COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA PASTORAL LITÚRGICA
CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO
       COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA
         ARQUIDIÓCESIS DE MORELIA
                S OLE MNIDAD
    EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
            SUBSIDIO PARA LA
PROCESIÓN CON EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
                             SUBSIDIO PARA LA
                  PROCESIÓN CON EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
                                                     Solemnidad
                       EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
Una vez hecha la Oración DESPUÉS DE LA COMUNIÓN, habiendo dejado la Hostia recién consagrada en la Misa sobre el corporal
en el altar, el sacerdote expone el Santísimo Sacramento en la custodia, mientras se entona un canto eucarístico y lo inciensa.
Los cantos ordénense a que manifiesten la fe en Cristo y que solamente sean para alabanza del Señor.
Enseguida hace una estación menor.
Luego introduce a la procesión con las siguientes palabras:
                         E STACIÓN I
GUÍA:
       Hermanos: en este día solemnísimo en que celebramos agradecidos la presencia real del Señor
Jesús en las especies eucarísticas del Pan y del Vino, recordamos cómo Él mismo nos llama a ser
“eucaristía” para nuestros prójimos, a ser ese “sacrifico agradable a Dios Padre”, y seguir construyendo
en nuestros ambientes la justicia y la paz.
       Así como canta el salmo 23: “El Señor es mi pastor: nada me falta… aunque camine por cañadas
oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo…”, hoy que realizamos esta procesión, recordamos cómo
el verdadero pastor es aquel que conoce también las cañadas oscuras de la muerte; aquel que conoce el
camino de la soledad, en el cual ninguno puede acompañarnos; Él camina con nosotros, guiándonos para
atravesar ese camino; camino que Él mismo ha recorrido descendiendo hasta el reino de la muerte
venciéndola y ha regresado para acompañarnos ahora y darnos la certeza que, junto con Él, podemos dar
este paso en medio de tantas dificultades en las que nos encontramos. Tenemos la seguridad que Él nos
acompaña y que con su “bastón y su cayado nos da seguridad”, por eso, “no debemos temer ningún mal”.
        Comulgando el Cuerpo y a la Sangre del Señor Jesús, el cristiano jamás será separado del
verdadero buen pastor, que ha asumido sobre sí la condición humana sin excluir el sufrimiento y la
muerte. Esta conciencia funda la esperanza cristiana, de la cual somos testigos y que queremos anunciar
en este día a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y de nuestra comunidad. La procesión eucarística
que realizaremos, es signo del camino de la vida, por eso, para el cristiano no es un recorrido en la
oscuridad, expuesto a peligros continuos, sino un seguimiento confiado en el Señor hacia la meta eterna.
       Nuestra grande esperanza es la confianza certera de que “Sólo Dios basta”. Su reino no es un más
allá imaginario, puesto en un futuro que no llega jamás; su reino está presente allí donde Él es amado y
donde su amor nos alcanza. Solo su amor nos da la posibilidad de perseverar día tras día, sin perder el
impulso de la esperanza, en un mundo que, por su naturaleza, es imperfecto. Y su amor, al mismo tiempo,
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es para nosotros garantía que existe aquello que solo vagamente intuimos y, todavía, al último,
esperamos: la vida que es verdaderamente vida.
Guía:
Antes de iniciar nuestra procesión digamos juntos: Tú eres nuestra vida, Señor.
La asamblea repite: Tú eres nuestra vida, Señor.
   1. Dios nuestro Padre, te alabamos y te damos gracias. Tú que amas a cada hombre y guías
       a todos los pueblos, danos el Espíritu del Resucitado para que con valor y humildad
       sepamos discernir el bien y el mal presente entre los hijos de la Iglesia y en la sociedad
       entera. Haz que escuchemos tus palabras, prontos a ponerla en práctica y a hacerlas
       fructificar en una vida de santidad personal, familiar y social.
       R. Tú eres nuestra vida, Señor.
   2. Señor Jesús, Hijo de Dios y Redentor del mundo, tú eres el único mediador entre Dios y
       los hombres y no hay otro nombre bajo el cielo en el cual podamos ser salvados,
       concédenos permanecer en ti como los sarmientos están unidos a la vid, de participar en
       tu misma vida para que seamos signos de una nueva humanidad reconciliada en la verdad
       y en el amor.
