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PALABRAS QUE CAEN CON TRA LA I N D I FEREN CI A: LOS “FUEGOS D E
ARTI FI CI O” D E GRI SELD A GAM BARO
Ana Sánchez Acevedo
( Universidad de Sevilla)
RESUM EN :
Est e t rabaj o propone un análisis del ent ram ado referencial, especular y
m et at eat ral sobre el que se art icula la obra I nform ación para ext ranj eros
( 1973) , de la dram at urga argent ina Griselda Gam baro. Con el subt ít ulo
“ crónica en 20 escenas” , est a pieza t eat ral da cuent a de la represión en la
Argent ina de principios de los set ent a, denunciando algunos de los prim eros
casos públicos de secuest ros, det enciones ilegales, t ort uras, asesinat os y
“ desapariciones” que precedieron al t errorism o de est ado generalizado de la
Guerra Sucia. Mediant e t oda una com plicada t ram a de recursos escénicos,
revelaciones y ocult aciones, y deslizam ient os ent re niveles y subniveles de
realidad y de ficción, de ilusión y de denegación, Gam baro apela a una t om a
de
conciencia
–y
de
responsabilidad–
sobre
los
m ecanism os
de
m anipulación ej ercidos desde el poder y sobre nuest ro propio concept o
im preciso y deform ado de la inform ación, de los hechos que suceden
nuest ro alrededor y del m odo en que accedem os a su conocim ient o y los
recibim os e int erpret am os int elect ual y em ocionalm ent e.
Pa la br a s cla ve : Griselda Gam baro; I nform ación para ext ranj eros; t eat ro
argent ino; desapariciones; responsabilidad.
ABSTRACT:
This essay proposes an analysis of t he specular and m et at heat rical st ruct ure
of references t hat art iculat es I nform at ion for foreigners ( 1973) , by t he
argent ine playwright Griselda Gam baro. Wit h t he subt it le “ chronicle in 20
scenes” , t his play report s on t he repression in Argent ina in t he early
sevent ies, denouncing som e of t he first public cases of kidnappings, illegal
det ent ions,
t ort ures,
killings and " disappearances"
t hat
preceded t he
widespread st at e t error of t he Dirt y War. By m eans of a com plicat ed st age
appat arus, wit h revelat ions and concealm ent s, slides bet ween levels and
sublevels of realit y and fict ion, illusion and denial, Gam baro appeals t o our
awareness - and responsibilit y- on t he m anipulat ions exert ed by power
holders and on our own inaccurat e and dist ort ed concept of inform at ion, of
t he event s happening around us and t he way we receive t hem and int erpret
t hem int ellect ually and em ot ionally.
Ke yw or ds:
Griselda
Gam baro;
I nform at ion
for
foreigners;
argent ine
t heat re; disappearance; responsibilit y.
Text o a la vez em blem át ico y excepcional dent ro de la producción
dram át ica de Griselda Gam baro, I nform ación para ext ranj eros ( 1973) se
art icula en t orno a un com plej o y riquísim o ent ram ado referencial, especular
y m et at eat ral en el que la aut ora supo volcar su vocación m ás experim ent al
y pródiga en recursos t écnicos. En ninguna de sus piezas se golpea t an
direct am ent e al espect ador, de ent rada despoj ado de la invisibilidad virt ual
asociada a su t radicional posición en el t eat ro, para ser colocado en el
int erior m ism o del espacio de la violencia 1 . Según se indica en la acot ación
inicial, “ el am bient e t eat ral puede ser una casa am plia, preferent em ent e de
1
La abolición de la separación ent re escenario y sala relaciona I nform ación para
ext ranj eros ( 1973) con su cont em por áneo environm ent al t heat re, t al com o han apunt ado
varios de los crít icos que se han acer cado a la obra, ent re ellos Dick Gerdes ( 1978) , Rosaela
Post m a ( 1980) y Diana Taylor ( 1990) . El t érm ino environm ent al t heat re ( “ t eat ro del ent orno”
o “ t eat ro am bient al” ) fue difundido en los años set ent a por el direct or est adounidense
Richard Schechner para r eferirse a una práct ica t eat ral “ preocupada por est ablecer nuev as
relaciones escénicas, por pensar al público en t érm inos de dist ancia o proxim idad, por
reducir la dist inción ent re escenario y sala” y m ult iplicar los punt os de focalización y de
t ensión en el espect áculo ( Pavis, 1998: 445) . Para una descripción det allada de los
post ulados de est a práct ica escénica, ver Richard Schechner ( 1973) .
dos pisos con corredores y habit aciones vacías, algunas de las cuales se
com unican ent re sí” , y “ el público será dividido en grupos” ( Gam baro, 2003:
69) conducidos por guías que irán m arcando dist int os it inerarios a t ravés de
cuart os y pasillos, y con ello diferent es desarrollos posibles de la acción 2 .
