EVANGELIO
1
Unos tiempos difícíles
En el año decimoquinto del reinado de Tiberio César, siendo
Poncio Pilato gobernador de Judea, durante el sumo sacerdocio de
Anás y de Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan en el desierto. Y
recorrió toda la comarca del Jordán, proclamando un bautismo de
arrepentimiento para el perdón de los pecados.
Las multitudes salían a ser bautizadas por él, y les decía:
“Producid buenos frutos que correspondan a un sincero
arrepentimiento; y no me digáis: ‘¡Si nosotros somos hijos de
Abraham!’; porque en verdad os digo que hasta de estas piedras
puede sacar Dios, hijos de Abraham. El hacha está puesta junto al
árbol y el que no de su fruto se cortará y se echará al fuego”.
Entonces le replicaban: “Dinos pues qué debemos de hacer”.
Y él les decía:
“El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene;
y el que tenga qué comer, que haga lo mismo”.
El pueblo estaba esperando la venida del mesías y todos andaban
preguntándose en su corazón si podía ser Juan. Pero Juan les decía:
2
“Yo os bautizo con agua; pero viene uno que es más fuerte que yo,
uno al que no llego ni para desatarle la correa de sus sandalias; Él os
bautizará con Espíritu Santo y fuego; os dirá lo que tenéis que hacer
en todo momento. Ya tiene en la mano el aventador; y limpiará su
era, recogiendo el trigo y quemando la paja”.
Juan el Bautista vino para dar testimonio de la luz. No era él la luz
sino testigo de la luz. A los que la creen, da la potestad de ser hechos
hijos de Dios. Éstos no son engendrados ni por la carne, ni por la
sangre, sino por la voluntad de Dios.
Jesús se encuentra con el Bautista
Aconteció que, cuando todo el pueblo era bautizado, también
Jesús fue a bautizarse. Cuando Juan lo reconoció, le dijo: “No soy yo el
que te tengo que bautizar a ti, sino tú a mí” y Jesús le dijo:”Dejemos
que se cumpla como estaba establecido”. Y Juan lo bautizó. Y cuando
se marchaba entre la multitud, Juan le envió a dos de sus discípulos
para que fueran con Él. Eran Juan y Andrés.
Se cumple lo que acabáis de oír
3
Jesús un día de sábado entró en la sinagoga, y se levantó a
leer. Le entregaron el libro del profeta Isaías. Él desenrolló el volumen
y leyó:
El Espíritu del Señor está sobre Mí y, me ha dado el poder para
anunciar la esperanza a los pobres, la libertad a los cautivos, la
salud a los enfermos, a proclamar el año de gracia del Señor.
Luego, enrollando el volumen, lo devolvió al asistente, y se sentó.
Todos tenían la mirada puesta fija en Él, y comenzó a decirles:
-Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. En verdad os
digo que nadie que diga esto es persona grata en su pueblo.
Muchas viudas había en Israel en los días de Elías y a ninguna de
ellas fue enviado, sino, a Sarepta, de Sidón. Y muchos leprosos
había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; y ninguno de ellos
fue limpiado, sino Naamán, el sirio.
Predicaba en la sinagoga
4
Había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu, de un
demonio inmundo, y gritó con voz fuerte:
¡Jesús nazareno! ¿Qué haces tú aquí? ¿Acaso has venido a
sermonearnos? Sé lo que eres: un profeta más.
Jesús entonces le dijo:
-Sal de él.
Y el demonio obedeció en silencio y se marchó, sin que el
hombre sufriera ningún daño.
Todos quedaron sobrecogidos, y se decían unos a otros:
-¿Quién es ése que manda salir de los hombres a los espíritus
inmundos, y le hacen caso?
Y su fama se extendía por todos los lugares de los contornos.
