la antropología. Las islas del Pacífico,
exploradas por los europeos e incorporadas al imperio británico durante
los siglos XVIII y XIX, funcionan como un laboratorio para pensar no solo
en “otras costumbres”, sino también en “otras historias”. Además de una
profunda y compleja reflexión teórica, los ensayos nos remiten a
experiencias de alteridad radical entre la cultura occidental y las culturas
del Pacífico. Para Sahlins, los textos de los exploradores permiten no sólo
aproximarse a la manera en la que la cultura polinesia fue observada por
los europeos, sino también a la forma en que éstos fueron observados por
los nativos de esas islas. No es que se tratara de pueblos “sin historia”,
anclados en un tiempo estático e inmóvil, sino de pueblos que tenían una
relación distinta con el tiempo histórico. Para ellos, los acontecimientos
presentes sólo podían ser compresibles si eran concebidos como la
repetición de los mitos de un pasado remoto, en donde el futuro se
encontraba prefigurado por ese pasado mítico. Eso es lo que Hartog,
siguiendo a Sahlins, llama el régimen heroico de historicidad.
Al mismo tiempo, Islas de historia narran una serie de malentendidos
(misunderstanding) funcionales, los cuales remiten a la doble significación
9
Sahlins. Islas de Historia…,pp. 105 - 106.
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de los acontecimientos. Sahlins presenta también un análisis de la
revuelta ocurrida en Nueva Zelanda entre 1844 y 1846. A partir de ello
muestra una situación en la que, aunque ingleses y maoríes se
enfrentaban en una misma guerra, daban significados distintos a la
bandera imperial británica. Para los colonizadores se trataba simplemente
del símbolo de su ocupación de un espacio, y volvían a izarla cada vez que
los rebeldes maoríes derribaban el mástil. La insistencia de los nativos en
este acto se debía, de acuerdo con Sahlins, a que ellos creían que el mástil
era la causa y raíz de toda la guerra debido a su carga simbólica, al punto
de que cuando negociaron la paz, una de sus condiciones era que el
gobernador británico no volviera a levantar otro mástil. Se trataba de un
malentendido funcional para el campo de batalla y para el proceso de
colonización, pues al firmar la paz, los británicos estipularon que los
colores de la bandera debían ser considerados “sagrados” en tanto
representación del dominio de la reina sobre la tierra. Para los maoríes, el
mástil representaba, al igual que el árbol, la unión y separación primigenia
entre el cielo y la tierra que habría dado origen a la humanidad. Sahlins
recurre al concepto de mito-praxis para referir a esta concepción de la
historia donde, al igual que con la muerte de Cook, los acontecimientos
presentes son significados a partir de mitos que enlazan el orden cósmico
con el orden político, y el carácter ritual dado a la guerra implicó que los
pueblos del Pacífico entendieran las exploraciones y la colonización
británica como la repetición de sucesos y batallas ocurridas desde el
origen de los tiempos.10
Esta peculiar relación de maoríes y polinesios con el tiempo histórico
llevaron a Francois Hartog a convertir las Islas de Historia en su punto de
10
Sahlins. Islas de Historia…, pp. 64-78.
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partida de Regímenes de historicidad. El historiador francés propuso que
estos pueblos se encontraban dentro de un “régimen heroico”. Como el
propio antropólogo anglosajón señaló, éste era muy similar al que existió
en la antigüedad griega, antes del surgimiento de la Polis como forma de
organización política, y de la Historia como género narrativo. Se trata de
una noción cíclica del tiempo, en la que el rey representa a su vez al héroe,
al dios y al cuerpo social. En ella, la división tajante entre el presente y el
pasado, o entre los vivos y los muertos, que caracteriza al pensamiento
histórico moderno, no existe como tal. La categoría de régimen de
historicidad le permite a Hartog no sólo analizar cómo han cambiado las
formas de relación con el tiempo histórico en las sociedades occidentales,
las cuales habrían transitado por un régimen heroico, uno cristiano, uno
moderno y uno presentista, sino también para dar cuenta de sociedades
que guardan una relación radicalmente distinta con el tiempo histórico, y
cómo en ocasiones, dos regímenes de historicidad coexisten en un mismo
tiempo de espacio. El régimen heroico sería así la piedra de toque para
adentrarnos en esta problemática: “Otras costumbres, otras historias. Yo
añadiría, otro régimen de historicidad”. Por ello, Hartog señala que Sahlins
pudo haber ido más allá en su análisis donde contrasta la historia
moderna con la historia heroica del Pacífico, y preguntarse si acaso los
exploradores británicos no se encontraban viviendo en un régimen de
historicidad distinto no solo al de los polinesios y los maoríes, sino
también al de la propia modernidad.11
A lo largo del libro citado, Hartog se refiere a cuatro regímenes de
historicidad que han tenido lugar en la historia de occidente: el régimen
heroico, de la antigüedad clásica; el cristiano, un tiempo lineal y
11
Hartog. Regímenes de historicidad…,pp. 50-63.
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escatológico inaugurado por figuras como San Agustín y presente a lo
largo de la Edad Media y de los primeros siglos de la modernidad; el
propiamente moderno, que coincide con lo que Reinhart Koselleck llama
Sattlezeit (tiempo bisagra), inaugurado con la revolución francesa y
dominante hasta la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por el
distanciamiento del pasado y la importancia del futuro como guía de la
historia; y un régimen presentista, cuya principal característica sería la
pérdida de centralidad tanto del futuro como del pasado frente a un
presente cada vez más amplio.
