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Universidad de Ciencias Y Artes de Chiapas

Facultad de Ciencias Odontológicas Y Salud Pública

Subsede Venustiano Carranza

Licenciatura en enfermería

Catedrático: Mtro. Juan José Espinosa García

Materia: Bases filosóficas para la vida humana

Investigación:

 FILOSOFIA DE LA BIOETICA

1er Semestre Grupo “B”

Alumnos:

Alondra Jaqueline González Estrada

Edward Landeta Solano

Adriana Guadalupe Pérez García

Viridiana Mineth Ruiz Gómez

1
Jueves 21de febrero de 2023

ÍNDICE

INTRODUCCION…………………………………………3

ORIGEN……………………………………..

¿QUÉ ES LA BIOÉTICA?........................

CARACTERISTICAS DE LA BIOETICA….

¿CÓMO APLICA LA BIÓTICA EN LA SALUD?.....

LA BIOÉTICA UTILITARISTA………………

LA BIOÉTICA UNIVERSALISTA…………….

LA BIOÉTICA PERSONALISTA……………..

EL PRINCIPALÍSIMO BIOÉTICO …………….

PRINCIPALÍSIMO MODERADO……………..

BIOÉTICA CASUÍSTICA……………………….

CONCLUION…………………………………….

2
INTRODUCCION

En este proyecto se presentará el origen, definición, características, así


como también las diferentes ramas de la bioética ya que, a lo largo de
la historia, el hombre ha procurado dar valor y sentido a su vida. A partir
de diversas observaciones, el ser humano ha generado una visión
filosófica que explica su existencia y la del universo que lo rodea; esta
mirada ha tenido su aplicación en la ética, y más tarde en la bioética, la
cual trata de unir la ciencia con la vida, no sólo la humana, sino también
con todo ser viviente. Diversos hechos, avances científicos y
tecnológicos han contribuido al nacimiento y desarrollo de la bioética.
En la práctica, la bioética se basa en la filosofía y con ella ha generado
numerosas corrientes teóricas, entre las que dominan actualmente: el
utilitarismo, el universalismo, el personalismo y el principalísimo
(beneficencia, justicia, no maleficencia y autonomía). El objetivo de la
bioética es la supervivencia del ser humano y del planeta donde vive. A
lo largo del tiempo, el hombre ha tratado de encontrarle sentido a su
conducta y a su vida. Sócrates decía al respecto que “el asunto no es
ninguna bagatela: la cuestión es cómo deberíamos vivir”.
La bioética surge ante la necesidad de responder y tratar de solucionar
los grandes conflictos que plantean hoy los hechos científicos y las
tecnologías, su uso y aplicación al ser humano, a la vida y a la
supervivencia en el planeta. Su reciente aparición y rápida expansión
tienen antecedentes históricos y filosóficos que hunden sus raíces en la
evolución cultural occidental, ligados a la ciencia, sus revoluciones y
paradigmas, al estallido y dispersión múltiple del conocimiento. Esto
último, se manifiesta en las especializaciones y superespecializaciones
del conocimiento científico para tratar de obtener, así sea en un campo
reducido, el dominio que nos permita llegar a un conocimiento parcial
ante la imposibilidad de dominarlo todo.
La Bioética, podría pensarse, constituye un momento o intento de
agrupación y de reflexión que nos recuerda el surgimiento de la
universidad en la edad media, cuando los saberes dispersos en los
grupos de la sociedad fueron recogidos, se creó la institución
universitaria y se constituyó corporativamente en un momento de
síntesis para darles unidad en la diversidad. Fue un fenómeno
espontáneo de la sociedad de entonces en el siglo XII que permitió la
organización académica y científica del conocimiento humano.

