Ecuador: la necesidad de reinventar la
política
Por Decio Machado // Publicado en Tesis 11
Quito, 5 de abril de 2016
Contexto económico nacional
En los últimos meses se ha profundizado el deterioro de
determinados indicadores económicos que reflejan el estado de crisis
que vive el país, a la vez de que apuntalan el hecho de que dicha
crisis no hizo más que empezar.
En este sentido, algunos elementos destacables:
- Existe una falta de liquidez alarmante por parte del Gobierno (el
déficit fiscal recientemente se ajustó a más de 1000 millones de
dólares –ver gráfico 1-), lo cual afecta ostensiblemente a una
economía nacional dependiente de la actividad del Estado. El
Gobierno tiene mayores dificultades para conseguir financiamiento
en el mercado internacional y carece de legitimidad social para
implementar un plan anti-crisis creíble y de consenso ciudadano.
Gráfico 1
- La banca privada disminuyó depósitos un 13,8% entre 2014 y 2015,
su índice de morosidad crece paulatinamente (ver gráfico 2), la venta
de cartera crediticia vencida maquilla los indicadores de liquidez
bancaria y como consecuencia la colocación de créditos es menor. El
crédito para inversión está semiparalizado y el crédito al consumo
disminuyó notablemente. El endeudamiento familiar es un hecho
facilmente detectable en los indicadores de morosidad existente en el
sector retail.
Gráfico 2
Tasa de morosidad del crédito al sector privado del sistema
financiero
- La falta de liquidez gubernamental afectó gravemente a la cadena
de pagos a proveedores del sistema de compras públicas y el capital
privado carece de confianza en los mercados. Ambos factores hacen
imposible dinamizar la economía nacional mediante el impulso de los
privados.
En resumen, quienes más ganaron durante el período de bonanza
económica han pasado a ser explícitos indicando que no están
dispuestos a cargar sobre sus espaldas el peso de la crisis. Con la
dolarización en riesgo (desequilibrio del flujo de ingresos y salidas de
dólares) el Gobierno determinó una hoja de ruta enfocada hacia el
control de precios (medidas arancelarias sobre productos de
importación) y el control de salarios (pérdida de capacidad
adquisitiva
de
los
trabajadores,
en
algunos
casos
argumentativamente disfrazada con criterios de reducción de la
jornada de trabajo). Cuando el correísmo gozó del apoyo popular no
tuvo la valentía de implementar medidas para la recuperación de la
soberanía monetaria nacional, condición que en la actualidad le pasa
factura.
Gobierno ante la crisis económica
Desde el pasado año, la economía ecuatoriana se encuentra en lo
que podríamos definir como momentos de “significativa
incertidumbre”. A inicios del 2015 el Banco Central estimó un
crecimiento del 4,8%, lo cual tras los ajustes realizados al
Presupuesto General del Estado terminó siendo un indicador de tan
solo el 0,4%. Pero más allá de ello y a pesar de la disminución de
importaciones por implementación de salvaguardias, no se ha
conseguido revertir el déficit en la balanza comercial (ver gráfico 3).
Gráfico 3
Balanza Comercial
Más allá de que las vocerías oficialistas sitúen la crisis en el ámbito
de la disminución del precio del crudo, es un hecho que las
exportaciones no petroleras también han disminuido (ver gráfico 4)
fruto de guerra de divisas, cerrando el 2015 en unos 780 millones de
dólares menos.
Gráfico 4
Fuente: BCE
En la actualidad, Estado ecuatoriano tiene necesidad de
financiamiento por un monto superior a 7.200 millones de dólares, a
los cuales se debe sumar otros rubros como: el pago pendiente por
sanción arbitral en el caso de la petrolera Oxy (U$D 880 millones),
deuda en Certificados del Tesoro (U$D 1.600 millones) y atrasos del
pasado ejercicio (U$D 2.500 millones). En pocas palabras, el
Gobierno se ve obligado a conseguir 10.000 millones de dólares (ver
gráfico 5) en un contexto en el que disminuyó la capacidad para
adquirir financiamiento externo y en el que la crisis económica hizo
que la recaudación tributaria menguase en un 20%.
Gráfico 5
Fuente: F. Ortiz, 2016
Enmarcados en esta realidad, el Gobierno logró negociar el pasado
año un crédito millonario (U$D 7.000 millones) con China, del cual
fueron desembolsados el pasado mes de febrero 970 millones por
parte del Industrial and Commercial Bank of China (ICBC).
A pesar de la opacidad respecto a las cláusulas contractuales, se
estima que Ecuador ha comprometido 42.000 barriles diarios durante
los próximos 5 años. Esta negociación implica continuar con el
incremento del petróleo “comprometido” por el país e incrementar
peso de la deuda china (ver gráfico 6) en el ámbito de una agresiva
política de endeudamiento exterior.
