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ARTICLE 1 2 3 4 Sujetos de violencia en sociedades agropastoriles de la Puna meridional argentina: prácticas mortuorias y evidencia de traumas en esqueletos humanos del sitio de Punta de la Peña 9.I, Antofagasta de la Sierra, Catamarca, Argentina 5 6 7 8 9 10 Lucía G. Gonzalez Baroni, Claudia M. Aranda y Leandro H. Luna Q1 11 12 13 Este artículo discute las evidencias de violencia perimortem y las relaciones espaciales de partes esqueletales recuperadas en la Estructura Funeraria 4 del sector I del sitio de Punta de la Peña 9 (Antofagasta de la Sierra, Catamarca, Argentina). Esta estructura, que contiene varios individuos correspondientes a la segunda mitad del primer milenio dC, presenta evidencias de haber sido reabierta en al menos dos eventos de inhumación, lo que produjo alteraciones de los patrones mortuorios y desarticulación de partes anatómicas. Estas reaperturas se relacionan con una dinámica particular de las prácticas de entierro en Antofagasta de la Sierra. Se trata del primer entierro secundario múltiple identificado para el área, el cual incluye a su vez los primeros casos de trauma intencional y muerte en condiciones violentas. Se inhumaron al menos siete individuos de ambos sexos y de distintos rangos de edad, cuatro de los cuales presentan lesiones perimortem en los cráneos, evidencia directa de situaciones de violencia interpersonal para los grupos agropastoriles de este período. 14 Palabras clave: arqueología de la Puna meridional argentina, violencia interpersonal perimortem, entierro secundario múltiple, sociedades agropastoriles 22 In this article, we discuss the evidence of perimortem violence and the spatial relationships of human osteological remains recovered from Funeral Structure 4, Sector I of the Punta de la Peña 9 site (Antofagasta de la Sierra, Catamarca, Argentina). This structure contained several individuals that were buried during the second half of the first millennium AD. It was reopened at least twice, which altered the mortuary patterns and disarticulated skeletal elements. The reopening of this tomb is related to the particular dynamics of the burial practices in Antofagasta de la Sierra. This study is especially noteworthy because it is the first multiple secondary burial identified in the area and shows the first evidence of intentional trauma and violent death. At least seven individuals of both sexes and different age ranges were buried in the tomb, four of whom present perimortem lesions in their skulls. This is direct evidence of interpersonal violence in the agropastoral societies of this period. Keywords: archaeology of the Southern Puna (Argentina), perimortem interpersonal violence, multiple secondary burials, agropastoral societies 15 16 17 18 19 20 21 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 E humanos recuperados del sector I del sitio de Punta de la Peña 9 (PP9.I), ubicado a 10 km de Antofagasta de la Sierra (ANS), Catamarca, Argentina. Este tema fue abordado a través del análisis del arte rupestre, interpretando escenas de enfrentamientos producto de situaciones de competencia por recursos y territorios (Aschero ste trabajo contribuye a la problemática que evalúa los procesos de conflicto social en los Andes Centro-Sur, cuyos antecedentes son escasos e indican cambios sociopolíticos profundos en las sociedades puneñas del primer milenio de la era. Se discute información obtenida a partir del análisis de restos 35 36 37 38 39 40 41 42 43 Lucía G. Gonzalez Baroni ▪ CONICET. Instituto de Arqueología y Museo. Facultad de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina (luciagonzalezbaroni@gmail.com) Claudia M. Aranda ▪ Cátedra de Endodoncia, Facultad de Odontología, Universidad de Buenos Aires, Argentina (arandaclau@gmail.com) Leandro H. Luna ▪ CONICET. Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas. Facultad de Filosofía y Letras, Q1 Buenos Aires, Argentina (lunaranda@gmail.com, autor de contacto) Latin American Antiquity, pp. 1–20 Copyright © 2019 by the Society for American Archaeology doi:10.1017/laq.2019.41 1 44 45 46 47 48 49 50 2 LATIN AMERICAN ANTIQUITY y Martel 2005). Las lesiones traumáticas perimortem y las prácticas mortuorias de desmembramiento evidenciadas en los restos humanos de la Estructura Funeraria 4 (EF4) de PP9.I aportan nuevos datos al respecto (Gonzalez Baroni 2013). Las evidencias más tempranas de situaciones de violencia como fenómeno social fueron identificadas en especies homínidas diferentes de Homo sapiens (Hutton Estabrook y Frayer 2014; Sherrow 2012). En su largo desarrollo desde entonces, constituyó y constituye una práctica humana modelada por la ideología y con una diversidad de expresiones culturales (Ogilvie y Hilton 2000; Parker Pearson y Thorpe 2005; Scherer y Verano 2014). Se considera aquí que el concepto de violencia incluye cualquier práctica social que implique el uso de la fuerza material o ideológica para dañar física o psíquicamente y que involucre vínculos de poder jerárquico y desigual (Knüsel y Smith 2014). El estudio bioarqueológico de los indicadores de violencia contribuye al análisis de procesos de tensión social en distintos niveles, ya sea disputas de pocas personas durante períodos cortos o problemáticas más complejas y prolongadas como la guerra, que implica el desarrollo de acciones articuladas, sistemáticas, prolongadas e institucionalizadas (Guilaine y Zammit 2005; Parker Pearson y Thorpe 2005; Scherer y Verano 2014; Walker 2001). En este caso se evalúan indicadores de violencia a pequeña escala, que involucran a actores sociales en grupos reducidos de pastores y agricultores en un área sin indicadores arqueológicos como estructuras defensivas o grandes poblados para el periodo analizado. Los estudios sobre la violencia prehispánica en los Andes fueron considerados usualmente en el contexto de expansiones y colapsos imperiales, competencia económica, sacrificios humanos o guerras rituales (Arkush y Stanish 2005; Kurin 2016; Tung 2012; Verano 2007, 2008). Desde la óptica de la sacralidad, se le otorgó una valoración positiva como elemento cohesionador de la sociedad y, en general, se la explicó como un acto ritual, justificándola ideológicamente (Scherer y Verano 2014). Esta perspectiva se nutre principalmente en el desarrollo de batallas rituales similares al tinku, destacando su aspecto funcional de liberación de la tensión social (Arkush y Stanish 2005; Tung 2007a; Turner 1969). En contraste, son escasos los estudios bioarqueológicos que se centran en la violencia no ritual (e.g., Tung 2012; Tung y Owen 2006; Vega 2014). Este trabajo adhiere a la propuesta de Tantaleán y Gonzáles Panta (2012), quienes plantean un enfoque que trasciende la dicotomía simplificadora de las acciones humanas como buenas o malas, para evitar enfatizar en forma artificial las características “exóticas” de las sociedades prehispánicas desde una perspectiva occidental. Busca superar el carácter meramente descriptivo para explicar la naturaleza de la acción (origen, desarrollo y fines) desde la materialidad. Para identificar las prácticas violentas, consideran los medios disponibles para ejercerlas o rechazarlas (armas, cascos, cadáveres expuestos o desmembrados, etc.), su espacio de ejercicio (fosas comunes, arquitectura, etc.) y sus sujetos (traumatismos, heridas, mutilaciones, etc.; Lull et al. 2006; Tantaleán y Gonzáles Panta 2012). Asimismo, plantean que estas situaciones se desencadenan como consecuencia de tensiones en las relaciones personales, ya que el conflicto puede ser entendido como una herramienta de negociación y competencia dentro del entramado social (De Waal 2000). En este contexto, el objetivo del presente trabajo es contribuir a la discusión acerca de la naturaleza de estas prácticas a partir del estudio bioarqueológico de los individuos recuperados en EF4, considerando las evidencias de violencia perimortem y las características particulares de la distribución y completitud esqueletal. 