3
ORIGEN

La bioética nació antes de que el neologismo; el neologismo y la


disciplina aparecieron simultáneamente; primero apareció el término y,
años después, la disciplina; y, finalmente, la bioética no existe como
disciplina y el neologismo fue un invento afortunado para ocultar las
malévolas intenciones de quienes lo formularon. Con objeto de guiar al
lector en este complejo escenario, López Baroni ha llevado a cabo una
gran tarea de investigación previa, que lo ha traído a consultar fuentes
poco visitadas y a hacer un análisis crítico otros que habían sido
interpretados de manera poco rigurosa, siempre con el apoyo de una
argumentación sólida y con pruebas documentadas en los casos más
controvertidos, y dejando que sea el lector quien saque sus propias
conclusiones.
es una disciplina que surge a mediados del siglo XX como respuesta al
desarrollo tecnocientífico sobre la vida. El inicio de la bioética no está
bien definido. el padre de la Bioética fue Rensselaer van Potter.
Algunos autores toman hechos históricos relevantes como referencia,
por ejemplo, la segunda guerra mundial; otros incluyen avances
tecnológicos, como el trasplante de órganos o el descubrimiento del
genoma humano, y otros más parten de una visión política, social o
religiosa.
«Bioética» fue la palabra que emplearon algunos teólogos para
adoctrinar el personal sanitario de acuerdo con el dogma católico en
temas como la reproducción y la eutanasia. Este intento de monopolizar
materias tan sensibles provocó como reacción defensiva la
incorporación de corrientes de pensamiento feministas, laicistas y
multiculturales. Finalmente, la aceleración de la biotecnología y el
miedo a las consecuencias de la manipulación del genoma de los seres
vivos han acabado por consolidar la bioética como campo de
conocimiento plural y transversal, que se ha introducido con fuerza los
últimos años y ha ocupado un lugar central en los debates de
disciplinas mucho más antiguas y consolidadas, como por ejemplo la
ética, la filosofía jurídica y política, o la misma deontología médica.

4
¿QUÉ ES LA BIOÉTICA?

el término bioética tiene un origen etimológico bien conocido: BIOS–


ethos, comúnmente traducido por ética de la vida.
Es un estudio sistemático, por esto merece el estatus de disciplina, no
el de ciencia, porque en nuestra opinión, la bioética pertenece a una
disciplina más amplia que es la ética. La bioética es una ética aplicada
a la ciencia y a la vida en general
"La Bioética es el estudio interdisciplinario de la mezcla de condiciones
que exige una gestión responsable de la vida humana (o de la persona
humana) en el marco de los rápidos progresos y complejidad del saber
y de las tecnologías biomédicas" ''La Bioética designa la investigación
del conjunto de exigencias del respeto y de la promoción de la vida y de
la persona en el campo biomédico"
Interdisciplinar en la medida en la que intervienen en ella muchas otras
disciplinas, no sólo la medicina o las ciencias biosanitarias sino también
el derecho, la política, la economía, la filosofía, etc. Para hablar de una
disciplina es necesario determinar su objeto material y su objeto formal.
Por objeto entendemos que estudia esa ciencia o disciplina; y por
objeto formal entendemos bajo qué punto de vista lo estudia. El objeto
material de la bioética son las acciones del hombre sobre la vida in
genere.
El método de la bioética es un método interdisciplinar y triangular.
Interdisciplinar porque en ella intervienen elementos que provienen de
la ciencia, de la filosofía, del derecho, de la economía y de otras
ciencias. Es necesaria una integración de todas estas perspectivas y un
ensamblaje que ofrezca una visión unitaria del objeto de estudio. En
este sentido siempre hemos admirado la llamada “unidad del saber” y al
mismo tiempo la “autonomía de las ciencias”. Cuando decimos
“triangular” nos referimos a lo sugerido por E. Sgreccia en 1985. Dicho
método, aplicado ya por numerosos autores, y enriquecido con
aportaciones que ofrecen matices, se ha demostrado eficaz, ordenado
y respetuoso de todos los ámbitos del saber.

5
CARACTERISTICAS DE LA BIOETICA

Tradicionalmente La profesión médica, como las otras profesiones, ha


regido su praxis ciñéndose a lo prescrito por los códigos deontológico
(obligaciones = lo que debe ser); pero en la actualidad las ciencias de
la vida han recibido el impacto de los progresos vertiginosos de la
ciencia y la tecnología en los confines de la vida, de las técnicas de
reproducción asistida y la ingeniería genética, para no citar más que
algunos y del daño que hace el hombre al ecosistema, todo lo cual ha
planteado problemas éticos inimaginables para los profesionales de
hace medio siglo; por esta razón y porque el mundo actual es
esencialmente pluralista, se ha impuesto la Bioética que ofrece
métodos de resolución a través del análisis multidisciplinario. Para ello
se proponen los siguientes requisitos básicos:

 Ética civil: las personas tienen derecho a que su libertad de conciencia sea
respetada, las instituciones sociales están obligadas a establecer los mínimos
morales exigibles a todos, pero no podrán fijarse de acuerdo con mandatos de las
morales religiosas, sino desde criterios seculares, civiles o racionales.
 Ética pluralista: es pertinente la aceptación de la diversidad de enfoques y
posturas, una acción es inmoral cuando el beneficio de alguno se consigue
mediante el perjuicio de otros. El pluralismo es la condición de posibilidad de la
ética.
 Ética autónoma: el criterio de moralidad no puede ser otro que el propio hombre,
la razón humana se constituye en norma de moralidad inapelable.
 Ética racional: la racionalidad humana tiene siempre un carácter abierto, con un
momento a priori o principalista y otro posteriori o consecuencialista. La razón ética
se desarrolla a ese doble nivel.
 Más allá del convencionalismo: la bioética moderna aspira a ir más allá de los
convencionalismos morales y tener carácter universal. La razón ética aspira al
establecimiento de leyes universales, abiertas a un proceso de continua revisión.