Lo que est os grupos van a visit ar es una suert e de m useo de los
horrores; un escaparat e de at rocidades, hum illaciones, vej aciones y abusos,
enm arcados
m uy
explícit am ent e
–y
est o
es
ot ra
excepción
en
la
dram at urgia gam bariana– en un cont ext o de referencia direct am ent e
señalado desde el com ienzo:
“ La pieza”
–según
com unica el Guía–
“ responde a nuest ro est ilo de vida: argent ino, occident al y crist iano.
Est am os en 1971” ( 70) .
El subt ít ulo de la obra, “ Crónica en 20 escenas” , incide sobre la
dem arcación hist órico- polít ica de los acont ecim ient os represent ados –una
“ crónica” de la represión en la Argent ina de principios de los set ent a–, a la
vez que conect a por sus connot aciones periodíst icas con la procedencia real
de los t ext os enunciados por el Guía com o “ explicaciones para ext ranj eros” :
inform aciones ext raídas de la prensa del m om ent o, que rem it en a algunos
de los prim eros casos públicos de secuest ros, det enciones ilegales, t ort uras,
asesinat os y
“ desapariciones” .
Hechos que preludian
lo que cobrará
dim ensiones hiperbólicas y genocidas pocos años después de la escrit ura de
la pieza, con el Proceso de Reorganización Nacional y el t errorism o est at al
sist em at izado de la Guerra Sucia. Son esas “ explicaciones” de las que se
deriva, claro, el t ít ulo I nform ación para ext ranj eros, cargado de una am arga
2
No obst ant e, la ordenación de los it inerarios no es t an librem ent e m óvil en el
ent ram ado dram át ico com o pudiera despr enderse de la acot ación inicial. Bast ant es escenas
est án conect adas por un desarrollo cronológico necesariam ent e lineal: la segunda t iene que
preceder a la quint a; las escenas 3, 7, 8, 10 y 14 deben ir en ese orden por exigencias de la
hist oria; y lo m ism o sucede con los gr upos de escenas 11- 12- 13 y 15- 16- 17. La escena 20
debe ser siem pre la últ im a del recorrido. En los principios y finales de escena hay con
frecuencia frases del Guía que r em it en a la escena ant erior o a la siguient e, y que por t ant o
habrían de ser m odificadas en la represent ación en caso de que se vulnere la disposición
original. Por ot ro lado, en la organización base que Gam baro plant ea hay adem ás, incluso
con independencia de la causalidad de los acont ecim ient os, una ciert a progr esión en el rit m o
y en la const rucción y alt ernancia de las acciones, que hacen de ese it inerario concret o, a
nuest ro j uicio, el m ás rico, efect ivo e int eresant e.
ironía que advert ía sobre cóm o los argent inos –de cuyo “ est ilo de vida” dice
hablar la pieza, y a quienes en prim era inst ancia est á dirigida– se habían
convert ido o eran suscept ibles de convert irse en “ ext ranj eros” con respect o
a su propia sit uación, si se m ant enían aj enos a los sucesos que azot aban ya
al país, anunciando la hist oria m ás t rem enda y dolorosa que est aba por
llegar.
En relación con ello es int eresant e recuperar algunas palabras de
Gam baro:
Pasa algo m uy curioso con el t eat ro, y creo que con cualquier
experiencia art íst ica. La gent e ha perdido sensibilidad para ver los
dat os de la realidad. Es decir, los m uert os suelen ser núm eros, cifras.
Pero si esos m ism os m uert os los ves en el escenario, o ves las
m ism as crueldades que uno lee en un periódico… Es decir, nosot ros
leem os ahora la guerra que hay en el Líbano, y no nos pasa nada por
la cabeza. Pero si eso lo vem os en un t eat ro, y som os capaces de
“ ver” lo que significa la m uert e, la guerra, los chicos, los llant os, el
dolor infinit o, ent onces eso nos m oviliza de una m anera m uy dist int a.
El
hecho
est ét ico
nos
t iene
que
despert ar,
nos
t iene
que
desanest esiar de t odo eso que es la falsa inform ación, la deform ación
de los sent im ient os y las ideas que es base de nuest ra sociedad
( Gam baro en Giella, Rost er y Urbina, 1983: 31) .