Al proponer la existencia de un régimen heroico en la antigüedad griega,
y al pensar que relatos como el del capitán Cook en Hawái son un lugar
común en la literatura de viajes, podríamos preguntarnos, en términos
históricos, hasta dónde la imagen del Otro como aquel que vive ya sea
fuera del tiempo, o por lo menos en otro tiempo, no corresponde más a las
representaciones que occidente ha construido sobre la alteridad que a la
realidad misma de estos pueblos. Este es un asunto que el propio Hartog
rastreó en las escrituras griegas sobre los escitas en El espejo de Heródoto
(1983), y que autores como Guy Rozat han extendido para el análisis de
las crónicas de la conquista americana. Dado que buena parte de lo
contenido en estas narraciones es resultado de una retórica de la
alteridad, y a menudo dice más de los observadores que de lo observado,
vale la pena tomar con cierta precaución lo enunciado en dichos textos y
no asimilarlos mecánicamente como información etnográfica. Por otro
lado, en términos antropológicos, valdría la pena preguntarnos si el
régimen heroico, como indirectamente advierten Hartog y Sahlins, sería
una suerte de matriz primigenia de la relación que los grupos humanos
han establecido con el tiempo y con la muerte, lo que nos llevaría a pensar
que si escarbamos en el pasado de todas las sociedades terminaríamos
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encontrándonos con él.
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Esta última es una de las tesis subyacentes
de un libro que parece haber dejado una profunda marca en la escritura
de Aura de Carlos Fuentes: La Bruja (1862) del historiador francés Jules
Michelet. Mi primera hipótesis es que esta coexistencia de dos regímenes
de historicidad descrita por Marshall Sahlins, una experiencia articulada
por la ritualidad, por el sacrificio y por un malentendido funcional, se
encuentra representada en la novela Aura de Carlos Fuentes, y que esto
puede entenderse como el resultado de la lectura que el escritor mexicano
hizo de La Bruja de Jules Michelet. La lectura de dichos textos deja ver los
vasos comunicantes que existen entre tres formas distintas de escritura: la
historia, la antropología y la literatura. Siguiendo a De Certeau, se trata de
saberes heterológicos, es decir, maneras de observar y de escribir sobre el
otro, en este caso, sobre las otras maneras de experimentar el tiempo
histórico.
Aura. El historiador y la bruja
William Ellis, segundo auxiliar del cirujano en la tripulación del capitán
Cook, se refirió a su muerte como “una cadena de sucesos que no podía
preverse ni evitarse”.12 Cabe preguntarse si podría hacerse una afirmación
similar sobre lo vivido por Felipe Monteros en Aura, en especial por la
manera en la que el protagonista dio con la oferta de trabajo que lo llevó a
la casa de la señora Consuelo; eran los años 60 en la Ciudad de México.
“Solo faltaba tu nombre” dice el narrador. En el epígrafe de Jules Michelet,
tomado del libro La Bruja, podemos encontrar una pista para leer su
novela con una clave antropológica. Esta puede remitirnos a la supuesta
esencia de un eterno femenino, pero también a la mujer como símbolo de
12
Sahlins, Islas de historia…, pp. 105.
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una alteridad radical, capaz de subsumir al hombre en un mundo
“encantado” que le resulta ajeno:
El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la
fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten
volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación... Los dioses son como
los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer...
Al final, al igual que le ocurrió al capitán Cook, Felipe Montero terminó
siendo subsumido por el régimen de historicidad del Otro, y su propia
persona se convirtió en un viejo héroe que, por medio de un rito, regresaba
periódicamente a visitar a su antigua esposa. Para que esto ocurriera,
fueron necesarios varios elementos que anteriormente advertimos en los
textos de Sahlins: un rito sacrificial y un malentendido funcional.
Un elemento recurrente en Regímenes de historicidad son los relatos de
viajes. Las formas de experimentar el tiempo son presentadas por medio de
personajes viajeros: el Ulises de los relatos homéricos en el mar
Mediterráneo, James Cook en las islas del Pacífico y el vizconde de
Chateaubriand en Norteamérica. Aunque Hartog no utiliza este término,
podemos ver que los cronotopos que, siguiendo a Mijaíl Bajtín, son las
conexiones entre el espacio y el tiempo dentro de la narración, resultan
centrales para dar cuenta ya sea de la coexistencia o de la transición entre
distintos regímenes de historicidad. En el caso de Aura, el cronotopo es
notablemente distinto. No se trata de un viaje, sino de la entrada a una
casa en el centro histórico de la Ciudad de México. Sin embargo, la casa
posee una función similar a la de las islas, no sólo se encuentra habitada
por otras costumbres, sino también por otras historias.
Desde el inicio del relato, el protagonista-narrador deja ver que su
experiencia del tiempo tiene algo de circular, “Vivirás ese día, idéntico a los
demás, y no volverás a recordarlo sino al día siguiente…”. El anuncio con
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la oferta de trabajo se repitió, pero con un sueldo superior. Ese Otro a
quien no conoce y parecía buscarle, le ofrecía algo que él deseaba ¿un
primer presente como el que los nativos ofrecen a los viajeros, según
narran sus crónicas? La entrada a la casa ubicada en Donceles 815 del
centro histórico de la Ciudad de México era también una entrada a otro
mundo, a un mundo oscuro e interior, pero también a un pasado que no
termina de irse. Como en el pasaje de Regímenes de historicidad dedicado
a Chateaubriand y a la experiencia moderna del tiempo, las ruinas son
quizá el mejor símbolo de este pasado latente. El protagonista, guiado a
través de un camino sombrío por una voz femenina, “aguda y cascada”,
llegó finalmente a la habitación de su empleadora, un lugar oscuro con
imágenes religiosas, veladoras y Saga, un conejo que le acompañaba. “Voy
al grano. No me quedan muchos años por delante, señor Montero, y por
ello he preferido violar la costumbre de toda una vida y colocar ese
anuncio en el periódico”. Este fue el primer malentendido funcional. Lo
que para la anciana significaba “violar la costumbre de toda una vida”,
para Felipe Monteros era el simplemente ejercicio de su profesión.
