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http://www.kavilando.org/index.php/2013-10-13-19-52-10/confllicto-social-y-paz/4949-resistencia-entrujillo-linealidades-y-complejidad-de-la-violencia Biblioteca K Multimedia Inicio Líneas Kavilando Confllicto Social y Paz Resistencia en Trujillo: linealidades y complejidad de la violencia. Resistencia en Trujillo: linealidades y complejidad de la violencia. Categoría: Linea Conflicto Social y Paz Publicado: Miércoles, 26 Octubre 2016 Por: Kavilando Armenia A la fecha, han pasado tres décadas desde el inicio de las masacres en el municipio de Trujillo en 1986.. Cabe mencionar que estas matanzas tienen como antecedente la violencia de los años 50´s entre “liberales y conservadores”, y posterior a ella, la disputa por el monopolio del poder político entre dos familias terratenientes. Esta confrontación visibilizó la lógica gamonal del exterminio, y la centralización del poder en estructuras criminales de base. Años después, surgirían luchas territoriales entre narcotraficantes, delincuencia emergente, y alianzas entre fuerzas al margen de la ley, y fuerzas del orden público. De esta trágica red de poderes destructivos, surgieron los más deplorables actos de lesa humanidad en contra de personas, familias y comunidades, pues fueron acusadas de colaboradoras, cómplices y simpatizantes de uno o varios bandos en disputa. Como consecuencia, la muerte llegaba por sospecha, se expandía en el rumor, en lo probable, en la ruptura indirecta de los toques de queda, de allí que la muerte fuese una consecuencia de la acción del otro, lo que tuvo como efecto la desnaturalización del morir y la naturalización de asesinatos, masacres y la sevicia. Treinta años después las victimas aún son presa de un nuevo enemigo: la impunidad. Por esto la reparación es percibida por ellos como el esclarecimiento de los hechos, con base en tres preguntas que permanecen sin respuesta: ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué aquí en Trujillo? ¿Para qué tanta matanza?, y pese a su constante demanda, la realidad es que nadie quiere responder. Las víctimas tienen claro que la reparación no se reduce a una cuestión monetaria o material, pues así como la experiencia es incomunicable, la violencia es también irreparable, lo que quiere decir que uno se aproxima a la reparación cuando hay claridad, restitución de la dignidad como continuum, y exista la oportunidad de elegir entre perdonar o no. Quizá por estas razones aun cuando la memoria reactive representaciones y sentimientos de dolor, en el discurso de estas personas no aparece la palabra venganza, ya que en el universo dialógico de sus inquietudes y denuncias, la “ley del talión” es un tercero excluido, que deja el escenario abierto para incluir el perdón, la verdad y la memoria como herramientas para subvertir el despotismo, y la linealidad de una violencia permanente que transforma sus espacios y contextos, que recodifica sus experiencias vitales y otorga contravalor a la existencia. La linealidad aquí referenciada implica que la violencia permanece como intención, herramienta y mecanismo de control social y eliminación selectiva, pues opera en torno a ideas maniqueistas, donde quien no es amigo se convierte en enemigo, lo cual instaura una bidireccionalidad anulativa y reductora per se. La violencia-lineal conlleva la linealización del ejercicio violento, es decir, las acciones que suscitan la subsistencia del terror, la memoria permanente del dolor, y la incredulidad ante los mecanismos de seguridad que ofrece el estado. La violencia-lineal es estructural, estructurada y estructurante, y por ello edifica modos estratégicos de concentrar el poder como probabilidad de ruptura de la equidad, de validación del exterminio y la sevicia, de legitimidad del absurdo. Dicha linealidad aboga por la re-simbolización negativa de las acciones de resistencia, favoreciendo las disidencias y rupturas de las organizaciones, además de incubar la apatía que impone la amnesia como recurso, dispersando las luchas por la dignidad, constriñendo cada emergencia creativa, limitando la