Relaciones Internacionales
nº 50/2016 – (21-46)
ISSN 1515-3371
Potencias (re)emergentes hacia un mundo
policéntrico: Rusia y Turquía frente a América Latina*,**
(Re) emerging powers towards a polycentric world:
Russia and Turkey vs. Latin America
Ariel González Levaggi***
Resumen
Durante los últimos años, la política mundial ha sido testigo de un desplazamiento dual del
eje geoeconómico desde Occidente hacia Oriente, y desde el Norte desarrollado hacia el
Sur Global; además de sufrir un proceso de cambio sistémico desde la unipolaridad
norteamericana hacia un mundo más policéntrico y regionalizado. Una serie de poderes
emergentes desarrolló esfuerzos internos y externos para incrementar sus capacidades
materiales e inmateriales, lo que permitió tener una mayor voz en el plano internacional y
ampliar el margen de negociación frente a los poderes establecidos. Rusia y Turquía han
reflejado las ambiciones de los poderes emergentes, en especial la búsqueda de un mayor
status en los asuntos internacionales, y la progresiva ampliación de sus ámbitos de
influencia en espacios hegemonizados por terceras potencias. En este contexto, América
Latina ha sido – al mismo tiempo – un actor regional progresivamente autónomo de
Estados Unidos, y un receptor de los esfuerzos de los nuevos poderes ascendentes, tanto
aquellos con una fuerte tradición regional como los recién llegados. En este caso, Rusia y
Turquía se han destacado por haber llevado adelante, durante la última década y media,
una política exterior activa, pragmática y asertiva, logrando escalar posiciones a escala
regional, además de desafiar a las potencias occidentales. Este artículo aborda la cuestión
del creciente activismo de las potencias emergentes en América Latina, presentando un
análisis de los mecanismos causales que han llevado a Rusia y Turquía a incrementar su
presencia en la región durante el período 2006-2014.
Abstract
During the last years, world politics has witnessed a dual displacement of the geo-economic
axis from the West to the East and, from the Developed North to the Global South; and a
systemic change from aunipolarity towards a more polycentric and regionalized world. A set
of rising powers developed domestic and external efforts to increase their material and nonmaterial capabilities, which were translating to the regional and international arena with a
greater voice and increasing their bargaining position with the established powers. Russia
and Turkey has reflected the ambitions and activism of the emerging powers, especially in
relation to the search for a novel status, and the progressive enlargement of their influence
in regional orders hegemonized by western great powers.Latin America has been –
.ESTUDIOS ӏ 21.
simultaneously – a regional actor increasingly autonomous from United States, and a
recipient of the efforts of the new, and not so new, rising powers, indicated by the case of
Russia and Turkey respectively. They carried out an active, pragmatic and assertive foreign
policy in Latin America, challenging the regional status of the Western powers. This article
problematize the issue of the growing activism of the non-Western rising powers in Latin
America, presenting an analysis of the causal mechanisms that have led Russia and Turkey to
increase its presence in the region during the period 2006-2014.
Palabras Claves:
Rusia – Turquía - América Latina - potencias emergentes - activismo global.
Keywords:
Russia – Turkey - Latin America - Emergent Powers - Global Activism.
* Recibido: 02/10/2015. Aceptado: 04/04/2016
** Versiones preliminares de este trabajo fueron expuestas en el Segundo Foro Internacional “Rusia e
Iberoamérica en el mundo globalizante: historia y perspectivas”, San Petersburgo, 2 de octubre de
2015 – online –; y en el XI Congreso Nacional de Ciencia Política, Mendoza, 15 de agosto de 2015.
*** Doctorando en la Universidad Koç (Estambul, Turquía). Secretario de la Cátedra de Estudios
Turcos (IRI/UNLP, Argentina)
Introducción
En el marco del debate sobre el lugar de los poderes emergentes en la política
económica global, hay un consenso generalizado acerca de la expansión de las
potencias emergentes en el Sur Global. En general, dicha literatura ha puesto especial
énfasis sobre el rol de China como la potencia ascendente más relevante (Palat, 2010)
y África Subsahariana como el principal nuevo contenedor del nuevo “gran juego”
entre los poderes establecidos y las potencias emergentes (Vickers, 2013). De todas
maneras, ni China ha sido la única potencia emergente ni África el único espacio
donde los emergentes se han proyectado. Por el contrario, el ascenso de las nuevas
potencias ha sido un proceso global compuesto por líderes regionales en diferentes
áreas geográficas que actuaron simultáneamente en los planos regional, interregional
y global. En este contexto, América Latina ha sido un espacio en el cual Brasil, y en
menor medida México, se han convertido en estrellas de la constelación de los
emergentes, ya sea por su pertenencia a “comités directivos” como el G-20
(Ikenberry & Wright, 2007:6) u organizaciones informales ad-hoc como los grupos
BRICS1 o MIKTA2, o por su activismo en política exterior. En líneas generales, dichos
1
La sigla BRIC fue desarrollada por el economista Jim O'Neill de la consultora Goldman Sachs para
identificar una serie de grandes economías —Brasil, Rusia, India y China— como los principales
mercados emergentes. Posteriormente, se convirtió en el grupo informal BRICS incluyendo a
Sudáfrica.
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Potencias (re)emergentes hacia un mundo policéntrico: Rusia y Turquía frente a América Latina (21 - 46)¡Error! No
se encuentra el origen de la referencia.¡Error! No se encuentra el origen de la referencia.
países llevaron adelante un rol más destacado en los debates sobre comercio, cambio
climático, energía nuclear, finanzas internacionales y gobernanza global. Al mismo
tiempo, las potencias emergentes se interesaron en proyectar sus actividades en la
región con el objeto de incrementar su voz como actores globales, ampliar sus redes
de interdependencia económica y proyectar sus visiones alternativas sobre el orden
internacional. Tanto los nuevos “grandes” poderes como China, India, Sudáfrica e
India como los “medianos” –Turquía, Indonesia, y Corea del Sur, entre otros– han
buscado activamente mejorar su posición relativa a nivel regional ampliando su rango
de alcance diplomático, impulsando negocios e incrementando las interacciones en el
plano de la sociedad civil.
En este trabajo estamos interesados en realizar un análisis de los mecanismos
causales que conectan la emergencia de nuevas potencias con la trayectoria de
poderes extra-regionales en América Latina, tomando como caso de análisis a Rusia y
Turquía. Hay una serie de preguntas que pueden guiar la interacción entre estas
potencias emergentes y la región: ¿Hay una competencia entre grandes potencias por
América Latina? ¿Cuál es el peso de los factores comerciales en la vinculación
regional? ¿Cuáles son las visiones del orden internacional que tienen Rusia y Turquía?
¿Cuál es el lugar de América Latina en su “gran estrategia”? ¿Cuáles sus principales
intereses? ¿Cuáles son las razones que los han llevado a invertir cuantiosos activos
durante la última década?
Este trabajo intenta mostrar que la emergencia de estos nuevos poderes
colaboró con la implementación de una agenda específica hacia América Latina con el
objeto primario de incrementar su status global y regional, que estuvo acompañado
con un interés pronunciado en expandir las redes comerciales en la región.
