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Diócesis de Texcoco A. R De Catemahco a Tezcoco: origen y desarrollo de una ciudad indígena De Catemahco a Tezcoco: origen y desarrollo de una ciudad indígena es resultado de un amplio análisis histórico e historiográico de la ciudad de Texcoco a través de varios autores. Con este libro se funda un nuevo proyecto de estudios regionales para mayor conocimiento de la historia prehispánica, virreinal, eclesiástica, política y social. Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez Javier Eduardo Ramírez López (coord.) De Catemahco a Tezcoco: origen y desarrollo de una ciudad indígena, además de enriquecer con nuevos datos y desde una perspectiva novedosa, plural y sintética, la historia de Tezcoco, suscita una profunda relexión, abre un amplio horizonte y alienta asimismo futuras investigaciones. Patrick Johansson K. De Catemahco a Tezcoco: origen y desarrollo de una ciudad indígena Javier Eduardo Ramírez López (coord.) Para el tlamatini don Miguel León-Portilla Por sus 91 años de vida y su gran legado a través de enseñanzas, su amor a la historia de Tetzcoco y Nezahualcóyotl De catemahco a tezcoco: origen y Desarrollo De una ciuDaD inDígena BiBlioteca texcocana: 1 De catemahco a tezcoco: origen y Desarrollo De una ciuDaD inDígena Javier Eduardo Ramírez López coorDinaDor Patrick Lesbre • Pablo García Loaeza Gonzalo Tlacxani Segura • Antonio Varela Guillermo Hay Presentación de Juan Manuel Mancilla Sánchez Prólogo de Patrick Johansson K. Diócesis De texcoco a. r. texcoco 2017 Primera edición: 2017 D. R. © Diócesis de Texcoco A. R. Fray Pedro de Gante, núm. 2, Col. Centro, Texcoco, C. P. 56100, Estado de México, México. Tel. (595) 95 4 21 44 isBn: 978-607-97559-0-4 Javier Eduardo Ramírez López Diseño eDitorial y De portaDa Artemio Álvarez Carrera Leticia Domínguez Hernández Javier Eduardo Ramírez López revisión De estilo Portada: C. B. Waite, “Ruins of water fountain called Queen´s bath on Tetxcotzinco”, diciembre de 1904, en Rene D´Harnoncourt Photograph Collection, 1900-1925, Benson Latin American Collection, University of Texas at Austin, caja 1-B, foto 1303 (foto de Javier Eduardo Ramírez López). Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial, por procedimientos mecánicos o electrónicos, incluyendo fotocopia, grabación magnética, óptica y otros procedimientos que la técnica permita o que pueda permitirse en el futuro, sin la expresa autorización por escrito del editor. Impreso y hecho en Texcoco Printed and bounded in Texcoco ínDice Presentación Juan Manuel Mancilla Sánchez 9 Presentación Javier Eduardo Ramírez López 13 Prólogo Patrick Johansson K. 17 Estudios de Tetzcoco y Tezcoco: una aproximación a la legitimidad de su pasado Javier Eduardo Ramírez López 23 Boceto de historia prehispánica de Tetzcoco Patrick Lesbre 55 Tetzcoco en la Conquista Pablo García Loaeza 93 Tezcoco en el proyecto lingüístico e histórico de los franciscanos y jesuitas, 1523-1634 Javier Eduardo Ramírez López 119 Aproximaciones a la nobleza indígena tezcocana del primer siglo de la colonización Patrick Lesbre 161 Entre lo celestial y lo terrenal: presencia y desarrollo de las órdenes religiosas en el Tezcoco virreinal Gonzalo Tlacxani Segura 199 Cacicazgo, religión y sociedad mestiza de Tezcoco, 16001790 Javier Eduardo Ramírez López 219 Apéndice I El primer libro de historia de Texcoco escrito por Antonio Varela Javier Eduardo Ramírez López Gonzalo Tlacxani Segura 261 Apéndice II El interés geográico y ambiental sobre Texcoco escrito por un extranjero: el caso de Guillermo Hay Gonzalo Tlacxani Segura 291 Los autores 318 EntrE lo cElEstial y lo tErrEnal: prEsEncia y dEsarrollo dE las órdEnEs rEligiosas En El tEzcoco virrEinal Gonzalo Tlacxani Segura Facultad de Filosofía y Letras, unam tlacxanisg@gmail.com l valle de Tezcoco, por su privilegiada ubicación geográica, fue una zona próspera en el cultivo de cereales durante los primeros dos siglos de vida del virreinato de la Nueva España, entre los que destacaban el maíz, el trigo y las habas, junto a la abundante producción de pulque extraído de los magueyes.1 La combinación del clima templado y el largo periodo de lluvias dieron como resultado que las fértiles tierras tezcocanas produjesen abundantes cosechas de calidad, las cuales competían con las distintas mercaderías provenientes E 1 Para la primera mitad del siglo xviii, el contador real José Antonio de Villaseñor y Sánchez señala, en su relación geográica Theatro Americano, que la ciudad de Tezcoco y los pueblos pertenecientes a su jurisdicción gozaron de una gran opulencia desde los tiempos de Nezahualcóyotl hasta las primeras décadas posteriores a la Conquista. Esta situación sufrió un revés a partir de la desecación de los lagos de Tezcoco y Zumpango —que inundaban la Ciudad de México al rebasar su caudal— que los hizo inútiles para la navegación y el intercambio comercial, originando así un proceso decadencia de la zona. Véase: José Antonio de Villaseñor y Sánchez, Theatro Americano…, edición y estudio preliminar de Ernesto de la Torre Villar y estudio introductorio de Alejandro Espinosa Pitman, México, Coordinación de Humanidades-unam, 2005, pp. 235-236. De Catemahco a Tezcoco de los distintos puntos de la cuenca del Anáhuac que llegaban a los embarcaderos de la Viga de la Ciudad de México. Fue en este pintoresco escenario de frondosas arboledas2 que tuvieron cabida los primeros años de lo que el historiador francés Robert Ricard ha llamado “la conquista espiritual”.3 Unos meses antes de la caída de México-Tenochtitlan, la ciudad de Tezcoco se convirtió, junto con la ciudad de Tlaxcala, en baluarte y forjadora de la evangelización novohispana en el que trabajaron personajes de la talla de fray Bartolomé de Olmedo O. M., fray Toribio de Benavente (Motolinía) O. F. M., y