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Iglesia de Valencia: Esperanza y Desafíos

Este documento presenta tres puntos principales: 1. El autor agradece a Dios por los signos de vida y fe en la Iglesia a pesar de las dificultades. 2. Reconoce que la Iglesia enfrenta desafíos como la pérdida de influencia cultural y desconfianza, afectando la transmisión de la fe. 3. Explica que a pesar de los esfuerzos pastorales, a menudo se siente pesimismo debido a la falta de resultados visibles, aunque la fecundidad de la semilla semb

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Iglesia de Valencia: Esperanza y Desafíos

Este documento presenta tres puntos principales: 1. El autor agradece a Dios por los signos de vida y fe en la Iglesia a pesar de las dificultades. 2. Reconoce que la Iglesia enfrenta desafíos como la pérdida de influencia cultural y desconfianza, afectando la transmisión de la fe. 3. Explica que a pesar de los esfuerzos pastorales, a menudo se siente pesimismo debido a la falta de resultados visibles, aunque la fecundidad de la semilla semb

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esperanzada

Una Iglesia

Carta Pastoral del


Arzobispo de Valencia
Enrique Benavent Vidal
Una Iglesia
esperanzada
Carta Pastoral del Arzobispo de Valencia
Enrique Benavent Vidal

ARZOBISPADO
DE VALENCIA
© Arzobispado de Valencia, 2024

Edita:
Arzobispado de Valencia

Diseño y producción gráfica:


walk[think]
walkthink.es

Imagen de la portada:
© www.bradi-barth.org
SUMARIO
04 DAR GRACIAS A DIOS
"SIEMPRE Y EN TODO LUGAR"

07 DIFICULTADES Y
PREOCUPACIONES

11 SIN ESPERANZA
NO ES POSIBLE
ANUNCIAR EL EVANGELIO

15 LA CONVERSIÓN
PASTORAL

20 EL JUBILEO DE 2025,
UN ACONTECIMIENTO
DE GRACIA

27 MARÍA, MIEMBRO, MODELO


Y MADRE DE LA IGLESIA
4 | Una Iglesia esperanzada

01.
DAR GRACIAS A DIOS “SIEMPRE Y EN TODO LUGAR”

Estimados hermanos en Cristo:


Después de que haya pasado más de un año desde el inicio de
mi ministerio como arzobispo de Valencia, el comienzo de la
cuaresma del 2024, en el que nos estamos preparando para la
celebración del jubileo del año 2025, es una buena ocasión para
dirigirme a todos los que os sentís miembros de nuestra iglesia
diocesana para compartir con vosotros algunas reflexiones sobre
el momento eclesial que estamos viviendo y el horizonte hacia
el que creo que debemos caminar. Deseo que estas palabras
nos ayuden a crecer en el espíritu de comunión y, de este modo,
podamos afrontar con esperanza los desafíos que tenemos en
estos momentos para seguir anunciando el Evangelio.

«Le pedimos a la Virgen que


la semilla que se ha sembrado
en el corazón de todos [...]
continúe siendo una fuente de
fe viva en nuestras tierras»

Durante este tiempo hemos vivido acontecimientos que a todos


nos han producido una gran alegría, porque nos han hecho
percibir que la fe está viva en nuestras tierras. Quiero recordar
de manera especial las celebraciones del primer centenario de
la coronación de la sagrada imagen de la Virgen de los Desam-
parados: las peregrinaciones a la catedral organizadas por las
vicarías episcopales y por distintos sectores pastorales, la vigilia
de oración celebrada en la plaza de toros de Valencia, los actos
Una Iglesia esperanzada | 5

conmemorativos del centenario en la catedral y en el puente del


Real; y la celebración de la fiesta de la Virgen fueron momentos
gozosos de encuentro del Pueblo de Dios con la Madre del Señor
y auténticos acontecimientos de gracia para todos nosotros. Le
pedimos a la Virgen que la semilla que se ha sembrado en el
corazón de todos los que, de un modo u otro, participamos en
estos actos produzca abundantes frutos de vida cristiana, y que
el amor que todos los valencianos sentimos hacia Ella continúe
siendo una fuente de fe viva en nuestras tierras.
Además de estos momentos, quiero recordar otros que tam-
bién me han ayudado a constatar el gran esfuerzo que hacéis
por seguir anunciando el Evangelio a pesar de las dificultades
del tiempo presente. Pienso, en primer lugar, en los encuentros
sacerdotales que hemos tenido a lo largo del año: en los retiros
del tiempo de cuaresma en todas las vicarías tuvimos ocasión de
escuchar juntos la Palabra de Dios, de orar, de dialogar sobre los
temas que nos preocupan y de convivir; las celebraciones de la
Misa Crismal, de la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
y de las ordenaciones sacerdotales han sido una ocasión para
alegrarnos juntos por el don del ministerio recibido y para sentir
la llamada del Señor que nos invita a vivir con ilusión nuestro
sacerdocio. Las visitas que he realizado a algunas parroquias para
administrar el sacramento de la Confirmación y las celebracio-
nes de carácter festivo me han ayudado a redescubrir la gran
vitalidad que hay en nuestra diócesis, que no ha disminuido a
pesar de las circunstancias excepcionales que vivimos durante la
pandemia de la COVID-19, que enrareció la vida social y eclesial.
6 | Una Iglesia esperanzada

