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Historicismo

Compendio de Epistemología. Trotta, Madrid, 2000

VOZ: Historicismo Texto: “Historicismo” se asocia al relativismo que se sigue de la afirmación del carácter histórico de la realidad –la humana y, a través de ella, toda la realidad. En su origen, se trata de una reivindicación de la especificidad del plano histórico frente a la tendencia a la reducción interpretativa que proviene de la filosofía. La historia deja de ser el ámbito de realización de principios suprahistóricos (el desarrollo de la razón, el despliegue de la idea de libertad, etc.), propios del universalismo ilustrado, para convertirse en la realidad sin más – es “historicista” entonces la concepción de que el ser se encuentra en la facticidad del devenir. El universalismo es visto entonces como la exigencia metafísica de construir principios epistémicos y normativos, a partir de los cuales se hace imposible una adecuada y cabal atención al plano histórico del acontecer, en su particularidad e individualidad (ésta es la genérica denuncia herderiana de un concepto de “hombre” que no tiene en cuenta los modos específicos de ser hombre, con la consiguiente discriminación valorativa de las culturas y formaciones históricas, etc.). De ese modo, el historicismo representa una crítica de la ilustración; se trata, por tanto, de una posibilidad histórica: de una posibilidad postmetafísica. De ahí que se presente como un “ismo” (ya no es posible ni creíble una aprehensión conceptual de lo real en su totalidad). Este relativismo horizontal tiene dos vertientes. Una es lo que podríamos llamar positivismo histórico: la exigencia de investigación valorativamente neutral, la ausencia de interpretación e intervención (el científico histórico tiene que ser “objetivo”). Este positivismo de lo histórico ha sido siempre combatido desde las posiciones universalistas. La abstención interpretativa no elimina, al no problematizarla, la preconprensión dominante, y no puede hacerse !1 cargo tampoco de otro de los sentidos que acompañan al descubrimiento de la dimensión histórica: que la realidad humana está siempre por hacer y que el conocimiento histórico responde a un interés comprensivo con vistas a la acción (Habermas). A este positivismo procedimental le acompaña una suerte de relativismo ideológico que sostiene que la pluralidad cultural no puede ser subsumida en un género supremo. En este sentido, el historicismo representa una asunción de lo cambiante concebido modernamente más allá de las pretensiones absolutistas; es decir, que haya un sólo libro, una sola manera de vivir o de ser hombre. Pero positivismo y relativismo descansan sobre un concepto más englobante, según el cual los fenómenos culturales tienen que ser vistos, comprendidos y explicados como algo histórico. El historicismo representa así la posición “culturalista” que se opone al “naturalismo” y que comporta el rechazo de la reducción metodológica (que impone el patrón de las ciencias de la naturaleza). El descubrimiento de la dimensión histórica trae consigo la revisión del del sujeto racional moderno. La conciencia y el sujeto trascendentales tienen que dar paso a una conciencia y a un sujeto ellos mismos históricos, es decir, en continuo cambio y, además, no situados por encima o más allá de la cosa que han de convertir en su objeto, sino en el mismo plano que ella. Sujeto y objeto comparten así la misma dimensión ontológica. Esto explica la posibilidad de acceso cognoscitivo al mundo humano histórico, pero agudiza el problema referente la cuestión de la posibilidad de sistematización de las experiencias históricas. La nueva situación obliga a la realización de una Crítica de la razón histórica (Dilthey) que establezca las dimensiones de esta racionalidad transformada y asiente la posibilidad de un ámbito de ciencias que se ocupen de esa copertenencia de sujeto y realidad (histórica, cultural, etc.), las llamadas Cien!2 cias del Espíritu, donde “espíritu” indica esa imbricación entre conciencia y cosa –la historia es entonces el conjunto de lo interior y de lo exterior, de lo subjetivo y de lo objetivo, así como de la producción y autoproducción de ambos (Gadamer). Esa fundamentación trascendental tendría como resultado una