De acuerdo con la literatura sobre potencias ascendentes, la aspiración final de
estas (a veces no tan) nuevas potencias es obtener un status superior que se
equipare con sus florecientes capacidades o su rol como país emergente (Tank,
2012:2; Schweller, 2011:288; Hurrell, 2006:2). En definitiva, lo que dicho argumento
plantea es que las potencias emergentes han buscado en América Latina una
plataforma para legitimar su papel como actores globales de la política internacional,
mientras que visualizan la región como un espacio crítico en la consecución de un
mundo post-americano, poli-céntrico y multipolar.
2
Asociación de países medios emergentes que incluye a México, Indonesia, República de Corea,
Turquía y Australia.
.ESTUDIOS ӏ 23.
1. Nexos causales: activismo internacional y política regional
hacia América Latina
Las políticas regionales de los emergentes en zonas periféricas para su política
exterior pueden ser fácilmente medidas por la apertura de embajadas, el número de
visitas de alto nivel, la evolución de los vínculos comerciales y la cooperación en foros
multilaterales, ya sean formales o informales. Sin embargo, la conexión entre el
ascenso de estos países en la arena internacional, y su proyección extra-regional
requiere una sofisticación adicional más allá de una conexión lineal. Desde un punto
de vista teórico, la conexión entre el ascenso de potencias emergentes y el desarrollo
del activismo en regiones periféricas puede ser abordada de dos maneras: ya sea
centrado en una escuela o tradición de investigación, o como la interacción entre
mecanismos causales pertenecientes a diferentes tradiciones de investigación, que
pueden conectar de múltiples maneras las variables independientes con la variable
dependiente. En relación a la primera forma de abordaje conceptual, explicaciones
realistas, liberales y constructivistas compiten entre sí como compartimentos
estancos. El segundo abordaje responde a la idea de “eclecticismo analítico”, el cual
centra sus esfuerzos en tratar de identificar mecanismos causales que permitan
explicar un determinado fenómeno más que utilizar un bloque de explicaciones
sostenido en una sola “tradición” (Sil & Katzenstein, 2010).
Este trabajo se inclina por el segundo abordaje, orientado por el rompecabezas
empírico y no por los supuestos de una determinada conceptualización teórica. Para
ello, se identifican los desarrollos específicos en cada una de las escuelas teóricas –
realismo, liberalismo y constructivismo–, con sus respectivas suposiciones sobre el
ascenso de los emergentes, para luego visualizar aquella serie de mecanismos
causales que vinculan dichas variables con el activismo extra-regional en América
Latina, la variable dependiente seleccionada.
La cuestión del poder ha sido una preocupación permanente de la tradición
realista. Tanto en la perspectiva neorrealista (Waltz, 1979), como en la perspectiva de
la “Transición del Poder” (Kugler & Organski. 1989), la distribución y desigualdad de
las capacidades materiales afectan el comportamiento de la política exterior. En el
caso de los emergentes, la progresiva acumulación de capacidades ha llevado a estos
Estados a expandir su agenda internacional, realizar políticas de balance y contrabalance dentro y fuera de su zona de influencia, además de buscar un nuevo status
en respuesta a la primacía de EE.UU. En el caso del neorrealismo, el foco esta
centrado en las actividades de las grandes potencias en un contexto anárquico,
mientras que la teoría de la transición presenta al sistema internacional ordenado
jerárquicamente, en el cual diferentes tipos de Estados –grandes, medianos y
pequeños– interactúan entre sí. En este sentido, el ascenso de un Estado mediano
hacia una gran potencia es mejor comprendido por la interpretación jerárquica de la
política mundial. Al mismo tiempo, la decadencia de los poderes establecidos plantea
una ampliación de espacios para aquello competidores. Por último, la incorporación
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se encuentra el origen de la referencia.¡Error! No se encuentra el origen de la referencia.
de factores culturales a la escuela realista, como el caso de las creencias estratégicas
(Johnson, 1995), ideología (Snyder, 1991) o el rol del status en relaciones
internacionales (Larson & Shevchenko, 2010) han mejorado la comprensión sobre
factores relacionados con la identidad, aunque entendidos en una forma
instrumental. En el caso del status, los Estados pueden mejorar su “posición social”
en la arena internacional uniéndose a clubes de élite, tratando de balancear los
poderes establecidos, o lograr preeminencia fuera del ámbito de la competencia
geopolítica (Larson & Shevchenko, 2010:67).
Sobre la base de estas interpretaciones de la tradición realista, dos tipos de
mecanismos causales son centrales para conectar el ascenso de los emergentes con
la activa política exterior en regiones periféricas: la competencia estratégica entre los
poderes emergentes y los poderes establecidos implementada mediante estrategias
de balance militar y no-militar; junto a la búsqueda de un status superior en el plano
regional y global.
Por otro lado, la escuela liberal plantea una serie de variables y canales
alternativos a aquellas explicaciones centradas en la incertidumbre y la competencia
entre actores estatales. En términos generales, el liberalismo expresa una visión más
optimista de la política internacional, en la cual hay un mayor espacio para la
cooperación. Las bases de la cooperación varían desde aquellos que centran sus
argumentos en factores institucionales (compatibilidad de regímenes políticos),
comerciales (interdependencia económica) o sostenidos en valores compartidos. El
liberalismo institucionalista y normativista suelen defender la tesis de la paz
democrática, la cual establece que las democracias liberales son pacíficas entre sí
(Doyle, 1983), mientras que los segundos enfatizan tanto la creciente importancia del
comercio como el impacto de la transnacionalización de la economía global en los
Estado-Nación (Keohane & Nye, 2001). En este sentido, la compatibilidad de
regímenes políticos, junto a la búsqueda de nuevos mercados mediante una agresiva
expansión comercial, representan dos tipos de mecanismos que pueden ayudar a
descifrar la expansión de las potencias emergentes con América Latina.
Finalmente, las ideas y las identidades son centrales para el constructivismo.
Uno de los argumentos centrales es que los intereses son socialmente constituidos
por ideas, que a su vez es reforzado por la interacción social, co-determinada por la
práctica de los actores y su entorno social. Un vehículo para operativizar las
identidades ha sido la incorporación de la idea de weltanschauung (“visión del
mundo”), que refleja múltiples cosmovisiones que interpretan el orden internacional
de forma diferente. La literatura ha interpretado estas “visiones del mundo” en forma
estricta o amplia, o sea como un reflejo de las diferentes teorías sobre relaciones
internacionales centradas en la experiencia histórica de Occidente (Gabriel, 1994 &
Griffiths, 2007), o como una serie de creencias culturales, religiosas e ideacionales
que sostienen diferentes comprensiones entre las cuales la cosmovisión "occidental"
es una de ellas (Tadjbakhsh, 2010 & Qin, 2007). Este trabajo se inclina por la segunda
interpretación. Sin embargo, estas cosmovisiones no reflejan solo la idiosincrasia de
.ESTUDIOS ӏ 25.
un amplio grupo social, sino que representan ideas colectivas que tienen un impacto
cierto, especialmente para explicar períodos de cambios políticos. En este contexto,
las cosmovisiones de las grandes potencias tienen un efecto importante sobre la
naturaleza del orden internacional, mientras que su interpretación particular del
lugar de América Latina en el sistema internacional es un canal importante para
vincular las ideas colectivas o “visiones del mundo” de las potencias emergentes con
su política regional (Nay & Ollapally, 2012).