       R. Tú eres nuestra vida, Señor.
   3. Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, con confianza te invocamos. Tú que eres
       maestro interior revélanos los pensamientos y los caminos de Dios. Danos la gracia de ver
       los acontecimientos humanos con ojos puros y penetrantes, de conservar la herencia de
       santidad y civilidad propia de nuestros pueblos, de convertirnos en la mente y en el
       corazón para renovar nuestra sociedad.
       R. Tú eres nuestra vida, Señor.
Gloria a ti, Santa Trinidad, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amen.
Canto eucarístico.
Mientras tanto se dispone todo para la procesión: como ésta se tendrá inmediatamente después de la Misa, el sacerdote
que lleva el Santísimo Sacramento, usando el velo humeral de color blanco, puede conservar las vestiduras que utilizó
en la Misa, o revestirse con la capa pluvial de color blanco.
De acuerdo con las costumbres del lugar se usarán velas, incienso y el palio bajo el cual irá el sacerdote que lleve el
Santísimo Sacramento.
Al finalizar la procesión, se impartirá la bendición con el Santísimo Sacramento dentro de la Iglesia a la que se llegue,
o en otro lugar más oportuno, y se reserva el Santísimo Sacramento.
NOTA: Conviene que la procesión eucarística se lleve a cabo con dignidad y sin desdoro de la reverencia debida al
Santísimo Sacramento.
Una vez dadas las indicaciones a los presentes, inicia la procesión eucarística.
Según el número de estaciones que se han organizado en la comunidad, llegados a cada una, el sacerdote coloca el
Santísimo Sacramento sobre el corporal y tiene lugar el esquema como se presentan a continuación. La X estación no
puede omitirse.
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                     E STACIÓN II
Lectura:
En el signo del pan partido, Cristo se entrega con toda su humanidad y divinidad, y nosotros en
aquella mesa singular vivimos la más intensa comunión con él: Quien me come vivirá por mí (Jn
6,57). En Cristo, el Unigénito del Padre, somos introducidos en la comunión trinitaria. La
Eucaristía llega a ser fuente y vértice de comunión, manifestación de un misterio divino que nos
envuelve y nos trasciende.
Guía:
Cristo, en la cena pascual, ha dado su Cuerpo y su Sangre para la vida del mundo. Reunidos en
la oración de alabanza, invoquemos su nombre diciendo:
Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
La asamblea repite: Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
    1. Cristo, Hijo del Dios vivo, que nos has mandado celebrar la Eucaristía en tu memoria, haz
       que participemos siempre con fe y amor en beneficio de toda la Iglesia.
       R. Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
    2. Cristo, que reúnes en un solo cuerpo a cuantos se alimentan de un mismo pan, acrecienta
       en nuestras comunidades la concordia y la paz.
       R. Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
    3. Cristo, que en la Eucaristía nos das la medicina de la inmortalidad y el anticipo de la
       resurrección, da la salud a los enfermos y el perdón a los pecadores.
       R. Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
    4. Cristo, que en la Eucaristía nos das la gracia de anunciar tu muerte y resurrección hasta el
       día de tu venida, haz participes de tu gloria a nuestros hermanos difuntos.
       R. Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
Oremos.
S      eñor Dios, que para gloria tuya y salvación nuestra constituiste a Jesucristo sumo
       y eterno sacerdote, concede al pueblo redimido con su Sangre, obtener, por la
       participación en este memorial, los frutos de la Muerte y Resurrección de tu Hijo.
Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los
siglos.
R. Amén.
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                    E STACIÓN III
Lectura:
Esto dice el Señor: “Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen
dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en
lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta?” (Is 55, 1-2).
Guía:
En el sacramento admirable del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, la Iglesia celebra el memorial
de la Pascua. Cristo en la Eucaristía continúa su presencia viva en medio de nosotros. Meditando
su palabra, invoquemos diciendo: Danos, Señor, el pan de la vida.
La asamblea repite: Danos, Señor, el pan de la vida.
   1. Yo soy el pan vivo bajado del cielo, dice el Señor: si uno come de este pan, vivirá
      eternamente (Jn 6, 51).
