David Altman

Ha existido una lluvia de ideas sobre el futuro de Chile y como estaba previsto, cada agrupación y cada colectivo se encuentra pujando por su combinación institucional preferida. Bajo la suposición que es ahora o nunca, cada quien defiende su propuesta como si estuviésemos en el minuto 90 del partido. Creo que es un grave error...

En esta brevísima nota, a menos de 24hrs de cerradas las urnas de las elecciones del domingo, intentaré señalar algunos aspectos que hasta el momento no han sido apuntalados como creo que ameritan. Toda reforma electoral tiene sus aspectos positivos y los negativos. Dentro de lo virtuoso que vimos ayer, el nuevo sistema electoral logró mejoras substanciales en cuanto a la representación de mujeres y parcialmente en relación a la representación de los pueblos originarios (aunque esto último tan solo simbólicamente). Más aun, a la representación de mujeres se le suma otro aspecto no menos importante: nos dio a los ciudadanos y ciudadanas una mayor libertad en las urnas (aunque no por eso logró que, para usar palabras de la Presidenta de la República, " reflejara justamente lo que somos "). Me explico. El motor detrás de la gran reforma electoral del 2015 (hecha a través del Mensaje Presidencial 076-362 de 2014), fue la gran esperanza de generar un sistema más proporcional y más justo. Sin embargo, como se leerá mas abajo, estimo que se puede afirmar que no logró ni lo uno ni lo otro. El nuevo sistema resulto ser menos proporcional que el anterior y encima permitió que un número significativamente más grande de legisladores sean electos por efecto de arrastre. (Que no se me mal interprete: lo que digo no desconoce el hecho que el binominalismo, como sistema electoral, estaba agotado y que si o si, necesitaba un cambio substancial).

Nuevamente el movimiento BDS intenta que una universidad chilena, en este caso la PUC se sume al boicot contra universidades israelíes. Una vez más, debo decir " no ". Eliminar de un plumazo una potencial conversación e intercambio entre personas que piensan un mismo tema por el simple hecho de pertenecer a una universidad en particular, tiene-como argumenté en otra oportunidad—tintes fascistoides, es antidemocrático, particularmente absurdo, y muy especialmente, contraproducente.

En estas líneas me detengo en la pregunta que próximamente la ciudadanía de Colombia deberá responder en las urnas. Esta pregunta constituye un eslabón fundamental de todo un ciclo político cuya potencialidad es inconmensurable para país (y consecuentemente, para toda América Latina). Mi afán aquí no es ni criticar al gobierno, ni debilitar el proceso plebiscitario, sino que, muy por el contrario, mi punto es simplemente contextualizar y señalar algunos errores de procedimiento que se podrían haber evitado. Así como percibo que se podría haber apelado a mayores cuotas de republicanismo en el proceso de redacción de la pregunta y explico el por qué, no dejo de subrayar mi optimismo frente la terminación del conflicto y el encuentro de soluciones institucionales ampliamente consensuadas.

¿Se podrá llegar algún día a una buena proporcionalidad, sin aumentar un solo diputado, sin tocar los distritos, favoreciendo el encuentro de grandes mayorías? Es muy difícil. Sin embargo, aquí argumento que se puede pensar en otros sistemas que no aumentan los legisladores, no redistritan, y sin embargo pueden llegar a una proporcionalidad casi perfecta, dándole aún más libertad al votante alterando únicamente la papeleta del voto y la fórmula de asignación de bancas. Efectivamente hay que cambiar el binominal pero creo que no por un sistema de distritos pequeños y medianos como se ha venido proponiendo últimamente.