—Se trata de los papeles de mi marido, el general Llorente.
Deben ser ordenados antes de que muera. Deben ser
publicados. Lo he decidido hace poco.
—Y el propio general, ¿no se encuentra capacitado para...?
—Murió hace sesenta años, señor. Son sus memorias
inconclusas. Deben ser completadas. Antes de que yo
muera.
—Pero...
—Yo le informare de todo. Usted aprenderá a redactar en el
estilo de mi esposo. Le bastará ordenar y leer los papeles
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para
sentirse
fascinado
por
esa
prosa,
por
esa
transparencia, esa, esa...13
Aunque Monteros propuso la posibilidad de llevarse los documentos para
trabajar en su casa, ella lo retuvo: “Mis condiciones son que viva aquí. No
queda mucho tiempo”. Justo en ese momento apareció Aura. Cuando
Consuelo le presentó a su sobrina al historiador, le dijo: “Va a vivir con
nosotras”.
El relato de Fuentes produce la sensación de que el historiador se movía
entre dos mundos. Felipe Monteros pertenece a un mundo exterior, diurno
e iluminado, pero su trabajo lo obliga a adentrarse en un mundo nocturno
y oscuro en el interior de la casa. Conforme transcurre su estancia en esa
casa, se observan escenas que en un primer momento resultan
incomprensibles aún para el lector. Una de ellas tiene lugar en su segundo
encuentro con la señora Consuelo
La ves de lejos: hincada, cubierta por ese camisón de lana
burda, con la cabeza hundida en los hombros delgados:
delgada como una escultura medieval, emaciada: las
piernas se asoman como dos hebras debajo del camisón,
llagas, cubiertas por una erisipela inflamada; piensas en el
roce continuo de la tosca lana sobre la piel, hasta que ella
levanta los puños y pega al aire sin fuerzas, como si librara
una batalla contra las imágenes que, al acercarte, empiezas
a distinguir: Cristo, María, San Sebastián, Santa Lucia, el
Arcángel Miguel, los demonios sonrientes, los únicos
sonrientes en esta iconografía del dolor y la cólera:
Carlos Fuentes, Aura. (México: Era, 1962). Debido a que se consultó una edición electrónica, he omitido
los números de página, pues el paginado no coincide con el de las versiones impresas. Asimismo, para evitar
cansar al lector, todas las referencias menores a cuatro líneas dentro del texto no han sido citadas,
entendiéndose que corresponden a la obra de Fuentes.
13
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sonrientes porque, en el viejo grabado iluminado por las
veladoras,
ensartan
los
tridentes
en
la
piel
de
los
condenados, les vacían calderones de agua hirviente, violan
a las mujeres, se embriagan, gozan de la libertad vedada a
los santos. Te acercas a esa imagen central, rodeada por las
lágrimas de la Dolorosa, la sangre del Crucificado, el gozo de
Luzbel, la cólera del Arcángel, las vísceras conservadas en
frascos de alcohol, los corazones de plata: la señora
Consuelo, de rodillas, amenaza con los puños, balbucea las
palabras que, ya cerca de ella, puedes escuchar:
—Llega, Ciudad de Dios; suena, trompeta de Gabriel; ¡Ay,
pero como tarda en morir el mundo!
Se golpeará el pecho hasta derrumbarse, frente a las
imágenes y las veladoras, con un acceso de tos. Tú la tomas
de los codos, la conduces dulcemente hacia la cama, te
sorprendes del tamaño de la mujer: casi una niña, doblada,
corcovada, con la espina dorsal vencida: sabes que, de no
ser por tu apoyo, tendría que regresar a gatas a la cama. La
recuestas en el gran lecho de migajas y edredones viejos, la
cubres, esperas a que su respiración se regularice, mientras
las lágrimas involuntarias le corren por las mejillas
transparentes.
—Perdón ... Perdón, señor Montero ... A las viejas solo nos
queda... el placer de la devoción... Páseme el pañuelo, por
favor.14
14
Carlos Fuentes, Aura…
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La excusa de Consuelo resulta paradójica ¿Cómo es que la anciana
encontraba placer en la devoción? Y más aún ¿Por qué alzaba los puños de
esa manera? ¿Contra quién libraba la batalla? ¿Contra los santos y
ángeles o contra los demonios y Luzbel, los únicos sonrientes, aquellos que
gozaban de la libertad vedada a los primeros? ¿Por qué entre las imágenes
religiosas había frascos con vísceras conservadas en alcohol? Así como los
ritos polinesios representaban las batallas del orden cósmico, el extraño
ritual de la dueña de la casa parecía poner en escena las míticas luchas
entre el bien y el mal que, en la historia cristiana de la salvación,
inauguran y clausuran el tiempo histórico.
Justo después de presenciar esa extraña escena, el historiador
comenzará el trabajo para el que fue contratado: hacer hablar al muerto.
“No quiero que perdamos tiempo... Debe... debe empezar a trabajar cuanto
antes...”. La anciana le dio una llave y le indicó como llegar al baúl donde
se encontraban los papeles de su esposo. En este momento se produjo un
diálogo también enigmático, que de alguna manera confirma que, aunque
ambos personajes compartían el mismo espacio, vivían en mundos
diferentes. Las palabras de la anciana dejaban ver la antigüedad de un
lugar que permanecía como un resto de otro tiempo. La oscuridad parecía
ser no su voluntad sino resultado de una imposición externa. (Eco del
encierro y de la cacería de brujas).
—No veo muy bien. . .
—Ah, sí ... Es que yo estoy tan acostumbrada a las tinieblas.