      R. Danos, Señor, el pan de la vida.
   2. Quien come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él, dice el Señor (Jn 6, 56).
      R. Danos, Señor, el pan de la vida.
   3. Como el Padre, que da la vida, me ha enviado y yo vivo por el Padre, así aquel que me
      come vivirá por mí, dice el Señor (Jn 6, 57).
      R. Danos, Señor, el pan de la vida.
   4. Señor Jesús, testigo fiel, primogénito de los muertos, tú nos has amado y has lavado
      nuestras culpas en tu sangre (Ap 1, 5).
      R. Danos, Señor, el pan de la vida.
   5. Tú eres digno, Señor, de tomar el libro y de abrir los sellos, porque fuiste inmolado y nos
      has rescatado para Dios con tu sangre (Ap 5, 9).
      R. Danos, Señor, el pan de la vida.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
Oremos.
C      oncédenos, Señor y Dios nuestro, a los que creemos y proclamamos que
       Jesucristo nació por nosotros de la Virgen María, murió por nosotros en la cruz y
       está presente en este sacramento, beber en esta divina fuente del don de la
salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
R. Amén.
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                    E STACIÓN IV
Lectura:
Damos gracias con alegría a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque nos ha hecho dignos
para participar en la herencia de los santos en la luz. Él nos libró del poder de las tinieblas y nos
trasladó al Reino de su querido Hijo, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados
(Col 1, 12-14).
Guía:
En la Eucaristía están presentes las “obras admirables” que Dios ha realizado en la historia.
Mientras contemplamos el Misterio, damos gracias a Dios y proclamamos diciendo: Te damos
gracias, Padre bueno.
La asamblea repite: Te damos gracias, Padre bueno.
   1. Te damos gracias, Padre, por los grandes signos de tu amor que a nosotros nos develas en
      la creación, en la historia del hombre y en la plena revelación de tu Hijo Jesús. Por eso te
      decimos:
      R. Te damos gracias, Padre bueno.
   2. Por el poder del Espíritu Él ha venido entre nosotros, en el seno purísimo de María.
      Hizo del mundo su casa, eligió a los pobres, anuncio la paz y la reconciliación a todos, y
      se entregó libremente a la muerte de cruz. Por eso te decimos:
      R. Te damos gracias, Padre bueno.
   3. Por amor Él ha venido, de amor ha vivido, con amor se ha donado a ti y en un gesto
      supremo de amor se ha sacrificado por nosotros. Por eso te decimos:
      R. Te damos gracias, Padre bueno.
   4. En la última cena, reunido con los discípulos, después de habernos dado el mandamiento
      nuevo, signo de eterna alianza, nos dejó su Cuerpo y Sangre para la remisión de los
      pecados. Por eso te decimos:
      R. Te damos gracias, Padre bueno.
   5. Te damos gracias, Padre, por este Santísimo signo, lo acogemos como don de tu
      misericordia que nos transforma y nos da un corazón nuevo, como gracia de reconciliación
      y como signo de comunión. Por eso te decimos:
      R. Te damos gracias, Padre bueno.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
                                                       5
Oremos.
S      eñor, que en tu Hijo Jesucristo nos diste el verdadero Pan que descendió del cielo,
       fortalécenos con este alimento de vida eterna, para que nunca nos apartemos de Ti
       y podamos resucitar para la gloria en el último día. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de
los siglos.
R. Amén.
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                     E STACIÓN V
Lectura:
Él es el pan de vida. Quien come la vida no puede morir. Vayan a Él y sáciense, porque Él es el
pan de vida. Vayan a Él y beban, porque Él es la fuente. Vayan a Él y serán iluminados, porque
Él es la luz. Vayan a Él y llegarán a ser libres, porque donde está el Espíritu del Señor hay libertad.
“Yo soy el pan de vida. Quien viene a mí no tendrá hambre. Quien cree en mí no tendrá más sed”
(Ambrosio de Milán, siglo IV).
Guía:
Cristo es el pan de la vida. La Iglesia aclama con alegría: Dichoso quien se sienta en la mesa de
tu reino, Señor.
La asamblea repite: Dichoso quien se sienta en la mesa de tu reino, Señor.
