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El Cristianismo y Otras Religiones

El documento describe brevemente la naturaleza religiosa del ser humano y su tendencia innata hacia lo divino. Luego resume el cristianismo y varias religiones importantes como el hinduismo, budismo y judaísmo. Finalmente analiza temas como la verdad, la revelación y la salvación desde una perspectiva cristiana.
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El Cristianismo y Otras Religiones

El documento describe brevemente la naturaleza religiosa del ser humano y su tendencia innata hacia lo divino. Luego resume el cristianismo y varias religiones importantes como el hinduismo, budismo y judaísmo. Finalmente analiza temas como la verdad, la revelación y la salvación desde una perspectiva cristiana.
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El Cristianismo y las otras religiones

Caracas 2001
Este trabajo se ha elaborado, en una parte
considerable, con diversos textos de las obras
señaladas en la Bibliografía.

Rafael Ramis, junio de 2001


Indice

Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . …. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4

1. El carácter religioso del hombre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

2. Descripción sumaria del Cristianismo. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

3. Descripción de algunas tradiciones religiosas importantes. . . . . . . . . . . . . . . . . .17

4. La verdad y las religiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24

5. La Revelación cristiana: el carácter absoluto del Cristianismo. . . . . . . . . . . . . . . 29

6. La salvación cristiana y la salvación en las demás religiones. . . . . . . . . . . . . . . . 32

7. Relaciones del Cristianismo con las demás religiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 35

Anexo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 39

Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41
. . Introducción

Los cristianos actualmente se ven particularmente urgidos a conocer otras religiones


y, sobre todo, a cómo debe interpretarse su existencia en orden a su verdad y eficacia. Se
calcula que en el año 1990 eran cristianos el 33% de la población mundial y el 45 % de ésta
población era consciente de la existencia de la religión cristiana. Si se compara con la situa-
ción del mundo en el momento de descubrirse América en que se calcula que sólo el 2% de
la población no cristiana era consciente de la existencia de esta religión, se observa un nota-
ble cambio de perspectiva llena de consecuencias.
A comienzos de los años 90, las cifras de las religiones mundiales más importantes
eran:

Cristianos 1.750 millones


Musulmanes 950 “
Hindúes 720 “
Budistas 328 “
Religiones tribales 100 “
Judíos 18 “
Sikhs 18 “

Las relaciones con otras religiones tanto a nivel del Magisterio eclesiástico, como a
nivel personal deben analizarse, pues se presentan muchos problemas teóricos y prácticos
que exigen soluciones concretas en el campo social. Para esto conviene plantearse en el
campo personal qué es la revelación, qué es la salvación, cómo hay que buscar la verdad,
qué podemos aprender de otras religiones. Por ejemplo, está de moda en el mundo occiden -
tal buscar en las religiones de la India elementos para alimentar la propia espiritualidad reli-
giosa. Esto, que tiene un aspecto positivo porque muestra el deseo de huir del asfixiante
ambiente materialista, tiene también por desgracia un origen y una consecuencia: un desco-
nocimiento de la fe cristiana y un alejamiento de la Iglesia.
En este trabajo se va a hacer una breve descripción del Cristianismo y de algunas reli -
giones más importantes. Aunque la comparación con otras religiones se puede hacer desde
un punto de vista fenomenológico, no se puede una quedar en ese punto: hay que mostrar
un análisis de las religiones desde un punto de vista teológico, es decir, desde la perspecti-
va cristiana.
Para esto haremos una exposición somera del Cristianismo que quizá no resulte inne-
cesaria tanto desde un punto de vista personal, como para poder dar doctrina a otras perso -
nas, pues como dice el Cardenal Ratzinger: Los cristianos debemos ser conscientes de que,
de hecho, ya no conocemos el Cristianismo (...) y, sin embargo predomina el sentimiento de
que ya conocemos el Cristianismo, y que, por tanto, debemos buscar otra cosa. Para mu-
chos cristianos, con cierta frecuencia, el problema se reduce a vivir la religión cristiana a
través del simple culto (ir a Misa, casarse por la Iglesia, bautizar a los hijos, etc.), descui-
dando conocer la riqueza de toda la doctrina de Jesucristo, en concreto, las líneas básicas
del Cristianismo así como el ser del hombre y las exigencias morales.
5

Antes de iniciar la exposición puede resultar de interés reproducir una cita de Gian-
franco Morra que señala la relación entre la doctrina de Jesucristo y otras religiones desde
un punto de vista simplemente fenomenológico:
“También en comparación a las demás religiones, que la fenomenología religiosa es-
tudia hoy con métodos científicamente muy útiles, el Cristianismo muestra su superioridad.
No por exclusión, sino por comprensión ecuménica, en el sentido de que cuanto en las otras
religiones era parcial e incipiente, encuentra en el Cristianismo su cumplimiento; cumpli-
miento no en el sentido pálido e incrédulo del sincretismo ecléctico, sino en el sentido indi -
cado por S. Pablo en su discurso en el Areópago: Atenienses, ante todo veo que sois más re-
ligiosos que nadie porque, al pasar y contemplar, vuestros monumentos sagrados he en-
contrado también un altar en el que estaba esta inscripción: Al Dios desconocido. Pues
bien, yo os vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer (Act 17, 22-23).
“La liberación del hombre, anunciada por la sabiduría india, es recogida por la sabidu-
ría cristiana: una liberación del hombre que no significa, sin embargo, anulación, sino re-
dención. La primacía de lo interior y de lo espiritual propuesta por la sabiduría griega, es
también propia del Cristianismo: pero esta primacía no debe degenerar en el intelectualismo
y no debe cerrarse a lo sobrenatural. La relación personal entre el hombre y Dios, típica de
la sabiduría hebrea, es recogida y universalizada por encima de cualquier barrera nacional o
racial. El Cristianismo se muestra, por tanto, aun desde fuera de la fe, como la figura cen-
tral de todas las religiones (Van der Leeuw); lo mismo que también se ha afirmado que
quien conoce el Cristianismo conoce todas las religiones (A von Harnack)”.
1. El carácter religioso del hombre

La dimensión religiosa es parte constitutiva del ser humano que tiende por naturale-
za al reconocimiento y a la adoración de Dios. Alguien afirmó con acierto que el hombre
está programado así. La religión es la más profunda rebelión del hombre que se niega ser
una bestia y que no se aquieta si no trata a su Creador. El sentido más profundo de la digni-
dad humana radica justamente en su tendencia a la comunión con el ser divino. “El hom-
bre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento, pues no existe sino porque, creado
por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no re-
conoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador” (Gaudium et spes, n.19).
Existe un deseo de Dios inserto en el corazón humano, un deseo que Dios no deja
de estimular. El hombre y la mujer suelen expresar su ser religioso mediante creencias y
comportamientos determinados que hacen referencia al más allá. Estas formas de conducta
religiosa se originan y desarrollan en el ser natural de la criatura y no guardan relación di-
recta con la economía de la salvación instaurada por la Revelación sobrenatural y la gra-
cia de Jesucristo. Pero no son completamente ajenas a la gracia divina, pueden ser prepara-
ción providencial de la religión revelada, y contener fragmentos y sugerencias de verdad
cristina.
El hombre puede adoptar a veces ante la religión actitudes de olvido, indiferencia e
incluso repudio. Puede llegar a pensar que la religión y el culto a Dios son un atentado
contra su propia dignidad. Pero estas ideas y la conducta de desafío que deriva de ellas obe-
decen a una mente confundida e incluso, en algunos casos, a una voluntad perversa, y no
pertenecen a la norma, sino a la patología del espíritu. Es significativo el proceso que desa -
rrolló el marxismo en Rusia: durante los 70 años de ateísmo oficial, se produjo una lenta e
inexorable destrucción del hombre y, al final, hubo que volver al respeto de la realidad re-
ligiosa humana, pues la libertad religiosa es la primera de las libertades: sin ella no existen
las demás. El hombre no puede vivir sin arrodillarse. No en vano decía Dowstoyeski: No
son ateos, son idólatras, ya que se sustituye a Dios por otro dios (el dinero, la razón, el
sexo, el poder, etc.).
La religión es una de las más antiguas, naturales y convincentes actividades del ser
humano. Aunque, para nosotros, en su sentido más obvio es una re-ligación con el Crea-
dor, es decir, un modo de reconocer la relación creatural, analizada en profundidad es un
término difícil de precisar y hay un desacuerdo entre los autores para reconocer lo que debe
entenderse por la palabra religión. Algunas veces se le da un sentido objetivo (el modo
concreto de cómo se debe vivir el Cristianismo, por ejemplo), otras veces tiene un carácter
subjetivo y sinónimo de piedad (se dice que una persona es muy religiosa). En ambos casos
se entiende al hombre como un ser religioso relacionado con un Creador: el hombre se sien-
te criatura de Dios, delante de Dios y para siempre.
En el mundo actual con frecuencia el hombre se niega a ser criatura, pues al no sa-
berse amado por el Creador, el hecho de aceptar ser criatura significa poder ser medido,
ser juzgado, etc. por un amo. Y esto el hombre moderno no lo tolera y desea eliminar todas
las barreras y llega a pensar que no tiene más que las físicas, no hay barreras morales:
todo lo técnicamente posible es éticamente correcto. Aunque este hecho puede parecer algo
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superficial, como uno de tantos errores que existen, hay que entender que en su origen el
gran pecado del hombre fue negarse a ser criatura, es decir, aceptar como verdad la menti-
ra de la serpiente a Eva: ¡seréis como dioses! Por esto es bueno reflexionar sobre los lamen-
tables fenómenos modernos no comparables con los de otras épocas: las dos guerras mun-
diales, con las aberraciones del comunismo y el nazismo, y en la actualidad, la corrupción
masiva, la contracepción, el aborto (26 millones al año), la eutanasia, la clonación, la inge-
niería genética, etc., aparte de otros aspectos relacionados con los derechos humanos y los
medios técnicos de destrucción masiva.
Existen autores que dan a la religión un significado esencialmente ajeno a la exis-
tencia de un Creador. Para algunos autores la religión es simplemente fruto de la mente
humana; otros piensan que el animismo (creencia en seres espirituales unidos a las cosas
incluso materiales) es la esencia de la religión; otros afirman que la religión no es más que
un desarrollo de la magia; otros incluyen la religión entre las patologías del ser humano
(para alguno la religión es una neurosis); para otros se identifica lo social y lo religioso: la
religión sería una expresión del ser de la sociedad, es decir, hay una cierta identificación en-
tre religión y culto; etc. En todos los esfuerzos mencionados para explicar la religión lo que
se busca es un género o algo común a todas las religiones, pero hay que preguntarse ¿esto
es correcto? ¿no será una pretensión de explicar un fenómeno a partir de un esquema racio-
nal? Lo que existen son religiones concretas.

La religión surge del ser humano, cuando contempla la creación y se contempla a


sí mismo, y se habla de Dios no como algo que uno fabrica, sino como una realidad, como
alguien que da sentido y fundamento a esa re-ligación. Dios no es un derivado, sino la cau-
sa de la religión. La religión expresa una relación viva con Dios que se manifiesta substan-
cialmente en aspectos intelectuales (verdades religiosas), en aspectos morales (que se re-
fieren al comportamiento humano), y en manifestaciones cultuales (personales y sociales),
aunque las expresiones de la vida religiosa son más complejas. Hay un aspecto de depen-
dencia plena de Dios (que nunca puede ser exagerado ya que Dios no es el primero de una
serie, sino que es el Absoluto), y manifestaciones de vida religiosa del hombre que son di-
versas y necesarias, pero que tienen un carácter más o menos relativo e incluso pueden ma-
nifestarse como excesivas.
Ha habido, a lo largo de la historia de la humanidad, innumerables religiones. Algu-
nas, de particular importancia, han desaparecido (las de Egipto, las de Mesopotamia, las
de Grecia, la del imperio romano, el maniqueísmo, la del Perú y otras de América, etc.
Otras han aparecido en los dos últimos milenios (Cristianismo e Islamismo).
Las religiones que hoy conocemos, en su mayor parte al menos, han surgido de un
fundador determinado que suele afirmar haber recibido algún tipo de “revelación” recogi-
da en determinados libros. En las religiones como el Hinduismo, Budismo, Sikhismo, etc.
aparecen textos sagrados a los que se les atribuye una autoridad absoluta. También se ha-
bla en el Judaísmo de la Torah, en el Cristianismo de la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamen-
to), en el Islam del Corán. De todas formas en el caso del Cristianismo lo que realmente
cuenta no es tanto la Biblia como la Iglesia: el Cristianismo no es una religión de libro.
Otro aspecto que debe tenerse presente en las religiones es que no siempre el siste-
ma de creencias y de culto está perfectamente determinado y por esto hay diversas tradicio-
nes o adaptaciones. Por ejemplo, un chino puede ser simultáneamente budista, confuciano y
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shintoísta. Un japonés es shintoísta cuando se casa y budista a la hora de morir. Esto es dis-
tinto a la apostasía que se puede dar en la Iglesia católica.