¿CÓMO APLICA LA BIÓTICA EN LA SALUD?

La bioética favorece el cambio adecuado en los comportamientos y actitudes


que obligan a médicos y otros integrantes del equipo de salud a promover una
relación médico-paciente más saludable, amén de permitir generar cambios
en los modelos de salud cuya prioridad es ofrecer el mejor servicio a los
pacientes.

6
LA BIOÉTICA UTILITARISTA.

“La doctrina utilitarista establece que la felicidad es deseable y que es


la única cosa deseable como fin; todas las otras cosas son deseables
sólo como medios para ese fin”. La afirmación es rotunda. Según Mill,
en la conducta humana hay un fin que perseguir por sí mismo y unos
medios que perseguimos o hemos de perseguir no por ellos mismos,
sino por acercarnos al indiscutible fin en cuestión. Quisiera detenerme
en dos puntos interrelacionados de este conocido texto del capítulo
cuarto del Utilitarismo de Mill.
Estas líneas dan a entender que su concepción del ejercicio de la
racionalidad práctica humana es instrumentalista, a saber, justificar un
fin o un objetivo equivale a mostrar que es un medio para dar con un fin
u objetivo ulterior. Sin embargo, este instrumentalismo necesita revisión
desde varios frentes. Por ejemplo, como ha sido justamente advertido,
el modelo de razonamiento ‘fines-medios’ favorece la eficacia. Claro
que el estímulo de una destreza o de una excelencia, como es la
eficacia, puede ser fatal si se hace sin fomentar otras excelencias
humanas. De hecho, la eficacia se limita a transmitir a unos medios la
motivación que el agente tiene para alcanzar un fin
El utilitarismo es una doctrina ética formulada explícitamente a finales
del siglo XVIII y desde entonces ha contado con numerosos partidarios,
particularmente en el mundo anglosajón.
Como su nombre indica, su contenido esencial es definir la corrección
de toda acción por su utilidad, es decir, por los resultados o
consecuencias producidos por ella. De ahí que esta doctrina se
conozca también con el nombre de consecuencialismo.

El utilitarismo clásico: Jeremy Bentham y John Stuart Mill


El creador y configurador del utilitarismo fue Jeremy Bentham (1748-
1832) con su "Introduction to the Principles of Morals and Legislation"
(1780). De hecho, puede decirse que los utilitaristas posteriores no han
hecho más que retocar diversos aspectos de esa propuesta inicial.
Naturalmente, tampoco Bentham parte de cero al concebir su teoría
moral: fácilmente se perciben los influjos tanto del empirismo británico
(sobre todo de John Locke y David Hume) como de algunos
pensadores de la Ilustración francesa (como Claude-Adrien Helvétius),

7
y puede notarse asimismo la huella de Francis Hutcheson, de Cesare
Beccaria y de Joseph Priestley.

Bentham parte de un supuesto psicológico que no discute por parecerle


evidente. Según él, el hombre se mueve por el principio de la mayor
felicidad: este es el criterio de todas sus acciones, tanto privadas como
públicas, tanto de la moralidad individual como de la legislación política
o social. Una acción será correcta si, con independencia de su
naturaleza intrínseca, resulta útil o beneficiosa para ese fin de la
máxima felicidad posible. Una felicidad que concibe, además, de modo
hedonista; se busca en el fondo y siempre aumentar el placer y
disminuir el dolor.
Ahora bien, no se trata, en primer lugar, de una incitación al placer fácil
e inmediato (como, por lo demás, tampoco era así en el hedonismo
antiguo), sino de calcular los efectos a medio y largo plazo de las
propias acciones de manera que el saldo final arroje más placer que
dolor. Así, en ocasiones el sacrificio inmediato será lo correcto en aras
de un beneficio futuro que se prevé mayor. Dicho cálculo ha de resultar
en principio sencillo, pues, aunque Bentham reconoce que hay placeres
y dolores tanto del cuerpo como del alma, ve posible aplicar criterios
simplemente cuantitativos para esa evaluación (criterios como la
duración del placer, su intensidad y extensión, la probabilidad de
obtenerlo, etc.).
En segundo lugar, esta doctrina tampoco pretende alimentar
directamente el egoísmo. Si bien es asimismo un presupuesto
psicológico y moral (como en Thomas Hobbes) que el hombre es por
naturaleza egoísta y busca su propio interés, y que por tanto las
relaciones sociales y políticas son artificiales, el utilitarismo tendrá
como misión corregir precisamente ese primer impulso. El utilitarista se
percatará de que, puesto que el bien conjunto es la suma de intereses
individuales, el mejor modo de fomentar el propio interés es promover
el interés global. Por eso el utilitarismo propugna no sólo no limitarse al
propio bien, sino cuidar escrupulosamente la imparcialidad en las
decisiones y evitar cualquier acepción de personas.

