ESTUDIOS - N° 29 -ISSN 0328-185X (Enero-Junio 2013) 53-72
Democracia, intelectuales y política
«Punto de Vista, Unidos y La Ciudad Futura» en la
transición política e ideológica de la década del ´801
Martina Garategaray 2
Resumen
Las revistas se han convertido en los últimos
años en espacios privilegiados tanto para los
estudios centrados en la intelectualidad como
para dar cuenta de los debates de una época.
En esta clave, las revistas Punto de Vista (19782008), Unidos (1983-1991) y La Ciudad Futura (1986-2003) resultan fundamentales para
explorar las transformaciones de la cultura
política argentina de los años ochenta.
Es nuestra hipótesis que estas revistas tuvieron un papel importante en la construcción
de un lenguaje común en torno a la democracia, la política y los intelectuales y que en
sus páginas quedaron las marcas de la transición política e ideológica de una franja importante de intelectuales de izquierda en la construcción de nuevos frentes políticos. En este
artículo buscamos explorar cuáles fueron las
operaciones que permitieron el tránsito de
los intelectuales de izquierda peronista y socialista a nuevas identidades; cómo se construyó este espacio de diálogo que se cristalizaría en los años noventa en nuevas fuerzas
políticas como el Frente Grande primero y
Frepaso después. Creemos que estas revistas
y sus intelectuales construyeron desde las
ideas un tránsito posible que si bien efímero,
dejó su marca de transversalidad en la democracia pluralista.
Abstract
In recent years, magazines have become
privileged sources to study intellectual life and
the debates of an era. In this perspective Punto
de Vista (1978-2008), Unidos (1983-1991)
and La Ciudad Futura (1986-2003) played
an important role in building a common
language on democracy, politics and
intellectuals in Argentina during the eighties.
In these magazines one can find the tracks of
the political and ideological transition of a
significant segment of left intellectuals in the
construction of new political identities.
In this article we propose to explore the
political and intellectual operations that
allowed the transit of leftist peronist and
socialist intellectuals to new identities. In
other words, how a dialogue field was
constructed during the eighties and
materialized in the nineties in new political
forces like the Frente Grande and Frepaso .
We believe these magazines and their
intellectuals constructed an ideological path
that, though ephemeral, persists in pluralist
democracy.
Keywords: magazines, democracy, identities,
peronism, socialism
1
Trabajo recibido el 30/03/2013. Aprobado el 10/06/2013
Doctora en Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires. Becaria Posdoctoral CONICET.
Contacto: martugarategaray@yahoo.com.ar
2
53
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Palabras clave: revistas, democracia, identidades, peronismo, socialismo,
Introducción
Definidas como laboratorio de ideas, ámbitos de sociabilidad, soporte
de itinerarios personales, lugares relevantes de legitimación política y cultural, las revistas son un espacio privilegiado tanto para los estudios centrados
en la intelectualidad como para dar cuenta de los debates de una época. En
esta clave, las revistas Punto de Vista, Unidos y La Ciudad Futura, referentes
y representantes de los debates en la «vuelta a la democracia», resultan fundamentales para explorar las transformaciones de la cultura política argentina de los años ochenta.
Es nuestra hipótesis que estas revistas tuvieron un papel importante en
la construcción de un lenguaje común en torno a la democracia, la política y
los intelectuales y que en sus páginas quedaron las marcas de la transición
política e ideológica de una franja importante de intelectuales de izquierda
en la construcción de nuevos frentes políticos3 . En este artículo buscamos
explorar cuáles fueron las operaciones que permitieron el tránsito de los intelectuales de izquierda peronista y socialista a nuevas identidades; cómo se
construyó este espacio de diálogo que se cristalizaría en los años noventa en
nuevas fuerzas políticas como el Frente Grande primero y Frepaso después.
Creemos que estas revistas y sus intelectuales construyeron desde las ideas un
tránsito posible que si bien efímero, dejó su marca de transversalidad en la
democracia pluralista.
La democracia y sus intelectuales
La vuelta a la democracia fue la fórmula que pretendió tanto clausurar
la experiencia de la dictadura militar instalada en 1976 como crear un consenso en torno a una forma de gobierno y de organización social que no
había recibido suficiente atención en décadas pasadas y de la que la mayoría
de los intelectuales de izquierda (peronistas y socialistas) había descreído como
3
A pesar de la heterogeneidad compositiva y del declarado pluralismo de estas revistas, en la
medida que identificamos un proyecto común entre sus miembros y una convergencia en
torno a sus directores, nos referiremos a las mismas como unidades.
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Martina Garategaray / Democracia, intelectuales y política
herramienta de transformación social confiando en vez, en la vía revolucionaria y la lucha armada. Los primeros debates en torno a la democracia y el
rol de los intelectuales en este nuevo escenario tuvieron lugar en el exilio. Es
por ello que el primer eslabón en esta cadena de vinculaciones para comprender muchos de los debates y las transiciones político-intelectuales lo constituye la experiencia de la revista Controversia para el examen de la realidad
argentina.
