Vincentiana
Volume 46 Article 80
Number 4 Vol. 46, No. 4-5
7-2002
Algunas Cualidades de un Buen Formador
Robert P. Maloney C.M.
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Article 80.
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Algunas cualidades de un buen formador
por Robert P. Maloney, C.M.
Superior General
9.VII.2002
I. El contexto cambiante y algunas llamadas interpelantes en la actualidad
Desde tiempos de San Vicente ha habido muchos cambios, pero la
llamada para ayudar en la formación es hoy tan persistente como lo fue en su
tiempo. Es más, aún es mayor hoy día. En los últimos años, ésta es la llamada
que he oído con más frecuencia. Estas llamadas tienen su propio carácter actual.
Significativos factores actuales han dado a estas llamadas un nuevo contexto y
contenido.
1. La expansión de la Iglesia en Asia, África y América Latina y la
necesidad de formadores bien preparados
Durante el pontificado de Pablo VI, el rostro de la Iglesia cambió
considerablemente. Por vez primera, la mayoría de sus miembros se encontraban
en el hemisferio sur. Al inicio del tercer milenio, las zonas de su más rápido
crecimiento se encuentran en Asia, África y América Latina. Esto es lo que
Walbert Buhlmann llama “la llegada de la tercera Iglesia” 1. En realidad,
solamente en el siglo XX, como Karl Rahner apuntó con frecuencia, la Iglesia
católica se ha convertido en una “Iglesia universal” 2.
Muchas de las cartas que pasan por mi mesa incluyen numerosas llamadas
procedentes del hemisferio sur buscando ayuda para la formación. Obispos y
superiores provinciales me escriben diciendo que, más que la carencia de
recursos económicos, sufren la carencia de personal bien formado y maduro para
dar una buena formación a los ministros laicos, las religiosas y los sacerdotes. A
veces, suplican elocuentemente: “¡Si usted pudiera solamente ayudarnos durante
cinco o diez años, mientras nosotros formamos a nuestros formadores, el futuro
estaría bien preparado!”.
2. Un renovado interés por la “Familia Vicenciana”
En los últimos siete años, muchos grupos que comparten el carisma de
Vicente de Paúl han aumentado su convencimiento de ser miembros de una
1
Walbert Bühlmann, The Future of the Church (Maryknoll, New York: Orbis, 1986) 4-5; cf., W.
Bühlmann, The Coming of the Third Church (Slough, England: St. Paul Publications, 1976).
2
Karl Rahner, The Abiding Significance of the Second Vatican Council, en Theological Investigations
XX, 90-102; cf. también The Future of the Church and the Church of the Future, en Theological
Investigations XX, 103-114; cf. también Aspects of European Theology, en Theological Investigations
XXI, 83.
París, Mes Vicenciano, 9 Julio 2002. -1-
“familia”. Del nivel internacional al nivel local, hemos comenzado a reunirnos
con mucha mayor frecuencia, a colaborar en proyectos a favor de los pobres, a
orar juntos y a dialogar sobre otros modos en los que podríamos estar más
estrechamente unidos, preservando siempre las notas distintivas de cada grupo.
En este contexto, se ha percibido de forma clara y rotunda la llamada a una
mutua ayuda en la formación.
En las reuniones de 1999, 2000, 2001 y 2002, los responsables de algunas
de las principales ramas de la FV hablaron de varios proyectos de formación:
a. un libro que articulase los cimientos de la espiritualidad vicenciana
vivida por los laicos (hombres y mujeres) y los concretase desde la
experiencia del laicado;
b. el uso del Internet como un instrumento de formación;
c. un documento preparado por la AIC para los asesores espirituales
de sus grupos, uno de cuyos principales papeles es la formación;
d. la preparación de un documento semejante para los asesores
espirituales de JMV, sobre el que ustedes dialogarán durante estos
días;
e. este encuentro de París para los asesores espirituales de nuestros
grupos laicales.
Pocas llamadas son tan intensas como la llamada a la formación que
procede de las diversas ramas de nuestra familia: la AIC, las Hijas de la Caridad,
la Sociedad de San Vicente de Paúl, los grupos de jóvenes, la Asociación de la
Medalla Milagrosa y otros muchos.