Gráfico 6
Fuente: F. Ortiz, 2016
Tras demostrar su falta de voluntad o incapacidad para transformar,
tras más de nueve años de gestión, la matriz de acumulación
heredada del neoliberalismo y presionados por el discurso del sector
empresarial, el Ejecutivo ha optado por el ajuste presupuestario:
recorte de subsidios y del gasto público. Además de eso, se ve
abocado a aumentar su capacidad recaudatoria, por un lado
mejorando su eficiencia pero por otro subiendo impuestos y con la
próxima privatización de determinadas empresas públicas.
Perdido el motor de la inversión pública como motor de la economía
nacional y sin una significativa reserva internacional, el Gobierno ha
pasado a una ofensiva recaudatoria que en su último capítulo implica
gravar productos ya severamente gravados con anterioridad. La
crisis hace que se esté recaudando menos (ver gráfico 7) cuando
más falta hace.
Gráfico 7
Fuente: BCE
Por su parte, la implementación a través de incentivos para el uso del
dinero electrónico y el aumento de la emisión de Títulos del Banco
Central (TBC´s) son medidas que tal y como están concebidas, no
avanzan más allá del objetivo de que el Banco Central del Ecuador
mantenga transitoriamente su capacidad como financiador del
Gobierno (la inversión del BCE en el Gobierno durante el mes de
marzo aumentó 395 millones de dólares a la espera de que llegue
financiamiento de algún lado). Son medidas que ni buscan ni tiene
capacidad para transformar la realidad económica que vive el país.
Respecto al dinero electrónico y sin cuestionar la esencia de
combatir el uso especulativo que hace el sistema financiero privado
del dinero, el balance de depósitos del Banco Central (ver gráfico 8)
no ayuda a genera confianza entre los ciudadanos, lo que dibuja un
futuro poco halagador para tal empresa.
Gráfico 8
Balance de los Depósitos del Tesoro Nacional en el Banco
Central
enero 2006 a febrero del 2016
Por su parte, el Gobierno se apresta a una nueva emisión de bonos
por 1.000 millones de dólares a 20 años buscando captar liquidez. A
finales del pasado mes había emitido ya otros 400 millones (a los
que hay que sumar las emisiones de años anteriores) a través de las
bolsas de Quito y Guayaquil. En la actualidad el saldo de la deuda a
bonistas internos y externos, sumados a los anticipos chinos, es de
alrededor de 25.000 millones de dólares, pagándose unos 4 puntos
por encima (calcúlese un costo adicional de 250 millones de dólares
anuales por cada punto porcentual) de lo observado en emisiones
hechas por otros países de la región.
Otra opción manejada por el Gobierno es la posibilidad de acudir a
los organismos multilaterales de Bretton Woods, opción ampliamente
demandada desde sectores empresariales y la derecha política. Allá,
el Gobierno del Ecuador podrá encontrar posibilidades -a un tipo de
interés más liviano- para financiar parte de sus necesidades a corto
plazo, aunque el país se vería obligado a contener más
agresivamente el gasto público en función de las premisas del FMI.
En resumen, todas de las opciones (combinadas o individualmente)
supondrán a la postre un mayor costo político y electoral para el
actual Gobierno.
Coyuntura política nacional
La agudizada pérdida de credibilidad y legitimidad social que sufre el
correísmo, sostenida sobre los deteriorados indicadores de la
economía nacional, no se reflejan en un crecimiento acelerado en la
intención de voto de sus contradictores políticos. Dicha situación
encamina al país hacia una creciente crisis de representatividad
política. A la par que crece el descontento social y cada vez más
amplios sectores de la población entienden que no da para más el
confuso y contradictorio actual ciclo político, la mayoría de
ciudadanos no se encuentran representados en ninguna de las
opciones políticas que se configuran como alternativas en el país.
Sobre la oposición conservadora
Según las encuestas serias con resultados más halagüeños a favor
del candidato Guillermo Lasso (propietario del banco que ocupa el
tercer puesto en el ranking de utilidades del sistema financiero
nacional), este tendría en la actualidad una intención de voto cercana
al 25% frente al 32% gubernamental (cabe indicar que estas
variables son relativas aun en tiempos de precampaña).
La incapacidad del ala conservadora para unirse en una sola
candidatura (superación del conflicto Lasso vs Nebot), sumada a las
resistencias ciudadanas ante líderes incapaces de representar
regeneración alguna en el sistema político nacional, hacen que la
estrategia de CREO quede limitada a asistir pasivamente al desgaste
que la situación económica genera sobre el oficialismo.