metodología que guiara la investigación y el pensamiento históricos, constituyendo (en sentido kantiano) el ámbito de objetividad de lo histórico a partir de determinadas operaciones categoriales hechas sobre lo empíricamente dado (Droysen). Para ello, el deslinde objetual y metodológico respecto de las ciencias naturales resulta de la mayor importancia. En el contexto de ese empeño deben ser situadas las clásicas divisiones epistemológicas entre las distintas ciencias: “explicación” y “comprensión” (Droysen, Dilthey), “nomotético” e “ideográfico” (Windelband), “naturaleza” (esencia de objetos referidos a leyes) vs. “cultura” (esencia de objetos referidos al valor) (Rickert), etc. Una tal búsqueda de fundamento específico parece haber perdido, junto a estas distinciones y clasificaciones, su significación en el curso del siglo XX. Nunca se llegó a establecer de un modo incontrovertible la legitimidad de lo histórico; por el contrario, desde la filosofía de la ciencia se ha intentado volver a cubrir a las ciencias históricas con el manto epistemológico de la ciencia única (Hempel, Popper). Sin embargo, lo que éstos entienden por historicismo (predicción, leyes específicas y comprensión) no es todo ni es siempre el punto de vista que corresponde a la reivindicación de la dimensión histórica. La explicación también es posible en la historia (de acuerdo con el modelo de cobertura legal: subsunción de lo singular bajo el dominio de validez de una ley) y la comprensión puede jugar asimismo un papel en las “ciencias nomotéticas” (von Wright). Además, como se desprende del pragmatismo e incluso de un cierto Popper, no sólo la implicación entre sujeto y objeto en la práctica de la investigación juega un papel en la propia constitución del objeto, sino !3 que, como ha mostrado Kuhn, la ciencia misma se asienta también sobre la historicidad humana. Más allá del historicismo, la historicidad continúa inquietando al pensamiento (y con ella la comprensión). Ésta orienta parte de la reflexión filosófica actual; sobre todo a las corrientes fenomenológicas que han desembocado en la analítica existencial heideggeriana y, más tarde, en la hermenéutica gadameriana. Para Heidegger, p.e., es la particular constitución ontológica del hombre, ante el que todo lo demás se presenta referido a su ser, lo que explica la temporalidad, sobre la que se levanta la historicidad y la comprensión humanas. Algo parecido es lo que pretenden explorar las líneas de pensamiento que apuntan al estudio de las formas narrativas –en las que se constituye tanto lo narrado cuanto el sujeto que (y para el que se) narra. Aquí podrían ser incluidas algunas de las reflexiones relevantes que han tenido lugar en el territorio de la filosofía analítica (Danto) y que han despertado en él un interés renovado por lo histórico; también la insistencia wittgensteiniana en el carácter descriptivo de la filosofía propone un trabajo conceptual trasnformado en una horizontalidad no reductible sin menoscabo a principios universales. Puede decirse, en fin, que en el haber del historicismo estaría la pérdida de la ingenuidad de la posición trascendental ilustrada, mientras que en el debe se encontraría el relativismo que ello trae consigo. Este relativismo pesa como una carga sobre la vida en las (cada vez más complejas) sociedades del fin del siglo XX, forzando a volver a pensar esa toma de conciencia sobre los límites de la ilustración que se ha denominado “historicismo”. BIBLIOGRAFÍA: BAUMGARTNER, H.M.: “Philosophie der Geschichte nach dem Ende der Geschichtsphilosophie”. En: Nagl-Docekal, H. (ed.), Ser Sinn der Historischen. Fischer. Frakfurt, 1996, págs. 151-172. CRUZ, M.: Filosofía de la Historia. Paidós. Barcelona, 1991. !4 DILTHEY, W.:Introducción a las ciencias del espíritu. Alianza. Madrid, 1980. DILTHEY, W.: Crítica de la razón histórica..Península. Barcelona, 1986. DANTO, A.C.: Analyttical Philosophy of History. Cambridge University Press, 1965. DRAY, W.: Laws and Explanation in History. Oxford. London, 1957. DROYSEN, G. Histórica. Lecciones sobre la enciclopedia y metodología de la historia. Alfa. Barcelona, 1983. GADAMER, H.G.: Verdad y método. Sígueme. Salamanca, 1988. HEIDEGGER, M.: Sein und Zeit. 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