RESUMEN
CARTA ENCÍCLICA PROVIDENTISSIMUS DEUS DEL SUMO PONTÍFICE LEÓN
XIII SOBRE LOS ESTUDIOS BÍBLICOS.
La providencia de Dios, elevo al género humano a la participación de la naturaleza
divina, quiso darle el precioso auxilio por m medio sobre natural los tesoros ocultos de
su divinidad, de su sabiduría y de su misericordia.
Esta revelación sobrenatural, según la fe de la Iglesia universal, se halla contenido tanto:
- En las tradiciones no escritas.
- En los libros escritos.
Llamado libros sagrados y canónicos, están bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen
a Dios por autor y han sido dado a la Iglesia. Ella no ha cesado de pensar ni de profesar
públicamente respecto de los libros de uno otro Testamento. Documentos antiguos en
los que se afirma que Dios hablo:
- Por los profetas.
- Por sí mismo (Jesucristo).
- Por los apóstoles.
Carta dada por Dios al genero humano, peregrino fuera de su patria.
La teología se ocupa en la conservación y en la interpretación de estos libros divinos.
Nos mueve desear que esta preciosa fuente de la revelación católica este abierta con la
mayor seguridad y amlitud para la utilidad del pueblo cristiano, a no tolerar que sea
enturbiada , en ninguna de sus partes, ya por aquellos que atacan abiertamente a la
Sagrada Escritura.
No pocos católicos sabios y de talentos se dedican a defender los libros santos o a
procurar un mayor conocimiento e inteligencia de los mismo, queremos que sean
muchos los que emprendan como conviene la defensa de las Sagradas Letras y se
mantengan en ello con constancia, sobre todo los que han sido llamados a las ordenes
sagradas, tengan mayor diligencia cuidado en leer, meditar y explicar las escrituras.
Aparte de su importancia y de la reverencia.
Motivo principal del estudio de las Sagradas Escrituras.
Es las múltiples ventajas según la promesa del Espíritu Santo, en la que la Escritura
inspirada, es útil para enseñar, argüir, corregir, instruir en la justicia, fin, que el hombre
sea perfecto y de buenas obras.
Ejemplo uso de S, E: Nuestro señor Jesucristo y de los apóstoles demuestran que con
este designio ha dado Dios a los hombres las Escrituras. Por ello debemos aprender
cuanta estima debe tenerse para con las divinas Letras.
La doctrina de la verdad.
Ningún texto tan fecundo y conmovedor como los que se encuentran en toda la Biblia.
En ninguna parte fuera de fuera de los libros santos se encontrará enseñanzas mas
numerosas y más completa sobre:
- Dios bien supremo y perfectísimo.
- Acerca del Salvador del género humano.
En las Sagradas Escrituras.
1. Se ve viva y palpitante la imagen de Cristo: se difunde maravillosamente el
alivio de los males.
2. Exhortación a la virtud.
3. Invitación al amor divino.
Por tanto, afirma, San Jerónimo, “que la ignorancia de las Escrituras es la ignorancia de
Cristo.
La Iglesia, su institución, sus caracteres, su misión y sus dones se encuentran con tanta
frecuencia en la Escritura, San Jerónimo dice, que el testimonio de los Libros santos, es
baluarte de la Iglesia.
Si lo que se busca es la conformidad y disciplina de la vida de las costumbres, los
hombres apostólicos encontrarán en la Biblia grandes y excelentes recursos:
- Prescripciones llenas de santidad.
- Exhortaciones sazonadas de suavidad y de fuerza.
- Notables ejemplos de todas las virtudes a lo cual se añade, en nombre y con
palabras del mismo Dios.
- La importantísima promesa de las recompensas.
- El anuncio de las penas para toda la eternidad.
Esta virtud propia y singular de las Escrituras, procedente del soplo divino del Espíritu
Santo:
1. Es la que da autoridad al orador sagrado, le presta libertad apostólica en el
hablar y le suministra una elocuencia vigorosa y convincente.
2. El que lleva en su discurso el espíritu y la fuerza de la palabra divina, habla con
la lengua, con la virtud del Espíritu Santo y con mucha abundancia.
