Prosa castellana en la Edad Media
Introducción
A la hora de reflexionar sobre los orígenes de la prosa medieval en castellano, debemos partir
de la separación entre prosa en castellano y prosa literaria en castellano. Como afirma José
María Díez Borque en su obra «La prosa en la Edad Media», incluida en Historia de la
literatura española: La Edad Media (1980), las primeras manifestaciones de prosa castellana
literaria son posteriores a las manifestaciones poéticas de carácter literario, pues el latín
posterga el uso del romance en la obras prosísticas, destinadas a un público minoritario que
puede leer en latín.
A lo largo del siglo XII la lengua romance eleva su nivel de cohesión y fijación
mediante la introducción del léxico en el entramado latino y del ejercicio de las
traducciones, que posibilitan la eclosión de la prosa literaria escrita en romance en el siglo
XIII.
La Escuela de Traductores de Toledo y el reinado de Alfonso X
Antes de exponer el desarrollo cronológico de las primeras prosas literarias en castellano,
debemos reflexionar sobre la principal labor cultural en la que España sobresale en la Edad
Media: las traducciones del árabe y del hebreo.
Alan Deyermond, en su obra Historia y crítica de la literatura española, I: Edad
Media (1980), nos recuerda que el fenómeno de las traducciones comienza en el siglo X en el
monasterio catalán de Ripoll, y que en esta época se traduce fundamentalmente al latín.
Con posterioridad, durante la segunda mitad del siglo XII y las primeras décadas del XIII se
produce en Toledo una poderosa labor de trasferencia cultural que permite que las obras en
árabe fueran vertidas al latín y, posteriormente, al romance castellano. La traducción de obras
de Ptolomeo, Euclides, Aristóteles, Galeno o Avicena resultó de una enorme importancia
porque hasta entonces eran relativamente escasas las obras del legado grecolatino y
oriental que circulaban en Occidente.
En el reinado de Fernando III (1217-1252) se produce la Fazienda de Ultramar, que
constituye la obra prosística más importante de la primera mitad de siglo. Según Díez
Borque (1980), esta obra posee una autoría y datación imprecisas, y es posible que sea una
traducción en romance de una versión hebrea de la Biblia.
El reinado de Alfonso X el Sabio (1252 – 1284) es un periodo de intensa actividad
científica y literaria, impulsada y dirigida por el propio rey. En la difusión cultural, la
intención del rey Alfonso es la de prestar atención al castellano, que es el lazo de unión de
cristianos, judíos y árabes, y que pertenece a todos los estamentos sociales. Su deseo de
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unificar le lleva a intentar tender un puente entre la lengua culta, el latín, y la vulgar, el
castellano; de ahí que se le considere como el creador de la prosa literaria castellana.
Alfonso X se propone realizar dos grandes obras históricas en castellano, que
resuman todo el saber histórico de su tiempo: Crónica general y General estoria.
La Crónica general profundiza en los confines de lo hispano, se remonta al Antiguo
Testamento y alcanza hasta el reinado de Fernando III. Alfonso X revisa 616 capítulos de la
obra y el resto se redacta en tiempos de Sancho IV.
La General estoria pretende narrar la historia de todos los pueblos conocidos en el
siglo XIII, y en ella Alfonso X pretende recoger todo el saber de su tiempo y ofrecerlo a los
lectores. A pesar de haber quedado incompleta, por su concepción universal de la historia y
por su sentido de continuidad histórica, esta obra es la más importante de su tiempo.
En la línea de unificar criterios y sintetizar saberes, Alfonso X lleva su atención al
plano jurídico y al científico. El rey dirige la realización de cuatro obras jurídicas: entre ellas
destaca la capital Las siete partidas, que constituye el intento legislativo más destacable en
toda la Edad Media. Respecto a las obras científicas que dirige, son tratados de astronomía o
de astrología, traducidos del árabe, cuyo valor literario es escaso.
Durante el reinado de Alfonso X continúa la actividad de la escuela toledana de
traductores y aparecen las traducciones arábigo-españolas, aunque, como hemos dicho, las
traducciones al latín no desaparecen.
Don Juan Manuel y su Conde Lucanor
Las obras en prosa del siglo XIV que llegan hasta nosotros son muy superiores en número a
las conservadas de los periodos anteriores. La variedad de géneros muestra una
diversificación que hace referencia a nuevas posibilidades de expansión de la obra literaria, es
decir, a nuevas exigencias del público, aunque siga dominando una literatura doctrinal y
moralizadora, de tono grave, dirigida a la clase aristocrática, pero letrada y cortesana. A esta
aristocracia pertenecen autores como don Juan Manuel o el canciller López de Ayala, las
figuras clave de la producción en prosa durante este siglo.
Don Juan Manuel, nacido en Escalona (Toledo) en 1282, es el máximo
representante de la prosa en el siglo XIV y reúne una serie de peculiaridades que hacen de
él un escritor diferente de entre los de su época. El periodo de mayor actividad literaria de
este autor puede señalarse entre 1325 y 1335, y de él conocemos la totalidad de sus obras
escritas.
Integrado en la tradición didáctica de la literatura medieval, la producción de don
Juan Manuel está orientada en este línea de enseñar y moralizar. Entre sus obras
fundamentales debemos destacar el Libro del cavallero et del escudero, que posee un carácter
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enciclopédico; el Libro del Infante, que consta de una parte novelesca y una didáctica, y el
conde Lucanor.
El conde Lucanor es la obra de mayor importancia y de mayor repercusión de su
producción. Esta obra data del año 1335 y consta de dos prólogos y cinco partes bien
diferenciadas, pero integradas en una unidad orgánica, por la presencia constante de dos
protagonistas: Patronio y Lucanor. La primera parte presenta una serie de «enxiemplos»,
mientras que en las partes restantes se utiliza una serie de sentencias para la exposición
doctrinal, destinadas a un público de un nivel cultural superior.
El conde Lucanor se enmarca, como vemos, en la tradición de la literatura didáctica
y moral que emplea cuentos, fábulas, sentencias, etc., con la finalidad de ilustrar la
enseñanza perseguida. Sin embargo esta obra destaca por su indudable originalidad y se
convierte en una personal aportación a la rica corriente que le precede.