Controversia publicó sus 14 números en el exilio mexicano entre octubre de 1979 y agosto de 1981 4 bajo la dirección de Jorge Tula y un consejo de
redacción integrado por: Carlos Abalo, José Aricó, Sergio Bufano, Sergio
Caletti, Nicolás Casullo, Ricardo Nudelman, Juan Carlos Portantiero, Héctor Schmucler y Oscar Terán 5. En su primera editorial a modo de presentación afirmaba:
«Educados muchos de nosotros en una izquierda dogmática…provenientes
otros de un movimiento popular en cuyas estructuras reinaba el autoritarismo…»
Muchos de nosotros pensamos, y lo decimos, que sufrimos una derrota
atroz. Derrota que no sólo es la consecuencia de la superioridad del enemigo sino de nuestra incapacidad para valorarlo, de la sobrevalorización
de nuestras fuerzas, de nuestra manera de entender el país, de nuestra
concepción de la política.
Es difícil, lo repetimos. Pero es posible. Es posible iniciar una controversia lúcida, serena, fraternal. Es posible, y necesario, respetar al compañero. Si así no lo fuera, el tiempo habrá pasado en vano». 6
4
Varios ejes fueron abordados en la revista, la derrota de la experiencia guerrillera y la crítica a
Montoneros, la situación argentina y por último, los problemas en torno a la construcción y el
sentido de la democracia. Nutrieron este último debate fundamentalmente José Aricó, Juan
Carlos Portantiero, Jorge Tula, Oscar del Barco, Ludolfo Paramio, Emilio de Ípola y Ricardo
Nudelman, todos hicieron centro en la crisis del marxismo, la discusión de viejos aportes en
una nueva coyuntura y las propuestas socialdemócratas.
5
La publicación dirigida por Jorge Tula fue el resultado de la convergencia de lo que conoció
como la mesa peronista y la mesa socialista nucleadas en la Comisión Argentina de Solidaridad
(CAS) en México. En 1979 surge la mesa peronista que contaba entre sus miembros con Jorge
Bernetti, Luis Bruschstein, Sergio Caletti, Nicolás Casullo y Ernesto López. La mesa socialista
estaba integrada por José Aricó, Sergio Bufano, María Candelari, Horacio Crespo, Emilio de
Ípola, Néstor García Canclini, Ricardo Nudelman, Nora Rosenfeld, Osvaldo Pedroso, Juan
Carlos Por tantiero, Oscar Terán y Jorge Tula. Pero fueron las inicitaivas de aquellos que habían
participado de Pasado y Presente, como Juan Carlos Portantiero y José María Aricó, los que
terminar on por conformar el gr upo. Puede verse al respecto YANKELEVICH, (2009).
6
CONTROVERSIA, (1979): 2.
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El punto de partida de la misma era el reconocimiento de la derrota
política e ideológica en manos del Proceso. Esta derrota, aunque cuestionada
y sometida a arduos debates, era el cimiento compartido entre ambas tradiciones que hacían de la autocrítica y la revisión de lo que fueron las estrategias armadas en la acción de una política de sectores de la izquierda argentina otro de sus puntos nodales. El camino de críticas no era nuevo para estos
intelectuales, en el pasado reciente les había permitido desembarazarse de
ataduras conceptuales e interpretativas. En el caso de los intelectuales de
izquierda socialista romper con el Partido Comunista y formar el grupo Pasado y Presente7 . En el de los peronistas, criticar y eventualmente romper con
la agrupación Montoneros a fines de 1973.
Junto a la derrota de los proyectos, otro de los elementos de unidad
entre tradiciones fue la revalorización de la otrora desprestigiada democracia. Los miembros de la revista coincidían en la autocrítica por el desprecio
que había despertado en el pasado reciente y en la necesidad actual de nuevos
acuerdos. No obstante, en un tributo a la «controversia», acompañaba el
resurgir democrático la oposición entre diferentes definiciones de democracia que llevaba a uno de los miembros de ala peronista a preguntarse «¿Podría afirmarse que todos los que estamos hoy por la democracia compartiremos mañana las mismas trincheras?»8 .
Héctor Schmucler, en el anteúltimo número de la publicación, se preguntaba por las posibilidades de desdibujar estas diferencias:
«¿Qué significa hablar de socialismo o peronismo si se pudiera acordar, a
priori, en un modelo de sociedad para la existencia de los hombres concretos?
7
Pasado y Presente fue una de las publicaciones fundamentales en la renovación teórica y
cultural del marxismo en la Argentina. Salió en abril de 1963 hasta septiembre de 1965.
Dirigida por Oscar del Barco y Aníbal Arcondo en el primer año, se sumaron después José
Aricó, Samuel Kieczkovsky, Juan Carlos Tor re, Héctor Schmucler, César Guiñazú, Carlos
Assadourian, Francisco Delich, Luis J. Prieto y Carlos R. Giordano. En esos 9 números, abordó
temas como la crítica al partido comunista, la difusión del pensamiento de Gramsci y otros
clásicos del marxismo, la publicación de numerosos artículos de intelectuales de izquierda
contemporáneos –sobre todo italianos–, la discusión en torno a la lucha armada y el mundo
obrero cordobés, la relación entre cultura y política. Su corta segunda época abarcó el año
1973, y bajo la dirección de José Aricó tuvo lugar el acercamiento en sus páginas a la izquierda
peronista. Véase BURGOS, (2004), PETRA, (2007).
8
CALETTI, (1980):27. Vale la pena tener en cuenta que si bien las páginas de la r evista
hicieron posible el diálogo y fueron un espacio privilegiado de los debates críticos con respecto
al pasado reciente y la democracia, ese diálogo no necesariamente suponía acuerdos.
