Deber de los católicos doctos
23. La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el Espíritu
Santo, se esfuerza en acercarse, de día en día, a la más profunda inteligencia
de las Sagradas Escrituras, para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con
la divina enseñanzas; por lo cual fomenta también convenientemente el estudio
de los Santos Padres, tanto del Oriente como del Occidente, y de las Sagradas
Liturgias. Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando
diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la
vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos, de forma que
el mayor número posible de ministros de la palabra puedan repartir
fructuosamente al Pueblo de Dios el alimento de las Escrituras, que ilumine la
mente, robustezca las voluntades y encienda los corazones de los hombres en
el amor de Dios. El Sagrado Concilio anima a los hijos de la Iglesia dedicados a
los estudios bíblicos, para que la obra felizmente comenzada, renovando
constantemente las fuerzas, la sigan realizando con todo celo, según el sentir de
la Iglesia.
Importancia de la Sagrada Escritura para la Teología
24. La Sagrada Teología se apoya, como en cimientos perpetuos en la palabra
escrita de Dios, al mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se
robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe
toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las Sagradas Escrituras
contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de
Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma
de la Sagrada Teología. También el ministerio de la palabra, esto es, la
predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que es preciso
que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente y se
vigoriza santamente con la misma palabra de la Escritura.
Se recomienda la lectura asidua de la Sagrada Escritura
25. Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de
Cristo y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican
legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con
asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte
"predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su
interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre
todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.
De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos
en particular a los religiosos, a que aprendan "el sublime conocimiento de
Jesucristo", con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. "Porque el
desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo". Lléguense,
pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena
del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por instituciones aptas para
ello, y por otros medios, que con la aprobación o el cuidado de los Pastores de
la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas partes. Pero no olviden que
debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se
entable diálogo entre Dios y el hombre; porque "a El hablamos cuando oramos,
y a El oímos cuando leemos las palabras divinas.
Incumbe a los prelados, "en quienes está la doctrina apostólica, instruir
oportunamente a los fieles a ellos confiados, para que usen rectamente los libros
sagrados, sobre todo el Nuevo Testamento, y especialmente los Evangelios por
medio de traducciones de los sagrados textos, que estén provistas de las
explicaciones necesarias y suficientes para que los hijos de la Iglesia se
familiaricen sin peligro y provechosamente con las Sagradas Escrituras y se
penetren de su espíritu. Háganse, además, ediciones de la Sagrada Escritura,
provistas de notas convenientes, para uso también de los no cristianos, y
acomodadas a sus condiciones, y procuren los pastores de las almas y los
cristianos de cualquier estado divulgarlas como puedan con toda habilidad.
Epílogo
26. Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra de
Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia,
llene más y más los corazones de los hombres. Como la vida de la Iglesia recibe
su incremento de la renovación constante del misterio Eucarístico, así es de
esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la acrecida veneración de la
palabra de Dios que "permanece para siempre" (Is., 40,8; cf. 1 Pe., 1,23-25).
Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Constitución Dogmática han
obtenido el beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud
de la potestad apostólica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables
Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo, y
mandamos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para gloria de
Dios.