fray Pedro de Gante O. F. M. Dentro de este contexto fue imprescindible el ahínco que puso la Orden de San Francisco en la tarea de cristianizar a los distintos pueblos de indios del valle de Tezcoco, enseñandoles la doctrina católica para que abandonasen las antiguas tradiciones paganas o diabólicas —que representaban para los misioneros las antiguas religiones prehispánicas—, y la lengua castellana en su vínculo con la adopción de nuevas normas sociales para la vida cotidiana.4 Alrededor del nuevo modus vivendi que se encontraban construyendo los primeros frailes franciscanos del convento de San Antonio entre los distintos habitantes de esta región a partir del siglo xvi, observamos la presencia de otras órdenes religiosas dispersas en los dieciséis pueblos que conformaban a la jurisdicción de Tezcoco en el periodo colonial. En lo que respecta a este breve estudio, me he enfocado en la huella que dejaron tres religiones —mercedarios, jesuitas y juaninos— en la principal gobernación de indios de esta jurisdicción, labor que, a pesar de haber sido menor a la desempeñada por los franciscanos, no fue desdeñable en términos históricos por los valores que impregnaron en 2 Antonio García Cubas, Diccionario geográico-mexicano, México, Imprenta del Gobierno, 1888, tomo 1, p. 442. 3 Véase, Robert Ricard, La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la Nueva España de 1523-1524 a 1572, traducción de Ángel María Garibay K., México, fce, 2013, pp. 9-24. 4 Ibid., pp. 165-171. Es importante señalar que fray Pedro de Gante fundó en Tezcoco la primera escuela en América en la que se enseñó latín y castellano, así como de los oicios de sastrería, carpintería y bordado a los indios. Ello sin olvidar que fue el primer misionero en escribir en lengua náhuatl el primer catecismo para enseñar la doctrina cristiana. 200 Entre lo celestial y lo terrenal el ámbito sociocultural de la Nueva España. Si bien es cierto que el título de este artículo reiere a la presencia cristianizadora de las otras órdenes religiosas en la región de Tezcoco, sería errado señalar que los juaninos o los mercedarios no tuvieron injerencia en este proceso de “la conquista espiritual”. No desempeñaron un papel protagónico como los franciscanos, los dominicos y los agustinos, pero sí de tipo secundario en el auxilio de almas y en el reforzamiento económico de la Iglesia mendicante en el territorio americano a partir de la proliferación de la igura de la hacienda eclesiástica.5 Tomando en consideración que en este libro se incluye un artículo dedicado exclusivamente a la labor realizada por los franciscanos del Convento de San Antonio de Tezcoco, por las mismas razones que demandaron su realización decidimos no analizar en este estudio los trabajos y desempeños —en el contexto novohispano— de los agustinos del convento de Acolman y de los dominicos del convento de Tepetlaoxtoc, al considerar que cada una de estas órdenes merecen un estudio por separado. merceDarios y jesuitas. la figura De la hacienDa novohispana como vinculo religioso Como se ha señalado hasta el momento, los padres de la Orden de San Francisco tuvieron un papel protagónico como artíices de la evangelización del valle de Tezcoco durante las primeras décadas del expansionismo español en la América Septentrional, una vez lograda la caída de la Ciudad de México-Tenochtitlan en 1521. En este contexto, la aparición de los dominicos y los agustinos —como apoyo a la labor que venían realizando los franciscanos desde 1523 con el grupo de fray Pedro de Gante— fue de gran trascendencia, como veremos brevemente a continuación. 5 La orden hospitalaria de San Juan de Dios, cuyos miembros comúnmente fueron llamados como los juaninos, no tuvo un papel activo en el proceso de “la conquista espiritual” en la Nueva España, situación que la coloca en un segundo plano como reforzadora de la acción llevada a cabo por las tres grandes órdenes evangelizadoras (franciscanos, dominicos y agustinos) mediante la impartición de algunos sacramentos, como el de extremaunción. 201 De Catemahco a Tezcoco Por orden cronológico de aparición, la presencia de los primeros dominicos en la región de Tezcoco podríamos situarla entre 1535 y 1538 a partir de la fundación de la iglesia y convento de Santa María Magdalena en el pueblo de Tepetlaoxtoc, de población mayoritariamente indígena localizada entre la ciudad de Tezcoco y Otumba.6 La participación evangelizadora encabezada en estos años por fray Domingo de Betanzos coincidió con su etapa ascética por lograr la comunicación con Dios mediante la contemplación, la cual podía ser alcanzada mediante la alternancia entre la vida en completa soledad y la vocación apostólica que venía desarrollando activamente con los frailes que gobernaba en su calidad de provincial.7 Esta primera fundación conventual surgida durante el provincialato de Betanzos estuvo llena de “glorias y prodigios” en sus primeros años, destacando el asunto de la conversión cristiana que hicieron los religiosos de los naturales, tal y como señala el cronista dominico fray Agustín Dávila Padilla en su historia de la Provincia de Santiago de México.8 Dentro de esta línea expansionista, correspondiente a la primera década de la evangelización en la región de Tezcoco en dirección hacia Otumba, los franciscanos siguieron ediicando conventos en Jilotepec, Chalco y Tlamanalco; fue el más importante de estos el de Acolman, cuyas obras de la primitiva iglesia y claustro dieron inicio entre 1524-1529 por iniciativa de fray Andrés de Olmos. Mientras consolidaban sus establecimientos conventuales los franciscanos y los dominicos dentro de la jurisdicción de Tezcoco, los primeros religiosos agustinos hicieron su entrada solemne a la Ciudad de México en 1533, insertándose como continuadores del proceso de “la conquista espiritual”. Centrándonos en el caso agustino, después de adquirir los religiosos un solar al sur-poniente de la plaza de armas de la capital novohispana como producto de la recolección de distintas 6 Véase Pedro Fernández Rodríguez, Los dominicos en el contexto de la primera evangelización de México, 1526-1550, Salamanca, San Esteban, 1994, p. 12. 