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Psicología Evolutiva
                                                                                                                 Año 2009
                               UN MODELO DE DESARROLLO AFECTIVO
2.1. ELECCIÓN DE UN MODELO
        En las escuelas de psicología se pueden distinguir al menos dos puntos de vista radicalmente
diferentes sobre el desarrollo humano1:
        - Uno mecanicista, que concibe la maduración como una acumulación de respuestas, cada vez más
complejas, a los estímulos externos. Se llama mecanicista, porque se compara al individuo con una
máquina puesta en movimiento por agentes externos. El desarrollo es, en este caso, un aumento
cuantitativo de contenidos, impuestos desde fuera a un individuo fundamentalmente pasivo, a quien se
niega la libertad, ya que está destinado a convertirse en lo que su entorno quiere que sea.
        - Otro organicista, que entiende la maduración no sólo como «reacción a», sino también como
«acción sobre el ambiente». En este caso el punto de comparación, al que nos referimos, es el del
organismo viviente, una realidad activa que no se limita a adaptarse simplemente al ambiente, sino que
puede también actuar sobre él, transformándolo. Por consiguiente, el desarrollo no se entiende como una
acumulación de cantidad, sino como un proceso activo... mediante el cual el individuo se desarrolla «para
llegar a ser lo que él mismo hace con sus acciones»2.
        Si comparamos estas dos formas de abordar el problema del desarrollo humano con lo que hemos
dicho en el capítulo anterior, observamos que el modelo mecanicista de desarrollo se basa en una visión
antropológica determinista, que en algunos aspectos puede equipararse a la psicoanalítica, a saber: La
persona, prisionera del condicionamiento de los estímulos externos, no puede ser auténticamente libre. Por
consiguiente, ante esta perspectiva mecánica valen las mismas observaciones que ya hicimos sobre la
incompatibilidad entre el modelo determinista del desarrollo y el concepto de persona de la antropología
cristiana.
        Sin embargo, puede aceptarse, por no oponerse a la concepción del hombre como ser libre, aun
cuando esté limitado en su libertad, el modelo organicista para el que el proceso evolutivo no se reduce a
una reacción pasiva a los estímulos ambientales, sino que incluye también la acción activa del individuo
sobre el ambiente.
        La concepción organicista tiene además la ventaja de no ser incompatible con la antropología
cristiana, que subraya la dimensión teológica y axiológica de la motivación humana y está abierta a un
finalismo que trasciende la simple gratificación de los instintos e impulsos. Parece necesario precisar a
continuación las características esenciales que debe reunir un modelo para que pueda considerarse
organicista, y a partir de estas características elaboraremos también nuestro esquema interpretativo de los
fenómenos que consideraremos.
2.1.a. Características del modelo organicista
        1. Adoptar un modelo organicista supone una concepción totalizante del desarrollo, opuesta a la
singular3: El individuo funciona como una unidad organizada, cuyas partes tienen sentido a partir de la
totalidad de la estructura. De aquí la necesidad de un acercamiento sistemático que permita estudiar la
organización como totalidad activa que no es la simple suma de cada una de las partes.
        2. Cuanto se ha afirmado anteriormente supone un esquema interpretativo jerárquicamente
organizado. En efecto, el desarrollo no consiste en una acumulación cuantitativa, sino en una secuencia de
estadios cualitativamente distintos y cada vez más complejos, que deben tener las siguientes
características4:
        a. Cada estadio procede del anterior y presupone el siguiente;
         ?
1           M. K. Ritterman, Classificazione paradigmática delle teorie dei terapia familiare: Terapia familiare 2 (1977) 105- 134; C
Bresciani (1983), Personalismo e morale sessuale, 104-106; J. Langer, Teorie dello sviluppo mentale, Giunti e Barbera, Firenze 1973,
7-17.
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2          Ibidem, 92.
         ?
3          J. Loevinger, Theories of Ego Development, en L. BREGER (ed.), Clinical Cognitive Psycology, Prentice Hall, Englewood
Cliffs, New Jersey 1969. Cf. tambien J. Loevinger, Ego Development: Conceptions and Theories, Jossey-Bass, San Francisco-
Washington-London 1958.
         ?
4          J. L. Langer (1973), Teorie dello sviluppo..., 12-13.
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        b. Cada estadio se caracteriza por una unidad organizativa peculiar;
        c. Cada estadio transforma, subordina e integra las funciones del estadio anterior;
        d. La sucesión de los estadios debe ser invariable y universal;
        3. Una organización jerárquica implica automáticamente una concepción dialéctica del desarrollo
en cuanto, como escribe Loevinger5, cada estadio «en un sentido se opone, en otro sentido incorpora, pero
sobre todo transforma el (estadio) anterior».
