fidelidad - 1
La Fidelidad de Jesús
– Toda la vida de Jesús fue una lucha por mantenerse fiel a su misión –
La vocación de todo religioso puede quedar definida por esta fórmula de san
Benito: «no preferir absolutamente nada al amor de Cristo» (RB 4,21): con ella se le
proporciona el programa de toda su vida. Ser religioso es decidir tener una preferencia:
Cristo y su amor. Se trata verdaderamente de una decisión que toma la forma, al cabo
de algunos años, de una profesión: ante la asamblea litúrgica, profesa solemnemente
que en adelante, para él «vivir es Cristo» (Flp 1,21). Desde aquella profesión hasta hoy
ha habido sin duda tiempo de verificar las capacidades para vivir semejante
preferencia; ciertamente habrá habido fragilidad, debilidad; incluso habrá habido
ocasión de descubrirse radicalmente pecador; pero no vacila en su elección libre y
consciente, en su decisión firme y meditada: el religioso se define y presenta como
aquel que ha decidido no preferir absolutamente nada a Cristo.
Tenemos que llegar a ser cristianos. ¿No es este el fin del combate de todo
creyente? Entrar en la vida religiosa es, simplemente, querer entrar en la lógica del
bautismo, por el cual todo cristiano es asimilado, identificado con Cristo Jesús. Juan
Pablo II, al final de su exhortación sobre la vida consagrada, lanzó este mensaje: «no
olvidéis jamás que vosotros, muy particularmente, podéis y debéis decir no sólo que
sois de Cristo, sino que “os habéis convertido en Cristo”» (VC 109). Se trata pues no
solamente de llegar a ser cristiano, sino de llegar a ser Cristo.
Ahora bien, toda la vida de Cristo, ¿no fue acaso un largo combate que
comenzó por el famoso relato de la tentación y acabó en el huerto de Getsemaní,
preludio de la cruz? Ese combate era precisamente el de la fidelidad al amor: el
demonio quería hacer vacilar a Cristo en su fidelidad al Padre y, de este modo, en la
fidelidad a la misión que había recibido justamente del Padre. Jamás el Hijo amado se
desvió del camino que había elegido y nuestra verdadera alegría es poder recibir de Él
una misma fidelidad. El secreto de la fidelidad está ahí: es un don y por eso no puede
florecer más que en un «corazón quebrantado» y desbordante de humildad. Después
de Jesús, ¿no es la Virgen María el modelo de esta alianza de la fidelidad y de la
humildad?
I/ PRESENTACIÓN
Uno de los puntos más delicados en torno a Jesús es el de cómo entendió Él su
propia vida y su misión. A este respecto, podemos pensar: era Dios; por tanto, no hubo
ningún problema en dicha autoconciencia. O podemos decir: era hombre; y, entonces,
¿fue consciente, desde el principio, de su misión, tuvo dudas? Por lo que podemos leer
en los evangelios, parece que la vida de Jesús fue una lucha continua, mantenida a la
vez en frentes muy distintos. Uno de ellos, quizás inesperado para muchos, fue Él
mismo. Porque Jesús encontró en Sí mismo resistencia para ser fiel a su misión, sobre
todo a medida que sentía las dificultades que ella comportaba, o cuando contemplaba
cómo otros pretendían llegar a la misma meta por caminos más fáciles.
Este es el punto que queremos analizar, con el convencimiento de que, a través
de él, la vida de Jesús se nos hará especialmente cercana y nos ayudará a comprender
nuestra propia existencia. Para eso hemos escogido un relato de gran interés, aunque a
primera vista pasa bastante desapercibido en los evangelios: las tentaciones de Jesús.
fidelidad - 2
Las tres escenas que nos ofrecen los evangelistas en el relato de las tentaciones
de Jesús aluden claramente a las tentaciones del pueblo de Israel en el desierto, en
tiempos del éxodo. Como marco unificante de la tres escenas están las citas tomadas
del Dt; concretamente, de los pasajes donde se recuerdan los tres momentos del éxodo
en que Israel, durante su peregrinación por el desierto, fue puesto a prueba y falló.