Toda la com plicada t ram a de est rat egias que la dram at urga pone en
acción en I nform ación para ext ranj eros est á dest inada a provocar est a t om a
de conciencia, de responsabilidad; est e “ desanest esiam ient o” con el que
ahora se confront a cara a cara al público, arroj ado a una posición en la que
su condición voyeurist a queda al descubiert o y se explicit a para violent arlo;
en la que no sólo ve sino que es vist o, y es señalado y apelado, y est á
expuest o a la m irada de los ot ros. Una sit uación en la que pierde su
dom inio del espacio escénico 3 , y es así presa fácil del j uego de revelaciones
y ocult aciones que la obra art icula, y que rem it e t ant o a los m ecanism os de
m anipulación ej ercidos desde el poder, com o a nuest ro propio concept o
im preciso y deform ado de la inform ación, de los hechos que suceden
nuest ro alrededor, del m odo en que accedem os a su conocim ient o y los
recibim os e int erpret am os int elect ual y em ocionalm ent e.
El t ext o oscila en un perm anent e vaivén de la m ost ración al
enm ascaram ient o, preñado de disposit ivos aut orreflexivos y m et at eat rales
que funcionan en est recha relación –y en buscada confusión– con t odo un
aparat o de deslizam ient os ent re niveles y subniveles desdibuj ados y
enm arañados de realidad y de ficción, de ilusión y de denegación, de
em pat ía y de dist anciam ient o. Hay una t ensión const ant e ent re t odo lo que
en la obra se dice a sí m ism o com o art ificio, com o m ent ira, com o
represent ación; y t odo lo que, ya desde esa est ruct ura aut oproclam ada
sim ulacro –fuego art ificial–, o bien se sabe relat or de una verdad ext erna, o
bien,
de
ot ra
part e,
crea
sub- est ruct uras
o
sub- inst ancias
het erogéneam ent e “ ilusionist as” ( ent endido est e “ ilusionism o” int erno o
t rabado, no al m odo t radicional m im ét ico –pues est am os ant e una obra
t ot alm ent e aj ena a los m oldes realist as–, sino m eram ent e com o aquello que
en el seno de ese m arco aut oconscient em ent e irreal, erige ciert o grado de
ilusión) .
En ese m ovim ient o t ensional ocupa un lugar fundam ent al la figura del
Guía, una suert e de narrador insolent e que com ent a con frivolidad las
escenas a la vez que t om a part e en la violencia; que cont rola el recorrido y
que finge no cont rolarlo; que elige qué explicar y qué no, a qué víct im as
dot ar de una hist oria y a quienes sum ir en el olvido del anonim at o; que
decide qué puert as abrir y cuáles dej ar solam ent e ent reabiert as. A est e
personaj e grosero, em baucador, agresivo y por com plet o desconfiable, es a
3
“ I n t his play [ Gam baro] radicalizes t he t radit ional organizat ion of t he space and
at t em pt s t o involve t he spect at or in a dram at ic experience t hat will also radicalize his
percept ion” , “ t he perplexed spect at or, confused by repeat ed com ings and goings in darkened
and illum inat ed room s and corridors, feels t hreat ened [ …] by t he fact t hat he cannot see or
com prehend t he t ot al space t hat encloses him [ …] ” , “ is deprived of t he overview t hat t he
t radit ionally locat ed audience can enj oy from it s safe dist ance” ( Post m a, 1980: 36- 38) .
quien se ot orga desde el principio t oda la pot est ad sobre el ent orno
desconocido, laberínt ico y pret endidam ent e am enazant e. En pos de est a
ilusión de inseguridad o desconciert o, m uchos de los recint os y de los
corredores por los que se hace t ransit ar los espect adores est án a oscuras,
de m odo que ést os dependen para orient arse de la lint erna que lleva el
Guía, convert ida en inst rum ent o de aut oridad y en herram ient a de sus
t ram pas y m anej os4 . Si por una part e censura lo que la audiencia puede
m irar
o no m irar, por
ot ra com et e convenient es errores, aparent es
equívocos; supuest os m alos funcionam ient os de la organización que al
m ism o t iem po sabem os, porque –y est o se nos señala insist ent em ent e–
est am os ant e una represent ación, que no son t ales. Si de un lado nos
persuade de que asist im os a un espect áculo ficcional –por el que hem os
pagado y que t enem os por t ant o que “ disfrut ar” 5 –, de ot ro lado sus
“ explicaciones para ext ranj eros” nos adviert en explícit am ent e del referent e
verídico de lo que vem os.