Las religiones generan cultura. No hay cultura sin religión y es precisamente la re-
ligión la que da coherencia y unidad a una cultura y organización social, es decir, se produ-
ce una inculturación. E inversamente, la cultura afecta a la religión. Por esto hay que tener
presente que las religiones no son algo estático, que permanece inalterable a lo largo de los
siglos. De hecho, sufren variaciones que pueden ser detectadas con más o menos facilidad.
A los embates de la cultura que transforman la vida religiosa se les suele llamar seculariza-
ción. Algunas veces aparecen procesos disolventes de la vida religiosa y que ponen a prue-
ba la capacidad de supervivencia de una religión la cual puede llegar a rendirse a los valo-
res seculares. Cuando la religión se defiende de modo irracional se produce el fenómeno
del fundamentalismo. Cuando, sin perderse los valores religiosos, se llega a convivir con
la cultura dominante, se produce la adaptación. La religión que mejor ha mostrado y mues-
tra sus posibilidades internas y externas de inculturar y adaptarse en el curso de la historia,
sin perder el contenido religioso original, ha sido la religión católica.
2. Descripción sumaria del Cristianismo

Antes de señalar los aspectos fundamentales de la religión cristiana, parece oportuno


hacer un pequeño elenco de las diferencias que hay entre Jesucristo y los demás fundadores
de religiones. Téngase en cuenta que dicha comparación se hace sin valorar la realidad de la
fe, es decir, tal como se capta desde un punto de vista simplemente fenomenológico:

a) Jesucristo es el único que se afirma ser Dios y no simplemente un profeta de Dios:


no sólo dice que es Dios, sino que ésta fue la afirmación que provocó su condena a muerte.
Mahoma y Mani la rechazan de modo explícito. Otros (Buda, Confucio) llegan a recibir
culto, pero sólo varios siglos después de su muerte
b) Jesucristo es un simple artesano y todos los demás fundadores son de familias
reales o principescas, eran ricos, cultos (Mahoma es una excepción a causa de la muerte de
sus padres, pero después se casó con la dueña de un comercio en el que estaba empleado).
Jesucristo nace en un establo es hijo de un artesano y vive como artesano en una aldea in -
significante. Muere sin nada (ni siquiera el sepulcro), y en una Cruz que era la máxima hu-
millación en aquel mundo romano.
c) Jesucristo no se casa, permanece célibe y predica la castidad. Jamás se le acusó de
lo contrario (aunque le calumniaron de muchas otras cosas). En cambio los demás fundado-
res algunos se casan varias veces y Mahoma practica y predica la poligamia. Buda tenía
mujer y tres concubinas en el momento en que deja su palacio.
d) Todos los fundadores, después de una experiencia profunda pasan el resto de su
vida (hasta los 60 y los 80 años) predicando sus respectivas doctrinas. Todos mueren de
muerte natural (excepto Mani que muere en la cárcel). Jesucristo predicó unos tres años y
murió joven (se estima que a los 36 años aproximadamente) y de muerte ignominiosa.
e) Jesucristo fue anunciado por los profetas y esperado como Mesías. Por esto Hero-
des, después de informarse sobre el lugar dónde debía nacer el Mesías, mató a los niños
inocentes en Belén; la samaritana le dijo al Señor que el Mesías iba a llegar pronto; Nicode-
mo estaba sorprendido y le visita para obtener más información; también Gamaliel, cuando
defiende a los Apóstoles, posiblemente era por tener serias dudas sobre la mesianidad de Je-
sús, pues en aquella época habían aparecido falsos mesías que murieron o fueron dispersa-
dos sus seguidores (cfr. Hechos 5, 35-39); e incluso los Apóstoles, aunque tenían su confu-
sión sobre el alcance de lo que iba a ser el Mesías, se ve en el Evangelio que también lo es -
taban esperando.
f) Todos los fundadores se erigen en modelo de sus respectivos seguidores (Mahoma
es además intercesor ante Alá). En el caso de Jesucristo sus seguidores desean y buscan ser
transformados en Cristo (para mí la vida es Cristo, dice san Pablo), es decir, es el molde.
Los sacramentos son formas de incorporación y transformación en Cristo.

Vamos a analizar ahora algunos elementos importantes de la religión cristiana.

La Encarnación.- Lo más característico del Cristianismo, lo que los distingue y sepa-


ra de toda otra religión es la Encarnación. Esto es muy importante ya que en todas las reli-
giones es el hombre el que busca a Dios, pero en el Cristianismo el mismo Dios se encarna
precisamente para buscar al hombre. Esto tiene otra consecuencia ya mencionada: es la
única religión en que se afirma que su Fundador no es un hombre que habla en nombre de
Dios, sino que es verdadero Hombre y verdadero Dios. Jesucristo no es simplemente
hombre sino carne, es decir, no se trata de carne aparente (como decían los docetas), tuvo
todas las limitaciones de la carne menos el pecado. Esta carne es el soporte de nuestra sal-
vación, la santa Humanidad de Jesucristo nos sirve para alcanzar la divinidad. Gracias a la
inculturación del misterio de la Encarnación toda la cultura occidental ha captado el valor
del hombre, su dignidad.

Monoteísmo trinitario.- Aunque es una religión monoteísta (el politeísmo como reli-
gión es una degeneración del monoteísmo), la fe cristiana afirma que en una naturaleza di-
vina, en ese único Dios hay tres Personas. La Trinidad está constituida por las relaciones
personales que el hombre puede intuirlas, pero sin llegar nunca a su total comprensión: es
un misterio que desborda la capacidad del intelecto humano.
A cada una de las Personas se le atribuye una misión. Aunque siempre es Dios quien
obra:
- al Padre se le atribuye la Creación y lo podemos venerar viendo la belleza de toda la
naturaleza que nos ha dado, se podría decir que la Creación es la espalda de Dios;
- al Hijo se le atribuye la Redención. La cercanía de Dios se capta mejor viendo la
Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad que es Dios con nosotros, que es herma-
no nuestro. Y Jesucristo manifiesta claramente a Dios;
- a la Tercera Persona de la Trinidad se le denomina el Santificador, pues se le atribu-
ye que otorga la vida espiritual a todos.
Ambos misterios (Encarnación y Trinidad) están profundamente relacionados. Es sin-
tomático que, cuando tiene lugar la Anunciación con el mensaje del ángel, se manifiesta
también la existencia de la Trinidad, pues el Padre envía al ángel, y el Espíritu Santo es el
que “cubre con su sombra” a María que concibe a Jesucristo, la Segunda Persona de la Tri-
nidad. Además en los primeros siglos la herejías cristológicas estaban asociadas con las he-
rejías trinitarias.

La creación.- Es obra exclusiva de Dios: no tiene ningún “demiurgo” como ocurre


en otras religiones. Dios saca al mundo de la nada (esto es exclusivo de la religión bíbli-
ca), y ese mundo es dado al hombre como jardín de delicias. Dios está fuera del mundo y,
por tanto, la creación no es una realidad sagrada. Dios mueve todo con el Amor, que es la
gran “fuerza” creadora y conservadora. El Dios cristiano es un Dios que es Amor y que
ama.
Dentro de la creación lo más digno y elevado es el hombre: un ser hecho a imagen y
semejanza de Dios y, además, se realiza sólo “imitando” a Dios, por medio su capacidad
amorosa: el hombre sólo es verdadero hombre conoce la verdad y cuando ama. El hombre
es libre y esa libertad (realidad que desarrollaron precisamente los pensadores cristianos) es
el mejor regalo que en lo humano nos ha dado Dios. Es la capacidad de conocer y elegir lo
bueno, es poder querer lo que se debe y no simplemente hacer lo que se quiere. Gracias a la
libertad podemos amar bien (el amor es el primer acto de la libertad), podemos buscar a
11

Dios y así (sólo así, pues somos sus criaturas), logramos ser buenos, voluntariamente bue-
nos. “Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti” decía san Agustín.
Pero la libertad, para que sea verdadera, debe poder desviarse del bien, pues de los
contrario seríamos marionetas. Y éste es el camino por el cual entra el mal en el mundo, es
decir, el pecado por el cual el ángel primero y el hombre después, pierden su amistad con
Dios, dañándose profundamente a sí mismos.

La muerte redentora de Jesucristo.- Al separarse el hombre de Dios voluntariamen-


te con su pecado, viene el mismo Dios encarnado para hacer la redención de la humanidad
y así somos librados del pecado, del demonio y de la muerte. La muerte de Cristo fue vo-
luntaria. Por esto dice Juan Pablo II: “¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Crea-
dor, si ha merecido tan gran Redentor, si Dios ha dado a su Hijo a fin de que él, el hombre,
no muera, sino que tenga vida eterna (Ioh 3, 16)! En realidad ese profundo estupor al valor
y la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir Buena Nueva. Se llama también Cris-
tianismo”. Gracias a esa muerte se nos perdonan los pecados gracias a esta muerte vamos a
resucitar.

Dios en el hombre: la gracia.- El destino del hombre cristiano es Dios (no simple-
mente como Creador, sino para gozar del amor paternal de Dios, para ser introducido en la
Trinidad). Para esto no le bastaba con la libertad y por esto recibió una ayuda especial que
se llama gracia: sin ella el hombre no puede alcanzar la intimidad divina. Algunas veces
se piensa que la vida cristiana se limita a una serie de aspectos de la fe que hay que saber y
creer, unido a diversas y prácticas de culto. Esto es una lamentable reducción: la vida del
cristiano es vivir en Cristo (en esta tierra de una forma, y después de la muerte de otra más
profunda). Conviene acordarse de las palabras de Jesús en la Última Cena: “Permaneced en
mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece
en la vid, así tampoco si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros lo sarmientos. El
que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada”
(Jn 15, 4-5). Y esto no es solamente una bella imagen, sino una auténtica realidad. Cada
cristiano en la medida que alimenta su vida por su unión con Cristo, vive cada vez más la
vida de Cristo y así puede llegar a afirmar con san Pablo ‘vivo, pero ya no vivo yo, sino que
Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, el
cual me amó y se entregó a sí mismo por mí’ (Gal 2, 20). Participar de la vida de Cristo sig -
nifica de algún modo participar de la vida e intimidad del Hijo de Dios, es decir recibir la
gracia, y ser convertidos, por eso mismo, también nosotros en hijos de Dios.
La gracia es un don: por eso hay que pedir a Dios esa ayuda. Hemos de huir del error
de pensar que sólo con nuestras fuerzas podemos vivir como hijos de Dios. Sin la gracia es
imposible entrar en la vida sobrenatural, en la intimidad con Dios y tampoco es posible vi -
vir una vida plena en el aspecto meramente humano. Y además la gracia es un cierto antici-
po de la vida eterna.

La Iglesia y los sacramentos.- La Encarnación implica que así como Jesucristo se


hizo Mediador entre Dios y los hombres, pues nadie puede ir al Padre directamente. Esto
significa que el cristiano aislado no puede salvarse: le hacen falta mediadores. No en vano
decía Tertuliano: “un cristiano, ningún cristiano”. Por esto Jesucristo nos dio la Iglesia, el
12

sacerdocio, el Magisterio, los sacramentos (que son las huellas que dejó Jesucristo en la tie-
rra en el momento de encarnarse), la familia y el prójimo en general, etc., que no son más
que actualizaciones de su única mediación. Gracias al Bautismo empezamos una vida
nueva que se refuerza en la Confirmación. En la Confesión el cristiano se encuentra con Je -
sucristo y se le perdonan los pecados, desaparecen, no existen. Y con la Eucaristía tenemos
una unión hasta material con al mismo Cristo. Es el memorial de la muerte y resurrección
de Jesucristo, sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de amor; banquete pascual en
el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia se recibe una prenda de la gloria futura.

La salvación del hombre entero.- El Papa Juan Pablo II dijo en cierta ocasión: “La
resurrección de Cristo no es un ‘añadido’ de la historia, sino que es la misma historia del
hombre que se inscribe en ese día único que ha hecho el Señor para poder hacer nuevas to-
das las cosas”. La Pascua cristiana no es una simple fiesta, es una renovación del aconteci-
miento más importante de toda la historia humana: la redención del hombre. Decimos que
Cristo nos redime con los acontecimientos pascuales porque mediante la fuerza que dimana
de la Cruz y de la Resurrección, no sólo expía nuestros pecados, sino nos restaura a una
vida nueva: la vida del hombre resucitado. “Si la carne no tuviera que ser salvada, en modo
alguno se hubiera hecho carne el Verbo de Dios” (San Ireneo). Por tanto está claro que,
como ya hemos dicho antes, gracias a la Encarnación “la carne es soporte de la salvación”
(Tertuliano). Creemos en Dios que es el creador de la carne; creemos en el Verbo hecho
carne para recatar la carne; creemos en la resurrección de la carne, perfección de la crea-
ción y redención de la carne. En efecto, todos nos damos cuenta que en nuestra alma anida
el mal y en nuestro cuerpo hay enfermedad y muerte, pues bien, la Encarnación tiene por
objetivo sanar ambas cosas: el alma la salva al recibirse la gracia y goza de Dios en el mo-
mento de la muerte y el hombre entero se salva con la resurrección de la carne. Es decir,
Dios se encarna para salvar al hombre entero. Por el sacrificio de Cristo “el hombre vuelve
a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad. En el misterio de
la Redención, el hombre es confirmado y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Él es
creado de nuevo!” (Juan Pablo II). La resurrección de la carne es una realidad gozosa y sor-
prendente y, además, es tan esencial en el Cristianismo que sin admitirla no se puede ser
cristiano. “La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos
por creer en ella” (Tertuliano). Y por esto así se entiende que la Virgen haya recibido ya el
premio en su alma y en su cuerpo: hay una razón de congruencia en el dogma la Asun-
ción de María. Volveremos sobre esto más adelante.

