Finalidad y contingencia: la
concepción kantiana de los
organismos
purposiveness and contingency: The Kantian conception of organisms
eDuarDo Molina
Departamento de Filosofía
Facultad de Filosofía y humanidades
Universidad Alberto hurtado
6500620 Santiago (Chile)
emolina@uahurtado.cl
Abstract: One of the most significant contributions of Kant’s Critique of the power of
judgment is his conception of living beings
or organisms as natural ends. In this paper I discuss the main characteristics that
Kant attributes to organisms and I attempt
to show how this conception relates to the
principle of purposiveness of nature and to
the problem of contingency with respect to
conformity to law.
Resumen: Una de las contribuciones más
importantes de la Crítica de la facultad de
juzgar de Kant es su concepción de los seres
vivos u organismos como fines naturales.
En este artículo se discutirán las principales
características que Kant atribuye a los organismos y se intentará mostrar cómo se relaciona esta concepción con el principio de la
finalidad de la naturaleza y con el problema
de la legalidad de lo contingente.
Keywords: Kant, purposiveness, contingency, nature, organism.
Palabras clave: Kant, finalidad, contingencia, naturaleza, organismo.
RECIBIDO: MARZO DE 2013 / ACEPTADO: SEPTIEMBRE DE 2013
ANUARIO FILOSóFICO 46/3 (2013) 523-541
ISSN: 0066-5215
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EDUARDO MOLINA
1. finaliDaD y ConTinGenCia en la naTuraleZa
E
n la primera Introducción a la Crítica de la facultad de juzgar1,
Kant identifica el principio de la finalidad o adecuación a fin
(Zweckmässigkeit) de la naturaleza con el de la “legalidad de
lo contingente como tal”2. Dicho muy brevemente, el principio de
la finalidad nos indica que debemos presuponer que la naturaleza,
hasta en lo más particular y contingente de ella, es capaz de ser
llevada a la legalidad del concepto. Como destaca Kant en esa misma
Introducción, la variedad y heterogeneidad de lo particular e incluso
de las leyes empíricas que cabe descubrir en la naturaleza, podrían
ser tan grandes que, sin aquel principio, no tendríamos cómo orientarnos en esa “inquietante diversidad ilimitada”3 que encontramos
en la investigación natural, según la acertada expresión de Kant.
En efecto, Kant intenta mostrar que, en toda investigación
natural que se enfrenta a los casos particulares, es preciso suponer
que la naturaleza, en su infinita diversidad, es congruente con la
capacidad humana de conectar las variadas experiencias y leyes particulares en un sistema organizado y conforme a ley, según exige la
razón. Dicho de otro modo, tenemos que suponer que lo diverso
de la naturaleza es de suyo clasificable en términos de géneros y especies de acuerdo a un sistema lógico. Tal es, en efecto, el principio
que la facultad de juzgar reflexionante tiene que adoptar, para su
propio uso, con el propósito de reflexionar sistemática y racionalmente sobre lo contingente de la naturaleza. Dicho principio es,
por tanto, solo regulativo, aunque, dice Kant, “vale para nuestra
1.
2.
3.
524
Las obras de Kant se citan de acuerdo a Kant’s gesammelte Schriften, edición de la
Akademie der Wissenschaften, Berlín, 1902 y ss., con la referencia al volumen y
número de página. Se usan las siguientes abreviaturas:
1. Einleitung KU: Erste Einleitung in die Kritik der Urteilskraft. AA 20: 193-251.
AA: Kant’s gesammelte Schriften. Ed. Akademie der Wissenschaften. Berlin: 1902 y ss.
KU: Kritik der Urteilskraft. AA 05: 165-485.
Logik: Logik. Ein Handbuch zu Vorlesung. AA 09: 1-150.
Teleologische Principien: Über den Gebrauch teleologischer Principien in der Philosophie.
AA 08, 157-184.
Para las citas de KU, sigo la traducción de Pablo oyarZún, Crítica de la facultad de
juzgar (Monte Ávila, Caracas, 1992).
I. KanT, 1. Einleitung KU, AA 20: 217.
I. KanT, 1. Einleitung KU, AA 20: 209.
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facultad de juzgar humana con la misma necesidad que si fuera un
principio objetivo”4.
La noción de contingencia que Kant maneja en la Crítica de la
facultad de juzgar apunta especialmente a destacar aquellos rasgos o
características de los fenómenos que no quedan subsumidos inmediatamente bajo la legalidad necesaria del principio causal mecánico.
En este sentido, todas las leyes empíricas suponen un principio que
haga inteligible la diversidad fenoménica particular en términos legales para poder orientarnos racionalmente en su indagación natural. Pero, como se verá, en el caso de los organismos se trata de
una contingencia que presenta ella misma visos de una legalidad
diferente a la del principio de causalidad mecánica, de modo tal que
ellos no solo pueden ser pensados de acuerdo a otro principio, sino
que, según Kant, deben ser pensados de acuerdo al principio de la
causalidad final.