Evolución del utilitarismo


Como era de esperar, el utilitarismo se ha visto contestado por
numerosas críticas que reclaman el valor de la naturaleza intrínseca de
la acción, además de sus consecuencias, a la hora de evaluarla
moralmente. Y la reacción de los utilitaristas ha sido la de reformular

8
continuamente su teoría.

El Utilitarismo de la preferencia
Posteriormente, el utilitarismo evolucionó hacia el denominado
utilitarismo de la preferencia; entre sus defensores recientes puede
mencionarse al economista John C. Harsanyi (1920-2000) y a Peter
Singer (1946). Se trata en realidad de avanzar en la coherencia con el
principio empirista e individualista que ya incluía el utilitarismo inicial.
De este modo, ya no es posible apelar a una naturaleza común a todos
los seres humanos que tuviera un único fin (aunque fuera el mero
placer); ahora se habla de preferencias individuales de las personas
afectadas, sin ninguna referencia objetiva, alegando la diferente
concepción de la felicidad que cada cual puede libremente sostener [4],
[5].No es difícil imaginar los problemas en los que se ve envuelto quien
pretende calcular las consecuencias de sus acciones bajo este
presupuesto, pues las preferencias individuales (si es que se conocen)
pueden ser muy dispares y además cambiantes.
Otra discusión en el seno del utilitarismo es la de si el criterio de utilidad
se aplica no tanto a actos cuanto a normas; es decir, si hay que hablar
no tanto de un utilitarismo de actos sino de un utilitarismo de reglas.
Según este último, una acción es correcta cuando cumple una norma
que, de ser obedecida de modo general, acarreará mejores
consecuencias que cualquier otra norma pertinente en el caso. Sin
embargo, esta forma de utilitarismo ha sido criticada como
inconsecuente, pues en favor de una regla ciertamente beneficiosa a
veces habría que dejar de realizar una acción concreta que
efectivamente tuviera los mejores efectos, con lo que en realidad se
renunciaría a la esencia al utilitarismo.

Razones en favor del utilitarismo


Ya antes se han mencionado dos razones del éxito o de la amplia
aceptación del utilitarismo: su carácter reflexivo y ponderado en la
conducta individual, y la racionalización objetiva e imparcial de la vida
social. Todo ello en el marco de una doctrina que proclama como
principio el interés por la felicidad general, la benevolencia. Mayor y
mejor principio no cabe; con lo que se pretende cargar el peso de la
prueba sobre toda otra teoría que se enfrente al utilitarismo.
De hecho, el utilitarismo se presenta a sí mismo como la única teoría
responsable, por tener en cuenta las consecuencias y su influjo con