Implícitamente hay una comparación entre Jesús y el pueblo: donde el antiguo Israel
había fallado, Jesús sale victorioso. Lucas no presenta el triunfo de Jesús sobre Satanás
como un modelo para los cristianos bautizados en su lucha por resistir a la seducción
demoníaca (no se puede vincular este texto con 1Jn 2,16). En cada una de las escenas,
Jesús, el Hijo de Dios, vence las tentaciones del demonio con una cita de la Escritura.
Fuera de la frase de Mt 4,10, las únicas palabras que se atribuyen a Jesús son citas del
AT (Dt). La figura de Jesús es la de un vencedor, porque va armado con la espada del
Espíritu, es decir, la palabra de Dios (Ef 6,17). También el demonio puede acudir a un
texto de la Escritura (Sal 91,11-12, en Lc 4,10-11) para defender su propia tesis; pero
es incapaz de demostrar que él es el más fuerte (cf. Lc 3,16; 11,22). De esta manera, en
el mismo pórtico del ministerio público, Jesús aparece de nuevo como el más fuerte,
que sigue escrupulosamente el designio de su Padre y observa el mandato de la
Escritura.
El relato de las tentaciones tiene una enorme importancia en el Evangelio y en
el conjunto de la vida de Jesús. Pero hay que entenderlo bien y no quedarse en los
aspectos más anecdóticos, como suele ocurrir con frecuencia. Porque no basta decir
que Jesús fue tentado por el diablo para enseñarnos cómo tenemos que rechazar las
tentaciones nosotros, y quizás que sólo así seremos premiados por Dios. La cuestión
central no es el hecho de que Jesús fuera tentado, sino el contenido de las tentaciones
que sufrió. Jesús era el Mesías, el enviado de Dios para salvar a su pueblo. Pero, ¿qué
clase de Mesías? ¿Con qué medios iba a realiza su misión? Eso es lo que está en
cuestión en las tentaciones. Porque a través de ellas se proponían a Jesús otros
modelos o formas de realizar la misión que Dios le había encomendado.
Lo que se ofrecía a Jesús no eran cosas abiertamente malas, sino verdaderas
soluciones, al menos en apariencia. Eso es precisamente lo que ocurre con toda
tentación: nunca se presenta como algo malo en sí. Jesús tuvo que descubrir que sólo
aparentemente era esa la voluntad de Dios. En seguida iremos viendo cuál era el
contenido de las tentaciones. Pero antes debe advertirse también lo siguiente: parece
probable que éstas no tuvieron lugar solamente en un momento de su vida, sino que se
repitieron a lo largo de toda ella, sobre todo en determinadas circunstancias. Los
evangelistas Mateo y Lucas han sintetizado este tema en un solo relato, colocándolo
como pórtico de la actividad pública de Jesús. Este tipo de adaptaciones es frecuente
en los evangelios y no tiene que sorprendernos, ya que lo que sus autores pretenden no
es transmitir detalles de los hechos tal como sucedieron, sino comunicar un mensaje de
fe (acomodado además a la mentalidad de aquella época, tan distinta a la nuestra). Más
aún: sin ninguna pretensión de ver en esas escenas las palabras mismas de Jesús, bien
se pueden considerar como una poderosa síntesis, en forma de parábola, del modo en
que Jesús podría haber hablado a sus discípulos sobre lo que significaba la oposición a
su ministerio y la seducción diabólica que entrañaba.
Los tres evangelistas sinópticos colocan la experiencia del desierto en relación
con la del bautismo de Jesús, presentado un poco antes. La firmeza de Jesús ante las
tentaciones corrobora el compromiso del bautismo recibido y abre pistas a su propia
fidelidad - 3
tarea. En los tres casos, Jesús responde apoyándose en el Deuteronomio, el libro que
reflexiona teológicamente sobre la experiencia del pueblo judío liberado de Egipto.
«Si eres Hijo de Dios...». Así se presenta el diablo. Empalma con la experiencia
bautismal en la que Cristo se sintió llamar Hijo Amado. Aceptando esta realidad, el
diablo le pide que actúe en consonancia con su dignidad, que trate de convencer a
todos con el milagro fácil, con gestos de gloria y de poder. Es lo mismo que le dirán
más tarde sus discípulos y el pueblo: si eres el Mesías, libera al pueblo, te haremos rey,
vence a los enemigos, no escojas el camino de la cruz o del servicio. «¿Tú lavarme los
pies?»
