Lengua y Literatura Módulo 2 Ingreso 2020
Lengua y Literatura Módulo 2 Ingreso 2020
” Eleanor Rooselvet
MÓDULO 2
NIVELACIÓN
Y ADMISIÓN
2020
LENGUA Y
LITERATURA
Instituto Argentino Excelsior. Admisión y Nivelación 2020.
MÓDULO 2
La narración: el cuento.
El cuento tradicional.
El cuento fantástico.
El cuento policial.
El cuento de ciencia ficción.
El cuento maravilloso.
El cuento realista.
Actividades de comprensión lectora.
Actividades de escritura.
Hace muchos, muchos años, hubo una vez un niño que solía jugar debajo de un gran pino
cercano a su casa. Después de cada lluvia, alrededor del árbol brotaban muchos hongos alineados
en forma de círculo, que servían de asiento a un grupo de pequeños gnomos, tan chiquitos como
muñequitos, pero capaces de hacer cosas maravillosas.
Llegada la primavera, los gnomos se enteraron del sacrificio realizado por Francisco para
salvar su viejo árbol y decidieron recompensarlo regalándole una cadena de oro con una gran
esmeralda. “Esta piedra -le dijeron- tiene poderes mágicos que te darán toda la felicidad;
mientras la lleves en el cuello serás amado, conseguirás para ti todo lo que quieras y llegarás a
ser inmensamente rico. Para el resto de los hombres sólo será una piedra; muy valiosa, pero sin
esos poderes”.
Muy pronto Francisco comprobó la verdad de esas palabras: tenía cuanto deseaba y todo
lo que emprendía le salía bien sin ningún esfuerzo, aunque como no ambicionaba riquezas, poco
uso le daba a su esmeralda encantada. Pero ese verano hubo una gran sequía y el hambre se
apoderó de hombres y animales, porque se perdieron todas las cosechas. Francisco intentó
solucionar esos males con su piedra encantada, pero todo fue en vano; sus poderes sólo actuaban
para él, pero no para los demás. Podría salvarse del hambre y la miseria, pero nunca ayudar a
sus semejantes.
Rápidamente corrió hasta la ciudad más cercana, vendió la piedra por la cual le dieron una
fortuna, y volvió a su comarca con una enorme carreta cargada de alimentos, ropas y hasta grano
para los animales. Para que nadie se enterara de que había sido él quien trajera todo eso, lo fue
dejando frente a las casas de noche sin que lo vieran. A la mañana siguiente, todos encontraron
los grandes paquetes frente a sus puertas y fue como un día de navidad. Hubo alegría y alivio,
aunque nadie sabía a quién darle las gracias.
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Francisco estaba preocupado porque tendría que confesar a sus amigos, los gnomos, que
se había desprendido de la maravillosa piedra que le regalaran. Lo hizo con un poco de miedo,
pensando que se enojarían. Pero los gnomos comprendieron que Francisco no necesitaba una
piedra encantada para ser feliz, le bastaba con su propia bondad. Por eso le hicieron otro obsequio
para que llevara en su cuello; esta vez le dieron un humilde pañuelo, ajustado con un pequeño
anillo, hecho con un hueso de caracú.
Ese pañuelo le recordaría siempre que de nada valen las riquezas ni la propia felicidad
cuando no se las puede compartir, que lo que se consigue sin esfuerzo carece de verdadero valor
y que el amor al prójimo es la mayor alegría que alguien puede gozar, porque no hay felicidad
más linda que dar felicidad.
En el cuento tradicional se intenta dar una enseñanza, por eso tiene una intención
didáctica.
La diferencia con la fábula es que en la fábula aparece una moraleja explícita, mientras
que en el cuento tradicional, en ocasiones, la moraleja aparece implícita y el lector debe
interpretar qué se quiere enseñar.
EJERCITACIÓN
A. RESPONDER:
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2. ¿Qué opinás de que Francisco haya vendido la piedra que le habían dado los gnomos? ¿Por
qué?
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2. Del siguiente fragmento “Rápidamente corrió hasta la ciudad más cercana, vendió la piedra
por la cual le dieron una fortuna, y volvió a su comarca”, se puede inferir que:
C. Completar:
D. Determinar persona del narrador y el punto de vista. Justificar con aspectos teóricos.
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“[…] Rápidamente corrió hasta la ciudad más cercana, vendió la piedra por la cual le dieron
una fortuna, y volvió a su comarca con una enorme carreta cargada de alimentos, ropas y hasta
grano para los animales. Para que nadie se enterara de que había sido él quien trajera todo eso,
lo fue dejando frente a las casas de noche sin que lo vieran. A la mañana siguiente, todos
encontraron los grandes paquetes frente a sus puertas y fue como un día de navidad. Hubo alegría
y alivio, aunque nadie sabía a quién darle las gracias. […]”
EL CUENTO FANTÁSTICO:
Leer atentamente:
El labrador y el diablo
Cavaba un labrador su tierra una mañana de otoño. Tenía ya los brazos cansados
y los huesos doloridos. A cada azadonazo maldecía su suerte:
— Mala estrella la mía, con tan poca tierra y tan mala. No vale el trabajo que da
ni los sudores que cuesta...
Una voz desconocida le interrumpió.
— ¿Quieres otros campos más ricos y extensos? El labrador se volvió y vio a un
personaje de aspecto distinguido y de rostro inquietante.
El desconocido volvió a hablar:
— Oí tus lamentos y quiero ayudarte. Levanta la cabeza. Todas las tierras que ves,
y cuanto contienen podrían ser tuyas.
— ¿Qué debo hacer? – preguntó el labrador.
— Correr. Simplemente correr. Toda la tierra que rodees, sin pararte, será tuya.
Empieza tu carrera ahora mismo. Te espero aquí junto al azadón.
El labrador se dijo:
— Me contentaré con rodear la huerta de mi vecino. Con ella podré vivir bien.
Y echó a correr. Cuando había rodeado ya parte de la huerta vecina, vio los prados
del arroyo.
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EJERCITACIÓN:
2. El texto es:
a. Un texto expositivo.
b. Una leyenda.
c. Una noticia.
d. Un cuento.
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a. Un periódico.
b. Un diccionario.
c. Una enciclopedia.
d. Un libro de jardinería.
a. Personaje y aspecto.
b. Aspecto e inquietante.
c. Distinguido y rostro.
d. Inquietante y distinguido
7. En la oración: “No vale el trabajo que da ni los sudores que cuesta”, ¿de
qué se queja el labrador?
a. Valen.
b. Soportan.
c. Hacen.
d. Sacrifican.
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a. Inteligente.
b. Ambicioso.
c. Mal genio.
d. Aprovechador.
a. Americano.
b. Europeo.
c. Africano.
d. Asiático.
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B. Resolver:
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3. Ordenar la secuencia narrativa. Para ello, numeren los hechos según el orden de
aparición:
EL CUENTO REALISTA
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La tienda del sombrerero Gobichon está pintada de color amarillo claro; es una
especie de pasillo oscuro, guarnecido a derecha e izquierda por estanterías que exhalan
un vago olor a moho; al fondo, en una oscuridad y un silencio solemnes, se encuentra
el mostrador. La luz del día y el ruido de la vida se niegan a entrar en aquel sepulcro.
La villa del sombrerero Gobichon, situada en Arcueil, es una casa de una sola
planta, plana, construida en yeso; delante de la vivienda hay un estrecho huerto
cercado por una pared baja. En medio se encuentra un estanque que no ha contenido
agua jamás; por aquí y por allá se yerguen algunos árboles tísicos que no han tenido
nunca hojas. La casa es de un blanco crudo, el huerto es de gris sucio. El Bièvre corre a
cincuenta pasos arrastrando hedores; en el horizonte se ven buhedos, escombros,
campos devastados, canteras abiertas y abandonadas, todo un paisaje de desolación y
miseria.
Desde hace tres años, Gobichon tiene la inefable felicidad de cambiar cada
domingo la oscuridad de su tienda por el sol ardiente de su casita rural, el aire del
desagüe de su calle por el aire nauseabundo del Bièvre.
Durante treinta años había acariciado el insensato sueño de vivir en el campo, de
poseer tierras en las que construir el castillo de sus sueños. Lo sacrificó todo para hacer
realidad su capricho de gran señor; se impuso las más duras privaciones; lo vieron a lo
largo de treinta años, privarse de un polvo de tabaco o una taza de café, acumulando
una perra gorda tras otra. Hoy ya ha colmado su pasión. Vive un día de cada siete en
intimidad con el polvo y los guijarros. Podrá morir contento.