En resumen, Lasso y sus asesores no son capaces de establecer
otro criterio más allá de esperar que ante el deterioro económico, la
ciudadanía vote en febrero del 2017 a la opción política mejor situada
para reemplazar al correísmo. Así las cosas, su objetivo estratégico
es extremadamente sencillo: voto útil sin candidato capaz de generar
encantamiento ni proyecto que construya expectativas. Con un
discurso enmarcado en la mediocridad de sus voceros y candidatos,
la propuesta de CREO se limita a pedir el voto para un magnate cuya
única carta de presentación es haber logrado el éxito económico
personal (simplicidad argumentativa: se hizo rico, lo que demuestra
que sabe mucho…).
Respecto al otro ala de derecha, el encarnado por la llamada “alianza
de Cuenca” (inicialmente enmarcado en los acuerdos
Nebot/Rodas/Carrasco), cabe reseñar que esta opción entrará en
barrena si Jaime Nebot definitivamente mantiene su negativa a
postularse en 2017. Es un hecho que ya algunos involucrados en la
“alianza de Cuenca” buscan salida para sus aspiraciones políticas
personales, importándoles poco en cual de los lados de la barricada
de ideas les dejen algo de espacio en la lista.
El discurso político de ambos sectores del conservadurismo
ecuatoriano no tiene diferencias entre sí: reducción del gasto público,
excepciones fiscales para empresas, liberalización del mercado
interno para la entrada de nuevas divisas y cuestionamiento al peso
del Estado en la economía. Para promover la generación de empleo
e inversión nacional y extranjera, estos sectores proponen la
flexibilización –ya en parte puesta en marcha por el correísmo- del
mercado laboral.
En todo caso y más allá del ámbito electoral, son los sectores del
gran capital privado quienes más se están beneficiando de la
condición actual, imponiendo sus agendas en la reforma del mercado
laboral, logrando políticas de excepciones fiscales y presionando al
Gobierno para que país se incorpore cuando antes al Tratado de
Libre Comercio firmado por Colombia y Perú con la Unión Europea.
Sobre la oposición progresista
La izquierda política ecuatoriana, compuesta por un diverso conjunto
de siglas de las cuales tan solo unas pocas tienen cierta realidad
social, ha procedido ante las elecciones de febrero del 2017 como en
ella es habitual. Posicionó en la palestra a una serie de nombres con
cierto peso político, pendiente de dilucidarse su candidato
presidencial, antes de sentar las mínimas bases programáticas para
un definitivo acuerdo de unidad. Inmersos ahora en la articulación de
un plan de gobierno común, la alianza autoreferenciada como
“centro-izquierda” (en realidad agrupa incluso a sectores del espectro
político conservador) tiene que lidiar con los conflictos internos
existentes en el Pachakutik –organización que en la práctica dejó de
ser el brazo político de la CONAIE- y con el peso negativo que
electoralmente le significa alguna de las formaciones políticas
involucradas en la coalición (en política no toda alianza
necesariamente suma votos).
Tampoco desde este ámbito surgen iniciativas que conlleven a
regenerar del sistema político nacional, siendo sus figuras claves
personalidades de largo recorrido en la política institucional
ecuatoriana (se carece de liderazgos nuevos que puedan
identificarse a un proyecto de nuevo aliento). Hasta el momento, y
aceptando que este espacio político nace con la intención de
representar las crecientes movilizaciones populares que se han ido
dando en los últimos dos años, cabe indicar que en sus postulados
no se ha avanzado aun en algo que vaya más allá que criterios
básicos sobre descorreización (democratización del sistema político
institucional), posibilidad de utilizar estratégicamente la consigna de
un nuevo proceso constituyente y elementos basados en el incentivo
a la producción, inversión y el empleo. En resumen, la unidad de las
"izquierdas" se desarrolla por necesidad, no incorporando criterios de
refundación ideológica ni elementos que en la práctica aseguren el
hecho de que una vez conformados en bancada legislativa se
mantengan criterios de unidad y prácticas diferenciadas a las otras
organizaciones políticas con las que compartirán el arco legislativo.
Más allá de su puesta en escena, se evidencia que aun le falta
mucho a estás "izquierdas" para encarnar una propuesta de cambio
que sirva como herramienta para la transformación social.
Situación al interior del oficialismo
Alianza PAIS es un partido construido desde el poder, y como todo
tipo de formaciones políticas articuladas de esta manera, no es más
que un espacio de encuentro capitalizado por burócratas, arribistas y
buscadores de empleo. Así las cosas, el creciente deterioro político
que sufre el oficialismo ha generado fisuras al interior del partido, las
cuales en la actualidad confrontan por instalarse en el delfinazgo
correísta.