   1. Cristo, sacerdote de la nueva y eterna alianza, que sobre la cruz has ofrecido al Padre el
      sacrificio perfecto, enséñanos también a nosotros a ofrecerlo dignamente junto contigo.
      R. Dichoso quien se sienta en la mesa de tu reino, Señor.
   2. Cristo, que has querido perpetuar en todas partes de la tierra tu ofrenda pura y santa, haz
      que cuantos se alimentan de un único pan estén unidos en un solo cuerpo.
      R. Dichoso quien se sienta en la mesa de tu reino, Señor.
   3. Cristo, que alimentas a tu Iglesia con el sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre, haz que,
      vigorizados por este alimento, alcancemos tu monte santo.
      R. Dichoso quien se sienta en la mesa de tu reino, Señor.
   4. Cristo, invisible huésped de nuestro banquete, que estás a la puerta y llamas, ven a
      nosotros, cena con nosotros y nosotros contigo.
      R. Dichoso quien se sienta en la mesa de tu reino, Señor.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
Oremos.
I   lumínanos, Señor, con la luz de la fe y enciende nuestros corazones con el fuego del
    amor, para que aceptemos que Cristo, nuestro Dios y Señor, está realmente presente
    en este Sacramento, y lo adoremos verdaderamente, con amor y con fe. Él que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
R. Amén.
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                        E STACIÓN V I
Lectura:
En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo llega a ser también el sacrificio de los miembros de su
Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración, su trabajo, están unidos a
aquellos de Cristo y a su ofrenda total, y de este modo, adquieren un nuevo valor (Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 1368).
Guía:
Te damos gracias, Padre, por la vida eterna que nos has revelado en Cristo Jesús, tu siervo. Por
eso te decimos: Gloria y alabanza a ti por los siglos.
La asamblea repite: Gloria y alabanza a ti por los siglos.
   1. Como este grano que estaba disperso por los campos y recogido ha llegado a ser un solo
      pan, así sea reunida tu Iglesia desde los confines de la tierra en tu reino.
      R. Gloria y alabanza a ti por los siglos.
   2. Como esta uva que estaba dispersa por las colinas y recogida ha llegado a ser un solo vino,
      así sea reunida tu Iglesia desde los confines de la tierra en tu reino.
      R. Gloria y alabanza a ti por los siglos.
   3. Te damos gracias, Padre, por tu santo nombre que has escrito en nuestros corazones.
      R. Gloria y alabanza a ti por los siglos.
   4. Te damos gracias, Padre, por la sabiduría y la inmortalidad que tú nos has mostrado en tu
      siervo Jesús.
      R. Gloria y alabanza a ti por los siglos.
   5. Tú, Señor todopoderoso, que todo lo has creado para la gloria de tu nombre, nos has dado
      en tu siervo Jesús, alimento y bebida para la vida eterna.
   6. R. Gloria y alabanza a ti por los siglos.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
Oremos.
C      oncédenos, Señor, celebrar dignamente al Cordero Pascual, muerto por nosotros
       en la cruz y oculto en este sacramento, para que, terminada nuestra peregrinación
       en la tierra, podamos contemplarlo cara a cara en la gloria del cielo. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios por los siglos de los siglos.
R. Amén.
                                                       8
                      E STACIÓN V II
Lectura:
A través de la adoración eucarística el cristiano contribuye misteriosamente a la transformación
radical del mundo y a la difusión del Evangelio. Toda persona que reza al Salvador deja tras de
sí el mundo entero y lo eleva a Dios. Aquellos que se encuentran con el Señor desarrollan un
eminente servicio; ellos presentan a Cristo todos aquellos que no lo conocen o que están alejados
de él; ellos velan delante de él, en su nombre. (Carta sobre la adoración eucarística de Juan Pablo II)
Guía:
Oremos a Dios Padre, que cuida de todas las creaturas, y digamos con fe sincera: Escúchanos,
Señor.
La asamblea repite: Escúchanos, Señor.
   1. Tú, que alimentas continuamente a tu pueblo, guarda a tu Iglesia, protege a nuestro Papa
      León XIV, asiste a nuestros obispos, guía y sostén a los sacerdotes.
      R. Escúchanos, Señor.
   2. Tú, que sacias nuestra sed en el cáliz de la alegría, ilumina a los legisladores y gobernantes,
      promueve la justicia, extingue todo odio y rencor, y haz que los ricos usen con justicia sus
      bienes.
