Dados de Catalogação na Publicação:
Bibliotecária Leda Lopes - CRB-10/2064
S612a Simpósio Internacional Música e Crítica (2. : 2018 :
Pelotas, RS) [recurso eletrônico].
Anais do II Simpósio Internacional Música e crítica :
a crítica musical periodista no Brasil e na Argentina. /
organizadora Amanda Oliveira; organizador e editor
Luiz Guilherme Goldberg. Pelotas, 2019.
138 p.
Disponível
em: https://wp.ufpel.edu.br/criticamusical/anais/
ISSN: 2596-0628
1. Música. 2. Crítica musical periodista - BrasilArgentina. I. Oliveira, Amanda, org. II. Goldberg, Luiz
Guilherme,org., ed. III.Título.
CDD 780
Salomé: la frontera entre el marco y el exceso1
Silvia Glocer
Universidad de Buenos Aires
silvia.glocer@gmail.com
Resumen: En 1913, ante el anuncio de la puesta en escena de la ópera Salomé de Richard Strauss en el
Teatro Colón de Buenos Aires, un grupo de mujeres pertenecientes a la élite dominante de la época,
apoyadas por la prensa conservadora, peticiona ante el intendente de la ciudad, la prohibición de la obra.
Este trabajo, intentó reconstruir el episodio y analizar los motivos que generaron el pedido, a partir de la
recolección de datos tomados de: la prensa del momento, La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, La
Protesta, La Vanguardia, Caras y Caretas, El Tiempo, El Pueblo, El Diario, Tribuna, documentos del
Archivo de la Biblioteca del Teatro Colón y del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Se
vinculó el hecho con el marco sociopolítico de la década del ´10, teniendo en cuenta las probables
disputas intraelite y la voluntad política de la oligarquía por controlar el discurso artístico.
Palabras claves: Salomé. Richard Strauss. Oscar Wilde. Teatro Colón. Censura.
Abstract: In 1913, Salomé by Richard Strauss is announced at Teatro Colón in Buenos Aires. A group of
women belonging to elite, supported by the conservative press, petitioned the Mayor of the city, the
prohibition of Salomé. This article I tried to reconstruct the episode and analyze the reasons that generated
the request. I collectd data from the press of the moment, La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, La
Protesta, La Vanguardia, Caras y Caretas, El Tiempo, El Pueblo, El Diario, Tribuna, and documents from
the Archive of the Colón Theater’s Library, and Historical Institute of the City of Buenos Aires. The fact
was linked ith the socio-political framework of the decade of '10, taking into account the likely intra-elite
disputes and the political will of the oligarchy to control artistic discourse.
Keywords: Salomé. Richard Strauss. Oscar Wilde. Colon Theater. Censorship.
PRIMERA PARTE
De leyenda a femme fatale
Ni Marcos ni Mateo la mencionan por su nombre: sólo se refieren a ella como “la hija
de Herodías” (MARCOS, 6: 22; MATEO, 14: 6). Será Flavio Josefo, un historiador judío en
los comienzos de la era cristiana, quien denomine como Salomé, a aquella mujer que pidió -a
instancias de su madre- la cabeza del Bautista en bandeja.2 Según el relato bíblico -con sutiles
diferencias entre los evangelistas (MATEO, 14: 1-12; MARCOS, 6: 14-29) - Salomé era hija
de Herodías, quien engaña a su esposo -Filipo, tetrarca da Iturea y de la provincia de Traconitecon el hermano de éste, Herodes, tetrarca de Galilea. Juan el Bautista, había sido encarcelado
y encadenado, por pregonar que Jesús era el profeta, y por acusar públicamente a Herodías de
cometer adulterio. “No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (MARCOS, 6: 18), condena
Juan a Herodes. Éste ansiaba, a pesar del temor que sentía hacia el pueblo, matar a Juan. En la
Este trabajo es una versión aumentada y corregida del que presenté en las VI Jornadas Estudios e Investigaciones
Artes visuales y música, organizadas por el Instituto de Teoría e Historia del Arte "Julio E. Payró" de la Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, en 2004 con el título: “Salomé. Una mujer fin de siècle, entre
el orden conservador y la modernidad.”
2
Flavio Josefo. Antigüedades judías. Libro XVIII, Capítulo 5. Madrid: Akal Clásica, 2002.
1
44
celebración del cumpleaños de Herodes, Salomé, accede finalmente a bailar para él: “danzó en
medio, y agradó a Herodes” (MATEO, 14, 6).El tetrarca, complacido, consiente en cumplir la
promesa de satisfacer cualquier deseo a Salomé. Ella obediente, le pregunta a su madre qué
puede pedir, y su madre decide: “la cabeza de Juan el Bautista” (MATEO, 14, 8; MARCOS, 6,
24). Herodes, temeroso manda a decapitar al Bautista. La cabeza fue entregada a Salomé quien
se la muestra a su madre. Llegan los discípulos, lo entierran y corren a darle la noticia a Jesús.
Hasta aquí el relato milenario.
La iconografía cristiana -Fra Angelico, Giotto, Lucas van Leyden y tantos otros- fiel al
episodio evangélico, muestra una Salomé obediente, recibiendo la cabeza del Bautista de
manos del verdugo y ofreciéndosela a su madre. Es durante el Renacimiento, con Tiziano por
ejemplo, cuando comienza a perfilarse una Salomé protagonista, hermosa y altiva enfrentada a
la cabeza cercenada. En el Barroco, Caravaggio se ocupa de ella en tres óleos: dos llamados
Salomé con la cabeza del Bautista y La decapitación de San Juan Bautista. La joven Salomé
resultó atractiva para otros tantos exponentes de las artes visuales como Emile Fabry, Gustave
Moreau y Aubrey Beardsley.
También abordaron la historia pero la unieron a la música, Jules Massenet, quien
estrenó en Bruselas en 1881, Herodías, sobre un texto de Milliet y Grémont teñido de otros
matices y Giocondo Fino que compuso Il Battista una ópera en tres actos sobre libreto de
Sabino Fiore, quien muestra una Salomé temerosa y a un Herodes malvado y asesino3.
Otra mirada a Salomé la tuvo el cineasta español Carlos Saura, quien envolvió a la
tragedia en el sensual y poderoso baile flamenco y de ella dijo: “A mi me atrajo la historia de
Salomé porque creo que es la única donde el amor, o si se quiere la pasión amorosa llevada al
paroxismo, junto con la venganza, son el eje principal, son la sinrazón de toda la tragedia.”4
Mucho antes de Saura, en plena época victoriana, había cautivado a Oscar Wilde, quien
retomó la historia atraído por Herodías, el segundo de los Trois Contes de Gustave Flaubert y
las pinturas de Gustave Moreau: Salomé dansant devant Hérode (1876) y L’Apparition (1876).5
Wilde quedó impresionado por esa joven danzando en puntas de pie, hermosa y sensual, y por
aquella que en L’Apparition señala la cabeza sangrante del Bautista. Entonces, la convirtió en
una mujer perversa, incestuosa, vengativa y erotizada envuelta en una pecaminosa danza
Se estrenó en Turín, Italia en 1906, y en el Colón, el 20 de Agosto de 1910. Datos tomados del programa de
concierto, Archivo Biblioteca del Teatro Colón.
4
Del parlamento del personaje el Director, en el film Salomé, de Carlos Saura, 2002.
5
Sobre la gestación de la obra Salomé, de Oscar Wilde, ver: Antonio Ballesteros González. “Decadencia y
perversión: Oscar Wilde y la creación victoriana del mito de Salomé), en: Herejía y belleza (HyB): revista de
estudios culturales sobre el Movimiento Gótico. Nº 2. Madrid: Asociación Cultural Mentenebre, 2014, pp. 6987.
3
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oriental. A esta Salomé fin de siglo, otro destino le deparará su comportamiento. Desde el
momento en que Wilde publica su obra – dedicada a su amigo Pierre Louys- en febrero de
1893, la misma se convierte en piedra de escándalo. La sociedad puritana inglesa y algunas
ciudades católicas europeas se niegan a estrenarla. Originalmente escrito en francés, el drama
fue finalmente estrenado en París en 1894 y traducido al inglés ese mismo año por Lord Alfred
Douglas.
Ocho años más tarde, Richard Strauss asiste a la puesta del drama de Wilde en el
Kleines Theater de Berlín. Impresionado por la temática y con la ayuda de su libretista Hedwig
Lachmann, pondrá en música el controvertido drama del irlandés.
Dos problemas: el texto de Wilde y la música de Strauss
Si bien Strauss incursionó en el terreno operístico con Guntram, una obra de influencia
wagneriana, podríamos afirmar que Salomé representa una bisagra en la historia de la música
por muchos aspectos. En lo concerniente a la propia producción artística de Richard Strauss,
fue su primer éxito operístico y además inauguró una forma de lenguaje expresionista que
ampliaría años más tarde en Elektra (1908). Salomé es una ópera en un acto y cuatro escenas,
compuesta en 1905 originalmente en idioma alemán. Despojada de obertura, el drama respeta
las tres unidades aristotélicas. Mientras que los compositores clásicos y románticos habían
mostrado su maestría en la creación y desarrollo de los temas, la orquestación se transformó en
un arte de la demostración de las habilidades en compositores posteriores. Richard Strauss,
heredero de Liszt, Berlioz y Wagner, imprimió a su estilo orquestal un enjambrado tejido en
donde todos sus miembros participan en igualdad de condiciones. La crítica detractora lo
describirá de esta manera:
Este compositor es el prototipo de la generación numerosa de espíritus desviados por
una ambición loca y precoz, que después de Wagner no ha conseguido realizar nada
nuevo y orgánico en el dominio de la composición melodramática. Han llevado hasta
la hipertrofia los procedimientos exteriores del wagnerismo. (…) El wagnerismo, y
sobre todo, el wagnerismo posterior a Wagner, del cual Strauss es el más eminente
compositor, ha llevado a la música, que es de todas las artes la que menor poder de
imitación posee, hacia la traducción de las cosas más contrarias a su espíritu.6 (LA
NACION, 27 jun. 1913: 12)
Las
orquestas
fueron
adquiriendo
formidables
proporciones
durante
el
postromanticismo. La técnica wagneriana de doblar una línea melódica con varios instrumentos
o prolongar los sonidos en los bronces produciendo con ello una sólida textura, ocultando así
6
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
46
los timbres puros tras densas nubes sonoras, fue llevada a sus límites en ese momento de la
historia de la música europea. Un crítico de Buenos Aires en 1913 describe de esta manera la
orquestación de Salomé:
En cambio a Strauss no le basta con el real talento que posee para manejar su orquesta.
Se apodera no tan sólo de todos los instrumentos que conocemos, de todos los que se
han inventado después de 30 años, sino hasta de los ensayos informes que la industria
produce: las cuerdas, las maderas aumentadas con un corno inglés grave, y los colores
subdivididos hasta el exceso; las arpas en combinación con la celesta y el
glockenspiel; el xilofón alternando para marcar los ritmos con los címbalos, timbales
y tambores y hasta el órgano con un pedal grave sosteniendo toda esta muchedumbre
sonora. Remueve turbulentamente este ejército de instrumentos, les hace recorrer
toda la escala de sonidos perceptibles por nuestros oídos, amontonando las
disonancias, prodigando los contrastes más groseros, atolondrando al público en vez
de encantarlo, sorprendiéndole, pero jamás conmoviéndolo, aplastándole realmente
bajo el exceso brutal de la sonoridad.7 (LA NACION, 27 jun. 1913: 12)
En Salomé, una obra de menos de dos horas de duración, toda la tensión va ascendiendo
a lo largo del relato hacia el momento en donde finalmente la protagonista logra poseer a Juan
el Bautista (Iokanaán). De la boca del Bautista surgen las palabras que condenan a Salomé y a
Herodías, su madre. Para poseerlo, para dominar esas palabras, ella se centra en la boca que
tiene que besar. El texto, de gran belleza poética, hace que su personaje central sea sumamente
interesante en términos psicológicos. La Salomé de Oscar Wilde es presentada como una
heroína, una mujer liberada de la opresión de su padrastro y de su madre. A las palabras de
Iokanaán, Wilde las carga de significado político. Escribe el crítico en 1913:
Y es que el poema en sí no es ni moral ni inmoral: es bello, nada más. Ciertamente
su protagonista no tiene la gracia de la virgen dórica que inmortalizó el cincel
helénico, ni el encanto de ciertas divinidades pelágicas: pero Salomé no es una diosa,
es tan sólo una mujer, una bella mujer cuya naturaleza diabólica había menester del
vigoroso talento de Oscar Wilde para alumbrar en pleno siglo XX todo los fuegos de
que la anima el precario relato bíblico. Ahora bien, si el poema dramático se
compusiera tan sólo de Salomé, la cuestión cambiaría de aspecto. Pero el poema no
es tan sólo Salomé, como dice cierta crítica que arrastra en los excesos de su
austeridad el pecado capital de sus exageraciones. En efecto, álzase de la mazmorra
la figura sobrenatural del profeta, nimbada la cabeza de claridades místicas y habla
por su lengua de trueno toda la grandeza moral que los sectarios de hoy no quieren
escuchar.8 (CAAMAÑO, 1969: 169)
Estas son algunas de las frases, extraídas del libreto de la ópera, que congenian con esta
observación del crítico: “Vendrá un día en que los reyes de la tierra sentirán espanto (…)
¿Dónde está aquella que se entregó a los capitanes de Asiria? ¿Dónde está aquella que se ha
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
Crítica citada sin referencias en Caamaño, Roberto (ed.). La historia del Teatro Colón (1908-1968): Buenos
Aires: Editorial Cinetea, 1969, Vol. III. p. 169.
7
8
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entregado a los jóvenes egipcios (…) Id y decidle que abandone el lecho de sus abominaciones,
el lecho de su incesto.”
Desde el relato bíblico hasta el drama de Wilde pasaron varios siglos y el eje del
conflicto se ha trasladado de la madre (Herodías) hacia la hija, Salomé. La joven ahora sensual,
adquiere protagonismo convirtiéndose en paradigma fin de siècle. Salomé es en los comienzos
del siglo XX una controvertida figura femenina en un mundo masculino. Desbordante de
erotismo y venganza. Síntoma de degradación, degeneración, violencia social y monstruosidad.
Probablemente, por eso, su final será tan dramático e infeliz como toda heroína de ópera.