56
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¿Por qué aferrarse a esquemas anacrónicos y no pensar todo de nuevo
para inventar (o reinventar) el movimiento que aglutine a las fuerzas que
en la sociedad argentina aspiran a un cambio en el sentido descrito?»9
Schmucler se refería a la posibilidad lefortiana de inventar o reinventar
un movimiento capaz de generar unidad, que reconociendo las diferencias
pudiese acordar en un a priori, como cimiento para establecer el diálogo.
Más allá de los cuestionamientos a un a priori común, Schmucler ponía en
palabras la pretensión de construir un movimiento que aglutinara a peronistas y socialistas. Sin embargo en el número siguiente, el último, Portantiero y
de Ípola parecían sellar el divorcio al afirmar como tesis que «no hay continuidad sino ruptura entre populismo (una de sus expresiones es el peronismo)
y socialismo»10. Las diferencias entre ambas tendencias llevaron a Controversia a cerrar su empresa cultural en 1981.
A pesar de su corta vida, la revista trazó los mojones en este camino de
convergencias. Sin ponerlo en estas palabras, en el centro de la experiencia
de Controversia estaba la pregunta por cómo construir una identidad acorde
a los nuevos tiempos. Y en esta construcción identitaria aparecía, condicionando su devenir, la identificación con la democracia y la alteridad que significaba el Proceso. Mientras en los primeros años de la revista el «otro», la
dictadura militar, funcionó como alteridad que permitió el diálogo, y la democracia, en tanto horizonte futuro, aglutinó un «nosotros», la situación
cambia cuando la apertura democrática comienza a presentarse como una
salida posible y la dictadura militar empieza a mostrar sus debilidades. En
esos momentos afloran las siempre presentes diferencias en torno a la democracia, con su tradicional oposición entre democracia social y democracia
formal, y la aparente unidad se desarticula dando por finalizado el ciclo de
Controversia. No obstante, en sus páginas se dieron las primeras pinceladas
de una cultura de la democracia que encontraría interlocutores abocados a la
misma empresa en aquellos intelectuales de izquierda nucleados en Punto de
Vista 11 y, años después, en La Ciudad Futura.
Punto de Vista comenzó a salir en 1978 y reunía a intelectuales de la
izquierda argentina frente al desafío, en pleno Proceso, de debate crítico12. La
9
SCHMUCLER, (1981): 15.
PORTANTIERO Y DE ÍPOLA, (1981): 11.
11
En 1980 Altamirano viajó a México y se puso en contacto especialmente con uno de los
grupos de exiliados, el que allí publicaba la revista Controversia. TRÍMBOLI, (1998): 16.
12
En palabras de Beatriz Sarlo la revista fue «una publicación de intelectuales destinada a un
10
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revista surgió de modo oposicional a la dictadura militar, sus primeros números estaban escritos entre líneas y firmados con seudónimos y esta práctica se
abandonó en el número 12, de julio-octubre de 1981 frente a la distensión
del régimen militar en que se explicitó la presencia de Beatriz Sarlo en la
dirección de la revista y la nómina de colaboradores. Por su consejo de redacción pasaron intelectuales como Carlos Altamirano, María Teresa Gramuglio, Hilda Sábato, Hugo Vezzetti, José Aricó y Juan Carlos Portantiero,
entre otros13 . Si bien Punto de Vista enmarcaba su pertenencia al mundo de
las letras y a un proyecto literario, no tardó en asumir posiciones que la ubicaron en el terreno de la cultura política14. Con el correr de los números la
publicación se convirtió en un referente para cualquier debate político intelectual.
Si como afirmamos el advenimiento democrático fue un terreno que
vino también a cuestionar las ideas y los proyectos que estos intelectuales
enarbolaran en el pasado reciente, su rol como intérpretes de la realidad también se vio modificado. Para Beatriz Sarlo en la nueva trama democrática los
intelectuales debían participar del debate con «espíritu crítico, pero también
nuevas ideas» y no «con mentalidad de preceptores o de profetas, sino como
ciudadanos»15. Estas palabras remitían, entre otras cosas, a un nuevo rol de
los intelectuales. Un rol que, por un lado, se distanciaba de la tradición socialista, que consideraba que el pueblo debía ser guiado y los intelectuales desempeñaban en ese camino una función educadora y de vanguardia, y que,
por el otro, también suponía que los intelectuales tenían una función civil
que descansaba tanto en su intervención en la esfera pública como en su
compromiso con las instituciones democráticas. Rompía con el pasado reciente para evitar, en sintonía con Controversia «la doble y deformante ten-
público intelectual que mantenga una mirada atenta tanto sobre la literatura y el arte como
sobre las ideologías y la política». SARLO, (1999):533. Sobre Punto de Vista puede verse
PATIÑO, (1997) y (2000), PLOTKIN Y GONZÁLEZ LEANDRI, (2000).
13
El Consejo de redacción en los números 12 al 15 estuvo integrado por: Carlos Altamirano,
Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Hugo Vezzetti, en el número 16 Piglia abandona Punto de Vista
y a partir del número 17 se incorporó Hilda Sábato, desde el número 20, José Aricó y Juan
Carlos Portantiero, a partir del 42 Adrián Gorelik y en el 53 un Consejo Asesor integrado por:
Raúl Beceyro, Jorge Dotti, Rafael Filippelli, Federico Monjeau y Oscar Terán.
14
En este sentido, enmarcados en el período que nos interesa explorar, aparecen editoriales en
los números de 1983, apoyando la emergencia democrática y al gobierno de Alfonsín, también en julio de 1987, repudiando los sucesos de Semana Santa, y nuevamente en julio de
1989 criticando al gobierno de Menem.