9
vistas al bien general. En cambio, son tachadas de irresponsables
aquellas doctrinas que se desentienden de los efectos de una decisión,
sean lo graves que sean, por defender tercamente supuestos principios
dogmáticos e irrenunciables; es decir, las éticas que se moverían por el
principio “Fiat justitia et pereat mundus”.
Además, la aparente simplicidad sistemática de la teoría utilitarista le
otorga una ventaja indudable para defenderse frente a la complejidad
de otros sistemas morales, los cuales no se libran por lo general de
enfrentarse a difíciles conflictos de deberes. Esa simplicidad se ve bien
en tres campos.
Primero, en su enunciado teórico, pues el utilitarismo sostiene un único
principio, otorgándole una claridad y sencillez máxima;
segundo, en su descripción psicológica, pues lo único relevante para la
moralidad es la intención de producir felicidad, obviando el complejo
sistema de motivos, normas, virtudes…; y
tercero, en su aplicación, pues se trata de una misma doctrina tanto
para la moral individual como para la pública.
En un plano más teórico, el utilitarismo ha procurado ofrecer —como es
lógico— una justificación de la racionalidad de su propia propuesta. Ya
Bentham se enfrentó con esta tarea no fácil, pues al sostener que el
placer motiva toda acción ¿Cómo podría explicar un principio moral que
se caracteriza por el desinterés personal y la atención, en cambio, a la
generalidad de los hombres? Su respuesta (difundida hasta hoy en todo
hedonismo) es que existe también un placer, al que igualmente
tendemos, aparejado al altruismo que supone promover la felicidad de
los demás. De este modo, el principio del utilitarismo hedonista es
posible, pero ¿por qué es un deber moral? Bentham responde
sencillamente que tal principio es indemostrable, pues se trata de un
principio simple y primero. Mill defiende asimismo la indemostrabilidad
del axioma utilitarista. Pero además argumenta diciendo que, ya que se
desea de hecho la felicidad, éste es el mayor bien; y si lo es para cada
uno, lo será para todos. Sidgwick da un paso más afirmando que el
principio de utilidad se conoce por intuición; Moore también acabará
reclamando la evidencia intuitiva para su utilitarismo. Sin embargo y
consecuentemente, al igual que se vio que ocurría con la concepción
de lo bueno en general, también aquí el empirismo ha terminado por
rechazar la evidencia intuitiva por verla como peligroso signo de un
dogmatismo arbitrario, pues se trata —dicen— de un criterio privado y
subjetivo. Así, utilitaristas más recientes defienden su doctrina desde
una postura o justificación no-cognoscitiva, no racional. Bertrand

10
Russell (1872-1970) en su etapa de madurez lo pensaba así, ya que
para él toda moral no se basaba en el conocimiento sino en el deseo.
De modo similar, Richard M. Hare (1919-2002) y el mismo Singer, entre
otros, sostienen que quien abraza el utilitarismo como cualquiera otra
doctrina moral no lo hace por convencimiento racional, sino por
preferencias subjetivas, privadas y, en definitiva, ni defendibles ni
discutibles racionalmente

Criticas al utilitarismo
Ahora bien, a pesar de todas estas razones que los utilitaristas han
esgrimido en favor de su teoría, nunca faltaron desde muy pronto las
objeciones a dicha concepción. Objeciones que, o bien pretenden
descubrir alguna incoherencia en el seno del utilitarismo, o bien —sobre
todo— resaltan su inconsistencia e incluso oposición a convicciones
muy arraigadas en el sentir común moral. En realidad, al utilitarismo se
opone toda aquella doctrina moral que admita, además del principio de
utilidad benevolente, otros principios morales o del deber. A cualquier
sistema ético de esta clase se le llama deontologismo, en oposición al
utilitarismo. De modo que las doctrinas morales deontológicas han sido
las dominantes en la historia de la ética; lo cual, por supuesto, nada
dice en su favor. Es más, precisamente el utilitarismo nace con la
expresa intención de sustituir por fin todas esas teorías confusas y
complicadas.

11
LA BIOÉTICA UNIVERSALISTA
La bioética universalista. Las decisiones deben considerar la opinión
de la mayoría de las personas involucradas en el dilema ético. Para
hacer "objetivo" el juicio ético, se deben tomar en cuenta "las opiniones
subjetivas" del mayor número de personas que participan en el
problema ético.
Ante la imposibilidad de llegar a una ética universal, la única posibilidad
es el consenso y el contrato social. El consenso es la única fuente de
autoridad, pues cualquier otra argumentación es débil.
Los comités de bioética hospitalaria están inspirados en esta visión. Las
etapas por las que pasa el debate bioético de un caso incluyen la
participación del mayor número de personas, en especial los
protagonistas del dilema bioético (médicos, enfermeras, etc.), así como
los familiares del niño y representantes de la sociedad. Aunque en el
seno de la discusión se sostengan diferentes posturas bioéticas, la
recomendación final adquiere una forma de consenso.
El viaje para el universalismo en los 70 también dio un intenso giro
respecto al escepticismo moral y el relativismo de los años 40 y 50 en
diferentes aspectos relacionados. En lugar de la anterior metaética, la
búsqueda era la de una teoría moral sólida, que pudiera basar los
juicios morales en algo más que ideas y sentimientos. La buena teoría
ética, se pensaba, debía ser objetiva, racional, con coherencia y
consistencia internas, universalmente aplicable, independiente del
egoísmo individual, e impersonal en su capacidad de trascender las
particularidades de cada momento y cultura.
Los grandes debates que estallaron fueron principalmente entre el
Kantianismo, por un lado, y el utilitarismo por el otro, las dos teorías
que parecían tener los requisitos básicos para una aplicación universal.
Estas tendencias generales en la ética filosófica pronto se abrieron
camino dentro de la bioética. La primera oleada de propuestas en la
nueva bioética puso en marcha el derecho del hombre a dar su
consentimiento si es que iba a formar parte de alguna investigación
médica. El descubrimiento de que los abusos sobre sujetos humanos
eran comunes, no únicamente en la medicina Nazi, sino también en la
medicina de posguerra de países democráticos, dio un potente impulso
al principio de respeto a la persona.