A m erced de la rut a deliberadam ent e confusa y accident ada que
m arca el Guía, el espect ador va quedando at urdido por la profusión de
indicaciones anfibológicas, m ient ras cruza ant e sus oj os el t errible desfile de
la best ialidad, encarnado en un elenco no m enos pert urbador. Un gran
núm ero de personaj es de la pieza est án m et at eat ralm ent e caract erizados a
m odo de m arionet as, m aquillados com o m uñecos y suj et os, según indican
las acot aciones, a una act uación t osca, deshum anizada y burdam ent e
m elodram át ica 6 .
4
Est e
recurso
ant i- cat árt ico
y
“ desilusionant e”
es
“ La lant erne figure le pouvoir du Guide qui m et en lum ière cert aines scénes selon
une logique arbit raire et en censur e d’aut r es suscept ibles de révéler des vérit és t rop
hist oriques ” ( Urdician, 2009 : 127) .
5
Recor dem os las prim eras palabras con las que, casi com o una am enaza, el Guía
recibe a los espect adores: “ Señoras y señores: la ent rada es de m il pesos, para adult os. Si
ya pagaron, nadie puede arrepent irse. El gast o ya est á hecho. Mej or gozar” ( 70) .
6
Ent re ot ras m uchas, podem os cit ar al respect o las escenas siguient es. Escena 5:
“ Sent ada sobre una silla, una m uj er con un vest ido blanco, lar go hast a los pies, m aquillada
com o una m uñeca, y con un bebé en brazos. El bebé est á envuelt o en t ules y punt illas, y es,
obviam ent e, un m uñeco. Sent ado en el suelo, a los pies de la m uj er, un hom bre j oven los
cont em pla con expresión arrobada. El grupo est á envuelt o en un haz de luz rosa. La
part icularm ent e recurrent e y
ost ensible precisam ent e en
las escenas
encuadradas por los dat os reales de las “ explicaciones para ext ranj eros” ,
sucesos aut ént icos recreados grot escam ent e con el obj et o de producir un
efect o de ext rañam ient o:
un dist anciam ent o crít ico superpuest o a la
ident ificación com pasiva –a la “ pasividad com padecient e” – del recept or.
No obst ant e, j unt o a est os personaj es denegados, hay ot ros que a lo
largo de la obra parecen perm anecer al m argen de t odo el aparat o ant iilusionist a circundant e. Uno de los casos m ás dest acados es el de la
Muchacha t ort urada que aparece en las escenas 3, 7, 8, 10 y 14, y que es
adem ás uno de esos seres indocum ent ados que pueblan el universo
asfixiant e de la pieza, abandonados sin una “ explicación para ext ranj eros” ,
baj o la m ism a sepult ura de innom inación y silencio que sent enció a t ant os
desaparecidos. En la escena 3 la encont ram os sent ada en una silla con las
ropas em papadas, en alusión a un m ét odo de t ort ura por asfixia que se
hará
t rist em ent e
popular
durant e
la
Guerra
Sucia:
el
denom inado
7
“ subm arino” . El Hom bre que la int erroga y que t rat a de em puj arla al
suicidio hace varias a alusiones a la presencia de los espect adores, y hast a
los ut iliza com o pret ext o para supuest am ent e t ranquilizar a la m uchacha:
“ No t e pasará nada. Hay m ucha gent e” ( 72) . Ese m ism o t ipo de apelaciones
se repit e en las escenas 7 y 10, donde el propio Guía es quien ha t om ado
ahora el rol de verdugo. La Muchacha, sin em bargo, se m ant iene en t odo
act uación es francam ent e burda” ( 84) . Escena 9: “ Cuat ro sillas. Hay un grupo form ado por
un hom bre, una m uj er y dos adult os m ás, est os últ im os disfrazados de niño y niña. Est án
m aquillados exageradam ent e y vist en t raj es cur sis. [ …] Los personaj es act úan sobr e
esquem as m uy prim arios, con algo de t ít eres. El t ono est á burdam ent e ex agerado” ( 92) .
Escena 14: “ El Guía conduce a su grupo a la habit ación señalada. En el cuart o, un grupo de
vecinos am ont onados, las cabezas de unos espiando sobr e las cabezas de los ot ros. En el
ext rem o opuest o, dos policías agazapados, la expresión m uy at ent a. En el cent ro, el Hom br e
y la Muj er, am bos m uy m aquillados. La vest im ent a es cursi, la m uj er lleva t acos m uy alt os.