A mi derecha . . . Camine y tropezara con el arcón . . . Es
que nos amurallaron, señor Montero. Han construido
alrededor de nosotras, nos han quitado la luz. Han querido
obligarme a vender. Muertas, antes. Esta casa está llena de
recuerdos para nosotras. Solo muerta me sacaran de aquí…
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Eso es. Gracias. Puede usted empezar a leer esta parte. Ya
le iré entregando las demás. Buenas noches, señor Montero.
Gracias. Mire: su candelabro se ha apagado. Enciéndalo
afuera, por favor. No, no, quédese con la llave. Acéptela.
Confió en usted.15
El historiador se dispuso a trabajar. La historia narrada en Aura
transcurre a lo largo de tres días. En cada uno de ellos, el protagonista
penetró en el archivo familiar de la casa para revisar los documentos que
ahí se resguardaban. Cada una de esas escenas es narrada como una
irrupción del pasado en el presente. La primera de ellas deja ver el desdén
del historiador hacia esos documentos, pues no encontró las memorias del
general tan fascinantes como habían sido descritas por su viuda. Por el
contrario, consideraba que ésta les atribuía un falso valor. Llorente nació
en una hacienda de Oaxaca en el siglo XIX. Cursó estudios militares en
Francia y perteneció al círculo más cercano de Napoleón III. También
formó parte del estado mayor del Segundo Imperio Mexicano, y vivió un
exilio en París luego del triunfo liberal. Pertenecía, por lo tanto, al bando
de los conservadores, de los derrotados, de esos que, en la imaginación
histórica del siglo XX mexicano representaban la tradición, el catolicismo,
el pasado. “Nada que no hayan contado otros”; los 4 mil pesos de sueldo
valían más que la ingrata labor en sí misma. Su trabajo no le resultaba
especialmente estimulante. Más que en las memorias del general, pensaba
que, si ahorraba lo suficiente, podría dedicarse a su obra personal sobre
las crónicas de la conquista de América.
Sin embargo, el pasado no sólo se hace presente por medio del acceso
del historiador a los documentos, sino también por medio de una extraña
15
Carlos Fuentes, Aura…
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ritualidad en la que el protagonista se vio inmerso. En la segunda noche,
el huésped cenó con Consuelo y con Aura. Al ver la extraña relación entre
la anciana y la joven, Monteros comenzó a especular sobre la posibilidad
de que Aura estuviera cautiva en ese lugar, y que quizá, ella esperaba que
él la salvara. Después de cenar buscó la habitación de la joven, y al
encontrarla, notó que en ella solo había un Cristo negro. Esa noche, en un
estado en el que el sueño y la vigilia parecían enlazarse, Felipe fue
sorprendido en la cama por Aura, a quien no pudo ver debido a la
oscuridad, pero reconoció por medio de los otros sentidos. Luego de hacer
el amor, antes de que amaneciera y se alejara, ella le dijo: “Tú eres mi
esposo”. Él se refirió a ella como “mi niña”, y creyó haberla poseído. Otra
vez, un malentendido funcional.
A la mañana siguiente, el historiador visitó nuevamente a su
empleadora, quien le autorizó a leer el segundo folio del archivo familiar.
Mientras se abría paso entre las ruinas de la recamara, entabló un diálogo
con Consuelo a propósito del animal que la acompañaba, pero que los llevó
a hablar del encierro, de la soledad, de la tentación y de la santidad. La
anciana le dejaba ver a su huésped que él “no entendía” lo que estaba
pasando:
—¿No le gustan los animales?
—No. No particularmente. Quizás porque nunca he tenido
uno.
—Son buenos amigos, buenos compañeros. Sobre todo
cuando llegan la vejez y la soledad.
—Si. Así debe ser.
—Son
seres
naturales,
señor
Montero.
Seres
sin
tentaciones.
—¿Cómo dijo que se llamaba?
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—¿La coneja? Saga. Sabia. Sigue sus instintos. Es natural y
libre.
—Creí que era conejo.
—Ah, usted no sabe distinguir todavía.
—Bueno, lo importante es que no se sienta usted sola.
—Quieren que estemos solas, señor Montero, porque dicen
que la soledad es necesaria para alcanzar la santidad. Se
han olvidado de que en la soledad la tentación es más
grande.16
Al retirarse a su habitación, Felipe presenció nuevamente una escena
incomprensible. La señora se encontraba de pie, abrazando y danzando
con el uniforme del general. Cuando leyó el segundo folio comenzó a
identificar peculiares coincidencias entre lo vivido por el general en el siglo
XIX y su propio tiempo. Esta fue la segunda irrupción del pasado en el
presente. Consuelo tenía 15 años cuando Llorente la conoció en 1876,
hacía casi un siglo; para entonces debía tener más de cien años. En las
memorias del general había referencias a sus ojos y a su vestido verdes,
así como a una ocasión en la que la había encontrado sacrificando a un
gato. “Siempre hermosa, incluso dentro de cien años”. De acuerdo con la
interpretación del historiador, Aura había sido encerrada para perpetuar la
ilusión de juventud de la “pobre anciana enloquecida”. Se dispuso
impulsivamente a buscarla. La encontró en la cocina mientras ella
degollaba a un macho cabrío. Inmediatamente corrió a buscar a la
anciana, y la encontró en su habitación realizando en el aire los mismos
movimientos que la joven “como si despellejara una bestia”. El historiador
presenció el sacrificio ritual de un macho cabrío, representación por
16
Carlos Fuentes, Aura…
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excelencia de las religiones que desde la edad media han sido calificadas
por el cristianismo como paganismo o brujería, un remanente de un
tiempo histórico anterior al tiempo cristiano.