En lo que sigue, quisiera mostrar cómo opera el principio de
la finalidad en cuanto legalidad de lo contingente en un ámbito especial, el del juicio teleológico objetivo, y en particular en el caso
de los organismos considerados como fines naturales. Dejaré, pues,
fuera de esta indagación las modalidades que dicho principio reviste
en la experiencia estética, por un lado, y en la filosofía de la historia,
por otro. Intentaré mostrar, sin embargo, que hay buenos motivos
para pensar que el análisis de los seres vivos grafica paradigmáticamente el uso de tal principio, sobre todo si tenemos presente la
repetida imagen kantiana de una naturaleza que “se especifica a sí
misma” y que obra “artísticamente” y no solo de modo mecánico5.
En efecto, aunque Guyer ha intentado mostrar que el principio de
la finalidad tiene usos distintos en las dos partes principales de la
Crítica de la facultad de juzgar6, la caracterización de dicho principio
como el de la legalidad de lo contingente permite ver un concepto unitario y consistente de la finalidad en toda la tercera Crítica.
4.
5.
6.
I. KanT, KU, §76, AA 05: 404.
I. KanT, 1. Einleitung KU, AA 20: 214-215.
Cf. P. Guyer, Kant and the Claims of Taste (Cambridge University Press, Cambridge, 21997) 196 y ss.
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2. la apliCaCión Del prinCipio De finaliDaD
a la naTuraleZa
En consonancia con lo declarado en el Apéndice a la Dialéctica
trascendental de su primera Crítica, Kant reconoce también en la
Crítica de la facultad de juzgar que el principio de la finalidad en su
uso lógico, en cuanto principio de especificación de la naturaleza en
pro de un sistema de la experiencia, nos permite clasificar lo diverso
en géneros y especies y así sistematizar el conocimiento empírico.
De aquí surgen, según Kant, las fórmulas más generales del juicio
teleológico: “la naturaleza toma el camino más corto” (lex parsimoniae), “no hace nada en balde”, “no da saltos en la diversidad de las
formas” (lex continui in natura), “es rica en especies y, sin embargo,
parsimoniosa en los géneros”, etc.7
Sin embargo, como señala el propio Kant, el principio de la
finalidad en este uso lógico deja sin estipular si las cosas singulares mismas, esto es, los productos naturales o al menos algunos de
ellos, pueden ser considerados a su vez como sistemas organizados,
realmente adecuados a fin, o si son solo, en último término, simples
agregados. Únicamente en el primer caso podría hablarse, afirma
Kant, de una finalidad real o absoluta8, aunque, por cierto, siempre
desde la perspectiva regulativa de la facultad de juzgar reflexionante.
Siendo esto así, es posible sostener que es justamente en la indagación sobre los organismos como fines naturales donde debe probarse
el alcance más radical del principio de la finalidad en cuanto legalidad de lo contingente.
Veamos entonces cómo vincula Kant las nociones de finalidad
y contingencia en el caso ejemplar de los organismos. Para esto discutiré en primer lugar un pasaje del §61 de la Crítica de la facultad
de juzgar, en el que se concentran varios de los conceptos centrales
que quiero destacar:
“La adecuación a fin objetiva, en cuanto principio de la posibilidad de las cosas de la naturaleza, dista tanto de estar en
7.
8.
526
I. KanT, 1. Einleitung KU, AA 20: 210; KU, Einleitung, AA 05: 182.
Cf. I. KanT, 1. Einleitung KU, AA 20: 217, 221.
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conexión necesaria con el concepto de la naturaleza, que es más
bien lo que se invoca preferentemente para probar, a partir de
ahí, la contingencia de la misma (la naturaleza) y de su forma.
Pues cuando, por ejemplo, se aduce la estructura de un ave, el
ahuecamiento de sus huesos, la disposición de sus alas para el
movimiento y de la cola para servir de timón, etc., se dice que
todo eso es contingente en el más alto grado, según el simple
nexus effectivus de la naturaleza, sin tener que recurrir a una
particular especie de causalidad, o sea, la de los fines (nexus
finalis); es decir, que la naturaleza, considerada como simple
mecanismo, podría haberse configurado de mil otros modos,
sin ir a dar justamente en la unidad según un principio semejante, y que, por tanto, no cabe esperar el mínimo fundamento
a priori para ello en el concepto de naturaleza, sino solamente
fuera de él”9.
Según la interpretación que quiero proponer de este pasaje, lo que
Kant intenta mostrar aquí es que precisamente esta contingencia de
ciertas conformaciones de la materia a la luz de la explicación mecánica, en la medida que estas se muestran a la vez como conformes a
ley ante nuestra reflexión, es lo único que puede justificar el uso real,
aunque regulativo, del principio de la finalidad, por analogía con la
causalidad de la razón y siempre en congruencia, por cierto, con la
investigación de la naturaleza en términos mecánicos.
Dos requisitos al menos deben cumplirse entonces, diría yo,
para poder aplicar legítimamente el principio de la finalidad a la
naturaleza: 1) Que el principio de la explicación mecánica llegue al
límite de la facultad humana de conocer y no logre, por sí mismo,
hacer inteligible la peculiar conformación de la materia en casos
particulares. En efecto, como señala Kant en el §80 de la Crítica de
la facultad de juzgar, aunque el derecho de la explicación mecánica es
irrestricto en la investigación de la naturaleza, la capacidad de llegar
a término con dicha explicación frente a cosas como fines naturales,
dada la índole de nuestro entendimiento, es “no solo muy restrin-
9.