Otro desarrollo alternativo dentro del constructivismo ha sido el estudio de las
normas internacionales, en el cual se destaca el rol de actores estatales y no estatales
–ya sea institucionales internacionales, como ONGs– en la generación y promoción
de normas (Finnemore & Sikkink, 1998). En este sentido, los poderes emergentes
pueden ser entendidos como agentes normativos o promotores de normas, por
ejemplo, en el caso del desarrollo internacional (Erthal Abdenur, 2014) o la
responsabilidad al proteger (Tourinho, Stuenkel & Brockmeier, 2016). Además de
“visión” de los emergentes sobre la región específica, la promoción de normas es otro
mecanismo causal que estimula un mayor activismo regional en zonas no
tradicionales.
Tabla I – Ascenso y Políticas Regionales de las Potencias Emergentes
TRADICIÓN DE
INVESTIGACIÓN
Realismo
DESARROLLOS
ESPECÍFICOS
Neorrealismo
VARIABLE
INDEPENDIENTE
Mecanismos
Causales
Variable
Dependiente
Competencia
estratégica
Transición de
Poder
Liberalismo
Ascenso
Internacional de
nuevas Potencias
Ideas Estratégicas
Búsqueda de
Status Global y
Regional
Institucional
Compatibilidad
de Régimen
Normativo
Constructivismo
Comercial
Expansión
comercial y
búsqueda de
nuevos
mercados
“Visión del
Mundo”
“Visión” sobre
el Orden
internacional y
el lugar de la
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Polític
as Regionales
en zonas
periféricas
Potencias (re)emergentes hacia un mundo policéntrico: Rusia y Turquía frente a América Latina (21 - 46)¡Error! No
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Normativo
región
“periférica”
Promoción de
normas hacia
regiones
periféricas
Sobre la base de los mecanismos causales identificados (Tabla I), este trabajo
intenta explicar los diferentes canales por los cuales se han llevado adelante políticas
exteriores activas en zonas periféricas para la gran estrategia de los emergentes: la
competencia estratégica, la necesidad de un nuevo status regional e internacional, la
compatibilidad de regímenes políticos, la expansión comercial, una determinada
“visión” sobre el orden internacional y la región “periférica”; y finalmente la
promoción de normas hacia dichas regiones periféricas. Sobre la base de este
desarrollo conceptual, se evalúan los casos de Rusia y Turquía, tanto en su proyección
global, como en sus políticas exteriores hacia América Latina
1. La “época” de los poderes ascendentes
La característica central del orden internacional luego de la invasión
norteamericana a Iraq en 2003 ha sido el progresivo cambio del locus del poder
global hacia una serie de nuevas –y no tan nuevas– potencias no-occidentales (China
e India) o periféricamente occidentales (Brasil, Turquía y Rusia) que aspiran a tener
un rol central en el denominado mundo post-americano (Zakarya, 2008) o postoccidental (Serfaty, 2011). El tablero internacional ha pasado su “momento unipolar”
(Schweller & Pu, 2011; Layne, 2006) mientras que académicos y analistas debaten
sobre la naturaleza del próximo orden internacional, el cual se propone como un
nuevo mundo bipolar, esta vez dividido entre China y Estados Unidos (Brzezinski,
2009), un mundo compartimentado entre grandes poderes (Stuenkel, 2015; Acharya,
2014), y aquellos que relativizan la importancia de los “polos” de poder en un mundo
atravesado por la globalización y la interdependencia económica (Haass, 2008;
Ferguson, 2004; Grevi, 2009). De todas maneras, interpretaciones liberales sostienen
que Estados Unidos sigue liderando el orden internacional, tanto por su poder actual
(Posen, 2003) como por la fortaleza del orden internacional liberal sostenido en una
durable serie de reglas, instituciones, redes y relaciones políticas (Ikenberry & Wright,
2007).
De todas maneras, hay un consenso generalizado en que nuevas potencias han
tenido una fase de ascenso y que la Pax Americana sostenida en un mundo unipolar
ya no es una opción creíble. En esta era plagada de incertezas (Schweller, 2011),
caracterizada también como una época de desorden (Escudé, 2003) o bricolaje global
(Mittelman, 2013), el orden liberal establecido por el mundo occidental desde el fin
de la Segunda Guerra Mundial se encuentra bajo presión creciente por una serie de
potencias que tienen un interés claro en ocupar una posición superior a la que han
.ESTUDIOS ӏ 27.
ocupado durante las últimas décadas. El punto de quiebre geopolítico que dio lugar a
este “espíritu de la época” fue la invasión norteamericana de Iraq que, junto al
crecimiento económico de “gigantes económicos”3, generaron un momento para la
promoción de la idea de los poderes “ascendentes” o “emergentes”. La narrativa
sobre los poderes emergentes también ha ido de la mano con la idea de un declive de
Estados Unidos luego de su sobre-extensión en el Gran Medio Oriente, momento en
el cual comienza un período de deslegitimación del poder americano por parte de los
poderes de segundo orden (Schweller & Pu, 2011:44). Dicho evento generó una
deslegitimación de los organismos internacionales y una creciente reticencia a
coordinar políticas globales, inclusive en regiones tradicionalmente aliadas a
Washington, como el espacio europeo.
Pero ¿que representan los nuevos poderes ascendentes? ¿Cuáles son las
principales características de los emergentes? Como afirma Pinar Tank, los
emergentes han cambiado la dinámica de la política mundial mediante la búsqueda
de una mayor participación en instituciones internacionales y la construcción de una
interrelación política más intensa a través de organizaciones regionales y globales
como los grupos informales IBSA4, BRICS o MIKTA (Tank, 2012:1). En relación con sus
similitudes, dichos países se destacan por poseer una creciente estatura económica,
un rol destacado a nivel regional como actores claves para la estabilidad y el
desarrollo de su área circundante, la búsqueda de un nuevo status que balancee
entre las capacidades desarrolladas y el prestigio buscado, la utilización de
herramientas de poder suave para atraer a diferentes actores internacionales y, por
último, un progresivo empoderamiento en la escena internacional. Sin embargo, es
importante separar aquellas potencias emergentes medianas de las grandes.
Los emergentes medianos suelen ser países con capacidades bastantes
limitadas en relación al “poder duro” mientras que su estatura económica se
encuentra por debajo del top ten global. Al mismo tiempo, es difícil encontrar
hegemones regionales entre este grupo, aunque sí poseen un liderazgo en
determinadas áreas de agenda, ya sea por sus exitosos modelos de desarrollo
económico o por la efectividad en su política exterior. No obstante, estos emergentes
buscan tener una voz más significativa en organismos e instituciones internacionales
además de impulsar una progresiva democratización del orden internacional. Un
claro ejemplo de agrupamientos de los “casi-BRICS” (Öniş & Kutlay, 2013:1409) es el
grupo de consultas informales MIKTA que combina el dinamismo económico de los
países emergentes junto a una postura más cercana a integrarse al orden
internacional liberal, lo que los posiciona como un puente entre los BRICS y las
3
A su vez, esto fue promocionado por el sector financiero occidental para colocar excedentes de
fondos en nuevos centros de inversiones dado el potencial y dinamismo económico de “súper-países”
como India, China, Rusia y Brasil.