Felipe corrió asustado a su habitación, se encerró e intentó conciliar el
sueño, repitiéndose a sí mismo que la mujer estaba loca. Cayó dormido, y
en sus sueños se sobreponían imágenes de Aura y Consuelo. Despertó y
bajó para cenar. Era la tercera noche. Esta vez el comedor estaba vacío, y
solo había lugar para él en la mesa. Al llegar a la alcoba encontró a Aura.
Ya no era la niña de anoche, era una mujer de unos cuarenta años. Este
encuentro estuvo aún más cargado de elementos rituales y religiosos. Con
el Cristo negro en el fondo, ella se arrodilló frente a él y dijo “El cielo no es
alto ni bajo. Esta encima y debajo de nosotros al mismo tiempo”. Luego le
lavó los pies, un gesto que recuerda el pasaje de la última cena. Después
danzaron un vals, y la mujer procedió con un acto que unía al mismo
tiempo lo sagrado y lo profano, del que podemos decir que dotaba a la
sexualidad de un carácter sagrado y religioso, o que profanaba lo más
sagrado del cristianismo con el deseo sexual.
Aura, de cuclillas sobre la cama, coloca ese objeto contra los muslos
cerrados, lo acaricia, te llama con la mano. Acaricia ese trozo de harina
delgada, lo quiebra sobre sus muslos, indiferentes a las migajas que
ruedan por sus caderas: te ofrece la mitad de la oblea que tú tomas, llevas
a la boca al mismo tiempo que ella, deglutes con dificultad: caes sobre el
cuerpo desnudo de Aura, sobre sus brazos abiertos, extendidos de un
extreme al otro de la cama, igual que el Cristo negro que cuelga del muro
con su faldón de seda escarlata, sus rodillas abiertas, su costado herido,
su corona de brezos montada sobre la peluca negra, enmarañada,
entreverada con lentejuela de plata. Aura se abrirá como un altar.
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La transfiguración del historiador tuvo lugar en el último día, cuando el
pasado irrumpió nuevamente por medio de los documentos y del ritual,
pero esta vez de manera más violenta. Por la mañana, luego de fracasar en
su intento de convencer a Aura de fugarse con él, Monteros se encontró
con la señora Consuelo. Ella le dijo: “Hoy no estaré en la casa, señor
Montero. Confío en su trabajo. Adelante usted. Las memorias de mi esposo
deben ser publicadas”. Cuando la anciana se hubo ido, Monteros entró a
su recámara en busca del tercer folio. Por tercera vez, el pasado irrumpía
en el presente, aunque esta vez, de manera más violenta. Al revisar los
documentos se encontró con algunos testimonios de finales del siglo XIX.
Entre otras cosas, el general lamentaba la derrota y caída del Segundo
Imperio. Eso ya no le importaba. El historiador buscaba desesperadamente
entre los vestigios del pasado a la mujer de ojos verdes de la que se había
enamorado
en
el
presente.
Los
testimonios
que
encontró
lo
desconcertaron, pero le dieron la clave para comprender lo que había
ocurrido durante los últimos tres días. La voz de la mujer, la de la bruja,
apenas se hacía presente en esos papeles viejos. Era la voz del varón la
que, situado frente a lo que resultaba incomprensible, terminaba
satanizando a la Alteridad:
Consuelo, no tientes a Dios. Debemos conformarnos. ¿No te
basta mi cariño? Yo sé que me amas; lo siento. No te pido
conformidad, porque ello sería ofenderte. Te pido, tan solo,
que veas en ese gran amor que dices tenerme algo
suficiente, algo que pueda llenarnos a los dos sin necesidad
de recurrir a la imaginación enfermiza […] Le advertí a
Consuelo que esos brebajes no sirven para nada. Ella insiste
en cultivar sus propias plantas en el jardín. Dice que no se
engaña. Las hierbas no la fertilizaran en el cuerpo, pero si
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en el alma [...] La encontré delirante, abrazada a la
almohada. Gritaba: “Sí, sí, sí, he podido: la he encarnado;
puedo convocarla, puedo darle vida con mi vida”. Tuve que
llamar al médico. Me dijo que no
podría calmarla,
precisamente porque ella estaba bajo el efecto de narcóticos,
no de excitantes […] Hoy la descubrí, en la madrugada,
caminando sola y descalza a lo largo de los pasillos. Quise
detenerla. Paso sin mirarme, pero sus palabras iban
dirigidas a mí. “No me detengas —dijo—; voy hacia mi
juventud, mi juventud viene hacia mí. Entra ya, está en el
jardín, ya llega” […] Consuelo, pobre Consuelo. . . Consuelo,
también el demonio fue un ángel, antes…17
No había nada más escrito. El historiador se había topado con un límite
marcado por las propias fuentes. Detrás de la hoja se encontraban dos
retratos, el del Llorente, anciano, fechada en 1894, y el de la joven Aura,
firmada en 1867 por Consuelo Llorente. Había una tercera fotografía, en la
que ambos aparecían sentados en una banca. Lo que el joven historiador
veía en el pasado era una transfiguración de su presente. Eran el general
Llorente y su esposa Consuelo, eran él y Aura. Pero al ver el pasado ve
también su propio futuro, su propia vejez. La continuidad entre pasado,
presente y futuro parecía haberse dislocado.
Escondes la cara en la almohada, tratando de impedir que el
aire te arranque las facciones que son tuyas, que quieres
para ti. Permaneces con la cara hundida en la almohada,
con los ojos abiertos detrás de la almohada, esperando lo
que ha de venir, lo que no podrás impedir. No volverás a
17
Carlos Fuentes, Aura…
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mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un
tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que
marcan tediosamente las largas horas inventadas para
engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la
velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir.