7 Ibid., pp. 235-236. Durante la ediicación de la iglesia y convento de Santa María Magdalena, fray Domingo de Betanzos mandó construir en la sección de la huerta un eremitorio para lograr su comunicación mística con Dios. 8 Véase Agustín Dávila Padilla, Historia de la fundación y discurso de la provincia de Santiago de México de la orden de Predicadores, prólogo de Agustín Millares Carlo, México, Academia Literaria, 1956, p. 47. 202 Entre lo celestial y lo terrenal limosnas para levantar su primer convento, pronto se encontraron con la diicultad económica de poder dar continuidad a la obra. Por lo que el obispo de México, fray Juan de Zumárraga, al ver su desgracia intercedió ante el Consejo de Indias para pedir fondos y pueblos en encomienda para el lorecimiento agustino en estas latitudes.9 Fue en el otorgamiento de las mercedes reales a la Orden de San Agustín que iguró la región de Tezcoco, al solicitárseles a los franciscanos que cedieran el pueblo de Acolman —con iglesia y convento aún en construcción— para que los agustinos pudiesen hacer uso de las riquezas materiales de la población con la inalidad de dar continuidad a las obras del Convento de San Agustín de México y seguir evangelizando a los indios de este lugar.10 Modiicada la advocación franciscana del convento de Acolman por la protección de uno de los padres de la Iglesia, que fue San Agustín de Hipona, los nuevos religiosos propietarios del inmueble reanudaron la construcción del recinto conventual hacia 1536. Delimitada a inales del siglo xvi la presencia y acción evangelizadora de los franciscanos a la región central del valle de Tezcoco, la aparición de dos nuevas órdenes religiosas en esta zona de acción resultó contrastante dentro del proceso de “la conquista espiritual”, al verse circunscritas, ante todo, al aspecto económico que al espiritual. De esta manera, la Orden de la Merced y la Compañía de Jesús ocuparon una función “secundaria” en el proceso cristianizador de la sociedad tezcocana, mediante un proceso económico dual entre las comunidades de indios y los religiosos a partir de la adquisición que hicieron de haciendas ganaderas y de cultivo. Dando prioridad al grado de inluencia socioeconómica que cada orden sostuvo en la zona, examinemos primeramente la presencia de los jesuitas en Tezcoco. 9 Véase Rafael Fierro Gossman, Templo del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo. Museo de la Luz, 400 años de la historia, México, DgDc-unam/Museo de la Luz, 2003, p. 29. 10 Uno de los mejores trabajos sobre los primeros años de la Orden de San Agustín en la Nueva España, en la que se dedica apartado especial a la fundación de Acolman, es el del historiador Antonio Rubial García, El convento agustino y la sociedad novohispana, 1533-1630, México, iih-unam,1989. 203 De Catemahco a Tezcoco Con un breve esbozo histórico, los primeros quince miembros de la Compañía de Jesús llegaron a la Nueva España en 1572 a instancias de las autoridades civiles y eclesiásticas. Desde su establecimiento, su labor se enfocó en la educación y atención de almas dentro de la sociedad de origen español,11 razón por la que, al no dedicarse a la recreación conventual —como lo tenían establecido otras corporaciones religiosas—, pudieron desarrollar una serie de conocimientos teológicos, cientíicos y humanísticos como lo evidenciaron la serie de tratados y escritos realizados por personajes como Francisco Xavier Clavijero y Diego José Abad. Para lograr el establecimiento de la Compañía y el lorecimiento de sus colegios e iglesias dentro de las principales ciudades españolas, requirieron del apoyo político y económico de distintas personalidades de la administración novohispana como fueron los virreyes, los obispos, los cabildos y, sobre todo, de promotores laicos que dotaron a los jesuitas de tierras y bienes para su manutención. A partir de la riqueza económica que lograron reunir en tan corto tiempo, los ignacianos atrajeron almas piadosas mediante el pulpito, el confesionario y la cátedra. Los recursos obtenidos fueron canalizados en la inversión de propiedades rurales como lo fueron las haciendas, las cuales sostuvieron económicamente —mediante su producción— las distintas actividades y proyectos religiosos al interior de la provincia jesuítica: ediicación y permanencia de colegios y de las misiones del norte.12 En lo que concierne a la jurisdicción de Tezcoco, en 1699 la Compañía de Jesús efectuó la compra de las haciendas de Nuestra Señora de la Concepción, Nuestra Señora de la Soledad, San Bernardino de Huexotla y San Pablo Nativitas a don Francisco Antonio de Medina y Picasso, caballero de la orden de Santiago y tesorero de la Real Casa de Moneda de la Nueva España. Todas ellas se unieron en una sola gran hacienda que llamaron de Nuestra Señora de la Concepción Chapingo, la cual estuvo bajo la administración y 11 Antonio Rubial García (coordinador), La iglesia en el México colonial, México, iihde Educación y Cultura, 2013, pp. 187-190. 