Los evangelios nos presentan a Jesús tentado. Jesús no sólo es el Dios
empequeñecido y empobrecido, sino el Dios cercano al pecado. Es el Dios que duda y
que flaquea. ¿Os imagináis un Dios en la tiniebla? Un Dios que siente el vértigo de la
soberbia y la ambición, la excitación de la codicia y de la lujuria, la angustia del miedo
y la tristeza, o el éxtasis del placer y del amor. Un Dios débil no sólo físicamente, sino
psicológica y espiritualmente. Ya podemos ir sacando alguna consecuencia. Si el Hijo
de Dios fue tentado quiere decir:
Que nadie, por muy santo que sea, se verá libre de la tentación. Ni siquiera la
Santísima Virgen María. ¡Qué pena que no nos hayan contado las tentaciones de la
Virgen María! Seguro que, lo mismo que tuvo la visita del ángel, no le faltaría la
visita de algún que otro diablo como el de la duda, la desesperanza, la vanidad.
Que la tentación no es mala, es simplemente una condición humana. En la
tentación parece que estamos muy lejos de Dios (¿lo estuvo Jesús?) y, a lo mejor,
estamos mucho más cerca. No es cuestión de sentir su presencia, sino de desear su
presencia.
La tentación incluso puede ser buena, no en sí, sino por los efectos que produce. La
tentación nos purifica, nos hace más humildes, nos hace crecer, nos hace ser más
sensibles y comprensivos con los demás, nos hace confiar más en Dios y desearlo
con más fuerza. Así que podríamos parafrasear a Isabel diciendo: dichosa tú, que
has sido tentado. Dichosa la duda, si fortalece tu fe; dichosa la oscuridad, que te
hace buscar con más ansia la luz; dichosa la tempestad, que te ayuda a esperar y a
confiar; dichoso el desierto, que curte tu espíritu; dichosa la crisis, que te facilita el
crecimiento.
Que la tentación puede ser superada. Sufriendo Jesús la tentación, nos marcó el
camino de la victoria segura. No hay tentación, por violenta y prolongada que sea,
que no pueda ser superada con el ejemplo y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
II/ LA PRIMERA TENTACIÓN
La primera tentación consistía en convertir las piedras en panes. ¿Qué tiene eso
de malo?, podría preguntarse. Y, sin embargo Jesús la rechaza sin contemplaciones.
¿Por qué?
Esta tentación suponía una forma concreta de mesianismo: el mesianismo de la
abundancia material. Ante un pueblo en general oprimido y casi en la miseria, Jesús se
presentaría ofreciéndole una situación de bienestar generalizado. Esta oferta
encontraría, sin duda, una favorable acogida en el pueblo. En esta línea parece que se
movían en aquel tiempo algunos dirigentes del pueblo, que buscaban la salvación
nacional en una actitud de colaboracionismo con el poder ocupante (Roma). Eran los
fidelidad - 4
saduceos, preocupados ante todo por el mantenimiento del orden, la paz y la sumisión
a Roma como única forma para alcanzar la prosperidad. Por eso rechazaban y
combatían todo movimiento popular de masas. Esto explica que vieran con malos ojos
a la persona de Jesús, así como las expectativas que despertó en el pueblo.
Jesús, sin embargo, está lejos de aceptar esta vía de mesianismo: la abundancia
material. El relato de las tentaciones no permite ni dudarlo. Pero Jesús tuvo que pensar
más de una vez que era un camino posible también para Él y un camino fácil, sin duda.
Jesús se niega a usar indebidamente su condición de Hijo de Dios y da una pauta a sus
discípulos para que no pongan a su propio servicio la gracia recibida. Ser seguidor de
Jesús no es un privilegio que nos sitúa por encima de otros, sino un servicio; así lo
mostrará Jesús cuando comparta el pan con la multitud (Mt 14,17-18).
El poder, la fuerza, la posibilidad de decidir por los otros y sobre los otros; el
afirmar en el mundo las propias opiniones, los propios proyectos..., ése es el sueño de
toda persona. Pero Jesús responde: sólo al Señor adorarás. Que significa: Dios es el
Señor de mi vida, no los deseos de mi yo. Este Señor es un Dios que ama a sus fieles y
va en socorro de quien cree en Él, los libera y los salva, como ha salvado a los
israelitas (Dt 26,8), oprimidos por un enemigo potente con las fuerzas de las armas.