También he tenido la ocasión de encontrarme con movimientos


y grupos en los que la mayoría de los participantes son laicos
comprometidos en la vida de la Iglesia, como la Jornada Dioce-
sana de Caritas, la celebración del 40 aniversario de la fundación
de Juniors MD o la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa,
en la que participaron la gran mayoría de realidades eclesiales
en las que los jóvenes están presentes. Los encuentros con los
miembros de los consejos de pastoral de las parroquias, que he-
mos tenido en las distintas vicarías, nos han ayudado a valorar
el trabajo que hacen en todas las comunidades y parroquias los
numerosos cristianos que sienten como propia la misión de la
Iglesia y se comprometen en ella. Todos estos momentos y rea-
lidades eclesiales nos han permitido experimentar que, gracias
a Dios, tenemos motivos para la esperanza, porque la Iglesia es
una realidad viva. Os invito a que no nos instalemos en el pesi-
mismo o en la desesperanza y a que sepamos dar gracias a Dios
“siempre y en todo lugar” por toda la riqueza de vida cristiana
que hay entre nosotros.
Una Iglesia esperanzada | 7

02.
DIFICULTADES Y PREOCUPACIONES

Junto a esto, no podemos ignorar una sensación que a menudo


aparece en nuestras conversaciones cuando comentamos la si-
tuación eclesial en la que nos encontramos actualmente: es el
sentimiento de que no estamos pasando unos tiempos fáciles
para la vida de la Iglesia. El contexto cultural que nos rodea, en
el que los interrogantes sobre Dios no tienen relevancia social,
dificulta la apertura al Evangelio. La imagen de Iglesia que muchos
de nuestros contemporáneos tienen, justificada o injustificada-
mente, ha provocado en amplios sectores de nuestra sociedad un
distanciamiento y una desconfianza frente a ella como el “lugar
de la verdad” acerca de Dios y de las propias opciones de vida.
El proceso de transmisión de la fe se ha roto, tan vez porque
confiábamos demasiado en la fuerza de la cultura cristiana que
impregnaba la vida de nuestra sociedad, que, en realidad, no
era tan fuerte. La vida sacramental ha entrado en crisis, hasta
el punto de que la mediación eclesial y sacramental, que es una
garantía para el encuentro salvador con Cristo, se ha converti-
do en una dificultad para muchos. La religiosidad popular, que
puede predisponer el corazón para el encuentro con Dios y, de
este modo, ayudar a la evangelización1, a menudo es valorada
únicamente por su dimensión cultural, es vivida superficialmente
y, en algunas ocasiones, también presenta signos de debilidad.
Si entramos a analizar las actitudes de muchos cristianos
comprometidos en la vida de las parroquias e incluso de muchos
sacerdotes, nos encontramos a menudo con un gran desánimo: nos
pesan más los fracasos pastorales que la alegría por los frutos del

1 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 122ss.


8 | Una Iglesia esperanzada

trabajo. Las palabras del profeta Ageo se han convertido en una


experiencia que a menudo tenemos en la Iglesia: “Sembrasteis
mucho y recogisteis poco; coméis y no os llenáis; bebéis y seguís
con sed; os vestís y no entráis en calor” (Ag 1, 6). Muchas de
nuestras iniciativas pastorales no producen el resultado que
desearíamos. Y esto afecta a muchos ámbitos de la vida de
las comunidades cristianas: catequesis de iniciación cristiana,
religiosidad popular, participación en la Eucaristía y los demás
sacramentos, pastoral juvenil, la situación del matrimonio y de la
familia, etc. Si quisiéramos caracterizar la vida de la Iglesia en el
momento actual, podríamos decir que tal vez estamos viviendo
un momento en el que a muchos les puede invadir el pesimismo
y la desesperanza2.
«Estamos viviendo un
momento en el que a muchos
les puede invadir el pesimismo
y la desesperanza»
Algunas de las actitudes que a menudo afloran en la vida
eclesial pueden ser reflejo de esta falta de esperanza: a menudo
no vemos la utilidad de tanto esfuerzo y dejamos de creer en
lo que hacemos, porque valoramos nuestro trabajo según la
respuesta que encontramos a nuestras iniciativas pastorales
y, cuando no es la que esperábamos o deseábamos, podemos
caer en la tentación de pensar que lo que hacemos no sirve
para nada. Ciertamente nos hemos de revisar constantemente
e interrogarnos sobre el modo de hacer las cosas, el lenguaje

2 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 85.