Le llevaban a los enfermos
5
Cuando el sol se estaba poniendo, todos cuantos tenían
enfermos de diversas dolencias, los trajeron a Él. Y Él, poniendo las
manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
Al hacerse de día, salió y se marchó a un lugar solitario. Las
multitudes le andaban buscando, y llegando hasta Él, trataban de
retenerle para que no se marchara lejos de ellos. Pero Él les decía:
-También en las otras ciudades debo predicar el reino de Dios,
porque para eso he venido.
Y sucedió que estando en una de las otras ciudades, había un
hombre lleno de lepra; y cuando vio a Jesús, cayó a su lado, y le
suplicó diciendo:
- Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Él extendió la mano y le tocó, diciendo:
- Quiero. Sé limpio
Y al instante se marchó de él la lepra.
Y le dijo: “No se lo digas a nadie. Preséntate al sacerdote del
templo y, da gracias a Dios, conforme prescribió Moisés, para que
sirva de testimonio”.
Un mensaje para pocos resultó ser un mensaje para muchos
6
Pero su fama se difundía aún más, y grandes multitudes se
reunían para escucharle y ser sanadas de sus enfermedades. Él, por
su parte, se retiraba con frecuencia a los lugares solitarios para orar.
Aconteció un día que Él estaba enseñando, y estaban sentados allí
unos fariseos y maestros de la ley, que habían venido de todas las
aldeas de Galilea y Judea, y de Jerusalén para ver lo que habían oído.
En esto, unos hombres traían en una camilla a un paralítico; y
trataban de introducirlo y colocarlo delante de Jesús.
Pero no hallando de qué manera introducirle, a causa de la multitud,
subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las
tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Al ver la fe de ellos le
dijo:
-Tus pecados te quedan perdonados.
Entonces los fariseos y maestros de la ley le decían: ¿Cómo puedes
decir eso? Sólo Dios puede perdonar los pecados.
Entonces Jesús tomó la palabra y les dijo:
¿Qué es más fácil, decir: “Te quedan perdonados tus pecados”, o
decir: “Levántate y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del
Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados:
-A ti te digo (le dijo al paralítico), levántate, toma tu camilla, y vete
a tu casa.
7
E inmediatamente se levantó a la vista de ellos, tomó la camilla en
que estaba acostado, y se fue a su casa.
El asombro se apoderó de ellos, y daban voces alabando a Dios; y
decían: ¡Hoy hemos visto cosas increíbles!
Juan “El Bautista” no sale de su asombro
Los discípulos de Juan informaron a éste de todas estas cosas.
Entonces Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió a Jesús.
-Juan el Bautista nos ha enviado para saber si eres Tú el que tenía
que venir.
En esa misma hora, Jesús, sanó a muchos de enfermedades y
dolencias, y de malos espíritus, y otorgó la vista a muchos ciegos.
Entonces, habiendo terminado les dijo:
-Íd e informad a Juan de lo que habéis visto y oído: Los ciegos
ven de nuevo, los cojos caminan, los leprosos son limpiados, los
sordos oyen, los muertos son resucitados, a los pobres se les anuncia
la buena noticia.
Cuando se marcharon los mensajeros, Jesús comenzó a decir a las
multitudes acerca de Juan el Bautista:
¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña quebrada
por el viento? ¿Un hombre vestido con ropas finas? He aquí que los
que visten así, están en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a
ver? Yo os lo diré: a alguien mayor que un profeta.
8
Éste es de quien está escrito: “He aquí que envío mi mensajero el
cual irá delante de Ti preparando el camino”. Pero el que es menor en
el reino de Dios es mayor que él.
Todo el pueblo que le escuchó y los cobradores de impuestos
reconocieron en él la justicia de Dios siendo bautizados con su
bautismo; pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el
designio de Dios para con ellos mismos, no siendo bautizados por él.
Algunos fariseos lo invitaban a comer
Uno de los fariseos le pedía que comiera con él. Y entrando en
la casa del fariseo, se sentó a la mesa.
