ACOMPAÑANDO LA ELECCIÓN VOCACIONAL DE LOS HIJOS -
CECILIA CROUZEL
CAPÍTULO 1
EL ABISMO GENERACIONAL
Los hijos de hoy se parecen más a su tiempo que a sus padres.
Francisco Vázquez
La adolescencia continúa siendo una etapa de tránsito entre la infancia y la
vida adulta. Implica un proceso de cambio y crecimiento, a través del cual el
joven, luego de un periodo de crisis e intensas transformaciones, alcanza la
autonomía psicológica y se inserta en el medio social, independizándose del
"ser como los padres". Es una etapa del ciclo vital necesaria para lograr la
maduración intelectual y emocional.
En su libro La causa de los adolescentes, la psicoanalista francesa
Francoise Dolto la considera como un segundo nacimiento, pero
psicológico. La adolescencia es un periodo decisivo del ciclo vital, donde los
cambios psicológicos que se producen y que son correlato de los cambios
corporales, llevan a una nueva relación con los padres y con el mundo.
Similitudes y diferencias entre la adolescencia de los padres y la de los
hijos
Cuando recordamos nuestra propia juventud podemos darnos cuenta de
ciertas similitudes e innegables diferencias con respecto a las
características de nuestros hijos adolescentes hoy. Muchas veces se
escucha decir: "Yo me quedaba más horas sentado estudiando, mi hijo
adolescente se para cada cinco minutos para buscar algo, no se queda
quieto"; "¡Qué distinta que es Clarita!, tiene muchísimos intereses, todo le
gusta, ya cambió tres veces de carrera; yo en cambio, sabía muy bien lo que
quería hacer. Empecé y terminé mi carrera sin plantearme si quería dejar";
o "Cuando yo era adolescente y tenía un minuto libre, conversaba con
alguien de mi familia o salía a la calle a hablar con mis amigos del barrio
sobre la carrera que quería estudiar. En cambio, mi hijo se pasa el día con
el teléfono celular o la computadora, me cuesta lograr hablar sobre su futuro
profesional".
Cuando nos planteamos cómo acompañar a nuestro hijo adolescente en su
desarrollo personal y profesional es importante tener presente el contexto
en el que vivimos, las características de nuestro hijo y su etapa evolutiva, ya
que esto requiere una actitud especial por parte de los adultos. Veremos
entonces algunas similitudes y diferencias para "estar presentes" en su
proceso de crecimiento y en su elección vocacional.
Similitudes
Los adolescentes tienen la necesidad y la inquietud de indagar acerca de su
propia identidad, se preguntan quiénes son y cuál es la dirección que le
quieren dar a sus vidas. Podemos reconocer dos "tareas fundamentales",
como se llama a las búsquedas a realizar durante la adolescencia.
El logro de la propia identidad. Se trata de definir la propia identidad,
alcanzar la definición de sí mismo y una mayor seguridad personal. Par te
del proceso de crecimiento del adolescente es la reorganización de su
personalidad a través de la revisión de los procesos de identificación con las
figuras primarias, y la integración con nuevas identificaciones con personas
y grupos. En este proceso de formación de identidad, la sociedad, la cultura
y el grupo de pares tienen para el adolescente un rol fundamental que facilita
el desarrollo de sentimientos de pertenencia, permitiéndole la
independencia de los lazos familiares. La identidad se va formando en un
proceso lento y gradual por el cual un conjunto de cualidades en la manera
de sentir, pensar y actuar, tanto heredadas como adquiridas, comienzan a
ser vividas por el sujeto como propias, peculiares y consistentes. Eric
Erikson, en Infancia y sociedad, explica que "El desarrollo de la identidad
personal implica un mayor conocimiento de uno mismo".
Por eso podemos ver al adolescente como un peregrino que camina hacia
el descubrimiento de algo sagrado, lo sagrado en sí mismo. Se trata de un
camino en donde intentará finalmente no ser uno más, sino ser el mismo.