Los sabios deben convenir en que existe en las Sagradas Letras una elocuencia
admirablemente variada, rica y más digna de los más grandes objetos. Los Santos
Padres no cesaron de elogiar las Divinas Letras y los frutos que de ellas se pueden
obtener. Llaman a los libros santos riquísimo tesoro de las doctrinas celestiales y eterno
manantial de salvación.
- San Jerónimo al clérigo Nepociano: Lee a menudo las divinas Escrituras, no se
te caiga nunca de las manos la sagrada lectura; aprende lo que debes enseñar; la
predicación del presbítero debe estar sazonada con la lección de las Escrituras
- Opinión de San Gregorio Magno: Es necesario que los que se dedican al
ministerio de la predicación no se aparten del estudio de los libros santo.
- Aviso de San Agustín: No será en lo exterior un verdadero predicador de la
palabra de Dios aquel que no la escucha en el interior de sí mismo
- Consejo de San Gregorio a los predicadores sagrados: antes de llevar la palabra
divina a los otros se examinen a sí mismos, no sea que, procurando las buenas
acciones de los demás, se descuiden de sí propios.
- La voz del Apósto San Pablo: Vela con atención sobre ti y sobre la doctrina,
insiste en estas cosas; pues obrando así, te salvarás a ti mismo y salvarás a tus
oyentes
Para la propia y ajena santificación, se encuentran preciosas ayudas en los libros santos,
pero sólo para aquellos que presten a la divina palabra un espíritu dócil y atento, una
perfecta y piadosa disposición de la voluntad.
La condición de estos libros no es común, contienen verdades muy importantes, ocultas
y difíciles de interpretar en muchos puntos, para comprenderlos y explicarlos, tenemos
siempre necesidad de la presencia de este mismo Espíritu, de su luz y de su gracia, por
medio de la oración humilde y conservadas por la santidad de vida.
La previsión de la Iglesia
Para que este celestial tesoro de los libros sagrados, que el Espíritu Santo entregó a los
hombres, ha proveído en todo tiempo con las mejores instituciones y preceptos.
Para confirmar nuestros argumentos y nuestras exhortaciones, los hombres notables por
la santidad y conocimiento de las cosas divinas, desde los principios de la religión
cristiana, han cultivado siempre con asiduidad el estudio de las Sagradas Letras. En las
escuelas catequéticas y teológicas la enseñanza que en ellas se daba consistía, en la
lectura, explicación y defensa de la palabra de Dios escrita.
Entre los orientales:
- Orígenes: hombre admirable por la rápida concepción de su entendimiento y por
la constancia en sus trabajos.
En occidente: Tertulian, Cipriano, Hilario, Ambrosio, León, Gregorio Magno,
sobre todo Agustín y de Jerónimo.
Siglo XI: Esta clase de estudios, florecieron bastante, gracias, sobre todo, al celo
de los sacerdotes.
Siglo XII: Se realizaron nuevos y abundantes progresos gracias al método de los
escolásticos. fijaron el valor de cada una en materia teológica. Santo Tomas,
mayor exponente y custodio.
Clemente V: mandó instituir cátedras de literatura orientales, se empezó a
estudiar el texto original de la Biblia y sobre la versión latina. Renacida más
tarde la cultura griega, por la invención de la imprenta, la Sagrada Escritura se
extendió de un modo extraordinario.
Ni debe omitirse el recuerdo de hombres doctos, pertenecientes a las órdenes religiosas,
que desde el concilio de Viena hasta el de Trento trabajaron por la prosperidad de los
estudios bíblicos. empleando nuevos métodos y aportando la cosecha de su vasta
erudición y de su talento.
La Iglesia no ha perdonado recurso alguno para hacer llegar hasta sus hijos las fuentes
saludables de la Divina Escritura; que siempre ha conservado este auxilio, para cuya
guarda ha sido propuesta por Dios, y que lo ha reforzado con toda clase de estudios.