Aplastada bajo los escudos de los soldados de Herodes, esta mujer morirá. Igual que Carmen,
igual que Manon.
SEGUNDA PARTE
El laberinto de la palabra y el lenguaje musical de Salomé
El discurso de la crítica, el utilizado en el análisis musical o el del historiador de música
ha creado un metalenguaje específico con el devenir de la práctica, para llegar a certeras o
confusas descripciones de las más diversas obras musicales. En esas descripciones se pueden
encontrar estructuras inmanentes a la obra, o a sus procesos compositivos, o a la manera en que
es percibida, o a sus relaciones con la historia. Pero ¿Cómo se escribe sobre música? ¿Cómo
se la describe cuando no se usa un vocabulario técnico musical? ¿Con qué metáforas, con que
imágenes, con qué comparaciones? ¿De qué discursos se toman las descripciones? ¿Cómo se
determina que un sonido es áspero, duro, liso o blando? ¿Hay intervalos, melodías, acordes,
más expresivos que otros, acústicamente justificados?
Frente al conflicto que provoca la ópera Salomé de Strauss, en su primera presentación
en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, la crítica furiosa, sobre todo la proveniente
de los diarios La Nación y El Pueblo, como veremos más adelante, utiliza algunas metáforas e
imágenes en relación al cuerpo enfermo. Años antes lo había hecho el crítico francés Pierre
Lalo, quien de esta manera había escrito en el diario parisino Le Temps:
Hay sobre todo, en esa cerebralidad opresiva y dominadora, algo de excesivo, de
crispado, de frenético, hay un germen mórbido, una fiebre, una neurosis. Un pasaje
como el trino famoso que acompaña el supremo beso de Salomé en los labios muertos
de Iochanaan, parece en su rareza glacial, en su obstinación triste, el producido de un
delirio de la imaginación; y Salomé aparece, por momentos, como una alucinación
violenta y magnífica.9 (EL PAÍS, 13 jun. 1910: 4)
9
Transcripto por El País, en Salomé de Strauss, el 13 de Junio de 1910, p. 4. El subrayado es nuestro.
48
Todas las críticas controvertidas escritas durante los hechos de 1910 y 1913 con
respecto a la ópera Salomé en Buenos Aires, podrían categorizarse, siguiendo a Jean-Jacques
Nattiez (1990), como discursos impresionísticos.10 Dentro de los modos de lenguaje no
formalizados los impresionísticos son aquellos discursos que utilizan un estilo literario lleno
de metáforas e imágenes. Según Nattiez, el analista no es neutral a la poiesis ni a la estesis,
sino que las neutraliza en su discurso.11 Lo vemos en la siguiente crítica:
El lugar, las cosas, los hechos materiales del drama, no tienen descripción en la
música singular de ‘Salomé’, que se consagra por entero a expresar, mejor dicho, a
representar de una manera sensible, con la variedad convulsa de sus extraños ritmos,
de sus raros timbres, de sus tiempos superpuestos, de sus extraordinarias
multiplicidades de sones, el choque formidable de los instintos y sentimientos en que
se incendian las pasiones de los personajes, y de donde surge terriblemente atroz, la
sin igual tragedia.12 EL TIEMPO, 14 jun. 1910: 1)
El crítico deja establecido claramente cuáles son las obras paradigmáticas en los
comienzos del siglo XX:
Que se considere sin prejuicio las grandes obras de la música el ‘Orfeo’ de Gluck,
‘Don Juan’ de Mozart, ‘El barbero’ de Rossini, el rondó de ‘Duefa’ , el primer tiempo
de la sexta sinfonía de Beethoven, la cuarta escena del acto segundo de ‘Valkiria’, y
tantas y tantas páginas debidas a la inspiración de los grandes maestros de todos los
tiempos, y se comprobará que el verdadero carácter de la grandeza, de la belleza es
la simplicidad de medios empleados para producir un gran resultado.13 (LA
NACION, 27 jun. 1913: 12)
Por su parte, Nathalie Heinich (2003), socióloga de arte contemporáneo se ha
preguntado sobre cuáles son los límites del arte. ¿Qué está permitido en nombre del arte? El
crítico de 1913 le hubiera respondido:
En las artes no todo es permitido al capricho del hombre, como hoy se cree con
estúpida presunción. Es necesario que las concepciones de la fantasía sean fecundadas
por los sentimientos elevados del alma. La obra de Ricardo Strauss es dramática y
musicalmente la negación más radical de todo sentimiento superior.14 (LA NACION,
24 jun. 1913: 12)
Según Nattiez, los lenguajes no formalizados son aquellos que no usan otro recurso que el lenguaje en una
traducción de las características de la obra Las otras categorías son: de paráfrasis si trasladan la obra al lenguaje
hablado o escrito de una manera sobria; y hermenéuticos, cuando describen e interpretan.
11
Siguiendo el modelo tripartito Molino-Nattiez, una descripción poiética tienen en cuenta las intenciones del
compositor y sus procedimientos creativos, un análisis estésico describe conductas perceptivas dentro de un
conjunto de oyentes, toma en cuenta la percepción y la recepción de la obra y el rol del auditor, mientras que, un
análisis neutro o inmanente, propone describir las propiedades de una obra, independientemente de su génesis y
de la manera en que es percibida.
12
Clamor. Salomé, El Tiempo, Buenos Aires, 14 de Junio de 1910, primera plana.
13
“Salomé”, La Nación, 27 de Junio de 1913, p. 12.
14
“Salomé” en el Colón, La Nación, 24 de junio de 1913, p.12.
10
49
…
Y en referencia al texto de Wilde:
Hay en ella muchas cosas esenciales del genio alemán: pedantería y romanticismo,
pesadez, sutilezas del peor gusto, una brutalidad que no se aplaca con la misma
desteridad sencillamente portentosa del escritor, cosas todas lo más contrarias a
nuestros gustos y tradiciones. (…) Hay en toda la producción literaria del autor inglés
como en su vida misma, una inclinación tan grande, tan conciente, tan libremente
aceptada hacia la perversión y lo paradójico, hay a la vez en el autor una conciencia
tan clara y tan melancólica de sus tristes vicios de hombre y de literato, hay en todo
él una mezcla tan curiosa de refinamiento y de ingenuidad, de sinceridad y de falsía,
de brutalidad y de arte, que la excepcional figura de Oscar Wilde y sus obras producen
a la vez los sentimientos más contradictorios.
Un sano criterio, ajeno a los desplantes que adornan a la juventud enamorada de todo
lo nuevo y del arte modernísimo, como a las repugnancias que experimentan algunos
por lo que es audaz y libre, tiene que ver con este poema, que es una parodia laboriosa
del ‘Cántico de los cánticos’ escrita en el estilo de repeticiones que practicaron hace
más de quince años los literatos franceses, un drama hábilmente hecho, de gran
violencia trágica, repugnante por su sentimiento, y contrario a toda idea de belleza y
de idealidad.15 (LA NACION, 14 jun. 1910: 10)
¿Cuáles son las objeciones que le hacen a Strauss? ¿Por qué lo atacan? En la tercera y
última parte de este trabajo, analizaremos los escritos en la prensa de la época en torno al
estreno de Salomé en el Teatro Colón de Buenos Aires, y veremos los valores consensuados de
los críticos y a qué responden esos valores. Salomé infringe “las leyes de la moral y del buen
gusto y los principios esenciales de lo bello.16 (LA NACION, 24 jun. 1913: 12) En la Salomé
de Strauss efectos de sonoridad abundante provocan una tensión permanente en el oyente. Las
melodías también están llenas de tirantez ayudadas por su aspecto quebrado de grandes
intervalos de hasta más de una octava. Cromatismos, trémolos y armonías disonantes, anuncian
la llegada de un nuevo lenguaje. Siendo Richard Strauss compositor de poemas sinfónicos, no
escapan en Salomé los elementos programáticos y utiliza efectos sonoros de mucho realismo.
Dice la crítica:
Strauss sólo trata de producir efectos físicos, efectos de sensación. Sabe pintar todo,
hasta el degüello de San Juan Bautista, con los vanos artificios de su instrumentación
y con la facilidad vulgar de su tesitura.17 (LA NACION, 27 jun. 1913: 12)
También utiliza la técnica wagneriana del leit motiv para caracterizar a sus personajes.
El momento más sensual y problemático de la obra llega con la danza de los siete velos, que
“Coliseo”, La Nación, 14 de Junio de 1910, p.10.
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p.12.
17
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
15
16
50
remata en la escena en la que ella recibe la cabeza de Iokanaán como premio. Así lo describe
el crítico Miguel Mastrogianni:
Cierto es que la de Strauss es una intelectualidad tan despótica, tan imperiosa, que es
difícil sustraerse a su efecto. Pero ella actúa sobre nosotros por la acción física, no
por la emoción. En ese inmenso poema sinfónico, de una variedad que los más
estupendos recursos de polifonista y de polirritmista hacen casi infinita, hay un
orgullo agresivo, una especie de vértigo, una fuerza extraordinaria. Pero todo eso es
exterior, es superficial; está desprovisto de profundidad de pensamiento, de
sentimiento. Es la sonoridad, es una orquesta manejada por un talento extraordinario,
la que crea el efecto, la que domina, la que subyuga, durante casi dos horas, pues, se
ha sido deslumbrado, poseído por una fuerza nerviosa e intelectual; y sólo en algunos
minutos – en la danza y en el monólogo final – una cierta sensibilidad ha circulado
en medio de esa formidable arquitectura sonora. Y, a la verdad la compensación no
es suficiente.18 (LA RAZON, 27 jun. 1913: 12)
Desde que Strauss manifestó sus deseos de poner en música la obra de Wilde, cierta
crítica europea inició sus temibles ataques. Salomé fue representada por primera vez en
Alemania en el Teatro de la Corte de Dresde, el 9 de diciembre de 1905, pero se luchó en torno
a ella como en un momento se había hecho con Wagner y como se haría también con
Schönberg. En Europa, antes del estreno, se multiplicaron los ataques por parte de los
moralistas. Se lo acusaba a Strauss de poseer un espíritu depravado. Luego de la presentación,
Strauss fue aclamado por parte de la prensa. Entonces, los críticos que se habían dirigido a
Dresde con espíritu discrepante, y que previamente habían declarado que Strauss no podía ser
un dramaturgo, y obstaculizar este emprendimiento del compositor para que retomara la
creación de poemas sinfónicos, vieron defraudadas sus aspiraciones. Entonces volcaron
nuevamente sus diatribas a la inmoralidad del libreto, renovando la antigua cuestión de la moral
en el arte.
Las insinuaciones más pérfidas, fueron lanzadas sobre el artista y su obra,
desconocida aún! Se sacaron del arsenal el viejo stock de las armas que otrora habían
sido dirigidas contra Wagner. Y ‘Salomé’ antes de conocer los fuegos de las baterías
del escenario, debió sufrir rudos asaltos. Se batalló en torno de ella como antes se
hiciera alrededor de ‘Tannhauser’, de ‘Tristán’.
La víspera del estreno los ataques se multiplicaron, sobre todo de parte de los
‘moralistas’. El furor de éstos no tuvo límites. Se desahogó en folletos en los que se
maldecía a Strauss como un espíritu depravado. A pesar de todo, el público en la
noche de la primera y de las subsiguientes representaciones acogió la creación de R.
Strauss, con un entusiasmo indescriptible, delirante. Strauss fue aclamado por una
‘élite’ internacional, pues se hallaba representada toda la prensa musical europea y
presentes todas las notabilidades artísticas alemanas.
En cuanto a la ‘cierta crítica’, que se había dirigido a Dresde con espíritu
decididamente hostil, se hizo notar por sus diatribas. Se había decretado desde hacía
tiempo, en ‘petit comité’, que Strauss no era un dramaturgo, que no podía ser un
18
M. El secreto de Susana y Salomé. La Razón, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
51
dramaturgo. Se sabía, por ciertas indicaciones, que ‘Salomé’ representaría una nueva
orientación del drama musical alemán. Luego, había que obstaculizar esta audaz
tentativa y tratar que el compositor alemán continuara con los poemas sinfónicos.
Pero los instigadores de esta campaña, adeptos de la santa rutina, vieron un tanto
defraudados sus deseos. Entonces invocaron nuevamente la inmoralidad del libreto,
renovando la antigua cuestión de la moral en el arte. Así crearon para la historia de la
música dramática un caso: ‘Salomé’ íntimamente ligado al capítulo de la crítica
retrógrada.19 (EL PAIS, 13 jun. 1910: 4)
De esta manera quedó fundado un nuevo capítulo en la historia de la crítica
controvertida: el caso Salomé, que no se hizo demorar en llegar al Río de la Plata.
TERCERA PARTE
Salomé en Buenos Aires. Una reconstrucción de la historia a través de las crónicas
y la crítica musical
En 1908, anunciada para darse en el Teatro de la Ópera, en la Ciudad de Buenos Aires,
Salomé fue suspendida a pedido de un grupo de damas de la aristocracia porteña.
Buenos Aires, 13 de Junio de 1908. Tenemos el agrado de pedir la cooperación de
usted sobre una iniciativa, que seguramente aceptará con simpatía, porque interesa al
decoro de la sociedad de esta capital.
La ópera ‘Salomé’ de Strauss no debe ser exhibida ante ella porque su argumento y
desarrollo escénico son de intensa inmoralidad, por cuya causa fue rechazada cuando
se pretendió ponerla en escena en Nueva York. El teatro de la Ópera se prepara a
exhibirla próximamente: nos sentimos halagados con la persuasión de que las familias
respetables de esta ciudad se abstendrán de autorizar con su presencia un espectáculo
ofensivo de su pudor, y rogamos a usted se digne dirigirnos a la calle 25 de Mayo 307
la adhesión de usted y las otras que obtenga con su propaganda moralizadora.