Lograr una apertura al mundo sociocultural. Esto implica una búsqueda
del sentido de la vida y del desarrollo de un proyecto personal. Para
conocerse a sí mismo, el joven necesita de momentos de quietud y de
silencio. Al mismo tiempo necesita abrirse al mundo y buscar momentos de
contacto con los otros para crecer, enriquecerse y reflexionar acerca de su
futuro. El pedagogo José Kentenich identifica distintas etapas de ese
proceso:
• La confusión del yo: en una primera fase el adolescente se encuentra
confundido, no sabe bien quién es, qué quiere, a dónde va. Herbert King
explica, en Textos pedagógicos, que el joven es especialmente susceptible
en esta fase. Conviven en su interior una cantidad de yos que están en
desarrollo. Se siente inseguro, sin suelo firme. Tantea por todas partes, pero
a la vez se siente solo y le cuesta compartir ese sentimiento con sus padres.
• La búsqueda del yo: ese sentimiento de confusión tiene un sentido. Lleva
al adolescente a buscar respuestas, a intentar diferenciarse de sus padres
para encontrar su propia persona. Esto lleva a que los adolescentes muchas
veces elijan hacer las cosas de modo diferente de como lo hacen sus
padres, por contraste, ya que necesitan diferenciarse, separarse. De esta
forma podrán lograr, poco a poco, mayor independencia y autonomía.
• El hallazgo del yo: el joven se encuentra inmerso en un proceso de idas y
venidas, de acercamiento a los padres y alejamiento, de dependencia e
independencia, de enojos y risas alborotadas, de soledades y amistades. Es
un proceso lento y gradual en donde busca su identidad, su propia manera
de ser.
• La proyección del yo: a partir de las etapas anteriores se plantea su futuro.
Sólo a través del propio conocimiento puede prepararse para la vida. Lo
importante es la proyección a partir de la propia identidad, en función de lo
que cada uno es, de su singularidad.
Diferencias
Para descubrir y entender las diferencias de la adolescencia de nuestros
hijos respecto de la nuestra, es necesario focalizar la atención en los
cambios de la sociedad y de la cultura en general, ya que influyen en las
subjetividades de los chicos.
Algunos puntos interesantes para destacar son los signos de los tiempos,
los cuales necesitan ser interpretados.
Las pantallas. Se percibe a simple vista el progreso que generan las nuevas
tecnologías en nuestra sociedad. Este fenómeno permite que podamos
constatar que muchos adolescentes pasan horas mirando televisión,
utilizando el celular, la computadora y las tablets. Importantes distractores,
como la televisión y el zapping, el celular, con su casi interminable oferta de
juegos y de posibilidades de comunicación, Internet y el hipertexto, que
posibilita la navegación entre una e incontables páginas, las redes sociales,
que permiten intercambios instantáneos, refuerzan, con su cualidad
discontinua, fragmentada, anónima e individualista, una serie de
consecuencias no deseadas en los chicos. Algunos de estos efectos son:
problemas de concentración; atención dividida, se tiende a cambiar de un
estímulo a otro en lugar de profundizar en un único tema; nuevas formas de
relación con uno mismo y con los demás, con la consiguiente pérdida de
interioridad, se vacía el vínculo de una contemplación admirativa; se reserva
poco espacio para el encuentro, que es donde se expresan los
pensamientos y sentimientos y donde se profundiza el vínculo.
Las nuevas tecnologías nos han aportado una gran y valiosa ayuda, sobre
todo en la comunicación interpersonal (vernos a la distancia), en la
búsqueda de información y tantos otros beneficios. Sin embargo, es sano
enseñarles a nuestros hijos a administrar bien el tiempo. Los padres también
estamos mucho tiempo con el celular y la computadora. Tantas horas frente
a una pantalla nos quita la posibilidad de encontrarnos con nosotros mismos
y con los demás, de pensar en lo que queremos y de no estar volcados
solamente hacia afuera.