15
PUNTO DE VISTA, (1983): 3.
58
Martina Garategaray / Democracia, intelectuales y política
sión hacia el populismo o el dogmatismo»16 y reincidir en lo que reconocían
un error: el haber sometido la lógica intelectual a la lógica política como
único criterio de verdad. 17 Pero esto no significaba parafraseando a Sarlo que
frente al inconformismo revolucionario de los setenta, debía erigirse el conformismo, o que frente a la mimesis debía adoptarse la escisión, sino que la
intelectualidad estaba destinada a navegar en esos espacios del pensamiento,
revisar ese pasado y trabajar sobre esos límites 18.
Compartiendo algunos de estos presupuestos y más especifícamente el
legado Forjista como el del intelectual comprometido pero crítico, podemos
ubicar a los intelectuales peronistas de la revista libro Unidos19. La dirigía
Carlos «Chacho Álvarez» y su Consejo de redacción estaba integrado en todos o algunos de los números por Arturo Armada, Pablo Bergel, Hugo Chumbita, Cecilia Delpech, Salvador Ferla, Horacio González, Norberto Ivancich, Oscar Landi, Roberto Marafioti, Mona Moncalvillo, Diana Dukelsky,
16
PUNTO DE VISTA (1983b): 2.
SARLO, (1985): 4.
18
SARLO, (1985):6.
19
La de la FORJA era una experiencia evocada de modo genealógico en la revista peronista
pero también parte de la tradición que los socialistas tomaban como linaje: «existe una tradición argentina que los que hacemos Punto de Vista reconocemos: una línea crítica, de reflexión social, cultural y política que pasa por la generación del 37, por José Hernández, por
Martínez Estrada, por FORJA, por el Grupo Contorno. Descubrimos allí no una problemática
identidad de contenidos, sino más bien una cualidad intelectual y moral» en PUNTO DE
VISTA (1981):2.
Pero no era este el único punto de contacto sino que ambas revistas se reconocían como
interlocutores válidos. En el número 23 de Punto de Vista aparece una reseña escrita por Carlos
Altamirano estimulando la aparición de Unidos y al poco tiempo realizan de forma conjunta
Punto de Vista y Unidos una mesa redonda en torno a la democracia y el cambio social, temas
centrales para sus perspectivas político ideológicas, en la sede del ILET. Esta mesa, entre intelectuales del área socialista (miembros directivos de Punto de Vista): Carlos Altamirano, José
Aricó, Juan Carlos Portantiero y otros del área peronista: Alcira Argumedo, Nicolás Casullo,
Julio Bárbaro, Carlos Chacho Álvarez y Vicente Palermo fue presentado como un diálogo
entre los tildados de «nuevos demócratas», y los «socialdemócratas». Resulta pertinente recordar que Casullo, Aricó y Portantiero formaron parte de la dirección de la revista Controversia
en el exilio mexicano. También Unidos or ganizó en diciembre de 1985 una mesa para discutir
el rol del intelectual titulada: un difícil matrimonio: el intelectual y la política en el pasaje de la
década del ´60 a la del ´80. Se dieron cita Ariel Bignami (columnista director de Cuadernos de
Cultura), Sergio Bufano (narrador y periodista miembro del Club de Cultura Socialista), Luis
Gregorich (radical, crítico literario y presidente de EUDEBA), Aníbal Ford (peronista, narrador y ensayista) y Nicolás Casullo y Horacio González, colaboradores de Unidos. Véase GARATEGARAY (2011).
17
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Enrique Martínez, Claudio Lozano, Ernesto López, Vicente Palermo, Víctor Pesce, Felipe Solá y Mario Wainfeld20 .
La revista se definía como el encuentro de militantes peronistas que
«desde diferentes opciones coyunturales, acordamos contribuir al proceso de
institucionalizar la lucha por las ideas»21 y reponer al peronismo en el nuevo
contexto democrático. Reponer el debate ideológico les permitía desde un
principio diferenciarse de Montoneros (frente a quienes Perón había lanzado
la necesidad de institucionalizar «la lucha por la idea») y distanciarse críticamente del pasado reciente y la lucha armada. Al afirmar que «la revista no es
la expresión de una línea, sector o agrupamiento sino vehículo de la diversidad de matices que conforman un mismo sistema de pensamiento» se aceptaba lo múltiple como signo de los tiempos plurales, pero mientras abrevara
en una unidad, el sistema, que no era precisado y cuya ambigüedad conceptual les permitirá en el futuro confluir con otras tradiciones y trascender los
límites del Partido Justicialista.
Los 23 números de Unidos salieron entre mayo de 1983 a agosto de
1991 acompañando el derrotero del peronismo en democracia. Primero, apoyó
las candidaturas de Lúder y Bittel (Álvarez se había desempeñado como asesor de Bittel), después de la derrota electoral impulsó la emergencia del proyecto renovador frente a los denominados «ortodoxos», identificados con lo
viejo del peronismo, con el peronismo no democrático, y dentro de este heterogéneo grupo, se pronunció por el ala cafierista (el propio Álvarez colaboró
en la redacción de los discursos del Frente Renovador). De cara a la victoria
de Menem en las internas partidarias de 1988 y su desembarco en el ejecutivo
nacional en 1989, la revista propició la ruptura partidaria y acompaño el
surgimiento del bloque opositor peronista: «el grupo de los ocho» integrado,
entre otros, por «Chacho» Álvarez.
