Reflexión sobre la Palabra de Dios: Primera lectura, Salmo y Evangelio
Introducción
Queridos hermanos y hermanas, hoy la Palabra de Dios nos llama a meditar profundamente
en tres temas centrales: el testimonio valiente de los creyentes, la confianza en Dios como
nuestra fortaleza, y la promesa de la vida eterna. Estas lecturas nos invitan a reflexionar
sobre nuestra relación con Dios y su plan para nosotros, tanto en esta vida como en la que
nos espera junto a Él. A través del mensaje del Apocalipsis, el Salmo y el Evangelio,
reconocemos que nuestra fe debe estar firmemente enraizada en el Dios de la vida.
Primera Lectura: El Testimonio de los Dos Testigos
En la primera lectura, tomada del Apocalipsis, encontramos una imagen profundamente
simbólica: los dos testigos que anuncian la Palabra de Dios y realizan milagros en su
misión profética. Estos dos testigos, descritos como olivos y candelabros, representan a
quienes permanecen firmes en la misión de proclamar el Evangelio, a pesar de la oposición
y el sufrimiento.
Podemos ver en ellos un llamado a nosotros como comunidad de fe: ser testigos valientes
en medio de las dificultades. No es fácil ser fiel al Evangelio en un mundo que muchas
veces parece indiferente o incluso hostil a los valores cristianos. Sin embargo, esta lectura
nos da una esperanza profunda. Aunque los dos testigos enfrentan persecución y muerte,
Dios no los abandona. Su resurrección y ascenso al cielo simbolizan la victoria definitiva
del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte.
En nuestras vidas, también enfrentamos pruebas y desafíos: incomprensiones, dificultades
económicas, problemas familiares o incluso crisis de fe. Sin embargo, esta lectura nos
asegura que, si permanecemos firmes en Dios, Él nos dará la victoria. Como dijo San
Pablo: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Romanos 8,31).
El Salmo: Dios es nuestra fortaleza
El Salmo responsorial proclama: "Bendito sea el Señor, mi fortaleza". Esta declaración de
confianza en Dios es un recordatorio de que Él no solo es nuestro creador, sino también
nuestro refugio y protector. El salmista lo describe como "mi roca firme", "mi escudo" y
"mi amigo fiel".
Estas palabras nos invitan a reflexionar sobre cómo enfrentamos nuestras luchas diarias.
¿Confiamos plenamente en Dios o intentamos resolver todo con nuestras propias fuerzas?
Muchas veces nos dejamos abrumar por las dificultades, olvidando que Dios está a nuestro
lado, listo para fortalecernos y guiarnos.
El salmista también habla de cantar un "nuevo canto" al Señor. Esto nos recuerda que
nuestra relación con Dios debe ser viva y renovada constantemente. No podemos vivir de
recuerdos pasados de fe; debemos encontrar formas nuevas y auténticas de alabar a Dios,
de vivir nuestra fe y de proclamar su amor en nuestras vidas cotidianas.
El Evangelio: Dios de vivos, no de muertos
El Evangelio de San Lucas nos presenta un diálogo entre Jesús y los saduceos, quienes
negaban la resurrección. En su intento de poner a prueba a Jesús, le plantean una pregunta
sobre una mujer que tuvo varios esposos y su relación en la vida eterna. Jesús responde con
sabiduría, revelando que la vida eterna no es una mera extensión de la vida terrenal, sino
una realidad transformada.
Jesús afirma que en la resurrección seremos como los ángeles, hijos de Dios, viviendo una
vida plena en comunión con Él. Pero lo más impactante de este pasaje es su declaración:
"Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, pues para Él todos viven".
Esta afirmación es central para nuestra fe. Creemos en un Dios que da vida, que transforma
nuestra existencia y nos ofrece la vida eterna. Esto debe cambiar nuestra manera de vivir. Si
creemos en la resurrección, ¿cómo estamos preparando nuestra vida para encontrarnos con
Dios? La fe en la vida eterna no solo nos da esperanza para el futuro, sino que nos desafía a
vivir con propósito y amor en el presente.
Un Texto Adicional para Meditar: Romanos 6,4
San Pablo, en su carta a los Romanos, nos dice: "Por el bautismo fuimos sepultados con
Cristo en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria
del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva". Este texto complementa
perfectamente el mensaje del Evangelio: nuestra vida nueva comienza aquí y ahora, no solo
en la eternidad. Al vivir en Cristo, ya participamos de su resurrección.
Conclusión y Llamado Final
Hermanos y hermanas, las lecturas de hoy nos ofrecen una visión completa de nuestra fe:
somos llamados a ser testigos valientes como los profetas del Apocalipsis, a confiar
plenamente en Dios como nuestra fortaleza, y a vivir con la certeza de que nuestro destino
final es la vida eterna en comunión con Él.
Que estas palabras nos inspiren a vivir con más fe y esperanza, enfrentando los desafíos de
la vida con la certeza de que Dios está con nosotros. Y que nunca olvidemos que nuestro
Dios es un Dios de vivos, que nos llama a vivir plenamente aquí y ahora, mientras nos
preparamos para la gloria eterna. Amén.