La distancia óptima con las pantallas y con el activismo Guillermo Jaim
Etcheverry, en un artículo publicado en La Nación revista, cita a Jaron
Lanier, un experto en informática y filósofo de las universidades de Berkeley
y Columbia, quien en una de sus clases se refirió a la relación con las
pantallas, y les dijo a sus alumnos: "La razón más importante para no
realizar simultáneamente tantas actividades, no es para hacerse sentir
respetado, sino para poder existir ustedes mismos. Si escuchan primero y
escriben luego, eso que escriban habrá tenido tiempo para filtrarse por su
cerebro, y en lo que luego digan estarán ustedes. Eso es lo que los hace
existir. Si son meros reflectores de la información, ¿estarán ustedes
realmente allí?". También contó que cuando pidió a los alumnos que
suspendieran sus distracciones electrónicas para lograr así existir, lo
aplaudieron de pie.
La estimulación exacerbada: rápido, novedoso, distinto. La gran
cantidad de espectáculos, programas y actividades genera en las personas
el culto a la velocidad, y deja poco tiempo para la reflexión interior, para el
encuentro con uno mismo, con los otros en profundidad (encuentros a partir
de los cuales el individuo se enriquece y crece personalmente). Este ritmo
apresurado y hacia lo externo, no sólo confunde, sino que genera la
necesidad de estímulos cada vez más fuertes. La falta de los mismos, por
su parte, provoca aburrimiento y la búsqueda de impulsos cortos, fuertes y
renovados que distraigan.
En el ámbito escolar, muchos docentes destacan la existencia de problemas
en los alumnos para sostener la concentración, y por ende, la dificultad de
los profesores para motivarlos. Nos encontramos bajo una lluvia de
impresiones y acciones inconexas, que llevan a una discontinuidad del
pensamiento, del sentimiento y de la voluntad.
Una de las características destacadas es la fugacidad, todo tiene que ser
rápido y ya, no se tolera la espera, por lo que muchas veces los jóvenes no
aprenden a desarrollar la paciencia y la capacidad de esperar con confianza.
Los chicos tienen que saber que todo proyecto supone un proceso e implica
alguna renuncia al bien inmediato en función de un bien superior, que se
vislumbra a largo plazo. Se necesita superar adversidades, saber que el
fracaso es parte del camino y que no todo tiene que ser rápido, novedoso y
distinto.
Nosotros, los adultos, tenemos que tener una vida coherente con los valores
pregonados, mostrarles que también podemos disfrutar de lo cotidiano, y
que es importante ir más allá del entretenimiento fugaz. En este sentido, la
lectura, el deporte, el diálogo compartido son caminos que llenan el alma y
construyen una personalidad sana.
La relación simétrica padres-hijos. La comunicación entre padres e hijos
también fue cambiando. Algunos aspectos positivos que se pueden señalar
son el aumento de la capacidad lúdica, una mayor expresión de
pensamientos y sentimientos, la cercanía afectiva y una mayor flexibilidad.
Un aspecto negativo importante es la tendencia a la relación simétrica
padres-hijos. Las últimas estadísticas acerca de esta temática demuestran
que un alto porcentaje de jóvenes está creciendo en una familia con un
modelo de relación horizontal entre padre-hijo: son amigos o enemigos en
un plano de igualdad.
Este modelo de crianza ha producido consecuencias que afectan
profundamente el proceso madurativo y de salida al mundo exterior de los
jóvenes. Se desarrollan en ellos dificultades para ubicarse, aceptar las
diferencias, reconocer que necesitan seguir aprendiendo, no sentirse
omnipotentes y conocer los límites. La Lic. Claudia Messing, psicóloga y
socióloga, ha dedicado años a la investigación del tema, y expresa en
diversas publicaciones que el enfrentamiento de igual a igual entre hijos y
padres (que se amplía luego al resto de los adultos), complica el desarrollo
madurativo de los hijos porque, entre otras consecuencias:
• Imposibilita la construcción adecuada de las jerarquías grande-chico en el
pensamiento, y provoca dificultades para diferenciar, categorizar y
jerarquizar, tanto en la vida cotidiana como en el terreno. del aprendizaje.
• Crea inconsistencia en los intereses vocacionales de los jóvenes, porque
al frustrarse la diferenciación y la jerarquización con las figuras paternas no
logran diferenciar ni valorizar adecuadamente sus propios intereses
vocacionales.