Saludamos a usted con toda consideración: Teodolina F. de Alvear, Cipriano D. de
Sáenz Peña, Enriqueta L. de Dorrego, Dámasa Zelaya de Saavedra, Isabel Peña de
Udaondo, Teodolina Alvear de Lezica, Carlota Díaz de Vivar de Unzué, Josefina
Bonorino Udaondo de Sojo, María Unzué de Alvear, Carolina S. de Atucha, Ángela
Unzué de Alzaga, María C. de Santa Marina, Fidela Mackinley de Bary, Mercedes E.
de Alvear, Etelvina Costa de Sala, Isabel M. de Alvear, Ana Elía de Ortiz Basualdo,
María Carmen S. de Demaría, Rosa A. de Torquinst, Carmen Alvear de
Christophersen, Clementina M. de Chas, Clara Leloir de Demarchi, Teodelina L. de
Uriburu, María J. de Guerrico, Josefina L. de Udaondo, M. S. de Guerrico de
Lamarca, Dolores Anchorena de Elorondo, Elvira de la Riestra de Lainez, Celina
Atucha de Battilana, Elina V. D. de Peralte Alvear, María Elvira P. A. de Lainez,
Josefa Fernandez de Paz, Condesa de Sena, Isabel Bonorino Udaondo, Julia
Avellaneda, María Zapiola de Massera, Catalina Moreno de Brickmann, Enriqueta
A. de Vivot, Celina Sáenz Peña de Villar, María Luisa M. de Ledesma, Clara A. de
Allaría, Manuela A. de Viale, María Escalada de Jorge, Mercedes Anchorena de
Nazar, Victoria Lezica de Pons, María I. de Nazar, Isabel C. de Martel, Victoria R.
de Jiménez, Ernestina Ramos Mejía de Repetto, Elena T. de Muñiz, Telma Carreras
de Garzón, Rosario M. de Doncel, Ventura Suarez, Mercedes Ureta, Zoraida
Señorans.20 (EL PUEBLO, 26 jun. 1913: 14)
19
20
Salomé de Strauss, El País, Buenos Aires, 13 de Junio de 1910, p.4.
Reproducido en: Salomé en el Colón, El Pueblo, Buenos Aires, 26 de Junio de 1913, p.14.
52
En aquella época, el teatro de la Ópera estaba regenteado por la Empresa de C. Bonetti
a cargo de la Gran Compañía Lírica Italiana. “Los allegados a la empresa aseguran que se
representará ‘Salomé’, en función extraordinaria. No lo creemos, a pesar de lo que aseveran
los honorables portugueses.”21 (EL DIARIO, 20 jul. 1908: 7) En su columna Vida Social,
diariamente aparecían en La Tribuna, notas que definían a los habitués de este teatro. “La sala
de la Ópera, en la función de anoche, congregó un selecto núcleo de familias, con motivo de la
representación de ‘Romeo y Julieta’. Recordamos haber visto, luciendo elegantes toilletes, a
las señoritas: (…)”22 (DIARIO DE LA TARDE, 27 ju. 1908: 2), seguida de una extensa lista
de célebres apellidos del patriciado argentino con la correspondiente descripción de su
indumentaria. Era en la época, el principal teatro de ópera de la élite, junto con el Colón, de
reciente inauguración. Con el tiempo, este último ocuparía el lugar hegemónico.
Las mayores acusaciones que aparecen en la prensa de 1908, con respecto al
levantamiento de Salomé, están vinculadas a la empresa del teatro:
Después de ‘Thais’ puede representarse ‘Salomé’, aunque esta se empeñe en
desprenderse de los siete velos durante el baile. Pero ya hemos dicho que ‘Salomé’
no se representará por la suficiente razón de que la empresa no tiene los elementos
necesarios. Los abonados ¡pobres! Tendrán que conformarse con ‘Loreley’, ‘Romeo
y Julieta’ y con el estrenito de anoche.23 (EL DIARIO, 22 jul. 1908: 5)
…
¿Y ‘Salomé’? La pregunta podría extenderse a los demás estrenos que la empresa
prometió este año con su informalidad habitual. Desde que se anunció la
representación de ‘Salome’ dijimos que ésta no se llevaría a cabo por la suficiente
razón de que la empresa no tiene los elementos necesarios: orquesta, decoraciones,
etc. La protesta de las señoras ha servido de pretexto, nada más que de pretexto, pues
si los elementos a que nos referimos hubieran existido, ‘Salomé’ se habría presentado
en funciones fuera de abono. Pero no hay tal. Repetimos que nunca se pensó dar esta
obra, no obstante que algún portugués asegura haber visto las cuentas de las
decoraciones…las cuentas pero no las decoraciones, ni los músicos necesarios. Para
compensar esta burla la empresa de la Ópera ha hecho conocer a sus abonados
‘Thais’, ‘Mignon’ y ‘Romeo y Julieta’, debiendo agregarse las 8 representaciones de
‘Loreley’!24 (EL DIARIO, 4 ago. 1908: s.p.)
Al respecto de la suspensión, un tono irónico envuelve las palabras del siguiente
comentario:
A Richard Strauss le acaban de tomar el pelo sus amigos neoyorkinos en la forma
siguiente: dice el Herald: ‘La música hace crecer el cabello; es así que el autor de
Salomé es casi calvo, luego en sus partituras hay mucha música’. A lo cual añadiría
El Diario, Buenos Aires, 20 de Julio de 1908, p.7.
Tribuna. Diario de la tarde, Buenos Aires, 27 de Julio de 1908, p.2.
23
El Diario, Buenos Aires, 22 de Julio de 1908, p.5.
24
El Diario, Buenos Aires, 4 de Agosto de 1908.
21
22
53
un porteño vivo: ‘si Strauss es calvo que acuda a bonetti’, o a los siete velos de
Herodíades. Pero ya también Bonetti le negará su apoyo: ha cedido ante la
propaganda organizada por distinguidas abonadas y la famosa ‘Salomé’ no merecerá
los honores de la representación en la Ópera. Hemos subrayado la palabra cedido
porque hay malas lenguas que aseguran que nunca pensaron los empresarios del teatro
de la calle Corrientes poner en escena la obra de Strauss, pues carecían de elementos
para ello. Y así aparecen como muy respetuosos de sus favorecedores sin mayor
esfuerzo. Si así fuera sería una ‘viveza’ más que habrá que anotar en el haber de los
felices empresarios, pues felices pueden considerarse estos traficantes del arte que
han tenido la suerte de dar con un público tan complaciente que paga precios
elevadísimos por espectáculos que son mucho mejor presentados en teatros que no
tienen tantas pretensiones. Ya pasaron los buenos tiempos de la Ópera, aquellos en
que los elencos y el repertorio estaban en consonancia con lo que era nuestro primer
teatro lírico: pasaron a la historia y, lo que es más triste, pasaron para no volver jamás.
¿Qué nos reservará todavía el porvenir? ¡Quién sabe!25 (CARAS Y CARETAS, 8
ago. 1908: s.p)
Por su parte, el diario socialista La Vanguardia, lamenta lo ocurrido y aclara: “Haciendo
una balance de lo prometido y lo cumplido por la empresa, sólo queda la deuda imperdonable
de ‘Salomé’, de Strauss, la que hasta cierto punto no es del todo imputable a ella, pues son
conocidos los factores que influyeron para privarnos de semejante acontecimiento artístico”26
(LA VANGUARDIA, 9 ago. 1908: 5)
Un año después, en el mismo teatro se representó sin problemas la versión dramática
de la obra de Wilde, por Ruggero Ruggeri y Lyda Borelli en el rol de Salomé (DILLON y
SALA, 1999).
La ópera Salomé se estrenó finalmente en Buenos Aires, -exactamente dos años después
de la protesta del año ocho-, el 13 de Junio de 1910 en el Teatro Coliseo realizándose seis
presentaciones, con gran éxito de público.
Esta noche se realiza por fin el tan esperado estreno de ‘Salomé’, el drama en un acto
de Oscar Wilde, puesto en música por Ricardo Strauss, Gemma Bellincioni, su
creadora en Italia y en España, será la encargada de reproducir ante nosotros el
emocionante y conturbador personaje que da nombre a esta tragedia. Encarecer la
importancia de tan extraordinario estreno, nos parece innecesario.27 (LA NACION,
13 jun. 1910: 10)
Los otros roles estuvieron a cargo de Virginia Guerrini, como Herodías, Mariani como
Herodes y el barítono Auceschi como Iokanann, bajo la dirección del maestro Barone. “Los
Columna Sostenidos y bemoles, Revista Caras y Caretas, Buenos Aires, Año XI Nº 514, 8 de agosto de 1908,
s/p.
26
La Vanguardia, Buenos Aires, 9 de Agosto de 1908, p.5.
27
Coliseo, La Nación, Buenos Aires, 13 de Junio de 1910, p.10.
25
54
obstáculos que han retardado su llegada entre nosotros, han hecho más viva la curiosidad y más
impaciente la espera.”28 (EL PAIS, 13 jun. 1910: 4)
Esta primera presentación recibió críticas hostiles que recayeron tanto en la
composición musical de Strauss como en el texto de Wilde:
Salomé. Este solo nombre basta para evocar las más ardientes controversias que se
han suscitado en el campo del drama lírico en este último lustro, y hay que remontarse
a las discusiones de gluckistas y piccinistas, o a las diatribas a que dio lugar Wagner,
para encontrar algo que se le asemeje. Es del caso decir que en Salomé se unen dos
coeficientes que son materia de discusión: El drama de Oscar Wilde, exposición
teatral de morbosa necrofilia, y la extraña música de Richard Strauss, hija de un genio
que tal vez hubiera sido clasificado de otra manera por Lombroso, si al propio tiempo
de extravagantes desvaríos en pugna con las reglas de la armonía y del contrapunto,
no hubiese presentado páginas admirables por potencia de colorido, instrumentadas
como solo un hombre dotado de talento extraordinario puede hacerlo. Y
precisamente, estas páginas colosales, que se imponen por su maestría con que están
concebidas y que afianzan conocimientos profundos de la técnica musical y de los
recursos de la polifonía instrumental, obligan a aceptar, como artículo de fe, sin
discusión y cobijadas por ellas, cosas incoherentes que escapan a todo análisis…29
(LA PRENSA, 14 jun. 1910: 11)
…
Anoche, ‘Salomé’, en una traducción italiana donde ‘femme’ equivale a ‘mostro’,
exactamente, la íntima idea de Oscar Wilde, demasiado anormal para haber escrito
en francés esta tragedia, enorme y vacía. La música de Strauss, una ultramúsica,
exaspera hasta la demencia las exageraciones de la versión y favorece cualquier
contrasentido de los intérpretes. Así aquello fue, en la escena de delirio de hipérboles
inadecuadas al ambiente sombrío y perverso de la concepción original; y en la sala,
al final, y en la calle, una comedia deliciosa preferible a la mujer crónica, - que pueda
copiarse de Kufferath.
Estuvieron todos los snobs y las snobinesas de la ciudad. En virtud del gracioso
derecho de haber pagado precios risibles a la reventa de localidades, -rapaz como
nunca,- sus diálogos, polílogos, continuos y contradictorios, adquirieron el alto valor
de las opiniones bien fundadas,- que se caracterizaron por el silencio, prudente hasta
la sabiduría, entre tanto desconcierto de actitudes fotográficas y de ridículas
equivocaciones. En verdad, no hay palabras discretas para los loros y las cotorras; y
lo mejor sería callarse, si no tuviéramos el deber de hablar. Seremos sinceros, para
redimir las faltas en que incurriremos, ante el respetable criterio de la pajarería
reinante.
Es lo cierto que sobre esta obra extraordinaria, falsa, poderosa y pintoresca, sin
animación real, -no hay impresiones sinceras. Quien no sea músico, y buen músico,
bien preparado, para seguir en la prodigiosa orquesta de Strauss la infinita
diversificación de los temas, tendrá que someterse a un humillante dilema: o rendirse
al juicio ajeno, o confesar que la profecía de Yokahanam y la danza de los siete velos
no compensan bastante el penoso esfuerzo de atención, que requiere la incesante y
fatigante movilidad de la sinfonía. De nuestra parte, -sobre esta primera audición, a
pesar de haber sido privilegiados oyentes de los ensayos y no obstante el previo
deletreo de la partitura de piano y canto,- nos remitimos al dictamen del maestro
Barone: él sabrá, solamente, él sabrá…30 (EL PAIS, 14 jun. 1910: 4)
“Salomé” de Strauss, El País, Buenos Aires, 13 de Junio de 1910, p.4.
Salomé, La Prensa, Buenos Aires, 14 de Junio de 1910, p.11.
30
Equis, El País, Buenos Aires, 14 de Junio de 1910, p.4.
28
29
55
Por su parte, los intérpretes, y la empresa, salieron ilesos del episodio:
Ya hemos dicho que la Bellincioni fue la heroína de la jornada, haciendo una
‘Salomé’ que difícilmente se podrá superar, y agregaremos que el maestro Barone, al
concertar y dirigir la obra, y el tenor Mariani y el barítono Anceschi en sus respectivos
papeles, se han hecho dignos de franco aplauso.31 (CARAS Y CARETAS, 18 jun.
1910: s.p.)
…
Del éxito de la representación de anoche dieron elocuente prueba las muestras de
aprobación que dio el público al finalizar el espectáculo, aplaudiendo entusiastamente
y llamando a escena un sinnúmero de veces a dos artistas y con especialidad a la
señora Bellincioni y al maestro Baroni, a quienes se hizo objeto de calurosas
manifestaciones. No debemos terminar, sin dirigir una palabra de congratulación a la
empresa que ha realizado un magno esfuerzo en su laudable empeño de dar a conocer
al inteligente público de Buenos Aires, sometiendo a su juicio y fallo, una de las obras
más discutidas y de mayores méritos musicales de los últimos tiempos.32 (EL
TIEMPO, 14 jun. 1910: 1)
…
También es cierto que su difícil realización material ha sido de todo punto de vista
feliz. La orquesta bajo la dirección del maestro Baroni, a quien ha cabido el honor de
presentarla en nuestro público, y que lo ha hecho un extraordinario acierto, mantuvo
siempre despierto el interés del público durante la hora y media que duró su audición;
milagro que hay que tenerse en cuenta tratándose de una obra de esta naturaleza. Sus
principales intérpretes fueron la Bellincioni y el tenor Mariani, que crearon la obra
con grandísimo éxito en Italia. La señora Bellincioni, cuya interpretación merece una
crónica aparte que no dejaremos de hacer, ha creado una terrible parte con un talento
que sólo fue igualado por su gran resistencia. Hemos de señalar en detalle la labor
inteligentísima de esta artista, que tiene el gesto y la figura ideales de la Salomé de la
leyenda, de la princesa cruel, enamorada hasta el paroxismo de la locura erótica,
perversa por la violencia de sus deseos. La señora Bellincioni ha dado un relieve
punzante a dos escenas: al diálogo con San Juan, principalmente, y la brutal escena
final. Su arte hace disculpables algunos momentos chocan con el más elemental buen
gusto. El tenor Mariani dio a la figura de Herodes todo su color grotesco y los demás
intérpretes, entre los que hay que citar en primera línea a la señora Guerrini,
intervinieron con corrección y eficacia. El teatro estaba extraordinariamente
concurrido y se aclamó a los artistas con gran entusiasmo exigiéndose su presentación
muchas veces cuando terminó el espectáculo. El éxito ha sido grande y la empresa
que ha realizado un esfuerzo de tal magnitud, bien merece la aprobación y la
confianza de su público.33 (LA NACION, 14 jun. 1910: 10)
Tres años más tarde: Salomé en el Colón
El santoral de la iglesia católica determina que el 24 de junio es el día de San Juan, el
Bautista. Coincidentemente con la fecha, se produce en Buenos Aires, en 1913 una singular
protesta. Como espejo de lo ocurrido en Europa con las sucesivas prohibiciones de la ópera y
el drama en cuestión, algunas mujeres de la sociedad porteña, le solicitan al Intendente de la
Salomé, Caras y Caretas, Buenos Aires, Año XIII, Nº 611, 18 de Junio de 1910, s/p.