El plan, lo que estimamos oportuno para la buena ordenación de estos estudios, importa
ante todo examinar qué clase de enemigos tenemos enfrente y en qué procedimientos o
en qué armas tienen puesta su confianza:
- Los racionalistas: rechazan abiertamente aun aquellos restos de fe cristiana
recibidos de sus padres. Niegan toda divina revelación o inspiración; niegan la
Sagrada Escritura; miran a los libros santos, como fábulas ineptas y falsas
historias. Para ellos no existen milagros, solo hechos asombrosos, los evangelios
y los escritos de los apóstoles han de ser atribuidos a otros autores.
Hay, motivos para excitar y animar el celo común de los pastores. exponer la doctrina
antigua y verdadera que la Iglesia ha recibido de Cristo por medio de los apóstoles.
Primer cuidado, que en los seminarios y en las universidades se enseñen las Divinas
Letras punto por punto.
Por esta razón, se debe cuidar tanto como la prudente elección de los profesores, por
una verdadera cultura científica y, en una palabra, por hallarse a la altura de su misión.
Será conveniente que, se escoja, entre los alumnos mejores que hayan cursado de
manera satisfactoria los estudios teológicos, algunos que se dediquen por completo a los
libros divinos con la posibilidad de cursar en algún tiempo estudios superiores.
Tratado de la introducción bíblica.
Objetivo:
Suministra al discípulo recursos; para demostrar la integridad y autoridad de la Biblia,
para buscar y descubrir su verdadero sentido y para atacar de frente las interpretaciones
sofísticas, extirpándolas en su raíz. Al comienzo de los estudios deben atender al grado
de inteligencia de los discípulos, para formar y cultivar en ellos un criterio, apto al
mismo tiempo para defender los libros divinos y para captar su sentido.
Comprendemos que ni la extensión de la materia ni el tiempo, permiten recorrer en las
aulas todas las Escrituras. Es necesario poseer un método seguro para dirigir con fruto
su interpretación, se ha de procurar que los pasajes escogidos para la interpretación sean
estudiados de un modo suficiente y completo.
El profesor:
Deberá emplear para esto la versión Vulgata, que había de ser tenido como autentica en
las lecturas públicas, discusiones, predicaciones y explicaciones.
Después de establecida la verdadera lección habrá llegado el momento de escudriñar y
explicar su sentido. Nuestro primer consejo es que observen las normas que están en uso
respecto de la interpretación, con tanto más cuidado cuanto el ataque es sobre este
particular más vivo, deben unirse también la ilustración de la erudición conveniente, con
cautela, para evitar turbación, y más ayuda.
Será más seguro de este modo el uso de las Sagradas Escrituras en materia teológicas.
El concilio Vaticano, renovando el decreto tridentino sobre la interpretación de la
palabra divina, declaró ser la mente en las cosas de fe y de costumbres, que se refiere a
la edificación de la doctrina cristiana…por tanto a nadie le es lícito interpretar dicha
Sagrada Escritura contra tal sentido o sin consentimiento de comunión con los padres de
la Iglesia.
Por esta ley, la Iglesia no detiene la ciencia científica, mantiene el abrigo de todo error y
contribuye poderosamente a su verdadero progreso. Queda abierto al doctor un vasto
campo en el que pueda ejercitar su celo de interprete de manera notable y con provecho
para la Iglesia. En los puntos ya definidos el doctor privado puede desempeñar un papel
útil si los explica con mas claridad a la muchedumbre de los fieles.
El intérprete católico debe, mirar como un deber importantísimo y sagrado explicar los
textos bíblicos declarados auténticos:
1. Por los autores sagrado, guiados por el Espíritu Santo.
2. Por la Iglesia, asistida también por el Espíritu Santo, en un juicio solemne o por
su magisterio universal y ordinario.
El maestro de Sagrada Escritura debe también merecer este elogio: que posee a fondo
toda la teología y que conoce perfectamente los comentarios de los Santos Padres, de
los doctores y de los mejores intérpretes. Tal es la doctrina de San Jerónimo y de San
Agustín.