12 Véase Ignacio del Río, Conquista y aculturación en la california jesuítica, 1697-1768., México, iih-unam, 1998, pp. 51-53. unam/icsyh-Buap/Ediciones 204 Entre lo celestial y lo terrenal vigilancia directa del Colegio de San Andrés de la Ciudad de México. Otras haciendas jesuíticas colindantes con la de Chapingo fueron las de Santa Lucia (con sede administrativa en Pachuca) y la de San José Acolman, las cuales fueron adquiridas por compra a particulares entre los siglos xvi y xvii.13 Poco interesa en este punto ahondar en los antecedentes de la formación y propietarios que tuvieron las cuatro haciendas que dieron forma a la gran hacienda de Chapingo. Sólo basta señalar que éstas pasaron por las manos de distintos personajes civiles que las fueron acrecentando mediante la compra/venta o despojo de tierras —a partir de juicios civiles— a las comunidades vecinas de indios o adquiriéndolas a manos de la Iglesia, como lo fue la hacienda de Nuestra Señora de la Concepción que perteneció brevemente (16161624) al Convento de la Pura y Limpia Concepción.14 Los jesuitas fueron dueños de la hacienda de Nuestra Señora de la Concepción de Chapingo durante 68 años (1699-1767), corto periodo que les permitió explotar la producción y utilidades de las hectáreas de tierras a partir de su visión de comercialización para expandir el patrimonio económico de la Compañía de Jesús en la Nueva España, el cual pronto rivalizó en el ejercicio y dominio de poder con los hacendados locales y las autoridades reales.15 La expansión territorial que hicieron los jesuitas de la hacienda de Chapingo les generó una serie de problemas jurídicos con los naturales de las comunidades aledañas a raíz de que “la citada provincia celebró algunas permutas con varios vecinos e indios para quitarlos de ellas y dejar redondas sus tierras”.16 Situación que tuvo como principal factor desencadenante la 13 Silvia González Marín, Historia de la hacienda de Chapingo, México, uach, 2001, pp. 58-59. En lo que respecta a las haciendas colindantes con la de Chapingo, es interesante hacer notar que los jesuitas anterior a su establecimiento en Tezcoco vendían la producción de la lana de su hacienda de Santa Lucia en esta esta jurisdicción civil: véase Herman W. Konrad, Una hacienda de los jesuitas en el México colonial: Santa Lucia. 1576-1767, traducción de Mercedes Pizarro, México, fce, 1989. 14 Silvia González Marín, op. cit., 2001, p. 59. 15 François Chevalier, “La formación de los grandes latifundios en México: tierra y sociedad en los siglos xvi y xvii”, en Problemas agrícolas e industriales de México, vol. 8, núm. 1, 1956, p. 108. 16 Cita de un documento proveniente del Archivo de Terrenos Nacionales perteneciente a la Secretaria de la Reforma Agraria, en el ramo de composición, en: 205 De Catemahco a Tezcoco intención de los jesuitas de adquirir las fértiles tierras que bordeaban el lago de Tezcoco para la producción de artículos —como la lana— que vendían en distintos mercados indígenas.17 Dentro de los pleitos jurídicos que se suscitaron durante el siglo xviii entre la Compañía de Jesús y distintos particulares, se pueden mencionar aquellos con el pueblo de Huexotla y algunos hacendados españoles como Nicolás de Rivas; fue el juicio más largo —en la etapa jesuítica— de la hacienda de Chapingo el que tuvo con una comunidad indígena durante 41 años.18 Ahondando en la vida al interior de la hacienda de Chapingo y en las labores ejercidas por los religiosos con sus trabajadores, se puede mencionar que, al comprar la Compañía de Jesús el conjunto de cuatro haciendas a don Francisco Antonio de Medina y Picasso por la cantidad de 38 mil pesos y de reunirlas en una sola propiedad, se hicieron importantes innovaciones para acrecentarla y hacerla potencialmente productiva. La casa principal fue remodelada y se le hizo un segundo piso, se introdujeron nuevas técnicas de labor, se construyeron obras de infraestructura para el riego de las tierras, se adhirieron nuevas tierras para trabajo, se privilegió el cultivo del trigo, se modiicó la capilla, entre otras acciones que la hicieron la hacienda predominante de la región de Tezcoco durante el siglo xviii, en palabras del estudioso francés François Chevalier.19 En lo que respecta a su administración, al estar sujeta a la protección del Colegio de San Andrés los jesuitas fueron cuidadosos de vigilar su desempeño productivo y canalizar los mercados para la venta de sus productos a partir de la igura del rector del colegio. Mientras que el padre administrador velaría por la contabilidad de la producción y el inanciamiento de la misma junto al pago de salarios de los trabajadores. Silvia González Marín, op. cit., 2001, p. 66. 17 Ibid., pp. 53-54 y 66. 18 Silvia González analiza brevemente en su estudio de la hacienda de Chapingo algunos de los casos que enfrentaron los jesuitas con los distintos particulares, expedientes que se encuentran actualmente en el Archivo General de la Nación de México en el ramo de Tierras: Ibid., pp. 68-70. 19 François Chevalier, op. cit., 1956, p. 213. 206 Entre lo celestial y lo terrenal Sobre la comunicación que tenía el administrador jesuita con los trabajadores —que iban desde los sirvientes hasta los arrendatarios—, el pago de los salarios y el trato directo con ellos fue de vital importancia como parte de su espíritu religioso. Se procuró que tuviesen buenos salarios acordes a las actividades que desempeñaban en la hacienda, evitando que tuviesen deudas con el administrador a causa de pedir elevados préstamos para solventar compromisos sociales o religiosos, como lo fueron cumpleaños o bautizos. Por otro lado, el pago de una cierta ración en especie para los trabajadores, junto a la predica del sermón y de ciertos oicios divinos a cargo del capellán, hicieron que el sistema económico de la hacienda jesuítica fuese más humano en comparación con el practicado en las haciendas particulares de españoles. Para redondear este breve pasaje de la Compañía de Jesús en Tezcoco, valdría la pena señalar que, a pesar de no haber desarrollado una injerencia social importante en términos religiosos dentro de la población que vivía al interior y al exterior de la hacienda, los jesuitas contribuyeron a acelerar –junto a las haciendas de Molino de Flores, Acolman, Santo Tomás y Tepetitlán– la