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 Antecedentes de Situaciones de Violencia y Entierros Secundarios en Antofagasta de la Sierra y Zonas Aledañas 85 Se describe y discute el primer caso documentado de trauma perimortem en Antofagasta de la Sierra, insertándolo en el marco de los procesos sociales planteados para las sociedades agropastoriles de la segunda mitad del primer milenio dC. Los antecedentes de manifestaciones de violencia en zonas aledañas son escasos. Para el Noroeste Argentino (NOA), Ortíz y Seldes (2012) proporcionan datos sobre traumas perimortem atribuibles a situaciones de violencia en sitios del piedemonte del Valle de San Francisco (San Pedro de Jujuy, Jujuy) a 89 86 87 88 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 100 [Gonzalez Baroni et al.] Q2 SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES comienzos de la era cristiana (ca. 2030 aP). También se documentaron contextos contemporáneos de conflicto en Las Pirguas (Salta), específicamente hundimientos circulares en huesos parietales y fracturas en huesos nasales (Baffi et al. 1996); en Til 20 (Quebrada de Humahuaca, Jujuy), donde se documentó una punta de proyectil en un calcáneo (Arrieta et al. 2016); y en Campo del Pucara (Andalgalá, Catamarca), donde se recuperaron cinco cráneos trofeo (Tartusi y Núñez Regueiro 1993) con múltiples traumas perimortem efectuados con objetos filosos y fracturas circulares en la base (Roldan y Sampietro Vattuone 2011). La complejidad de los asentamientos en sitios como Campo del Pucará indica el desarrollo de procesos de desigualdad y centralización del poder que dista de las consideraciones tradicionales de sociedades pacíficas, con organización simple y sin marcadas desigualdades sociales (Núñez Regueiro 1974). La identificación de áreas exclusivas de entierro separadas de las zonas residenciales y la construcción de cámaras sepulcrales complejas en Cancha de Paleta y Salvatierra (Valle Calchaquí, Salta; Baldini 2007), así como de recintos circulares y subcirculares aglomerados en sitios de los valles de Santa María y Yutopian (Catamarca; Scattolin 2007), muestran una organización social más compleja (Ortíz y Seldes 2012), en las cuales las situaciones de tensión social no habrían sido excepcionales. Entre aproximadamente 1000 y 1400 años dC se produjeron en el NOA cambios sociopolíticos que llevaron al incremento de las situaciones de conflicto, evidenciadas a partir del aumento de la cantidad de estructuras defensivas, concentración poblacional, escenas de batallas en el arte y cráneos trofeo (Nielsen 2010). Cambios climáticos con periodos de mayor aridez contribuyeron a intensificar la tensión social y la competencia social por el acceso y control de los recursos (Gheggi y Seldes 2012; Nielsen 2007). Desde un enfoque bioarqueológico, Gheggi y Seldes (2012) compararon las evidencias de violencia en Juella, Volcán, Los Amarillos y La Huerta (Quebrada de Humahuaca) y Andalhuala, Fuerte Quemado, Tolombón, La Poma, Molinos-Cachi, Payogasta, La Paya y Fuerte Alto (Valle Calchaquí). Identificaron un predominio de estas entre los masculinos en las muestras de este último valle, en contraste con lo observado en sitios de 3 la Quebrada de Humahuaca, donde las frecuencias fueron similares entre sexos. En Yacoraite y Los Amarillos, las evidencias de traumas premortem podrían indicar enfrentamientos pautados, rituales o en emboscada (Gheggi y Seldes 2012). En el Desierto de Atacama (Puna chilena), Torres-Rouff y Costa Junqueira (2006) compararon los patrones de violencia durante los períodos Intermedio temprano (200 aC-600 dC), horizonte Medio (600–950 dC), Intermedio tardío (950–1400 dC) y horizonte Tardío (1400–1532 dC), identificando mayores frecuencias de trauma perimortem y lesiones remodeladas durante los periodos de grandes cambios sociales, en coincidencia con eventos de sequías, procesos de tensión social y la aparición de jerarquías marcadas. Entre los varones predominan los traumas agudos, asociados a conflictos violentos; entre las mujeres prevalecen las lesiones nasales remodeladas, relacionadas con situaciones de violencia doméstica (Lessa 2014; Standen et al. 2010). En síntesis, si bien los antecedentes de indicadores de violencia son escasos en el NOA e inexistentes en Antofagasta de la Sierra, los casos descriptos enriquecen el conocimiento disponible sobre los procesos de tensión social acaecidos en el NOA. El estudio de los eventos traumáticos sufridos por los individuos de PP9.I que aquí se presenta, abordado inicialmente por Gonzalez Baroni (2013), contribuye con nueva evidencia a la caracterización de dichos procesos. Es necesario mencionar los antecedentes de inhumación de partes anatómicas aisladas y de entierros secundarios. El caso de estudio evidencia prácticas de entierro de porciones corporales con distintos grados de integridad. En la Puna de Jujuy hay evidencias de entierros secundarios desde fechas tempranas (ca. 10.200–3700 aP; Fernández Distel 1986; Yacobaccio et al. 2001). Sin embargo, la información es discontinua para ANS, pese a la larga secuencia ocupacional desde aproximadamente 12.000 aP. Este patrón mortuorio fue identificado en entierros secundarios múltiples de aproximadamente 8000 años de antigüedad con marcas de procesamiento y rastros de pintura en Peña de las Trampas 1.1 (Martínez 2014). Además, en Quebrada Seca 3 se recuperó un fardo funerario que contenía el entierro secundario incompleto de un feto 101 102 103 104 105 106 107 108 109 110 111 112 113 114 115 116 117 118 119 120 121 122 123 124 125 126 127 128 129 130 131 132 133 134 135 136 137 138 139 140 141 142 143 144 145 146 147 148 149 150 4 LATIN AMERICAN ANTIQUITY fechado para aproximadamente 4000 aP (Gonzalez Baroni et al. 2017). Por último, para la segunda mitad del primer milenio dC se identificaron tres entierros secundarios en Punta de la Peña 9 (Babot et al. 2009; Gonzalez Baroni 2013) que indicarían la selección y trasporte de partes anatómicas, así como la reapertura de contextos funerarios como práctica usual para momentos agropastoriles. De todos estos casos, EF4 es la única inhumación que presenta esqueletos con indicadores de trauma. Descripción de la Muestra y Metodología PP9 se ubica en los sectores intermedios de ANS (ca. 2.600 m snm; Olivera 1992), sobre la margen izquierda del Río Las Pitas. Es una base residencial multicomponente con una ocupación desde 1.970 ± 50 años 14C aP hasta el momento colonial moderno (Babot