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I.2 Los Primeros Peregrinos1

El documento explora los orígenes del culto jacobeo y la formación del Camino de Santiago, destacando la implicación de autoridades en la veneración de las reliquias de Santiago y el papel de Carlomagno como primer peregrino. A medida que la fama de Santiago se extendía, la peregrinación se convirtió en un fenómeno significativo, a pesar de los peligros del viaje en la Edad Media. La consolidación de la ruta y el aumento de peregrinos llevaron a la necesidad de renovar la catedral de Santiago, impulsada por figuras clave como el obispo Diego Gelmírez.

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I.2 Los Primeros Peregrinos1

El documento explora los orígenes del culto jacobeo y la formación del Camino de Santiago, destacando la implicación de autoridades en la veneración de las reliquias de Santiago y el papel de Carlomagno como primer peregrino. A medida que la fama de Santiago se extendía, la peregrinación se convirtió en un fenómeno significativo, a pesar de los peligros del viaje en la Edad Media. La consolidación de la ruta y el aumento de peregrinos llevaron a la necesidad de renovar la catedral de Santiago, impulsada por figuras clave como el obispo Diego Gelmírez.

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I

LOS ORÍGENES DEL CULTO JACOBEO


Y LA FORMACIÓN DEL CAMINO

2
LOS PRIMEROS PEREGRINOS

AUTORES DEL PROYECTO:


JAIME NUÑO GONZÁLEZ
PEDRO LUIS HUERTA
La implicación de las más altas autoridades políticas, religiosas o intelectuales en el
impulso de la veneración hacia los reliquias de Santiago fue evidente, de modo que
el propio monarca Alfonso II promovió la construcción de una basílica, lo que
supone que, bajo semejantes patrocinios, rápidamente empezarían a acudir
peregrinos al sepulcro. Carecemos sin embargo de noticias sobre estas afluencias
en los primeros momentos, lo que sin duda se debe, por un lado, a la general
ausencia de información que existe sobre aquellos tiempos y, por otro, al entonces
aún corto alcance del fenómeno jacobeo.
Aunque no conocemos apenas testimonios
o restos del momento en que se produjo el
hallazgo del sepulcro de Santiago, lo
excepcional y lo milagroso siempre ha
rodeado a todo lo jacobeo. Es una forme
de acrecentar la fama de Santiago, por lo
tanto la de sus reliquias y en consecuencia
del lugar donde se veneran.
En la imagen relieve del episodio del
traslado de los restos hasta las costas de
Galicia que decora los muros de la catedral
compostelana.
Los hechos milagrosos fueron, durante la Edad Media, una de las formas de
prestigiar un lugar de culto, de modo que cada santuario, cada monasterio, buscaba
enlazar sus orígenes con una aparición, un hallazgo o cualquier tipo de portento.
Otra de las maneras de ennoblecer el sitio, era vincularlo con algún personaje
histórico de renombre y así Carlomagno se convirtió, según la tradición en el primer
peregrino a Compostela.

Carlomagno fue sin duda uno de los personajes más


prestigiosos de toda la Edad Media. Nacido en la década de
740 y muerto en el año 814, fue rey de los francos, de los
lombardos y coronado emperador por el propio papa en el año
800. Consolidó una corte poderosa, desarrolló las artes y la
cultura, creó un extenso estado y se convirtió en una referencia
para toda la cristiandad. Murió muy poco tiempo después de
que la leyenda fecha el hallazgo del sepulcro de Santiago.
Busto de Carlomagno en el tesoro de la catedral de Aquisgrán.
La presencia de Carlomagno siembra todo el Camino. La tradición no sólo lo
convierte en el primer peregrino, sino que a Santiago acudió con todo su ejército,
que acampó en las riberas del Cea, junto a Sahagún, donde los mástiles de las
lanzas clavadas en el suelo reverdecieron por la noche. En Roncesvalles se
conservaban también muchas de las sepulturas de los nobles carolingios que
habían sucumbido en aquella batalla y que para los peregrinos de siglos posteriores
constituían uno de los puntos de veneración más importantes y emocionantes de
todo el recorrido, según cuentan distintos cronistas.

El ejército de
Carlomagno se dirige
a Compostela, según
una miniatura del
Tumbo A de la
catedral de Santiago
En los primeros momentos de la peregrinación la leyenda es más prolífica que la
historia real, de modo que apenas si existen noticias fidedignas. Cabe suponer que
de forma casi inmediata al descubrimiento del sepulcro empezara una devoción
local que gradualmente se fue irradiando hasta lugares más lejanos. El apoyo de los
reyes asturianos sin duda tendría mucho que ver en tal promoción, pero el paso
verdaderamente importante fue cuando las reliquias de Santiago empezaron a ser
conocidas más allá de los Pirineos. Desconocemos cuando ocurrió esto, pero
aproximadamente un siglo después de que Teodomiro reconociera el sepulcro
parece que ya hay afluencia de peregrinos francos y alemanes.
La fragmentación de las monarquías
cristianas altomedievales, su debilidad y
su incapacidad técnica y económica
hacían de cualquier camino una ruta
insegura, una verdadera aventura para
quien emprendía un viaje. Los itinerarios
mejor conservados seguían siendo las
antiguas vías romanas, que, a pesar de
todo, aún tenían una dimensión
transfronteriza. Una de estas vías, la
Aquitana, es la que unía las tierras de la
Galia con el noroeste de Hispania y fue la
que emplearon los peregrinos hasta
convertirla en el Camino de Santiago
El historiador Robert Plötz recoge la noticia de que un clérigo inválido del sur de
Alemania acudió en peregrinación en el año 930 a la villa Beati Iacobi, pero sin duda
el que es considerado como el primer peregrino de nombre conocido fue
Godescalco, obispo de la localidad francesa de Le Puy-en-Velay, que en el año 950
hizo el viaje hasta Compostela. Que en aproximadamente un siglo la fama de las
reliquias de Santiago se extendieran al menos hasta los 1.500 kilómetros que
separan Le Puy de su sepulcro da cuenta de la magnitud que estaba empezando a
alcanzar este destino religioso, más increíble aún si tenemos en cuenta que se
estaba produciendo en una época en el que las comunicaciones a larga distancia
eran de una dificultad casi insuperable.

