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H Lingrec

La Edad Media en Europa se extiende desde la caída del Imperio Romano hasta el Renacimiento. Durante este período, la Iglesia se convirtió en el centro del poder y la educación, basada en las Siete Artes Liberales. La gramática latina continuó siendo fundamental y se desarrollaron gramáticas normativas y especulativas que relacionaban la gramática con la teología. Las lenguas vernáculas también comenzaron a estudiarse, mientras que el griego y los textos árabes se introdujeron gradualmente en

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H Lingrec

La Edad Media en Europa se extiende desde la caída del Imperio Romano hasta el Renacimiento. Durante este período, la Iglesia se convirtió en el centro del poder y la educación, basada en las Siete Artes Liberales. La gramática latina continuó siendo fundamental y se desarrollaron gramáticas normativas y especulativas que relacionaban la gramática con la teología. Las lenguas vernáculas también comenzaron a estudiarse, mientras que el griego y los textos árabes se introdujeron gradualmente en

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1.

INTRODUCCIÓN

1.1 Características

La Edad Media constituye el período de la historia de Europa comprendido entre la


caída del Imperio Romano (de Occidente) y la serie de acontecimientos y cambios
culturales conocidos con el nombre de Renacimiento, el cual es aceptado por todos
como el comienzo de la época moderna.
Desde entonces, se ha tendido a exagerar la oscuridad de la época medieval y se han
subestimado sus actividades y logros. No obstante, es indudable que hubo un ocaso en
una amplia esfera de la vida humana en los siglos siguientes a la caída de Roma.

En el Oeste se perdió irreparablemente una gran parte de la literatura clásica.


Por su parte, la Iglesia se erigió como protectora del saber y la educación, siendo el
Papado y los obispados los centros del poder secular. La literatura de la Antigüedad
clásica, pagana, solía ser motivo de sospecha; lo que difundió cierta hostilidad hacia
estos autores y al lenguaje en que escribieron, en contraste con el latín posterior, el de la
Vulgata y el usado por la Iglesia, de carácter más coloquial. Sin embargo, en muchos
centros de estudio continuó la investigación de la literatura clásica, se conservaron y
copiaron los manuscritos antiguos y, sobre todo, se enseñó y valoró enormemente la
teoría gramatical de Donato y Prisciano.

El latín continuó siendo la lengua de la erudición y su autoridad quedó reforzada, pues


era la lengua de la literatura patrística y la administración eclesiástica. Por tanto, los
trabajos lingüísticos de los primeros años del Medioevo eran, por lo general, estudios de
gramática latina.

La educación medieval se basó en “Las Siete Artes liberales”; la gramática, la


dialéctica (lógica) y la retórica formaban la primera parte o Trivium; la música, la
aritmética, la geometría y la astronomía formaban la segunda parte o Quadrivium. Esta
división fue obra de Boecio, sabio romano que tradujo parte de la obra de Aristóteles, la
cual formó parte de la exigua literatura griega existente en Occidente a principio del
Medioevo.
La gramática fue la base de la erudición medieval, ya como arte liberal, ya por la
necesidad de saber leer y escribir el latín correctamente.

Si tuviéramos que establecer unas líneas básicas de la gramática medieval en el


mundo europeo cristianizado, tendríamos que fijarnos en tres aspectos:

- La gramática todavía sigue siendo “arte” en ese sentido de técnica que domina
todavía la semántica de esta palabra. Por ello es una época de producción de
gramáticas normativas siguiendo las líneas generales perfectamente establecidas
por el modelo grecolatino.

- El desarrollo de la filosofía y, sobre todo, de la teología, propicia una serie de


discusiones sobre el signo y la relación entre expresión y contenido,
caracterizadas por la preocupación por los “modos de significar”. Esta corriente,
representada por los modistas, constituye una línea teórica especulativa, con
originalidad en muchos aspectos. Las gramáticas especulativas son la
característica esencial de la Edad Media.
- El desarrollo de las lenguas vernáculas, con la fragmentación del latín en las
lenguas románicas, por un lado, y la alfabetización de las lenguas germánicas,
célticas, bálticas y eslavas, por otro, provoca una actuación que podemos
considerar dentro del ámbito de la planificación lingüística en el apartado de la
“reforma de las lenguas”.