depresión económica que vivía la región tezcocana. Situación que desde inales del siglo xvii se venía manifestando mediante los trabajos de desecación del lago que hacían incomunicables las redes comerciales entre las ciudades de Tezcoco y México, provocando el estancamiento de la producción agrícola dentro del mercado de consumo local lo que originó, a su vez, que la mano de obra indígena se fuese a trabajar a las distintas haciendas de la región.20 Tomando en cuenta este factor desencadenante, debemos destacar que la mayor parte de los pleitos jurídicos entre la hacienda de Chapingo y los pueblos de indios vecinos tuvieron como motivos principales la posesión de la propiedad y la utilización de los recursos que de ella se podrían obtener. Lo que a su vez evidenció el forcejeo de intereses entre la hacienda jesuítica y los indios que, en el caso de la primera, buscaba la expansión de sus dominios y la explotación de la tierra para obtener beneicios económicos para el sustento de 20 Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810), traducción de Julieta Campos, México, Siglo xxi Editores, 1975, pp. 248, 371-373. 207 De Catemahco a Tezcoco una corporación religiosa. Mientras que el segundo grupo buscaba defender una estructura económica tradicional que la hacienda frenaba. Como resultado de esta lucha por la tierra, se entiende que la igura de la hacienda desplazó del mercado de abastecimiento primario a las comunidades indígenas para vender sus productos a altos precios, evitando la competitividad e incorporando, a su vez, a los exproductores a las labores de producción agrícola y ganadera.21 Deinido el panorama de la hacienda jesuítica dentro de la jurisdicción tezcocana, revisemos a continuación la situación que enfrentó el caso mercedario. Conocedores del descubrimiento de América, distintos miembros de la Orden de la Merced pasaron a los territorios descubiertos como sacerdotes y capellanes de los ejércitos conquistadores. Destacando entre sus ilas, el aclamado fray Bartolomé de Olmedo quien tuvo un papel político simbólico dentro de la campaña militar de Hernán Cortés. Establecidos en Guatemala, donde fundaron la Provincia de la Presentación de Nuestra Señora en 1563, la orden militar de la Merced pasó por un proceso de reforma de sus estatutos internos para adaptarse a los de tipo mendicante y gozar, como los dominicos y agustinos, de los beneicios que tenían aquellas órdenes que habían encabezado el proceso de la “conquista espiritual”.22 Entre 1565 y 1616 la Orden de la Merced extendió sus fundaciones hacia el territorio de la Nueva España, argumentando —en un primer momento— la necesidad de fundar una casa conventual para que sus religiosos pudiesen acudir a tomar cursos en la Real y Pontiicia Universidad de México. Argumento al que después se incorporó la necesidad de fundar conventos en el camino de Oaxaca a México como escalas de hospedaje. De esto se valdrían, a partir de 1604, 21 Sobre la prosperidad que gozaban las haciendas jesuíticas en la jurisdicción de Tezcoco como producto de las conlictivas relaciones entre la Compañía de Jesús con las comunidades indígenas, véanse los siguientes documentos: “Memoria de cereales de 1738”, en Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Dr. Eusebio Dávalos Hurtado” (en adelante Bnah)1ra Serie de papeles sueltos, microilm 47, leg. 6, núm. 3, f. 132 y “Juan Pablo de Vega y Vic, Hacienda San José de Acolman”, en Bnah, ra Serie de papeles sueltos, microilm 47, leg. 6, núm. 5, f. 122-124. 22 María del Carmen León Cázares, Reforma o extinción: un siglo de adaptaciones de la orden de Nuestra Señora de la Merced en Nueva España, México, iif/iih-unam, 2004, pp. 41-107. 208 Entre lo celestial y lo terrenal para pedir a las autoridades reales el crear una nueva provincia ante las diicultades de comunicación que existían entre los conventos guatemaltecos y los novohispanos, aunado a la casi nula visita que había hecho el provincial de las nuevas casas en el camino a México.23 Fue en este escenario de negociaciones políticas —por las fundaciones conventuales y de separación en provincia aparte de la de Guatemala por parte de los mercedarios— que apareció el nombre de la ciudad de Tezcoco. De acuerdo al Pedimento ante el marqués de Montesclaros… que hicieron los religiosos, éstos solicitaron al virrey y a la Real Audiencia de México las facilidades necesarias para separar las casas mercedarias de Nueva España de las de Guatemala mediante la conformación de una nueva provincia religiosa. Se mencionó a la población de Tezcoco, junto a otras ciudades que integraban a la jurisdicción del arzobispado de México, debido a que los vecinos españoles habían invitado a los mercedarios para fundar conventos, ofreciéndoles para ello recursos materiales y monetarios que garantizasen su sostenimiento.24 A partir de las noticias históricas que conocemos actualmente, se sabe que no existió una fundación mercedaria en Tezcoco, asimismo, no se sabe que hayan existido gestiones para realizar la fundación en esta ciudad ya que el archivo provincial de los mercedarios desapareció hace algunos siglos como producto de un incendio. De lo que sí podemos tener conocimiento, a partir de otros archivos donde quedaron asentadas las acciones y decisiones que formaron parte de la vida político religiosa de la Orden de la Merced en la Nueva España, es que existieron haciendas agrícolas y mixtas bajo el control de los religiosos en Tezcoco y Calpulalpan.25 Casos de los que tenemos un total desconocimiento documental en lo que respecta a su administración y producción, no obstante debieron de haber tenido un desarrollo histórico cercano o igual al de la hacienda de Nuestra Señora de la Concepción de Chapingo. 23 Antonio Rubial García, op. cit., 2013, pp. 184-185. 24 María del Carmen León Cázares, op. cit., 2004, p. 196. 