        4. Como una característica más, vemos la necesidad de un modelo tipológico, lo contrario de
unidimensional, ya que las diferencias cualitativas presuponen cambios en más de una dimensión 6.
        5. Finalmente, un modelo orgánico debe ser estructural, entendiendo por «estructura» una «función
persistente»7 con propiedades organizativas típicas que expliquen por qué surge un determinado contenido
y no otro8.
2.1.b. El «modelo jerárquico» de Gedo y de Goldberg.
        Al intentar elaborar un esquema del desarrollo que pudiese representar contemporáneamente
modelos progresivos -es decir, más evolucionados y complejos- y regresivos -esto es, modos más
primitivos de funcionar, típicos de las fases iniciales del crecimiento psicológico- ambos autores han
organizado su trabajo alrededor de un principio unificador, el de las líneas evolutivas del desarrollo, que
representan «sucesiones coexistentes de comportamiento más que visiones seccionadas del funcionamiento
psíquico en un momento dado»9. Escogidas estas líneas de desarrollo, sin criterios rígidos o absolutos, pero
con el fin de llegar a distinciones gnoseológicas significativas, han elaborado un esquema evolutivo
correspondiente a un gráfico de coordenadas octogonales, en el que el eje horizontal representa el tiempo, y
el vertical la maduración. Con el transcurso del tiempo, se tiene una elaboración progresiva y una
transformación de las diversas funciones psíquicas, que, en este modelo se representan a modo de estratos.
        En la línea del tiempo, se podrá advertir que el modelo se caracteriza por algunos «pasajes»
significativos (por ejemplo, el nacimiento del superyo y función sintética, términos utilizados por la
mentalidad típicamente psicoanalítica de nuestros autores), que permiten dividir la evolución en fases
cualitativamente diversas.
        Si se analiza cada fase a través del eje vertical -maduración-, en él se indican los modelos de
funcionamiento típicos de ese estadio y de todos los utilizados anteriormente, que la persona podría
reactivar a causa de los fenómenos regresivos.
        Presentamos a continuación algunas figuras que nos permiten ilustrar gráficamente lo que acabamos
de explicar.
        La lectura transversal del gráfico se presenta en la figura 4.
        El modelo de Gedo y de Goldberg permite, pues, mostrar el proceso evolutivo mejor que los que
hemos estudiado anteriormente. Lo utilizaremos, por tanto, como punto de referencia, aunque
distinguiendo algunos aspectos:
                                                                             M
                                                                             A
                                                                             D
                                                                             U
                                                                             R
                                                                             E
                                                                             Z
                              TIEMPO
                                    Figura 2. Lectura global del gráfico.
       ?
5        J. Loevinger (1969), Theories of Ego Development, 89.
       ?
6        Ibidem, 92.
       ?
7        J. E. G. Gedo-A. C. Goldberg (1975), Modelli della mente, 82.
       ?
8        J. H. Flavell, Associationism, in The Developmental Psychology of Jean Piaget, Van Mostrand, Princeton 1963, 18.
       ?
9        J. E. G. Gedo-A. C. Goldberg (1975), Modelli della mente, 19.
                                                                                                                              3
                                                                            M
                                                                            A
                                                                            D
                                                                            U
                                                                            R
                                                                            E
                                                                            Z
                                TIEMPO
                                    Figura 3. Lectura longitudinal del gráfico.
       Este gráfico permite observar el desarrollo en el tiempo de una o más líneas evolutivas. Se observa
claramente el aspecto jerárquico: se advierte la progresión de niveles de organización cada vez más
complejos, en los que el superior engloba y transforma el inferior.
                                                                            M
                                                                            A
                                                                            D
                                                                            U
                                                                            R
                                                                            E
                                                                            Z
                                I        II      III      IV       V
                                TIEMPO
                               Figura 4. Lectura transversal del gráfico
        Esta lectura transversal (cf. figura 4) facilita la observación de un estrato específico, que permite
verificar la organización de cada subsistema 10 o «estadio» en un preciso momento, a través un análisis
transversal, que muestra las características de una fase de desarrollo, las leyes internas de organización y
las regresiones que se pueden tener lugar.