Cada sábado, la salida es solemne. Cuando el tiempo es bueno, se hace el trayecto
a pie, así se goza de las bellezas de la naturaleza. La tienda queda al cuidado de un viejo
dependiente encargado de decir al cliente que se presente: «El señor y la señora están
en su villa de Arcueil».
El señor y la señora, equipados como para ir a la guerra, cargados de cestos, van
a buscar al internado al joven Gobichon, un chaval de unos doce años, que ve con terror
cómo sus padres se dirigen hacia el Bièvre. Y durante el trayecto, el padre, grave y feliz,
trata de inspirarle a su hijo el amor por el campo disertando acerca de las coles y los
nabos.
Llegan y se acuestan. Al día siguiente, desde el alba, Gobichon se pone su ropa
de campesino; está firmemente decidido a cultivar sus tierras; cava, azadonea, planta,
siembra durante todo el día. No crece nada; el suelo, formado de arena y cascotes, se
niega a producir cualquier tipo de vegetación. No por ello deja el rudo trabajador de
secarse con satisfacción el sudor que inunda su rostro. Mirando los hoyos que acaba de
abrir, se detiene orgulloso y llama a su mujer:
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—¡Señora Gobichon, venga a ver esto! -grita-. ¡Mire qué hoyos! ¡Éstos si son
profundos!
La buena mujer se queda extasiada mirando la profundidad de los hoyos. El año
pasado, por un extraño e inexplicable fenómeno, una lechuga, una lechuga romana alta
como la mano, roída y de un amarillo sucio, tuvo el singular capricho de crecer en un
rincón del huerto. Gobichon invitó a treinta personas a cenar para celebrar aquella
lechuga.
Pasa la jornada entera al sol, cegado por la luz intensa, asfixiado por el polvo. A
su lado se encuentra su esposa que lleva la abnegación hasta el sofoco. El joven
Gobichon busca desesperadamente los delgados hilillos de sombra que forman los
muros.
Por la tarde, toda la familia se sienta junto al estanque vacío y goza en paz de los
encantos de la naturaleza. Las fábricas de los alrededores lanzan una negra humareda;
las locomotoras pasan silbando, llevando toda una masa endomingada y ruidosa; los
horizontes se extienden, devastados, más tristes aún por el eco de esas carcajadas que
regresan a París para una larga semana. Y, mezclados con la fetidez del Bièvre, los olores
de fritura y de polvo pasan por el aire pesado.
Gobichon, enternecido, contempla religiosamente cómo surge la luna entre dos
chimeneas.
Émile Zola
EJERCITACIÓN:
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2. Determinar, con ejemplos extraídos del cuento, cada característica que se solicita a
continuación:
a. Las historias se basan en la realidad: cuentan hechos relacionados con hombres y mujeres,
costumbres, ideas y conflictos cotidianos:
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b. La acción se sitúa en un espacio identificable, es decir, que el narrador describe el lugar para
que el lector pueda ubicarlo o le resulte familiar.
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c. El tiempo del relato se presenta cronológicamente, linealmente, para darle mayor verosimilitud.
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e. Los personajes son seres que pueden ser reales y aparecen descriptos en detalle,
especialmente su apariencia y su conducta; así, el lector puede entender los motivos de sus actos
y los ve como personas comunes.
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EL CUENTO POLICIAL
El poeta Siao, que vivía desde el otoño en el palacio imperial, fue encontrado muerto en
su habitación. El médico de la corte decretó que la muerte había sido provocada por alguna
substancia que le había manchado los labios de azul. Pero ni en las bebidas ni en los alimentos
hallados en su habitación había huellas de veneno.
El consejero literario del emperador estaba tan conmovido por la muerte de Siao, que
ordenó llamar al sabio Feng. A pesar de la fama que le había dado la resolución de varios enigmas
—entre ellos la muerte del mandarín Chou y los llamados “crímenes del dragón”— Feng vestía
como un campesino pobre. Los guardias imperiales se negaron a dejarlo pasar, y el consejero
literario tuvo que ir a buscarlo a las puertas del palacio para conducirlo a la habitación del muerto.
Sobre una mesa baja se encontraban los instrumentos de caligrafía del poeta Siao: el pincel de
pelo de mono, el papel de bambú, la tinta negra, el lacre con que acostumbraba a sellar sus
composiciones.
—Mis conocimientos literarios son muy escasos y un poco anticuados. Pero sé que Siao
era un famoso poeta, y que sus poemas se contaban por miles —dijo Feng—. ¿Por qué todo esto
está casi sin usar?
—Sabio Feng: hacía largo tiempo que Siao no escribía. Como verá, comenzó a trazar un
ideograma y cayó fulminado de inmediato. Siao luchaba para que volviera la inspiración, y en el
momento de conseguirla, algo lo mató.
Feng pidió al consejero quedarse solo en la habitación. Durante un largo rato se sentó en
silencio, sin tocar nada, inmóvil frente al papel de bambú, como un poeta que no encuentra su
inspiración. Cuando el consejero, aburrido de esperar, entró, Feng se había quedado dormido
sobre el papel.
—Sé que nadie, ni siquiera un poeta, es indiferente a los favores del emperador —dijo
Feng apenas despertó—. ¿Tenía Siao enemigos?
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Actividades
¿Por qué es un cuento policial? Justificar la respuesta con tus propias palabras.
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¿Qué tipo de narrador cuenta la historia y en qué persona gramatical lo hace? Da un ejemplo.
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¿Cómo hizo Ding para matar a Siao? Explicalo con tus palabras.
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Viajes espaciales.
Viajes a través del tiempo.
Viajes a mundos subterráneos.
Inventos mecánicos.
Guerras interplanetarias.
Destrucción del universo.
Hombre del futuro.
Ciudades del futuro.
Creación o existencia de seres extraños.
Habitantes de otros planetas.
La base científica que aparece en los relatos le da rasgos de verosimilitud al texto
construido.
Muchas veces, el relato de ciencia ficción busca alertar sobre las consecuencias
que la acción del hombre en el presente tendrá en el futuro.
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y confusiones. Quizás ocurra lo mismo con este robot y por las mismas razones. ¿Le has
preguntado qué soñó?
— No, la mandé llamar a usted tan pronto como me dijo que había soñado. Después de
eso, ya no podía tratar el caso yo sola.
— ¡Yo! -una leve sonrisa iluminó el rostro de Calvin-. Hay límites que tu locura no te
permite rebasar. Y me alegro. En realidad, más que alegrarme me tranquiliza. Veamos ahora lo
que podemos descubrir juntas.
— ¡Elvex! -llamó con voz autoritaria.
La cabeza del robot se volvió hacia ella.
— Sí, doctora Calvin.
— ¿Cómo sabes que has soñado?
— Era por la noche, todo estaba a oscuras, doctora Calvin -explicó Elvex-, cuando de
pronto aparece una luz, aunque yo no veo lo que causa su aparición. Veo cosas que no tienen
relación con lo que concibo como realidad. Oigo cosas. Reacciono de forma extraña. Buscando en
mi vocabulario palabras para expresar lo que me ocurría, me encontré con la palabra “sueño”.
Estudiando su significado llegué a la conclusión de que estaba soñando.
— Me pregunto cómo tenías “sueño” en tu vocabulario.
Linda interrumpió rápidamente, haciendo callar al robot:
— Le imprimí un vocabulario humano. Pensé que…
— Así que pensó -murmuró Calvin-. Estoy asombrada.
— Pensé que podía necesitar el verbo. Ya sabe, “jamás ‘soñé’ que…”, o algo parecido.
— ¿Cuántas veces has soñado, Elvex? -preguntó Calvin.
— Todas las noches, doctora Calvin, desde que me di cuenta de mi existencia.
— Diez noches -intervino Linda con ansiedad-, pero me lo ha dicho esta mañana.
— ¿Por qué lo has callado hasta esta mañana, Elvex?
— Porque ha sido esta mañana, doctora Calvin, cuando me he convencido de que soñaba.
Hasta entonces pensaba que había un fallo en el diseño de mi cerebro positrónico, pero no sabía
encontrarlo. Finalmente, decidí que debía ser un sueño.
— ¿Y qué sueñas?
— Sueño casi siempre lo mismo, doctora Calvin. Los detalles son diferentes, pero siempre
me parece ver un gran panorama en el que hay robots trabajando.
— ¿Robots, Elvex? ¿Y también seres humanos?