En este terreno político también podemos leer los números de La Ciudad Futura, revista de Cultura Socialista. La Ciudad Futura aparece por
primera vez en agosto de 1986 bajo la dirección de José Aricó, Juan Carlos
Portantiero y Jorge Tula; entre los integrantes del Comité Editorial figuraron
Jorge Dotti, Javier Frenzé, Carlos Altamirano, Emilio de Ípola, Rafael Filipelli, Julio Godio, José Nun, Beatriz Sarlo, Marcelo Lozada, Hugo Vezzetti
y Héctor Leis; aunque no aparecen como miembros del Comité Editorial,
Oscar Terán y Héctor Schmucler estuvieron presentes desde los primeros
20
Colaboraban asiduamente: José Pablo Feinmann, Álvaro Abós, Nicolás Casullo, Artemio
López, Julio Godio, Daniel García Delgado y Alcira Argumedo.
21
UNIDOS (1983):2.
60
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números. En sus páginas convergían, en este interés por debatir «el fenómeno de la democracia, de la necesidad de su revaloración, de la relación entre
democracia y socialismo»22 , varios miembros de Punto de Vista; y todos participaban activamente del Club de Cultura Socialista.
La revista al igual que Unidos y Punto de Vista se proponía tematizar
abiertamente el problema de la democracia, de las identidades democráticas
y del lugar de los intelectuales en el nuevo contexto intelectual. Y al igual
que estas revistas partía de la reafirmación de una heterogeneidad identitaria,
sus integrantes «provienen de distintas experiencias políticas e intelectuales»,23
como valor a defender y que en su caso se replegaba sobre el socialismo24. En
esta línea, en sus páginas podía leerse una convocatoria plural a unificar las
expresiones de la izquierda político cultural, como continuidad del proyecto
de Controversia y como marca de la democracia.
En su búsqueda por construir un terreno crítico y por la cercanía de
muchos de los intelectuales que participaban en la misma con el gobierno de
Alfonsín es que La Ciudad Futura se vio obligada a afirmar desde un primer
momento que «no somos alfonsinistas, ni radicales, ni socialdemócratas. Somos simplemente socialistas que tenemos una convicción compartida» 25. Si
bien enfatizaban un punto de convergencia con el gobierno, buscaban, como
toda revista de intelectuales, mantener una mirada autónoma. Sin embargo,
al decir de Beatriz Sarlo, esta no parecía una empresa fácil. Una de las dificultades, como apuntamos anteriormente, estaba daba por el hecho que la
democracia «volvía caduca esa fuerte identidad oposicional que había caracterizado a la izquierda durante la dictadura»26 y dificultaba la construcción
de su identidad en democracia.
«Frente al radicalismo que incorpora cuadros a sus filas y ha ampliado, al
parecer, su base tradicional de capas medias, frente a las iniciativas políticas presidenciales, algunas de las cuales parecen sintonizar zonas de
nuestras preocupaciones, ¿qué cosas diferentes tenemos que decir?»27.
22
LA CIUDAD FUTURA, (1986): 2.
LA CIUDAD FUTURA, (1986): 2.
24
Resulta importante aclarar que el hecho de que estas revistas levanten la heterogeneidad
como principio, más allá de que efectivamente representaran de un modo plural el espectro
político ideológico argentino, demuestra la importancia que la multiplicidad de voces tenía
para ellas como valor en los años de la «vuelta a la democracia».
25
LA CIUDAD FUTURA, (1986): 2.
26
SARLO, (1986): 5.
27
SARLO, (1986): 5.
23
61
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A pesar de los apoyos iniciales que estas revistas le prestaron al alfonsinismo o al peronismo, iniciaron un camino de divergencias. Muchos de los
intelectuales nucleados en Punto de Vista y La Ciudad Futura se distanciaron de Alfonsín después de la ley de Punto Final en 1986 y de Obediencia
Debida en 198728; los intelectuales de Unidos ya estaban lejos de las estructuras partidarias justicialistas, mucho más cerca de la Renovación Peronista e
incluso del alfonsinismo, y varios de ellos habían renunciado al partido en
198529 , y volvieron a romper con el Partido Justicialista en 1989 frente al
desembarco neoliberal del Presidente peronista Carlos Menem30. En estas
rupturas reafirmaron su vocación de intelectuales críticos que hacían del compromiso un elemento fundamental de su identidad. Pero un compromiso
con la política, con el debate democrático y no, como en el pasado, con una
tradición política particular. En estas rupturas también, fueron allanando el
camino para nuevas definiciones identitarias.
La identidad en transición
Las tres revistas trazaron, con sus particularidades literarias o culturales, una intervención política en la sociedad; y así se fueron posicionando
frente al gobierno de Alfonsín y al peronismo. La victoria del radicalismo
alfonsinista significó tanto la derrota del peronismo y el comienzo de un
camino de transformaciones, que tuvo como expresión a la Renovación peronista, como la posibilidad de nuevas articulaciones para un socialismo críti28
Uno de los momentos de mayor apoyo de los intelectuales de izquierda al gobierno de
Alfonsín descansó en el Juicio a las Juntas por lo que tanto la ley de Punto Final como de
Obediencia Debida que ponían un coto a los juicios a los responsables por los crímenes de la
dictadura militar, no fueron bien recibidos y fundamentaron los posteriores desencantos.