        - No todas las líneas evolutivas que constituirán el principio organizador de nuestro trabajo
corresponderán a las escogidas por Gedo y Goldberg;
        - nuestra perspectiva no será psicoanalítica, como la de otros autores. No nos referiremos, pues, a
estructuras mentales como Ello, Yo y Superyo;
        - finalmente, y ésta nos parece la diferencia fundamental, nuestra perspectiva antropológica y, como
consecuencia, nuestro modo de entender el desarrollo humano, se apartan claramente de los autores citados,
cuya visión del hombre y de su proceso evolutivo nos parece sustancialmente limitada. En efecto, Gedo y
Goldberg consideran un solo aspecto del desarrollo, el que transforma al niño en adulto «normal», y sus
criterios para evaluar la normalidad se limitan a constatar la ausencia de síntomas psicopatológicos y la
capacidad de adaptación en la relación interpersonal y en la actividad profesional. Por consiguiente, sólo
ven el desarrollo humano y la madurez son consideradas por ellos a la luz de lo que Rulla, siguiendo a De
Finance define como «valores naturales»11, que tienen que ver con la naturaleza del hombre y no implican
el ejercicio de la libertad y responsabilidad; o «filantrópicos» que comprometen la libertad y
responsabilidad del sujeto en ideales humanos, personales y psico-sociales. El mismo Rulla advierte que
        ?
10         Con el término «subsistema» nos referimos a una unidad organizativa con leyes bien precisas, dentro de un sistema más
amplio y global, que corresponde al desarrollo humano.
         ?
11         AVCl 148.
                                                                                                                                4
esta concepción psicológica es «antropológicamente incompleta» 12. Ella no tiene en cuenta la influencia
que los valores teocéntricos tienen sobre el individuo. Un modelo adecuado de desarrollo no debe entonces
limitarse a formular las etapas de un proceso de maduración a través de la tercera dimensión, o sea la
relativa a los valores naturales, sino que debe también tomar en consideración las otras dos dimensiones las
cuales permiten la apertura a los valores teocéntricos y filantrópicos.
2.2. ELABORACIÓN DE UN MODELO
        Hay que elaborar y definir, pues, ahora el modelo a que nos remitiremos en este estudio,
concretando primero la organización global, para pasar después a un análisis más detallado.
        Seguiremos los criterios sugeridos por Ritterman13, por lo que nuestro trabajo tendrá tres fases:
        - concreción de las funciones examinadas, que constará de la elección de las líneas evolutivas que
parezcan más adecuadas para profundizar en un tema que nos parece importante, a saber, la madurez
humana respecto a los tres tipos de valores ya enunciados: naturales, filantrópicos y teocéntricos;
        - representación de los subsistemas, es decir, la presentación de diversos niveles de desarrollo o
«estadios», cuyas diferentes funciones se distinguen por su mayor o menor complejidad organizativa;
        - representación de la organización completa según una jerarquía que resalte las diferencias
cualitativas entre los distintos estadios o funciones de la psique.
        Además de estos tres aspectos, y de acuerdo con los presupuestos antropológicos explicados
anteriormente, se tendrán en cuenta a continuación los posibles bloqueos o fijaciones del desarrollo que
provocan distintas formas de inmadurez en la tercera dimensión -la de los valores naturales- para analizar
en seguida su relación con la madurez en las otras dos dimensiones.
        Después de haber completado el modelo, se intentará aplicarlo a una investigación estadística, para
en su caso verificar empíricamente de cuanto se ha afirmado.
2.2.a. Líneas evolutivas: premisas generales
        En este estudio los fenómenos patológicos sólo nos interesan indirectamente, en cuanto señalan
interrupciones en el proceso normal de crecimiento. Tendremos, pues, que descartar variables como la
«capacidad de juicio» o «el examen de la realidad» particularmente útiles para sacar a superficie la posible
patología explícita. Ademas, al circunscribir nuestro campo de análisis al ámbito de la madurez afectiva, no
nos interesa considerar los «procesos del pensamiento», que sin embargo sí interesan a las investigaciones
sobre el desarrollo intelectual. Recordamos sin embargo que ambos aspectos son de por sí inseparables.