I. KanT, KU, §61, AA 05: 360.
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gida [beschränkt], sino claramente limitada [begrenzt]”10. 2) Que el
orden y regularidad de lo contingente de esos casos particulares se
muestre, en la reflexión, como el fruto de una “feliz casualidad” (ein
glücklicher Zufall)11, según la expresión de Kant, y que entonces la
razón, que exige necesidad en todo conocimiento, no pudiendo asumirla de manera determinante, deba, sin embargo, pensar tales casos
como si solo fueran posibles de acuerdo al concepto racional de fin.
Ahora bien, pienso que es evidente que esta “feliz casualidad”
mencionada por Kant no puede quedar indeterminada al punto de
que podamos aplicar el principio de la finalidad en cualquier caso
que solo nos parezca casualmente organizado. Tiene que haber ciertos requisitos precisos que deben cumplirse en esta conjunción de
contingencia y legalidad para que efectivamente estemos autorizados a aplicar tal principio en la indagación de la naturaleza y no caer
así en extravíos injustificados. A mi juicio, el único caso que presenta
Kant para poder resolver este problema es, precisamente, el de los
organismos en cuanto fines naturales. Es ahí entonces donde hay
que buscar dichas condiciones.
Examinaré ahora paso por paso los principales aspectos de la
doctrina kantiana de los organismos como fines naturales.
3. la ConCepCión KanTiana De los orGanisMos
En el parágrafo 64 comienza Kant, aunque muy cautelosamente, su
descripción de lo que él llama un fin natural. Sostiene ahí:
“Yo diría provisionalmente que una cosa existe como fin natural
cuando es causa y efecto de sí misma (si bien en un doble sentido);
pues hay aquí una causalidad tal que no puede ser enlazada con
el simple concepto de una naturaleza sin atribuirle un fin a esta,
10. I. KanT, KU, § 80, AA 05: 417. Sobre esto, cf. A. breiTenbaCh, Mechanical Explanation of Nature and its Limits in Kant’s ‘Critique of judgment’, “Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences” 37 (2006) 694–711.
11. I. KanT, KU, Einleitung, AA 05: 184.
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pero que puede, entonces, y sin contradicción, ser pensada,
mas no concebida [gedacht, aber nicht begriffen]”12.
Para entender esta caracterización provisional, Kant introduce el
ejemplo de un árbol y de su análisis extraerá tres maneras fundamentales en las que se da esta peculiar causalidad en los organismos.
Ahora bien, es importante entender la provisionalidad de este análisis. Lo que Kant hace aquí es ilustrar el concepto de fin natural
mediante el ejemplo de un organismo. Los organismos, por cierto,
son objetos de la experiencia, pero el concepto de fin natural es únicamente un concepto producido por nuestra reflexión con ocasión
de tales fenómenos.
Veamos cómo Kant lleva a cabo dicha caracterización.
En primer lugar, dice Kant, un árbol se produce (erzeugt) a sí
mismo en cuanto especie (Gattung), al engendrar otro individuo y ser
engendrado a su vez por otro individuo de la misma especie. En este
sentido, un árbol es causa y efecto de sí mismo en ese doble sentido
al que aludía Kant en su primera descripción. Como ha destacado
Lenoir a este respecto13, Kant tiene a la vista aquí el fenómeno de
la reproducción o propagación como criterio fundamental de las
especies denominadas naturales (y no meramente académicas)14, tal
como lo expone expresamente Kant en el opúsculo Sobre el uso de los
principios teleológicos en la filosofía. Son individuos de la misma especie,
según esto, aquellos que pueden engendrar organismos que puedan
a su vez reproducirse entre sí. La especie académica (Schulgattung)
es, consiguientemente, artificial, propia de la clasificación lógica del
Systema naturae de Linneo y de la denominada historia natural. Kant
opta aquí expresamente por la Naturgattung y la llamada descripción
de la naturaleza15.
12. I. KanT, KU, § 64, AA 05: 370-371.
13. Cf. T. lenoir, The Strategy of Life. Teleology and Mechanics in Nineteenth-century
German Biology (Reidel, Dordrecht, 1982) 30.
14. La denominada especie académica o escolar es producto de una clasificación lógica
por mera comparación y no es considerada necesariamente, por tanto, como producida por la naturaleza misma.
15. Cf. I. KanT, Teleologische Principien, AA 08: 178-179. El criterio de la reproducción es presentado por Kant también en su escrito sobre la Determinación del concepto de una raza humana, donde defiende la tesis de un tronco originario común a
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En segundo lugar, agrega Kant, un árbol se produce a sí mismo
también como individuo (Individuum) en el proceso de crecimiento.
Aquí, puntualiza, el crecimiento de los organismos debe ser considerado a su vez como un tipo de producción o engendramiento
(Zeugung), pues se trata de algo “completamente diferente de cualquier otro aumento de tamaño según leyes mecánicas”16. Esto es así
en la medida que en el crecimiento un organismo elabora primero
una materia inerte hasta darle la forma adecuada a su organización
y luego continúa formándose mediante este su propio producto.