29
El 19 de agosto de 1985 un grupo de intelectuales peronistas publicó el documento «Por
qué nos vamos» como manifiesto de ruptura con las estructuras partidarias del peronismo. El
mismo fue firmado por 26 intelectuales peronistas: Alvaro Abós, Ana María Amado, Alcira
Argumedo, Dora Barrancos, Jorge Luis Bernetti, Cristina Bertolucci, Jorge Carpio, Nicolás
Casullo, Susana Checa, Bibiana Del Bruto, José Pablo Feinmann, Liliana Furlong, Mempo
Giardinelli, Horacio González, Pedro Krotsch, Roberto Marafioti, Eduardo Moon, Vicente
Palermo, Víctor Pesce, Adriana Puiggr os, Jorge Ramos, Patricia Terrer o, Carlos Trillo, Aída
Quintar, Héctor Verde y Mario Wainfeld. Carlos Álvarez participó activamente en la redacción
pero finalmente, no firmó el documento.
30
Carlos Menem, a pesar de provenir del partido cuyas banderas por años se habían opuesto al
liberalismo adoptó un conjunto de medidas que se acercaban a lo propuesto por el Consenso
de Washington.
62
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co a su tradición. 1987 fue un año clave en este derrotero porque de la mano
de la consolidación de la corriente renovadora al interior del peronismo se
inició un camino de convergencias que los intelectuales acompañaron y estimularon.
Para el director de Unidos:
«Lo que puede ser registrado como mimesis alfonsinista es en realidad el
reconocimiento de los cambios que el sentido común mayoritario ha producido sobre algunos tópicos de la nueva cultura democrática. Si antes se
pensaba que la competencia argumentativa frontal, o el sistema de antinomias ayudaba a consolidar la autorreferencia, la Argentina postdictatorial demanda nuevas formas políticas y discursivas, tanto para construir la
imagen propia como para describir la del adversario».31
Álvarez se refería a una nueva forma de instituir lo político en la que
alfonsinistas y peronistas renovadores no estaban tan lejos unos de otros. Reconocía que se había operado un cambio en la cultura política argentina y se
iniciaba una nueva etapa signada por el respeto a las diferencias entendidas
como constitutivas a la política. En un contexto de recuperación política y
electoral del peronismo de la mano de la Renovación, y de declive de la
popularidad radical32 , desde La Ciudad Futura Palermo se preguntaba: «¿por
qué no una coalición social de gobierno?»33. Ponía en estas palabras la situación postelectoral: «no es ni un peronismo victorioso ni un radicalismo derrotado, sino el de una sociedad políticamente plural, que rechaza cualquier
identificación que la reduzca a una sola expresión política en clave hegemónica». 34 Por ello, para Mario Wainfeld, «está la oportunidad de realizar un
verdadero y operativo pacto democrático», esto es, un «pacto de gobernabilidad y estabilidad» ya que «la preservación del sistema requiere alguna grandeza».35
31
ÁLVAREZ (1987): 12 -13.
Entre los sucesos que determinaron la crisis del alfonsinismo podemos mencionar los sucesos
en torno al levantamiento carapintada en Semana Santa, y la ley de Obediencia debida, la
escalada de huelgas por parte de la CGT de Ubaldini, frente a la crisis económica. Véase
PUCCIARELLI, (2006).
33
PALERMO, (1987): 12.
34
PALERMO, (1987): 40-41.
35
WAINFELD, (1987): 21. Resulta interesante como en este contexto de hegemonía r enovadora la idea del pacto parece viable para los intelectuales peronistas mientras que el llamado
de Alfonsín en 1985 no había recibido la misma aceptación de su parte.
32
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Desde La Ciudad Futura, se coincidía en la necesidad de un nuevo
esquema de poder: «es preciso compartir riesgos, es necesaria la colaboración, el debate público de las propuestas, la responsabilidad conjunta de los
grandes partidos».36 Y se reconocía al peronismo como un interlocutor válido, como una fuerza democrática y progresista. Al respecto afirmaban que la
Renovación buscaba «compartir las reglas de la alternancia política, consolidando así un espacio político común» 37; y que había buscado ser una «síntesis política efectiva entre los valores nacional-populares y los valores democráticos».38
Esta situación era para Godio, «la posibilidad del nacimiento de un
régimen político bipartidista» una «forma de cogobierno/cooperación» 39
capaz de fortalecer a la democracia. Desde La Ciudad Futura el propio
Godio iba un poco más allá y estimulaba el acercamiento entre tradiciones:
«en Argentina hay una izquierda posible. Esa izquierda es viable en tanto
que se vayan produciendo acercamientos e intercambio de opiniones entre grupos políticos que dentro del peronismo, radicalismo, intransigentes, socialismo, cristianos y otros, se vaya perfilando un estilo de pensar la
política como vía de síntesis de las prácticas populares cristalizadas en las
culturas políticas del mundo del trabajo. Izquierda es por eso un sinónimo de síntesis de aportes entre el liberalismo popular radical, del nacionalismo laborista peronista, de la cultura católica progresista como institución de cohesión nacional y redención social».40
La revista socialista abría desde sus páginas la posibilidad de crear una
síntesis bajo el bálsamo identitario de «la izquierda». Sin embargo será recién con la esperada o inesperada victoria de Carlos Menem en las internas
partidarias de 1988 primero y en las elecciones en mayo de 1989 después, es
decir con la irrupción de un nuevo «otro», que comenzará a esbozarse este
camino. Para Punto de Vista la victoria de Menem obligaba a construir una
alternativa capaz de subsistir «fuera de las dos grandes áreas de influencia
que configuran el peronismo y el radicalismo»41, y de este modo avanzaba en
36
LA CIUDAD FUTURA, (1987): 3.
