Noam Chomsky
Chomsky: avasallar al mundo, la meta de EEUU. Los sucesos del 11 de
septiembre, su coartada
13/09/02
Noam Chomsky
La Jornada
Se arguye ampliamente que los ataques terroristas del 11 de
septiembre cambiaron el mundo en forma dramática, que nada será
igual conforme se entra a una "era de terror" -título de una colección
de ensayos académicos preparados por investigadores de la
Universidad de Yale y otras personas, que consideran que el ataque
con ántrax es aún más ominoso.
Nadie duda que las atrocidades del 11 de septiembre fueran un
suceso de importancia histórica, no por su escala -por desgracia-, sino
por elegir a víctimas inocentes.
Se sabía, desde hace algún tiempo, que con la nueva tecnología los
potencias industriales perderían probablemente su virtual monopolio
de la violencia, para mantener únicamente una enorme
preponderancia. Nadie hubiera anticipado la manera particular en que
tales expectativas se cumplirían, pero se cumplieron.
Por vez primera en la historia posmoderna, Europa y sus vástagos
fueron sometidos, en suelo propio, a la clase de atrocidades que por
rutina cometen ellos en alguna otra parte. Revisar tal historia sería
demasiado familiar, y aunque Occidente tiende a menospreciarla, las
víctimas no.
El agudo quiebre de la tendencia tradicional seguramente califica al
11 de septiembre como un suceso histórico y las repercusiones son
por cierto muy significativas. Pero varias preguntas surgen de golpe:
1. Quién es responsable. 2. Cuáles son los motivos. 3. Cuál es la
reacción adecuada. 4. Cuáles son las consecuencias a largo plazo.
Quién es responsable
Se ha asumido, es plausible, que los culpables son Bin Laden y su red
de Al-Qaeda. Nadie sabe mejor quiénes son ellos que la CIA que, junto
con sus contrapartes de los países aliados de Estados Unidos,
reclutaron a islamitas radicales de muchos países y los organizaron
como fuerza militar terrorista, no para ayudar a los afganos a resistir
la agresión soviética, lo cual habría sido un objetivo legítimo, sino por
las usuales razones de Estado que tuvieron sombrías consecuencias
para los afganos una vez que los mujaidines tomaron el control.
Es seguro que la inteligencia estadunidense seguía de cerca las
atrocidades de estas redes, mucho más de cerca desde que
asesinaron al presidente egipcio Anuar Sadat hace 20 años, y de
manera intensa desde el atentado que voló el World Trade Center y
otros objetivos muy ambicionados por los terroristas en 1993. No
obstante, aunque sea esta la investigación internacional más intensa
en la historia de los servicios de inteligencia, no ha sido fácil hallar
evidencias que identifiquen a los perpetradores de los ataques del 11
de septiembre. Ocho meses después de los bombazos, el director de
la FBI, Robert Mueller, "cree" que el complot se tramó en Afganistán,
pero se planeó e instrumentó en alguna otra parte. Y mucho después
de que la fuente del ataque con ántrax se localizó en los laboratorios
estadunidenses fabricantes de armamento, sigue sin ser claro su
origen. Esto nos indica lo difícil que será nulificar en el futuro los actos
terroristas dirigidos contra los ricos y los poderosos. Sin embargo,
pese a lo débil de la evidencia, la conclusión inicial en torno al 11 de
septiembre podría ser correcta.
Cuáles son los motivos
La academia es virtualmente unánime en situar a los beligerantes en
su mundo, lo cual en su opinión empata con sus acciones durante los
últimos veinte años: el objetivo, dicen, es arrojar a los infieles de las
tierras musulmanas, derrocar a los gobiernos corruptos que ellos
imponen y mantienen, e instituir una versión extremista del Islam.