En esta capacidad de disociación y formación (Scheidungs- und Bildungsvermögens) propia de los seres organizados, piensa nuestro
autor, hay tanta originalidad, que todo arte humano permanece
infinitamente alejado de esa capacidad cuando intenta fabricar de
nuevo esos productos.
En tercer lugar, finalmente, Kant señala que un árbol también
se engendra y conserva a sí mismo en relación a sus partes, en la medida que cada parte depende de la conservación y existencia de las
otras. En este sentido, las partes se producen circularmente las unas
a las otras, comportándose alternativamente como partes y como
todo, según explica Philippe Huneman17. Por cierto, Kant parece
tener a la vista aquí no solo los procesos de injerto en general, como
señala expresamente, sino particularmente las propiedades de regeneración de los organismos que se hicieron famosas a partir del
descubrimiento de Abraham Trembley, en 1744, respecto de las capacidades regenerativas de la hidra18.
Pues bien, a partir de esta ilustración, Kant pasa a analizar lo
que está en juego en una descripción como la anterior y especialmente el modo como debemos pensar, reflexivamente, un fenómeno
tal. Es en este análisis donde podemos encontrar las condiciones
todas las razas humanas (AA 08: 89-106). Sobre esto último, cf. A. Cohen, Kant
on Epigenesis, Monogenesis and Human Nature: The Biological Premises of Anthropology, “Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences”
37 (2006) 675–693.
16. I. KanT, KU, § 64, AA 05: 371.
17. Cf. P. huneMan, Métaphysique et biologie. Kant et la constitution du concept d’organisme (Kimé, Paris, 2008) 292 ss.
18. Cf. I. Goy, Die Teleologie der organischen Natur (§§ 64-68), en O. höffe (ed.),
Immanuel Kant. Kritik der Urteilskraft (Akademie, Berlin, 2008) 223-239.
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que algo debe cumplir para ser considerado legítimamente un fin
natural. En efecto, un organismo es para Kant un ejemplo, aunque
el único dado en la experiencia, del concepto reflexivo de un fin natural; siendo esto así, todo lo que Kant afirma de los fines naturales
vale para los organismos, y esto es lo único que necesito suponer
para el argumento que estoy presentando.
4. los orGanisMos CoMo fines naTurales
Primero, sostiene Kant, para que algo pueda ser considerado un
fin, se requiere que sus partes, según su existencia y forma (presencia y propiedades), solo sean posibles a través de su relación con el
todo.19 Así, según un ejemplo que extraigo de Huneman, un diente
de un animal existe porque —podemos pensar— concuerda con su
aparato digestivo, teniendo en consideración que este solo puede
digerir el alimento que ha sido masticado; a su vez, el diente tendrá
su forma determinada para poder masticar, en concordancia con los
otros dientes que lo rodean20. Ahora bien, dado que esta relación de
las partes con el todo está necesariamente mediada por la idea o concepto de esa cosa, la cosa referida podría ser únicamente un artefacto,
producto de una causa racional externa, lo que ciertamente no se
ajusta a la noción de un fin natural, pues todo se explicaría, al fin y al
cabo, necesariamente a partir de la idea que tiene un artífice externo.
Segundo, entonces, para que este fin sea propiamente natural,
y no meramente el producto de un ser racional, es necesario que las
partes mismas causen mutuamente sus respectivas formas y enlaces.
En efecto, si el concepto o idea del todo fuera la causa de la existencia y la forma de las partes, aclara Kant, entonces estaríamos frente
a un mero artefacto, como cuando el relojero produce las partes del
reloj según su idea del todo y las proyecta de acuerdo a esa idea. En
este sentido, en el caso de los organismos como fines naturales, la
idea del todo no es causa real de las partes, sino que es propiamente
un fundamento de conocimiento (Erkenntnisgrund) para el sujeto que
juzga, es decir, un medio que nosotros usamos para adquirir cono19. Cf. I. KanT, KU, § 65, AA 05: 373-374.
20. Cf. P. huneMan, op. cit., 289.
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cimiento acerca de la cosa21. Dicho de otro modo: nosotros, los que
juzgamos, concebimos ese todo como causa de las partes y a la vez
las partes (las causas eficientes) como siendo ellas mismas efectos de
causas finales. De esta manera, sostiene Kant, así como cada parte
de un organismo existe por medio de (durch) las otras, así también
cada parte es pensada como existiendo para (um... willen) las otras y
el todo, es decir, cada parte es pensada como instrumento (Werkzeug)
u órgano de las otras.
Tomo nuevamente un ejemplo de Huneman: tenemos la idea
de un animal carnívoro y entonces juzgamos que, si tiene dientes
para cortar su presa, tendrá otros dientes al lado para masticar, de
modo que la presencia de un incisivo entrañará, pues, la presencia
de un molar22. Claramente aquí la idea o concepto de fin propio del
juicio teleológico de reflexión sirve para guiar y estimular regulativamente la investigación de causas eficientes cada vez más particulares en el dominio orgánico, con lo que en cierto modo Kant parece
resolver el pretendido conflicto antitético entre la comprensión teleológica y la explicación mecánica, como comentaré más adelante.