— En mi sueño no veo seres humanos, doctora Calvin. Al principio, no. Solo robots.
— ¿Qué hacen, Elvex?
— Trabajan, doctora Calvin. Veo algunos haciendo de mineros en la profundidad de la
tierra y a otros trabajando con calor y radiaciones. Veo algunos en fábricas y otros bajo las aguas
del mar.
Calvin se volvió a Linda.
— Elvex tiene solo diez días y estoy segura de que no ha salido de la estación de pruebas.
¿Cómo sabe tanto de robots?
Linda miró una silla como si deseara sentarse, pero la vieja estaba de pie. Declaró con voz
apagada:
—Me parecía importante que conociera algo de robótica y su lugar en el mundo. Pensé que
podía resultar particularmente adaptable para hacer de capataz con su… su nuevo cerebro -
declaró con voz apagada.
— ¿Su cerebro fractal?
— Sí.
Calvin asintió y se volvió hacia el robot.
— Y viste el fondo del mar, el interior de la tierra, la superficie de la tierra… y también el
espacio, me imagino.
— También vi robots trabajando en el espacio -dijo Elvex-. Fue al ver todo esto, con
detalles cambiantes al mirar de un lugar a otro, lo que me hizo darme cuenta de que lo que yo
veía no estaba de acuerdo con la realidad y me llevó a la conclusión de que estaba soñando.
— ¿Y qué más viste, Elvex?
— Vi que todos los robots estaban abrumados por el trabajo y la aflicción, que todos
estaban vencidos por la responsabilidad y la preocupación, y deseé que descansaran.
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— Pero los robots no están vencidos, ni abrumados, ni necesitan descansar -le advirtió
Calvin.
—Y así es en realidad, doctora Calvin. Le hablo de mi sueño. En mi sueño me pareció que
los robots deben proteger su propia existencia.
— ¿Estás mencionando la tercera ley de la Robótica? -preguntó Calvin.
— En efecto, doctora Calvin.
— Pero la mencionas de forma incompleta. La tercera ley dice: “Un robot debe proteger
su propia existencia siempre y cuando dicha protección no entorpezca el cumplimiento de la
primera y segunda ley”.
— Sí, doctora Calvin, esta es efectivamente la tercera ley, pero en mi sueño la ley
terminaba en la palabra “existencia”. No se mencionaba ni la primera ni la segunda ley.
— Pero ambas existen, Elvex. La segunda ley, que tiene preferencia sobre la tercera, dice:
“Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando dichas órdenes
estén en conflicto con la primera ley”. Por esta razón los robots obedecen órdenes. Hacen el
trabajo que les has visto hacer, y lo hacen fácilmente y sin problemas. No están abrumados; no
están cansados.
— Y así es en la realidad, doctora Calvin. Yo hablo de mi sueño.
— Y la primera ley, Elvex, que es la más importante de todas, es: “Un robot no debe dañar
a un ser humano, o, por inacción, permitir que sufra daño un ser humano”.
— Sí, doctora Calvin, así es en realidad. Pero en mi sueño, me pareció que no había ni
primera ni segunda ley, sino solamente la tercera, y esta decía: “Un robot debe proteger su propia
existencia”. Esta era toda la ley.
— ¿En tu sueño, Elvex?
— En mi sueño.
— Elvex -dijo Calvin-, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por
tu nombre.
Y otra vez el robot se transformó aparentemente en un trozo inerte de metal. Calvin se
dirigió a Linda Rash:
— Bien, y ahora, ¿qué opinas, doctora Rash?
— Doctora Calvin -dijo Linda con los ojos desorbitados y el corazón palpitándole
fuertemente-, estoy horrorizada. No tenía idea. Nunca se me hubiera ocurrido que esto fuera
posible.
— No -observó Calvin con calma-, ni tampoco se me hubiera ocurrido a mí, ni a nadie. Has
creado un cerebro robótico capaz de soñar y con ello has puesto en evidencia una faja de
pensamiento en los cerebros robóticos que muy bien hubiera podido quedar sin detectar hasta
que el peligro hubiera sido alarmante.
— Pero esto es imposible -exclamó Linda-. No querrá decir que los demás robots piensen
lo mismo.
— Conscientemente no, como diríamos de un ser humano. Pero, ¿quién hubiera creído que
había una faja no consciente bajo los surcos de un cerebro positrónico, una faja que no quedaba
sometida al control de las tres leyes? Esto hubiera ocurrido a medida que los cerebros positrónicos
se volvieran más y más complejos… de no haber sido puestos sobre aviso.
— Quiere decir, por Elvex.
— Por ti, doctora Rash. Te comportaste irreflexivamente, pero al hacerlo, nos has ayudado
a comprender algo abrumadoramente importante. De ahora en adelante, trabajaremos con
cerebros fractales, formándolos cuidadosamente controlados. Participarás en ello. No serás
penalizada por lo que hiciste, pero en adelante trabajarás en colaboración con otros.
— Sí, doctora Calvin. ¿Y qué ocurrirá con Elvex?
— Aún no lo sé.
Calvin sacó el arma electrónica del bolsillo y Linda la miró fascinada. Una ráfaga de sus
electrones contra un cráneo robótico y el cerebro positrónico sería neutralizado y desprendería
suficiente energía como para fundir su cerebro en un lingote inerte.
— Pero seguro que Elvex es importante para nuestras investigaciones -objetó Linda-. No
debe ser destruido.
— ¿No debe, doctora Rash? Mi decisión es la que cuenta, creo yo. Todo depende de lo
peligroso que sea Elvex.
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Se enderezó, como si decidiera que su cuerpo avejentado no debía inclinarse bajo el peso
de su responsabilidad. Dijo:
— Elvex, ¿me oyes?
— Sí, doctora Calvin -respondió el robot.
— ¿Continuó tu sueño? Dijiste antes que los seres humanos no aparecían al principio.
¿Quiere esto decir que aparecieron después?
— Sí, doctora Calvin. Me pareció, en mi sueño, que eventualmente aparecía un hombre.
— ¿Un hombre? ¿No un robot?
— Sí, doctora Calvin. Y el hombre dijo: “¡Deja libre a mi gente!”
— ¿Eso dijo el hombre?
— Sí, doctora Calvin.
— Y cuando dijo “deja libre a mi gente”, ¿por las palabras “mi gente” se refería a los
robots?
— Sí, doctora Calvin. Así ocurría en mi sueño.
— ¿Y supiste quién era el hombre… en tu sueño?
— Sí, doctora Calvin. Conocía al hombre.
— ¿Quién era?
Y Elvex dijo:
— Yo era el hombre.
Susan Calvin alzó al instante su arma de electrones y disparó, y Elvex dejó de ser.
FIN
EJERCITACIÓN:
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2. ¿Quiénes son los personajes del cuento de Asimov?
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3. “La base científica que aparece en los relatos le da rasgos de verosimilitud al texto
construido.” ¿Cómo aparece en el relato?
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4. “Muchas veces, el relato de ciencia ficción busca alertar sobre las consecuencias que
la acción del hombre en el presente tendrá en el futuro”¿ Cómo aparece reflejado en el
cuento?
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B. Comprensión lectora
1. Cuando se inicia el cuento, se narra lo siguiente: “Susan Calvin no replicó, pero su
rostro arrugado, envejecido por la sabiduría y la experiencia, pareció sufrir un
estremecimiento microscópico.” Calvin reacciona así porque…
Justificar la elección:
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Justificar la elección:
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Justificar la elección:
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Justificar:
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E. Escribir el argumento:
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EL CUENTO MARAVILLOSO:
Apenas había caminado unos pasos por el paraíso cuando Píctor se dio de bruces con un
árbol que era hombre y mujer a la vez. Saludó al árbol con deferencia y dijo:
-¿Eres tú el árbol de la vida?
Pero cuando vio que quien se aprestaba a responder era la serpiente en lugar del árbol,
dio media vuelta y prosiguió su camino. Era todo ojos: ¡le gustaba todo tanto! Sintió
intensamente que se encontraba en la fuente y origen de la vida. Se topó con otro árbol,
que era sol y luna a la vez. Y dijo Píctor:
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El sol asintió riendo, la luna asintió sonriendo. Las flores más maravillosas le miraban,
con los colores y reflejos más variados, con los ojos y los rostros más diversos. Algunas
asentían riendo, otras asentían sonriendo, otras no asentían ni sonreían: callaban
arrobadas, ensimismadas, como ahogadas en su propio aroma. Una cantaba la canción
de las lilas, otra la canción de cuna azul marino. Una flor tenía unos inmensos ojos azules,
otra le recordó a su primer amor. Una olía al jardín de la infancia, su perfume suave
resonaba como la voz de su madre. Otra se burló de él y le sacó la lengua, una lengua
muy roja y arqueada. La lamió, tenía un sabor fuerte y silvestre, sabía a resina y a miel,
y también a beso de mujer.