et al. 2006:59). Fue dividido en cuatro sectores, cuya característica común es la reocupación reiterada de los recintos, ya sea manteniendo o modificando su función (Babot et al. 2006, 2009; López Campeny 2002). El sector I (PP9.I), en el cual se hallaron los restos analizados, está compuesto por distintas áreas de actividad (espacios con arte rupestre, de molienda, etc.). En la parte más elevada de la planicie aluvial se identificaron dos estructuras residenciales, E5 y E3, y dos tumbas en contacto con E5, denominadas EF1 y EF4 (Figura 1; Babot et al. 2009; Gonzalez Baroni 2013). Los datos radiocarbónicos para E3 (1290 ± 50 aP), E5 (1250 ± 70 aP) y EF1 (1240 ± 50 aP; Babot et al. 2009:187; Gonzalez Baroni 2013) son contemporáneos con el uso de EF4. Esta última incluye un entierro secundario de restos antrópicamente removidos, algunos en posición vertical en el sedimento y porciones anatómicas desmembradas (Figura Suplementaria 1). Tres dataciones radiocarbónicas indican una cronología correspondiente al siglo séptimo: 1306 ± 45 aP (AA98366; 672–880 cal dC [2σ]; costilla del individuo 4), 1363 ± 45 aP (AA 98365; 644–783 cal dC [2σ]; coxal del individuo 2) y 1388 ± 45 años aP (AA98367; 614–778 cal dC [2σ]; costilla del individuo 3; Gonzalez Baroni 2013:250). El acompañamiento mortuorio incluye un fragmento de hacha lítica, una pala lítica y una cesta “tipa” propia de la zona de valles datada en 1288 ± 40 aP (AA89387; 682–887 cal dC [2σ]; fibra vegetal; Gonzalez Baroni 2013:247). La puerta de entrada fue clausurada mediante artefactos de molienda e instrumentos líticos. Para estimar el número mínimo de individuos se consideraron las frecuencias, lateralidad, tamaño y robusticidad de los especímenes recuperados y la información obtenida sobre el sexo y la edad (Gonzalez Baroni 2013), lo cual contribuyó a identificar elementos homólogos de un mismo esqueleto y mejorar las estimaciones (Adams y Byrd 2008; Osterholtz et al. 2014). Solo se estimó el sexo en los individuos adultos, analizando los rasgos morfológicos del coxal y del cráneo junto con las medidas de los diámetros máximos de las cabezas femorales y humerales (Buikstra y Ubelaker 1994). Las edades de muerte de los adultos se obtuvieron relevando las sínfisis púbicas y las superficies auriculares de los coxales (Buikstra y Ubelaker 1994); las de los subadultos, midiendo la longitud de los huesos largos (Scheuer y Black 2000), debido a la ausencia de dientes. El porcentaje de completitud esqueletal se obtuvo dividiendo la cantidad de huesos asignados a cada individuo por el número total que conforma un esqueleto completo (adultos: 179 huesos; subadultos: 317 huesos para el individuo 2 [de 10–12 años] y 310 para el individuo 5 [menor a 2 años]; Guichón Fernández 2017; Scheuer y Black 2000; White y Folkens 1991). Las patologías traumáticas fueron analizadas según las propuestas de Etxeberria y colaboradores (2005), Lovell (2008) y Ortner (2003), considerando: a) tipo de hueso, lateralidad, sexo y edad; b) sector afectado; c) tipo, forma y tamaño de la lesión; d) hipótesis sobre el tipo de fuerza aplicada; e) identificación de condiciones preexistentes en el hueso y de complicaciones derivadas (infección, artrosis, etc.); f) en los casos pertinentes, tipo y forma del callo y grado de remodelación ósea. Se utilizó un calibre digital manual para medir las lesiones. Para diferenciar fracturas postdepositacionales de lesiones perimortem se consideró que los huesos en estado seco presentan fracturas angulares, con bordes irregulares, dentados, rectangulares, longitudinales o escalonados, mientras que una fuerza ejercida sobre huesos frescos suele producir fracturas helicoidales o curvilíneas, ya que el 151 152 153 154 155 156 157 158 159 160 161 162 163 164 165 166 167 168 169 170 171 172 173 174 175 176 177 178 179 180 181 182 183 184 185 186 187 188 189 190 191 192 193 194 195 196 197 198 199 200 [Gonzalez Baroni et al.] SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES 5 201 202 203 204 205 206 207 208 Fig. 1 - Colour online, B/W in print 209 210 211 212 213 214 215 216 217 218 219 220 Figura 1. Ubicación geográfica y plano de Punta de la Peña 9. 221 222 colágeno está bien preservado (Lovell 2008; Mann y Murphy 1990). El análisis se orientó a precisar el tipo de fuerza ejercida, su origen y su trayectoria; se diferenciaron las fracturas causadas por fuerzas directas, con un claro sector de impacto, de las derivadas de fuerzas indirectas, que pueden provocar fracturas en otros sectores. Sexo, Edad, Número Mínimo de Individuos y Completitud Esqueletal Se identificaron restos de siete individuos de ambos sexos y diferentes edades: un infante, un niño, cuatro adultos jóvenes (20–35 años; uno masculino, uno femenino y dos probablemente femeninos) y un adulto medio femenino (35– 50 años). En ningún caso la representación ósea superó el 40%, de manera que se trataría de la inhumación de cuerpos incompletos producto de la acción antrópica (Tabla 1). Los agentes postdepositacionales de origen animal no habrían afectado la estructuración del conjunto, debido a las bajas frecuencias de marcas de carnívoros y roedores identificadas. Esto contrasta con la importante acción de los agentes antrópicos, inferida por la distribución espacial de los restos, identificándose conjuntos óseos en la periferia correspondientes a varios individuos y porciones óseas articuladas y desmembradas en el centro del recinto, lo cual indica una manipulación que no produjo alteraciones visibles en los restos óseos, pero sí en su patrón de distribución (Gonzalez Baroni 2013). 223 224 225 226 227 228 Características del Tratamiento Mortuorio La distribución de los restos indica procesos de remoción, mezcla e inhumación de partes de cuerpos en dos eventos diferentes. En ningún caso se identificaron entierros primarios ni secundarios completos. Se destacan tres 229 230 231 232 233 234 235 236 Tabla 1. Individuos Identificados y Porcentajes de Completitud Esqueletal. 237 238 Individuo Sexoa Edad (años) 1 2 3 4 5 6 7 F In M F In PF PF 35–39 10–12 19–24 19–24 0–2 19–24 19–24 Completitud esqueletalb 239 240 N % 241 11 13 62 66 1 14 5 6,14 0,04 34,60 36,80 0,003 7,82 2,79 242 a F = femenino; M = masculino; In = indeterminado; PF = probablemente femenino. b N = cantidad de elementos. 243 244 245 246 247 248 249 250 6 LATIN AMERICAN ANTIQUITY 251 252 253 254 255 256 257 258 259 260 Fig. 2 - B/W online, B/W in print 261 262 263 264 265 266 267 268 269 270 271 Figura 2. Ubicación espacial de los individuos identificados en EF4: individuo 3 (gris oscuro) e individuo 4 (gris claro). 