Pero nuevamente, sugiere el propio Kant, el solo hecho de
pensar las partes como causas y efectos de sí mismas tampoco es
suficiente, por lo que se hace necesario ahondar un poco más en la
condición antes mencionada. Decir que las partes son órganos que
se determinan recíprocamente, que son unas para las otras, es algo
que, en cierto sentido, todavía podría valer para los artefactos humanos. Pensemos que en un sentido débil de dependencia, podría
afirmarse, por ejemplo, que las ruedas de un reloj, que deben calzar
milimétricamente unas con otras en virtud de la idea del todo, se
determinan recíprocamente también según su forma y enlace. Lo
que hace falta precisar, entonces, como se mostraba a propósito de la
ilustración del árbol, es que las partes (los órganos) sean concebidos
como determinándose en sentido fuerte, esto es, formándose, produciéndose mutuamente ellas mismas. Solo en este caso Kant podrá
21. Cf. P. MClauGhlin, Kant’s Critique of Teleology in Biological Explanation: Antinomy
and Teleology (E. Mellen, Lewiston, 1990) 49-50. Sobre la noción de Erkenntnisgrund, cf. I. KanT, Logik, §§ 7-8, AA 09: 95-96, pasaje al que remite McLaughlin.
22. Cf. P. huneMan, op. cit., 294-295.
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sostener que lo contingente según las leyes mecánicas se reúne felizmente en un todo conforme a ley.
El modelo del reloj, señala expresamente Kant, es insuficiente,
y de este modo se muestra la característica más propia de los organismos según la interpretación que aquí propongo. Dice, en efecto,
Kant:
“En un reloj, una parte es el instrumento del movimiento de
las otras, mas no una rueda la causa eficiente de la producción
(Hervorbringung) de la otra; una parte existe, sin duda, para
otra, pero no por ella. De ahí también que la causa productiva suya y de su forma no esté contenida en la naturaleza (de
esta materia), sino fuera de ella, en un ser que pueda efectuar
según ideas un todo posible por medio de su causalidad. Por
eso, así como en el reloj una rueda no produce a otra, menos
aun produce un reloj otros relojes, de suerte que para ello utilizara otra materia (la organizara); por eso, tampoco remplaza él
por sí mismo las partes que le han sido sustraídas ni repara sus
defectos en la primera formación (Bildung) por el concurso de
las restantes, o, acaso, se arregla a sí mismo cuando se ha roto;
todo esto, por el contrario, podemos esperarlo de la naturaleza
orgánica”23.
En este sentido, Kant celebra expresamente en otro pasaje la posición del anatomista Blumenbach y su noción de impulso de formación (Bildungstrieb), quien sostenía que toda explicación de los seres
vivos debía hacerse a partir de la idea de una materia ya organizada
y negaba, por tanto, que de la naturaleza inerte pudiera originarse
la vida24.
Kant puede sostener entonces que la característica distintiva de
los organismos es que ellos poseen fuerza formadora (bildende Kraft)
y no solamente fuerza motriz (bewegende Kraft), que es la propia de la
materia inerte o “sin arte”, según la sugerente etimología de esta pa-
23. I. KanT, KU, § 65, AA 05: 374.
24. Cf. I. KanT, KU, § 81, AA 05: 424. Véase también la carta de Kant a Johann
Friedrich Blumenbach del 5 de agosto de 1790, AA 11, 184-185.
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labra. Un organismo, en efecto, no solo es un ser organizado internamente, sino también y especialmente un ser organizante de sí mismo,
capaz de producir una organización semejante a partir de materias
carentes de tal organización25. Así pues, Kant puede llegar a afirmar
que es esta “fuerza formadora que se propaga” (fortpflanzende bildende Kraft), inherente a los seres vivos, algo que no se puede explicar por la sola facultad de movimiento, esto es, por el mecanismo y
se hace necesario recurrir entonces a otro principio de comprensión,
a saber, el de la finalidad26. Es, pues, esta característica de los seres
vivos, “llenos de arte”27, como dice Kant, lo único que nos autoriza
a aplicar reflexivamente un nuevo principio. La técnica o arte de
la naturaleza orgánica tiene que ser concebida, consecuentemente,
como espontánea28, es decir, como internamente adecuada a fin.
Como ha mostrado Hannah Ginsborg, en este análisis Kant
tiene en consideración tanto la analogía como la diferencia entre
los organismos y los artefactos29. En efecto, en los dos casos tenemos que dar cuenta de los fenómenos correspondientes recurriendo
a nociones teleológicas: como, por ejemplo, para entender que la
función del corazón es bombear sangre a través del cuerpo (o que
existe para eso) o que la función de una determinada rueda del reloj
es girar la manilla que marca las horas. La diferencia, sin embargo,
radica en que los organismos no son producidos ni preservados por
una causa externa: ellos poseen por sí mismos las propiedades vitales de la autoproducción y de la regeneración, tal como vimos en la
ilustración del árbol.