12
Ese mismo ímpetu iba a manifestarse de un modo aún más
pronunciado en el caso
de interrumpir el tratamiento para enfermos terminales. Llegando a ser,
a
finales de los 60, un derecho reconocido el no tomar parte en
investigaciones médicas en contra de la propia voluntad, y ya en los 70
el correspondiente derecho a poder terminar el tratamiento médico que
se recibe.
Este último no era exactamente un nuevo derecho los tribunales lo
habían reconocido mucho antes, pero había sido frecuentemente
ignorado.
Esa indiferencia saldría aún a la superficie en ocasiones, pero no ya
con la misma facilidad. El movimiento por los derechos del paciente,
que surgió en los años 70, se encargaría de velar por ello. Fue solo un
pequeño paso para el desarrollo de una idea relacionada: el derecho de
los pacientes a tener un acceso igual y decente a la sanidad,
estimulada por el creciente interés en la equidad y especialmente
provocado por la creciente disparidad entre ricos y pobres a la hora de
acceder a unos buenos cuidados médicos.

13
LA BIOÉTICA PERSONALISTA

El eje de todo el debate es la persona y su cualidad de ser digna. Sobre


los intereses de otras personas o de instituciones y sociedades está el
bien último del individuo
El personalismo concibe a la persona como la unidad que forman el ser
inmaterial (alma y espíritu) y el ser material (cuerpo), y acepta su
existencia desde el momento de la concepción. A partir de esta
perspectiva, el personalismo infiere algunos principios que podrían
servir como orientación en la atención médica cotidiana: el respeto a la
vida, al cuerpo, a la identidad, dignidad, autonomía, libertad, justicia y a
la solidaridad humana.
Al amparo de esta visión, cualquier niño, sin importar su posición social,
asume todos los derechos de los niños y puede exigir, sin importar su
situación concreta, la mejor atención médica, en las mejores
condiciones de bienestar para su persona. Su familia, las instituciones y
el estado, tienen la obligación de salvaguardar estos derechos que son
inherentes a su cualidad humana.

No tiene otra finalidad que la de promover el bien íntegro de la persona


humana, vértice de lo creado, eje y centro de la vida social.

“No se podrá prescindir de una antropología de referencia, dentro de la


cual el valor de la vida física corpórea, del amor conyugal y de la
procreación, del dolor
y de la enfermedad, de la muerte y del morir, de la relación libertad-
responsabilidad, individuo y sociedad, encuentren su propio marco y su
valoración ética.
El pensamiento personalista, de un personalismo ontológicamente
fundado encuentra en esta reflexión, un punto de confrontación cultural
y enriquecimiento”
Dicho personalismo ontológico bebe de la fuente del pensamiento
clásico-patrístico, encuentra en Santo Tomás de Aquino su cenit y se
enriquece con modernos aportes como los de Jacques Maritain,
Emmanuel

14
El personalismo al que nos referimos “no se confunde con el
individualismo subjetivista”

en la que se subraya casi exclusivamente como constitutiva de la


persona la capacidad de autodecisión y de elección.
Podríamos también señalar que la impostación sgrecciana de la
bioética y la de otros bioeticistas, como por ejemplo la de Dioniggi
Tettamanzi, radica en que aquella es de raíz más filosófica, apta para el
diálogo con el mundo plural, y la última es netamente teológica, de
plena comprensión en ambientes cristianos. Aquella profesa el
personalismo ontológico. Este el personalismo cristiano.

Los Principios de la bioética personalista son:

 Principio de defensa de la vida física: Destaca que la vida


física, corpórea, es el valor fundamental de la persona porque la
persona no puede existir si no es en un cuerpo. Tampoco la
libertad puede darse sin la vida física: para ser libre es necesario
ser viviente. No se puede ser libre si no tenemos la vida. La vida
llega anteriormente a la libertad; por eso, cuando la libertad
suprime la vida es una libertad que se suprime a sí misma.

 Principio de Totalidad: La persona humana de suyo libre con el


organismo corpóreo, constituye una totalidad y el organismo
mismo es una totalidad. De aquí se deriva él. Principio
terapéutico, por el cual es lícito intervenir en una parte del
cuerpo cuando no hay otra forma para sanar la totalidad del
cuerpo.