Una Iglesia esperanzada | 9

que utilizamos, la oportunidad de nuestras iniciativas, y por los


caminos más adecuados para conectar con nuestro mundo.
Pero no debemos olvidar que, en las realidades de la fe, el éxito
no siempre coincide con el fruto que la semilla sembrada va
produciendo en el corazón de las personas “sin que el sembrador
sepa cómo” (Mc 4, 27). La fecundidad es, a veces, invisible. Puede
haber iniciativas que aparentemente tengan poco éxito y, en
realidad, con el tiempo producen mucho fruto; del mismo modo
que también puede ocurrir lo contrario3. A menudo olvidamos
que nuestros ritmos no coinciden con el ritmo de Dios; y que
nuestro tiempo es el tiempo de la siembra y no el de la siega.
Desde estos principios todos estamos llamados a reconciliarnos
con nuestra misión para poder vivirla con esperanza.
Una segunda actitud, que es reflejo de esa falta de esperanza, y
que a menudo también se da actualmente, es perder la capacidad
de percibir los signos y las realidades de vida cristiana que
hay entre nosotros, que a menudo no se descubren a primera
vista. Más allá de las distintas realidades eclesiales, que en un
determinado momento pueden tener capacidad de atracción, en
la Iglesia, como nos ha recordado el papa Francisco, hay mucha
santidad de personas sencillas que viven la fe sin ningún tipo de
protagonismo4. Ellas, a pesar de su anonimato, son “la sal de la
tierra” y “la luz del mundo” (Mt 5, 13ss). Una fe sencilla no es, por
tanto, una fe menos auténtica. Esta reflexión nos debería llevar
a valorar el testimonio sencillo de tantos cristianos y cristianas

3 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 279: “nos hace falta una certeza interior y es la convicción de que
Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos”.
4 PAPA FRANCISCO, Gaudete et exultate, 6-9.
10 | Una Iglesia esperanzada

«Hay mucha santidad de


personas sencillas que viven la fe
sin ningún tipo de protagonismo»
de nuestra diócesis que, en su vida familiar y en su trabajo, en
sus enfermedades, sufrimientos y alegrías, en definitiva, en la
vida de cada día, viven su fe con fidelidad. En un mundo en el
que a menudo solo se valoran las apariencias, deberíamos hacer
un esfuerzo por “ver” estas realidades con los ojos de la fe, por
acompañar a las personas en sus situaciones vitales, y por cuidar
ese tesoro de fe y de autenticidad cristiana.
Una tercera actitud que es reflejo de esa falta de esperanza y que,
además, puede poner en peligro la comunión eclesial, es acusarnos
mutuamente de ser los culpables de la situación que estamos
viviendo, como si las propias opciones pastorales fueran las únicas
válidas para afrontar los retos del momento actual. La comunión
eclesial nos debe llevar a alegrarnos siempre por los frutos de vida
cristiana que se manifiestan en la Iglesia vengan de donde vengan,
y a no despreciar ninguna realidad de vida eclesial en la que se
anuncie el evangelio como si fuera menos auténtica: la humildad,
que nos lleva a estar dispuestos a aprender los unos de los otros, y
la alegría por los frutos que produce la predicación del Evangelio
allí donde es anunciado o testimoniado con autenticidad, son las
actitudes que conducen a la verdadera comunión.
No podrá haber una auténtica conversión pastoral en la Iglesia
si no vivimos una conversión personal que nos lleve a vivir en
ella desde las actitudes creadoras de una verdadera comunión
entre nosotros y que llevan a una reforma de la Iglesia, que no
consiste fundamentalmente en un cambio de sus estructuras
externas, sino a hacer que en ella se trasparente cada día con
más claridad el verdadero rostro de Cristo.
Una Iglesia esperanzada | 11

03.
SIN ESPERANZA NO ES POSIBLE
ANUNCIAR EL EVANGELIO

El lema del próximo jubileo (Peregrinos de la Esperanza) es una


llamada a no caer en la tentación de la desesperanza, “porque
Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien”5. El
papa Francisco nos ha advertido en muchas ocasiones del peligro
de convertirnos en una Iglesia que solo piensa en sí misma: es
la tentación de la auto-referencialidad. Cuando se vive desde
esa actitud, la evangelización se convierte en proselitismo: se
anuncia el Evangelio con métodos no evangélicos pensando
únicamente en el progreso de la institución. El Señor no entre-
gó su vida para salvar únicamente a la Iglesia, sino para salvar
a toda la humanidad. La Iglesia es el instrumento querido por
Dios para que la salvación alcance a todos. Por ello, no debemos
olvidar que la Iglesia no vive para ella misma, sino para anunciar
el Evangelio, ofrecer a nuestro mundo la gracia de la Salvación
y testimoniar el amor de Dios a toda la humanidad siendo, de
este modo, “germen y comienzo del Reino de Dios”6. Esta misión
no se puede vivir con alegría si no se vive desde la confianza
en Dios, que es quien por su Espíritu posibilita que la semilla
sembrada por la Iglesia fructifique en nuestro mundo7.
La Esperanza es una de las tres virtudes teologales: la vive aquel
que no duda de la fidelidad de Dios y de que es Él quien conduce
la historia. No es, por tanto, el optimismo que nace de nosotros
mismos, de nuestras fuerzas y nuestras habilidades para conseguir
un determinado objetivo. Ciertamente, tanto la esperanza como

5 PAPA FRANCISCO, Fratelli tutti, 54.


6 CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, 5.
7 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 22: “La Iglesia debe aceptar esa libertad de la Palabra, que es eficaz
a su manera”.
12 | Una Iglesia esperanzada