Una vida, un siglo, cincuenta años: ya no te será posible
imaginar esas medidas mentirosas, ya no te será posible
tomar entre las manos ese polvo sin cuerpo.18
Una vez más, el protagonista cayó dormido. Había sido en momentos como
este, en los que parecía borrarse la distinción entre el sueño y la vigilia,
cuando la diferencia entre Aura y Consuelo se desdibujaba. Al despertar,
ya noche, se dirigió a la recámara de la anciana. Las veladoras se habían
finalmente consumido. Buscaba a Aura. Ella le respondió y le invitó a
recostarse a su lado. Él intentó acercarse, aunque ella trató de evitarlo.
—Ella ya no regresara.
—¿Nunca?
—Estoy agotada. Ella ya se agotó. Nunca he podido mantenerla a
mi lado más de tres días.
Él insistió y ella no pudo resistirse en un último encuentro amoroso. Él
insistía en prolongar el malentendido inicial. Fue en este momento cuando
el historiador corroboró lo que había encontrado en los documentos, Aura
y Consuelo eran la misma persona.
[…] veras bajo la luz de la luna el cuerpo desnudo de la
vieja, de la señora Consuelo, flojo, rasgado, pequeño y
antiguo, temblando ligeramente porque tú lo tocas, tú lo
amas, tú has regresado también...
18
Carlos Fuentes, Aura…
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Hundirás tu cabeza, tus ojos abiertos, en el pelo plateado de
Consuelo, la mujer que volverá a abrazarte cuando la luna
pase, sea tapada por las nubes, los oculte a ambos, se lleve
en el aire, por algún tiempo, la memoria de la juventud, la
memoria encarnada.
—Volverá, Felipe, la traeremos juntos. Deja que recupere
fuerzas y la haré regresar.19
Felipe Monteros, el historiador contratado para hacer hablar a los
muertos, sin darse cuenta, tomó parte de un ritual cuya finalidad era
traerlos de regreso; él mismo se transfiguró en el muerto. Para que esto
fuera posible, al igual que ocurrió con el capitán Cook en Hawái, quien fue
convertido en el rey-héroe-dios Lono, fue necesario un malentendido
funcional a lo largo de la trama. Ambos fueron subsumidos en otro
régimen de historicidad, uno donde el tiempo no corre de pasado a futuro,
sino donde el futuro puede encontrarse en el pasado, tal y como él pudo
asomarse a su vejez en una fotografía del siglo XIX. Y así como el rito del
dios moribundo se repetía cada año, Aura y el General también habrían de
volver. Al igual que en las Islas de Historia, este ritual implicó el sacrificio
de animales, así como la puesta en escena de mitos cosmogónicos. El
regreso de Lono en busca de su antigua amada representaba el ciclo de la
fertilidad y la fundación misma del cosmos, mientras que el ritual que
puede entreverse a lo largo del relato parecía representar escenas
fundacionales del cristianismo, aunque resignificadas a partir del deseo
erótico femenino. El cronotopo de ambos relatos posee un elemento que
remite a la experiencia de alteridad. Ya sea que se traten de las islas del
Pacífico, o del aislamiento de la casa de la señora Consuelo, las dos
19
Carlos Fuentes, Aura…
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historias dan cuenta de cómo el portador del régimen moderno se adentra
en un lugar en el que el tiempo no corre de manera lineal, sino como un
eterno retorno.
Diálogos, historias, ficciones
Una de las principales críticas que ha recibido la categoría de regímenes de
historicidad es que suele ser leída como una sucesión cronológica de
distintas maneras de experimentar el tiempo.20 La lectura paralela de Islas
de historia y de Aura permite pensarla de otra manera, pues enfatiza la
coexistencia de distintos regímenes. Más aún, muestra la capacidad los
agentes externos a modernidad, el salvaje y la bruja, para asimilar la
irrupción de la historia moderna dentro del régimen heroico. No obstante,
hay diferencias importantes entre ambos relatos. Una de las más evidentes
es la que existe entre las figuras del salvaje y de la bruja. El primero es
una figura fundamental en los relatos de viaje consultados por Sahlins. Se
trata de un Otro distante e incomprensible para el observador occidental
que se encuentra en las afueras del mundo moderno, en sitios distantes
refractarios a la civilización, como lo son las islas del Pacífico. La bruja es
una figura que, si bien no pertenece a la modernidad, se encuentra
inscrita dentro de ella. Representa, al igual que las ruinas en que se
encuentra la casa de Consuelo, los vestigios de un pasado que no termina
de irse, que se mantiene oculto en las sombras, que se renuncia a morir y
a ser absorbido por un orden social que intenta suprimir el deseo
femenino. Las brujas representan aquello que ni el tiempo cristiano ni el
Chris Lorenz, “Out of Time? Some Critical Reflections on Francois Hartog´s Presentism”, Marek Tamm y
Laurent Oliver (eds.) Rethinking Historical Time. New Approaches to Presentism, Bloomsbury Academic,
Inglaterra, 2019, pp. 23-42.
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tiempo moderno han conseguido borrar, y entre esos restos se encuentran
antiguos rituales capaces de traer a los muertos de regreso.
Una segunda diferencia se encuentra en los recursos narrativos
disponibles para construir un relato histórico y un relato de ficción.