Clamor. Salomé, El Tiempo, Buenos Aires, 14 de Junio de 1910, primera plana.
33
Coliseo, La Nación, Buenos Aires, 14 de Junio de 1910, p.10
31
32
56
Ciudad de Buenos Aires Dr. Joaquín Samuel de Anchorena, que interrumpa la inminente
representación.34
No se sabe aún si la obra de Strauss será puesta en escena esta noche en el Teatro
Colón. Ayer por la tarde se apersonaron al intendente municipal las Sras. Ema Van
Praet de Napp, Dolores Lavalle de Lavalle, Ernestina Ortiz Basualdo de Llavallol,
Elisa Lopez de Aranda, Susana Casares de Llobet, Ernestina Llavallol de Acosta y
otras, quienes en nombre propio y de un grupo numeroso de familias abonadas
solicitaron que no se lleve a cabo la anunciada representación de ‘Salomé’. El
intendente municipal les manifestó que en la tarde de hoy tomaría una resolución al
respecto, después de cambiar ideas con el empresario y con la comisión del teatro. Si
se representara ‘Salomé’ en funciones extraordinarias, el público tendría en este
último caso plena libertad para optar entre asistir o no, y puesta en este terreno la
cuestión, perdería su interés social para ser exclusivamente un asunto de interés
artístico.35 (LA NACION, 26 jun. 1913: 14)
¿Qué motiva el pedido? “La misma calidad de la pasión perversa que la anima y del
ambiente fastuoso que la rodea hace de su drama un espectáculo inadecuado para cierta parte
del público, especialmente en su versión lírica, por la realidad plástica que le da la escena y por
el carácter mismo de la música”36 (LA NACION, 27 jun. 1913: 12). Esta problemática ópera
está anunciada para efectuarse durante la Sexta Temporada del Teatro Colón, en las funciones
de abono de los días 26 y 28 de Junio. Las damas de la sociedad, encontrarán eco en la prensa
conservadora, que apoyará su campaña.
Sigue anunciándose para mañana en el cartel del teatro municipal el estreno de
‘Salomé’, sin que al parecer la empresa se decida a modificar el grave error que
importa incluir en el elenco semejante producción. Un teatro que vive de un abono
efectuado antes de iniciarse la temporada, es decir que se mantiene con una
concurrencia casi invariable; un teatro que debe considerarse como uno de las
actividades más elevadas de nuestra sociabilidad, no debía ofrecer a su público
espectáculos como el anunciado para mañana, que no sólo hieren el sentido de lo
bello y de lo artístico, sino que van contra el pudor y la decencia y los sentimientos
normales de la sociedad.37 (LA NACION, 25 jun. 1913: 14)
Aunque recriminando el comportamiento que durante los hechos de 1910 había tenido
el diario La Nación, el diario El Pueblo, publicación vinculada a la iglesia católica, saluda con
regocijo a su aliado en la cruzada de 1913:
Se consultaron las actas de sesiones del Consejo Deliberante pero no hay registro del hecho. Tampoco quedó
registro en las Memorias de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires de 1913 ya que no se publicaron ese
año.
35
“Salomé” en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 26 de Junio de 1913, p.14.
36
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
37
En el Colón, La Nación, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p.14.
34
57
Alguna vez habíamos de tener que aplaudir a ‘La Nación’. En su número de ayer se
pronuncia este colega contra la representación de ‘Salomé’ en el teatro Colón, dando
razones que destruyen todas las urgencias que se ha pretendido excusar ese nuevo
paso en falso de la empresa del señor Ciachi.
La actitud de ‘La Nación’ es tanto más de apreciar cuanto que no solamente echa por
tierra los argumentos de gente extraña a su redacción38 sino los propios, todos
aquellos que adujo cuando la sociedad de Buenos Aires puso enérgicamente su veto
a la representación de tal obra en la Ópera39.
Tuvimos entonces el sentimiento de no contar con la ayuda de la propaganda de ‘La
Nación’, pues el recuerdo que hace en su juicio de ahora de otro también adverso a
‘Salomé’ que insertó hace tres años, no le impidió contemplar con toda clase de
prevenciones aquella resistencia de las damas ni aun atacar a sus presuntos
inspiradores. Las causas justas, sin embargo, se imponen tarde o temprano. Esta es la
consoladora reflexión que nos sugiere la por esta vez, laudable conducta del colega,
que aprecia la representación de ‘Salomé’ en los términos que gustosos reproducimos
a continuación: (…).40 (EL PUEBLO, 25 jun. 1913: 4)
Al mejor estilo de los boicots, el diario católico proclama:
Si a última hora no se adopta por la intendencia alguna resolución en contrario, esta
noche será representada ‘Salomé’ en el Colón. Hablamos ayer ampliamente a este
respecto. Recordaremos hoy un documento que circuló cuando la anterior tentativa
para hacer aceptar a nuestra sociedad la obra mencionada. Llevan las firmas de damas
que representan mucho entre nosotros, algunas de ellas que han fallecido ya, por lo
cual podrá creerse que hablan a sus descendientes desde la tumba; y contiene la
palabra de orden, el santo y seña, cabe decir, a que deben ajustar su conducta las
familias, frente a la representación de esta noche. Esa palabra de orden es la de no
concurrir. Han creído los empresarios; cree la comisión representativa de la
municipalidad; parece creer también el intendente que los serios reparos opuestos a
‘Salomé’ no son atendibles. A este desprecio de tan respetables exigencias contéstese
con el vacío. Como él se produzca en la forma que puede hacerlo la alta sociedad de
Justamente, durante esos días, el diputado socialista Nicolás Repetto presenta a la cámara un proyecto que irrita
a la gente de La Nación: “El diputado Repetto es un enemigo encarnizado de los periodistas. Siguiendo esta
inclinación de su espíritu presentó ayer a la cámara una iniciativa muy original: quería saber por medio de una
interpelación al ministro del interior: 1º ‘A cuanto asciende el número de empleados públicos nacionales que
desempeñan cargos en las redacciones de los diarios’. 2º Si el poder ejecutivo considera que hay o no
incompatibilidad entre ambos cargos, y en caso afirmativo, cuáles son las medidas que ha adoptado para
normalizar la situación’.(…) La interpelación del Sr. Repetto, desprovista de toda verdad en sus fundamentos, y
absurda dentro del criterio legal, mereció, sin embargo, palabras elogiosas por parte de algunos diputados y fue
pasada a comisión con el objeto, según estos mismos adherentes, de que no se malogre.” En: El socialismo y los
diarios, La Nación, Buenos Aires, 26 de Junio de 1913, p.8. El diario socialista La Vanguardia, reafirmando la
idea de Repetto, el 29 de Junio de 1913 escribe: “El mal está muy extendido, y a combatirlo en general se dirigen
los esfuerzos socialistas. Pero el caso de ‘La Nación’ es único en el país, y seguramente en todo el mundo. Habrá
en todas partes periodistas-empleados, pero ningún diario llegará a tener la mitad de su personal - sobre todo si es
tan numeroso como el de ‘La Nación’- ubicado en las reparticiones públicas, ocupando puestos generalmente bien
rentados, que aquí, más que en cualquier otro país, no son precisamente el premio de la competencia y de la
laboriosidad.”
39
Se refiere a la parte elogiosa de la crítica de La Nación aparecida el 14 de Junio de 1910, con afirmaciones como:
“El teatro estaba extraordinariamente concurrido y se aclamó a los artistas con gran entusiasmo exigiéndose su
presentación muchas veces cuando terminó el espectáculo. El éxito ha sido grande y la empresa que ha realizado
un esfuerzo de tal magnitud, bien merece la aprobación y la confianza de su público” (…) “Pero cualquiera que
sea la opinión que se tenga de la obra, ya sea considerándola desde el punto de vista dramático o musical, no hay
que negar que produce una impresión muy viva, que interesa por su indiscutible poder, por su color y por su
animación.”
40
Alguna vez había de ser, El Pueblo, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p.4. Transcribe a continuación
textualmente la nota de La Nación del día 24 de Junio de 1913.
38
58
Buenos Aires, se verá que no hay empeño que valga en el sentido de deprimir y abatir
la voluntad de los que tienen derecho para imponer la ley a estos respectos, puesto
que son los que costean las representaciones del Colón. Las razones que se expusieron
en la circular que vamos a reproducir, subsisten hoy con tanta fuerza como ayer. El
público decente de Buenos Aires no pudo tolerar que se representase ‘Salomé’ en el
primer teatro de esta ciudad, en la fecha en que aquel movimiento se produjo, la
Ópera. Tampoco puede tolerarlo ahora. [a continuación transcribe la circular del 13
de Junio de 1908, y continúa].
A lo que se desprende de las opiniones y la actitud de este núcleo selectísimo de
damas, tenemos que añadir las líneas con que insiste ayer ‘La Nación’ en su
reprobación anterior de la representación de ‘Salomé’ en el Colón [A continuación
reproduce la nota completa que bajo el título En el Colón, había aparecido en La
Nación el día anterior].41 (EL PUEBLO, 26 jun. 1913: 2)
El Pueblo, bajo el título Espectáculos Públicos, indicaba en todos sus números: “Los
teatros están llenos de representaciones inconvenientes. Los jefes de familia, si quieren
conservar entre los suyos las virtudes características del hogar argentino, no pueden prescindir
de indicarles con discreción y cautela los espectáculos a que deben abstenerse a concurrir.”42
(EL PUEBLO, 25 jun. 1913: 4). Y a continuación realizaba una clasificación con letras, que
luego colocaba al lado del título de cada obra publicada. Salomé, anunciada para el 26 y 28 en
el Teatro Colón, recibe de parte del diario de moral de sacristía, las letras M y P. La primera
significaba: “mala, las de tendencia contraria a la verdad religiosa o a las normas generales que
de ella fluyen para la vida”; la letra P, por su parte significa: “pornográficas, las que colmen la
medida en el sentido de la inmoralidad”. Salomé es pues, mala y pornográfica. Y es contraria
a la idea de que las prácticas artísticas se guardan en templos aislados de las tensiones
culturales. Salomé en el Teatro Colón significa una profanación y por ello esta presentación se
lee como atentado de lo sagrado. Salomé es síntoma de la degradación, de la violencia social,
ya sea porque su música es considerada escandalosa o porque causa escándalo el texto de Wilde
y la escena de la danza de los siete velos. Todo esto es un conjunto que amenaza a la alta
cultura.
La élite ilustrada
La sociedad argentina a comienzos del siglo pasado, conformada con el legado de la
colonización española y la enorme ola inmigratoria que había comenzado el siglo anterior, tenía
en 1913, un 30% de población extranjera, distribuida en forma desigual por el territorio. Así,
en la Capital Federal, el 50% de la población provenía del viejo mundo, en un 80% de origen
latino. Una elite ejercía el poder no sólo en el plano político y económico, sino también cultural.
41
42
Salomé en el Colón, El Pueblo, Buenos Aires, 26 de Junio de 1913, p.2.
El Pueblo, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p.4.
59
Este grupo dominante, eje de la sociedad, ordenaba en función de sus normas y valores. Sus
miembros la gente de apellido distinguido, “formaban parte de una oligarquía ‘natural’, de una
elite histórica que todos los argentinos reconocen y respetan” (ROUQUIÉ, 1981:48). La base
de su poder social radicaba en la propiedad de la tierra. Este patriciado, creído de haber
conducido al país a la prosperidad, consideraba poseer como derecho adquirido el manejo de
su destino y toda acción ligada a proteger la moral y las buenas costumbres. La oligarquía
liberal, europeizante e ilustrada, volteriana y anticlerical, defendía sus privilegios y se apoyaba
en los principios de la filosofía positivista. Es en este período cuando en Buenos Aires, la
“segunda París”, se construye uno de los teatros de ópera más importantes del mundo. “La
construcción del edificio del Teatro Colón, proyectado por el gobierno de Juárez Celman,
simbolizó no sólo la preocupación por el goce estético, sino, más aún, el afán de construir los
cuadros para el desarrollo de una existencia convencional en los más altos niveles de lujo”
(ROMERO, 1965:71).
Hacia el año 1600, coincidentemente con la composición de la primera ópera en el
inicio del Barroco europeo, se había diseñado y construido en Parma, un nuevo modelo de
ámbito escénico: el teatro “a la italiana”. La particularidad de esta nueva dimensión espacial es
su sala organizada como “un salón de fiestas mundanas: en consecuencia, abandona la gradería
cosmopolita. El piso y la ochestra es ocupado por el Príncipe y su corte: periféricamente en
herradura, se superponen las galerías de palcos, balcones, tertulia… y paraíso. Más tarde, el
soberano se muda al palco central, óptimo, y la corte lo acompaña y sube; la platea entonces se
relega a la burguesía.” (BREYER, 1968: 44). En aquel mundo de concepción barroca, donde
nace la ópera, se define el espacio que separa el ámbito de los espectadores del de los actores.