La moral cristiana.- La moral es, sobre todo y ante todo, una doctrina sobre el
hombre, es decir, tiene que hacer resaltar la idea del hombre y la moral cristiana tiene que
tratar del hombre como criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. Esta afirmación de la
Teología moral refleja un hecho que los cristianos de hoy han perdido la conciencia: noso-
tros asociamos el concepto de moral la idea de la doctrina del hacer y, sobre todo, del no-
hacer, del poder y del no-poder, de lo mandado y de lo prohibido. La doctrina moral de
Santo Tomás de Aquino expresa con claridad: 'La moral trata de la verdadera idea del
hombre'. Naturalmente que también trata del hacer, de obligaciones, mandamientos y peca-
dos; pero su objeto principal, en que se basa todo lo demás, es el verdadero ser del hombre,
la idea del hombre bueno". El hombre es criatura de Dios, pero gracias a la Redención,
13

el Dios lo ha hecho hijo adoptivo suyo, es decir, somos hijos de Dios, y le ha otorgado un
fin sobrenatural.
Para entender cómo es el hombre cristiano, lo más básico es la libertad. Y el hombre
es libre para poder amar, para poder hacerse bueno a sí mismo. O el hombre es una criatu-
ra amorosa o es un ser frustrado, incompleto, deforme. Además, por el hecho de ser criatu-
ra, debe entender que Dios le hizo, podríamos decir, incrustándole la llamada ley moral
natural: no es que debe “obedecer” la ley, sino que él lleva la ley moral natural grabada en
su ser (como un piedra lleva la ley de la gravedad). El hombre además tiene una luz divina
impresa en su alma que se llama conciencia que le permite saber en las situaciones concre-
tas dónde está el bien y dónde está el mal. Además, el hombre está inclinado hacia el bien, a
pesar de tener una cierta tendencia hacia el mal. Si quiere y se esfuerza en seguir la inclina-
ción al bien, cada vez hará el bien con más facilidad y de modo más espontáneo: a esto se le
llama virtud. Si, por el contrario, no quiere seguir la inclinación que Dios le ha dado hacia
el bien siguiendo su concupiscencia, se desvía del bien y pasa a ser vicioso haciéndose da-
ño a sí mismo. No es que, cuando el hombre peca, “Dios le va a castigar”, sino que el hom-
bre se deforma. Los actos buenos o malos le afectan siempre en lo profundo de su ser on-
tológico. Los actos humanos le van configurando, de modo que se puede decir que el hom-
bre en cierto modo es su propio progenitor y se va transformando haciéndose bueno o
malo.
Aunque el hombre tiene impresa la ley moral natural para alcanzar su fin como cria-
tura, Dios en el Antiguo Testamento le entregó los Mandamientos que constituyen una ayu-
da externa para conocer mejor dicha ley moral. Aparte de esta ayuda, en el Nuevo Testa-
mento hay otra ayuda: la llamada Nueva ley que esencialmente es la gracia, a la que se le
llama, ley de la perfecta libertad, pues por medio de ella el hombre recibe un nuevo pro-
fundo impulso interior para ser fiel al mensaje del Evangelio y a las exigencias de Dios.
Existan también en el Nuevo Testamento normas morales específicas, por ejemplo, en
el Sermón de la Montaña (en especial las Bienaventuranzas que son actitudes fundamenta-
les del cristiano). También forma parte del mensaje moral del Nuevo Testamento el Sermón
de la Cena, en donde Jesucristo da una primacía al amor de una manera muy superior a los
Mandamientos del Sinaí. En el Sermón de la Cena se capta bien que el hombre es esencial-
mente una criatura amorosa, pero también las parábolas están llenas de actitudes morales,
en especial amorosas, que ilustran muy bien cómo debe ser la vida cristiana.
Otros elementos propios de la Moral del Nuevo Testamento son, por ejemplo: la hu-
mildad cristiana (el hombre necesita tener siempre una actitud interior y profunda del
alma que le lleve a verse como lo que es: como criatura); el afán de cumplir la Voluntad
de Dios (no basta simplemente cumplir las obligaciones que tenemos, hemos de saber qué
nos pide Dios en cada momento); la pobreza cristiana (que empieza con el desprendimien-
to de nosotros mismos, pero hay que estar también desprendidos de los bienes materiales,
sean pocos o muchos); el mensaje sobre la familia, el matrimonio y la virginidad (el ma-
trimonio y la virginidad son dos caminos para entregarse y amar, para ser santos); la impor-
tancia de la vida diaria y, por tanto, el valor de las cosas pequeñas (el cristiano no debe
esperar que ocurran acontecimientos extraordinarios para ser buenos: la Virgen vivió una
vida sencilla); también debe vivirse la vida moral en el trabajo profesional; en el Nuevo
Testamento se enseña a los cristianos el modo de luchar contra las tentaciones y contra el
mal; el precepto de la caridad, que ya se ha mencionado, es querer querer, y no limitarse al
14

egoísta principio de “no maltratar, pero sí ignorar” o también el tratar a las personas “como
se merecen”: basta pensar en el mandato cristiano del amor a los enemigos; la actitud ante
el dolor y la muerte (es decir, entender que lo que hace infeliz al hombre es no querer su-
frir y ver siempre el dolor y la muerte como respuesta de la naturaleza ante el mal uso de la
libertad tanto propia como ajena, por lo cual hemos de enfrentarnos con el dolor con deseo
de asumirlo cara a Dios y con solidaridad hacia todos los hombres); la esperanza cristiana:
alegría y optimismo (por la relación que hay entre el amor y la alegría, el cristiano debe ser
alegre, optimista: la alegría es un bien cristiano, la alegría es obligatoria), pues siempre se
puede decir: esto terminará bien, ya que sólo pensando que tenemos en esta vida, gracias al
amor de Jesucristo, el sacramento de la confesión para la salud del alma, y en la otra la re-
surrección para la salvación del cuerpo, podemos ser optimistas.
Al analizar el elenco mencionado de los elementos más sobresalientes del mensaje
moral del Nuevo Testamento, ya se ve que la moral no son simplemente mandamientos y
obligaciones: la moral cristiana no es una moral de mínimos.

La inculturación de la fe.- Son muchas las consecuencias que ha tenido para la cul-
tura occidental la asunción de la fe cristiana. No vamos a hacer un elenco completo, pero si
es de interés señalar algunos aspectos:
El ver a Dios no sólo todopoderoso (Aristóteles), sino también como creador (reve-
lado), hizo desaparecer el politeísmo y el dualismo (un dios bueno y un dios malo). E hizo
ver a Dios como el omnipotente que existe y nos quiere.
Otro aspecto se deduce del hecho de la Creación como “habitat” del hombre del cual
éste era el que tenía que dominarlo, pero sabiendo que era patrimonio de la humanidad ac-
tual y futura. Esto dio como consecuencia una desmitologización de la naturaleza: sólo
Dios es Dios y la tierra no es sagrada, aunque debe ser cuidada como un regalo de Dios
para todos (los que viven ahora y los que vendrán después).
La realidad de la Creación por parte de Dios y del hombre como ser superior creado a
imagen y semejanza de Dios, también dio lugar a entender siempre la superioridad del
hombre sobre la materia, que en otras culturas es algo que no fueron capaces de alcanzar.
Además desapareció de los ambientes cristianos otra consideración dualista que ve en la
materia el mal: la materia es buena. Por tanto, no hay alimentos “impuros” y la materia no
hace pecar, peca el hombre con su libertad. Es buena la materia y el hombre la puede usar
con libertad: son buenas la comida y la bebida, es bueno el amor corporal matrimonial.
La creación del hombre como imagen y semejanza de Dios, la Encarnación (una Per-
sona con dos naturalezas) y el misterio de la Trinidad (tres Personas y una sólo naturaleza),
permitieron ver la profunda realidad de lo que significa no sólo la naturaleza humana, sino
también la persona humana (concepto propiamente cristiano). La persona (cualquier per-
sona) es de Dios y sólo de Dios y está ante Dios y para siempre.
Además en la Maternidad divina encontramos un nuevo elemento fundamental para
hacer justicia a la dignidad de la mujer, dándole una adecuada consideración social. Es sa-
bido que en los tiempos de Jesucristo dicha consideración estaba mermada (y que lo sigue
estando, sobre todo en las culturas no cristianas) y gracias a la realidad de la Maternidad di-
vina (María no sólo es Madre de Jesús, sino Madre de Dios y Madre nuestra), hizo posible
que en los ambientes cristianos la mujer gozara de consideraciones sociales cada vez mayo-
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res. Esto no significa que se haya llegado a sus últimas consecuencias y que no se hayan co-
metido algunos desvíos no acordes con el Evangelio.
Otro elemento propio de la cultura cristiana es el optimismo cristiano al explicar el
mal. Si no hay un dios malo y la materia no es mala, hay que explicar el mal y su origen. El
mal es la ausencia de bien y surge a partir de la libertad de la criatura (angélica o humana)
usada de modo deficiente. Tanto el mal eterno como el mal temporal son fruto del obrar li-
bre de la criatura. El mal temporal (tanto el dolor físico como el dolor moral) inmerecido
se entiende y se acepta iluminándolo con el paradigma de la Cruz al ver en él una fuerza
creadora del amor: el mal físico se acepta por amor a los demás por solidaridad a la vista de
los pecados propios y ajenos, pues éstos fueron su causa. El mal físico nos puede llevar a
enseñarnos a amar más, a hacernos más amorosos (y no simplemente aceptar los hechos do-
lorosos “resignados”), aunque algunos puedan rebelarse contra él. El mal eterno o infierno
no es un lugar preparado por Dios para castigar al hombre si tiene mal comportamiento:
Dios no creó el infierno. El infierno lo crea cada uno cuando al necesitar a Dios por ser
criatura suya se empeña en no estar con Él: esto es el infierno. Es un estado de autoexclu-
sión. Sólo van al infierno los que no desean estar con Dios y Dios les respeta su libertad.
Todo lo dicho es fuente de un profundo optimismo que se aparte del fatalismo de otras cul-
turas.
También el Cristianismo ha modificado la actitud ante el significado del tiempo. Al
nacer Jesucristo en un tiempo histórico determinado y redimirnos con su muerte y resurrec-
ción, hubo una recreación definitiva del hombre, y los temidos “ciclos” temporales de algu-
nas culturas en que se dice que hay siempre un nuevo retorno, desapareció. La filosofía de
la historia y la teología de la historia surgieron del Cristianismo: el tiempo es irreversible y
la historia no se repite. Dios es el Señor de la Historia. Y ha sido el cristianismo el que des-
cubrió la historia.
En relación al poder político, también el Cristianismo originó cambios substanciales.
Sabemos que el poder viene de arriba y que como existe una ley natural que afecta a todo
hombres, desaparece la legitimidad del tirano: el poder lo da Dios y el gobernante (sea cual
sea el modo de elegirlo) debe respetar al hombre. El gobernante no puede hacerlo todo, tie-
ne límites que debe respetar, pues hay una ley natural y el hombre por ser hijo de Dios, en
cierto modo, es sagrado. La democracia no la inventó el Cristianismo, pero sí se extendió y
se impuso gracias al Cristianismo. Pero la democracia puede transformarse en terrible tira-
nía si los que votan las leyes no tienen un concepto claro de ley moral natural que se debe
respetar: la libertad debe atenerse a la verdad.
También es fruto del Evangelio la separación del derecho sagrado y del derecho
público. Conviene recordar que en muchos países manifiestan el carácter sagrado de su es-
tructura política (basta recordar, por ejemplo, que en Japón el Emperador era considerado
dios al final de la última guerra). Es el Cristianismo el que manifiesta que el hombre goza
de libertad ante el Estado para practicar su religión y goza de libertad ante la religión
para pertenecer a cualquier partido político, aunque esto no significa que en la vida políti-
ca el cristiano tiene que poner su fe entre paréntesis o dejar de serlo.

Vamos a decir unas palabras sobre la situación actual del Occidente cristiano para in-
tentar entender las raíces de su insatisfacción religiosa.
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Algún filósofo ha señalado que el prototipo de homo faber en el mundo occidental


cristiano es una “herejía” fruto del mito del progreso. En efecto, hay que tener presente que
vivimos en una cultura de la Ilustración que es el prototipo de la llamada modernidad y cu-
yas ideas centrales son: la libertad de conciencia; el dominio del estado sobre la sociedad;
la creencia en el progreso lineal; el conocimiento científico experimental; la capacidad
transformadora del universo a través de la técnica. Todo esto ha dado lugar al homo faber.
Por debajo de los aspectos señalados y mezclado con todo ello, hay deformaciones en
el pensamiento actual, como son: el valor entendido como utilidad; la contemplación redu-
cida a acción; la eternidad reducida a temporalidad ilimitada; el bien entendido como pla-
cer; la libertad vista simplemente como irresponsabilidad.
Estos fenómenos tienen una actitud religiosa básica que que ya se ha mencionado: el
hombre occidental no quiere tener con Dios una relación de criatura a Creador. Si esta
relación no es buena, si el hombre no quiere aceptar que es criatura, todo se va transforman-
do y degenerando. Las consecuencias llegan de modo inexorable, pues algo que hace vio-
lencia a la realidad: el mundo occidental se está dejando llevar por un afán de dominar la
naturaleza, por el afán de tener, por el deseo de comunicarse, por el deseo de estar informa-
do, por el deseo de obtener placer, etc. Todo esto cubre un vacío y una insatisfacción esen-
cial: el hombre occidental, teniendo cada días más cosas, se siente desgraciado. Incluso el
afán de transformar (el mundo no hay que entenderlo, sino que hay que transformarlo, de-
cía Marx), ha afectado a la sociedad civil y a la religiosa (surgen también afanes de trans -
formaciones innecesarias en el plano eclesiástico).
Los cristianos al no conocer bien el Cristianismo (en parte porque no se ahonda en
la doctrina y en la moral), aunque tengan una cierta práctica religiosa, se sienten insatisfe-
chos y acuden a Oriente. Pensemos, por ejemplo en la reencarnación: si los cristianos cono-
cieran la riqueza de la Resurrección de Jesucristo (tanto desde un punto de vista apologético
como dogmático) y se les hablara con más claridad de la resurrección de la carne ¿acepta-
rían la reencarnación?

Por todo lo dicho, dentro de la crisis que tenemos, cada día son más los pensadores
que desean substituir los principios de la modernidad por otros principios, que desean en-
cauzar mejor la cultura actual y el Papa Juan Pablo II se afana para que nos demos cuenta
de quien es Dios y de quienes somos nosotros: que lo importante no es tener, sino ser,
que sólo es Jesucristo quien permite hacer entender al hombre que es el hombre.
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3. Descripción de algunas tradiciones religiosas importantes

Judaísmo.- El yahvismo israelita es la religión que tenía el pueblo que vivía en Israel,
tras la deportación a Nínive de los pertenecientes al reino se identifica con el judaísmo. El
año 587 a.C. el reino judío pasa a ser una provincia babilónica y el territorio ha estado so-
metido sucesivamente a los persas, griego-macedonios, romanos, árabes, turcos y británi-
cos. Pero los judíos, en su mayor parte, no residía allí. Tras la destrucción de Jerusalén y el
Templo por los romanos el año 70 d.C., se vieron obligados a vivir dispersos por el mundo
(diáspora) y no vuelven a su antigua tierra hasta la creación del estado de Israel en 1948.
Los elementos más importantes de la religión que hoy denominamos judía y que la di-
ferencian de las demás religiones son:
- su monoteísmo (Yawé nunca admite la existencia de otros dioses), que sólo se ex-
plica que se mantenga firme a lo largo de la historia milenaria, si se acepta que esta verdad
fue revelada, ya que el pueblo israelita vivía rodeado de pueblos que tenían otros conceptos
de la divinidad;
- la naturaleza de la moral que exige Yawé se basa sobre su santidad que lleva a pre-
miar (o castigar) a los justos (o a los pecadores) en esta vida. Les exige que cumplan el De-
cálogo y demás normas morales que entrega al pueblo hablando en primera persona (y no
en una atribución genérica a dios como se hace en las religiones de los pueblos vecinos);
- es una religión revelada. Dios funda esa religión, aunque se sirva de mediadores.
Los libros que se escriben están escritos por hagiógrafos humanos, pero es Dios el verdade-
ro autor de ellos;
- el Dios de Israel es masculino. En muchas religiones vecinas, la representación de
Dios está rodeado de mujeres. En el caso de Yawé tiene una naturaleza espiritual y no se
puede representar por medio de imágenes.
- la presencia de Yawé es operativa y presente. En algunas religiones aparecen los
dioses inactivos una vez que han creado su cosmogonía. En cambio Yawé sigue actuando
en el mundo y en el pueblo. No se puede deificar al rey que es siempre un servidor del pue -
blo: jamás será un dios.
- la venida escatológica del Mesías. El Mesías vendrá y debe ser esperado. Así se ex-
pone en la Enciplopedia del judaísmo, aunque algunas corrientes lo entienden de otra for-
ma.
- la resurrección de los muertos y el mundo futuro. Aunque en tiempos de Nuestro
Señor Jesucristo los saduceos no creían en la resurrección, el juadísmo ortodoxo la admite.