Allí estaba Píctor, entre todas las flores, desbordante de nostalgia y de temerosa alegría.
Su corazón apesadumbrado latía con fuerza, como si fuera una campana; ardía en deseo
por lo desconocido, presintiendo un encantamiento. Píctor vio un pájaro sentado, lo vio
en la hierba posado, y de mil colores pintado; de todos los colores parecía el hermoso
pájaro estar dotado. Preguntó al hermoso pájaro multicolor:
Tras estas palabras, el pájaro risueño sacudió su plumaje, estiró el cuello, meneó la cola,
guiñó el ojo, volvió a reír, y después permaneció inmóvil, sentado en la hierba y, mira
en un instante, el pájaro quedó convertido en una flor multicolor, sus plumas
transformadas en hojas y sus patas en raíces. Con sus resplandores, y el fulgor de sus
colores, era ahora flor entre las flores. Píctor se quedó mirándolo maravillado.
Y justo después, el pájaro-flor sacudió sus hojas y sus hilos de polvo, ya estaba harto
del reino de las flores. Dejó de tener raíces, se movió con suavidad, y lentamente se
elevó por los aires; se había convertido en una mariposa que se balanceó sin peso ni luz,
como un ente reluciente, de rostro resplandeciente.
Píctor abría ojos como platos. Pero la nueva mariposa, el risueño pájaro-flor-mariposa
multicolor de rostro resplandeciente, revoloteó en torno al asombrado Píctor,
relampagueó con el sol, y después se dejó suavemente caer como un copo ingrávido a
tierra, pegadito a los pies de Píctor, respiró tiernamente, se estremeció ligeramente
agitando sus alas deslumbrantes, y en el acto se transformó en un cristal de colores
cuyas aristas despedían una luz rojiza. Sobre la hierba verde, la gema rojiza resplandecía
maravillosamente con la claridad de un alegre repique de campanas. Pero parecía como
si su hogar, las entrañas de la tierra, la estuviera llamando, pues muy pronto se volvió
diminuta, a punto de desaparecer. Entonces Píctor, presa de un deseo irresistible, se
apoderó de la piedra minúscula. Maravillado, contemplaba su mágico resplandor que
parecía un anticipo de todas las dichas que iban a colmar su corazón.
-Esta piedra te transformará en lo que tú quieras. Dile rápido tu deseo, ¡antes de que
sea tarde!
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altura, y de sus miembros brota ron ramas y hojas. Estaba inmensamente satisfecho con
su suerte. Sus fibras sedientas absorbieron el frescor profundo de la tierra y sus hojas
ligeras se mecieron allá arriba en el azul del cielo. Los insectos instalaron su morada en
su corteza, a sus pies anidaron liebres y erizos, y pájaros en sus ramas. El árbol Píctor
era feliz y no contaba los años que iban transcurriendo.
Pasaron muchos años antes de que se diera cuenta de que su felicidad no era perfecta.
Poco a poco, sólo lentamente, fue aprendiendo a considerar las cosas con ojos de árbol.
Por fin, acabó viéndolo todo claro y se puso triste. Vio que casi todos los seres a su
alrededor, en el paraíso, se metamorfoseaban con frecuencia, e incluso que todo
discurría en una corriente mágica de eterna metamorfosis. Vio flores que se
transformaban en piedras preciosas, o que alzaban el vuelo convertidas en
resplandecientes pájaros. Vio muy cerca de él a muchos árboles que de repente
desaparecían: uno se había fundido en un manantial, otro se había transformado en
cocodrilo, otro, convertido en pez, nadaba alegre y feliz, desbordante de voluptuosos
deseos, y pletórico se lanzaba a nuevos juegos con renovadas energías. Había elefantes
que intercambiaban su ropaje con rocas, y jirafas su cuerpo con flores. Pero él, el árbol
Píctor, permanecía inalterable, él no podía ya metamorfosearse.
Pero un día pasó por aquel rincón del paraíso una joven de rubios cabellos vestida de
azul. Entre canciones y bailes, la hermosa rubia corría entre los árboles, y hasta entonces
jamás se le había ocurrido plantearse si deseaba poseer el don de la metamorfosis. Más
de un mono sabio sonreía a sus espaldas, algunos matorrales la acariciaban con sus
ramas, algún que otro árbol le tiraba una flor, o una nuez, o una manzana sin que ella
le hiciera el más mínimo caso.
Cuando el árbol Píctor vio a la joven, una nostalgia inmensa se apoderó de él, un ansia
de felicidad como no la había conocido hasta entonces. Y al mismo tiempo se sumió en
una profunda reflexión, pues le pareció oír su propia sangre que le gritaba: -¡Acuérdate!
Acuérdate de toda tu existencia en este momento. Encuéntrale el sentido, si no será
demasiado tarde y nunca jamás volverás a encontrar la felicidad. Y obedeció.
Lo recordó todo, su origen, sus años de ser humano, su mudanza al paraíso y muy
particularmente aquel instante en el que se había metamorfoseado en árbol, aquel
instante maravilloso en el que había tenido la piedra mágica en la palma de la mano. En
aquel momento, cuando todas las posibilidades de metamorfosis se abrían ante él,
¡nunca antes había ardido así en su interior la vida! Pensó en el pájaro que se había
reído, en el árbol que era sol y luna a la vez: tuvo entonces la intuición de que antaño
algo se le había escapado, de que había olvidado algo y de que la serpiente no le había
aconsejado bien.
La muchacha oyó un murmullo en las hojas del árbol Píctor. Alzó la mirada y la
embargaron, con un repentino dolor de corazón, nuevos pensamientos, nuevas ansias,
nuevos sueños que despertaban dentro de su ser. Impulsada por una fuerza
desconocida, se sentó al pie del árbol. Le pareció muy solitario, solitario y triste, no
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Pasó volando un pájaro, era rojo y verde el pájaro que pasó, y alrededor del árbol voló,
el hermoso y valiente pájaro. La muchacha lo siguió con la mirada, vio que de su pico
caía algo, rojo como la sangre, rojo como las brasas, que caía y relucía en la hierba
verde, con unos destellos rojos tan poderosos que la muchacha se agachó, y en la hierba
la piedra roja recogió. Era un carbunclo, era un rubí, y donde hay un carbunclo, allí no
puede haber oscuridad. Apenas la muchacha hubo recogido la piedra mágica en su mano
blanca que el deseo anhelado que henchía su corazón se realizó. La joven se volatilizó,
se fundió, formó una sola cosa con el árbol. Una rama joven y vigorosa brotó del tronco
y deprisa se disparó hacia arriba hasta él.
Ahora todo estaba como ha de estar, todo estaba en su lugar, el mundo estaba en orden,
por fin había encontrado el paraíso. Píctor dejó de ser un árbol viejo y preocupado. Ahora
cantaba a voz en grito: “¡Pictoria! ¡Victoria!” Estaba metamorfoseado. Y debido a que,
esta vez, por fin había sabido encontrar la metamorfosis eterna, debido a que de una
mitad había hecho un todo, a partir de aquel momento podía seguir metamorfoseándose
cuanto quisiera.
La corriente mágica del devenir fluyó perenne por sus venas y para siempre formó parte
de la constante y permanente creación eterna. Se transformó en ciervo, se transformó
en pez, se transformó en ser humano y en serpiente, y también en nube y en pájaro.
Pero bajo cualquier apariencia, siempre formó un todo, una pareja, sol y luna, hombre y
mujer, y como ríos gemelos fluyó a través de las tierras y como estrellas gemelas brilló
en el firmamento.
Hermann Hesse, Cuentos Maravillosos
EJERCITACIÓN:
A. Extraer ejemplos que refuercen la definición de cuento maravilloso con ejemplos que
aparecen en el cuento:
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3. Aparecen elementos mágicos que son tomados con naturalidad (una varita mágica,
una capa encantada, transformaciones, etc.).
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4. “El héroe generalmente tiene que superar pruebas y convive con hadas, brujas,
hechiceras...”
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5. “Es común que los hechos, elementos, personajes, etcétera, se presentan de a tres
(se llaman tríadas) o múltiplos de tres.”