Ginsborg, en consecuencia, no ve en la característica de la autoorganización el aspecto central en la determinación kantiana de
los organismos como fenómenos inexplicables según el principio de
25. I. KanT, KU, § 65, AA 05: 373 s.
26. Cf. I. KanT, KU, §§ 65 y 81, AA 05: 369 ss. y 421 ss. Véase sobre este punto A.
rosas, Kant y la ciencia natural de los organismos, “Ideas y Valores” 137 (2008)
5-23.
27. I. KanT, KU, § 63, AA 05: 368.
28. I. KanT, 1. Einleitung KU, AA 20: 235.
29. Cf. H. GinsborG, Kant on Understanding Organism as Natural Purposes, en E.
waTKins (ed.), Kant and the Sciences (Oxford University Press, Oxford, 2001)
231-258.
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la causalidad mecánica30. El punto central es que dicha característica le permite a Kant distinguir nítidamente los organismos de los
artefactos. Yo agregaría, sin embargo, que dicha característica sí es
esencial precisamente para probar el carácter objetivo, u objetivoreflexivo del principio de la finalidad en el caso de los seres vivos.
Este punto es importante para lo que quiero mostrar, porque,
siendo esto así, la razón por la que Kant se cuida de distinguir la
finalidad interna atribuible a los organismos de aquella que externamente les atribuimos a los artefactos, es en cierto modo la misma
por la que Kant quiere distinguir la primera de la finalidad objetiva
meramente formal de las figuras geométricas, por ejemplo, y también de la finalidad solo relativa que cabe atribuir a cualquier cosa
de la naturaleza en la medida que sea útil a otra31.
En efecto, en el caso de los artefactos, se trata únicamente de
productos de una causa racional externa. No hay nada estrictamente
contingente ahí y todo se explica, al fin y al cabo, necesariamente a
partir de la idea que posee el artífice externo, que impone su legalidad a la materia.
Por otro lado, Kant distingue expresamente entre la conformidad a fin material de la naturaleza —de la que se trata aquí, en el
caso de los organismos— y el tipo de conformidad a fin intelectual y
formal que cabe encontrar, por ejemplo, en las figuras geométricas
y los números: estos últimos son solo representaciones en nosotros,
y pueden reducirse en último término a las formas de la intuición
pertenecientes al sujeto mismo32. La admiración que podemos sentir
por la asombrosa adecuación a fin de las propiedades del círculo es,
a fin de cuentas, admiración por nuestra propia capacidad configuradora, aunque rara vez sepamos esto y sea una admiración que solo
puede sentir, dice Kant, el filósofo trascendental33.
30. Cf. H. GinsborG, Two Kinds of Mechanical Inexplicability in Kant and Aristotle,
“Journal of the History of Philosophy” 42 (2004) 33–65.
31. Cf. P. GiorDaneTTi, Objektive Zweckmässigkeit, objektive und formale Zweckmässigkeit, relative Zweckmässigkeit (§§ 61-63), en O. höffe (ed.), Immanuel Kant. Kritik
der Urteilskraft cit., 211-222.
32. Cf. I. KanT, KU, § 62, AA 05: 364.
33. Cf. I. KanT, 1. Einleitung KU, AA 20: 216.
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En estos dos últimos casos (el de los artefactos y el de las figuras geométricas) podemos exclamar entonces: vestigium hominis
video34, según la expresión de Kant, y todo trazo de contingencia
se desvanece y termina siendo explicado en virtud de algo externo
a la propia naturaleza del fenómeno. No es en estos casos lo dado,
afirma nuestro autor, lo que “me instruye empíricamente sobre esa
adecuación a fin”35.
Por otro lado, cuando se trata de la finalidad que podemos
atribuir a cosas que sirven de medio a otros seres, Kant señala certeramente que dichas relaciones exteriores son, de hecho, las más
contingentes y fortuitas que cabe encontrar en la naturaleza: que
las tierras sirvan de medio para los vegetales, estos a su vez para los
animales herbívoros y estos en último término para el ser humano,
es algo totalmente azaroso desde el punto de vista del mecanismo de
la naturaleza y de nuestra propia experiencia de ella. Con el mismo
derecho, arguye Kant siguiendo el buen criterio de Linneo, se podría decir que los animales herbívoros sirven de medio para moderar
el crecimiento desmedido del reino vegetal y los seres humanos para
moderar el crecimiento de los primeros36. A diferencia de los dos
casos anteriores, aquí la contingencia se muestra con toda su fuerza,
pero esta vez son los visos de legalidad lo que falta: solo un juicio
atrevido y arbitrario, dice Kant, intentaría afirmar que aquí hay una
finalidad objetiva37.
6. ConClusión
Yo diría, pues, para concluir, que solo en el caso de los seres vivos
y de su peculiar legalidad de lo contingente estamos obligados a
introducir otro principio, a saber, en palabras de Kant, “el principio, inescrutable para nosotros, de una organización originaria” (uns
unerforschlichen Princip einer ursprünglichen Organisation)”38. Y esto
no solo o principalmente por una deficiencia del entendimiento hu34.
35.
36.
37.
38.
536
I. KanT, KU, § 64, AA 05: 370.
I. KanT, KU, § 62, AA 05: 365.
I. KanT, KU, § 82, AA 05: 427.
Cf. I. KanT, KU, § 63, AA 05: 369.