4
Foro de Diálogo Trilateral que aglutina a India, Brasil y Sudáfrica para promover la cooperación
internacional e interregional.
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potencias establecidas (Jongryn, 2015:2-3). De todas maneras, el foro MIKTA dista de
ser un espacio largamente institucionalizado sino que hasta el momento solamente
se encuentra acotado a un encuentro de Ministros de Relaciones Exteriores y sin
despertar excesiva expectativa por parte de sus socios, con excepción de Corea del
Sur o México.
Por su lado, los grandes emergentes –foco más habitual de debates y
polémicas– se destacan por tener importantes capacidades en términos de poder, ya
sea económica, política y militar, lo que les da cierta capacidad de acción regional o
global; tienen una aspiración a cumplir un rol más destacado en la política mundial;
además de haber incrementado sus interacciones entre ellos al más alto nivel
durante los últimos años, como bien lo indica el giro de los BRICS desde un concepto
desarrollado desde los centros financieros hacia una organización política
caracterizada por una progresiva institucionalización y cooperación intra-grupo a
partir de la crisis financiera global de 2008/2009 (Stuenkel, 2015:33). Por otro lado,
los BRICS tienen una posición mucho más crítica acerca de las reglas, procedimientos
y distribución de espacios en el actual orden internacional. Por ejemplo, en la cumbre
BRICS desarrollada en la localidad rusa de Ufa (2015), los miembros llamaron a
contribuir a un orden internacional “más justo y equitativo”, así como presentan al
grupo BRICS como “un foro para un debate abierto y honesto” y un foro de
“coordinación de la política global con el fin deprevenir la guerra, los conflictosy
promover el progreso y el desarrollo de la humanidad” (BRICS, 2015).
El rol de estos emergentes en torno a la gobernanza global ha generado fuertes
contrapuntos, especialmente conectados con la relación entre sus ambiciones y su
voluntad para asumir responsabilidades. Desde un punto de vista crítico, Patrick
argumenta que “los ascendentes se encuentran más inclinados a usar los privilegios
del poder y las normas establecidas sin asumir demasiadas obligaciones” (Patrick,
2010:47), mientras que diversos autores relativizan esta visión expresando que los
BRICS han comenzado a asumir roles de responsabilidad en el plano de la gobernanza
global y la modificación de las instituciones internacionales dentro de las reglas y
procedimientos del actual orden internacional, a pesar de tener visiones diferentes
sobre él (Kahler, 2013). Por último, en los últimos años hay un criticismo cada vez
más fuerte sobre el dinamismo económico de los BRICS por el desempeño de Brasil,
Sudáfrica y Rusia, lo que ha llevado a ciertos autores y analistas a expresar cierta
desazón con la idea de un “nuevo orden” (Sharma, 2012; Bremmer, 2015).
En esta primera parte se evidencia una primera divergencia entre Rusia y Turquía
como potencias emergentes grande y mediana en el contexto de un orden
internacional progresivamente multipolar. A pesar de que ambos tienen un fuerte
legado imperial y amplias ambiciones sobre su rol en la política global, la brecha de
capacidades en términos militares, políticos, diplomáticos y económicos es lo
suficientemente importante para que Turquía sea caracterizada como una potencia de
segundo orden mientras Rusia pertenece al selecto grupo de las grandes potencias
emergentes.
.ESTUDIOS ӏ 29.
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2. Rusia y Turquía en el escenario global: entre el regreso y el
ascenso
El entrelazamiento entre la política doméstica y las relaciones internacionales
es un fenómeno cuya importancia se ha incrementado en la literatura académica de
la disciplina durante los últimos años, especialmente en los estudios de política
exterior (Ikenberry, 1996; Snyder, 1991; Smith, Hadfield & Dunne:2008). El orden
internacional no es solamente un espacio de interacción entre Estados sino que es un
sistema de autoridad con funciones y servicios de gran alcance que pueden reforzar y
propiciar cambios de los sistemas domésticos (Ikenberry, 1996:297). En el caso de
Rusia y Turquía, las dinámicas institucionales a nivel doméstico han jugado un rol
clave en la reconstitución de visiones alternativas del orden internacional.
Con el ascenso de Vladimir Putin como Presidente de la Federación Rusa desde
el año 2000 luego de la “Crisis del Vodka”, el país vivió un cambio importante en el
proceso de toma de decisiones, con una progresiva centralización del poder político
en torno a las dinámicas regionales de la Federación, la implementación de reformas
y la política exterior. Esto produjo un progresivo desplazamiento de los sectores
liberales y tecnócratas junto al sector de los empresarios “oligarcas”, reemplazados
en cierta medida por los siloviki (cuadros anteriormente pertenecientes a los
organismos de seguridad e inteligencia). El ingreso de Putin y la nueva elite al poder
modificó el rumbo de la política económica hacia un régimen híbrido caracterizado
por un mayor control de la explotación de los recursos energéticos, además de
promover un régimen político más cerrado en comparación con la apertura de los
años 90, aunque igualmente centrado en la figura del Presidente. En este contexto, la
llegada del Presidente Vladimir Putin al poder jugó un rol fundamental para generar
la “normalización de la política (doméstica y exterior)” mediante la construcción de
un nuevo centro político basado en una estrategia construcción de consensos y
reconciliación (Sakwa, 2004:52-61). A pesar de ser una figura inesperada en su
llegada al poder, fue ganando espacios convirtiéndose en el principal referente
político en el marco de un sistema político cada vez más personalista a partir de su
retorno en 2012 como Presidente luego del período de Medvedev. De acuerdo con
Sakwa, cuatro elementos definen el actual régimen ruso: la búsqueda de equilibrios
luego de los excesos tanto del régimen comunista como de los años 90, la
implementación de un programa de desarrollo en el cual vuelve un Estado fuerte
para controlar a los empresarios, un proceso democrático “tutelado” con un énfasis
importante en los “guardianes” del orden (siloviki) y, finalmente, la habilidad para
impulsar planes de reforma en diferentes sectores desde la política económica hasta
la defensa nacional (Sakwa, 2013:31-32). Con respecto a este último punto, las
reformas impulsadas en los años 90 fueron mantenidas, pero la nueva economía de
mercado rusa encontró un límite en la redefinición de los intereses estratégicos del
país (Rutland, 2013:355).
.ESTUDIOS ӏ 31.
De acuerdo con el documento “Concepto de la Política Exterior de la Federación
Rusa” aprobado por el Presidencia Putin en 2013, Rusia ve el orden internacional
como un sistema internacional en transición que se encuentra en dirección a un
mundo policéntrico. Más específicamente, el documento identifica tres polos
centrales de la política mundial –Euro-atlántico, Eurasia y Asia-Pacífico–, cada uno de
ellos liderados por una gran potencia, Estados Unidos, Rusia y China respectivamente.