Precisamente para afirmar el poder y la gloria de Dios, fuente de todo bien, el pío
israelita presentaba al Señor las primicias de los frutos del suelo que el Señor le había
dado, lo colocaba delante del Señor y se postraba ante Él (Dt 26,10).
Dile a esta piedra que se convierta en pan. La tentación milagrera y
consumista. Utilizar el milagro en beneficio propio. Aprovecharse de Dios, como un
mago. La tentación del pueblo de Dios en el desierto: si está Dios con nosotros, que no
nos deje pasar hambre y sed, que nos defienda de enemigos y adversidades. La
tentación de una religiosidad interesada y mercantilista: que Dios me consiga trabajo,
que me cure la enfermedad, que evite el accidente, que tenga suerte en la lotería o lo
que sea. La tentación de una fe cómoda y pasiva: que se solucione el hambre del
mundo con nuevo maná, que evite la sequía, que se curen la lepra y el SIDA.
La primera escena termina con la cita de Dt 8,3. Jesús se enfrenta con el reto de
hacer uso de sus poderes de Hijo en su propio provecho, sin que esto tenga algo que
ver con la misión que se le ha confiado; la tentación consiste en incitarle a buscar
alimento para su propia subsistencia, prescindiendo de la voluntad del su Padre. El
pasaje citado de Dt (8,1-6) alude a la experiencia vivida por Israel durante el éxodo, a
través del desierto, cuando suspiraba por las ollas de carne y de pan que podía comer
en Egipto, lo que le llevó a murmurar contra Moisés y Aarón (Ex 16; Nm 11). A pesar
de ese apetito de procurarse alimento fuera de los planes de Dios, Israel fue
obsequiado con rocío del cielo, con maná y abundancia de codornices que el Señor
hizo llover como alimento. Israel entonces tuvo que pasar por la humillación de
reconocer su falta de fe en su Dios. Jesús, en cambio, rechaza la tentación diabólica y
cita la exhortación con la que el Dt recapitula el sentido de aquel acontecimiento del
éxodo. La respuesta de Jesús no deja de ser un tanto críptica, pero muestra con
suficiente claridad su convicción de que Dios puede ofrecerle maná con sólo levantar
los ojos sobre esas piedras del desierto.
III/ LA SEGUNDA TENTACIÓN
A Jesús se le propone que haga una demostración espectacular de su poder
arrojándose desde lo alto del templo para que los ángeles lo recojan en el aire. Hubiera
fidelidad - 5
sido un espectáculo decisivo para darse a conocer como Mesías, ante el cual nadie
habría dudado: un camino fácil y rápido. Tampoco el pueblo judío habría sido ajeno a
esta esperanza. Ante la incapacidad humana para superar la situación en que éste se
encontraba, no eran pocos los que se refugiaban en una vida personal
escrupulosamente religiosa y moral, dejando en manos de Dios una intervención en
que pusiera en juego todo su poder par salvar a su pueblo. Los fariseos, tan
preocupados por la observancia de la Ley, fueron sin duda víctimas de esta tentación.
Y Jesús tampoco debió excluirla. Tanto amaba a su pueblo, hasta el punto
compartía su esperanza de salvación, que tuvo que contemplar alguna vez esta posible
solución. Sin embargo, terminó rechazándola, porque tampoco ese mesianismo
espectacular y fácil era el mesianismo querido por Dios.
La tentación de la gloria, el milagro apoteósico, estilo superman. Utilizar el
poder para impresionar y seducir. Fue la tentación de la temeridad del pueblo de Dios,
el ponerle a prueba a Dios, como en Meribá: cada vez que golpeemos la piedra brotará
agua. Es la tentación del exceso de confianza, de creer que Dios te sacará de todos los
peligros que tú mismo te buscas, o que aprobarás sin haber estudiado, o que con tus
carismas podrás curar todas las enfermedades.