Todos estos estudios estuvieron subordinados a la teología. Las verdades gramaticales


se pondrán en relación con los misterios teológicos y se llegará a parangonar las tres
personas del verbo y las Tres Divinas Personas o a hablar de las ocho partes de la
oración en relación con el carácter sagrado del número ocho en las Escrituras.

1.2 División o etapas.

A los seis primeros siglos que siguieron a la caída del Imperio Romano se les llama
“Época Oscura”. Durante esta época, en el Imperio Romano de Oriente se continuó con
el saber clásico, el cual coexistió con la difusión del cristianismo. Aunque se
consiguiera poco que fuese original fuera del campo de la teología; los autores griegos,
como Dionisio de Tracia, fueron objeto continuo de análisis por parte de los bizantinos.
La gramática de los primeros siglos fue principalmente un estudio práctico y
normativo; Prisciano y Donato fueron los autores fundamentales y sus teorías apenas se
modificaron.
El estudio lingüístico se realizó en forma de glosas o de investigación etimológica y
lexicográfica, como la realizada por S. Isidoro de Sevilla. Además, se escribieron
gramáticas didácticas como la de Aelfric.

A partir del año 1100 hasta el Renacimiento, se produce un resurgimiento en el que la


civilización medieval recuperó una buena parte del terreno perdido en el tumulto de los
primeros años. Esta es la parte más significativa en la historia de la ciencia lingüística,
pues fue el período de la filosofía escolástica, en el que los estudios lingüísticos
alcanzaron un puesto importante. Esta era se caracteriza por el florecimiento de la
literatura y la fundación de las primeras universidades europeas.
La influencia de la Iglesia de Roma, reforzada por la fundación de las órdenes de los
Franciscanos y los Dominicos, unificó la cultura y la orientó al estudio de la fe.

Hasta aquí toda la labor lingüística había sido pedagógica. Esta labor continuaría
durante todo el período escolástico, pues se redactaron manuales como el Doctrinale de
Villedieu (1200), el Graecismus de Eberardo de Béthune (1212) o el Primer tratado
gramatical, por parte de un autor islandés del S. XII (El Primer Gramático).

Con todo, el acontecimiento más interesante y significativo en la lingüística de la


Edad Media es lo conseguido en las << gramáticas especulativas>> o tratados De
modus significandi (Sobre los modos de significación) por unos cuantos escritores, entre
los que destaca Tomás de Erfurt, del período más eminente de la filosofía escolástica
(c. 1200-1350).
La gramática especulativa fue más allá de lo exigido por la enseñanza del latín y los
escritos en que se explicaba convivieron con los manuales didácticos.
Durante la Baja Edad Media la tranquilidad y estabilidad fueron mayores. Desde el
Siglo XII le fue más accesible al hombre de Occidente el estudio del griego. Las
cruzadas dieron por resultado un contacto más directo entre la Iglesia de Roma y la del
Imperio Oriental, y con la toma de Constantinopla en 1204 se reavivó el interés por las
fuentes griegas de la filosofía aristotélica (conocida por las traducciones latinas) y
llegaron a Occidente gran número de manuscritos griegos. En el S. XIV en muchas
universidades europeas se enseñaba sistemáticamente el griego. A través de España,
entraron de nuevo en el mundo occidental muchos escritos de filosofía griega, gracias a
las traducciones y comentarios árabes de Averroes y Avicena y también judíos. En la
Escuela de Traductores de Toledo se pasaron al latín las versiones árabes de Aristóteles.

De esta manera, vemos que la gramática especulativa fue el resultado de la


integración de la descripción gramatical del latín hecha por Prisciano y Donato en el
sistema de la filosofía escolástica, gracias a pensadores como S. Tomás de Aquino.

La Escolástica fue el sistema filosófico que, con el apoyo de la fe cristiana, afianzó en


su seno la unificación de todas las ramas y divisiones del saber humano y armonizó las
exigencias de la razón y la revelación. Con toda probabilidad, ni antes ni después de
esta época, estuvo más compacta en su núcleo la arquitectura del saber humano.