I. KanT, KU, § 81, AA 05: 424.
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FINALIDAD Y CONTINGENCIA: LA CONCEPCIóN KANTIANA
mano, sino por las propias características del fenómeno que se nos
manifiesta.
Hace algunos años, François Jacob decía con lucidez que “ya
no es la vida lo que se interroga en los laboratorios”39, en relación
con el (supuesto) éxito de las ciencias de cuño físico-matemático
para explicar el mecanismo de los seres vivos. Como si la vida, esa
característica algo oscura y misteriosa, hubiera terminado por disolverse en sus verdaderas fuentes naturales.
Kant, sin embargo, intentó mostrar no solo que los organismos
resultan incomprensibles sin recurrir al principio de la finalidad,
sino también que este último es completamente compatible con el
principio de la causalidad mecánica.
A mi juicio, sostener esto último supone aclarar al menos dos
puntos que no dejan de ser controvertidos. En primer lugar, que la
teoría kantiana de la causalidad mecánica, la única que tiene cabida
en la explicación científica, no sufre modificación alguna al ser puesta
en relación con la máxima heurística de la finalidad. En segundo
lugar, dichas afirmaciones suponen también conjeturar y evaluar
hasta qué punto Kant estaría dispuesto a concederles a las ciencias
de la naturaleza un avance tal en la explicación mecánica que quizás
haría innecesario en algún momento el principio de la finalidad.
En cuanto al primer punto, recuérdese que en la Dialéctica de
la facultad de juzgar teleológica Kant encara el conflicto antitético
entre dos máximas que la reflexión puede adoptar a la hora de investigar y comprender la naturaleza en sus manifestaciones particulares.
Según la tesis de esta antinomia teleológica (primera máxima), “toda
generación de cosas materiales y de sus formas tiene que ser juzgada
como posible según leyes meramente mecánicas”40. De acuerdo a
la antítesis (segunda máxima), sin embargo, “algunos productos de
la naturaleza material no pueden ser juzgados como posibles según
leyes meramente mecánicas (su enjuiciamiento requiere una ley de
causalidad enteramente distinta, a saber, la de las causas finales)”41.
39. F. JaCob, La logique du vivant. Une histoire de l’hérédité (Gallimard, Paris, 1970)
320.
40. I. KanT, KU, § 70, AA 05: 387.
41. I. KanT, KU, § 70, AA 05: 387.
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EDUARDO MOLINA
Pues bien, al tratarse de máximas de la facultad de juzgar reflexionante, esto es, de principios heurísticos de la reflexión, es
claro que no puede haber contradicción alguna entre ambas si se
tiene presente que ellas solo prescriben el modo en que debemos
necesariamente juzgar los fenómenos de la naturaleza material y reflexionar a propósito de ellos, sin determinar cómo estos son constitutivamente.
La primera máxima, así, no afirma que todo en la naturaleza
sea únicamente posible con arreglo a leyes de la causalidad mecánica
y con exclusión de cualquier otro tipo de causalidad, como la final;
se limita a decir que en todo caso particular debemos reflexionar
de acuerdo al principio del mecanismo causal e investigar de ese
modo hasta donde nos sea posible. Ahora bien, si a pesar de todos
nuestros esfuerzos no logramos encontrar una explicación mecánica
que nos permita entender esos fenómenos particulares en su sentido
más peculiar, entonces podemos legítimamente adoptar la segunda
máxima e indagar de acuerdo al principio de la causalidad final. Con
esto no queda suprimida en absoluto la primera máxima, que puede
y debe continuar investigando nuevas conexiones mecánicas simultáneamente, como sostiene Kant, sino que únicamente se nos señala
que “para nosotros, en cuanto hombres”, la explicación mecánica es
limitada en su capacidad de llegar a término a la hora de atender a
ciertos productos de la naturaleza42. La reflexión teleológica puede
errar en la aplicación de su principio, ciertamente, pero el punto relevante aquí es que las dos máximas pueden coexistir sin estorbarse.
Con todo, la evidente conexión entre esta primera máxima y
la segunda analogía de la experiencia establecida en la Crítica de la
razón pura ha hecho pensar que nos encontramos ahora ante una
modificación importante de la doctrina kantiana de la causalidad, lo
que ha dado lugar a una larga discusión entre comentaristas como
Breitenbach, Ginsborg y Watkins43. Se podría afirmar, así, que Kant
ahora reconoce que el principio de la causalidad mecánica de la na42. I. KanT, KU, § 80, AA 05: 417-418.
43. Cf. A. breiTenbaCh, op. cit., 694–711; H. GinsborG, Two Kinds of Mechanical
Inexplicability cit., 33-65; E. waTKins, Die Antinomie der teleologischen Urteilskraft
und Kants Ablehnung alternativer Teleologien (§§ 69-71 und §§ 72-73), en O. höffe
(ed.), Immanuel Kant. Kritik der Urteilskraft cit., 241-258.
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turaleza es en el fondo solo un principio regulativo de la facultad
de juzgar44; pero ciertamente con esto la incoherencia del sistema
crítico se tornaría patente, como ha mostrado bien Allison en su
estudio de esta antinomia45.