«La Esperanza la vive aquel


que no duda de la fidelidad
de Dios y de que es Él quien
conduce la historia»

el optimismo nos orientan hacia el futuro, pero el optimismo se


circunscribe a objetivos intramundanos cuya realización depende
de nosotros mismos, que son constatables y evaluables y que, a
menudo, no dejan espacio a la acción de Dios8.
La esperanza cristiana que debe animar la misión de la Iglesia
nace de una mirada creyente sobre el modo de actuar de Dios en
la Historia de la Salvación; se fundamenta en la certeza de que
Dios, que es fiel a su palabra, cumple sus promesas de salvación;
no se detiene en los resultados inmediatos de nuestras acciones
y, sobre todo, parte de la primacía de la acción de Dios en la vida
de la Iglesia, pues se funda en la convicción de que “la Iglesia no
goza de otra vida que la vida de la gracia”9. Nuestra esperanza
está en la acción de Dios, por lo que, aunque en algún momento
parezca que no tenemos motivos para el optimismo humano,
no por ello debemos dejar de confiar en Dios, que es quien traza
los caminos de la historia y conduce a su Pueblo hacia la meta
del Reino de Dios.
Solo una profunda espiritualidad nos puede conducir a crecer
en la esperanza y a vivir el actual momento eclesial sin perder
la paz que nace de la confianza en Dios. Por ello, os invito a
que, durante este tiempo de cuaresma, nos dediquemos con

8 BENEDICTO XVI, Encíclica Spe salvi.


9 SAN PABLO VI, Credo del pueblo de Dios, 19.
Una Iglesia esperanzada | 13

más intensidad a vivir aquellas realidades que nos pueden


ayudar a crecer en esta virtud teologal: la escucha creyente de
la Palabra en la que aprendemos a confiar en un Dios que no
abandona a su pueblo, y a ponernos confiadamente en sus
manos; la participación en la celebración litúrgica del Misterio
de Cristo, que tiene su centro en la Pascua, que nos lleva a una
renovación de nuestra esperanza, que no se fundamenta en
el éxito de nuestros proyectos, sino en la victoria definitiva de
Cristo sobre el pecado y la muerte; la vida de oración, gracias
a la cual aumenta en nosotros el amor a Dios, el deseo de vivir
en su amistad, la certeza de que sus designios son lo mejor
para nosotros; el compromiso en favor de los más necesitados
mediante el cual los cristianos hacemos visible el amor de Dios
a los más pobres e indefensos, les abrimos una luz de esperanza
en sus vidas, que apunta a la Esperanza definitiva del Reino de
Dios, y sembramos en nuestro mundo la semilla de su Reino. Es
así como los cristianos y toda la Iglesia caminaremos en medio
de nuestro mundo como auténticos peregrinos de la Esperanza.

«Los signos de una Iglesia


esperanzada son
la reconciliación
de cada uno de nosotros
con nuestra misión»
Los signos de una Iglesia esperanzada son la reconciliación de
cada uno de nosotros con nuestra misión, convencidos de que,
si sembramos bien la semilla del Reino de Dios, Dios la hará
fructificar; la capacidad de “ver”, entre tantas dificultades, las
14 | Una Iglesia esperanzada

«El gran signo de una


Iglesia esperanzada [...]
es la alegría con la que
vivimos y anunciamos
el Evangelio»
realidades de vida cristiana que nos acompañan en la vida de
cada día y que, a menudo, somos incapaces de percibir porque
estamos dominados por el pesimismo; el fortalecimiento de la
comunión eclesial, que no consiste en una unidad impuesta
desde fuera, sino en una auténtica comunión en la caridad.
Pero, sobre todo, el gran signo de una Iglesia esperanzada, que el
papa Francisco no ha dejado de recordarnos en sus escritos desde
el comienzo de su pontificado, es la alegría con la que vivimos
y anunciamos el Evangelio. Quiero recordaros las palabras con
las que comienza su exhortación apostólica Evangelii Gaudium:
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de
los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”10.
El anuncio del Evangelio, que es un anuncio y una invitación
a sentir la alegría de la salvación y a vivir desde ella, exige
evangelizadores que la vivan y la comuniquen: “ojalá el mundo
actual -que busca a veces con angustia, a veces con esperanza-
pueda recibir así la Buena Nueva, no a través de evangelizadores
tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de
ministros del Evangelio cuya vida irradia el fervor de quienes
han recibido, ante todo en ellos mismos, la alegría de Cristo”11.

10 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 1.