Al menos para quienes esperan reducir la probabilidad de futuros
crímenes de naturaleza semejante, lo más significativo son las
condiciones de contexto de las que surgieron las organizaciones
beligerantes, lo que proporciona una amplia reserva de entendimiento
compasivo hacia algunos segmentos de su mensaje, incluso de parte
de algunos que los desprecian o los temen.
Para ponerlo en el tono plañidero de George Bush: "¿Por qué nos
odian?" La pregunta no es nueva y las respuestas no son difíciles de
hallar. Hace 45 años el presidente Eisenhower y su equipo discutían lo
que él llamaba "la campaña de odio contra nosotros" en el mundo
árabe, "no de los gobiernos sino de la gente". El motivo principal,
advertía el Consejo de Seguridad Nacional, proviene de haberse dado
cuenta que Estados Unidos respalda a gobiernos corruptos y brutales
que bloquean la democracia y el desarrollo, en aras de la
preocupación por "proteger sus intereses petroleros en el Medio
Oriente". El Wall Street Journal encontró casi lo mismo cuando indagó
en las actitudes de los musulmanes occidentalizados después del 11
de septiembre: sentimientos que hoy son exacerbados por las
políticas específicas de Estados Unidos en torno a Israel-Palestina, e
Irak.
Los comentaristas prefieren, por lo general, una respuesta más
reconfortante: su rabia está anclada al resentimiento de nuestra
libertad y nuestro amor por la democracia, a sus fracasos culturales
que datan de siglos, a su incapacidad de formar parte de la
"globalización" (en la cual participan felices), y a otras deficiencias
semejantes. Respuesta reconfortante, pero nada sabia.
Cuál es la reacción adecuada
Las respuestas son debatibles, sin duda, pero por lo menos tendrían
que empatar con las más elementales consideraciones morales:
específicamente, ¿si una acción es, para nosotros, correcta, es
correcta para los demás; si es incorrecta para los otros, es incorrecta
para nosotros? Quienes rechazan esa consideración declaran
llanamente que los actos los justifica el poder; puede entonces ser
ignorada en cualquier discusión que aborde lo apropiado, lo correcto o
equivocado de una acción. Uno se preguntaría entonces qué queda de
la avalancha de comentarios (los debates acerca de la "guerra justa"
etcétera) si adoptamos este criterio simple.
Ilustremos el punto con algunos casos incontrovertibles. Han pasado
cuarenta años desde que el presidente Kennedy ordenó tender "los
terrores de la tierra" sobre Cuba hasta que su liderazgo fuera
eliminado, una vez perdidos los modales ante la exitosa resistencia a
la invasión patrocinada por Estados Unidos.
Los terrores fueron muy serios, y continuaron entrados los noventa.
Veinte años han transcurrido desde que el presidente Reagan lanzó
una guerra terrorista contra Nicaragua, perpetrando bárbaras
atrocidades y vasta destrucción, con el resultado de decenas de miles
de muertos y un país arruinado --tal vez sin recuperación posible-- lo
que condujo también a que la Corte Mundial y el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas condenaran por terrorismo
internacional a Estados Unidos (resolución que vetó dicho país). Pero
nadie cree que Cuba o Nicaragua tuvieran el derecho a poner bombas
en Washington o Nueva York, o a asesinar a líderes políticos
estadunidenses. En fin, sería muy fácil agregar casos más severos
que llegan hasta el presente.
Para aquellos que aceptan las más elementales consideraciones
morales, es difícil demostrar que Estados Unidos y Gran Bretaña
estuvieron en lo justo al bombardear a los afganos para forzarlos a
entregar a personas que Estados Unidos sospecha que cometieron
actos criminales. Este fue el objetivo oficial de la guerra, anunciado
por el presidente cuando comenzó el bombardeo. O que derrocaran a
sus gobernantes, objetivo de guerra anunciado semanas más tarde.
