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  • Montevideo, Montevideo, Uruguay
Introducción La introducción en nuestro país de la soja transgénica tuvo lugar en la segunda mitad de los años noventa. Este cultivo no fue sometido a una evaluación de riesgo, ya que en el momento en que se introdujo, en Uruguay no... more
Introducción

La introducción en nuestro país de la soja transgénica tuvo lugar en la segunda mitad de los años noventa. Este cultivo no fue sometido a una evaluación de riesgo, ya que en el momento en que se introdujo, en Uruguay no existían los mecanismos legales para llevar a cabo una  previa evaluación antes de ser aprobada su autorización.

La población no fue informada ni consultada acerca de la introducción de este cultivo y gran parte de ésta solo tuvo conocimiento de que en Uruguay se cultivaba soja transgénica a partir de la oposición a la introducción del maíz transgénico MON 810 en el año 2002.

Como su nombre lo indica, la soja transgénica Roundup Ready (RR) está diseñada para resistir al Roundup (glifosato). El glifosato es un herbicida inventado por la multinacional Monsanto, que además patentó la marca Roudup Ready y los cultivos resistentes al herbicida, como lo es la soja RR.  Por ser un herbicida que ejerce su toxicidad sobre toda clase de vegetación excepto los cultivos transgénicos resistentes, como la soja RR, el glifosato mata todo menos este cultivo.

En Uruguay el efecto del uso de este herbicida es altamente destructivo sobre los ecosistemas de pasturas. Teniendo en cuenta que nuestro país tiene en sus praderas naturales una riqueza biológica única en el mundo, el resultado de este modelo implica que cada día el país pierde su mayor biodiversidad, sus pasturas.

El aumento creciente de este cultivo transgénico ha traído aparejado desde su introducción un aumento sustancial del uso de agrotóxicos, de casi un 300% en los últimos 5 años.  Pero el glifosato no ha sido el único utilizado en el paquete tecnológico de la soja transgénica, sino que también ha sido acompañado con otros agrotóxicos (funguicidas e insecticidas) altamente contaminantes, tales como el endosulfán, clorpirifos, y cipermetrina entre otros. Estas sustancias son muy contaminantes para la vida acuática y con un  potencial de bioacumulación, ya que su persistencia en el ambiente hace que aumenten sus impactos, tanto en la salud humana como en la flora y fauna.

Muchos de estos agrotóxicos se encuentran prohibidos o en vías de prohibición en otros lugares del mundo. En el caso del endosulfán (un organoclorado) existe una campaña a nivel mundial para su eliminación y con respecto al clorpirifos, su uso ya está estrictamente restringido en algunos países de América Latina.

A todo esto se suma que en Uruguay existen escasas experiencias de evaluación de impactos ambientales por el uso de agrotóxicos y si bien es cierto existen estudios realizados por científicos uruguayos sobre sus efectos en la salud humana, aun no son suficientes como para poder eliminarlos del mercado. 

Gran parte de los cultivadores de soja transgénica en nuestro país son “empresarios extranjeros” que arriendan las tierras a un bajo precio y el cuidado de la tierra es lo que menos les importa. El beneficio económico que obtienen estas empresas es logrado en un periodo muy corto (seis meses), pero al país le cuesta muy caro, ya que una vez hecha la cosecha el suelo queda degradado y sin cobertura vegetal.

Es decir, que a Uruguay solo le queda el destrozo y la erosión de la tierra, contaminación del agua y efectos en la salud de los trabajadores y pobladores locales. Este tipo de monocultivos destructivos se consolida y profundiza año a año y la pérdida de nuestras tierras agrícolas se intensifica, lo que implica una agudización de la pérdida de soberanía territorial y alimentaria del país. El cultivo de la soja transgénica ha impuesto un cambio de la matriz productiva agropecuaria, cuyas consecuencias sociales y ambientales pueden resultar extremadamente graves.

Por otra parte, es importante destacar que la soja transgénica está orientada exclusivamente a la exportación y que los países compradores la destinan básicamente para la alimentación de animales. Sin embargo, parte de la producción termina siendo también consumida por la población bajo la forma de lecitina de soja, presente ya en numerosos alimentos importados que se venden en los supermercados (galletitas, jugos, etc) y sin que la gente esté informada acerca de los posibles impactos sobre su salud.

Apostamos a que la información y el análisis contenidos en este trabajo sirvan como herramienta a las autoridades y tomadores de decisiones para evaluar los impactos negativos económicos, sociales, ambientales y de salud provocados por este modelo sojero, que solo está dejando destrucción al Uruguay, mientras las ganancias quedan en manos de unos pocos actores nacionales y unos cuantos extranjeros.


María Isabel Cárcamo

Marzo 2008