• Produce situaciones de pasividad y desubicación en el mundo laboral
Podemos entender a la simetría como un posicionamiento interno imaginario
de igualdad y de autoabastecimiento emocional, de indiscriminación con el
lugar del adulto, que se transmite inconscientemente por los padres a partir
de su propia posición de simetría y falta de apoyos internos de sus propias
figuras paternas. En su artículo "Más desmotivados que indecisos", Messing
explica que "Los padres les dan a sus hijos un lugar de adultez y
autoabastecimiento desde que son chicos; se relacionan con ellos de igual
a igual. A los chicos se les da todo el protagonismo, se les consulta toda
decisión, se los pone siempre en el centro. La simetría produce una
mimetización con el rol de los padres; los chicos se sienten adultos y quedan
contagiados de los estados emocionales de los padres. Es una condición
imaginaria de adultez, de saber y de poder, que trae consecuencias. Cuando
van afuera sienten que tienen que saberlo todo, pero encuentran que no
tienen los recursos para eso"
La simetría significa indiferenciación. Tanto la simetría, como el
autoritarismo transmitidos inconscientemente producen daños en la
subjetividad y traen aparejados consecuencias negativas en el plano
educativo, emocional y vocacional. Como se dijo, a partir de la adolescencia
los jóvenes buscan separarse, diferenciarse. Por eso necesitan límites que
les marquen el camino, vínculos que los sostengan, que les impidan
perderse por ausencia de un cauce que señale la dirección correcta. Muchos
padres no pueden poner límites. Al no tener el sostén y el límite, los jóvenes
se desconectan emocionalmente de ellos y se distancian peligrosamente de
sí mismos, de sus intereses y del mundo exterior, y les resulta difícil saber
qué les interesa vocacionalmente. Por su parte, Sergio Sinay aclara en su
columna del diario La Nación: "La relación es asimétrica, porque en la
polaridad padres-hijos aquellos tomaron la iniciativa, tienen funciones
indelegables, son responsables de liderar una educación, de transmitir
valores, de conectar a los chicos con lo valioso de la existencia, de
transmitirles vivencias, memorias, noción de continuidad existencial, de
pertenencia a una totalidad que viene de antes y continuará luego". Messing
también explica, en el artículo anteriormente mencionado, que otro aspecto
es la exigencia extrema, que les produce a los jóvenes gran temor e
inseguridad. Si encuentran un obstáculo sienten que no van a poder, les
cuesta aceptar la crítica como aporte constructivo porque están preparados
para que les vaya bien, no quieren equivocarse, pero a la vez no se
esfuerzan demasiado en investigar, ni en estudiar y ni en formarse. Incluso,
si no entienden enseguida se desmotivan.
Esto influye en la elección de una carrera porque se colocan en la postura
del que lo sabe todo, y como no hay predisposición para el aprendizaje casi
nada los motiva. Muchas veces encuentran una carrera que les atrae, pero
ante el primer obstáculo se desmotivan. Por ello es fundamental que los
adultos comprendamos que el joven necesita recuperar la posición de hijo,
precisa darse cuenta de que tiene padres adultos en los cuales puede
apoyarse afectivamente. Padres presentes que dan ternura, y que con
firmeza y cariño señalan límites, sin permitir el maltrato en la comunicación
y convencidos de que los límites (acordes con la situación y la edad) son
necesarios para el desarrollo y reafirmación de la identidad de los hijos, el
desarrollo de la tolerancia a la frustración, la voluntad y la conexión
emocional necesaria para reconocer los intereses. Es un desafío para
nosotros, ya que no se trata de volver a la relación autoritaria que imperaba
en los tiempos pasados, sino que se trata de crear una relación vincular
asimétrica, donde los adultos nos ocupemos, pongamos el hombro,
dispongamos de tiempo y energía para estimular los talentos, para la
expresión afectiva y con los límites necesarios para estructurar el psiquismo
y ayudar a desplegar la propia identidad. Como padres, es importante
encontrar momentos para dialogar con nuestros hijos, con buen feed back
en la comunicación, con auténtico interés en acompañarlos en el proceso
de saber quiénes son, dentro de una relación asimétrica: brindándole
sustento interno, con gran contención, apoyo afectivo, límites claros y sin
miedo a la confrontación.