El mismo criterio moral es aplicable a propuestas más matizadas de lo
que entraña una respuesta apropiada a las atrocidades de la guerra
posmoderna. El reconocido historiador de asuntos militares anglo
americano, Michael Howard, propuso "una operación policial
conducida bajo los auspicios de Naciones Unidas... en contra de una
conspiración criminal, para perseguir a sus miembros y traerlos ante
una corte internacional en la que enfrenten un juicio justo, y de
encontrarlos culpables, se les aplique la sentencia adecuada"
(Guardian, Foreign Affairs). Suena razonable, pero cuál sería la
reacción si sugiriéramos que dicha propuesta se aplicara
universalmente. Sería impensable, despertaría enfurecimiento y
horror.
Preguntas semejantes surgen en torno a la "doctrina Bush": "el golpe
previsor" contra presuntas amenazas. Hay que recordar que la
doctrina no es nueva. Casi todos los planificadores de alto nivel son
restos del gobierno de Reagan que argumentaban entonces que el
bombardeo de Libia era justificado bajo la premisa de Naciones
Unidas de "la autodefensa contra un ataque futuro". Los
planificadores de Clinton aconsejaban una "respuesta disuasiva"
(incluido el primer ataque nuclear). Y la doctrina en cuestión tiene
antecedentes más remotos. Lo que es novedoso, sin embargo, es la
afirmación cruda de tal derecho, y no es secreto contra quién se
dirige la amenaza. El gobierno y los comentaristas se esfuerzan en
expresar a voz en cuello que pretenden aplicarle dicha doctrina a Irak.
El elemental criterio de universalidad, por lo tanto, parecería justificar
que Irak lanzara un ataque disuasivo contra Estados Unidos. Por
supuesto, nadie acepta este supuesto. De nuevo, si estamos
dispuestos a adoptar principios morales elementales, nos surgen
preguntas obvias y deberemos enfrentar a quienes pregonan o
toleran la versión selectiva de la doctrina de la "respuesta disuasiva",
que otorga a los suficientemente poderosos el derecho de ejercerla
con gran desdén hacia lo que el mundo pueda pensar. El peso de las
pruebas no es leve, como lo es para quien pregona o tolera la
amenaza o el recurso a la violencia.
Hay siempre, por cierto, la salida fácil ante estos argumentos:
nosotros somos buenos, ellos son malvados. Este útil principio
atropella cualquier argumentación. El análisis de los comentarios y
mucho de la academia revela que la fuente del problema radica en
ese crucial principio, que no se argumenta, se afirma.
Ocasionalmente, pero como rareza, hay criaturas irritantes que
confrontan este principio central documentando la historia reciente y
contemporánea.
Aprendemos más de las normas culturales imperantes si observamos
la reacción, y el interesante despliegue de barreras que se erigen
para impedir una recaída así en esta herejía. Nada de esto, por
supuesto, es invención de los centros contemporáneos del poder ni de
la cultura intelectual dominante. No obstante, merece atención, al
menos entre los que tenemos interés por entender dónde estamos y
qué nos espera.
Cuáles son las consecuencias a largo plazo
Pensando en el largo plazo, sospecho que los crímenes del 11 de
septiembre acelerarán tendencias que ya tienen trecho recorrido: la
doctrina Bush que acabo de mencionar ilustra el punto.
Como se predijo alguna vez, en todo el mundo los gobiernos tomaron
el 11 de septiembrede 2001, como ventana de oportunidades para
instituir o escalar sus programas de severidad o represión. Ansiosa,
Rusia se unió a la "coalición contra el terror", esperando recibir
autorización para continuar sus terribles atrocidades en Chechenia y
no se desilusionó.