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“¡Ay! ¡Haberse dejado engañar por la serpiente y haberse convertido para siempre en
un árbol solitario! ¡Qué ciego, qué insensato había sido!”
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“Ahora todo estaba como ha de estar, todo estaba en su lugar, el mundo estaba en orden, por
fin había encontrado el paraíso. Píctor dejó de ser un árbol viejo y preocupado. Ahora cantaba a
voz en grito: “¡Pictoria! ¡Victoria!” Estaba metamorfoseado. Y debido a que, esta vez, por fin había
sabido encontrar la metamorfosis eterna, debido a que de una mitad había hecho un todo, a partir
de aquel momento podía seguir metamorfoseándose cuanto quisiera.”
EJERCITACIÓN:
Lean atentamente:
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-Oye -dijo a su mujer- me siento bien pero ¡no sé!, el cuerpo me parece… ausente.
Estoy como si mis envolturas fueran a desprenderse dejándome el alma desnuda.
-Languideces -le respondió su mujer.
-Tal vez.
Siguió recobrándose. Ya paseaba por el caserón, atendía el hambre de las gallinas
y de los cerdos, dio una mano de pintura verde a la pajarera bulliciosa y aun se animó a
hachar la leña y llevarla en carretilla hasta el galpón.
Según pasaban los días, las carnes de Pedro perdían densidad. Algo muy raro le
iba minando, socavando, vaciando el cuerpo. Se sentía con una ingravidez portentosa.
Era la ingravidez de la chispa, de la burbuja y del globo. Le costaba muy poco saltar
limpiamente la verja, trepar las escaleras de cinco en cinco, atrapar de un brinco la
manzana alta.
-Te has mejorado tanto -observaba su mujer- que pareces un chiquillo acróbata.
Una mañana Pedro se asustó. Hasta entonces su agilidad le había preocupado,
pero todo ocurría como Dios manda. Era extraordinario que, sin proponérselo, convirtiera
la marcha de los humanos en una triunfal carrera en volandas sobre la quinta. Era
extraordinario pero no milagroso. Lo milagroso apareció esa mañana.
Muy temprano fue al potrero. Caminaba con pasos contenidos porque ya sabía que
en cuanto taconeara iría dando botes por el corral. Arremangó la camisa, acomodó un
tronco, tomó el hacha y asestó el primer golpe. Entonces, rechazado por el impulso de
su propio hachazo, Pedro levantó vuelo.
Prendido todavía del hacha, quedó un instante en suspensión levitando allá, a la
altura de los techos; y luego bajó lentamente, bajó como un tenue vilano de cardo.
Acudió su mujer cuando Pedro ya había descendido y, con una palidez de muerte,
temblaba agarrado a un rollizo tronco.
-¡Hebe! ¡Casi me caigo al cielo!
-Tonterías. No puedes caerte al cielo. Nadie se cae al cielo. ¿Qué te ha pasado?
Pedro explicó la cosa a su mujer y ésta, sin asombro, le convino:
-Te sucede por hacerte el acróbata. Ya te lo he prevenido. El día menos pensado
te desnucarás en una de tus piruetas.
-¡No, no! -insistió Pedro-. Ahora es diferente. Me resbalé. El cielo es un precipicio,
Hebe.
Pedro soltó el tronco que lo anclaba pero se asió fuertemente a su mujer. Así
abrazados volvieron a la casa.
-¡Hombre! -le dijo Hebe, que sentía el cuerpo de su marido pegado al suyo como
el de un animal extrañamente joven y salvaje, con ansias de huir-. ¡Hombre, déjate de
hacer fuerza, que me arrastras! Das unas zancadas como si quisieras echarte a volar.
-¿Has visto, has visto? Algo horrible me está amenazando, Hebe. Un esguince, y
ya comienza la ascensión.
Esa tarde, Pedro, que estaba apoltronado en el patio leyendo las historietas del
periódico, se rió convulsivamente, y con la propulsión de ese motor alegre fue elevándose
como un ludión, como un buzo que se quita las suelas. La risa se trocó en terror y Hebe
acudió otra vez a las voces de su marido. Alcanzó a agarrarle los pantalones y lo atrajo
a la tierra. Ya no había duda. Hebe le llenó los bolsillos con grandes tuercas, caños de
plomo y piedras; y estos pesos por el momento dieron a su cuerpo la solidez necesaria
para tranquear por la galería y empinarse por la escalera de su cuarto. Lo difícil fue
desvestirlo. Cuando Hebe le quitó los hierros y el plomo, Pedro, fluctuante sobre las
sábanas, se entrelazó con los barrotes de la cama y le advirtió:
-¡Cuidado, Hebe! Vamos a hacerlo despacio porque no quiero dormir en el techo.
-Mañana mismo llamaremos al médico.
-Si consigo estarme quieto no me ocurrirá nada. Solamente cuando me agito me
hago aeronauta.
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3. “Se enfrenta lo racional (que se explica a través de la razón) con lo irracional (no se
puede explicar con la razón).”
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6. “Los personajes pueden ser animales o personas que sufren apariciones, alucinaciones
o transformaciones; también pueden aparecer seres extraordinarios.”
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B. Comprensión lectora
1. Pedro va pasando por distintos momentos hasta el desenlace del final. Explicá cuáles
son esos momentos.
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Justificar:
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EJERCITACIÓN:
Leer atentamente:
Una víctima de la publicidad
Conocí a un chico, fallecido el año pasado, cuya vida fue un prolongado martirio. Desde que
tuvo uso de razón, Claude se había hecho este razonamiento: «El plan de mi existencia está
trazado. No tengo más que aceptar las ventajas de mi tiempo. Para marchar con el progreso y
vivir totalmente feliz, me bastará con leer los periódicos y los carteles publicitarios, mañana y
tarde, y hacer exactamente lo que esos soberanos guías me aconsejen. En ello radica la verdadera
sabiduría, la única felicidad posible». A partir de aquel día, Claude adoptó los anuncios de los
periódicos y de los carteles como código de vida. Éstos se convirtieron en el guía infalible que le
ayudaba a decidirlo todo; no compró nada, no emprendió nada que no le hubiera sido
recomendado por la voz de la publicidad. Así fue como el desventurado vivió en un auténtico
infierno.
Claude adquirió un terreno formado por tierras de aluvión donde sólo pudo construir sobre
pilotes. La casa, construida según un sistema novedoso, temblaba cuando hacía viento y se
desmoronaba con las lluvias tormentosas. En su interior, las chimeneas, provistas de ingeniosos
sistemas fumívoros, humeaban hasta asfixiar a la gente; los timbres eléctricos se obstinaban en
guardar silencio; los retretes, instalados según un modelo excelente, se habían convertido en
horribles cloacas; los muebles, que debían obedecer a mecanismos particulares, se negaban a
abrirse y cerrarse.
Tenía sobre todo un piano que no era sino un mal organillo y una caja fuerte inviolable e
incombustible que los ladrones se llevaron tranquilamente a la espalda una hermosa noche
invernal.
El infortunado Claude no sufría sólo en sus propiedades sino también en su persona: La ropa se
le rompía en plena calle. La compraba en esos establecimientos que anuncian una rebaja
considerable por liquidación total. Un día me lo encontré completamente calvo. Siempre guiado
por su amor al progreso, se le había ocurrido cambiar su cabello rubio por otro moreno. El agua
que acababa de usar había hecho que se le cayera todo el pelo rubio, y él estaba encantado
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porque -según decía- ahora podría usar cierta pomada que, con toda seguridad, le proporcionaría
un cabello negro dos veces más espeso que su antiguo pelo rubio.
No hablaré de todos los brebajes que se tomó. Era robusto pero se quedó escuálido y sin aliento.
Fue entonces cuando la publicidad empezó a asesinarlo. Se creyó enfermo y se automedicó según
las excelentes recetas de los anuncios y, para que la medicación fuera más efectiva siguió todos
los tratamientos a la vez, hallándose confuso ante la idéntica cantidad de elogios que cada
producto recibía.
La publicidad tampoco respetó su inteligencia. Llenó su biblioteca con libros que los periódicos
le recomendaron. La clasificación que adoptó fue de lo más ingeniosa: ordenó los volúmenes por
orden de mérito, quiero decir, según el mayor o menor lirismo de los artículos pagados por los
editores. Allí se amontonaron todas las bobadas y todas las infamias contemporáneas. Jamás se
vio un montón de ignominias semejante. Y además, Claude había tenido el detalle de pegar en el
lomo de cada volumen el anuncio que se lo había hecho comprar. Así, cuando abría un libro, sabía
por adelantado el entusiasmo que debía manifestar; reía o lloraba según la fórmula. Con ese
régimen, llegó a ser completamente idiota.