Estas marcadas delimitaciones de territorio, perduran en el tiempo, y se reflejan en nuestro
principal centro de ópera, a la sazón construido “a la italiana”. En el palco bandeja, llamado
también platea balcón, con capacidad para 34 personas, se ubican las autoridades nacionales y
sus invitados con motivo de las celebraciones patrias o de alguna representación especial. En
este mismo nivel, al lado de la embocadura de escena, a derecha e izquierda se encuentran el
palco presidencial privado y el del Intendente (actualmente Jefe de Gobierno) de la ciudad de
Buenos Aires. Los palcos privados (del presidente y del Jefe de Gobierno) están compuestos
por el palco propiamente dicho, con capacidad para 20 personas, un recibidor, una sala de estar
y dos baños. La planta desarrollada en forma de herradura, en donde se ubica la platea,
bordeada de palcos hasta el tercer piso. Las localidades de Cazuela, se ubican en el 4 piso, las
de Tertulia, en el 5, las de Galería en el 6, y el Paraíso en el 7 piso. En efecto, sólo apellidos
60
distinguidos figuran inscriptos en la lista de abonados a los palcos y plateas en el programa de
concierto de la época: María Unzué de Alvear, Mercedes C. de Anchorena, Rosa A. de
Torquinst, Roque Saenz Peña, Elisa F. de Juárez Célman, Cecilio López Buchardo entre tantos
otros43.
Claro que por la tertulia aparecen ciertos apellidos nuevos, algún Pelleschi, Pawlosky
o Schudt. Pero de los pisos altos: cazuela, galerías, tertulia, paraíso, no se puede –aún
hoy- descender a los círculos escogidos. Clausuradas puertas aseguran la
incontaminación; a la altura suben muchos melómanos sin mayores recursos ni
influencias, por escaleras angostas y desnudas, para estar de pie, o sentados en butacas
harto estrechas e incómodas. (SANGUINETTI, 1967: 70)
Revisando los costos de las entradas, podemos entender la imposibilidad de cierta parte
de la sociedad de asistir a este recinto.
En 1908 un abono a 10 funciones vale $1000 con derecho a 4 entradas de palcos altos,
y 40 pesos el abono a una tertulia. Pensemos que el sueldo de un peón oscila entre los
30 y 40 pesos, sin sábado inglés, vacaciones ni aguinaldo. En 1913 un abono a 14
funciones costará 875 pesos (palcos bajos y balcón con 4 entradas) y 30 pesos
(tertulias 2ª fila). Agréguese a esto los gastos devengados por el vestuario exigido
por la empresa para concurrir a las funciones, y se tendrá completo el panorama de
exclusivismo social que reina en el teatro desde el principio. (MATAMORO, 1972:
29,30)
Por eso, Salomé será “ante nuestra sociedad elegante (…) como un desafío a los
abonados, a su sentimiento de lo bello y a sentimientos más hondos y respetables aún”44 (LA
NACION, 24 jun. 1913: 12), “un espectáculo inadecuado para cierta parte del público.”45 (LA
NACION, 27 jun. 1913: 12). Por eso, la propuesta fue presentar a
‘Salomé’, en función [extraordinaria] a la que no tienen para qué asistir las muy
numerosas familias abonadas en concepto de dar a sus hijas la diversión y la
educación del arte lírico. No nos oponemos a la representación de la obra de Strauss,
sino a su inclusión en una serie de espectáculos que debe ajustarse a las exigencias,
siquiera excesivamente rigurosas, de un público especial y determinado.46 (LA
NACION, 25 jun. 1913: 14)
A diferencia de otros estrenos controvertidos ocurridos durante el mismo año, como el
Skandalkonzert en Viena y la Consagración de la primavera de Stravinsky en París, no fue una
cuestión específicamente acústica la que ocasionó la protesta porteña. De los primeros motivos
Programa de concierto. Junio 1913. Archivo Teatro Colón.
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p.12.
45
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
46
En el Colón, La Nación, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p. 14.
43
44
61
que sostienen el argumento del pedido de censura, surgen dos vértices importantes: por un lado
la herida hacia la bello y lo artístico, y por el otro el atentado a la moral. Pero al profundizar
sobre el episodio, aparecen otros temas: la administración del Colón en manos de una empresa
privada, algunos problemas paralelos que tiene Anchorena en su gestión como intendente de la
ciudad, el miedo a la degeneración -provocada por el texto de Wilde- en vinculación directa
con la gran ola inmigratoria.
El reclamo se hizo desde y con la ayuda de la prensa conservadora. El poder de la prensa
no es una novedad de nuestra época. También en tiempos de la Salomé de Strauss jugaba un
poderoso papel de infiltración ideológica. A través de ella “el grupo dominante incluso puede
‘controlar a distancia’ los asuntos públicos y la evolución de la sociedad, después de haber
dictado su código social y su concepción de la existencia a los grupos intermedios.”
(ROUQUIÉ, 1981:51). Dirá el diario socialista La Vanguardia: “‘La Nación’ ha encontrado el
medio de conciliar su viejo papel de comadrona del mitrismo47 (ahora representado por la
Unión Cívica) con el de órgano de la mayoría oligárquica”.48 (LA VANGUARDIA, 23-24 jun.
1913: 1). No en vano, en los momentos candentes de la discusión acerca del estreno de Salomé,
aparecen en un periódico los siguientes pensamientos:
La cultura, que es el barómetro de los pueblos, ha dado formas para resolver los
conflictos suscitados entre individuos o instituciones. Y la misma cultura cuando
puede ser un instrumento del talento permite decir todo, hasta lo indecible, dando a
la expresión intenciones veladas que no por ser amables a la simple consideración,
debe de llevar en su fondo la más brava de las rebeldías y la más molesta de las
reconvenciones. El periodismo como institución docente que lleva muchas veces el
apasionamiento en sus críticas, es el más propenso a variar el tono conciliador y
persuasivo que debe usar en todas las cuestiones que merezcan el comentario. Es
humano apasionarse por los asuntos que rozan los fundamentos de un ideal cualquiera
o que caen en la vulgaridad del personalismo, pero es más decisiva y más elevada la
réplica cuando el espíritu y el pensamiento buscan la cumbre para mirar desde allí sin
otro criterio que el de la verdad y el de la tolerancia. La diatriba es un arma que no
esgrimen los hombres sinceros y conscientes. Devolver injuria por injuria es un
procedimiento que acusa bajeza de alma y falta de toda noción de cultura elemental,
de esa cultura que necesariamente tiene que ejercer de contralor en exaltaciones
partidistas o a las opiniones avanzadas hay que oponer una buena dosis de tolerancia
sin que esto quiera decir cobardía.
La frase común de que ‘lo cortés no quita
lo valiente’ viene bien en esto momentos en que parece que la incultura se empeña
en ofrecernos espectáculos poco edificantes, y en que los cerebros más equilibrados
han perdido la orientación de sus mirajes. El insulto usado como retribución de
conceptos vertidos no convence a nadie. Y sería de desear que no olvidaran este
común privilegio de buen sentido, los que agraviados por una consideración
cualquiera vuelcan sobre las columnas de los diarios los adjetivos más repudiados por
la cultura ambiente.49 (DIARIO DE LA TARDE, 28 jun. 1913: 2)
Se refiere a las ideas de Bartolomé Mitre, fundador del diario La Nación en 1870.
En: “El órgano de la mayoría oligárquica”, La Vanguardia, 23 y 24 de Junio de 1913, primera plana.
49
La diatriba, Tribuna, Diario de la tarde, Buenos Aires, 28 de Junio de 1913, p.2.
47
48
62
El espíritu barroco
Según José Luis Romero, barroca fue la concepción de la ópera y barroco el marco en
el que debía desarrollarse: la sociedad, los palacios, sus jardines, las fiestas, los tocados, las
luces, creaban una “atmósfera irreal” (ROMERO, 1984: 225). La ópera daba “testimonio de
que la vida no era sólo como se la vivía cotidianamente sino también así como en el tablado se
la representaba. Lo que era cierto para toda suerte de espectáculo teatral se acentuaba
pronunciadamente en el espectáculo operístico” (ROMERO, 1984: 226). En esa capacidad dual
para representar la vida -la realidad cotidiana junto con una imagen de idealización-, reside su
concepción barroca. La ópera “prosperó en las cortes porque era en ellas donde predominaba
la imagen cortesana de la vida: una ilusoria imagen que se esforzaba por negar la existencia de
la realidad cotidiana y convalidaba el maniqueísmo de quienes creían pertenecer al mundo de
elegidos, hechos para vivir en la dulce irrealidad de la perfección y la belleza.” (ROMERO,
1984: 228). En la irrealidad barroca todo estaba “convenido para que no se filtrara la perversión
y la vulgaridad del realismo, todo cuidadosamente pensado para que las pasiones fueran
espirituales, los impulsos nobles, los apetitos moderados, los gestos medidos, las palabras
corteses”. (ROMERO, 1984: 229). Con ideales barrocos, el periodista de La Nación escribe:
El teatro es uno de los ornamentos de la vida social. Se ha dicho con frecuencia que
si no existiera habría que inventarlo para mantener en el público el gusto de las dulces
ficciones de la idealidad, de la moralidad y de la belleza. Estamos dispuestos a
considerar con indulgencia todas las formas del arte que revelen la ingeniosidad del
espíritu, que acusen el poder del trabajo, de la actividad y de la buena voluntad de los
artistas; paralelamente consideramos también de nuestro deber protestar contra los
espectáculos que con un fin exclusivo de desenfrenada notoriedad y de galopante
avidez del éxito, infringen las leyes de la moral y del buen gusto y los principios
esenciales de lo bello.
No es una guerra de sacristía la que hacemos a ‘Salomé’. El asunto implica desde
luego un problema general de estética. Lo bello es un dominio independiente de lo
moral, bien lo sabemos. Pero ‘Salomé’ como lo dijimos cuando esta obra se estrenó
hace tres años, es una producción fundamentalmente fea y chocante, antiestética, que
va contra el orden natural de los sentimientos esenciales del corazón humano, cuya
representación deja por lo tanto en el espíritu una incurable impresión de disgusto.
Hay que decirlo bien alto. No es el espíritu lo que falta a nuestro tiempo: es la
intrepidez de la conciencia, el valor moral necesario para afirmar sin ambages los
derechos de la belleza y de la moral, cuando quieren ser conculcados por autores sin
muchos escrúpulos. Sin dolernos demasiado del espíritu del tiempo que atravesamos,
podemos sin embargo considerar con alarma las tendencias actuales que llevan el arte
hacia un mundo complicada de bajas pasiones, de sentimientos mezquinos y
antinaturales, de ideas inconfesables, lejos de las serenas ficciones de la idealidad que
fue en todo tiempo el orden natural en que el arte se ha desarrollado. 50 (LA
NACION, 24 jun. 1913: 12)
50
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p. 12.
63
Esta concepción estética se instala en el Río de la Plata trescientos años después del
estreno de la Eurídice de Peri y el Orfeo de Monteverdi, cargadas de aquel espíritu. Salomé,
por diversos motivos alejada de ese marco, provoca un quiebre en el paisaje sonoro y “en el
orden natural de los sentimientos esenciales del corazón humano,”51 (LA NACION, 24 jun.
1913: 12) causando conmoción en los habitués al Gran Teatro. La prensa guardiana del orden
conservador, escribe:
Es del caso preguntar si la música, y en especial manera la música dramática, puede
abordar impunemente toda especie de asuntos. ¿Corresponde a un arte tan exquisito,
que no puede expresar más que matices, descender en el abismo de un mundo
envilecido y prestar sus acordes a sentimientos incontrastables?52 (LA NACION, 27
jun. 1913: 12)
La regencia del teatro y la comisión municipal
Aunque la petición de levantamiento de Salomé estaba cargada de cuestiones
vinculadas al atentado contra la moral dirigente (la célebre danza de los siete velos, sumado al
tema de la pasión erótica que se resuelve en la muerte y en el goce posterior de la protagonista
con la cabeza decapitada de Iokanaan), otro factor relevante se desprende de la lectura de las
crónicas y las críticas: los acontecimientos vinculados con la regencia del teatro en manos de
concesionarios privados y extranjeros y supervisión de la comisión municipal. Entre su
creación en 1908 y hasta 1924 el Teatro Colón atravesó la llamada etapa de los concesionarios,
es decir, compañías artísticas formadas fuera del país, generalmente italianas.53 “Es el período
de la explotación privada del Teatro, la cual debía devengar, naturalmente, buenos dividendos
a los empresarios. Ello no equivale, sin embargo, a decir que ese régimen fuera contrario a las
expectativas culturales de la ciudad, porque las empresas realizaban su cometido en forma por
lo general aceptable.”54 La prensa conservadora de la época, defendiendo como en toda
oportunidad los intereses del grupo dominante, comienza y termina la siguiente nota
subrayando como un problema, este tema de la administración en manos privadas del teatro.
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p. 12.
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27de Junio de 1913, p. 12.
53
Con sólo revisar la lista de apellidos en el elenco de la VI Temporada (del 17 de Mayo al 12 de Octubre de
1913), queda plasmado el origen de la mayoría de sus integrantes: Directores de Orquesta Antonio Guarnieri,
Luigi Mancinelli, Franco Paolantonio, Vittorio Podesti; Director de Coro Achille Clivio; Coreógrafo Ludovico
Saracco; Sopranos María Avezza, Lina Bardieri, María Barrientos, Livia Berlendi María Donatello, Inés María
Ferraris, Cecilia Gagliardi, Salomé Kruscenisky; Mezzosopranos y Contraltos Luigia Garibaldi, Nerina Lollini,
Fiora Perini, Giuseppina Zinetti; Tenores Antonio Adorni, Giuseppe Anselmi, Augusto Assandria, Carlo Bonfanti
Ettore Cesa Bianchi, José Fanelli, Rinaldo Grassi, Tito Schipa, Adrasto Simonti, Cesare Spadoni, G. Tronconi;
Barítonos, Ernesto Badini, Vittorio Brombara, Dino Lusardi, Luigi Montesanto, Guglielmo Niola, Riccardo
Stracciari; Bajos S. Accini, Alfredo Brondi, Amleto Galli, Pavel Ludikar Raúl Monti, Enrico Vannucini.
54
Enzo Valenti Ferrro, Memoria del Teatro Colón II La etapa de los concesionarios (1908-1924),
www.colon.is.com.ar Revista 41.