La segunda escena termina con la cita de Dt 6,13. Jesús se enfrenta con un
nuevo reto: aceptar el dominio sobre todos los reinos del mundo, tal como se lo ofrece
uno que no es su Dios. La tentación no le pone a prueba directamente en su calidad de
Hijo; el desafío consiste más bien en reconocer como dueño y señor a alguien distinto
de su Padre. La respuesta de Jesús se refiere a una de las directrices dadas por Moisés
al pueblo, tomada igualmente de la exhortación con la que el libro del Dt recapitula
otro de los acontecimientos del éxodo. La cita de Dt 6,13 forma parte de toda una
parénesis (6,10-15) en la que Moisés pone en guardia al pueblo sobre la seducción que
van a ejercer sobre él los cultos cananeos (cf. Dt 12,30-31) y le intima que no se deje
arrastrar por dioses extraños o ponga su confianza en poderes extranjeros (cf. Ex
23,23-33). Jesús, por el contrario, rechaza la tentación de rendir homenaje a otro que
no sea su Dios y su Padre, dejando al mismo tiempo claro que su misión consiste
únicamente en esforzarse por que el reinado de Dios se establezca definitivamente en
todo el mundo. El único rey de toda la tierra es el Señor y sólo a Él hay que prestar
servicio. La obstinación con que Israel rechazó continuamente las directrices de
Moisés es uno de los temas dominantes en todo el AT (2Re 16,3-4; 21,5-6; Jr 7,31; Sal
106).
IV/ LA TERCERA TENTACIÓN
La última tentación ofrecía otra forma de mesianismo: el mesianismo político.
A Jesús se le propone nada menos que la soberanía sobre todos los reinos de la tierra.
Esta sí que es una solución directa: convertirse en un caudillo popular par enfrentarse
con el poder romano y liberar a la nación judía. Esta tentación estaba muy presente en
el pueblo judío, particularmente en el grupo de los zelotas, que propugnaban el uso de
la violencia y organizaban frecuentes acciones aisladas o golpes de mano, al estilo
guerrillero. Sabemos además que Jesús tuvo entre los Doce a uno que probablemente
pertenecía o había pertenecido a este grupo: Simón, el Celota (Mt 10,4). Jesús, que
debió conocer de cerca de los zelotas, tampoco aceptó su forma de entender la
salvación del pueblo. El verdadero camino no podía ser el del mesianismo político y
fidelidad - 6
menos aún el de la violencia armada. Jesús rechazó por eso la tercera tentación. Su
postura es inequívoca.
La tercera tentación revela lo que está en juego en la historia y en la
proclamación del Reino. El monte es, en la Biblia, el lugar de la revelación de Dios. Se
ofrece a Jesús el poder sobre todos los reinos del mundo (Mt 4,8). La contrapartida es
rendir homenaje a quien tiene el proyecto contrario a Dios. Tentación también de la
comunidad cristiana: entender su poder de servicio como un poder de dominación. Se
trata de una perversión que nos amenaza constantemente; no podemos confundir una
realización histórica, ya sea política o religiosa, como el reino de Dios. El reinado de
Dios debe hacerse presente en la historia desde ahora, pero debe igualmente
impulsarnos a realidades que se hallan más allá de la historia. La identificación que
rechazamos convertiría a los dirigentes de esas realizaciones históricas en señores y
dominadores. Frente a eso, Jesús nos recuerda, hoy también, que sólo a Dios hay que
servir (Mt 4,10).
Te daré el poder si te arrodillas ante mí: hoy el diablo no lo diría tan
descaradamente. Es la tentación del mesianismo político. Vencer a los enemigos por la
fuerza de Dios. Fue la tentación del pueblo de Israel, que buscaba a Dios, el Dios de
los ejércitos, para que lo defendiera de los pueblos vecinos o de los grandes imperios.
Es la tentación del que utiliza la religión para conseguir poder o riqueza, la tentación
de una iglesia poderosa y rica. O la tentación del que convierte al dinero en su dios. El
dios-dinero nos dice así: tendrás todo el poder si me adoras. El dios-oro, que favorece
a quien le adora.
La tercera escena termina con la cita de Dt 6,16. Una vez más se pone a prueba
su condición de Hijo. El reto consiste ahora en que haga uso de sus poderes para
manifestarse con toda ostentación ante sus contemporáneos, acomodándose así a las
ideas vigentes sobre lo que realmente tiene que ser un verdadero jefe del pueblo.