11 SAN PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, 80.
Una Iglesia esperanzada | 15

04.
LA CONVERSIÓN PASTORAL

La esperanza no es espera pasiva. Nos pide orientar nuestro ser-


vicio eclesial en dirección al Reino de Dios con humildad y con
la certeza de que forma parte de la humildad del Señor pedirnos
que cooperemos con Él. Por ello, ante los retos que tenemos ac-
tualmente en la Iglesia en orden al anuncio del Evangelio, y que
nos interpelan a todos, es necesaria una actitud de discernimiento
para encontrar los caminos para que el mensaje cristiano sea
significativo para nuestro mundo. En su exhortación apostólica
Evangelii Gaudium, el papa Francisco nos invita a vivir un proceso
de “conversión pastoral y misionera”12 para que “toda la estructura
eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización
del mundo actual”13. La Iglesia, si vivimos desde esta perspectiva,
no será vista en primer lugar como una estructura burocrática o
como un lugar de “servicios religiosos”, sino como un espacio de
vivencia ilusionada de la fe y de anuncio del Evangelio.
Hoy no podemos vivir en la Iglesia como si estuviéramos en otra
época. Ni el mundo que nos rodea es como hace unas décadas,
ni la relación de la Iglesia con la sociedad se vive como la hemos
vivido en épocas recientes de nuestra historia; ya que no podemos
partir del supuesto de que la sociedad está configurada cultural-
mente por el cristianismo. Tampoco podemos dar por hecho que
todas las personas que se acercan a la Iglesia en algún momento
de sus vidas son cristianas o lo hacen por motivaciones de fe. Al-
gunas cosas que en otras épocas formaban parte de la formación
cristiana de la mayoría de los cristianos que intentaban vivir la

12 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 25.


13 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 27.
16 | Una Iglesia esperanzada

fe, hoy no las conocen muchos creyentes. Situaciones personales


que hace unos años eran vistas como casos excepcionales ahora
las aceptan culturalmente amplios sectores de nuestra sociedad,
y muchas personas las han integrado con toda naturalidad en
sus vidas personales. La conversión pastoral nos pide vivir en la
Iglesia desde una opción evangelizadora, desde la actitud de que
cada persona que hoy se acerca a la Iglesia y entra en relación
con ella es una oportunidad para la evangelización.

«La conversión pastoral nos


pide estar atentos y abiertos
a los nuevos métodos
del primer anuncio»
La conversión pastoral nos pide estar atentos y abiertos a los
nuevos métodos del primer anuncio. La integración constructiva
de esos nuevos métodos en la vida eclesial exige algunas actitudes
para que no se rompa la comunión eclesial: discernimiento para
ver qué realidad es la más adecuada para cada lugar o situación;
evitar la tentación de absolutizarlos que lleve a un desprecio
hacia la vida eclesial anterior; no caer en actitudes rupturistas
con el pasado que no responden a la verdad de la vida eclesial,
porque no podemos olvidar que muchos cristianos que hoy
viven la fe con autenticidad han crecido en ella y la viven con
fidelidad gracias a la formación que recibieron en su momento.
En una sociedad en la que la fe ya no es algo socialmente o
culturalmente compartido, incluso las realidades esenciales que
habitualmente configuran la vida de las parroquias, que eran el
Una Iglesia esperanzada | 17

instrumento para el crecimiento en una fe que fundamental-


mente se transmitía en el ámbito familiar, o que servían para
formar cristianos más comprometidos con la Iglesia, hoy deben
ser enfocadas desde una perspectiva evangelizadora: actualmente
para muchos niños y jóvenes que desean recibir los sacramentos
de la iniciación cristiana, e incluso para muchas de sus familias,
la catequesis ya no es el lugar en el que se crece en una fe que
se había recibido y se había comenzado a vivir en el seno de
la familia y donde se aprendía a vivir según las exigencias del
Evangelio, sino que es un lugar de primer anuncio, una ocasión
para un primer encuentro con el Señor. La misma celebración
de los sacramentos es, en muchos casos, una ocasión de primer
anuncio del mensaje cristiano.
La conversión pastoral nos debe llevar a buscar nuevos caminos
para la transmisión de la fe. Desde hace unas décadas estamos
viviendo en la Iglesia una situación en la que las instituciones
básicas que eran unos instrumentos eficaces para la transmisión
de la fe (familia, escuela y parroquia), ya no cumplen esa función
en la mayoría de los casos. La familia es una institución valorada
por los jóvenes, pero más como un ámbito en el que se cubren las
necesidades afectivas que como un referente para configurar los
valores o las ideas desde los que orientar la vida. La escuela, en una
sociedad pluralista como la nuestra, vive de una concepción de la
educación como instrucción o transmisión de saberes en la que
los modelos éticos o antropológicos están cada vez más ausentes.
La parroquia y las otras instituciones eclesiales son víctimas de
la desconfianza hacia la Iglesia que se ha instalado en grandes
sectores de nuestra sociedad. De un modelo de transmisión de
18 | Una Iglesia esperanzada

la fe por herencia familiar o por el peso institucional que tenían


la escuela y la parroquia, ahora hemos pasado a un modelo
testimonial. El excesivo peso institucional, que en épocas pasadas
era una ventaja en orden a la eficacia de la trasmisión de la fe,
hoy parece haberse convertido en un obstáculo.
La conversión pastoral exige que nos preguntemos por el modo
de anunciar el Evangelio. Una auténtica evangelización tiene que
nacer de un encuentro con el Señor, porque es algo más que una
transmisión de ideas y, además, tiene que hacerse con métodos
evangélicos. Los cristianos estamos llamados a dar razón de
nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere “con delicadeza
y respeto” (1Pe 3, 15). En la misión de la Iglesia el contenido del
Evangelio y el modo de anunciarlo son inseparables: el Evangelio
solo puede anunciarse con eficacia si se hace evangélicamente.
Por ello, la Iglesia deberá evitar en todo momento dos tentaciones:
en primer lugar, emplear las imposiciones al servicio de la
verdad, porque “la verdad no se impone más que por la fuerza
de la verdad misma, que penetra en las mentes de modo suave
y a la vez con vigor»14. La segunda tentación, más sutil que la
anterior, consiste en querer servirnos de recursos complejos para
el anuncio del Evangelio que puedan oscurecer la verdad del
mismo, o servirnos de prácticas que frecuentemente recurren
a la mentira o a técnicas de manipulación. La Iglesia, en el
anuncio del Evangelio, debe resplandecer por la veracidad y
la trasparencia. Ni las imposiciones ni la falsedad pueden ser
caminos para la Iglesia. El Evangelio tiene poder para brillar por