Actualmente se puede decir que se denomina Judaísmo el conjunto de grupos y co-


rrientes que tienen en común la veneración de la Torah y de la Tradición rabínica, así
como la institución de la sinagoga que después de la destrucción del templo en el año 70
d.C., encierra una especial importancia.
La Torah, contenida en la Biblia, se concibe generalmente como una realidad normati-
va. El Judaísmo tradicional respeta también el Talmud y la Mishna, que interpretan y desa-
rrollan la Torah.
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La Sinagoga nace unos siglos antes de Cristo con un fin pedagógico y para reflejar
cultos rituales propios del Templo en beneficio de los que no podían ir a Jerusalén. La Sina-
goga tiene tres funciones: es casa de reunión, es casa de oración y es casa de estudio. Es
el instrumento que mantiene el pueblo unido.
En el Judaísmo tradicional hay unos dogmas que todo judío debe aceptar, como son:
la trascendencia de Dios, la actividad divina creadora, la providencia, el juicio, la libertad
humana, la elección de Israel, la venida escatológica el Mesías, la resurrección de los muer-
tos y el mundo futuro.
Desde el medioevo el Judaísmo convive con la Cábala que es una corriente esotérica
de carácter místico. Da lugar a grandes especulaciones basadas, entre otras cosas en la in-
terpretación simbólica de los números. Durante el siglo XVIII hubo una cierta seculariza-
ción del Judaísmo tradicional que llevó a un alejamiento de la fe recibida para centrarse en
una visión del pueblo judío como vanguardia del progreso espiritual y moral de la humani-
dad. Otra corriente religiosa surgida en el s. XIX en Europa oriental, se enfrenta contra la
ortodoxia rabínica y se opone a las tendencias ilustradas, prefiriendo la piedad y el caris-
ma. El Judaísmo norteamericano es un grupo especial y tiene tres corrientes: reformada, or-
todoxa y conservadora.
El judaísmo reformado del s. XIX desea adaptar la práctica religiosa a las condicio-
nes cambiantes de la vida social. Piensa que hay una revelación progresiva y que las cere-
monias litúrgicas deben entenderlas los judíos modernos. El judaísmo ortodoxo es una re-
dacción frente al anterior. Acepta la Tradición judía y rechaza la crítica de la Biblia. Defien-
de un Mesías personal, se celebran en hebreo la liturgia, y los hombres y las mujeres están
separados en las sinagogas. El judaísmo conservador es una vía media entre las dos co-
rrientes citadas.
El Judaísmo se comprende a sí mismo como una unidad que se expresa en una comu-
nidad étnica y religiosa. Excluye expresamente la posibilidad de pertenecer al pueblo he-
breo y la pertenencia a otra religión. Domina un monoteísmo débil y un fuerte acento en la
libertad y la responsabilidad humana.
El Cristianismo conserva una relación especial con el Judaísmo por ser el pueblo de la
promesas y se tiene en común casi todo el Antiguo Testamento. Las relaciones entre Judaís-
mo y Cristianismo han cambiado mucho en los últimos años. Existen documentos que son
reflexiones significativas sobre el pueblo hebreo: Declaración Nostra aetate del Concilio
Vaticano II y más recientemente Nosotros recodamos: Una reflexión sobre la Shoah.

Islamismo.- Otra religión que ha salido de la Biblia, como el Cristianismo y el Jud-


aísmo, ha sido el Islamismo fundado por Mahoma (570-632). Islam significa sumisión a
Dios y un musulmán es uno que se somete a Dios. Es la religión que numéricamente sigue
al Cristianismo. Tuvo una expansión muy considerable en Asia y en África al absorber cul-
tos locales y dirigirlos hacia el monoteísmo. Su mensaje es sencillo: “No hay más Dios que
Alá y Mahoma es su profeta”. Se trata de una religión basada en la profecía que Mahoma
habría recibido a lo largo de su vida. Mahoma se presenta a sí mismo como el último de los
profetas, entre los que la religión musulmana incluye Adán, Noé Abraham, Jesús. Al prin-
cipio no parece que Mahoma quisiera fundar una religión nueva: cuando huyó a Medina ha-
cía oración él y sus seguidores, mirando a Jerusalén. Después de que los judís se separaron
de él, lo hizo mirando a La Meca. La sencillez de su doctrina explica su fácil desarrollo.
19

Mahoma era carismático, político, guerrero. Esto explica que los musulmanes sean tradicio-
nalmente más o menos agresivos.
. Según la Tradición islámica , las palabras del profeta fueron recogidas inicialmente
en materiales de tipo diverso como hojas de palmera, huesos planos de camello y piezas de
madera o pergamino. Más tarde fueron agrupadas en capítulos bajo la supervisión del pro-
feta. La versión final es posterior a la muerte de Mahoma y las recensiones actuales parecen
basarse en la llamada “recensión de Uthman”. Éste fue el tercer califa (644-656).
La doctrina y visiones de Mahoma están recogidas en el Corán que para los musulma-
nes es la misma palabra de Dios no creada. Según la doctrina musulmana el Corán tiene
por autor a Allah. El ángel Gabriel se lo dictó a Mahoma según un ejemplar eterno llamado
“Madre del libro”que se encuentra en el trono de Allah. De ese trono dependen, según los
musulmanes, la Biblia y el Corán.
Los estudiosos occidentales, al aplicar al Corán los mismos métodos que se utilizan
para la Biblia, deducen que la redacción es de fecha muy posterior y contiene, además de
las palabras del profeta, comentarios de tipo exegético. Este material se habría desarrolla-
do después de las conquistas musulmanas al encontrarse con cristianos y judíos. Estos he-
chos tienen consecuencias importantes para la historia inicial del Islam porque permiten su-
poner que las diversas instituciones musulmanas surgen unos dos siglos después de la
muerte del profeta con el fin de consolidad ideológicamente las conquistas árabes que com-
prendían extensos territorios en el s. IX.
Mahoma conoció en judaísmo y el cristianismo, pero de éste conoce a los nestorianos
y los monofisitas así como también los libros apócrifos del Nuevo Testamento y bajo esta
visión aparecen en el Corán. No aceptan que el Corán ha sido copiado de la Biblia y para
esto afirman que se trata de dos revelaciones de Dios: si son distintas el error está en la Bi-
blia. El Islam es, para sus seguidores, el retorno a la pureza de la religión de Abraham.

Los pilares básicos de la religión musulmana son:


a) La llamada shahada, ya mencionada, que constituye una profesión de fe que dice:
“Declaro que no hay más dios que Allah, y declaro también que Mahoma es el mensajero
de Allah”. Pronunciar esto ante testigos constituye la conversión al Islam.
b) El segundo pilar es la oración (salat), un deber fundamental que se práctica indivi-
dual y públicamente. En su forma pública se pronuncia los viernes y algunos días festivos.
Es un medio importante para reforzar la conciencia de grupo.
c) El tercer pilar es la limosna (zakat). La propiedad personal debe ser purificada me-
diante una contribución a la comunidad para ayudar el sostenimiento de los miembros más
débiles. Esto fue un modo de reorganizar la limosna que tradicionalmente daban los jefes
de las tribus.
d) El cuarto es el ayuno anual del ramadán que es el noveno mes del calendario lu-
nar musulmán. Prohíbe la comida y la actividad sexual desde el alba al anochecer.
e) El quinto es la peregrinación a la Meca que fue instituida en su forma final por
Mahoma el año 632, año de su muerte. Da cohesión a todo el Islam.

Además del Corán existe otro texto llamado Sunna que es una tradición que contiene
los dichos del profeta. La gran mayoría de los musulmanes se les denomina sunnitas. El
Corán y la Sunna, vistos como una unidad maduran en la concepción de la Sharia o ley di-
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vina musulmana. En el siglo VIII brillantes legistas islámicos elaboraron la llamada fiqh
que es la explicación de cómo la ley divina se manifiesta y articula en términos prácticos.
El fiqh ha tenido mucha importancia para estructurar la religión islámica.
El Dios de los musulmanes es un dios lejano. Es un ser que inspira más sobrecogi-
miento que amor y está más cerca del Motor inmóvil de Aristóteles que el Dios del Antiguo
Testamento. El Corán concibe la creación del mundo como un proceso continuo más que
como un acto singular realizado por el Creador. La escatología se entiende como un paraíso
para los musulmanes y un infierno para los incrédulos. El Islamismo predica un mensaje de
salvación, pero se salvan sólo los islámicos.
Desde el siglo IX se desarrolló en el seno del Islamismo una corriente mística que se
denomina movimiento Sufi. Este movimiento se inspiró en las iglesias orientales cristianas
y evitaron que el Islamismo fuera un conjunto de normas legales. Este movimiento ha con-
tribuido a la expansión del Islamismo en el África negra.
Un movimiento “herético” dentro del Islamismo son los shiitas de bastante importan-
cia y que no vamos a describir. El ayatollah Khomeini era shiita.
En los últimos años el Islam se ha esforzado en evitar una modernización y pretende
islamizar la modernidad. Es notable el influjo demográfico del Islam en el mundo occiden-
tal, pero en general el área de poder está todavía muy circunscrita a unas áreas determina-
das.

Lo oriental y lo occidental.- Una vez descritas las dos religiones más relacionadas
con el Cristianismo, vamos a describir otras de talante muy diverso por tener su origen en
Oriente. Para comprender estas religiones vamos a decir unas palabras sobre lo oriental y lo
occidental.

La mentalidad oriental tiene tendencia a ser más contemplativa que la occidental.


Se cuenta que un discípulo entregó a Buda una flor y le pidió que le explicara el secreto de
su doctrina. El maestro tomó la flor, la contempló en silencio durante un buen tiempo y, sin
palabras, con un gesto, indicó al discípulo extrañado que se retirara. Al parecer de esta ané-
cdota deriva el zen. Explicación: el misterio no se alcanza con palabras, sino con la sola
contemplación.
Aunque en Occidente, sobre todo desde Platón y después con el Cristianismo, se dé
una valor considerable a la contemplación (basta pensar en el valor de la oración mental
que se da en la vida cristiana), el espíritu occidental, ante una flor, tiende a reflexionar so -
bre el porqué del orden, del cosmos de la flor y del universo entero, a pesar de los cambios
que pueden darse en la flor, la hubieran analizado y clasificado desde un punto de vista bo-
tánico hasta “dominarla”. De esta actitud surgió la filosofía y la ciencia helénica, y por este
camino ha ido, en gran parte, la ciencia y la cultura occidental.
Siempre ha habido influencias mutuas entre Oriente y Occidente, han sido constantes
las intervenciones de un mundo en otro: hacia Oriente muchas han sido bélicas, como las
invasiones de los indoeruropeos (segundo milenio a. C.), Alejandro Magno, la cruzadas, la
penetración colonizadora de los s.XVII y XIX en toda Asia, etc. En sentido contrario han
sido más bien de orden religioso: las religiones mistéricas, el maniqueísmo, el Judaísmo, el
dualismo, etc. Aunque el Cristianismo se puede considerar también oriental enraizó en Oc-
cidente enseguida y al presentarse después en Oriente algunos lo interpretarán como “algo
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occidental”. Las influencias bélicas de Oriente sobre Occidente también han existido (los
persas, los hunos, los mongoles), pero han sido breves.
En la actualidad Occidente invade el Oriente con tecnología, productos industriales,
armamentos, etc. Por su parte Oriente exporta hacia Occidente religiosidad (no violencia,
misticismo, recursos psicotécnicos como yoga y zen, etc.). Las religiones orientales que in-
tentaron penetrar en el occidente cristiano en los primeros siglos no fueron asimiladas y,
poco a poco, fueron rechazadas. Ahora, que parece observarse una penetración mayor de al-
gunos aspectos de la religiosidad oriental entre cristianos, conviene analizar los motivos.
Pasemos ahora a describir algunos aspectos de diversas religiones orientales.

El Hinduismo.- La definición de Hinduismo es un complicado asunto académico que


sólo puede resolverse de manera aproximada. Propiamente no es una religión sino una cul-
tura y un modo de vivir y de pensar asociado íntimamente a una religión.
El término Hinduismo lo empezaron a usar los ingleses en el siglo XIX cuando domi-
naban la India para referirse a la religión de los habitantes de la India que no eran musulma-
nes, jaínis, parsis o cristianos. Después el término fue adoptado por los habitantes de la In-
dia.
El Hinduismo es una religión fuerte que da poca importancia al contenido doctri-
nal, pero con un ritual muy desarrollado. Sólo pueden celebrarse los ritos esenciales del
nacimiento, mayoría de edad, matrimonio y muerte con la asistencia de un sacerdote brah-
man. El Hinduismo tiene un sistema de castas y los brahmanes son una de ellas. El sistema
brahmánico ha impuesto en la cultura hindú normas opresivas sobre pureza y contamina-
ción, y ha dominado y domina extensas áreas geográficas y estratos sociales. Lo han logra-
do sin aliarse al poder temporal y sin imponer creencias únicas, mediante la regulación de
las relaciones entre castas y haciéndose indispensable para los ritos y leyes de la vida so-
cial.
Profundamente vinculado a la idiosincrasia de la India, el Hinduismo ha dado pruebas
de gran vitalidad y de una capacidad poco común para incorporar nuevos elementos e in-
fluencias y desarrollarlos según el propio genio cultural-religioso. Muchos han visto y ven
el Hinduismo como la esencia profunda de la India de modo que algunos piensan que sin
Hinduismo la India desaparecería en cuanto tal: sería como arrancar un árbol del lugar natu-
ral en que ha nacido.
La base del Hinduismo son los Vedas que, después de mucho tiempo de transmisión
oral, fueron fijados por escrito en un proceso iniciado a finales del segundo milenio y termi-
nado entre el 800 y el 500 a. C. Estos himnos se agrupan en cuatro colecciones, la más anti-
gua de las cuales es la compilación denominada Rig Veda. Los grupos siguientes son Sama
Veda, Yajur Veda y Atharva Veda. Esta literatura fue desarrollada por unos textos llamados
brahmanas, escritos en prosa y cuyo contenido es un ritual muy elaborado.
Otra etapa del Hinduismo es la que se desarrolla con la aparición de los Upanisadas
hacia la mitad del segundo milenio antes de Jesucristo en que se incorpora a la tradición re-
ligiosa la doctrina (que no aparece en los Vedas) de la naturaleza del alma individual y del
ciclo nacimiento-muerte-renacimiento, así como la esperanza de una liberación de estos ci-
clos de reencarnaciones.
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Una etapa final de la evolución del Hinduismo lo representa el poema didáctico Bha-
gavad-Gita (canto del Bienaventurado). Contiene la revelación de Dios como amor. Es un
punto de inflexión y un nuevo comienzo de la religión hindú
En la evolución del Hinduismo aparecen, en líneas generales, cuatro etapas:
a) un politeísmo muy similar al de otros pueblos indoeuropeos;
b) un panteísmo monista en que el alma individual aparece identificada con el Abso-
luto (Brahman);
c) una tercera etapa (s. IX y s. d. C.) monoteístas de gran intensidad, con una espiri-
tualidad religiosa y devota hacia la divinidad (Siva);
d) la cuarta etapa (s. XIX y XX) se manifiesta por la reafirmación de la esencia espi-
ritual del Hinduismo. A esta etapa pertenece Ghandi (1869-1948). Hay mayor responsabili-
dad social y un sentido crítico hacia las castas.
Téngase presente que esos periodos no sustituyen unos a otros sino que coexisten.