      R. Escúchanos, Señor.
   3. Tú, que nos has redimido con la Sangre de Cristo, protege a todos los pueblos en la paz,
      suscita numerosas vocaciones para tu Iglesia, socorre a los pobres y haz que los
      desocupados encuentren trabajo.
      R. Escúchanos, Señor.
   4. Tú, que eres grande en el amor, estás presente en cada familia, bendice a nuestros
      familiares y amigos, recompensa a quien ha hecho el bien, y haz que los niños y los
      jóvenes crezcan en tu amistad.
      R. Escúchanos, Señor.
   5. Tú, que eres el buen Pastor de nuestras almas, ayuda al incrédulo que quiere creer,
      consuela a los afligidos, defiende a los perseguidos, convierte a los pecadores, cura a los
      enfermos y da a los difuntos la vida eterna.
      R. Escúchanos, Señor.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
                                                       9
Oremos.
S      eñor Dios, que para gloria tuya y salvación nuestra constituiste a Jesucristo sumo
       y eterno sacerdote, concede al pueblo redimido con su Sangre, obtener, por la
       participación en este memorial, los frutos de la Muerte y Resurrección de tu Hijo.
Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los
siglos.
R. Amén.
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                      E STACIÓN V III
Lectura:
Cuando Cristo comunica al creyente no solo su virtud y su gracia, sino su Espíritu y su Cuerpo,
mezcla en cierto modo su alma con la del justo, su cuerpo con el de Él. El Señor se muestra a sí
mismo a través de los ojos, la boca y los sentimientos del fiel. El rostro de estos, sus movimientos
y su modo de actuar son aquellos de Cristo. Cristo se ocupa muy bien del alma, toma íntima
posesión sin destruirla o corromperla, que en el último día se descubrirá solamente Jesús en esta
alma y, en las almas de los justos. Cristo y los fieles, aun manteniéndose distintos, serán uno solo
y el mismo Cristo. (Luis de León, Los Nombres de Cristo, Obras completas castellanas, BAC, I ed., Madrid, 659).
Guía:
Señor, cuando estamos en la duda y en las tinieblas, cuando te buscamos sin poderte encontrar,
aumenta nuestra fe. Así confiados te decimos: Señor, ten piedad.
La asamblea repite: Señor, ten piedad.
   1. Señor, cuando nuestro corazón está triste y angustiado, cuando los tiempos son duros,
       crueles, inciertos, haz firme nuestra esperanza.
       R. Señor, ten piedad.
   2. Señor, cuando no sabemos amarte verdaderamente, cuando no amamos suficientemente a
       nuestros hermanos con hechos y en verdad, acrecienta nuestra caridad.
       R. Señor, ten piedad.
   3. Señor, cuando te olvidamos al punto de no rezarte más, cuando nos alejamos de ti hasta
       ofenderte con el pecado, concédenos tu gracia y tu perdón.
       R. Señor, ten piedad.
   4. Señor, cuando tenemos miedo de tanta violencia y de tanto odio, cuando somos víctimas
       de la injusticia, danos tu Espíritu de fortaleza, de paz y de amor.
       R. Señor, ten piedad.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
Oremos.
C      oncédenos, Señor y Dios nuestro, a los que creemos y proclamamos que Jesucristo
       nació por nosotros de la Virgen María, murió por nosotros en la cruz y está presente
       en este Sacramento, beber en esta divina fuente del don de la salvación eterna. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
R. Amén.
                                                          11
                       E STACIÓN IX
Lectura:
El amor de Cristo nos impulsa a obrar incesantemente por la unidad de su Iglesia, para el anuncio
del Evangelio hasta los confines de la tierra y para el servicio de los hombres: “Nosotros, siendo
muchos, somos un solo cuerpo; todos participamos del único pan” (1Cor10, 17): es esta la Buena
Noticia que hace gozar el corazón del hombre y le muestra que está llamado a tomar parte en la
vida dichosa con Dios. (Carta sobre la adoración eucarística de Juan Pablo II).