        Después de haber descartado las líneas del desarrollo al parecer menos relacionadas con el tema que
nos ocupa, presentamos ahora cuatro variables en las que podemos centrar nuestra atención:
        1. Relación objetual;
        2. Imagen de sí;
        3. Tipo y control de los afectos;
        4. Mecanismos de defensa.
        Se han seleccionado estas variables porque pueden representar aspectos diversos de un mismo
proceso, a saber, del desarrollo afectivo de la persona, aunque desarrollo afectivo y cognitivo van
íntimamente unidos. En efecto, el concepto de sí se forma mediante el contacto relacional con un objeto,
relación que, a su vez, depende de cómo evolucione la imagen personal. Los afectos tienen el objetivo de
regular este proceso y los que, de adultos, funcionan como mecanismos de defensa, en el proceso evolutivo
son mecanismos que tienen la función de regular (especificar) la imagen de sí mismo, de la relación
objetual y de la expresión emotiva. Como en seguida veremos, la línea de la relación objetual y de la
imagen de sí son dos manifestaciones distintas de un mismo fenómeno, a saber, de la forma con que el
individuo se relaciona consigo mismo y con los demás. Los afectos indican la cualidad, el «color» de esta
relación, mientras las defensas representan los procesos que regulan el funcionamiento.
        El desarrollo humano no es un fenómeno desordenado, pues como ya hemos dicho, la imagen de sí,
y la del objeto no son dos unidades separadas sino, como escribe Lichtenberg14,
       ?
12       Ibidem, 148.
       ?
13       M. K. R. Ritterman (1977), Classificazione paradigmática..., 11
       ?
14       J. D. Lichtenberg, Factors in the Development of the Object: Journal of the American Psychoanalytic Association 27 (1979)
380.
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                         todo ser humano se experimenta a sí mismo en un contexto que incluye un objeto,
                un afecto y elementos de conocimiento y percepción.
       Aunque, como diremos en seguida, las distintas líneas evolutivas parecen ir en direcciones
opuestas, en realidad constituyen una unidad organizada cuyos diversos componentes están unidos
mediante relaciones de interdependencia. Por este motivo, la secuencia a que vamos a atenernos, que
presenta en primer lugar la relación objetual, es completamente fortuita: el desarrollo de la relación y el
desarrollo del yo son dos fenómenos concomitantes e interdependientes, regulados por procesos específicos
y unidos por determinados afectos y modalidades de control.
       Antes de analizar con más detalle estas líneas evolutivas, examinaremos brevemente el origen de
esta unidad,, representada por el desarrollo afectivo humano, y algunas de las tendencias que presiden su
evolución. Ambos aspectos rebasan el objetivo principal de nuestra investigación, pero nos permiten
enmarcar de forma general el tema y especificar algunas coordenadas fundamentales del desarrollo de la
madurez humana.
2.2.b. Origen
        El desarrollo afectivo depende al menos de la interacción de tres componentes:
        1. Las estructuras innatas, presentes en el sujeto desde su nacimiento y que constituyen el
patrimonio natural de cada individuo.
        Subrayamos su paralelismo con el desarrollo fisiológico: Igual que el niño, aun siendo distinto del
adulto, tiene un patrimonio genético que transformará su organismo infantil en un organismo maduro,
también en la esfera psicológica cada individuo está dotado con el esquema completo del desarrollo
humano, a pesar de que motivos tanto endógenas como exógenas puedan provocar interrupciones en la
evolución. Por eso poseer el esquema completo no implica automáticamente la capacidad de vivir según los
niveles de desarrollo mas maduros.
        2. El ambiente, sobre todo la relación social. Tanto la etología como la psicología profunda
subrayan fenómenos de apego que se deben a la interrelación con el ambiente y a las respuestas oportunas
de este mismo ambiente en momentos específicos denominados «períodos críticos».
        El ambiente es un factor que favorece y promueve el desarrollo afectivo. Thompson y Grusec 15, por
ejemplo, subrayan la importancia de una figura materna única para evitar futuras formas de apego
superficiales así como la necesidad de una presencia confortante después de los seis meses de vida, cuando
se ha desarrollado ya la unión con el Objeto - madre.
        La actividad como intervención del individuo para estructurar la propia experiencia de sí y del
objeto, que implica no una adaptación pasiva, sino una interacción activa del sujeto con el ambiente. Por
ejemplo, no sólo la presencia de estructuras innatas o los estímulos recibidos del ambiente, favorecen la
formación de la imagen de Sí mismo, sino también la exploración activa que el niño haga de su propio
cuerpo.