51
52
64
Si en el teatro municipal hubiera realmente una dirección artística, la ópera Salomé,
del compositor alemán Ricardo Strauss, no figuraría en su repertorio. A pesar de estar
anunciada, creíamos hasta ayer que la empresa no se animaría a llevarla a escena, en
las circunstancias particulares que el teatro atraviesa. (…) La llamada dirección
artística del Colón debió haber incluido en el repertorio, si se trataba de poner
imprescindiblemente en escena una obra de Strauss, ‘El caballero de la Rosa’, en que
el autor renueva en gran parte su método de composición. Cuenta su elenco con
artistas que la han cantando con gran éxito en el teatro Scala de Milán y otros que
complementarían el reparto admirablemente: señoras Barrientos, Gagliardi, Ferraris,
el tenor Gras y el bajo Landikar. ¿Por qué no se ha hecho así? Mucho nos tememos
que la empresa del teatro municipal, que ignora cuáles son sus verdaderos intereses,
sepa siquiera el partido que podría sacar de los artistas que tiene contratados. Porque
resulta a juzgar por lo sucedido en lo que va de la temporada, que no es la empresa la
que ha formado el repertorio. El repertorio, al parecer, ha sido preparado sólo por los
artistas. Así anda el teatro.55 (LA NACION, 24 jun. 1913: 12)
Aunque era usual en las representaciones de Salomé que en la escena de la danza de los
siete velos, la soprano fuese reemplazada por una bailarina, el periodista, con el afán de criticar
aún más a la empresa, lo hace notar como una gran falta. Y además agrega el problema de la
ausencia de la primera bailarina por cuestiones económicas.
La Sra. Krusceniski será además reemplazada por una bailarina en la danza de los
siete velos, escamoteo que aún efectuado con la mayor habilidad posible va contra la
economía misma del espectáculo y contra la entidad dramática de la obra. Esto sin
contar con que la danza no será muy bien bailada, probablemente, debido a que la
empresa, como se sabe, ha suprimido este año por economía la primera bailarina.56
(LA NACION, 24 jun. 1913: 12)
La empresa era supervisada por una comisión municipal. Y esta pirámide de poder es
descripta claramente por el diario El Pueblo:
Sobre la empresa, como es sabido, está la comisión de teatros en que ‘La Nación’
parece confiar todavía; sobre la comisión el intendente, en cuya indiferencia
creeremos sólo cuando veamos representada ‘Salomé’ en el teatro municipal (y si
tenemos que creerlo será para no olvidarlo). Pero sobre la empresa, sobre la comisión
y sobre el intendente, está el público en esta materia. Para él, soberano en la decisión,
es la palabra de orden que impartimos. Y nos será muy satisfactorio constatar que
para hacerse respetar ese público en su decoro y en su voluntad, no necesita de la
empresa, de la comisión del intendente ni de nadie: se basta él.57 (EL PUEBLO, 26
jun. 1913: 2)
Es por eso que La Nación le recuerda: “Si la empresa no se decidiera a retirar la obra
anunciada, bonita oportunidad tiene la comisión del teatro de intervenir y ahorrar al público el
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p. 12.
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p. 12.
57
Salomé en el Colón, El Pueblo, Buenos Aires, 26 de Junio de 1913, p. 2.
55
56
65
disgusto de tan chocante espectáculo.”58 (LA NACION, 25 jun. 1913: 14). El Teatro Colón se
organizaba con contratos que determinaban las obligaciones artísticas y financieras y se
contralaban “a través de comisiones especiales en las que trataba de dar representación
predominante a los abonados.” (SUÁREZ URTUBEY, 1969: 76). Una ordenanza del 31 de
Octubre de 1911, establecía la creación de una Comisión compuesta de cuatro miembros
nombrados por el Intendente, de la cual era secretario, sin voto, el Administrador del Teatro.
Los miembros de esta comisión duraban en sus funciones tres años, coincidentes con el período
del Intendente Municipal. El Administrador del Teatro era un funcionario municipal que hará
cumplir las órdenes e indicaciones del Intendente y de la Comisión. 59
El tema de los contratos para el arrendamiento del Teatro Colón era consultado por el
Concejo Deliberante con “los críticos de los principales diarios, Comisión de Teatros,
Secretario de D.E., al maestro y compositor argentino Sr. Beruti, Director del Conservatorio
Nacional de Música Sr. Williams, etc.”60 Las bases para el nuevo contrato de arrendamiento
que se dieron a conocer el 25 de enero de 1912, establecían que las resoluciones del
Administrador debían ser acatadas, sin observación por el arrendatario y que a comienzos de
cada año, debían presentar la lista de las óperas que -el concesionario- quería presentar en la
temporada de abono. (SUÁREZ URTUBEY, 1969: 76). En 1913 y por un lapso de cinco años,
se le otorgó la concesión a César Ciacchi y su Administrador fue Francisco V. Rodríguez. La
comisión administradora estaba formada por: Presidente: Joaquín Samuel de Anchorena
(Intendente, abonado a palco balcón), Julio Dormal (Concejal, abonado a palco bajo), Julio
Peña (abonado a palco balcón) y Francisco Cayol (abonado a palco bajo).61 En este lugar de
exhibición de la cultura hegemónica, también tenían cabida en la toma de decisiones aquellos
cuyo poder ostentaban. Sin embargo, en esta ocasión, ni el mismo Anchorena, abogado y
estanciero, también perteneciente al patriciado de las damas peticionantes, hará algo al
respecto. La Nación escribe:
Un grupo de señoras que representaba gran parte de los abonados, había visitado ayer
al intendente para pedirle que eliminara esa ópera del repertorio de las funciones
ordinarias. Parece que el mismo Dr. Anchorena opinaba del mismo modo. Ha
prevalecido contra ese sentimiento general, el criterio de la comisión del teatro, y a
En el Colón, La Nación, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p. 14.
Acta de las sesiones ordinarias celebradas el 31 de Octubre y 3 de Noviembre de 1911. Honorable Concejo
Deliberante, p.399.
60
Ibid., p.396.
61
Datos tomados del Programa Oficial de Concierto, Teatro Colón, 1913 y de las actas de Concejo Deliberante
del mismo año.
58
59
66
pesar de todas las objeciones y de todas las protestas, “Salomé” se ha representado
en nuestro primer coliseo.62 (LA NACION, 27 jun. 1913: 12)
El diario El Pueblo lo juzga a Anchorena de esta manera en su editorial del 25 de Junio:
Lo que no sucedió años atrás, cuando se apeló a una empresa particular dueña de
hacer lo que se quisiese en el teatro de la Ópera, va a suceder este año en el Teatro
Colón, propiedad de la municipalidad de Buenos Aires, siendo intendente un joven
que conoce de cerca el ambiente moral reinante en nuestros círculos distinguidos.
‘Salomé’ que fue retirada del repertorio de la Ópera después de estar distribuidos los
papeles, adquiridos los trajes, preparadas las decoraciones y ensayada la música, será
según se anuncia, representada en el Colón en la presente semana. Dirán tal vez
algunos que el doctor Anchorena no es responsable de lo que pasa, porque nombró
una comisión que a nombre de la municipalidad se entendiese con la empresa
arrendataria de su teatro. Si el intendente no supo elegir bien las personas que habrán
de componer tal comisión, sin perjuicio de la responsabilidad de ésta en sus errores,
queda perjuicio de la responsabilidad para él. Y si frente al criterio por la comisión
aplicado permanece indiferente, sin mover ninguno de los resortes de que dispone un
intendente para que o se arrojen sombras sobre su gobierno, la mencionada
responsabilidad aumenta. Tendríamos un intendente que se equivoca al nombrar, y
que a esa equivocación añade una tolerancia fuera de lugar a los errores de los que
nombró, ingrata para todos y perjudicial para el mismo público concepto de su
administración.
Los empresarios que antes de ahora intentaron llevar ‘Salomé’ al escenario de la
Ópera, pudieron alegar la excusa de que no sabían que tal obra era rechazada por la
sociedad de Buenos Aires. La comisión municipal nombrada por el doctor
Anchorena, cuando otorgó su conformidad para la inclusión de ‘Salomé’ en el
repertorio de esta temporada, tenía el antecedente de la resistencia que suscitó
entonces. Y el intendente, de quien la susodicha comisión depende, tiene todavía otro
antecedente más: el reciente repudio de la misma obra, representada en prosa por la
compañía de la Xirgu, en el Odeón.
Dedúcese, pues, que si se da ‘Salomé’ en el Colón será por prurito de llevarla contra
al público decente de Buenos Aires que la tiene proscripta de los repertorio de su
agrado. Ese público que sobre ser el que da lustre a las representaciones del Colón,
es el que las paga.
Ahora bien: que un plan de esta especie sea adoptado por los empresarios y los
artistas, se explica. Viven ellos en un ambiente que debilita constantemente su criterio
moral, hasta extinguirlo en muchos casos; y tiene que halagarles a unos y otros salir
del papel que les corresponde, de servidores del público, para colocarse en el de
reguladores de lo que es público ha de ver u oír.
Lo que resulta incomprensible es que la comisión que representa a la municipalidad
y el intendente, se presten a secundar semejante propósito. Sobre todo el intendente,
en cuyo propio hogar tuvo eco favorable y valioso concurso el anterior movimiento
de resistencia a ‘Salomé’. Debemos esperar que esta anomalía desaparezca.
Para la representación de ‘Salomé’ no hay ninguna razón, fuera de la que hemos
enunciado de contrariar el sentimiento dominante en las familias. La empresa del
Colón, que tantas censuras ha oído este año, tendría con ello la oportunidad de un
desquite ¿No se ha querido tolerar en silencio el verdadero cuento del tío que ha hecho
al abono, prometiéndole una temporada excepcional y dándole la más vulgar y
ramplona de todas? Pues inconsideración sobre inconsideración: que aguante
‘Salomé’.
Los hechos nos dirán ahora si de este mezquino plan se hace cómplice la intendencia.
En cuanto al público, él sabrá lo que ha de hacer, si se insiste a pesar de todo en la
representación.
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12. Sin embargo el resto de los diarios consultados
concuerda con que la comisión municipal se expidió por unanimidad. Recordemos que Anchorena la presidía.
62
67
La sala del Colón sin sus abonados; sin ese núcleo social que es el que le da tono y el
que suministra la base pecuniaria indispensable para la formación de las grandes
compañías teatrales; la sala del Colón sin sus abonados, con las proyecciones que de
ahí fluyen para el abono del año entrante, debe ser la respuesta. Y sin género de duda
hacemos la afirmación: lo será.63 (EL PUEBLO, 25 jun. 1913: 2)
Algunos problemas paralelos
Cuando Roque Saenz Peña asumió la presidencia de la República Argentina el 12 de
Octubre de 1910, una de sus primeras decisiones fue la de designar como intendente de Buenos
Aires al Dr. Anchorena, nombre propuesto por Ezequiel Ramos Mexía, quien a su vez sería
Ministro de Obras Públicas.
Llevaba el doctor Anchorena al Gobierno de la Comuna un vasto programa de acción
edilicia, que acometió desde un principio con decisión y entusiasmo. Representante
de una antigua familia porteña, cuyas raíces son anteriores al Virreinato, aspiraba a
transformar su ciudad cuna hasta convertirla en un emporio ideal de civilización,
cultura, progreso material y adelantos edilicios. Contaba para ellos el doctor
Anchorena con la opulencia porteña y su nunca desmentida prodigalidad, con los
recursos de su crédito comunal, con la estabilidad política que todo auguraba, con el
afán progresista de los hombres de negocios, la colaboración de la rama deliberante
de la Municipalidad y el apoyo indispensable de la opinión pública. Si estas
previsiones se hubieran cumplido en su totalidad, grande y fecunda habría sido la
administración del intendente Anchorena. Debió luchar, empero, durante toda su
actuación, con la tenaz actitud del Concejo Deliberante, contradictoria y turbulenta,
que obstaculizó gran parte de sus iniciativas. No le fue enteramente propicia la
opinión pública, juzgando que sus proyectos se anticipaban con mucho a las
exigencias de la época. Pero en medio de tantas y tan serias dificultades, el doctor
Anchorena consiguió hacer prevalecer algunos de sus proyectos más importantes.
(BUCICH ESCOBAR, 1930:296).
Pero, en tiempos de Salomé, junto a las problemáticas cuestiones en torno a la vida
cultural, el Dr. Anchorena tenía graves inconvenientes con la aprobación del presupuesto
municipal y fue acusado de descuido y exceso en los gastos del erario.
La discusión del balance correspondiente al ejercicio anterior ha puesto una vez en
transparencia la ligereza que impera en la gestión de las finanzas municipales.
Para esclarecer ambigüedades observadas en el balance del ejercicio, la comisión del
concejo solicitó informes que le habilitaran para expedirse a conciencia y se le
negaron con el efugio de que esos datos correspondían a una rendición de cuentas que
no era procedente en este caso.
El intendente se escuda para rehusar los informes, en que son sólo pertinentes en la
cuenta de inversión; pero olvida que el inciso siguiente del artículo que el invoca para
substraer el balance a la apreciación del concejo le obliga a suministrar datos y
antecedentes que se le pidan, sin que pueda eludir el cumplimiento de esa obligación
legal y reglamentaria.
Así, mientras el intendente afirma que hay un sobrante de 3.700.000 $, el concejal
Monsegur, con cifras y confrontaciones fidedignas, sostiene que el presupuesto
entraña un déficit de 4.000.000.
63
Inconsideración sobre inconsideración, nota editorial, El Pueblo, Buenos Aires, 25 de junio de 1913, p. 2.
68
Cuando se recuerda que la municipalidad está embarcada en un plan de obras públicas
cuantiosas y premiosas, costeadas con operaciones de crédito de mostrador y que
dentro de muy poco tiempo se verá abocada al reembolso de 15.000.000 de pesos, y
a otras deudas sucesivas, y todo esto cifrado en cálculos de recursos alegres, de ventas
de terreno a producirse en circunstancias críticas para estas operaciones, se
comprende que la situación financiera municipal no puede ser más afligente y
aleatoria.
Y este régimen de dilapidación a destajo para costear proyectos suntuarios de
edilidad, se lleva adelante, deparando al crédito serias vicisitudes y a los
contribuyentes onerosos tributos para costear este plan desatentado.64 (LA NACION,
24 jun. 1913: 10)
A comienzos del siglo XX, ciertos positivistas de las clases tradicionales, realizaron
algunos reajustes ideológicos, propugnando alianzas con la iglesia católica, acercándose de esta
manera al clericalismo rechazado anteriormente. Esta contradicción imperante en el interior de
la oligarquía quedó en evidencia ante la resolución tomada por el doctor Anchorena frente a
los acontecimientos de la ópera cuestionada, ubicándolo claramente dentro de la élite liberal
positivista. Su actitud desesperó a los medios como La Nación y El Pueblo. “Si la empresa no
se decidiera a retirar la obra anunciada, bonita oportunidad tiene la comisión del teatro de
intervenir y ahorrar al público el disgusto de tan chocante espectáculo.”65 (LA NACION, 25
jun. 1913: 14)
Si bien la herramienta de la censura era utilizada y defendida por la clase dominante,
en esta oportunidad la prohibición a Salomé no se hizo efectiva. 66
Decididamente la empresa del Colón tiene este año muy mala suerte con la crítica.