La eterna juventud. Otro aspecto para destacar en las diferencias entre
nuestra juventud y la de ellos tiene relación con una idea que teníamos
cuando éramos chicos: queríamos ser grandes. Actualmente, muchas
personas quieren ser eternamente adolescentes, porque se percibe la
adolescencia como el "enero eterno", ser eternamente jóvenes, conseguir y
sostener un cuerpo adolescente como el ideal a alcanzar, mientras que la
adultez se presenta como una etapa indeseada. Es natural entonces, que el
joven tenga dificultades para salir de esta fase. El problema fundamental
con el concepto de eterna juventud es que somos los adultos los encargados
de guiar y enseñar, de mostrar la adultez como la capacidad de hacerse
cargo, la etapa de la autonomía, el compromiso y la responsabilidad. Al no
querer y no aceptar ser adultos, no la mostramos como un anhelo, no
proyectamos una imagen atrayente de ella. Muchas veces nos movemos en
la ambivalencia, se muestra un adulto que no quiere crecer junto a mensajes
como: "Hacete cargo"; "Sé responsable"; "Crecé". Si el adulto no actúa como
tal no puede guiar a los jóvenes ni acompañarlos en el camino hacia la
madurez de su ser. Si nos regimos por impulsos, sin reflexionar en las
consecuencias de nuestros actos, y no somos conscientes de nuestra
responsabilidad para con los demás, y hacemos siempre lo que más nos
complace y no aquello que es más importante de acuerdo con la escala de
valores que pregonamos, no podemos pre tender que los jóvenes actúen de
modo reflexivo y responsable, pues no los estamos acompañando con
nuestro ejemplo en el camino hacia la madurez de su ser.
CAPÍTULO 2
LAS ETAPAS DE LA ADOLESCENCIA
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Rubén Darío
Como vimos, la adolescencia implica un proceso de cambio y crecimiento,
a través del cual el joven, luego de un periodo de crisis e intensas
transformaciones, alcanza la autonomía psicológica y se inserta en el medio
social. Y sabemos también que sus dimensiones corporales, psicológicas,
sociales y espirituales se centran en objetivos claros (aquellas dos tareas
fundamentales).
Características según la edad
Este proceso tiene etapas, con características propias según la edad.
Aunque no necesariamente siguen un patrón establecido, se pueden
ejemplificar en las siguientes descripciones, que marcan una tendencia o
generalidad.
La pubertad
• Periodo. En las mujeres comienza generalmente entre los 9 y 12 años, y
en los varones entre los 11 y 13 años.
• Corporal. En este período la crisis ocurre hacia fuera, hay cambios físicos,
el cuerpo femenino, por ejemplo, se prepara para poder albergar nueva vida
dentro de sí. El organismo infantil sufre una brusca transformación que
demanda una profunda reorganización de la personalidad también. Cambia
el tamaño y la forma del cuerpo. El púber tarda en adaptarse a este cambio
corporal. Tira cosas sin querer, se vuelve más torpe. Se produce una
diferenciación física entre los sexos, con la aparición de caracteres sexuales
primarios y secundarios. La energía y la atención son absorbidas por la
reestructuración del esquema corporal y el logro de la identidad.
En general, el otro sexo es vivido como desconocido o peligroso, por eso
suelen relacionarse con mayor facilidad con personas del mismo sexo. Se
miran todo el tiempo al espejo, buscan la mirada del otro que los sostenga
y que les permita reconocerse.
• Cognitivo. Se desarrolla el pensamiento conceptual. Pueden hacer
proposiciones, generalizar, relacionar cosas. Se preguntan cómo se hace y
comienza a desarrollarse el pensamiento formal, forman cadenas de
razonamientos, obtienen conclusiones a partir de datos. Se inicia la
capacidad de prever el futuro cercano.