GROSSI, (1988): 4-5.
38
DE ÍPOLA (1989): 5-6.
39
GODIO, (1986): 139.
40
GODIO, (1987): 8.
41
PUNTO DE VISTA, (1989):1.
37
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la idea de un socialismo con capacidad de articulación. Podía leerse en las
páginas de La Ciudad Futura:
«La necesidad de construir una alternativa política progresista y democrática al neoliberalismo menemista. (…) La construcción de una alternativa política superior puede ser definida como «un proyecto socialista,
pluralista y democrático». Pero la construcción de tal fuerza solo puede
ser viable como encuentro de culturas y tradiciones políticas preexistentes
que buscan la renovación (laborismo peronista, liberalismo popular radical, socialismo, catolicismo humanista, culturas políticas regionales descentralistas progresivas, etc.) junto con nuevas culturas políticas (movimientos de derechos humanos, ecologismos, feminismos, etc.)»42
Si bien comienza a vislumbrarse la posibilidad de algo nuevo, la articulación ya no se presenta como resultado de la unión lisa y llana de dos tradiciones previas, un ensayo de colaboración sino, y en palabras de Unidos «como
la búsqueda de una nueva identidad política que conlleva la necesidad de
buscar el máximo posible de interlocutores, ampliar los márgenes del debate» 43; para así constituir una nueva formación política e intelectual. En estos
momentos de cambios y de consolidación del menemismo, la revista afirmaba con estas palabras su rol: «ser caja de resonancia de debate con peronistas
no fracturistas; con radicales «recuperables»; con la inorgánica izquierda argentina, Unidos aspira a que todo debate sobre la Argentina deseable y posible recorra sus páginas».44
Articulando la independencia crítica con su propuesta política Unidos
planteaba el camino de la ruptura como único modo de ampliar los márgenes del debate y, valga la paradoja, mantenerse como intelectuales críticos y
peronistas. Frente a lo que consideraban un desvío de la tradición peronista,
el fenómeno menemista, llamaban a romper con la estructura partidaria para
seguir siendo fieles al movimiento de Perón. En esta ruptura apoyaron el
surgimiento del bloque opositor «grupo de los ocho» publicando su «documento fundacional». 45
42
KÜHN, (1989): 7.
WAINFELD, (1991): 15.
44
WAINFELD, (1991): 15.
45
En diciembre de 1989, al poco tiempo de asumir Carlos Menem, se constituyó el «Grupo
de los ocho», como bloque parlamentario independiente. El mismo estaba integrado por
Carlos «Chacho» Álvarez, Germán Abdala, Darío Alessandro, Juan Pablo Cafiero, Luis
Brunatti, Franco Caviglia, José Ramos y Moisés Fontella en abierta disconformidad con el
43
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Si para La Ciudad Futura la síntesis entre tradiciones debía operarse
desde la izquierda, para Unidos el peronismo:
«debe ser sustento de un nuevo frente nacional y popular que espigue –
entre otras- la mejor (que no toda) tradición peronista, la «mezcle» con
la socialista, la social cristiana, la democrática, la de los movimientos
sociales y la ponga al servicio de las banderas de reparación moral, austeridad, orden, nacionalismo y justicia (…)»46
A pesar de las diferencias sobre qué tradición encabezaría «lo nuevo»
estaba claro para estos intelectuales que se prefiguraban futuros compromisos que instalaban al frente político e ideológico como una nueva identidad.
Como epílogo de este recorrido de diálogos vale la pena mencionar la experiencia de la revista La Mirada.
Dirigida por Carlos Auyero su consejo nucleaba a Álvaro Abós, Carlos
Altamirano, Pablo Bergel, Nicolás Casullo, Ariel Colombo, Horacio González, José Nun y Beatriz Sarlo: una buena participación de Unidos y Punto de
Vista. La misma tuvo sólo tres apariciones que acompañaron el proyecto
político de Auyero: construir un frente de centroizquierda, un «espacio popular, progresista y democrático»47 «a partir de la tradición socialista y la
nacional popular»48. Un frente que erigía «la transparencia democrática, en
lugar del autoritarismo populista, y la sensibilidad social, en lugar del individualismo de mercado»49 y que hacía del menemismo la alteridad que permitía la cohesión política e intelectual del grupo.
Desde la Democracia Cristiana Auyero había creado el grupo político:
Partido Democracia Popular para unir al espacio progresista; la revista era un
gobierno del presidente Menem. Los motivos de la ruptura fueron los indultos de Menem a
jefes militares condenados por sus acciones criminales durante la dictadura militar y a jefes
guerriller os, el denominado giro al conser vadurismo y el liberalismo que sufrió el gobierno
con la incorporación de Álvaro Alsogaray, el modo en el que se encararon las privatizaciones, la
insensibilidad social del gobierno y los escándalos de corrupción. Carlos Álvarez renunció a la
dirección de Unidos afirmando que «Es injusto ser un dir ector ausente», ÁLVAREZ, (1989):2.
Asumía como diputado nacional y dejaba a Mario Wainfeld en su lugar. En ese númer o se
publica la introducción del Documento ante el Consejo del Partido Justicialista. GRUPO DE
LOS OCHO DIPUTADOS, (1990): 129- 135.
46
WAINFELD, (1990): 9, 10.