Resulta difícil precisar si en esta tercera escena se refleja la convicción popular de que
el Mesías habría de manifestarse y presentarse al pueblo desde el alero del templo de
Jerusalén. En cualquier caso, era frecuente que los que se tenían por profetas se
atribuyesen poderes extraordinarios (He 6,35-37). En este contexto de convicciones e
ideas palestinenses es como hay que entender el sentido de la tercera tentación. Y una
vez más su respuesta alude a una nueva exhortación mosaica (Dt 6,16), en la que se
recoge otra experiencia de Israel durante su travesía por el desierto. En Masá y Meribá,
Israel se había careado con Dios y había tentado al Señor con sus exigencias
insolentes: danos agua de beber (Ex 17,1-7). Y la respuesta de Dios había sido un río
de agua que brotó de la roca al ser golpeada con el bastón de Moisés; una bebida
prodigiosa para un pueblo incrédulo e infiel. Moisés había intentado disuadir al pueblo
de que pusiera a prueba a Dios (Ex 17,2); ahora, antes de entrar en la tierra, Moisés
resume esa experiencia, exhortando al pueblo para que no vuelva a tentar a su Dios (Dt
6,16). Al revés que Israel, Jesús rechaza la seducción de exigir una intervención de
Dios que le proteja y ratifique ostentosamente la misión que el Padre le ha confiado.
En la respuesta de Jesús va implícito un rechazo de las pretensiones humanas, que
creen poder exigir a Dios una intervención prodigiosa a favor de sus caprichos, o que
ratifique sus impertinencias.
fidelidad - 7
V/ CONCLUSIÓN
Todo estos supuso, como decíamos, una lucha continua en su vida. No
olvidemos que no fueron sólo tentaciones teóricas o interiormente vividas. Hemos
visto que, de alguna forma, todas ellas estaban encarnadas en la sociedad que le
rodeaba. Por eso debieron ser tentaciones permanentes, tanto más agudas cuanto más
difícil le resultaba a Jesús que el pueblo comprendiera su mensaje original o su forma
de entender el mesianismo.
Estas pueden también ser nuestras tentaciones, referidas, como en el caso de
Jesús, a nuestra misión en el mundo. ¿No es también frecuente que tergiversemos
nuestra misión de cristianos en la sociedad buscando caminos más fáciles? ¿No nos
dejamos llevar con frecuencia por el afán de llegar a mucha gente, aunque sea a costa
de aguar el mensaje de Jesús? ¿Acaso no pueden ser también éstas las tentaciones de
la Iglesia hoy?
En el fondo, todas las tentaciones son una tentación: la de utilizar a Dios, la de
servirse de Dios, la de convertirse en el centro de todo, la de vivir en sí y para sí, la de
ser dios.
La frase particular de Lucas que pone fin a la escena de la tentación (4,13)
confiere a todo el episodio una proyección hacia el futuro. Lucas omite la conclusión
de Marcos (1,13bc), reproducida, en parte, por Mateo (4,11). En la narración de Lucas,
el diablo se va de la presencia de Jesús, pero hasta el momento oportuno, es decir,
hasta que llegue el momento de la pasión y muerte, cuando Satán intentará de nuevo
destruir el plan del Padre, que es designio de salvación. Esto no quiere decir que el
tiempo del ministerio público vaya a ser una época cerrada a la actuación de Satanás;
es más, el lector aún no sabe si la hostilidad diabólica durante el ministerio de Jesús no
terminará por imponerse y triunfar...
fidelidad - 8
Mc 1 Mt 4 Lc 4
13 kai. h=n evn th/| 1 To,te o` VIhsou/j avnh,cqh eivj 1 VIhsou/j de. plh,rhj
evrh,mw| th.n e;rhmon u`po. tou/ pneu,matoj pneu,matoj a`gi,ou u`pe,streyen
tessera,konta peirasqh/nai u`po. tou/ diabo,louÅ avpo. tou/ VIorda,nou kai.
h`me,raj 2 kai. nhsteu,saj h`me,raj h;geto evn tw/| pneu,mati evn
peirazo,menoj u`po. tessera,konta kai. nu,ktaj th/| evrh,mw| 2 h`me,raj
tou/ satana/( kai. tessera,konta( u[steron tessera,konta peirazo,menoj
h=n meta. tw/n evpei,nasenÅ 3 kai. proselqw.n o` u`po. tou/ diabo,louÅ Kai. ouvk
qhri,wn( kai. oi` peira,zwn ei=pen auvtw/|\ eiv e;fagen ouvde.n evn tai/j
a;ggeloi dihko,noun ui`o.j ei= tou/ qeou/( eivpe. i[na h`me,raij evkei,naij kai.