• Afectivo. Se observan reacciones emocionales primarias,
hiperemotividad, retraimiento y ensoñación. Esta afectividad primaria es, en
parte, consecuencia de los cambios físicos y de las tensiones típicas de la
edad, como la búsqueda de la independencia, y suelen provocar reacciones
emotivas y estados de hiperemotividad, con frecuentes descargas (ira,
llanto, gritos, portazos), e incluso conductas agresivas. Además, el púber no
tiene todavía capacidad para tolerar la frustración. Cuando se siente
frustrado en alguna meta personal suelen aparecer en él estados de
retraimiento, incomunicación, abatimiento, culpabilidad y tristeza. Otra forma
de evadirse de lo que le agobia es la ensoñación, el refugiarse en un mundo
fantástico creado por él mismo.
• Familiar. En esta etapa, la familia puede seguir siendo el centro de su vida.
El púber necesita ser aceptado, comprendido, estimado y querido. También
necesita límites que lo ayuden a encontrarse.
• Social. Si bien los padres muchas veces siguen estando en el centro de
sus vidas, en esta fase empiezan a perder terreno frente a los amigos ya
que el joven comienza a abrirse al mundo extrafamiliar. El púber va
cambiando y en su proceso de maduración social siente la necesidad de
ampliar el campo social. Esto conlleva un distanciamiento de la familia. El
púber necesita psicológicamente sentir su pertenencia e identificación en su
nuevo status de " mayor". Los padres deben estar siempre atentos a las
necesidades de sus hijos en este proceso de maduración social. Es
fundamental que conozcan a los amigos de los hijos, saber qué hacen
cuando están fuera de casa, dónde van, con quién, establecer normas de
comportamiento y tratar de mostrarse abiertos a la negociación, sin
renunciar nunca al rol de padres. Es primordial no dejarlos huérfanos, ser
padres adultos, educadores. Necesitamos ejercer el rol de tutor, que guía y
acompaña en el crecimiento.
La adolescencia media o adolescencia propiamente dicha
• Periodo. Entre los 12-13 y los 16-17 años, aproximadamente.
• Corporal. El cuerpo adquiere proporciones más adultas.
• Cognitivo. Período de las operaciones formales. En Seis estudios de
psicología, Jean Piaget explica que en su proceso madurativo, y con la
adquisición de conocimientos en forma sistemática, el adolescente es capaz
de operar con un método hipotético deductivo, puede formular proposiciones
probables o posibles, y a partir de ellas intentará llegar a una conclusión o
resolución de un problema. Desarrolla la capacidad de abstracción, lo que
le permitirá, por ejemplo, extraer lo esencial de algo y analizarlo más
profundamente. Será capaz de reflexionar acerca del sentido. Esta
capacidad de reflexionar sobre si mismo le permitirá conocerse como
individuo, descubrir sus capacidades y potencialidades, seleccionar y
jerarquizar valores. Por eso es oportuno que se conecten con sus ideales,
con sus anhelos profundos, desde la conciencia de individuo y de sociedad.
Es importante que se pongan objetivos a largo y corto plazo que den sentido
al actuar. Es un momento de búsqueda del sentido de la vida, de
descubrimiento de valores y de preocupación ética.
Con respecto al rendimiento escolar, se percibe que, en general, los varones
tienen menor rendimiento escolar que las chicas, además algunas veces
presentan miedo al crecimiento y al compromiso, y no saben organizar los
tiempos. Los más intelectuales pueden ser más responsables, pero la
mayoría prefiere dedicar su tiempo a los amigos, al deporte y a las chicas.
Las chicas en general, son más autosuficientes, tienen un natural "instinto
de sacrificio", por lo que generalmente estudian más, pero también están
con sus amigas y no se pierden ninguna fiesta, explica Beatriz Goldberg en
su libro ¿Qué quiero ser?
• Afectivo. Este período se caracteriza por ambivalencias y contradicciones,
que se reflejan en distintas conductas. Por momentos se sienten conformes
y a veces disconformes. De la misma forma, pueden alternar entre sentirse
independientes o dependientes, o tener la sensación de apertura y de
retraimiento. Se sienten confundidos y se descontrolan. Se observan
fluctuaciones del humor y del estado de ánimo. Muchas veces tienen el
deseo de mostrarse independientes aunque puedan llegar a percibir que,
realmente, todavía no lo son. En esto es importante poder acompañarlos de
una forma diferente a como lo hicimos durante su niñez. Lo ideal es estar,
pero darles más espacio personal.