Actualmente Rusia se autopercibe como un poder euroasiático que tiene que lidiar
con el ascenso de China, que será uno de los principales competidores en su
cosmovisión de mundo policéntrico aunque actualmente es el principal socio en la
institucionalización de una política mundial no-occidental (BRICS, OSC5). En el actual
contexto internacional, Rusia se presenta como un poder revisionista, centrado en la
recuperación de su influencia en su zona de proximidad regional. Con una perspectiva
pragmática y segura de sí misma, sobre el rol de Rusia tanto en su vecindario como
en el plano global, la política exterior rusa en la era Putin ha hecho esfuerzos por
reconstruir sus antiguas esferas de influencia, priorizando el entorno regional. El
conflicto de Georgia (2008), la anexión de Crimea (2014) y la Guerra Civil en el Este de
Ucrania (2014 en adelante), son casos testigo del uso del poder duro ruso en su zona
más próxima donde los intereses energéticos y de seguridad nacional son más
relevantes.
Al igual que Rusia, Turquía también sufrió los embates de una crisis importante
en el año 2001 que posteriormente cambió el panorama político con la victoria del
partido Justicia y Desarrollo (Adalet ve Kalkınma Partisio AKP). El AKP ha
monopolizado el centro de la política turca desde el 2002 hasta las elecciones
generales de 2015, donde no pudo alcanzar mayoría propia para establecer un
gobierno por mayoría simple. En términos generales, el AKP es un partido de centroderecha que representa a un importante sector conservador-islámico de la sociedad
pero cuya expresión política representó una moderación de las anteriores versiones
del Islam político turco como el Partido del Bienestar o el Partido de la Felicidad
(Özbudun, 2006). Durante los primeros años, el AKP mostró una fase más liberal y
conciliatoria con los estándares europeos tanto a nivel interno como externo, tanto
por el proceso de adhesión plena de Turquía en la Unión Europea como por su
proyecto económico –sostenido en principios neoliberales – que requería un flujo
creciente de inversiones externas. Los positivos índices de crecimiento económico, la
progresiva ampliación de derechos civiles y los buenos resultados en materia de
política exterior generaron la “era dorada” del AKP siguiendo el camino de un
“globalismo conservador a través de la ruta Europea” (Öniş, 2015:22). Sin embargo,
luego de 2007 la orientación del país comenzó a girar hacia el Este mediante una
concepción internacional centrada en el rol de Turquía. La hegemonía política del
partido liderado por RecepTayyip Erdoğan se acentuó luego del fallido intento de
ilegalizar el partido y el desmantelamiento progresivo del poder que ostentaban las
5
Organización de Cooperación de ShanghAi.
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Potencias (re)emergentes hacia un mundo policéntrico: Rusia y Turquía frente a América Latina (21 - 46)¡Error! No
se encuentra el origen de la referencia.¡Error! No se encuentra el origen de la referencia.
Fuerzas Armadas en el entramado institucional turco. En este segundo período (20072011), los índices macroeconómicos se deterioraron debido a la crisis financiera
internacional así como por el freno en el proceso de adhesión a la Unión Europea a
partir de la oposición de Francia y Alemania. Ya durante el tercer período (20122014), la inestabilidad regional en el Mar Negro y Medio Oriente, la ralentización de
los indicadores económicos y una creciente polarización política entre el AKP –
especialmente en la figura del Primer Ministro Erdoğan– y la oposición, comenzaron a
restar el brillo de la “estrella” turca. Sin embargo, durante todo este período Turquía
ha sido un país emergente mediano o “casi-BRICS” (Öniş, & Kutlay, 2013). Su
economía se ha ubicado en el número 17 a nivel global, pero su crecimiento
económico en el período 2002-2012 fue de 64% mientras que ha desarrollado una
política exterior activa en el plano regional tratando de mediar en conflictos
regionales y promocionándose como un modelo de democracia en el contexto de un
país musulmán.
En términos de política exterior, Turquía realizó un giro hacia una posición más
autónoma desde 2007, tratando de balancear sus compromisos con Occidente con su
creciente activismo en las zonas geográficas ubicadas en el núcleo “afro euroasiático”, especialmente aquellas que habían pertenecido en algún momento
histórico al Imperio Otomano (Taşpınar, 2012). En el mismo sentido, Turquía
desarrolló una política asertiva, multidimensional y activa sobre la base del concepto
estratégico de “país central”, desarrollado inicialmente por un asesor en temas
internacionales del AKP, luego convertido en Primer Ministro, Ahmet Davutoğlu. En
su obra más destacada, “Profundidad Estratégica”, el autor identifica a Turquía como
un actor central cuyo rol es la articulación estratégica entre diferentes regiones cuya
centralidad se deriva tanto de su posición geográfica como por la herencia
civilizatoria del Imperio Otomano (Davutoğlu, 2008).
Durante el segundo período del AKP, Turquía comienza a enfatizar con más
fuerza la idea de ser un jugador en la escena internacional y no tan solo una pieza
periférica del tablero regional. Concretamente, la concepción de “país central”
presenta una jerarquización de los espacios geográficos en tres anillos: el espacio
Occidental responde a la política exterior tradicional –Estados Unidos y la OTAN como
instancia de articulación en materia de Seguridad Internacional, y la Unión Europea
como ejemplo democrático y como principal socio comercial–, el segundo espacio
incluye los nuevos ámbitos de expansión y activismo de la diplomacia turca como
Medio Oriente, los Balcanes, el Cáucaso y Asia Central; mientras que el tercer anillo –
en perspectiva más global– incorpora a África Subsahariana, Oceanía, Asia del Sur y
del Este y América Latina. Este último continente se presentará como la última
frontera de la política exterior y un caso testigo de la emergencia de Turquía como
actor global (Gonzalez Levaggi, 2012:38).
a.
Rusia en América Latina: el retorno de un actor global
.ESTUDIOS ӏ 33.
La retirada de la Unión Soviética como superpotencia global tuvo un impacto en
cada región del globo en paralelo con el reacomodamiento de la Gran Estrategia rusa.
De acuerdo con LeszekBuszynski, desde el fin de la Guerra Fría, Rusia estructuró sus
intereses de política exterior en forma de círculos concéntricos desde las zonas
contiguas para la seguridad nacional rusa –Este Europeo, la Comunidad de Estados
Independientes y el Noreste de Asia, pasando por la zona de relevancia secundaria –
Medio Oriente, Sudeste y Sur de Asia– y, finalmente, el Tercer Mundo –que incluye a
América Latina– con una importancia escasa para el nuevo Estado-nación ruso
(Buszynski, 1996:xii). En síntesis, América Latina quedaba posicionada como una
región de baja prioridad (Petro & Rubinstein, 1996:232-233).
Sin embargo, a mediados de los años 90, tomadores de decisión y académicos
rusos comenzaron a presionar para retomar las relaciones con los países del Tercer
Mundo aunque con otra dinámica sostenida en la de-ideologización de las
vinculaciones y un acento particular sobre las relaciones económicas. En este sentido,
Rusia impulsaría nuevamente relaciones con los países en desarrollo orientados hacia
el mutuo beneficio, sostenidas principalmente en intereses económicos (Kanet,
Kozhemiakin & Birgerson, 1997:176). El entonces Ministro de Relaciones Exteriores,
Yevgeny Primakov, cumplió un rol fundamental en el relanzamiento de las relaciones
bilaterales desarrollando sendas visitas bilaterales a México (1996), Argentina, Brasil,
Colombia y Costa Rica (1997), identificando a América Latina como el principal aliado
ruso en la construcción de un mundo multipolar (Davydov, 2015:8 & Evan Ellis,
2015:7). Al mismo tiempo, tanto América Latina como Rusia compartían una
compleja transición tanto a nivel político –desde regímenes autoritarios hacia
sistemas más abiertos y democráticos– como en materia de política económica,
abrazando los principios del libre mercado para integrarse en el sistema económico
global (Kanet, Kozhemiakin & Birgerson, 1997:174). La crisis de Vodka, con sus
negativas consecuencias políticas y económicas, interrumpió esos buenos deseos de
rearticular las conexiones con América Latina más allá de una serie de visitas de alto
nivel y un rencauzamiento de los vínculos con el socio regional durante la Unión
Soviética: Cuba.