272 273 274 agrupaciones esqueletales articuladas y desmembradas. El individuo 1 presenta parte de la columna vertebral (desde la doceava vértebra dorsal) articulada a la cintura pélvica. En el individuo 4, los huesos del miembro inferior derecho están articulados, aunque el fémur está separado del coxal correspondiente, mientras que el fémur izquierdo articula con la pelvis; el cráneo articula con las tres primeras vértebras cervicales, al igual que la mayoría de los huesos del tronco (costillas y vértebras) con la cintura pélvica (Figura 2). Por último, el individuo 3 está segmentado en dos porciones separadas por unos 50 cm. La desarticulación se ubica entre la tercera y la cuarta vértebra lumbar. La porción inferior del esqueleto (cuarta y quinta vértebra lumbar, cintura pélvica y miembros inferiores) se encuentra articulada, en posición de decúbito dorsal y extendida; la superior (resto de la columna vertebral, costillas y cráneo) también se recuperó en posición de decúbito dorsal, pero en dirección opuesta. Asimismo, el cráneo está rotado hacia la izquierda, con los huesos de la cara apoyados en el sedimento. Se considera que la manipulación del cuerpo durante la depositación alteró el eje normal de articulación (Figura 2). Las porciones esqueletales desmembradas no presentan marcas de procesamiento producto de la segmentación, lo cual permite proponer que la manipulación se habría producido en un estado de descomposición avanzado (aunque incompleto) de los tejidos blandos. Un caso similar fue registrado por Ratto y colaboradores (2016) en Los Nacimientos 2 (Hualfín, Catamarca), en el cual un esqueleto en urna, fechado en 842 ± 31 aP (Ratto et al. 2016:159), presenta evidencias de desarticulación intencional de los miembros superiores. Dado que no se detectaron marcas de corte, proponen que los tejidos blandos todavía cumplían su función de sostén articular y que la separación se habría producido por torsión, en una etapa avanzada del proceso de descomposición cadavérica. Los análisis de sedimento previamente realizados contribuyeron a interpretar las prácticas mortuorias. Las muy bajas proporciones de fósforo, materia orgánica y albúminas indican que gran parte del proceso de descomposición cadavérica se habría producido en otro lugar (Gonzalez Baroni 2013) y que los individuos fueron depositados en un estado avanzado de esqueletización, aunque los tendones y ligamentos aún 275 276 277 278 279 280 281 282 283 284 285 286 287 288 289 290 291 292 293 294 295 296 297 298 299 300 SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES cumplían su función sostenedora (Bristow et al. 2011). Con respecto a los dos eventos de depositación, el análisis de los registros de excavación, la asociación anatómica y las superposiciones esqueletales permitieron identificar restos de los individuos 1, 2, 5, 6 y 7 en la periferia del recinto, con un porcentaje de representación menor en comparación con los individuos 3 y 4, inhumados en el centro. De todos ellos, los individuos 2, 6 y 7 fueron inhumados en primer lugar, mientras que los restantes corresponden al segundo evento de depositación (Gonzalez Baroni 2013). 7 303 1 2 1 2 17 302 5 1 10 N.° de lesiones 301 304 306 307 308 por golpe por golpe (directa) por golpe (directa) por golpe (directa) por golpe (directa) Tipo de fractura (fuerza ejercida) 305 por golpe (directa) por golpe (directa) por golpe y corte (directa) por golpe por corte (directa) [Gonzalez Baroni et al.] 309 310 311 312 313 314 PP PP A A A P PP P PP P 317 318 321 parietales y frontal cresta ilíaca parietales y occipital mandíbula frontal, parietales y occipital mandíbula parietal epífisis proximal epífisis proximal tercio medio de la diáfisis Sector afectado 320 322 323 324 325 326 327 328 330 331 b Ind. = individuo. F = femenino; M = masculino; In = indeterminado c P = perimortem; PP = posiblemente perimortem; A = antemortem. 332 a 7 F 19–24 cráneo tibia izquierda peroné izquierdo peroné izquierdo 0–2 19–24 In F 5 6 4 F 19–24 cráneo ilion izquierdo cráneo mandíbula cráneo 35–39 10–12 19–24 F M M 1 2 3 Edad (años) Elemento 329 Sexob Algunos de los indicadores de trauma y violencia identificados remiten a eventos completamente superados, mientras otros indican situaciones de violencia perimortem (Tabla 2). Se relevaron tres lesiones antemortem en los individuos analizados. Dos de ellas se ubican en la epífisis proximal de la tibia izquierda del individuo 6 (probablemente femenino de 19–24 años) y corresponden a una contusión oval de unos 10 mm de diámetro producida por presión que provocó el hundimiento del tejido compacto (Figura 3a) y una anquilosis postraumática en el extremo proximal del peroné y la tibia izquierdos (Figura 3b). La tercera lesión es una reacción perióstica en el tercio medio del peroné izquierdo del individuo 7, de aproximadamente 100 mm de longitud (Figura 3c), probablemente producto de un golpe y posterior inflamación de la zona. Asimismo, se observó una fractura primaria incompleta con pérdida de tejido, probablemente perimortem, en el sector superior posterior de la cresta ilíaca izquierda del individuo 2 (de 10–12 años). Tiene una longitud de 39 mm y presenta un sector con desprendimiento óseo y depresión del hueso cortical en la cara anterior (Figura Suplementaria 2). Se identificaron múltiples traumas perimortem en los cráneos de tres adultos y un subadulto (Tabla 2), los cuales merecen una descripción detallada para determinar los patrones de fractura, la dirección de los 316 319 Ind.a Patologías Traumáticas Accidentales e Intencionales Tabla 2. Indicadores de Trauma Identificados en la Muestra. Resultados e Interpretación Tipo de lesiónc 315 333 334 335 336 337 338 339 340 341 342 343 344 345 346 347 348 349 350 8 LATIN AMERICAN ANTIQUITY 351 352 353 354 355 356 357 358 359 360 361 362 363 364 365 366 367 368 369 370 371 Fig. 3 - Colour online, B/W in print 372 373 374 375 376 377 378 379 380 381 382 Figura 3. Traumas antemortem en los individuos 6 y 7: (a) hundimiento con remodelación en epífisis proximal de tibia izquierda; (b) anquilosis postraumática en epífisis proximales de tibia y peroné izquierdos; (c) reacción perióstica en diáfisis de peroné izquierdo. 383 384 385 386 387 golpes efectuados y en algunos casos, el tipo de arma utilizado. Individuo 1. Se trata de una mujer de 35–39 años con numerosas lesiones perimortem en el cráneo (Figura 4 y Figura Suplementaria 3), dos de ellas en el parietal izquierdo. La primera (L1) se ubica sobre la sutura sagital; tiene forma oval, un largo de 22,3 mm y un ancho de 6,1 mm. El golpe hundió la tabla externa aproximadamente 1,5 mm, sin atravesar completamente el diploe. Un segundo impacto (L2) se distingue en la parte central del parietal izquierdo, próximo a la sutura sagital. Ambos golpes produjeron la pérdida de gran parte de ese hueso y de la base del cráneo, así como del occipital y el temporal (Figura 4 y Figura Suplementaria 3a). Fueron ocasionadas por golpes con objetos contundentes y su ubicación sugiere una posición relativa inferior de la víctima respecto de la del agresor. En L2 se inicia una extensa fractura sin pérdida de tejido (L3), de 156,9 mm de longitud, que afecta la zona medial del parietal izquierdo, continúa por el centro del frontal, avanza por la sutura nasomaxilar derecha y termina en el sector medial del maxilar 388 389 390 391 392 393 394 395 396 397 398 399 400 [Gonzalez Baroni et al.] SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES 9 401 402 403 404 405 406 407 408 409 410 Fig. 4 - Colour online, B/W in print 411 412 413 414 415 416 417 418 419 420 421 Figura 4. Lesiones en el cráneo del individuo 1: (a) vista frontal; (b) vista sagital. 