Siguiendo a Mijaíl Bajtín, tanto Aura como Islas de historia son textos
polifónicos. Esta característica, central en un género como la novela,
remite a la coexistencia de distintas voces dentro de un texto e incluso del
mismo lenguaje. Para Bajtín, una diferencia importante de la novela con
respecto a géneros previos como la poesía, es que lejos de constituir relatos
unívocos, se caracteriza por la intromisión de las palabras y voces de otros
dentro de la propia voz del autor.21 En este sentido, podemos decir que los
relatos históricos, al igual que las novelas, son siempre textos polifónicos,
pues el objetivo del historiador es dar cuenta de las voces del pasado
contenidas en los documentos a los que accede por medio de la
investigación (inquiry) señalada por Paul Ricoeur. No obstante, hay una
segunda categoría de Bajtín que deja ver una diferencia importante entre
los textos aquí revisados. El dialogismo remite a la alternancia de
intervenciones entre dos interlocutores, y a la manera en que las palabras
de uno de ellos contienen la voz del otro con quien se dialoga. 22 Una
diferencia estructural entre los dos textos es que solamente Aura presenta
la coexistencia de dos regímenes de historicidad por medio de un diálogo, y
este es producido por medio de un relato de ficción.
Aunque Marshall Sahlins se esfuerza por dar lugar a la alteridad y las
Islas de Historia son un texto polifónico, el relato de la muerte del capitán
Cook carece de diálogos. No es que sea una voz suplantada por un
Luisa Puig “Polifonía lingüística y polifonía narrativa”, Acta Poética, 2004, vol. 25, no. 2, pp. 380-388.
Luis Alfonso Ramírez Peña “Polifonía y dialogismo en el discurso”, Revista hechos y proyecciones del
lenguaje, nos. 16-17, 2007-2008, pp. 137-145.
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narrador que habla en su nombre, sino que ésta parece haber estado
ausente incluso en las propias fuentes. La voz del Otro aparece en la
narración de la revuelta maorí, pero una revisión al aparato crítico nos
deja ver que la voz de los nativos se encuentra mediada por la escritura de
los viajeros ingleses. A pesar de ello, el antropólogo logra “hacer hablar” a
sus fuentes para entrever el pensamiento del Otro y hacerlo comprensible
por medio de categorías y conceptos propias de su disciplina. Se trata de
una operación historiográfica que logra dar cuenta de un Otro ausente no
sólo del tiempo presente, sino también de los textos de los que se vale para
observar el pasado. Por el contrario, en la novela los diálogos son una
constante que atraviesa el relato del principio a fin. La voz del narrador y
protagonista se entrelaza con las de Aura y Consuelo. Cerca del final
aparece la voz del muerto ausente, el general Llorente, en un texto que a
su vez muestra palabras pertenecientes a la joven Consuelo, enunciadas
en el siglo XIX. Esta voz de la bruja que se asoma en el texto del general
remite a su vez a uno de los principales límites de la investigación
histórica, ya que a menudo, la que la voz del otro se contenida dentro del
discurso de los portadores de la escritura.
La diferencia entre los textos analizados tiene así una dimensión
narrativa y una referencial. Mientras Islas de historia es un monólogo y la
voz del otro está contenida dentro de la del narrador, Aura es un diálogo.
La dimensión referencial reside en que la imposibilidad de narrar la
muerte del capitán Cook como un texto dialógico se encuentra en el
trabajo con las fuentes primarias. Aunque la imaginación resulta
fundamental
para
construir
una
buena
narración
sobre
los
acontecimientos pasados, nuestra disciplina impone una sanción cuando,
ante el silencio de las fuentes, nos sentimos invitados a materializar en un
texto lo que imaginamos que los actores de nuestro relato pudieron haber
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dicho. Este límite cobra importancia cuando historiamos experiencias de
alteridad en las que las fuentes solo dejan ver la voz del sujeto occidental,
portador de la escritura. Si bien estas fuentes, tal y como las memorias del
general Llorente en Aura, suelen contener rastros de la voz del Otro, y a
partir de estos indicios podemos aproximarnos a lo sucedido, la ausencia
de esa otra voz no deja de inquietarnos. A veces, sólo el relato de ficción
puede restituir esa voz y ponerla en diálogo con otras, aún y cuando
sabemos que se trata de una invención del autor.
¿Esta diferencia es consustancial a la escritura de la historia? No
necesariamente. Quisiera cerrar el trabajo resaltando el carácter histórico
de la distinción entre el relato histórico y el relato de ficción atendiendo un
texto que inspiró la escritura de Aura. Dos décadas después de su
publicación, Carlos Fuentes dio cuenta de los referentes que lo llevaron a
escribir esta novela. Además de sus conversaciones con Luis Buñuel, de
su acceso a la biblioteca del cineasta español y de las historias chinas y
japonesas a las que el escritor accedió durante los años 60 por medio del
cine, Fuentes refiere al trabajo de Jules Michelet y a su objetivo por dar
cuenta de las descendientes seculares de las brujas.23 La lectura detenida
de Aura deja ver que la mayor parte de las referencias a la brujería se
encuentran en La Bruja, un texto del historiador francés publicado por
primera vez en 1862.
Los objetos que Felipe Monteros lograba observar en la oscuridad de la
casa, el color verde, las plantas medicinales como la belladona, los gatos y
sus maullidos, las cenas en las que siempre se dejaba un lugar vacío,
muñecas de trapo rellenas de harina… Su segundo encuentro con Aura
recrea la misa negra descrita por Michelet, y las palabras pronunciadas
Carlos Fuentes “On Reading and Writing Myself: How I wrote Aura”, World Literature Today, vol. 57, no.
4, 1983, pp. 536-537.