Hay que tener en cuenta que se está produciendo una reorganización de su
personalidad. Muchos valores, creencias, pensamientos, acciones y
emociones que hasta ese momento regían su vida comienzan a tambalear,
a moverse, a oscilar. Y que la principal tarea del adolescente es reconstruir
esa personalidad, lo que requiere de mucha energía y genera movilización.
Es un momento también de enamoramientos a pleno, pero si tienen una
decepción lo viven negativamente y muchas veces se encierran en sí
mismos.
• Familia. Esta va dejando de ser el centro de su existencia, se comienza a
distanciar afectivamente. En este intento de lograr la independencia y la
diferenciación respecto de sus padres, son frecuentes las conductas de
rebeldía frente a la autoridad en general.
Todo esto es parte del proceso de diferenciación que se inició en la
pubertad, que pone de manifiesto la necesidad de confrontar con los
modelos familiares y de armar el suyo propio con los aportes de dentro y
fuera de su hogar. El adolescente necesita confrontar, no necesariamente
de manera violenta, para sentir que tiene una personalidad. Necesita
golpear contra algo para ir encontrando su propia forma de ser. Los límites
de los padres, de los adultos, son fundamentales, son una forma de amor,
ya que les brinda un elemento crucial para su desarrollo. Necesitan
confrontar para encontrarse y darse cuenta de quiénes son. Los límites les
dan seguridad, porque les señala que está bien y que, mal, tanto para el
adolescente como para la sociedad. Los adolescentes son expertos en
manejar los sentimientos de los padres para lograr lo que se propusieron.
La frase típica en esta etapa es: "todos los chicos van, todos los padres los
dejan".
Como padres es importante permanecer fieles a nuestros valores y que
seamos capaces de demostrarlo y mantenerlo, aun cuando los jóvenes nos
acusen de no quererlos, no comprenderlos o de ser "padres anticuados". Si
no tienen con quien confrontar sienten el vacío, se sienten mal.
El fuego, la energía que surge de su interior no se puede reprimir, es positiva
y constructiva. Sólo que esa rebeldía debe ser canalizada. Porque es ese
momento de crisis, de confrontación, el que los ayuda a descubrir su
identidad.
Entre los varios especialistas que han trabajado sobre estos temas, vale la
pena recordar a Eric Erikson, quien en su libro Identidad, juventud y crisis
explica que el adulto es el frontón necesario para que el joven tenista haga
sus prácticas, se pruebe, experimente sus golpes, conozca y mejore sus
tiros resultando, con un desgaste para el frontón, un adulto hecho y derecho.
Un adulto maduro. Por su parte, en Los hijos y los límites, Jaime Barylko
aclara que es normal que el hijo se rebele contra los padres. Es normal que
a veces no coincidan, que no se comprendan. La confrontación requiere un
punto de vista, y un punto de vista se va procesando. Esta confrontación y
el punto de vista elaborado ayudan a pensar y a vivir. Sin embargo, es
importante que la confrontación se manifieste desde la empatía. Este
proceso de confrontación generacional si bien provoca pérdida de ilusiones,
enojo, tristeza, también genera una sensación de triunfo, de confirmación
personal, de desarrollo de libertad, lo que es esencial para el desarrollo de
la civilización.
• Social. En esta etapa los jóvenes adhieren firmemente al grupo de pares,
suelen mostrar conformidad con sus costumbres y normas, y con la
ideología grupal. A través de la integración con los amigos y compañeros,
comienza a descubrir ideas, creencias, criterios y formas de vivir distintas, y
en cierta manera relativizan las propias. El grupo marca, de algún modo la
entrada al mundo adulto, es como una zona de transición necesaria para
lograr la individuación adulta. Ser uno más es lo normal, buscan
mimetizarse, toman una faz estándar, se uniforman.