Alegremente, China se unió, por razones semejantes. Turquía fue el
primer país en ofrecer tropas para la nueva fase de la "guerra al
terrorismo" de Estados Unidos, en agradecimiento, como explicara su
primer ministro, por la contribución estadunidense a la campaña turca
contra la población kurda, reprimida miserablemente. Una guerra
tendida con salvajismo extremo gracias al flujo enorme de armas
estadunidenses. A Turquía se le felicita ampliamente por sus logros
en estas campañas de terror estatal, incluidas algunas de las peores
atrocidades cometidas en los sombríos noventa, y se le concedió la
autoridad para proteger Kabul del terrorismo, con patrocinio de la
misma super- potencia que le ha dispuesto los medios militares y el
respaldo diplomático e ideológico para cometer sus actuales
atrocidades. Israel ha reconocido que estaría en condiciones de
aplastar a los palestinos, aún más brutalmente, con un apoyo más
firme de Washington. Y así por todo el mundo.
Las sociedades más democráticas, incluido Estados Unidos,
instituyeron medidas para imponer una disciplina a su población y
para establecer medidas impopulares con el pretexto de "combatir el
terror", explotando la atmósfera de miedo y la exigencia de
"patriotismo". En la práctica, esto significa: "Tú te callas y yo prosigo
con mi agenda inexorablemente". El gobierno de Bush utilizó la
oportunidad para expandir su asalto contra la mayoría de la población
y las generaciones futuras, para servir a los obtusos intereses
corporativos que dominan su gobierno a un grado que va más allá de
la norma.
En suma, las predicciones iniciales están ampliamente confirmadas.
Uno de los logros principales es que por primera vez Estados Unidos
tiene bases importantes en Asia central. Estas son cruciales para
posicionar favorablemente a las multinacionales estadunidenses en el
"gran juego" actual por controlar los considerables recursos de
hidrocarburos y minerales estratégicos de la región, pero también
para completar el cerco que tiende sobre los mayores recursos
energéticos del mundo, situados en la región del Golfo. El sistema de
bases estadunidenses que tiene en la mira al Golfo se extiende del
Pacífico a las Azores, pero la base más útil antes de la Guerra de
Afganistán fue la de Diego García. Ahora, su situación ha mejorado
tanto que si se considera apropiada una intervención, su despliegue
será mucho más fácil.
El gobierno de Bush percibe esta fase de la "guerra contra el
terrorismo" (que de tantas formas replica la "guerra contra el
terrorismo" declarada por el gobierno de Reagan de veinte años
atrás) como la oportunidad para expandir sus ventajas militares, ya
de por sí avasalladoras, al resto del mundo, para después pasar a
otros métodos que le aseguren el dominio global en esta nueva fase
del imperialismo posmoderno.
El pensamiento del gobierno estadunidense fue expresado con
claridad por sus altos funcionarios cuando el príncipe Abdullah de
Arabia Saudita visitó Estados Unidos en abril de 2002. Su propósito
era hacerle ver al gobierno que debía prestar más atención a las
reacciones del mundo árabe ante el respaldo tan fuerte que otorgaba
al terror y la represión israelí. Se le contestó que, en efecto, a Estados
Unidos no le importaba lo que los otros árabes pensaran. Según lo
reportó el New York Times, uno de los funcionarios aclaró: "si le
pareció que estábamos fuertes en la Tormenta del Desierto, ahora
somos diez veces más fuertes. Esto fue para darle una idea de lo que
Afganistán significaba en cuanto a nuestras capacidades". Un viejo
analista en asuntos de defensa lo glosó con simpleza: otros "nos
respetarán por nuestra rudeza y no se meterán con nosotros". Esa
postura tiene por igual muchos precedentes históricos, pero a partir
del 11 de septiembre cobra renovada fuerza.
No contamos con documentos internos, pero es factible especular que
tales consecuencias eran uno de los objetivos primordiales del
bombardeo de Afganistán: advertirle al mundo de lo que es capaz
Estados Unidos si alguno se pasa de la raya.
El bombardeo de Serbia tuvo motivos semejantes. Su objetivo
principal fue "asegurar la credibilidad de la otan", como nos
explicaron Blair y Clinton --y no se referían a la credibilidad de
Noruega o Italia, sino a la de Estados Unidos y la de su mayor cliente
militar.