Al momento actual, dos sectores son claramente identificables al
interior del partido de gobierno: uno, más conservador y que a pesar
de sus diferencias se mantuvo articulado en torno al poder,
propugnando en la actualidad la candidatura presidencial de Jorge
Glas; y otro, discursivamente más progresista y posiblemente algo
más honrado, que apoyado por una parte del sector empresarial más
inteligente del país (el que demanda cambios pero sin alterar una
política económica que les ha permitido obtener notables beneficios
durante estos años), propone abrir un espacio de balances y
autocríticas con el fin de articular nuevas propuestas enfocadas a la
generación de empleo, productividad y redimensionamiento del
sector privado (reducir la intervención del Estado en la economía)
proponiendo la candidatura presidencial de Lenin Moreno.
Aunque al interior del oficialismo el peso político del sector que
podemos referenciar como “entorno presidencial” (el de origen más
costeño y políticamente más conservador) es mayor que el
teóricamente progresista, lo cierto es que la “opción Glas” demuestra
su incapacidad para situarse electoralmente como opción ganadora,
condición de inclina la balanza hacia los que podríamos denominar
como sector “morenista”. La realidad es que el debate político interno
en Alianza PAIS no existe, y a la postre, a lo que asistimos es al
intento de reposicionamiento de un sector político que quedó
desplazado del núcleo duro de poder por quienes se referenciaron
como “correa de transmisión” de los distintos intereses del capital
emergente ecuatoriano. A la larga, es dudable que el “morenismo” se
exprese en algo que vaya más allá de una transición de perfil
socialdemócrata liberal aplicada sobre este engendro político
denominado “correísmo”, que con sus contradicciones y derivas ya
nadie tiene la capacidad de definir lo que es.
Más allá de que la candidatura presidencial del oficialismo esté
prácticamente definida por la vía de los hechos, escollos por superar
no le faltan al “morenismo”. El primero de todos, sacarse de la
próxima campaña electoral a la figura de Rafael Correa, condición
que haría más creíble para los electores la estrategia de presentarse
como un cambio dentro de la continuidad en el gobierno del partido
oficialista. Dicha estrategia ya tuvo su arranque inicial con la carta
enviada por Lenin Moreno a la cúpula de Alianza PAIS ante la
próxima convención nacional de su partido.
Más allá de lo institucional
La izquierda sociopolítica ecuatoriana demuestra incapacidad para
vivir al margen del terreno de juego que marcan las coyunturas
electorales. Incluso sin reflejarse políticamente en una candidatura,
sufre la presión de posicionarse a favor de lo que consideran la
opción más progresista en cada momento, condición que le ha
llevado a cometer serios errores en el transcurso de su historia.
Con un sindicalismo que se resiste a la renovación, que no entiende
que el conflicto capital vs trabajo se extiende más allá del mercado
laboral formal y que quedó anclado a lógicas de intervención propias
de la década de los ochenta, así como con un movimiento indígena
que no es capaz de recuperar la centralidad política de sus
demandas históricas, se hace por momentos cada vez más
necesaria el surgimiento de nuevos movimientos sociales.
Por su parte, el mundo de las ongs en Ecuador, desde su
perspectiva política lleva años agotado. En su camino de lenta
agonía, podríamos subdividir su realidad actual en tres espacios que
comparten un perfil común: su cada vez menor capacidad de
incidencia en la realidad social que los rodea. El primero de ellos
está configurado por las ongs afines al régimen (clientelistas); el
segundo, lo conforman las ongs cuya práctica coherente les ha
convertido en opositores al régimen (especialmente las que
defienden derechos humanos y colectivos, así como las
especializadas en la defensa del medio ambiente); y por último
habría un tercer espacio que aunque teóricamente son críticos al
poder establecen relación cercana y permanente con este, viviendo
en una especie de esquizofrenia derivada de la contradicción política
que les implica su necesidad de subsistencia.
Ante un futuro gobierno que a todas luces será débil (deberá
renegociar los plazos de devolución de la creciente y cara deuda
externa a la que se enfrenta el país, sufrirá el período más duro de la
crisis económica, carecerá de mayorías absolutas en el Legislativo y
nacerá enmarcado en una crisis de representación política en
ciernes), se evidencia que lo actualmente existente desde el punto
de vista social y político necesita renovarse. Rescatando una cita de
Antonio Gramsci, estamos ante un momento en que lo viejo que no
termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer, lo que implica
la necesidad de reinventar los espacios de discusión política, ejes de
intervención, modelo discursivo, formas de acción y los modelos
organizativos que derivan en una refundación de la política en el
Ecuador.