25 Véase Leticia Pérez Puente, Tiempos de crisis, tiempos de consolidación. La catedral Metropolitana de México, 1653-1680, México, Centro de Estudios sobre la Universidadunam/Plaza y Valdés/El Colegio de Michoacán, 2005, p. 232. 209 De Catemahco a Tezcoco De la primitiva labor evangelizadora en Tezcoco a cargo de los mercedarios, insoslayable sería no hablar de la presencia de fray Bartolomé de Olmedo como pilar de esta empresa cristiana en la región.26 Los cronistas mercedarios de la provincia novohispana de la Visitación de Nuestra Señora, como fray Cristóbal de Aldana, se preocuparon por exaltar la igura del capellán mercedario que acompañó a las huestes de Cortés en la campaña expedicionaria/ conquistadora de México como elemento simbólico y cohesionador de españoles e indios hacia un camino en común: la cristianización del Nuevo Mundo y la caída de México-Tenochtitlán.27 Sobre esta última airmación, observamos que el bautismo realizado por Olmedo a los señores de Tezcoco y Tlaxcala —anterior a la consumación de la Conquista—28 adquirió un invaluable valor político al establecer, a partir de la religión, una serie de alianzas militares en las que los españoles pudiesen hacerse de “indios amigos”. Acción que fue realizada para engrosar las ilas de sus ejércitos camino a las distintas conquistas y sometimientos que emprendieron en la América Septentrional. Como señala María del Carmen León Casares, dentro de este escenario bélico adquirió una notable signiicación fray Bartolomé de Olmedo en una doble función política, por un lado, en su condición de clérigo regular como promotor de la extensión del cristianismo en Tierra Firme y por el otro, como político que consolidó las alianzas militares para su capitán, don Hernando Cortés. Asegurando de esta manera la eminente caída de un enemigo común para los distintos pueblos de la región central de México, los mexicas.29 26 Antonio Rubial García, “Fray Bartolomé de Olmedo: la construcción de una igura heroica en el espejo de la literatura y el arte”, en Revista de la Universidad de México, vol. 55, núm. 596, 2000, p. 50. 27 Cristóbal de Aldana, Crónica de la Merced de México, edición de Federico Gómez de Orozco, México, Sociedad de Biblióilos Mexicanos, 1929. 28 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas, estudio introductorio y un apéndice de Edmundo O’Gorman, prólogo a la edición facsimilar de Miguel León Portilla, México, Instituto Mexiquense de Cultura/iih-unam, 1997, vol. 2, p. 492. 29 María del Carmen León Cázares, op. cit., 2004, pp. 232-237. 210 Entre lo celestial y lo terrenal los juaninos al servicio De la saluD y De la fe: la presencia De las órDenes hospitalarias La participación de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en la Ciudad de Tezcoco ha sido un tema muy poco estudiado entre los historiadores por la escasa existencia documental que tenemos sobre su labor activa entre los siglos xvii y xix, tal y como lo demuestran los trabajos de Joseina Muriel, Hospitales en la Nueva España (1956); Ana Ortiz Islas Los hospitales de la Orden de San Juan de Dios en la Nueva España: siglos xvii-xviii (2004); Solange Alberro, Apuntes para la historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en la Nueva España-México… (2005), y Javier Eduardo Ramírez López, Catalogo de fuentes para la historia en Tezcoco (2017). La mayoría de estos estudios, como apunta Ramírez López, han realizado aportaciones muy importantes para lograr un mayor acercamiento y comprensión histórica de la relación que existió entre los juaninos y la sociedad tezcocana en el periodo novohispano. Labor realizada a partir de la consulta documental en distintos repositorios nacionales, no obstante guiados por la idea de que el archivo del convento-hospital desapareció en los siglos xix-xx. Situación que desmiente este historiador al localizar en el Archivo Histórico del Convento Franciscano y Parroquia de San Antonio en Texcoco, actualmente sede de la Catedral de la Inmaculada Concepción algunos de los libros de enfermos que fueron registrados en el inventario de inmuebles, así como documentación del hospital de 1826 a manos de los franciscanos.30 Durante el siglo xvi el sistema hospitalario en la Nueva España estuvo bajo el cuidado y sostenimiento de las autoridades eclesiásticas, así como de la caridad de poderosos miembros de la sociedad española como Hernán Cortés, quien fundó el hospital de Jesús para pobres españoles.31 Por su parte las primeras órdenes encargadas de la evangelización americana, en particular los franciscanos, fundaron 30 Javier Eduardo Ramírez López, Catálogo de fuentes para la historia franciscana en Tezcoco, vol. 1, presentación de Juan Manuel Mancilla Sánchez y prólogo de Miguel León-Portilla, Texcoco, Diócesis de Texcoco A. R./Centro de Estudios Históricos y Sociales de Texcoco “Lorenzo Boturini Benaduci” A. C., cap. 2 (en prensa). 31 Antonio Rubial García, op. cit., 2013, p. 185. 