422 423 424 derecho. La porción más cercana a L2 presenta un patrón suave y curvilíneo, mientras que el resto tiene bordes irregulares y angulares, lo cual indica que la lesión perimortem habría afectado solo el sector posterior de la fractura, mientras el resto se habría producido como consecuencia de agentes posdepositacionales. Otras dos lesiones se localizan en la cara. L4 es una fractura transversal en el sector distal del hueso nasal, probablemente producto de otro golpe que contribuyó a la pérdida de la mitad izquierda del esplacnocráneo (Figura 4 y Figura Suplementaria 3a). En el sector superior del arco orbital derecho se identificaron dos fracturas horizontales (L5), posiblemente producto de un mismo golpe: una en el sector lateral, con un punto de impacto lineal, y la otra sobre el borde medial, con pérdida de tejido (Figura 4 y Figura Suplementaria 3a). Considerando la extensión, morfología curvilínea y falta de regeneración ósea, habrían sido la causa de muerte del individuo. Asimismo, según los sectores en los cuales cada fractura finaliza, L1 y L2 se habrían producido primero y L3 sería un derivado de L2; L4 y L5 habrían sido generadas en una segunda instancia. Individuo 3. Este individuo masculino de 19–24 años presenta 10 lesiones en el cráneo; dos son cortes pseudocirculares tangenciales al hueso (scalps) que afectaron exclusivamente al cortical (L1 y L2; Figura 5a y Figura Suplementaria 4). El primero está situado en la parte superior del arco supraorbital derecho y tiene un diámetro máximo de 18,3 mm. El segundo se localiza en el sector posterior del parietal izquierdo y su diámetro máximo es de 18,0 mm. En la parte posterior del cráneo se observan dos fracturas en el occipital (L3) y el parietal izquierdo (L4; Figura 5a), provocadas por la acción de un objeto contundente. Presentan bordes curvilíneos y produjeron pérdida masiva y hundimiento del tejido. El área afectada es de 124,1 por 90,5 mm. Dos golpes consecutivos habrían causado estas fracturas, uno en la zona inferior del occipital, con dirección oblicua y de abajo hacia arriba (L3), y el otro cerca de la sutura sagital, con desprendimiento de la caja craneal en la zona del parietal (L4). En la base del cráneo se observa una fractura incompleta de 28,1 mm, sin pérdida ósea, sobre el cóndilo occipital derecho (L5), posiblemente generada por el impacto de L3. Según la localización de 425 426 427 428 429 430 431 432 433 434 435 436 437 438 439 440 441 442 443 444 445 446 447 448 449 450 10 LATIN AMERICAN ANTIQUITY 451 452 453 454 455 456 457 458 459 460 461 462 463 464 465 466 467 468 469 470 471 472 473 474 Fig. 5 - Colour online, B/W in print 475 476 477 478 479 480 481 482 483 484 485 Figura 5. Lesiones perimortem en los individuos 3 y 4. Individuo 3: (a) scalp (L2) y lesiones por golpe en occipital y parietal izquierdos (L3 y L4); (b) fractura rectangular en el temporal derecho (L6); (c) fractura en la cara interna del cuerpo mandibular (L7). Individuo 4: (d) corte en el parietal derecho (L1 a L5 y L15); (e) corte en el sector lateral izquierdo (L6 a L10 y L13); (f) corte en el occipital (L11 a L13 y L15). 486 487 488 489 490 491 estas lesiones, el individuo habría sido atacado por detrás y posiblemente estaba ubicado en una posición inferior a la del agresor, aunque una caída violenta hacia atrás contra algún objeto duro (e.g., una roca) no puede descartarse. En la porción posterior inferior del temporal derecho se relevó una fractura rectangular con pérdida y hundimiento del tejido (L6). Su eje máximo mide 56,4 mm y afecta parte del conducto auditivo, parcialmente desprendido (Figura 5b). El golpe fue provocado de costado en la rama ascendente y el temporal, produciendo la pérdida del cóndilo mandibular, la apófisis cigomática, la articulación temporomandibular y parte del temporal. En la zona ocular se registraron tres lesiones adicionales. L8 es una fractura completa que afecta ambas órbitas y que provocó la pérdida de los arcos cigomáticos, 492 493 494 495 496 497 498 499 500 [Gonzalez Baroni et al.] SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES ambos malares y el esplacnocráneo. L9 es un punto de impacto producido desde adelante por un elemento contundente en la glabela; generó una fractura curvilínea que contribuyó a la pérdida de parte de ambas órbitas y de las regiones nasal y maxilar. La zona afectada tiene una extensión de 55 mm de largo y 101 mm de ancho (L9). En el borde superior de la órbita derecha se observa un trauma inciso-contuso de forma redondeada e irregular, con pérdida ósea; su diámetro máximo es de 10 mm y posiblemente fue producido por un objeto punzante que impactó frontalmente en el hueso (L10). Por último, se identificó una fractura completa sin pérdida de tejido y con bordes curvilíneos en la hemimandíbula derecha. En la cara externa presenta una orientación vertical; en la interna, un recorrido en forma de V, característico de las lesiones por trauma agudo con impacto lateral (L7; Figura 5c). Esta fractura y L6 serían consecuencia directa del mismo impacto. Ninguna de estas lesiones muestra signos de remodelación, lo cual, sumado a su ubicación y características, sugiere que habrían provocado la muerte del individuo. Resulta difícil inferir el orden de las agresiones; algunas fueron efectuadas por detrás (en la zona posterior de la bóveda) y otras por delante (en el sector facial), mientras que un golpe fue producido desde el costado derecho. Individuo 4. Se relevaron 17 lesiones en el cráneo de este individuo femenino de 19–24 años (Figura 5d–f y Figura Suplementaria 5), la mayoría ocasionadas por corte y solo dos por golpes, con hundimiento de la tabla externa. Las lesiones por corte son incompletas, sin pérdida de tejido y fueron producidas por incisiones perpendiculares al hueso. Cuatro están localizadas en la parte posterior del parietal derecho y presentan una orientación vertical (Figura 5d). L1 presenta una inclinación leve y una longitud de 35,4 mm; el arma utilizada removió parte del tejido. L2 es un corte de 21,6 mm que penetró la tabla externa, produjo un desprendimiento parcial y dejó expuesta parte del diploe. La longitud de L3 y L4 es de aproximadamente 29 mm, con un bisel similar. En la parte posterior del temporal derecho, sobre la apófisis mastoides, se identificó otra lesión vertical por corte 11 (L5), que desprendió parte de la tabla externa. La longitud es de 28,6 mm, con una profundidad mayor que las anteriores; generó una fisura que llega hasta el interior del conducto auditivo. En el sector izquierdo del cráneo se observó una fractura incompleta alargada (L6), con una longitud de 72,8 mm, que afectó al parietal y al temporal, provocando la pérdida de parte del sector, posiblemente relacionada con una acción de palanca ejercida al retirar el arma. El ala mayor del esfenoides presenta dos cortes lineales horizontales cortos (L7: 13,7 mm; L8: 10,0 mm) con pérdida de tejido. En esa zona se encuentra otra lesión por corte (L9), sin pérdida ósea, de 15,0 mm de longitud, que afecta el arco supraorbital en forma diagonal. A su vez, en el malar izquierdo se registró una lesión de 18,0 mm (L10) que provocó la pérdida de parte del arco cigomático (Figura 5e). En el occipital se identificaron tres traumas, dos en la parte superior izquierda (L11 y L12; Figura 5f). Son dos cortes que se intersectan en la sutura lambdoidea izquierda y provocaron el desprendimiento de una porción triangular de