En el Hinduismo permanecen las castas; las técnicas de yoga, que ayudan al individuo
a liberarse del sufrimiento; la concepción del karma-samsara, en que el karma es una ley
inexorable de causa y efecto, y samsara es el ciclo de las reencarnaciones. Toda acción hu-
mana es el resultado necesario de las anteriores acciones humanas. Todo esto provoca un
conservadurismo notable con el mantenimiento de las castas y estratos sociales.

El Budismo.- Se saben muy pocas cosas de Siddhartha Gautama o Buda. Nace el


560 a. C. En la India septentrional, cerca de Nepal. Hijo de un príncipe de la casta de los
guerreros, se casa joven y, además de su esposa, tiene tres concubinas. Pero una noche re-
nuncia a su familia, a los privilegios de su casta y al palacio, para convertirse en uno de tan-
tos ascetas, vagabundos, absortos en la búsqueda de una verdad superior. La rigidez de su
vida ascética le pone al borde de la muerte. Consciente de ello busca una vida media entre
la fastuosidad primera y el rigorismo posterior, dedicándose a la meditación. Así obtiene la
iluminación interior de la que recibe el nombre de Buda o el Iluminado. Pasa el resto de su
vida enseñando el camino medio. Hasta aquí la historia de Buda.
Parece que, aparte de muchos datos también legendarios que no se transcriben, la es-
tatuaria budista lo representa muchas veces sentado en postura de yoga. Cerca del Ganges,
en un lugar denominado en la actualidad Buda-gaya, centro de peregrinación budista, per-
manece 49 días sumido en la meditación junto a una higuera, llamada desde entonces bodhi
(= iluminación). Por fin hacia la aurora de un día, intuyó la verdad y alcanzó la iluminación
después de pasar la noche contra los despiadados ataques de Mara, la muerte, con su ejérci-
to de demonios y sus propias hijas. La leyenda también señala que hubo diversas interven-
ciones preternaturales, con terremotos, lluvia de flores, etc. Desde ese momento se llamó y
fue Buda (en sáncrito) y Buda, “el Iluminado”, en castellano. Entonces conoce con claridad
meridiana lo que es la vida humana con su dolor, deseo insaciable y miseria.
La iluminación le impulsa a comunicar la verdad adquirida. Se encontró en Benarés
con cinco ascetas que fueron sus compañeros. Éstos lo reconocieron tras escuchar el llama-
do Sermón de Benarés. Con ellos funda la primera sangha o “congregación” de monjes o
bozos mendicantes. Pronto se adhirieron también laicos, que adoptan la moral budista y
atienden a las necesidades materiales de los monjes. Por deseo de su madre política, no sin
prolongada resistencia, admitió a mujeres. Así el Budismo se convirtió en una religión
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abierta a todos. Murió a los 80 años, después de predicar el resto de su vida la doctrina bu-
dista. Al morir pronunció las siguientes palabras: “Y bien, ¡oh discípulos!, yo os digo: todo
lo que existe es pasajero. Esforzaos sin cesar”. Su cadáver fue incinerado. Y sobre sus ceni-
zas, depositadas en diferentes lugares, se construyeron torres-relicarios.
El desarrollo del Budismo, a partir de este momento, es poco conocido. Hubo varias
escisiones por falta de autoridad común y por la gran ductilidad teórica y práctica de la
mentalidad india. Por eso aparecen diversas ramas búdicas, si bien sus raíces sin comunes.
El eje de la predicación de Buda está constituido por las cuatro nobles verdades:
a) Existe el sufrimiento. Buda acepta el proceso de las reencarnaciones, pero no ad-
mite ningún principio permanente que sea sujeto de dichas reencarnaciones.
b) El sufrimiento derivado de la samsara (ciclo de las reencarnaciones) se origina
por el deseo y la ignorancia que fuerza (hasta cierto punto) nuestras acciones.
c) Más allá de las penosas fluctuaciones del samsara existe una condición final libe-
radora denominada nirvana.
d) Un aspecto crucial de ese camino hacia el nirvana es comprender que todas las co-
sas, incluso el propio yo, no permanecen. El pensar erróneamente que permanecen es lo
que ocasiona el deseo y éste el sufrimiento.

El Budismo es un noble intento de suministrar un remedio al sufrimiento de la hu-


manidad y de elevar el impulso moral. Busca reprimir el egoísmo y el desarrollo de la soli-
daridad y ayuda mutua. Más que pretender que le sigan a él como fundador, Buda pretende
que cada uno capte por sí mismo la coherencia de la doctrina. Se dice que el Budismo no
necesita intermediarios. Por esto se opone al Hinduismo en cuanto ritual, formalismo reli-
gioso, la existencia de sacerdotes, etc. Buda coincide con el Hinduismo con el samsara,
pero modifica el concepto de karma que es algo esencialmente ético. Tampoco admite el
valor de las diferencias sociales. Admite las responsabilidad personal. Niega la existencia
de un Creador. Se puede decir que es una religión agnóstica. Señala que al final mueren in-
cluso los dioses.
Existe un monacato budista que son arquetipos de fieles budistas, los cuales por su
compasión hacia la humanidad se transforman en misioneros de las ideas de Buda.
El Budismo, que como vemos fue concebido como una filosofía y visión omnicom-
prensiva del hombre, se convirtió en religión al convertir a Buda en un ser trascendente
que objeto de fe y devoción, con una soteriología y una doctrina de transferencia de méri-
tos.
Una doctrina como la budista no podía ser compatible con el Hinduismo por esto está
prácticamente extinguida la doctrina de Buda en la India. Se extendió por el Tibet (s. VII a.
C.) en donde se ha diversificado en sectas. También en China (s. I d.C.) y junto al Confu-
cionismo y el Taoísmo es una de las tres religiones de China. Llegó a Japón desde Corea
(s. VI d.C.). La forma de Budismo japonés es el zen que penetró en dicho país desde China
(s. XII y XIII d. C.)
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4. La verdad y las religiones

Introducción.- En la actualidad muchos sectores de la sociedad moderna estiman que


la cuestión de la verdad es algo inalcanzable, es decir es un objeto inadecuado. Otras ve-
ces se estima que como la verdad muchas veces está lastrada de diversas concepciones su-
peradas, algo absolutistas. En otros casos de hecho se la disuelve en otras cuestiones como
son lo histórico, el diálogo, el lenguaje, la hermenéutica, etc. Así se explica que para algu-
nos historiadores de religiones el tema de la verdad/falsedad no es aplicable al estudio de
las religiones, pues éstas son doctrinas, experiencias, manifestaciones de cultos, etc.
En el Cristianismo la verdad es una categoría fundamental. Siempre ha afirmado el
carácter de ser la religión verdadera, aceptando que en las otras religiones hay “semillas
de verdad”. La religión cristiana nunca ha afirmado ser simplemente “una más” entre las
religiones existentes en el mundo. Así Pablo VI dice: “hemos de manifestar nuestra persua-
sión de que la verdadera religión es única, y ésa es la religión cristiana, y que alimentamos
la esperanza de que como tal llegue a ser reconocida por todos los que buscan y adoran a
Dios” (Enc. Ecclesiam suam n. 46).
Las religiones no son equivalentes. Enseñan doctrinas diferentes: a veces proponen
verdades y a veces proponen falsedades. El decir que todas las religiones son verdaderas es
lo mismo que decir que todas son falsas. Los cristianos afirmaron siempre que las su fe es
verdadera y que no lo son sólo para los cristianos, sino para todos. Por esto es importante
estudiar el tema de la verdad. La verdad existe, al verdad se busca, la verdad se conoce, la
verdad se realiza en la historia. Se denomina verdad “la adecuación del intelecto a las co-
sas” y que podemos ampliar diciendo que la adecuación del espíritu humano a la realidad.
Sólo Dios es la verdad misma y sólo en Él se adecúa lo subjetivo y lo objetivo. Y Dios ha
dado su verdad a los hombres.
La verdad completa del cristianismo se deriva dela Revelación divina que le confiere
la plenitud que es posible a una religión sobre la tierra. Pero el Cristianismo es perfectible,
pues vive en la historia y tiene la actividad del Espíritu Santo, prometido por Jesucristo, y
gracias a su acción puede cada día conocer más y mejor la doctrina revelada, lo cual signifi-
ca que las otras religiones pueden desempeñar en esta búsqueda un papel importante, pero
hace falta examinarlos críticamente.
Cuando se plantea el estudio de las religiones simplemente como un fenómeno de
búsqueda de superación constante con la ayuda propia o de las demás religiones, se estima
que una Revelación es superflua y que lo que debe buscarse simplemente es una verdad
práctica, un trabajar juntos por la justicia, una ética aceptable, una comunicación en lo que
es sagrado por parte de cada uno, etc. Algunos incluso piensan que una creencia debe ser
clarificada por otras creencias que afirman lo contrario. Visto así se renuncia a la verdad y
esto nunca puede dar lugar a una salvación. Hay que tener presente que es precisamente a
partir de la verdad de Dios se puede llegar a fundamentar la verdad religiosa y la praxis hu-
mana. No se puede aceptar el camino inverso.
Por tanto el tema de la verdad es necesario para una teología de las religiones. Si la
teología de las religiones no incluye la cuestión de la verdad se queda en una mera investi-
gación descriptiva de las mismas. Si se quiere no caer en el sincretismo hay que tener pre-
sente la cuestión de la verdad. No es lo mismo estar en la salvación que estar en la ver-
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dad. La perspectiva cristiana es que debe verse la salvación como verdad y el estar en la
verdad como salvación. Sacrificar la verdad es incompatible con la visión cristiana de la re-
ligión. El diálogo interreligioso sólo tiene sentido si se acepta la verdad y se busca. Lo con-
trario es un diálogo sin norma ni punto de referencia.
La Revelación de Dios en la Palabra se manifiesta como criterio máximo de verdad,
dado por Dios que es la verdad primera y última, y Jesucristo es la Revelación misma del
Padre en el Espíritu Santo. La salvación es consecuencia de la verdad salvadora. La verdad
salva a los hombres. No es una condición, sino la misma salvación, porque el ser humano
ha sido creado para la Verdad en un sentido ontológico y no sólo cognoscitivo.

Declaraciones de la Iglesia sobre la verdad del Cristianismo.- Han abordado la


cuestión de la verdad, entre otros documentos, la Constitución Lumen gentium y la Declara-
ción Nostra aetate y en la Declaración Dignitatis humanae.
En la Lumen gentium (n.16) se reconoce que hay verdad en las religiones y que di-
cha verdad es una preparación para el Evangelio. Así la Revelación es un paso de lo im-
plícito a lo explícito, de la preparación a la madurez.
En Nostra aetate se dice: “La Iglesia católica nada rechaza de lo que estas religiones
hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los
preceptos y doctrinas, que aunque discrepen en muchos puntos de lo que ella profesa y en-
seña, reflejan no pocas veces un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hom-
bres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo que ‘es el camino,
la verdad y la vida’ (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida reli-
giosas y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas” (n. 2).
En la Declaración Dignitatis humanae se hace la siguiente afirmación: “creemos que
la única religión verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica” (n.1). Subsiste signi-
fica que continúa existiendo, es decir, que la Iglesia querida por Cristo con Pedro y sus
Apóstoles es la actual Iglesia Católica presidida por el Papa y los Obispos, y esto, a pesar
de las lamentables divisiones que la historia ha producido. El uso del término subsiste obe-
dece al deseo de evitar el término es, para que la expresión concuerde mejor con la afirma-
ción de que hay elementos eclesiales en otros ámbitos. No se desea identificar la única re-
ligión verdadera y la Iglesia católica, a la vez que se debe aceptar que hay un vínculo entre
ellas.
Pablo VI en 1965 al hablar de que los católicos practican la única religión verdadera,
añadió: “Y las otras religiones? Son esfuerzos, intentos, brazos elevados al cielo que buscan
llegar allí, pero que no corresponden al gesto de que Dios ha hecho para venir al encuentro
del hombre. Ese gesto se llama Cristianismo”.
Juan Pablo II se ha referido al tema en diversos documentos: Enc. Redemptor hominis
(n.5), Dominum et vivificantem (n.53), Redemptoris missio (n.45), Ecclesia in Africa (n.
67), etc. En la Jornada de Asís (27 de octubre de 1986) explicó que sobre la celebración que
“la Iglesia es cada vez más consciente de su misión y de su deber de anunciar al mundo la
verdadera salvación, que se encuentra solamente en Jesucristo, Dios y hombre. Si: es sólo
en Cristo como todos los hombres pueden salvarse”. Pero afirmaba también la necesidad
de “descubrirlos rayos de la única verdad” que puedan albergarse en otras religiones.
26

La verdad en las religiones.- La noción de verdad en las diversas religiones es di-


versa, pero hay que tener presente que dicha noción al hablar de religión no es algo simple -
mente informativo, es el reconocimiento de una realidad profunda que tiene que ver con el
logro esencial de la vida humana. Así Verdad es, en último término, Tao, Nirvana, Dios.
Para el conjunto de religiones que denominamos Hinduismo la verdad no se alcanza
mediante la profesión de creencias religiosas, sino algo que trasciende y desborda los con-
ceptos humanos y se realiza dentro de uno mismo por la transformación espiritual. El
eterno principio brahman, que expresa la realidad más profunda de las cosas y es el hori-
zonte para la realización del yo, es puro gozo en la conciencia del propio ser; y la verdad
espiritual más honda consiste en darse cuenta, después de un largo proceso anímico, que la
autoconciencia es idéntica al brahman. Para el hinduismo hay niveles de verdad: un nivel
empírico y otro más profundo e inefable que es el descrito más arriba.
Algún maestro hindú considera que la esencia de la religión es ver a Dios como “el
Alma de nuestras almas, la Realidad en nosotros”. Todo lo que existe es manifestación del
Ser en sí mismo, que es el Dios impersonal, el Uno a través del cual conocemos, vemos
pensamos y existimos. El es la esencia de nuestro propio yo. La única realidad será el Dios
impersonal. Todo lo demás es irreal. Brahman es Verdad, es el Yo del hombre, y el fin de la
vida es conocer la Verdad. Logramos conocer la verdad cuando entendemos que somos una
sola cosa con el Ser Universal.
Otro maestro estima que el término Dios es un modo de denominar la verdad, que es
absoluta y omnicomprensiva. Se vincula la noción de unicidad absoluta de la verdad con la
unidad del género humano. Identifica el Yo con la verdad y con Dios, y llega a decir que la
oración es el culto al propio yo, porque invoca la divinidad dentro de nosotros. Admite
también un nivel de verdad empírica que es parcial y relativa, que son modos para trans-
mitir el sentido de la verdad absoluta. Mantiene en definitiva que todas las religiones
apuntan con su verdad empírica a una realidad última.