2. Gramáticas didácticas.

La transición de la Edad Antigua a la Media no podría estar completa sin referirnos


a un modelo lingüístico que convivió con el grecolatino durante estos siglos y que,
en buena medida, es una variante de éste, aunque con fuentes diferentes. Hablamos
del modelo lingüístico árabe y persa.
La preocupación por el idioma está unida en los árabes a dos cuestiones: la lectura
correcta del Alcorán y la interpretación de la poesía, especialmente las casidas.
El árabe escrito no es una codificación de una variedad oral concreta y determinada,
sino resultado de un compromiso entre dialectos. Pertenece al grupo semítico y está
emparentado, por tanto, con el hebreo, el siriaco y varias lenguas etiópicas, como el
amhárico.

En la época Omeya (ss. VV- IX) y en Basora, se inician los estudios gramaticales
árabes.
El primer vocabulario árabe en esta lengua, el Kitáb al – ‘ayn, se debe a Jalíl b.
Ahmad (m. 791/175), a quien también se le atribuye la fijación de las reglas
prosódicas árabes. Le cabe también el honor de haber tenido como discípulo al que
sigue siendo considerado el gramático árabe mayor de todos los tiempos, el persa
Síbawayh de la Escuela de Basora (m. 796/180), cuyo libro, que recibe el título por
antonomasia de “El Libro” ( Al- Kitáb), ha servido como base para construir
después todos los tratados árabes de gramática. Antes de este libro ya había una
ciencia desarrollada en la que es necesario citar como primer representante a Ibn
Isháq (m. 735-6/117).
La escuela competidora es la de Cuja, menos cohesionada y adscrita a tendencias
platónicas, aunque anomalista en sus planteamientos sobre el origen del lenguaje. La
visión de Platón a través de los neoplatónicos caracteriza también a Ibn Sinà,
llamado Avicena.
El gran polígrafo Ibn Qutayba (m. 889/276) fundó la escuela de Bagdad , cuyas
posturas habríamos de situar entre las dos antes citadas.
Así, por un lado, se continúa la escolástica basrí, a partir de la obra de Síbawayh, en
busca de una exposición clara y con fines didácticos, fundamenta su doctrina en la
reducción de los fenómenos a datos y principios que justifiquen las reglas. Estos
gramáticos emplean para ello el método analógico conocido como quiyás, en uso
para la actividades científicas en general, incluso para la teología. Los hechos que se
clasifican en dos grupos, según pertenezcan, bien a los hechos fundamentales (asl),
bien a los secundarios (far). mientras que por otro nos encontramos con los
investigadores que buscan en el dato concreto las excepciones a las reglas y
desconfían de la ley, que debe flexibilizarse. Nacen, de ahí, una tendencia analógica
y otra analítica. En el S. IX los gramáticos árabes están ya en disposición de buscar
los fundamentos de la gramática, al mismo tiempo que los filósofos buscan la
fundamentación de la inteligencia (fiqh).
La gramática incluye una morfología, una sintaxis y una fonética. La sintaxis de
estas gramáticas resulta muy atractiva, en ella podemos ver una serie de
consideraciones con las tesis funciones que aparecerán en el Brocense, por ejemplo.
Así nos encontramos con que distinguen un atributo, musnad, del atribuido musnad
ilayh y los elementos que los relacionan y que corresponden a los que en la
morfología se caracterizan como constructores o participantes en la construcción.
Existe también la noción de rección, así como la de jerarquización de las recciones;
parece igualmente haber principio de distinción de las clases morfológicas y las
funciones sintácticas. Desde el punto de vista metodológico podemos intentar
caracterizar la evolución de gramática como respuesta a una disyuntiva entre la
metodología analítica y el uso.

Leyes que se aplican con criterio normativo de Ibn Ginní:


-El regido debe seguir al regente.
-Si entre dos elementos de la frase existe una relación, cuanto más fuerte sea esta
menos se podrá separarlos.
-El pronombre debe referirse a un nombre anterior.
Estas leyes se alteran por dos razones:
-Por el qiyás, la analogía.
-Por la necesidad, en este caso la poesía las tolera menos que la prosa.
Por otra parte, los diccionarios árabes que conocemos aparecieron ya en el segundo
siglo del Islam, nuestro S. VIII y constituyen una parte fundamental de la aportación
árabe a nuestra ciencia. Uno de los más célebres fue el de Firuzabadi.
En lo que concierne a la lexicografía española, todavía el Tesoro Lexicográfico de
Sebastián de Covarrubias (1611) no sigue un orden. Habrá que esperar al Diccionario de
Autoridades, el primer diccionario de la Real Academia Española para encontrarnos con
un diccionario concebido científicamente.