47
AUYERO, (1991):60. En este número de La Mirada se publicó una mesa redonda sobre la
viabilidad del frente de centroizquierda de la que participaron Carlos Álvarez, Alfredo Bravo,
Guillermo Estéves Boero y Graciela Fernández Meijide.
48
ABÓS, (1991): 3.
49
ABÓS, (1990): 33. Este primer número de La Mirada se titulaba Volver a Empezar.
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excelente ámbito para estas intenciones 50. En este camino se unió al Modejuso (Movimiento por la Democracia y la Justicia Social), de Álvarez,51 al Partido Intransigente y a la dirigente de derechos humanos Fernández Meijide
para formar el Fredejuso (Frente por la Democracia y la Justicia Social). De
cara a las elecciones de 1993 los sectores de centroizquierda crearon el Frente
Grande 52 y para mediados de 1994 las fuerzas progresistas encontrarían nuevas amalgamas frente al menemismo, en el Frepaso 53.
Estos encuentros ideológicos, que dejaron sus marcas en las revistas
más significativas de los años ochenta, llevaron a encuentros políticos entre
tradiciones distintas que se cristalizaron en el Modejuso, el Fredejuso, el Frente Grande y el Frepaso. Desde las ideas se creaban las condiciones discursivas
para acompañar el proceso mediante el que se constituían nuevas identidades
políticas; identidades transversales que era un modo también de fomentar
desde la práctica la democracia pluralista y articular el compromiso con la
crítica intelectual.
Comentarios finales
Distintas circunstancias fueron acercando a los intelectuales socialistas
y peronistas en la construcción de nuevas identidades políticas. Una de ellas
fue la experiencia de los años setenta y el diagnóstico del pasado reciente; el
50
Los intelectuales no estuvieron exentos de esta convocatoria y colaboraron en la creación de
esta fuerza política: Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, José Nun, Vicente Palermo, Atilio Borón,
Ricardo Sirigliano, Carlos Cárcova y Santiago Kovadloff.
51
Formado en 1991 por el ex director de Unidos, Carlos Álvarez junto a Germán Abdala, Juan
Pablo Cafiero (ex miembros del grupo de los ocho).
52
Allí confluyeron los sectores peronistas distanciados del gobierno de Menem, el Frente del
Sur de Pino Solanas y los diputados que tenían sus antecedentes en el «grupo de los ocho»
como Carlos Álvarez, sectores vinculados al movimiento de derechos humanos, Graciela Fernández Meijide y grupos provenientes de la Democracia Cristiana de Auyero, grupos disidentes del Partido Comunista y del Partido Intransigente entre otros.
53
En el Frente País Solidario convergieron el Frente Grande, la Unidad Socialista, la Democracia Cristiana y el par tido Política Abierta para la Integración Social (PAIS) encabezado por
Bordón. En febrero de 1995 se sumarían algunos dirigentes y militantes radicales bajo la égida
de Carlos Raimundi y a mediados de marzo se incorporó a ese sector el ex canciller de Alfonsín
Dante Caputo. Para mediados de los años noventa el Frepaso se convertía en la tercera fuerza
política que en las convencionales había relegado al radicalismo, por primera vez en su historia,
al tercer puesto electoral. En 1997 formaría junto a la Unión Cívica Radical (UCR) la Alianza
(Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación). Véase NOVARO y PALERMO (1998).
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fracaso de sus proyectos político ideológicos, su condena a la violencia revolucionaria y a la cúpula de Montoneros, experiencia armada de la que muchos
simpatizaron o fueron parte. Otra, fue la particularidad de la «vuelta a la
democracia» y el proceso de democratización política y cultural en el que los
intelectuales tuvieron un rol muy importante en comprometerse a participar
críticamente en el debate cívico posibilitando el compromiso entre subculturas políticas diferenciadas.
Los avatares del peronismo y del radicalismo junto a la percepción de
fracaso, traición y desencanto hicieron que muchos abandonaran sus tradiciones políticas de pertenencia. La crisis político intelectual del radicalismo
que comenzó en 1986 con la ley de Punto Final y Obediencia Debida y se
agudizó con la crisis hiperinflacionaria, la debacle política y el traspaso adelantado del mando fueron momentos claves para aquellos que habían colaborado y simpatizado con el alfonsinismo. Por el lado del peronismo, la derrota electoral en 1983, la derrota del peronismo renovador signada por la
victoria de Menem en las internas frente a Cafiero, y el desembarco neoliberal del Justicialismo en el gobierno en 1990 fueron ocasionando rupturas y
desmembramientos.
Terminó de darle forma a la constitución de una identidad de izquierda progresista la oposición tajante a la política menemista que funcionó en
estos grupos como la alteridad que posibilitó la unión. La emergencia de un
común antagonista político e ideológico y la convergencia entre peronismo y
liberalismo bajo el gobierno de Menem, fue fundamental para unir a peronistas disidentes, socialistas, democratacristianos y radicales en el camino de la
transición.
En estas revistas quedaron las marcas no sólo de la transición de un
gobierno autoritario a la democracia, el pasaje de la reivindicación de la lucha armada como opción política a la revalorización democrática, el tránsito
del intelectual comprometido al intelectual con compromiso cívico y autonomía crítica sino también, el tránsito de identidades fuertes, excluyentes y
monolíticas, a identidades plurales y transversales en las que convergieron
múltiples tradiciones políticas. En esos caminos de encuentros y desencuentros político ideológicos se ensayaron compromisos que, como modalidad de
articulación, dejaron su marca en la democracia argentina.
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Martina Garategaray / Democracia, intelectuales y política
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