auvtw/|Å oi` li,qoi ou-toi a;rtoi ge,nwntaiÅ suntelesqeisw/n auvtw/n
4 o` de. avpokriqei.j ei=pen\ evpei,nasenÅ 3 ei=pen de.
ge,graptai\ ouvk evpV a;rtw| auvtw/| o` dia,boloj\ eiv ui`o.j
mo,nw| zh,setai o` ei= tou/ qeou/( eivpe. tw/| li,qw|
a;nqrwpoj( avllV evpi. panti. tou,tw| i[na ge,nhtai a;rtojÅ 4
r`h,mati evkporeuome,nw| dia. kai. avpekri,qh pro.j auvto.n o`
sto,matoj qeou/Å 5 To,te VIhsou/j\ ge,graptai o[ti ouvk
paralamba,nei auvto.n o` dia,boloj evpV a;rtw| mo,nw| zh,setai o`
eivj th.n a`gi,an po,lin kai. e;sthsen a;nqrwpojÅ 5 Kai. avnagagw.n
auvto.n evpi. to. pteru,gion tou/ auvto.n e;deixen auvtw/| pa,saj
i`erou/ 6 kai. le,gei auvtw/|\ eiv ta.j basilei,aj th/j oivkoume,nhj
ui`o.j ei= tou/ qeou/( ba,le seauto.n evn stigmh/| cro,nou 6 kai.
ka,tw\ ge,graptai ga.r o[ti toi/j ei=pen auvtw/| o` dia,boloj\ soi.
avgge,loij auvtou/ evntelei/tai peri. dw,sw th.n evxousi,an tau,thn
sou/ kai. evpi. ceirw/n avrou/si,n a[pasan kai. th.n do,xan
se( mh,pote prosko,yh|j pro.j li,qon auvtw/n( o[ti evmoi.
to.n po,da souÅ 7 e;fh auvtw/| o` parade,dotai kai. w-| eva.n
VIhsou/j\ pa,lin ge,graptai\ ouvk qe,lw di,dwmi auvth,n\ 7 su.
evkpeira,seij ku,rion to.n qeo,n ou=n eva.n proskunh,sh|j
souÅ 8 Pa,lin paralamba,nei evnw,pion evmou/( e;stai sou/
auvto.n o` dia,boloj eivj o;roj pa/saÅ 8 kai. avpokriqei.j o`
u`yhlo.n li,an kai. dei,knusin VIhsou/j ei=pen auvtw/|\
auvtw/| pa,saj ta.j basilei,aj tou/ ge,graptai\ ku,rion to.n qeo,n
ko,smou kai. th.n do,xan auvtw/n sou proskunh,seij kai. auvtw/|
9 kai. ei=pen auvtw/|\ tau/ta, soi mo,nw| latreu,seijÅ 9 :Hgagen
pa,nta dw,sw( eva.n pesw.n de. auvto.n eivj VIerousalh.m
proskunh,sh|j moiÅ 10 to,te le,gei kai. e;sthsen evpi. to. pteru,gion
auvtw/| o` VIhsou/j\ tou/ i`erou/ kai. ei=pen auvtw/|\
u[page( satana/\ ge,graptai ga,r\ eiv ui`o.j ei= tou/ qeou/( ba,le
ku,rion to.n qeo,n sou seauto.n evnteu/qen ka,tw\ 10
proskunh,seij kai. auvtw/| mo,nw| ge,graptai ga.r o[ti toi/j
latreu,seijÅ 11 To,te avfi,hsin avgge,loij auvtou/ evntelei/tai
auvto.n o` dia,boloj( kai. ivdou. peri. sou/ tou/ diafula,xai se 11
a;ggeloi prosh/lqon kai. kai. o[ti evpi. ceirw/n avrou/si,n
dihko,noun auvtw/|Å se( mh,pote prosko,yh|j pro.j
li,qon to.n po,da souÅ 12 kai.
avpokriqei.j ei=pen auvtw/| o`
VIhsou/j o[ti ei;rhtai\ ouvk
evkpeira,seij ku,rion to.n qeo,n
souÅ 13 Kai. suntele,saj pa,nta
peirasmo.n o` dia,boloj avpe,sth
avpV auvtou/ a;cri kairou/Å
fidelidad - 9