En esto, una mujer pecadora pública que había en la ciudad,
enterada de que Él estaba a la mesa en la casa del fariseo, trajo un
frasco de alabastro con perfume, y colocándose detrás, junto a sus
pies, se echó a llorar y comenzó a regar con sus lágrimas los pies de
Él, y a enjugarlos con los cabellos de su cabeza; y besaba
afectuosamente sus pies, y los ungía con el perfume.
Al verlo el fariseo que le había invitado, dijo para sí: Éste, si
fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le está
tocando, que es una pecadora.
9
Jesús dijo: Cierto prestamista tenía dos deudores; el uno le
debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. No teniendo ellos con
qué pagarle, les perdonó a ambos la deuda. Di, pues, ¿cuál de ellos le
amará más?
Simón respondió:
-Supongo que aquel a quien perdonó más.
Y Él le dijo:
-Rectamente has juzgado.
Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón:
-¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua
para los pies; pero ésta ha regado mis pies con sus lágrimas, y los ha
enjugado con sus cabellos. No me diste beso; pero ésta, desde que
entré, no ha dejado de besarme los pies afectuosamente. No ungiste
mi cabeza con aceite; pero ésta ha ungido con perfume mis pies. En
atención a lo cual, te digo: “Quedan perdonados sus pecados”, que
son muchos; por eso muestra mucho amor; pero aquel a quien se le
perdona poco, ama poco.
Jesús enséñanos a orar
Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó,
uno de sus discípulos le dijo:
10
-Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a orar a
sus discípulos.
Y les dijo:
-Cuando oréis, decid:
Padre del cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase
tu voluntad, en la tierra como en el cielo. El pan de cada día, danos
hoy. Y perdónanos, porque también nosotros perdonamos a los que
nos deben algo. No nos abandones. Nunca. Y líbranos del mal. Amén.
Y os digo también:
-Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca, halla; y al que
llama, se le abre la puerta.
El maestro Nicodemo
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un
hombre importante entre los judíos. Éste vino a Jesús de noche, y le
dijo:
11
-Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él.
Respondió Jesús y le dijo:
-De cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el
Reino de Dios.
Nicodemo le dijo:
-¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso
entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús:
-De cierto te digo, que el que no nace de agua y de espíritu, no
puede entrar en el Reino de Dios. No te asombres de que te dije: “Os
es necesario nacer de nuevo”. El viento sopla donde quiere, y oyes su
sonido; pero no sabes de dónde viene, ni adónde va; así es todo aquel
que es nacido del Espíritu. Nadie ha subido al cielo, sino el que
descendió del cielo; el Hijo del Hombre. Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo
del Hombre, para que todo aquel que cree en Él tenga vida eterna.
El amigo del esposo
Vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y pasó allí algún
tiempo con ellos, y bautizaba.
Y Juan también bautizaba porque acudían allí multitudes y había
muchas aguas.
12
Y entonces surgió una discusión acerca de la purificación por parte
de los discípulos de Juan, y Juan les respondió:
-Un hombre no puede recibir nada, si no se le ha dado del cielo.
Vosotros mismos sabéis que dije: “Yo no soy el Cristo, soy enviado
delante de Él”. El que tiene a la novia, es el novio; pero el amigo
del novio, que está a su lado y le oye, está contento por él. Pues,
este designio, se ha cumplido conmigo.
El temor a Dios
Grandes multitudes iban con Él; y volviéndose, les dijo:
-Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y
mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia
vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en
pos de Mí, no puede ser discípulo mío.
Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta
primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para
acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no
pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
diciendo: “Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar”.
Lo que debemos hacer
13
Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y
celebraba todos los días fiestas espléndidas. Había también un
mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél,
lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la
mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno
de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a
Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo:
-Padre Abraham, ten compasión de mí, y envía a Lázaro para que
moje la punta de su dedo en el agua, y refresque mi lengua; porque
estoy atormentado en esta llama.
Pero Abraham le dijo:
-Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, del
mismo modo, males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú
atormentado. Después de todo, un gran abismo está puesto entre
nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a
allá, no puedan, ni de allá pasar acá.