3. El rápido crecimiento de los grupos de Juventudes Marianas
Vicencianas
Estos grupos cuentan en la actualidad con unos 75.000 miembros en todos
los continentes. La difusión de estos grupos en los últimos años ha sido
sorprendente. El 2 de febrero de 1999, la Santa Sede aprobó el primer Estatuto
Internacional de la JMV. En agosto de 2000, en Roma, tuvieron su primera
Asamblea General, con delegados procedentes de 46 países.
En algunos países, como por ejemplo en España, estos grupos cuentan con
un programa de formación muy bien articulado. Otros países se están esforzando
por crearlo. Pero, desde todos los aspectos, el clamor por la formación es
elocuente.
Uno de los retoños de JMV ha sido MISEVI, cuyos Estatutos
Internacionales fueron aprobados por la Santa Sede el 7 de abril de 1999.
MISEVI prepara misioneros laicos vicencianos para trabajar en las misiones ad
París, Mes Vicenciano, 9 Julio 2002. -2-
gentes. Les proporciona formación, un emplazamiento de trabajo apostólico, un
ambiente comunitario, apoyo material y espiritual, y ayuda en la reinserción en
su propio país cuando regresan de la misión. Es evidente que la formación inicial
y permanente de sus miembros es un desafío nuevo e importante. MISEVI tuvo
su primera Asamblea General en enero de 2001, contando con la participación de
70 personas procedentes de 16 países.
4. Cambios en la metodología
Hoy damos gran importancia a una metodología que se adapte a la persona
del oprimido 3, en la que tanto el educador como los educandos aprendan
recíprocamente, en la que los maestros no sólo evangelicen, sino que sean
evangelizados por los pobres. Los documentos actuales hacen notar que las
personas no deben ser únicamente objetos de formación, sino que deben ser
sujetos en el proceso formativo.
Hoy también hablamos de la necesidad de ayudar al pobre en su
“autopromoción”. El Documento Final de la última Asamblea General de
Delegadas de la AIC, tenida en Querétaro (México), del 17 al 23 de noviembre
de 1998, habla de ayudar a otros a que “lleguen a ser agentes multiplicadores” de
acciones orientadas a la transformación de las estructuras sociales.
Finalmente, los documentos pontificios de estos últimos años
constantemente han subrayado la necesidad de la inculturación. Una más
profunda comprensión de la antropología y de los valores y las carencias de las
diversas culturas que se encuentran con el evangelio permite al cristianismo no
sólo purificar las culturas, realizando un papel profético al denunciar el mal que
echa sus raíces en ellas, sino también enriquecerse con esas mismas culturas,
encontrando nuevos caminos mediante los que poder expresar los auténticos
valores humanos y cristianos.
II. Diez características de un buen formador, hoy
Permítanme comenzar con una breve cita de la segunda carta de Pablo a
los Corintios 4:
Donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Por nuestra parte, con la
cara descubierta, reflejando como en un espejo la gloria del Señor nos
vamos transformando en esa misma imagen...
3
Cf. Paulo Freire, Pedagogy of the Oppressed (New York: Herder and Herder, 1970).
4
2 Cor 3, 17-18.
París, Mes Vicenciano, 9 Julio 2002. -3-
Pablo se maravilla del trabajo del Espíritu Santo que transforma a los
creyentes en imágenes de Cristo, que, a su vez, es imagen del Padre. Esta gracia
fundamental de la Nueva Alianza se nos ofrece no sólo en el bautismo, sino una
y otra vez a lo largo de nuestras vidas. Somos llamados a una continua
conversión al Señor, a la formación permanente en Cristo. Movidos por la gracia,
permanecemos abiertos al trabajo de transformación que Dios realiza.
Disponemos una morada para el Señor en nuestros corazones a fin de que pueda
transformarnos. A esta disponibilidad a la transformación la llamamos
“formación”.
Permítanme sugerirles diez características de un buen formador, hoy.
1. Hondamente arraigado en la persona de Jesús
Esto parece muy obvio, pero en realidad no hay nada más importante. En
nuestro contexto, toda la formación se dirige a “revestirnos de la persona de
Jesucristo” 5. El formador no sólo debe tener un conocimiento sobre Cristo; debe
tener una experiencia personal del mismo Señor. Sólo la persona que está de
verdad llena del Espíritu del Señor es capaz de comunicar ese Espíritu a otros.
Un buen formador inspira y expira el Espíritu del Señor.