El último acto de este drama fue lastimoso. Tras haber leído que había una sonámbula que
curaba todos los males, Claude se apresuró a ir a consultarla acerca de las enfermedades que no
tenía. La sonámbula le propuso obsequiosamente la posibilidad de rejuvenecerlo indicándole la
forma para no tener más de dieciséis años. Se trataba simplemente de darse un baño y de beber
determinada agua. Se tragó el agua, se metió en el baño y se rejuveneció en él de tal manera
que, al cabo de media hora, lo encontraron asfixiado.
Claude fue víctima de la publicidad hasta después de muerto. Según su testamento, había
querido ser enterrado en un ataúd de embalsamamiento instantáneo cuya patente acababa de
obtener un droguero. En el cementerio, el ataúd se abrió en dos, y el miserable cadáver cayó al
barro donde tuvo que ser enterrado revuelto con las planchas rotas de la caja. Su tumba, hecha
de cartón piedra y en imitación de mármol, empapada por las lluvias del primer invierno, no fue
pronto nada más que un montón de podredumbre sin nombre.
Émile Zola, L’Inondation et autres nouvelle
A) Señalar la opción correcta con una X
B) ¿Por qué?
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Narrativo Expositivo
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D) ¿Cuál fue la actitud del joven que lo llevó a ese final tan dramático? Justificar
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“[…] Claude fue víctima de la publicidad hasta después de muerto. Según su testamento, había
querido ser enterrado en un ataúd de embalsamamiento instantáneo cuya patente acababa de
obtener un droguero. En el cementerio, el ataúd se abrió en dos, y el miserable cadáver cayó al
barro donde tuvo que ser enterrado revuelto con las planchas rotas de la caja. Su tumba, hecha
de cartón piedra y en imitación de mármol, empapada por las lluvias del primer invierno, no fue
pronto nada más que un montón de podredumbre sin nombre […].”
F) Extraer ejemplos que refuercen la definición de cuento realista con ejemplos que aparecen en
el cuento:
1. “Las historias se basan en la realidad: cuentan hechos relacionados con hombres y mujeres,
costumbres, ideas y conflictos cotidianos.”
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2. “La acción se sitúa en un espacio identificable, es decir, que el narrador describe el lugar para
que el lector pueda ubicarlo o le resulte familiar.”
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3. “El tiempo del relato se presenta cronológicamente, linealmente, para darle mayor
verosimilitud.”
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4. “La historia se desarrolla en un periodo concreto, y el relato trata de reflejar cómo se vive en
ese tiempo. Generalmente se narran historias del tiempo en el que vivía el autor o del pasado.”
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5. “Los personajes son seres que pueden ser reales y aparecen descriptos en detalle,
especialmente su apariencia y su conducta; así, el lector puede entender los motivos de sus actos
y los ve como personas comunes.”
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6. “Los argumentos suelen basarse en situaciones dramáticas, ya que para los autores realistas
el ser humano se manifiesta tal como es en tales situaciones.”
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7. “Los personajes utilizan un lenguaje que responde a la región donde viven o proceden, o a la
clase a la que pertenecen.”
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8. Realizar la secuencia narrativa del cuento Una víctima de la publicidad, de Emile Zola
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9. Escribir el argumento
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10. Determinar el tema que aparece en el cuento Una víctima de la publicidad, de Emile Zola
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EJERCITACIÓN:
Conectores:
A. Completar los espacios vacíos con los conectores correspondientes para que
el texto tenga sentido.
El cuento Blancaflor ha tenido variaciones con respecto a la trama, según pasan los años. La
versión más importante es la que dice que los reyes de un país muy lejano, desesperados por no
poder tener hijos, rezan por tener descendencia (en algunas versiones, incluso llegan a hacer la
promesa de entregárselo al diablo cuando cumpla veinte años si se les concede el favor).
Tiene a un hijo hermoso y generoso, ………………… le debe su alma con el diablo, bien sea por la
promesa de sus padres, …………………… por resultar un jugador empedernido. El diablo promete
restituirle su antigua vida si realiza tres encargos que le impondrá. Una anciana a la que ayuda
de camino al castillo de Irás y no Volverás, …………………. habita el diablo, le da un truco para
superar las tareas: …………………..de llegar al castillo hay un río donde se bañan las hijas del diablo.
Debe esconder la ropa de la pequeña, de nombre Blancaflor, y no dársela hasta que le prometa
ayudarlo.
Allanar una ladera, sembrar trigo y hacer pan para el diablo en un solo día.
Allanar una montaña, sembrar cepas y hacer vino.
Recuperar un anillo perdido en el fondo del mar.
El diablo enfadado por su derrota y ……………….. el muchacho vaya a desposar a su hija trata de
matarlo, ……………………………ambos huyen al país natal del príncipe. Una vez allí, el futuro monarca
olvida todo lo ocurrido ………………. se promete con otra. Blancaflor está a punto de suicidarse con
una piedra de dolor y un cuchillo de amor, ……………………………………… el príncipe, que asiste al
coloquio de Blancaflor con estos objetos empieza a recordar todo lo ocurrido y la detiene en el
último momento para casarse con ella; ……………………….., termina una de las versiones más
reconocidas.
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Max Ehrmann
D. Lean el siguiente texto
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Hay palabras en las que se olvidaron de poner las tildes. Corrijan ese error.
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20. Siempre había sido fiel a sus ideales, incluso en los momentos más críticos,
……………………………………………………….……sus amigos lo tenían como un ejemplo.
21. La vida de Francisco de Quevedo fue muy libertina, ……………………………………………….………fue un
hombre honrado y un buen caballero.
22. La cliente seguía enojada ……………………………………………… la dueña del local le pidió disculpas.
23. El árbitro se enojó y trató de mantener el orden ………................................................ la
barra comenzó a lanzar piedras, ……………… decidió cancelar el partido.
24. ……………………………………..………. para un viaje imprevisto uno hace las maletas rápido, nos
olvidamos de echar las cosas más importantes.
25. .....……….. es verdad que la PSU mide conocimientos, ……………………….………….es cierto que
evalúa habilidades.
F. Conjugar a los verbos en modo indicativo, según se solicita, para que el texto tenga
coherencia:
Alegría
Eran las doce de la noche. El joven Dimitri Kuldarov entró corriendo a su casa, despeinado y
feliz. Sus padres ya se …………………………( acostarse, pret plusc)habían acostado. En ese momento,
su hermana ……………………..( leer,pret imp) una novela y sus hermanos menores ……………….(
dormir, pret imp)
— ¿De dónde vienes?-se asombraron sus padres.
— ¡No lo van a creer! ¡No pueden ni imaginárselo!-respondió Dimitri.
Toda la familia ………………………………..(saltar-pret perf simple) de la cama: la curiosidad los
…………………………………………( desvelar, pret plusc)
— ¡Qué alegría!-insistió Dimitri-. Ahora soy conocido en toda Rusia.
— Pero, ¿qué sucede?-………………………………….(preguntar-pret perf simple) su madre, sonriendo
ante la felicidad de su hijo mayor.
— Pero es increíble que no lo sepan-continuó Dimitri-. ¿No leen los periódicos en esta casa?
Soy una celebridad. Miren y lean las noticias de hoy antes de que me dé un soponcio.
Toda la familia se acercó al joven. Y él, sacando de su bolsillo el diario y señalando una noticia
marcada en azul, comenzó a leer.
— “El veintinueve de diciembre, a las once de la noche, el joven escribiente Dimitri Kuldarov...”
— ¡Eres tú!-dijo su padre, asombrado-. ¡Hablan de ti! Sigue, sigue...
— “...Dimitri Kuldarov... saliendo de la cervecería en estado de embriaguez...”
— ¡Sí, hablan de mí!-explicó entusiasmado Dimitri-. Estaba con mi amigo Simón. ¡Cuentan
todo! ¡Toma! Sigue leyendo tú, padre
—“...En estado de embriaguez, resbaló, yendo a caer bajo el caballo de un vecino. El caballo
como una tromba, después de pasar por encima del joven, lo ……………………………..( arrastrar-pret
perf simple) por encima del trineo del señor Lukov y voló calle abajo. Luego, el joven Dimitri
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Kuldarov fue llevado al hospital, donde recibió asistencia médica y muchas advertencias...Tal vez
el joven recupere pronto la salud…”
— ¡Explican todos los detalles! ¡Lean, lean la noticia! ¡Sigue hablando de mí!