Para el Budismo la verdad es personal, en el sentido de que no existe si no hay al-


guien que la perciba y experimente. Como el Budismo lo que busca es la liberación supre-
ma, todas las proposiciones del Budismo deben ser consideradas en relación a esa intención
espiritual.
La ontología del Budismo desconfía de la realidad tal como se nos presenta a noso-
tros y los seres en general no son lo que parecen ser. Por esto tiene recelo del lenguaje y de
la formación de conceptos. Y así se entiende que lo que busca es una contemplación.
Los budistas suelen hablar de dos clases de verdades. Una que opera a través de las
apariencias y habla de cosas y personas. La otra trasciende el lenguaje y las distinciones
conceptuales para desembocar en el silencio. El primer nivel permite hablar de verdades, y
de hecho Buda, el perfecto iluminado, habla de cuatro verdades: que existe el dolor, exis-
ten unas causas del dolor, existe una terminación del dolor, y existe un camino práctico que
conduce a esa terminación. Pero toda esa doctrina no tiene valor si no va acompañada de
una experiencia personal. Algún maestro budista afirma que la Suprema Liberación “es la
ausencia de toda opinión, punto de vista e imaginación, es la cesación de toda actividad
mental que origina ilusiones”.
El contemplativo budista no se apoya en las palabras y por esto los budistas insisten
en que cualquier información o lectura no da ningún resultado: debe seguirse a un maes-
27

tro. Sin contacto con éste, los textos no pasan de ser palabras vacías que no entiende el que
no esté iniciado. El maestro trata de crear en los discípulos las condiciones para que experi -
menten acontecimientos y sensaciones interiores que permitan su reflexión y les conduzcan
a auténtico conocimiento. La iluminación es una joya preciosa que se consigue a un gran
precio. En definitiva el Budismo considera que la liberación se alcanza con una vida pura,
la realización de las buenas obras, el recto comportamiento moral, la compasión, el des-
prendimiento de los cuidados mundanos, la superación del egoísmo, y la serenidad de áni-
mo. Así se llega a la iluminación que es la salvación.
El carácter eminentemente empírico de estos caminos hacia la Verdad última, que
tiende a ser idealista y negativa, es algo que se aparta del sentido común según la cual
los sentidos externos no nos engañan y el lenguaje expresa de algún modo la realidad de las
cosas. No en vano afirma Juan Pablo II que san Juan de la Cruz empieza donde termina
Buda.

En el Islam la verdad se identifica con la realidad y es una atributo de Dios, que es el


Creador del mundo y el sostenedor de la justicia. Como realidad última Dios es la fuente
de la verdad para los hombres, especialmente reflejada en la sagrada recitación ‘revelada’
por el Profeta. El Corán es esencialmente verdad por ser un acto salvífico divino por el
que los creyentes son librados de la oscuridad.
También la verdad debe expresarse mediante la recta conducta moral. La palabra que
en árabe significa integridad, veracidad, fiabilidad es la cualidad de quienes hacen y dicen
la verdad. Expresar la verdad es seguir la voluntad de Dios, que es fuente de todo. Aunque
esta concepción de la verdad como un aspecto o atributo del ser divino y algo concentrado
en él, que se manifiesta en el comportamiento humano, tiene un aspecto de interés, pero hay
que tener presente que mantiene una cierta tensión con el mundo profano y sus derroteros.
Por esto el Islam no ha conseguido de hecho que la idea de verdad penetre en la realidad de
los hombres y de las cosas, y parece albergar una dicotomía entre verdades sagradas y pro-
fanas. Así se explica lo irracionales que algunas veces se presentan los musulmanes: no pa-
rece que haya para ellos posibilidad de una Verdad única que afecta a su fe y a su razón.

La verdad de las religiones.- La verdad diseminada en las distintas religiones (tanto


desde un punto de vista religioso como tradicional y sapiencial), proviene de diversas fuen-
tes, además de una revelación primitiva común a toda humanidad en el inicio de los tiem-
pos, pero la verdad aparece, a veces, deformada y corrompida, a través de diversos canales,
entre los cuales se pueden considerar los siguientes:
a) Reflexiones y enseñanzas de naturales filosófico-racional. Esto es lo que afirma
Juan Pablo II en la Encíclica Fides et ratio: “En distintas partes de la tierra, marcadas por
culturas diferentes, brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo que caracterizan el reco-
rrido de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿de dónde vengo y adónde voy?, ¿por qué
existe el mal?, ¿qué hay después de la vida?” Y señala el Papa que la contestación a dichas
preguntas aparecen en muchas culturas tanto de Asia como de Europa y afirma que tiene su
origen en la necesidad de sentido que acucia el corazón humano para poder así después en-
cauzar toda su existencia.
b) Saber recibido por tradición. Esto es algo vinculado a la autoridad de los anti-
guos y no tiene una explicación puramente racional. Se atribuye a videntes y a sabios, pero
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conviene advertir que no puede ser equiparada a los textos del Antiguo y del Nuevo Testa-
mento.
c) Mitos. El mito es un fenómeno que, como la religión, es originario. El mito expre-
sa anhelos y deseos de inmortalidad, divinización, fecundidad, a modo de presentimientos e
ilusiones legítimo de un futuro de plenitud, que peligra amenazado por el mal y lo negativo.
No es lo mismo el mito que la mitología, aunque esto forma el suelo del mito. Los mi-
tos se apoyan en elementos de la realidad ordinaria, interpretada por el hombre. La mitolo-
gía, en cambio, relata historias. Los mitos toman cuerpo en leyendas o narraciones de ori -
gen desconocido.
d) Códigos legales y ritos o ceremonias de culto.- Son normas que todos los pueblos
antiguos tienen para regular el orden social y manifiestan el sentido moral colectivo.

Los cuatro canales mencionados de verdad se influyen recíprocamente y no son com-


pletamente independientes.

Verdad del Cristianismo y verdad de las religiones.- Le fe cristiana supone una


plenitud de verdad religiosa (como dogma, como moral y como culto) que históricamente
muestra la Iglesia. Hay una realidad objetiva de una Revelación también objetiva y compro-
bada que se expresa mediante la fe en el Padre, Hijo y el Espíritu Santo.
El Cristianismo proclama de modo respetuoso, pero claro, una pretensión de legiti-
ma universalidad. La persona y la obra de Jesús es algo que afecta a toda la historia y a to-
dos los hombres. Tiene una tendencia a hacerse presente en todo el universo. Basta pensar
como simple ejemplo la celebración del nuevo Milenio. La proyección universal se apoya
en un conjunto de elementos históricos, exegéticos, filosóficos y teológicos que son accesi-
bles a la razón de cualquier ser humano. El mensaje universal de la Revelación se desarrolla
a través de la misma Iglesia animada por el Espíritu Santo y se desarrolla en contacto con
toda la humanidad, incluidas las demás religiones.
Puede decirse que ninguna religión es simplemente falsa. Todas poseen unas refle-
jos de verdad de la única verdad que ilumina a todos los hombres. Las verdaderas de las re-
ligiones participan de la verdad cristiana, que las purifica, las perfecciona y eleva. La refe-
rencia implícita al Evangelio de Jesús es una condición crucial para su respectivo progre-
so y desarrollo.
El Cristianismo debe estimular y despertar en las religiones el sentido y la capacidad
críticos que les permitan eliminar o reducir paulatinamente elementos (culturales, ambien-
tales, psicológicos) que resulten nocivos para su religiosidad. Este proceso se ha producido
en el politeísmo hindú, la mitología de alguna rama del budismo, a la mezcla islámica de lo
profano y lo religioso, a las costumbres inhumanas primitivas, etc. Y es posible que este-
mos asistiendo en la actualidad a un cambio de actitud hacia la mujer que en la religión mu-
sulmana.
29

5. La Revelación cristiana: el carácter absoluto del Cristianismo

El concepto cristiano de Revelación ha sido muy estudiado el s. XX y esto ha tenido


lugar por la crítica de la Ilustración sobre dicho concepto. La Revelación es la automanifes-
tación de Dios en la Palabra y en la Historia de la salvación. El Constitución Dogmática
Dei Verbum (n.2) señala: “La Revelación se realiza por obras y palabras que se hallan in-
trínsecamente ligadas. Las obras que Dios hace en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y lo que las palabras significan. Las palabras, a su vez, proclaman las
obras y explican su misterio”. La Palabra llega al hombre desde fuera, pero cuenta con la
capacidad de la persona para recibirla. Se dice por eso que el hombre es capaz de Dios. Lo
dicho significa que no es una revelación una intensa reflexión espiritual sobre la historia y
la experiencia. Tampoco es revelación la sabiduría acerca de las cuestiones últimas de la
existencia del hombre.
Algunas veces se han señalado los criterios que debemos tener en cuenta para tener
garantía de que algo es una auténtica revelación de Dios. Para ello deben coexistir simultá-
neamente:
a) el carácter moral y espiritual íntegro del intermediario divino;
b) el efecto saludable que trae consigo la experiencia de la Revelación (paz, humil-
dad, autoridad, conciencia de pecado, penitencia);
c) la inconmovible certeza y convicción interior del profeta sobre el origen del men-
saje;
d) coherencia intrínseca de la palabra que se comunica;
e) la continuidad entre lo que ya se conoce de Dios y el nuevo mensaje;
g) la armonía entre el contenido de lo comunicado y los hechos que forman su con-
texto histórico;
h) las obras extraordinarias realizadas por Dios para confirmar sus palabras.

La Revelación tiene una serie de aspectos que deben tenerse presentes:


1) En la Revelación se autocomunica la Trinidad. Y la Trinidad invita a los hombres
a una comunión con ella.
2) La Revelación de Dios consiste en último término en Jesucristo, nacido, muerto y
resucitado por nosotros.
3) La realidad de la Revelación implica la autoridad y mediación de la Iglesia, sin la
cual no es posible leer ni interpretar adecuadamente la S. Escritura. La Revelación no exis-
tiría sin la Iglesia.
4) La Revelación ha quedado cerrada con la muerte del último apóstol. Si Dios se ha
revelado completa y realmente en Jesús de Nazareth, no cabe esperar ya nuevas revelacio-
nes propiamente dichas: sólo podrá haber desarrollo gradual de lo ya revelado. Podrá haber
a lo largo del tiempo una comprensión cada vez más perfecta de lo que Dios ha dicho, pero
nada más.

Algunos autores se plantean la posibilidad de la existencia de una cierta revelación en


otras religiones. Hay que tener presente que no puede confundirse la Revelación cristiana
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con una apreciación fenomenológica de lo que se consideran situaciones revelatorias de


otras religiones. Aunque puedan existir ciertas luces en todos los hombres especiales a lo
largo de la historia, nunca tenemos garantía de la recta acogida e interpretación de dichas
luces por quienes las reciben. Por esto la Iglesia señala que sólo son libros inspirados los
del Antiguo y Nuevo Testamento. La religión revelada viene de Dios en un sentido que nin-
guna otra puede considerarse venida de Él. No obstante hay que señalar que todo conoci-
miento religioso viene de Dios, pues siempre Dios habla a los hombres. Siempre hay algo
verdadero en todas las religiones que puede estar más o menos sofocado por el sujeto re -
ceptor.
La Revelación judeo-cristiana trasciende y finaliza esas revelaciones, a la vez que,
purificadas, las incorpora. La Revelación cristiana no necesita esas luces para su plenitud
formal como Palabra de Dios. Entre la Revelación judeo-cristiana y los otros hechos existe
un desnivel, que afecta tanto al plano formal como al plano de los contenidos. Por esto no
puede hablarse de convergencia, suma o complementariedad de revelaciones.
Dice Juan Pablo II: “En esta Palabra definitiva de su revelación, Dios se ha dado a co-
nocer del modo más completo; ha dicho a la humanidad quién es. Esta autorrevelación defi-
nitiva de Dios es el motivo por el cual la Iglesia es misionera por naturaleza. Ella no puede
dejar de proclamar el Evangelio, es decir, la plenitud de la verdad que Dios nos ha dado a
conocer sobre sí mismo” (Redemptoris missio, 5).
“Es, por lo tanto, contrario a la fe de la Iglesia la tesis del carácter limitado, incomple -
to e imperfecto de la revelación de Jesucristo, que sería complementaria a la presente en las
otras religiones. La razón que está en la base de esta aserción pretendería fundarse sobre el
hecho de que la verdad acerca de Dios no podría ser acogida y manifestada en su globalidad
y plenitud por ninguna religión histórica, por lo tanto, tampoco por el Cristianismo ni por
Jesucristo”.
“Esta posición contradice radicalmente las precedentes afirmaciones de fe, según las
cuales en Jesucristo se da la plena y completa revelación del misterio salvífico de Dios. Por
lo tanto, las palabras, las obras y la totalidad del evento histórico de Jesús, aún siendo limi-
tados en cuanto realidades humanas, sin embargo tienen como fuente la Persona divina del
Verbo encarnado, ‘verdadero Dios y verdadero Hombre’, y por eso llevan en sí el carácter
definitivo y la plenitud de la revelación de las vías salvíficas de Dios, aunque la profundi-
dad del misterio divino en sí mismo siga siendo trascendente e inagotable” (Declaración
Christus Dominus n. 6).