Todos act úan burdam ent e, de m odo infant il y exagerado” ( 110) .
7
“ En el llam ado ‘subm arino m oj ado’ se sum ergía la cabeza de la víct im a hast a que
se encont raba próxim a a la asfixia. A veces los t ort uradores golpeaban los lat erales del cubo,
causándole hem orragias int ernas y perforación de t ím panos. Ot ra m odalidad era el
‘subm arino seco’, que consist ía en asfixiar casi por com plet o a la víct im a cubriendo su
cabeza con una bolsa de plást ico, que se cerraba con fuer za hast a que se agot aba el
oxígeno” ( Robben, 2008: 258) .
m om ent o sum ergida en su papel, aj ena al público, com o si un pedazo de
realidad hubiera quedado at rapado en m edio del espect áculo farsesco.
Com plet ando el panoram a desconcert ant e, conform e avanzan las
acciones varios act ores colocados ocult am ent e ent re el audit orio son
repent inam ent e golpeados o se conviert en en ej ecut ant es act ivos de la
violencia,
virt ualizando
la
ilusión
de
la
pot encialidad
vict im izable
o
vict im izadora de los espect adores. En est a últ im a idea ahonda una de las
escenas m ás int eresant es en cuant o al ent ram ado aut orreferencial y ét ico
del t ext o: la que recrea el polém ico “ Experim ent o Milgram ” , una serie de
ensayos cient íficos desarrollados en la Universidad de Yale a principios de
los años sesent a, a cargo del psicólogo social nort eam ericano St anley
Milgram ( 1933- 1984) 8 . Su obj et ivo era averiguar cuánt o dolor infligiría un
ciudadano com ún a ot ro sim plem ent e porque se lo pedía un invest igador,
com probando hast a qué punt o una persona norm al es capaz de plegarse a
las indicaciones de una figura de aut oridad, aun cuando ést as ent ran en
conflict o con sus principios ét icos básicos.
Los part icipant es acudieron engañados en respuest a a un anuncio
publicado en los periódicos solicit ando volunt arios para un experim ent o
sobre la m em oria. Cada part icipant e real era em parej ado con uno fict icio –
un act or cóm plice–, y se sim ulaba un repart o al azar de los dos roles
definidos para el experim ent o, el de “ m aest ro” y el de “ alum no” , am añado
de t al m odo que al verdadero volunt ario siem pre le t ocase act uar com o
“ m aest ro” . El direct or de la experiencia les explicaba que el est udio versaba
sobre los efect os del cast igo en el aprendizaj e. El supuest o “ alum no” era
conducido a una habit ación donde se le sent aba y at aba en una especie de
silla
eléct rica.
encargado,
El
“ m aest ro” ,
com enzaba
por
siguiendo
leer
al
las
órdenes
“ alum no”
una
del
list a
invest igador
de
palabras
relacionadas por pares. Luego repet ía una por una las prim eras palabras de
cada par, j unt o con ot ras cuat ro ent re las que est aba la que se correspondía
en la list a inicial, de m odo que el “ alum no” t rat ase de recordar y escoger la
correct a.
8
Para un relat o det allado de sus invest igaciones, ver Milgram ( 1979) , de donde
est án t om adas las explicaciones que siguen.
En caso de error, el “ m aest ro” t enía que aplicar una descarga
eléct rica al “ alum no” , la prim era de 15 volt ios, y después en int ensidad
crecient e conform e se sucedieran los fallos. El act or que hacía de “ alum no”
había sido previam ent e aleccionado para fingir los efect os de las graduales
descargas, y a m edida que ést as aum ent aban, debía com enzar a quej arse
de dolor, cada vez con m ayor vehem encia. A los 150 volt ios pediría que
cesara la prueba. A los 285 volt ios lanzaría un grit o de agonía, y poco
después, si cont inuaban las descargas, dej aría de em it ir cualquier sonido. El
“ m aest ro” , según dej ó señalado Milgram , llegaba enseguida a una t ensión
crispant e. El m anifiest o sufrim ient o del “ alum no” lo em puj aba a abandonar
la prueba, pero cada vez que dudaba en adm inist rar una descarga, el
experim ent ador le ordenaba seguir. Para librarse de su com prom iso, el
suj et o debía rom per decididam ent e con la aut oridad y asum ir su propia
responsabilidad sobre los acont ecim ient os.