 Principio de Libertad y Responsabilidad: En él se engloba el


concepto de que la persona es libre, pero es libre para conseguir
el bien de sí mismo y el bien de las otras personas y de todo el
mundo, pues el mundo ha sido confiado a la responsabilidad
humana. No puede celebrarse la libertad sin celebrar la
responsabilidad. Se debe procurar una bioética de la
responsabilidad frente a las otras personas, frente a sí mismo y,
ante todo, a la propia vida, a la vida de los otros hombres, de los
otros seres vivientes.

15
 Principio de la Sociabilidad y Subsidiaridad: La persona está
inserta en una sociedad, es más, es el centro de la sociedad, por
eso debe ser beneficiaria de toda la organización social, porque
la sociedad se beneficia de la persona, de todo hombre y de
todos los hombres. La relación social es también ayudada por el
concepto de subsidiaridad. Es decir, que todo el bien que puede
hacer la persona por sí mismo debe ser respetado, así
o como todo el bien que pueden hacer las personas
asociadas en familia o en las libres asociaciones debe ser
respetado.

BIOÉTICA CASUÍSTICA

En la ética aplicada, la casuística se refiere al razonamiento basado en


casos. Se utiliza en cuestiones éticas y jurídicas, y a menudo
representa una crítica del razonamiento basado en principios o reglas.
La casuística es utilizar la razón para resolver problemas morales
aplicando reglas teóricas a instancias específicas.

La casuística en bioética se disocia, al menos en parte, de aquella clásica que trataba


de aplicar los principios a casos concretos. No es un método deductivo, sino con
expresión de Carson Strong, una propuesta basada en casos (case-based approach),
donde el argumento se desarrolla comparando el caso en estudio con un paradigma.
De esta comparación emergen ciertos factores morales relevantes (casuistic factors),
que variarán de un caso a otro. Su resultado, como el de toda casuística, no es una
certeza: siempre queda abierto a la valoración de nuevos factores. La conclusión será
mejor o peor, dependiendo de lo plausible de su comparación con el caso
paradigmático. Este modo de razonamiento no pretende resolver todos los casos
morales que aparecen en ámbito médico, pero sí supone una buena ayuda en la
mayoría de ellos. En algunos se llegará simplemente a la conclusión de que no se ha
hallado un paradigma adecuado, o que son varios los que podrían tomarse en
consideración.

La casuística en bioética clínica aparece por tanto como reacción a un modo


deductivista de resolver los casos concretos de la vida moral. Este es el punto de
partida del artículo de Strong, que recoge una de las conclusiones del libro de Jonsen y
Toulmin: el conocimiento moral es esencialmente particular, y no se obtiene por
deducción.

Los cuatro principios de la bioética

16
Los principios bioéticos que propusieron eran: beneficencia, no-maleficencia, autonomía
y justicia. El principio bioético más elemental y sobre el que se basan los enumerados
anteriormente es el "respeto a la dignidad de la persona" basado en un enfoque integral
y humanista de la asistencia sanitaria.

Principio de Beneficencia:

Manda hacer el bien. Es el principio más evidente de todos ya que el personal sanitario
ha sido educado y formado para hacer el bien, no sólo al individuo enfermo, sino a la
sociedad en su conjunto. Se basa en que los procedimientos diagnósticos y
terapéuticos que se apliquen deben beneficiar al paciente, es decir, ser seguros y
efectivos.

Principio de no-maleficencia:

Se basa en el principio hipocrático de Primum non nocere, es decir, "ante todo, no


hacer daño". También es un principio muy evidente porque ningún profesional sanitario
deberá utilizar sus conocimientos o su situación para ocasionar perjuicios al enfermo.
En la práctica se refiere a que el balance entre los beneficios y los riesgos de cualquier
actuación médica debe ser siempre a favor de los beneficios.

Principio de autonomía:

Se refiere a la capacidad que tiene el enfermo para decidir, siempre que exprese su
deseo. Al contrario que los anteriores, es un principio que siempre ha estado ausente
de la tradición médica, a pesar de la gran importancia que ha adquirido en los últimos
años; durante muchos siglos el paciente nunca ha participado en la toma de decisiones
y el médico era quien decidía; el deber del médico era "hacer el bien" al paciente, y el
de éste, aceptarlo. El enfermo, por el mero hecho de serlo, carecía de capacidad para
elegir.

Este principio es sumamente importante porque:

Obliga a informar al enfermo, si así lo desea, sobre el diagnóstico, pronóstico y


posibilidades terapéuticas, con sus riesgos y beneficios.

Permite al enfermo rechazar todo tipo de tratamiento o elegir uno distinto al


propuesto.