Esto es asunto común en el arte de gobernar y en la literatura de las
relaciones internacionales; y tiene sus razones, como nos revela la
historia ampliamente.
Para terminar, los aspectos básicos de la sociedad internacional
parecen continuar como estaban, pero sin duda el 11 de septiembre
indujo cambios. En algunos casos, las implicaciones son importantes,
pero no muy prometedoras.
Traducción Ramón Vera Herrera
Más sobre el 11-S por Noam Chomsky:
Entrevista de Michael Albert a Chomsky sobre Irak
Noam Chomsky: Bush pretende utilizar el clima de
inseguridad para promover su agenda política
"Rebelión"
Bush pretende utilizar el clima de
inseguridad para promover su agenda
política
Noam Chomsky
Jim Cason y David Brooks
La Jornada
Los medios de comunicación de EU han fallado en reportar qué sucede dentro y
fuera del país, dice, la limitación de derechos civiles se aplica "sólo en sectores
vulnerables"
Washington y Nueva York, 10 de septiembre. El gobierno de George W. Bush busca
utilizar el clima de temor e inseguridad del pueblo estadounidense para promover
su agenda política y controlar a la disidencia, argumentó Noam Chomsky al evaluar
para La Jornada el primer aniversario del 11 de septiembre, e indicó que tal vez el
hecho central de estos atentados es que los ricos y poderosos han perdido su
"monopolio sobre los medios de la violencia en el mundo".
"No creo que el gobierno desee que la gente se sienta más segura ahora", afirmó
Chomsky. "Una de las armas principales en manos de cualquier gobierno es una
población atemorizada, lo que le permite promover sus propias políticas. Si la gente
está espantada y no hace demasiadas preguntas, entonces, inexorablemente, uno
puede promover su propia agenda".
Esa agenda, detalló, incluye la promoción de políticas poco populares para
beneficiar a los más ricos a costo de la mayoría de la población, entre las cuales
está la gran reducción de la carga tributaria para empresas y el sector de mayores
ingresos, y recortes de programas sociales, "cosas que constituyen un asalto mayor
contra la población general y contra generaciones futuras", dijo. "Si uno desea
promover estas políticas, lo mejor es tener a la gente atemorizada, intimidada y
controlada por el llamado al patriotismo que en la práctica se traduce en una orden
(del gobierno) para que se callen todos y yo haré lo que quiero".
El prestigiado lingüista y autor de más de dos docenas de libros sobre política,
consideró que las reacciones del pueblo estadounidense no son sorprendentes y la
gente tiene toda la razón de sentir el temor a raíz de los "horrendos" atentados del
11 de septiembre. Éste fue un hecho extraordinario con efectos profundos en esta
población, sostuvo.
"Creo que fue la primera vez en cientos de años en que un poder occidental... ha
sido sujeto al tipo de terror que desafortunadamente es tan común en otras partes
del mundo. Ellos (los poderes) han llevado a cabo muchísimas atrocidades a través
del mundo... pero en gran medida han sido inmunes a una represalia. Esto fue
extraordinario y la gente se asustó... y tienen razón de sentirse así".
Chomsky agregó que aunque nadie podría haber pronosticado la forma en que se
realizaron estos atentados, no fue sorpresa que existiera la posibilidad de este tipo
de ataque, de hecho, se había escrito sobre esto por lo menos durante una década,
y además estaba el precedente del intento para destruir el mismo World Trade
Center en 1993.
Pero lo que sí marcó el 11 de septiembre es que los "ricos y poderosos perdieron su
monopolio virtual sobre los medios de violencia" en el mundo. "Seguirán
manteniendo su enorme preponderancia, pero ya no será un monopolio", subrayó.
Temor y patriotismo
Esto alimenta el clima de inseguridad por ser un momento sin precedente en la
historia de este país, y con ello el temor. "Y cuando uno está espantado, se genera
un apoyo a la bandera. Podría no ser atractivo, pero es normal", señaló.