2.2.c. Tendencias del desarrollo
        Hemos dicho ya que la relación objetual, la imagen de sí, los afectos y las defensas que les
acompañan, son partes distintas de una misma unidad. Pero a primera vista su desarrollo parece dirigido
por procesos dicotómicos, al menos por lo que se refiere a los dos primeros elementos. En realidad se
podría afirmar que la capacidad relacional está bajo la ley de la apertura, que facilita el encuentro con el
objeto, mientras que el desarrollo de la imagen de sí parece regulado por la ley de la autoposesión, por la
concentración en la propia individualidad. ¿Cómo conciliar estos dos aspectos?
        Se puede responder a esta pregunta, observando algunas «tendencias» del desarrollo. Con el
término «tendencia» nos referimos a los dinamismos reguladores que sustentan el proceso evolutivo y que
llevan al sujeto en direcciones opuestas, pero complementarias.
        Enumeramos a continuación algunas de las, a nuestro juicio, «tendencias fundamentales».
a. Tendencia a generalizar y a particularizar
        ?
15        W. R. THOMPSON - J. E. GRUSEC, Studies of Early Experiences, en P.H. Mussen (a cargo de), Carmichael's Manual of
Child Psycology, vol. I, Wiley, New York 1970, p. 569.
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        En el desarrollo, el sujeto es movido hacia dos dinamismos opuestos: el de «generalizar», dilatando
y ampliando el área de la experiencia, otorgándole significados comunes, y el de «particularizar»,
reduciendo el campo de la experiencia y concentrándose en algunos aspectos. Esta última experiencia,
como recuerda Lichtenberg16, es la que hace que la persona pueda levantar muros que la separen del resto
de la realidad para crear su identidad, mientras que el impulso a generalizar facilita la superación de las
barreras, y en consecuencia, la posibilidad de la relación objetual.
        Como más adelante veremos, la madurez se caracteriza por la autoposesión, es decir, por un
profundo sentido de identidad y por el conocimiento de la propia unidad, fruto de la tendencia a
particularizar; y también por el don de sí mismo, por la capacidad para traspasar los propios límites para
encontrarse con los demás, que procede de la tendencia a generalizar 17. Pero si uno de estos dos
dinamismos está excesivamente desarrollado en perjuicio del otro, como sucede cuando en el caso de una
excesiva concentración -típica del paranoico- en detalles con significados simbólicos, y en la
generalización superficial, propia del maníaco, no nos encontramos en la esfera de la normalidad, sino de la
patología.
        Cuando se trata de los valores teocéntricos y/o filantrópicos el individuo puede también privilegiar
uno de los dinamismos respecto del otro. En este caso nos encontramos no ante un desorden psicológico,
sino ante un «bien aparente» (segunda dimensión): la tendencia excesiva a particularizar puede asumir
actitudes autónomas, unidas a una inseguridad que impide que el individuo «se pierda» a causa de un valor
como, por ejemplo, la obediencia. El impulso excesivo a traspasar las propias barreras individuales, puede
favorecer por el contrario una dependencia exagerada, infantil, contraria al valor de la castidad.
b. Tendencia a diferenciar y a integrar
        La primera se refiere a la tendencia a convertir una organización global en un sistema formado por
partes independientes. Así, en los primeros estadios de desarrollo, el niño pasa de un estado de globalidad,
en la que forma un todo con la madre, a la autopercepción de sí mismo como unidad. La integración, en
cambio, consiste en organizar cada vez de forma más compleja las distintas unidades diferenciadas. Un
ejemplo es la capacidad del niño para elaborar una síntesis de las diversas percepciones «buenas» y
«malas» de la madre y de sí mismo, llegando a una idea estable y positiva de su propia imagen y de la
imagen de su madre.
c. Tendencia al crecimiento y a la regresión
         El desarrollo comporta siempre un crecimiento tanto cualitativo -en complejidad y organización- de
las estructuras anteriores, como cuantitativo -por sus contenidos cada vez más numerosos-. Recordamos,
por ejemplo, que en el ámbito de la afectividad se advierte un cambio en la cualidad de los afectos que,
cuando crece el campo de las emociones, adquieren una gran riqueza de matices, pierden su tinte impulsivo
inicial y crecen en cantidad, porque el individuo, superado el estado inicial de quietud interrumpido por
situaciones pasajeras de malestar, adquiere una gama de emociones cada vez mayor.
         Todo desarrollo está sometido también al dinamismo de la regresión, entendida como retorno a los
estadios más primitivos de funcionamiento. El desarrollo psicológico discurre en total paralelismo con el
fisiológico. Pues mientras el segundo, por lo menos hasta la madurez, sigue generalmente por un
movimiento progresivo, el primero está sometido tanto a procesos de crecimiento como de retorno a formas
anteriores de funcionamiento. En la medida en que la regresión es un proceso temporal y espontáneamente
reversible, esto no es síntoma de patología, sino que pertenece a la experiencia humana normal. En nuestras
figuras, las flechas señalan precisamente esta tendencia del desarrollo.