2. Completamente inmerso en el carisma vicenciano
San Vicente nos ha entregado un don admirable. El carisma de la FV
continúa teniendo una sorprendente validez hoy día, pues las formas de pobreza
se multiplican y el abismo entre ricos y pobres crece continuamente más y más.
El formador debe conocer bien la persona de Vicente, la historia de las ramas de
la Familia a las que él o ella acompaña, su espiritualidad, su misión, sus trabajos,
su amor concreto y efectivo por los pobres. Éstos son los elementos que, de
manera especial, el proceso de formación intenta transmitir a los futuros siervos
de los pobres.
3. En contacto con el mundo de los pobres
Si tenemos que formar a los otros y llevarles a una participación más plena
en la evangelización de los pobres, nosotros mismos debemos conocer a los
pobres y su mundo. El buen formador ha sido evangelizado por los pobres. Tiene
un conocimiento experimental de los más abandonados. Ha escuchado sus
historias y ha sido modelado por ellos. Su experiencia personal del Señor no es
abstracta, más bien, el buen formador conoce a Cristo especialmente tal como Él
se revela a sí mismo en la persona de los pobres.
5
Rom 13, 14.
París, Mes Vicenciano, 9 Julio 2002. -4-
Estas tres primeras características pueden parecer muy evidentes, pero son
demasiado importantes como para darlas por supuestas. El buen formador debe
conocer a Cristo, debe conocer a San Vicente, debe conocer a los pobres.
4. Capaz de ser guía en el camino espiritual
No todo el que realiza el camino espiritual es un buen guía. Un guía
necesita experiencia y formación para agudizar sus cualidades naturales. Conoce
las huellas que los caminantes dejan en el curso de su viaje: las carreteras, los
caminos, los peligros, las trampas. Los buenos guías se han caído y levantado
muchas veces. Saben reanimar a los desanimados y mitigar con un consejo
avezado la impaciencia de los demasiado celosos. Los mejores guías caminan
con aquellos a quienes forman, a veces acelerando el paso, a veces yendo más
despacio y a veces parándose para descansar.
5. Un buen oyente
San Vicente diría instintivamente que todo formador debe ser humilde.
¿Existe alguna otra virtud sobre la que hablase con más frecuencia? El formador
sabio cosecha antes de sembrar. Escucha las necesidades de los que están en
proceso de formación. Se deja evangelizar y cambiar por ellos. Muchos buenos
formadores han terminado diciéndose: “¡Pienso que he sacado yo más enseñando
este curso que lo que sacaron mis estudiantes”. Se espera que ambos, estudiantes
y formadores, se transformen recíprocamente durante el proceso.
6. Un buen comunicador, hábil en el uso de los medios actuales para
implicar a otros en el proceso de formación
Después de escuchar, el formador también debe hablar. Su lenguaje, sin
embargo, necesita no ser únicamente verbal, especialmente hoy día. En una
época visual, es sumamente importante que el formador use los medios modernos
de comunicación. Tales medios activan los diversos sentidos de los estudiantes y
les implican con mayor intensidad en el proceso de aprendizaje. Hoy el formador
tiene a disposición y al alcance de la mano películas, música, presentaciones de
ordenador, Internet y otras diversas ayudas audiovisuales.
La pedagogía es a la vez una ciencia y un arte. Es crucial que impliquemos
a los mismos formandos en el proceso de aprendizaje para que lleguen a ser
sujetos activos de su propia formación. Al fin y al cabo, ellos mismos tienen la
responsabilidad fundamental de su propia formación. Se espera que lleguen a ser
“agentes multiplicadores”, capaces de transmitir a los demás los dones que ellos
han recibido. Para conseguir estos objetivos, el buen formador debe saber cómo
trabajar no sólo con los individuos, sino también con los grupos. Debe ser capaz
París, Mes Vicenciano, 9 Julio 2002. -5-
de estimular a los formandos para que se ayuden mutuamente en el proceso de
formación.
7. Conocedor de la doctrina social de la Iglesia
Hace unos años escribí un artículo sobre este tema 6. A pesar de que la
Iglesia ha proclamado su doctrina social de manera elocuente durante más de
cien años, ésta continúa siendo muy desconocida para muchos, incluso para la
mayoría de los creyentes. Esta doctrina social tiene una importancia especial para
nuestra FV, pues se centra en los más necesitados. De hecho, es el fundamento de
la “opción preferencial de la Iglesia por los pobres”. Me parece que todos los
programas de formación vicenciana tendrían que impartir una buena dosis de esta
doctrina. Debiera ser bien presentada, de modo que los estudiantes pudieran
aprenderla y luego transmitirla a los demás.