211 De Catemahco a Tezcoco hospitales en la capital y en las ciudades de provincia para atender a indios, esclavos y castas ante la oleada de epidemias que azotaron al territorio en este siglo. Fue en el proceso de apertura de nuevos hospitales entre el siglo xvi-xvii para enfermedades especiales, como el de San Hipólito para enfermos mentales y el de San Lázaro para leprosos, que aparecieron las primeras órdenes hospitalarias en la Nueva España, tal y como lo fue la Orden de San Juan de Dios. En 1604 le fue entregado el hospital de Nuestra Señora de los Desamparados (la Epifanía) para su cuidado y atención. Al constituirse la orden hospitalaria de los juaninos bajo ciertas características de provincia religiosa —que más tarde llamaron del Espíritu Santo—, y al tener como casa matriz el hospital de la Epifanía y su convento como noviciado y colegio para la preparación de la ordenación sacerdotal, la orden se extendió rápidamente por todo el territorio novohispano en menos de un siglo entre las principales ciudades y reales de minas haciéndose cargo de más de treinta hospitales en funciones, abandonados y en difícil situación inanciera.32 Asentados los religiosos en la Nueva España, Guatemala y las Islas Filipinas, a partir de 1750 sus nuevos hospitales dieron un nuevo giro al establecerse en “poblados de segundo orden” como Campeche, Tezcoco, San Juan del Río, Pátzcuaro, Toluca, Colima, Orizaba, Celaya, entre otras ciudades. En lo que reiere a Tezcoco, la orden de los juaninos se estableció en la jurisdicción civil en la última década del siglo xvii, terminando de levantar el hospital-convento en 1695 bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores y no de Nuestra Señora de los Desamparados, como apuntó Joseina Muriel.33 La atención hospitalaria que inauguraron los juaninos en la región vino a sustituir a la decadente que brindaba el Real Hospital de Indios de la ciudad, el cual estaba bajo la administración de los franciscanos. Obtenidos los permisos civiles y eclesiásticos para su operación,34 en 1699 el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores entró en servicio. No se tienen cifras 32 Ibid., pp. 185-187. 33 Joseina Muriel, Hospitales de la Nueva España. Fundaciones de los siglos xvii y xviii, México, iih-unam/Cruz Roja Mexicana, 1991, tomo 2, p. 79. 34 Ibid. 212 Entre lo celestial y lo terrenal sobre la atención de los enfermos a manos de los juaninos durante los primeros años, como tampoco detalles sobre el costo y tiempo de la fábrica del hospital-convento. Sin embargo, los ocho libros sobre la atención a enfermos —que registran casi un siglo de historia del establecimiento— nos permiten observar la atención que recibieron españoles, mestizos, indios, negros y diferentes castas por la epidemia del Matlazahuatl, así como de distintas enfermedades que, en igual o menor medida, atentaban contra la vida humana (véase imagen 1).35 De acuerdo con los registros de 1724 a 1821 (este último año del desmantelamiento de las órdenes hospitalarias de México), los juaninos albergaron cerca de una docena de camas, las cuales se encontraban separadas en secciones para hombre y mujeres. De acuerdo con Joseina Muriel, en los primeros 50 años de vida del hospital texcocano fueron atendidos 256 enfermos de ambos sexos, de los cuales fallecieron 67; cifra que, en el contexto general de la orden hospitalaria en la Nueva España, fue relativamente baja al recibir en promedio en otros hospitales la cantidad de 128 pacientes por año.36 En lo que respecta a la atención hospitalaria, fueron destinados cuatro religiosos —cuya preparación y conocimientos médicos eran diversos— para la atención de los enfermos en colaboración de laicos que auxiliaban como enfermeros, a lo que debemos añadir que aquellas enfermedades como la lepra y la locura fueron canalizadas a hospitales especiales a cargo de la orden hospitalaria, como el de San Lázaro. Examinando el tema del sustento económico del hospital-convento, se desconoce el costo por haber recibido ayuda médica por parte de los juaninos, únicamente se conocen los distintos donativos que recibió para su sustento, como aquel de Isabel de Espinoza quien dejó en 1705 en su testamento un pedazo de tierra para el hospital.37 A pesar de las aportaciones de distintas almas caritativas y reconocidas al interior de la sociedad, el conjunto hospitalario vivió con un eterno déicit iscal al recaudar anualmente por servicios de curación y limosnas cerca de 1,100 pesos que no alcanzaban a cubrir lo que, por ejemplo, informó de gastos entre 1718 y 1722 fray Agustín Xil Perdigón, prior del 35 Javier Eduardo Ramírez López, op. cit. (en prensa). 36 Joseina Muriel, op. cit., 1991, pp. 80-81. 37 Javier Eduardo Ramírez López, op. cit. (en prensa). 213 De Catemahco a Tezcoco Convento: 5,663 pesos y tres tomines en gastos ordinarios y misas; 182 pesos con cuatro tomines para el pago a los religiosos por las misas, y 626 pesos y cinco tomines para los gastos de la botica.38 Cantidad que superaba con creces la recaudación anual y que muchas veces tenía que ser cubierta mediante servicios extraordinarios, como el servicio a ricos españoles, a lo que se sumaba el mantenimiento del conjunto que formaban la iglesia con sus retablos barrocos y el hospital-convento integrado por un cuarto de predicadores, los corredores altos y bajos, la sala de San Rafael, la sala de Jesús, la sala de María, las habitaciones, la cocina y el depósito de cadáveres.39 El hospital de Nuestra Señora de los Dolores cerró sus puertas en 1821 como resultado del decreto de expulsión de las órdenes hospitalarias del virreinato. El inmueble pasó por distintas funciones desde ese año hasta nuestros días, fue sede de los Supremos Poderes del Estado Libre y Soberano de México en 1827, así como institución de educación básica (actualmente); sin olvidar el estado en que se conserva el templo, el cual es deplorable. algunas consiDeraciones Poco se tiene que agregar hasta este punto sobre la inluencia directa e indirecta que ejercieron las órdenes religiosas estudiadas en el proceso cristianizador de la jurisdicción de Tezcoco. Razón que no nos dispensa de señalar las problemáticas de investigación a las que nos enfrentamos en la elaboración de este artículo, como fueron la escasa producción historiográica en torno a la Orden de la Merced y a la Orden de San Juan de Dios. A lo que se agrega la casi nula documentación existente de la época para el estudio de estas corporaciones religiosas, ya sea porque los archivos de éstas desaparecieron hace algunas décadas o por encontrase traspapelados documentos dentro de archivos locales, como el Archivo Histórico del Convento Franciscano y Parroquia de San Antonio en Texcoco, sede en la Catedral de la misma ciudad. 