Guía:
Dios Padre, tú quieres reunir a todos los hombres en un solo pueblo, en el cual resplandezca el
amor de tu Hijo que ha dado para nosotros su Cuerpo y su Sangre. Escucha y atiende nuestra
oración. Digamos juntos: Escúchanos, Señor.
La asamblea repite: Escúchanos, Señor.
   1. Tú nos has dado la Eucaristía como principio y fuente de unidad: derriba todas las
      fronteras del egoísmo que nos separan de ti y nos hacen extranjeros a nuestro prójimo.
      R. Escúchanos, Señor.
   2. Manda tu Espíritu, para que haga de nosotros una sola cosa en torno a una misma mesa.
      R. Escúchanos, Señor.
   3. Haz que de la Eucaristía aprendamos a dar nuestro cuerpo y sangre para nuestros
      hermanos.
      R. Escúchanos, Señor.
   4. Haznos comprender que tu Hijo, presente en la Eucaristía, es el centro de nuestra vida y
      de nuestras comunidades y es la fuerza de la cual brota nuestra misión al servicio de los
      hermanos.
      R. Escúchanos, Señor.
   5. Acrecienta nuestra capacidad de don, en comunión con tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
      R. Escúchanos, Señor.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente oración:
Oremos.
C       oncede, Padre, a tus fieles de elevar un canto de alabanza al
        Cordero inmolado por nosotros y escondido en este santo misterio, y haz que un
        día podamos contemplarlo en el esplendor de tu gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
R. Amén.
                                                       12
                        E STACIÓN X
Esta última estación no se ha de omitir, y de preferencia ha de realizarse en la iglesia dentro de
la cual se dará la bendición.
Lectura:
La adoración eucarística es la disposición fundamental del hombre que se reconoce creatura
delante a su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha creado y la omnipotencia del
Salvador que libera del mal [...] La adoración del Dios tres veces santo y sumamente amable nos
colma de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.
(Catecismo de la Iglesia Católica, n.2628).
Guía:
Oremos al Señor, diciendo: Señor, danos tu paz.
La asamblea repite: Señor, danos tu paz.
   1. Por la paz que viene de lo alto y por la salvación de nuestras almas. Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
   2. Por la paz del mundo entero, por la prosperidad de la santa Iglesia de Dios y por la unión
      de todos. Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
   3. Por nuestro Santo Padre, el Papa león XIV, por todos los Obispos, por los presbíteros y
      diáconos, por todo el pueblo. Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
   4. Por esta comunidad, por cada ciudad y pueblo, y por todos los fieles que la habitan.
      Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
   5. Para que tengamos aire limpio, por la abundancia de los frutos de la tierra, por los tiempos
      de paz. Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
   6. Por los navegantes, los caminantes, los enfermos, los que sufren, los prisioneros, y por su
      salvación. Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
   7. Para ser liberados de toda aflicción, de todo mal, de todo peligro y de toda necesidad.
      Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
   8. Socórrenos, sálvanos, ten piedad de nosotros y protégenos, oh Dios, con tu gracia.
      Oremos.
      R. Señor, danos tu paz.
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Haciendo memoria de María Inmaculada de la Salud, Madre de Dios y siempre Virgen, junto con
todos los santos mexicanos, nos encomendamos a nosotros mismos y nuestras familias, los unos
por los otros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La asamblea: R. Amén.
Se entona un canto eucarístico y el sacerdote inciensa el Santísimo Sacramento.
Luego dice la siguiente invocación: Nos diste el pan bajado del cielo…
R. Que contiene en sí todo deleite.
Oremos
S
Y con las manos juntas dice:
      eñor nuestro Jesucristo, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial
      de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo
      y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu
redención. Tú que vives y reinas, con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Una vez que ha dicho la oración, el sacerdote, con el velo humeral sobre sus hombros, hace genuflexión, toma la
custodia y, sin decir nada y en silencio, traza con el Santísimo Sacramento la señal de la cruz sobre el pueblo.
Concluida la bendición, se proclaman las siguientes aclamaciones y enseguida reserva el Santísimo Sacramento
en el tabernáculo, hace genuflexión y luego lo cierra.
Aclamaciones
Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo consolador.
Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
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ALABEMOS Y DEMOS GRACIAS EN CADA INSTANTE Y MOMENTO
                   AL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR
           COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA
             ARQUIDIÓCESIS DE MORELIA
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