14 SAN JUAN PABLO II, Tertio millenio adveniente, 35.


Una Iglesia esperanzada | 19

«La parroquia continúa siendo para


la gran mayoría de los bautizados
el referente fundamental
para su vida de fe»
sí mismo. El empleo de métodos no evangélicos para anunciar
el mensaje cristiano revelaría una falta de confianza en la fuerza
irradiadora de la Buena Noticia de Jesucristo.
La conversión pastoral nos pide en el actual momento eclesial
una nueva manera de vivir en la Iglesia en la que se favorezca
la participación de todos en la vida y en la misión eclesial, y
que crezcamos de este modo en la comunión, que es algo más
que una unidad impuesta desde fuera. Esa manera de vivir
en la Iglesia debería llegar a todas las realidades presentes
en nuestra diócesis, especialmente a las parroquias y a las
estructuras diocesanas. No podemos olvidar que, a pesar de la
gran pluralidad de realidades eclesiales y de grupos que existen
en la actualidad, y de la movilidad que caracteriza el estilo de
vida de nuestra sociedad, la parroquia continúa siendo para la
gran mayoría de los bautizados el referente fundamental para
su vida de fe15. Detrás de este hecho hay un motivo teológico:
aunque ningún cristiano es extraño allí donde se vive y se
celebra la fe, los creyentes no podemos vivir la fe aisladamente.
Necesitamos una comunidad concreta de hermanos donde
celebrar habitualmente los sacramentos, escuchar la Palabra
de Dios y vivir el mandato del amor. Eso enriquece mucho la
vivencia de la fe. Todas las otras realidades eclesiales, métodos
de evangelización, movimientos y grupos, etc. son constructores
de Iglesia si sirven a la revitalización de la vida de las parroquias
y comunidades cristianas. Solo así enriquecen a todos y se evita
la tentación de la auto-referencialidad.

15 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 28: “La parroquia no es una estructura caduca”.
20 | Una Iglesia esperanzada

05.
EL JUBILEO DE 2025,
UN ACONTECIMIENTO DE GRACIA

El año 2025 viviremos en la Iglesia un acontecimiento que puede


ser un momento de renovación eclesial y de conversión personal.
Se trata del Jubileo ordinario que se celebra cada 25 años, en esta
ocasión con el lema “Peregrinos de la Esperanza”. El pueblo fiel
siempre ha vivido los años jubilares como un momento de gracia
y de renovación eclesial. El perdón de los pecados y, en particular,
el don de la indulgencia plenamente ofrecida, expresión plena
de la misericordia de Dios, son una llamada para que el rostro
de Cristo brille más plenamente en la Iglesia por la santidad de
sus miembros. La peregrinación para venerar las reliquias de
los apóstoles Pedro y Pablo puede ser una ocasión para reavivar
nuestra fe y nuestra comunión con el sucesor de Pedro.
«El pueblo fiel siempre
ha vivido los años jubilares
como un momento de gracia
y de renovación eclesial»
El Santo Padre desea también que esta celebración sea una
ocasión para superar la tentación de la desesperanza que, a
menudo, se hace presente en la vida eclesial, de modo que la
Iglesia llegue a ser “cada vez más claramente signo e instrumento
de la unidad en la armonía de la diversidad”16. Una Iglesia que
vive su misión sin esperanza no puede aportar nada valioso a
nuestro mundo. Para que esto se haga realidad cada cristiano
debe sentirse llamado a una participación responsable en la vida
de la comunidad cristiana y todos debemos valorar los carismas

16 PAPA FRANCISCO, Carta al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
Una Iglesia esperanzada | 21

y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la


edificación de la única Iglesia.
Por ello, el Papa propone un camino concreto en este tiempo
de preparación para el jubileo: recordar las enseñanzas de las
cuatro constituciones del Concilio Vaticano II, que deben seguir
“orientando y guiando al santo pueblo de Dios para que progrese
en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio a todos”17.
El Jubileo debería servir para centrar la vida de nuestra diócesis en
la perspectiva del Concilio y, de este modo, crecer en la sinodalidad
como rasgo que debe caracterizar la vida de la Iglesia.
La profundización en las enseñanzas de la Constitución sobre la
Iglesia (Lumen Gentium), así como la segunda asamblea sinodal
que se celebrará durante el mes de octubre de este año, nos
deberían llevar a vivir el auténtico espíritu eclesial que buscó
el Concilio Vaticano II. En el momento eclesial en que vivimos,
en el que, desde actitudes distintas y a menudo encontradas,
se hacen propuestas a partir de lo que se piensa que debe ser
la Iglesia, el Concilio nos indica el único camino adecuado para
crecer en la comunión: no se trata de discutir sobre lo que
cada uno piensa que debe ser la Iglesia, sino de preguntarnos
cómo quiere el Señor que sea la Iglesia. Una aproximación al
misterio de la Iglesia desde una perspectiva ideológica conduce
a la división. Únicamente contemplándola a la luz de Cristo
y con ojos creyentes podemos encontrar el camino para la
comunión. Junto a esta reflexión, deberíamos plantearnos algunas