         La regresión, además, puede estar más directamente al servicio de la personalidad cuando se
suspende momentáneamente el uso de algunas funciones de la psique para crear algo, como sucede en el
caso de una obra de arte o de la experiencia mística.
         La regresión en cuanto «posibilidad», es decir, como regreso momentáneo a estadios de desarrollo
anteriores, no es en sí misma patológica. El problema se plantea cuando, más que de «posibilidad» se habla
de «necesidad», que origina una situación de rigidez permanente, o de reversibilidad, y todavía más cuando
se trata de una fijación, esto es, cuando se interrumpe el desarrollo.
         La situación de aquellos cuyo proceso evolutivo ha tenido lagunas o ha sido muy incompleto
       ?
16         J. D. L. Lichcenberg (1979), Factors in the Development, 380.
       ?
17         Sobre este tema volveremos más amplia y profundamente en el capítulo tercero.
                                                                                                                                      7
plantea un gran interrogante. Podemos preguntarnos si los logros típicos de los estadios mas maduros están
totalmente fuera del alcance de quienes se han quedado fijados en niveles evolutivos anteriores o si, por el
contrario todos recorren el esquema del desarrollo hasta sus estadios superiores, si bien de modo
cualitativamente diferente. La pregunta tiene una importancia crucial no sólo desde una perspectiva
psicológica, sino también desde el punto de vista espiritual. Si observamos una de las líneas evolutivas
estudiadas por nosotros, por ejemplo la de los afectos, y nos inclinamos por la primera hipótesis,
considerando imposible que se puedan adquirir contenidos que superen el estadio alcanzado por el sujeto,
se puede llegar a conclusiones drásticas e incluso dramáticas. Se puede llegar hasta relegar la experiencia
del amor oblativo, y por consiguiente la capacidad de ser caritativo con los hermanos, considerados un
«bien en sí mismos», a estadios de desarrollo muy avanzados, a los que sólo llega un reducido número de
personas. ¿Cómo explicar entonces la invitación de Cristo al amor fraterno, cuando sólo un pequeño
número de individuos tienen la estructura psicológica adecuada para acoger el don de Dios y poner en
práctica este imperativo fundamental para todo cristiano? Dios no manda al hombre hacer precisamente
algo que no puede cumplir. Por otra parte, las estadísticas 18 muestran que el porcentaje de individuos
maduros no supera el 20-25 %. ¿Cómo solucionar entonces esta aparente contradicción entre fe cristiana y
realidad humana?
        La psicología profunda nos ofrece algunas pistas de reflexión, si bien sobre contenidos diferentes de
los que hemos examinado, cuando, a propósito del desarrollo humano afirma que éste puede experimentar
un proceso de cambios cualitativos consolidados o puede detenerse o fijarse en niveles inmaduros, aunque
la persona pase, aparente y superficialmente, por todas las etapas del camino de crecimiento.
        Un ejemplo corriente quizás pueda aclararnos todo esto. Dos individuos dicen que conocen Roma:
el primero ha vivido allí mucho tiempo, el segundo ha hecho un rápido viaje turístico. Ambos dicen la
verdad pero sólo el primero conoce a fondo la ciudad. Esto vale también para el desarrollo: la maduración
cronológica hace que todos recorran totalmente el proceso de crecimiento, pero su paso por las etapas más
maduras puede haber sido sólo pasajero, superficial o aparente. A pesar de ello, este paso ofrece al adulto
perspectivas nuevas, de las que el niño carece por completo. Entre ellas destacamos sobre todo la capacidad
del individuo de considerar un objeto como «un bien en sí mismo» y de abrirse así a la transcendencia del
amor, que es el horizonte de la primera dimensión.
        Podemos, pues, concluir, como ya hemos dicho, que hay una dotación innata que contiene el
esquema que todo individuo recorre y que comprende los cinco estadios que hemos considerado. La
riqueza y profundidad de la experiencia depende sin embargo del nivel de fijación en que la persona se
halla. Por consiguiente, cabe afirmar que los individuos que no han superado los tres primeros estadios,
aunque pueden disfrutar de logros propios de fases superiores, funcionan básicamente según las
características típicas de su nivel de fijación, por lo que, en situaciones de conflicto, no tienen generalmente
más recursos que los de la fase a que han llegado y que han asimilado.