Entonces dijo el rico:
14
-“Te ruego pues padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque
tengo cinco hermanos, para que les prevenga seriamente, a fin de
que no vengan ellos también a este lugar de tormento”.
Y Abraham le dijo:
-A Moisés y a los profetas tienen; ¡que los escuchen!
Él entonces dijo:
-No, padre Abraham; sino que si alguno va a ellos de entre los
muertos, se arrepentirán.
Abraham concluyó:
-Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se dejarán
persuadir por un muerto que resucita.
Nadie está libre de pecado
A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a
los demás, dijo también esta parábola:
-Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro
cobrador de impuestos.
15
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios,
te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones,
injustos, adúlteros, ni tampoco como ese cobrador de impuestos;
ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”.
Mas el cobrador de impuestos, de pie y a bastante distancia, no
quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: “Dios, ten piedad de mí, soy pecador”.
Os digo que éste descendió a su casa justificado más bien que aquél;
porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se
humilla será enaltecido.
Nos amó en su entrega
Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual se debía sacrificar
el cordero de la pascua.
Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:
-Íd, preparadnos la pascua para que la comamos.
Ellos le dijeron:
16
-¿Dónde quieres que la preparemos?
Él les dijo:
-Mirad, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que
lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entre, y decid
al padre de familia de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el
aposento en el que pueda comer la pascua con mis discípulos?
Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad
allí.
Fueron, pues, y hallaron como les había dicho ; y prepararon la
pascua.
Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con Él los apóstoles. Y les
dijo:
-¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes de
padecer! Porque os digo que no la comeré ya más, hasta que cumpla
en el reino de Dios.
Y tomando el pan, dio gracias, lo partió y les dio, diciendo:
-Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en
memoria de Mí.
De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo:
-Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se
derrama. Mas he aquí, que la mano del que me entrega está conmigo
en la mesa.
17
Nos prometió que siempre estaría con nosotros
El Espíritu Santo estará con vosotros para siempre: el Espíritu, al cual
el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y está con vosotros.
No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Aquel día conoceréis que
Yo estoy en mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros.
El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra no es la
mía, sino la del Padre que me envió. El Espíritu Santo a quien el Padre
enviará, os enseñará todas las cosas y os lo recordará todo.
Lo que nos espera como sus seguidores
Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí me ha aborrecido antes
que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois
del mundo, sino que Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os
aborrece.
Acordaos de la palabra que Yo os he dicho: El siervo no es mayor
que su señor. Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os
perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la
vuestra.
18
Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no
conocen al que me ha enviado. Si Yo no hubiera venido, ni les hubiera
hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su
pecado.
El que me aborrece a Mí, aborrece también a mi Padre. Pero esto es
para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: “Me
aborrecieron sin motivo”.
¿Adónde vas?
Esto no os lo dije al principio, porque Yo estaba con vosotros. Pero
ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta:
¿Adónde vas? Antes bien vuestro corazón se ha llenado de tristeza.
Pero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya; porque si no
me fuese, El Espíritu Santo no vendría a vosotros; mas si me voy, os
lo enviaré. Y cuando Él venga, prevendrá al mundo de todo pecado.
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis
sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a
toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo cuanto oiga, y os hará saber las cosas que habrán de
venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
En el cielo y en la tierra
19
La mujer, cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora;
pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la
angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se
gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. En aquel día
no me preguntaréis nada.
De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidáis al Padre en mi
nombre, os lo dará. Hasta ahora, nada habéis pedido en mi nombre;
pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo esté completo.
Seréis esparcidos cada uno por su lado
Estas cosas os he hablado en alegorías; viene la hora en que ya no
os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del
Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que Yo
rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque
vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo salí de Dios. Salí
del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al
Padre.
He aquí la hora viene, en que seréis esparcidos cada uno por su
lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está
conmigo. Estas cosas os he hablado para que estéis en paz conmigo.
En el mundo tendréis aflicción; pero tened ánimo, Yo he vencido al
mundo.
20
21
22