Los árabes fueron también depuradores y buscadores de su propia teoría y no solo


transmisores de una cultura importada.

Se debe señalar, para los primeros siglos sobre todo, la presencia de una gramática
medieval de abolengo latino, frecuentemente versificada, junto a la corriente lógico –
dialéctica. Así lo testimonian la obra de Remigio de Auxerre, en el S. X o, en el XII, el
Doctrinale, gramática rimada de Alexander de Villedieu y el Graecisimus de Eberardo
de Béthune, también en verso, que llegó hasta el S. XV.
Hasta el Doctrinale, en lo que respecta a la división de la Gramática (también en el
Imperio Bizantino), seguía en vigor la distinción de prosodia, etimología, analogía y
sintaxis, establecida en el S. II a. C. Con la sustitución de la etimología por la ortografía
y la consideración crecientemente morfológica de la analogía, dicha división ha llegado
hasta el S. XX.
Todas estas gramáticas se hacen acreedoras de un reproche común, el de que el estudio
del uso, entendido como uso correcto, predomina sobre la concepción especulativa y la
investigación, ante todo, de las causas: lo normativo se impone a lo especulativo y
etiológico.
Conviene dedicar unos párrafos también a la etimología y la lexicografía. En el primer
caso porque la época a verá el fin de su concepción antigua, aunque hasta el S. XVIII se
abra un período de transición. A la segunda porque conviene situarla en relación con los
testimonios de otras lenguas distintas del latín, románicas o no, y considerar sus
planteamientos.

La etimología era considerada una disciplina de gran valor porque a través de ella se
pretendía llegar a la esencia del concepto mencionado por la palabra. Era un
instrumento lingüístico para descubrir el origen y la verdad de las cosas.
El valor antiguo de la etimología se ejemplifica en la magna obra del hispano-godo
Isidoro de Sevilla conocida como Isidori Hispalensis episcopi etymologiarium siue
originum libri XX, ampliamente difundida a partir del año 636. Todavía es de nulo
valor científico, pero sirve para transmitirnos la cultura medieval y la tendencia
analogista en la formación de las palabras, revitalizada por el neoplatonismo
agustiniano, pues buscan algún tipo de motivación en la relación nombre – cosa.

El libro primero contiene un sumario de gramática latina, muy breve y dedicado sobre
todo a la discusión de problemas terminológicos. Su brevedad y la rapidez con la que
circuló convirtieron este compendio en una obra sumamente citada, junto con las Artes
de Donato y la Institutio de nomine de Prisciano. Las Etimologías son también, en
buena medida, ejemplo de glosario. Los glosarios son las manifestaciones lexicográficas
características del mundo latino medieval y tienen, incluso, importancia notable en la
Península Ibérica.

Después de la obra isidoriana, en el sur de Francia o norte de Italia, en el S. VII,


probablemente, se compiló el Liber Glossarum o Glosario de Ansileubo. También
debemos citar la obra de Paulo Diácono, autor del S. VII perteneciente al monasterio de
Monte Cassino y, en el S. XI, el Elementarium del erudito lombardo Papías, para llegar
en 1286, al Catholicon de Johannes Balbi de Janua, genovés.
En la Península son célebres las Glosas Emilianenses y las Silenses, compiladas en los
monasterios riojano-burgaleses de San Millán de la Cogolla y S. Domingo de Silos,
cuya fecha se discute entre los S. X y XI. Esas glosas no son solo latinas, sino romances
e incluso vascas.
Lugar destacadísimo ocupan los glosarios latino arábigos como el Latino-Arabicum de
Leiden, el Vocabulista atribuido a Ramón Martí y la culminación romance de todos
ellos, en la obra de Pedro de Alcalá, Arte para ligeramente saber la lengua aráuiga con
el Vocabulista aráuigo.