Durante la era Putin, la todavía escasa bibliografía sobre relaciones entre Rusia
y América Latina (Evan Ellis, 2015:3), refleja tres lecturas diferentes sobre las
motivaciones, canales y ejes conductores que han conducido las relaciones entre
ambos actores. En este trabajo los identifico como los halcones, los
interdependentistas y los escépticos.
En primer lugar, la bibliografía de autores o instituciones vinculados a la
comunidad epistémica de defensa y seguridad norteamericana tienden a destacar las
acciones rusas como una reacción a las presiones, sanciones o políticas
norteamericanas en la zona de influencia rusa que pertenecieron previamente a la
Unión Soviética. De acuerdo con un reciente informe de Evan Ellis, Profesor
Investigador del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, la expansión del
acercamiento ruso en América Latina se ha producido “como una respuesta a la
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Potencias (re)emergentes hacia un mundo policéntrico: Rusia y Turquía frente a América Latina (21 - 46)¡Error! No
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escalada de tensiones sobre Ucrania que, a su vez, fue una repetición de su respuesta
al involucramiento de EE.UU. en el conflicto de 2008 en la desparecida República
Soviética de Georgia” (Evan Ellis:2015:1), mientras que en ese año el autor identifica
los inicios del interés estratégico del régimen de Putin por América Latina. Por otro
lado, Stephen Blank –también profesor del Colegio de Guerra del Ejército Americano–
identifica la política rusa como guiada principalmente por motivos geopolíticos
dirigidos a debilitar la posición norteamericana en el “Hemisferio Occidental” (Blank,
2009:10 & Blank, 2010:15). Esta perspectiva muestra una preocupación creciente
sobre el apoyo de la Federación Rusa a países que abiertamente apoyan una posición
en contra de los intereses norteamericanos y enfatiza la intencionalidad rusa de
afectar estratégica o políticamente, tanto los aliados como la posición de EE.UU.
Rusia es percibida como una amenaza emergente aunque, dada sus capacidades
objetivas y su débil situación económica, limitada. En este sentido, las miradas se
encuentran orientadas más hacia el rol de China que sobre los intentos rusos por
captar voluntades en la región.
Una segunda lectura, sostenida por un sector importante de los
latinoamericanistas rusos, afirma que tanto Rusia como América Latina se han estado
beneficiando del incremento de las interacciones en un plano multi-dimensional. A
escala global, ambos creen en un “orden policéntrico que “presupone la participación
adecuada del país en la regulación global junto con otros centros ascendentes de la
economía mundial y política internacional (…) para equilibrar la correlación de fuerzas
en la arena internacional y sentar las bases para crear mecanismos de regulación
global más representativos” (Davydov, 2012:7).
Si bien estos autores reconocen la importancia de la geopolítica en las
evaluaciones estratégicas de Rusia, afirman que las vinculaciones RusoLatinoamericanas se encuentran guiadas más por cálculos económicos que por
factores geopolíticos. De acuerdo con Paniev, investigador del Instituto
Latinoamericano de la Academia Rusa de Ciencias, la emergencia de Rusia en América
Latina es una nueva realidad geopolítica que evidencia sus intereses globales: la
consecución de un mundo multipolar y la búsqueda de nuevos mercados (Paniev,
2012:48). Más allá del mainstream de autores rusos, otros analistas y autores siguen
la línea de la “interdependencia”. Por ejemplo, Astrada y Martin identifican las “redes
de poder suave” como el canal primario para cumplir los objetivos de fortalecer y
diversificar las asociaciones cooperativas rusas en la región (Astrada & Martin,
2013:102-103). Si bien reconocen la continuidad del Estado Ruso en la proyección de
poder y el aumento de su poder estatal, enfatizan la diversificación rusa en la región,
que incluye inversiones, relaciones diplomáticas, venta de armas, turismo, comercio,
cooperación militar y energética (Astrada & Martin, 2013: 62-63, 71). Dichos autores
también reconocen el incremento de los intereses rusos en América Latina, pero se
desentienden de las lecturas alarmantes de los “halcones”, haciendo énfasis en los
aspectos positivos de las relaciones.
.ESTUDIOS ӏ 35.
Por último, un tercer bloque de literatura de autores tanto latinoamericanos
como rusos pone en entredicho la magnitud de la expansión rusa en la región. Ante la
pregunta sobre el regreso de los rusos en América Latina (Rouvinski, 2009:114),
Pavlova afirma que Rusia carece de capacidades para competir económicamente con
Estados Unidos o la Unión Europea (Pavlova, 2012:75). Pio García explica los límites,
obstáculos y oportunidades en la dimensión económica entre ambos actores (García,
2013) y Alejandro Sánchez afirma que América Latina todavía no es una de las
prioridades de política exterior, a pesar de que se ha ganado un rol destacado
durante los últimos años (Sánchez, 2010:362,378-379). Si bien este conjunto no se
identifica por su homogeneidad, se destaca la postura crítica en torno a los discursos
oficiales y hace hincapié en los límites objetivos que impone el sistema económico
global, los inconvenientes a nivel regional y bilateral además de problematizar el
tema de recursos puntuales que posee Rusia para llevar adelante una política exterior
activa y atractiva.
En forma general, estos tres bloques de literatura, si bien tienen perspectivas
contrarias en relación a las motivaciones y el impacto de los intereses rusos, todas
ellas coinciden en la visualización de un mayor activismo ruso en la región. En este
contexto, identifico una serie de elementos que dan la pauta de un mayor
acercamiento, más allá del lugar que ocupa América Latina en la agenda de política
exterior. En primer lugar, tanto el comercio entre ambos actores como la magnitud
de las inversiones rusas se ha disparado. Si en 2003 las relaciones comerciales no
llegaban a U$D 3.500 millones, en 2013 superó los U$S 14.000 millones. Por otro
lado, firmas importantes –especialmente del sector energético– como Zarubezhneft,
LUKoil, Gazprom, RAO EES y Rusal han desembarcado en la región.
Además de la agenda económica, durante estos años las visitas de Alto Nivel no
solamente se han vuelto más regulares sino que ha habido hechos claves como la
primer visita de un Presidente ruso a la región con la gira de Dimitri Medvedev en
2008, en la cual estrechó relaciones con Perú, Brasil,Venezuela y Cuba. Una segunda
gira fue realizada en 2010 visitando Brasil y Argentina. Por su parte, a mediados de
2014 Vladimir Putin llevó a cabo una gira por Cuba, Nicaragua, Argentina y Brasil,
además de participar en la VI Reunión Cumbre del grupo BRICS. En contraprestación,
la totalidad de los presidentes latinoamericanos enrolados en la “nueva izquierda”
(Natanson, 2008) visitaron Rusia durante la última década. Por último, la cooperación
ruso-latinoamericana se ha expresado en la activa cooperación en foros de consulta
multilateral en la cual participa con países de la región como el caso del G-20 o el
grupo BRICS, especialmente con Brasil.