La autoridad de los Santos Padres, es suprema cuando explican unánimemente un texto
bíblico como perteneciente a la doctrina de la fe y de las costumbres; pues de su
conformidad, según la doctrina católica, que dicha explicación ha sido recibida por
tradición de los apóstoles. La opinión de estos Padres es también muy estimable cuando
tratan de estas cosas como doctores privados. Dios mismo ha prodigado los auxilios
abundantes de sus luces a estos hombres notabilísimos por la santidad de su vida y por
su celo por la verdad. Que el intérprete sepa, por lo tanto, que debe seguir sus pasos con
respeto y aprovecharse de sus trabajos mediante una elección inteligente.
El sabio precepto dado por San Agustín: No apartarse en nada del sentido literal y
obvio, como no tenga alguna razón que le impida ajustarse a él o que haga necesario
abandonarlo; regla que debe observarse con tanta firmeza. Procure no descuidar lo que
los Santos Padres entendieron en sentido alegórico o parecido, sobre todo cuando este
significado derive del sentido literal y se apoye en gran número de autoridades. La
autoridad de los demás intérpretes católicos es, menor; pero es preciso dar el honor que
les corresponde a los comentarios de estos doctores de los cuales se pueden tomar
muchos argumentos para rechazar los ataques y esclarecer los puntos difíciles. El
sentido incorrupto de las Sagradas Letras no se encuentra fuera de la Iglesia y no puede
ser enseñado por los que, privados de la verdad de la fe, no llegan hasta la médula de las
Escrituras, sino que únicamente roen su corteza.
Es muy de desear y necesario que el uso de la divina Escritura influya en toda la
teología y sea como su alma; Ellos se esforzaban por establecer y afirmar sobre los
libros santos las verdades que son objeto de la fe y las que de éste se derivan; y de los
libros sagrados y de la tradición divina se sirvieron para encontrar la razón de ser, la
explicación y la relación que existe entre los dogmas católicos.
el teólogo profundo e instruido no puede descuidar la demostración de los dogmas
basada en la autoridad de la Biblia. La teología no toma sus argumentos de las demás
ciencias, sino inmediatamente de Dios por la revelación… Este método de enseñanza de
la ciencia sagrada está indicado y recomendado por el príncipe de los teólogos, Santo
Tomás de Aquino, el cual, enseña de qué manera el teólogo puede defender estos
principios si alguien los ataca.
Hay que poner, especial cuidado en que los jóvenes acometan los estudios bíblicos
convenientemente instruidos y pertrechados, para que no defrauden nuestras legítimas
esperanzas.
Otro punto que fijar y tan importante como laborioso: el de afirmar con la mayor solidez
la autoridad íntegra de los mismos. Lo cual no podrá conseguirse plena y enteramente
sino por el magisterio vivo y propio de la Iglesia. toda vez que este divino e infalible
magisterio de la Iglesia descansa también en la autoridad de la Sagrada Escritura, es
preciso afirmar la fe, en la Biblia:
a. Como testimonios fidedignos de la antigüedad.
b. Serán puestas de manifiesto y debidamente establecidas la divinidad y la misión de
Jesucristo.
c. La institución de la jerarquía de la Iglesia y la primacía conferida a Pedro y a sus
sucesores.
Es conveniente los sacerdotes preparados, dispuestos a combatir en este campo por la
fe, revestidos de la armadura de Dios. Es lo que hermosamente incluye San Juan
Crisóstomo entre los deberes del sacerdote: emplear un gran celo a fin de que la palabra
de Dios habite con abundancia en nosotros
Procedimientos que deben utilizarse para la defensa:
1. El estudio de las antiguas lenguas orientales y el de la ciencia que se llama
critica.
Procurarse que, en las academias, se establezcan cátedras donde se enseñen también las
demás lenguas antiguas, sobre todo las semíticas. Importa, que los susodichos
profesores de Sagrada Escritura se instruyan y ejerciten más en la ciencia de la
verdadera crítica.
2. Hay que luchar contra aquellos que, abusando de sus conocimientos de las
ciencias físicas, siguen paso a paso a los autores sagrados para echarles en
cara su ignorancia en estas cosas y desacreditar así las mismas Escrituras.