38 Agustín Xil Perdigón, “Informe del Convento de San Juan de Dios de 1722”, Archivo General de la Nación, Bienes Nacionales, vol. 739, exp. 10, fs. 2r-5v. 39 Joseina Muriel, op. cit., 1991, pp. 79-80. 214 Entre lo celestial y lo terrenal Imagen 1: “Libro donde se asientan los enfermos que se vienen a curar a este Santo Hospital de Nuestra Señora de los Dolores de la Ciudad de Tezcuco, y comenzó a quince de mayo del año del Señor de 1730. Se compone de ciento y catorce fojas, una blanca” (La portada corresponde al segundo libro de enfermos inventariado del hospital de la Orden de San Juan de Dios que conserva el archivo de la Catedral de la Inmaculada Concepción de Tezcoco. Fotografía de Javier Eduardo Ramírez López). Señalados los obstáculos y retos a los que se enfrentó esta 215 De Catemahco a Tezcoco investigación, esperamos no defraudar al lector en su interés por conocer más de la huella que dejaron los mercedarios, jesuitas y juaninos en la región de Tezcoco, sino, antes bien, promover el interés por estos temas poco estudiados y generar nuevas investigaciones que puedan seguir completando el apasionante rompecabezas que es la historia por medio de la invaluable veta de datos y conocimientos que nos ha dejado el pasado. El recorrido histórico que hemos realizado deja algunas inquietudes pendientes de una solución, fueron algunas de ellas la diicultad para reconstruir una narración sobre la vida conventual práctica por las órdenes religiosas analizadas. Así como el poder entender sus vínculos políticos, económicos y sociales con el poder real y eclesiástico en el proceso de fundación y desarrollo de sus conventos y haciendas en la región de Tezcoco. Situación que la producción historiográica existente no permite realizar mediante una problematización y un análisis exhaustivo. archivos Archivo General de la Nación de México (agn). Archivo Histórico del Convento y Parroquia de San Antonio de Texcoco (ahcpsat). Archivo Histórico de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Eusebio Dávalos Hurtado”, México (ahBnah). BiBliografía Aldana, Cristóbal de, Crónica de la Merced de México, edición de Federico Gómez de Orozco, México, Sociedad de Biblióilos Mexicanos, 1929 [Edición facsimilar]. 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Nobleza indígena novohispana con Katarzyna Mikulska (iia-unam, 2016). paBlo garcía loaeza Doctor en Letras Hispánicas por Indiana University. Actualmente es profesor asociado de West Virginia University, y editor del boletín de la Asociación de Estudios Latinoamericanos. Ha publicado una serie de artículos y capítulos de libros sobre la vida y obra del historiador novohispano Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Sus más recientes publicaciones son: The Improbable Conquest: SixteenthCentury Letters from the Río de la Plata, en coautoría con Victoria Garret (Penn State University Press, 2015) y The Native Conquistador: Alva Ixtlilxochitl’s Account of the Conquest of New Spain, en coautoría con Amber Brian y Bradley Benton (Penn State University Press, 2015). gonzalo tlacxani segura Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México, cuenta con estudios revalidados en Historia por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Actualmente es miembro internacional 318 en el proyecto “Estudios Indianos” de la Universidad del Paciico (Perú). Dentro de los reconocimientos que ha recibido se encuentran el grado de nominación a la Presea Ing. Bernardo Quintana Arrioja en el 2011, bajo la categoría de Excelencia Académica, otorgada por la unam y el iaj. Entre 2014 y 2015 fue profesor asistente de los cursos de Historiografía de México I y II de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. De diciembre de 2015 a septiembre de 2016 se desempeñó como miembro de número y Coordinador General del Fondo Reservado del Centro de Estudios Históricos y Sociales de Texcoco “Lorenzo Boturini Benaduci” A. C. Es autor del libro Escritos y Testimonios de las luchas intervencionistas en México. La vida del Segundo Imperio en la obra literaria de Juan de Dios Peza (Minerva, 2014) y de un par de artículos cientíicos en prensa sobre la religiosidad cristiana en la Nueva España. javier eDuarDo ramírez lópez Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Fue fundador del Centro de Estudios Históricos y Sociales de Texcoco “Lorenzo Boturini Benaduci” A. C. y presidente de la asociasión de 2014 a 2016, donde organizó los Coloquios de Historia Reginal, Texcoco (2013-2016). Trabajó en la organización y catalogación del Archivo Histórico del Convento Franciscano y Parroquia de San Antonio en Texcoco, con sede en la Catedral de la misma ciudad, y el Archivo Municipal de Texcoco. Obtuvo una serie de becas de estancia de investigación en la Nettie Lee Benson Latin American Collection de The University of Texas at Austin (septiembre, 2014), en The Newberry Library (septiembreoctubre, 2014), en The Latin American Library de Tulane University (noviembre-diciembre, 2015) y en The Brancroft Library de The University of California at Berkeley (diciembre, 2015). Entre sus publicaciones se encuentran Catalogo para la historia franciscana de Tezcoco, vol. 1 (Diócesis de Texcoco A. R., en prensa), con prólogo de Miguel León-Portilla y la coordinación de Evangelización, educación y cultura en Tezcoco, siglos xvi al xviii (Diócesis de Texcoco A. R., 2014). 319 De catemahco a tezcoco: origen y Desarrollo De una ciuDaD inDígena Editado por la Diócesis de Texcoco A. R., se terminó de imprimir en marzo de 2017. El tiraje consta de 1,000 ejemplares en papel cultural de 90 g. Se utilizó en su composición Garamond con distintos puntajes. El cuidado de la edición estuvo a cargo de los autores y del coordinador.