Para resumir, el renovado activismo ruso en la región no se encuentra atado a
consideraciones ideológicas sino que, aprovechando el contexto de la “nueva
izquierda” latinoamericana, la administración rusa ha llevado adelante una agenda
pragmática con el triple objeto de tener una presencia geopolítica más fuerte en la
región, aumentar su interdependencia económica y obtener un reconocimiento de
los socios latinoamericanos como potencia global. Desde la perspectiva de los actores
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Potencias (re)emergentes hacia un mundo policéntrico: Rusia y Turquía frente a América Latina (21 - 46)¡Error! No
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extra-regionales en América Latina, Rusia se encuentra en competición con los
intereses de Estados Unidos y China, aunque todavía lejos dadas sus limitadas
capacidades. Desde un punto de vista conceptual se puede argumentar que la
condición rusa de “gran potencia emergente” ubica a América Latina en un plano
secundario de sus acuciantes prioridades de política exterior, aunque identifica a la
región como un espacio fundamental para lograr una extensión global de sus
intereses estratégicos, políticos y económicos.
a.
Turquía y la apertura hacia América Latina
América Latina se encuentra lejos de Turquía. Más de 10.500 kilómetros
separan San Pablo y Estambul, ciudades conectadas por el único vuelo regular entre
ambas geografías. A la distancia geográfica habría que sumarle una importante
distancia cultural. Esta lejanía impactó en los planificadores de la política exterior
turca hasta bien entrada la década de 1990. La cancillería turca vislumbró durante
décadas la región como un destino alejado de las prioridades de un país acechado por
amenazas regionales durante la Guerra Fría y económicamente limitado como una
economía en desarrollo que, al mismo tiempo, nunca se sintió parte del “Sur Global”.
En una reciente entrevista, el embajador turco en México expresó que actualmente
“la distancia es el único factor que nos separa” (La Mont, 2012); sin embargo, hay una
serie de factores extra que han dificultado históricamente la relación como el
lenguaje, la falta de interacciones culturales, los bajos niveles de comercio y la ínfima
inversión externa, además de la inexistencia de diásporas propiamente turcas hasta la
llegada del Movimiento Gülen en los años 2000.
Si bien Turquía poseía representaciones diplomáticas en Chile, Argentina, Brasil
y México desde hacía varias décadas, el nivel de las interacciones no revestía la
relevancia suficiente y la mirada hacia América Latina estaba limitada por la
“traducción” europea tanto en términos históricos, culturales y estratégicos6. Sin
embargo, dicha visión acotada cambió incipientemente en los años 90 con las
primeras visitas de alto nivel: la primera de un Premier Latinoamericano a Turquía,
Carlos Menem en 1992, y la visita del entonces Presidente Süleyman Demirel a Brasil,
Argentina y Chile en 1995. Desde entonces, y debido a una serie de variables
domésticas e internacionales –progresiva liberalización de la economía turca, mayor
apertura de Turquía al mundo y creciente interdependencia económica–, el
Ministerio de Relaciones Exteriores de Turquía comenzó a mirar con mayor seriedad
la región tanto en materia de relaciones comerciales como un espacio de
6
Escasos esfuerzos en ambos lados del Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo pudieron sortear esa
barrera como el caso del embajador argentino Jorge Gastón Blanco Villalta, que escribió
prolíficamente sobre diversos aspectos de la vida social, cultural e histórica de Turquía, sobre la cual
se destaca la biografía sobre el fundador de la República de Turquía denominado “Kemal Ataturk, el
dictador democrático, constructor de la nueva Turquía” (1939).
.ESTUDIOS ӏ 37.
oportunidades para ganar peso en el plano multilateral, especialmente en el marco
de Naciones Unidas. En paralelo a iniciativas hacia otras regiones como África, se
elaboró un Plan de Acción hacia América Latina en 1998. Pese a las buenas
intenciones, la crisis de 2001 limitó la expansión turca hacia dichos nuevos espacios.
Por ejemplo, las importaciones desde América Latina cayeron de USD 786 millones en
1998 a USD 450 millones en 2001. La llegada al poder del AKP con su idea de
convertir a Turquía en una potencia de alcance global (Davutoğlu, 2012:83), o al
menos asumir las responsabilidades de ser un actor global (Davutoğlu, 2012:5),
promovió un compromiso más importante con aquellos espacios secundarios en la
visión general de la diplomacia turca. Luego de la “celebración” oficial del año de
América Latina en 2006 –el año de África fue en 2005–, la Subsecretaría de Comercio
Exterior del Ministerio de Economía publicó una estrategia específica para las
Américas en la cual sostenía que la región tenía un potencial importante para los
productos turcos y debía hacerse énfasis en las relaciones con Argentina, Brasil,
México, Cuba, Chile y Venezuela. Si bien las prioridades sobre los países cambiaron
posteriormente, la estrategia hacia América Latina planteaba incrementar las
exportaciones turcas entre USD 3 o 4 mil millones, cifra que se alcanzó en 2012. La
“Apertura hacia América Latina” –tal como lo destacan los principales tomadores de
decisión turcos– ha sido identificada como parte de la expansión de la visión de la
política exterior turca en el marco de una creciente interdependencia económica con
nuevas oportunidades geopolíticas (Kalin, 2015). La emergencia de Turquía como un
actor emergente se ha expresado en su política latinoamericana signada por un
particular interés comercial, pero además con la voluntad de convertirse en un actor
extra-regional ampliando sus compromisos diplomáticos, educativos y hasta
humanitarios con la apertura de las oficinas de la Agencia Turca de Cooperación y
Desarrollo Internacional (TIKA) en Colombia y México.
El ascenso de Turquía como un nuevo actor euroasiático en la región se expresa
en cinco elementos centrales: la ampliación de su red de representaciones oficiales,
el aumento del comercio tanto en las importaciones como en las exportaciones, la
búsqueda de asociaciones estratégicas, el intento de desarrollar actividades cuasiinterregionales y la activa cooperación en foros de consulta multilateral con países de
la región, especialmente con México. En primer lugar, Turquía tuvo casi la misma
cantidad de embajadas en la región desde la década de 1960 hasta recién empezados
los años 2000. En el período de apertura agresiva (2006-2014), Turquía ha llevado el
número de sus embajadas desde 6 hasta 12, además de abrir nuevos Consulados
Generales en Brasil y Colombia e impulsar la instalación de Oficinas de Promoción
Comercial dependientes del Ministerio de Economía en México DF, Caracas, Santiago
de Chile, Buenos Aires, Bogotá, Lima y La Habana. En segundo lugar, el comercio pegó
un importante salto desde USD 2 mil millones a casi USD 8 mil millones (2004-2014).