Son peligrosísimos cuando se esparcen en la multitud, sobre todo entre la juventud
dedicada a las letras. Una vez que haya perdido el respeto a la revelación divina, no
tardará en abandonar la fe en todo lo demás. Las ciencias naturales, son aptas para
manifestar la gloria del Artífice supremo, impresa en las criaturas, de igual modo son
capaces de arrancar del alma los principios de una sana filosofía y de corromper las
costumbres. Por eso, el conocimiento de las cosas naturales será una ayuda eficaz para
el que enseña la Sagrada Escritura.
Sobre cómo ha de portarse el teólogo, hay una regla sumariamente indicada por el
mismo Doctor: Todo lo que en materia de sucesos naturales pueden demostrarnos con
razones verdaderas, probémosles que no es contrario a nuestras Escrituras; más lo que
saquen de sus libros contrario a nuestras Sagrada Letras, es decir, a la fe católica,
demostrémosles, en lo posible o, por lo menos, creamos firmemente que es falsísimo.
Para penetrarnos bien de la justicia de esta regla, se ha de considerar:
1. Que los escritores sagrados, o mejor el Espíritu Santo, que hablaba por ellos, no
quisieron enseñar a los hombres estas cosas (la íntima naturaleza o constitución
de las cosas que se ven), puesto que en nada les habían de servir para su
salvación, ya lo advirtió el Doctor Angélico: Se guía por lo que aparece
sensiblemente. Que es lo que el mismo Dios, al hablar a los hombres, quiso
hacer a la manera humana para ser entendido por ellos.
los libros que la Iglesia ha recibido como sagrados y canónicos, todos e íntegramente,
en todas sus partes, han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo y está tan
lejos de la divina inspiración el admitir error, lo excluye y rechaza con la misma
necesidad con que es necesario que Dios, no sea autor de ningún error.
Tal es la antigua y constante creencia de la Iglesia definida solemnemente por los
concilios de Florencia y de Trento, confirmada por fin y declarada en el concilio
vaticano, que dio este decreto absoluto: «Los libros del Antiguo y del Nuevo
Testamento, íntegros, con todas sus partes, deben ser recibidos por sagrados y
canónicos.
Habiendo sido escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor. El
Espíritu Santo los excitó y movió con su influjo sobrenatural para que escribieran, de tal
manera los asistió mientras escribían, que ellos concibieran rectamente todo y sólo lo
que Él quería, y lo quisieran fielmente escribir, y lo expresaran aptamente con verdad
infalible.
El autor del libro es el Espíritu Santo; ha escrito, en efecto, el que dictó lo que se había
de escribir; ha escrito quien ha inspirado la obra. Todos los Padres y Doctores estaban
persuadidos de que las divinas Letras, procedían por igual de la inspiración divina, y
que el mismo Dios, hablando por los autores sagrados, nada podía decir ajeno a la
verdad, tales cuales salieron de manos de los hagiógrafos, eran inmunes de todo error.
Pero luchar plena y perfectamente con el empleo de tan importantes ciencias para
establecer la santidad de la Biblia, es algo superior a lo que de la sola erudición de los
intérpretes y de los teólogos se puede esperar. Para que tales trabajos aprovechen
verdaderamente a las ciencias bíblicas, los hombres doctos deben apoyarse en los
principios que dejamos indicados más arriba; sostengan con firmeza que un mismo Dios
es el creador y gobernador de todas las cosas y el autor de las Escrituras, y que, por lo
tanto, nada puede deducirse de la naturaleza de las cosas ni de los monumentos de la
historia que contradiga realmente a las Escrituras. El tiempo borra las opiniones
humanas, más la verdad se robustece y permanece para siempre.
Si los hombres que se dedican a estos estudios entonces serán cuando puedan gloriarse
de servir dignamente el interés de las Sagradas Letras y de suministrar a la religión
católica un apoyo tal como la Iglesia tiene derecho a esperar de la piedad y de la ciencia
de sus hijos. Procurad con vuestra autoridad y vuestras exhortaciones que en los
seminarios y centros de estudio sometidos a vuestra jurisdicción se dé a estos estudios el
vigor y la prestancia que les corresponden.
Exhortamos paternalmente a todos los alumnos y ministros de la Iglesia a que se
acerquen siempre con mayor afecto de reverencia y piedad a las Sagradas Letras,
bienaventurados los que investigan sus testimonios y le buscan de todo corazón