hueso. Uno, con orientación horizontal, se ubica sobre esa sutura y mide 34,7 mm (L11); el otro tiene una longitud de 40,05 mm e involucra parte del parietal izquierdo (L12). En los extremos laterales derechos de ambas lesiones se observa una morfología semicircular, lo que permite considerar que fueron producidas por una misma arma de corte que presentaba un borde irregular. La tercera lesión se ubica en la parte inferior izquierda del occipital (L13) y atraviesa la sutura lambdoidea izquierda, afectando una pequeña porción del parietal. Su longitud es de 27,6 mm y produjo un corte profundo que atraviesa la tabla interna del hueso en la zona central del impacto (Figura 5e–f). A la altura del borde superior de la órbita derecha, otra lesión completa (L14) por corte, que continúa en el sector nasal, provocó la pérdida de parte de los huesos de la cara (malar y apófisis cigomática derechos; parte de la órbita derecha, del malar izquierdo y de la región nasal; cuerpo del maxilar izquierdo y parte del derecho). Las lesiones por corte relevadas en este individuo son similares a las descriptas por Etxeberria y colaboradores (2005) y Patriks (2006), las cuales fueron provocadas por un 501 502 503 504 505 506 507 508 509 510 511 512 513 514 515 516 517 518 519 520 521 522 523 524 525 526 527 528 529 530 531 532 533 534 535 536 537 538 539 540 541 542 543 544 545 546 547 548 549 550 12 LATIN AMERICAN ANTIQUITY objeto filoso metálico, sin evidencias de trituración y con bordes suaves. Con respecto a las lesiones por golpe, que provocaron fracturas con hundimiento del cortical, L15 se localiza en la porción superior derecha del occipital, afecta la sutura lambdoidea y tiene una forma oval de 22,4 mm de diámetro (Figura 5d y f), mientras que L16 se ubica en la parte superior del frontal, tiene una morfología similar y su diámetro es de 13,0 mm. Ambas son similares a las atribuidas por Rodríguez Cuenca (2006) a la acción de objetos contundentes. Por último, en el sector anterior derecho del cuerpo mandibular se observa un trauma irregular de 28,2 mm de longitud (L17), con algunos bordes curvilíneos. Probablemente corresponda a una fractura perimortem, aunque parte del borde es sinuoso e irregular, lo cual puede atribuirse a fracturas de hueso seco (Botella et al. 2000). Dado que las demás lesiones de este individuo carecen de remodelación ósea, varias de ellas (L6, L11, L12 y L14) habrían producido la muerte. Individuo 5. Este individuo, menor a 2 años, presenta una lesión traumática perimortem en un parietal, provocada por un objeto puntiagudo. Es un trauma inciso-contuso de 20 mm de diámetro con un punto de impacto redondeado desde el cual se irradian cinco fracturas secundarias (Figura 6) y que produjo además pérdida ósea en parte de la zona afectada. Discusión y Conclusiones El caso de estudio presentado se apoya en el análisis del contexto, los estudios sedimentológicos, la distribución de los restos y la aproximación bioarqueológica. Se identificaron numerosos indicadores traumáticos que remiten a actitudes intensas de violencia perimortem. Al menos cuatro individuos fallecieron a consecuencia de los traumas infringidos. Los dos eventos de inhumación permiten considerar más de un episodio violento dentro de un lapso relativamente corto de tiempo. A su vez, dado que los individuos muertos violentamente son de ambos sexos y uno es inmaduro, se infiere que no hubo preferencias de ataque a un segmento del grupo, sino que se trató de un acto de eliminación de una parte de la población, posteriormente inhumada siguiendo patrones mortuorios diferentes a los documentados para la zona. Es posible concebir la violencia sin distinción de sexo y edad en un contexto de tensión a pequeña escala, quizás a nivel familiar o intergrupal. La violencia ajena a la guerra puede incluir abuso dentro del hogar (violencia doméstica) y tensión intracomunitaria, mientras que, a mayores escalas, la agresión suele manifestarse sin distinción de sexo y edad o en un segmento acotado del grupo social y está asociada a armamentos, arquitectura y equipos defensivos (e.g., Arkush y Tung 2013; Tung 2012). Respecto de los objetos utilizados para infligir las heridas, dos lesiones del cráneo del individuo 3 se corresponden en tamaño y forma a la parte basal (pasiva) del hacha lítica recuperada en EF4 (Figura 7). Asimismo, las lesiones contundentes identificadas en la órbita derecha de este individuo y en un parietal del individuo 5 pueden haber sido producidas por un objeto punzante, mientras que los traumas por corte registrados en los cráneos de los individuos 3 y 4 fueron producidos por objetos con filo. Las huellas producidas por la acción de hojas metálicas presentan patrones característicos (Patriks 2006), con surcos profundos en V o U, bordes suaves y uniformes, sin estriaciones o con estriaciones uniformes y marcas de tipo scalps. Varias de las lesiones identificadas presentan estas características, particularmente en el individuo 4. Si bien en EF4 y en otros sitios de la localidad no se hallaron hojas de metal, hay evidencias en sitios de valles aledaños para cronologías similares (ca. 1.340 años aP). En Piedras Blancas (Valle de Ambato) se recuperó un fragmento de hoja de morfología similar a las hachas T estudiadas por González (1975). En el mismo valle, en Iglesia de los Indios y La Rinconada (Gordillo y Buonno 2007) se hallaron hachas y placascuchillos en un entierro de camélido y recintos domésticos. Los datos obtenidos permiten discernir situaciones de violencia interpersonal para las sociedades agropastoriles del primer milenio dC. Las formas de depositación (principalmente en los individuos 3 y 4, cuyos rostros estaban apoyados contra el sedimento), hasta ahora no documentadas en otros contextos funerarios de 551 552 553 554 555 556 557 558 559 560 561 562 563 564 565 566 567 568 569 570 571 572 573 574 575 576 577 578 579 580 581 582 583 584 585 586 587 588 589 590 591 592 593 594 595 596 597 598 599 600 [Gonzalez Baroni et al.] SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES 13 601 602 603 604 605 606 607 608 609 610 611 612 613 614 615 Fig. 6 - Colour online, B/W in print 616 617 618 619 620 621 622 623 624 625 626 Figura 6. Trauma en un parietal del individuo 5. 