-¿Por qué el pueblo estadounidense parece apoyar las medidas internas que limitan
los derechos civiles y la supuesta libertad que tanto se elogia oficialmente en este
país?
-Aún no está claro que tanto apoyo popular existe para eso -responde Chomsky-. Y
recuerda que históricamente Estados Unidos ha recurrido a la represión interna en
tiempos de amenazas, incluso menores que ésta, contra el país. Woodrow Wilson,
señaló, deportó a miles de este país poco después de la Primera Guerra Mundial con
el pretexto de una amenaza "de los rojos", y encarceló a gente como el líder
sindical Eugene Debs por su oposición a esa guerra; decenas de miles fueron
detenidos o expulsados del país durante la Segunda Guerra Mundial, y lo mismo
ocurrió durante la llamada era de McCarthy, "es un patrón histórico".
En el último año, señala Chomsky, es clave notar que aunque miles han sido
detenidos e interrogados en Estados Unidos, estos abusos y limitaciones de los
derechos civiles se han aplicado sólo contra sectores vulnerables -inmigrantes,
árabes, musulmanes, gente de piel oscura. "La vasta mayoría de la población no ha
sentido nada (del impacto de estas medidas), y como resultado no creo que sea
consciente de las medidas que ha realizado el gobierno, ni el poder arrogado por
este gobierno", explicó.
Con algunas excepciones, los medios masivos de comunicación han contribuido a
esta ignorancia al fallar en reportar amplia y claramente sobre todo lo que está
sucediendo dentro y fuera de este país, sostiene Chomsky. "No hay manera de que
la población de Estados Unidos shj01-135130-pih tenga una concepción seria de la
mayoría de las cosas que están sucediendo en el mundo. Sólo escuchan un toque
de tambor de retórica patriótica" y ofrecen varios ejemplos sobre cómo se reporta
que hay amplio apoyo para las acciones militares de Estados Unidos en todo el
mundo -algo que se puede detectar, y donde hay indicadores que contradicen estas
afirmaciones de los medios.
Desinformación
Chomsky detalla que recientemente uno de los mejores columnistas del New York
Times escribió que todo el mundo apoyaba el bombardeo en Afganistán, pero al
mismo tiempo existe una encuesta internacional de Gallup realizada a finales de
septiembre del año pasado sobre las actitudes ante lo que Chomsky califica
siempre de "las atrocidades" del 11 de septiembre. "Había un apoyo abrumador en
esa encuesta a un proceso judicial sobre una acción militar (como opción de
respuesta ante los atentados)", informó Chomsky.
"En Europa fue 70 por ciento, en América Latina el apoyo por acción militar fue
mínimo; en México fue de sólo 2 por ciento, y de ahí subió a 10 por ciento en países
como Colombia y Venezuela". Pero sólo un periódico estadounidense, un pequeño
diario en Nebraska, cubrió esa encuesta, entonces "¿cómo se puede enterar la
gente?"
Chomsky dice que sí hay algunos buenos periodistas, pero la imagen presentada en
general al público es "completamente distorsionada", y para detectar lo que
verdaderamente está ocurriendo se necesita "un esfuerzo de investigación
independiente".
-Durante un año se ha dicho que todos estamos bajo amenaza, ¿quiénes están
amenazados y por qué?
"Mis nietos están bajo amenaza", responde. "Las políticas (del gobierno de Bush) a
las que están comprometidos, apasionadamente comprometidos, serán
extremadamente dañinas para la población general de Estados Unidos y del mundo
en un futuro no tan distante". Esta amenaza, indicó, proviene de las políticas
económicas internas promovidas por este gobierno que buscan reducir
sustancialmente la carga tributaria de los más ricos y con ello crear un déficit
presupuestal, y éste será un "instrumento para minar programas sociales". Destacó:
"sin dinero disponible, no se puede tener programas de salud, desarrollo de
infraestructura, pensiones, seguridad social, etcétera, les gustaría deshacerse de
todo esto".