8. Capaz de relacionarse y trabajar como miembro de un equipo y de
cooperar con los demás como tal
En nuestra FV somos llamados a servir no sólo como individuos, sino
como miembros de una familia. Especialmente cuando trabajamos en la
formación, es esencial que los formadores representen y de diversas modos
“sacramentalicen” el espíritu de familia y la capacidad para el trabajo en equipo
que buscan transmitir, en vez de proyectarse a sí mismos como individuos.
Debieran ser capaces de trabajar en equipo con los demás formadores de
nuestros grupos laicales, estando a su lado y a su servicio, promoviendo sus
cualidades, haciendo surgir entre ellos agentes de formación. El trabajo en equipo
es esencial.
9. En contacto con los distintos grupos de nuestra Familia Vicenciana
Estos grupos tienen una herencia común, pero al mismo tiempo carismas
diferenciados. Es importante que, en nuestra tradición familiar, sepamos apreciar
tanto los elementos comunes como los distintivos. A este respecto, como familia,
gozamos de una larga y sana historia, con una gran cooperación entre los
miembros de la CM, las Hijas de la Caridad, la AIC (anteriormente Damas de la
Caridad), la SSVP, la AMM, los grupos de JMV y, más recientemente, MISEVI.
Junto a éstos, otros muchos grupos comparten nuestra tradición. En los últimos
años, hemos aumentado el contacto con los Religiosos de San Vicente de Paúl, la
Federación de las Hermanas de la Caridad en Francia, Alemania, Austria, Italia y
la India, con la Federación de Caridad de los Estados Unidos y con otros muchos
grupos.
6
Cf. Diez principios fundacionales en la doctrina social de la Iglesia, en Vincentiana, 42, nº 3, Mayo-
Junio 1999, pp. 201-209. (Cf. también Ecos de la Compañía, nº 4, abril 1999, pp. 129-137).
París, Mes Vicenciano, 9 Julio 2002. -6-
10. Verdaderamente misionero
El formador orientado hacia la misión posee miras universales. Sabe que
más allá de los montes del alrededor existen otras ciudades y pueblos donde debe
predicarse el evangelio. Sabe, cuando mira el océano, que sus olas rompen en
otros continentes y otras playas donde también viven y trabajan los pobres. El
mismo San Vicente, en una época en la que era difícil viajar y la comunicación
era escasa, miraba más allá de Francia, al este y al oeste, al norte y al sur. En el
momento de su muerte, su familia ya era bastante internacional. Hoy, cuando los
transportes son rápidos y la comunicación casi instantánea, es todavía más
urgente que nuestro proceso de formación nos conduzca a una visión global.
Mientras estoy hablando, es consolador ver con qué rapidez los miembros de
nuestra familia de países lejanos están respondiendo a la Campaña contra el
hambre.
San Vicente fue un formador extraordinario. La gente se reunía con ansia
a su alrededor y quedaba cautivada con la visión que él les comunicaba. Tengo la
esperanza de que nosotros, sus seguidores, podamos revitalizar el ministerio de la
formación, de acuerdo con su mismo espíritu.
Como San Vicente, el buen formador, hoy, enseña mucho más con su
testimonio que con sus palabras, mucho más con su vida que con sus lecciones,
mucho más con su persona que con sus planificaciones. El buen formador es
capaz de unir un profundo enraizamiento en Dios con un profundo arraigo en los
sufrimientos de los pobres. Es capaz de conectar el alma de la FV con el alma del
mundo. Es capaz de expresar el sentido creativo y actual de nuestro carisma en
las presentes circunstancias, complejas y cambiantes. Es capaz de mirar de frente
la realidad dolorosa y, al mismo tiempo, de comunicar esperanza. Es capaz de
extraer sabiduría de nuestra tradición y de expresarla de un modo actualizado y
concreto. Es capaz de analizar los datos, a veces deprimentes, y de encontrar
pautas para un futuro prometedor. Como San Vicente, es capaz de arrastrar a los
otros a creer profunda y entusiásticamente y hacer real dicha fe mediante una
caridad concreta, efectiva y práctica.
(Traducción: SECRETARIADO DE LA CURIA GENERAL DE LA C.M., Roma)
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