627 628 629 ANS, indicarían actitudes de apuro en el acto mortuorio, lo cual, sumado a las evidencias directas de traumas perimortem, permiten reconstruir el escenario que vincula el deceso violento con el tratamiento mortuorio. La disposición de los individuos 3 y 4 denotaría una inhumación poco cuidada por su carácter urgente y traumático; quizás los cuerpos fueron abandonados en superficie durante un período corto, como se ha documentado en casos de muertes de enemigos en emboscadas, asesinatos en masa y exposición intencional a los carroñeros (Verano 2007). Además, si los esqueletos no se descompusieron in situ, es posible plantear que los cuerpos fueron trasladados desde otro lugar a EF4, estructura acondicionada mediante la clausura de la puerta, la incorporación de restos culturales, la aplicación de un sello de arcilla y la colocación de piedras como evento de cierre, actitudes que demuestran una relevancia simbólica del acto y un importante trabajo invertido en la preparación de espacio de inhumación. Se trataría de una manera inusual de entierro que combina una depositación rápida pero socialmente relevante y no de una fosa definida por la ausencia de un ritual de inhumación y el amontonamiento descuidado de los cuerpos (Osgood 2005). Todo ello contribuye a sostener que las prácticas sociales de traslado e inhumación de partes de cuerpos, identificadas en otros contextos (Aschero 2007; Babot et al. 2009; Martínez 2014), fueron un aspecto usual de la dinámica social, independientemente de la forma (violenta o natural) de muerte de los individuos. Ya mencionadas en los antecedentes, las evidencias arqueológicas de entierros secundarios tienen una notable antigüedad en la Puna, aunque el caso aquí analizado es el único que da cuenta de un entierro de ese tipo con señales de trauma intencional. Estos antecedentes y las evidencias del caso abordado indican que el culto a los ancestros (Nielsen 2007) se produjo y reprodujo 630 631 632 633 634 635 636 637 638 639 640 641 642 643 644 645 646 647 648 649 650 14 LATIN AMERICAN ANTIQUITY 651 652 653 654 655 656 657 658 659 660 661 662 663 664 665 666 Fig. 7 - Colour online, B/W in print 667 668 669 670 671 672 673 674 675 676 677 Figura 7. Correspondencia entre la morfología del hacha lítica y las lesiones perimortem en el parietal izquierdo (a) y en el temporal derecho (b) del individuo 3. 678 679 680 681 en circunstancias diversas. El proceso se enmarca en una actitud de relación íntima entre los vivos y los muertos, los cuales interactuaron en la vida cotidiana de manera fluida y constante, como está documentado en sociedades andinas contemporáneas y del pasado (Aschero 2007; Nielsen 2007). Es factible realizar una aproximación inicial acerca de los motivos de la violencia interpersonal en las sociedades prehispánicas a partir de la evidencia arqueológica. Para las poblaciones agropastoriles de la segunda mitad del primer milenio dC en ANS, se destacan sitios con arte rupestre como Curuto 5 y Peñas Chicas 3, que contienen escenas de posibles enfrentamientos interpersonales y conflicto (Aschero 1999; Martel 2005, 2006), denotando tensiones sociales probablemente relacionadas con el control en el manejo del agua (Martel 2010). En este contexto, interpretar a los actores del pasado como seres pasivos que solo aplican la violencia signados por conductas rituales resulta una manera simplista e idealizada de concebir las respuestas emocionales ante circunstancias de descontento o tensión interpersonal e intergrupal. Más allá de la conocida existencia de situaciones de violencia ritual (Nielsen 2007), existe un abanico de posibilidades que deben considerarse para dinamizar los esquemas de justificación cuando se abordan las conductas agresivas en el pasado, de manera de evitar distorsionar el conocimiento generado por las preconcepciones subjetivas impuestas desde el presente. Actualmente, las corrientes teóricas que tratan este tema están divididas entre aquellas que suavizan la intencionalidad de la violencia considerándola como ritual (Benson y Cook 2001), las que la conciben como una herramienta más para la negociación 682 683 684 685 686 687 688 689 690 691 692 693 694 695 696 697 698 699 700 [Gonzalez Baroni et al.] SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES de los conflictos sociales (Tantalean y Gonzáles Panta 2012; Verano 2007) y las que evitan la dicotomía entre lo secular y lo ritual por considerar que todo conflicto tiene un componente ritual inherente (Nielsen 2015). También es escaso el consenso sobre cuán frecuentes fueron las situaciones de violencia, su escala, su grado de ritualización y sus niveles de destrucción (Arkush y Stanish 2005), así como sobre el concepto de “guerra”, el cual para algunos no es directamente aplicable en el marco de la cosmovisión andina (Topic y Topic 1997), mientras otros consideran que estuvo presente en contextos precoloniales y fue un promotor del cambio social (Nielsen 2015; Nielsen y Walker 2009). Entre los antecedentes de violencia extrema en el área andina central y meridional se destacan las investigaciones de Kurin (2012) en Andahuaylas, Perú, quien considera que el colapso imperial Wari (ca. 600–1000 dC) provocó un aumento en la tensión social entre las poblaciones posimperiales. La excesiva violencia perimortem evidenciada en cráneos modificados culturalmente de las comunidades Chanka posimperiales (ca. 1000–1400 dC) sugiere que esos individuos fueron seleccionados para ejercer sobre ellos una fuerza física especialmente destructiva. En contraste, los individuos sin deformación craneal sufrieron pocos eventos traumáticos intencionales. Según la autora, este tipo de violencia, de contenido altamente simbólico, busca aumentar el sufrimiento de la víctima y promover el deterioro de la propia identidad. Este modus operandi fue y es un método usual en las sierras peruanas: las crónicas de Betanzos mencionan la utilización de piedras para aplastar cabezas, procedimiento también registrado en el accionar de la organización terrorista Sendero Luminoso (Kurin 2012). Señales de violencia extrema también fueron registradas después del colapso del imperio Huari en Monqachayoq, durante el periodo Intermedio tardío. Los reiterados golpes efectuados con objetos contundentes en gran cantidad de cráneos no distinguen sexo ni edad, lo que sugiere que los individuos sufrieron ataques indiscriminados (Tung 2007a). Uno de los traumas registrados en el frontal de un individuo masculino (Tung 2007a:111) presenta un patrón de fractura similar al del individuo 3, golpeado 15 con la parte basal de un hacha de piedra. Los estudios efectuados por Tung (2007b) en los sitios peruanos de Conchopata, Beringa y La Real atribuyen la alta frecuencia de traumas a guerras, redadas y luchas rituales. Los esqueletos de Conchopata no muestran lesiones anteriores ni fracturas del antebrazo en actitud defensiva ( parry fractures), esperables para individuos en Q3 situaciones de guerra, por lo que probablemente no participaron de combates físicos directos. En Beringa, las lesiones letales en parietales y occipitales, junto con las fracturas del antebrazo identificadas en ambos sexos y en diferentes edades, indican una actitud de defensa en enfrentamientos cara a cara que sugiere violencia física efectuada durante redadas a cualquier individuo del grupo. Por el contrario, en La Real, la ausencia de fracturas defensivas y la concentración de lesiones en el sector anterior de los cráneos masculinos son atribuidas a luchas rituales. Estas heridas son frecuentemente no letales porque el objetivo es herir, pero no matar, como medio para expresar y resolver conflictos (Tung 2007b). En el presente caso no se registraron fracturas que indiquen una actitud de defensa, aunque sí se relevaron múltiples lesiones en el sector lateral y posterior de los cráneos, localización característica de emboscada o redadas (Tung 2007b). Así, el carácter letal de las lesiones no permite asociarlas a batallas rituales. En San Pedro de Atacama (norte de Chile), Torres-Rouff y Costa Junqueira (2006) observaron variaciones durante el tiempo en las frecuencias de trauma. En el horizonte Temprano, son relativamente bajos en Toconao Oriente, con porcentajes