La Castilla medieval donde el en S. XIII, especialmente se produce el gran movimiento


científico y cultural de trasvase de la cultura árabe sobre todo al castellano, en vez de al
latín, nos permite observar, en la figura de Alfonso X el Sabio, un proceso de reforma y
modernización de la lengua a través de la Escuela de Traductores de Toledo, el puente
entre Oriente y Occidente.
Tenía que fijar una norma, la que se ha llamado alfonsí, que perduró hasta fines del S.
XVIII, reforzada por los gramáticos clásicos.
En el aspecto sintáctico la influencia de la prosa árabe refuerza en ocasiones tendencias
que en latín no se reflejaban, como la tendencia a la colocación del verbo en posición
inicial o la redundancia pronominal, además de las construcciones de relativo.
En el aspecto léxico refleja una doble actitud: recepción de préstamos y creación de
nuevos vocablos técnicos.
Apoyó decididamente la lengua romance, aunque sin denostar la latina. Todavía infante
dispuso que los documentos públicos de los notarios reales se escribieran en castellano
y no en latín.

La obra de Prisciano en la que sobrevivió el espíritu de Apolonio Díscolo y Dionisio de


Tracia constituyó el puente entre la Antigüedad y la Edad Media, y el fundamento
inconmovible de todo estudio riguroso y profundo de la lengua latina. Su obra se
compone del Prisciano mayor (libros 1-16) que tratan de la fonética y la morfología y
los dos últimos, el Prisciano menor que tratan sobre la sintaxis o construcción.
Fue utilizada también la Ars grammatica de Donato del S. IV, que es una sucinta
gramática escolar y que consiguientemente fue usada para la enseñanza elemental.
Obtuvieron ilimitado prestigio, no se podía discutir sus palabras.

Se admitió la definición de Gramática que dio Isidoro de Sevilla en sus Etimologías en


veinte libros que, al igual que la dicha por el sabio Petrus Heliae en su Summa
Grammaticae, es la de Prisciano y fue utilizada por los modistas: “La gramática es la
ciencia de hablar y escribir correctamente. Esta ciencia tiene el cometido de disponer de
manera armónica las letras en sílabas, las sílabas en palabras y las palabras en oraciones,
y pronunciarlas correctamente, con el fin de evitar solecismos y barbarismos”.

Se descubrió muy pronto que se retiene más fácilmente una regla gramatical en verso.
La obra más famosa y extensa de este tipo fue el Doctrinale (1199), en hexámetros,
alcanzó al Humanismo y a la Reforma y, en el año 1588, fue impreso por última vez.
En la sintaxis se ocupa de la distinción transitiva/intransitiva y sus subclases.

Una obra parecida al Doctrinale fue la compuesta por Eberardo de Béthune, con el raro
título de Graecismus, en el año 1212, en hexámetros y pentámetros. El título deriva
probablemente del capítulo dedicado a la etimología de palabras griegas, que se
consideró muy importante. Las dos obras mencionadas sustituirían a partir del S. XIII al
Donato y al Prisciano.

En Inglaterra Beda y Alcuino escribieron gramáticas latinas en los siglos VII y VIII.
Como ejemplos de gramáticas latinas específicamente didácticas destacan la Gramática
Latina y el Colloquium (Libro de Conversación) de Aelfric, junto con el glosario latin-
inglés que les acompañaba. Escritos por el año 1000, basaban todas sus reglas en
Prisciano y Donato. Marcó la impronta durante varios siglos en la gramática inglesa de
inspiración latina.
Se conoce una gramática del galés del S. XIII y se dice que sus fuentes datan del S. X.

Después de la conversión de Irlanda en el S. V, la erudición latina floreció con un


elevado grado durante el primer milenio. Hasta la invasión escandinava del S. IX,
Irlanda fue adelantada de la civilización cristiana. Se estudió la gramática de Donato,
Prisciano y S. Isidoro. Este estudio lingüístico se fundió con la tradición de los bardos
nativos y llegó a producir las enseñanzas gramaticales y métricas de los tratados
poéticos medievales, tradición que se conservó hasta el S. XVII.

Uno de los ejemplos más sorprendentes de la labor práctica realizada en este periodo fue
el Primer Tratado Gramatical, de un autor islandés desconocido del S. XII.
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