¿En qué sentido se puede aceptar las revelaciones de otras religiones?


Para el Hinduismo la religión no es tanto una revelación a la que se accede mediante
una fe subjetiva, como un esfuerzo por desvelar los estratos y niveles más profundos del
ser humano y entrar en contacto con ellos. El alma solitaria y activa es aquí el lugar donde
nace la religión. El Hinduismo es la búsqueda del Absoluto. El hinduista concibe la reli-
gión como el desarrollo natural, aunque esforzado, de una vida auténticamente humana. El
mismo Gandhi manifestaba no creer en las palabras de las escrituras hindúes si iban en
contra de su sentido moral o de su razón. Por tanto, sus escritos pueden llamarse inspirados
como pueden calificarse así los escritos de los filósofos o autores lúcidos y penetrantes que
han existido en todas la épocas. Esto no impide reconocer que son los libros más antiguos
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que han expresado la existencia de leyes superiores a las humanas y de un Ser divino en el
que se encuentra la raíz de nuestro propio ser.
En el caso del Budismo el término revelación está fuera de lugar. La definición que
dan los mismos budistas de su religión así como lo que señalan sus conocedores no admiten
en el Budismo una revelación propiamente dicha. El Budismo es una religión universal que
mejor puede comprenderse sin acudir a una revelación. Su fundador la plantea como el re-
sultado de una exploración autosugestionada de las profundidades del espíritu humano.
Se puede decir que las revelaciones en el Budismo son propiamente revelaciones místicas
personales que sirven para una renovación espiritual. Lo cual no impide una admiración por
los buenos resultados personales que produce en muchos de los seguidores esta religión.

En la religión islámica sus seguidores afirman lo contrario que en el Budismo: ellos


sí afirman que su religión es revelada, que es palabra de Dios transmitida por el profeta.
En el Corán hay muchos elementos tomados de la Biblia cristiana (Abraham, Moisés, Jesús,
María...), pero a quien está familiarizado en la Biblia le resulta difícil reconocer los perso-
najes o los acontecimientos tal como aparecen allí. Como ya se insinuó antes, los Musulma-
nes incluso señalan que la Biblia tal como está conservada e interpretada por los judíos y
por los cristianos, tiene demasiados elementos humanos para admitirla como Palabra divi-
na.
En el Islam se destaca: un mensajero (Mahoma), un mensaje (monoteísmo) y una tra-
dición oral y luego escrita que es el Corán. Hay que tener presente que el Corán da muy po-
cos datos de Mahoma y los materiales de la tradición no resultan del todo fiables. Por
ejemplo, la afirmación de que es un profeta semejante a Moisés son sospechosas. Y esto lle-
va a tener que tener cautela para aceptar todas las afirmaciones. También los dichos del pro-
feta (no escritos por testigos oculares) no ofrecen garantía de unos buenos intermediarios.
Por esto es posible que sean sólo en parte verdaderos.
Mahoma tenía una atractiva personalidad que le generó abundantes admiradores y se-
guidores. Se comportó con dignidad en la persecución de que fue objeto, y su solidez de ca-
rácter le permitió arrostrar con entereza moral los riesgos de presentar ante sus paisanos una
imagen impopular. Era de carácter excitable y violento. Se piensa que este modo de ser no
siempre la permitía distinguir con claridad entre visiones y sucesos reales. La vida públi-
ca de Mahoma era una combinación entre religión y política, en la que radica para muchos
la clave de su éxito.
El Corán, en sus primeros pasajes, está dirigido a personas que conocen ya el mono -
teísmo y esto se explica por la influencia judeo-cristiana en Arabia, es decir, las tribus en
tiempo de escribirse el Corán, no eran completamente politeístas. De todas formas la tarea
de Mahoma tiene una importancia indudable. Elevó mucho la religiosidad de aquellos pue-
blos, pero no parece que tuviera ninguna revelación externa, aunque pudo tenerlas de na-
turaleza intelectual.
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6. La salvación cristiana y la salvación en las demás religiones

Se entiende por salvación la superación de una situación adversa que afecta los aspec-
tos fundamentales de la existencia. Existe el mal, el dolor, la muerte que impiden la pleni-
tud del ser humano. La salvación se puede usar en diversos niveles: salud física, alcanzar
una meta espiritual importante, justicia social, vida eterna, etc. En el mundo actual algunos
piensan que el hombre no necesita salvación: él crea los problemas y él los resuelve, pues
está en condiciones de hacerlo. Por esto confía en la ciencia, en la organización, en la eco -
nomía, etc. Pero, al mismo tiempo, existe una evidencia (o al menos la sospecha) de que la
muerte es insoluble, y que muchas otras descompensaciones no será posible resolverlas.
No todas las religiones tiene una idea clara de lo que significa salvación, pero siempre
se plantea como un asunto individual, aunque no haya para alguna de las religiones un más
allá claro, como en el caso del Cristianismo.

Hinduismo.- Para los hindúes la salvación es el centro de su sistema religioso y su


preocupación casi exclusiva. Para ello admite la reencarnación (esto no aparece todavía en
los Vedas). La reencarnación va unida a la doctrina del karma en los Upanisadas y estos ci-
clos constituyen una prolongación interminable (samsara). El hombre debe romper ese ciclo
buscando una liberación.
El alma es idéntica al Brahman, pero el alma, en su núcleo más profundo, no coincide
con el yo que es el que transmigra de un cuerpo a otro. No es fácil en el pensamiento hindú,
la distinción entre el alma y el yo. Lo cierto es que extinguido el karma el alma es absor-
bida definitivamente en una realidad única y eterna.
Los caminos para conseguir esto son numerosos, pero hay tres más importantes:
- la vía ascética, que por la negación a las necesidades y exigencias del cuerpo, se
producen energías sobrehumanas que permiten la realización de cualquier deseo;
- la vía del conocimiento, que no acepta como suficiente la sola vía ascética. Quien
llega a percibir existencialmente que el principio individual (atman) es idéntico al principio
último de la realidad (brahman), se disuelve en éste después de la muerte. Se trata de una
salvación místico-racional en que hay un retorno al Uno. Es como una iluminación suprema
que lleva a la disolución de la conciencia individual.
- la vía de la unión con Dios es la tercera vía que conecta con la anterior y es la vía
del amor. La gracia redentora de Dios lleva al amor del hombre por Dios y al amor de Dios
por el hombre.
El yoga se conecta con los tres vías mencionadas. Se trata de un control de la respira-
ción y el dominio de las funciones corporales y del pensamiento que apuntan a evitar las
fluctuaciones de la mente y provocan la concentración sobre lo que es único. Así se alcanza
la experiencia existencial de la unidad en el fondo del ser.

Budismo.- El Budismo se entiende como una salvación. Tiene de común con el Hin-
duismo la reencarnación y el karma, pero acepta la meditación como vía de iluminación
para entrar en el nirvana y evitar así nuevas reencarnaciones. En este sentido se puede en-
tender el Budismo como una religión, aunque no hay propiamente una re-ligación con Dios.
33

Como la vida del hombre no es más una de las muchas vidas de un ciclo de sufrimien-
tos, es necesario seguir una senda de introspección, abnegación y disciplina para llegar así a
la iluminación y a la consiguiente liberación del ciclo de los sufrimientos. Después de la
muerte hay dos posibilidades: volver a nacer en un cuerpo de un animal, humano o celeste,
o alcanzar el nirvana que está por encima de la muerte. De todas formas hay que tener en
cuenta que hay varias tradiciones del Budismo. El nirvana, si se quiere interpretar como
huida de la existencia que es sufrimiento, tiene que ser la no-existencia. Es un asunto deba -
tido, pues puede ser: la aniquilación, la vida eterna (descanso imperecedero), existencia
ética en el mundo (es decir el nirvana sería una elevada situación ética) y situación inefa-
ble en que el tiempo y la persona misma son trascendidos (es lo que experimentan los per-
fectos iluminados antes y después de la muerte).

Islamismo.- La fe musulmana no incluye una concepción de la salvación propiamente


dicha, pero hay elementos para hablar de una soteriología islámica.
Someterse a la voluntad de Allah, tener plena confianza en Él y en sus designios es
algo siempre bueno para el hombre. Esto es la garantía de la salvación y esto es lo que sus
seguidores afirman que hizo Mahoma que es el modelo. Pero la salvación es corporativa,
es decir, hay que pertenecer a la comunidad islámica. Los que no andan por esta vía (como
los judíos y cristianos) están excluidos de la salvación.
Para los musulmanes hay un juicio (que realizan dos ángeles) que comprueban si
hubo fe y buen comportamiento terreno del difunto. Así se decidirá si va al infierno o al
paraíso. Admiten la resurrección, pero así como el cielo es para los cristianos algo de tipo
espiritual, el Corán interpreta el paraíso como un lugar físico, aunque algunas corrientes lo
interpretan como un estado de unión con Dios.

Doctrina cristiana sobre la salvación.- La doctrina cristiana, ya en el Antiguo Testa-


mento, se presenta como una doctrina salvadora. Y el que salva es Jesucristo que se pre-
senta como Salvador del género humano. Jesucristo se presenta como el Mediador (divino y
humano a la vez) que remueve todos los obstáculos para que el hombre se una a Dios. Es
Dios quien se acerca a la humanidad para salvarla. La redención es una iniciativa de Dios
para liberar al hombre.
La salvación está vinculada a la creación, pues ésta es el primer acto de la historia de
la salvación y no una antesala de la redención: cuando crea al hombre ya desea salvarlo,
desea que sea feliz. La redención se refiere a la verdad, valor y destino último de toda la
realidad creada: habrá un hombre nuevo y también unos cielos y una tierra nueva. “Dios
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,
4). “Por nosotros y por nuestra salvación, bajó del cielo y se hizo hombre”. Así se entiende
la frase de “feliz culpa” la de Adán y Eva que merecieron y modo tan milagroso de salvar al
hombre como fue la Encarnación. La salvación es una acción trinitaria ya que el Padre nos
salva a través del Hijo, que es el Mediador y somos redimidos por la Gracia increada del
Espíritu Santo que nos vivifica.
La salvación debe ser acogida por el hombre. Dios llama para que el hombre está
con Él, pero esto se verifica a través del tiempo. El tiempo es importante en el Cristianis-
mo, pues el Salvador vino en un tiempo determinado y los hombres a través del tiempo (no
como los ángeles) se purifican y construyen su propia salvación con la ayuda y el impulso
34

de Dios. Hay una salvación del pecado que no incluye propiamente en esta vida la libera-
ción del dolor y sufrimiento, sino de un modo fragmentario. Sólo en la otra vida estaremos
libres de todos los males del alma y del cuerpo. El que salva es Jesucristo, pero no salva
simplemente con su ejemplo, nos salva con su muerte, resurrección y ascensión al cielo1.
Él expía por todos los pecados de los hombres de un modo vicario: nosotros merecemos
ante Dios por los padecimientos de su Hijo y su sangre que “quita los pecados del mundo”.
Dice Juan Pablo II: “Cristo, Salvador universal, es el único Salvador. San Pedro lo
afirma claramente: ‘no hay ningún otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por el que
hayamos de ser salvados’ (Hech 4, 12). Al mismo tiempo es proclamado el único mediador
entre Dios y los hombres, como enseña la primera carta de San Pablo a Timoteo (1 Tim 2,
5-6)... Así pues, no se puede admitir, además de Cristo, otras fuentes o caminos autónomos
de salvación”.
Inseparable de Jesucristo e instituida para esto, la Iglesia ejerce su ministerio de sal-
vación, y así se le puede llamar “sacramento universal de salvación”. No es un signo salví-
fico, sino que otorga los medios para salvarse. Nadie puede salvarse solo: “un cristiano,
ningún cristiano”. Para salvarnos necesitamos mediadores: la Iglesia, pero también los me-
dios que da Dios de modo providencial (la familia, los amigos, los enemigos, etc.)
La salvación viene de fuera y desde dentro del ser humano se inicia en el tiempo y se
desarrolla en el tiempo y está destinada a todos los hombres. Es un don de Dios que el
hombre debe acoger. La salvación comienza en la vida terrena y su plenitud está después de
la muerte, y afecta tanto al alma como al cuerpo.