Un ‘Ballo in maschera’, que vino a llover sobre algunas ‘Sonámbulas’ y ‘Rigolettos’,
determinó una andanada de reproches y una amonestación municipal. Era preciso
levantar el nivel de la temporada con obras de más significación artística, con
El presupuesto municipal, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p. 10.
En el Colón, La Nación, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p. 14.
66
Durante esos mismos días, otra obra -teatral- también tiene inconvenientes con la censura: “¿Funciona entre
nosotros la censura teatral? Esta pregunta se nos viene a las mentes con motivo de la suspensión de una obra,
ordenada por la Intendencia Municipal. En alguna disposición legal tiene que fundarse la prohibición para no
comportar una arbitrariedad. Pero, ni existe la censura, ni hay ordenanza alguna que faculte a la autoridad
municipal a intervenir en la representación de las producciones teatrales. Luego, la Municipalidad ha procedido
arbitrariamente, al prohibir el estreno de una obra titulada ‘Irma’ en un teatro de la capital. (…)” Comenta la obra
y su desacuerdo con ella, y aclara: “(…) Esto pensamos ‘a priori’ de la obra que sospechamos un melodramón por
entregas. Pero de aquí a que reconozcamos a la Intendencia Municipal el derecho de anatemizar una producción
teatral, es otro cantar. La censura está abolida, dicho sea en honor de Buenos Aires; por manera que la
Municipalidad no ha podido lícitamente dictar la orden de prohibición.” En: Censura teatral, La Razón, Buenos
Aires, 25 de Junio de 1913. “El asesor legal de la Municipalidad ha elevado esta tarde al doctor Anchorena un
largo alegato contestando indirectamente a las censuras que se formularon con motivo de la prohibición impartida
a la empresa del teatro Nacional a propósito del estreno de la obra ‘Irma’. En ese alegato se sostiene que si bien
es cierto que entre nosotros no existe la censura previa teatral, las autoridades están, sin embargo, autorizadas para
prohibir la representación de todas aquellas producciones que afecten a la moral, vayan contra las instituciones
existentes y sean un incentivo a las malas costumbres o un ataque a las buenas. Es en virtud de esas razones, que
la Intendencia ha significado a la empresa del teatro Nacional Norte, la necesidad de retirar del cartel la obra
mencionada por considerarla como un ataque a la sociedad” En: La censura teatral. No existe pero existe, La
Razón, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913. En primera plana.
64
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repertorio menos gastado. Recurre la pobre empresa a ‘Salomé’, pensando que si
desde el punto de vista de la significación artística eso estaba ya bastante lejos de ‘Un
ballo in maschera’, desde el punto de vista de los antecedentes sería muy bien
recibido, pues cuando esa obra se dio hace tres años en el Coliseo, fue un gran éxito
que sirvió para restregárselo al Colón, porque la empresa de entonces no tuvo la
iniciativa. Pero ahora resulta que en el Colón ‘Salomé’ es inmoral, y se ha iniciado
campaña para que no se de eso. Eso es sin duda por su asunto una cosa perversa y
chocante.
Pero aparte de que hasta ahora se entendía que al teatro de ópera se iba a oir la música
sin enterarse demasiado del asunto dramático, tendríamos que ni los abonados al
abonarse, ni la municipalidad al aprobar el programa de la temporada, opusieron
reparo alguno a ‘Salomé’, que figuraba en él. Consecuencia; que la intendencia no se
ha dado cuenta del caso porque -¡una vez más!- falta allí la cabeza (‘la testa di
Johanann’) anda suelta, como en ‘Salomé’ y que los abonados no saben a lo que se
abonan cuando se abonan. ¡Y componga usted eso!67 (EL DIARIO, 25 jun. 1913: 19)
La representación en el Colón
Finalmente Salomé se presentó en el Teatro Colón, en versión italiana, los días 26 y 28
de Junio de 1913, tal como estaba anunciada. “En la reunión celebrada esta mañana por la
comisión municipal del teatro Colón, se ha resuelto por unanimidad que se dé ‘Salomé’, como
se ha anunciado, para esta noche en función de abono”.68 (LA RAZON, 26 jun. 1913: 12). El
rol protagónico estuvo a cargo de la soprano Kruscenisky, curiosa y coincidentemente llamada
Salomé. Fue acompañada por sus colegas del elenco de “La Gran Compañía Lírica Italiana”,
como Herodes (tenor): Augusto Assandria debutando en el Teatro Colón, Herodías
(mezzosoprano): Flora Perini, Jokanaan (barítono): Luis Montesanto, Narraboth (tenor):
Adrasto Simonti, Paje de Herodías (mezzosoprano): Norina Lollini, cinco judíos (cuatro
tenores y una bajo): Carlos Bonfanti, César Spadoni, Adrasto Simonti, José Fanelli (debutante),
Amieto Galli, dos Nazarenos (un tenor y un bajo): Antonio Adorni y Alfredo Brondi, dos
soldados (bajos): Enrique Vannucini, Amleto Galli, un Capadocio (bajo): Vittorio Brombara,
Esclavo (soprano): Lina Bardieri. La escenografía estuvo a cargo de Víctor Rota y el director
de la orquesta fue Luigi Mancinelli.69 La función se inició “para mayor contraste con el
delicado y transparente juguete”70 (CAAMAÑO, op. cit.: 120). El secreto de Susana, obra en
un acto del compositor H. Wolf-Ferrari. Salomé, representada “contra el deseo de los artistas,
el consejo de la crítica y la voluntad del público”71 (LA NACION, 27 jun. 1913: 12) tuvo
consecuencias. El éxito del boicot quedó registrado en los distintos medios:
Salomé, El Diario, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p. 19.
Salomé se dará en el Colón, La Razón, Buenos Aires, 26 de Junio de 1913, p.12. La Tribuna, del mismo día, lo
anuncia y agrega: “Es un triunfo del buen sentido y un bello gesto de la citada comisión.” También lo anuncia El
Diario del día 26 y El Tiempo, en su columna Teatros, el día 25 y 26 de Junio.
69
Datos extraídos del programa de concierto. Temporada oficial 1913 Junio- julio. Archivo Teatro Colón.
70
Roberto Caamaño. Op.Cit., p. 120.
71
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
67
68
70
Aunque anoche se estrenaba en el Colón una ópera nueva, el rasgo de mayor novedad
lo ofrecía la sala: una sala con muchos claros y con mucho negro; lo uno consecuencia
de lo otro. Muchas de las señoras abonadas habían negado el concurso de su bella
presencia a ‘Salomé’, y por esta circunstancia predominaban los fracs, acentuando un
tono de conjunto poco común en el cuadro. El espectáculo era así tanto más
interesante cuanto que no se había producido en las siete representaciones de
‘Salomé’ que ante brillantísimas salas dio el Coliseo hace tres años.72. (EL DIARIO,
27 jun. 1913: 19)
…
[La representación] “no ha sido ciertamente un éxito, y si la comisión del teatro ha
creído obtener una victoria, ha sido una victoria de Pirro. Un forastero llegado ayer a
Buenos Aires, con la curiosidad de asistir al espectáculo magnífico de belleza y de
distinción que ofrece, noche a noche, la sala de nuestro teatro, habría sufrido
seguramente una decepción ante la concurrencia, escasa si se la compara con los
llenos habituales y ante el aspecto de los palcos donde se notaba un público femenino
menos numeroso que de costumbre y la correspondiente ausencia de niñas.73 (LA
NACION, 27 jun. 1913: 12)
El crítico del diario La Prensa, más moderado que el de La Nación, hizo hincapié en el
detalle de la distribución del público, dejando en claro, la división por zonas e inclusive, por
género:
La representación de anoche tiene que ser dividida en dos partes muy distintas: la
social y la artística. La primera resultó un fracaso. Veinte palcos bajos y balcón
vacíos, la mayor parte de los demás. Ocupados por hombres solamente y las plateas
corriendo parejas con los palcos, fueron elocuente demostración de la resistencia y
oposición opuestas por los abonados a ‘Salomé’. Tampoco estuvieron muy
concurridas las regiones altas, lo que dice, más elocuentemente todavía, que la obra
de Wilde y Strauss dista mucho de ser favorita en el ambiente del Colón.74. (LA
PRENSA, 27. jun. 1913: 13, 14)
El Pueblo, más detallista, aclara:
Daremos por lo que toca a nosotros, datos concretos. Nos tomamos el trabajo de
contar los claros que ofrecía la gran sala. Vimos treinta y nueve palcos vacíos, entre
bajos, balcón y de cazuela, y ciento setenta y dos sillones de platea en condición
análoga. Y lo mismo en palcos que en plateas, predominaba por completo la
concurrencia masculina. Como demostración categórica e improvisada del repudio
de ‘Salomé’ por nuestra sociedad distinguida, parécenos que no se puede pedir más.75
(EL PUEBLO, 28 jun. 1913: 2)
Colón, El Diario, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 19.
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
74
Colón, La Prensa, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, pp. 13, 14.
75
Lo del Colón, El Pueblo, Buenos Aires, 28 de Junio de 1913, p. 2.
72
73
71
Además el periodista de La Nación recuerda que la propuesta no había sido “impedir la
representación de una obra, sino de no obligar a la inmensa mayoría de un público a ver por
fuerza una obra, y para ello se había propuesto lo que era lógico y natural, esto es la función
extraordinaria que conciliaba todos los gustos y todos los sentimientos. Ello no hubiera
importado siquiera una crítica de ‘Salomé’.”76 (LA NACION, 27 jun. 1913: 12)
Después del estreno siguen apareciendo críticas sobre la figura del Intendente
Anchorena:
Se ha excusado éste de lo sucedido alegando que la suspensión del espectáculo no
dependía de él; pero aun sin tener en cuenta que la comisión municipal fue elegida
por el doctor Anchorena, lo que basta para no eximirle de responsabilidad, es
sobradamente sugestivo el hecho de que sea con ‘Salomé’ con lo que únicamente ha
podido el intendente. No quería que fuese presidente del concejo deliberante el señor
Guerrico, y a pesar del arraigo de este conciudadano en dicho cuerpo colegiado, hubo
de dejar de presidirlo; quiso las avenidas diagonales y, contra todas las resistencias,
ahí las tenemos iniciadas. Sólo una comisión formada por él y elegida entre sus
amigos, le ha impedido satisfacer las exigencias de las damas, que reconocía justas
pero ‘escollaron la tenacidad de aquella comisión’, presidida además por el doctor
Anchorena. Ignoramos si las distinguidas señoras que le hicieron a éste el honor de
considerarlo capaz de atenderlas con deferencia, se darán por satisfechas con las
explicaciones que les ha hecho llegar. Por nuestra parte, no hemos de ocultar nuestra
impresión. Hubiéramos preferido en el doctor Anchorena una negativa franca, a esta
conducta poco clara, traducida en palabras muy corteses y un hecho que involucra la
más completa inconsideración. Siempre hemos conocido a los Anchorena como
llanos y leales en el decir y en el obrar.77 (EL PUEBLO, 28 jun. 1913: 2)
Acerca de la interpretación y del lenguaje musical
La crítica a la cuestión artística, también merece analizarse en dos partes. Por un lado,
lo concerniente a la interpretación: impecable, sin detalles y superando incluso todos los
problemas que se le adjudican a la controvertida obra:
En cuanto a la parte artística es deber de imparcialidad consignar que su
interpretación fue excelente en lo que se refiere a la señora Krusceniski y al barítono
Montesanto, y buena por lo que le toca a los tenores Assandria y Simonti, Herodes y
Narraboth respectivamente.
La señora Krusceniski, alcanzó anoche su mejor éxito de la temporada. La
perversidad de Salomé fue, merced a su talento, envuelta, como en una gasa que
tamizaba admirablemente su crudeza, sin que por ello perdiera la obra su eficacia
expresiva y dramática.
Las inflexiones de la voz de la cantante ora insinuantes y sugestivas, en presencia de
Jokanaan, a quien pretende seducir, ora frías e implacables, cuando exige a Herodes
el cumplimiento del juramento, dijeron bien, sin que fuera menester recalcar en la
palabra o e la acción, lo que pasaba por el alma desequilibrada de la hija de Herodías.
En la última escena, asimismo logró atenuar la impresión casi repugnante, que trae
consigo el monólogo frente a la cabeza del profeta, de manera que, no siendo
ostensible, en toda su extensión, lo que anida la mente de Salomé, no resultaba para
76
77
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
Lo del Colón, El Pueblo, Buenos Aires, 28 de Junio de 1913, p. 2.
72
el público más vituperable esa escena, que la de cualquier otra ópera, ‘Traviata’ o
‘Rigoletto’, por ejemplo.
Por lo demás sabido es que, comúnmente, poco o nada se entiende de las ‘palabras
cantadas’, y por lo tanto ‘Salomé’, en ópera, queda muy atenuada, en comparación,
con la ‘Salomé’ del drama, puro y simple. La ‘danza de los siete velos’, ejecutada con
elegancia y discreción por la señora Krusceniski, le valió también un significativo
aplauso, a más de los que tuvo al finalizar la obra. El barítono Montesanto, lució bella
y sonora voz en sus imprecaciones, y como en esta obra no tiene acción dramática
que desarrollar, no hubo peros que ponerle. La presentación escénica muy bella.
Habíamos oído `Salomé´, hace dos años en el Coliseo, dirigida por Baroni, con
elementos muy inferiores por cierto a los de la orquesta del Colón. Anoche nos
parecieron mejor equilibradas las partes instrumentales y muy claros los diseños
orquestales, puestos de relieve por el maestro Mancinelli, sin que por esto hicieran
palidecer el recuerdo de la enérgica batuta de Baroni, muy al unísono, a nuestro
entender, con las nerviosas disonancias estridentes de la música de Strauss.78 (LA
PRENSA, 27 jun. 1913: 13, 14)
Por otro lado, tomando el otro aspecto del arte, −el que concierne a la composición−
para dar cuenta de la “temible” escritura de Richard Strauss, diversos críticos describen el
aspecto puramente musical, utilizando en reiteradas oportunidades imágenes de violencia,
metáforas vinculadas al cuerpo enfermo, o atribuciones de desorden y algunas otras
descripciones vinculadas a la degeneración.