Insiste: "no desean instituciones democráticas en donde la gente participe. Quieren
que el poder privado tenga un control extenso e incuestionado que esté
esencialmente fuera del alcance del público en general". Y "eso es una gran
amenaza".
Acerca de los bombardeos
Por Noam Chomsky
Los ataques de hoy han sido grandes atrocidades. En términos de número
de víctimas no alcanzan el nivel de muchos otros, por ejemplo el
bombardeo de Clinton de Sudán, sin un pretexto creíble, destruyendo la
mitad de sus suministros farmacéuticos y matando cantidades
desconocidas de personas (nadie lo sabe, porque los EE.UU. bloquearon la
investigación de la ONU y nadie se preocupa de continuarla). Sin hablar de
casos mucho peores, que fácilmente se nos vienen a la mente. Pero de que
esto ha sido un crimen horrible no hay duda. Las víctimas principales,
como es usual fueron trabajadores: conserjes, secretarias, bomberos, etc.
Es probable que resulte un golpe aplastante para los palestinos y otros
pueblos pobres y oprimidos. Tambien es posible que conduzca a severos
controles de seguridad, que incluirán probablemente muchas
ramificaciones destinadas a minar los derechos civiles y la libertad interna..
El suceso revela dramáticamente la tontería del proyecto de "defensa
antimisiles". Como ha sido obvio desde el principio y señalado
repetidamente por analistas estratégicos, si alguien quiere causar un daño
inmenso a los EEUU, incluyendo armas de destrucción masiva, es muy
improbable que lancen un ataque con misiles, que garantizaría su
inmediata destrucción. Hay muchisimas formas más fáciles de hacerlo, que
son básicamente imparables. Pero los sucesos de hoy, serán muy
probablemente aprovechados para incrementar la presión para desarrollar
estos sistemas y hacerlos operativos. "La Defensa" es una débil coartada
para los planes de militarización del espacio, y con unas buenas relaciones
públicas hasta el argumento más débil tendrá peso sobre un público
aterrorizado.
En resumen, este crimen es un regalo para la línea dura de la derecha
chauvinista, esos que ansían usar la fuerza para asegurarse el control de
sus dominios. Esto incluso dejando de lado las probables acciones de
EEUU, y lo que éstas desencadenarán-posiblemente más ataques como
este, o peores. Las perspectivas que nos esperan son casi más ominosas
de lo que parecían ser antes de estas atrocidades.
Con respecto a como reaccionar, tenemos una alternativa. Podemos
expresar un horror justificado; podemos buscar comprender lo que pudo
haber conducido a los crímenes, lo que significa hacer un esfuerzo por
entrar en las mentes de sus posibles perpetradores. Si escogemos este
último curso, nada mejor, pienso, que escuchar las palabras de Robert
Flisk, cuyo conocimiento directo e introspección en los asuntos de la región
no tienen parangón después de muchos años de destacado trabajo de
reportaje. Al describir "La fiereza y la sobrecogedora crueldad de un pueblo
oprimido y humillado," escribe que "esta no es la guerra de la democracia
versus el terror que se pretenderá que el mundo crea en los próximos días.
Tiene que ver además con misiles estadounidenses impactando hogares
palestinos y helicópteros de los Estados Unidos disparando misiles contra
una ambulancia libanesa en 1996 y proyectiles estadounidenses cayendo
sobre una aldea llamada Qana y tiene que ver con una milicia libanesa-
pagada y uniformada por el Aliado Israelí de los Estados Unidos-abriéndose
paso y violando y asesinando a través de campos de refugiados". Y mucho
más. De nuevo, tenemos una alternativa: podemos tratar de entender, o
negarnos a hacerlo, contribuyendo a la probabilidad de que lo peor aún
esté por llegar.
Traducido por Déborah Gil y Guillermo Calderón
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