reparación, al tiempo que, impulsa la lógica-ilógica de la degradación de lo humano, la multi-victimización aun en la reparación, y la nulidad del poder estatal que en su doble negación «no estoy de acuerdo con ninguna violencia» termina validando la violencia como ejercicio «estoy de acuerdo con todas». Es así que el uso de la violencia como argumento y herramienta para restituir la democracia, es antidemocrática, anti-dialógica, y deshumanizante en todo sentido. La violencia-democrática es lineal aun cuando muten sus formas de exterminio, pues se instala en nuevos actores sociales quienes parecen auto-legarse el sacro-santo derecho de la eliminación, el silenciamiento y la impunidad. Ejemplo de ello es la aparición de nuevas organizaciones delictivas «neo-bandolerismo», la incredulidad en las fuerzas del orden estatal que en el pasado operaron a favor de colores políticos, gamonales, narcotraficantes, bandoleros y otros criminales. Lo anterior tuvo como efecto la disipación y persistencia de un miedo que permanece latente en el tiempo, que se cuela entre los andenes y las casas, y según lo expresan las víctimas: “subsiste pegado al alma como un estigma”. Tras estos años de resistencia se ha producido la muerte por vejez de personas no-reparadas puesto que, tal como señalan las víctimas: “muchas se han ido muriendo sin una verdad que les alivie el alma… murieron esperando la reparación que nunca llegó”, lo que quiere decir que no pudieron dar otro sentido a su memoria. He aquí otra forma de violencia-lineal: dejar que el tiempo cure las heridas, dejar que “eso pase solo”, hacerse el de la “vista gorda” para no reivindicar los hechos, es decir, la “violencia del olvido”; asimismo sucedió –afirman- con un anciano que sentado en el parque del pueblo esperaba la llegada de sus tres hijos desaparecidos, pues aunque le decían que estaban muertos, decidió esperar “por si de pronto regresaban”, y así se quedó en esa silla hasta que un día murió de tristeza, murió en la espera. Para las víctimas esta es la peor de las violencias porque es “otra de las formas de impunidad... Quizás la peor de todas”. He aquí otro modo de violencia-lineal: esperar aun cuando se tiene la certeza de la injusticia, esperar en la desesperanza, en el antagonismo de lo no complementario (impunidad-restauración), y existir en la negación absoluta que sostiene la expectación, osea en la “violencia del no-olvido”. Lo que prima en este tipo de violencia no es la aceptación forzada de la pérdida, sino el mantenimiento, reproducción y disipación de las consecuencias violentas aún en las acciones de resistencia. De allí que la violencia-lineal desmigaje paulatinamente la vida de las víctimas, aminorando su resiliencia al socavar su cordura, generando desesperanza en lo posible y esperanza en lo imposible puesto que, es auto-resistente a la resistencia individual y colectiva. La violencia se cuela en la fortaleza que promueve la búsqueda de respuestas, y ante el silencio explicativo y el vacío de sentido, ofrece la venganza, la hybris o la locura como opciones de alcance inmediato. La esperanza-desesperanzadora emerge como registro de la linealidad de una violencia que subsiste bajo nuevas formas de simbolización, y constituye modos de resistencia-lineal, pues hace que las víctimas esperen ser resarcidas por un sistema que acoge la impunidad como decreto y el olvido por ley. De éste modo la violencia del no-olvido es una violencia en la esperanza. Ante estas linealidades la memoria es una forma de resistencia y la verdad de los hechos una necesidad esencial para la supervivencia. Las víctimas y líderes comunitarios en Trujillo están desapareciendo sin ser reparadas, las nuevas generaciones se muestran apáticas y reacias a preservar la memoria, y nadie responde las tres preguntas enunciadas. En consecuencia el vacío semántico rellena el territorio con silencios. La fortaleza de las víctimas es un ejemplo del que se puede aprender, una resistencia que tiene una complejidad de base que debe ser comprendida y acogida como oportunidad y desafío. Jose Alonso Andrade Salazar. Kavilando Armenia.