Strauss materializa el arte de la música, hemos dicho porque no busca más que efectos
groseros de sonoridad. Asocia los timbres más opuestos, amontona disonancias sobre
disonancias para esconder la fuerza de sus ideas, y hace en todo momento en la
combinación de sus microscópicos motivos, ejercicios tales de gimnástica
instrumental que llega, puede decirse, hasta el azotamiento de la ciencia sinfónica. Es
esto lo que se admira en Strauss. ¿Qué es en esta orquesta, si se quiere prodigiosa, la
melodía, es decir la expresión exquisita de los sentimientos del alma; qué se ha hecho
en este pandemonium de sonidos, entre los clamores chillones de esta orquesta
ensordecedora? Sería inútil buscarla.79 (LA NACION, 27 jun 1913: 12)
…
La música es para nosotros particularmente característica porque en mayor grado que
la escrita por otros autores contemporáneos, acusa la tendencia de nuestra época a
sustituir la inspiración por los artificios del oficio, la emoción del corazón por la
sensación física.
Ricardo Strauss materializa la más sublime de las artes porque no busca más que
efectos de ritmo y de sonoridad, es decir, explota los dos elementos más groseros de
la lengua musical. Se complace en pintar los fenómenos materiales, los sentimientos
violentos y espasmódicos, las fantasías de una imaginación conturbada o enfermiza.
El ímpetu de su orquestación turbulenta, que tanto admiran los simples, es febril y da
vértigos.80 (LA NACION, 24 jun. 1913: 12)
…
Su composición, en general, parece una improvisación desordenada, en que el sentido
se pierde entre la extrañeza de las modulaciones, entre transiciones sonoras violentas,
Colón, La Prensa, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, pp. 13, 14.
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12. El subrayado es nuestro.
80
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p. 12. El subrayado es nuestro.
78
79
73
ásperas y chillonas, entre ritmos impetuosos, en una armonía pretenciosa e incorrecta
que sirve de pedestal para una pantomima escénica que acude al auditorio como una
repugnante pesadilla.81 (LA NACION, 24 jun. 1913: 12)
En el contexto de una aristocracia que veía y temía al inmigrante como factor de
desorden y convulsión social, es el fantasma de la degeneración y la conexión entre la
extranjería, el bajo mundo y el delito, lo que queda reflejado en la crítica musical de ciertos
periodistas, algunos rayando en el antisemitismo, cuando opinan que Salomé es “la primer judía
sobre la que tenemos antecedentes poco recomendables nos resulta una criatura de
degeneración, que ni siquiera nos subleva, porque nada llega de lo que dice ante la truncada
cabeza del profeta.”82 (LA RAZON, 27 jun. 1913: 12)
El miedo a la muchedumbre incontenible, a la decadencia, caen una vez más sobre la
figura de Salomé.
Para esa época, estaban en boga “muchos de los sistemas de control y modelos de
análisis, junto con el vocabulario, los tropos y metáforas” (SALESSI, 2000:115) de los
higienistas de fines del siglo XIX, que a principios del siglo XX fueron utilizados por los
criminólogos y sociólogos especializados en las nuevas ciencias sociales. Ese discurso, se
expande a otras áreas y el arte, por cierto, no queda exento.83 En coincidencia con este discurso
descriptivo de la obra de Strauss, José María Ramos Mejía, en Las multitudes argentinas, de
1912, de la misma forma habla sobre las nuevas clases sociales que ocupan los espacios de la
ciudad desplazando a la clase hegemónica:
Necesita de ese color vivísimo, de esa música chillona, como el erotómano del color
intenso de la carne; quiere las combinaciones bizarras y sin gusto de las cosas, como
éste de las actitudes torcidas y de los procedimientos escabrosos, para satisfacer
especiales idiosincrasias de su sensibilidad. En música tiene los atavismos que
manejaron sus padres en la miseria.84 (RAMOS MEJIA apud. SALESSI, 2000)
Entre 1880 y 1914, período de los grandes movimientos migratorios hacia Argentina,
se produjo un alto grado de nomadismo en la población. La mano de obra extranjera y barata
alternaba su trabajo en el campo en tiempos de cosecha, con el de la ciudad en obras públicas,
transporte, pequeñas industrias o en la construcción de infraestructura (puertos, ferrocarriles).
Estos desplazamientos estaban constituidos en su mayoría por hombres que carecían de grupos
familiares convencionales. Buenos Aires era el centro de estos movimientos poblacionales. El
Salomé en el Colón, La Nación, Buenos Aires, 24 de Junio de 1913, p.12. El subrayado es nuestro.
Miguel Mastrogianni, “El secreto de Susana” y “Salomé”. Buenos Aires: La Razón, 27 de Junio de 1913, p. 12.
83
Recordemos la crítica del francés Pierre Lalo publicada en el diario El País el 13 de Junio de 1910.
84
Ramos Mejía, Citado en Salessi, p. 243
81
82
74
inmigrante “se derrama por las calles luchando a brazo partido con la necesidad, viviendo en
mancomún y promiscuidad con los paisanos, fomentando huelgas y desórdenes, sirviendo a la
vez de elemento agitador y agitable.”85 (GACITÚA apud SALESSI, op. cit.: 116). Es decir
que, podía transformarse “en la causa de los males sociales”. Entonces “una tibia corriente
xenófoba comenzó a delinearse” (LOBATO, SURIANO, 2000: 323). La figura del inmigrante
como factor de convulsión, como aquel que trae al país ideas de revolución se conecta con la
enfermedad, el bajo mundo y el parasitismo.
Por aquella época, el auge de la prostitución en Buenos Aires, subrayado por unos
higienistas positivistas tan preocupados por la enfermedades venéreas como por la
integridad moral de la nación, permitía en cambio a un concejal socialista denunciar
la ‘total degeneración de la misión del teatro, desde la torpe exhibición de Juan
Moreira’, para pedir la prohibición de los cabarets y las ‘películas obscenas’. (BUCH,
2003:99)
El positivismo conformaba los cánones interpretativos de la sociedad que se gestaba
desde fines del siglo XIX. Ramos Mejía, Octavio Bunge, José Ingenieros, Florentino
Ameghino, “compartían la fe en la ciencia para producir un saber sólido y objetivo, y al mismo
tiempo juzgaban que ese conocimiento era necesario para fundar un orden social adecuado. En
algunas de las figuras, el biologismo tuvo una traducción racista; era la población nativa, negra
o indígena, la que constituía una traba para la introducción de la modernidad, y en ese clima de
ideas biológico-positivistas el fantasma de la degeneración se alzaba amenazante.” (LOBATO,
SURIANO, 2000: 323).
Del otro lado
En contraste con la crítica hostil y el apoyo de la prensa al hecho, otros diarios, publican:
“El espectáculo de mañana es realmente admirable. Son dos bellas obras de arte las que nos
prepara la empresa del Colón. (…) Al darnos ‘Salomé’, la empresa y la dirección artística del
Colón cumplen su misión con un serio criterio de arte.”86 (DIARIO DE LA TARDE, 25 jun.
1913: 2). Y, después del estreno:
Con nosotros al fin, un colega de la mañana concuerda en que ‘Salomé’ no ha tenido
anoche en el Colón, las crudezas que en el drama la hacían temible, y por más que
haya todavía por ahí algún empecinamiento que ante la derrota de su criterio, puje
por demostrar que el wagnerismo después de Wagner, no sirve para maldita cosa, el
hecho positivo es que la obra de Strauss ha tenido anoche un triunfo de verdad y bien
ganado por cierto. Desde luego, había una razón fundamental para ello, que esta alta
85
86
Cornelio Moyano Gacitúa, La delincuencia argentina, 1905. Citado en Salessi Op.Cit., p. 116.
La función de mañana, Tribuna. Diario de la tarde, Buenos Aires, 25 de Junio de 1913, p.2.
75
crítica no quiso reconocer al principio. Si bien la obra está tomada del drama de Oscar
Wilde, no es el drama mismo, con lo cual se pierde indudablemente mucho de ese
enfermizo perfume con que el dramaturgo saturó toda su producción. Este género de
obras depende en gran parte de los artistas que toman a su cargo la interpretación,
desde que es el temperamento de ellos en realidad el que determina la exteriorización
de las pasiones que agitan a los personajes. La protagonista de anoche, la señora
Kruceniski, por sus calidades tenía que producir una Salomé atenuada en cuanto a la
nota agria y áspera del drama originario.
Habituada a actuar en ambientes elevados, de condiciones personales propias de
honestidad que no han perturbado los chiflones de entretelones, la señora Kruceniski,
no podía dar sino una Salomé de acuerdo con sus modalidades y ceñida rigurosamente
a las exigencias del arte en su más estricta expresión. Nada de aquellos movimiento
dislocados e histéricos que suelen llevar este papel a hacerlo bueno sólo para los
público gruesos y de estómago estragado por el diario picante de que se alimentan;
nada de las contorsiones brutales y sensualistas que le han dado su desagradable fama,
y todo ello reducido a lo que exige el arte para la representación del pensamiento y la
descripción que la orquesta detalló admirablemente bajo la batuta de el maestro
Mancinelli. La señora Kruceniski ha hecho así una Salomé, que no puede reprocharse
desde el punto de vista artístico, ni en la escena ni en la parte musical, pero
admirablemente adaptada al teatro en que la presentaba, ajustada al ambiente social
en que se desempeñaba y sin que un solo gesto, una sola nota, un solo accidente haya
roto las líneas de la más estricta corrección y del más acabado arte escénico. Es esa
la ‘Salomé’ que el público del Colón tenía que esperar, y cuando en cartel anunció
que ese papel había sido confiado a la señora Kruceniski, le dio con ello una garantía
de arte y de corrección.
La parte musical no precisa mayores comentarios. La ‘Salomé’ de anoche ha
reproducido aquella voz cálida y blanda capaz de todos los cambiantes y de todos los
ajustes a la expresión del pensamiento, que todos conocemos, y posiblemente en la
obra de Strauss, la señora Kruceniski ha obtenido su mayor éxito y su mejor triunfo.87
(DIARIO DE LA TARDE, 27 jun. 1913: 2)
Las damas de la sociedad porteña de la década del ‘10, pidieron la cabeza de Salomé.
Este hecho, que comenzó como una negociación por contactos personales, al encontrarse con
la negativa de uno de sus pares, derivó en un asunto público. El boicot ayudado por un gran
aliado -la prensa- fue un éxito.
Las distinguidas damas que se pusieron a la cabeza del movimiento de resistencia a
la representación de ‘Salomé’ en el Colón, pueden considerarse triunfadoras en la
partida empeñada contra la empresa, contra la comisión municipal y ¿por qué no
decirlo? también contra el intendente doctor Anchorena. (…) Pero volviendo a las
señoras, pueden considerarse triunfadoras, porque la protesta dejose sentir
anteanoche en la sala del Colón en una forma superior a lo imaginable, ya que no
pudieron mediar aquellos trabajos que son el fruto de una organización hecha con
tiempo. La parte social de la velada ‘resultó un fracaso’, dice ‘La Prensa’ y por su
parte ‘La Nación’ escribe:” [a continuación este diario transcribe la nota del 27 de
Junio de 1913 publicada en La Nación).88 (EL PUEBLO, 28 jun. 1913: 2)
Y la estocada final fue para el intendente Anchorena y la empresa: “Aunque tarde, la
comisión y la empresa habrán comprobado la justicia de las observaciones que se hicieron
87
88
Colón, Tribuna, Diario de la tarde, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p.2.
Lo del Colón, El Pueblo, Buenos Aires, 28 de Junio de 1913, p. 2.
76
contra un espectáculo que por su índole tenía forzosamente que herir los sentimientos más
delicados de un público culto y escogido.”89
Ante una sala más deslucida aún que en su primera representación volvióse ayer a dar
en el teatro municipal la obra de Strauss ‘Salomé’. En vista de los resultados
demasiado evidentes de su obstinación, la empresa ha decidido reemplazar esta noche
en el cartel la mencionada obra por ‘Isabeau’ que se cantara en 25ª función de abono.
Creemos que esta resolución equivale al retiro definitivo de la partitura del repertorio
del teatro.90 (LA NACION, 29 jun. 1913)
No fue así. En 1923, Richard Strauss dirigió a la Orquesta Filarmónica de Viena en el
Teatro Colón de Buenos Aires. Fueron doce notables conciertos, entre ellos, la reposición de
Salomé y el estreno de Elektra. Ambos fueron los grandes acontecimientos del año en el Gran
Teatro.
Lejos de la leyenda
La discusión en Buenos Aires, espejo de lo ocurrido en Europa y Nueva York con las
sucesivas prohibiciones de la ópera y el drama en cuestión, muestra la posición sintomática de
la obra de Strauss en la primera socialización del modernismo artístico en general y por lo tanto
lo actualizado del debate argentino en esa coyuntura histórica. Pero además, el caso Salomé,
revela toda una discusión interna a la elite que deja en descubierto las contradicciones propias
de la oligarquía. Las mujeres peticionantes, el Intendente, los abonados al Colón, pertenecían
todos a la misma clase social. Fueron apoyadas por dos diarios, La Nación, dirigido por
Bartolomé Mitre y el diario El Pueblo, órgano oficial de la Iglesia Católica. Del otro lado, la
empresa que regenteaba el Teatro Colón, el resto del público que se ubicaba en las graderías
superiores del teatro, los artistas y técnicos de la puesta y por supuesto…Salomé.
Lejos de Gustave Moreau, de Wilde, de Strauss o de Saura, Salomé, la histórica, fue la
hermana de Herodes, rey de Judea. Malvada como la legendaria, denunció a Miriam, mujer de
Herodes, de ser demasiado amiga de José (esposo de Salomé), a quien el irritado rey mandó a
decapitar. Salomé, cuyo nombre deriva paradójicamente de la palabra Shalom, murió en
tiempos precristianos, sin danza, sin velos, sin bandeja de plata.
89
90
Salomé, La Nación, Buenos Aires, 27 de Junio de 1913, p. 12.
La escena lírica, La Nación, Buenos Aires, 29 de Junio de 1913.
77
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