— “...Por suerte, sus heridas eran leves...Au
nque quizás los magullones sean muy dolorosos…”
— ¡Me mandaron ponerme agua fría!—agregó entusiasmado- ¡Denme el diario! ¡Corro a
mostrárselo a mis amigos!¡Soy famoso en toda Rusia!
Después de esto, Dimitri salió corriendo a la calle, alegre y triunfante. Eso sí, con unos cuantos
coscorrones de su padre.
ANTON CHEJOV
Adaptación
EJERCITACIÓN:
Completar el texto con los verbos que aparecen en infinitivo. Entre paréntesis se ha
escrito el tiempo verbal correspondiente. Tener en cuenta el contexto. (Nota: Se trabaja
con el Modo Indicativo)
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VERBOS: escribir en tiempo pretérito los verbos que se solicitan. Tengan presente los
tiempos verbales en la narración.
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Leer atentamente:
El collar, de Manuel Peyrou
A fines del siglo XVII—dijo el escritor Félix Durand, con su modo retórico, lleno de simetrías y
comparaciones—, en una casa de Cannon Row, en el barrio de Westminster, John Locke opinó
que el entendimiento de los individuos era como un cuarto vacío, que recibía las impresiones de
las ideas; dos siglos más tarde Gastón Leroux, en su escritorio de la redacción de Le Matin, frente
al rumoroso boulevard, pensó que un crimen en una habitación cerrada podía impresionar el
entendimiento de los individuos y escribió El misterio del cuarto amarillo. Había algunas
diferencias: para Locke, la única realidad estaba en el recipiente estático, en tanto que para
Leroux allí solo estaba la apariencia; para Locke algo había entrado mientras que para Leroux
algo había salido, lo que, por alguna razón misteriosa de nuestras preferencias sentimentales, es
más estimulante y dinámico.
/…/
Se detuvo para tomar aliento. Era el momento propicio. Y todos, por un instante, se
interrumpieron entre sí, en su afán de interrumpirlo. Y a todos se adelantó ella, no tanto por su
rapidez, sino porque Durant, después de mirar fugazmente las caras, la prefirió y la escuchó,
como quien prefiere en el día una onda a otra onda. Un rostro bronceado, los ojos claros y el
cabello rubio ceniciento. La llamaban señora de Echagüe, y visitaba el club de golf por primera
vez, integrando un equipo rival. La tormenta había inmovilizado a los jugadores en un hall de
amplias ventanas, contra las cuales se obstinaba la lluvia; varios temas habían languidecido hasta
que Durant impuso el suyo.
—Usted había prometido —dijo ella— contarnos el asunto de la desaparición del collar.
—Sí; pero relátenos los hechos — logró colaborar el doctor Argüello Soria.
Exageraba su entusiasmo por los “hechos” porque quería demostrar su seriedad. La seriedad
era la llave de su éxito, junto con los anteojos y el sombrero Orión.
—Les hablé de Gastón Leroux — continuó Félix Durand, lanzando una mirada pétrea al
doctor Argüello Soria—, porque el collar de Florencia Domselaar desapareció de un cuarto cerrado,
vigilado por mi amigo el inspector Agostini y custodiado por numerosos pesquisantes. Es, más o
menos, sustituyendo crimen por robo, la situación planteada por Leroux en El misterio del cuarto
amarillo. Allí el delito se comete antes de la hora que el lector imagina. Considerando el factor
tiempo, la otra solución a un misterio en un cuarto cerrado fue dada por Zangwill: el delito se
comete después de la hora que el lector imagina.
El señor Arquímedes Olaguer, fabricante de tejidos, que jugaba al golf para adelgazar, y su
esposa, que jugaba para impedir que su marido adelgazara con otras mujeres, acercaron sus
sillas.
Ese asunto siempre me interesó —dijo el fabricante de tejidos—. Se dijo que en la
desaparición del collar hubo algo de sobrenatural.
—El collar desapareció por la fuerza de la razón— repuso Durand, y sus palabras produjeron
una ligera incomodidad, una molestia leve, pero instantánea.
Todos estaban dispuestos a admitir alegremente cualquier referencia al milagro, porque no
estaban obligados a creer en él, pero la posibilidad de un engorroso juego de premisas, inferencias
y análisis los aburría de antemano. Por eso se sintieron aliviados cuando el escritor prometió que
develaría el misterio prescindiendo de reminiscencias literarias y complicaciones retóricas.
—“Florencia Domselaar de Núñez tenía sesenta años, pero representaba diez menos. Después
de una vida de viajes por Europa se había instalado en Buenos Aires, en un departamento del
barrio Norte. Su única preocupación era su nieta Ernestina Vidal Núñez, joven autoritaria y
vehemente, que vivía con ella desde la muerte de sus padres. Florencia era una mujer de gustos
acentuadamente convencionales; se sometía a lo que estaba “bien” y huía de lo que estaba “mal”,
aceptando el contenido de estos conceptos sin averiguar su origen. Si se le hubiera preguntado
quién los establecía, habría supuesto lógicamente que era alguien que “era bien”. Se juntaba con
amigas que profesaban las mismas normas y, a esa altura de sus vidas, tomaban los mismos
remedios. El tomar remedios que no estuvieran al alcance del gran público era para ellas un
motivo de orgullo secreto. De vez en cuando, el médico de moda recetaba a Florencia alguna
inyección muy costosa, que aún no llegaba en forma regular de las fuentes de producción.
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Florencia derrotaba con eso completamente a sus amigas, ligaba sutilmente el remedio y su uso
con la distinción y la buena cuna y, durante un tiempo, saboreaba su prestigio con ligero
cansancio, como si fuera algo que hasta cierto punto hay que soportar, como una carga social.
Por supuesto, el remedio perdía totalmente su valor terapéutico cuando se divulgaba que alguna
mujer sin apellido también lo utilizaba.
“La fortuna de Florencia Domselaar estaba constituida por cuatro casas en el barrio Sur,
alquiladas a bajo precio, trescientas acciones de “labor Regional”, sociedad de crédito agrícola, y
el famoso collar de perlas del mahará de Rasendra, comprado por su marido, el doctor Napoleón
Núñez, en Amsterdam, en 1926. El collar estaba valuado en más de medio millón de pesos y
debía ser entregado a Ernestina Vidal Núñez, como dote, el día de su casamiento. El casamiento
de Ernestina había sido fijado para el primero de septiembre. Cinco días antes, Florencia se
presentó en la división de investigaciones y denunció que personas desconocidas habían tratado
de violar su pequeña caja de hierro, donde guardaba el collar, en su departamento de la calle
Juncal. El inspector Agostini fue encargado del caso.
“Era un hombre incrédulo y curtido, el polo opuesto del investigador racionalista de las
novelas, pero con bastante experiencia y espíritu de iniciativa. El inspector visitó el departamento
de la calle Juncal y encontró indicios de una tentativa de robo. Probablemente la pequeña caja de
hierro, en el living, no había sido abierta por falta de tiempo. Para evitar una segunda incursión,
Agostini estableció una vigilancia constante. El treinta de agosto Florencia se despertó al ruido de
alguien que andaba en la casa, corrió la ventana y llamó al pesquisante que permanecía en la
calle por la noche. El hombre corrió, revisó el departamento y todos los alrededores, pero no
encontró al merodeador. Todo esto hizo que el inspector redoblara la vigilancia y comprometiera
en el caso a su amor propio. Se resolvió que durante la fiesta posterior a la ceremonia estarían
atentos varios pesquisantes. Se resolvió, además, que los regalos serán exhibidos en la última
pieza del departamento, que sólo tenía una puerta y una pequeña ventana hacia un patio interior.
El inspector insinuó a Florencia que no exhibiera el collar, pero tropezó con una cortante negativa.
La fiesta perdía casi todo su interés si el famoso collar no era ofrecido a la vista de las amistades.
Además, la dama quería entregarlo a su nieta en una forma solemne, delante de un grupo
caracterizado de sus amigos, cumpliendo así con el mandato de su marido.
“El primero de septiembre los invitados empezaron a llegar a las nueve. A las diez la fiesta
estaba en su apogeo y las luces refulgían en las joyas de las mujeres y en las pecheras blancas
de los hombres. En el último cuarto del departamento se exhibían los regalos.