La legalidad del entendimiento sobre la naturaleza, a través del
principio de causalidad, posee valor constitutivo porque únicamente
bajo esa legalidad son posibles los objetos de la experiencia. Esta
doctrina fundamental no varía esencialmente en la tercera Crítica.
La modificación que Kant hace ahora tiene que ver solo con el problema de la aplicación de las leyes del entendimiento a los casos
particulares y, según Kant, el problema de la aplicación es asunto
de la facultad de juzgar, no del entendimiento en primer término.
Al comparar la máxima del mecanismo con la segunda analogía
de la experiencia, puede verse claramente que la primera se plantea
como un principio heurístico o regulativo que orienta la investigación de los fenómenos precisamente en sus leyes particulares, donde
la experiencia nos presenta los fenómenos en su más heterogénea
diversidad. Lo que tenemos que hacer de acuerdo a esta máxima es
suponer que también ahí, en lo más contingente de nuestra experiencia y donde nada puede ser determinado a priori, es posible aplicar
en concreto el principio de la causalidad mecánica. En cambio, la
segunda analogía da las condiciones formales de un objeto en general
y deja a la experiencia misma la tarea de buscar qué cosa concreta
es causa de tal otra. Esta sería la tarea de la observación científica.
Con esto paso al segundo punto que quiero comentar a modo
de conclusión. Si es cierto entonces que Kant acepta e incluso alienta
la indagación científica en términos de causalidad mecánica, ¿estaría
dispuesto a conceder que, con el avance de estas ciencias, se podría
llegar a un punto en el que se haría innecesario apelar al principio
de la finalidad? Todo indica que no. No es la vida misma lo que se
interroga en los laboratorios, ni la idea de organismo, sino el mecanismo que permite esa vida y esa articulación orgánica.
44. Cf. R. E. buTTs, Kant and the Double Government Methodology (Reidel, Dordrecht,
1984) 272 y ss.; P. Guyer, Introduction, en P. Guyer (ed.), The Cambridge Companion to Kant (Cambridge University Press, Cambridge, 1992) 23 y s.
45. Cf. H. allison, Kant’s Antinomy of Teleological Judgment, “The Southern Journal
of Philosophy” 30/Supplement (1991) 25-42.
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Sin embargo, el propio Kant, en su Metodología de la facultad de juzgar teleológica, hablará curiosamente de un “débil rayo
de esperanza” de que alguna vez se logrará llegar a algo más con el
principio del mecanismo:
“La concordancia de tantas especies animales en un cierto
esquema común que no solo parece subyacer a su esqueleto,
sino también a la disposición de las demás partes, donde una
admirable simplicidad del plan general ha podido, por el acortamiento de unas partes y el alargamiento de otras, el enrollamiento de éstas y el desenrollamiento de aquéllas, producir
una diversidad tan grande de especies, arroja, bien que débil,
un rayo de esperanza en el ánimo, de que bien podría llegarse
a algo aquí con el principio del mecanismo de la naturaleza, sin
el cual no puede haber en absoluto una ciencia de la naturaleza.
Esta analogía de las formas, en la medida en que [estas], a despecho de toda diferencia, parecen ser generadas conforme un
arquetipo común, refuerza la conjetura de un efectivo parentesco de ellas en la generación a partir de una madre originaria
común, por la gradual aproximación de una especie animal a la
otra, desde aquella en que el principio de los fines parece estar
más acreditado, o sea el hombre, hasta el pólipo, y de este, incluso a los musgos y líquenes y, por fin, a los grados más bajos
de la naturaleza que podemos advertir, hasta la materia bruta:
de esta y de sus fuerzas parece derivar, según leyes mecánicas
(al igual que esas según las cuales opera en las generaciones de
[los] cristales), toda la técnica de la naturaleza, que en los seres
organizados nos es tan inconcebible que nos creemos necesitados de pensar para ello un principio distinto”46.
Este pasaje es notable por muchas razones, pero ahora solo me limito
a destacar una consecuencia: el propio Kant señala que nosotros, en
cuanto hombres, no podemos sino atribuirle a esa madre universal
común una organización originaria, de acuerdo a la máxima de la
finalidad, pero agrega también, en una breve nota a esta idea, que
46. I. KanT, KU, § 80, AA 05: 418-419.
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en el fondo no es absurdo tampoco pensar que la fuerza formativa
de esa matriz no actúe de manera homónyma, sino heterónyma, es
decir, podemos pensar que “ciertos animales acuáticos se transformasen poco a poco en animales palustres, y estos, tras algunas generaciones, en animales terrestres”, y añade Kant inmediatamente: “a
priori, en el juicio de la mera razón, esto no es contradictorio, solo
que la experiencia no muestra de ello ningún ejemplo”47.
Creo que Kant es bastante explícito en reconocer que la experiencia aquí tiene la última palabra y que a fin de cuentas no se
habría extrañado en absoluto de los caminos que tomaría la biología
a partir de Darwin y habría adoptado de buena gana una suerte de
reduccionismo pragmático.
¿Se suprimiría con esto el principio de la finalidad? De ningún
modo. Solo lo desplazaríamos, como dice el propio Kant, un poco
más atrás.
47. I. KanT, KU, § 80, AA 05: 419.
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