http://es.wikipedia.org/wiki/Gotescalco

Santuario de Saint-Michel-d’Aiguilhe, otro importante


destino de peregrinos, situado en Le-Puy-en-Velay,
lugar de procedencia de Godescalco
Godescalco “por motivo de oración, saliendo de la región de Aquitania, con una gran
devoción y acompañado de una gran comitiva, se dirigía apresurado a los confines
de Galicia, para implorar humildemente la misericordia de Dios y el sufragio del
apóstol Santiago”. Lo cuenta de esta manera Gómez, escriba del monasterio riojano
de San Martín de Albelda, quien se encargó de dejar constancia del hecho en un
libro que el obispo francés mandó copiar en el escritorio albeldense para recoger a
su regreso de Santiago, lo que hizo, según la misma noticia, en enero del año 951.
Cabe suponer también que para que el obispo francés supiera de la existencia del
libro en este monasterio, otros viajeros anteriormente habrían tomado nota de ello,
propagándolo hasta un sitio tan distante.

El tránsito de información, de documentación, de


ideas, está presente desde los primeros momentos
de existencia del Camino de Santiago. A través de
esa ruta llegarían también muchas de las reformas
religiosas que permitieron a los reinos cristianos
peninsulares incorporarse a la disciplina monástica
benedictina y a las fórmulas litúrgicas propuestas
desde Roma. En la imagen detalle de una escultura
románica con un rollo de pergamino, en la catedral
de Santiago de Compostela.
Tras esta primera noticia, la presencia de peregrinos que llegan desde lejanas
tierras empieza a ser muy frecuente. En el año 959 se documenta la presencia de
Cesáreo, abad del monasterio de Santa Cecilia de Monserrat y dos años después
emprende el camino Raimundo II, marqués de Gothia y conde de Rouergue, quien
será asesinado en ruta a pesar de que, por su propia condición, cabe suponer que
iría acompañado de hombres armados, lo que nos da una idea del peligro que
suponía entonces emprender este viaje.
El ataque a peregrinos y el abuso que
continuamente tienen que sufrir éstos por
desaprensivos parece una constante a lo
largo de la historia de la peregrinación,
especialmente durante la Edad Media.
Durante la segunda mitad del siglo X las
campañas de Almanzor frenaron la
afluencia de peregrinos, pero antes e
igualmente después, el acoso de
bandoleros y de señores locales sin
escrúpulos fue uno de los principales
problemas con que se enfrentaron las
autoridades civiles y religiosas en su
empeño por mantener abierta y segura
tan importante ruta.
Entre el año 983 y 984, en los más duro de las aceifas de Almanzor, está
documentado el viaje a Compostela del eremita Simeón de Armenia, constatando
de esta manera el alcance de la fama de Santiago a toda la comunidad cristiana. El
emir andalusí había llegado a saquear la ciudad de Santiago en el año 997, pero su
muerte en 1002, la desintegración del califato de Córdoba muy pocos años después
y la consolidación de las monarquías cristianas favorecieron la consolidación de la
ruta y la afluencia de viajeros de una forma hasta entonces desconocida. Empezaba
la época dorada del Camino de Santiago.

Peregrinos medievales robados


por una posadera, según las
Cantigas de Alfonso X (mediados
del siglo XIII)
Tras la muerte de Almanzor el rey leonés Vermudo II reconstruye la basílica de
Santiago, que empieza a recibir a los más afamado de la élite europea: los duques de
Aquitania, los arzobispos de Maguncia o Lyon, Raimundo de Borgoña (yerno de
Alfonso VI y repoblador de las Extremaduras castellanas), Matilde, hija de Enrique I
de Inglaterra y viuda del emperador Enrique V de Alemania, o Guillermo X, duque de
Aquitania, quien murió el viernes santo de 1137 ante el mismo altar del Apóstol, otro
prodigio a sumar a los que diariamente acontecían en la catedral compostelana o en
los caminos que a ella se dirigían.
Santiago de Compostela es el destino
final, pero a lo largo de la ruta los
santuarios con reliquias importantes
van aumentando paralelamente su
fama, de modo que van configurando
un rosario de hitos y etapas que se
convierten en parada más o menos
obligada, una manera de tomar
continuamente “alimento espiritual”
para afrontar la dureza del recorrido.

Peregrinos rezando, en la cubierta del


sepulcro de San Millán de la Cogolla
(La Rioja)
A fines del siglo XI la afluencia de
peregrinos es tal que se hace necesaria
la renovación de la catedral
compostelana. La obra la asume el
obispo Diego Peláez pero será su
sucesor Diego Gelmírez quien la dé el
mayor impulso antes de su muerte en
1139, aunque el edificio no se concluiría
hasta finales del XII. Gelmírez fue el
verdadero artífice de la fama jacobea,
ennobleciendo toda la ciudad,
consiguiendo la dignidad arzobispal,
aumentando las rentas e inspirando una
serie de crónicas y documentos sobre el
Apóstol y sobre su ciudad que
garantizarían su pervivencia futura.

La catedral románica de Santiago responde a la


necesidad de dar acogida a una llegada masiva de
peregrinos, pero igualmente al deseo de los obispos
compostelanos de mostrar a los visitantes el
prestigio del Apóstol y de sus delegados en la tierra

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