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por la protagonista: “El cielo no es alto ni bajo. Esta encima y debajo de
nosotros al mismo tiempo” proviene de la obra de Michelet.24 Más aún, hay
pasajes que hacen pensar que el propio título de la novela fue tomado de
esta obra, como uno en el que el historiador relata la manera en la que el
cristianismo satanizó los antiguos cultos a la naturaleza, los cuerpos, y
especialmente a la mujer: “Considerad lo que es sentirse doble, tener fe en
ese otro, huésped cruel que va, viene, se pasea por vosotros, os hace vagar
por donde quiere, por los desiertos, por los precipicios. Y cuanto más
miserable es el cuerpo, más se agita el demonio. Sobre todo la mujer está
habitada, hinchada por esos tiranos, que la llenan de un aura infernal,
haciéndola jugar a su capricho, haciéndola pecar y desesperándola.”25
Al igual que los relatos de viajeros analizados por Sahlins, la escritura
de Michelet intenta dar cuenta de las costumbres y creencias de un país
extraño, no de las islas del Pacífico sino del propio pasado de Europa. La
Bruja es la historia de la persistencia de los antiguos cultos paganos a la
naturaleza que, dentro de una civilización cristiana, fueron satanizados en
el sentido más literal de la palabra. Siguiendo a Hartog, podríamos decir
que Michelet escribe desde el régimen moderno de historicidad acerca de
los dos regímenes que le precedieron, el heroico y el cristiano. Sin
embargo, su historia no es la de la sucesión de uno por otro, sino la de su
coexistencia a lo largo de la Edad Media y de la temprana modernidad. Y
aunque se trata de uno de los referentes clásicos de la disciplina histórica
“Sobre todo aquí, la Edad Media mostró su verdadero carácter, la Anti-Naturaleza, estableciendo
distinciones, castas jerárquicas, en la unidad del ser. Según dicho carácter, no sólo el espíritu es noble y el
cuerpo no noble, sino que también hay artes del cuerpo que son nobles y otras aparentemente plebeyas. De la
misma manera el cielo es noble y el abismo no lo es. ¿Por qué? “Es porque el cielo está en lo alto”. Pero
sabemos que el cielo no está ni alto ni bajo, que está arriba y abajo ¿Qué es el abismo? Nada. La misma
tontería acerca del mundo y el pequeño mundo del hombre.” (Subrayado propio). Jules Michelet, La Bruja,
Akal, Madrid, 2004, p. 128.
25 Michelet, La Bruja, p. 47.
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moderna, mucha de su escritura responde a códigos propios de la
literatura y no del método científico.
Algo que llama la atención al leer La Bruja es que se encuentra llena de
diálogos ficticios. Si bien la segunda parte del libro está dedicado a dar
cuenta de algunos casos de brujería y posesión demoniaca entre los siglos
XVI y XVIII por medio de documentación de la época, la primera parte,
sobre los orígenes antiguos y medievales de la brujería, contiene
numerosos recursos literarios. Michelet no sólo se vale de cuentos
medievales para llevar a cabo su investigación, sino que se permite
recrear, a lo largo de varios capítulos, el diálogo entre dos personajes
anónimos: una mujer medieval y una antigua deidad. La transfiguración y
la interacción entre estas dos figuras, dentro de un contexto de
enfermedad, carencias, dolor y opresión, llevarán a la mujer a convertirse
en una bruja y al pequeño duende en una manifestación que desde el
cristianismo puede calificarse como demoníaca. Este breve ejercicio de
lectura intertextual permite aproximarnos a un momento en el que la
diferencia entre el relato histórico y el relato de ficción no era tan claro
como fue enunciado por Ricoer un siglo más tarde.
Una de las tesis de Michel de Certeau en La escritura de la historia, que
luego fue recuperada por Hayden White en The Practical Past (2014) es que
“la literatura es el otro suprimido de la historia.” La historia, en tanto
disciplina científica, se ha constituido a partir de la oposición binaria entre
los relatos históricos y los relatos de ficción. Siguiendo a Hartog, nos
encontramos con que la disciplina histórica es hija del régimen moderno
de historicidad, y por ello, sus procedimientos implican una relación
particular con el pasado y con la muerte. Sin embargo, no es sino una
entre muchas posibilidades de dar cuenta de ellos por medio de la
escritura. Los textos aquí revisados nos muestran tanto las posibilidades
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como los límites de esta disciplina, al tiempo que nos recuerdan que los
límites entre los relatos históricos y los de ficción han sido más sutiles y
contingentes de lo que a veces pensamos.
Referencias
De Certeau, Michel. La debilidad de creer. Buenos Aires: Katz,
2006.
De Certeau, Michel. La escritura de la historia. México: Universidad
Iberoamericana, 2010.
Fuentes, Carlos, “On Reading and Writing Myself: How I wrote
Aura”, World Literature Today, vol. 57, no. 4, 1983, 531-539.
Fuentes, Carlos. Aura. Edición electrónica. México: Era, 1962.
Geertz, Clifford. Conocimiento Local, España, Paidós, 1994, pp. 73 –
92. Madrid: Paidós, 1994.
Ginzburg, Carlo. «“Qué he aprendido de los antropólogos”.»
Alteridades, 2009: 131 – 139.
Hartog, Francois. Regímenes de historicidad. México: Universidad
Iberoamericana, 2003.
Lorenz, Chris “Out of Time? Some Critical Reflections on Francois
Hartog´s Presentism”, Marek Tamm y Laurent Oliver (eds.) Rethinking
Historical Time. New Approaches to Presentism, Bloomsbury Academic,
Inglaterra, 2019, pp. 23-42.
Michelet, Jules, La Bruja, Akal, Madrid, 2004.
Puig, Luisa, “Polifonía lingüística y polifonía narrativa”, Acta
Poética, 2004, vol. 25, no. 2, 377-417.
Ramírez Peña, Luis Alfonso, “Polifonía y dialogismo en el discurso”,
Revista hechos y proyecciones del lenguaje, nos. 16-17, 2007-2008, 128147.
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Ricoeur, Paul. Historia y Narratividad. Barcelona: Paidós, 1999.
Sahlins, Marshall. Islas de Historia. La muerte del capitán Cook.
Metáfora, antropología e historia. Madrid : Gedisa, 1997.
White, Hayden, The Practical Past, Northwestern University Press,
Evanston, Illinois, 2014.
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