1
En el momento en que Jesucristo baja a los infiernos y su cuerpo permanece en el sepulcro, salva todos los
justos que dejaron la vida terrena, y los justos que mueren después no se pueden salvar sin Jesucristo.
35

7. Relaciones del Cristianismo con las demás religiones

a) la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate.- En 1965 el Concilio Vati-


cano II promulgó la Declaración2 Nostra aetate sobre la relación de la Iglesia con las reli-
giones no cristianas. El documento se inició por el deseo del Papa Juan XXIII de hacer un
documento positivo y reconciliador en relación a los judíos, pero después se amplió a otras
religiones no cristianas en especial el Islam, el Hinduismo y el Budismo.
El documento hace al principio una referencia al carácter religioso del hombre y des-
pués de referirse al Hinduismo y al Budismo, señala la frase ya mencionada: “la Iglesia Ca -
tólica nada rechaza de lo que estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sin-
cero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que aunque discrepen
en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, reflejan no pocas veces un destello de
aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”.
No hace referencia a la revelación sobrenatural y considera el acercamiento del
hombre a Dios a través de la religión natural, por medio de la conciencia racional y de la
ley natural en general. Este decir, se apoya en la naturaleza y no en la gracia. Algunos auto -
res interpretan que para el Concilio las religiones son realidades culturales que pertenecen a
la bondad natural del hombre.
Al tratar de las diversas religiones la más respetada es el Judaísmo que se halla ínti-
mamente unido al Cristianismo por motivos históricos y teológicos. Al Judaísmo le sigue el
Islam por tratarse una religión monoteísta que ha tomado elementos tanto del Judaísmo
como del Cristianismo. Viene después (en orden de importancia) la religiones asiáticas que
no son monoteístas, pero contienen sabiduría y valores para la vida humana que pueden y
deben ser apreciados por los cristianos. Se les reconoce una especial capacidad cultural y
una secular labor educativa en los pueblos que las practican. No se hace referencia a las
religiones chinas (Taoísmo y Confucionismo) ni de la japonesa (Shintoísmo). El animismo
no se menciona explícitamente y cae bajo el grupo de lo que denomina el documento “las
demás religiones”.
Al tratar de Judaísmo considera a los judíos como una nación de promesas y pactos
divinos que sigue siendo el pueblo elegido y amado por Dios en atención a sus padres, por-
que el plan divino de salvación no se ha alterado. Hay continuidad histórica y la misma sus-
tancia religiosa entre el Judaísmo y el Cristianismo. Usa la expresión revelación divina que
no se usa para ninguna otra religión. Condena el antisemitismo y afirma que la reconcilia -
ción con el pueblo judío forma parte de la esperanza de la Iglesia.
El Islamismo cae bajo una consideración especial por respeto que siente la Iglesia ha-
cia el monoteísmo musulmán. No hace referencia a Mahoma. No se le reconoce una reve-
lación propiamente dicha.
El Hinduismo se le ve como una religión que se orienta hacia la exploración de lo di-
vino que se “expresa mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con las penetrantes
2
Una Declaración es un término por el cual de define un documento que no enseña doctrinas nuevas, como
resultado el desarrollo y de la explicitación de la fe, sino que reafirma y reasume la doctrina de la fe católica
definida o enseñada en precedentes documentos del Magisterio de la Iglesia, indicando su recta interpretación
frente a errores y ambigüedades doctrinales.
36

percepciones de la filosofía”. Admite que buscan lo divino y en la dirección correcta, sin


alcanzar logros efectivos y concretos de la verdad religiosa.
Sobre el Budismo dice que en esta religión “según sus diversas formas, se reconoce la
insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino para que los hombres,
con espíritu devoto y confiado, puedan adquirir el estado de perfecta liberación ya sea la
suprema iluminación, por sus propios esfuerzos o apoyados en un auxilio superior”. No
comenta los efectos o finalidad salvíficos de ese esfuerzo.

b) la Declaración Dominus Iesus.- La Declaración lleva como subtítulo “Sobre la


unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia” y tiene fecha de 6 de
agosto del 2000. Consta de los capítulos siguientes:

I. Plenitud y carácter definitivo de la revelación de Jesucristo


II. El Logos encarnado y el Espíritu Santo en la obra de la salvación
III. Unicidad y universalidad del misterio salvífico de Jesucristo
IV. Unicidad y unidad de la Iglesia
V. Iglesia, Reino de Dios y Reino de Cristo
VI. La Iglesia y las religiones en relación con la salvación
Conclusión

El documento se publicó con motivo de los errores que contiene la aceptación de un


pluralismo religioso que lleva a considerar cualquier camino como un itinerario adecuado
para la salvación del hombre. Este resultado es fruto de un conjunto de fenómenos, que
menciona el Cardenal Ratzinger, como son: la imposibilidad de la comprensión de la ver-
dad divina; el concepto relativo de verdad; el exasperado subjetivismo que considera la
razón como única fuente de conocimiento; el vaciamiento metafísico del misterio de la en-
carnación; la aceptación de sistemas filosóficos sin atender a su coherencia interna ni a su
incompatibilidad con la fe cristiana; la tendencia a interpretar textos de la Escritura fuera
de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
La consecuencia de esto es la no aceptación de Jesús de Nazaret con figura histórica
única con la realidad misma del Dios vivo o bien la negación que su revelación sea tam-
bién completa y definitiva, lo cual haría de las otras religiones complementos de la reli-
gión cristiana. De ahí surge que la Iglesia tampoco tiene ni la verdad completa ni los me-
dios de salvación de valor absoluto.
Para algunos el diálogo se transforma en ideología y en vez de entender la Iglesia
como una columna de verdad que pide conversión, con la ideología del diálogo confunde
ésta con la esencia del dogma, y sirve para poner en el mismo plano la propia fe y las con-
vicciones de los demás. De este modo se tiene la pretensión de purificar las diversas con-
cepciones religiosas propias y ajenas en relación con Jesucristo. A la disolución de la cristo-
logía se sigue la disolución de la eclesiología.
Hay que tener presente que aceptar el relativismo como cultura de la humanidad hace
que la tolerancia, es decir, la ética que lleva al respeto del no creyente que toma en serio la
libertad de la fe, se confunde con una apreciación de que todas las religiones son iguales y
no existiese una verdad objetiva y universal en materia religiosa. Si falta una idea clara de
37

la verdad, el aprecio por las otras religiones carece de sentido, pues no se posee ningún cri-
terio para constatar lo que es positivo y lo que es negativo.
No puede considerarse como preparación para el Evangelio todos los contenidos de
las otras religiones, sólo lo será si hay verdad, es decir, si el Espíritu actúa en dichas religio-
nes. En este caso sí se podrá hablar de semillas de verdad. Todo lo que hay de bueno y ver-
dadero en todas las religiones debe reconocerse y valorarse. Pero no se puede caer nunca en
una mentalidad indiferentista. Como ya se mencionó anteriormente hay una frase en la
Declaración Dignitatis humanae n.1 que dice así: “Creemos que esta única religión verda-
dera subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación
de difundirla a todos los hombres, diciendo a los Apóstoles: ‘Id, pues, y enseñad a todas las
gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles
a observar todo cuanto yo os he mandado’ (Mt 28, 19-20). Por su parte todos los hombres
están obligados a buscar la verdad, sobre todo referente a Dios y a la Iglesia, y, una vez co -
nocida, a abrazarla y practicarla”.

En la Declaración se señala, en su aspecto cristológico, tres verdades que se deben


mantener firmemente y son:

a) la plenitud y carácter definitivo de la Revelación de Jesús (n. 5-8). Se señala con


claridad que “la verdad sobre Dios no queda abolida o reducida porque está dicha en un
lenguaje humano; más bien, al contrario, sigue siendo única, plena y completa, porque
quien habla y actúa es el Hijo de Dios encarnado” (n.6).
Se distingue entre fe teologal y creencia. La fe significa el asentimiento a la verdad
manifestada que Dios ha revelado, en cambio la creencia es experiencia religiosa que busca
la verdad absoluta.
También se afirma que los únicos libros inspirados son el Antiguo y el Nuevo Testa-
mento, aceptando sin embargo las riquezas espirituales que puede haber en libros de otras
religiones que reciben de Cristo los elementos de bondad y gracia en ellos presentes.

b) la unidad de la economía salvífica del Verbo encarnado y el Espíritu Santo (n. 9-


12). Esto significa que Jesús de Nazaret no es una encarnación histórico-salvífica, sino la
encarnación de Verbo. Sólo Jesús es el Verbo encarnado.
Otro aspecto que se detalla es que no existe una doble economía salvífica: una del
Verbo eterno y otra distinta del Verbo encarnado en Jesús: Jesús es el único mediador.
Tampoco se puede afirmar que el Espíritu Santo tiene una acción más amplia que el
Verbo encarnado: el Verbo encarnado es el lugar de la presencia del Espíritu Santo.

c) la unicidad y universalidad del misterio salvífico de Jesucristo (n. 13-16).


La voluntad salvífica universal de Dios se cumple de modo pleno y definitivo con
la encarnación del Verbo, y esto es así por tener que ser siempre fiel al dato revelado. La
fe cristiana ha afirmado siempre que Jesucristo con su encarnación ha regalado a la Huma-
nidad la verdad de la revelación y su vida divina.

Además, en lo referente a los contenidos eclesiológicos (cfr. capítulos IV, V y VI de


la Declaración), se señalan algunas verdades como son:
38

a) la ya mencionada realidad que la única Iglesia subsiste en la Iglesia católica, aun-


que existan también Iglesias particulares no católicas. Y esto es así por tener sacramentos,
aunque falte una plena comunión con la Iglesia universal;
b) al recordar que la Iglesia es germen e inicio del Reino de Dios, y aunque éste no
se identifica con la Iglesia está indisolublemente unida a Cristo y a la Iglesia;
c) una tercer aspecto mira a la salvación: hay “una real posibilidad de la salvación
en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a tal salvación”
(n.20);
d) las demás religiones, por sí mismas, no son vías de salvación. Esto no impide que
puedan recibir la gracia divina aunque se encuentren en una situación deficitaria. Y recuer-
da que los hijos de la Iglesia deben tener presente que no pueden pensar que se salvan por
sus propios méritos;
39

Anexo

Sobre el libro de Jacques Dupuis Hacia una teología cristiana


del pluralismo religioso

El libro no es una teología de las religiones, sino sobre significado del pluralismo reli-
gioso, es decir, busca el significado de la existencia de las diversas religiones dentro del de-
signio divino hacia toda la humanidad.
La Congregación para la Doctrina de la Fe después de analizar con el autor el conte -
nido del libro, redactó una Notificación que fue aceptada por el mismo Dupuis para las fu-
turas ediciones del libro, así como para tenerla presente en las diversas actividades teológi-
cas del autor.
Con objeto de enriquecer todo el contenido de lo expuesto en el presente folleto, se
incluye el texto completo de la Notificación:

I. A propósito de la mediación salvífica única y universal de Jesucristo

1. Se debe creer firmemente que Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, crucificado y
resucitado, es el mediador único y universal de la salvación de toda la humanidad.
2. También se debe creer firmemente que Jesús de Nazaret, Hijo de María y único
Salvador del mundo, es el Hijo y el Verbo del Padre. Para la unidad del plan divino de sal -
vación, centrado en Jesucristo, se debe considerar además que la acción salvífica del Verbo
se realiza en Jesucristo y por Jesucristo, Hijo encarnado del Padre, como mediador de la
salvación de toda la humanidad. Por lo tanto, es contrario a la fe católica no solamente afir-
mar una separación entre el Verbo y Jesús, o entre la acción salvífica del Verbo y la de Je -
sús, sino también sostener la tesis de una acción salvífica del Verbo como tal en su divini-
dad, independientemente de la humanidad del Verbo encarnado.

II. A propósito de la unicidad y plenitud de revelación de Cristo

3. Se debe creer firmemente que Jesucristo es mediador, cumplimiento y plenitud de


la revelación. Por tanto, es contrario a la fe de la Iglesia sostener que la revelación de Jesu -
cristo o en Jesucristo es limitada, incompleta e imperfecta. Además, aunque el pleno cono-
cimiento de la revelación divina se tendrá solamente el día de la venida gloriosa del Señor,
la revelación histórica de Jesucristo ofrece ya todo lo necesario para la salvación del hom-
bre, y no necesita ser completada por otras religiones.
4. Es conforme a la doctrina católica afirmar que las semillas de verdad y bondad que
existen en otras religiones son una cierta participación en las verdades contenidas en la re-
velación de Jesucristo o en Jesucristo. Al contrario, es opinión errónea considerar que esos
elementos de verdad y bondad, o algunos de ellos, no derivan, en última instancia, de la
mediación fontal de Jesucristo.
III. A propósito de la acción salvífica universal del Espíritu Santo
40

5. La fe de la Iglesia enseña que el Espíritu Santo, operante después de la resurrección


de Jesucristo, es siempre el Espíritu de Cristo enviado por el Padre, que actúa de modo sal-
vífico tanto en los cristianos como en los no cristianos. Por tanto, es contrario a la fe católi-
ca considerar que la acción salvífica del Espíritu Santo se puede extender más allá de la
única economía salvífica universal del Verbo encarnado.

IV. A propósito de la ordenación de todos los hombres a la Iglesia

6. Se debe creer firmemente que la Iglesia es signo e instrumento de salvación para


todos los hombres. Es contrario a la fe de la Iglesia considerar las diferentes religiones del
mundo como vías complementarias a la Iglesia en orden a la salvación.
7. Según la doctrina católica, también los seguidores de las otras religiones están or-
denados a la Iglesia y están llamados a formar parte de ella.

V. A propósito del valor y de la función salvífica de las tradiciones religiosas

8. Según la doctrina católica, se debe considerar que “todo lo que el Espíritu Santo
obra en los hombres y en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones,
tiene un papel de preparación evangélica (cf. Lumen gentium, 16)” (cf. Redemptoris missio,
29). Por tanto, es legítimo sostener que el Espíritu Santo actúa la salvación en los no cristia-
nos también mediante los elementos de verdad y bondad presentes en las distintas religio-
nes, pero no tiene ningún fundamento en la teología católica considerar estas religiones, en
cuanto tales, como vías de salvación, porque además en ellas hay lagunas, insuficiencias y
errores acerca de las verdades fundamentales sobre Dios, el hombre y el mundo.
Por otra parte, el hecho de que elementos de verdad y bondad presentes en las distin-
tas religiones puedan preparar a los pueblos y a las culturas a acoger el evento salvífico de
Jesucristo, no implica que los textos sagrados de las mismas puedan considerarse comple-
mentarios al Antiguo Testamento, que es la preparación inmediata al evento mismo de Cris-
to.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el transcurso de la audiencia del 19 de enero de


2001, a la luz de los pasos dados, ha confirmado su aprobación a la presente Notificación,
decidida en la sesión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado que sea publicada.

Roma, sede de la Congregación de la doctrina de la fe, 24 de enero de 2001, memoria


litúrgica de san Francisco de Sales.
41

Bibliografía

Com.Teol. Inter. Cristianismo y religiones


Concilio Vaticano II Declaración Nostra aetate
F. König (ed.) El Cristianismo y las religiones de la tierra BAC
José Morales Teología de las religiones Rialp
José M. Casciaro Jesús en el Corán
Scripta Theologica 30, 1998 pp.13-38
Francisco Conesa Sobre la “religión verdadera”
Scripta Theologica 30, 1998 pp. 39-85
Juan Pablo II Enc. Redemptoris missio
Juan Pablo II Ex. Ap. Ecclesia in Asia
Manuel Guerra Historia de las religiones 3 vol. Eunsa
S.C.D.F. Declaración Dominus Iesus
VV.AA. Enciclopedia GER Rialp

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