Si bien desde 2011 los números totales no han mostrado mejoría, Turquía ha venido
aumentando su porción de exportaciones a un ritmo anual cercano al 5%, por lo que
el peso relativo –todavía deficitario– de las exportaciones pasó del 33% (2011) al 35%
.38. Relaciones Internacionales – Nº 50/2016
Potencias (re)emergentes hacia un mundo policéntrico: Rusia y Turquía frente a América Latina (21 - 46)¡Error! No
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(2014). En tercer lugar, Turquía ha buscado socios privilegiados en la región. Primero
fue Brasil, con el que subscribió una Asociación Estratégica en 2010 con una agenda
multidimensional desde temas relacionados con la lucha contra el terrorismo hasta
inversiones (Costa Vaz, 2014:18) junto con el denominado “Acuerdo Nuclear” con
Irán. A pesar de la expectativa inicial, la fuerte reacción de los países occidentales y
los limitados logros de dicho Acuerdo Tripartito sobre el tema nuclear junto al cambio
de prioridades en la política doméstica brasilera con el ascenso de Dilma Rousseff a la
presidencia, sentenciaron la alianza estratégica a un segundo plano. Ante la falta de
dinamismo, Turquía encontró en México un socio adecuado a su perfil políticoeconómico, además de compartir una visión del orden internacional centrada en una
perspectiva alternativa al nuevo polo de cooperación global que plantean tanto los
BRICS como la rigidez de las instituciones internacionales custodiadas por los poderes
establecidos. El establecimiento del grupo MIKTA como un mecanismo de diálogo –
informal, flexible y orientado por temas– de los poderes medianos (Kim Sung-han,
2013) junto a las visitas de alto nivel del Presidente Peña Nieto a fines de 2014 a
Turquía y del ya Presidente turco Erdoğan a principios de 2015 –en una gira que
incluyó también Colombia y Cuba–.
Turquía ha intentado concertar una instancia de cooperación por encima de las
relaciones bilaterales, ya sea como observador en organizaciones regionales como la
Organización de Estados Americanos (OEA) o la Alianza del Pacífico o intentando –aún
lejos de lograrlo exitosamente– articular iniciativas cuasi-regionales (relaciones entre
un Estado y una región) como el encuentro Turquía-CARICOM o, en un ensayo de
diplomacia religiosa, la Cumbre de Líderes Musulmanes de América Latina en
Estambul, ambos llevados adelante en 2014. Sin embargo, no todas son buenas
noticias para la diplomacia turca. La oposición de las comunidades armenias a los
intereses turcos en países como Argentina, Brasil, Uruguay y México ha jugado un rol
negativo, además de las consecuencias de la disputa del gobierno turco con el
movimiento Gülen, que colaboraba con los esfuerzos oficiales turcos, especialmente
en materia cultural y de negocios.
Para concluir, la política exterior turca en la era AKP ha impulsado un activismo
en diversos espacios geográficos, niveles de acción y temas de agenda similar a los
intereses, fuerzas conducentes y objetivos de otros países medios emergentes. En
este contexto, América Latina no ha sido la excepción y la “apertura” ha sido similar
en otras regiones como África Subsahariana en la cual ganar presencia en la región,
ampliar las relaciones comerciales y proyectarse como actor global han estado en el
centro de las consideraciones políticas en un entorno signado por la proyección de
poder blando (Özkan, 2014). En el caso turco, a diferencia de Rusia, los mecanismos
causales del activismo hacia América Latina no se encuentran relacionados con la
proyección geopolítica sino fundamentalmente con la expansión comercial y la
búsqueda de status internacional como actor global.
.ESTUDIOS ӏ 39.
3. Consideraciones Finales
En los últimos años, Rusia y Turquía han aumentado considerablemente su
actividad diplomática, comercial y cultural en América Latina. La región ha sido
testigo tanto de un “reseteo” en sus relaciones con Rusia, como la aparición de
Turquía como un nuevo actor emergente. De todas maneras, el ascenso de dichos
países no explica por si sólo la ascendente trayectoria que llevó a la expansión y
profundización de una agenda multi-dimensional.
En este trabajo se identifican una serie de mecanismos causales que pueden
darnos algunas claves para entender la interacción entre la emergencia de nuevos
actores y su política exterior en América Latina. Tanto en el caso de Rusia, como en
de Turquía, la búsqueda de un status global diferente en relación al pasado reciente
es central para comprender la dinámica exterior de ambas potencias en la región.
Ambos actores se han comportado como buscadores de status, utilizando sus
vínculos en la región para ganar peso específico en los foros internacionales, como se
ha visto en la institucionalización de los BRICS o la fallida candidatura turca al Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas para el bienio 2015-2016. Sin embargo, hay una
diferencia de grado entre el status global demandado por Rusia, y aquel buscado por
Turquía. En el caso de la potencia euroasiática, sus acciones en América Latina han
sido parte de una “gran estrategia” para recuperar su lugar como gran potencia
global, aunque con un énfasis cada vez más intenso en la reconstrucción de la esfera
de influencia regional, especialmente en relación a Ucrania y el Cáucaso. En el caso de
Turquía, las aspiraciones han sido bastante más humildes: convertirse en un actor
global con presencia en aquellos espacios tradicionalmente descuidados para su
diplomacia.
Otro elemento que comparten es –a pesar del interés declamado– la
continuidad del lugar periférico de América Latina en sus agendas de política exterior,
cuyo hincapié se encuentra en su zona próxima de influencia. Sus “visiones” del
orden internacional localizan a América Latina como un espacio secundario, tanto
para sus intereses como en su interpretación del rol de la región en la política
mundial. Dicho factor pone un signo interrogante sobre el futuro de las relaciones, ya
que un posible retroceso en los compromisos internacionales de dichos países puede
afectar seriamente aquellas regiones que no tienen un status relevante.
Un tercer mecanismo causal de relevancia para ambos casos ha sido la
búsqueda de nuevos mercados, en un contexto de creciente interdependencia entre
ambos actores y la región. La principal diferencia en estos casos ha sido el rol del
Estado en la promoción de estos lazos comerciales, que se encuentra en estrecha
relación con su tipo de régimen económico, ya sea más centrado en redes vinculadas
al Estado –Rusia–, o con una orientación neoliberal –Turquía–. El nexo que proveen
las políticas económicas es un elemento adicional para futuros trabajos en este
campo.
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se encuentra el origen de la referencia.¡Error! No se encuentra el origen de la referencia.
Lo demás mecanismos identificados –especialmente la promoción de normas
hacia regiones periféricas– parecen tener una relevancia menor a nivel comparativo.
Sin embargo, en el caso de Rusia, la competencia estratégica y la compatibilidad con
regímenes afines ha tenido lugar, especialmente en contextos de presión de EE.UU.
sobre Rusia, lo que impulsó al Kremlin a desarrollar políticas de contra-balanceo,
junto a aquellos países más críticos a EE.UU. y cercanos al discurso anti-imperialista
como Venezuela, Ecuador y Bolivia. Un elemento que podría ser incluido en
posteriores investigaciones es la vinculación entre la afinidad ideológica y la
competencia estratégica, cuyas raíces se encuentran históricamente asentadas en la
Guerra Fría.
Por último, este trabajo abre la posibilidad de indagar sobre la jerarquización e
interacción entre los diferentes mecanismos causales, además de evaluar su impacto
a lo largo de secuencias temporales. Esta línea de investigación podría colaborar con
el esfuerzo de visualizar diversas rutas de activismo de potencias extra-regionales en
América Latina, con variaciones en sus grados de efectividad y éxito.
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