Debería permitir al enfermo, dentro de lo posible y con las limitaciones legales


vigentes, elegir el momento, lugar y forma de su muerte.

Principio de Justicia:

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Este principio se basa en dos hechos:

Todas las personas, por el mero hecho de serlo, tienen la misma dignidad,
independientemente de cualquier circunstancia, y por tanto, son merecedoras de
igual consideración y respeto.

Hay que luchar por una distribución justa y equitativa de los siempre limitados
recursos sanitarios para conseguir el máximo beneficio en la comunidad,
evitando desigualdades en la asistencia sanitaria.

Este principio convierte al personal sanitario en gestor y administrador de los recursos y


de los servicios, que deberá utilizar de una forma efectiva y eficiente, evitando
actuaciones sanitarias inadecuadas.

Estos cuatro principios adquirieron rápidamente una gran importancia, ya que resultaron
muy útiles para los profesionales sanitarios que no eran expertos en cuestiones de
bioética y que actuaban generalmente de forma empírica o intuitiva ante cualquier
dilema moral que aparecía en su labor diaria con el enfermo.

Durante muchos siglos, los principios éticos más relevantes en la actuación sanitaria
han sido los de beneficencia y no-maleficencia, dando lugar a un paternalismo
autoritario, bien intencionado y aceptado por la sociedad. En las últimas décadas, los
principios de autonomía y de justicia cada vez adquieren mayor relevancia, sobre todo
en los países anglosajones

Filosofía de la biótica
La resistencia a ubicar la bioética en el hogar filosófico proviene de la identificación de
la filosofía con una actividad distante del quehacer comprometido con la transformación
de la realidad. Esta concepción de la filosofía tiene sus fundamentos en la esterilidad de
algunos de los debates que no pocas veces se han planteado, y que quizás se siguen
planteando, en los medios en los que se cultiva la filosofía académica.

El filosofar propio de la bioética no puede limitarse a interpretar el mundo. De poco o


nada sirve si no contribuye a transformarlo. Debe ser una reflexión comprometida con
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cursos de acción que promuevan el bien integral de los humanos y de los demás
vivientes en nuestro planeta.

En resumen, la bioética es una praxis filosófica que busca la realización de los valores
morales en las prácticas relacionadas con las ciencias vidas y las profesiones de la
salud, dentro del marco de un compromiso existencial con la transformación de la
realidad en orden al bien común, a la justicia y al florecimiento de la vida en este
planeta azul. Su actitud y sus métodos de análisis son transdisciplinarios; su identidad y
su hogar epistemológico último se encuentran en la filosofía.

Que es la bioética en filosofía

Un referente importante en el desarrollo de la bioética aparece en el


año de 1978, cuando se presenta la primera Enciclopedia de Bioética,
editada por Warren T. Reich, en la que se define a la Bioética como El
estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias
de la vida y de la salud, examinadas a la luz de los valores y de los
principios morales.
La bioética es un resultado de la filosofía porque la perspectiva de esta
es sumamente amplia también, pero no por ello pierde capacidad
especializante, la filosofía tiene la capacidad de comprender, analizar y
juzgar la praxis de otras disciplinas, ofreciendo una mirada global de los
fenómenos, lo que resulta ser la relevancia de filosofía no sólo en la
bioética, sino en otras áreas.

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CONCLUSION

Finalmente decimos que la Bioética es una disciplina que crece


rápidamente. Necesita para seguir siendo brújula segura en la
promoción y la defensa del don de la vida, de los fundamentos
filosóficos y teológicos. No es nuestro cometido en este artículo, llevar a
cabo un análisis detallado de los ricos postulados de la bioética
personalista.
Hoy, la bioética, plantea ante los grandes hechos científicos, los
interrogantes éticos que ellos suscitan, alrededor de una discusión
interdisciplinaria y transdisciplinaria a la que deben confluir todas las
áreas de conocimientos surgidas en los últimos siglos.

Sí queremos realizar un cuadro comparativo entre dos modelos o


propuestas bioéticas, la principialista y la personalista, afines en varios
aspectos, pero disímiles en otros. Saldrán a la luz los criterios que nos
han de guiar a la hora de la decisión de la praxis biomédica.
A través de la bioética se impulsa a enfermeras y enfermeros a trabajar
en el cuidado integral del paciente con una vocación de respeto,
solidaridad y empatía.

Con la bioética como herramienta, la enfermería debe cuidar la vida con


ciencia y conciencia resistiendo el aparente conflicto entre los avances
científicos y la ética buscando el análisis crítico de la verdad y el mayor
respeto a la dignidad y los derechos humanos.

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