17 PAPA FRANCISCO, Carta al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
22 | Una Iglesia esperanzada

cuestiones más concretas y que nos comprometen de un modo


más directo en la vida eclesial: ¿Cómo estamos viviendo en
la Iglesia? ¿Sentimos como propia la misión que el Señor ha
confiado a sus discípulos o nos desentendemos de ella? ¿Vivimos
en un espíritu de auténtica comunión y diálogo o nos acusamos
unos a otros de ser los culpables de las dificultades para la
evangelización? ¿Hay un espíritu de escucha y participación en
la vida de nuestras comunidades?
Las constituciones sobre la Liturgia (Sacrosanctum concilium) y
la Palabra de Dios (Dei Verbum) nos pueden ayudar a reflexionar
sobre nuestra vivencia de los sacramentos y sobre el lugar que la
Palabra ocupa en la vida de nuestras parroquias y comunidades:
¿Es la celebración de la Eucaristía el centro y el culmen de toda
nuestra acción evangelizadora? ¿Cuidamos la celebración y la
preparamos para que se visibilice su centralidad en la vida eclesial?
¿La Palabra de Dios es el alma de la catequesis y de todas las
otras acciones evangelizadoras y formativas que programamos?
¿Ayudamos a que los fieles celebren los otros sacramentos de la
manera más digna posible? ¿Fomentamos el espíritu de oración
personal y comunitaria?

«¿Es la celebración de la Eucaristía


el centro y el culmen de toda
nuestra acción evangelizadora?»

El Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia en el mundo


actual (Gaudium et Spes), nos invitó a situarnos en la sociedad
Una Iglesia esperanzada | 23

haciendo nuestros los sufrimientos y las esperanzas de los


hombres y mujeres de nuestro tiempo; a buscar caminos para un
diálogo sincero, y al mismo tiempo crítico en algunas ocasiones,
con la cultura y los valores predominantes en nuestro mundo;
a dar razón de nuestra esperanza con delicadeza y respeto; y a
comprometernos, cada cual desde su vocación, en la tarea de
construir un mundo que sea sacramento del Reino de Dios:
¿Cómo vivimos como Iglesia nuestra relación con la sociedad?
¿Estamos en permanente actitud de condena y rechazo del
mundo en el que nos ha correspondido vivir o, por el contrario,
nos acercamos a él con amor?
Además de proponernos el estudio de las cuatro grandes
constituciones conciliares para que continúen siendo la inspiración
fundamental de la vida y de la misión de la Iglesia, el Papa
nos ha sugerido que el año 2024 sea un tiempo dedicado a la
oración. Una vida eclesial sin la profundidad que dan la oración
y el encuentro con Dios deriva hacia un mero activismo y hacia
la superficialidad. El Papa, en su carta sobre el próximo jubileo,
nos recuerda que necesitamos orar “para recuperar el deseo de
estar en la presencia del Señor, de escucharlo y de adorarlo”18.
Si los cristianos abandonamos la plegaria, perdemos el sentido
de Dios y, con ello, el elemento fundamental en la vivencia de
nuestra fe.
Este centrarnos en la oración debería incluir, en primer lugar,
una formación para la auténtica plegaria cristiana, que lleva

18 PAPA FRANCISCO, Carta al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
24 | Una Iglesia esperanzada

al encuentro con Dios y a crecer en la amistad con Él. En estos


momentos vivimos una situación paradójica: por una parte,
estamos inmersos en una cultura que nos impone un ritmo
de vida que lleva al estrés, que dificulta la interioridad y que,
al mismo tiempo, genera insatisfacción y deseos de encontrar
una paz interior que, a menudo, no se tiene. Por ello, muchos
creyentes buscan llenar esos vacíos recurriendo a métodos
que les ayuden a profundizar en sí mismos y a crecer en la
interioridad. Los cristianos no podemos olvidar que Dios nos ha
creado para Él y que nuestro corazón únicamente encontrará
en Él el descanso que necesita. La interioridad, si encierra a la
persona en sí misma, no es oración. La plegaria cristiana debe
llevar el encuentro con Dios, que es quien puede apagar la sed
de absoluto que hay en el corazón del hombre, y con el hermano,
en quien contemplamos el rostro del mismo Cristo.