        En todo individuo no reducido a vida puramente vegetativa hay siempre una posibilidad de amar,
aunque a veces reducida a experiencias muy escasas en número y pobres en calidad como en el caso de
psicopatología grave.
        Para algunas personas hay por desgracia un abismo insuperable entre la «posibilidad» de amar y la
«capacidad» de convertir el amor en una experiencia oblativa y continua. Esta diferencia puede explicarse
distinguiendo entre plano ontológico y plano operativo: el proceso evolutivo, que de por sí comporta un
cambio accidental y no sustancial en el sujeto, puede sin embargo afectar a un acto en su esencia.
        Descubrir alguna posibilidad de amor oblativo en todo individuo, por mínima que sea, que se
transforma en «capacidad» conforme aumenta el nivel de desarrollo, nos parece acorde con la antropología
cristiana, según la cual la expresión «imagen y semejanza» es la más adecuada para expresar la naturaleza
del hombre. Pues «imagen» por una parte sugiere distancia y por otra cercanía. Manifiesta a la vez la
posibilidad real de amor en todo hombre y su lejanía respecto al amor divino.
        Creemos, además, que esta diferencia no excluye a nadie del camino de la santidad. Como ya
hemos dicho, el hecho de recorrer todo el esquema evolutivo capacita a la persona, para algo típico del
quinto estadio de desarrollo, a saber, para valorar un objeto como un bien en sí mismo, independientemente
del sujeto. Se consolida así en el individuo la primera dimensión, cuyo horizonte es precisamente la
transcendencia en el amor. Ésta dispone la persona a la santidad porque concreta las numerosas o escasas
        ?
18           Cf. L. M. Rulla-F. Imoda-J. Ridick, Antropología de la vocación cristiana. II. Confirmaciones existenciales, Atenas, Madrid
1994, 142.
                                                                                                                                 8
posibilidades de amar que tiene. Nos referimos, como es obvio, a la santidad subjetiva. Al contrario, la
santidad objetiva, entendida como «disponibilidad concreta del individuo para ser transformado por la
acción de Dios, independientemente de su respuesta real» 19, parece limitada y condicionada por las
interrupciones en el desarrollo, relacionadas con la tercera dimensión y con dinámicas subconscientes de la
segunda dimensión, además de por la libertad del sujeto para optar conscientemente por el pecado.
        Esta reflexión nos permite también aclarar lo que a menudo no entendemos en la vida normal, a
saber, la incoherencia entre los valores que se proclaman y el comportamiento concreto, la sucesión sin
solución de continuidad de estados de sensibilidad, de delicadeza y de dureza de corazón. Esta dualidad
que a menudo se da en nosotros mismos y quienes nos circundan subraya lo que venimos diciendo: que
todo individuo, en los ámbitos no conflictivos, puede dejarse guiar por esquemas de comportamiento más
maduros, mientras que en los ámbitos más problemáticos de su existencia la acción se ajustará a las
características del nivel de fijación.
        Al llegar aquí, estamos ya en condiciones de formular la proposición central de esta tesis, según la
cual cuanto más primitivo es el estadio en el que el individuo se ha fijado, tanto más amplia es la zona de
conflictualidad en la segunda y/o tercera dimensión y tanto menores son las ocasiones en que dicho
individuo puede comportarse según criterios de desarrollo más evolucionados. En consecuencia, su
santidad objetiva puede ser más limitada.
2.2.d. Modelos de referencia
        Después de haber afirmado que la madurez afectiva constituye una unidad orgánica y de haber
estudiado los orígenes de su desarrollo así como algunas de las dimensiones fundamentales que regulan su
evolución, pasaremos ahora a un análisis más detallado de las cuatro líneas evolutivas que constituyen sus
componentes fundamentales.
        Para ello necesitaremos un modelo de referencia más amplio y preciso, en cuanto a los contenidos,
que el de J. E. Gedo y A. Goldberg.
Proponemos el análisis de O. Kernberg20 que nos ofrece algunas ventajas considerables:
        - Tiene un enfoque que explica singularmente el problema de las relaciones objetuales y del
desarrollo de sí mismo, dos líneas evolutivas consideradas por nosotros;
        - representa a otros muchos autores21;
        - ofrece un esquema de desarrollo dinámico y evolutivo del individuo, que entiende la madurez
como resultado de procesos organizativos compuestos por estadios sucesivos cualitativamente diferentes y
cada vez más complejos, que están regulados por un principio interno de diferenciación e integración.