Ant es de iniciar los experim ent os, Milgram predij o los posibles
result ados, y pidió t am bién a varios t ipos de personas que hicieran lo
m ism o, ent re ellas psiquiat ras, est udiant es, profesores universit arios y
t rabaj adores com unes. Todos coincidieron en creer que la inm ensa m ayoría
de los suj et os se negaría a obedecer al experim ent ador. Los psiquiat ras, en
concret o, pronost icaron que m uy pocos part icipant es pasarían de los 150
volt ios, cuando la víct im a pidiera explícit am ent e que la dej aran irse; que
sólo un 4% llegaría a los 300 volt ios; y que únicam ent e un m argen
pat ológico de uno ent re m il adm inist raría la descarga m áxim a de 450
volt ios.
Los
result ados
reales
desm int ieron
t erroríficam ent e
est as
suposiciones. Más del 65% de los suj et os obedeció hast a el final las órdenes
del experim ent ador, cast igando a la víct im a con la m áxim a descarga posible
del generador. Diez años después, en una de las repet iciones del ensayo, en
el Max Planck I nst it ut e de Munich, est a cifra se increm ent ó hast a un
escalofriant e 85% .
En la cuart a escena de I nform ación para ext ranj eros, Gam baro
reproduce el “ Experim ent o Milgram ” práct icam ent e punt o por punt o, si bien
reelaborado de acuerdo con el j uego ant i- ilusionist a de la pieza, y
convert ido, de un lado, en espej o reflexivo de la m ism a –ot ra suert e de
“ experim ent o” en el que el espect ador ha sido t om ado com o volunt ario y
suj et o observado–; de ot ro, en un nuevo relat o de un hecho verídico, que
en est e caso plasm a la virt ualidad crim inal de un ciudadano m edio –de
cualquiera de nosot ros– com o product o de un abandono de responsabilidad.
Ya cerca del final de la obra, est a apelación al com prom iso se art icula
baj o la form a de un poem a dirigido direct am ent e al público, en boca de un
personaj e con referent e t am bién real: Marina, una m uchacha griega, presa
y t ort urada, a la que Gam baro at ribuye la aut oría de est os versos:
El t iem po est á alt erado, los años por venir est án alt erados
Tú sabes dónde m e encont rarás
Yo, el m iedo, yo, la m uert e
yo, la m em oria inasible
yo, el recuerdo de la t ernura de t us m anos
yo, la t rist eza de nuest ra vida fracasada
Yo asediaré el “ eso no m e concierne” con m i angust ia
y quebraré el sueño aj eno con fuegos de art ificio
horribles, indecent es
con fusilam ient os incont ables caeré sobre la indiferencia
de los que pasan
hast a que em piecen a pregunt ar, a pregunt arse ( 121- 122) .
Gam baro dej a caer, en efect o, est as palabras, su obra, sobre la
indiferencia de los que pasam os, deconst ruyendo con sus “ fuegos de
art ificio” cualquier relación est able a la que pueda agarrarse el recept or;
quebrando no sólo el horizont e de expect at ivas inicial, sino t am bién t odos
los que van surgiendo a m edida que el t ext o avanza. Nunca t erm inam os de
saber a qué at enernos, cóm o reaccionar, qué sent ir, qué pensar, porque se
nos ha sit uado en un punt o siem pre m óvil, absolut am ent e incóm odo. La
sobreabundancia
cont radict orias,
de
dej a
est ím ulos
al
espect ador
ant agónicos,
en
un
de
inform aciones
perm anent e
est ado
de
desubicación que nunca llega a reordenarse, pues la pieza, com o t ant as de
Gam baro, carece de conclusiones prefij adas, se sit úa dent ro del conflict o y
desde él nos habla. Y es que su obj et ivo pasa precisam ent e por esa
necesaria
desubicación
que
conduce
al
“ desanest esiam ient o” ,
al
cuest ionam ient o, a la reflexión, a la t om a de conciencia.
En esa dirección apunt a t odo el aparat o aut orreferencial de la obra;
las dist ancias que se acort an de un lado y crecen de ot ro; las const ant es
alusiones m et at eat rales y ant i- ilusionist as; la alt ernancia ent re personaj es
cercanos al esperpent o que act úan burdam ent e dej ando al descubiert o su
caráct er fict icio, y aquellos que perm anecen pese a t odo en un plano
ilusionist a, víct im as im pot ent es sum idas en la desgracia de su ficción real.
BI BLI OGRAFÍ A
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