Esta fase es necesaria. Se puede comprender mejor a través de una
analogía sencilla: cuando observamos una casa o un edificio en
construcción, seguramente veremos un telón o pantalla protectora, que da
seguridad, ya que adentro se está construyendo y, por lo tanto, hay mucho
movimiento y ruido. De igual modo ocurre con el adolescente, que se
uniforma, se muestra igual a todos, como una pantalla protectora dentro de
la cual, aunque no se vea, está procesando su propia identidad. A veces,
por fuera, el adolescente se muestra indiferente o muy activo, pero en
general esto es una mera estructura de protección, hay una confusión del
yo, un gran sentimiento de soledad, el joven se siente incomprendido.
Anhela ser entendido pero lo considera imposible, en el fondo o es un gran
solitario. Siente miedo y desvalimiento.
Esta confusión del yo, con sus confrontaciones típicas, lo debe conducir al
descubrimiento de esa identidad real y propia. Por eso el adolescente
necesita tiempo para pensarse. Muchos se encierran en su cuarto para
elaborar todos los cambios que están viviendo. Luego, cuando esté más
seguro, sacará ese telón o pantalla protectora y mostrará realmente quién
es.
El peligro en esta etapa es que viva una identificación permanente con los
otros jóvenes, por eso conocerse a sí mismo es una gran tarea, la
reorganización de la personalidad es como armar un rompecabezas.
Luego de la experiencia grupal se empezará a separar del grupo y asumirá
su propia identidad. Se animará a mostrarse más tal cual es En esta etapa
generalmente comienza a formar grupos de amigos y amigas. Vive en el
presente, experimenta como urgente toda demanda y le resultan
intolerables las postergaciones. Otra característica propia es la
omnipotencia, nada le puede pasar: "lo puedo todo".
La adolescencia final o juventud
• Periodo. 18 años en adelante. Si bien se considera que en esta fase el
joven ha salido de la crisis, en la actualidad se cree que esta etapa se ha
prolongado. Esto se debe a distintas cuestiones, como la exigencia de los
estudios universitarios y de postgrado, o por la dependencia económica y
psicológica respecto de los padres, lo que imposibilita la asunción plena del
rol y la responsabilidad adulta. En la sociedad actual no es fácil salir de la
adolescencia por razones económicas; así, los jóvenes prolongan el periodo
de la vida en el que viven con los padres y entonces no es tan sencillo fijar
límites con mucha precisión. Este período adolescente que se ha extendido
presenta características definidas y conforma así una subcultura
adolescente. Se observan jóvenes que están ansiosos por adueñarse de su
libertad, pero no siempre se hacen responsables y demoran sus hábitos de
autonomía.
María Cristina Griffa y Eduardo Moreno, en Claves para una psicología del
desarrollo, señalan que el adolescente desea el contacto con el mundo
adulto pero también le teme, por ello crea un lenguaje, normas grupales,
vestimenta, tatuajes; es decir, signos que facilitan la pertenencia al grupo de
pares y que lo excluyen del mundo adulto.
• Cognitivo. Se manifiesta el pensamiento formal. El joven suele ser más
reflexivo y analítico, tiene menos fantasías, tiene más ideas propias y sus
ideales comienzan a clarificarse. Puede nacer el deseo de comprometerse.
En general, en la adolescencia media tenían ideales abstractos, pero ya en
esta etapa comienzan a tener ideales más singulares y concretos. Se
empiezan a preguntar sobre su elección y decisión vocacional
• Afectividad. Suele ser un momento de más calma y equilibrio, en el que
prevalecen sentimientos de mayor seguridad en sí mismo. Tienen muy
claras sus posibilidades y limitaciones, y comienza a surgir una conciencia
de responsabilidad en relación con el futuro.
• Familiar. Tiende a haber mayor comunicación, aunque es un proceso que
lleva tiempo. Debemos recordar que, siempre, el desafío es que el joven
logre la autonomía y la independencia.
• Social. En este período converge un doble movimiento: hacia el mundo
exterior, que alienta al adolescente a buscar tanto la amistad en el grupo de
pares como el vínculo bipersonal con el otro sexo, y un movimiento hacia su
interioridad, que le permite gestar sus ideales, su responsabilidad, su
conciencia moral. Dicho mundo sólo se cultiva en soledad.