        Sin embargo, como ya hemos dicho, nos distanciaremos de esto, así como de los contenidos de J. E.
Gedo y A. Goldberg que acabamos de referir, en la concepción típicamente psicoanalítica de la formación
de las estructuras mentales. Pero nos distanciaremos sobre todo para ampliar la visión antropológica a
nuestro juicio reductiva, porque, al limitarse al análisis de una sola dimensión del desarrollo humano -la
del paso a la madurez o a la fijación en la patología- limita la finalidad humana al ámbito de la
trascendencia filantrópica.
        Una vez razonada nuestra opción, pasamos a representar sintéticamente el modelo.
        Según O. Kernberg, el desarrollo normal de la relación objetual comienza con un primer estadio de
«unidad de base» y se desarrolla recorriendo cuatro estadios de desarrollo, según un proceso de
diferenciación jerárquicamente organizado.
        En su modelo evolutivo, que presentaremos esquemáticamente, aclararemos los siguientes aspectos
(los números corresponden a las columnas de la fig. 5):
        1. Característica de cada estadio;
        2. Edad en que se desarrolla;
        3. Meta a que lleva;
        4. Posibles cristalizaciones o interrupciones en el desarrollo;
        5. Tipo de patología correspondiente a las cristalizaciones en los diferentes estadios.
         ?
19         SPV, 136.
         ?
20         O. Kernberg, Teoria della relazione oggettuale e clinica psicoanalitica, Boringhieri, Torino 1980, 58-76. En el texto se
indica con la sigla TROCP
         ?
21          Cf. M. Mahler, On the First Three Subphases ofthe Separation-lndividuation Process: International Journal of
Psychoanalysis 53 (1977) 333-338; M. Mahler-F. Pine- A. Bergman, The psycological Birth of the Human Infant, Basic Books, New
York 1975;J. E. Gedo-A. Goldberg (197 5), Modelli della mente, 113-114.
                                                                                                                                                         9
       Después de la exposición del modelo que seguiremos en nuestro análisis, pasaremos a un estudio
más detallado de las diferentes líneas evolutivas.
             1                    2                               3                                            4                          5
Autismo.                 1 mes.         Desarrollo    de     la    representación    primaria,    Falta de desarrollo de la    Psicosis autística.
Estadio primario.                       indiferenciada del objeto-sí.                             representación
                                                                                                  indiferenciada entre el
                                                                                                  objeto y el sí.
Simbiosis.               2 meses        La imagen del sí y del objeto vienen diferenciada en      Fracaso o pérdida de los     Psicosis simbiótica
                         6-8 meses.     forma estable al interno de una representación            confines del yo.             infantil; esquizofrenia
                                        «buena» del objeto-sí nuclear.                                                         psicosis depresiva
Diferenciación y         6-8 meses      Se da la completa diferenciación al interno de la         Dispersión de la propia      Borderline
representación de sí y   18-36 meses.   representación nuclear «buena». Diferenciación de sí-     identidad.
del objeto.                             objeto en la representación nuclear «mala». Termina
                                        con la integración de las representaciones buenas y
                                        malas del objeto en representaciones objetuales
                                        totales.
Integración y            18-36 meses.   Se da la consolidación del concepto de sí y las           Falta de integración de      Neurosis. Patología
representación de sí y                  representaciones objetuales hacen acrecientan             representaciones buenas y    del carácter.
del objeto. Desarrollo                  potenciales afectivos, en. modo particular la capacidad   malas del sí y del objeto.
de estructuras                          de experimentar el sentido de culpa. Representaciones
psíquicas de nivel                      de sí y del objeto ideales. Redimensionamiento de la
superior.                               idealización primitiva y de los precursores del super-
                                        yo.
Consolidación de         4-5 años.      El mundo intrapsíquico y el mundo interpersonal se        Remoción excesiva de las
estructuras                             vinculan y se refuerzan recíprocamente. Un modo           necesidades pulsionales.
intrapsíquicas de                       armonioso       de      representaciones     objetuales
nivel superior.                         interiorizadas constituye un ámbito interno de
                                        continuo crecimiento que da amor, confirmación,
                                        apoyo y guía dentro del sistema de relaciones
                                        objetuales del yo. Este mundo interno, a su vez, otorga
                                        una nueva dimensión a la interacción presente con los
                                        demás.