«La plegaria cristiana debe llevar


el encuentro con Dios»

Una auténtica iniciación a la oración cristiana puede servirse de


los métodos que apaciguan el espíritu humano, pero no puede
quedarse en ellos. No puede dejar de lado la oración de Jesús
(su práctica y sus enseñanzas, especialmente el Padrenuestro);
tampoco puede olvidar la Sagrada Escritura en la que Dios
nos enseña a orar con su misma Palabra revelada; no debería
prescindir de la enseñanza de la Iglesia, que, como una madre
cuando enseña a hablar a sus hijos, nos enseña el lenguaje de
la fe y de la oración; y, finalmente, no debemos ignorar la larga
Una Iglesia esperanzada | 25

tradición de orantes y místicos que, con su vida y sus obras, han


guiado a muchos creyentes hasta las cimas más altas de santidad.
Si prescindimos de todo esto, nuestra oración difícilmente nos
llevará a Dios19.
Además de esta formación sería conveniente una intensificación
de la vida de oración en las parroquias, grupos y comunidades
para, como afirma el Papa, “agradecer a Dios los múltiples dones
de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación que
nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y
responsable para salvaguardarla (…), oración que se traduce
en ser solidarios y en compartir el pan de cada día, oración
que permite dirigirse al único Dios, para expresarle lo que cada
uno tiene en el secreto del corazón, oración como vía hacia la
santidad que nos lleva a vivir la contemplación en la acción”20. Si
nos preparamos así para el jubileo, nuestros corazones recibirán
la abundancia de la gracia.
Si como cristianos estamos llamados a alentar la esperanza
de nuestro mundo, no podemos olvidar la dimensión social
del jubileo: debemos recuperar el sentido de la fraternidad
universal; no podemos cerrar los ojos ante la pobreza que impide
a tantos hermanos nuestros vivir de manera humanamente
digna; estamos llamados a ayudar a los numerosos refugiados
que se ven obligados a abandonar sus países y a luchar, de este
modo, por un mundo más justo. Desde sus orígenes bíblicos,

19 Puede ser útil: COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE DE LA CONFERENCIA EPIS-


COPAL ESPAÑOLA, “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42, 3). Orientaciones doctrinales sobre la
oración cristiana.
20 PAPA FRANCISCO, Carta al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
26 | Una Iglesia esperanzada

el año jubilar ha sido siempre una llamada a restablecer en


nuestro mundo la justicia querida por Dios. En este momento
histórico, el Papa no quiere que nos olvidemos de una de las
preocupaciones que los cristianos compartimos con toda la
humanidad, que es la necesidad de cuidar de la casa común:
“De hecho, un número cada vez mayor de personas, incluidos
muchos jóvenes y adolescentes, reconocen que el cuidado de la
creación es expresión esencial de la fe en Dios y de la obediencia
a su voluntad”21. La dimensión espiritual del jubileo no debería
separarse de estos aspectos fundamentales de la vida social
porque, en caso contrario, la celebración sería incompleta.

21 PAPA FRANCISCO, Carta al presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
Una Iglesia esperanzada | 27

06.
MARÍA, MIEMBRO, MODELO
Y MADRE DE LA IGLESIA

En todos los momentos de la historia de la Iglesia, los cristianos


somos conscientes de que hemos sido precedidos por una gran
cantidad de testigos de la fe que se han mantenido fieles a la
llamada del Señor y se han dejado guiar por el Espíritu Santo,
incluso en momentos y situaciones más difíciles que la nuestra.
A ellos debemos dirigir nuestra mirada, pues el testimonio de
los santos que nos han precedido en el camino de la fe es fuen-
te de vida cristiana para quienes hoy queremos ser discípulos
y amigos del Señor. Nuestra diócesis ha sido enriquecida, por
gracia de Dios, con abundantes frutos de santidad.

«María [...] acompaña a la Iglesia


con su presencia silenciosa, y al mismo
tiempo, evangelizadora, y con su oración»

Nuestra mirada creyente se dirige especialmente a María, la Madre


del Señor. Desde el primer momento Ella acompaña a la Iglesia
con su presencia silenciosa, y al mismo tiempo, evangelizadora,
y con su oración, en la que hace suyas y presenta a Dios las
necesidades de todos sus hijos. Al contemplarla con ojos de fe
y amor, los creyentes vemos en ella a alguien que, como nos ha
enseñado el Concilio Vaticano II, es, al mismo tiempo, “miembro
eminente”, “modelo” y “Madre” de la Iglesia22. Como miembro
de la Iglesia, Ella vivió, como todos nosotros, un auténtico ca-
mino de fe en el que no faltaron momentos de oscuridad y de
prueba. Al contemplarla como modelo, descubrimos que afrontó

22 CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium 63.


28 | Una Iglesia esperanzada

todas las situaciones sin perder la confianza en Dios, con una


fe esperanzada. Cuando desde la cruz Jesús le confió la nueva
misión de ser Madre de todos sus discípulos, inmediatamente
Ella nos incluyó en su corazón maternal.
Que nosotros, al igual que el Discípulo Amado, la acojamos tam-
bién como algo propio y no dejemos de ponernos en sus manos:
siguiéndola, no nos extraviaremos; dirigiendo a Ella nuestras
plegarias, no desesperaremos; pensando en Ella, evitaremos los
errores. Si Ella nos sostiene, no caeremos; si Ella nos protege, nada
tendremos que temer; si Ella nos conduce, no nos cansaremos;
con su favor, llegaremos a la meta. ¡Que Ella guíe el caminar de
nuestra diócesis y sostenga nuestra esperanza!

† Enrique Benavent Vidal


Arzobispo de Valencia

Valencia, 25 de enero de 2024


Fiesta de la Conversión del Apóstol San Pablo

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