mayores en las mujeres. Durante el horizonte Medio, en Solcor 3 no se registran diferencias estadísticamente significativas entre sexos, aunque la cantidad de lesiones es mayor entre los individuos masculinos, con fracturas craneales deprimidas y lesiones nasales. Asimismo, las frecuencias de traumas remodelados son mayores que en el periodo anterior. Para el Intermedio tardío, los cementerios de Coyo 3, Yaye 42 y Quitor 6 indican un aumento en las frecuencias de lesiones traumáticas múltiples por enfrentamientos cara a cara, la mayoría cicatrizadas, similares entre sexos. Hacia el final de ese periodo, la muestra de Catarpe presenta una marcada disminución de las lesiones, solo 701 702 703 704 705 706 707 708 709 710 711 712 713 714 715 716 717 718 719 720 721 722 723 724 725 726 727 728 729 730 731 732 733 734 735 736 737 738 739 740 741 742 743 744 745 746 747 748 749 750 16 LATIN AMERICAN ANTIQUITY presentes entre los hombres y sin registros de traumas múltiples, lo cual coincide con el mejoramiento de las condiciones ambientales en los oasis. Las interpretaciones sugieren que las situaciones de violencia fluctuaron en relación a la disponibilidad de los recursos y a los procesos de tensión social. Asimismo, las lesiones no letales, de pequeño tamaño y cicatrizadas, indican situaciones de violencia ritual (Torres-Rouff y Costa Junqueira 2006), también propuesto por Standen y Arriaza (2000) para la cultura Chinchorro. Es destacable la alta letalidad de las lesiones contundentes en la parte posterior del cráneo del individuo 3, que afecta también la zona del foramen magnum y que es similar a los múltiples traumatismos contusos perimortem registrados por Kurin (2012) en los cráneos con deformación craneana de Chanka. De acuerdo a la autora, “if individuals are on their knees with their head bowed, the base of the skull is exposed and vulnerable to blunt force trauma. Several strikes to the base of the skull by a standing assailant would lead to a ring fracture” (Kurin 2012:201). En consecuencia, se considera que los traumas registrados no deben ser interpretados en un contexto de violencia ritual. Debido a la ausencia de fracturas defensivas, se sugiere que algunos de los individuos inhumados pudieron haber sido inmovilizados. Para finalizar, se destacan tres aspectos del contexto funerario (Lull et al. 2006). Por un lado, se cuenta con indicios de los medios de violencia, evidenciados por el hacha hallada en el contexto de entierro y utilizada para matar al individuo 3. Por otro lado, considerando el espacio de violencia, en EF4 hay ciertos indicadores que presenta la tumba relacionados con las condiciones de muerte—específicamente, la disposición con el rostro hacia el suelo de los individuos 3 y 4 (Figura 2 y Figura Suplementaria 1) que sugiere una inhumación apresurada y las señales de traumas perimortem que presentan los esqueletos. El escenario de depositación de estos dos individuos está estrechamente relacionado con el evento de violencia al cual fueron sometidos, lo que contribuyó a configurar las condiciones finales de entierro. De todas formas, esta situación no implica un descuido en el acondicionamiento de la tumba y en la colocación de acompañamiento mortuorio, lo cual denota una relevancia social de las personas inhumadas. Finalmente, los sujetos de violencia, representados en las evidencias de traumatismos perimortem, sitúan este hallazgo como un caso de violencia interpersonal extrema, directa e intencional. Las situaciones de tensión social pueden ser generadas en distintas escalas y por motivos diversos, de manera que el contexto específico en el cual se desarrolló la acción violenta es difícil de desentrañar desde la bioarqueología, sobre todo cuando no se cuenta con antecedentes directos. En este caso solo es posible esbozar algunas hipótesis, las cuales se alejan de interpretaciones referidas a la violencia ritual. La presencia de numerosos traumas perimortem en un mismo cráneo podría enmarcarse de una manifestación de ira que produjo actitudes negativas y violentas hacia otras personas (Berkowitz y Harmon-Jones 2004). Debido al reducido número de individuos involucrados, es probable que este evento de muerte se haya desarrollado en un nivel intragrupal, quizás dentro del ámbito doméstico. Por otra parte, teniendo en cuenta las características de las sociedades agropastoriles del área, los grupos humanos del primer milenio de la era sufrieron profundas transformaciones a nivel ambiental, social y simbólico, entre las que se destacan cambios en los patrones de ocupación del espacio (mayor permanencia), intensificación de las estrategias de subsistencia agrícolas y pastoriles, eventos de sequía con circunscripción de lugares específicos para el abastecimiento de recursos (Babot et al. 2006; Escola et al. 2013; Grana et al. 2016; Martel 2006) y proliferación de los marcadores de tensión social indirectos en las representaciones rupestres (luchas o enfrentamientos y armas). Cualquiera de estas situaciones podría haber desencadenado eventos de violencia a pequeña escala como una forma de solucionar conflictos, promover cambios en las relaciones intergrupales, legitimar los roles sociales o controlar espacios territoriales (Aschero et al. 2006; Martel 2006). Para poder realizar más precisiones al respecto, resulta imprescindible obtener mayor información bioarqueológica y de otras líneas de evidencia que permita generar interpretaciones más precisas. 751 752 753 754 755 756 757 758 759 760 761 762 763 764 765 766 767 768 769 770 771 772 773 774 775 776 777 778 779 780 781 782 783 784 785 786 787 788 789 790 791 792 793 794 795 796 797 798 799 800 [Gonzalez Baroni et al.] SUJETOS DE VIOLENCIA EN SOCIEDADES AGROPASTORILES Agradecimientos. A la familia Morales por permitirnos investigar en Punta de la Peña. A Carlos Aschero y Pilar Babot, quienes dirigieron los trabajos de campo, y a los alumnos que colaboraron. A Pilar Babot y a los evaluadores, cuyos comentarios mejoraron la calidad del trabajo. Financiaron esta investigación los proyectos PIP-CONICET 464 y 577577 y PIUNT 26/G503, dirigidos por C. Aschero y P. Babot, y una beca CONICET. Declaración de Disponibilidad de Datos. Los materiales se encuentran disponibles en el Instituto de Arqueología y Museo, Universidad Nacional de Tucumán. Materiales Suplementarios. Para acceder a los materiales suplementarios que acompañan este artículo visitar https:// doi.org/10.1017/laq.2019.41. Figura Suplementaria 1. Restos superpuestos y desmembrados durante el proceso de excavación de EF4. Figura Suplementaria 2. Lesión traumática posiblemente perimortem en la cresta ilíaca del individuo 2. Figura Suplementaria 3. Croquis de las lesiones perimortem del individuo 1. Figura Suplementaria 4. Croquis de las lesiones perimortem del individuo 3. Figura Suplementaria 5. Croquis de las lesiones perimortem del individuo 4. Referencias Citadas Adams, Bradley y John Byrd 2008 Recovery, Analysis, and Identification of Commingled Human Remains. Humana Press, Nueva York. Arkush, Elizabeth y Charles Stanish 2005 Interpreting Conflict in the Ancient Andes: Implications for the Archaeology of Warfare. Current Anthropology 46:3–28. 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