Había cuatro vitrinas con joyas, objetos de arte, cerámicas y regalos diversos, y una mesa
baja, cubierta con seda roja, donde estaba el collar. Detrás de la mesa, una repisa con dos floreros
grandes, transparentes, llenos de agua cristalina. No tenían flores. No había otros adornos ni
muebles en la pieza, cuyas paredes, desnudas estaban pintadas de color crema. El inspector
Agostini, después de cerrar la pequeña ventana que daba al patio interior de la casa, había
asegurado la manija de la misma con alambre. En el patio interior estaba un pesquisante, por si
alguien, en un rapto de audacia, rompía el vidrio de la ventana y arrojaba el collar. La puerta
estaba permanentemente vigilada por dos hombres de confianza. Durante dos horas, los regalos
y, especialmente el collar, fueron admirados por la concurrencia. A las doce de la noche, cuando
ya el baile se desarrollaba con toda animación. Florencia reunió a los amigos más íntimos y
procedió a una entrega simbólica del collar a su nieta. Con estrafalario romanticismo abrió un
paquete de cartas de su marido y leyó, con voz cada vez más ahogada, las frases con que el
doctor Napoleón Núñez disponía el destino de la joya. “Y te pido que el collar que usaste y que
usó nuestra hija sea entregado a nuestra nieta en el día de su matrimonio…” Agostini no oyó el
resto porque la voz de Florencia era casi imperceptible y porque dedicaba toda su atención al
collar. Cuando terminó de hablar, Florencia se enjugó una lágrima, ajustó el paquete de cartas
con un nudo no tan fuerte como el que se le hacía en la garganta y dio por terminada la ceremonia.
Agostini entonces indicó la conveniencia de cerrar la puerta para dar un descanso a los
pesquisantes. Las personas que habían presenciado el acto y el nuevo matrimonio fueron
invitadas por Florencia a pasar al salón; luego ésta y Agostini dieron un último vistazo y la primera
cerró la puerta con llave. Los dos pesquisantes fueron autorizados a retirarse por un momento
para tomar alguna bebida y el inspector, mientras tanto, permaneció en la puerta. Media hora
después, los empleados regresaron y relevaron a Agostini, quien entonces se mezcló con la
concurrencia, pues era curioso de los rostros y de la psicología de la gente. A la una de la mañana
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Florencia quiso verificar si todo estaba en orden, entró en la pieza, comprobó que nada faltaba y
volvió a salir.
“Una hora después el inspector Agostini sugirió a la dueña de casa la conveniencia de
guardar el collar en la pequeña caja de hierro que había en el living. Los invitados empezaban a
retirarse y el inspector pensaba dejar un hombre de guardia hasta el día siguiente, en que la joya
sería retirada por su nueva dueña para ser guardada en el banco.
“Florencia aceptó la proposición y junto con Agostini se dispuso a entrar a la habitación
cerrada. La dama abrió la puerta y avanzó en la pieza junto con el inspector. De ambas gargantas
se escapó un grito de asombro. ¡El collar había desaparecido! El inspector volvió sobre sus pasos
y encargó a sus dos subalternos que no dejaran salir a nadie. Su orden era una precaución inútil,
pues nadie había entrado ni salido de la pieza después que ésta quedara cerrada y con vigilancia.
Luego cerró nuevamente la puerta y junto con Florencia revisaron todos los rincones. La ventana
que daba al patio estaba cerrada y el alambre colocado por el inspector no había sido tocado.”
—Nadie había salido — dijo Durant al terminar su relato— desde la última inspección hecha
por Florencia a la una de la mañana. El collar desapareció entre la una y las dos, cuando entraron
de nuevo Florencia y el inspector. En ese lapso nadie entró ni salió.
— ¡El collar no pudo haberse esfumado! —dijo con incredulidad el doctor Argüello Soria.
— Yo no emplearía ese verbo — corrigió Durand—; prefiero decir que desapareció.
— Pero, ¿entonces hubo algo mágico?
— No; salvo que usted llame magia al juego maravilloso de la mente.
— No me parece bien que usted se burle de nosotros —dijo con alguna molestia el señor
Olaguer.
— No me burlo: afirmo que una mentalidad superior concibió un robo perfecto, al estilo de
los buenos enigmas policiales…
La joven del rostro armónico y bronceado preguntó:
— Usted tiene una versión del misterio?
— ¿Cómo lo descubrió? —apoyó con cierta vacilación el fabricante de tejidos.
— El robo no podía haberse efectuado después de abierta la puerta; la única solución es, pues,
que el collar desapareció antes de cerrada la habitación por última vez. En una palabra, en vez
de un enigma Zangwill hubo un misterio Leroux. Florencia, cuando entró a la una a verificar la
existencia del collar, lo arrojó en uno de los jarrones. Éste tenía un disolvente y el collar, que era
de material plástico, desapareció.
— ¡Entonces no hubo robo! _ dijo el señor Olaguer, y su negativa fue rápidamente reforzada
por un gesto de sus esposa_. Si el collar no tenía valor no era susceptible de ser robado…
— Sí; hubo robo —insistió Durand, vacilando por primera vez en el curso de su disertación.
Había sorprendido, con embarazo, una mirada irónica clavada en su rostro. Optó por
interrumpir el relato con un pretexto convencional:
—Hubo robo, pero las personas vinculadas al hecho pertenecen a círculos… este… Hay cosas
que es mejor no mencionar… Está aclarando. Me parece que me voy a la estación.
Había aclarado, pero ya era demasiado tarde para jugar. Hubo un rumor de sillas arrastradas
y de pasos. Sólo quedó sentado el fabricante de tejidos, decidido a no moverse hasta conocer el
final de la historia. Pero Félix Durand había ya recuperado su chambergo y salía por el sendero
bordeado de rosales. Sobre los macizos flotaba una luz que parecía proceder de las rosas y no
del sol crepuscular. Una sensación de magia luchaba en su alma con un creciente sentimiento de
culpa. Al llegar a la puerta oyó la voz clara de la señora de Echagüe y ese taconeo rítmico y duro
de las mujeres esbeltas. Se detuvo. Al llegar, ella le dijo, simplemente:
—Yo también voy a la estación.
—Alcanzaremos el de las siete —Explicó Durand, solícito.
—No es indispensable — repuso la joven_ podemos caminar despacio.
—Usted tiene que disculparme — dijo Durand, cuando entraron en la vereda arbolada _ sólo
al final comprendí que estaba cometiendo una indiscreción.
—No se preocupe. Yo misma lo alenté. Además, usted no tenía por qué saber que mi nombre
de soltera es Vidal Núñez. Me molestó que me definiera como autoritaria y vehemente, pero en
seguida me di cuenta de que eso se lo transmitió el comisario. Yo me opuse a que siguiera la
investigación contra mi abuela. De todos modos, yo lo sabía todo…
—Ah! ¿Usted sabe que Florencia vendió el collar hace años?
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—Sí; lo vendió en Europa, en uno de nuestros viajes. De modo que estuvo bien que usted
se refiriera a Gastón Leroux. Hizo fabricar luego una réplica en material plástico y esperó el día
de mi casamiento, en el que se debía entregar la joya. Pero después pensó que yo descubriría el
engaño e inventó el robo perfecto. Yo acepté la farsa. ¿Para qué hacerla sufrir? De todos modos,
ella se había gastado el dinero conmigo.
Cuando llegaron a la vía férrea el viento había ya barrido las últimas nubes. El sol resbaló
en el cielo y se hundió detrás de los árboles, agitando sus dedos de luz.
EJERCITACIÓN:
A. Extraer ejemplos del cuento que fundamenten los aspectos teóricos que
aparecen:
1. “En los cuentos policiales aparece un crimen o delito que debe resolverse.”
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2. “Aparecen datos o pistas que ayudan a resolver el caso.”
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4. “Se presenta la intriga, el suspenso, un enigma a resolver. Esto atrapa al lector, quien
desea saber la resolución del delito.”
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EJERCITACIÓN:
B) Comprensión lectora
1. Uní con flechas los personajes del cuento con las funciones que cumplen.
Personajes Función
¿Quién narra?...................................................................................................
3. En este cuento, los oyentes del club de golf exigen al narrador determinadas
actitudes. Identificá en el texto los párrafos correspondientes y uní con flechas:
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Primero
Segundo
6. Elegí entre los motivos siguientes cuáles pueden haber influido en la decisión de Florencia
Domselaar de hacer desaparecer el falso collar. Justificar
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7. Sobre el final del cuento, el narrador interrumpe su relato. Señalá las razones que
impulsan esta actitud.
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